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    Temas y Problemas de la Literatura Colombiana

    Maestría en Literatura

    Facultad de Ciencias Sociales

    Pontificia Universidad Javeriana

    Bogotá, abril de 2016

    Desvanecer las formas. La reflexión metaficcional sobre la escritura literaria en Para antes del

    olvido de Tomás González

    Giovanny Antonio Salas Torres

    El presente trabajo tiene como propuesta la lectura de  Para antes del olvido  como una

    reflexión metaficcional sobre las formas de la escritura literaria. La hipótesis dominante es que

    ciertos personajes de la novela (León y Alfonso) están en el límite en que las formas se desvanecen,

    quedando sólo recuerdos fragmentados, imágenes reincidentes, aproximaciones a espacios

    concretos en donde se resalta la fragilidad de la memoria y la precariedad de las palabras frente a la

    complejidad de la vida. Para desarrollar estas ideas el ensayo se apoya en la lectura de la novela

    mencionada, en entrevistas del autor y en estudios críticos de su obra.

    La obra de Tomás González irrumpe en el espacio de la novela colombiana dentro de la

    variedad con que los escritores encaran un tema dominante como la violencia crónica y un espacio

    cultural heterogéneo, así como el autor lo ha manifestado, ingresando en este marco con un

    acercamiento a la Naturaleza y a la fusión del Yo con el mundo en la creación literaria. González es

    un autor redescubierto por un amplio público lector en la última década como un secreto de la

    literatura colombiana a pesar de que su primera novela,  Primero estaba el mar, se publicó en 1983.

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    Este redescubrimiento en el siglo XXI lo posicionó como una de las realidades más importantes del

     panorama literario contemporáneo.

    Como expresé en líneas precedentes, el estudio tiene como inspiración, además de la lectura

    de la obra, las propias palabras de Tomás González en diversas entrevistas sobre el oficio de

    escribir, así como lo relacionado con el estilo, las formas literarias y la escritura que nos acercan a

    una visión de mundo por parte del autor. Por otra parte, considero que es necesario entender que la

    novela es una forma literaria que señala una reflexión sobre la condición humana, en principio

    imposible para otros géneros al disponer de su propia verdad. En este criterio, de igual manera se

    destaca la comprensión de lo llamado metaficción como autoconsciencia de que se está frente a una

    ficción, recurriendo a esta para generar un cuestionamiento sobre las formas de aproximarse y crear

    el universo literario.

     Para antes del olvido (1987) está estructurada en 43 fragmentos cuyos títulos proporcionan al

    lector espacio y tiempo en que apare la narración, contando así historias paralelas que se alternan

    rompiendo la linealidad de la acción. En oportunidades se genera la sensación de dificultad en el

    acto de entrar en los laberintos de la memoria: rincones traspasados por la fragilidad del cuerpo y la

    arbitrariedad de los sentimientos. El orden de la novela parece responder a un fragmento de la

    misma obra, refiriéndose a Josefina, a quien se dedicarán algunas palabras con posterioridad:

    Para ella el presente tendió a hacerse tan detallado y concreto (una vez las palabras y convenciones

    que articulaban lo existente, simplificándolo, perdían función y sentido) que el paso del tiempo

    empezó a pulverizarse en una multiplicidad de presentes simultáneos abriéndose con la misma forma

    de flor anárquica con que se abren las explosiones de los soles… (239)

    Por lo tanto, aprecio que Para antes del olvido es una de las novelas más complejas de Tomás

    González, en la que, dado unos momentos de escritura preciosista, reflexiona a través de su propia

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    forma fragmentaria una visión de la escritura como lucha contra el olvido, mediante la cual

    asistimos a un rescate de los (ya pocos) recuerdos sobre un amor contrariado y lejano de Josefina en

    su ancianidad postrada de Envigado en 1977: “(…) tres sauces altos mecidos casi por la luz del sol

    (porque viento no había) balanceándose por siempre en aquella lejana tarde, cuando él la besó bajo

    su sombra” (13), que es una imagen reincidente con la que empieza y se llega también al final sin

    que se haya avanzado ni un palmo de aquel beso que se va perdiendo ya en el inevitable olvido.

    Quien besó a Josefina bajo la sombra de aquellos tres sauces altos mecidos casi por la luz del

    sol (porque viento no había) fue Alfonso; quien intenta escribir esta historia de amor es León, su

    sobrino, abogado fracasado que se entrevista con Josefina en el ocaso de su recuerdo aún vívido e

    inmóvil, revisa cartas y los diarios de Alfonso y viaja por Bogotá, Medellín y los pueblitos de

    Antioquia siguiendo la pista del desvencijado amor entre Alfonso y Josefina. En la novela el ritmo

    de la narración cuando se refiere a Josefina es lenta mientras que las pericias de Alfonso en Bogotá

    y Europa son frenéticas. Alfonso es un poeta que se encuentra con la intelectualidad bogotana en

    1913 dejando en dos ocasiones a Josefina con la promesa de su amor y, finalmente, también de

    casarse con ella. Mientras tanto, se ausenta y regresa en la búsqueda de su literatura.

    Ahora resulta pertinente señalar que algunos personajes están en el límite en donde las formas

    se desvanecen, lo cual se puede rastrear en León y Alfonso, quienes están buscando la perfección de

    las formas literarias, los colores de las palabras y la musicalidad, pero al tiempo van descubriendo

    que las formas son inútiles: Alfonso abandona el tono poético para dar paso a una escritura

    “periodística”, y por su parte León, luego de escribir más de mil páginas, sin llegar a ninguna parte,

    las quema.

    En el presente trabajo, debido a su extensión, voy a dirigir mi atención solamente a estos dos

     personajes (León y Alfonso), sin embargo hay ejemplos importantes en relación con personajes

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    como Zenón Bedoya, quien emigra a Bogotá, abandonando el campo y a sus padres (por quienes

    siente un amor incalculable) en busca de los círculos intelectuales de la ciudad y las formas poéticas

    (que parece entender como una Melancolía crónica y genuina) donde encuentra el suicidio. No se

     pueden ver las formas en la oscuridad o en la excesiva luz: la luz difícil , el mar , la naturaleza: los

    que en última instancia son los grandes temas de la literatura de Tomás González.

    León, como se lee en la novela, “buscaba la sensación ubicua, difícil de enfocar, donde la

    construcción y la destrucción no solo alcanzaban la idéntica apariencia sino que se convertían en

    una y la misma cosa” (202). Sobre Alfonso se puede citar el siguiente fragmento, a propósito del

    suicidio de su amigo Zenón Bedoya o Del Castillo (seudónimo de poeta): “[Alfonso] supo entonces

    que todas las palabras son inútiles, que la muerte es sólo eso y no admite metáforas, no tiene en su

    instante belleza alguna ni otro consuelo distinto a su calidad de fugacidad, calidad que comparte con

    el amor y con la vida misma” (170).

    Entonces, al parecer con base en esta revelación, más adelante está escrito que “las cartas a

    Ramón Ochoa que León había conocido hasta entonces estaban llenas de alusiones poéticas algo

    rebuscadas y pedantes, además del ligero toque de paternalismo del hombre cosmopolita hacia su

    amigo de provincia: ahora Alfonso había pasado de escribir de una manera sencilla, casi como de

     periodista, y en ese estilo rápido y telegráfico describía su visita a París” (177).

     No obstante lo anterior, una conclusión a la que he llegado con la lectura enfocada en la

    reflexión metaficcional sobre la escritura es que en Para antes del olvido estamos ante una paradoja

    afortunada y esperanzadora sobre la creación literaria, pues se están escribiendo simultáneamente

    dos novelas, la de León y la del narrador de Tomás González; la diferencia, tal como la ha

    expresado el propio autor, es que León la quemó, pero él no. Sin embargo, la novela parece estar

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    escrita de acuerdo con los diarios de Alfonso y lo escrito por León, aunque estas páginas hayan

    desaparecido: es aquí donde planteo la metaficcionalidad como base de la obra en estudio.

    El sentido de la ambigüedad está en que la novela reflexiona sobre la inutilidad de las formas

    literarias (¿qué nos van a decir unas cuantas palabras sobre la fugacidad de la vida? ¿No son acaso

    las formas poéticas infructuosas cuando no hacen sino parafrasearse unas a otras?) pero, al mismo

    tiempo, la novela está escribiéndose, como ha sucedido también en Sin remedio (1984) de Antonio

    Caballero. Ignacio Escobar, a la manera de León, no consigue escribir lo que se propone; ambos son

     personajes que se entrampan, pues encuentran muy difícil acceder a la ilusión de las formas

    (Escobar) y a los intrincados fragmentos de la memoria (León). Ahora bien, es este argumento el

    que permite que la novela se escriba.

    Aquí encuentro una reflexión metaficcional sobre la escritura y, además, una afirmación

    implícita de Tomás González que me arriesgo a anunciar. Dejaré la primera para el cierre y

    esbozaré primero la afirmación implícita. Varios trabajos críticos sobre la obra de González así

    como algunas entrevistas con el autor dan cuenta de que esta se trata de una escritura llena de

    sencillez y economía del lenguaje, aun cuando se tenga como una probable excepción  Para antes

    del olvido.

    Así pues, quedamos frente a una cuestión de estilo, por lo que me inclino a pensar que en

     parte esa reflexión sobre la cercanía del lector y del esfuerzo por que las palabras no se conviertan

    en un obstáculo para la lectura del texto, sino que convivan casi imperceptiblemente con la historia

    sin descuidar el tono logrado, casi siempre poético de Tomás González, hacen parte de la reflexión

    que quiere proponer con la escritura de la novela en cuestión. En una reseña escrita por Luis

    Fernando Afanador sobre La luz difícil para la revista Arcadia titulada “La redención humana”, que

    contiene una conversación con González, este último expresa lo siguiente:

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    La práctica de la meditación Zen me ha ayudado a desintelectualizar  mi escritura, a mantenerla en la

    realidad (o irrealidad) de los hechos, y evitar que se convierta en ejercicio mental. Con la práctica del

    zen se empieza a ver con claridad cómo uno tiende a vivir enfrascado en una narrativa mental, en una

    especie de sueño, mientras que la realidad real va por otro lado. El Zen ayuda a bajarse de esa

    narrativa, de ese sueño, y a acercarse más a la realidad que es. De esa forma ha contribuido, creo yo, a

    que mi literatura sea más sensorial, directa, concreta. “El ruido del agua dice lo que pienso”, dijo uno

    de esos poetas hace ya miles de años. (cursivas fuera del texto original).

    Esta afirmación explícita sobre su escritura que hace Tomás González tiene relación con la

    lectura que se propone de  Para antes del olvido, y aunque no pretendo sugerir que en rigor esto

    quiso transmitir el autor con la escritura de la novela, como mínimo sí juzgo prudente advertir que

    en cualquier caso constituye un momento importante a manera de reflexión metaficcional sobre esta

    clase de escritura desintelectualizada, la cual se va a ver desarrollada en su obra posterior.

    A modo de cierre, Tomás González nos ofrece con  Para antes del olvido una reflexión sobre

    el sentido de la escritura, por demás maravilloso, y consiste en que, contrario a lo que se puede

    intuir con el desvanecimiento de las formas — la música, el color , la respiración, la estructura—, tal

    y como lo he querido afirmar siendo un lector entusiasta de sus libros, es que la escritura sigue

    siendo una de las armas más poderosas para combatir el triste olvido. Como ha dicho en varias

    oportunidades Tomás González en entrevistas, citando a León: “hay que empezar a escribir ya,

    antes de que se nos olvide del todo”.

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    Referencias:

    Afanador, F. (2011).  La redención humana.  Revista Arcadia. Disponible en:

    http://www.revistaarcadia.com/impresa/articulo/la-redencion-humana/25933  Consultado el 14 de

    abril de 2016.

    Caballero, A. (2010). Sin remedio. Alfaguara.

    González, T. (1987). Para antes del olvido. Plaza & Janés.

    Vélez, L. (s/f).  Entrevista a Tomás González . PuntoLatino. Disponible en:

    http://www.puntolatino.ch/literatura/entrevistas-y-notas-literarias/2891-entrevista-tomas-gonzalez-

     para-antes-del-olvido-2010-por-luis-velez-serrano Consultado el 14 de abril de 2016.