TESIS: LA FRANCIA DEL SIGLO XVIII. UNA RELACIÓN DEL ...

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE HISTORIA LA FRANCIA DEL SIGLO XVIII. UNA RELACIÓN DEL PENSAMIENTO REVOLUCIONARIO ENTRE LA LITERATURA Y LA PINTURA TESIS QUE PARA OBTENER EL TITULO DE LICENCIADO EN HISTORIA P R E S E N T A: Olimpia Delgado Castillo ASESOR: Lic. Ricardo Gamboa Ramírez MÉXICO, D. F. 2013

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

COLEGIO DE HISTORIA

LA FRANCIA DEL SIGLO XVIII. UNA RELACIÓN DEL PENSAMIENTO REVOLUCIONARIO

ENTRE LA LITERATURA Y LA PINTURA

TESIS

QUE PARA OBTENER EL TITULO

DE LICENCIADO EN HISTORIA

P R E S E N T A:

Olimpia Delgado Castillo

ASESOR:

Lic. Ricardo Gamboa Ramírez

MÉXICO, D. F. 2013

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2

A aquél que dio el soplo de vida

El arte es histórico y como tal es la contemplación creadora de la verdad en la obra. El arte acontece como Poesía.

La verdad es la desocultación del ente en cuanto tal. La verdad es la verdad del ser.

Martin Heidegger. Arte y poesía

3

Agradecimientos

Escribir esta tesis me ha llevado tres años de investigación, en los cuales dentro de ellos

estuvieron personas a mi lado muy queridas, y surgieron otras más cuyo valor es muy

apreciable para mí. Quiero darte las gracias Dios por escucharme todos los días, por

darme el regalo de conocer un poco más la historia del hombre y darme la oportunidad de

escribirla. A mis papás, porque creyeron en mí a cada momento, porque me formaron con

los mejores frutos que son el amor, la paciencia y la fe. A mi hermano, porque sé que

somos el mejor complemento y que llegué a tu vida hace veinticinco años con un

propósito... Gracias a los tres por apoyarme para ese viaje a Francia.

A Chava, que en esta última etapa de la tesis fue un sustento muy grande, gracias

cariño por el amor y la paciencia que me has demostrado, por tus consejos, tu tiempo y tu

alegría.

A mi profesor que tanto admiro y quiero, Ricardo Gamboa que ha sido en mi vida un

mentor, que me dio su confianza y con ella he aprendido un sinfín de historias y

experiencias dentro de la docencia, ¡infinitas gracias!

A la Dra. Julieta Pérez Monroy por leer con tanta paciencia y cuidado este texto y

hacer de él una tesis, gracias querida Julieta por ayudarme a hacer de los detalles una

armonía más precisa. A la Dra. Angélica R. Velázquez Guadarrama, de la cual he tenido

la mejor de las impresiones, que con sus observaciones hizo que esta tesis tuviera un

brillo especial. A la Dra. Adriana Álvarez Sánchez por sus comentarios y precisiones en el

aparato crítico, por atender a mis comentarios y dudas en esa charla que tuvimos dentro

de la facultad. Al Dr. Rodrigo Páez que años atrás sus clases me inspiraron para mirar

con más detalle el comportamiento del hombre, en su seminario Historia y Psicoanálisis

siempre salía con una reflexión; que cuando le pedí que fuera parte de mi sínodo con

gusto acepto, gracias por formar parte de este primer texto.

A mis amigos que han seguido al lado mío, mi aprendizaje y que son parte de mi

historia. A Karla y Ara que las quiero y que me han enseñado el valor de la amistad en el

cual el tiempo va a nuestro lado para hacernos madurar y disfrutar cada momento. A

Guille y Ángeles porque juntas dimos los primeros pasos en el oficio de la historia, porque

entendimos el valor que tienen las humanidades y nos volvimos embajadoras de éstas. A

Gris porque al correr cada mañana junto a ti por la zona cultural de Cu podía reír y soñar

a la vez. A Miguel Audelo, amigo eres un ser extraordinario gracias por compartir conmigo

todas esas ideas que están dentro de ti. A Dianita en la cual he encontrado una nueva

amistad. A Marcos Lara porque ha sido el amigo que Dios me ha mandado para

cuidarme, hacerme reflexionar y sonreír. A Joseph mi maestro de francés que me ayudo

en las traducciones de la tesis y me enseño lo romántico que se oye el francés.

Pero yo no sería la misma si no fuera porque hace diez años la UNAM me acepto

como parte de su comunidad, soy una fiel convencida de que esta Universidad te cambia,

quitando toda la telaraña formada de una educación diferente. ¡Mil gracias UNAM! Llevo

tu sello.

4

Índice

Introducción ............................................................................................................. 6

Capítulo I. Francia antes de la Revolución ............................................................ 10

1.1 Los Tres Estados. Entre privilegios y voluntad común ................................. 16

1.2 Un árbol de Cracovia. Espacios de reunión, conversación y debate ........... 22

1.3 Libros y pinturas en una sociedad burguesa ................................................ 27

Capítulo II.Jean Jacques Rousseau. “El ciudadano de Ginebra” .......................... 35

2.1 El inicio ......................................................................................................... 36

2.2 Deseos de libertad ....................................................................................... 38

2.3 El inicio de una larga travesía. Discurso sobre las ciencias y las artes ........ 51

2.4 El deseo de un espíritu y la profesión de fe ................................................. 57

2.5 Jean Jacques Rousseau y la idea de revolución ......................................... 60

2.5.1 El origen sobre la desigualdad de los hombres ..................................... 61

2.5.2 El Contrato social o principios de derecho político ................................ 68

2.6 Muerte del ciudadano y nacimiento de una República ................................. 80

Capítulo III. Jacques Louis David. La pintura como expresión de cambio ............ 83

3.1 El arte de la pintura ...................................................................................... 84

3.2 Jacques Louis David: Una vida entre el arte ................................................ 88

3.3 Neoclasicismo .............................................................................................. 93

3.4 Creaciones y re-creaciones de Jacques Louis David ................................... 97

3.4.1 El juramento de los Horacios (1785)……………………………………... 98

3.4.2 Los primeros bocetos ........................................................................... 101

3.4.3 David en la Revolución ........................................................................ 107

3.4.4 El juramento del juego de pelota (1791) .............................................. 108

3.5 La influencia política y social desde la perspectiva artística: visión de

Jacques Louis David ........................................................................................ 116

3.6…al término de su vida ............................................................................... 120

Capítulo IV. Literatura y pintura ........................................................................... 123

4.1 Los nuevos pasos de una cultura artística ................................................. 124

5

4.2 Punto de encuentro entre la literatura y la pintura...................................... 136

Conclusiones ....................................................................................................... 138

Apéndice ............................................................................................................. 151

Bibliografía .......................................................................................................... 172

Mesografía .......................................................................................................... 178

Lista de figuras .................................................................................................... 179

6

Introducción

La Historia tiene muchas brechas en las cuales podemos navegar, también hace

inteligible las zonas estáticas del pasado y las muestra en otras dimensiones,

dimensiones que el historiador y el lector descubren en las líneas de su discurso.

Hablar sobre la Revolución Francesa no es solamente dar una serie de datos

o características que ésta tuvo, va más allá: es mostrar el origen y las ideas de las

personas que vivieron el proceso en carne propia y tuvieron la experiencia de un

cambio estructural, social y mental.

Esta tesis abordará los años prerrevolucionarios y revolucionarios,

enfocándose en la historia social y cultural de la Francia dieciochesca, a partir de

dos vertientes de la cultura: la literatura 1 y la pintura. Como punto de inicio

miraremos a la sociedad burguesa para entender el contexto social, y

posteriormente enfatizaremos la historia en dos personajes: el escritor y filósofo

Jean Jacques Rousseau y el pintor Jacques Louis David; éstos serán el hilo

conductor de la investigación, ya que tanto Rousseau como David fueron hombres

que creyeron en un cambio, que aportaron ideas para la sociedad, que buscaron

en su pasado los valores de justicia, igualdad, lealtad, sacrificio, etc. Y que lo

plasmaron por medio de la escritura y de la pintura, fueron los que llegaron a miles

de personas por medio de la palabra y la mirada. Y que en cierta forma fueron

actores presentes de un cambio estructuralmente amplio.

De esta manera podremos encontrar huellas que nos muestren el camino

hacía las bases de una revolución. Es una investigación donde el hombre y sus

ideas son lo más importante para entender el origen de una historia revolucionaria.

El objetivo de esta tesis es mostrar dentro de la historia de la Revolución

Francesa dos elementos de la cultura que fueron medios de expresión y que

sirvieron como objeto de influencia para la sociedad francesa estos son, la

1 La literatura vista en esta tesis como el arte que emplea la palabra hablada o escrita como forma

de expresión.

7

literatura y pintura, en los cuales el hombre pudo plasmar sus ideales e

inquietudes. Por un lado, está el pensamiento filosófico y por otro lado el artístico,

cada uno creó una concepción del mundo y de la sociedad. Es así como

Rousseau y David mostraron esa devoción para implantar y anunciar

convicciones.

Conoceremos la vida de Jean Jacques Rousseau a partir de sus escritos:

Las Confesiones, Ensoñaciones del paseante solitario y Rousseau juez de Jean

Jacques. Esto para entender desde su vida misma y su pensamiento personal, por

qué escribió de tal manera esas obras que marcaron su tiempo y traspasaron

fronteras. En cuanto a Jacques Louis David miraremos su vida dentro del arte para

después comprender la gran influencia que tuvo en el medio artístico, analizando

las pinturas que revolucionaron el Arte, a partir del Neoclasicismo y la relación de

los signos/imagen que él plasmó como reflejo de su sociedad.

No existe una verdadera revolución sin ideas que la alimenten, esto

conducirá la investigación; en todo momento se tendrá en cuenta que las ideas

son las bases intelectuales para fortalecer y enfrentar a la oposición. Rousseau

fue uno de los influyentes directos de la Revolución Francesa porque a partir de la

experiencia e intuición personal elaboró una teoría filosófica en la que fundamentó

las bases de la vida social en comunes acuerdos. Por otro lado, podemos decir

que la pintura nos muestra las vivencias del hombre, porque es una

representación con símbolos y significados creados por el hombre, que reflejan las

formas y caracteres de la vida cotidiana y de sus deseos. Es por eso que Jacques

Louis David, uno de nuestros protagonistas, pudo entender y reflejar las

inquietudes e ideales que tenía la sociedad; sus pinturas no son una casualidad,

sino una muestra de la percepción de su presente.

Esta tesis viene del interés por la literatura y la pintura, de las múltiples

preguntas acerca de los orígenes culturales de las revoluciones, y, en este caso

de la Revolución Francesa, de cómo se originaron pensamientos comunes y éstos

se llevaron a la práctica, también de relacionar la literatura y la pintura como

medios de expresión, donde el hombre puede crear desde su interior para ser

8

visto en el exterior. La literatura y la pintura tienen un poder inmenso ya que son

actos sociales dispuestos a ser interpretados tantas veces y como se quiera hacer.

La investigación tuvo muchas facetas comenzando por las primeras lecturas

generales acerca de la historia de Francia: historia del Antiguo Régimen, la

Ilustración, los escritos de Rousseau; posteriormente la historia del arte, los

conceptos sobre Neoclasicismo, lecturas sobre la vida de Jacques Louis David,

teoría del arte, las mismas pinturas de David y sus análisis iconográficos. Las

herramientas fueron variadas: Los libros escritos por Rousseau, éstos como

fuentes primarias; libros sobre Rousseau, como los textos críticos; la exposición

Rousseau et la Revolution realizada en París, Francia, en la Asamblea Nacional

del 10 de febrero al 6 de abril del 2012, con motivo del tricentenario del nacimiento

de Jean Jacques Rousseau. Esta exposición fue el punto culminante para

entender una parte significativa de la tesis, en la que Rousseau sigue siendo el

Rousseau de hace 200 años: L´ Homme de la nature et la vérité.2

Por otro lado, también hubo una lectura visual de las obras de Jacques Louis

David en el Museo del Louvre y en el Palacio de Versalles, reforzando el análisis

en los libros de arte y en el catálogo del Museo de Louvre.

La tesis está conformada por cuatro capítulos: La Francia antes de la

Revolución, donde se ambienta el mundo social, con aspectos de Estado y política

para luego dar un giro y mirar la literatura y la pintura en un espacio social. En el

capítulo dos: Jean Jacques Rousseau, el ciudadano de Ginebra, aquí se hace un

recorrido por la vida de Rousseau, se describen momentos cruciales que fueron

marcando su persona; la larga travesía es la que nos invita a conocer los escritos

sobresalientes de este autor y a concluir por qué Rousseau fue tan leído en los

años previos y durante la Revolución. Se tomaron tres obras: Discurso sobre las

ciencias y las artes, Discurso sobre la desigualdad de los hombres y El Contrato

social. En éstas se buscó su idea de revolución. El capítulo tres nos acercará a

Jacques Louis David, ese artista tan admirado que motivó con su arte al Arte. Se

2 “El hombre de la naturaleza y la verdad”. Cfr. Bruno, Bernardi. Et al. Rousseau et la Révolution.

París: Gallimard, 2012. p.78.

9

hablará sobre el arte en la Francia del siglo XVIII, la vida de David y sobre el

Neoclasicismo, para luego sumergirnos en las creaciones y re-creaciones del

artista y en ese espíritu que contagió experiencias con dos obras muy importantes

para la historia del Arte: El juramento de los Horacios (1785) y Juramento del

juego de pelota (1791). Este último cuadro nos lleva a reconocer el tiempo de la

Revolución, es por ello que se hablará de la importancia de David en la Revolución

y las representaciones que él hizo. Las dos obras serán analizadas iconográfica e

históricamente para detectar la influencia política y social que tuvo Jacques Louis

David.

El último capítulo: Literatura y pintura, será una recopilación de ideas puestas

dentro de toda la investigación, relacionando la literatura y la pintura como objetos

influyentes para la sociedad y como consecuencia para los cambios sociales. Será

el punto de encuentro de estos dos elementos como formas de expresión, de

cultura y sobre todo como desarrollo del hombre, o en una palabra, de la vida.

Se ha agregado un apéndice para mostrar la mayoría de las obras de

Rousseau y David, en el que se pueden apreciar en sus trabajos, invitando al

lector a que cuando se haga mención de alguna obra ya sea escrita por Rousseau

o pintada por David, y no se encuentre dentro del texto, vaya al apéndice para

conocer el año de edición o apreciar el cuadro.

En esta tesis pretendo mostrar la importancia que la cultura y el arte tiene

para el hombre, que éstas son una herramienta muy factible para cambiar ideales,

para atreverse a derrumbar estructuras por muy difíciles que sean. La literatura y

la pintura serán el medio por el cual entenderemos una idea de revolución o de

cambio. Interpretando el discurso de cada lectura y de cada imagen, para dar a

conocer las expresiones e inquietudes del hombre

Hoy en día la sociedad francesa muestra a un Rousseau y a un David

autores de una época, en la cual la literatura y la pintura siguen siendo los medios

de expresión más dinámicos. Son un legado que los identifica.

10

Capítulo I

Francia antes de la Revolución

Era el mejor de los tiempos, y el peor de los tiempos; era la etapa de la sabiduría y del aturdimiento, de la fe, era la época de la incredulidad, era el período de la Luz y de las Tinieblas, la primavera de la vida y el invierno de la desesperación. Teníamos todas las perspectivas y ninguna, caminábamos derecho al cielo y al abismo.

Charles Dickens*

Se levanta el telón

Era el año de 1774, y Francia no estaba tan favorecida en asuntos de orden

espiritual, fabricaba papel moneda y gastaba a manos llenas. Luis XVI apenas

cumpliría veinte años cuando el trono le fue designado, “y como lo había dicho él

mismo, nada se le había enseñado del oficio de rey”.3 Cuatro años antes había

contraído matrimonio con María Antonieta de Austria, vínculo que María Teresa,

madre de la reina, consolidó con el fin de sellar la alianza franco-austriaca nacida

de la famosa caída de las alianzas concretada en el año de 1756 por el tratado de

Versalles, con el propósito de neutralizar la ascensión de Prusia y la expansión

de Inglaterra.

La vida fuera de la nobleza se mostraba dura e incomprensible, la burguesía

esperaba la llegada del joven rey con reformas que redujeran al menos los

privilegios fiscales y así Luis XVI ejerciera su “absolutismo ilustrado”, 4 sin

*Véase en Charles Dickens. Historia de dos ciudades. México: Editorial Cumbre, 1967. p. 7. 3 Georges Lefebvre. La Revolución Francesa y el Imperio. Trad. María Teresa de Salazar. México:

Fondo de Cultura Económica, 1960. p.7. 4 En la segunda mitad del siglo de las Luces y en la mayor parte de Europa, el absolutismo reinaba

con matices diferentes en los distintos países, y los filósofos celebraban los méritos de los monarcas ilustrados. Reyes filósofos o monarcas ilustrados son expresiones que atestiguan el ascendente que la filosofía tenía sobre el poder. Para los monarcas, el absolutismo ilustrado de los filósofos les permitía nuevos medios de acrecentar la riqueza y el poder de sus respectivos Estados. Los ilustrados, preocupados también por la eficacia, se esforzaban por racionalizar el Estado de tal manera que resultará reforzado un poder que, aunque teóricamente absoluto, en la práctica se veía limitado por el privilegio aristocrático, las autonomías municipales y provinciales, la imperfección de la centralización todavía impotente para ordenar la complejidad de una administración creada sin plan de conjunto, bajo el peso de circunstancias históricas. En este sentido, el absolutismo ilustrado se inscribía en la línea del absolutismo monárquico del siglo

11

embargo, esto no pasaría ya que el rey no tenía personalidad y mucho menos

gozaba de autoridad. Al iniciar Luis XVI su reinado, el aparato de gobierno y

administración seguía siendo el mismo que había dejado el rey Luis XIV, el

llamado “Triunvirato integrado por el Canciller Maupeou, el abbé Terray (finanzas)

y el duque d´Aiguillon (asuntos exteriores)”,5 pero la administración cambió en

Secretarías de Estado por orden del nuevo rey: de Asuntos Exteriores, Marina y

Colonias, Guerra y la Maison du Roi (la representación de los oficios para el rey y

la corte, los asuntos religiosos, el régimen carcelario y la administración de la

capital) y el Control General de Finanzas que trataba los ministerios del Interior,

economía; impuestos, agricultura, comercio y obras públicas.

Pero la crisis financiera que estaba pasando Francia no podía ser controlada

fácilmente, esta nueva administración intentó recuperar la estabilidad pero siempre

chocaba con la oposición de los privilegios que se negaban a pagar impuestos.

Tal fue el caso del Control General de Hacienda, donde Turgot era el nuevo

ministro, y las dificultades para realizar una buena administración limitaban el

trabajo, es decir, los malos hábitos administrativos, los múltiples abusos y

prejuicios hacían que no avanzaran las nuevas políticas. La figura de Turgot en

este momento era bien recibida por los ilustrados, ellos confiaban en que los

cambios que él haría favorecerían a la economía.6

Turgot era un hombre dotado de gran capacidad política, escribió numerosos

artículos para las publicaciones de los filosiócratas,7 estaba a favor de la difusión

de los conocimientos económicos, y su gran aportación correspondía a la

anterior, esto es, del esfuerzo del Estado en un marco territorial nacional, de la expansión económica bajo la protección del Estado (que encontraba en ello los medios para desarrollar su armazón administrativo y su capacidad militar) y, por último, del desarrollo del capitalismo comercial en manos de la burguesía que, por otra parte, proporcionaba administradores y financieros a la monarquía. Con estos rasgos característicos de la monarquía absoluta, los monarcas ilustrados parecían escuchar los consejos de los filósofos, tratando de inspirarse en un pasado ya probado. Cfr. Albert Soboul. Comprender la Revolución Francesa. Barcelona: Critica. 1983. pp. 11-15. 5 Paloma de la Nuez. Turgot, el último ilustrado. Madrid: Unión editorial, 2010. p. 19.

6 Cfr. Francisco González Aramburo. Turgot, cuadro filosófico de los progresos sucesivos del

Espíritu Humano y otros textos. México: Fondo de Cultura Económica. 1998. pp. 11-45. 7 Véase en “El pensamiento económico en la Francia del siglo XVIII” en Luis Perdices de Blas.

Historia del pensamiento económico. Madrid: Editorial Síntesis. 2003.

12

liberalización comercial, y eso hizo cuando presentó medidas liberalizadoras sobre

el comercio de grano que ya habían sido suspendidas por el antiguo Controlador

General: Terray, en el año de 1770. El edicto que estableció Turgot fue el 19 de

diciembre de 1774. Pero la reacción del pueblo causó conflictos por estas medidas

ya que las malas cosechas no dejaron que se realizara efectivamente la libertad

de granos.

Durante los dos años siguientes de malas cosechas estas medidas liberalizadoras no sirvieron de mucho, ya que aunque los campesinos podían vender sus granos de acuerdo a sus conveniencias las cosechas no respondían a este favor, eran mediocres y esto empezaba a provocar disturbios dentro de la clase baja, la mendicidad en bandas, el ataque contra agricultores, la detención de convoyes, el

pillaje en los mercados y finalmente los motines en París eran comunes.8

El precio subió excesivamente, estos acontecimientos han sido denominados

“guerra de las harinas” y aunque Turgot había previsto algunas medidas como

dejar la exportación sometida a la autorización, otorgar primas, gratificaciones a la

importación, mantener en París el control sobre el comercio de granos y crear

talleres de caridad en todas las provincias; los disturbios causaron grandes

problemas entre el pueblo y el Estado.

En 1775 cuando Luis XVI es consagrado rey, el trabajo de Turgot estaba

consolidándose, pero las interminables polémicas entre Turgot y sus enemigos del

Parlamento, como los aristócratas, cortesanos y el clero destrozaban los proyectos

del ministro, ellos temían un gobierno con políticas económicas donde se limitaran

los gastos para sanear el presupuesto. Es decir, que se acabaran los privilegios.

Por otro lado, el pueblo también se encontraba a disgusto ya que lo único que

alcanzaba a comprender era que las medidas de Turgot encarecían el precio del

pan.

Y aunque Turgot decidió presentar los seis edictos que eran el eje de la

política reformista no obtuvo respuesta aprobatoria por parte del rey.

8 Georges Lefebvre. La Revolución Francesa y el Imperio. Op. Cit., p.12.

13

“Los [dos primeros] edictos consistían en abolir la Corvée, las jurandes y

maîtrises. Los otros cuatro tenían como finalidad acabar con los impuestos y las

trabas de todo tipo que impedían la libertad de comercio”.9 Pero a pesar de estas

medidas y de querer mostrar una solución, Turgot no logró que el rey aceptara

tales edictos, ya que Luis XVI no tenía el carácter ni la seguridad para apoyar a su

ministro, con esto, Turgot sabía que acabaría su esfuerzo por estabilizar la

economía francesa.

Lamentándose por la debilidad del rey, Turgot comprendía la situación

económica y social de Francia y con ello podía ver hacía qué camino marchaba tal

situación. A Turgot sólo le quedaba mencionar al rey dicha frase: “No olvides

nunca que la debilidad puso la cabeza de Carlos I bajo el hacha”.10 ¿Sería que

Turgot sabía hasta dónde llegaría el pensamiento ilustrado y la fuerza de acción

que éste estaba cobrando?

Los edictos fueron una muestra de inconformidad por parte de todo el

Parlamento, eran decretos violentamente atacados, ya que se veía en ellos una

revolución: Igualdad fiscal; igualar a todos los propietarios con relación a los

impuestos, acabar con los privilegios y hacer que la nobleza y el clero fueran

tratados como el resto de los ciudadanos. La reacción fue inmediata:

Conservar para cada quien lo que le pertenece es regla fundamental del derecho natural —se justifica el Parlamento— del derecho de gentes y del gobierno civil, regla que no consiste solamente en mantener los derechos de propiedad, sino también los que están vinculados a la persona y que nacen de los privilegios de la cuna y del Estado. Todo sistema que tienda a establecer entre los hombres una igualdad de deberes y a destruir las distinciones necesarias, conduciría pronto al desastre, consecuencia inevitable de la igualdad absoluta, y produciría el derrumbe de la sociedad civil, cuya armonía no se mantiene sino por la gradación de los poderes, de la autoridad, de las preeminencias y de las distinciones que pone a cada uno en su lugar y protege a todos los estados contra la confusión.11

9 Paloma de la Nuez. Turgot, el último ilustrado. Op. Cit., p. 79.

10 Lettres au Roi. Troisiéme lettre, año 1776, p. 454. En: Gustave Schelle. Œuvres de Turgot et

documents le concernant, avec biographie et notes. Paris: Librairie Félix Alcan, 1913. [ref. 23-09- 2012] http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k112907d/f1.image 11

Paloma de la Nuez. Vid. supra. p. 81.

14

Las injusticias que Turgot veía, hacían comprender que la pervivencia de los

derechos señoriales de los nobles y aristócratas, no dudarían mucho y que

finalmente esto constituiría una preparación para un cambio.

El pensamiento ilustrado veía limitados sus privilegios, sabía que no se

habían destruido las antiguas instituciones, que el mismo rey no podía hacerlo por

los intereses, hábitos y derechos de la aristocracia, de su corte y del clero. La

fuerza de acción que estaban tomando los pensadores ilustrados en ese

momento, fue porque ellos eran conscientes de su realidad; la mala administración

y sobre todo la incapacidad del rey, constituían futuro incierto de Francia.

Y es que Turgot, no es que fuera un profeta al revelar lo que se veía venir

para el rey y para toda Francia, sino que conocía la representación del mundo

propia de su época porque era, desde luego, un hombre de su tiempo:

De ahí que el estudio de su vida y sus múltiples análisis sobre la situación de Francia le permitieron profundizar en el conocimiento del absolutismo, conocer las transformaciones sociales y económicas del periodo; en el conocimiento de la mentalidad ilustrada que tan decisivamente marcó su identidad, en el de las esperanzas frustradas del reformismo en el poder. Todo esto permitió situar su pensamiento en el debate de su tiempo, comprender mejor los orígenes intelectuales de la Revolución así como la génesis y las características del liberalismo francés.12

Turgot fue sustituido el 12 de mayo de 1776 por Jean Etienne Bernard de

Clugny quien anuló todas las disposiciones que había hecho Turgot, sin embargo,

sólo duró cinco meses en el cargo de ministro ya que murió muy pronto. Por poco

tiempo ocupó el puesto Louis-Gabriel Taboureau y después Jacques Necker, él no

trato de favorecer a algún bando, sólo utilizó su audacia; por un lado, abolió la

servidumbre en el patrimonio real, los subsidios fueron sometidos a la

administración y ciertos cargos suprimidos; por otro lado, se asoció con financieros

con el fin de establecer el equilibrio económico, pero con esto la deuda pública

creció de manera alarmante. Por si fuera poco, la relación con naciones vecinas

no marchaba bien, los franceses deseaban vengarse de Inglaterra debido a los

12

Ibid., p. 34.

15

desastres de la guerra de los Siete Años, y una manera de hacerlo era por medio

de la ayuda a América del Norte (las colonias inglesas) que luchaban por su

independencia, de esa guerra se obtuvo una gran deuda, de tal suerte que muy

pronto Luis XVI se halló a merced de la aristocracia.

16

1.1 Los Tres Estados…

Entre privilegios y voluntad común

Hay que “neutralizarlo”, restablecer la salud y el funcionamiento de todos los órganos para que no vuelvan a formarse más combinaciones morbíficas, capaces de contagiar hasta los principios más esenciales de la vitalidad.

Emmanuel Sieyes*

Desde principios del siglo XVIII comenzaba a verse todo fragmentado; divisiones

sociales muy marcadas, influencia de poder y necesidades economícas, era así

como los antepasados habían dejado su herencia.

Los marcos económico-sociales eran los propios del Antiguo Régimen: los

señoríos y la comunidad aldeana en el mundo rural, los gremios se encontraban

en las ciudades, eran las parroquias las que constituían, tanto en el campo como

en la ciudad, el principal entramado de la vida pública, como correspondía a una

sociedad en la que el catolicismo era la religión de Estado y en la que el monarca

gobernaba por derecho divino.

De acuerdo con la historiadora Irene Castells, las cifras de las comunidades

rurales son de 40,000, que en su mayor parte coincidían con las parroquias, que

estaban a su vez integradas en los señoríos y que agrupaban a algo más del 80%

de una población de casi 29 millones de habitantes, de la que 22 millones eran

campesinos, mientras que la población urbana no superaba el 19%.13

Según la composición por Estamentos, el Primer Estado del reino era el

clero, compuesto por unos 150,000 individuos, dividido entre el clero secular y

regular (órdenes monásticas, en las que más de la mitad de sus miembros eran

mujeres), siendo muy marcada la diferencia económica entre una minoría de alto

*Véase en Emmanuel Sieyes. ¿Qué es el Tercer Estado? Trad. Marta Lorente Sariñena et al. Madrid: Alianza Editorial, p. 177. 13

Irene Castells. La Revolución Francesa (1789-1799). Madrid: Editorial Síntesis, 1997. p. 27.

17

clero 10,000 y el bajo clero, reducido en muchos casos al salario de sólo una parte

del diezmo de sus parroquias.

El Segundo Estado, el de la nobleza, que no pasaba al parecer de unos

300,000 individuos,14 por ser lo doble del primero, contaba con otros estatutos y

funciones sociales más amplias, en la relación a sus orígenes, actividad y riqueza.

La clásica distinción entre nobleza de espada y de toga estaba muy difuminada a

finales del siglo XVIII, eran frecuentes los enlaces matrimoniales entre ambas,

tenían un modo de vida y comportamientos similares, en lo que respecta a los

situados en la cúspide del grupo nobiliario, quienes se beneficiaron del alza de la

renta de la tierra, del desarrollo del negocio comercial e industrial y de las

actividades financieras. Sin embargo, la mayoría de los nobles no lo eran por

nacimiento, sino por una carta de ennoblecimiento real o por la compra de un

cargo (venalidad de oficios) que daba el acceso al Estado noble y se transmitía

por herencia. Fue la riqueza el factor determinante de la estratificación de la

nobleza durante el siglo XVIII, siendo lo más importante la cuantía y origen de su

fortuna.

Según este criterio habría hacia 1789 unas 250 familias pertenecientes a la categoría más alta del Segundo Orden, de las que al menos 100 correspondían a la nobleza de corte y unas 50 a los ricos financieros, en este sector estaban los comprometidos con las actividades capitalistas, comerciales e industriales, que podían ejercer desde 1765 sin perder su derecho de nobleza.15

La desintegración progresiva del Segundo Estado durante el siglo XVIII se

debió fundamentalmente a la importancia que tomaron los ennoblecimientos en las

carreras administrativas y jurídicas; por un lado, a la expansión económica; y por

otro, al poder del dinero, que fue estableciendo cada vez mayores jerarquías

dentro del propio Estamento, que ya no funcionaba como grupo homogéneo, sino

que sus miembros se vieron abocados a destinos individuales, con frecuencia

opuestos.

14

Ibid., p.28. 15

Ibid.

18

Por debajo de las órdenes privilegiadas, estaba la inmensa mayoría de la

población, el Tercer Estado, aunque en vísperas de 1789 ya se distinguían

claramente los “burgueses” del pueblo, si bien no era fácil delimitar los estratos

más bajos de la burguesía de los sectores populares, sobre todo en el mundo

urbano, mientras que en la sociedad rural a la gran heterogeneidad de los grupos

sociales hay que añadir la enorme diversidad regional.

El Tercer Estado llevaba a cabo los trabajos particulares y las funciones

públicas,16 los trabajos particulares pueden reducirse a cuatro clases: 1° Como la

tierra y el agua suministran la materia prima de las necesidades humanas, la

primera clase en el orden de las ideas será la de todas las familias dedicadas a los

trabajos de campo. 2° Desde la primera venta de las materias hasta su consumo o

su uso, una nueva mano de obra, más o menos numerosa, se añade a dichas

materias. La industria humana llega, de esta manera, a perfeccionar los beneficios

económicos. 3° Entre la producción y el consumo se establecen una multitud de

agentes intermediarios que son útiles tanto a los productos como a los

consumidores: los comerciantes y los negociantes. 4° Además de estas tres

clases de ciudadanos laboriosos del objeto propio al consumo y al uso, esta cuarta

clase comprende desde las profesiones científicas y liberales más distinguidas

hasta los servicios domésticos menos considerados.

Las funciones públicas están clasificadas bajo cuatro dominaciones

conocidas: la espada, la toga, la iglesia y la administración.17

En este sentido, la condición de los burgueses era muy variada, los

financieros y los negociantes tenían sus residencias en las grandes ciudades y

alternaban con la nobleza. En provincia, el burgués conservaba su origen

16

Emmanuel Sieyes define el Tercer Estado por los trabajos particulares y las funciones públicas. “El Tercer Estado es toda la nación. La nobleza no podría formar parte del mismo, pues ella no entra en la organización social sino que pertenece inmóvil en medio del movimiento general, devorando la mejor parte del producto, sin haber participado en absoluto en su gestión”. Cfr. Emmanuel Sieyes. Op. Cit., pp. 87-88. 17

Emmanuel Sieyes hace un estudio sobre qué es el Tercer Estado planteando la idea de que el Tercer Estado es Todo; con esta conformación el autor puede aclarar que el Tercer Estado posee todo lo necesario para formar una nación completa. —dice que nada puede funcionar sin él—. Cfr. Emmanuel Sieyes. Op. Cit., p. 90.

19

campesino; era ahorrativo y su mujer ignoraba la moda; las distracciones eran

poco frecuentes; la autoridad del padre y del marido seguía siendo absoluta. Entre

el burgués y el hombre del pueblo las relaciones eran habituales.

También en el Tercer Estado podemos agregar a los obreros, campesinos y

artesanos que trabajaban con su pensamiento y con sus manos; los que

trabajaban en oficios mecánicos y los jornaleros pero también había gran cantidad

de población flotante.

La exclusividad de los dos primeros estamentos era tal, que se buscaba la

ocasión para imponer impuestos, por ejemplo, la taille era un impuesto directo que

recaía sobre las tierras y los que estaban sometidos a pagar eran los plebeyos su

pago era en especies, recaudado por un intendente en los Estados provinciales.

Otro impuesto directo era la capitación debía ser pagado por todos los franceses

sobre sus ingresos, pero hubo muchas excepciones:

Los contribuyentes estaban divididos en veintidós clases, pagando cada una la misma suma: a la cabeza de la primera, el Delfín con dos mil libras; en la última, los soldados y jornaleros, que no pagaban más que una libra. El clero se liberó, en 1710, pagando 24 millones; los nobles escaparon a ella. La capitación terminó por caer sólo sobre los plebeyos, y convirtiéndose en un suplemento del tributo18.

El vigésimo fue también un impuesto directo, establecido en 1749, y estaban

sometidos a pagarlo de igual manera todos los franceses, sin embargo, en la

práctica muchos quedaban exentos:

Se refería a la renta de inmuebles del comercio, las rentas e incluso los derechos feudales […] el clero, por el voto periódico del don gratuito, se liberó; la nobleza quedaba con frecuencia exenta; las provincias de Estado o con asambleas estaban abonadas. El vigésimo constituyó un segundo suplemento del impuesto directo19.

Esta situación del cobro de impuestos, el cargo que se tenía sobre los

campesinos, la crisis económica y las malas cosechas; agravó las fisuras que

18

Albert Soboul. Compendio de la historia de la Revolución Francesa. Madrid: Editorial Tecnos, 1994. p. 72. 19

Ibid.

20

había entre los dos primeros Estamentos y los campesinos, que en su mayoría

eran pobres (parcelarios o sin tierra), los campesinos cultivaban para llevar a cabo

la autosubsistencia. En este sitio de necesidades encontramos a los campesinos

como los más perjudicados, pedían préstamos a los ricos, esto es, a los pocos

individuos relativamente ricos; en este trato, el odio, la envidia y los conflictos

reinaban en esta sociedad campesina.

Ahora bien, la comida era una necesidad primaria en la sociedad rural, ellos

deseaban el pan como a nada (se disfrutaba de la vida si se tenía comida), ya que

la mala alimentación era muy frecuente en diversas zonas.

Esta búsqueda de alimento puede encontrarse en los cuentos populares

franceses; aparece casi siempre en forma de parodia, por ejemplo, en “los deseos

ridículos”:

A un pobre leñador le prometen cumplirle tres deseos en recompensa de una buena acción. Mientras piensa, se le despierta el apetito; y desea un salchichón. Después de que éste aparece en su plato, su esposa una enojona insoportable lo regaña tan violentamente por desperdiciar su deseo que el leñador pide que le crezca un salchichón en la nariz. Después al ver a su esposa deformada, desea que regrese a su estado normal; y vuelven así a su antigua existencia miserable.20

El pueblo veía en la comida un paraíso, estos deseos se convertían en

sobrevivencia diaria.

La existencia del hombre como propietario era la característica principal de

las leyes de propiedad en Francia. Es decir, la propiedad de la tierra derivaba de la

apropiación de los señoríos, que pertenecían al clero, la nobleza, la burguesía y al

campesinado. Estos derechos eran llamados feudo-señoriales:

Unos derivados del primitivo contrato de feudo, que eran una especie de derechos reales de contenido fundamentalmente económico y ligado a la propiedad (censos, champart, etc.), y otros relacionados con la soberanía del señor en cuanto señor de vasallos (monopolios señoriales, derechos honoríficos y de justicia, etc. Además del diezmo percibido por la Iglesia, que pagaban sin distinción todos los propietarios).

20

Robert Darnton. La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa. Trad. Carlos Valdés. México: Fondo de Cultura Económica, 2006. p. 40.

21

Los campesinos (dueños del dominio “útil” según el derecho feudal) tenían que pagar por ellos en reconocimiento del dominio “eminente” del señor.21

Es evidente que la situación feudo-señorial estaba teniendo en las últimas

décadas una indudable dimensión social y política para los campesinos, ya que

las características de la crisis agraria francesa pre-revolucionaria se concentraban

en la falta de tierras ante una población en aumento y la casi total ocupación del

suelo producido.22 El crecimiento de la población campesina provocó una ruptura

en el equilibrio de población-subsistencias y por consiguiente se produjo hambre.

Es así como podemos ver estos Tres Estados tan diferentes, sin duda los

privilegios que tenían los dos primeros estaban por encima de cualquier cosa. Por

otro lado, el Tercer Estado no era homogéneo, estaban desde los plebeyos, los

profesionistas liberales hasta los burgueses con más capital. Sin embargo, entre el

burgués, el hombre del pueblo y el campesino las relaciones eran frecuentes;

gracias a este contacto, la burguesía pudo comenzar a abrir el camino para un

cambio.

La burguesía era casi unánime contra el privilegio. En la aurora del capitalismo se beneficiaba también con la libertad de investigación y de empresa, con la unificación del mercado nacional, la desaparición del régimen señorial y la propiedad eclesiástica que inmovilizaba la tierra y a los hombres.23

Con este panorama tomemos en cuenta la declaración de Emmanuel Sieyes,

que el Tercer Estado es todo de hecho y nada de derecho.

21

Irene Castells. Op. Cit., p. 30. 22

De ahí que lo verdaderamente importante era la estructura de la propiedad. Las cifras globales de repartición de la misma dan unos porcentajes que atribuyen algo más de un 6% al clero, entre un 25% y un 30% a la nobleza, un 20% a la burguesía urbana, y en torno al 40%-45% al campesinado. Estas cifras aproximadas indican que, por lo menos, un tercio del suelo francés estaba en manos de los privilegiados. Cfr. Irene Castells. Op. Cit., p. 31. 23

Georges Lefebvre. La Revolución Francesa y el Imperio (1787-1815). Op. Cit., p. 34.

22

1.2 Un árbol de Cracovia

Espacios de reunión, conversación y debate

El árbol mágico no sólo es el árbol de la libertad de la Revolución Francesa en cuya verbena se desarrolla la historia y en cuyo estallido desemboca; en sus ramas sopla la brisa alpina de la “Montana mágica”.

Sϋddeutsche Zeitung*

El pensamiento ilustrado había fomentado un contacto, formal e informal, que en

muchas ocasiones ignoraba las barreras del estatus económico y social. Los

locales públicos como cafés, tabernas, salones de lectura, academias, etc. fueron

lugares de reunión. Comencemos este apartado por preguntarnos: ¿Cómo se

enteraban los habitantes de las noticias que había alrededor de París?

Según Robert Darnton, “Los rumores son tan viejos como la humanidad y su

propagación como si fueran noticias son tan antiguas como la civilización”. 24

Relata que en 1750 para enterarse de lo que realmente estaba pasando, los

parisinos en Francia se dirigían a un árbol de Cracovia, castaño, grande y

frondoso, situado en el corazón de París en los jardines del Palacio Real. Era ahí

donde conocían de las últimas noticias sobre la sociedad.

Probablemente este árbol había adquirido su nombre de las acaloradas

discusiones que tuvieron lugar alrededor de él durante la guerra de Sucesión de

Polonia (1733-1735), el nombre se sugiere de “rumores” (craquer, contar historias

dudosas). Como un imán poderoso, el árbol atrajo a nouvellistes de bouche

(buscadores de noticias) que difundían información sobre acontecimientos de

actualidad de boca a boca. Había otros centros neurálgicos para la transmisión de

"ruidos públicos": bancos especiales en las Tullerías, los Jardines de Luxemburgo

*Véase Peter Sloterdijk. El árbol mágico. Madrid: Seix-Barral, 1986. 24

Robert Darnton. “Del rumor a la imprenta” en Revista Etcétera, Trad. Katia Rheault, noviembre, 2000. p. 53.

23

y los bulevares. También aparecía la información en los boletines de noticias,

éstas se gritaban por vendedores de canards (panfletos graciosos).25

Fig. 1. "L'arbre de Cracovie", 1742.26

Así como la gente se podía comunicar por medio de la palabra y discutir las

noticias, las iniciativas por nuevos ideales ya se dejaban ver, enfocando entonces

a la sociedad a un nuevo sistema de pensamiento. La sociedad estaba

cambiando, no olvidemos que estamos hablando de una sociedad burguesa que

tenía la oportunidad de crear. “Ya no hay más disputas sobre calvinismo,

molinismo y jansenismo. En lugar de esto, la lectura de los libros de filosofía

apasiona de tal manera a la mayoría”.27

Ellos creaban las lecturas, la música, la pintura, el teatro, eran constantes en

la esfera pública; esto renovó los tiempos de Francia, el hombre mismo

contemplaba sus productos culturales, ahora el individuo podía emitir un juicio

sobre lo que leía, veía o presenciaba. Y los espacios de sociabilidad fueron el

lugar central para la expansión del conocimiento.

25

Ibid., pp. 53-62. 26

El árbol de Cracovia como se muestra en este grabado satírico “La figura de la Verdad”. Cfr. Robert Darnton. Una sociedad de la información anticipada. Noticias y medios de comunicación en el París del siglo XVIII. Disponible en: http://www.historycooperative.org/journals/ahr/105.1/ah000001.html [ref. de 16-01-2012] 27

Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios sobre la cultura francesa. Op. Cit., p. 142.

24

Relacionado a esto la vida urbana buscaba placeres donde se combinaba el

pensamiento y la diversión. Ejemplifiquemos con este pasaje de Charles Dickens:

Había caído en la calle, haciéndose pedazos, una barrica de vino. El accidente ocurrió al sacarla de un carro: cayó al suelo, comenzó a rodar, saltaron los aros, y fue a reventar, como un cascarón de nuez frente a la puerta de una taberna. Todas las personas que había en los alrededores suspendieron sus tareas o pusieron fin a su ociosidad para correr al lugar del siniestro y beberse el vino. Las piedras ásperas y desiguales que formaban el adoquinado de la calle, puestas de propósito, según todas las apariencias, para hacer tantos cojos como criaturas mortales pasaran sobre ellas, habían hecho la distribución del rojo líquido, formando variedad de estanques de diferentes tamaños, todos rodeados de grupos mayores o menores. […] Muchos hombres, tendidos de bruces, recogían el vino en el hueco de las manos, y bebían, o hacían que bebieran las mujeres y se inclinaba sobre sus hombros, antes de que el líquido se les escapara entre los dedos. Otros, hombres y mujeres, lo recogían en pequeñas vasijas de barro cocido, o bien empapaban sus pañuelos de cabeza de las mujeres, que luego exprimían en sus bocas o en la de los niños; estos levantaban diques de barro ante el vino; otros más, obedeciendo los consejos que a gritos les daban los curiosos desde la ventana, saltaban de acá para allá con el fin de desviar el curso de nuevos riachuelos y no faltaban quienes apoderándose de los fragmentos medio podridos de la barrica los chupaban y lamian con indecible deleite. Puede asegurarse que las turbas recogieron no sólo hasta la última gota de vino, sino hasta la última molécula de la tierra que con aquél estuvo en contacto. La calle quedó como si por ella acabasen de pasar todos los grupos de basureros de la ciudad.28

Fig. 2. Historia de dos ciudades, “La taberna”, 2010. Ilustración de Miguel Ángel Audelo García.

28

Charles Dickens. “La taberna”. En Historia de dos ciudades. México: Editorial Cumbre. 1967. p. 31.

25

Estos fragmentos demuestran una manera cotidiana de ver a los parisinos,

las tabernas tenían una clientela primordialmente masculina, era un lugar común

de los parisinos pertenecientes al Tercer Estado esto daba pie a que se generará

en aquellos lugares el debate, la agitación y muchas veces algunas revueltas por

el murmullo sobre la situación política y económica del país es por ello que

siempre estuvo vigilada por espías del gobierno. Por otro lado, también funcionó

como el lugar de encuentro entre amigos, donde las parejas celebraban su

matrimonio, se realizaban bautismos y hasta funerales. No olvidando la asistencia

de las mujeres en las tabernas que siempre era muy bien recibida.29

Las costumbres populares estaban consolidándose como una cultura de

alcance universal, las prácticas populares seguían siendo la esencia del pueblo:

su lengua, sus fiestas, sus creencias, etc. En el siglo XVIII el Tercer Estado era un

grupo homogéneo, con hábitos similares en el que los individuos participaban de

sus tradiciones pero también de los nuevos modos de vida, es esto lo que hizo

que se relacionara con las nuevas ideas: valores de universalidad, el iluminismo,

la racionalidad pero también el sentimiento. Era pues, una sociedad burguesa

unida con diferentes características pero inundada de una cultura. Donde la

conciencia colectiva era capaz de unificar los diferentes modos de vida, por medio

de noticias, propaganda, lecturas, libros, discursos (retórica), pintura, música,

lugares, comida, etc.

La clase burguesa representó una conquista, formando una identidad propia,

con frecuencia tenían varios días a la semana para la lectura, la discusión erudita

y el intercambio de ideas. Para esto se frecuentaban los cafés, salones o espacios

de debate. Los curiosos de saberes nuevos, de ciencias experimentales,

matemáticas, de filosofías, artes etc., ponían en marcha todo lo conocido para

llegar a intervenir en tales asambleas. La ideología que tomó la sociedad burguesa

fue esencial, porque se ingenió para saturar a la gente común con sus ideas de

libertad (en especial la libertad de comercio) y de igualdad (desintegrar los

privilegios de la aristocracia).

29

Cfr. James Van Horn Melton. La aparición del público durante la Ilustración europea. Op. Cit., pp. 283-290.

26

Fig. 3. Café de Foy, el Palais-Royal30

30

Véase en Robert Darnton. La gran matanza de gatos y otros episodios de la cultura francesa. Op. Cit. en el apartado de imágenes.

27

1.3 Libros y pinturas en una sociedad burguesa Para los lectores, su utopía prometía liberación. Les ofrecía la visión de un mundo en el que los escritores y los lectores volvían realidad el sueño de Rousseau, en donde la vida al fin era un libro abierto.*

Dentro de esta maleza, de descripciones de la época, tal vez al lector le urja

detenerse, recuperar el aliento y preguntar algo más profundo sobre el tema de la

literatura y la pintura previo a la Revolución. ¿Qué pasaba con la lectura y con la

pintura? ¿Cómo fue que se convirtieron en una influencia para el pensamiento del

hombre? ¿Los escritores y artistas ya estaban pensando en una revolución?

Aun cuando no seamos capaces de recrear el mundo literario y artístico de

Francia antes de la Revolución en toda su complejidad, sí podemos identificar las

letras y la iconografía que penetraron a la sociedad desde hace más de dos siglos.

El espacio público31 fue un medio para destacar el juego entre la opinión

pública y las formas de comunicación en la sociedad moderna. En este espacio,

los libros y el lector tuvieron un papel muy importante.

La lectura y la escritura sostienen toda la vida cívica, la cual está organizada alrededor de las ideas del libro: el alma como un libro, la ciudad como un libro, el libro de la naturaleza se lee por medio de los telescopios y microscopios.32

Como resultado de las reuniones culturales estos espacios sirvieron para

generar la opinión pública hecha por los integrantes e individuos particulares que

emitían un juicio sobre lo que leían, veían o presenciaban, la opinión generalmente

se daba a conocer de manera oral dentro del espacio público o de manera

*Robert Darnton. Los “best sellers” prohibidos en Francia antes de la Revolución. México: Fondo de Cultura Económica, 2008. p. 210. 31

Los espacios públicos eran lugares de conversación y debate, en los que no sólo se reunían para sociabilizar sino que daban a conocer sus opiniones, el público se volvió árbitro político y cultural. “Una entidad a la que las gentes de la época acabaron por referirse cada vez más como a un tribunal superior”. James Van Horn Melton. La aparición del público durante la Ilustración europea. Op. Cit., p. 16. 32

Robert Darnton. Vid. supra. p. 209.

28

impresa, ya sea por medio de revistas, panfletos, carteles, folletos, periódicos, etc.

El público estaba conformado por personas ordinarias que tenían la capacidad de

aventurar opiniones acerca de temas sociales, culturales, filosóficos, científicos

pero sobre todo políticos, en este sentido el papel del público tuvo una función

muy importante:

La representación del público como tribunal, como órgano independiente, infalible y unitario que juzgaba las acciones de aquellas instituciones que tradicionalmente habían ejercido el poder, había de ser un elemento clave de este concepto según fue evolucionando en el discurso político francés del siglo XVIII.33

A partir de esta opinión libre tanto formal e informal el auge de lectores creció

en porcentaje; sin embargo, no todos los sectores de la población tenían los

medios para leer o generar una opinión crítica y libre, como por ejemplo los

campesinos, los obreros, las mujeres pertenecientes a la vida domestica o rural,

la servidumbre y la población flotante, ya que eran los que menos se veían

involucrados como público lector.34

Los lectores eran los individuos que podían pagar un libro, una revista o un

periódico, y que tenían el tiempo para hacer público de una u otra manera sus

conocimientos, muchos de ellos seguían siendo parte de la nobleza, otros eran los

burgueses que habían tomado el papel principal como lectores, y entre ellos los

que simplemente “estaban alfabetizados pero que no podían permitirse comprar

libros de forma regular, por ejemplo, los profesionistas, los profesores, oficiales

militares, artesanos cualificados o pequeños comerciantes”.35

La mayor parte de la literatura a finales del siglo XVIII estuvo consolidada

con escritores como Locke, Newton, Pierre Bayle, Montesquieu, Voltaire,

Rousseau, Diderot; científicos como Maupertius, Buffon, Lavoiser; el matemático

Condorcet; otros más como Kant, Moses Mendelsohn y Herder. Podemos percibir

33

James Van Horn Melton. Op. Cit., p.76. 34

Para conocer el estudio de los libros y la lectura popular antes de la Revolución. Véase en: Roger Chartier. Lecturas y libros en la Francia del Antiguo Régimen. Trad. Paloma Villegas. México: Instituto Mora. 1994. 35

En la década de 1740, el 60% de la población urbana masculina estaba alfabetizada, en relación

con sólo el 35% de los varones que vivían en el campo. Ibid., p.138.

29

un conjunto de corrientes distintas, pero que abren una nueva idea de concebir el

mundo. Las lecturas se diversificaban cada vez más: religiosas, historia, medicina

viajes, bellas artes, novelas, memorias, autobiografías, música, pintura, etc.

Pero no todo era tan sencillo, había también mucha literatura prohibida que

era confiscada. Sin embargo, los libreros hacían todo lo que estuviera en sus

manos para obtenerla y así llevarla al mercado clandestino. Esta literatura ilegal

consistía en un periodismo expositor, comentarios sociales, polémicas políticas,

anticlericalismo insultante, fantasías utópicas, pornografía, especulaciones

teóricas (todo lo cual cohabitaba de manera promiscua bajo la misma etiqueta,

livres philosopiques), mucha de la literatura se movía en los espacios públicos.

La literatura clandestina era más que un gusto para muchos, era un medio

muy fructífero para explotar, ya que la convergencia del discurso político y

pornográfico fue cada vez más evidente y atrajo a un público amplio donde las

ganancias rendían frutos de manera rápida, tal fue el caso de Luis XV y su

sucesor que se vieron envueltos dentro de los ruidos públicos e historias contadas

dentro de la literatura clandestina.

[…] Cuando la impopularidad de la monarquía encontró expresión en panfletos injuriosos que denunciaban el libertinaje del rey y sus amantes. Bajo el reinado de Luis XVI esta tendencia culminó en ataques calumniosos contra María Antonieta, a menudo en revelaciones pornográficas que daban cuenta de sus apetitos sexuales supuestamente insaciables y contra natura.36

No sólo se publicaba en panfletos sino se llegaban a hacer narraciones

completas que se imprimían en volúmenes; novelas que fueron famosas como La

vida privada de Luis XV o anécdotas de la Condesa du Barry. Por otro lado, las

obras populares recorrían los lugares de reunión: La historia de Dom Bougre,

Memorias de Fanny Hill, Teresa filosofa (Thérèse philosophe) de Jean-Baptiste de

Boyer, Justina (Justine ou les Malheurs de la vertu) del Marqués de Sade, o los

famosos libros de Retif de la Bretonne: La campesina pervertida (Le paysan

pervertí), La hija seducida (Le fille séduite), Anti Justina (Le anti- justine).

36

James Van Horn Melton. Op. Cit., p. 133.

30

La extraordinaria moda de la literatura erótica, revela también la fascinación de finales del siglo XVIII por dar publicidad a lo privado. Se ha estimado que durante las dos últimas décadas del Antiguo Régimen las obras pornográficas constituían más del 20% de la demanda del mercado francés de literatura ilícita.37

El público lector llevaba a partir de sus gustos un inmenso mundo comercial

donde a finales del Antiguo Régimen constituía un alcance económico muy fuerte,

era una república de letras, conformada por todo tipo de temas.

Se trataba de forjar nuevos medios de conocimiento, de alcanzar gracias a

ellos una soberanía del espíritu lo bastante grande para poner en orden lo que

hasta aquí parecía un caos. Es entonces que el hombre se coloca en un período

de búsqueda de conocimientos, se halla dominado por la curiosidad, por la alegría

que siente ante la multiplicidad de las relaciones entre las cosas.

Vemos pues que el hombre dentro de la sociedad al cambiar él, cambia su

entorno. Propongamos entonces: el inconsciente colectivo como el modo para

entender el comportamiento de los individuos, ya que éste dialectiza el

determinismo social y discursivo de la mentalidad de una época, con la elección

del sujeto a acomodarse en ella o a combatirla, innovarla, ponerla en cuestión,

inventarla de nuevo y modificar su medio cultural. Desde éste conoceremos los

arquetipos de la cultura que se estaban configurando en los últimos años del

Antiguo Régimen.

La segunda mitad del siglo XVIII vacila entre el interés científico y el

sentimentalismo, el racionalismo y el iluminismo. Tejer una historia a partir de

estos modos de vida es crear una idea que vaya relacionada con su realidad, y es

así como entramos a la pintura; a ese arte donde la sensibilidad más delicada,

produjo los estremecimientos más vivos y más puros del alma del hombre. La

pintura consiguió describir la vida, el entorno, las ideas, los símbolos, un todo

creado para que el mismo hombre viera su realidad. Era la forma específicamente

configurada que se venía transmitiendo a través del tiempo y donde el hombre

comenzó a actuar.

37

Robert Darnton. Los “best sellers” prohibidos en Francia antes de la Revolución. Op. Cit., p. 72.

31

El mundo del arte había sido selectivo, hagamos algo de historia sobre esto:

La Real Academia de Pintura y Escultura se estableció desde 1648 para

centralizar el control de las artes, y ésta fue la que dominó la vida artística en

Francia hasta el siglo XIX, hasta el punto que sólo sus miembros podían recibir

encargos reales o participar en las exposiciones de la Academia conocidas como

exposiciones reales.38

Para ser miembro con pleno derecho de la Academia era requisito que ésta

aceptara una “obra maestra” del artista a quien se admitía como especialista en

una categoría de pintura o escultura determinada. La más estimada en la estricta

jerarquía promovida por aquella institución era la “pintura de la historia”, que

incluía temas religiosos, mitológicos e históricos, después venía el retrato; luego el

paisaje y los bodegones.

La pintura es la creación de la idea del hombre. Con esta idea llega el

Neoclasicismo, un estilo vivo lleno de contradicciones y rico en personalidades

creadoras como Jacques Louis David y otros más que desempeñaron un papel

preponderante.

Durante el reinado de Luis XVI, la política activa de promoción de la pintura de historia emprendida por el conde Angiviller, superintendente de edificios, le llevó a encargar e instar a que la Corona adquiriera una serie de grandes cuadros, a menudo sobre temas de la Antigüedad clásica. Obras de Suvée, Peyron, Vincet y Ménageot. También los dos lienzos de Jacques Louis David que sirvieron como detonante y revolucionaron, por la novedad de los medios plásticos y por su fuerza emotiva, la pintura de la época El juramento de los Horacios (1785) y Bruto (1789).39

Pero, ¿qué permeabilidad hubo entre el arte de la elite y la sociedad

burguesa a finales del siglo XVIII? En realidad el arte comenzaba a verse reflejado

en bastantes ocasiones como algo admitido por esta sociedad burguesa. El éxito

económico y la variedad de compradores solían relacionarse con el arte de la

época, y para los artistas vino a ser de suma importancia este ámbito burgués,

38

Thomas Crow. Pintura y sociedad en el París del siglo XVIII. Trad. Luis Carlos Benito Cardenal. Madrid: Editorial Nerea, 1989, p. 328. 39

Michel Laclotte y Jean-Pierre Cuzin. El Louvre: La pintura Europea. Madrid: Editoral Aguilar, 1989. p.85.

32

ellos compraban la pintura porque habían descubierto en el arte, el espíritu del

hombre, y por otro lado, tenían con qué pagarlo. Es así como el artista queda a

disposición de un mercado diferente, pero libre.40

Además, en Francia se percibía una formación creciente de un público con

criterio propio, ajeno al círculo de consumidores ricos, tratantes de arte y

especuladores. Este crecimiento y la diversificación que se observa en la época,

se aproximó inevitablemente a la polémica y a la contradicción, ya que el nuevo

consumidor, el burgués, veía en el arte nuevos conceptos: conocimiento, gusto,

libertad, expresión, etc.

El Salón 41 se convirtió en un acontecimiento bienal. Sus exposiciones

duraban entre tres y seis semanas, haciendo publicidad de él en las diversas

guías y revistas críticas que estaban proliferando en respuesta a la demanda

creciente. Dado que la entrada era libre y sin restricciones, acudieron al Salón

personas de muy diverso origen social, lo que significó no sólo una posibilidad sin

precedentes de contacto estrecho entre todos ellos, sino también una polémica

considerable sobre la identidad de esa opinión pública a la que pretendían dirigirse

los artistas y los críticos.

Gracias a la entrada libre, la exposición de Louvre se convirtió en un foro crucial para nuevos artistas, y gente que gustaba de crear un pensamiento diferente al que había tenido desde el Antiguo Régimen. Entonces la pintura vino a ser un mecanismo de conciencia social política. El interés público se generalizó lo suficiente para que los coleccionistas y los entendidos lograran beneficios considerables gracias a las exposiciones y la venta de entradas, aumentó igualmente la oferta destinada a un público de mayor diversidad social.42

El arte se volvió activo y combativo, la aparición de la burguesía moderna

con su individualismo y su pasión por la originalidad suprimió la idea del estilo

40

La burguesía consigue el poder económico, social y va obteniendo poder en la política, es entonces que el arte cortesano se diluye y las artes dejan al gusto burgués dominar ilimitadamente. Cfr. Arnold Hauser. Historia social de la literatura y el arte. Tomo II. Barcelona: Guadarrama, 1979. p. 155. 41

Tal como era conocido en la exposición académica, por tener lugar en el Salón Carré del Louvre. 42

Thomas Munck. Historia social de la Ilustración. Trad. Gonzalo G. Djembé. Barcelona: Crítica, 2001. p. 100.

33

como comunidad espiritual consciente y deliberada, dando sentido a la idea de la

propiedad intelectual.

Este nuevo clima artístico trajo consigo artistas como Vien, Falconet, Mengs,

Battoni, Gerard, Benjamin West, Jacques Louis David, entre otros que se

adhirieron con entusiasmo en toda Europa a la nueva tendencia; innumerables

artistas y aficionados, críticos y coleccionistas que coqueteaban meramente con

esta revolución contra el arte Rococó.43

El concepto de arte cambia: se vuelve más accesible, con menos

pretensiones, se expresa la belleza y la gracia de la vida, ya no quiere imponer

respeto y subyugar, sino encantar y agradar.44A partir de esto la burguesía se

apoderó paulatinamente de todos los medios de cultura; no sólo escribía los libros,

sino que los leía también; pintaba los cuadros y también los adquiría.

Ahora bien, lo que se ha buscado en este primer capítulo es darle al lector

una idea general de cómo era Francia política, económica, social y culturalmente

en las tres últimas décadas del siglo XVIII, haciendo énfasis en la historia de la

sociedad burguesa y su pensamiento acerca de la literatura y la pintura,

destacando las relaciones entre las diversas manifestaciones de una misma

vitalidad del hombre en el espacio y en el tiempo.

Francia era al mismo tiempo un país urbano y rural; y París como capital,

centro administrativo y centro intelectual. La burguesía compuesta de letrados, de

magistrados, de comerciantes y de funcionarios no tardará en ser una potencia del

dinero, en esta función social la burguesía no dejará de ser un foco de cultura.45

La sociedad burguesa estaba siendo saturada de arte, de belleza, de verdad,

donde el placer individual es lo esencial.

La literatura en este momento presentaba discusiones de ideas, directa o

indirectamente como también cuadros de historia, pero sobre todo cuadros de la

43

Arnold Hauser. Op. Cit., p. 312. 44

Ibid., p. 167. 45

Pierre Barriére. La vida intelectual en Francia, desde el siglo XVI hasta la época contemporánea. Trad. José López Pérez. México: Editorial Hispano Americana, 1963. p. 10.

34

vida cotidiana. La palabra escrita se esforzó por ofrecer una representación real de

la vida y de sus problemas, en la familia, en la profesión, en la diversión, el amor…

Es así como ésta se convirtió en un medio para animar, ya que el entusiasmo por

una nueva lectura haría al hombre tener un pensamiento diverso.

Tanto la importancia de la literatura que se manifiesta en la vida del hombre,

del mismo modo las artes plásticas tienen una influencia primordial en la sociedad.

La pintura refleja impresiones, sentimientos y sobre todo a la realidad social.

Sin duda el arte actúa sobre la expresión, al poseer un vocabulario de

símbolos, que es posible utilizar para todas las necesidades.

Entre el arte y la literatura, como entre el arte y la literatura y la vida, la influencia es, por otra parte, recíproca; la literatura busca en el arte fuentes de emoción, pero al

mismo tiempo las desarrolla en él: la novela, el teatro, la música, la pintura.46

46

Ibid., p. 291.

35

Capítulo II

Jean Jacques Rousseau

“El ciudadano de Ginebra”

La vida y la obra de Jean Jacques Rousseau ofrecen a la historia literaria el caso, quizá único, de un hombre de genio a quien el genio inspira y se le presenta sin buscarlo, y contra su voluntad.

Roman Rolland

La literatura y la pintura venían consolidando una esfera social muy importante en

Francia desde principios del siglo XVIII. Ahora entraremos a estudiar a uno de los

personajes principales de esta tesis, lo estudiaremos no como un héroe sino como

un hombre común, y gran parte de este estudio lo llevaremos a cabo desde sus

propias obras, como sus Confesiones, sus Discursos y el Contrato social, iremos

de la mano con investigadores que han dedicado su vida al estudio de este

personaje. Y, a partir de esta investigación podremos interpretar a un Rousseau

revolucionario.

Rousseau no puede concebir una idea sin hacerla pasar por una experiencia personal, sin mezclarle algo de sí mismo. Como, por otra parte, no puede comprenderse sin generalizarse, sin verse a través de una idea. El alma inquieta de Rousseau busca un principio que pueda dirigirla en sus conflictos y dar a éstos su verdadera significación. Su alma se crea un modelo, según el cual pueda interpretar angustias y el estado de tensión en que vive. Cuando Rousseau trata de definir su personalidad, de dar un sentido a su vida, interroga la naturaleza. Para conocerse debe conocer al hombre. La historia de un corazón humano está determinada por la historia de la especie humana. Al luchar para seguir siendo él mismo, al combatir contra sus contemporáneos, no es su propia causa la que Rousseau defiende, sino la del género humano. No dice solamente: “yo soy un ser aparte y quiero seguir siéndolo”, también dice: “yo soy el hombre, el hombre tal como ha de ser. Al atacarme, atacáis a la naturaleza”.47

Vemos entonces a un Rousseau que defiende su individualidad y al hombre

mismo, esto lo lleva a remontarse a un principio y a luchar por una idea, idea que

descubriremos a lo largo de este análisis.

47

Bernard Groethuysen. J. J. Rousseau. Trad. Aurelio Garzón Del Camino. México: Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 14-15.

36

2.1 El inicio

Llamamos así este primer subtítulo no sólo por comenzar a narrar la vida y obras

de Jean Jacques Rousseau, sino porque Jean Jacques nace exactamente en los

primeros años del siglo XVIII: el 28 de junio de 1712. Fueron años de

consolidación en el movimiento de las ideas, donde nacerá y se moverá

Rousseau.

Los nuevos círculos intelectuales toman fuerza a mediados del siglo XVIII

formados por hombres que nacieron a principios del siglo, contemporáneos de

Jean Jacques como lo fueron Diderot, Voltaire, Condillac, y D´Alembert 48 y

encontraron cada uno su destino en las letras, en la ciencia y las artes.

Comencemos por el principio. En Ginebra es donde nace Jean Jacques

Rousseau el 28 de junio de 1712, hijo de Isaac Rousseau (1672-1747) burgués

por herencia desde 1555; es por ello que venía a ser poseedor, Jean Jacques, de

la ciudadanía Suiza,49 forma legal que era importante para ser reconocido; su

madre Suzanne Bernard que murió pocos días después de haber nacido

Rousseau, el 7 de julio de 1712.50 En muchas ocasiones Rousseau lamenta no

haber tenido a su madre viva, él dice que su nacimiento fue la primera de sus

desgracias.

La infancia de Rousseau transitó de una manera muy tranquila, en el

momento que pudo leer lo hizo continuamente, lecturas que formaron su

pensamiento y que lo llenaron de dudas, de cuestiones pero también de grandes

historias:

L´Histoire de l´Église et de l´Empire, de Le Sueur, El Discurso de Bosuer sobre la Historia universal, los Hombres ilustres de Plutarco, la Historia de Venise, de Nani, las Metamorfosis de Ovidio, La Bruyère, los Mundos de Fontenelle, sus Diálogos de

48

Diderot nació en 1713, Condillac en 1714 y D´Alembert en 1717. 49

La ciudadanía en Suiza era parte de un modelo político donde se trataba de efectuar la democracia directa, ya que los ciudadanos tenían la posibilidad de elegir a los miembros de las asambleas y de los consejos que estructuraban el Estado. Las ciudades-estado en Suiza fueron implantados en los llamados cantones Helvéticos, confederados desde el año de 1291. Cfr. Juan Antonio Horrach Miralles. Sobre el concepto de ciudadanía: historia y modelos. Revista de Filosofía Factótum 6, 2009. p. 10. Véase en http://www.revistafactotum.com [ref.de 02-08-13] 50

Tenía treinta y nueve años, murió de fiebre continua (reza el registro mortuorio).

37

los muertos, y algunos tomos de Moliere… En ellos adquirí un gusto raro y tal vez único a esa edad. Plutarco, sobre todo, se convirtió en mi lectura favorita. El placer que releyéndolo sin cesar sentía me curó algo de las novelas, y pronto preferí Agesilao, Bruto y Arístides a Orondato Artamenes y Juba. De estas interesantes lecturas y de las charlas que daban lugar entre mi padre y yo se formó ese espíritu libre y republicano, ese carácter indomable y altivo, incapaz de sufrir el yugo, y la servidumbre que durante toda mi vida me ha atormentado en las situaciones menos oportunas para darle libre curso.51

Amó la lectura y se refugió en ella, fue parte de su vida como también en

gran manera lo fue el escribir. Fue educado por su padre, su tía y sus parientes.

Sin embargo, no tuvo a su padre mucho tiempo, ya que otra desgracia marcó el

destino de Jean Jacques; por un pleito que tuvo con un capitán de Francia donde

la culpa se la echan a su padre, decidió huir de Ginebra. Es así como Rousseau

queda bajo la tutela de su tío Bernard. Comienza así una vida llena de cambios,

estando en varios lugares, hasta que realmente sus estancias se vuelven

episodios que van tejiendo su historia.

Aunque al parecer tales cambios no le ayudaron para ser una persona muy

extrovertida, permanecía tímido y dócil, pero después se volvió altivo e indomable

en las pasiones, gobernado por la voz de la razón. Creció en un hogar protestante,

creyó firmemente en las ideas reformistas, hasta que en su juventud se convirtió al

catolicismo; tiempo después reingresó solemnemente a la iglesia protestante

(1754), un calvinista fiel a su doctrina, encontró en ella la paz y conoció su espíritu.

“Yo soy confesor de la fe protestante”. Sus primeros años los recuerda en Las

Confesiones con gracia, se sentía dichoso de haberse relacionado con buenas

personas, que lo animaron a ser cariñoso, moralizante.

En sus primeros años de estancia en Bossey recibe la educación de

Mademoiselle Lambercier. Rousseau confiesa que siente gran cariño por ella, más

que el de una madre: “¡Oh! Señorita Lambercier, usted lo ignoraba, pero sus

manos pecaron grandemente y es probable que hayan provocado un vuelco fatal

51

Jean Jacques Rousseau. Libro I. En: Las Confesiones. Trad. Mauro Armiño. Madrid: Alianza Editorial, 2008. pp. 35-36.

38

en la vida de este niño”.52 A la par de estos deseos infantiles, Rousseau va

creciendo y dejando atrás todo aquello que le emocionaba y que le hacía feliz, es

separado de Monsieur y Mademoiselle Lambercier y es mandado con el maestro

grabador Abel Ducommum. En sí mismo el oficio no le disgustaba del todo, pero la

brutalidad de su maestro y la incomodidad excesiva le hartaron, comenzó a pensar

que ese trabajo le quitaba el tiempo que podía emplear en ocupaciones del mismo

género, pero con un atractivo de libertad. Los regaños y golpes de su maestro

(como lo describe Rousseau en Las Confesiones) hicieron que ese trabajo se

volviera insoportable; no le agradaba la idea de una dependencia filial y mucho

menos la esclavitud servil en la que se encontraba metido, se sentía perdido.

Acostumbrado a una igualdad perfecta con mis superiores en la forma de vivir, a no conocer un placer que estuviese a mi alcance, a no ver un manjar del que no participase, a no tener deseo alguno que no pudiese declarar, a poner fin a todos los impulsos de mi corazón en mis labios, júzguese en qué hube de convertirme, en una casa en la que no me atrevía a abrir la boca, donde había que levantarse de la mesa a falta de un tercio de comida.53

Estas líneas nos describen a un Rousseau que cree firmemente en la

libertad, desde su adolescencia tuvo que traspasar estos lineamientos que

sostenían las diferencias de privilegios; viviendo con impotencia comenzó a mentir

y a escaparse cada que podía.

2.2 Deseos de libertad

La libertad con la que Rousseau vivió tantos años, vino a definir su vida, cada

paso significó un destino trazado que ni siquiera él imaginaba; como

consecuencia, tuvo carencias materiales, pero en lo espiritual —dice Rousseau—

se sintió intensamente libre, en un sueño que persiguió toda su vida: “Libre y

52

Jean Jacques Rousseau. El Contrato social. Estudio preliminar de Daniel Moreno. Tercera Edición. México: Editorial Porrúa, 1974, p. XII. 53

Los aprendices no tenían derecho a postre, por lo que se levantaban de la mesa mientras que los demás se quedaban a terminar la comida. Cfr. Jean Jacques Rousseau. Las Confesiones. Op. Cit., p. 61.

39

dueño de mí, creía poder hacer todo y alcanzarlo todo; bastaba con lanzarme para

elevarme y volar por los aires”.54

Rousseau apenas tenía dieciséis años cuando comenzó realmente su

vagabundaje en su propio país, poco después decide salir e ir a Saboya pero al no

tener dinero busca al cura local, Bonoît de Pontverre55 quien le da de comer. Este

encuentro, por muchos motivos, habrá de ser decisivo en la vida de Rousseau; el

párroco de Pontverre envía a Jean Jacques provisto de una carta para Madame

de Warens.

La idea de Pontverre de mandar a Rousseau a casa de Madame de Warens

cambiaría la creencia protestante del joven (el párroco veía un alma arrebatada a

la herejía y devuelta a la iglesia); el mismo Rousseau lo intuía, sin embargo, su

agradecimiento por haberlo acogido fue tan grande que no se resistió a quedarse

en aquel lugar.

Cuando Rousseau llega a Annecy y conoce a Madame de Warens y se da

cuenta que es una mujer dotada de cierta belleza, con la mejor impresión

Rousseau expresó: “Este instante decidió todo mi carácter”. Pasaron unas

semanas y Rousseau contó su corta vida a Madame de Warens, ella decidió

mandarlo a la ciudad italiana de Turín para que se le instruyese en el Hospicio de

los catecúmenos. El fin con que fue enviado se cumplió, y tras una breve

instrucción en aquel lugar se convirtió al catolicismo; sin embargo, el joven Jean

Jacques nunca estuvo seguro de ser plenamente católico, muchas veces se

preguntaba si sería más fácil convencerles a ellos a hacerse protestantes. Es así

como, cada que podía, ponía en disputa varios argumentos.

Lo que vio en aquel lugar aterrorizaba en cierto sentido a Rousseau y en

especial un momento que describe como una aventura difícil de olvidar:

54

Jean Jacques Rousseau. Las Confesiones. Op. Cit., p. 75. 55

Bonoît de Pontverre (1656-1733) fue hasta el año anterior a su muerte párroco de Confignon, aldea de jurisdicción sarda situada a seis kilómetros de una república protestante como Ginebra. Pontverre desempeñó un papel decisivo como conversor de jóvenes protestantes que atraía al catolicismo; también utilizo la pluma para escribir libelos contra el protestantismo y sus teólogos ginebrinos. Ibid., p. 76.

40

No hay un alma tan vil ni corazón tan bárbaro que no sea susceptible de cierto aprecio. Uno de aquellos bandidos que decían moros me cobró afecto. Se me acercaba de buen grado… me daba frecuentes besos con un ardor que me resultaba muy molesto. Por más espantoso que por naturaleza sintiese ante aquella cara de alajú adornada con un largo chirlo y ante aquella mirada encendida que más parecía furiosa que tierna, hube de soportar aquellos besos diciéndome para mis adentros: el pobre siente por mí una amistad tan vehemente que haría mal rechazándole. Gradualmente pasaba a demostraciones más libres y me decía palabras tan singulares que a veces creía que se había vuelto loco [...] A la mañana siguiente, muy temprano estábamos los dos solos en la sala de reunión. Volvió a empezar con sus caricias, pero con movimientos tan violentos que estaba espantoso. Por fin quiso pasar poco a poco a las familiaridades más indecentes, y a forzarme disponiendo de mi mano para hacer otro tanto. Me desasí impetuosamente lanzando un grito y dando un salto hacia atrás, y, sin demostrar indignación ni cólera porque no tenía la menor idea de lo que se trataba, expresé mi sorpresa y mi repugnancia con tanta energía que me dejó allí; pero mientras acababa de menearse vi partir hacia la chimenea y caer al suelo no sé qué cosa viscosa y blancuzca que me removió el estómago. Me lancé hacía el balcón, más agitado, más turbado y más asustado de lo que había estado en mi vida, y a punto de desmayarme.56

Asqueado y sin tener muy claro lo que había pasado y por qué, Jean

Jacques cuenta el suceso a cuantos quieren escucharle, pero tanto la

administradora que le propone no contarlo, como uno de los directivos, lo acusan

de hacer mucho ruido para tan poco daño y de comprometer el honor de una casa

santa. Explicándole que lo que había pasado era un acto prohibido pero que la

intención no era ofensiva para la persona que lo había sufrido y que no había

motivos para irritarse tanto porque a uno lo encontrasen digno de ser amado.

Esta explicación lo dejaba más confundido, pensó entonces que era una

costumbre en aquel lugar. Días después el moro recibe el bautismo y sale del

Hospicio, pero ya la estancia para Rousseau se había vuelto desagradable.

Sin duda es un pasaje muy importante en la vida de Rousseau todo lo que

sucedió durante esta conversión. No olvidemos que treinta años después vuelve a

hacer referencia a la aventura que figura en el libro IV de Emilio:

Hace treinta años, en una ciudad italiana, un joven exiliado viose reducido a los últimos extremos de la miseria. Había nacido calvinista, pero a consecuencia de su

56

Ibid., p. 100.

41

desvarío se convirtió en un fugitivo… Por el pan cambió de religión. Había en esa ciudad un hospicio para prosélitos… Oyó extraños dogmas; vio costumbres, de las que casi cae víctima, más extrañas aun; quiso huir, pero se le aprisionó; se quejó y fue castigado por sus quejas; sintióse tratado como criminal porque no quiso ceder al crimen… no vio sino viles sirvientes impregnados de infamia que le insultaban, o se complacían del mismo crimen, que se mofaban de su resistencia y le instaban a imitarlos. A no ser por un eclesiástico honesto que llegó por ciertos negocios y a quien halló la manera de consultar en secreto, se hubiera perdido para siempre. Este honesto eclesiástico era un pobre vicario saboyano.57

Dirijamos nuestra mirada al contexto francés, y ubiquemos la exposición de

este pasaje que nos muestra Rousseau en dos de sus obras, en el siglo XVIII

francés la lectura de este tipo de pasajes, aunque si bien era algo prohibido

también era común, Rousseau simplemente escribió conforme a su época y

consideró cuestiones muy personales para relatar su vida. Pero ¿qué hay más allá

de estas simples anécdotas? ¿Qué nos quiere decir Rousseau?

En Las Confesiones, Rousseau quiere exponer la verdad y mostrarse más

que al desnudo “por dentro y por debajo de la piel”,58 estas anécdotas muestran

aquellos rasgos que lo dominaban por entender él mismo el acto del hombre y su

medio, es decir, Rousseau deseaba exponer todo aquello que fuera indiferente

pero que mostraba al hombre tal cual era. Aunque Rousseau no coincidía con los

ilustrados, no podía deslindarse de lo que se hacía en aquel siglo XVIII, se creaba

y se conquistaba, y es lo que Jean Jacques hizo, condujo sus anécdotas por

medio del placer para justificarse, ya no más hombres dolientes y resignados

ahora a partir de aquellas anécdotas dispersas se confiesa y se justifica. Pero

también critica y señala a la iglesia, a esa religión que había deformado el dogma

cristiano y al hombre natural. Criticaba su filosofía, descreída y desmoralizadora y

a su cohorte de sacerdotes por destruir los sagrados valores de la religión y de la

patria.

Rousseau engrana de manera esplendida sus experiencias con sus

molestias, toma la literatura prohibida como escudo para mostrar una realidad.

57

Jean Jacques Rousseau. Libro IV. En: Emilio o de la Educación. Vigésima Edición. México: Porrúa, 2011. p. 361. 58

Prólogo de Mauro Armiño en: Jean Jacques Rousseau. Las Confesiones. Op. Cit., p. 10.

42

Después de esta breve explicación sigamos con el rumbo de su vida y

comencemos a entender este juego de palabras en el que sus inquietudes y sus

justificaciones van de la mano.

Cuando abandonó el Hospicio, lo que pensaba era entregarse al placer de la

independencia y de la curiosidad, vagabundeó dentro y fuera de la ciudad de

Turín, y cada mañana en las misas del rey descubrió su pasión por la música.

Pronto encontró protección con Madame Basile y al parecer Rousseau volvió a

vislumbrar algunos rasgos de enamoramiento: “No recuerdo sino con el mayor de

los placeres los breves momentos que pasé a su lado, y puedo decir que allí gocé

en sus primicias los más dulces, así como los más puros placeres del amor”.59

Sin embargo, su estancia con aquella señora no fue larga, decidió buscar

trabajo, pero en ninguno encontró satisfacción en lo que hacía; poco después

conoció al abate Gaine, quien le instruyó religiosamente recomendándolo a un

nuevo trabajo; entró al servicio doméstico de una dama aristocrática. Sus buenas

disposiciones le hicieron ocupar pronto el cargo de secretario y copista, pues sus

aficiones al dibujo le proporcionaban una bella letra, que a partir de entonces

utilizó constantemente.

De nuevo el afán aventurero se apodera de su persona y deja el empleo en

el que comienza a prosperar. La presencia de un joven ginebrino, también

aventurero, le convence a marcharse; y así, en el verano de 1729, regresa a

Saboya. Vuelve de nuevo a la población de Annecy y se presenta ante Madame

de Warens, que tiene que escuchar un nuevo relato de Rousseau. Ella lo perdona

por todas sus faltas después de consultar con Madame de Wolmar, diciendo: “Que

digan lo que quieran, pero puesto que la providencia vuelve a enviármelo, estoy

decidida a no abandonarle”.60

Pero qué importante fue esta mujer en la vida Rousseau, ya que, más de la

mitad de su vida, la busca y posteriormente la recuerda. Una mujer extraordinaria

que cautiva la vida de Jean Jacques. En sus Confesiones, ella es una protagonista

59

Ibid., p. 107. 60

Ibid., p. 141.

43

sumamente interesante, y es un elemento demasiado trascendental para definir el

espíritu, la mentalidad y hasta la personalidad de Jean Jacques Rousseau.

Conozcamos en algunas líneas la vida de Madame de Warens para

identificar por qué influyó de gran manera en la vida de Rousseau y qué conexión

tan profunda hubo entre ellos.

Su nombre era Francisca Luisa de la Tour, baronesa de Warens, nació en

1699, en Vevey, población del cantón suizo de Vaud. Desde muy joven se

distinguió por su talento y por su afición a toda clase de juegos, además de ser

una fina conversadora. Adquirió el deseo de aprender alquimia y dedicó buena

parte del tiempo a su estudio. A los catorce años se casó con el capitán Sebastián

Isaac de Loys, más tarde barón de Warens.

Siempre estuvo interesada en la política, relacionándose al paso del tiempo,

con personas de la Corte de Cerdeña. Al separarse de su esposo conoció al rey

Víctor Amadeo II y a su corte, con él encontró protección; al regresar a Annecy,

colaboró en misiones secretas y semidiplomáticas, aunque su tarea habitual era la

de interceptar a los conversos de Suiza y enviarlos a Turín.61

Madame de Warens y Claude Anet62 fueron para Rousseau la primera familia

que encontró, a ella la solía llamar Maman; en cuanto a Anet, al que respetaba y

del cual aceptaba reproches, representó para él la figura del padre. Sin embargo,

Mme. de Warens decide tratarlo ya no como un alumno sino como un hombre. Es

entonces que Rousseau, aunque la veía como su Maman, también hizo de ella un

amor pasional.

No acabaría si entrase en el detalle de todas las locuras que el recuerdo de esa querida Maman me obligaba a hacer cuando no estaba ante sus ojos. ¡Cuántas veces he besado mi cama pensando que ella se había acostado allí, mis cortinas, todos los muebles de mi cuarto pensando que eran suyos, que su bella mano los había tocado, el suelo mismo sobre el que me prosternaba pensando que ella había caminado por él! A veces, incluso en su presencia, se me escapaban extravagancias que sólo el amor más violento parecía poder inspirar. Cierto día, en la mesa, en el momento en que se metía un trozo en la boca, exclamé que veía en

61

Cfr. Estudio preliminar de Daniel Moreno. En: Jean Jacques Rousseau. El Contrato social. p. XV. 62

Administrador y amante de Madame de Warens.

44

él un pelo: arroja el trozo en su plato, me apoderó ávidamente de él y lo trago. En una palabra de mí al amante más apasionado sólo había una diferencia única, pero esencial, y que vuelve mi estado casi inconcebible para la razón.63

Lo cierto en aquellos años es que siempre el cariño que ella le dio, le hizo

sentirse enamorado, agradecido y sobre todo merecedor de una protección

totalitaria, es por ello que en las mismas Confesiones nos dice que nunca conoció

el amor con Mme. de Warens, pero también nos dice que la veía como una tierna

madre, una hermana querida, una deliciosa amiga y nada más. Podría ser que

estas confesiones maticen lo que realmente él no podía explicarse, que entre

líneas deja al lector que juzgue: “Era prudente porque la amaba… diga quien

pueda de qué especie era mi cariño por ella”.64

Sus innumerables aventuras y viajes constantes hacen a Rousseau cada vez

más independiente y altivo, el andar tiene para él algo que aviva y anima sus

ideas. La vista del campo, la sucesión de espectáculos agradables, el aire fresco,

el buen apetito, la libertad del mesón, la ausencia de todo lo que pudiese hacerle

sentir su dependencia o recordar su situación, todo esto libera su alma, le

comunica una mayor audacia de pensamiento.

Es entonces que para 1731, ya con 19 años, sigue sin ser académicamente

instruido, ha tenido lecturas dispersas y de toda índole, dedicándose a toda clase

de oficios. Pero luego la muerte de Claude Anet en 1734 lo lleva a ser el

administrador de Madame de Warens, pero fue muy poco cuidadoso con sus

negocios, los desempeñaba de la peor manera; este desequilibrio hizo que

Rousseau buscara una solución para salir de esto, y sostener a su querida

Maman, pensando en sus proyectos como aficiones; creyó que la música y sus

nacientes ideas ayudarían mucho a la economía de ambos. Después de un tiempo

con el abate Blanchard y unas desgracias más, decidió regresar a Chambéry.

Poco después en la villa de Les Charmettes junto con A. M. de Conzié emprendió

63

Jean Jacques Rousseau. Las Confesiones. Op. Cit., pp. 146-147. 64

Ibid., p. 147.

45

la búsqueda del conocimiento musical: el hilo que conducía a la más bella

literatura y a la filosofía que cuestionaba sobre la vida.

En la villa de Les Charmettes vivió momentos muy felices, conoció muy de

cerca la naturaleza, conectó su alma con Dios y contempló todo aquello que

parecía insignificante:

Mientras paseaba, hacía mis oraciones, que consistían en un vano balbuceo de labios, pero con sincera elevación de corazón, al autor de aquella amable naturaleza cuyas bellezas estaban ante mis ojos. Nunca me ha gustado rezar en el cuarto: me parece que las paredes y todas esas pequeñas obras de los hombres se interponen entre Dios y yo. Me gusta contemplarlo en sus obras mientras mi corazón se eleva hacía él. Mis plegarias eran puras, puedo asegurarlo, y dignas por eso de ser atendidas. No pedía para mí y para aquella de la que nunca me separaban mis votos otra cosa que una vida inocente y tranquila, exenta de vicio, de dolor y de necesidades penosas, la muerte de los justos y su destino en lo porvenir.65

El depósito de ideas, como el mismo Rousseau lo llamó, fue el tiempo de

conocer, de disfrutar y de almacenar todo aquello de lo cual se quería tener

sentido, temas variados dentro de la filosofía, la lógica y la teología; autores como

Locke, Malebranche, Leibnitz, Descartes y las leyes de la vida que se iban

creando. Todo esto se abrumó en la cabeza de Rousseau, es por ello que adoptó

un método en el cual siguió todas las ideas sin entreverar con las suyas ni las de

otro, y sin disputar nunca con el autor. Sólo quería tenerlas claras, en espera de

que su cabeza estuviera lo bastante armada para poder compararlas y escoger.

Todo esto le ayudó para tener un gran fondo de conocimientos y bastarse a sí

mismo, de pensar sin la ayuda de alguien más.

Con la influencia del siglo de las luces, sus primeros pasos en la escritura

comienzan a brotar. Tenía clara su aversión por los privilegios y también su

posición de sentido igualitario, con esto sus ideas fueron tomando fuerza y le

apoyaron para que iniciara el camino literario dentro de la política y la filosofía.

Comenzó con algunos ensayos, y en 1741 redactó algunas notas sobre la

educación. Un año después decidió ir a París llevando consigo ya una pequeña 65

Ibid., p. 293.

46

comedia Narciso y un proyecto de música. Recomendado de buena manera por el

abate de Mably, ahí conoce al jesuita Castel, autor del Clavicordio ocular,66 a M.

de Boze, secretario de la Academia de inscripciones, quien poco después habla a

Réaumur para que Rousseau hiciera un examen en la Academia de Ciencias, y a

Daniel Roguin,67 quien será su amigo por mucho tiempo y gracias al cual conoce a

Diderot.

Con la ayuda de Réaumur pudo presentar un proyecto para los nuevos

signos musicales, aunque en algunas cuestiones no eran del todo tan precisas

como lo pedía la Academia, 68 sin embargo, con este proyecto le dieron a

Rousseau el certificado que estaba buscando. Después el padre Castel le

aconseja buscar a mujeres célebres, 69 ellas podrían hacer que él siguiera

conociendo más acerca de las bellas artes. A la par, fue conociendo a otros

literatos como el Marivaux y Fontenelle. Y a Madame de Dupin, a su lado se pudo

relacionar con duques, embajadores y Cordons-bleus: insignia de la orden de los

caballeros del Espíritu Santo. También trató a la señora princesa de Rohan, a la

señora condesa de Forcalquier, a Madame de Mirepoix, a Madame de Brignole,

que eran amigas suyas. Al abate de Saint-Pierre, el abate Sallier, Monsieur

Fourmont, Monsieur Bernis, Monsieur Buffon y a Monsieur Voltaire.

Las relaciones adquiridas por Rousseau, fueron determinantes para que se

le empleara durante un año en Venecia, al servicio de Francia. Sus múltiples

tareas, a veces como secretario, exigían que enviase al Ministerio de las

66

Louis-Bertrand Castel (1688-1757), jesuita y matemático. Amigo de Montesquieu. Además de los libros sobre matemáticas, escribió una Optique du coleur (1740) donde expone su teoría: Clavicordio ocular destinado a los ojos, y que haría sensibles los sonidos a la vista. Véase en: Jean Jacques Rousseau. Las Confesiones, Op. Cit., p. 347. 67

Daniel Roguin (1691-1771), suizo nacido en Yverdon, que había sido oficial del servicio de Holanda antes de instalarse en París en 1742 y trabar amistad con Rousseau, a quien acogería en Yverdon durante su exilio. De esa relación ha quedado una cincuentena de cartas. 68

“La mayor ventaja del mío [de su proyecto] era suprimir las trasportaciones y las claves, de suerte que el mismo fragmento resultaba notado y trasladado a voluntad en el tono que se quisiese mediante el cambio supuesto de una sola letra inicial al principio de la melodía”. —Dice Rousseau— decidieron que mi notación era buena para la parte vocal y mala para la instrumental. Ibid., p. 350. 69

El padre Castel dice: “En París no se hace nada sino por las mujeres. Son como curvas cuyas asíntotas son los prudentes: se acercan a ellas constantemente, pero nunca las tocan”. Ibid., p. 355.

47

Relaciones Exteriores de París algunos informes confidenciales sobre el gobierno

veneciano. Esto le llevó a interesarse por las cuestiones políticas; es ahí donde

comienza a bosquejar una teoría en una gran obra, Instituciones políticas que será

el embrión de su Contrato social. Sin embargo, para 1743 faltaba mucho para

tener la idea completa y la decisión totalmente clara de realizar tal obra.

Su trabajo le ayudó mucho para entender más sobre el poder de la política,

pero no por ello pudo aguantar el mal pago y la negligencia para tratar asuntos de

su jefe inmediato, Monsieur de Montaigu, lo que provocó su separación del cargo.

Y así, en 1744 regresó a París.70 Los escándalos acerca de la separación con

Monsieur de Montaigu provocaron que se creyera loco al embajador, cosa que

Rousseau no desmintió; pese a las pruebas irrefutables que Jean Jacques exhibió

no logró obtener su puesto. Después de esto no volvió a saber de Montaigu.

En 1745 regresó al lugar donde se alojaba antes de ir a Venecia; el hotel

Saint-Quentin para ahí retomar su opera Las musas galantes. Como dice

Rousseau: “Allí me esperaba el único consuelo real que el cielo me ha hecho

paladear en mi miseria y el único que me la hace soportable”.71

Ese consuelo era la mujer que después del instante que lo conoció nunca

más se separó de él: Thérèse Levasseur,72 en esos momentos tenía veintitrés

años, ella ayudaba en las labores domésticas a la posadera de aquel lugar.

En Las Confesiones, expresa su agradecimiento a Thérèse, por estar en todo

momento con él; a pesar de ello, no fue un matrimonio convencional, la decisión

de vivir juntos fue de Rousseau pero no había un compromiso legal, fue hasta el

30 de agosto de 1768 que hizo de esta unión algo más formal.73

70

Jean Jacques Rousseau. El Contrato social. Op. Cit., p. XX. 71

Jean Jacques Rousseau. Las Confesiones. Op. Cit., p. 407. 72

Marie-Thérèse Levasseur (1721-1801) nació en Orléans. Hija de François Levasseur y de Marie Ronoux, su padre era oficial de la Casa de la Moneda de Orléans y su madre tendera. Tenían muchos hijos. La Casa de la Moneda de Orléans cerró y el padre fue despedido; tras sufrir varias pérdidas, la madre llevó mal sus negocios, dejó el comercio y fue a París con su marido y su hija; ésta alimentaba a los tres con su trabajo. Cfr. Jean Jacques Rousseau. Las Confesiones. Op. Cit., p. 407. 73

Se casó con ella ante dos testigos, en una especie de matrimonio civil Avant la Letrre.

48

En 1746, Jean Jacques conoce a Madame d´ Épinay74 personaje que desde

ese momento estará muy relacionado con la vida de Rousseau en la mayoría de

los aspectos. Madame d´ Épinay era músico y despertaba un gran interés por las

artes, convirtiéndose en la amiga ideal para Rousseau, ya que tenía genio y

talento.

El cariño que le tuvo Madame d´ Épinay ayudó a Rousseau a llegar muy

lejos, fue una pieza clave para que él pudiera escribir y publicar sus obras.

Las relaciones que tenía hasta el momento Jean Jacques le ayudaron para

figurar ya entre los pensadores filósofos. Aunado al suceso que marcó una nueva

etapa para Rousseau, al formar parte de los autores de la obra La Enciclopedia en

la que a partir del 21 de enero de 1746 le otorgan oficialmente a Diderot y D´

Alembert el privilegio de publicar la gran obra proyectada,75 también junto a ellos

participaron Condillac, Helvecio, Raynal, Toussaint, D´Holbach, invitando entonces

a Rousseau para escribir sobre música, economía, política y otras cuestiones.

Es así como desde el año de 1745 y hasta 1751, Rousseau realiza escritos

más sólidos, y comienza a ser parte, en cierta medida, de los pensadores que

estaban en París.

A la par de estos eventos tan fructíferos hubo una cuestión que él mismo no

pudo resolver: el nacimiento de su primer hijo con Thérèse Levasseur, que, como

otros, es entregado a la Casa de los Niños Expósitos de París en 1746.

74

Louise-Florence- Pétronille de Tardieu d´Esclavelles (1726-1783) se casó a finales de 1745 con su primo Denis-Joseph Lalive d´Épinay que también era músico. 75

El origen de la Enciclopedia era el proyecto de traducción de un diccionario inglés, es decir, traducir al francés la Cyclopaedia or Universal Dictionary of Arts and Sciences de E. Chambers, publicada en dos volúmenes en 1728. En el cual el editor Le Breton asume el proyecto comercial, pero poco tiempo después la licencia de publicación pasa a manos del Abate Gua de Malves, como apoyo, era necesario un traductor y un científico que revisara los artículos; el traductor es Diderot y el científico D´Alembert, finalmente estos dos personajes se hacen responsables de la publicación proyectada, en la que se integraron artículos originales. —Dice D´Alembert— esta obra tiene dos objetivos: como Enciclopedia, ha de exponer el orden y la correlación de los conocimientos humanos; como diccionario razonado debe contener sobre cada ciencia y sobre cada arte, ya sea liberal o ya mecánica, principios generales en que se basa, y los detalles más esenciales que constituyen su cuerpo y su sustancia. Véase en: Eduardo Bello. La aventura de la razón: el pensamiento ilustrado. Madrid: Ediciones Akal, 1997. pp. 66-67.

49

Aquí un fragmento de esta primera situación:

Mientras yo engordaba en Chenonceaux, mi pobre Thérèse engordaba en París de otra manera; y a mi regreso me encontré con la obra que yo había emprendido más avanzada de lo que había imaginado. Dada mi situación, aquello me habría puesto en dificultades extremas si mis compañeros de mesa no me hubieran proporcionado el único medio para sacarme de ellas:

Durante la estancia de Altuna en París, en vez de ir a comer a un figón, solíamos hacerlo él [M. de Francueil] y yo en la vecindad, casi enfrente del callejón de la Ópera, en casa de una tal Mme. La Salle, mujer de un sastre, que daba de comer bastante mal pero cuya mesa no dejaba de ser buscada por la buena y segura compañía que allí había; porque en ella no se admitía a ningún desconocido… Acudían comerciantes, financieros y proveedores, pero corteses honestos y de esos que se distinguían en su oficio. En fin, había personas de fuste de todos los estados, salvo abates y gentes de toga, que jamás vi, y sobre los que se había acordado no introducirlos. Aquella mesa era bastante concurrida, era muy alegre sin ser ruidosa, y se bromeaba mucho sin grosería… Allí aprendía multitud de anécdotas muy divertidas, y poco a poco fui adquiriendo, gracias al cielo, no las costumbres sino las máximas que veía en uso. Personas honradas, maridos engañados, mujeres seducidas y partos clandestinos eran allí los textos más frecuentes y el que mejor poblaba el orfelinato era siempre el más aplaudido.76

Esto me convenció: formé mi modo de pensar según el que veía reinar en personas muy amables, y en el fondo muy honestas, y me dije: “puesto que es la costumbre del país, cuando se vive en él hay que secundarla”. Ese era el recurso que yo buscaba. Me decidí a seguirlo alegremente, sin el menor escrúpulo, y el único que hube de vencer fue el de Thérèse; quien me costó un mundo convencer para que adoptara el único medio que había de salvar su honor. Su madre, que además temía nuevas estrecheces por la chiquillería vino en mi ayuda, y ella se dejó convencer. Eligieron una comadrona prudente y segura, llamada Mlle. Gouin… cuando llegó el momento, Thérèse fue llevada por su madre a la casa de Mlle. Gouin para dar a luz. Fui a verla varias veces y le llevé una contraseña que yo había hecho por duplicado en dos cartas de baraja, una de las cuales se puso en las mantillas del niño, depositado luego por la comadrona en el hospicio en la forma acostumbrada. Al año siguiente, el mismo problema, y el mismo recurso, salvo la

76

Al hospicio des Enfants-Trouvés, creado por iniciativa de San Vicente de Paúl, llegaban los niños directamente del hospital, o por mediación de las nodrizas, las comadronas e incluso los padres. Desde la primera mitad del siglo, según cifras del registro, aumentó notable y paulatinamente el número de recogidos por esa institución exclusivamente; en 1670 fueron 512 niños; en 1680, 892; en 1690, 1.504; en 1700, 1.738; en 1730, 2.410; en 1740, 3.150; en 1745, 3.234. En su Historia natural, Buffon ofrece cifras totales: París contaba con 600.000 habitantes en esa época, y, según el naturalista, en 1745 se recogieron 2.283 niños abandonados; en 1750, 3.785; en 1760, 5.032; en 1772, 7.676 sobre los 18.173 nacidos en ese año, lo cual supone un 41 por ciento de abandonados, de los que uno de cada siete era legítimo. Y, dada la mortandad infantil, el 70 por ciento de los niños admitidos durante sus primeros meses de vida no llegaban al año. Los supervivientes eran criados en provincias, para convertirse en campesinos, obreros o soldados. Cfr. Rousseau, Jean Jacques. Las Confesiones, Op. Cit., p. 426.

50

contraseña que se olvidó. Ya no hubo reflexión por mi parte, tampoco asentimiento por parte de la madre, que obedeció llorando.77

Estas primeras faltas y las que le siguieron en cuanto a su conducta con sus

hijos, produjo tanto en su forma de pensar como en su destino, culpa y terribles

remordimientos a lo largo de toda su vida, críticas de personas cercanas, como

Diderot, Mme. d´ Épinay y Grimm, entre otros. Esta cuestión se verá reflejada en

sus escritos posteriores y será algo indeterminable que ni siquiera él podrá

superar ni entender.

Hablar de la vida de Rousseau de una manera extensa y a la vez detallada,

es necesario porque precisamente todos estos acontecimientos dentro de su vida

antes de sus obras, nos muestran la verdadera razón por la cual escribe, pero

además nos permite entender el por qué de su refugio en la naturaleza y sobre

todo el surgimiento de ideales como la libertad y la igualdad.

Fig. 4. Maurice Quentin de La Tour Jean-Jacques Rousseau, ciudadano de Ginebra, 1764 Pastel en papel. 52.1x 38.25 cm. Montmorency, Museo Jean-Jeacques Rousseau.

77

Ibid., pp. 425-426.

51

2.3 El inicio de una larga travesía…

Discurso sobre las ciencias y las artes

La noticia de que Diderot se encontraba en prisión junto a D´Alembert, por causa

de los siguientes números impresos de la Enciclopedia, puso a Rousseau muy

triste; en cuanto pudo lo fue a ver y con gran ánimo lo abrazó. Para Rousseau,

Diderot era gran amigo y él mismo sufría por la desdicha de aquel filósofo, sus

visitas fueron frecuentes. Cada día llevaba consigo el Mercure de France y al leer

el número de octubre dio con una cuestión propuesta por la Academia de Dijon

para otorgar el premio del año siguiente: si el restablecimiento de las ciencias y las

artes ha contribuido a corromper o a depurar las costumbres.

Con el hecho de leer tal nota, dice Rousseau; “vi un universo distinto y me

volví otro hombre”. Y al contársela a Diderot, éste le animó para que desarrollara

sus ideas y a concurrir al premio.

Lo hice, y desde ese instante estuve perdido. Todo el resto de mi vida y de mis desdichas fue la secuela inevitable de ese instante de extravío.

Mis sentimientos se acomodaron con la rapidez más inconcebible al tono de mis ideas. Todas mis pequeñas pasiones fueron ahogadas por el entusiasmo de la verdad, de la libertad y de la virtud, y lo más sorprendente es que esa efervescencia se mantuvo en mi corazón durante más de cuatro o cinco años a tal grado como tal vez nunca se haya mantenido en el corazón de ningún otro hombre.78

Este escrito fue la primera obra trascendente de Rousseau. Hasta entonces,

nada de su íntimo pensamiento había llegado a la opinión pública.

Entendamos de una manera más minuciosa la importancia de esta primera

obra y su relación con la sociedad francesa de finales del siglo XVIII. Y el por qué

fue premiado con una medalla de oro.

78

Ibid., p. 437.

52

El Discurso sobre las ciencias y las artes fue escrito en 1750. Y como dijera

Rousseau en sus primeras líneas: “Se trata de una de esas verdades que afectan

al bienestar del género humano”.79

Jean Jacques Rousseau, plantea que se debe descubrir al hombre, entrar en

sí mismo para conocer su naturaleza, sus deberes y su fin. Los residuos de la

antigua Grecia, en cierto sentido, matizaron a las ciencias, las letras, la escritura y

el pensamiento. Para comenzar a sentir la principal ventaja del comercio de las

Musas: “El de hacer más sociables a los hombres, inspirándoles el deseo de

agradarse los unos a los otros mediante obras dignas de su mutua aprobación”.80

Las ciencias, las letras y las artes sofocadas por el sentimiento de esa libertad

original, les hacen amar la esclavitud y forman con ellos lo que se llama “pueblos

civilizados”.

Los ejemplos que Rousseau describe para sostener su tesis acerca de las

ciencias y las artes, van a definir muy bien su postura en toda la obra. Comienza

por las huellas de Atenas y Roma:

Un tono filosófico sin pedantería, formas naturales y, no obstante, halagadoras, igualmente distanciadas de la rusticidad tudesca y de la pantomima ultramontana. He aquí los frutos obtenidos por los buenos estudios y perfeccionados en el trato del mundo.81

Haciendo énfasis en el estado natural del hombre, las costumbres eran

rústicas, pero naturales, y la diferencia de las conductas denunciaba

inmediatamente la de los caracteres. El arte se ha deformado vil y

engañosamente, donde los vicios se disfrazan de virtudes, bajo el pérfido de la

cortesía.

79

Jean Jacques Rousseau. Discurso sobre las ciencias y las artes. Trad. Luis Hernández Alfonso. Buenos Aires: Aguilar Editor, 1962. p. 27. 80

Ibid., p. 29. 81

Ibid., p. 30.

53

Ahora bien, tomemos estas ideas y centrémoslas en la problemática de

Rousseau: “La depravación real; y nuestras almas se han corrompido a medida

que nuestras ciencias y nuestras artes han avanzado hacía la perfección”.82

Jean Jacques Rousseau crea una línea del tiempo donde recorre los pasos

de la historia de los imperios y la relación que tuvieron con las ciencias y las artes,

tales son los casos de Egipto, que como menciona el autor, fue la primera escuela

del universo, convirtiéndose en la madre de la filosofía y de las bellas artes. Luego

a Grecia, donde sus conquistas aún no habían sido rebasadas por la corrupción

de las ciencias y las artes. El momento arduo de Roma comienza a degenerarse,

con los Ovidio, los Cátulo, los Marcial, y Roma se convierte en teatro del crimen,

oprobio de las naciones y juguete de los barbaros. “La capital del mundo cae por

fin bajo el yugo que había impuesto a tantos pueblos; y el día de su caída fue la

víspera de aquel en que se dio a uno de sus ciudadanos el titulo de árbitro del

buen gusto”.83 Unas pruebas más que expuso Rousseau para mostrar la verdad

de lo que pasaba con las ciencias y las artes a lo largo de la historia.

Deja claro el papel de los sabios y los artistas: “No sabemos nada los

sofistas, ni los poetas, ni los oradores, ni los artistas, ni yo, qué es lo verdadero, lo

bueno y lo hermoso”84 y, aunque estas personas no sepan nada, todos creen

saber alguna cosa. Es mejor no saber nada, y por ende no dudar, y finalmente se

está convencido de que se ignora lo que no se sabe.

El valor que le da Rousseau a la naturaleza hace que se pueda entender el

porqué ataca una cuestión que a simple vista para el hombre es gloriosa y

sublime: las ciencias y las artes.

Pueblos: sabed de una vez para siempre que la naturaleza ha querido preservaros de la ciencia, como una madre arranca un arma peligrosa de manos de su hijo; que todos los secretos que os oculta causan tantos males cuantos quiere evitaros, y que el trabajo que tenéis para instruiros en ella no es el menor de sus beneficios. Los

82

Ibid., p. 33. 83

Ibid., p. 35. 84

Ibid., p. 39.

54

hombres son perversos; serían mucho peores aún si tuvieran la desgracia de nacer sabios.85

Hace referencia a los puntos clave de su discurso a partir de ciertas

expresiones y preguntas que muestran el aturdimiento de un pensamiento

negativo, -solo en cierto sentido- hacia el conocimiento y el arte.

¡Qué humillantes son estas reflexiones para la humanidad! ¡Cuán mortificado debe quedar nuestro orgullo! ¿Acaso la probidad sería hija de la ignorancia? ¿Serán compatibles la ciencia y la virtud? ¿Qué consecuencia no podría sacarse de esos prejuicios?86

Consideremos a fondo estas expresiones y busquemos la raíz de estas

ideas, de las artes y las ciencias en sí mismas.

¿De dónde nacen las ciencias y las artes? inician de los vicios del hombre,

por ejemplo: la astronomía ha nacido de la superstición; la elocuencia, de la

ambición, del odio, de la adulación, de la mentira; la geometría, de la avaricia; la

física, de una vana curiosidad; todas incluso la moral, del orgullo humano. Las

artes llevan dentro un lujo que las nutre.

La idea de Jean Jacques comienza a tomar fuerza: el hombre–natural y los

tiempos primitivos; “donde las costumbres y la sencillez de aquellos tiempos los

hombres inocentes y virtuosos querían tener a los dioses por testigos de sus

actos”.87

La idea va encaminada a la educación: a los hijos no se les enseña sus

deberes, ellos ignoran su propia lengua, componen versos que apenas

comprenden, no saben separar la verdad del error, y poseerán el arte de hacerlos

irreconocibles para los demás por argumentos especiosos; pero no sabrán la

significación de palabras tales como magnanimidad, equidad, templanza, humildad

85

Ibid., p. 42. 86

Ibid. 87

Ibid., p. 51.

55

y valor. Los niños necesitan aprender lo que deben hacer cuando sean hombres, y

no lo que deben olvidar.

La desigualdad funesta es introducida entre los hombres por la distinción de

los talentos y por el rebajamiento de las virtudes, se busca al hombre con talento y

no se persigue al hombre que tiene virtud; no hay premio para las buenas

acciones. No hay ciudadanos y si quedan algunos están dispersos en los campos

abandonados.

Rousseau cree ciertamente en los grandes sabios, es por ello que lo deja

claro añadiendo líneas que motivan la dedicación de ciertos hombres:

Si ha de permitirse a algunos hombres que se dediquen al estudio de las ciencias y las artes, deberá ser a los que se sientan con el ánimo para seguir sus huellas y aventajarles. A ese pequeño número le incumbe alzar monumentos a la gloria del ingenio humano.88

Para quitar este mal corrompido por las ciencias y artes, los sabios deben

contribuir con su crédito a la felicidad de los pueblos, solo así, dice Rousseau, se

verá lo que pueden la virtud, la ciencia y la autoridad, animadas por una noble

emulación y trabajando concertadamente por la felicidad del género humano. Unir

las dos cosas, la virtud y la sabiduría.

Qué es lo que le corresponde a cada quien hacer, Jean Jacques Rousseau

termina su discurso con una idea que más que desarrollada en ese momento va a

ser el hilo conductor de todo su trabajo filosófico.

¡Oh virtud! ¡Ciencia de las almas sencillas! ¿Hacen falta tantos sinsabores y tal aparato para conocerte? ¿No están grabados tus principios en todos los corazones, y no basta para aprender tus leyes entrar en sí mismo y escuchar la voz de la conciencia en el silencio de las pasiones? He ahí la verdadera filosofía; sepamos contentarnos con ella y, sin envidiar la gloria de esos hombres célebres que se inmortalizan en la republica de las letras, tratemos de establecer entre ellos y nosotros esa distinción gloriosa que se señalaba antaño entre dos grandes pueblos: que uno sepa bien decir, y el otro bien hacer.89

88

Ibid., p. 60. 89

Ibid., p. 62.

56

El Discurso sobre las ciencias y las artes nos abre la puerta para conocer a

un nuevo personaje, que sin duda marcará el siglo XVIII con su pensamiento y su

posición contraria al sentir de su tiempo, que veía en el adelanto cultural uno de

los signos inconfundibles del progreso y la felicidad de los hombres. Su crítica

desentona con los demás pensadores y es positivamente un alarido que hace

temblar a la sociedad sofisticada de su tiempo.

Este Discurso aparte de ganar el premio de la Academia de Dijón, ganó

también críticas negativas a su pensamiento, con la refutación leída en una sesión

de la Real Sociedad de Nancy por M. Gautier, profesor de matemáticas y de

historia, lleva a cabo una minuciosa interpretación de las características más

sobresalientes de Rousseau, dando su punto de vista y haciendo del discurso un

caso polémico. A su vez, Rousseau devuelve una contestación que aclara su

principal motivo de preocupación hacia las ciencias y las artes, junto con su anhelo

de hacer de los hombres una sociedad con valores.

El Discurso sobre las ciencias y las artes fue una estocada certera al corazón

de la sociedad de entonces. El auge del saber y el repudio del sentir son

condenados irremisiblemente; se minan los cimientos de la bonanza material y se

fustiga con rabia la vaciedad de los hombres. Por eso cundió el interés y la

indignación; Voltaire se mofaba de Rousseau, los académicos refutaban al

ginebrino y el propio suegro del monarca, Estanislao Lekzinski, Rey de Polonia,

entabló polémica con Rousseau. La crítica conmovía a la sociedad entera, que se

sentía amenazada de muerte con la palabra vibrante y la acusación de

Rousseau.90

Tejiendo cada idea y haciéndola parte de una misma, Rousseau piensa que

el mundo no es feliz con la sabiduría, con el arte ni con la industria; la felicidad

tiene asientos más hondos y esos perecen con la vida externa que lleva el

civilizado. Falta vida interior y sobra aparato social; el hombre debe

introspeccionarse para sacar a flote un mundo que enaltezca lo que tiene delante

90

Leopoldo Baeza y Acevez. Rousseau el crítico de nuestro tiempo. México: Herrerías, 1938. p. 42.

57

de sus ojos y que no puede entender ni sentir. Los cuidados nimios de una corte

lujuriosa, han secado un venero riquísimo de satisfacciones puras y de impulsos

sagrados.

Comienza entonces a matizarse el espiritualismo sentimental que desarrolló

Rousseau en cada obra, proclamando la existencia de un Dios provincial, justo y

bueno, guiador de los hombres por intermedio de los dictados de la conciencia.

Pero simplemente esto era una aberración al pensamiento de su tiempo.

2.4 El deseo de un espíritu y la profesión de fe

...El sentimiento de mi libertad no se borra en mí más que cuando me corrompo y, en fin, impido que la voz de mi alma se eleve contra la ley del cuerpo.

J. J. Rousseau, Profesión de fe del Vicario Saboyano

Jean Jacques Rousseau ya había definido su posición dando una alternativa a la

moral social; él intuye la necesidad de una noción de la naturaleza humana para

“juzgar” bien…, es decir para juzgar. Entonces se pregunta, ¿Cómo buscar lo

natural en lo depravado? Hay, pues, que imaginarlo, aunque la ficción se legitime

al ser puesta como sentimiento, como conciencia, como voz del corazón o de la

naturaleza.

El deseo de un espíritu y la profesión de fe, llevó a Rousseau a idealizar una

sociedad. Comencemos por recordar que la Francia del siglo XVIII se encontraba

en constantes cambios sociales, construyendo una conciencia de sí mismo, donde

poder mirarse y legitimarse. Esta parte era abordada en su mayoría por los

filósofos, sin embargo, Rousseau habla en su segundo Discurso y en La profesión

de fe del vicario saboyano sobre la idea de la conciencia en la sociedad. Parte

desde la búsqueda de la verdad que no tiene que ver con la razón sino que ésta

misma ha sido la perversión de la naturaleza, veamos:

58

Desde el no diferente que dijo Rousseau en el Discurso sobre las ciencias y

las artes, su pensamiento comenzó a verse afectado y sobre todo a ser agresor

hacia los científicos, filósofos y artistas. Este no de Rousseau “moderno” cuando

los “modernos” decían sí al progreso. Quizá por ello no lo entendieron ni los

antiguos ni los modernos: quizá por ello era ininteligible. Vayamos al centro de su

tesis: La razón es el poder, aquí, dice Rousseau, comienza el momento de la

perversión donde la naturaleza queda sometida por la ley, donde el más fuerte se

decide a servir al débil y en la que el pueblo compra una “paz ideal al precio de

una felicidad real”, aceptar la ley, renunciar a los derechos naturales, a vivir

conforme a la naturaleza, es someter a ésta, es violentarla: es comenzar el camino

de la desnaturalización, de la degradación, de la perdida de sí, de la irreparable

infelicidad.

Con esto Rousseau intuye que la renuncia al amor, es decir, el origen de la

sumisión está en el momento en que se ama, se acepta, se legitima lo que se

sufre prácticamente. En ese instante en que la naturaleza humana deja de desear

incondicionalmente la libertad para comenzar a amar la censura, al príncipe, el

amo, o la ley, la razón.91 Es entonces cuando la razón surge como instrumento de

sobrevivencia al servicio del amor de sí (momento de perversión) pues sacrifica el

ser hombre, la naturaleza humana que es amor a la libertad y a la felicidad, a una

sobrevivencia que, en el mejor de los casos, es negación de lo humano, es

desnaturalización. Es tener un interés espiritual que busca el bien del alma, el

bienestar espiritual, el orden.

El hombre es virtuoso cuando antepone el bienestar del alma al interés sensual, y se deprava cuando prevalece el interés de los sentidos.

Hacer el bien es hacerlo para uno mismo, en nuestro propio beneficio, pues reporta al alma una satisfacción interior sin la cual no habría verdadera felicidad.

El hombre depravado, por el contrario, se erige en centro de todas las cosas. Utiliza todo y a todos en función de sí mismo, no de su ser inteligente, de su yo superior y espiritual, sino del apetito de los sentidos. Pero no es feliz.

91

José Manuel Bermudo. J. J. Rousseau. La profesión de fe del filósofo. Barcelona: Montesinos Biblioteca de divulgación filosófica, 2001. p. 22.

59

A través del interés del yo espiritual, el hombre se aproxima al orden del que le han apartado el desarrollo histórico y el crecimiento del amor propio. Orden que no es ya el del salvaje, en comunión con la naturaleza, sino el de un ser inteligente y racional que persigue la unión con Dios, la beatitud.92

El orden deseable de Rousseau era un estado-naturaleza, donde la

conciencia fuera la instancia legitimadora.

En la Profesión de Fe se culmina y radicaliza un proceso a la razón abierto

en los dos primeros Discursos, los tres principios de su profesión de fe, el primero:

el reposo como natural y el movimiento como efecto de una voluntad;93 el segundo

principio enlaza con el anterior, se trata de aceptar que de la misma manera que la

materia movida es muestra de la existencia de una voluntad que la mueve, la

materia movida según las leyes es muestra de una inteligencia. Si el mecanismo

imponía como requisito barrer de la naturaleza las causas finales, Rousseau las

reintroduce de mano del orden que hay en la naturaleza. Se imagina un Dios con

voluntad libre que desde fuera la mueve, la dirige, la coordina providencialmente.

El tercer principio es que el hombre es libre en sus acciones y, como tal, está

animado de una sustancia inmaterial. Por ejemplo, Rousseau habla de la libertad

de conciencia como la piedra angular sobre la que se construye una sociedad

democrática, donde cada uno es libre de usar su propio juicio, y nadie tiene

derecho ni interés en proscribir a otros su forma de pensar.94

Es entonces el hombre como voluntad libre. Finalizó en la naturaleza y Dios

trascendente como voluntad absoluta y libre, son tres ideas que cierran una

cosmovisión, frente a los mecanismos de tendencia monista y materialista.

92

Ma. José Villaverde. Rousseau y el pensamiento de las Luces. Madrid: Tecnos, 1987. p.74. 93

Principio de Descartes. El movimiento no es esencial a la materia. Todo cuerpo permanece en su estado inicial de reposo o movimiento, salvo inferencias de otros cuerpos. Es la ley de la inercia que Jean Jacques aduce contra los materialistas, para quienes el reposo es siempre relativo, y ni siquiera las partículas agregativas carecen de movimiento. Para el Cartesianismo, el movimiento que ha sido trasmitido a la materia por Dios, una vez creado, se mantiene sólo sin motor, su conversación es debida a la ley de la persistencia que Descartes fundamenta sobre la inmutabilidad divina. Como Dios es invariable, la cantidad de movimiento trasmitida por Él, también lo es. Cfr. Ma. José Villaverde. Op. Cit., p. 34. 94

Ibid., p. 37.

60

Ningún ser material es activo por sí mismo, y yo lo soy. Por más que me lo discutan esto, yo lo siento y este sentimiento que me habla es más fuerte que la razón que lo combate. Yo tengo un cuerpo sobre el cual los otros actúan y que a su vez actúa sobre ellos; esta acción reciproca es indudable; pero mi voluntad es independiente de mis sentidos; consiento o resisto, sucumbo o venzo, y siento en mí de modo inequívoco cuando hago lo que debo hacer y cuando simplemente cedo a las pasiones […]95

2.5 Jean Jacques Rousseau y la idea de revolución

La sangre de un solo hombre tiene mayor valor que la libertad de todo el género

humano.

Jean Jacques Rousseau

La Francia del siglo XVIII se viene desarrollando en distintos escenarios cada vez

más amplios; los movimientos sociales comienzan a ser diversos, la cultura se

volvió primordial para la burguesía, es así que el espíritu filosófico y las bellas

artes iban creando un mundo diverso. Y en este escenario es donde se movió

Jean Jacques Rousseau, su pensamiento fue ad hoc a la época (aunque él mismo

no se sintiera parte del pensamiento moderno), a lo que pasaba y a las

necesidades que había. En ese auge de cultura y despertar del Tercer Estado,

Rousseau pudo ser leído, el que pareciera ser que como Rousseau, había muchos

hombres que se identificaban con su espíritu revolucionario.

A partir de este momento veamos a profundidad los rasgos característicos

que Jean Jacques como escritor del siglo de las luces tuvo sobre la idea de una

revolución. Rousseau, como se ha descrito, tenía un pensamiento revolucionario,

sin embargo, él mismo no era un revolucionario. No lo era, en el sentido de que

jamás había pasado por su mente hacer una revolución ni alentar una acción

revolucionaria.

Se convirtió en un pensador político y moral, en sus discursos procuró una

purificación espiritual, haciendo a un lado todo aquello que es superfluo a la vida

95

José Manuel Bermudo. J. J. Rousseau. Op. Cit., p. 37.

61

del hombre y que impide que el espíritu actúe. La influencia de su pensamiento

político pasó de boca en boca, por medio de panfletos y pequeñas impresiones,

estallando más tarde en las asambleas políticas. Estos aspectos hicieron que

Rousseau traspasara las fronteras de la escritura a la acción, no en él, sino en sus

lectores, en los burgueses y en todos aquellos que buscaban una igualdad; por

consiguiente, se pensó en un ordenamiento político que buscaría modificarse de

manera tal que la burguesía pudiera participar en los poderes soberanos, y que el

arbitrio del príncipe pudiera ser atemperado y limitado a la tutela de los derechos

individuales y de las libertades civiles. Finalmente la libertad política se exigió

como garantía de la libertad civil 96 pero para ello tuvo que pasar una gran

Revolución; sangre y juicios.

Regresemos de nuevo a este personaje, y comencemos a plantear los

puntos principales de sus obras político-filosóficas el Discurso sobre el origen de la

desigualdad de los hombres y El Contrato social.

2.5.1 El origen sobre la desigualdad de los hombres

A la República de Ginebra “dedicado a los muy honorables magníficos y soberanos Señores”

J. Jacques Rousseau (1754)

Para Rousseau el segundo discurso titulado: El origen sobre la desigualdad de los

hombres publicado en 1754, tiene como objetivo proponer una cuestión difícil para

la filosofía. En el cual comienza con esta pregunta: ¿cómo conocer la fuente de la

desigualdad entre los hombres? Y con ello una nueva pregunta donde a partir de

su planteamiento principal: el estado original, el hombre ha sido cambiante.

¿Cómo llegará el hombre a contemplarse tal cual lo ha formado la naturaleza a

través de todos los cambios que la sucesión del tiempo y de las cosas ha debido

producir en su complexión original y distinguir entre lo que forma su propia

96

E. Paolo Lamanna. Historia de la filosofía III. De Descartes a Kant. trad. Oberdan Caletti. Buenos Aires: Hachette, 1996. pp.15-16.

62

constitución y lo que las circunstancias y su progreso han añadido o cambiado a

su estado primitivo (original)?

Con estas dos preguntas abrimos el análisis de este segundo discurso,

donde Rousseau hace algunas conjeturas sobre la ley natural-hombre primitivo

para luego llevarlas al verdadero terreno, su fin del escritor es tener nociones

justas sobre el origen de la desigualdad de los hombres, para poder entender el

estado presente.

[El estudio] del hombre primitivo, de sus verdaderas necesidades y de los principios fundamentales de sus deberes, es el único buen medio que puede emplearse para vencer las mil dificultades que se presentan sobre el origen de la desigualdad moral, sobre los verdaderos fundamentos del cuerpo político, sobre los derechos recíprocos de sus miembros y sobre la multitud de otras cuestiones semejantes tan importantes como mal aclaradas.

Considerando la sociedad humana con mirada tranquila y desinteresada me parece que no se descubre en ella otra cosa que la violencia de los poderosos y la opresión de los débiles.97

Rousseau se enfoca a un estudio del hombre, de sus facultades naturales y

de sus desarrollos sucesivos, sin descartar lo que es obra de la voluntad divina.

El Discurso comienza por entender desde su presente las dos clases de

desigualdades:

La una que considero natural o física porque es establecida por la naturaleza y que consiste en la diferencia de edades, de salud, de fuerzas corporales y de las cualidades del espíritu o del alma, y la otra que puede llamarse desigualdad moral o política, porque depende de una especie de convención y porque está establecida o al menos autorizada por el consentimiento de los hombres. Ésta consiste en los diferentes privilegios de que gozan unos en perjuicio de otros, como el de ser más ricos, más respetados, más poderosos o de hacerse obedecer.98

A partir de este planteamiento Rousseau observará en el progreso de las

cosas los momentos en que surgieron tales males: sucediendo el derecho a la

97

Jean Jacques Rousseau. Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres. México: Porrúa, 1974. p. 109. 98

Loc. cit.

63

violencia, y la naturaleza sometida a la ley; de explicar por medio de qué

encadenamiento prodigioso el fuerte pudo resolverse a servir al débil y el pueblo a

aceptar una tranquilidad ideal (que es del hombre civilizado) en cambio de una

felicidad real (viene del estado natural-hombre primitivo).

La primera parte está situada en la cuestión primitiva; en el hombre físico y

moral: su modo de vida natural y su modo de conservación. Percibir y sentir será

el primer estado del hombre. A partir de esto el entendimiento humano buscará

perfeccionarse por medio de los sentidos “las pasiones son el fruto de nuestras

necesidades y sus progresos el de nuestros conocimientos, porque no se puede

desear ni tener las cosas sino por las ideas que de ellas pueda tenerse”.99

Una primera necesidad que plantea Jean Jacques es la de la lengua, esa

necesidad natural que el hombre tuvo para transmitir su pensamiento y establecer

un comercio entre los espíritus. Entendamos esto en palabras de Rousseau:

Cabe suponer que las primeras palabras de que hicieron uso los hombres tuvieron en sus espíritus una significación mucho más extensa que las que se emplean en las lenguas ya formadas, y que ignorando la división de la oración en sus partes constitutivas, dieron a cada palabra el valor de una preposición entera. Cuando comenzaron a distinguir el sujeto del atributo y el verbo del nombre, lo cual no dejó de ser un mediocre esfuerzo de genio, los sustantivos no fueron más que otros tantos nombres propios y el presente del infinitivo el único tiempo de los verbos. En cuanto a los adjetivos, la noción debió desarrollarse muy difícilmente, porque todo adjetivo es una palabra abstracta y las abstracciones son operaciones penosas y poco naturales.

Cada objeto recibió al principio un nombre particular, sin poner atención a los géneros y a las especies, de esos primeros institutores no estaban en estado de distinguir, presentándose todos los individuos aisladamente en sus espíritus como lo están en el cuadro de la naturaleza. Si un roble se llamaba A, otro se llamaba B, pues la primera idea que se saca de dos cosas es que no son las mismas siendo preciso a menudo mucho tiempo para observar lo que tienen de común; de suerte que mientras más limitados eran los conocimientos más extenso era el diccionario. El obstáculo de toda esta nomenclatura no pudo ser vencido fácilmente, pues para ordenar los seres bajo denominaciones comunes y genéricas, era preciso conocer las propiedades y las diferencias, hacer observaciones y definiciones, es decir conocer la historia natural y la metafísica.100

99

Ibid., p. 117. 100

Ibid., pp.120-121.

64

Difícil cuestión el de las lenguas y la formación del discurso que toca

Rousseau y que deja inconcluso pero abre la puerta a los que quieran

emprenderlo. Lo que plantea Rousseau de esta cuestión es que la institución de

las lenguas ha sido el establecimiento de la sociedad.

Con esta cuestión vemos el hilo conductor que el escritor sigue marcando,

donde va haciendo la diferencia entre el hombre y el animal. Dice Jean Jacques:

“[es] la facultad de perfeccionarse, facultad que ayudada por las circunstancias

desarrolla sucesivamente todas las demás, y que reside tanto en vuestra especie

como en el individuo”.101

El siguiente punto de la primera parte de su discurso, es la piedad que ha

sido la disposición adecuada a seres tan débiles, y sujetos a tantos males como

nosotros; virtud tanto más universal y tanto más útil al hombre cuanto que procede

al uso de toda reflexión. Es una virtud natural que fue apoyada por la razón. Son

las dos un apoyo mutuo; la razón engendra el amor propio, y la reflexión la

fortifica; la razón concentra al hombre sobre sí mismo y le aparta de todo lo que le

molesta o le aflige.

Ahora bien, a partir de este punto expuesto líneas anteriores, —dice

Rousseau— el hombre comenzó a cercar un terreno, se le ocurrió decir: “esto es

mío”, y halló gentes bastante simples para creerle. Rousseau exclama en este

discurso la complejidad de esta cuestión:

¡Cuántos crímenes, asesinatos, cuántas guerras, miserias y cuántos horrores habría evitado el género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, arrancando las estacas de la cerca o cubriendo el foso: “Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie!”.102

101

Ibid., p. 116. 102

Ibid., p. 129.

65

En la obra Rousseau y la revolución del historiador James Durant Williams,103

la misma lectura de este discurso nos lleva a interpretar a un Rousseau que

admitía su ideal:

[El] estado de naturaleza… que tal vez nunca existió y probablemente nunca existirá; lo ofreció, no como un hecho de historia sino como un patrón de comparación. Ya que el mismo Rousseau dijo que los ejemplos que escribió no debían tratarse como históricos sino únicamente con razonamientos condicionales e hipotéticos. Pero que con ellos bien se podía formar una idea de la vida del hombre antes de la aparición de la organización social observando la aparición y la conducta de los estados modernos, “porque los estados permanecen hoy en estado naturaleza”.104

Según James William Durant, el ideal de Rousseau no era una existencia

presocial imaginaria (pues la sociedad puede ser tan vieja como el hombre) sino

una fase posterior de desarrollo en la que los hombres vivían en familias

patriarcales y grupos primitivos, sin que hubieran instituido todavía la propiedad

privada. “La más antigua de las sociedades y la única que es natural es la familia”.

Esa fue la época de la máxima felicidad para los humanos; tenía sus defectos,

padecimientos y castigos, pero carecía de leyes fuera de autoridad paterna y la

disciplina familiar. Este accidente fue el establecimiento de la propiedad privada,

de la que surgieron la desigualdad económica, política y social y la mayoría de los

males de la vida moderna.

A causa de la usurpación permitida, el mismo hombre y las desdichas de la

civilización fueron creando las divisiones en clases, la esclavitud, la servidumbre,

las codicias, el robo, la guerra, la injusticia social, la corrupción política, las

invenciones, la ciencia, la literatura, el arte, el “progreso”; en una palabra la

degeneración. Siguiendo este Discurso, Rousseau nos muestra en su misma

invención al género humano colocado en el nuevo orden de las cosas. Una

ambición devoradora, la competencia, la rivalidad y, por supuesto, la oposición de

intereses.

103

James Williams Durant. Rousseau y la Revolución. Historia de la civilización en Francia, Inglaterra y Alemania desde 1756, y en el resto de Europa desde 1715 hasta 1789. Buenos Aires: Ed. Sudamericana. 1968. 104

Ibid., p. 45.

66

El origen de esta nueva sociedad trajo consigo leyes que proporcionaron

nuevas trabas al débil y nuevas fuerzas al rico, destruyeron la libertad natural,

definieron la ley de la propiedad y de la desigualdad llegando entonces a someter

a todo género humano al trabajo en la esclavitud y a la miseria.

Rousseau nos va mostrando los primeros efectos de la división del género

humano, este Discurso de cierta manera y con unos años anticipados a la

Revolución Francesa, nos muestra de una forma muy explícita la formación de la

monarquía, la aristocracia, y la democracia.

Las diversas formas de gobierno tienen su origen en las diferencias más o menos grandes que existían entre los individuos en el momento de su institución. Si un hombre era eminente en poder, en virtud, en riqueza o en crédito, era elegido único magistrado y el Estado convertíase en una monarquía. Si había varios, más o menos iguales entre sí, elevábanlos sobre todos los demás, elegíanlos conjuntamente y constituían una aristocracia. Aquellos cuya fortuna o cuyos talentos eran menos desproporcionados, y que menos se habían alejado de su estado natural, guardaron en común la administración suprema y formaron la democracia.105

Recapitulando, entonces, el progreso de las desigualdades fue a partir del

establecimiento de la ley y el derecho de propiedad, de la institución de la

magistratura y posteriormente del poder arbitrario. Es así como la desigualdad

aumentó sin cesar entre el pueblo y sus directores, los efectos que hizo sentir

entre los particulares, modificándose de mil maneras, según las pasiones el

talento y las circunstancias.

De esta manera Jean Jacques Rousseau llega a terminar su Discurso,

exponiendo el origen y el progreso de la desigualdad, el establecimiento y el

abuso de las sociedades políticas. De lo expuesto –dice Rousseau- se deduce,

que siendo la desigualdad casi nula en el estado natural, su fuerza y su

crecimiento provienen del desarrollo de nuestras facultades y del progreso del

105

Jean Jacques Rousseau. Discurso sobre el origen de la desigualdad. Op. Cit., p. 144.

67

espíritu humano convirtiéndose al fin en estable y legítima, por medio del

establecimiento de la propiedad y de la leyes.106

Analicemos en breves líneas la idea de revolución en este Discurso:

La revolución puede estar justificada, porque la fuerza puede con justicia destruir lo que la fuerza ha establecido y mantenido; la revolución sin embargo no es aconsejable. Lo mejor que podemos hacer es estudiar los evangelios de nuevo y tratar de limpiarnos de nuestros malos impulsos practicando la ética del cristianismo. Podemos hacer de una simpatía natural por nuestros semejantes la base de la moral y el orden social.107

Rousseau no aconsejaba una revolución, ya que simplemente la misma

naturaleza humana había sido creadora de las instituciones, e interpretando esta

cita vemos que Rousseau como calvinista creía en los principios cristianos,

hablaba de estudiar los evangelios porque ellos daban las buenas nuevas,

puntualizando en la salvación de los pecados, la vida de Jesús, de sus

enseñanzas donde se habla de la moral, del amor, de los deberes, la humildad,

etc. Otro de los puntos importantes que menciona Rousseau es que el ser humano

debe de tener una simpatía natural, es decir, una simpatía hacía nuestros

semejantes en el que se puede vivir en sencillez unos con otros, dejando el odio,

la hipocresía y la corrupción, creando afectos que sean benéficos para la

sociedad.

El Discurso fue una síntesis de los grandes problemas de la sociedad, un

inicio interesante hacía la conquista de la igualdad en la libertad civil.

Rousseau en estos dos primeros Discursos abarcó el tema de la realidad

humana. La problemática entre lo que la humanidad es y lo que puede ser, a partir

de esto Jean Jacques Rousseau consiguió un lugar en el mundo intelectual y

reconocimiento público, pero este reconocimiento proyectó sobre él una sombra

de ambigüedad que le va a perseguir el resto de su vida.

106

Ibid., p. 149. 107

James Williams Durant. Rousseau y la Revolución, Op. Cit., p. 47.

68

2.5.2 El Contrato social o principios de derecho político

El hombre ha nacido libre…

J. Jacques Rousseau

Llegar a interpretar en su totalidad la obra de Jean Jacques Rousseau, El Contrato

social es para el historiador profundizar en diversos temas: política, sociedad y

cultura, como también, conocer un vasto mundo de posibilidades encontradas y, a

veces, desordenadas que no podrían ser ordenadas si no comenzáramos por

conocer al autor de dicha obra; objetivo que hemos venido haciendo a lo largo de

este texto. Pero ¿Cuál era su objetivo con este nuevo escrito? ¿A quiénes les

hablaba? ¿Qué esperaba, y por qué lo escribió? Preguntas y preguntas nos

podemos hacer, muchas se han podido contestar a lo largo de esta tesis pero

muchas otras quedarán a la interpretación del lector, quedarán en las líneas que

se escriben, y muchas otras tendrán una respuesta subjetiva. Este escrito no fue

aislado de sus antecesores, al contrario fue el desenlace del Discurso sobre el

origen de la desigualdad de los hombres, fue el texto más sólido de su

pensamiento político y social.

Publicado en abril de 1762 en París por el librero Rey,108 fue una de las

obras más leídas en aquellos años, temas que abarcaban necesidades y juicios no

sólo del propio autor sino de todo aquello que le rodeaba; de un sinfín de

cuestiones que había tomado a lo largo de su vida. Leamos unas líneas donde

encontraremos ese anhelo por escribir acerca de la política y de la libertad.

De las distintas obras que tenía entre manos, la que meditaba desde hacía más tiempo, aquella de la que me ocupaba con mayor agrado, en la que quería trabajar toda mi vida y que, según mi criterio, debía sellar mi reputación eran mis Instituciones políticas. Hacía trece y catorce años que había concebido la primera idea, cuando estando en Venecia, había tenido ocasión de observar los defectos de ese Gobierno tan alabado. Desde entonces, mis puntos de vista se habían ampliado

108

En abril de 1762 aparece el Contrato social, cuya entrada es prohibida inmediatamente, fue hasta el 24 de mayo que puede entrar a París. Los datos cronológicos y de vida de Jean Jacques Rousseau, Véase en: Los Annales de la Societe Jean Jacques Rousseau (Genéve, A. Jullien Editeur). Estos suministran periódicamente amplia información sobre el ritmo de los estudios rousseaunianos. Véase en: http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb34462999q/date.r=.langEN [ref. de 12-03-2012]

69

mucho gracias al estudio histórico de la moral. Había visto que todo tendía radicalmente a la política y que, fuera cual fuese la forma en que se hiciera, ningún pueblo sería nunca otra cosa que lo que la naturaleza de su gobierno le hiciese ser; por eso, la gran pregunta sobre el mejor gobierno posible me parecía reducirse a ésta: ¿Cuál es la naturaleza de gobierno apta para formar el pueblo más virtuoso, más ilustrado, más sabio, el mejor en fin, tomando ese término en su sentido más lato? Había creído ver que esa cuestión se relacionaba de cerca con esta otra, aunque fuera completamente distinta: ¿Cuál es el gobierno que por su naturaleza se mantiene más cerca de la ley? Y de ahí, ¿qué es la ley?, y una cadena de cuestiones del mismo calibre. Veía que todo esto me llevaba a grandes verdades, útiles para la dicha del género humano, pero sobre todo para la de mi patria, donde no había encontrado, en el viaje que acababa de hacer, las nociones de leyes y de libertad lo bastante precisas ni lo bastante claras para mi gusto; por eso había pensado de modo indirecto, que era el más adecuado para tratar con tino el amor propio de sus miembros y para hacerme perdonar por haber podido ver algo más lejos que ellos en ese punto.109

Como vemos en la cita anterior, el interés de Rousseau venía ya de años

atrás, el estudio de la ciencia política fue el que condujo las bases de sus obras

más emblemáticas. Y aunque se menciona el trabajo de las Instituciones políticas

ésta nunca fue terminada, pero si fue sustituida por el Contrato social.

El Contrato social vino a proponer (como otras obras de Hobbes y Locke)

una explicación contractual del paso del estado natural al estado social. La

inspiración de este tema tan debatido fue por medio de escritores políticos como

Montesquieu y Maquiavelo. Ideas reflejadas de un Rousseau ginebrino y calvinista

donde no pierde de vista el ideal constitucional, y que simplemente se acerca a

sus mismas referencias de vida; su corazón orgulloso de plebeyo, constantemente

herido al contacto de la sociedad aristocrática, inigualitaria, cuyas bondades le

eran tan insoportables como sus desprecios. El resultado fue esta obra del

Contrato social, ya que en este libro encontraremos el emblema de la razón, la

firmeza de la política, la belleza del estilo; oratorio y abundante, menos rebuscado,

pero más sostenido y siempre grave.

Como interpretación previa se dirá que en esta obra hay una “nueva

naturaleza” en el hombre, es decir, lo que permite a éste superar la contradicción,

109

Jean Jacques Rousseau. Las Confesiones. Op. Cit., p. 503.

70

inherente al estado social, entre sus inclinaciones individuales y sus deberes

colectivos. La concepción misma del soberano, de la soberanía y de la ley, que el

autor hace derivar del Contrato social en los dos primeros libros, para luego

marcar la forma del gobierno y como punto final la religión civil.

El centro de esta tesis será más explicito a partir de este momento, ya que en

el Contrato social es donde podemos analizar de una manera más extensa el

pensamiento revolucionario de Rousseau dirigido a la sociedad. Veremos

entonces el ideal de derecho que estará fundado en la visión de la naturaleza, tal

como la concibió Rousseau.

“El hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive en todas partes entre

cadenas… ¿Cómo se ha operado esta transformación? Lo ignoro. ¿Qué puede

legitimarlo? creo poder responder a esta cuestión”. 110 Estas son las primeras

líneas del su Contrato social, tratando desde el principio la cuestión de la

legitimidad y el derecho.

Rousseau explica que no hay derecho del más fuerte, ni la obligación social

está fundada en la autoridad natural, sino que el único fundamento legítimo de la

obligación se encuentra en la convención establecida entre todos los miembros del

cuerpo que se trata de constituir en sociedad, y cada uno de los cuales contrata,

pero de su sola voluntad. El pacto social —dice Rousseau— no puede ser legítimo

más que cuando nace de un consentimiento obligadamente unánime. La fórmula

de este pacto; es que “cada uno pone en común su persona y todo su poder bajo

la suprema dirección de la voluntad general, y cada miembro considerado como

parte indivisible del todo”. 111 Lo que significa que cada asociado se enajena

totalmente y sin reservas, con todos sus derechos, a favor de la comunidad, así la

condición es igual para todos. Este compromiso adquiere toda su originalidad, por

el hecho de que cada contratante esté ligado, sin estar sujeto a nadie, porque

cada uno, uniéndose a todos se obedece a sí mismo y queda tan libre.

110

Jean Jacques Rousseau. El Contrato social. Op. Cit., p. 3. 111

Ibid., p. 9.

71

La voluntad general es el bien común, que no existan sociedades parciales y

que cada ciudadano opine de acuerdo con su modo de pensar, dando los

derechos que a cada quien le corresponden a partir de la preferencia de cada uno,

y de este bien particular puede resultar la voluntad general recta. Aquí Rousseau

implica el elemento de moralidad, donde a partir de dos clases de voluntad

(individual y social) se puede arribar a un interés general. De ahí la libertad,

libertad natural transformada, esto es, la facultad que posee cada uno de nosotros

sobre su voluntad particular a su voluntad general, lo que elimina el amor a sí

mismo en provecho del amor al grupo. Para después con ello obedecer al

soberano, y el pueblo tomado en corporación llega a ser verdaderamente libre.

Aclaremos que no se es libre realmente cuando hay una dependencia de los

hombres, de las personas particulares, el problema está entonces, en restaurar en

el estado social la dependencia de las cosas, eliminando las dependencias

particulares que son otras tantas fuerzas sustraídas al cuerpo del Estado. Para

esto, la soberanía que es la convención legítima, tiene por base el contrato social;

común a todos, teniendo como garantía la fuerza pública y el poder soberano.

“La soberanía es indivisible por la misma razón que es inalienable; porque la

voluntad es general, o no lo es; la declaración de esta voluntad constituye un acto

de soberanía y es ley”.112

La ley, que forja Rousseau, es el reflejo de un orden trascendental. Pero

expliquémoslo de una manera más amplia; la idea de un orden trascendental

viene de su concepción de lo sagrado:

Lo que está bien y conforme al orden, lo está por la naturaleza de las cosas e independientemente de las convenciones humanas. Toda justicia viene de Dios; Él solo es su fuente; pero si supiésemos recibirla de tan arriba no tendríamos necesidad de gobierno ni de leyes.113

112

Ibid., p. 14. 113

Ibid., p. 20.

72

Este carácter sagrado hace que Rousseau tenga un respeto religioso y del

cual emana sus principales pensamientos, dice también, que la justicia y la libertad

de deben a la ley, ya que sólo ésta permite sujetar a los individuos para hacerlos

libres. Ahora bien, planteemos qué es la ley para Rousseau y cómo debe de ser

integrada al sistema social:

[…] cuando todo el pueblo estatuye sobre sí mismo, no se considera más que a sí propio y se forma una relación: la del objeto entero desde distintos puntos de vista, sin ninguna división. La materia sobre la cual se estatuye es general. A este acto llamo ley.

Cuando digo que el objeto de las leyes es siempre general, entiendo que la ley considera a los súbditos formando un cuerpo y a las acciones como abstractas, nunca a un hombre como individuo ni a una acción en particular. Así la ley puede estatuir que haya privilegios, pero no puede otorgárselos nominalmente a nadie; la ley puede hacer varias clases de ciudadanos, asignar inclusive las cualidades que darán derecho a estas clases, pero no puede nombrar a estos y a aquellos para ser admitidos en ellas; puede establecer un gobierno real y una sucesión hereditaria, pero no puede elegir un rey ni nombrar una familia real; en una palabra, toda función que se refiera a un objeto individual no pertenece al poder legislativo.114

Dentro del sistema social, el soberano que es el pueblo como cuerpo está

cualificado para hacer la ley, sólo así no será injusta, no hay gobierno que pueda

estar encima de las leyes. Sólo así se es libre “puesto que ellas no son más que

registros de nuestras voluntades”.115

¿A dónde van a parar estos puntos súbitamente planteados por Rousseau?

¿Tiene el cuerpo político un órgano para enunciar sus voluntades? ¿Quién le dará

la provisión necesaria? Cuestiones que Jean Jacques responde a partir de esta

llamada al legislador, un individuo único e inspirado, -así lo muestra Rousseau-

para dar a un pueblo en ese punto de partida, en el origen de su vida política, un

sistema de legislación, leyes esenciales y fundamentales.

El pueblo por sí mismo quiere siempre el bien, pero no lo ve siempre por sí mismo. La voluntad general es siempre recta, pero el juicio que la guía no es siempre claro. Hay que hacerle ver los objetos tales como son, a veces tales como deben parecerle, mostrarle el buen camino que busca, garantizarle contra la seducción de

114

Ibid. 115

Ibid.

73

las voluntades particulares, aproximar a sus ojos los lugares y los tiempos… Es menester obligar a los unos a conformar sus voluntades particulares con su razón; es menester enseñar al otro a conocer lo que quiere. Entonces de las inteligencias públicas resulta la unión del entendimiento y de la voluntad en el cuerpo social; de allí el exacto concurso de las partes, y en fin la mayor fuerza del todo. He ahí donde nace la necesidad de un legislador.116

El legislador debe descubrir las mejores reglas de la sociedad y las que

conviene a cada nación, teniendo la capacidad de instruir al pueblo y alterar la

constitución del hombre para fortalecerla. En su cargo debe constituir al Estado

con el deber que le dicta las leyes. Rousseau cree fielmente en que ese legislador

es capaz de mover e instruir de una manera táctica al pueblo. Y es la sabiduría el

vínculo que hará durable un buen legislador para el Estado. Entre estas

cuestiones se encuentra esa pequeña y gran fuerza, que no es una ley política o

fundamental sino la ley —dice Rousseau— que no se graba ni en mármol ni en

bronce, sino en los corazones de los ciudadanos que forma la verdadera

constitución del Estado.

En el momento en que Jean Jacques Rousseau busca una solución, a partir

del soberano (y por ello la formulación de las leyes), se genera también el papel

del gobierno. Dice el autor, que el gobierno será pues cuerpo intermediario,

establecido entre los súbditos y el soberano, que se encargue de la ejecución de

las leyes y del mantenimiento de la libertad civil y política. Este gobierno estará

compuesto por un grupo de hombres particulares.

Vayamos entonces atando cada fórmula que nos da el autor: El soberano

quiere. Él es la voluntad (general) que determina el acto general. El gobierno obra.

Él ejecuta por medio de datos particulares, el acto general. Él es, y no es otra

cosa, la fuerza al servicio de la voluntad. Debe ser establecido de manera que

ejecute siempre la ley y que no ejecute más que la ley. Es decir, cada miembro

debe cumplir su misión, es una mutua correspondencia para mantener así la

libertad tanto civil como política; el poder legislativo que es el pueblo será

entonces el corazón del Estado, y el ejecutivo el cerebro que lleva el movimiento.

116

Ibid., p. 21.

74

Detengámonos aquí y veamos que esta fórmula que al parecer no tiene nada

de extraordinario pero que simplemente fue planteada en el momento en que

cierto grupo social la pudo leer, y que se fue impregnando de esta idea, hasta

creer firmemente en que se podía realizar, claro está que no fue hecha tal cual la

planteo Rousseau, fue modificada de acuerdo a las necesidades y posturas de los

principales líderes…

Las formas de gobierno, donde se encuentra la democracia en el pueblo, la

monarquía y la aristocracia; en ellos –dice Rousseau- vemos los problemas, por

ejemplo, en la monarquía el rey quiere ser absoluto y tener el poder precario de

los pueblos guiándose por su interés personal, es por ello que la mejor manera de

gobernar es que haya un gobierno mixto, con una división simple y con una

igualdad de autoridad. Entonces el fin de la asociación política será la

conservación y la prosperidad de sus miembros, como signo positivo para que la

población prospere.

Ahora bien, ¿qué dice Rousseau de los diputados? comienza por evidenciar

el mal trabajo de los que están dentro del gobierno; la tiranía, el mal servicio a la

patria, el tráfico del comercio, al pávido interés del lucro, el amor a las

comodidades, etc. No se cumplen los deberes y es por eso que se ha llamado al

Tercer Estado:

El entibiamiento del amor patrio, la actividad del interés privado, la inmensidad de los Estados, las conquistas, el abuso del gobierno, han abierto el camino para el envío de diputados o representantes del pueblo a las asambleas de la nación. A esto se ha dado en llamar en otros países el Tercer Estado. Así, el interés particular de dos órdenes ha sido colocado en el primero y segundo rango; el interés público ocupa el tercero.117

Si recorriéramos el tiempo a la década de 1780 vemos en ésta el papel que

tiene el Tercer Estado, diríamos que es un Estado organizado pero también fuerte

en sus planteamientos políticos, económicos, sociales y culturales. Mismo que

Rousseau había planteado en este texto y que años más tarde tendrá influencia

117

Ibid., p. 51.

75

en el inicio de la Revolución Francesa. Estas ideas son el establecimiento de una

línea conductora en la vida de la burguesía que no había sido tomada en cuenta

desde el Antiguo Régimen.

Vemos ahora la comprensión de los Tres Estados, y el bien común que a

cada uno respecta; la paz, la unión y la igualdad.

En el último apartado del Contrato social, se encuentra “La religión civil”

¿Qué le falta decir al autor? ¿Está bastante garantizado y reforzado por tantas

precauciones el espíritu social, fruto del Contrato social? Sólo podemos leerlo y

despreocuparnos cuando llegamos a las últimas hojas de su Contrato y vemos

que, al final Rousseau, se preocupa por dejar un apartado para la religión.118

Sabemos que para el autor la religión es un lazo moral y social tan fuerte, donde

se anudan lo más extremo y lo más íntimo.

Rousseau fue marcado por el cristianismo, que es la mayor revolución

espiritual de la humanidad, de ahí su apasionada forma de mirar al mundo. Jean

Jacques tenía nostalgia de la unidad total. En los primeros párrafos nos habla de

que cada lugar tenía sus dioses. La guerra política era, al mismo tiempo, teológica.

Para convertir a un pueblo era menester conquistarlo; la obligación de cambiar de

culto era la ley de los vencidos. Es así como los imperios se encontraron con

multitud de dioses y de cultos que eran más o menos los mismos. Donde

finalmente el paganismo llegó a ser en todo el mundo una misma religión. A partir

de esta explicación Rousseau agrega fielmente el sentido del cristianismo.

En tales circunstancias vino Jesucristo a establecer sobre la tierra un reino espiritual, el que separando el sistema teológico del político, hizo que el Estado dejara de ser uno, causando las divisiones intestinas que no han cesado jamás de agitar a los pueblos cristianos. Esta nueva idea de un reino del otro mundo, no pudo jamás ser comprendida por lo paganos, y de allí el que mirasen siempre a los cristianos como verdaderos rebeldes, que bajo el pretexto de una sumisión hipócrita, sólo buscaban el momento propicio para declararse independientes y dueños, usurpando hábilmente la autoridad que fingían respetar a causa de su debilidad. Tal fue el origen de las persecuciones. Lo que los paganos habían temido llegó al fin. Todo cambió entonces de aspecto; los humildes cristianos cambiaron de lenguaje, y pronto se vio que ese pretendido reino del otro mundo se convertía bajo un jefe

118

Probablemente en 1761, Rousseau agregó al Contrato social un último capítulo, no comprendido en el plan inicial, titulado: “De la religión civil”.

76

visible, en el más violento despotismo sobre la tierra. Sin embargo, como siempre ha existido un gobierno y leyes civiles, ha resultado de este doble poder un conflicto perpetuo de jurisdicción que ha hecho imposible toda buena política en Estados cristianos, sin que se haya jamás podido saber a quién debe obedecerse, si al jefe o al sacerdote.119

“El espíritu del cristianismo lo ha conquistado todo”, con estas palabras

Rousseau se ocupa en esta última lectura, es decir, él explica en principio que

nunca fue fundado Estado alguno al que la religión no le sirviese de base. Y para

ello Jean Jacques distingue tres clases de religión: religión del hombre, religión del

ciudadano y la religión del sacerdote.

La religión del hombre es el cristianismo, el del evangelio; esta religión esta

dedicada al culto puramente interior del Dios supremo y a los deberes eternos de

la moral (derecho divino natural), él lo alaba diciendo que es santa y sublime, por

la cual “los hombres, hijos del mismo Dios, se reconocen todos como hermanos, y

la sociedad que los une no se disuelve ni con la misma muerte”,120 pero esta

misma cuestión lleva al autor a no tener claro la posición del cristianismo y su

utilidad para con el cuerpo político, al contrario esto los separa.

Por otro lado, la religión del ciudadano es la de la ciudad antigua, inscrita en

un solo país, le da sus dioses, tiene sus dogmas, su culto exterior prescrito por

leyes. Fuera de la nación que la profesa, todo es para ella infiel, extraño, bárbaro;

no extiende los deberes y los derechos del hombre más allá de sus altares. A esto

Rousseau lo llama derecho divino civil o positivo.

La más extravagante, como la llama el autor, es la de los lamas que da a los

hombres dos legislaciones, dos jefes, dos patrias, los somete a deberes

contradictorios y les impide poder ser a la vez devotos y ciudadanos. Es un

derecho mixto e insociable que no tiene nombre. Esta es la religión del sacerdote.

Aunque Rousseau cree en esta idea del Dios supremo y de la importancia

que tiene sobre la humanidad, ve también en la religión, no de Dios sino de la 119

Ibid., pp. 70-71. 120

Ibid., p. 72.

77

romana, que no es factible para comprender el núcleo político, ya que la religión

romana no tolera a las demás y porque algunos de sus dogmas es contrario a los

deberes cívicos: “Fuera de la iglesia no hay salvación, debe ser expulsado del

Estado”.121

Es por ello que Rousseau propone su “religión civil”. Tratando de encontrar

una fórmula que posea todas las ventajas de la religión del ciudadano antiguo, sin

atentar a la libertad del interior del hombre ni a la verdad, sin imponer un contenido

propiamente dogmático de donde nace la intolerancia. Fortificando el lazo social,

la obediencia al soberano, los sentimientos de sociabilidad. Un fervor a la

sociedad justa surgida del contrato social.

Vemos entonces en la doctrina de Rousseau un lazo social en sí mismo y por

sí mismo como algo sagrado. Especificando los dogmas:

Los dogmas de la religión civil deben ser simples, en pequeño número, enunciados con precisión, sin explicaciones ni comentarios. La existencia de la Divinidad poderosa, inteligente, bienhechora, previsora y providente; la vida futura, la felicidad de los justos, el castigo de los malvados, la santidad del contrato social y de las leyes: he allí los dogmas positivos. En cuanto a los dogmas negativos los limito a uno solo: la intolerancia, que forma parte de todos los cultos que hemos excluido.122

Jean Jacques Rousseau no sólo deja planteadas las bases primarias para

una sociedad civil, sino que abre un camino para aquellas relaciones exteriores de

las cuales son de igual importancia: El derecho de gentes de comercio, el derecho

de guerra y de conquista, el derecho público, las ligas o alianzas, las

negociaciones y tratados…

Sólo dejemos respecto al autor esta pregunta ¿Habrá creído Rousseau en la

realización de este Contrato? ¿Sus fundamentos venían a ser contradictorios y

difíciles de manejar y es por ello que los filósofos no lo tomaron en serio? Estas

preguntas quedan abiertas, ya que no se trata de alabar sus obras y su

121

Ibid., p. 75. 122

Ibid.

78

pensamiento simplemente se muestra a un Rousseau que dejó huella en la

historia moderna.

Cerremos pues con algunos párrafos de dos autores que han decidido

estudiarlo y encontrar los hilos conductores por los cuales Jean Jacques

Rousseau tomó con su literatura, la fuerza para ser aceptado por una sociedad

contrastante que buscaba los emblemas de la razón pero que no dejaba de lado el

sentimiento marcado por su espíritu.

Pero ¿qué importan, después de todo, las dudas mismas del autor si su obra, desligada de él, de las reservas fundamentales que él hubiese podido hacer sobre las condiciones de su puesta en práctica, arrastró la adhesión de los espíritus, y si los hombres del porvenir creyeron en el sueño de Rousseau? Ahora bien: hay que comprobar que, en efecto, creyeron en él. Quédese para los eruditos discutir sobre la mayor o menor difusión del Contrato antes de la Revolución. Un hecho es cierto, y es decisivo: que en 1789, ya directamente, ya indirectamente a través de varios escritos que se alimentaban de ellas, las ideas madres del Contrato, habían penetrado en la masa de los espíritus cultivados y los habían fecundado, por así decirlo. La guerra de América y el nacimiento de una República americana no pudieron por otra parte, más que ayudar, por la omnipotencia del hecho a esta penetración.

Estas ideas madres eran las referentes a la unidad del estado, el todo social casi sagrado; a la soberanía del pueblo; a la ley, expresión de la voluntad general: a la exclusión de todas las sociedades parciales, cuerpos, asociaciones partidos; a la sospecha de principio con respecto al ejecutivo; a la dictadura para la salud pública y a la religión civil. Ellas debían inspirar ya, mucho más de lo que comúnmente se cree, a las Constituciones de 1789, en concurrencia con las ideas de Montesquieu, y también de Sieyes.123

Por otro lado, el historiador François Furet nos muestra la importancia del

pensamiento de Jean Jacques Rousseau; y esa parte no concebible de los ideales

roussonianos. Pero a pesar de ello la importancia del Contrato social:

Rousseau fue probablemente el genio más visionario aparecido en la historia intelectual en la medida en que inventó o adivinó lo que se obsesionaría a los siglos XIX y XX. Su pensamiento político constituye desde muy temprano el marco conceptual de lo que será el jacobinismo y el lenguaje revolucionario, a la vez o por sus premisas filosóficas (la realización de lo individual a través de la política) y porque el carácter radical de la nueva conciencia de la acción histórica encuentra el

123

Jean Jacques Chevallier. Los grandes textos políticos, desde Maquiavelo a nuestros días. Trad. Antonio Rodríguez Huescar. Madrid: Aguilar, 1969. p. 177.

79

rigor de un análisis teórico sobre las condiciones necesarias para el ejercicio de la soberanía por el pueblo mismo. Rousseau no es para nada <<responsable>> de la Revolución Francesa, pero es cierto que construyó sin saberlo los materiales culturales de la conciencia y de las prácticas revolucionarias.

[…] Rousseau no resume todo nuestro siglo XVIII, y la mayoría de los teorizadores políticos, ya sea porque no alcanzaron su genio teórico o porque retrocedían ante el radicalismo democrático, no llevaron hasta sus conclusiones extremas la lógica de la igualdad de los hombres. Para escapar de esta lógica encontraron una salida muy simple: se volvieron hacía la realidad empírica, es decir, hacía la historia. Los hombres nacen iguales en derechos, pero la historia los hace desiguales; y como ella es la que preside también las condiciones del pacto social, este pacto, el único que funda la legitimidad del poder, se establece entre actores que ya han perdido la igualdad originaria. De esta manera Boulainvilliers o Montesquieu, por ejemplo, pueden conciliar por una parte igualdad natural y desigualdad real, y, por otra, transformar las desigualdades nacidas de la historia en derechos individuales y colectivos que el pacto entre el rey y los súbditos garantiza.

A partir de entonces el Contrato social es un contrato histórico, pero cumple las mismas funciones que la demostración teórica de Rousseau: dar no solamente al poder sino también a la relación entre individuos y lo colectivo abstracto que los constituye como pueblo, un estatuto legítimo que tenga como fundamento los derechos de estos individuos […]124

124

François Furet. Pensar la Revolución Francesa. (trad.) Arturo R. Firpo. Barcelona: Ediciones Petrel, 1980. pp. 47-48.

80

2.6 Muerte del ciudadano y nacimiento de una República

La vida de este personaje, después de sus publicaciones, seguirá siendo muy

interesante, contradictoria y solitaria. Con La Nueva Heloísa, El Contrato social y

el Emilio vinieron desacuerdos y quejas por parte del Consejo, el Parlamento y el

Gobierno; la mala expresión de aquellos libros vino por medio de los panfletos y

las cartas dirigidas en su contra125. En sus Confesiones Rousseau nos dice que al

encontrarse en una situación difícil de manejar y sin salida, presentía su misma

huída:

Esta previsión me llevó a pensar si no debía buscar para mí un asilo fuera del reino antes de las revueltas que, a mí parecer, lo amenazaban; pero tranquilizado por las idea de mi pequeñez y por mi carácter apacible. Creí que en la soledad en que pretendía vivir ninguna tormenta podía llegar hasta mí.126

Por otro lado, su estado de salud comenzó a empeorar, personas cercanas a

él murieron o se alejaron como Mme. de Warens y Mme. d´Épinay. Desgracia tras

desgracia vio venir Jean Jacques, pero a pesar de eso la correspondencia, que

tuvo con M. de Malesherbes lo ayudó a sentir apoyo y sobre todo a ser su vocero

de Rousseau en París:

Cuando fui a vivir al Ermitage publicaron, como ya he dicho, que no aguantaría allí mucho tiempo. Cuando vieron que perseveraba, dijeron que era por tozudez, por orgullo, por vergüenza de volverme atrás, pero que me aburría de muerte y que allí era muy desgraciado. M. de Malesherbes los creyó y me dijo por escrito. Sensible a ese error en un hombre por el que tenía tanta estima, le escribí cuatro cartas consecutivas exponiéndole los verdaderos motivos de mi conducta y describiéndole fielmente mis gustos, mis inclinaciones, mi carácter y cuanto ocurría en mi corazón. Estas cuatro cartas hechas sin borrador… son tal vez lo único que he escrito con

125

El 1 de junio se ordena el secuestro del libro, denunciado una semana más tarde por la Sorbona. Se ordena la detención del autor, que, avisado por sus amigos, abandona rápidamente Francia; el 14 de junio llega a Yverdon; pocos días después, tanto el Emilio como el Contrato social, son prohibidos en Ginebra. La Sorbona y el Parlamento ordenan la quema de ambos títulos. Un mes más tarde es expulsado de Yverdon por presiones del gobierno Berna. El Emilio es condenado por Holanda y por el Consejo Escolar de Berna. En agosto del mismo año, aparece un mandamiento del arzobispo de París contra el Emilio. Cfr. Jean Jacques Rousseau. Las ensoñaciones del paseante solitario. Trad. Mauro Armiño. Madrid: Alianza Editorial, 2008. pp. 256-257. 126

Jean Jacques Rousseau. Las Confesiones. Op. Cit., p. 685.

81

facilidad en toda mi vida, cosa muy sorprendente en medio de todos mis sufrimientos y del extremo abatimiento en que me hallaba.127

Tras varías huídas, Rousseau se instala por algunas semanas en la isla de

Saint-Pierre, ahí termina su obra de Las Confesiones, describiendo a esta isla

como una metáfora para el fin de sus días…“Où l` on fait plus, où l` on fait nulle

chose”. 128 Era ahí donde Rousseau realizó sus Ensoñaciones del paseante

solitario, y donde quería morir.

Y allí era donde pensaba llevar a cabo por fin el gran proyecto de esa vida de ocio a la que inútilmente hasta entonces había consagrado toda la poca actividad que el cielo me había concedido. Esa isla iba a ser para mí la isla de Papimania, ese venturoso país donde se duerme.129

Rousseau mostró en aquella isla las mejores aficiones de su ser, el gusto por

la naturaleza, esa soledad que le traía no sólo sueños inmensos sino también la

búsqueda de una vida romántica, el permanecer durante largos ratos en reposo,

sólo por el simple hecho de que amaba la ociosidad. El parecido que Jean

Jacques hizo de su vida con la historia de Robinson Crouse dejaba ver a un

personaje deshabituado de su contexto, de ese mundo tan cambiante y de una

realidad difícil.

Pasajes y pasajes podría citar sobre aquellas líneas románticas y delirantes

de una vida llena de paz y armonía consigo mismo, pero simplemente este texto lo

haríamos más largo de lo que ya lo hemos hecho. Lo que sí podemos decir es que

los textos de Rousseau son el encanto del romanticismo en la literatura del siglo

XVIII en cuanto a lenguaje y estilo.

Solía ir por las tardes a sentarme en la playa, sobre todo cuando el lago estaba agitado. Sentía un placer singular viendo romperse las olas a mis pies. Veía en ellas

127

Ibid., p. 689. 128

Verso de un cuento de la Fontaine, Le Diable de Papefiguière: “Se hace más allí porque no se hace nada”. Cfr. Jean Jacques Rousseau. Las Confesiones. Op. Cit., p. 778. 129

Ibid.

82

la imagen del tumulto del mundo y de la paz de mi habitáculo, y a veces me enternecía con esa dulce idea hasta sentir fluir lágrimas de mis ojos.130

Las Confesiones, Rousseau juez de Jean Jacques y Ensoñaciones del

paseante solitario fueron sus últimas obras. En el transcurso por finalizarlas,

Rousseau viajó de un lugar a otro, perseguido y muchas veces vivió en asilos de

viejos amigos.

La muerte de Voltaire, el 30 de mayo de 1778, hace que Rousseau también

vea cerca la de él. “Es que mi existencia estaba unida a la suya; él ha muerto, yo

no tardaré en seguirle”. Finalmente sus días terminan en Ermenonville, casa de su

amigo el marqués de Girardin. Citaré su muerte tal cual viene en su cronología, ya

que a lo largo de la historia se han hecho varias versiones y para no entrar en un

dilema sobre cómo aconteció su muerte, mostraré la más fidedigna por ser parte

de largos estudios.

El 2 de julio, tras un paseo por el parque de Ermenonville, Rousseau almuerza con Thérèse y su criada. Luego, violentos dolores de cabeza le derriban de su silla contra el suelo; eran las diez de la mañana: había muerto de apoplejía serosa, según la autopsia, y en la frente tenía un desgarrón provocado por la caída.131

Fue hasta 1794 que los restos de Rousseau son trasladados y enterrados

por la Convención en el Panteón de París.

130

Ibid., p. 785. 131

Jean Jacques Rousseau. Ensoñaciones del paseante solitario. Op. Cit., p. 260.

83

Capítulo III

Jacques Louis David

La pintura como expresión de cambio

Primero conmuéveme, sorpréndeme, destrózame el corazón, hazme

temblar, llorar, pasmarme, enfurecerme; tan sólo entonces

recréame los ojos.

Diderot.

El recorrido que hasta aquí hemos hecho para adentrarnos en la sociedad

dieciochesca, nos ha llevado a entender los ritmos culturales y sociales de

Francia, como también a conocer a uno de los actores principales de la

Revolución. Ahora bien, hablando de la literatura y de la pintura, éstas referirán

distintos niveles de experiencia; pero finalmente habrá un punto en el que se

conectarán, y éste es, el de la creación de ideales, la invención plasmada en lo

gráfico y en lo visible, dejando una parte de la obra en la imaginación. Esto quiere

decir que una creación podrá mover la mentalidad del que la ve, del que siente y

del que la cree.

En este capítulo veremos el significado del arte en la pintura dentro de la

sociedad burguesa, enfocándonos a otro protagonista: Jacques Louis David,

conoceremos su vida y sus creaciones impregnadas dentro del Neoclasicismo.

Las obras que analizaremos son El juramento de los Horacios de 1785 y El

juramento del juego de pelota de 1791. Sus creaciones fueron producto de su

siglo, de las necesidades e inquietudes que se reflejaban. Nos preguntaremos y

averiguaremos ¿qué pensaba este artista como ciudadano? ¿En sus obras está

impregnada la representación de la virtud y del heroísmo? Reconociendo

nuevamente que su pintura es un símbolo, y que él es un instrumento y portavoz

del espíritu de su época, donde dio forma a los valores de su tiempo que, a su vez,

le forman a él. Un heroísmo en el que Jacques Louis David hace referencia al

triunfo, al sacrificio y a la tragedia como decisión del hombre. Esto se muestra

84

claramente en sus cuadros, en los que la percepción y el inconsciente son

comunes a la sociedad.

Veremos los nuevos símbolos de la Revolución dentro de la pintura. Para

entonces conocer a un Jacques Louis David influyente dentro de la política y de la

sociedad de este período. Entenderemos que la pintura siempre estuvo

involucrada con el antes y el después de la Revolución.

3.1 El arte de la pintura

Gracias al libro De David a Delacroix de Walter Friedlaender, se pueden

comprender de una manera más clara las bases éticas y formales del

Neoclasicismo en la pintura francesa, como también el papel que tuvo Jacques

Louis David dentro del pensamiento artístico de finales del siglo XVIII. Nos

referiremos a este autor en la mayoría de las ocasiones para complementar y

justificar lo que se expone.

La pintura francesa, desde tiempo atrás (siglo XV), tuvo dos tendencias: la

racional y la irracional. La primera se propone ser moralizante y didáctica, la

segunda está libre de estas tendencias éticas. La tendencia racional tiene su

origen en la época clásica; siglo XVII y continúa con mayor o menor fuerza a lo

largo de todo el siglo XVIII. Aunque con diversas transformaciones y

combinaciones, ambas pueden reconocerse en la pintura francesa del siglo XIX y

prosiguen incluso hasta nuestros días.132

La historia del arte ha tenido, a lo largo del tiempo, diversos cambios que la

ha hecho multifacética, sus diversos temas para tratar la vida, los signos y las

representaciones han llevado al ser humano admirar e interpretar todo aquello que

queda en el aire, es por ello que para entender a un Jacques Louis David

revolucionario tenemos que ir a las raíces de su tendencia.

132

Walter Friedlaender. De David a Delacroix. Alianza Editorial: Madrid, 1989. p. 15.

85

A comienzos del siglo XVII el arte francés se interesó por un contenido ético

y didáctico ejerciendo una influencia específica sobre la forma. El pionero en ello

fue Nicolás Poussin elaborando composiciones históricas, por ejemplo su cuadro

más famoso Et in Arcadia ego, es un símbolo de lo transitorio: unos pastores leen

en un monumento funerario la melancólica inscripción “Yo también estoy en

Arcadia”.

Para elaborar sus composiciones históricas Poussin realiza una sucesión de estudios. En primer lugar, la construcción geométrica. Con un estilete de metal dibuja sobre la preparación coloreada de su lienzo (en general rojo u ocre pardo) el esquema de la perspectiva, elige un punto de fuga único o doble, reparte las paralelas, las ortogonales y las transversales. A continuación, el lugar de los personajes. Conforme a una práctica común desde la Antigüedad, el artista dispone sobre un tablero pequeñas figuras de cera vestidas con papel remojado o con tela, y utiliza a veces maniquíes articulados. El dispositivo le ayuda a observar a detalle las proporciones, los escorzos, los efectos que se producen en el espacio y bajo la luz.133

En esos mismos años, en Francia se le dio importancia a la vida espiritual y

la salvación efectiva del individuo, con este comienzo los pensadores y artistas del

Port-Royal sugirieron obras más severas, pero al mismo tiempo sensibles desde el

punto de vista humano. Fue llamado el grand gout, desde la Academia se le

reconoció al representarse, por su didáctica y su carácter moralizador, las reglas

estéticas eran construidas sobre la roca de la razón y los buenos sentidos. La

razón y la moralidad didáctica integraban el método clásico representado en ese

siglo XVII por el artista Nicolás Poussin y el literario Pierre Corneille.

Sigamos al autor Walter Friendlander y entendamos en qué consistía la

segunda corriente principal de la pintura francesa: la irracional “que no aspira a

erigirse sobre el fundamento de la verdad o la razón humana o sobrehumana, sino

simplemente por el gusto (algo que no es racional ni moralmente tangible”.134

Extendamos la explicación de este surgimiento artístico:

133

Pierre Rosenberg. Louvre. Paris: Art et musées, 2008, p.156. 134

Walter Friedlaender. Op. Cit., p. 16.

86

Apareció a comienzos del siglo XVIII un movimiento tendente a hacer del sentiment el criterio del juicio artístico. Coeur y esprit eran tópicos de los salones literarios hacía 1720. De esta forma surgió una mentalidad artística liberada del peso de la tradición moral o académica que no quería vivir en la atmósfera enrarecida de la razón y la moralidad, pero que tampoco deseaba caer en las profundidades de la emoción. Más bien intentaba capturar la superficie atractiva de la realidad, en sentido objetivo y psicológico, y se interesaba por los fenómenos de la vida […] charme y esprit, los sellos de este estilo son imponderables, elementos puros de un gusto cuyos refinamientos y elegancia extremos sólo se podrían haber producido en una metrópolis como París.135

Esta corriente irracional venía a desafiar a la Academia, a lo moral, a la

razón, caracterizada por su amoralidad convirtiéndose en inmoral y frívola. El

gusto por la sensualidad, lo superficial, lo gracioso, pero también lo elegante

produjo obras inigualables de contenido, marcando entonces el esprit a inicios del

siglo XVIII.

Hagamos en pequeño recorrido por algunas cuestiones del contexto francés

que tiene que ver con el arte, para poder entender a nuestro protagonista Jacques

Louis David y con él, la llegada del Neoclasicismo.

La época clásica del siglo XVII, en la que Poussin, Descartes y Corneille eran los representantes de la mentalidad francesa, había pasado hacía tiempo. Luis XIV y sus ministros, especialmente Colbert habían llegado a los mayores extremos de la centralización administrativa, habían sujetado al espíritu clásico y obligado también al arte a ponerse al servicio de la monarquía absoluta. El resultado fue una esterilidad artística omnipresente. La Academia, bajo la dirección de Lebrun, con sus prolijos discursos y discusiones sobre estética encabezó la codificación y momificación de toda vitalidad.136

El clasicismo que empezaba a reaparecer por los años de 1750, venía con

una nueva forma, de adorar y amular lo antiguo, y en gran medida traía la cuestión

moral. La antigüedad era para el arte una muestra primordial a la que se debía

seguir incuestionablemente. Pero las reglas venían ahora del mismo hombre,

reglas eminentes y válidas para la moralidad humana, redescubriéndose dentro de

la historia, la literatura y el arte de la antigüedad. Se extraían formas del arte

135

Ibid., p. 17. 136

Ibid.

87

griego y romano pero más allá de eso, se buscaba el valor ético, lo heróico se

asociaba con lo virtuoso. El héroe –vestido preferiblemente con ropajes antiguos-

no era tan sólo el que realizaba grandes proezas de fortaleza física, y cuya fuerza

muscular y belleza corporal producían admiración; era básicamente aquél (de ahí

la concepción moralizada de Hércules) cuyo noble cuerpo envolvía un alma

resplandeciente de virtud, y cuyas hazañas podían servir como modelo y como

ideal. La magnanimidad, nobleza, autodominio, rectitud, dignidad humana y

abnegación eran las posturas que el arte debía de reflejar y, por consiguiente, éste

se volvía sublime como acto artístico.137

137

Véase el cuadro El juramento de los Horacios. p. 105.

88

3.2 Jacques Louis David: Una vida entre el arte

Pero tu ardor, David, no debe agotarse, y, como rival tuyo, es necesario que te supere. Cuando tu arte te inflama y te llama a la gloria

es el instinto quien te habla, y a él es preciso creer. ¡Que no puede el genio! Hace todo a su gusto:

Su secreto a menudo es ignorado por él mismo. Nuestro trabajo es el arte; el instinto es el genio.

De este fuego creador, de esta alma de la vida, del pintor, del poeta alimento inflamado.

Miguel Ángel está ardiente, Tasso consumido. Este fuego que siente, ve, juzga, inventa y dispone,

bajo una calma aparente a veces descansa: Pero el volcán dormía: entra en erupción ruidosamente.

Y la obra maestra se eleva y resplandece.

Ducis138

La esencia del hombre es el dominio de sí mismo –la elección consciente de sus

propios fines y formas de vida- esto constituye una ruptura radical con el modelo

anterior que dominaba la concepción de la situación del hombre en el cosmos. La

concepción de las leyes naturales surge de la necesidad de armonía con la

naturaleza; la concepción funcional del hombre que se realiza encontrando su

lugar en la orquesta universal, surge de la razón y dentro de ésta hay también un

proceso creativo: el nuevo modelo del arte.

Comencemos este recorrido de la estética por responder, ¿qué hace el

artista? Crea algo, se expresa, actúa, inventa, calcula, deduce o razona, crear es,

en un cierto sentido, depender solamente de uno mismo.139

El arte por consiguiente es expresión, es el complemento de la acción o el

espíritu, la materia sobre la que se realiza la voluntad, aquello que se moldea. Con

estas dos ideas, emprendamos el camino, junto a Jacques Louis David (1748-

1825) por el arte y el reflejo en él, de una sociedad cambiante.

138

Alumno de Jacques Louis David, quien habla y describe los lienzos célebres de su maestro. 139

Isaiah Berlin. El sentido de la realidad. Sobre las ideas y su historia. Trad. Patrick Gardiner. Madrid: Taurus, 1998. p. 260.

89

Jacques Louis David nació en París, en el año de 1748, desde los nueve

años perdió a su padre, Louis-Maurice David que fue asesinado en un duelo;

entonces su madre dejó al pequeño bajo el cuidado de sus tíos François Buron y

Jacques-François Desmaisons que eran unos prósperos arquitectos. Sus tíos

aseguraron que Louis David recibiera una excelente educación, sin embargo,

David no era un buen estudiante, le gustaba perderse en las líneas de sus trazos,

encontraba en las formas una expresión que le hacía imaginar nuevos contenidos

y nuevos modos de ver la realidad. Digamos que Louis David traía en la sangre

esa sensibilidad y talento artístico, por parte de un pariente lejano François

Boucher, que era uno de los más característicos pintores galantes de la Francia

del siglo XVIII y, por supuesto, el aprendizaje del diseño que sus tíos le

compartían. Es así como después de haber expresado su inquietud por la pintura,

inicia su aprendizaje. François Boucher lo instruye, y más tarde su maestro fue el

pintor Vien que es también de gusto rococó, aunque más inclinado a temas de

influencia clásica.140

Fig. 5. Joseph-Marie Vien Louis David, Adolescente. s/f Óleo sobre tela. 0,48 x 1,40 m. Angers, Museo d’ Angers

140

Francisco Calvo Serraller. Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas. Vol. I, p. 65.

90

La enseñanza que le dio Joseph-Marie Vien a Jacques Louis David sobre el

aspecto externo de la composición clasicista fue lo que marcó al artista para

identificarse con la pintura, con los símbolos y también para perfeccionarlos.

Podríamos decir que Vien fue el pionero de este arte clasicista, un dibujante

excelente en la Academia y, por algún tiempo, director del Colegio de Francia en

Roma. Tanto las enseñanzas y muestras de apoyo por parte de Boucher como de

Vien, hicieron de David un joven que revelaba un nuevo clasicismo, una

perspectiva distinta pero con ese toque de aquellos dos maestros de

adolescencia. Muestra de ello lo podemos ver con su culminación triunfal de El

juramento de los Horacios (1785).

A los dieciocho años de edad, Jacques Louis David logró inscribirse a la Real

Academia de Pintura y Escultura, desde ese momento David sabía que podía

alcanzar un prestigio mayor, su formalidad le ayudaba; es así como buscó

encarnizadamente obtener el llamado premio de Roma. Se trataba de una especie

de beca de estudios en dicha ciudad que periódicamente concedía la Academia

Francesa a los que estimaba como mejor dotados, no sin previamente someterles

a unas draconianas pruebas de selección en las que había que demostrar tanto

capacidad técnica como una perfecta asimilación del gusto oficial.

Es hasta 1774 que obtiene el ansiado premio que lo había mantenido al

borde de la desesperación y le había marcado una actitud un tanto negativa contra

la Academia. Dos años después, Louis David llegó a Roma, donde no sólo se

formó en el ámbito artístico sino que se involucró en el ambiente intelectual. Las

exposiciones en las que comenzaba a participar le traían fama y reconocimiento,

mismo que más tarde iría madurando de gran manera.

Sus primeros cuadros mostraban aún el apego del espíritu del siglo XVIII;

pictóricos, blandos, con tonos azules y rosas, líneas débiles y sin tanto realce. Por

ejemplo, La batalla de Minerva y Marte (1771), con la cual concursó para el premio

de Roma.

91

El conocimiento que tuvo David acerca del arte clásico fue un proceso que

con el paso del tiempo adquirió, sus obras poco a poco tomaron parte de este

método para convertirlo en neoclásico; pero no nos adelantemos, sigamos

recorriendo su línea de vida antes de llegar a esta definición.

Jacques Louis David se formó durante su estancia en la Academia de Roma

leyendo los tratados de Mengs y las teorías de Winckelmann. La escultura clásica

realzó enormemente su apreciación de la forma tridimensional como también el

arte idealista y naturalista. Influencia que tuvo por medio de Caravaggio lo que lo

llevó a la simplificación y virilidad de la tonalidad general. Vemos entonces a un

David que intentaba liberarse de los colores exuberantes y variados del rococó.

Al regresar Jacques Louis David a París comienza lo que será su obra

despuntante: Belisario pidiendo limosna (1781), que transfiere los efectos de la

caridad cristiana derivados de la fe a la simpatía, a la compasión en cuanto

instancia de una ética que remite a la justicia del destino. En esta obra intentaba

Jacques Louis David trasladar con una historia la verdad al contenido del cuadro,

reproduciendo minuciosamente y con total fidelidad el original las ropas y los

accesorios. Belisario, tan poderoso en otros tiempos y rechazado después por

Justiniano, se hundió en la pobreza y en la ceguera, pero encontró la compasión

de la antigua misericordia. Jacques Louis David piensa en los detalles de esta

representación una reproducción precisa históricamente. En este cuadro vemos la

relación entre lo clásico y lo nuevo, esto es, la composición de las escenas

históricas totalmente reconstruidas, cargadas de signos y representaciones,

expresiones que reflejan el nuevo clasicismo.141

Esto sorprendió a la gente, una sociedad que pedía nuevas expectativas, sin

olvidar esa linealidad clasista. Una nueva etapa para Jacques Louis David estaba

por comenzar…

141

Cfr. Alexander Rauch. “Neoclasicismo y Romanticismo: la pintura europea entre dos revoluciones”. En: Rolf Toman. Neoclasicismo y Romanticismo. Arquitectura, escultura, pintura, dibujo. 1759-1848. Barcelona: Ullman & Konemann, 2006. p. 369.

92

Fig. 6. Jacques Louis David Belisario pidiendo limosna, 1781

Óleo sobre lienzo 288 x 312 cm.

Lille, Museo de Bellas Artes

93

3.3 Neoclasicismo

Después de un siglo que les pareció caracterizado por la exaltación desordenada

de los valores sensibles y de las alegrías epidérmicas, se impone el deber de

someter el arte a la autoridad del pensamiento. Ya no reconocen los artistas el

signo de la inteligencia en la riqueza dramática del Barroco, en las prodigalidades

del rococó: estos rasgos no son más que el estímulo de un placer turbio del cual el

alma se encuentra ausente.

Es así como el Neoclasicismo en el siglo XVIII fue concebido como el

“verdadero estilo”, en aquel tiempo realmente no se le conocía con el término

neoclásico sino más bien era el restablecimiento de las artes, el renacimiento o

reafirmación de las verdades atemporales. El término que hoy se le conoce de

Neoclásico fue llamado así a mediados del siglo XIX. El estilo estuvo conformado

por una serie de aspectos dentro de la arquitectura, la escultura y la pintura. Entre

sus influyentes colaboradores estuvieron en la arquitectura Ledoux, Soane y

Latrobe; en la escultura Canova y en la pintura Jacques Louis David.

En las últimas décadas del siglo XVIII este estilo se fue consolidando, la

teoría y la técnica era ya objeto de estudio formal. En el caso de la pintura hubo

una gran perspectiva ya que Mengs y Winckelmann desarrollaron una amplia

gama de características comenzando por aconsejar a los pintores que “mojasen

sus pinceles en el intelecto” ya que ellos se investirían con el manto del sumo

sacerdote de las verdades eternas y del educador público.

La Antigüedad fue el tema central, la historia resurgió de aquellos libros de

historia que habían sido escritos por Tito Livio, Tácito, Plutarco, Rollin, Bossuet

entre muchos más autores de la historia grecorromana. Los tiempos de la

antigüedad eran la inspiración para reflejar la glorias de aquellas batallas, de los

hombres y reinados como Julio Cesar o Augusto.

Es por ello que los estudiantes de la Academia leían a Mengs y Winckelmann

y veían en sus escritos nuevas formas de acercarse a la Antigüedad teniendo

94

como referencia a la escultura griega, a los diseños de vasos y a la arquitectura

romana, éstos como modelos para redescubrir, entonces, las virtudes cívicas.

Volvían a mirar a Mantegna, a Rafael, a Miguel Ángel: pero, para ellos, este

retorno no era capricho del gusto o una preferencia impulsiva; sino una decisión

fundada en la razón, una elección meditada.

La rápida apropiación de esta temática por parte de los estudiantes

contribuyó en un auge de múltiples ideas artísticas. Ya que había una recepción

en Roma para todos los estudiantes “casi todos los artistas de cierta talla pasaron

allí algunos años estudiando las antigüedades y las pinturas del Alto

Renacimiento. Roma era también la Meca de los diletantes de todas las

naciones”.142

Era hacer del nuevo arte clásico obras que reflejaran la noble simplicidad y la

serena grandeza, que manejarán los colores nítidos y sombríos y que recrearán

un sueño de perfección clásica.

En el estudio sobre Neoclasicismo el historiador Hung Honour nos dice:

Y es que el Neoclasicismo en sus expresiones más vitales, compartía plenamente ese espíritu de reforma que buscaba llegar, fuese mediante el paciente progreso científico, fuese a través de un depurador retorno a lo Rousseau, a una pureza y sencillez primitivas, a un mundo nuevo y mejor, un mundo regido por las leyes inmutables de la razón y la equidad, un mundo en que lo infame sería aplastado para siempre.143

El Neoclasicismo fue un proceso de cambios que se venían dando desde el

siglo XVI por diferentes variantes: la Reforma protestante y la ruptura con la

religión católica, el Renacimiento, la invención de la imprenta, el pensamiento

filosófico, etc. Estos y otros más, fueron los elementos que poco a poco

conformaron el estilo Neoclásico. Éste fue realizado, como ya hemos dicho, entre

finales del rococó y la Restauración. El Neoclasicismo formuló temas totalmente

nuevos y abordó problemas radicalmente distintos de las épocas precedentes. La

142

Hung Honour. Neoclasicismo. Trad. Justo G. Beramendi. Madrid: Xarait ediciones, 1968. p. 69. 143

Ibid., p. 53.

95

pintura entonces trató temas como el destino, su inevitabilidad, su horror, el pánico

que ello produce, la sublimidad y soledad, sueño y visión, la historia como modelo

pedagógico, el genio, el heroísmo representado en una escena antigua.

Estos temas o fenómenos podrían clasificarse también de descubrimientos, pues en estos momentos lo novedoso, los nuevos puntos de vista y hasta lo escandaloso son los contenidos del lenguaje plástico, que el artista se siente creador, genio de su obra, muy en consonancia con la idea de genio del siglo “demiúrgico”.144

La resolución definitiva de este estilo en la pintura se dio con el pintor

Jacques Louis David, en los Horacios. El Neoclasismo tuvo un camino largo, difícil

y no muy glorioso, pero sí con un espíritu dispuesto. Esto nos dice Walter

Friedlaender, en su texto De David a Delacroix.

Abundaban los temas de carácter antiguo, heróico y moral, y existía una gran rivalidad por coleccionarlos e inventarlos… los problemas formales de la estructura del cuadro se reelaboraron también de acuerdo con las nuevas exigencias de sencillez y de una puesta en escena claramente comprensible. Se resucitó el “laconismo” de Poussin, y los pintores empezaron a seguir su regla de la rareté, sobre la que también había insistido Winckelmann, que requería la colocación del menor número posible de figuras en la escena pictórica… las vistas interminables de profundidad en perspectiva se abandonaron a favor de un esfuerzo por conseguir un escenario para la acción principal mediante planos espaciales paralelos, situados uno tras otro. Se evitaban a toda costa escorzos, accesorios y cualquier otra cosa que pudiese distraer la vista de la esencia del cuadro, esto es, de la acción.145

Estos fueron los planteamientos que se querían con el Neoclasicismo, y que

Jacques Louis David realizó de manera clara y directa para el público que gustaba

del nuevo arte. Y en las nuevas críticas David fue tomando posición dentro de la

sociedad francesa; las mismas críticas de Denis Diderot hacían a Jacques Louis

David más fuerte en cuanto a sus convicciones, el mismo filósofo decía que sus

obras seducían al espectador.146 La década de 1780, fue tanto para David como

para el mismo arte, un punto de separación de dos épocas estilísticas: el Barroco

y el Neoclasicismo.

144

Ibid., p. 319. 145

Walter Friedlaender. Op. Cit., p. 21. 146

Alexander Rauch. Neoclasicismo y Romanticismo. La pintura europea entre dos revoluciones.

Op. Cit., p. 368.

96

Fig. 7. Jacques Louis David Autorretrato, 1794 Óleo sobre lienzo

81 x 64 cm. París, Museo de Louvre

97

3.4 Creaciones y re-creaciones de Jacques Louis David

Como eso era algo que no les habría ocurrido a los maestros antiguos, el sultán se preocupó. Porque aquello significaba que el volumen que estaba leyendo no contaba un cuento ni una leyenda, sino lo menos adecuado para un libro: una realidad. Al notarlo, el anciano sintió miedo.

Orhan Pamuk

Ninguna creación artística importante es producto de la nada o la casualidad, la

pintura de Jacques Louis David es una muestra de que el artista es un visionario

que intuye la verdad, que devela la realidad y la plasma en su obra; el artista no

puede evitar dotar de presencia y conciencia, obra y artista son esencia que se

muestra. Saber significa haber visto en el amplio sentido de ver, es decir, percibir

lo presente en cuanto tal.147 Louis David no puede evitar esta carga ontológica,

ética y estética, su obra nos muestra un periodo crítico de su contexto histórico: la

Revolución Francesa, y nos la muestra en una narración pictórica en tiempo

“presente”, los colores, la técnica, el periodo estético de su pintura

(Neoclasicismo), los temas abordados son la historia de la sociedad, de la política,

de las ideas, de la vida de Francia.

David re-crea a partir de sus interpretaciones, el tema sólo es el medio.

Las diferencias entre las interpretaciones de Vien. Jϋnchtzer, Fuseli y David de la misma fuente romana nos revelan por de pronto que a finales del siglo XVIII, como en las décadas precedentes, los estímulos antiguos podían producir una amplia gama de resultados estilísticos y expresivos.148

147

Martin Heidegger. Arte y poesía. Trad. Samuel Ramos. México: Fondo de Cultura Económica, 1958. p. 72. 148

Robert Rosemblum. Transformaciones en el arte de finales del siglo XVIII. Trad. Bernardo Moreno Carrillo. Madrid: Taurus. p.22.

98

3.4.1 El juramento de los Horacios (1785)

Al contemplar este cuadro el espectador experimenta una impresión

que eleva el alma, tiene algo sublime que entusiasma

El Journal de París*

Las imágenes arquetípicas están, en efecto, tan cargadas de sentido que nadie se

pregunta qué quieren decir propiamente.149 Y el El Juramento de los Horacios es

precisamente esa imagen que muestra una dimensión universal.

[Esta obra] alcanzó súbitamente la plena madurez. Totalmente emancipado y dominando por completo un estilo nuevo y rigurosamente depurado logra ahora una fusión perfecta entre forma y contenido en una imagen de extraordinaria lucidez y vigor visual, […] se trata de una vibrante llamada a la virtud cívica y el patriotismo.150

En la historia Los orígenes de Roma de Tito Livio en los capítulos 24 al 26

está el acontecimiento de los Horacios, es la historia que David lee pero que

también reacomoda en “el instante en que las virtudes romanas más excelsas

cristalizaban en su forma más bella y pura. Era el momento del juramento cuando

los tres jóvenes decidían desinteresadamente sacrificar sus vidas por el bien de su

país”.151

Es preciso entonces que hagamos la lectura de Tito Livio para contextualizar

este momento, no olvidando que la escena es re-creada por Jacques Louis David

y que esa misma escena sólo había sido mencionada por Dionisio de Halicarnaso.

Los orígenes de Roma de Tito Livio Capitulo 24

Por casualidad había entonces en los dos ejércitos tres hermanos gemelos, ni en la edad ni en las fuerzas desiguales. Esta bastante comprobado que eran los Horacios y los Curiacios, y casi ningún otro hecho antiguo es más conocido; sin embargo, en un suceso tan célebre persiste el error de los nombres, a cuál de los dos pueblos pertenecían los Horacios y a cuál los Curiacios. Los historiadores se inclinan en uno u otro sentido; sin embargo, encuentro más que llaman Horacios a los romanos, y el

*Cfr. Alexander Rauch. Neoclasicismo y Romanticismo: la pintura europea entre dos revoluciones. Op. Cit., p. 368. 149

C.G. Jung. Los arquetipos y el inconsciente colectivo. Barcelona: Paidós: 2009. p. 13. 150

Hung Honour. Neoclasicismo. Op. Cit., p. 73. 151

Ibid. pp.73-74.

99

corazón me inclina a seguir su parecer. Tratan los reyes con los tres hermanos gemelos para que luchen a espada por su respectiva patria; (les dicen que) “la supremacía quedará del lado que sea la victoria”. No se pone ningún reparo y se acuerda el tiempo y el lugar. Antes de la lucha se concertó un tratado entre los romanos y los albanos con la condición de que dominaría sobre el otro pueblo en buena concordia aquél cuyos ciudadanos hubiesen vencido en este combate.

Cada tratado se hace con condiciones distintas, pero todos con el mismo tenor. Sabemos que entonces se hizo del siguiente modo, y que no hay recuerdo más antiguo de ningún tratado. El fecial preguntó al rey Tulo así: “¿Me ordenas rey concluir un tratado con el pater patratus del pueblo albano?” Ordenándoselo el rey añadió: “Rey, exijo para ti las hierbas sagradas”. El rey contestó “Cógelas puras”. El fecial trajo de la ciudadela un brote de hierba pura. A continuación preguntó al rey así: “Rey, ¿me haces mensajero real del pueblo romano de los quirites a mí, a los utensilios sagrados y a mis compañeros?” El rey contestó: “Concedo lo que se haga sin prejuicio mío ni del pueblo romano de los quirites”. El fecial era M. Valerio; éste hizo pater patratus a Sp. Furio tocándole la cabeza y los cabellos con la hierba sagrada. Se elige el pater patratus para que pronuncie el juramento, es decir, para que sancione el tratado; y lo acaba con muchas palabras, que fijadas en una formula prolija, no merece la pena reproducir. Leídas después las condiciones del tratado, el fecial añade: “Escucha Júpiter; escucha, pater patratus del pueblo albano; escucha tú, pueblo albano. Tal como han sido leídas en voz alta sin mala fe aquellas palabras contenidas en tablillas de cera, de la primera a la última, y tal como ellas han sido perfectamente comprendidas aquí hoy, el pueblo romano no se apartará el primero de las condiciones del tratado. Si se aparta el primero por decisión oficial o mala fe, entonces tú, Júpiter Máximo, herirás al pueblo romano como yo voy a herir a este puerco aquí hoy; y hiérele tanto más cuanto mayor es tu fuerza y tu poder”. Cuando dijo esto, golpeó al puerco con una piedra de sílex. A su vez los albanos pronunciaron sus fórmulas y sus juramentos por medio de su dictador y de sus sacerdotes. Capitulo 25 Concluido el pacto, los tres hermanos gemelos toman las armas, según se había convenido. Como sus respectivos ciudadanos exhortasen a uno y a otro grupo diciendo que los dioses patrios, la patria y los padres, cualquier ciudadano que esté en casa o en el ejército tienen la vista fija entonces en sus armas y en sus manos, intrépidos hasta por propia naturaleza y aturdidos por las palabras de los que les exhortaban, avanzan hasta la mitad entre los dos ejércitos. Se habían sentado los dos ejércitos a una y a otra parte delante de los campamentos, libres de peligro inmediato más que de temor; pues estaba en juego la hegemonía, depositada en el valor y la fortuna de tan pocos. Así pues tensos y en suspenso prestan viva atención al espectáculo en modo alguno grato. Se da la señal y, dispuestas las armas para el ataque, como tropas formadas en orden de batalla, los seis jóvenes atacan llevando el valor de los dos grandes ejércitos. Ni a uno ni a otros les viene a la mente su propio peligro, sólo la supremacía y la esclavitud de su pueblo, y a continuación la suerte de su patria, que será la que ellos mismos hayan procurado. Tan pronto como resonaron las armas al primer choque y brillaron las refulgentes espadas, un inmenso horror sobrecoge a los espectadores y, no habiéndose inclinado la esperanza a ninguno de los dos lados, la voz y el aliento se paralizaban. Venidos después a las manos, como si

100

estuviesen a la vista ya no sólo el movimiento de los cuerpos y la incierta actividad de las espadas y los escudos, sino también las heridas y la sangre, dos romanos exhalando el último suspiro se desplomaron el uno sobre el otro, mientras los tres albanos habían quedado heridos. Como a la caída de aquéllos el ejército albano hubiese gritado de alegría, las legiones romanas ya habían perdido toda su esperanza, sin embargo aún no la quietud, consternadas por la suerte del único Horacio, al que habían ido a rodear los tres Curiacios. Por fortuna aquél quedó indemne, intrépido frente a cada uno de ellos en particular, así como él sólo en modo alguno igual a todos juntos. Así pues, para combatir separadamente con cada uno de ellos emprende la huída, pensando que les seguirían en la medida en que a cada uno se lo permitieran las heridas de su cuerpo. Ya se había alejado en su huida bastante trecho del lugar del combate, cuando, al mirar hacia atrás, ve que le siguen a grandes intervalos, pero que no estaba lejos de él. Se vuelve contra él con gran ímpetu; y mientras el ejército albano grita a los Curiacios para que auxilien a su hermano, ya el Horacio, muerto su enemigo, buscaba vencedor la segunda pelea. Entonces los romanos alientan a su soldado con un griterío como el que suele producirse por lo inesperado de una situación favorable; y él se apresura a dar fin al combate. Así pues, antes que pudiese llegar el último Curiacio (pues no estaba lejos) mata también al segundo; e, igualado ya el combate, quedaba uno por cada bando, pero no eran iguales en moral y en fuerzas. A uno, su cuerpo sin herida de espada y la doble victoria lo hacían audaz para el tercer combate; el otro, arrastrando su cuerpo fatigado por las heridas y por la carrera y vencido por el desastre de sus hermanos delante de él, se ofrece al enemigo vencedor. Aquello no fue un combate.

El romano, saltando de gozo, dijo: “He dado dos víctimas a los manes de mis hermanos; daré la tercera a causa de esta guerra, para que el pueblo romano domine al albano”. Desde lo alto hunde la espada en el cuello del que apenas puede sostener las armas y lo despoja una vez tendido en tierra.

Los romanos reciben al Horacio triunfantes y felicitándolo, con una alegría tanto mayor cuanto que la situación había sido casi desesperada. Luego se vuelven para dar sepultura a los suyos con ánimos en modo iguales, pues los unos se engrandecían con la hegemonía, en tanto que los otros se sometían al dominio extranjero.

Los sepulcros subsisten en el lugar en que cada uno cayó: los dos romanos en un lugar más cerca de Alba; los tres albanos en dirección a Roma, pero en lugares distintos, tal como fue la batalla.152

Jacques Louis David sabía el significado de esta historia, sin embargo,

monto en ella una escena más que manifestaba una esencia interior compleja, es

decir, el momento preciso del juramento en el cual se hacía público y anticipado el

heroísmo y la muerte. David en esta obra va trazando el mito antiguo pero ahora

152

Tito Livio. Los orígenes de Roma. Libro I. Capítulos 24-26. Madrid: Ediciones Akal, 1989. pp. 97-100.

101

transportado al hombre moderno, en el que los símbolos eternos son el pilar de su

concepción.153

3.4.2 Los primeros bocetos

El boceto es el origen de toda obra pictórica, es la intención y el anuncio, en

este caso, del signo, de la articulación del concepto hecho imagen. Y de lo que el

pintor se ocupa es de traer a los clásicos en sus representaciones, percibe en

aquella historia antigua los rituales de la sociedad. Hay un mito del héroe desde la

mitología clásica griega el cual es un evidente atractivo dramático.

Fig. 8. Versión de 1782 Lápiz de grafito sobre papel opaco

0,229 x 0,333 m. Lille, Palacio de Bellas Artes

153

Cfr. C. G. Jung. El hombre y sus símbolos. Barcelona: Biblioteca Universal Contemporánea, 1976. 334 p.

102

Como podemos observar en el boceto anterior, David plasma el juramento de

los hijos frente a su padre, las mujeres y un adolescente dominan una tercera

parte del drama pictórico, nos damos cuenta que: el juramento es una imagen

exacta de la visualidad para el sujeto que vive bajo el patriarcado.154 Es el dominio

de las costumbres y la tradición.

Pocas dudas pueden caber de que se trata de un cuadro trágico: porque

muestra a una humanidad partida en dos por la barrera del sexo, que deja a cada

fragmento viviendo en una incompletud permanente; trágico porque incluso la más

noble acción humana se muestra como ligada y quizá como inseparable de lo

opuesto de la nobleza humana: la destructividad de su mentalidad de grupo, la

violencia de sus instituciones políticas, la crueldad de su idealismo; trágico

también porque muestra la visión humana, en la que el pintor y el espectador

deben ocupar su lugar, obrando como bajo una maldición, condenados por un

principio de alteridad que deforma el mundo de la vista o quizá nos lo refleja como

deformidad intrínseca, una alteridad que atraviesa todo nuestro ser y se da aquí

localmente en el mundo de la vista. Por todo eso el cuadro es trágico (hay

sacrificio, heroísmo, destino, etc.) y nos enfrenta con el desorden.

En un segundo boceto la tragedia crece en intensidad, David toma

decisiones importantes, desaparece el adolescente y toma relieve una madre con

sus hijos, los protege y cubre con su manto, su rostro muestra un gesto que duele,

los ojos cerrados y las líneas dejan ver el dolor de la mujer; sus manos semejan

una caricia visual, al verlas sabemos que los niños son amados y están

protegidos. 155 Pero el boceto no es la pintura final. Una primera pintura nos

muestra a la misma mujer con cambios significativos, en postura y gesto; el padre

de los Horacios aún no tiene la carga trágica de la pintura final ¿Por qué David

toma semejantes decisiones? ¿Los cambios son inconscientes?

154

Norman Bryson. Tradición y deseo. De David a Delacroix. Madrid: Ediciones Akal, 2002. p. 94. 155

Fig. 10. Véase p. 103.

103

Fig.9. Versión de 1783

Óleo sobre papel montado 0,265 x 0,375 m.

París, Museo de Louvre

Las mujeres que también aparecen como parte de la historia de los Horacios, en

esta obra el desaliento y la impotencia es el mayor reflejo en sus miradas y en sus

cuerpos. Una de ellas era la esposa del más joven de los Horacios y el único

guerrero de los seis que sobrevivirá, era hermana de los Curiacios, mientras que

la hermana del Horacio sobreviviente, Camila, se desposó con uno de sus

víctimas. Después del enfrentamiento ella enloquece cuando Horacio la encuentra

velando a su amado y él acaba con su vida en el acto.156

Al hacer del amor una pasión secundaria, pone en su lugar adecuado y nos enseña que la patria, el deber y la virtud son pasiones humanas verdaderamente venerables y valiosas y que deben preferirse sobre todas las demás. Sus amantes pueden tal vez expresarse de forma insegura, pero actúan correctamente y sus

156

Véase completamente la historia del Horacio regresando victorioso a Roma y el asesinato de su hermana Camila, en: Thomas Crow. Emulación. La formación de los artistas para la Francia revolucionaria. “patria”. Trad. Luis Arenas y Oscar Arenas. Madrid. La balsa de la medusa. 1995. p.54.

104

Horacios nos enseñan el papel que las mujeres deberían de tener en la vida cívica.157

Fig. 10. Versión (detalle) 1784 Lápiz de grafito sobre papel opaco

(Cuadratura de lápiz) 0,545 x 0,450 m.

Angers, Museo de Angers

157

Thomas Crow. Emulación. La formación de los artistas para la Francia revolucionaria. Op. cit.,

p.66

105

Fig. 11. Jacques Louis David

El juramento de los Horacios, 1785 Óleo sobre lienzo

3,30 x 4, 25 m. París, Museo de Louvre

Era conocida la historia de la apasionada disposición al sacrificio de aquellos

héroes, y también se sabía que las mujeres llorosas del cuadro anticipaban el

desenlace trágico. El fondo oscuro de la arcada permitió a David establecer la

insondable profundidad como marco del significado. La composición y la expresión

coinciden: en el centro se sitúa la orden del duelo personificada en la figura

paterna. En medio las espadas emiten reflejos. Los ángulos exquisitamente

graduados de los brazos constituyen un trítono melódico.

106

Jacques Louis David no sólo fue un artista sino un fue también un influyente

directo en la Revolución, es decir, este cuadro pudo unir la mentalidad social, y

llevar a cabo la preparación de una trama impredecible.

Así percibió la Revolución, pocos años después, con el fragor de las armas

donde tantas voces se oían. El acto del juramento con los brazos extendidos

fascinó a todo un pueblo. Heroísmo y tragedia eran el conjunto perfecto. Un ideal

que se llevó por los siguientes años…

Así, este clasicismo ético asumió un carácter eminentemente político, y junto con la literatura y la filosofía moralizante preparó el terreno a la Revolución. No fue un accidente ni mero historicismo que la Revolución utilizase formas clasicistas. David, con su Juramento de los Horacios –el cuadro clasicista por excelencia- alcanzó la cima de esta evolución cuatro años antes de la toma de la Bastilla y se convirtió en el gran pintor de la Revolución.158

158

Walter Friedlaender. Op. Cit., p. 20.

107

3.4.3 David en la Revolución

Jacques Louis David, para el año de 1789, era ya un artista consolidado; al

estallar los momentos más críticos de la Revolución él era un ciudadano, que se

puso al servicio de la causa y creó un ideario patriótico. Decidió comprometerse en

la lucha política y entablar su combate en la pintura: el del retorno a lo antiguo, la

escenificación del sacrificio.

Como diputado en la Convención perteneció al bando de la Montaña, votó

por la muerte del rey, formó parte del Comité de Seguridad General y del Comité

de Instrucción Pública. Luego se convirtió en el gran organizador de las fiestas en

loor de las glorias de los ejércitos republicanos o del Ser Supremo, apoyando

incondicionalmente a Robespierre;159 la esfera de poder con la que se relacionó

David estaba dirigida contra la dejadez, las tiranías faccionarias, la mediocridad y

la arrogancia de la Academia, y contra todos los responsables de la educación

artística en general. Durante los primeros años de la Revolución David tuvo un

destacado papel público, intentó llevar a cabo toda una serie de reformas que en

su mayoría sólo se sostuvieron en el tiempo que él estuvo al frente. Luego, tras la

caída de los Jacobinos y la muerte de Robespierre, David fue encarcelado en

1794, y es hasta el Directorio que quedó en libertad (gracias al gran respeto hacia

su arte fue puesto tan decisivamente al servicio de la Revolución le dieron la

oportunidad de seguir pintando.

Al iniciar el Imperio, Jacques Louis David se puso a disposición de

Napoleón, lo glorificó como había glorificado las escenas de la Revolución –El

juramento del juego de pelota, 1791 y Marat asesinado, 1793- y esto justificado

por el mismo artista, porque la monarquía había nacido de la Revolución y era

impensable sin ella, Jacques Louis David veía en Napoleón la personificación más

perfecta de este aspecto popular. Sin duda David había sido captado y fascinado

por el heroísmo de la personalidad del líder.

159

Pierre Rosenberg. Op. Cit., p. 230.

108

Ahora bien, con estas referencias en cuanto al contexto en que David estuvo

durante los años revolucionarios, comencemos a entender cómo fue el arte de

Jacques Louis David referido a la Revolución y a las ideas políticas que ahí se

concentraban.

3.4.4 El juramento del juego de pelota (1791)

Paredes desnudas y ennegrecidas, las imágenes de una prisión que se

transforma en un templo de la libertad

Mirabeau

Con el acta de nacimiento de la Asamblea Nacional, la Revolución estaba a punto

de comenzar.

EL 10 de junio, Abbé Sieyès, mediante un discurso muy persuasivo, convenció al Tercer Estado que había llegado el momento de “cortar el cable”, echar a la nobleza y al clero y asumir la responsabilidad de todos los asuntos de la nación. El 17 de junio, el Tercer Estado se autodeclaró “Asamblea Nacional”. Algunos miembros del clero, a la vez que unos 48 de miembros de la nobleza, cruzaron la sala para unirse a ellos […]160

Se dio término a la crisis política al transferir a la Nación, la soberanía del rey

mediante la proclamación de la soberanía nacional, y al sustituir el mandato

imperativo del monarca por el de los diputados, delegados de sus provincias,

como un nuevo concepto de representantes de la Nación.

Estos hechos hicieron que el rey tomara una medida drástica, el 20 de junio

les prohibió a los diputados la asistencia a la Asamblea cerrando las puertas. Una

brecha fatídica se había abierto con el monarca ya que apoyaba claramente los

privilegios de la nobleza y el clero contra la mayoría del pueblo. Bajo la sugerencia

del doctor Guillotin, el Tercer Estado se desplazó a la cancha de tenis Jeu de

paume cercana a la Asamblea, en la cual sus miembros hicieron juramento,

exponiendo que no se retirarían hasta conseguir una constitución de fundamentos

160

Alistair Horne. La Revolución Francesa. Trad. Marta Morros Serret, Barcelona: Editors, S.A., 2009, p. 16.

109

sólidos para Francia y que entre ellos no habría separación. Este juramento fue

decisivo en el liderazgo de Francia y confirmó que la autoridad máxima ahora

estaba en manos del pueblo.

El fragmento que a continuación se expone, nos muestra de manera más

detallada cómo era la cancha de tenis:

El acta de nacimiento de la Asamblea, El juramento del juego de “paume” (20 de junio de 1789)

Es una sala rectangular, vacía y desnuda de unos treinta metros de largo y diez de ancho. Se abre hacía el exterior por siete grandes ventanales sin contramarcos, dispuestos de ambos lados, en la parte alta. En este lugar desde casi un siglo se jugaba con la pelota vasca, el ancestro a la vez del (tenis y del squash)161

Sus paredes están cubiertas de una especie de bistre para poder distinguir mejor las pelotas que los jugadores se lanzan, su techo es azul cubierto de flores de lis. Una galería cubierta se extiende sobre tres lados. Mirabeau hablará más tarde de estas “paredes desnudas y obscurecidas, que evocan una cárcel, transformadas luego en templo de la libertad”.

Estamos a 20 de junio de 1789. Los diputados de los tres órdenes del reino, convocados a Versalles en Estados generales, están reunidos desde hace más de un mes con el objetivo de resolver la crisis financiera que afecta el país. Pero la situación está bloqueada. El rey mandó cerrar la sala de los Estados del Hotel de los Menus- Plaisirs (pequeños placeres). Está tramando algo. Los aproximadamente seiscientos diputados del Tercer Estado que se rehúsan a reunirse por separado no esperaron esta sesión real para constituirse, el 17 de junio, en Asamblea Nacional y a nombrar como presidente al famoso astrónomo Bailly. El 20 en la mañana, el clima es lluvioso y tormentoso.

Los diputados del Tercer Estado, alcanzados por unos veinte religiosos y curas disidentes del clero y también por algunos diputados de la nobleza de Santo Domingo, deciden reunirse a unas cuadras de aquí, en la sala del “jeu de paume”, utilizada hasta entonces para asuntos menos políticos.162

161

Términos que corresponden al texto de Emmanuel de Waresquiel. Vid. infra 162

C´est une salle rectangulaire, vide et nue, d´une trentaine de mètres de long et de dix de large. Elle s´ouvre a l´extérieur par sept grandes baies sans châssis, disposées en hauteur de part et d´autre. Depuis après d´un siècle, on y jouait à la paume, l´ancêtre du tennis et du squash tout a la fois. Les murs y sont s´envoient les joueurs, le plafond y est bleu, constellé de fleurs de lys. Une galerie couverte court sur trois cotes. Mirabeau évoquera plus tard ‹‹ces murs nus et noircis, images d´ une prison, et transformés en temple de la liberté›› Nous sommes le 20 juin 1789. Les députés des trois ordres du royaume convoqués a Versailles en États généraux afin de résoudre la crise financière du pays siègent déjà depuis plus d´un mois. Mais la situation est bloquée. Le roi a fait fermer la salle des États de l´hôtel des Menus-Plaisirs. Il prépare un coup d´éclat. Les quelque six cents députés du tiers état qui constituer, le 17 juin, en Assemblée nationale et en élire le célèbre astronome Bailly pour président. Le 20 au matin, le temps est à la pluie et à l´orage. Les députés du tiers, rejoints par une vingtaine de religieux et de

110

La descripción del salón nos ayuda a entender de qué dimensiones era éste,

cómo es que llegaron a aquél lugar, y finalmente a entender por qué desde el

inicio fue un símbolo para la Revolución Francesa; tanto por el acontecimiento

como el lugar pintado por David para ser rememorado y darle un significado

patriota por cada uno de los que estuvieron ahí.

El siguiente documento es un extracto del Juramento, es la lectura que hace

el presidente anunciando los hechos tratados en la minuta del día, tal como se lee

a continuación:

La Asamblea Nacional, a la que se le ha encargado arreglar la Constitución de la monarquía, nada puede implementar la ley y el orden, y mantener los verdaderos principios de la monarquía, nada puede impedirle llegar a deliberar en cualquier punto en que se vea forzada a establecerse cuando todos los miembros se reúnan para formar la Asamblea Nacional. Establece que todos los miembros de la Asamblea harán un juramento solemne a la autoridad de no separarse jamás y de juntarse cuáles quieran que sean las circunstancias hasta que la Constitución de la monarquía se establezca bajo una base unida. Habiendo sido proclamado este juramento, todos los miembros, y entre ellos dos en particular, confirmarán con su firma esta inquebrantable resolución. Además de la lectura de esta declaración, el presidente, así requerido por él mismo y por su secretario, fue el primero en jurar, bajo la autoridad. Posteriormente, los miembros de la Asamblea tomaron el mismo juramento y juntaron sus manos con las del presidente. Después del juramento, se aclamó el lema universal “larga vida al rey”, al que siguió el llamamiento de Baillager, Sauchaussée, provincia y ciudad, por orden alfabético y por cada uno de los miembros con poder.163

curés dissidents de l´ordre du clergé ainsi que par quelques députés de la noblesse de Saint- Domingue, décident de se retrouver à quelques rues de là, dans la salle du Jeu de paume, vouée jusqu´ alors à des destinées moins politiques. Cfr. Emmanuel de Waresquiel. Mémoires de la France, Deux siècles de trésors inédits et secrets à l´Assemblée nationale. Paris: Éditions Sophie de Sivry/L´ Iconoclaste, 2006. p. 18. 163

Horne, Alistair. La Revolución Francesa. Trad. Marta Morros Serret, Barcelona: Editors, S.A., 2009, p. 16. (Traducción del documento)

111

Fig. 12. Asamblea Nacional

Juramento del juego de pelota Sesión del 20 de junio 1789

Manuscrito del proceso verbal (reliure maroquin brun) 36.5 x 24 cm.

Biblioteca de la Asamblea Nacional, París

112

Era necesario hacer referencia de lo que aconteció para poder entender el

cuadro, los guiños y los símbolos que éste representa y hasta el fin que la obra

tuvo.

Fig.13. Jacques Louis David

El juramento del juego de pelota, 1791 Lápiz, tinta china y óleo sobre lienzo

358 x 648 cm. Versalles, Museo Nacional

El proyecto encargado por el grupo político “Sociedad de Amigos de la

Constitución”, posteriormente conocidos como jacobinos, era algo ambicioso, ya

que Jacques Louis David era el encargado, debía retratar la realidad y darle un

giro de heroísmo a toda la imagen, aunque hay que aclarar que éste nunca fue

terminado, quedándose sólo en bocetos preparatorios, 164 fue y ha sido un

referente de los inicios de la Revolución. La mayoría de los problemas que

encontró Jacques Louis David surgieron por congregar en una escena única a un

centenar de hombres excitados, gesticulantes, vestidos todos con trajes

contemporáneos, los detalles de las figuras principales tenían que ser concebidas

164

En el depósito de Versalles se acumulan cientos de proyectos de esta obra, en este cuadro (fig.12) de seis metros de ancho, es un torso, una acumulación de desnudos masculinos hercúleos en tinta china y óleo.

113

a modo de retratos.165 A pesar de todos estos inconvenientes Jacques Louis David

nos hace recordar que éste es como el Juramento de los Horacios pero

enormemente multiplicado.

Fig. 14. Jacques Louis David El juramento del juego de pelota, 1781

Lápiz, tinta y sepia con toques de blanco 65 x 105 cm

Versalles, Museo Nacional

Este gigantesco cuadro final (las figuras en primer plano iban a ser de

tamaño natural) sería pagado por 3.000 suscriptores que recibirían un grabado del

mismo. El destino definitivo de la obra era el vestíbulo de la misma Asamblea

Nacional pero cuando se comprobó que la compañía de suscripción no alcanzaba

los resultados previstos, los jacobinos, en nombre de la Nación asumieron la

responsabilidad directa del proyecto.166

Jacques Louis David hace que el espacio sea la representación de la obra,

en ésta hay una sensación de profundidad, es una sala grande y triste, los muros

165

Cfr. Walter Friedlaender. Op. Cit., p. 33. 166

Thomas Crow. Pintura y sociedad en el París del siglo XVIII. Op. Cit., p. 328.

114

parecen no tener color, son grises, éstos se alzan, amplios y vacíos, interrumpidos

únicamente por extensas superficies de luz. Los dos tercios de la extensión del

cuadro está animado por ventanas y en ellas unos cortinajes, que el mismo aire

olea dentro de la estancia, eso da la impresión de que el momento de excitación

también lo pronuncia la naturaleza. En las ventanas hay gente asomada, forman

parte de este juramento. En la parte inferior del cuadro, la multitud se muestra

apasionada y hasta leal a aquel discurso. Hay un grupo principal, un grupo que

está de frente; el presidente Bailly se yergue muy por encima del resto con un

brazo derecho en alto y la palma de la mano abierta, con su mano izquierda

sostiene sobre el pecho el discurso, esto hace que los delegados vuelvan su

mirada y su posición corporal hacia él, mientras le toman por testigo y le prestan el

juramento.167 Una figura singular es Mirabeau con una posición más exaltada, sus

pies y sus brazos abiertos como si esperara recibir algo, sus ojos elevados al cielo

quizá haciendo un compromiso más profundo.

En este detalle podemos ver a M. Bailly

durante la toma de posesión; frente a él,

del lado derecho, están el monje

Dominico Gerle, el abate Grégoire y en

medio de ellos, abrazándolos, el pastor

protestante Rabaut Saint-Étienne: “La

fraternidad es inseparable. La razón

prevalece sobre las viejas creencias”168

Fig. 15. Jacques Louis David (Detalle), El juramento del juego de pelota, 1791. París, Museo Carnavalet

167

Es el mismo gesto de los Horacios, multiplicado y liberado de su rigidez. Naturalmente, es verdad que quedan algunas poses estatutarias, de carácter heroico y estilizado, pero por todas partes asoma la forma individual. Cfr. Walter Friedlaender. Op. Cit., p. 33. 168

Ibid., p.18.

115

Jacques Louis David fue un artista con la misma visión revolucionaria de su época,

obras que reflejaban el interés social; la igualdad y fraternidad. Un modelo ideal,

era este Juramento del juego de pelota ya que a partir de este cuadro podremos

ver cómo en sus obras los tamaños de gran amplitud marcan la pauta de todo un

género, que después se apreciará en el cuadro La coronación de Napoleón, y La

distribución de las águilas imperiales, que muestran la exactitud de los detalles.

En El juramento del juego de pelota vemos que los personajes principales

están representados con sus rasgos y gestos característicos. La unidad, el

movimiento y la situación del conjunto no se perdieron bajo ningún concepto.

Tanto el incidente como el cuadro conectan con los modelos antiguos de sacrificio y fervor patriótico tan vigorosamente emblematizados por David. Sin embargo, la concepción, el asunto y el patrocinio de la obra cruzan conjuntamente una frontera decisiva entre el arte de la Revolución y las imágenes, incluso las más atrevidas, producidas bajo el Antiguo Régimen. En 1790, la ecuación entre el bien público y el arte más avanzado ya era una metáfora controvertida. En El Juramento del juego de pelota, la relación era más bien de identidad a priori: el acontecimiento, la forma de describirlo, la ratificación inicial por los jacobinos, el sistema organizado para su financiación y la instalación proyectada del lienzo en la Asamblea Nacional eran todas representaciones paralelas de una misma noción: la ejecución de la voluntad pública.169

Vemos entonces que la pintura histórica que hizo Jacques Louis David fue

una respuesta concebible ante el nuevo orden naciente, interesado en inmortalizar

los hechos, y llevarlos al heroísmo; y si bien esta obra no la pudo concluir Jacques

Louis David debido a que originalmente se pensaba en un tamaño muy grande de

aproximadamente de 10,67x10,97 cm. se conocieron desde esos años los

bocetos, los dibujos acabados y partes del lienzo.

169

Thomas Crow. Pintura y sociedad en el París del siglo XVIII. Op. Cit., p. 328.

116

3.5 La influencia política y social desde la perspectiva artística: visión de

Jacques Louis David

La mayoría de las lecturas sobre Jacques Louis David nos describen a un artista

de fuertes convicciones políticas, que mostró a lo largo de su vida una admirable

habilidad para sortear los peligros por los que pasaba Francia a finales del siglo

XVIII y se colocó en el momento oportuno bajo la protección del poder establecido

sirviendo a su causa con toda la fuerza de su arte. Es por ello que la influencia del

pintor, antes, durante y después de la Revolución pudo concretarse y ser más

intensa; podemos pensar que fue una persona de carácter fuerte, convencido

siempre de sus principios ideológicos, supo a dónde dirigirse; inteligente para

manejar las situaciones, de alguna manera sabía que a través del arte podía

convencer al poder, que podía unirse a quien estuviera al frente de la Nación, pero

lo más importante, es que sería portavoz ideológico en su misma época.

Como hemos visto, sus obras no sólo nos muestran una historia: son el

complemento de muchos objetos, símbolos, identidades y heroísmos, un estilo

entre lo clásico y el realismo. Desde sus primeros cuadros podemos observar el

desarrollo del nuevo estilo. Con el primer gran cuadro El juramento de los

Horacios donde percibimos ya una nueva visión artística en Jacques Louis David.

Ha comenzado con David la influencia en los jóvenes artistas del nuevo

clasicismo, una línea donde se sigue la virtud moral asociada al sentimiento. Un

fenómeno de la Roma primitiva que en el cuadro era ya una metáfora para la

política contemporánea.

Luego vino la realización de cuadros revolucionarios como Los lictores

llevando a Bruto sus dos hijos muertos (1789), el Juramento del juego de pelota

(1791), La muerte de Marat (1793) y El rapto de las sabinas (1799). El primer

cuadro es un tema realmente explosivo: es la historia de Lucio Junio Bruto, quien

sublevó a la República de Roma hacia el año 510 a. C., y que con el rigor del

fanatismo político mandó ejecutar a sus propios hijos por haber tomado parte en

un complot de los enemigos de la República. Un tema sin duda explosivo dentro

del cuadro, pues hacía publicidad a la autoinmolación de la renuncia de la propia

117

carne y de la propia sangre por un ideal superior. Esta propaganda política no

dejaba de tener sus efectos.170 El segundo cuadro El juramento del juego de

pelota (1791), como hemos visto también fue pieza clave para los ideales de la

época; y Jacques Louis David, como revolucionario pudo plasmar más allá de una

simple escena, para crear un ambiente de heroísmo con los hombres e iniciadores

de la Revolución, una pintura apropiada para describir la imagen política y social.

La muerte de Marat (1793) fue otro gran cuadro del artista; en éste no sólo

podemos ver la cruel escena, sino la invención gloriosa del “amigo del pueblo” (tal

como lo llamaban). Esta obra causó tanto impacto que pudo llegar a pensarse que

fue la mejor obra artística del pintor: tal fue el nivel de emotividad que mostró la

sociedad, que a partir de ello le dio popularidad al grupo revolucionario de los

jacobinos. Esta imagen inmortalizó e hizo mártir al que luchó por la abolición de la

monarquía y la libertad.

David había visto a su amigo político poco antes el mismo día: “me sorprendió la actitud en la que lo encontré, […] su mano redactaba en la bañera las últimas ideas por el bien del pueblo”. Fue la presión de la amistad personal lo que llevó a crear esta obra “como trance” según diría posteriormente uno de sus discípulos.

David introduce al espectador en el aposento íntimo y lo convierte en testigo del primer minuto siguiente. La cabeza y los brazos han caído, pero la mano muerta todavía sostiene la pluma y el texto escrito. Esta captación del momento, que corresponde al instante preciso situado entre el último aliento y la muerte introducida en el cuarto del baño, producía entonces, como hoy, un efecto fulminante.

Una vez más David hizo del fondo oscuro y no medible, un elemento intensificador de la significación. La audacia de la mitad alta de la sala por encima de lo representado llama la atención sobre la cabeza caída y acentúa aun más el vacio que queda. Frente a la visión habitual, la luz se concentra en la cabeza carga la oscuridad sobre la claridad.

La comparación con la Piedad romana de Miguel Ángel es correcta, en concreto con el brazo que cuelga inerte como elemento más destacado. De este modo, David transfería discretamente a su Marat la figura central martirial del cristianismo.171

170

Alexander Rauch. Op. Cit., p. 371. 171

Ibid., p. 375.

118

Jacques Louis David el creador de imágenes, tras caer el gobierno revolucionario,

es llevado a la cárcel, resistiéndose a los cambios políticos; siguió siendo un

personaje controversial y popular, y es en la cárcel donde formula otra de sus

grandes obras El rapto de las sabinas (1799) viéndola como una puesta para su

futura rehabilitación. Poco después el Directorio lo pone en libertad entonces

David reorganiza su estudio y recluta nuevos estudiantes para iniciar ese gran

lienzo, “un pretexto (cargado de intereses propios) que hacía referencia a los

conflictos irresolubles del pasado”172 la escena ya había sido pintada por Nicolás

Poussin; sin embargo, el escenario era totalmente distinto.

En la obra de David podemos ver la Bastilla de fondo, el mismo lugar que

había sido tomado en los inicios de la Revolución; La obra de David tenía un

significado propio, con una multiplicidad de personajes, representando el mito que

describe el secuestro de mujeres de la tribu de los sabinos por los fundadores de

Roma173. Este cuadro se destaca por algunos detalles (niños gateando por el

suelo entre los combatientes, los caballos sin bridas, las armas de los

combatientes, etc.) que muestran la desesperación, la agonía, el heroísmo.

Rómulo blandiendo la lanza y su adversario, el barbado rey sabino. Una innovación sorprendente es que ambos están desnudos. Han sido modelados según modelos clásicos famosos, y sus elegantes proporciones recuerdan estatuas helenísticas como el Apolo del Belvedere […] Las mujeres que se han lanzado a luchar entre sus esposos y hermanos son especialmente bellas.174

David había recuperado su posición y su fama al provocar en este cuadro los

aplausos de todo aquel que gustara de un estilo y refinamiento en las líneas de

cada figura. “Su proximidad de composición sirvió para reforzar esa moral con el

grado máximo de manifestación espectacular y de atractivo sentimental permisible

dentro de ese gran género”.175

172

Thomas Crow. Emulación. La formación de los artistas para la Francia revolucionaria. p. 237. 173

La historia del rapto de las sabinas se puede leer en: Tito Livio. Los orígenes de Roma. Libro I. Capítulo 13. 174

Walter Friedlaender. Op. cit., p. 21 175

Thomas Crow. Op. Cit., p. 238.

119

Es así como durante los primeros años de imperio de Napoleón Jacques

Louis David se seguía consolidando como uno de los pintores más importantes de

Europa, tenía entonces el taller en el que empleaba sus horas, éste le dio grandes

satisfacciones y también grandes discípulos, que llevaron y renovaron su arte,

como Jean Claude Naigeon, François Gérard, Antoine-Jean Gros, entre otros.

David fue el maestro de un gran número de retratistas y de pintores de historia que

enaltecieron la era de Napoleón.

Jacques Louis David fue muy apreciado por Napoleón, se hizo indispensable

para glorificar al emperador. Y eso resultó, David lo inmortalizó en dos obras que

hasta la fecha son las más representativas de aquel Napoleón que surgió como el

emperador de Francia: en Napoleón cruzando tranquilamente los Alpes en un

brioso corsel (1801) y La coronación de Napoleón (1805) en la primera obra el

pintor hizo épico el escenario:

El corcel encabritándose al borde de las rocas y el capote gris ondeando al viento. El propio Napoleón con rostro tranquilo y gesto de calma, muestra al ejército el camino hacia delante y hacia arriba. Su silueta se recorta fuertemente contra un cielo fragmentado por nubes y relámpagos; por entre las nubes se alzan picos nevados apenas sugeridos. En una piedra saliente están grabadas las palabras “Bonaparte, Hannibal, Carolus, Magnus”.176

Fig. 16. Jacques Louis David Napoleón cruzando tranquilamente los Alpes en un brioso corsel, 1801 Óleo sobre lienzo 259x221 cm. Rueil, Museo Nacional de Château de Malmaison

176

Walter Friedlaender. Op. Cit., p. 37.

120

Tres años después, en 1804, Jacques Louis David es nombrado “Primer

pintor del Imperio” volviendo a recibir los cargos más importantes. David seguía

siendo, entonces el que pintaba la época, el que recreaba al personaje más allá de

la misma existencia y el que influenciaba a una sociedad naciente. Es por ello que

le piden hacer un cuadro oficial para el emperador y realizó La coronación de

Napoleón (1805) en éste, había que colocar a los personajes conforme a su

posición social, hacer distinguir las jerarquías y retratar de acuerdo con sus

características personales a más de ochenta personas. Este cuadro fue muy

convincente en el retrato de los personajes. La actitud serena que exigía el

momento central de la coronación estaba en consonancia con las posibilidades de

este estilo.177

Las obras de Jacques Louis David sin duda fueron una influencia como

imagen-lenguaje en la sociedad y en la política de su tiempo. Vemos, entonces, a

un artista que más que plasmar, hizo de cada obra una invención transportando al

público desde la realidad hasta lo sublime.

3.6…al término de su vida

La vida que escogió Jacques Louis David lo llevó por caminos de gloria, pero

también de desengaños; sin embargo, él siempre se quedó con esas escenas

majestuosas de heroísmo, tragedia, símbolos de lealtad y exaltación; donde servir

al poder y a hacer una profesión noble, le llenó de muchas satisfacciones

personales y éxito. Principalmente por su actividad política pública. El siguiente

pasaje de Sur la peinture nos habla de cómo David entendía a un artista y cuando

él mismo se describía de esta manera:

El artista se siente espoleado sólo por la estima pública: sólo triunfa mediante una total negación de sí mismo, y el sacrificio de su vida se ve pagado exclusivamente

177

Alexander Rauch. Op. Cit., p. 376.

121

con moneda del honor. Su virtud no es vulgar u obvia, y requiere coraje e inteligencia extraordinarios […] el artista es su espiritualidad.178

Vemos entonces a un David con espíritu exaltado sobre sí mismo, y también

a un artista que pretendía cortejar al público. David sabía quién era, sabía lo que

podía decir, y lo creíble que podría ser… él recogía más alabanzas que otros

pintores de la Academia, tenía una habilidad fundamental que ganaba partidos y

sostenido en la aplicación de esa habilidad mantenía con su ideal, fiel al público.

Nunca titubeó, tenía carácter y por ello su estilo se volvía más admirado.

Jacques Louis David creció rodeado de hombres de letras y su ambición

personal siempre fue semejante a la de éstos. En paralelo a ellos, David

representó la historia con imágenes. ¿Pero qué pasa en sus últimos años?

Una vez desmoronado el reino de Napoleón, David se quedó sin encargos oficiales. Entonces se dedicó al retrato. Cuando los Borbones recuperaron el poder, él, como todos los revolucionarios, hubiera podido rehabilitarse dando su brazo a torcer. Pero por el viejo espíritu revolucionario prefirió refugiarse en Bruselas, donde murió en 1825 contando con el aprecio general de sus innumerables discípulos, sobre todo de Antoine Jean Gros, a quien David confió su sucesión cuando hubo de partir al exilio en 1815.179

Sus últimas obras fueron Amor y psique (1817) y Marte desarmado por

Venus y las Gracias (1824). Estos cuadros formaron la última línea del artista, en

ellos siguió imperando su forma estilizada resaltando en éstos las escenas

mitológicas griegas, sus dos obras finales en las que no estuvo tan alejado del

estilo que siempre manejo, y, aunque ya estaba en la segunda década del siglo

XIX y las ideas románticas se estaban formando, no hubo un rompimiento total por

parte del estilo clásico con el nuevo estilo: el Romanticismo de la primera

época. 180 No olvidando que los hechos sociales y las ideas políticas iban

construyendo el camino artístico de principios del siglo XIX.

178

Thomas Crow. Op. Cit., p. 299. 179

Alexander Rauch. Op. Cit., p. 379. 180

Frederich Antal menciona que las tendencias artísticas del siglo XVIII y de aproximadamente las dos primeras décadas del XIX están generalmente relacionadas con el romanticismo, y que generalmente se clasifican como “primer romanticismo” o precursoras al romanticismo. Cfr.

122

Vivió setenta y siete años y su cuerpo se quedó en Bruselas (precisamente

por su intervención política y por votar a favor de la ejecución de Luis XVI), pero su

corazón fue llevado a Père Lachaise en París.

A casi a dos siglos de su muerte, se le sigue recordando en la historia del

arte occidental como el pintor épico de una época heroica, la Revolución; y

finalmente, como el mismo Delacroix lo nombró, Le pére de toute l´école moderne.

Frederich Antal. Clasicismo y romanticismo. Trad. Leopoldo Lovelace. Madrid: Corazón Editor, 1978. pp. 38-39.

123

Capítulo IV

Literatura y pintura

Las palabras e imágenes nunca mueren en nuestra memoria, siempre quedan

cercanas a nuestros pensamientos y muchas veces se vuelven nuestras

consejeras de vida. Es ahí donde el arte cobra importancia para el hombre y para

toda una sociedad. Esto mismo pasó con la literatura y la pintura, donde dos

personajes nos han acompañado a lo largo de estas páginas para mostrarnos sus

obras, y la manera en que influyeron en la toma de decisiones de una sociedad

cambiante. Fueron dos hombres que nos mostraron con cada obra hecha, su

manera de mirar el mundo, de vivir y como resultado nos dejaron objetos que no

sólo son materia, sino que es su espíritu mismo plasmado en la escritura y en el

lienzo.

En este último capítulo uniremos estas dos vertientes (literatura y pintura)

con sus actores principales, y veremos lo que causaron dentro de la sociedad, el

inicio de una nueva cultura y la forma de vida. Para finalmente comprender el valor

de la literatura y la pintura como manifestaciones que permiten conocer y

reflexionar sobre el pasado, entender nuestra realidad y mirar más allá de nuestro

presente.

En esa época, la literatura se torna fácilmente ideológica y polémica. No parece que Corneille y La Fontaine pensaran nunca que tenían el deber de estudiar metódicamente y de transformar la sociedad en que vivían. En cambio, Montesquieu, Diderot y Voltaire consideraron que todo ser pensante debía proceder a un examen crítico del mundo en que vivía y, si era capaz de manejar la pluma, servirse de ella para denunciar lo que le parecía intolerable […] la literatura no teme ya a tratar los grandes temas: religión, filosofía, política, moral: “Imponedme silencio sobre la religión y el gobierno -exclama un portavoz de Diderot- y ya no tendré nada que decir”.181

181

Raymond Picard. Introducción a la literatura clásica francesa. 1600-1800. Madrid: Ediciones Guadarrama, 1970. p. 170.

124

4.1 Los nuevos pasos de una cultura artística

El arte ha sido a lo largo de los siglos una línea de desarrollo constante para el

hombre, nos hemos detenido en el siglo XVIII y hemos visto ópticamente su

contexto, su creación, significado e influencia para un cambio social tan

significativo como lo fue la Revolución Francesa. El arte en ese momento se forjó

de nuevas experiencias, y abrió una conciencia que le permitió rebasar sus

propios obstáculos, como la falta de libertad de expresión y romper con el círculo

cerrado de algunos pocos que podían acceder al arte, éste en todas sus

vertientes. El arte penetró en la vida común de la sociedad francesa, creó nuevas

redes para interactuar, y facilitó el conocimiento.

El arte revolucionó el entorno francés, sin duda fue un largo proceso, donde

no sólo un hombre participó sino, como ya lo hemos mencionado, fue toda una

sociedad necesitada de nuevas formas de vida; donde también hubo personajes

que dedicaron su vida a la creación y desarrollo de nuevas perspectivas en todas

sus formas de expresión: en la literatura y poesía, en la pintura, en la escultura, en

la música, etc. Podemos decir entonces que antes de que hubiera una Revolución

Francesa hubo una revolución artística francesa, y ésta empujó a la sociedad a

buscar un cambio. Y en este mundo cambiante encontramos a dos de tantos

grandes revolucionarios: Jean Jacques Rousseau y Jacques Louis David.

Vayamos de nuevo al microscopio con estos dos personajes y

reflexionemos sobre el legado que dejaron a sus contemporáneos.

Con Jean Jacques Rousseau hubo un significado específico y éste fue la

búsqueda del hombre natural, Rousseau mostró desde su primer escrito esa

necesidad de volverse al hombre primitivo, al hombre sensible… y de ahí reflejar

su propia idea: tomó como tesis y antítesis la lucha entre la naturaleza y la

civilización, las dos maneras de ser hombre: el hombre natural y el hombre social.

Con este concepto y con todo lo que ya hemos estudiado, vayámonos a los

efectos que se suscitaron en los años de Rousseau y los posteriores a su muerte.

Para Jean Jacques Rousseau el libro es un acto, un acto que ese hombre asume,

es una forma de escribir que agradó, de cierto modo, a muchos pensadores y

125

lectores, y esto fue porque al leer encontraron el alma y los principios del autor.

Las obras del Rousseau, tienen literariamente una originalidad irreductible, un

tono, un ritmo propiamente suyos, y unos medios específicos, por ejemplo, La

nueva Eloísa (1761), El Contrato social y el Emilio (1762), pueden verse como una

trilogía, ya que tienen continuidad y una unidad de propósito muy sensible. En sus

Discursos, se encuentra la forma más clara de enunciar las inconformidades

sociales y sus angustias personales. ¿Será que por esta manera de expresarse

consiguió ser leído, y hasta ser seguido? En una época que la sociedad

enfrentaba crisis económica y desigualdades sociales.

La desigualdad fue uno de los puntos que Rousseau trató severamente, la

mostró por medio del lirismo personal, de la exaltación, del sentimiento, de la

prosa poética, del colectivismo y la democracia. Y es por ello que buena parte de

la sociedad francesa se identificó con él.

Veamos ahora cómo su medio (la literatura) fue el elemento práctico para ser

percibido por el medio social. De cierta manera muchos compartían su sentir, y la

pieza clave de sus discursos fue ese poder de la palabra.

Vale la pena mencionar dos obras de la trilogía: La nueva Heloísa y El Emilio

ya que en ellos encontramos al sentimiento por encima de la razón y las ideas

pedagógicas del pensamiento moderno. La nueva Eloísa escrita en el Ermitage, es

la novela que marca un estilo literario romántico, su éxito consistió en que “cuando

en la sociedad había un ansia de una mayor expresión de los sentimientos y de la

sensibilidad […] el lirismo de Rousseau era una avanzadilla del romanticismo del

siglo siguiente”.182 En esta novela se recrean todos los temas rousseaunianos:

sociedad, política, religión, moral, educación, las artes como la arquitectura o la

música, la naturaleza, hasta la moda en el vestir.

Rousseau obtuvo de esta novela comentarios de sus mismos lectores que

deseaban enriquecer junto con el autor muchas de las ideas que en ella estaban

escritas, no era sólo entretenimiento sino la exposición de los problemas de su

tiempo. Vemos entonces en Julia el principio del romanticismo. Aquí un fragmento:

182

Jean Jacques Rousseau. Julia, o la nueva Eloísa. Trad. Pilar Ruiz Ortega. Madrid: Ediciones Akal, p. 29.

126

Carta VIII, a Julia

¡Qué extraños son, hermosa Julia, los caprichos del amor! ¡Mi corazón tiene más de lo que esperaba, y no está contento! ¡Usted me ama, me lo confiesa, y aún suspiro! Este injusto corazón se atreve a desear más, cuando ya no hay nada que desear; me castiga con sus fantasías y me inquieta en medio de la felicidad. No crea que me he olvidado de las condiciones impuestas, ni que haya perdido la voluntad de observarlas; no: pero un secreto pesar me inquieta viendo que esas condiciones solo son gravosas para mí, que usted que se pretende tan débil es ahora la más fuerte, y que yo no tengo batallas que librar, ya que usted se encargo de prevenirlas.

La novela está basada en cartas escritas por dos amantes, un amor

imposible de Julia d´ Étange y su maestro pobre. En esta novela se puede

apreciar el elogio a la vida natural, de la sencillez y armonía con el paisaje, de los

amigos, de los viajes, de la familia y de la virtud. Este texto es el análisis profundo

de los sentimientos humanos y por tener estas características Rousseau nos

muestra el inicio de lo que en el siglo XIX se consolidaría como el Romanticismo.

El Emilio escrito en 1762, y una de sus obras más bellas y más apreciadas

por el mismo autor, nos muestra también un carácter romantico, nos envuelve su

escrito sentimental, inspirado en la educación de los infantes para que

permanezca en ellos la expresión sobre la represión, es decir, un niño de libre

pensamiento. Con El Emilio se reconoce a la educación como un elemento

fundamental en la educación nacional, marco al siglo XVIII como el signo de la

instrucción sensorialista y racionalista, del naturalismo y del idealismo en la

educación. “Por vez primera se va a conceder y reconocer al niño su plena

personalidad, precisándose, que la tarea educativa debe ser integral a lo que

contribuye fundamentalmente Rousseau”.183 Jean Jacques se muestra en esta

obra como educador y reformista. Una reflexión acerca de la vida la encontramos

en este fragmento:

El Emilio. Libro IV

¡Con que velocidad pasamos por esta tierra! Antes que conozcamos el uso de la vida, ya es ido el primer cuarto: el cuarto postrero huye cuando hemos cesado de

183

Jean Jacques Rousseau. El Emilio o de la educación. Estudio preliminar Daniel Moreno. México: Editorial Porrúa, 1992. p. XXIII.

127

disfrutarla. Primero no sabemos vivir; en breve ya no podemos; y del intervalo que separa estos dos extremos inútiles, los tres cuartos del tiempo restantes se los llevan el sueño, la fatiga, el dolor, la sujeción, todo género de penalidades. La vida es corta, no tanto por lo poco que dura, cuanto porque de eso poco apenas hay rato que gocemos en ella. Vano es que la hora de la muerte esté distante del punto del nacimiento; sobrado breve será la vida, si no se llena bien este espacio.184

Es así como en estas dos referencias podemos ver a un Rousseau precursor del

romanticismo, así lo expreso Van Tieghem en su libro El romanticismo en la

literatura europea:

Sin disputa fue Rousseau el más ilustre, aun no teniendo en cuenta sino su papel en el prerromanticismo europeo, del que fue alma y principio motor. A partir de 1762, sobre todo por La nueva Eloísa y El Emilio y luego más cada vez por sus escritos póstumos, Confesiones y Ensoñaciones, se reconvierte en caudillo de los innovadores en muchos países. Siendo uno de los más ilustres representantes del siglo de las luces por su fe en la razón y su amor a las ideas y su afición a las discusiones, inaugura una nueva era por su culto del instinto, el sentimiento individual, por su pasión por la Naturaleza, su ideal de la vida sencilla, de bondad natural, su desdén hacía las formas sociales y las tradicionales sujeciones y su moral del sentimiento o del corazón.185

Este romanticismo francés a mediados del siglo XVIII estuvo influenciado por

el prerromanticismo de otros países europeos que desde las primeras décadas del

siglo XVIII obtuvieron éxito.

La dirección intelectual pasa en el siglo XVIII de Francia a Inglaterra, que es un país

económico, social y políticamente más progresista. De aquí arranca el gran

movimiento romántico a mediados de siglo, pero también aquí recibe la Ilustración

su impulso definitivo. Los escritores franceses de la época descubren en las

instituciones inglesas el compendio del progreso y construyen en torno al liberalismo

inglés una leyenda que sólo parcialmente corresponde a la realidad. El

desplazamiento de Francia como portadora de la cultura y su sustitución por

Inglaterra van de la mano con la decadencia de la monarquía francesa como poder

europeo hegemónico. Así a la historia del siglo XVIII le da su sello en

encumbramiento de Inglaterra tanto en el terreno de la política como en el del arte y

en el de las ciencias. La decadencia de la autoridad real, que en Francia trajo como

consecuencia su ocaso, se convirtió en una fuente de poder en Inglaterra, donde las

clases emprendedoras, comprendiendo y adaptándose a la tendencia del desarrollo

económico, estaban preparadas para asumir el poder. [...] El criterio de la

pertenencia a la clase señorial se limitó cada vez más a la posesión de una misma

184

Ibid., p. 151. 185

Ibid., p. XXI.

128

cultura y a la solidaridad de los componentes en una determinada mentalidad. Esto

explica sobre todo el notable fenómeno de que el tránsito del Rococó aristocrático al

Romanticismo burgués no estuviese relacionado en Inglaterra con tan violentos

estremecimientos de los valores culturales como en Francia o en Alemania.186

Con todos estos detalles sobre la literatura podemos entender de qué

manera se desarrolló Rousseau y cuáles fueron sus primeros motivos dentro de

sus escritos, y finalmente cómo es que éstos repercutieron en la sociedad

burguesa en Francia.

Ahora bien, con las investigaciones de varios historiadores que se han

dedicado a la historia cultural y a la historia del libro, podemos ver ese dominio de

la cultura escrita.

Durante la Ilustración y en los años prerrevolucionarios, la difusión de la

cultura escrita y por ende de la literatura tuvo un incremento sorprendente; no sólo

existía el lector y escritor en este mundo literario sino un círculo de

comunicaciones muy grande y que había tomado mucha fuerza, el autor escribía,

pasaba por los tipógrafos e impresores y luego debía relacionarse con los

mediadores que transportaban el libro como: los viajeros, agentes,

contrabandistas, carreteros; éstos llegaban con los vendedores que eran los

mayoristas, minoristas, buhoneros, libreros, etc., hasta que finalmente eran

vendidos al público lector.

Todos estos intermediarios, por el hecho de estar implicados en el comercio

del libro eran capaces de definir ideales políticos y legales, y por ello influir en el

comprador-lector que llevaba este material a los clubes, salones, cafés, bibliotecas

o simplemente a su librero en casa; todo esto hizo que el lector se formara una

opinión personal, y generalmente esta opinión rompía con los estatutos del

Estado.

He ahí el gran hilo conductor para que Jean Jacques Rousseau pudiera ser

leído y aceptado por sus ideales. La red de comunicación penetró en la sociedad,

imponiendo una nueva ideología que cuestionaría las viejas creencias y

comportamientos. Pero entremos un poco más a este medio, pensemos en los

186

Arnold Hauser. Op. Cit., p. 201.

129

que no sabían leer, los que no tenían la facilidad de integrarse a esta red de

comunicación. Para una breve comprensión habría que citar a Roger Chartier, y

entonces hablar de una aculturación más extensa:

La lectura revolucionada […] por un lado tenemos desplazamientos en las prácticas de lectura a lo largo del siglo XVIII, que abarcan las prácticas revolucionarias. Se trata del tipo de lectura más extensiva, que es una lectura más crítica, que acumula los textos efímeros, que está directamente relacionada a lo cotidiano de los cambios políticos. Este modelo de lectura, establecido por lo menos en las ciudades a partir del crecimiento de la producción impresa, no significa únicamente la producción del libro sino también la circulación de panfletos y libelos, y se vincula a los lugares de sociedad donde los textos son leídos […] en los clubes, cafés, plazas públicas y jardines. Tenemos entonces un modelo prerrevolucionario que va a ser utilizado y desarrollado durante la Revolución en una duración más amplia.

A esto se vincula la invención de nuevas prácticas de lectura o de un nuevo contenido impuesto a las antiguas. Durante la Revolución, por ejemplo, la lectura en voz alta, tanto en los clubes como en las secciones políticas de las ciudades o en los campos, sirve a la propaganda o a la aculturación revolucionarias. Todas estas lecturas del siglo XVIII en las plazas públicas se regularizan y son vehículos normales de difusión de textos, de las asambleas de gobierno, de las noticias periodísticas, que constituyen intentos de enseñanza entre el pueblo. Tenemos pues la práctica de la lectura en voz alta como mediación revolucionaria.187

Tal y como lo llama Roger Chartier, la literatura fue parte de la aculturación,

que quiere decir, “la imposición de un nuevo sistema de representaciones que

debe anular y hacer desaparecer creencias y conductas antiguas”.188

Con esta breve exposición de la cultura escrita, veamos ahora en particular

el caso de la lectura que se hizo de los escritos de Rousseau durante su vida;

como él mismo lo relata en sus Confesiones, no tuvo un buen comienzo en la vida

literaria, los libreros eran arrogantes y duros con él, no esperaban que fuera un

escritor que obtuviera éxito en sus ediciones; sin embargo, su lucha fue constante

con toda esa red de comunicación de la que hemos hablado; algunos lo apoyaron

en las impresiones de sus obras, dos de ellos fueron el librero e impresor Marc

187

Roger Chartier et al. Cultura escrita, literatura e historia. Coacciones transgredidas y libertades restringidas. Conversaciones de Roger Chartier con Carlos Aguirre Anaya, Jesús Anaya Rosique, Daniel Goldin y Antonio Saborit. 2ª ed. México: Fondo de Cultura Económica, 2000. pp. 169-170. 188

Ibid., p. 160.

130

Michel Rey, originario de Ginebra y con el que mantuvo una constante relación y

correspondencia,189 y el editor Samuel Fauche de Neuchâtel que también publicó

algunas ediciones de los volúmenes más leídos. Con la ayuda de estos dos

hombres, Rousseau pudo abrirse paso en este mundo editorial y salir al mundo de

los que lo leían y quedaban fascinados con sus obras. El mismo Rousseau no

quería entrar en un mundo de “refinamiento” (que en eso según él, se había

convertido la literatura); él no pensaba estar dentro de esa moda: quería inventar

otra forma cultural, y la halló dentro de sí mismo; encontró su voz profética desde

su primera novela La nueva Eloísa. Desde su interior pudo impactar su mundo

exterior, sin que él mismo lo “buscara”.

En las últimas dos décadas de su vida, Rousseau abrió un nuevo canal de

comunicación, que si bien él mismo no quería que fuera el modelo que hemos

explicado sobre las redes de comunicación, lo terminó siendo; pero más que eso,

Rousseau tejió un canal de comunicación entre dos seres solitarios, el escritor y el

lector, y cambió sus papeles generalmente pasivos a personas activas. Rousseau

sería Jean Jacques, el ciudadano de Ginebra y el profeta de la virtud.

El lector sería un joven provinciano, un caballero campesino, una mujer asfixiada por las refinadas convicciones de la sociedad, un artesano sin refinamiento, no importaba siempre que él o ella pudieran amar la virtud y comprender el lenguaje

del corazón.190

Ese fue el pensamiento que Rousseau tuvo durante su vida, sobre la

literatura y la cultura escrita. Esto ayudó a que el camino de la literatura fuera más

ancho, que hubiera una apertura a ese mundo de las letras. Después de su

muerte y durante la Revolución Francesa, Rousseau se inmortalizó, sus obras

fueron best sellers, su pensamiento la guía para muchos revolucionarios, sus

ideas fueron plasmadas en la Declaración más importante que tuvo Francia en ese

189

Véase en: Albert Schinz. J.-J. Rousseau et la libraire-imprimeur Marc Michel Rey. Les relations personelles. Genève: University of Toronto, 1916. http://ia700502.us.archive.org/19/items/jjrousseauetleli00schiuoft/jjrousseauetleli00schiuoft.pdf [ref. de 06-06-2012] 190

Robert Darnton. La gran matanza de gatos y otros episodios de la cultura francesa. Op.Cit., p. 233.

131

momento La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Hay un

sinfín de numeraciones que podemos hacer al respecto, pero lo que realmente se

desea mostrar es ese poder de la palabra, de ese discurso que a lo largo del

tiempo nos sigue moviendo y haciendo reflexionar sobre el hombre y su sociedad.

Fig. 17. Louis Sébastien Mercier. De J.-J. Rousseau, considerado como uno de los primeros

autores de la Revolución.191

191 Bruno Bernardi, Rousseau et la Révolution. París: Ed. Gallimard, Asamblea Nacional. 2012.

132

En el libro conmemorativo Rousseau et la Revolution se muestra la grafica

aquí presente de los años revolucionarios, las estadísticas de los libros y ediciones

más leídas de Rousseau, entre ellas están las obras sentimentales como Julia o

La nueva Eloísa y El Emilio, y su escrito político El contrato social. Como se puede

observar en la grafica de 1790-1792 hay un auge significativo en la lectura del

Contrato social esto es porque fueron los primeros años en los cuales los clubes

revolucionarios hicieron de este Contrato su guía intelectual, publicando ediciones

de bolsillo y haciendo en él una lectura revolucionaria. (Como se puede ver en la

tableu 4, en el cual abundaban las ediciones de formato pequeño). Esto nos

muestra una adopción de sus ideales que si bien había sido escrito veintisiete a

los años antes, ahora se encontraba en él soluciones precisas: Libertad, pacto

social, soberanía, voluntad general, etc. Es decir, todos estos conceptos son para

los revolucionarios la matriz de fuerza para su lucha política, es por ello que hacen

una difusión muy amplia de su texto político.

Fig. 18. La repartición de ediciones de las obras

más leídas de Rousseau durante la

Revolución.192

192

Bruno Bernardi. Et al. Rousseau et la Revolution. Paris: Gallimard, 2012. p. 219.

133

Pensemos ahora en Jacques Louis David, recordemos que David buscaba

en el arte hacer una reconstrucción de la Antigüedad, y precisamente esto le llevó

a tener una relación más abierta con la sociedad. El nuevo clasicismo con el que

trabajó David llegó a ser una doctrina estética, y convertirse en una manera de

sentir, de representar las cosas y de relacionarlas con la historia y la política. Con

todos estos elementos Jacques Louis David fue el intérprete entre el arte y la

sociedad.

“Mi intención –dice David- era pintar las costumbres de la antigüedad con tal exactitud que si los griegos y los romanos pudieran ver mi cuadro no lo encontraran extraño a sus costumbres”. Por otra parte, a través del conocimiento reflexivo de la antigüedad, trata de descubrir los eternos principios del arte puro. De los griegos, más que de los romanos, anhela aprender a perfeccionar una idea. Atento tanto a la realización como al tema, estima que el artista es hombre capaz de dar una forma perfecta a su pensamiento pero considera, sin embargo, que la elección tanto de los sentimientos como la de los accesorios es primordial para la orientación del estilo.193

Un Jacques Louis David artista, con una idea siempre diferente a la

Academia, donde poco a poco su arte lo fue perfeccionando y muchas veces

adaptando al medio en que se encontraba. David pintó las grandes conmociones

políticas de su época.

La importancia que tienen las obras de David se da por ese realismo

provocador figurado en clásico, que gustó a la burguesía predominante del siglo

XVIII.

Sus grandes obras han sido un legado al arte de finales del siglo XVIII y

principios del XIX, sus elementos sirvieron como punto de partida a la mayoría de

las grandes corrientes del siglo XIX. Sus alumnos, que a su vez deseaban renovar

lo aprendido de David, fueron también artistas que reformaron ese gran legado. En

la primera generación, estuvieron Gros (1771-1835), Girodet (1767-1824), Gerard

(1779-1837) e Ingres (1780-1867) que prolongo de cierta forma a David en pintura

histórica.

193

Pierre Francastel. Historia social de la pintura francesa. Desde la Edad Media hasta Picasso. Trad. Sofía Noel. Madrid: Alianza Editorial, 1989. p. 22.

134

La relación entre Jacques Louis David y la primera generación de su escuela,

mostró el amplio panorama del arte y las nuevas ideas, dentro de un ambiente

crítico y posteriormente con las imágenes creadas en la nueva República:

Desde fines del siglo XVIII hasta comienzos del XIX, entre la toma de la Bastilla y el reinado de un emperador, la Historia ha dado un giro, entre las décadas de 1790 y 1810 conviven codo a codo, neoclasicismo, pre-romanticismo y romanticismo. En 1792 Girodet baña como una luz nacarada al hermoso Endimión, amado por la luna, Selene; el 21 del septiembre es proclamada la 1ª República, el Año I comienza. En 1793 se expone el cuadro en el Salón y el 21 de enero del mismo año, Luis XVI es guillotinado. En 1798, Gérard realiza el retrato del Psique y Amor; el 18 Brumario del año VIII (9 de noviembre de 1799), el golpe de Estado de Bonaparte pone fin al Directorio194.

Fig. 19. Anne Louis Girodet de Roucy-Trioson Endimión a la luz de la luna, llamado El sueño de Endimión

París, 1792 Óleo sobre lienzo

198x261 cm. Museo de Louvre

Fig. 20. François Gérard Psique y el Amor

París, 1798 Óleo sobre lienzo

186x132 cm. Museo de Louvre

194

Pierre Rosenberg. Louvre. Op. Cit., p.232.

135

Los inicios del siglo XIX trajeron consigo una nueva mirada, una primera victoria

contra la monarquía y dentro de ello, venían los cambios artísticos, las nuevas

formas de retratar la realidad donde los discípulos y otros tantos artistas iniciaron

el nuevo camino del arte, ese que venía ya preparando la propia Revolución: el

Romanticismo. Éste que “reflejó un sentido nuevo del mundo y de la vida y [que]

hace madurar sobre todo una nueva interpretación de la idea de libertad

artística”.195 Sin embargo, este movimiento romántico siguió su lucha, ahora contra

el principio de tradición, de autoridad y contra toda regla. Todo esto fue el

resultado de la Revolución.

Esa línea artística se había fortalecido con las expresiones mismas del

hombre.

La libertad no es ya un privilegio del genio, sino el derecho innato de todo artista y de todo individuo con capacidad […] Toda expresión individual es única, insustituible, y tiene sus propias leyes y su propia tabla de valores en sí; esta visión es la gran conquista de la Revolución para el arte.196

195

Arnold Hauser. Op. Cit., p. 334. 196

Ibid.

136

4.2 Punto de encuentro entre la literatura y la pintura

Tanto la palabra escrita como la pintura fueron dentro de la Ilustración de los

elementos más importantes, cada uno fue el portavoz del arte; para lo que ocurría

en su presente, fueron un medio de comunicación. El libro provoca revoluciones,

la imagen provoca revoluciones. Es decir, la palabra escrita es tan poderosa que

puede causar revoluciones, puede ayudar a entender al otro, puede crear mundos

irreales para volverlos reales, y la pintura tiene su fuerza en la imagen, donde los

símbolos que la conforman pueden ser tan persuasivos que impactan y

convencen.

En este último apartado daremos el resultado de toda esta investigación,

donde la importancia de la palabra escrita y de la imagen son elementos

primordiales para los cambios sociales.

El libro y la pintura a pesar de los momentos de crisis económica y de los

pocos apoyos para su distribución y creación, fueron los que resistieron a la caída

del Antiguo Régimen y los que lograron posicionarse en un lugar destacado para

la sociedad por sus buenas ventas y por el creciente interés cultural de la

sociedad; esto ayudó a que no decayera, y más importante: a que la sociedad los

tomara en cuenta para su vida cotidiana y tener más posibilidades de decisión.

Esto pasó con las lecturas de Rousseau, donde los libreros sabían que sus libros

eran best sellers, y con David donde la gente se interesó por las obras de arte y el

mismo gobierno pudo encontrar en él un medio para su ideología.

Junto a estos dos elementos, el libro y la pintura, encontramos temas

políticos, sociales, económicos, culturales, personales, etc. El arte es un medio

muy flexible para tratar los temas contemporáneos y que el hombre del siglo XVIII

supo tomarlo y tocar a la razón y al sentimiento al mismo tiempo, cosas difíciles de

lograr pero que sorprendieron a toda una sociedad, a todo un público, y más allá

del mismo pueblo francés, a un sinfín de acontecimientos desde inicios del siglo

XIX.

El horizonte cultural creció hacía finales del siglo XVIII de una manera

impresionante, la influencia de los libros en las distintas clases sociales, y las

137

pinturas habían alcanzado el éxito económico y la variedad de compradores logró

ser significativa para los artistas. Se formó un público con criterio propio, ajeno al

círculo de consumidores ricos, tratantes del arte y especuladores.197

Otro punto de encuentro entre estos dos elementos fueron los centros de

reunión tanto para la lectura como para la pintura, y éstos como ya hemos

mencionado, en el que la pintura tuvo su centro más importante en el Salón de

Louvre. Mismo lugar donde encontramos a Jacques Louis David y por el que

trabajó en la mayoría de sus obras antes, durante y después de la Revolución,

impregnando cada vez más sus ideas políticas liberales; podemos decir que aquel

lugar hizo a David como el artista, porque ahí conoció la gloria y dio a conocer la

fuerza de su pensamiento.198

En el caso del libro, el centro de reunión también fue el medio para

identificarse unos a otros, donde los libros y los lectores se volvieron cotidianos. Y

aunque su adquisición siguió siendo costosa no era difícil tener contacto con el

libro. Los cafés, salones, tertulias fueron lugares donde el desarrollo de un espacio

social contribuyó en primera instancia, tanto a los lectores como a los autores de

los libros ya que la circulación de sus textos influía en un comercio más amplio

como también encontraban reconocimiento de sus lectores y de todo aquel que

había oído ciertas ideas y propuestas dentro de su tema de trabajo. El impacto del

libro ya en las últimas décadas fue mayor, había suscripciones que facilitaban la

obtención de grandes obras o de relatos más excitantes sin apariencia de crítica

social. En este mundo estuvo insertado Jean Jacques Rousseau, que aunque él

mismo no fuera beneficiado de sus propias obras (como fue el caso de Jacques

Louis David), sí produjo con las letras cambios sociales.

Recordemos lo que Robert Darnton menciona cuando habla de Jean

Jacques: “Rousseau cautivó a generaciones enteras de lectores al provocar una

revolución en el acto quieto de leer”.199

197

Tomas Munck. Historia social de la Ilustración. Op. Cit., pp. 97-98. 198

Cfr. Thomas Crow. Pintura y sociedad en el París del siglo XVIII. Op. Cit., p. 263. 199

Robert Darton. El lector como misterio. Revista Estudios de Historia Cultural. Difusión y pensamiento. Véase en: www.historiacultural.net/hist_rev:darton.htm [ref. de 08-06-12]

138

Conclusiones

La Francia del siglo XVIII tuvo una historia compleja, desde su política hasta la

cultura vivió situaciones cambiantes que marcaron todos los ámbitos de su

sociedad; recapitulemos todos aquellos puntos importantes que se escribieron en

esta tesis para comprender por qué Jean Jacques Rousseau y Jacques Louis

David marcaron con sus ideales el inicio de un pensamiento moderno.

Desde la llegada de Luis XVI al trono, tanto la administración como las

finanzas causaron problemas entre el pueblo y el Estado ya que al Estado se le

atribuía la crisis económica, el mal pago por las cosechas, y los privilegios al

Primer y Segundo Estado, y aunque se vio la manera de sanear el presupuesto

por medio de edictos y políticas reformistas, esto no demostró un bien para el

pueblo, incluso los nobles y clérigos no aceptaron tales reformas. Fue así que el

Tercer Estado y todos aquellos que contrarrestaban el mal gobierno, fueron

tomando parte de manera más práctica en las decisiones de Estado, es decir, los

filósofos ilustrados, profesionistas, negociantes, etc., comenzaron a tener una

fuerza de acción más fuerte, su voz era la opinión pública, ésta se convirtió en la

forma de comunicación más amplia, conjugándose tanto el espacio con los libros

como los lectores con los escritores, libreros, editores, etc. Había una sociedad

fascinada por el mundo de las ideas, del conocimiento, del arte, de la ciencia, de la

política; pero también del goce, de aquello que estaba prohibido, de lo que el

hombre disfrutaba porque lo hacía sentirse libre y principalmente entenderse a sí

mismo.

Las dimensiones de ese maravilloso mundo del conocimiento aumentaron

desde mediados del siglo XVIII, donde la sociedad conjugaba verdades, lujos,

gustos, creencias y hasta curiosidades al mismo tiempo. En este mundo de

experiencias infinitas por los saberes y los deseos, estuvo también la pintura y

junto a ella un artista, creador de realidades hechas a partir de los símbolos

eternos, 200 conjugando lo antiguo con lo contemporáneo, es decir, el arte

200

Dice Carl Jung respecto a los símbolos eternos que la historia antigua del hombre se está significativamente redescubriendo hoy día en las imágenes simbólicas y mitos que han sobrevivido al hombre antiguo. Cuando los arqueólogos excavan el pasado, no son los sucesos del tiempo

139

neoclásico una corriente artística absorbida por la sociedad burguesa, que

sobrepasó los límites entre lo simbólico y la razón.

Tanto la literatura como la pintura fueron las que condujeron las primeras

vertientes de la cultura burguesa, las que nos permitieron ver el pensamiento de la

sociedad. Esa sociedad cambiante que se abalanzó sobre el delirio de la razón

pero también de lo que había en su espíritu, es decir, se miraron a ellos mismos

para conocerse y entenderse.

Tanto Jean Jacques Rousseau como Jacques Louis David fueron hombres

que recrearon pensamientos y símbolos con la intención de expresar, pero

también de provocar, donde su discurso se volvió trascendente para el hombre y

para la sociedad, se entendió una idea y se hizo colectiva a partir de sus

necesidades pero también de sus sentimientos. Los textos de Rousseau muestran

un hombre que desea el bien común; que se vuelva a la naturaleza provocando

con cada lectura un deseo insaciable por la búsqueda a la felicidad, y por el otro

lado, Jacques Louis David nos empapa de símbolos y de mitos en los cuales lo

más importante es la lucha del hombre: la virtud cívica, el deber, la tragedia y la

muerte entendidos como símbolos de reconocimiento o eternos.

En el primer capítulo se expuso el panorama general de la vida francesa, su

política, economía, sociedad y cultura. Para luego abrir la puerta y conocer a fondo

a uno de los protagonistas, Jean Jacques Rousseau “El ciudadano de Ginebra”,

estudiándolo a partir del hombre común y así entender al hombre revolucionario.

Rousseau vivió como un hombre apartado de los grandes pensadores, de aquellos

filósofos a los que si bien conoció y llegó a tener relación con ellos, él mismo no se

sentía parte de ese mundo intelectual.

histórico los que aprendemos a atesorar, sino estatuas, dibujos, templos y lenguas que nos hablan de antiguas creencias. Los filólogos y los historiadores de la religión nos revelan otros símbolos y nos pueden traducir esas creencias en inteligibles conceptos modernos. Éstos, a su vez, son revividos por los antropólogos de la cultura. Nos pueden mostrar que los mismos modelos simbólicos es posible encontrarlos en los rituales o mitos de pequeñas sociedades tribuales aún existentes, inmutables durante siglos, en los márgenes de la civilización. Cfr. en Carl, Jung. El hombre y sus símbolos. Op. Cit., p. 105.

140

Para poder consolidar su pensamiento filosófico-político, Rousseau tuvo que

aprender mucho de las experiencias vividas, de sus mismos fracasos y de los

estudios a partir de sus lecturas; con todo ello logró escribir y formar un

pensamiento solido.

Las experiencias descritas en el capítulo II sobre su vida en el Hospicio de

los catecúmenos, la protección que él encontró con Mme. de Warens, las

relaciones que sostuvo con las mujeres de sociedad, su primer trabajo como

secretario de relaciones al servicio de Francia en Venecia, su vida con Thérèse, y

aquello que causó el conflicto interno más grande en Rousseau: la entrega de sus

hijos a la Casa de los Niños Expósitos de París; todos estos hechos ya narrados

nos dejan ver la compleja personalidad de Rousseau, desde los aspectos más

banales hasta su arduo deseo por conocerse a sí mismo, y de explicar al hombre

desde su naturaleza.

Siguiendo la línea de vida de Rousseau, conocimos sus primeros escritos, el

contacto y la relación tan fragmentada con muchos de los pensadores y filósofos

ilustrados como Diderot, D´alembert, Condillac, Holbach, entre otros. Y junto a eso

la publicación de la Enciclopedia, obra que marcó el siglo de la Ilustración

poniéndose en el escenario al conocimiento como base primordial para la

sociedad.

Rousseau se mostró en sus Confesiones como un personaje vivo,

sentimental, lleno de admiración por todo aquello que es natural, pero también

como defensor de sí mismo, con medias verdades, justificaciones truncadas en las

que el lector mismo tiene la libre interpretación de entender y juzgar a Jean

Jacques Rousseau. En el que la sucesión de vivencias nos llevan junto con el

autor, a reconstruir el escenario francés, a conocer a los franceses y cómo

desarrollaban aspectos de su vida, entrando en una burbuja entre la realidad y el

imaginario. Sin embargo, estas mismas disgregaciones nos ayudan a entender

quién era Rousseau, hasta dónde se le podía conocer realmente y de qué manera

logró integrar su idea de revolución. Cómo es que esa larga travesía provocó en

una sociedad cambiante el deseo de la libertad, de la igualdad y del hombre de la

verdad.

141

El Discurso sobre las ciencias y las artes, escrito en 1750 fue hecho no para

elogiar a las ciencias y las artes, sino como Rousseau mismo lo advierte: se trata

de una de esas verdades que afectan el bienestar del género humano. Es decir, lo

que plantea Jean Jacques es que se debe descubrir al hombre, entrar en sí mismo

para conocer su naturaleza, sus deberes y su fin.

El escritor ginebrino explica por medio de mitos, el origen de las ciencias y

las artes, un discurso que ganó reconocimiento por la solidez de su pensamiento y

por la fuerza con la que defendió su tesis, pero también se le condenó

intelectualmente porque se creyó que Rousseau intentaba probar que las almas se

corrompen, a medida que las ciencias y las artes se perfeccionan, y donde el

mismo fenómeno se ha observado en todos los tiempos y lugares, aquí un ejemplo

de esto:

Una antigua tradición de Egipto pasada a Grecia afirmaba que un dios, enemigo del reposo de los hombres, era el inventor de las ciencias. ¿Qué opinión habían de tener de ellas los egipcios en cuyo seno habían nacido? Veían de cerca las fuentes que las habían producido. Efectivamente, bien se hojeen los anales del mundo, bien se suplan las crónicas inseguras mediante investigaciones filosóficas, no se hallará para los conocimientos humanos un origen que responda a la idea que de ellos queremos formarnos. La astronomía ha nacido de la superstición; la elocuencia, de la ambición, del odio, de la adulación, de la mentira; la geometría, de la avaricia; la física, de una vana curiosidad; todas incluso la moral, del orgullo humano. Las ciencias y las artes deben su nacimiento a nuestros vicios: tendríamos menos dudas acerca de sus ventajas si lo debieran a nuestras virtudes.201

Tal vez el discurso de Rousseau vaya en sentido distinto al que llevaba el

siglo de las Luces; ya que para Rousseau el auge del saber conduce a la vaciedad

de los hombres. Pero Jean Jacques muestra en diferente perspectiva lo que es el

conocimiento, declarando que hay un asiento más hondo y éste es “la vida

interior”.

Falta vida interior y sobra aparato social; el hombre debe introspeccionarse para sacar a flote un mundo que enaltezca lo que tiene delante de sus ojos y que no puede entender ni sentir. Los cuidados nimios de una corte lujuriosa, han secado un venero riquísimo de satisfacciones puras y de impulsos sagrados.202

201

Jean Jacques Rousseau. Discurso sobre las ciencias y las artes. Op. Cit., p. 51. 202

Véase p. 55.

142

Esta idea de la vida interior se refiere a la conciencia, al sentimiento o a la

voz de la naturaleza y para ello es necesario reconocer al hombre virtuoso, aquel

que tiene el interés espiritual y el bienestar del alma para llevarlos al orden. Dice

Rousseau: se necesita ordenar la sociedad por medio de un pacto, donde haya

derechos individuales, libertad civil y conciencia individual que fortalezca el pacto,

ya que sin ello fracasaría cualquier intento.

En el Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres escrito en

1754, Rousseau plantea dos clases de desigualdad: la primera, la natural o física y

la segunda, la moral o política.203 A partir de estas dos clases Jean Jacques nos

muestra el desarrollo sucesivo de la desigualdad en los hombres, ese fatal

pensamiento en cuanto el hombre comenzó a cercar su terreno y decir “esto es

mío” y en el que las gentes comenzaron a creer tal posesión.

Esta idea que toma Rousseau acerca de las posesiones del hombre sobre

las cosas, provocó en el lector el interés por conocer las causas de la desigualdad,

el escritor ginebrino nos dice que las desdichas de la civilización crearon

divisiones en clases, esclavitud, servidumbre, codicias, robo, guerra, corrupción,

etc. Y que éstas fueron entonces la degeneración de la sociedad, ya que el género

humano se volvió ambicioso, devorador y con rivalidad unos con otros, fue una

sociedad que impuso leyes, con trabas al débil y nuevas fuerzas al rico, siendo

entonces desigual y destruyendo aquel origen que era la libertad natural. Dice

Rousseau, la desigualdad es casi nula en el estado natural pero toma fuerza a

partir de nuestras facultades, creciendo y fortaleciéndose por medio del

establecimiento y de las leyes.

A Rousseau lo hemos identificado con un pensamiento mediador, es decir,

justifica el camino que la sociedad ha tomado, muchas veces con símbolos

eternos, y otras más con su presente, es por ello que en su idea de revolución

argumenta se haga un cambio por medio de la vida interior, hacer -como él mismo

lo dice- una simpatía natural por nuestros semejantes para que sea la base de la

moral y el orden social.

203

Cfr. pp. 61-64.

143

El Contrato social o principios de derecho político publicado en 1762, fue una

obra aceptada y con gran popularidad por la sociedad burguesa. Escribió este

tratado por su misma necesidad de describir la política y el manejo de las leyes del

gobierno que años atrás él había observado, complementando su experiencia con

el estudio histórico de la moral. Respecto a esto —dice Rousseau— “Había visto

que todo tendía radicalmente a la política y que, fuera cual fuese la forma en que

se hiciera, ningún pueblo sería nunca otra cosa que lo que la naturaleza de su

gobierno le hiciese ser”.204

Rousseau da una explicación contractual entre el estado natural y el estado

social proponiendo entonces, una nueva naturaleza, amalgamando la concepción

del soberano, de la soberanía, de la ley, del gobierno y de la religión civil.

El escritor ginebrino habla de la legitimidad y el derecho como la base del

estado social, la voluntad general construye el pacto social para dar como

resultado la unidad y la libertad. La voluntad general, que es el bien común, está

formada por el individuo y a su vez por toda la sociedad y, finalmente, para

restaurar el estado social es importante llevar a cabo un contrato social, el que

debe ser común a todos, es decir, la suma de la fuerza pública y el poder

soberano.

El Contrato social de Rousseau va configurando todo aquello que es

indispensable en la vida del sistema público, creando el cuerpo político. Dentro de

su pacto social está también el legislador que es el que instruye al pueblo y altera

la constitución del hombre para fortalecerla, por tanto el papel del gobierno es ser

el intermediario entre los súbditos y el soberano, ejecutando las leyes que el

pueblo requiera. Con la participación del soberano y del gobierno en sus

respectivos quehaceres se podría llegar a mantener la libertad civil y la política.205

La religión civil es un punto en su obra sumamente importante, ya que lo

trata no como un dogma religioso sino como un dogma político, en el que la

religión lleve a cabo la devoción por hacer factibles el orden social, las leyes y la

libertad de cada ciudadano para fortalecer el lazo social.

204

Véase p. 71. 205

Cfr. p. 73.

144

El pensamiento político de Rousseau se ha hecho valido en esta obra, y si

bien, la mayoría de los puntos expuestos dentro del texto ya habían sido tratados

por otros autores como Maquiavelo, Groccio, Hobbes, Locke, Montesquieu, entre

otros; Rousseau expone tal cual él identifica los males del hombre pero también su

posible conformación para una nueva sociedad.

Aunque Rousseau tuvo interpretaciones negativas no dejó de sorprender a

su sociedad, su pensamiento fue capturado y entendido en un momento de

fracturas políticas, económicas y sociales, lo cual produjo a que su pensamiento

fuera parte de la conciencia moderna.

El hilo conductor en esta tesis mostró un panorama dentro del pensamiento y

creación del hombre, en el que la pintura fue otra vertiente tomada en cuenta para

entender el significado del arte dentro de la sociedad burguesa como también el

reconocimiento de uno de los artistas revolucionarios: Jacques Louis David.

En el siglo XVIII el arte fue una herramienta para manifestar la realidad y

portavoz de las expresiones de cambio. La pintura fue un factor muy importante,

ya que le dio al espectador la libertad de pensar, de indagar, y de creer en sí

mismo, la pintura desbordó símbolos, signos e historias.

Aproximadamente desde mediados del siglo XVIII el arte miró a lo antiguo, al

mundo clásico pero ahora con una carga moral intensificada, redescubriendo ese

mundo clásico a partir de la historia y del mito. Donde el hombre tenía como

fundamento el valor ético y heróico como símbolo de la virtud y como homenaje a

lo sublime. Jacques Louis David se sumergió en este nuevo clasicismo, desde

muy pequeño sus conocimientos fueron guiados con una visión artística y los

reforzó con su estancia en Roma donde pudo profundizar en la teoría del arte, en

la apreciación del espacio y en la técnica del dibujo.

Su trabajo profesional comenzó en la década de 1780, y sus primeras obras

trasladaron al espectador a historias griegas y romanas que enunciaban los

símbolos eternos, aquellos como el héroe, la lealtad, la virtud, el honor. Sus

cuadros reproducían detalladamente todas las expresiones, las texturas y los

momentos de la escena. Jacques Louis David pintó en sus obras una historia,

pero se desprende de ella para llevarla a su presente, para mostrarla como

145

símbolo y representación de los deberes del hombre y como virtud cívica pero

ahora fundada en la razón.

El neoclasicismo se formó a partir de una serie de cambios, fue un proceso

que pasó por diversas variantes como la Reforma, la invención de la imprenta y el

Renacimiento; sus temas principales fueron totalmente nuevos: el destino, su

inevitabilidad, su horror, el pánico, lo sublime, la soledad, el sueño y la visión, la

historia como modelo pedagógico, el genio, el heroísmo representando en una

escena antigua. Es por ello que al hacer manifiestos estos temas en aquella

época, David trabajaba en la recreación de las historias del hombre, en aquellas

escenas que podían ser mostradas como un ejemplo para el hombre y la

sociedad.206

Su obra Belisario pidiendo limosna (1781) fue una de sus primeras

creaciones, en la que relacionó el clasicismo junto con el nuevo arte, donde a

partir de la historia y las referencias romanas redescubrió los valores que en ella

se plasmaban. Luego El juramento de los Horacios (1785) una obra que elevó a

Jacques Louis David como el pintor de la época, como el representante del

surgimiento del nuevo arte, y que dispuso de la técnica de manera absoluta, por

ejemplo, la colocación del menor número posible de figuras en la escena, un

escenario para la acción principal donde se encuentran los planos paralelos

situados uno tras otro. El tema está completamente definido: la tragedia, es decir,

se conjuga el héroe, el sacrificio y el destino.

Jacques Louis David conocía la historia de los Horacios, sabía que en ella

podía plasmar todos los símbolos que figuraban en el tema trágico, sabía que era

una representación completa y que su composición y expresión impactarían la

vista del público. El artista influía en la conciencia del hombre pero también nos

ayuda a nosotros a indagar sobre el pensamiento de la época y entender el

concepto de virtud, sacrificio, voluntad y libertad en esos años previos y durante la

Revolución.

David comenzó su carrera dentro de un régimen que estaba por concluir, y la

desarrolló dentro de aquella nueva república, encontraba en la política el mejor

206

Véase p 97.

146

lugar para implementar el nuevo clasicismo, dirigiéndose al político, al burgués, al

comerciante y al pueblo en general, más que como un pintor como un guía de los

valores de la naciente nación. La participación que tuvo Jacques Louis David

desde principios de la Revolución complementó su vida artística con la política, se

comprometió con la Convención y formó parte de ella como diputado, esto le

permitió estar más cerca de la sociedad actuante dentro de la revolución, fue

entonces el artista de la Revolución y como resultado el encargado de las fiestas

públicas y el que definió la imagen de todo lo que simbolizaba la Revolución. Es

así como El juramento del juego de pelota (1791) fue la obra que Jacques Louis

David realizó por petición de Robespierre, en la cual David debía representar

aquel 20 de junio de 1789 cuando se realizó el juramento de todos los diputados

convocados en la Asamblea Nacional para hacer juramento, en el que no se

retirarían hasta conseguir una Constitución con los fundamentos de libertad e

igualdad. Esta escena vivida dos años antes fue recreada por el pintor pero ahora

transformada en un mito y en un símbolo de su realidad, David no dejó de lado el

elemento eterno: el héroe, que es una muestra de fuerza y de poder; el sacrificio

heróico que desemboca en su muerte; el juramento se selló con el símbolo eterno

(no los podrán separar sino sólo la muerte).

El Juramento del juego de pelota fue una respuesta ante el nuevo orden, en

el que se inmortalizó la escena y los personajes fueron puestos como héroes.

David entregó al público emblemas entre los modelos antiguos y el fervor

patriótico que se vivía, llevando el arte al límite de su actuación para volverse

entonces parte de la Revolución, sus imágenes convencían e identificaban al

individuo con esa lucha colectiva. Jacques Louis David fue un activo

revolucionario, sabía que sus ideales eran la base para ser plasmadas en sus

obras y que estos mismos ideales impactarían a la sociedad. Manifestaciones

recreadas en el consciente de David para involucrarlas en el inconsciente colectivo

de aquella sociedad revolucionaria.

Otras obras igual de importantes en la vida artística y política de David

aparecieron en aquellos años revolucionarios Los lictores llevando a Bruto sus dos

hijos muertos (1789) y La muerte de Marat (1793), la primera una representación

147

del mito donde se supera el mismo amor paternal por el deber o fanatismo político;

en este cuadro que si bien fue hecho a inicios de la revolución, declara de manera

explícita la renuncia de la propia sangre (sacrificio) para cumplir con la patria

(héroe) esto nos lleva a concluir que este tipo de escenas se convirtieron en

propaganda política, teniendo un mensaje tan claro como el de darlo todo por la

patria, hasta la muerte. La muerte otro gran tema del neoclasicismo en el que

hasta ese momento había resultado muy efectivo para representar la Revolución,

un símbolo que inmortalizó a Marat, por medio de la imagen.

La muerte de Marat (1793) una de las obras más esplendidas de David y

que figuró como la más representativa de aquellos héroes revolucionarios, la

misma imagen alcanzaba a contar la historia real, motivando a la sociedad a

entender el sacrificio de aquel Marat asesinado y a seguir ese ejemplo para

terminar con el régimen absolutista.

Esta obra tiene muchos significados y símbolos eternos, desde la posición

del primer momento en el cual él muere, donde la cabeza y los brazos han caído

pero todavía su mano derecha sostiene la pluma y el texto escrito, es

completamente emotivo ya que proyecta al público su último movimiento. La

posición de su cuerpo hace referencia a La Piedad de Miguel Ángel, su brazo que

cuelga inerte es el elemento más destacado; lo que nos muestra David es un

Marat mártir, semejante al sacrificio en el cristianismo.

Jacques Louis David en la Revolución no sólo fue un actuante en la política,

sino que fue un portavoz de su época, transmitió un mensaje en el que involucraba

sus ideales y los transmitía por medio de los signos. El mismo David creía en él

como un elemento que debía primero negarse a sí mismo para luego encontrar el

honor a través de aquel que reconocía su espíritu dentro de sus obras; otro gran

elemento en su vida fue la virtud y para tenerla había que tener coraje y una

inteligencia extraordinaria. Finalmente y como dice Jacques Louis David “el artista

es su espiritualidad”.207

Después de haber recorrido la vida y obras de los dos personajes estudiados

cerramos la investigación con un capítulo que nos demuestra la participación que

207

Véase p. 121.

148

tuvo el arte desde mediados del siglo XVIII, y con ello la influencia que comenzó a

tener dentro de la Revolución; cómo los ideales plasmados por dos personajes se

volvieron un instrumento para fortalecer el espíritu del hombre y activar el deseo

de lucha por la libertad. En el cual la escritura y el lienzo fueron la materia prima

para poder manifestar todo aquello que los inquietaba. Hemos concluido que

ninguna obra es producto de la casualidad, y efectivamente no lo es, se muestra

en el tiempo preciso porque es el reflejo de su presente, pero no habría temas que

estudiar si no hubiera protagonistas, es por ello que se hace hincapié en los dos

personajes que supieron mostrar sus obras a la sociedad y llenarlas de

intensiones para que pudieran ser entendidas e interpretadas.

Los nuevos pasos que estaba dando la cultura artística iban dirigidos a la

sociedad cambiante, los mismos individuos se volvieron actores principales de

cada obra hecha por los escritores o artistas, el arte penetró en la vida común de

cada individuo, se crearon nuevas redes sociales que hasta ese momento fueron

el sostén de un nuevo pensamiento.

La revolución artística en Francia conmovió a su sociedad conscientemente

desde antes de Revolución Francesa, ya que se encontraban todos aquellos

hombres creadores y divulgadores del conocimiento, incitando a pensar en un

cambio social completo donde se reformara la política, la economía, las órdenes

sociales y la cultura.

La literatura fue un elemento práctico usado por la sociedad burguesa, era un

medio de conocimiento y de comunicación, su demanda creció de tal manera que

la lectura de cualquier tema se volvió una red de comunicación inmensamente

grande y como resultado se convirtió en una lectura revolucionada,208 la lectura y

su discurso se volvieron el eje que conducía hacía una nueva dirección, de esta

manera podemos percibir que la palabra tuvo un lugar muy especial dentro de la

vida del hombre.

Los temas que son tratados tanto en la literatura como en la pintura del siglo

XVIII fortalecieron los vínculos entre el arte y la sociedad ya que fueron un medio

efectivo para conocer, entender y divulgar la conciencia moderna, entre la

208

Cfr. p. 129.

149

literatura y la pintura hay un punto de encuentro y éste es que ambos fueron un

medio para tratar los temas contemporáneos y mirarlos en diferentes perspectivas

desde la razón hasta el sentimiento; impactaron a la sociedad dieciochesca

haciendo que el público fuera el mismo intérprete del arte.

Recalquemos que siempre habrá una relación de la literatura y la pintura con

la sociedad, donde el creador rescata los símbolos, los envuelve en su presente y

los suscita en el inconsciente colectivo, volviéndolos entonces un signo de

iniciación para nuevos pensamientos y nuevas luchas, y es ahí donde la sociedad

permite mirarlos y ejecutarlos.

La intervención del arte muestra el saber del hombre en un contexto histórico

determinado, en el que se intuyen los más sublimes intereses del ser, y es así

como la literatura y la pintura han sido al igual que Rousseau y David los

protagonistas de esta historia, nos han mostrado su intención dentro de una

sociedad, dentro de un pensamiento y dentro de un mundo cambiante. La

literatura y la pintura fueron la voz principal de muchos discursos, como también la

herramienta precisa para tomar el espíritu y activar la conciencia. Y hacer pues,

una idea de revolución.

Es así como vemos un mundo de realidades mostradas por el hombre en el

siglo XVIII y principios del XIX, en Francia se muestra una historia de tensión

(crisis política, económica y social) una historia de ruptura (razón y virtud) y una

historia de continuidad (libertad, placer, romanticismo).

Con esta tesis se propone el estudio del hombre a partir de sus actos, en

este caso, a partir de sus creaciones literarias y artísticas, ya que éstas nos

aportan los elementos suficientes para entender qué creían y deseaban; cómo

formaban sus pensamientos y de qué manera lo plasmaban en un hoja blanca y

en un lienzo, para luego mostrarlos al mundo (sociedad) y así, poder comprender

el impacto que tuvieron sus creaciones.

Es una lectura referencial de dos personajes, iconos de la Francia del siglo

XVIII, en la cual muestra que dentro de la cultura el arte en todo su significado es

un documento histórico y que mirando de manera conjunta a la literatura y a la

pintura, podemos entender los actos del hombre y así comprender por qué sus

150

creaciones fueron la imagen misma de una sociedad; son la representación de su

pasado y serán el objeto para interpretar un tiempo histórico.

151

Apéndice. Lista de obras de Jean Jacques Rousseau

Año de publicación

Titulo

1742 Projet concernant de nouveaux signes pour la musique/Proyecto para los nuevos signos de la música

1743 Dissertation sur la musique moderne/Ensayo sobre la música moderna

1747 Estrena su obra: Les muses galantes/Las musas galantes Retoca la pieza de Rameau y Voltaire: Les Fêtes de Ramire/Las fiestas de Ramiro

1749 Escribe para la Enciclopedia varios artículos sobre música que le encarga D´Alembert y los enciclopedistas

1750 Discours sur les sciences et les arts/Discursos sobre las ciencias y las artes

1751 Discours sur la vertu du héros/Discurso sobre las virtudes del Héroe

1752

Le Devin du villaje/El adivino de la aldea

1752 Narcisse ou l’Amant de lui-même/Narciso

1753 Lettre sur la musique française

1755

Discours sur l'origine et les fondements de l'inégalité parmi les hommes/Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad de los hombres

1755 En la Enciclopedia aparece su artículo “Économie politique”/Economía política

1756 Examen de deux principes avancés par M. Rameau/Examinar dos principios expuestos por el Sr. Rameau

152

209

El registro de esta obra data de 1757-1758 pero se público póstumo en 1888.

1756 Jugement du Projet de paix perpétuelle de Monsieur l'Abbé de Saint-Pierre/Juicio de la paz perpetua, proyecto del Sr. L´Abbé de Saint-Pierre.

1757-1758209

Lettres morales/Cartas morales a Sofía

1758 Lettre sur la providence/Carta sobre la Providencia

1758 J.-J. Rousseau, Citoyen de Genève, Lettre à M. d'Alembert sur les spectacles/J.J Rousseau, ciudadano de Ginebra, carta al Sr. d´Alembert sobre los espectáculos

1761

Julie ou la Nouvelle Héloïse/Julia o la nueva Eloísa

1762

Du contrat social/El Contrato social

1762

Émile, ou De l'éducation/Emilio o la educación

1762 La profession de foi du Vicaire Savoyard/Profesión de fe del Vicario Savoyano

1762 Lettres à Malesherbes

153

210

Escrito entre 1765-1770. Póstumo. 211

Póstumo. 212

Póstumo 213

Póstumo, es la continuación del Emilio.

1764 Lettres écrites de la montagne/Cartas de la Montaña

1764 Lettres sur la législation de la Corse/Cartas sobre las leyes de Córcega

1767 Dictionnaire de musique/Diccionario de música

1770210

Les Confessions/Las Confesiones

1771 Considérations sur le gouvernement de Pologne/Consideraciones sobre el gobierno de Polonia

1771 Pygmalion/Pigmalión

1772-75 Fragments pour un dictionnaire des termes d´usage en botanique/Fragmentos para un diccionario de términos de uso en bótanica

1777211

Dialogues, Rousseau juge de Jean-Jacques/Dialogos, Rousseau juez de Jean Jacques.

1778212 Les Rêveries du promeneur solitaire/Ensoñaciones del paseante solitario

1781213 Émile et Sophie, ou les Solitaires

154

Lista de pinturas de Jacques Louis David

Ficha técnica

Jacques Louis David

Retrato de François Buron, 1769.

Óleo sobre lienzo. 65x54 cm.

Colección privada

Jacques Louis David, Combate entre Minerva

y Marte, 1771. Óleo sobre lienzo.

114x140 cm. París, Museo de Louvre

Jacques Louis David,

Diana y Apolo asesinando a los hijos

de Niobe, 1772. Óleo sobre lienzo.

Colección particular

155

Jacques Louis David Antiochus y Stratonice,

1774. Óleo sobre lienzo,

120x155 cm. París, Escuela Superior

de Bellas Artes

Jacques Louis David

Retrato de Marie Francoise Buron, 1769.

Óleo sobre lienzo, 66x54 cm.

Algiers, Museo Nacional de Bellas Artes

Jacques Louis David

Sorrow, 1773, Lápiz de grafito sobre

papel opaco 53.5x41 cm.

París, Escuela Nacional Superior de Bellas Artes

156

Jacques Louis David La muerte de Seneca,

1773, Óleo sobre lienzo

122.5x155 cm. París, Museo de

Carnavalet

Jacques Louis David Antiochus y Stratonice,

1774, Óleo sobre lienzo,

120x155 cm. París, Escuela Nacional Superior de Bellas Artes

Jacques Louis David

Vista del Tiber y el castillo San Angelo,

1776, Lápiz de grafito sobre

papel opaco, 166x220 cm.

París, Museo de Louvre

Jacques Louis David Desnudo masculino,

conocido como Héctor, 1778,

Óleo sobre lienzo, 123x172 cm.

Montpellier, Museo Fabre

157

Jacques Louis David El funeral de Patroclus,

1778, Óleo sobre lienzo,

94x218 cm. Dublín, Galería Nacional

de Irlanda

Jacques Louis David

San Roque intercediendo ante la

Virgen por las víctimas de la paste, 1780, Óleo sobre lienzo,

260x195 cm. Marsella, Museo de

Bellas Artes

Jacques Louis David

Patroclo, 1780, Óleo sobre lienzo,

121x5x170 cm. Baja Normandía, Museo de arte Thomas Henry

Cherbourg

Jacques Louis David

Belisario pidiendo limosa, 1781,

Óleo sobre lienzo, 288x312 cm.

Lille, Museo de París

158

Jacques Louis David Retrato Ecuestre de

Stanislas Kostka Potocki, 1781,

Óleo sobre lienzo, 304x218 cm.

Warsaw, Museo Narodowe

Jacques Louis David

Retrato de Jacques François Desmaisons,

1782, Óleo sobre lienzo,

92x72 cm. Bufalo, Albright-Knox Art

Gallery

Jacques Louis David

Retrato de Alfonso Leroy, 1783,

Óleo sobre lienzo, 72x91 cm

Montpellier, Museo Fabre

159

Jacques Louis David Andromaca velando a

Héctor, 1783,

Óleo sobre lienzo, 275x203

París, Museo de Louvre

Jacques Louis David

Retrato de Charles-Pierre Pecoul, 1784, Óleo sobre lienzo,

91.5x72.5 cm París, Museo de Louvre

Jacques Louis David Geneviève Jacqueline

Pécoul, 1784, Óleo sobre lienzo,

92x73 cm. París, Museo de Louvre

160

Jacques Louis David

El juramento de los Horacios,

1785, Óleo sobre lienzo

330x425 cm. París, Museo de Louvre

Jacques Louis David La muerte de Socrates,

1787, Óleo sobre lienzo,

130x 196 cm. New York, Museo

Metropolitano de Arte

Jacques Louis David Retrato de Antoine-

Laurent and Marie-Anne Lavoiser,

1788, Óleo sobre lienzo, New York, Museo

Metropolitano de Arte

Jacques Louis David

Paris y Helena 1789,

Óleo sobre lienzo, 146x181 cm.

París, Museo de Louvre

161

Jacques Louis David

Los lictores devuelven a Bruto los cuerpos de sus

hijos, 1789. Óleo sobre lienzo,

323x422 cm. París, Museo de Louvre

Jacques Louis David Anne Marie Loiuse

Théluson, 1790, Óleo sobre lienzo,

129x97 cm, Munich, Neue

Pinakothek

Jacques Louis David Robertine Tourteau, Marquise d´Orvilliers,

1790, Óleo sobre lienzo,

131x98 cm París, Museo de Louvre

Jacques Louis David

Autorretrato, 1790,

Óleo sobre lienzo, 63x52 cm.

Moscow, Pushkin Museum of Fine Art

162

Jacques Louis David

Juramento de los Diputados,

1791, Lápiz y Tinta China

490x600 cm Versalles, Museo

Nacional

Jacques Louis David

Autorretrato, 1791,

Óleo sobre lienzo, 64x53 cm

Florencia, Galería Degli Uffizi

Jacques Louis David El juramento del juego

de pelota, 1791, Lápiz, tinta china y óleo

sobre lienzo 358x648 cm

Versalles, Museo Nacional

Jacques Louis David El juramento del juego

de pelota, 1791, Lápiz, tinta china y sepia

con toques de blanco, 65x105 cm

Versalles, Museo Nacional

163

Jacques Louis David Retrato de Madame Adelaide Pastoret,

1791, Óleo sobre lienzo

130x97 cm Chicago, Instituto de

arte de Chicago

Jacques Louis David Retrato de Madame

Charles-Louis Trudaine, c.1792

Óleo sobre lienzo, 130x98 cm.

París, Museo de Louvre

Jacques Louis David

María Antonieta camino a la guillotina, 1793, Lápiz sobre papel, Colección privada

Jacques Louis David La muerte de Marat,

1793, Óleo sobre lienzo,

165x128 cm Bruselas, Museo Real

de Bellas Artes

164

Jacques Louis David

Autorretrato, 1794,

Óleo sobre lienzo, 81x64 cm

París, Museo de Louvre

Jacques Louis David

La muerte de Bara, 1794,

Óleo sobre lienzo, 119x156 cm

Colección privada

Jacques Louis David Vista de los jardines de Luxemburgo en París,

1794, Óleo sobre lienzo,

55x65 cm París, Museo de Louvre

Jacques Louis David Mujer en un turbante,

1794, Lápiz en tinta, 370x260 cm.

Colección Privada

165

Jacques Louis David

Gaspard Meyer o el hombre del chaleco rojo,

1795, Óleo sobre lienzo

116x89.5 cm París, Museo de Louvre

Jacques Louis David Jacobus Blauw, 1795,

Óleo sobre lienzo, 73x 92 cm

London, Galería Nacional

Jacques Louis David

Madame Pierre Seriziat, con su hijo Emilio, 1795,

Óleo sobre lienzo, 131x96 cm

París, Museo de Louvre

Jacques Louis David

Retrato de Pierre Seriziat,

1795, Óleo sobre lienzo,

129x95.5 cm París, Museo de Louvre

166

Jacques Louis David

Retrato del general Bonaparte

1798 Óleo

81x65 cm París, Museo de Louvre

Jacques Louis David Retrato de Madame

Raymond de Verninac, 1799,

Óleo sobre lienzo 145.5x112 cm

París, Museo de Louvre

Jacques Louis David

El rapto de las Sabinas, 1799

Óleo sobre lienzo, 386x520 cm

París, Museo de Louvre

Jacques Louis David

Madame Récamier, 1800,

Óleo sobre lienzo, 173x243 cm

París, Museo de Louvre

167

Jacques Louis David

Napoleón cruzando tranquilamente los Alpes

en un brioso corsel, 1801,

Óleo sobre lienzo, 259x221 cm.

Rueil, Museo Nacional de Château de

Malmaison

Jacques Louis David Retrato de Suzanne Le

Pelletier de Saint Fargeau, 1804,

Óleo sobre lienzo, 60.5x49.5 cm

California, Getty Museum

Jacques Louis David

Retrato del Papa Pio VII, 1805,

Óleo sobre lienzo 86.5x71.5 cm

París, Museo de Louvre

Jacques Louis David

La Coronación de Napoleón, 1805-1807,

Óleo sobre lienzo 629x979 cm.

París, Museo de Louvre

168

Jacques Louis David

Shappo y Phaon, 1809,

221.9x261 cm. Óleo sobre lienzo San Petersburgo,

Hermitage

Jacques Louis David Retrato de la Condesa

Daru, 1810, Óleo sobre lienzo,

82x65 cm. New York, The Frick

Colleccion

Jacques Louis David

Napoleón Bonaparte en su estudio de las Tullerias, 1812,

Óleo sobre lienzo, 205x128 cm.

Colección privada

Jacques Louis David Retrato de Marguerite

Charlotte David, 1813

Óleo sobre lienzo, 72x63 cm.

Washington, Galería Nacional de Arte

169

Jacques Louis David Leonidas y Termopilas,

1814, Óleo sobre lienzo,

392x533 cm. París, Museo de Louvre

Jacques Louis David Retrato de la Condesa

Vilain XIII y su hija, 1816,

Óleo sobre lienzo 95x76 cm.

Londres, Galería Nacional.

Jacques Louis David Cupido y psique, 1817,

Óleo sobre lienzo, 184x242 cm.

Cleveland, Museo de arte

Jacques Louis David

Emmanuel Joseph Sieyes, 1817,

Óleo sobre lienzo, 97.8x74 cm.

Massachusetts, Fogg Arte Moderno

170

Jacques Louis David

La despedida de Telémaco y Eucaris,

1818, Óleo sobre lienzo,

103x87 cm. Colección privada

Jacques Louis David

La ira de Aquiles, 1819, Óleo sobre lienzo,

105x145 cm.

Jacques Louis David

Las hermanas Zenaide y Charlotte-Bonaparte,

1821, Óleo sobre lienzo,

51x38 cm Los Angeles, Getty

Museo

Jacques Louis David Marte desarmado por

Venus y las tres Gracias, 1824,

Óleo sobre lienzo, 308x262 cm.

Bruselas, Museo de Bellas Artes.

171

Jacques Louis David Una virgen coronada

con flores, s/f Óleo sobre tela.

81x65 cm. Colección privada

172

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Lista de figuras

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[ref. de 16-01-2012] Figura 2. Historia de dos ciudades, La taberna, 2010. Ilustración de Miguel

Ángel Audelo García.

Figura 3. Darnton, Robert. La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa. Trad. Carlos Valdés. México: Fondo de Cultura Económica, 2006. 269 p.

Figuras 5,7,8.9,10,11.,13,14. Chaudun, Nicolas. Jacques Louis David (1748-1825): Exposition du 4 octobre 2005 au 31 janvier 2006. Paris: Musée Jacquemart-André. Institut de France, 2005.183 p.

Figuras 6,16. Rolf Toman. Neoclasicismo y Romanticismo. Arquitectura, escultura, pintura, dibujo. 1759-1848. Barcelona: Ullman & Konemann, 2006. 520 p.

Figuras 11,19,20. Rosenberg, Pierre. Louvre. Paris: Art et musées, 2008.

286 p.

Figuras 12,15. Emmanuel de Waresquiel. Mémoires de la France, Deux

siècles de trésors inédits et secrets à l´Assemblée nationale. Paris: Éditions Sophie de Sivry/L´ Iconoclaste, 2006.

Figuras 4,17,18 y apéndice la parte de las obras de Jean Jacques Rousseau. Bruno Bernardi, Rousseau et la Révolution. París: Ed. Gallimard, Asamblea Nacional. 2012. 241 p.

Las imágenes que están en el apéndice acerca de las obras de Jacques Louis David, se tomaron de: wikipaintings visual art enciclopedia www.wikipaintings.org/jacques-louis-david [ref. de 07-07-13]