Terrail, Ponson Du_las Hazanas de Rocambole

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LAS HAZAAS DE ROCAMBOLE PONSON DU TERRAIL

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Las hazaas de Rocambole

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CAPITULO ILa Mouette, bricbarca mercante francs, haca la travesa de Liverpool al Havre, llevando entre sus pasajeros a un joven de mediana estatura, de unos veintisis a veintiocho aos, pelo rubio y rostro simptico, pese a la mscara de impasibilidad que caracteriza a los hijos de la altiva Albin. Vesta ropas de viaje: pantaln a grandes cuadros grises y negros, manta escocesa enrollada alrededor de un gabn corto de amplios bolsillos y color rosceo, y una gorra escocesa cuyas cintas flotaban sobre sus hombros. Portaba una cartera de viaje con un diccionario francs-ingls, un monculo, una petaca y una botellita de ron. Colgada del otro brazo llevaba una gran manta. El capitn del barco le llamaba sir Arturo y el pasajero no haca ms que preguntarse: -Me habr vuelto realmente ingls, un gentleman de esos que se interesan por las carreras de caballos de Epsom, por una novela de Dickens, escriben versos en el peridico de su ciudad natal y regresar de su tercer viaje alrededor del mundo, mientras suean casarse con una seorita vaporosa, de cutis rosado, ojos azules y cabello rojo? Sir Arturo se repeta aquello, pero la verdad es que pensaba en Pars. Pronunciar la palabra era emocionarse como al nombrar a una madre. Pars! La tierra de los audaces, de los filsofos y de los soldados. Pars! La patria de los que tienen el corazn con deseo de dominio y el cerebro con fulgor de genio. -He pasado cuatro aos entre la niebla inglesa de Londres -suspiraba el llamado sir Arturo-. Cultivando la virtud como un plebeyo, viviendo modestamente con mis diez mil libras de renta, soando con ver el celeste deslumbramiento de ese Pars nocturno y resplandeciente que va de Tortoni al bois, a travs del sol de los Campos Elseos, y aguantando a las hijas casaderas de los tenderos de la cit cuando por las noches iba a tomar el t con ellos. Un ao ms y sir Arturo, gentleman angloindio, se hubiera casado con miss Ana Perkins o con la misteriosa viuda de las tres Estrellas. Afortunadamente, record que me haba llamado el vizconde de Cambolh, luego el marqus don Iigo de los Montes, y que haba presidido El Club de las Sotas de Copas, a quien el infortunado maestro sir Williams vaticin un brillante porvenir. Y Rocambole, pues no era otro el pasajero que as pensaba y vesta de tal guisa, continu pasendose por la cubierta de la embarcacin, contemplando las ya no lejanas costas francesas. -Pobre sir Williams! -suspir, pensativo, al cabo de un instante-. Era un hombre de genio! Pero, qu desgraciado! Jams encontraba el camino del xito en sus magnficas inspiraciones. Ah, si tuviera yo su talento! Rocambole despert bruscamente de su ensueo al or un ruido inusitado que repercuta en el buque. La imperiosa y dura voz del capitn reson por todas partes, gritando -Todo el mundo al puente! -Qu suceder? -se pregunt Rocambole-. Si an no hace una hora que lo dej y se iba a la cama. Regres al puente y descubri al capitn en su puesto. Daba rdenes a los marineros para que arriaran las velas, mientras los pasajeros aparecan consternados. Rocambole se dirigi a un joven rubio, alto y delgado que vesta de marinero y por un galn de plata en su gorra de hule indicaba que era oficial de marina. El joven2

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conservaba su tranquilidad y sonrea en medio de la consternacin general, mientras diriga su anteojo hacia el horizonte. -Caballero, podra indicarme qu significa todo esto? -le pregunt en ingls Rocambole-. Por qu hacen subir al pasaje a cubierta y arran las velas? -Vamos a tener una turbonada -respondi el joven, tambin en ingls. -Quiere decir que tendremos tormenta? Y cmo, si no hay una nube en el cielo? -Para usted, no. Nosotros, la gente de mar, ya la hemos visto hacia el Oeste. Tenga mi anteojo y fjese en aquel puntito que parece una vela. -S -dijo Rocambole, despus de mirar un instante. -Antes de una hora, todo el cielo estar cubierto y tendremos rayos, truenos y este mar tan tranquilo se pondr tan furioso que nuestro barco parecer una cscara de nuez encima de las olas. Basta un jirn de tela puesto al viento, o un foque sin arriar, para que naufra, guemos. -Es posible que esa nubecilla le haga a usted presagiar tanto dao? -pregunt Rocambole, un poco admirado por su clara explicacin. -Caballero, soy marino -respondi el joven, sonriente-. Los marinos estudiamos el cielo tan constantemente que rara vez nos equivocamos. -De modo que tendremos tempestad y estamos en peligro -dijo Rocambole, al cual no le agradaba la idea de dormir bajo las algas. -Los marineros estamos tan acostumbrados a sacrificar nuestra vida, que siempre tomamos las cosas por lo peor -coment el joven, siempre sonriente-. Claro que es posible que exagere un poco. Adems, el capitn conoce su oficio y la tripulacin es buena. -Usted slo es pasajero? -S, soy alfrez de navo de la Compaa de Indias. Rocambole parpade admirado al or tal respuesta. Aquello le recordaba algo interesante. -Va usted al Havre? -pregunt. -No, a Pars. Debo tener una madre y una hermana a quienes no veo desde hace dieciocho aos..., desde el da -aadi emocionado- en que embarqu como grumete en un buque de la Compaa de Indias. Entonces tena diez aos. Aquellas palabras estremecieron a Rocambole, que olvid la cercana tormenta y la perspectiva de naufragio. Aquella historia la haba ledo en el cuaderno de notas de sir Williams. No sera aquel desconocido el protagonista de ella? -As que es usted francs- murmur. -Si -respondi el joven, con un afirmativo movimiento de cabeza-. Comprendo que le extrae, pero el que est en la Compaa de Indias se debe a secretos de familia. Rocambole indic con un gesto ambiguo que no deseaba traspasar los lmites de la discrecin, y el joven marino, tras una corts inclinacin, le dijo: -Perdone que le abandone un momento, pero debo recoger unos documentos muy importantes, que no me gustara perder si naufragamos. Incluso me echar con ellos al agua, si es preciso. Rocambole correspondi a su saludo y le dej marchar. Sin embargo, no dej de pensar en cuanto le haba dicho. Si aquel hombre era el muchacho a quien se referan las notas escritas por sir Williams aos atrs, deba prestar atencin. Podra, incluso, atreverse a formular un tenebroso proyecto. -Francs -murmuraba, mientras vigilaba los pasos del marino con nimo de captarse su confianza, para conseguir su secreto-. Al servicio de la Compaa de Indias. Hace dieciocho aos que abandon Pars embarcando como grumete. Sin duda, ste es el hijo de la marquesa a quien sir Williams se refera en sus notas.3

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Pensando en tales cosas, no se dio cuenta que la nubecilla, como profetizara el joven marino, se haba agrandado de tal manera que haban desaparecido las estrellas y la luna. Ya slo haba una brisa que empezaba a agitar dbilmente las aguas, luego arranc sordos crujidos a la arboladura de buque y al final estall en tormenta. -Trueno de Dios! -exclam un marino-. Ya empezamos. Las tinieblas eran totales y en medio de ellas, apenas disipadas aqu y all por un farol o alguna linterna, empez a resonar la estridente e imperiosa voz del capitn, los gemidos de algunas aterradas mujeres y el rugido del huracn, que se elevaba a lo lejos y se acercaba, amenazador y siniestro. -Demonio! -exclam Rocambole, al ver encresparse las olas de lvida espuma-. Me parece que maana no estaremos en el Havre. -Pida a Dios que maana estemos en este mundo -dijo una voz a su lado-. Si se lo concede, habr obtenido un gran resultado. Rocambole se volvi y descubri tras l al oficial de la Compaa de Indias. Se haba quitado el chaquetn de marino y llevaba por toda vestimenta una camisa de lana, un pantaln de dril y su gorrita de uniforme. En bandolera, colgado, llevaba un canuto de hojalata, como los usados por los soldados al licenciarse. Las culatas de dos pistolas asomaban de una faja que le cea el talle. -Este es mi traje de mar -le dijo a Rocambole-. Si hay que tirarse al agua, mi impedimenta no me molestar mucho. -Creo que ha tomado demasiadas precauciones. No hay tanto peligro como imagina. -Eso parece, pero es engaoso. Estamos en el canal de la Mancha y a unas diez leguas queda la costa. El viento puede estrellarnos contra cualquier arrecife. No ve cmo corremos de norte a sur, a pesar de tener cargadas todas las velas? Apenas acab de hablar, cuando reson una voz de mando que ordenaba enrgicamente: -Cortad el palo mayor! Antes de que fuera obedecida esta orden, el palo mayor caa con gran estrpito sobre el puente y el grumete del viga gritaba con espanto -Tierra, tierra! Rocambole, que haba corrido a salvar sus cosas ms indispensables, comprendi que el oficial de la Compaa de Indias estaba en lo cierto. Tambin se desprendi de parte de sus ropas y se prepar para cualquier eventualidad. No estaba dispuesto a quedarse en el fondo del mar y menos ahora, que poda estar en contacto con uno de los antiguos proyectos de sir Williams. En cuanto le fue posible, regres junto al joven oficial. En cubierta todo era desorden, tumulto y espanto. El mismo capitn pareca incapaz de dominar la situacin. -Esto se acaba -dijo a Rocambole el joven marino cuando estuvieron juntos. -Tan pronto? -exclam el falso ingls, asombrado. -Me temo que si no se remedia la situacin, no tardaremos en ir a pique. Mire all -dijo, extendiendo la mano hacia el Sur-. La tierra est a dos o tres leguas y ser difcil evitar que el buque se estrelle. Esta costa se halla salpicada de escollos y cuando menos se piense... El marino no acab su frase. Un espantoso choque, seguido de un tremendo grito de desesperacin, conmovi el mbito del buque. -Al agua! Al agua! -gritaron varias voces. -Botes al mar! Rocambole y su compaero no lo haban pensado mucho y ya estaban en el agua, nadando el uno al lado del otro.4

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Nos salvaremos o pereceremos juntos -pensaba el hijo adoptivo de la viuda Fipart-. No dejo a mi marqus as me muera. En medio de la profunda oscuridad, se oan los gritos de dolor de la tripulacin y de los pasajeros que abandonaban el buque. Rocambole, al cabo de una hora y pese a ser un gran nadador, empez a notar cansancio. Delante de l iba el joven marino, que se volvi para gritarle -Valor, un esfuerzo ms y llegaremos! Estamos a pocas brazas de una masa oscura. -Es la costa? -pregunt Rocambole, preocupado ante la disminucin de sus fuerzas. -No. Slo es un islote, pero podremos descansar en l. Rocambole pona en juego toda su energa moral. Faltaban slo unas brazas, pero su ltimo esfuerzo acab por agarrotar sus miembros. El desfallecimiento invadi su cuerpo repentinamente y apenas logr pedir socorro a su compaero, cuando ya se le cerraban los ojos y desapareca bajo una ola. El marino, dueo de toda su fuerza y su vigor, retrocedi a por l, y cuando lo sac, asindole de los cabellos, Rocambole estaba completamente desmayado. Al recobrar el sentido, la ardiente claridad del sol haba sucedido a las tinieblas y a la tempestad. Todo era calma y Rocambole ya no se senta luchando con la muerte. Se hallaba tumbado sobre una roca y en plena mar, solo. Se extra. Cmo se encontraba all? Hizo esfuerzos por recordarlo todo y otra vez se sinti en medio de las aguas, nadando desesperadamente para escapar de las profundidades del ocano. Pero, y su compaero? Qu haba sido de l? Se levant trabajosamente y empez a reconocer el islote que pisaba. Estaba desprovisto de toda vegetacin y cubierto de conchas y moluscos en las orillas. Algunas gaviotas, alcaravanes y otros pjaros de mar describan crculos rpidos sobre su cabeza. Recorri el islote y con desesperacin reconoci que estaba desierto. A punto de convencerse de que su compaero de infortunio haba continuado nadando hasta la costa, descubri algo que reluca al sol. Se aproxim y comprob que se trataba del canuto de hojalata donde el marino, sin duda, guardaba sus documentos. A su lado estaban las pistolas y la faja que usara su amigo. Evidentemente, pens, su compaero deba de encontrarse en alguna parte del islote, durmiendo en alguna grieta o cavidad Se puso nuevamente en marcha y al cabo de unos ins tantes oy un ruido, dbil al principio, que no era el confuso rumor del mar. En seguida ste fue hacindose ms claro, y Rocambole distingui una voz humana que peda socorro. Busc atentamente por el lugar y por fin lleg ante un agujero, de cuyo fondo salan los lamentos. -Ah! -grit el marino, al verle aparecer-. Al fin me ha odo? -S -respondi Rocambole-. S, mi querido salvador, y ahora voy a poder... Se interrumpi para examinar con detenimiento la cavidad circular, desprovista de asperezas, en que haba cado el marino. En el borde existan musgos y lquenes que lo hacan resbaladizo, y el fondo era ms ancho que la parte superior, que se cerraba como un embudo. -Vi pasar un buque esta maana -dijo el marino, desde abajo-. Usted se hallaba rendido y dorma. Yo me haba tumbado a su lado y en seguida ech a correr, agitando los brazos y gritando. Sin darme cuenta y en mi precipitacin por llegar al extremo de este arrecife, pis en falso y ca en este agujero. Creo que me hubiera muerto de hambre si usted no llega a aparecer. -Ya estoy aqu -dijo Rocambole-. Pero no s cmo voy a sacarle. Si bajo, no podremos subir ninguno, y an me encuentro demasiado dbil para poder izarle5

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tendindole las manos. -Cerca de donde le dej anoche estn mis pistolas y mi faja -indic el joven marino-. La faja es de pelo de cabra del Tibet. Tiene ocho pies de larga y es slida. Si me echa una de sus puntas y amarra la otra a un saliente... -Voy a buscarla -dijo Rocambole-. S, voy a buscarla inmediatamente. Y desapareci intentando correr, pero estaba demasiado dbil y extenuado. Lleg lentamente al lado de los objetos vistos anteriormente y mientras caminaba hacia donde se hallaba el marino, un pensamiento fue poblando su cerebro. -Si no saco de ah a ese hombre, no podr salir nunca. A esta roca no llega una barca de pesca ni por casualidad. Y si ese canuto tiene lo que imagino, marchndome de aqu sera marqus en menos de veinticuatro horas. Pero un marqus de verdad, con buenos blasones y setenta y cinco mil libras de rent. Yo no he arrojado al muchacho dentro del agujero. Tampoco estoy obligado a sacarle, y menos encontrndome tan dbil. Vamos, Rocambole, djate de sensibleras y aprovecha la ocasin, que puedes ser marqus de verdad. Claro que l evit que me ahogara. Pero yo soy filsofo y pienso que la Providencia tena sus miras al disponer que me salvase. Seguramente ha querido convertirle en santo y aadir su nombre al martirologio. Y Rocambole, sin fatigarse ms, se sent en la arena y empez el examen de los objetos del marino. Abri el canuto de hojalata y extrajo los papeles que contena. El primero era un nombramiento de alfrez de navo al servicio de la Compaa de Indias, extendido a nombre de Federico Alberto Honorato de Chamery, nacido en Pars el 25 de julio de 1830. -Vaya, vaya! -exclam Rocambole, despus de haberse enterado de aquello-. Sir Williams se tom un trabajo intil escribiendo los nombres y los nmeros en un idioma desconocido. Continuemos instruyndonos. Una carta, cuya fina y estilizada letra pareca ser de mujer, llam su atencin. Empez su lectura. Deca: Mi querido hijo: Hace diecisis aos que me fuiste robado. Hasta ayer, en el lecho de muerte de tu padre, no supe qu haba sido de ti. El marqus de Chamery muri anoche, suplicndome que te buscara por todo el mundo, yo que te crea muerto y te lloraba desde hace diecisis aos. Envo esta carta al Almirantazgo ingls, con la esperanza de que llegue a tu poder y corras a echarte en brazos de tu madre y de tu hermana, segn deseo de tu padre, el cual, en su ltima hora, se arrepinti de su injusto rigor y me confes el motivo de su extraa conducta durante tanto tiempo. Desde hace diecisis aos, l viva en las buhardillas de palacio y no le diriga la palabra ni daba un beso a tu hermana. A los ojos del mundo parecamos un matrimonio muy unido, pero en la intimidad todo era desolacin. Tu hermana y yo creamos que estaba loco, pero ayer supimos el secreto de este horrible misterio. Dicho secreto, hijo mo, es el siguiente:

El seor de Chamery, tu padre, hace treinta aos no tena ms fortuna que mil escudos de renta y su sueldo de coronel de hsares. Era pariente lejano mo. Yo tampoco tena fortuna, pero nos ambamos y nos casamos. Poco despus fue designado para formar parte de la expedicin de Argel, y no querindome dejar sola en Pars, me confi a la marquesa de Chamery, su pariente, que durante el verano habitaba un castillo en los alrededores de Blois, llamado el Naranjal. Hctor de6

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Chamery, su hijo y marqus, se enamor de m con una pasin violenta durante mi estancia en el Naranjal. Me fue preciso querer mucho a tu padre para resistir a las obsesiones y persecuciones del marqus. Afortunadamente, mi querido hijo, regres tu padre y le ped que nos fusemos de all inmediatamente. Tres meses despus, mientras tu padre y yo nos instalbamos en un pueblecito de los Vosgos, el marqus tuvo una disputa insignificante en el bulevar, se bati y se dej matar por una estocada que le atraves el pulmn. Muri despus de horribles sufrimientos y tras hacer testamento. Institua a tu padre heredero universal en perjuicio, hasta ayer no lo supe, de una hermana natural suya cuya existencia ignorbamos. La marquesa de Chamery se haba quedado viuda a los veintisiete aos, sin ms hijo que Hctor, entonces de tres aos. No se cas de nuevo porque, si lo haca, su difunto esposo la despojaba de la tutela y usufructo de la mitad de la fortuna de su hijo. Esto oblig a la marquesa a continuar viuda, pero no a evitar el nacimiento de una nia que al principio se cri ocultamente y luego fue introducida en el castillo del Naranjal. Hctor de Chamery conoca su existencia y jur odio implacable a la hija de la deshonra. Al instituir heredero universal a tu padre, en detrimento de la hermana natural, levant tempestades de odio en el corazn de su madre. Ahora comprenders, querido hijo, la atroz venganza de aquella mujer. La fatalidad haba querido que tu hermana naciese tres meses despus de la muerte de Hctor de Chamery. Cinco aos despus de aquello, t ya tenas diez, la viuda de Chamery muri en su castillo del Naranjal, pero antes llam a tu padre para que le tributase los ltimos honores. En aquellos das fue cuando t desapareciste de casa. Una noche alguien te rapt y jams se supo cmo y quin lo hizo. Ayer averig que l, tu padre, haba sido el causante de esta desdichada separacin. El, que deseaba que ignorases el crimen de tu madre y que no disfrutases de una fortuna que, a sus ojos, provena de un origen vergonzoso. S, hijo mo, tu padre me lo confes todo y me dio detalles de cmo se llev a cabo tu rapto, y todo por la venganza de aquella mujer que en su lecho de muerte le entreg una infame carta redactada en los siguientes trminos "Mi querido primo : Hctor te nombr su heredero universal y en tu candidez de hombre honrado has credo muy natural que la rama menor de los Chamery herede a la mayor, que se extingue. Pero semejante motivo es absurdo. Hctor ha querido desposeer a su hermana Andrea, que tiene hoy quince aos, a quien he criado como pariente y en realidad es hija ma. No le dejo ms que unos pobres ahorros. Estoy persuadida, querido primo, que hars algo por ella. Sobre todo cuando sepas que Hctor am a tu esposa y no es a ti a quien deja heredero, sino a su hija Blanca." Marquesa viuda de Chamery.

Ya comprenders, hijo mo, el efecto fulminante que producira aquella carta en el nimo de tu padre. Apareca ante sus ojos como una mujer que ha faltado a todos sus deberes. Tu hermana fue la hija del crimen, ya que su nacimiento coincida con la estancia en la casa de aquella abominable mujer. Como supondrs, cuando le aquella carta supliqu de rodillas a Dios que iluminara a tu padre para que creyese en mi inocencia. Por lo visto, mi gesto y mi voz le arrancaron mi perdn y fue entonces cuando me revel que vivas y que l te haba raptado. Ahora, hijo mo, te escribo y te suplico que vuelvas. Sin duda habrs llegado a ser un buen oficial y un muchacho guapo. Tal vez te7

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consideres hurfano y sin fortuna. Oh, ven, hijo mo, ven! Tu madre, que te ha llorado durante diecisis aos, te espera con los brazos abiertos. Marquesa Marta de Chamery. Calle de Vanneau, 27, en mi palacio.

Aqu terminaba la carta de la marquesa, carta que Rocambole consider interesantsima. La coloc junto al nombramiento de oficial del joven marqus Federico Alberto Honorato de Chamery, y pas a revisar los otros documentos : unas memorias del interesado donde detallaba la ltima entrevista con su padre, antes de embarcarlo para Inglaterra en compaa de un fiel amigo, oficial de la Marina inglesa. -Bien -exclam Rocambole-. Creo que con esto es suficiente para saber que las notas de sir Williams se refieren exactamente a la marquesa de Chamery. El hijo esperado est en un lindo agujerito, del que no saldr ms que con mi permiso y con mi ayuda. Rocambole, no seas tan caritativo, piensa en las setenta y cinco mil libras de renta. Se puso en pie y ech una mirada al mar, explorando los cuatro puntos cardinales. El mar continuaba en calina, el cielo era puro y en el horizonte no se divisaba vela alguna. Es evidente -pens Rocambole- que en el estado en que se encuentra el pobre marqus, morir dentro de unas horas, si alguien no le ayuda. El tiempo es sober- bio, y por lo menos en ocho das no pasar por aqu ni una lancha con algn marino que pueda encontrar su cuerpo. Si me voy, no cometer ninguna mala accin. No tengo por qu matar al pobre e intil marqus. Rocambole puso nuevamente los papeles del joven marino en el canuto de hojalata. Sujet ste con su cinturn. Se enroll la faja en que el infortunado cifraba su salvacin. Guard las pistolas y se subi a una roca cortada a pico. -Mucha caminata es -murmur, contemplando el brazo de mar que lo separaba de la lejana costa-, pero esta vez me acordar de Bougival y de la compuerta de Marly. Adems, cuando uno se llama marqus de Chamery, oficial de Marina al servicio de la Compaa de Indias, es preciso ser buen nadador. Y sin pensarlo un instante ms, se arroj al agua con el valor de quien va en busca de un marquesado y de setenta y cinco mil libras de renta.

CAPITULO IIUn martes de Carnaval en Pars, poco despus de las tres de la tarde, la multitud se apiaba en el bulevar de Saint-Martin para seguir con curiosidad e inters la vocinglera y las canciones de algunos saltimbanquis establecidos con sus barracas en los solares de la calle du Chateau d'Eau y en los del barrio del Temple. Haba una docena de teatrillos de feria, uno al lado del otro, que se disputaban el favor de la muchedumbre. Uno de ellos haca gran competencia a sus vecinos. Los curiosos suban en tropel los cinco peldaos de su escalera exterior y entraban de dos en dos, o de cuatro en cuatro, en su interior, casi sin interrupcin. Tras aquella cortina pareca ocultarse un asombroso misterio cuyo descubrimiento slo costaba quince cntimos.8

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Una joven vestida con malla encarnada y una falda de terciopelo bailaba sobre el tablado delantero de aquella barraca. Se acompaaba de una pandereta y de unas castauelas, y a menudo interrumpa su baile y su cancin para animar al gento con las siguientes palabras: -Entren, seoras y seores. Vean ustedes a O'Penny, el gran jefe indio, tatuado, a quien sus enemigos cortaron la lengua y le arrancaron los ojos. Entren, seoras y seores! La entrada slo cuesta quince cntimos. La joven volva a tocar las castauelas, bailaba un bolero, caa tras una maravillosa pirueta sobre sus dos pies y continuaba su anuncio diciendo: -Entren, seoras y seores, O'Penny es un salvaje de las tierras australes cuya historia voy a referirles con el canto de los msicos de su pas. La joven animaba al saltimbanqui que estaba junto a ella con una pandereta, para que lo acompaase en el recitado de su cantinela mientras ella pasaba lentamente sus dedos por la estirada piel de su pandereta. -O'Penny -deca- es un gran jefe, valiente en el combate, prudente en consejo, como su antepasada, la serpiente azul. Durante la ltima luna, O'Penny embarc en su piragua con treinta guerreros. March a la isla de Nan-Kiva, donde reinaba su enemigo mortal, el Gran Buitre. Sin embargo, no era el reino de Nan-Kiva lo que ambicionaba O'Penny, ni el gran collar de perlas que el Gran Buitre llevaba en su cuello. La joven bohemia interrumpi su discurso y empez a bailar, mientras animaba con viveza -Entren, seoras y seores. En el interior del teatro sabrn el final de la hermosa historia en presencia de O'Penny. La multitud entraba y sala al cuarto de hora, con. vencida de que haba visto un jefe salvaje de las razas australianas. Entre los espectadores que se hallaban en la calle y vacilaban entre su curiosidad y la autenticidad del relato, se encontraba un joven muy bien vestido, con guantes de color lila y un puro en la boca. Se haba acercado al teatrillo, con objeto de admirar a la bella bailarina, pero su discurso le haba llamado poderosamente la atencin. Despus de un instante de contemplar las tor- neadas piernas de la joven bohemia y admirar su atractivo, permaneci pensativo y curioso por conocer el final de la historia de O'Penny. Se decidi a subir las escaleras y, tras sonrer abiertamente a la muchacha, lanz cinco francos al gorro del payaso que haca de portero y entr en el teatro. El interior de la barraca era una gran sala amueblada con bancos. En el fondo, protegido por una valla de ma- dera, se elevaba una especie de trono, adornado con terciopelo negro, en el que se sentaba O'Penny. Su cabeza estaba coronada de plumas de gallo y de loro, formando una especie de diadema. Vesta un taparrabos de pao amarillo y el resto del cuerpo, desnudo, presentaba una serie de tatuajes azules, rojos, verdes y lvidos. Colgados de los hombros y cruzados ante el pecho tena un arco y un carcaj que lo hacan ms ridculo. En realidad era un ser repulsivo. Su rostro, cubierto de tatuajes, mos- traba unos ojos medio cerrados. Los prpados, hincha. dos. Una boca cuyo labio superior estaba agujereado por debajo de la nariz para colgar un anillo de cobre. De las orejas y de la nariz tambin colgaban anillos. O'Penny se mantena inmvil, en la actitud de un hombre indiferente a cuanto suceda a su alrededor. La joven explic que O'Penny se haba enamorado de la mujer del Gran Buitre, su enemigo, y que trat de raptarla. Pero cay en poder de su rival, que le cort la9

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lengua, le salt un ojo y lo vendi al capitn de un buque ingls, el cual lo haba trado a Europa. El joven de los guantes color lila, que se haba dejado seducir por el discurso de la titiritera, experiment, como todos, un sentimiento de repulsin a la vista de aquella cara. No obstante, la contempl con tenaz atencin, como si pretendiera reconstruir sus primitivos rasgos. Su examen se prolong mucho, sin que O`Penny diera muestras de encontrarse molesto. Los espectadores fueron sucedindose y el propietario repeta por ensima vez su relato, cuando el elegante joven decidi llamar su atencin. El saltimbanqui, poco acostumbrado a ver personas de guante entre su pblico, interrumpi su discurso, mir con expresin de orgullo y dijo: -Estoy a sus rdenes, seor conde. -No soy conde -respondi el joven en voz alta-. Slo deseo preguntarle una cosa. -Le escucho, seor... El saltimbanqui dud entre nombrarle conde o duque, ya que estaba convencido de que aquel espectador tena un ttulo. Fue el mismo joven de los guantes color lila quien se lo dio. -Marqus -dijo sencillamente. -Escucho, seor marqus -respondi ceremoniosamente el saltimbanqui. -Entiende algn idioma europeo ese jefe salvaje? -El ingls, seor marqus. -Seor O'Penny -dijo el joven, dirigindose en ingls al jefe australiano, sin hacer caso de la curiosidad de los otros espectadores-. Tiene la bondad de decirme a bordo de qu buque ha venido a Europa? Fue el Fulton, el Perseverante o el Fowler? Al or esta ltima palabra, O'Penny se estremeci vivamente. Hizo un brusco movimiento sobre su tronco y el saltimbanqui grit, emocionado: -Vean ustedes, seoras y seores! OPenny comprende el ingls. Si an tuviese lengua, cabra respondido al seor marqus. El aludido no esper a or su perorata. Se haba escurrido fuera de la barraca y se dirigi a la volatinera, para decirle al odo -Quiere ganarse diez luises, amable muchacha? -Oh, s, seor! -respondi ella, deslumbrada-. Qu es preciso hacer? -Dnde vive usted? -Ah, seor -respondi ella ingenuamente, mientras sealaba el teatrillo-. Soy la mujer del payaso, y cuidamos de O'Penny por la noche mientras el amo va a dormir a la ciudad. Tiene un cuarto en La Villette. -A qu hora cierran? -A medianoche. -Si llamase a la puerta de esta barraca sobre las dos de la madrugada, me abriran usted o su marido? -S -respondi, asombrada, la volatinera. El joven de los guantes lila dej caer un lus dentro de la pandereta de la mujer y se alej, escurrindose entre la multitud, que murmuraba escandalizada ante aquella escena de seduccin pblica. La muchacha, olvidando su chchara, le vio alejarse, atravesar la calle y subir a un elegante faetn tirado por un caballo ingls y custodiado por un lacayito vestido de azul. -Vaya conducta la de estos seoritingos! -grit entre la multitud una seora gruesa, ya entrada en aos-. Son descarados como ellos solos! Mire que querer corromper a una muchacha ante todo el mundo... -Calle el pico, vieja! -grit el payaso desde lo alto de su tablado-. Interrumpe el10

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espectculo. Vamos, msica, msica! Y el marido filsofo recogi la pandereta de su alocada compaera, la cual continu tranquilamente su baile y su cantinela. A las dos de la madrugada, el lugar donde las barracas de los saltimbanquis haban atrado tanto gento se encontraba casi desierto, a pesar de los bailes que se celebraban en los teatros de la Gaite y del Ambig. Frente a la barraca donde se exhiba el jefe australiano se detuvo una berlina y un joven abrigado con gabn y oculto el rostro en una gran bufanda descendi del coche, se dirigi al teatrillo, subi los peldaos del tablado y llam suavemente. -Quin es? -pregunt en el interior la joven y fresca voz de una muchacha. -El que ustedes esperan -respondi el joven, que entr en el teatrillo al abrirse la puerta de ste. El interior de la barraca se haba convertido en dormitorio. La bailarina se encontraba sentada sobre sus piernas, cruzadas encima de un jergn que pareca ser el lecho conyugal del payaso y de su seductora esposa. Un poco ms lejos, al otro extremo del local, arda una vela colocada sobre una mesa en la que se encontraban restos de una miserable comida y se vea al jefe austra- liano O'Penny durmiendo sobre un saco de paja y tapado con una manta rada. -Mi marido ha tenido que acompaar al amo -dijo con naturalidad la joven-. Se encontraba un poco bebido. -Mi querida muchacha -dijo el joven, cerrando la puerta del teatrillo lentamente-. Ya veo que es usted muy bonita, pero no he venido a decirle eso. La volatinera hizo una mueca de circunstancias y el joven se acerc a ella, sacando diez luises de su bolsillo para ponerlos sobre la mesa con la destreza de un croupier. -Aqu est lo ofrecido -dijo-. Y ahora hablemos de lo que me interesa. Quiero saber algo acerca del salvaje. Dgame cuanto sepa. -Oh, seor! -exclam la muchacha, cada vez ms extraada por el cariz que tomaba aquella cita-. Slo s lo que me ha odo decir en pblico. Hace poco tiempo que Franfeluche y yo estamos al servicio del seor Bobino. -Quines son esos individuos? -Franfeluche es mi marido, el payaso, y el seor Bobino, el amo. Franfeluche y yo hacamos de hrcules y bailbamos en la cuerda floja, pero el oficio no da mucho. Hace tres meses conocimos en Boulogne al seor Bobino, el cual vena de Londres con su salvaje. Nos contrat por veinte francos al mes y la comida. -Eso es una miseria -replic el joven-. Dnde compr al salvaje? -Supongo que en Londres. Nunca nos lo ha dicho. Habla muy poco. -Esccheme, muchacha. Voy a darle mil francos y me llevar a ese salvaje, le parece bien? -Mil francos! -exclam ella, contenta y asombrada-. Por ese dinero, Franfeluche deja que se lleve al seor Bobino y a su barraca. -Perfecto -coment el joven, abriendo su cartera para sacar un par de billetes de quinientos francos-. Voy a despertarle y a preguntar si quiere venir conmigo. -Pero, seor! -exclam la muchacha, asombrada-. Qu quiere hacer con l? No tiene apariencia de dedicarse a ensear monstruos. -Se equivoca, mi querida amiga -dijo el joven, volvindose a ella-. Soy director del circo Imperial de San Petersburgo. A propsito, conoce usted el ingls? -No, seor. El joven se desentendi de ella y dio un golpe en el hombro de O'Penny. -El seor marqus de Chamery -dijo, despertndole- desea presentar sus respetos al infortunado baronet sir Williams.11

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O'Penny dio un salto en su jergn y se levant como impulsado por un resorte. Aquel nombre le haba conmocionado de tal manera que hasta intent hablar, sin conseguir ms que exhalar un sordo rugido. El ojo que conservaba un poco de visin concentr toda su potencia y dirigi una moribunda mirada al hombre que acababa de despertarle. -Vamos, pobre viejo -le dijo el llamado marqus de Chamery-. Sintate. Ya veo que me has reconocido -y apoy una mano sobre el hombro del salvaje para obligarle a sentarse-. Tranquilzate, que tu sobrino Rocambole no va a causarte mal alguno. Hablemos, aunque no tengas la sinhueso. El salvaje continuaba agitndose en el saco de paja, pero su horrible cara pareca haber adquirido una repentina expresin de feroz alegra. Mientras tanto, la volatinera los contemplaba con admiracin, sin entender lo que hablaban. -Te he estado llorando mucho tiempo, viejo mo -dijo el marqus-. Me imaginaba que los salvajes te habran comido asado a la parrilla, pero veo que se conformaron con tatuarte. Eso y lo que te hizo la excelente Baccarat... Aquel nombre hizo temblar al hombre tatuado y de sus crispados labios se escap un rugido de furor. -Est bien, est bien! -murmur Rocambole-. Ya veo que no te han embrutecido del todo. An te queda algo de sir Williams y eso me gusta, querido to. Claro que hay que reconocer que ya no eres el apuesto vizconde Andrs, ni el lindo baronet sir Williams que enloqueca a las muchachas. Entre los salvajes y Baccarat te han desfigurado de tal modo que para reconocerte ha sido preciso todo mi cario filial. El marqus de Chamery, o Rocambole, se sent familiarmente sobre el jergn de O'Penny y continu -Ya comprenders, querido to, que al descubrirte por casualidad no poda dejar a mi pariente, a mi bienhechor, al hombre a quien debo cuanto soy, en la miserable situacin en que se halla. Eso no poda hacerlo el marqus de Chamery. Al or aquel ttulo, el semblante del hombre tatuado se contrajo horriblemente, como si hiciera esfuerzos por recordar un detalle medio olvidado. -No te extrae verme convertido en marqus de Chamery. Es un nombre que te ser familiar. Lo encontr en tus notas -de nuevo se estremeci el salvaje y l continu-: Ya te lo contar todo. Ahora s formal y despachemos. Quieres seguir aqu? O'Penny, que con su ojo medio apagado segua mirando con fijeza a Rocambole, neg con la cabeza. -Prefieres venir conmigo para que te cuide con mucho mimo, no es as? -ante la afirmacin del salvaje aadi-: Pues, vamos en seguida. Puede regresar tu amo y tendramos que hacer nuevos tratos -y Rocambole se encar con la joven, a la que pregunt en francs-: Tiene por ah alguna capa que venderme, preciosa? -Aqu est la de Franfeluche -dijo la muchacha, al ver que aquel hombre le daba un nuevo luis-. No est muy nueva, pero puede servirle. Rocambole la coloc sobre los hombros de OPenny, que se dej abrigar como un nio. Despus le puso en la cabeza su acostumbrada corona de plumas. -Como hoy es martes de Carnaval -continu diciendo Rocambole, en ingls-, podrs salir a la calle de esa manera. Te tomarn por el californiano del baile de la Opera. El supuesto marqus de Chamery enroll los dos billetes de quinientos francos y los dej caer con delicadeza entre las manos de la ilegtima esposa del payaso Franfeluche. -Adis, pequea. Si volvemos a vernos, tendr mucho gusto en renovar muestra12

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amistad. La volatinera abri la puerta de la barraca. Rocambole cogi del brazo a O'Penny y lo ayud a salir del teatrito. Le hizo atravesar la calle y lo condujo a su berlina. -Adnde va el seor marqus? -pregunt el cochero, abrindole la puerta. -A la calle Suresnes -respondi Rocambole. Y luego se instal en el interior, junto a O'Penny. El coche emprendi la marcha. -Ahora iremos a mi piso de soltero -dijo Rocambole-. Y all te ver un mdico. Ser interesante comprobar qu puede hacer por ti, aunque no te convierta en un buen mozo. Rocambole instal a O'Penny en su piso y despus de inventar una historia verosmil para justificar su estado ante el mdico, dej que ste lo reconociese. El doctor, despus de examinar con detenimiento el repugnante rostro del supuesto salvaje, afirm que podra quitarle los tatuajes con el riesgo de que perdiera la poca visin que tena en el nico ojo til. Rocambole habl en ingls con O'Penny para preguntar: -Sabes todava escribir? El aludido cogi la pluma y con letra temblona, pero legible, traz las siguientes palabras: Me acuerdo de todo y tengo sed de venganza. -Eso est bien -coment Rocambole-. Como se ser el nico medio que tendrs para hablar conmigo y muchas veces estaremos a oscuras, procura escribir cerrando el nico ojo que te queda sano. Volvi a coger la pluma y escribi: Aunque estuviera completamente ciego, adivinara a mis enemigos slo al tacto. -Perfectamente -exclam Rocambole, y se reuni con el doctor, a quien dijo-: Bien, puede empezar su curacin de ese pobre hombre. No necesita la vista para nada. Mientras O'Penny, o sir Williams, quedaba al cuidado del doctor y de un bien pagado criado que serva al falso marqus de Chamery en su piso de soltero, ste regresaba a su palacio de la calle Vernouil, donde el portero le entreg una carta que acababa de llegar para l. Deca: El duque y la duquesa de Sallandrera ruegan al seor marqus de Chamery que les conceda el honor de comer con ellos el mircoles prximo. -Caramba! -exclam Rocambole-. Parece que mis asuntos marchan bien por este lado. Ir, claro que ir. Un mes ms tarde, Rocambole volva a encontrarse en el cuartito de la calle Suresnes, en compaa de sir Williams. El doctor haba cumplido su palabra. Haba borrado los tatuajes y dejado ciego al baronet. La prdida de aquel ojo que imprimiera a su fisonoma un aspecto repulsivo, haba contribuido a darle un semblante ms humano. Vestido como estaba, sir Williams tena el aspecto de un mecnico desfigurado por la explosin de una caldera. -Bien, querido to -deca Rocambole, sentado cmodamente en un largo divn, sin abandonar la contempla, cin de su maestro en picardas, arrellanado blandamente frente a l en un silln cercano a la chimenea-. Ya estamos nuevamente reunidos. Ese asno que te ha cuidado no ha sabido darte mejor aspecto, mas an puedes pasar por hroe de una hermosa historia patritica. La frase provoc una de aquellas amargas y burlonas sonrisas tan caractersticas de sir Williams, quien, pese a las cicatrices, pareca demostrar que posea su perversa inteligencia.13

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-Ahora ya ests presentable -deca Rocambole-. Te llevar a casa, donde hace un mes no podas ni asomar tu pintarrajeado rostro. Te aseguro que sers el hombre de la semana. He hablado de ti como de un Julio Gerard mejorado por Juan Bart y Duguay Trouin. Has matado tigres a cientos, los cipayos te cortaron la lengua y volaste tu caonera por no rendirte a los piratas. Te condecor la Compaa de Indias y para mi hermana, la bella y casta Blanca de Chamery, como para Fabin, su marido, eres el hombre a quien debo la vida. Vas a pegarte la gran vida en mi palacio, si es que quieres aconsejarme bien. El ciego afirm con un movimiento de cabeza. -No s si piensas como yo -prosigui Rocambole-, pero me parece que deberas recordar que eres afortunado porque un hombre joven, guapo, atrevido, escptico, sin prejuicios y sin creencias, un hombre como yo, que posee una buena situacin y una buena renta, no slo va a vengarte, sino que tambin te proporcionar toda clase de lujos y comodidades, con tal de que le aconsejes un poco. Sir Williams, con una pantomima de las ms movidas, agit la cabeza, satisfecho, y sonri cruelmente a travs de sus cicatrices. -En mi lugar, un imbcil hubiera pensado: Sir Williams me har traicin aunque slo sea. para consolarse de su infortunio. Pero yo pens: Sir Williams no tena muy buena suerte, pero era un genio, un sabio como hay pocos. Yo tengo el pie en el estribo, pero si tras de m estuviera sir Williams y me aconsejase, creo que llegara a todo, a embajador, a ministro e incluso a rey. Estas palabras estremecieron al ciego, que se agit en su asiento, visiblemente satisfecho. -Ahora comprenders por qu no he vacilado en tomarte como orculo. Pero antes, djame que te cuente cul ha sido la base de mi conducta, porque hasta ahora ni t ni yo habamos triunfado. Creamos que para hacer el pastel de liebre era necesaria la liebre, y eso es falso. Fjate en los comedores de franco y medio el cubierto; sirven cordero por gamo. El ciego sonri y Rocambole prosigui su discurso: -El seor de Sartines, teniente general de polica, fue el primero que pens en reclutar agentes de polica secreta entre los ladrones. Se sirvi del mal para hacer el bien. Nosotros nos hemos servido de canallas para hacer el mal y nos hemos perdido. As que he pensado que lo mejor sera contar con la ayuda de personas honradas y con el bien hacer el mal. Qu te parece? Sir Williams movi reiterativamente la cabeza, como si estuviera dicindole: Perfecto, perfecto... -Desde hace cuatro meses suplanto a un marqus -agreg Rocambole-. Me va muy bien y slo me rodea la virtud. Mi hermana es un ngel, mi cuado es un caballero de otra poca. Tengo amigos en la mejor sociedad y cuando te haya puesto al corriente de mis asuntos, utilizaremos a toda esta buena gente como piezas de ajedrez en provecho de nuestra ambicin. El rostro surcado de cicatrices continuaba expresando su ms viva satisfaccin. Pareca cumplimentar a su discpulo por los progresos obtenidos con su filosofa prctica. -Ahora voy a contarte cmo llegu a instalarme en Pars y convertirme en el esperado y querido marqus de Chamery. Sir Williams se recost en su butaca, como tena por costumbre, y adopt la actitud atenta del hombre que espera or cosas interesantes.

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CAPITULO IIIRocambole no fue directamente, desde el islote donde abandon al joven marqus de Chamery, a Pars. Tard casi tres meses en aparecer en la ciudad, y cuando lo hizo fue aprovechando una coyuntura que le permiti establecerse sin ningn gnero de dudas como el autntico Federico Alberto Honorato de Chamery. El tiempo transcurrido entre el naufragio y su reaparicin lo dedic a instruirse como corresponda al personaje que deba suplantar. Se fue a Londres, contrat como criado a un viejo soldado de las colonias y se enter con detalle de los acontecimientos y costumbres de la India. En Plymouth tambin se dedic a adquirir conocimientos propios de un oficial. Slo cuando estuvo preparado como corresponda a su importante papel, emprendi la ruta de Pars. En esta ciudad an permaneci varios das estudiando el terreno que deba pisar. Supo que Andrea, la hermanastra de Hctor de Chamery, atacaba ferozmente a la actual marquesa y a su hija Blanca, a las que odiaba y a las que trataba de despojar de lo que consideraba suyo. Por otra parte, Andrea, hija de un notario apellidado Brunot y de la madre de Hctor, era una mujer mundana, audaz, caprichosa, que no reparaba en habladuras con tal de satisfacer su ansia de vivir. Para no acabar dilapidando su apreciable renta, se haca mantener por un barn que le doblaba la edad y que era sumamente generoso. Ella tambin lo era, pero con los jvenes que estaban de moda en el bois de Boulogne y en los salones de Pars. Uno de sus ltimos rendidos adoradores era Rolando de Clayet, joven pariente del vizconde Fabin de Asmolles, novio de Blanca Chamery, con quien se haba batido en duelo por causa de la coqueta y desvergonzada Andrea Brunot. Esta, que se crea desposeda de la herencia y del apellido Chamery, el cual pretenda llevar a toda costa, haba encontrado entre viejos legajos un testamento por el cual la heredad de los Chamery, ahora en manos de la rama segunda, deba pasar a manos de unos lejanos parientes, los Chamery-Chameroy, al faltar el heredero. El ltimo descendiente de dicha rama era un libertino arruinado y endeudado llamado Edgardo, con quien, para hacer valer estos derechos, Andrea decidi casarse a cambio de salvarle de sus acreedores. La boda se celebr un par de das antes de la aparicin de Rocambole en casa de la viuda Chamery. Aquella maana, precisamente, el seor Rossignol, abogado por cuenta de Andrea Brunot, se haba personado en el domicilio de la marquesa para decirle, una vez en su presencia: -Seora marquesa, soy el abogado del seor barn de Chamery-Chameroy, primo suyo, y de la seora baronesa de Chamery-Chameroy, igualmente prima suya. -Contine -dijo con altivez la seora de Chamery, sin tomar en cuenta la intencin de las ltimas palabras. -Antes de entablar un pleito -prosigui Rossignol-, en el que perdera toda su fortuna, el barn de Chamery. Chameroy, mi cliente, ha considerado oportuno proponerle una transaccin. -Un pleito, una transaccin, mi fortuna -murmur la seora de Chamery, sin salir de su asombro. Y aadi, volvindose a Fabin-: Este hombre est loco. -Perdone, seora -dijo con insolencia Rossignol-. En seguida la convencer de lo contrario, porque si se entabla el pleito, perder y con ello su hija Blanca quedar arruinada totalmente. -Caballero -interrumpi con dignidad la mujer-. Jams he odo llamar as a mi hija por un desconocido. -Perdone, aunque esto no hace al caso -replic el abogado-. El15

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barn de Chamery-Chameroy se ha casado con su prima... -Disculpe -interrumpi con dignidad la marquesa. Jams he reconocido el parentesco que usted establece entre la seorita Andrea Brunoy y yo. -Eso tampoco importa en el asunto-replic el abogado-. El barn se ha casado con ella, que ha llevado en dote diecinueve mil libras de renta y un testamento. Fabin, que se encontraba presente en la entrevista, dijo con tono burln: -Un testamento? -S, del caballero de Chamery, to del marqus Hctor de Chamery, a quien la seora ha heredado. He aqu la copia -y ante el asombro creciente de la marquesa y de Fabin, el abogado sac de su cartera el referido testamento y lo ley en voz alta. La seora de Chamery jams supo de su existencia y poda considerarlo falso, pero saba que su hijo viva y su existencia anulaba aquel documento. Sin embargo, su lectura produjo tal efecto sobre su enfermiza naturaleza, que estuvo a punto de desmayarse. Fabin la sostuvo en sus brazos, mientras el seor Rossignol segua con sus conclusiones. -Teniendo en cuenta que el seor Alberto Federico Honorato de Chamery ha muerto... -Muerto! -exclam la mujer, crispndose para levantarse trastornada, como si aquel hombre fuera el asesino de su hijo-. Dice que ha muerto? Quin lo ha dicho? Cmo lo sabe? -Seora -respondi Rossignol, un poco intimidado y juzgando prudente no encolerizarla ms-. Creo que despus de dieciocho aos... Un grito de alegra se escap del pecho de la marquesa, que cay rendida, pero triunfante, en brazos de Fabin, mientras le deca: -Eche de aqu a este hombre, Fabin. No sabe que mi hijo no ha muerto, que lo esperamos y que va a venir. -Pobre mujer! -murmur Rossignol, creyndola loca-. El dolor la extrava. -Como osa decir eso? -replic Fabin-. Sepa que esta maana hemos recibido carta del Almirantazgo, donde se nos comunica que el marqus de Chamery ha presentado su dimisin de alfrez de navo de la Marina inglesa al servicio de la Compaa de Indias, el da 8 de abril del ao ltimo. Dimisin que fue aceptada. El seor Chamery embarc inmediatamente para Europa y lleg a Londres el da 5 de noviembre del mismo ao. Se present, segn consta en los registros del Almirantazgo, en las oficinas de Marina para visar sus documentos. -Mi hijo embarc para Francia en el pequeo mercante La Mouette -agreg, triunfante y risuea la marquesa-. Ya no tardar en llegar. -Ha dicho usted La Mouette? -pregunt suspicazmente Rossignol. -S -replic el seor de Asmolles-. Sucede algo? -Que ese mercante -inform el abogado, con desca- rada y cruel alegra- se perdi totalmente hace tres meses en la travesa de Liverpool al Havre. Todos los que viajaban a bordo murieron. La seora de Chamery dio un grito y cay desmayada. Blanca de Chamery apareci, asustada; al ver a su madre, corri a sostenerla, mientras peda socorro, enloquecida. Fabin de Asmolles se haba precipitado sobre Rossignol y con rabia lo agarraba del cuello, mientras deca con desesperacin: -Miserable, miserable! Acabas de matar a la seora de Chamery. Mereces el cadalso, asesino. -Sultame! -ruga Rossignol-. La Mouette se perdi, naufrag. Nadie escap con vida. Mi cliente, el seor barn, ganar el pleito. Ya sabrn quin soy. Rossignol no pudo decir ms. Haban aparecido varios criados a las llamadas16

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desesperadas de Blanca, y Fabin les entreg al abogado, el cual luchaba por desasirse. -Llevaos a este hombre -les dijo el vizconde-. Sacadlo fuera de aqu y moledlo a golpes. Acaba de asesinar a vuestra ama. Dos lacayos se echaron encima de Rossignol, mientras otros trataban de atender a la seora Chamery. El abogado se debata intilmente entre las manos que le apretaban la garganta para ahogar sus gritos. Los criados hubieran cumplido al pie de la letra las rdenes de Fabin, si un nuevo personaje, aparecido repentinamente en la puerta, no hubiera exclamado: -Quin afirma que todos los pasajeros de La Mouette han muerto? -Todos, todos -rugi Rossignol, debatindose entre los aprehensores-. Yo lo afirmo. -Todos, excepto yo: Alberto Federico Honorato de Chamery. Dos gritos de alegra acogieron aquellas palabras, mientras Rosignol ruga de espanto y de rabia, pretendiendo escapar. -Chamery, hermano mo -exclam Fabin, acudiendo hacia el recin llegado-. Este hombre acaba de matar a tu madre! El que deca ser Alberto se precipit a la habitacin inmediata, adonde ya le haba precedido Blanca. -Madre ma, madre ma! -murmur, acudiendo a la mujer, que continuaba desmayada. El mdico, que se present en seguida, le prodig sus cuidados y la hizo volver en s. Pero la dbil y enferma naturaleza de la mujer ya no fue capaz de recuperarse. Se recobr un poco, mas apenas si reconoci a Blanca, a Fabin y a aquel hijo lleno de juventud y de vida por quien ella mora. Los mir riendo, con la mirada brillante por la fiebre y el delirio. Pas algunas horas delirando y luego entr en una especie de letargo. Hacia las tres de la madrugada muri sin haber podido reconocer ni bendecir a sus hijos, los cuales, arrodillados al pie de su cama, la lloraban entristecidos. A las cuarenta y ocho horas de sucedido aquello, dos hombres, cogidos de la mano, regresaban tristes y silenciosos del cementerio del Sur, hasta donde haban acompaado el cadver de la marquesa de Chamery. Eran el vizconde Asmolles y aquel joven marino llegado para recoger el ltimo suspiro de la que deca ser su madre. -Amigo, hermano mo -dijo ste, apoyando sus manos sobre los hombros del vizconde-, porque t lo sers, Fabin, y hars dichosa a nuestra querida Blanca. Ahora vas a acompaarme. Debo cumplir un ltimo deber. -Oh, s! -murmur, emocionado, Fabin. -Hay un hombre, un caballero sin honor -continu el supuesto marqus de Chamery- que, no satisfecho con prostituir sus apellidos y su ttulo al casarse con una perdida, comparte el odio de esa desdichada y su rencor hacia nuestra casa. Tal hombre ha asesinado a nuestra madre. Voy a matarle. -Est bien -dijo sencillamente el vizconde. Y ambos se dirigieron a la calle Saint-Florentin, donde se haba instalado el barn de Chamery-Chameroy, despus de su boda con Andrea Brunot. Los criados de Andrea les hicieron pasar a la sala despus de decirles que los seores estaban en casa. Poco ms tarde apareci el barn que reconoci a Fabin por haberlo visto en otras ocasiones. Adivin lo que pretenda, aunque Fabin lo salud en silencio y cedi la palabra a su futuro cuado. -El seor de Chameroy? -pregunt Rocambole, dando un paso hacia el barn. -Yo soy. -Soy el marqus Alberto de Chamery -dijo con aplomo Rocambole-. Supongo que17

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adivinar el objeto de mi visita. -Caballero... -Hace cuarenta y ocho horas que he regresado al hogar paterno -prosigui Rocambole, con un tono de voz grave y triste, que unga de solemnidad su discurso-. Me escap de l hace dieciocho aos, y he encontrado a mi madre herida de muerte por un miserable enviado por una mujerzuela ladrona de apellidos... -Caballero! --exclam el barn. -Espere! -dijo imperiosamente Rocambole-. He dicho mujerzuela ladrona de apellidos, la cual, basada en la vergonzosa especulacin de mi posible muerte, acaba de casarse con uno de esos degenerados... -Basta, caballero! -grit el barn, enrojecido el rostro-. Le comprendo y estoy a sus rdenes. Maana, donde usted quiera. -No. Ahora mismo. -Est bien, caballero. Qu arma prefiere? -Lo mismo da. Le parece bien la espada? Fabin se dirigi a la puerta. Rocambole le sigui, y el barn iba a salir con ellos cuando apareci la flamante Andrea, quien al ver al vizconde, en seguida comprendi lo que iba a suceder. -Djenos pasar, seora -dijo en voz baja Fabin-. Tal vez se quede usted viuda dentro de una hora, y entonces podr casarse con su adorado Rolando de Clayet. La mujer le mir irguiendo la cabeza y dej paso al vizconde de Asmolles, el cual le dirigi una mirada de desprecio. -Seores -dijo el barn de Chameroy, una vez en el patio-. No tengo testigos. -Demos veinte pasos por la calle y seguramente encontraremos alguno -replic Rocambole. -Conformes -admiti el barn. Una hora ms tarde se encontraban todos reunidos en el lugar de la cita, el bois de Boulogne. Rocambole y Fabin llevaban un par de espadas y otro de pistolas. Fabin pretenda continuar el duelo en caso de que cayera su amigo. Arreglaron sobre el terreno las condiciones del duelo y los dos adversarios se despojaron de sus levitas y se pusieron en guardia. Palabra de honor que nunca me he batido por una causa tan noble -pens Rocambole, mientras recordaba repentinamente sus diferentes duelos-. Ah, si sir Williams me viese esgrimir la espada para vengar a mi noble madre, la marquesa de Chamery! El falso marqus se acord de su maravillosa destreza y de la famosa estocada de los cien luises, que le haba enseado aquel portero de la calle Rochechouart. Sin pensarlo, atac a su adversario con la sangre ira y la prudencia del espadachn consumado. Chameroy tampoco era un enemigo despreciable. Perteneca a la antigua escuela de esgrima francesa, mantena el cuerpo derecho, la pierna tendida, se bata silenciosamente y no se tiraba a fondo nunca. Desgraciadamente, en aquellos momentos estaba irritado y tena por adversario a un hombre que buscaba setenta y cinco mil francos de renta, que le haba tratado como al ltimo de los miserables y que deseaba vengar la muerte de su madre. Aquello era suficiente para turbar su nimo. Por el contrario, Rocambole era el bandido audaz, sin fe ni ley, el hombre que una vez identificado con el marqus de Chamery, estaba dispuesto a representar su papel a conciencia. Se encontraba all con toda la tranquilidad de un jugador de oficio, que conoce la importancia de la partida que empieza. Quin se atrever a dudar de m cuando haya matado al hombre que caus la muerte de mi supuesta madre?, se deca.18

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El combate fue encarnizado, pero breve. Chameroy se defendi con toda la energa de un hombre que se sabe condenado. Hiri dos veces a Rocambole, pero ste, cuya sangre manaba de un hombro y del bajo vientre, emple su famosa estocada de los cien luises, se tir a fondo y tumb cun largo era al barn de Chamery-Chameroy. Creo que ya est listo, pens, y agreg en voz alta: -He vengado a mi madre! Las heridas de Rocambole eran leves, pero l se apoy en el brazo de Fabin para llegar hasta el coche, mientras los guardias del bois acudieron en ayuda del barn, que an respiraba, y lo trasladaron al suyo. Durante los das que siguieron, todo Paris habl del suceso. El marqus de Chamery fue el personaje de moda. La Prensa hablaba de l, daba detalles de su vida, una vida novelesca y fabulosa que se haba inventado Rocambole, apoyada sobre la realidad y en el hecho de que la verdad de la desaparicin del hijo de la casa paterna perteneca a un secreto de familia que no deba revelarse. La multitud acuda a firmar en las listas del palacio" de Chamery, mientras el fingido marqus guardaba cama a causa de sus heridas. Cuando sali por primera vez, acompaado de su futuro cuado, los conocidos le tributaron una ovacin y Rocambole, cuyos documentos lo acreditaban como verdadero marqus de Chamery, qued convertido pblicamente en un personaje rico y rodeado de una familia aristocrtica. -He sido el hombre de moda de la temporada -segua diciendo Rocambole al ciego, que le escuchaba atentamente-. La muerte de la marquesa de Chamery retrasaba la boda de Blanca. Su aislamiento y mi juventud no me permitieron que terminara el luto y pedimos dispensa a la iglesia. El matrimonio se celebr con toda sencillez, tres meses despus de la muerte de la marquesa, o sea hace seis semanas. Tanto ellos como yo bamos de luto. Eso viste mucho. Fabin y Blanca vivirn conmigo hasta que termine el luto y luego tomarn posesin del palacio de la calle Babylone. Antes, ste perteneci a una mujer de moda que debes recordar, la baronesa de Saint-Luce. Al da siguiente de la boda fuimos a nuestra posesin del Naranjal, a fin de pasar all quince das. Haca ocho das que haba regresado de la finca, cuando te encontr por casualidad. Ahora, viejo mo, desde hace un mes que mi hermana est casada, hago vida de soltero y concurro a salones. Entro en la casa del duque de Sallandrera como en la ma propia. Es un espaol con muchos millones en Cuba y una hija de la que est enamorado un imbcil: quiero casarme con ella. Sir Williams hizo un movimiento de cabeza, como si considerase demasiado ambiciosa la pretensin de Rocambole, pero su antiguo discpulo no le tom en cuenta y prosigui diciendo: -El duque de Sallandrera es un hombre de cincuenta aos, cuya nobleza se percibe a una legua. Posee una inmensa fortuna y capacidad poltica. Es diputado en Cortes y como slo tiene una hija, se propone obtener de la reina la autorizacin para transmitir a su yerno su apellido, su nobleza y su ducado, cuando case a la seorita Pepita Concepcin. Bonita bicoca, eh? -y Rocambole se interrumpi para rer, divertido por ello. Te imaginas, querido to, cmo estar dentro de poco convertido en duque de Sallandrera, grande de Espaa y ministro plenipotenciario en cualquier sitio? El ciego hizo con la cabeza un ligero movimiento de aprobacin, y Rocambole prosigui: -La seorita Concepcin me acoge favorablemente. Creo que me ama. Su madre, la duquesa, me considera encantador por motivos que ya te contar en momento ms oportuno. Sin embargo, me falta conquistar al duque para que apruebe el matrimonio. Creo que sera posible s descubriese alguna pista de recuerdos desagradables de su juventud, o de sus locuras de soltero. Comprendes, querido to?19

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El movimiento de afirmacin de la cabeza de sir Williams fue rotundo. -Tambin tengo en proyecto otros dos estupendos negocios. Uno me llevara al desenlace del otro. Figrate que mi cuado, sin saberlo, heredar una fortuna de doscientas mil a trescientas mil libras de renta. An no he madurado bien la cosa, pero ya hablaremos de ello ms tarde. Ahora pensemos en ti, o en tus enemigos, que son los mos. Comprenders que despus de mi regreso a Pars he podido informarme de muchas cosas. Sir Williams se agit nerviosamente en su butaca. -He tenido la curiosidad de saber qu era de tu querido hermano el conde de Kergaz -el rostro de sir Williams adquiri una expresin de odio feroz-. Armando contina disfrutando de una felicidad insolente: siempre filntropo, siempre querido por su mujer y por su hijo. Nuestra querida Baccarat se convirti en la condesa de Artoff, pero dicho matrimonio casi ha sido un secreto. El ciego volvi a agitarse ante el nombre de Baccarat y su semblante mostr una mezcla de odio y de espanto. -An te acuerdas del "Fowler", eh? -coment Rocambole-. Te dar un consejo antes de seguir hablndote de ella. Sir Williams permaneci inmvil, aunque en su rostro se pint la curiosidad. El falso marqus sigui diciendo: -Tu odio hacia Armando te ha llevado a perder dos veces. Creo que sera mejor dejarlo tranquilo y dedicarnos de lleno a Baccarat. A sta s que podemos hacerle la batalla dura, pues aunque ella no lo sepa todava, me estorba en mis proyectos acerca de la seorita de Sallandrera, lo mismo que me estorb cuando era vizconde de Cambolh. Est muy lejos de sospechar que su presencia en Pars perjudica al marqus de Chamery; por eso he decidido que, a partir de esta tarde y bajo el nombre de Walter Bright, te instales en mi palacio. Estars de acuerdo, no? Sir Williams dej vagar por su rostro, surcado de cicatrices, una sonrisa y luego afirm con varios asentimientos de cabeza. Qu otra cosa mejor podra esperar? Pocos das ms tarde, Rocambole, despus de haber estado en la residencia de los Sallandrera, entr en su palacio de la calle Verneuil, donde no se qued, como tenla por costumbre, en el piso que haba cedido a Blanca de Chamery, vizcondesa de Asmolles. Subi directamente a las habitaciones ocupadas por el fingido Walter Bright, a quien dijo: -Querido to, tengo algo muy importante que decirte. Quiero que de ello saques alguna conclusin. Sir William estaba cmodamente abrigado con una bata, un gorro de seda y zapatillas forradas. Tena todo el aspecto de un rico propietario. Al or a Rocambole, su rostro se anim y sonri. -En primer lugar te dir que la jovencita me quiere. Cuando hoy fui a verla, la encontr en su estudio. Ya sabes que le gusta pintar. All estaba su primo don Jos, que la ronda asiduamente y a quien ella no tuvo reparo alguno en zaherir ante ro con puyas, burlas e incluso queriendo olvidarse de su presencia. Pero el tal don Jos es pesado como el plomo. Yo esperaba poder que- darme a solas con la joven, pero l continuaba all, dispuesto a no cederme el sitio. Concepcin debi de adivinar su pensamiento, ya que en seguida dej de hablar, de ser simptica y se mostr pensativa. De repente, don Jos sac el reloj y cre que por fin se asombrara de la hora que era y se marchara. Pero, qu va!, don Jos continu all. Y sabes lo que dijo? El ciego neg con un movimiento de cabeza, dando muestras de escuchar muy atentamente. -Pregunt si el duque ira a comer, y que le esperara porque tenia graves noticias20

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que comunicarle. Noticias de Cdiz, dijo, con un tono mordaz y cruel, que puso lvida a Concepcin. Luego, ella me dirigi una mirada que pareca rogarme que me fuese. Y cuando me desped y me dio su mano, sta temblaba y con otra mirada muy significativa tuve la sensacin de que deseaba confiarse a mi. Lo crees posible? Qu debo hacer, to? Rocambole puso una pizarra sobre las rodillas de sir Williams y un pizarrn en sus dedos y le invit a escribir. Este garrapate: Espera a que Concepcin acuda a ti, te escriba o te d una cita. -Bueno, pero, y con don Jos? -pregunt Rocambole, borrando lo escrito. El ciego escribi: Espalo, sguele desde esta misma noche. Disfrzate. Debe de ocultar algo. -S -dijo Rocambole-. Eso es lo mismo que yo pienso. Don Jos es rico, est de moda, tiene caballos, concurre a las carreras, pierde grandes cantidades en el juego, y algn vicio ms debe de tener escondido en la manga. Seguramente una querida. Avergualo, escribi sir Williams en la pizarra. -Si. Ser lo mejor. Y diciendo esto, se separ de sir Williams.

CAPITULO IVAquella misma noche, Rocambole, disfrazado de palafrenero ingls, estuvo esperando la salida de don Jos del palacio de los Sallandrera. Cuando este personaje abandon aquella mansin lo sigui hasta su casa de la calle Ponthieu, en los Campos Elseos. Un cuarto de hora ms tarde lo vio salir a pie y vestido con un gabn, una gorra, barba muy larga y fumando en pipa. El hidalgo se dirigi a paso rpido a la calle Miromesnil y por ella subi a la plaza de Laborde, en el barrio conocido por la Polonia Chica. Atraves la plaza y fue a una casita situada en el extremo norte. A los pocos momentos, en dicha casa se entreabri una ventana y asom un pauelo blanco, a modo de seal. Don Jos emprendi la marcha hacia una calle prxima y Rocambole le vio detenerse ante un msero postigo. Don Jos abri la puerta con una llave y desapareci en las tinieblas de un pasillo largo y estrecho. -Pardiez! -exclam Rocambole, asombrado-. Esta parece su casa. Permaneci esperando all algo ms de una hora. En aquella poca, la calle Rocher estaba muy mal alumbrada y apenas si tena trnsito-. Pasada la medianoche, se abri el postigo y apareci don Jos. Le oy despedirse de una mujer cuya voz tena un timbre fresco y revelaba juventud. Don Jos se march, pero Rocambole no le sigui. Se limit a permanecer all para averiguar los detalles de aquella vivienda. Conocida la casa, decidi dejar para el da siguiente las dems averiguaciones. Sin embargo, no pudo hacerlo. A la maana siguiente, un lacayo de Concepcin de Sallandrera fue a verle con una nota de su ama en la que le citaba para aquella noche a las doce. Le rogaba que se disfrazase. Rocambole asisti a la cita. El lacayo negro de Concepcin lo esperaba en el bulevar de los Invlidos para llevarlo junto a su ama, que lo esperaba en un gabinete tapizado con tela oscura y alumbrado dbilmente por una lmpara con pantalla de porcelana pintada. La seorita de Sallandrera contaba diecinueve aos, pero tena la presencia de una mujer de veintitrs. Haba nacido en Sevilla y era hermosa: el talle, flexible; el cabello negro azabache; los ojos, de un azul sombro; los labios, de un rojo vivo y las manos,21

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pequeas y adorables. Era un tipo que haba llamado la atencin del todo Pars. El primer ao de su estancia en dicha ciudad, merced a su inmensa dote, tuvo infinidad de pretendientes: condes, marqueses, barones, banqueros y grandes industriales, pero ninguno interes a Concepcin. Su padre despidi a todos muy cortsmente y ella dijo que con diecisis aos no tena ganas de casarse. Viva con absoluta libertad. Sus padres no le exigan cuentas de sus acciones y ella era lo que entonces se llamaba una leona: montaba a caballo por la maana, acompaada de un criado; durante el da sala en coche a pasear por los bulevares y se iba de compras con los criados, o a estudiar al Louvre y copiar algn cuadro. Le gustaba la pintura. Era una aventajada discpula de Murillo y de Velzquez. Cierta maana, paseando por el bois de Boulogne, se le desboc el caballo y estuvo a punto de arrojarla al estanque. Rocambole se cruz en su camino y pudo cogerla antes de que el animal entrase en el agua. Ella dio las gracias ms efusivas a su salvador, le pregunt el nombre y as supo que se trataba del marqus de Chamery. Al da siguiente, el duque de Sallandrera visit personalmente a Rocambole en su palacio para agradecerle lo que haba hecho por su hija. Das ms tarde fue invitado a un baile celebrado en el palacio de la calle Babylone, y quince das despus coma con los seores de Sallandrera. Desde entonces, las visitas de Rocambole a los duques fueron ms frecuentes, pero ltimamente quien lo reciba con ms agrado era Concepcin. En aquella ocasin, sta le esperaba en pie y cuando l se le aproxim para estrechar su mano, ella dijo: -Gracias por haber venido. Veo que he acertado al confiar en usted -y le indic un asiento, despus de que l se inclinara y la saludase respetuosamente-. Seor marqus, seguro que si maana dijera usted en cualquier saln que la seorita de Sallandrera lo ha citado a medianoche en su gabinete, nadie le creera. Pero si hoy yo dijese al seor marqus de Chamery que estoy en una situacin tal que necesito confiarme a un hombre de honor, como usted... -No slo juzgara que es muy natural que haya pensado en l, sino que se lo agradecera de rodillas -replic Rocambole, completando el pensamiento de la joven. -Antes de decirle cul es el favor que espero de su persona -prosigui la muchacha-, necesito enterarle de cosas que ignora todo Pars y que incluso son secretos de familia. No he dudado en confiarme a usted. -S guardar un secreto. -Le creo, por eso quiero decirle que dentro de quince das me ir a Espaa y que antes de dos meses debo casarme con mi primo Jos. Rocambole no pestae, pero la mujer advirti que se pona plido. Prosigui diciendo: -Mi primo es hermano menor de Pedro, marqus de Alvar, al que estoy prometida hace seis aos. Desde hace cinco, Pedro se muere de una enfermedad espantosa. El infeliz sucumbe a una lepra inmensa que le corroe la faz y lo ha convertido en un objeto de horror. -Es asombroso! -murmur el falso marqus, impresionado por la confidencia. -Ha perdido la vista continu Concepcin- y se est desmoronando poco a poco. Esta maana, mi padre ha recibido carta de Cdiz, en la que se le comunica que la enfermedad ha llegado a su ltima fase y, a lo sumo, dentro de un mes habr muerto. Cuando esto ocurra, yo pasar a ser la prometida de Jos y un mes ms tarde, su esposa. Debo casarme con l porque es preciso. Concepcin pronunci con cierta repugnancia las ltimas palabras, lo que oblig a exclamar a Rocambole: -Se va a casar pese a no amarle? -Lo manda mi padre y l es inflexible en sus decisiones. Mi negativa seria como22

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matarlo. Sin embargo, odio a Jos tanto como amaba a su hermano. Le odio, porque es un cobarde asesino. Rocambole se estremeci al ver brillar en los ojos de la joven una mirada ardiente, destructora. -Le odio tanto -prosigui ella-, que creo que morir el da en que me convierta en su esposa. -Quiere que le mate en duelo? -pregunt por cortesa Rocambole, mas con un acento de resolucin que conmovi a la mujer. -No -replic ella, sonriendo con tristeza-. Al menos de momento no resolvera nada. Djeme que le explique -se levant y abri el cajn de un mueble, para coger un rollo de papeles bastante voluminoso-. Voy a entregarle este manuscrito de mi puo y letra. Es la obra de mis noches de insomnio y de las veladas que hurt a las exigencias de la sociedad. Cuando lo haya ledo, vuelva a verme y entonces le dir lo que deseo. -Seorita -dijo Rocambole, cogiendo el manuscrito-. Me encerrar en casa para leer estas pginas. Maana a estas horas me tendr a sus rdenes. -A esta hora le espero maana, aqu mismo. En la puerta encontrar a mi lacayo. Cuando Rocambole iniciaba la retirada, Concepcin le cogi del brazo y le dijo, con una confianza algo apasionada: -Es extrao que una joven, en mi situacin, se comporte as, no es cierto? Apenas hace dos meses que le conozco, y en vez de echarme en brazos de mi padre acudo a un desconocido -Rocambole estuvo a punto de responderle, pero se hallaba pendiente de sus palabras y de su mirada y esper a que ella aadiese-: Confo en que cuando haya ledo mi historia comprender por qu una pobre mujer, colocada entre verdugos y vctimas, ha buscado un hombre leal. Rocambole comprendi en seguida que haba llegado el momento de dar un paso tmido y a la vez seguro, para terminar de ganarse el corazn de la joven y hermosa sevillana. -Seorita -dijo, con una tierna emocin que conmovi a Concepcin-. No s cules pueden ser esos verdugos ni quines las vctimas que la rodean, pero le agradezco que se haya acordado de m. Sera dichoso pudiendo arriesgar la vida por usted. La joven se arrebol. Una extraa sensacin la sobrecoga y cuando l tom sus manos y se las estrech fuertemente en tanto la miraba directamente a los ojos, percibi que todo en su interior se encenda hasta el punto de turbarla y estremecerla, pese a sus esfuerzos para no demostrarlo. -Crame -murmur Rocambole-. En el prosaico siglo en que vivimos, entre gente metida en negocios y mezquinos clculos, es raro y hasta difcil que un hombre galante encuentre ocasin de consagrarse a la mujer cuya mirada hace estremecer su corazn. La seorita de Sallandrera se puso ms encarnada todava, pero no hizo movimiento alguno para eludir la proximidad del hombre, que la tenia cogida. Slo murmur: -No s si me ama, pero le creo, y por eso me he dirigido a usted. Mentira si le dijera que le quiero. En el fondo de mi corazn an guardo el recuerdo de ese desdichado Pedro. Mas si me salva, si logra arrancarme de las manos de don Jos y hacerme digna de escoger un protector, le prometo que ser una esposa honrada. Adis -aadi, con un gesto casi suplicante, mientras le miraba-. Vyase. Hasta maana. Rocambole obedeci y en el pasillo volvi a encontrar al lacayo negro, el cual le condujo hasta la puerta que daba al bulevar de los Invlidos. Sonri, pensando en la joven. No saba lo que pretenda, pero s estaba seguro de que le amaba y de que23

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intentaba engaarse creyendo amar todava a don Pedro. Cuando lleg al palacio de la calle Verneuil, Rocambole subi al cuarto de sir Williams, el cual estaba a punto de acostarse, con la ayuda del sirviente, a quien despidi Rocambole para quedarse a solas con el que llamaba to y leerle el contenido de los papeles que le entregara la joven aristcrata espaola. En la portada, Concepcin haba escrito: Notas para la historia secreta de la noble familia de Sallandrera, y destinadas al marqus de Chamery, en quien tengo absoluta confianza. -Vaya, vaya! -exclam Rocambole-. Parece que inspiro confianza. Diablos! Viendo que la falsa risa de los buenos tiempos de sir Williams reapareca en los deformes labios de quien le escuchaba, el marqus Alberto Federico Honorato de Chamery se dispuso a leer el manuscrito. Empezaba ste refiriendo la historia del castillo de Sallandrera, situado en Navarra, en la vertiente de una sierra rida y dominando un valle triste y desierto. Su construccin se remontaba a la poca de la Reconquista, cuando un Sallandrera, compaero de Pelayo, lo levant all, como a un soldado cubierto de armadura, para que permaneciese solo en medio de un campo de batalla sembrado de cadveres. Sus muros estaban cargados de historia: Fernando e Isabel haban pasado all una noche. Tambin Carlos V lo tom como descanso y Felipe II lo asalt e hizo decapitar a un Sallandrera rebelde. El ltimo sitio lo sufri en 1809, cuando Espaa derrotaba a los ejrcitos de Napolen, y en tales das, precisamente, naca el secreto en que iban a estar prendidos los Sallandreras y los Alvar. El capitn don Pedro de Alvar mandaba la fortaleza, bloqueada desde hacia seis semanas por los ejrcitos imperiales. El general francs haba ofrecido perdonar la vida a la guarnicin, si sta consenta en rendirse. Incluso se habl de nombrar coronel del ejrcito del rey don Jos, ms conocido por Pepe Botella, a don Pedro de Alvar como pago a la rendicin del castillo. Pero a don Pedro se le encontr muerto al pie de las murallas, al da siguiente de la visita de parlamentario francs. El castillo resisti ocho das ms, y un armisticio le salv de los horrores del hambre y de la vergenza de la capitulacin. La misteriosa muerte del capitn don Pedro de Alvar fue un secreto impenetrable, slo conocido por el duque de Sallandrera, padre de Concepcin. La duquesa de Sallandrera, abuela de Concepcin, viuda a los veintisiete aos, se enamor del capitn don Pedro de Alvar y se cas con l, pese a la oposicin de toda su familia. Llevaba casada cinco aos, cuando los franceses entraron en Espaa para proclamar rey a Jos Bonaparte. La duquesa oblig a su marido a encerrarse con sus soldados en el castillo para defenderlo, y aadi: -Mi hijo, que pronto cumplir trece aos, pelear a tu lado por su patria y por su rey. La noche en que el parlamentario francs se entrevist con el capitn de la fortaleza, el joven duque asisti al encuentro, debidamente escondido, y as supo cmo su padrastro intentaba rendir la fortaleza para medrar en los ejrcitos de Napolen. Esper a que estuviera solo y entonces, amenazndole con una pistola, lo abord y le hizo salir del castillo. Lo condujo hasta un pequeo puente levadizo que exista entre la plataforma del norte y la plataforma del sur. Aquel puente, durante la Edad Media, haba tenido otro doble uso: el de hacer desaparecer a los prisioneros de guerra. Don Pedro de Alvar se encontr de pie en medio del tabln, cuando el pequeo duque de Sallandrera an no lo haba pisado. Este le dio la orden de detenerse y quit la clavija del extremo que permita bascular el tabln. El capitn slo tuvo tiempo de gritar, mientras se precipitaba en el abismo. Dos das despus, los franceses encontraron el cadver, destrozado entre las rocas, y comprendieron que era24

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preciso renunciar a la esperanza de rendicin. La duquesa viuda ignor siempre la traicin de don Pedro y cmo muri. El nio guard el secreto y la muerte del capitn se atribuy a un accidente. Pero don Pedro dejaba un hijo, hermanastro del duque de Sallandrera y cinco aos menor que l. Los dos hermanos crecieron juntos y se queran entraablemente: el mayor, olvidando que su hermano era hijo de un traidor y el ltimo, ignorando que quien tanto quera haba matado a su padre. El duque de Sallandrera y don Ramn de Alvar, su hermano, eran a los veinte aos oficiales del cuerpo de guardia de S. M. Carlos IV. Ambos se enamoraron de una joven de la nobleza castellana. El duque fue generoso y sacrific su amor, dot esplndidamente a don Ramn y ste se cas con doa Luisa. Al ao siguiente, sta dio a luz dos hijos gemelos. El mayor se llam Pedro y el segundo, Jos. Pero poco despus de nacer, el capitn Ramn de Alvar y el duque acompaaron a S. M. Catlica desde Madrid a El Escorial, como oficiales de su guardia. Ambos seguan querindose como hermanos gemelos. Una tarde, mientras el duque estaba de servicio con el rey, a quien acompaaba en una cacera, don Ramn permaneca en palacio escribiendo a su esposa. Lleg un soldado y le entreg una carta del padre Basilio, cura de San Jernimo, en la que le rogaba que fuese a ver a un moribundo, el cual deseaba revelarle un secreto importante. El moribundo era un antiguo soldado que estuvo de centinela en el castillo la noche en que el joven duque pas, con el capitn don Pedro de Alvar, hacia la plataforma del norte, y presenci, aterrado, el despeamiento del padre de Ramn. Aquella revelacin enfrent a los dos oficiales. El duque no deseaba aceptar el duelo, pero Ramn, tras insultarlo, termin abofetendole. El de Sallandrera perdi la cabeza. Olvid que aquel hombre era su hermano y desenvain la espada para enfrentarse a Ramn. La lucha apenas dur dos minutos. La espada del duque atraves el corazn de Ramn, el cual cay sin exhalar un suspiro. Aquella muerte instantnea dej alelado toda la noche al duque, pero a la maana siguiente se present al monarca y le confes cuanto haba sucedido. El rey comprendi a aquella alma caballeresca y la absolvi. Se comunic a la hermosa Luisa, la viuda, que su marido haba muerto en Francia cumpliendo una misin secreta. El duque hizo educar a los hijos de Luisa y de Ramn y los consider como suyos. Aos ms tarde, se cas y al nacer su hija, Concepcin, jur sobre un crucifijo que don Pedro, el mayor de los gemelos, sera esposo de la muchacha. Al cumplir doce aos, Concepcin fue prometida solemnemente. Pero el duque an lleg a ms. Por si Pedro llegaba a morir, prometi que Jos sera el esposo de la joven, para no dejar que se extinguiese su apellido y que disfrutasen de todos sus bienes. Este ltimo juramento constituira la desgracia de la joven Concepcin y el motivo que impuls a don Jos por el camino del crimen. Don Pedro y don Jos tenan veintisiete aos, siete ms que Concepcin. Los tres se haban criado en un cortijo llamado La Granadera, situado a tres leguas de Granada. Don Pedro era noble y serio, de carcter franco y dulce. Por el contrario, don Jos era duro, tirnico, sin corazn y dominado por la ambicin. Concepcin quera a Pedro, mas Jos aseguraba amar a la muchacha y un da se lo dijo a sta. Lo que ms amargaba a Jos no era que su hermano heredase todos los bienes de los Sallandrera, sino que tambin se casase con la muchacha, y esto slo le haca ir tras de Concepcin. Sin embargo, Jos era un juerguista empedernido, un seorito andaluz, en el amplio y gastado uso de la palabra. Un ao en que el duque de Sallandrera haba aceptado una misin diplomtica y abandonara La Granadera, Jos adquiri en seguida reputacin de libertino. Sus25

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amores con una gitana bohemia, que aseguraba ser descendiente de moros granadinos, promovieron tal escndalo que intervino la duquesa de Sallandrera y orden al joven que se fuera a Madrid si quera seguir con su clase de vida. Jos se ech a sus pies y le jur que no volvera a ver a la gitana. Esta se llamaba Ftima, era joven y muy hermosa. Haba brillado en Madrid, Granada, Sevilla y Cdiz, lugares en que la juventud rica y noble se disputaba sus favores. Gastaba un lujoso tren de vida y habitaba un palacio con su familia en Granada: su madre y tres hermanos, mozos jvenes y vigorosos, sin profesin conocida y a quienes el rumor pblico acusaba de ser bandoleros en la Sierra. Jos y Ftima se vean todas las noches en La Granadera, pese a la promesa del primero hecha a la duquesa. En cierta ocasin a la seorita de Sallandrera, que no poda dormir, le dio por salir a tomar el fresco al jardn y descubri a la pareja. Tambin escuch la conversacin que ambos sostenan y que haca referencia a una enfermedad contagiosa y mortal que hasta entonces nadie saba cmo se curaba. Los hermanos de la gitana haban trado de frica a un negrito que se hallaba atacado por ella y mediante una mascarilla pensaban contagirsela a alguien. Un ao ms tarde, Pedro sali de cacera y fue atacado por unos bandidos en el monte, cuando supieron de quin se trataba. Le produjeron heridas superficiales en casi todo el cuerpo y en la cara, donde le aplicaron una especie de mascarilla El incidente fue olvidado y no se le concedi importancia, pero meses ms tarde, Pedro apareci aquejado de una extraa dolencia que fue tomando cuerpo, pese a las atenciones de los mdicos, los cuales al foral, declararon que estaba leproso. La revelacin de aquel hecho record a Concepcin lo hablado cierta noche de verano en el patio de La Granadera, entre Jos y Ftima. Se desmay, estuvo varios das febril y en sus delirios Jos pudo enterarse de que su prima sabia algo. Cuando la joven se encontr bien, ambos se enfrentaron y como la muchacha intentase denunciar a su primo, ste la amenaz revelndole el secreto que conoca: el asesinato de su padre y de su abuelo a manos del duque de Sallandrera. Cuando Pedro se fue a Cdiz para aislarse de todo contacto, rog al duque que le prometiera que su hermano Jos, a quien quera entraablemente, heredara su puesto y se casara con Concepcin. El duque lo prometi y cuando comunic a su hija tal promesa, sta se neg a aceptarlo y dijo a su padre que odiaba a Jos. Entonces el padre, de rodillas y con lgrimas en los ojos, le confes el doble crimen que haba envenenado su existencia y le suplic que le permitiera reparar de aquella manera su culpa. Concepcin se resign y accedi a ser la esposa de Jos, cuando Pedro hubiese muerto. Aquel invierno, el duque de Sallandrera tuvo que trasladarse a Pars y con l fueron su hija y su esposa. En primavera compraron el palacio de la calle Babylone. Jos permaneca en Espaa, y Concepcin no quera regresar a ella. Al cabo de dos aos, los duques seguan en Pars, y Jos, seguro de que a su hermano no le quedaba mucho tiempo de vida, decidi velar por su prometida y desde haca un ao Concepcin se vea obligada a soportar todos los das la presencia de aquel monstruo. Se acercaba la hora de ser su esposa y por eso habla redactado aquel manuscrito. Deseaba encontrar una mano protectora que la librase de un hombre al que odiaba. Cuando Rocambole termin de leer el manuscrito de la seorita Concepcin de Sallandrera, se volvi a sir Williams y dijo: -Qu tal, to? Qu piensas de todo esto? El ciego hizo seas de que quera escribir y su discpulo le dio la pizarra, donde sir26

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Williams dio la siguiente respuesta: Cuando se poseen semejantes secretos, es preciso convertirse en marido de la seorita de Sallandrera. Obedcela ciegamente, slvala de don Jos y convirtete en su libertador. -Tambin se es mi parecer -respondi Rocambole-. Pero, cmo voy a conseguirlo? El ciego se encogi de hombros y luego se dio una palmada en la frente. Rocambole sonri. Tena fe en sir Williams y a l ya se le ocurrira alguna cosa. -Buenas noches, viejo mo -salud, despidindose-. Duerme bien, si puedes, y hasta maana. Antes de acostarse, Rocambole se fum un excelente cigarro puro y se bebi una copa de vino de Mlaga. Despus, mientras dorma, so conque se haba casado con la seorita Concepcin de Sallandrera y era un grande de Espaa. A la maana siguiente se levant con el mejor humor del mundo. Sus labios tenan una sonrisa feliz. Pensaba en su hermoso sueo, el cual, s el diablo le ayudaba, l hara realidad. Volvi a ojear el manuscrito para estudiar bien el carcter de su rival y al final reconoci que era hombre de talento, pero con demasiada ferocidad. Visit a su supuesta hermana Blanca de Chamery, la cual se encontraba sola en su dormitorio, en traje de maana. La salud con un fraternal beso en la frente y luego le pregunt: -Dnde est Fabin? -Volver pronto. Sali temprano a dar una vuelta a caballo. -Me das de desayunar, Blanca? -Claro que s. -Entonces me quedo -dijo Rocambole, sentndose cerca de la joven y conservando entre las suyas una de sus manos-. Sabes, Blanca? Tengo veintiocho aos. -Claro que lo s -replic ella, sonriente-. Y he aqu que te encuentras viejo. -Deberas buscarme esposa. -Cmo! -exclam Blanca, ponindose encarnada y observando melanclicamente a quien crea su hermano-. Tan pronto? -Si, me aburro. -Con nosotros? Qu ingrato! -Egosta? -murmur l, cogiendo las manos de la joven-. Pero si estoy siempre contigo, hermanita. Blanca se ruboriz nuevamente y guard silencio. -Mira -aadi l-. Hay das en que estoy tentado de tener celos de Fabin. La muchacha no respondi, porque en aquel instante entraba su marido, que acudi a estrechar la mano de Rocambole. Poco despus ambos se encontraban a la mesa y Fabin comentaba con buen humor: -Vaya, vaya! Sabes, querido Alberto, que he averiguado cosas muy buenas sobre ti? Caramba, ests enamorado! -Yo? Me gustara saber de quin -replic Rocambole, con expresin inocente. -Creo que en la calle Babylone habita cierto espaol, el duque de Sallandrera, que tiene una hija... -La seorita Concepcin? -murmur Rocambole, ruborizndose un poco y dando muestras de confusin. -Confiesa que ests enamorado de ella -repuso Fabin-. Se te encuentra all todos los das. Adems, no veo mal alguno en ello. El duque es noble y rico, su hija es bonita...27

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Blanca mir de soslayo a su hermano y murmur: -Por eso me decas hace un momento que te buscase novia? -Mas -prosigui Fabin- todos los das va al palacio un joven espaol, pariente del duque de Sallandrera, un tal don Jos... -S, su novio -afirm Rocambole. -Es posible? -exclam Blanca. -Ya veis cmo os equivocis. Estara loco si pretendiese a una mujer medio casada. -Bah! -exclam Fabin-. Los matrimonios se deshacen. Quin sabe! El vizconde de Asmolles no insisti, pero Rocambole comprendi que en l tena un valioso aliado para llegar hasta la seorita de Sallandrera. Despus del almuerzo, Rocambole fue al club a pasar la tarde. All cen y a las nueve de la noche se dirigi a la calle Suresnes, para cambiarse de indumentaria e ir, poco antes de las diez, a espiar la visita misteriosa de don Jos. Este apareci embozado y disfrazado como la vspera, emprendi el camino de la plaza de Laborde y desapareci en la casa nmero siete de la calle Rocher. Como la noche anterior, Rocambole esper hasta las once, hora en que el espaol abandon con paso rpido aquella casa y regres a su domicilio. No cerr la puerta con mucha rapidez, por lo que Rocambole descubri que tena preparado el tlburi para salir de nuevo. El falso marqus pens que mientras Jos se despojaba del disfraz, l tendra tiempo de agenciarse un vehculo en la parada ms cercana. Lo hizo as, y cuando regresaba a la calle Ponthieu, sala el coche de don Jos. -Si no le pierdes de vista, te dar cinco francos de propina -indic al cochero de su vieja berlina