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Tema V. Semiótica figurativa
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TEMA V SEMIÓTICA FIGURATIVA
Si la semiótica plástica estudia las configuraciones visuales (líneas, colores, organizaciones
espaciales, etc.) independientemente de lo que representan, la semiótica figurativa se interesa por
las imágenes (pinturas, dibujos, fotografías, películas, etc.) en tanto que representaciones del
mundo. Antes de cualquier otra cosa la semiótica figurativa se pregunta ¿cómo conseguimos
reconocer objetos del mundo natural en una pintura o fotografía?
El problema del reconocimiento (el debate en torno al iconismo)
El primer dilema de la semiótica visual consiste en dilucidar de qué manera reconocemos
determinadas configuraciones visuales como significantes de objetos del mundo. Algunos
estudiosos sostienen que los iconos (los signos visuales) están motivados por la realidad, por lo
tanto están influidos por algunas características de los objetos a los que representan. Otros, por el
contrario, defienden que los iconos son de naturaleza arbitraria, es decir, que sólo pueden ser
interpretados correctamente por aquéllos que conocen las reglas (convencionales) de representación
vigentes en una determinada cultura.
Umberto Eco propone llamar a los signos icónicos hipoiconos para subrayar que son siempre fruto
de la suma de un elemento motivado (son reconocidos gracias a ciertos esquemas mentales,
denominados tipos cognitivos, producidos a partir de la observación de la realidad) y de una
convención (los tipos cognitivos que rigen en una cultura nunca son descripciones perfectas del
mundo, sino construcciones mentales flexibles y modificables; existen, además, reglas de
transcripción de estos esquemas a un soporte bidimensional, como los distintos modelos de
perspectiva de la pintura).
Al contrario que Eco, Greimas no está interesado en el concepto de motivación y advierte sobre el
hecho de que la percepción así como la valoración del mundo y de las imágenes se basan en una
rejilla de lectura cultural a la que llama mundo natural. El reconocimiento se produce cuando los
trazos visuales presentes en el texto son suficientes para reconocer una determinada configuración
(a la que llama formante figurativo) como el significante de un objeto. Los puntos extremos de la
figuratividad se encuentran en la abstracción (reducción de los trazos figurativos al extremo de que
los objetos en lugar de que verse, se construyen ex novo), y la iconización (es decir, la extrema
búsqueda de la ilusión de realidad).
(Cuidado con la terminología: para Eco icónico indica lo que Greimas denomina figurativo,
mientras que para Greimas el iconismo es sólo uno de los grados extremos del eje de la densidad
figurativa).
Sea como fuere, el proceso interpretativo de una imagen no concluye, ni mucho menos, con el
reconocimiento de lo que vemos en ella.
El problema de la significación de las imágenes Iconografía
En el ámbito de la pintura la fase de asignación de sentido que sigue de inmediato al
reconocimiento se conoce como interpretación iconográfica. La iconografía es una disciplina que
estudia y describe la manera en la que ciertos temas recurrentes se representan en la pintura. Ya no
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se trata de comprender cómo reconocemos “una mujer” en una imagen, sino de aclarar cómo, a
partir de ciertas características o particularidades de esa mujer representada, podemos reconocerla
como “santa Catalina” o como “una personificación de la Retórica”.
El estudio de la iconografía (sobre todo de la cristiana) se inicia alrededor de los siglos XVI y XVII,
pero se sistematiza durante el Ottocento (siglo XVIII) cuando comienzan a publicarse diccionarios
y repertorios iconográficos fiables y documentados. La base de la iconografía reside en la
constatación de que ciertos temas recurrentes se representan a menudo mediante los mismos
esquemas y combinaciones de figuras. Ciertos personajes, por ejemplo, se reconocen por sus
características y atributos:
− Las características son particularidades inseparables del personaje, como su aspecto físico y
su vestimenta: por ejemplo, la barba, los cabellos largos y el vestido de piel de camello en el
caso de San Juan Bautista.
− Los atributos, por el contrario, son elementos posteriores que van a ser añadidos a un
personaje para volver más sencilla su identificación: San Juan Bautista casi siempre va a
estar acompañado por un cordero.
Varias razones explican esta repetición: en las Edad Media el oficio de pintor era un trabajo de taller
que demandaba procedimientos estandarizados y repetidos; a menudo el contrato para la realización
de un cuadro definía claramente el tema y la manera en la que tenía que ser representado; pero la
instauración de un código iconográfico estable se debió sobre todo al hecho de que la medieval era
una sociedad con población mayoritariamente analfabeta a la que resultaba más fácil predicar con la
pintura (con la imagen).
En la base de estos esquemas recurrentes o tipos iconográficos existía una tradición (oral o escrita)
vinculada a los temas representados (en la pintura sacra, sobre todo la Biblia y las hagiografías de
los santos, pero también tradiciones y leyendas). Tomemos el caso de San Jerónimo (346a.c.-419).
Después de una vida poco moderada se dedicó al ascetismo y pasó un periodo de penitencia en el
desierto. Revisó y tradujo la versión latina de la Biblia (la llamada Vulgata) que tuvo una
extraordinaria difusión hasta la edad moderna. Considerado uno de los intelectuales más
importantes de su tiempo, es uno de los cuatro grandes “doctores de la Iglesia”. Sobre san Jerónimo
se han transmitido numerosas leyendas como aquella según la cual un día sacó una espina de la pata
de un león, que desde entonces lo siguió dócilmente como un gato (en realidad se trata de un pasaje
de la vida de San Gerasimo). Pues bien, estos y otros elementos contribuyeron con el tiempo a
construir la iconografía de san Jerónimo.
Sus características son la vestimenta de eremita o bien el sombrero de ala ancha y el traje de
cardenal (aunque se trata de una promoción póstuma introducida por los artistas, porque en realidad
Jerónimo nunca fue nombrado cardenal).
Sus atributos principales son el león, la piedra (otra invención de los artistas ya que los textos dicen
que en el periodo como eremita se fustigaba pero no se golpeaba el pecho con una piedra) y la
calavera (que a menudo identifica a los santos penitentes). Estos elementos no siempre están
presentes a la vez. Existen dos tipos preferentes de representación de San Jerónimo. El primero lo
describe como penitente en el desierto (en éste se puede encontrar a menudo la piedra), el segundo
como un hombre de cultura en su estudio (vestido como cardenal o con el sombrero cardenalicio
más o menos en evidencia; otro atributo frecuente es la paloma, símbolo de la inspiración divina).
También aparece en cuadros de conjunto junto a los otros tres doctores de la iglesia.
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Jan Van Eyck, San Jerónimo en su estudio (1430) Alberto Durero, San Jerónimo en el desierto (1495)
Además de para interpretar el tema de un cuadro, la iconografía puede ser útil para establecer el
periodo o la procedencia geográfica de una obra toda vez que algunos tipos iconográficos se
difunden sólo en algunas épocas o en algunas regiones.
Algunos tipos todavía nos resultan fácilmente reconocibles en la imágenes de la actualidad.
Ejemplo: fotos de mujeres afligidas a que remiten de la Virgen mediante posturas y poses típicas de
la iconografía cristiana.
La “Madonna argelina”, 1997
Es posible, por lo tanto, hablar de iconografía moderna. En efecto, auténticos modelos
iconográficos han surgido en el seno de la comunicación contemporánea: Papá Noel tiene sus
características (el vestido rojo y blanco, la barba blanca, la gordura) y sus atributos (el saco con los
regalos, los renos) que rigen sus representaciones las tarjetas navideñas y las campañas
publicitarias. James Bond es perfectamente reconocible por el smoking, la pistola y su pose
característica), etc.
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Iconología
Como hemos visto, la iconografía es una disciplina fundamentalmente descriptiva cuyo fin consiste
en formular inventarios que establecen correspondencias entre un conjunto de motivos (es decir, de
objetos, gestos, seres humanos reconocibles en una pintura) y un determinado tema de la tradición
sacra o profana. Entre finales del siglo XIX e inicio del XX algunos estudiosos intentaron superar
los límites de la iconografía tradicional. Aunque Aby Warburg fue el pionero en esta materia, Erwin
Panofsky (Estudios sobre iconología, 1935) fue quien estableció la distinción entre la vieja
iconografía (que se dedicaba desde antiguo a la interpretación de los temas pictóricos) y una nueva
disciplina denominada iconología cuyo propósito estriba en sacar a la luz el significado intrínseco
de una imagen.
La iconografía tenía un papel meramente descriptivo, en tanto que la iconológía pretende ser más
científica. Iconográfia permite apreciar que los artistas medievales y los renacentistas representaron
los temas clásicos de manera totalmente diferente. La iconología intenta comprender las razones
culturales y filosóficas subyacentes a esas transformaciones gráficas así como poner en claro los
diferente sistemas de pensamiento que las sostienen.
La iconología emplea las imágenes como documentos históricos para la reconstrucción general de
la cultura de un periodo. Los elementos que componen una imagen son estudiados como valores
simbólicos que nos permiten comprender:
− La visión del mundo que anima un determinado periodo histórico.
− El comportamiento de una nación, de una clase social, de una concepción religiosa o
filosófica.
− La singularidad de un determinado estilo.
− El pensamiento de un autor.
− Etc.
Según Panofsky los cuadros constituyen “la autorrevelación, involuntaria e inconsciente, de una
actitud de fondo hacia el mundo”. Esa “actitud de fondo hacia el mundo” o significado intrínseco es
lo que revela el análisis iconológico basándose en los componentes de la imagen evaluados como
valores simbólicos.
Ejemplo: la perspectiva artificialis como encarnación gráfica de la cultura renacentista, tesis central
de La perspectiva como forma simbólica de Panofsky.
En resumen, desde siempre la pintura ha empleado sistemas convencionales para representar
personajes o situaciones recurrentes. La iconografía se ocupa de este código a partir de la
observación tanto de las pinturas como de las fuentes literarias que las han inspirado. Cada
personaje (es igual que se trate de un santo, de la personificación de un concepto, de un héroe
mitológico) se reconoce con facilidad gracias a sus características físicas o a la vestimenta
(características) y a una serie de “accesorios” (los atributos). La iconografía representa un
verdadero código que hace corresponder combinaciones de motivos
(“hombre”+”león”+”calavera”+…) con determinados temas o conceptos (“san Jerónimo”).
El estudio de la evolución de los tipos iconográficos puede ser útil también para comprender las
grandes transformaciones ideológicas, religiosas y sociales que se producen en una cultura. La
iconología, fundada por Aby Warburg y Erwin Panofsky, se ocupa de este fenómeno.
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Retórica visual
Existen, sin embargo, otros fenómenos relativos a la construcción de significado de la imágenes al
margen de la iconografía e iconología. Los significados connotativos, por ejemplo, no se basan en
un código estable, sino en asociaciones a menudo inconscientes que existen arraigadas en una
determinada cultura. De esta manera, la imagen de un objeto no sólo representa ese objeto, sino que
se reviste de una serie de significados añadidos en virtud de esas asociaciones culturales.
Por ejemplo, algunos productos alimenticios o una determinada combinación de colores podrían
connotar (es decir, podrían estar asociados a la idea de) “italianidad” o “francesidad”. Precisamente
por esta característica la connotación se emplea a menudo en los anuncios publicitarios: de hecho,
permite vehicular significados más o menos evidentes que convierten al mensaje en algo más rico y
eficaz. Análisis del anuncio de la Pasta Panzani de Roland Barthes (Lo obvio y lo obtuso); análisis
de caja de cigarrillos Gauloises de Roland Barthes (Mitologías).
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La connotación corre el riesgo de originar una serie ilimitada de lecturas. Según Barthes este
inconveniente se reduce gracias al mecanismo del anclaje, es decir, al hecho de que el texto visual
está a menudo acompañado por un texto verbal que fija el significado del visual o selecciona el o
los sentidos de la imagen (aquel que el creador quería darle).
La connotación es un mecanismo bastante sencillo, basado en una sucesión de asociaciones (si A
entonces B, pero si B entonces C) en el interior de una determinado ámbito cultural. Sin embargo,
también existen mecanismos más complejos de construcción del sentido en textos visuales.
Los mecanismos retóricos visuales, por ejemplo, juegan sobre todo con la aproximación o la
sustitución entre elementos que tienen entre ellos ciertas relaciones (por ejemplo: un dependencia
recíproca en la metonimia, una analogía en la metáfora). Esto no sólo permite sugerir la presencia
de uno gracias a la del otro, sino también y sobre todo favorecer un verdadero cambio de
propiedades semánticas (los tomates envasados se convierten en genuinos únicamente por
encontrarse al lado de los tomates recién cogidos).
Metonimia visual Metáfora visual
La recepción intertextual
Ernst Gombrich señaló que “un cuadro debe más a otros cuadros que a la observación directa”. En
cierta medida las obras de arte (también las visuales) hablan sobre todo de otras obras de arte (no
necesariamente sólo visuales).
Los textos nacen con memoria selectiva; es decir, se ponen en relación con otros textos que les
preceden, de manera que lo que significan (lo que el lector interpreta al verlos) se dirime a la luz de
ese diálogo intertextual.
Se entiende por intertextualidad el conjunto de vínculos que conectan a un determinado texto con
otros textos. Las relaciones intertextuales son variadas, al extremo de que los teóricos no se han
puesto de acuerdo sobre sus límites. El concepto surgió en el ámbito de la crítica y el estudio de la
literatura. El antecedente está en Mijail Bajtin quien a principios de los años treinta del siglo pasado
estudió novelas (Rabelais, Swift y Dostoievski) como polifonías textuales, espacios en los que se
establecen relaciones de diálogo (el dialogismo es una de sus aportaciones teóricas más relevantes).
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Basándose en el dialogismo literario de Bajtín, en 1967 Julia Kristeva acuñó el término
intertextualidad para referirse a ese fenómeno por el cual “todo texto es la absorción o
transformación de otro texto”. Para Michel Riffaterre la intertextualidad consiste en la apreciación
por parte de un lector de las relaciones entre una obra y las que le preceden. Harold Bloom ha
estudiado este fenómeno asignándole el término de influencia. Gérard Genette restringe la
intertextualidad a “una relación de copresencia entre dos o más textos” y señala que son relaciones
intertextuales en literatura la cita, el plagio y la alusión (para el fenómeno general Genette emplea
el término Transtextualidad dentro de la que diferencia 5 tipos, el primero de los cuales es la
intertextualidad, al que siguen la paratextualidad, la metatextualidad, la architextualidad y la
hipertextualidad).
Hay autores (Jean Ricardou; Lucien Dällenbach) que diferencian la intertextualidad general (la que
anuda a obras de autores distintos), la intertextualidad restringida (la que vincula obras del mismo
autor) y la intertextualidad autáquica (la de un texto consigo mismo).
La teoría también ha discriminado la intratextualidad (relación de un texto con otros del mismo
autor; lo que Dällenbach llama intertextualidad restringida), la extratextualidad (relación de un
texto con otros no escritos por él), y la interdiscursividad (relaciones entre un texto literario con
otros de otras artes: pintura, música, cine, etc.)
Como puede apreciarse, el de la influencia es un fenómeno general (afecta a todos los objetos
culturales o textos con independencia de la materia de la expresión en la que se manifiesten) y
transversal (los cruces o alusiones intertextuales afectan a todas las artes). Aquí hablaremos de
recepción intertextual para referirnos a aquellos textos visuales cuya significación depende de su
vínculo con otros textos que son aludidos implícita o explícitamente en la superficie material de la
imagen. El análisis debe de poner en claro:
1) Cuáles son los objetos culturales involucrados en la semanticidad de esa imagen.
2) De qué manera son convocados en la superficie del texto (cómo indica el texto a su lector
que ha de tenerlos en cuenta).
3) De qué manera contribuyen al sentido de la imagen (qué efectos de sentido provocan
importados a un nuevo contexto).
Caso a estudiar: Bill Viola, Emergence
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Pietá, Piero Massolino (1424) Emercence, Bill Viola (2002)
Amor sacro y amor profano, Tiziano (1514)
Ejemplo: Acorazado Potemkin, Sergei M. Eisenstein y Lawrence de Arabia, David Lean