Testimonio

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Testimonio Dr. Álvaro Danilo Leiva López Anestesiólogo Diplomado Medicina Transfusional En nuestro país, Nicaragua, el uso de la sangre mantuvo por muchas décadas bases conceptuales, que aunque no erradas para la época que las vio nacer, si llenas de muchas interpretaciones personales y anecdotarios que fueron revistiendo conceptos grupales y hasta hospitalarios algunos y sistémicos otros. Sin embargo la solución de problemas médicos severos y complejos nos mantenía revisando constantemente la información disponible; el uso racional de la sangre y sus componentes marca nuestras pautas médicas; nos damos cuenta por ejemplo que se ha disminuido el uso de hemocomponentes por conceptos tales como: “vamos a enriquecer la sangre de este paciente, pongámosle plasma…”; “hay que transfundir, pasemos 500 ml de paquete globular antes de la cirugía, de todos modos sangra…”; “está en estado de choque, ponele plasma…”. En mi experiencia como usuario de hemocomponentes en el ámbito hospitalario, tuvo gran impacto un año en el que recibimos una ola de pacientes con un flagelo nuevo: VIH/SIDA; trabajaba en el Hospital Militar “Alejandro Dávila Bolaños”, era el año de 1990, por órdenes superiores se destinó un cuarto del ala de medicina interna para recibir a unos pacientes especiales, muy especiales, provenían del extranjero, en su mayoría eran niños con el diagnóstico de Hemofilia; en Nicaragua empezábamos a enfrentar la pandemia del VIH/SIDA; todos los niños hemofílicos que atendimos en esa época habían recibido transfusiones sanguíneas en el extranjero. El resto de pacientes eran adultos que habían adquirido el virus por hábitos sexuales de riesgo o por uso de drogas, en fin la impresión que me dejó ese episodio fue muy intensa, cuando inicié mis estudios en la especialidad de anestesiología tuve que enfrentar con mucho temor la probabilidad de una transmisión de alguna enfermedad que fuese posible ser transmitida por sangre, sin embargo con el desarrollo de los estándares de calidad de bancos de sangre la sensación de inseguridad ha disminuido. Actualmente trabajo como anestesiólogo en el Hospital “Berta Calderón Roque”, hospital de referencia nacional para problemas obstétricos y gineco-oncológicos y desde el 2001 soy el coordinador del Comité de Transfusiones del mismo hospital; ha sido ardua la tarea de cambiar los hábitos de uso de los hemocomponentes en el personal médico, principalmente aquellas que son

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Testimonio

Dr. Álvaro Danilo Leiva López

Anestesiólogo

Diplomado Medicina

Transfusional

En nuestro país, Nicaragua, el uso

de la sangre mantuvo por muchas

décadas bases conceptuales, que

aunque no erradas para la época

que las vio nacer, si llenas de

muchas interpretaciones

personales y anecdotarios que fueron revistiendo conceptos grupales y hasta hospitalarios algunos

y sistémicos otros.

Sin embargo la solución de problemas médicos severos y complejos nos mantenía revisando

constantemente la información disponible; el uso racional de la sangre y sus componentes marca

nuestras pautas médicas; nos damos cuenta por ejemplo que se ha disminuido el uso de

hemocomponentes por conceptos tales como: “vamos a enriquecer la sangre de este paciente,

pongámosle plasma…”; “hay que transfundir, pasemos 500 ml de paquete globular antes de la

cirugía, de todos modos sangra…”; “está en estado de choque, ponele plasma…”.

En mi experiencia como usuario de hemocomponentes en el ámbito hospitalario, tuvo gran

impacto un año en el que recibimos una ola de pacientes con un flagelo nuevo: VIH/SIDA;

trabajaba en el Hospital Militar “Alejandro Dávila Bolaños”, era el año de 1990, por órdenes

superiores se destinó un cuarto del ala de medicina interna para recibir a unos pacientes

especiales, muy especiales, provenían del extranjero, en su mayoría eran niños con el diagnóstico

de Hemofilia; en Nicaragua empezábamos a enfrentar la pandemia del VIH/SIDA; todos los niños

hemofílicos que atendimos en esa época habían recibido transfusiones sanguíneas en el

extranjero. El resto de pacientes eran adultos que habían adquirido el virus por hábitos sexuales

de riesgo o por uso de drogas, en fin la impresión que me dejó ese episodio fue muy intensa,

cuando inicié mis estudios en la especialidad de anestesiología tuve que enfrentar con mucho

temor la probabilidad de una transmisión de alguna enfermedad que fuese posible ser transmitida

por sangre, sin embargo con el desarrollo de los estándares de calidad de bancos de sangre la

sensación de inseguridad ha disminuido.

Actualmente trabajo como anestesiólogo en el Hospital “Berta Calderón Roque”, hospital de

referencia nacional para problemas obstétricos y gineco-oncológicos y desde el 2001 soy el

coordinador del Comité de Transfusiones del mismo hospital; ha sido ardua la tarea de cambiar los

hábitos de uso de los hemocomponentes en el personal médico, principalmente aquellas que son

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transferidas por la vía de la docencia; hemos tenido que cambiar los hábitos por la vía del “asalto”,

hemos tenido que intervenir en los casos que son considerados “casos de medicina interna y/o

hematología”, y la resolución satisfactoria ha sido el quid de nuestro éxito.

Por otro lado soy donante voluntario, altruista, repetitivo desde 1981 y soy un hombre

relativamente sano, pues hoy a mis 51 años, es imposible esquivar la hipertensión arterial, sin

embargo por donar sangre no he sufrido ningún problema médico, ni psicológico y me ha quedado

la satisfacción individual de haber servido de algo para mis congéneres.

Álvaro Danilo Leiva López