Tercera Jornada Ejercicios Espirituales- P. Juan Carlos Di Camillo, C.R.

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EJERCICIOS ESPIRITUALES P. Juan Carlos Di

Camillo, C.R.

EJERCICIOS ESPIRITUALES: “Nacer de lo Alto para renacer”CLÉRIGOS REGULARES -TEATINOS- CONSEJO GENERAL PLENOSANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL CASTAÑAR, AGOSTO DE 2012P. Juan Carlos Di Camillo, C.R.

Tercera jornada Creer, amar, permanecer…

“La fe nos hace fecundos porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger

la invitación del Señor a aceptar su Palabra, para ser sus discípulos…”

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PRIMER ENCUENTRO1.- Creer… 21.1.- Cuestiones para orar y compartir 7

SEGUNDO ENCUENTRO2.- Amar y permanecer… 102.1.- Cuestiones para orar y compartir 142.2.- A modo de conclusión 15

III JORNADA Página 1 de 22

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Tercera jornada 1.-Creer…

“Cristo es creído y concebido mediante la fe. Primero se realiza la venida de la fe al corazón de la Virgen y, a continuación,

viene la fecundidad en el seno de la madre…” (Agustín de Hipona, Sermo 293: PL38, 1.327)

omenzamos estos ejercicios espirituales de la mano de Nicodemo, el hombre justo y servidor de la Ley que se aproxima a Jesús, quizás, como nos hemos ido aproximando nosotros, desde la noche de nuestras dudas y temores más

profundos. Hemos contemplado que, aun en medio de sus limitaciones, Nicodemo es un hombre de fe. No obstante, su fe aun está arraigada en la legalidad, en la fidelidad a la Ley. Culturalmente condicionado por la tradición a la que pertenece, le resulta imposible creer en un Dios entrañable y misericordioso, hecho Vida en la persona de Cristo… De ahí que Jesús plantee la novedad de “nacer de nuevo”

C

Quizás muchos de nosotros, que ya hemos pasado la frontera de la adultez, también nos hemos visto reflejado en la vejez física y espiritual de Nicodemo y también haya resonado con fuerza esa invitación a un nuevo nacimiento…

En el polo opuesto, nos sale al encuentro la fe luminosa y a toda prueba, la fe pura y recia de la joven virgen de Nazaret. Ella no va en la noche, como Nicodemo, porque es portadora de la Luz; ella resplandece como la plena de gracia y bendición. Es quien acepta y pronuncia su “fiat” ante un proyecto humana y racionalmente imposible… Es quien dice SÍ a fondo perdido, sin seguridades, con la confianza infinita en el Señor que sabe hacer grandes obras en su pequeñez.


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En todo su itinerario de fe, María es modelo para los creyentes, pero sin duda, es en la cruz del Señor donde esta fe llega a su culmen.

Me gustaría compartir unas palabras de SS. Juan Pablo II, en una de sus catequesis pronunciadas ante los peregrinos, allá por el año 1998.

5. En el drama del Calvario, la fe de María permanece intacta. Para la fe de los discípulos, ese drama fue desconcertante. Sólo gracias a la eficacia de la oración de Cristo, Pedro y los demás, aunque probados, pudieron reanudar el camino de la fe, para convertirse en testigos de la resurrección.

Al decir que María estaba de pie junto a la cruz, el evangelista san Juan (cf. Jn 19, 25) nos da a entender que María se mantuvo llena de valentía en ese momento dramático. Ciertamente, fue la fase más dura de su «peregrinación de fe» (cf. Lumen gentium, 58).

Pero ella pudo estar de pie porque su fe se conservó firme. En la prueba, María siguió creyendo que Jesús era el Hijo de Dios y que, con su sacrificio, transformaría el destino de la humanidad.

La resurrección fue la confirmación definitiva de la fe de María. Más que en cualquier otro, la fe en Cristo resucitado transformó su corazón en el más auténtico y completo rostro de la fe, que es el rostro de la alegría.

Qué significativo para nosotros, en este momento concreto de nuestro personal peregrinar en la fe, volver la mirada y el corazón hacia María, la mujer creyente por excelencia. En este año de la Fe que pronto nos dispondremos a celebrar con toda la Iglesia, si hay una figura que nos precede y alienta nuestra fe en el Señor, sin duda, es la de María, la Madre de Jesús y Madre nuestra. En esta primera reflexión de la jornada, vamos a detenernos en algunos aspectos de su condición de creyente que nos servirán de orientación y guía en nuestro seguimiento de Cristo…


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• Rasgos de la experiencia creyente de María 1que pueden resonar en nuestra personal experiencia de la promesa (y sorpresa) del Dios de la Vida:

• Experiencia de anawim

• Experiencia de frontera

• Experiencia de la sabiduría

• Experiencia de la justicia

Experiencia de anawim

• La espiritualidad de María nace y se alimenta en el seno de la experiencia acumulada de los anawim, del pequeño resto de Israel que había conservado y transmitido la memoria histórica de la promesa, de la alianza y la liberación en contextos de opresión, empobrecimiento y esclavitud.

• La experiencia de María como creyente y empobrecida desencadena en ella un proceso espiritual que posteriormente la llevará a elegir, con lucidez y autonomía, el realizarse como mujer al servicio de Dios y de su proyecto de vida y liberación.

Experiencia de frontera

• Con sutil delicadeza, Lucas pudo percibir la experiencia de frontera que vivió María: en contraste con la espiritualidad antigua de Zacarías que había madurado desde el templo (1,18ss), nos habla de la casa como espacio nuevo y privilegiado en el que María descubre, alimenta y comparte su personal espiritualidad (1,40; Cf. 1,28; Hch 1,13).

1 ZUBIRIA, GEORGINA: María, fuente de espiritualidad. En web: http://www.slideshare.net/ursulablog/maria-fuente-de-espiritualidad-georgina-z


http://www.slideshare.net/ursulablog/maria-fuente-de-espiritualidad-georgina-z

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• María anuncia una espiritualidad nueva, capaz de llenar la vida de sentido y de dinamizar todas las potencialidades humanas, no es una espiritualidad cimentada en los ritos y en el culto sino en el diálogo personal con Dios, en su proyecto y en las relaciones nuevas que genera con el pueblo, con Dios, con la persona …

• Estar en frontera significa permanecer expuesto, a la intemperie, en una situación de indefensión y riesgo y de espera vigilante …

Experiencia de sabiduría

• Un referente primordial que descubrimos en la espiritualidad de María es su experiencia sapiencial comprendida como vida interior habitada, como soledad acompañada, como tiempo y espacio de encuentro con Dios en profunda y auténtica verdad.

• La experiencia de María circulaba continuamente, como en espiral. Llevaba al corazón todas las cosas para procesarlas sapiencialmente y, después, exteriorizarlas proféticamente.

• Es interesante pensar que el mejor preludio al Magníficat, sin duda, debió haber sido esta experiencia de in-habitación, de permanente diálogo, de adoración y agradecimiento continuo.

• Ésa es la SABIDURÍA DEL CORAZÓN: Sabio es quien saborea las maravillas de Dios en su vida, las agradece y las comparte.


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Experiencia de justicia

• Al proclamar que Dios desea el engrandecimiento de los humildes, la saciedad de los hambrientos y la cercanía divina con quienes viven en fidelidad, María afirma la equidad que ama Dios y anticipa la necesaria justicia en la comunidad de iguales.

• Para que una comunidad sea posible, los ricos, en lugar de recibir, deben compartir; los poderosos, en lugar de enaltecerse, tienen que abajarse; los soberbios, en lugar de endurecer más su corazón, deben reconocer su necesidad de Dios, misericordia entrañable.


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1.2.- Cuestiones para orar y compartir…

Dejémonos interpelar por la experiencia creyente de María anawim

¿Mi experiencia creyente me lleva a ser en verdad un “empobrecido por el Reino”, un vaciado de mis propias seguridades y esquemas? ¿O soy un escéptico con el corazón tan lleno de sí mismo que no hay cabida para acoger la sorpresa de Dios manifestada en los que me rodean?¿Mi fe me hace sentir verdaderamente “pueblo“ en camino con mis hermanos, con mi comunidad, con todas las formas de pobreza o pretendo vivir una vida de comunión Light, descafeinada, sin demasiadas complicaciones… ? ¿Sirvo o me sirven?

Dejarnos interpelar por la experiencia creyente de María, mujer de frontera

¿En mi aquí y ahora, esa experiencia de frontera es germen de un modo nuevo de relacionarme con Dios, con los hermanos y con la realidad o sólo es una pose vacía?

¿Vivo haciendo de mi templo (mi persona, mi vida entregada, mi consagración) una casa en la que todos pueden habitar o sigo anclado en ritos de deshumanización que me aíslan y me apartan de la novedad del Evangelio?

Dejarnos interpelar por la experiencia creyente de María, mujer SABIA

¿Es “sabia” mi vida de comunidad? ¿Saboreo, disfruto, comparto y celebro la presencia de los demás en mi vida? ¿O es la amargura de la queja, la ironía y la indiferencia, el sabor que predomina en mis relaciones “fraternas“ ?


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¿Se manifiesta mi condición de creyente en el modo en que creo y aliento las posibilidades y potencialidades de santidad presentes en mis hermanos?¿O soy incapaz de tener una mirada inteligente (intus-legere: leer en lo profundo) que identifique el proyecto de Dios sobre la persona de los que conviven conmigo en comunidad?

Dejarnos interpelar por la experiencia creyente de María, mujer JUSTA

¿Es la justicia de Dios, es decir, la de Reino, la que aplico en mis relaciones intra y extracomunitarias?

¿O reservo exclusivamente la dinámica de la misericordia en un plano puramente vertical, el de mi relación con Dios?

¿La justicia que practico es fruto del agradecimiento o del resentimiento? En mis relaciones con los hermanos de comunidad… ¿Soy justo o justiciero?

Dejarnos interpelar por la experiencia creyente de María, de pie ante la Cruz

En ocasiones, algunos conflictos institucionales o algunas situaciones de verdadera CRUZ parecen tener la última palabra en nuestras vidas, tanto a nivel personal o comunitario.¿No será el momento de recordar que nuestro carisma original nos ancla a la cruz de Cristo no para recrearnos en el sufrimiento sino para abrazarla desde una mirada creyente como la de María, capaz de esperar contra toda esperanza y de confiar en que la muerte (en todas sus facetas) no tiene ni tendrá la última palabra, sino que ésta pertenece siempre al DIOS DE LA VIDA en quien creemos, confiamos y esperamos? ¿No es ese acaso el signo más claro de abandono en la Providencia que necesitamos recuperar en nuestras comunidades teatinas?


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Para pensar:


“También a nosotros, como a María, se nos confía una misión: contribuir a poner luz en medio de la noche. No estamos llamados a juzgar al mundo sino a sembrar esperanza. Nuestra tarea no es apagar la mecha que se extingue sino encender la fe que, en no pocos, está queriendo brotar: Dios es una pregunta que humaniza.

Desde nuestras comunidades, cada vez más pequeñas y humildes, podemos ser levadura de un mundo más sano y fraterno. Estamos en buenas manos. Dios no está en crisis. Somos nosotros los que no nos atrevemos a seguir a Jesús con alegría y confianza…”

José Antonio Pagola

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Tercera jornada 2.-Amar, permanecer…

“Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada”

(Jn 15,1-8)

En la charla anterior abordamos el tema de la fe, ahora les propongo que nos detengamos en el segundo aspecto: “AMAR Y PERMANECER “. En un primer momento lo haremos iluminados por el evangelio de San Juan, capitulo 15. Posteriormente, a modo de síntesis de estos días de oración, trabajaremos con el libro de Ezequiel y algunos fragmentos del documento Duc in Altum II/13 “Demos gracias al Señor nuestro Dios”, del Prepósito General, R.P. Valentín Arteaga, C.R.

En primer término, leamos el texto evangélico:

1 «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. 2 Toda rama que no da fruto en mí, la corta. Y toda rama que da fruto, la limpia para que dé más fruto. 3 Ustedes ya están limpios gracias a la palabra que les he anunciado, 4 pero permanezcan en mí como yo en ustedes. Una rama no puede producir fruto por sí misma si no permanece unida a la vid; tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí.

5 Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, pero sin mí, no pueden hacer nada. 6 El que no permanece en mí lo tiran y se seca; como a las ramas, que las amontonan, se echan al fuego y se queman. 7 Mientras ustedes permanezcan en mí y mis palabras permanezcan en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán. Mi Padre es glorificado cuando ustedes producen abundantes frutos: entonces pasan a ser discípulos míos.


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9 Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor. 10 Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11 Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa.

12 Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. 13 No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, 14 y son ustedes mis amigos, si cumplen lo que les mando. 15 Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre. 16 Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre.

17 Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando.

(Jn 15,1-17)

La fe nos lleva a tener la certeza de que Jesús es la verdadera vid y que nosotros somos los sarmientos. Esta certeza no es algo romántico sino que nos dispone a vivir una realidad que supera todo romanticismo y todo voluntarismo; diría más, está por encima de toda confusión con un moralismo que vacía el Evangelio de su aspecto esencial: PERMANECER EN UNIDAD CON EL DIOS DE LA VIDA.

Por esto es necesario tener una mirada lúcida y fuerte, en la roca del amén de Dios en el cual nos apoyamos; esta mirada implica verdad-humildad y caridad. Esa dupla “verdad-humildad”, inseparable en la espiritualidad de los santos contemporáneos a nuestro fundador, ha de marcar nuestro estilo de relación con Dios y con los hermanos.

Nuestra fe nos dice que el Señor está con nosotros. También en nuestros pecados, Dios siempre es fiel. Por esto es importantísimo alimentar y profundizar nuestra vida de fe para crecer en el amor y desde el amor permanecer en Él. Tengamos en cuenta que el Señor Jesús siempre nos invita a ir detrás de Él, Jesús nos busca, nos llama, nos sufre…


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La fe nos llama a tener otra mirada de la vida y a vivirla como diálogo personal con el Señor. Ese diálogo será a veces una conversación íntima y amistosa y otras veces una acalorada discusión con reproches incluidos. Lo peor que nos puede pasar es que ese diálogo se interrumpa. Que ya no tenga nada para decirle al Señor, ni me importe. No hablo del silencio lleno, o del silencio con que por épocas Dios nos purifica, sino del vacío e indiferencia frente al Otro de nuestra vida. El gran TÚ. El único que no puede faltar.

Porque Dios nos busca y nosotros queremos que nos encuentre, nos ponemos en oración. No para anestesiar los problemas, ni éste problema que tenemos ahora, sino para ir a fondo. “Dios es como la fuente de la cual cada uno bebe según lleve el vaso” dice Juan de la cruz (2ª Subida 21, 2). Queremos ir a la fuente con un recipiente grande y darle de beber a nuestros hermanos, no de nuestra agua, sino de la que sacia para siempre. Esa es la única manera de no secarnos y de no dar a beber agua turbia.

Estemos dispuestos a dar frutos y también a que el Señor nos haga la poda que cada uno necesite. Porque quizá no estemos dando frutos, tal vez porque estamos necesitando de una buena poda.

Me pregunto -y les dejo la pregunta para que la meditemos, como decía antes, con verdad- humildad y caridad-, qué es lo que realmente está seco en nosotros, qué se ha secado en nuestras estructuras, en nuestras vidas, en nuestras Provincias, en nuestra Orden.

Al volver la mirada sobre nuestro personal modo de “amar y permanecer”, quizás aparezca con mayor nitidez el recuerdo de nuestra opción por el sacerdocio, vivido “al modo teatino”, es decir, vivido desde ese lenguaje común que es nuestra teatinidad: una profunda confianza en la Providencia y una espiritualidad que compromete la vida entera en una constante reforma del corazón con un único objetivo, con una única urgencia y prioridad que es la búsqueda del Reino y su Justicia.

Al promediar estos días de ejercicios espirituales resulta enriquecedor no perder de vista el “AÑO VOCACIONAL TEATINO” como un reclamo personal a la conversión. Conversión no en el sentido moralista sino en el sentido ORIGINAL. Volver la mirada a los orígenes de la Orden, al “mirad como se aman” que definió a las primeras comunidades cristianas y que debería definir a cada una de nuestras Comunidades Teatinas… Volver la mirada a los orígenes de la elección del Señor, en el momento íntimo y personal que para


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cada uno de nosotros significó esa llamada y seguimiento inicial. La pregunta es evidente: ¿Qué frutos ha dado en mí la llamada del Señor? ¿He permanecido en el amor, con fidelidad de amigo o simplemente me he limitado a dejar pasar los años resignándome a que no haya nada nuevo que esperar ni en mí ni en mis hermanos?

Tal vez en este orden sería interesante descubrir que las vocaciones con las que en este cambio de época, son bendecidas nuestras comunidades, serían el indicador más claro de la “calidad” evangélica de nuestro servicio y fraternidad compartidos con cuantos nos rodean. Hoy que está tan de moda puntuar a las empresas por la “calidad”, no estaría demás analizar cuáles son los frutos que ofrecemos desde nuestro “amar y permanecer” en el Señor. Al hacerlo, quizás, deberíamos revisar si no será que estamos amando y permaneciendo anclados en otras realidades distintas del Reino y su Justicia… y que tal vez sea por eso que nuestro estilo de vida no cuestione ni “con-voque”, ni “pro-voque” a muy pocos jóvenes a un encuentro en profundidad con Jesucristo.

Volviendo al Evangelio de Juan, notemos que en el versículo 4 que Jesús nos dice “permanezcan en mi como yo en ustedes” si lo leemos correctamente nos daremos cuenta que la medida de permanencia o mejor el modo de permanecer con el Señor es como Él permanece con nosotros y acá estaría la clave de poder dar fruto, porque esta permanencia se fundamenta en el amor. Es decir, en la medida en que podemos vivir el amor de Dios en nosotros podremos dar fruto. Por la fe llegamos a la plenitud de la Vida: el mandamiento del amor.

De esto se desprende que la fecundidad de nuestras comunidades no vendrá dada por la preparación académica de quiénes la componen, ni por los recursos de cualquier tipo ni por el número de personas que la compongan… Los frutos reales de nuestra vida teatina estarán avalados por unas “comunidades samaritanas” capaces de amar y “pro-vocar” (en el sentido más vocacional del término); capaces de generar en quienes vivan de cerca su estilo de relación y su forma de servir a los demás, la certeza de que es posible CREER en el Dios de la VIDA.


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2.2.- Cuestiones para orar y compartir…

Les propongo plantearnos las siguientes cuestiones a la luz de estos dos verbos en los que se juega la veracidad de nuestra fe: amar y permanecer. Algunas de estas preguntas han ido sonando como música de fondo en todas las ponencias y nos han hecho discernir ante el Señor el estado real de nuestras opciones más hondas.

¿Qué frutos ha dado en mí la llamada del Señor? ¿He permanecido en el amor, con fidelidad de amigo o simplemente me he limitado a dejar pasar los años resignándome a que no haya nada nuevo que esperar ni en mí ni en mis hermanos? ¿Qué es lo que realmente está seco en mi historia personal?

¿Qué se ha secado en nuestras estructuras, en nuestras vidas, en nuestras Provincias, en nuestra Orden?¿ Soy capaz de detectar esas “ estructuras caducas que no favorecen la transmisión de la fe” o, al contrario, me atrinchero detrás de ellas para que nada cambie en mí o mi comunidad?

¿Cuáles son los frutos que ofrecemos comunitariamente desde nuestro “amar y permanecer” en el Señor? ¿Verdaderamente quienes nos ven de cerca pueden creer en el DIOS DE LA VIDA o nuestro testimonio es el del sarmiento seco y sin vida que no remite a nadie más que a nuestra propia y pequeña realidad humana?

¿Qué es lo que realmente nos hace fieles, fecundos y felices?

¿Es la pertenencia al Señor y la capacidad de amar desde su amor samaritano y misericordioso o sigo perteneciéndome a mí mismo y a mis propios proyectos o aspiraciones humanas, siempre limitados?

Bajo esa mirada plena de “humildad-verdad” desde la que analizábamos toda nuestra existencia en estos días de retiro y oración, ¿qué está suscitando el Espíritu en este momento concreto de nuestra vida personal y comunitaria?


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2.3.- A modo de conclusión“Demos gracias al Señor nuestro Dios…”

Comenzamos estos días de oración y renovación espiritual de la mano de Nicodemo, el anciano maestro de la ley, fiel, temeroso y cumplidor. También nosotros hemos visto nuestra vida de fe representada en el itinerario que Jesús le propone a Nicodemo en el simbólico marco del encuentro nocturno. También en nosotros resonó con fuerza aquella “llamada dentro de la llamada” i , esa invitación insistente del Señor a “nacer de lo Alto…”

Llegamos hasta aquí, haciendo “memoria”, descubriendo con el correr de los días cuáles eran nuestras “resistencias, resonancia e intuiciones”, afianzándonos en nuestras experiencias “fundantes y fondantes“ tanto a nivel personal como en el ámbito comunitario.

De igual modo, hemos ido contemplando toda nuestra vida a la luz de los diferentes personajes evangélicos que a lo largo de estos encuentros nos han ido tocando el corazón. Quizás nos iremos a nuestras comunidades, aún con la expectación de los que aguardan, como los ciegos, ser iluminados y sanados por el Señor. O quizás, con el sabor agridulce que les debe haber quedado a los Zebedeos cuando el Señor los resitúa y les transmite cuáles son en verdad los pilares básicos del seguimiento: beber el cáliz… abrazar la Cruz… porque seguir es servir al Señor hasta las últimas consecuencias.

Lo verdaderamente deseable sería marcharnos de estos días de comunión fraterna con el profundo agradecimiento de aquel malherido que fue socorrido por el buen samaritano o con la profunda alegría del Magníficat de Nuestra Señora. Ojalá ella sea quien nos haga descubrir las “obras grandes“ que el Señor continúa haciendo en nuestra pequeñez…

Por ello, me gustaría concluir con una profunda ACCIÓN DE GRACIAS por la VIDA que el Señor ha hecho brotar en cada uno nosotros. “GRACIAS A LA VIDA”, dice la letra de la canción. A mí me gusta más decir “GRACIAS AL DIOS DE LA VIDA, que nos hace CREER, AMAR Y PERMANECER EN SU AMOR, para que demos fruto abundante…”


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Para finalizar, les dejo dos textos muy sugerentes en relación a la vida: el “corazón nuevo” del que nos habla Ezequiel en el capítulo 36 y la alusión a “los huesos secos” del capítulo 37.

Veamos los textos:

La renovación espiritual de Israel (Ez 36, 22-28)

36:22 Por eso, di al pueblo de Israel: Así habla el Señor: Yo no obro por consideración a ustedes, casa de Israel, sino por el honor de mi santo Nombre, que ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido. 36:23 Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor —oráculo del Señor— cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes.36:24 Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo.36:25 Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos.36:26 Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne.36:27 Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes.

36:28 Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios.

Visión simbólica de la restauración de Israel ( Ez 37, 1-14)

37:1 La mano del Señor se posó sobre mí, y el Señor me sacó afuera por medio de su espíritu y me puso en el valle, que estaba lleno de huesos. 37:2 Luego me hizo pasar a través de ellos en todas las direcciones, y vi que los huesos tendidos en el valle eran muy numerosos y estaban resecos. 37:3 El Señor me dijo: "Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?" Yo respondí: "Tú lo sabes, Señor". 37:4 Él me dijo: "Profetiza sobre estos huesos, diciéndoles: Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. 37:5 Así habla el Señor a estos huesos: Yo voy a hacer que un espíritu penetre en ustedes, y vivirán.


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37:6 Pondré nervios en ustedes, haré crecer carne sobre ustedes, los recubriré de piel, les infundiré un espíritu, y vivirán. Así sabrán que yo soy el Señor".

37:7 Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras profetizaba, se produjo un estruendo: hubo un temblor, y los huesos se juntaron unos con otros. 37:8 Al mirar, vi que los huesos se cubrían de nervios, que brotaba la carne y se recubrían de piel, pero no había espíritu en ellos. 37:9 Entonces el Señor me dijo: "Convoca proféticamente al espíritu, profetiza, hijo de hombre. Tú dirás al espíritu: Así habla el Señor: Ven, espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que revivan".

37:10 Yo profeticé como él me lo había ordenado, y el espíritu penetró en ellos. Así revivieron y se incorporaron sobre sus pies. Era un ejército inmenso. 37:11 Luego el Señor me dijo: Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos dicen: "Se han secado nuestros huesos y se ha desvanecido nuestra esperanza. ¡Estamos perdidos!"37:12 Por eso, profetiza diciéndoles: Así habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel. 37:13 Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que yo soy el Señor.

37:14 Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré —oráculo del Señor—.

El corazón nuevo, el espíritu nuevo, la pregunta inicial de Nicodemo: “¿puede un hombre viejo volver a nacer?”, la imagen de los huesos secos que por obra del Espíritu del Señor cobran vida y son portadores de vida. Todo nos habla de la acción de Dios en nosotros, en nuestras comunidades y en las estructuras que creamos y habitamos… Todo nos llama a la VIDA en ABUNDANCIA. Todo nos convoca a desechar las estructuras de muerte que ahogan y aniquilan la fraternidad con su individualismo feroz.

Es hora de DAR GRACIAS A DIOS, porque cuando nuestra esperanza parece seca y desvanecida (Cfr. Ez 37,11) el Señor interviene en nuestro favor y el Espíritu nos ofrece una nueva oportunidad, un nuevo nacimiento, una nueva Vida…


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Sería muy interesante concluir esta ACCIÓN DE GRACIAS volviendo los ojos a uno de los documentos más ricos en orden a nuestra espiritualidad que se ha publicado a comienzos de este año. Me refiero al Duc in Altum 13/II con el que nuestro Prepósito General nos exhortaba a la Acción de Gracias en el marco del Año Vocacional Teatino…

A modo de conclusión y reflexión final quisiera dejar estos fragmentos, para que cada uno pueda rumiarlos en lo profundo de nuestro corazón, mientras nos disponemos a reencontrarnos con nuestras comunidades de origen. Dice el refrán español que “de bien nacidos es ser agradecidos”. Vaya pues, nuestro agradecimiento al Señor, “porque es eterna su misericordia” y a nuestro querido P. Valentín, por la hondura de sus palabras y por el desafío que, a través de ellas, el Señor nos plantea en esta etapa de nuestra vida sacerdotal y teatina.

Les propongo, bien una lectura personal, en la intimidad de nuestra acción de gracias con el Señor, o bien una “lectura-rezada” y compartida, en el marco de esta sala. De tal modo que cada uno pueda leer libremente un fragmento y todos, a modo de responsorio, intercalemos un salmo de acción de gracias. Por ejemplo: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia…”

o DEMOS GRACIAS AL SEÑOR NUESTRO DIOS….

o Es en verdad justo y necesario dar gracias unos por otros: por haber profesado los Consejos evangélicos, por el Sacramento del Orden, por la Casa a la que la obediencia nos ha destinado para formar comunidad, por las Provincias a las que pertenecemos y especialmente por la Comunión fraterna, que quiere que el Señor vivamos en esta querida Compañía de Clérigos Regulares Teatinos.

“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia…”

o (Damos gracias a Dios porque…) “La Orden no es una Sociedad, una empresa, o un voluntariado religioso. Lo que nos “hace” Clérigos Regulares Teatinos no es lo que hacemos en la Iglesia y en el mundo: las actividades que vamos llevando adelante, el número de miembros, los Colegios que regentamos, la relevancia o el prestigio eclesiástico… Somos sólo una modesta parcela clerical en la Iglesia del Señor.


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o Nos alienta y congrega únicamente el gozo y la maravilla de que el Señor nos quiera sacerdotes suyos; sacerdotes sencillos y humildes dispuestos a vivir en comunidades para así ser más fieles a la vocación de “homo Dei” (2 Tes 3, 10) según el estilo de vida que, movido por el Espíritu, puso en circulación San Cayetano en el siglo XVI.


o Lo específico teatino, como lo avalan nuestros orígenes y nuestra historia, se concreta en el esfuerzo que cada uno de nosotros lleva adelante para que nuestras Comunidades Sacerdotales sean en verdad comunidades religiosas: comunidades arraigadas en Dios. Somos – ¡queremos ser! – “expertos en Dios”. Nuestra misión es ayudar a entrar en lo santo a nuestros hermanos, hacer crecer y desarrollar en el mundo la zona de Dios. Somos – ¡queremos ser! – quienes han visto al Señor y dan testimonio de este “acontecimiento” (I Jn 3, 14). Lo primero para nosotros es la visión del Señor. Después, la pastoral. “Sin Mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 11), recalcó Jesús en la sobremesa emocionante del Jueves Santo: “Permaneced unidos a mí como yo lo estoy a vosotros” (Jn 15,4). Según el venerable relato de la institución de los Doce, Jesús llamó a los apóstoles para que estuvieran con Él y enviarlos a predicar.


o Este Año Vocacional Teatino quiere ser un Año de Acción de Gracias. No se quede ninguno de nosotros sin bendecir, alabar y dar gracias al Señor por las vocaciones sacerdotales, que Él no cesa de suscitar. Otra cosa es la falta de respuestas leales y generosas que puede deberse, quizás, al débil testimonio de alegría y de santidad que nosotros mismos presentamos.


o La Vocación Sacerdotal es un Misterio grandísimo. (…) No es consecuencia de ningún esfuerzo nuestro. No es el premio a un itinerario de excepción. No se debe a nuestras calidades, ni a ninguna lista de virtudes. Tiene que ver únicamente con Dios que ha querido fijarse – como en María – en nuestra pequeñez (Lc 1, 48).



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o De tanto en tanto hemos de examinar cómo estamos de vocación. Cómo va la intensidad y la sinceridad de la fidelidad a nuestras promesas. De tanto en tanto precisamos no olvidar la acción de gracias – vere dignum et iustum est! – por el grandísimo regalo de la vocación, dar muestras sinceras de alegría por haber sido elegidos, hacer ver a los demás lo agradecidos que estamos a la Santa Iglesia, el gozo de la celebración diaria de la Eucaristía, la ayuda que supone la comunidad fraterna


o En este año es digno y justo que demos gracias al Señor, porque Él, en su Providencia divina, quiere que haya todavía teatinos para bien de su Santa Iglesia y del mundo. No teatinos de nombre, sino sacerdotes en nuestro tiempo como lo fueron en el suyo San Cayetano, el Venerable Scupoli, P. Carafa, San Andrés Avelino. los Beatos Burali, Marinoni, Lorenzo Scrupoli y tantos y tantos más. El presente año es un año muy oportuno para continuar proponiéndonos una renovada fidelidad al carisma que nos define.


o Nuestras Casas están llamadas a ser verdaderas fraternidades sacerdotales, pues somos sacramentalmente hermanos, co-presbiteros, y nuestros trato y relación tienen, por eso mismo, que ser trato y relación de co-presbiteros. Más aún, nuestras comunidades están llamadas a ser fraternidades sacerdotales, en las que puedan mirarse los demás sacerdotes.


o Cada una de nuestras Comunidades es un regalo de la Providencia para cuantos la integran. No somos nosotros quienes decidimos vivir junto a éstos o junto a aquellos hermanos. Nos reúne el amor del Señor por medio del Voto de obediencia, y a ellos es en concreto a quienes hemos de querer. Quererlos de verdad, quererlos mucho.


o Tenemos el deber de cuidar nuestra comunidad, y hacer todo lo indecible para que se esté bien en ella. Nos hemos de esforzar para que nuestras fraternidades sacerdotales teatinas sean comunidades en primer lugar de talla verdaderamente humana, en las que se trabaje con esmero lo relacional, se intercambien verdaderas muestras de humanismo autentico, y se utilicen palabras de ánimo, palabras que no descalifiquen, palabras que levantan la moral.


Q.P.R.D



o Sabemos que ante todo es un carisma de comunión que nos pide un gran amor a la Orden. Es incalculable el bien que de ella hemos recibido y estamos recibiendo. Cuidemos de quererla con todo el corazón teniéndolo abierto a todas las casas y a cada una de las Provincias. Ojalá este Año Vocacional aumente en nosotros los sentimientos de familia y hagamos nuestras las alegrías y las penas de cualquier Teatino en el mundo, y que nada de la Orden nos resulte ajeno.


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asta aquí los fragmentos más significativos del documento. Éste culmina con una alusión a la Familia Seglar Teatina. Tengamos pues, para nuestros hermanos laicos, que encarnan el carisma de Cayetano de Thiene en el día a día de nuestras

obras apostólicas, un recuerdo agradecido ante el Señor. H

Mi agradecimiento sincero a todos ustedes, por permitirme acompañar este encuentro con el Señor y por ser testigo del profundo deseo de renovación espiritual latente en cada uno de ustedes y en mí también, por supuesto.

Roguemos unos por otros para que hagamos VIDA en cada una de nuestras comunidades teatinas, todas estas palabras compartidas a lo largo de estos días de comunión fraterna. Que así sea.


Tercera Jornada Ejercicios Espirituales- P. Juan Carlos Di Camillo, C.R.

Spiritual

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