Texto 10

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TEXTO 10 2012- 2013 Las paredes se estucan para que no se vean las im- perfecciones. Se empastan con grumos que mienten tapando lo que se quiere esconder. Por eso este es un país al gotelé, con sus muros estucados antes de alisarlos o derribarlos, con sus paredes grumosas porque es la manera que encontramos para esconder nuestras vergüenzas. Debajo de la pintura gruesa vamos dejando las fisuras, lo que no se entiende y el miedo a romper los marcos que nos contienen. Pensamos que podíamos aparcar el cuestionar las cosas debajo de las capas y ahora nos encontramos con tabiques llenos de preguntas enquistadas y de grietas a punto de enseñar nuestras roturas. Y es tarde para remendar nuestras costuras con pasta niveladora porque las fallas se abren como heridas profundas. Dejamos un relieve tapando la vida que escuece y en los coágulos guardamos los suspiros. Enterramos las angustias en los esmaltes porque había que estar a lo importante, a empapelar ilusiones con una Constitución incuestionable, libertad sin ira. Nos pintamos de transición sin haber lijado las motas toscas. La reconciliación regalaba un olvido debajo de las gotas. Ahí se quedaron las víctimas del franquismo y la reparación de la memoria. El barniz de la impunidad fue más fuerte que los aromas de justicia. Encapsulamos la posibilidad de que el sistema fuera otro porque el miedo al abismo paralizaba las espátulas, la monarquía parlamentaria era la única manera de pintar. A las voces críticas se les escupía pintura encima. Por no lijar y desvelar deficiencias se de- jaron debajo del gotelé. Así silenciamos la falta de igualdad entre las personas y los privilegios de algunas de ellas, los subterfugios por donde se escapa la transpa- rencia, las facilidades de los poderosos para que su sentido de estado pudiera respaldar sus chanchullos, el dudar del sistema de representación parlamentaria, la crítica institucional y los despeñaderos a los que nos con- duciría la tiranía capitalista. No todas las casas tenían alfombras bajo las que esconder nuestra cochambre. Por eso se aprovecharon las paredes en las que despojarse de las miserias que manchan y se cubrieron con una superficie lustrosa, con una vida al gotelé. […] Lo que tendríamos que hacer es quitar el gotelé a la vida política. Rascarnos el apelmazamiento, quitarnos los grumos

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TEXTO 10 2012-2013

Las paredes se estucan para que no se vean las imperfecciones. Se empastan con grumos que mienten tapando lo que se quiere esconder. Por eso este es un país al gotelé, con sus muros estucados antes de alisarlos o derribarlos, con sus paredes grumosas porque es la manera que encontramos para esconder nuestras vergüenzas. Debajo de la pintura gruesa vamos dejando las fisuras, lo que no se entiende y el miedo a romper los marcos que nos contienen. Pensamos que podíamos aparcar el cuestionar las cosas debajo de las capas y ahora nos encontramos con tabiques llenos de preguntas enquistadas y de grietas a punto de enseñar nuestras roturas. Y es tarde para remendar nuestras costuras con pasta niveladora porque las fallas se abren como heridas profundas. Dejamos un relieve tapando la vida que escuece y en los coágulos guardamos los suspiros. Enterramos las angustias en los esmaltes porque había que estar a lo importante, a empapelar ilusiones con una Constitución incuestionable, li-bertad sin ira. Nos pintamos de transición sin haber lijado las motas toscas. La reconciliación regalaba un olvido debajo de las gotas. Ahí se quedaron las víctimas del franquismo y la reparación de la memoria. El barniz de la impunidad fue más fuerte que los aromas de justicia. Encapsulamos la posibilidad de que el sistema fuera otro porque el miedo al abismo paralizaba las espátulas, la monarquía parlamentaria era la única manera de pintar. A las voces críticas se les escupía pintura encima. Por no lijar y desvelar deficiencias se dejaron debajo del gotelé. Así silenciamos la falta de igualdad entre las personas y los privilegios de algunas de ellas, los subterfugios por donde se escapa la transparencia, las facilidades de los poderosos para que su sentido de estado pudiera respaldar sus chanchullos, el dudar del sistema de representación parlamen-taria, la crítica institucional y los despeñaderos a los que nos conduciría la tiranía capitalista. No todas las casas tenían alfombras bajo las que esconder nuestra cochambre. Por eso se aprovecharon las paredes en las que despojarse de las miserias que manchan y se cubrieron con una superficie lustrosa, con una vida al gotelé. […]

Lo que tendríamos que hacer es quitar el gotelé a la vida política. Rascarnos el apelmazamiento, quitarnos los grumos punibles, pulirnos los desvaríos, y sobre una superficie lisa, imperfecta pero sin escondite para las trampas, empezar a dibujarnos sin camuflajes deshonestos ni ambages.

Análisis sintáctico

El barniz de la impunidad fue más fuerte que los aromas de justicia. Encapsulamos la posibilidad de que el sistema fuera otro porque el miedo al abismo paralizaba las espátulas.