Teoría de Los Juegos-Hollis

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Hollis Juegos con agentes racionales El individualismo, de manera general y vigorosa, sostiene que sólo existen los particulares. Los individuos aparecen como agentes humanos con deseos y creencias, y actúan de forma que dan cuenta de lo que sucede. Por supuesto que hay conductistas que aseveran que el enfoque científico correcto no quiere, ni necesita atribuir a los individuos un punto de vista subjetivo o, de hecho, ningún estado mental. La idea de que en todos los aspectos de nuestra vida nos comportamos como en situaciones de mercado, invita a una poderosa explicación individualista de las instituciones, las normas y las prácticas, hurtándole así al holismo sus ases. La teoría de los juegos, que prosigue analizando dicha interacción, descansa sobre la teoría de la elección racional. Los agentes racionales ¿Cómo son? Todo agente actúa exclusivamente en interés propio. La teoría de la elección racional parte de un individuo único e idealmente racional. Consta de tres componentes: preferencias totalmente ordenadas, información completa y un perfecto ordenador interno. Actúa racionalmente, en la medida en que escoge la acción que él mismo calcula de un modo racional y que instrumentalmente es la mejor para satisfacer sus preferencias. Supone entonces un individuo que cuenta con la clasificación completa de todos los resultados posibles, independientemente de su probabilidad. Luego, supone que la información es completa, en cuanto que conoce cuán probable es cada uno de los resultados. Además de contar con un ordenador interno que le permite calcular la utilidad esperada, esta utilidad es la suma de la utilidad de cada posible resultado que se deja de lado, descontada la probabilidad de que no ocurra en efecto. El agente racional rechazará siempre cualquier acción que cuente con una utilidad esperada inferior y se mostrara indiferente respecto de aquellas con igual utilidad esperada.

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Método.

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Hollis

Juegos con agentes racionales

El individualismo, de manera general y vigorosa, sostiene que sólo existen los particulares. Los individuos aparecen como agentes humanos con deseos y creencias, y actúan de forma que dan cuenta de lo que sucede. Por supuesto que hay conductistas que aseveran que el enfoque científico correcto no quiere, ni necesita atribuir a los individuos un punto de vista subjetivo o, de hecho, ningún estado mental.

La idea de que en todos los aspectos de nuestra vida nos comportamos como en situaciones de mercado, invita a una poderosa explicación individualista de las instituciones, las normas y las prácticas, hurtándole así al holismo sus ases.

La teoría de los juegos, que prosigue analizando dicha interacción, descansa sobre la teoría de la elección racional.

Los agentes racionales

¿Cómo son? Todo agente actúa exclusivamente en interés propio.La teoría de la elección racional parte de un individuo único e idealmente

racional. Consta de tres componentes: preferencias totalmente ordenadas, información completa y un perfecto ordenador interno. Actúa racionalmente, en la medida en que escoge la acción que él mismo calcula de un modo racional y que instrumentalmente es la mejor para satisfacer sus preferencias.

Supone entonces un individuo que cuenta con la clasificación completa de todos los resultados posibles, independientemente de su probabilidad. Luego, supone que la información es completa, en cuanto que conoce cuán probable es cada uno de los resultados. Además de contar con un ordenador interno que le permite calcular la utilidad esperada, esta utilidad es la suma de la utilidad de cada posible resultado que se deja de lado, descontada la probabilidad de que no ocurra en efecto. El agente racional rechazará siempre cualquier acción que cuente con una utilidad esperada inferior y se mostrara indiferente respecto de aquellas con igual utilidad esperada.

Claro está que este agente racional está muy idealizado. Ninguno de nosotros contamos jamás con un conjunto de preferencias tan completo y consistente.

La acción racional es, por tanto, la acción instrumentalmente racional. No importa cual es la preferencia en definitiva, sino, que sus elecciones maximizan la utilidad esperada. No existe otra cuestión sobre la racionalidad que la de sus fines.

Es claro entonces, el interés propio, las personas son egoístas e interesadas.

La teoría de juegos

La teoría de la elección racional parte de un agente único en un medio independiente. El medio establece los parámetros dentro de los cuales debe hacerse la elección. No es necesario un medio estático, pero cualquier dinámica es independiente de las decisiones del agente. Llamaremos paramétricas las decisiones tomadas en un medio independiente. Ahora bien, cada agente puede necesitar una estrategia que tome en cuenta la estrategia del otro. Elecciones interdependientes que de ese modo son estratégicas. Ahí da comienzo la teoría de los juegos: analiza las estratégicas elecciones racionales en un escenario de tipo ideal, en el cual cada agente racional sabe, además de otras cosas, que los demás agentes son racionales en el sentido ya definido.

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El escenario básico requiere dos agentes cada uno con una elección que hacer sobre sus acciones. Ambos han de tener en cuanta la forma en la que el otro considere los resultados, y también lo que piense el otro.

Cuatro juegos básicos (el juego de Jack y Jill, automovilistas)

1. Coordinación

Se supone que a ninguno de los dos les importe quién espera, y que, por tanto, se den dos resultados en los que ambos obtengan óptimos (y dos resultados inferiores para ambos). Esto hace que el juego sea un juego de coordinación.

Hay dos equilibrios entonces: avance, espere; y; espere, avance.En el juego de coordinación se dan dos (o más) equilibrios y cada uno de los

jugadores debe decidir a cuál aspira. No debe asumirse simplemente la existencia de convenciones sociales. Tampoco puede suponerse sin más la posibilidad de que los jugadores lleguen a acuerdos con la ayuda del lenguaje.

Allí donde un resultado es superior para todos los jugadores, es natural suponer que sea racional que cada jugador juegue a la estrategia que contribuya a ello.

La clave de los juegos de coordinación se halla en que ambos jugadores comparten el interés en coordinarse. Al no existir conflicto de intereses, sería extraño que los agentes racionales no encontraran soluciones comúnmente favorables, al menos en un juego repetido. Dicho pensamiento, ofrece una simple clave para la existencia de una sociedad en la que “todo agente actúa exclusivamente en interés propio”. Así, si los intereses no estuvieran nunca en conflicto, la sociedad civil se analizaría a modo de un conjunto de juegos de coordinación, y los anarquistas tendrían razón en afirmar que una sociedad sin Estado es tan posible como deseable.

El dilema del prisionero

Cuando se presenta un conflicto puro, los juegos podrían no aportar soluciones muy distantes de la guerra. Pero cuando los intereses se solapan sin coincidir, la teoría de los juegos resulta fascinante.

Dos prisioneros. La policía puede probar que la pareja ha cometido un robo y sabe, pero no puede probarlo sin una confesión, que también han cometido un homicidio. El jefe de policía hace la siguiente oferta a ambos, por separado: “Si te avienes a confesar el homicidio, y tu socio no lo hace, saldrás totalmente libre. Tu socio será juzgado y ejecutado, pero tu quedarás libre; y, por supuesto, viceversa. Si los dos confesáis, ambos seréis condenados por homicidio, y, en recompensa a vuestra colaboración, recibiréis una sentencia de diez años de cárcel. Si ninguno de los dos confiesa, cada uno de vosotros recibiréis dos años de cárcel por el robo”.

Los dos confesarán sin tener en cuenta al otro, y un satisfecho jefe de policía los enviará a ambos a la cárcel por una década.

Por tanto, “confesar” es su estrategia dominante, dado que da una puntuación más alta que “silencio” (la estrategia dominada) haga lo que haga el otro. Un agente racional jamás elige la estrategia dominada. Ahora bien, si el juego se repite, los participantes se inclinarán por un resultado inferior.

El gallina

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Dos autos de frente a muerte. El primero en dar un golpe de volante será un “gallina”. Para ambos perder prestigio sería terrible, pero la colisión sería aun más terrible.

El juego del gallina se diferencia del prisionero por contar con dos equilibrios con estrategias puras (no mixtas): girar, centro; y; centro, girar. Los jugadores del gallina están menos predispuestos a la acción amistosa. Estas estrategias de reputación y compromiso, no tiende a beneficiar a ninguno de los participantes. El ejemplo claro es MAD (Destrucción Mutua Asegurada).

La batalla de los sexos

Desacuerdo para concurrir a un espectáculo. Si el juego está determinado, es decir hay uno que está en posición de dominio respecto del otro. Esto encierra una lección sumamente instructiva sobre la naturaleza del poder y sobre por qué los “perdedores” son racionales al respetar la distribución de poder que funciona en su contra, pues la estrategia fuera de equilibrio les vendría peor. Ej.: quienes se someten transacciones de libre mercado, si realmente lo hacen tan libremente.

El contrato social

Tanto las “leyes naturales del hombre” de Mill, como la afirmación de Elster, en el sentido de que “la unidad elemental de la vida social es la acción humana individual”, parecen dar a la teoría de los juegos una importancia fundamental como instrumento del análisis social.

La pregunta de más alcance es, en primer lugar, porque existen las sociedades, y una respuesta sencilla sería decir que existen al ser asociaciones de individuos que encarnan un contrato social hallar racional cooperar. Los juegos de coordinación ilustran fácilmente esta respuesta y ofrecen la plausible sugerencia de que las “instituciones” primarias simplemente son la suerte de convenciones que surgen como guía de juegos reiterados cuando se dan equilibrios múltiples. Allí donde no se presenta ningún conflicto de intereses, los individuos no tienen nada que perder, y si mucho que ganar, por dar con reglas que todos están dispuestos a seguir. Aunque no toda institución puede analizarse como resultante de un juego de coordinación previo, no es inverosímil sugerir que, en última instancia, las sociedades se sostienen sobre intereses comunes egoístas, de forma que es posible analizar su propia existencia como solución a un problema básico de coordinación.

Si esto fuera todo lo que cuenta, sería un contrato social sin coerción.La visión opuesta del contrato social hace del juego del prisionero el juego

crucial. El Leviatan comienza con varios capítulos en los que los seres humanos se muestran como criaturas mecánicamente dirigidas, cada una de ellas abocada a asegurar su propia felicidad. Esta felicidad descansa en el constante proceso de deseo; y la dificultad se halla cuando dos hombres desean la misma cosa. Hay tres causas primordiales de disputa: la primera, la competencia; la segunda, la desconfiada pusilanimidad; la tercera, la gloria. Caracterizado por estas cuestiones, el estado de naturaleza es violento y peligra la vida del hombre. Entonces, según Hobbes, los hombres se inclinan por la paz por miedo a la muerte. Alega entonces, que la única salida para los hombres es crear un poder común que los mantenga sometidos y armar a ese soberano con la espada. La sociedad es así un artificio que permite a los individuos racionales salir del dilema del prisionero.

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Normas y cooperación

Los modelos de consenso comienzan con la coordinación, y los modelos de conflicto, en cambio, insisten en que nuestros intereses básicos pueden solaparse, pero en ningún caso coincidir, ahí el problema de cómo hacer posible la cooperación.

Los juegos cooperativos son aquellos donde los jugadores dependen de acuerdos que se mantengan, y las convenciones que se plantean no tienen el fuerte carácter vinculante que se imagina. Presuponen una solución al problema del surgimiento de normas y del por qué de su pervivencia, los juegos de coordinación no necesitan asumir supuestos sobre las normas, y, por consiguiente, las instituciones son consideradas no cooperativas.

Ninguna sociedad puede funcionar sin confianza. Nuestra conceptualización de los juegos deja sin aclarar hasta dónde es posible confiar en los agentes idealmente racionales.

Por otro lado, las razones para la acción no son nunca retroactivas, no miran al pasado. Para que eso fuera posible sería menester una noción de racionalidad distinta de la instrumental.

Conclusión

Sus preferencias pueden ser perfecta y consistentemente representadas por una clasificación de posibles resultados de interacción, y esta interacción es la suma de las consecuencias de acciones individuales aisladas. Su información incluye el conocimiento común de que otros jugadores son agentes racionales, y es tan completa que cualquier cosa, sabida por cualquiera es sabida por todos los demás.

Los juegos de coordinación introducen la noción básica de la elección estratégica.El dilema del prisionero aporta la idea vital de que, individualmente, las acciones

racionales pueden agregarse en resultados colectivamente inferiores. La mano invisible suele gastar bromas a todos.

El juego del “gallina” plantea establecer el problema de cual es la estrategia racional de un juego en el que no hay equilibrios puros

La batalla de los sexos aporta el beneficio diferente, y uno de los dos jugadores en un juego repetido, parece quedar atrapado en un equilibrio inferior.

El individualismo, tal como lo presentan la teoría de la elección racional y la teoría de los juegos, trata a las normas sociales de dos maneras. Por un lado, la interacción repetida genera esas normas como solución a los problemas planteados por los juegos. El nudo de todo esto es la confianza. La otra manera es entrar en las preferencias de los agentes.

Es necio pretender que la teoría de la elección racional esté por ello facultada para explicar el comportamiento de los papeles concretos a desempeñar.