Tema 3 Platón

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Filosofía 3.1 TEMA 3: LA JUSTICIA EN LA POLIS COMO OBJETIVO DE LA FILOSOFÍA DE PLATÓN Aspectos biográfico – políticos El problema de la justicia Guion 1. INTRODUCCIÓN 2. INFLUENCIAS FILOSÓFICAS 3. LA REPÚBLICA 3.1. El descubrimiento de la justicia 3.2. La idea de Bien 3.3. Una imagen de la paideia: el mito de la caverna 3.4. El filósofo La justicia en la polis como objetivo de la filosofía en Platón

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Filosofía 3.1

TEMA 3: LA JUSTICIA EN LA POLIS COMO OBJETIVO DE LA FILOSOFÍA DE PLATÓN

Aspectos biográfico – políticos El problema de la justicia

Guion

1. INTRODUCCIÓN

2. INFLUENCIAS FILOSÓFICAS

3. LA REPÚBLICA

3.1. El descubrimiento de la justicia

3.2. La idea de Bien

3.3. Una imagen de la paideia: el mito de la caverna

3.4. El filósofo

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Desarrollo del tema

1. INTRODUCCIÓN

La Atenas de Platón era una ciudad metropolitana e imperial con un comercio activo y con un régimen democrático consolidado. Los acontecimientos políticos más destacados de las dos primeras décadas del siglo V a.C. fueron las guerras persas, la Liga de Delos y las guerras del Peloponeso, que acabaron con la victoria de Esparta.

Tras el fracaso de Atenas, Esparta pretende gobernar de un modo aparentemente democrático y son elegidos los Treinta Tiranos, un grupo reducido de ciudadanos presionado por los vencedores espartanos, para formar un consejo destinado a sustituir la democracia tradicional. Un año más tarde el descontento del pueblo provocó una revuelta que restableció de nuevo la constitución democrática.

Platón (427 a.C. – 347 a.C.) fue hijo de Aristón y Perictione y su verdadero nombre era Aristocles, pero recibió el nombre por sus grandes espaldas (platos=anchura). Tuvo dos hermanos mayores Glaucón y Adimanto, y una hermana, Potone, madre de Espeusipo. Antifonte, el narrador de su diálogo Parménides, fue hermano de madre. Después de la muerte de Sócrates, Platón, tenía sólo 28 años y todavía tenía por delante otros 50 años de vida y de filosofía.

Para saber qué era lo justo en relación con los Estados y los individuos era necesario una educación rigurosa y una búsqueda imparcial de la verdad, que se llevara a cabo lejos de la confusión y los prejuicios de la política activa: en otras palabras, sólo era posible para los filósofos o ‘amantes de la sabiduría’. La primera tarea era educativa y por eso fundó la Academia.

Platón fundó la Academia a continuación de su vuelta a Atenas, después de su primera visita a Sicilia en el 387 a.C. La institución tomó el nombre del lugar de su emplazamiento, situado casi a una milla de las murallas de Atenas, que se supone que estaba consagrado al héroe Academos o Hecademo, e incluía un huerto con árboles, jardines, un gimnasio y otros edificios. Para formar una sociedad que tuviera su tierra y sus lugares propios parece que era requisito legal registrarlo como thíasos, es decir, como asociación de culto dedicada al servicio de alguna divinidad. Platón eligió a las Musas, que ejercían el patronazgo de la educación1.

Nadie podía entrar en la Academia que no supiera matemáticas. Las matemáticas (incluyendo la teoría de la armonía y la astronomía, de clara influencia pitagórica) y la teoría política (debido a la situación convulsa de la sociedad de la época) deben haber sido temas constantes. Éstas eran inseparables para Platón porque consideraba las ciencias exactas como fase preliminar necesaria al proceso dialéctico, que era el único que podía conducir a la visión final del Bien. Es razonable suponer que el currículum en la Academia

1 Cf. GUTHRIE, W.K.C.: Historia de la filosofía griega. Platón: El hombre y sus diálogos. Primera época, Madrid, Gredos, 1990, vol. IV, pp. 30 – 31.

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estaba diseñado de acuerdo con el que establece tan cuidadosamente en su República.

La finalidad fundamental de una educación para el arte de gobernar no abandonó nunca sus pensamientos. Ciertamente tenía la intención de que muchos de sus discípulos dejaran la Academia para dedicarse a la política, no para participar ellos mismos en la lucha por el poder, sino para legislar o aconsejar a los que estaban en posesión de él, y conocemos los nombres de algunos que así lo hicieron: Erasto o Corisco, entre otros.

2. INFLUENCIAS FILOSÓFICAS

Platón escuchó a Sócrates, que había abandonado el estudio de la naturaleza por la ética, pero en este terreno estaba buscando lo universal y dirigiendo su atención a la importancia de la definición. Platón supuso que las definiciones buscadas por Sócrates debían aplicarse a realidades no sensibles, porque creía imposible que la definición común pudiera pertenecer a algo del mundo sensible, pues tales cosas estaban cambiando siempre. A las realidades de esta clase las llamó Platón Formas, nos cuenta Aristóteles.

La principal inspiración de Platón fue Sócrates y en la inmensa mayoría de los diálogos le corresponde el papel preponderante. La filosofía de Platón se apoya sobre la distinción entre apariencia y realidad propuesta por primera vez por Parménides. Comparte con Heráclito la noción de que toda la realidad captada por los sentidos está sometida a un incesante cambio. Pero la ciencia, la ética o la política requieren de la existencia de algo verdadero y distinto de las cosas, que no esté permanentemente cambiando. A este algo Platón lo llamó Idea (idea o eidos)2. Así, la realidad queda dividida en el Mundo Sensible, formado por las cosas en constante cambio, y el Mundo Inteligible, el mundo de las Ideas permanentes e inmutables que poseen las características del Ser de Parménides.

La misma palabra ‘philosophía’, es un lazo de unión entre Platón y los pitagóricos al igual que su interpretación del entendimiento filosófico en términos de salvación y purificación religiosa, su pasión por las matemáticas como vislumbre de la verdad eterna, su mención del parentesco de toda la naturaleza, de la reencarnación y la inmortalidad y su referencia al cuerpo como prisión del alma y su elección de la terminología musical para describir el estado del alma.

En el Menón se muestra familiarizado con la teoría de Empédocles sobre la sensación. Este breve examen preliminar de la atención que Platón prestó al pensamiento anterior y contemporáneo sirve para recordarnos que la historia de la filosofía griega representa, incluso en sus más grandes figuras un desarrollo continuo.2 La teoría de las Ideas es el punto de partida del corpus platónico. El mundo aparece escindido en dos ámbitos: uno Inteligible, en el que se encuentran las esencias cuyas características principales son: la universalidad, la simplicidad, la eternidad y la univocidad de las mismas, y otro Sensible, en el que se encuentran los correlatos sensibles y corruptibles de las Ideas, los cuales tienen realidad gracias a que participan de la existencia de las Ideas en sus diferentes grados de perfección. Las cosas sensibles conforman el último escalón en la escala de la realidad. Las Ideas son contempladas mediante un proceso ascético.

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3. LA REPÚBLICA

El título griego de la obra (representado erróneamente por la traducción latina Res publica) significa “El Estado o sobre la Justicia”3, y su tema, no aparente, sino real, es la naturaleza de la justicia y la injusticia y sus consecuencias para el hombre justo y el hombre injusto. ‘Justicia’ es la traducción tradicional de dikaiosýne. El hombre perfectamente justo, que resulta ser el filósofo, es para él el hombre perfectamente bueno en todos los sentidos. De manera que nuestro tema consiste en “determinar el curso total de la vida que debemos seguir si vamos a vivir del modo más provechoso”4.

Lo demás se desprende de esto. La vida buena sólo puede vivirse en una comunidad, de manera que debe ser considerada en su aspecto comunitario (idea que posteriormente replanteará Aristóteles en su Política, considerando al hombre esencialmente como un ser social y político por naturaleza –zoon logon, zoom politikon–); exige una comprensión de la naturaleza humana, de la psyché y de la naturaleza del bien en sí; y, para todo esto, la necesidad suprema es el tipo adecuado de educación. En el Libro I de la República, Polemarco dirá que la justicia consiste en ayudar a los amigos y perjudicar a los enemigos (331d–336a) y Trasímaco dirá que la justicia no es otra cosa que el interés del más fuerte (336a–354c) y donde el hombre injusto alcanza la mejor vida.

Platón considera el Estado como una ampliación del individuo (368b–369a). Para los griegos la vida social es una necesidad de la naturaleza humana y también Platón considera al hombre como a un ser social por naturaleza. En el aspecto político, trata de establecer cuál es el estado ideal, porque considera que el individuo sólo puede ser perfecto en un estado perfecto y, a la inversa, un Estado perfecto sólo es concebible si sus ciudadanos son virtuosos.

El Estado nace cuando a la sociedad constituida por los individuos se le presentan necesidades secundarias que hacen que evolucione hasta convertirse en una ciudad, una polis. En la sociedad surge espontáneamente la división de funciones y del trabajo y las distintas necesidades materiales dan lugar a diversos oficios artesanos que desarrollarán algunos individuos. Por otro lado, la ambición o la necesidad de ampliar el propio territorio será causa de choques violentos de la ciudad con otras ciudades, lo cual hará necesaria la existencia de guardianes. Asimismo, la vida misma de la ciudad exige que exista un gobierno, que deberá ser ejercido por una minoría selecta, la de los filósofos, cuya misión consistirá en regular las relaciones entre los ciudadanos y de éstos con la ciudad, asignando a cada uno de sus miembros la función que le corresponde en el conjunto social. Existen tres clases sociales: productores, guerreros y gobernantes.

Los guerreros ahora llamados guardianes representan el tipo más elevado de ciudadano. En cuanto defensores de la ciudad, deben ser físicamente fuertes y rápidos y dotados de un espíritu altamente valeroso. ¿Qué sucedería si tendieran a atacarse entre sí y al pueblo al que suponen deben proteger? 3 Supra p. 416.4 Cf. PLATÓN: República, Madrid, Espasa, 1998, 344e, 352d.

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Llamémosle los perros guardianes de la ciudad, porque los perros atacarán a un extraño y recibirán bien a todo el que les es familiar. El buen guardián debe combinar la salud física, el espíritu elevado y la naturaleza filosófica. Un cuerpo sano no produce por sí mismo una psyché buena, mientras que una psyché buena buscará la excelencia del cuerpo (410c).

La dualidad establecida de la educación, cultural y física, no tiende realmente a la mente y el cuerpo respectivamente, sino por entero a la mente. El objetivo primario de esta educación completa es estimular el elemento fogoso, cuya preponderancia es la marca de la clase de los guardianes como un todo. Son los guardianes quienes supervisarán la educación de todos los demás.

Cada una de las clases sociales que componen el estado tiene su correspondencia con las partes del alma humana. Así, al alma racional le corresponde la clase de los gobernantes, que son los filósofos, al alma irascible, la clase social de los guerreros, y a la concupiscible, la de los productores. Los filósofos, cuya virtud5 es la sabiduría o prudencia, son los únicos aptos para el gobierno; los soldados que poseen la virtud de la fortaleza, o valor, deben defender la polis; los productores, que tienen la virtud de la templanza, suministran los medios materiales que la comunidad necesita. Platón establece un paralelismo total entre el alma, la ética y la política. Todas las clases sociales son necesarias, pero cada una goza de distinto rango y dignidad.

3.1. El descubrimiento de la justicia

Platón parte de la suposición de que la ciudad, al ser completamente buena, tiene que contener todas las virtudes enumeradas por Sócrates como sabiduría o prudencia, valor, templanza y justicia. Si en la ciudad se pueden identificar las tres primeras, lo que queda será la justicia. La sophrosyne (o templanza) del Estado no se restringe a una parte, sino que consiste en la armonía de la voluntad entre todas las clases respecto de lo que hay que controlar. En lo que toca a la justicia en sí, de repente Sócrates cae en la cuenta de que la han tenido todo el tiempo delante de sus narices, en el principio original de que cada uno debería hacer su propio trabajo y no el de otro, “llevando a cabo cada uno en la comunidad la única función para la que está mejor dotado por naturaleza” (433a). Esto parece que la hace muy semejante a la sophrosyne, pero tiene una posición más eminente. La ‘Justicia’ es la esencia y la fuente verdadera de la virtud en sí. Este principio es la salvaguarda suprema de la ciudad, y su contrario, la interferencia de los miembros de una clase natural en el trabajo de otra, constituye la injusticia.

El paso siguiente consiste en transferir nuestros hallazgos al individuo y ver si ellos encajan con la advertencia de que los métodos usados conducirán sólo a una respuesta provisional. Lo primero es que los individuos muestren las mismas características que el Estado, porque un Estado no es sino los hombres

5 Del latín virtus, que igual que su equivalente griego, areté, significa cualidad excelente. Disposición habitual a obrar bien en sentido moral. Puesto que se trata de una disposición o capacidad adquirida, por el ejercicio y el aprendizaje, de hacer lo que es moralmente bueno, la virtud es una cualidad de la voluntad que supone un bien para uno mismo o para los demás. Y en esto se distingue una virtud de cualquier otra disposición habitual, como por ejemplo la salud, la fuerza física o la inteligencia, en que «en un hombre virtuoso la voluntad es la que es buena»

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que lo componen. Las virtudes del ciudadano individualmente son las mismas que las del Estado como un todo. Su sabiduría reside en su facultad racional, la cual como los guardianes en la ciudad piensa en el bienestar del hombre en su totalidad, y su valor (físico y moral), en el elemento fogoso, cuya parte específica es obedecer y ayudar a la razón. La educación asegurará la alianza. Su sophrosyne consiste en una aceptación voluntaria de que la razón debe tener el control y mantener los apetitos dentro de los límites, más allá de los cuales no están realizando su trabajo propio y echan a perder la vida entera del hombre.

La justicia en sí, no es un modo de acción, sino un estado interior. Ahora se dice qué es, no se identifica al principio de la división del trabajo, sino semejante a él (443c) y el principio en sí es una imagen o reflejo de la justicia. Una relación adecuada entre nuestros elementos psicológicos es la condición de la justicia. Además, dado que la virtud es una especie de salud o cordura psicológica, y el vicio una enfermedad, deformidad o debilidad (444c), la cuestión siguiente de cuál compensa más se hace irrelevante, porque nadie sacrificaría la salud por algún fin externo como la riqueza o el poder.

La marca esencial, y la fuerza motriz interna, del alma es eros, la corriente de deseo que puede dirigirse hacia diferentes canales. En consecuencia, la razón en sí es una forma de amor, descrito como ese elemento ínsito en el hombre que le hace encariñarse con lo que comprende y hace que desee comprender aquello que le atrae6.

En los tres elementos psicológicos no es difícil reconocer al auriga y a los caballos del Fedro7, que no representan división alguna en el seno del alma misma, que, como en el Fedón, era inmortal y afín a lo divino, sino que hacían su asociación con la existencia terrena y la rueda del nacimiento. En la República (Libro X) repite Platón que el alma en su estado puro no es tal y como la vemos ahora impedida por el cuerpo y otros males. En sí misma, dice Guthrie, no hay duda que es una unidad, una pasión divina por la sabiduría solamente y, sobre la tierra, puede llevar a cabo la unión terrestre llevando a los tres impulsos a la armonía o la concordia, exactamente igual que el Estado lleva a cabo su unidad: “de manera que cada individuo, haciendo una actividad, la suya propia, puede llegar a ser no muchos, sino uno, y de ese modo, la ciudad entera pueda llegar a ser una” (423d). En el Estado ideal de Platón, el bien común está por encima de cualquier bien particular.

El Estado platónico es, ante todo, una institución educativa. Platón considera cinco formas de gobierno: la monarquía o aristocracia es la forma más perfecta e ideal; el gobierno de los mejores. La degeneración de este régimen da lugar a la timocracia, en la que predomina la clase militar. Este

6 Cf. Guthrie, op. cit. p. 457.7 “Hemos de intentar ahora decir cómo el ser viviente ha venido en llamarse ‘mortal’ e ‘inmortal’. Toda alma está al cuidado de lo que es inanimado, y recorre todo el cielo, resistiendo unas veces una forma y otras otra. Y así, cuando es perfecta y alada vuela por las alturas y administra todo el mundo; en cambio, la que ha perdido las alas es arrastrada hasta que se apodera de algo sólido donde se establece tomando un cuerpo terrestre que parece moverse a sí mismo a causa de la fuerza de aquélla. Y este modo, alma y cuerpo unidos, se llama ser viviente, y tiene el sobrenombre de mortal. En cuanto al inmortal, no hay ningún razonamiento que nos permita explicarlo racionalmente; pero, no habiéndola visto ni comprendido de un modo suficiente, nos forjamos de la divinidad representándonosla como un ser viviente inmortal, con alma y cuerpo naturalmente, unidos por toda la eternidad” PLATÓN: Fedro.

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régimen da paso a la oligarquía, en la cual una pequeña minoría ambiciosa ostenta el poder y oprime férreamente al resto de los ciudadanos. Éstos, cansados de tal abuso, acaban con los oligarcas y se apoderan del gobierno, instaurando un régimen de democracia. Pero la función de la masa no es gobernar, por lo que se produce tal desorden que el más demagogo se convierte en tirano y suprime la libertad. La tiranía es el régimen político más injusto y el grado más degenerado y más bajo de las formas de gobierno; por eso, semejante institución no puede permanecer eternamente, aunque resulte difícil de derrocar.

Este Estado ideal, al que se le conceden sus virtudes caso de que exista, ¿podría hacerse alguna vez realidad?. Esta es la cuestión que propone Glaucón a Sócrates. Éste recuerda a la audiencia que su propósito fundamental no era fundar un Estado, sino definir la justicia. Al actuar así, ellos estaban pensando en la justicia como un absoluto ideal, una norma mediante la cual vivir y un ideal asimismo por el hecho de que en la práctica sólo podemos aproximarnos a él. De manera que el Estado, aunque no pueda realizarse plenamente en la práctica sigue conformando el pensamiento político y guiando las acciones. Es importante recordar que, a los ojos de Platón, era real. Para que una idea sea real no tiene que transformarse en un fenómeno de este mundo mudable e imperfecto. Las Formas inteligibles son reales en su contraposición con tales fenómenos. Puede que Platón no haya estado pensando en las Formas en ese momento, pero deja claro su punto de vista al decir que es la naturaleza de las cosas lo que se apartará de la verdad (o realidad - ) que la teoría () (473a). Lo que se busca es menos una ciudad que la justicia personal.

Según Guthrie la República no es la “Idea platónica” de una ciudad que estaría compuesta de hombres ideales. Pero sigue siendo un ‘parádeigma’ o modelo de orden que, dada la necesidad que tienen los hombres de una vida en común y su diversidad de carácter, sería completamente bueno para ellos (427e) y al que deberían tender los pensadores políticos.

Sócrates dirá del filósofo (475c) que tiene que ser omnívoro “un hombre con un apetito insaciable para aprenderlo todo”. El filósofo ve la Forma, así como los fenómenos que participan en ella, y no confunde la una con los otros. Sócrates llama conocimiento a su estado mental, en contraposición con el primero, al que llamará opinión (doxa). Los otros creen que las apariencias son completamente reales, el filósofo conoce que esto sólo es cierto respecto de las Formas. Y sólo los filósofos deberían ser los guardianes de su Estado, porque sólo ellos, al encarnar en su constitución las nociones de justo y bueno, tienen como modelos en el ojo de sus mentes la naturaleza verdadera de estas virtudes.

Y puesto que los filósofos deben buscar el bien de la colectividad antes que el suyo propio o el de individuos particulares, y para evitar tentaciones interesadas y distracciones inútiles, no deben poseer propiedad privada alguna, ni mujer ni hijos propios. Su interés máximo debe ser lograr la mayor sabiduría posible, con el fin de estar bien preparados para desempeñar su misión de gobierno8.

8 Los únicos que disfrutarán de propiedad privada, aunque común, limitada y bajo el control directo del Estado, y los únicos que mantendrán vínculos familiares estables son los productores que deben proveer a las necesidades vitales de la sociedad. Los productores no necesitan ningún tipo de educación, sólo la profesional propia de cada uno, y tienen que obedecer a los poderes políticos.

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En la República el conocimiento se dirige a las Formas y la doxa exclusivamente al mundo sensible. El único argumento que se ofrece a favor de que el conocimiento y la doxa son facultades diferentes es la observación de Glaucón de que uno es infalible y la otra falible. Si miramos en relación a la línea del conocimiento, ella constituye una continuidad, cuyas partes difieren sólo en el grado de claridad u oscuridad, y los objetos de la doxa son respecto de los del conocimiento una especie de semejanza de algo respecto de aquello a lo que ese algo se parece (509d, 510a). Para Platón los grados del conocer se corresponden con los grados del ser. Sólo es cognoscible el ser (las Ideas), mientras que el no-ser es absolutamente incognoscible. Pero entre el ser y el no-ser existe algo intermedio que se puede enunciar como el llegar a ser (el ser en movimiento, las cosas cambiantes). Así, se puede establecer la siguiente correlación:

Al ser le corresponde la ciencia (episteme). Al no-ser le corresponde la ignorancia. Al llegar a ser le corresponde la opinión (doxa)

Pero debemos recordar que, en el Fedro (obra que la mayoría de los especialistas sitúan después de la República), Platón dice que sólo las almas que han visto las Formas (la verdad) pueden nacer como hombres. Todos y cada uno de los hombres han tenido la visión de ellas y recordarlas es, en filosofía, posible para todos. Además, el primer paso debe ser mediante el impacto de la semejanza en el mundo sensible. Sobre esto se insiste en el Fedón, el Banquete y el Fedro, y, en los dos últimos, el filósofo recobra la visión de la Belleza en sí partiendo de la apreciación de la belleza en las criaturas terrenas.

La salida de Platón fue postular un estadio intermedio entre el conocimiento y la ignorancia absoluta y concebir el avance hacia el conocimiento como una recuperación gradual de la verdad almacenada en el subconsciente. El objeto de esta forma intermedia de conocimiento es el mundo de la experiencia normal, al que Parménides le había negado con valentía posibilidad alguna de ser.

3.2. La idea de Bien

El mundo de las Ideas se encuentra jerárquicamente organizado. Según Platón hay una infinidad de Ideas, pero en la cúspide de dicha organización se halla la idea de Bien, que se identifica con la de Verdad y la de Belleza, pues el Bien es lo Verdadero y lo Bello. Cualquier cosa que un hombre desee con tanta fuerza que lo pondría por delante de todo lo demás es para Platón, el bien; y, si creemos, como lo creyeron Sócrates y Platón, que existe un bien absoluto, “el fin fundamental del hombre”, es evidente que no puede haber ningún otro conocimiento tan importante como el conocimiento de lo que el bien es.

Sócrates creía que no sólo el hombre, sino todo lo que hay en el mundo, tenía una función que realizar; su aptitud para realizarla era su “virtud”, y la realización era el bien para ello. Hasta aquí Platón fue socrático, pero, a la luz de la teoría de las Formas, fue más allá. Una causa es anterior a sus efectos, y puesto que, para las empresas particulares o para la vida en su totalidad, el Bien

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era la causa de que ellas fueran buenas, él era en sí no sólo una Forma eterna e inmutable mediante la cual los particulares buenos son buenos, sino que se situaba a la cabeza de la jerarquía de las Formas.

Rechaza dos opiniones, la popular de que el bien es el placer, y la más refinada de que consiste en el conocimiento (507b–509c). Sócrates comienza comparando el Bien con el Sol y dice que lo que es el Sol respecto del mundo visible lo es el Bien respecto del inteligible (508b-c)9. La contemplación era en la dialéctica platónica la expresión de la función espiritual en virtud de la cual se ve en lo múltiple la unidad de la idea y que el propio Platón caracteriza a veces con el nombre de sinopsis. Pues bien, lo eternamente bueno, nos dice, revela su esencia en su hijo, el supremo dios visible del cielo, Helios, el Sol.

Al mundo que percibimos por los sentidos lo llamamos visible, porque de todos los sentidos del hombre el más noble es el de la vista. La causa a que se debe que el ojo vea y que, por tanto, el mundo exterior sea visible para él es aquel de los dioses del cielo que nos envía la luz: Helios. Pero Helios no es ni nuestra capacidad de visión ni el ojo que la encierra. Podemos decir que la vista es el más solar de nuestros sentidos, pero la capacidad de ver proviene ante todo de la luz que irradia el sol que baña desde el exterior. Gracias a ella, puede el ojo ver el mismo sol, pero el sol no es la vista, sino la fuente de la luz, la causa de toda visión. El alma del hombre es como el ojo; así, cuando el alma mira el mundo que resplandece claramente con la luz de la verdad y del ser, el alma conoce y piensa y se halla dotada de razón. La idea del bien es la fuente de la verdad y de la cognoscibilidad, que hace que el mundo cognoscible sea cognoscible.

En el Bien combina Platón tres concepciones: el fin de la vida, objeto supremo de deseo y aspiración; la condición del conocimiento, que hace al mundo inteligible y a la mente humana inteligible, y la causa que sustenta las Formas, que son, a su vez, las causas creadoras de los objetos naturales y de las acciones humanas. En su modelo teleológico, si uno sabe que algo es, o existe, siempre se plantea otra pregunta: ¿Para qué es? ¿Cuál es el bien de ello? El Bien de una cosa es la explicación final de su existencia. Pero respecto del Bien mismo ya no puede plantearse semejante pregunta. Cuesta trabajo creer que haya Formas de lo que es malo, porque con la concepción del Bien como fundamento de la existencia, sería inevitable que el Mal entre el mundo como no existencia, un elemento negativo que corroe la realidad y destruye su bondad. Cuanto más real es una cosa, mejor es. Una cosa es mala en la medida en que deja de ser real.

3.3. Una imagen de la paideia: el mito de la caverna

Imaginemos una caverna larga e inclinada, con su entrada fuera de la vista. En ella han estado prisioneros unos hombres desde la niñez, sentados y amarrados por las piernas y el cuello, de manera que sólo pueden mirar hacia delante. Detrás y encima de ellos hay un fuego y entre ellos y el fuego discurre un camino transversal, a lo largo del cual se ha construido un muro. Detrás del 9 Cf. Alegoría de la idea de Bien en JAEGER, W.: Paidea: los ideales de la cultura griega, Madrid, F.C.E., 1996, pp. 681-683.

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muro unos hombres caminan llevando toda suerte de objetos y figuras de hombres y animales en piedra, madera y otros materiales, de forma tal que éstas se proyectan sobre el muro. Fijos como están, los prisioneros ven sombras de los objetos en movimiento proyectadas sobre el muro de la caverna que está delante de ellos. Ellos suponen que éstas cosas son reales y, si la caverna tiene eco, supondrán que las voces de los que las llevan proceden de las sombras. Estos prisioneros, dice Sócrates, son “como nosotros mismos”.

Una vez que el hombre se libera, cuando recuerda su estado anterior y lo que en él consideraba sabiduría, siente piedad por sus compañeros de prisión. El mismo Platón ofrece una clave de su símil. La prisión bajo tierra corresponde al mundo visible y el fuego al sol. La subida hacia el mundo superior y la visión de las cosas que hay en él corresponde al ascenso del alma hacia el mundo inteligible, donde la última y más difícil cosa de ver es la Forma de Bien. En cuanto se la percibe, podemos deducir con el razonamiento que ella es la causa de todo lo justo y lo bueno que existe, dando origen en el mundo visible al sol y reinando ella misma sobre el mundo inteligible, proporcionando la verdad y el nous, y sin cuya visión nadie puede actuar con sabiduría ni en las cuestiones personales ni en las públicas”10. Los prisioneros encadenados representan a la humanidad normal que no ha recibido una educación y la totalidad del progreso desde el primer darse la vuelta en la caverna representa las fases de la educación reformada prescrita por él mismo.

3.4. El filósofo

El filósofo halla todo su placer en la búsqueda de la verdad y considera la vida pública y la satisfacción de las carencias materiales como necesidades deplorables. El placer que se deriva de la alimentación de la mente es más genuino y duradero que el que proviene de la alimentación del cuerpo. La experiencia del filósofo incluye la de los demás, mientras que éstos no conocen nada del deleite que se experimenta en la contemplación de la verdad. El hombre mejor, al ser gobernado él mismo por el elemento divino que hay en él, debe gobernar por esa razón, no porque busque el detrimento de los demás, sino porque lo mejor para todos es ser controlados por la sabiduría divina; mejor todavía si el control procede de nuestro interior, pero, si no, tiene que venir del exterior, “para que todos nosotros podamos ser, en la medida de lo posible, iguales y amigos”. El hombre sensato dedicará su vida a fomentar las relaciones adecuadas en su propio interior.

El filósofo viene a ser una amalgama de todas las cualidades buenas, compañero de la verdad, la justicia, el valor y el autodominio, dotado de buena memoria, rápido en aprender y digno y amable. Todas son necesarias si va a ver la realidad tal como es (487b–502c, la República).

El estado ideal de Platón constituye la verdadera patria del hombre filosófico. El hombre perfecto sólo puede formarse en un estado perfecto, y viceversa; la formación de este tipo de estado es un problema de formación de hombres. En esto estriba el fundamento de la correlación absoluta que existe entre la estructura interna del hombre y la del estado, entre los tipos de hombre y los tipos de estado. Cuando Platón dice que su ficción del estado o del hombre 10 Cf. GUTHRIE, op. cit., p. 493.

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ideal es un poema mítico, no quiere expresar tanto su falta de realidad como su carácter paradigmático.

Pero el concepto platónico del paradigma encierra, además, otro factor: el del modelo ético. Mientras no coincidan el poder político y el espíritu filosófico, no será posible la superación de los males de la sociedad presente. Así surge aquella famosa tesis platónica según la cual la miseria política del mundo no terminará hasta que los filósofos se conviertan en reyes o los reyes empiecen a investigar de un modo verdaderamente filosófico. Este postulado ocupa el lugar central de su República. La tesis del reinado de los filósofos se desprende para Platón de la conciencia de que la fuerza constructiva de este nuevo mundo en gestación es la filosofía. El trono del estado construido debe ocuparlo el conocimiento de la verdad. Éste no es, por su naturaleza, incumbencia de muchos, sino sólo de unos cuantos. En realidad, es la influencia del estado y de la sociedad la que educa a los hombres y hace de ellos lo que quiere11.

11 “En la república ideal, el filósofo saldrá del estado de mera contemplación para abrazar un estado de creación. Se convertirá en ‘demiurgo’ y trocará la única labor creadora que le es dado realizar bajo las circunstancias actuales, la de su propia formación, por la de formación de caracteres humanos, ya sea en el campo de la vida o en el del servicio público. Se convertirá así en el gran pintor que, a la luz del modelo divino que lleva en su interior, estructurará la imagen de la verdadera polis. (...) Platón coloca simbólicamente la imagen de lo ‘humano’ o de lo ‘semejante a lo humano’, como el auténtico contenido y el auténtico sentido del verdadero estado, en el vestíbulo de la paideia de los regentes. La cultura humana es imposible sin una imagen ideal del hombre”. Cf. JAEGER, op. cit., pp. 674-676.

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Bibliografía consultada

GRUBE, G.M.A.: El Pensamiento de Platón, Madrid, Gredos, 1987. GUTHRIE, W.K.C.: Historia de la filosofía griega. Platón.- El hombre y sus

diálogos: Primera época, Madrid, Gredos, 1990. JAEGER, W.: Paideia: los ideales de la cultura griega, Madrid, F.C.E.,1996. PLATÓN: La República o el Estado, Madrid, Espasa, 1998.

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