Testimonios de la invasión Panamá 1989

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Han transcurrido 22 años desde que Estados Unidos destruyó con su arsenal El Chorrillo para derrocar al exdictador Manuel Antonio Noriega La "Causa Justa" más injusta en la historia de Panamá Crítica, 20 diciembre 2011 Las tropas de Estados Unidos destruyeron el aeropuerto de Punta Paitilla, el Cuartel Central en El Chorrillo, el de Tinajitas, el de Panamá Viejo, el de Los Pumas, la base militar de Río Hato (donde funcionaba el Instituto Militar Tomás Herrera,) y la Base Naval de Coco Solo, entre otros muchos. Redacción | Tomado de Prensa Latina /Crítica en Línea La noche, despejada y poco calurosa, como sucede con la entrada de la corta época de seca en el Istmo, transcurría tranquila y en el laboratorio de la Universidad de Panamá nada hacía presagiar alguna tragedia natural ese 19 diciembre de 1989. Pero unos 30 minutos antes de la media noche, la luz roja del sistema de alerta sísmica se disparó, segundos después de una ensordecedora explosión a la que siguieron decenas, cientos de otras más hasta perderse la cuenta, en medio de un atronador ruido de turbinas. El sismógrafo registró un temblor de 5 grados de intensidad en la escala de Richter, pero quienes estaban de guardia descartaron un movimiento telúrico cuando vieron con claridad sobre las instalaciones del complejo universitario oleadas de aviones que atravesaban la ciudad de este a oeste en vuelo rasante. Nadie sabía que eran cazabombarderos F117-A Stealth, los cuales el presidente de Estados Unidos, George H. W. Bush, estrenaba en ese momento en el bombardeo a áreas densamente pobladas de El Chorrillo y otros lugares, como parte de un complot con la clave secreta "Cuchara Azul", irónicamente bautizado "Operación Causa Justa". El sismógrafo registró 417 detonaciones desde la primera, en los minutos finales del día 19, hasta la última, varias horas después en la madrugada del 20, cuando ya El Chorrillo estaba en ruinas y sus vecinos, sorprendidos en el reposo familiar, no daban crédito a aquella desolación y muerte que los sepultaba.

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Después de 22 años de la cruenta invasión de diciembre de 1989, algunos protagonistas hablan sobre ella.

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Han transcurrido 22 años desde que Estados Unidos destruyó con su arsenal El Chorrillo para derrocar al

exdictador Manuel Antonio Noriega

La "Causa Justa" más injusta en la historia de Panamá Crítica, 20 diciembre 2011

Las tropas de Estados Unidos destruyeron el aeropuerto de Punta Paitilla, el Cuartel Central en El Chorrillo, el de Tinajitas, el de

Panamá Viejo, el de Los Pumas, la base militar de Río Hato (donde funcionaba el Instituto Militar Tomás Herrera,) y la Base Naval

de Coco Solo, entre otros muchos.

Redacción | Tomado de Prensa Latina /Crítica en Línea

La noche, despejada y poco calurosa, como sucede con la entrada de la corta época de

seca en el Istmo, transcurría tranquila y en el laboratorio de la Universidad de Panamá

nada hacía presagiar alguna tragedia natural ese 19 diciembre de 1989.

Pero unos 30 minutos antes de la media noche, la luz roja del sistema de alerta sísmica

se disparó, segundos después de una ensordecedora explosión a la que siguieron

decenas, cientos de otras más hasta perderse la cuenta, en medio de un atronador ruido

de turbinas.

El sismógrafo registró un temblor de 5 grados de intensidad en la escala de Richter,

pero quienes estaban de guardia descartaron un movimiento telúrico cuando vieron con

claridad sobre las instalaciones del complejo universitario oleadas de aviones que

atravesaban la ciudad de este a oeste en vuelo rasante.

Nadie sabía que eran cazabombarderos F117-A Stealth, los cuales el presidente de

Estados Unidos, George H. W. Bush, estrenaba en ese momento en el bombardeo a

áreas densamente pobladas de El Chorrillo y otros lugares, como parte de un complot

con la clave secreta "Cuchara Azul", irónicamente bautizado "Operación Causa Justa".

El sismógrafo registró 417 detonaciones desde la primera, en los minutos finales del día

19, hasta la última, varias horas después en la madrugada del 20, cuando ya El Chorrillo

estaba en ruinas y sus vecinos, sorprendidos en el reposo familiar, no daban crédito a

aquella desolación y muerte que los sepultaba.

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Los Stealth lanzaron impunemente sus bombas de 1900 kilogramos sin el riesgo de

alguna cortina de fuego que les hiciera resistencia en los 27 objetivos atacados

simultáneamente, y lograron su propósito de sembrar el pánico y la desorientación entre

los sorprendidos militares panameños y los civiles.

La aviación destruyó aeropuertos como el de Punta Paitilla, el Cuartel Central en El

Chorrillo, el de Tinajitas, el de Panamá Viejo, el de Los Pumas, la base militar de Río

Hato (donde funcionaba el instituto militar Tomás Herrera,) y la Base Naval de Coco

Solo, entre otros muchos.

No medió ninguna declaración de guerra previa y el crimen fue condenado por la

Asamblea General de ONU y la Organización de Estados Americanos, pero sin ninguna

consecuencia para los agresores. El masivo y sorpresivo ataque aéreo preparó las

condiciones para el despliegue de 26 mil hombres armados hasta los dientes, quienes,

no obstante, su aplastante superioridad numérica y en armas, encontraron una

resistencia popular inédita.

H. W. Bush, el mismo que en 1991 arrasaría también con parte de Irak antes de que su

hijo W. Bush la acabara de destruir en 2003, usó el mismo argumento de siglos pasados

para justificar la invasión: proteger la vida de ciudadanos norteamericanos que residían

en Panamá. Por supuesto, nunca estuvieron amenazados.

Ante esa gastada y jamás creída justificación en todos los países que han atacado, Bush

-padre- dijo que la invasión era para detener a Manuel Antonio Noriega y combatir el

tráfico de drogas, objetivo que hubiera podido cumplir cualquier comando

“rambolesco” sin necesidad de matar a miles de civiles, en un país con desbordante

presencia militar estadounidense desde 1903.

El tercer argumento, en cambio, era el más satánico y cínico de todos: "defender" el

Tratado Torrijos-Carter sobre el Canal, como si Panamá lo hubiese repudiado o puesto

en peligro.

Los analistas panameños lo han repetido cientos de veces a lo largo de estos años y no

hay nada que añadir a sus conclusiones: el objetivo real del ataque fue destruir las

fuerzas panameñas que tendrían que ocuparse en solitario de la vigilancia del Canal a

partir del 2000, gracias al Tratado Torrijos-Carter.

Una vez eliminado el ejército local, las tropas norteamericanas se quedarían en la zona y

se buscaría un gobierno favorable a la anulación de los acuerdos que reconocían y

aceptaban la soberanía panameña del Canal. Eso no llegó a suceder porque el pueblo

panameño defendió lo suyo.

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Lluvia de balas Crítica, 20 diciembre 2011 Justino González | Especial para Crítica /Crítica en Línea

Un joven Justino González entrevista al exGeneral Noriega

El cielo estaba teñido rojo y las estruendosas bombas, provenientes de los helicópteros

“Apache” y “Black Hawk” del Ejército de Estados Unidos, que caían sobre el barrio de

El Chorrillo, nos mantenían atrapados en el piso 1 de la Torre 2, del edificio 24 de

Diciembre, en la calle 26 oeste El Chorrillo.

Las balas trazadoras de las ametralladoras estadounidenses M-16 y los fusiles rusos

AK-47 de los soldados panameños se cruzaban y atravesaban nuestro débil refugio por

encima de nuestras cabezas.

El horror y el olor a muerte nos acechaban.

PREVIO A LA INVASIÒN.

Yo trabajaba como reportero de los Servicios Informativos de la emisora Onda Popular

y vivía en el apartamento de mi madre en El Chorrillo.

Era por eso que recibía llamadas por “beeper” de mis amigos Juan Pritsiolas y Alfonso

Zamora, corresponsales de la agencia de prensa alemana DPA, sobre movimientos

inusuales de tropas de las extintas Fuerzas de Defensa y los denominados Batallones de

la Dignidad, que habían instalados trincheras de sacos de arena sobre las aceras del

popular barrio.

Observaba que las tropas panameñas corrían desde y hacia al Cuartel Central, gritando

que se había dado la clave Chácara y pidiendo armas… De repente un silbido y un

estallido. La luz se fue, hubo un silencio sepulcral y acto seguido, estallidos y más

estallidos. La invasión había empezado. Mire mi reloj y eran las 12.02 minutos del 20

de diciembre de 1989.

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Media hora después, los tanques y vehículos blindados del ejército gringo estaban

apostados en la entrada principal de los edificios donde estábamos.

También se incendiaron los caserones de madera adyacentes y empezamos a correr ante

el peligro de morir asfixiados por el humo. Junto a unos vecinos bajea fuego graneado y

arrastrándome por el piso a la planta baja…

El Contraluz de una linterna nos sorprendió y quedamos con cañones de fusiles sobre

nuestras cabezas. Explicamos que vivíamos en el edificio y que había varios centenares

atrapados en medio del fuego. A las 5 de la mañana empezó el desalojo. Primero niños

y mujeres. De último salimos los hombres… El escenario era dantesco. Observe frente

al edificio un hombre muerto atrapado entre los escombros de un auto al que un

blindado le pasó por encima.

Al llegar al sector de “El Límite” vi a dos mujeres batalloneras tendidas y bañadas en

sangre contra los sacos de arena. Otro batallonero estaba llorando en el suelo herido de

bala. Nadie lo quería ayudar por miedo. Lo arrastramos hasta donde íbamos.

La presencia de soldados norteamericanos invadiendo la patria, era una espina mortal en

el corazón. Pero peor aún, la excusa de Noriega, inaceptable. Miré hacia atrás, el cielo

estaba negro.

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Testimonio Gaspar “Toty” Suárez cuenta su historia sobre la invasión

Un asilo de platanitos y té de limón Crítica, 20 diciembre 2011

Luis Gaspar “Toty” Suárez recuerda que horas antes de la invasión estuvo en la antigua

Casa del Periodista en un acto de celebración de los palestinos. Allí coincidió con Luis

Gustavo Torreglosa, el entonces representante de El Chorrillo que se convirtió en el

primer muerto de la llamada Operación Causa Justa.

“Toty”, quien para entonces era el presidente del Partido Panameñista Revolucionario,

se fue a su casa y allá escuchó los primeros bombazos y notó un movimiento extraño en

el hotel Marriot (hoy Sheraton), que era donde se hospedaban la mayoría de los

corresponsales extranjeros.

Con un grupo de copartidarios, tomó rumbo a su emisora Radio Soberana y comenzó a

arengar a las masas, miembros de las Fuerzas de Defensa y a los Batallones de la

Dignidad. Recibía llamadas y reportaba para emisoras de Rusia, Colombia y República

Dominicana.

Cuando amaneció se nos alertó que venían las tropas invasoras y optamos por salir en

dos autos hacia el área de Vista Hermosa, donde se trataba de orientar a la gente en las

calles. En eso se estuvo día y medio, pero luego cuando la gente que tenía el primer

deber de resistir, que eran los jefes de cuarteles de las Fuerzas de Defensa, se rindieron,

nos dimos cuenta de que no había nada que hacer.

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En los diarios de la época se nos incluyó en una lista de los más buscados y las tropas de

EU se tomaron nuestra residencia, por lo que iniciamos a contactar con las embajadas

para buscar refugio.

Al final fueron los hermanos cubanos los que nos recibieron en la casa del embajador

Lázaro Mora. Vengan, pero apúrense, nos dijeron. Media hora después de llegar,

soldados norteamericanos se apostaron en las afueras de la residencia y luego llegó uno

que gritaba de todo.

Los días de asilo fueron duros. No había muchos alimentos y la comida se componía de

un té de hierbas de limón con plátanos a “puñetazo” cosechados de un tallo que estaba

en el patio de la casa. Luego, no sé cómo, el embajador logró unos enlatados y el asunto

mejoró.

Una semana después nos enteramos de que en la residencia también estaban la señora

Felicidad de Noriega y sus hijas Sandra y su bebé de 8 meses, Lorena y Thays.

Al cabo del tiempo, el canciller y pariente Julio Linares otorgó los salvoconductos y

pudimos viajar a Cuba. Una caravana de 15 autos salió al aeropuerto de Tocumen. Yo

era el primero en pasar en la terminal, donde había una turba esperando. A mí me

respetaron, pero a las muchachas Noriega las vejaron y hasta un tipo intentó arrebatarle

el niño a Sandra, pero intervino la esposa del embajador Mora, quien se le plantó firme.

Yo estaba algo acostumbrado a los exilios, era el tercero para mí. En el avión vi un

gesto bonito. Un joven de la tripulación se le acercó a la señora Felicidad para

agradecerle que lo había ayudado a estudiar. Era un alivio frente a esos momentos duros

para todos.

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Militar: Una noche tranquila se transformó en zozobra

Yo estaba preso para la invasión Crítica, 20 diciembre 2011

Edgardo Falcón era teniente de las Fuerzas de Defensa cuando se produjo la invasión

norteamericana. Había sido detenido el 16 de marzo de 1988 por estar vinculado a la

asonada golpista de ese año contra el general Manuel Antonio Noriega.

Falcón recuerda que la noche transcurría igual que todas, como lo es para cualquier

detenido. El mayor Santiago Fundora mantenía prendido un radio pequeño que los

mantenía informados sobre lo que estaba pasando en el resto del país.

De repente, en El Renacer hubo un bombardeo por fuego de helicópteros,

principalmente a los puestos de mando y las garitas de vigilancia. El estallido rompió

las tuberías de agua potable. El sector de la galería donde estaban los militares golpistas

se comenzó a inundar. De inmediato nos dimos cuenta de que se trataba de una

invasión, pues los soldados americanos --que no hablaban español-- se tomaron el

Centro Penitenciario.

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Permanecimos dentro de las celdas custodiados por los soldados estadounidenses hasta

el amanecer. En la mañana fuimos sacados de la celda y llevados a la cancha de fútbol,

sentados sobre el césped esperamos hasta que sobre las 10 de la mañana nos subieron a

una lancha que nos llevó a Fuerte Davis, en el Atlántico. Permanecimos en una casa de

seguridad, sin saber qué estaba ocurriendo en el resto del país. Después nos trasladaron

a otra residencia, pero esta vez en la ciudad de Panamá, siempre escoltados por las

Fuerzas Especiales de los Estados Unidos.

En horas de la noche nos reunimos en Clayton con el general Marc Cisneros, así como

con el mandatario Guillermo Endara y los vicepresidentes Ricardo Arias Calderón y

Guillermo Ford. Después de esa reunión, cada uno se reintegró a su hogar.

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Interrogatorios post invasión Crítica, 20 diciembre 2011

El ex ejecutivo del G-2, mayor Felipe Camargo recuerda que tras la invasión de hace

22 años, a los oficiales de las Fuerzas de Defensa los aislaron en la cárcel de la Policía

Militar de Fuerte Clayton y eran sometidos a interrogatorio las 24 horas por personal de

inteligencia del ejército de EE.UU., la DEA y la CIA .

“A cualquier hora te sacaban de las celdas para interrogarte y con acusaciones para

llevarte a Estados Unidos. Hubo presión psicológica y usaban todas las tácticas de

interrogatorio que yo conocía y manejaba.

“La comida era una ración de combate y nos uniformaron de verde olivo, viejos, rotos y

sucios; botas sin cordones. La idea era degradar y humillar.

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“Luego nos metieron en túneles oscuros, aislados y con aire acondicionado en la base de

la UESAT, en Naos, que se convirtió en un Guantánamo en menor escala.

“Ese centro de inteligencia o centro de interrogatorios era continuo, fuerte, sin derecho a

llamadas o comunicación externa. Por allí pasaron Marcos Justines, Nivaldo Madriñán,

Pascual González, Marxio Herazo, Rafito Cedeño, Ramón Díaz, entre otros.

“Nos daban 30 minutos de patio nocturno para caminar y sin ver el sol hasta el 1 de

febrero de 1990, cuando se produce el fin de las hostilidades.

“Los únicos civiles presos fueron Rigoberto Paredes, que se comportó como todo un

varón en la cárcel de Clayton y „puteaba‟ a los gringos todos los días. Bélgica de

Castillo también estuvo en Clayton.

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Nadie del PRD ni comunistas quedaron presos. Luego supimos que los „ñangaras‟

tuvieron protección de la URSS, antigua Unión Soviética, y pasaron „agachaditos‟.

“A la tropa la metieron en los campamentos de prisioneros de guerra en Nuevo

Emperador. Todos teníamos este estatus y así lo reconoció la Cruz Roja Internacional

“Luego estando preso en La Modelo y El Renacer por casi dos años, iban los gringos a

interrogarnos o nos sacaban y nos llevaban al centro en la isla de Naos.

“En todo ese tiempo de 1990 y 1991, el gobierno post invasión presionaba con

enviarnos a EE.UU, pero esa era la guerra y como militar, estoy preparado para esto y

más. No lloro… primera vez que hablo de esto… sólo había que soportar.”

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“Tema tabú”

Crítica, 20 diciembre 2011

El sacerdote Conrado Sanjur asegura que no se sabe a ciencia cierta cuántos muertos dejó la invasión.

El padre Conrado Sanjur es el jefe de COPODEHUPA (Coordinadora Popular de

Derechos Humanos de Panamá), una organización que apoya una denuncia ante la

Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en la que 270 familias panameñas

solicitan compensación a las autoridades por los efectos de la invasión.

Sanjur, en una entrevista a la BBC, dijo que se ha jugado con cifras de 7000, 5000 y

2000 muertos, pero no se sabe a ciencia cierta cuántos son.

Repercusiones económicas Crítica, 20 diciembre 2011

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La invasión causó daños materiales por la acción militar y una crisis económica,

producto de las acciones de saqueo al comercio en general por parte de la población

temerosa de un desabastecimiento de alimentos y artículos de primera necesidad.

El barrio de El Chorrillo, constituido principalmente por viejos caserones de madera

edificados en la época de construcción del canal, fue destruido casi en su totalidad,

debido en parte a los incendios producidos por el bombardeo al Cuartel Central.

No obstante, existen versiones de que algunos grupos organizados por Noriega,

conocidos como los Batallones de la Dignidad, incendiaron parte de El Chorrillo

durante los enfrentamientos.

Siendo la Policía un componente de las Fuerzas de Defensa, se dejó sin autoridad

policial a la ciudad de Panamá, permitiendo el ataque a edificios públicos, escuelas,

comercios y hasta viviendas particulares, por parte de delincuentes comunes, hasta que

se restaurara la fuerza policial.

Los objetivos de la operación

Crítica, 20 diciembre 2011

El objetivo del ataque era anular cualquier respuesta del ejército panameño. El

bombardeo destruiría aeropuertos y bases militares como el Aeropuerto Marcos A.

Gelabert en Punta Paitilla, el Cuartel Central en el barrio de El Chorrillo, el Cuartel de

Tinajitas, el Cuartel de Panamá Viejo, el Cuartel de Los Pumas, la base militar de Río

Hato (donde funcionaba el instituto militar Tomás Herrera, que no era en realidad una

escuela de formación castrense) o la Base Naval de Coco Solo.

La Fuerza Aérea de los Estados Unidos probó un armamento de última generación,

como los aviones furtivos F-117 Nighthawk o los helicópteros de combate AH-64

Apache contra un ejército muy poco equipado. A pesar de la alta tecnología del

armamento estadounidense, se produjeron numerosas muertes civiles al ser alcanzados

muchos edificios no militares 5.

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El ingreso de los soldados estadounidenses al barrio El Chorrillo dejó como resultado

que este fuera particularmente incendiado y masacrado.

Resultados Números en blanco

Daño colateral Crítica, 20 diciembre 2011

No hay claridad sobre cuántos civiles murieron en la invasión

BBC | Mundo /Crítica en Línea

Veinte años después de la invasión a Panamá, uno de sus legados más persistentes y

controvertidos es el que tiene que ver con el impacto que tuvo sobre la población civil

del país.

Hay disputa acerca del número de civiles muertos durante y después de los combates en

el barrio céntrico de El Chorrillo.

Voceros de las fuerzas armadas estadounidenses le insistieron a BBC Mundo que se

hizo todo lo posible por evitar daños a los civiles.

“Daño colateral”

En declaraciones a BBC Mundo, Robert Appin, vocero del Comando Sur del Ejército

estadounidense, señaló que “ante todo, lamentamos cualquier tipo de daño colateral, sea

pérdida de vida o daño a la propiedad”.

Appin agregó que en cualquier operación de combate su país “toma en consideración

minimizar el daño colateral” y añadió que no conoce el número de muertes civiles que

ocurrieron en la Operación Causa Justa, ya que “la cifra de supuestas víctimas varía

sustancialmente según la fuente” y no hay manera de confirmarla.

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“Es también difícil determinar exactamente quién o cuál fue la causa real de los daños a

la propiedad. Pero sí lamentamos cualquier muerte civil o daño a la propiedad que

ocurrió durante la operación. Lo que sí puedo confirmar es que perdimos a 23 valientes

miembros del servicio durante esta misión”, concluyó.