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TEST PROYECTIVOS: FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y APLICACIONES CLÍNICAS Pedro PÉREZ GARCÍA Instituto de Estudios Psicosomáticos y Psicoterapia Médica. Fundación «Jiménez Díaz». Clínica de la Concepción Madrid, 6-11-1981. I, TEST PROYECTIVOS El nombre de TEST o TÉCNICAS PROYECT1VAS parece derivar del hecho de que el material ofrecido al paciente es ambiguo o apenas estructurado para facilitar la posibilidad de la «proyección» personal al tratar de organizarlo: un papel en blanco, una mancha inespecífica, una historia sin acabar, una palabra o frase que debe de completar, unos juguetes con los que jugar a su modo, una escena difusa que debe de organizar e interpretar... A diferencia de los llamados «Test Psicométricos» y «Escalas de Desarrollo», cuyo material está plenamente estructurado, así como las respuestas. A través de los «Proyectivos» se intenta, más que medir, «comprender» en lo posible los procesos cognitivo-perceptivos del paciente y la estructura de personalidad que subyace. Con los «Psicométricos» se intenta únicamente «medir» o verificar en términos cualitativos el rendimiento actual o nivel de desarrollo de un sujeto en algunos factores parciales (por ejemplo, fluidez verbal, razonamiento mecánico, coordinación motora, etc.). A mitad de camino entre los Proyectivos y los Psicométricos se encuentran los Psiconeurológicos (Bender, Bentón, Stamback, Rey, Miokinético...) y algunos Cuestionarios. El material básico está ya estructurado, pero permiten ciertas ligeras modificaciones por parte del sujeto. Pero esta clasificación, que suele venir así en los manuales, no responde a la realidad clínica. El nombre de TEST o TÉCNICAS PROYECTIVAS se nos va quedando cada vez más inapropiado y confuso a medida que se va perfilando con mayor precisión la complejidad y diversidad de los mecanismos de «proyección». Desde Freud en su primera época (1) («Estudios sobre la Histeria», 1895 «Las Neuropsicosis de Defensa», 1894-1896; incluso en el Caso Schreber, acepción que modifica en parte al hablar de la proyección en «Psicopatología de la vida cotidiana», «Tótem y Tabu» (1912)... (10) (11) hasta nuestros días, se ha hecho un largo recorrido en el análisis de la proyección y en su participación en los distintos cuadros clínicos, así como en la vida diaria, condicionando o estructurando distintos modos de relación objetal (M. Klein: «Notas sobre algunos mecanismos esquizoides», 1946; «Sobre la Identificación», 1925) (2). No es lo mismo el proceso de externalización de un impulso en la paranoia, que el proceso de externalización de un peligro interno en la fobia, o de unos sentimientos en la transferencia, aunque todo sea colocar afuera contenidos internos. Incluso esa expulsión o desplazamiento se puede hacer de modos muy arcaicos, casi fisiológicos (como en el vómito), o de modo muy sutil; de modo masivo, que produce el debilitamiento-vaciamiento-del yo; o de modo parcial, tanto con lo bueno como con lo malo, o según los distintos caminos de la identificación (L. Grinberg, «Teoría de la Identificación», 1976) (3).

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TEST PROYECTIVOS: FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y APLICACIONES

CLÍNICAS

Pedro PÉREZ GARCÍA

Instituto de Estudios Psicosomáticos y Psicoterapia Médica.

Fundación «Jiménez Díaz». Clínica de la Concepción Madrid, 6-11-1981.

I, TEST PROYECTIVOS

El nombre de TEST o TÉCNICAS PROYECT1VAS parece derivar del hecho de

que el material ofrecido al paciente es ambiguo o apenas estructurado para facilitar la

posibilidad de la «proyección» personal al tratar de organizarlo: un papel en blanco, una

mancha inespecífica, una historia sin acabar, una palabra o frase que debe de completar,

unos juguetes con los que jugar a su modo, una escena difusa que debe de organizar e

interpretar... A diferencia de los llamados «Test Psicométricos» y «Escalas de

Desarrollo», cuyo material está plenamente estructurado, así como las respuestas.

A través de los «Proyectivos» se intenta, más que medir, «comprender» en lo

posible los procesos cognitivo-perceptivos del paciente y la estructura de personalidad

que subyace. Con los «Psicométricos» se intenta únicamente «medir» o verificar en

términos cualitativos el rendimiento actual o nivel de desarrollo de un sujeto en algunos

factores parciales (por ejemplo, fluidez verbal, razonamiento mecánico, coordinación

motora, etc.).

A mitad de camino entre los Proyectivos y los Psicométricos se encuentran los

Psiconeurológicos (Bender, Bentón, Stamback, Rey, Miokinético...) y algunos

Cuestionarios. El material básico está ya estructurado, pero permiten ciertas ligeras

modificaciones por parte del sujeto.

Pero esta clasificación, que suele venir así en los manuales, no responde a la

realidad clínica. El nombre de TEST o TÉCNICAS PROYECTIVAS se nos va

quedando cada vez más inapropiado y confuso a medida que se va perfilando con mayor

precisión la complejidad y diversidad de los mecanismos de «proyección».

Desde Freud en su primera época (1) («Estudios sobre la Histeria», 1895 «Las

Neuropsicosis de Defensa», 1894-1896; incluso en el Caso Schreber, acepción que

modifica en parte al hablar de la proyección en «Psicopatología de la vida cotidiana»,

«Tótem y Tabu» (1912)... (10) (11) hasta nuestros días, se ha hecho un largo recorrido

en el análisis de la proyección y en su participación en los distintos cuadros clínicos, así

como en la vida diaria, condicionando o estructurando distintos modos de relación

objetal (M. Klein: «Notas sobre algunos mecanismos esquizoides», 1946; «Sobre la

Identificación», 1925) (2). No es lo mismo el proceso de externalización de un impulso

en la paranoia, que el proceso de externalización de un peligro interno en la fobia, o de

unos sentimientos en la transferencia, aunque todo sea colocar afuera contenidos

internos. Incluso esa expulsión o desplazamiento se puede hacer de modos muy

arcaicos, casi fisiológicos (como en el vómito), o de modo muy sutil; de modo masivo,

que produce el debilitamiento-vaciamiento-del yo; o de modo parcial, tanto con lo

bueno como con lo malo, o según los distintos caminos de la identificación (L.

Grinberg, «Teoría de la Identificación», 1976) (3).

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Resumamos diciendo que de una u otra manera, en cualquier tarea o expresión

humana, más aún, en toda percepción, van incluidos elementos proyectivos.

Por eso la división Test Proyectivos-Test no Proyectivos no sería correcta. Aun

los llamados «no proyectivos» reflejan aspectos internos e inconscientes de la

personalidad y tendrían que ser también considerados «proyectivos», al menos en

alguno de sus matices.

Cuanto más inestructurado es el material que se ofrece en el Test más se

potencia la regresión, y por lo mismo los elementos proyectados están en relación

directa con esos niveles de regresión. Por eso se establece la división de los Test

Proyectivos en Temáticos (T. A. T-, Phillipson, Düss, Pata Negra, etc.) y Estructurales

(Rorschach, Machover, H. T. P.), según el grado o limitación impuesta por el nivel de

regresión, provocado por el tipo de material que se ofrece al paciente.

II. EL PROCESO PSICODIAGNOSTICO. NECESIDAD DE UNA TEORÍA DE

LA TÉCNICA

1. La experiencia diaria en psicología clínica y en la investigación con Técnicas

de Psicodiagnóstico nos enfrenta entre otros, a dos graves problemas:

Cómo pensar acerca del pensamiento cuando éste se constituye en objeto de

investigación y a la vez es el instrumento de esa investigación. Parece que no es

suficiente el método empírico o estadístico y se hace necesario el método teórico

analítico. Pero éste, a su vez, puede caer fácilmente en «subjetivas impresiones» si no

acaba complementándose con aquél.

En segundo lugar el esfuerzo humano y económico a veces perdido o no bien

aprovechado en la asistencia clínica, en función de, por ejemplo, equívocas

intervenciones quirúrgicas, prolongadas estancias de ingreso, descompensaciones,

medicación innecesaria o vicaria a veces, etc., nos obliga a replantear en muchas

ocasiones el Diagnóstico Diferencial del caso. Creemos que en este punto pueden ser

muy útiles, como un eslabón más dentro de la cadena diagnóstica, las Técnicas

Proyectivas. Su aporte fundamental se centra en el análisis de los determinantes

inconscientes de la patología y a veces, por inducción contratransferencial, del

tratamiento en múltiples pacientes.

2. Otro problema: el contexto de las pruebas. Para muchos deben de hacerse «a

ciegas», como algo separado del resto de la información, para evitar posibles

contaminaciones o «prejuicios» convencionalmente acomodaticios a la expectativa del

solicitante. Siento disentir de este planteamiento. Si existe ese riesgo de contaminación

o acomodación, creo que el problema corresponde más al campo de la inseguridad

personal del psicólogo en su propio rol o identidad profesional que al cometido o tarea

del psicodiagnóstico. Si ese posible conflicto personal lo tiene resuelto, sabrá muy bien

cómo usar de la información a su alcance sobre el paciente para sacar el máximo partido

al material obtenido en las pruebas. Creemos que los resultados obtenidos de los test de

diagnóstico deben ser considerados siempre dentro de un contexto total, donde se

conjuguen por igual: a) los datos obtenidos de la exploración clínica: conducta

manifiesta, rendimientos, alteraciones sintomáticas; b) la dimensión social del paciente:

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medio ambiente inmediato y diversas formas de adaptación o desadaptación que dan

lugar a la patología; c) la relación interpersonal entre paciente y examinador: conducta

latente que puede detectarse en la transferencia y contratransferencia (Schafer, 1954), y

d) las limitaciones implícitas en cada test: deben de utilizarse baterías, no test aislados;

la configuración total de los datos, no un puntaje o dato aislado. Un principio científico,

creo que admitido por todos, supone que las condiciones y técnicas de investigación

influyen significativamente en los resultados obtenidos. Y en Psicodiagnóstico en

general, y más aún en las llamadas Técnicas Proyectivas, la personalidad del

examinador es, en sí misma, instrumento o herramienta que influye en la

investigación del paciente (no sólo el material de prueba) y que detecta a su vez,

como una pantalla de radar, mensajes no registrables a través de otro instrumento.

De ahí la conveniencia de un suficiente entrenamiento, a través de la experiencia

analítica de su propio inconsciente, para captar los registros también inconscientes del

paciente.

Los resultados de los test de diagnóstico pueden ser útiles para aclarar los datos

clínicos, pero no para sustituirlos; si se extrapolan de su contexto pueden convertirse en

un alarde de bola mágica de cristal al servicio de la omnipotencia del examinador, más

que de ayuda al paciente.

3. Por otra parte la interpretación de los datos no puede hacerse sin la referencia

a una teoría sistemática subyacente que puede servirnos de soporte para formular

hipótesis aproximativas a la verdadera significación de los índices obtenidos y nos

permite deducir conclusiones. La mera acumulación de datos, incluso su formulación

estadística, de poco nos va a servir si no disponemos de una «teoría de la técnica» de

interpretación, que a su vez pueda incluirse dentro del marco general de la

psicodinamia y psicopatología. La formulación estadística es una insustituible

herramienta de investigación. Pero la comprensión de los fenómenos psíquicos

supone algo más que la reducción a factores que cada vez vemos menos

independientes cuando se «comprenden» los procesos subyacentes a ellos (inde-

pendencia que sería un requisito importante del análisis factorial).

La múltiple determinación de la conducta humana y nuestra aún escasa

comprensión de la misma nos obliga a aunar todo tipo de esfuerzos y a no rechazar

ninguno de los aportes que desde cualquier vertiente científica (sea experimentalista, sea

psicoanalítica o psicodinámica) sirva de complementación a la comprensión del

fenómeno psíquico.

En la investigación psicodiagnóstica se llega a la necesidad de esta

complementaridad que permite el pluralismo científico cuando tratamos de

reconstruir la psicodinamia del paciente.

A pesar de la aparente divergencia, si nos planteamos la posibilidad de una zona

común donde polarizar el interés de la investigación podemos fácilmente llegar a un

sistemático denominador común, cuyo territorio aún está casi inexplorado y que

constituye el fundamento teórico de los test de diagnóstico. Podemos enunciarlo así:

el desarrollo y organización de la personalidad se ven reflejados en el desarrollo y

organización del pensamiento. «La teoría de los procesos del pensamiento (Rapaport,

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1978) (4) es uno de los campos menos explorados en la psicología académica, así como

en el psicoanálisis... Sin embargo, la teoría de los procesos del pensamiento no sólo es

el fundamento de los test psicodiagnósticos, sino también un vasto dominio de la teoría

en la cual los test psicodiagnósticos son la herramienta elegida para la investigación

empírica.»

4. Al llegar a este punto de la fundamentación del psicodiagnóstico en la

teoría de la organización de los procesos del pensamiento surge una cuestión técnica,

que podemos replantear con palabras de Bion: ¿Cómo hemos de pensar acerca del

pensamiento, cuál es el método correcto? Además de una teoría o esquema básico

referencial, necesitamos de un modelo para demostrar y comprender los procesos

implícitos no ya en el pensamiento a secas, sino en el pensamiento acerca del

pensamiento, el pensamiento cómo instrumento técnico de la investigación (Bion, 1975)

[6). El propio Bion (7) comenta que no necesitamos inventar nuevas teorías, sino

profundizar en las que ya hay, si es que el temor a la verdad por cuanto implica de

cambio no paraliza los pies antes de cruzar la puerta de lo desconocido. «Es

siempre tentador ocuparse de lo conocido... abordar lo inconsciente, es decir, lo que

no conocemos, no lo que sí conocemos... incluye la certeza de que hemos de sufrir

una perturbación...» [7). Pero a pesar de todo no nos queda más remedio que abordar

el problema y no quedarnos en los datos manifiestos, sino sumergirnos al nivel

subyacente y desconocido. El no poderlo controlar con absoluta precisión ha

contribuido, para muchos, a su rechazo y, para algunos, a la fácil tarea de la

interpretación silvestre, que a su vez ha justificado el porqué de tantas dudas y críticas a

la aceptación de la interpretación dinámica y a la sobrevaloración de los resultados

ofrecidos en cifras o datos cuantificables.

Dentro de esas pocas teorías acerca de los procesos del pensamiento está la

Teoría Psicoanalítica y, dentro de ella, los múltiples modelos de las distintas escuelas.

No es un campo cerrado y sí es una teoría suficientemente flexible, amplia y

sistemáticamente organizada acerca del pensamiento como para facilitarnos la

investigación de la personalidad.

5. El deterninismo psíquico, origen de las técnicas proyectivas: Lo esencial

del descubrimiento freudiano, y que hirió gravemente nuestro narcisismo racionalista

omnipotente, fue el constatar que tras los fenómenos de conciencia que pueden servir de

marco o, en el mejor de los casos, de reflejo de nuestra vida social y cultural se oculta

una nueva dimensión que no responde a la lógica de la conciencia, ni a los principios

del tiempo lineal, ni a los principios de identidad o contradicción. Su lógica no es la

lógica del sentido, sino la lógica del sueño donde una cosa puede ser y no ser a la vez la

misma cosa. «A» puede no ser igual a «A»; las palabras pueden confundirse con cosas y

las cosas con palabras. Por lo mismo no puede ser reducida a números y cifras;

puede ser «comprendida» por hipótesis aproximativas, pero no medida en términos

rigurosamente cuantificables. Es el ámbito del INCONSCIENTE. Sin embargo, esta

nueva realidad tiene mecanismos estrictamente articulados, que siguen sus propias

leyes. Freud utiliza los términos de condensación y desplazamiento como característicos

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de los procesos del inconsciente. Una parte de nuestra tarea en psicodiagnóstico

consistirá en mostrar que estos procesos inconscientes sirven de soporte a los

fenómenos de conciencia, los condicionan, moldean o interfieren. Están en la base de

los principios organizativos de la personalidad. En psicodiagnóstico nuestra única

vía de acceso a ellos la encontramos en las Técnicas Proyectivas. El resto de las

pruebas nos ofrecen medidas del comportamiento manifiesto, no los motivos latentes

que lo condicionan y determinan.

Sí tuviéramos que preguntarnos por el origen de los Test Proyectivos,

tendríamos que detenernos en «Psicopatología de la vida Cotidiana», de Freud (1901)

[11], y más concretamente, dentro de esta obra, en su último capítulo, «Determinismo.

Fe casual. Superstición. Consideraciones», Fue ahí donde Jung encontró las bases para

dar forma al primer test proyectivo: «Test de Asociación de Palabras» (1904). Dice

Freud en este capítulo: «Ciertas insuficiencias de nuestros funcionamientos psíquicos...

y ciertos actos aparentemente inintencionados se demuestran motivados y determinados

por motivos desconocidos de la conciencia, cuando se los somete a la investigación

psicoanalítica...» «... Desde hace mucho tiempo sé que no es posible pensar un

número ni un nombre con absoluta y total libertad voluntaria. Si se examina... se

demostrará su estricta déterminación, cuya existencia no se creía posible.»

Y más adelante, hablando de la superstición (datos que reformulará con más

precisión, si cabe, en Tótem y Tabú en 1912) (13): «No creó que un suceso en el que

toma parte mi vida psíquica me pueda revelar la futura conformación de la realidad,

pero sí que una manifestación inintencional de mi propía vida psíquica me

descubre algo oculto que pertenece también exclusivamente a ella. Creo en

accidentes casuales exteriores (reales), pero no en una casualidad interior (psíquica)...

La diferencia entre el supersticioso y yo se manifiesta en dos cosas. Primeramente, el

supersticioso proyecta hacia el exterior una motivación que yo busco en el interior y, en

segundo lugar, interpreta el azar por un suceso real que yo reduzco a una idea. Pero en

el supersticioso el elemento oculto corresponde a lo que en mí es lo inconsciente y a

ambos nos es común el impulso a no dejar pasar lo casual como tal, sino a

interpretarlo... El supersticioso, por ignorar la motivación de los propios actos casuales

y porque el hecho de esta motivación lucha por ocupar un lugar en su reconocimiento,

se ve obligado a transportarla por medio de un desplazamiento al mundo exterior.

Si esta conexión existe no estará seguramente limitada a ese caso aislado. Creo, en

efecto, que gran parte de aquella concepción mitológica del mundo que perdura aún en

la entraña de las religiones más modernas no es otra cosa que psicológica proyectada

en el mundo exterior. La oscura percepción de los factores psíquicos y relaciones de lo

inconsciente se refleja (...) en la construcción de una realidad transcendental que debe

ser vuelta a transformar por la ciencia en psicología de lo inconsciente»... (O.C.ll p.

758-59).

Sobre estas ideas de Freud recién salidas entonces a la luz, y como resultado del

encuentro del Psicoanálisis con la Psicología Estructural, nacieron las Técnicas

Proyectivas. Uno de sus más insignes creadores fue Hermán Rorschach. Creo que

merece la pena destacar alguno de los datos de su biografía.

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6. Hermán Rorschach (1884-1922) coincidió en la encrucijada de una serie de

influencias, que permitieron la aparición de su Psychodiagnostik en 1921. Aunque no se

sometió a un psicoanálisis personal, se interesó cada vez más por esta ciencia como

sistema de investigación y comprensión de la enfermedad mental. Frecuentó el grupo

psicoanalítico de Zurich de 1909-1913 con von Bleuler, Jung, Maeder, Binswanger,

Pfister. Se especializó en Psiquiatría en la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de

Zurich, dirigida por Bleuler. Fue vicepresidente de la Sociedad Suiza de Psicoanálisis

fundada en 1919, con Oberholzer, Zulliger y Pfister, y publicó varios informes y comu-

nicaciones de enfoque psicoanalítico. En 1922, pocas semanas antes de su imprevista y

prematura muerte, a los treinta y ocho años de edad (2 de abril de 1922), hace en la

Sociedad Psicoanalítica Suiza la interpretación «a ciegas» del protocolo de un paciente

que estaba en tratamiento analítico con Oberholzer (y que éste publica después, a título

póstumo, e incluye en la última parte del libro de «Psicodiagnóstico») planteando

abiertamente las relaciones entre psicodiagnóstico y psicoanálisis y su utilidad

para la exploración del inconsciente (10). Ya en 1912, cuando publicó su tesis de

Medicina sobre alucinaciones y fenómenos asociados, estaban en su mente las raíces del

Test de las Manchas de Tinta. Ya existían otros con manchas de tinta, pero como

pruebas de imaginación, no de personalidad. Al igual que Freud descubre el

Psicoanálisis a partir del sueño de la inyección de Irma y publica su Interpretación de

los Sueños después de haber soñado con la disecación de su propia pelvis, H. Rorschach

llega al descubrimiento del Sistema Kinestésico a partir de aquel sueño que sirvió de

punto de partida para su tesis de Medicina y para publicar, once años más tarde, los

resultados de su método diagnóstico basado en la percepción de manchas: Sonó que su

cerebro se caía, troceado en rebanadas, hacia adelante. No era la interpretación

psicoanalítica lo que tanto llegó a interesarle en su sueño, sino la transformación y

cambio de las percepciones de una esfera a otra. Las percepciones pueden acumularse

bajo el umbral de la conciencia y retraducirse inconscientemente, al igual que en

los sueños, como imágenes visuales en movimiento (Kinestesias); así «visualizadas»

en el inconsciente pueden ser reactivadas por los estímulos visuales de las manchas

de tinta y, de este modo, son proyectadas, como en una pantalla, en las respuestas

del test. Estas vendrían dadas no tanto por asociación como por reflejo devuelto por el

«sistema Kinestésico del individuo» (Didier Anzieu , 1960) (12). «Las kinestesias se

convierten en factores determinantes de las interpretaciones iluminando, por tanto,

contenidos inconscientes» (H. Rorschach, 1922 (7).

Por eso la organización perceptual de la mancha pone de manifiesto la

organización interna de la personalidad, su estructura básica y las diferencias

individuales.

Al igual que la obra genial de Freud, también el Psicodíagnóstico de H,

Rorschach fue recibido entonces con la máxima indiferencia y frialdad, a excepción del

pequeño grupo de amigos. Su revalorizaación y desarrollo posterior se ha ido logrando

sobre la base de su incuestionable utilidad clínica, pero pagando también el tributo de la

confusión de Babel en cuanto a la transmisión del mensaje inacabado de H. Rorschach.

Comparto la frase del profesor Exner: « Probablemente ha habido tantos Rorschach

como Rorschachístas» (Jh. Exner, 1974) (14) y esto nos obliga a un replanteamiento que

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evite la confusión y nos acerque de nuevo a las fuentes incorporando e integrando en

ellas cuanto nos permita la investigación como aporte de unificación sistemática* H.

Rorschach utilizaba desde el principio dos vertientes, la formal y la dinámica, como

aspectos complementarios no divergentes de interpretación. No se excluyen, se

complementan, y creo que en ambas aún nos queda mucho para profundizar en la

investigación. H. Rorschach puso especial atención tanto a la «forma» de transmitir

información por parte del paciente como al «fondo».

7. Dentro de la perspectiva dinámica «fondo» y «forma» podríamos retraducirlos

en términos equivalentes, tales como «estructura y defensas», «significado-

significante», «contenido-continente», etc., según de cuál de los modelos teóricos de la

mente descritos, por ejemplo, por Freud, Klein, Bion, entre otros, respectivamente, nos

sirvamos. Son modelos distintos, pero dentro de un sistema común sobre el inconsciente

en la teoría de los procesos del pensamiento.

El modelo de la mente de la primera época de Freud (15) parte de la base de

que los principios organizativos de la personalidad no son una suma de datos

descomponible en factores, ni siquiera una serie de tensiones, sino estructuras o

tensiones estructuradas a partir de los conflictos básicos del yo en relación a los

instintos, realidad externa y super yo; la ansiedad (angustia señal y angustia de

castración) y la tensión proveniente de estas estructuras enfrentadas puede ser

reducida a través de distintos procesos de la mente: a) la interposición del pensamiento

entre el impulso y la acción (pensamiento simbólico); b) la satisfacción alucinatoria de

deseos (ecuación simbólica y pseudosímbolo), y c) los mecanismos de defensa (repre-

sión, proyección, etc.). A medida que el yo va desarrollándose consigue avanzar a través

de distintas etapas (oral-anal-genital) desde el narcisismo primario hasta la genitalidad,

modificando la naturaleza del objeto y el objetivo de la relación (partes de objeto y

objeto entero). Esta primera concepción freudiana es modificada en parte por el Freud

de «Duelo y Melancolía» que va a servir de base al modelo de las relaciones objétales

de M. Klein. Lo básico de este nuevo modelo de la mente está en la importancia que M.

Klein atribuye al papel de las ansiedades tempranas (paranoide y depresiva) y de la

frustración como condicionantes de la integración y diferenciación del yo, procesos de

simbolización y el significado emocional de las relaciones de objeto. Las defensas son

fantasías inconscientes llevadas a cabo con más o menos grado de omnipotencia

(esquizoides: desdoblamiento e identificación proyectiva; maníacas: negación de la

realidad psíquica; obsesivas: control y separación de objetos).

Tomando como punto de partida fundamentalmente este modelo Kleiniano,

Bion elabora uno nuevo tratando de aproximarse a otras áreas de la patología: la

tolerancia o intolerancia a la comprensión de la verdad en cuanto puede ser

contenible por la mente (la «verdad absoluta. O» no es contenible para Bion). La

privación de la verdad trae para la salud psíquica los mismos efectos que la inanición en

lo físico (16). La relación de la verdad como contenido y la mente como continente será

* La obra de J. Exner constituye un prometedor y gigantesco esfuerzo de reunificación e integración de

los distintos sistemas de Rorschach. Pero como buen investigador, no da por saturado el campo, y menos

aún en su vertiente dinámica (14).

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o no exitosa, según lo hayan sido las experiencias emocionales más tempranas entre el

hijo-contenido y la madre-continente capaz de filtrar y despojar a aquél de la angustia y

caos intolerables facilitándole la capacidad de fantasear, soñar y pensar... «El

pensamiento depende de la introyección exitosa del pecho bueno que es originalmente

responsable del desempeño de la función alfa» (que sería el aparato para convertir las

experiencias emocionales en pensamientos) (17). Si la mente puede mantener una idea

nueva puede crecer aprendiendo.

Pero en tanto que nueva supone un cambió y puede ser intolerable por todo lo

que incluye de disruptivo (ansiedad catastrófica) surgiendo entonces los trastornos de la

capacidad para pensar: elementos beta (experiencias emociales no cambiadas en

pensamientos), mundo de antipensamiento (super-yo psicótico «moral» omnipotente),

reversión de la perspectiva, ataques contra el vínculo (splitting patológico). Más que

defensas contra la ansiedad son fallos o trastornos del aparato o ataques a la capacidad

de pensar. Son varias formas de mentiras, que destruyen a la verdad y la reemplazan por

moralidad.

III. APLICACIÓN CLÍNICA DE LOS TEST PROYECTIVOS

Estos modelos teóricos psicoanalíticos de la mente tienen su correlato en las

Técnicas Proyectivas, y podemos verificarlo a través de numerosos vestigios que,

artificialmente, vamos a resumir en tres apartados:

A. Organización del yo. Estructuración del mundo del pensamiento.

B. Tipo de vínculo objetal. C. Defensas y/o trastornos del aparato psíquico.

A. Organización del yo. Estructuración del mundo del pensamiento.

A.1. La diferenciación «espacio interior-espacio exterior» «yo-no yo», «sujeto-objeto»,

«bueno-malo», puede detectarse en las pruebas a través de índices tales como:

Predominio de respuestas estructuralmente delimitadas y bien definidas que

permiten reconocer y diferenciar los elementos reales del objeto y los de creación

personal añadidos por el sujeto (por ejemplo, en los elementos del dibujo o de la historia

descrita, o en las respuestas del Ro., o en la adecuación entre las características del

juguete y su uso, etc.).

Respuestas con límites estables (no fácilmente cambiantes), precisos (formas

positivas), adecuados (congruencia entre las características reales del estímulo y las

asignadas), y bien localizadas (reconocimiento del objeto fuera y bien separado del

sujeto), que permiten reconocer un «como si» en las verbalizaciones (distancia crítica

emocional suficiente: «podría parecerse», «puede representar»...), bien sean de

contenido humanó, animal o inanimado. Este tipo de respuestas nos habla de una

suficiente organización del yo, que ha podido estructurar los procesos del pensamiento

simbólico y servirse de él para interponerse entre el impulso y la acción (modelo de

Freud) o para comprender y entrar en contacto con los objetos detectando lo esencial

según sus características reales (en términos de Bion: función alfa que utiliza los

pensamientos «para pensar») o «recreando» y reconstruyendo a través de los «objetos-

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símbolos» las bases de la comunicación con los objetos internos y externos (relaciones

objétales M. Klein), que permite reducir la ansiedad y la frustración.

A.2. Otro elemento indicador del nivel de organización del yo es verificar el grado de

desarrollo libidinal, si la vivencia de identidad diferenciada y la identificación

sexual se han logrado y de qué modo. Estos datos pueden detectarse tanto por el análisis

del contenido (verbalizaciones o expresiones referidas a contenidos de tipo oral, anal,

genital) como por la descripción o construcción del objeto por cuanto que a nivel

simbólico se le hace asumir las características del significado asignado y desplazado

desde el objeto original. Por lo general, las respuestas que aluden y reconocen el

simbolismo sexual específico de los estímulos, la diferenciación entre objetos especí-

ficos y genéricos que posibilitan la relación con el objeto total en el que coexisten

aspectos positivos y agresivos, que incluyen una buena integración vitalista de los

determinantes... son respuestas que nos ponen en contacto con identificaciones flexibles

y estables, vitalizadas y sexualmente definidas (18). Cuanto más precisa es la

descripción del objeto y su diferenciación en rasgos definidos, más diferenciado y

desarrollado es el yo (8).

A.3. Imagen integrada del esquema corporal. Supone la proyección, en el espacio

exterior de la posición vertical del cuerpo [N. Rausch de Tranbenberg) y esto, sobre

todo en el Rorschach, suele expresarse por la referencia explícita o implícita de cada

respuesta al eje medio vertical como ubicación en el espacio de los sentimientos de

estabilidad-inestabilidad, seguridad-inseguridad, consistencia y organización interna. A

veces la descompensación y desorganización se ocultan bajo la sobrecompensación

(descripciones geométricas, respuestas arquitectónicas, insistencia en la simetría,

etcétera). Otras veces las respuestas aluden expresamente a contenidos anatómicos o

modos de vivir el cuerpo a través de sensaciones específicas que deben de ser tenidas en

cuenta dentro del contexto secuencial donde se dan.

A.4. Sistema propio de valores: Cuando se puede discriminar con claridad lo bueno de

lo malo dentro de la mente, también se pueden diferenciar los aspectos positivos de los

negativos en el estímulo. Esta diferenciación de aspectos idealizados-persecutorios se

puede adaptar a la realidad del objeto o establecerse sólo de un modo convencional,

porque otro lo dice, no porque el sujeto lo ve. En este caso fracasa la capacidad de

establecer un propio sistema de valores, y así lo traduce en la respuesta al recurrir a

tópicos culturales o circunstanciales sustitutorios de los criterios personales. El Conde

Drácula, Mazinger, Supermán, el Dios de Moisés, etc., suelen ser, por ejemplo,

representantes del super-yo arcaico omnipotente más que del propio super-yo sano y

maduro.

A.5. Dentro de la organización del yo tienen importancia especial las funciones de

control y/o defensa frente a los impulsos. Pertenecientes a las áreas neuróticas o

psicóticas de la personalidad van a impedir o permitir la adaptación al entorno social, la

posibilidad de cambio, maduración y aprendizaje, permitiendo o impidiendo el paso

continuo al acto o a los procesos de simbolización y creatividad. Aparte de los distintos

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mecanismos de control formal expresados en el modo de configurar la respuesta verbal,

gestual o gráfica, pueden detectarse en los protocolos de las pruebas toda la gama

freudiana de las defensas, desde la represión a la negación; el desplazamiento,

aislamiento, anulación, regresión, formaciones reactivas, etc., diferenciándose a partir

de ellas los rasgos específicos del síndrome clínico patológico (fóbicos, obsesivos, etc.).

Estas operaciones defensivas vienen dadas en el proceso de la respuesta a través de: a)

las actitudes en la relación interpersonal examinado-examinador dentro de la «situación

test»; b) de la sucesión secuencial de verbalizaciones, imágenes y temas, y c) de la

combinación de estas dos anteriores (a-b) con los elementos de la clasificación de las

respuestas, en sentido convergente o divergente. De este modo podremos fácilmente

configurar el grado de éxito o fracaso adaptativo, la eficacia defensiva frente a la

angustia y la debilidad o fortaleza del yo en sus aspectos neuróticos y/o psicóticos, así

como localizar la secuencia conflicto-defensa. También puede determinarse el

predominio de las tendencias progredientes o regredientes del sujeto y donde se ubican

en él; asociadas a qué puntos, inconscientes o conscientes en un recorrido que abarca

desde los estímulos reales externos hasta los oníricos internos (Schafer, 1954) (19).

B. Tipo de vínculo objeta I.—Resultado del grado de desarrollo libidinal, de la

vivencia del esquema corporal y del modo como se han experimentado las imágenes

parentales, puede verificarse en las pruebas a través de:

B.1. Los puntos de referencia espacial de los objetos.—Expresiones como: más cerca,

más lejos, enorme, mínimo, gigante, más bajo, arriba, desde abajo, en lo alto; es

horrible, me gusta verlo de lejos..., etcétera; están hablando del lugar donde se coloca al

objeto con relación al sujeto; de las actitudes de acercamiento o de distancia, de agrado

o de desagrado, activas o pasivas, de hipervaloración o de desvalorización, etc.

B.2. Las respuesta en las que se muestra una posibilidad de configuración o

delimitación física clara de los objetos, con los contornos bien establecidos, sin que se

pierdan o diluyan o confundan sus límites con su medio ambiente. (Ejemplo: «La huella

de un cangrejo que ya no se ve... está confundido con la arena y las rocas», R. II),

respuesta que dio un paciente simbiótico; o con límites extraños, fragmentados o

sobreañadidos, contaminados, o con partes disociadas..., están hablando de una buena o

mala diferenciación yo-no yo, pero también de una buena o mala imagen corporal. En

un segundo plano este tipo de respuestas están aludiendo al modo cómo han sido

internalizadas las imágenes parentales: o de una forma estable y bien configurada o de

modo confusionante, disociado, extraño. Aparecen así imágenes parahumanas,

sobrecargadas de rasgos omnipotentes, narcisistas, arcaicos, que, o no tienen cuerpo

(«ángel», «demonio», «vestidura de extraterrestres», etc.), o les falta algo, incompletas,

parciales. Dan lugar a relaciones de objeto parciales, pregenitales.

B-3. Otras veces el tipo de vínculo predominante se deduce de los tipos de contenidos

preferentes (orales, anales...), asociados a la forma en la que se expresan: Los gestos

posturales, signos preverbales, redundancias, ruidos, manipulaciones, actuaciones... No

sólo el qué, sino el cómo y el cuándo. Serían el equivalente a los «estímulos» verbales,

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o de expresión (Liberman 1972) (20): Frío, distante, de acción, retentivo, narrativo,

dramático, dramatizados.., y quo suelen ser característicos de los distintos cuadros

diagnósticos.

B.4. Por último todos estos datos referentes al tipo fundamental de vínculo objetal

pueden y deben de verificarse a través del análisis transferencial de la relación

interpersonal durante la exploración. Por ejemplo, el lenguaje puede ser preciosista,

lleno de colorido y satisfacer las exigencias del más fino y brillante estilo literario y, sin

embargo, transferencialmente cuesta mucho entenderle, mantener la comunicación

afectiva, o apenas se puede evitar la distracción. La ocultación del interior, o la escisión

psicótica del yo pueden estar detrás de la hojarasca de las palabras.

C. Alteraciones del aparato psíquico.—Cuando fracasa la capacidad de diferenciación

surge la confusión entre yo-no yo; espacio interno-externo, sujeto-objeto, símbolo-

simbolizado. Sería la ecuación simbólica: El objeto ausente y necesitado es vivido

como presente a través de la satisfacción alucinatoria de deseos. O el pseudosímbolo:

el significado del símbolo queda desvirtuado y suplantado por la «intencionalidad» que

el sujeto le atribuye y que no tiene nada que ver con la naturaleza y características

propias del objeto-símbolo, pero que le inocula y obliga a la acción (psicopatía). En

lugar de la integración y la adaptación aparecen la fragmentación, la disociación y la

descarga masiva (resultado del ataque a las funciones de vinculación y percepción de la

realidad interna y externa [Klein, Bion]). En lugar de los vínculos flexibles y humanos,

aparecen los índices de estereotipia, deshumanización, rigidez, distancia, desprecio o

evitación del contacto; ataques sádicos al vínculo objetal; recurso a las fantasías

omnipotentes; predominio de «objetos parciales» o inanimados; pre-valencia de

secuencias regresivas.

Respuestas en las que se pierde la claridad de trazos y límites precisos; se

mezclan o contaminan elementos, categorías o engramas distintos. Respuestas cuyo

contenido se va «transformando» o cambiando sucesivamente. La inseguridad en la

propia capacidad de juicio crítico hace aumentar el recurso de los criterios culturales

convencionales que compensen la carencia de un sistema de valores propio (saturación

de respuestas populares, comentarios y descripciones convencionales] o el propio

sistema de valores aparece seriamente perturbado: O bien porque se idealizan los

aspectos destructivos («un volcán en plena erupción, ...y es muy bonito este color de la

lava avanzando y abrasando la montaña», Ro. VIII, en posc. V). O bien porque los

aspectos reconocidos como valiosos en el objeto en su primer momento son degradados,

desvalorizados o despreciados por efecto de la envidia.

Cuando el sujeto confunde el espacio interno con el externo, siente implicada la

propia identidad en cualquier respuesta (pensamiento concreto) y la distancia sujeto-

objeto puede acortarse o agrandarse en exceso, índices de «excesivo acercamiento» los

encontramos en expresiones tales como «esto es», con pérdida de la conciencia de

interpretación, ilusión de semejanza («se parecen todas», «esto es lo mismo que la otra»,

«aquí no encuentro parecido a nada»), auto-referencias...

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Índices de «excesiva distancia» pueden ser por ejemplo las actitudes de rechazo

o ataque contra las funciones de conocimiento, como intento de evitación del dolor.

Rechazo que puede ser consciente: negativismo, críticas o actitudes de hostilidad frente

al psicólogo o la prueba; como quien se siente burlado u ofendido («¿y con esto me van

a conocer?», «no me gusta, se me olvidan las palabras, me molesta pensar», «... no sigo,

me están levantando dolor de cabeza estas láminas ...»). Pero el rechazo puede ser aún

más grave en términos inconscientes, con necesidad de control omnipotente sobre el

pensamiento: bloqueos, interrupciones, tiempo de reacción prolongados, fracasos (retiro

autista), o incremento de los índices de dispersión, contaminación y desintegración

(splitting patológico).

Todo este tipo de distorsiones en el proceso del pensamiento pueden afectar en

mayor o menor grado al aparato psíquico: o bien en cuanto a determinados rasgos que

afectan a la relación emocional, pero conservan las características fundamentales del

objeto (neuróticos); o bien porque incluso lo fundamental se altera (respuestas

delirantes, incoherentes, bizarras: psicóticos); o bien porque se perturba la finalidad o

intencionalidad en la acción (psicopatía).

D. De cara a un diagnóstico diferencial la Idealización, dentro de la secuencia de

respuestas, de la falla psicótica, neurótica o psicopática nos permite una primera

aproximación a los determinantes patógenos más generales del cuadro. Una vez ya

dentro de este primer encuadre estructural básico, y siguiendo el hilo conductor de esa

falla en sus respectivos matices (correlacionando la información obtenida en las

pruebas) podremos establecer un mejor diagnóstico diferencial. Por ejemplo: La

satisfacción alucinatoria del deseo, expresado en la ecuación simbólica siempre

corresponde a partes psicóticas de la personalidad (falla en el proceso de simbolización;

confusión entre significante y significado). Pero es muy distinto el matiz diferencial de

cara a un diagnóstico según su modo de manifestarse en la respuesta, o su localización

en la secuencia del test. Aparece, por ejemplo: Dentro de las áreas psicóticas de un

cuadro de perversión, en una esquizofrenia, o en un cuadro psicosomático. Pero al

analizarlo microscópicamente, veremos cómo en el perverso la ecuación simbólica

aparece actuada en el objeto-fetiche externo, viviendo con éste la satisfacción

alucinatoria de una fusión con el objeto omnipotente (negación de la separación y de la

angustia de castración). En el esquizofrénico, en cambio, la ecuación simbólica, a través

del delirio (respuestas delirantes) le permite la satisfacción del deseo, pero dentro del

área de la representación ideativa (mundo interno fantasmal). En el psicosomático ,la

ecuación simbólica, instalada en el cuerpo a través del síntoma, hace que ese enfermo

viva al objeto en esa parte del cuerpo; esa parte del cuerpo «es» el objeto, lo hace

alucinatoriamente presente. El síntoma adquiere entonces equivalencias de un acto, con

una significación determinada según el nivel en que se hace (oral-anal-genital) y según

la modalidad de relación que se establece con el objeto (psicótica-neurótica; per-

secutoria, idealizada...).

Por esto en muchas ocasiones la batería de Psicodiagnóstico no puede ser

standar o unívoca para todos los pacientes ni siquiera con test proyectivos. La regresión

que se pone en marcha en la exploración puede ser más o menos profunda según el tipo

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de test proyectivo y no con cualquiera se consigue llegar al nivel necesario o preciso.

Por ejemplo, los Proyectivos Temáticos (T.A.T., C.A.T., Pata Negra..., incluso el

Phillipson) están basados sobre una narrativa que requiere el dominio de la sintaxis y de

una historia vivida. Limita la regresión por tanto a la segunda infancia. Un test

proyectivo estructural, como el Rorschach o el Machover, por ejemplo: puede llevar el

umbral de regresión hasta la fase preverbal. Ofrece al sujeto (D. Anzieu) un espacio

vacío que sólo puede rellenar proyectando su propia imagen del cuerpo; la regresión es

mucho más profunda y lleva al sujeto a los problemas de diferenciación entre exterior e

interior. Por esto, muchos pacientes que se mantienen compensados en el resto de las

pruebas pueden descompensarse en el Rorschach, encontrándose en éste rasgos tan

profundos que no pueden fácilmente detectarse destro otro instrumento o perspectiva

diagnóstica.

RESUMEN

El Psicodiagnóstico está aún en sus comienzos. Nos queda mucho por conocer acerca

del objeto de su estudio: el psiquismo humano. Pero sus resultados son ya sorprendentes

e incuestionables: Como herramienta de investigación científica, como método de

exploración clínica, como analizador de las diferencias individuales y de grupo,

etcétera. Nos ofrece segmentos de conducta, tanto en vertical como en transversal,

cargados de información acerca de la naturaleza humana. El acceso a la cara oculta de la

personalidad —el inconsciente— nos es posible en Psicodiagnóstico, gracias sobre todo

a las Técnicas Proyectivas. Constituye su aporte más importante.

La interpretación de los datos de los test de diagnóstico no puede hacerse fuera

del contexto total de la «situación de test» en la que se incluyen los registros clínicos,

los datos socio-ambientales, la relación interpersonal examinado-examinador y los

límites propios de cada test.

Tan importante como tomar en cuenta el contexto total es la necesaria referencia

a una teoría básica sistematizada acerca de los procesos subyacentes a los datos del test.

Sin ella, tendríamos una acumulación de registros, pero no una interpretación

significativa de los mismos. En otras palabras, tan necesario como el conocimiento de la

Técnica (por ejemplo, del Rorschach, T.A.T., Gráficos, etc.), es la formación y

conocimiento por parte del estudioso de Psicodiagnóstico de una Teoría de la Técnica

en la que ésta se sustente y a partir de la cual puedan ser significativos sus resultados.

En nuestro caso, para el estudio del inconsciente puede servirnos de base la

teoría dinámica o psicoanalítica. No se trata de superponer la técnica de diván a la

técnica de interpretación de las láminas, narraciones o dibujos. Supone diferentes tipos

de encuadre, relación, finalidad y actitud interna, tanto en la comprensión de una

entrevista o sesión como en la interpretación de un protocolo. Las fantasías básicas

pueden tomar distinto medio de expresión, verbal o preverbal; sintomático, gráfico,

gestual, etc., pero son las mismas en el diván, las láminas, los síntomas neuróticos o los

dibujos.

Para lograr esa verificación nos queda un largo camino por recorrer todavía.

Pero es inquietante y prometedor. La complejidad de los fenómenos psicodinámicos tal

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como aparecen en las Técnicas Proyectivas no puede justificar nunca su rechazo, sino el

interés y el estímulo en su investigación empírica al contrastarlo complementariamente

con la clínica y con otros sistemas de interpretación.

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