Teórico nº27 (28-06) Virgilio Piñera
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Materia: Literatura Latinoamericana I Cátedra: Susana Cella
Teórico: N° 27 – 28 de junio de 2012
Docente: Andrea Ostrov
Tema: La carne de René de Virgilio Piñera -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- Hola, buenas tardes.
Ustedes ya vieron a Virgilio Piñera, lo vieron hace no mucho y trabajaron el
poemario La isla en peso. Como es un autor que escribió poesía, teatro, crítica y novela
hoy vamos a trabajar una novela que se llama La carne de René. No sé si la pudieron
leer pero es una novela muy interesante y particular. Es de 1952. Piñera era cubano y
tuvo distintas estadías en Buenos Aires, esta novela la publicó en Buenos Aires. Dije
que la novela fue publicada en 1952, primero porque hay que tener en cuenta el
contexto, y segundo porque me parece que tiene relaciones intertextuales con ciertos
discursos filosóficos, con la filosofía sartreana entre otras. Hay una relación intertextual
con la fenomenología y el existencialismo que tiene que ver, entre otras cosas, con el
contexto histórico porque Sartre publicó El ser y la nada en 1943. Era una lectura que
estaba en el horizonte.
Yo creo que en el título de la novela hay dos indicadores fuertes, uno es el
nombre del protagonista (René) y el otro es la palabra “carne”. La palabra “carne”
remite directamente al intertexto sartreano y fenomenológico. En la novela, la carne es
un significante que atraviesa todo el texto en sus distintas variantes, la carne aparece
desplegada en todas sus posibilidades. Para esbozarlo simplemente hay carne humana,
carne animal, carne sufriente, carne comestible, carne deseable, carne de tortura, carne
de cañón. Carne comestible con todo tipo de variantes: cordero, roast-beef, chuletas, lo
que quieran.
En cuanto a la estructura de la novela, podemos decir que es un
“Bildungsroman”, no sé si saben lo que es. El “Bildungsroman” es un género
novelístico y significa “novela de aprendizaje” o de educación. Así como hay novela de
viaje, novela histórica o sentimental o psicológica, la novela de aprendizaje tiene sus
propias convenciones. Normalmente se trata del proceso de formación de un
adolescente, de un joven, que tiene que aprender, mediante una serie de situaciones,
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experiencias y pruebas, a convivir en comunidad. Es decir, tiene que aprender a adaptar
su propio deseo a las exigencias de la comunidad. Normalmente, la novela termina
cuando este proceso educativo se cumple. Se cumple cuando el protagonista acepta el
rol que la sociedad espera de él. Asume, de alguna manera, el lugar que le corresponde
en la sociedad estableciendo un equilibrio entre la demanda externa y su propio deseo.
Esto implicaría la consolidación de su proceso de aprendizaje.
Algunos críticos han discutido si La carne de René es realmente una novela de
aprendizaje. Yo creo que sí, lo que pasa es que tiene ciertas particularidades. Lo que
descoloca es qué es lo que se busca en relación con el aprendizaje del protagonista, me
parece que ahí está el punto crítico. Por otro lado, desde el principio hasta el final, la
novela cumple perfectamente con las pautas del género.
¿Quién es René? René es el hijo de Ramón y aparece, en el primer capítulo,
haciendo cola para comprar carne. De todas maneras no es el primer dato que tenemos.
El narrador describe la carnicería, hay mucha gente haciendo cola, y advierte que esa
cola se debe a que la carne estuvo racionada durante un período muy largo y, entonces,
la gente está desesperada por comprar carne. Esa referencia nos da dos datos
importantes; primero, en qué contexto transcurre la acción. En una ciudad. Nunca se
dice en qué ciudad y en qué país. No hay referencias concretas que puedan conferirle un
tono realista a la novela. Justamente no, los espacios y los tiempos están desrealizados.
No sabemos dónde transcurre ni exactamente cuándo, pero sí sabemos que es en una
ciudad (un dato a tener en cuenta, luego vamos a ver por qué). Por otro lado, si la carne
estuvo racionada, eso nos habla del contexto político que presenta la novela.
Evidentemente, si la carne está racionada, es por una prohibición y se intuye que se trata
de un sistema autoritario donde el poder, directamente, interviene en la alimentación de
las personas.
Esto abre toda una puerta de reflexión, para trabajar la novela, que es el
concepto de biopolítica. Quien crea el término es Foucault y él plantea que la biopolítica
surge cuando el poder empieza a intervenir directamente en la vida de las personas. Es
decir, cómo dar forma y legislar sobre el modo de vida de un pueblo.
Por otro lado, me parece que acá puede entenderse otra cosa: la carne está
prohibida, racionada. El efecto de eso es una multitud desesperada por comprar carne.
Es decir, esa prohibición tiene el efecto de crear una necesidad. Por todo lo que
transcurre en la novela, queda claro que esa prohibición genera la absoluta necesidad y
el deseo perentorio de la carne. Decíamos que la primera escena se desarrolla en una
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carnicería en donde René está haciendo cola para comprar carne porque su papá lo
mandó. René le tiene horror a la carne. Está a punto de desmayarse porque no soporta
ver las reses colgadas, sangrando, despellejadas. Esto lo coloca en una posición
“anormal”, de alguna manera, frente al resto de la gente que está esperando su turno
para comprar.
Algo interesante es cómo se presenta a este personaje. Se lo presenta a través de
otro personaje que es una mujer, Dalia Pérez. El narrador empieza a hablar de René
cuando Dalia Pérez lo ve. Esto no es un dato menor.
¿Por qué? La mirada es un tema muy importante en la filosofía sartreana y
también en la fenomenología de Merleau-Ponty. Lo que dice Sartre es que, en la medida
en que uno tiene un cuerpo, se relaciona con el mundo y se hace visible a los demás. Es
decir, nuestra posibilidad de relación con el mundo, con el afuera, radica en el cuerpo; la
vista, el tacto, el olfato, la conciencia, desde ya. Él propone una dialéctica en relación
con esto, una “dialéctica de la mirada”. Cuando yo miro a otro, de alguna manera, lo
convierto en objeto de la mirada por más que el otro sea una persona. De alguna
manera, lo estoy objetivizando, lo estoy colocando en un lugar de objeto visible y,
entonces, me coloco en el lugar de sujeto que mira. Esa relación es dinámica porque, de
pronto, el otro me mira y me coloca en el lugar del objeto y es el otro el sujeto el que
mira. Uno no puede, dice Sartre, estar en los dos lugares al mismo tiempo, lo que se da
es un juego de alternancia entre estas dos posiciones.
Entonces, a mí me resultó interesante esta forma, de alguna manera, tangencial
de presentar al protagonista a través de la mirada de otro personaje porque ahí aparece
la objetivación que recae sobre René: qué es lo que ven los demás en él, en qué lo
convierten cuando lo miran. La mirada del otro lo instala en un lugar determinado, más
allá de que se identifique o no con eso. Me pareció importante qué es lo que se ve en
René y en qué lugar queda colocado. Llama la atención que la señora que lo mira
destaca su gran palidez. En una situación, en un contexto y en una sociedad desesperada
por consumir carne es algo importante. Sabemos que quien consume carne anda bien de
glóbulos rojos, de hierro, y no tiene por qué estar pálido. Ahí hay una colocación, de
algún modo, marginal, lateral, a través de lo que ve esta señora. Efectivamente, René
está a punto de desmayarse porque se horroriza ante la visión de los pedazos de carne
expuestos.
La carnicería tiene un nombre muy particular (“La equitativa”). Si bien esto al
principio no dice demasiado, a lo largo de la novela se entiende que ese nombre es muy
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significativo porque se va a ir estableciendo, en distintos momentos y de distintas
maneras, una equiparación entre los distintos tipos de carne: la carne humana, la carne
animal, la carne comestible, la carne deseable. Ahí también interviene el intertexto
sartreano. Sartre dice que, a partir de la carne, uno se homologa con el resto de las
personas. Habría que hacer una diferenciación entre carne y cuerpo. Si bien todas las
personas tienen un cuerpo, mi cuerpo no me homologa con el resto de las personas
porque mi cuerpo es identificable, por lo menos la cara. Uno reconoce al otro por la
cara, no tanto por el resto del cuerpo, pero, hasta cierto punto, el cuerpo es particular.
Además, el cuerpo supone una estructura, una organización, un funcionamiento,
mientras que la carne es, de algún modo, la materia de la que está hecho el cuerpo, pero
ahí deja de ser reconocible: un pedazo de carne es igual a otro pedazo de carne. Vamos a
ir viendo cómo se va desplegando esa homologación a lo largo de la novela y esta
empieza a partir del nombre mismo de la carnicería y es una de las primeras palabras del
relato.
¿Qué otro aspecto adquiere la carne? Fundamentalmente, la carne aparece
politizada. Aparece, muchas veces, un campo semántico ligado con lo político cada vez
que se habla de la carne. Entonces, vinculemos esto con lo que mencionamos sobre el
biopoder: qué tipo de poder es el que se ejerce y se plantea en el contexto de la novela.
El padre de René es el jefe de “la Causa de la carne”. ¿Qué es “la Causa de la carne”?
En una conversación que el padre tiene con su hijo, le plantea que la causa es la
Revolución Mundial. Le explica que existe una batalla por la carne, la carne como
ideología, que data de muchos siglos atrás, que se va trasmitiendo de generación en
generación y, en la actualidad, el bando que dirige el padre de René es el bando de los
perseguidos y los otros son los perseguidores. Esos dos bandos, explica el padre que se
llama Ramón, se van alternando. Dice que ahora somos nosotros los perseguidos pero,
en algún momento, fuimos los perseguidores y volveremos a ser los perseguidores y
nuestros actuales perseguidores volverán a ser los perseguidos. Ahí se da esa dialéctica,
esa alternancia de lugares, que plantea Sartre con el tema de la mirada.
Además, Sartre tiene otra frase que viene muy a cuento con respecto a la
relación con el otro: “El otro me huye cuando quiero poseerlo y me posee cuando quiero
huir” (esto lo dice en El ser y la nada). En esta cuestión de perseguidores y perseguidos
se pone en escena esta dinámica. Además, el padre le dice a René que la táctica de ese
momento es la huida y que huyendo se puede hacer mucho daño al enemigo.
La cuestión está planteada en términos estrictamente políticos. Por ejemplo, el
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padre habla del valor en la carne: “Lo que el factor carne significa en la marcha de las
naciones”. Cuando le cuenta la historia de esa lucha, la cual viene desde hace mucho
tiempo, habla de “partido”, de “traiciones”, “atentados”, “cancillería”, “partidarios”,
“vaivenes de la política internacional”, “sublevación de los campesinos”, “campañas de
la oposición”, “exilios”, “resistencia”. Hay una contaminación con el campo semántico
de lo político que, obviamente, politiza la cuestión de la carne.
Me parece que hay una crítica muy fuerte a ciertas consignas o banderas o
ideologías vaciadas de contenido. La novela tiene una dimensión fuertemente paródica,
en muchos aspectos. Cuando René pregunta por qué se pelea, el padre le contesta, y el
narrador aclara que le contesta con mucha solemnidad, “por un pedazo de chocolate”.
Uno, cuando lee eso, no puede menos que largar una carcajada, pero, efectivamente, lo
que cuenta el padre es que el chocolate, en la época de la monarquía —eso también
aparece desrealizado ya que no sabemos qué monarquía ni dónde ni cuándo—, se
empezó a percibir como peligroso. ¿Por qué? Porque era un estimulante, alimentaba
muy bien a la gente, y, si lo comían tanto los soberanos como los súbditos, eso era
peligroso para la preservación del trono. Entonces el chocolate se prohíbe y ahí empieza
la batalla. El bando encabezado por el padre de René que, en su momento, fue
encabezado por el abuelo de René, logra ganar momentáneamente esta batalla, “con lo
cual nos llenamos de alegría porque pudimos inundar la ciudad de chocolate”. No
importan tanto estos vaivenes, la cuestión es cómo describe esta dinámica entre
perseguidores y perseguidos. Pero el jefe se pasa de bando, de nuevo empiezan a
prohibir el chocolate, y por eso, en el momento actual que es el que describe la novela,
el partido liderado por el padre se encuentra en huida porque son perseguidos.
Lo menos que podemos pensar, al ubicar la causa del conflicto en el chocolate,
es que se trata de una crítica a ciertas banderas vaciadas de contenido en nombre de las
que se llevan adelante batallas campales que, en última instancia, solo responden a
intereses de poder o a intereses económicos. Lo que acá se está jugando es una posición
de poder y el padre de René lo dice claramente: el objetivo es la dominación mundial.
Ridiculizado, mezclado con la cuestión del chocolate, como quieran, pero se dice
concretamente. Más allá de qué sea lo que se defiende —si la carne o el chocolate, si el
chocolate en función de la carne, más adelante se va a decir que el chocolate no tiene
nada que ver y que era simplemente una pantalla, que lo que está en juego es la carne—,
lo que se está jugando es quién tiene el poder.
En esa conversación que el padre tiene con René, cuando explica en qué consiste
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“la causa de la carne”, declara que no se trata de cualquier carne sino de la carne
trucidada; la carne trucidada es la carne mortificada, destrozada, sufriente, despedazada.
Esa palabra viene de un verbo latino que significa despedazar. Acto seguido le muestra
al hijo su cuerpo lleno de llagas, hematomas, cicatrices. René ve a su padre en la
oficina, a la que puede entrar por primera vez cuando cumple veinte años. Los veinte
años marcan una suerte de pasaje e iniciación, cuando el padre le revela su verdadera
identidad que es ser el jefe de la causa, y qué lugar le espera a él. El padre le dice
concretamente que la decisión del partido es que René sea el sucesor. Fíjense en lo que
puede significar, en el destino que le espera, para un chico que tiene horror por la carne.
Entonces, el padre exhibe ese cuerpo destrozado (no tiene uñas, tiene boquetes,
costurones, hematomas y tiene una gran llaga y un agujero en la oreja del “tamaño de
una moneda”), esas marcas, con un gran orgullo. Dice que ni siquiera se puede
comparar con el cuerpo de su propio padre, con el abuelo de René, al que le habían
puesto de sobrenombre “la criba humana” (la criba es un tamiz lleno de agujeros).
Convertirse en una criba humana está planteado como un ideal. Fíjense en la inversión
de valores que esto supone. En vez de cultivar el cuerpo en relación con la belleza se lo
cultiva en relación con un ideal de deformidad y monstruosidad.
Lo que se va a buscar con René y todos los jóvenes, para retomar la idea de
novela de aprendizaje, es que adopten ese ideal de la carne trucidada. Que quieran,
voluntariamente, adoptar esa forma de vida. Esta forma de vida tiene su culminación en
la muerte violenta. El ideal, la plenitud de la vida, consistiría en morir asesinado de
forma violenta: esa es la máxima felicidad. Hay muchos ejes y líneas en la novela que
hacen bastante difícil una entrada ordenada, porque hay que desarrollar diferentes ejes
que tienen su propia coherencia pero que, a la vez, se van relacionando. Hay que ir
haciendo una suerte de zig-zag o de contrapunto.
Alumna: ¿Esta muerte violenta remite a algún héroe, a alguna batalla en
particular?
Profesora: No, el ideal de la muerte violenta tiene que ver, creo, con el contexto
autoritario que plantea la novela, con la dinámica de poder. Tanto la escuela, ahora
vamos a hablar un poco de cuando René va a la escuela, como la iglesia, como la
familia, como la justicia, es decir, las principales instituciones de esa sociedad, buscan
instalar ese ideal de muerte violenta, buscan fabricar “carne de cañón” como dice la
novela. ¿Qué es carne de cañón? Aquellos que son mandados al frente en nombre de
algo y que son manipulados para que cumplan con esta misión. El objetivo del proceso
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de educación que recorre la novela es fabricar “carne de cañón” y que la persona quiera
ser carne de cañón. Esto es lo que se busca; que el ideal de cada persona sea convertirse
en carne de cañón e ir a poner el cuerpo. Obviamente que esto tiene que ver con el
contexto autoritario o totalitario que plantea la novela y, de alguna manera, esta cuestión
de la manipulación de las personas está hiperbolizada; está tomada al pie de la letra,
literalizada.
Justamente esto se vincula con el intertexto sartreano. En ese momento de la
historia de la filosofía, ya Nietzsche había decretado la muerte de Dios. Si Dios ha
muerto, los humanos estamos solos en el mundo, sin garantías, y somos responsables de
nuestros propios actos, creamos nuestros propios valores, no hay valores absolutos y
eternos y somos solo un cuerpo; es decir, no hay ni un alma inmortal ni un más allá. A
partir de ese contexto donde se propone al cuerpo como signo de lo humano, los valores
aparecen como pura convención, puro consenso, y en este caso, el valor supremo
consiste en lograr una muerte violenta para sí mismo.
Alumna: (inaudible).
Profesora: Es muy interesante tu pregunta. En la novela hay como dos
corrientes. Por un lado, está la causa de la carne sufriente liderada por el padre y a
donde, se supone, René tiene que llegar. Por otro lado, esta señora que lo descubre,
Dalia, en la carnicería está profundamente enamorada no de René sino de la carne de
René, lo cual está bien aclarado por el narrador. Entonces, hay dos vías para acceder a la
carne; por medio del sufrimiento y la tortura o por medio del erotismo. Las dos vías
están planteadas como caminos para la encarnación. Este es un concepto sartreano que
tiene que ver con asumir la propia corporalidad, asumir que somos un cuerpo. Lo que
plantea Sartre es que, por ejemplo, la caricia es un modo de encarnar al otro. Nosotros
no sentimos de por sí el cuerpo, la carne; sentimos la propia corporalidad o con el
contacto de una caricia, por ejemplo, o con el dolor. Lo que propone Sartre es que la
caricia es un modo de encarnar al otro pero también a mí mismo, porque al acariciar al
otro yo también siento mi propia carne. Paralelamente, el sadismo, el torturar al otro,
según Sartre, también es un modo de encarnarlo, de hacerle sentir su carnalidad, pero
escamoteando la mía porque el sádico no pone en juego su propio cuerpo sino que
utiliza instrumentos para torturar al otro. Entonces, el sadismo o la tortura son modos de
encarnar al otro pero escamoteando mi propia carnalidad.
Alumna: El deseo y el dolor se unen.
Profesora. Exacto. De todas maneras, en las dos vertientes, de acuerdo con el
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planteo sartreano, el otro deviene en objeto; o bien objeto de deseo, o bien objeto de
tortura. Es interesante porque esta señora, Dalia, va a hacer lo posible por obtener a
René, la carne de René, y sus avances son sentidos por René casi del mismo modo que
las torturas. Es decir, la objetivización de René es idéntica en los dos casos. La vía
erótica no aparece acá como salvación. El deseo del otro me convierte en objeto tanto
como la tortura.
Justamente, René, al principio de la novela, es invitado a comer a casa de Dalia.
Al protagonista, la situación se le empieza a volver siniestra porque durante la cena se
equipara constantemente la carne humana y la carne animal. Por supuesto, la comida
que ofrece Dalia es carne de todo tipo. Cuando se sientan a la mesa se produce un
diálogo entre los comensales que, obviamente, desde su paranoia y su posición
anticarne, René escucha como algo peligroso. Por ejemplo, Dalia dice, con un doble
sentido, porque quiere seducir a René, que la comida consiste exclusivamente de “platos
carnales”. En un momento, el narrador dice que los comensales se disponen a comer la
carne con “colmillos afilados”. René se da cuenta de que él es el “plato fuerte” de la
reunión. Cuando traen un gigot de carnero, René siente que él también es un carnero
que Dalia y sus amigos van a cortar en pedacitos. Como la actitud de René es muy
antisocial, dado que no comparte el gusto por la carne, cosa que lo aleja de la
comunidad, se crea un ambiente feo en la cena, un ambiente con silencios pesados. El
narrador dice que se habían formado, después de la comida, grupos de gente que
hablaban de René para “despellejarlo”. En este contexto, todas esas metáforas adquieren
un sentido casi literal: René tiene miedo de que, efectivamente, lo corten en pedacitos,
lo despellejen, porque eso, en el contexto social de la novela, está presente en el ideal de
la carne trucidada, por lo cual sería, aparentemente, perfectamente posible.
Alumna: ¿Hay alguna alusión religiosa? En cuanto al cordero para el
sacrificio…
Profesora: Muy bien. Así como les dije que la carne es un elemento fuertemente
politizado, también es un elemento fuertemente cargado con elementos místicos, forma
parte de un culto. El padre le dice que practica el culto de la carne. Forma parte de una
religión. Es parte de un culto católico pero invertido. La novela plantea una serie de
inversiones. En cuanto a la dualidad alma-cuerpo, en nuestra cultura todo lo que sea
espiritual está mucho más valorado que lo físico, pero en la novela lo valioso es la
corporalidad. Lo mismo ocurre con los valores que plantea la religión. La cuestión
religiosa aparece más explícitamente en el capítulo en que René va a la escuela, que
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ahora vamos a abordar. De todas maneras, a lo largo de la novela, encontramos frases
que remiten a elementos religiosos. Por ejemplo, cuando él está en la carnicería
esperando el turno, a punto de desmayarse, y se encuentra finalmente ante el mostrador,
el narrador dice que “la carne de la res se le ofrecía como la ostia consagrada”. Se
introduce otro campo semántico que va a insertar la cuestión de la carne en una
dimensión religiosa. Cuando, en un momento, René piensa en la actitud autoritaria que
tiene su padre, piensa que estar lejos de él lo va a salvar de las “homilías” pro-carne.
Hay una serie de indicios que permiten construir, alrededor de esto, una visión religiosa.
En la escuela a donde va, hay un predicador que se llama Cochon, Cochon en
francés significa cerdo. Los nombres, en la novela, son muy significativos. De nuevo,
hay una equiparación, a través del nombre, entre lo humano y lo animal. Cochon quería
ser un sacerdote católico pero no fue admitido en ninguna orden religiosa a causa de su
diminuta estatura. De nuevo, hay una crítica a otra de las instituciones culturales, en este
caso la iglesia que, al mismo tiempo que predica los valores espirituales, no admite a un
sacerdote por sus rasgos físicos. Cuando Cauchon da una especie de sermón procarne,
lo que predica es que no existen “ni el alma ni esas cosas intangibles que nadie vio
nunca y que nadie sabe bien qué son”, sino que lo único que existe es el cuerpo.
Reinterpreta la muerte de Cristo en función de esta ideología. Dice que “Cristo no murió
por amor a la humanidad sino por amor a su propia carne”. Es interesante porque
convierte a la figura de Cristo crucificado en el modelo a seguir por los partidarios de la
carne trucidada: morir asesinado. Por eso decía que acá la dimensión religiosa tiene que
ver con una inversión de los valores y del discurso católico.
Alumna: (inaudible).
Profesor: Lo que pasa es que acá está llevado al extremo. Es decir, la iniciación
tiene que ver con el dolor pero no como pasaje sino como meta, el dolor es la meta.
Vamos a hablar un poco de esa escuela tan particular a la que va René. Por
empezar, es un internado. El lema de la escuela es “Sufrir en silencio”, el director dice
“la letra con sangre entra”, frase que todos hemos escuchado en algún momento, pero
agrega “en silencio” y “si el silencio no llega, nosotros sabemos lo fabricarlo”. La
escuela aparece como un microespacio que reproduce el totalitarismo de la sociedad.
¿Cómo se fabrica el silencio? Repartiendo mordazas entre los chicos, que no son
exactamente mordazas sino bozales. Esto cumple una doble función; por un lado
taparles la boca, y, por otro, equipararlos con perros. Cuando el primer día reparten el
material didáctico, en realidad reparten bozales. La primera lección consiste en esa
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equiparación. Y el primer ejercicio es, literalmente, una sesión de tortura. El aula
consiste en una serie de sillas que son sillas eléctricas donde los alumnos tienen que
soportar distintas intensidades de corriente eléctrica sin emitir ninguna queja, si no el
ejercicio no sirve. Tampoco sirve que la soporten venciendo de algún modo al dolor,
estableciendo una barrera que les permita no sentir el dolor. El ideal es sufrir. Lo
virtuoso es sentir plenamente el dolor, y no armarse de defensas para no sentirlo. Todo
ese entrenamiento, por descabellado que nos parezca, tiene que ver con la fabricación de
ciudadanos absolutamente manipulables, dispuestos a ser carne de cañón.
René, en la escuela, va a ser un elemento discordante. Su resistencia, su
negatividad, lo convierten en el “caso René”. Las autoridades no saben qué hacer; de
algún modo hay que vencer esa resistencia y hay que, para esto, inventar nuevos
métodos pedagógicos. Un método pedagógico que se le ocurre al director es grabar un
disco y que tenga que escuchar ese disco durante tres días, prácticamente sin comer y
sin beber. El disco hace hincapié en la palabra “querer”; hay que convencer a René de
que quiera aceptar esa carnalidad, de que quiera convertirse en carne de cañón, de que
quiera asumir el ideal de la carne trucidada. Como esto tampoco resulta, la conclusión a
la que llegan el director del colegio y Cauchon, el predicador, es que René tiene la carne
dura, resistente. Entonces, hay que ablandarla, pero no hay caso. Lo que se le ocurre a
Cauchon, porque la escuela está perdiendo prestigio, es lamerlo. Cuando ya no sabe qué
hacer, se pone en cuatro patas arriba de René y le dice que es un perro y que lo va a
lamer. Ahí le empieza a pasar la lengua. Toda esa parte es digna de leerse. Yo no puedo
transmitir todo lo que produce la forma de narrar esa escena que, realmente, es dantesca.
René está desnudo y entonces, esta escena podría tener alguna dimensión
erótica, en cambio el erotismo está totalmente escatimado y lo que produce es un
intenso asco porque se habla, por ejemplo, del chapoteo de la lengua, de la suciedad, del
olor, de la mezcla entre el sudor de René y la saliva de Cauchon. Aunque en cierto modo
resulte repugnante, la escena es magistral desde el punto de vista de la escritura.
Como tampoco así a René se le ablanda la carne, al director se le ocurre llamar a
los estudiantes de los cursos más avanzados y organizar cuadrillas de lamedores.
Entonces, de cinco o seis, lo empiezan a lamer por todas partes a ver si se ablanda. Por
supuesto, esa escena termina en un descontrol porque además, para recargar energía,
mandan traer cantidades de carne comestible que se empieza a desparramar por el piso.
Hay toda una mezcla literal de carne y cuerpos; carne asada, carne cruda, carne humana,
todo en un mismo plano: en el piso.
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Al día siguiente, tiene lugar la escena de iniciación en un lugar de la escuela que
se llama “la iglesia de la carne”. Esta ceremonia es conducida por el predicador. La
ceremonia de iniciación consiste en marcar a fuego los traseros de los alumnos como si
fueran reses. Cuando empieza la ceremonia, el director dice que “va a marcarse la
primera res”. Los chicos tienen que pasar, uno a uno, y dejarse marcar. Sin gritar, en
silencio, de otro modo no sirve. Vean que va progresando la equiparación humano-
animal. Primero era metafórico; en la cena en la casa de Dalia René suponía que lo iban
a comer, a despellejar, a cortarlo en pedacitos. Esto no dejaba de ser metafórico. Ahora
aparecen la marca a fuego y los lambetazos.
El proceso educativo, además, se desarrolla a través de otra estrategia que va
pautando la novela y que es la cuestión del doble. En la tradición literaria, el doble tiene
una cierta trayectoria y en la literatura moderna tiene que ver más con un sujeto
escindido, con un conflicto de identidad o con una dimensión contradictoria del sujeto.
Acá no tiene nada que ver con eso y hay como una inversión de esa tradición literaria.
Acá el doble tiene una función estrictamente pedagógica. Los dobles que van
apareciendo a lo largo de la novela, cinco, tienen un objetivo pedagógico que va
marcando avances en el proceso de formación de René. El primer doble aparece cuando
René entra por primera vez a la oficina de su padre, cuando él le cuenta en que consiste
“la causa de la carne” y le muestra las llagas. De pronto, el protagonista ve un cuadro
del martirio de San Sebastián. Es un motivo bastante frecuentado en la historia de la
pintura: aparece San Sebastián mientras le están arrojando flechas. Cuando René se
acerca al cuadro, descubre que la cara del santo es su propia cara. No solo es su propia
cara sino que es él mismo quien se clava las flechas. De algún modo, ese cuadro que se
le presenta el día de su vigésimo cumpleaños, marca el ideal al que tiene que aspirar. Es
decir, la posibilidad de que el mismo aspire a clavarse las flechas; vinculen esto con
todo lo que estuvimos diciendo.
El segundo doble es un manual del cuerpo humano que la señora Dalia le regala
ese famoso día que va a comer a la casa. Cuando se van los invitados, ella trata de
seducirlo, lo sienta en un sillón, y le empieza a mostrar figuras anatómicas como para ir
creando un clima. Cuando René se está por ir, le regala el álbum. Al día siguiente, el
padre lo lleva a la escuela y, en el tren, le dice “por qué no mirás el álbum que te regaló
la señora Pérez”. Cuando René lo empieza a hojear, descubre que todas las figuras
fueron modificadas por su padre. A todas les puso la cara de René y a todas las convirtió
en figuras torturadas o con flechas o con llagas o despellejadas. Todas fueron
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convertidas en figuras que pudieran, de algún modo, ser funcionales a la “causa de la
carne trucidada”.
El tercer doble aparece en la escuela, René cuando descubre que, detrás de una
cortina, en su habitación, hay una figura en yeso de Cristo, pero la cara de Cristo, de
nuevo, es su propia cara. Ahora, en lugar de estar en la posición que conocemos, con la
cabeza caída, etc., este Cristo-René aparece con una cara de felicidad “como si le
acabaran de contar un chiste” según dice el narrador.
Hay un dato muy interesante. Cuando los alumnos nuevos del primer curso,
entre los que está René, son presentados a los alumnos de segundo y tercero, pasa lo
siguiente. Los alumnos de segundo vienen, como perros, a olfatearlos. Los olfatean para
reconocerlos y de nuevo, se manifiesta la equiparación humano-animal. Los de tercero,
los más avanzados, son presentados mediante una descripción muy llamativa porque,
dice el narrador, avanzan a duras penas, como si tuvieran el cuerpo destrozado y muy
dolorido, como si fueran muy ancianos, pero con una cara de gran felicidad que no
concuerda con la dificultad para mover sus cuerpos. René se da cuenta de que esas caras
de felicidad que, incluso, parecen ir como adelante del cuerpo, son las caras los dobles
que cada uno ha encontrado en su habitación. Ahí René entiende que cada uno tiene la
cara de su doble, es decir, lo que han logrado, después de los tres años de formación en
esa escuela, es tener la felicidad de sufrir.
El cuarto doble es un maniquí que, cuando él huye de la escuela, encuentra en la
casa de Dalia. Una maniquí en el que, cuando lo da vuelta, reconoce su propia cara y
cuando le pide explicaciones a Dalia, ella le dice que es el doble de él porque ella
hubiera querido tener la carne de René pero eso no fue posible. Dice que, por eso,
muchas veces duerme abrazada a ese maniquí.
Vemos que hay una progresión en esos dobles; primero, teníamos la figura de
San Sebastián, una imagen. Luego teníamos imágenes del manual de anatomía, luego la
figura de yeso que ya es un cuerpo, es tridimensional. Ahora tenemos un maniquí que
también es un cuerpo pero con otras funciones: la señora Dalia lo utiliza para su propio
placer. El último doble es de carne y hueso. Esa progresión en la consistencia del doble
va marcando, de algún modo, los progresos de René en ese Vía Crucis que se le
propone.
Obviamente, la novela termina como debería terminar en función de ese ideal y
de esa educación. Dijimos que la novela de educación terminaba cuando el protagonista
asumía el lugar que tiene que ocupar en la sociedad. Efectivamente, René, en el último
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capítulo, asume que está hecho de carne y que tiene que aceptar el liderazgo de “la
causa de la carne” que el padre le legó.
Alumno: (inaudible).
Profesora: Ramón tiene gran admiración por el cuerpo de su padre, el abuelo de
René. Cuando Ramón muere asesinado por los perseguidores, el narrador dice que había
cumplido con el ideal de su vida. El narrador dice, cuando describe el cuerpo
ensangrentado de Ramón, acribillado a balazos, que de él también podía decirse que era
una “criba humana”.
Alumna: ¿Se puede leer esto como una denuncia del contexto social?
Profesora: Hay fuertes críticas a un sistema autoritario, a instituciones como la
familia, la iglesia, la escuela, la justicia, a ciertas ideologías vaciadas, pero está muy
especialmente desrealizado. No hay ninguna referencia a ningún contexto específico, a
ningún lugar en particular. Lo cual, a lo mejor, refuerza la dimensión crítica. Si
estuviera vinculado con un contexto en particular se podría decir que criticaba lo que
pasaba en determinado lugar, pero es una crítica a cierta práctica del poder en sí mismo
que puede darse en cualquier parte.
Alumna: (inaudible).
Profesora: Exactamente, cuando Ramón le da la explicación a René le dice que
la razón de fondo es el chocolate. Obviamente ahí hay una gran parodia por su carácter
ridículo. Hacia el final de la novela, otro personaje, hablando con René, dice que lo del
chocolate era una excusa, que la verdadera razón es la carne. No se ve claramente cómo
es la vinculación. Me parece que lo que quiere plantear es que lo que se dice, en
determinados discursos políticos, no son las razones reales. El chocolate es el alimento.
Lo empiezan a percibir como peligroso porque el peligro es que el pueblo esté bien
alimentado. Por lo tanto, puede cuestionar el poder del soberano. Lo restringen porque a
todo sistema autoritario le conviene tener al pueblo en un estado de semi-hambre. En
esa lectura, el chocolate tiene un simbolismo fuerte. Terminamos por hoy.
(Esta desgrabación fue revisada por el docente a cargo de la clase.)
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