Testimonio religiosa mercedaria

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Mi nombre es Sor Mary Suero Frías, nací en San Cristóbal, Rep. Dominicana, soy la tercera de siete hermanos, tengo 39 años y pertenezco desde hace quince años, a la Congregación de Hermanas Mercedarias de la Caridad; nuestro carisma es “un servicio de caridad redentora en todas sus formas, en orden a la plena liberación del ser humano”. ¿Y por qué Mercedaria? porque toda la enseñanza intermedia y Secundaria la realicé en uno de sus colegios y ahí aprendí a encontrarme con el Señor y a descubrir que el carisma ciertamente mitigaba el dolor y la marginación de tantas niñas y jóvenes sin amor. Fue allí donde me empapé de grandes ideales y sueños que acompañan mi vida hasta el día de hoy. Todo transcurría de manera natural, y yo iba creciendo más bien, en deseos de superarme profesionalmente y ayudar a mi familia, cuando un buen día en el marco de la Semana Vocacional Mercedaria que celebramos anualmente, una hermana (Sor Enriqueta Hernández) se acerca a mi salón de clases invitando a todas las jóvenes participar en una convivencia vocacional el domingo de esa misma semana. Sentí que era mi oportunidad de ir enterándome de qué va ese estilo de vida que ciertamente me llama la atención, y participé junto a otras siete jóvenes en dicha convivencia. Ese día profundizamos el texto bíblico que habla de dos hombres que querían seguir a Jesús, y es como sigue: “Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:61,62). En este breve relato del encuentro de Jesús con dos hombres

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Mi nombre es Sor Mary Suero Frías, nací en San Cristóbal, Rep. Dominicana, soy la tercera de siete hermanos, tengo 39 años y pertenezco desde hace quince años, a la Congregación de Hermanas Mercedarias de la Caridad; nuestro carisma es “un servicio de caridad redentora en todas sus formas, en orden a la plena liberación del ser humano”.

¿Y por qué Mercedaria? porque toda la enseñanza intermedia y Secundaria la realicé en uno de sus colegios y ahí aprendí a encontrarme con el Señor y a descubrir que el carisma ciertamente mitigaba el dolor y la marginación de tantas niñas y jóvenes sin amor. Fue allí donde me empapé de grandes ideales y sueños que acompañan mi vida hasta el día de hoy.

Todo transcurría de manera natural, y yo iba creciendo más bien, en deseos de superarme profesionalmente y ayudar a mi familia, cuando un buen día en el marco de la Semana Vocacional Mercedaria que celebramos anualmente, una hermana (Sor Enriqueta Hernández) se acerca a mi salón de clases invitando a todas las jóvenes participar en una convivencia vocacional el domingo de esa misma semana. Sentí que era mi oportunidad de ir enterándome de qué va ese estilo de vida que ciertamente me llama la atención, y participé junto a otras siete jóvenes en dicha convivencia.

Ese día profundizamos el texto bíblico que habla de dos hombres que querían seguir a Jesús, y es como sigue: “Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.  Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:61,62). En este breve relato del encuentro de Jesús con dos hombres que estaban dispuestos a seguirlo, Jesús les dice que los que quieren poner primero los intereses familiares antes que la proclama del reino, no son aptos para dicho reino. En general, lo más grande que tiene el ser humano es su familia, y acá veo a Jesús exhortando a dos potenciales seguidores a que ignoren a sus familias para seguirlo a él. Esto me pareció muy extraño en un principio, y lo debo confesar. Sin embargo, veía claro que el amor por Cristo y su reino debían ser más fuertes que el amor que yo sentía por mis seres queridos. Y también el reino de Dios es lo primero y lo más importante que incluso la misma familia” Fue entonces cuando tomé el peso del verdadero amor y sentí que podía amarlo a Él ante todos los seres que amaba y ante todas las cosas.

En lo adelante, el testimonio de tantas hermanas que me acompañaron hasta cuarto año del Nivel Medio fue clave; al observarlas plenamente insertas en las realidades cotidianas de la Pastoral Educativa; su cercanía y acogida me ayudó a descubrir que yo quería ser como ellas y así inicié un proceso de acompañamiento vocacional.

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Una vez egresada del Colegio Oficializado San Rafael, por recomendación de mis padres inicié los estudios Universitarios, sin descuidar mi proceso de acompañamiento durante tres años y medio más o menos, donde se combinaban reuniones semanales, y jornadas vocacionales de fin de semana, mientras participaba en la catequesis, en la alfabetización de reclusos y pertenecía al Movimiento de la Renovación Carismática de mi parroquia.

La dimensión mariana de nuestra espiritualidad, preferentemente en las devoción a la Virgen de las Mercedes, me abrió a la sensibilidad con los pobres, los enfermos y encarcelados de mi pueblo, donde reconocí el amor incondicional de Dios, para conmigo.

A los 21 años de edad ingreso a la Congregación y luego de profesa, soy enviada a la misión del Chorrillo en Panamá, luego a Puerto Rico y posteriormente la mayoría de los años de religiosa los he vivido en mi País.

Las principales mediaciones fueron: el apoyo de mi papá, el grupo de oración, la Parroquia como comunidad de discípulos que en la Palabra, los Sacramentos y el servicio van comprometiéndose con Jesús; la profundización de la Palabra que me ayudó a escuchar y conocer más al Señor; el mirar a la Santísima Virgen bajo la advocación de las Mercedes, significativamente patrona del pueblo dominicano, como modelo de mujer, de entrega incondicional al proyecto de Dios; la acogida incondicional de las hermanas de mi Congregación, que me mostraron la riqueza del carisma congregacional con su testimonio de vida, y me enseñaron con alegría, generosidad y compromiso (Sor Enriqueta Hernández, Sor Mercedes Reynoso, Sor Concepción Alba, Sor Liduvina, Sor Lucía Aullol, Sor Evelyn Aponte, Sor Ysabel Maiz).

Siento el gozo de quien ha encontrado el tesoro escondido y que se siente llamada a compartir su alegría con el mayor número posible de personas. Especialmente doy gracias a Dios por mi formadora (Sor Elvira Minaya Felix) que me acompañó con sencillez, con humildad y con mucho amor, facilitándome los elementos necesarios para el discernimiento de mi vocación.

El carisma mercedario me ha hecho descubrir y manifestar el amor liberador de esclavitudes en el seguimiento de la persona y obra de Jesucristo Redentor.Camino segura del amor de Dios... y Qué alegría siento de poder compartir con muchos(as) jóvenes la grandeza del llamado de Dios. Sentir que cada día gasto mi tiempo en lo que realmente me aprovecha a mí y a toda la gente que sirvo.

Ojalá que cada uno de los que leen este testimonio también busquen su lugar, ¡no sean conformistas y esfuércense por ser felices! Que entiendan que la vocación Es el sueño que Dios tiene con cada hombre, con cada mujer de este mundo, incluso desde antes que estuviéramos en el vientre de nuestra madre. Digan “sí al Señor” con todas sus consecuencias porque Él no defrauda, es siempre fiel. Vengan y vean. Si necesitas acompañamiento o tienes alguna duda vocacional, no dudes en buscar. “El Señor algo quiere conmigo y contigo. Quien nos regaló la vida tiene para cada persona una invitación original; un desafío fascinante” .