Texto, tiempo contexto de Los compañeros Francisco...

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Texto, tiempo y contexto de Los compañeros Francisco Pérez de Antón Hace unos días recibí una llamada telefónica de Marco Antonio Flores. Me preguntó que si sabía quién era él. Le dije que sÍ. Luego quiso saber si yo había leído Los com- pañeros. Le dije que no. Un tanto, desilusionado, imagi- no, me preguntó que si queríaparticipar en este acto . Le dije que según y cómo. Me indicó entonces que mi inter- vención consistiría en hablar del contexto histórico de su novela. Le dije que estaba ' bueno, pero que primero tenía que conseguirme un ejemplar. Imagínense qué vergüen- za. Y él, con una delicadeza que agradezco muchísimo, me envió la copia, dedicada, con su puño y letra, a su hija. Leí la novela en tres noches. ¡Y ahora que estoy aquí, debo decir con toda honradez que me arrepiento como de mis pecados haber aceptado la invitación en los térmi- nos que lo hice; esto es, para hablarles del contexto histó- rico de la novela, pues en verdad lo que me parece es ha- blarles de su texto. Diré algo más. Luego de leer Los compañeros, hablé con personas que conocen a Marco Antonio Flores. Y como era de esperarse, hay quienes le echan idem y hay quienes le arrojan macetas. La mayoría, sin embargo, opina que Los compañeros es la primera novela contemporánea que se es- cribe en Guatemala, en lo que a estilo y recursos literarios se refier e, a diferencia de otras obras acerca del mismo tema y en las cuales el contexto no es más que un pretexto sin texto. Me refiero, claro está, a ese tipo de novela en que la historia de los últimos treinta años se utiliza como excusa para redactar, que no escribir, palimpsestos infumables, o referir historias tan cercanas al arte de narrar, como Madonna pudiera estarlo de la Madre Teresa de Ca'lcuta. 24

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Texto, tiempo y contexto de Los compañeros Francisco Pérez de Antón

Hace unos días recibí una llamada telefónica de Marco Antonio Flores. Me preguntó que si sabía quién era él. Le dije que sÍ. Luego quiso saber si yo había leído Los com­pañeros. Le dije que no. Un tanto, desilusionado, imagi­no, me preguntó que si queríaparticipar en este acto . Le dije que según y cómo. Me indicó entonces que mi inter­vención consistiría en hablar del contexto histórico de su novela. Le dije que estaba 'bueno, pero que primero tenía que conseguirme un ejemplar. Imagínense qué vergüen­za. Y él, con una delicadeza que agradezco muchísimo, me envió la copia, dedicada, con su puño y letra, a su hija.

Leí la novela en tres noches. ¡Y ahora que estoy aquí, debo decir con toda honradez que me arrepiento como de mis pecados haber aceptado la invitación en los térmi­nos que lo hice; esto es, para hablarles del contexto histó­rico de la novela, pues en verdad lo que me parece es ha­blarles de su texto.

Diré algo más. Luego de leer Los compañeros, hablé con personas que conocen a Marco Antonio Flores. Y como era de esperarse, hay quienes le echan idem y hay quienes le arrojan macetas. La mayoría, sin embargo, opina que Los compañeros es la primera novela contemporánea que se es­cribe en Guatemala, en lo que a estilo y recursos literarios se refiere, a diferencia de otras obras acerca del mismo tema y en las cuales el contexto no es más que un pretexto sin texto.

Me refiero, claro está, a ese tipo de novela en que la historia de los últimos treinta años se utiliza como excusa para redactar, que no escribir, palimpsestos infumables, o referir historias tan cercanas al arte de narrar, como Madonna pudiera estarlo de la Madre Teresa de Ca'lcuta.

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Entre la profecía y la literatura Pero las críticas que he podido palpar sobre Los compañe­

ros -que si traiciona la revolución o que si el daño que causó fue inmenso- son, por lo común, ideológicas; es decir, pertenecen todas al mundo de la teología. Y ésta, como sabemos, es un subgénero de la literatura fantástica, que se escribe recurriendo a lenguas muertas.

Los compañeros, en cambio, es una novela viva. Y ello se debe al sinnúmero de virtudes que posee, desde su lenguaje arrollador -para mí su mayor acierto-, hasta su excepcional aliento narrativo, dos cualidades que distinguen al verdadero escritor del redactor de esquelas mortuorias.

Pero como siempre sucede en estos casos, no faltan quie­nes, pasando como sobre ascuas por encima de estos méritos , sólo conceden a esta novela el constituir un testimonio de su época o el haber detectado, a primera hora y desde dentro, las debilidades de la revolución.

Pienso que eso de devaluar Los compañeros, y que sería trágico que Marco Antonio Flores pasará a la historia de la literatura de Guatemala como un iluminado, o que se dijera de él que, como escritor, es un magnífico profeta. Pues lo peor que le puede suceder a un profeta es que su profecía se cumpla y que aquello que pronostica pase a ser de dominio público. En ese momento, la obra del augur deja de tener interés, porque hoy todos saben lo que ant,es sólo él sabía.

De otra parte, profetas como Marco Antonio Flores ha habido muchos. Yen ambos bandos de la contienda. Por eso, y quizá también porque acabo de leer la novela, no le doy mayor mérito al hecho de que, en Los compañeros, su autor haya anticipado un fracaso que hoy, por lo que se ve, todo el mundo había profetizado.

Como Forster advierte, la profecía es sólo un tono de voz que en toda novela tiene un valor circunstancial y accesorio y que únicamente es importante en cuanto ayuda al narrador a sacar adelante su historia.

Por último, tampoco considero Los compañeros una nove­la de tesis o con mensaje, como pudo serlo en su día. O si lo

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es, se trata de una tesis que hoy carece de relevancia alguna. Y si todo esto que digo es verdad, cabría preguntarse a qué se debe entonces que Los compañeros se reedite y que nos hayamos reunido aquí para hablar de ella.

La prosa de Marco Antonio Flores Lo que vale de Los compañeros, en suma, y lo que habrá

de permanecer es, pues, su texto, no su contexto. Su registro de otras novelas que, con inferior calidad, pero con mejor marketing, circulan hoy en América y Europa. Y si antes afirmé que lo peor que podría decir de su autor es que, como novelista, es un buen prof~ta, ahora digo que, como escritor, es un músico espléndido. Y quiero subrayar esta virtud porque hay muchos que se empeñan en hacer litera­tura sorda e insípida, literatura que no puede ser oída ni sentida porque ni duele, ni huele, ni sabe, ni suena. La fuerza de lo que se escribe, a mi entender, estriba en el sinnúmero de efectos que pueden obtenerse del lenguaje. y Los compañeros abunda en ese difícil arte de transmutar la vida en texto y de extraer del cotidiano caos verbal la música que todo lenguaje esconde, por llano y vulgar que sea. Y su prosa se lee con placer porque pica y repica, porque apesta y perfuma, porque truena y relampaguea. Pero, so­bre todo, porque Los compañeros posee una textura plena de triquitraques y resonancias, colocados uno tras otro e hilvanados con un ritmo portentoso e infatigable.

Un profesor me dijo una vez que para poder escribir bien era preciso aprender a oír. Y no nos engañemos, es eso, el texto de Los compañeros y no su contexto histórico, su maes­tría literaria, y no su registro de una época, la búsqueda de una voz propia, y no la imitación de otras, lo que años des­pués de haber sido escrito continúa siendo valioso.

Marco Antonio Flores tiene un oído literario fuera de lo común. Y sus armonías brotan en cada página de la no­vela para confirmar que todo buen escritor lleva dentro un músico en potencia, algo que se refleja incluso en las cons­tantes alusiones del autor a la música de jazz o los boleros.

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Los dos tiempos de Los compañeros Pero Marco Antonio Flores no es tan sólo un consumado

maestro del arte de crear sonoridades y ritmos, una habilidad propia del poeta, sino también en otro mucho más difícil, que es el de la cuenta larga, ese movimiento amplio, propio de la sinfonía, y que yo llamo aliento narrativo.

Días atrás, el escritor chileno Jorge Edwards decía que, en América Latina, y en las novelas como la que hoy exami­namos aquí, se dan dos tipos de tiempo: el tiempo detenido, que representa el orden, yel tiempo acelerado, que representa la revolución. Pues bien, yo creo que ambos se dan en Los compañeros.

De una parte está el tiempo acelerado, el tiempo revolu­cionario y convulso de la Guatemala de los años sesenta, el tiempo en que se mueve El Patojo y que al ser recordado hoy deja de causarnos conmoción y desasosiego. Años que mu­chos identificamos como los de la invasión a Bahía de Cochi­nos, los de Ydígoras, los de las FAR, el MR-13, la MANO o la NOA; años de asaltos, asesinatos, secuestros, bombas, amenazas y torturas. Años, en fin , turbulentos y que a éste que les habla, recién llegado de España para casarse con su novia guatemalteca, le harían exclamar más de una vez pero en qué lugar me he metido.

y no es que viniera de un lecho de rosas, aunque debo confesarles que, aliado dd ydigorismo o la dictadura de Peralta Azurdia, la dictadura de Franco era un bombón relleno de azúcar.

Pero en Los compañeros está también el tiempo detenido, y ubicado paradójicamente en dos revoluciones: la mexicana y la cubana, con sus órdenes establecidos: maquinales, buro­cráticos, rígidos. Es el tiempo en que se mueven a menudo El Rata, Chucha Flaca y El Bolo. Y es el tiempo en que Los compañeros recuerdan, viven, aman y se encuentran.

Marco Antonio Flores ha sabido intercalar con gran peri­cia ambos tiempos en su obra, quizá porque así vivió aquel período de su vida o porque Los compañeros son, en el fondo, su propio ser desdoblado en diferentes personajes y épocas.

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Pero como recurso narrativo para dar aliento a la novela, resulta todo un acierto. Los compañeros ha sido tramada bajo las formas de la catarata y el remanso, de la prisa y de la pausa. De resultas, el tiempo narrativo se convierte en parte esencial de la estructura de la novela. Y al voltear su última página, el lector se percata de que la Historia (con mayúsculas) no es lineal, ni tiene un ritmo uniforme, sino que es más bien circular y tediosa. De hecho, la novela arranca con un tambaleo de bongós y termi­nan en los mismos cueros. Lo que viene a indicar tal vez que, después de todo lo sufrido y padecidQ, de tanta sangre vertida y tanto compañero muerto, el de~enlace de la Historia, si es que tal cosa existe, está aún' muy lejos y que los mejores idealismos acaban siendo secuestrados por los intereses de grupo, de clase o de partido.

Francisco Pérez de Antón

Es Ingeniero Agrícola por la Universidad de Madrid y Economista por la

Universidad Francisco Marroquín de GuatelIjlala. Durante más de veinte años

dirigió un importante grupo guatemalteco de empresas con operaciones en

Guatemala y Centroamérica, de! cual es presidente honorario. Ha sido cate­

drático de Ética Empresarial y de Economía Gerencial en la Universidad Fran­

cisco Marroquín, miembro de su Consejo Directivo durante ocho años y

autor de numerosos textos sobre temas económicos y sociales.

En 1986, se retira de la vida empresarial y la docencia para dedicarse

al periodismo y la literatura. En 1987, funda e! semanario Crónica, cuyo

Consejo Editorial preside hasta 1998. Ha publicado los libros Ética de la

libertad; Cansados de esperar el sol; En corteza de amate; El poso de la espuma;

Un lugar llamado Quivira; y El vuelo del faisán herido.

Desde 1990 es Miembro de Número de la Academia Guatemalteca de

la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española, y sus escritos se

publican regularmente en diario y revistas de Norte, Centro y Sur América.

Este ensayo fue leído con ocasión de la presentación de la nueva edi­

ción de Los compañeros de la editorial Óscar de León Palacios y luego, pu­

blicado en la revista La Ermita.

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