TEXTO Nº 46 - Cusicanqui

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CUSICANQUI “Apuntes sobre una historia de las luchas campesinas en Bolivia (1900-1978)” PRIMERA PARTE: La autora comienza diciendo que se realizó una “pacificación revolucionaria del campo” y para explicar esto parte del análisis de los sucesos de la revolución nacional de 1952 y la reforma agraria de 1953. SEGUNDA PARTE: Luego explicará la formación, consolidación y crisis de las estructuras de mediación que permitieron al Estado mantener una firme y controlada base social en el campo, esto lo analiza a través de tres casos representativos. PARTE FINAL: El autor revisará las tendencias del movimiento campesino boliviano y la ruptura del parto social que lo ligaba a los sectores dominantes de la sociedad posrevolucionaria. 1. Para fines del siglo XIX se consolida en Bolivia la economía exportadora de la plata. Por un lado la guerra civil de 1898- 1899 y por otro la rebelión del cacique aymara Pablo Zárate Willka marcan las dos fases de ese período. Se realiza una nueva alianza minero-terrateniente- comercial para el desplazamiento del eje de articulación de la economía boliviana con el mercado mundial, cuya expresión política es el Partido Liberal y sus bases son: la crisis de la oligarquía de la plata y el fortalecimiento de los intereses de La Paz, sustentados en la ampliación de las vinculaciones ferroviarias con la costa, la expansión de la frontera latifundista y el desarrollo acelerado de las nuevas actividades de exportación (caucho, estaño y otros minerales). Estas tendencias de desarrollo de la sociedad boliviana la autora las resume en tres modalidades de apropiación monopólica de los bienes y recursos de la colectividad: el monopolio de la tierra, el del mercado, y el del poder político. Lo que reforzó la naturaleza excluyente y coactiva de la dominación oligárquica y le permitió la utilización de los sustratos coloniales atrasados en el planteamiento de sus relaciones con el indio. Este es el contexto en el cual se realiza la rebelión Willka, que anticipa y pone en evidencia el carácter falaz de la propuesta liberal. El programa de reivindicaciones de este movimiento es: Restitución de las tierras comunales usurpadas, lucha contra la minoría criolla, desconocimiento de la autoridad de liberales y conservadores sobre las tropas indias y constitución de un gobierno indio autónomo baja la autoridad de su máximo líder. Esta fue la última rebelión india autónoma, que

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Cusicanqui, Historia de América III

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CUSICANQUI “Apuntes sobre una historia de las luchas campesinas en Bolivia (1900-1978)”

PRIMERA PARTE: La autora comienza diciendo que se realizó una “pacificación revolucionaria del campo” y para explicar esto parte del análisis de los sucesos de la revolución nacional de 1952 y la reforma agraria de 1953. SEGUNDA PARTE: Luego explicará la formación, consolidación y crisis de las estructuras de mediación que permitieron al Estado mantener una firme y controlada base social en el campo, esto lo analiza a través de tres casos representativos.

PARTE FINAL: El autor revisará las tendencias del movimiento campesino boliviano y la ruptura del parto social que lo ligaba a los sectores dominantes de la sociedad posrevolucionaria.

1. Para fines del siglo XIX se consolida en Bolivia la economía exportadora de la plata. Por un lado la guerra civil de 1898-1899 y por otro la rebelión del cacique aymara Pablo Zárate Willka marcan las dos fases de ese período. Se realiza una nueva alianza minero-terrateniente- comercial para el desplazamiento del eje de articulación de la economía boliviana con el mercado mundial, cuya expresión política es el Partido Liberal y sus bases son: la crisis de la oligarquía de la plata y el fortalecimiento de los intereses de La Paz, sustentados en la ampliación de las vinculaciones ferroviarias con la costa, la expansión de la frontera latifundista y el desarrollo acelerado de las nuevas actividades de exportación (caucho, estaño y otros minerales). Estas tendencias de desarrollo de la sociedad boliviana la autora las resume en tres modalidades de apropiación monopólica de los bienes y recursos de la colectividad: el monopolio de la tierra, el del mercado, y el del poder político. Lo que reforzó la naturaleza excluyente y coactiva de la dominación oligárquica y le permitió la utilización de los sustratos coloniales atrasados en el planteamiento de sus relaciones con el indio.Este es el contexto en el cual se realiza la rebelión Willka, que anticipa y pone en evidencia el carácter falaz de la propuesta liberal. El programa de reivindicaciones de este movimiento es: Restitución de las tierras comunales usurpadas, lucha contra la minoría criolla, desconocimiento de la autoridad de liberales y conservadores sobre las tropas indias y constitución de un gobierno indio autónomo baja la autoridad de su máximo líder. Esta fue la última rebelión india autónoma, que luchó con la minoría criolla dominante la ideología y la práctica de una lucha anticolonial. Sin embargo, esta rebelión fue derrotada, dando comienzo a la etapa de las reformas liberales (periodo que la autora llama: segunda republica). La base de este periodo fue la minería y el despojo de las tierras a los campesinos. Reformas liberales: Servicio militar obligatorio, se creó la policía rural para ampliar la presencia del Estado en las provincias, se realizó una reforma monetaria que intentó transferir al Estado el monopolio de la función emisora de la moneda y la implementación de la reforma tributaria y la abolición de la comunidad decretadas por los conservadores en el siglo anterior. Pero los resultados fueron contradictorios porque ninguno de los objetivos explícitos de las leyes que postulaban la necesidad de convertir al comunitario un pequeño propietario y a la tierra en mercancía de libre circulación se cumplió. Ya que la coacción estatal como mecanismo de la expropiación de tierras comunales reforzó el poder local de los terratenientes y propició la expansión de las relaciones de producción serviles en la agricultura. La reforma tributaria tampoco se llevó a cabo.A la carga del tributo, se le sumaron otras obligaciones como: la ley de prestación vial, (que obliga a trabajar en la construcción de puentes y caminos un determinado número de días al año o a pagar su equivalente en jornales). Todas estas leyes se convirtieron en nuevos medios de presión fiscal sobre la población indígena.

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Paralelamente, en las comunidades la batalla contra la expansión latifundista generó un amplio movimiento de caciques de diversa jerarquía que dará lugar al primer ciclo de rebeliones indias en este siglo. Por su parte la oligarquía en su incapacidad de mitigar estas revueltas aliándose a otros sectores de la sociedad, opta por la represión brutal. Los caciques apoderados formularon una doctrina hacia dentro cuya base era el discurso mesiánico mediante el cual se anunciaba la inauguración de una nueva era de justicia y bienestar para los oprimidos. Lo que no da cuenta de la reactivación de las alianzas intecumunales e interetnicas.

Finalmente, es Estado se enfrentó a un total colapso de legitimidad al iniciar las acciones bélicas contra Paraguay en 1932, la cual tuvo un efecto nacionalizador en la conciencia de la población boliviana. Por un lado, muchos indios “revoltosos” fueron reclutados coactivamente por los terratenientes y por otro lado, la convocatoria a la ciudadanía incluía por primera vez al indo explícitamente lo que los habilitó posteriormente a tener un sustento para hacer valer sus derechos como ciudadanos como propietarios comunales o privados de la tierra. Por todo lo anterior, la autora concluye que la crisis del Estado oligárquico fue un proceso lento de desmantelamiento de sus sustentos ideológicos y morales. La derrota del Chaco operó como una suerte de ruptura violenta de la legitimación que la oligarquía se proponía construir.

El resultado de este proceso fueron, en primer lugar, las asociaciones de ex combatientes y logias militares que comenzaron a organizarse en pos de una recomposición social y política de la posguerra. Toro asumió el gobierno, en medio de esta recomposición social y política. Un elemento importante fue, el decreto de sindicalización corporativista, emanado del Ministerio de Trabajo que contribuyó a acelerar la organización de los trabajadores en todo el país, ampliando el espacio de apelación para las reivindicaciones populares. Sin embargo, el movimiento sindical tendría expresiones muy tardías en el Altiplano (a diferencia de los valles de Cochabamba), pero el liderazgo comunal se mantuvo a la cabeza de los movimientos campesinos hasta las revolución de 1952, organizando la resistencia antilatifundista desde afuera y desde adentro de sus fronteras. La posguerra marca también el fin del sistema de partidos tradicionales y la emergencia de nuevos partidos populares y de izquierda. (por ejemplo, el POR de ideología trotskista, PIR de ideología estalinista y el MNR, que poseía una ideología antioligárquica de expresión local que emanó del sentimiento de frustración nacional que salió de la derrota de la guerra (del Chaco). Todas las emergentes organizaciones urbanas sindicales van tejiendo vínculos contradictorios con el campesinado. Y el resultado más visible que marca la autora, es la generalización de una nueva forma de lucha campesina de corte obrero: la huelga de brazos caídos de los colones de hacienda. (Primer nivel de articulación entre colonos y sectores urbanos radicalización). Así la capacidad de presión (en el gobierno de Villaroel) de los movimientos huelguísticos aumenta su capacidad, a pesar de los intentos del gobierno de Villaroel por controlar a los indios que incentivan la organización sindical y la toma de tierras, este trabajo lo desborda para que finalmente una multitud lincha a Viallaroel. Esta escalada de rebeliones, no se da de manera organizada ni coordinada sino que son estallidos locales cuyo desenlace violento resulta de la intervención directa y en respuesta a las fuerzas represivas locales. La autora nos señala, dos tipos generadores de conflicto que se generan en la configuración de las alianzas campesinas con otros sectores de la sociedad, por un lado, las regiones de mator penetración mercantil y menor fricción interétnica tienden más a una lucha directa entre colonos y patrones y el liderazgo sindical, la presencia de activistas urbanos, la asesoría jurídica a los sindicatos permiten el establecimiento de instancias de negociación con los patrones. Por otro lado, una situación más compleja es la tensión fronteriza hacienda-comunidad. Donde este comunal con una amplia gama de contactos y experiencias de tipo sindical y urbano. La forma de lucha que predomina en estas regiones es el asedio.

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A partir de esto, la autora concluye que el comportamiento ambivalente de la relación campesinos-sectores urbanos puede hallarse en la total desarticulación de dos eventos: la guerra civil de 49, la ultima dirigida por el MNR y protagonizada por sectores populares urbanos donde el campesino tuvo una participación marginal, por un lado. Y por otro lado, las rebeliones del 47 que pese al contacto que mantuvieron los campesinos con los sectores urbanos estos últimos se mantuvieron aislados de los núcleos más activos del movimiento obrero organizado. Y a partir de de la rebelión del 47 el MNR se dará a la tarea de organiza estructuras de cooptación y control del movimiento campesino.

La situación de crisis por la que la haciendo atravesaba, abrió paso al desarrollo capitalista en la agricultura. Lo que muestra cuán importante es el accionar del campesinado boliviano.

2. “LA PAX REVOLUCIONARIA”

Para imponer el programa de reformas que resultó de los sucesos anteriores los insurgentes habían tenido que desmantelar completamente el Estado oligárquico. El programa de reformas fue: la nacionalización de las minas para imponer la ampliación de la esfera estatal de la economía, la reforma agraria para destruir las relaciones feudales en la agricultura y promulgación del voto universal para incorporar al campesino indígena en el ámbito de la democracia formal. La sindicalización masiva y milicias obrero-campesino serán la forma del nuevo poder de las masas de introducirse en la arena política posrevolucionaria.

La destrucción del Estado anterior condujo a un paradójico resultado: de la sobreexplotación de las empresas privadas a la “explotación justa” del Estado-patrón.Paralelamente el movimiento campesino se va convirtiendo en un capital político en disputa para las distintas facciones del MNR. Surge la figura paternal del general Barrientos como restaurador de la revolución y pacificador del campo y de las minas. Así se consuma la segunda y definitiva ruptura del movimiento obrero con el Estado. Así se da la institucionalización del control campesino a través del Pacto Militar-Campesino que inaugurará la fase autoritaria de la revolución nacional. La autora ejemplifica, a través de tres casos regionales, la participación del movimiento campesino en estos procesos. El caso Ucureña: esta zona fue en la década del treinta un importante foco de irradiación de las actividades sindicales. Esta región se destacó por la acción de la toma de tierras lo que amenazó con desbordar las posibilidades de control gubernamental. Y el MNR es presionado a confirmar la toma de tierras. Luego se procederá a la cooptación a través de un despliegue de concesiones personales que acabará convirtiendo al dirigente de Ucureña (Rojas) en un sumiso funcionario.Esto nos da cuenta de la competencia entre facciones políticas rivales en la cúspide del MNR y la heterogeneidad del campesinado emergente en el proceso de parcelación de haciendas marcaba la tendencia de una diferenciación interna que operaba en términos regionales. Lo que posibilita a Barrientos a concluir con la tarea de fragmentación y sometimiento coactivo al movimiento campesino de los valles y de todo le país.

El caso Achacachi y el Altiplano: estos casos nos muestran las ambigüedades del MNR. Por un lado, los dirigentes de la lucha comunal son cooptados desde arriba en la estructura sindical montada por el Ministerio de Asuntos Campesinos y por otro lado, se forman clientelas políticas que reproducen la cadena de dominación ciudad-pueblo-campo.

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El caso del norte de Potosí: en esa zona ni la expansión de la hacienda ni la proximidad de los complejos mineros lograron disolver la estructura jerárquica de segmentos duales de los ayllus. La organización sindical aquí fue tardía y solo tuvo vigencia únicamente en el valle ya que activistas de origen minero se dieron a la tarea de organizar sindicatos. El golpe militar de Barrientos y la sangrienta pacificación del campo y las minas, el movimiento campesino de las zonas altas norpotosinas cayó enteramente bajo el control gubernamental. La autora nos marca que este caso muestra de manera explícita los objetivos del control del movimiento campesino por el Estado en 1952. El Estado promovió un tipo de liderazgo caudillista y vertical en las regiones aledañas a las minas, canalizando a través suyo una serie de acciones paternalistas del Estado para mantener al campesinado aislado de la fracción más combativa del proletariado boliviano.

A través de estos tres casos se muestran las distintas fases por la que atravesó el campesinado boliviano desde 1952. En una primera fase cristaliza un movimiento reivindicativo amplio, combativo y centrado en torno a la lucha de la tierra. Donde la movilización campesina testimonia el cuestionamiento violento a las formas estamentales de dominación de la elite criolla asentada en los pueblos sobre la masa indígena sometida a múltiples mecanismos de opresión colonial. De este modo, la recuperación de tierras se combinan con formas de lucha típicas del período anterior y en este proceso el campesinado replantea sus relaciones con el conjunto de la sociedad, definiendo el modo de su incorporación a la nueva estructura política surgida en 1952. Esta primera fase culmina con el establecimiento de estructuras de mediación entre el movimiento campesino y el Estado, cuya manifestación es la formación de un aparato sindical paraestatal controlado por el MNR. Esta fase la autora la caracteriza como un proceso de “subordinación activa” del movimiento campesino a Estado.La segunda fase está caracterizado por la autora por el deterioro del pacto popular que sustentaba al MNR por la autonomización del sindicato obrero frente al MNR y al Estado. Ante esto los campesinos optan por mostrar conformidad campesina con respecto al nuevo Estado que le por un lado, garantiza la continuidad de sus conquistas y por otro lado, la cual aceptan de un modo el ingreso en el mercado y en el poder.

3. “LUCHA POR LA INDEPENDENCIA SINDICAL”Desde 1952 surgió en el Altiplano una nueva generación campesina producto de la reforma agraria, la escuela rural, el cuartel y la nueva economía mercantil. Estos jóvenes campesinos ven al sindicalismo corrupto propiciado por el MNR y por el pacto Militar-Campesino como una aproximación servil al poder. Estos son los elementos que toma el movimiento de reorganización sindical independiendo que adopta la figura del mártir aymara del siglo XVIII, Túpac Katari. Para 1973 este movimiento, denominado katarismo se perfila como un amplio movimiento intelectual. Que sostienen una propuesta de autonomía sindical y política del campesinado indígena frente al Estado y a los “partidos tradicionales”. La influencia de este movimiento se extendió rápidamente en todo el Altiplano. A partir de aquí se da por parte del Estado una escalada de persecución y confiscación de bienes de los dirigentes kataristas. Lo que da como resultado el sentimiento de oposición en el campo que se expresa en nuevos congresos independientes y en la conquista de nuevos espacios dentro del aparato sindical legal, que comienza a operar estrechamente ligado a las direcciones clandestinas del movimiento katarista. Para 1976 se reafirma la alianza con el movimiento obrero. La autora concluye que para 1978 cuando el gobierno de Bánzer se ve obligado, por las presiones internas y externas, a realizar elecciones libres el campesinado ya no se comportará como un rebaño electoral por la experiencia organizativa que tuvieron con los nuevos

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movimientos sociales que perseguían el objetivo de actuar como un actor social y político autónomo frente al Estado.