Tesis Martin Schorr

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FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES -SEDE ACADEMICA ARGENTINA- PROGRAMA DE DOCTORADO EN CIENCIAS SOCIALES CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA Y EL FUNCIONAMIENTO DE LA INDUSTRIA ARGENTINA ENTRE 1976 Y 2004 Un análisis socio-histórico y de economía política de la evolución de las distintas clases sociales y fracciones de clase durante un período de profundos cambios estructurales Martín Schorr Director: Daniel Azpiazu Noviembre de 2005

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FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES -SEDE ACADEMICA ARGENTINA-

PROGRAMA DE DOCTORADO EN CIENCIAS SOCIALES

CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA Y EL FUNCIONAMIENTO DE LA INDUSTRIA ARGENTINA ENTRE 1976 Y 2004

Un análisis socio-histórico y de economía política de la evolución de las distintas clases sociales y fracciones de clase durante un

período de profundos cambios estructurales

Martín Schorr

Director: Daniel Azpiazu

Noviembre de 2005

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A mis padres y a mi hermana

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Agradecimientos

En sus Ensayos sobre estabilidad y desarrollo económico, Nicholas Kaldor afirma: “Las

ideas difícilmente afluyen en el aislamiento –surgen como consecuencia de un proceso social– y a menudo es casi imposible separar la contribución de un individuo en particular o constatar la medida en la que los propios pensamientos fructificaron gracias a los pensamientos de otros”.

Esta investigación es el resultado de muchos y muy productivos y enriquecedores años de trabajo en el Área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)-Sede Académica Argentina, que estuvieron signados por una interacción cotidiana con varios y queridos maestros, colegas y amigos. Dicho intercambio ha sido clave para que este estudio pudiera realizarse y concluirse.

En este sentido, el primer agradecimiento es para Daniel Azpiazu, quien fue el director de la Tesis y, como es su costumbre, siguió paso a paso cada una de las etapas por las que fue atravesando la misma, leyó en varias oportunidades las numerosas versiones preliminares de los distintos capítulos que la componen y realizó comentarios sumamente agudos y valiosos. También, como es habitual en él, colaboró desde lo afectivo en forma permanente: estimulando y acompañando en muchos proyectos encarados en el último tiempo (laborales y personales) y aportando su excelente cuota de humor, su comprensión y sus consejos en los momentos más traumáticos (por ejemplo, cuando la Tesis amenazó con convertirse en un karma).

El segundo agradecimiento es para Andrés Wainer, quien aportó su enorme capacidad de trabajo y rigor teórico y metodológico durante el último e intenso año de la investigación. Su colaboración en el procesamiento de parte de la información básica utilizada, así como en la lectura y la discusión de los diferentes borradores, fue indispensable para que este estudio pudiera salir a la luz, lo mismo que los diferentes trabajos que realizamos juntos referidos a los principales cambios que el “modelo económico” vigente desde el fin de la Convertibilidad ha conllevado sobre los sectores dominantes de la Argentina. Sin duda, esta mención es un ínfimo reconocimiento a tanta generosidad y ayuda de su parte.

El tercer agradecimiento es para Enrique Arceo, quien desde su permanente predisposición a enseñar y formar a las generaciones más jóvenes, realizó en distintos momentos del trabajo observaciones sumamente relevantes, algunas de las cuales fueron verdaderos puntos de inflexión respecto de los objetivos trazados inicialmente.

El cuarto agradecimiento es para Ana Castellani y Hernán Thomas, coordinadores y docentes del Taller de Tesis del doctorado, quienes tuvieron que soportar las ansiedades, las dudas, las preguntas, las angustias y las alegrías que genera la realización de un trabajo de estas características. Además, sus contribuciones fueron decisivas para sortear varios “cuellos de botella” que se fueron presentando en el transcurso de la investigación.

El quinto agradecimiento es para Nicolás Arceo, Eduardo Basualdo, Bruno Capra, Marisa Duarte, Agustín Filippo, Matías Kulfas, Ricardo Ortiz, Julieta Pesce y Corina

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Rodríguez Enríquez, quienes en distintos momentos aportaron diversos y muy ricos materiales y reflexiones que permitieron mejorar el planteo de ciertas argumentaciones, redefinir algunas hipótesis y abrir líneas de estudio que no habían sido contempladas en la formulación original del proyecto de investigación.

El sexto agradecimiento es para tres personas que colaboraron activamente proporcionando una amplia y variada gama de información que resultó central para la elaboración de la Tesis: Stella Maris Zoppi (coordinadora de la que sin lugar a dudas constituye la mejor biblioteca especializada en temas socio-económicos de nuestro país, la del Ministerio de Economía y Producción), y María Angélica Barrientos y Roberto de Miguel (ambos del equipo del Instituto Nacional de Estadística y Censos encargado de realizar desde hace varios años la Encuesta Nacional a Grandes Empresas, por lejos, el mejor y más confiable acervo de datos básicos para aproximarse al estudio del poder económico en la Argentina). A pesar de sus numerosas obligaciones laborales, los tres siempre mostraron la mayor predisposición para dar respuesta a los –por cierto numerosos– pedidos de información que se realizaron durante el desarrollo de este estudio.

El séptimo agradecimiento es para Verónica Weiss y Adriana Gargiulo, quienes con una paciencia realmente admirable colaboraron en forma activa y solidaria en todo el proceso de edición de la versión final de la Tesis.

El octavo agradecimiento es para Ximena Espeche y Adriana Feld, que desde la secretaría del doctorado siempre aportaron su buena onda, así como una permanente disposición a ayudar en las cuestiones más diversas y muchas veces ante preguntas realmente increíbles de mi parte.

El último agradecimiento, pero no por eso el menos importante, es para Mariela Bembi, por su amor, su dulce alegría, su acompañamiento y ayuda incondicionales, y sus altísimos umbrales de tolerancia, y porque por suerte en numerosas ocasiones me recordó que había cosas mucho más importantes para vivir y disfrutar que “terminar la Tesis”.

Finalmente, me gustaría destacar que este trabajo fue posible gracias al aporte material brindado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica dependiente de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.

Martín Schorr

Buenos Aires, noviembre del 2005

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INDICE

Introducción ......................................................................................................................................................... 1 PRIMERA PARTE. GÉNESIS Y PROFUNDIZACIÓN DEL “MODELO FINANCIERO Y DE AJUSTE ESTRUCTURAL”: LA DICTADURA MILITAR DE 1976-1983 Y EL PRIMER GOBIERNO DE LA RECONQUISTA DE LA DEMOCRACIA Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983) ......................................................................................................................................... 7 Capítulo 2. La profundización del “modelo financiero y de ajuste estructural” durante el primer gobierno de la reconquista de la democracia (1983-1989).................................................................................... 28 SEGUNDA PARTE. CONSOLIDACIÓN Y CRISIS DEL “MODELO FINANCIERO Y DE AJUSTE ESTRUCTURAL”: LA CRUCIAL DÉCADA DE LA CONVERTIBILIDAD Capítulo 3. Una aproximación inicial al desempeño de la industria argentina durante la Convertibilidad: los efectos “desindustrializadores” del programa de ajuste neoliberal aplicado en la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” .......................................................................................................... 46 Capítulo 4. Principales transformaciones estructurales en la industria argentina en la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”: un enfoque de largo plazo............................................................... 66 4.1. La expulsión de mano de obra, la desaparición de unidades productivas y la redefinición del perfil productivo: rasgos predominantes de la dinámica industrial post-sustitutiva ....................................................... 66 4.2. Principales transformaciones en la composición sectorial de la producción manufacturera local ................. 71 4.3. La concentración de la producción industrial a mediados de los años noventa ............................................. 81 4.4. Las condiciones de trabajo y la distribución del ingreso en la industria argentina durante la década de los noventa ....................................................................................................................................................... 88 4.5. El desempeño de las pequeñas y medianas empresas industriales durante los años noventa......................... 93 Capítulo 5. La evolución de los diferentes integrantes del poder económico industrial durante la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural” ..........................................................................................103 5.1. La distribución del ingreso en el interior de las grandes firmas manufactureras durante la década de los noventa ...........................................................................................................................................................104 5.2. Principales características e impactos de los procesos de concentración económica de la producción y de centralización del capital industrial registrados en la Argentina durante el decenio de los noventa ........... 109 5.2.1. Breves consideraciones metodológicas referidas a las distintas medidas existentes para determinar la concentración de la producción fabril ............................................................................................................. 109 5.2.2. Tendencias a la concentración de la producción industrial de la Argentina durante la década de los noventa................................................................................................................................................................ 115 5.2.3. La concentración industrial en la Argentina: una mirada de largo plazo ...................................................125 5.2.4. Los actores centrales del proceso de concentración industrial de los años noventa...................................129 5.2.5. “Extranjerización” y “simplificación productiva”: rasgos predominantes del desempeño de la cúpula industrial de la Argentina durante los años noventa ................................................................................ 139

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5.2.6. Heterogeneidades estructurales y de comportamiento dentro de la elite empresaria de la industria manufacturera argentina...................................................................................................................................... 150 5.2.7. Similitudes y diferencias entre dos etapas de creciente concentración económica y “extranjerización” de la cúpula empresaria industrial: la segunda fase de la sustitución de importaciones y la década de los noventa................................................................................................................................... 158 5.3. La rentabilidad de las distintas fracciones del poder económico manufacturero durante los años noventa................................................................................................................................................................ 169 5.3.1. La expresión de los procesos macroeconómicos en la elite empresaria local ........................................... 169 5.3.2. La evolución de la rentabilidad de los distintos sectores y tipos de empresa que conforman la elite manufacturera local..............................................................................................................................................180 5.4. El comercio exterior de los oligopolios industriales durante el decenio de los noventa .............................. 195 TERCERA PARTE. EL “MODELO NACIONAL-INDUSTRIAL”: GÉNESIS Y PRINCIPALES RASGOS DISTINTIVOS Capítulo 6. La industria manufacturera argentina ante un nuevo régimen macroeconómico: la economía política del “modelo nacional-industrial” ........................................................................................................... 212 6.1. Principales factores estructurales y político-ideológicos concurrentes en la gestación del “bloque nacional-industrial” a fines de los años noventa ..................................................................................................213 6.2. Principales singularidades del “modelo nacional-industrial” ........................................................................223 6.2.1. La trayectoria industrial a partir del abandono de la Convertibilidad ........................................................223 6.2.2. Los límites de la “salida exportadora” y la sustitución de importaciones ..................................................241 6.3. Notas sobre las contradicciones y el proyecto de país de la gran “burguesía nacional” ...............................249 6.3.1. La gran “burguesía nacional” ante el conflicto social ................................................................................249 6.3.2. La gran “burguesía nacional” ante la discusión sobre la inflación y la distribución del ingreso................254 6.3.3. La gran “burguesía nacional” ante la crisis del Mercosur ..........................................................................259 6.3.4. ¿Burguesía nacional? .................................................................................................................................262 Reflexiones finales .............................................................................................................................................266 ANEXO Nº 1: Desempeños empresarios heterogéneos en el marco de la reestructuración regresiva de la industria argentina durante el “modelo financiero y de ajuste estructural”: los casos de Arcor y Servotron

- Introducción...........................................................................................................................................278 - De Arroyito al mundo: un breve repaso de la evolución de Arcor desde sus orígenes ..........................278 - De la acumulación de una importante masa crítica a la “desindustrialización”, la

“simplificación productiva” y la convocatoria de acreedores: la historia de Servotron.........................287 ANEXO Nº 2: Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 ............................ 297 Bibliografía ........................................................................................................................................................320

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INDICE DE CUADROS Y GRAFICOS

- Cuadro Nº 1: Industria manufacturera argentina. Evolución de los principales indicadores de

comportamiento, 1974-1983 (en índice 1974=100)........................................................................................ 12 - Cuadro Nº 2: Argentina. Distribución de las ramas, los establecimientos, la ocupación y la

producción industriales según estratos de concentración, 1973-1984 (en valores absolutos y porcentajes) ......................................................................................................................................................15

- Cuadro Nº 3: Cúpula empresaria industrial de la Argentina. Evolución de la cantidad de empresas y

de la estructura porcentual de las ventas según tipo de propiedad, 1976-1983 (en valores absolutos, porcentajes y puntos porcentuales) ..................................................................................................................16

- Cuadro Nº 4: Argentina. Estructura de la producción generada por los establecimientos industriales

de más de 100 ocupados según estratos de concentración y tipo de propiedad, 1984 (en millones de pesos argentinos de 1984 y porcentajes)..........................................................................................................19

- Cuadro Nº 5: Argentina. Estructura de la producción generada por los establecimientos industriales

de más de 100 ocupados según naturaleza del bien elaborado y tipo de propiedad, 1984 (en millones de pesos argentinos de 1984 y porcentajes) .....................................................................................................19

- Cuadro Nº 6: Industria manufacturera argentina. Evolución de los principales indicadores de

comportamiento, 1983-1989 (en índice 1983=100).........................................................................................31 - Cuadro Nº 7: Cúpula empresaria industrial de la Argentina. Evolución de la cantidad de empresas y

de la estructura porcentual de las ventas según tipo de propiedad, 1984-1989 (en valores absolutos, porcentajes y puntos porcentuales) ..................................................................................................................35

- Cuadro Nº 8: Cantidad de empresas controladas y vinculadas por los principales grupos económicos

nacionales y conglomerados extranjeros que actúan en la industria argentina, 1973, 1983, 1986/7 y 1990 (en valores absolutos)..............................................................................................................................37

- Cuadro Nº 9: Argentina. Evolución del PBI global, el PBI industrial, el PBI industrial per capita y la

participación de la industria en el PBI global, 1993-2001 (en índice 1993=100 y porcentajes)......................54 - Cuadro Nº 10: Industria manufacturera argentina. Evolución intercensal de las plantas, la ocupación,

el tamaño medio de las plantas y la producción, 1973-1993 (en valores absolutos, porcentajes, índice total=100, millones de pesos de cada año y puntos porcentuales)........................................................67

- Cuadro Nº 11: Industria manufacturera argentina. Distribución de los locales, el personal ocupado y

la producción según sector de actividad, 1993 (en valores absolutos, millones de pesos de 1993 y porcentajes) ......................................................................................................................................................71

- Cuadro Nº 12: Industria manufacturera argentina. Evolución intercensal de la distribución del valor

de producción, el personal ocupado y las unidades productivas según sector de actividad, 1973-1993 (en millones de pesos de cada año, valores absolutos, porcentajes y puntos porcentuales)............................74

- Cuadro Nº 13: Industria manufacturera argentina. Productividad, salario medio y rentabilidad bruta

según sector de actividad, 1993 (en miles de pesos de 1993 y coeficientes) ....................................................76 - Cuadro Nº 14: Industria manufacturera argentina. Evolución de la participación en el valor de la

producción industrial total de los distintos sectores de actividad, 1993-2001 (en porcentajes) .......................78 - Cuadro Nº 15: Industria manufacturera argentina. Indicadores censales seleccionados según estratos

de concentración, 1993 (en valores absolutos, miles de pesos de 1993, porcentajes e índices total=100) ........................................................................................................................................................82

- Cuadro Nº 16: Industria manufacturera argentina. Distribución de la producción según estratos de

concentración y sector de actividad, 1993 (en millones de pesos de 1993 y porcentajes)................................85

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- Cuadro Nº 17: Industria manufacturera argentina. Evolución de los principales indicadores de

comportamiento, 1993-2001 (en índice 1993=100 y porcentajes)...................................................................88 - Cuadro Nº 18: Argentina. Principales ramas industriales con presencia importante de PyMEs.

Participación de las PyMEs en la producción, la ocupación y los locales productivos, 1993 (en porcentajes y valores absolutos) ......................................................................................................................94

- Gráfico Nº 1: Argentina. Evolución de las tasas de interés devengadas por los diferentes tipos de

firma, 1994-2000 (en porcentaje mensual) ......................................................................................................99 - Gráfico Nº 2: Evolución de la productividad, el salario medio y el superávit bruto de explotación por

ocupado en la cúpula industrial de la Argentina, 1993-2001 (en índice 1993=100)......................................107 - Gráfico Nº 3: Evolución de la distribución funcional del ingreso dentro de la cúpula industrial de la

Argentina, 1993-2001 (en porcentajes)..........................................................................................................108 - Cuadro Nº 19: Argentina. Evolución del valor bruto de la producción industrial (VBP), las ventas de

la cúpula empresaria manufacturera y el índice de concentración industrial global (ICIG), 1991-2001 (en millones de pesos, índice 1991=100 y porcentajes).................................................................................116

- Cuadro Nº 20: Cúpula empresaria industrial de la Argentina. Evolución de las exportaciones, las

importaciones, el saldo comercial y el coeficiente exportador, 1991-2001 (en millones de dólares y porcentajes) ....................................................................................................................................................118

- Gráfico Nº 4: Argentina. Evolución de la concentración industrial global, 1956-2001 (en promedios

anuales) ..........................................................................................................................................................126 - Cuadro Nº 21: Argentina. Evolución del índice de concentración industrial global según tipo de

propiedad, 1991-2001 (en porcentajes) ................................................................................................... 129 - Cuadro Nº 22: Cúpula empresaria industrial de la Argentina. Distribución de las ventas según tipo

de propiedad y rama de actividad, 1991, 1998 y 2001 (en millones de pesos y porcentajes).........................140 - Cuadro Nº 23: Cúpula empresaria industrial de la Argentina. Distribución de las principales

variables estructurales y de comportamiento según el origen del capital de las firmas, 1995-2001 (promedios anuales) (en valores absolutos, porcentajes, millones de dólares, e índice total=100) ..............152

- Cuadro Nº 24: Cúpula empresaria industrial de la Argentina. Distribución de las empresas y las

ventas según origen del capital y sector de actividad, 1957 y 1971 (en valores absolutos y porcentajes) ....................................................................................................................................................160

- Cuadro Nº 25: Cúpula empresaria de la Argentina. Evolución de la cantidad de empresas, las ventas,

las utilidades y la rentabilidad sobre ventas según sector de actividad, 1991-2001 (en valores absolutos, millones de pesos y porcentajes) ...................................................................................................171

- Cuadro Nº 26: Cúpula empresaria industrial de la Argentina. Estructura de las ventas y las utilidades

y evolución de la rentabilidad sobre ventas de las distintas ramas de actividad, 1991-2001 (en porcentajes) ....................................................................................................................................................181

- Cuadro Nº 27: Cúpula empresaria industrial de la Argentina. Estructura de las ventas y las utilidades

y evolución de la rentabilidad sobre ventas de los distintos tipos de propiedad, 1991-2001 (en porcentajes) ....................................................................................................................................................189

- Cuadro Nº 28: Cúpula empresaria industrial de la Argentina. Evolución de las exportaciones, las

importaciones y el saldo comercial según actividad principal, 1993-2001 (en millones de dólares y porcentajes) ....................................................................................................................................................196

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- Cuadro Nº 29: Cúpula empresaria industrial de la Argentina. Evolución de las exportaciones, las importaciones y el saldo comercial según tipo de empresa, 1993-2001 (en millones de dólares y porcentajes) ....................................................................................................................................................207

- Cuadro Nº 30: Industria manufacturera argentina. Evolución de los principales indicadores de

comportamiento, 2001-2004 (en índice 1993=100).......................................................................................228 - Cuadro Nº 31: Argentina. Evolución del empleo industrial según categoría ocupacional, 1995-2004

(en porcentajes)..............................................................................................................................................232 - Cuadro Nº 32: Industria manufacturera argentina. Evolución de la participación en el valor de la

producción industrial total de los distintos sectores de actividad, 2001-2004 (en porcentajes) .....................234 - Cuadro Nº 33: Argentina. Evolución de las exportaciones, las importaciones y el saldo comercial de

productos industriales según sector de actividad, 2002-2004. (en millones de dólares y porcentajes) ..........236 - Cuadro Nº 34: Argentina. Empresas beneficiadas en el primer llamado a concurso del Régimen de

Promoción de Inversiones establecido por la Ley Nº 25.924 y sus normas complementarias. (en pesos, valores absolutos y porcentajes) .........................................................................................................237

ANEXO Nº 1: - Cuadro Nº 1: Principales empresas controladas y vinculadas al grupo Arcor según actividad

principal, 1973-2002 ......................................................................................................................................281 - Cuadro Nº 2: Principales empresas de las que Servotron fue proveedor entre fines de los años setenta y

de los ochenta según tipo de propietario y sector de actividad ............................................................................... 292

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DE LA INDUSTRIA ARGENTINA ENTRE 1976 Y 2004.

Un análisis socio-histórico y de economía política de la evolución de las

distintas clases sociales y fracciones de clase durante un período de

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Introducción

Introducción

La experiencia histórica de la mayoría de los países que lideran la actual fase capitalista indica que el desarrollo industrial resulta decisivo. Ello, por cuanto sienta las bases para, entre otras cuestiones relevantes, aumentar la riqueza socialmente disponible; avanzar hacia una creciente integración y diversificación de la estructura económica; generar empleo y acceder a mayores niveles de calificación de la fuerza de trabajo; obtener beneficios de distinta índole por incorporación al proceso de producción de tecnologías, bienes de capital y conocimientos; ganar en términos de autonomía nacional; mejorar la distribución del ingreso; etc.. En otras palabras, el desarrollo del sector manufacturero constituye una condición de posibilidad del desarrollo socio-económico en su sentido más amplio (no la única obviamente, pero sí una de las más trascendentes).

Como lo ha destacado el recordado Adolfo Dorfman en su tradicional estudio sobre la industria argentina: “Los efectos correctivos de la industrialización se manifiestan en múltiples formas y muy variados niveles. Recordemos que, en su esencia, [la industria] al adquirir proporciones cada vez mayores del producto nacional... incrementa la riqueza del país; provee muy elevada ocupación...; al sustituir importaciones contribuye a aliviar, en parte, el déficit en el balance de pagos que mejora aún más con las exportaciones no tradicionales; al contribuir a la difusión del avance técnico acrecienta la productividad de los factores capital y mano de obra y eleva su nivel general en el país; a partir de la racional explotación de recursos naturales básicos promueve el desarrollo regional corrigiendo la excesiva centralización industrial” (Dorfman, 1983).

A partir de la dictadura militar de 1976-1983, en el marco de una fuerte y acelerada reestructuración del capitalismo en el nivel internacional (asociada a una creciente “financiarización” de la reproducción ampliada del capital a escala global y una nueva ola de transnacionalización productiva), hizo irrupción en el ámbito nacional una corriente de pensamiento que, inspirada en los postulados básicos del neoliberalismo, se convertiría en hegemónica en los años subsiguientes, bajo gobiernos elegidos por el voto popular. Para los thinks tanks de la “nueva derecha”, los “hacedores de política” domésticos e importantes sectores de la sociedad, el destino manifiesto de la Argentina era –y es– el de especializarse en aquellos rubros productivos en los cuales cuenta con probadas ventajas competitivas estáticas (dada su particular “dotación de factores”), como medio para lograr una adecuada y eficiente inserción en el mercado mundial.

Fue bajo estos preceptos que se “ordenó” gran parte de las políticas económicas instrumentadas desde entonces, las cuales derivaron en un proceso muy acentuado de “desindustrialización” y reestructuración regresiva de la actividad, en un contexto signado por la conformación y la paulatina consolidación de un nuevo esquema de funcionamiento del capitalismo local, y por una también nueva modalidad de inserción del país en la división internacional del trabajo.

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Introducción

El mencionado proceso ha tenido diversas manifestaciones entre las que sobresalen las siguientes: el sector fabril dejó de ser el núcleo impulsor y articulador del proceso económico y político-social; perdió participación en el conjunto de la actividad económica de manera pronunciada; redujo de modo considerable su grado de integración nacional de la mano de un marcado repliegue hacia el procesamiento de recursos naturales y una acelerada retracción de sus segmentos más complejos por efecto del reemplazo de los mismos por importaciones, y, en ese cuadro, de un creciente predominio de las ventajas comparativas estáticas por sobre las dinámicas; si bien incrementó su participación en los flujos mundiales del comercio de manufacturas, lo hizo en base a actividades exportadoras de acotado dinamismo y escasamente “arraigadas” localmente en diferentes planos (creación de empleo y encadenamientos de valor agregado, generación y difusión de desarrollos científico-tecnológicos, etc.); y se consolidó como expulsor neto de mano de obra y como un “foco” de precarización laboral, constituyendo una de las causas principales de la aguda crisis que experimentó el mercado de trabajo y, por esa vía, de la acentuada regresividad distributiva que tuvo lugar.

Así, de la mano de la hegemonía neoconservadora de las últimas décadas se alteró significativamente la fisonomía y el patrón de desenvolvimiento de la industria argentina y se destruyó una parte sustantiva de la importante masa crítica acumulada –no sin complicaciones y limitaciones de diversa naturaleza– durante los casi cinco decenios en los que había estado vigente –en sus distintas variantes– la estrategia de sustitución de importaciones.

Sin lugar a dudas, la trayectoria manufacturera de mediados de los años setenta en adelante constituye una de las razones centrales (si no la más relevante) del marcado retroceso que atravesó la Argentina en materia económica y social o, en otros términos, del proceso de subdesarrollo que se verificó. Y también del estancamiento relativo que sufrió el país respecto de las naciones centrales y de muchas de las que integran la periferia (las que no casualmente en el mismo período afianzaron su industrialización, o bien se preocuparon por desarrollarse en términos industriales –en no pocas ocasiones prácticamente desde cero–; ello, a partir de la puesta en práctica de una variada gama de políticas que, en la generalidad de los casos, se encontraron en las antípodas de gran parte de las aplicadas en el medio doméstico –tanto en lo que respecta a su orientación teórico-conceptual como en lo atinente a los objetivos estratégicos perseguidos–).

Ahora bien, sería un error afirmar que la “desindustrialización” argentina tuvo un carácter homogéneo (en el sentido que impactó por igual sobre los diferentes sectores y actores del campo fabril), dado que en el mencionado comportamiento agregado resulta posible identificar derroteros muy disímiles.

Por un lado, se constata la existencia de un núcleo sumamente reducido de ganadores: un puñado de grandes empresas y grupos económicos de capital nacional y extranjero que pasaron a ocupar el centro del poder económico de la actividad (y del conjunto de la economía local) a partir de, entre otras cosas, su presencia decisiva en ramas estrechamente

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Introducción

vinculadas a la explotación de recursos básicos; su privilegiada relación con el aparato estatal; su vinculación con el exterior en términos productivos, comerciales y financieros; y su apropiación de porciones crecientes del excedente por la desaparición, el debilitamiento estructural y la absorción de amplias capas del empresariado.

Por otro lado, se manifiesta una cantidad considerable de perdedores: los trabajadores (tanto los que fueron despedidos –la mayoría de los cuales pasó a engrosar las filas del “ejército de reserva” y/o logró insertarse en actividades de elevada precariedad e informalidad–, como los que pudieron preservar sus fuentes de trabajo –muchos de los que, sin embargo, vieron reducir en forma pronunciada sus ingresos y empeorar sus condiciones laborales–); y las firmas de menores dimensiones (en buena medida por la orientación asumida por las políticas económicas implementadas, su inserción predominante en los sectores más castigados por la reconversión fabril y la redistribución regresiva del ingreso que se manifestó en el período de referencia).

En definitiva, a raíz del “huracán neoconservador” de los últimos largos años se verificó una crisis de “desindustrialización” que tuvo un carácter a la vez regresivo y heterogéneo, en tanto se asentó sobre una doble transferencia de ingresos: desde los obreros hacia los patrones y, dentro de éstos, desde los estamentos más débiles y de menor poderío económico hacia un conjunto acotado –aunque cada vez más poderoso e influyente– de grandes firmas y conglomerados empresariales.

En ese contexto, la finalidad central de esta Tesis es la de realizar un análisis socio-histórico y de economía política sobre la evolución de la industria manufacturera argentina desde mediados del decenio de los setenta hasta la actualidad, haciendo especial hincapié en el derrotero seguido por las diferentes clases sociales y fracciones de clase que se desenvuelven en el nivel fabril interno en el marco de una crisis de magnitudes inusitadas, así como en los principales factores explicativos de dicha trayectoria. Se busca, así, aportar desde una visión integradora y de largo plazo diversos elementos de juicio respecto de la regresividad y la heterogeneidad características de la reestructuración manufacturera de los casi treinta últimos años.

Atento a dicho objetivo general, el trabajo se divide en tres partes. En la primera, conformada por los Capítulos 1 y 2, se pasa rápida revista a los principales “hechos estilizados” del desenvolvimiento sectorial registrado durante la fase inaugural de lo que aquí se denominará el “modelo financiero y de ajuste estructural” (coincidente con la etapa de la última dictadura militar), y el período en el cual se afianzaron muchos de los rasgos sobresalientes de aquélla (contemporáneo del primer gobierno de la reconquista de la democracia).

Siempre desde la perspectiva que resulta de priorizar un encuadre socio-histórico y de jerarquizar analíticamente el trayecto recorrido por las distintas clases y fracciones de clase (y los procesos que concurren en su explicación), en la segunda parte, integrada por los Capítulos 3 a 5, se estudia con detenimiento el comportamiento de la industria local en el

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Introducción

transcurso de la crucial “década larga de los noventa” (en rigor, desde mediados de 1989 hasta fines del 2001). En ella se profundizaron sobremanera muchos legados críticos de las dos etapas anteriores, al tiempo que emergieron nuevas problemáticas que, en conjunción con aquéllos, trajeron aparejados serios interrogantes en cuanto al futuro de la actividad fabril y las posibilidades realmente existentes para desandar buena parte del sendero recorrido de la mano de la hegemonía neoliberal.

El inicio del siglo XXI encontró a la Argentina transitando la crisis económico-social más profunda y prolongada de su historia, la cual expresó el agotamiento del “modelo financiero y de ajuste estructural” iniciado en 1976. En ese marco, de la mano del nuevo régimen macroeconómico que se ha tendido a configurar a partir del abandono del esquema de la Convertibilidad los primeros días de enero del 2002, y de la existencia de un escenario político-ideológico (doméstico e internacional) que ha logrado establecer ciertas fisuras en el discurso neoconservador hasta entonces abrumadoramente mayoritario, se ha generado un entorno mucho más propicio para el sector industrial. En efecto, desde mediados de dicho año se ha venido asistiendo a una fuerte recuperación de la actividad manufacturera que ha sentado las bases para que desde diversos ámbitos (empresariales, políticos y académicos) se afirme que la Argentina está transitando por un “proceso de reindustrialización” y que se está en presencia de un modelo económico que estimula “la producción y el trabajo nacionales” y, como tal, se encuentra en las antípodas de su antecesor vigente entre 1976 y 2001. En función de ello se sostiene que se cuenta con los elementos necesarios y suficientes como para revertir la “desindustrialización” de las últimas décadas y los sesgos de la misma, y por esa vía recrear un “capitalismo nacional”.

De allí que en la tercera parte del estudio (Capítulo 6) se procura identificar algunas de las tendencias más significativas de la dinámica manufacturera verificada en lo que va del nuevo régimen macroeconómico vigente a partir del 2002. Se persiguen allí diversos propósitos, entre los que se destacan: analizar el proceso político-ideológico que derivó en la conformación, en las postrimerías de la Convertibilidad, de una alianza social policlasista que impulsó una salida de dicho esquema a partir de una devaluación de la moneda doméstica y el papel que en ella se le otorgaron a conceptos como industria, nación, modelo industrial, burguesía nacional; dilucidar las principales líneas de continuidad y de ruptura entre la nueva situación fabril y la existente en el transcurso del “modelo financiero y de ajuste estructural”; discutir algunos de los supuestos que están detrás del “modelo industrial” vigente y de las fracciones de clase que han logrado devenir en el centro hegemónico del mismo.

Una de las conclusiones más importantes de esta tercera parte de la Tesis es que si bien la configuración macroeconómica post-Convertibilidad ha favorecido a la industria (situación auspiciosa luego de un cuarto de siglo de políticas y contextos operativos de claro contenido “desindustrializador”), surgen varias dudas en cuanto a las posibilidades que ofrece el actual escenario para viabilizar una efectiva reindustrialización del país sobre bases de

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Introducción

sustentación crecientemente inclusivas en lo económico-social, así como la reversión de la regresión de la trama fabril acaecida a partir de la última dictadura militar.

Por ello, cierran el estudio unas breves reflexiones finales en las que se plantean algunos lineamientos estratégicos básicos que podrían “ordenar” una política orgánica o sistémica de reindustrialización de la Argentina que intente hacer suyas la premisa mencionada al comienzo de esta introducción (la centralidad del desarrollo manufacturero en el desarrollo socio-económico de una nación) y las ideas de Dorfman (1983): “Es necesario llevar a efecto los objetivos esenciales de una política de industrialización y desbrozar el camino para un rápido, intenso, equilibrado desarrollo económico y social, que ofrezca oportunidades de empleo seguro y remunerativo y eleve los niveles de vida de las grandes masas. La tarea no es fácil… pero es, a la larga, la única solución auténtica y permanente para los problemas del subdesarrollo económico, social y político”.

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Primera parte

Génesis y profundización del “modelo financiero y de ajuste estructural”:

la dictadura militar de 1976-1983 y el primer gobierno de la reconquista de la

democracia

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Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 puso en marcha una de las reestructuraciones económico-sociales más significativas y dramáticas de la historia argentina, cuyas repercusiones se mantienen hasta el presente. La dictadura militar derivó en el tránsito de una sociedad industrial a otra basada en la valorización financiera del capital1 o, en otros términos, en el desplazamiento del régimen de sustitución de importaciones que había estado vigente desde aproximadamente los años treinta por el “modelo financiero y de ajuste estructural”. El desarrollo del nuevo patrón de acumulación fue posible debido a una distinta relación de fuerzas entre el capital y el trabajo, junto con un considerable replanteo de la situación dentro de la propia esfera del capital. Ambas situaciones han traído como consecuencia un cuadro social caracterizado por una profunda desigualdad: en un extremo de la estructura social se encuentran los trabajadores, que en conjunto tienen la participación en el ingreso más baja desde la irrupción del peronismo en la vida política argentina; en el otro se ubica un reducido número de grupos económicos, grandes empresas extranjeras y acreedores de la deuda externa que, en el marco de un muy intenso proceso de concentración económica y centralización del capital2, conjugan una cada vez más acentuada participación en el ingreso y la riqueza con la capacidad de subordinar al aparato estatal y, en consecuencia, de influir de manera decisiva y creciente sobre el rumbo del proceso económico, político y social.

Ahora bien, la interrupción del modelo sustitutivo no sobrevino en la Argentina en razón de su agotamiento. Basta con mencionar, en tal sentido, que entre 1964 y 1974 la tasa de crecimiento anual del PBI global a precios constantes fue de alrededor del 5% (en el mismo período el valor agregado manufacturero se expandió a un promedio anual cercano al

1 Se entiende por valorización financiera a la colocación de excedente por parte de las grandes firmas en diversos activos financieros (títulos, bonos, depósitos, etc.) tanto en el mercado interno como en el internacional. Este proceso, que irrumpe y es predominante en la economía argentina desde fines de la década de los setenta, se expande debido a que los rendimientos en el ámbito de las finanzas son superiores a la rentabilidad de las restantes actividades económicas, y a que el acelerado crecimiento del endeudamiento externo (tanto del sector público como del privado –en este último caso, hegemonizado por un número reducido de empresas oligopólicas–) posibilita la remisión de capital local al exterior al operar como una masa de excedente valorizable y/o al liberar las utilidades para esos fines. Un tratamiento de estas cuestiones se puede encontrar en Basualdo (2003 y 2005). 2 Se entiende por concentración económica la incidencia que tienen las mayores firmas o conglomerados empresarios de una actividad en la producción total de la misma. La centralización del capital, por su parte, alude a los procesos en los cuales unos pocos capitalistas acrecientan el control sobre la propiedad de los medios de producción con que cuenta una sociedad, mediante la expansión de su presencia en uno o múltiples sectores económicos a partir de una reasignación del stock de capital existente (compra de empresas, fusiones, absorciones, asociaciones, etc.).

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Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

7%), y que en 1975 las exportaciones de productos industriales representaron alrededor del 20% del total contra sólo el 3% en 19603.

Por el contrario, de forma similar a lo acontecido en Chile (dictaduras militares mediante), se buscó transformar de cuajo la compleja estructura económico-social que se había generado tras largas décadas de desarrollo industrial (proceso que, vale recalcarlo, no había estado exento de conflictos, contradicciones y limitaciones de distinta índole). Dos de los objetivos centrales de los militares que usurparon el poder en marzo de 1976 fueron el de redefinir el papel del Estado en la asignación de los recursos, y el de restringir drásticamente el poder de negociación que poseían los trabajadores en el marco de un régimen de acumulación en el que el control de cambios impedía la fuga de capitales, el nivel de los salarios no estaba limitado por la competencia externa y existía una reducida desocupación (en lo sustantivo, a raíz del desarrollo y la expansión del sector manufacturero). Pero también, y fundamentalmente, se apuntó a alterar de manera radical –y con carácter irreversible– la relación de fuerzas sociales derivada de la presencia de una clase obrera industrial acentuadamente organizada y movilizada en términos político-ideológicos, cuya fortaleza se potenciaba por su alianza histórica con ciertos sectores del empresariado local estrechamente vinculados a la expansión del mercado interno con eje en la industria (esto es, con lo que tradicionalmente se conoció como la burguesía nacional). En otras palabras, se orientó a modificar las bases económico-estructurales que habían hecho posible la irrupción de fenómenos políticos como el peronismo y procesos sociales como el Cordobazo, el Rosariazo, el Tucumanzo, etc.4.

3 En relación con estas cuestiones, Kosacoff (1984) destaca: “Luego de casi treinta años de comportamiento cíclico, en la década comprendida entre 1964 y 1973 la industria tuvo un crecimiento continuo y con un dinamismo mayor que el resto de las actividades económicas, acompañado por un crecimiento de la ocupación, los salarios, la productividad y las exportaciones. Asimismo, este último período se caracterizó por una caída de los precios relativos del sector industrial asociado a sus incrementos de productividad, por el aumento significativo de las exportaciones industriales y por el incremento del tamaño medio de los establecimientos manufactureros. Los sectores metalmecánicos, químico y petroquímicos fueron las actividades más dinámicas. De esta forma, la profundización del proceso de sustitución de importaciones –con la participación de tecnología y firmas extranjeras– iniciada hacia fines de la década del cincuenta, produjo un fuerte cambio estructural en el sector industrial. La diversificación de actividades, la incorporación de empresas capital-intensivas, el incremento de las exportaciones de manufacturas no tradicionales y la explotación de franjas del mercado interno con demandas atrasadas, fueron algunos de los elementos claves que permitieron que el sector industrial fuese el motor del desarrollo de la economía en este último período”. 4 A los efectos de comprender más cabalmente la naturaleza de la última dictadura militar argentina, cabe incorporar algunas comparaciones con la brasileña. Pese a tener como denominador común sus fundamentos en la “Doctrina de Seguridad Nacional” y un “enemigo” compartido (la “amenaza comunista”), existe una diferencia sustantiva en el origen entre ambos regímenes: la orientación “desarrollista” del brasileño contrasta con el sesgo “desindustrializador” y refundacional del argentino. De allí que en el primer caso se pusiera el énfasis en la relación existente entre crecimiento económico y seguridad interna y externa, mientras que en el segundo el eje estuvo puesto en el terrorismo de Estado y la eliminación del esquema de sustitución de importaciones, y consecuentemente de la industria como vector organizador del proceso económico-social. La existencia de tan disímiles objetivos estratégicos no sólo condicionó la orientación de la política económica (y sus resultados en materia de performance), sino que también derivó en distintas bases sociales de sustentación (el gran capital industrial en el Brasil, y grupos empresarios altamente diversificados y muy ligados a la especulación financiera en la Argentina).

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Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

La mencionada participación económica y política de los trabajadores fue percibida como una amenaza por los sectores dominantes, lo cual viabilizó que el conjunto de éstos aceptara el drástico programa de cambio estructural propugnado por el tradicional sector exportador aliado al gran comercio de exportación e importación y el sector financiero. A ellos se le agregan los capitales con un importante peso industrial en ramas no dependientes de un elevado nivel de protección por ser procesadoras de materias primas o por asentarse sobre la explotación de recursos naturales. Es decir, los capitales provenientes en buena medida, en cuanto a su origen, de las fracciones empresariales oligárquicas que habían destinado parte de la renta agraria obtenida a insertarse en la producción manufacturera y en algunas actividades vinculadas a la misma (servicios, finanzas, comercio, etc.)5.

El proyecto refundacional de la dictadura militar que viene a concretar esta transformación radical de la economía y la sociedad argentinas –que por la forma en que logró congregar el apoyo del conjunto de las fracciones del gran capital suele ser denominado la revancha clasista– fue impuesto mediante el disciplinamiento represivo de los sectores populares, del cual la expresión más acabada son los 30.000 desaparecidos, los campos de concentración, la complicidad empresaria en la represión en los lugares de trabajo (Acíndar, Astarsa, Ford, Ledesma), la participación de importantes funcionarios de muchas de las principales firmas del país en ámbitos estratégicos del aparato estatal, la intervención de los sindicatos y el cercenamiento de conquistas laborales de larga data.

La reestructuración económica puesta en marcha en esos años tuvo un indudable impacto sobre los sectores productivos que sostenían el funcionamiento de la sustitución de importaciones. En efecto, la conjunción de la Reforma Financiera de 1977 con la arancelaria y el endeudamiento externo, derivados de la apertura de 1979, interrumpió el modelo sustitutivo sobre el que se había estructurado, durante las décadas anteriores, el comportamiento de la economía argentina. Desde allí en adelante ya no fue la vinculación entre la producción industrial y el Estado el núcleo central del proceso económico, sino la especulación financiera y la salida de capitales al exterior vinculadas a otro tipo de Estado, modificación que derivó en la contracción y la reestructuración regresiva de la producción industrial.

Como lo han destacado Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004), en vistas de los objetivos perseguidos por las Fuerzas Armadas y las fracciones de clase que constituyeron su principal base de sustentación (en esencia, la consolidación de un nuevo proyecto de dominación social asentado sobre una muy distinta situación estructural), semejante alteración en el patrón de acumulación del capital en la Argentina implicaba, en primer lugar, agredir una estructura socio-económica constituida a lo largo de varios decenios en el marco de las diferentes etapas por las que había transitado el modelo de industrialización por sustitución de importaciones. En ellas se había ido conformando una sociedad urbana con una muy compleja 5 Sobre los orígenes y la trayectoria de estos actores socio-económicos con antelación a la última dictadura militar se recomienda consultar, entre otros, los trabajos de Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004); Basualdo (1997, 2004a, 2004b y 2005); Bisang (1996); Dorfman (1942a y 1942b); Gastiazoro (1973); Jorge (1971); Ostiguy (1990); Sábato (1991); Schvarzer (1991); y Villanueva (1972).

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Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

y conflictiva articulación de sus sectores sociales. En segundo lugar, por la propia solidez de la estructura socio-económica, esta reconversión tenía que producirse necesariamente a través de una crisis, y no mediante una fase de expansión económica, que lograse la marginación de ciertos sectores sociales, la redefinición de otros y el predominio de los restantes. En tercer lugar, los cambios a producir en los pilares básicos de la industrialización sustitutiva, así como los rasgos del nuevo patrón de acumulación, debían volverse irreversibles.

Esta búsqueda por refundar estructuralmente al capitalismo argentino debía basarse en un estricto control sobre el aparato del Estado que posibilitara avanzar en forma simultánea sobre múltiples direcciones (fuertemente relacionadas entre sí): la recomposición de la dominación social mediante el disciplinamiento de, fundamentalmente, la clase trabajadora y los estamentos empresarios de menores dimensiones –o los menos “eficientes” en términos internacionales desde el punto de vista de quienes abrevaban en la ortodoxia monetarista tan difundida en esos años–; la redistribución regresiva del ingreso generado en el país; la redefinición del accionar estatal; la modificación de la estructura productiva; y, en suma, la reversión de la dinámica sustitutiva en el plano económico-social6.

Sin duda, quien mejor captó cuáles eran las finalidades centrales del proyecto refundacional de la dictadura fue Rodolfo Walsh. En su célebre “Carta abierta a la dictadura militar”, escrita en marzo de 1977 pocos días antes de ser asesinado, y en la que analiza con notable precisión una a una las atrocidades del régimen, Walsh destaca la naturaleza eminentemente política de las profundas transformaciones económicas que se estaban registrando (o, en otros términos, el sentido clasista de la reestructuración económico-social en marcha): “En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de 6 En cuanto a estos temas, Canitrot (1983) ha señalado: “el plan económico de largo plazo, y las políticas derivadas del mismo, aunque analizables en sí mismas, y justificadas en sus propios términos económicos, no fueron sino parte de un proyecto político de orden superior emprendido por las Fuerzas Armadas. Estas habían interrumpido, mediante un golpe militar, el funcionamiento de un sistema democrático representativo que, a su juicio, se había tornado ingobernable por la debilidad de las estructuras políticas y por el desborde de las corporaciones sindicales. Más allá de los actos represivos... las Fuerzas Armadas aspiraban a reconstituir un cuadro de relaciones sociales que impidiera en el futuro la repetición de una situación de crisis como la precedente, incompatible, según su entender, con los requisitos de la Seguridad Nacional en el contexto de enfrentamiento internacional con las fuerzas del comunismo”; y “La política del gobierno militar surgido en 1976 en la Argentina no puede ser entendida sin referencia a la crisis precedente. Crisis de disolución social tal cual fue percibida por los distintos sectores de la burguesía, de las clases medias y por las Fuerzas Armadas. Frente a esta crisis el objetivo prioritario era recuperar el orden social. Por la represión en un principio, pero, en un largo plazo, por la instauración de un sistema estable de relaciones sociales y políticas que garantizaran la imposibilidad del retorno a las situaciones pasadas. Hubo pues un objetivo político ante el cual las consideraciones económicas pasaron a ser dependientes. Así como la reimplantación del sistema democrático representativo se postergó para luego del cumplimiento de la transformación social, así también las metas habituales de crecimiento económico y desarrollo productivo pasaron a un segundo plano. Si luego en los hechos, las cuestiones económicas ocuparon el lugar principal, ello se debió a las ideas y procedimientos particulares que la coalición gobernante adoptó en la procura de su objetivo de disciplinamiento social”.

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Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales. Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9% y prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificado de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron... Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, al Uruguay o a Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete” (Walsh, 1977).

En ese marco, el sector manufacturero local se contrajo significativamente, de modo tal que en los años posteriores al golpe de Estado de marzo de 1976 se produjo el cierre de más de 20 mil establecimientos fabriles, el producto bruto del sector cayó cerca de un 20% entre 1976 y 1983, la ocupación disminuyó en forma pronunciada y se redujo el peso relativo de la actividad en el conjunto de la economía (pasó del 28% del PBI al 22%). Más aún, la industria dejó de ser el núcleo ordenador y dinamizador de las relaciones económicas y sociales en la Argentina, así como el sector de mayor tasa de retorno de toda la economía. Todo ello, como resultado de la aplicación de diferentes medidas de política económica como, entre las más relevantes, la “represión salarial” de 1976; la Reforma Financiera de 1977; y a fines de 1978, el “enfoque monetario de balanza de pagos”, el cual se articuló con una profunda apertura comercial (aunque marcadamente asimétrica en cuanto a sus efectos sobre los distintos mercados y actores fabriles)7.

A partir de estas consideraciones generales, vale la pena precisar con cierto detalle las transformaciones acaecidas en el interior del sector manufacturero, sus implicancias sobre los actores intervinientes y las especificidades que revela el desenvolvimiento de aquellas variables que, en su articulación, reflejan los aspectos más sustantivos (tanto cuantitativos como cualitativos) de la “desindustrialización” verificada en el transcurso de esta etapa decisiva de la historia nacional. A este respecto, una primera aproximación a tales problemáticas es aquella que surge de cotejar los valores adoptados por los principales indicadores de comportamiento industrial en el año 1983 vis-à-vis los correspondientes a 1974 (Cuadro Nº 1).

7 Para un análisis detallado de las consecuencias de la política económica de la dictadura militar sobre el sector industrial local pueden consultarse, entre otros, los estudios de Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004); Azpiazu y Khavisse (1983a); Azpiazu y Kosacoff (1984); Basualdo (1992); Canitrot (1980 y 1982); Dorfman (1983 y 1984); Ferrer (2004); Katz (1983 y 1993); Katz y Kosacoff (1989); Kosacoff (1984); Müller (2000); Nochteff (1990 y 1991); Schvarzer (1983 y 1986); y Sourrouille (1982).

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Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

Cuadro Nº 1 Industria manufacturera argentina Evolución de los principales indicadores de comportamiento, 1974-1983 (en índice 1974=100)

Relación productividad/

Volumen físico de la producción

Obreros ocupados

Producti-vidad

laboral

Horas obrero

trabajadas

Producti-vidad

horaria

Horas trabajadas

/obreros

Salario medio real(1)

Costo medio

salarial(2) salario medio

costo medio

I II III=I/II IV V=I/IV VI=IV/II VII VIII IX=III/VII X=III/VIII1974 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 1975 96,5 103,8 93,0 101,3 95,3 97,6 96,6 88,5 96,2 105,0 1976 93,6 100,4 93,2 99,5 94,1 99,1 65,0 57,0 143,4 163,6 1977 98,9 94,3 104,9 98,9 100,0 104,9 64,1 62,8 163,6 167,0 1978 88,1 85,1 103,5 88,6 99,4 104,1 63,2 66,4 163,8 155,9 1979 102,0 83,3 122,4 89,7 113,7 107,7 72,2 77,7 169,6 157,6 1980 99,7 76,8 129,8 81,9 121,7 106,6 80,4 96,2 161,5 134,9 1981 83,8 67,2 124,7 68,8 121,8 102,4 72,2 83,2 172,7 149,9 1982 83,0 63,6 130,5 66,1 125,6 103,9 65,9 61,5 198,0 212,2 1983 90,4 65,7 137,6 69,6 129,9 105,9 82,7 81,4 166,4 169,0

(1) Salario medio nominal deflactado por el Índice de Precios al Consumidor. (2) Salario medio nominal deflactado por el Índice de Precios Mayoristas No Agropecuarios Nacionales. Fuente: Elaboración propia en base a información del INDEC, Encuesta Industrial.

De la información proporcionada por el Cuadro de referencia surgen algunas

conclusiones relevantes:

• durante el decenio aludido el volumen físico de la producción fabril se contrajo aproximadamente un 10%, declinación que fue particularmente acentuada en el período 1979-1981 (entre esos años acumuló una caída cercana al 18%);

• la cantidad de obreros ocupados en la industria se redujo en más de una tercera parte (tendencia que se verificó sistemáticamente entre 1976 y 1982 y se revirtió de modo leve en 1983 pari passu la recuperación experimentada en la producción), mientras que las horas-obrero trabajadas declinaron algo más de un 30%. Estos disímiles ritmos de contracción permiten dar cuenta del incremento registrado en la extensión media de la jornada laboral (como se desprende de la columna VI, entre 1974 y 1983 esta variable se expandió casi un 6%)8;

8 Con respecto a la situación de los trabajadores durante el período militar, cabe traer a colación un señalamiento de Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004) del que se desprende la estrecha relación existente entre el proceso de reestructuración económica en marcha y los objetivos políticos subyacentes en el programa económico de la dictadura: “El golpe militar de fines de marzo de 1976, la disolución de la CGT, la intervención de los sindicatos, la suspensión de las actividades gremiales –castigadas con una represión hasta allí desconocida, tanto por sus formas como por su intensidad–, y la supresión del derecho de huelga, suponen una modificación sustantiva de las pautas de funcionamiento del mercado laboral, reguladas, ahora, bajo el objetivo de `disciplinar´ a la clase obrera y anular, por completo, la presión sindical. De allí que no resulte sorprendente que con el inicio de esta nueva conducción militar y la adopción de aquellas medidas disciplinadoras, la ocupación se reduzca en forma ininterrumpida y la jornada media de trabajo tienda a incrementarse”. Asimismo, Gatto, Gutman y Yoguel (1987) señalan que “la pérdida de dinamismo ocupacional del sector (especialmente en el subsector formal de la actividad industrial) deviene de múltiples factores, entre los que sobresalen la política económica implementada especialmente en el subperíodo 1978-1981 (reforma financiera y apertura comercial), el estancamiento en la producción y la caída en los niveles de inversión, el sesgo capital intensivo de los

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Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

• en el transcurso de los diez años bajo análisis la productividad promedio de la mano de obra experimentó un crecimiento significativo, tanto si se lo refiere a los obreros ocupados (37,6%), como en función de las horas trabajadas (29,9%)9;

• se produjo una fuerte disminución en el poder adquisitivo de las retribuciones salariales percibidas por los obreros del sector (17,3%), así como en los costos medios salariales (18,6%)10; y

• de resultas del comportamiento diferencial que siguieron la productividad laboral y los salarios y los costos salariales reales, tuvo lugar una fenomenal transferencia de ingresos desde los asalariados hacia los capitalistas (las columnas IX y X del Cuadro Nº 1 revelan una creciente apropiación del excedente por parte del sector empresarial a lo largo del decenio, en rigor a partir de 1976: en 1983 la relación productividad/salario medio fue un 16% más elevada que en tal año y un 66% superior que en 1974, mientras que el coeficiente productividad/costo medio salarial fue, respectivamente, un 3% y un 69% más holgado). Así, más allá de su destino específico, puede concluirse que el capital industrial se apropió de la

programas sectoriales de promoción industrial, el disciplinamiento social-político correspondiente con la subetapa 1976-1983, y las diferentes estrategias empresariales implementadas para enfrentar la específica situación de crisis, entre las que destacan la incorporación de cambios tecnológicos ahorradores de mano de obra... reasignaciones internas de personal a nivel de las firmas y el incremento de la intensidad de los procesos de trabajo”. 9 Refiriéndose al interregno 1976-1983, Azpiazu y Khavisse (1983a) plantean lo siguiente: “Las formas específicas que adopta la evolución de la productividad revelan su estrecha vinculación con el nivel de empleo o, más precisamente, con la dinámica que cobra el ritmo de expulsión de asalariados del sector, y una escasa asociación con el desenvolvimiento productivo. Así, a lo largo del período, la productividad aumenta tanto con crecimientos de la producción (1977, 1979 y 1983), como ante contracciones de esta (1976, 1980 y 1982), y sólo se reduce, levemente, ante caídas significativas –que suponen tasas de dos dígitos– en el nivel de actividad industrial (1978 y 1981). El significativo aumento de la producción por obrero en un marco global caracterizado por una escasa canalización de capitales hacia las actividades industriales, por la concreción de muy pocos proyectos que por su naturaleza pudieran alterar sustancialmente la productividad agregada del sector y, en otro plano, por una `reorganización´ del mercado laboral, sólo puede ser explicado a partir de la incidencia efectiva de las distintas formas que adoptó esta `reorganización´ del mercado (creciente intensidad en el uso de una fuerza de trabajo redimensionada a partir de su disminución permanente, prolongación de la jornada de trabajo, cercenamiento de conquistas laborales relativas a las condiciones de trabajo y otro conjunto de mecanismos `disciplinadores´ de las fuerzas laborales)”. 10 Los datos aportados por el Cuadro Nº 1 indican que en 1976 la remuneración salarial promedio de la industria disminuyó alrededor de un 33% con respecto a la vigente en 1975, estableciéndose, desde entonces, un nuevo nivel, muy inferior al que se había registrado durante los años anteriores, en torno al cual oscilaría el salario real en los años subsiguientes (siempre dentro de una tendencia decreciente en el largo plazo). Esta brusca disminución inicial del poder de compra de los asalariados fabriles es un resultado directo de –y buscado por– el primer “paquete” de medidas lanzado por Martínez de Hoz y su equipo a poco de asumir al frente de la cartera económica, el cual consistió básicamente en un congelamiento salarial por tres meses, la eliminación del sistema de control de precios y una devaluación de la moneda nacional (como era de esperar, en una economía en la que existían numerosos mercados altamente concentrados y en la que muchos precios –como los de buena parte de los denominados “bienes salario”– se encontraban “atados” al tipo de cambio, las dos últimas medidas impulsaron una disparada de la inflación que, al articularse con la primera, derivaron en una fenomenal licuación de los ingresos de los obreros del sector manufacturero). Todo ello se conjugó con una feroz represión sobre el campo popular, la mencionada eliminación de tradicionales instancias de representación de los trabajadores, la introducción de modificaciones regresivas en la Ley de Contrato de Trabajo, la supresión de las convenciones colectivas en materia salarial, etc..

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Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

totalidad de los recursos generados por la mayor productividad de la mano de obra y también de la pérdida de ingresos de los asalariados del sector.

Si bien del análisis que antecede se desprende el contenido regresivo de la aguda crisis manufacturera experimentada durante la última dictadura militar, el mismo no permite aprehender otro de sus rasgos distintivos: su naturaleza heterogénea. Ésta se deriva del hecho que en un contexto agregado de involución sectorial (con ostensibles repercusiones negativas sobre los sectores de menores dimensiones del empresariado), un conjunto acotado de grupos económicos de origen nacional y conglomerados extranjeros, lo mismo que unas pocas grandes empresas transnacionales11, lejos de sentir el impacto de la crisis y la reestructuración del sector, accedieron a una posición de privilegio.

Para aproximarse a la señalada heterogeneidad del desenvolvimiento fabril que tuvo lugar durante la etapa de implantación del “modelo financiero y de ajuste estructural”, en el Cuadro Nº 2 se presenta la información correspondiente a 1973 y 1984 de las principales variables censales desagregadas según los distintos estratos de concentración que cabe identificar en el espectro manufacturero local.

Entre esos años (signados, como se vio, por un retroceso sectorial de magnitudes considerables), las ramas fabriles en las que prevalecían estructuras de mercado altamente concentradas expandieron su incidencia en la producción sectorial (no aconteció lo propio con su aporte a los establecimientos y la ocupación globales). En efecto, entre ambos relevamientos censales las ramas altamente concentradas pasaron de explicar un 47,2% de la producción total a casi un 52% (tendencia que es explicada, en lo sustantivo, por la expansión que verificaron las ramas con pocos establecimientos). En el mismo período, las ramas medianamente concentradas y de escasa concentración (aquéllas que tienden a constituir los núcleos productivos de las empresas de menores dimensiones) perdieron, cada una, algo más de dos puntos porcentuales en su contribución a la producción agregada. 11 En este punto, cabe incorporar una breve aclaración metodológica. Tanto los grupos económicos nacionales como los conglomerados extranjeros son complejos empresarios conformados por una gran cantidad de firmas que son coordinadas por un número de directores comunes a todas ellas, poseen una propiedad accionaria también común y operan en diversas actividades económicas, no sólo industriales (de ahí que uno de los principales rasgos que caracteriza a estas unidades económicas sea una inserción estructural en la economía que presenta un alto grado de diversificación y/o de integración tanto vertical como horizontal). Las empresas transnacionales, lo mismo que sus similares de origen nacional (que en este estudio se denominan empresas locales independientes), circunscriben su ámbito operativo a un único sector (no obstante lo cual, pueden presentar cierto grado de integración vertical y/u horizontal de sus actividades). Así, aquellas firmas pertenecientes a un conglomerado económico (sea de origen nacional o extranjero) actúan sobre la base de una estrategia empresarial que necesariamente debe tomar en cuenta al conjunto de la economía argentina y no sólo a un sector de actividad, como es el caso de la estrategia de una firma industrial (tanto nacional como extranjera) no integrada a estructuras empresarias de tipo conglomeral. En consecuencia, existen mayores semejanzas –tanto estructurales como de comportamiento– entre los grupos económicos nacionales y los conglomerados extranjeros, que entre los primeros y las firmas locales independientes, o que entre los segundos y las empresas transnacionales. Este enfoque analítico ha probado ser sumamente útil para estudiar el desempeño de las grandes firmas que actúan en la Argentina a partir de la interrupción del régimen de acumulación sustitutivo. Al respecto, pueden consultarse, entre otras, las investigaciones de Arceo y Basualdo (1999); Azpiazu (1997); Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004); Azpiazu, Basualdo y Schorr (2000a); Basualdo (1996, 2000a y 2005); Castellani (2004); Kulfas y Schorr (2000); y Schorr (1999).

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Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

Cuadro Nº 2 Argentina Distribución de las ramas, los establecimientos, la ocupación y la producción industriales según estratos de concentración, 1973-1984 (en valores absolutos y porcentajes)

Cant. de ramas Establecimientos Ocupación Producción 1973 1984 1973 1984 1973 1984 1973 1984

Ramas altamente concentradas(1) 92 94 11,0 10,9 33,6 31,4 47,2 51,8 - con pocos establecimientos 23 33 0,5 0,6 8,4 7,5 20,0 24,4 - con muchos establecimientos 69 61 10,5 10,2 25,2 23,9 27,2 27,5 Ramas medianamente concentradas (2) 55 58 26,4 31,8 30,4 34,4 32,2 30,0 Ramas escasamente concentradas(3) 25 20 62,7 57,4 36,1 34,2 20,6 18,1 Total 172 172 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 (1) Ramas en las que los primeros ocho establecimientos explican más del 50% de la producción global (“con pocos establecimientos”: menos de 40 unidades productivas; “con muchos establecimientos”: 40 o más unidades productivas). (2) Ramas en las que los primeros ocho establecimientos explican entre el 25% y el 50% de la producción global. (3) Ramas en las que los primeros ocho establecimientos explican menos del 25% de la producción global. Fuente: Elaboración propia en base a Azpiazu (1998a); y CEPAL (1988).

Ahora bien, detrás de la consolidación estructural de las formas de mercado de elevada

oligopolización subyace otro fenómeno tan o más importante, que se encuentra estrechamente asociado al contenido clasista del proyecto refundacional de la Argentina de los genocidas militares y de sus bases de sustentación en el campo social: una acentuada reconfiguración del poder económico industrial. Con el propósito de aprehender las características de este proceso, en el Cuadro Nº 3 se pueden visualizar las principales modificaciones verificadas en la composición de la cúpula empresaria del sector entre 1976 y 198312.

Entre esos años las empresas de la elite fabril pertenecientes a grupos económicos de capital nacional y extranjero incrementaron en forma significativa su participación relativa en las ventas totales: mientras que en 1976 estas dos tipologías dieron cuenta, en conjunto, de un 40,6%, en 1983 explicaron un 57,9%. La contracara de esta expansión es la retracción experimentada por las compañías estatales y las firmas extranjeras no integradas a conglomerados económicos en el medio doméstico: las primeras redujeron su peso en la facturación global en once puntos porcentuales, declinación que para las segundas fue de casi siete puntos porcentuales13.

12 Se trata de las cien empresas de mayor facturación anual del país que se desenvuelven en el sector manufacturero. En función de las consideraciones realizadas en la nota anterior, este universo de firmas fue clasificado en función del cruce entre dos dimensiones analíticas: a) la nacionalidad de los accionistas y b) si la compañía forma parte –o no– de un grupo económico. Así, además de las empresas estatales se reconocen cinco tipos de firma: 1) las que pertenecen a un grupo económico nacional (GGEE); 2) las que son propiedad de accionistas extranjeros y que en el nivel local se integran a un conglomerado de empresas (CE); 3) aquellas cuyos dueños son argentinos pero que no constituyen un grupo económico (ELI); 4) aquellas que son controladas por capitales extranjeros pero que no forman un grupo económico en el país (ET); y 5) aquellas cuyo capital accionario es controlado por una asociación entre las formas de propiedad antes mencionadas. 13 Como surge del Cuadro Nº 3, en el período analizado la –reducida– participación de las asociaciones y las empresas locales independientes en la facturación global de la cúpula fabril prácticamente no se modificó.

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Cuadro Nº 3 Cúpula empresaria industrial de la Argentina Evolución de la cantidad de empresas y de la estructura porcentual de las ventas según tipo de propiedad, 1976-1983 (en valores absolutos, porcentajes y puntos porcentuales)

1976 1983 Variación 1976/1983

Empresas Ventas Empresas Ventas Empresas Ventas Estatal 13 34,3 6 23,4 -7 -11,1 GGEE 22 19,4 32 26,7 +10 +7,3 ELI 13 5,4 12 5,5 -1 0,1 ET 30 19,4 22 12,6 -8 -6,8 CE 21 21,2 26 31,2 +5 +10,0 Asoc. 1 0,3 2 0,7 +1 +0,4 Total 100 100,0 100 100,0 - -

Estatal: Empresas propiedad del Estado argentino; Asoc.: Empresas propiedad de una asociación entre dos o más firmas; GGEE: Empresas propiedad de un grupo económico nacional; CE: Empresas propiedad de un conglomerado extranjero; ELI: Empresas locales independientes (no integran un grupo económico); ET: Empresas transnacionales (no integran un conglomerado extranjero). Fuente: Elaboración propia en base a información de la revista Prensa Económica.

Las evidencias disponibles indican que en la explicación del retroceso relativo de las

firmas propiedad del sector público confluyeron una caída en la cantidad de empresas dentro del panel de las cien líderes del sector y una importante transferencia de excedente desde el Estado hacia, fundamentalmente, las compañías privadas pertenecientes a los principales grupos económicos locales a partir del aumento en el volumen físico de la producción y de una disminución en sus precios relativos14. En el caso de las empresas transnacionales concurren varios procesos entre los que interesa destacar dos: a) la caída en las ventas globales a raíz de la crisis verificada en las actividades en las que estas firmas tenían una relevante gravitación relativa (tal el caso de varias metalmecánicas, en especial las que conformaban la industria automotriz); y b) la repatriación de capitales foráneos que tuvo lugar durante esos años como producto del deterioro fabril (téngase en cuenta que, a diferencia de las extranjeras que se integran a holdings empresarios, estas compañías no tenían una inserción de carácter multisectorial en la economía doméstica que les permitiera compensar –siquiera parcialmente– la caída en los respectivos niveles productivos en el ámbito industrial)15.

14 A partir de esta constatación Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004) concluyen: “Diversos motivos pueden explicar esta disparidad: se quiso perjudicar directamente a las empresas estatales en beneficio de la actividad no estatal o se pretendió disminuir el ritmo de crecimiento de la inflación controlando la presión que sobre ella ejercían los precios de las firmas estatales conjugando esta política con un subsidio implícito a los grandes demandantes de los bienes, en general intermedios, que el Estado produce”. 15 De acuerdo a la información con que se cuenta, la crisis desencadenada a comienzos de la década de los ochenta provocó un severo redimensionamiento industrial asociado a la quiebra y el cese de actividad de numerosas empresas, así como a la fusión, la transferencia y la absorción de firmas y establecimientos productivos. Este proceso involucró también a las compañías extranjeras, ya que muchas de ellas, líderes en sus respectivos sectores manufactureros, cesaron sus actividades en el país o fueron transferidas a otros capitales locales o foráneos (tales los casos de, a simple título ilustrativo, General Motors y Citroen en la industria

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Por su parte, entre los principales factores que permiten dar cuenta de la creciente incidencia dentro de la cúpula del poder económico manufacturero (y, más ampliamente, del conjunto de la economía argentina) de las formas conglomerales de organización de la propiedad sobresalen los siguientes:

• la puesta en práctica por parte de los propietarios de estas unidades económicas de una estrategia de integración y diversificación en línea con el proceso de reestructuración económica en curso, lo que les permitió, entre otras cosas, participar en las actividades más rentables del período en una etapa caracterizada por importantes fluctuaciones de los precios relativos (por ejemplo, en la “bicicleta financiera”)16; reasignar el excedente entre las firmas integrantes del grupo económico con la finalidad de transferir recursos desde las empresas en mejores condiciones económicas y financieras hacia las que presentaban mayores problemas de sustentación (como lo fueron muchas del sector industrial en los momentos más agudos del proceso “desindustrializador”); y acceder a niveles diferenciales de actividad a partir de la realización de operaciones de compra-venta de insumos y/o productos entre firmas relacionadas;

• el acceso a diversos beneficios extraordinarios extraídos del aparato estatal como, entre los más relevantes, los subsidios ligados a la promoción industrial, la política de compras estatales, el discrecional manejo de los precios relativos de las empresas públicas, las privatizaciones periféricas y, desde comienzos del decenio de los ochenta, la estatización del endeudamiento externo privado y la licuación de la deuda interna; y

• la posibilidad de ganar porciones crecientes de mercado en diversas ramas manufactureras a raíz de la intensa centralización del capital que se verificó durante el período analizado y del automotriz, Olivetti en máquinas de oficina, Duranor en la producción petroquímica, y Sudamtex en la actividad textil). Sobre el particular consúltese Azpiazu (1995a); Azpiazu y Kosacoff (1985); Basualdo (1984); y Basualdo, Lifschitz y Roca (1988). 16 A partir de 1979 se verificó un notable crecimiento de la deuda externa tanto pública como privada, proceso que pone en evidencia los cambios verificados en el ciclo de acumulación de los actores económicos predominantes y, en ese marco, la funcionalidad del comportamiento estatal respecto de sus intereses. A favor del importante diferencial existente entre las tasas de interés locales e internacionales (las primeras eran mucho más elevadas que las segundas, como resultado de, entre otros factores, la abundante liquidez de capitales en el nivel mundial y, en el ámbito interno, la vigencia de la garantía estatal de los depósitos y la toma de deuda por parte del Estado), los principales grupos económicos se endeudaron en el exterior e ingresaron las divisas al país para colocarlas en la plaza financiera. Esta operatoria les redituó cuantiosas ganancias –tanto en pesos como en “moneda dura”, producto de la apreciación cambiaria resultante de la “tablita”– que posteriormente, en su gran mayoría, fueron remitidas al extranjero (lo cual resultó posible por las divisas aportadas por el endeudamiento externo del sector público). De allí que la contracara del incremento de la deuda externa haya sido una suba considerable en el stock de activos de residentes locales en el exterior. Esta dinámica funcionó hasta mediados de 1981, cuando en el marco de la crisis se decidió devaluar la moneda nacional, lo cual generó que el sistema financiero y muchos conglomerados empresarios estuvieran al borde del colapso. La “solución” fue la puesta en marcha de diferentes regímenes de seguro de cambio para permitir a los deudores privados locales el repago de sus pasivos externos. Si bien dicho seguro incluía una tasa de interés, la inflación y las posteriores devaluaciones la fueron licuando y en los hechos se produjo la estatización de la deuda externa privada. Se trató de una fenomenal transferencia de recursos públicos hacia los sectores más concentrados del capital. Basta con mencionar, en tal sentido, que sólo treinta grupos económicos nacionales y algo más de cien grandes empresas transnacionales concentraban aproximadamente el 65% de la deuda externa privada. Un análisis pormenorizado de estos procesos puede encontrarse en Basualdo (1987 y 2005); Feldman y Sommer (1984); y Schvarzer (1982).

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retroceso experimentado por amplias capas del empresariado, sobre todo las de menor tamaño y poderío económico, las que ante el brusco cambio acaecido en los niveles macro y mesoeconómicos (y la reconversión económica a él asociada), se vieron forzadas a desplegar conductas microeconómicas netamente defensivas (quiebras, cierres de empresas, levantamiento de líneas de producción, cese de actividades en el ámbito fabril y repliegue hacia otros sectores económicos, etc.).

De allí en más estos grandes capitalistas pasarían a detentar una enorme capacidad para definir y condicionar la trayectoria de la economía nacional, no sólo por ser propietarios de muchas de las principales empresas industriales, sino por controlar conglomerados de firmas que se desenvuelven en los más diversos sectores de la actividad económica. Al respecto, cabe incorporar una breve digresión. Las evidencias analizadas no permiten captar en toda su dimensión y agudeza los procesos de concentración económica y centralización del capital verificados en los años formativos del “modelo financiero y de ajuste estructural”. Ello, porque dada la naturaleza de la información básica utilizada, no se está computando una considerable porción del excedente apropiado por esta fracción de clase por efecto de la consolidación de un proceso de transición desde una estrategia de valorización productiva con base industrial y de realización en el mercado interno, hacia otra estructurada en torno de la valorización financiera y con fuerte orientación hacia el sector externo (tanto desde el punto de vista de la cuenta corriente como de la cuenta capital de la balanza de pagos).

En palabras de Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004): “Si se analiza el destino del excedente apropiado por dichos capitales, se podría comprobar que una parte minoritaria de este se orientó a las nuevas inversiones productivas vinculadas, en la mayoría de los casos, al aprovechamiento de los beneficios otorgados por el Estado. La porción más significativa se destinó, esencialmente, a inversiones en el sector financiero, en la construcción residencial y en otros servicios y bienes vinculados a la demanda de los sectores de altos ingresos, no afectados por la apertura de la economía. Por otra parte, esta última alentó las transferencias de excedente al exterior, lo cual internacionalizó la reproducción ampliada del capital de estas fracciones dominantes. Esta dinámica de acumulación integrada estrechamente al mercado financiero internacional brindó también una nueva forma indirecta de apropiación de excedentes: la transferencia al Estado de gran parte de su significativo endeudamiento externo”17.

A los efectos de complementar los desarrollos previos, en los Cuadros Nº 4 y 5 se desagrega la información referida a la producción industrial relevada en el Censo Nacional Económico de 1985 (datos de 1984) para los establecimientos de más de cien ocupados según tipo de propiedad, estratos de concentración y destino final de los bienes elaborados. Se trata de una perspectiva que arroja interesantes elementos de juicio adicionales en relación con las bases productivas sobre las que se estructuró la expansión fabril de los grupos económicos nacionales y los conglomerados extranjeros durante la dictadura militar de 1976-1983.

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Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

Cuadro Nº 4 Argentina Estructura de la producción generada por los establecimientos industriales de más de 100 ocupados según estratos de concentración y tipo de propiedad, 1984 (en millones de pesos argentinos de 1984 y porcentajes)

Ramas altamente

concentradas(1)

(%) Ramas medianamente concentradas(2)

(%) Ramas escasamente

concentradas(3)

(%) Total (%)

Estatal 512.606,4 32,0 6.103,0 1,6 6.869,2 4,3 525.578,6 24,7 97,5 1,2 1,3 100,0

GGEE 425.689,6 26,6 110.151,8 29,8 23.921,1 14,9 559.762,5 26,3 76,0 19,7 4,3 100,0

ELI 175.276,4 10,9 165.767,9 44,8 86.767,6 54,1 427.811,9 20,1 41,0 38,7 20,3 100,0

ET 167.227,8 10,4 54.644,2 14,8 25.288,5 15,8 247.160,5 11,6 67,7 22,1 10,2 100,0

CE 317.018,5 19,8 31.765,5 8,6 17.645,8 11,0 366.429,8 17,2 86,5 8,7 4,8 100,0

Asoc. 3.736,8 0,2 1.466,0 0,4 0,0 0,0 5.202,8 0,2 71,8 28,2 0,0 100,0

Total 1.601.555,5 100,0 369.898,4 100,0 160.492,2 100,0 2.131.946,1 100,0 75,1 17,4 7,5 100,0

Estatal: Empresas propiedad del Estado argentino; Asoc.: Empresas propiedad de una asociación entre dos o más firmas; GGEE: Empresas propiedad de un grupo económico nacional; CE: Empresas propiedad de un conglomerado extranjero; ELI: Empresas locales independientes (no integran un grupo económico); ET: Empresas transnacionales (no integran un conglomerado extranjero). (1) Ramas en las que los primeros ocho establecimientos explican más del 50% de la producción global. (2) Ramas en las que los primeros ocho establecimientos explican entre el 25% y el 50% de la producción global. (3) Ramas en las que los primeros ocho establecimientos explican menos del 25% de la producción global. Fuente: Elaboración propia en base a tabulados especiales del Censo Nacional Económico, 1985.

Cuadro Nº 5 Argentina Estructura de la producción generada por los establecimientos industriales de más de 100 ocupados según naturaleza del bien elaborado y tipo de propiedad, 1984 (en millones de pesos argentinos de 1984 y porcentajes)

Bienes de consumo no

durable

(%) Bienes de consumo durable

(%) Bienes intermedios

(%) Bienes de capital

(%) Total (%)

Estatal 7.862,5 1,3 9.271,0 4,0 488.334,0 42,0 20.111,1 15,9 525.578,6 24,7 1,5 1,8 92,9 3,8 100,0

GGEE 184.006,8 30,2 52.098,1 22,4 293.986,7 25,3 29.670,9 23,4 559.762,5 26,3 32,9 9,3 52,5 5,3 100,0

ELI 277.038,8 45,5 27.198,9 11,7 100.115,4 8,6 23.458,8 18,5 427.811,9 20,1 64,8 6,4 23,4 5,5 100,0

ET 58.364,2 9,6 45.847,4 19,7 105.180,8 9,0 37.768,1 29,8 247.160,5 11,6 23,6 18,5 42,6 15,3 100,0

CE 80.180,9 13,2 98.003,8 42,2 172.614,3 14,8 15.630,8 12,3 366.429,8 17,2 21,9 26,7 47,1 4,3 100,0

Asoc. 1.466,0 0,2 0,0 0,0 3.736,8 0,3 0,0 0,0 5.202,8 0,2 28,2 0,0 71,8 0,0 100,0

Total 608.919,2 100,0 232.419,2 100,0 1.163.968,0 100,0 126.639,7 100,0 2.131.946,1 100,0 28,6 10,9 54,6 5,9 100,0

Estatal: Empresas propiedad del Estado argentino; Asoc.: Empresas propiedad de una asociación entre dos o más firmas; GGEE: Empresas propiedad de un grupo económico nacional; CE: Empresas propiedad de un conglomerado extranjero; ELI: Empresas locales independientes (no integran un grupo económico); ET: Empresas transnacionales (no integran un conglomerado extranjero). Fuente: Elaboración propia en base a tabulados especiales del Censo Nacional Económico, 1985.

17 Sobre estos temas consúltese también Basualdo (2003); Damill y Fanelli (1989); y Ortiz y Schorr (en prensa).

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Capítulo 1. El fin de la sustitución de importaciones y la génesis del “modelo financiero y de ajuste estructural” (1976-1983)

Los datos proporcionados por los Cuadros de referencia permiten concluir que a comienzos de la década de los ochenta:

• gran parte de la producción elaborada en los grandes establecimientos manufactureros que eran propiedad de estos segmentos del bloque de poder económico provenían de ramas altamente concentradas (76% en el caso de los grupos nacionales y 86,5% en el de los foráneos)18;

• dentro de este estrato de concentración las fábricas pertenecientes a holdings nacionales constituían la segunda tipología en cuanto a su significación en la producción total (26,6% frente a un 32% de las que eran de propiedad estatal), mientras que las de los conglomerados extranjeros ocupaban el tercer puesto con un aporte de casi el 20%;

• en el ámbito de las ramas mediana y escasamente concentradas el liderazgo era ejercido por los establecimientos que eran propiedad de firmas nacionales no integradas a formas conglomerales de organización; en el primer caso, los grupos de origen doméstico ocupaban la segunda posición del ranking y los extranjeros la cuarta y, en el segundo, los puestos eran, respectivamente, el tercero y el cuarto;

• en términos sectoriales la dinámica de acumulación de los grupos económicos locales que integraban la cúspide del poder económico fabril pivoteaba, en lo sustantivo, alrededor de la elaboración de insumos intermedios y de bienes de consumo no durable (de conjunto, algo más de un 85% de la producción total de esta tipología empresaria), mientras que la de los conglomerados extranjeros lo hacía sobre esas actividades y también sobre la producción de bienes de consumo durable (en conjunto, casi un 96% de la producción global)19; y

• en tales sectores los establecimientos pertenecientes a grupos económicos nacionales siempre ocuparon el segundo puesto en términos de su contribución a la producción total, mientras que los de los conglomerados extranjeros alternaron entre el primero (duraderos de consumo) y el tercero (no durables de consumo e intermedios).

En definitiva, el conjunto de los desarrollos previos permite concluir que durante los años de la última dictadura militar se produjo en el ámbito industrial (y en el conjunto de la economía) una muy acentuada redistribución del ingreso desde los asalariados hacia los no asalariados mediante, entre otras cosas, la caída del salario real, el deterioro de las condiciones laborales y el aumento en la extensión y la intensidad de la jornada de trabajo. 18 Del Cuadro Nº 4 se concluye que, con la excepción de las empresas locales independientes, en todas las tipologías empresarias el grueso de la producción provenía de ramas caracterizadas por su estructura oligopólica. 19 En el caso de los grupos económicos, en el ámbito de los bienes intermedios tenían un peso significativo las industrias básicas de hierro y acero y de metales no ferrosos, y la fabricación de cámaras y cubiertas; mientras que en el de los no duraderos de consumo predominaban la producción de tejidos de fibra sintética, la elaboración y la refinación de aceites y grasas vegetales y de azúcar, la impresión de diarios y revistas, la matanza de ganado y la preparación y conservación de carne, y la fabricación de calzado de tela. En el caso de los conglomerados extranjeros, en el campo de los insumos intermedios prevalecían las industrias refinadoras de petróleo; en el de los durables de consumo la fabricación y el armado de automotores; y en el de los no duraderos la elaboración de cigarrillos, y la fabricación de medicamentos y productos farmacéuticos.

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Sin embargo, ello no da cuenta de la totalidad de los cambios registrados, ya que entre los empresarios hubo sectores fuertemente perjudicados por la crisis socio-económica en general, y fabril en particular (los pequeños y medianos), mientras que otros se beneficiaron con ella: las firmas oligopólicas, dentro de las cuales también se produjeron rupturas significativas que dieron lugar a una nueva fisonomía del poder económico. En efecto, aquellos capitales oligopólicos que controlaban pocas empresas y mercados, con escaso grado de integración y/o diversificación, tendieron a perder importancia en el agregado sectorial. Por el contrario, un conjunto acotado de grandes grupos empresarios aumentó su poderío económico y el control que ejercía sobre un amplio espectro de mercados (tales los casos de Acíndar, Agea/Clarín, Alpargatas, Arcor, Astra, Bagó, Bemberg, Bridas, Bunge y Born, Celulosa Argentina, Fate/Aluar, Fortabat, Garovaglio y Zorraquín, Ledesma, Macri, Pérez Companc, Roggio, Soldati, Techint y Werthein)20. Todo ello, en gran medida, de resultas de la “financiarización” y la internacionalización de gran parte del excedente apropiado por estos capitales pari passu la fuerte redistribución regresiva del ingreso verificada en esta etapa, así como de la pronunciada centralización económica que tuvo lugar y de la orientación que asumió el funcionamiento del aparato estatal.

Respecto del contenido desigual y heterogéneo de la crisis y la reestructuración industrial del período, vale la pena traer a colación una de las principales conclusiones de un estudio realizado a comienzos del decenio de los ochenta: “dicho agravamiento no ha ocurrido en forma universal y monolítica, afectando por igual a todas y cada una de las ramas industriales y a las distintas empresas que componen cada sector. El signo característico de la época es el de la gran diversidad de suertes y situaciones, tanto en el sentido interindustrial como en el interempresario. No a todo el mundo le ha ido igualmente mal, observándose que registran mejor posición relativa sectores que actuaron como subcontratistas del Estado..., empresas que más rápidamente lograron diversificar su actividad hacia la importación o hacia el sector financiero, líneas de producción relativamente más intensivas en el uso de subcontratistas, etc. Aun al interior de cada rama industrial las suertes diferenciales han sido marcadamente diferentes, habiendo cambiado de manera muy sustantiva tanto las participaciones relativas de distintos grupos empresarios como la estructura de propiedad de cada industria... Pese a que el agotamiento que aqueja a obreros y empresarios es profundo, no podemos menos que reconocer que la suerte de unos y otros –tomados en forma general, y aun a sabiendas de que los mismos ocultan grandes diferencias estructurales– a lo largo de los últimos siete u ocho años ha sido diferente. Mientras que para el sector asalariado la estrategia monetarista significó una profunda caída, tanto en el salario real como en la participación relativa en el producto –pérdida que los reajustes posteriores nunca alcanzaron a recuperar–, para los sectores empresarios toda esta última etapa implicó suertes muy diversas en lo que a

20 De allí que la “desindustrialización” que sufrió la Argentina en este período no debería ser vista como un proceso de naturaleza anti-industrial, dado que una parte significativa de la expansión de las nuevas fracciones dominantes proviene de haber mantenido o incluso aumentado su ya significativa presencia en la actividad fabril.

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la empresa industrial en sí se refiere, pero no necesariamente deterioros de magnitud en patrimonios personales” (Katz, 1983)21.

Atento a los objetivos estratégicos perseguidos por los militares, los cuadros orgánicos comandados por Martínez de Hoz y las fracciones de la clase dominante que sustentaron a ambos, no sólo resultaba decisivo que la reestructuración económica con eje en la “desindustrialización” se verificara en el marco de una crisis de magnitudes considerables, una significativa redefinición de los liderazgos empresariales y una drástica alteración de la relación trabajo-capital. También, y por las mismas razones, era imprescindible redefinir el perfil estructural de la industria manufacturera doméstica. Desde la óptica de estos integrantes y representantes de los sectores dominantes locales, ello debía ser así dadas la supuesta “ineficiencia” de numerosas ramas fabriles respecto al mercado internacional y las restricciones que el desarrollo de éstas le había impuesto, durante la sustitución de importaciones, a la actividad agropecuaria y a las asentadas en el procesamiento de recursos básicos. Y, más ampliamente, por las condiciones sociales y el tipo de alianzas políticas a las que daba lugar la existencia de un sector manufacturero dinámico (tanto en términos productivos como en lo que respecta a la generación de empleo), el que a pesar de sus innegables limitaciones, y a favor del importante grado de integración y diversificación que lo caracterizaba, a comienzos de la década de los setenta había logrado sentar las bases estructurales para, entre otras cuestiones relevantes, amortiguar sobremanera los tradicionales “cuellos de botella” del sector externo, con los consiguientes beneficios en materia de autonomía nacional.

Sobre la base de este diagnóstico, el propósito de Martínez de Hoz y su equipo fue el de compatibilizar la especulación financiera (aprovechando la enorme liquidez existente en el mercado internacional derivada del shock petrolero de comienzos de la década) con la expansión de los sectores agropecuario, pesquero, energético y minero, así como de algunas pocas actividades industriales muy ligadas al aprovechamiento de la abundante –y fuertemente concentrada en términos de propiedad– dotación local de recursos naturales. Todo esto conforme al principio de las ventajas comparativas estáticas, por el cual cada país debería especializarse en la elaboración de aquellos bienes cuya producción le resultara menos costosa (según se argumentaba apelando a muchos más mitos que realidades, la explotación de estas ventajas “le había hecho muy bien al país” durante el modelo primario-exportador que había estado vigente entre, aproximadamente, 1880 y 1930, de lo cual se seguía que la historia debía repetirse). Al decir del propio Ministro de Economía, la apertura económica (tanto comercial como financiera) permitiría “no sólo la competencia sino una

21 Sobre las asimetrías y las heterogeneidades que subyacen al desenvolvimiento de la industria local durante el período 1976-1983 (tanto en el nivel de las distintas ramas como de los diferentes segmentos empresarios), así como los principales factores explicativos de las mismas, consúltese además Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004); y Gatto, Gutman y Yoguel (1987).

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mayor especialización en la eficiencia y aprovechar las ventajas de la moderna división internacional del trabajo”22.

De allí que junto con un considerable achicamiento relativo del sector vis-à-vis el conjunto de la economía, otro de los legados críticos del programa económico instrumentado durante la última dictadura militar (en especial hasta los primeros meses de 1981 –en marzo de ese año se produce el recambio presidencial y el reemplazo de las autoridades económicas–) haya sido una marcada reprimarización del tejido manufacturero y una ostensible “simplificación productiva” derivada del debilitamiento y/o la destrucción de núcleos estratégicos de diversas cadenas productivas (con la consiguiente caída en el grado de integración nacional de la producción).

En este sentido, si bien la inestabilidad generalizada de los mercados industriales, alentada y favorecida por la intensidad asumida por las permanentes modificaciones en la estructura de precios relativos resultantes de las diferentes medidas de política implementadas, emerge como un denominador común al desenvolvimiento de los mismos en el período 1976-1983, las evidencias disponibles permiten identificar: a) una marcada retracción de varias de las actividades que habían dinamizado el crecimiento fabril durante las distintas etapas por las que había atravesado el régimen sustitutivo, en muchas de las cuales tenía una presencia difundida un número considerable de empresas de pequeño y mediano porte (tales los casos de, a título ilustrativo, diversas industrias elaboradoras de textiles e indumentaria, de madera y muebles, y, con particular intensidad, la producción metalmecánica en general, y la de bienes de capital en particular)23; y b) una mejor performance relativa de las agroindustrias y de sectores procesadores de celulosa y papel, productos químicos, minerales no metálicos y metales básicos, en los cuales, como se analizó, los grupos económicos que pasaron a ejercer el centro del bloque de poder económico local tenían una participación sumamente importante, al tiempo que conformaban los ejes articuladores de su proceso de acumulación y reproducción ampliada del capital en el nivel industrial24/25.

22 Extracto del discurso pronunciado por Martínez de Hoz en el Acto Inaugural de la Primera Conferencia sobre Modernización Industrial realizada el 17/11/80 (planteos de esta índole pueden encontrarse también en Martínez de Hoz, 1981). Al respecto, no puede prescindirse de la opinión que merece este tipo de interpretaciones de la teoría de las ventajas comparativas para Olivera (1977): “Resulta evidente pues que quienes juzgan sobre la ineficiencia de nuestras industrias comparando simplemente sus costos reales con los que prevalecen en otros países aplican, seguramente sin proponérselo, principios de comercio colonial y no comercio internacional”. Sobre la orientación ideológico-conceptual del Ministro de la cartera económica y su equipo, véase Canitrot (1980 y 1982); Heredia (2004); Müller (2000); Schvarzer (1986); y Sourrouille (1982). 23 Sin duda, la declinación experimentada por la industria local de equipamiento (que a comienzos de la década de los setenta había logrado, con no pocas complicaciones, acceder a un relativamente importante grado de maduración y diversificación), constituye un indicador elocuente de la magnitud y las características de la regresión fabril experimentada durante la dictadura militar. Al respecto, consúltese Azpiazu, Basualdo y Nochteff (1988 y 1990); Katz (1983 y 1986); Katz y Ablin (1978); Katz y Kosacoff (1998); y Nochteff (1985). 24 Respecto de estas cuestiones, véase Acevedo, Basualdo y Khavisse (1990); Azpiazu y Khavisse (1983a); y Katz y Kosacoff (1989).

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En otras palabras, el avance hacia una estructura fabril especializada en ramas ubicadas, en la generalidad de los casos, en las primeras etapas del procesamiento manufacturero, dedicadas a la elaboración de commodities de escaso dinamismo en el mercado mundial, caracterizadas por una elevada relación capital/trabajo por unidad de producto, por el predominio de estructuras de mercado altamente concentradas y por encontrarse estrechamente asociadas a la explotación de recursos básicos y/o al aprovechamiento de los regímenes de promoción industrial puestos en práctica durante esta etapa26/27.

Este proceso contrasta con lo sucedido en muchos países periféricos, en los cuales por entonces se aplicaron activas y sostenidas políticas de fomento y protección a industrias consideradas prioritarias y estratégicas por parte de las autoridades gubernamentales (por su aporte a la creación de empleo y cadenas de valor, a la formación de capital, su contribución en materia de investigación y desarrollo, de generación de divisas, etc.); actividades que no casualmente, en su mayoría, en los años subsiguientes conformarían las “rutas” más promisorias y dinámicas del comercio internacional de manufacturas. Ello, mientras en la Argentina se agredía a sectores de una enorme potencialidad que si bien en algunos casos 25 Estos disímiles desenvolvimientos sectoriales (y su correlato: una marcada “simplificación” del aparato manufacturero) constituyen un importante elemento explicativo de la brusca contracción que experimentó la ocupación fabril durante la última dictadura militar. En este sentido, Gatto, Gutman y Yoguel (1987) apuntan: “Los cambios en la estructura industrial implican... diferentes contenidos de procesos productivos de trabajo. Mientras los nuevos sectores se caracterizan, en general, por ser procesos de transformación continuos, de series productivas muy largas, capital intensivos con mecanización y automatización rígida, de limitados requerimientos de insumos y partes, relativamente `commodities´ en el plano comercial y de baja demanda de personal calificado directo e indirecto (ingeniería, desarrollo de productos, etc.); los sectores mecánicos que retrocedieron... tienen algunas características casi opuestas: discontinuos, series cortas o a pedido (por ejemplo, bienes de capital o industria naval), fuertes demandantes de trabajo calificado directo o de integración de partes a partir de una desagregada cadena de proveedores, dirigidos a mercados restringidos, etc.”. 26 Las características de los distintos regímenes de promoción industrial aplicados en los años bajo análisis se pueden encontrar, entre otros, en los trabajos de Azpiazu (1987, 1988 y 1993); Azpiazu y Basualdo (1990); Castellani (2004); Ferrucci (1986); Gatto, Gutman y Yoguel (1987); y Schvarzer (1987). Para una perspectiva histórica, consúltese Altimir, Santamaría y Sourrouille (1967); y Rougier (2004). 27 En un trabajo reciente en el que se analiza la evolución del comercio exterior argentino en las últimas décadas, Musacchio (2004) plantea la relación existente entre la orientación y los principales impactos agregados de la política económica instrumentada durante el último régimen dictatorial y el tipo de perfil manufacturero que se tendió a consolidar: “la lógica financiera se basó en tres componentes que conspiraron contra la consolidación de la expansión de las exportaciones: a) una evolución espasmódica de corto plazo, b) un tipo de cambio que mantuviera sobrevaluado el peso e inflara las ganancias en dólares y c) tasas de interés crecientes que reflejaban el aumento del riesgo, elevaban el costo financiero y potenciaban la especulación. Bajo estas condiciones, las ventajas comparativas no sólo quedaban determinadas por la competitividad microeconómica, sino también por la propia política interna. La apreciación cambiaria reducía artificialmente la competitividad, mientras que las altas tasas de interés afectaban la disponibilidad del crédito pero, sobre todo, actuaban como imán para atraer recursos. A la hora de decidir la asignación de recursos, la viabilidad de las actividades productivas se encontraba determinada más decididamente por la alta rentabilidad financiera que por su rentabilidad absoluta, de manera que sólo aquellos sectores que aseguraran ganancias extraordinarias o tuvieran regímenes de protección o promoción especiales estaban en condiciones de mantenerse en pie. Bajo estas condiciones, el abanico de actividades que podían `expresar´ sus ventajas comparativas macroeconómicas quedaba seriamente limitado por la desventaja cambiaria y por la especulación financiera. Por ese motivo, la concentración sectorial de las exportaciones se acentuó mucho más de lo que potencialmente podía ofrecer el país, con el agravante de que, al ser la etapa `formativa´ del modelo, su basamento quedó extremadamente comprimido y limitó la capacidad de expansión posterior”.

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tenían un desarrollo incipiente, el mismo no era despreciable dadas, entre otras cosas, su corta “historia madurativa” y las dimensiones del mercado interno (como, por ejemplo, la electrónica de consumo e industrial)28. Si bien se analiza más adelante, cabe aquí señalar que la reprimarización del aparato industrial y la “desindustrialización” verificadas durante la emergencia del “modelo financiero y de ajuste estructural” constituyeron el puntapié inicial del proceso de rezago relativo de la Argentina vis-à-vis los países desarrollados y varios de los que conforman la periferia (tendencia que se profundizaría a niveles muy marcados durante los sucesivos gobiernos democráticos en forma simultánea con la consolidación de la “globalización”).

En tal sentido, debe tenerse presente que, como destaca Arceo (2004 y 2005), a mediados del decenio de los setenta la Argentina estaba potencialmente en condiciones de ocupar –con una adecuada estrategia tendiente a incrementar las ventajas dinámicas adquiridas tras largos y complejos años de industrialización sustitutiva y a profundizar su penetración en el mercado mundial de manufacturas– un lugar en la división internacional del trabajo de características asimilables a las de algunos países del sudeste asiático en la actualidad (aunque probablemente alcanzando tasas de crecimiento inferiores a las de los mismos). En esas condiciones, el programa reprimarizador y “desindustrializador” de la dictadura era necesariamente un programa de regresión cuyos resultados no deberían sorprender.

En síntesis, las consideraciones que anteceden permiten concluir que a comienzos de la década de los ochenta resultaba posible trazar en el ámbito industrial un claro “mapa” de ganadores y perdedores, tanto en términos sectoriales como en el de los actores económico-sociales, y que el mismo era el resultado de los profundos cambios sobrevenidos en la economía y la sociedad argentinas por efecto, fundamentalmente, de las diversas medidas de política (no sólo económica) aplicadas a sangre y fuego entre 1976 y 1983. Así, entre las principales “herencias” que recibiría la naciente democracia figuraban:

• un nuevo esquema de funcionamiento del capitalismo doméstico que, asentado sobre una distinta inserción internacional del país, le depararía al sector manufacturero un lugar muy diferente al que había tenido hasta mediados de los setenta;

• un agudo proceso de “desindustrialización” y reestructuración regresiva del aparato fabril, con su correlato en un importante distanciamiento de muchos sectores fabriles respecto de la “frontera internacional”;

• un poder económico fuertemente concentrado y centralizado con un ciclo de acumulación y de reproducción ampliada del capital crecientemente diversificado y transnacionalizado (en términos industriales, muy volcado al procesamiento de recursos naturales) y, de resultas de

28 Sobre esta cuestión consúltese Azpiazu, Basualdo y Nochteff (1988); Nochteff (1985); y el Anexo Nº 1 de esta investigación.

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todo ello, con una decisiva capacidad estructural para condicionar el sendero evolutivo del proceso económico y socio-político29;

• un entramado de pequeñas y medianas empresas bastante más reducido que el existente en las postrimerías de la sustitución de importaciones y, a la vez, sumamente debilitado en términos estructurales (lo cual condicionaría sobremanera sus “márgenes de maniobra” de allí en adelante); y

• una clase trabajadora sumergida en la desocupación, la precarización laboral, la fragmentación, los bajos salarios y una muy reducida participación en el ingreso nacional.

En otros términos, el éxito del proyecto refundacional y de disciplinamiento en lo económico, lo político y lo social con el que los dictadores militares y ciertas fracciones de los sectores dominantes de la Argentina usurparon el poder en marzo de 1976.

Al respecto, a comienzos de los años ochenta, Adolfo Dorfman marcaba con notable lucidez y precisión algunos de los aspectos salientes del desigual y heterogéneo proceso de reconversión industrial operado durante esos años: “1) Es notorio el aniquilamiento de un gran número de empresas pequeñas y medianas a lo largo del espectro industrial, no todas ellas de baja eficiencia y muchas dentro del grupo metal-mecánico. 2) Junto con éstas desaparecen importantes empresas grandes, por diversas razones que no hacen a su falta de eficiencia, tales como: altos costos financieros, mercados insuficientes, fuertes avances de la competencia externa sin una aceptable gradación en el descenso de los aranceles (que había sido postulada, pero no cumplida, en los plazos previstos). 3) Se ha argumentado que se dieron casos de `desprotección selectiva´ para algunos grupos importantes, que podrían haberse mantenido en funcionamiento mediando una política crediticia o financiera puntual más favorable. 4) Se acentúa la `desnacionalización´ de la industria, tendencia que ya existía pero que fue en gran medida acelerada. 5) De igual modo, mayor predominio de nuevas inversiones extranjeras, que hacen subir rápidamente la gravitación de las empresas transnacionales a la vez que restringe la autonomía de decisión en el nivel nacional. 6) Fusiones e integraciones empresarias y crecimiento de conglomerados industriales-financieros. 7) Marcada subutilización del equipo productivo que, según estimaciones fidedignas, eleva la capacidad ociosa promedio por encima del 50% de la existente, y de la que sólo una parte es técnica y económicamente obsoleta. 8) Drástica caída del personal ocupado en las industrias, cuya reincorporación masiva no es previsible bajo ningún tipo de programa de desarrollo a mediano plazo, y que requeriría medidas extraindustriales. 9) 29 Si bien no se relaciona estrictamente con la temática abordada en este estudio, vale la pena destacar que desde comienzos de los años ochenta irrumpen dentro del bloque de poder económico de la Argentina los acreedores externos (Basualdo, 1997 y 2001; Castellani y Schorr, 2004; y Ortiz y Schorr, en prensa). En tal sentido, no puede dejar de remarcarse que dicha situación se encuentra estrechamente vinculada con el fenomenal crecimiento del endeudamiento externo por parte del Estado que se verificó durante la dictadura militar que, como se mencionó, estuvo subordinado al ciclo expansivo del capital concentrado interno (recuérdese que aquél permitió “financiar” la “bicicleta financiera” y la fuga de capitales locales al exterior, y que una parte importante de la suba experimentada por los pasivos externos del sector público se asocia con la estatización de la deuda externa privada).

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Excesiva dependencia de las exportaciones, sobre todo del tipo `no tradicional´ y eso con subsidios directos o indirectos, explícitos o implícitos. 10) Insuficiente desarrollo de las industrias de maquinaria y equipos, sobre todo en el rango de las pesadas. 11) Se revierte en muchas ramas el proceso histórico de afincamiento industrial, en su progresiva marcha hacia el origen de los insumos, produciéndose una `desradicación´; fabricantes nacionales se convierten en armadores de partes importadas o se dedican a comercializar el producto final extranjero. 12) Junto con el cierre de una cierta proporción de industria local... se asiste al desmantelamiento de una parte sustancial del aparato productivo industrial manufacturero. 13) La crisis del sector resulta así muy difundida y abarca no sólo a los bienes de consumo –entre los que los duraderos fueron castigados con particular adversidad, como también vestuario–, sino también y simultáneamente grupos básicos metal-mecánicos y químicos. 14) La mortandad empresarial se ha distribuido en forma despareja dentro del organismo industrial; se concentró especialmente en los rangos de empresas pequeñas o medianas y en aquellos sectores de la actividad más sujetos a la competencia de productos importados o con mayor atraso tecnológico, aunque no faltan ejemplos de entidades más grandes y mejor organizadas. 15) Sin embargo, se progresó en la integración vertical de ciertas ramas, como en la papelera y en la industria química, sobre todo la petroquímica, formándose polos descentralizados de desarrollo con cierto ascenso en la regionalización de la actividad manufacturera” (Dorfman, 1983).

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Capítulo 2. La profundización del “modelo financiero y de ajuste estructural” durante el primer gobierno de la reconquista de la democracia ...

Capítulo 2. La profundización del “modelo financiero y de ajuste estructural” durante el primer gobierno de la reconquista de la democracia (1983-1989)

En el marco de la pesada “herencia dictatorial”, en diciembre de 1983 el Dr. Alfonsín asumió la presidencia del país dando inicio a una nueva etapa institucional de la historia nacional. En términos generales, la gestión económica de esta administración gubernamental puede dividirse claramente en dos fases: la inicial, a cargo de Grinspun (hasta enero de 1985) y la que se desarrolló desde entonces hasta el estallido hiperinflacionario de 1989 que derivó en la asunción anticipada del Dr. Menem.

Los enfoques que guiaron las acciones durante el año 1984 procuraron reparar las nefastas consecuencias del programa refundacional de la dictadura sobre los salarios (que habían registrado una caída sin precedentes), la ocupación (que había disminuido y se había precarizado en forma pronunciada –tendencias que, como se trató en el Capítulo anterior, habían sido particularmente intensas en el ámbito manufacturero–) y la distribución del ingreso (que había empeorado notablemente). Para ello, se definió e implementó una política de ingresos que apuntó a mejorar la situación de los trabajadores e impulsar el crecimiento del mercado interno, priorizando la recuperación de la economía nacional (en particular del sector industrial) por sobre la negociación con los acreedores externos y los organismos multilaterales de crédito.

Sin embargo, las dificultades políticas que enmarcaron la gestión Grinspun y las propias inconsistencias del plan económico (asociadas a cierto “error de diagnóstico” sobre las novedades que había introducido la dictadura militar en lo que atañe a la dinámica del capitalismo local y a la relación de fuerzas entre las diferentes clases sociales y fracciones de clase resultante del nuevo cuadro estructural), conllevaron un importante incremento de la inflación. Ello, sumado a la falta de apoyo externo e interno (tanto por parte del poder económico local como desde el seno mismo del partido de gobierno), trajeron aparejada la rápida renuncia del ministro30.

30 A juzgar por el rumbo que adoptó la política económica y las prioridades que “ordenaron” a la misma, para el equipo económico comandado por Grinspun parecía seguir vigente el esquema de sustitución de importaciones, pero con un notorio agravamiento en la situación de la balanza de pagos debido al abultado endeudamiento externo. De allí que para intentar resolver dicha situación se apelara, por un lado, a buena parte de las tradicionales medidas que se solían implementar durante la industrialización sustitutiva con el propósito de pasar de una fase descendente del ciclo económico a una ascendente (básicamente la redistribución del ingreso hacia los sectores asalariados con vistas a incrementar la demanda interna y dinamizar a la actividad manufacturera) y, por otro, a la iniciación de negociaciones con los acreedores externos. Ello implicaba un esquema de alianzas sociales y políticas difícil de obtener en el marco de los profundos cambios que se habían producido durante la dictadura militar en el régimen de acumulación doméstico. En efecto, una de las principales manifestaciones del surgimiento del “modelo financiero y de ajuste estructural” fue el significativo fortalecimiento de los sectores dominantes y la creciente heterogeneización (con el consiguiente debilitamiento) de las fracciones sociales subordinadas (Villarreal, 1985), es decir, de aquellas que objetivamente debían constituirse en la base de sustentación del programa económico de Grinspun. La conjunción de todos estos factores fortaleció la capacidad

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La crisis fue “resuelta” por el gobierno radical estableciendo acuerdos con las fracciones capitalistas que habían emergido como las más exitosas durante la última dictadura militar (los grupos económicos nacionales y algunos conglomerados extranjeros con actividad en el país –por entonces estos sectores se autoproclamaban “capitanes de la industria”, aunque por su inserción estructural en la economía local y el considerable poderío económico que detentaban, parecía más ajustado a la realidad denominarlos “generales de la economía”– ), lo que implicó el reconocimiento por parte del gobierno de una nueva alianza “entre la democracia y la producción”, como la llamó oportunamente el presidente Alfonsín. Fue sobre la base de estas alianzas que se produjo la llegada de Sourrouille a la cartera económica y se lanzó el Plan Austral en junio de 198531.

En forma coincidente con el diagnóstico de Grinspun, Sourrouille reconocía que uno de los principales escollos a resolver era la “brecha externa” que se derivaba, en lo sustantivo, del abultado endeudamiento que tenía el país con el exterior; sin embargo, la superación de la misma no pasaba fundamentalmente por la renegociación de la deuda, sino por la aplicación de un programa de “ajuste heterodoxo” que sentara las bases para el despliegue de un modelo económico que pivoteara sobre las exportaciones (sobre todo las no tradicionales) y la inversión32. Ello, junto con un estricto control sobre la inflación y la “brecha fiscal”33. De esta forma, en muy poco tiempo se habían modificado los ejes de la administración del radicalismo en lo que hace a la orientación de la política económica; en ese marco, la cuestión de la distribución progresiva del ingreso (tan presente durante la corta gestión de Grinspun) quedó bastante relegada en la agenda y su lugar empezó a ser crecientemente ocupado por

de coacción de los diferentes integrantes del bloque de poder económico y, en consecuencia, complicó de modo ostensible las posibilidades de implementar una política de neto corte progresista como la impulsada por el equipo ministerial. La evolución de la inflación durante 1984 arroja interesantes elementos de juicio en cuanto al señalado poder de veto de las fracciones dominantes: en dicho año, los precios minoristas crecieron algo más de un 688% y los mayoristas casi un 626% (con la excepción de 1989, se trata de los incrementos más importantes verificados en los precios internos en el transcurso del período bajo análisis). Las diferentes limitaciones económicas y políticas de esta etapa son tratadas en Azpiazu (1991); Basualdo (2005); Damill y Frenkel (1994); Nun (1987); Pesce (2005); y Portantiero (1987). 31 Cabe destacar que los acuerdos políticos que dieron sustento al Plan Austral se facilitaron como consecuencia de las reuniones que otros ministros del gabinete y el propio Alfonsín habían comenzado a mantener con los “capitanes de la industria” a lo largo de 1984 (Acuña, 1995; Acuña y Golbert, 1990; y Ostiguy, 1990). 32 Al respecto, en un trabajo realizado poco tiempo antes de asumir al frente de la cartera económica, Sourrouille y su equipo apuntaban: “En la búsqueda de una solución al estancamiento crónico de la economía argentina y de la restricción impuesta por la deuda externa se llega al Ajuste Positivo, como la única alternativa que compatibiliza los pagos de esa deuda con el crecimiento económico. La clave del Ajuste Positivo es la expansión simultánea de las exportaciones y de la inversión. La expansión de las exportaciones, al permitir el pago de los intereses de la deuda y el aumento de las importaciones, crea las condiciones que posibilitan el crecimiento económico. La inversión hace efectivo ese crecimiento. La estrategia del Ajuste Positivo requiere el crecimiento del ahorro, no sólo en términos absolutos, sino también como proporción del ingreso” (Secretaría de Planificación de la Presidencia de la Nación, 1985). 33 Las principales características del Plan Austral son analizadas, entre otros, por Azpiazu (1991); Canitrot (1992); Damill y Frenkel (1994); Heymann (1986); y Machinea y Fanelli (1992).

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conceptos como “economía de guerra”, “ajuste”, “estabilización”, “modelo exportador”, etc.34.

Del análisis de la estrategia desplegada por el gobierno en su relación con los “generales de la economía” se desprende que una de las apuestas de fondo del equipo dirigido por Sourrouille era la de lograr que estos actores económicos predominantes repatriaran parte de los capitales que habían fugado al exterior durante la dictadura militar. Ello, fundamentalmente con vistas a reactivar la formación de capital en los sectores elaboradores de productos transables, para lo cual se destinaron cuantiosos subsidios estatales tendientes a “estimular” el crecimiento de las inversiones y de las ventas al exterior de productos industriales. Dadas las características y el sentido del mencionado viraje, no resulta casual que el Plan Austral contara inicialmente con el apoyo de los organismos multilaterales de crédito y, en el frente interno, de los principales grupos económicos de capital nacional y extranjero (Canitrot, 1992; y Ostiguy, 1990).

Sin embargo, hacia 1988, en un contexto caracterizado por ostensibles dificultades para asegurar un crecimiento sostenido de la economía y para contener la espiral inflacionaria y el desequilibrio de las cuentas públicas, y por la existencia de fuertes presiones encontradas de parte de los diferentes factores de poder35, el diagnóstico acerca de las dificultades que enfrentaba al país en materia económica sufrió un nuevo golpe de timón. Ahora, la “solución” pasaba por asumir como válido –y propio– el “recetario” que desde hacía un tiempo venían esgrimiendo los organismos multilaterales de crédito, múltiples “usinas” del pensamiento neoliberal (tanto en el nivel doméstico como en el internacional) y varios “generales de la economía”: reestructuración del Estado con eje en la privatización de empresas de propiedad estatal, la desregulación de una amplia gama de mercados (incluyendo al laboral) y un fuerte 34 El 26 de abril de 1985 el Dr. Alfonsín pronunció un discurso en el que se anunciaron algunos de los lineamientos estratégicos del cambio que se avecinaba en el rumbo de la política económica. Entre otras cosas, en esa oportunidad el presidente destacó: “Hemos heredado una situación difícil, dificilísima. Hemos heredado una economía desquiciada y un Estado devastado, lo que significa que al mismo tiempo que tenemos que operar debemos construir los instrumentos de la operación. Es absolutamente necesario que se parta de esta realidad para comprender la necesidad de realizar todos un esfuerzo, porque todos estamos sin duda demandados en estos momentos desde tres puntos de vista. En primer lugar, hay un reclamo legítimo de los sectores populares en búsqueda de reivindicaciones justas. Hay, al mismo tiempo, la necesidad de poner orden en la economía y esto ha de lograrse a través de un ajuste que va a ser duro y que va a demandar el esfuerzo de todos. Por último, hay también una tercera demanda que es la necesidad de crecimiento de la economía, porque la recesión –cuando se mantiene en el tiempo– está desesperanzando a los pueblos e impide la realización definitiva de la democracia. Es decir, en este estado difícil, frente a esta economía desangrada, tenemos que dar respuesta a requerimientos populares y, al mismo tiempo, tenemos que ordenar la economía y tenemos que crecer. Esto se llama, compatriotas, economía de guerra y es bueno que todos vayamos sacando las conclusiones... Hay que hacer la revolución primero de las expectativas y de las esperanzas en la Argentina. Tenemos que comprender para ello, si vamos a pedir el esfuerzo de todos, cuál es ese esfuerzo, y en consecuencia cuáles son las expectativas que podrán ser satisfechas. Y cuáles las que no podrán ser satisfechas. Y yo les digo hoy, en este acto, que por ejemplo no se puede esperar en este año un mejor nivel de vida, precisamente por la gravedad de esta situación. Pero les digo también que el esfuerzo será equitativo y que primero que nada pediremos el esfuerzo a los que más tienen”. Los principales discursos de Alfonsín durante los años en los que ejerció la presidencia del país están disponibles en: http://www.ucr.org.ar y http://lanic.utexas.edu/project/arl/pm/sample2/argentin/alfonsin/. 35 Sobre este tema véase Abeles (1999); Basualdo (2000a y 2001); Castellani y Schorr (2004); Gálvez (2004); Nochteff (1999); Ortiz y Schorr (en prensa); y Ostiguy (1990).

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ajuste fiscal, y apertura de la economía nacional con la finalidad de avanzar hacia un perfil productivo que reflejara “adecuadamente” las ventajas comparativas “reveladas” del país y que asignara recursos en función de la (in)eficiencia de los distintos sectores en términos internacionales36/37.

Es en el marco de estos sucesivos cambios de rumbo en la política económica (y en las alianzas sociales que le sirven de sustento) que cabe enmarcar el desenvolvimiento de la industria manufacturera local durante la Administración Alfonsín. En particular, interesa precisar algunas de las continuidades y las rupturas que se manifiestan entre esta etapa y el período 1976-1983. Con este propósito, y como una primera aproximación, en el Cuadro Nº 6 consta la evolución de las principales variables de desempeño del sector entre 1983 y 1989.

Cuadro Nº 6 Industria manufacturera argentina Evolución de los principales indicadores de comportamiento, 1983-1989 (en índice 1983=100)

Relación productividad/

Volumen físico de la producción

Obreros ocupados

Producti-vidad

laboral

Horas obrero

trabajadas

Producti-vidad

horaria

Horas trabajadas/

obreros

Salario medio real(1)

Costo medio

salarial(2) salario medio

costo medio

I II III=I/II IV V=I/IV VI=IV/II VII VIII IX=III/VII X=III/VIII

1983 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 1984 102,2 102,8 99,4 101,1 101,1 98,3 121,1 127,8 82,0 77,7 1985 91,3 99,1 92,1 93,0 98,1 93,9 96,8 100,3 95,2 91,8 1986 104,6 95,0 110,1 93,6 111,8 98,5 98,8 123,2 111,4 89,3 1987 105,9 94,0 112,7 92,0 115,1 97,9 92,9 120,2 121,3 93,8 1988 98,6 95,6 103,1 94,7 104,1 99,1 88,5 98,4 116,6 104,8 1989 90,0 88,0 102,2 85,4 105,3 97,0 79,8 81,0 128,1 126,1

(1) Salario medio nominal deflactado por el Índice de Precios al Consumidor. (2) Salario medio nominal deflactado por el Índice de Precios Mayoristas No Agropecuarios Nacionales. Fuente: Elaboración propia en base a información del INDEC, Encuesta Industrial

. Desde esta perspectiva de análisis resulta posible comprobar que entre los años de

referencia:

• el volumen físico de la producción disminuyó un 10%, aunque en dicho comportamiento recesivo pueden identificarse marcadas oscilaciones (leve crecimiento en 1984, importante contracción en 1985, recuperación en el bienio 1986-1987, y nueva y brusca declinación a partir de entonces –en 1989 los niveles productivos del agregado sectorial se ubicaban un

36 Un análisis del apoyo brindado por los principales grupos económicos del país a las reformas estructurales se puede encontrar en Beltrán (1999). 37 En las postrimerías de la Administración Alfonsín se intentó infructuosamente poner en práctica medidas con las características señaladas; no obstante, dada la creciente debilidad del gobierno (asociada tanto a cuestiones económicas –enormes dificultades para controlar la crisis– como político-sociales –bajo y decreciente apoyo popular, fuertes cuestionamientos desde el frente sindical, debilidad parlamentaria, etc.–), la mayoría de tales intentos resultó trunca (a modo de ejemplo se destacan las apuestas por privatizar varias compañías estatales –Aerolíneas Argentinas, ENTel y Somisa, entre las más importantes– , las cuales fueron bloqueadas en el ámbito parlamentario por el Partido Justicialista, o la búsqueda por avanzar en la apertura de la economía).

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15% por debajo de los registros correspondientes al punto máximo de la etapa alcanzado en 1987–)38;

• se verificó una fuerte caída en la ocupación registrada en la actividad (12%)39 y en las horas-obrero trabajadas (casi un 15%), la cual es explicada por el considerable y prácticamente ininterrumpido declive que experimentaron ambas variables a partir de 1985;

• como resultado de lo acontecido con la producción y en materia ocupacional, la productividad del trabajo registró un leve crecimiento (algo más del 2% y el 5%, según se la considere en función de la mano de obra ocupada o de las horas trabajadas, respectivamente); sin embargo, en dicho desempeño global es posible reconocer tres subperíodos: hasta 1985 (contracción), entre tal año y 1987 (incremento) y en el lapso 1988-1989 (nueva retracción);

• luego de la importante recuperación salarial verificada en 1984 (producto de la política de ingresos puesta en práctica por Grinspun y su equipo), el poder adquisitivo de las remuneraciones de los obreros manufactureros sufrió un proceso de marcada disminución, a tal punto que hacia fines del período bajo análisis el salario promedio real en el sector fue aproximadamente un 34% más reducido que en el año señalado40;

• como producto del disímil comportamiento que registraron los precios minoristas y los mayoristas, el costo medio salarial manifestó una evolución distinta a la de los salarios reales (sufrió importantes fluctuaciones), aunque en 1989, hiperinflación mediante, fue casi un 20% más bajo que en 1983; y

• acorde con la orientación de la política económica, el margen bruto de rentabilidad empresaria experimentó dos etapas diferentes: en 1984 cayó de manera considerable por efecto de la medidas redistribucionistas que impulsó el primer equipo al frente del Ministerio de Economía, mientras que a partir de 1985, una vez consumado el pacto con los principales grupos económicos y lanzado el Plan Austral, registró un paulatino crecimiento (sobre todo si se lo mide a partir del coeficiente productividad/salario promedio) y, como era de esperar,

38 Como producto de la performance agregada que registró la actividad fabril durante la gestión gubernamental de la Unión Cívica Radical se profundizó el proceso de “desindustrialización” iniciado en el período dictatorial (en términos del valor agregado generado, el sector siguió perdiendo participación en el conjunto de economía). 39 Las evidencias disponibles indican que este proceso se verificó pari passu una creciente precarización de las condiciones laborales, fenómeno que se manifestó, con sus más y sus menos, en buena parte de los sectores económicos (Cortés, 1990). 40 Sobre esta cuestión vale la pena incorporar dos breves comentarios. En primer lugar, como lo demuestra su persistencia temporal después de la reconquista de la democracia, este deprimido nivel salarial se presenta como uno de los efectos estructurales más importantes de la política económica del régimen militar (en otros términos, dados los objetivos estratégicos perseguidos, uno de los principales éxitos de la revancha clasista). En segundo lugar, el hecho que durante casi toda la gestión gubernamental del radicalismo los salarios “corrieron detrás” de la inflación sugiere que los “desmedidos reclamos salariales” no parecen haber sido la causa del régimen de alta inflación de este período (tal como se suele afirmar desde diversos sectores del espectro político-ideológico –no sólo desde los ámbitos más conservadores y retrógrados–); asimismo, permite identificar algunos de los factores estructurales que están detrás de la fuerte oposición que tuvo el gobierno del Dr. Alfonsín por parte del movimiento obrero (sin duda, otro elemento decisivo fue el deterioro que experimentó el mercado laboral). Respecto de esto último se recomienda consultar Aruguete (en prensa); y Donaire y Lascano (2003).

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pegó un salto notable en 1989 a raíz del estallido hiperinflacionario (en este último año el excedente bruto captado por el empresariado fabril fue alrededor de un 56% y de un 62% más elevado que en 1984, según se tome como indicador proxy a la relación entre la productividad y las remuneraciones medias o el costo salarial).

En relación con todos estos temas, y por su vinculación con la situación de los trabajadores, vale la pena destacar que durante el gobierno radical se acentuó la tendencia hacia una creciente heterogeneidad dentro de la clase obrera argentina que se había iniciado durante la última dictadura militar. Sobre el particular, las evidencias disponibles permiten concluir que los regímenes nacionales de promoción industrial que se instrumentaron desde mediados del decenio de los setenta produjeron una doble fractura en la clase trabajadora. Por un lado, por cuanto conllevaron un nuevo estrato de obreros fabriles constituido por los operarios ocupados en las plantas manufactureras radicadas en las regiones promocionadas. Los mismos tienen un reducido grado de sindicalización –y muy escasa tradición sindical– y perciben salarios mucho más bajos que los trabajadores de los centros industriales tradicionales. Por otra parte, dado que en buena medida las nuevas plantas fabriles fueron el resultado del traslado de los establecimientos que estaban radicados en las zonas tradicionales (Gran Buenos Aires, Rosario o Córdoba), estas políticas “promocionales” tendieron a consolidar la desocupación y la marginalidad social en los lugares de origen porque, si bien se trasladaron las plantas industriales y/o parte de los procesos productivos, no ocurrió lo mismo con los trabajadores que hasta ese momento estaban ocupados en aquéllas. Por lo tanto, de ese proceso surge otro estrato dentro de la clase obrera que son los desocupados, los cuales mantienen obvias diferencias con los anteriores, tanto como las que ambos –desocupados y nuevo proletariado industrial– mantienen con los trabajadores fabriles tradicionales41.

Así, puede concluirse que el pacto con los “generales de la economía” que opta por realizar la Administración Alfonsín a poco tiempo de comenzar su mandato y, en ese marco, la reorientación estratégica de la política económica hacia posiciones cada vez más distantes de las del proyecto político representado en la figura de Grinspun derivaron, en el ámbito industrial, en la consolidación de muchas de las “herencias dictatoriales” en lo que atañe a la relación entre los distintos “factores de la producción”. En efecto, en un contexto signado por un aguda retracción de la actividad manufacturera se volvió a manifestar el sesgo regresivo que había caracterizado al derrotero fabril entre 1976 y 1983; entre las manifestaciones más relevantes de dicho proceso se destacan: la profundización del deterioro del mercado laboral (caída en la ocupación, creciente empeoramiento en las condiciones de trabajo de la mano de obra empleada, acentuada fragmentación del campo asalariado, etc.); una persistente contracción de los salarios; y, como resultado de todo ello, una nueva e importante traslación de ingresos desde los trabajadores hacia los capitalistas del sector (en especial, como se 41 Un análisis pormenorizado de las principales implicancias del proceso de relocalización de la ocupación fabril asociado a los programas de promoción industrial que se verificó durante estos años se puede encontrar en Gatto, Gutman y Yoguel (1987). Asimismo, véase Arceo y Schorr (2004); Azpiazu (1987, 1988 y 1993); y Basualdo (2003).

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analiza más adelante, hacia las empresas vinculadas a los actores hegemónicos del bloque dominante post-dictadura militar).

Ahora bien, la información con que se cuenta indica que dentro de un panorama industrial crítico se verificaron importantes heterogeneidades sectoriales. Entre las ramas “perdedoras” se puede encontrar una variada gama de manufacturas entre las que sobresalen: la industria textil y del calzado, varias del sector metalmecánico (tales los casos de, a modo de ejemplo, la fabricación de vehículos automotores y sus partes, y de maquinaria y equipo) y muchas ligadas al procesamiento de minerales no metálicos (cuya pobre performance es explicada en lo sustantivo por la profunda crisis que atravesó el sector de la construcción durante los años bajo estudio).

Dentro de las ramas industriales con mejor comportamiento se destacan las industrias metálicas básicas. El hecho que su expansión se haya sustentado exclusivamente en la producción siderúrgica (los metales no ferrosos cayeron significativamente) es ilustrativo de un fenómeno que, con intensidad variable, se reproduce en otras ramas manufactureras. Así ocurre, por ejemplo, con la industria química, donde el dinamismo de la producción petroquímica más que compensó la retracción de las restantes actividades de este complejo productivo –especialmente de la elaboración de productos plásticos–. En este sentido, cabe señalar que las actividades fabriles que exhibieron cierta expansión en el período se circunscribieron a un reducido conjunto de actividades (siderurgia, petroquímica y pastas celulósicas) que presentan algunos denominadores comunes: en la generalidad de los casos fue decisiva la puesta en marcha de unas pocas y grandes plantas fabriles, con ingentes subsidios estatales, vía regímenes de promoción industrial. Como se mencionó, se trata mayoritariamente de industrias de procesos, productoras de insumos intermedios de uso difundido, con significativas escalas tecno-productivas y que ante la contracción del mercado interno encontrarían en el mercado externo una salida anticíclica42.

De modo que replicando en buena medida lo sucedido en la etapa dictatorial, entre las industrias que resultaron más castigadas por la crisis sectorial se pueden encontrar muchas de las que antaño habían liderado la sustitución de importaciones en sus diferentes fases, mientras que un conjunto reducido de manufacturas estrechamente vinculadas a la explotación y el procesamiento de recursos básicos logró afianzar su participación en la estructura fabril, profundizándose, en consecuencia, la tendencia a la reprimarización y la “simplificación” del tejido productivo doméstico iniciada durante la última dictadura militar. Al respecto, los distintos patrones de comportamiento productivo que siguieron las ramas “ganadoras” y las “perdedoras” brinda interesantes elementos para dar cuenta del proceso de expulsión de 42 Ciertamente pueden encontrarse algunas excepciones, siendo el caso más destacado el de la producción de aceites vegetales, que fue la actividad más dinámica dentro de la producción de alimentos. Si bien esta actividad es típicamente de procesos, su notable inserción en el mercado externo no se asoció con políticas empresarias contracíclicas sino con el aprovechamiento de las ventajas comparativas naturales del país. En este caso, la instalación de las nuevas plantas productivas no estuvo vinculada con la promoción industrial sino que fue resultado de inversiones privadas impulsadas por la elevada rentabilidad que ofrecía la actividad (Bisang, Feldman y Gutman, 1989).

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puestos de trabajo que se desprende de la información proporcionada por el Cuadro Nº 6 (entre las primeras tienden a predominar sectores capital-intensivos, mientras que entre las segundas suelen prevalecer manufacturas caracterizadas por relativamente elevadas relaciones trabajo/capital por unidad de producto). Asimismo, de los motivos por los cuales durante el período de referencia se profundizó el proceso “desindustrializador” iniciado a mediados de los setenta (en su mayoría, las actividades “ganadoras” se caracterizan por presentar débiles articulaciones con el resto del tejido fabril, lo que contrasta con los atributos estructurales de buena parte de las “perdedoras” –muchas de ellas, importantes generadoras de encadenamientos intra e interindustriales y, en consecuencia, con un ostensible potencial de “arrastre” sobre el agregado sectorial tanto en términos productivos como en lo atinente a la creación de puestos de trabajo–).

Durante la Administración Alfonsín la política económica se modificó en ciertos aspectos relevantes con relación a la dictadura militar que la antecedió (por ejemplo, se establecieron restricciones a las importaciones, a la disponibilidad de divisas y a la liberalización del sector financiero ante la crisis de la deuda externa y la existencia de un desfavorable contexto internacional)43. Dado que con este giro en la orientación económica se modificaron algunos ejes del régimen de acumulación que, como se trató en el Capítulo precedente, habían impulsado entre 1976 y 1983 un salto considerable en la concentración económica y la centralización del capital en el sector manufacturero, vale la pena analizar si asociado a tales transformaciones se produjeron –o no– cambios en la estructura del poder económico fabril. Para ello, en el Cuadro Nº 7 se presenta información referida a la evolución de la composición del universo de las cien firmas de mayor facturación de la industria local entre 1984 y 1989.

Cuadro Nº 7 Cúpula empresaria industrial de la Argentina Evolución de la cantidad de empresas y de la estructura porcentual de las ventas según tipo de propiedad, 1984-1989 (en valores absolutos, porcentajes y puntos porcentuales)

1984 1989 Variación 1984/1989

Empresas Ventas Empresas Ventas Empresas Ventas Estatal 5 25,7 6 23,6 +1 -2,1 GGEE 36 23,7 36 27,6 0 +3,9 ELI 12 4,7 12 8,6 0 +3,9 ET 25 13,6 19 12,5 -6 -1,1 CE 20 31,7 24 24,1 +4 -7,5 Asoc. 2 0,6 3 3,5 +1 +2,9 Total 100 100,0 100 100,0 - -

Estatal: Empresas propiedad del Estado argentino; Asoc.: Empresas propiedad de una asociación entre dos o más firmas; GGEE: Empresas propiedad de un grupo económico nacional; CE: Empresas propiedad de un conglomerado extranjero; ELI: Empresas locales independientes (no integran un grupo económico); ET: Empresas transnacionales (no integran un conglomerado extranjero). Fuente: Elaboración propia en base a información de la revista Prensa Económica. 43 Los impactos más relevantes de los cambios acontecidos en el escenario mundial a principios del decenio de los ochenta sobre las economías latinoamericanas se pueden consultar, entre otros, en los siguientes trabajos: CEPAL (1996); Damill, Fanelli y Frenkel (1994 y 1996); y Katz (2000a).

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Después de incrementar en forma significativa su participación relativa dentro de la elite sectorial entre 1976 y 1983 (Cuadro Nº 3), hacia fines de la década de los ochenta los grupos económicos nacionales y los de origen extranjero constituyeron las fracciones del gran capital con mayor incidencia en el interior de la cúpula: en 1989 estas dos tipologías dieron cuenta, en conjunto, de alrededor del 52% de la facturación global. De todos modos, no se puede soslayar el hecho que durante la etapa analizada las firmas pertenecientes a los principales holdings locales aumentaron su gravitación en las ventas agregadas de la elite (en casi cuatro puntos porcentuales), mientras que las que se integraban a conglomerados foráneos la redujeron de modo considerable (en algo más de siete puntos porcentuales). De resultas de ello, a fines del decenio los grupos nacionales fueron la tipología empresaria más importante de la cúpula en cuanto a su contribución a las ventas totales y los extranjeros la segunda, cuando en 1984 habían ocupado, respectivamente, los puestos tercero y primero44.

Todo ello se dio en el marco de una cierta polarización del poder económico doméstico. Como surge del Cuadro Nº 8, entre 1983 y 1990 un conjunto reducido de conglomerados empresarios con fuerte presencia industrial (se trata, en su mayoría, de actores predominantes en sus respectivas ramas de actividad) y alta diversificación e integración de sus actividades, incrementó significativamente la cantidad de sus empresas controladas y vinculadas. Es el caso de Pérez Companc, Bunge y Born, Soldati, Bridas, Macri, Techint, Deutsch, Arcor y Ledesma (en conjunto, las compañías relacionadas a estos grupos económicos pasaron entre los años mencionados de 336 a 491). En paralelo, las firmas controladas y vinculadas a un número reducido de holdings relativamente pequeños y poco integrados y diversificados (Schcolnik, Bagley, Intermendoza-Taurales y Corcemar) y Celulosa Argentina (que a comienzos del período era uno de los principales grupos del país) pasaron de 81 a 46.

44 En este sentido, interesa destacar que entre los años de referencia se produjo una caída en el aporte a las ventas totales de la elite fabril de las dos formas representativas del capital extranjero (sobre todo de los conglomerados económicos). Esto se debe básicamente a la repatriación de importantes inversiones foráneas que se registró en esta etapa (Azpiazu, 1995), la contracción experimentada por un conjunto de actividades productivas en las que estas firmas tenían una presencia decisiva (tal el caso del complejo metalmecánico en general, y del sector automotor en particular), y a que en el transcurso del período las automotrices Ford y Volkswagen fusionaron sus negocios en el país y formaron Autolatina (lo cual conllevó una reasignación de la facturación de la cúpula desde los conglomerados extranjeros y las empresas transnacionales hacia las asociaciones). Por su parte, la expansión de las compañías nacionales no integradas a grupos económicos está asociada al fuerte recambio de empresas que se verificó en el interior de este estrato entre 1984 y 1989 (entre estos años apenas tres empresas lograron permanecer en el panel) y, en ese marco, a que en la generalidad de los casos las firmas ingresantes ocuparon posiciones más altas en el ranking de las cien líderes que las que salieron del mismo. Finalmente, la creciente incidencia de las asociaciones se debe fundamentalmente a la señalada creación de Autolatina, mientras que el menor peso relativo de las empresas estatales se asocia al hecho que durante la Administración Alfonsín se continuó con la política de la dictadura de realizar un discrecional manejo de los precios de los bienes elaborados por estas firmas, al tiempo que se transfirieron al capital concentrado interno algunas “esferas de negocios” hasta entonces usufructuadas por el Estado.

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Cuadro Nº 8 Cantidad de empresas controladas y vinculadas por los principales grupos económicos nacionales y conglomerados extranjeros que actúan en la industria argentina, 1973, 1983, 1986/7 y 1990(1) (en valores absolutos)

1973 1983 1986/87 1990 A) Los grandes Bunge y Born 60 63 87 92 Pérez Companc 10 54 86 92 Techint 30 46 53 58 Bridas 4 43 52 58 Macri (ex Fiat) 7 47 51 60 Garovaglio y Zorraquín 12 41 48 45 Arcor 5 20 34 31 Soldati (ex Brown Boveri) 15 35 34 51 Corcemar 23 30 31 26 Werthein 20 29 28 31 Celulosa Argentina 14 23 23 12 Astra 18 21 22 23 Deutsch 8 13 22 25 Alpargatas 9 24 21 24 Subtotal 235 489 592 628 B) Los medianos y pequeños FV-Canteras Cerro Negro 4 19 19 17 Madanes (Fate/Aluar) 8 15 18 18 Huancayo/Constantini 2 18 18 19 Loma Negra (Fortabat) 16 16 16 19 Massuh 1 10 16 13 Ledesma 14 15 16 24 Nougués Hermanos 8 13 16 15 Intermendoza/Atúrales 0 6 15 0 Laboratorios Bagó 2 14 14 13 Bagley 6 14 14 8 San Martín del Tabacal 4 14 14 13 Bonafide 11 13 14 14 Agea/Clarín 1 12 13 16 BGH 6 14 13 17 Grafex 8 14 12 12 Indupa (ex Rhodia Richard) 1 9 11 16 Herman Zupan 3 9 11 13 Aceros Bragado 3 9 11 9 Astilleros Alianza 0 9 10 9 Canale 4 11 8 9 Noel 0 7 7 6 Atanor 4 8 0 0 Schcolnik 3 8 0 0 Subtotal 109 277 286 280 Total 344 766 878 908

(1) A pesar de que en los años de referencia todos estos grupos tuvieron una fuerte presencia en la industria, debe tenerse presente que, salvo contadas excepciones, todos participaron en la propiedad de empresas con actividad en otros sectores económicos. Fuente: Elaboración propia en base a información de Acevedo, Basualdo y Khavisse (1991); y Memorias y Balances empresarios.

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De las consideraciones que anteceden surge que durante el primer gobierno de la reconquista de la democracia tuvo lugar un proceso de afianzamiento estructural de los grupos económicos más concentrados, diversificados e integrados vertical y/u horizontalmente (en especial aquellos de origen nacional), los que pasaron a detentar un control determinante sobre núcleos decisivos de las diferentes cadenas productivas (o profundizaron el que ya tenían). Las evidencias disponibles sugieren que ello estuvo asociado a la concurrencia de múltiples factores, entre los que interesa mencionar cuatro.

En primer lugar, a que estas fracciones empresarias fueron las destinatarias privilegiadas de la amplia y variada gama de subsidios estatales al gran capital que se instrumentaron durante esta etapa45. A los efectos de aprehender con mayor detalle las características y las implicancias centrales de estas medidas, cabe incorporar unos breves comentarios referidos a la promoción industrial y a los subsidios a las exportaciones manufactureras46.

Las investigaciones disponibles indican que los subsidios derivados de la primera de las políticas mencionadas financiaron prácticamente la totalidad de la escasa formación de capital que se verificó en el transcurso de los años ochenta. En este sentido, basta con mencionar, por un lado, que a mediados de la década más del 90% de la inversión neta del sector privado correspondía a inversiones favorecidas con distintos tipos de incentivos promocionales (especialmente de tipo fiscal) y, por otro, que de los 30 proyectos de inversión asociados a la apertura de nuevas plantas fabriles que se registraron en el sexenio 1983-1988, 29 se efectivizaron al amparo de diferentes regímenes de promoción (Azpiazu, 1993; y Azpiazu y Basualdo, 1990)47.

Las diversas evidencias aportadas por los estudios señalados permiten concluir que esta política de “incentivos” trajo aparejado un importante proceso de concentración económica y centralización del capital en numerosas ramas fabriles, en especial en las productoras de bienes intermedios (celulosa y papel, cemento, petroquímica y siderurgia). También, que la misma le posibilitó a varios grupos económicos consolidar el poder de mercado que ya tenían en tales actividades y en los bloques productivos a los que éstas se 45 Al respecto, vale señalar que los recursos públicos cedidos a estas fracciones empresarias superaron con creces a los transferidos al otro factor de poder económico de la Argentina post-dictadura militar de 1976-1983, los acreedores externos (Basualdo, 2005; y Ortiz y Schorr, en prensa). 46 Estos no fueron los únicos mecanismos por los cuales se cedieron recursos públicos al capital concentrado interno. En efecto, durante el gobierno de Alfonsín se avanzó y se terminó de cerrar el proceso de estatización de la deuda externa privada iniciado en las postrimerías del régimen militar (Basualdo, 1987 y 2000b), se implementaron programas de capitalización de la deuda externa (Azpiazu, 1995; y Basualdo y Fuchs, 1989) y el Estado siguió pagando abultados sobreprecios a sus proveedores y realizando transferencias de diversa índole hacia firmas relacionadas con los principales grupos económicos nacionales y extranjeros con actividad en el sector manufacturero doméstico (en tal sentido, se destacan los casos de numerosas compañías vinculadas con Astra, Loma Negra, Macri, Pérez Companc, Siemens, Soldati y Techint –véase Castellani, en prensa–). 47 En un estudio realizado por la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas tendiente a evaluar el costo fiscal derivado de los regímenes de promoción industrial se concluye: “por cada austral invertido por el sector privado el Estado contribuye con la misma suma a través de menores impuestos. De esta forma, en los hechos, los contribuyentes aportan la totalidad de los fondos invertidos” (FIEL, 1988).

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integraban; a otros, hacerse fuertes en sectores en los que hasta ese momento no tenían participación o ella era muy débil; y a otros incrementar notablemente el grado diversificación y/o de integración vertical y/u horizontal de sus actividades en el país48.

A pesar de la ingente transferencia de recursos que supusieron estos mecanismos de subsidio al capital interno más concentrado, hacia fines de la Administración Alfonsín la inversión neta fija fue negativa, lo que equivale a decir que las inversiones realizadas no alcanzaron a cubrir las necesidades de reposición de la maquinaria y los equipos instalados o, en otras palabras, que se verificó un proceso de descapitalización de la economía argentina (Basualdo, 1992)49.

La notable reducción de la inversión que se verificó en el transcurso del decenio de los ochenta (que involucró a la realizada tanto por el sector público como, en menor medida, por el privado)50 constituye un fenómeno económico y social de suma trascendencia por dos motivos básicos. Por un lado, esa acentuada y prácticamente ininterrumpida disminución de la formación de capital fue decisiva para determinar el estancamiento y la aguda crisis económico-social de esos años (en particular la verificada en el ámbito fabril), así como, al reducir la demanda de mano de obra, fue clave en el aumento del desempleo, la caída de los salarios y, derivado de todo ello, la consolidación de una matriz distributiva sumamente regresiva. Por otro, no sólo se produjo una fuerte contracción de la inversión privada sino que también se verificó un cambio de significación en el perfil inversor; proceso que estuvo asociado a una creciente concentración de la formación de capital del período en unas pocas 48 Respecto de estos temas, Azpiazu y Basualdo (1990) destacan: “el grupo Arcor es uno de los ejemplos más notables, en tanto gran parte de las numerosas empresas que conforman el grupo en la actualidad fueron instaladas al amparo de los beneficios promocionales, tanto de aquellos vigentes en todo el ámbito nacional como de los correspondientes a las cuatro provincias con regímenes especiales de promoción [Catamarca, La Rioja, San Juan y San Luis]. En el primer caso, las firmas promocionadas patrocinadas por Arcor son: Vitopel S.A. (films plásticos), Cartocor S.A. (cartón corrugado), Pancrek S.A. (galletitas), la propia Arcor S.A. (golosinas), Misky S.A. (golosinas), Milar S.A. (enzimas)... Por su parte, en el segundo caso, los proyectos patrocinados por el grupo Arcor son los siguientes: Candy S.A. (golosinas depositadas en algodón), Alica S.A. (gelatinas y helados en polvo), Flexiprin S.A. (laminado de películas, papeles y aluminio), Carlisa S.A. (galletitas, alfajores y budines), Frutos de Cuyo S.A. (conservas y envases de hojalata), Indal San Juan S.A. (embutidos, fiambres y chacinados), Dulciora S.A. (mermeladas y dulces), Metalbox S.A. (envases de hojalata), Plastivil S.A. (productos de PVC), Productos Naturales S.A. (productos enlatados), Carbox S.A. (cartón corrugado), Converflex S.A. (films plásticos)”. En el Anexo Nº 1 de esta investigación se puede encontrar un breve análisis de la trayectoria que siguió el grupo Arcor en las últimas décadas. 49 Esto último merece destacarse no sólo por obvias razones macroeconómicas, sino también por el hecho que, como se señaló al comienzo de este Capítulo, una de las apuestas de fondo del gobierno radical a partir de 1985 fue la de “estimular” la inversión privada, sobre todo en sectores transables. En tal sentido, la “desinversión” con que culminó la década de los ochenta sugiere que los cuantiosos recursos públicos internalizados por un núcleo reducido de empresas pertenecientes a los principales “generales de la economía” no sólo viabilizaron un nuevo salto en la concentración económica y la centralización del capital en ciertos ámbitos productivos estratégicos, sino que también le posibilitó a tales actores obtener elevados márgenes de rentabilidad. Todo esto contrasta de modo ostensible con lo planteado por el presidente Alfonsín en el precitado discurso de abril de 1985: “El empresariado tendrá que comprender que el Estado no puede ser el que lleve adelante la economía; se requiere de su imaginación y de su creatividad; se requiere de su acción y de su riesgo. Tienen que comprender también que esta etapa es de una economía de excepción, y manejar con austeridad todos sus procesos”. 50 Al respecto, no puede dejar de enfatizarse que buena parte de la formación de capital realizada por el sector privado fue posible gracias a la percepción de importantes recursos estatales.

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actividades (mayoritariamente elaboradoras de insumos de uso difundido) con funciones de producción altamente intensivas en el uso del “factor capital” y, como tales, con reducido “efecto arrastre” en materia de generación de cadenas de valor y ocupación (sobre todo en el interior del sector manufacturero).

En cuanto a las medidas de “apoyo” y “fomento” aplicadas en estos años a las exportaciones de productos fabriles51, vale mencionar que se trató, en esencia, de subsidios tendientes a compensar la diferencia existente entre los precios internacionales de los bienes industriales elaborados en el país (relativamente reducidos, atento a las características de tales manufacturas y el carácter de “tomador de precios” en el mercado mundial de la Argentina) y los vigentes en el nivel doméstico (bastante elevados, debido a la naturaleza monopólica u oligopólica de los mercados involucrados –controlados en muchos casos por las grandes empresas y grupos económicos que se favorecieron con los subsidios– y el ostensible fracaso de la Administración Alfonsín para implementar una efectiva y exitosa política de control de precios)52.

En gran medida como resultado del achicamiento del mercado local por efecto de la recesión económica, de contar con escalas productivas muy superiores a los niveles de la demanda interna, y de las políticas de promoción industrial y de subsidio a las ventas al exterior de bienes manufacturados, los destinatarios de ambas políticas (por lo general, se trató de los mismos actores) encontraron en las exportaciones una importante y estratégica salida contracíclica (durante la década de los ochenta uno de los pocos componentes dinámicos de la industria local fueron las exportaciones de algunos commodities)53. Ello trajo aparejados dos impactos estructurales de relevancia: por una parte, reforzó aún más el poder de mercado de muchos de los principales conglomerados empresarios del país en buena parte de las actividades involucradas y, por otro, les permitió a los mismos acrecentar su control sobre un “bien” –las divisas– tan necesario para una economía como la argentina (en especial en un período en el cual los flujos internacionales de capitales hacia los países “emergentes” fueron muy reducidos), reforzando en consecuencia su poder de veto sobre las políticas públicas.

El fortalecimiento estructural de los grupos económicos nacionales y extranjeros en el período bajo análisis es producto, en segundo lugar, del intenso proceso de destrucción de capital que se registró como resultado de las características y la magnitud de la crisis económica en general, y en particular de la registrada en numerosos sectores manufactureros,

51 La información con que se cuenta indica que en los años ochenta la oferta exportadora de la industria manufacturera local se encontraba altamente concentrada en torno de un número reducido de empresas oligopólicas que, en su mayoría, eran propiedad de grandes grupos económicos de capital nacional y extranjero (Basualdo y Khavisse, 1986). 52 Sobre el contenido de estos programas y sus implicaciones más salientes, véase Azpiazu y Kosacoff (1988); Bisang (1990); y Bisang y Kosacoff (1995). 53 Al respecto, consúltese Azpiazu, Bisang y Kosacoff (1988); Azpiazu y Kosacoff (1988 y 1989); y Bisang y Kosacoff (1993 y 1995).

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y que se materializó a través de las quiebras de firmas (sobre todo, aunque no exclusivamente, las de menores dimensiones), de los cierres de establecimientos, de la repatriación de algunas importantes inversiones extranjeras, etc..

En tercer lugar, y en estrecha relación con lo anterior, del proceso de inversión y expansión así como de la centralización del capital derivada de la compra y/o de la absorción de firmas o establecimientos instalados, con fuerte apoyo estatal (facilidades para endeudarse en el exterior, avales del Tesoro Nacional para la obtención de créditos, etc.)54.

En cuarto lugar, de su inserción estructural en la economía doméstica, lo que le permitió a estos actores expandirse de manera significativa en el marco de una aguda crisis económica y manufacturera, tal como había acontecido durante la dictadura militar. Ello, bajo diversos mecanismos entre los que sobresalen: la realización de operaciones entre empresas integrantes del conglomerado relacionadas vertical y/u horizontalmente; la posibilidad de participar en las pocas actividades dinámicas del período y/o de mayor tasa de ganancia, de transferir recursos entre las distintas firmas del grupo, de usufructuar su poder oligopólico (en algunas ramas monopólico), y de aprovechar las distintas oportunidades que se generaron en esta etapa en materia de especulación financiera (como el “festival de bonos” con el que el radicalismo financió una parte considerable del déficit fiscal del período, el cual tuvo a estos mismos actores como sus principales responsables y beneficiarios)55/56.

54 Sobre los avales estatales, cabe destacar que, según se desprende de un informe oficial, las principales compañías beneficiarias de esta política pública fueron aquellas que eran propiedad de los grupos económicos más importantes del país (Secretaría de Hacienda, 1988). 55 En cuanto a la magnitud de los subsidios al capital concentrado interno y su impacto sobre el sector fiscal, vale la pena incorporar dos observaciones realizadas en distintos momentos desde el propio seno de la Unión Cívica Radical. En primer lugar, en el mensaje del Poder Ejecutivo al Legislativo que acompaña al Proyecto de Ley de Presupuesto para el ejercicio 1988 se plantea: “Analizadas las tendencias que señalan las cifras con una perspectiva de mediano plazo, se observa que el sector público se encuentra extraordinariamente demandado en cuanto a los servicios que ofrece. Por un lado, se le requiere que lleve a cabo un conjunto de acciones destinadas a atender políticas redistributivas de ingresos así como gastos con finalidades sociales... Por otro lado, al mismo tiempo, el sector privado plantea un conjunto de demandas vinculadas con el subsidio a la actividad económica, la promoción industrial, los reembolsos de exportación, la desgravación de derechos de importación en determinadas actividades, la asunción de los pasivos de empresas quebradas, el apoyo a actividades muy específicas (tales como la petroquímica, la siderurgia, etc.)... Cabe señalar que en la lista anterior se incluye sólo los ítems más relevantes; pero hay además un conjunto de mecanismos que no ha sido citado y que opera tanto por la vía de la compensación impositiva... como por vía del gasto... Pero aún restringiéndonos a los rubros señalados, debe tenerse en cuenta que, frente a una magnitud de subsidios al sector privado del orden de 3.000 millones de dólares, el total recaudado por impuestos a las ganancias y a los capitales de las sociedades anónimas (sean industriales, agropecuarias, de la construcción, etc.) sólo alcanzó a 1.000 millones de dólares en 1987” (citado en Basualdo, 2005). En segundo lugar, Machinea (1990) destaca que la no eliminación de los subsidios de distinto tipo fue el principal factor explicativo de la crisis fiscal del Estado argentino en 1987 y especialmente en 1988, y argumenta que se debería haber encarado una reforma impositiva que redujera exenciones, subsidios y la evasión tributaria. 56 Sobre el particular Lozano y Feletti (1991) señalan: “Desde la reforma financiera en abril ´85 –previa al Plan Austral–, el grueso (alrededor del 70%) de la capacidad de préstamo del segmento de intermediación de recursos en moneda local se aplicaba a financiar al Estado, tanto directamente por la compra de títulos públicos por los bancos como indirectamente mediante la efectivización de depósitos (encajes remunerados) en el Banco Central”. De allí que no resulte casual que en estos años una proporción importante de los activos de las grandes empresas industriales fuera de carácter financiero (Basualdo, 2004; Damill y Fanelli; y Ortiz y Schorr, en prensa; véase también Bekerman, 1990). Al respecto, y a los efectos de captar ciertas contradicciones de la política

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Las consideraciones precedentes permiten concluir que el creciente predominio de los grupos económicos sobre la economía y la industria argentinas durante el gobierno del Dr. Alfonsín no puede ser entendido exclusivamente como un resultado de la arbitrariedad en el manejo estatal, sino también como derivado de la funcionalidad que tuvo la política económica (en especial a partir del Plan Austral) respecto de las condiciones estructurales que presentaban estos grandes capitales.

En este sentido, es indudable que durante la gestión de la Unión Cívica Radical estas fracciones empresarias tuvieron una notable –y, vista en perspectiva histórica, sumamente efectiva– capacidad de veto sobre el partido de gobierno, la cual estuvo asociada a diversos elementos. Primero, a que estos actores eran importantes generadores y propietarios de divisas (tanto las que tenían en el exterior como las provenientes de las exportaciones). Segundo, a su poder en materia de fijación de precios, derivado de su control oligopólico sobre un número considerable de sectores de actividad (no sólo industriales). Tercero, por el hecho de ser destinatarios privilegiados de las abultadas transferencias de recursos que se registraron en este período, a su papel decisivo en la explicación de la “brecha fiscal” que caracterizó a la etapa alfonsinista. Cuarto, por asumir un rol protagónico en el financiamiento de dicho déficit57.

En consecuencia, se trata de actores cuyo poderío residió en que tuvieron una influencia determinante en la evolución de variables de ostensible significación económica y social: las cuentas externas, la formación de capital, la inflación, la paridad cambiaria, la situación fiscal y el endeudamiento público. La consolidación estructural de estos grandes capitalistas durante el interregno alfonsinista, el comportamiento registrado por las variables mencionadas en esos años58 y la creciente “radicalidad” de los sucesivos planes económicos instrumentados (cada vez más en línea con los intereses de esta fracción de clase), constituyen interesantes indicadores de su estratégico poder de coacción sobre el sistema político en general, y sobre la orientación de las políticas económicas en particular.

económica del radicalismo, una vez más cabe traer a colación un extracto del discurso presidencial de fines de abril de 1985: “También ha sido necesaria, y está en plena ejecución, la reforma financiera, con el fin de evitar la especulación, hacer transparente el sistema y dar la posibilidad al Banco Central de orientar con seriedad el sistema crediticio y monetario, con el fin de brindar capital de trabajo a los sectores productivos y terminar, de la manera más rápida que se pueda, con estos fenómenos de especulación que inciden contra el trabajo argentino”. 57 En relación con estas cuestiones, vale destacar una de las principales conclusiones de Azpiazu (1991): “al tiempo que recurrentemente se incrementaron los impuestos regresivos y las tarifas públicas como formas de paliar el déficit, nada se hizo –o, pudo hacerse– respecto a las sobredimensionadas transferencias derivadas de los regímenes de promoción industrial, a los sobreprecios en las compras de bienes y servicios del Estado, a los subsidios implícitos en los precios de servicios y/o de provisión de insumos, etc. que, en todos los casos, tenían por receptores a los grupos empresarios que continuaron consolidándose como los actores centrales del poder económico. Asimismo, esos mismos agentes que, en su momento, concentraban la mayor parte de la deuda externa estatizada, cuyos servicios asumían un papel decisivo en la magnitud del déficit fiscal fueron también, los principales beneficiados por los altísimos rendimientos financieros a los que se debió recurrir... para colocar títulos de la deuda pública interna que permitieran financiar el déficit presupuestario. Este `círculo vicioso´ de transferencia de recursos fiscales no sólo no pudo ser revertido sino que, incluso, se vio alentado por la propia gestión de gobierno y su escaso poder de confrontación frente a las corporaciones dominantes”. 58 Véase Azpiazu (1991); Damill y Frenkel (1994); y Ortiz y Schorr (en prensa).

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El hecho que la expansión de las fracciones más concentradas del capital local se haya verificado en forma simultánea con una recesión industrial de magnitudes considerables está expresando la crítica situación que debió transitar gran parte de los restantes segmentos empresarios que conforman el espectro manufacturero doméstico. En esta etapa, la mayoría de las pequeñas y medianas empresas del sector (aquellas que habían logrado sobrevivir al programa neoconservador instrumentado entre 1976 y 1983), debió afrontar severos problemas de sustentación derivados de, entre otros factores, el achicamiento del mercado interno a raíz de la crisis socio-económica y la retracción de la producción manufacturera (que, replicando una tendencia que se había verificado en la fase de surgimiento del “modelo financiero y de ajuste estructural”, fue particularmente intensa en gran parte de las ramas en las que estas firmas tenían una importante significación agregada); y la imposibilidad de desplegar “subsidios cruzados” con compañías relacionadas. De allí que éste haya sido un nuevo período de reestructuración regresiva para las pequeñas y medianas industrias asociado al cierre de establecimientos y firmas, el abandono (total o parcial) de líneas productivas, el desplazamiento hacia otras actividades (comercio, finanzas), etc.. La conjunción de todos estos elementos aumentó aún más las debilidades estructurales de este segmento empres

ribuyendo así a profundizar muchas de las “herenc

de amplias capas del empresariado, la cual fue claramente ganada por “los que má

ario59.

En suma, durante la gestión gubernamental del Dr. Alfonsín se verificó una aguda crisis en el ámbito de la industria manufacturera que, no obstante su intensidad, arrojó un saldo de ganadores y perdedores en el nivel inter e intrasectorial y en el de los distintos actores que se desenvuelven en la actividad, cont

ias” de la dictadura militar de 1976-1983.

En un cuadro de aceleración del proceso de “desindustrialización” y de creciente repliegue del aparato fabril hacia el procesamiento de recursos básicos, los trabajadores y los estamentos de menor envergadura del empresariado siguieron siendo los principales perjudicados, como resultado de lo cual se afianzaron en sus aspectos más relevantes la revancha clasista y el disciplinamiento social puestos en marcha a mediados de la década de los setenta. La evolución de estas fracciones sociales durante el período analizado contrasta con el exitoso camino recorrido por un puñado de grandes holdings empresarios (quienes captaron beneficios sustanciales y, a partir de una estructura empresaria de tipo conglomeral, incrementaron el control que ejercían sobre una amplia gama de mercados), y denota la naturaleza regresiva y heterogénea de la “década perdida” de los años ochenta. En otras palabras, y retomando algunos elementos conceptuales del recordado discurso pronunciado por Alfonsín a fines de abril de 1985, se trató de una “economía de guerra” contra las condiciones de reproducción de los asalariados en particular, y de los sectores populares en general, así como

s tienen”.

59 Respecto de estos temas, consúltese Gatto y Ferraro (1997); Yoguel (1998); y el Anexo Nº 1 de este estudio.

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En gran medida, esto fue posible por la orientación asumida por buena parte de las políticas económicas aplicadas, en el marco de un funcionamiento estatal crecientemente subordinado al nuevo poder económico. Todo ello, en un contexto en el que las apuestas iniciales del radicalismo por revertir con carácter progresista los tremendos legados de la dictadura militar en materia económico-social fueron paulatinamente desplazadas de la agenda y su lugar fue ocupado por posturas y políticas mucho más radicales que redistri

largo de la gestión gubernamental del Dr. Alfonsín se afianzó gran parte de los factores estructurales constitutivos del proyecto refundacional de la última dictadura militar.

buyeron el ingreso nacional en forma considerable, pero desde abajo hacia arriba (es decir, con un sentido similar a lo acaecido entre 1976 y 1983).

Lo anterior invita a reflexionar acerca de si la gestión económica del radicalismo fue un fracaso, tal como se destaca en mucha de la literatura disponible. En este sentido, si la evaluación se focaliza exclusivamente en el desenvolvimiento global del sector manufacturero durante esta etapa pocas dudas quedan acerca de la validez de tal afirmación. Sin embargo, no parece ocurrir lo mismo cuando se indagan las principales resultantes estructurales que sobre la trama industrial se desprende de la mayoría de las políticas económicas instrumentadas; más específicamente, cuando se procura identificar a las fracciones sociales ganadoras y a las perdedoras. Así, puede concluirse que las diversas medidas implementadas en el transcurso del gobierno de la Unión Cívica Radical no fueron más que “retoques” frente a un patrón de acumulación y una estructura de poder económico modificadas radicalmente en la segunda mitad de los años setenta y, en ese marco, que la caracterización de “década perdida” minimiza sobremanera las implicancias reales de la profunda regresividad y la heterogeneidad que revela la evolución económico-industrial durante el primer gobierno de la reconquista de la democracia. En otros términos, que a pesar de los cambios registrados en el escenario económico (local e internacional) y en el régimen político, a lo

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Segunda parte

Consolidación y crisis del “modelo financiero y de ajuste estructural”:

la crucial década de la Convertibilidad

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Capítulo 3. Una aproximación inicial al desempeño de la industria argentina durante la Convertibilidad...

Capítulo 3. Una aproximación inicial al desempeño de la industria argentina durante la Convertibilidad: los efectos “desindustrializadores” del programa de ajuste neoliberal aplicado en la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural”

El proceso que se inició con la llegada del Dr. Menem a la presidencia de la Argentina en julio de 1989 y que culminó a fines del año 2001 con el abrupto final del gobierno de la Alianza, trajo aparejadas nuevas y decisivas transformaciones estructurales sobre la industria local. En gran medida, éstas se derivaron de los importantes cambios registrados en la orientación de las políticas económicas y tuvieron un similar sesgo que las vigentes durante los casi tres lustros precedentes en lo que atañe a los ganadores y los perdedores en el plano sectorial y en el de los diferentes actores socio-económicos. Como producto de ello, se profundizaron aún más muchas de las tendencias sobresalientes del desenvolvimiento fabril post-sustitutivo (en numerosos casos a niveles realmente muy marcados), al tiempo que aparecieron nuevas problemáticas (al igual que aquéllas, de difícil resolución). Si bien en los próximos Capítulos se abordará con cierto detalle gran parte de tales mutaciones, el propósito de esta parte de la investigación es el de realizar un racconto sumamente breve y por demás estilizado de las principales medidas de política aplicadas en el transcurso de la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” y de sus impactos directos e indirectos más salientes sobre el entramado manufacturero doméstico; perspectiva que permitirá encuadrar más adecuadamente los posteriores desarrollos analíticos.

En el marco de una modificación de relevancia en el escenario internacional que favoreció a los llamados “países emergentes” (de las restricciones de financiamiento que habían signado el decenio de los ochenta se pasó a una etapa de abundante liquidez que perduraría hasta fines del de los noventa), y a partir de las “recomendaciones” y las “sugerencias” que desde hacía unos años venían realizando los organismos multilaterales de crédito, los think tanks del neoliberalismo (del ámbito nacional y del exterior) y varios “generales de la economía” argentina, a poco de iniciarse la Administración Menem se puso en marcha un vasto y sumamente abarcativo programa de reformas estructurales (sin duda, de los más intensos y radicales de los aplicados en la región). Si bien este shock institucional se inició formalmente con las sanciones de las Leyes de Reforma del Estado y de Emergencia Económica (en agosto y septiembre de 1989, respectivamente), fue a partir de marzo de 1991 cuando, con la sanción de la Ley de Convertibilidad, el mismo cobró una mayor organicidad respecto de la consolidación de aquellos intereses económicos que conformaban el sustento estructural del proyecto socio-político neoconservador iniciado con la última dictadura militar60.

60 A poco tiempo de implementarse la Convertibilidad se logró poner fin al régimen de alta inflación que había estado vigente desde mediados de los años setenta, lo que sentó las bases para que amplios sectores de la

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Capítulo 3. Una aproximación inicial al desempeño de la industria argentina durante la Convertibilidad...

En el campo estrictamente industrial, el argumento central esgrimido por los propagandistas y los “hacedores de política” del neoliberalismo en el nivel local fue que como resultado de varias décadas de proteccionismo, de proliferación de regulaciones de distinto tipo y de concesión de excesivos subsidios y/o prebendas estatales al sector privado, se había llegado a una situación en que la actividad manufacturera presentaba un alto grado de ineficiencia, el cual se reflejaba, por ejemplo, en su baja competitividad internacional o en sus reducidos niveles de productividad61. De allí que bastaba con aplicar un conjunto de medidas

sociedad respaldaran al programa de ajuste estructural en curso. Al decir de Nochteff (1999): “Debido a que el esquema monetario-cambiario que se adoptó entonces se articuló con un `shock institucional´ neoliberal (o sea, con un plan orientado al cambio drástico y casi instantáneo de todas las instituciones económicas y sociales), es necesario separar analíticamente el esquema monetario-cambiario de estabilización del resto de las políticas que conformaron el `shock institucional´ neoliberal. Ello se debe a que, desde el punto de vista estrictamente técnico, se podría haber aplicado el mismo esquema de estabilización y recuperación de la moneda como unidad de cuenta sin realizar las demás transformaciones en forma de `shock´ y con los sesgos que las caracterizaron, las cuales constituyeron la satisfacción de las demandas de las distintas fracciones del bloque hegemónico. La asimiliación del esquema monetario-cambiario con el resto de las transformaciones bajo el término engañoso de `Plan de Convertibilidad´ fue sobre todo una forma de legitimación –una suerte de `Caballo de Troya´– de las transformaciones que correspondían a esas demandas”. El carácter disciplinador y legitimante de las reformas estructurales que tuvieron los estallidos hiperinflacionarios que marcaron el fin de la década de los ochenta y el comienzo de la de los noventa fueron reconocidos por el propio Martínez de Hoz: “La hiperinflación llegó a ser como una vacuna para la gente y la mentalidad fue madurando. Yo creo que la gente, después de la experiencia que hizo a través del programa nuestro, iniciamos un poco el proceso de enseñanza, de maduración, de lo que era la orientación moderna de una economía productiva. Y al final, después del ´89 la gente misma pedía esa orientación. Y yo creo que ése es el espíritu que capta el presidente Menem cuando asume la presidencia con el ministro Cavallo y los ministros que lo antecedieron comenzaron también en este sentido. Dieron la orientación económica en líneas, en las grandes líneas, en las grandes bases que eran prácticamente las mismas que las nuestras” (citado en Pigna, 2005). En Anderson (1994) se presenta una interesante problematización de la relación existente entre hiperinflación, disciplinamiento social y reformas estructurales neoliberales. 61 Las posturas de estos sectores sobre las cuestiones aludidas se pueden consultar, entre otros, en los siguientes trabajos: Banco Mundial (1987); Bour (1993); Cortés Conde (2005); de la Balze (1993); Delgado y Sguiglia (1994); FIEL (1988 y 1999); IERAL (1999); Llach (1997); Rojo y Canosa (1992); y Zapata (1989). En términos generales, estos autores coinciden en que los –a su juicio– “grandes problemas” de la economía argentina (estancamiento secular e inflación) se iniciaron a mediados de los años cuarenta y se extendieron prácticamente sin interrupciones hasta fines de los ochenta (cuando se empezaron a implementar “en serio” las reformas estructurales “necesarias”). A juzgar por las evidencias disponibles, ello supone una interpretación harto antojadiza y falaz de los procesos históricos, ya que cualquiera sea la variable que se tome en consideración (PBI global e industrial, ocupación y salarios, precios internos, distribución del ingreso, etc.), se constata que los orígenes del “atraso argentino” al que hacen referencia los defensores domésticos del neoliberalismo deben situarse a partir del período que se abre en el país con el golpe de Estado de marzo de 1976. Por otro lado, lo que los “pensadores únicos” del medio local paradójicamente omiten es que una proporción abrumadoramente mayoritaria de los subsidios estatales fueron internalizados por empresas oligopólicas líderes en sus respectivos mercados y pertenecientes a un número reducido de grandes conglomerados económicos de origen nacional y extranjero que, gracias a la percepción de tales recursos públicos, afianzaron aún más su control sobre los rubros industriales más relevantes y estratégicos por su peso en el agregado sectorial y/o por su ubicación en los diferentes bloques productivos. En relación con estos temas, Ortiz y Schorr (en prensa) apuntan que hacia fines de la década de los ochenta “los sectores dominantes en su conjunto coincidieron en el diagnóstico y lograron difundir (y el sistema político y buena parte de la `comunidad académica´ convalidar) la idea que atribuye la responsabilidad de la crisis al supuesto Estado de Bienestar que con sus variantes habría estado vigente desde 1945, ocultando las transformaciones que le habían dado un nuevo contenido de clase desde mediados del decenio de los setenta... En estas condiciones, percibir la crisis como el fin del Estado populista supone una clara (y sumamente eficaz) maniobra ideológica destinada a legitimar la reestructuración que impulsaron las fracciones sociales dominantes en la década de los noventa. En otras palabras, el tipo de lectura que se logró imponer sobre las causas de la crisis es lo que determinó las formas en que se buscó salir de la misma. Así, si el Estado era el responsable prácticamente exclusivo de todos los problemas que aquejaban a la Argentina a fines de los ochenta (inflación elevada, déficit fiscal, alto endeudamiento externo, deficiente prestación de servicios y

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tendientes a promover el libre funcionamiento de las “fuerzas del mercado” para garantizar que la economía y la industria argentinas ingresaran en un sendero sostenido de crecimiento y modernización asociado a, por un lado, una correcta inserción en el mercado mundial (es decir, afincada en aquellos productos con probadas ventajas comparativas –básicamente la agroindustria y la elaboración de algunos commodities–) y, por otro, la obtención de ganancias agregadas de eficiencia (la eliminación de la “intervención estatal” pondría a las empresas locales en la disyuntiva de transformarse en más “eficientes” para enfrentar con éxito la competencia externa, o en su defecto verse sustituidas por ésta)62. Luego de transcurrido un lapso razonable de tiempo, todo ello se “derramaría” sobre el conjunto de la sociedad bajo la forma de más empleo, mejores condiciones laborales, mayores salarios, etc..

Fue sobre este basamento “conceptual” y la peculiar lectura del proceso histórico nacional a la que se hizo alusión que se instrumentó una amplia gama de políticas, entre las que se destacan la privatización de prácticamente la totalidad de empresas estatales, la desregulación de múltiples mercados (muchos de ellos estratégicos, dada su incidencia sobre determinados costos empresarios) y la apertura de la economía a los flujos internacionales de bienes y capitales. En el sector fabril, como en los restantes, las mismas tuvieron un claro efecto propulsor sobre el proceso de concentración económica y centralización del capital y, en consecuencia, estuvieron muy lejos de ser uniformes y neutrales.

En este sentido, la transferencia de activos públicos al capital privado trajo aparejados distintos tipos de beneficios para los principales grupos económicos con actividad en la industria local. En primer lugar, dadas las modalidades que asumieron las privatizaciones, estos actores lograron acceder a la propiedad de muchos de los consorcios adjudicatarios de las ex empresas públicas. Esto les permitió, por una parte, participar activamente durante buena parte de la década en uno de los negocios más rentables del período (junto con la especulación financiera) y, por esa vía, diversificar el “riesgo empresario” en un contexto que por la concurrencia de diversos elementos (apertura comercial, bajo nivel del tipo de cambio real, etc.) se presentaba adverso para la mayoría de los sectores manufactureros. Por otra parte, les facilitó ingresar en actividades que por diferentes motivos resultaban claves –o que pasaron a serlo– para sus respectivas dinámicas globales de acumulación y reproducción provisión de bienes, etc.), era lógico que su resolución pasara, siempre de acuerdo al diagnóstico del poder económico y sus cuadros orgánicos, por la `Reforma del Estado´ con eje en la privatización de empresas públicas, la desregulación de un amplio espectro de mercados y la liberalización comercial y financiera”. En cuanto a las omisiones y las falacias argumentativas de los neoliberales vernáculos, no está de más reparar en los señalamientos de uno de sus maestros más ilustres: “según la experiencia de nuestra propia historia encontramos que la concentración de poder en pocas manos acarrea la debilidad del sistema político, aumenta la inestabilidad económica y dificulta el crecimiento económico. La única manera de concentrar poder es a través del Estado y éste habitualmente se inclina a darle a los que tienen y sacarle a los que necesitan, ya sea reservándoles áreas y privilegios para sí o distribuyéndoselos entre los que gozan de sus simpatías. El aparato estatal ha sido el instrumento para la formación de un sistema corporativo de poder, que concentra privilegios y distribuye pobreza” (Krieger Vasena, 1988). 62 Para estos cuadros de los sectores dominantes la gran ventaja de las medidas “liberalizantes” impulsadas radica en su carácter neutral y uniforme, dado que afectan (y benefician) por igual a todos los agentes económicos y, como tales, no se encuentran expuestas a prácticas de lobbying.

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ampliada63. Finalmente, les posibilitó realizar muy abultados beneficios patrimoniales a partir de la venta de gran parte de sus tenencias accionarias en los consorcios controlantes de las compañías prestatarias64.

63 Sobre esto último Azpiazu y Schorr (2001b) señalan: “las modalidades de los diversos procesos de privatización –exigencias patrimoniales mínimas, requisitos técnicos, celeridad, importancia del poder de lobbying doméstico, etc.– facilitaron e incluso indujeron el despliegue de distintos tipos de estrategias por parte de los principales conglomerados locales, inscriptas en una creciente polarización del poder económico. Al respecto, pueden identificarse tres lógicas de comportamiento (no necesariamente excluyentes entre sí): a) los grupos económicos que a través de alguna/s de su/s firma/s controlada/s adquirieron empresas públicas o tenencias accionarias del Estado en compañías que operan en el mismo sector de actividad en el cual estaban insertos (estrategia de concentración). Tal el caso, por ejemplo, del grupo Indupa y su participación en Petropol e Induclor; del grupo Garovaglio y Zorraquín, que a partir de Ipako adquirió Polisur; o del conglomerado Techint, que se adjudicó la mayoría accionaria de SOMISA. Idéntico fenómeno se manifiesta en la privatización de áreas de explotación petrolífera que, en su mayoría, pasaron a manos de las principales empresas del sector (Pérez Companc, Astra, Techint, y la Cía. Gral. de Combustibles del grupo Soldati); b) los conglomerados empresarios que adquirieron u obtuvieron la concesión de empresas o servicios públicos para lograr, directa o indirectamente, un mayor grado de integración vertical u horizontal de sus actividades, al ingresar a mercados desde los cuales se proveen de un insumo clave –“aguas arriba” y/o “aguas abajo”– para sus principales producciones (estrategia de integración). Los ejemplos son muchos y muy diversos: las siderúrgicas de Techint y Acíndar que lograron integrar la producción y distribución de energía eléctrica y gas, insumos fundamentales de su producción; las principales empresas aceiteras (Bunge y Born, Cía. Continental, La Plata Cereal, La Necochea Quequén, Aceitera General Deheza, etc.) en lo atinente a ferrocarriles e instalaciones portuarias; el principal oligopolio cementero (Loma Negra) en el transporte ferroviario de carga; las proveedoras de ENTel en la privatización de dicha empresa (los grupos Pérez Companc y Techint); las empresas petroleras que pasaron a controlar refinerías, destilerías, oleoductos, instalaciones portuarias, flota petrolera, etc.; y c) los grupos económicos que tuvieron una activa y difundida presencia en los distintos procesos de privatización o, en otros términos, que priorizaron una estrategia de diversificación de sus actividades hacia diferentes servicios privatizados poco –o nada– vinculados entre sí por relaciones tecno-productivas y/o de carácter comercial (estrategia de conglomeración). Basta con señalar, en este sentido, al grupo Pérez Companc (generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, transporte y distribución de gas, explotación de petróleo en áreas centrales y secundarias que eran propiedad de YPF, refinerías y destilerías, telecomunicaciones, etc.), al grupo Techint (generación y distribución de energía eléctrica, explotación petrolífera, transporte de gas, ferrocarriles, telecomunicaciones, rutas nacionales, industria siderúrgica, etc.), o al grupo Soldati (generación y transmisión de energía eléctrica, transporte y distribución de gas natural, explotación petrolífera –áreas centrales y secundarias– y destilerías, ferrocarriles, telecomunicaciones, aguas y servicios cloacales, etc.). Sin duda, el caso más ilustrativo de este tipo de estrategia lo constituye el CEI Citicorp Holdings (un fondo de inversiones en el que participaban, entre otros, el Citibank y el grupo local República –propiedad de Raúl Moneta–), que ingresó al mercado gasífero –en los segmentos de transporte y distribución–, al de energía eléctrica –generación y distribución–, al telefónico –fue uno de los accionistas más importantes del consorcio controlante de Telefónica de Argentina–, y al siderúrgico –resultó adjudicatario de Altos Hornos Zapla–. Indudablemente, estas distintas estrategias empresarias frente al programa de privatizaciones indican que la creciente oligopolización y conglomeración de la economía argentina, la polarización del poder económico en un núcleo reducido de conglomerados empresarios, y la consolidación y preservación de reservas de mercado con rentas de privilegio emergen como algunos de los principales impactos de las formas de desarrollo de dicho programa”. 64 En la investigación citada en la nota anterior, Azpiazu y Schorr plantean que “los consorcios privados –constituidos en la mayoría de los casos por grupos económicos, conglomerados extranjeros, empresas y bancos transnacionales– se hicieron cargo de las empresas públicas pagando por ello precios subvaluados y con un alto componente en bonos de la deuda externa. Por otra parte, la transferencia de empresas monopólicas u oligopólicas con reservas legales de mercado fue acompañada por marcos regulatorios que no hicieron más que aumentar la capacidad de los nuevos consorcios para imponer sus intereses en la estructura de precios y ganancias relativas de la economía argentina, y en el funcionamiento de una amplia gama de sectores económicos, lo cual les garantizó una elevada y creciente rentabilidad que, en este caso, operó no sólo como una forma de acentuar la concentración del ingreso sino también como la manera de aumentar sus beneficios patrimoniales... De esta manera, la conjunción de los dos factores mencionados (bajo precio inicial y creciente –y muy alta– rentabilidad) dio como resultado una notable y aceleradísima revaluación patrimonial en términos económicos (tanto para las firmas prestatarias como, obviamente, para sus propietarios), que sólo podía efectivizarse en el mercado si se concretaba la enajenación de la correspondiente participación accionaria en el consorcio controlante de la empresa privatizada. Esto es lo que ocurre con particular intensidad en la segunda

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En segundo lugar, a favor de la –insistente, aunque lograda con creces– búsqueda del neoliberalismo por reestructurar los cuadros tarifarios de modo tal que reflejaran adecuadamente los costos de prestación (o, más apropiadamente, de avanzar hacia una regresiva matriz de precios relativos entre los distintos tipos de usuarios), se verificó un considerable abaratamiento de las tarifas abonadas por los grandes consumidores industriales (disminución que fue particularmente importante en dos de los principales insumos empleados por las firmas vinculadas a estas fracciones del capital: gas natural y electricidad)65.

En tercer lugar, si bien el proceso desestatizador instrumentado durante el gobierno del Dr. Menem se circunscribió fundamentalmente al ámbito de los servicios públicos, cabe mencionar que la privatización de casi todas las compañías de propiedad estatal que operaban en el sector fabril (como, entre las más destacadas, Altos Hornos Zapla, las firmas integrantes del complejo Fabricaciones Militares, las empresas que formaban parte del polo petroquímico de Bahía Blanca, Somisa y las instalaciones industriales de YPF) promovió un importante proceso de concentración de la producción y de centralización del capital en algunas industrias de insumos básicos muy relevantes (petroquímica, refinación de petróleo y siderurgia), el cual favoreció a firmas vinculadas a importantes “generales de la economía” con fuerte presencia en tales sectores manufactureros (es el caso de Garovaglio y Zorraquín, Indupa, Pérez Companc, Soldati y Techint)66.

mitad del decenio de los noventa, cuando los grupos locales y algunos conglomerados extranjeros se lanzan a vender sus participaciones accionarias en los mencionados consorcios e incluso, en algunos casos, a transferir el conjunto de sus firmas controladas, remitiendo los cuantiosos recursos obtenidos al exterior, dando lugar a la etapa de mayor fuga de capitales locales al exterior de los últimos veinticinco años”. En ese marco, los autores destacan los casos del grupo Soldati, que adquirió su participación inicial en Telefónica de Argentina por aproximadamente 18 millones de dólares y muy poco tiempo después se desprendió de la misma por un valor de 85 millones de dólares; de los conglomerados Techint y Pérez Companc, que invirtieron originalmente alrededor de 43 y 79 millones de dólares, para obtener, respectivamente, 240 y 515 millones de dólares, al vender sus participaciones accionarias en Telefónica de Argentina; del CEI Citicorp Holdings, que recibió a cambio de la venta de su participación en la Transportadora de Gas del Sur un monto cuatro veces más elevado que el que había desembolsado al momento de la privatización de Gas del Estado; y del grupo Macri, que obtuvo 323 millones de dólares por la venta de sus acciones en las distribuidoras gasíferas Cuyana y del Centro cuando su inversión inicial había sido de 148 millones de dólares. 65 Las compañías de mayor envergadura del sector manufacturero no sólo se vieron favorecidas por la mencionada disminución tarifaria (que, en términos relativos, las favoreció mucho más que a las de menores dimensiones), sino también por la posibilidad que tuvieron de “saltar” la fase regulada de los respectivos mercados y, por esa vía, de acordar precios directamente con los productores de gas y energía eléctrica en el nivel mayorista (en numerosos casos se trató de transacciones intracorporativas por cuanto muchas de las firmas productoras de gas y generadoras de electricidad se encontraban relacionadas societariamente con los grupos económicos propietarios de los principales oligopolios industriales). Esta situación fue inducida por las propias normativas sectoriales y le permitió a los grandes usuarios acceder a tarifas bastante más reducidas que las correspondientes a los segmentos regulados (beneficio del que no gozó gran parte de las firmas pequeñas y medianas dados sus niveles de demanda). 66 Las rasgos distintivos y los impactos más relevantes de las privatizaciones son abordados por Abeles (1999); Abeles y Nochteff (1999); Abeles, Forcinito y Schorr (2001); Azpiazu (1995b, 2003 y 2005); Azpiazu y Basualdo (1995a); Azpiazu y Schorr (2001a y 2003); Basualdo (1994); Heymann (2000); Heymann y Kosacoff (2000); Kozulj (2000); Lo Vuolo (2003); y Pistonesi (2000).

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Por su parte, el proceso de liberalización comercial aplicado en el transcurso de la década pasada fue en muchos aspectos asimilable al implementado durante la última dictadura militar: en ambos casos las medidas aperturistas se instrumentaron con un muy escaso gradualismo y ostensibles asimetrías (en los noventa hubo sectores, como el automotor, que fueron especialmente protegidos), se enmarcaron en escenarios de sobrevaluación de la moneda doméstica que potenciaron los efectos de la brusca reducción de los aranceles67, y fueron utilizadas como una herramienta clave de la política de estabilización.

De forma similar a lo acontecido a fines de los años setenta, en los noventa la conjunción de estos factores condicionó sobremanera la capacidad de respuesta de un número considerable de empresas del sector manufacturero, en particular la de las de menor tamaño (que, vale recalcarlo, en la mayoría de los casos se encontraban sumamente debilitadas por la reestructuración sectorial iniciada con el Plan Martínez de Hoz y por las características de la aguda crisis fabril verificada durante la Administración Alfonsín), no así la de las más grandes, sobre todo las vinculadas a los principales conglomerados económicos del país. A diferencia de aquéllas, estas últimas contaban con un considerable poderío económico acumulado en las dos etapas anteriores del “modelo financiero y de ajuste estructural” y una inserción en la economía que les permitiría a muchas de ellas transitar con éxito por el nuevo “entorno de negocios” (por ejemplo, por controlar los canales de importación y comercialización; por estar posicionadas en sectores que por distintas razones se encontraban –en mayor o menor medida– a resguardo de las importaciones; por poder financiarse a tasas reducidas tanto en el mercado financiero local como, más aún, en el internacional; por poder subsidiar a empresas pertenecientes al mismo holding en sectores expuestos a la competencia externa mediante su presencia en mercados de elevada rentabilidad; etc.).

Lo anterior se vio potenciado por la existencia de un sistema aduanero sumamente “permeable” y por el hecho que los mecanismos que tradicionalmente su utilizan para controlar las prácticas comerciales desleales, como el régimen anti-dumping, fueron aplicados con un alto grado de discrecionalidad, acentuando las asimetrías derivadas de la apertura comercial y contribuyendo a expandir la concentración y la centralización económicas a favor de prácticamente idénticas fracciones de la clase dominante: los grandes grupos empresarios68/69.

67 Como se plantea en Arceo y Schorr (2004), la sobrevaluación de las monedas de muchos países de América Latina durante los noventa fue una política impulsada por el gobierno estadounidense frente a sus problemas de balance en cuenta corriente y sus eventuales efectos fueron minimizados por la visión neoliberal, para la cual el desequilibrio en la cuenta corriente de un país de la región significaba que el mismo estaba atrayendo ahorro externo y eso se traduciría en el largo plazo, si las rentabilidades relativas eran las “adecuadas”, en un aumento de las exportaciones que equilibraría finalmente el mencionado déficit. Sin embargo, un elemento fundamental para el sostenimiento de la apreciación cambiaria fue que la misma potenció los efectos estructurales de la apertura, redujo el monto en moneda local del pago de los intereses de la creciente deuda externa y aseguró ganancias elevadas en dólares para las empresas extranjeras (lo que generó estímulos para la entrada de capital externo), así como holgados beneficios patrimoniales, siempre en “moneda dura”, para los grupos económicos de capital nacional (fenómeno potenciado, en el caso argentino, por el seguro de cambio asociado al régimen de Convertibilidad –véase Basualdo, 2003 y 2005–). 68 Un análisis exhaustivo de las principales características y las implicaciones de la liberalización comercial aplicada durante el gobierno militar puede consultarse en Sourrouille (1982), mientras que en Azpiazu (1994) se

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El carácter concentrador y centralizador del programa de reformas estructurales implementado en el transcurso del decenio pasado también queda de manifiesto cuando se analiza el tercero de los pilares “ordenadores” del set de políticas públicas que se aplicó: la no menos asimétrica desregulación –cuando no re-regulación– de los mercados.

Como se mencionó, para el pensamiento neoconservador hegemónico en los noventa las principales “fallas de mercado” radicaban esencialmente en el excesivo intervencionismo estatal y en la profusión de regulaciones que impedían el libre desenvolvimiento de las “fuerzas de mercado” y la consiguiente asignación óptima de los recursos. En esta visión, la regulación pública generaría imperfecciones mucho más perniciosas que las que podrían provenir de la propia dinámica del libre desempeño de los mercados. Sobre esa base, se argumentaba que la remoción de tales regulaciones permitiría liberar esas fuerzas intrínsecas de la competencia y con ello maximizar el bienestar social.

Ahora bien, como destaca Azpiazu (1999b), el tratamiento de los mercados como si todos fueran de libre concurrencia o de competencia cuasi perfecta supone un desconocimiento absoluto del “mundo real” contemporáneo (nacional e internacional). estudian detenidamente los efectos sobre la industria de la apertura encarada en el transcurso de los noventa. Asimismo, consúltese Yoguel (1998); y el Anexo Nº 1 de esta investigación. En el mencionado trabajo de Azpiazu se señala: “En general, las políticas arancelarias aplicadas desde mediados de los años setenta se caracterizan por su escasa articulación con las –igualmente marginales– políticas industriales, constituyéndose, en realidad, en políticas centrales del ajuste externo y/o fiscal e, incluso, en instrumento de la política de estabilización de corto plazo, en pieza clave del desplazamiento de la industria del patrón de acumulación, de la creciente concentración y centralización económica, del `disciplinamiento´ de los sectores sociales menos poderosos, etc.. Con matices en cuanto a su intensidad, tales características permean la política arancelaria desplegada desde fines del decenio de los años ochenta por la actual administración de gobierno [se refiere a la del Dr. Menem]. La misma reconoce marcadas discontinuidades de corto plazo pero queda inscripta en un sesgo estratégico marcadamente negativo para los sectores industriales, con la excepción de unas pocas actividades y de ciertos oligopolios que cuentan con protecciones naturales o normativas. En tal sentido, las permanentes modificaciones en la estructura de los aranceles a la importación y la remoción de las barreras paraarancelarias emergen como una constante durante la actual administración de gobierno. Cabe hacer resaltar que en poco más de dos años –de octubre de 1989 a noviembre de 1991– se sucedieron trece reformas o modificaciones en la configuración de los niveles arancelarios. Al cabo de ese período, el arancel nominal promedio descendió de 26,5% a 11,7%, respectivamente... En síntesis, en el plano sectorial... el proceso de apertura al exterior de la economía ha conllevado una alteración radical en el contexto operativo de la mayoría de los sectores manufactureros que, a la vez, tiende a verse agravado ante el abaratamiento del tipo de cambio real de las importaciones. En ese marco, a nivel de ciertos sectores de actividad, el proceso de apertura ha devenido en otro tipo de efectos que, atento a las imperfecciones del mercado doméstico, queda circunscripto a algunas de las principales empresas de diversas industrias: el aprovechamiento pleno de su poder oligopólico y de canales de distribución que les permiten comercializar su propia producción así como la de bienes importados, sustitutivos o complementarios de aquélla. Ese fenómeno se produce en una multiplicidad de actividades –diversos productos alimenticios, bebidas, confecciones textiles, productos químicos y agroquímicos, cerámicos, sanitarios, etc.– e implica, entre otros, el desplazamiento del núcleo técnico de las empresas involucradas desde el área de la producción al de la comercialización, la morigeración del potencial `efecto precio doméstico´ de las importaciones abaratadas por la apertura y el rezago cambiario, la consolidación de barreras al ingreso a los respectivos mercados, etc.”. 69 Muy probablemente, la industria siderúrgica emerge como la actividad en la que se registró un mayor número de solicitudes cursadas favorablemente con la aplicación de derechos anti-dumping y, a la vez, donde sólo tuvieron esa positiva respuesta oficial las que fueran presentadas por empresas pertenecientes a los grupos económicos líderes de la actividad (Acíndar y Techint), al tiempo que fueron denegadas las elevadas por los escasos laminadores independientes (muchos de ellos, posteriormente absorbidos por aquéllos). Véase Azpiazu y Basualdo (1995b).

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Incluso, difícilmente pueda ignorarse que, tal como se desprende de la abundante evidencia disponible, en aquellos casos en que existen marcadas imperfecciones en el mercado –ajenas a la intervención estatal–, la no compensación de las mismas y/o la liberalización plena de las “fuerzas del mercado” derivará seguramente en una profundización de tales “fallas” de mercado (en especial de las fuerzas de coacción resultantes del propio poder económico de los actores predominantes).

Sobre estas cuestiones, vale la pena introducir dos ejemplos referidos al caso argentino. El primero lo brinda el impacto de la “desregulación” sobre diversos mercados vinculados con la industrialización de bienes primarios, donde la relación entre las empresas agroindustriales oligopsónicas –y, en la generalidad de los casos, también oligopólicas– con los productores de sus insumos básicos –atomizados y con escaso poder de mercado– derivó en una creciente imperfección de los mercados o, más precisamente, en una considerable transferencia del poder regulatorio sobre los mismos hacia aquellos oligopsonios que ya detentaban una posición dominante70. Este proceso se vio reforzado por la ostensible debilidad de la normativa existente para regular el comportamiento empresario o, más apropiadamente, la falta de voluntad política para “defender la competencia” a pesar del carácter “pro-mercado” del programa de reformas estructurales en curso71.

El segundo ejemplo es el de la llamada desregulación del mercado del petróleo y los combustibles líquidos. En los hechos, las potenciales fuerzas competitivas que podrían devenir de la apertura de la economía y la remoción de regulaciones en el sector se vieron fuertemente erosionadas por las propias restricciones de índole infraestructural (problemas de calado portuario, control oligopólico sobre los ductos y la capacidad de almacenamiento). A ellas se le adicionaron las derivadas de la morfología de los canales de comercialización (donde la desregulación de las relaciones contractuales entre las firmas oligopólicas y la distribución minorista no fueron motivo de preocupación oficial) y la sanción de normas re-regulatorias (restricciones para quienes quisieran importar combustibles líquidos) que prácticamente inviabilizaron la irrupción de nuevos oferentes en el mercado y tendieron a consolidar el poder económico de las empresas líderes locales (YPF, Shell y Esso)72.

De lo anterior surge que lejos de haber sido uniformes y neutrales, las políticas que constituyeron el núcleo organizador del programa de ajuste estructural que se aplicó en el país en el transcurso del decenio pasado trazaron en el ámbito industrial un claro “mapa” de ganadores y perdedores, replicando en gran medida lo sucedido en las dos fases anteriores del “modelo financiero y de ajuste estructural”, en las que, como se trató en los Capítulos 70 En cuanto a estos temas consúltese, entre otros, los estudios de Azcuy Ameghino (2001); Azpiazu y Basualdo (2001); Bisang y Gutman (2005); Gortari (1998); Gutman (1999); Manzanal (1999); Rofman (1999, 2002 y 2005); Rosenstein, Propersi, Albanesi y Qüesta (1999); y Schamber (2000). 71 Sobre las características de la legislación anti-trust vigente en el país durante el período bajo análisis se recomienda consultar los trabajos de García (2000); y Nochteff y Soltz (2003). 72 Estas cuestiones son tratadas por Azpiazu y Schorr (2001a); Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (1999); Proyecto “Privatización y Regulación en la Economía Argentina” (1999); y Ortiz y Schorr (2002).

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anteriores, la orientación de la política económica jugó un papel decisivo en la explicación del considerable salto que se experimentó en materia de concentración y centralización del capital.

En ese marco, vale la pena realizar una serie de consideraciones sobre la forma en que el sector fabril local reaccionó ante el peculiar –para nada neutral ni uniforme– “entorno de negocios” que se tendió a consolidar bajo la vigencia del esquema de la Convertibilidad. Para ello, en el Cuadro Nº 9 consta el comportamiento del PBI global, el correspondiente a la industria, el PBI fabril por habitante y la participación de la actividad manufacturera en el valor agregado total para el período comprendido entre 1993 y 200173.

Cuadro Nº 9 Argentina Evolución del PBI global, el PBI industrial, el PBI industrial per capita y la participación de la industria en el PBI global, 1993-2001(1) (en índice 1993=100 y porcentajes)

PBI PBI

industrial PBI industrial

per capita PBI ind./PBI

(%) 1993 100,0 100,0 100,0 18,2 1994 105,8 104,5 103,4 18,0 1995 102,8 97,0 95,0 17,2 1996 108,5 103,3 100,0 17,4 1997 117,3 112,7 108,0 17,5 1998 121,8 114,8 108,9 17,2 1999 117,7 105,7 99,2 16,4 2000 116,8 101,7 94,4 15,9 2001 111,6 94,2 86,5 15,4

T.A.A. 1993/1998 4,0% 2,8% 1,7% -1,2% T.A.A. 1998/2001 -2,9% -6,4% -7,4% -3,6% T.A.A. 1993/2001 1,4% -0,7% -1,8% -2,1% (1) Tanto el PBI global como el industrial están valuados a precios de 1993. Fuente: Elaboración propia en base a información del Ministerio de Economía y Producción.

73 Se consideró la evolución de la industria desde 1993 dado que a fines de la década pasada el Ministerio de Economía publicó una nueva estimación de las Cuentas Nacionales que reemplazó a la anterior (cuyo año base era 1986). La imposibilidad metodológica de realizar el empalme de la nueva serie con la precedente invalida toda consideración agregada que involucre un horizonte temporal más amplio (no obstante, las tendencias generales de la nueva estimación coinciden con las que se desprenden de la serie anterior –Basualdo, 1998–). De todas maneras, merece destacarse que metodológicamente resulta más apropiado considerar a 1993 –y no a 1990– como año base, por cuanto el incremento del PBI fabril que se registró en el período 1990-1993 tuvo mucho más de recuperación (respecto del magro desempeño sectorial de la década de los ochenta) que de crecimiento genuino. En efecto, entre 1980 y 1993 el producto bruto industrial tuvo un desempeño muy pobre (se incrementó, a precios de 1986, a una tasa anual acumulativa del 0,4%, en un contexto en que el PBI global creció a un promedio anual del 1,1%). Sin embargo, dentro de dicho patrón agregado de comportamiento pueden identificarse dos etapas claramente diferenciables: durante el decenio de los ochenta el valor agregado fabril se contrajo a un ritmo promedio por año del 1,9% (a tal punto alcanzó esta contracción que en 1990 el PBI sectorial fue aproximadamente un 18% más bajo que el vigente en 1980), mientras que entre 1990 y 1993 se expandió a una tasa promedio anual del 8,4%.

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De la información presentada se desprende que el desenvolvimiento sectorial durante esos años puede dividirse en dos períodos: antes y después de 1998, cuando se inicia una crisis sin precedentes –tanto por su duración como por su profundidad– que repercutió sobre el conjunto de la economía argentina y, con mucha mayor intensidad, sobre la industria, y que derivó en el abandono del régimen convertible a comienzos del mes de enero del 2002. Al respecto, las evidencias proporcionadas por el Cuadro Nº 9 indican que entre 1993 y 1998 el PBI global (considerado a valores constantes –precios de 1993–) se expandió a un ritmo promedio por año del 4%, mientras que el valor agregado generado en el ámbito fabril se incrementó a una tasa del 2,8% anual acumulativo (ello supone una elasticidad-producto global para el sector manufacturero de 0,7)74.

Como resultado de este peor desempeño de la industria vis-à-vis el resto de las actividades económicas, tuvo lugar una nueva disminución en la gravitación relativa del sector en el producto bruto del país (descendió, siempre a precios constantes, del 18,2% en 1993 al 17,2% en 1998). Este proceso de “desindustrialización” se profundizaría aún más entre 1998 y 2001 (a fines de esta etapa la participación de la industria en el valor agregado total de la economía fue de apenas un 15,4%)75. Ello, en el marco de una pronunciada declinación del PBI sectorial: entre los años de referencia esta variable descendió a un promedio anual del 6,4% (esto es, dos veces más que el producto bruto global), a raíz de lo cual en el 2001 se ubicó en niveles casi un 18% más reducidos que en 1998 (y un 6% por debajo del registro de 1993).

La aguda crisis sectorial de los últimos años de la Convertibilidad también queda de manifiesto cuando se repara en que el PBI industrial per capita correspondiente al 2001 fue un 13,5% más bajo que el de 199376. De considerar que en este último año este indicador se ubicaba en niveles inferiores a los vigentes en las postrimerías del esquema sustitutivo (Kosacoff, 2005), puede concluirse que como resultado del shock neoliberal instrumentado durante la década de los noventa (con sus antecedentes desde 1976) y de la profunda recesión iniciada a mediados de 1998, se registró un marcado proceso de deterioro que situó a la actividad en valores mucho más reducidos que los verificados casi un cuarto de siglo antes. Al respecto, no puede dejar de recalcarse que además de tener un menor tamaño que a comienzos de los años setenta, a fines de la Convertibilidad el sector fabril local se caracterizaba por

74 Esto significa que ante un crecimiento del PBI global del 1%, el producto bruto de la industria se incrementó un 0,7%. Téngase presente, en este sentido, que durante la segunda fase del modelo sustitutivo este coeficiente se ubicaba en torno a 1,4, lo cual constituye un indicador del efecto dinamizador que en dicho período se derivaba del crecimiento fabril (Azpiazu y Khavisse, 1983a). 75 De acuerdo a los datos aportados por Kosacoff (2005), dicho porcentual es el más reducido de la serie 1970-2001 (el pico de participación industrial en el producto total se alcanzó en 1974). 76 En el Cuadro Nº 9 se visualiza cómo esta situación es explicada en su totalidad por la crisis que se inicia en 1998: mientras que en el período 1993-1998 el producto bruto industrial por habitante se expandió a una tasa anual acumulativa del 1,7%, entre 1998 y 2001 se contrajo a un ritmo promedio por año del 7,4%.

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presentar un perfil productivo marcadamente diferente –mucho menos denso y articulado77– que el existente a fines de la sustitución de importaciones.

Con respecto a esta cuestión, resulta interesante traer a colación un señalamiento realizado por Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004) en relación con la aguda crisis industrial verificada en el período dictatorial: “que el PBI industrial de 1983 sea equivalente al 90% del generado una década atrás (1973) o al 85%, si se lo contrasta con el de 1974, no constituye un fenómeno común en la historia de las sociedades. Ejemplos relativamente semejantes sólo podrían encontrarse en casos de destrucción física de los medios de producción (como consecuencia de conflictos bélicos o de grandes catástrofes naturales) o de programas económicos monetaristas como los implementados, también, en otros países del cono sur latinoamericano –Chile, Uruguay–”. En este sentido, el hecho que en el último año de vigencia del esquema convertible la estructura industrial de la Argentina tuviera un tamaño más reducido que en las postrimerías del régimen sustitutivo y que presentara un perfil signado por una importante “simplificación productiva” sugiere la existencia, como tendencia de largo plazo, de un proceso de profunda involución que, parafraseando a los autores, no puede ser atribuido a una guerra o a una catástrofe natural, sino que es el resultado directo de la mayoría de las políticas aplicadas en el país por los sucesivos gobiernos desde 1976 en adelante, en el marco de la predominancia hegemónica del neoliberalismo y de la búsqueda –lograda exitosamente– de refundar estructuralmente a la sociedad y la economía argentinas en línea con la revancha clasista propiciada por los sectores dominantes domésticos (todo ello, en un cuadro de acelerada redefinición del funcionamiento del capitalismo en el nivel mundial).

Sobre estos temas, las abundantes evidencias con que se cuenta indican que en las últimas décadas en numerosos países centrales y en muchos periféricos también se ha venido asistiendo a un proceso de disminución en la gravitación relativa de la industria en el conjunto de la actividad económica. En esta constatación se basan aquéllos que, desde los campos académico, político y empresarial, han impulsado –y se han beneficiado con– el programa “desindustrializador” y reprimarizador desplegado en el nivel local durante el “modelo financiero y de ajuste estructural” vigente entre 1976 y 200178. Sin embargo, lo que no casualmente (dados los intereses en juego) estos actores no señalan es que el mencionado proceso en tales países ha estado estrechamente ligado a la maduración y la modernización fabriles, así como a la generación de diversos efectos propulsores por parte del sector manufacturero (para lo cual fueron decisivas las políticas públicas que se formularon e implementaron, así como los –variables, aunque en algunos casos importantes– grados de

77 Esto es, mucho más dependiente de los recursos naturales, más integrado “aguas arriba” por el crecimiento de las industrias elaboradoras de insumos intermedios pero menos “aguas abajo” por el deterioro de diversas manufacturas (por ejemplo, las de origen metalmecánico), con menor capacidad tecnológica propia, más capital-intensivo, de muy bajo dinamismo en lo atinente a la demanda de empleo calificado y con una elevada propensión importadora. 78 Véase Gerchunoff y Llach (2004); Llach (1997); y buena parte de la bibliografía citada en ambos trabajos.

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autonomía relativa del aparato estatal respecto de las distintas clases sociales y fracciones de clase). Entre otras cosas, esto ha derivado en fuertes aumentos en la productividad por incorporación de una variada gama de tecnologías y bienes de capital que han generado una caída en los precios relativos de los productos industriales vis-à-vis los de los servicios, la expansión de distintos tipos de “actividades inmateriales” de naturaleza “cerebro-intensiva” asociada al dinamismo de sectores fabriles de punta, y una creciente participación en los flujos de las manufacturas más dinámicas en el comercio mundial (se trata, en su mayoría, de bienes no basados en recursos naturales y que incorporan una importante densidad tecnológica).

Por el contrario, en la Argentina la “desindustrialización” proviene de la desarticulación productiva y la reestructuración regresiva del aparato fabril iniciadas a mediados de los años setenta, así como de la pobre performance agregada registrada en materia de acumulación de capital en el nivel interno. Sin duda, estos son los principales factores explicativos del aumento acaecido en los últimos decenios en la brecha que separa a la economía doméstica de la de las naciones mencionadas (estancamiento relativo); fenómeno de suma trascendencia por cuanto se ha dado en forma simultánea con la consolidación de la “globalización”, lo cual dificulta sobremanera la posibilidad de revertir el considerable distanciamiento existente en la mayoría de los rubros industriales en materia de competitividad internacional (la excepción está dada por unas pocas ramas muy ligadas al procesamiento de recursos básicos, con escaso dinamismo en el mercado mundial y poco afincadas en el nivel doméstico en diversos aspectos –creación de eslabonamientos productivos y puestos laborales, generación y difusión endógenas de conocimiento científico-tecnológico, etc.–). Así, puede afirmarse que la “desindustrialización” por modernización y profundización industriales registrada en gran parte de las naciones más desarrolladas y en varias que se encuentran inmersas desde hace años en un proceso de desarrollo, contrasta con la “desindustrialización” por crisis y “simplificación productiva” de la Argentina79.

Atento a la importancia de las consideraciones precedentes, resulta de interés indagar acerca de los principales elementos que concurren en la explicación del reducido dinamismo relativo de la industria local en materia de generación de valor agregado durante la década pasada.

En tal sentido, el afianzamiento en los años noventa del proceso de “desindustrialización” estuvo directamente relacionado, en primer lugar, con las principales características estructurales de las grandes firmas y grupos económicos que se desenvuelven en el sector y de las ramas de mayor dinamismo e incidencia en el mismo (mayoritariamente controladas por tales actores oligopólicos). En efecto, durante el decenio bajo análisis se 79 Sobre la trayectoria manufacturera de las últimas décadas en los países centrales y en varios de la periferia, consúltese Amsden (1992, 1993, 2001 y 2004); Amsden y Chu (2003); Arceo (2003, 2004 y 2005); Dorfman (1992 y 1996); Fajnzylber (1983 y 1989); Hikino y Amsden (1995); Katz (1983 y 2000a); Kulfas (2005); Lall (1996 y 2000); Mortimore (1992 y 1993); Mortimore, Bonifaz y Duarte de Oliveira (1997); Mortimore y Peres (2001); Mortimore, Vergara y Katz (2001); Musacchio (2004); Nochteff (2000); y Stiglitz (1997).

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tendió a consolidar una estructura manufacturera crecientemente asociada a la explotación de ventajas comparativas naturales (como la producción de alimentos y, en menor medida, la refinación de petróleo) y/o “institucionales” de privilegio (tal el caso de la industria automotriz, cuyo crecimiento –en particular durante la primera mitad de la década– estuvo íntimamente asociado al régimen especial de promoción y protección con el que fue favorecida), así como a la fabricación de ciertos commodities industriales (en especial metales básicos y sus derivados, y productos y sustancias químicas).

Así, las manufacturas de mayor crecimiento e importancia relativa del espectro fabril local –y de la cúpula empresaria del sector– se caracterizan por presentar un reducido dinamismo en materia de generación de cadenas de valor agregado, empleo y desarrollos domésticos en materia tecnológica. De esta manera, el fortalecimiento de este tipo de perfil sectorial en aquellas firmas líderes que, dado su poder oligopólico sobre las distintas ramas en las que actúan, pueden definir el sendero por el que transitan tales actividades y, más en general, el conjunto de la industria argentina, es uno de los factores centrales para explicar por qué, a pesar que la producción manufacturera creció en términos absolutos hasta antes de la crisis iniciada a mediados de 1998, el sector continuó perdiendo peso relativo en el PBI global, y por qué uno de los principales legados del shock neoliberal de los noventa ha sido la consolidación de una estructura productiva de menor envergadura –y, vale enfatizarlo, mucho menos compleja y densa– que la existente en el país hace aproximadamente treinta años.

El magro desempeño sectorial en materia de generación de valor agregado durante los noventa es explicado también por la significativa desintegración de la producción fabril local resultante de la creciente importancia que, en el marco de la asimétrica apertura comercial instrumentada, asumió el ingreso al ámbito nacional de bienes finales sustitutos de la producción local (que en numerosos casos incluyó el dumping) y la compra en el exterior de insumos y/o de equipamiento por parte de las empresas. Entre otras cosas, ello trajo aparejado el cierre de numerosas firmas industriales (en especial las de menores dimensiones); el corrimiento de muchas hacia actividades vinculadas al armado y/o el ensamblado de partes, sino directamente a la venta de productos importados (a partir del aprovechamiento de sus canales de distribución y comercialización); y la desverticalización de numerosos procesos productivos. Y, por esa vía, el debilitamiento o la desaparición de rubros estratégicos de la matriz manufacturera doméstica (sin duda, el caso emblemático lo constituye la industria local de maquinaria y equipo), y un acentuado repliegue del tejido fabril hacia el procesamiento de recursos básicos (tendencia en buena medida esperable dados los sesgos del shock institucional neoconservador y el entorno macroeconómico asociado al mismo y a la vigencia de un esquema de paridad cambiaria fija con apreciación, así como el tipo de inserción del país en la división internacional del trabajo procurada por los cuadros orgánicos del neoliberalismo y numerosos integrantes del bloque de poder económico).

Todos estos procesos, así como sus impactos agregados sobre el espectro fabril doméstico (“desindustrialización” y achicamiento regresivo de la trama productiva), remiten

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adicionalmente a la estructura de precios relativos de la economía argentina que tendió a conformarse en el transcurso de la década pasada. Al respecto, el plan de estabilización instrumentado a comienzos de 1991 trajo aparejada una significativa estabilización en el nivel general de precios (particularmente importante después de dos episodios hiperinflacionarios y varios años de vigencia de un régimen de alta inflación). Sin embargo, no puede soslayarse que en dicho patrón agregado de desenvolvimiento subyacen marcadas disparidades en la dinámica de los precios de los distintos bienes y servicios, lo cual conllevó importantes transformaciones en la estructura de precios y rentabilidades relativas de la economía local que se caracterizaron por presentar en términos globales un sesgo “anti-industrial”.

En tal sentido, una de las principales asimetrías en la evolución de los precios domésticos durante la vigencia del Plan de Convertibilidad es la que se verificó entre, por un lado, los bienes y servicios no transables con el exterior y los transables protegidos natural o normativamente de la competencia externa, y por otro, los transables (como buena parte de los elaborados en el ámbito fabril). En efecto, en el transcurso de la década pasada los precios industriales se deterioraron en relación con los de los servicios, lo cual es explicado, en lo sustantivo, por la conjunción de dos procesos: a) por el fuerte incremento que registraron los precios de distintos servicios (en particular los públicos privatizados) y el relativamente elevado nivel interno de la tasa de interés; y b) por el leve aumento –sino la disminución– que se verificó en los precios de un gran número de productos fabriles (lo cual deviene, a su vez, del efecto disciplinador que sobre la formación de precios se derivó de la apertura de la economía, el atraso cambiario, la peculiar aplicación de la legislación anti-dumping y las debilidades institucionales existentes para realizar un adecuado contralor sobre las importaciones que ingresaban al país)80.

Esta importante reconfiguración de la estructura de precios y rentabilidades relativas de la economía local impactó negativamente sobre la industria manufacturera en diversos sentidos. Por un lado, en tanto tendió a desincentivar la formación de capital en el nivel fabril, lo cual atentó contra la capacidad de crecimiento del sector y del conjunto de la economía argentina. Por otro, porque en el marco de un fuerte proceso de apertura trajo aparejado un aumento significativo en los costos empresarios (sobre todo en los de las firmas de menor tamaño) y, derivado de ello, un deterioro del tipo de cambio real y, en consecuencia, de la competitividad externa de una parte importante de actividades fabriles (en especial de aquellas que no se sustentan en la explotación de ventajas comparativas naturales y que, por

80 Esta dispar evolución de los precios relativos determinó mutaciones igualmente relevantes en las rentabilidades de los distintos sectores de actividad. Si bien no se dispone de información para el conjunto de la economía, resulta por demás ilustrativo analizar lo acontecido en el interior de las grandes firmas: en Basualdo (2000a) se muestra que en los años noventa el conjunto de las doscientas empresas más grandes del país registró en promedio una tasa de rentabilidad sobre ventas cercana al 5%, que disminuyó a apenas el 1% para aquellas firmas líderes que se desenvuelven en el ámbito industrial y se elevó a casi el 10% en el caso de las empresas privatizadas que integran el panel. Además, consúltese Área de Economía y Tecnología de la FLACSO/FETIA-CTA (2005a); Coloma (1993); Gaggero (1995); y González (2005).

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lo general, cuentan con un importante potencial en lo que se refiere a la creación de eslabonamientos productivos)81.

La consolidación durante los años noventa de la “desindustrialización” no sólo se encuentra asociada a determinados aspectos del sector manufacturero (como los rasgos estructurales de las ramas y los estamentos empresarios predominantes) y/o a los impactos macroeconómicos derivados de las políticas públicas implementadas (básicamente el carácter asimétrico asumido por la apertura comercial y la conformación de una estructura de precios y rentabilidades relativamente desfavorable para buena parte de los rubros industriales), sino que también estuvo estrechamente vinculada con –y se manifestó en– la vigencia que siguió manteniendo la especulación financiera como uno de los ejes estructuradores del proceso de acumulación y reproducción ampliada del capital de las grandes firmas y grupos económicos que se desenvuelven en el nivel fabril.

Ello se refleja, por un lado, en la evolución de la transferencia de capitales locales al exterior. En efecto, en el transcurso de los años noventa, replicando lo sucedido desde mediados de los setenta, una parte considerable del excedente nacional apropiado por el capital concentrado interno fue remitido al exterior para ser colocado, en buena medida, en inversiones de carácter financiero. Al respecto, basta con mencionar que a fines de la década pasada los capitales de residentes argentinos en el exterior superaban los 130 mil millones de dólares (lo cual equivalía a aproximadamente un 90% de la deuda externa total del país), cuando a comienzos de la misma se ubicaban en el orden de los 50 mil millones de dólares. Las evidencias disponibles permiten concluir que una proporción significativa de los recursos fugados pertenecen a un núcleo reducido de conglomerados empresarios de origen nacional y extranjero (muchos de los cuales son –o fueron– propietarios de importantes firmas industriales)82.

La relevancia que asume la valorización financiera del capital para los oligopolios manufactureros líderes se visualiza adicionalmente cuando se analiza el peso relativo que los activos financieros de tales firmas tienen en sus respectivos activos totales. En este sentido,

81 Esto último reviste suma trascendencia por cuanto determinó que una parte mayoritaria del entramado local de pequeñas y medianas empresas afrontara muy importantes y variadas restricciones para hacer frente a la creciente importación de bienes industriales; proceso que se acentuó dada la dificultad que encontraron estos actores económicos para endeudarse a tasas de interés “razonables” (Capítulo 4). 82 Un análisis de las características del acentuado proceso de fuga de capitales locales al exterior que tuvo lugar durante los años noventa (y más ampliamente desde fines de los setenta) puede ser consultado en Basualdo (2000a y 2000b); Basualdo y Kulfas (2000); y Kulfas y Schorr (2003). Sobre el particular, cabe destacar que de un trabajo reciente elaborado por una comisión especial de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional surge que las mencionadas fracciones del capital tuvieron una activa participación en la fenomenal salida de divisas del país que se registró a lo largo del año 2001 y que derivó en la implementación del denominado “corralito” y el abandono de la Convertibilidad. En los Anexos I y II de dicha investigación se listan las empresas y las personas físicas que lideraron el mencionado “drenaje”, entre las que sobresalen varias vinculadas a los grupos económicos nacionales y extranjeros más relevantes como, entre otros, Acíndar, Agea/Clarín, Arcor, Bagó, Bemberg, Dow Química, Esso, Fate/Aluar, Fortabat, Garovaglio y Zorraquín, La Nación, Ledesma, Macri, Pérez Companc, Pescarmona, Repsol, Roemmers, Shell, Techint y Werthein (Comisión Especial de la Cámara de Diputados, 2005).

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resulta de interés señalar que en los primeros años del decenio de los ochenta (es decir, en uno de los momentos más críticos por los que atravesó la industria argentina en el último cuarto de siglo), los activos financieros de las grandes compañías del sector representaron cerca del 50% de sus activos totales, mientras que a mediados de los noventa dicha participación se ubicó en el orden del 35%83. Asimismo, en la década pasada los activos financieros de los principales oligopolios fabriles representaron en promedio más del 45% de sus activos fijos (no financieros). Estas cifras revelan la importancia de la especulación financiera en la estrategia global de acumulación de los segmentos empresarios que ejercen el liderazgo industrial, más aún si se considera que en el transcurso del decenio de referencia se registró una significativa transferencia de activos fijos que favoreció fundamentalmente a las grandes firmas de la actividad (privatización de compañías estatales, fusiones y absorciones de empresas, etc.)84, y que, a diferencia de lo ocurrido en los ochenta, se trató hasta 1998 de un período de relativo crecimiento para el conjunto del sector (en particular para las compañías de mayores dimensiones)85.

De lo que antecede se deduce que el proceso económico-social que se registró en el país en los años noventa consolidó una de las principales tendencias que se impusieron a partir de la interrupción del modelo de sustitución de importaciones: la valorización e internacionalización financieras del capital por parte de las compañías manufactureras de mayor tamaño y/o de sus propietarios. La principal manifestación de dicho proceso remite a la notable importancia relativa que adquirieron los activos financieros (en el país y en el exterior) respecto de los activos físicos de estas fracciones de la burguesía.

Naturalmente, este fenómeno no se explica exclusivamente por el carácter rentístico de los grandes capitalistas locales (a pesar de que ello juega un papel relevante)86, sino que también se vincula con cuestiones de índole macroeconómica, entre las que sobresalen dos procesos que también tendieron a desalentar la formación de capital en el ámbito fabril y, por ende, sentaron bases adicionales que terminaron por minar la potencial capacidad expansiva del sector: la señalada vigencia de una estructura de precios y rentabilidades relativas de corte 83 Los datos de los años ochenta fueron tomados de Basualdo (2005), mientras que la información de los noventa corresponde a las más de trescientas empresas industriales que integran el panel de las quinientas de mayor tamaño del país relevadas anualmente por la Encuesta Nacional a Grandes Empresas realizada por el INDEC. 84 Las características centrales y las implicancias estructurales del proceso de centralización del capital que tuvo lugar en el sector manufacturero local durante los años noventa (sobre todo a partir de 1995), pueden ser consultadas, entre otros, en Basualdo (2000a); Briner y Schorr (2002); Chudnovsky y López (1998, 2001 y 2002); Damill (2000); Katz (2005); Kosacoff y Porta (1997); Kulfas (1999, 2001 y 2005); Kulfas y Hecker (1998); Kulfas, Porta y Ramos (2002); Ortiz y Schorr (2004); Stumpo (1998); y UNCTAD (2004, 2005a y 2005b). Asimismo, véase el Capítulo 5 y el Anexo Nº 2 de esta investigación. 85 Como se mencionó en el Capítulo anterior, en la década de los ochenta numerosas empresas industriales (en especial las de mayor tamaño) encontraron en la especulación financiera una alternativa de inversión ante la brusca contracción de la actividad fabril. 86 Existen sobradas evidencias acerca de que la orientación que adoptaron las políticas públicas instrumentadas durante la década pasada tendieron a determinar patrones de comportamiento empresario cada vez más ajenos a la inversión de riesgo, la incorporación de progreso técnico, la innovación tecno-productiva y/o la cualificación de la propia gestión (Azpiazu, 1997; y Nochteff, 1998).

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“anti-industrial”, y la existencia de condiciones que alentaron la especulación financiera en el nivel interno y la fuga de capitales locales al exterior por parte de los actores económicos predominantes.

Entre estas últimas se destacan: a) los diferenciales existentes en las tasas de interés vigentes en el ámbito doméstico y en el mercado internacional –las primeras mucho más elevadas que las segundas–, lo que junto con el fenomenal crecimiento que experimentó la deuda externa del sector público hasta el inicio de la crisis que derivaría en el colapso de la Convertibilidad, generaron las condiciones para que estos sectores del bloque dominante desplegaran nuevamente el circuito de endeudamiento externo-valorización financiera de esos recursos en la plaza financiera local-fuga de capitales al exterior, tal como había sucedido a fines de la década de los setenta; b) la posibilidad que tuvieron los principales grupos económicos de apropiarse de cuantiosos beneficios –en pesos y en dólares, dada la apreciación cambiaria y el seguro de cambio implícito en la Convertibilidad– a favor de su participación en los pocos “nichos” de ganancias extraordinarias que se generaron durante esta etapa (como, a modo de ejemplo, la prestación de servicios públicos y la financiación a tasas “ruinosas” del déficit fiscal resultante del proceso de desarticulación de las finanzas públicas ligado, a su vez, a la realización de diversas traslaciones de recursos estatales a los diferentes factores de poder económico –acreedores y conglomerados empresarios– y la consolidación de una estructura tributaria sumamente regresiva y de naturaleza pro-cíclica); c) la realización por parte de estos estamentos empresarios de ingentes ganancias patrimoniales a partir de la venta de sus participaciones accionarias en empresas privatizadas y/o de firmas de su propiedad a, en la generalidad de los casos, el capital extranjero; y d) la notable aceleración de la regresividad en la distribución del ingreso que se registró en el transcurso de los años bajo análisis, la cual profundizó sobremanera una tendencia que se venía manifestando desde mediados de los setenta87/88.

87 Respecto de estos temas, véase Altimir, Beccaria y González Rosada (2002); Arceo y Basualdo (1999); Azpiazu (1996 y 1998b); Basualdo (2003 y 2005); Benza y Calvi (2004); CTA (2004); Damill, Frenkel y Maurizio (2002 y 2003); Esquivel y Maurizio (2005); Féliz y Pérez (2004); Gaggero y Gómez Sabaini (2002); Kulfas (2001); Kulfas, Porta y Ramos (2002); Nochteff y Güell (2003); y Schorr (2004). 88 Sobre estas cuestiones, en una investigación reciente en la que se analiza la evolución de la distribución funcional del ingreso en la Argentina durante los últimos decenios se destaca: “si la distribución funcional del ingreso es el instrumento que permite analizar con mayor detenimiento el modo en que se realiza la apropiación del ingreso específicamente capitalista, vale entonces la pena detenerse tanto en el componente salarial como en su complemento, el superávit bruto de explotación. Dicho superávit se supone que constituye el sustento de la inversión productiva, la cual abre los cauces para el crecimiento económico”. En ese marco, una de las principales conclusiones del estudio es que en particular desde mediados de los años setenta “el sistemático incremento del superávit bruto de explotación parece haber estado muy lejos de ser destinado a ampliar la escala de producción del país [la proporción de tal superávit que se destina a la inversión se ha mantenido relativamente constante (en torno del 20% del producto bruto interno)]. Una parte quizás significativa de las ganancias se ha dirigido a satisfacer el consumo de los empresarios y de sus familias. Pero frente al reiterado argumento de la necesidad de facilitar la ganancia empresaria para provocar el crecimiento económico vía la inversión, la experiencia de las últimas décadas en Argentina genera serios interrogantes al respecto en la medida en que la primera no se ha transformado en la segunda... De esta manera, tanto el estudio acerca de los diversos destinos del superávit bruto de explotación como de las causas de este traumático divorcio deben ser materia de

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El retroceso fabril acaecido en el transcurso del último decenio, en particular el que se inicia a mediados de 1998, se encuentra vinculado también con la orientación que adoptaron ciertas políticas económicas aplicadas durante los gobiernos de los Dres. Menem y De la Rúa, las cuales pueden considerarse como menores en comparación con las que “ordenaron” el programa de reformas estructurales, pero que se caracterizaron por presentar un similar sesgo que éstas en cuanto a los actores socio-económicos favorecidos y perjudicados. Al respecto, una corriente de análisis que durante la pasada década tuvo amplio consenso señala que la recesión económica e industrial que comienza en el país a mediados de 1998 es explicada básicamente por la articulación de dos factores: uno de índole exógena (crisis rusa, del sudeste asiático y de la economía brasilera, “devaluaciones competitivas” aplicadas en numerosos países, etc.), y fundamentalmente otro de carácter endógeno (la falta de implementación de un “ajuste en serio” de la economía nacional).

Sin embargo, lo que estas interpretaciones no señalan es que precisamente el período más crítico por el que atravesó la industria local en los últimos años fue contemporáneo de la aplicación, durante la Administración Menem y bajo la gestión gubernamental de la Alianza, de sucesivas políticas de neto corte fiscalista tanto en el sector público nacional como en los distintos Estados provinciales. En el marco de las crecientes dificultades existentes para que el país siguiera fondeándose en el exterior que se abrieron con la crisis financiera internacional que signó el fin del siglo XX, tales medidas apuntaron, en lo sustantivo, a generar un superávit fiscal que permitiera al mismo tiempo afrontar el pago de la deuda externa y mantener diversas modalidades de subsidio a los sectores más concentrados de la economía (por caso, ciertos regímenes de promoción y/o protección a algunas actividades, la reducción y/o la exención del pago de distintos tributos a los grandes agentes económicos, etc.).

Así, la conjunción de, por ejemplo, sucesivos ajustes del gasto público con la implementación de diversos “impuestazos” (que en lugar de incrementar la presión tributaria sobre los sectores de mayores ingresos de la población, reforzaron el nivel de imposición sobre, principalmente, los de ingresos medios y bajos, es decir, aquéllos que presentan una menor capacidad contributiva y en los que la carga impositiva tiene una mayor incidencia relativa sobre sus ingresos totales), y la reducción del empleo y de los salarios del sector público (con el consiguiente “efecto demostración” que ello conllevó sobre el ámbito privado), trajo aparejado un fuerte achicamiento de la demanda doméstica, lo cual impactó directamente sobre la actividad económica en general, y la productiva en particular89. Dicho investigaciones posteriores... En dicha dilucidación seguramente tendrá un papel relevante la fuga de divisas de las últimas décadas” (Lindenboim, Graña y Kennedy, 2005). 89 En tal sentido, los llamados “Planes de competitividad”, impulsados durante el año 2001 por el entonces Ministro de Economía Cavallo, persistían en un enfoque ofertista y fiscalista. Se trataba, en esencia, de favorecer a las empresas con una reducción impositiva atento el cumplimiento de ciertos compromisos (entre los que se encontraba una regresiva revisión de los convenios colectivos de trabajo). Sin embargo, en un contexto recesivo como el que se estaba atravesando, una reducción de los impuestos en la fase industrial como la que se proponía sólo podía inducir en el corto plazo un incremento de la rentabilidad empresaria antes que un crecimiento de la demanda. Asimismo, tampoco era esperable un aumento de la inversión dada la elevada capacidad ociosa existente a raíz de la crisis. Véase Kulfas y Schorr (2002); y Schorr (2001).

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proceso, al articularse con otras medidas también inspiradas en los postulados básicos del pensamiento ortodoxo90, indujo una muy aguda y prolongada recesión interna, particularmente intensa en el nivel manufacturero. En ese marco, no resulta casual que como resultado de dicha contracción de la demanda doméstica91 la actividad fabril haya declinado tan pronunciadamente, dado que el grueso del producto sectorial se destina al mercado interno (en especial el generado por las pequeñas y medianas empresas).

Llegados a este punto, y a modo de cierre, vale la pena incorporar una breve reflexión que surge de los distintos desarrollos realizados en este Capítulo y en los que lo anteceden.

Desde mediados de la década de los setenta la industria local ha venido atravesando una crisis de magnitudes considerables –aunque sumamente regresiva y heterogénea en términos de sus efectos sobre los distintos sectores y agentes manufactureros–, a la vez que perdió uno de los principales atributos que la caracterizaron durante la sustitución de importaciones: el de ser la actividad de mayor dinamismo de la economía, dotada con la capacidad de “arrastrar” en su crecimiento a buena parte de los restantes sectores económicos y de tener una creciente participación en el PBI total. De allí que el sector ingresara al siglo XXI con un tamaño sumamente reducido, un perfil estructural de escasa complejidad y densidad, y un ostensible retraso relativo (cuantitativo y cualitativo) en la mayoría de los rubros productivos que lo componen respecto de muchos países de la periferia y, más aún, de las naciones centrales.

La magnitud de la crisis y la reestructuración sectorial del período 1976-2001 también quedan de manifiesto cuando se analiza la evolución del coeficiente de valor agregado manufacturero (que surge de la relación entre el valor agregado sectorial y el valor bruto de la producción y constituye en términos globales un indicador proxy del grado de integración nacional de la producción fabril). En este sentido, a partir de fines de los años setenta, y particularmente durante el decenio de los noventa, a la par de la liberalización comercial asimétrica se tendió a consolidar una acentuada y generalizada regresión en términos del grado de integración de la industria local, tendiendo cada vez más a ser una actividad de armado de bienes en base a la provisión de insumos importados.

Este proceso conllevó impactos negativos sobre los sectores proveedores locales (donde tenían una presencia relevante las pequeñas y medianas compañías), los cuales habían 90 Como, entre otras, la profundización de la apertura asimétrica de la economía y de la industria en un contexto de tipo de cambio fijo y apreciación cambiaria; la convalidación de una estructura de precios y rentabilidades relativas discriminatoria para un número importante de sectores de la producción; la creciente priorización en las partidas presupuestarias del Estado Nacional de recursos destinados al pago de los servicios e intereses de la deuda externa y el cada vez más marcado desplazamiento de los destinados a áreas y/u organismos vinculados a la satisfacción de necesidades básicas de la población; la sanción de distintas medidas tendientes a disminuir directa o indirectamente las remuneraciones salariales; y el encarecimiento de la tasa de interés interna por la vía del endeudamiento del sector público. 91 De la información que brindan las Cuentas Nacionales se desprende que entre 1998 y 2001, la demanda interna (inversión bruta fija más consumo público y privado), considerada a precios constantes de 1993, registró una caída de alrededor del 12%, que es explicada fundamentalmente por la brusca contracción –superior al 30%– que experimentó la inversión.

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sido particularmente importantes durante la vigencia de la sustitución de importaciones (en especial en su segunda etapa iniciada a fines de los años cincuenta). De esta manera, lo que en décadas anteriores habían sido características circunscriptas a sólo algunas producciones y regiones (como el parque industrial de Tierra del Fuego, sustentado en la producción de bienes electrónicos de consumo), en los noventa pasó a ser una modalidad bastante difundida a lo largo del espectro manufacturero. De acuerdo a información censal, mientras que a comienzos de los setenta la industria argentina producía con una relación valor agregado/valor de producción del 42,3%, a mediados de los noventa la misma había descendido al 34,1%.

Todo ello ha derivado en un ostensible debilitamiento de la matriz productiva de la Argentina (aquélla que con dificultades de diversa índole se había llegado a configurar tras largos años de vigencia del régimen sustitutivo y de acumulación de una considerable masa crítica) y ha introducido importantes restricciones a la concreción de un proyecto de desarrollo autónomo del país (que se suman a las –por cierto numerosas– que se derivan de la crisis y la reestructuración regresiva de la actividad industrial verificadas en el marco del “modelo financiero y de ajuste estructural” iniciado en 1976).

Al respecto, resultan interesantes las conclusiones a las que arriba Katz (2000a) a partir de su análisis sobre las mutaciones verificadas en las últimas décadas en el aparato manufacturero latinoamericano: “El abandono relativo de la producción metalmecánica y de la fabricación local de bienes de capital, por una parte, y la fuerte especialización en el procesamiento de recursos naturales y alimentos, por otra, dan pie a una situación de intrínseca fragilidad en la balanza comercial externa de las economías de la región. Dos hechos subyacen bajo esta afirmación: primero, la volatilidad de los precios internacionales de los commodities industriales; segundo, la muy distinta elasticidad de la demanda de unos y otros. Los países de la región se han especializado en bienes de lento crecimiento de demanda en los mercados mundiales, en tanto que paralelamente se transformaban en ávidos importadores de bienes de capital, en los que la elasticidad de la demanda interna es muy elevada. Ello configura un claro cuadro de debilidad estructural, y abre un interrogante de gran importancia, relacionado con la capacidad de la nueva estructura productiva para mantener un equilibrio `razonable´ en las cuentas externas de largo plazo. ¿Será éste un nuevo talón de Aquiles sobre el que la política de fomento productivo y desarrollo tecnológico deberá actuar en el futuro?”.

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Capítulo 4. Principales transformaciones estructurales en la industria argentina en la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”: un enfoque de largo plazo

Teniendo como referencia al conjunto de las evidencias presentadas en los Capítulos

anteriores, en éste se analizan las principales transformaciones que se registraron en la estructura industrial de la Argentina desde mediados de los años setenta, colocando especial énfasis en lo acontecido durante el decenio de los noventa. Esta aproximación histórico-estructural permitirá enriquecer los desarrollos previos y caracterizar más adecuadamente la naturaleza y el sentido del proceso “desindustrializador” de las últimas décadas. El estudio que se encara en este tramo de la investigación se sustenta en el seguimiento analítico de una serie de dimensiones que se consideran de suma relevancia como, entre otras, los cambios en la composición sectorial de la producción y la ocupación fabriles, la configuración estructural de las diferentes ramas que conforman la trama manufacturera doméstica, las condiciones de trabajo de los obreros de la actividad, la distribución funcional del ingreso dentro del sector, y la evolución de las pequeñas y medianas empresas que se desenvuelven en el ámbito industrial interno92.

4.1. La expulsión de mano de obra, la desaparición de unidades productivas y la redefinición del perfil productivo: rasgos predominantes de la dinámica industrial post-sustitutiva

Una importante expresión del proceso de “desindustrialización” que trajo aparejada la interrupción del esquema de sustitución de importaciones se pone de manifiesto en la pronunciada caída en la cantidad de plantas fabriles relevadas en los tres últimos Censos Económicos realizados en el país: en 1993 fueron censadas poco más de 90.000 unidades, lo que supone la desaparición de más de 10.000 fábricas durante la década precedente y de más de 15.000 respecto del año 1973 (Cuadro Nº 10).

Esa marcada disminución en el número de plantas industriales adquiere particular significación durante el último período intercensal, no sólo por la intensidad que asume (11,2%), sino fundamentalmente por las características que presenta. En efecto, entre 1973 y 1984 se verifica una reducción de poco más de 4.000 plantas (3,9%), donde la desaparición neta de casi 8.500 micro-emprendimientos (menos de diez ocupados por establecimiento) asume un papel más que decisivo93. Muy distinta es la situación que se manifiesta entre 1984 y 1993 donde el mayor ritmo de desaparición de plantas fabriles se verifica en aquellos estratos que nuclean a las 92 En el Capítulo 5 se analiza con cierto detenimiento el desempeño de las grandes empresas durante la vigencia de la Convertibilidad, así como las alteraciones estructurales más relevantes que se manifestaron en el interior de este universo de firmas líderes del campo manufacturero. 93 Ello podría deberse a eventuales problemas de cobertura en el relevamiento de los establecimientos manufactureros más pequeños, donde las dificultades de captación de información pueden conllevar una subestimación de la cantidad de unidades productivas que integran dicho estrato.

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de mayor envergadura (más de cien ocupados). De resultas de ello, considerando el período en su conjunto, la reducción del número de unidades productivas durante las dos décadas bajo análisis alcanza su mayor intensidad relativa en los establecimientos que conforman la “gran industria” (desapareció más de la tercera parte de las plantas de más de 300 ocupados que existían a mediados de los años setenta).

Cuadro Nº 10 Industria manufacturera argentina Evolución intercensal de las plantas, la ocupación, el tamaño medio de las plantas y la producción, 1973-1993 (en valores absolutos, porcentajes, índice total=100, millones de pesos de cada año y puntos porcentuales)

1973 1984 1993 Variación Cantidad % Cantidad % Cantidad % 1993/1973 1993/1984Establecimientos/locales(1) Total 105.642 100,00 101.474 100,00 90.088 100,00 -14,72 -11,22 Más de 300 ocupados 562 0,53 512 0,50 371 0,41 -33,99 -27,54 Entre 101 y 300 ocupados 1.423 1,35 1.527 1,50 1.103 1,22 -22,49 -27,77 Entre 51 y 100 ocupados 1.856 1,76 2.194 2,16 1.708 1,90 -7,97 -22,15 Entre 11 y 50 ocupados 12.515 11,85 16.431 16,19 11.613 12,89 -7,21 -29,32 Menos de 10 ocupados 89.286 84,52 80.810 79,64 75.016 83,27 -15,98 -7,17Personal ocupado Total 1.327.137 100,00 1.373.163 100,00 1.007.909 100,00 -24,05 -26,60 Más de 300 ocupados 434.203 32,72 360.419 26,25 231.579 22,98 -46,67 -35,75 Entre 101 y 300 ocupados 237.078 17,86 255.989 18,64 183.264 18,18 -22,70 -28,41 Entre 51 y 100 ocupados 129.032 9,72 152.042 11,07 120.070 11,91 -6,95 -21,03 Entre 11 y 50 ocupados 259.827 19,58 338.705 24,67 247.635 24,57 -4,69 -26,89 Menos de 10 ocupados 266.997 20,12 266.008 19,37 225.361 22,36 -15,59 -15,28Tamaño medio de planta Índice Índice Índice Total 12,6 100,0 13,5 100,0 11,2 100,0 -10,9 -17,3 Más de 300 ocupados 772,6 6.150,0 703,9 5.202,0 624,2 5.579,2 -19,2 -11,3 Entre 101 y 300 ocupados 166,6 1.326,2 167,6 1.238,8 166,2 1.485,1 -0,3 -0,9 Entre 51 y 100 ocupados 69,5 553,4 69,3 512,1 70,3 628,3 1,1 1,4 Entre 11 y 50 ocupados 20,8 165,3 20,6 152,3 21,3 190,6 2,7 3,4 Menos de 10 ocupados 3,0 23,8 3,3 24,3 3,0 26,9 0,5 -8,7Valor de producción(2) Total 226.671 100,00 4.253.215 100,00 90.461,8 100,00 Más de 300 ocupados 103.951 45,86 1.934.914 45,49 34.340,7 37,96 -7,90 -7,53 Entre 101 y 300 ocupados 45.970 20,28 960.493 22,58 19.043,9 21,05 0,77 -1,53 Entre 51 y 100 ocupados 23.200 10,24 438.381 10,31 11.628,0 12,85 2,62 2,55 Entre 11 y 50 ocupados 33.536 14,80 634.771 14,92 16.458,3 18,19 3,40 3,27 Menos de 10 ocupados 19.966 8,81 284.655 6,69 8.801,5 9,73 0,92 3,04(1) En el Censo Nacional Económico de 1994 la unidad censal fue el local, mientras que en los anteriores fue el establecimiento. (2) El valor de producción se expresa en millones de pesos corrientes de cada año ($ en 1973; $ argentinos en 1984; $ en 1993). Fuente: Azpiazu (1998a) en base a información del INDEC, Censos Nacionales Económicos, 1974, 1985 y 1994.

La desaparición de casi doscientas grandes unidades fabriles, así como la de más de trescientos establecimientos que ocupaban entre 101 y 300 ocupados, no implica necesariamente que se trate del cierre definitivo de los mismos. En realidad, muy particularmente en el último período intercensal se asistió a un difundido proceso de redimensionamiento industrial (“racionalización” de procesos productivos y de planteles laborales, desmantelamiento de algunas líneas de producción, externalización a través de diversos mecanismos de ciertas actividades que anteriormente se realizaban dentro de las fábricas), que derivó en el desplazamiento de un número importante de plantas hacia estratos de menor ocupación relativa. De allí que las que pueden ser consideradas como pequeñas y medianas empresas (entre 11 y 100 ocupados por unidad productiva) fueron las menos afectadas desde el punto de vista cuantitativo en el transcurso de la etapa considerada.

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Del análisis de la evolución del empleo manufacturero se desprende que durante el período analizado se registró un acentuado proceso de expulsión de mano de obra (más de 360 mil personas en la década 1984-1993); fenómeno que se expresa cualquiera sea el estrato de tamaño que se considere, siendo nuevamente los establecimientos productivos de pequeño y mediano porte los menos perjudicados. En efecto, fue en el ámbito de las plantas de mayor envergadura donde se observaron las caídas en la ocupación de mayor significación, tanto en términos absolutos (casi 130 mil personas) como relativos (más de la tercera parte del total).

Si bien durante el último decenio intercensal la expulsión de mano de obra en las grandes plantas adquirió particular intensidad, tal tendencia se remonta al período 1973-1984: entre esos años los establecimientos de más de 300 ocupados expulsaron casi el 20% de su dotación de personal (más de 73.000 ocupados). De allí que como resultado neto de esa dinámica ocupacional los puestos de trabajo en las plantas de mayores dimensiones hayan representado en 1993 poco más de la mitad de los registros correspondientes a dos décadas atrás94.

La pérdida de gravitación agregada de las plantas de mayor tamaño relativo (tanto en términos de la cantidad de establecimientos fabriles como, en especial, de su capacidad generadora de empleo), asume un papel decisivo en la configuración de un fenómeno novedoso en la evolución histórica de la industria nacional: por primera vez el análisis intercensal permite comprobar una reducción en el tamaño medio de las plantas fabriles. En efecto, en 1993 se quiebra una tendencia que se remonta a los orígenes del proceso de industrialización en la Argentina, en tanto la ocupación media por establecimiento manufacturero decae entre 1984 y 1993 de 13,5 a 11,2 ocupados por planta. En este sentido, interesa señalar que también en este aspecto las pequeñas y medianas unidades de producción constituyen el segmento que se aparta de la tendencia del conjunto industrial, porque en ellas el tamaño medio de planta se incrementa en el último período intercensal (pasa de 26,3 ocupados por establecimiento en 1984 a 27,6 en 1993). Dicho proceso encuentra como principal factor explicativo el señalado corrimiento de muchas grandes plantas hacia estratos de tamaño inferior.

El menor peso relativo de los establecimientos de más de 300 ocupados tiene su correlato en un decreciente aporte de los mismos a la producción manufacturera. En este plano, contrastando con la relativa estabilidad del período intercensal 1973-1984, en el decenio transcurrido entre los dos últimos censos realizados en el país se manifiesta una pronunciada caída en la participación productiva de tales unidades fabriles que incluso, aunque con menor intensidad, se hace extensiva a las plantas mediano-grandes (101 a 300 ocupados). Tal como se desprende de la información proporcionada por el Cuadro Nº 10, entre 1984 y 1993 la

94 A los efectos de aprehender más cabalmente la intensidad del proceso de caída en la ocupación manufacturera que se verificó en las últimas décadas, vale la pena introducir una comparación histórica. Mientras que en 1993 había en la industria argentina algo más de 90 mil locales que, de conjunto, daban empleo a 1,0 millón de personas, en 1946 había 85 mil establecimientos que ocupaban a 1,1 millón de personas (Sourrouille y Lucángeli, 1980), pero con la diferencia que en ese entonces la población económicamente activa del país era de aproximadamente 6 millones de individuos y en 1993 era de algo más de 12 millones de personas.

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contribución de las mayores plantas fabriles a la producción total decreció en alrededor de siete puntos porcentuales, al tiempo que el aporte de los establecimientos que ocupan menos de cien personas se incrementó en aproximadamente nueve puntos, de los cuales los pequeños y medianos concentraron casi seis puntos. Ello no hace más que reflejar desde otra perspectiva el mencionado proceso de reordenamiento del perfil industrial que, en el marco de un nuevo –y distinto– contexto macroeconómico y sectorial derivó en, por un lado, la reestructuración tecno-productiva y el redimensionamiento de un número considerable de las mayores plantas fabriles del país y, por otro, el cierre de algunos establecimientos grandes imposibilitados de hacer frente a ese nuevo marco operativo.

Como se mencionó, esta importante reconfiguración del entramado manufacturero local se encuentra estrechamente vinculada con ciertas transformaciones que se registraron, con particular intensidad en el transcurso del decenio de los noventa, en el interior de las distintas plantas (fundamentalmente en las de mayor tamaño). Dichas alteraciones trajeron aparejada una disminución en el aporte de tales establecimientos a la producción y el empleo globales, así como un efecto indirecto –también negativo– sobre sus proveedores domésticos. Si bien se carece de suficientes estudios que analicen con detenimiento las modificaciones registradas durante la década pasada en las funciones de producción de la industria (cambios orientados a reemplazar insumos y bienes de capital producidos localmente por importados, o directamente a la sustitución de algunos de los productos finales que se elaboraban en el país), hay un conjunto de evidencias sectoriales que indican la profundidad alcanzada por ese proceso.

En tal sentido, cabe mencionar que a mediados de los noventa las empresas productoras de cocinas, heladeras, lavarropas, etc. (la denominada “línea blanca”) incorporaban hasta un 35% de partes importadas, mientras que en la producción de bienes electrónicos de consumo dicha participación alcanzaba al 50%. Sin duda, uno de los casos más paradigmáticos es el de la industria automotriz porque su expansión durante los primeros años de la década pasada se logró en base a un régimen de protección especial que impulsó la importación de vehículos finales y autopartes (en particular desde Brasil). Las normas vigentes para el sector establecían que las terminales debían utilizar un mínimo del 60% de insumos nacionales en relación con el valor del automóvil (en los hechos en varios segmentos del mercado se manifestaron porcentuales bastante inferiores), cuando en los años anteriores dicha exigencia se había ubicado en el orden del 90%95.

95 Ello es particularmente importante de destacar por cuanto se trata del único sector manufacturero que gozó de un régimen específico de protección y promoción durante todo el decenio de los noventa. No obstante, dicho esquema no derivó en un crecimiento de la oferta sustentado en un incremento en la producción industrial en sentido estricto, sino más bien en actividades de armado y/o ensamblado de insumos y partes importadas (cuando no en la comercialización directa de vehículos automotores importados por parte de las terminales). Como producto de ello, las grandes terminales registraron importantes déficits comerciales a lo largo de la década, lo cual contrasta con una de las principales disposiciones de la normativa sectorial (que apuntaba a que las empresas registraran un balance comercial equilibrado o que incluso arrojara saldos positivos). Para un tratamiento detenido de estas cuestiones, véase Katz (2000b); Kosacoff (1999); Varela (2003); y Vispo (1999). Además, consúltese el Capítulo 5 de este estudio.

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Asimismo, vale hacer referencia a los ejemplos que ofrecen las firmas elaboradoras de bienes derivados del procesamiento de metales básicos y las vinculadas a la fabricación de productos y sustancias químicas. Con respecto a las primeras, de las evidencias disponibles se desprende que una parte importante de ese mayor peso relativo de los insumos y bienes adquiridos en el exterior sobre la producción total de dichas empresas estuvo muy asociado al incremento en las importaciones de la industria siderúrgica (básicamente de materias primas como mineral de hierro y carbón y, en menor medida, de algunos productos semiterminados).

En el caso de las compañías que manufacturan productos químicos, en la explicación del aumento registrado en las importaciones de las mismas adquiere un papel decisivo el significativo incremento registrado en la adquisición de bienes intermedios y, en particular, de productos finales importados por parte de los principales laboratorios medicinales que se desenvuelven en el país96. Sin embargo, dicho crecimiento de las importaciones no conllevó, como se pudo constatar en otros mercados industriales, una mayor presión competitiva sobre los productores locales por cuanto buena parte de los canales de importación es controlada por los oligopolios de la actividad. Todo ello, al margen de aumentar el –de por sí elevado– poder de mercado de tales actores, le brindó a los mismos la posibilidad de instrumentar distintos tipos de prácticas anti-competitivas en el mercado doméstico (como, por ejemplo, la fijación de precios discriminatorios). A este respecto, cuando se analiza la configuración estructural de dicho mercado se comprueba que presenta un elevado grado de oligopolización y una significativa concentración de las importaciones en aquellos actores con posiciones dominantes de mercado. Ello, sumado a la discrecionalidad existente en el manejo de las patentes y la ausencia de una adecuada legislación de defensa de la competencia, determinó que a pesar de la importante disminución registrada en el consumo interno de productos medicinales durante los años noventa, tales actores desplegaran prácticas oligopólicas en la determinación de precios que les permitió elevar sustancialmente sus ingresos por ventas97.

Así, la consolidación en el transcurso del decenio de referencia del mencionado perfil tecno-productivo y comercial en el nivel de las firmas industriales (sobre todo en el ámbito de las líderes) trajo aparejado –con intensidad diversa según las ramas– un proceso de creciente desverticalización de la producción interna que indujo, a su vez, la ruptura de ciertos –en algunos casos relevantes y dinámicos– encadenamientos productivos (tendencia a la desintegración productiva que fue particularmente acentuada en algunas manufacturas como, por ejemplo, muchas del campo metalmecánico). Sin duda, todo esto adquiere especial relevancia a la hora de explicar el importante redimensionamiento fabril que se verificó en la Argentina y, asociado a ello, la profundización de los procesos de “desindustrialización” y de reestructuración regresiva de la actividad iniciados a mediados de la década de los setenta. 96 También asumieron un papel importante, aunque de menor impacto relativo, las importaciones realizadas por las firmas que operan en el ámbito de la producción petroquímica (fundamentalmente vinculadas a la adquisición en el exterior de insumos y equipamiento empleados en el proceso productivo interno). 97 Un análisis exhaustivo del desempeño de la industria farmacéutica local durante la década pasada puede encontrarse en Azpiazu (1999a).

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4.2. Principales transformaciones en la composición sectorial de la producción manufacturera local

A partir de la utilización de la tradicional clasificación industrial según sectores de actividad que, con la utilización de la Clasificación Internacional Industrial Uniforme (CIIU), Revisión 3, reconoce 22 subconjuntos de manufacturas, la información suministrada por el Cuadro Nº 11 permite reconocer las formas que adoptó la distribución sectorial de las plantas, la ocupación y la producción en el sector fabril local en el año 1993.

Cuadro Nº 11 Industria manufacturera argentina Distribución de los locales, el personal ocupado y la producción según sector de actividad, 1993 (en valores absolutos, millones de pesos de 1993 y porcentajes)

Locales % Personal ocupado

% Valor de producción

%

Elab. de productos alimenticios y bebidas 21.455 23,8 269.784 26,8 23.896,4 26,4 Elaboración de productos de tabaco 25 0,0 5.877 0,6 2.341,6 2,6 Fabricación de productos textiles 2.855 3,2 58.490 5,8 3.643,1 4,0 Fabricación de prendas de vestir y pieles 5.225 5,8 42.943 4,3 2.020,2 2,2 Cuero y artículos de cuero 2.223 2,5 41.543 4,1 2.167,9 2,4 Madera y productos de madera 5.305 5,9 26.764 2,7 905,3 1,0 Papel y productos de papel 882 1,0 25.300 2,5 2.321,8 2,6 Ediciones e impresiones 6.307 7,0 45.003 4,5 3.530,9 3,9 Refinación de petróleo 98 0,1 8.024 0,8 8.111,7 9,0 Sustancias y productos químicos 2.351 2,6 65.168 6,5 9.527,9 10,5 Productos de caucho y plástico 3.230 3,6 43.901 4,4 3.003,8 3,3 Otros productos minerales no metálicos 4.096 4,5 47.114 4,7 2.688,1 3,0 Fabricación de metales comunes 996 1,1 35.911 3,6 3.922,6 4,3 Prod. de metal excl. maquinaria y equipo 13.567 15,1 71.314 7,1 3.504,3 3,9 Maquinaria y equipo 6.950 7,7 64.219 6,4 4.284,2 4,7 Maquinaria de oficina 120 0,1 1.079 0,1 216,0 0,2 Maquinaria y aparatos eléctricos 3.088 3,4 28.397 2,8 1.889,7 2,1 Aparatos de radio, TV y comunicaciones 518 0,6 10.641 1,1 1.737,3 1,9 Instrumentos médicos, ópticos 1.196 1,3 8.416 0,8 472,7 0,5 Vehículos automotores 2.533 2,8 67.601 6,7 8.321,5 9,2 Otros equipos de transporte 708 0,8 8.013 0,8 592,8 0,7 Otras manufacturas y muebles 6.360 7,1 32.407 3,2 1.361,8 1,5 Total 90.088 100,0 1.007.909 100,0 90.461,8 100,0

Fuente: Basualdo (1998) en base a información del INDEC, Censo Nacional Económico, 1994.

En el plano productivo, el elevado peso relativo de un número acotado de actividades

constituye el primer elemento a destacar en cuanto al perfil sectorial de la producción industrial. En efecto, apenas cuatro rubros manufactureros concentraron poco más del 55% de la producción fabril del país relevada en el último Censo Económico. Se trata de las industrias elaboradoras de alimentos y bebidas (26,4% del total), de sustancias y productos químicos (10,5%), el sector automotor (9,2%) y las refinerías de petróleo (9%).

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En el primer caso, sobresalen los frigoríficos, la industria aceitera y la láctea (las dos últimas –en especial la primera– inscriptas en un proceso de acelerada y sostenida expansión de la producción y las exportaciones). Por su parte, en el ámbito de las sustancias y productos químicos, las principales producciones provienen de los laboratorios medicinales, de la elaboración de jabones y artículos de limpieza, y de ciertas ramas de la petroquímica. En cuanto a la fabricación de vehículos automotores y de autopartes, tal participación se vio favorecida por el notable ritmo de crecimiento de la actividad registrado sobre todo en la primera mitad de la década de los noventa asociado a, por un lado, la expansión de la demanda interna en un marco de estabilidad macroeconómica y de posibilidades de acceso al crédito para el consumo de bienes durables y, por otro, el régimen especial de promoción sectorial y los acuerdos de intercambio celebrados en el ámbito del Mercosur. Por último, la participación relativa de la producción de las refinerías de petróleo se vio fuertemente influenciada por la gravitación de los impuestos internos (representaban prácticamente un tercio del valor de la producción del sector), así como por el incremento de la demanda local de los distintos combustibles líquidos derivados del petróleo.

Un segundo fenómeno destacable es el que surge de considerar la participación no muy disímil de cinco subconjuntos de industrias muy heterogéneas que individualmente consideradas aportan alrededor del 4% de la producción sectorial. Se trata de la fabricación de productos textiles (hilados, tejidos y acabado), la edición e impresión de publicaciones, la manufactura de metales comunes (esencialmente acero, hierro y aluminio), la elaboración de productos metálicos excepto maquinaria y equipo, y la producción de bienes de capital. De conjunto, estas últimas actividades explican aproximadamente el 21% de la producción industrial. En otros términos, de agruparlas con las anteriores, más de las tres cuartas partes de la producción manufacturera del país provenía a mediados de los años noventa de apenas nueve sectores industriales.

De las consideraciones precedentes se infieren dos cuestiones relevantes. La primera es que un amplio grupo de ramas mostraba en el plano agregado una escasa –cuando no irrelevante– significación dentro del espectro fabril local (como, por ejemplo, la industria de la madera y derivados, y distintos rubros vinculados a la fabricación de bienes que suponen cierto grado de sofisticación tecnológica y que son más o menos dinámicos en lo que se refiere a la creación de empleo de elevada calificación y la generación y la difusión de conocimiento científico-técnico –maquinaria y aparatos eléctricos, aparatos de radio, televisión y comunicaciones, instrumentos médicos y ópticos, y maquinaria de oficina–). La segunda es que en línea con la reestructuración regresiva del sector iniciada en el período 1976-1983 y afianzada durante la gestión gubernamental del Dr. Alfonsín, y con ciertos argumentos centrales del pensamiento y las políticas del neoliberalismo, una proporción muy considerable de la producción industrial de la Argentina se asentaba sobre el aprovechamiento de ventajas comparativas de carácter estático (en muchos ramos fabriles, con un ostensible desaprovechamiento de sus potencialidades en cuanto a la generación de mayor valor agregado doméstico).

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De la información que brinda el Cuadro Nº 11 se desprende también que el perfil sectorial de la ocupación en la industria presenta diferencias importantes respecto del correspondiente al nivel productivo. Las mismas no hacen más que reflejar, en última instancia, las marcadas heterogeneidades –inter e incluso intrasectoriales– en cuanto a los requerimientos de mano de obra por unidad de producción o, en otros términos, la respectiva intensidad relativa en el uso del “factor trabajo” de los distintos subgrupos de manufacturas. En este plano, el liderazgo de las industrias alimenticias resulta aún más pronunciado que en el ámbito productivo, a punto tal que el personal que ocupaban en 1993 (cerca de un 27% del total) fue casi cuatro veces superior al demandado por la fabricación de productos metálicos (con excepción de la de maquinaria y equipo), segundo sector en orden a su capacidad generadora de empleo. En el primer caso, al margen de las panaderías –fuertes demandantes de mano de obra–, se destacan los frigoríficos, las industrias lácteas, vitivinícolas y de bebidas gaseosas. En el segundo, el predominio de pequeños talleres artesanales o semi-artesanales (en promedio, apenas cinco ocupados por planta), intensivos en mano de obra, explica su relativamente importante aporte a la generación de puestos de trabajo en el sector fabril.

El sector automotor, en especial la producción de autopartes, emerge como el tercer subconjunto manufacturero en términos de la mano de obra empleada (poco más de 67,5 miles de personas –alrededor del 7% del total–), dotación ligeramente superior a la demandada por actividades tan diversas como la elaboradora de sustancias y productos químicos, la de maquinaria y equipos, la industria textil, la de minerales no metálicos, y la de ediciones e impresiones.

Finalmente, del análisis de la distribución sectorial de las plantas fabriles se desprende la importante significación agregada que le corresponden a la elaboración de productos alimenticios y a la industria metalmecánica (de conjunto explican casi el 40% de los locales relevados en el último Censo Nacional Económico). Dicha participación se eleva a más del 70% en caso de considerar a un conjunto muy disímil de manufacturas (la fabricación de prendas de vestir y pieles, las actividades de edición e impresión de publicaciones, la producción de maquinaria y equipo, la elaboración de madera y derivados, y la denominada “otras manufacturas y muebles”). Sin duda, el liderazgo de estas actividades en términos de su participación relativa en los establecimientos manufactureros del país se relaciona, en buena medida, con el hecho que en muchas de ellas tenían una presencia considerable numerosas plantas de reducido tamaño relativo.

Esta imagen por demás estilizada de las características relevantes del perfil industrial a mediados de los años noventa se ve enriquecida si se la confronta con la resultante de los anteriores relevamientos censales (1974 y 1985), de forma de poder extraer –a partir del análisis comparativo– ciertas inferencias sobre la evolución estructural del sector al cabo de los dos últimos períodos intercensales. Al respecto, las evidencias aportadas por el Cuadro Nº 12 permiten identificar algunas de las principales tendencias características del desempeño de la industria argentina a partir de la interrupción de la sustitución de importaciones, donde la

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revalorización de la constelación local de recursos naturales coadyuva a explicar buena parte de las mutaciones estructurales verificadas a lo largo del período.

Cuadro Nº 12 Industria manufacturera argentina. Evolución intercensal de la distribución del valor de producción, el personal ocupado y las unidades productivas según sector de actividad, 1973-1993 (en millones de pesos de cada año, valores absolutos, porcentajes y puntos porcentuales)

Diferencia porcentual

1973 1984 1993

1993/ 1973

1993/ 1984

Valor de producción Millones $ % Millones $ argentinos

% Millones $ %

Total 226.671 100,0 4.253.213 100,0 90.461,8 100,0 Alimentos, bebidas y tabaco 61.070 26,9 1.023.680 24,1 26.238,0 29,0 2,1 4,9 Textiles, confecciones y cuero 29.628 13,1 530.705 12,5 7.831,1 8,7 -4,4 -3,8 Papel, imprenta y publicaciones 8.868 3,9 201.691 4,7 5.852,8 6,5 2,6 1,7 Productos químicos 42.514 18,8 1.114.663 26,2 20.643,5 22,8 4,1 -3,4 Minerales no metálicos 7.031 3,1 131.432 3,1 2.688,1 3,0 -0,1 -0,1 Industrias metálicas básicas 18.923 8,3 258.568 6,1 3.922,7 4,3 -4,0 -1,7 Prod. metál., maq. y equipos 52.900 23,3 904.935 21,3 21.018,5 23,2 -0,1 2,0 Otras y madera y muebles 5.737 2,5 87.539 2,1 2.267,1 2,5 -0,0 0,4 Personal ocupado total Cantidad % Cantidad % Cantidad % Total 1.327.137 100,0 1.373.163 100,0 1.007.909 100,0 Alimentos, bebidas y tabaco 290.392 21,9 352.308 25,7 275.661 27,3 5,5 1,7 Textiles, confecciones y cuero 202.063 15,2 206.689 15,1 142.976 14,2 -1,0 -0,9 Papel, imprenta y publicaciones 66.346 5,0 74.311 5,4 70.303 7,0 2,0 1,6 Productos químicos 135.550 10,2 148.258 10,8 117.093 11,6 1,4 0,8 Minerales no metálicos 84.520 6,4 86.199 6,3 47.114 4,7 -1,7 -1,6 Industrias metálicas básicas 70.664 5,3 48.995 3,6 35.911 3,6 -1,8 -0,0 Prod. metál., maq. y equipos 394.768 29,7 367.941 26,8 259.680 25,8 -4,0 -1,0 Otras y madera y muebles 82.834 6,2 88.462 6,4 59.171 5,9 -0,4 -0,6 Establecimientos/locales Cantidad % Cantidad Cantidad % Total 105.642 100,0 101.474 100,0 90.088 100,0 Alimentos, bebidas y tabaco 24.623 23,3 26.538 26,2 21.480 23,8 0,5 -2,3 Textiles, confecciones y cuero 14.795 14,0 11.609 11,4 10.303 11,4 -2,6 -0,0 Papel, imprenta y publicaciones 4.813 4,6 4.972 4,9 7.189 8,0 3,4 3,1 Productos químicos 5.359 5,1 6.193 6,1 5.679 6,3 1,2 0,2 Minerales no metálicos 10.265 9,7 9.461 9,3 4.096 4,5 -5,2 -4,8 Industrias metálicas básicas 1.339 1,3 514 0,5 996 1,1 -0,2 0,6 Prod. metál., maq. y equipos 26.028 24,6 26.065 25,7 28.680 31,8 7,2 6,1 Otras y madera y muebles 18.420 17,4 16.122 15,9 11.665 12,9 -4,5 -2,9

Fuente: Basualdo (1998) en base a información del INDEC, Censos Nacionales Económicos, 1974, 1985 y 1994.

En tal sentido, a partir de la reagrupación de los subconjuntos industriales delimitados en el último relevamiento censal (CIIU Revisión 3) de forma de acceder a una configuración sectorial homogénea y comparable con la de los censos precedentes (donde se utilizó la CIIU Revisión 2), cabe resaltar:

• la creciente gravitación agregada de la industria alimenticia, la que durante el decenio transcurrido entre los dos últimos censos se consolidó como la actividad manufacturera de mayor significación económica (en relación con su aporte a la producción total). El comportamiento expansivo de las industrias aceiteras, lácteas, pesquera, de conservas y de los

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propios frigoríficos (en parte asociado a una creciente inserción en los mercados internacionales), trajo aparejada una superior presencia del sector en el plano global y, a la vez, tanto en lo relativo a la producción media por ocupado como en lo que respecta al tamaño medio de planta, los registros de la industria alimenticia pasaron a ubicarse por encima de los correspondientes al sector manufacturero en su conjunto;

• la significativa y persistente pérdida de participación relativa de las industrias textiles en la producción agregada (perdieron casi 4,5 puntos porcentuales entre 1973 y 1993). Tal manifestación a nivel productivo se reproduce –aunque con menor intensidad relativa– en lo referido a la cantidad de plantas fabriles y del personal ocupado;

• un notable incremento en la significación estructural –cualquiera sea la variable que se considere– de las industrias celulósico-papeleras. La maduración de grandes plantas fabriles integradas, cuya ejecución se iniciara en el transcurso de los años setenta al amparo de importantes subsidios estatales, y el consiguiente aprovechamiento de, por un lado, los recursos naturales y, por otro, las posibilidades que aún ofrecía la dinámica sustitutiva interna y las propias exportaciones, coadyuvan a explicar esa creciente gravitación de las industrias papeleras en el nivel agregado;

• la menor incidencia de las industrias metálicas básicas que, muy particularmente en el año del último relevamiento censal (1993), revelaron un importante deterioro de sus precios relativos respecto de las restantes actividades industriales;

• una relativa estabilidad en la participación agregada de las manufacturas metalmecánicas donde subyacen en realidad dos comportamientos contrastantes. Por una parte, el del rubro automotor que, como se señaló, mostró una notable expansión durante el último período intercensal (en especial en el trienio 1991-1993). Por otra, la contracción en la participación relativa de la mayor parte de las ramas elaboradoras de bienes de capital que, al igual que en el caso de las textiles, contaban con una presencia difundida de pequeñas y medianas empresas, y en general debieron transitar un proceso de franco deterioro estructural asociado en gran medida a las modalidades que adoptó el proceso de liberalización comercial implementado en el transcurso de los noventa, y más ampliamente a las formas que asumió la reestructuración del aparato manufacturero en el marco del shock institucional neoliberal que se instrumentó;

• la inexistencia de cambios en el aporte productivo de las industrias elaboradoras de minerales no metálicos, que igualmente revelan notables ritmos de crecimiento en cuanto a sus niveles medios de productividad, así como en el tamaño medio de las plantas fabriles; y

• una menor contribución de las industrias química y petroquímica a la producción agregada del sector con respecto a mediados de los años ochenta –igualmente, superior a la de los setenta–, y una creciente participación relativa tanto en términos del personal ocupado como de las unidades productivas (sin embargo, con una sistemática reducción del tamaño medio de las fábricas).

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Antes de concluir el análisis de la configuración sectorial de la industria, vale la pena incluir una breve reflexión referida a las diferencias intersectoriales existentes a mediados de los años noventa en el plano de la productividad de la mano de obra y de sus respectivas remuneraciones medias, así como de los márgenes de rentabilidad bruta implícitos. Como surge de las evidencias aportadas por el Cuadro Nº 13, tanto en lo atinente a la productividad de la mano de obra (valor agregado por ocupado), como a los salarios medios de la misma, el ordenamiento sectorial no denota cambios sustantivos, por lo menos en el nivel de los respectivos liderazgos. La industria de productos químicos (fuertemente influenciada por las refinerías de petróleo y la petroquímica), la de equipos de transporte (donde resulta decisiva la presencia de la industria automotriz), y la celulósico-papelera y de impresiones (a favor de las grandes plantas integradas de pastas celulósicas y papel), revelan los más altos registros en términos de productividad y remuneraciones medias.

Cuadro Nº 13 Industria manufacturera argentina Productividad, salario medio y rentabilidad bruta según sector de actividad, 1993 (en miles de pesos de 1993 y coeficientes)

Productividad Salario medio

Productividad/ Salario medio

Alimentos, bebidas y tabaco 28.932 13.158 2,2 Textiles, confecciones y cuero 18.999 9.653 2,0 Pasta celulósica, papel e impresiones 30.127 18.337 1,6 Refinación de petróleo, prod. químicos y plásticos 61.918 20.506 3,0 Productos minerales no metálicos 23.035 13.903 1,7 Metales y productos metálicos 21.694 13.826 1,6 Maquinaria y equipos 26.984 14.315 1,9 Equipos de transporte 31.411 20.065 1,6 Otras manufacturas 15.182 8.184 1,9 Total 29.554 14.466 2,0

Fuente: Basualdo (1998) en base a información del INDEC, Censo Nacional Económico, 1994.

Sin duda, la naturaleza tecno-productiva prevaleciente en los distintos sectores de

actividad asume un papel protagónico como factor explicativo de tales diferencias. Los superiores niveles de productividad y la consiguiente posibilidad de captar y/o retener al personal más calificado y/o de mayor aptitud laboral, y de pagar salarios más elevados, se verifican naturalmente en aquellas actividades en las que las economías de escala y los propios estándares tecnológicos definen tamaños mínimos de planta fabril y niveles de productividad muy superiores en relación con los registros medios que se verifican en buena parte de las restantes actividades manufactureras. Si bien las industrias químicas también mantienen su liderazgo en cuanto a la relación entre las productividades y las remuneraciones de la mano de obra, son las industrias más tradicionales (la alimenticia y la textil) las que, al margen de aquélla, revelan una mayor brecha entre ambas variables o, en otros términos, las que denotan en términos relativos una mayor inequidad distributiva.

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En definitiva, una de las principales conclusiones que surge del análisis del perfil sectorial que presentaba la industria argentina a mediados de la década pasada es que un núcleo sumamente acotado de actividades daba cuenta de la mayoría de la producción manufacturera generada en el medio local (ello, en el marco de una tendencia de largo plazo hacia la “desindustrialización” y la “simplificación productiva” de la trama fabril). Al indagar acerca de los principales rasgos estructurales de dichas ramas fue posible verificar que las mismas se sustentaban en gran medida en la explotación de ventajas comparativas naturales, el aprovechamiento de regímenes especiales de promoción y protección, y la elaboración de ciertos commodities industriales de uso difundido, y que dadas sus principales características estructurales presentaban un escaso dinamismo en cuanto a la generación de valor agregado, encadenamientos productivos y puestos de trabajo (sobre todo en el plano intraindustrial)98.

Ahora bien, a los efectos de determinar si con posterioridad al último Censo Nacional Económico realizado en el país se produjeron cambios de importancia en la distribución sectorial de la producción fabril, en el Cuadro Nº 14 se presenta una actualización de la participación relativa en el valor bruto de la producción de las distintas actividades que cabe reconocer en el espectro manufacturero doméstico. El análisis se realiza considerando dos etapas (1993-1998 y 1998-2001) con la finalidad de determinar si se registraron –o no– modificaciones –y de qué características– en el perfil sectorial de la industria argentina en una fase de considerable expansión y en otra de aguda contracción.

Una primera conclusión es que entre 1993 y 1998, en un contexto en que la producción sectorial se expandió a una tasa anual acumulativa superior al 2%, se consolidó la estructura manufacturera vigente al momento del último relevamiento censal. En efecto, en el transcurso del período de referencia se registró un incremento en la gravitación agregada de un conjunto muy reducido de actividades: mientras que en 1993 tan sólo cinco agrupamientos dieron cuenta de aproximadamente un 59% de la producción fabril generada en el país, en 1998 esas mismas manufacturas explicaron casi un 62% (se trata de la producción agroindustrial, la industria química, el sector automotor, la refinación de petróleo y la fabricación de metales comunes).

En este sentido, las evidencias empíricas presentadas permiten distinguir comportamientos diferentes entre los sectores mencionados: mientras que la producción alimenticia se consolidó como la actividad de mayor importancia del entramado fabril local (en 1998 llegó a representar algo más del 27% de la totalidad de lo producido en el sector)99, 98 Respecto de esto último, de la información suministrada por el Cuadro Nº 11 se infiere que a mediados de los años noventa las actividades de mayor incidencia en la estructura fabril local presentaban muy reducidos coeficientes de requerimiento de empleo (cantidad de ocupados por cada millón de pesos producido). En todos los casos, dicha variable fue bastante inferior al promedio sectorial (con la excepción de la elaboración de productos alimenticios y bebidas donde fue apenas un 1% superior). 99 La clara preponderancia productiva de este rubro queda reflejada en el hecho que, tal como consta en el Cuadro Nº 14, la incidencia estructural del mismo en el conjunto de la producción industrial generada en el país en 1998 más que duplicó a la que registró aquella actividad que le siguió en orden de importancia en cuanto a su contribución a la producción agregada (la elaboración de sustancias y productos químicos).

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la significación agregada de la refinación de petróleo registró una leve declinación, al tiempo que se produjeron aumentos en la participación relativa de la fabricación de metales básicos, la industria automotriz y la elaboración de productos y sustancias químicas100.

Cuadro Nº 14 Industria manufacturera argentina Evolución de la participación en el valor de la producción industrial total de los distintos sectores de actividad, 1993-2001(1) (en porcentajes)

Participación en la producción total

Variación en la participación

1993 1998 2001 93/98 98/01 93/01 Elab. de productos alimenticios y bebidas 26,4 27,1 30,9 2,6 14,1 17,1 Elaboración de productos de tabaco 2,6 3,1 3,5 21,0 11,3 34,6 Fabricación de productos textiles 4,0 3,1 2,1 -24,1 -30,0 -46,8 Fabricación de prendas de vestir y pieles 2,2 1,8 1,8 -17,3 -5,0 -21,5 Cuero y artículos de cuero 2,4 2,3 2,4 -3,2 5,4 2,1 Madera y productos de madera 1,0 1,0 0,9 4,3 -10,6 -6,8 Papel y productos de papel 2,6 2,5 2,9 -3,9 15,7 11,2 Ediciones e impresiones 3,9 3,4 3,3 -12,3 -2,2 -14,2 Refinación de petróleo 9,0 8,3 10,0 -7,8 20,6 11,2 Sustancias y productos químicos 10,5 11,1 12,2 5,4 10,3 16,3 Productos de caucho y plástico 3,3 3,4 3,7 2,6 9,9 12,8 Otros productos minerales no metálicos 3,0 2,5 2,0 -14,7 -22,8 -34,1 Fabricación de metales comunes 4,3 5,5 5,3 25,9 -2,8 22,3 Prod. de metal excl. maquinaria y equipo 3,9 3,1 2,7 -19,8 -12,9 -30,2 Maquinaria y equipo 4,7 4,6 3,9 -3,0 -16,2 -18,7 Maquinaria de oficina 0,2 0,1 0,1 -43,8 11,6 -37,3 Maquinaria y aparatos eléctricos 2,1 1,8 1,5 -15,9 -17,0 -30,2 Aparatos de radio, TV y comunicaciones 1,9 1,9 1,4 0,8 -25,2 -24,6 Instrumentos médicos, ópticos 0,5 0,4 0,3 -27,1 -9,9 -34,4 Vehículos automotores 9,2 10,5 7,3 14,4 -30,5 -20,5 Otros equipos de transporte 0,7 0,7 0,4 13,8 -42,1 -34,2 Otras manufacturas y muebles 1,5 1,7 1,2 10,9 -28,8 -21,0 Total 100,0 100,0 100,0 - - -

(1) Los datos de 1993 provienen del Censo Nacional Económico, mientras que los correspondientes a 1998 y 2001 fueron estimados de acuerdo a la variación del volumen físico de la producción de cada agrupamiento sectorial según surge de la Encuesta Industrial del INDEC (en consecuencia, las estructuras porcentuales de 1998 y 2001 fueron calculadas considerando los datos a precios constantes de 1993). Fuente: Elaboración propia en base a información del INDEC, Censo Nacional Económico, 1994, y Encuesta Industrial.

Otra de las constataciones que se desprende de este Cuadro es la marcada involución productiva de ciertas actividades vinculadas a los bloques textil y metalmecánico (con la excepción de la rama automotriz), es decir, de aquellos sectores que en distintos momentos 100 En el caso de los metales comunes, la mayor presencia de la actividad en el interior del espectro fabril local está asociada fundamentalmente al crecimiento de la producción de hierro, acero y sus derivados, y de la elaboración de aluminio. En el de la industria química, al dinamismo de la rama farmacéutica y de ciertas producciones petroquímicas. En el caso automotor, a la considerable expansión –superior al 30%– que experimentó la producción sectorial entre 1993 y 1998.

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motorizaron el crecimiento industrial durante la vigencia del régimen sustitutivo. Dicho proceso de deterioro estructural se encuentra directamente relacionado con la profunda crisis que atravesaron tales actividades en el transcurso de los años noventa, lo cual se encuentra íntimamente asociado, a su vez, a las principales características que asumió la apertura de la economía encarada durante la década pasada (fuertes asimetrías en detrimento de determinados actores y sectores manufactureros). A este respecto, basta con destacar los casos de la fabricación de productos textiles y de prendas de vestir y pieles (cuyos aportes relativos a la producción total disminuyeron entre 1993 y 1998 un 24% y un 17%, respectivamente), o de la elaboración de maquinaria de oficina, la fabricación de instrumentos médicos y ópticos, la producción metalúrgica, y la elaboración de maquinaria y aparatos eléctricos (donde las caídas fueron del orden del 44%, 27%, 20% y 16%, respectivamente).

Esto último cobra relevancia por cuanto se trata, en la generalidad de los casos, de actividades en las que las pequeñas y medianas firmas tenían una presencia importante y que adicionalmente se caracterizan por presentar una elevada intensidad en la utilización de mano de obra101 y, según los sectores, un importante dinamismo –real o potencial– en materia de creación de cadenas de valor agregado, así como de generación y difusión en el medio local de una variada gama de saberes y desarrollos científico-técnicos. La forma en que las modificaciones introducidas en el contexto macroeconómico y sectorial repercutieron sobre estas manufacturas es uno de los principales factores que permiten explicar los motivos por los que durante la década pasada la industria disminuyó aún más su participación en el conjunto de la economía argentina, a la vez que expulsó a un número importante de trabajadores102.

Adicionalmente, la información que consta en el Cuadro de referencia indica que entre 1998 y 2001, en un contexto de aguda y generalizada retracción industrial103, se afianzó aún más el perfil sectorial que se había consolidado en la primera de las etapas mencionadas. Ello se visualiza en el hecho que hacia fines del período bajo análisis la producción de alimentos y bebidas, la elaboración de sustancias y productos químicos, la refinación de petróleo, la fabricación de vehículos automotores y las manufacturas de metales básicos explicaron, de conjunto, alrededor de un 66% de toda la producción fabril realizada en el país

101 De allí que, con la excepción de la industria productora de maquinaria de oficina, todas las ramas mencionadas registraran coeficientes de requerimiento de empleo muy superiores al promedio del sector (Cuadro Nº 11). 102 Todo esto sin mencionar que muchas de estas actividades se caracterizan por ser no sólo mano de obra-intensivas, sino también por demandar trabajadores con un elevado grado de calificación relativa. 103 Entre los años señalados la producción manufacturera global disminuyó cerca de un 20%, tendencia que se manifestó en la totalidad de las actividades delimitadas.

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(porcentual que fue un 11% más elevado que el correspondiente a 1993 y un 5% más holgado respecto de 1998)104.

Así, puede concluirse que en el transcurso de la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” se manifestó un similar “mapa” de ganadores y perdedores en materia sectorial que entre 1976 y 1983 y bajo el primer gobierno de la recuperación democrática, en tanto se tendió a acentuar un perfil manufacturero estrechamente ligado al procesamiento de recursos básicos. Ello, en línea con la aplicación de un programa económico de orientación neoliberal que tuvo como uno de sus principales objetivos estratégicos el de afianzar en el nivel local un patrón de acumulación de capital en el cual quedaran “adecuadamente” expresadas las ventajas comparativas “reveladas” del país y que viabilizara una inserción “eficiente” del mismo en la división internacional del trabajo.

De allí que no resulte casual que la creciente gravitación de un núcleo reducido de rubros elaboradores de commodities industriales se haya verificado en forma simultánea con una considerable retracción de los segmentos más complejos de la trama fabril (en términos relativos respecto de aquéllos, mucho más intensivos en mano de obra –en particular de alta calificación–, más generadores de cadenas de valor, más dinámicos en lo que se vincula con la generación y la difusión de conocimientos y saberes, etc.). En otras palabras, que durante los años noventa se hayan consolidado en el ámbito de la industria argentina los procesos de “simplificación productiva” y de “desofisticación tecnológica” iniciados con la interrupción del esquema sustitutivo y, asociado a ello, se haya acentuado sobremanera la brecha que separa a la mayoría de las ramas manufactureras vis-à-vis sus similares en los países centrales y en varios de la periferia (en muchos casos, vale enfatizarlo, en niveles muy difíciles de remontar en el contexto de la “mundialización capitalista”)105.

104 La mayor incidencia agregada de estas ramas en el conjunto de la producción fabril del país es el resultado de un incremento en el peso relativo de la industria alimenticia, de la refinación de petróleo y de la rama química, de una leve contracción en la contribución de la fabricación de metales comunes y de una caída pronunciada en la gravitación del sector automotor (derivada de la aguda crisis sectorial que se registró a partir de 1998 –entre ese año y el 2001 la producción de vehículos automotores disminuyó alrededor de un 50%–). 105 Sobre estos temas, Katz (1996) ha señalado: “La evolución reciente de la estructura productiva y del cuadro de organización de la producción de firmas individuales revela que han sido más difícil de mantener en funcionamiento –en el marco de la apertura externa y de la desregulación de los mercados– aquellas actividades que eran más ingeniería intensiva vis à vis las que eran recurso-natural intensivas. En otras palabras: lejos de tener un efecto neutral sobre la trama industrial y sobre el aparato productivo los esfuerzos de estabilización macroeconómica y de reforma estructural han incidido negativamente sobre el valor agregado y sobre la capacidad tecnológica local, reduciendo el grado de complejidad de la trama productiva doméstica”. La intensidad y la naturaleza de la reestructuración manufacturera acaecida en el ámbito nacional en las últimas décadas se perciben con mayor nitidez cuando se la coteja con la trayectoria industrial seguida por otros países periféricos. Desde esta perspectiva se comprueba que la regresión fabril de la Argentina ha sido sumamente acentuada tanto en términos cuantitativos como cualitativos. A título ilustrativo, consúltese los siguientes trabajos: Amsden (2004); Arceo (2003 y 2004); Benavente, Crespi, Katz y Stumpo (1996); Buitelaar y Mertens (1993); Buitelaar, Padilla y Urrutia (1999); Camargo (1999); CEPAL (2004); Dussel Peters (2004); Ferraz, Kupfer e Iooty (2004); González (2005); Katz (1996, 1999, 2000a, 2000b y 2000c); Katz y Stumpo (2001); Kosacoff (2004a); Kulfas (2005); Lall (2000); Mendes de Paula (2003); Mortimore, Bonifaz y Duarte de Oliveira (1997); Mortimore y Peres (2001); Peres (1997); Stumpo (1998); y Vergara (2005).

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4.3. La concentración de la producción industrial a mediados de los años noventa

En el marco de las significativas transformaciones que se registraron en el sector manufacturero local durante el último cuarto de siglo se consolidó uno de sus principales rasgos estructurales: el elevado grado de concentración que presentan las distintas ramas que lo conforman. En este sentido, de la información censal se desprende que tanto en 1973, como en 1984 y 1993, casi la mitad de la producción industrial generada en el ámbito nacional provino de mercados altamente concentrados, y sólo un quinto de la misma se realizó en aquellos caracterizados por estructuras de tipo “competitivas”106. Tal grado de concentración queda igualmente reflejado cuando se analiza para dichos años la participación relativa de los distintos tipos de establecimiento fabril en el conjunto de la producción manufacturera local: en los tres casos, las plantas más grandes (aquellas con más de 100 personas ocupadas), que representaron apenas el 2% de la totalidad de unidades productivas relevadas por los Censos Nacionales Económicos, dieron cuenta de aproximadamente el 60% del valor bruto de producción industrial del país (Azpiazu, 1998a).

En ese contexto, el relevamiento censal realizado en 1994 provee la información básica requerida para evaluar el grado de concentración de la producción en el conjunto de las ramas que conforman el sector fabril doméstico y, en consecuencia, permite contar con importantes elementos de juicio en cuanto al nivel de competencia predominante en la industria argentina. Ello supone la recomposición del espectro manufacturero local según el grado de concentración prevaleciente en cada rama de actividad y la delimitación de subconjuntos de industrias con estructuras de mercado relativamente homogéneas. A partir de ello, centrando el análisis en los valores que adoptan las variables censales y los diversos indicadores que pueden construirse a partir de las mismas (entre otros, tamaño medio de planta, productividad, salarios medios), pueden identificarse los principales rasgos que caracterizan al perfil estructural de la industria, desde la perspectiva que surge de jerarquizar las morfologías de mercado que coexisten en el sector107. En este sentido, el Cuadro Nº 15 refleja la importancia de los distintos tipos de ramas a partir de considerar el índice de concentración de la producción en los ocho locales fabriles de mayor valor de producción108.

106 Naturalmente, la caracterización de mercados “competitivos” es una simple estilización analítica que no pretende asemejarlos, ni mucho menos, a la condición de competencia perfecta. Se trata de sectores en los que la relativamente reducida participación productiva de los principales agentes no parecería ser suficiente como para viabilizar el ejercicio y el abuso de posiciones dominantes. 107 Un estudio pormenorizado del grado de concentración que presentaban las distintas ramas industriales a mediados de la década de los noventa se encuentra en Azpiazu (1998a). 108 Cabe destacar que en el Censo Nacional Económico realizado en el país en 1994 se introdujeron algunas modificaciones relevantes en los criterios de clasificación de los datos básicos respecto de los empleados en los dos relevamientos censales que lo antecedieron. Como producto de ello, la información que se analiza en esta parte de la investigación no resulta estrictamente comparable con la presentada en el Capítulo 1 (véase el Cuadro Nº 2). De todos modos, estas limitaciones no impiden identificar tendencias de mediano y largo plazo en relación con la temática de referencia. Sobre estos temas consúltese Azpiazu (1998a); Azpiazu y Khavisse (1983b); y CEPAL (1988).

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Cuadro Nº 15 Industria manufacturera argentina Indicadores censales seleccionados según estratos de concentración(1), 1993

(en valores absolutos, miles de pesos de 1993, porcentajes e índices total=100)

RAC RMC REC TOTAL Ramas Cantidad 85 61 20 166 Porcentajes 51,20 36,75 12,05 100,00 Locales Cantidad 10.046 28.491 51.551 90.088 Porcentajes 11,15 31,63 57,22 100,00 Personal ocupado total Cantidad 292.002 393.697 322.210 1.007.909 Porcentajes 28,97 39,06 31,97 100,00 Personal asalariado Cantidad 274.744 346.461 236.673 857.878 Porcentajes 32,03 40,39 27,59 100,00 Remuneración al trabajo Millones de $ 1993 5.339,62 4.587,03 2.483,52 12.410,17 Porcentajes 43,03 36,96 20,01 100,00 Valor agregado total Millones de $ 1993 14.114,73 9.739,63 5.933,03 29.787,40 Porcentajes 47,38 32,70 19,92 100,00 Valor de producción Millones de $ 1993 44.161,89 30.973,20 15.326,67 90.461,76 Porcentajes 48,82 34,24 16,94 100,00 Productividad (miles $) 48,34 24,74 18,41 29,55 Índice total = 100,0 163,6 83,7 62,3 100,0 Salario medio (miles $) 19,43 13,24 10,49 14,47 Índice total = 100,0 134,3 91,5 72,5 100,0 Productividad/Salario medio 2,49 1,87 1,75 2,04 Índice total = 100,0 122,1 91,7 85,8 100,0

(1) Definidos a partir de la participación en la producción de cada rama de los ocho locales de mayor valor de producción. RAC: Ramas Altamente Concentradas (aquellas en las que los ocho mayores locales generan más del 50% de la producción de la rama). RMC: Ramas Medianamente Concentradas (aquellas en las que los ocho mayores locales explican entre el 25% y el 50% de la producción de la rama). REC: Ramas Escasamente Concentradas (aquellas en las que los ocho mayores locales explican menos del 25% de la producción de la rama). Fuente: Azpiazu (1998a) en base a información del INDEC, Censo Nacional Económico, 1994.

De la información presentada se desprende, en primer lugar, que a mediados de los

años noventa el 48,8% de la producción manufacturera era generada en ramas altamente concentradas (aquellas en las que los ocho mayores locales fabriles explican más del 50% de la producción), estrato en el que quedaban agrupadas 85 actividades industriales (el 51,2% del total). Por su parte, en el polo opuesto, las (20) ramas en las que prevalecían formas “competitivas” de mercado (donde la contribución productiva de los ocho mayores no supera el 25% del total), o más precisamente de alta concurrencia, aportaban apenas el 16,9% de la producción sectorial.

Esas proporciones difieren sustancialmente de considerar las respectivas cantidades de locales fabriles que operan en cada tipo de mercado. En efecto, en el estrato en el que se nuclean las ramas altamente concentradas (RAC) se inscribe el accionar de algo más del 11%

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de las plantas industriales, mientras que el 57,2% de las mismas desarrollan su actividad en mercados “competitivos”. De ello se infiere que el tamaño medio (producción promedio) de las plantas fabriles insertas en mercados oligopólicos resulta muy superior (casi quince veces) al de aquellas que lo hacen en las ramas escasamente concentradas (REC). Esto sugiere la existencia de una relación positiva, teóricamente previsible, entre el tamaño medio de los locales fabriles y el índice de concentración de la producción de los distintos sectores de la actividad manufacturera. Tal fenómeno también se verifica al considerar la ocupación media por planta como indicador del tamaño de estas últimas. En este sentido, basta confrontar la respectiva distribución de las unidades fabriles y de la ocupación industrial (11% y 29%, respectivamente, en el caso de las RAC; 57% y 32%, respectivamente, en el de los mercados “competitivos”) para inferir la presencia de diferencias significativas en el tamaño medio de los locales según el tipo de rama en la que se desenvuelven: mientras que el tamaño medio de las plantas fabriles que operan en el ámbito de las REC es de 6,3 ocupados por local, el de las que actúan en las RAC asciende a más de 29,1 ocupados por unidad productiva.

Por su parte, las diferencias porcentuales en cuanto a la generación de valor agregado y de puestos de trabajo según sea el índice de concentración en cada rama permiten concluir que el respectivo grado de oligopolización de las mismas guarda una relación inversa respecto a la intensidad relativa en el uso de mano de obra, y directa en términos de la productividad de esta última. Como era de esperar, las ramas “competitivas”, donde la presencia de pequeñas unidades productivas resulta decisiva, revelan una mayor recurrencia relativa al “factor trabajo” y una menor productividad que las correspondientes a las industrias oligopólicas. Por su parte, los sectores de mediana concentración se ubican en una situación intermedia, tanto en términos de la intensidad en el uso de los “factores de la producción” como en lo atinente a la productividad laboral.

En este último plano se manifiestan diferencias significativas en la performance de las distintas ramas de actividad que, como tales, aparecen estrechamente vinculadas con las respectivas formas de mercado y los perfiles tecno-productivos que en general se les asocian. Así, el estrato de mayor grado de concentración exhibe una productividad media de la mano de obra casi tres veces superior que la registrada en el estrato más “competitivo”, a la vez que prácticamente duplica a la correspondiente a las ramas medianamente concentradas (RMC).

La introducción de la estructura de los mercados como factor explicativo de las diferencias de productividad remite a la consideración de las técnicas productivas, las consiguientes escalas de producción y los posibles efectos del ejercicio de prácticas oligopólicas. Tal como lo sugiere el hecho que el tamaño medio de planta guarde relación directa con el grado de concentración de los mercados, esa superior productividad relativa en los sectores más concentrados de la industria argentina se encuentra íntimamente asociada al papel que en ellos desempeñan las economías de escala (tecno-productivas, de comercialización y financieras). Asimismo, la distinta capacidad de fijación de precios a favor

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de las plantas líderes que actúan en mercados oligopólicos tiende a posibilitar el acceso a niveles superiores de productividad.

La asimétrica distribución de las variables censales entre los distintos tipos de mercado que coexisten en la industria manufacturera local se manifiesta igualmente al cotejar dos indicadores íntimamente relacionados: el personal ocupado asalariado y la consiguiente remuneración al trabajo. En este caso, a mediados del decenio de los noventa las RAC ocupaban el 32% de los asalariados, y explicaban el 43% del total de los salarios pagados por la industria. En contraposición, en los sectores de escasa concentración trabajaba casi el 28% de la ocupación asalariada, que sólo percibía el 20% de la masa salarial. De allí puede colegirse que los salarios medios en la industria también guardan relación directa con el grado de concentración de la producción en los distintos sectores que la conforman.

Como surge de las evidencias proporcionadas por el Cuadro Nº 15, la remuneración promedio por asalariado en las RAC resultó un 85% superior a la correspondiente a los mercados “competitivos”, un 47% mayor que en las ramas medianamente concentradas y se ubicó un 34% por encima de la resultante para la industria en su conjunto. Esas remuneraciones medias diferenciales en favor de aquellos trabajadores que desarrollan su actividad en sectores oligopólicos constituyen una resultante previsible del mejor posicionamiento de estos últimos en cuanto a las posibilidades de retener personal más calificado y de pagar mayores salarios, en tanto los mismos pueden ser más que absorbidos por los superiores niveles de productividad. Incluso, vale destacar que los diferenciales de salarios fueron mucho menos significativos que los verificados en términos de la respectiva productividad de la mano de obra. En otras palabras, las diferencias entre las relaciones de productividad y salarios promedio fueron más acentuadas en los sectores oligopólicos que en las ramas “competitivas”. Así, mientras en las RAC la productividad media fue 2,5 veces superior a la retribución salarial promedio, en las REC resultó ser de 1,8 veces y en las RMC de 1,9 veces.

En síntesis, a mediados de la década pasada la mayor parte de la producción industrial de la Argentina provenía de mercados altamente concentrados donde, en general, la intensidad relativa de uso de capital y el tamaño medio de planta fabril eran muy superiores a los niveles correspondientes al sector fabril en su conjunto. También puede afirmarse que la estructura de los mercados emerge como un factor decisivo –determinante, en su conjunción con los respectivos perfiles tecno-productivos predominantes– en la explicación de las diferencias de productividad y salarios medios entre las distintas ramas industriales y que, en ese marco, las primeras adquieren una mayor significación relativa en consonancia con el respectivo grado de oligopolización, de allí que en los ámbitos altamente concentrados se manifestaran en promedio los mayores márgenes brutos de rentabilidad o, en otros términos, una ecuación distributiva relativamente más regresiva.

Una perspectiva analítica complementaria de la anterior es aquella que surge de considerar la tradicional clasificación industrial según sectores de actividad, en su relación

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con las formas de mercado que coexisten en la producción de los mismos. En este caso, tratándose de un mayor nivel de desagregación del universo fabril (nueve subconjuntos), quedan de manifiesto ciertas especificidades o comportamientos relativamente atípicos asociados en última instancia a determinadas peculiaridades de algunos de esos subgrupos de manufacturas (Cuadro Nº 16).

Cuadro Nº 16 Industria manufacturera argentina Distribución de la producción según estratos de concentración(1) y sector de actividad, 1993 (en millones de pesos de 1993 y porcentajes)

RAC RMC REC TOTAL Mill. $ % Mill. $ % Mill. $ % Mill. $ %

Alimentos, bebidas y tabaco 12.775,76 28,93 11.891,87 38,39 1.570,39 10,25 26.238,02 29,00

(%) 48,69 45,32 5,99 100,00

Textiles, confecciones y cuero 496,34 1,12 5.421,98 17,51 1.912,85 12,48 7.831,17 8,66

(%) 6,34 69,24 24,43 100,00

Pasta celulósica, papel e impresiones 2.790,72 6,32 1.805,89 5,83 1.256,16 8,20 5.852,77 6,47

(%) 47,68 30,86 21,46 100,00

Refin. de petróleo, prod. quím., plást. 13.262,48 30,03 5.040,63 16,27 2.340,35 15,27 20.643,46 22,82

(%) 64,25 24,42 11,34 100,00

Produc. minerales no metálicos 1.768,93 4,01 724,7 2,34 194,51 1,27 2.688,14 2,97

(%) 65,80 26,96 7,24 100,00

Metales y productos metálicos 3.326,54 7,53 1.888,37 6,10 2.212,02 14,43 7.426,93 8,21

(%) 44,79 25,43 29,78 100,00

Maquinaria y equipos 3.643,94 8,25 2.936,87 9,48 2.019,11 13,17 8.599,92 9,51

(%) 42,37 34,15 23,48 100,00

Equipos de transporte 5.743,94 13,01 695,23 2,24 2.475,07 16,15 8.914,24 9,85

(%) 64,44 7,80 27,77 100,00

Otras manufacturas 353,24 0,80 567,66 1,83 1.346,23 8,78 2.267,13 2,51

(%) 15,58 25,04 59,38 100,00

Total 44.161,89 100,00 30.973,20 100,00 15.326,67 100,00 90.461,76 100,00

(%) 48,82 34,24 16,94 100,00

(1) Definidos a partir de la participación en la producción de cada rama de los ocho locales de mayor valor de producción. RAC: Ramas Altamente Concentradas (aquellas en las que los ocho mayores locales generan más del 50% de la producción de la rama). RMC: Ramas Medianamente Concentradas (aquellas en las que los ocho mayores locales explican entre el 25% y el 50% de la producción de la rama). REC: Ramas Escasamente Concentradas (aquellas en las que los ocho mayores locales explican menos del 25% de la producción de la rama). Fuente: Azpiazu (1998a) en base a información del INDEC, Censo Nacional Económico, 1994.

En el ámbito de las RAC, poco menos de la tercera parte de la producción era explicada a mediados del decenio pasado por las refinerías de petróleo, los productos químicos y los plásticos, donde asumen un papel decisivo determinadas actividades (como las refinerías y la petroquímica básica) fuertemente oligopolizadas –entre otros factores, a favor del papel de las economías de escala, las propias indivisibilidades de la inversión, las barreras al ingreso, etc.–. También adquirían una importante significación agregada las industrias elaboradoras de alimentos, bebidas y tabaco (29% del total) y en menor medida la fabricación

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de equipos de transporte (13%). En el primer caso, el peso relativo de ciertas industrias muy concentradas (como la elaboración de cervezas y de cigarrillos) resulta decisivo; papel que cumple la industria automotriz en el caso de los equipos de transporte. En el polo opuesto, industrias como la textil o la que nuclea a las denominadas “otras manufacturas” revelaban una participación insignificante en la producción generada en las RAC.

Por su parte, atento a la distribución sectorial de la producción que generan, las RMC emergen como las formas de mercado de mayor especialización relativa: más del 38% de su producción corresponde a la fabricación de alimentos, bebidas y tabaco, y poco menos de la quinta parte a la industria textil y de confecciones. En otras palabras, de conjunto, el 56% proviene de aquellas actividades industriales que lideraron la primera fase del proceso sustitutivo (los sectores alimenticios y textiles).

Adicionalmente, de la información presentada se desprende que en las REC existía, en términos relativos a los restantes tipos de mercado, una distribución más homogénea de la producción entre las distintas actividades o, si se prefiere, un mayor grado de “diversificación productiva”. Al respecto, cabe destacar que a mediados de la década pasada más del 71% de la producción agregada de este conjunto de mercados fabriles provenía de cinco grandes sectores: la producción de equipo de transporte (en este caso, muy asociado al peso de determinados rubros vinculados a la elaboración de partes y piezas para vehículos automotores), las refinerías de petróleo, los productos químicos y plásticos (donde juegan un papel decisivo ciertas manufacturas de productos plásticos y derivados), y las industrias metalmecánicas, de maquinaria y equipos, y textil (en las que tradicionalmente las pequeñas y medianas empresas tuvieron una presencia relevante, a raíz de lo cual en tales ámbitos tendieron a predominar formas relativamente más competitivas de organización de la producción).

Esta primera visión del tema se ve enriquecida al integrar al análisis la identificación de las estructuras de mercado en las que se genera la producción de los distintos sectores de actividad y, en ese marco, de aquéllas que hegemonizan las respectivas producciones sectoriales. Con ello se procura determinar qué tipo de asociación puede establecerse entre la configuración sectorial de la industria y la correspondiente morfología de los mercados.

En este sentido, en la casi totalidad de los subconjuntos sectoriales la mayor parte de la producción proviene de RAC, mientras que las restantes formas de mercado sólo predominan, en cada caso, en un sector de actividad109. El predominio más nítido de las estructuras oligopólicas de mercado (en tanto aportan alrededor de las dos terceras partes de las respectivas producciones sectoriales) se verifica en los casos de las refinerías de petróleo, productos químicos y plásticos, y las manufacturas de productos minerales no metálicos y de equipos de transporte. Ello está directamente asociado a la gravitación económica de algunas 109 En efecto, en el ámbito de la elaboración de productos textiles, confecciones y cueros casi el 70% de la producción es generada en RMC, mientras que cerca del 60% de la producción que se realiza en las llamadas “otras manufacturas” proviene de ramas donde prevalecen formas “competitivas” de mercado.

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de las ramas industriales que se integran en tales sectores (como, en especial, las propias refinerías de petróleo, la petroquímica básica, la fabricación de cámaras y cubiertas, la industria cementera, la producción de vidrio plano y de envases de vidrio, y la automotriz), con ciertos denominadores comunes (acentuadas economías de escala, elevados requerimientos de inversión, intensivas en capital, con altas barreras al ingreso, etc.) que lógicamente devienen en estructuras de oferta altamente concentradas. Se trata, en gran medida, de actividades manufactureras que dada la dimensión del mercado doméstico y su respectiva inserción en el escenario internacional, se implantaron y se desarrollaron localmente bajo formas de mercado “naturalmente” oligopólicas.

Aunque con menor intensidad relativa, en las RAC también se genera la mayor parte (en este caso, poco menos de la mitad) de la producción de alimentos, bebidas y tabaco, pastas celulósicas, papel e impresiones y de metales y productos metálicos. En los tres casos, se conjuga la coexistencia de determinadas ramas industriales de características tecno-productivas asimilables a las señaladas anteriormente, con otras actividades en las que se manifiesta un importante grado de atomización de la oferta asociada a, entre otros factores, la existencia de “nichos” de mercado, opciones tecnológicas en las que las escalas no asumen un papel determinante, acotada significación de las barreras al ingreso, así como en materia de requerimientos de inversión. De allí que en estos últimos sectores manufactureros la gravitación –siempre predominante– de los mercados oligopólicos sea en términos relativos inferior de la que revelan en los rubros considerados precedentemente (mucho más homogéneos en materia tecno-productiva).

Los desarrollos previos permiten extraer dos conclusiones de cierta trascendencia. En primer lugar, que la fuerte gravitación de los mercados oligopólicos en la producción industrial realizada en el país a mediados del decenio pasado no constituía una simple resultante matemática de la significación económica asumida por un número acotado –en su cantidad y en sus características tecno-productivas– de actividades, sino que se trataba de un fenómeno difundido, con intensidades diversas, a gran parte de los sectores que conforman el entramado fabril doméstico. En segundo lugar, que la creciente concentración y centralización económicas y la “simplificación productiva” características de la dinámica fabril post-sustitutiva son dos procesos estrechamente vinculados entre sí, dado que el marcado repliegue de la estructura manufacturera de la Argentina hacia las ventajas comparativas naturales se verificó pari passu un cada vez más acentuado control de las ramas ligadas al procesamiento de tales recursos por parte de algunas grandes empresas y grupos económicos de capital nacional y extranjero. Sin duda, ello refleja la funcionalidad del pensamiento y las políticas inspiradas en el paradigma neoconservador (pretendidamente neutrales y uniformes) respecto de las características estructurales y el ciclo de acumulación de estos estamentos del poder económico.

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4.4. Las condiciones de trabajo y la distribución del ingreso en la industria argentina durante la década de los noventa

Uno de los principales resultados de los análisis encarados en los Capítulos que componen la primera parte de esta investigación es que, en línea con la naturaleza y los objetivos políticos subyacentes a la revancha clasista impulsada por los sectores dominantes locales a mediados del decenio de los setenta, tanto durante la última dictadura militar como bajo el gobierno del Dr. Alfonsín los obreros industriales sufrieron un profundo empeoramiento en sus condiciones de trabajo y de reproducción, cuyas manifestaciones más visibles son: la brusca contracción que experimentó la ocupación en ambos períodos; el incremento en la precarización laboral; una creciente segmentación del universo proletario; una fenomenal licuación del poder adquisitivo de los salarios; y, como producto de todo ello, una acelerada transferencia de ingresos hacia, fundamentalmente, las fracciones más concentradas del capital. A los efectos de determinar si en la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural” se verificó –y con qué intensidad y características– este sesgo regresivo de la reestructuración fabril iniciada a partir de 1976, en el Cuadro Nº 17 se presenta el comportamiento de las variables sectoriales más relevantes desde el momento en que se realizó el último Censo Nacional Económico hasta el año 2001. También en este caso, el estudio se focaliza en dos subperíodos (antes y después de 1998).

Cuadro Nº 17 Industria manufacturera argentina Evolución de los principales indicadores de comportamiento, 1993-2001 (en índice 1993=100 y porcentajes)

Relación productividad/

Volumen físico de la producción

Obreros ocupados

Productividad laboral

Horas obrero

trabajadas

Productividad

horaria

Horas trabajadas/

obreros

Salario medio real(1)

Costo medio

salarial(2) salario medio

costo medio

I II III=I/II IV V=I/IV VI=IV/II VII VIII IX=III/VII X=III/VIII1993 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 1994 104,6 97,1 107,7 98,6 106,1 101,5 102,1 105,3 105,5 102,3 1995 97,3 91,3 106,6 88,6 109,9 97,0 97,1 97,5 109,8 109,4 1996 103,5 88,1 117,5 88,0 117,6 99,9 97,5 96,5 120,5 121,7 1997 111,2 88,9 125,0 90,5 122,9 101,8 92,2 90,5 135,5 138,1 1998 110,8 86,2 128,4 86,3 128,4 100,1 91,6 91,8 140,2 139,9 1999 99,2 78,7 125,9 77,7 127,7 98,7 92,1 94,0 136,8 134,0 2000 97,6 73,0 133,6 71,7 136,0 98,2 93,4 93,2 143,0 143,3 2001 86,4 68,2 126,6 64,2 134,6 94,1 92,0 91,5 137,6 138,4

T.A.A. 93/98 2,1 -2,9 5,1 -2,9 5,1 0,0 -1,7 -1,7 7,0 6,9 T.A.A. 98/01 -8,0 -7,5 -0,5 -9,4 1,6 -2,0 0,1 -0,1 -0,6 -0,4 T.A.A. 93/01 -1,8 -4,7 3,0 -5,4 3,8 -0,8 -1,0 -1,1 4,1 4,1

(1) Salario medio nominal deflactado por el Índice de Precios al Consumidor. (2) Salario medio nominal deflactado por el Índice de Precios Mayoristas Productos Manufacturados Nacionales. Fuente: Elaboración propia en base a información del INDEC, Encuesta Industrial.

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Como surge de la información presentada, entre 1993 y 1998 el volumen físico de la producción fabril aumentó en términos absolutos alrededor de un 11%, no obstante lo cual el sector continuó perdiendo participación en el conjunto de la economía argentina. Dicho crecimiento se vio acompañado de un mucho más importante incremento en la productividad media de la mano de obra del sector, que se expandió más de un 28% durante el período de referencia (idéntico ritmo de crecimiento que el registrado por la productividad horaria). Si bien esa suba en la productividad laboral puede estar asociada a una mayor inversión110, parece derivarse fundamentalmente del notable proceso de expulsión de mano de obra que tuvo lugar y, en estrecha relación con ello, de una intensificación en los ritmos de trabajo de los obreros ocupados en el sector.

En este sentido, durante la etapa estudiada la cantidad de trabajadores industriales “en blanco” disminuyó en forma casi ininterrumpida a una tasa anual acumulativa cercana al 3%. Ello determinó que en 1998 la masa total de los ocupados registrados en la actividad fuera aproximadamente un 14% inferior que en 1993. De lo anterior se desprende que entre tales años la industria local registró una “elasticidad empleo-producción” de -1,4 o, en otros términos, que por cada punto porcentual que creció la producción, el empleo sectorial declinó un 1,4%111. Las diversas evidencias disponibles permiten concluir que en la explicación de este importante proceso de expulsión de asalariados fabriles en una fase expansiva concurren múltiples factores, entre los que se destacan:

• la reestructuración regresiva verificada en el nivel sectorial que, como se analizó, se manifestó, entre otras cosas, en la consolidación de ciertas ramas elaboradoras de productos básicos industriales y de automóviles y autopartes (casi todas con una elevada relación

110 En cuanto a las características del proceso inversor en la industria local durante el lapso temporal bajo análisis caben tres comentarios. En primer lugar, si bien la recuperación de la formación de capital en el sector asumió cierta importancia (máxime si se considera la “desinversión” con que finalizó el decenio de los ochenta), no puede soslayarse que la misma tuvo una menor intensidad relativa que la verificada en otras actividades más favorecidas por la orientación de las políticas económicas (por caso, la prestación de servicios públicos) y que tendió a focalizarse en torno de unos pocos rubros productivos (los de mayor significación dentro del tejido fabril) y empresas (sobre todo las más grandes de capital nacional y extranjero que se desenvuelven en aquéllos). Es decir, no se manifestó una tendencia generalizada hacia nuevas inversiones industriales; en todo caso, se trató de una “modernización sesgada” que fue viable por la concurrencia de diversos factores, entre los que sobresalen el abaratamiento relativo de los bienes de capital vis-à-vis el “factor trabajo”, y fundamentalmente la posibilidad que tuvieron las principales firmas y grupos económicos del sector de acceder a financiamiento de bajo costo tanto en el mercado financiero doméstico como en el internacional. En segundo lugar, se trató de un proceso que se asentó básicamente sobre la incorporación de maquinaria y equipo importado, lo cual tuvo repercusiones negativas sobre la industria local de equipamiento. En tercer lugar, como se desprende de la información que consta en el Anexo Nº 2, una parte importante de la inversión verificada durante la década pasada en el campo manufacturero no estuvo asociada a la ampliación del stock de capital, sino a la adquisición de activos ya existentes (privatización de empresas públicas, compra de firmas, fusiones y adquisiciones, asociaciones de capital, etc.). Un análisis de los aspectos e impactos más destacados de la inversión en la industria local en el transcurso de los noventa puede encontrarse, entre otros, en los estudios de Bisang y Gómez (1999); Heymann, Lavarello y Martínez (1998); INDEC (2004); Nasatasky y Rotman (1999); y Ramos y Martínez (2000). 111 Para aprehender más acabadamente la magnitud de dicho coeficiente, basta con mencionar que a principios de la década de los setenta el mismo era de 0,65, lo cual constituye un indicador de que durante la sustitución de importaciones el crecimiento del sector fabril no sólo “arrastraba” a las restantes actividades económicas en términos productivos, sino que también generaba puestos de trabajo.

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capital/trabajo) y en el retroceso experimentado por actividades caracterizadas por una relativamente importante demanda de empleo (bienes de capital y otras manufacturas metalmecánicas, textil y vestimenta, etc.);

• la desverticalización de numerosos procesos productivos (en particular por parte de las firmas líderes) y la creciente reducción del coeficiente de integración nacional resultantes de la liberalización comercial implementada y que tendieron a agravarse por una discrecional aplicación de los mecanismos anti-dumping, la sobrevaluación de la moneda doméstica y la vigencia de un sistema aduanero sumamente vulnerable;

• los procesos de terciarización y de subcontratación que encararon numerosas empresas (sobre todo las de mayores dimensiones), que derivaron en que muchas tareas que hasta entonces se realizaban en el interior de las unidades productivas pasaran a realizarse en otros ámbitos, con la consecuente disminución en el empleo en el sector manufacturero y una mayor precarización laboral112;

• la desaparición de un número considerable de pequeñas y medianas empresas mano de obra intensivas y la puesta en práctica de “estrategias de supervivencia” por parte de varias de las “sobrevivientes” (que en no pocas ocasiones derivó en el abandono de su participación en la industria y su desplazamiento hacia otros rubros económicos); ello, en gran medida, como resultado de las características y el sentido del programa de ajuste estructural instrumentado y, en ese marco, de los ostensibles problemas de estas firmas en materia de competitividad, eficiencia, etc. (muy asociados, a su vez, a sus trayectorias previas: se trata de la fracción del capital industrial más perjudicada por la desigual y heterogénea crisis fabril verificada durante la dictadura militar y en el transcurso del primer gobierno de la reconquista de la democracia); y

• el afianzamiento estructural, concentración y centralización del capital mediante, de aquellas empresas de mayor tamaño y productividad, con una elevada densidad de capital por trabajador, en los sectores industriales predominantes y más favorecidos –por acción u omisión– por la reconversión económico-fabril en curso.

112 Sobre el particular, Giosa Zuazúa (2005) plantea: “La desverticalización en base a la sustitución de segmentos productivos por importaciones trasladaba al resto del mundo la capacidad de generar producto y empleo; por su parte, la subcontratación de servicios trasladaba al sector terciario una proporción del valor agregado y del empleo industrial; asimismo, la intensificación en el uso de la fuerza de trabajo reducía los requerimientos físicos de mano de obra por unidad de producto. En Argentina el contenido de los procesos de reorganización productiva [de los años noventa] fueron generadores de desempleo y, en gran medida, promotores de precariedad, tanto sea porque se destruyó empleo, como porque se sustituyó. La mayor demanda de los servicios de subcontratación significa tanto para las empresas que lo proveen desde el sector formal como para las microempresas del sector informal, condiciones de empleo y producción precarias. En el primer caso se hace uso de formas legales de contratación precaria o del empleo no registrado para reducir el costo, en el segundo caso la base de la precariedad está determinada por la forma de organización de la producción, más allá de que exista la contratación de asalariados no registrados. En ambos casos la `competitividad precio´ de las empresas de mayor tamaño, es sostenida por el empleo precario en otras unidades de producción, y también por contratos precarios que gozan de toda legalidad y que son implementados por las mismas empresas”.

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En relación con lo anterior, cuando se analiza la evolución de la producción en términos relativos al comportamiento de la productividad laboral se constata que esta última variable se incrementó más que la primera en las fases de crecimiento113, y disminuyó muy levemente ante contracciones pronunciadas de la actividad productiva (tal el caso de la crisis de 1995)114. El carácter que asumen estos desempeños permite inferir que durante la etapa bajo análisis el desenvolvimiento de la productividad del trabajo en la industria argentina estuvo estrechamente asociado a la evolución del empleo o, más precisamente, a la dinámica que adoptó la prácticamente sistemática expulsión de asalariados. En dicho contexto, de considerar que entre 1993 y 1998 las horas-obrero trabajadas disminuyeron casi al mismo ritmo –y siguiendo la misma tendencia– que el empleo sectorial (de lo cual se desprende que la extensión de la jornada laboral se mantuvo prácticamente constante), puede afirmarse que una proporción importante del aumento registrado en la productividad de la mano de obra fabril estuvo ligado a un incremento de consideración en la intensidad del proceso de trabajo115.

De la evidencia empírica proporcionada por el Cuadro Nº 17 surge también que, siempre entre 1993 y 1998, en el marco de un proceso en el que se registraron aumentos en la producción y, fundamentalmente, en la productividad del trabajo, el salario medio de la mano de obra manufacturera y los costos medios salariales disminuyeron en ambos casos algo más de un 8% en términos reales (supone un ritmo de contracción del 1,7% promedio anual).

Los comportamientos diferenciales que registraron la productividad laboral, las remuneraciones obreras y los costos salariales en el transcurso del período bajo estudio permiten concluir que se verificó nuevamente una significativa transferencia de ingresos desde los asalariados hacia los capitalistas del sector y, por lo tanto, tuvo lugar una creciente apropiación del excedente fabril por parte de estos últimos. Como queda reflejado en las columnas IX y X del Cuadro de referencia, el excedente bruto (tanto se lo mida según la relación entre la productividad y el salario medio o respecto de los costos salariales) se incrementó sistemáticamente entre 1993 y 1998, a tal punto que en el último de los años mencionados fue casi un 40% más elevado que en el primero (esto es, se expandió a una tasa

113 La única excepción la constituye el año 1997, en el que la producción sectorial creció más de un 7% y la productividad laboral aproximadamente un 6%. 114 Entre 1994 y 1995 la producción sectorial disminuyó un 7%, mientras que el rendimiento productivo por trabajador en actividad descendió apenas un 1%. 115 En relación con estas cuestiones, vale la pena introducir dos breves observaciones. La primera es que la mayor explotación de los obreros industriales fue alentada por un amplio corpus normativo que promovió explícitamente la precarización y la “flexibilización” de las condiciones laborales, así como por la existencia de un creciente “ejército de reserva” que generó ostensibles presiones sobre los trabajadores ocupados. La segunda es que la caída en el empleo sectorial se verificó pari passu un aumento en la incidencia de los trabajadores “no registrados”. Al respecto, consúltese Arceo y Schorr (2004); Beccaria y Galín (2002); Beccaria y Maurizio (2005); Esquivel y Maurizio (2005); Giosa Zuazúa (2000 y 2005); Ministerio de Economía y Producción (2005b); Monza (2002); y Santarcángelo y Schorr (2000).

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anual acumulativa del 7%)116. Ello indica que, con independencia de su destino específico, el capital industrial se apropió de la totalidad de los recursos generados por la mayor productividad laboral y también de la disminución de los salarios de los trabajadores del sector (en especial a partir de 1995). A los efectos de comprender más cabalmente el carácter fuertemente regresivo de la dinámica manufacturera verificada en la última fase del “modelo financiero y de ajuste estructural”, basta con mencionar que el incremento que se registró en la brecha entre la productividad laboral y las retribuciones medias y los costos salariales entre 1993 y 1998 fue mucho más intenso que el registrado entre 1976 y 1983 (sin duda, una de las etapas históricas de mayor “disciplinamiento” de la clase trabajadora argentina)117/118.

Así, puede concluirse que, en términos agregados, durante el sexenio 1993-1998 se verificaron en el ámbito manufacturero “ganancias de competitividad” que desde una perspectiva socio-económica difícilmente puedan catalogarse como virtuosas, en tanto se asentaron sobre importantes caídas salariales y aumentos de productividad asociados a una creciente explotación obrera, antes que sobre un proceso difundido de modernización y complejización de la trama manufacturera doméstica119.

A partir de 1998 se abre un nuevo período caracterizado por una sistemática y sumamente acentuada disminución de la producción y la ocupación fabriles (entre ese año y 2001 ambas variables se contrajeron a una tasa anual acumulativa del orden del 8%). En un contexto en que la productividad de la mano de obra se contrajo a un ritmo medio anual del 0,5% y la horaria se expandió a un promedio de casi el 2% por año120, los ingresos medios de 116 Los cambios sobrevenidos en los años noventa en materia de contratación laboral invitan a realizar un breve comentario de naturaleza metodológica. Las estadísticas empleadas en esta parte de la investigación no permiten captar en toda su intensidad los impactos del intenso proceso de terciarización y precarización que se verificó durante la década pasada, dado que se refieren exclusivamente a empleo directo y registrado. De ello se sigue que, en los hechos, muy probablemente la productividad del trabajo en el conjunto del sector manufacturero local haya sido menor a la que resulta del Cuadro Nº 17 (por cuanto en éste, el denominador del cociente se encontraría subestimado por efecto de la no inclusión de los trabajadores terciarizados y “en negro”). Asimismo, en cuanto a los salarios medios y los costos salariales, debe tenerse presente que en ambos casos se trata de variables (salarios y ocupación) que remiten sólo a personal ocupado “en blanco”. 117 Véase el Cuadro Nº 1. 118 A partir de la estructura de precios y rentabilidades relativas de la economía local que se conformó durante la década pasada, puede inferirse que una parte considerable de ese incremento en la tasa bruta de rentabilidad empresaria terminó canalizándose hacia otros sectores de actividad (fundamentalmente, el financiero y el de servicios –en especial los públicos privatizados–) y/o hacia la fuga de capitales al exterior. 119 El contrapuesto desenvolvimiento de la productividad y los salarios muestra una vez más las paradojas del neoliberalismo (sobre todo en su peculiar versión doméstica): recuérdense los recurrentes señalamientos realizados durante el decenio pasado desde distintos espacios adeptos al “pensamiento único” (empresariales, políticos y académicos) acerca de que cualquier aumento en las retribuciones de los trabajadores debía necesariamente estar “atado” a subas en la productividad de modo de no afectar la “competitividad” de las empresas y la economía nacional. 120 Esto se explica por el hecho que entre los años de referencia la ocupación disminuyó menos que las horas-obrero trabajadas, lo cual sugiere que ante la pronunciada contracción de la actividad industrial que se registró en esta etapa, los empresarios del sector optaron, al margen de despedir a un número considerable de empleados, por reducir la extensión –no así la intensidad– de la jornada de trabajo y/o por suprimir las horas extra de los asalariados en actividad (ello se visualiza en el hecho que entre 1998 y 2001 la duración media de la jornada de trabajo declinó sistemáticamente a una tasa anual acumulativa del 2% –véase la columna VI del Cuadro Nº 17–).

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los asalariados y los costos salariales prácticamente no sufrieron modificaciones, con lo cual se cristalizó la muy inequitativa ecuación distributiva del período anterior.

De esta manera, el análisis de la dinámica fabril que se registró en el país durante el decenio de los noventa indica que en dicho período se consolidaron ciertos rasgos sectoriales que habían venido caracterizando a la actividad desde mediados de los años setenta: una fuerte y casi ininterrumpida disminución en la cantidad de obreros ocupados, una mayor precarización laboral y, en directa relación con ello, crecientes niveles de productividad de la mano de obra (explicados, en lo sustantivo, por una mayor intensidad en el uso del “factor trabajo” o, en otras palabras, por un incremento en la tasa de explotación de los obreros en actividad) que, al no ser transferidos a los asalariados vía incrementos en las remuneraciones, trajeron aparejada una profundización de la regresividad existente en materia de distribución del ingreso generado en el sector121.

En relación con esto último, vale la pena introducir dos breves comentarios. En primer lugar, por la intensidad y la sistematicidad de todos estos procesos a lo largo del período 1976-2001, es indudable que la “economía de guerra” contra los salarios y las condiciones que hacen a la reproducción de la clase trabajadora industrial constituyó uno de los pilares centrales del “modelo financiero y de ajuste estructural” y, desde la perspectiva y el accionar estratégico de los sectores dominantes locales, uno de los principales éxitos de la hegemonía neoconservadora y la revancha clasista a ella asociada. En segundo lugar, el estudio del desenvolvimiento manufacturero durante la década pasada brinda importantes e insoslayables elementos de juicio para comprender muchos de los acuciantes problemas con los que la Argentina ingresó al siglo XXI: una elevadísima tasa de desocupación, una persistente precarización de las condiciones laborales de la mano de obra ocupada, muy bajas y decrecientes retribuciones salariales y, de resultas de todo ello, una marcada y creciente inequidad distributiva.

4.5. El desempeño de las pequeñas y medianas empresas industriales durante los años noventa

Como era de esperar, dado el sentido del proyecto refundacional de la economía y la sociedad argentinas que comienza a mediados de los años setenta, la reestructuración industrial que tuvo lugar en el país durante la década pasada no sólo trajo aparejada una importante redistribución del ingreso manufacturero desde el trabajo hacia el capital, sino que también dentro del empresariado las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) resultaron 121 Desde distintas perspectivas analíticas estos procesos fueron analizados, entre otros, por Abeles y Nochteff (1999); Área de Economía y Tecnología de la FLACSO/FETIA-CTA (2005b); Camargo (1999); Castillo, Cesa, Filippo, Rojo Brizuela, Schleser y Yoguel (2002); Damill, Frenkel y Maurizio (2003); Féliz y Pérez (2004); Frenkel y González Rozada (1998); Frenkel y Rapetti (2004); Frenkel y Ros (2004); Giosa Zuazúa (2000 y 2005); Katz (1996 y 2000a); Kosacoff (2000); Ministerio de Economía y Producción (2005b); Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (2005); Monza (2002); Monza, Casanovas y Crucella (2001); Santarcángelo y Schorr (2000); y Serino y González (2003).

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sumamente afectadas, fundamentalmente por la orientación que adoptaron las distintas medidas de política implementadas, mientras que las firmas líderes registraron una notable expansión económica que les posibilitó incrementar su –ya de por sí significativa– incidencia agregada en el sector, en particular en las ramas más gravitantes dentro del tejido fabril (véase el Capítulo 5). A raíz de ello, se consolidó el “mapa” de ganadores y perdedores que en términos de las distintas clases y fracciones de clase se había “trazado” durante la última dictadura militar de 1976-1983 y consolidado en el primer gobierno de la recuperación de la democracia. A los efectos de comprender más cabalmente el sendero que debieron transitar en el transcurso de los noventa las PyMEs industriales, así como los sesgos heterogéneos del desenvolvimiento fabril durante la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural”, en el Cuadro Nº 18 se presentan, para 1993, las principales actividades manufactureras en las que las PyMEs tenían un peso considerable en términos de su contribución a la producción agregada.

Cuadro Nº 18 Argentina Principales ramas industriales con presencia importante de PyMEs(1) Participación de las PyMEs en la producción, la ocupación y los locales productivos, 1993 (en porcentajes y valores absolutos)

Rama % participación PyME en la

producción de la rama

Personal ocupado

Unidades productivas

PyMEs

Equipos y maquinaria en general 55,7 25.234 1.333 Plásticos 69,6 22.637 1.170 Ingeniería metálica 64,2 23.196 1.544 Prendas de vestir 59,6 23.725 1.349 Autopartes 41,1 18.576 1.031 Panadería 52,4 28.230 2.699 Industria vitivinícola 52,2 7.445 299 Tejidos 45,1 8.861 409 Conservas 58,6 6.111 222 Otras alimenticias 48,9 3.392 139 Motores eléctricos 58,0 4.113 439 Molienda de trigo 51,7 3.163 73 Productos metálicos 70,4 10.333 682 Papel y envases 51,9 6.055 254 Calzado de cuero 44,8 11.157 630 Curtido de cueros 43,1 4.985 205 Otros productos textiles 63,7 6.132 290 Fund. de metales no ferrosos 54,6 4.552 230 Pinturas 55,0 3.341 149

(1) Se consideran PyMEs a aquellas unidades fabriles que ocupan entre 6 y 100 personas. Fuente: Elaboración propia en base a información de Gatto y Ferraro (1997).

De la información que consta en el Cuadro de referencia se desprende que gran parte de las ramas fabriles en las que las PyMEs tenían una presencia difundida registró por diversas razones una aguda contracción productiva a lo largo del decenio de los noventa. Es el caso de un amplio espectro de sectores que resultaron muy perjudicados por el proceso de

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apertura comercial que se instrumentó: la industria de maquinaria y equipos, la elaboradora de papel y envases, y distintas manufacturas de productos textiles y de derivados del cuero.

En el primer caso, con el argumento de abaratar el precio del “factor capital” y por esa vía de alentar la inversión, a partir de 1992 el gobierno argentino implementó un nuevo tratamiento para los bienes de capital que se sostuvo en una considerable reducción de los aranceles a su importación (llevándolos a cero) y en el otorgamiento de un reintegro a las ventas en el mercado interno, lo cual trajo aparejado un efecto desfavorable sobre la rama por cuanto determinó un creciente desplazamiento de la producción local (mayoritariamente realizada por PyMEs) por maquinarias y equipos importados122. Esta tendencia se vio reforzada por la sobrevaluación de la moneda nacional que tuvo lugar durante la vigencia de la Convertibilidad y, como se analiza más adelante, por las antagónicas posibilidades que en materia financiera debieron enfrentar las distintas fracciones del empresariado industrial (de allí que el grueso de la “modernización” del stock de equipamiento en el sector, y en la economía en general, tendiera a focalizarse en un núcleo reducido de firmas de grandes dimensiones con amplia capacidad de fondeo en el mercado doméstico y en el internacional). Sobre estas cuestiones, las evidencias con que se cuenta indican que los procesos de inversión acaecidos durante la década pasada, si bien en apariencia importantes desde un punto de vista cuantitativo, resultaron regresivos debido a la creciente propensión importadora de tecnología (en particular de los sistemas de importación de tipo “planta llave en mano”), con la consecuente pérdida de importancia de la ingeniería local y de los procesos de investigación y desarrollo, y los efectos perniciosos sobre los sectores locales dedicados a la producción de bienes de capital123.

122 Este proceso de sustitución de oferta local por productos importados fue particularmente intenso en aquellas industrias en las que se fabricaba equipamiento utilizado para la prestación de servicios públicos: durante el decenio pasado la casi totalidad de las empresas privatizadas recurrió a la adquisición de insumos y bienes de capital en el exterior (contraviniendo la normativa que se desprende de las leyes de “compre argentino” y de “contrate nacional”), con un muy elevado componente de compras intracorporativas y sin control –ni mucho menos sanción– oficial sobre los más que presuntos precios de transferencia implícitos en tales operaciones (Azpiazu y Schorr, 2003). 123 Para un tratamiento de las principales características e implicaciones de las políticas aplicadas durante los noventa en el ámbito de la industria local de equipamiento, véase Nochteff y Güell (2004); y Sirlin (1997). De acuerdo a la información que brinda un estudio oficial, entre 1990 y 2001 el stock de capital fijo de la economía argentina (valuado a precios de 1993) se incrementó alrededor de un 31%. En ese período, el correspondiente al rubro maquinaria y equipo se expandió algo más de un 20%, tendencia en la que subyacen comportamientos diferenciales según se trate de bienes de capital de origen nacional o importado: mientras que el stock de los primeros disminuyó un 23%, el de los segundos aumentó casi un 250%. De resultas de ello, al final de la Convertibilidad las máquinas y el equipamiento importados representaron cerca de un 50% del acervo total de bienes de capital, cuando a comienzos del decenio pasado significaron aproximadamente un 16% (INDEC, 2004). Al respecto, en Katz (2000a) se plantean algunas importantes consecuencias de índole cualitativa que se asocian a este proceso: en dicha investigación se destaca que a raíz del programa de reformas estructurales implementado en los años noventa “han aumentado significativamente el peso y la presencia de los bienes de capital importados y el cambio tecnológico incorporado en ellos, al tiempo que han perdido terreno relativo tanto la industria interna de bienes de capital como la oferta local de servicios de ingeniería y las tecnologías generadas in situ por las firmas. La sustitución de ingeniería de planta creada internamente por aquella otra obtenida en línea desde firmas licenciatarias del exterior constituye un rasgo manifiesto de esta situación”.

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Si bien no se dispone de suficientes estudios que analicen en detalle la forma en que la liberalización comercial de los noventa impactó sobre la industria de papel y derivados, de productos textiles y vestimenta, y de calzado y otros artículos de cuero, vale la pena mencionar que en buena medida como consecuencia de dicha política, importantes y tradicionales firmas de gran envergadura pertenecientes a holdings empresarios relevantes que actuaban en tales actividades registraron pobres desempeños económicos (que se expresaron en caídas significativas en las ventas en el mercado interno y/o en el cierre de algunas plantas productivas de su propiedad y/o en su “caída” en convocatoria de acreedores –tales los casos de Celulosa Argentina, Alpargatas y Yoma, respectivamente–).

Sin duda, ello constituye un indicador por demás elocuente de las implicancias que sobre la producción local de estos bienes se derivó del ingreso al país de artículos importados. Téngase presente, en tal sentido, que la mayoría de las PyMEs que actuaba en estos mercados no contó con ninguno de las elementos que sí tuvieron las empresas líderes para contrarrestar –cuanto menos parcialmente– los efectos de la apertura comercial: importantes escalas tecno-productivas y comerciales; altos niveles de productividad; control oligopólico de los canales de importación y comercialización; reducidos costos de ciertos insumos clave –por caso, gas natural y, fundamentalmente, energía eléctrica–; posibilidades de acceso a financiamiento a tasas de interés relativamente baratas y/o de internalizar distintos tipos de subsidio del aparato estatal; etc.. Indudablemente, ello constituye un elemento relevante para explicar los motivos por los cuales a las PyMEs de estos ámbitos manufactureros les resultó tan dificultoso hacer frente a un proceso de apertura tan poco gradual y que estuvo sesgado hacia las importaciones y se enmarcó en un cuadro de retraso cambiario124.

Asimismo, otro subconjunto de industrias con predominancia productiva de PyMEs se vio afectado –por lo general en forma negativa– por los cambios registrados en el perfil organizacional de las grandes firmas (es el caso de la producción de autopartes y de la manufactura de productos metalúrgicos y de derivados de la metálica básica). Con respecto a la elaboración de autopartes, cabe recordar que en los años noventa se instrumentó un régimen especial para la industria automotriz que trajo aparejado un considerable incremento en la importación de partes y piezas (así como de vehículos finales) por parte de las terminales, lo cual derivó en la ruptura de una proporción considerable de los relativamente importantes eslabonamientos que antaño habían caracterizado a este bloque productivo; proceso que repercutió en forma negativa sobre el entramado local de autopartistas (donde las PyMEs tenían una participación relevante). En relación con la producción sidero-metalúrgica, las evidencias con que se cuenta permiten afirmar que durante el decenio pasado se constató en el nivel de las grandes compañías que actúan en la misma una mayor importación de ciertos productos finales que antes manufacturaban por cuenta propia, lo cual, al igual que en el caso del sector automotor, impactó negativamente sobre las PyMEs que operaban en dichos mercados (las cuales se especializaban mayoritariamente en la producción de los insumos 124 Para una aproximación a estas cuestiones véase GTZ (2000); CEPAL (2003a); y Kosacoff (2004b).

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empleados en la fabricación de tales bienes –en ese contexto, muchas de estas firmas terminaron siendo absorbidas por los oligopolios líderes–).

Independientemente de la especificidad de cada rubro fabril, las consideraciones precedentes sugieren que la apertura económica aplicada en el país durante la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” afectó a las PyMEs por dos vías. En algunas producciones el impacto fue directo, lo cual se refleja en que buena parte de este tipo de empresa no pudo hacer frente a la creciente competencia de productos provenientes del exterior (por ejemplo, en los ámbitos de la industria textil, la de vestuario, la del calzado y la de bienes de capital). En otros casos los efectos fueron indirectos y estuvieron asociados a la estrategia de las grandes firmas de sustituir insumos nacionales y/o bienes finales elaborados localmente por importados, lo cual conllevó una menor demanda hacia sus proveedores domésticos (lo sucedido con los pequeños y medianos productores de autopartes resulta por demás ilustrativo de dicho fenómeno). A este respecto, el carácter netamente importador que adoptó el proceso de liberalización comercial en gran parte de las ramas industriales en las que las PyMEs tenían una presencia decisiva contrasta con la significativa y creciente “apertura exportadora” que caracterizó a las líderes manufactureras durante los años noventa125, y expresa el carácter asimétrico y discriminatorio de la liberalización comercial instrumentada126.

Lo anterior merece ser destacado por cuanto se trata, en general, de actividades en las que las PyMEs tenían una importante gravitación relativa y que, a su vez, se caracterizaban por presentar una elevada utilización de mano de obra por unidad producida (en muchos casos, con una considerable demanda de trabajo altamente calificado) y, según los sectores, un dinamismo para nada desdeñable en términos de la creación de valor agregado, encadenamientos productivos y “derrames” en materia científico-tecnológica. Sin duda, la forma en que la apertura económica repercutió sobre este segmento empresario es uno de los principales factores para explicar los motivos por los cuales en el transcurso del decenio pasado la industria manufacturera disminuyó aún más su participación en el conjunto de la economía argentina y expulsó a un número importante de trabajadores, al tiempo que simplificó de modo ostensible su perfil productivo (todo ello en un contexto de crecimiento de

125 En cuanto a esta problemática, consúltese el Capítulo 5 de este trabajo; Ramos (2000); y Yoguel (1998). De todos modos, no puede dejar de mencionarse que un número sumamente minoritario de firmas pequeñas y medianas (de muy escasa significación dentro del entramado local de PyMEs) registró durante la década pasada un desempeño relativamente exitoso, el cual estuvo estrechamente vinculado a que logró colocar porciones crecientes de su producción en los mercados externos (Moori-Koenig, Milesi y Yoguel, 2001). 126 A ello cabe adicionar que, como se mencionó, aquellos espacios productivos en los que predominan las grandes empresas (en especial las controladas por grupos económicos nacionales y extranjeros) no se vieron mayormente afectados por el ingreso de productos importados (sea por la propia estructura –altamente concentrada– de los mercados, por la naturaleza de los bienes elaborados, por la posibilidad de controlar los canales de importación, por la capacidad de reasignar el excedente entre las distintas firmas integrantes del mismo conglomerado, o por haber resultado favorecidas por la implementación de diversos regímenes especiales de promoción y/o protección). Para un análisis de estos temas, véase Azpiazu, Basualdo y Schorr (2000a).

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la concentración y la centralización del capital y de desarticulación regresiva de la trama fabril)127.

Ahora bien, los opuestos comportamientos que registraron los distintos tipos de agentes manufactureros en el transcurso de la década pasada no sólo remiten a los sesgos de la política de liberalización comercial implementada durante la Administración Menem y continuada bajo el gobierno de la Alianza, sino que además se explican por las desiguales condiciones que debieron afrontar las diferentes fracciones del empresariado industrial en materia de acceso al crédito. En este sentido, la reestructuración de la economía argentina que se verificó durante los años noventa también conllevó una profundización de las tradicionales disparidades en el financiamiento de las firmas (cuya génesis histórica se remonta, en gran medida, a la Reforma Financiera de 1977), e incluso la irrupción de otras nuevas asimetrías. Todas ellas aumentaron sustancialmente las diferencias ya existentes en favor de las grandes compañías (sobre todo de aquellas integrantes de conglomerados empresarios) y en detrimento de las PyMEs (en particular en el ámbito fabril).

Durante la década pasada se pudo advertir que las características internas e internacionales que adoptó el mercado financiero produjeron una acentuada segmentación del crédito con fondos y tasas de interés diametralmente distintas. Por lo general, las PyMEs sólo pudieron acceder a un financiamiento restringido mediante los adelantos en cuenta corriente o documentos descontados, que exhibieron tasas de interés mucho más elevadas que las que rigieron en el mercado internacional, así como plazos muy cortos de amortización. En lo sustantivo, ello deviene del hecho que en el nivel local (donde se endeudó –o podría haberse endeudado– prácticamente la totalidad de las PyMEs), el costo y las modalidades de obtención de los créditos dependieron mucho más del tamaño patrimonial del solicitante que de la naturaleza del proyecto a financiar (más aún cuando se trató de financiamiento para capital de trabajo). Lo anterior se vio agravado dado el mínimo aporte de créditos promocionales provenientes del sector público (no tanto por la indisponibilidad de ese tipo de fondos, sino por las dificultades que encontraron las PyMEs para acceder a los mismos –altamente concentrados en grandes empresas–)128. Por su parte, las firmas líderes obtuvieron financiamiento, tanto externo –mediante la emisión de obligaciones negociables colocadas en el exterior o el endeudamiento con la banca transnacional (en ciertos casos, abonando la tasa Libor)– como interno –con el sistema financiero local, a las tasas más reducidas del mercado (equivalentes a la tasa “Prime” en pesos)–.

127 Téngase presente que, según la información correspondiente al último relevamiento censal, a mediados de los noventa las PyMEs daban cuenta de más del 95% de los establecimientos industriales y explicaban cerca del 60% de la ocupación sectorial y alrededor del 40% de la producción (Cuadro Nº 10). 128 En relación con la evolución del crédito en el mercado doméstico, las evidencias disponibles indican que durante el decenio de los noventa fueron las firmas de mayor envergadura las que concentraron una proporción mayoritaria de los préstamos otorgados por la banca privada (García, 1999). Asimismo, consúltese Bleger y Borzel (2004); y Filippo, Kostzer y Schleser (2004).

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Al respecto, en el Gráfico Nº 1 se puede observar la evolución de las distintas tasas de interés entre 1994 y 2000, de lo cual se desprende que la que enfrentaron las PyMEs fue notablemente más elevada que las que debieron pagar las grandes firmas, tanto por su endeudamiento interno como externo, y que a pesar que dichas brechas se redujeron a lo largo del tiempo, hacia finales del período de referencia superaron con holgura a cualquiera de ellas129.

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Fuente: Elaboración propia en base a BCRA.

Tasa Activa (empresas de primera línea)Tasa para PyMeS (adelantos en cuenta corriente)Tasa Libor 180 díasTasa estimada para Obligaciones Negociables

Gráfico Nº 1Argentina. Evolución de las tasas de interés devengadas por los diferentes tipos de firma, 1994-2000

(en porcentaje mensual)

Así, y a diferencia de lo que señalaron quienes impulsaron y convalidaron el shock neoliberal instrumentado en la década de los noventa, durante esta etapa no sólo no se logró reducir el costo del financiamiento para las PyMEs –ni tampoco los diferenciales de tasas de interés con respecto a las compañías oligopólicas líderes–130, sino que incluso ello constituyó uno de los principales factores explicativos de la aguda crisis que debieron transitar las firmas de menor tamaño del sector manufacturero local; proceso que se vio agravado por las ostensibles dificultades que enfrentaron las mismas para recurrir al auto-financiamiento.

129 Por ejemplo, a fines del 2000 la tasa de interés que abonaba en promedio una PyME era 1,9 veces más elevada que la que pagaba una firma grande por endeudarse en el mercado financiero local, 3,5 veces superior que la que debía asumir una empresa de gran tamaño por colocar una obligación negociable, y 5,2 veces más alta que la tasa Libor. 130 Recuérdese que la “liberalización” del sector financiero argentino fue justificada bajo el supuesto de que como producto de la misma se registraría en forma rápida e inevitable una mejora en la “eficiencia asignativa” en dicho mercado, que se reflejaría, entre otras cosas, en una importante disminución en las tasas de interés que debían enfrentar los distintos segmentos empresarios, en especial las PyMEs (lo que, a su vez, le permitiría a tales actores financiar sus respectivos procesos productivos y, por esa vía, disminuir las brechas existentes con las grandes firmas).

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Capítulo 4. Principales transformaciones estructurales en la industria argentina en la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”...

De modo que ante un escenario de apreciación cambiaria y de creciente exposición a la competencia de productos importados (en muchos casos a precios de dumping), las PyMEs debieron enfrentar severos problemas de sustentación por el lado crediticio. Éstos se vieron agravados por la vigencia de una estructura impositiva sumamente regresiva y por la profundización en el transcurso del decenio pasado del cuadro de inequidad distributiva característico de la Argentina post-dictadura militar de 1976-1983, con el consecuente achicamiento del mercado interno (hacia donde se canaliza el grueso de la producción realizada por las empresas de menores dimensiones de la industria local). Sin duda, la articulación de todos estos factores con las características y los objetivos políticos del programa de reformas estructurales en curso y las trayectorias previas de las PyMEs del sector, es lo que permite explicar la muy elevada “tasa de mortalidad” que registró este segmento empresario a lo largo de la década, así como la compleja –y sumamente endeble en términos económicos– situación en la que quedó la mayoría de las firmas que lograron sobrevivir a un entorno macroeconómico y sectorial tan desfavorable.

En consecuencia, por la concurrencia de factores de diversa índole uno de los aspectos salientes de los años noventa fue la desaparición y/o el debilitamiento de un vasto número de PyMEs que encontraron serias dificultades para hacer frente al “entorno de negocios” que se tendió a conformar. Ello indica que como producto de la aplicación de medidas de política inspiradas en la matriz de pensamiento neoconservador se agudizó notablemente uno de los aspectos distintivos de la industria manufacturera de la Argentina (en especial después de la interrupción de la sustitución de importaciones): su alto grado de heterogeneidad estructural.

En relación con estas cuestiones, existe una corriente de análisis que señala que las fuertes discrepancias de comportamiento que registraron los distintos actores fabriles durante la década pasada provienen básicamente de conductas microeconómicas disímiles y/o de capacidades diferenciales de respuesta de los mismos ante cambios en las “señales del mercado”; en otros términos, que ante un mismo “punto de partida” macroeconómico, hubo un conjunto minoritario de empresas que desplegó las estrategias apropiadas y otro mayoritario que implementó conductas inadecuadas131.

Sin embargo, de la información analizada hasta el momento se desprende que el éxito o el fracaso de los distintos tipos de firmas industriales no dependió prioritariamente de las decisiones microeconómicas que las mismas asumieron, sino fundamentalmente del contexto económico en el que tuvieron que desenvolverse o, más específicamente, que las asimetrías de desempeño registradas estuvieron mucho más asociadas a los sesgos en la orientación de las políticas públicas aplicadas que al despliegue de estrategias –más o menos adecuadas– por parte de los diversos actores manufactureros. Ello, sin mencionar que dadas las historias 131 Una interpretación del desempeño fabril en la que se jerarquizan analíticamente las estrategias empresarias se puede consultar en Kosacoff (1998). Asimismo, una interesante problematización teórica sobre las interrelaciones que se establecen entre “lo macro” y “lo micro” se puede encontrar en Katz (1996, 1999 y 2000a); y Katz y Stumpo (2001). También véase Fanelli y Frenkel (1996); Porta y Bianco (2004); y el Anexo Nº 1 de este estudio.

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madurativas previas de las diferentes fracciones empresarias que se desenvuelven en el ámbito de la industria doméstica, difícilmente el “punto de partida” haya sido el mismo para todas: como se planteó en varias ocasiones, la concentración y la centralización del capital constituyen pilares decisivos del “modelo financiero y de ajuste estructural”, de allí que mientras un núcleo reducido de grandes empresas y grupos económicos llegó a comienzos de los años noventa con un considerable y estratégico poderío económico, gran parte de las PyMEs lo hizo con problemas y debilidades de muy distinta naturaleza.

En ese marco, parece por demás discutible la afirmación de que una de las características básicas del proceso de reformas estructurales puesto en práctica en el país en el transcurso de los años noventa “ha sido su uniformidad, en el sentido de no elegir ganadores y perdedores ex ante” (Sguiglia, 1997). A la luz de los análisis realizados, es evidente que a diferencia de lo que pregonan sus defensores, las políticas de ajuste ortodoxo inspiradas en los principales postulados del “pensamiento único” no fueron ni uniformes ni neutrales en términos de sus impactos sobre los distintos tipos de empresas que conforman el espectro industrial argentino.

Con este señalamiento no se busca poner en cuestión el hecho que uno de los rasgos más destacados del desempeño industrial en la última década remite a los claros diferenciales de performance que se manifestaron entre los distintos segmentos empresarios de la actividad (al respecto, basta confrontar el exitoso desenvolvimiento que registraron las principales compañías del sector con el sendero regresivo que debió transitar buena parte del entramado local de PyMEs para comprobar la validez de tal aseveración), sino los factores explicativos de dichas heterogeneidades. Así, el relegar a un segundo plano analítico las decisiones microeconómicas y, en consecuencia, poner el énfasis en el sentido adoptado por las políticas públicas implementadas –y la (dis)funcionalidad de las mismas respecto de la realidad estructural de las diferentes fracciones del capital– en la explicación de los disímiles comportamientos económicos verificados en el sector industrial, brinda importantes elementos de juicio para identificar cuáles fueron los agentes económicos que se buscó favorecer –por acción u omisión– mediante el funcionamiento del aparato estatal.

En ese sentido, el crítico derrotero seguido por un número mayoritario de PyMEs durante el decenio de los noventa no sólo derivó en un debilitamiento aún mayor de este sector del capital (tanto en términos económicos como políticos), profundizando por esa vía el carácter heterogéneo de la reestructuración fabril iniciada con la última dictadura militar y afianzada bajo la Administración Alfonsín132, sino también en la destrucción de una 132 Llegados a este punto del análisis, y con el propósito de aportar más elementos sobre el sentido desigual y heterogéneo de la dinámica industrial verificada a lo largo de las distintas etapas del “modelo financiero y de ajuste estructural”, cabe traer a colación una de las principales tesis de Kalecki (1977): “las variaciones del grado de monopolio no sólo tienen importancia decisiva en la distribución del ingreso entre trabajadores y capitalistas, sino en ciertos casos también en la distribución del ingreso entre la propia clase capitalista. El aumento del grado de monopolio ocasionado por la expansión de las grandes empresas da lugar a que las industrias en que éstas predominan absorban una proporción mayor de los ingresos totales y las demás industrias una parte menor, es decir, el ingreso se redistribuye de las empresas pequeñas a las más grandes”.

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Capítulo 4. Principales transformaciones estructurales en la industria argentina en la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”...

importante masa crítica acumulada durante largos años. Al decir de Katz (2000a): “Por distintas razones –como asimetrías de información, mal funcionamiento del mercado de capitales, o falta de acceso a servicios adecuados de asistencia técnica–, el colectivo de PYME ha experimentado grandes dificultades para adaptarse a las nuevas reglas del juego. Ello ha derivado no sólo en una alta tasa de mortalidad de empresas sino también en la destrucción de cadenas productivas que previamente gozaran de gran vitalidad. Innumerables procesos de aprendizaje y acumulación de experiencia tecnológica y de gestión empresarial se han visto así interrumpidos, y con ello también la consolidación de competencias técnicas y activos intangibles clave para la competitividad sistémica de los países de la región [de América Latina]. Sin duda ello habrá de incidir negativamente en el futuro en los procesos de inserción comercial internacional”.

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Capítulo 5. La evolución de los diferentes integrantes del poder económico industrial durante la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”

Capítulo 5. La evolución de los diferentes integrantes del poder económico industrial durante la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”

Hasta el momento, en repetidas ocasiones se ha hecho referencia a que en el campo industrial uno de los aspectos sobresalientes del “modelo financiero y de ajuste estructural” ha sido su naturaleza regresiva y heterogénea. Ello, porque en las diferentes etapas por las que atravesó esta modalidad de funcionamiento del capitalismo argentino tuvo lugar una doble e intensa transferencia de ingresos: desde el trabajo hacia el capital, y desde las firmas de menores dimensiones hacia las de mayor envergadura (en especial las controladas por los principales grupos económicos nacionales y extranjeros con actividad en el medio doméstico –es decir, por los grandes ganadores de la profunda reestructuración económica y social iniciada en el país a mediados de los años setenta–). También se ha analizado un conjunto de evidencias que indica que en la etapa formativa del modelo (1976-1983) se verificó una considerable redefinición de la cúspide del poder económico manufacturero (correlato de la revancha clasista impuesta a sangre y fuego por los dictadores militares), mientras que en el transcurso del primer gobierno de la reconquista de la democracia se registró un proceso de afianzamiento estructural del nuevo poder económico, el cual pivoteó sobre una importante polarización de dicho universo empresario.

En ese marco, el objetivo central de este Capítulo es el de indagar con cierto detenimiento lo sucedido durante los cruciales años noventa en el ámbito de las firmas líderes de la industria local. Específicamente, se trata de analizar la forma en que el programa de reformas estructurales implementado durante la Administración del Dr. Menem y sostenido con ligeros matices por el gobierno del Dr. De la Rúa repercutió sobre las diferentes fracciones que componen la “gran burguesía”, con la finalidad de identificar las heterogeneidades existentes en su interior o, en otros términos, de determinar si de la mano de la profundización del proceso “desindustrializador” se verificaron modificaciones –y de qué tipo– dentro de la cúpula fabril de la Argentina. Para ello, en las próximas Secciones se pasa revista a la evolución de la distribución del ingreso dentro de dicho agregado de empresas, las tendencias a la concentración de la producción y la centralización de la propiedad del capital en torno de los oligopolios fabriles predominantes, y la performance económica (tanto en materia de rentabilidad como de comercio exterior) de los diversos estamentos que pueden delimitarse dentro de la elite manufacturera local.

La conjunción de todos estos ejes analíticos permitirá acceder a una visión abarcadora del comportamiento de las empresas fabriles más grandes del país durante la década pasada y, dado el poder oligopólico de estos actores sobre los distintos mercados en los que actúan, comprender más acabadamente los motivos por los cuales durante la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” se profundizaron en el sector los procesos de

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Capítulo 5. La evolución de los diferentes integrantes del poder económico industrial durante la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”

“desindustrialización”, reestructuración regresiva, crisis ocupacional, inequidad distributiva y concentración y centralización económicas iniciados a partir de la interrupción del esquema de sustitución de importaciones.

5.1. La distribución del ingreso en el interior de las grandes firmas manufactureras durante la década de los noventa

Una de las principales conclusiones que surge del análisis realizado en el Capítulo 4 es que durante el régimen de Convertibilidad se registró en el agregado fabril un proceso sumamente regresivo en términos de la distribución del ingreso sectorial, una de cuyas principales manifestaciones fue que los crecientes recursos generados por la mayor productividad de la mano de obra no tuvieron como contrapartida incrementos salariales sino que, por el contrario, lo que se verificó fue un persistente deterioro de las remuneraciones medias de los trabajadores (tendencia que fue particularmente intensa hasta 1998 –véase el Cuadro Nº 17–).

En ese contexto, en esta parte del estudio se explora el derrotero que siguió la distribución funcional del ingreso en el ámbito de las líderes industriales. Este análisis se sustenta en la evidencia empírica proporcionada por una publicación periódica del INDEC sobre las quinientas empresas más grandes de la Argentina para el período comprendido entre 1993 y 2001133. Dicho trabajo constituye un acervo de datos básicos irreemplazable para abordar el estudio del perfil estructural y el desenvolvimiento de las grandes compañías manufactureras en los años noventa, más aún si se considera que se trata de un conjunto de algo más de trescientas empresas oligopólicas que representó a lo largo de la etapa señalada aproximadamente un 35/40% del PBI fabril.

Una primera cuestión a destacar es que el incremento registrado en el valor agregado de estas firmas líderes (11,3% acumulado entre 1993 y 2001) se dio en forma simultánea con un importante crecimiento de la productividad laboral de las mismas (medida como la relación entre el valor agregado y la cantidad de personal ocupado)134, que creció un 45,1% entre esos años135.

Al indagar acerca de los factores que permitirían dar cuenta de esta suba en la productividad de la mano de obra ocupada en tales compañías se constata que, replicando lo

133 La información que sirve de base al análisis que se realiza en esta Sección proviene de la Encuesta Nacional a Grandes Empresas del INDEC y de tabulados especiales que muy generosamente fueron suministrados por miembros del equipo de profesionales encargado de realizar tal relevamiento. 134 En el trabajo del INDEC la ocupación se mide exclusivamente por los puestos de trabajo asalariado de cada empresa integrante del panel. 135 El comportamiento de estas dos variables se encuentra muy influido por la crisis que se inicia hacia fines de la década pasada: entre 1993 y 1998 el producto bruto de la cúpula fabril se expandió un 27,2% y la productividad de la mano de obra empleada en las empresas que la integran un 40,7%, mientras que en el cuatrienio 1998-2001 la primera cayó un 12,5% y la segunda se incrementó un 3,2%.

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Capítulo 5. La evolución de los diferentes integrantes del poder económico industrial durante la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”

verificado en el plano agregado, una parte considerable de la misma está asociada a un proceso de fuerte expulsión de asalariados (de particular relevancia dado que se trata por lo general de empresas en las que prevalecen funciones de producción capital-intensivas). En efecto, cuando se comparan las respectivas dotaciones agregadas de personal de la elite industrial en 1993 y 2001 se concluye que entre tales años se produjo una disminución superior a los 68.000 obreros, lo cual determinó que a fines de la Convertibilidad la masa de ocupados por estas empresas líderes en la actividad fabril doméstica representara el 77% de la vigente en 1993. Al analizar este fenómeno en función de los distintos agrupamientos sectoriales delimitados por el INDEC136 se constata que todas las actividades manufactureras fueron expulsoras de mano de obra, destacándose los casos de “Alimentos, bebidas y tabaco”, “Maquinarias, equipos y vehículos” y “Resto industria” en los cuales la tendencia señalada se manifestó con mayor intensidad (entre los tres explican casi el 90% de la disminución absoluta registrada entre los años de referencia en el total de asalariados empleados por las compañías de la cúpula).

Esta considerable disminución en los planteles laborales de las firmas que conforman el núcleo central del poder económico manufacturero se vincula con diversos factores, entre los que interesa destacar los siguientes:

• el incremento registrado en el componente importado en el total de la producción de estas empresas (tanto de insumos productivos como de bienes finales para su comercialización), así como la terciarización de una amplia gama de actividades; ambos fenómenos derivaron en que numerosas firmas de la elite sectorial discontinuaran –total o parcialmente– varias producciones que antes realizaban por su propia cuenta, lo cual indujo un proceso de desverticalización y desintegración productivas en el nivel intrafirma que a su vez trajo aparejado una menor necesidad de mano de obra; y

• una mayor utilización del “factor capital” (sea por aumento de la inversión en equipamiento y/o por la reutilización de capacidad instalada ociosa). Si bien el trabajo del INDEC no presenta datos referidos a los niveles de capacidad productiva utilizada por las compañías del panel, sí brinda información con relación a la evolución de la inversión realizada por las mismas. Al respecto, caben dos comentarios. En primer lugar, en el transcurso del período analizado tales empresas registraron una tasa de inversión promedio (medida como la relación entre la inversión bruta fija y el valor agregado, que constituye un indicador proxy de la intensidad que asume el proceso de formación y reproducción del capital) del 18,5%. De acuerdo a los magros niveles registrados durante la década de los ochenta dicho porcentual puede considerarse como significativo, aunque no puede soslayarse que se ubicó en niveles similares a los verificados para el conjunto de la economía argentina (según los datos del Sistema de Cuentas Nacionales, entre 1993 y 2001 la tasa de inversión agregada promedió un 18,1% de considerar los valores a precios corrientes y un 19,1% a 136 Se trata de “Alimentos, bebidas y tabaco”, “Combustibles, químicos y plásticos”, “Maquinarias, equipos y vehículos” y “Resto industria”.

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Capítulo 5. La evolución de los diferentes integrantes del poder económico industrial durante la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”

precios constantes). En segundo lugar, del total de la masa de recursos invertida (algo más de 30.000 millones de pesos entre 1993 y 2001) tan sólo una tercera parte se canalizó hacia la adquisición de maquinaria y equipo (en buena medida proveniente del exterior; ello, a favor de la posibilidad de estas firmas y/o de sus propietarios de acceder a líneas de crédito de bajo costo tanto en la plaza financiera local como en la internacional y/o, como en el caso de muchas empresas extranjeras, de proveerse de equipamiento provisto desde la casa matriz o de filiales de la corporación radicadas en otros países –en no pocas ocasiones con importantes precios de transferencia implícitos–).

Las evidencias con que se cuenta sugieren que en el marco de la reestructuración económica por entonces en marcha, estas fueron las principales “respuestas” de los grandes empresarios del sector en las fases de expansión de sus respectivos ciclos de acumulación y reproducción ampliada del capital, mientras que en las etapas contractivas el “ajuste” provino fundamentalmente de una brusca reducción de la dotación asalariada. Siempre de acuerdo a la información proporcionada por el INDEC, entre 1993 y 1998 la ocupación en las líderes industriales declinó aproximadamente un 10% (en términos absolutos representa una pérdida de algo más de 28.000 puestos de trabajo), mientras que en el período 1998-2001 se contrajo cerca de un 15% (esto supone la eliminación de alrededor de 40.000 empleos)137. Dadas la evolución ocupacional y la dinámica inversora que registraron las firmas del panel, vale la pena preguntarse si el importante incremento registrado en la productividad laboral de las mismas se debió a una creciente incorporación al proceso productivo de bienes de capital y/o de tecnologías ahorradoras de mano de obra, o si es explicado fundamentalmente por un incremento en la intensidad de la jornada laboral138.

En función del importante aumento registrado en la productividad media de la mano de obra asalariada empleada en las grandes firmas que se desenvuelven en el sector manufacturero local resulta de interés explorar qué fracciones se apropiaron mayoritariamente del mismo. En otras palabras, se intenta precisar si dicho incremento se “derramó” con la misma intensidad hacia los distintos “factores de la producción” o si, por el contrario, fue crecientemente apropiado por los capitalistas.

En este sentido, en el Gráfico Nº 2 se observa que mientras la productividad laboral de las compañías que integran la elite industrial creció, como se señaló, un 45% entre 1993 y 2001, el superávit bruto de explotación por ocupado (esto es, la parte del producto bruto por 137 Entre 1993 y 1998 el componente importado dentro del valor bruto de la producción de las empresas de la elite (coeficiente de importación) se incrementó en forma sistemática (pasó del 12,2% al 19,6%, respectivamente), mientras que en el 2001 fue del 14,3%. Asimismo, en la primera de las etapas mencionadas la tasa media de inversión pasó del 13,9% al 21,3%, mientras que en el último año de vigencia del Plan de Convertibilidad se ubicó en el 15,3%. 138 De los datos relevados por el INDEC se desprenden algunos elementos de juicio que parecen avalar la segunda parte del interrogante: durante el período analizado, en un contexto signado por una fuerte contracción de la ocupación, la productividad media de la mano de obra creció bastante por encima del valor agregado total en los años expansivos, mientras que cuando esta última variable se contrajo la primera lo hizo a tasas mucho menos pronunciadas (la única excepción la constituye el año 1997, cuando el producto bruto de la cúpula creció un 14% y la productividad promedio un 10%).

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obrero que percibe el empresario una vez descontada la masa salarial) se incrementó aproximadamente un 53%, mientras que la masa salarial por ocupado (salario medio) creció alrededor de un 29%. De ello se deduce que una parte mayoritaria del aumento verificado en el transcurso del período bajo estudio en la productividad media de la mano de obra ocupada en los principales oligopolios fabriles fue apropiado por los prpietarios de los mismos.

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Fuente: Elaboración propia en base a información de INDEC: Grandes empresas en la Argentina, varios números.

Productividad

Salario medio

Superávit bruto por ocupado

Gráfico Nº 2Evolución de la productividad, el salario medio y el superávit bruto de explotación por ocupado en la cúpula

industrial de la Argentina, 1993-2001 (en índice 1993=100)

Esto también se visualiza cuando se analiza la evolución de la distribución funcional del ingreso en el interior de la cúpula. En efecto, como producto del desenvolvimiento de las variables mencionadas, entre 1993 y 2001 se consolidó el regresivo reparto del ingreso generado por los obreros ocupados en las grandes firmas industriales: en esos nueve años los asalariados perdieron aproximadamente cuatro puntos porcentuales en su –de por sí muy reducida– participación en el producto bruto total (equivale a una disminución del orden del 11%), mientras que la retribución a los capitalistas se incrementó del 67% al 71% (Gráfico Nº 3)139.

139 Cuando se desagrega este comportamiento global en función de la actividad principal de las firmas del panel se comprueba que la reducción de la participación asalariada en el ingreso asumió especial intensidad en el rubro

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1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001Fuente: Elaboración propia en base a información de INDEC: Grandes empresas en la Argentina, varios números.

Participación trabajadores Participación empresarios

Gráfico Nº 3Evolución de la distribución funcional del ingreso dentro de la cúpula industrial de la Argentina, 1993-2001

(en porcentajes)

En definitiva, del análisis de la evolución de la ecuación distributiva en las firmas oligopólicas que actuaron en el sector manufacturero local durante el decenio de los noventa se desprende que en dicho grupo de compañías se verificaron las mismas tendencias corroboradas en el nivel agregado (creciente apropiación por parte de los empresarios del excedente generado en el proceso productivo), lo cual estaría reflejando el alto grado de determinación que estos segmentos del gran capital tienen sobre el derrotero seguido por el sector en su conjunto. Esa mayor regresividad en la distribución del ingreso fabril denota el carácter netamente “clasista” (esto es, socialmente regresivo) de la trayectoria industrial registrada en el transcurso de la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”, por cuanto el sector empresarial –en rigor sus estratos de mayor poderío económico– se apropiaron de una porción muy considerable de los recursos generados por el mayor rendimiento productivo de la mano de obra.

Ello invita a reflexionar acerca del sentido –o más precisamente el objetivo último– de las reformas estructurales aplicadas en la Argentina en los años noventa, ya que la mayoría de los importantes incrementos registrados en la productividad laboral no se “derramó” hacia el conjunto de la sociedad, tal como afirmaron que efectivamente ocurriría aquéllos que desde los campos político, académico y empresarial impulsaron la instrumentación de las políticas de cuño neoconservador del tipo de las implementadas en el país desde fines de los ochenta, sino que fue apropiada en gran medida por las fracciones más concentradas del capital. De ello se desprende, por un lado, la funcionalidad que presenta la matriz de pensamiento neoliberal –y las políticas públicas que se sustentan en sus postulados básicos– en relación con el proceso de acumulación “Combustibles, químicos y plásticos” (la caída en el peso de los salarios en el valor agregado fue de casi el 20%) y en el llamado “Resto industria” (donde la disminución fue del 17%).

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y reproducción ampliada del capital de las fracciones empresarias predominantes y, por otro, y desde una perspectiva complementaria a la de los Capítulos 3 y 4, que el shock institucional neoliberal aplicado no fue para nada neutral ni uniforme en cuanto a sus efectos sobre las distintas clases sociales y fracciones de clase que se desenvuelven en el campo fabril.

Así, si bien durante los años noventa la regresividad distributiva no constituyó un atributo exclusivo de las mayores firmas industriales, en tanto la misma también se manifestó en el interior del sector manufacturero y en la economía argentina, las características que adoptó dicho fenómeno en la cúspide del poder económico industrial reflejan fehacientemente la estrecha asociación existente entre la concentración y la centralización del capital y el nivel de explotación de la fuerza de trabajo. A pesar de que el abordaje del proceso de concentración y centralización económicas que tuvo lugar durante la década pasada se realiza en la próxima Sección, las evidencias analizadas en este tramo de la investigación parecen avalar las argumentaciones de una de las más importantes representantes de la teoría de la competencia imperfecta: “Nuestro análisis abstracto nos lleva, pues, a pensar que la persistencia de la competencia imperfecta en el mundo real entraña una tendencia a la explotación y que esta tendencia se ve enormemente reforzada por la creación de grandes corporaciones que absorben en su seno un gran número de empresas que antes competían entre sí” (Robinson, 1973).

5.2. Principales características e impactos de los procesos de concentración económica de la producción y de centralización del capital industrial registrados en la Argentina durante el decenio de los noventa

5.2.1. Breves consideraciones metodológicas referidas a las distintas medidas existentes para determinar la concentración de la producción fabril

La utilización de los términos concentración y centralización revisten cierta asiduidad en el análisis económico (particularmente el primero de ellos); sin embargo, no parecen existir definiciones uniformes respecto de sus significados, ni por ende de los parámetros adecuados para medir dichos fenómenos. En la obra cumbre de Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, los conceptos de concentración y centralización aparecen estrechamente vinculados al proceso general de acumulación de capital. La concentración se presenta como un resultado “natural” de tal acumulación, ante el incremento de los medios de producción que los capitalistas invierten con la finalidad de aumentar la productividad y la rentabilidad, y los procesos de competencia que derivan en el ascenso de algunos y la quiebra de otros. Por su parte, la centralización no es el resultado de la acumulación de capital sino de la reasignación y la concentración de la propiedad de capitales ya existentes140.

140 “Si, de una parte, la acumulación actúa como un proceso de concentración creciente de los medios de producción y del poder de mando sobre el trabajo, de otra parte funciona también como resorte de repulsión de muchos capitales individuales entre sí. Esta dispersión del capital global de la sociedad en muchos capitales

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La concentración y la centralización del capital industrial conllevan la realización de la producción en proporciones crecientes por parte de un reducido –y cada vez menor– número de firmas y/o conglomerados de empresas. Si bien ello no conduce necesariamente a la conformación de mercados monopólicos u oligopólicos, la intensidad de tal proceso suele desembocar –y la abundante evidencia disponible así lo indica– en tales formas de organización de la producción y el mercado, con las implicaciones –reales o potenciales– que dicha situación implica (por ejemplo, en relación con la capacidad de las compañías y los grupos económicos líderes de fijar precios y cantidades en tales ramas de actividad o, en ese mismo sentido, con la posibilidad de que dichos actores desplieguen distintos tipos de prácticas abusivas en detrimento de los consumidores y de sus competidores –en esos y/o en otros mercados–).

Si bien los conceptos de concentración y centralización hacen referencia al capital, el eje del análisis empírico vinculado al tema no suele girar en torno a dicha variable sino a la producción y a otros indicadores de mayor grado de mensurabilidad. En otras palabras, en tanto resulta sumamente complejo valorizar el capital de las empresas dada la naturaleza de la información básica con que se suele contar y, sobre esa base, medir los índices de concentración sectoriales, se entiende que el estudio de la participación de las diferentes unidades capitalistas en la producción de una rama de actividad, o su cuota de mercado, constituye una aproximación al fenómeno de la concentración del capital141.

La concentración de la producción manufacturera suele ser calculada y analizada a partir de dos categorías: la concentración técnica y la económica. La primera de ellas tiene al establecimiento productivo como unidad de análisis mientras que la segunda se centra en el nivel de la empresa. En tal sentido, “el grado de concentración económica es el que mejor refleja la morfología real del mercado, en tanto las posibilidades de ejercicio de prácticas oligopólicas y el abuso de posiciones dominantes están asociadas a las decisiones adoptadas a nivel de empresa y no del local” (Azpiazu, 1998a). Generalmente, la variable a partir de la cual se mide el grado de concentración industrial es el valor bruto de la producción: en ambas formas de medición se busca determinar el peso relativo que los mayores establecimientos o

individuales y esta repulsión de sus partes integrantes entre sí aparecen contrarrestadas por su movimiento de atracción. No se trata ya de una simple concentración, idéntica a la acumulación, de los medios de producción y del poder de mando sobre el trabajo. Se trata de la concentración de los capitales ya existentes, de la acumulación de su autonomía individual, de la expropiación de unos capitalistas por otros, de la aglutinación de muchos capitales pequeños para formar unos cuantos capitales grandes. Este proceso se distingue del primero en que sólo presupone una distinta distribución de los capitales ya existentes y en funciones; en que, por tanto, su radio de acción no está limitado por el incremento absoluto de la riqueza social o por las fronteras absolutas de la acumulación. El capital adquiere, aquí, en una mano, grandes proporciones porque allí se desperdiga en muchas manos. Se trata de una verdadera centralización, que no debe confundirse con la acumulación y la concentración” (Marx, 1959). 141 El concepto de concentración no es estrictamente asimilable al de monopolización: mientras que el primero remite al hecho que una cantidad dada de actores empresarios se apropia de una porción cada vez mayor de la producción de un determinado rubro industrial, el segundo alude a la posibilidad que poseen las firmas y los holdings empresarios predominantes de un sector de la actividad económica de determinar y de imponer los precios del mercado. Para un tratamiento detenido de estas cuestiones, consúltese Sylos Labini (1966).

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empresas de una rama manufacturera (generalmente cuatro u ocho) tienen sobre el conjunto de la producción generada en la misma142.

Este tipo de análisis aporta elementos sumamente valiosos para evaluar el grado de concentración que presentan las diversas ramas que componen el espectro manufacturero del país, no obstante, su aplicación sólo resulta factible a partir de información censal143. Asimismo, a partir de los Censos Nacionales Económicos se puede medir la concentración de la producción industrial de una manera diferente a aquella que surge de analizar la incidencia de los establecimientos o empresas más grandes de cada rama en el total del valor bruto de la producción generado en las mismas. Dicho indicador, frecuentemente utilizado para reflejar el grado de concentración del conjunto de la industria, surge de calcular el peso relativo que tienen los establecimientos de mayor tamaño sobre la totalidad de la producción sectorial144.

A pesar de la indudable riqueza analítica de tales formas de medir la concentración de la producción fabril, los criterios mencionados presentan la limitación –imposible de sortear, dada la naturaleza de la información básica empleada– de que sólo brindan una visión estática de la problemática de la configuración estructural de las distintas actividades manufactureras. De allí que para períodos intercensales pueda recurrirse a indicadores indirectos, como el empleado en esta Sección, que posibilitan el acceso a una perspectiva dinámica de la concentración industrial, lo cual permite complementar y enriquecer sobremanera a la que surge de los enfoques reseñados. En tal sentido, el análisis que se propone en esta parte de la investigación no se basa en el estudio de las características de cada rama fabril sino de la concentración económica existente en el sector manufacturero en su conjunto.

142 Dado que las firmas que actúan en el sector industrial argentino –sobre todo las de mayores dimensiones– suelen ser propietarias de una o más unidades productivas, la concentración económica siempre es igual o mayor que la técnica. De todas maneras, en función del intenso proceso de centralización del capital que se ha venido registrando en el país desde la interrupción del régimen de sustitución de importaciones, vale destacar que ambas formas de medir el grado de oligopolización prevaleciente en las diversas ramas manufactureras deben considerarse como de mínima. Ello, por cuanto una proporción importante de las grandes compañías que se desenvuelven en las distintas actividades fabriles (y, consecuentemente, de los establecimientos) forma parte de conglomerados económicos. Lamentablemente, se trata de una restricción insalvable por cuanto hasta el momento, y a diferencia de otras experiencias internacionales (Ryten, 1996), en el caso nacional nunca se ha utilizado al grupo económico como unidad de relevamiento y de análisis censal. 143 A este respecto, cabe señalar que, por un lado, en la Argentina los Censos Económicos son realizados con una periodicidad de, en general, diez años y, por otro, en caso de que los criterios metodológicos con los cuales se releva la información censal en distintos años sean los mismos (situación que no ocurrió, por ejemplo, con los realizados en el país en los años 1985 y 1994), el tipo de aproximación analítica mencionada brinda la posibilidad de realizar interesantes ejercicios de estática comparada. Las principales potencialidades y limitaciones que presenta el criterio analítico sustentado en la jerarquización del estudio del grado de oligopolización que prevalece en los distintos ramos fabriles puede consultarse en Abot, Abramzon, Chorne, Fariña, Khavisse y Torre (1973); Azpiazu (1998a); Azpiazu y Khavisse (1983b); y CEPAL (1988). 144 Así, por ejemplo, en 1993 había en el sector manufacturero argentino 371 locales con más de 300 personas ocupadas. Los mismos representaban apenas el 0,4% del conjunto de las plantas fabriles relevadas por el censo, pero explicaban casi el 40% de toda la producción industrial del país generada en dicho año, lo cual denota la existencia de una estructura manufacturera fuertemente oligopolizada (véase el Cuadro Nº 10). Sobre esta forma de mensurar la concentración consúltese los trabajos de Dorfman (1942a, 1942b y 1983); y Jorge (1971).

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El indicador a utilizar fue elaborado a partir de la comparación entre las ventas realizadas por las cien firmas manufactureras más grandes del país (siempre de acuerdo a sus respectivos volúmenes anuales de facturación –véase los Capítulos 1 y 2–) y el valor bruto de la producción fabril para un mismo período. El mencionado estadístico se denomina Índice de Concentración Industrial Global (ICIG). La primera de las variables señaladas fue tomada de la información que consta en los balances de las empresas y la publicada por dos revistas especializadas (Mercado y Prensa Económica)145, mientras que la segunda resulta de estimaciones propias. De este modo puede obtenerse una medida aproximada respecto de la proporción de la producción industrial del país que es generada por las principales empresas oligopólicas que operan en el nivel doméstico, accediendo por esa vía a un indicador del grado de concentración económica global existente en el sector manufacturero argentino (medido por la participación de las ventas de las cien empresas industriales de mayor envergadura en el total de la producción del sector).

Al respecto, cabe plantear algunas cuestiones y aclaraciones metodológicas relacionadas con los criterios involucrados en la construcción del ICIG:

• como se mencionó, la información correspondiente al desempeño de las empresas de la elite fabril no se refiere a la producción sino a las ventas. Ambas variables no son estrictamente comparables, por cuanto la acumulación de stocks puede generar ciertas distorsiones en los montos correspondientes a un período dado. Así, por ejemplo, una empresa puede producir una cantidad “x” en el período “t” y vender parte de esos bienes en el período “t+1”. También pueden darse casos en los que la producción de una firma no sea vendida en su totalidad, determinando en consecuencia una acumulación de stocks;

• la facturación total de las distintas firmas que integran el panel de las cien industriales más grandes del país puede estar incluyendo productos finales importados para su comercialización en el ámbito nacional y/o la venta de bienes elaborados por terceros. De este modo, podría llegar a sobrestimarse el grado de concentración al presentarse un valor de ventas (como una variable proxy de la producción) que incluye bienes no manufacturados por la empresa; y

• la facturación de algunas compañías puede estar incluyendo las ventas correspondientes a productos no industriales o servicios. Tal es el caso de algunas firmas petroleras que realizan

145 Los datos referidos a los ingresos por ventas de las compañías integrantes de la elite industrial forman parte del banco de datos del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO. El mismo posee, a partir de la revisión y la sistematización periódicas de las Memorias y Balances anuales de las empresas más grandes del país y de los datos proporcionados por las mencionadas publicaciones y otras fuentes secundarias, información acerca de las principales variables económico-contables de tales firmas (facturación, utilidades, patrimonio neto, niveles de endeudamiento, exportaciones e importaciones, personal ocupado, activos en el exterior, etc.) para el período comprendido entre 1991 y 2001. Dicha base sirvió de sustento empírico de diversos estudios realizados en el Área con el objeto de analizar el desempeño de la cúpula empresaria local durante los años noventa (entre otros, Arceo y Basualdo, 1999; Azpiazu, 1996 y 1998b; Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2000a; Basualdo, 2000a y 2005; Castellani y Schorr, 2004; Comisión Especial de la Cámara de Diputados, 2005; Kulfas y Schorr, 2000; Ortiz y Schorr, 2001; y Schorr y Wainer, 2005a).

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actividades tanto de extracción y comercialización como de refinación que no aparecen discriminadas en sus respectivos montos totales de facturación. Se trata de otro elemento que puede distorsionar el análisis e introducir un cierto sesgo hacia la sobreestimación de la concentración global del sector manufacturero local146.

Como producto de las limitaciones mencionadas (en especial las dos últimas), se solicitó al INDEC la información correspondiente al valor bruto de la producción agregado de las cien empresas que integran la cúpula industrial para el período comprendido entre 1993 y 2001. Sobre esa base se realizaron algunos ejercicios analíticos tendientes a evaluar la confiabilidad y la representatividad del indicador utilizado, de los cuales surgieron dos conclusiones relevantes: a) que durante esos años las firmas del panel registraron en promedio un coeficiente valor de producción/ventas muy elevado (superior al 92%); y b) que la comparación entre el ICIG empleado en este trabajo con el que surge de los datos proporcionados por el INDEC (es decir, tomando como numerador del coeficiente a la producción global de las líderes y no su facturación) arrojó en promedio una sobreestimación del primero de apenas un 8%147.

Con respecto a la estimación del componente restante del ICIG –el valor bruto de la producción industrial–, debe señalarse que el mismo también surge a partir de indicadores indirectos. En este caso, se trata de una actualización del valor censal (correspondiente al año 1993) en función de la evolución de los índices de volumen físico de producción fabril (IVF) y de los precios industriales. Para el período 1993-1998 se cuenta con una estimación del Centro de Estudios para la Producción que fue elaborada de la manera reseñada (CEP, 1999), mientras que para el bienio 1991-1992 y para la etapa 1999-2001 se realizó el ajuste mediante la aplicación de las variaciones del IVF y las del Índice de Precios Mayoristas (IPM), Nacional No Agropecuario-Productos Manufacturados148. Nótese que el valor bruto de la producción resultante queda expresado, al igual que las ventas de las firmas de la elite industrial, a valores corrientes y que la aplicación de variaciones de precios no tiene por objeto indexar sino valorizar una producción física. En relación con este punto, vale la pena mencionar que:

146 En el caso de las empresas petroleras se decidió incluir dentro del panel de las cien industriales de mayores ventas a aquellas que sí realizan tareas de refinación como, por caso, YPF, Shell o Esso, quedando excluidas las que se dedican fundamentalmente a tareas de extracción y/o de comercialización. 147 Se agradece al equipo de profesionales del INDEC encargado de realizar la Encuesta Nacional a Grandes Empresas por haber facilitado esta información que resultó indispensable para poder encarar el presente estudio. 148 La estimación mencionada surge de aplicar la siguiente ecuación:

∑∑ ∗∗= iC

it

iC

it

CtP

P

IVF

IVFVBPVBP ;

donde VBPt es igual al valor bruto de la producción industrial en el año t; VBPC es igual al valor bruto de la producción industrial correspondiente a la medición censal (en este caso, el año 1993); IVFit es igual al índice del volumen físico de la producción industrial correspondiente a la rama i durante el año t; IVFiC equivale al mismo concepto pero para el año censal; Pit es igual al nivel de precios correspondiente a la rama industrial i durante el período t y, finalmente, PiC es análogo pero vinculado al año censal.

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• la estimación del IVF surge de una encuesta periódica realizada por el INDEC a establecimientos manufactureros grandes y, en menor medida, mediano-grandes. De este modo, el relevamiento refleja con mayor precisión la evolución de la producción física de las grandes empresas, pudiendo presentar, en consecuencia, una cierta sobreestimación del nivel general de la industria en las fases de crecimiento, así como algún grado de subestimación en las fases recesivas149; y

• la actualización de los precios a partir del índice de precios mencionado también puede generar ciertas distorsiones; no obstante, se trata de un indicador que tiende a reflejar adecuadamente los precios promedio de los diferentes rubros manufactureros.

Así, si bien el ICIG no permite determinar el grado de concentración que se manifiesta en cada rama de actividad, de los testeos realizados surge que se trata de una adecuada y confiable herramienta analítica para captar en forma dinámica las tendencias a la oligopolización de la producción fabril en un período determinado, así como las características e impactos estructurales más salientes de tal patrón agregado de comportamiento sectorial y los cambios asociados a fenómenos de carácter coyuntural. En este sentido, la conjunción del estudio de la evolución del ICIG y de los principales cambios registrados en el perfil constitutivo de la cúpula manufacturera local permite determinar, por un lado, cuáles fueron los segmentos empresarios que explican –en mayor o menor medida– el comportamiento del ICIG y, por otro, el tipo de perfil sectorial que se tendió a configurar y/o a consolidar a la par de su evolución. Respecto de esto último, como se está trabajando con las empresas integrantes de la elite fabril, la adopción de este encuadre analítico brinda la posibilidad de realizar interesantes ejercicios tendientes a determinar, por ejemplo, si la mayor –o menor– oligopolización de la producción industrial va acompañada –o no– de cambios a nivel de los liderazgos sectoriales y empresariales de la cúpula (esto es, de los actores concretos del proceso de concentración).

Para la realización de este estudio se ha estimado la evolución del ICIG entre 1991 y 2001. Asimismo, y con el objeto de aportar una mirada de largo plazo que permita comprender más cabalmente la especificidad de lo ocurrido en el transcurso de la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural”, se han adicionado estimaciones análogas realizadas en distintos trabajos que comprenden el período 1956-1969150 y cálculos propios para los años 1976 y 1984 (siempre utilizando la misma metodología).

149 Dicha situación puede conllevar, en caso de que se verifique un incremento en la concentración industrial, cierto grado de subestimación del ICIG lo cual compensa, en alguna medida, el sesgo hacia la sobreestimación del mismo que, como fuera mencionado, surge de la información referida a las ventas de la elite fabril. 150 Se trata de dos investigaciones pioneras en la materia realizadas a comienzos de los años setenta, en las cuales, a partir de la utilización del mismo indicador empleado en este trabajo, se analizó la evolución de la concentración global de la producción manufacturera local durante la segunda fase del proceso de sustitución de importaciones (Khavisse y Piotrkowski, 1973; y Skupch, 1971).

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Por último, caben unos breves comentarios sobre los criterios utilizados para recortar el universo de la elite empresaria manufacturera según los distintos tipos de firma que la conforman y los diferentes sectores industriales en los que se desenvuelven las compañías.

Con respecto a lo primero, y como se planteó en el Capítulo 1, el enfoque empleado deriva en la conformación de seis tipologías: las empresas estatales; las pertenecientes a grupos empresarios de origen nacional; aquéllas que pertenecen a los conglomerados extranjeros que actúan en el ámbito doméstico; las firmas de origen nacional que no forman parte de un holding económico; las compañías de capitales foráneos que no se integran en el país a un conglomerado; y las asociaciones de capital. Con relación a la clasificación de las empresas de la cúpula según la actividad manufacturera en la que operan predominantemente, debe señalarse que las mismas fueron clasificadas en función de la CIIU, Revisión 3 (dos dígitos). Como producto de ello, fueron delimitados seis grandes sectores de actividad: “elaboración de productos alimenticios y bebidas”; “fabricación de coque, productos de la refinación de petróleo y combustible nuclear”; “elaboración de sustancias y productos químicos”; “producción de metales comunes”; “fabricación de vehículos automotores, remolques y semirremolques”; y el denominado “resto de actividades industriales” (que incluye a las ramas manufactureras no contempladas precedentemente).

5.2.2. Tendencias a la concentración de la producción industrial de la Argentina durante la década de los noventa

En el Cuadro Nº 19 queda reflejada la estimación del ICIG para el período comprendido entre 1991 y 2001, la cual fue elaborada siguiendo los criterios metodológicos y utilizando las fuentes de información reseñadas en el acápite anterior. Como se desprende de las evidencias presentadas, entre esos años el valor bruto de la producción sectorial aumentó un 19% (equivalente a una tasa promedio anual del 1,8%), mientras que las ventas de la cúpula manufacturera local se incrementaron casi un 90% (supone una tasa de expansión del 6,6% anual acumulativo). Tales ritmos diferenciales de crecimiento entre la facturación agregada de la elite fabril y la producción global determinaron que las principales firmas oligopólicas que actúan en el mercado local intensificaran significativamente su predominio sobre el conjunto de la actividad: en el período bajo análisis el ICIG se incrementó a un promedio anual próximo al 5% (pasó del 36,4% en 1991 al 58,1% en 2001). De este modo, se puede constatar que en un contexto signado por el crecimiento del sector fabril las porciones adicionales de mercado a él asociadas no fueron distribuidas de manera proporcional entre los diferentes actores manufactureros sino que fueron crecientemente apropiadas por las empresas líderes de la actividad.

Ahora bien, los datos aportados por el Cuadro de referencia indican que durante el lapso temporal bajo análisis resulta posible identificar dos etapas diferenciadas. Hasta 1998 la producción industrial total creció a un ritmo medio anual del 6,2% (registrando dos caídas: en 1995 y 1998), mientras que la facturación agregada de las compañías más grandes del sector

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se expandió de manera ininterrumpida a un promedio anual del 10,2%. A raíz de estas dinámicas el ICIG se incrementó 10,7 puntos porcentuales. A partir de 1998 tuvo lugar una disminución sumamente pronunciada y sistemática del valor bruto de la producción fabril (entre ese año y el 2001 declinó a una tasa media anual del 7,8% –acumulando una contracción superior al 20%–). En dicho contexto, los volúmenes globales de ventas de la elite empresaria local prácticamente se estancaron entre 1998 y 1999, crecieron levemente en el 2000 y descendieron en el 2001 aunque con mucha menos intensidad que la producción total (en este último año la facturación conjunta de las cien industriales de mayores dimensiones del medio local disminuyó alrededor de un 6% y la producción manufacturera más de un 11%)151. Como resultado de los comportamientos que tuvieron ambas variables en esta etapa (que sugieren la existencia de una intensa centralización de capitales en el ámbito fabril), el ICIG registró una suba de once puntos porcentuales152.

Cuadro Nº 19 Argentina Evolución del valor bruto de la producción industrial (VBP), las ventas de la cúpula empresaria manufacturera y el índice de concentración industrial global (ICIG), 1991-2001 (en millones de pesos, índice 1991=100 y porcentajes)

VBP 1991 = 100 Ventas de la cúpula

1991 = 100 ICIG 1991 = 100

1991 72.484,2 100,0 26.375,2 100,0 36,4 100,0 1992 86.095,3 118,8 31.364,7 118,9 36,4 100,1 1993 90.461,8 124,8 34.995,1 132,7 38,7 106,3 1994 94.436,5 130,3 41.895,7 158,8 44,4 121,9 1995 93.578,7 129,1 43.035,1 163,2 46,0 126,4 1996 102.651,9 141,6 46.292,5 175,5 45,1 123,9 1997 112.403,0 155,1 51.511,1 195,3 45,8 125,9 1998 110.137,3 151,9 51.923,1 196,9 47,1 129,6 1999 98.971,2 136,5 51.859,0 196,6 52,4 144,0 2000 97.330,2 134,3 53.328,4 202,2 54,8 150,6 2001 86.244,9 119,0 50.098,3 189,9 58,1 159,6

T.A.A. 1991/1998 6,2 10,2 3,8 T.A.A. 1998/2001 -7,8 -1,2 7,2 T.A.A. 1991/2001 1,8 6,6 4,8

Fuente: Elaboración propia (consúltese el apartado 5.2.1).

151 Como surge del Cuadro Nº 19, entre 1998 y 2001 las ventas totales de la cúpula disminuyeron un 3,5%. 152 Una de las principales conclusiones que surge de varias obras clásicas de la literatura económica es que en las épocas recesivas las grandes firmas tienden a aumentar su incidencia relativa en el conjunto de la producción de un sector de actividad fundamentalmente en detrimento de las de menores dimensiones, entre otras cuestiones relevantes por la reasignación del capital existente que suele verificarse en coyunturas de este tipo y que por lo general se manifiesta en la absorción de las segundas por parte de las primeras (Kalecki, 1977; Marx, 1959; Merhav, 1972; Robinson, 1973; y Sylos Labini, 1966). Sobre esta cuestión, la información que brinda el Anexo Nº 2 indica que en el transcurso de la larga y profunda crisis socio-económica que signó el ingreso de la Argentina al nuevo siglo tuvo lugar un importante proceso centralizador que involucró y favoreció a varios integrantes de la cúpula manufacturera.

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Lo que antecede permite afirmar que, en términos agregados (es decir, sin diferenciar entre las distintas fracciones empresarias existentes dentro de la elite), durante la década pasada los principales segmentos capitalistas de la industria doméstica se desempeñaron, en términos de su facturación global, con relativa autonomía respecto del ciclo económico fabril interno (posibilidad que evidentemente no tuvo un número mayoritario de las empresas que integran el espectro manufacturero, en especial las de menor envergadura –véase el Capítulo 4–). Atento a la importancia de dicho fenómeno vale la pena indagar acerca de los posibles factores que podrían explicar esta estratégica capacidad que tuvieron las compañías líderes de independizar relativamente su desempeño de la evolución del conjunto de la actividad.

A juzgar por las evidencias disponibles, este fenómeno se encuentra asociado, en primer lugar, a la conjunción de dos de los principales rasgos estructurales que caracterizan a la economía argentina desde el quiebre de la sustitución de importaciones: una regresiva matriz distributiva y una creciente incidencia de los mercados externos como destino de la producción manufacturera realizada por muchas de las firmas de mayores dimensiones del sector. En efecto, el proceso que se inicia a partir de la interrupción de la industrialización sustitutiva ha traído aparejada la conformación de un nuevo patrón de distribución del ingreso que se ha consolidado en base a la disminución de los salarios reales y la concentración de la riqueza, procesos que a su vez han operado como condición de posibilidad del incremento de las exportaciones (básicamente de commodities de origen agropecuario e industrial de escaso dinamismo en el mercado mundial –se trata, en buena medida, de los denominados “bienes salario”–) y de la producción de bienes demandados por los grupos sociales de más altos ingresos153.

De este modo, estrechamente asociadas al consumo de los estratos más ricos de la población (cuyos niveles de consumo están relativamente poco asociados con las fases del ciclo económico local), así como a los mercados externos154, las empresas que forman parte de la cúspide del poder económico industrial contaron durante el decenio de los noventa con

153 Para un tratamiento de estas cuestiones véase Arceo y Basualdo (1999); y Basualdo (2000a). Estos autores plantean que en el marco del funcionamiento del capitalismo doméstico post-dictadura militar de 1976-1983, para un número importante de firmas líderes (sobre todo las más volcadas al exterior) el salario ha ido perdiendo su importancia como un componente decisivo de la demanda agregada, consolidándose como un costo empresario que, como tal, debe reducirse lo más posible. 154 En este punto cabe introducir dos breves comentarios que más adelante serán abordados con mayor detenimiento. En primer lugar, en algunas firmas de la elite sectorial las exportaciones representan una proporción minoritaria de su producción total (porcentaje que tiende a incrementarse en las fases recesivas del ciclo interno), mientras que en otras tal participación es elevada (e incluso mayoritaria –tales los casos de las líderes que se desenvuelven en el sector aceitero y en ciertas manufacturas del complejo siderúrgico–). En segundo lugar, en el campo industrial (como en el conjunto de la economía argentina) la oferta exportadora se encuentra fuertemente concentrada en torno de un número muy reducido de grandes firmas que en su mayoría integran el ranking de las de mayor facturación. Al respecto, consúltese Azpiazu, Bisang, Eggers, Jacyszyn y Martín (1986); Azpiazu, Bisang y Kosacoff (1988); Azpiazu y Kosacoff (1988); Basualdo (2000a y 2005); Bisang, Feldman y Gutman (1989); Crespo Armengol (2004); Gutman (1999); INDEC-CEPAL (1987); Ortiz y Schorr (2001); y Schorr y Wainer (2005a).

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la posibilidad de crecer más que el promedio sectorial en las fases expansivas155, y de seguir expandiendo sus volúmenes facturados o bien registrar reducciones no muy significativas ante caídas considerables en la producción fabril; en otras palabras, de incrementar de modo notable su incidencia relativa y su poderío económico en el interior del sector manufacturero local y, más ampliamente, en la economía argentina (con todo lo que ello implica en términos de acumulación de una mayor capacidad de coacción sobre el aparato estatal y de condicionamiento sobre el diseño y la implementación de políticas públicas).

Dada la importancia que han asumido los mercados externos como destino de una parte considerable de las ventas totales de los oligopolios industriales que actúan en el país, cobra particular interés encarar un somero análisis de algunas de las características más salientes del comercio exterior de las grandes firmas a lo largo de la década pasada, más aún cuando se trata de uno de los principales factores que permiten dar cuenta del fuerte incremento que se registró en el nivel de concentración económica de la producción fabril generada en el ámbito nacional. Para ello, en el Cuadro Nº 20 se presenta la trayectoria de las exportaciones, las importaciones, el saldo comercial y el coeficiente exportador correspondiente al conjunto de la cúpula manufacturera para el período comprendido entre 1991 y 2001156.

Cuadro Nº 20 Cúpula empresaria industrial de la Argentina Evolución de las exportaciones, las importaciones, el saldo comercial y el coeficiente exportador, 1991-2001 (en millones de dólares y porcentajes)

Exportaciones Importaciones Saldo Comercial

Coeficiente exportador*

1991 4.731,3 s/d s/d 17,9 1992 5.574,6 s/d s/d 17,8 1993 5.624,6 3.445,6 2.179,0 16,1 1994 7.207,7 4.870,6 2.337,1 17,2 1995 10.093,5 5.077,5 5.016,0 23,5 1996 12.081,2 6.165,5 5.915,7 26,1 1997 13.421,0 6.392,8 7.028,2 26,1 1998 12.788,8 8.961,5 3.827,3 24,6 1999 11.680,5 6.452,6 5.227,9 22,5 2000 13.521,1 6.855,6 6.665,5 25,4 2001 13.942,4 5.396,5 8.545,9 27,8

* Medido como el cociente entre las exportaciones y las ventas globales de las empresas del panel. Fuente: Elaboración propia en base a información del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO.

155 Como surge del Cuadro Nº 19, la única excepción se dio en el año 1996, cuando el valor bruto de la producción industrial aumentó un 9,7% y la facturación agregada de la cúpula un 7,6%. 156 Con el objeto de evaluar los aspectos mencionados se recabaron los montos de las exportaciones y las importaciones de las empresas que forman parte de la elite manufacturera local, a partir de la información disponible en la base de datos del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO. En este sentido, deben realizarse dos observaciones. En primer lugar, en el caso de las exportaciones fue posible obtener los datos para todo el período analizado (1991-2001), mientras que con las importaciones no ocurrió lo mismo y la serie comienza en 1993. En segundo lugar, vale aclarar que no todas las firmas que integran el panel de las cien líderes industriales realizan exportaciones y/o importaciones (por ejemplo, en el 2001 alrededor de un 90% de las firmas de la elite vendió parte de su producción en el mercado internacional, mientras que el 80% realizó compras al exterior).

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Una primera conclusión remite al patrón de crecimiento diferencial que registraron las exportaciones y las importaciones agregadas de la elite: mientras que las ventas al exterior se incrementaron entre 1993 y 2001 un 148% (supone una tasa anual acumulativa del 12%), las compras de equipamiento y/o de insumos para la producción y/o de bienes finales importados lo hicieron en un 57% (es decir, a un ritmo promedio por año de casi el 6%). De resultas de estos disímiles desempeños, la cúpula fabril obtuvo saldos comerciales crecientemente superavitarios: mientras que en 1993 el balance comercial global de las empresas del panel fue de 2.179 millones de dólares, en el año 2001 alcanzó los 8.546 millones de dólares157. Esto último es particularmente importante de resaltar por cuanto contrasta notablemente con lo que sucedió en el nivel del conjunto del sector industrial, donde se verificaron saldos comerciales negativos a lo largo de casi todo el decenio de los noventa158. En otras palabras, ello refleja el carácter asimétrico que presentó el proceso de liberalización comercial instrumentado en el ámbito nacional durante la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”. Este comportamiento opuesto de la elite sectorial en relación con el resto 157 En ese desenvolvimiento general pueden identificarse dos etapas que responden a lógicas distintas. Entre 1993 y 1997 la balanza comercial agregada de la elite aumentó más de un 220% y lo hizo en forma sistemática, lo cual se asocia al notable dinamismo experimentado por las exportaciones (entre esos años crecieron casi un 140% frente a un incremento de las importaciones del orden del 85%). En el cuatrienio 1998-2001 el saldo comercial de la cúpula registró una suba del 123%, la que es el fruto de un débil crecimiento de las ventas al exterior (se expandieron un 9%) y una importante caída de las importaciones (disminuyeron aproximadamente un 40%). En la explicación de esto último concurren dos procesos estrechamente vinculados. Por un lado, la recesión interna que comienza a mediados de 1998, que al reducir el nivel de la demanda doméstica trajo aparejada una menor adquisición de productos importados por parte de las grandes firmas. Por otro, la naturaleza de dicha crisis. Al respecto, vale la pena destacar que la recesión que se inicia hacia fines de los noventa responde a factores diferentes que la verificada en 1995 a raíz de la crisis mexicana. En efecto, esta última se inició en el sector financiero para luego trasladarse a la economía real (no obstante lo cual, fundamentalmente a partir del importante ritmo expansivo que por entonces presentaba la economía brasileña y de la evolución de los precios internacionales de los principales productos exportados por la Argentina, las firmas industriales de mayores dimensiones pudieron ubicar una parte considerable de su producción en el mercado internacional –de allí que entre 1994 y 1995 el superávit comercial de la cúpula pasara de 2.337 a 5.016 millones de dólares; ello, como resultado de una suba del orden del 40% de las exportaciones y de apenas un 4% de las importaciones–). Por el contrario, la recesión que se origina a partir de las crisis rusa y del sudeste asiático repercutió profundamente en el sector real de la economía induciendo, a diferencia de lo acaecido durante la recesión posterior al “efecto Tequila”, una marcada desaceleración de las exportaciones industriales, lo cual se deriva, entre otras cosas, del deterioro en los términos de intercambio de los principales bienes exportados por el país, la pérdida de competitividad relativa de la economía local asociada a las “devaluaciones competitivas” de numerosos países, el inicio de una fase recesiva en el escenario internacional y la creciente aplicación de políticas proteccionistas por parte de las naciones centrales. 158 De acuerdo a información suministrada por el Centro de Estudios para la Producción (organismo dependiente del Ministerio de Economía y Producción), durante el período bajo estudio la balanza comercial de la industria local fue fuerte y sistemáticamente deficitaria. En lo sustantivo, dicho patrón es explicado por los desequilibrios registrados en las ramas elaboradoras de: máquinas y equipo; sustancias y productos químicos; vehículos automotores; equipos y aparatos de radio, televisión y comunicaciones; maquinaria de oficina, contabilidad e informática; productos de caucho y plástico; metal (excepto maquinaria y equipo); papel y derivados; maquinaria y aparatos eléctricos; productos textiles; minerales no metálicos; instrumentos médicos y de precisión; y prendas de vestir (véase el siguiente sitio de Internet: http://www.mecon.gov.ar/sicym/industria/cep/default1.htm). Un análisis del desempeño del sector manufacturero argentino en materia de comercio exterior durante los años noventa puede consultarse en Azpiazu (1994); Basualdo (2000a); CEP (1999); Kosacoff (2000); Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires (1998a); Nochteff y Güell (2004); y Ramos (2000). Asimismo, en Katz y Stumpo (2001) se presentan los principales cambios que experimentó la composición de la balanza comercial del sector fabril de diferentes países latinoamericanos, perspectiva que brinda interesantes elementos de juicio para caracterizar con mayor precisión la especificidad del caso argentino.

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del espectro manufacturero local en materia de comercio exterior refuerza las evidencias analizadas precedentemente que indicaban la existencia de un considerable grado de independencia relativa de este universo empresario respecto del ciclo económico fabril doméstico.

La importancia de los mercados externos en el ciclo de acumulación y reproducción ampliada del capital de las firmas que integran el núcleo selecto de las más grandes de la industria argentina también queda reflejada cuando se analiza la evolución del coeficiente exportador. De la información suministrada por el Cuadro Nº 20 se desprende que entre 1991 y 2001 la relación exportaciones/ventas totales pasó del 17,9% al 27,8%159; en ese marco general se destaca el hecho que el indicador registró dos saltos de consideración (entre 1994 y 1995 y entre 1999 y 2001).

Sin duda, esta capacidad que tuvieron en términos generales los grandes oligopolios fabriles de ubicar una parte importante y creciente de su producción en los mercados externos y, por esa vía, de registrar abultados superávits de balanza comercial, merece ser resaltada por cuanto constituye uno de los principales factores explicativos de la notable performance agregada que registraron estas fracciones empresarias en un cuadro global de “desindustrialización”, reestructuración sectorial regresiva, etc..

Si bien estas cuestiones serán abordadas con mayor detenimiento en la Sección 5.4, cabe aquí destacar que al margen de las heterogeneidades existentes en el interior de la cúpula, se trata de firmas líderes cuyos patrones de especialización y de inserción en el mercado internacional se ven sustentados en muchos casos en actividades fabriles cuyo desempeño exportador trasciende el comportamiento contracíclico frente a la contracción de la demanda doméstica, para constituirse en sólidas plataformas industriales de fuerte vinculación con el exterior. El crecimiento de las exportaciones de este reducido universo de grandes actores económicos (de origen nacional y extranjero) durante la etapa analizada, particularmente importante si se considera que tuvo lugar en un período de apreciación cambiaria y de considerables déficits de balanza comercial para el agregado sectorial en el marco de la apertura económica, expresa la elevada competitividad internacional de buena parte de los productos elaborados por los mismos, en especial de diversas commodities provenientes de las industrias alimenticia, petrolera, de metales básicos y química160.

Ello, a favor de, entre otras cosas: a) la vigencia de escalas tecno-productivas que exceden –en muchos casos con creces– las dimensiones del mercado interno; b) el aprovechamiento de las 159 Cabe destacar que dicha propensión exportadora es casi cinco veces más elevada que la que registraron en promedio los grandes oligopolios de la actividad a mediados de los años setenta y aproximadamente seis veces superior a la verificada a comienzos de los ochenta (Basualdo y Khavisse, 1986). 160 La puesta en marcha de un régimen especial para la actividad automotriz durante el decenio pasado viabilizó un crecimiento de las exportaciones de las grandes terminales (buena parte de las cuales integra el panel de las cien de mayores ventas), el cual fue particularmente significativo hasta 1998. Este factor de “competitividad” (que también conllevó un notable aumento de las importaciones por parte de aquéllas y, de resultas de ello, una ostensible desintegración sectorial) se vio potenciado por los acuerdos de complementación productiva establecidos entre las terminales (la mayoría de capitales extranjeros) y filiales de las mismas corporaciones radicadas en otros países (en particular en Brasil).

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ventajas comparativas derivadas de la dotación de recursos naturales con que cuenta el país (aunque, vale resaltarlo, el procesamiento de éstos por lo general se realiza en una “frontera” muy distante de sus potencialidades en materia de generación local de cadenas de valor agregado); c) en algunos rubros productivos (como en numerosos elaboradores de “bienes salario”), la regresiva matriz distributiva existente (que al comprimir el nivel de la demanda interna incrementa los saldos exportables de estos bienes); d) la posibilidad que tuvieron las firmas líderes y/o sus propietarios de acceder a líneas crediticias a tasas de interés relativamente reducidas y/o a subsidios estatales de diversa naturaleza; y e) la realización de transacciones comerciales con compañías relacionadas societariamente que se encuentran en el exterior (tal el caso de muchas filiales de empresas transnacionales que actúan en el medio doméstico y de varios grupos económicos nacionales que son propietarios de un número importante y creciente de compañías en otros países).

Ahora bien, la decisiva capacidad que tuvieron las principales empresas manufactureras de diferenciarse del conjunto del sector no sólo remite a su comportamiento en materia de comercio exterior, sino que también es explicada por la conjunción de ciertos procesos privativos de los años noventa, todos los cuales impulsaron una suba en las ventas globales de la elite fabril y, por lo tanto, también permiten explicar el importante incremento que registró el ICIG. Entre los procesos que asumen un papel decisivo en el fortalecimiento del poder económico de ese acotado centenar de grandes empresas durante la década pasada sobresalen los siguientes:

• el aumento del consumo que se verificó durante la primera mitad del decenio resultante de la estabilización macroeconómica asociada a la instrumentación del Plan de Convertibilidad, lo cual impactó positivamente sobre la actividad económica en general y la industrial en particular (ello, no obstante, en un cuadro de creciente inequidad distributiva);

• también durante el primer quinquenio de la década, la privatización de firmas industriales de propiedad estatal (en especial YPF, Somisa y las que formaban parte del polo petroquímico de Bahía Blanca) impulsó un aumento en la facturación agregada de la cúpula (en rigor de ciertos integrantes de la misma). En tal sentido, el principal beneficiario de la transferencia de la estatal siderúrgica al sector privado fue el conglomerado Techint, mientras que la estadounidense Dow Chemical y la firma belga Solvay terminaron resultando favorecidas por las privatizaciones encaradas en el campo de la producción petroquímica161/162;

161 En lo que se vincula con la desestatización de YPF, cabe incorporar dos breves digresiones. La primera es que antes de su venta la compañía fue segmentada en diversas “unidades de negocio” que posteriormente fueron transferidas al sector privado (en el área industrial –destilerías y refinerías–, los grupos Pérez Companc y Soldati tuvieron una participación decisiva en los diferentes consorcios adjudicatarios). La segunda es que por las modalidades que asumió la enajenación de la petrolera estatal a mediados de 1993 (oferta pública de acciones), YPF pasó a ser una asociación hasta 1999, cuando fue adquirida por el conglomerado extranjero Repsol. 162 Respecto de estas cuestiones, vale la pena traer a colación el ejemplo que ofrece la venta de Somisa. En el período previo a la privatización de la firma, que se efectivizó hacia fines de 1992, bajo la intervención estatal a cargo de Jorge Triaca no sólo hubo una cantidad considerable de despidos y se implementaron diversas medidas tendientes a “flexibilizar” y “racionalizar” el proceso de trabajo, sino que también se indujo un importante déficit económico-financiero. En cuanto a esto último, en los meses previos a su enajenación Somisa, una empresa que históricamente había registrado buenos desempeños económicos, tuvo un déficit operativo aproximado de un millón de dólares por

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• las señaladas asimetrías en las formas que adoptaron los procesos de apertura y “desregulación” (como, a título ilustrativo, las que se vinculan con el privilegiado régimen automotor, la traslación de poder regulatorio a los oligopsonios agroindustriales, la peculiar “desregulación” del mercado de los combustibles líquidos y la confluencia de ambas políticas en la consolidación de los principales oligopolios farmacéuticos);

• las transferencias de capital registradas en distintas ramas fabriles que tuvieron lugar en especial a partir de la segunda mitad de la década y que supusieron en la mayoría de las ocasiones el traspaso de firmas nacionales a distintas empresas y conglomerados extranjeros163. En este caso, tal proceso pudo haber derivado en un aumento en las ventas agregadas de la elite ya sea que como producto de la operación se incrementaron la producción y las ventas de la empresa compradora164, o bien porque la nueva firma controlante realizó inversiones que trajeron aparejados incrementos en la capacidad productiva y la facturación de la compañía adquirida;

día (lo cual estuvo estrechamente asociado a la exportación a un trader extranjero –presuntamente vinculado al interventor– de productos siderúrgicos a menos del 10% de su valor real). En ese contexto, los fuertes quebrantos de la compañía estatal no sólo brindaron elementos como para impulsar y justificar su transferencia al capital concentrado interno, sino que también determinaron una importante subvaluación de la misma. En los años subsiguientes, y en el marco de la política de “sinceramiento” de precios instrumentada por el grupo Techint, se produjo, vis-à-vis la última etapa de Somisa, un incremento de consideración en los ingresos por ventas y la rentabilidad. Así, como en prácticamente la totalidad de las privatizaciones, el “trabajo sucio” del gobierno durante la etapa pre-privatizadora fue decisivo por cuanto permitió que el capital oligopólico local se hiciera cargo de una empresa “racionalizada” en lo que se refiere al personal (política de despidos y de precarización de las condiciones laborales), subvaluada (dada la situación de cuasi quiebra en lo que respecta a su situación económico-financiera) y que sería altamente rentable desde el comienzo mismo de sus actividades (por el mencionado “sinceramiento” de precios y porque se trata de una compañía monopólica en algunos segmentos del sector siderúrgico y con un claro poderío oligopólico y/u oligopsónico en otros, que opera en un mercado “desregulado”). Véase Azpiazu y Bisang (1992); y Azpiazu y Basualdo (1995b). 163 A diferencia de los movimientos de capital asociados a las privatizaciones, los cuales se circunscribieron a unas pocas actividades manufactureras (básicamente siderurgia, petróleo y petroquímica), el proceso de centralización de la propiedad del capital que se registró con inusitada intensidad a partir de 1995 se manifestó en múltiples mercados industriales, muy especialmente en los de mayor dinamismo durante la década, los que a su vez tienen gran incidencia dentro de la cúpula empresaria (alimentos y bebidas, automotor, química y petroquímica, refinación de petróleo y metales básicos). Al respecto, consúltese el Anexo Nº 2. 164 En muchas operaciones la empresa compradora absorbió a la firma adquirida, lo cual pudo haber acarreado un incremento tanto en el patrimonio como en la facturación consolidada de la primera. En tal sentido, cabe señalar, a simple título ilustrativo, la adquisición y posterior absorción de numerosas empresas lácteas por parte de la transnacional Nestlé; de Autogás (una firma dedicada a la producción de gas licuado) por Shell; de Petropol, Induclor y Monómeros Vinílicos por Indupa; de Minetti y Cía. por la transnacional Cargill; de C&K Aluminios y Refinería de Metales Uboldi por Aluar; y de Fagnani Hermanos por Molinos Río de la Plata (perteneciente al grupo Pérez Companc). A ellos se le podría agregar el caso de Siderar (propiedad del conglomerado Techint), resultado de la fusión de Aceros Paraná (ex Somisa), Propulsora Siderúrgica (hasta allí controlante de la anterior), Aceros Revestidos, Sidecrom y Aceros Bernal. Asimismo, se destacan varios casos de absorciones entre empresas pertenecientes a un mismo grupo económico, como el de La Plata Cereal, que absorbió a Indo (ambas vinculadas al holding suizo André); el de Molinos Río de la Plata que hizo lo propio con Fanacoa, Aceites Santa Clara, Minotel, Matarazzo y Vadial San Luis (al momento de realizarse la operación todas estas firmas pertenecían a Bunge y Born –posteriormente la firma absorbente pasó a manos de Pérez Companc–); el de Acíndar con Sampa, Indema, Puar, Clamet, Tejimet, Impeco, Laminfer y M. Heredia y Cía.; y el de Siderca con Cometarsa (ambas de Techint). Para más detalles, véase nuevamente el Anexo Nº 2.

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• estrechamente vinculado a los dos puntos anteriores, la casi total ausencia de control oficial sobre la creciente ola de fusiones y adquisiciones y, más ampliamente, las formas que adoptó la aceleración de la concentración y la centralización del capital en el transcurso de los años noventa, así como sobre el comportamiento de las grandes empresas y grupos económicos que se desenvuelven en el ámbito nacional (por ejemplo, en lo atinente a la fijación de precios)165;

• el hecho que a lo largo del decenio pasado se produjo la radicación –o en algunos casos el regreso al país– de varias grandes firmas extranjeras que por el elevado volumen de ventas que poseen ingresaron en los primeros tramos del universo de las de mayor facturación166. Un fenómeno similar en cuanto a sus efectos sobre los niveles de ventas globales de la elite es el que surge del ingreso al panel de empresas que antes lo integraban pero no por sí mismas sino a partir de su participación en una asociación y que, como producto de la disolución de la misma, pasaron a actuar en el medio doméstico en forma independiente y, por el monto de ventas con el que operan, forman parte del grupo de las cien líderes y registran de conjunto una facturación superior que cuando estaban asociadas167;

• a favor de su integración a unidades económicas caracterizadas por una inserción en la economía de tipo integrado y/o diversificado, muchas de las compañías líderes de la industria doméstica pudieron apropiarse de porciones crecientes de excedente. Ello, como resultado de, entre otras cosas, a) su activa participación –directa o a través del grupo económico al que pertenecen– en los distintos “nichos” de beneficios extraordinarios que se generaron durante la década pasada; b) la posibilidad de redireccionar parte de los recursos generados por el conjunto del conglomerado hacia aquellas empresas que por diversas razones enfrentaban problemas de sustentación (como muchas del sector fabril), así como de acceder a niveles diferenciales de actividad a partir de la realización de transacciones de distinto tipo con otras firmas (no necesariamente manufactureras) pertenecientes al mismo holding económico; y c) el haber resultado beneficiarias –directas o indirectas– de los cuantiosos recursos que bajo diferentes modalidades se transfirieron en esta etapa al capital concentrado interno; y 165 Entre otras cuestiones, ello se refleja en la ostensible despreocupación evidenciada por parte de las autoridades gubernamentales ante las difundidas prácticas de abuso de posiciones dominantes en muy diversos sectores, así como en el muy dilatado (1991-1999) debate parlamentario en torno a la sanción de una nueva ley de defensa de la competencia que incorporara el control efectivo de las concentraciones económicas (recién en agosto de 1999 se sancionó la Ley Nº 25.156 que presenta limitaciones de diversa índole en lo que respecta a la regulación efectiva de las conductas empresarias y la estructura de los mercados, las cuales se vieron potenciadas por la posterior sanción de varias normas modificatorias de aquélla –Nochteff y Soltz, 2003–). 166 Ejemplos en este sentido lo constituyen el retorno durante los años noventa de las automotrices Chrysler y General Motors (que habían repatriado sus capitales en la década de los ochenta), así como el inicio de operaciones de la firma italiana Parmalat, vinculada a la industria alimenticia. Otro ejemplo es el de las refinadoras Refinor y Refisan, empresas que surgieron como producto de la privatización de YPF e integraron el panel de las cien de mayores ventas desde el mismo momento en que comenzaron sus operaciones en el año 1993. 167 Al respecto, se destaca lo que ocurrió con la automotriz Autolatina (que era una asociación entre el conglomerado extranjero Ford y la empresa transnacional Volkswagen) antes y después de su disolución registrada en 1995: mientras que en dicho año la firma facturó 1.760 millones de pesos, en 1996 Ford y Volkswagen, actuando ya en forma independiente, registraron en conjunto ventas por 2.702 millones de pesos (esto es, un 54% superior al volumen que obtuvieron cuando estaban asociadas).

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• la magnitud y la naturaleza de la crisis socio-económica que comienza a mediados de 1998 con su correlato en términos de elevada “tasa de mortalidad” y/o profundo debilitamiento estructural de amplias capas del empresariado fabril (principalmente de los segmentos de menores dimensiones), procesos que derivaron en una considerable centralización del capital.

En definitiva, independientemente de los motivos por los cuales se incrementó de modo significativo la facturación agregada de la cúpula manufacturera local durante la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” (sean estos de carácter estructural o coyuntural), uno de los rasgos centrales que caracterizó al desempeño global de los oligopolios industriales líderes en el transcurso de estos años fue su capacidad de crecer muy por encima del conjunto del sector, lo cual trajo aparejado un notable incremento en el grado de concentración global de la producción fabril del país. Como resultado de ello, a fines de la década pasada más del 55% de lo producido por el agregado sectorial era explicado por tan sólo cien grandes empresas. Se trata, sin duda, de un muy elevado nivel de concentración productiva que, no obstante, hace abstracción de un fenómeno característico de la economía argentina post-dictadura militar de 1976-1983: el control de un número importante de las principales empresas del país por parte de algunos grandes grupos económicos (de capital nacional y extranjero)168. En otros términos, el índice de concentración presentado no refleja en toda su dimensión el grado de oligopolización real del conjunto de la industria manufacturera local.

En relación con estas cuestiones, el hecho que durante la década pasada se haya manifestado, en forma simultánea con la agudización del proceso de achicamiento regresivo de la trama fabril, una tendencia hacia una creciente gravitación de un número acotado –aunque sumamente poderoso e influyente en términos económicos y políticos– de firmas oligopólicas y grupos empresarios en el conjunto de la producción industrial realizada en el medio local, constituye un claro y contundente indicador de que una parte mayoritaria del tejido manufacturero debió transitar por un sendero crítico (la trayectoria agregada de las fracciones capitalistas líderes vis-à-vis la de gran parte de las PyMEs y los trabajadores de la actividad eximen de mayores comentarios al respecto). En otras palabras, del carácter asimétrico y regresivo –esto es, para nada neutral ni uniforme en cuanto a sus impactos sobre las distintas clases sociales y fracciones de clase– que caracterizó a la reestructuración industrial verificada en el transcurso de los años noventa, la cual se derivó de la aplicación de un vasto y sumamente abarcativo shock institucional neoconservador que en esta materia (como en tantas otras) profundizó sobremanera muchos de los tremendos –igualmente

168 A simple título ilustrativo, cuando se analiza el panel de las cien firmas industriales más grandes en 1998 se comprueba que el grupo local Pérez Companc participaba en la propiedad accionaria de Pasa, Pecom Agra y Refisan; el conglomerado Techint controlaba cuatro firmas líderes en la producción sidero-metalúrgica (Comesi, Siat, Siderar y Siderca); mientras que el holding español Repsol tenía participación, entre otras empresas, en Astra, Refinor e YPF.

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heterogéneos e inequitativos– legados del derrotero fabril verificado en las dos primeras etapas del “modelo financiero y de ajuste estructural”169.

5.2.3. La concentración industrial en la Argentina: una mirada de largo plazo

A los efectos de aportar evidencias adicionales que permitan acceder a una comprensión más cabal de las características y la intensidad del proceso de creciente concentración económica en la industria local que tuvo lugar en la década pasada, en el Gráfico Nº 4 queda reflejada la evolución de la participación de las primeras cien empresas fabriles del país (siempre ordenadas de acuerdo a sus respectivos volúmenes de ventas anuales) en el conjunto de la producción sectorial desde mediados del decenio de los cincuenta hasta el 2001.

Una primera cuestión a plantear es que el aumento en el grado de oligopolización del sector manufacturero argentino que se verificó en los noventa profundizó una tendencia de largo plazo que se venía manifestando desde por lo menos mediados de los cincuenta. En efecto, a lo largo del período bajo análisis se registró una suba de consideración en la concentración global de la producción industrial: mientras que en la segunda mitad de la década de los cincuenta las cien empresas más grandes del país dieron cuenta de aproximadamente un 18% de la producción total, en los últimos años de vigencia del régimen de Convertibilidad significaron en promedio alrededor del 53%. Al respecto, cabe destacar que dicha participación más que duplica a la registrada durante el decenio de los sesenta, cuando la industria era la actividad de mayor dinamismo de la economía doméstica, a la vez que constituye la más elevada de los últimos cincuenta años de la historia argentina.

169 En un trabajo realizado a mediados de la década pasada, en el cual se analizaron los principales “hechos estilizados” del desenvolvimiento del sector manufacturero de América Latina desde los años setenta, se arriba a conclusiones similares: “los programas de estabilización macroeconómica y reforma estructural están lejos de haber sido neutrales en relación a firmas de distinto tipo, lo que se observa al comparar su impacto sobre las pequeñas y medianas empresas de carácter familiar, por un lado, con su efecto sobre los conglomerados de capital local y las subsidiarias locales de empresas transnacionales, por otro. A raíz del sesgo de estos programas en contra de la producción pública y también por su impacto diferenciado sobre el acceso de las empresas a los mercados de factores (particularmente el de capital), los cambios en el régimen global de políticas públicas ha sido de hecho un fuerte mecanismo selectivo no neutral que ha favorecido la concentración económica en los países de la región” (Benavente, Crespi, Katz y Stumpo, 1996). Asimismo, refiriéndose al contenido de los programas de reformas neoliberales aplicados en varios países de la región durante los años noventa, Garrido y Peres (1998) han señalado: “se consideraba que el Estado debía facilitar la realización más rápida y radical del ajuste empresarial, no interviniendo directamente y permitiendo la aplicación de lo que en su momento se denominó `terapia de choque´, la que minimizaría los costos del cambio y sentaría las condiciones para que las empresas pudieran impulsar un crecimiento más sano de la economía sobre la base de la lógica del mercado. No haber considerado las diferencias entre las distintas empresas y los múltiples factores que determinaban su comportamiento sugeriría que las reformas tuvieron una concepción implícita de competencia determinada por el poder relativo de los concurrentes, donde las empresas más grandes tendrían en principio una situación privilegiada para adecuarse a los cambios macroeconómicos y sectoriales. En consecuencia, se puede afirmar que un componente importante de las reformas fue un discurso ideológico... orientado a potenciar la reestructuración y una nueva posición, siempre predominante, de los grupos económicos ante las nuevas condiciones nacionales e internacionales”.

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Gráfico Nº 4Argentina. Evolución de la concentración industrial global, 1956-2001

(en promedios anuales)

18,1% 23,2%

25,1%

30,4%

36,8%39,2%

45,6%

52,8%

0,0%

10,0%

20,0%

30,0%

40,0%

50,0%

60,0%

1956-59 1960-65 1966-69 1976 1984 1991-94 1995-97 1998-2001 Fuente: Elaboración propia en base a: 1956-1969: Khavisse y Piotrkowski (1973); 1976: B.C.R.A. y revista Prensa Económica;

1984: Censo Nacional Económico 1985 y revista Mercado; 1991-2001: véase el apartado 5.2.1.

Otro fenómeno a resaltar es que el peso relativo de las líderes fabriles en la totalidad de lo producido por el agregado sectorial se incrementó en forma ininterrumpida, a pesar de los múltiples cambios registrados en todos estos años en la economía nacional, en especial en el campo de la actividad manufacturera. De la información presentada también se desprende la existencia de tres saltos cuantitativos en materia de concentración de la producción industrial, que coinciden con tres momentos históricos en los que se verificaron profundas mutaciones estructurales en la economía en general, y en el sector fabril en particular: entre fines de los años cincuenta (en consonancia con la política económica implementada durante el gobierno del Dr. Frondizi) y la primera mitad de la década de los setenta, desde entonces hasta mediados de los ochenta y durante la última etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”.

Con respecto al primero de dichos incrementos en el peso de las grandes compañías en el total de la producción fabril (estas firmas pasaron de explicar cerca del 18% del valor bruto de la producción industrial en el período 1956-1959 a más del 30% en 1976), debe tenerse presente que el mismo se dio pari passu un importante proceso de sustitución en el interior de la actividad, tanto entre ramas como entre empresas, lo cual determinó la emergencia de un nuevo perfil sectorial. En efecto, en dicho período se verificó un desplazamiento de los rubros tradicionales (alimentos y bebidas, textil, etc.) y la paulatina consolidación de ciertas ramas vinculadas a los complejos metalmecánico y químico-petroquímico, a raíz de lo cual se profundizó el esquema sustitutivo y por esa vía se avanzó en la integración de la matriz industrial doméstica. Asimismo, en línea con la mencionada reconfiguración manufacturera,

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dentro del espectro fabril local comenzaron a ganar predominancia actividades caracterizadas por estructuras de mercado altamente concentradas que desplazaron a aquéllas en las que prevalecían formas “competitivas” de organización de la producción170. En el nivel de los liderazgos empresariales este proceso se manifestó en un importante reemplazo de firmas nacionales por extranjeras171.

Como se desprende del Gráfico Nº 4, la segunda alza relevante en el ICIG se manifestó entre 1976 y 1984, y trajo aparejado un aumento de más de seis puntos porcentuales en la participación de las empresas más grandes del sector en el conjunto de la producción fabril del país. Dicho proceso tuvo lugar en el marco de uno de los períodos más críticos por los que atravesó el sector (basta con señalar, a este respecto, que el producto bruto industrial, medido a precios constantes de 1970, descendió entre dichos años casi un 7%).

Si bien este incremento en el grado de oligopolización global de la actividad manufacturera local en un contexto de profunda crisis sectorial era en cierto sentido esperable (dados los estímulos a la centralización y la concentración del capital que toda recesión suele conllevar), la conclusión de mayor relevancia que se desprende de tal patrón de comportamiento es el sentido marcadamente asimétrico que tuvieron las distintas medidas de política económica implementadas durante la última dictadura militar. Las mismas agredieron estructuralmente al conjunto del sector (en especial, aunque no exclusivamente, a aquellos mercados en los que predominaban las PyMEs) y beneficiaron a un número reducido de grandes firmas oligopólicas pertenecientes en su mayoría a los principales conglomerados empresarios del ámbito local.

Como se analizó en el Capítulo 1, el desempeño de estos actores líderes durante esta etapa se encuentra estrechamente vinculado con los múltiples mecanismos por los cuales, sobre la base de una ingente transferencia de recursos desde el conjunto de la sociedad hacia un núcleo acotado de grandes grupos económicos nacionales y extranjeros, se subsidió a tales firmas (promoción industrial, estatización de la deuda externa privada, política de compras estatales, privatizaciones periféricas, mantenimiento de reservas de mercado en medio de procesos de apertura, etc.). Asimismo, con la funcionalidad de la fisonomía estructural de estos segmentos empresarios respecto de los vaivenes de la política económica y las características de la crisis y la reestructuración económica del período. 170 La ausencia de información básica confiable impide estimar el ICIG para períodos anteriores a 1956. Sin embargo, las evidencias disponibles indican que como producto del proceso que se inició hacia fines del decenio de los cincuenta se pasó de una estructura manufacturera caracterizada por un relativamente bajo grado de concentración, hacia otra en la que los mercados oligopólicos pasaron a tener una participación significativa. Ello queda reflejado cuando se comparan los datos de los Censos Nacionales Económicos realizados en el país a mediados de los cincuenta y sesenta: mientras que en 1953 la incidencia relativa de las ramas altamente concentradas en el conjunto de la producción industrial realizada en el ámbito local era de casi el 32%, en 1963 dicha participación había ascendido al 43% (Cimillo, Khavisse, Lifschitz y Piotrkowski, 1972) 171 Estos temas son abordados en detalle por, entre otros, los siguientes trabajos: Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004); Azpiazu y Kosacoff (1985); Basualdo (1984); Basualdo, Lifschitz y Roca (1988); Cimillo, Gastiazoro, Turkieh y Ciafardini (1973); Goetz (1976); Katz y Kosacoff (1989); Sourrouille (1976 y 1985); y Sourrouille, Kosacoff y Lucángeli (1985). Véase también el apartado 5.2.7 de este estudio.

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Finalmente, el último incremento de importancia en el peso de la cúpula sectorial en el conjunto de lo producido por el agregado manufacturero tuvo lugar durante la década pasada (entre mediados de los años ochenta y principios de los noventa el ICIG aumentó “apenas” 2,4 puntos porcentuales). En efecto, entre 1991-1994 y 1998-2001 dicho indicador se incrementó cerca de un 35%, a raíz de lo cual al final del período apenas una centena de compañías líderes (y muchos menos grandes capitalistas) explicaban más de la mitad de la producción industrial de la Argentina.

Como se mencionó en reiteradas oportunidades, este proceso se registró en un contexto en el que la mayoría de las políticas económicas instrumentadas impactó en forma desigual y heterogénea sobre los diversos actores que se desenvuelven en el ámbito manufacturero (tal como había sucedido entre 1976 y 1983 y durante el gobierno del Dr. Alfonsín), lo cual refleja la creciente subordinación del funcionamiento estatal –y de las distintas medidas de política– a los intereses de los grandes grupos oligopólicos de capital nacional y extranjero que conforman el núcleo del bloque de poder económico doméstico. Entre otros aspectos, ello se refleja en las principales implicancias estructurales de la política de privatización de empresas estatales encarada a lo largo del decenio (que trajo aparejado un importante incremento en la concentración y la centralización del capital de un conjunto de ramas manufactureras); el sentido asimétrico adoptado por la apertura comercial y la “desregulación económica” (procesos que perjudicaron fundamentalmente a aquellas actividades en las que predominaban firmas de pequeño y mediano tamaño); y la falta de voluntad política para regular la “competencia” y el comportamiento empresario (sobre todo el de los actores predominantes en diversas y relevantes cadenas productivas).

En ese marco, el aumento en la participación de las líderes fabriles en la producción total estuvo directamente relacionado con, por un lado, la capacidad que tuvieron las mismas de desenvolverse con un importante grado de autonomía relativa respecto del ciclo económico manufacturero doméstico (en especial hasta el inicio de la crisis en 1998) y, por otro, la intensa centralización del capital resultante del agudo cuadro socio-económico recesivo con el que la Argentina ingresó al siglo XXI.

En definitiva, las evidencias tratadas en este tramo del estudio permiten concluir que en el período 1991-2001 se acentuó sobremanera un proceso de largo plazo en materia de concentración industrial. En efecto, en los últimos cincuenta años tuvo lugar un considerable incremento en el grado de oligopolización global de la producción fabril local, siendo el nivel registrado hacia fines del esquema de la Convertibilidad el más elevado de las casi cinco décadas analizadas. Esta tendencia hacia un aumento en la participación de las grandes firmas de la actividad en lo producido por el agregado sectorial se registró de manera ininterrumpida, con independencia de las diversas etapas que debió atravesar la actividad: desde el importante crecimiento y la significativa reconfiguración estructural del sector experimentada en los años sesenta que derivó –no sin limitaciones y restricciones de distinto tipo– en una creciente complejización e integración del tejido fabril, hasta la “desindustrialización” y la

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reestructuración regresiva que se iniciaron a mediados de los setenta y se agudizaron en el transcurso del decenio de los ochenta y del de los noventa, con su correlato en un creciente distanciamiento de la Argentina vis-à-vis los países centrales y varios periféricos en gran parte de los rubros manufactureros. Sin duda, todo esto aporta interesantes elementos de juicio de índole cualitativa para aprehender con mayor precisión la naturaleza del derrotero fabril verificado a lo largo del “modelo financiero y de ajuste estructural”.

5.2.4. Los actores centrales del proceso de concentración industrial de los años noventa

Una vez constatado que a lo largo de la década pasada tuvo lugar una creciente concentración de la producción manufacturera argentina en torno de un puñado reducido de grandes firmas (y menos grupos empresariales), y que tal grado de oligopolización es el más elevado en términos históricos, cobra particular relevancia estudiar la forma en que dicho proceso repercutió sobre las distintas fracciones del poder económico industrial. Para ello, en el Cuadro Nº 21 queda reflejada la evolución del ICIG desagregando la información según las distintas tipologías empresarias que conforman la elite sectorial.

Cuadro Nº 21 Argentina Evolución del índice de concentración industrial global según tipo de propiedad, 1991-2001 (en porcentajes)

Estatal GGEE ELI ET CE Asoc. Total

1991 8,7 9,5 2,2 4,6 7,7 3,7 36,4 1992 5,2 9,6 2,1 4,6 8,1 6,8 36,4 1993 0,0 10,7 2,6 4,9 8,7 11,7 38,7 1994 0,0 11,6 2,1 6,3 10,5 13,9 44,4 1995 0,0 13,4 1,5 6,7 11,2 13,2 46,0 1996 0,0 11,1 1,4 9,0 13,1 10,5 45,1 1997 0,0 10,4 1,2 10,1 14,1 10,0 45,8 1998 0,0 9,5 2,2 12,8 16,2 6,4 47,1 1999 0,0 9,5 2,1 13,8 23,8 3,1 52,4 2000 0,0 9,0 2,1 14,7 25,6 3,4 54,8 2001 0,0 9,3 2,8 15,1 26,0 4,8 58,1

T.A.A. 1991/1995 - 9,0 -9,1 9,9 9,8 37,4 6,0 T.A.A. 1995/2001 - -5,9 11,0 14,6 15,1 -15,4 4,0 T.A.A. 1991/2001 - -0,2 2,5 12,7 13,0 2,7 4,8

Estatal: Empresas propiedad del Estado argentino; Asoc.: Empresas propiedad de una asociación entre dos o más firmas; GGEE: Empresas propiedad de un grupo económico nacional; CE: Empresas propiedad de un conglomerado extranjero; ELI: Empresas locales independientes (no integran un grupo económico); ET: Empresas transnacionales (no integran un conglomerado extranjero). Fuente: Elaboración propia (consúltese el apartado 5.2.1).

Una primera conclusión que surge de las evidencias presentadas es la existencia de pautas de comportamiento diferenciales entre los diversos segmentos. Tomando en consideración los años extremos del período 1991-2001 se comprueba que el peso relativo de las empresas nacionales de la cúpula (tanto las independientes como las que forman parte de grupos económicos) en la totalidad de la producción industrial realizada en el país se mantuvo

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prácticamente constante (en el orden del 2% y del 9%, respectivamente). Asimismo, tuvo lugar un significativo incremento en la incidencia de las firmas de origen extranjero: mientras que las empresas transnacionales que integran el ranking de las cien líderes pasaron de explicar un 4,6% de la producción global a algo más del 15%, la significación agregada de las que se integran a conglomerados económicos aumentó en 18,3 puntos porcentuales (a raíz de ello, en el último año de vigencia del Plan de Convertibilidad esta fracción del gran capital manufacturero constituyó por lejos la de mayor gravitación en el sector). Por su parte, la incidencia relativa de las asociaciones pasó del 3,7% al 4,8%, al tiempo que como producto de su privatización se produjo la salida definitiva de las empresas estatales del grupo de las cien de mayores ventas (y de la actividad en su conjunto).

Ahora bien, si se reagrupa a la elite fabril en función de los distintos recortes analíticos mencionados (por tipo de empresa o según el origen del capital de la compañía), se verifica que en el transcurso de la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” la creciente concentración de lo producido por el agregado industrial en torno de las firmas de la cúpula trajo aparejada la consolidación de, por un lado, las empresas vinculadas a estructuras organizacionales de tipo conglomeral y, por otro, aquellas de origen extranjero. En efecto, en 1991 las firmas de la elite pertenecientes a conglomerados empresarios (grupos económicos nacionales y extranjeros, y asociaciones)172 explicaron de conjunto casi el 21% de toda la producción industrial realizada en el país, mientras que en el 2001 dicha participación fue de más del 40%. Asimismo, en el primero de los años mencionados los dos tipos de empresa extranjera dieron cuenta de aproximadamente un 34% del peso relativo de la cúpula en el conjunto la producción, mientras que en el segundo significaron más del 70%.

Sin embargo, dentro de dicho patrón agregado pueden reconocerse dos etapas claramente diferenciables. La primera de ellas abarca hasta el año 1995 y estuvo asociada a una suba del ICIG de casi diez puntos porcentuales. Esa mayor incidencia de las empresas manufactureras líderes en el conjunto de la producción sectorial es explicada por el aumento registrado en la participación de las asociaciones173, los dos tipos de empresas extranjeras

172 Se optó por incluir a las asociaciones de capital dentro de las formas empresarias conglomeradas por dos motivos. Por un lado, porque existen asociaciones que controlan un número considerable de firmas que operan en diversos sectores económicos, no sólo industriales, con lo que presentan una estructura de carácter conglomeral (tal el caso de YPF –que fue una asociación hasta 1999, cuando fue adquirida por Repsol– que participa en la propiedad de una gran cantidad de empresas que actúan en muy distintas actividades como, por ejemplo, la extracción, refinación y comercialización de petróleo, la elaboración de productos y sustancias químicas, el comercio y la prestación de distintos servicios, etc.). Por otro lado, por el hecho que en el período analizado importantes grupos económicos, tanto nacionales como extranjeros, participaron en la propiedad de numerosas firmas de este tipo. Al respecto, basta con resaltar los ejemplos que ofrecen los conglomerados extranjeros Ford, Renault y Repsol (en la propiedad de Autolatina, Ciadea y Refinor, respectivamente) y los grupos locales Agea/Clarín, Macri y Pérez Companc (en Papel Prensa, Sevel y Pasa, respectivamente). 173 El notable dinamismo de las asociaciones que forman parte de la elite (su gravitación relativa en la totalidad de lo producido por el sector fabril creció durante el período de referencia a una tasa superior al 37% anual acumulativo) está directamente vinculado con el incremento registrado en su facturación global (que se expandió a un promedio del 46% por año, mientras que la producción agregada lo hizo a apenas el 7% anual). Tal situación deviene, a su vez, de la conjunción de diversos factores. En primer lugar, del hecho que en 1995 YPF (por lejos la empresa más grande del país) ya había sido privatizada y, por lo tanto, integraba el grupo de las

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(cuyo peso en la producción agregada del sector se incrementó en ambos casos de manera ininterrumpida y a una tasa promedio anual cercana al 10%), y en la de las firmas integrantes de grupos económicos de capital nacional (cuya contribución relativa aumentó durante el período un 9% anual acumulativo –también de modo sistemático–, llegando a ser en 1995 la tipología empresaria de la elite de mayor participación en el conjunto de la producción industrial del país)174.

Cuando se analiza la composición de los rankings de las cien más grandes correspondientes a 1991 y 1995, puede constatarse que esa mayor participación de las empresas de la cúpula pertenecientes a grupos económicos nacionales y a ambos tipos de capital extranjero en el total de la producción del agregado manufacturero está directamente relacionada con el dinamismo registrado por sus ventas. En efecto, de la comparación señalada surge, por una parte, que la cantidad de empresas de cada una de dichas categorías se mantuvo prácticamente estable entre ambos años175 y, por otra, que en cada uno de tales universos se registró un muy bajo grado de recambio entre firmas. En otras palabras, se trata prácticamente de las mismas compañías en los dos años. En función de ello se puede concluir que la creciente participación de tal tipo de empresas en el conjunto de la producción industrial del país deviene del notable incremento de su facturación, lo cual les posibilitó posicionarse estratégicamente ante el crecimiento del sector y apropiarse de manera significativa de las nuevas porciones de mercado que se crearon en ese período como consecuencia de dicha expansión fabril. Al respecto, de considerar la evolución de los ingresos por ventas agregados de las firmas que permanecen en la cúpula para cada segmento empresario tanto en 1991 como en 1995 se comprueba que en un período en que el valor bruto de la producción se incrementó un 29% (véase el Cuadro Nº 19), la facturación de las firmas pertenecientes a grupos económicos nacionales creció un 85%, la de las empresas transnacionales un 56% y la de las extranjeras integradas en el país a holdings empresarios un 83%.

Asimismo, en relación con los dos procesos que, como fuera mencionado, tendieron a consolidarse a lo largo de la década de los noventa en forma simultánea con el incremento en asociaciones. Asimismo, entre 1991 y 1995 se produjo un importante incremento en la cantidad de asociaciones dentro del panel de las cien líderes (pasaron de 9 a 16), a partir del ingreso al mismo de empresas como Alpargatas Textil, Pecom Nec o Refinor. Finalmente, otro factor que incidió sobre la facturación total de las asociaciones es el considerable crecimiento que experimentaron a lo largo de esta etapa los ingresos por ventas de las firmas automotrices Autolatina (su facturación creció un 174%), Ciadea (122%) y Sevel (135%), lo cual se encuentra directamente asociado al importante aumento de la demanda que se registró durante el primer quinquenio de vigencia del Plan de Convertibilidad. 174 Con respecto a las firmas locales independientes que integran el panel, su participación relativa en el conjunto de la producción fabril cayó entre 1991 y 1995 del 2,2% al 1,5%, consolidándose como el segmento empresario de la cúpula de menor importancia estructural en el sector (prácticamente la totalidad de la facturación agregada de este tipo de compañía proviene de grandes oligopolios vinculados a la producción agroindustrial como, por ejemplo, Buyatti, Milkaut y San Sebastián). 175 Mientras que en 1991 había en el panel 38 firmas pertenecientes a grupos económicos nacionales, 18 empresas transnacionales y 20 extranjeras integradas a estructuras de tipo conglomeral, en 1995 había 36 empresas pertenecientes a conglomerados locales y 20 para cada uno de los dos tipos de capital extranjero.

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el grado de concentración global de la industria manufacturera local (aumento en la importancia relativa en el conjunto del sector de las formas conglomeradas de organización empresarial y, desde otra perspectiva analítica, de los factores transnacionales), cabe destacar que en esta etapa resultó predominante la primera de las tendencias mencionadas por sobre el “efecto extranjerización”. En efecto, entre 1991 y 1995 la participación de las firmas de la elite fabril que integran estructuras de tipo conglomerado en la totalidad de la producción sectorial creció casi un 81%, llegando al final del período a dar cuenta de casi el 38% de la misma. Por otro lado, cuando se reordena a las empresas de la cúpula en función del origen de su capital se constata que entre los años de referencia el incremento en la incidencia relativa de los dos tipos de firmas foráneas en el conjunto de lo producido por el agregado fabril fue de casi el 46%, de resultas de lo cual pasaron a explicar cerca del 18% de la producción.

Como se desprende de la información proporcionada por el Cuadro Nº 21, a partir de 1995 se abre una nueva fase en la que se altera sustancialmente la dinámica previa. Ello se manifiesta en los profundos cambios registrados en el peso relativo de los distintos tipos de grandes firmas manufactureras en el conjunto de la producción del sector. Es esta la etapa en la que tuvo lugar una de las mayores alteraciones en la propiedad del capital industrial de la historia argentina contemporánea (tanto por la cantidad de operaciones que se verificaron como por los montos involucrados); proceso que abarcó a muchas empresas que lideraban diferentes mercados fabriles y que poseían una vasta trayectoria en el país176.

En un contexto en el que el ICIG se expandió a una tasa promedio anual del 4% entre 1995 y 2001, se produjo una significativa disminución en el peso relativo que las asociaciones de capital y las empresas de la elite pertenecientes a grupos económicos de origen nacional poseían en el total de lo producido por el agregado manufacturero, a la par de una considerable expansión de ambos tipos de firmas extranjeras, situación que refleja en buena medida la adquisición de empresas locales por parte de capitales transnacionales177.

En el caso de las asociaciones, esa menor contribución a la producción agregada (de casi 8,4 puntos porcentuales) es explicada por dos procesos. Por un lado, y fundamentalmente, por la adquisición de YPF por parte del conglomerado español Repsol en el transcurso de 1999178. Por otro, por el hecho que durante estos años se produjo la 176 Véase CEP (1999); Kulfas (1999 y 2001); Kulfas y Hecker (1998); Ministerio de Economía y Obras y Servicios Públicos de la Nación (1999). Asimismo, consúltese el Anexo Nº 2 de esta investigación. 177 Como surge de la información presentada, entre 1995 y 1997 la incidencia relativa de las empresas locales independientes en el conjunto de la producción industrial del país disminuyó de manera sistemática. A partir de entonces esta tendencia se revierte y se registra un importante incremento en dicha participación (que entre 1997 y 2001 pasa del 1,2% al 2,8%). Ello deviene, por un lado, del crecimiento registrado en la facturación de ciertos oligopolios (en especial de Asociación de Cooperativas Argentinas y, en muy menor medida, de Milkaut y San Sebastián) y, por otro, del ingreso al panel de las cien más grandes de las firmas Frigorífico Paladini, Molinos Cañuelas y Sucesores de Alfredo Williner. 178 La concreción de esta operación constituye el principal elemento explicativo de la considerable contracción (de casi el 50%) que se registró en la participación de las asociaciones en el ICIG entre 1998 y 1999, y de la no menos importante suba verificada en la de las compañías pertenecientes a grupos económicos extranjeros (que entre esos años pasan de explicar el 34,4% de dicho indicador al 45,4%).

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disolución de tres asociaciones que operaban en el ámbito de la industria automotriz (Autolatina, Ciadea y Sevel), proceso que trajo aparejada una reasignación de la facturación de tal tipología empresaria hacia las empresas transnacionales (Peugeot-Citroen y Volkswagen) y los conglomerados extranjeros (Fiat, Ford y Renault)179/180.

Con respecto a la sistemática disminución registrada en la gravitación agregada de las empresas de la cúpula pertenecientes a grupos económicos de capital nacional en el conjunto de la producción manufacturera realizada en el ámbito doméstico (pasan de explicar aproximadamente el 13% de dicho total en 1995 a algo más del 9% en el 2001), debe señalarse que la misma está muy asociada a que en esta etapa ciertos conglomerados empresarios nacionales se desprendieron de numerosas firmas industriales de su propiedad que integraban el panel de las cien de mayor facturación del país, en la generalidad de los casos a favor de compañías o grupos económicos extranjeros. Al respecto, y a mero título ilustrativo, pueden traerse a colación algunos ejemplos que constan en el Anexo Nº 2: la adquisición de la alimenticia Bagley por parte de la francesa Danone; la venta de la petroquímica Indupa a la belga Solvay; la compra del control accionario del grupo económico Astra por parte de Repsol; el ingreso del fondo de inversiones Dallpoint al capital social de Mastellone Hermanos (una tradicional firma del rubro lácteo); la compra de la alimenticia Canale por parte de Terrabusi (controlada a su vez por la estadounidense Nabisco); y la venta de parte del “paquete” accionario de la siderúrgica Acíndar a la brasileña Companhia Siderurgica Belgo-Mineira181.

Como se desprende del Cuadro Nº 21, la disminución registrada en la participación de las asociaciones y de las firmas de la elite integrantes de grupos económicos en el conjunto de la producción industrial del país fue acompañada por un significativo crecimiento en la incidencia relativa de ambos tipos de capitales extranjeros: mientras que el aporte de las empresas transnacionales del panel a la producción agregada se expandió entre 1995 y 2001 a un ritmo promedio anual del 14,6%, el de aquellas pertenecientes a conglomerados empresarios lo hizo a una tasa del 15,1% anual acumulativo. Como producto de tales ritmos de crecimiento, a fines del régimen convertible estos segmentos empresarios explicaron de

179 Con posterioridad a la señalada disolución de Autolatina a lo largo de 1995, en 1997 el conglomerado extranjero Renault accedió al control accionario de Ciadea que desde entonces pasó a denominarse Renault Argentina. Asimismo, a partir de dicho año el grupo local Macri y el conglomerado extranjero Fiat iniciaron un proceso de disolución del vínculo societario que mantenían en Sevel. Como producto de tal acuerdo, el control de la empresa pasó a manos de la francesa Peugeot-Citroen, mientras que Fiat pasó a operar en el mercado local en forma independiente (a través de la firma Fiat Auto). 180 Entre 1999 y 2001 se verificó un incremento de casi el 55% en la gravitación de las asociaciones dentro del sector manufacturero local. Esto se vincula con que en ese lapso se registraron importantes incrementos en la facturación de algunas empresas de este estrato (Pan American Energy, Refinor, Química Estrella y Oleaginosa Moreno), y también con que se produjo la salida del ranking de cinco firmas y el ingreso de ocho con mayores montos promedio de facturación. 181 Esa menor incidencia relativa de los grupos económicos dentro de la cúpula se refleja en el hecho que mientras en 1995 había en dicho grupo 36 empresas pertenecientes a esta tipología empresaria, en el 2001 quedaban 20.

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conjunto algo más de un 41% de toda la producción manufacturera local, cuando en 1991 habían dado cuenta de alrededor de un 12%.

En cuanto a esta creciente “extranjerización” de la elite manufacturera, cabe señalar que la etapa que se inicia hacia 1995 se diferencia del período anterior, en el que el incremento en la incidencia estructural de las empresas de origen transnacional en el agregado sectorial se había derivado fundamentalmente del dinamismo de sus ventas. En efecto, como se mencionó, a partir de dicho año adquiere creciente predominio la adquisición por parte de capitales foráneos de numerosas empresas nacionales de la cúpula fabril (en muchos casos líderes tradicionales en sus respectivos ramos de actividad) o de la participación que actores locales tenían en diversas asociaciones, y, por otro lado, tiene lugar la radicación de importantes firmas extranjeras que, por los elevados volúmenes de ventas que registran, pasan a ocupar posiciones encumbradas en el ranking de las más grandes del país182.

A raíz de todo ello, durante esta etapa se revierte la situación vigente en la fase anterior, en tanto adquiere creciente predominio el “efecto extranjerización” por sobre el “efecto conglomeración”. En este sentido, las evidencias aportadas por el Cuadro de referencia permiten concluir que ambos procesos se encuentran directamente relacionados ya que entre 1995 y 2001 se produce una importante desaceleración en el aumento en la participación de los distintos tipos de firmas de la elite integrantes de conglomerados en el conjunto de la producción sectorial (pasan de representar casi el 38% a alrededor del 40%), lo cual está estrechamente relacionado con la disolución de importantes asociaciones y con la venta de varias empresas pertenecientes a grupos económicos locales a actores extranjeros183. Dicho proceso tuvo como correlato un fuerte crecimiento en la importancia relativa de las firmas extranjeras de la cúpula (tanto las independientes como aquéllas integradas a estructuras de tipo conglomeral) en el conjunto de la producción industrial realizada localmente (como se señaló, en el 2001 estas fracciones dieron cuenta de aproximadamente un 41% del valor bruto de la producción sectorial, mientras que en 1995 su participación había sido del 18%).

Así, puede concluirse que durante el quinquenio 1991-1995 el rasgo central lo constituyó una concentración de la producción fabril en torno de las compañías líderes, mientras que entre 1995 y 2001 dicho proceso se conjugó con una extraordinaria centralización del gran capital manufacturero que, como se planteó en el apartado 5.2.2 y

182 El caso paradigmático lo constituye la industria automotriz, ya que en el transcurso de los noventa se registró el ingreso al ámbito nacional de grandes terminales de origen transnacional que, hasta entonces, no actuaban en el medio local, así como el regreso de algunas firmas que en los años ochenta habían repatriado sus capitales en el marco de una aguda crisis industrial que afectó particularmente al complejo metalmecánico. 183 No obstante esta relativa estabilidad en la presencia en la cúpula de las grandes firmas que se integran a estructuras empresarias de tipo conglomeral, merece destacarse que las mismas siguen teniendo una presencia decisiva en el sector. Ello se refleja en el hecho que en el 2001 este conjunto de empresas dio cuenta de casi el 70% de la participación de la elite en la totalidad de lo producido por el agregado manufacturero, lo cual expresa la estrecha relación existente entre los procesos de concentración económica y de centralización del capital.

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surge del Anexo Nº 2, se manifestó en buena parte de las actividades industriales (en especial en las de mayor predominio estructural)184.

En definitiva, durante las administraciones gubernamentales de los Dres. Menem y De la Rúa se asistió a un importante proceso de concentración de la producción industrial argentina, que estuvo asociado a su vez a una sustancial transformación en el nivel de los liderazgos empresariales. En este sentido, durante el decenio pasado, en particular en la primera mitad del mismo, el incremento en la participación de las principales firmas industriales en el conjunto de la producción del sector se verificó pari passu la consolidación en su interior de las formas conglomerales de organización empresarial (los grupos económicos nacionales y extranjeros, y las asociaciones). Asimismo, cuando se considera exclusivamente el origen del capital de las firmas se constata que fundamentalmente a partir de 1995 se registró una significativa retracción relativa de las empresas pertenecientes a buena parte de los grupos locales que a partir de la dictadura militar de 1976-1983 habían pasado a ocupar el centro del poder económico de la Argentina, y la paulatina consolidación de firmas de origen foráneo (tanto las independientes como aquéllas integradas a conglomerados empresarios). Como se desprende de la evidencia empírica analizada en esta parte de la investigación, el predominio de uno u otro proceso estuvo relacionado con las principales características que presentó el proceso de centralización del capital que se registró con especial intensidad durante la segunda mitad de la década de los noventa y que involucró a numerosos integrantes de la cúpula industrial.

Ahora bien, el hecho que el proceso que tuvo lugar durante los noventa haya derivado en la consolidación en el interior del sector manufacturero de aquellas grandes firmas pertenecientes a conglomerados empresarios (sean éstos de origen nacional o extranjero) no constituye un fenómeno novedoso, ya que se trata de un proceso que se venía registrando en el país desde mediados de los setenta. En todo caso, lo peculiar de la década pasada radica en la notable expansión que registraron las empresas oligopólicas de origen extranjero: en el año 2001 tan sólo 58 grandes firmas de origen foráneo dieron cuenta de casi las dos quintas partes de lo producido por el agregado manufacturero. Sin duda, esto último reviste particular importancia por varias razones, entre las que interesa resaltar que muchas decisiones estratégicas para la Argentina se toman fuera de las fronteras nacionales y responden a las lógicas globales de acumulación de las corporaciones multinacionales (que, según surge de la abundante evidencia con que se cuenta, no siempre tienen impactos positivos sobre los países receptores de las inversiones en distintos planos: balance de divisas, creación de empleo y eslabonamientos productivos, formación de capital, generación local de desarrollos tecnológicos, características del stock de capital reproductivo, distribución del ingreso, etc.).

184 De los datos proporcionados por el Cuadro Nº 19 surge que en la primera de las etapas mencionadas el incremento del ICIG es explicado por el hecho que la facturación de la cúpula manufacturera se expandió a una tasa del 13% anual acumulativo frente a un crecimiento de la producción de casi el 7% promedio anual, mientras que en el segundo período esta última variable acumuló una caída cercana al 8% al tiempo que las ventas de la elite aumentaron más de un 16%.

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Sin embargo, el mencionado crecimiento dentro de la industria en general y de la cúpula sectorial en particular, de los diversos agentes transnacionales responde a distintos procesos según el tipo de firma que se considere. En el caso de los conglomerados extranjeros, cabe destacar que durante todo el decenio de los noventa, replicando lo sucedido durante los años ochenta (véase los Cuadro Nº 3 y 7), estos actores tuvieron una importante participación tanto en el conjunto del sector como en el interior del panel de las cien firmas más grandes, consolidándose a partir de 1995 como la fracción empresaria de mayor incidencia estructural del campo manufacturero. Las empresas transnacionales, por su parte, que presentaban un reducido peso relativo en la actividad a comienzos de la década (fenómeno asociado a la retracción de este tipo de firma durante los ochenta), se expandieron significativamente durante la segunda mitad de la misma, a tal punto que hacia fines del período analizado lograron afianzarse como el segundo segmento empresario de mayor importancia del sector y de la elite.

En función de las consideraciones precedentes, vale la pena introducir dos breves comentarios. En primer lugar, el hecho que el peso de las distintas formas representativas del gran capital extranjero en lo producido por el agregado fabril de la Argentina se haya incrementado sistemáticamente en el transcurso de la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” (y no sólo durante la segunda parte de la década a raíz de la intensa centralización del capital que tuvo lugar), sugiere la existencia de otros factores explicativos que los mencionados (compra de empresas, disolución de asociaciones de capital, dinamismo en los niveles facturados, etc.).

Al respecto, el señalado proceso de “extranjerización” parece haber respondido también a las diferentes modalidades de acción de las empresas extranjeras, las que estuvieron motivadas a su vez por los factores domésticos de atracción que ofrecieron ciertas ventajas de localización de la producción y los “atractivos” que se ofrecieron mediante diversas medidas directas e indirectas de promoción y aliento a la inversión extranjera. Entre estas últimas se destacan: a) la puesta en práctica de políticas de tipo horizontal, entre las que sobresalen la liberalización comercial y financiera, la “desregulación” de una amplia gama de mercados, la privatización de empresas públicas, el establecimiento de distintas garantías y beneficios para los inversionistas extranjeros185 y la celebración de tratados bilaterales de inversión con cláusulas “leoninas” para la Argentina; b) la decisión gubernamental de consolidar el Mercosur, con la consiguiente ampliación de la demanda “interna” y la posibilidad de desplegar estrategias de complementación productiva entre filiales radicadas en los países-

185 Como, a modo de ejemplo, la vigencia de una legislación sumamente permisiva en lo que se vincula con el tratamiento a los capitales foráneos que actúan en la economía doméstica (las firmas extranjeras tuvieron los mismos derechos y obligaciones que las nacionales y absoluta libertad en lo que se refiere a la remisión de utilidades y la repatriación de capitales, tras las modificaciones a la Ley de Inversiones Extranjeras realizadas en 1993), así como las ventajas provenientes de la importación de bienes de capital, con la reducción arancelaria y la adopción de sistemas de promoción (plantas “llave en mano”, admisión temporaria, etc.) que facilitaron el establecimiento local de firmas extranjeras, utilizando la misma red de proveedores que el resto de las filiales de su casa matriz en el mundo.

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miembro (sobre todo en Brasil); c) la vigencia de ciertos incentivos de carácter institucional como el régimen especial de promoción a la industria automovilística; y d) la sobrevaluación de la moneda doméstica durante la vigencia de la Convertibilidad que en algunos sectores viabilizó la obtención de una elevada –en términos internacionales– masa de ganancia en dólares como resultado de la conversión 1 a 1 de los ingresos generados en los mismos186.

En segundo lugar, si bien la contracara del aumento en la “extranjerización” en la propiedad del gran capital manufacturero ha sido la contracción registrada en la presencia en la actividad (y en el conjunto de la economía) de los principales grupos empresarios de origen nacional (muchos de los cuales habían venido ejerciendo el liderazgo fabril desde mediados de los años setenta), de ello no debería inferirse que tales actores económicos han atravesado un proceso de disolución187. En efecto, como producto de la transferencia de varias de sus principales empresas y de participaciones accionarias en distintas firmas (no sólo del ámbito fabril –tal el caso de las prestatarias privadas de servicios públicos–), muchos de estos actores recibieron cuantiosas sumas de dinero y desplegaron tres grandes estrategias (no necesariamente excluyentes entre sí):

• en el plano productivo interno han afianzado un proceso de acumulación y reproducción ampliada del capital que pivotea fundamentalmente alrededor de un número reducido de actividades que son sumamente importantes por su aporte a la producción y las exportaciones totales del país (básicamente las industrias alimenticia y siderúrgica). De allí que conformen el “elenco estable” de la cúpula exportadora argentina junto con un número considerable de grandes compañías de origen extranjero188/189;

186 Respecto de estos temas, véase Azpiazu (2005); Basualdo (2000a); Briner y Schorr (2002); Chudnovsky y López (2001 y 2002); Katz y Stumpo (2001); Kosacoff y Porta (1997); Kulfas (2005); Kulfas y Hecker (1998); Kulfas, Porta y Ramos (2002); y Stanley (2004). Asimismo, consúltese La inversión extranjera en América Latina y el Caribe de la CEPAL (varios números); y Lall (2000) y Mortimore, Vergara y Katz (2001), donde se realiza una interesante y muy sugerente confrontación entre distintos países en lo que se relaciona con el tratamiento brindado al capital extranjero en el último tiempo y sus impactos de mayor relevancia sobre las economías receptoras. 187 De todas maneras, no puede dejar de mencionarse que algunos grupos quebraron y/o debieron afrontar fuertes procesos de reestructuración y achicamiento y/o se vieron forzados a asociarse con el capital extranjero como “mecanismo de supervivencia” (Alpargatas, Bridas, Corcemar, Massuh, Soldati). 188 Claros ejemplos de este accionar estratégico son los que brindan los grupos económicos Macri y Pérez Companc. En el primer caso, el conglomerado se retiró de la producción automotriz para concentrar una parte significativa de sus actividades fabriles en la elaboración de productos agroalimenticios (tanto en el mercado argentino como en el brasileño). En el segundo, el holding vendió la participación que tenía en numerosas empresas privatizadas y en algunas firmas industriales, destinando buena parte de los fondos generados por tales operaciones a la adquisición de importantes empresas alimentarias (siendo la compra de Molinos Río de la Plata la más importante). También se destacan los casos de Bunge y Born, que en el transcurso de la década pasada se desprendió de prácticamente la totalidad de sus empresas manufactureras para dedicarse casi exclusivamente a la comercialización de bienes agropecuarios, y de Terrabusi, que se retiró del sector fabril y adquirió vastas extensiones de tierra en la provincia de Buenos Aires. 189 En el listado de las principales firmas exportadoras del país hay varias pertenecientes a los grupos económicos locales más relevantes con importante presencia en el ámbito manufacturero: Arcor, Ledesma, Fate/Aluar, Mastellone, Pérez Companc, Techint, Urquía y Werthein. Véase Schorr y Wainer (2005a); y la Sección 5.4 de esta investigación.

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• en un escenario de creciente transnacionalización productiva por parte de firmas y grupos económicos de países periféricos (UNCTAD, 2005b), algunos de estos capitalistas han fortalecido su proceso de internacionalización a partir de la adquisición y/o la apertura de nuevas empresas y unidades productivas y/o comerciales en otros países (no sólo de América Latina)190. De todos modos, casi sin excepciones, se trata de “jugadores de segunda” en el “tablero” regional y mucho más en el mundial191; y

• lejos de viabilizar un incremento en la acumulación de capital en el nivel doméstico, una parte importante de los recursos percibidos ha pasado a engrosar sus abultadísimos activos financieros en el extranjero (como se señaló, se trata del segmento empresario que explica el grueso de la ingente fuga de capitales al exterior verificada durante la última década y una proporción no menor de la registrada en el transcurso del último año de vigencia del régimen convertible –que en el marco de un desfavorable contexto internacional para la Argentina, constituyó la “antesala” del llamado “corralito” y más ampliamente del derrumbe de tal esquema monetario-cambiario–).

Lo anterior no apunta a negar que la caída registrada en la importancia de esta fracción del gran capital en la industria argentina constituya uno de los aspectos más salientes de la dinámica manufacturera reciente; tan sólo a resaltar el hecho que en el transcurso de los años noventa estos actores modificaron notoriamente su estrategia de acumulación del capital (preservando posiciones estratégicas en el nivel fabril), y por esa vía lograron afianzar el proceso de internacionalización comercial, productiva y financiera que venían experimentando desde mediados de los setenta192. Todo ello sugiere dos cuestiones

190 Por ejemplo, fuera de la Argentina el grupo Arcor tiene importantes activos en Brasil, Canadá, Chile, Ecuador, EE.UU., México, Perú, Suiza y Uruguay. El conglomerado Techint es propietario de numerosas empresas en el exterior, entre las más relevantes figuran: Dálmine (Italia), NKK Tubes (Japón), Tavsa (Venezuela), Tamsa e Hylsamex (México), Confab Industrial (Brasil), Algoma Tubes (Canadá) y Silcotub (Rumania); además tiene oficinas comerciales y centros de servicios en numerosos países de América Latina, Europa y Asia. También se destacan los casos de los grupos locales Bagó y Roemmers (ambos del sector farmacéutico). 191 En el listado de las cien empresas más grandes de América Latina en el 2003 sólo hay una “nacional”, Tenaris (Techint), siendo mayoritarias las filiales de multinacionales y firmas brasileñas y mexicanas (muchas estatales). En el ranking de las cien corporaciones más grandes del mundo correspondiente a dicho año no aparece ninguna argentina; tampoco en el panel de las cincuenta primeras firmas de países en desarrollo (en el que predominan las del sudeste asiático y figuran algunas de Brasil y México). Sobre el particular consúltese América Economía (2004); y UNCTAD (2004 y 2005a). 192 Para aprehender con mayor claridad las características estructurales y las estrategias recientes de los grupos económicos de la Argentina, así como los efectos más relevantes de éstas en los niveles micro, meso y macroeconómicos, resulta interesante analizar lo sucedido en otros países y regiones. En este sentido, se recomienda consultar, entre otros, los trabajos de Amsden (1992 y 2001); Arceo (2003); Basave Kunhardt (1996); Hikino y Amsden (1995); Ferraz, Kupfer e Iooty (2004); Garrido y Peres (1998); Katz (2000a); Mendes de Paula (2003); Mortimore y Peres (2001); Paredes y Sánchez (1996); Peres (1998); Serfati (1999); Stolovich (1995); y UNCTAD (2004 y 2005a). Estos estudios aportan interesantes y enriquecedores elementos de juicio en lo que se vincula con: a) la relación establecida entre los sectores del gran capital local y los respectivos aparatos estatales, y el papel que le cabe a éstos en la explicación de los diferentes virajes estratégicos desplegados por aquéllos; b) la debilidad relativa de los grupos latinoamericanos –con ostensibles diferencias entre países– frente a los de las naciones centrales y los de varios “tigres asiáticos” (en términos generales, menor tamaño, inserción en sectores tecnológicamente maduros y de reducido dinamismo en el comercio internacional –tal el caso de los patrones de especialización productiva predominantes en América del Sur–, etc.); y c) las diferentes implicancias que sobre las principales variables económicas se derivan de la trayectoria histórica, los rasgos estructurales y la

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relevantes. Primero, que gran parte de sus activos y de sus flujos de ingresos y beneficios globales han quedado dolarizados. Segundo, que los intereses y el ciclo de acumulación y reproducción de estos capitales se encuentran cada vez más “fronteras afuera” y, en consecuencia, su suerte cada vez más alejada de la del mercado nacional.

5.2.5. “Extranjerización” y “simplificación productiva”: rasgos predominantes del desempeño de la cúpula industrial de la Argentina durante los años noventa

Dadas la magnitud y la trascendencia de las modificaciones registradas en el sector manufacturero local durante la década de los noventa (en especial la creciente concentración de la producción en torno de las firmas de mayor envergadura y, paralelamente, la relativa retracción de los grupos económicos de capital nacional y el incremento en la participación de los distintos tipos de empresa de origen foráneo), reviste interés encarar el análisis de la forma en que dicho proceso repercutió sobre la fisonomía de la cúspide del poder económico de la actividad. Entre otras cosas, tal enfoque permitirá determinar el tipo de perfil sectorial que tendió a delinearse en la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural” a la par de la mayor oligopolización y “extranjerización” de la producción industrial, y a la vez precisar sobre qué mercados fabriles estructuraron –y estructuran– los distintos segmentos del gran capital su proceso de acumulación en el sector y, en ese marco, determinar algunos de los aspectos más sustantivos de las estrategias desplegadas por estos actores económicos.

Atento a dicho objetivo, en el Cuadro Nº 22 se presenta para los años 1991, 1998 y 2001 la distribución de la facturación global de la cúpula manufacturera en función de los diferentes tipos de compañía que integran el panel y de las ramas en las que las mismas se desenvuelven predominantemente. Cabe aclarar que en lo que sigue el estudio se realiza considerando dos períodos (1991-1998 y 1998-2001), con la finalidad de identificar los cambios más relevantes verificados en la configuración estructural de la elite fabril en una etapa de expansión industrial (sobre todo por parte de las empresas líderes) y en otra de importante contracción productiva.

Al analizar la composición de las ventas de la cúpula en función de las distintas actividades manufactureras que realizan las empresas puede constatarse que a lo largo del primer período mencionado se produjo la consolidación del perfil sectorial vigente a comienzos de la década pasada: en 1991 tan sólo cinco agrupamientos193 dieron cuenta de algo más del 84% de la facturación agregada de la elite, mientras que en 1998 esos mismos sectores representaron casi el 90% de las ventas totales. De esta manera, a diferencia de lo ocurrido durante la segunda fase del modelo sustitutivo donde, como se analiza

dinámica de acumulación y reproducción ampliada del capital de estos conglomerados empresarios (incluso en países de similar grado de desarrollo –por caso, entre Argentina, Brasil y México–). 193 Se trata de la producción de alimentos y bebidas, la refinación de petróleo, la fabricación de productos y sustancias químicas, la elaboración de metales básicos y la industria automotriz.

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Cuadro Nº 22 Cúpula empresaria industrial de la Argentina Distribución de las ventas según tipo de propiedad y rama de actividad, 1991, 1998 y 2001 (en millones de pesos y porcentajes) A) 1991

Rama 15 (%) Rama 23 (%) Rama 24 (%) Rama 27 (%) Rama 34 (%) Resto ramas

(%) Total (%)

Estatal - - 5.444,1 64,5 135,4 5,1 607,5 29,8 - - 112,1 2,7 6.299,1 23,9 (%) - 86,4 2,1 9,6 - 1,8 100,0 GGEE 2.936,2 42,7 763,4 9,0 1.037,5 38,9 615,0 30,2 - - 1.515,7 36,2 6.867,8 26,0 (%) 42,8 11,1 15,1 9,0 - 22,1 100,0 ELI 979,5 14,2 177,2 2,1 161,7 6,1 78,7 3,9 - - 168,8 4,0 1.565,9 5,9 (%) 62,6 11,3 10,3 5,0 - 10,8 100,0 ET 1.284,3 18,7 213,1 2,5 821,2 30,8 - - 309,7 14,4 736,2 17,6 3.364,5 12,8 (%) 38,2 6,3 24,4 - 9,2 21,9 100,0 CE 1.679,5 24,4 1.848,7 21,9 262,0 9,8 737,8 36,2 - - 1.032,2 24,6 5.560,2 21,1 (%) 30,2 33,2 4,7 13,3 - 18,6 100,0 Asoc. - - - - 247,2 9,3 - - 1.846,5 85,6 624,1 14,9 2.717,8 10,3 (%) - - 9,1 - 67,9 23,0 100,0 Total 6.879,5 100,0 8.446,5 100,0 2.665,0 100,0 2.039,0 100,0 2.156,2 100,0 4.189,0 100,0 26.375,2 100,0 (%) 26,1 32,0 10,1 7,7 8,2 15,9 100,0 B) 1998

Rama 15 (%) Rama 23 (%) Rama 24 (%) Rama 27 (%) Rama 34 (%) Resto ramas

(%) Total (%)

Estatal - - - - - - - - - - - - - -(%) - - - - - - -

GGEE 6.115,3 35,5 - - 762,7 13,6 1.174,7 31,6 - - 2.379,2 43,8 10.431,9 20,1(%) 58,6 - 7,3 11,3 - 22,8 100,0ELI 2.083,4 12,1 - - 183,1 3,3 - - - - 186,0 3,4 2.452,5 4,7(%) 85,0 - 7,5 - - 7,6 100,0ET 4.164,9 24,2 - - 3.762,7 67,2 - - 4.839,3 52,2 1.329,2 24,5 14.096,1 27,1(%) 29,5 - 26,7 - 34,3 9,4 100,0CE 4.019,5 23,3 4.758,1 44,5 719,9 12,9 2.543,9 68,4 4.422,6 47,8 1.380,2 25,4 17.844,2 34,4(%) 22,5 26,7 4,0 14,3 24,8 7,7 100,0

Asoc. 843,1 4,9 5.931,0 55,5 167,1 3,0 - - - - 157,2 2,9 7.098,4 13,7(%) 11,9 83,6 2,4 - - 2,2 100,0

Total 17.226,2 100,0 10.689,1 100,0 5.595,5 100,0 3.718,6 100,0 9.261,9 100,0 5.431,8 100,0 51.923,1 100,0(%) 33,2 20,6 10,8 7,2 17,8 10,5 100,0

C) 2001

Rama 15 (%) Rama 23 (%) Rama 24 (%) Rama 27 (%) Rama 34 (%) Resto ramas

(%) Total (%)

Estatal - - - - - - - - - - - - - - (%) - - - - - - -

GGEE 4.856,1 26,7 - - 424,0 6,4 529,9 16,9 - - 2.195,5 45,9 8.005,5 16,0 (%) 60,7 - 5,3 6,6 - 27,4 100,0 ELI 2.290,6 12,6 - - 132,7 2,0 - - - - - - 2.423,3 4,8 (%) 94,5 - 5,5 - - - 100,0 ET 4.648,3 25,6 - - 4.331,0 65,5 - - 2.505,0 56,1 1.572,3 32,9 13.056,6 26,1 (%) 35,6 - 33,2 - 19,2 12,0 100,0 CE 4.563,2 25,1 11.703,8 90,7 1.082,0 16,4 2.119,2 67,5 1.963,5 43,9 1.013,7 21,2 22.445,2 44,8 (%) 20,3 52,1 4,8 9,4 8,7 4,5 100,0

Asoc. 1.832,7 10,1 1.199,8 9,3 645,2 9,8 490,0 15,6 - - - - 4.167,8 8,3 (%) 44,0 28,8 15,5 11,8 - - 100,0

Total 18.190,8 100,0 12.903,6 100,0 6.614,9 100,0 3.139,1 100,0 4.468,5 100,0 4.781,4 100,0 50.098,3 100,0 (%) 36,3 25,8 13,2 6,3 8,9 9,5 100,0

Rama 15: Elaboración de productos alimenticios y bebidas; Rama 23: Fabricación de coque, productos de la refinación de petróleo y combustible nuclear; Rama 24: Fabricación de sustancias y productos químicos; Rama 27: Fabricación de metales comunes; Rama 34: Fabricación de vehículos automotores, remolques y semirremolques; Resto ramas: incluye a las restantes actividades industriales. Estatal: Empresas propiedad del Estado argentino; Asoc.: Empresas propiedad de una asociación entre dos o más firmas; GGEE: Empresas propiedad de un grupo económico nacional; CE: Empresas propiedad de un conglomerado extranjero; ELI: Empresas locales independientes (no integran un grupo económico); ET: Empresas transnacionales (no integran un conglomerado extranjero). Fuente: Elaboración propia en base a información del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO.

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posteriormente, la mayor concentración y “extranjerización” de la producción fabril se dieron pari passu una profunda reconfiguración de los liderazgos sectoriales de la elite y de la industria en su conjunto, el incremento en el ICIG registrado durante esta etapa no estuvo asociado a cambios en el perfil productivo de la cúpula (ni del espectro manufacturero local), sino más bien a la consolidación del que predominaba a comienzos del decenio.

Sin embargo, dentro de dicho proceso pueden identificarse ciertos cambios de importancia en cuanto al peso relativo de los principales agrupamientos sectoriales en el conjunto de la facturación agregada de la cúpula. Durante el lapso temporal analizado dos actividades incrementaron significativamente su participación en el interior de la elite manufacturera (la industria automovilística y, en menor medida, la producción agroindustrial)194, dos prácticamente mantuvieron estable su incidencia relativa (la fabricación de sustancias y productos químicos y la industria procesadora de metales básicos), mientras que las dos restantes registraron importantes caídas en su aporte a las ventas totales (refinación de petróleo y la denominada “resto ramas”)195.

De la información presentada surge que la producción agroindustrial se consolidó como el sector de actividad de mayor importancia al interior de la elite manufacturera local (en 1998 dio cuenta de más del 33% de la facturación agregada). Dicha participación es explicada fundamentalmente por la presencia en el panel de grandes oligopolios como, por ejemplo, Arcor, Molinos Río de la Plata y Mastellone Hermanos (en el caso de los grupos económicos nacionales), Sistema Coca Cola, La Plata Cereal y Cervecería Quilmes (en el de los conglomerados extranjeros), Nestlé, Refinerías de Maíz y Swift Armour (en el de las empresas transnacionales), Milkaut y San Sebastián (en el de las empresas locales independientes), y Bodegas Peñaflor y Oleaginosa Oeste (en el de las asociaciones).

Con respecto a la producción automotriz, vale enfatizar que, a diferencia de la casi totalidad de las restantes ramas del espectro fabril del país, se trató de una actividad que gozó de un régimen especial de promoción y protección durante toda la década pasada. No obstante esta creciente incidencia de las firmas automotrices dentro del panel, así como su importante peso relativo en el mismo, cabe señalar que en los años noventa las actividades del “complejo automotor” se fueron asemejando cada vez más a tareas de armaduría y/o ensamblado de partes que a una actividad industrial en sentido estricto. En efecto, hacia fines del decenio era tan alto el componente importado de la actividad (tanto de bienes finales como de insumos para la producción) que la mayoría de las grandes terminales se dedicaba a actividades de armado, sino directamente a la comercialización de vehículos importados. La conjunción de

194 Mientras que el aporte relativo de la primera a las ventas totales de la cúpula fabril se incrementó un 117% entre 1991 y 1998, el de la segunda lo hizo en un 27%. Como producto de ello, la participación conjunta de ambos agrupamientos sectoriales en el conjunto de la facturación de la elite pasó entre tales años del 34% al 51%. 195 Estas disminuciones en la significación agregada de ambos sectores dentro de la cúpula se relacionan con que durante el período bajo estudio el crecimiento de la facturación de los mismos fue muy inferior al registrado por el conjunto de la elite.

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estos fenómenos trajo aparejado un marcado proceso de desintegración productiva de la actividad que afectó negativamente a la producción local de autopartes y, derivado de ello, determinó que la industria automotriz perdiera buena parte de los atributos que suelen definir a un complejo sectorial (generación de cadenas de valor agregado, elevado grado de relaciones de tipo “proveedor-cliente” en el interior del bloque, etc.)196.

En el caso de la refinación de combustibles y de la elaboración de productos químicos, actividades que en 1998 dieron cuenta, en conjunto, de más del 31% de la facturación agregada de la elite, su importante presencia en el panel de las líderes es explicada por el peso de algunos de los grandes laboratorios medicinales que actúan en el mercado doméstico (como, a modo ilustrativo, Abbot, Bagó, Bayer y Roemmers), empresas tradicionales de la cúpula dedicadas a la refinación de petróleo (tales los casos de Esso, Shell e YPF), y por un grupo de firmas que resultó beneficiado por la orientación que fueron adoptando las políticas públicas en distintos momentos del “modelo financiero y de ajuste estructural” (tales los casos de Atanor, Indupa, Pasa y Polisur con la promoción industrial y/o con la privatización de las empresas del polo petroquímico de Bahía Blanca, o Astra, Refinor y Refisan, con los procesos de transferencia al sector privado de importantes esferas de negocios de YPF y de “desregulación” del mercado petrolero, ambos encarados en el transcurso de los años noventa).

En lo que respecta a las firmas de la elite que se dedican a la fabricación de productos en base a hierro, acero y otros metales comunes, la participación relativa de las mismas en las ventas globales deviene fundamentalmente de grandes firmas oligopólicas que resultaron favorecidas por diversas políticas estatales como, por ejemplo, la promoción industrial implementada en los años setenta y ochenta (Acíndar y Siderca en la producción siderúrgica, y Aluar en la de aluminio), o la privatización de Somisa (tal el caso de Siderar, que al igual que Siderca pertenece al conglomerado Techint)197.

Por último, en el caso del denominado “resto ramas”, agrupamiento sectorial que en 1998 explicó casi el 11% de la facturación total de la cúpula manufacturera, merece señalarse que la mayoría de dicha participación proviene de grandes firmas que operan en diversas actividades industriales como, por caso, aquellas vinculadas a tareas de edición e impresión de publicaciones (Agea y La Nación), la manufactura de productos textiles y de derivados del cuero (Gatic y Sadesa), la industria cementera (Loma Negra), la elaboración de bienes

196 Un análisis de las características centrales de dicho régimen, así como de sus principales efectos sobre la estructura y la dinámica del sector, puede consultarse en CEPAL (2003a); Kosacoff (1999); Varela (2003); y Vispo (1999). 197 En el caso de la fabricación de productos derivados del acero, más que de oligopolio debería hablarse de monopolio: fundamentalmente como producto de la desestatización de Somisa, y de los ostensibles déficits existentes en materia de legislación anti-trust, se consolidaron dos cuasi monopolios, uno en el segmento de los tubos sin costura y los productos planos (controlado por Techint), y otro en el de los no planos (liderado por el grupo Acíndar). Al respecto, véase Azpiazu y Basualdo (1995b); Azpiazu y Bisang (1992); y Bisang y Chidiak (1996).

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procedentes del caucho (Fate, Firestone y Neumáticos Good Year), y la fabricación de maquinaria y equipo (BGH e Industrias Metalúrgicas Pescarmona)198.

Una vez constatado que la creciente concentración de la producción manufacturera local en torno de los principales oligopolios de la actividad que tuvo lugar en la fase 1991-1998 se dio en el marco de la consolidación, tanto en el interior de la elite como del agregado fabril, de un perfil sectorial en el que las actividades de mayor crecimiento e incidencia estructural se caracterizan por sustentarse en la explotación de ventajas competitivas naturales y/o “institucionales” de privilegio, así como en la fabricación de ciertos bienes intermedios de uso difundido, por tener en la generalidad de los casos funciones de producción capital-intensivas y presentar un escaso dinamismo con respecto a la generación de valor agregado y a la producción y la difusión de conocimiento científico y tecnológico, reviste interés indagar acerca de los cambios acaecidos en la composición de las ventas de cada rama industrial según los distintos tipos de empresa. Tal enfoque analítico permitirá determinar más específicamente sobre qué bases productivas se sustentó el repliegue de los capitales nacionales y la creciente participación de las diferentes firmas extranjeras en el conjunto de la producción manufacturera del país durante este período.

En tal sentido, de la información proporcionada por el Cuadro Nº 22 se desprende que en un contexto donde se registró un importante incremento en la facturación agregada de todas las actividades industriales de la cúpula, el proceso de retracción relativa de las empresas nacionales (tanto aquéllas independientes como las pertenecientes a grupos económicos) y de creciente significación económica de las extranjeras (tanto de las empresas transnacionales como de aquéllas que se integran a conglomerados económicos) se puede verificar prácticamente en la totalidad de los agrupamientos sectoriales.

En cuanto a la menor incidencia de los grupos empresarios nacionales, la misma fue particularmente importante en la producción de alimentos y bebidas (pasaron de explicar casi el 43% de la facturación agregada de la rama en 1991, a algo más del 35% en 1998). No obstante esta menor gravitación agregada, al final de este período los holdings económicos nacionales seguían siendo la fracción del gran capital industrial de mayor peso relativo en la actividad que presenta la mayor significación estructural dentro de la elite empresaria y del agregado sectorial, a la vez que constituye un núcleo de acumulación estratégico dada su importancia en materia exportadora. Esta decisiva presencia de los actores económicos mencionados en este rubro fabril se encuentra directamente relacionada con el hecho que grandes oligopolios de la actividad son propiedad de conglomerados empresarios de origen nacional (tales los casos de, por ejemplo, Aceitera General Deheza, Arcor, Ledesma, Molinos Río de la Plata y Vicentín).

198 En este agrupamiento también quedan incluidos algunos oligopolios tradicionales como, a modo ilustrativo, la empresa transnacional Industrias John Deere (producción de maquinaria agrícola), o firmas como Siemens (electrodomésticos) y Massalin Particulares y Nobleza Piccardo (fabricación de cigarrillos) en el caso de los conglomerados extranjeros.

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Como lo indica la evidencia empírica presentada, durante la etapa bajo estudio también se produjo una disminución en la importancia relativa de las firmas pertenecientes a grupos económicos locales en la refinación de petróleo (actividad en la que en 1998 no había ninguna empresa perteneciente a conglomerados nacionales)199, así como en la elaboración de productos y sustancias químicas (en la que pasaron de aportar casi el 39% de las ventas totales en 1991, a menos del 14% en 1998)200. Por otro lado, se registró un incremento en la presencia de esta fracción empresaria en dos actividades: la producción de metales comunes (donde dio cuenta de aproximadamente un tercio de la facturación agregada)201 y la denominada “resto ramas” (en 1998 las compañías controladas por estos capitales explicaron casi el 44% de la facturación total del agrupamiento, cuando en 1991 habían significado algo más del 36%, a raíz de lo cual se consolidaron como la tipología empresaria de mayor incidencia relativa en el agrupamiento).

Por su parte, durante el período analizado las empresas locales independientes vieron disminuir su –muy reducida– participación relativa en todas aquellas actividades en las que participaban.

Con relación al aporte de los distintos tipos de capital extranjero a la facturación global de cada agrupamiento sectorial, vale señalar que en el caso de las empresas transnacionales fue particularmente importante su participación relativa en la producción de productos químicos y petroquímicos (pasaron de dar cuenta del 31% de la facturación agregada del rubro en 1991 a más del 67% en 1998 llegando a ser, por lejos, el estamento empresario de mayor peso estructural en la actividad)202. Igualmente relevante resultó ser su gravitación en el sector automotor, a tal punto que en 1998 constituyeron la fracción empresarial de mayor peso (explicaron más del 52% de la facturación agregada de este sector)203. Por último, merece destacarse, por un lado, el incremento (de casi el 30%)

199 Dicha situación es explicada porque a lo largo del período analizado se produjo la transferencia del grupo local Astra (y de las empresas controladas y/o vinculadas al mismo) al holding español Repsol, y a la vez se registró una disminución en la facturación de la Compañía General de Combustibles (perteneciente al grupo Soldati) que determinó que la misma saliera del panel de las cien de mayores ventas del país. 200 Esa caída en el peso de los grupos económicos en las ventas agregadas de la fabricación de productos químicos se relaciona con que durante el período de referencia se produjo la transferencia de la firma local Indupa a la belga Solvay (lo cual determinó una reasignación de parte de la facturación total del agrupamiento hacia las empresas transnacionales) y, fundamentalmente, por la creciente incidencia de este último tipo de firma en la actividad. 201 Dicha participación fue explicada exclusivamente por las firmas Acíndar (dedicada a la elaboración de productos derivados del acero de tipo no plano) y Aluar (vinculada a la manufactura de aluminio y sus derivados). 202 Como fuera mencionado, este notable incremento en el aporte de las firmas extranjeras no integradas a estructuras conglomeradas en la producción químico-petroquímica deviene de la venta de algunas empresas pertenecientes a grupos económicos a capitales foráneos y, más aún, del incremento registrado en las ventas de determinadas firmas (por ejemplo, Ciba Geigy, Cosméticos Avón, Dupont y Unilever) y del ingreso al ranking de algunas compañías (tales los casos de Clorox, Cyanamid y Monsanto). 203 El incremento de casi cuarenta puntos porcentuales que se manifestó en la contribución de las empresas transnacionales a las ventas de la rama automotriz entre 1991 y 1998 es explicado, por una parte, por la señalada disolución de las asociaciones Autolatina y Sevel, lo cual determinó que Volkswagen y Peugeot-Citroen pasaran

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registrado en su incidencia relativa en la producción de alimentos y bebidas (lo cual le posibilitó consolidarse hacia fines de la etapa como el segundo estrato empresario de mayor importancia estructural en dicha actividad, después de los grupos económicos nacionales)204 y, por otro, su mayor presencia dentro del rubro “resto ramas”205.

En el caso de aquellas firmas extranjeras del panel pertenecientes a conglomerados económicos, que al final del período bajo análisis fueron la tipología empresaria de mayor significación agregada de la cúpula industrial, cabe mencionar que mientras en 1991 no tuvieron participación en la producción automotriz, en 1998 explicaron casi el 48% de la facturación agregada de dicha actividad. Ello deviene del hecho que entre estos años se produjo, como fuera señalado en repetidas ocasiones, la disolución de las asociaciones Autolatina, Ciadea y Sevel que determinó que firmas como Fiat, Ford y Renault pasaran a actuar en el mercado local en forma independiente. Por otro lado, el incremento de más de treinta puntos porcentuales registrado en el aporte relativo de los conglomerados extranjeros a las ventas agregadas de la rama siderúrgica entre 1991 y 1998, que le permitió consolidarse como la forma empresaria de mayor importancia de la actividad, se relaciona directamente con la privatización de Somisa y, en ese marco, la exitosa performance de diversas firmas pertenecientes al grupo Techint. Por último, vale la pena resaltar el aumento de más del 100% en el peso relativo de este segmento empresario en el ámbito de la refinación de petróleo (en 1991 aportó casi el 22% de la facturación total de la rama, mientras que en 1998 explicó más del 44%)206. Como surge del Cuadro Nº 22, entre estos años esta fracción del capital mantuvo relativamente inalterada su participación en el rubro agroindustrial, en el elaborador de productos y sustancias químicas, y en “resto ramas”.

Finalmente, merece destacarse que en 1998 las asociaciones constituyeron la categoría empresaria más gravitante dentro de la refinación petrolera (cuando a comienzos de la década pasada no habían tenido participación en la misma), lo cual se vincula con que YPF (la empresa de mayor facturación del país), pasó a ser asociación a partir de 1993, como consecuencia de su privatización. Asimismo, se produjo la salida de esta fracción empresaria a operar en el mercado local en forma independiente y, por otra, por el ingreso al panel de firmas como Chrysler, General Motors y Toyota, así como por el incremento en las ventas de Mercedes Benz. 204 Ello, de resultas de la concurrencia de diversos factores: el crecimiento registrado a lo largo del período analizado en la facturación de diversas firmas (Cargill, Nestlé y Refinerías de Maíz); el ingreso al ranking de empresas que comenzaron a operar en el país durante la década pasada (Parmalat); y la transferencia de compañías que eran propiedad de capitales nacionales a transnacionales (Bagley, Guipeba y Terrabusi). 205 La mayor presencia de las empresas transnacionales dentro de este agrupamiento se vincula con dos cuestiones. Primero, con el hecho que entre 1991 y 1998 salieron del panel dos empresas (Hughes Tool Company e IBM) que facturaron en conjunto 566,7 millones de pesos e ingresaron cinco (Corcemar, Industrias John Deere, Kimberly Clark, Tetra Pak y Xerox) cuyas ventas globales ascendieron a 1.009,2 millones de pesos. Segundo, con que entre esos años se manifestó un aumento significativo en lo facturado por las dos empresas que permanecieron en el ranking (Firestone y Neumáticos Good Year). 206 Esto se explica por el crecimiento de la facturación de Esso y Shell, y por la adquisición de Astra y Eg3 por parte de Repsol (operaciones que determinaron una reasignación de la facturación total del agrupamiento desde los grupos económicos nacionales en el primer caso, y las asociaciones en el segundo, hacia los conglomerados extranjeros).

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del ámbito automotor (en 1991 había dado cuenta de aproximadamente un 86% de la facturación agregada).

Una perspectiva analítica complementaria de la precedente es aquella que surge de considerar los cambios registrados en el aporte relativo de las diversas actividades a la facturación agregada de los distintos tipos de grandes firmas industriales. En otras palabras, se intenta determinar el ámbito productivo predominante para cada uno de los segmentos empresarios que forman parte de la elite, así como las principales modificaciones verificadas durante la etapa de referencia en la inserción sectorial de tales actores en el espectro manufacturero local.

En este sentido, los datos presentados en el Cuadro de referencia permiten concluir que en el caso de los grupos económicos y las empresas locales independientes, en el marco de un proceso de pérdida de incidencia relativa de tales tipos de firmas en el conjunto de las ventas de la cúpula, en el período 1991-1998 se consolidó un perfil productivo muy asociado a la explotación de ventajas comparativas naturales estáticas vinculadas fundamentalmente a la producción agroindustrial. En efecto, en 1998 la mayoría de las ventas de ambos tipos de empresa provenía de aquellas actividades relacionadas con la elaboración de productos alimenticios y bebidas (en 1998 casi el 60% de la facturación agregada de los grupos económicos que integraban la cúpula fabril fue generada en ese ámbito productivo, participación que se elevó al 85% en las empresas locales independientes). Por su parte, en el caso de las asociaciones se constata un cambio en el perfil sectorial de las mismas, por cuanto en 1991 casi el 70% de su facturación global provino de la producción automotriz, mientras que en 1998 más del 80% de la misma fue aportada por la refinación de petróleo.

En el caso de las empresas transnacionales se verificó una disminución en el peso relativo que las actividades relacionadas con la elaboración de alimentos y bebidas, aquéllas vinculadas a la refinación de petróleo y la denominada “resto ramas” tenían en las ventas globales de dicha tipología empresaria. Como contrapartida, se produjo un aumento en la contribución de la elaboración de productos y sustancias químicas y, fundamentalmente, de la industria automotriz al total facturado por las firmas extranjeras no integradas a conglomerados económicos (actividad que de explicar apenas el 9% de la facturación agregada de este segmento empresario en 1991, pasó a dar cuenta de más del 34% en 1998). Sin embargo, el rasgo de mayor trascendencia que presentaba hacia fines del período la inserción estructural de las firmas transnacionales de la elite en la industria argentina provenía del hecho que tan sólo tres actividades (agroindustria, productos y sustancias químicas y automotores) explicaban aproximadamente el 90% del volumen global de ventas de las mismas.

Por último, cabe indagar acerca del tipo de inserción sectorial predominante en aquel tipo de firma que presentó en 1998 la mayor importancia estructural dentro de la cúpula manufacturera local: los conglomerados extranjeros. En este caso se constata que entre 1991 y 1998 sólo dos actividades (la fabricación de metales comunes y, en especial, la producción

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automotriz) incrementaron su aporte relativo a la facturación agregada de las empresas de origen foráneo integrantes de estructuras de tipo conglomeral. Sin embargo, y al igual que en los restantes tipos de firmas integrantes de la elite, la principal característica de estos grandes capitales fue el relativamente elevado grado de concentración sectorial que presentó su inserción en la industria local: al final de la década pasada, la mayoría de las ventas totales de esta tipología empresaria (el 88%) provino de cuatro actividades (alimentos y bebidas, refinación de combustibles, siderurgia y automotriz).

La información suministrada por el Cuadro Nº 22 permite concluir que entre 1998 y 2001, en un contexto de fuerte crisis económica que, como se analizó, impactó negativamente sobre la facturación global de las firmas líderes de la industria (aunque con mucha menos intensidad que lo sucedido en el agregado sectorial), se profundizaron algunos aspectos de la etapa anterior y se registró una serie de modificaciones que vale la pena destacar.

Una primera cuestión a resaltar es que entre dichos años las compañías pertenecientes a grupos económicos nacionales siguieron reduciendo su peso relativo dentro de la elite fabril, a punto tal que en el 2001 dieron cuenta del 16% de la facturación total (supone una caída de más de cuatro puntos porcentuales respecto de su participación en 1998 y de diez puntos en comparación con 1991). En el mismo período, mientras que los segmentos empresarios de capital nacional y extranjero no integrados a holdings económicos mantuvieron relativamente constante su participación, se produjo un incremento del orden del 30% en la contribución de los conglomerados extranjeros a las ventas globales y una declinación considerable (de casi el 40%) en la de las asociaciones (las dos últimas tendencias se encuentran directamente asociadas a la adquisición de YPF por parte de Repsol). Asimismo, en términos del perfil sectorial de la cúpula se afianzó la importancia de las agroindustrias, la refinación petrolera y la producción químico-petroquímica (de conjunto estos tres rubros explicaron en el 2001 más del 75% de las ventas agregadas, cuando en 1998 habían significado alrededor del 65%), al tiempo que se verificaron disminuciones en el aporte relativo de la siderurgia, la llamada “resto ramas” y fundamentalmente el sector automotor (entre los años referenciados esta actividad pasó de explicar un 17,8% de la facturación total de la cúpula a un 8,9% –ello, como resultado de la depresión que atravesó la industria automovilística en esta etapa–)207.

Un segundo elemento a mencionar es que, siempre entre 1998 y 2001, los grupos económicos locales redujeron su gravitación dentro de todas las actividades manufactureras en las que se desenvolvían (con la excepción del agrupamiento “resto ramas”)208, en un

207 La mayoría de la caída verificada entre 1998 y 2001 en la contribución del rubro automotor a las ventas de la elite es explicado por una contracción del 54% en lo facturado en conjunto por las principales empresas que actúan en el medio local (Fiat, Ford, General Motors, Renault, Scania, Toyota y Volkswagen). Entre esos años las exportaciones totales de estas firmas oligopólicas cayeron más de un 39%. 208 El descenso verificado en la incidencia de esta fracción empresaria en la facturación de los sectores agroalimenticio, químico y siderúrgico se debe a que entre 1998 y 2001, por diferentes motivos salieron del ranking de las cien industriales más grandes varias empresas importantes (Canale, Mastellone Hermanos, Pecom Agra y Quickfood en el primer caso, Pasa en el segundo y Acíndar en el tercero). Por su parte, la mayor significación agregada de los grupos económicos locales en el rubro “resto ramas” es explicada en su totalidad

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contexto en el que la agroindustria se consolidó aún más como la producción de mayor importancia en el proceso de acumulación de esta fracción del gran capital industrial (como se visualiza en el Cuadro Nº 22, en el 2001 aproximadamente un 61% de lo facturado en total por las compañías de este estrato provino de dicho sector, porcentual que fue casi un 4% más elevado que en 1998 y un 42% superior al de 1991)209.

En cuanto a las empresas extranjeras de la elite que en el país no se integran a grupos económicos, de las evidencias presentadas se desprende que no se verificaron alteraciones sustantivas en su contribución a las ventas de las diferentes manufacturas en las que actuaban (salvo en el caso de “resto ramas”)210. Sin embargo, sobresale la suba registrada en la incidencia de este último agrupamiento sectorial y de las agroindustrias y la producción químico-petroquímica en las ventas globales de esta categoría empresaria y una declinación de aproximadamente quince puntos porcentuales en el aporte de la industria automotriz.

En el caso de las firmas del panel controladas por conglomerados extranjeros que se desempeñan en el medio local, el hecho más relevante manifestado entre 1998 y 2001 lo constituye el notable crecimiento (cercano al 104%) acaecido en su participación en el ámbito de la industria petrolera, a raíz de la mencionada venta de YPF. Desde otra perspectiva esto se visualiza en el aumento registrado en la contribución de este rubro a la facturación total del estrato (pasó de explicar el 26,7% en 1998 al 52,1% en el 2001 y se consolidó como el de mayor significación estructural, seguido por la agroindustria, la producción siderúrgica y la de automóviles y autopartes)211.

Finalmente, en el transcurso del período analizado se produjeron modificaciones de relevancia en la situación de las asociaciones que integran el ranking de las cien compañías de mayores ventas de la industria local. En efecto, esta tipología empresaria aumentó su incidencia dentro de la elaboración de alimentos y bebidas y de sustancias y productos químicos (en 5,2 y 6,8 puntos porcentuales, respectivamente), dio cuenta en el 2001 de alrededor de un 16% de la facturación correspondiente a la actividad siderúrgica (cuando en por el ingreso al panel de una firma de la industria gráfica (Boldt) y otra especializada en la fabricación de cartón corrugado (Cartocor), dado que la facturación global de las que lograron permanecer en ambos años descendió un 19%. 209 En el período estudiado se incrementó aún más el porcentaje de las ventas totales de las empresas locales independientes provenientes de la agroindustria, a punto tal que en el 2001 el mismo fue del 94,5%, consolidándose como la tipología empresaria con un mayor grado de “especialización productiva”. 210 La mayor gravitación de estos segmentos del capital extranjero dentro del rubro “resto ramas” (pasaron de explicar un 24,5% de la facturación total del agrupamiento en 1998 a un 32,9% en el 2001) está asociado a que en esos años tuvo lugar un importante recambio de firmas; en ese marco, se produjo el ingreso al ranking de cinco empresas con una facturación media (237,6 millones de pesos) que fue un 31% más elevada que la correspondiente a las cinco que salieron del mismo. 211 De acuerdo a la información que consta en el Cuadro de referencia, entre los años mencionados se registraron caídas en la contribución de los rubros siderúrgicos y automotor a lo facturado en conjunto por las firmas de la cúpula controladas por grupos económicos extranjeros (la de las actividades elaboradoras de alimentos y bebidas prácticamente no varió). En el primer caso, ello se debe a la caída cercana al 17% verificada en las ventas de tres empresas vinculadas al grupo Techint (Siderar, Siderca y Siat); en el segundo, a la brusca contracción (superior al 55%) que experimentó la facturación conjunta de Fiat, Ford y Renault.

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1998 no había tenido participación en la misma)212, al tiempo que por el señalado “efecto YPF” redujo sobremanera su presencia en la refinación de petróleo (pasó de explicar un 55,5% de las ventas totales del agrupamiento a un 9,3%) y salió del ámbito de las llamadas “resto ramas” (en el cual en 1998 tuvo una participación muy reducida). De resultas de estos comportamientos, entre los años de referencia tuvo lugar un aumento en la contribución de la agroindustria, la manufactura de productos químicos y de derivados del hierro y el acero a las ventas totales del estrato, y una disminución sumamente pronunciada en el aporte de la industria petrolera.

De los distintos análisis realizados en este tramo de la investigación surgen algunos elementos de juicio que permiten avanzar hacia una mirada más comprehensiva del intenso proceso de concentración y centralización del capital que se verificó en la industria argentina durante la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural”. Al respecto, se destacan dos cuestiones.

La primera es que en el marco de un fenomenal avance del capital extranjero dentro de la elite empresaria del sector, los grupos económicos nacionales se replegaron fuertemente hacia la producción agroindustrial (es decir, hacia la actividad más importante de la estructura fabril doméstica), lo cual se refleja en que en el último año de vigencia del esquema de la Convertibilidad alrededor de las tres quintas partes de las ventas totales de las firmas de la cúpula pertenecientes a esta fracción del gran capital provinieron de ese ámbito y, por otro lado, en que estos actores económicos fueron los de mayor gravitación del agrupamiento. Como se señaló, se trata en su mayoría de rubros productivos que presentan una considerable propensión exportadora e importantes niveles de competitividad asociados a las ventajas comparativas con que cuenta el país y en los cuales los empresarios tienden a percibir a los salarios mucho más como un costo que como un decisivo factor de demanda.

La segunda es que a pesar de los profundos cambios acontecidos en el nivel de los liderazgos empresariales y del viraje estratégico realizado por importantes integrantes del bloque de poder económico manufacturero, durante la década pasada se afianzó en el nivel de las grandes firmas un perfil de inserción sectorial muy asentado sobre el procesamiento de recursos naturales y, en menor medida, el aprovechamiento de contextos operativos de privilegio; producciones que tienen un denominador común: su escasa contribución a la generación local de eslabonamientos productivos, puestos de trabajo y desarrollos en el campo de la ciencia y la tecnología.

212 La mayor presencia dentro de la actividad agroindustrial se vincula al hecho que entre los años bajo análisis el grupo local Mastellone cedió parte de su participación accionaria en la firma Mastellone Hermanos al fondo inversor Dallpoint (lo cual derivó en que esta empresa dejara de ser considerada como perteneciente a un grupo económico y pasara a ser clasificada como una asociación), y que se produjo el ingreso al panel de las empresas Pecom Agra y Trigaglia. Por su parte, el incremento en el peso relativo de esta fracción capitalista en el interior del sector químico-petroquímico se asocia al aumento en la facturación de Química Estrella y la entrada al ranking de las firmas Compañía Mega y Petrokén. Finalmente, la presencia en el 2001 en la rama siderúrgica se relaciona con el mencionado ingreso al capital social de Acíndar de la Companhia Siderurgica Belgo-Mineira.

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Sin duda, la consolidación de este perfil de especialización productiva en aquellas firmas líderes que dado su poder oligopólico –y en numerosos casos también oligopsónico– sobre los diferentes mercados en los que operan, pueden definir el sendero evolutivo por el que transitan los mismos y el conjunto del sector industrial argentino, aporta valiosas herramientas analíticas para comprender los motivos por los cuales en el decenio de los noventa se acentuaron sobremanera la “desindustrialización”; la reestructuración regresiva del entramado manufacturero doméstico con eje en la “simplificación productiva” por efecto de una acelerada reprimarización de la producción y un marcado retroceso estructural de los rubros más complejos; y el achicamiento del mercado de trabajo fabril.

5.2.6. Heterogeneidades estructurales y de comportamiento dentro de la elite empresaria de la industria manufacturera argentina

Para acceder a una caracterización más abarcadora y precisa del proceso de “extranjerización” al que asistió el sector manufacturero argentino en el transcurso de los años noventa, así como de sus impactos más significativos, vale la pena incorporar un breve análisis de las principales diferencias –tanto estructurales como de performance– que se manifiestan entre las distintas fracciones empresarias que integran la cúpula del poder económico fabril. En este apartado el estudio no se focaliza en el universo conformado por las cien firmas más grandes de la actividad, sino en el integrado por las más de trescientas compañías industriales que forman parte del panel de las quinientas de mayores dimensiones del país213. Si bien, naturalmente, no se trata de universos empresarios homogéneos, ni por lo tanto comparables entre sí, la perspectiva planteada permite extraer interesantes elementos de juicio en cuanto a la centralización del capital que se verificó durante la década pasada en el ámbito manufacturero doméstico y, en ese marco, a las diferencias existentes entre las grandes empresas de capital nacional y extranjero que ejercen el liderazgo en el sector y cuentan con un amplio poder de determinación sobre su trayectoria de mediano y largo plazo y, más ampliamente, sobre la del conjunto de la economía local214.

213 Se trata del mismo grupo de firmas que constituyó el eje del análisis realizado en la Sección 5.1. Debe aclararse que en la Encuesta Nacional a Grandes Empresas del INDEC se emplean criterios clasificatorios que difieren de los utilizados en este estudio. En función del origen del capital de las empresas del panel, el mencionado Instituto delimita tres tipos de firmas: aquellas controladas por capitales foráneos (que aquí se denominarán empresas extranjeras); aquellas en las que la participación transnacional en el capital social es superior al 10% y menor o igual al 50% (asociaciones); y aquellas controladas por capitales locales (empresas nacionales). La información analizada en este Capítulo y en los anteriores, así como las múltiples evidencias disponibles permiten afirmar que las empresas nacionales que integran la cúpula manufacturera local pertenecen en su mayoría a los principales grupos económicos locales. En función de ello se puede concluir que buena parte de las firmas que el INDEC clasifica como nacionales es propiedad de dichos actores económicos. 214 En cuanto a la intensidad que asumió el proceso de “extranjerización” dentro del grupo de compañías industriales que integran el panel del INDEC, basta con mencionar que entre 1995 y 2001 la contribución relativa de las empresas nacionales al valor agregado generado por dicho conjunto de firmas líderes pasó del 30% al 16%, mientras que la de las asociaciones cayó del 12% al 11%. En el mismo período se registró un aumento significativo en la importancia relativa en el interior de la elite manufacturera de empresas controladas por actores extranjeros: mientras que en 1995 la participación de este tipo de firma en el producto bruto global de

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En tal sentido, en el Cuadro Nº 23 se verifica que en el período 1995-2001 (promedios anuales) las firmas controladas por inversores foráneos tuvieron una participación mayoritaria en las principales variables económicas relevadas en el estudio del INDEC. Así, por ejemplo, tales firmas (156, el 50% del total) aportaron cerca del 62% de la producción generada en conjunto por las líderes fabriles del país, más de las dos terceras partes del valor agregado total, alrededor del 54% de las utilidades globales, aproximadamente el 50% de la ocupación, el 56% de la totalidad de los salarios abonados, casi el 61% de la inversión bruta fija global, el 64% del total de exportaciones y cerca de un 75% de las importaciones agregadas. Esos disímiles niveles de participación permiten inferir la presencia de discrepancias de consideración entre las empresas extranjeras y el resto de los oligopolios predominantes del sector manufacturero en términos de, entre otros aspectos, los tamaños medios de las firmas, las productividades relativas, los respectivos niveles salariales, la distribución funcional del ingreso en su interior, la tasa de inversión, los márgenes de rentabilidad, y los niveles y las modalidades de apertura al mercado internacional.

Al respecto, en la etapa de referencia el tamaño promedio de las firmas extranjeras (medido por el cociente entre el volumen global de producción y la cantidad de empresas) fue un 25% superior que el correspondiente al conjunto de la elite manufacturera, un 13% más elevado que el de las asociaciones y casi un 88% más holgado que el de las líderes de capital nacional. La mayor envergadura de las compañías controladas por actores extranacionales vis-à-vis las locales también queda de manifiesto cuando se analizan los respectivos tamaños medios según los activos y el patrimonio neto de las firmas: en ambos casos los registros de las extranjeras fueron alrededor de un 90% más elevados. La predominante inserción del capital foráneo en rubros manufactureros en los cuales las economías de escala (productivas, tecnológicas, de comercialización) se conjugan con el consiguiente liderazgo oligopólico, sumada a la inexistencia de restricciones asociadas a, entre otros elementos, el financiamiento y/o el tamaño de mercado –fácilmente subsanables en el marco de una estrategia transnacional e intracorporativa–, asumen sin duda un papel protagónico en ese contraste con las grandes firmas de capital nacional.

Las mencionadas diferencias fueron mucho más pronunciadas cuando se consideran las respectivas productividades de la mano de obra (valor agregado por ocupado): el rendimiento productivo promedio de los asalariados empleados en las empresas extranjeras fue un 43% más elevado que el de la elite fabril en su conjunto, un 78% superior que el de las asociaciones y alrededor de un 163% más alto que el correspondiente a las empresas nacionales. El hecho que las brechas salariales existentes en el interior del panel de las firmas industriales más grandes del país según el origen del capital de las mismas hayan sido mucho

la cúpula fue del 58%, en el 2001 ascendió a aproximadamente el 73%. La fuerte “extranjerización” del grupo de las líderes fabriles también queda reflejada cuando se observa la evolución de la cantidad de firmas en cada uno de los estratos que lo integran: mientras que en 1995 había 135 empresas extranjeras, 37 asociaciones y 148 controladas por capitales nacionales, en el 2001 había 165, 34 y 105, respectivamente.

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Cuadro Nº 23 Cúpula empresaria industrial de la Argentina Distribución de las principales variables estructurales y de comportamiento según el origen del capital de las firmas, 1995-2001 (promedios anuales) (en valores absolutos, porcentajes, millones de dólares, e índice total=100)

Empresas nacionales

Asociaciones Empresas extranjeras

Total

Cantidad de empresas 124 34 156 314 Participación en la cantidad de empresas (%) 39,6 10,8 49,6 100,0 Participación en la producción total (%) 26,3 11,9 61,8 100,0 Participación en el valor agregado total (%) 21,2 10,6 68,2 100,0 Participación en las utilidades totales (%) 33,4 13,0 53,6 100,0 Participación en la ocupación total* (%) 39,1 13,2 47,6 100,0 Participación en los salarios totales abonados (%) 31,4 12,2 56,3 100,0 Participación en la inversión bruta fija total (%) 22,8 16,6 60,5 100,0 Participación en las exportaciones totales de bienes (%) 24,1 12,0 63,9 100,0 Participación en las importaciones totales de bienes (%) 14,6 10,8 74,6 100,0 Saldo de balanza comercial (millones de dólares) 1.999,2 663,9 1.895,0 4.558,1 Saldo de balanza comercial (%) 43,9 14,6 41,6 100,0 Tamaño medio por empresa según valor de producción (índice total = 100) 66,4 110,3 124,6 100,0 Activo promedio por empresa (índice total = 100) 63,8 135,1 121,3 100,0 Patrimonio neto promedio por empresa (índice total = 100) 64,4 129,0 122,1 100,0 Productividad (índice total = 100) 54,3 80,3 143,0 100,0 Salario medio (índice total = 100) 80,3 92,5 118,3 100,0 Productividad/Salario medio (índice total = 100) 67,6 86,8 121,0 100,0 Participación de los salarios en el valor agregado total (%) 44,6 34,7 24,9 30,2 Superávit bruto de explotación por ocupado (índice total = 100) 43,0 75,0 153,7 100,0 Requerimiento de empleo (índice total = 100) 148,8 111,2 77,1 100,0 Tamaño medio por empresa según cantidad de ocupados (índice total = 100) 98,8 122,7 96,0 100,0 Tasa de inversión** (%) 20,3 29,5 16,7 18,9

Coeficiente de exportaciones*** (%) 22,6 25,0 25,6 24,7 Coeficiente de importaciones**** (%) 9,3 15,2 20,2 16,7 Coeficiente de apertura global***** (%) 31,9 40,2 45,8 41,4 Tasa de utilidades sobre valor de producción****** (%) 5,3 4,6 3,7 4,2 Tasa de utilidades sobre valor agregado****** (%) 20,1 15,6 10,1 12,8 Tasa de utilidades sobre activos****** (%) 4,9 3,3 3,3 3,7 Tasa de utilidades sobre patrimonio neto****** (%) 9,7 6,9 6,6 7,4

Empresas nacionales: aquéllas con participación mayoritaria de capitales nacionales en la estructura accionaria de la firma (puede incluir hasta un 10% de participación de capital de origen extranjero); Asociaciones: aquéllas en las que la participación accionaria del capital extranjero es mayor al 10% y menor o igual al 50%; Empresas extranjeras: aquéllas con participación superior al 50% de capitales extranjeros. * En el relevamiento del INDEC la ocupación se mide exclusivamente por los puestos de trabajo asalariado de cada firma. ** Medida como el cociente entre la inversión bruta fija y el valor agregado. *** Medido como el cociente entre las exportaciones de bienes y la producción. **** Medido como el cociente entre las importaciones de bienes y la producción. ***** Surge de la suma entre los coeficientes de exportaciones y de importaciones. ****** Las utilidades son antes del pago del impuesto a las ganancias. Fuente: Elaboración propia en base a información de INDEC, Grandes empresas en la Argentina, varios números.

menos acentuadas que en el caso de las respectivas productividades del trabajo215, sugiere que en el ámbito de las líderes controladas por inversores extranjeros se manifestó una mucho más regresiva distribución del ingreso que en el resto de las grandes firmas (y naturalmente que en

215 La información que consta en el Cuadro de referencia indica que la retribución promedio de los obreros ocupados en las firmas de la cúpula controladas por capitales extranjeros fue un 28% superior que la que se verificó en las asociaciones, y se ubicó un 47% por encima de la abonada en las grandes empresas nacionales.

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el conjunto de la elite); en otros términos, que los empresarios se apropiaron de una mayor porción relativa del producto generado por los asalariados.

Por ejemplo, ello se refleja en que, siempre considerando los promedios anuales del período 1995-2001, la relación productividad/salario medio en las firmas transnacionales fue un 21% más holgada que la correspondiente a la totalidad de las firmas que integran la cúpula, un 39% más elevada que en las asociaciones y cerca de un 80% superior que la registrada por el subconjunto de las líderes controladas por capitales nacionales; o en que la participación de los trabajadores empleados en las compañías controladas por inversores foráneos en el valor agregado generado de conjunto por las mismas (24,9%) equivalió a casi el 56% de la incidencia relativa verificada en el ámbito de las nacionales y a aproximadamente el 72% de la que se registró en las asociaciones; o en que el superávit bruto de explotación por ocupado en las extranjeras fue 3,6 veces más elevado que en las controladas por accionistas locales y 2,1 veces superior que el que se manifestó en las asociaciones.

Asimismo, la gravitación relativa de los distintos segmentos empresarios que integran la cúpula industrial en la cantidad de firmas, la producción y el empleo globales es expresión de que las líderes en las que los capitales extranjeros tienen una proporción mayoritaria del “paquete” accionario presentan, vis-à-vis las restantes empresas del panel, una menor capacidad generadora de puestos de trabajo. Ello se visualiza en el relativamente bajo nivel de requerimiento de empleo que registró este tipo de compañía durante los años analizados216, o en que la cantidad promedio de asalariados por empresa que se manifestó en las extranjeras fue inferior al prevaleciente en los restantes estratos (sobre todo en las asociaciones). El hecho que las firmas de propiedad transnacional sean, en promedio, de las más grandes (en términos productivos) dentro de las de mayor envergadura de la industrial local y que al mismo tiempo sean, siempre en términos comparativos, las menos demandantes de empleo por unidad producida, está indicando que se trata de empresas que operan en actividades caracterizadas por funciones de producción capital-intensivas y, estrechamente ligado a ello, que cuentan con elevadas escalas tecno-productivas217.

216 Como se desprende de las evidencias presentadas, en las compañías extranjeras dicho coeficiente (que mide la cantidad de empleo que se genera por unidad de producción) fue un 31% más bajo que en las asociaciones y un 48% inferior que el que caracterizó a las controladas por inversores nacionales. 217 Si se toma a la relación entre los activos o el patrimonio neto de una firma y sus trabajadores como un indicador proxy de la dotación de capital por ocupado, de acuerdo a los datos del INDEC en el período analizado los registros correspondientes a las empresas extranjeras del panel fueron más elevados que los de las asociaciones y, mucho más aún, que los de las nacionales. De ello se sigue que en el interior de las líderes industriales, la reproducción doméstica –aun a diferente nivel– de los estándares económico-tecnológicos prevalecientes en los países de origen de las filiales locales derivan en escalas y funciones de producción mucho más capital-intensivas que las de sus similares nacionales. Más aún cuando prácticamente no existen rigideces (ni financiera, ni de otro tipo) que condicionen o limiten la adopción de aquellas tecnologías que les garanticen el más apropiado –para sus intereses– sendero de acumulación y reproducción ampliada del capital en el nivel doméstico.

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Si bien tuvieron un peso decisivo en la formación de capital realizada en conjunto por las firmas integrantes de la elite manufacturera, en el lapso temporal bajo estudio las empresas extranjeras del panel registraron la menor tasa de inversión (sobre valor agregado): dicho coeficiente fue del 16,7% para este subgrupo de líderes industriales, porcentual que ascendió al 29,5% en el caso de las asociaciones y al 20,3% en el de las controladas por capitales nacionales. Así, a pesar que el nivel de apropiación del excedente por parte de las multinacionales superó holgadamente al del resto de las firmas del panel, la canalización de tales recursos hacia la inversión fue relativamente más baja, en consonancia con la asignación de los mismos a, fundamentalmente, el pago de intereses, honorarios y rentas (en especial al exterior), así como a la fuga de capitales218/219. La mayor reticencia a invertir también podría estar asociada a su mayoritaria inserción en mercados oligopólicos y a, en general, haber alcanzado por distintos motivos cierto grado de madurez tecno-productiva que no demanda inversiones de relativa importancia para mantener su posicionamiento competitivo en el mercado interno y en el subregional.

Lo que antecede aporta algunos elementos de juicio en relación con los argumentos frecuentemente utilizados durante los años noventa para destacar la importancia que supuestamente se desprende de una mayor presencia de actores transnacionales en la industria argentina. De acuerdo a esta visión, dicha situación contribuiría a renovar y modernizar al conjunto del sector dado que las empresas extranjeras tienen una elevada propensión a invertir, a la vez que introducen en el país bienes de capital de alta complejidad tecnológica y 218 En cuanto a estas cuestiones, vale la pena incorporar tres breves comentarios relacionados con las prácticas desplegadas durante la década pasada por las empresas extranjeras en materia de endeudamiento. En primer lugar, de la información con que se cuenta surge que una parte significativa de la expansión transnacional experimentada en el transcurso de los años noventa se financió con endeudamiento externo de corto plazo en el sistema financiero local y de largo plazo en el mercado internacional (en numerosos casos con sociedades relacionadas societariamente). Como los niveles de endeudamiento de las compañías de origen foráneo fueron muy elevados y superiores a los de las firmas de capital nacional –fenómeno previsible atento a la mejor situación de las multinacionales en tanto “tomadoras de crédito” (tamaño patrimonial, respaldo de las casas matrices, etc.)–, resulta posible concluir que las empresas extranjeras fueron las que generaron los mayores montos que en concepto de intereses pagados por el sector privado fluyeron hacia el exterior y que, como tales, impactaron negativamente en el resultado de la balanza de pagos doméstica. En segundo lugar, vale mencionar que gran parte de la inversión realizada por las firmas extranjeras que se desenvuelven en el sector manufacturero nacional estuvo asociada a la importación de bienes de capital e insumos, es decir, no se tradujo en incrementos de significación en la producción y el empleo locales de tales bienes y contribuyó a profundizar los desequilibrios externos de la economía, lo cual se vio potenciado por los precios de transferencia asociados a transacciones intracorporativas. En tercer lugar, cabe destacar que, replicando un comportamiento típico del capital concentrado interno durante las últimas décadas, una proporción considerable del endeudamiento de las transnacionales no se invirtió en el proceso productivo, sino que se volcó al circuito financiero local (aprovechando las diferencias existentes entre las tasas de interés internas y las internacionales) obteniendo por esa vía ingentes beneficios financieros (buena parte de los cuales posteriormente se transfirió al exterior). Todas estas salidas de divisas conforman uno de los principales elementos explicativos del notable crecimiento que experimentó la deuda externa durante la década pasada. Al respecto, consúltese Basualdo (2000b); Basualdo, Lozano y Schorr (2002); Briner y Schorr (2002); Comisión Especial de la Cámara de Diputados (2005); Damill (2000); y Kulfas (1999 y 2005). 219 Según un estudio oficial, mientras que a comienzos de la década pasada las empresas foráneas reinvirtieron en el país cerca del 70% de las utilidades generadas en el ámbito local, hacia fines del decenio el coeficiente de reinversión había descendido a menos del 30% (Ministerio de Economía y Obras y Servicios Públicos de la Nación, 1999). Véase también Kulfas (2005).

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realizan importantes gastos en materia de investigación y desarrollo en el nivel doméstico, con el consiguiente “efecto derrame” que ello suele traer aparejado.

Si bien es cierto que durante la década pasada se introdujeron nuevas tecnologías (tanto de productos como de procesos), aunque en pocas ramas y en un conjunto reducido de grandes firmas, el sector manufacturero doméstico se consolidó como un importador neto de paquetes tecnológicos sobre los cuales prácticamente no tuvo participación en su elaboración. Es más, a partir de los noventa muchas grandes empresas extranjeras con actividad en el ámbito fabril tendieron a externalizar sus áreas de ingeniería local, reemplazándolas por la incorporación de tecnología importada y casi sin desarrollo nacional alguno, lo cual disminuyó aún más los –ya de por sí escasos– vínculos de estas firmas con el entramado local de proveedores y/o subcontratistas. En este sentido, las evidencias disponibles indican que las empresas foráneas han conservado en sus países de origen tanto la fabricación de bienes de capital de alta tecnología y valor agregado, como la casi totalidad de sus gastos en materia de investigación y desarrollo220.

Todo lo anterior es particularmente importante de destacar por cuanto indica que en el plano local las compañías transnacionales no parecen haber sido agentes difusores del cambio y/o la innovación tecnológica y, por otra parte, al ser fuertes importadoras de bienes de capital, han contribuido a profundizar el deterioro de la industria local de maquinaria y equipo (en la que las firmas de menores dimensiones tenían una considerable significación agregada). Ello, sin mencionar que en términos relativos fueron las que presentaron la menor tasa de formación de capital dentro del conjunto de las firmas más grandes del sector fabril de la Argentina.

Por último, vale incorporar un somero comentario respecto del grado de inserción en el comercio internacional de las distintas empresas que integran la elite manufacturera221. De la información suministrada por el Cuadro Nº 23 se desprende que tanto las grandes firmas de capital nacional como las que tienen más o menos participación extranjera en su propiedad accionaria presentaron en términos globales una similar propensión exportadora. Sin embargo, cuando se analiza para cada tipo de firma el peso relativo de las compras en el exterior de bienes en la producción total se comprueba que durante los años de referencia las empresas controladas por inversores foráneos fueron en promedio mucho más importadoras que el resto de las líderes: el coeficiente global de importaciones de las primeras fue del

220 Sobre estos temas consúltese CEPAL-SECyT-INDEC (2003); y Katz (2000b y 2000c). 221 Al respecto, debe tenerse en cuenta que, como se mencionó, no todas las líderes industriales realizan exportaciones y/o importaciones (por ejemplo, en el 2001, sobre un total de 304 empresas fabriles que integraron el panel de las 500 más grandes, 274 –el 90%– realizaron ventas al exterior y 283 –el 93%– adquirió productos en el extranjero). Los coeficientes de exportaciones e importaciones fueron calculados tomando en cuenta la producción generada por el conjunto de las firmas manufactureras de la muestra y no sólo por las que exportan y/o importan. En segundo lugar, la información presentada por el INDEC corresponde a las exportaciones e importaciones de bienes (la no inclusión de los servicios no introduce sesgos de significación en el análisis dado que una proporción mayoritaria –superior al 95%– de los flujos comerciales de las empresas del panel proviene de la venta al y/o la adquisición en el extranjero de productos).

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20,2%, mientras que el de las nacionales fue de “apenas” un 9,3% y el de las asociaciones un 15,2%222.

De lo anterior se infiere que las extranjeras fueron las compañías que registraron el mayor coeficiente de apertura global al mercado internacional223. Si bien estas cuestiones se analizan más adelante, cabe aquí mencionar que ello se asocia a la conjunción de diversos factores como, a modo ilustrativo, la presencia determinante de estas empresas en sectores industriales donde las exportaciones y/o las importaciones tienen un peso relevante en la producción total (por ejemplo, la fabricación de alimentos y otros productos derivados de la explotación agropecuaria, la elaboración de vehículos automotores, la industria petrolera, la fabricación de productos químicos y la producción siderúrgica); o dado que se trata en muchos casos de filiales de empresas multinacionales, esa mayor exposición al comercio mundial puede responder al proceso de integración y/o complementación productiva en el nivel internacional de la respectiva casa matriz, así como a la distribución de áreas de mercado entre sus diferentes filiales en el exterior (tal el caso de muchas firmas vinculadas a la producción alimenticia y de automóviles y sus partes)224.

Las consideraciones precedentes indican que el segmento de las empresas extranjeras ha pasado a ocupar un papel protagónico en el interior de la elite manufacturera local, lo cual se refleja en su participación relativa mayoritaria en las distintas variables analizadas en este apartado. Adicionalmente, la evidencia empírica presentada permite concluir que se trata de las firmas de mayor tamaño de la cúpula (y naturalmente de todo el espectro industrial argentino), son las que presentan los mayores niveles de productividad laboral y, en estrecha asociación con ello, las que abonan los salarios medios más elevados225. Asimismo, siempre en comparación con el resto de las líderes industriales, son empresas que se caracterizan por un escaso dinamismo relativo en lo que a creación de empleo se refiere, y una importante propensión importadora, al tiempo que se trata de firmas en las cuales a pesar de que abonan 222 El hecho que para las diferentes formas empresarias integrantes de la cúpula manufacturera local el “grado de apertura” al mercado mundial de bienes haya sido más acentuado por el lado de las exportaciones que por el de las importaciones expresa que en términos agregados se trata de firmas que registraron superávits de balanza comercial. En este sentido, las firmas controladas por capitales nacionales fueron las que presentaron los mayores saldos positivos (en el período 1995-2001 este estrato tuvo un superávit de 1.999,2 millones de dólares –que representó casi el 44% del resultado agregado de la elite–). 223 En el Cuadro Nº 23 se constata que en la etapa de referencia el coeficiente de apertura global de las empresas extranjeras fue en promedio de casi un 46%, mientras que el de las asociaciones se ubicó en el orden del 40% y el correspondiente a las firmas del panel controladas por accionistas nacionales fue de aproximadamente el 32%. 224 De la información disponible surgen dos cuestiones que interesa mencionar. La primera es que en materia de comercio exterior los flujos intracorporación de bienes y/o servicios que caracteriza a las empresas extranjeras son elevados y que en algunos sectores ello se encuentra relacionado con ciertos mecanismos de elusión impositiva (véase la Sección 5.4). La segunda es que una proporción considerable de las exportaciones de las empresas transnacionales que se desenvuelven en el ámbito manufacturero local se concentró durante los años noventa en unas pocas líneas de productos (con eje en la actividad automotriz) y tuvo una ostensible orientación hacia el Mercosur, frente a una mayor diversidad de las importaciones tanto de insumos intermedios como de bienes de capital y finales (Chudnovsky y López, 2002). 225 Estas compañías pueden pagar las retribuciones salariales medias más elevadas en tanto las mismas son más que compensadas por los mayores rendimientos productivos de los trabajadores ocupados.

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en promedio las remuneraciones más elevadas se registran los más regresivos patrones de distribución del ingreso.

En relación con esto último, un hecho destacable es que no obstante que las controladas por accionistas foráneos fueron las empresas del panel que registraron los mayores márgenes brutos de explotación y en las que los capitalistas se apropiaron de una proporción mayor del excedente generado por los trabajadores, cuando se analizan las tasas medias de ganancia de las distintas firmas que integran la elite industrial se comprueba que las transnacionales revelaron, siempre en términos relativos, un peor desempeño económico. En efecto, como se aprecia en el Cuadro Nº 23 cualquiera sea el indicador de rentabilidad que se considere (utilidades sobre valor de producción, respecto del valor agregado, en su relación con los activos o con el patrimonio neto), las firmas extranjeras presentaron un margen de beneficio más reducido que el conjunto de la cúpula y sobre todo que las empresas controladas por capitales nacionales.

En la explicación de esta “paradoja” subyace una problemática de relevancia que, como tal, plantea desafíos de peso en lo atinente al diseño de las políticas públicas: la implementación de distintos mecanismos de transferencia del excedente generado en el nivel doméstico por parte de las empresas oligopólicas controladas por accionistas foráneos. En tal sentido, y a modo ilustrativo, se destaca el establecimiento de precios de transferencia entre las filiales locales y sus casas matrices en el exterior y/o subsidiarias de la misma matriz radicadas en otro país (por ejemplo, vía la sobrefacturación de importaciones o la cancelación de líneas crediticias –en rigor de autopréstamos–); también, como en el caso particular de ciertas empresas de la cúpula que son controladas por algunos de los principales conglomerados extranjeros que actúan en el país, la posibilidad de realizar traslaciones de ingresos entre las distintas firmas que forman parte del complejo empresario (a partir de, por caso, la instrumentación de subsidios cruzados, la reducción de los denominados costos de transacción, el aprovechamiento de los beneficios derivados de la integración vertical y/u horizontal de las actividades, etc.).

Los distintos desarrollos realizados en este apartado invitan a realizar una serie de reflexiones sobre algunos impactos que se derivan del proceso de “extranjerización” del sector industrial argentino que se registró durante la década de los noventa. En primer lugar, el hecho que los oligopolios transnacionales que se desenvuelven en el ámbito manufacturero doméstico sean relativamente poco generadores de empleo por unidad de producto, y que en su interior se manifieste una distribución funcional del ingreso mucho más inequitativa que la verificada en el resto de las firmas de la elite fabril, plantea hacia futuro ciertas “luces de alerta” en cuanto a que en el marco del importante predominio extranjero sobre el entramado industrial, el crecimiento del sector permita avanzar en serio sobre dos de los principales legados críticos del “modelo financiero y de ajuste estructural”: una crisis laboral sin precedentes y una ecuación distributiva sumamente regresiva.

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En segundo lugar, interesa destacar los riesgos que sobre las cuentas externas del país se desprenden de que los actores que controlan una parte considerable de la producción manufacturera realizada en el nivel local sean fuertes demandantes de divisas por distintos motivos: altos coeficientes de importación, remisión al extranjero de utilidades y dividendos, pago de regalías por la compra y/o la utilización de tecnologías y/o patentes, fijación de precios de transferencia en sus transacciones intracorporativas, intereses devengados por el endeudamiento con el exterior, etc.. A ello debería agregarse la tradicional “vocación” a fugar capitales al exterior de las fracciones nacionales del poder económico industrial.

En tercer lugar, sobresale la ostensible debilidad relativa de estas últimas frente al capital extranjero (como se vio, en términos globales las grandes empresas locales tienen un menor tamaño y niveles de productividad que sus similares de origen foráneo), lo cual aporta nuevos e interesantes elementos de juicio para comprender algunos motivos, las características y la intensidad del repliegue estratégico de los grupos económicos nacionales durante la década pasada y lo señalado acerca de que constituyen “jugadores” marginales en el escenario mundial226.

5.2.7. Similitudes y diferencias entre dos etapas de creciente concentración económica y “extranjerización” de la cúpula empresaria industrial: la segunda fase de la sustitución de importaciones y la década de los noventa

El análisis comparado de los principales rasgos distintivos de los procesos de concentración industrial registrados en la Argentina durante la segunda etapa del régimen sustitutivo y en los años noventa reviste particular interés. Ello deviene de la existencia de una serie de aspectos que, en principio, indicarían la existencia de altos grados de similitud entre los dos momentos históricos: en ambos períodos la creciente oligopolización de la producción fabril realizada en el ámbito nacional se manifestó en consonancia con una creciente “extranjerización” de la cúspide del poder económico sectorial y, estrechamente ligado a ello, una importante centralización del capital. En ese marco, la identificación de los aspectos más 226 A los efectos de complementar las cuestiones aludidas, cabe traer a colación una de las conclusiones de Porta y Bianco (2004): “El elevado grado de transnacionalización de la economía argentina aparece... como un componente problemático específico de la estructura productiva –no necesariamente por sus aspectos cuantitativos, sino, principalmente, por las modalidades de inserción predominantes– y combina tanto cuestiones de articulación como de configuración. Hay un cierto consenso en que la inversión extranjera directa puede tener una contribución positiva en términos de ampliación de la capacidad productiva, transferencia tecnológica y diversificación de exportaciones y mercados y que, en el caso argentino, las empresas transnacionales aparecen asociadas a las actividades de mayor nivel de modernización. Sin embargo, esos efectos potenciales resultan debilitados por las siguientes cuestiones: i) la escasa importancia de la filial argentina en la estructura corporativa, lo que amplía la brecha entre la lógica de las decisiones de inversión privada y los eventuales requerimientos públicos; ii) la débil orientación exportadora de las filiales argentinas –con la obvia excepción de las inversiones en recursos naturales o al amparo de regímenes específicos en el Mercosur–, que, unida a su alta propensión importadora y de endeudamiento con fuentes internacionales, agrava la restricción externa; y iii) la escasa o nula incorporación de funciones estratégicas en las filiales argentinas, que debilita fuertemente su contribución al desarrollo de capacidades tecnológicas locales a través de la radicación de funciones de investigación y desarrollo, el desarrollo de proveedores y encadenamientos y la capacitación de recursos humanos”.

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salientes del proceso de concentración de la producción fabril que tuvo lugar en el transcurso de la segunda fase sustitutiva permitirá captar más acabadamente la naturaleza y la especificidad del que se manifestó bajo la Convertibilidad.

Hacia fines de los cincuenta se promovió desde el aparato estatal la profundización de la “sustitución liviana” de importaciones iniciada aproximadamente a comienzos del decenio de los treinta y acentuada durante el primer gobierno peronista. Dicho proceso, cuyos principales lineamientos estratégicos se impulsaron bajo la presidencia del Dr. Frondizi, apuntó a avanzar fundamentalmente hacia la sustitución de importaciones de bienes de uso intermedio y de consumo durable, a partir de la implementación de diversos mecanismos de promoción227.

A lo largo del período mencionado, el ICIG se incrementó alrededor de un 38%: mientras que en 1957 las cien empresas industriales de mayores ventas del país dieron cuenta de casi el 19% del valor bruto de la producción de la actividad, en 1969 su participación en dicho agregado se había incrementado a más del 26% (Khavisse y Piotrkowski, 1973)228. Ahora bien, esta suba en la concentración económica del sector en su conjunto se dio a la par de transformaciones de consideración en la estructura manufacturera del país, tanto en el nivel de los liderazgos sectoriales como en el de los empresariales, los cuales se manifestaron con particular intensidad dentro de la elite fabril.

Tal como se desprende del Cuadro Nº 24, que permite evaluar los principales cambios registrados en el perfil constitutivo de este universo empresario entre 1957 y 1971, durante el período analizado se registró un doble proceso de sustitución, tanto entre actividades industriales como entre compañías229. Ello se manifestó, por una parte, en la profunda retracción que experimentaron las ramas manufactureras entonces denominadas vegetativas (en su mayoría productoras de bienes de consumo final asociados a la demanda de los sectores populares) y el concomitante crecimiento de las llamadas actividades dinámicas, 227 Los principales argumentos esgrimidos en su momento por los cuadros orgánicos del “desarrollismo” para justificar e impulsar este proceso fueron, por un lado, que la profundización de la sustitución de importaciones (dado el ahorro de divisas al que daría lugar) permitiría reducir los impactos negativos derivados de las recurrentes crisis de balanza de pagos en que incurría la economía argentina. Asimismo, dada la relativa escasez de ahorro interno capaz de financiar un proceso sostenido de formación de capital y de crecimiento económico asentado sobre nuevos rubros productivos, el mismo debía ser financiado con ahorro externo, de allí que se promoviera la radicación de filiales de empresas transnacionales a partir de la instrumentación de diversas medidas (como, por ejemplo, la absoluta libertad otorgada a las firmas extranjeras para girar utilidades y dividendos y/o para repatriar capitales, aun cuando el contexto interno impusiera la necesidad de establecer algún tipo de control sobre el uso de divisas). 228 Este importante aumento en el grado de oligopolización del conjunto del sector manufacturero local era en muchos sentidos esperable si se consideran las principales características estructurales de las actividades promovidas (en términos de, entre otros aspectos, escalas de producción, indivisibilidades técnicas, intensidad en el uso de capital), que determinaron que las mismas se desarrollaran desde un primer momento bajo estructuras de oferta fuertemente concentradas. 229 En 1957 no había cien empresas dentro del panel de las líderes (ordenadas en función de sus respectivos niveles de facturación) dada la existencia de ciertos problemas con la fuente en base a la cual fue elaborada la información que consta en el Cuadro de referencia (revista Panorama de la Economía Argentina), como que algunas de las firmas incluidas no eran estrictamente industriales.

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cuya expansión es explicada en buena medida por la existencia de demandas “reprimidas” en el marco de la sustitución de importaciones, al tiempo que se encuentran más asociadas a la elaboración de insumos de uso difundido y durables de consumo demandados por los sectores de la población de mayores ingresos (tales los casos de fundamentalmente el complejo metalmecánico, con eje en la industria automotriz y, en menor medida, el químico-petroquímico). Y, por otro lado, en el desplazamiento de firmas nacionales por extranjeras230.

Cuadro Nº 24 Cúpula empresaria industrial de la Argentina Distribución de las empresas y las ventas según origen del capital y sector de actividad, 1957 y 1971 (en valores absolutos y porcentajes)

A) 1957 Sectores vegetativos Sectores dinámicos Total Empresas Ventas

(%) Empresas Ventas

(%) Empresas Ventas

(%) Empresas extranjeras 17 27,2 24 36,1 41 63,3 Empresas nacionales 37 24,4 19 12,3 56 36,7 Total 54 51,6 43 48,4 97 100,0

B) 1971 Sectores vegetativos Sectores dinámicos Total Empresas Ventas

(%) Empresas Ventas

(%) Empresas Ventas

(%) Empresas extranjeras 23 17,2 55 61,5 78 78,7 Empresas nacionales 15 13,6 7 7,7 22 21,3 Total 38 30,8 62 69,2 100 100,0

Sectores vegetativos incluye las siguientes actividades industriales: alimentos y bebidas; tabaco; textiles; confecciones y calzado; madera y corcho; muebles; imprenta y editoriales; cuero y pieles; y diversos de la manufactura. Sectores dinámicos incluye las siguientes actividades industriales: papel y cartón; caucho; productos químicos; derivados del petróleo; minerales no metálicos; metales; maquinaria y vehículos; y maquinaria y aparatos eléctricos. Fuente: Elaboración propia en base a Khavisse y Piotrkowski (1973).

Con respecto al origen del capital de las empresas, de las evidencias presentadas se desprende un notable incremento en la importancia relativa de las firmas extranjeras dentro del ranking de las cien industriales de mayores ventas del país durante el período estudiado: mientras que en 1957, 41 empresas de origen foráneo explicaban el 63% de la facturación de la elite, en 1971, eran 78 y daban cuenta de casi el 80% de las ventas agregadas. Naturalmente, esta creciente predominancia de las empresas de origen foráneo en el interior de la cúpula manufacturera trajo aparejado un incremento en la “extranjerización” de la 230 La clasificación de las empresas se realiza exclusivamente en función del origen del capital de las mismas sin considerar si se integran o no a grupos económicos. Ello no es casual, dado que la dicotomía nacional/extranjera constituía una adecuada herramienta analítica durante el período sustitutivo por cuanto permitía discriminar entre actores con diferentes comportamientos y características estructurales (tamaños, niveles de productividad, formas de acumulación y reproducción ampliada del capital, etc.). Como se planteó, en buena medida como resultado del intenso proceso de concentración y centralización del capital al que ha venido asistiendo la economía argentina desde la interrupción de la industrialización sustitutiva, el creciente predominio de las estructuras capitalistas de carácter conglomeral derivó en que la clasificación de las firmas en base a la distinción entre nacionales y extranjeras, muy útil para analizar el desempeño empresario durante la sustitución de importaciones, perdiera gran parte de la relevancia analítica que presentaba entonces.

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producción industrial del país (entendida como el peso de las empresas foráneas de la elite dentro del conjunto de la producción sectorial): mientras que en 1957 las firmas extranjeras del panel explicaron cerca del 12% del valor bruto de producción fabril, en 1971 dieron cuenta del 20%231. Esta creciente incidencia de las empresas de origen foráneo tanto dentro de la cúpula como del conjunto de la producción industrial local, estuvo muy asociada al intenso proceso de radicación de firmas que se registró con particular intensidad entre 1959 y 1963. En dicho período se produjo la instalación en el país de numerosas filiales de compañías transnacionales, fundamentalmente en las ramas que pasarían a hegemonizar el desenvolvimiento fabril hasta la interrupción del esquema sustitutivo a mediados de los años setenta232.

En relación con el perfil sectorial de la cúpula, del Cuadro Nº 24 surge que a comienzos del período analizado 54 empresas del panel (que representaban el 52% de la facturación global) actuaban en los sectores denominados vegetativos y 43 firmas (que daban cuenta del 48% de las ventas totales) operaban en actividades dinámicas, mientras que en 1971 se había producido una notable alteración, por cuanto casi el 70% de las ventas agregadas de la elite provenía de 62 empresas que operaban en rubros dinámicos y apenas un 30% de la facturación total era generado en los vegetativos233.

Ambos procesos se encuentran estrechamente relacionados entre sí: de las 37 nuevas empresas extranjeras que integraron la cúpula manufacturera en 1971 y no lo hicieron en 1957, 31 (el 84%) operaba en las ramas de mayor dinamismo del sector industrial y apenas 6 firmas (el 16%) actuaba en los sectores denominados vegetativos. Idénticas conclusiones surgen cuando se analiza la variación registrada en la participación relativa de las firmas extranjeras en el total de las ventas de la elite. En este caso, el mayor peso de las empresas de origen foráneo en la facturación agregada del panel (de más de quince puntos porcentuales) es explicado en su totalidad por la evolución de las ventas de las firmas transnacionales que se 231 Este proceso de “extranjerización” de la producción industrial queda igualmente reflejado al analizar la dinámica intercensal: mientras que en 1953 las empresas extranjeras generaron aproximadamente el 15% de la producción manufacturera realizada en el ámbito nacional, en 1973 explicaron casi el 31% (Basualdo, Lifschitz y Roca, 1988). 232 En tal sentido, cabe apuntar que durante el período mencionado cerca del 65% de la inversión extranjera destinada a la instalación de empresas industriales en el país se dirigió al complejo metalmecánico (en especial hacia la fabricación de automotores) y a la producción química y petroquímica. Así, en la producción metalmecánica pueden citarse, entre otros, los casos de Chrysler Fevre, Citroen, Deutz, Eaton Ejes, Foxboro, Fric-Rot, John Deere, Massey-Ferguson, Mercedes Benz, Renault, Saab-Scania, Safrar (Peugeot), Transax y Wobron. En el complejo químico-petroquímico se destacan los casos de Basf, Boehringer, Byk Liprandi, Carboclor Industrias Químicas, Cyanamid, Duranor, Industrias Dow, Industrias Petroquímicas Koopers (Ipako), Parke Davis, Petrosur, Prodesca y Química Hoescht. 233 En la mencionada investigación de Skupch (1971), si bien se trabaja con otro panel de firmas al utilizado por Khavisse y Piotrkowski (1973) y se circunscribe el análisis al período 1957-1966, puede observarse cómo el incremento en la participación relativa de las firmas de los sectores dinámicos en las ventas agregadas de la cúpula es explicado fundamentalmente por las empresas automotrices (que pasan de explicar apenas el 2% de la facturación total en 1957 a casi el 27% en 1966), mientras que la disminución en el peso de las ramas vegetativas está asociada a la caída registrada en el aporte relativo de las firmas que operan en la producción de alimentos y bebidas (pasan de explicar el 45% de las ventas totales al 22%) y en la industria textil (que pasan de dar cuenta del 10% de la facturación de todo el panel en 1957 a menos del 3% en 1966).

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desempeñaban en ramos dinámicos (que pasaron de representar el 36% de la facturación de la elite en 1957 a más del 61% en 1971), ya que la incidencia de las empresas extranjeras que se desenvolvían en sectores vegetativos disminuyó diez puntos porcentuales.

En cuanto a la retracción de las empresas de capital nacional dentro del grupo de las líderes industriales, la información presentada permite concluir que en lo sustantivo dicho proceso está asociado al comportamiento de las firmas de este estrato con actividad en sectores vegetativos: casi el 65% de las empresas nacionales que fueron desplazadas de la cúpula entre 1957 y 1971 (22 de 34) actuaba en ramas de esta naturaleza. Asimismo, al analizar las variaciones registradas en el aporte de las empresas nacionales a las ventas agregadas de la elite se constata una disminución de más de quince puntos porcentuales, que es explicada en un 70% por la reducción en la incidencia relativa de las firmas locales que operaban en sectores vegetativos sobre la facturación total del panel.

De manera complementaria, vale indagar acerca de la forma en que los distintos tipos de compañía incidieron sobre las variaciones registradas en la participación absoluta y relativa de las diferentes actividades industriales en el interior de la cúpula fabril. Al respecto, nuevamente puede constatarse una muy estrecha asociación entre los sectores dinámicos y las empresas extranjeras, y entre las actividades vegetativas y las firmas nacionales. Tal como surge de las evidencias suministradas por el Cuadro Nº 24, entre 1957 y 1971 se produjo el ingreso al panel de 19 firmas que actuaban en ramas dinámicas. En tal comportamiento global resulta posible identificar patrones disímiles según el origen del capital de las firmas: mientras que ingresaron 31 nuevas empresas extranjeras, se produjo el desplazamiento de 12 de origen nacional234. Por otro lado, el crecimiento (de más de veinte puntos porcentuales) en el aporte relativo de aquellas firmas que actuaban en sectores dinámicos a la facturación agregada de la cúpula es explicado en su totalidad por el incremento registrado en el peso relativo de las empresas transnacionales que operaban en tales mercados en las ventas totales (el cual fue superior al 70%), ya que las firmas locales que se desenvolvían en estos rubros fabriles perdieron aproximadamente cinco puntos porcentuales en su contribución a la facturación agregada.

En suma, la segunda etapa de la industrialización sustitutiva estuvo caracterizada por un importante incremento en la concentración económica de la producción fabril local. Dicho proceso tuvo lugar en el marco de una marcada reconfiguración de la estructura industrial del país, que se reflejó en la emergencia de nuevos liderazgos sectoriales y empresariales. En efecto, durante esos años se verificó el asentamiento y/o el desarrollo de una amplia gama de actividades manufactureras a partir de la radicación de algunas grandes empresas transnacionales que al amparo de cuasi-reservas de mercado (aranceles aduaneros mediante), diversos incentivos promocionales y la posibilidad de explotar franjas del mercado con

234 Asimismo, en el período bajo análisis se registró la salida de la elite de 16 empresas que operaban en sectores vegetativos, situación que deviene de la conjunción de dos procesos opuestos: mientras que ingresaron 6 firmas extranjeras que actuaban en tales actividades, tuvo lugar la salida de 22 empresas de origen nacional.

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demandas insatisfechas, conllevaron un cambio radical en el perfil estructural y la dinámica del proceso de industrialización del país.

De allí en más, y hasta mediados del decenio de los setenta, bajo el claro liderazgo de tales radicaciones de capital extranjero se profundizó la estrategia sustitutiva y, en ese marco, se consolidó un esquema de acumulación de la economía argentina estructurado alrededor de la industria, al tiempo que como resultado de la maduración de dichas inversiones en los polos más dinámicos del sector (por lo general oligopólicos), las compañías transnacionales se constituyeron en ejes articuladores de diversos eslabonamientos productivos. En términos del conjunto de la economía, este proceso se reflejó en una creciente participación relativa del sector manufacturero en el producto bruto interno del país (considerando los valores a precios constantes de 1960, pasó de representar un 31% del PBI en 1957 al 37% en 1971).

De las principales conclusiones que surgen del análisis realizado en este apartado y en los anteriores, así como de la amplia literatura existente235, se desprende una serie de interesantes elementos de juicio acerca de la especificidad de lo acontecido durante la década de los noventa. En este sentido, ambos períodos encuentran como principal denominador común un significativo incremento en el grado de concentración del conjunto del sector fabril local, que se registró pari passu una creciente participación en la actividad de grandes firmas de origen transnacional. Sin embargo, tras estas similitudes se manifiestan diferencias sustantivas sobre las que vale la pena detenerse.

En primer lugar, las inversiones extranjeras que impulsaron y lideraron la segunda fase sustitutiva lo hicieron precisamente por los cambios radicales que conllevaron sobre el perfil estructural de la industria manufacturera local, con la emergencia de nuevos encadenamientos intra e intersectoriales y la creciente integración y diversificación de la estructura productiva. En contraposición, el boom de inversiones foráneas de los noventa no hizo más que asentarse sobre –y profundizar los rasgos regresivos de– la estructura productiva preexistente, crecientemente focalizada en el aprovechamiento de las ventajas comparativas derivadas de los recursos naturales –como se mencionó, con escaso grado de elaboración y de eslabonamientos– y de determinados contextos operativos de privilegio236/237.

235 Véase Arceo (2004 y 2005); Azpiazu (1995a); Azpiazu, Basualdo y Khavisse (2004); Azpiazu y Kosacoff (1985 y 1989); Basualdo (1984); Basualdo y Fuchs (1989); Basualdo, Lifschitz y Roca (1988); Briner y Schorr (2002); Chudnovsky y López (2001 y 2002); Chudnovsky, López, Pupato y Rossi (2004); Cimillo, Khavisse, Lifschitz y Piotrkowski (1972); Dorfman (1967 y 1983); Katz (1974, 2000a y 2000b); Katz y Kosacoff (1989 y 1998); Khavisse y Piotrkowski (1973); Kosacoff (1984); Kosacoff y Porta (1997); Kosacoff y Ramos (2001); Kulfas (1999, 2001 y 2005); Kulfas, Porta y Ramos (2002); López (2004); Porta y Bianco (2004); Remes Lenicov (1973); Rougier (2004); Sourrouille (1976 y 1985); y Sourrouille, Kosacoff y Lucángeli (1985). 236 Ante la proliferación de incentivos de tipo horizontal (consúltese el acápite 5.2.4) y la casi total ausencia de políticas proactivas tendientes a fomentar la radicación de capitales extranjeros en actividades identificadas como prioridades estratégicas por sus impactos sobre diversas variables (encadenamientos productivos, creación de empleo, balance de divisas, generación y difusión domésticas de desarrollos científico-tecnológicos, etc. –la excepción fue lo acontecido en el sector automotor, con resultados bastante negativos en estas variables–), era de esperar que se manifestara un patrón de implantación y de especialización productiva por parte de las transnacionales estrechamente asociado al usufructo de la constelación local de recursos básicos y del régimen especial para la industria automotriz. En otras palabras, que la importante “desnacionalización” del sector

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En segundo lugar, si bien en ambos períodos el avance del capital extranjero en la actividad se produjo sobre aquellas producciones que ejercieron el liderazgo sectorial (caracterizadas, a su vez, por estructuras de mercado oligopólicas –lo cual les confirió a dichas firmas un alto y decisivo grado de determinación sobre la evolución y el perfil constitutivo del conjunto del sector–), debe tenerse en cuenta que durante la segunda sustitución de importaciones se trató de un número considerable de ramas cuyo desempeño impulsó el crecimiento de una cantidad importante de actores y mercados manufactureros, así como del conjunto de la economía nacional (ello, a favor de los encadenamientos productivos asociados a tales rubros fabriles). En los años noventa, por el contrario, las pocas actividades fabriles dinámicas (muy próximas al sector primario o, como en el caso del ramo automotor, cada vez más parecidas a tareas de armado y/o ensamblado de partes que a un procesamiento industrial en sentido estricto) parecen haber perdido dicho atributo. Esto se refleja en el hecho que hasta la crisis iniciada a mediados de 1998 la industria registró importantes tasas de crecimiento (sobre todo después de la pésima performance agregada registrada en los ochenta) al tiempo que continuó perdiendo peso relativo en el producto bruto del país. En otras palabras, mientras que en la segunda etapa del régimen sustitutivo la concentración económica y la “extranjerización” de la producción manufacturera se dieron en un contexto caracterizado por un crecimiento fabril que derivó en una creciente participación del sector en el PBI global, en los noventa tuvo lugar en el marco de la profundización de los procesos de “desindustrialización” y de reestructuración regresiva de la actividad iniciados en la segunda mitad de los años setenta.

En tercer lugar, dado el esquema de funcionamiento del capitalismo en el nivel internacional y en el país, así como las modalidades prevalecientes de expansión del capital transnacional en uno y otro período, durante la “sustitución pesada” de importaciones las filiales de corporaciones extranjeras que se radicaron en el medio local desplegaron una conducta tecnológica que, si bien en términos generales no apuntó específicamente al desarrollo doméstico de nuevos productos o procesos, tuvo un cierto “efecto derrame” en el manufacturero local que se verificó durante la década pasada se diera en forma simultánea con la profundización de una estructura industrial en la que las actividades de mayor significación relativa fueran la agroindustria, la elaboración de unos pocos commodities y la “armaduría automotriz”. Para un estudio detallado de experiencias internacionales en las que se siguieron senderos más o menos diferentes que el argentino en lo que respecta al tratamiento otorgado al capital extranjero y a sus efectos sobre la estructura productiva se sugiere consultar Amsden (2001); Lall (1996 y 2000); y Mortimore, Vergara y Katz (2001). Asimismo, un análisis sumamente sesgado, falaz y apologético de las reformas “pro-mercado” y “pro-capital extranjero” se puede encontrar en Banco Mundial (1993) y en varias ediciones del Informe sobre el desarrollo mundial elaborado por dicha institución. 237 Ambos períodos se caracterizaron también por registrar importantes aumentos en la productividad laboral. No obstante, mientras que durante la segunda sustitución de importaciones dichos incrementos fueron acompañados por un fuerte crecimiento de la producción industrial (de modo sostenido en la etapa 1964-1974), así como de la ocupación y los salarios medios de la mano de obra (aunque el aumento salarial fue más atenuado que el de la productividad y se verificó una cierta segmentación de la clase trabajadora), en los años noventa tuvieron lugar, como se analizó, junto con un comportamiento errático de la producción (inscripto en una tendencia contractiva) y una fuerte disminución en la cantidad de obreros ocupados y los salarios reales, así como con un aumento en la precarización laboral (todo lo cual indujo una significativa transferencia de ingresos desde los obreros hacia los capitalistas, fundamentalmente hacia los estamentos de mayor poderío económico).

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ámbito interno. Por el contrario, como se señaló, en la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”, pari passu la apertura económica y la consolidación del proceso de “globalización”, las grandes empresas multinacionales con actividad en la industria se convirtieron en fuertes importadoras de equipamiento y tecnologías, con los consiguientes impactos negativos que ello conllevó sobre el coeficiente de integración local de la producción y el sistema nacional de innovación (de todos modos, no puede soslayarse que algunas firmas de capital foráneo llevaron adelante cambios de relativa importancia en materia organizacional)238.

En cuarto lugar, interesa destacar que en los años sesenta y principios de los setenta las principales críticas que se realizaban respecto de la presencia del capital transnacional en el sector manufacturero radicaban básicamente en dos cuestiones: a) los efectos en materia de oligopolización y desintegración productiva que generaban las asimetrías existentes entre las filiales de las empresas extranjeras y las firmas nacionales; y b) el escaso aporte de capitales que generaban las primeras, lo cual se reflejaba en la captación de una proporción considerable del ahorro interno, y en la remisión de utilidades y otros flujos reales y financieros al exterior. En los noventa ambas cuestiones siguieron manteniendo en buena medida su vigencia, aunque se presentaron algunos factores específicos que merecen ser señalados.

Con relación al primer aspecto, en la segunda sustitución de importaciones la inserción del capital extranjero en las ramas industriales más dinámicas tuvo entre sus principales efectos el ensanchamiento y la diversificación del tejido manufacturero local pero

238 Refiriéndose al proceso de “extranjerización” del aparato productivo latinoamericano durante la segunda fase de la industrialización sustitutiva, y al papel de las firmas transnacionales dentro de los sistemas innovativos nacionales de los países de la región, Katz (2000a) destaca: “Los bienes de capital y el flujo de conocimientos técnicos introducidos por estas firmas afectaron profundamente la cultura industrial de la época, al incorporar hábitos de comportamiento laboral, pautas de control de calidad, normas y estándares de trabajo, o formas de subcontratación, desconocidas hasta entonces por la sociedad local. Pese a que en su gran mayoría las firmas extranjeras no llegaron a la región con la idea explícita de desarrollar una infraestructura tecnológica local, muchas veces acabaron haciéndolo. Dado el carácter firma-específico de buena parte de la tecnología, muchas de estas empresas se vieron obligadas a crear departamentos de ingeniería, grupos de asistencia técnica a la producción y programas de desarrollo de proveedores localizados, que respondían a las necesidades, escala operativa y organización productiva del medio local. Los esfuerzos tecnológicos de este tipo de empresas por lo general se destinaban a adaptar a las condiciones locales de utilización, diseños de producto, tecnologías de proceso, formas de organización del trabajo originalmente desarrollados por las respectivas casas matrices para sus mercados de origen. También tenían el propósito de emplear materias primas localmente disponibles. El objetivo, pues, no era tanto el de generar productos o procesos nuevos a escala mundial, sino el de adaptar a las condiciones locales de utilización conocimientos tecnológicos originados en sus respectivos centros corporativos. En este sentido, los esfuerzos tecnológicos de este grupo de empresas deben verse como adaptativos y, quizás, menores en relación con la frontera tecnológica internacional, aun cuando en no pocas oportunidades los desarrollos alcanzados en las plantas piloto y en los departamentos técnicos de estas empresas llegaron a ser de gran utilidad en otras plantas de la corporación, o aun para la propia casa matriz”. En la misma investigación se realiza la siguiente afirmación para los años noventa: “los esfuerzos tecnológicos adaptativos parecen ser hoy menos necesarios que en el pasado, en la medida en que se ha reducido la gama de productos fabricados, ha aumentado el componente de insumos importados empleados en la producción, y se ha ido transitando hacia una nueva estrategia de inserción de las subsidiarias locales en redes globalizadas de operación coordinadas por la casa matriz respectiva. En este contexto, la subsidiaria local es sólo un centro de producción que cada vez necesita menos conocimientos técnicos adaptativos, como lo era en el pasado”.

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simultáneamente operó en detrimento de muchas empresas locales. En efecto, a fines de los años sesenta se produjo un considerable número de quiebras de firmas de origen nacional ante la imposibilidad de afrontar la competencia con el capital extranjero, a la vez que tuvieron lugar ciertas absorciones por razones similares. Asimismo, algunos estratos del empresariado nacional debieron sujetarse a las condiciones que imponía el desarrollo de las filiales de transnacionales, actuando en muchos casos como proveedores subordinados de dichas compañías, la mayoría de las cuales controlaba la producción de los núcleos estratégicos de los bloques sectoriales más relevantes y de mayor expansión del período.

En este sentido, y como fuera mencionado en repetidas ocasiones, en el transcurso de la década pasada se tendió a consolidar el patrón productivo que emergiera como consecuencia de las políticas económicas aplicadas durante la última dictadura militar y bajo la Administración Alfonsín, lo cual tuvo marcados –aunque asimétricos– efectos desintegradores sobre el espectro fabril local. De allí que si bien la segunda fase de la sustitución de importaciones tuvo algunos efectos nocivos sobre el desarrollo industrial (no obstante lo cual, el sector registró elevadas tasas de crecimiento, fundamentalmente entre mediados de los años sesenta y principios de los setenta), el proceso que tuvo lugar en la década pasada consolidó la “desindustrialización”. En otras palabras, durante el decenio de los sesenta el país asistió a un proceso de significativas transformaciones que, al mismo tiempo, ensancharon y densificaron una parte del tejido industrial y “agredieron” a otra, mientras que en los noventa tendió a consolidarse de la mano de la “extranjerización” una precaria estructura manufacturera, con escaso grado de integración productiva (con una ostensible debilidad en los ámbitos de mayor complejidad) y, en muchos rubros, más asociada a tareas de ensamblaje y armaduría que a actividades industriales en sentido estricto.

Adicionalmente, de los desarrollos precedentes surge que otra modificación sustancial con respecto a la situación vigente durante la segunda sustitución de importaciones remite a los cambios registrados en las modalidades de radicación de las empresas extranjeras en la industria argentina. En este sentido, mientras que en la fase sustitutiva tales firmas orientaron sus inversiones fundamentalmente hacia las ramas metalmecánica y química y petroquímica, y el destino prácticamente excluyente de la producción fue el mercado interno, durante el decenio pasado una parte mayoritaria de las inversiones extranjeras se dirigió hacia actividades vinculadas al complejo agroindustrial, a la industria automotriz (que, cabe enfatizar, presentó un perfil estructural marcadamente diferente al que la caracterizó durante la segunda sustitución de importaciones), y a ciertas producciones de insumos intermedios de uso difundido239, en un contexto donde los mercados externos adquirieron creciente preponderancia (en especial aquellos que conforman el Mercosur).

239 Según información oficial, durante la década pasada tres sectores de actividad recibieron en conjunto casi las tres cuartas partes de la inversión extranjera que se dirigió hacia la industria: la producción de alimentos, bebidas y tabaco (30%), la elaboración de productos químicos y de derivados del caucho y el plástico (28%), y el complejo automotor (16%). Véase Ministerio de Economía y Obras y Servicios Públicos de la Nación (1999).

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Asimismo, mientras que en la segunda etapa de la industrialización sustitutiva una parte mayoritaria de la inversión realizada por las empresas extranjeras estuvo asociada a la instalación de nuevas filiales y/o unidades productivas en el país y/o a la ampliación de las ya instaladas, así como a la implantación de rubros manufactureros hasta el momento inexistentes o con un muy incipiente grado de desarrollo, durante los años noventa lo que adquirió particular importancia fue la compra de firmas preexistentes (es decir, la centralización del capital), siendo muy reducida la parte destinada a la implantación de nuevos establecimientos y/o filiales (con las consiguientes implicancias negativas que dicha situación conllevó en materia de ampliación y diversificación de la capacidad productiva y de creación de empleo)240. Es más, en no pocos casos la transferencia de empresas locales al capital extranjero derivó en el cierre de líneas enteras de producción y su reemplazo por importaciones.

Con relación al impacto que sobre las cuentas externas y el aporte de capitales se deriva de la creciente incidencia en el sector manufacturero de las firmas de origen extranjero también corresponde realizar ciertas digresiones a partir del análisis comparativo.

El proceso que se inició hacia fines de los años cincuenta no logró resolver las dos principales restricciones por las cuales fue implementado. Como fuera señalado, uno de los argumentos centrales por los que se impulsó el proceso de sustitución de importaciones en su segunda fase fue la necesidad de resolver los recurrentes “cuellos de botella” externos que tenía el país, así como la escasez de ahorro interno para financiar un proceso sostenido de formación de capital (de ahí que se fomentara el ingreso de empresas de origen foráneo). Sin embargo, el crecimiento industrial y del conjunto de la economía liderado por grandes multinacionales trajo aparejados ciertos problemas en el sector externo derivados fundamentalmente de la importante masa de utilidades y dividendos remesados al exterior por parte de las filiales de empresas extranjeras, el pago de royalties por la adquisición y el uso de tecnologías, la importación de insumos y bienes de capital, etc.. Ello se reflejó en que las divisas remitidas al exterior superaron a las efectivamente ingresadas. Asimismo, con respecto al financiamiento de la inversión, puede señalarse que fue muy escaso el ahorro externo que las firmas transnacionales incorporaron al país, ya que la mayor parte de la formación de capital realizada por estas empresas durante el período se financió mediante la reinversión de utilidades y/o la obtención de crédito en el sistema financiero local (esto es, con recursos generados internamente).

A juzgar por la información disponible, durante los años noventa se manifestaron algunos síntomas similares pero con manifestaciones diferentes e impactos negativos de mayor importancia. Por una parte, durante la década pasada el ingreso de capitales a la 240 En esta línea, otro de los cambios de trascendencia remite al destino sectorial predominante de la inversión extranjera global. Mientras que durante la segunda etapa sustitutiva la industria constituyó el sector de actividad hacia el cual se dirigió casi la totalidad de la inversión realizada por empresas de origen foráneo, durante los noventa tendieron a prevalecer las inversiones en servicios (en especial los públicos privatizados), la producción primaria (fundamentalmente minería y petróleo) y el sector financiero.

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economía local en general, y al sector industrial en particular, fue significativo y, en términos absolutos y relativos, superior al de la etapa sustitutiva. Sin embargo, la mayor parte de esos capitales no se destinó a la producción manufacturera y muchos ingresaron mediante el endeudamiento, agravando la ya de por sí compleja problemática de la deuda externa y ejerciendo tal modalidad como mecanismo de elusión impositiva (Kulfas, 1999). Asimismo, como se planteó oportunamente, la relación entre utilidades, dividendos e intereses remitidos al exterior respecto de los capitales invertidos en el país tendió a crecer en forma persistente, lo cual se vio potenciado por el alto coeficiente de importaciones que tuvo gran parte de las líderes industriales de origen extranjero, el establecimiento de precios de transferencia en su operatoria con firmas vinculadas y la ostensible propensión a fugar capitales al exterior que caracterizó a muchos integrantes de esta fracción del bloque de poder económico local (replicando en esto último el comportamiento desplegado por los principales grupos económicos nacionales desde la última dictadura militar).

En síntesis, por la concurrencia de diversos factores (orientación de las políticas económicas instrumentadas en el ámbito doméstico, características del sistema capitalista mundial y del régimen de acumulación vigente en el país, formas predominantes de expansión multinacional, etc.), el intenso proceso de concentración económica y de “extranjerización” al que se asistió en la Argentina durante la década pasada fue, atento a sus impactos más relevantes sobre el entramado fabril, mucho más pernicioso –tanto en términos cuantitativos como cualitativos– que el verificado entre fines de los años cincuenta y mediados de los setenta. Las evidencias analizadas en esta parte de la investigación permiten afirmar nuevamente que antes que promover la modernización y el desarrollo del sector fabril (tal como afirmaron que ocurriría múltiples defensores locales e internacionales del neoliberalismo), la creciente presencia de factores transnacionales estuvo asociada a, entre otras cosas, la consolidación de la “desindustrialización” y la “simplificación productiva” del aparato fabril; la brusca caída en la ocupación; el aumento en la brecha tecnológica y de productividad que separa a la industria argentina de sus similares en los países centrales y en muchos periféricos; y la debilidad del sector y del conjunto de la economía en materia de balanza de pagos; en suma, al fortalecimiento en el campo manufacturero de los rasgos distintivos del “modelo financiero y de ajuste estructural”. Todo ello, en un cuadro de creciente desnacionalización en lo que atañe a la toma de decisiones estratégicas para el presente y el futuro del país241. Se trata, en muchos aspectos, de conclusiones similares a las 241 Las características y las implicancias más relevantes de la “transnacionalización” del aparato industrial argentino en el transcurso de la década de los noventa se perciben más claramente si se las coteja con lo sucedido en otros países periféricos. Al respecto, véase, entre otros, los estudios de Amsden (2001 y 2004); Arceo (2003, 2004 y 2005); CEPAL (2004); Chudnovsky y López (1998); Ferraz, Kupfer e Iooty (2004); Katz (2000a, 2000b y 2000c); Lall (1996 y 2000); Mortimore (1993); Mortimore y Peres (2001); Mortimore, Vergara y Katz (2001); y Stumpo (1998). Asimismo, consúltese La inversión extranjera en América Latina y el Caribe de la CEPAL (varios números); y UNCTAD (2004 y 2005a). Las diversas evidencias aportadas por estas investigaciones sugieren que en un contexto de incremento general en la “extranjerización” en la mayoría de las naciones estudiadas, existen diferencias más o menos significativas en términos de sus impactos y que ello se vincula, entre otros factores relevantes, con los rasgos distintivos del Estado, del entorno institucional, de la estrategia de crecimiento/desarrollo impulsada y de la correlación de fuerzas político-sociales en los países receptores; la

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que surgen del análisis de la estrategia desplegada por los principales grupos económicos nacionales con presencia industrial.

5.3. La rentabilidad de las distintas fracciones del poder económico manufacturero durante los años noventa

5.3.1. La expresión de los procesos macroeconómicos en la elite empresaria local

La instrumentación del Plan de Convertibilidad trajo aparejada una importante estabilización en el nivel general de precios. No obstante ello, cabe destacar que en dicha pauta general de comportamiento pueden reconocerse marcadas disparidades en la dinámica de los precios relativos de los distintos bienes y servicios, lo cual conllevó transformaciones de relevancia en la estructura de precios y rentabilidades relativas de la economía argentina. Tal proceso de reconfiguración estuvo estrechamente relacionado con, por un lado, la orientación y el sentido que fueron adoptando distintas políticas públicas implementadas durante la gestión de gobierno del Dr. Menem y continuadas con leves matices bajo la Administración De la Rúa (en especial la privatización de empresas públicas, la “desregulación” de un amplio espectro de actividades y la apertura asimétrica de la economía) y, por otro, las principales características de los diferentes sectores de actividad (estructuras de mercado prevalecientes, grado de transabilidad real de los bienes producidos y/o comercializados, características estructurales de las empresas y grupos económicos “fijadores de precios”, etc.).

En este sentido, las numerosas evidencias disponibles indican que como producto de la evolución de los distintos precios durante el período contemporáneo a la vigencia de la Convertibilidad resultaron favorecidos diversos sectores vinculados a la prestación de servicios y a la elaboración de productos no comercializables con el exterior y/o protegidos natural o normativamente de la competencia externa, en detrimento de aquéllos asociados a la producción de bienes transables (tal el caso de una parte considerable de los elaborados en el ámbito industrial). Naturalmente, ello determinó cambios igualmente relevantes en las rentabilidades de los distintos sectores de actividad. Así, por ejemplo, en el transcurso del decenio de los noventa se tendieron a consolidar marcadas divergencias entre aquellas áreas que operaron bajo condiciones monopólicas u oligopólicas, en sectores no transables, con reservas de mercado y beneficios extraordinarios promovidos y protegidos normativamente, respecto de aquellos sectores relativamente competitivos y/o que se encontraron expuestos a

fisonomía del capital nacional (y las características de su proyecto de país, si es que lo tiene); el tipo de especialización productiva de la economía en la cual se radica la inversión extranjera y la forma en que aquélla se integra a la “mundialización capitalista”; la estrategia general de las corporaciones multinacionales y el papel que, en ese marco, le corresponde al país receptor; las modalidades de implantación privilegiadas; etc..

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la competencia de productos importados242.

En ese marco, cobra particular interés analizar la forma en que el proceso mencionado se expresó en el nivel de las firmas de mayor envergadura del sector manufacturero local. Una primera aproximación a la problemática en cuestión es aquella que surge de comparar la performance que registraron durante los años noventa las líderes fabriles en términos relativos a las de las restantes actividades económicas. Atento a tal objetivo, en el Cuadro Nº 25 quedan reflejados los cambios de mayor relevancia que tuvieron lugar en la composición sectorial de la elite empresaria local243 entre 1991 y 2001, así como la evolución de los principales indicadores de comportamiento (facturación, utilidades y margen de rentabilidad sobre ventas). Nuevamente, el análisis se realiza considerando los períodos 1991-1998 y 1998-2001 con el propósito de captar la manera en que la crisis que marcó el fin de la década pasada y el inicio del nuevo siglo repercutió sobre tales variables.

Como se desprende de la información presentada, en el transcurso del primero de los períodos definidos las comerciales y los holdings fueron las empresas más dinámicas del panel (el incremento de sus ventas fue mucho más elevado que el registrado por el conjunto de la cúpula), al tiempo que la facturación de aquéllas que se dedican a la prestación de servicios y la de las que operan en el ámbito de la producción industrial y de petróleo se expandió por debajo del promedio de la elite. Como resultado de tales ritmos diferenciales de crecimiento, las actividades de mayor dinamismo aumentaron su peso relativo dentro del grupo de las cien firmas más grandes del país (en especial las empresas comerciales), mientras que en el caso de los restantes sectores económicos se registró una disminución en su significación en la facturación agregada de la cúpula (declinación que fue particularmente importante en el caso de las empresas petroleras).

Con respecto al crecimiento de la facturación de las firmas comerciales (de casi el 26% anual acumulativo entre 1991 y 1998), vale destacar que el mismo es explicado por la confluencia de diversos factores. En primer lugar, por el dinamismo de algunas firmas tradicionales de la elite vinculadas a la comercialización de ciertos productos agropecuarios (por ejemplo, la Compañía Continental y Nidera). En segundo lugar, por el ingreso al panel de empresas vinculadas a la distribución y la venta de medicamentos (Cofarquil y Droguería del

242 Desde distintas perspectivas estos temas han sido abordados por Abeles y Nochteff (1999); Azpiazu (1994 y 1996); Basualdo (2003); Castellani y Schorr (2004); CEPAL (2003a); Damill, Frenkel y Maurizio (2002 y 2003); Diamand y Nochteff (1999); Heymann (2000); Heymann y Kosacoff (2000); Lo Vuolo (2003); Nochteff (1999); y Proyecto “Privatización y Regulación en la Economía Argentina” (1999). 243 Dicho agregado está conformado por las cien empresas más grandes del país (según sus montos anuales de facturación). Las mismas fueron clasificadas de acuerdo al sector de actividad en torno del cual tienden a estructurar una parte sustantiva de sus respectivos procesos de acumulación y reproducción ampliada del capital en el ámbito nacional. De resultas de ello, quedaron delimitados cinco grandes rubros: industria, petróleo, servicios, comercio y el denominado holding (integrado por aquellas firmas que, dada la inserción multisectorial en la economía que las caracteriza, resulta sumamente dificultoso precisar cuál es su actividad principal). Debe señalarse que no se incluyeron a las grandes firmas agropecuarias y a las que actúan en el sector financiero por cuanto para analizar su desenvolvimiento suele recurrirse a distintos indicadores que los empleados en este estudio.

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Sud), a la agroexportación (Glencore Cereales, Productos Sudamericanos y Toepfer), y al comercio minorista (tales los casos de, entre otras, Coto, San Cayetano, Supermercados Libertad y Wal Mart). Sin embargo, una parte mayoritaria del incremento registrado en la facturación global del agrupamiento es explicado por el notable crecimiento, cercano al 30% promedio anual, que se registró en el transcurso del período bajo estudio en las ventas de un núcleo sumamente reducido de hipermercados (Carrefour, Casa Tía, Disco y Norte)244, lo cual se inscribe en el marco de un proceso de creciente concentración de las ventas totales del sector en torno de las grandes cadenas de comercialización minorista245. La conjunción de todos estos procesos no sólo trajo aparejado un incremento de casi el 120% en la contribución de las firmas comerciales a las ventas agregadas de la elite, sino también un aumento de significación en el tamaño medio de las empresas: mientras que en 1991 la facturación promedio por firma fue de 209 millones de pesos, en 1998 ascendió a casi 716 millones de pesos.

Cuadro Nº 25 Cúpula empresaria de la Argentina Evolución de la cantidad de empresas, las ventas, las utilidades y la rentabilidad sobre ventas según sector de actividad, 1991-2001 (en valores absolutos, millones de pesos y porcentajes)

Industria Petróleo Servicios Comercio Holding Total

1991 Empresas 54 8 20 14 4 100 Ventas 14.517,2 8.446,5 9.532,4 2.923,8 1.335,4 36.755,3 (%) 39,5 23,0 25,9 8,0 3,6 100,0 Utilidades -414,2 350,0 90,8 1,6 102,2 130,4 (%) -317,7 268,5 69,7 1,2 78,4 100,0 Rent./Vtas. (%) -2,9 4,1 1,0 0,1 7,6 0,4

1998 Empresas 42 8 25 20 5 100 Ventas 31.432,6 11.634,4 19.692,5 14.315,9 4.734,8 81.810,3 (%) 38,4 14,2 24,1 17,5 5,8 100,0 Utilidades 485,6 816,0 1.340,3 241,2 331,7 3.214,8 (%) 15,1 25,4 41,7 7,5 10,3 100,0 Rent./Vtas. (%) 1,5 7,0 6,8 1,7 7,0 3,9

2001 Empresas 45 6 23 22 4 100 Ventas 28.732,6 13.478,2 19.381,6 15.978,5 3.418,6 80.989,5 (%) 35,5 16,6 23,9 19,7 4,2 100,0 Utilidades -399,5 1.175,3 -175,7 93,8 93,3 787,2 (%) -50,8 149,3 -22,3 11,9 11,9 100,0 Rent./Vtas. (%) -1,4 8,7 -0,9 0,6 2,7 1,0

Fuente: Elaboración propia en base a información del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO.

244 De conjunto estas firmas explican más del 45% del incremento absoluto de la facturación sectorial que se registró entre 1991 y 1998. 245 Al respecto, véase Basualdo (2000a); Gutman (1999); y Devoto y Posada (1999).

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Como fuera señalado, las ventas de las firmas denominadas holdings también se incrementaron en el período analizado por encima del promedio de la cúpula. Una parte considerable de tal aumento es explicada por el dinamismo que registró la facturación de dos empresas pertenecientes a los grupos económicos Pérez Companc y Techint (en conjunto explican el 57% del aumento absoluto de las ventas del agrupamiento), mientras que el resto deviene del ingreso al panel de las firmas Benito Roggio e Hijos y Sideco Americana (la última perteneciente al grupo Macri) que por el elevado monto de ventas con el que operaron se ubicaron en los primeros tramos del ordenamiento. Se trata, en la generalidad de los casos, de firmas que integran complejos empresarios que tuvieron una activa y difundida participación en los diversos procesos de privatización de empresas públicas instrumentados en el país durante el decenio de los noventa, lo cual les brindó la posibilidad de ingresar en –y en algunos casos pasar a controlar– una amplia gama de sectores sumamente estratégicos en términos de, por ejemplo, sus impactos sobre la competitividad de la economía local en general, y del sector manufacturero en particular, la determinación de los costos de ciertos insumos industriales esenciales y/o la distribución del ingreso246.

Sin duda, esto último jugó un papel central en la explicación de la evolución de las ventas de estas empresas, por cuanto las mismas tuvieron una participación relevante en sectores –como la mayoría de los vinculados a la prestación de servicios públicos– que se caracterizan por presentar, entre otros aspectos, un muy alto grado de concentración y una baja elasticidad-precio de la demanda, a la vez que estuvieron sujetos durante la vigencia del esquema convertible a una “débil” –por lo concesiva– regulación estatal y sus tarifas fueron ajustadas periódicamente mediante diversas cláusulas indexatorias. Naturalmente, la conjunción de todos estos factores repercutió decisivamente sobre la performance económica de las firmas señaladas impulsando y garantizando la obtención de crecientes niveles de facturación y, como se analiza posteriormente, ganancias sumamente elevadas.

Dentro de las actividades que en la etapa 1991-1998 crecieron por debajo del promedio de la elite (industria, petróleo y servicios), resulta posible identificar situaciones diferentes. Así, la declinación relativa de las firmas manufactureras del panel es expresión de la consolidación, durante el decenio pasado, de los procesos de “desindustrialización” y de reestructuración regresiva característicos de la dinámica manufacturera post-sustitutiva, así como de la emergencia de un contexto macroeconómico relativamente desfavorable para el sector fabril en su conjunto. Por su parte, la retracción de las empresas que operan en el ámbito de la producción petrolera se relaciona fundamentalmente con la evolución de los precios locales e internacionales del petróleo y, en menor medida, con ciertos rasgos del proceso de transferencia de YPF al sector privado, mientras que la de las vinculadas con la

246 Un análisis de la participación de los principales conglomerados empresarios que actúan en el país en las privatizaciones, así como de las distintas estrategias desplegadas por los mismos en relación con dicho proceso, puede encontrarse en Abeles, Forcinito y Schorr (2001); Azpiazu (1994, 1995b, 1996 y 2003); Azpiazu y Basualdo (1995a); Azpiazu y Schorr (2001a y 2001b); Basualdo (1994, 1997 y 2000a); y Proyecto “Privatización y Regulación en la Economía Argentina” (1999).

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prestación de servicios está asociada a ciertas modalidades del proceso privatizador.

En este sentido, como se puede apreciar en la información que consta en el Cuadro Nº 25, entre los años de referencia se registró un incremento tanto en la cantidad de firmas vinculadas a la prestación de servicios (pasaron de 20 a 25) como en la facturación agregada de la actividad (que creció más de un 100%). Sin embargo, dado que los ingresos por ventas de estas empresas crecieron por debajo del promedio del conjunto de las líderes, se registró una disminución (cercana al 7%) en la contribución sectorial a la facturación global. Estos dos procesos (creciente número de firmas y menor peso relativo de la actividad en las ventas globales) son explicados en gran medida por el hecho que la mayoría de las empresas prestadoras de servicios públicos que fueron transferidas al capital concentrado interno en la década pasada fueron segmentadas en varias unidades de negocios antes de su privatización, y que por el volumen de ventas que registraron se ubicaron en los tramos inferiores del ordenamiento (sino es que se posicionaron por debajo del puesto cien)247/248. No obstante, debe tenerse presente que si se las considera en conjunto la facturación total de estas empresas supera holgadamente a la que registraba la empresa estatal que en cada caso las antecedió249.

La evidencia presentada permite concluir que las firmas que se desenvuelven en el sector petrolero fueron durante el período bajo estudio las menos dinámicas de la elite empresaria. En efecto, entre 1991 y 1998, en un contexto en el que se mantuvo constante la cantidad de empresas petroleras en el interior del panel de las cien líderes, la facturación total del agrupamiento se expandió a un ritmo promedio anual del 5% (tasa de crecimiento que fue aproximadamente tres veces más baja que la que registró el conjunto de la cúpula). Si bien ese reducido dinamismo que registró la facturación agregada del agrupamiento, a raíz del cual el aporte relativo de la actividad a las ventas globales de la elite disminuyó cerca de un 40%,

247 El caso de la privatización de Gas del Estado permite ilustrar este proceso de segmentación. Esta compañía estatal, que al momento de su transferencia al sector privado en 1992 estaba en el tercer puesto del ranking de las cien más grandes del país, fue subdividida en diez firmas (dos transportistas y ocho distribuidoras). En 1993 tres de ellas se ubicaron entre las primeras cincuenta empresas de la elite (Gas Natural Ban, Metrogas y Transportadora de Gas del Sur), mientras que otras tres se localizaron entre las segundas cincuenta (tales los casos de las distribuidoras del Sur, del Litoral y Pampeana). En consecuencia, cuatro empresas no integraron el panel en el último de los años mencionados (las distribuidoras Cuyana, del Centro y del Noroeste, y la Transportadora de Gas del Norte). 248 Como producto de ciertos rasgos distintivos del vasto programa privatizador encarado durante la Administración Menem, no sólo se incrementó la cantidad de empresas prestatarias de servicios en el interior de la cúpula (por efecto de la mencionada segmentación de las compañías estatales), sino que también se produjo un importante recambio de firmas. Al respecto, cuando se analiza la composición de los paneles correspondientes a 1991 y 1998 se verifica que apenas cinco empresas estuvieron presentes en ambos años. Asimismo, de las veinte firmas del sector que integraron la elite en 1998 y no lo hicieron en 1991 once eran empresas privatizadas, mientras que las nueve restantes se dedicaban a la prestación de un conjunto acotado de servicios demandados en buena medida por los sectores de la población de mayores ingresos (medicina privada, telefonía celular y televisión por cable). 249 Por ejemplo, en 1992 la facturación de Gas del Estado ascendió a 1.600 millones de pesos, mientras que en 1993 las compañías distribuidoras privadas que la sucedieron registraron en conjunto ingresos por ventas cercanos a los 1.970 millones de pesos. Asimismo, antes de su privatización en 1992 Segba facturó algo más de 1.200 millones de pesos, al tiempo que al año siguiente las firmas que la continuaron obtuvieron un volumen global de ventas superior a los 1.900 millones de pesos.

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puede deberse a las principales características que adoptó el proceso de privatización de YPF250, todo parece indicar que también se encuentra vinculado con, por una parte, el deterioro de los precios de los combustibles durante la vigencia del Plan de Convertibilidad251 y, por otra, la importante caída que registró el precio internacional del petróleo durante 1998252.

En relación con la actividad industrial, del Cuadro Nº 25 surge que mientras en 1991 aportó 54 compañías al panel (que dieron cuenta de casi el 40% de las ventas globales de la cúpula), en 1998 contribuyó con 42 (que representaron alrededor de un 38% de la facturación total)253. Esta disminución en la incidencia estructural del sector dentro de la elite empresaria doméstica –que replica las tendencias predominantes en el nivel macroeconómico (profundización de la “desindustrialización”)–, no refleja en toda su intensidad (en rigor subestima) la retracción de la actividad en términos relativos a los restantes sectores económicos, ni el proceso de creciente desintegración de la producción fabril que tuvieron lugar durante el decenio pasado, pari passu la puesta en práctica de un shock institucional neoconservador por parte de la gestión gubernamental del Dr. Menem.

En buena medida, ello se explica por la conjunción de dos procesos. En primer lugar, las distintas evidencias disponibles permiten afirmar que la pérdida de participación relativa de las firmas manufactureras en las ventas agregadas de la cúpula fue mucho más acentuada en el caso de aquellas empresas que se ubican por debajo del puesto cien del ordenamiento254, de lo cual se desprende que la retracción de la actividad hubiera sido más pronunciada en caso de haber considerado un número más amplio de grandes compañías. En segundo lugar, es oportuno tener en cuenta que el criterio clasificatorio utilizado en esta investigación no 250 En el marco del proceso de transferencia de YPF al sector privado, la empresa fue segmentada en varias unidades de negocios (extracción, refinación, transporte de hidrocarburos, flota portuaria, etc.) que fueron vendidas en forma separada, lo cual trajo aparejada cierta reducción en la contribución de la actividad petrolera a las ventas de la cúpula, dado que por el monto de ventas que registraron las nuevas compañías se ubicaron por debajo del puesto cien del ranking. 251 Entre marzo de 1991 y diciembre de 1998, los precios internos (sin impuestos) de los distintos tipos de combustibles se incrementaron en promedio algo más de un 1%, en un contexto en que los precios al consumidor crecieron un 63% y los mayoristas un 13%. No obstante, cabe destacar que en el mismo período el precio del petróleo en el mercado mundial disminuyó un 43% (Ortiz y Schorr, 2002). 252 Entre diciembre de 1997 y el mismo mes de 1998 el precio del petróleo en el nivel mundial disminuyó abruptamente (casi un 40%), lo cual repercutió negativamente sobre los ingresos por ventas de las empresas del sector (fundamentalmente por la caída de las exportaciones). Al respecto, entre los años mencionados la facturación de la empresa más importante de la actividad (YPF, que explicó cerca del 50% de las ventas sectoriales) cayó más de un 10%, mientras que sus ventas al exterior descendieron aproximadamente un 30%. 253 A pesar de la retracción de la actividad en términos de su aporte a las facturación global de la cúpula, vale la pena apuntar que la conjunción de la disminución en la cantidad de empresas industriales con el incremento absoluto del volumen sectorial de ventas conllevó un incremento de consideración en el tamaño medio de las firmas: mientras que en 1991 cada empresa manufacturera integrante de la elite facturó en promedio cerca de 269 millones de pesos, en 1998 el nivel medio de ventas por firma fue de casi 750 millones de pesos. 254 Estudios que analizan el comportamiento de las doscientas empresas más grandes del país durante la década pasada concluyen que en el sector industrial se manifestó un proceso por el cual las firmas de mayor tamaño incrementaron su contribución a las ventas totales de la elite, mientras que las relativamente más pequeñas redujeron su gravitación de modo significativo (Basualdo, 2000a; y Schorr, 1999).

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permite captar con suficiente claridad el hecho que durante los años noventa se manifestó en el nivel de los principales oligopolios fabriles de la Argentina un proceso por el cual el componente de producción propia en las ventas totales tendió a perder peso relativo frente a la comercialización de bienes finales importados, lo cual, como se mencionó en distintas oportunidades, trajo aparejados impactos de particular trascendencia en términos productivos (desintegración y desverticalización de la producción fabril local, disminución en la capacidad sectorial en materia de generación de valor agregado y empleo, crisis de una amplia gama de actividades productivas con importante presencia de firmas de reducidas dimensiones, etc.).

Este proceso de considerable declinación de los sectores productivos (en particular el industrial) vis-à-vis las actividades terciarias se refleja con mucha mayor intensidad cuando se analizan los principales cambios registrados en el aporte relativo de los distintos sectores a las utilidades agregadas de la cúpula, así como la evolución de sus respectivos márgenes de rentabilidad sobre ventas. Al respecto, una primera aproximación a la problemática señalada indica que en el transcurso del período bajo estudio las utilidades de la elite empresaria local no sólo se expandieron muy significativamente (a un ritmo promedio del 58% anual), sino que también lo hicieron a una tasa casi cinco veces más elevada que la que registró la facturación global, lo cual trajo aparejado un fuerte incremento en el margen medio de beneficio sobre ventas (que pasó del 0,4% en 1991 al 3,9% en 1998).

Cuando se desagrega dicho patrón general de desenvolvimiento en función de los distintos sectores de actividad en los que actúan las empresas del panel se constata que en todos los años del período, tres actividades (la producción petrolera, la prestación de servicios y la llamada holding) dieron cuenta de una parte mayoritaria de las utilidades globales (en promedio más del 75%), a la vez que operaron con tasas de retorno superiores a las de la elite en su conjunto. Por su parte, las empresas comerciales y las industriales tuvieron una escasa significación en términos de su aporte a las ganancias agregadas y, en consecuencia, registraron una rentabilidad inferior a la del conjunto de la cúpula.

Con respecto a las empresas que operan en el sector petrolero, cabe mencionar que, siempre entre 1991 y 1998, el crecimiento de sus ganancias casi triplicó al de sus ingresos por ventas, de resultas de lo cual su margen de utilidades sobre ventas se incrementó un 70%. Esto es particularmente relevante de destacar por cuanto este importante aumento en la tasa de ganancia sectorial se dio en un contexto de precios internos relativamente desfavorables para la actividad. En lo sustantivo, esta “paradoja” es explicada por el hecho que el alto grado de concentración que presenta el “desregulado” mercado petrolero local le brindó a las firmas líderes la posibilidad de instrumentar distintos tipos de prácticas discriminatorias y, de esta manera, obtener altos márgenes de beneficios (esto se vio potenciado por la variada gama de restricciones existentes –normativas, infraestructurales, etc.– para introducir presiones competitivas que pudieran disciplinar –siquiera parcialmente– a los oligopolios predominantes de la actividad). Una prueba de lo señalado es que durante la década pasada los precios domésticos de los distintos combustibles no guardaron mayor relación con la

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evolución de los precios internacionales, lo cual merece ser destacado por cuanto la privatización de YPF y la “desregulación” del sector fueron implementadas bajo el supuesto de que darían lugar a una convergencia entre los precios locales y los internacionales255.

El dinamismo que registraron las utilidades y los márgenes de beneficio sobre ventas de los holdings y las firmas vinculadas a la provisión de servicios se encuentra estrechamente vinculado con los principales aspectos que presentó el proceso de privatización de empresas públicas instrumentado durante los años noventa. En el primer caso, su inserción multisectorial en la economía doméstica, con una considerable participación en muchos de los sectores privatizados, les permitió a estas empresas aprovechar plenamente uno de los “nichos” de ganancias extraordinarias que se configuraron en el país durante el decenio pasado. Al respecto, vale mencionar que durante la etapa analizada los holdings obtuvieron en promedio la tasa de utilidades sobre ventas más elevada de la elite empresaria (mientras que la rentabilidad media de la cúpula fue de 5,2%, la de estas empresas ascendió a más del 12%). Ello refleja la centralidad que asumieron las privatizaciones como núcleo en torno del cual se estructuró el proceso de acumulación y reproducción ampliada del capital de los principales conglomerados empresarios (tanto nacionales como extranjeros) que actúan en el ámbito local durante buena parte de la década pasada256/257.

De la información proporcionada por el Cuadro Nº 25 se desprende que entre 1991 y 1998 la facturación de las prestatarias de servicios se incrementó a un promedio anual del 11%, mientras que sus utilidades crecieron a una tasa anual acumulativa del 47% (lo cual determinó que hacia el final del período analizado estas firmas fueran las de mayor participación en las utilidades globales de la elite). A partir de estos dispares ritmos de crecimiento, en el transcurso del lapso temporal bajo estudio se registró un aumento de consideración en el margen medio de rentabilidad sectorial (pasó de apenas el 1% a aproximadamente el 7%). Sin embargo, en ese desempeño agregado de la actividad pueden reconocerse importantes asimetrías de desempeño entre, por una parte, las empresas privatizadas y, por otra, aquellas que se dedican a la prestación de distintos tipos de servicios ligados al consumo de los sectores más adinerados de la población. Al respecto, basta con 255 Del análisis comparado de la evolución del precio del petróleo y sus derivados en el mercado local vis-à-vis el vigente en el nivel mundial durante los años noventa se desprende que, por lo general, cuando el precio internacional del crudo subió, los precios locales se incrementaron a una tasa superior. Dicha asimetría de comportamiento también se verificó en los períodos en los que se registraron caídas en el ámbito mundial, ya que los precios internos o bien no descendieron o disminuyeron mucho menos que el internacional. Sobre estas cuestiones consúltese Azpiazu (2003); Ortiz y Schorr (2002); y Proyecto “Privatización y Regulación en la Economía Argentina” (1999). 256 Como se planteó en el Capítulo 3, con especial intensidad en el transcurso de la segunda mitad del decenio estos capitales se desprendieron de las tenencias accionarias que poseían en las principales empresas privatizadas, a raíz de lo cual pudieron realizar elevadas ganancias patrimoniales (posteriormente gran parte de tales recursos pasó a engrosar sus abultados activos –sobre todo financieros– en el exterior). 257 Como se señaló oportunamente, la rentabilidad de los holdings en esta etapa también puede haber estado influida por la activa participación que tuvieron diversos integrantes de los sectores dominantes locales en otro de los grandes “nichos” de beneficios extraordinarios que existieron durante la Convertibilidad: la especulación financiera.

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mencionar que en 1998 las prestatarias de servicios públicos obtuvieron una tasa de beneficios sobre ventas del 11% mientras que las restantes firmas del sector registraron una rentabilidad negativa (-2,5%). Esta notable performance de las privatizadas constituye una resultante lógica del contexto operativo y fundamentalmente normativo en el que se inscribió el desenvolvimiento de las mismas durante todo el decenio de los noventa.

En relación con esto último, de las evidencias disponibles surge que más allá de ciertas especificidades sectoriales, existieron determinados patrones de comportamiento comunes a la casi totalidad de los sectores privatizados (en particular en lo que respecta a sus respectivos marcos regulatorios) como, entre otros, la dolarización de las tarifas; la aplicación de distintos mecanismos de actualización tarifaria violatorios de las taxativas disposiciones establecidas por la Ley de Convertibilidad en materia de ajustes e indexaciones de precios (por caso, los ajustes tarifarios asociados a la evolución de la inflación estadounidense); la recurrente renegociación de los contratos originales de transferencia o concesión (casi siempre con el objeto de preservar –cuando no acrecentar– los ingresos por ventas y la rentabilidad de las empresas); etc.. Evidentemente, la conjunción de estos factores repercutió favorablemente sobre el desempeño de la mayoría de las firmas privatizadas, promoviendo no sólo un incremento en los volúmenes de ventas de tales empresas sino también, y fundamentalmente, la internalización por parte de éstas de ingentes beneficios (sumamente elevados tanto en el nivel local como en el internacional)258.

Así como en todos los años del período analizado la rentabilidad de los servicios, la actividad petrolera y los holdings fue superior a la que registró el conjunto de la elite empresaria local, la que obtuvieron las firmas que actúan en la industria y en el comercio resultó considerablemente más baja que la del promedio. En tal sentido, a pesar de que las empresas vinculadas a la actividad comercial fueron las más dinámicas de la cúpula en términos del crecimiento de sus ventas y sus utilidades, se destaca el muy reducido –aunque creciente– margen de beneficios sobre ventas que registraron. Sin embargo, ello debe ser relativizado por cuanto se trata de un sector que se caracteriza por presentar un importante grado de rotación del capital, con lo cual presenta una alta tasa de rentabilidad sobre patrimonio neto (no así sobre facturación).

Por último, reviste particular importancia analizar el desempeño durante el período 1991-1998 de las compañías fabriles que integran el panel de las cien más grandes del país, por cuanto de dicho enfoque surgen interesantes conclusiones acerca de la forma en que el contexto macroeconómico emergente de las profundas transformaciones estructurales a las que asistió la economía argentina en los años noventa repercutió sobre tales empresas y, en un plano más en general, sobre el conjunto del sector manufacturero local.

En este sentido, las evidencias aportadas por el Cuadro Nº 25 permiten concluir que a pesar de su declinación relativa (tanto en términos de la cantidad de firmas como de su

258 Estos temas han sido abordados por Abeles (1999); Azpiazu (2003); Azpiazu y Schorr (2001b y 2003).

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contribución a las ventas agregadas), la actividad fabril se mantuvo como la de mayor importancia estructural dentro de la cúpula. Sin embargo, el rasgo más significativo está vinculado con la reducida rentabilidad sobre ventas que registraron estas compañías durante el período analizado (en promedio alrededor de un 60% más baja que la del conjunto de la elite). La conjunción de estos dos procesos (importante –aunque decreciente– participación en la cúpula y reducidos márgenes de beneficio) constituye un claro indicador de la profundización, durante el decenio de los noventa, del proceso de deterioro estructural de la actividad iniciado a mediados de los setenta. Basta con señalar, a este respecto, que durante la vigencia del régimen de sustitución de importaciones el sector industrial no sólo era el más dinámico de la economía (lo cual se reflejaba en una creciente participación del mismo tanto en el PBI global del país como en el interior de la cúpula empresaria), sino también el que por lo general exhibía las mayores tasas de ganancia.

La información contenida en el Cuadro de referencia indica que entre 1998 y 2001, en un contexto de fuerte contracción del nivel de actividad interna (entre esos años el PBI global disminuyó más de un 8% a precios constantes y un 10% a valores corrientes), la facturación agregada de la elite local cayó tan sólo un 1% y las utilidades totales declinaron aproximadamente un 75%. Como resultado de estos desenvolvimientos se verificó un pronunciado descenso en la rentabilidad media, que hacia fines del período señalado fue de apenas un 1%.

En ese marco global, el único sector que logró expandir tanto sus volúmenes facturados como su masa de beneficios fue el petrolero. En el marco de un repunte de las exportaciones (asociado a su vez a una cierta recuperación de los precios internacionales respecto de sus niveles en 1998), las ventas totales de las empresas de este rubro económico se incrementaron un 16% y las ganancias un 44%. A raíz de ello, entre los años de referencia la tasa media de rentabilidad aumentó un 24% (en el 2001 fue del 8,7% y constituyó, por lejos, la más elevada de toda la cúpula).

En las restantes actividades se manifestaron comportamientos diferenciales, aunque todos inscriptos en una caída más o menos significativa en las respectivas tasas de ganancia. Así, mientras que las ventas de las compañías que se desempeñan en el ámbito comercial crecieron alrededor de un 12% y sus márgenes de beneficio declinaron del 1,7% al 0,6%, la facturación de las líderes especializadas en la prestación de servicios se mantuvo relativamente constante, pero las mismas registraron quebrantos contables por 175,7 millones de pesos (algo menos del 1% de sus ventas). En el caso del agrupamiento denominado holding se comprueba que durante la etapa analizada lo facturado de conjunto por las firmas que lo integran disminuyó un 28% y las ganancias pasaron de representar un 7% de las ventas a casi un 3%259.

259 El desempeño de las firmas proveedoras de servicios en el 2001 es explicado por los abultados déficits registrados por una amplia gama de compañías no vinculadas con la prestación de servicios privatizados (en tal sentido, basta con mencionar que en dicho año la rentabilidad media sobre ventas de las privatizadas que

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Ahora bien, a lo largo del período 1998-2001 la facturación de las empresas industriales del panel de las cien más grandes del país declinó un 8,6% (ello, a pesar de que entre esos años se incrementó en tres el número de empresas manufactureras dentro del ranking)260, con lo cual se profundizó el proceso de pérdida de incidencia relativa de la actividad que se había manifestado en el transcurso de la fase anterior: en el último año de vigencia de la Convertibilidad el sector dio cuenta del 35,5% de las ventas totales de la elite (supone una caída cercana al 8% respecto de 1998 y superior al 10% en relación con 1991). En ese marco, estas compañías tuvieron en promedio pérdidas equivalentes al 1,4% de su facturación261.

En suma, el análisis de las principales modificaciones registradas en el perfil sectorial de la cúpula empresaria local entre 1991 y 2001 permite concluir que entre esos años tuvo lugar una importante retracción de los sectores productivos y una creciente terciarización de dicho conjunto de firmas. En este sentido, resulta de interés mencionar que la industria fue la actividad que registró la peor performance económica en las dos etapas en que se subdividió el análisis, lo cual se manifiesta no sólo en que disminuyó su participación relativa dentro del universo conformado por las cien empresas de mayor envergadura de la Argentina, sino también, y fundamentalmente, en que constituyó, según el período que se considere, el agrupamiento sectorial de menor tasa de beneficio o el que registró los mayores quebrantos. En última instancia, este fenómeno no hace más que reflejar las tendencias macroeconómicas predominantes en la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” (asociadas, en este caso, a la configuración y la consolidación de una estructura de precios y rentabilidades relativas que perjudicó a las actividades vinculadas a la producción de bienes en general, y a las manufactureras en particular)262.

integraban el agrupamiento ascendió al 5,9% frente a una ratio de -5,8% para las no relacionadas con tal política pública). Por su parte, la menor tasa de beneficio de los holdings se debe en buena medida a la pobre performance que exhibieron las empresas Pérez Companc (sus beneficios cayeron un 50% entre 1998 y 2001) y Sideco Americana (que pasó de registrar un superávit de 26,2 millones de pesos a un déficit de 32,3 millones de la misma moneda). 260 De allí la caída verificada en el tamaño promedio de las compañías manufactureras de la cúpula: en el 2001 el volumen de facturación por empresa fue de 638,5 millones de pesos (supone una caída próxima al 15% respecto de los registros correspondientes a 1998). 261 Este resultado agregado esconde la existencia de profundas asimetrías de comportamiento entre las diferentes firmas que forman parte del agrupamiento. En el 2001 una decena de compañías registró en conjunto quebrantos por 1.117 millones de pesos (en promedio, más del 23% de lo facturado): Renault, General Motors, Fiat, Acíndar, Indupa, Ford, Monsanto, Polisur, Industrias Metalúrgicas Pescarmona y BGH. En el otro extremo, siete empresas obtuvieron un elevado margen medio de beneficios (11,3%): Loma Negra, Massalin Particulares, Aluar, Siderca, Cosméticos Avón, Aceitera General Deheza y Bayer. 262 En palabras de Azpiazu (1997): “El comportamiento muy dispar de las firmas líderes según sea su principal sector de actividad tiende a corresponderse con la naturaleza de la reestructuración económica en curso, donde la confluencia de distintos fenómenos (evolución de los precios relativos y grado de transabilidad real de los bienes, reconfiguración de las estructuras de mercado y creciente oligopolización, redistribución regresiva del ingreso y gravitación de demandas insatisfechas de los sectores de altos ingresos) coadyuva a alentar el crecimiento del sector terciario en detrimento de las actividades productivas. En tal sentido, la terciarización de la cúpula empresaria no hace más que reflejar, en última instancia, las disparidades en los desempeños sectoriales constatables en el nivel macroeconómico”.

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5.3.2. La evolución de la rentabilidad de los distintos sectores y tipos de empresa que conforman la elite manufacturera local

Una vez constatado que durante el decenio de los noventa las grandes firmas industriales que actúan en la economía nacional registraron un peor desempeño económico que las líderes que se desenvuelven en otros rubros económicos, cobra particular interés estudiar lo que aconteció dentro de la propia cúpula fabril doméstica. En el marco del contexto relativamente desfavorable que para el agregado sectorial se manifestó durante la década pasada, dicho enfoque analítico permitirá discriminar las diversas situaciones que se verificaron entre las diferentes fracciones empresarias que integran la cúspide del poder económico de la actividad263. Atento a tal objetivo, en el Cuadro Nº 26 se presentan las principales modificaciones registradas entre 1991 y 2001 en el aporte de los distintos mercados fabriles a la facturación y las utilidades agregadas de la elite manufacturera local, así como la evolución de los respectivos márgenes de beneficio sectoriales. Como en el punto anterior, aquí también el estudio se realiza discriminando lo sucedido entre 1991 y 1998, y desde entonces hasta el 2001.

De los datos presentados se desprende que en el transcurso del primer período se registró un importante incremento en el margen medio de beneficios de la elite fabril: mientras que en 1991 la tasa de retorno sobre ventas fue del -0,4%, en 1998 ascendió al 3,3%. Ahora bien, dentro de dicho comportamiento global pueden diferenciarse tres etapas. Durante la primera mitad de la década tuvo lugar una considerable y prácticamente ininterrumpida expansión de la rentabilidad promedio264. Ello se encuentra directamente vinculado con el considerable ritmo de crecimiento que registraron el conjunto de la producción sectorial y, fundamentalmente, la facturación y las ganancias de las grandes firmas oligopólicas de la actividad a partir del fuerte aumento de la demanda agregada que tuvo lugar en los primeros años de vigencia del Plan de Convertibilidad265. Si bien la recesión fabril posterior a la crisis mexicana de fines de 1994 no repercutió sobre las ventas totales de la elite manufacturera, sí lo hizo sobre el margen de ganancia promedio, aunque con un año de rezago: como surge del Cuadro de referencia entre 1995 y 1996 se produjo una marcada disminución (de casi el 60%) en la rentabilidad de la cúpula, lo cual es explicado en lo sustantivo por las elevadas pérdidas contables que registraron algunas firmas del panel266. Finalmente, a partir de 1996 se observa 263 En este apartado el universo de análisis está conformado nuevamente por las cien empresas industriales de mayor facturación. 264 Como surge de la información que brinda el Cuadro Nº 26, en esta etapa el mayor margen de beneficio sobre ventas de la elite se registró en 1994 (5,4%), para luego descender muy levemente en 1995. 265 En este sentido, debe tenerse presente que entre 1991 y 1994 el valor bruto de la producción industrial se expandió a un promedio del 9% por año, mientras que la facturación agregada de la cúpula se incrementó a una tasa anual acumulativa de casi el 17% (Cuadro Nº 19). En el mismo período, el conjunto de la elite pasó de registrar pérdidas cercanas a 100 millones de pesos a obtener beneficios por aproximadamente 2.300 millones de pesos. 266 Se trata de apenas ocho empresas que en conjunto registraron déficits operativos por más de 1.600 millones de pesos y una tasa media de resultados sobre ventas del -34,4%. Dichas compañías operan en diversas actividades industriales: la elaboración de alimentos y bebidas (BAESA y Oleaginosa Moreno), el sector

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Cuadro Nº 26 Cúpula empresaria industrial de la Argentina Estructura de las ventas y las utilidades y evolución de la rentabilidad sobre ventas de las distintas ramas de actividad, 1991-2001 (en porcentajes)

Rama 15 Rama 23 Rama 24 Rama 27 Rama 34 Resto ramas

Total

1991 Estructura de las ventas 26,1 32,0 10,1 7,7 8,2 15,9 100,0 Rentabilidad/Ventas 0,9 4,1 -0,2 -8,9 -5,9 -4,6 -0,4

1992 Estructura de las ventas 29,4 21,6 9,1 7,1 16,9 15,9 100,0 Estructura de las utilidades 30,7 41,6 -2,9 2,2 18,0 10,4 100,0 Rentabilidad/Ventas 3,8 7,0 -1,2 1,2 3,9 2,4 3,7

1993 Estructura de las ventas 33,1 22,3 9,5 4,6 17,5 13,0 100,0 Estructura de las utilidades 13,5 65,3 -1,5 -3,1 18,9 7,0 100,0 Rentabilidad/Ventas 1,8 13,2 -0,7 -3,1 4,8 2,4 4,5

1994 Estructura de las ventas 31,3 21,6 9,7 5,3 18,2 13,8 100,0 Estructura de las utilidades 17,2 46,1 9,2 -6,1 19,2 14,5 100,0 Rentabilidad/Ventas 3,0 11,6 5,1 -6,2 5,7 5,7 5,4

1995 Estructura de las ventas 34,6 22,5 9,7 5,9 13,3 14,0 100,0 Estructura de las utilidades 27,0 55,5 15,2 8,3 -13,0 6,9 100,0 Rentabilidad/Ventas 4,1 12,8 8,1 7,3 -5,1 2,6 5,2

1996 Estructura de las ventas 32,9 23,6 10,8 6,0 16,3 10,4 100,0 Estructura de las utilidades -14,6 118,9 -1,5 1,9 -0,4 -4,3 100,0 Rentabilidad/Ventas -1,0 10,8 -0,3 0,7 -0,1 -0,9 2,1

1997 Estructura de las ventas 32,5 22,6 10,1 5,9 18,0 10,9 100,0 Estructura de las utilidades -9,8 65,7 14,8 22,2 -8,9 16,0 100,0 Rentabilidad/Ventas -1,1 10,2 5,1 13,2 -1,7 5,2 3,5

1998 Estructura de las ventas 33,2 20,6 10,8 7,2 17,8 10,5 100,0 Estructura de las utilidades 4,1 42,1 13,9 35,8 -19,5 23,6 100,0 Rentabilidad/Ventas 0,4 6,8 4,3 16,5 -3,6 7,5 3,3

1999 Estructura de las ventas 33,7 23,7 12,4 6,4 13,1 10,8 100,0 Estructura de las utilidades 33,1 102,0 8,8 27,6 -69,7 -1,8 100,0 Rentabilidad/Ventas 1,2 5,3 0,9 5,4 -6,6 -0,2 1,2

2000 Estructura de las ventas 33,3 28,2 12,3 5,2 11,6 9,4 100,0 Estructura de las utilidades -7,9 129,1 1,3 -3,5 -31,8 12,9 100,0 Rentabilidad/Ventas -0,4 8,5 0,2 -1,3 -5,1 2,5 1,9

2001 Estructura de las ventas 36,3 25,8 13,2 6,3 8,9 9,5 100,0 Estructura de las utilidades 75,7 548,4 -142,1 34,1 -462,7 46,5 100,0 Rentabilidad/Ventas 0,7 6,9 -3,5 1,8 -16,8 1,6 0,3 Rama 15: Elaboración de productos alimenticios y bebidas; Rama 23: Fabricación de coque, productos de la refinación de petróleo y combustible nuclear; Rama 24: Fabricación de sustancias y productos químicos; Rama 27: Fabricación de metales comunes; Rama 34: Fabricación de vehículos automotores, remolques y semirremolques; Resto ramas: incluye a las restantes actividades industriales. Fuente: Elaboración propia en base a información del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO. petrolero (Esso), la manufactura de productos y sustancias químicas (Indupa), la fabricación de metales comunes (Acíndar), la producción automotriz (Ford), la industria celulósico-papelera (Celulosa Argentina) y la elaboración de calzado (Gatic).

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una cierta recuperación en los márgenes de rentabilidad de la elite (la tasa de utilidades sobre ventas creció más de un 55% entre dicho año y 1998), no obstante lo cual no se lograron alcanzar los niveles registrados durante la primera de las etapas mencionadas.

En este desempeño general pueden identificarse importantes asimetrías de comportamiento entre los diferentes agrupamientos sectoriales delimitados. Así, por ejemplo, durante prácticamente la totalidad del período bajo análisis las firmas de la elite que actúan en el ámbito de la producción agroindustrial fueron las de mayor participación relativa en las ventas agregadas, sin embargo, dicho liderazgo no se manifiesta cuando se evalúa el aporte de tales empresas a las utilidades globales de la cúpula. En efecto, si se toma en consideración el período 1992-1998267 se obtiene que en promedio los principales oligopolios de la actividad explicaron el 33% de la facturación total de la elite y apenas el 11% de los beneficios agregados. Como producto de ello, estas empresas operaron con un margen medio de beneficio sobre ventas (1,3%) que se ubicó muy por debajo del registrado por el conjunto de la cúpula (3,9%)268. Como surge del Cuadro Nº 26, esta reducida rentabilidad relativa de las firmas de la rama está influida por la magra performance que se registró desde 1996269, lo cual está relacionado a su vez con los fuertes quebrantos contables que obtuvo en dichos años una firma vinculada a la elaboración de bebidas (BAESA)270.

En cuanto a su contribución a la facturación agregada, las empresas vinculadas a la refinación de petróleo se consolidaron durante la fase 1991-1998 en el segundo lugar detrás de las que operan en el ámbito de la producción alimenticia. Sin embargo, el rasgo de mayor relevancia que emerge de la lectura del Cuadro de referencia es que en todos los años de la serie estas firmas fueron las que registraron la mayor participación en las utilidades globales de la cúpula. La conjunción de ambos factores es lo que explica la elevada tasa de ganancia sobre ventas de las mismas (siempre superior a la registrada por la elite fabril en su conjunto)271. Atento a la importancia de estas constataciones, cabe indagar acerca de sus principales factores explicativos. Al respecto, todo parece indicar que la alta rentabilidad relativa de muchas de las firmas que actúan en la industria petrolera estuvo directamente asociada al elevado poder de mercado que poseen, lo cual, en el marco de un sector “desregulado” (en rigor, regulado por las empresas líderes), les brindó amplios márgenes de 267 Dado que en 1991 la elite manufacturera registró una tasa media de resultados sobre ventas negativa, se optó por tomar a 1992 como año base de la comparación (salvo que se indique lo contrario). Sin embargo, esta limitación no introduce mayores distorsiones en el análisis. 268 Esa menor rentabilidad de la actividad en relación con el conjunto de la elite se registró en prácticamente la totalidad de los años analizados (con la excepción de 1991 y 1992). 269 Ello se visualiza claramente al contrastar el margen medio de beneficio sobre ventas de la actividad en el período 1992-1995 (3,2%), con el que registró durante el trienio 1996-1998 (-0,6%). 270 Basta con señalar, en este sentido, que entre 1996 y 1998 esta firma acumuló pérdidas contables por más de 880 millones de pesos. 271 La importante disminución en la rentabilidad sectorial que se registró entre 1997 y 1998 está relacionada con la fuerte caída del precio petróleo en el mercado internacional que repercutió tanto sobre los ingresos por ventas de las firmas como, más aún, sobre sus respectivos resultados (no obstante ello, vale la pena enfatizar que los precios internos de los distintos combustibles cayeron entre dichos años mucho menos que el internacional).

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libertad en lo que a fijación de precios respecta. Así, a partir del control oligopólico que ejercen sobre los distintos segmentos del mercado (extracción, producción, refinación, distribución y comercialización), sumado a la “retirada del Estado” en materia regulatoria (tanto en el nivel sectorial como en lo que se vincula con la promoción y la defensa de la competencia), estas firmas pudieron instrumentar muy disímiles prácticas abusivas en lo que a fijación de precios respecta y, como producto de ello, registrar elevadas masas y tasas de retorno272.

Cuando se analiza el desempeño de las firmas del panel que actúan en el ámbito de la industria automovilística se comprueba que en el período analizado se consolidaron como el tercer agrupamiento de empresas en términos de su participación en la facturación agregada de la elite273. No obstante, el aspecto más saliente del patrón de comportamiento sectorial registrado durante estos años remite a la evolución de la rentabilidad de la actividad que, como surge de la información presentada, puede dividirse en dos etapas.

Entre 1992 y 1994 las ganancias globales de los oligopolios automotrices crecieron más de un 110%, lo cual, en un contexto en que los beneficios totales de la cúpula se incrementaron un 98%, trajo aparejado un aumento ininterrumpido en la participación de tales firmas en las utilidades agregadas (en 1994 dicho aporte fue de aproximadamente un 20%). Asimismo, dado que entre los años mencionados el crecimiento de los beneficios del sector fue más holgado que el registrado por su facturación (las ventas totales de la rama se incrementaron un 44%), tuvo lugar una suba de consideración en la tasa de rentabilidad sectorial (que llegó a ser de casi el 6%).

Sin duda, la exitosa performance de estas empresas durante esta etapa deviene de la puesta en marcha del régimen de promoción y protección sectorial y, directamente relacionado con ello, del marcado dinamismo de la actividad que se verificó durante la primera fase de la Convertibilidad (en la que una parte no menor del crecimiento de la producción manufacturera fue explicada por los incrementos productivos de un conjunto acotado de ramas vinculadas a la producción de bienes durables de consumo, en particular de vehículos automotores)274.

272 El comportamiento agregado de la rama está en buena medida determinado por la performance de YPF: en el período 1991-1998 esta empresa dio cuenta de casi un 54% de la facturación total del agrupamiento y de algo más de un 68% de la masa de beneficios, al tiempo que su margen de rentabilidad sobre ventas fue del 12,2%, frente a un 6,6% para las restantes firmas del sector que integran la elite manufacturera. 273 Ello deviene del notable dinamismo que registraron las ventas de la actividad, que crecieron a una tasa muy superior (prácticamente al doble) que el conjunto de la cúpula fabril: entre 1991 y 1998 la facturación global de las firmas automotrices se expandió a un ritmo promedio del 23% por año, mientras que la de la elite lo hizo a una tasa anual acumulativa de casi el 10%. 274 De acuerdo a los datos proporcionados por la Encuesta Industrial relevada periódicamente por el INDEC, entre 1991 y 1994 la producción manufacturera total creció aproximadamente un 22%, mientras que la correspondiente al sector automotor se incrementó en más de un 130% (constituyendo, por lejos, el rubro más dinámico del espectro fabril local).

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Ahora bien, a partir de 1995 se abre una nueva etapa en la que si bien se mantiene relativamente estable –aunque con una leve tendencia creciente– la participación de las firmas automotrices en la facturación agregada, se produce una profunda inflexión en la evolución de las utilidades de la actividad (que se refleja en el hecho que entre ese año y 1998 las empresas del sector registraron elevados déficits operativos)275. Sin embargo, este proceso no implica necesariamente que las principales terminales de la rama hayan atravesado por una fase crítica. En efecto, si bien una parte de las pérdidas puede deberse a la desaceleración del nivel de actividad sectorial276, las evidencias disponibles sugieren que los resultados negativos que registraron las grandes terminales en este lapso estarían asociados a la instrumentación por parte de las mismas de prácticas oligopólicas en la determinación de precios tendientes a reasignar el excedente en el espacio regional y en el internacional y, derivado de ello, eludir el pago del impuesto a las ganancias en la Argentina. Téngase presente, en tal sentido, que prácticamente todas las automotrices que integraron la cúpula fabril durante estos años eran controladas por capitales extranjeros, de lo cual se desprende que el nivel de su rentabilidad podría estar influido en parte porque una proporción de sus utilidades se transfirió al exterior mediante la implementación de precios intrafirma (por caso, a partir de la sobrefacturación de importaciones y/o la subfacturación de exportaciones)277.

De la información que consta en el Cuadro Nº 26 surge que en el transcurso de los años de referencia la contribución a la facturación agregada de las líderes que se dedican a la elaboración de productos y sustancias químicas se mantuvo prácticamente constante (en torno del 10%). En ese marco, sobresale el importante crecimiento que registró la rentabilidad sectorial (que pasó del -1,2% en 1992 al 4,3% en 1998), lo cual es explicado por dos procesos concurrentes. Por una parte, por el paso de una situación deficitaria a otra superavitaria en el caso de las firmas que integraron el panel en ambos momentos278. Adicionalmente, el aumento –y el cambio de signo– de la tasa de beneficio sobre ventas de la actividad se relaciona con las principales características que presentó el recambio de firmas que se registró: mientras que fueron desplazadas de la elite seis empresas del sector que en 1992 registraron de conjunto una rentabilidad negativa (-2,1%)279, ingresaron a la misma siete

275 Entre tales años las firmas automotrices del panel acumularon en conjunto pérdidas contables por un monto cercano a los 800 millones de pesos, a la vez que registraron una tasa media de resultados sobre ventas de -2,5%. 276 Según surge de la Encuesta Industrial del INDEC, después de la fuerte caída (superior al 25%) en la producción automotriz que tuvo lugar a raíz de la crisis de 1995, se registró un aumento de significación en los niveles productivos de la actividad (del orden del 59% entre dicho año y 1998) que, no obstante, fue inferior al que se había verificado en la primera parte de la década. 277 Con respecto a los impactos derivados de la implementación de precios de transferencia por parte de las filiales locales de empresas extranjeras en el comercio intracorporativo, véase Basualdo (2000a); Basualdo y Kulfas (2000); y Centro de Estudios Económicos (1998). 278 El “elenco estable” de firmas de este agrupamiento (se trata de trece) registró en 1992 pérdidas por un monto aproximado de 17 millones de pesos, mientras que en 1998 obtuvo una masa de ganancias de 177 millones de la misma unidad monetaria. 279 Se trata de Alba, Ipako, Petroquímica Bahía Blanca, Productos Roche, Química Hoescht y Petroquímica General Mosconi. Mientras que en este último caso su salida del panel está vinculada con su privatización, en los

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firmas que en 1998 obtuvieron en promedio un margen de utilidades sobre ventas del 4,3%280.

En términos de su aporte a las ventas totales, las empresas del sector siderúrgico emergen como las de menor significación agregada: en todos los años de la etapa estudiada constituyeron el agrupamiento sectorial que registró la menor participación en las ventas globales del panel (en promedio algo superior al 6%). Asimismo, cuando se analiza la evolución del peso relativo de estas firmas en las utilidades totales, así como del margen de beneficio sobre ventas sectorial, del Cuadro Nº 26 se desprende un comportamiento irregular. Así, entre 1991 y 1998 estas empresas operaron tres años con rentabilidades negativas y cinco con tasas de retorno positivas. Sin embargo, el rasgo de mayor relevancia remite al hecho que entre 1997 y 1998 las firmas de la rama registraron un alto margen de beneficio (el mayor de todas las agrupaciones sectoriales delimitadas dentro de la elite fabril), lo cual está relacionado con la notable performance que en dichos años registró un grupo sumamente acotado de empresas, las que ejercen un control cuasi monopólico sobre los diversos mercados en los que operan281. Sin duda, la elevada rentabilidad relativa de estas firmas –más de cuatro veces superior a la del conjunto de la cúpula en el bienio referenciado– deviene en lo sustantivo del tipo de estructura de mercado prevaleciente en las distintas actividades y de los “vacíos” existentes en materia de regulación anti-monopólica (que les brindaron a aquéllas la posibilidad de desplegar distintas prácticas abusivas, por ejemplo, en materia de fijación de precios).

Finalmente, cobra interés analizar lo acontecido con las empresas oligopólicas del rubro denominado “resto ramas”. En este caso, se corrobora una importante disminución en la contribución de estas firmas a la facturación agregada de la elite, a la vez que un fuerte incremento en su aporte a las utilidades globales (mientras que en 1992 dieron cuenta del 16% de las ventas y el 10% de los beneficios, en 1998 explicaron, respectivamente, casi el 11% y el 24%). De resultas de tales comportamientos se registró un incremento de significación en la tasa de rentabilidad media de la actividad (prácticamente se triplicó durante el período). Sin embargo, en esta pauta agregada se verifican profundas disparidades entre las distintas empresas, lo cual está estrechamente vinculado tanto con las principales características y el sentido que adoptó el proceso de liberalización comercial instrumentado en el país durante la Administración Menem como con, entre otros aspectos, la configuración estructural prevaleciente en los respectivos mercados, el grado de transabilidad real de los bienes elaborados y/o comercializados y, en relación con lo anterior, el nivel de exposición de las distintas actividades a la competencia de productos importados.

restantes se relaciona con que, dada la evolución de sus respectivos ingresos por ventas durante el período señalado, descendieron por debajo del puesto cien del ordenamiento. 280 Se trata de Basf, Clorox, Cyanamid, Laboratorios Abbot, Monsanto, Química Estrella y S.C. Johnson & Son. 281 Tales los casos de Siderar y Siderca (ambas pertenecientes al grupo Techint) en la fabricación de aceros planos y tubos sin costura, de la firma Acíndar en la elaboración de laminados no planos, y de Aluar en la producción de aluminio. En este sentido, de considerar el promedio correspondiente al período 1997-1998 se

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Así, por ejemplo, extremando la comparación, la rentabilidad negativa de sectores fuertemente expuestos a la competencia externa durante los años noventa (básicamente aquellos vinculados a la fabricación de productos textiles, cueros y derivados)282 contrasta marcadamente con los elevados márgenes de beneficio sobre ventas que registraron las empresas del agrupamiento que operan en mercados altamente concentrados que producen bienes no transables (tales los casos de Loma Negra en la producción cementera, y de Agea y La Nación en la edición e impresión de publicaciones)283, y las que actúan en sectores productores de bienes comercializables con el exterior que, no obstante, se caracterizan por presentar un elevado grado de oligopolización productiva (como, por ejemplo, las firmas productoras de neumáticos o las que se desenvuelven en el ámbito de la industria tabacalera)284.

En definitiva, de las comprobaciones que anteceden surge que en la etapa 1991-1998 la inserción sectorial y estructural de las empresas líderes parece haber jugado un papel relevante en la explicación de los heterogéneos desempeños verificados en el interior de la cúpula fabril o, más precisamente, en ciertos desenvolvimientos exitosos enmarcados en un escenario muy poco propicio para el sector manufacturero. Así, determinados contextos operativos sectoriales de privilegio, posiciones de mercado mono u oligopólicas con amplios márgenes de libertad para la fijación de precios, escaso nivel de exposición real ante las importaciones sustitutivas –en parte subsidiadas por el retraso cambiario y el asimétrico despliegue de acciones anti-dumping–, impactos favorables de la no menos asimétrica “desregulación” de los mercados emergen, sin duda, como los principales factores explicativos del atípico desempeño exitoso de un reducido número de grandes empresas líderes de la industria local.

Las evidencias que constan en el Cuadro Nº 26 indican que en el cuatrienio 1998-2001 se produjo una caída de significación en la tasa de rentabilidad del conjunto de la cúpula fabril: entre esos años la relación utilidades/ventas pasó del 3,3% al 0,3%. Esta comprobación

constata que la rentabilidad sobre ventas de Siderar fue del 8,9%, la de Siderca del 24,2%, la de Acíndar del 5,2% y la de Aluar del 24,9%. 282 Al respecto, pueden mencionarse, a título ilustrativo, los magros rendimientos que en 1997 tuvieron una curtiembre (Yoma, que registró un tasa de retorno sobre ventas de -4,7%) y dos firmas vinculadas a la producción de calzado (Alpargatas, que registró pérdidas contables equivalentes al 18,3% de su facturación y Gatic, en la que los quebrantos representaron más del 42% de sus ingresos por ventas). 283 Los datos correspondientes a 1998 indican que mientras la rentabilidad de la firma cementera fue del 13,6%, las de Agea y La Nación ascendieron al 11,2% y 7,7%, respectivamente. 284 En este sentido, basta con mencionar los márgenes de beneficio sobre ventas que registraron en 1998 Fate (5,4%) y Neumáticos Good Year (7,1%) en el primer caso, y Massalin Particulares (18,3%) y Nobleza Piccardo (14,7%) en el segundo. Esta exitosa performance empresaria no parece estar disociada del elevado poder de mercado que detentan las firmas mencionadas en los sectores en los que actúan –que se vio potenciado por cuanto también controlan buena parte de los canales internos de importación y de distribución y comercialización–, lo cual les posibilitó la instrumentación de distintos tipos de prácticas en materia de fijación de precios que trajeron aparejadas la generación y la internalización de importantes tasas de rentabilidad. Un análisis de la evolución de la industria elaboradora de neumáticos durante la década pasada puede encontrarse en Azpiazu, Basualdo y Schorr (2000b).

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es de lo más relevante por cuanto está expresando que la aguda crisis económica iniciada en el país a mediados de 1998 no sólo derivó en una disminución en la facturación total de este universo empresario (aunque, vale recalcarlo, a una tasa mucho menos pronunciada a la que se retrajo la producción del agregado sectorial), sino que también tuvo impactos negativos sobre la tasa media de ganancia.

En este comportamiento general resulta posible identificar tres realidades diferentes. En primer lugar, se destacan los casos de las empresas que se desenvuelven en el campo agroindustrial y en la industria petrolera, que en la etapa referenciada incrementaron su incidencia dentro de la elite (pasaron de explicar de manera conjunta alrededor de un 54% de las ventas totales en 1998 a más de un 62% en el 2001), al tiempo que sus márgenes medios de beneficio se mantuvieron relativamente inalterados (en un nivel muy reducido –inferior al 1%– y en el orden del 7%, respectivamente)285. En segundo lugar, sobresale lo acaecido con las compañías especializadas en la fabricación de productos y sustancias químicas, las elaboradoras de metales básicos y sus derivados, y las del agrupamiento “resto ramas”: en los tres casos se registraron descensos de consideración en las rentabilidades promedio en un contexto de relativa estabilidad en su contribución a las ventas globales286. En tercer lugar, se distingue lo sucedido con las firmas del sector automovilístico: en el cuatrienio 1998-2001 tuvo lugar una fuerte y sistemática declinación (del 50%) en su aporte a la facturación agregada de la elite, al tiempo que se profundizó sobremanera la caída en la rentabilidad (a punto tal que en el 2001 estas compañías registraron en promedio pérdidas equivalentes a casi 285 En lo que respecta a las compañías agroindustriales interesa mencionar que en ese pobre desempeño agregado subyacen importantes heterogeneidades. Así, por ejemplo, en el 2001 siete firmas registraron una tasa de retorno sobre ventas que promedió el -15,4% (Alimentos Fargo, Bodegas Peñaflor, Kraft Foods, Trigaglia, Buyatti, La Plata Cereal y Mastellone Hermanos); en el otro extremo, otros tantos oligopolios que se desenvuelven en este rubro tuvieron en conjunto una rentabilidad del 4,9% (Aceitera General Deheza, Frigorífico Paladini, Louis Dreyfus, Bunge, Arcor, Molinos Río de la Plata y Cervecería Quilmes). En cuanto a las firmas especializadas en el procesamiento de petróleo y derivados, debe remarcarse lo señalado acerca de que el comportamiento del agrupamiento está muy influido por el desenvolvimiento de la empresa más grande del país: en el período 1998-2001 YPF dio cuenta de casi un 57% de la facturación global de la rama y de un 88% de los beneficios (en dicho período el margen medio de rentabilidad de esta empresa se ubicó en el orden del 11%, mientras que el de las restantes compañías fue del 2%). 286 La fuerte caída experimentada por la rentabilidad media en el campo siderúrgico entre 1998 y 2001 (en este último año la masa total de ganancias de las firmas del agrupamiento representó el 1,8% de sus ventas –supone una disminución próxima al 90% en relación con los registros de 1998–) es explicada por el hecho que dos empresas (Acíndar y Siderar) pasaron de registrar resultados positivos a negativos (de 38,1 a -113,9 millones de pesos en el primer caso, y de 109,6 a -32,3 millones de la misma moneda en el segundo) y, en menor medida, a que los beneficios globales de las tres firmas restantes que integraban este estrato (Aluar, Siat y Siderca) declinaron cerca de un 60%, frente a una contracción de apenas el 5% de su facturación. Por su parte, la trayectoria durante estos años de la tasa de retorno de las firmas de la cúpula con actividad en el ramo químico-petroquímico (en 1998 estas empresas tuvieron un margen medio de rentabilidad del 4,3% y en el 2001 registraron quebrantos contables equivalentes al 3,5% de los montos totales vendidos) se encuentra asociada fundamentalmente a que cuatro compañías pasaron de reportar beneficios a operar con pérdidas considerables (Basf, Clorox, Dupont e Indupa) y a que en el mismo período dos empresas incrementaron sus déficits económicos (Monsanto y Polisur). Finalmente, la declinación (cercana al 80%) en la tasa media de ganancia de los oligopolios nucleados en la categoría “resto ramas” proviene en lo sustantivo de los quebrantos registrados por seis compañías (Gatic, Industrias Metalúrgicas Pescarmona, BGH, La Nación, Fate y Siemens, que en el 2001 sufrieron pérdidas por un total de 155,6 millones de pesos cuando en 1998 habían obtenido superávits económicos por 75,3 millones de la misma moneda).

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el 17% de su ventas)287.

Una vez identificados los principales elementos distintivos de la evolución de la rentabilidad de las firmas de la elite manufacturera doméstica de acuerdo a los rubros productivos en los que se desenvuelven predominantemente, vale la pena adentrarse en el análisis de los cambios registrados durante la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” en la contribución de las diferentes tipologías empresarias a la facturación y las utilidades totales de la cúpula, así como en el del desenvolvimiento de la tasa media de ganancia de dichas fracciones capitalistas288.

Como se planteó en distintos tramos de esta investigación, entre 1991 y 2001 se registró un marcado retroceso de las compañías pertenecientes a grupos económicos nacionales en el interior de la cúpula fabril (y naturalmente del agregado sectorial). Como se desprende de las evidencias aportadas por el Cuadro Nº 27, entre esos años el aporte relativo de esta tipología empresaria a las ventas globales disminuyó alrededor de un 40%.

Sin embargo, en ese desempeño agregado pueden identificarse claramente dos etapas. Hasta 1995 la facturación y las utilidades de esta forma de propiedad se expandieron de manera significativa289, a raíz de lo cual hacia el final de la etapa los conglomerados de origen nacional constituyeron la fracción que registró la mayor participación relativa en las ventas y los beneficios totales de la elite manufacturera local. Asimismo, dado que entre los años mencionados las utilidades globales de estas compañías crecieron más que su facturación se registró un fuerte incremento en su tasa de retorno sobre ventas promedio (pasó del -0,1% en 1991 al 6,6% en 1995). En consecuencia, al finalizar la primera mitad del decenio de los noventa los grupos económicos locales conformaban el segmento empresario más importante y de mayor rentabilidad de la cúpula fabril y, muy probablemente, de todo el espectro manufacturero local.

A partir de 1995 se abre una nueva fase en relación con la presencia de estos capitales dentro del panel de las cien más grandes del país y del conjunto del sector fabril. Ello se visualiza claramente en la significativa y sistemática disminución que se registró en el peso relativo que dichas firmas tenían en la facturación global de la elite: mientras que en 1995 explicaron el 29% de las ventas agregadas de las líderes industriales, en el 2001 significaron

287 De considerar que, como se señaló, entre 1998 y 2001 se produjo una caída pronunciada en las ventas al mercado interno y las exportaciones de los principales oligopolios del sector, puede plantearse la hipótesis que su pésimo resultado económico agregado durante este período es explicado en gran medida por dicha situación, antes que por la fijación de precios de transferencia en el comercio intracorporativo (tal como parece haber ocurrido en los años previos). 288 En esta parte, el estudio se realiza tomando como punto de corte analítico al año 1995. Ello, con el propósito de aportar elementos de juicio adicionales para avanzar hacia una caracterización más integral del proceso de “extranjerización” del poder económico industrial que tuvo lugar con especial intensidad en la segunda mitad de la década pasada. 289 Entre 1991 y 1995 los ingresos por ventas de los grupos locales se incrementaron a una tasa anual acumulativa del 16%, al tiempo que pasaron de registrar, siempre en términos agregados, pérdidas por casi 4 millones de pesos a un superávit superior a los 830 millones de pesos.

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Cuadro Nº 27 Cúpula empresaria industrial de la Argentina Estructura de las ventas y las utilidades y evolución de la rentabilidad sobre ventas de los distintos tipos de propiedad, 1991-2001 (en porcentajes)

Estatal GGEE ELI ET CE Asoc. Total

1991 Estructura de las ventas 23,9 26,0 5,9 12,8 21,1 10,3 100,0 Rentabilidad/Ventas 5,5 -0,1 2,1 0,1 -5,3 -6,6 -0,4

1992 Estructura de las ventas 14,3 26,4 5,8 12,7 22,2 18,6 100,0 Estructura de las utilidades 22,3 30,9 3,6 12,5 20,3 10,5 100,0 Rentabilidad/Ventas 5,7 4,3 2,3 3,6 3,3 2,1 3,7

1993 Estructura de las ventas - 27,7 6,8 12,8 22,4 30,3 100,0 Estructura de las utilidades - 16,2 -0,2 14,0 19,2 50,8 100,0 Rentabilidad/Ventas - 2,6 -0,1 4,9 3,9 7,5 4,5

1994 Estructura de las ventas - 26,1 4,8 14,2 23,6 31,3 100,0 Estructura de las utilidades - 19,9 2,9 15,6 21,8 39,7 100,0 Rentabilidad/Ventas - 4,1 3,3 6,0 5,0 6,9 5,4

1995 Estructura de las ventas - 29,1 3,4 14,5 24,4 28,6 100,0 Estructura de las utilidades - 37,2 1,9 9,7 21,4 29,8 100,0 Rentabilidad/Ventas - 6,6 3,0 3,5 4,6 5,4 5,2

1996 Estructura de las ventas - 24,7 3,1 20,0 29,0 23,2 100,0 Estructura de las utilidades - 38,3 4,7 -1,8 -37,8 96,7 100,0 Rentabilidad/Ventas - 3,3 3,2 -0,2 -2,8 8,9 2,1

1997 Estructura de las ventas - 22,8 2,5 22,1 30,8 21,8 100,0 Estructura de las utilidades - 24,8 1,8 18,1 12,3 43,0 100,0 Rentabilidad/Ventas - 3,8 2,5 2,9 1,4 7,0 3,5

1998 Estructura de las ventas - 20,1 4,7 27,1 34,4 13,7 100,0 Estructura de las utilidades - 22,5 1,9 4,8 38,5 32,3 100,0 Rentabilidad/Ventas - 3,7 1,3 0,6 3,7 7,8 3,3

1999 Estructura de las ventas - 18,2 4,1 26,4 45,3 6,0 100,0 Estructura de las utilidades - 39,2 3,1 -18,5 90,1 -13,9 100,0 Rentabilidad/Ventas - 2,7 1,0 -0,9 2,5 -2,9 1,2

2000 Estructura de las ventas - 16,5 3,9 26,7 46,7 6,2 100,0 Estructura de las utilidades - 9,2 -7,1 -5,6 80,1 23,2 100,0 Rentabilidad/Ventas - 1,0 -3,3 -0,4 3,2 7,0 1,9

2001 Estructura de las ventas - 16,0 4,8 26,1 44,8 8,3 100,0 Estructura de las utilidades - 156,4 13,2 -139,4 63,0 6,7 100,0 Rentabilidad/Ventas - 3,2 0,9 -1,7 0,5 0,3 0,3

Estatal: Empresas propiedad del Estado argentino; Asoc.: Empresas propiedad de una asociación entre dos o más firmas; GGEE: Empresas propiedad de un grupo económico nacional; CE: Empresas propiedad de un conglomerado extranjero; ELI: Empresas locales independientes (no integran un grupo económico); ET: Empresas transnacionales (no integran un conglomerado extranjero). Fuente: Elaboración propia en base a información del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO.

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el 16%. Sin embargo, en el marco de esta retracción resulta importante mencionar que, con la excepción del año 2000, durante esta segunda fase el margen medio de beneficio sobre ventas de los grupos nacionales fue más elevado que el que registró el conjunto de la cúpula fabril (incluso fue superior al de ambos tipos de empresas foráneas, es decir, de las que erosionaron su liderazgo dentro de la cúpula). De ello se deduce que si bien en la segunda mitad de la década pasada los holdings nacionales enajenaron una parte considerable de sus empresas manufactureras más importantes (muchas de las cuales integraban el selecto ranking de las cien de mayor envergadura del país), se desprendieron de aquellos activos productivos de menor rentabilidad relativa y tendieron a preservar su participación en empresas que por diversas razones les permitieron internalizar elevadas tasas de beneficio290/291.

Al igual que en el caso de los grupos económicos nacionales, cuando se analiza la performance de las asociaciones durante el período analizado se constata la existencia de dos etapas nítidamente diferenciables. Entre 1991 y 1995 la participación de este segmento empresario en las ventas de la elite fabril se incrementó muy significativamente (en más de 18 puntos porcentuales), al tiempo que pasó de registrar pérdidas contables por más de 180 millones de pesos (equivalentes al 6,6% de su facturación) a obtener beneficios agregados cercanos a los 670 millones de pesos (que representaron el 5,4% de sus ingresos por ventas)292.

Este proceso expansivo comenzó a revertirse a partir de 1995 como producto de la conjunción de una serie de factores (entre los más relevantes: la compra de YPF por parte de Repsol en el transcurso de 1999, la aguda crisis del sector automotor que se inicia en 1998 y

290 En dicho contexto, cobra relevancia analizar los principales rasgos estructurales que caracterizan a aquellas actividades en torno de las cuales, a favor de sus altos niveles de rentabilidad, las empresas de la cúpula que integran grupos económicos nacionales tendían a estructurar sus respectivos procesos de acumulación del capital en el sector manufacturero hacia fines del esquema de la Convertibilidad. Al respecto, y a simple título ilustrativo, vale mencionar que en el 2001 diez firmas pertenecientes a esta forma de propiedad (sobre un total de 21) registraron una tasa de beneficio sobre ventas superior a la obtenida por el conjunto de la tipología. Se trata de una empresa que actúa en un mercado altamente concentrado en el que se elaboran productos no comercializables con el exterior (Loma Negra), el monopolio productor de aluminio (Aluar) y ocho firmas líderes en sus respectivos sectores de actividad (tales los casos de Cartocor en la fabricación de envases de cartón corrugado, Sadesa en la industria del cuero y sus derivados, Laboratorios Bagó y Roemmers en la elaboración de productos medicinales, Aceitera General Deheza, Arcor y Molinos Río de la Plata en diversas agroindustrias, y Boldt en el rubro gráfico). 291 Con respecto a las firmas locales que no integran estructuras conglomeradas de organización empresarial, vale apuntar que en el período 1991-2001 su participación relativa en la facturación de la elite cayó alrededor de un 20% y su margen medio de beneficios sobre ventas pasó del 2,1% al 0,9% (como se aprecia en el Cuadro Nº 27 la caída en la rentabilidad fue particularmente intensa a partir de 1998). 292 Esa mayor gravitación relativa de las asociaciones dentro de la cúpula y su ostensible mejoría en materia de resultados económicos se derivan fundamentalmente del hecho que desde 1993 YPF pasó a integrar este estrato como resultado de su privatización. Al respecto, cabe destacar que en 1995 las ventas de esta empresa representaron algo más del 40% de la facturación total de la tipología y su margen de rentabilidad fue del 16%, mientras que 15 empresas dieron cuenta de aproximadamente el 60% de las ventas y tuvieron una tasa media de retorno sobre ventas de -1,7% (performance que estuvo muy influida por las pérdidas contables que en ese año reportaron varias firmas del sector automotor –Sevel, Autolatina, Cormec y Ciadea–).

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la disolución de varias asociaciones de capital), los cuales derivaron en una brusca y prácticamente ininterrumpida disminución (del orden del 71% hasta el 2001) en la contribución relativa de esta categoría empresaria a la facturación global de la cúpula. De resultas de ello, hacia el final del período bajo estudio las asociaciones se consolidaron como la segunda tipología de menor significación agregada (el primer lugar lo ocuparon las empresas locales independientes). En ese marco, en el trienio 1996-1998 esta fracción empresaria operó con elevados márgenes de rentabilidad (por lejos los más altos de la cúpula)293, mientras que a partir de entonces en un año registró pérdidas contables (1999), en otro tuvo una performance exitosa (2000) y en el restante prácticamente no obtuvo beneficios (2001)294.

Como fuera señalado en repetidas ocasiones a lo largo del trabajo, la retracción de los grupos económicos de origen nacional y de las asociaciones de capital en el interior de la cúpula fabril, y del conjunto del sector industrial argentino, en particular durante la segunda mitad del decenio pasado, se dio a la par de una creciente incidencia de ambos tipos de capital extranjero. Al respecto, entre 1991 y 1995 la participación relativa de estas formas de propiedad en la facturación agregada de la elite se incrementó levemente, sin embargo, el rasgo de mayor relevancia está vinculado con el marcado crecimiento que durante los “años dorados” de la Convertibilidad registraron los respectivos márgenes de rentabilidad. En el caso de las empresas transnacionales, mientras que su contribución a la facturación global creció un 13%, su tasa media de utilidades sobre ventas pasó del 0,1% al 3,5%. Por su parte, cuando se analiza el desenvolvimiento de las empresas integrantes de conglomerados económicos de origen foráneo se constata que en 1991 dieron cuenta de algo más del 21% de las ventas totales del panel (con una rentabilidad media de -5,3%) y en 1995 dicha participación superó el 24% (con un margen de beneficio promedio del 4,6%).

Ahora bien, a partir de entonces tuvo lugar un fuerte incremento en la significación agregada de los factores extranacionales: entre 1995 y 2001 la participación de las empresas transnacionales en la facturación agregada pasó del 14,5% al 26,1%, mientras que la de los conglomerados extranjeros se incrementó aproximadamente un 84% (a fines del período analizado el peso de esta fracción del gran capital dentro de la cúpula se ubicó en el orden del 293 En cuanto a esto último, debe tenerse presente que tal performance agregada es explicada por el exitoso desempeño de YPF: entre 1996 y 1998 las asociaciones tuvieron en promedio una rentabilidad sobre facturación del 7,9%; porcentual que fue del 0,2% cuando se excluye a YPF (en el período de referencia el margen medio de beneficio sobre ventas de esta firma ascendió a casi el 13%). 294 Los resultados negativos de 1999 se vinculan fundamentalmente con la salida de YPF de esta tipología a raíz de su venta a Repsol (en ese año la empresa más grande del país tuvo una rentabilidad sobre facturación del 7,2%), así como con las abultadas pérdidas que registró la textil Alpargatas (superiores a los 230 millones de pesos). Por su parte, el desempeño de este segmento del gran capital durante el 2000 está influido por el comportamiento de una firma que se desenvuelve en la industria petrolera (Pan American Energy, cuyas ganancias ascendieron a alrededor de 320 millones de pesos –más del 40% de sus ventas–). Por último, lo sucedido en el 2001 se relaciona con varias cuestiones, entre las que sobresalen: a) el ingreso a este estrato de Acíndar (que registró pérdidas equivalentes al 23,2% de su facturación); b) una disminución próxima al 25% en el volumen de beneficios de Pan American Energy; y c) los quebrantos reportados por tres empresas del ramo alimenticio (Mastellone Hermanos, Bodegas Peñaflor y Trigaglia).

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45%). No obstante, merece destacarse que el proceso de afianzamiento estructural de estas formas de propiedad se dio pari passu una disminución en sus respectivas rentabilidades medias, a tal punto que en el 2001 las firmas foráneas que en el país no se integran a grupos económicos tuvieron pérdidas contables equivalentes a casi un 2% de su facturación y las que sí formaban parte de un conglomerado en el medio local registraron una tasa de beneficio que en promedio ascendió al 0,5%.

Esta constatación (creciente liderazgo sectorial por parte del capital extranjero sustentado en actividades que presentaron una relativamente baja o negativa rentabilidad) invita a reflexionar sobre sus posibles factores explicativos. Al respecto, las evidencias disponibles indican que este fenómeno se encuentra asociado a la concurrencia de diversos procesos, entre los que interesa destacar: a) el posible establecimiento de precios de transferencia entre las filiales locales y sus casas matrices en el exterior y/o subsidiarias de la misma matriz radicadas en otro país (como fuera mencionado, tal parece haber sido uno de los principales elementos que permitirían dar cuenta de la negativa rentabilidad que obtuvieron las grandes empresas automotrices en los primeros años de la segunda mitad de la década pasada); b) el pésimo desempeño que registró en esta etapa un conjunto de empresas que actúa en distintos mercados fabriles (en especial, aunque no exclusivamente, a partir de la crisis que se inicia a mediados de 1998)295; y c) como en el caso particular de los conglomerados extranjeros, la posibilidad de realizar traslaciones de excedente entre las distintas firmas que forman parte del complejo empresario con vistas a subsidiar a aquellas compañías con problemas de sustentación.

En definitiva, una primera conclusión que surge del análisis de la evolución de la rentabilidad de las distintas fracciones del capital que conforman la elite industrial de la

295 En tal sentido, vale la pena traer a colación algunos ejemplos con un simple propósito ilustrativo. En el caso de las empresas transnacionales se destacan los magros desempeños de Indupa (que en 1996 registró pérdidas equivalentes al 202% de su facturación), de Peugeot-Citroen (que en 1998 tuvo una tasa de retorno de -39,3%), de Prodesca (que en 1999 reportó quebrantos equivalentes al 18,1% de sus ventas), de Juan Minetti, Xerox y Clorox (que en el 2000 tuvieron un margen medio de resultados de -18,4%), y de Basf, General Motors, Dupont y Monsanto (que en el 2001 perdieron en conjunto el equivalente al 24,8% de sus ventas). Con respecto a los conglomerados extranjeros, pueden mencionarse los casos de Celulosa Argentina (que en el bienio 1995-1996 acumuló quebrantos contables del orden del 159% de sus ingresos por ventas), de BAESA (que en 1997 obtuvo una tasa de retorno de -54%), de Fiat Auto (que en 1998, 1999 y 2000 tuvo, respectivamente, resultados negativos del 12%, el 22% y el 26% de su facturación), de Polisur (que en el 2000 reportó pérdidas cercanas a los 92,6 millones de pesos –más del 37% de sus ventas–) y de Renault y Alimentos Fargo (que en el último año de la Convertibilidad registraron en conjunto un margen de resultados de -53,2%). Sin embargo, dentro del comportamiento agregado de ambas formas de propiedad foránea durante estos años resulta posible verificar desempeños sumamente exitosos. En el caso de las firmas extranjeras que integran estructuras empresarias de tipo conglomeral se destacan los desenvolvimientos de los dos oligopolios tabacaleros (Massalin Particulares y Nobleza Piccardo), una firma líder en la elaboración de bebidas (Cervecería Quilmes) y una de las empresa más importantes del conglomerado Techint (Siderca), que considerando el conjunto del período 1995-2001 obtuvieron una elevada rentabilidad media (superior al 11%). Por su parte, en el caso de las empresas transnacionales sobresalen los márgenes de utilidades sobre ventas que registró en distintos momentos un conjunto reducido de firmas vinculadas a la fabricación de productos y sustancias químicas (Cosméticos Avón, Cyanamid, Dupont, Gillette, Productos Roche, S.C. Johnson & Son y Voridian), otro ligado a la actividad agroindustrial (Danone y Refinerías de Maíz) y un tercero integrado por firmas que actúan en muy distintos mercados fabriles (Alto Paraná, Firestone, Industrias John Deere, Saab Scania, Tetra Pak y Vidriería Argentina).

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Argentina durante la vigencia del régimen de Convertibilidad, se vincula con la existencia de importantes asimetrías de comportamiento según la actividad en torno de la cual dichos actores han tendido a estructurar una parte decisiva de sus respectivos procesos de acumulación en el sector, y que en la explicación de tales disparidades jugaron un papel determinante alguno de los siguientes factores (o su conjunción): a) la configuración estructural de los mercados (mayor o menor grado de concentración de la producción y/o de los canales de importación y/o de distribución y comercialización); b) el nivel de exposición de los mismos a la competencia de productos provenientes del exterior; c) la posibilidad que tuvieron las empresas (o los grupos económicos a los que éstas se integran) de desplegar distintos tipos de prácticas oligopólicas (precios de transferencia, subsidios cruzados entre distintas actividades, abusos de posición dominante, etc.); y d) la inserción de las firmas líderes en sectores privilegiados –por acción u omisión– por la orientación del programa de reformas estructurales que se instrumentó296.

En última instancia, fueron estas características estructurales las que les posibilitaron a ciertas compañías de la cúpula manufacturera (y a sus propietarios) internalizar en distintos momentos elevados márgenes de beneficio (incluso en las fases contractivas del ciclo económico fabril interno): tales los casos de algunas que actúan en el ámbito de las industrias procesadoras de petróleo y metales básicos; las que se dedican a la producción de una diversa gama de bienes como, por ejemplo, cemento, cigarrillos y neumáticos; varias especializadas en la elaboración de productos y sustancias químicas; y muchas del rubro agroindustrial. Es importante reparar en estas constataciones básicamente por dos razones. Primero, por cuanto durante la década pasada se tendió a consolidar una estructura de precios y rentabilidades relativas desfavorable para el sector manufacturero en su conjunto. Segundo, y en ese marco, porque indica la existencia de importantes heterogeneidades en el interior del universo de los grandes ganadores de la muy regresiva y heterogénea reestructuración fabril que se verificó en la Argentina en el transcurso de la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”.

Asimismo, el estudio del desempeño económico de los diferentes estratos empresarios que integran el panel de las cien líderes aporta valiosos elementos adicionales para comprender más acabadamente los rasgos centrales que asumió el proceso de concentración de la producción y de centralización del capital industrial que se registró en el país durante el decenio pasado. En este sentido, es indudable que la retracción relativa de los grupos locales y la creciente participación de las distintas formas de propiedad extranjera constituyen dos de los aspectos más salientes de la evolución fabril de la última década.

Las distintas evidencias analizadas permiten concluir que a partir de 1995 los conglomerados de origen nacional vieron disminuir su gravitación en la cúpula y en el 296 Naturalmente, ello también se conjugó con ciertos procesos privativos de los años noventa como, por caso, la estructura de precios y rentabilidades relativas de la economía que se tendió a configurar y consolidar, el sentido adoptado por la política de apertura comercial implementada, o la profundización de un patrón de distribución del ingreso sumamente regresivo.

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agregado sectorial de manera significativa, no obstante, entre ese año y el 2001 casi siempre obtuvieron una tasa media de retorno sobre ventas superior a la registrada por el conjunto de los principales oligopolios industriales del país y por las dos formas empresarias representativas de capital foráneo. Ello estaría expresando que los grupos locales no transfirieron al capital extranjero sus activos más rentables o, en otras palabras, que se replegaron hacia aquellas actividades del espectro manufacturero local que en términos relativos presentaron elevados márgenes de beneficio, lo cual arroja nuevas herramientas de juicio para matizar, resignificar y reinterpretar aquellas hipótesis que en su momento plantearon que se trataba de un sector social en franco proceso de retirada o que se encontraba transitando por una etapa de crisis y disolución, situación que solamente se podía resolver con apoyo estatal (Schvarzer, 1999). Por otro lado, la notable expansión que experimentaron en dicho período las empresas transnacionales y los conglomerados extranjeros no trajo aparejado un aumento en sus respectivos márgenes de beneficio, sino que por el contrario se dio en forma simultánea con una disminución en sus tasas de utilidades sobre ventas (situación que, vale enfatizarlo, no necesariamente estaría indicando una mala performance por parte de estos agentes económicos)297.

Finalmente, interesa resaltar que a partir de 1995, y más aún de la etapa que se abre con la crisis socio-económica iniciada a mediados de 1998, las distintas fracciones que conforman el núcleo duro del poder económico manufacturero empezaron a encontrar cada vez más dificultades para registrar relativamente buenos desempeños económicos en un cuadro macroeconómico desfavorable para el agregado sectorial (un claro indicador de ello es que en el 2001 la tasa media de ganancia de la cúpula sectorial fue de apenas el 0,3% –porcentual que fue un 94% más reducido que en 1995 y un 91% más bajo que en 1998–). Si bien estas cuestiones serán retomadas y analizadas con cierto detenimiento en la tercera parte de este trabajo, cabe aquí señalar que este proceso, en su articulación con la aguda recesión económica interna de fines del siglo XX y su correlato sobre la actividad industrial; la caída en la facturación de numerosos integrantes de la elite fabril; las dificultades experimentadas por los grandes agentes económicos para continuar con el proceso de valorización e internacionalización financieras que había sido particularmente intenso hasta el inicio de la crisis internacional hacia 1997/1998, así como con la colocación de porciones crecientes de su producción en los mercados externos; el repliegue estratégico de varios grupos económicos locales y la creciente “extranjerización” del entramado manufacturero local, constituyó el

297 En relación con estas cuestiones, vale la pena recuperar dos señalamientos realizados a comienzos de los años ochenta por uno de los representantes más lúcidos del pensamiento estructuralista latinoamericano: “Un modelo industrial en que el liderazgo lo ejercen filiales de empresas cuyos centros de gravedad están ubicados en otros países difícilmente desencadenará un proceso creativo interno, porque éste no resulta funcional, en términos generales, a su estrategia de expansión a largo plazo”; y “los grandes grupos privados nacionales han concentrado sus actividades principales en los sectores menos expuestos a la competencia internacional y al cambio tecnológico, es decir, los sectores de menor riesgo. Esta disposición a minimizar el `riesgo microeconómico´ o a buscar compensaciones por la vía de tasas más altas de rentabilidad, ha sido precisamente uno de los factores que explica el carácter trunco y distorsionado de este sector industrial que ha liderado el `estilo de desarrollo´ vigente en América Latina” (Fajnzylber, 1983).

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sustrato estructural sobre el que se asentaron los agudos enfrentamientos dentro de los sectores dominantes de la Argentina respecto de qué hacer con el esquema de la Convertibilidad y, más ampliamente, con el modelo económico existente.

5.4. El comercio exterior de los oligopolios industriales durante el decenio de los noventa

Como se señaló en diversas ocasiones, uno de los pilares fundamentales del proceso de reestructuración de la economía y la industria argentinas al que se asistió en el transcurso de la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” fue la apertura a los flujos internacionales de bienes y de capitales. Esta política fue instrumentada con un muy escaso gradualismo y estuvo caracterizada por ostensibles asimetrías en cuanto a sus efectos sobre los distintos actores y mercados fabriles (ello, replicando lo sucedido con las otras medidas que “ordenaron” el shock institucional neoliberal que se aplicó –privatización de empresas públicas y “desregulación” de una amplia gama de actividades–).

Si bien durante la década pasada se registró una suba considerable en las exportaciones industriales del país, dos de los principales impactos agregados que se derivaron de la liberalización comercial implementada bajo el gobierno del Dr. Menem y sostenida casi sin modificaciones por el del Dr. De la Rúa fueron la significativa desarticulación de la producción fabril local que trajo aparejada la creciente demanda de productos importados (tanto de insumos como de bienes finales y equipamiento) por parte de las firmas de la actividad (en especial las de mayores dimensiones), así como la existencia de una suerte de “sustitución inversa” (de manufacturas nacionales por importadas). Este último proceso, que se vio potenciado por el nivel del tipo de cambio real y otros factores (sesgada aplicación de la legislación anti-dumping, laxos controles aduaneros, etc.), adquirió particular intensidad en rubros fabriles que se caracterizaban por contar con una presencia difundida de PyMEs y, en muchos casos, un ostensible dinamismo potencial en lo que atañe a la creación local de valor agregado, empleo, capacidad tecnológica, etc..

Es en el contexto de los efectos heterogéneos y desiguales resultantes de la apertura de la década de los noventa que se inscribe esta parte de la investigación, cuyo propósito central es el de estudiar la evolución del comercio exterior de las firmas oligopólicas más importantes de la industria argentina durante esos años. Al respecto, una primera perspectiva analítica es aquella que proviene de indagar sobre el contenido sectorial que caracterizó al intercambio comercial del universo conformado por las cien empresas de mayor envergadura del campo fabril doméstico. Atento a dicho objetivo, en el Cuadro Nº 28 queda reflejada la evolución de las exportaciones, las importaciones y el saldo comercial de esa elite económica en función de las distintas actividades que fueron delimitadas para el período comprendido entre 1993 y 2001.

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Cuadro Nº 28 Cúpula empresaria industrial de la Argentina Evolución de las exportaciones, las importaciones y el saldo comercial según actividad principal, 1993-2001 (en millones de dólares y porcentajes)

Rama 15 Rama 23 Rama 24 Rama 27 Rama 34 Resto ramas

Total

1993 Exportaciones 2.871,2 964,3 163,5 534,0 792,9 298,7 5.624,6 (%) 51,0 17,1 2,9 9,5 14,1 5,3 100,0 Importaciones 383,1 340,7 481,2 129,5 1.304,0 807,0 3.445,6 (%) 11,1 9,9 14,0 3,8 37,8 23,4 100,0 Saldo 2.488,1 623,6 -317,7 404,5 -511,1 -508,3 2.179,0 1994 Exportaciones 3.979,4 1.283,6 176,3 530,7 997,0 240,7 7.207,7 (%) 55,2 17,8 2,4 7,4 13,8 3,3 100,0 Importaciones 467,6 545,2 755,6 256,0 1.899,2 947,0 4.870,6 (%) 9,6 11,2 15,5 5,3 39,0 19,4 100,0 Saldo 3.511,8 738,4 -579,3 274,7 -902,2 -706,3 2.337,1 1995 Exportaciones 5.076,4 1.757,0 351,6 833,2 1.463,2 612,1 10.093,5 (%) 50,3 17,4 3,5 8,3 14,5 6,0 100,0 Importaciones 474,0 636,9 746,5 596,7 1.763,2 860,1 5.077,5 (%) 9,3 12,5 14,7 11,8 34,7 17,0 100,0 Saldo 4.602,4 1.120,1 -394,9 236,5 -300,0 -248,0 5.016,0 1996 Exportaciones 6.140,8 2.328,1 457,9 851,2 1.756,7 546,5 12.081,2 (%) 50,8 19,3 3,8 7,0 14,5 4,5 100,0 Importaciones 475,3 720,6 993,2 435,6 2.760,5 780,3 6.165,5 (%) 7,7 11,7 16,1 7,1 44,8 12,7 100,0 Saldo 5.665,5 1.607,5 -535,3 415,6 -1.003,8 -233,8 5.915,7 1997 Exportaciones 6.231,1 2.102,2 453,8 886,7 2.872,5 874,7 13.421,0 (%) 46,4 15,7 3,4 6,6 21,4 6,5 100,0 Importaciones 495,1 533,6 914,5 327,7 3.166,3 955,6 6.392,8 (%) 7,7 8,3 14,3 5,1 49,5 14,9 100,0 Saldo 5.736,0 1.568,7 -460,7 559,0 -293,8 -80,9 7.028,2 1998 Exportaciones 6.445,7 1.477,1 556,9 924,6 2.869,5 515,0 12.788,8 (%) 50,4 11,5 4,4 7,2 22,4 4,0 100,0 Importaciones 813,8 366,8 1.188,7 955,4 4.630,9 1.005,9 8.961,5 (%) 9,1 4,1 13,3 10,7 51,7 11,2 100,0 Saldo 5.631,9 1.110,3 -631,8 -30,9 -1.761,4 -490,8 3.827,3 1999 Exportaciones 5.760,7 2.024,6 610,3 874,8 1.588,2 821,8 11.680,5 (%) 49,3 17,3 5,2 7,5 13,6 7,0 100,0 Importaciones 509,5 384,5 1.412,1 478,8 2.798,8 868,8 6.452,6 (%) 7,9 6,0 21,9 7,4 43,4 13,5 100,0 Saldo 5.251,2 1.640,1 -801,7 396,0 -1.210,6 -47,0 5.227,9 2000 Exportaciones 6.018,2 2.970,7 599,8 1.155,3 1.889,1 888,0 13.521,1 (%) 44,5 22,0 4,4 8,5 14,0 6,6 100,0 Importaciones 516,7 546,3 1.531,6 529,8 2.923,6 807,5 6.855,6 (%) 7,5 8,0 22,3 7,7 42,6 11,8 100,0 Saldo 5.501,5 2.424,4 -931,8 625,5 -1.034,5 80,4 6.665,5 2001 Exportaciones 6.417,2 2.680,1 978,0 1.171,5 1.862,3 833,2 13.942,4 (%) 46,0 19,2 7,0 8,4 13,4 6,0 100,0 Importaciones 519,1 448,5 1.234,3 530,7 2.032,7 631,2 5.396,5 (%) 9,6 8,3 22,9 9,8 37,7 11,7 100,0 Saldo 5.898,1 2.231,7 -256,4 640,8 -170,3 202,0 8.545,9

Rama 15: Elaboración de productos alimenticios y bebidas; Rama 23: Fabricación de coque, productos de la refinación de petróleo y combustible nuclear; Rama 24: Fabricación de sustancias y productos químicos; Rama 27: Fabricación de metales comunes; Rama 34: Fabricación de vehículos automotores, remolques y semirremolques; Resto ramas: incluye a las restantes actividades industriales. Fuente: Elaboración propia en base a información del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO.

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De la información presentada se desprende que entre los años mencionados la cúpula empresaria industrial registró sistemáticamente abultados superávits comerciales. Como se planteó en la Sección 5.2, tal situación se encuentra en las antípodas de lo que aconteció en el agregado sectorial (que registró fuertes déficits en materia de comercio exterior), y no sólo refleja el carácter asimétrico de la política aperturista puesta en práctica, sino que también constituye un claro indicador de que algunas de las grandes firmas contaron –y cuentan– con una significativa capacidad de respuesta contracíclica por el lado de las exportaciones, mientras que otras se caracterizaron –y se caracterizan– por presentar una elevada propensión exportadora (a tal punto que sus exportaciones representan una proporción mayoritaria de la producción y las ventas que realizan); ello, a diferencia de buena parte de las empresas que integran la trama manufacturera local298.

El notable ritmo de crecimiento que registraron durante el período de referencia las ventas al exterior totales de las firmas integrantes de la cúspide del poder económico fabril de la Argentina responde a una multiplicidad de factores (no necesariamente excluyentes entre sí). En este sentido, un primer elemento a considerar remite a la consolidación en la década pasada del proceso de concentración del ingreso que se había venido manifestando de modo intenso desde mediados de los setenta. Como se señaló oportunamente, la creciente inequidad distributiva –asociada en lo sustantivo a un considerable deterioro de las condiciones de vida de los sectores populares por efecto de diversos elementos: caída de los salarios, elevada desocupación, creciente precarización laboral, un funcionamiento estatal cada vez más subordinado a los sectores dominantes, etc.– trajo aparejado un aumento en los saldos exportables de algunas de las grandes empresas del panel de las líderes fabriles (en particular de las que elaboran productos alimenticios u otros tipos de “bienes salario”), al tiempo que en un contexto de tipo de cambio fijo con apreciación cambiaria conllevó una cierta mejoría –variable según los casos– en la competitividad empresaria a raíz de la caída en los costos299.

298 Como se mencionó, en la evolución del resultado comercial agregado de la cúpula fabril entre los años de referencia se distinguen dos etapas con lógicas disímiles: mientras que entre 1993 y 1997 el creciente superávit de la elite estuvo asociado a un fuerte incremento de las exportaciones (aumentaron 2,4 veces), en el período 1998-2001 el excedente de comercio es explicado fundamentalmente por la importante declinación que experimentaron las importaciones globales al calor de la crisis económica interna y la paulatina consolidación de un desfavorable escenario internacional. 299 Ello no sólo se vincula con las disminuciones registradas en las remuneraciones salariales, sino también con las verificadas en diferentes modalidades de “salario indirecto”. A modo de ejemplo, vale la pena recordar que en 1994 la Administración Menem impulsó una considerable reducción en los aportes patronales a la seguridad social (las estimaciones realizadas indican que dicha rebaja comprometió en promedio al 40% del monto de las mismas, a lo cual se le debe adicionar el descenso del 1% en las contribuciones al sistema de obras sociales). Los objetivos declarados que estaban detrás de esta medida eran básicamente dos: brindar incentivos a los empresarios para incrementar la demanda de trabajo y morigerar por la vía de una “devaluación fiscal” los impactos negativos derivados del atraso cambiario (en especial para los sectores elaboradores de productos transables). Al respecto, cabe realizar dos observaciones que se desprenden de los análisis previos. Por un lado, de considerar la abrupta y prácticamente ininterrumpida contracción en la ocupación industrial que se manifestó en la segunda mitad de la década pasada (véase el Cuadro Nº 17), es indudable que semejante “sacrificio fiscal” no derivó, ni mucho menos, en la generación de puestos de trabajo. Por otro, a juzgar por el desenvolvimiento durante esos años de las ramas manufactureras más expuestas a la competencia de bienes importados (en su mayoría, vale enfatizar, con fuerte presencia de PyMEs), puede concluirse que la mencionada “devaluación

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En segundo lugar, el incremento de las exportaciones de los principales oligopolios manufactureros es explicado por el hecho que buena parte del ciclo de acumulación y reproducción ampliada del capital de muchos de ellos se estructura en torno de actividades vinculadas a la explotación de ventajas comparativas naturales que se caracterizan por presentar altos coeficientes exportadores (tales los casos de la producción de alimentos y la industria petrolera), y en menor grado a ciertos insumos de uso difundido con una importante inserción en el mercado mundial (fundamentalmente ciertas manufacturas en base a hierro, acero y aluminio). Sobre el particular, vale recalcar que se trata en su mayoría de producciones en las cuales el país es competitivo internacionalmente (podría decirse que con independencia del nivel del tipo de cambio), pero que presentan un reducido dinamismo en el plano mundial (de allí que cada vez tengan menos importancia dentro de los flujos globales del comercio de manufacturas) y, en general, sus precios suelen experimentar fuertes oscilaciones en el marco de una tendencia secular a su caída (todo esto, sin mencionar que se encuentran poco “afincadas” localmente en materia de generación de cadenas de valor y puestos de trabajo, investigación y desarrollo, etc.).

En tercer lugar, el “salto exportador” experimentado durante la vigencia de la Convertibilidad por varias compañías industriales predominantes se asocia con la puesta en marcha del Mercosur y, en ese contexto, con la existencia de un importante comercio de intrazona (en numerosos casos a favor de la celebración de transacciones intracorporativas: sea entre filiales de una empresa multinacional radicadas en los distintos países que integran el bloque regional –en especial en Argentina y Brasil–, o entre firmas pertenecientes a un mismo grupo económico nacional)300.

En cuarto lugar, el dinamismo exportador de las líderes manufactureras se relaciona asimismo con el régimen de promoción a la industria automotriz que rigió durante el decenio pasado, el cual indujo hasta 1998 un aumento de consideración en las ventas al exterior realizadas por las terminales (muchas de las cuales integran el panel de las cien firmas de mayores ventas del país).

fiscal” no derivó, ni mucho menos, en un aumento en los “márgenes de protección” de estas actividades. En ese marco, y considerando que en términos relativos las empresas de mayores dimensiones suelen ser las menos evasoras en este tipo de impuestos (Santarcángelo y Schorr, 2000), cabe preguntarse si los objetivos reales de esta reforma tributaria no fueron los de mejorar la rentabilidad y el tipo de cambio real para un conjunto acotado de grandes firmas (muchas de ellas muy competitivas internacionalmente, aun a pesar de la sobrevaluación de la moneda nacional). Un análisis del contenido de estas medidas se puede consultar en Basualdo (2003); y Gaggero y Gómez Sabaini (2002). 300 En cuanto a esta cuestión, de un trabajo reciente de la CEPAL surge que fueron muy pocas las actividades manufactureras que exhibieron superávits comerciales con Brasil desde la entrada en vigencia del Mercosur a comienzos de los noventa: refinación de petróleo, automóviles y autopartes, lácteos, bebidas, carnes, pescado, frutas, legumbres y hortalizas. En las restantes ramas se verificaron saldos deficitarios (particularmente importantes en: electrónica y telecomunicaciones, maquinaria, papel y edición, y material eléctrico y electrodomésticos). De allí que “el comercio con Brasil en términos del contenido de valor agregado y de puestos de trabajo incorporado en las exportaciones e importaciones ha sido deficitario para Argentina en casi todos los sectores industriales” (Kosacoff, 2004a).

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En quinto lugar, el creciente monto de exportaciones de varias empresas de la cúpula (en particular, aunque no exclusivamente, de aquéllas especializadas en la elaboración de metales comunes y sus derivados) puede explicarse por el hecho que en las diferentes etapas por las que atravesó el “modelo financiero y de ajuste estructural” recibieron cuantiosos recursos desde el Estado (promoción industrial, distintos mecanismos de fomento a las exportaciones manufactureras, etc.). En este sentido, la maduración de tales proyectos le posibilitó a dichas firmas contar con una importante salida exportadora, cuando no devenir en sólidas plataformas de exportación. Así, por ejemplo, durante la década de los ochenta, en el marco de una muy aguda crisis sectorial, estas empresas contaron con una significativa capacidad de respuesta contracíclica por el lado de las exportaciones (lo cual les posibilitó incrementar su participación en el conjunto del sector). Por su parte, en los años noventa estas compañías pudieron colocar una parte considerable de su producción en los mercados internacionales (proceso que estuvo estrechamente ligado a que poseen una capacidad productiva que excede ampliamente el tamaño de la demanda doméstica).

En sexto lugar, otro elemento que permite dar cuenta de la performance exportadora de las grandes compañías industriales remite a la capacidad que tuvieron –y tienen– muchas de ellas de instrumentar distintos tipos de prácticas discriminatorias en materia de fijación de precios; por lo general, perjudiciales para los consumidores locales. En efecto, en el marco de las ostensibles “debilidades” existentes en materia de regulación anti-trust, y a partir del control oligopólico que ejercen sobre los distintos mercados en los que actúan, tales firmas pudieron fijar sobreprecios en el mercado interno que les posibilitaron subsidiar la realización de ventas al exterior a precios competitivos (ejemplos en tal sentido lo constituyen la industria siderúrgica, la farmacéutica y la elaboradora de neumáticos, en las que se constataron casos de abuso de posición dominante por parte de los oligopolios que se desenvuelven en las mismas, que se reflejan en que para algunos bienes el valor que debieron pagar los usuarios argentinos fue muy superior al que abonaron, por el mismo producto, los consumidores del extranjero)301.

Respecto de esto último, un séptimo elemento a tener en cuenta es que en la propiedad de muchas de las empresas que integran la elite manufacturera local participan capitales que a su vez controlan una importante cantidad de otras firmas, la mayoría de las cuales son líderes en sus respectivos sectores de actividad. En tal sentido, puede haber ocurrido que un grupo económico (nacional o extranjero) haya subsidiado una estrategia de fijación de precios competitivos internacionalmente en alguna producción manufacturera ligada a la exportación a partir de su participación en algún mercado (no necesariamente fabril) que se caracterizara por presentar, por caso, un elevado grado de concentración y/o una baja elasticidad-precio de la demanda, o de las facilidades existentes para acceder a financiamiento a bajo costo en la

301 Para la industria siderúrgica véase Azpiazu y Basualdo (1995b); para la farmacéutica Azpiazu (1999a); y para la elaboradora de neumáticos Azpiazu, Basualdo y Schorr (2000b).

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plaza financiera local y/o en el extranjero, y/o para obtener créditos de empresas pertenecientes al mismo holding302.

El aumento que registraron las ventas al exterior globales de la cúpula empresaria fabril durante la década pasada reviste suma importancia no sólo porque, como fue analizado, le permitió a tales firmas crecer muy por encima del conjunto del sector (en especial hasta 1998), y en consecuencia apropiarse de porciones crecientes del excedente generado en el ámbito manufacturero, sino también porque les brindó la posibilidad de incrementar de modo significativo su participación en el total de las exportaciones industriales del país: entre 1993 y 2001 tuvo lugar una suba cercana a los once puntos porcentuales en la concentración de las exportaciones de manufacturas en torno de los oligopolios fabriles líderes (los cuales hacia fines del período analizado explicaron en conjunto alrededor de un 70% de ese total)303.

Es importante reparar en estas comprobaciones por dos motivos básicos. Primero, porque indican que durante la Convertibilidad menos de una centena de grandes actores económicos acrecentó sobremanera su control sobre la oferta total de divisas relacionada con el comercio exterior304. Dada la acentuada dependencia externa de la Argentina post-dictadura militar de 1976-1983, dicha situación les ha conferido a estos integrantes de los sectores dominantes locales un mayor poderío económico y de coacción sobre el aparato estatal que el –ya de por sí considerable– que proviene del control que ejercen sobre núcleos estratégicos de la estructura productiva doméstica y, asociado a ello, de su incidencia determinante sobre el comportamiento de variables de ostensible significación económica y social (inflación, tipo de cambio, balanza de pagos, cuentas fiscales, inversión, ocupación, etc.). Segundo, porque aportan valiosos elementos de juicio que no casualmente –dados los intereses en juego– están prácticamente ausentes en la actual discusión sobre el “modelo exportador”: aquéllos vinculados con las características de las fracciones de clase que hegemonizan tal debate y a las que, sin duda, más beneficios les reportaría la consolidación de un “modelo de reindustrialización nacional” asentado sobre exportaciones de bienes en los que el país cuenta con probadas ventajas competitivas305.

302 Cabe agregar que en los años noventa se implementaron diversos mecanismos de fomento a las exportaciones de productos manufacturados tanto de índole fiscal como financiera que seguramente jugaron un cierto papel en la explicación de la dinámica exportadora de algunas grandes firmas industriales. A título ilustrativo pueden señalarse: las exenciones en el pago de determinados impuestos, la instrumentación de distintas modalidades de reintegros, la devolución de los aranceles pagados por la importación de insumos incorporados en el producto exportado (draw back) y la puesta en marcha de líneas de crédito para la prefinanciación, la financiación y la posfinanciación de proyectos exportadores (OMC, 1999). 303 Si se considera el total de exportaciones del país se verifica que en 1993 las empresas de la elite manufacturera explicaron casi el 43% del mismo mientras que en el 2001 dieron cuenta de más del 52%. 304 En el año 2001, 87 firmas del panel realizaron exportaciones. Entre las mismas resulta posible identificar varias vinculadas a importantes conglomerados empresarios del país, entre los que sobresalen: Arcor, Fate/Aluar, Pérez Companc, Repsol y Techint. 305 Estas cuestiones son abordadas en la tercera parte de esta investigación. Véase también Arceo (2004 y 2005); Basualdo (2004b); Schorr (2002 y 2005); y Schorr y Wainer (2005a y 2005b).

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Si bien durante la década pasada se registró un significativo incremento en las ventas al exterior de las líderes industriales, no puede soslayarse la creciente importancia que adquirieron las importaciones respecto de la facturación y la producción totales de las mismas. Ello se refleja, por ejemplo, en la evolución del coeficiente importador de las empresas de la cúpula (que surge del cociente entre las importaciones realizadas por tales firmas y sus respectivos montos de facturación): de la mano del crecimiento industrial y, más aún, de la expansión experimentada por las compañías oligopólicas, este indicador se incrementó considerablemente entre 1993 y 1998 (pasó del 9,8% al 17,3%), para luego declinar en el marco de la crisis socio-económica (en el 2001 fue del 10,8%)306.

Como se marcó oportunamente, la mayor propensión importadora de las grandes firmas durante la fase expansiva del ciclo económico fabril interno constituyó uno de los rasgos distintivos de la década pasada y trajo aparejados cambios de trascendencia en su perfil tecno-productivo y comercial en relación con lo que había acontecido en otros períodos históricos. En efecto, durante la vigencia del esquema de industrialización sustitutiva las actividades comerciales de las grandes empresas se circunscribían fundamentalmente a la distribución y la venta de los bienes que las mismas manufacturaban, mientras que en los años noventa numerosos oligopolios del sector optaron por discontinuar total o parcialmente varios procesos productivos cubriendo una parte importante de la demanda local con bienes finales importados (a partir del aprovechamiento de sus canales de distribución y comercialización). Por otra parte, en el marco de la apertura de la economía instrumentada durante las administraciones gubernamentales del Dr. Menem y de la Alianza numerosas firmas abandonaron sus producciones tradicionales para volcarse crecientemente hacia la armaduría y/o el ensamblado de partes y piezas importadas, lo cual tuvo implicancias relevantes tanto en el nivel de las empresas (a tal punto alcanzó el proceso mencionado que a muchas de las grandes firmas, dado el alto componente importado que presentó su producción, difícilmente se las pudiera clasificar como industriales), como en el de diversas ramas de actividad (lo cual derivó en una considerable desintegración del tejido manufacturero local y, con ello, la destrucción de una vasta masa crítica resultante de largos años de acumulación).

Sin duda, la consolidación de este proceso en aquellas compañías que, por el elevado poder de mercado que poseen en los distintos rubros en los que operan, definen de manera decisiva y creciente el sendero por el que transita el conjunto de la actividad, constituye uno de los elementos centrales para dar cuenta del magro desempeño sectorial que se registró durante la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural” en materia de generación de valor agregado, de resultas de lo cual se profundizaron la “desindustrialización” y la desarticulación de la estructura manufacturera local iniciadas a mediados de los setenta. Ello se ve acentuado si se considera que, en particular en algunas manufacturas, el incremento 306 En 1993 las compras al exterior realizadas por las firmas que forman parte del grupo de las cien industriales más grandes representaron algo más de un 20% de las importaciones totales del país y aproximadamente un 23% de las correspondientes al sector manufacturero; porcentuales que, respectivamente, ascendieron a casi el 29% y el 32% en 1998, y a alrededor del 27% y el 28% en el 2001.

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en el volumen de productos importados por parte de las grandes empresas conllevó una disminución en la producción –cuando no la desaparición– de buena parte de sus firmas proveedoras. La confluencia de ambos procesos (importante incidencia de las importaciones en la producción de las firmas líderes y, asociado a ello, reducción en los niveles productivos de sus proveedoras) conforma uno de los principales factores explicativos de la crisis que debió enfrentar una proporción considerable de las PyMEs fabriles, de la centralización del capital a ella ligada y del muy intenso proceso de expulsión de mano de obra que se verificó en el transcurso de la década pasada307.

Retomando el análisis del perfil del comercio exterior de las firmas industriales más grandes del país, una de las conclusiones más relevantes que surge del Cuadro Nº 28 es el elevado grado de concentración sectorial que presentaron tanto las exportaciones como las importaciones realizadas por dichas empresas. En este sentido, cabe destacar, en primer lugar, que en la etapa bajo análisis se tendió a consolidar en los principales oligopolios manufactureros un perfil exportador fuertemente asentado en la explotación de ventajas comparativas naturales y/o en actividades que se ubican en los primeros eslabones del procesamiento fabril. Ello se refleja en el hecho que entre 1993 y 2001 cerca del 50% de las exportaciones totales de la cúpula correspondió a empresas vinculadas a la elaboración de alimentos y bebidas308. Dicho porcentual se eleva al 90% en caso de considerar también a aquellas firmas que actúan en el ámbito de la industria petrolera, la producción de metales básicos y sus derivados, y la fabricación de vehículos automotores (que a pesar de registrar un mayor grado de “complejización productiva” que las otras actividades, en los noventa se caracterizó por presentar en el nivel doméstico un reducido dinamismo en lo que respecta a la generación de cadenas de valor).

Sobre el particular, vale la pena mencionar que en el transcurso de la década pasada se acentuó en el nivel de los principales oligopolios fabriles –y del agregado sectorial– el perfil exportador que había comenzado a manifestarse en los años ochenta (cuando las actividades industriales más dinámicas en materia de exportaciones habían sido aquellas vinculadas a la producción de aceites vegetales y a la fabricación de algunos insumos básicos de uso difundido). El mismo contrasta marcadamente con el que se había logrado conformar durante la segunda etapa del modelo sustitutivo y que fue profundamente agredido a la par de la interrupción de dicho régimen de acumulación. Entre otras cosas, el mismo se caracterizaba porque las firmas líderes en materia de exportaciones fabriles operaban preponderantemente

307 A pesar de que el mayor peso de las importaciones en la producción y las ventas de las firmas líderes determinó un cambio de consideración en el perfil organizacional de las mismas (tanto en términos productivos como comerciales), vale enfatizar que la “apertura importadora” de los noventa fue mucho más acentuada en aquellos espacios productivos con predominancia de PyMEs que en los que prevalecían las compañías de mayor tamaño relativo (Yoguel, 1998). 308 Cuando se analiza la composición de las exportaciones industriales del país durante el decenio de los noventa se constata que las correspondientes a los distintos tipos de bebidas representaron apenas el 1% del total. De ello se desprende que una parte mayoritaria de las ventas al exterior de las líderes fabriles que actúan en el agrupamiento sectorial mencionado está constituida por productos alimenticios.

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en el ámbito metalmecánico y en otros segmentos fabriles complejos (como, por caso, el de la industria electrónica), y se especializaban en la elaboración de productos con un relativamente alto componente de valor agregado y de integración nacional de la producción, así como con un importante “efecto tracción” en materia de generación de eslabonamientos productivos, empleos de alta calificación, y conocimientos y saberes de distinto tipo309.

Por otro lado, cuando se analiza el dinamismo exportador de los distintos agrupamientos sectoriales, de las evidencias proporcionadas por el Cuadro Nº 28 se desprende la existencia de dos etapas diferentes. En la primera de ellas (1993-1998), las ventas al exterior realizadas por las firmas que actúan en dos rubros (la elaboración de productos y sustancias químicas y la industria automovilística) crecieron a una tasa superior a la registrada por el promedio de la elite: mientras las exportaciones totales de la cúpula se expandieron a una tasa anual acumulativa próxima al 18%, las correspondientes a las firmas que actúan en el ámbito químico-petroquímico lo hicieron a un promedio anual cercano al 28% (no obstante lo cual, al final del período presentaban una escasa significación en las exportaciones agregadas del panel) y las de las grandes terminales a un ritmo medio por año superior al 29% (a raíz de lo cual la automotriz se convirtió en la segunda actividad en importancia en cuanto a su aporte relativo a las exportaciones globales detrás de la agroindustria)310. En la segunda etapa (1998-2001) tuvo lugar la mencionada desaceleración en el crecimiento de las ventas al exterior de la elite; en ese marco, los rubros dinámicos fueron la industria petrolera, la química, la siderúrgica y el denominado “resto ramas”, al tiempo que se produjo una significativa retracción en las exportaciones del sector automotor y se mantuvieron prácticamente inalteradas las realizadas por las firmas agroindustriales.

Asimismo, cuando el estudio se focaliza en las importaciones agregadas se comprueba la decisiva presencia que en dicho total le corresponde a las empresas automotrices (si se considera el promedio correspondiente al período 1993-2001 se corrobora que más del 43% de la totalidad de las compras provenientes del exterior realizadas por la cúpula fue explicado por las firmas que se desenvuelven en el sector automotor). Por otro lado, del Cuadro de referencia también surge que durante esos años la fabricación de sustancias y productos químicos y la llamada “resto ramas” constituyeron las actividades que después de la 309 Un análisis pormenorizado del desempeño exportador y de los principales cambios registrados en la composición de las ventas al exterior de bienes industriales de la Argentina durante los años setenta y ochenta puede ser consultado, entre otros, en Azpiazu, Bisang y Kosacoff (1988); Azpiazu, Basualdo y Nochteff (1988); Azpiazu y Kosacoff (1988); Basualdo y Khavisse (1986); Bisang, Feldman y Gutman (1989); Bisang y Kosacoff (1993 y 1995); INDEC-CEPAL (1987); Katz (1993); Katz y Ablin (1978); Nochteff (1985); y Ramos (2000). 310 El dinamismo de las firmas especializadas en la elaboración de productos y sustancias químicas en esta etapa se vincula con dos procesos: un incremento considerable (superior al 230%) en las ventas al exterior realizadas por aquellas firmas de la rama que integraron el ranking en ambos años, y porque salieron del panel siete compañías que en 1993 habían exportado en conjunto por 46,3 millones de dólares e ingresaron otras tantas cuyos despachos al exterior en 1998 alcanzaron los 112,9 millones de dólares. En el caso de las empresas del rubro automotor, el incremento en sus exportaciones agregadas responde a, por un lado, las mayores ventas al extranjero de las firmas que lograron permanecer entre las cien de mayores ventas y, por otro, que en 1998 hubo seis nuevas compañías respecto de 1993 con una facturación global en concepto de exportaciones (de 1.946,5 millones de dólares) que fue muy superior a la registrada por las salientes.

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producción automotriz más aportaron a las importaciones de la cúpula (estas actividades explicaron de conjunto casi el 32% de ese total).

Al analizar el desenvolvimiento de las importaciones realizadas por las distintas agrupaciones sectoriales que fueron delimitadas se constata que en la etapa 1993-1998 las más dinámicas fueron la industria automotriz y la elaboradora de metales básicos (entre esos años las importaciones de estos rubros aumentaron, respectivamente, alrededor de un 255% y un 638%). Con respecto a las firmas de la elite que manufacturan productos derivados del hierro y el acero, vale mencionar que el notable crecimiento que registraron sus compras en el exterior (en buena medida de materias primas) se asocia con los reducidos montos importados al comienzo de la serie; por su parte, las empresas del rubro automotor se consolidaron como las de mayor significación en las importaciones globales de la cúpula. Como se mencionó, entre 1998 y 2001 se verificó una caída considerable de estas últimas (pasaron de 8.961,5 millones de dólares a 5.396,5 millones de la misma moneda), la cual está en gran medida ligada a la disminución que experimentaron las adquisiciones de bienes en el exterior por parte de las terminales automotrices (por sí solas explican casi el 73% de la declinación de las importaciones totales).

En lo atinente a los resultados de balanza de comercio exterior, los datos aportados por el Cuadro Nº 28 permiten concluir que entre 1993 y 2001 tres agrupamientos registraron importantes superávits comerciales: la agroindustria, la producción de petróleo y derivados, y la fabricación de metales comunes (los mayores registros correspondieron, por lejos, al primer grupo –entre esos años dio cuenta en promedio de aproximadamente un 95% del saldo comercial positivo de la elite manufacturera–). Se trata en los tres casos de actividades en las que el aprovechamiento y la explotación de la constelación local de recursos básicos juega un papel decisivo y en las que se elaboran bienes caracterizados por un reducido “grado de industrialización” (por lo general en un nivel inferior al de sus potencialidades en lo que atañe a la generación doméstica de valor agregado).

Las restantes actividades manufactureras delimitadas (la elaboración de productos y sustancias químicas, la industria automotriz y la denominada “resto ramas”) registraron a lo largo del período analizado saldos comerciales negativos311. En el primer caso, las evidencias disponibles indican que gran parte del déficit es explicado por el desempeño de las firmas elaboradoras de productos medicinales y en menor medida de las vinculadas a la producción petroquímica. En efecto, como se planteó, uno de los principales aspectos que caracterizó el desenvolvimiento de la rama farmacéutica en los años noventa fue el elevado componente importado con que operaron las firmas del sector (tanto de insumos como en particular de bienes finales). Ello determinó que buena parte de los grandes laboratorios que actúan en el ámbito nacional (muchos de los cuales integran el selecto grupo de las cien empresas industriales de mayor tamaño) dejara de producir localmente para volcarse más hacia la venta 311 La única excepción la constituye el rubro “resto ramas” en los años 2000 y 2001, en los cuales tuvo superávits.

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de productos importados a partir del aprovechamiento de sus canales de distribución y comercialización. En el caso de la química básica, la balanza comercial deficitaria se deriva del hecho que este rubro presentó un reducido dinamismo en materia exportadora (la mayoría de su producción se destinó al mercado interno), mientras que tuvo un alto contenido importado de materias primas y bienes de capital empleados en los procesos productivos.

Por su parte, el desbalance comercial de los oligopolios automotrices es particularmente importante de destacar por cuanto se trata prácticamente del único sector manufacturero que gozó de un régimen especial de protección y promoción durante toda la década de los noventa. Sin embargo, dicho esquema no indujo un crecimiento de la oferta sustentado en una mayor producción fabril en sentido estricto, sino más bien en actividades de armado y/o ensamblado de insumos y partes importadas (cuando no en la comercialización directa por parte de las terminales de vehículos terminados procedentes del exterior)312. A raíz de ello, las grandes empresas de la actividad registraron saldos negativos a lo largo del decenio, lo cual contrasta con una de las principales disposiciones de la normativa sectorial (que apuntaba a que las terminales registraran un balance comercial equilibrado o incluso que arrojara saldos positivos). Naturalmente, este proceso de creciente “apertura importadora” del sector, que se refleja en que en el 2001 los productos importados dieron cuenta de casi el 46% de la facturación agregada de los oligopolios automotrices (cuando en 1993 representaron cerca del 21%)313, derivó en una disminución en el valor agregado total generado por la actividad y, con ello, en un importante proceso de desintegración de la producción local que repercutió negativamente sobre la –hasta entonces importante– industria autopartista.

Por último, en el caso de la categoría “resto ramas”, en donde queda incluido un amplio espectro de actividades industriales, una parte significativa del déficit comercial registrado hasta 1999 es explicado por empresas líderes vinculadas a la elaboración de maquinaria y equipos eléctricos y electrodomésticos, así como a la fabricación de neumáticos. Se trata, en buena medida, de firmas que se caracterizaron por presentar, junto con una baja propensión exportadora, una elevada demanda de importaciones (tanto de insumos para la producción como fundamentalmente de bienes finales para su comercialización), lo cual tuvo importantes efectos tanto en términos productivos (caída en los respectivos valores agregados sectoriales y en los de las ramas vinculadas por relaciones interindustriales), como en relación 312 Las evidencias disponibles indican que el déficit comercial de las empresas automotrices durante el decenio pasado (en particular hasta antes de la crisis que se inicia en 1998) estuvo en parte asociado a los precios de transferencia vinculados al importante comercio intrafirma que se dio entre las terminales pertenecientes a una misma casa matriz que operan en el mercado argentino y en el de otros países. Dicha situación le permitió a tales firmas transferir al exterior una parte no menor de las utilidades generadas en el nivel local y de esa manera eludir el pago del impuesto a las ganancias, a la vez que reasignar el excedente a escala regional y mundial. Este tipo de proceso, que estuvo caracterizado por una cierta subvaluación de las exportaciones y/o una cierta sobrevaluación de las importaciones realizadas por las empresas que operan en el mercado nacional, repercutió sobre el resultado de la balanza comercial de estas compañías. Respecto de estas cuestiones, consúltese Basualdo (2000a); Briner y Schorr (2002); y Chudnovsky y López (2001). 313 Al respecto, cabe destacar que en el último año de vigencia del régimen de Convertibilidad el coeficiente importador de las empresas automotrices que forman parte del panel fue 4,2 veces superior al registrado por el conjunto de la elite fabril.

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con la capacidad de las actividades mencionadas para generar directa e indirectamente puestos de trabajo314.

Una vez determinados los principales rasgos característicos del perfil sectorial del comercio exterior realizado por las empresas integrantes de la elite manufacturera local en el transcurso de los años noventa, cobra particular interés analizar el comportamiento registrado por los distintos tipos de firmas que la integran. Como surge del Cuadro Nº 29, entre 1993 y 2001 las diferentes tipologías que cabe reconocer en el interior de la cúpula fabril registraron –en algunos casos muy elevados– saldos superavitarios de balanza comercial (con la salvedad de los conglomerados extranjeros en 1994 y las empresas transnacionales en 1998).

En ese marco, cabe realizar algunas consideraciones respecto del comportamiento de los distintos segmentos. En el caso de los grupos económicos de capital nacional sobresale el hecho que en la etapa aludida constituyeron el primer estamento empresario en cuanto a su contribución al superávit comercial de la elite industrial: considerando el período 1993-2001 en su conjunto se comprueba que esta fracción del gran capital registró un saldo positivo de comercio exterior que representó el 37,1% del obtenido por la elite315. Se trata de una resultante previsible dada la importancia de la agroindustria como núcleo ordenador del ciclo de acumulación de estos actores económicos (sobre todo a partir del repliegue estratégico instrumentado por varios de ellos durante la segunda mitad del decenio pasado). Sobre esta cuestión, vale destacar que en el año 2001 las empresas de la cúpula pertenecientes a grupos locales tuvieron una participación del 26,3% en el total de ventas al exterior de productos alimenticios y que éstas representaron un 73,9% del monto total exportado por tales firmas. Ello, a partir de importantes oligopolios como Aceitera General Deheza, Arcor, Ledesma, Molinos Río de la Plata, Sancor y Vicentín.

Un segundo elemento a destacar es el considerable incremento verificado en la incidencia relativa de las empresas transnacionales y los conglomerados extranjeros en las exportaciones agregadas del panel: mientras que en 1993 ambos segmentos explicaron cada uno algo más del 18% de dicho total, en el 2001 dieron cuenta del 30% y el 40%, respectivamente. Como surge de la información presentada, este importante crecimiento en el aporte de tales compañías a las exportaciones totales tuvo lugar a partir de 1995 y coincidió con la disminución que se registró en la participación de las asociaciones. Ello está directamente vinculado con la mencionada disolución de tres asociaciones de capital que operaban en la industria automovilística (Autolatina, Ciadea y Sevel), lo cual trajo aparejada una reasignación de las exportaciones de tal tipología hacia las empresas transnacionales

314 El superávit comercial agregado de este agrupamiento en el 2000 se deriva de un incremento del orden del 8% en las exportaciones y de un descenso del 7% de las importaciones, mientras que el del 2001 es explicado por la importante contracción (de aproximadamente el 22%) que tuvieron las compras en el exterior (el monto de los despachos enviados al extranjero declinó alrededor de un 6%). 315 El segundo puesto lo ocuparon los conglomerados extranjeros (22,9% del superávit global), el tercero las asociaciones (17,8%), el cuarto las firmas de capital transnacional que en el medio local no se integran a un grupo económico (12,6%) y el quinto las empresas locales independientes (9,6%).

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Capítulo 5. La evolución de los diferentes integrantes del poder económico industrial durante la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural”

Cuadro Nº 29 Cúpula empresaria industrial de la Argentina Evolución de las exportaciones, las importaciones y el saldo comercial según tipo de empresa, 1993-2001 (en millones de dólares y porcentajes)

GGEE ELI CE ET Asociación Total 1993 Exportaciones 1.275,3 653,7 1.029,8 1.043,8 1.622,0 5.624,6 (%) 22,7 11,6 18,3 18,6 28,8 100,0 Importaciones 554,9 99,5 720,7 627,4 1.443,2 3.445,6 (%) 16,1 2,9 20,9 18,2 41,9 100,0 Saldo 720,4 554,2 309,1 416,4 178,8 2.179,0 1994 Exportaciones 2.097,5 652,9 1.161,3 1.240,2 2.055,8 7.207,7 (%) 29,1 9,1 16,1 17,2 28,5 100,0 Importaciones 669,4 112,9 1.163,3 888,1 2.037,0 4.870,6 (%) 13,7 2,3 23,9 18,2 41,8 100,0 Saldo 1.428,1 540,0 -2,0 352,1 18,8 2.337,1 1995 Exportaciones 3.436,6 555,2 1.448,4 1.800,0 2.853,3 10.093,5 (%) 34,0 5,5 14,3 17,8 28,3 100,0 Importaciones 807,4 49,3 1.335,5 1.074,9 1.810,5 5.077,5 (%) 15,9 1,0 26,3 21,2 35,7 100,0 Saldo 2.629,2 506,0 113,0 725,1 1.042,8 5.016,0 1996 Exportaciones 3.684,3 751,4 2.775,2 2.597,5 2.272,8 12.081,2 (%) 30,5 6,2 23,0 21,5 18,8 100,0 Importaciones 760,2 71,5 2.040,5 2.039,9 1.253,5 6.165,5 (%) 12,3 1,2 33,1 33,1 20,3 100,0 Saldo 2.924,1 680,0 734,7 557,6 1.019,3 5.915,7 1997 Exportaciones 3.716,3 626,4 3.235,9 3.327,2 2.515,2 13.421,0 (%) 27,7 4,7 24,1 24,8 18,7 100,0 Importaciones 780,8 41,8 2.299,2 2.124,2 1.146,8 6.392,8 (%) 12,2 0,7 36,0 33,2 17,9 100,0 Saldo 2.935,5 584,7 936,7 1.203,0 1.368,4 7.028,2 1998 Exportaciones 2.781,3 669,0 3.494,9 3.958,1 1.885,6 12.788,8 (%) 21,7 5,2 27,3 30,9 14,7 100,0 Importaciones 1.298,9 64,0 3.252,8 4.165,1 180,7 8.961,5 (%) 14,5 0,7 36,3 46,5 2,0 100,0 Saldo 1.482,4 605,0 242,1 -206,9 1.704,8 3.827,3 1999 Exportaciones 2.400,8 441,8 4.467,3 3.456,3 914,4 11.680,5 (%) 20,6 3,8 38,2 29,6 7,8 100,0 Importaciones 758,4 57,9 2.435,2 3.090,4 110,7 6.452,6 (%) 11,8 0,9 37,7 47,9 1,7 100,0 Saldo 1.642,4 383,9 2.032,0 365,9 803,7 5.227,9 2000 Exportaciones 2.533,9 344,1 5.527,6 4.109,3 1.006,2 13.521,1 (%) 18,7 2,5 40,9 30,4 7,4 100,0 Importaciones 705,7 49,9 2.713,9 3.315,2 70,9 6.855,6 (%) 10,3 0,7 39,6 48,4 1,0 100,0 Saldo 1.828,2 294,2 2.813,7 794,1 935,2 6.665,5 2001 Exportaciones 2.402,6 387,0 5.597,9 4.156,3 1.398,6 13.942,4 (%) 17,2 2,8 40,1 29,8 10,0 100,0 Importaciones 640,2 65,8 2.072,0 2.492,0 126,5 5.396,5 (%) 11,9 1,2 38,4 46,2 2,3 100,0 Saldo 1.762,4 321,2 3.525,8 1.664,3 1.272,1 8.545,9

Estatal: Empresas propiedad del Estado argentino; Asoc.: Empresas propiedad de una asociación entre dos o más firmas; GGEE: Empresas propiedad de un grupo económico nacional; CE: Empresas propiedad de un conglomerado extranjero; ELI: Empresas locales independientes (no integran un grupo económico); ET: Empresas transnacionales (no integran un conglomerado extranjero). Fuente: Elaboración propia en base a información del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO.

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(Peugeot-Citroen y Volkswagen) y los conglomerados extranjeros (Fiat, Ford y Renault). Como se aprecia en el Cuadro de referencia, entre 1998 y 1999 se registró un incremento de casi once puntos porcentuales en la participación de las firmas de la cúpula pertenecientes a grupos económicos de capital foráneo (de resultas de lo cual se consolidaron como la categoría más importante en cuanto a su contribución a las exportaciones totales), lo cual está directamente vinculado con la adquisición de YPF a manos del holding español Repsol (esto también explica el considerable salto de nivel que experimentó el saldo comercial de este estrato a partir de 1999 y la caída del de las asociaciones)316.

Si bien constituyeron durante todo el período analizado el estrato empresario de menor peso relativo en las exportaciones globales de la elite, merece destacarse que las empresas locales independientes, a partir de una inserción estructural en el sector manufacturero local centrada fundamentalmente en la producción de alimentos, registraron en todos los años del período bajo estudio una elevada relación exportaciones/ventas: de considerar la totalidad del período 1993-2001 se corrobora que estas firmas registraron en promedio un coeficiente exportador de casi el 33%, porcentual que se ubicó en el orden del 22% para el conjunto de la cúpula.

En relación con las importaciones, la principal conclusión que surge de las evidencias que constan en el Cuadro Nº 29 es el muy alto grado de concentración que presentaron las mismas en términos de los segmentos empresarios que las realizaron mayoritariamente. Al respecto, entre 1993 y 2001 las asociaciones y los dos tipos de firma extranjera dieron cuenta conjuntamente de casi el 86% de las importaciones agregadas. Esta significativa participación de tales formas de propiedad en el total de las compras en el exterior de distintos tipos de bienes realizadas por el conjunto de los oligopolios de la elite está estrechamente vinculada a que dichos actores tienen una importante participación en dos de los tres agrupamientos sectoriales que registraron durante el período bajo análisis déficits comerciales: la producción automotriz y la industria químico-petroquímica. Sin embargo, mientras que la gravitación de ambos tipos de empresa extranjera en las importaciones globales se incrementó en forma casi ininterrumpida, la de las asociaciones disminuyó en forma pronunciada. En la explicación de estos procesos juega un papel central la señalada disolución de las asociaciones del ramo 316 A pesar de la trascendencia que la disolución de las asociaciones del campo automotor tuvo en el incremento registrado desde 1995 en la gravitación de ambos tipos de firma extranjera en la totalidad de las ventas al exterior de la cúpula y del “efecto YPF” en el caso de las que forman parte de conglomerados económicos, debe destacarse que dicho crecimiento también es explicado por otros factores (aunque de mucha menor cuantía que los señalados). Por ejemplo, en el aumento de la importancia exportadora de las empresas transnacionales entre dicho año y el 2001 asumieron cierta relevancia tanto el aumento de las ventas al exterior realizadas por una firma vinculada a la elaboración de manufacturas de origen agropecuario (Cargill), una empresa automotriz (General Motors) y dos del rubro químico (Dupont y Unilever), como el ingreso al panel de dos compañías automovilísticas que presentaron un elevado monto de exportaciones (Chrysler y Toyota), una de la industria celulósico-papelera (Alto Paraná) y varias vinculadas a la elaboración de productos y sustancias químicas (como, entre otras, Indupa, Voridian, Monsanto, Atanor, Procter & Gamble y Clorox). Por su parte, la mayor participación de los grupos extranjeros en las ventas al exterior agregadas durante este período es explicada adicionalmente por el dinamismo exportador de Louis Dreyfus (agroindustria), Shell y Esso (refinación de petróleo), Bayer (productos químicos) y Siderca y Siderar (siderugia), así como por el ingreso al ranking de las firmas Polisur y Siat (vinculadas a los holdings Repsol y Techint, respectivamente).

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automotor (que, como se trató, fue una de las actividades de la cúpula más deficitarias en términos de comercio exterior a partir del elevado monto de importaciones que registró), así como la radicación en el país de grandes firmas extranjeras vinculadas a dicho rubro (Chrysler, General Motors y Toyota).

En definitiva, durante la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural” se tendió a afianzar en el nivel de las líderes industriales un perfil de comercio exterior caracterizado por una marcada importancia de la explotación de ventajas comparativas naturales por el lado de las exportaciones y del régimen de intercambio “compensado” de la industria automotriz por el de las importaciones. Si se considera que buena parte de las actividades que dinamizaron el significativo crecimiento que registraron las exportaciones de la cúpula fabril presentan una escasa importancia en términos de la conformación de encadenamientos productivos (fundamentalmente en el interior del sector industrial), puede concluirse que operó un proceso de “simplificación productiva” que en materia de comercio exterior también se reflejó en –y se vio potenciado por– que muchas de las principales empresas oligopólicas del sector se volcaron crecientemente hacia el armado y/o el ensamblado de partes y piezas (cuando no directamente a la venta de productos finales importados), disminuyendo –en algunos casos notablemente– el “grado de industrialización” de su oferta.

La consolidación entre estos años de un sector exportador fuertemente concentrado en términos económicos y con un marcado predominio de actividades asentadas en el procesamiento de recursos básicos (en su mayoría con funciones de producción con una alta densidad de capital por unidad producida) era, en buena medida, esperable si se consideran los objetivos y las características del programa de reformas estructurales instrumentado: recuérdese que para los “hacedores de política” y los think tanks del neoliberalismo locales, al igual que para las fracciones del gran capital que ambos representan, era indispensable que se avanzara hacia un perfil de especialización productiva en el que quedaran “adecuadamente” expresadas las ventajas comparativas “reveladas” de la Argentina. Esto muestra una vez más el carácter para nada neutral ni uniforme de las políticas aplicadas, dado que, como se desprende de las evidencias presentadas en esta parte de la investigación, en los rubros exportadores mencionados un número sumamente reducido de grandes empresas y conglomerados económicos nacionales y extranjeros aumentó en forma considerable su –de por sí importante– participación. Así, nuevamente se constata que la “simplificación productiva” de la trama fabril doméstica y la creciente concentración económica constituyen dos procesos íntimamente relacionados.

El análisis realizado en esta Sección permite extraer dos conclusiones adicionales de suma relevancia. En primer lugar, las fuertes asimetrías que emergen del desempeño industrial que se visualizan, en este caso, en que mientras el conjunto del sector registró elevados déficits comerciales a lo largo de la década pasada, los principales oligopolios de la actividad operaron en términos generales con superávits abultados y crecientes.

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En segundo lugar, el hecho que la elite fabril haya presentado una notable inserción exportadora merece ser destacado por cuanto indica que a fines del “modelo financiero y de ajuste estructural” la lógica de acumulación de muchos de sus integrantes se estructuraba en forma cada vez más acentuada en base a los mercados externos (sobre todo a partir de la venta de los denominados “bienes salario”). Esto significa que para estas firmas el salario ha perdido su importancia como un elemento decisivo de la demanda agregada, consolidándose como un costo empresario que debe contraerse tanto como sea posible. En otras palabras, la caída de las remuneraciones salariales y la concentración del ingreso resultan funcionales al patrón de acumulación y reproducción ampliada del capital que caracteriza a un número importante de las grandes empresas manufactureras en un doble sentido: induciendo una mejora del tipo de cambio real e incrementando los saldos exportables disponibles y la rentabilidad.

Todo ello reviste particular importancia para entender los motivos por los cuales en los últimos años de vigencia de la Convertibilidad, en el marco de una fuerte discusión dentro de los sectores dominantes domésticos en torno de las posibles “vías de salida” de la crisis económico-social, muchos de estos grandes capitalistas fueron los principales impulsores de la “opción devaluacionista” y del “modelo nacional-industrial” o “de dólar alto” actualmente en curso317.

317 Véase Basualdo (2000a y 2001); Castellani y Schorr (2004); Gaggero y Wainer (2004); y Schorr (2005).

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Tercera parte

El “modelo nacional-industrial”:

génesis y principales rasgos distintivos

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Capítulo 6. La industria manufacturera argentina ante un nuevo régimen macroeconómico: la economía política del “modelo nacional-industrial”

La profunda –aunque sumamente regresiva y heterogénea– crisis socio-económica e industrial que signó el ingreso de la Argentina al siglo XXI y marcó el fin del “modelo financiero y de ajuste estructural” ha vuelto a colocar en el centro del debate político y académico a ciertos conceptos que la hegemonía neoconservadora de las últimas décadas había logrado relegar al ostracismo: industria, nación, burguesía nacional. En la actualidad parecería existir en el nivel doméstico un amplio consenso acerca de la importancia de contar con un modelo económico que, motorizado por el sector manufacturero y el empresariado nacional, garantice altas y sostenidas tasas de crecimiento de la producción y el empleo. De esta forma, se argumenta, se podrán revertir los procesos de “desindustrialización”, desarticulación productiva y “extranjerización” derivados de la aplicación durante el decenio pasado de un shock institucional neoliberal (con sus antecedentes desde 1976). Y por esa vía empezar a resolver la dramática situación del mercado de trabajo y la no menos preocupante existente en materia de distribución del ingreso, así como a regenerar un capitalismo nacional.

La notable recuperación experimentada desde mediados del 2002 por la economía local, en especial por la industria, no sólo ha permitido empezar a dejar atrás la crisis más prolongada y profunda de la historia argentina, sino también reforzar el mencionado consenso318. En ese contexto, y sobre la base de los distintos análisis realizados en los Capítulos que preceden, el propósito central de esta parte del estudio es el de poner en discusión algunos supuestos del “modelo nacional-industrial” vigente desde que se abandonó la Convertibilidad a comienzos del año 2002319. Para ello, en las próximas Secciones se intenta dar respuesta a una serie de interrogantes estrechamente relacionados entre sí:

• ¿Cuáles fueron los procesos socio-económicos, políticos e ideológicos que confluyeron en la emergencia del “modelo nacional-industrial”?

318 De acuerdo a la información que brindan las Cuentas Nacionales, en el 2004 el PBI global (a precios constantes) fue casi un 19% más elevado que en el 2002 y un 30% más alto en el caso del PBI manufacturero. Como resultado de estos comportamientos, el año pasado el peso de la industria en el PBI total fue del 16,8% (22,3% de considerar los datos a precios corrientes), cuando en el 2002 había sido del 15,4% (20,3% a valores corrientes). Este proceso de recuperación económico-industrial se tradujo en algunas mejoras en materia laboral: según surge de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, en el cuarto trimestre del 2004 la tasa de desocupación fue del 12% y la de subocupación del 14% (cuando en lo peor de la crisis del 2002 ambas se habían ubicado por encima del 20%). 319 En este punto, vale la pena introducir una aclaración. Es indudable que aún no existe en la Argentina un nuevo modelo de acumulación (como lo fueron, en su momento, el agroexportador, el de sustitución de importaciones y el “financiero y de ajuste estructural”). Dicho concepto remite a la existencia de un determinado “estilo” de acumulación y reproducción del capital sostenible y sustentable, y de un conjunto de actores económicos y políticos que aseguren su continuidad y profundización en el tiempo. Es por ello que en lo que sigue, cuando se utilice el término “modelo nacional-industrial” o de “dólar alto” se estará haciendo referencia al particular régimen macroeconómico que se tendió a conformar en el nivel local desde principios del 2002, por lo menos desde la perspectiva del sector manufacturero.

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• ¿Cuáles son los rasgos más salientes de la dinámica manufacturera verificada desde el fin del régimen convertible?

• ¿Cuáles son los elementos de continuidad y de ruptura entre el “modelo nacional-industrial” y el “modelo financiero y de ajuste estructural”?

• ¿Cuáles son las potencialidades y las limitaciones del esquema “nacional-industrial” para avanzar sobre –y resolver– ciertos legados críticos de su antecesor: crisis fabril, hiperdesocupación, precariedad laboral e inequidad distributiva? En otros términos, ¿constituye el “modelo nacional-industrial” tal como ha sido ejecutado hasta el momento una condición básica para la realización efectiva de un proyecto de desarrollo del país (como suele afirmar la mayoría de sus defensores en los campos político, empresario y académico)?

• ¿Existe en la Argentina una genuina burguesía nacional (entendiendo como tal a aquella fracción de la clase capitalista que además de tener intereses “nacionales” en lo económico –sin que ello suponga necesariamente que la totalidad de su producción se destine al mercado interno–, cuenta con un proyecto inclusivo de país y está dispuesta a enfrentarse –y efectivamente se enfrenta– al capital extranjero y sus representantes orgánicos en términos políticos e ideológicos)320? Más específicamente, ¿el empresariado “nacional-industrial” que está llamado a convertirse en la “locomotora” del “modelo económico” en boga tiene un proyecto de desarrollo de largo plazo y de carácter inclusivo opuesto al “imperialismo”, o su apuesta de fondo pasa por presentarse como burguesía nacional con vistas a posicionarse estratégicamente en el actual escenario doméstico, regional y mundial sin preocupaciones ciertas por el destino del conjunto de la nación?

6.1. Principales factores estructurales y político-ideológicos concurrentes en la gestación del “bloque nacional-industrial” a fines de los años noventa

Como resultado de los auspiciosos indicadores macroeconómicos y del fuerte crecimiento industrial que se han venido registrando desde mediados del 2002, en el presente resulta difícil encontrar voces críticas entre el empresariado, el sistema político, la “comunidad académica” local e internacional y amplias capas de la sociedad hacia el “modelo nacional-industrial” existente. Esto ha oscurecido sobremanera el hecho que el proceso de salida de la crisis de la Convertibilidad en particular, y del “modelo financiero y de ajuste

320 Ciertamente, una fracción de la clase capitalista que pueda cumplir dicha función no puede agotarse en el hecho que los propietarios de los medios de producción sean de origen nacional; ni siquiera aunque tenga intereses objetivos que entren en conflicto con los del “imperialismo”. Así, una burguesía nacional sería aquella fracción del capital de origen doméstico que impulsa la aplicación de políticas tendientes a colocar a la nación en un sendero de desarrollo económico y social (de allí la naturaleza inclusiva de su proyecto de país), para lo cual la concreción de un proceso de industrialización constituye un pilar fundamental; sobre estas bases resultaría viable la ruptura de los lazos de dependencia con el “imperio”. Al respecto, consúltese Arceo (2005); Poulantzas (1972); y Peña (1973). Asimismo, véase Basualdo (2004b); Katz (2005); Schorr (2005); y Schorr y Wainer (2005b).

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estructural” en general, fue el resultado de duros enfrentamientos en el seno de los sectores dominantes de la Argentina.

Tras casi tres años de recesión económica y fabril, y luego de una década de acentuada y regresiva reestructuración manufacturera, en el 2001 las disputas giraban casi exclusivamente en torno del tipo de cambio, aun cuando no se manifestaran explícitamente de esta manera. En términos generales, se pueden distinguir dos grandes protagonistas de esta puja de intereses: de un lado, ciertos sectores del “empresariado productivo”, mayormente nucleados en la Unión Industrial Argentina (UIA) y, del otro, buena parte del sector financiero doméstico (bancos y administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones –AFJPs–) y de las empresas privatizadas. En el medio, desplegando una peculiar estrategia de penduleo, se encontraba el principal representante institucional de los acreedores externos, el Fondo Monetario Internacional (FMI), que de realizar una defensa a ultranza del “modelo convertible” terminó por cerrar filas detrás de la “salida devaluacionista” del mismo321.

Frente a un esquema económico incapaz de sostener, vía el endeudamiento externo, la especulación financiera y la fuga de capitales locales al exterior (tal como había acontecido durante casi todo el decenio de los noventa), y en el marco de un adverso cuadro internacional (tanto en términos económicos como geopolíticos), la fracción liderada por los bancos y las privatizadas propugnaba una brusca reducción del gasto público. De acuerdo a la visión de estos sectores del gran capital y sus intelectuales orgánicos, la misma debía pivotear sobre el despido de numerosos empleados públicos y una rebaja considerable de los sueldos estatales y de ciertas partidas presupuestarias (básicamente salud y educación), lo cual eliminaría la necesidad de nuevo endeudamiento para el pago de los intereses de la deuda externa, cuyo cumplimiento, se sostenía, debía ser puntualmente “honrado”. Todo ello debía ser complementado con una dolarización de la economía que permitiría preservar en “moneda dura” los ingresos y los beneficios de las empresas que impulsaban esta “salida” de la Convertibilidad, así como el valor de sus activos fijos “hundidos” en el país, al tiempo que eliminaría el riesgo cambiario y por esa vía facilitaría la reanudación del flujo de capitales hacia la Argentina colocándola una vez más en un “sendero virtuoso de crecimiento”.

Se trataba de una política que hacía recaer el grueso del costo de la crisis sobre los sectores populares, pero en cuyo marco gran parte de las actividades productivas debía subsistir un largo lapso de tiempo en recesión, a la espera de que la disminución de los salarios inducida por el aumento de la desocupación y la caída de la tasa de interés hicieran posible una reactivación de la economía por medio de las exportaciones y el consumo de los sectores sociales de mayores ingresos. En otras palabras, los “dolarizadores” impulsaban un ajuste que sería gradual, pero muy brusco, regresivo y heterogéneo en cuanto a sus principales implicancias económico-sociales.

321 El comportamiento del FMI durante estos años ha sido estudiado por Bembi y Nemiña (2004).

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Por su parte, los grupos económicos nacionales y varias grandes empresas y conglomerados extranjeros que con particular intensidad durante la segunda mitad de la década habían primarizado su estructura productiva, acumulado una cuantiosa masa de “moneda dura” en el exterior y acentuado su control sobre las exportaciones totales del país, impulsaban el reemplazo de la Convertibilidad por un “modelo de dólar alto”. Aunque nunca fue planteado de manera explícita, la “opción devaluacionista” buscaba reducir de inmediato los salarios y los costos salariales, tornando las exportaciones mucho más competitivas, incrementar significativamente el valor en moneda doméstica de los capitales locales fugados y aumentar la protección efectiva contra las importaciones para un diverso espectro de rubros productivos (de allí que amplios sectores capitalistas de pequeñas y medianas dimensiones respaldaran esta propuesta esgrimida por el núcleo duro de la cúpula empresaria manufacturera).

Asimismo, este esquema suponía una seria licuación de los activos de los bancos –imposibilitados de recuperar sus acreencias en dólares (por lo general preponderantes dentro de las respectivas carteras crediticias)– y del patrimonio y la masa de ganancia de la mayoría de las empresas privatizadas (que en dólares serían menores como consecuencia de la necesidad, para que la devaluación fuera efectiva, de que ésta no se trasladara enteramente a las tarifas). Como además el incremento del tipo de cambio derivaría en una mayor gravitación en las cuentas públicas de la deuda en dólares, esta “salida” también debería ser acompañada de un considerable ajuste fiscal y, luego del inevitable default, de una dura renegociación de la deuda que afectaría no sólo a buena parte de los acreedores externos sino también, nuevamente, al sector bancario local y las AFJPs, dado que eran titulares de una proporción importante de bonos de la deuda argentina.

Se trataba de un conflicto entre dos fracciones del poder económico que en los años noventa habían hecho usufructo de la liberalización comercial y financiera, del desmantelamiento del Estado, de la “desindustrialización”, y de la reprimarización y la regresión del aparato productivo; y que frente al ostensible agotamiento del “modelo financiero y de ajuste estructural” y ante la imposibilidad de transferir la totalidad de los costos de la crisis sobre los sectores populares, procuraban que fuera la otra fracción la que asumiera los costos remanentes. Así, la magnitud de la crisis económica y político-social imposibilitaba, como había sido posible a comienzos de los noventa, la conformación de una nueva “comunidad de negocios” que aglutinara, política, ideológica y económicamente a los distintos sectores del gran capital local. En última instancia, lo que estaba en discusión era si la forma en que se saldría de la Convertibilidad (con devaluación o mediante una dolarización) derivaría en el mantenimiento del “mapa” de ganadores y perdedores dentro de los sectores dominantes o en su modificación; en otros términos, qué fracciones pasarían a ejercer la hegemonía y cuáles quedarían relegadas a posiciones de subordinación en el interior

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del “bloque en el poder”322. No obstante la agudeza del conflicto, de lo expuesto se deduce que los dos grupos contendientes coincidían en un punto (tal como había sucedido en la crisis de fines de los ochenta): la principal variable de ajuste serían una vez más los ingresos y las condiciones de vida de los trabajadores y de los marginados y excluidos del sistema323.

El final de esta “trama” es bastante conocido; sin embargo, interesa analizar con cierto detenimiento cuáles fueron los factores que hicieron posible el triunfo del “bloque devaluacionista” y, como resultado de ello, el surgimiento del “modelo nacional-industrial”.

Si bien se pueden encontrar algunos antecedentes a lo largo del decenio pasado, el cambio discursivo en los sectores dominantes de la Argentina comenzó a acrecentarse a partir de las devaluaciones acaecidas en el exterior –sudeste asiático (1997) y Brasil (1999)–, y fundamentalmente del comienzo en el nivel doméstico de una etapa recesiva a mediados de 1998 coincidente con el inicio de una crisis a escala internacional. La génesis del nuevo “modelo económico” no parece estar disociada del hecho que, como se trató en el Capítulo 5, dicho cuadro recesivo tuvo distintos impactos negativos sobre la performance económica de la mayoría de las compañías integrantes de la elite empresaria local (aunque mucho menos intensos que los que debieron afrontar los restantes actores que se desenvuelven en el ámbito fabril). Ello, a diferencia de lo sucedido en la crisis de 1995, cuando las firmas líderes prosiguieron con el fuerte proceso de expansión que habían venido experimentando desde el lanzamiento de la Convertibilidad.

Fue en ese momento cuando los representantes de la industria –o, como empezaron a autodenominarse, los “sectores de la producción”, el “empresariado productivo y nacional” o la “burguesía nacional”– reclamaron en forma manifiesta medidas que compensaran el atraso cambiario: “Hace siete años que no se toca el tipo de cambio y mientras tanto en el mundo pasaron cosas. Hay que tomar medidas urgentes; por ejemplo, la suspensión de los aportes patronales: sería una devaluación compensada” (declaraciones del por entonces presidente de la UIA, Claudio Sebastiani, Clarín, 24/3/98).

A pesar de que no se pedía explícitamente el abandono de la Convertibilidad, ya que ésta aún gozaba de amplio consenso entre los organismos multilaterales de crédito, los sectores dominantes locales, la clase media e incluso buena parte del campo popular, el tipo de cambio se fue constituyendo en el eje de las disputas alrededor de la política económica.

322 Para Poulantzas (2001) el concepto de bloque en el poder alude a “la unidad contradictoria particular de las clases o fracciones de clase dominantes, en su relación con una forma particular del Estado capitalista... Es aquí donde el concepto de hegemonía puede aplicarse a una clase o fracción dentro del bloque en el poder. Esa clase o fracción hegemónica constituye en efecto el elemento dominante de la unidad contradictoria de las clases o fracciones políticamente dominantes, que forman el bloque en el poder... La lucha de clases, la rivalidad de intereses entre esas fuerzas sociales, está presente allí constantemente, conservando esos intereses su especificidad antagónica”. 323 Un análisis comparativo de los factores desencadenantes, la evolución y las principales implicancias de las crisis hiperinflacionarias de 1989/1990 y la iniciada en 1998 se puede encontrar en Basualdo (2001); y Castellani y Schorr (2004).

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En ese contexto, y tras largos años de presionar –y resultar sumamente favorecidos– por la “retirada del Estado” de los más diversos ámbitos, importantes integrantes del establishment productivo (en particular los grupos económicos locales –sea de manera directa o a través de sus numerosos representantes orgánicos–) empezaron a plantear en forma cada vez más radicalizada que para salir de la recesión e ingresar en un “sendero virtuoso de crecimiento” de la producción y el empleo era imprescindible encarar la reindustrialización del país con eje en los mercados externos. Y que para la concreción de este proceso era imperiosa la aplicación de políticas activas por parte del Estado, y el abandono del “cepo de la Convertibilidad” y la conformación de un “modelo de dólar alto”.

Esta “avanzada anti-modelo” se vio reflejada en el espacio que fueron ganando personajes como José Ignacio De Mendiguren, quien no tuvo reparos en poner en tela de juicio el régimen convertible: “Si la competitividad de las empresas se ataca desde afuera con estas devaluaciones [se refiere a las registradas en otros países]... llegará un momento en que habrá que discutir la convertibilidad” (Clarín, 19/8/98). Asimismo, hacia fines del 2001 este importante referente de la UIA destacaba que “la vulnerabilidad externa se fue agudizando a lo largo de los años noventa como consecuencia de la falta de una política de desarrollo de los sectores productivos y del empresariado nacional, que determinó un significativo déficit comercial, transferencias crecientes de utilidades y dividendos y un aumento vertiginoso del endeudamiento externo”, y que “la pérdida de competitividad del sector productivo argentino es una realidad innegable. Desde los inicios de la década del noventa, se generó una distorsión en los precios relativos de los sectores transables que se tradujo en una apreciación de la moneda nacional y la consiguiente pérdida de competitividad” (Unión Industrial Argentina, 2001).

En esa línea, el grupo económico Techint, un pilar decisivo de la UIA tanto en materia económica como política, cumplió un rol destacado a la hora de criticar el “modelo convertible” –a pesar de haberse visto ampliamente beneficiado por el mismo (por ejemplo, por haber sido un partícipe activo de las privatizaciones y por las abultadas ganancias patrimoniales que obtuvo por la venta de buena parte de sus tenencias accionarias en las empresas prestatarias)–, siendo sus propios directivos los que llevaron más lejos el ataque al “1 a 1”. En palabras de quien por entonces ejercía la presidencia del holding (Roberto Rocca): “Todo el mundo se da cuenta que el tipo de cambio [fijo] es un problema. Este no es momento para tocar el tipo de cambio. Pero cuando esté consolidado el próximo gobierno, no tendría que haber inconvenientes en poder anunciar con tranquilidad un régimen de fluctuación cambiaria, como fluctúa el yen contra el dólar, o el marco contra el dólar, o las monedas europeas entre sí, y no pasa nada. Brasil pudo devaluar con éxito porque nunca tuvo ese problema psicológico que existe en Argentina, pero que en algún momento se va a superar” (Página 12, 19/8/99).

La “salida devaluacionista” de la Convertibilidad logró congregar a muy diversos sectores estructurándose en lo ideológico-discursivo sobre la defensa de categorías muy caras

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a la tradición del movimiento popular en la Argentina: “la producción”, “la industria”, “la competitividad”, “el trabajo”, “la inclusión social”, “el regreso del Estado” y “la Nación”; ello, en oposición a “la especulación financiera”, “la extranjerización”, “la concentración de la riqueza” y “el neoliberalismo”324. Ahora bien, por el comportamiento histórico, las características estructurales y los objetivos de las fracciones del capital concentrado interno que conducían –y conducen– el “bloque devaluacionista”, tales conceptos estaban –y están– definidos de una manera un tanto peculiar.

¿Por qué? Porque esta defensa de “la industria” y “lo nacional” fue –y es– realizada por buena parte de los mismos actores que, como se analizó en los Capítulos 1 a 5, resultaron ampliamente favorecidos por la regresiva y heterogénea “desindustrialización” registrada durante las distintas etapas por las que transitó el “modelo financiero y de ajuste estructural”, a la vez que recibieron ingentes sumas de dinero por la venta de sus principales empresas a capitales foráneos. En otras palabras, se trata de los mismos actores económicos que promovieron y se beneficiaron con la crisis fabril y la “extranjerización” del aparato productivo local que tanto cuestionaron –y cuestionan–. Ello, sin mencionar que durante la década pasada destinaron una parte considerable de sus recursos a actividades no industriales, como la prestación de servicios (en especial los públicos privatizados) o a la “bicicleta financiera” y la fuga de capitales al exterior. Todo esto les permitió consolidar una inserción productiva y una estrategia de expansión y acumulación que por diversos factores poco tienen que ver con lo que se espera en principio de una burguesía nacional (posicionamiento en sectores con reducido dinamismo en el mercado mundial y con escasas articulaciones “fronteras adentro”, cesión al capital extranjero de “resortes” centrales del aparato productivo, creciente transnacionalización financiera, etc.).

El carácter contradictorio de los planteos de estos grandes capitalistas queda palmariamente de manifiesto en unas declaraciones que realizó a la prensa el propietario del grupo Macri: “En la Argentina actual estamos necesitando de líderes que convoquen a un New Deal, a un Nuevo Acuerdo, ofreciendo prioridad de proyectos al empresariado

324 Al respecto, resultan sumamente ilustrativas las declaraciones que en agosto de 1999 realizara quien estaba a cargo de la presidencia de la UIA (Osvaldo Rial): “Existen diferencias de intereses muy fuertes entre el sector industrial y el financiero, ya que además del perjuicio que ocasionan las altas tasas de interés, existen dos proyectos distintos de país. La UIA quiere un modelo productivo de fuerte generación de empleo, priorizando las pequeñas y medianas empresas, con un fuerte sentido social. En cambio los bancos priorizan un esquema de concentración de la riqueza y extranjerización del capital, que genera exclusión” (Clarín, 22/8/99); las de Eduardo Baglietto (titular de la Cámara Argentina de la Construcción e importante directivo del grupo Techint): “A mí me molesta mucho cuando dicen: `Esta gente se juntó para poner el compre nacional´, porque estamos lejos de eso... [Estamos] discutiendo una serie de políticas activas que ayuden a la industria nacional a ayudarse a sí misma... No queremos protección, pero tampoco que una apertura salvaje, con comercio desleal y dumping en bienes, servicios y financiaciones, nos destruya, porque nosotros, nuestra gente y nuestros obreros vivimos acá” (Clarín, 10/10/99); las de Francisco Macri, quien luego de desprenderse de Canale a manos de la estadounidense Nabisco por aproximadamente 80 millones de dólares señaló: “Este es un país antiindustrial y la lucha con las multinacionales no nos permite mantenernos” (Clarín, 19/9/99); y las de Roberto Rocca: “Debemos tener un modelo nacional, que tiene que ser productivo, fruto de las fuerzas productivas en simbiosis con las fuerzas políticas de la Nación” (El diario del Foro del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 30/5/01).

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nacional... No conozco la solución óptima, pero sí sé que no se encuentra en el liberalismo ilimitado, irrestricto, sin reglas de juego ni controles eficientes. Nuestra solución no es el neoliberalismo, cuyas consecuencias son bien visibles: vaciamiento del Estado, extranjerización de la economía, marginalidad de sus fuerzas empresarias y productivas, una gigantesca injusticia social. Las propuestas y consignas de una empresa extranjera nunca son las mismas que las de una empresa nacional. ¿A qué se tendría que dedicar la burguesía nacional? A todo, pero especialmente a cuidar que no entre nadie al país a menos que lo haga de la mano de un argentino. Esa burguesía puede asegurar a los inversores extranjeros mayor confianza y buena disposición si sus espaldas son cuidadas por socios locales que respalden sus inversiones... Recuerdo que, en los inicios del gobierno de Raúl Alfonsín, cuando dialogué con los jóvenes de la Coordinadora, les confirmé que si nosotros no empezábamos a crear una burguesía nacional, un empresariado industrial nacional, nunca podríamos romper con ese mecanismo perverso que permite que los que vienen de afuera se lleven toda la riqueza y nos dejen a cambio algunos espejitos de colores... En síntesis, no hay modelo de país sin un empresariado nacional” (Noticias, 7/8/04)325.

Estos planteamientos por un nuevo modelo económico a partir de una modificación del tipo de cambio y de la asunción de un rol protagónico por parte del Estado, contaron con el invalorable apoyo de amplios sectores del espectro político-sindical nacional. Recuérdense, en tal sentido, las declaraciones de Eduardo Duhalde en relación con la necesidad de “desplazar a la comunidad financiera” como requisito para “hacer un país industrialista” a partir de la celebración de una “concertación patriótica” que nuclee a empresarios de la producción, los trabajadores y la clase política (Clarín, La Nación y Página 12, 15/10/01); de los líderes sindicales Rodolfo Daer y Hugo Moyano en el sentido de que el abandono de la Convertibilidad vía una devaluación del peso, así como la conformación de un “frente productivo”, constituían requisitos indispensables para revertir la crisis económica (La Nación, 3/10/01); y del ex presidente Alfonsín, quien en plena “crisis terminal” del régimen convertible señaló: “No creo que el ministro de economía, Domingo Cavallo, esté pensando en una devaluación, ni tampoco veo interés en Estados Unidos, pero de 27 mil millones de pesos sólo quedan 17 mil y si sigue ahondándose este proceso, la devaluación terminará dándose de hecho” (cita extraída de la edición del 6/1/04 de El Cronista Comercial).

Con la mira puesta en construir una amplia fuerza social capaz de impulsar y convalidar este “proyecto productivo”, se insistió en que estas medidas mejorarían el ingreso de los sectores populares y beneficiarían principalmente a las PyMEs. A fines del año 2000, el titular de la UIA, Osvaldo Rial, sintetizaba esta idea de la siguiente manera: “La sociedad, los industriales, los productores agropecuarios, los pequeños comerciantes, los trabajadores, los 325 No está de más recordar que en distintos momentos del “modelo financiero y de ajuste estructural” tan criticado en la actualidad por Francisco Macri, el conglomerado del cual es propietario se asoció con el capital extranjero para participar activamente en varios de los “nichos” de ganancias extraordinarias que se generaron (por ejemplo, con la italiana Fiat en la automotriz Sevel y en otras compañías, y con distintas firmas transnacionales en varias privatizaciones). Una afirmación similar podría realizarse para muchos de los principales grupos económicos locales.

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sectores de la cultura y los religiosos debemos entender que de la crisis salimos con un modelo que estimule la producción y el poder adquisitivo de la gente” (Clarín, 24/11/00).

En las postrimerías de la Administración Menem, estas fracciones del gran capital local no encontraron demasiadas respuestas por parte de un gobierno que ya estaba en retirada y que se apoyaba crecientemente sobre el sector financiero y las privatizadas –a esta altura mayormente en manos de grandes empresas o conglomerados extranjeros–, con lo cual optaron por tener como interlocutores a los candidatos presidenciales por la Alianza y el Partido Justicialista. Desde el ya conformado Grupo Productivo (integrado por la UIA, la Cámara Argentina de la Construcción y las Confederaciones Rurales Argentinas) se gestaron intensas reuniones con los Dres. De La Rúa y Duhalde, así como con otros actores relevantes que terminarían por converger con el reclamo “industrialista” y “nacional”, entre ellos la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Iglesia.

Durante la gestión gubernamental de la Alianza, si bien al comienzo hubo algunas “señales” hacia el “frente productivo”, la situación prácticamente no se modificó: mientras se nombró como Ministro de Economía a un hombre muy ligado a la UIA (José Luis Machinea), la política económica siguió una senda bastante similar a la de su predecesor. En ese contexto, a medida que se hacía cada vez más evidente la falta de cambios profundos en la política económica, a lo que se sumaba la pobre performance de la economía doméstica en el marco de un escenario internacional cada vez más desfavorable, la disputa en torno del tipo de cambio volvió a emerger con fuerza. Así lo expresó Guillermo Gotelli, organizador de la VI Conferencia Industrial: “no es lo mismo tener su propia política monetaria, su moneda, que ser un país satélite de armaduría sin soberanía sobre sus mercados. No es igual un país que integra armónicamente sus actividades primarias con las industriales y con los servicios que el que privilegia a un sector por el otro” (Unión Industrial Argentina, 2000).

Este viraje hacia un tono más crítico se cristalizó con la asunción como presidente de la UIA de De Mendiguren en mayo del 2001, quien comenzó reclamando la incorporación del peso brasileño (el “real”, ya devaluado) en la futura canasta de monedas que lanzaría el Ministro Cavallo como una nueva etapa de la Convertibilidad. También fue a partir de este momento cuando, con la intención de sumar el apoyo de los sectores populares, la clase media y las fracciones más débiles del empresariado, se hizo más explícita la intención de “construir otro modelo” que contemplara una redistribución del ingreso y una situación más favorable para el pequeño y mediano empresariado. Entre otras cosas, esta estrategia involucró que se retomaran, vaciándolas de contenido, ciertas propuestas de política genuinamente progresistas impulsadas por otros sectores sociales (como, por ejemplo, la de la Central de los Trabajadores Argentinos de garantizar un seguro de empleo y formación a todos los jefes y jefas de hogar desocupados). Sin embargo, paradójicamente, en materia de política social la UIA impulsaba por ese entonces medidas que iban en el sentido opuesto a estos objetivos,

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como ser el congelamiento del salario mínimo y la “flexibilización” de las condiciones de despido326.

En ese contexto se destacan dos hechos. Primero, la agudización de la crisis económica e industrial. Segundo, una cada vez más marcada crisis política que se manifestó con toda intensidad en las elecciones legislativas de octubre del 2001, en las que el voto negativo (en blanco y nulos) logró un récord absoluto y se verificaron altos niveles de abstención. Asimismo, durante el transcurso de ese año se registraron crecientes niveles de movilización social con cortes de rutas, huelgas, “escraches”, etc., y en el mes de diciembre una consulta popular realizada por el denominado Frente Nacional Contra la Pobreza logró reunir más de tres millones de votos a favor de un cambio radical en la orientación de las políticas públicas y de un profundo replanteo del funcionamiento político-institucional del país.

En el marco de esta compleja situación, las disputas en el seno de los sectores dominantes se tornaron cada vez más abiertas. En ese sentido, la campaña que lanzó el Grupo Productivo contra la propuesta de dolarización de la economía –esgrimida fundamentalmente por grandes firmas y grupos empresarios (en su mayoría extranjeros) muy favorecidos durante la gestión gubernamental del Dr. Menem, por el propio ex presidente y por el ultraortodoxo y reaccionario Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (CEMA)– contó con el apoyo de muchos actores que estaban enfrentados al sector financiero y las privatizadas.

Una vez más, el eje de la discusión estuvo puesto casi exclusivamente en la cuestión cambiaria, como lo manifestaron la UIA y la CGT en un documento conjunto: “más allá de las obvias razones de autonomía y dignidad nacional, [la dolarización] significaría privarnos para siempre de instrumentos esenciales de política económica. Abandonaríamos definitivamente la posibilidad de tener política monetaria. La Argentina pasaría a importar definitivamente y pasivamente la política monetaria de los Estados Unidos y a depender de su fase del ciclo económico y de su aumento de productividad” (Clarín, 9/12/01).

Con posterioridad a la instrumentación del “corralito”, y tras las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001, no había dudas de que la Convertibilidad había llegado a su fin y quienes quedaron en mejor posición fueron los sectores que venían presionando por la “salida devaluacionista”. Ello, como producto de haber generado un esquema de alianzas sociales en respaldo de la misma mucho más sólido, inclusivo y heterogéneo en lo que respecta a la composición de sus integrantes que el que habían conformado los impulsores de la “opción dolarizadora”327/328.

326 Véase el “Informe del departamento de Política Social” del Anuario 2001 de la UIA. Sobre estas cuestiones consúltese también Gaggero y Wainer (2004). 327 El discurso “pro-industria nacional”, “pro-empleo”, “pro-PyME”, “pro-redistribución progresiva del ingreso”, etc. elaborado y difundido por los sectores nucleados alrededor del Grupo Productivo contrasta marcadamente con las posturas esgrimidas desde el “bloque dolarizador”. Al respecto, resulta de interés traer a colación un tramo del discurso con el que el entonces titular de la Asociación de Bancos de la Argentina, Eduardo Escasanny, inauguró la Reunión Anual de dicha institución en junio del 2001: “Más allá del diseño de las

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Inmediatamente después de la renuncia del Dr. De La Rúa trascendió que el Grupo Productivo daría a conocer una propuesta de plan económico que incluía la flotación de la moneda nacional, la “pesificación” de la economía, una moratoria en el pago de la deuda externa y subsidios al desempleo (Clarín, 22/12/01).

Luego de doce convulsionados días, en los que, entre otras cuestiones, se sucedieron cinco mandatarios presidenciales y se anunció la declaración de la cesación de pagos de una parte importante de la deuda externa, el 1° de enero del 2002 la Asamblea Legislativa designó como presidente provisional al Dr. Duhalde, quien en su discurso de asunción señaló: “Mi compromiso a partir de hoy, es terminar con un modelo agotado que ha sumido en la desesperación a la enorme mayoría de nuestro pueblo para sentar las bases de un nuevo modelo capaz de recuperar la producción, el trabajo de los argentinos, su mercado interno y promover una más justa distribución de la riqueza”.

A los pocos días de iniciada la nueva gestión se sancionó la Ley de “Emergencia Pública y Reforma del Régimen Cambiario” Nº 25.561. La misma determinó cambios decisivos en el plano macroeconómico; fundamental, aunque no exclusivamente, el abandono de la Convertibilidad a partir de la devaluación del peso. Si bien originalmente esta Ley estableció el reemplazo de la paridad convertible por otra también fija de $ 1,4 = U$S 1,0, a los pocos meses de ser sancionada, y en respuesta a las fuertes presiones desplegadas en

políticas más adecuadas para recuperar el crecimiento [entre otras: reforma del Estado, disminución significativa del gasto primario consolidado, eliminación de algunos impuestos y reducción de ciertas alícuotas impositivas, “modernización” de los servicios educativos y de salud], hay una cuestión previa a resolver, que por su trascendencia no podemos dejar de mencionar. Esta cuestión concierne a la vigencia de la Ley, requisito central para una convivencia civilizada. Efectivamente, vivimos inmersos en un clima de violencia cotidiana, por el auge del delito, y por el hecho de que cualquier reclamo se expresa vulnerando el derecho de los demás (cortes de ruta; de aeropuertos; de calles; etc.). Si no se asegura la vigencia de la Ley, el Estado desaparece, ya que la razón de ser de éste es, precisamente, evitar que la sociedad se transforme en una lucha de todos contra todos. Si el Estado desaparece, porque las autoridades abdican de su obligación básica, se entroniza la anarquía, y con ésta reinando, no hay ninguna posibilidad de ir resolviendo los problemas económicos y sociales que afligen a nuestra sociedad” (disponible en: http://www.aba-argentina.com/reunionanual/fr-reunion.htm). Así, mientras que los impulsores de la “opción devaluatoria” habían logrado articular un dispositivo ideológico que viabilizó la conformación de un bloque policlasista de apoyo a la misma, desde el “frente dolarizador” se emplazaba a las autoridades nacionales a “controlar” la fuerte protesta social existente (que seguramente se profundizaría en caso de concretarse la dolarización: como se señaló, esta “salida” suponía un ajuste recesivo de la economía y de numerosos rubros productivos, con su obvio –y buscado por sus impulsores– correlato negativo sobre el mercado de trabajo, los salarios y el reparto del ingreso). Ello recortó sobremanera el arco posible de alianzas con otras fracciones sociales (de allí el carácter “excluyente” de este bloque). 328 En consecuencia, se terminó por dar la “paradoja” de que si bien la fracción del gran capital que ejerció la conducción del armado del “bloque nacional-industrial” tenía por diversas razones menos poder económico que sus contrincantes (por su relativamente bajo peso en la estructura productiva doméstica a raíz de la fenomenal “extranjerización” de los años noventa, por ocupar un lugar marginal en el mercado mundial, etc.), logró elaborar una propuesta de resolución de la crisis de carácter “inclusivo” (ello, con independencia de que éste fuera genuinamente procurado o un mero artilugio con vistas a agrandar y diversificar su base social de apoyo). Y de ese modo pudo “torcer el curso de la historia” a su favor. Sin duda, el reparar en estas cuestiones es de lo más relevante por cuanto están expresando la centralidad que asumen las instancias ideológicas y políticas en el análisis de un proceso económico o, más específicamente, porque indican que en las coyunturas históricas en las que se disputa la hegemonía dentro del bloque dominante, el poderío estructural de un actor no necesariamente determina hacia dónde se inclina “el fiel de la balanza”, asumiendo más importancia su accionar en el plano político-ideológico.

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particular por el FMI, se decidió establecer la libre flotación cambiaria, lo cual derivó en un fenomenal incremento del tipo de cambio que no tardó en “derramarse”, aunque con menos intensidad, sobre los precios internos (lo cual acarreó a su vez una brusca caída en los ingresos populares).

A partir del inicio del gobierno provisional del Dr. Duhalde se ha ido conformando un nuevo “modelo económico”, el “nacional-industrial”, que cuenta con amplio consenso social –en gran medida pasivo– y que se sostiene en una nueva –respecto de la existente durante la década pasada– base social de sustentación. La misma es hegemonizada por los “sectores productivos” o la autoproclamada “burguesía nacional”, es decir, por algunos grupos económicos de capital nacional –los “sobrevivientes” del “modelo de los noventa”– y por diversos conglomerados y grandes empresas extranjeras con importante presencia en el ámbito manufacturero, en especial en rubros exportadores329. En otras palabras, se ha revertido de modo considerable la relación de fuerzas en el interior de los sectores dominantes de la Argentina en relación con lo sucedido durante el decenio pasado; cambio que se ha manifestado principalmente a través de una ostensible mejoría de los precios relativos de los bienes transables (agro, industria, petróleo y minería) frente a los no transables (finanzas y servicios).

Atento a la importancia de las transformaciones registradas en el funcionamiento del capitalismo local y en la composición del bloque de poder económico, reviste sumo interés analizar algunos de los principales aspectos que han caracterizado al “modelo nacional-industrial” desde sus inicios. En particular, se busca evaluar si los argumentos que esgrimieron los impulsores del mismo en las postrimerías del “modelo financiero y de ajuste estructural” en su enfrentamiento con el “bloque dolarizador” se han verificado en la práctica, o si se trató de recursos político-ideológicos destinados a convalidar una determinada salida de la Convertibilidad.

6.2. Principales singularidades del “modelo nacional-industrial”

6.2.1. La trayectoria industrial a partir del abandono de la Convertibilidad

A los efectos de convalidar socialmente el esquema “nacional-industrial”, sus defensores destacan que como resultado directo de la depreciación real de la moneda doméstica que se ha registrado a partir del abandono de la Convertibilidad, el sector manufacturero local y, por esa vía, el conjunto de la economía argentina han logrado ingresar en un sendero de crecimiento y de generación de puestos de trabajo que permitirá revertir el profundo deterioro industrial, la “extranjerización” del aparato productivo y el cuadro de 329 Hasta el momento, tanto el sector financiero local como gran parte de las compañías privatizadas y los acreedores externos integran las posiciones subordinadas dentro del bloque en el poder. Al respecto, consúltese Schorr y Wainer (2005a).

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inequidad distributiva heredados del “modelo financiero y de ajuste estructural”. Se estaría, así, ante un nuevo modelo económico que a diferencia de su antecesor genera numerosos estímulos para la producción y el empleo nacionales330. Ello, por dos razones básicas. Primero, por la vigencia de un proceso virtuoso de sustitución de importaciones por producción local. Segundo, y fundamentalmente, por el incremento de las exportaciones de manufacturas (en especial las llamadas “de origen industrial”).

En la visión de estos sectores, al abaratar el costo internacional de la mano de obra vis-à-vis el del capital, el “dólar alto” promueve un crecimiento intensivo del empleo; este “efecto precio relativo” se ve potenciado por el “efecto demanda” asociado a la creación de puestos de trabajo a raíz de la expansión de los sectores productores de bienes transables (estimulada por los mayores niveles de producción de las actividades exportadoras y las sustitutivas de importaciones)331. Asimismo, se suele argumentar que la vigencia de un tipo de cambio real “competitivo y estable” constituye uno de los mejores instrumentos en materia de política productiva, en tanto se trata de una variable muy poco expuesta a las presiones ejercidas por diferentes lobbies sectoriales (en palabras de uno de los principales defensores del “modelo nacional-industrial” desde el ámbito académico: “el tipo de cambio real competitivo es la promoción de las actividades comercializables de más fácil aplicación, mayor transparencia y menor riesgo de corrupción; habida cuenta de la limitación que los acuerdos internacionales imponen a las políticas de fomento y nuestra mala experiencia en ellas” –Roberto Frenkel, La Nación, 22/5/05–)332.

330 En este sentido, resultan ilustrativos los señalamientos del Subsecretario de la Pequeña y Mediana Empresa y Desarrollo Regional: “La economía argentina está exhibiendo claros signos de fortaleza, gracias a un tipo de cambio real competitivo compatible con un empresariado nacional en condiciones de motorizar el aparato productivo del país... estamos frente a la oportunidad histórica de romper con un modelo de valorización financiera de tres décadas, consolidando un verdadero modelo productivo” (Federico Poli, Página 12, 30/1/05). 331 Al decir de Frenkel y Rapetti (2004): “La teoría de las políticas macroeconómicas en economías abiertas –en las versiones que dan lugar a la existencia de desempleo involuntario, porque no suponen a priori el pleno empleo– reconoce desde sus orígenes el efecto positivo del tipo de cambio real sobre el empleo. El argumento es el siguiente. La ganancia de competitividad de las firmas locales que resulta de un tipo de cambio más alto induce mayores exportaciones y menores importaciones y consecuentemente, mayor actividad local. Dados otros determinantes de la demanda agregada, un tipo de cambio más alto induce un mayor volumen de exportaciones netas y consecuentemente –bajo ciertas condiciones de las elasticidades– una mayor demanda sobre las actividades internas y niveles más altos de actividad y empleo... [Ahora bien, existen] otros efectos del tipo de cambio sobre la demanda de trabajo. Nos referimos específicamente a la incidencia del tipo de cambio real –más generalmente, los precios relativos– sobre la intensidad de trabajo de la producción, principalmente en los sectores comercializables, pero también en los no comercializables. Por ejemplo, el tipo de cambio real es un determinante fundamental del precio relativo del trabajo respecto a los bienes de capital –que tienen una componente importada relativamente alta en los países en desarrollo– y los insumos importados. También es determinante del valor de los salarios en moneda internacional. Así, cabe esperar que modificaciones significativas en estos precios relativos, causadas por variaciones del tipo de cambio real, incidan sobre la relación empleo-producto. Por ejemplo, que un tipo de cambio real apreciado induzca una menor relación empleo-producto que la que resultaría de un tipo de cambio más alto, a iguales niveles de demanda agregada”. 332 Cabe aquí introducir dos breves comentarios críticos en relación con estos argumentos. El primero se vincula con la falacia de considerar que el nivel del tipo de cambio se encuentra muy poco expuesto a presiones sectoriales (basta recordar, en tal sentido, las múltiples –y, a la luz de lo acontecido, sumamente exitosas– presiones desplegadas por importantes sectores del gran capital local para abandonar la Convertibilidad a partir de una devaluación del peso, y el intenso lobbying que han venido ejerciendo en el último tiempo para evitar una

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De allí que, a juzgar por la orientación asumida por las principales medidas que se instrumentaron durante el gobierno del Dr. Duhalde y en lo que va de la Administración Kirchner, para los “hacedores de política” del país, para los think tanks del establishment productivo y para las fracciones de clase que ambos representan, la vigencia de un tipo de cambio real elevado parece ser una condición necesaria y suficiente para la consecusión de todos los procesos mencionados. Ello explicaría los motivos por los cuales hasta el presente la principal “política” hacia el sector industrial ha sido la maxidevaluación del peso, y por qué más allá de la aplicación de ciertas medidas –menores, dadas la magnitud y las características de la “desindustrialización” de las últimas décadas– se puede afirmar que aún no existe en el nivel local una estrategia de desarrollo productivo en general, e industrial en particular (la lógica del “piloto automático” tan cara al neoliberalismo parecería seguir vigente; esto es, la idea de que la instrumentación de una adecuada política macroeconómica es la condición para resolver los problemas económicos heredados, y que casi no se precisan políticas activas si “la macro funciona bien” y “los precios son los correctos”)333/334.

apreciación de la moneda nacional). El segundo se asocia con dos cuestiones: a) a pesar de los acuerdos celebrados en el marco de la Organización Mundial de Comercio, existe un importante margen de maniobra en lo que a políticas de fomento respecta (por ejemplo, en materia comercial y arancelaria); y b) si bien es cierto que en el pasado muchas de las medidas que se aplicaron en el sector fabril argentino no tuvieron los resultados esperados en términos agregados (no así para las grandes firmas y grupos económicos que, poder de lobbying sobre el aparato estatal mediante, resultaron ampliamente favorecidos por las mismas), de ello no debería concluirse que se debe renunciar a formular e implementar diferentes políticas hacia los sectores productivos como instrumento clave en la búsqueda por reindustrializar al país (las abundantes evidencias disponibles referidas a casos internacionales exitosos de industrialización en la periferia asociados a una activa intervención estatal eximen de mayores comentarios al respecto –a simple título ilustrativo, véase Amsden, 1992, 1993, 2001 y 2004; Amsden y Chu, 2003; Amsden e Hikino, 2000; Arceo, 2003 y 2005; Chang, 2002; Fajnzylber, 1983 y 1989; Lall, 1996 y 2000; y Mortimore y Peres, 2001–). 333 Sobre estos temas vale la pena traer a colación los planteos realizados por otro de los referentes del “modelo nacional-industrial” en el campo académico: “Para mi es obvio que la matriz macroeconómica, el epicentro o el eje de la matriz es el tipo de cambio competitivo. En derredor de este criterio, considero que debe ser reafirmado y afianzado. Uno va articulando en las demás políticas, ya que éstas alcanzan sentido en virtud de esta pauta. Por eso, el tema del sector público superavitario y con disciplina además; ese elemento ajusta con el criterio la pauta del tipo de cambio competitivo. La política monetaria relativamente o razonablemente expansiva junto con la política cambiaria y la señal del tipo de cambio competitivo son los aspectos realmente dinámicos del esquema. Insisto en que el sector fiscal tiene que actuar disciplinadamente y superavitariamente, como cable a tierra del esquema. Si el sector fiscal fuera también expansivo, este esquema explota. Si a su vez el sistema o el sector fiscal, que ahora es restrictivo, también lo fuera en la política monetaria y cambiaria, el sistema implosiona como en la fase final de la Convertibilidad. El tipo de cambio competitivo es la clave porque define el modelo que yo llamo competitivo-productivo porque es la manera de insertarse en el mundo” (Eduardo Curia, La Mañana de Neuquén, 9/1/05). 334 Si bien en la actualidad se manifiesta en el ámbito nacional un cierto debate político y académico en cuanto al valor “ideal” del tipo de cambio, es claro que existe un difundido consenso acerca de la importancia de contar con un peso devaluado. Sin duda, desde la cartera económica se ha realizado la defensa más férrea de esta postura; en respuesta a los planteos esgrimidos desde diversos espacios a favor de una revaluación de la moneda doméstica (acreedores externos, numerosas empresas con actividad en sectores no transables, etc.), el Ministro Lavagna ha señalado: “Nunca más debe haber un experimento de atraso cambiario como los que vivió el país durante la tablita cambiaria y la convertibilidad... [Asignaremos] un papel central al tema del tipo de cambio, que debe tener en cuenta las productividades relativas de los sectores” (La Nación, 1/12/04), y “Las condiciones referidas al tipo de cambio y a la idea de un dólar entre 2,20 y 2,40 pesos no corresponden a este modelo económico y son una condicionalidad inaceptable” (Clarín, 24/8/05).

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Como se mencionó, varios indicadores parecen darle la razón a aquéllos que impulsan el “modelo nacional-industrial”, a tal punto que en la actualidad se estaría transitando el “período de consolidación” del mismo335, lo cual ha sido fervientemente saludado por numerosos integrantes de la autodenominada “burguesía nacional”. Al respecto, cabe resaltar algunos ejemplos del apoyo brindado por distintos integrantes del poder económico local al nuevo régimen económico y a las autoridades gubernamentales que lo sostienen:

• “Creo que Kirchner es el presidente adecuado, que en estos cinco meses tomó medidas correctas como los cambios en la Corte Suprema de Justicia y encaminó la negociación con los organismos multilaterales de crédito” (Luis Pagani, titular del grupo Arcor, Página 12, 7/11/03);

• “Roberto [Lavagna] está haciendo un gran trabajo... está conduciendo la economía con mucho pragmatismo y mucha firmeza... El mundo de la producción hoy tiene una oportunidad y Lavagna es una pieza clave en este proceso” (Paolo Rocca, presidente del holding Techint, Página 12, 18/12/03);

• “El Gobierno ha comprendido el desafío que significa desarrollarnos o sucumbir, y se ha puesto a la altura de las graves circunstancias que enfrentamos con decisión y valentía. El empresariado debe apoyar al Gobierno y ponerse a su disposición, para que los argentinos logremos revertir la decadencia y disfrutar del país que soñamos y merecemos. Por mi parte, estoy decidido a dedicar a esos objetivos esta última etapa de mi vida” (Francisco Macri, Clarín, 21/6/04);

• “Kirchner quiere respaldar seriamente a las empresas nacionales para que sean las protagonistas centrales del nuevo crecimiento económico. Claro, es un Gobierno que recién se está consolidando, todavía no hay posibilidades de que las empresas puedan planificar su expansión en el mediano y largo plazo. Pero yo estoy muy esperanzado en que el principal cambio de este Gobierno, respecto a todos los anteriores, sea el fomento a la empresa nacional. Kirchner es el hombre indicado para cambiar a la Argentina en esa dirección” (Francisco Macri, Noticias, 7/8/04);

• “Me gustó la visión a futuro que dio el Presidente [Kirchner] a la salida del default [de la deuda externa]. Dio vuelta la página y puso el acento en la producción y el crecimiento económico” (Luis Betnaza, importante directivo del grupo Techint y vicepresidente de la UIA, Clarín, 4/3/05);

• “a partir de mediados de los setenta, se instala, con distintas variantes sucesivas, el fundamentalismo de mercado neoliberal y comienza la desarticulación productiva con un resultado escalofriante en términos de cierre de empresas, de achicamiento de otras y virtual 335 Véase el Mensaje de remisión del Presupuesto 2005 elevado por el Poder Ejecutivo Nacional al Honorable Congreso de la Nación (en: http://www.mecon.gov.ar/onp/html/proy2005/mensaje/mensaje2005.pdf). En una similar línea argumentativa se ha manifestado el presidente Kirchner (“Ya no hablamos de una recuperación industrial, sino de que la Argentina está viviendo una reindustrialización” –Clarín, 22/4/05–). Sobre esto último consúltese también Ministerio de Economía y Producción (2005a).

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destrucción de las economías regionales. La asfixia industrial sufrida –sobre todo en las últimas tres décadas– fue consecuencia directa de la perversa asociación de altas tasas de interés, tipo de cambio sobrevaluado y desmantelamiento acelerado y sin criterio estratégico de la red de protección arancelaria. Las consecuencias sociales fueron terminantes: pobreza y desempleo. Por primera vez, como fenómeno estructural, irrumpe el hambre en la Argentina... hoy nos encontramos en la antesala del renacimiento, esto es, de la reindustrialización. El nuevo modelo económico, basado en un tipo de cambio competitivo, bajas tasas de interés, depósitos que vuelven a los bancos, salida del default de una manera seria y sostenible, y recomposición de índices aceptables y generalizados de crecimiento e inversión, representa una oportunidad histórica en gestación” (Héctor Massuh, vicepresidente de la UIA, La Nación, 15/5/05);

• “El gobierno tiene una firme vocación industrial. Es una administración que entendió que sin industria no hay posibilidad de desarrollo; que apostó por el sector y el sector respondió. Nosotros apoyamos el actual modelo” (declaraciones del presidente de la UIA, Héctor Méndez, al matutino Clarín, 31/7/05); y

• “a nosotros nos encanta el actual valor del dólar. Mantener este tipo de cambio es lo ideal y estamos convencidos de que se puede mantener sin que la inflación sea un problema. Hay confianza en lo que el gobierno ha hecho hasta ahora” (Miguel Acevedo, uno de los principales ejecutivos del grupo Urquía, propietario de Aceitera General Deheza, La Nación y Página 12, 9/8/05)336.

En ese marco, y a pesar de que la información con que se cuenta no cubre un lapso de tiempo extenso, vale la pena plantear algunas digresiones vinculadas con ciertos rasgos distintivos del “modelo nacional-industrial”. En tal sentido, los datos aportados por el Cuadro Nº 30 permiten arribar a algunas conclusiones interesantes.

Lo primero que se observa es que desde el año 2002 se ha venido asistiendo a un importante incremento de la producción manufacturera que es explicado en lo sustantivo por un proceso de recuperación con respecto a niveles sumamente reducidos y que se ha asentado sobre la creciente utilización de capacidad ociosa instalada: en el 2004 la producción sectorial

336 El “modelo de dólar alto” y el gobierno nacional no sólo han recibido el respaldo de importantes referentes del poder económico local, sino también de varios de sus intelectuales orgánicos: “La única expresión económica coherente del Gobierno es la de Lavagna, pero esta misma política la planteó Jorge Remes Lenicov [se refiere al primer Ministro de Economía de la Administración Duhalde]. Remes se quemó al destapar las ollas que había que destapar porque tenían mucha presión, pero fue él quien puso las retenciones y el tipo de cambio flotante. Las bases de esta política las puso Remes y las consolidó muy bien Lavagna, sobre todo en la negociación con los acreedores” (Javier González Fraga); “Por presión del Fondo se había dejado flotar la moneda y cuando llegó Lavagna estábamos metidos en una burbuja que no sé a dónde nos llevaba. Las ideas de Remes y Roberto [Lavagna] eran parecidas. Pero no basta saber los lineamientos generales de lo que hay que hacer para ser un ministro. Hay que tener capacidad analítica y de respuesta. Cuando aparece un imprevisto hay que saber reaccionar correctamente, porque si no a la primera de cambio se te viene el mundo abajo. Cuando llegó Roberto cambió la actitud. Es correcto decir que nadie es imprescindible para no caer en mesianismos, pero si este Gobierno tiene racionalidad debe mantener el equipo Kirchner-Lavagna” (Roberto Frenkel). Véase la edición del 22/5/05 de Página 12.

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fue aproximadamente un 21% más elevada que en el 2001 y un 34% superior que en el 2002 (entre 1998 y 2002 había acumulado una caída de aproximadamente el 30%)337 y la utilización de la capacidad instalada se ubicó en promedio en el 70%, cuando en el 2002 había sido del 56%338.

Cuadro Nº 30 Industria manufacturera argentina Evolución de los principales indicadores de comportamiento, 2001-2004 (en índice 1993=100)

Relación productividad/

Volumen físico de la producción

Obreros ocupados

Productividad laboral

Horas obrero

trabajadas

Productividad

horaria

Horas trabajadas/

obreros

Salario medio real(1)

Costo medio

salarial(2) salario medio

costo medio

I II III=I/II IV V=I/IV VI=IV/II VII VIII IX=III/VII X=III/VIII

2001 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 2002 90,3 90,9 99,4 88,6 101,9 97,6 80,6 62,1 123,3 160,0 2003 106,1 95,6 111,0 99,4 106,7 104,0 87,3 64,0 127,1 173,5 2004 120,7 105,2 114,7 111,7 108,1 106,1 105,7 75,3 108,6 152,4

(1) Salario medio nominal deflactado por el Índice de Precios al Consumidor. (2) Salario medio nominal deflactado por el Índice de Precios Mayoristas Productos Manufacturados Nacionales. Fuente: Elaboración propia en base a información del INDEC, Encuesta Industrial.

Además del estímulo a la producción de bienes transables (como buena parte de los industriales) que resulta de la existencia de un tipo de cambio real elevado y del set de precios y rentabilidades relativas asociado al mismo, el inicio de la reactivación fabril de los últimos años se ha derivado también de la recomposición de la demanda interna por efecto de diversos factores, entre los que sobresalen: a) el gradual desmantelamiento del “congelamiento bancario” que se había establecido a fines de la Convertibilidad; b) la puesta en práctica del Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados339; c) los aumentos salariales dispuestos por el gobierno (en particular los incrementos de suma fija en los sueldos del sector privado y las subas del salario mínimo –medidas que recayeron fundamentalmente sobre los trabajadores “en blanco” y que tuvieron un leve “efecto demostración” sobre los “en negro”–)340; d) el 337 De acuerdo a la información suministrada por el INDEC, después de caer en forma prácticamente ininterrumpida desde el tercer trimestre de 1998, en el cuarto del 2002 se registró la primera suba interanual de la producción industrial. 338 En cuanto a la intensidad de la recuperación de la actividad industrial acaecida en el último tiempo, vale introducir dos datos complementarios a los que constan en el Cuadro Nº 30. Primero, de acuerdo a las Cuentas Nacionales, en el 2004 el PBI industrial (valuado a precios constantes de 1993) fue casi un 9% más bajo que el “pico” alcanzado en los noventa (tercer trimestre de 1998). Segundo, a fines del año pasado el Estimador Mensual Industrial elaborado periódicamente por el INDEC se ubicó prácticamente en el mismo nivel que el “máximo” alcanzado en junio de 1998. 339 Un análisis de las características centrales y los impactos más salientes de este programa de asistencia social se puede encontrar en Beccaria y Maurizio (2005); y Cortés, Groisman y Hoszowsky (2004). 340 Según los datos proporcionados por el INDEC, a fines del 2004 el salario real promedio de los trabajadores registrados se ubicaba un 3% por debajo de los deteriorados niveles de diciembre del 2001, mientras que el de los “en negro” era alrededor de un 25% más bajo. De acuerdo a un reciente estudio oficial: “para el total urbano en el tercer trimestre de 2004 el ingreso `de bolsillo´ declarado por el asalariado registrado (ocupación principal)

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dinamismo asumido por las negociaciones colectivas en diferentes sectores económicos (en especial en el transcurso del 2004)341; y e) una relativa desaceleración del proceso inflacionario (luego de la disparada de los precios minoristas y mayoristas que trajo aparejada la devaluación, hacia fines del gobierno de transición del Dr. Duhalde se logró una cierta contención de la inflación, claro que a un nivel muy superior al de los años previos342, lo cual afectó sobre todo a los estratos de la población de menores ingresos con su consiguiente impacto regresivo sobre la distribución del ingreso)343.

En segundo lugar, se destaca que luego de la brusca contracción del empleo fabril acaecida a lo largo de la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural” y durante el primer año de vigencia del “nacional-industrial” (entre 1993 y 2001 la ocupación en la industria declinó alrededor de un 30%, mientras que en el 2002 disminuyó un 9% adicional), la mencionada expansión productiva conllevó un aumento en la ocupación (cercano al 16%) y con mayor intensidad en las horas trabajadas por los obreros empleados (de algo más del 26%). Ello sugiere que durante lo más álgido de la crisis los empresarios del sector no sólo despidieron a muchos operarios, sino que también hicieron ajustes por el lado de las horas trabajadas (redujeron la extensión de la jornada laboral y, por esa vía, la intensidad de la explotación medida en horas de labor). Esto les generó un “colchón” que les permitió, en un primer momento de la recuperación, no incorporar mano de obra o hacerlo a una tasa reducida y aumentar la horas trabajadas por los obreros ocupados (como se aprecia en las columnas I y VI del Cuadro Nº 30, en el 2003 la producción sectorial se incrementó aproximadamente un 18% y la duración de la jornada laboral promedio un 7%, porcentuales que se ubicaron, respectivamente, en el orden del 14% y el 2% en el 2004).

Otro elemento a tener en cuenta de la reciente generación de empleo en la industria es que la misma no parece estar disociada de la expansión que en el nuevo escenario económico han experimentado algunas actividades mano de obra-intensivas como, por ejemplo, la fabricación de productos textiles, prendas de vestir y artículos de cuero, la industria

representó 2,5 del no registrado en términos horarios, diferencia que se acrecienta a un coeficiente de 2,7 si las cifras se ajustan para expresarlas en valores brutos, como es apropiado” (Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, 2005). 341 Véase nuevamente Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (2005). 342 Entre diciembre del 2001 y el mismo mes del 2002 los precios al consumidor se incrementaron alrededor de un 41% y los mayoristas casi un 118%. Desde entonces y hasta fines del 2004 acumularon en ambos casos una suba de “apenas” un 10%. 343 Como destacan Nochteff y Güell (2003): “Entre 2001 y 2002 el empeoramiento de la distribución del ingreso se aceleró de manera inédita, sobre todo para un período tan corto. La participación del 10% más rico se incrementó en 1,6 puntos porcentuales; fue el único decil cuya participación en el ingreso aumentó; y el aumento en un solo año fue superior al registrado entre puntas en el período 1991-2000. En términos de incrementos y caídas, en un solo año el 10% más rico aumentó su participación en 4,3%, el 40% más pobre sufrió una caída del 4,0% y el conjunto del 40% de menores ingresos más el 20% de ingresos medio-bajos aproximadamente el mismo porcentaje. El aumento de participación del 10% más rico, claramente, se hizo a expensas de la caída del 40% más pobre y del empobrecimiento de la mitad del estrato medio (que usualmente se identifica con la clase media)”. Asimismo, consúltese Benza y Calvi (2004); CTA (2004); Esquivel y Maurizio (2005); y Lindenboim, Graña y Kennedy (2005).

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metalmecánica y la elaboradora de maquinaria y equipo. Asimismo, el aprovechamiento de la capacidad instalada que se encontraba inutilizada a raíz de la crisis parece ser otro factor explicativo del aumento de la ocupación manufacturera verificada en el último tiempo.

En tercer lugar, sobresale el hecho que la producción sectorial creció mucho más que la ocupación, con lo cual tuvo lugar un importante aumento en la productividad laboral: luego de haber registrado en el 2002 una caída cercana al 1%, en el 2004 este indicador se ubicó más de un 15% por encima de los registros de aquel año344.

En cuarto lugar, de resultas del incremento de los precios al consumidor y al por mayor resultante de la maxidevaluación de la moneda nacional, durante el 2002 se produjo una caída significativa en los ingresos reales de los asalariados fabriles (es decir, en el poder de compra de sus salarios) y, más aún, en los costos medios salariales: mientras que el salario medio industrial cayó en términos reales un 19%, los costos disminuyeron un 38%. Los incrementos registrados en ambas variables a partir del 2003 se derivan en gran medida de los aumentos otorgados por el gobierno, una mayor negociación colectiva y la mencionada contención del proceso inflacionario. A raíz de todo ello, en el 2004 el salario real promedio se ubicó alrededor de un 6% por encima de su deprimido nivel en el 2001, mientras que los costos salariales fueron casi un 25% más bajos345.

En cuanto al aumento de los salarios registrado a partir del 2003, caben dos comentarios. Por un lado, como se señaló, que el mismo ha beneficiado en forma preponderante a los trabajadores registrados (que representan una proporción decreciente del empleo asalariado total en el sector manufacturero doméstico)346. Por otro, si bien se trata de un dato sumamente auspicioso (más aún después de largos años en los que los ingresos de los asalariados constituyeron la variable de ajuste por excelencia), no debería pasarse por alto que en la actualidad el salario promedio de un obrero fabril “en blanco” es en términos reales un 10% más bajo que en los “mejores momentos” de la Convertibilidad y aproximadamente un 45% más reducido que en los años previos a la última dictadura militar.

En quinto lugar, los distintos comportamientos de la productividad, los salarios y los costos salariales han derivado en un aumento de consideración en el margen bruto de rentabilidad empresaria (véase las columnas IX y X del Cuadro de referencia). En otros 344 Como producto del mencionado comportamiento de la ocupación y las horas trabajadas, la productividad horaria se incrementó levemente (aproximadamente un 2%) en el 2002 y luego continuó expandiéndose hasta alcanzar en el 2004 un nivel un 8% más elevado que en el 2001. 345 En el estudio precitado del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social se realiza un análisis de la evolución entre los años 2001 y 2004 del costo laboral por unidad de producto para los distintos sectores económicos y se comprueba que la industria ha sido uno de los ámbitos en los que más ha declinado dicha variable (junto con la actividad agropecuaria y la minera). 346 La Encuesta Industrial del INDEC, en base a la cual se elaboró el Cuadro Nº 30, sólo presenta información sobre los trabajadores registrados. Esto introduce un sesgo en el análisis (“infla” los salarios reales y los costos salariales para el conjunto de la industria), dado que no se está considerando a los trabajadores “en negro”, quienes suelen percibir remuneraciones mucho más reducidas que los “en blanco”. De contar con los datos correspondientes al conjunto de los trabajadores, los incrementos registrados en ambas variables serían mucho menores y las reducciones bastante más acentuadas.

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términos, en una nueva y fuerte transferencia de ingresos desde los trabajadores hacia los capitalistas del sector: en el 2004 el coeficiente productividad/salario medio fue casi un 9% más elevado que en el último año de vigencia de la Convertibilidad y más de un 52% de considerar la relación con los costos salariales347. Respecto de esta suba en el superávit bruto captado por los patrones merecen destacarse dos cuestiones. Primero, que de no haber sido por la política oficial de ingresos implementada desde mediados de 2002 y del señalado dinamismo reciente de las negociaciones colectivas en algunos rubros productivos, dicha traslación de recursos hubiera sido mucho más acentuada. Segundo, si se considera la estructura de precios y rentabilidades relativas de la economía que caracteriza al “modelo nacional-industrial”, puede concluirse que una parte considerable de este incremento en la tasa bruta de ganancia ha sido apropiada por los empresarios de la actividad (sobre todo por las fracciones más concentradas que controlan las actividades que han liderado la expansión fabril reciente)348. Ello, a diferencia de lo ocurrido durante la vigencia del “modelo convertible”, cuando, como se trató en el Capítulo 4, buena parte de la mayor rentabilidad bruta del capital industrial terminó canalizándose hacia otros sectores económicos (básicamente hacia el financiero y los vinculados a la prestación de servicios públicos).

Lo que antecede indica que el “boom industrial” registrado en el último tiempo se ha traducido en un importante crecimiento de la ocupación fabril (lo cual es un dato alentador si se tiene en cuenta que casi sin interrupciones en las últimas décadas el sector manufacturero había sido expulsor neto de mano de obra)349. Asimismo, se ha asentado sobre salarios sumamente reducidos (tanto se los considere en términos de poder adquisitivo como, mucho más aún, de costos empresarios –en moneda nacional y sobre todo en dólares–), y sobre una creciente inequidad distributiva entre el trabajo y el capital. En otras palabras, más allá del significativo e indiscutible cambio acontecido en el contexto macroeconómico, las evidencias presentadas sugieren que la trayectoria fabril post-Convertibilidad parece sostenerse sobre similares pilares que la registrada durante la vigencia del “modelo financiero y de ajuste estructural” en lo que se vincula con la relación entre los trabajadores y los patrones (la regresividad en la distribución interna del ingreso constituye una de las principales líneas de

347 Las evidencias con que se cuenta indican que la industria ha sido la actividad económica en la cual más se ha incrementado la participación del excedente empresario en el producto sectorial en el período 2001-2004 (Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, 2005). Al respecto, cabe traer a colación una de las principales conclusiones de un trabajo reciente del Banco Central de la República Argentina (2005b): “el importante aumento en el excedente bruto de explotación (la participación del ingreso que no se llevan los asalariados) a nivel agregado, generado por el fuerte cambio en los precios relativos, posibilitaría una recomposición salarial sin que necesariamente sea trasladada a precios finales, aún cuando estos aumentos no sean convalidados por una mayor productividad. Esta es la situación que enfrentan principalmente los sectores productores de transables, los más beneficiados por este cambio en los precios relativos”. Véase también Área de Economía y Tecnología de la FLACSO/FETIA-CTA (2005b); y Fundación Capital (2004). 348 Sobre el particular consúltese Área de Economía y Tecnología de la FLACSO/FETIA-CTA (2005a); y González (2005). 349 A tal punto que a comienzos del siglo XXI la ocupación industrial “en blanco” fue aproximadamente un 50% más reducida que a mediados de los años setenta.

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continuidad desde 1976 y, como tal, uno de los principales logros estructurales de la revancha clasista iniciada en marzo de dicho año).

La importante creación de puestos de trabajo que se verificó en la industria local en el último tiempo suele ser utilizada por los defensores del “modelo nacional-industrial” para convalidarlo y, en ese marco, para destacar que el mismo ha logrado “recuperar la producción y el trabajo para los argentinos”. Si bien se enfatiza de modo recurrente este efecto-cantidad, son escasas las referencias acerca de la calidad de una parte importante del empleo generado. En este sentido, en el Cuadro Nº 31 se presenta la evolución de la estructura ocupacional del sector manufacturero doméstico entre 1995 y 2004.

Cuadro Nº 31 Argentina Evolución del empleo industrial según categoría ocupacional, 1995-2004(1) (en porcentajes)

1995 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004Patrones 6,5 6,2 6,6 5,8 6,7 6,6 5,4 5,3 4,8Trabajadores por cuenta propia 13,7 12,6 13,3 14,0 15,6 17,6 21,3 18,3 20,2 - no profesionales 13,4 12,0 13,0 13,4 15,3 17,2 20,0 17,7 18,5 - profesionales 0,3 0,6 0,4 0,6 0,3 0,5 1,2 0,6 1,7Asalariados 79,8 81,2 80,0 80,2 77,7 75,8 73,3 76,4 75,0 - no registrados 23,1 25,4 27,3 27,5 26,2 26,5 28,3 31,8 31,0 - registrados 56,7 55,8 52,7 52,8 51,5 49,4 45,0 44,6 43,9Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0(1) Hasta el año 2003 los datos provienen de la Encuesta Permanente de Hogares puntual. Como a mediados de dicho año se modificó la metodología de la encuesta, que pasó a ser de carácter continuo, los datos correspondientes no son estrictamente comparables con los de los años previos; sin embargo, tal limitación no introduce sesgos de relevancia en el análisis de estructuras porcentuales. Fuente: Elaboración propia en base a información del INDEC, Encuesta Permanente de Hogares.

Focalizando el análisis sobre los trabajadores se corrobora que a lo largo del período de referencia la participación de los asalariados siempre ha sido mayoritaria (aunque decreciente)350 y que en su interior se registraron modificaciones significativas. En efecto, a partir de 1995 se despliega dentro de este universo una tendencia a que los no registrados aumenten su incidencia relativa, proceso que se acelera a partir del 2002: este tipo de trabajadores pasó de representar el 29% del total de asalariados en 1995, al 35% en el 2001 y al 41% en el 2004.

Esta comprobación es muy importante por dos razones. En primer lugar, porque refleja una profundización de la heterogeneidad de ingresos que perciben los distintos estratos que conforman la clase trabajadora argentina. Al respecto, debe tenerse presente que muchos de los nuevos obreros industriales (y una cantidad considerable de los “viejos”) perciben un salario que no les permite acceder a una canasta básica de bienes y servicios. De acuerdo a la información suministrada por la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC (total de aglomerados urbanos), en el cuarto trimestre del 2004 los asalariados fabriles no registrados 350 Entre los años señalados tuvo lugar un incremento de consideración (de 6,5 puntos porcentuales) en la participación de los trabajadores por cuenta propia, en especial de los no profesionales, lo cual es expresión de una creciente precarización laboral (Donaire, 2004).

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recibieron en promedio un salario nominal de 397 pesos, mientras que la retribución media de los “en blanco” se ubicó en los 904 pesos (la media fue de 698 pesos); en dicho período el valor de la línea de pobreza para un “hogar tipo”351 fue del orden de los 737 pesos352.

En segundo lugar, y derivado de lo anterior, porque se ha profundizado la segmentación de la clase obrera argentina, con su consiguiente debilitamiento en términos políticos. En este sentido, el “dinamismo” que ha exhibido en los últimos años el empleo “en negro” en el sector manufacturero local ha introducido una nueva brecha en la conformación de la clase trabajadora, que se agrega a las existentes e incrementa la segmentación dentro de la misma. La creciente presencia de obreros empleados bajo modalidades precarias de contratación y con remuneraciones sumamente reducidas (muy distantes de la “línea” que define el “ingreso de pobreza”) y de los que tienen empleo registrado y perciben salarios relativamente elevados, constituye una diferenciación que se agrega a la que ya existía entre los nuevos trabajadores de las zonas industriales con promoción y los radicados en las regiones fabriles tradicionales que se cristalizó en los años ochenta, a la cual se adicionó durante el decenio pasado la escisión entre los ocupados y los desocupados.

Así, si bien la industria ha sido uno de los sectores de actividad más dinámicos en lo que se refiere a la creación de empleo y, como tal, ha jugado un papel decisivo en la explicación de la caída verificada en el último tiempo en la –todavía elevada– tasa de desocupación, no puede dejar de mencionarse que en una proporción considerable ello ha sido el resultado de la incorporación de mano de obra con un costo netamente inferior al promedio (asalariados no registrados) y cuyo costo de expulsión es prácticamente nulo ante una eventual reversión del ciclo económico. Todo esto ha sido posible por la concurrencia de distintos elementos: a) la vigencia de un corpus normativo que aún induce y convalida la precarización laboral; b) un ostensible déficit en materia de regulación estatal sobre el mercado de trabajo doméstico; y c) la existencia de un “ejército industrial de reserva” de gran magnitud con evidentes efectos disciplinadores sobre los obreros ocupados.

Como era esperable, la maxidevaluación ha posibilitado el crecimiento de algunos sectores fabriles ligados a la exportación y el “renacimiento”, por efecto sustitutivo de importaciones y/o en respuesta a la mayor demanda interna, de algunas ramas sumamente afectadas por la reestructuración regresiva de la industria local acontecida durante la década pasada y, en ese marco, por la aguda crisis iniciada a mediados de 1998. En este sentido, vale la pena indagar si como resultado de estos procesos se han registrado modificaciones –y de qué tipo– en la composición de la producción fabril (Cuadro Nº 32).

351 Formado por un varón y una mujer de entre 30 y 59 años con dos hijos (uno de entre 4 y 6 años, y otro de entre 7 y 9 años). 352 El fenómeno de los “trabajadores pobres por ingresos” (que se manifiesta en la mayoría de los sectores de la actividad económica) constituye un dato ineludible para explicar los motivos por los que a pesar de que en el último tiempo ha crecido la economía y ha caído la desocupación, la distribución del ingreso sigue siendo sumamente regresiva. Sobre el “dinamismo” reciente del empleo no registrado y sus impactos distributivos consúltese Arceo y Schorr (2004); Beccaria, Esquivel y Maurizio (2005); Esquivel y Maurizio (2005); Giosa

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Capítulo 6. La industria manufacturera argentina ante un nuevo régimen macroeconómico: la economía política del “modelo nacional-industrial”

Cuadro Nº 32 Industria manufacturera argentina Evolución de la participación en el valor de la producción industrial total de los distintos sectores de actividad, 2001-2004(1) (en porcentajes)

2001 2004 Elab. de productos alimenticios y bebidas 30,9 30,4 Elaboración de productos de tabaco 3,5 3,3 Fabricación de productos textiles 2,1 2,1 Fabricación de prendas de vestir y pieles 1,8 1,4 Cuero y artículos de cuero 2,4 3,3 Madera y productos de madera 0,9 1,2 Papel y productos de papel 2,9 2,7 Ediciones e impresiones 3,3 3,4 Refinación de petróleo 10,0 9,0 Sustancias y productos químicos 12,2 11,2 Productos de caucho y plástico 3,7 4,0 Otros productos minerales no metálicos 2,0 2,2 Fabricación de metales comunes 5,3 5,7 Prod. de metal excl. maquinaria y equipo 2,7 2,5 Maquinaria y equipo 3,9 5,2 Maquinaria de oficina 0,1 0,1 Maquinaria y aparatos eléctricos 1,5 1,2 Aparatos de radio, TV y comunicaciones 1,4 1,2 Instrumentos médicos, ópticos 0,3 0,3 Vehículos automotores 7,3 8,1 Otros equipos de transporte 0,4 0,5 Otras manufacturas y muebles 1,2 0,9 Total 100,0 100,0 (1) Ambas estructuras porcentuales fueron calculadas considerando los datos a precios constantes de 1993. Fuente: Elaboración propia en base a información del INDEC, Encuesta Industrial.

De la información presentada se desprende que en el 2004 la agroindustria, la

producción químico-petroquímica, el procesamiento de petróleo, el sector automotor y la fabricación de metales básicos y sus derivados dieron cuenta en conjunto de más del 64% de toda la producción industrial realizada en el país (tal participación fue algo inferior a la registrada en el 2001 y un 8% superior a la verificada en 1993).

Esto indica que si bien con posterioridad a la devaluación y el considerable cambio en el “entorno de negocios” asociado a la misma (en rigor, desde mediados del 2002) se ha venido asistiendo a una importante recuperación de la actividad industrial, que se ha difundido con intensidad diversa sobre las distintas ramas353, en la actualidad la estructura

Zuazúa (2005); y Groisman y Marshall (2005). 353 De la Encuesta Industrial realizada por el INDEC surge que en el período 2001-2004 prácticamente todas las actividades manufactureras incrementaron sus respectivos volúmenes de producción, destacándose lo sucedido en varios rubros metalmecánicos, el sector automotor, las industrias plástica y del cuero, las procesadoras de minerales no metálicos y de metales comunes, las vinculadas a tareas de edición e impresión y las elaboradoras de productos derivados de la madera.

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fabril argentina se caracteriza, al igual que durante la vigencia del “modelo financiero y de ajuste estructural”, por el hecho que las manufacturas de mayor significación agregada se encuentran en la generalidad de los casos en las primeras etapas del proceso productivo y, como tales, con escaso aporte a la generación local de cadenas de valor y puestos de trabajo, al tiempo que en ellas prevalecen estructuras de mercado de elevada oligopolización354.

Similares consideraciones surgen del análisis de la evolución de las exportaciones fabriles. Como se desprende de los datos aportados por el Cuadro Nº 33, entre 2002 y 2004 las ventas al exterior de productos manufacturados se incrementaron alrededor de un 40%; hacia fines de dicho período los cinco rubros mencionados previamente dieron cuenta de casi un 84% del total (en 1993 habían explicado un 77% y en el 2002 un 81%)355.

Si bien era previsible que no se observaran mayores alteraciones en la composición de la producción y las exportaciones industriales dado el escaso tiempo transcurrido desde el abandono del régimen de Convertibilidad, este proceso de afirmación de una estructura fabril con las características señaladas invita a realizarse dos interrogantes de lo más relevantes en términos económicos y políticos. Primero, dadas las características del perfil manufacturero heredado del “modelo financiero y de ajuste estructural” y de la elite del poder económico fabril, la existencia de un tipo de cambio real elevado y del “piloto automático” ¿constituyen elementos suficientes para revertir el proceso de reestructuración regresiva del aparato productivo doméstico derivado de largos años de vigencia de neoliberalismo extremo, la crisis laboral y la inequidad distributiva? Segundo, y estrechamente ligado a lo anterior, ¿alcanza con la vigencia de un “dólar alto”, una “macroeconomía sana” y medidas puntuales en lugar de una política industrial integral para revertir la reprimarización fabril y, por esa vía, empezar a desandar la “desindustrialización” de las últimas décadas asociado a crecientes niveles de inclusión económico-social y a una nueva forma de inserción del país en el mercado internacional (en segmentos más dinámicos y con menos fluctuaciones en materia de precios y demanda)? 354 En relación con estas cuestiones, cabe destacar una de las principales conclusiones de un estudio reciente: “La devaluación del peso y el cambio de precios relativos resultante agudizó la tendencia ya presente en el período anterior, siendo los grandes ganadores netos los productores de bienes exportables –en especial, las industrias metálicas y químicas básicas, los productos químicos y los procesadores tradicionales de materias primas–. Los sectores `mercado internistas´ elevaron en participación en el `producto físico´, gracias a la menor exposición a las importaciones, pero vieron resentida su capacidad de apropiarse de excedentes productivos debido al cambio negativo de sus precios relativos con respecto a los insumos básicos exportables” (González, 2005). 355 De la información presentada surge también que en el 2002 la industria registró en términos agregados un balance comercial superavitario por 9.343,7 millones de dólares (revirtiendo así lo sucedido durante la década de los noventa), lo cual es explicado casi en su totalidad por el desplome de las importaciones a raíz de la crisis económica (ese año las compras en el exterior de productos manufacturados se contrajeron más de un 57% respecto del 2001, frente a una caída de apenas el 2% de las exportaciones). A partir de entonces tuvo lugar una importante disminución de dicho superávit (en el 2004 fue de 3.611,4 millones de dólares), lo que se deriva en buena medida del notable crecimiento (superior al 155%) que experimentaron las importaciones en el marco de la reactivación económica. Al respecto, interesa destacar que el saldo global correspondiente al 2004 incluye a ramas altamente superavitarias (industria alimenticia, refinación de petróleo y, en muy menor medida, cuero y derivados, procesamiento de metales comunes y productos de la madera), y a otras con fuertes déficits (maquinaria y equipo, sustancias y productos químicos, aparatos de radio, televisión y comunicaciones, y vehículos automotores, entre las más importantes).

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Cuadro Nº 33 Argentina Evolución de las exportaciones, las importaciones y el saldo comercial de productos industriales según sector de actividad, 2002-2004 (en millones de dólares y porcentajes)

Exportaciones Importaciones Saldo comercial 2002 (%) 2004 (%) 2002 (%) 2004 (%) 2002 2004

Elab. de productos alimenticios y bebidas 7.276,1 41,5 10.822,9 44,2 266,3 3,3 427,0 2,0 7.009,8 10.395,9

Elaboración de productos de tabaco 9,3 0,1 7,1 0,0 13,8 0,2 17,1 0,1 -4,5 -10,0

Fabricación de productos textiles 233,9 1,3 291,7 1,2 145,7 1,8 514,0 2,5 88,2 -222,2

Fabricación de prendas de vestir y pieles 63,5 0,4 88,8 0,4 33,1 0,4 82,7 0,4 30,4 6,1

Cuero y artículos de cuero 721,9 4,1 908,1 3,7 58,5 0,7 210,3 1,0 663,4 697,8

Madera y productos de madera 127,8 0,7 254,7 1,0 43,1 0,5 110,7 0,5 84,7 144,0

Papel y productos de papel 278,2 1,6 416,8 1,7 317,1 3,9 584,2 2,8 -38,9 -167,4

Ediciones e impresiones 69,3 0,4 92,1 0,4 66,1 0,8 118,1 0,6 3,2 -26,0

Refinación de petróleo 1.663,6 9,5 2.833,9 11,6 134,1 1,6 420,5 2,0 1.529,5 2.413,4

Sustancias y productos químicos 2.100,1 12,0 2.988,9 12,2 2.849,6 34,8 5.053,8 24,2 -749,4 -2.064,8

Productos de caucho y plástico 295,5 1,7 408,8 1,7 354,5 4,3 789,6 3,8 -59,0 -380,8

Otros productos minerales no metálicos 105,5 0,6 143,8 0,6 104,7 1,3 236,6 1,1 0,9 -92,8

Fabricación de metales comunes 1.526,1 8,7 1.614,8 6,6 465,0 5,7 1.068,8 5,1 1.061,1 546,0

Prod. de metal excl. maquinaria y equipo 135,7 0,8 181,6 0,7 233,7 2,9 526,0 2,5 -98,0 -344,4

Maquinaria y equipo 516,1 2,9 569,7 2,3 963,3 11,8 2.905,8 13,9 -447,1 -2.336,1

Maquinaria de oficina 41,6 0,2 21,2 0,1 204,1 2,5 776,9 3,7 -162,4 -755,7

Maquinaria y aparatos eléctricos 169,1 1,0 195,2 0,8 376,3 4,6 804,2 3,8 -207,2 -609,0

Aparatos de radio, TV y comunicaciones 66,8 0,4 53,6 0,2 161,8 2,0 1.611,5 7,7 -95,1 -1.557,9

Instrumentos médicos, ópticos 82,8 0,5 125,2 0,5 207,1 2,5 497,2 2,4 -124,3 -372,0

Vehículos automotores 1.699,2 9,7 2.241,6 9,1 854,2 10,4 3.240,6 15,5 844,9 -998,9

Otros equipos de transporte 118,2 0,7 49,3 0,2 246,2 3,0 622,3 3,0 -128,0 -573,0

Otras manufacturas y muebles 233,0 1,3 201,6 0,8 91,6 1,1 282,4 1,4 141,4 -80,8

Total 17.533,4 100,0 24.511,6 100,0 8.189,7 100,0 20.900,2 100,0 9.343,7 3.611,4

Fuente: Elaboración propia en base a información del INDEC.

La mayoría de las –por el momento escasas– medidas aplicadas en el ámbito fabril en lo que va del “modelo nacional-industrial” ha tendido a favorecer el mencionado perfil de especialización de la producción y las exportaciones sectoriales y, en consecuencia, a las empresas y grupos económicos líderes. Al respecto, por los recursos públicos involucrados, se destaca la puesta en marcha de un régimen de promoción de inversiones (se trata de un programa de incentivos fiscales que pivotea sobre la devolución anticipada del IVA por la adquisición de equipamiento y su amortización acelerada en el pago del impuesto a las ganancias, y que apunta a incrementar la formación de capital en el nivel manufacturero, en especial con vistas a la expansión de las exportaciones)356/357. En el Cuadro Nº 34 se

356 Véase la Ley Nº 25.924 de “Promoción de inversiones en bienes de capital y obras de infraestructura” y sus normas complementarias (toda esta normativa está disponible en http://infoleg.mecon.gov.ar/). En el tercer artículo de la citada Ley se destaca: “Los sujetos que resulten alcanzados por el presente régimen podrán... obtener la devolución anticipada del impuesto al valor agregado correspondiente a los bienes u obras de infraestructura incluidos en el proyecto de inversión propuesto o, alternativamente, practicar en el impuesto a las ganancias la amortización acelerada de los mismos, no pudiendo acceder a los dos tratamientos por un mismo proyecto... Los beneficios de la amortización acelerada y de devolución anticipada del IVA no serán excluyentes

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presentan las principales características de los proyectos aprobados en el primer llamado a concurso (hasta el momento el único concluido), los compromisos asumidos por las empresas beneficiarias en materia de formación de capital y creación de puestos de trabajo, y los beneficios fiscales concedidos.

Cuadro Nº 34 Argentina Empresas beneficiadas en el primer llamado a concurso del Régimen de Promoción de Inversiones establecido por la Ley Nº 25.924 y sus normas complementarias (en pesos, valores absolutos y porcentajes) Compromisos

asumidos Beneficio fiscal total(3)

Empresa(1) Proyecto propuesto

Inversión total(2)

Creación empleo

Monto (%) (%) acum.

Benef. fiscal /Inv. comp. (%)

Benef. fiscal por

ocup.

1 Aluar* Ampliación de la capacidad de producción de aluminio

1.947.863.781 204 689.716.017 62,37 62,4 35,4 3.380.961

2 Siderar Incremento en la capacidad en las líneas de coquería, alto horno convertidor y laminado en caliente

375.390.000 105 87.926.994 7,95 70,3 23,4 837.400

3 T6 Industrial* Ampliación de la capacidad de molienda de poroto de soja

727.295.838 40 53.256.747 4,82 75,1 7,3 1.331.419

4 Peugeot-Citroen Argentina

Fabricación de dos nuevos modelos de vehículos

448.018.950 1.326 47.043.020 4,25 79,4 10,5 35.477

5 Cargill Planta de procesamiento de soja 383.706.000 215 42.173.700 3,81 83,2 11,0 196.157 6 Siderca Dos proyectos de ampliación de la

capacidad de producción 177.094.000 71 38.180.065 3,45 86,7 21,6 537.747

7 Louis Dreyfus Construcción de un complejo industrial-portuario para el procesamiento y el embarque de semillas de soja

300.171.725 150 32.044.573 2,90 89,5 10,7 213.630

8 YPF Ampliación de instalaciones en la destilería de La Plata

135.613.064 12 29.284.508 2,65 92,2 21,6 2.440.376

9 Fate* Línea de producción de neumáticos radiales

96.969.414 100 22.466.968 2,03 94,2 23,2 224.670

10 Volkswagen Argentina

Fabricación de un nuevo modelo de vehículo

156.836.253 439 19.422.524 1,76 96,0 12,4 44.243

11 Cardinal Health Argentina*

Planta de producción de cápsulas blandas de gelatina destinadas a la industria farmacéutica

96.476.782 330 10.395.139 0,94 96,9 10,8 31.500

12 MB Ciganotto Planta de producción de piezas estampadas, armado de componentes, soldaduras y pintura

80.136.023 146 6.403.378 0,58 97,5 8,0 43.859

(Continúa)

entre sí en el caso de los proyectos de inversión cuya producción sea, exclusivamente, para el mercado de exportación. En estos casos, los beneficiarios podrán acceder en forma simultánea a ambos tratamientos fiscales”. 357 Si bien se han instrumentado algunas medidas destinadas directa o indirectamente al segmento de las PyMEs (como, entre las más relevantes, el lanzamiento de líneas crediticias a tasas subsidiadas, la aplicación de diversas medidas restrictivas a las importaciones de algunos productos, la sanción de una ley de fomento a la industria del software y la devolución de saldos técnicos del Impuesto al Valor Agregado adeudados), hasta el presente el grueso de los recursos públicos destinados a subsidiar al sector privado ha sido canalizado hacia las firmas de mayores dimensiones. En este sentido, además del régimen establecido por la Ley Nº 25.924 se destacan un “paquete” de medidas de estímulo al sector automotor y el fomento indirecto derivado de la realización de algunas grandes obras civiles impulsadas desde el Estado (por caso, la ampliación de la red de transporte de gas natural en el marco de la “crisis energética” –el principal beneficiario fue el grupo Techint a favor de su control sobre la producción local de tubos de acero sin costura y de ser uno de los integrantes centrales del oligopolio de la construcción–).

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Capítulo 6. La industria manufacturera argentina ante un nuevo régimen macroeconómico: la economía política del “modelo nacional-industrial”

(Continuación) Compromisos

asumidos Beneficio fiscal total(3)

Empresa(1) Proyecto propuesto

Inversión total(2)

Creación empleo

Monto (%) (%) acum.

Benef. fiscal /Inv. comp. (%)

Benef. fiscal por

ocup.

13 SAF Argentina* Incremento en la capacidad de producción de levadura seca instantánea

25.902.136 30 6.313.883 0,57 98,1 24,4 210.463

14 Acheral* Planta industrializadora de limón 12.708.659 63 3.676.092 0,33 98,4 28,9 58.351 15 La Ramada Planta de fabricación de leche en

polvo 18.695.856 58 2.315.799 0,21 98,6 12,4 39.928

16 Alimentos Modernos

Incremento en la capacidad productiva de una planta

27.249.000 24 2.172.870 0,20 98,8 8,0 90.536

17 Aceitera General Deheza

Dos plantas de maní (una de maní partido y otra de maní pelado)

16.846.800 15 1.900.138 0,17 99,0 11,3 126.676

18 La Delicia Felipe Fort

Planta de chocolate decorado 10.486.646 34 1.897.928 0,17 99,2 18,1 55.821

19 Ovoprot* Elaboración de huevo industrializado

4.997.005 50 1.745.242 0,16 99,3 34,9 34.905

20 Basso Ampliación de la capacidad de producción de válvulas para motores

5.025.542 41 1.213.258 0,11 99,4 24,1 29.592

21 General Motors de Argentina

Desarrollo de proveedores locales de componentes

7.935.906 14 833.249 0,08 99,5 10,5 59.518

22 La Agrícola Actualización de equipamiento de una bodega vitivinícola e instalación de una nueva línea para elaboración y fraccionamiento de aceite de oliva

3.587.523 13 753.993 0,07 99,6 21,0 57.999

23 Cía. Regional de Aceros Forjados Mercedes

Incorporación de una nueva línea de producción para la fabricación de elementos forjados

3.703.936 30 728.591 0,07 99,6 19,7 24.286

24 Copra* Ampliación de la capacidad de una planta de almacenamiento y secado de arroz cáscara

2.827.294 10 702.937 0,06 99,7 24,9 70.294

25 Masisa Argentina

Incremento en la capacidad de producción sector molduras de madera

5.091.754 20 477.909 0,04 99,7 9,4 23.895

26 Alpargatas Textil Expansión y actualización de la capacidad productiva

18.422.653 89 456.383 0,04 99,8 2,5 5.128

27 Agropecuaria Las Garzas

Desarrollo de una tecnología y construcción de una planta piloto para la obtención de bebidas lácteas

2.108.000 27 414.540 0,04 99,8 19,7 15.353

28 Asigna Construcción de una planta de reciclamiento de desperdicios y desechos no metálicos

1.998.366 43 401.786 0,04 99,9 20,1 9.344

29 Matricería Austral

Incorporación de un centro de fresado vertical de alta velocidad con control numérico computado

3.567.972 12 391.962 0,04 99,9 11,0 32.664

30 Fincas Patagónicas

Incorporación de tecnología para la elaboración de vino

1.212.804 38 297.641 0,03 99,9 24,5 7.833

31 Nerova Ampliación de la capacidad productiva para la fabricación de cosméticos, perfumes y productos de higiene y tocador

6.315.163 120 286.176 0,03 99,9 4,5 2.385

32 Matrimet Modernización y ampliación de la capacidad de producción de autopartes

951.427 22 230.311 0,02 100,0 24,2 10.469

33 Dominio del Plata

Incorporación de tecnología para la elaboración de vino

963.083 5 214.906 0,02 100,0 22,3 42.981

34 Latin Gráfica Adquisición de una máquina encuadernadora

707.425 5 173.319 0,02 100,0 24,5 34.664

Total 5.106.876.780 3.901 1.105.912.546 100,00 - 21,7 283.495 (1) Las empresas resaltadas en itálica fueron consideradas como PyMEs por parte de la autoridad de aplicación y el resto como Grandes. (2) Monto total del proyecto presentado (no incluye el Impuesto al Valor Agregado). (3) Las empresas marcadas con un asterisco accedieron en forma simultánea a ambos beneficios fiscales (devolución anticipada del IVA y amortización acelerada en el Impuesto a las Ganancias). Fuente: Elaboración propia en base a información del Ministerio de Economía y Producción, y Resoluciones MEyP Nº 51/05 a 72/05 y 82/05 a 95/05.

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De las evidencias presentadas surgen algunas conclusiones que interesa resaltar:

• la muy alta concentración económica en materia de percepción de recursos públicos: los diez primeros proyectos aprobados dieron cuenta del 96% del total de beneficios fiscales concedidos (los cuales ascendieron a más de 1.100 millones de pesos)358;

• en estrecha relación con lo anterior, si bien la normativa de referencia contempla un cupo –muy menor– para PyMEs, cabe destacar que casi la totalidad del importante “sacrificio fiscal” asociado a esta política promocional ha sido canalizada hacia un número sumamente reducido de firmas de grandes dimensiones (en muchos casos propiedad de varios capitalistas que en el presente se autoproclaman como “burguesía nacional”) que, entre otras cosas, se caracterizan por tener una elevada propensión exportadora, altos niveles de productividad y de competitividad internacional, y funciones de producción de naturaleza capital-intensiva. Entre las compañías más importantes figuran: Aluar, Siderar, Peugeot-Citroen, Cargill, Siderca, Louis Dreyfus, YPF, Fate, Volkswagen, Aceitera General Deheza y General Motors (como surge de diversos análisis realizados en los Capítulos anteriores, se trata en su mayoría de integrantes del núcleo duro del poder económico manufacturero y de la cúpula exportadora del país y, como tales, de los grandes ganadores de la regresiva y heterogénea reestructuración fabril verificada en el país en las últimas décadas); y

• la conjunción de altos beneficios fiscales (en promedio representan casi un 22% de los compromisos asumidos en materia de inversión) y la baja creación de empleo que caracteriza a gran parte de los proyectos presentados y aprobados es lo que permite explicar el muy elevado monto de subsidio por ocupado. Al respecto, sobresalen los casos de Aluar e YPF (mientras que en el primer caso cada nuevo puesto de trabajo supone una erogación de fondos públicos cercana a los 3,4 millones de pesos, en el segundo asciende a más de 2,4 millones de la misma moneda) y de T6 Industrial, Siderar y Siderca (con montos promedio de subsidio por nuevo trabajador de 1,3 millones de pesos, 837 mil pesos y 538 mil pesos, respectivamente)359.

La abundante literatura existente referida a casos internacionales permite concluir que la utilización de fondos estatales para apoyar a los sectores productivos y alentar la formación de capital constituye un instrumento muy importante y difundido en materia de política productiva e industrial. En el caso nacional, el problema no radica en la herramienta empleada sino en cuáles han sido las fracciones del capital receptoras del grueso de los considerables recursos desembolsados por el sector público. Cuando se analiza la nómina de los beneficiarios del primer llamado a concurso del plan de promoción a la inversión instrumentado en el marco de la Ley Nº 25.924 y sus normas complementarias se constata un peso mayoritario de grandes empresas exportadoras que, por encontrarse entre las principales 358 Como surge del Cuadro de referencia, un solo proyecto internalizó más de un 62% de los subsidios fiscales (se trata de la propuesta de ampliación de la capacidad productiva presentada por Aluar). 359 A los efectos de captar la magnitud de tales montos, puede mencionarse que en el año 2004 el PBI por habitante de la Argentina (a precios corrientes) fue de aproximadamente 12 mil pesos.

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favorecidas por el “modelo de dólar alto”, de todos modos hubieran realizado las inversiones presentadas y aprobadas (la depreciación de la moneda nacional ha mejorado notablemente la –ya antes de la devaluación significativa– competitividad de sus producciones y sus márgenes de beneficios –engrosados a su vez por los subsidios estatales internalizados–)360. Se trata de un dispendio de recursos pertenecientes al conjunto de la sociedad que contribuye a profundizar un perfil productivo-exportador en el ámbito industrial de escaso dinamismo en el nivel mundial y con baja contribución a la generación doméstica de eslabonamientos productivos y empleo. Sin duda, tales montos podrían haberse destinado a financiar a otros sectores y/o para empezar a implementar un plan estratégico de reconstrucción industrial del país y/o para encarar una redistribución progresiva del ingreso.

En otras palabras, la decisión de diseñar e implementar políticas proactivas para fomentar el crecimiento y la acumulación de capital se encuentra en sintonía con el apoyo que brindan las naciones desarrolladas y muchas periféricas a sus industrias, pero en una estructura manufacturera caracterizada por un muy elevado grado de concentración económica como es la argentina, parecieran requerirse instrumentos más afinados para no terminar beneficiando a grandes empresas y grupos económicos que pese a dominar sectores clave de la actividad económica son reticentes a invertir en el nivel nacional a menos que cuenten con la invalorable ayuda del Estado (tal como se desprende de lo acontecido en el país desde mediados del decenio de los setenta).

En síntesis, es indudable que el “modelo nacional-industrial” es mucho más favorable a “la producción y el trabajo” que su antecesor. No obstante, el reconocimiento de esta situación no debería oscurecer ciertas cuestiones insoslayables para cualquier análisis ecuánime. Primero, que el crecimiento fabril reciente ha dado lugar a una nueva y fuerte transferencia de ingresos desde los trabajadores hacia los capitalistas del sector, sobre todo hacia las grandes firmas y grupos económicos que controlan las exportaciones, que poseen cuantiosos recursos en el exterior, y que son los principales beneficiarios de la vigencia de un elevado tipo de cambio y los receptores privilegiados de los recursos públicos involucrados en las –escasas pero costosas– políticas públicas destinadas hasta el momento hacia la industria. Segundo, que buena parte del empleo generado ha sido precario y que muchos de los trabajadores del sector son “pobres por ingresos”. Tercero, que a pesar de que varias ramas 360 Respecto de estas cuestiones, vale la pena introducir dos comentarios. En primer lugar, las evidencias disponibles indican que las diez empresas que dieron cuenta de casi el 100% de los fondos públicos cedidos al capital en el marco de la política de promoción bajo análisis han venido ocupando posiciones encumbradas en el ranking de las principales firmas exportadoras de la Argentina (Schorr y Wainer, 2005a). En segundo lugar, merece resaltarse que a favor del nuevo “entorno de negocios” que se ha conformado en el país de la mano del “modelo nacional-industrial”, muchas de estas compañías han mejorado notablemente sus desempeños económicos. Se destacan, en tal sentido, los casos de Aluar (que en el 2001 tuvo un margen de rentabilidad sobre ventas del 16,1% y en el 2004 del 22,8%), de Siderar (que entre esos años pasó de registrar pérdidas contables equivalentes al 3,5% de su facturación a operar con ganancias próximas al 37% de sus ventas), de Siderca (su tasa de beneficio pasó del 9,7% al 28,5%) y de YPF (cuyo margen de utilidades sobre facturación pasó del 10% a casi el 25%). Cabe mencionar que de acuerdo a estimaciones preliminares propias, en el año 2004 la rentabilidad sobre ventas promedio de la cúpula empresaria manufacturera (las cien firmas de mayores ventas del sector) se ubicó en el orden del 8% (frente a un 0,3% en el 2001 –véase el Capítulo 5–).

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han logrado “renacer de las cenizas” a raíz del cambio en el “contexto de negocios” que trajo aparejada la devaluación, la estructura productivo-exportadora de la industria argentina no revela aún sesgos que permitan suponer la presencia de transformaciones sustantivas en cuanto a su alto grado de primarización (con todo lo que ello supone en materia de inserción del país en las corrientes mundiales del comercio de mercancías, distribución del ingreso, configuración del poder económico, etc.).

En la actualidad estos elementos están bastante eclipsados por el “boom económico”, pero su reconocimiento es de lo más importante porque están expresando una distancia no menor entre algunos de los argumentos que han venido esgrimiendo desde mediados de la década de los noventa los miembros hegemónicos del “bloque nacional-industrial” y la realidad. Ello invita a preguntarse si se trata de “errores no deseados” o de consecuencias previsibles derivadas de la forma en que se abandonó el esquema de la Convertibilidad, de los rasgos distintivos del “modelo de dólar alto” y, más ampliamente, del proyecto de país de la autodenominada “burguesía nacional”.

Todo lo anterior lleva a cuestionarse si el sostenimiento de un tipo de cambio real “competitivo y estable”, la bonanza macroeconómica y algunas medidas puntuales constituyen la condición necesaria y suficiente para introducir modificaciones de peso en el perfil de especialización industrial de la Argentina con vistas a posicionarse estratégicamente en el complejo y cambiante mercado mundial (y por esa vía avanzar hacia una matriz productiva mucho más compleja y articulada que la actual, cuya principal ventaja comparativa exceda el mero aprovechamiento de la dotación local de recursos naturales), o si para que ello suceda es necesario implementar una política orgánica de desarrollo de sectores productivos en general, y fabriles en particular.

6.2.2. Los límites de la “salida exportadora” y la sustitución de importaciones

A partir de las distintas constataciones realizadas en el apartado anterior sobre ciertas singularidades del “modelo nacional-industrial” vigente desde comienzos del 2002, vale la pena realizar algunos señalamientos en relación con las dos “fuentes de crecimiento” identificadas por sus defensores en los ámbitos académico, empresario y político: la “salida exportadora” y la sustitución de importaciones. Se trata de aportar elementos de juicio adicionales sobre otros rasgos distintivos del esquema de “dólar alto” que, en el marco del optimismo reinante en amplias capas de la sociedad argentina, se encuentran muy poco presentes en las discusiones sobre la “cuestión industrial” y que se considera que deberían constituirse en uno de sus ejes centrales.

En lo que respecta a la “salida exportadora”, cabe destacar que los supuestos impactos positivos sobre el tejido productivo doméstico que se desprenderían de la misma se ven condicionados por diversos fenómenos concurrentes.

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Por un lado, por la vigencia de un escenario mundial caracterizado por un alto grado de inestabilidad económica y geopolítica, así como por la instrumentación por parte de los países centrales de políticas proteccionistas de distinto tipo (entre las que pueden mencionarse, a simple título ilustrativo, la imposición de diversas barreras arancelarias y para-arancelarias y los subsidios a la producción agroindustrial en la Unión Europea y los Estados Unidos). Por otro, por el hecho que, como se señaló en diversas oportunidades, los bienes que componen la “oferta exportadora” del sector manufacturero argentino son poco dinámicos en términos internacionales (se trata de manufacturas en las que casi sin excepción el país es “tomador de precios” en el mercado mundial) y en general presentan una tendencia contractiva en sus precios (más allá de sus típicas fluctuaciones de corto plazo), al tiempo que sus demandas suelen experimentar fuertes oscilaciones.

Asimismo, debe tenerse en cuenta que la mayoría de estos productos se encuentra muy próxima a la “frontera natural” y posee escasas vinculaciones con el resto de la trama fabril y funciones de producción altamente intensivas en el uso del “factor capital”. Ello plantea ciertos interrogantes en cuanto a que las exportaciones de estos bienes puedan convertirse en el motor que traccione al conjunto de los sectores económicos en términos productivos y de creación genuina de puestos de trabajo. También, sugiere la importancia de aplicar una activa política comercial de exportaciones en la que se priorice la promoción de sectores en función de, entre otras cosas, su dinamismo en el mercado internacional, el contenido nacional de valor agregado y de tecnología, la creación de puestos de trabajo, etc., es decir, de abandonar el principio de las ventajas comparativas estáticas como núcleo conceptual rector de la “política” industrial y exportadora.

A todo lo anterior deben agregarse dos cuestiones que no casualmente suelen estar ausentes en los señalamientos de los “hacedores de política”, los segmentos del gran capital local y los intelectuales orgánicos que impulsan y defienden al “modelo nacional-industrial”. Por una parte, que aproximadamente un 75% de las exportaciones manufactureras está controlado por menos de una centena de grandes firmas que en muchos casos son propiedad de grupos económicos nacionales y extranjeros fuerte y crecientemente transnacionalizados en términos comerciales, productivos y financieros. De ello se sigue que, ceteris paribus (esto es, en ausencia de una política que propugne el desarrollo de nuevos actores y sectores exportadores con vistas a la generación de una estructura exportadora mucho más compleja y diversificada que la actual), un esquema de funcionamiento sectorial con eje en los mercados externos resulta plenamente funcional a esa cúpula empresaria y, por ende, alienta la concentración del capital. Por otra, que para muchas de estas compañías fabriles (como buena parte de las agroindustriales), la vigencia de bajas remuneraciones salariales y la concentración del ingreso constituyen un “dato” para su proceso de acumulación: por cuanto hacen viable un incremento en los saldos exportables disponibles y porque viabilizan una mejora del tipo de cambio real y una mayor tasa de ganancia.

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La sustitución de importaciones, por su parte, se ve condicionada en el mediano/largo plazo por la conjunción de distintos elementos. Primero, por la brusca contracción de los ingresos populares en general y de los asalariados en particular, y la consecuente regresividad distributiva resultantes tanto del proceso económico-social acontecido en el transcurso de la década de los noventa (y sus antecedentes desde 1976), como del shock devaluatorio post-Convertibilidad y del “dinamismo” del “empleo de pobreza” verificado en el marco del “modelo nacional-industrial”. Al respecto, las estimaciones con que se cuenta indican que el salario promedio vigente en la Argentina es aproximadamente un 50% más reducido que a comienzos de los años setenta y que la masa salarial representa alrededor del 25/30% del PBI361, cuando llegó a significar aproximadamente la mitad del producto362. Es muy importante reparar en esta situación porque la misma ha afectado de manera significativa la dimensión del mercado interno, que constituye el principal destino de la producción industrial argentina, sobre todo en aquellos mercados en los que predominan las PyMEs363. Sin duda, el acuciante cuadro distributivo imperante condiciona sobremanera la viabilidad futura de la sustitución de importaciones, no sólo por el bajísimo poder de compra de los sectores populares, sino también porque refuerza la existencia de un patrón cultural de consumo por parte de los estratos de mayores ingresos de la sociedad que es muy similar al de las clases adineradas de los países centrales (en consecuencia, muy demandante de importaciones, en especial de bienes suntuarios).

Segundo, por las dificultades que enfrenta buena parte de las empresas que opera en el ámbito nacional para acceder a líneas de crédito364, lo cual abre el interrogante de cómo se va a financiar la necesaria expansión de la capacidad tecno-productiva instalada cuando se acceda a niveles de casi plena utilización365 o, en otras palabras, con qué recursos se va a

361 Véase CTA (2004); Lindenboim, Graña y Kennedy (2005); y Treber (2004). 362 Si se tiene en cuenta la importante y creciente dispersión salarial, se puede concluir que los sectores populares representan una proporción mucho menor de la demanda agregada, ya que los salarios altos (ejecutivos, gerentes, funcionarios públicos de alto rango, etc.) explican una parte importante de este porcentaje por su magnitud, a pesar de que sus perceptores son numéricamente inferiores en el universo de los asalariados. 363 De lo expuesto se infiere que el importante crecimiento que ha experimentado la demanda interna en el último tiempo, con su correlato en términos de una mayor producción industrial, no ha sido impulsado fundamentalmente por un incremento en el consumo de los sectores populares, sino en el de los estratos más altos de la pirámide social y en el “consumo productivo” (es decir, empresas que han demandado más bienes y servicios de la mano de la expansión de sus negocios). 364 Entre otros factores, esto se relaciona con la ausencia de una suerte de Banco Nacional de Fomento al Desarrollo Productivo e Industrial (es decir, de una entidad de características similares a, por ejemplo, el Banco Nacional de Desarrollo brasileño –BNDES–) y con la existencia en el nivel local de criterios de evaluación de préstamos en función de la dimensión y la calidad del patrimonio del solicitante antes que de la naturaleza de los proyectos inversores, así como de cierta aversión empresaria a contraer obligaciones con el sistema financiero doméstico. 365 De acuerdo a las evidencias disponibles, en varios sectores fabriles se estaría llegando a una situación como la mencionada (tales los casos de, a modo ilustrativo, las industrias petrolera, papelera, textil, de metales básicos, química y alimenticia). Sobre el particular, cabe incorporar una breve digresión vinculada con las tendencias y las perspectivas existentes en materia de inversión y de acumulación de capital en el sector manufacturero local. De la muy heterogénea y pobre información existente (referida a proyectos de inversión anunciados por las empresas –no necesariamente concretados–) se desprende que, a favor de la estructura de precios y

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evitar la aparición de “estrangulamientos” por el lado de la oferta366. Esta situación, que denota desde otra perspectiva la ausencia de una estrategia nacional de desarrollo productivo-industrial, es particularmente perjudicial para las compañías del sector de menor tamaño, no así para las de grandes dimensiones, que tienen la capacidad de fondearse en el mercado financiero internacional, que son importantes generadoras de divisas (conforman el núcleo de la cúpula exportadora de la actividad), que cuentan con cuantiosos recursos en el extranjero que podrían repatriar y que han recibido importantes subsidios estatales en lo que va del “modelo de dólar alto”. Así, las restricciones crediticias imperantes acarrean un importante problema de sustentación para las PyMEs, que potencian al que se deriva del reducido nivel de la demanda interna por efecto de la inequidad distributiva existente.

El tercer factor que condiciona la sustitución de importaciones se vincula con el desmantelamiento y la desintegración del tejido productivo local derivadas fundamentalmente de las características de la liberalización comercial implementada durante la última dictadura militar y en los años noventa (y, en ese marco, el carácter fuertemente importador de la matriz productiva doméstica), así como con la ausencia de voluntad política para modificar la estructura arancelaria vigente por otra compatible con un nuevo perfil productivo y para regular el comportamiento de los grandes agentes económicos en lo que se vincula con la fijación de precios. En ese contexto, la vigencia de una moneda doméstica depreciada más que contribuir a sustituir importaciones, muy posiblemente conducirá, sobre todo si se consolida la recuperación de la actividad manufacturera y se mantienen las restricciones rentabilidades relativas configurada a partir del abandono de la Convertibilidad, la industria ha sido uno de los sectores de actividad que da cuenta de buena parte de los proyectos anunciados destinados a formación de capital. En ese marco, las ramas que han venido concentrando la mayoría de las inversiones previstas se caracterizan por presentar una elevada propensión exportadora y/o altos niveles de utilización de la capacidad productiva instalada (agroindustria, sector automotor, manufacturas derivadas del hierro y el acero, procesamiento de petróleo, y producción química y celulósico-papelera). Véase Centro de Estudios para la Producción (Síntesis de la Economía Real, varios números); e INDEC (“Estimador Mensual Industrial (EMI)”, varios números). Asimismo, vale mencionar que desde el cambio en el régimen macroeconómico a comienzos del 2002 se ha venido asistiendo a un importante proceso de compra-venta de empresas del sector fabril (aunque de mucha menos intensidad que el verificado durante la segunda mitad del decenio pasado). Entre las principales operaciones sobresalen: la adquisición de un porcentaje del capital social de Cervecería Quilmes (perteneciente al grupo Bemberg) por parte de la brasileña AmBev; la venta de la participación que Molinos Río de la Plata tenía en la alimenticia Trigaglia a favor de la estadounidense Cargill; la compra del control accionario del holding Pecom Energía (que pertenecía al conglomerado local Pérez Companc y que, entre otros rubros económicos, participa en los ámbitos petrolero y petroquímico) por la estatal brasileña Petrobras; y la toma del control accionario de Acíndar por parte de la Companhia Siderurgica Belgo-Mineira (también de Brasil). Asimismo, se destacan: la adquisición de un porcentaje accionario de la compañía Productores de Alcohol Melaza por parte de Ledesma; el acceso al control del 100% del “paquete” accionario de las firmas Nieto y Senetiner y Pecom Agra (ambas del campo agroindustrial) por Molinos Río de la Plata; la venta por parte de esta última de la láctea Molfino Hermanos a la canadiense Saputo; el acceso de Atanor (de capitales estadounidenses) al control de la propiedad del Complejo Azucarero Leales; la creación de Bagley Argentina a raíz de la fusión en el nivel regional de ciertas líneas de negocios del grupo local Arcor y la francesa Danone; la celebración de una asociación estratégica entre la local Sancor y las compañías transnacionales Nestlé y Fonterra; la adquisición del 85% del frigorífico Swift Armour por la brasileña Friboi; y el ingreso al capital social de la láctea Milkaut por parte de la chilena Vialat. Al respecto, consúltese el Anexo Nº 2. 366 Naturalmente, las restricciones existentes en materia crediticia también condicionan la “salida exportadora” ya que, por lo general, los proyectos de inversión con vistas a la exportación suelen requerir elevados “costos hundidos”.

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crediticias mencionadas y el “piloto automático”, a un incremento en los precios de muchos productos industriales y, asociado a ello, a la profundización de la debilidad estructural de un amplio espectro de empresas (en especial las de menores dimensiones).

Respecto de esta cuestión, vale la pena introducir dos breves observaciones estrechamente relacionadas. En primer lugar, las evidencias disponibles indican que la recuperación económica e industrial que se ha venido registrando en el país desde mediados del 2002 ha traído aparejado un incremento considerable de las compras al exterior (particularmente importante en dos rubros claves para el sector fabril: maquinaria y equipo y bienes intermedios; pero también de productos finales). Este dato, que generalmente es utilizado por los defensores del “modelo nacional-industrial” para destacar la reactivación y el crecimiento de la inversión, no debería soslayarse.

Por un lado, porque refleja la desarticulación del tejido manufacturero local verificada en las últimas décadas y la debilidad relativa de un número considerable de empresarios nacionales vis-à-vis sus similares de otros países. Por ejemplo, de Brasil (que en numerosos sectores cuenta con superiores grados de competitividad ligados a, entre otros factores, un mercado interno mucho más grande que el argentino, mayores niveles de productividad y la existencia de una estructura fabril más densa y articulada, con fuerte apoyo estatal) y de China (una de cuyas principales “fortalezas” radica en el bajísimo costo de su mano de obra).

Por otro, porque alerta sobre un tema sumamente relevante: que en ausencia de una radical redefinición del grado de apertura de la economía, de la estructura arancelaria y del perfil exportador, así como de medidas de apoyo efectivo al segmento de las PyMEs y de una política activa de reconstrucción de encadenamientos productivos (cuyos logros, por cierto, no se visualizan sino en el mediano/largo plazo), más temprano que tarde podrían existir presiones tanto por el lado de las divisas (para pagar las importaciones) como por el de los precios de los bienes finales (por el costo de los insumos y/o de los bienes de capital involucrados en el proceso productivo).

Sobre el particular, cabe incorporar una somera comparación histórica. Actualmente, se estaría ante un problema asimilable al que se manifestó durante la industrialización sustitutiva (sobre todo entre mediados de los años cincuenta y sesenta), en tanto el crecimiento fabril ha generado una considerable demanda de divisas para pagar importaciones de maquinaria y bienes intermedios que lo hagan “viable” (con el consiguiente achicamiento del superávit comercial –véase el Cuadro Nº 33–). En aquel entonces, dicha situación, que se derivaba de la falta de maduración de muchos sectores vinculados a la elaboración de tales productos (proceso que se concretaría, con no pocas dificultades y limitaciones, a comienzos de los setenta), generaba una “brecha externa” que terminaba frenando el proceso expansivo, a lo cual seguía un ajuste recesivo que pivoteaba sobre una devaluación de la moneda y una contracción de la absorción interna asociada en buena medida a la caída de los ingresos de los asalariados a raíz de la inflación derivada de la suba del tipo de cambio.

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En el presente, la elevada “elasticidad importaciones/producción industrial” se vincula con la destrucción bajo la hegemonía neoconservadora de gran parte de los núcleos neurálgicos de la matriz productiva doméstica y de una enorme masa crítica acumulada a lo largo de varias décadas. Ello configura un escenario mucho más acuciante que durante la sustitución de importaciones, por cuanto se da en el marco de un muy distinto –y mucho más complejo desde lo económico e incluso lo geopolítico– contexto mundial y de una economía nacional fuertemente endeudada y extranjerizada (con el consiguiente impacto que ello conlleva sobre la balanza de pagos –pago de intereses, remisión de utilidades, royalties, etc.–). De allí que, dadas las dificultades que enfrenta el país para proveerse de recursos del exterior (sea bajo la forma de endeudamiento y/o de Inversión Extranjera Directa) y la histórica aversión estructural de los grandes “burgueses nacionales” a repatriar los ingentes recursos que tienen en el exterior, los esfuerzos que se deben realizar para obtener un superávit comercial son mucho más grandes que los que había que hacer durante el esquema sustitutivo (y por el tipo de estructura productiva y el perfil exportador existentes, con implicancias mucho más regresivas en materia distributiva)367.

En segundo lugar, entre el abandono de la Convertibilidad y la actualidad, si bien los precios domésticos (minoristas y mayoristas) crecieron en forma considerable, lo hicieron menos intensamente que el tipo de cambio, lo cual no se relaciona con la aplicación de políticas de control de precios u otras similares, ni con el hecho que se logró avanzar de manera exitosa en la sustitución de importaciones en ciertos eslabones estratégicos de las distintas cadenas productivas, sino fundamentalmente con el “techo” fijado por la crisis socio-económica y el achicamiento de la demanda interna asociado a la misma y a la muy regresiva distribución del ingreso.

De las consideraciones previas se desprenden ciertas dudas en cuanto a la validez de uno de los principales argumentos utilizados por los defensores del “modelo nacional-industrial”: que la vigencia de un tipo de cambio alto y un cuadro de estabilidad macroeconómica son las condiciones necesarias y suficientes para encarar un proceso de crecimiento sostenido de la economía argentina en general, y de su sector manufacturero en particular, que permita reducir de manera significativa la elevada tasa de desocupación existente y, por esa vía, la inequidad distributiva heredadas del “modelo financiero y de ajuste estructural”.

Al respecto, de lo expuesto se infiere que, así las cosas (es decir, si se opta por seguir renunciando a formular y poner en marcha un plan sistémico de reindustrialización del país sobre bases de sustentación económico-social muy distintas a las vigentes durante los últimos decenios), la sustitución de bienes importados por manufacturas de origen local puede enfrentarse con importantes “cuellos de botella” tanto por el lado de la oferta como por el de 367 Un tratamiento de la forma en que la “restricción externa” limitó el crecimiento industrial durante la sustitución de importaciones puede encontrarse en Basualdo (2004a y 2005); Braun y Joy (1981); y Diamand (1973). Asimismo, consúltese Damill (2000); Damill, Frenkel y Maurizio (2002 y 2003); Frenkel y Rapetti (2004); y Porta y Bianco (2004).

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la demanda. Por su parte, por las características de la estructura fabril, la “salida exportadora” basada casi exclusivamente en la política cambiaria difícilmente contribuya a la consecución de los objetivos mencionados, pero sí a viabilizar un nuevo salto cuantitativo en el proceso de acumulación y reproducción ampliada del capital de, fundamentalmente, las distintas fracciones integrantes de la elite exportadora de la actividad; ello, en el marco de la consolidación de una matriz distributiva sumamente desigual y la vigencia de considerables restricciones estructurales para atacar en serio el flagelo de la desocupación.

Relacionado con lo anterior, vale la pena mencionar que en la actualidad parece existir en el nivel doméstico un alto grado de consenso en torno de tres cuestiones. Primero, que el sostenimiento de un tipo de cambio apreciado en un contexto de apertura comercial (como a fines de los años setenta y durante la vigencia de la Convertibilidad) ha tenido efectos perniciosos sobre buena parte de las actividades productivas en general, e industriales en particular. Segundo, que por la concurrencia de diferentes factores la existencia de un tipo de cambio real “competitivo y estable” como el vigente induce incrementos en los niveles de actividad y empleo (aunque casi no se hacen referencias a la calidad de los puestos de trabajo generados)368. Tercero, que desde mediados de 1998 el esquema convertible había ingresado en una suerte de “callejón sin salida” del cual sólo se podía salir mediante la puesta en práctica de una “corrección” de la paridad cambiaria369. En otras palabras, existe bastante acuerdo en que a fines de la década pasada el “modelo financiero y de ajuste estructural” estaba agotado y que necesariamente se debía salir del mismo para empezar a revertir sus legados críticos.

Ahora bien, de ello no se desprende, ni mucho menos, que el abandono del mismo tuviera que asumir los rasgos que lo han caracterizado: fuerte depreciación de la moneda, muy bajo nivel de retenciones dada la magnitud asumida por la devaluación, ausencia de una reforma radical de la estructura arancelaria y de una estrategia orgánica de desarrollo industrial, etc., que en el marco de una economía altamente concentrada y de débiles “mecanismos compensadores”, derivaron en una nueva caída de los ingresos de los sectores populares y, por esa vía, en la profundización de la regresividad distributiva. Ni tampoco que el shock devaluacionista tuviera que constituirse en el núcleo “ordenador” y prácticamente excluyente de toda la política económica. Sin duda, el reconocimiento de estos elementos llevaría a focalizar el análisis en los ganadores y los perdedores del nuevo “modelo económico”; perspectiva que por diversas razones suele estar ausente en los señalamientos de varios de los que abrevan en el “nuevo consenso”.

En suma, es claro que el “modelo nacional-industrial” es relativamente más “pro-industria” y “pro-empleo” que su antecesor vigente entre 1976 y 2001; sin embargo, no puede soslayarse que guarda ciertas similitudes con éste en lo que se vincula con sus sesgos implícitos. Hasta el momento, los aspectos salientes del régimen macroeconómico en curso, la 368 Véase Frenkel y Rapetti (2004); y Frenkel y Ros (2004). 369 Véase Ministerio de Economía y Producción (2004).

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naturaleza de las pocas medidas aplicadas en el nivel fabril y la ausencia de una estrategia integral de desarrollo económico e industrial han tendido a favorecer al núcleo más concentrado del capital, en detrimento de las fracciones empresarias de menor tamaño y fundamentalmente de los obreros. En otras palabras, a pesar de las importantes e innegables alteraciones verificadas en el funcionamiento del capitalismo argentino (y del papel que en él ha venido desempeñando el sector manufacturero), parece mantenerse el carácter regresivo y heterogéneo de la trayectoria fabril verificada durante la vigencia del esquema “financiero y de ajuste estructural”. Sin duda, estos son algunos de los principales factores explicativos del fuerte apoyo al nuevo “modelo económico” y a la actual gestión de gobierno realizado por importantes integrantes del poder económico local y sus cuadros orgánicos (véase el apartado 6.2.1).

En ese marco, puede concluirse que tal como ha sido planteado y ejecutado hasta el presente, más que viabilizar la reindustrialización del país, el esquema industrializador impulsado fundamentalmente por la autoproclamada “burguesía nacional” y avalado por buena parte del sistema político y de la “comunidad académica” operará como una traba para desandar los procesos de desarticulación productiva, concentración de la producción, centralización del capital, crisis ocupacional, deterioro de los salarios y distribución regresiva del ingreso iniciados a partir de la última dictadura militar y consolidados a lo largo de las administraciones democráticas que la sucedieron (lo cual obviamente no significa que en lo inmediato el sector manufacturero deje de expandirse).

En este punto, y a modo de cierre de este apartado, cabe traer a colación una observación sumamente perspicaz de Fernando Fajznylber en cuanto a los supuestos que están detrás de un “modelo” como el de “dólar alto” vigente en la Argentina: “el criterio de eficiencia que inspira esos modelos tiene un carácter estrictamente microeconómico, de corto plazo y hace abstracción de las consideraciones de carácter social. En efecto, en esa perspectiva es eficiente aquella industria capaz de competir, actualmente, en los mercados internacionales, independientemente de cuáles sean las consecuencias que la aplicación de ese criterio tenga para efecto de crecimiento económico en su conjunto, para el nivel de bienestar de la población, el grado de equidad o el de autonomía interna en las decisiones correspondientes. Si ese criterio conduce a eliminar una parte importante de la industria y permite exclusivamente la supervivencia de aquellos rubros basados en recursos naturales generosos, o bien, en el hecho de que dadas las características físicas del producto resulta incosteable su importación, es algo que no afecta la vigencia del criterio. La tesis central es que independientemente de cuáles sean los efectos negativos que provoque la aplicación de este criterio en el corto plazo... a mediano plazo se estará gestando una estructura productiva que finalmente logrará resultados exitosos que terminarán difundiéndose en el conjunto de la sociedad. Este criterio no sólo hace abstracción de la dimensión social, sino además del hecho de que el factor determinante para la competitividad internacional a largo plazo es, precisamente, el proceso de aprendizaje, inclusive si éste se refiere al procesamiento de recursos naturales; máxime si en estos casos no se incluyen recursos de carácter estratégico o

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de escasez mundial tan elevada, que los precios tiendan, al menos por un tiempo, a compensar la carencia de competencia técnica en otros ámbitos de la actividad productiva del país. Ahora bien, entre las actividades que resultan fuertemente dañadas con la aplicación de este criterio figuran precisamente las de investigación, reflexión, capacitación y la búsqueda de soluciones originales a los problemas propios, ya que se trata de actividades que en el corto plazo tienen, evidentemente, una rentabilidad menor que la que proporciona, por ejemplo, la importación de aquellos bienes que el país ya no estará en condiciones de producir `eficientemente´ de acuerdo con la aplicación de este criterio y de todas aquellas expresiones de `modernidad´ con las cuales aún no se contaba” (Fajnzylber, 1983).

6.3. Notas sobre las contradicciones y el proyecto de país de la gran “burguesía nacional”

Una vez constatado que el “modelo nacional-industrial” en su funcionamiento concreto dista en muchos aspectos con creces de su formulación “teórica”, y que una de las principales manifestaciones de ello es que por diferentes razones el mismo ha tendido a favorecer en mucha mayor medida a los estamentos del gran capital con fuerte presencia en el ámbito industrial-exportador que a gran parte de las PyMEs y los trabajadores (aun cuando la reactivación fabril experimentada desde mediados del 2002 ha tenido un cierto “efecto derrame” sobre los dos últimos grupos mencionados), vale realizar algunas breves consideraciones sobre el proyecto de país al que en los hechos (y no en lo meramente discursivo) parecen apuntar estos sectores del poder económico local y sus intelectuales orgánicos.

Se trata de aportar nuevos elementos en relación con las apuestas de fondo de esta fracción de la clase dominante que desde hace algunos años se viene presentando a sí misma como la burguesía nacional emprendedora, productiva, progresista y preocupada por colocar al país en un sendero sostenido de desarrollo crecientemente inclusivo en términos sociales y económicos y, por todo ello, como legítima interlocutora del gobierno, conducción natural de dicho proceso y detrás de la cual debería encolumnarse el conjunto de la sociedad argentina. Para ello se analizarán los posicionamientos esgrimidos por estos sectores (de manera directa o a través de las múltiples instancias representativas de sus intereses) frente a tres problemáticas que en distintos momentos del esquema de “dólar alto” han ocupado el centro de la discusión política y/o académica: la conflictividad social, la discusión por la inflación y la distribución del ingreso, y la crisis del Mercosur.

6.3.1. La gran “burguesía nacional” ante el conflicto social

Los análisis realizados en este Capítulo sugieren que hasta el momento el “modelo nacional-industrial” más que revertir ha tendido a preservar el acuciante cuadro social resultante de largos años de aplicación de políticas inspiradas en el paradigma neoliberal. Si bien no se puede negar la notable mejoría experimentada por la industria y numerosas

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Capítulo 6. La industria manufacturera argentina ante un nuevo régimen macroeconómico: la economía política del “modelo nacional-industrial”

actividades económicas tanto en términos productivos como de generación de puestos laborales, tampoco puede pasarse por alto que la situación social del país se ha modificado levemente y que por la concurrencia de diversos factores (características de la estructura productiva, inserción sectorial de las empresas y grupos económicos predominantes, tamaño del “ejército industrial de reserva”, segmentación económico-política de la clase trabajadora, etc.), existen restricciones de distinto tipo para garantizar a mediano/largo plazo un proceso sostenido de crecimiento ligado a la creación de empleo genuino y una distribución mucho más igualitaria del ingreso nacional. De allí que no resulte casual el cada vez más ostensible reconocimiento por parte de diversos defensores del “modelo de dólar alto” en cuanto a que el mismo no “cierra” socialmente y que en consecuencia es necesario controlar de alguna manera el conflicto social que se deriva de dicho cuadro.

Es por ello que desde la óptica de los sectores dominantes locales en este “período de consolidación” del esquema “nacional-industrial”, también debe consolidarse una Argentina con altas tasas de desocupación y pobreza, así como con una creciente fragmentación y precarización laborales y una distribución del ingreso “latinoamericanizada”. Sin duda, este es el principal desafío que tiene por delante la autodenominada “burguesía nacional” y sus representantes orgánicos ya que a diferencia de otras naciones del subcontinente que presentan similares indicadores sociales, la Argentina contó durante gran parte del siglo XX con altos niveles de participación económica y de organización política del campo popular. En ese contexto, naturalizar la nueva situación social implica derrotar a los sectores que se niegan a incorporar como un “dato” más el profundo deterioro de las condiciones de vida de la mayor parte de la población que se ha venido registrando casi ininterrumpidamente desde el inicio de la revancha clasista a mediados de los años setenta.

Es en el marco del mencionado dilema que se pueden comprender numerosas “demandas” desde el ámbito empresario, el sistema político y la “academia” que han tenido por objetivo principal el de presionar al gobierno del Dr. Kirchner para que adopte las medidas necesarias para “disciplinar” la protesta social. En general, el blanco elegido han sido las distintas organizaciones de desocupados, que conforman uno de los grupos de la sociedad que más se ha organizado y movilizado en los últimos tiempos. El argumento central es que los episodios de “violencia” (cortes de calles, toma de edificios, ocupación de espacios públicos y privados, etc.) constituyen malas “señales” hacia “los mercados” que, como tales, desincentivan las inversiones y perjudican a la economía. Aunque esto no parece tener un correlato directo con lo que sucede en la realidad, desde los ámbitos mencionados se ha venido presionando para poner fin a la conflictividad social que ha signado al “modelo nacional-industrial” desde sus inicios (con lógicas variaciones en la gradación de la misma).

A pesar de haber mantenido una actitud “cautelosa”, en diferentes momentos desde el propio gobierno se ha dado lugar a este tipo de reclamos, en especial desde el Ministerio del

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Interior370 y la cartera de Economía, como lo reflejó el Ministro Lavagna: “El desorden, sobre todo cuando se repite, por más que sea focalizado, nunca ayuda... [los actos de protesta] deben ser removidos, ser resueltos en el mediano plazo... de lo contrario efectivamente terminan afectando decisiones de carácter económico y social” (Clarín, 22/7/04). Pero también otros actores relevantes del sistema político –y no sólo desde la derecha más retrógrada y previsible– se han manifestado en un sentido similar, como el ex presidente Duhalde: “La única vez que estuve preso fue en mi gobierno y preso de estos señores [los piqueteros]. En realidad son mis enemigos... con las protestas de los piqueteros hay que aplicar la ley... todos los países ordenados no permiten estas cosas. Nuestro país todavía no es un país normal: viene de una crisis tremenda, casi terminal, entonces subsisten estos elementos de la crisis que ninguna democracia puede tolerar indefinidamente” (Clarín, 20/8/04).

Estas declaraciones desde el sistema político vienen a responder los cuestionamientos que se realizan desde el establishment académico y el gran capital a la política oficial respecto a la protesta social –por ser demasiado “blanda” o compasiva–, poniendo a las acciones de protesta de los sectores populares como uno de los principales factores –si no el principal– que pueden afectar el crecimiento económico en el mediano/largo plazo. Al decir de Juan José Llach, quien ocupó varios puestos importantes durante las gestiones gubernamentales de los Dres. Menem y De la Rua y en la actualidad es un intelectual independiente: “Librada a sus propias fuerzas... la economía estaba para aterrizar suave y lentamente y para crecer casi 8% este año, más cerca de los pronósticos del Banco Central que de los de Economía. Sin embargo... otras fuerzas se oponen a la economía, y si no se corrigen en tiempo y forma llevarán a un aterrizaje más rápido. La principal es el crescendo de la violencia, pero sobre todo la incapacidad del Gobierno para encontrar una respuesta justa y mesurada, que motivó al Ministro Lavagna a manifestar que ello ponía en peligro la marcha de la economía” (El Cronista Comercial, 28/7/04).

En esta misma línea crítica aparecen muchos de los economistas estrella de los noventa como Miguel A. Broda: “Ni el default de la deuda, ni la renegociación de los contratos con las empresas de servicios públicos privatizadas, que llevan ya 31 meses sin definirse, ayudan a despejar la incertidumbre que atenta contra la inversión y el crecimiento. Tampoco la debilidad de las instituciones, ni la retórica contra las empresas, ni la ausencia de límites entre las protestas sociales y los delitos contra los derechos de las personas o la propiedad. Ningún gobierno de centroizquierda en el mundo es reacio hoy a atraer con reglas claras la inversión del sector privado, local y extranjero, porque ello implica progreso y bienestar. La Argentina parece una excepción, en su afán de vivir de las nostalgias de un pasado irrepetible” (La Nación, 8/8/04).

370 Numerosas han sido las declaraciones del Ministro de Interior, Aníbal Fernández, sobre los piqueteros en este sentido: “Que no embromen y vayan a laburar”; “Usted les muestra palas y les agarra fiebre. Ganas de trabajar no tiene ninguno”; “Si incurren en desmanes, van a ir presos”; “Quienes están hoy en la calle no son gente común, son militantes” (véase las ediciones de los días 17/8/04 y 20/8/04 de Clarín y Página 12).

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En un sentido similar se manifestó uno de los principales referentes de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL): “[los piqueteros] dan al país una mala imagen, desalientan inversiones y terminan perjudicando a los que quieren tener trabajo... Es un elemento negativo más. [Van a haber] menos proyectos de inversión y el capital tendrá más altos los riesgos que asume... Hay muchos grados dentro de lo que es represión. El Gobierno está para proteger el bien común. Yo hoy estoy atrapado en el tránsito porque hay cortes en autopistas” (declaraciones de Daniel Artana al matutino Infobae, 1/9/04).

Asimismo, en un estudio de la Fundación Mediterránea se señala: “El ahorro doméstico hoy alcanza 20% del PIB, pero se sigue canalizando en buena medida a la fuga de capitales y, además, en el futuro será menor en la medida que los asalariados recuperen parte de la participación en el PIB que perdieron luego de la devaluación. Por ello es que aparece como muy importante recuperar el acceso del sector privado a los mercados de capitales externos, para lo cual juega un rol clave la reestructuración de la deuda pública en default. La oportunidad está. Con las rentabilidades actuales deberíamos estar viendo las muy necesitadas inversiones masivas en gran cantidad de sectores manufactureros, que parecen estar esperando que les den señales correctas. Y estas señales incluyen obviamente mejorar el clima de negocios (el copamiento de empresas por parte de piqueteros ciertamente está contraindicado), promover una re-orientación de la producción hacia mercados externos... y minimizar la incertidumbre acerca de la disponibilidad de insumos energéticos críticos” (Sánchez y Butler, 2004).

Las corporaciones empresarias que representan a las fracciones del gran capital más favorecidas con el nuevo “modelo económico” tampoco se han quedado atrás en la “ola” de reclamos sobre la cuestión. Paradójicamente, una de las primeras y más duras en este sentido ha sido la que constituye la representante por excelencia de la gran “burguesía nacional”, la UIA. En el cierre de la IX Conferencia Industrial el entonces titular de la institución, Alberto Álvarez Gaiani, sostuvo sobre la cuestión piquetera: “Creemos necesaria una decidida y firme acción del Estado que asegure, dentro del marco de la ley, la seguridad y tranquilidad que tantas veces fueron elogiadas como patrimonio argentino... Debemos señalar nuestra preocupación por el incremento de la inseguridad que nos afecta a todos... si queremos construir el país que todos soñamos, coincidimos en la necesidad de contar con inversiones de envergadura, debemos ofrecer condiciones mínimas de seguridad... [No se puede] ignorar nuestra alarma por la proliferación de cotidianos actos de protestas que alteran el normal desarrollo de las actividades productivas y que lamentablemente comienzan a adquirir caracteres violentos e intimidatorios” (Clarín, 5/12/03).

Sin duda, es imposible comprender el espacio que han ganado en los medios de comunicación los reclamos a favor de “encarrilar” el conflicto social sin tener en cuenta que se ha venido desarrollando una campaña de desprestigio hacia el movimiento de desocupados, la cual ha encontrado eco en vastos sectores medios e incluso en ciertas fracciones del

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movimiento obrero. También ha contribuido a generar este espacio la manera en que se ha buscado “confundir” desde diferentes sectores del poder a la protesta social con el delito. Esto ha dado lugar a duros reclamos como el que realizó el presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA) en la inauguración de la 118ª edición de la tradicional exposición Rural: “Desterremos para siempre la violencia como método, el pasamontañas y la ocultación de identidad como medio intimidante, y la toma de rehenes como recurso, ante la pasividad y complacencia de quienes deben ser nuestros garantes... Es hora de terminar con la confusión entre el derecho de peticionar y el delito de extorsionar” (Clarín, 1/8/04).

Llamativamente, esta “criminalización” de la protesta social ha sido levantada por el ex presidente Alfonsín (como se vio, un importante referente político del “bloque devaluacionista”), quien en una reciente columna de opinión en uno de los principales periódicos nacionales señaló: “Está muy claro que no se debe criminalizar la protesta social... [Ahora bien, que] no se diga que en nombre de la autonomía de la persona, la república democrática debe permanecer neutral frente a lo que puede ser la utilización de legítimas demandas con el propósito de destruir sus frescos cimientos. Conspirar contra la democracia exhibe siempre una aspiración a la tiranía. Hoy observamos que en gran medida los llamados piqueteros son utilizados por extremistas de izquierda que desnaturalizan la protesta, transformándola en violenta, si bien en un grado menor. Encapuchados, con garrotes, no construirán la sociedad justa que deseamos. Más bien destruirán la esperanza de concretarla”.

Sobre la base de este diagnóstico, el Dr. Alfonsín trae a colación una cita del ex dictador italiano, “Benito Mussolini, tributario de la agudización de las contradicciones de la que participaron quienes creían que su peor enemigo era el progresismo democrático liberal o el socialismo reformista: `Si en Italia hubiera hoy un gobierno que mereciera tal nombre, sin ninguna demora mandaría a sus agentes y carabineros a sellar y ocupar nuestras sedes. Una organización armada con sus cuadros y reglamentos es inconcebible en un Estado que tiene su ejército y su policía. Por tanto, no hay Estado en Italia, es inútil´...”, y otra del sociólogo Juan J. Linz: “una autoridad que no está dispuesta o es incapaz de utilizar la fuerza cuando se ve amenazada por la fuerza, pierde el derecho a exigir la obediencia incluso de aquellos no predispuestos a ponerla en duda... La inacción frente a la violencia fascista, nazi o proletaria, la incapacidad o falta de voluntad para controlar, ha estado en la raíz del vacío del poder que llevó a la caída de las democracias”. Y concluye: “El problema es cultural. Es decir, ético. Si queremos triunfar no podemos continuar siendo una democracia empeñada solamente en defenderse. Tenemos que atacar todas las causas de desestabilización y de injusticia. Vivimos una transición. Corremos riesgos colosales. La democracia de este tiempo tiene que ser fuerte en el marco de la legalidad con quienes quieren destruirla o menoscabarla y no puede eximir del esfuerzo necesario a ningún sector, con el único compromiso de que sea equitativo. Transición a la democracia equivale a transición a un sistema que no se autodestruya ni incite

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o invite a su destrucción, a partir de la exhibición de carencias o vicios que lo hagan cada vez más vulnerable” (Clarín, 24/8/05)371.

No obstante, vale la pena mencionar que no todas las posturas desde la gran “burguesía nacional” han sido coincidentes en este tema; de hecho, desde la entidad que nuclea a lo más selecto del poder económico del país (la Asociación Empresaria Argentina –AEA–) se ha respaldado la política de desmovilización social del gobierno, tal como lo señaló Luis Pagani, su titular: “La entidad está con la posición del Gobierno, en el sentido de que se debe proseguir con el diálogo [con los piqueteros]” (Clarín, 30/6/04), diferenciándose de esta manera de sectores más críticos en esta materia como la UIA o la SRA. Esto marca algunas diferencias de grado entre aquellos empresarios que entienden que el flanco más vulnerable del actual “modelo económico” es la “cuestión social” y tienen en cuenta que va a ser necesario llegar a soluciones de más largo plazo que la simple estrategia represiva, aunque ello no supone, ni mucho menos, que se impulse un cambio de fondo en el rumbo asumido por la política económica.

En suma, las consideraciones que anteceden indican, una vez más, la considerable distancia existente entre los discursos y las prácticas concretas de la gran “burguesía nacional” y su intelectualidad orgánica: luego de haber sido en el ocaso del “modelo financiero y de ajuste estructural” la fracción de clase que impulsó y logró hegemonizar la construcción de un bloque social en pos de un modelo “pro-industrial”, “pro-empleo” y “pro-redistribución progresiva del ingreso” (propuesta que, como se analizó, logró congregar el apoyo de amplios grupos de la sociedad, en particular de una parte importante de la clase trabajadora), estos sectores de la clase dominante local terminaron promoviendo la “criminalización” y el “control” de la protesta social, desvirtuando por esa vía reclamos del campo popular que no son sino respuestas esperables ante ciertas características e implicancias del “modelo nacional-industrial” en materia laboral y distributiva.

6.3.2. La gran “burguesía nacional” ante la discusión sobre la inflación y la distribución del ingreso

Desde mediados del 2005, en un contexto signado por la consolidación de la expansión económica, un fuerte crecimiento de la rentabilidad empresaria (en especial en el ámbito de las producciones exportables) y la emergencia de un “rebrote inflacionario”, se ha venido asistiendo a un desplazamiento en el centro de las preocupaciones del núcleo duro del

371 En una similar línea argumentativa y “propositiva” a la planteada por el Dr. Alfonsín se inscribe la editorial del 17/8/05 de uno de los tradicionales canales de expresión del establishment doméstico (el diario La Nación): “Lo que parece indudable es la vergüenza del espectáculo de un país potencialmente dominado por grupos minúsculos que alteran el orden público obstaculizando la libre circulación del resto de la ciudadanía y a los cuales las fuerzas de seguridad frecuentemente no reprimen, sino que protegen aunque violen la ley. El remanido argumento oficial de no criminalizar la protesta social es una falacia que cae por su propio peso. Las autoridades tienen el deber de garantizar el orden público; desconocerlo o ejercerlo sólo en ocasiones constituye un claro incumplimiento de sus obligaciones”.

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poder económico doméstico: la creciente conflictividad laboral por mejoras salariales ha tendido a correr del “centro de la escena” a las protestas de los movimientos de desocupados. En ese marco, ha irrumpido un interesante debate acerca del carácter de la inflación reciente y el papel de los salarios y de la puja distributiva en los aumentos de precios. Los reclamos sindicales en varios sectores económicos han llevado a los autoproclamados “burgueses nacionales” (nucleados fundamentalmente en la UIA y la AEA) a sostener que los planteos en pos de una recuperación salarial deben moderarse en función de contener la inflación.

Entre las corporaciones representativas de los intereses del capital concentrado interno y sus intelectuales orgánicos existe un consenso generalizado de que los salarios deben moverse según la evolución de la productividad (visión a la que también se ha adherido desde el Ministerio de Economía). Dos de los principales argumentos esgrimidos para convalidar esta postura es que ya se pagan “salarios muy dignos” (según señaló el presidente de la UIA, Héctor Méndez –Clarín, 24/4/05–), y que cualquier aumento salarial desvinculado del comportamiento de la productividad se traducirá inevitablemente en mayores costos empresarios y no tardará en trasladarse a los precios de los bienes. También se ha argumentado que una suba salarial conllevaría un aumento de la demanda interna e introduciría presiones inflacionarias dado que en algunos sectores se estaría llegando a situaciones de plena utilización de la capacidad instalada. Al respecto, cabe traer a colación algunos ejemplos de tales señalamientos:

• “Los aumentos salariales deben tratarse por productividad. Nosotros sabemos y estamos de acuerdo en que hay sectores que deben recuperar el salario que se perdió desde 2001 hasta la fecha, pero estos deben darse en el marco de las negociaciones colectivas” (Luis Betnaza, El Cronista Comercial, 8/2/05);

• “En los últimos meses, los mecanismos que tiene el Estado para actuar, como son la conciliación obligatoria y los servicios esenciales, no se han respetado en muchos casos. Y creo que son instrumentos legales que las partes deben acatar. Hay una lógica del conflicto, pero en muchos casos se ha alterado. También quiero destacar que la interferencia gubernamental en la política salarial ha estimulado una cierta aceleración del proceso. Cuando se reciben aumentos por decreto se pierde la correlación con la productividad y la competitividad” (declaraciones de Daniel Funes de Rioja, asesor legal de la UIA, al diario El Cronista Comercial, 25/4/05);

• En un documento fechado en junio del 2005 la Asociación Empresaria Argentina presentó un conjunto de “sugerencias” y “recomendaciones” en materia de políticas públicas. Entre otras cuestiones, en dicho trabajo se señala que se “requiere con urgencia la creación de empleos que permitan hacer frente al desafío de la pobreza. Como empresarios nos sentimos particularmente responsables por generar puestos de trabajo... Los empresarios nucleados en AEA estamos comprometidos con el éxito de la Argentina, por cuanto sólo es posible un desenevolvimiento empresario sustentable en un país con crecimiento económico y desarrollo social”. En ese marco se plantea que la “aspiración compartida es que la Argentina alcance un

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ingreso per cápita sustancialmente más elevado que el actual y sin población en situación de pobreza. Para ello se debe impulsar un fuerte y sostenido crecimiento económico de largo plazo que, adicionado a un incremento significativo de la productividad, permita gradualmente a las empresas pagar salarios más altos”. Y también que “se deben realizar todos los esfuerzos posibles para dotar de previsibilidad a las normas laborales, eliminar las regulaciones excesivas, y favorecer la negociación entre las partes sin participación directa del Estado” (Asociación Empresaria Argentina, 2005)372;

• “Si no son acompañados por aumentos de productividad, los aumentos fuertes de salarios tienen posibles efectos inflacionarios sobre la economía” (Cristiano Ratazzi, Clarín, 18/6/05);

• “Si queremos recuperar salarios sin implicancias inflacionarias hay que hacer ajustes por productividad... el ministerio [de Economía] debe controlar los aumentos porque están vinculados con lo que suceda en materia inflacionaria” (Eduardo Curia, Página 12, 14/7/05); y

• “Una competitividad basada sólo o mayoritariamente en un bajo precio relativo del trabajo no es para siempre, además de no ser sostenible ni deseable. De hecho, aunque la masa salarial sigue rezagada respecto del crecimiento del PIB, la reducción posdevaluación del costo laboral se ha ido recortando... En ausencia de crecimiento continuo de la productividad, el aumento de salarios por sobre el aumento del nivel de actividad y/o de los precios de productor –es decir el acercamiento a los precios relativos predevaluación– termina necesariamente impulsando el alza de los precios al consumidor” (Ernesto Kritz, El Cronista Comercial, 16/8/05).

Con estos argumentos, los sectores del gran capital manufacturero local han logrado redireccionar la discusión sobre la inflación y la distribución del ingreso a favor de sus intereses y, por esa vía, han podido desplazar de la “mesa de discusión” una serie de cuestiones sumamente relevantes que interesa destacar.

Es indudable que el aumento de los precios de los “bienes-salario” (como los alimentos), antes que deberse a la aparición de “estrangulamientos productivos”, se encuentra directamente ligado a su calidad de exportables y, como tal, a su estrecha vinculación con la depreciación del peso. Los bajos niveles de retenciones existentes han estado lejos de poder neutralizar los efectos de la maxidevaluación, más aún teniendo en cuenta el alza de los

372 Entre quienes suscribieron este documento aparecen importantes directivos de varias de las principales firmas y conglomerados económicos (nacionales y extranjeros) que se desenvuelven en el medio local, la mayoría de los cuales conforma el núcleo de la elite manufacturera: Luis Pagani (Arcor), Paolo Rocca (Techint), Amalia Lacroze de Fortabat (Loma Negra), Héctor Magnetto (Agea/Clarín), Sebastián Bagó (Laboratorios Bagó), Enrique Pescarmona (IMPSA), Carlos Miguens (Bemberg), Oscar Vignart (Dow Química), Luis Castro (Unilever), Miguel Acevedo (Urquía/Aceitera General Deheza), Pablo Roemmers (Roemmers), Oscar Vicente (Petrobrás), Arturo Acevedo (Acíndar), Ariel Depascuali (Bridgestone Firestone), Helmut Flechtner (Bayer), Juan Manuel Forn (Molinos Río de la Plata), Viktor Klima (Volkswagen), Enrique Locutura (Repsol-YPF), Pascual Mastellone (Mastellone Hermanos), Martín Mayer-Wolf (Nidera), Manfred Müll (Daimler Chrysler), Carlos Oliva Funes (Swift Armour), Cristiano Ratazzi (Fiat) y Julio César Saguier (La Nación).

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precios internacionales de muchos productos agroindustriales y la caída en el valor del dólar versus otras “monedas fuertes”.

Otro de los factores decisivos en la presión inflacionaria ha sido el elevado grado de concentración económica que se manifiesta en gran parte de las actividades productivas, lo cual dota a los oligopolios líderes de un considerable poder en lo que atañe a la fijación de precios. Sobre todo, en un contexto en el que las capacidades de control oficial están muy debilitadas por el desmantelamiento estatal tras el “huracán neoconservador” de las últimas décadas y se manifiesta una cierta falta de voluntad política para ejercer un efectivo contralor en la materia. De allí que no resulten casuales los planteos realizados desde diversos ámbitos vinculados a la autodenominada “burguesía nacional” de que se debe respetar la “libertad de mercado” en lo atinente a la fijación de precios. A este respecto, resultan ilustrativas las declaraciones que el presidente de la UIA realizó el 26/7/05 al matutino La Nación (“Así como nosotros decimos que el gobierno no debería intervenir en la cuestión de los salarios, creemos que tampoco tiene que intervenir en los precios. Nos parece lógico que el Poder Ejecutivo haga uso de sus herramientas, porque tiene una visión más global. Pero nosotros, como empresarios, estamos a favor del libre comercio”), y las de Javier González Fraga a Ámbito Financiero (“Estoy en contra de la represión cambiaria o monetaria, o sea, bajar el tipo de cambio o subir la tasa de interés. Son soluciones equivocadas, pero tampoco estoy de acuerdo con controles de precios ni con reprimir los aumentos de precios” –15/8/05–).

A lo anterior debería agregarse que un número importante de las principales compañías y grupos económicos del país está en manos de capitales extranjeros (no obstante lo cual, muchos se reconocen y presentan como integrantes de la “burguesía nacional”), lo cual genera “incentivos” para aumentar el precio interno de los productos elaborados de forma tal de “dolarizar” los flujos de ingresos y los beneficios; argumento que también es válido para las firmas y conglomerados empresarios que presentan una alta propensión exportadora.

Se trata de elementos que no casualmente están muy poco presentes en la discusión actual. ¿Por qué? Porque están expresando que estos sectores del gran capital que se han presentado como representantes del supuesto –y por demás difuso– “interés general de la nación” (a pesar de que por distintos motivos su ciclo de acumulación está cada vez más disociado de la economía local) constituyen los principales beneficiarios del “modelo de dólar alto” y de la inflación; dado que en su mayoría son exportadores y formadores de precios a favor de su poderío oligopólico. De allí que constituyan el núcleo estable de la cúpula empresaria y exportadora de la Argentina.

Con su propuesta de atar los salarios a la productividad, la autoproclamada “burguesía nacional” no sólo ha tergiversado las principales causas reales de la inflación (dificultando sobremanera el control de la misma, por el “error” de diagnóstico), sino que también ha eliminado de la discusión otros elementos de peso vinculados con esta cuestión y la de la distribución del ingreso:

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• que a lo que apuntan en última instancia estos sectores es a preservar sus elevadas tasas de ganancia y a cristalizar la actual inequidad en la distribución del ingreso (a pesar de ser críticos del “modelo de la Convertibilidad”, con sus planteos no están haciendo otra cosa que reeditar la muy regresiva política salarial de los años noventa y la “teoría del derrame”);

• que lejos de ser “muy dignos”, en la actualidad los salarios argentinos se ubican en términos históricos en niveles bajísimos y la participación de los asalariados en el ingreso es de las más bajas de la historia contemporánea. Además, como se señaló, si algo logró frenar la caída del poder adquisitivo de los salarios fue la “mano visible” del Estado y no las virtudes endógenas del “modelo nacional-industrial” y “una actitud redistributiva del lado empresario”, tal como se ha afirmado373;

• que para los oligopolios que controlan la salida exportadora los salarios se visualizan mucho más como un costo que como un factor de demanda, de allí la importancia que se le asigna a la existencia de salarios reducidos en “moneda dura” como “factor competitivo”, y la escasa preocupación por el poder adquisitivo de los mismos en moneda nacional y en consecuencia por la redistribución progresiva del ingreso374;

• que una proporción considerable de trabajadores percibe un ingreso inferior al que define la “línea de pobreza”; y

• que dados los aumentos de productividad y la contracción de los salarios y los costos salariales que se han dado en el marco del “boom económico” de los últimos años (y lo “acumulado” en estas cuestiones en las etapas previas), en muchos sectores productivos existiría suficiente margen como para aumentar la remuneración al trabajo sin que ello se traslade a los precios, ni que impacte negativamente sobre la formación de capital375.

Así, nuevamente la gran “burguesía nacional” ha mostrado sus contradicciones; en este caso por haber planteado argumentos falaces sobre las causas de la inflación reciente, que ha tenido a esta fracción del poder económico como una de sus principales responsables y beneficiarias, y por pretender consolidar una matriz distributiva de marcada inequidad376.

373 Véase Frenkel (2004). 374 Al respecto, resultan por demás elocuentes las declaraciones recientes de un conspicuo intelectual orgánico de la gran “burguesía nacional”, Javier González Fraga, quien refiriéndose al tipo de cambio señaló: “Hay que tratar de mantenerlo en términos reales y nominales, desalentando el ingreso de capitales especulativos y generando un superávit fiscal que pueda comprar el superávit comercial. Ahora bien, si es inevitable cierta apreciación prefiero que se de por diferencial de inflación y no por una caída nominal [de la paridad cambiaria]. Si hay inflación porque subió la carne, ésa no necesariamente afecta al empresario que exporta... Arreglar el tema salarial de golpe sería como querer tomar un atajo. Tenemos que saber que los cambios se hacen paso a paso sin tomar atajos. Volver a 1974 como estructura de distribución del ingreso va a llevar muchos años” (Página 12, 22/5/05). 375 Véase Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (2005). 376 En cuanto a estas cuestiones, es indudable que la UIA es una de las instancias representativas del poder económico más contradictorias que existen en la Argentina. Por ejemplo, luego de afirmar que la “producción [nacional] no tiene que ser víctima de las distorsiones del comercio que generan países con una estructura de costos basada en salarios despreciables”, el actual presidente de la institución señaló: “La clave es conseguir competitividad al margen del tipo de cambio. Es posible. Con el 1 a 1 casi no se conocían empresas argentinas

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6.3.3. La gran “burguesía nacional” ante la crisis del Mercosur377

A casi quince años de su nacimiento formal, el Mercosur se encuentra atravesando una crisis profunda. Prueba de ello son las recurrentes disputas entre sus dos socios mayores respecto de qué hacer con este proyecto de integración. Las distintas respuestas ensayadas a este crucial interrogante se asocian a múltiples factores y procesos que expresan diferencias no menores entre Argentina y Brasil: características de los respectivos regímenes macroeconómicos; trayectoria de ambas economías desde mediados de los años sesenta/setenta; dimensión de los mercados domésticos; patrones de especialización productiva y de inserción internacional; rasgos estructurales y comportamiento económico y político de los sectores dominantes de ambos países; fisonomía del Estado e incidencia en su interior de las distintas clases y fracciones de clase; aspectos del entramado institucional; etc..

Sobre la base del reconocimiento de la indudable debilidad relativa de la Argentina (en particular en materia manufacturera), la Administración Kirchner ha venido planteando la necesidad de “repensar el Mercosur”. Dados los intereses en juego, no resulta casual que la propuesta oficial haya sido fervientemente apoyada por el gran empresariado industrial de la Argentina. De allí la creciente gravitación de estos sectores (sobre todo a través de la UIA) en las diferentes instancias de negociación que se abrieron en el último tiempo con la nación vecina. En dicho marco, reviste interés analizar sus posturas para “resolver” la compleja situación en la que se encuentra el Mercosur (que, a juzgar por lo acontecido hasta el presente, son compartidas en lo sustantivo por el gobierno nacional). Hasta el momento, las mismas se han estructurado alrededor de dos cuestiones centrales.

Por un lado, en criticar y reclamar un replanteo de consideración en la tradicional y relativamente exitosa y sostenida política brasileña de apoyo al sector privado productivo: créditos “blandos” del BNDES, subsidios públicos de distinta índole en los diferentes niveles gubernamentales con vistas a atraer inversiones, fomento a las exportaciones, apoyo a actividades de investigación y desarrollo, etc.. Estas prácticas, que han permitido la expansión y el fortalecimiento de numerosas actividades (sobre todo fabriles), contrastan con el contenido “desindustrializador” de gran parte de las políticas aplicadas de modo prácticamente ininterrumpido en la Argentina desde la última dictadura militar y resultan claves para entender las considerables “asimetrías estructurales” que se manifiestan entre los dos socios mayores del Mercosur.

Por otro lado, en el insistente reclamo en pos de incrementar la protección frente a las importaciones provenientes de Brasil en actividades consideradas “sensibles” para la Argentina: electrodomésticos, calzado y textil e indumentaria. En la generalidad de los casos, afuera; con el 2 a 1 sólo se conocen unas pocas. Quizá con el 5 a 1 se conocerían más. ¿Eso es una sugerencia? De ningún modo. Lo bueno es tener un tipo de cambio justo que garantice también salarios dignos. A propósito de salarios, el Gobierno [de Kirchner] no descarta dar aumentos por decreto. Siempre nos negamos a esos decretos. La decisión salarial debería ser exclusiva de las empresas” (Héctor Méndez, Página 12, 28/11/04; en negrilla figuran las preguntas de la periodista que realizó la entrevista). 377 Este apartado está basado en Schorr y Wainer (2005b).

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son ramas con una participación importante de las fracciones más débiles y de menores dimensiones del empresariado local; de allí el apoyo brindado por estos sectores a los posicionamientos políticos llevados a los ámbitos de discusión por el gobierno del Dr. Kirchner y varios grandes “burgueses nacionales”.

Ahora bien, existe una serie de cuestiones que no es casual que estén ausentes en los planteos puestos en la “mesa de negociación” y que aportan nuevos elementos para elucidar ciertas características del proyecto de país que persigue la autoproclamada “burguesía nacional”. Se trata de un conjunto de problemáticas que exceden al Mercosur, pero que sin duda lo involucran directamente, y que expresan que una parte no menor de los “problemas del Mercosur” no responden tanto a las discrecionales políticas aplicadas por Brasil, sino a factores domésticos, y que, en última instancia, lo que está en discusión cuando se problematiza el Mercosur no es una cuestión meramente técnica, sino las relaciones de fuerzas internas entre las distintas clases sociales y fracciones de clase, así como las propias bases materiales que les sirven de sustento.

En primer lugar, más allá del indudable estímulo a las exportaciones que se deriva de la vigencia de un elevado tipo de cambio real, es evidente la ausencia de una política que persiga la redefinición del perfil de las exportaciones argentinas. Se insiste en mantener una inserción pasiva y subordinada en el escenario regional e internacional, en actividades de bajo dinamismo, con demandas que suelen experimentar fuertes vaivenes, y con reducido “efecto-tracción” en el nivel interno. Esto va en contra de las tendencias prevalecientes en el mercado mundial, donde se visualiza una creciente gravitación en las corrientes comerciales de bienes de mucho mayor grado de elaboración y sofisticación que los exportados por la Argentina. Y contribuye a profundizar la brecha tecnológica y de productividad que separa al país de las naciones centrales y de muchas periféricas (como, por ejemplo, los “tigres asiáticos” o el propio Brasil)378. Además, dificulta sobremanera la posibilidad de avanzar hacia una estructura industrial más integrada, diversificada y compleja que la actual.

Naturalmente, la instrumentación de medidas tendientes a modificar el contenido de las exportaciones locales supondría desarrollar nuevos sectores y actores, así como fortalecer a algunos de los pocos existentes no asociados al procesamiento de recursos naturales y a la “armaduría automotriz” que en el presente logran colocar una proporción (variable aunque en general reducida) de su producción en el exterior. Y, por esa vía, sentar las bases para restarle poder económico y de veto a la mayoría de los grandes “burgueses nacionales”, proveedores casi exclusivos de divisas en el ámbito nacional (junto con la oligarquía terrateniente, de la cual muchos de aquéllos son integrantes). Seguramente es por todo ello que esta cuestión no

378 Otro elemento a tener en cuenta es que, dada la diferencia de productividad entre Argentina y tales países –en gran medida debido al retraso tecnológico de la primera, estrechamente vinculado a su vez a las características de la reestructuración industrial de las últimas décadas–, la depreciación de la moneda se traduce en una desvalorización del trabajo argentino en el mercado internacional y, por lo tanto, tiene lugar un intercambio desigual que “empobrece” en términos relativos el nivel de vida de los trabajadores locales. Sobre estos temas consúltese Arceo (2003 y 2005); Emmanuel (1972); y Wallerstein (1979).

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integra el listado de prioridades cuando se discute el Mercosur y, más en general, el rumbo de la actual política económica.

En segundo lugar, y más allá de ciertas declaraciones, en los hechos no se vislumbran intenciones genuinas de transformar el mercado común en algo más que un espacio de libre circulación de capitales y mercancías. Ni de diseñar e implementar en forma coordinada entre todos los países miembros una estrategia regional de división interna del trabajo y de complementación productiva, con vistas al desarrollo armónico y sustentable de la región y al acceso al mercado mundial en algunos de sus segmentos más dinámicos.

Entre otras cosas, ello llevaría a replantearse el patrón de inserción de la Argentina en el “mercado ampliado” y a promover el desarrollo y el fortalecimiento de actividades y actores muy castigados por el proceso de “desindustrialización” de las últimas décadas. Se trata de medidas que no parecen encontrarse dentro de los horizontes estratégicos de la gran “burguesía nacional” y sus representantes orgánicos: dadas sus desventajas relativas vis-à-vis buena parte del empresariado brasileño y su inserción en la economía doméstica, estos integrantes del poder económico local parecen estar mucho más preocupados por mantener el statu quo (con algunas leves modificaciones, como la protección a ciertos sectores), que por avanzar en el sentido señalado (después de todo, Brasil constituye un importante destino para sus exportaciones).

En tercer lugar, en la crítica al apoyo del Estado brasileño a los sectores productivos de ese país subyace una cuestión doméstica de suma relevancia: la ausencia de una estrategia nacional de desarrollo socio-económico en general, e industrial en particular. Así, para hacer frente a la desventaja relativa en la mayoría de los sectores fabriles se pide protección para los más “sensibles” y que el país vecino dé marcha atrás con prácticas de larga data (una de las bases de su relativo potencial industrial). Ello, en lugar de instrumentar un plan orgánico de reconstrucción fabril que siente las bases para, entre otras cosas, empezar a reducir las “asimestrías estructurales” existentes y revertir los tremendos legados que sobre la estructura productiva y social se derivan del “modelo financiero y de ajuste estructural” vigente entre 1976 y 2001. Sin duda, en el campo de la política industrial hay bastante que aprender de Brasil y de numerosas naciones periféricas que han concretado procesos relativamente exitosos de industrialización a partir de una activa intervención estatal (sin por ello realizar una apología de tales países).

Todo esto tampoco parece encontrarse en la lista de prioridades de los sectores del gran capital que se autoproclaman como “burguesía nacional”, los que por diferentes causas han ganado mucho desde el abandono de la Convertibilidad; seguramente es por eso que postulan que la vigencia de un tipo de cambio real alto, una “macro sana” y apoyo estatal selectivo (a su favor, claro está) son condiciones necesarias y suficientes para concretar la

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reindustrialización de la Argentina379.

En síntesis, ante la aguda crisis en la que se haya inmerso el proceso de integración, la apuesta de estos sectores del poder económico local ha pasado por la defensa de intereses sectoriales específicos, la crítica a Brasil por su política de apoyo a la industria y la preservación de mucho de lo existente. Esta estrategia ha logrado congregar el apoyo de amplias capas del empresariado doméstico y de buena parte de la clase dirigente (no sólo del actual gobierno). Se trata de “soluciones” que aportan muy poco para empezar a resolver en serio los problemas del Mercosur. Indudablemente, todo esto se vincula con las características del proyecto de país de estos integrantes de los sectores dominantes y con el hecho que éstos “han dejado, en su transnacionalización subordinada, de encarar un proyecto susceptible de impulsar la reindustrialización sobre la base del desarrollo y el control de nuevas capacidades productivas” (Arceo, 2003).

6.3.4. ¿Burguesía nacional?

En función de los distintos desarrollos que preceden puede concluirse que el “modelo nacional-industrial”, que ha logrado congregar el apoyo de vastos sectores de la sociedad argentina, se sostiene sobre un bloque social cuyo liderazgo es ejercido por una fracción del gran capital que difícilmente tenga los atributos que en teoría definirían a una genuina burguesía nacional (como se planteó al comienzo de este Capítulo, éstos se asociarían a poseer intereses “nacionales” en materia económica y un proyecto de desarrollo del país de carácter inclusivo como medio para romper los lazos de sujeción con el “imperio”). Varias son las razones que parecen avalar tal afirmación.

En primer lugar, porque por diversos motivos la lógica de acumulación, expansión y ahorro de estos sectores empresarios está fuerte y crecientemente transnacionalizada y, en consecuencia, cada vez más disociada del territorio nacional (una parte importante de su stock de activos se encuentra en el exterior, son fuertes exportadores de productos poco “arraigados” localmente y con escaso dinamismo en el plano internacional, etc.).

En segundo lugar, porque en su proyecto de país los sectores populares no constituyen aliados estratégicos en términos económicos y políticos, sino que en gran medida están excluidos del mismo. Prueba de ello son los pedidos de estos sectores capitalistas y de varios de sus intelectuales orgánicos para que el gobierno del Dr. Kirchner “controle” la protesta social; sus erróneas argumentaciones acerca de los determinantes de la suba de precios que se ha verificado en el último tiempo; sus permanentes críticas a los aumentos salariales dispuestos por las autoridades gubernamentales; y sus posturas en las recientes discusiones sobre la inflación y la distribución del ingreso. Todo esto se vincula fundamentalmente al 379 Vale recalcar aquí que, dada la inserción estructural de estos capitalistas en la economía doméstica, la reindustrialización que impulsan está estrechamente vinculada al aprovechamiento de las ventajas comparativas naturales con que cuenta el país (en otros términos, a un perfil productivo muy similar al que tendió a consolidarse entre 1976 y 2001).

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hecho que, dada su inserción estructural en la economía doméstica, la mayoría de estos actores visualiza a los salarios mucho más como un costo empresario que como un determinante clave de la demanda interna.

En tercer lugar, porque el proyecto de país de esta fracción de la clase dominante no parece estructurarse en torno de una oposición con el predominante capital extranjero, sino que más bien se plantea en términos de asociación (por lo general subordinada) o de no confrontación. Sea porque muchos de sus integrantes tienen estrechas articulaciones, en el país y en el exterior, con capitales foráneos –casi siempre en calidad de “socios menores”–; porque están insertos en actividades que por distintas cuestiones se encuentran en mayor o menor medida a resguardo de la competencia externa; por su –en la mayoría de los casos considerable– debilidad relativa frente al capital transnacional; por ser casi todos “jugadores” marginales en el mercado mundial; o porque directamente son de origen extranjero380.

Es por ello que en su transnacionalización pasiva y subordinada, que aleja toda posibilidad de reindustrializar el país sobre bases de sustentación crecientemente inclusivas en lo económico-social, la gran “burguesía nacional” reduce sobremanera –si no es que bloquea– las posibilidades existentes de llevar adelante un proyecto económico opuesto al del “imperialismo” (de allí que no se interpele a los sectores populares como aliados estratégicos ni, en ese marco, que se realicen concesiones significativas hacia los mismos, todo lo cual refuerza el carácter excluyente del proyecto de país impulsado por estos grandes capitalistas que ejercen la hegemonía dentro del bloque en el poder).

En este sentido, de considerar el comportamiento histórico de los principales grupos económicos que se desenvuelven en el medio local, en particular desde mediados del decenio de los setenta, todo parece indicar que su apuesta de fondo pasa por presentarse como burguesía nacional industrialista y progresista con la finalidad de obtener el “visto bueno” de amplias capas de la sociedad y el gobierno a su particular proyecto de país (que en los hechos parece tener muy poco de nacional, industrialista, desarrollista e inclusivo) y, en ese marco, usufructuar los “nichos” privilegiados de acumulación de la etapa actual (como lo hicieron, por ejemplo, con la promoción industrial, la estatización de la deuda externa privada y los sobreprecios en las compras estatales durante la última dictadura militar y la Administración Alfonsín, y con las privatizaciones, la apertura y la “desregulación” asimétricas, y el régimen especial de promoción y protección a la industria automotriz en los años noventa). A juzgar 380 En este punto, cabe traer a colación una cita de un crítico muy agudo de la burguesía nacional en la Argentina en décadas pasadas: “Existe pues, unidad de intereses entre las metrópolis y las clases dominantes nacionales. Pero unidad... no es sinónimo de identidad, y no excluye las diferencias, los conflictos, los enfrentamientos. La índole de estas diferencias es muy simple: las clases dominantes argentinas, como sus congéneres de todos los países semicoloniales, pujan siempre, permanentemente, por obtener una mayor participación en la plusvalía extraída. En torno a la participación en la plusvalía se da un regateo permanente y roces constantes, abiertos y encubiertos. No existiendo ley económica alguna que determine la participación relativa que corresponde a las metrópolis y a las clases dominantes nacionales en la masa de plusvalía disponible, las partes se distribuyen en cada momento con sujeción al permanente enfrentamiento de ambos intereses, aunque siempre corresponde a la metrópoli extraer la mayor parte, puesto que es el socio más poderoso en la vasta empresa conjunta que integra con las clases dominantes nativas” (Peña, 1973).

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por lo sucedido hasta el presente no parece haberles ido nada mal; de hecho, como se analizó, se encuentran entre los grandes beneficiarios del “dólar alto” y el “piloto automático”, así como de buena parte de las políticas económicas aplicadas en el marco del “modelo nacional-industrial” (como, por caso, el régimen promocional de inversiones y la “pesificación asimétrica”)381.

Como destaca Eduardo Basualdo en un estudio reciente sobre la evolución de estos conglomerados empresarios a lo largo de las diferentes etapas de la historia argentina “si durante la década de los años ochenta la inserción y el comportamiento de esta fracción de clase no guardan ninguna afinidad con los que ostentaba en la sustitución de importaciones la burguesía nacional, a fines de los noventa las diferencias se acentúan aún más y se hace palpable que dichas diferencias son irreversibles porque se trata de fracciones de clase contrapuestas. No menos relevante, es percibir que durante los últimos años del régimen convertible... esta renovada oligarquía diversificada pone en marcha una vasta campaña ideológica y política para sustituir su identidad e imponer una salida de la Convertibilidad afín a sus intereses de corto y de largo plazo. Se presenta ahora como la auténtica burguesía nacional agredida por los intereses extranjeros y, por lo tanto, aliada natural de los sectores populares en la tarea de reconstruir la Nación. Más aún, en el marco de la disgregación de la burguesía nacional y la desestructuración de la clase trabajadora como producto de las políticas implementadas por los sectores dominantes durante los últimos treinta años, esta fracción de la oligarquía, como parte de esa transformación, tergiversa el origen y la naturaleza histórica de la alianza populista. Ya no se trata de una alianza que fue posible porque la clase trabajadora se constituyó como un sujeto social y político que enfrentó el poder oligárquico modelando un nuevo tipo de Estado desde donde, a su vez, impulsó la conformación de una burguesía nacional asentada en una dinámica compatible con una mayor participación de los trabajadores en la distribución del ingreso. Ahora, en la versión oligárquica, se invierten las causalidades colocando a la burguesía nacional como el alma mater de esa etapa histórica, ocultando de esta forma un hecho decisivo: la clase trabajadora ha sido el sujeto central de la conformación de los proyectos reformistas, tanto como lo fue en otras experiencias nacionales de los proyectos revolucionarios. Ambas cuestiones parecen ser importantes de tener en cuenta en la crucial etapa que transita nuestro país, porque esta fracción de clase, al sustituir a la burguesía nacional, se propone como interlocutor válido de los sectores populares y al tergiversar el proceso histórico reclama para sí la potestad de definir el proyecto que permita dejar atrás la actual crisis orgánica. Desde su perspectiva, se trata ahora de llevar a cabo el desarrollo de un planteo exportador sustentado en el infraconsumo de los sectores populares pero apoyado en la demanda, transferencias e incentivos estatales, manteniendo una economía abierta tanto en términos del mercado de

381 Un número significativo de firmas controladas por y/o vinculadas a los principales holdings empresariales del país resultó beneficiario de la “pesificación” de los pasivos con el sistema financiero local que instrumentó el gobierno del Dr. Duhalde al poco tiempo de asumir (Basualdo, Lozano y Schorr, 2002).

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bienes como de capitales y sin proyecto alguno de reindustrialización que pudiera ponerla en situación de competir con el gran capital transnacional” (Basualdo, 2004b).

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Reflexiones finales

La última dictadura militar y, con sus matices, los gobiernos democráticos que la sucedieron redefinieron en forma radical la fisonomía y el funcionamiento del capitalismo argentino y, estrechamente asociado a ello, las características y las formas de relacionamiento entre las diferentes clases sociales y fracciones de clase; todo esto en el marco de la revancha clasista sobre la que se estructuró tal proyecto refundacional, el cual fue “teorizado” y ejecutado por los elencos económicos y políticos de la “nueva derecha” neoconservadora. Es indudable que la industria fue uno de los sectores más perjudicados en dicho proceso. Como se analizó a lo largo de esta investigación, en el transcurso de las últimas décadas la actividad sufrió profundas transformaciones estructurales que no afectaron de la misma manera a los distintos actores y ramas que forman parte del entramado manufacturero local, siendo numerosos los perdedores y muy pocos los ganadores. De allí que no resulte casual que la Argentina haya ingresado al siglo XXI con un sector fabril caracterizado, entre otras cosas, por un pronunciado grado de primarización y concentración económica de la producción, así como de centralización del capital; un reducido coeficiente de integración nacional por el debilitamiento y/o la desaparición de muchos de sus segmentos de mayor complejidad; un ostensible –y difícil de revertir en el cuadro de la “globalización”– retraso relativo vis-à-vis los países desarrollados y muchos periféricos (salvo en unas pocas manufacturas vinculadas, en la generalidad de los casos, al procesamiento de recursos básicos); y un notable deterioro en la situación de los trabajadores (salarial y ocupacional) y de las empresas de pequeñas y medianas dimensiones.

De los desarrollos previos se desprenden varias dudas en cuanto a que el “modelo nacional-industrial” impulsado por la gran “burguesía nacional” y sus representantes orgánicos, tal como ha sido planteado y ejecutado hasta el momento, sea suficiente para revertir semejantes legados críticos. En ese contexto, y considerando la profundidad y la naturaleza de la crisis resultante de casi treinta años de reestructuración regresiva de la actividad fabril, vale la pena preguntarse si no es el momento de empezar a discutir las características que tendría que asumir un programa integral de reconstrucción industrial que, enmarcado en una determinada estrategia nacional de desarrollo, apunte a reindustrializar al país sobre bases económicas y socio-políticas que se encuentren en las antípodas de las que guiaron la desigual y heterogénea reconversión manufacturera de las últimas décadas de predominio hegemónico del neoliberalismo. Ello, teniendo como “norte” la resolución de dos de los problemas más acuciantes de la Argentina contemporánea: la crítica situación laboral y la muy inequitativa ecuación distributiva. Como lo ha destacado Jorge Katz: “Es necesario reinventar el aparato productivo para reinsertarse competitivamente en el mundo. Si Argentina insiste en volcarse exclusivamente hacia la primarización no hay ninguna chance de que reincorpore a 10 ó 12 millones de personas que quedaron excluidas del sistema” (Página 12, 25/8/04).

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En este sentido, las características y los impactos más relevantes de la trayectoria sectorial manifestada durante la vigencia del “modelo financiero y de ajuste estructural” y los principales rasgos distintivos del esquema “nacional-industrial” sugieren la necesidad de implementar una suerte de estrategia en dos tiempos382.

En el corto plazo sería auspicioso avanzar sobre varios frentes en forma simultánea.

En primer lugar, sobre un mejoramiento significativo en la distribución del ingreso, con la consiguiente “ampliación” del mercado interno. La instrumentación de un shock redistributivo no sólo se relaciona con la puesta en práctica de una activa, sostenida y progresiva política de recomposición de los ingresos del conjunto de la clase trabajadora y de combate genuino contra el empleo “en negro”383, sino también con la implementación de otras medidas, entre las que se destacan: a) una política de universalización de ingresos; b) una modificación radical en la –actualmente muy regresiva– estructura tributaria; c) la imposición de gravámenes sobre la renta financiera y sobre la generada por los capitales de argentinos en el exterior; d) el incremento de las retenciones a las exportaciones (el mismo debería ser diferencial de acuerdo a las características del producto en cuestión en términos de niveles de productividad y competitividad internacional, grado de elaboración, generación de puestos de trabajo, etc.); e) el abaratamiento en el costo de los servicios públicos para las PyMEs; f) la reestatización del sistema previsional; g) la creación de una suerte de Banco Nacional de Fomento al Desarrollo Productivo e Industrial que otorgue prioridad en la asignación de créditos (en términos de costos, plazos, etc.) a las características de las inversiones a financiar; y h) la implementación sostenida de programas de formación y capacitación de la fuerza de trabajo (presente y futura).

Es indudable que la cuestión de la redistribución progresiva del ingreso ocupa un lugar protagónico en cualquier estrategia económica e industrial que intente revertir los críticos efectos de los últimos largos años de vigencia de neoliberalismo extremo. En última instancia, ello no haría más que reflejar la estrecha relación existente entre la distribución del ingreso y el desarrollo socio-económico, donde las desigualdades crecientes (como es el caso de la

382 En lo que sigue no se va a plantear –ni siquiera a esbozar– un Plan Industrial (lo cual excede con creces los objetivos de este trabajo, y sobre todo la capacidad y el conocimiento de su autor), sino tan sólo algunos lineamientos de política que se consideran indispensables dada la situación actual del sector manufacturero argentino y que, naturalmente, deberían formar parte de un programa orgánico o sistémico de desarrollo socio-económico. Sobre esto último, en Dorfman (1983) se destaca: “el desarrollo industrial debe interpretarse como un conjunto íntimamente interrelacionado: unas industrias complementan, sostienen, promueven el desarrollo de otras. La expansión dinámica del mercado se producirá a través de una constelación de diferentes industrias, de complejos industriales integrados, cada uno de cuyos componentes puede no ser decisivo en forma independiente, pero que adquiere relevancia debido a la aparición simultánea y concatenada de otras actividades que integran esos complejos. Ocurre así un desarrollo `masivo, compensatorio, equilibrado, en espiral ,́ con fuertes efectos en la economía. Pero ésa es también la razón que obligará a establecer un programa que requiere un cumplimiento orgánico. Si fallan algunos eslabones esenciales, puede peligrar toda la estructura industrial, y son graves las repercusiones de índole más generalizada”. 383 Ello permitiría avanzar, por un lado, en la reconstitución del deteriorado poder adquisitivo de los ingresos populares y, por otro, sobre la importante fragmentación existente en el interior de la clase obrera argentina (como se planteó, el incremento del trabajo no registrado y la brecha creciente de ingresos ligado al mismo han profundizado la heterogeneidad social y la desigualdad en el interior del proletariado nacional).

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Argentina) constituyen uno de sus principales obstáculos. Como lo muestra la experiencia histórica de numerosas naciones, no existe relación positiva alguna entre una regresiva pauta distributiva, la generación de ahorro, la formación de capital en los sectores productores de bienes y el desarrollo de las fuerzas productivas. Por el contrario, en los países en los que se manifiestan las mayores desigualdades, la propensión a ahorrar e invertir suele ser mucho más baja que la que existe en aquéllos con un reparto más equitativo del ingreso nacional.

Ciertamente, tanto la tasa como el nivel del ahorro y la inversión no son independientes de las perspectivas y las potencialidades de los distintos mercados. Por su parte, estas últimas dependen del perfil de la demanda global y de su nivel y grado de diversificación, aspectos íntimamente vinculados a la distribución del ingreso. Así, la marginación de una fracción importante de la población de una serie de consumos atenta contra las posibilidades de ampliar y diversificar la capacidad productiva local.

Dada la elevada elasticidad-ingreso de la demanda de buena parte de los bienes manufacturados, la redistribución progresiva de los recursos asume una especial gravitación en todo proceso de industrialización. Mucho se ha insistido –y aún se insiste– sobre las restricciones que impone al desarrollo industrial el limitado tamaño de los mercados domésticos, en especial para aquellas actividades fabriles con exigencias de escala. El que se adjudique al reducido tamaño del mercado interno la principal restricción a la incorporación de economías de escala y de tecnologías de avanzada, sólo puede ser interpretado como consecuencia directa de la existencia de profundas desigualdades de ingreso que no sólo limitan las potencialidades globales de la demanda interna sino también las que podrían surgir de su ampliación y diversificación. Bajo dicho marco, la incorporación de nuevos estratos de la población al consumo de manufacturas –función del crecimiento y la redistribución progresiva del ingreso– constituye, sin lugar a dudas, un fuerte impulso a todo proceso de industrialización y desarrollo en su sentido más abarcativo. La misma no sólo posibilitaría el acceso a superiores escalas de producción en muchos rubros manufactureros, sino que también tendería a dinamizar al conjunto de las industrias tradicionales, generando a la vez una expansión de la demanda de productos intermedios y de bienes de capital cuya producción pasaría a resultar factible y rentable dada la ampliación de los mercados384.

384 Cabe aquí remitirse nuevamente al esclarecedor pensamiento de Dorfman: “Aunque parezca obvio, hay que volver a insistir en que la despreocupación por el fortalecimiento del mercado interno es una posición suicida, tanto en términos económicos como morales. Sin ese requisito previo, aumentando la demanda interna a través de mejores niveles de vida de la población en un marco de atenuada desigualdad distributiva, no puede pensarse en una industria competitiva hacia fuera y con los productos de la importación” (Dorfman, 1992); “La estrechez de los mercados, de la demanda, clama por urgente solución. En ese sentido el mercado interno para los bienes de consumo masivo... debe desempeñar un papel crucial, sin descuidar las posibilidades que se abren a las exportaciones manufactureras. Téngase bien presente que, en último análisis, esas demandas finales serán las que han de proporcionar el elemento dinamizador para una mayor producción de materiales intermedios y la maquinaria y equipos. Es menester mantener siempre el conveniente equilibrio intraindustrial, sin perder de vista las prioridades en cada nivel” (Dorfman, 1983); y “aun en las etapas iniciales del desarrollo económico y social de un país, existen mercados ya constituidos para los artículos más esenciales de alimentación, vestido y habitación de las poblaciones. Por supuesto que, mientras prevalezcan los bajos niveles de consumo, no podrá pasarse a etapas superiores y más diversificadas de la demanda. Para ello se necesita no sólo el aumento absoluto en el nivel medio del ingreso por habitante, sino también, y muy

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Así, la reducción de consumos suntuarios y la generalizada difusión de otros requerimientos consuntivos, o sea la conformación de una nueva estructura de la demanda interna, junto con diversos mecanismos que compatibilicen la redistribución del ingreso con el crecimiento económico, coadyuvarían a impulsar modificaciones en el perfil y la capacidad productiva de la industria argentina. En tal sentido, esa redistribución progresiva sentaría las bases necesarias –aunque obviamente para nada suficientes (de allí lo dicho acerca de la centralidad de diseñar e instrumentar una estrategia nacional de desarrollo de carácter orgánico)– como para que se consolide un proceso de industrialización más equilibrado; más integrado verticalmente; con un mayor y mejor aprovechamiento de las economías de escala; con sólidos entramados intra e interindustriales; con adecuados acoples entre las dimensiones macro, meso y microeconómicas; con la generación de nuevas cadenas de valor; con la potenciación del papel de las PyMEs; y, en síntesis, con la reconstrucción del tejido manufacturero en un estadio de desarrollo que permita superar su actual crisis estructural resultante de casi treinta años de “desindustrialización” regresiva y heterogénea.

Asimismo, es importante reparar en que el mencionado shock redistributivo no sólo resulta central por las razones expuestas, sino también porque posibilitaría incrementar las exportaciones fabriles. En muchos casos, sólo a partir de una recuperación de la demanda interna se alcanzarán escalas que tornen viable el surgimiento o la recuperación y/o la consolidación de procesos sustitutivos de bienes finales, y por esa vía el avance hacia un diferente perfil de las exportaciones.

En segundo lugar, la concreción de un programa sistémico de reindustrialización que persiga los objetivos mencionados está asociada también a una profunda modificación de la estructura arancelaria, en el marco de una significativa redefinición del grado de apertura de la economía y la industria locales. Ello, a partir de un aumento en los márgenes efectivos de protección de los productos elaborados en los rubros fabriles de mayor contenido de ciencia y tecnología, valor agregado y creación de empleo. Esta suba en la protección de determinadas actividades debería ser acompañada por una mejora sustancial en la aplicación de los mecanismos anti-dumping y el funcionamiento del sistema aduanero, y por políticas de fomento y/o de promoción a tales sectores. Todo esto, con la finalidad de ir fortaleciéndolos para que en una segunda etapa, caracterizada por una reducción gradual de la protección, puedan enfrentar a la competencia externa e incluso colocar parte de su producción en el mercado mundial (políticas de estas características se aplicaron en muchos de los países predominantes en la actual fase del desarrollo capitalista –es el caso de varios “tigres

fundamentalmente, una distribución progresiva del mismo, de modo tal que permita la aparición y consolidación de un abanico de demandas diversificadas. Como factor de estímulo para que nuevas implantaciones industriales puedan responder con mejores perspectivas a la estructura cambiante de la demanda efectiva interna, es fundamental que la redistribución progresiva del ingreso tenga cierta estabilidad, que no se vea afectada desfavorablemente en forma oscilante por la inflación o por medidas deliberadas que tiendan a deprimir nuevamente ese nivel, comprimiendo para abajo las nacientes diferenciaciones en las escalas del ingreso” (Dorfman, 1967).

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asiáticos”–)385.

Medidas de esta naturaleza deberían articularse con una tercera igualmente indispensable: la formulación y la implementación de una política de afianzamiento y/o de reconstrucción de ramas estratégicas de las diferentes cadenas productivas domésticas. Esto permitiría, a un mismo tiempo, satisfacer la mayor demanda asociada al shock redistributivo con más producción local y menos importaciones, reduciendo las presiones sobre el sector externo; disminuir el excesivo grado de primarización que caracteriza a la industria local asociado a crecientes niveles de integración nacional de la producción; y, como resultado de todo lo mencionado, lograr cierta recomposición de la autonomía nacional386.

Cuanto antes se encare esta cuestión tanto mejor, dado que la necesaria reintegración productiva del país no es algo que se vaya a lograr “de la noche a la mañana”: recuérdese que la estructura fabril que tenía la Argentina a mediados de los setenta –aquélla que el golpe de Estado de marzo de 1976 vino a alterar de modo drástico y regresivo– había sido el resultado de aproximadamente medio siglo de fuerte activismo estatal y de acumulación de una importante masa crítica, y su concreción se hizo con complicaciones económicas y político-sociales de distinto tipo. Además, el “factor tiempo” asume especial importancia si se tiene en cuenta que, como se mencionó en diversas oportunidades, mientras que en los últimos decenios la Argentina se “desindustrializó”, los países más exitosos afianzaron su industrialización u optaron por desarrollar un sistema industrial nacional –no plenamente autosuficiente, en el marco de la “globalización”– a partir de la puesta en práctica de muy 385 Como ha destacado Fajnzylber (1983): “No es casualidad que los países más exitosos en el comercio internacional han sido precisamente aquellos que... han tenido el cuidado de favorecer un aprendizaje paulatino, sólido y en profundidad, y sólo una vez que han logrado esa simetría relativa con la competencia internacional, en algunos rubros, han comenzado paulatinamente a abrir su mercado interno. Ha sido precisamente el crecimiento del mercado interno abastecido con los proveedores locales en aquellos rubros compatibles con el tamaño y las escalas técnicas de producción, lo que les ha permitido recuperar un rezago histórico a través de un aprendizaje intensivo cuya vigencia desaparece del cuadro de posibilidades cuando se aplica [el] criterio de eficiencia basado en el arcaico principio de las ventajas comparativas estáticas”. En una línea similar, en Arceo (2003) se plantea que “una porción, la más significativa, del reducido grupo de países exitosos en la actual fase de desarrollo contó con un Estado particularmente activo que utilizó, en el período de estructuración del modelo y de más rápido crecimiento, entre otros múltiples instrumentos, un fuerte control sobre el sistema bancario y los flujos financieros, y niveles relativamente elevados, aunque selectivos, de protección efectiva en el marco de una estrategia nacional de desarrollo orientada a la creación o ampliación por parte del capital local, público o privado, de capacidad propia en las áreas tecnológicamente más dinámicas del comercio mundial”. Asimismo, Dorfman (1983) ha señalado en este sentido: “en el estado presente de la estructura industrial argentina, y de su entorno económico, no interesa una protección global, indiscriminada de todo el espectro de producción manufacturera, sino una política selectiva. Esta se basaría en consideraciones que emanan de un enfoque orgánico y bien articulado del desarrollo industrial a largo y mediano plazo, incorporando ciertos recaudos obligados de coyuntura en carácter de medidas pasajeras”, y “sería preciso confeccionar un listado de criterios que orienten la definición de las industrias que merecen trato o fomento preferencial. Esos criterios deberán encuadrarse dentro de un sistema, y lo esencial de ellos podría resumirse en la siguiente fórmula: contribución al proyectado cambio de la estructura industrial, con máxima productividad por unidad de capital y mano de obra sin descuidar el mayor empleo de ésta, acompañado por la máxima sustitución neta de importaciones (con mínima incidencia neta en el balance de pagos) o aumento de las exportaciones, por unidad de capital”. 386 Sin duda, la reconstitución de la industria nacional de bienes de capital debería constituir uno de los pilares básicos de una política que persiga tales propósitos, sobre todo por sus impactos dinamizadores sobre el crecimiento económico, la difusión de tecnologías y saberes, la calificación de la fuerza laboral, la integración y la complementación de los ciclos productivos, etc..

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disímiles políticas públicas tendientes a la creación de nuevas ventajas competitivas. De modo que cuanto más se tarde en avanzar en el sentido mencionado, es de esperar que se ensanche aún más la –hoy muy acentuada– brecha que separa a la primera de los segundos.

También vinculado con la posibilidad de obtener mayores grados de autonomía nacional y crecientes márgenes de maniobra por parte del Estado en el complejo y cambiante contexto de la “mundialización capitalista”, un cuarto lineamiento estratégico básico de la mencionada política sistémica de reconstrucción industrial del país se relaciona con el establecimiento de medidas que apunten a la regulación del desenvolvimiento de las grandes empresas extranjeras que predominan en el sector manufacturero doméstico (y de muchas de capital nacional que tienen una lógica de acumulación que en muchos aspectos es asimilable a la de aquéllas). Ello involucra cuestiones de diversa índole como, a simple título ilustrativo, la creación de un registro de inversiones foráneas; la imposición de restricciones a la remisión de utilidades (básicamente a partir de condicionar tal práctica al cumplimiento de distintas metas de desempeño, tanto cuantitativas como cualitativas); la fijación de niveles mínimos de beneficios que deben reinvertirse en el ámbito interno; el estricto control sobre las prácticas de endeudamiento empresario (en especial con el exterior) y sobre la fijación de precios de transferencia; el fomento al desarrollo local de actividades de investigación y desarrollo, programas de capacitación de personal y de protección al medio ambiente; la aplicación de cláusulas de transferencia tecnológica (en particular hacia compañías nacionales); el desarrollo de proveedores locales; etc..

En quinto lugar, en el marco de una estrategia integral hacia el sector PyME y de una apuesta por el desarrollo de ventajas comparativas dinámicas sobre la base de una considerable redefinición de la política comercial, sería aconsejable apuntar a incrementar de modo sostenido las exportaciones por parte de estas firmas. Ello, en el entendimiento de que una medida de esta naturaleza traería aparejados múltiples beneficios. Primero, permitiría acrecentar las ventas argentinas al exterior de productos manufacturados, sobre todo de bienes con alto grado de elaboración cuyos precios tienden a aumentar en el largo plazo en el nivel mundial y que oscilan relativamente poco en el corto y el mediano; y, por esa vía, empezar a insertarse en algunas de las “avenidas” más dinámicas del comercio internacional y redefinir el perfil de la estructura productivo-exportadora del país. Segundo, posibilitaría desconcentrar la oferta exportadora de la industria local. Tercero, sentaría las bases para empezar a revertir los procesos de “desindustrialización”, reestructuración regresiva del sector y deterioro laboral de las últimas décadas, y avanzar hacia un perfil exportador menos ligado al aprovechamiento de la dotación local de recursos naturales y más vinculado con actividades ubicadas en las últimas etapas del proceso de producción (la oferta exportadora de las PyMEs es escasa, pero se caracteriza, en términos relativos a la de las grandes firmas y grupos económicos, por un mayor grado de industrialización y de generación de puestos laborales). La puesta en práctica de un conjunto articulado de medidas en esta línea no sólo sería importante por los motivos mencionados, sino también por cuestiones de naturaleza más política: restarle poder económico y capacidad de veto y coacción en distintos frentes a los

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integrantes de la elite exportadora, que son proveedores predominantes de un “bien” –las divisas– tan “escaso” como necesario para una economía dependiente como la argentina387.

Es indudable que la búsqueda por reorientar el perfil exportador hacia rubros industriales más dinámicos en términos internacionales a partir del desarrollo de PyMEs exportadoras (y del fortalecimiento de las pocas firmas de este estrato que en la actualidad colocan parte de su producción en los mercados externos) es asimismo clave para aminorar los riesgos de que se presenten eventuales “cuellos de botella” en el plano externo (asociados al reducido dinamismo de la mayoría de los bienes que integran la oferta exportadora y la vigencia de una matriz industrial muy dependiente de las importaciones), que terminen atentando contra la capacidad de crecimiento sectorial y la posibilidad de redistribuir el ingreso nacional de manera progresiva. De ello se desprende la importancia de avanzar en esta cuestión en forma coordinada con la reintegración de la trama manufacturera (cuestión sumamente relevante, no sólo por el ahorro de divisas que conllevaría, sino también como base material para el desarrollo y el sostenimiento del nuevo perfil exportador).

En sexto lugar, y también asociado a las PyMEs, sería imprescindible garantizar el cumplimiento efectivo de las leyes de “compre argentino” y de “contrate nacional” otorgándole a las firmas de menor tamaño un margen de preferencia en precios tanto en el ámbito de las compras del sector público (en sus distintos niveles jurisdiccionales), como en el de las empresas privatizadas. Esto debería articularse necesariamente con el establecimiento de mecanismos para asegurar que estas compañías implementen programas de desarrollo de abastecedores locales.

Un séptimo lineamiento básico en torno del cual se considera que debería “ordenarse” un programa de reindustrialización del país que propugne la reversión de la desigual y heterogénea crisis manufacturera resultante del “modelo financiero y de ajuste estructural”, pasa por la efectiva implementación de mecanismos de regulación del proceso de concentración y centralización del capital, y de sanción de prácticas de abuso de posición dominante que puedan penalizarse incluso con la expropiación y/o la disolución de holdings empresariales. Ello, asociado a un intento por avanzar hacia una legislación anti-trust que contemple en todas sus dimensiones e implicancias el fenómeno de la centralización económica (por ejemplo, a partir de la institucionalización de la figura del grupo económico, del establecimiento de límites a su expansión, etc.). Todo esto reviste suma trascendencia dados los elevadísimos niveles de concentración y conglomeración existentes, a raíz de los cuales un puñado de grandes empresas y grupos económicos controla gran parte de los 387 En lo que respecta a algunas de las medidas que podrían aplicarse en pos de aumentar la oferta exportadora de las compañías industriales de menores dimensiones, debe tenerse presente que la reducida propensión a exportar que las caracteriza se vincula, entre otros factores, con ausencias de escala; el desconocimiento del funcionamiento de los mercados externos; la existencia de problemas vinculados al tipo de producto elaborado (modelos, diseños, estándares de calidad y de seguridad exigidos, etc.); insuficiente información sobre los mercados externos a penetrar; dificultades de financiamiento; los múltiples condicionamientos burocráticos existentes que complejizan sobremanera el negocio exportador para las PyMEs; y el precio doméstico de los principales insumos.

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“resortes” centrales de la estructura productiva local, con su consecuente capacidad de desplegar distintas conductas predatorias en detrimento de sus competidores y los consumidores (lo cual se ve potenciado por el hecho que, por lo general, estos actores oligopólicos también tienen una presencia decisiva en los canales de importación).

En octavo lugar, sería recomendable fomentar la recuperación nacional de la capacidad científica y tecnológica. Ello, bajo el reconocimiento de la interrelación positiva que, según se desprende de la abundante evidencia empírica con que se cuenta, se presenta entre el desarrollo socio-económico, la densificación del sector fabril y el progreso y la difusión científico-técnica. Se debería apuntar, en tal sentido, a contar con un complejo científico-tecnológico armónico e integrado, y más ampliamente con un sistema nacional de innovación que opere como propulsor efectivo de las alicaídas capacidades tecnológicas domésticas y el consiguiente desarrollo de las fuerzas productivas.

En noveno lugar, debería diseñarse y aplicarse un set de medidas que impulse la dinamización de las deterioradas economías regionales; ello, en el marco de una estrategia de desarrollo de cadenas de valor basadas en recursos naturales. Al respecto, debe tenerse presente que buena parte de las producciones regionales del país se caracteriza por una difundida presencia de pequeños y medianos empresarios, por un importante dinamismo en lo que se refiere a la creación de empleo (tanto directo como indirecto), y por presentar un efecto multiplicador para nada despreciable en materia productiva (sea en términos intraindustriales o, más aún, en lo que se vincula con la producción primaria)388.

Ahora bien, siempre dentro de una visión integradora o sistémica, sería alentador que las mencionadas líneas estratégicas se complementaran con otras de mediano/largo plazo, entre las que interesa destacar dos.

La primera se relaciona con la necesaria reconstrucción de las capacidades estatales sumamente debilitadas tras el paso del “huracán neoconservador”. Se trata de sentar las bases para el surgimiento y la consolidación de un nuevo tipo de Estado que conduzca activamente los procesos de reindustrialización y redistribución del ingreso sobre la base del disciplinamiento del capital concentrado interno y a favor de los sectores populares y de las fracciones empresarias de menor envergadura; es decir, que apunte a revertir la doble transferencia de ingresos sobre la que se estructuró la “desindustrialización” de los últimos decenios389.

388 En consecuencia, el crecimiento de todos estos sectores traería aparejadas múltiples ventajas en materia de: empleo y distribución del ingreso (la mayoría son zonas geográficas con elevadísimos índices de desocupación, subocupación y pobreza y que integran, en muchos casos, los núcleos de mayor grado de atraso del país); crecimiento económico de estas regiones y de los segmentos empresarios menos concentrados y, por esa vía, desconcentración territorial de la –actualmente muy concentrada– producción generada en el ámbito nacional; y una mayor integración económico-territorial del país. 389 En relación con estos temas, cabe traer a colación una reflexión de Amsden (1992) sobre la “cuestión del Estado” en los países de “industrialización tardía”: “a mayor atraso es más cruel la justicia repartida por las fuerzas de mercado. Los conflictos inherentes del mercado aplican a todos sus usuarios, sean ellos ricos o pobres. Pero los conflictos son más agudos entre los menos dotados. Los países con bajos índices de

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La segunda se vincula con la búsqueda de que la Argentina se integre y complemente en términos productivos con el resto de América Latina. En este sentido, si se acepta que el Mercosur está en crisis y que es imperioso encarar un proceso de reindustrialización del país sobre nuevas e inclusivas bases de sustentación, pocas dudas quedan de que se requieren visiones y planteos alternativos a los esgrimidos en el último tiempo por el establishment productivo. En ese marco, es indudable que el impulso a la integración regional, con eje en la complementación productivo-industrial de los países latinoamericanos (en particular, aunque no en forma exclusiva, de los que integran el Mercosur), debería ser uno de los pilares básicos de tal programa.

Al respecto, vale recordar las palabras de Adolfo Dorfman, quien a mediados de los años sesenta destacaba la importancia de la integración fabril de América Latina: “Esa integración no interesa por sí, ni mucho menos como un objetivo de comercio exterior, sino como elemento auxiliar para cimentar y expandir el desarrollo industrial interno por los cauces más convenientes, que en los momentos actuales adquiere un alto valor estratégico... es ese objetivo de industrialización el que debe predominar y orientar las demás decisiones y actitudes. Tiene especial importancia no perder de vista esas consideraciones porque, en determinados casos, se presentará como la alternativa de expandirse por la vía de integración y complementación industrial regional, o por la vía del desarrollo de complejos industriales complementarios o integrados dentro del país” (Dorfman, 1967).

Es evidente que la puesta en práctica de medidas de esta naturaleza no sólo se asocia con cuestiones económicas (agrandar el tamaño del mercado “interno”, propender a un

productividad requieren bajas tasas de interés para estimular la inversión, y altas tasas para estimular el ahorro. Necesitan tasas de cambio subvaluadas para fomentar las exportaciones, pero también sobrevaloradas para minimizar el costo de pago de su deuda externa y sus importaciones –no sólo de materias primas requeridas tanto por los países ricos como los pobres, sino también de bienes intermedios y de capital que los países pobres no pueden producir solos. Deben proteger sus nuevas industrias de la competencia externa, pero al mismo tiempo necesitan del libre comercio para suplir sus necesidades de importación. Anhelan la estabilidad para crecer, para mantener sus recursos de capital en casa y para encaminar sus inversiones hacia proyectos de largo plazo. Sin embargo, el requisito previo de la estabilidad es el crecimiento. Ante tales condiciones desequilibrantes, el papel del Estado en la industrialización tardía es el de mediador entre las fuerzas del mercado. El Estado en la industrialización tardía ha intervenido para considerar las necesidades tanto de los ahorradores como de los inversionistas, y las de los exportadores e importadores, creando precios múltiples. Algunas tasas de interés son más altas que otras, y los importadores y exportadores se enfrentan a precios diferentes para las divisas. En la medida en que el Estado en la industrialización tardía ha intervenido para establecer precios múltiples en el mismo mercado, no se puede decir que haya logrado fijar `correctamente´ los precios relativos, dictados por el juego de la oferta y la demanda. De hecho, el Estado dentro del proceso de industrialización tardía ha fijado precios relativos deliberadamente `equivocados´ con el fin de crear oportunidades de inversión rentables... La intervención estatal es necesaria aun en los casos más claros de ventajas comparativas porque el mayor activo del atraso, los bajos salarios, es contrarrestado por los altos pasivos... Es difícil lograr la equidad a través de las fuerzas del mercado en presencia de grandes aglomeraciones de poder económico”. En un sentido parecido, Arceo (2003) apunta que aún dentro los acotados márgenes de maniobra derivados de los acuerdos celebrados en el ámbito de la Organización Mundial del Comercio, existen importantes “grados de libertad” en lo que a definición de políticas públicas se refiere: “las compras del Estado, el manejo del crédito, la concentración de los recursos estatales en el apoyo a las actividades consideradas prioritarias y el control total o parcial de éstas por el Estado son instrumentos aún posibles de utilizar, pero cuya efectividad exige una acción fuertemente coordinada y dirigida en el marco de una agenda de reconstitución de los controles estatales básicos sobre la actividad económica”.

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desarrollo regional armónico y sustentable en el mediano/largo plazo, viabilizar un nuevo patrón de inserción internacional, etc.), sino también políticas: permitir que los países de América Latina puedan posicionarse estratégicamente –no a la defensiva– en el “mundo globalizado” y frente a las múltiples presiones existentes a favor de la concreción del proyecto neoimperialista del Alca (que en el medio local ha sido impulsado por algunos integrantes de la gran “burguesía nacional” y funcionarios relevantes de la actual administración gubernamental)390.

Naturalmente, la concreción de un programa de reconstrucción fabril de la Argentina estructurado en torno de los criterios estratégicos de corto y mediano/largo plazo mencionados no sólo supondría un profundo replanteo del “modelo nacional-industrial”, sino también, y en ese marco, el inicio de un proceso de inversión de las relaciones de fuerza entre las clases y fracciones de clase resultantes de la vigencia de casi tres décadas de hegemonía neoconservadora. Sin duda, esto implicaría asumir las dificultades derivadas de enfrentar en los campos económico y político-ideológico a la gran “burguesía nacional” y sus cuadros orgánicos. Sin embargo, ellas no serían más serias ni más riesgosas que las que se desprenderían de no hacerlo o de llevar a cabo una estrategia de conciliación de intereses inadecuada que, a la larga, resultaría inapropiada e inconveniente para los genuinos intereses nacionales y populares.

390 Véase la edición del 7/11/03 del diario Clarín (“Techint prefiere a EE.UU. antes que el Mercosur”); también, la columna de opinión del Canciller Rafael Bielsa: “Un Alca con principios puede tener un buen final” (Clarín, 2/5/05).

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Anexo Nº 1 Desempeños empresarios heterogéneos en el marco de la reestructuración regresiva de

la industria argentina durante el “modelo financiero y de ajuste estructural”: los casos

de Arcor y Servotron

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Anexo Nº 1. Desempeños empresarios heterogéneos en el marco de la reestructuración regresiva de la industria argentina durante el “modelo financiero y de ajuste estructural”

Introducción

El propósito central de este Anexo es el de aportar un conjunto de evidencias en el marco de la discusión planteada en distintas partes de la Tesis acerca de los principales factores explicativos de los disímiles desempeños empresarios verificados en la industria local durante la vigencia del “modelo financiero y de ajuste estructural”: “lo micro” versus “lo macro”, las estrategias de los agentes versus los condicionantes estructurales, el carácter neutral y uniforme del programa de reformas neoliberales instrumentado versus la orientación sesgada y discriminatoria del mismo, etc..

Para ello, en lo que sigue se realiza un análisis sumamente estilizado de la trayectoria que recorrieron desde sus orígenes el grupo económico nacional Arcor (uno de los líderes en el campo agroindustrial) y Servotron (una pequeña y mediana empresa del rubro de la electrónica industrial). El interés en estas dos “historias de vida” radica en varios motivos. En primer lugar, en el hecho que se trata de actores económicos que iniciaron sus actividades bajo el esquema de sustitución de importaciones y lograron una importante expansión en dicho contexto. En segundo lugar, en que integran distintos estratos dentro del sector empresario de la Argentina, los cuales atravesaron “suertes” muy dispares a lo largo de las diferentes etapas por las que transitó el capitalismo doméstico desde la dictadura militar de 1976-1983 en adelante. En tercer lugar, en que se desenvuelven en ámbitos manufactureros que siguieron senderos disímiles –si no antagónicos– en el cuadro agregado de “desindustrialización” y reestructuración regresiva del aparato fabril acaecido en el país desde mediados de la década de los setenta. Así, a partir del desarrollo y la comparación de estos dos estudios de caso se busca extraer algunas conclusiones de índole general relacionadas con el mencionado debate.

De Arroyito al mundo: un breve repaso de la evolución de Arcor desde sus orígenes

Arcor suele ser considerado como un grupo económico exitoso, dado que ha podido consolidarse tanto a escala nacional como internacional sin ser absorbido por los grandes competidores mundiales, y ha logrado posicionarse dentro del privilegiado y acotado universo de “multinacionales” argentinas junto con un número reducido de conglomerados empresarios (Techint, Bagó y Roemmers, entre los más relevantes). En la actualidad es el primer productor mundial de caramelos, el mayor exportador de golosinas de Argentina, Brasil y Chile, y exporta a alrededor de 120 países. Ello, a partir de la producción realizada en 35 unidades productivas instaladas en Argentina (27), Brasil (4), Chile (3) y Perú (1), las que emplean a aproximadamente 15.000 personas.

Todo esto ha hecho de Arcor un modelo de “éxito económico” y un ejemplo por cuanto, según se argumenta, su expansión se ha basado “en competencias industriales y tecnológicas” a favor de una “cultura [empresaria] totalmente opuesta a la búsqueda de rentas”. Al respecto, se ha atribuido el exitoso desempeño de este grupo a la “extraordinaria

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determinación de la familia Pagani” y la vocación industrial de sus fundadores, así como a su “voluntad emprendedora” y su estrategia de “competencia inteligente”1. Por lo tanto, las explicaciones del destacado crecimiento que ha venido experimentando Arcor desde sus orígenes se han centrado, en gran medida, en la “cultura industrialista” que habría traído consigo la familia Pagani desde Italia y que habría transmitido a su miembro más destacado, Fulvio Pagani (fundador y presidente del holding hasta su muerte en 1990).

En ese marco, en este apartado se intenta aportar algunos elementos de juicio tendientes a debatir con estas ideas predominantes; específicamente, con la hipótesis de que la trayectoria de Arcor y su situación actual se deben fundamentalmente a la existencia de un empresariado de características asimilables a las de un “empresario schumpeteriano” y el despliegue de estrategias microeconómicas adecuadas.

Con el propósito de producir caramelos, a mediados de 1951 Fulvio Pagani inauguró Arcor en la localidad de Arroyito (provincia de Córdoba). Entre los socios fundadores se encontraban además de sus hermanos Elio y Renzo, los hermanos Modesto, Pablo y Vicente Maranzana, Enrique Brizio y Mario Seveso. Hacia 1958 la empresa había dejado de ser exclusivamente una elaboradora de tales bienes y manufacturaba distintas variedades de golosinas; ello, sobre la base de su incursión en algunas actividades industriales que tenían como objetivo el autoabastecimiento de ciertos insumos básicos para la producción. Entre dicho año y 1960 Arcor incorporó nueva maquinaria gracias a que durante el gobierno del Dr. Frondizi se facilitó la importación de bienes de capital sin arancel, lo cual posibilitó que hacia mediados del decenio de los sesenta la compañía empezara un lento proceso de complementación y diversificación productivas, siempre con eje en el rubro agroindustrial (golosinas, alfajores, dulces y actividades agropecuarias).

Durante los años setenta Arcor buscó, por un lado, afianzar su integración vertical mediante la apertura de firmas y fábricas que la proveyesen de insumos estratégicos (materias primas, envases, energía, etc.) y, por otro, fortalecer su poderío económico en los mercados que hasta entonces habían constituido el núcleo ordenador de su ciclo de acumulación y expansión. Fue para cumplir con estos objetivos y aumentar su capacidad de producción que inauguró varias unidades productivas en distintos puntos del país, buena parte de las cuales fue instalada al amparo de mecanismos de promoción industrial (tanto de aquéllos de carácter nacional como los específicos para determinados ámbitos regionales) y/o fue financiada con créditos “blandos” del Banco Nacional de Desarrollo (BANADE)2.

La primera compañía instalada bajo regímenes promocionales fue Misky (especializada en la fabricación de golosinas), en Tucumán en 1970. Esta inversión fue

1 Véase Kosacoff, Forteza, Barbero y Stengel (2001). En cuanto a estas cuestiones, es interesante reparar en el hecho que en los últimos años Arcor ocupó el primer puesto en el ranking de “las cien empresas más admiradas de la Argentina” que elabora periódicamente el diario Clarín. 2 Sobre estos instrumentos consúltese, entre otras, las investigaciones de Azpiazu (1987 y 1988); Azpiazu y Basualdo (1990); Gatto, Gutman y Yoguel (1987); Rougier (2004); y Schvarzer (1987).

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financiada con fondos del BANADE (en condiciones muy favorables) y en el marco de una política de promoción a la diversificación productiva en la provincia que se puso en marcha a fines de la década de los sesenta (“Operativo Tucumán”)3. Al año siguiente se abrió una planta elaboradora de dulces, pulpas de fruta y productos enlatados en la localidad de San Rafael (Mendoza). Nuevamente en Tucumán, en 1975 se inauguró una procesadora de glucosa, almidones y derivados. Acogiéndose a regímenes de promoción, ese mismo año se abrió en Villa Totoral (Córdoba) la empresa Pancrek (fabricación de galletitas) y se creó la elaboradora de envases Vitopel, que en 1980 comenzó con la producción de films de PVC. Asimismo, en 1979 Arcor adquirió la firma Guillermo Padilla (ubicada en San Pedro, provincia de Buenos Aires), vinculada a la elaboración de alcohol y derivados del maíz, al tiempo que se asoció con la estadounidense Miles Laboratories para crear Milar (producción de enzimas). En ese año, y a favor de la percepción de importantes recursos públicos asociados a la promoción industrial, inauguró una fábrica de cartón corrugado (Cartocor), ramo en el que posteriormente se convertiría en líder en el nivel nacional (Cuadro Nº 1).

Fue también durante este período cuando el holding controlado por la familia Pagani comenzó su expansión internacional, a partir de la creación de Arcorpar en Paraguay (1976) y la compra del 50% del fabricante de golosinas Van Dam de Uruguay entre 1979 y 1980; adicionalmente, en 1981 logró ingresar al mercado brasileño por la vía de la adquisición de Nechar Alimentos (también especializada en la producción de golosinas).

A lo largo del decenio de los ochenta tuvo lugar una fuerte expansión operativa y patrimonial de Arcor, de resultas de la cual se consolidó su estructura organizacional bajo la forma de grupo económico; ello, en un cuadro signado por el despliegue de una estrategia empresarial que procuró constituir o fortalecer el poder oligopólico en diferentes franjas del mercado de productos alimenticios a través de distintas formas de integración vertical y horizontal de la producción de las firmas bajo control accionario: “para ello, además de recurrir a la radicación de industrias al amparo de la legislación promocional vigente en el ámbito nacional [la propia Arcor, Cartocor, Milar, Vitopel, Pancrek y Misky], Arcor ha constituido una diversidad de sociedades que, acogiéndose a los beneficios de los regímenes provinciales, conllevan una reestructuración integral en la configuración productiva y espacial del complejo empresario como un todo” (Azpiazu, 1988).

En ese marco, en el cuatrienio 1985-1988 se abrieron varias empresas en las regiones cuyana y centro del país. En San Juan se inauguró Frutos de Cuyo (fabricación de conservas de tomates y de envases de hojalata); en el parque industrial de Villa Mercedes (provincia de San Luis) se conformaron cuatro firmas administradas conjuntamente para la producción de alimentos e insumos para diferentes compañías pertenecientes al holding: Converflex (materiales flexibles para envases), Dulciora (dulces y mermeladas), Productos Naturales (esencias) y Metalbox (envases y tapas de hojalata). Asimismo, en el complejo Recreo de 3 Un análisis de las características y los impactos más salientes del denominado “Operativo Tucumán” puede encontrarse en Boneo (1985).

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Cuadro Nº 1 Principales empresas controladas y vinculadas al grupo Arcor según actividad principal, 1973-2002

Empresa* Actividad principal 1973 1983 1986/87 1992 1995 1998 2002

Alica S.A. Elaboración de alimentos en polvo X X X X X Alimentos Indal S.A. Elaboración de conservas de frutas (Chile) X X X X X X Arcor S.A.I.C. Elaboración de golosinas X X X X X X X Arcor Canadá Inc. Comercialización de prod. alimenticios X Arcor de Perú S.A. Comercialización de prod. alimenticios X Arcor do Brasil Limitada Elaboración de golosinas X X Arcor Suiza A.G. (S.A. Ltd.) Comercialización de prod. alimenticios X Arcor USA Inc. Comercialización de prod. alimenticios X Arcorpar S.A. Elaboración de golosinas (Paraguay) X X X X X X Astral S.A. Sociedad de inversiones X X Bertolo y Cía. S.A.C.I.F. (LIA) Distribuidora de alimentos X (a) Biscotti S.A. Elaboración de galletitas X (a) Águila Saint Hnos. S.A. Elaboración de chocolates X (a) Campina S.A. Concesionario automotor X X X s/d Candy S.A. Elaboración de golosinas X X X X X Carbox S.A. Elaboración de cartón corrugado X X X X s/d Carlisa S.A. Elaboración de galletitas X X X X Carti S.A. Elaboración de galletitas X (a) Cartocor S.A. Elaboración de cartón corrugado X X X X X X C.E.M.S.A. Comercializadora de energía X (f) Col Car S.A. Matadero frigorífico X X X X s/d Concor S.A. Negocios inmobiliarios X X X s/d Constructora Mediterránea Construcción X X X X X X X Converflex S.A. Elaboración de films plásticos X X X X X Dos en Uno de Colombia Ltda. Comercialización de prod. alimenticios X Dulciora S.A. Elaboración de dulces X X X X X Estancia Las Carzuelas A.A.G.C.e.I. Estancia agropecuaria X X X X X s/d Estirenos S.A. Elaboración de golosinas X X Faster Publicidad S.A. Agencia de publicidad X X s/d Flexiprin S.A. Conversión de flexibles X X X X X Fripack S.A. Elaboración de maquinaria X X (a) Frutos de Cuyo S.A. Elab. de conservas y envases de hojalata X X X X X Indalar S.A. Industr. y comerc. de cartón corrugado X X X X X X Ideal S.A. Elaboración de envases X X X (a) Ind. de Alimentos Dos en Uno S.A. Comercialización de prod. alimenticios (Chile) X X I.P.A.S.A. Conversión de flexibles X X (a) Industrias Mark S.A. Elaboración de máquinas heladeras X X (a) La Industrial Alimenticia Elaboración de galletitas X X X Los Mistoles S.C.p.A. Estancia agropecuaria X X X X (a) Metalbox S.A. Elaboración de envases de hojalata X X X X X Milar S.A. Elaboración de enzimas X X s/d Misky S.A. Elaboración de golosinas X (a) Nechar Alimentos Limitada Elaboración de golosinas (Brasil) X X X X (b) Noelar S.A. Comercialización de prod. alimenticios X (a) Nutrex Corporation Comercialización de prod. alimenticios X X ( c ) Pancrek S.A. Elaboración de galletitas X X X X X (a) Plastivil S.A. Elaboración de envases X (a) Pinar del Norte S.A. Elaboración de dulces X X (a) Productos Naturales S.A. Elaboración de esencias X X X X X Unidal Chile S.A. Comercialización de prod. alimenticios X X (d) Unidal Ecuador S.A. Comercialización de prod. alimenticios X X X Unidal México S.A. de C.V. Comercialización de prod. alimenticios X X X Unidal Perú S.A. Comercialización de prod. alimenticios X X (e) Van Dam S.A. Elaboración de golosinas (Uruguay) X X X X X X Versalles S.A. (LIA) Elaboración de alimentos en conserva X (a) Vitopel S.A. Elaboración de films plásticos X X X X X (f) Total de empresas 5 19 31 26 35 34 27

* Las empresas resaltadas en itálica fueron favorecidas por regímenes de promoción industrial (tanto los vigentes en el ámbito nacional como los correspondientes a las regiones con regímenes especiales). (a) Absorbida por Arcor. (b) Absorbida por Arcor do Brasil. (c) Absorbida por Arcor USA.

(d) Absorbida por Industria de Alimentos Dos en Uno. (e) Absorbida por Arcor de Perú. (f) Vendida a otra empresa.

Fuente: Elaboración propia en base a Memoria y Balance general de Arcor (varios años); Acevedo, Basualdo y Khavisse (1990); Azpiazu (1988); y base de datos del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO.

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Catamarca se abrieron otras cuatro empresas, también con una administración común: Carlisa (productos de panadería), Candy (caramelos), Alica (premezclas en polvo) y Flexiprin (conversión de flexibles).

Sobre el particular, Kosacoff, Forteza, Barbero y Stengel (2001) destacan que en los ochenta “puede observarse claramente un salto en las dimensiones [de Arcor], que creció a un ritmo mayor que el de los años sesenta y muy superior al de los setenta. Tanto el activo total como las ventas y el patrimonio prácticamente se cuadriplican. Mientras que en 1979 el activo total era de alrededor de 55 millones de pesos [datos a precios constantes de 1995], en 1980 casi se duplicó a 96 millones, y para 1990 el valor se había elevado a 243 millones. El patrimonio también se vio sensiblemente incrementado, pasando de casi 30 millones en 1979 a 48 en 1980 para terminar la década con 178 millones. Las tasas de crecimiento anuales promedio para el período fueron de un 10% para el activo y el patrimonio, de un 6% para las ventas y de un 14% para las inversiones... El incremento del activo, del patrimonio y de las inversiones refleja una política de fuerte expansión de la firma, que se inició ya a fines de los años setenta, pero cuyos resultados comienzan a hacerse evidentes en la década siguiente. El resultado de esta política expansiva fue la incorporación, en un lapso de pocos años, de un gran número de sociedades vinculadas y un cambio en la morfología de la empresa que adquirió definitivamente los rasgos de un grupo económico con una creciente descentralización geográfica. La casi totalidad de las empresas creadas en la década de 1980 se constituyeron en el contexto de regímenes de promoción industrial que otorgaban beneficios impositivos a las actividades localizadas en regiones específicas del país. La utilización de estos regímenes acentuó la expansión geográfica de Arcor, que a fines de los años ochenta operaba plantas productivas en ocho provincias. La incorporación de sociedades se ve reflejada en el notable aumento de las inversiones, las cuales pasaron de 17 millones de pesos a 113 en 1990”.

En relación con estas cuestiones, vale la pena incorporar una breve digresión. De acuerdo a la información suministrada por la precitada investigación de Kosacoff, Forteza, Barbero y Stengel, durante el decenio de referencia Arcor registró, en términos históricos, una tasa de ganancia relativamente reducida: la rentabilidad promedio sobre activos fue del 19% en los años sesenta, del 21% en los setenta y de “sólo” el 11% en los ochenta; asimismo, el margen medio de beneficios sobre ventas siguió una tendencia similar (12%, 15% y 5%, respectivamente).

Es indudable que los cuantiosos beneficios otorgados por el Estado bajo los regímenes de promoción industrial (en los que la búsqueda por maximizar la internalización de los subsidios implícitos en los distintos tipos de incentivos estatales –básicamente de índole fiscal– y la elusión impositiva por diferentes vías constituyeron dos componentes centrales en la formulación de las estrategias empresariales) conforman, por lejos, el factor explicativo predominante del notable crecimiento patrimonial que experimentó el holding durante la “década perdida” de los ochenta. De lo contrario, es difícil comprender los motivos por los

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cuales Arcor “invirtió” tanto en expandir su capacidad productiva y su patrimonio en un escenario de tasas de ganancia relativamente bajas y decrecientes (la presión por el lado de la competencia proveniente del exterior no parece haber sido un aliciente a este tipo de inversiones, dados el cuadro recesivo que imperó durante casi todo el decenio y el “proteccionismo forzoso” que se verificó a raíz de las restricciones existentes en el frente externo). En consecuencia, el hecho que pudiera concretar inversiones a muy bajo costo (por cuanto gran parte del capital lo terminó aportando en los hechos el Estado –es decir, el conjunto de la sociedad argentina–) influyó decisivamente en la señalada estrategia “expansiva” de Arcor4.

En parte, las modalidades de esta expansión fueron lo que le permitió al conglomerado empresario bajo análisis consolidar un perfil de especialización productiva crecientemente volcado al exterior. Al respecto, vale destacar que además de las inversiones en Brasil, Paraguay y Uruguay a las que se aludió, a partir de 1985 las exportaciones de Arcor aumentaron a una tasa bastante más elevada que las ventas en el mercado interno. Esto fue posible por la concurrencia de distintos elementos, entre los que se destacan los siguientes: a) el hecho que el grupo contaba con importantes recursos “ociosos” (por cuanto el grueso de su expansión doméstica y el incremento en su patrimonio se habían financiado con fondos públicos); b) la percepción de subsidios estatales a las exportaciones de origen industrial; c) la crisis socio-económica y el cuadro de creciente regresividad distributiva que caracterizaron a este período; d) el contar con elevadas escalas tecno-productivas (superiores a los niveles “mínimos” requeridos por el tamaño y la composición de la demanda interna), dado el crecimiento patrimonial y operativo registrado en los años previos; y e) las características de la dinámica fabril que se verificó (recuérdese que sólo unas pocas actividades manufactureras vinculadas, en la generalidad de los casos, al procesamiento de recursos básicos lograron quedar a resguardo de la aguda crisis sectorial de los años ochenta)5.

4 Haciendo alusión a los principales aspectos distintivos de la promoción industrial, Azpiazu (1988) ha apuntado que dicha política terminó convirtiéndose “en un simple mecanismo de transferencia de recursos, que subsidia la rentabilidad de un núcleo privilegiado de empresas [entre otros instrumentos, mediante el diferimiento del pago de impuestos (al valor agregado, ganancias, patrimonio neto y/o capital) por un monto equivalente hasta el 75% de la inversión, la deducción del monto imponible del impuesto a las ganancias de la totalidad de la inversión realizada, y la exención de derechos a la importación de bienes de capital y sus repuestos]. Además, esa transferencia conlleva notorias desigualdades en la rentabilidad de la inversión en la industria... Esto se refleja también en la formación de capital en el sector que tiende a verse desalentada fuera del marco de las posibilidades que ofrece la legislación promocional”. 5 Cabe aquí traer a colación unos señalamientos realizados por Fulvio Pagani en un reportaje realizado a mediados de 1987: “Al llegar a este punto quiero hacer una acotación: nuestra economía cerrada nos permitió a nosotros, que no éramos especialistas en el sector, entrar a competir porque aquélla nos daba margen para cometer errores que, por supuesto, el mercado argentino los iba a pagar…Desde mi punto de vista el campo es el que ha subvencionado el crecimiento protegido de muchas actividades, las cuales han podido aprovechar un proteccionismo quizás excesivo, total! El consumidor lo va a pagar. A veces necesitamos 20, pero pedimos 80 y entonces lo volcamos al precio que paga el consumidor. Esos son los defectos de la economía cerrada que le han permitido a un empresario como yo incursionar en la producción de una cantidad de materias primas; algo que no tendría sentido en otro país pero que en Argentina puede ser un negocio, aunque no sirva para el interés general” (Empresa, N° 83).

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Ahora bien, los diferentes factores mencionados no fueron los únicos que permiten dar cuenta de la fuerte expansión de Arcor a lo largo de la “década perdida”; también sobresale su participación en uno de los principales “nichos” de beneficios extraordinarios que se generaron en el plano local al calor de la reestructuración económica y la consolidación de un funcionamiento estatal crecientemente subordinado al capital concentrado interno: la especulación financiera6.

Sin duda, el crecimiento que registró Arcor durante los ochenta (realmente muy significativo si se considera que se dio en un período en el que, vale recalcarlo, se verificó un cuadro recesivo de magnitudes pronunciadas, sobre todo en el campo manufacturero), lo posicionó estratégicamente ante la reactivación del ciclo económico asociada a la instrumentación de la Convertibilidad. En efecto, como se desprende de los datos que constan en el Cuadro Nº 1, el grupo ingresó a la tercera etapa del “modelo financiero y de ajuste estructural” con una estructura productiva y un tamaño patrimonial sumamente consolidados. Ello, básicamente a raíz de los diversos y considerables beneficios otorgados por el Estado en los años previos y de la naturaleza de la reconversión regresiva del aparato fabril iniciada a mediados de los setenta (merced a la capacidad del holding de la familia Pagani de realizar un aprovechamiento integral de los escenarios privilegiados por las políticas públicas y, en ese marco, de encarar una estrategia de especialización productiva e integración –tanto vertical como horizontal–, su dinámica de acumulación se ha consolidado en torno de uno de los sectores fabriles más favorecidos por dicho proceso de reestructuración).

En consecuencia, lo que podía considerarse como un sobredimensionamiento del conglomerado a fines de los ochenta, se convirtió en un “activo estratégico” frente a sus competidores locales y del exterior: dada su trayectoria previa y las características de su inserción en la economía doméstica, Arcor contaba a principios de los noventa con una poderosa base estructural, en base a la cual logró proseguir su expansión tanto en el mercado nacional como en el internacional en el contexto de la profundización del proceso de “desindustrialización” de la Argentina.

Esta buena posición relativa de Arcor en ambos segmentos se vio potenciada por la conjunción de ciertos procesos privativos de la década pasada, entre los que interesa señalar 6 Al respecto, Kosacoff, Forteza, Barbero y Stengel (2001) plantean: “En el contexto de inestabilidad macroeconómica de los años ochenta, especialmente a partir de la consolidación del régimen de alta inflación y de la generalización de los mecanismos de indexación monetaria, la gestión financiera de las firmas residentes en Argentina priorizaba su atención en los movimientos y la situación de corto plazo. Las empresas centraban su acción en la búsqueda permanente de oportunidades de colocación en activos de altísima liquidez. Este contexto y estrategias predominantes condicionaban fuertemente el tipo de capacidades desarrolladas en el área de administración financiera de las firmas, y Arcor no fue una excepción dentro de esta tendencia”. Asimismo, reviste interés señalar que de acuerdo a la información proporcionada por el estudio de Acevedo, Basualdo y Khavisse (1990), a comienzos de los ochenta el conglomerado tenía un endeudamiento externo que superaba los 40 millones de dólares (a través de dos empresas: Arcor y Misky), de allí que muy probablemente resultó favorecido por el proceso de estatización de la deuda externa privada vía los regímenes de seguros de cambio. Por otro lado, durante esta década una firma del holding (Milar) se acogió al programa de capitalización de la deuda externa que se implementó (la deuda capitalizada ascendió a cerca de 9 millones de dólares). Véase también Basualdo (1987); y Basualdo y Fuchs (1989).

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dos. Primero, el afianzamiento de una estructura productivo-exportadora fuertemente asentada sobre la explotación de recursos naturales, en particular de productos agroindustriales (ello, por efecto de distintos factores: orientación del set de políticas “ordenadoras” del shock institucional neoconservador instrumentado durante la Administración Menem y continuado sin modificaciones sustantivas bajo el gobierno de la Alianza, tipo de cambio fijo con sobrevaluación de la moneda doméstica, forma de inserción internacional del país propiciada por los cuadros orgánicos del neoliberalismo, etc.). Segundo, la participación que tuvo el grupo en el intenso proceso de centralización del capital que se manifestó a lo largo de estos años (entre las principales adquisiciones que realizó Arcor sobresalen: la de la división de alimentos y golosinas de Noel, la de la tradicional elaboradora de chocolates Águila Saint y la de la compañía La Industrial Alimenticia –especializada en la fabricación de galletitas–)7.

Estas compras reflejaron un cambio en el management del holding que se deriva en buena medida de la asunción de Luis Pagani como presidente del mismo en 1993, tras la muerte de su padre y fundador. Bajo su conducción Arcor abrió en 1994 una nueva fábrica de chocolates en Colonia Caroya (Córdoba) y en 1995 inauguró una planta de galletitas en Salto (provincia de Buenos Aires). Por otro lado, en 1997 se construyó otro establecimiento vinculado a la elaboración de cartón corrugado para Cartocor en la localidad bonaerense de Luján. Estas nuevas unidades productivas sugieren la opción estratégica por consolidar un perfil productivo en el nivel del grupo empresario caracterizado por una fuerte integración –siempre con eje en su core business tradicional–, lo cual diferencia a Arcor de otros grandes conglomerados económicos que durante esta etapa desplegaron estrategias más o menos intensas de diversificación de sus respectivas “carteras de negocios” (tales los casos de, entre otros, Macri, Pérez Companc, Soldati y Techint).

Sin embargo, no puede soslayarse el hecho que a la par que Arcor agrandaba su participación en el mercado por efecto de la mencionada estrategia y de la fuerte expansión de sus ventas (entre 1991 y 2001 su facturación consolidada creció casi un 300%), también encaró un proceso de terciarización en algunos rubros, reviendo parcialmente –a favor del contexto macroeconómico– la estrategia de integración vertical desplegada en los períodos anteriores. Es en este marco que se inscribe la venta de Vitopel durante el año 2000 (a manos del fondo de inversión BOOP Holdings). Este comportamiento le permitió al grupo reducir costos, eludir en ciertos sectores la competencia del exterior y concentrarse en sus líneas de productos más “fuertes”.

En el nivel internacional, a lo largo del decenio pasado el conglomerado continuó su expansión productiva en América Latina: en 1996 abrió una planta productora de caramelos en Perú; en 1997 adquirió la fabricante de films de polipropileno Koppol de Brasil (posteriormente se desprendió de la misma); en 1998 compró la empresa chilena Dos en Uno

7 De todos modos, debe tenerse en cuenta que la participación de Arcor en el proceso de compra-venta de empresas que se verificó durante el decenio pasado fue mucho menos importante que la de otros grupos económicos locales (consúltese el Anexo Nº 2).

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(líder en la elaboración de golosinas en su país y con fuerte presencia en la región); en ese mismo año accedió al 50% restante de Van Dam de Uruguay; y en 1999 instaló en Brasil una fábrica de chocolates y un centro de distribución (Bragança Paulista). En ese contexto, y luego de registrar un incremento pronunciado desde 1991, a fines del régimen de Convertibilidad las exportaciones de Arcor se ubicaron en el orden de los 160 millones de dólares (algo más del 15% de su facturación).

El inicio del siglo XXI encontró al grupo buscando consolidarse estructuralmente en ciertos ramos estrechamente relacionados con su núcleo duro de acumulación y reproducción ampliada del capital. Se destaca, en tal sentido, su asociación con la multinacional Kraft Suchard, mediante un acuerdo por el cual esta última se quedó con la marca de jugos “Verao” y Arcor con la de caramelos “Sugus”. Por otro lado, el holding celebró un acuerdo estratégico con la norteamericana Brach’s a raíz del cual pasó a fabricar golosinas de dicha marca con el propósito de exportarlas a los Estados Unidos, al tiempo que le adquirió a Nestlé Brasil las líneas de productos “Kid’s”, “Amor”, “Poosh”, “Piparito” y “7 Belo” (caramelos).

Asimismo, cabe señalar que durante el 2004 la organización controlada por la familia Pagani inauguró una nueva planta de conversión de envases flexibles en Cartocor. También se asoció con la francesa Danone para unificar los negocios de galletitas, alfajores y barras de cereal en Argentina, Brasil y Chile (esta alianza se cristalizó en la constitución de la empresa Bagley Latinoamérica, actualmente el mayor productor de galletitas de Sudamérica). Su último negocio importante ha sido el lanzamiento de su propia línea de helados, los cuales son elaborados, acuerdo comercial mediante, por la compañía Ice Cream8.

En suma, como resultado de la notable expansión que experimentó a lo largo de las últimas décadas, el grupo Arcor se ha consolidado como uno de los principales actores de la industria alimenticia de la Argentina (en especial en el rubro de las golosinas y productos afines); a favor de las múltiples empresas que forman parte del conglomerado, presenta un relativamente elevado grado de integración de su circuito productivo y forma parte del “elenco estable” de la elite exportadora del país; y su ciclo de acumulación se ha internacionalizado de manera considerable, lo cual se ha visto potenciado por su estrategia de abrir unidades productivas y comerciales en el exterior y de establecer alianzas con importantes capitales transnacionales del sector (todo lo cual, a su vez, le ha posibilitado afianzar en el nivel doméstico el poder económico acumulado casi sin interrupciones desde su nacimiento a comienzos de los años cincuenta)9.

8 Los datos correspondientes al año 2004 indican que la facturación consolidada de Arcor ascendió a una cifra cercana a los 950 millones de dólares, de los cuales alrededor del 25% correspondió a exportaciones. 9 En el plano político-institucional, este proceso de fortalecimiento ha tenido diversas repercusiones. Basta con mencionar, en tal sentido, que Luis Pagani ejerce la presidencia de la Asociación Empresaria Argentina (entidad que representa –y despliega un intenso lobbying a favor de– lo más selecto de los sectores dominantes locales), y que Arcor (junto con otros grupos económicos, como Techint) es en el presente un adalid de la gran “burguesía nacional” y es reconocido como tal desde diversos ámbitos.

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Como se intentó demostrar, el ostensible poderío estructural que detenta este grupo empresario se encuentra vinculado básicamente con dos elementos. En primer lugar, con la internalización de ingentes fondos públicos durante las décadas de los setenta y ochenta, lo cual sugiere la existencia de una “cultura empresarial” muy proclive a la búsqueda de “cuasi-rentas de privilegio” y poco propensa a la asunción de riesgos10. Al respecto, vale resaltar que fue al amparo de diversas modalidades de subsidio estatal al gran capital que se aplicaron en esos años que Arcor logró abrir numerosas empresas y, por esa vía, delinear la fisonomía estructural y el poder económico que presenta en la actualidad. En segundo lugar, con la consolidación a lo largo del “modelo financiero y de ajuste estructural” de un sector manufacturero en el que las actividades agroindustriales han pasado a ejercer un claro y creciente predominio, en gran medida como resultado de la mayoría de las políticas económicas que se instrumentaron y, más ampliamente, de los objetivos socio-económicos y políticos subyacentes en la revancha clasista comenzada a sangre y fuego en marzo de 1976.

De la acumulación de una importante masa crítica a la “desindustrialización”, la “simplificación productiva” y la convocatoria de acreedores: la historia de Servotron11

Servotron nació en 1964 como un emprendimiento de tres estudiantes de la carrera de ingeniería de la Universidad de Buenos Aires con intereses en la investigación aplicada en el campo de la electrónica industrial. La empresa empezó como un emprendimiento menor (inicialmente los tres socios –posteriormente se agregó un cuarto– trabajaban en el garage de una vivienda), pero esta primera etapa duró poco tiempo ya que el crecimiento de la demanda por efecto del dinamismo del esquema sustitutivo la forzó a desarrollar nuevos productos conforme se incrementaba y diversificaba su cartera de clientes. A tal punto que muy pronto comenzó a especializarse en el diseño y la producción de configuraciones de seguridad industrial, teniendo un importante desarrollo en el rubro de los sistemas de control (entre los avances más importantes de la firma se encontraban los circuitos impresos de doble capa, los únicos producidos por entonces en el país). Debido a la baja estandarización y normalización existentes por entonces12, la innovación dentro de la compañía se hizo necesaria en función de adaptar la producción a los requerimientos específicos de cada industria demandante.

10 Para Nochteff (1994, 1996 y 1998), las “cuasi-rentas de privilegio” se definen por oposición a las denominadas “cuasi-rentas tecnológicas” (típicas de los procesos de desarrollo de estilo schumpeteriano –esto es, aquéllos liderados por el avance tecnológico y el comportamiento innovador de ciertos empresarios–), y hacen referencia a las ganancias extraordinarias que obtienen algunas firmas y grupos económicos por haber conformado una posición de privilegio en sus respectivos mercados en base al accionar del aparato estatal. A diferencia de las “tecnológicas”, las de “privilegio” no son transitorias (en tanto no son erosionadas por la competencia, la imitación creativa y la difusión tecnológica –duran tanto como lo hace el apoyo del Estado–), ni inducen al desarrollo. 11 La información básica empleada para reconstruir la historia de Servotron proviene, en lo sustantivo, de varias entrevistas realizadas en el transcurso del 2005 con los Ingenieros Bruno Capra y Norberto Sampietro (dos de los titulares y socios fundadores de la compañía), así como de una amplia gama de documentos que fueron muy gentilmente suministrados por los mismos. 12 Véase Katz (1983); y Katz y Kosacoff (1998).

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Otro factor fundamental en la expansión inicial de la empresa fue el desarrollo de una red de proveedores especializados, dado que a mediados de la década de los sesenta no existía una amplia oferta local en esta materia. En muchos casos, Servotron se encargó de facilitar los medios necesarios, entre ellos suministrar el capital de trabajo requerido para “generar” el proveedor con la calidad que se precisaba para las mercancías que fabricaba y que posteriormente colocaba en el mercado. Si bien muchos de los componentes eran importados por cuanto la matriz industrial argentina aún presentaba varios “casilleros vacíos” (en especial en sus segmentos más complejos), el diseño del producto del cual los mismos formaban parte era nacional, lo mismo que su elaboración, logrando en algunos casos niveles de desarrollo tecnológico relativamente próximos al de los principales centros industriales13.

Dado su crecimiento, en 1969 los titulares de Servotron decidieron trasladarse a un galpón ubicado en Villa Martelli (en el partido bonaerense de Vicente López). Las tareas dentro de la empresa empezaron a subdividirse generando nuevas áreas de trabajo, lo que implicó la necesidad de ampliar la capacidad edilicia (para lo cual se rentaron inmuebles lindantes con la planta principal) y, obviamente, la dotación de personal.

En línea con las tendencias de la época, y a pesar de contar con la mencionada red de proveedores, durante estos años la compañía operaba con un relativamente alto grado de integración vertical, el cual se reflejaba en la existencia de varios sectores o “departamentos” internos estrechamente vinculados entre sí: división de ingeniería y diseño, sector de pintura, de cableados y de fabricación de transformadores, “departamento” administrativo, comercial y de compras, etc.. Al respecto, vale traer a colación un ejemplo: la firma adquiría la chapa cruda, luego se trabajaba sobre ella en la fábrica, se la pintaba (a tales efectos se había construido un horno de pintura), se armaba el tablero en sus partes mecánicas para luego insertar el cableado, y finalmente se colocaba el transformador (que también era producido por la empresa), para su venta posterior.

Uno de los momentos de mayor expansión de Servotron se dio a partir de los convenios suscriptos entre 1973 y 1974 por el entonces Ministro de Economía, José Gelbard, y el gobierno de Cuba. Como producto de ello, la compañía exportó a dicho país sistemas de control de coches ferroviarios (a través de firmas como la italiana Fiat-Materfer). También en esos años logró transformarse en una importante proveedora de la industria automovilística: a raíz de la celebración de acuerdos comerciales, se convirtió en una suerte de división electrónica de una empresa que realizaba los transportes internos (cintas transportadoras) de varias plantas automotrices.

13 Refiriéndose al desarrollo de unos convertidores de alimentación de equipos de comunicaciones que había concretado Servotron por esos años, el Ing. Sampietro destacó en una de las entrevistas que se realizaron para esta investigación: “Fuimos a un congreso en Estados Unidos a presentar nuestro trabajo y lo que notamos fue que estábamos `en la misma´, que en los países centrales había mucho más volumen, más potencial de mercados, pero en tecnología estábamos muy bien... Y de ese tipo tuvimos dos o tres desarrollos más”.

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Hasta aquí se podría sostener que, salvando las ostensibles diferencias en el tipo de producción y de escala, la evolución durante esta etapa de Servotron no difiere demasiado del desempeño de Arcor en términos de crecimiento operativo, pero sí lo hace cualitativamente (debido a la mayor cantidad y calidad del empleo que generaba por unidad de producto, el alto desarrollo ingenieril involucrado en la mayoría de los bienes elaborados, una producción industrial mucho más compleja y ligada a la búsqueda de “cuasi-rentas tecnológicas”, etc.). Así, de la mano de la considerable expansión manufacturera del período (en especial en el campo metalmecánico), y de la verificada específicamente en el ámbito electrónico14, a comienzos del decenio de los setenta Servotron contaba con unos 120 empleados, de los cuales cerca del 25% eran ingenieros y muchos otros técnicos especializados; asimismo, en su corta existencia había incrementado de modo significativo su coeficiente de integración vertical y desarrollado una importante red de proveedores especializados.

Dicha situación se mantendría hasta mediados de esa década, en particular hasta las medidas de desregulación financiera y liberalización comercial implementadas durante la última dictadura militar. Como se señaló oportunamente, en el marco del predominio del arcaico y retrógrado principio de las ventajas comparativas estáticas, las políticas económicas diseñadas e instrumentadas por Martínez de Hoz y su equipo afectaron sobremanera a numerosas ramas del entramado manufacturero doméstico, sobre todo a la electrónica y a muchos sectores fabriles demandantes de la producción de Servotron. Ello, en lo sustantivo, a raíz de una brusca caída arancelaria que se enmarcó en una apertura comercial muy sesgada en cuanto a sus impactos sobre las diferentes industrias, y que resultó agravada por el atraso cambiario que trajo aparejada la adopción de la “tablita” y por las restricciones de financiamiento que debieron afrontar fundamentalmente las empresas de menores dimensiones a partir de la Reforma Financiera de 1977 y ante el auge de la especulación en el nivel local (derivada, a su vez, del comportamiento de los grupos económicos más importantes del país y del aparato estatal en el contexto de la redefinición de los fundamentos básicos del capitalismo doméstico impulsada por los dictadores militares y sus bases de sustentación en el plano socio-político).

Esta fenomenal alteración en la orientación “conceptual” de la política económica vis-à-vis lo sucedido durante la sustitución de importaciones y, por esa vía, en el “entorno de negocios” se verificó en un lapso de tiempo muy breve (lo cual, como era de esperar, condicionó la capacidad de respuesta de los distintos segmentos empresarios), y tuvo impactos macro y mesoeconómicos de diversa índole que resultaron sumamente perjudiciales para la firma analizada y empujaron a sus propietarios a adoptar distintas estrategias (la mayoría de “supervivencia”) que perdurarían, con ciertas variaciones, hasta su “caída” en convocatoria de acreedores a mediados de 1999.

14 Sobre el particular se pueden consultar los estudios de Azpiazu, Basualdo y Nochteff (1988); y Nochteff (1985).

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Si en estos años de profunda modificación en el régimen de acumulación de capital (con su correlato en términos de “desindustrialización”, creciente predominio de manufacturas ligadas al procesamiento de recursos naturales, retroceso acentuado de los rubros fabriles de mayor complejidad, reducción del tamaño del mercado interno por efecto de la crisis económico-fabril y la redistribución regresiva del ingreso nacional, etc.), la estrategia que llevó adelante Arcor fue “expansionista” (gracias a su peculiar vinculación con el Estado –altamente costosa, en diferentes sentidos, para el conjunto de la sociedad argentina–), en el caso de Servotron se podría decir que fue netamente “defensiva”.

En tal sentido, entre las conductas desplegadas a partir de las reformas “pro-mercado” de Martínez de Hoz se destacan particularmente dos. En primer lugar, la puesta en práctica de una suerte de política de outsourcing: dado el sentido aperturista y “desindustrializador” de la política económica, desde la firma se impulsó a muchos de sus empleados a que se pusieran a trabajar por cuenta propia en calidad de proveedores externos, para lo cual en numerosos casos se les facilitaron los medios requeridos para ello. Los principales objetivos perseguidos por esta terciarización –que por sus impactos y características, poco tuvo que ver con la red de proveedores especializados conformada durante la fase sustitutiva– fueron los de reducir la estructura estable, recortar costos y poder responder mejor a las fluctuaciones de la demanda (que por entonces, crisis industrial mediante, estaba experimentando fuertes oscilaciones en el marco de una clara tendencia contractiva, muy intensa en ámbitos estrechamente ligados al desenvolvimiento de Servotron: la electrónica industrial y de consumo, la elaboración de bienes de capital, diversas metalmecánicas, etc.).

En segundo lugar, y a favor de la liberalización comercial, la otra estrategia “defensiva” pasó por la importación de productos que, en muchos casos, en la etapa anterior habían sido fabricados por la empresa, y por la prestación de ciertos servicios. En ese contexto, la actividad doméstica empezó a focalizarse en forma creciente en la puesta en marcha y/o el armado y el mantenimiento de los equipos en las distintas industrias a las que la firma proveía. Además, Servotron pasó a ser el “representante oficial” en el país de importantes fabricantes extranjeros. A pesar que todo ello derivó en el cierre o la desarticulación de líneas de producción que hasta entonces habían sustentado la expansión de la empresa, este accionar le permitió a la misma seguir manteniendo una cierta estructura de fábrica, aunque naturalmente mucho más reducida que en las postrimerías de la industrialización sustitutiva. Así, Servotron pasó de ser principalmente una productora a ser una importadora y prestadora de servicios (con todo lo que ello supuso en términos de, entre otras cuestiones, ruptura de encadenamientos productivos, reducción en los planteles laborales, pérdida de la importante masa crítica acumulada previamente, “desincorporación” de conocimientos científico-tecnológico-ingenieriles, etc.). En relación con estas cuestiones, en una de las entrevistas realizadas el Ing. Capra destacó sobre esta etapa: “la `pata´ importadora de la compañía creció tan vertiginosamente que terminó financiando las pérdidas que provenían de la fábrica que todavía manteníamos”.

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En consecuencia, como resultado de los efectos de las políticas económicas aplicadas durante la última dictadura militar, el core bussiness de Servotron pasó a concentrarse básicamente en el ámbito de los servicios de ingeniería, el diseño (como concepción del sistema a implementar) y la comercialización, abandonando gran parte de la producción industrial, la cual pasó a depender de la importación y, en menor medida, de la red de proveedores que fue armando la propia empresa (outsourcing mediante). De esta manera, y replicando las tendencias verificadas en el nivel agregado, en muy pocos años la firma sufrió un importante proceso de desintegración y “simplificación” productivas que difícilmente pueda ser atribuido al despliegue de una estrategia microeconómica inapropiada o errónea y/o a la ausencia de “vocación industrial” o “voluntad emprendedora”; a raíz de ello ingresó en un cuadro de ostensible debilidad estructural que se agravaría en los años subsiguientes.

Además de haber encarado las mencionadas prácticas de “sobrevivencia”, en este período Servotron logró sobrellevar en parte la crisis por su vinculación con el mecanismo del “compre argentino”. Si bien a través de esta herramienta se benefició fundamentalmente a un puñado de grandes empresas y conglomerados económicos de capital nacional y extranjero que actuaban como abastecedores del Estado (miembros ilustres de lo que se conoció como “la patria contratista”), por las propias características del régimen éstos debían proveerse de insumos en el nivel nacional (siempre que existiera oferta doméstica). En este sentido, Servotron no recibió directamente beneficios en materia de sobreprecios o preferencias en las licitaciones, pero participó como proveedor de varios grandes contratistas del sector público; ello, porque a pesar de la crisis y la reestructuración fabriles que se estaban registrando, la firma aún era competitiva en términos locales y tenía experiencia (“un nombre” al decir del Ing. Capra) en el mercado argentino.

En relación con estas cuestiones, en el Cuadro Nº 2 se presentan, desagregadas según su sector de actividad, las principales compañías de las que Servotron fue proveedor entre fines del decenio de los sesenta y del de los ochenta. De la información presentada se comprueba, por un lado, que se trata de un conjunto importante de empresas líderes en una amplia gama de actividades y, por otro, que además de grandes firmas privadas que pertenecieron al núcleo duro de la “patria contratista”, hay una presencia significativa de compañías estatales.

Esta suerte de “efecto derrame” ligado a las compras y las contrataciones del Estado fue lo que le permitió a Servotron “capear el temporal” durante los años de la dictadura, tal como lo destacó en una de las entrevistas el Ing. Sampietro en alusión al caso de ENTel: “En el país había equipos de comunicaciones que eran atendidos a más de 200 kms. de donde estaban instalados... Esta es una técnica que casi ningún país desarrollado tiene, porque es muy difícil encontrar tanto campo libre como en la Argentina. Esto nos facilitó sobrevivir en la época de Martínez de Hoz porque, a pesar que nosotros en términos relativos a la competencia externa éramos caros, ENTel compraba la infraestructura a los concesionarios, a la `patria contratista´. En una oferta de estas características, era normal que hubiera

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Cuadro Nº 2 Principales empresas de las que Servotron fue proveedor entre fines de los años setenta y de los ochenta según tipo de propietario y sector de actividad

Industria* Petróleo y derivados e industrias químicas

Construcción Comercio Servicios Financiero

Aluar (privada, aluminio) Cromoquímica (privada, química)

Techint (privada)

Carrefour (privada)

Reuters (privada, agencia de noticias)

Banelco (privada)

Acíndar (privada, siderurgia) Basf (privada, química) Sideco (privada)

Makro (privada)

Camino del Buen Ayre (estatal, redes de accesos)

Banco Galicia (privada)

Siderca (privada, siderurgia) Petroquímica Gral. Mosconi (estatal, química)

Sade (privada) Obras Sanitarias de la Nación (estatal, agua y saneamiento)

Banco de Comercio de Bs. As. (privada)

Somisa (estatal, siderurgia) Gillette (privada, química) Tauro (privada)

OCASA (privada, correo)

Citibank (privada)

Gurmendi (privada, metalurgia) Bayer (privada, química) Segba (estatal, distribución de energía eléctrica)

Banco de la Provincia de Buenos Aires (estatal)

Altos Hornos Zapla (estatal, siderurgia)

Indupa (privada, química) IBM (privada, informática)

Banco Nación (estatal)

Loma Negra (privada, cemento) Petroquímica Cdro. Rivadavia (estatal, química)

ENTel (estatal, telefonía)

Bank Boston (privada)

Cerámica Neuquén (privada, cerámica)

Petrosur (privada, química)

Subterráneos Línea E (estatal, transporte de personas)

Banco del Río de la Plata (privada)

Cattáneo y Cía. (privada, minerales no metálicos)

Monsanto (privada, química)

Chevallier (privada, transporte de personas)

Diners Club (privada)

Goodyear (privada, neumáticos) Esso (privada, petróleo y derivados)

Hidronor (estatal, generación de energía eléctrica)

American Express (privada)

Águila Saint (privada, alimentos) Shell (privada, petróleo y derivados)

CTM Salto Grande (estatal, generación de energía eléctrica)

Banco de la Provincia de Santa Fe (privada)

Swift Amour (privada, alimentos) Astra (privada, petróleo y derivados)

CEAMSE (estatal, cinturón ecológico)

Bagley (privada, alimentos) Copetro (privada, petróleo y derivados)

Covisur (privada, peajes)

Suchard (privada, alimentos) YPF (estatal, petróleo y derivados)

Covimet (privada, peajes)

Molinos Río de la Plata (privada, alimentos)

YCF (estatal, extracción y procesamiento de carbón)

Sancor (privada, alimentos) Cervecería Quilmes (privada, bebidas) Ledesma (privada, alimentos) Aceitera Gral. Deheza (privada, alimentos) Cargill (privada, alimentos) IKA – Renault (privada, automotriz) Ford (privada, automotriz) Fiat (privada, automotriz) Materfer (privada, ferroviaria)

* Excluyendo aquéllas vinculadas a los sectores petrolero y químico. Fuente: Elaboración propia en base a Memoria y Balance general de Servotron (varios años); e información recogida en entrevistas con ex propietarios de la compañía.

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Anexo Nº 1. Desempeños empresarios heterogéneos en el marco de la reestructuración regresiva de la industria argentina durante el “modelo financiero y de ajuste estructural”

veinticinco oferentes, a siete u ocho de los cuales nosotros le lográbamos hacer ofertas del equipamiento que se llamaba `de fuerza´ [dispositivos de alimentación eléctrica para los equipos de comunicaciones de los radioenlaces que instalaba la telefónica estatal]. Hicimos muchas instalaciones de este tipo... Ahora, había un gran defecto en el funcionamiento del sistema de provisiones al sector público: a nosotros, que éramos sub-proveedores, los grandes contratistas nos reconocían precios que eran acordados en un marco de amplia competencia, lo que daba un valor realmente muy bajo en relación con la forma en que ellos vendían finalmente la infraestructura `llave en mano´... Haciendo una estimación a grosso modo podríamos afirmar que si los `equipos de fuerza´ se vendían por 100 mil dólares, a nosotros nos los pagaban por 25 mil: ellos multiplicaban el precio por condiciones financieras y a través de distintas argucias contables”.

Durante los años ochenta Servotron retomó la fabricación de algunos productos pero continuó operando como importador, dado que no se revirtieron las tendencias a la desverticalización y la terciarización iniciadas durante la dictadura militar ni, menos aún, el achicamiento del mercado interno por la crisis socio-económica y la regresiva reconversión fabril. En ese marco, la compañía, que había comenzado la década con menos de un tercio de la cantidad de empleados que había llegado a tener a mediados de la anterior, logró expandirse a través del desarrollo y la comercialización de nuevos productos y servicios, aunque nunca logró recuperar las dimensiones anteriores (tanto en términos cuantitativos como cualitativos). Ello, porque si bien a lo largo de este decenio se registró un cierto incremento en su facturación, no ocurrió lo propio con su estructura de producción debido a la cada vez más acentuada gravitación de, por un lado, las partes, piezas y productos finales provenientes del exterior, y, por otro, la prestación de servicios.

En esta etapa la empresa se focalizó en las fuentes de alimentación asegurada, cuyo mercado se había ampliado a partir del –por entonces reciente– desarrollo de sistemas computarizados. Los componentes centrales de dichas fuentes eran importados y Servotron se dedicaba básicamente al armado, la instalación y el mantenimiento (entre sus clientes más importantes del período se destacan los sistemas de cajeros automáticos de la red Banelco y el Banco de la Provincia de Santa Fe). Asimismo, en estos años siguió jugando un rol importante el régimen de “compre argentino” (que, como se mencionó, favorecía indirectamente a la firma). Otro de los negocios de esta década fue la representación que obtuvo Servotron de la compañía alemana Endress y Hauser, una de las líderes mundiales en sistemas de sensores y controles de nivel, caudal, presión y flujo, siendo su especialidad el control de procesos industriales sofisticados. Finalmente, la empresa pasó también a prestar servicios de programación de software para uso industrial y a instalar los sistemas de control denominados de “lógica variable”15.

15 En este sentido, resultan interesantes y por demás ilustrativas las palabras del Ing. Capra: “Si bien durante los ochenta el grueso del reducido margen de ganancias fue comercial, Servotron se diferenciaba por el `valor agregado´ que incorporaba a través de sus conocimientos en materia tecnológica gracias a la importante masa crítica heredada de nuestra actividad industrial en el período anterior al golpe de Estado de marzo de 1976”.

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Anexo Nº 1. Desempeños empresarios heterogéneos en el marco de la reestructuración regresiva de la industria argentina durante el “modelo financiero y de ajuste estructural”

De las consideraciones que anteceden se desprende que el lapso temporal que abarca desde las políticas “pro-mercado” de la última dictadura militar hasta fines de los años ochenta estuvo signado por el despliegue de una serie de conductas “defensivas” por parte de Servotron tendientes a adaptarse a un escenario sumamente desfavorable por la concurrencia de múltiples factores. De resultas de ellas, la firma se fue alejando cada vez más de la actividad manufacturera, volcándose crecientemente hacia el ámbito de los servicios y la comercialización. Sin duda, esta trayectoria particular constituye el principal elemento explicativo de la marcada debilidad estructural con que la empresa llegó al inicio del shock institucional neoconservador que empezó a implementar la Administración Menem a partir de 1989 (todo esto, en claro contraste con la forma y la fisonomía estructural con las que Arcor accedió a tal coyuntura histórica)16. Como se analizó en la Tesis, el set de políticas aplicado tuvo nuevamente un sesgo “desindustrializador” que impactó de manera desigual y heterogénea sobre los diferentes actores y sectores fabriles.

Frente al “entorno de negocios” que se configuró en el transcurso de la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” Servotron se afianzó como prestadora de servicios, principalmente la implementación, la adaptación y el service de productos importados (en especial de sistemas ininterrumpibles de energía –denominados UPS–), dado que las pocas líneas de producción que había logrado preservar fueron desapareciendo conforme se hacían sentir los efectos de la liberalización comercial, la sobrevaluación de la moneda nacional, las diversas restricciones existentes en materia de acceso al crédito, etc.. En el caso de los UPS, a comienzos de la década de los noventa Servotron aún producía las fuentes de alimentación de corriente continua que servían para el bien final; sin embargo, en poco tiempo fue disminuyendo la potencia de los equipos fabricados (pasando de 120 kva. a 30 kva.), hasta que directamente se decidió abandonar la producción para dedicarse de lleno a la importación. Algo similar ocurrió con otras líneas de producción que mantenía la empresa, como los controles de nivel17.

Otro de los factores que agudizaron aún más la debilidad estructural de Servotron durante estos años fueron las privatizaciones. En la mayoría de los casos, los consorcios adjudicatarios priorizaron la contratación como proveedoras de insumos y equipos a empresas extranjeras, violando sistemáticamente la legislación del “compre argentino” (ello, con absoluta connivencia estatal). Este es el caso del Tren de la Costa, una firma vinculada al grupo económico Soldati: “se permitió algo fuera de toda lógica. A pesar que Servotron había

16 Para entonces dos de los socios fundadores de Servotron habían optado por retirarse del directorio y el capital accionario, y los empleados no superaban los treinta. 17 Respecto de estos temas, en una de las entrevistas el Ing. Sampietro destacó: “Iniciamos los noventa fabricando algunos modelos de controles electrónicos, pero paulatinamente los dejamos de producir a medida que las facilidades de importación aumentaban y las ventajas de fabricar se evaporaban. En este caso fue evidente: dejamos de fabricar, con dolor, dado que en general nos había costado mucho esfuerzo empezar a producir, cuando el mismo artículo nos costaba menos traerlo de afuera que producirlo nosotros mismos. Así, en esta línea terminamos importando todo y suministrábamos al cliente la provisión de los equipos y el servicio de ingeniería asociado. El problema era que el negocio en ese sentido era muy reducido”.

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Anexo Nº 1. Desempeños empresarios heterogéneos en el marco de la reestructuración regresiva de la industria argentina durante el “modelo financiero y de ajuste estructural”

hecho la mejor oferta técnica para un sistema de señalamiento, las presiones de lobbying determinaron que finalmente se contratara a una empresa francesa que al momento de la licitación no tenía ni sus productos ni su sistema homologados para el uso ferroviario, pero que si vendía el equipamiento en la Argentina podía obtener la `homologación de uso´. Obtenerla en su país de origen le hubiese costado millones de dólares, por lo tanto pudo bajar el precio de venta tanto cómo fuera necesario para poder venderlo aquí. Obviamente, en esas condiciones para nosotros era imposible ser competitivos” (entrevista realizada al Ing. Capra). Estos peculiares mecanismos de selección de proveedores por parte de las privatizadas (y algunos similares) también perjudicaron a Servotron en otras licitaciones de la época (Metrovías, Autopista del Oeste y Autopista Riccheri, entre las más relevantes).

En estos años, mientras el mercado local estaba prácticamente “vedado” para la empresa por la apertura económica, lo sucedido con el “compre argentino”, las restricciones de financiamiento y la contracción de la demanda ante la profundización de la “desindustrialización” y la reestructuración regresiva de la trama fabril local, la firma logró realizar algunas ventas en el extranjero, principalmente en Brasil, Paraguay y Uruguay. En este sentido, uno de sus últimos trabajos fue la instalación de equipamiento para peaje y señalamiento en las redes de acceso a Río de Janeiro y otras ciudades de Brasil. Si bien ello le dio cierto “aire” en un contexto domestico muy desfavorable, la devaluación del “real” a comienzos de 1999 trajo aparejado el fin de los negocios en el vecino país para Servotron, ya que con costos dolarizados se le hizo imposible competir. Esto selló la “suerte” de la empresa que en ese año se declaró en convocatoria de acreedores y cesó por completo sus actividades18.

18 Con motivo de la convocatoria, el entonces presidente de Servotron (el Ing. Capra) envió a mediados de 1999 una carta a la Cámara de Industriales de Proyectos e Ingeniería de Bienes de Capital de la República Argentina (CIPIBIC) en la que se plantean algunos de los factores que derivaron en dicha situación. Se trata, en tal sentido, de un testimonio histórico relevante para aprehender el contenido regresivo y “desindustrializador” del proceso acaecido en la tercera fase del “modelo financiero y de ajuste estructural” y, como tal, exime de mayores comentarios: “Servotron se ha tenido que presentar en convocatoria por dos motivos básicos. 1) Por la presión fiscal, que ha hecho que una empresa mediana, que empleaba numerosas personas calificadas, con un facturado de unos 10 millones de pesos anuales en 1996 acumulase por el sistema de retenciones un crédito fiscal, de libre disponibilidad, por 2 millones de pesos. Para obtener su devolución tuvimos que bregar 2 años, realizar un expediente que alcanzó las 16 mil fojas y un costo estimado para hacerlo de algo más del 50% del valor recuperado (aproximadamente un millón de pesos). 2) Por la restricción de los mercados naturales que correspondían a los antecedentes de Servotron, mercados que le fueron `cancelados´ de las posibilidades de acceso por la así llamada apertura económica y la inobservancia de la ley del `compre argentino´ por el Poder Ejecutivo Nacional, Provinciales y los concesionarios de servicios públicos obligados. El mercado así escamoteado en los años que fue declinando la posibilidad de ventas de Servotron es posible estimarlo conservadoramente desde 1993 a 1998 (5 años) en 175 millones de dólares. Los únicos rubros que se consideran para esta cuenta son: señalamiento ferroviario (100 millones); percepción de tarifas de peaje y afines (50 millones); y boletería automática de trenes (25 millones). Cabe destacar que los rubros indicados son de alto valor agregado y son en los que Servotron tenía antecedentes y experiencia a esa fecha, pero no son los únicos posibles. Si se hubiese trabajado en ellos con continuidad, seguramente se hubiesen podido concretar rubros afines, que se fueron abriendo en el ínterin y que también, como los indicados, fueron suministrados por empresas extranjeras, que desplazaron nuestra producción. Los equipamientos importados a la Argentina, por el Estado y los concesionarios lo fueron, en condiciones de financiamiento blando, no disponible para la industria argentina, marcando esto un hecho de inequidad y discriminación para nuestra industria... Para peor panorama, ninguno de los productos que podemos producir, indicados mas arriba, los podemos vender en los países que nos

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Anexo Nº 1. Desempeños empresarios heterogéneos en el marco de la reestructuración regresiva de la industria argentina durante el “modelo financiero y de ajuste estructural”

En definitiva, a lo largo del “modelo financiero y de ajuste estructural” Servotron siguió una trayectoria que se encuentra en las antípodas del sendero recorrido por Arcor. Prueba de ello es que la firma analizada en este apartado pasó de especializarse en la producción de bienes con alta densidad científico-tecnológica, de fuerte dinamismo en lo atinente a la creación local de cadenas de valor y empleo, y por lo general asociados a la búsqueda de “cuasi-rentas tecnológicas”, a focalizarse crecientemente en la importación y la prestación de servicios, para terminar desapareciendo como empresa.

No casualmente, dados los objetivos centrales de la revancha clasista iniciada en el país a partir de 1976, en la explicación de semejante retroceso concurren (en sentido inverso) factores similares a los que han estado detrás del notable desempeño de Arcor en el mismo período: a) la naturaleza de la reestructuración económica buscada –y lograda con creces– por el neoliberalismo y sus bases de sustento en el campo social; y b) la orientación –para nada neutral ni uniforme– de la mayoría de las políticas económicas que se instrumentaron desde dicho año y, más ampliamente, de las acciones y las omisiones estatales (y sus repercusiones estructurales sobre los diferentes actores socio-económicos). A la luz de lo analizado, es indudable que se trata de un conjunto de “variables” que tienen una muy superior relevancia analítica para explicar los “éxitos” y los “fracasos” empresarios que aquéllas asociadas a las estrategias y los comportamientos asumidos en el nivel microeconómico, así como a factores “culturales”, de índole subjetiva, etc.. Y que, en última instancia, expresan cuáles fueron las fracciones empresarias que se buscó favorecer y perjudicar en el transcurso del “modelo financiero y ajuste estructural” pari passu un creciente subdesarrollo nacional.

los han suministrado (USA o Comunidad Europea) ya que allá sí se respetan las leyes y está prohibido legalmente vender equipamientos al Estado o concesionarios de servicios públicos de parte de productores extranjeros”.

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Anexo Nº 2

Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las

que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local,

1990-2004

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

1990 Aceites Santa Clara Alimentos y bebidas Aceites Santa Clara Bunge & Born Comercial S/D Venta del 52% 1990 Polisur Petroquímica Estado Nacional Ipako (perteneciente al

grupo Garovaglio & Zorraquín)

- Venta del 30% La operación se abonó en 14 millones en efectivo y 41 millones en títulos de la deuda argentina (a valor nominal).

1990 Petropol Petroquímica Estado Nacional Indupa - Venta del 30% La operación se abonó en 4,5 millones en efectivo y 13 millones en títulos de la deuda argentina (a valor nominal).

1990 Induclor Petroquímica Estado Nacional Indupa - Venta del 30% La operación se abonó en 18 millones en efectivo y 51 millones en títulos de la deuda argentina (a valor nominal).

1990 Monómeros Vinílicos Petroquímica Estado Nacional Viniclor (asociación entre Duperial e Indupa)

- Venta del 30% La operación se abonó en 9 millones en efectivo y 26 millones en títulos de la deuda argentina (a valor nominal).

1991 Alto Paraná Pasta celulósica y papel Celulosa Argentina CEI Citicorp Holdings 82,6 Venta del 32,8% 1992 Petroquímica Río

Tercero Petroquímica Estado Nacional Egerton Finance 7,3 Venta del 39%

1992 Aurora Aparatos eléctricos S/D Grundig (Alemania) S/D Venta del 50% 1992 Somisa Metales comunes Estado Nacional Siderca y Propulsora

Siderúrgica (Techint), Usiminas (Brasil), Port International, Acíndar, CVRD (Brasil), Cía. de Aceros Pacífico (Chile)

- Venta del control accionario

La operación se abonó en 140 millones en efectivo y 12 millones en títulos de la deuda argentina (a valor nominal). La nueva empresa se denomina Aceros Paraná.

1992 Suchard Argentina Alimentos y bebidas S/D Kraft (EE.UU.) S/D Venta del control accionario

1992 Canale Alimentos y bebidas Flia. Canale Continental Bank 12,0 Venta del 15% 1992 YPF (Refinería del

Norte) Industria petrolera Estado Nacional Pérez Companc,

Pluspetrol, Isaura y Astra 64,1 Venta del 70% Se trata de la refinería que YPF tenía

en la localidad de Campo Durán. 1992 Celulosa Argentina Pasta celulósica y papel CEI Citicorp Holdings Paper Investments

Company (subsidiaria del Citibank)

26,4 Venta del 35%

1992 Guereño Productos y sustancias químicas

Flia. Guereño Unilever (Gran Bretaña-Holanda)

55,0 Venta del control accionario

1992 Renault Argentina Automotor Renault (Francia) Cofal S/D Venta de la totalidad de acciones que Renault tenía en Renault Argentina

Cofal es una empresa en la que tienen una participación mayoritaria capitales de origen nacional.

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

1993 YPF Industria petrolera Estado Nacional Diversos inversores (bolsa de valores)

3.040,0 Venta del 45,3%

1993 Sevel Argentina Automotor Socma (perteneciente al grupo Macri)

Fiama Inversora S/D Venta del 19%

1993 YPF (Refinería San Lorenzo)

Industria petrolera Estado Nacional Cía. General de Combustibles (grupo Soldati), Pérez Companc y Petroquímica Argentina

12,2 Venta del 100%

1993 Molinos Río de la Plata Alimentos y bebidas - - - Molinos Río de la Plata absorbe a Fanacoa, Aceites Santa Clara, Minotel, Matarazzo y Vadial San Luis

Todas estas empresas forman parte del grupo Bunge & Born.

1993 Camea Kicsa

Metales comunes - - - Camea absorbe a Kicsa

La nueva empresa se denomina C&K Aluminios. Kicsa es controlada por Aluar (del grupo Madanes) y Camea pertenece a la canadiense Aluminium Ltd..

1993 Baesa Alimentos y bebidas - - - Baesa absorbe a Bacsa (Bs. As. Containers)

1993 Philco Ushuaia Electrodomésticos Grupo Soldati Grupo Macri S/D Venta del 10% 1993 Indo

La Plata Cereal Alimentos y bebidas - - - La Plata Cereal

absorbe a Indo La Plata Cereal es propiedad del grupo suizo Andre.

1993 Cristalerías Rigolleau Minerales no metálicos Grupo Gancia (Italia) Industrias Integrales del Vidrio (perteneciente a Cattorini Hnos.)

S/D Venta del 51%

1993 Cristalerías Rigolleau Minerales no metálicos Corning Glass (EE.UU.) Industrias Integrales del Vidrio (perteneciente a Cattorini Hnos.)

S/D Venta del 21%

1993 Frigorífico Rioplatense Alimentos y bebidas Flia. Constantini CEI Citicorp Holdings 0,75 Venta del 9% 1993 Propulsora Siderúrgica Metales comunes - - - Propulsora

Siderúrgica absorbe a Aceros Paraná, Sidercom, Aceros Revestidos y Bernal

Todas las empresas forman parte del grupo Techint. La nueva sociedad pasa a denominarse Siderar.

1993 Astra Industria petrolera - - - Astra absorbe a Astrasur y Astrafor

Todas las empresas forman parte del grupo Astra.

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

1993 Cía. Argentina de Levaduras

Alimentos y bebidas Grupo Bemberg Burns Philp (Australia) 38,0 Venta de la participación del grupo Bemberg

Con esta operación, Burns Philp accede al 100% de la empresa. La venta incluye la transferencia de Layco y Lagorio.

1993 Philco Ushuaia Electrodomésticos Grupo Soldati Flia. Blanco Villegas S/D Venta del 37% 1994 Terrabusi Alimentos y bebidas Flia. Montagna RNR Nabisco (EE.UU.) 230,0 Venta del 70% 1994 Eg3 Industria petrolera - - - Formación de una

nueva empresa Los propietarios de la nueva firma son Astra, la Cía. General de Combustibles e Isaura.

1994 Petroquímica Argentina (Pasa)

Petroquímica Anglo American (Sudáfrica) y UniRoyal (EE.UU.)

Pérez Companc y Maipú Inversora (ambas pertenecientes al grupo Pérez Companc)

18,0 Venta del 67% Con esta operación, Pérez Companc pasa a controlar el 100% de la empresa.

1994 Siderar Metales comunes Acíndar Techint 25,0 Venta del 6% 1994 Canale Alimentos y bebidas Flia. Canale Coragri (perteneciente al

grupo Macri) 24,0 Venta del control

accionario

1994 Minetti y Cía. Ltda. Alimentos y bebidas Minetti Cargill (EE.UU.) 24,0 Venta del 76% 1994 Grafa Textil Bunge & Born Artex (Brasil) 30,0 Venta de la División

Hogar de Grafa

1994 Indupa Petroquímica - - - Indupa absorbe a Petropol, Induclor y Monómeros Vinílicos

1994 Mastellone Hermanos Alimentos y bebidas - - - Mastellone Hermanos absorbe a Friplac

1994 Bagley Alimentos y bebidas Fundación Pedro Mosoteguy

Danone (Francia) 240,0 Venta del 50%

1995 C&K Aluminios Metales comunes - - - Capitalización de acciones de C&K por parte de Aluar

Con esta operación, Aluar accede al 50% de los votos de la empresa.

1995 Guipeba Alimentos y bebidas S/D Ceval (Brasil) S/D Venta del control accionario

1995 Iveco Argentina Automotor Flia. Garfunkel Fiat 12,0 Venta del 19% 1995 Iveco Argentina Automotor Flia. Garfunkel Fiat S/D Venta del 51% Con esta operación, Fiat accede al

control del 100% de Iveco Argentina. 1995 Polisur

Petroquímica Bahía Blanca

Petroquímica Ipako (perteneciente al grupo Garovaglio & Zorraquín)

The Dow Chemical Co. (EE.UU.)

193,0 Venta del 100% Venta del 21,2%

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

1995 Petroquímica Bahía Blanca

Petroquímica ICI Omicron YPF 14,0 Venta del 10,6%

1995 Petroquímica Bahía Blanca

Petroquímica Estado Nacional Dow Química Argentina, YPF e Itochu Argentina

S/D Venta del 51%

1995 Indupa Petroquímica Estado Nacional Dow Química Argentina, YPF e Itochu Argentina

S/D Venta del 38,2%

1995 Petroquímica Bahía Blanca

Petroquímica YPF Petrochemical Investment Company

S/D Venta del 7,5%

1995 Indupa Petroquímica YPF Petrochemical Investment Company

S/D Venta del 9,3%

1996 Refinería San Lorenzo Industria petrolera Petroquímica Argentina Pérez Companc 12,0 Venta del 15% Petroquímica Argentina es una empresa controlada por el grupo Pérez Companc.

1996 Baesa Alimentos y bebidas - - - Baesa absorbe a Sierras del Mar, Embosur y Egea Hnos.

Todas estas empresas eran controladas por Baesa.

1996 Indupa Petroquímica YPF Solvay Química (Bélgica) 31,8 Venta del 9,3% 1996 Indupa Petroquímica Dow Química Solvay Química (Bélgica) 59,2 Venta del 17,3% 1996 Alba Productos y sustancias

químicas Bunge & Born Imperial Chemical

Industries (Gran Bretaña) 32,4 Venta del 54% La operación incluye la venta de Inca

(de Uruguay) y Coral (de Brasil). 1996 Petroquímica Río

Tercero Petroquímica Bunge & Born Colchones Piero

(Argentina) 48,0 Venta del 100%

1996 Grafa Textil Bunge & Born Alpargatas Santista (Brasil)

31,0 Venta del 100%

1996 Canale Alimentos y bebidas Flia. Caputo Grupo Macri S/D Venta del 10% 1996 Astra Varios Flias. Gruneisen,

Aguirre y Sánchez Caballero

Repsol (España) 360,0 Venta del 37,7% La operación involucra a las distintas empresas que integran el grupo Astra.

1996 C&K Aluminios Metales comunes - - - Capitalización de acciones de C&K por parte de Aluar

1996 Polisur Petroquímica Ipako The Dow Chemical Co. (EE.UU.)

6,4 Venta del control accionario

1996 Minetti y Cía. Ltda. Alimentos y bebidas - - - Cargill absorbe a la empresa

Minetti y Cía. Ltda. había sido adquirida por Cargill en 1994.

1996 C&K Aluminios Metales comunes Alcan Aluminium Ltd. (Canadá)

Aluar (del grupo Madanes)

23,0 Venta del 50% Con esta operación, Aluar accede al control del 100% de la firma.

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

1996 Corcemar Minerales no metálicos S/D Cemento Polpaico (Chile) y Holderbank (Suiza)

S/D Venta del 21% Cemento Polpaico es una empresa vinculada a Holderbank.

1996 Deutz Argentina Maquinaria agrícola Deutz (Alemania) Agco Corporation (EE.UU.)

S/D Venta del 100%

1996 Indupa Petroquímica Petroquímica Bahía Blanca

Solvay Química (Bélgica) S/D Venta el 12,8% Con esta operación, Solvay pasa a controlar el capital social de Indupa.

1996 Petroquímica Bahía Blanca

Petroquímica Indupa The Dow Chemical Co. e YPF

20,8 Venta del 5,5%

1996 Bagley Alimentos y bebidas Inversores particulares Danone (Francia) 4,5 Venta del 1,5% 1996 Atanor Productos y sustancias

químicas Molinos Río de la Plata y Bunge & Born

Albaugh (EE.UU.) 59,2 Venta del 51%

1996 Frigorífico Rioplatense Alimentos y bebidas CEI Citicorp Holdings Huancayo 0,15 Venta del 9% 1996 Alto Paraná Pasta celulósica y papel CEI Citicorp Holdings Industrias Forestales

(Chile) 470,0 Venta del control

accionario Industrias Forestales es una subsidiaria de la chilena Celulosa Arauco y Constitución.

1996 Alto Paraná Pasta celulósica y papel Grupo Massuh Bancos acreedores 120,0 Venta del 31% La operación es una capitalización de deuda.

1997 Cargill Alimentos y bebidas Cargill Molinos Río de la Plata (perteneciente a Bunge & Born)

61,0 Venta del 100% de la división de productos congelados de Cargill

1997 Comesi Metales comunes S/D Industrias Monterrey (México)

12,4 Venta del 26%

1997 Astra Varios S/D Repsol (España) 90,0 Venta del 9,8% Con esta operación, Repsol accede al control del 47% del grupo Astra.

1997 Comesi Metales comunes Industrias Monterrey y Flia. Aranda

Siderar (perteneciente al grupo Techint)

64,9 Venta del 100%

1997 Química Estrella Productos y sustancias químicas

S/D South America Private Equity (fondo de inversión del exterior)

27,2 Venta del 12%

1997 Aluar Metales comunes - - - Aluar absorbe a C&K Aluminios

1997 Cía. General de Combustibles

Industria petrolera Corporación Financiera Internacional

Sociedad Comercial del Plata (perteneciente al grupo Soldati)

26,3 Venta del 5% Con esta operación, el grupo Soldati pasa a controlar el 100% de la empresa.

1997 Eg3 Industria petrolera Sociedad Comercial del Plata (perteneciente al grupo Soldati)

Astra (perteneciente a Repsol)

126,7 Venta del 32,5%

302

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

1997 Refinería San Lorenzo Industria petrolera Sociedad Comercial del Plata (perteneciente al grupo Soldati)

Astra (perteneciente a Repsol)

70,0 Venta del 42,5%

1997 Destilería Argentina de Petróleo

Industria petrolera Sociedad Comercial del Plata (perteneciente al grupo Soldati)

Vacación (perteneciente a la familia Lottero)

26,0 Venta del 50% La operación incluye también la venta de un porcentaje accionario de Parafina del Plata.

1997 Eg3 Industria petrolera JME Inversores (controlante de Isaura)

Astra (perteneciente a Repsol)

150,0 Venta del 27,5% Con esta operación, Astra accede al control del 93% de Eg3. La operación también incluye la adquisición de una participación accionaria en Eg3 Asfaltos.

1997 Alpargatas Textil Roberts S.A. de Inversiones (perteneciente al grupo Roberts)

Hong Kong & Shangai Banking Corporation

S/D Venta del 12% La operación incluye otras empresas pertenecientes a Roberts S.A. de Inversiones.

1997 Philco Ushuaia Electrodomésticos S/D Daewo (Corea) 100,0 Venta del 50% 1997 Alpargatas Textil S/D Newbridge Latin America

(EE.UU.) 44,0 Venta del 23%

1997 Massuh Pasta celulósica y papel C. Della Penna Bancos acreedores 34,9 Capitalización de deuda

1997 Indupa Petroquímica YPF y The Dow Chemical Co. (EE.UU.)

Solvay Química (Bélgica) 45,0 Venta del 30%

1997 Sevel Argentina Automotor Socma (perteneciente al grupo Macri)

Automobile Peugeot (Francia)

35,0 Venta del 15% de Sevel

1997 Ciadea Automotor Cofal Regie Renault (Francia) 167,5 Venta del 67% A partir de esta operación, Ciadea pasa a denominarse Renault Argentina.

1997 Cía. Elaboradora de Productos Alimenticios

Alimentos y bebidas Flia. Moché Garovaglio & Zorraquín 84,0 Venta del 70%

1997 YPF Industria petrolera Programa de Propiedad Participada

Accionistas varios 988,5 Venta del 9,6%

1997 Pan American Energy Industria petrolera - - - Formación de una nueva empresa

Los accionistas son Bridas (del grupo Bulgheroni) y Amoco Corp. (EE.UU.).

1997 Novartis Argentina Productos y sustancias químicas

- - - Formación de una nueva empresa

Novartis Argentina surge de la fusión entre Ciba Geigy y Sandoz.

1997 Pecom-Nec Aparatos eléctricos Maipú Inversora (perteneciente al grupo Pérez Companc)

Nec Corporation (Japón) 81,6 Venta del 51% Con esta operación, Nec Corp. pasa a controlar el 100% de la empresa (que pasa a denominarse Nec Argentina).

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

1997 Vidriería Argentina Minerales no metálicos Pilkington (Gran Bretaña)

Cristalería Española 14,9 Venta del 9% Con esta operación, Cristalería Española pasa a controlar el 49% de la empresa.

1997 Indupa Petroquímica YPF y The Dow Chemical Co. (EE.UU.)

Solvay (Bélgica) S/D Venta del 10,8% La empresa pasa a denominarse Solvay Indupa.

1997 Bodegas y Viñedos Peñaflor

Alimentos y bebidas Flia. Pulenta Luis Alfredo Pulenta 230,0 Venta del 65%

1997 Oleaginosa Moreno y Oleaginosa Oeste

Alimentos y bebidas Flia. Moreno Glencore (Suiza) 450,0 Venta del 51% La operación también incluye la venta del 51% de la firma Sucesión de Antonio Moreno.

1997 Astra Varios Accionistas varios Repsol (España) 170,5 Venta del 9,2% 1998 Bodegas y Viñedos

Peñaflor Alimentos y bebidas Flia. Pulenta DLJ Merchant Banking

Partners II 40,0 Venta del 33%

1998 Editorial Atlántida Ediciones Flia. Vigil CEI Citicorp Holdings y Telefónica Internacional (España)

194,0 Venta del 57% La operación incluye otras empresas del grupo Vigil.

1998 Basf Argentina Productos y sustancias químicas

- - - Basf Argentina absorbe a Glasurit de Argentina

1998 Aluar Metales comunes - - - Aluar absorbe a Refinería de Metales Uboldi

Aluar había adquirido a Refinería de Metales Uboldi en 1997.

1998 Kraft Suchard Alimentos y bebidas - - - Kraft Suchard absorbe a Alimentos Especiales

Las dos empresas pertenecen a Massalin Particulares (que, por su parte, es controlada por Philip Morris de EE.UU.).

1998 Corcemar Minerales no metálicos S/D Holderbank (Suiza) 70,0 Venta del 7% Con esta operación, Holderbank pasa a controlar cerca del 40% de Corcemar.

1998 Productos Sanitarios Productos y sustancias químicas

Cía. Manufacturera de Papeles y Cartones

Procter & Gamble (EE.UU.)

375,0 Venta del 50% Con esta operación, Procter & Gamble accede al control del 100% de la empresa.

1998 Sevel Argentina Automotor Grupo Macri PSA Peugeot-Citroen (Francia)

35,0 Venta del 35,8% Con esta operación, PSA Peugeot-Citroen accede a más del 50% del capital social de Sevel.

1998 Bagley Alimentos y bebidas S/D Danone (Francia) 12,1 Venta del 3,8% 1998 Philco Ushuaia Electrodomésticos - - - Philco Ushuaia

absorbe a Helametal

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

1998 Refinería del Norte Industria petrolera Isaura Astra (perteneciente a Repsol)

14,2 Venta del 10,5%

1998 Mastellone Hermanos Alimentos y bebidas Flia. Mastellone Dallpoint Investment 48,0 Venta del 15% 1998 Alpargatas Textil Accionistas varios Campo Acquisition

Corporation (Islas Cayman)

2,2 Venta del 8,2%

1998 Guipeba Ceval Alimentos y bebidas S/D Bunge International 91,0 Venta de la participación accionaria

Bunge International es la controlante de Ceval de Brasil.

1998 Renault Argentina Automotor S/D Cofal 6,0 Venta del 5,1% Cofal es una subsidiaria de la francesa Renault.

1998 Acíndar Metales comunes - - - Acíndar absorbe a Sampa, Indema, Puar, Clamet, Tejimet, Impeco, Laminfer y M. Heredia y Cía.

1998 Química Estrella Productos y sustancias químicas

Banco General de Negocios

Credit Suisse (Suiza) y First Boston Private Equity (EE.UU.)

13,9 Venta de una participación minoritaria en la empresa

1998 Corcemar Minerales no metálicos S/D Holderbank (Suiza) S/D Venta del 18,6% Con esta operación, Holderbank asume el control accionario de Corcemar.

1998 Lactona (Unión Gandarense)

Alimentos y bebidas Flia. Rodríguez Parmalat (Italia) S/D Venta del 100%

1999 Molinos Río de la Plata Alimentos y bebidas Bunge & Born International Ltd.

IHRE Holdings (perteneciente al grupo Pérez Companc)

S/D Venta del 60% El 40% restante se cotiza en la bolsa de valores.

1999 Abolio y Rubio Alimentos y bebidas Argentine Venture Partners, Credit Suisse First Boston, Goldman Sachs y AIG

Molfino Hermanos 50,0 Venta del 100% El grupo Pérez Companc participa en la propiedad de Molfino Hermanos.

1999 YPF Industria petrolera Estado Nacional Repsol (España) 2.000,0 Venta del 15% 1999 Danone Argentina

Lácteos Longchamps Alimentos y bebidas Mastellone Hermanos Challenger 100,0 Venta del 40% Challenger es filial de Danone

(Francia), que accede así al 91% de Danone Argentina y de Lácteos Longchamps (Mastellone se queda con el 9% restante).

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

1999 Servicon Sermac Decamix Cemex

Minerales no metálicos - - - Fusión Las cuatro firmas, que son propiedad de Loma Negra, se fusionan bajo el nombre de Lomax.

1999 Buenos Aires Embotelladora (Baesa)

Alimentos y bebidas Accionistas varios Citibank, BankBoston, Bayerische Vereinsbank

614,0 Venta del 53% Se trata de una capitalización de pasivos.

1999 Industria Textil Argentina (Inta)

Textil S/D Satex S/D Venta de 1,2 millones de acciones

Con esta operación, Satex pasa a controlar el 53,1% de Inta.

1999 Juan Minetti Corcemar

Minerales no metálicos - - - Fusión Juan Minetti es la sociedad absorbente.

1999 Molinos Minetti Alimentos y bebidas S/D Cargill (EE.UU.) S/D Venta de una participación accionaria

1999 Maleic Petroquímica S/D YPF 20,0 Venta del control accionario

1999 Mastellone Hermanos Alimentos y bebidas Flia. Mastellone Dallpoint Investment 55,5 Venta del 18% Con esta operación, Dallpoint accede al 33% del capital de Mastellone Hermanos.

1999 Eg3 Eg3 Red

Industria petrolera JME Inversiones Astra (perteneciente a Repsol)

21,0 Venta del 4,1% Venta del 0,09%

Con esta operación, Astra pasó a controlar el 98,3% de ambas empresas.

1999 YPF Industria petrolera Pérez Companc International

Accionistas varios 163,1 Venta del 1,5%

1999 Bagley Alimentos y bebidas Accionistas varios y Fundación Pedro Mosoteguy

Danone (Francia) 100,0 Venta del 27,1% Con esta operación, Danone accede al control del 91% de las acciones de la firma.

1999 Danone Argentina Alimentos y bebidas Mastellone Hermanos Danone (Francia) 19,2 Venta del 9% Con esta operación, Danone pasó a controlar el 100% de la firma.

1999 Trigaglia Alimentos y bebidas - - - Creación de sociedad en la que Molinos Río de la Plata (controlada por el grupo Pérez Companc) tiene el 35% de las acciones y Cargill el 65% restante

El objetivo de la nueva firma es integrar actividades elaboradoras de harinas industriales.

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

1999 Fiat Argentina Fiat Gesco Argentina Isvor Fiat Argentina

Automotor - - - Fusión Fiat Argentina absorbe a las otras dos sociedades (que se disuelven sin liquidarse).

1999 Swift Armour Alimentos y bebidas Vlasic Food International

Carlos Oliva Funes, J.P. Morgan Capital y Greenwich Street Capital Partners

93,0 Venta del 100%

1999 Alpargatas Textil - - - Capitalización de pasivos equivalente al 88% de las acciones de la firma

El comité de acreedores que pasará a controlar la empresa está compuesto por la Corporación Financiera Internacional, Credit Suisse First Boston, Newbridge Latin America y varios fondos de inversión del exterior.

1999 Petroquímica Argentina (Pasa) Unistar

Petroquímica - - - Fusión Pasa es la sociedad absorbente.

1999 Luraschi Minerales no metálicos S/D Loma Negra 5,0 Venta del 100% 1999 YPF Industria petrolera Accionistas varios,

Estado Nacional y gobiernos provinciales

Repsol (España) 13.100,0 Venta del 83,2% La empresa pasa a denominarse Repsol-YPF

1999 Eco de los Andes Alimentos y bebidas Cervecería Quilmes Perrier Vitel (perteneciente a Nestlé)

S/D Venta del 51%

1999 Dynasol Elastómeros Productos y sustancias químicas

- - - Creación de sociedad en la que Repsol-YPF y la mexicana Girsa poseen cada una el 50% de las acciones

La nueva firma se especializará en la fabricación de caucho sintético.

1999 Grupo Continental Alimentos y bebidas Continental Cargill (EE.UU.) S/D Venta internacional Las dos empresas operan en el mercado argentino.

1999 Repexim Petroquímica Garovaglio & Zorraquín Ampacet Corporation (EE.UU.)

22,0 Venta del control accionario

1999 Euralim Alimentos y bebidas Findim (Italia) Sava Gancia (Italia) S/D Venta del 50% Euralim se especializa en la fabricación de pastas.

1999 Agar Cross Productos y sustancias químicas

Sociedad Comercial del Plata (perteneciente al grupo Soldati)

Dupont Argentina (Gran Bretaña)

29,7 Venta del 55% Con esta operación, Dupont accede al control del 100% de la empresa.

1999 Alpargatas Textil HSBC Roberts Alan Clutterbuck 0,7 Venta del 8%

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

1999 Buenos Aires Embotelladora (Baesa)

Alimentos y bebidas Citibank, BankBoston y Pepsi Cola

Cervecería Quilmes (perteneciente al grupo Bemberg)

88,0 Venta del 51,2%

1999 Canale Alimentos y bebidas Grupo Macri y accionistas varios

Terrabusi (perteneciente a Nabisco de EE.UU.)

80,0 Venta del 96%

1999 Villa del Sur Alimentos y bebidas Peñaflor Danone (Francia) 50,0 Venta del 50% Con esta operación, Danone pasa a controlar el 100% de Villa del Sur.

1999 Villavicencio Alimentos y bebidas José Cartellone Danone (Francia) 135,0 Venta del 98,7% La operación también incluye a la distribución del vino de mesa Resero.

1999 Laboratorios Gador Productos y sustancias químicas

Flia. Gador Laboratorios Roemmers (perteneciente al grupo homónimo)

S/D Venta del 44%

1999 Sevel Argentina Automotor Grupo Macri y Fiama Inversora

PSA Peugeot-Citroen (Francia)

91,4 Venta del 41% Con esta operación, los capitales franceses pasan a controlar el 92% de la firma (el resto cotiza en bolsa de valores).

1999 Milkaut Alimentos y bebidas Accionistas varios Patagonia Fund y Latcap 44,0 Venta del 33% Patagonia Fund y Latcap son fondos de inversión integrados, entre otros, por el Merchant Bankers Asociados y la Corporación Financiera Internacional.

1999 Bodegas y Viñedos Peñaflor

Alimentos y bebidas Lilia Pulenta de Muñoz Luis Alberto Pulenta y el fondo de inversión Donaldson, Lufkin & Jenrette

S/D Venta del 7,5%

2000 Fagnani Hermanos Alimentos y bebidas Flia. Fagnani Molinos Río de la Plata (perteneciente al grupo Pérez Companc)

20,0 Venta del 100% Se trata de una empresa que se especializa en la fabricación de pastas. Posteriormente, Fagnani Hermanos fue absorbida por Molinos Río de la Plata y el grupo Pérez Companc adquirió la división de pastas de Cargill.

2000 Molfino Hermanos Nieto y Senetiner

Alimentos y bebidas S/D PC Family Group (perteneciente al grupo Pérez Companc)

S/D Venta de una participación minoritaria Venta del control accionario

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

2000 Bodegas Santa Ana Alimentos y bebidas Viña Santa Carolina (Chile)

Bodegas y Viñedos Andino (perteneciente al grupo Peñaflor)

73,0 Venta del 100%

2000 Hormix Minerales no metálicos Flia. Ramos Juan Minetti (perteneciente a Holderbank)

6,8 Venta del 58% Con esta operación, Juan Minetti accede al 100% de las acciones de Hormix.

2000 Transmix Minerales no metálicos S/D Juan Minetti (perteneciente a Holderbank)

0,11 Venta del 2,4% Con esta operación, Juan Minetti accede al 94% de las acciones de Transmix.

2000 Nobleza Piccardo Productos de tabaco Accionistas varios British American Tabacco (Gran Bretaña)

38,5 Venta del 25% British American Tabacco es la controlante de Nobleza Piccardo.

2000 Bestfoods Alimentos y bebidas Bestfoods (EE.UU.) Unilever (Gran Bretaña-Holanda)

S/D Venta internacional (transferencia del control accionario)

En la Argentina, Bestfoods es la controlante de Refinerías de Maíz.

2000 Nabisco Alimentos y bebidas Nabisco Holdings (EE.UU.)

Philip Morris (EE.UU.) S/D Venta internacional (transferencia del control accionario)

En la Argentina, Nabisco controla, entre otras, a las firmas Terrabusi y Canale, mientras que Philip Morris es la controlante de Massalin Particulares y Kraft Suchard.

2000 Pérez Companc Refinería San Lorenzo Petroquímica Argentina (Pasa)

Industria petrolera y petroquímica

- - - Fusión Pérez Companc absorbe a las otras dos sociedades.

2000 Scrap Service Metales comunes - - - Creación de sociedad La nueva empresa pertenece al grupo Techint y se especializará en el reciclaje de acero (se trata de un molino chatarrero).

2000 Buenos Aires Embotelladora (Baesa)

Alimentos y bebidas Accionistas varios Quilmes Industrial (perteneciente al grupo Bemberg)

10,7 Venta del 7,2%

2000 Vitopel (Argentina) Koppol (Brasil)

Productos y sustancias químicas

Grupo Arcor BOOP Holdings (fondo de inversión controlado por J.P. Morgan Capital y DJL Merchant Banking Partners II)

43,0 Venta del 100% Venta del 100%

Las dos firmas se dedican a la producción de materia prima utilizada para la elaboración de etiquetas y envases flexibles de algunos empaques para alimentos y bebidas.

2000 Buenos Aires Embotelladora (Baesa)

Alimentos y bebidas Bayerische Vereinsbank Quilmes Industrial (perteneciente al grupo Bemberg)

S/D Venta de una participación accionaria minoritaria

Con esta operación, el grupo Bemberg pasa a controlar casi el 100% de las acciones de Baesa.

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

2000 Arcor Alimentos y bebidas Graciela Sevezo de Bruno y Patricia Lafaye de Stiegman

Inaral (perteneciente a la familia Pagani, controlante del grupo Arcor)

90,0 Venta del 11% Con esta operación, la familia Pagani pasa a controlar el 95% de Arcor.

2000 Sistemaire Automotor Ford (EE.UU.) Visteon Corporation (EE.UU.)

S/D Venta del 100% Se trata de una empresa que se dedica a la fabricación de equipos de aire acondicionado y radiadores para automóviles.

2000 Alpargatas Textil Flias. Zavalía Lagos y Clutterbuck

Varios fondos de inversión (acreedores de la firma)

S/D Capitalización de pasivos

Con esta operación, el 93% de las acciones de Alpargatas es propiedad de sus acreedores (liderados por el fondo de inversión Newbridge Latin America), mientras que el 7% restante queda en manos de las familias vendedoras.

2000 Celulosa Argentina Pasta celulósica y papel Corporación Inversora de Capitales (perteneciente al Citibank)

Fanapel (Uruguay) S/D Venta del 85%

2000 Siderca Cometarsa

Metales comunes - - - Fusión Siderca absorbe a Cometarsa (ambas empresas pertenecen al grupo Techint).

2000 Refinerías Tauro Alimentos y bebidas S/D San Juan de los Olivos (perteneciente al grupo Roemmers)

S/D Venta del control accionario

2000 Cervecería Quilmes Buenos Aires Embotelladora (Baesa)

Alimentos y bebidas - - - Fusión Cervecería Quilmes absorbe a Baesa (ambas empresas pertenecen al grupo Bemberg).

2000 Quickfood Alimentos y bebidas Flia. Bameule Accionistas varios (bolsa de valores)

20,0 Venta del 32%

2000 Embotelladoras del Interior

Alimentos y bebidas Flia. Ruiz Grupo Bemberg 36,5 Venta del 100%

2000 Editorial La Razón Ediciones Flia. Spadone Grupo Agea/Clarín S/D Venta del 75%

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

2000 Acíndar Metales comunes Flia. Acevedo Companhia Siderurgica Belgo-Mineira (Brasil)

46,0 Venta del 20,5% Con esta operación, la familia Acevedo redujo su participación en la firma al 20,5%, mientras que el 59% restante está en manos de fondos de pensión, inversores extranjeros y la Corporación Financiera Internacional. El principal accionista de la Cía. Belgo-Mineira es Arbed (empresa radicada en Luxemburgo).

2000 Arla Foods Ingredientes Alimentos y bebidas - - - Creación de sociedad La nueva empresa es una asociación entre Sancor y Arla Foods (de Suecia) y se especializará en la elaboración de productos lácteos y derivados.

2001 Puntapel Pasta celulósica y papel International Paper (EE.UU.)

Papel Misionero (vinculada al grupo Bemberg)

S/D Venta del 75% Puntapel se especializa en la elaboración de bolsas multipliegos (de papel madera).

2001 Team Calzado y cuero Flia. Bakchellián (grupo Gatic) y otros

New Balance (EE.UU.) S/D Venta del 100% Team era la empresa que fabricaba y comercializaba localmente los productos New Balance.

2001 Massalin Particulares Productos de tabaco Reemtsma Cigarettenfabriken GmbH (Alemania)

FTR Holdings (perteneciente a Philip Morris)

220,0 Venta del 30,9% Con esta operación, Philip Morris pasa a controlar casi el 95% de Massalin Particulares (el 5% restante cotiza en la bolsa de valores).

2001 Marapa Alimentos y bebidas y productos y sustancias químicas

Flia. Ruiz Atanor (controlada por la estadounidense Albaugh)

4,7 Venta del 100% El alcohol etílico que se fabrica en el ingenio es la materia prima principal para la elaboración de ácido acético (insumo empleado en la fabricación de herbicidas, alimentos, tintas y productos farmacéuticos).

2001 Polisur Petroquímica Bahía Blanca

Petroquímica - - - Fusión y creación de una nueva sociedad

Las dos firmas (en cuya propiedad participan Repsol-YPF y la estadounidense Dow Chemical) se fusionan y dan origen a una nueva compañía (PBB Polisur –el 72% de las acciones corresponde a Dow y el 28% restante a Repsol–).

2001 Siderca Metales comunes Grupo Techint Accionistas varios (bolsa de valores de Nueva York)

40,0 Venta del 2% Con esta operación el grupo Techint apunta a proveerse de financiamiento.

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

2001 Alpesca Alimentos y bebidas Alpargatas Irvine & Johnson (Sudáfrica)

50,0 Venta del control accionario

La firma compradora se dedica a la comercialización y distribución de alimentos congelados y pertenece al grupo sudafricano Anglovaal.

2001 Productos Roche Productos y sustancias químicas

BZ Gruppe Holding Novartis Internacional S/D Venta del 20%

2001 Armax Metales comunes Armax Acíndar S/D Venta del 50% Se trata de una empresa que se especializa en el corte y el doblado de hierro para el sector de la construcción.

2001 Ecocemento Minerales no metálicos Siderar (perteneciente al grupo Techint)

Loma Negra 3,1 Venta del 15% Con esta operación, Loma Negra pasa a controlar el 100% de Ecocemento.

2001 La Salamandra Alimentos y bebidas Javier González Fraga Cristina Miguens (se trata de una de las propietarias del grupo Bemberg)

S/D Venta del 40% La Salamandra se especializa en la elaboración de dulce de leche.

2001 Repsol-YPF Petrobras (Brasil)

Industria petrolera - - - Intercambio de activos por un valor aproximado de 1.000 millones de dólares

Con esta operación, Repsol-YPF asume el derecho a la comercialización de cerca de 250 estaciones de servicio de la BR Distribuidora que pertenece a Petrobras (opera fundamentalmente en las regiones centro, sudeste y sur del Brasil). Además, accede al 30% de la Refinería Alberto Pasqualini y al 10% del yacimiento Albacora Leste. Petrobras, por su parte, accede al control de Eg3 (alrededor de 700 estaciones de servicio) y de una refinería ubicada en la localidad de Bahía Blanca que pertenecía a Isaura.

2002 Molfino Hermanos Alimentos y bebidas Accionistas varios Molinos Río de la Plata (perteneciente al grupo Pérez Companc)

S/D Venta del 25% Con esta operación, el grupo Pérez Companc accede al 100% del capital accionario de Molfino Hermanos.

2002 La Lácteo Alimentos y bebidas Grupo Macri Marcos Martini (Argentina) y Yeffreys Investments (Gran Bretaña)

S/D Venta del 100%

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

2002 Cervecería Quilmes Alimentos y bebidas Quilmes Industrial (perteneciente al grupo Bemberg)

AmBev (Brasil) 350,0 en efectivo y activos de Brahma en Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay

Venta del 37,5% Con esta operación, AmBev, que es dueña de Brahma, se convierte en el principal accionista de la Cervecería Quilmes (el resto de las acciones está en manos del grupo Bemberg, Heineken e inversores bursátiles). A cambio de aprobar la operación, el gobierno argentino determinó, entre otras cosas, que la firma deberá vender dos plantas, desprenderse de varias de las marcas de su propiedad y prestar por siete años sus redes de distribución a un competidor internacional.

2002 Pecom Energía Industria petrolera, productos y sustancias químicas, etc.

Grupo Pérez Companc Petrobras (Brasil) 1.000 Venta del 58,6% del holding controlante del 98% de Pecom Energía (el 2% restante es propiedad de algunas Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones)

Con esta operación, que también incluye la adquisición del 47% de la Petrolera Pérez Companc, Petrobras se consolida como uno de los principales actores del mercado energético nacional (entre otros activos, deberá administrar yacimientos de petróleo y gas, destilerías, estaciones de servicio, gasoductos, oleoductos, líneas de transmisión eléctrica, generadoras de electricidad, una participación en Edesur, plantas petroquímicas y negocios energéticos en Bolivia, Brasil, Ecuador, Perú y Venezuela).

2002 Corblock Minerales no metálicos Juan Minetti Defamaq (Argentina) S/D Venta del control accionario

Corblock se especializa en la producción de bloques de hormigón.

2002 Destilería Argentina de Petróleo (Dapsa) Parafina del Plata Dapsa Lubricantes

Industria petrolera Vacación Sociedad Comercial del Plata (perteneciente al grupo Soldati)

- - Como Vacación incumplió el pago que debía realizar como saldo en la compra del 50% de Dapsa, del 41% de Parafina del Plata y del 2,5% de Dapsa Lubricantes, todas esas participaciones vuelven a ser transferidas a Sociedad Comercial del Plata.

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

2002 Frigorífico Vizental Alimentos y bebidas - Swift - Venta del 100% El frigorífico estaba cerrado por quiebra desde hacía unos años y cuenta con capacidad para elaborar carnes termoprocesadas y enlatadas, así como cortes enfriados con vistas a la exportación.

2002 Bodegas Peñaflor Bodegas Trapiche

Alimentos y bebidas Luis Alfredo Pulenta Vinos del Sur S/D Venta del 60% Con esta operación, Vinos del Sur, que es una empresa controlada por el fondo de inversiones Donaldson, Lufkin & Jenrette y por otros inversores del exterior, accede al 93% del capital accionario de ambas firmas (el 7% restante permanece en manos de Liliana Pulenta).

2002 Trigaglia Alimentos y bebidas Molinos Río de la Plata Cargill (EE.UU.) S/D Venta del 35% Con esta operación, Cargill accede al control del 100% del capital accionario de Trigaglia. La venta también incluye la transferencia del 23% que Molinos Río de la Plata tiene en Molinos Harineros del Paraguay (una firma especializada en la producción de harinas industriales y fraccionadas).

2002 Garovaglio & Zorraquín Alimentos y bebidas y metalmecánica

Federico Zorraquín (h.) Greenwich Latin American Partners (GLAP)

S/D Venta del 15% Entre otras firmas, Garovaglio & Zorraquín participa en la propiedad del frigorífico CEPA y de Rheem (especializada en la fabricación de termotanques).

2002 Grunbaum, Rico & Daucourt

Calzado y cuero CEPA CoInvest S/D Venta del control accionario

Coinvest es un fondo de inversiones que es propiedad de ex directivos de Telefónica de Argentina, el CEI Citicorp Holdings y The Exxel Group. Entre las principales firmas controladas por este fondo inversor figuran Panam (fabricación de calzado) y Covisan-Suter (producción de vinos).

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

2002 La Plata Cereal Alimentos y bebidas André & Cie. (Suiza) Bunge Limited (EE.UU.) S/D Venta del control accionario

Con esta operación, Bunge Limited se convierte en el mayor procesador de soja y derivados y en uno de los principales exportadores del país, al tiempo que fortalece su presencia en la industria local de fertilizantes.

2003 Cervecería Quilmes Alimentos y Bebidas Heineken (Holanda) Quilmes Industrial (grupo Bemberg) y AmBev (Brasil)

S/D Venta del 15%

2003 Productores de Alcohol Melaza (Pamsa)

Alimentos y bebidas S/D Ledesma (perteneciente al grupo homónimo)

S/D Venta del 11% Con esta operación, Ledesma aumenta su participación accionaria en Pamsa al 46%.

2003 Fibra Dupont Textil Grupo Vicunha (Brasil) Dupont Textiles e Interiores

S/D Venta del control accionario

Con esta operación, Dupont pasa a controlar el 100% del capital accionario de esta firma (que tiene plantas productivas en Argentina y Brasil).

2003 Nieto y Senetiner Alimentos y bebidas CDPQ (Canadá) Molinos Río de la Plata (perteneciente al grupo Pérez Companc)

4,5 Venta del 39% Con esta operación, Molinos Río de la Plata pasa a controlar el 100% de Nieto y Senetiner (que se dedica a la fabricación de vinos)

2003 Pecom Agra Alimentos y bebidas Conagra Argentina (EE.UU.)

Molinos Río de la Plata (perteneciente al grupo Pérez Companc)

48,0 Venta del 50% Con esta operación, Molinos Río de la Plata pasa a controlar el 100% de Pecom Agra (que se especializa en la producción de harinas y aceites).

2003 Compañía General de Combustibles

Industria petrolera Sociedad Comercial del Plata (perteneciente al grupo Soldati)

Explore Acquisition Corporation (perteneciente al fondo inversor Southern Cross)

S/D Venta del 81% El 19% restante del capital accionario permanece en manos del grupo Soldati.

2003 Tittarelli Alimentos y bebidas Sabores Argentinos Ecipsa S/D Venta del 30% Con esta operación, Ecipsa, que es una empresa de la familia Garbansky, accede al 100% de Tittarelli (que se dedica a la producción de vinos y aceites). Sabores Argentinos es un fondo de inversión controlado por Adolfo Sánchez Zinny, Santiago Soldati y Luis Otero Monsegur.

2003 La Salamandra Alimentos y bebidas Javier González Fraga Cristina Miguens S/D Venta del 40%

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

2003 Complejo Azucarero Leales

Alimentos y bebidas Flia. Guerrero Atanor (controlada por la estadounidense Albaugh)

S/D Venta del control accionario

Además de ser propietaria de un ingenio, Leales posee numerosas hectáreas sembradas con caña de azúcar, una planta refinadora, una fábrica de papel y un establecimiento en el que se elabora alcohol etílico.

2003 Molfino Hermanos Alimentos y bebidas Molinos Río de la Plata (perteneciente al grupo Pérez Companc)

Saputo (Canadá) 50,0 Venta del 100%

2003 Tittarelli Alimentos y bebidas Ecipsa Pucosol (Chile) S/D Venta del 30% 2003 CEPA Alimentos y bebidas Garovaglio & Zorraquín Camden, Ascheim &

Partners (fondo inversor de Gran Bretaña)

S/D Venta del 70%

2004 Química Estrella Productos y sustancias químicas

Banco Sudameris Patagonia de la Argentina

Grupo Empresarial Alimentos Europeos (España)

1,0 Venta del 6,7% Con esta operación, el grupo español lleva su participación en Química Estrella a algo más del 40%.

2004 Finexcor Alimentos y bebidas Finexcor Cargill (EE.UU.) S/D Venta del 50% Finexcor es una de las principales firmas exportadoras de carnes del país.

2004 Arcor Danone

Alimentos y bebidas - - - Creación de sociedad El holding francés (propietario de Bagley, entre otras firmas) y el grupo local Arcor fusionan en el nivel regional sus negocios de elaboración de galletitas y otros productos (las restantes líneas de negocios de Danone y Arcor quedan afuera del acuerdo). En la Argentina, la nueva empresa se denominará Bagley Argentina (Arcor poseerá el 51% de su capital accionario).

2004 TCA Automotor Valeo (Francia) Industrias Metalúrgicas Pescarmona (perteneciente al grupo Pescarmona)

S/D Venta del 20% Con esta operación, el grupo Pescarmona pasa a controlar el 100% del capital accionario de TCA (se trata de una firma especializada en la elaboración de autopartes, en especial de mazos de cables).

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

2004 Acíndar Metales comunes Familia Acevedo Companhia Siderurgica Belgo-Mineira (Brasil)

S/D Venta del 45,5% Belgo Mineira ejerce una opción de compra de la totalidad de las acciones ordinarias propiedad de la familia Acevedo (20,5%) y el derecho de conversión en acciones del monto total de sus obligaciones negociables correspondientes a una emisión de mediados del año 2001 (25%). A raíz de ello, pasa a controlar el 66% de Acíndar (el resto cotiza en bolsa de valores).

2004 Hero Argentina Alimentos y bebidas Hero AG Corporación General de Alimentos (perteneciente a Química Estrella)

S/D Venta del 50% Con esta operación, Química Estrella accede a la totalidad del capital accionario de la firma, que pasará a denominarse Mermeladas y Conservas Argentinas.

2004 Sancor Nestlé Fonterra

Alimentos y bebidas - - - Asociación estratégica

Sancor fusionó sus negocios de yogures y postres con las transnacionales Nestlé y Fonterra (que participan a través de la compañía Dairy Partners Americas Argentina). La firma argentina, que participa con el 50% del proyecto, se encargará de la producción y la distribución de los productos, en tanto Dairy tendrá a su cargo las tareas de investigación y desarrollo.

2004 Friar Alimentos y bebidas Friar Vicentín S/D Venta del control accionario

Friar es uno de los principales exportadores de carne del país. El grupo Vicentín se especializa, adicionalmente, en el procesamiento de soja, el cultivo y la manufactura de algodón, y la elaboración de algunos agroquímicos.

2004 Lanxess Productos y sustancias químicas

- - - Creación de sociedad Se trata de una firma perteneciente al grupo extranjero Bayer que se especializará en la elaboración de algunos productos químicos (en especial de polímeros).

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

2004 Jugos Naturales Minerva Alimentos y bebidas Pernod Ricard (Francia) Molinos Río de la Plata (perteneciente al grupo Pérez Companc)

2,0 Venta del control accionario

Se trata de una empresa líder en el segmento productor de jugos de limón.

2004 El Esteco Alimentos y bebidas - - - Creación de sociedad Se trata de una bodega ubicada en la provincia de Salta que es propiedad del fondo inversor DLJ Merchant Banking Partners (que, entre otras compañías, en el país es propietario de Peñaflor).

2004 Tinta Fresca Edición - - - Creación de sociedad Se trata de una empresa propiedad del grupo Agea/Clarín que se especializará en el segmento de textos escolares.

2004 Fortunato Bonelli Metales comunes Familia Bonelli Acíndar 30,5 Venta del 51% Con esta operación, Acíndar accede al 100% del capital accionario de Fortunato Bonelli (una firma especializada en la fabricación de laminados).

2004 Parmalat Argentina Alimentos y bebidas Parmalat (Italia) Molinos Bruning (perteneciente al grupo Taselli)

- Venta de la filial local

La operación incluye la venta de los activos en el país de Parmalat. El grupo local Taselli se hace cargo de los pasivos de Parmalat Argentina, que pasa a denominarse Compañía Láctea del Sur.

2004 Cachay Alimentos y bebidas León Grinchpun y otros Gregorio, Numo y Noel Werthein (perteneciente al grupo Werthein)

S/D Venta del control accionario

Se trata de la empresa que elabora la marca “Cachamai” (tés de hierbas).

2004 PBB Polisur Petroquímica Repsol-YPF Dow Química Argentina S/D Venta del 28% Con esta operación, la filial local de la estadounidense Dow pasa a controlar el 100% de la empresa.

2004 Soluciones en Nutrición Alimentos y bebidas - - - Creación de sociedad Se trata de una empresa del grupo Werthein que se especializará en la elaboración y la comercialización de leche y dulces en base a soja.

2004 Milkaut Alimentos y bebidas Patagonia Fund y Latcap

Vialat (Chile) S/D Venta del 24% El 76% restante del capital accionario de la firma queda en manos de la Asociación Unión Tamberos.

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Anexo Nº 2. Principales transferencias de capital registradas en el sector industrial argentino en las que resultaron involucradas las firmas integrantes de la cúpula manufacturera local, 1990-2004 (1)

Año Empresa Actividad industrial principal

Empresa / grupo vendedor

Empresa / grupo comprador

Monto aprox. (Mill. U$S)

Operación Observaciones

2004 Cervecería Quilmes Alimentos y bebidas Varios accionistas minoritarios

AmBev (Brasil) y grupo Bemberg

S/D Venta del 8% Como producto de la operación, AmBev accede al 59% de las acciones de Quilmes Industrial (controlante de Cervecería Quilmes) y el grupo Bemberg al 36% (el 5% restante cotiza en la bolsa de valores).

2004 Swift Armour Alimentos y bebidas Carlos Oliva Funes, J.P. Morgan Capital y Greenwich Street Capital Partners

Friboi (Brasil) 200,0 Venta del 85% Como producto de la operación, Friboi accede al 85% de la compañía y Carlos Oliva Funes retiene un 15%.

(1) Se incluyeron en el listado aquellas operaciones que determinaron cambios en la propiedad de las empresas integrantes de la elite industrial local durante el período de referencia, así como las principales compra-ventas, asociaciones, creaciones de nuevas compañías y fusiones registradas en el sector manufacturero doméstico en las que se vieron involucradas las firmas del panel o sus propietarios. Fuente: Elaboración propia en base a información del Área de Economía y Tecnología de la FLACSO.

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