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Tema 11: Los países de la Comunidad Europea: aspectos físicos, sociales y europeos TEMA 11: LOS PAÍSES DE LA COMUNIDAD EUROPEA: ASPECTOS FÍSICOS, SOCIALES Y ECONÓMICOS. 1- INTRODUCCIÓN. 2- LA VARIEDAD DE REGIONES NATURALES. 3- CONDICIONANTES DE LA ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO EUROPEO 4- LA ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO EN LA EUROPA DEL ESTE. 5- POLARIZACIÓN: RELACIONES CENTRO-PERIFERIA. 6- LOCALIZACIÓN DE LAS ÁREAS INDUSTRIALES, URBANAS Y RURALES. 1- Introducción. El concepto de Europa, desde un punto de vista físico, no se presta a un consenso generalizado sobre sus límites, especialmente en lo que se refiere a sus márgenes meridional y oriental. Algunos autores piensan que el Mediterráneo es su línea natural de separación. Mayor aceptación tienen los Urales (criterio que si en el siglo XVIII parece indiscutible, en la actualidad no lo es tanto). Como rasgo físico destacable en el espacio europeo puede hablarse de la profunda influencia que ejerce el océano, junto con la con notable fragmentación territorial en pequeñas unidades morfoestructurales, hasta el punto de constituir un abigarrado mosaico. Este carácter de proximidad al mar de la casi totalidad del espacio europeo, además de facilitar el desarrollo de actividades ligadas al mar y permitir el establecimiento de relaciones con otras regiones del mundo, tiene una clara incidencia climática. La escasez de barreras montañosas opuesta a la penetración del viento oceánico ha favorecido también una suavización climática en buena parte del territorio, apoyo indudable a la ocupación humana que desde fechas prehistóricas se produjo. Europa ha sido foco originario de modelos económicos y pautas culturales (especialmente a partir de la ©OPOSICIONGH, 2001-2005. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.

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Tema 11: Los países de la Comunidad Europea: aspectos físicos, sociales y europeos

TEMA 11: LOS PAÍSES DE LA COMUNIDAD EUROPEA: ASPECTOS FÍSICOS, SOCIALES Y ECONÓMICOS.

1- INTRODUCCIÓN. 2- LA VARIEDAD DE REGIONES NATURALES.3- CONDICIONANTES DE LA ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO EUROPEO4- LA ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO EN LA EUROPA DEL ESTE.5- POLARIZACIÓN: RELACIONES CENTRO-PERIFERIA.6- LOCALIZACIÓN DE LAS ÁREAS INDUSTRIALES, URBANAS Y RURALES.

1- Introducción.

El concepto de Europa, desde un punto de vista físico, no se presta a un consenso generalizado sobre sus límites, especialmente en lo que se refiere a sus márgenes meridional y oriental. Algunos autores piensan que el Mediterráneo es su línea natural de separación. Mayor aceptación tienen los Urales (criterio que si en el siglo XVIII parece indiscutible, en la actualidad no lo es tanto).

Como rasgo físico destacable en el espacio europeo puede hablarse de la profunda influencia que ejerce el océano, junto con la con notable fragmentación territorial en pequeñas unidades morfoestructurales, hasta el punto de constituir un abigarrado mosaico. Este carácter de proximidad al mar de la casi totalidad del espacio europeo, además de facilitar el desarrollo de actividades ligadas al mar y permitir el establecimiento de relaciones con otras regiones del mundo, tiene una clara incidencia climática. La escasez de barreras montañosas opuesta a la penetración del viento oceánico ha favorecido también una suavización climática en buena parte del territorio, apoyo indudable a la ocupación humana que desde fechas prehistóricas se produjo.

Europa ha sido foco originario de modelos económicos y pautas culturales (especialmente a partir de la generalización de su influencia con la Revolución Industrial, primer eje de lo que hoy se designa con el concepto sistema mundo). En la actualidad, el espacio europeo se inserta en el contexto mundial dentro de las regiones con estructuras asimilables al modelo característico del desarrollo, si bien su posición dominante ha declinado tras la Segunda Guerra Mundial en favor de las dos superpotencias (EE.UU. y, hasta su desaparición como cabeza del área socialista, la URSS.), que organizaban las respectivas esferas de influencia en el área europea, y hasta cierto punto condicionaban su estructuración.

La articulación de una Comunidad Económica Europea con plena vigencia del sistema único y la moneda común supondrá la creación de un bloque que hará efectivo un poder gran poder económico con que refrendar un espacio cultural y de mentalidades que amenaza cada vez más con su supeditación y dependencia respecto a la órbita estadounidense. Sin embargo, la formación de un espacio europeo supranacional debe afrontar la necesaria tarea de acabar con una heterogeneidad regional que pone en duda el concepto de un espacio coherente, de una unidad económico-política: Europa, por

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condicionantes físicos e históricos, también tiene su "Sur" (el Algarbe portugués, Extremadura, Andalucía...). Por otro lado, el año 2003 está llamado a marcar un hito en la concepción de la Unión Europea: por una parte, “Europa” se desvanece en parte como espacio inequívocamente homogéneo, unido por lazos históricos y de identidad cultural, como sucedía con la Europa occidental: la ampliación a los países del Este y, a medio plazo, junto a Turquía, otros como Marruecos, etc., desdibuja los límites que la concepción ideó para dicho espacio; pone en peligro algunos aspectos básicos como la cohesión territorial (al menos basada en los mismos principios vigentes en la Europa de los 15: Francia y Alemania no podrían dedicar suficiente presupuesto nacional para una labor, igualar a toda las regiones con rentas inferiores al 90% de la media; en tanto que España, Portugal y Grecia dejarían de ser países netamente receptores de fondos europeos). Por otra parte, bajo presidencia italiana se prevé la creación de una Constitución europea que contribuya a poner los pilares de su futuro; pese a que sin embargo no existe una idea indiscutible del grado de compromiso que las soberanías nacionales están dispuestas a ceder a favor de un Estado europeo efectivo: ¿se creará una Europa confederada?; ¿sólo una Europa económica, social y cultural, como defienden otros?

2- La variedad de regiones naturales.

El paisaje natural desempeña un papel secundario en organización humana del espacio europeo, debido al elevado desarrollo técnico-económica.

Como principales zonas orográficas pueden destacarse las Cordilleras noroccidentales en el frente atlántico, las extensas llanuras centrales que desde Francia se amplían hacia Rusia, y las cordilleras meridionales extendidas desde Gibraltar a Anatolia. Como excepción al espacio continental, Islandia es un fragmento surgido de la gran dorsal atlántica.

Las cordilleras que desde Escandinavia (ocupando parte de Gran Bretaña e Irlanda) limitan de forma discontinua el frente noroccidental, son los fragmentos de la antigua cordillera caledoniana emergida en la primera mitad del Paleozoico por compresión entre los escudos canadiense-groenlandés y báltico: se produce un fenómeno de aplanamiento por erosión y caratonización y fracturas posteriores, de estilo germánico, encajándose abruptamente los ríos, y en Escandinavia con un importante posterior modelado glacial. En España la fragmentación del macizo herciniano en Galicia y cuencas hundidas, tapizadas por sedimentos posteriores (que hoy generan formas tabulares) serán el asiento de las actividades económicas mineras.

Las cordilleras alpinas son el resultado de la compresión ejercida por el escudo africano sobre el eurasiático, que forman un frente continuo a lo largo de las costas mediterráneas, si bien las bifurcaciones y formas arqueadas son frecuentes, al ser de materiales calcáreos, depositados en la geosinclinal del Tethys. Su carácter de cordilleras jóvenes, justifica su mayor altitud- hasta 4.800 metros en el Mont Blanc- y complejidad; hundimiento de algunos fragmentos (Guadalquivir, Ebro, Aquitania, Ródano, Po, Moldavia, Valaquia) por las que circulan algunos de los grandes ríos.

El clima se caracteriza por la moderación térmica, por la acción combinada de la latitud 36-70º N y de la influencia moderadora del océano. Se dan promedios anuales de temperaturas entre 10-15º, produciéndose la alternancia de las masas de aire polar y tropical, con un notable contraste estacional.

La escasez de barreras orográficas que obstaculicen el avance de las corrientes de aire cargadas de humedad y recortado de las costas, difunden la influencia del océano, limitando los rasgos de continentalidad a las regiones más orientales o a aquellas cuencas hundidas o al abrigo de montañas.

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Dos centros condicionan climáticamente el espacio europeo: depresión de Islandia y el anticiclón de las Azores. La primera se identifica con las perturbaciones del frente polar, que afecta esencialmente durante el invierno, en que se desplaza hacia el sur, afectando en forma de precipitaciones sobre todo a la costa atlántica. El anticiclón de las Azores se integra dentro del cinturón subtropical de altas presiones, originando un tiempo estable y temperaturas elevadas cuando en verano se sitúa sobre Europa. En invierno solo afecta a la costa mediterránea.

El clima oceánico se caracteriza por una temperatura suave, con una amplitud térmica escasa, con precipitaciones abundantes y bien repartidas, sin estación seca y escasa insolación. Es el dominio propio del bosque caducifolio.

En el sur se produce un clima mediterráneo, marcado por la mayor protección orográfica y el carácter de mar cerrado y cálido. Clima que es generador de sequedad, sobre todo en verano, y con gran irregularidad interanual. Constituye la zona de dominio del bosque esclerófilo.

Los países del Este llamados a integrarse en Europa añaden otros rasgos diferenciales: climas con tendencia a la continentalización.

3- Condicionantes de la organización del espacio europeo

La ocupación a lo largo de la Historia del espacio europeo por diversos grupos humanos con una misma identidad (el Imperio Romano, por ejemplo) es el factor que otorga una personalidad más acusada a sus sin embargo muy diversos territorios. La Revolución Industrial supone el momento de inserción de Europa dentro de las áreas desarrolladas (proceso éste que distingue al mundo moderno del antiguo): Europa se convierte en foco de dominio y foco innovador a escala mundial hasta el primer cuarto del XX, mediante la creación de imperios coloniales mediante un dominio económico y militar.

Sin embargo, la Revolución Industrial también supone un punto de inflexión determinante para la constitución de una Europa dualizada, escindida entre espacios desarrollados y áreas atrasadas. A mediados del XIX era una realidad palpable la división de Europa en dos, "la del caballo de vapor y la del caballo de tiro" (en afortunada expresión de F. Braudel): la posterior evolución de estos dos grupos les dotará de un carácter diferencial.

En el siglo XVIII tendrá lugar una expansión económica que posibilitó una creciente acumulación de capital. Dado el carácter agrario de las sociedades europeas, fueron las mejores en este ámbito económico las que mayor importancia alcanzaron (según refleja Paul Bairoch), basando esta fase de desarrollo inicial en la mejora del utillaje y de la técnica agrícola, en la explotación directa de la tierra (frente a la prevalencia de un sistema latifundista y basado en el arriendo en la Europa llamada al desfase económico posterior). Esta acumulación de beneficios agrícolas tenía marcado su tope de extensión (de demanda), por lo que la reinversión deberá centrarse en la expansión del comercio y de la artesanía, vinculada en parte al incremento en la demanda de trabajo que trajo consigo la elevación del nivel de vida.

De esta forma, se consumará la ruptura del ciclo demográfico antiguo, con la existencia de más mano de obra y consumo. La clave del crecimiento demográfico hay que buscarla en la disminución de la mortalidad, posibilitada por el aumento de subsistencias que redujo la incidencia de los períodos críticos, así como la disminución de conflictos bélicos de carácter devastador, y la desaparición de la peste bubónica, a los que en el XIX se sumaría la rápida mejora de la medicina, especialmente a partir de 1789 en que Jenner descubre la antivariólitica. Por primera vez un área mundial, como el espacio centroeuropeo y británico, adquirió un crecimiento por encima del 1% anual, en tanto las áreas surmediterráneas y el ámbito danuviano tardará prácticamente un siglo en alcanzar este proceso.

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En el contexto económica y demográfico apoyado en Europa por las diferentes revoluciones burguesas que sacudieron Europa desde 1789, puedieron aplicarse las sucesivas mejoras tecnológicas, cuando los empresarios consideraron que existían expectativas de beneficio suficientes para justificarlas: en este sentido, el cambio puede considerarse una respuesta a las condiciones de mercado.

Uno de los rasgos de las sociedades preindustriales era su inmovilidad, dominadas por una económica prácticamente cerrada. Por contra, la revolución industrial va a ir acompañada por una revolución de los transportes, que posibilita la migración masiva al abaratarlos extraordinariamente. Además, el ferrocarril hace de generador de efectos multiplicativos e incide en la especialización regional, abarata los costos productivos (materias primas, mano de obra, energía...) y crea demanda sobre sectores industriales como la siderurgia, construcción de maquinaria y material de transporte, textiles, carbón, etc. La conjunción de todos estos factores en el noroeste reorganizó el territorio como adaptación a las nuevas condiciones imperantes: concentración (frente al anterior putting-out system) en factorías cada vez mayores en la proximidad de las fuentes de obtención de materias primas o energéticas, origen de la nueva ciudad industrial. De esta forma, se configura un espacio geográfico diferente en cuanto a su anterior distribución, que constituye una seña de identidad de la Europa desarrollada.

La Europa mediterránea y balcánica quedó marginada de este proceso: se trata de países agrarios de fuerte arraigo de sus estructuras tradicionales, convertido en la "periferia inmediata", dentro de la naciente división internacional del trabajo. Junto a la exportación de materias primas y alimentos a la Europa industrial, se convierte en espacios de confrontación en el que las distintas potencias pugnaban por establecer sus áreas de influencia, especialmente en los Balcanes.

La industrialización se retrasa hasta los umbrales de este siglo, y las industrias no se orientan a la formación de un verdadero sistema económica nacional, sino a completar el sistema económica internacional, dando prioridad a la industria de transformación de las materias primas en base a la exportación y la industria de sustitución, escaseando las industrias de bienes de equipo.

Se trata de áreas en las que existe una importante participación exterior, tanto en lo referente al origen de los capitales como de la tecnología. En muchos casos fueron son industrias filiales de las grandes empresas industriales las que controlaron parte de la actividad extractiva, bancaria o vinculada a la de ferrocarriles: puede hablarse de un carácter exógeno del despegue industrial, no basado en la reforma previa de las estructuras socioeconómicas, lo que acentuó en estos países la concentración espacial y los consecuentes desequilibrios regionales, tanto por la profunda crisis de un mundo rural apenas evolucionado (traducida en un éxodo masivo), como por las dificultades a que se enfrentó la difusión espacial de las innovaciones. Proteccionismo frente a la competencia exterior, trasvasado a la agricultura para asegurar unas rentas mínimas y con ello una demanda para los productos manufacturados, favorecieron cierto minifundismo industrial y una escasa modernización de las estructuras productivas, junto al desarrollo de regímenes de competencia imperfecta (monopolio, oligopolio) en ciertas actividades. Por el crecimiento acumulativo estas diferencias se han acrecentado.

4- La organización del espacio en la Europa del Este.

El establecimiento del telón de acero tras el apresurado y deficitario reparto de las zonas de influencia aliadas sobre el espacio europeo en 1945, supuso el surgimiento de una económica planificación centralizada en que el Estado se erige en agente organizador del espacio, sustituyendo los anteriores múltiples centros decisorios.

Junto a la reconstrucción de postguerra, paso indispensable para la construcción del socialismo, se produjo en la Europa del Este una socialización de los medios productivos

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fundamentales, con la nacionalización de la industria, minería, banca o transporte, y realización de una reforma agraria. Las estrategias de desarrollo fijan como prioritaria la industrialización acelerada, otorgando mayor importancia a los sectores pesados y con un fuerte matiz autárquico, que pretende la progresiva desaparición de las desigualdades sociales y espaciales, que en la Europa anterior se habían materializado sobre todo en la dicotomía campo-ciudad. El medio empleado fue la planificación centralizada de base económica por quinquenios, que provoca, por la creciente complejidad, una hipertrofia burocrática que redunda en una excesiva rigidez del sistema. A la muerte de Stalin, en los años 50, tiene lugar una descentralización y diversificación de los modelos planificados para adaptarlos a las peculiaridades nacionales: proceso que se inicia en la RDA y Polonia y se extiende a todo el Comecón a excepción de Albania.

La vía yugoslava, país que rompe con la dependencia en la toma de decisiones económicas respecto a la URSS en 1948, se caracteriza por la autogestión obrera, dentro de las directrices generales del Plan, y manteniendo una cierta permisividad respecto a la propiedad privada (por ejemplo, se fija el umbral máximo de propiedad agrícola en 10 Hectáreas). En este país desempeña cierto papel el mercado, y se permite la inversión extranjera. En todo caso, resulta fundamental el papel de los poderes públicos como agentes de organización espacial, corrigiendo los desequilibrios y costes sociales derivados de la lógica del mercado, y suplantando a la iniciativa privada en actividades poco rentables o que exigen grandes inversiones: se puede hablar de un "capitalismo atenuado".

Pese a la caída del Muro de Berlín en 1989 y la descomposición de los sistemas comunistas en un tiempo asombrosamente breve y de forma sorprendentemente incruenta, la huella espacial de los tiempos de la planificación espacial es aún patente, por ejemplo en las redes de transportes, y en general en una política de ordenación espacial que tenía en la homogeneización del espacio una de sus razones de ser.

5- Polarización: relaciones centro-periferia.

Europa es un espacio de contrastes, cualquiera que sea la escala que se considere la cuestión. A comienzos de la era cristiana las orillas del Mediterráneo fueron el centro neurálgico del mundo, con más de la mitad de la población encuadrada en las fronteras del Imperio romano. Hasta el XVI los países mediterráneos logran mantener hasta cierto punto su hegemonía, pero desde entonces los centros de poder político y económico se trasladaron en dirección al mar del Norte: Inglaterra, Francia, o los Países Bajos. El comienzo de la revolución industrial no hizo sino reforzar este movimiento, incorporándose Alemania.

Las estructuras organizativas esenciales de Europa pueden explicarse a partir de su consideración como región nodal o polarizada. Según esta hipótesis, existe en cada país y en el conjunto de ellos unas áreas centrales ("core area") en las que se concentra una elevada proporción de su capacidad productiva, población, innovaciones y funciones de rango superior, con altas tasas de urbanización y una densa red de comunicaciones, rodeadas por espacios periféricos. A su vez, éstos tienen un limitado control sobre sus propios recursos, con una escasez de innovaciones locales, débiles relaciones internas y relaciones asimétricas con las áreas centrales (según el geógrafo Selwyn), así como menor densidad, dependencia del exterior o desequilibrios externos.

Europa se caracteriza por un desigual reparto demográfico: en el año 1993 tiene 545 millones de habitantes, lo que supone 67 habitantes por kilómetro cuadrado, que casi triplican la media mundial y sólo son superados por el sudeste asiático. Pero Europa presenta una gran disimetría interna en cuanto a la concentración de la población: las regiones más densas duplican la media europea: Países Bajos (Holanda con 300 hab./Km2, Bélgica con algo menos), Alemania y Reino Unido.), con una segunda aureola entre 100/200 hab. formada por los países contiguos, en tanto que los países inferiores están todos en la periferia, tanto sur (mediterránea, con la excepción de Italia) como oriental

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(balcánicos), occidental (Irlanda, Islandia) y muy especialmente en un despoblado norte (países nórdicos).

El "corazón" de esta alta concentración se correspondería con el cuadrilátero Londres-París-Colonia-Amsterdam: área en el que se agrupan más de 150 millones de personas, además con unas elevadas tasas de urbanización.

Las causas de tal desigual reparto tienen etilogías muy distintas. Los climas secos, fríos o continentales, suponen un hándicap para la densificación del poblamiento. Lo mismo puede decirse de las áreas montañosas (en tanto la llanura central europea, especialmente en su parte occidental, acoge a la mayor parte de los habitantes europeos: en general las zonas por debajo de los 500 metros sobre el nivel del mar son las que mayor densidad de población soportan). Lo mismo puede decirse del factor proximidad al mar (favorable a la concentración) o lejanía (disuasoria). Por último, la fertilidad de los suelos y la riqueza del subsuelo (determinante en el caso de la ocupación histórica de la cuenca del Ruhr, en Alemania), son otros dos factores geográficos.

Pero más que hablar estrictamente de factores físicos, debemos concluir que las áreas que mayores facilidades ofrecieron al asentamiento de fábricas e inversiones son las que más densificación humana conocen en la actualidad. En el caso de Europa el medio físico no resulta tan determinante como en otras áreas del planeta, y prevalecen factores históricos (debiendo señalarse la importancia que el Imperio Romano tendrá sobre el ulterior poblamiento de la parte occidental de Europa) y especialmente socioeconómicos, el nivel de desarrollo y grado de prosperidad económica alcanzado por cada área.

Las actitudes malthusianas tuvieron vigencia desde el siglo XIX en Europa, primero en el centro, luego en la periferia, relacionadas con la mejora del nivel de vida, una creciente urbanización, ampliación de los niveles educativos y consiguiente aumento en los costes de formación del niño, preocupación por el bienestar y contracepción.

De esta forma, Europa presenta una tasa de natalidad reducida al 14 por mil, la mitad de la media mundial. Incluso los países mediterráneos, que se incorporan más tardíamente a este recorte de la natalidad, se suman con gran fuerza a la caída de su índice: España, que hasta 1975 no muestra tasas de natalidad parejas a las occidentales, es en la actualidad uno de los países con una tasa de hijos por pareja menor del orbe, con 1,4 hijos de promedio por matrimonio, invirtiéndose en poco más de 20 años radicalmente su comportamiento.

La distinta antigüedad del proceso separa los valores de la antigua República Federal Alemana, escandinavos y alpinos (hasta hace poco con mínimos mundiales) de los balcánicos.

El descenso de mortandad ha llevado al conjunto europeo (excepción de Albania, y fuera de los casos de una transición traumática entre el comunismo y el capitalismo) hasta casi los límites biológicos: la tasa de mortalidad es próxima al 10 por mil, que se distribuye de modo inverso: los países más viejos -por tener menor natalidad- son los que presentan más mortalidad, mientras los más jóvenes son los países con tasas más bajas.

Europa central, pero más recientemente también países como Italia y España, muestran una tendencia al crecimiento cero o saldos negativos. Los países balcánicos crecen a un ritmo algo mayor por herencia de un pasado histórico reciente donde la reducción de la natalidad no era considerada una prioridad nacional, con tasas de crecimiento próximas al 0,5 por mil. La caída del comunismo, la llegada de una nueva mentalidad prooccidentalista con sus valores y aspiraciones vitales diametralmente opuestas a las vigentes hasta entonces, tiende sin embargo a alterar de forma contundente el comportamiento demográfico de los países del antiguo bloque comunista.

Albania hasta hace poco se comportaba a nivel demográfico casi como los países del Tercer Mundo, pero también se verá afectada previsiblemente por una incorporación a las características propias de la dinámica demográfica europea: escasísima natalidad, baja mortalidad (sólo acentuada por el aumento de ancianos, por la acumulación de personas en

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el estrato poblacional de los mayores de 65 años), elevada esperanza de vida (79 años para los varones que nazcan en la década de los 90, y 81 para las hembras), tasas de mortalidad infantil -la producida desde el nacimiento a los 5 años- residuales, casi en los límites biológicos (por malformaciones congénitas incurables, etc.), retraso de la edad de matrimonio (en el conjunto de Europa ya superior a los 28 años para los varones y 26,5 para las hembras), tardía llegada del primer hijo, elevación de las tasas de celibato, elevación del porcentaje de divorcios (próximo en España al 25% de las parejas que llevan casadas menos de una década), etc.

Estos comportamientos demográficos se completan con la existencia de un nivel de bienestar elevado: tanto por el acceso a determinados bienes vinculado al alto nivel medio de la renta como por la dotación de servicios asistenciales, en gran parte públicos: sanidad y educación, medio ambiente, promoción de viviendas, etc.

Pese a reducirse paulatinamente las diferencias, todavía se aprecia al respecto un acusado contraste entre los antiguos países del Benelux, Alemania, Suiza y los países nórdicos respecto a la orla periférica, afectada en todos los parámetros de bienestar por valores inferiores al promedio. En general, y puede servir para comprender los comportamientos demográficos que venimos describiendo, existe una acusada correlación entre los altos niveles de bienestar social (medidos con los marcadores antes expuestos) y un comportamiento demográfico tendente a la reducción de la natalidad y envejecimiento.

Los desequilibrios regionales dentro de un país son un fenómeno generalizado, sobre todo en base a la industrialización, con efectos acumulativos que se han acentuado en el último siglo: concentración de la plusvalía en áreas más dinámicas, frente a la desinversión en otras: con disparidades regionales aún mayores en países más pobres. Las rentas bajas se asocia con predominio agrícola en la producción y empleo; concentración espacial en áreas restringidas de la renta en todos los países, incluso en los antiguos países socialistas, si bien la menor importancia de desequilibrios en los más avanzados permitiría suponer que éstos son un fenómeno temporal en el proceso de industrialización que tiende a desaparecer con el paso del tiempo de modo espontáneo.

Europa presenta cuatro áreas con problemas sociales y económicos graves: - Regiones rurales dependientes de técnicas no suficientemente modernizadas, con bajos ingresos y deficientes infraestructuras, siendo objeto de las lacras del paro y subempleo donde pervive la gran propiedad: Sicilia, Mezzogiorno, Algarve portugués, Extremadura y Andalucía, buena parte de Irlanda o Grecia - Antiguas regiones industriales especializadas en actividades que, como la textil, siderurgia y hullera o naval, al haber diversificado escasamente sus producción se han visto afectada por la crisis de estos sectores y la reconversión: industria vieja, deterioro ambiental y paro: Gales, Yorkshire, el Sarre, Lorena y los Vosgos, Asturias... - Regiones fronterizas que tradicionalmente veían frenadas sus posibilidades de expansión por la limitación de intercambios que suponen los aranceles: frontera luso-española, Sajonia alemana (dividida en dos por la Segunda Guerra Mundial): para muchas de estas zonas bien puede decirse que el establecimiento de un mercado europeo único llega demasiado tarde.- Países del Este europeo con transiciones incompletas o deficitarias al capitalismo, actual cantera de emigración a la Europa occidental.

Frente a la moderación de los contrastes en las zonas centrales europeas, existe un agravamiento en las periféricas, pese las políticas de compensación territorial establecidas, primero para superar la antítesis campo-ciudad, luego para incorporar en algunos casos una visión integral de la ordenación del territorio (incentivos a la construcción industrial, creación de infraestructuras y empresas públicas con capacidad de servir de catalizador o que hagan de arrastre para industrias auxiliares). En los países del Este comunista, existían las posibilidades teóricas de compensar la desigualdad territorial, pero en la práctica se vieron limitadas por consideraciones de eficacia que aconsejaban la concentración de

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esfuerzos en las regiones con potencial productivo superior: el interés macroeconómica se impuso sobre la consideración de justicia social y las ilimitadas posibilidades de ordenación del territorio por parte del Estado.

Las consecuencias de esta desigualdad espacial en el marco del conjunto europeo son un desplazamiento de la fuerza de trabajo y productos agrícolas desde las regiones periféricas hacia los países noroccidentales; los movimientos de capital y tecnología hacia los "vírgenes" países periféricos, junto a la vigencia de un turismo, sobre todo el mediterráneo y más recientemente el balcánico, que se fija en países con poderes adquisitivos menores a los de procedencia del turista.

La Unión Europea tiene como uno de sus objetivos y requisitos para que la formación de un espacio económico único no agrave tales desajustes el lograr un mayor grado de integración del espacio europeo. Es cierto que los países periféricos se benefician, de esta nivelación, pero, como señala Seers, es a costa de una mayor dependencia estructural, "siendo patentes los peligros de dominación cultural, militar y económica".

La histórica migración a las posesiones de Ultramar, potenciada por un éxodo rural interno, fue otro de los condicionantes básicos en la articulación del espacio europeo. Si a mediados del siglo XIX era principalmente británica la emigración, la segunda mitad del siglo implica una migración de la Europa central y nórdica primero y los Balcanes y Mediterráneo después, a medida que el centro comienza a industrializarse y cambia su demografía.

Tras el frenazo económico que supuso la Primera Guerra Mundial, y las restricciones de EE.UU a sus relaciones comerciales a partir del crack de 1929, la migración fue la única salida para una Europa que, a nivel económico, estructuralmente había alcanzado sus topes. Por si fuera poco, posteriormente sufrirá la emigración forzosa por represión sobre minorías étnicas que al término de la Segunda Guerra Mundial habían afectado a 30 millones de europeos (judíos, gitanos, etc.). A partir de los años 50 existe un desplazamiento por motivos laborales, incluso desde el Magreb y los países de la Commonwealth, especialmente con la coyuntura alcista de 1954 a 1974, y que afectó a 14 millones de inmigrantes.

Los factores de orientación de esta migración son varios. En primer lugar, la distancia y pervivencia de relaciones coloniales: la R.F.Alemana recibirá población de sus fronteras orientales (Turquía, Yugoslavia, Grecia), Francia, Portugal y España marroquíes y argelinos, Inglaterra irlandeses, Suiza italianos... En muchas ocasiones se trataba de migraciones temporales, sin familia, generalmente de personas de escasa cualificación y para desempeñar las actividades más penosas (limpieza de las centrales atómicas, puestos incualificados en las cadenas de montaje...). La crisis de 1973 supuso una reducción de las entradas y la repatriación (incentivada económicamente) de muchos antiguos emigrantes.

Las multinacionales y el auge del turismo vinieron a aumentar la complejidad de las relaciones espaciales europeas, especialmente en lo que se refiere a los países periféricos: el desembarco de empresas norteamericanas supuso una inversión de cerca de 55.000 millones de $ en 1976, que si inicialmente se canalizaban hacia el Reino Unido, el Benelux y Suiza, en la urbes del corazón europeo, más recientemente tomaron como objeto países como España, Italia, Grecia, Irlanda, etc. La inversión multinacional se caracterizó por el papel selectivo en la ubicación de sus núcleos económicos, en la zonas privilegiadas o en las que más ventajas potenciales ofrecían (mercados en expansión, mano de obra barata y con un cierto nivel técnico, recursos naturales exportables o escasa oposición a industria altamente contaminantes, apoyo de los gobiernos).

A partir de los años 60 tendrá una gran importancia el turismo de costa y de montaña, equilibrando algo más la balanza de pagos de los países meridionales (pero inicialmente incurriendo en una degradación ecológica por los sectores de ocupación más intensa, dependencia de tour-operators), etc.

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6- Localización de las áreas industriales, urbanas y rurales.

Europa ha sufrido dos siglos de emigración a las ciudades, que adquieren el papel hegemónico en la organización y funcionamiento de estas sociedades, particularmente en los países centrales. La industria supone entre el 30 y 40% de la población activa y del PIB nacionales. Es una actividad marcadamente selectiva desde el punto de vista espacial en Europa, y tiende a concentrarse puntualmente en ciertas áreas, favoreciendo con ello la aparición de desequilibrios territoriales.

La mayor densidad se localiza en torno al Canal de la Mancha, con centro en el polígono aproximado Birmingham-París- Frankfurt-Dortmund-Rottedarm, prolongándose hacia el sur por el eje renano (Alsacia-Lorena, Selva Negra) hasta el valle del Po y hacia el este (Sajonia, Bohemia) hasta la Alta Silesia.

Envolviendo esta corona, existen otros espacios dispersos pero de notable peso específico (la zona nororiental española, Moldavia-Valaquia en Rumanía, norte servio. Fuera de esta zona sólo se localiza cierta actividad industrial en las grandes capitales políticas u otras grandes ciudades.

Los factores de localización son múltiples: cercanía a las materias primas (especialmente para las industrias de base que utilizan grandes volúmenes de materia prima o energía); ubicación junto a grandes concentraciones humanas para las industrias de bienes de consumo; existencia de nudos ferroviarios y puertos, etc. Sin embargo, existen cambios más recientes en la localización industrial, motivados por el abaratamiento y generalización de los medios de transporte, el hecho de que las fuentes de energía son fácilmente movilizables (como los hidrocarburos -especialmente el gas canalizado- y electricidad), concentración financiera y técnica, tendencia al agrupamiento de las industrias, cercanía a los centros de decisión financiera y política, etc. Es decir, los tradicionales factores de localización están sufriendo un proceso de desplazamiento en su anterior importancia relativa, a manos de otros condicionantes nuevos.

Las grandes áreas industriales podrían esquematizarse así:1- las industrias de base extractiva muestran lógicamente su vinculación espacial al recurso explotado: es el caso del carbón del surco que va desde Gran Bretaña hacia el este de Europa (norte de Francia, Mosa en Bélgica, Ruhr -zona de especial importancia al respecto, con la conurbación de 10 millones de habitantes-, Sarre y Sajonia en la Alemania, Bohemia en Chequia y la Silesia polaca. Desde los años 60 existe una tendencia a la especialización de estas industrias en un sólo producto. El alza de los precios del crudo llevó a la explotación de los yacimientos de hidrocarburos (deficitarios en Europa), por poco prolijos que resultaran: Ploesti en Rumanía, el Mar del Norte, el gas natural en Groninga y Lacq. 2- las industrias de base portuaria se concentran en núcleos como Rotterdam (inmerso en la región industrial del Rhin), que era en 1961 el primer puerto mundial, consolidando un centro fabril, en parte de maquinaria naval o bienes de consumo para el área, de refinado, etc; Amberes, El Havre, Hamburgo, Londres, Bremen, Bilbao (en el Atlántico) y Marsella, Génova o Barcelona (en el Mediterráneo)

En Europa existen pocas ciudades de nueva planta. Con la Revolución Industrial se consumo el desequilibrio entre el campo y la ciudad: en Inglaterra entre 1801 y 1911 las áreas urbanas concentran el 94% del crecimiento demográfico, por el éxodo rural. La industria rompió así a la antigua ciudad comercial para adaptarla a las nuevas necesidades e intereses. Primero fue objeto de una densificación de su recinto -en altura-, luego objeto de expansión - en forma de mancha de aceite-: y con la degradación del espacio propia de la industrialización sin freno urbanístico, provocó el traslado de la burguesía y clase media a la limpia periferia, al tiempo que en el centro histórico y barriadas obreras se producían fenómenos de hacinamiento, de elevados costes sociales. El resultado fue la creación de grandes metrópolis, con completas relaciones estructurales con su entorno inmediato,

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densificándose la periferia de forma escalonada. Finalmente, se producirá el traslado de la periferia a la industria.

Existen dos tipos básicos de grandes urbes: las ciudades afectadas de crecimiento explosivo, con ciudades dormitorio a su alrededor; las conurbaciones, en las que no existe un núcleo principal y otros secundarios.

El espacio rural europeo sufre una progresiva reducción del terrazgo agrícola en favor de nuevas infraestructuras, viviendas, industria dispersa, campañas de reforestación, etc... Paralelamente se produce un retroceso de la población activa agraria: en el Reino Unido es ya de sólo el 2%, en Bélgica del 3%, en Suecia del 6%, en Alemania del 6%, en España del 16%. En el conjunto de Europa, con un 16% de promedio, sólo muestra un comportamiento alejado del promedio Albania, que en 1989 contaba con un 61% de la población activa dedicada al sector primario.

Con la reducción de la población rural, el sector servicios del campo -tenderos, etc- ve medrar la demanda, por lo que también ha de emigrar a la ciudad. Paralelamente a este descenso de la mano de obra rural se opera un rápido aumento de la productividad: en el Reino Unido, ese 2% de trabajadores produce el 55% de los productos consumidos en el país.

Las áreas agrícolas europeas aparecen bien delimitadas, ya desde la época preindustrial: una economía de pastoreo nómada es predominante en la Península Escandinava; la cerealista en Centroeuropea; la agricultura mediterránea (en un espacio complejo y contrastado, con una oposición básica entre secano-regadío, entre vertientes-llanuras, entre latifundismo-minifundismo) producía la clásica trilogía cereal-viñedo-olivar, como una inteligente adaptación al clima y topografía, que permite además un escalonamiento de las cosechas. En las grandes llanuras se producía el dominio de campos abiertos cerealistas con sistema de año y vez, en las vertientes hidráulicas se optaba por la arboricultura (viñedo, olivar, almendro, algarrobo e higuera) En alguna zonas del Norte de Italia se daba un cultivo más intensivo con sobreposición de árboles, herbáceos y leguminosas.

Como característica general puede señalarse la escasez general de pastos, que limita el desarrollo ganadero a la explotación ovina y caprina, además sujeta a la improductiva trashumancia: las únicas áreas con desarrollo importante son las dehesas salmantinas y extremeñas con explotación extensiva ligada a la gran propiedad y complementada con encinar y alcornocal, cereal y pastos.

Un uso agrícola distinto se da en las pequeñas llanuras irrigadas circunmediterráneas, desde el litoral valenciano-murciano hasta Macedonia, cuya mayor productividad se debe a la existencia de agua durante el verano, gran variedad de plantas cultivadas, desde la triología del secano a horticultura, frutales, y hasta plantas tropicales. Es una zona frecuentemente sujeta al minifundismo y altas densidades de población, con un poblamiento disperso .

La evolución apunta a una agricultura industrializada: capitalización de las explotaciones, mejora de las técnicas de cultivo, especialización de los cultivos, elevación del rendimiento por persona y Hectárea (aún a costa de un paralelo aumento de la dependencia ecológica y económica)

Pueden distinguirse distintas tipologías:- Zonas próximas al océano: van acentuado su tradicional vocación ganadera para leche y derivados, con terrazgo con pastos, forrajeras y cereales pienso, estabulación del ganado, etc, reduciendo el nivel de empleo. Hay un predominio de la pequeña y mediana empresa familiar, pero también un importante desarrollo de cooperativas de producción y comercialización, como en Jutlandia, una de las zonas de los pólders holandeses- Zonas del interior del continente: predominan los sistemas mixtos, con una especialización pero de carácter más extensivo, donde la producción de carne coexiste con cultivos. Los

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cereales alternan en rotación con la remolacha en el Norte, y con el maíz y girasol en latitudes más cálidas. En general se trata de una agricultura de competitividad escasa. También son usuales los cultivos vitícolas. - Zonas mediterráneas: existe una progresiva ruptura con los rasgos tradicionales, sólo conservados parcialmente en algunas áreas atrasadas del interior de estas penínsulas. Retrocede la diversidad de producción, ante la especialización de otras áreas. Como tendencia general, existe una reducción del cultivo del trigo en beneficio de otros cereales secundarios destinados al consumo ganadero (centeno, maíz, cebada), oleaginosas y cultivos industriales como remolacha azucarera o las forrajeras con regadío. La creciente apertura a mercados exteriores ha desarrollado el vino de calidad: Bajo Duero portugués, la Mancha, Rioja, Ribera de Duero etc. El olivar mantiene una superficie casi constante o a veces en retroceso incentivado ante el estancamiento de su demanda. También se detecta una evolución hacia una agricultura orientada al mercado basada en regadío (gracias a los embalses): cítricos, arroz, algodón. Hay un proceso de concentración de la tierra, apoyado estatalmente (como en el caso de la concentración parcelaria en la España del último franquismo), persistiendo la bipolarización latifundismo-minifundismo.

En el año 2002 las cifras de PIB situaban a varios de los países europeos a la cabeza del grupo denominado de “desarrollo humano alto” según la ONU.: Noruega contaba con 29.918 $ por habitante, una esperanza de vida de 78,5 años y un valor del índice de desarrollo humano de 0,942 sobre 1. Similares cifras presenta Suecia, con 24.277 $ y 79,7 años de esperanza de vida al nacer (segunda más alta del mundo, tras Japón). Bélgica y Dinamarca superaban los 27.000 $, Islandia los 29.000, Holanda y Alemania los 25.000, Francia los 24.000, Inglaterra e Italia los 23.000, España contaba con 19.472, Portugal 17.000, Grecia algo más de 16.500. En cambio, los países del Este tienen rentas muy inferiores: Polonia apenas supera los 9.000$, Croacia los 8.000, Lituania los 7.000, Rumanía los 6.400, Macedonia los 5.700, Ucrania los 3.000... Junto con Rusia, Bulgaria y la práctica totalidad de países del Este, se encuentran clasificados estos países del Este en el grupo de “desarrollo humano medio”, según la nomenclatura de la ONU:

Por último, es preciso señalar el que los límites entre campo y ciudad tienden a eliminarse en muchas áreas europeas, existiendo un continuo entre lo urbano y lo rural: espacios rururbanos o urbanización difusa, instalación de personas de la ciudad en los alrededores rurales, movimientos pendulares diarios (agricultura a tiempo parcial), fenómeno de la segunda residencia, etc.

7- BIBLIOGRAFÍA Abejón, M. et. al.: La Europa de los doce Barcelona, 1986.Pinder, D.: Western Europe: challenge and change. Londres, 1990VV.AA.: Regiones europeas de antigua industrialización. Bilbao, 1989.Ricardo Méndez y Fernando Molinero: Espacios y Sociedades. Ariel, Madrid, 1991.Braque, R.: Biogéographies des continentes. París, 1987Carreras Verdaguer, C (dir.): Geografía Universal. Barcelona, 1990, t.I.;George, Pierre: La acción dle hombre y el medio geográfico. Barcelona, 1985.Santos, M.: Por una geografía nueva. Madrid, 1990. Viers, George: Climatología. Oikos-Tau, Barcelona, 1975.

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