Tema 1: PABLO, DISCIPULADO Y APOSTOL
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Tema 1: PABLO, DISCIPULADO Y APOSTOL
Mons. René Coba Galarza
Obispo Auxiliar de Quito
EL ENCUENTRO TRANSFORMANATE DE PABLO CON CRISTO
LO HACE DISCÍPULO Y MISIONERO
"Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de
confianza al colocarme en el ministerio,
a mi que antes fui un blasfemo, un perseguidor y un insolente
Pero encontré misericordia porque obré por ignorancia cuando no era creyente.
Pero la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí,
juntamente con la fe y la caridad en Cristo Jesús.
Es cierta y digna de ser aceptada por todos esta afirmación:
Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores;
y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mi, el primero,
manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para
obtener vida eterna.
Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único,
honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén."
(1 Timoteo 1,12-17)
De intento, hemos elegido este texto, porque nos ofrece la descripción de la experiencia personal de
Pablo frente a Jesús y se vuelve para nosotros una palabra de animación, un reto a seguir y un
ejemplo para vivir la fe cristiana en un nuevo contexto histórico que debe hacer de nosotros
sacerdotes, discípulos y apóstoles suyos.
Pablo, sintetiza su experiencia en Cristo de una manera maravillosa que pasa a ser pedagógica para todo
aquel que, después de Pablo, quiere hacer una lectura salvífica de su propia historia personal. De ahí que
proponga precisamente en términos paulinos, dos momentos muy concretos del creyente: un "antes"
de conocer y creer en Cristo (Cfr. Rom. 5,6-8; 6,6; Gal. 1,13; 1 Cor.12,2; Gal. 4,8; Ef. 2,1-3; 2,11-12;
4,22; 5,8) y un "ahora" cuando se vive una experiencia nueva de cambio, de valores nuevos, de vida en
el Señor (Cfr. Rom. 5,10; 6,8; 13,11-14; 2 Cor. 5,1; Gal. 5,1; Ef. 2,13; 4,23-24; 5,8).
Pablo es el apóstol de Jesucristo, “Pablo siervo de Jesucristo, apóstol por vocación”, se lee en la
introducción de la carta a los Romanos (Rom.1, 1).
El Pablo de antes" está expresado con tres sustantivos: blasfemo, perseguidor, insolente. Como
blasfemo fue capaz de proferir palabras irreverentes contra Dios y las cosas sagradas; como
perseguidor atacó encarnecidamente a las primitiva comunidad con tal odio e injurias que no excluyen la
violencia y la agresión física; como insolente llegó a violar los derechos y el honor de los creyentes,
causándoles graves daños4 (Cfr. Hechos 26,9-11 ; 22,4).
Pero la venida de Cristo, cuyo sentido pleno está en salvar a los pecadores, transformó todo y cambió
la vida de Pablo. La predicación apostólica insistía en una entrega de amor para salvar ("Nos amó y se
entregó por nosotros": Rom. 5,8; 8,32; Jn. 15,13; 1 Jn. 4,10; Jn. 3,16; 2 Cor 5, 14; Ef. 5,2.25). Y esta
realidad comunitaria la asumió Pablo de manera personal, al escribir a los Gálatas que "ya no vivo yo,
sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amo y se
entregó por mí” (2.20)
Por eso Pablo se llama "el primer pecador" (1 Tim. 1,15).Desde esta nueva óptica todo cambia, y el autor
de la primera carta a Timoteo subraya cuatro realidades, que no son más que una lectura salvífica de la
vida de Pablo:
• "El Señor Jesucristo me revistió de Fuerza" (1,12). Y lo expresa con un verbo (en dunamoo)
que nos orienta hacia una experiencia maravillosa de la presencia y de la fuerza del Espíritu,
la "dynamis" de Dios (Cfr. Le. 5,17; 24,49; Hechos 1,8; 4,33; 8,10), capaz de transformar todo
y hacer una nueva creación. Pablo y el creyente se sumergen en esa Fuerza y es ella, al mismo
tiempo, la que los cubre, los rodea y llena.
• "Me consideró digno de confianza al colocarme en el ministerio" (1,12). No sólo lo llena
del Espíritu sino que lo compromete en el servicio y le da confianza, a pesar de lo que era. Es
una conciencia que Pablo tiene desde el principio (cfr. 1 Tes. 2,4).
• La explicación de esta gracia no es otra que la pura misericordia. Tanto es así que lo
repite dos veces seguidas: "Encontré misericordia porque obré por ignorancia cuando no era
creyente" (1,13) y "para que en mí, el primero, Cristo manifestara toda su paciencia" (en
griego habla de la makrothumia) (1,16). Lo que Pablo es ahora, lo es por puro amor y misericordia
de Dios.
• Por eso, "la gracia del Señor sobreabundó en mí con la fe y la caridad en Cristo Jesús" (1,14).
El verbo es expresivo: que la traducción litúrgica traduce con el expresivo término de
"derrochar": "El Señor derrochó su gracia en mí”. La conciencia de ser pecador y la
experiencia del amor que salva no dejan otra vivencia que la del derroche del amor y la
misericordia divinas en la realidad pecadora del hombre, eso lo hace discípulo y apóstol.
He ahí todo lo que Dios logra hacer en Pablo y lo que puede realizar en cada creyente, si se abre a la acción
transformante y santificadora del Espíritu, pues esto se dio "para que sirviera de ejemplo a los creyentes"
(1,16).5
1.- El origen de Pablo.
Hacer una cronología de los orígenes de Pablo es una tarea difícil; pero tenemos algunos datos que nos
ayudan a situar parte de su historia personal, antes de conocer a Jesús en el camino de Damasco. Ante
todo, digamos que Pablo es un judío de la Diáspora, nacido en Tarso de Cilicia (Hechos 22,3). Como
miembro de la comunidad judía de la diáspora es, a la vez, heredero de la fe de Israel por su familia y
hombre inmerso en el mundo helenístico, cuya cultura dominaba toda la zona del mediterráneo.
Tarso, por su parte, era una ciudad famosa por su cultura. Allí aprendió Pablo a conocer los temas más
familiares a los filósofos y moralistas estoicos: conciencia, libertad, virtud, dominio de sí... Esta doble
influencia cultural y religiosa se expresa en el mismo nombre del personaje: además de su nombre hebreo,
Saulo ("el Deseado"), tenía otro latino, Paulus ("el pequeño"). Ciudadano romano por nacimiento
(Hechos 16,37), pertenecía sin duda a la clase media y aprendió un oficio manual que después ejercitó en
Corinto, cuando se fue a vivir y trabajar con Aquila y Priscila: fabricante de tiendas de campaña (Hechos
18,3).
Él aprendió el oficio de tejedor, que le serviría más tarde como medio para ganarse la vida, a fin de no
ser una carga para sus comunidades (1 Tes. 2,9; Hechos 20,34; 1 Cor. 9,9-15).
Al escribir la carta a los Filipenses, y en un contexto polémico contra los judaizantes, el mismo Pablo nos
dará otros rasgos de su historia personal y familiar:
"Si algún otro cree poder confiar en la carne, más yo. Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de
la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al celo,
perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable." (3, 4-6)
Agreguémosle a esto su formación más exigente en el seno de una escuela rabínica, la de Gamaliel
(Hechos 22,3), quien a su vez era heredero de la enseñanza de Hil-lel, uno de los más grandes y
rigoristas maestros de Israel. Todo lo cual supuso que Pablo abandonara Tarso y se fuera a Jerusalén
para recibir allí la formación farisaica que adquirió y lo marcó tanto en su vida. Precisamente en Jerusalén,
durante el martirio de Esteban, Lucas nos dice que los que apedreaban al testigo de Cristo, "pusieron sus
mantos a los pies de un joven llamado Saulo... Y Saulo aprobaba su muerte" (Hechos 7,58; 8,1; cfr.
22,20).
Recordar la enseñanza propia de la época en las escuelas rabínicas puede ser interesante para
comprender el estilo mismo de la enseñanza de Pablo. Esta enseñanza se centraba en el estudio de la
Torah.
Y un detalle más de su vida personal.: Pablo era soltero y prefirió mantenerse como tal, después
de su conversión, para servir mejor al Señor y al Evangelio (1 Cor. 7,8-9)
2.- Vocación y Misión de Pablo.
Muchos autores sitúan el "encuentro de Pablo con Jesús" pocos años después de la Pascua (33-34), en
Damasco, cuando Pablo va con credenciales del sumo sacerdote para luchar contra un grupo de
judíos que dicen aceptar en su vida a Jesús de Nazaret y afirman de él que ha resucitado (Hechos
24,5; 16,20-21).
Y hablamos de "encuentro con Cristo", no sólo de "conversión de Pablo" porque la conversión
implica una vuelta de la vida a Dios, y Pablo, por su formación y su opción personal, vivía una
experiencia exigente de búsqueda de Dios y de cumplimiento de la Ley. Por eso, la experiencia de
Damasco es mejor considerarla a la luz de un encuentro maravilloso y transformante con la persona
de Jesús, a quien Pablo perseguía y a quien, de ahora en adelante, comienza a servir como Apóstol y
Discípulo que imita al Maestro.
"Damasco dista de Jerusalén 250 Kms. Por su belleza se la llamaba "la perla del Oriente" o "el ojo del
desierto". Allí, en la encrucijada de grandes caravanas comerciales, existía una floreciente colonia
judía, con sinagogas propias. El sumo sacerdote, presidente del sanedrín de Jerusalén, ejercía la
autoridad central sobre las comunidades judías de la Diáspora. El imperio romano concedía cierta
jurisdicción al sanedrín sobre los judíos en lo referente a cuestiones religiosas""
Allí en Damasco acontece el cambio de Pablo. El Apóstol mismo describe este hecho, unos 20 años
después, cuando al escribir a los Gálatas, comparte lo siguiente:
"Os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mi, no es de orden humano, pues yo no lo
recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Pues habéis oído hablar de mi
conducta anterior en el judaísmo, cuan encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios para destruirla, y
cómo superaba en el judaísmo a muchos compatriotas de mi generación, aventajándoles en el celo por las
tradiciones de mis padres.
Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar
en mi a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo a hombre alguno, ni
subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mi, me fui a Arabia, de donde volví a Damasco." (Gal.
1,11-17)
Se nota que el Apóstol acostumbraba compartir su testimonio con las comunidades que evangelizaba y
organizaba. Su estilo anterior, su encuentro con el Señor, su cambio eran un apoyo para muchos que
querían también vivir como hombres y mujeres nuevos en el Camino de Jesús. Pablo mismo lo
compartía con los hermanos que aceptaban a Jesús: era un perseguidor encarnizado de la Iglesia de
Dios, porque quería destruirla y esto lo hacía llevado del celo por la Ley y las tradiciones del pueblo.
Pero aquí, el Apóstol hace una relectura teológica y una interpretación que enriquece su
testimonio: Dios lo separó desde el seno de su madre y lo llamó por su gracia. Es una referencia clara
a Jer. 1,4-10 y, al compararse con Jeremías, Pablo se sabe llamado, consagrado y elegido para ser
también un profeta de Jesús en medio de los gentiles. "Dios lo eligió desde el seno de su madre, por
una libre iniciativa de su gracia. Su elección y su vocación formaban parte de aquel plan divino y
estaban destinados al cumplimiento de una misión al servicio del Evangelio". El hecho fundamental de
su vocación es "revelar en mí a su Hijo", lo cual nos habla de lo que sucedido en el camino de
Damasco fue un "apocalipsis" en el sentido teológico de la palabra: el "desvelamiento" de lo que estaba
oculto en Dios desde siempre, y que ahora, en los últimos tiempos, aparece en la escena de la historia.
Esta "revelación" hace a Pablo "apóstol de los gentiles" (Rom 11,13) y para esta misión se entrega
plena y decididamente, apoyado en la gracia y el amor desbordantes de Dios. Pero ¿cómo se describe este
encuentro con el Señor? Es interesante descubrir que Lucas hace hasta tres veces en el libro de los
Hechos, o en forma narración (9,1-19), o en forma de testimonio dado por el mis Pablo, cuando habla
ante los judíos (22,4-16) o ante el rey Agripa (26,9-18).
El detalle nos dice que el testimonio de la trasformación de Pablo fue muy aprovechado en la predicación
inicial para invitar a un cambio de vida y a una nueva manera de asumir las exigencias de la Ley mediante
el conocimiento personal de Jesucristo.
3.- El encuentro de Pablo con Cristo lo hace Discípulo y Apóstol
El encuentro de Pablo con Cristo nos hace ver elementos interesantes:
• Los discípulos del Señor se identifican con "el Camino" y éstos, a su vez, con Jesús el
Nazoreo. Es la teología que encontramos descrita en Mateo, en la enseñanza final de
Jesús, antes de la Pasión: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más
pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mat. 25,40). Pablo persigue a los cristianos, pero se
encuentra con Jesús. Este encuentro lo impresiona profundamente, al descubrir la
identidad maravillosa entre Jesús y los que creen en Ël.
Pablo ataca con todas sus fuerzas al “Camino” pero él mismo se pone en camino. En la
teología de Lucas es una referencia al proceso mismo de Pablo, que lo va llevando
lentamente hasta la persona de Jesús para transformarlo. El encuentro con el Señor y la
respuesta de Pablo es todo un proceso largo.
Mientras en el primer relato Ananías, tiene un papel importantísimo, en el segundo relato
ya disminuye su presencia y en el tercero desaparece. El testimonio ante Agripa no
necesita de la mención de Ananías. Ante la comunidad, en cambio, y ante los judíos, la
presencia y la ayuda de un intermediario es vital. Y el servicio de Ananías, como la de
todo acompañante en el proceso de la conversión de un hermano es claro:
Escuchar la voz de Dios que llama a la misión e
Invita al compromiso,
Acudir al otro en nombre de Cristo,
Ayudar a discernir e interpretar la historia personal
Imponer las manos y orar por el otro,
Devolver la vista: ayudarle a que “vea” a Jesús
En su historia personal,
Permitirle una experiencia del Espíritu, capaz de
Llenarle de gozo,
Hacerlo “hermano” y acogerlo “en el Camino” es
decir, en la Comunidad.
• El primer relato hace referencia clara al bautismo (¿y a la Eucaristía? Cfr. 9 y 19); el segundo
invita al bautismo; el tercero no dice nada del rito bautismal, pero sí del proceso que lleva hasta
el bautismo (cfr. 26,18 con 2,37-39): liberación - conversión - perdón - participación
en la herencia de Dios.
• Por último, en los dos primeros relatos se nos dice que Pablo recobró la vista; en el tercero no se
dice nada de esto, pero Pablo es constituido testigo de lo que ve y se vuelve capaz de "abrir a los
otros los ojos" para que puedan ver a Jesús.
¿Cómo podemos describir teológicamente la experiencia de la vocación y la misión de Pablo que
lo hace Discípulo y Apóstol? Hay tres elementos comunes en estos relatos que nos ayudan a
comprender mejor su riqueza.
Pablo, pues, se sumerge en una experiencia de Luz que lo envuelve, lo echa por tierra, lo enceguece y lo
mantiene sin comer ni beber durante tres días (Hechos 9, 8-9). Todo lo cual simboliza los tres días de
oscuridad y de muerte anteriores a la resurrección.
Es la quiebra y la ruptura total de las bases que orientaban la vida misma de Pablo: su proyecto de vida, la
observancia de la Ley judaica, la manera de entender el mundo, su estilo de vida, las certezas sobre las
que había construido su vida anterior. Todo se desmorona, todo pierde sentido y Pablo se entrega a esa Luz
que lo envuelve, lo llena y lo transforma. Pablo se entrega a Jesucristo, que pasa a ser el “Centro y la Vida”
de su vida.
Una Voz:
A la Luz sigue la Voz. La presencia de Dios no es nunca una presencia muda y sin sentido. Dios tiene
una Palabra viva que transforma. Y aquí la Palabra es Jesús que habla y llama ("\Saulo, Saulo!"), que
cuestiona la vida ("¿Por qué me persigues?"), que interpreta la historia (“Te es duro dar golpes contra el
aguijón!").
Es una Voz que se hace vocación personal: a cada uno lo llama por su nombre, porque nos conoce, nos
hizo para él, nos ama y nos quiere comprometer en su servicio. Es una Voz que truena con fuerza,
resuena dentro, es capaz de estremecer y quebrantar porque quiere ofrecer la paz de una vida nueva (Cfr.
Salmo 29).
Es una Voz que se hace sentir en la vida de cada uno, como la hemos oído ya en Abraham, Moisés, David,
Jeremías, Jesús y María. Es la Voz de Dios que se vuelve oferta de Vida, seguridad de presencia, entrega
de la misión
Pero es también una Voz que invita a un diálogo de amistad. A la pregunta de Jesús ("¿Por qué me
persigues? "), Pablo responde con otra pregunta: "¿Quién eres, Señor? - ¡Yo soy Jesús, a quien tú
persigues". El perseguidor acaba llamando "Señor" al que está persiguiendo en sus discípulos y se
rinde ante Él! La identidad entre Jesús y sus discípulos es una realidad que lo quebranta y lo
conmueve, pero también lo marca para siempre.
Por eso, en el diálogo de salvación entre Jesús y Pablo hay otra pregunta más que, en la
teología de Lucas es permanente significativa: "¿Qué he de hacer, Señor?" (Hechos 22,10).
Es la eterna pregunta del hombre ante el Evangelio escuchado y asumido que conduce necesariamente
a una acción creativa y transformante,1,
de discípulo convertirse en apóstol.
La Voz escuchada abre el corazón y orienta la oración. El creyente que escucha está dispuesto a
actuar y vivir. La Palabra que cayó e tierra buena retorna ahora a Dios como respuesta viva cargada
de frutos (cfr. Is. 55,10-11).
Una Misión.
A la nueva pregunta de Pablo ("¿Qué he de hacer, Señor?"), Jesús responde con una orden y entrega
una misión. La orden es concreta y directa:
• "¡Levántate y ponte en pie!". Lo mismo que Ezequiel, profeta elegido para orientar y formar al
pueblo en tierra de opresión (Ez. 2,1), Pablo es llamado para que dedique su vida a la formación de
los creyentes en tierra de gentiles Por eso debe "levantarse", es decir, vivir la experiencia de la Pascua
en medio del dolor y de la muerte que le produce encuentro con el Señor. Como Jesús, que muere en la
cruz tres días después se levanta de entre los muertos y comparte la mesa con sus discípulos, Pablo
"pasó tres días sin ver, y sin comer ni beber"(Hechos 9,9). Esta primera palabra de orden aparece una vez
más en el segundo relato: "Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados
invocando su nombre..."(22,16). Es la inserción en la comunidad mediante el rito bautismal (Cfr. Hechos
2,37-39; 8,36-39; 13,38-43).
"Entra en Damasco". Es la actitud que ya vimos en Abraham de "salir y entrar", dejando todo lo más
suyo y lo que había sido hasta ahora la base de su vida personal y comunitaria. Por lo mismo, es una
actitud de éxodo. Pablo ha de entrar en la ciudad y quitar la Ley y las prácticas judías del centro de su
vida; pero no lo puede hacer solo sino "de la mano de sus compañeros", para indicar claramente que
en el proceso de liberación y de cambio se necesita la ayuda y la colaboración de la comunidad.
"Allí se te dirá lo que debes hacer". El "hacer" es la respuesta creativa y personal a la Voz escuchada,
pero precisa de una orientación de la comunidad, que discierne y conoce el plan de Dios. Es la misma
actitud de Cornelio quien, al escuchar el mensaje de Pedro, sabe que por la boca del Apóstol, puede
escuchar la Voluntad del Señor (10,33) y recibir palabras que le traen la salvación para él y toda su familia
(11,14).
Levántate!, ¡Entra!, ¡Haz!". Pascua, éxodo, creatividad. Tal es la de Jesús antes de ofrecer la misión.
Pero, ¿cuál es la misión? Expresarla, la palabra del Señor recalca la elección de Pablo Vaso elegido" (9,15),
como alguien a quien escogió con sus manos y para usarlo como servidor suyo y como testigo de lo que ha
visto y escuchado (22,14; 26,16). De nuevo se da iniciativa divina en la vocación y en la misión. El
Apóstol; una conciencia y una identidad propia: es vasija de barro, es de Dios y es testigo ante los
hermanos. En esa conciencia podrá realizar la misión.
Y la misión misma está expresada de diversas formas en los tres relatos de Lucas:
• A la comunidad cristiana le dice que Pablo ha sido elegido "para llevar mi nombre ante los
gentiles, los reyes y los hijos de Israel (9,15). Es, pues, una misión universal.
• A los judíos les explica que Dios lo ha destinado "para
conocer su Voluntad, ver al Justo y escuchar la voz de sus labios" (22,14).
A los paganos, por su parte, les dice que ha sido enviado a ellos "para abrirles los ojos, para que se conviertan
de las tinieblas a la luz, para recibir el perdón de los pecados y para que entren a formar parte de la
comunidad de Dios” (26,18)
4.- El conocimiento personal de Jesucristo
Entendidas la vocación y la misión de Pablo, tratemos de entender lo que significó para él este
contacto y encuentro personal con el Señor, el único que fue capaz de llenar y plenificar su vida.
Pablo oyó hablar de Jesucristo en su juventud, posiblemente después de la Pascua del Señor, y
mientras estudiaba en Jerusalén. Pero Jesús era alguien que poco le interesaba y casi nada tenía que
ver con su propia vida. En la medida en que fue madurando en su opción personal y fue creciendo
en el conocimiento de su fe judía, Pablo comenzó a sentir que los que se decían seguidores de Jesús
eran un estorbo para su realización personal y una oposición al desarrollo de la comunidad de Israel,
como él la entendía. Por eso luchó contra ellos y dedicó sus fuerzas a exterminarlos de raíz: se
hizo "perseguidor de la Iglesia" (Fil.3,6).
En su camino de opositor fue derribado por el Señor (Hechos 9, Iss) y este golpe no fue de una vez
para siempre sino el comienzo de un proceso constante de purificación y de despojo que le dolía
profundamente cada vez que lo enfrentaba, pero lo enriquecía y lo llenaba de gozo interior cada vez
que lo asumía. Purificación de sus amores, de sus gustos personales, de sus orientaciones y planes,
de su orgullo y vanidad personal, de su carácter impositivo, de sus inclinaciones meramente
humanas. Luchas, trabajos, azotes, peligros de toda clase, sufrimientos, cárceles, hambre y sed, frío y
desnudez, el gastarse a diario por las comunidades (2 Cor 11,22-29), todo esto lo fue purificando a
lo largo de los años y le fue permitiendo descubrir el Centro de su Vida y el Corazón de su
Corazón: Jesucristo, como tiene que er para nosotros sacerdotes, discípulos y apóstoles suyos.
Lo conoció y lo amo hasta entregarse por Él; pero porque primero fue capaz de descubrir el amor y
la entrega de Jesús por él (G 2,20). Este descubrimiento lo impresionó, sobre todo cuan*
comprendió que el amor y la entrega de Jesús lo llevaron a hacer Uno con los hermanos a quienes
llama a vivir el Reino y Evangelio. Saulo perseguía cristianos y Jesús le pregunta: "¿Por qué
persigues?" (Hechos 9,4). La identidad entre Jesús y los creyentes se vuelve un reto de vida para él
y se dedica, con todas las fuerzas, a conocer y amar al que todo lo dio por él.
"Jesucristo murió por nosotros para que, viviendo o muriendo estemos unidos a El" (1 Tes 5,10), lo
escribió ya en la primera de las cartas del Nuevo Testamento. Pero este sentimiento se fue haciendo
convicción. Veinticinco años después de su encuentro con Jesucristo, la carta a los Filipenses,
escrita desde la cárcel, permitió hacer como una síntesis de su propia experiencia de vida compartir
con los hermanos la profundidad de su vivencia.
CONCLUSION:
Pablo Discípulo y Apóstol como tú, Sacerdote de Jesucristo
“Yo soy Jesús, a quién tu persigues. Ahora levántate, entra en la ciudad y allí te dirán lo que debes
hacer” (Cfr. Hch. 9,5-6)
Y ¿qué es lo que debes hacer?
Pues dejar de perseguir a Jesús. En este caso volverse discípulo de Jesús, es dejar de perseguirlo.
Pero también, no será más bien seguirlo, estar con él y ser enviado.
San Pablo sabe que es ser discípulo, y parece que también sabe que es ser maestro. Lo mismo
sabemos que él era un hombre religioso, era creyente, Apóstol de Jesucristo por vocación (Rm 1,1).
Por eso el acontecimiento que sucede en su vida, en el camino de Damasco y el proceso que sigue a
este momento puntual, tuvo que haber sido una experiencia, profunda, existencialmente crítica… algo
así como al borde de la locura… como tiene que ser el ejercicio de Nuestro Ministerio Pastoral.
“¡Allí te dirán lo que debes hacer!” éstas palabras quedarán resonando en la mente de Saulo, y ahí
comienza la inquietud de este hombre por comenzar algo nuevo a partir de la experiencia recién
vivida.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó de la muerte
por la acción gloriosa del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. Porque si nos hemos
identificado con él por una muerte como la suya, también nos identificaremos con él en la
resurrección.
Dice San Pablo “Sabemos que nuestra vieja condición humana ha sido crucificada con él, para que se
anule la condición pecadora y no sigamos siendo esclavos del pecado…”
Por consiguiente aquí viene el tercer paso para ser discípulo, “sabemos que nuestra vieja condición
humana ha sido crucificada con él…
“NO HAGAN NADA OR AMBICIÓN O VANA GLORIA, ANTES CON HUMILDAD ESTIMEN
A LOS OTROS COMO SUPERIORES A USTEDES MISMOS. NADIE BUSQUE SU INTERÉS
SINO EL QUE LOS DEMÁS. TENGAN LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO JESUS…”
¿QUÉ ES SER DISCÍPULO?. Es asumir el misterio de la pasión y muerte de Cristo, y tener la
seguridad que él está resucitado, para que nos ayude a eliminar el mal que hay en nosotros, estar a sus
pies, deslumbrados por su palabra, enamorados de su proyecto evangelizador y ser enviados a
Anunciarlo.
Esta es la Misión que realizó y vivió San Pablo, y por esto, se lanza hasta los confines del mundo a
contagiar a los paganos, la alegría, que da Cristo resucitado y mostrar que Cristo es nuestra felicidad,
que es Él, el que le da sentido a la vida de cada cristiano.
Por ellos grita en otro momento: “Anunciar la buena noticia no es motivo de orgullo, sino una
obligación a la que no puede renunciar. ¡Ay de mi si no anuncio el Evangelio”! 1 Cor. 10,16
Este anuncio debe hacerse gratuitamente. Mas adelante el mismo Pablo se pregunta. ¡Cuál será
entonces mi salario? Y a renglón seguido el mismo responde. Anunciar gratuitamente la Buena
Noticia sin hacer uso del derecho que su anuncio me confiere. Esta es la Misión, anunciar la Buena
Nueva, que es la que transforma…
Ser apóstol es pensar que lo más importante, es evangelizar al que está a nuestro lado, incluso siendo
de nuestra misma fe, de nuestra misma confesión y también dejarnos evangelizar también. Esto es ser
discípulo y apóstol; el que al final de la vida tiene la seguridad de estar al lado de Cristo y sabe que
gozará de la resurrección.
San Pablo discípulo y apóstol, es un espléndido modelo sacerdotal, dice Benedicto XVI, “entregado” a
su ministerio. “Nos apremia el amor de Cristo-escribía- (2 Cr. 5, 14-15).. Cristo murió por todos para
que los que viven, ya no vivan para si sino para el que murió y resucito por ellos” ¡Qué mejor
programa se podría proponer a un sacerdote que por el sacramento del orden es también discípulo y
apóstol del Señor por vocación?.
Cada frase de sus cartas se convierte para nosotros en un programa de vida y de entrega total a
Jesucristo. “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”. “Ay de mi si no evangelizo” “Me hago todo a
todos para salvar al menos a algunos”. “Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo”. “Estad
siempre alegres en el Señor”. “Para mí la vida es Cristo y el morir es una ganancia”, El amor olvida y
perdona siempre las ofensas”. “Cada uno tendrá que responder por sus propias obras” y otras muchas,
porque San Pablo encarna también hoy para nosotros un modelo fascinante de vivir y de comunicar la
experiencia de Cristo.
El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús repetía el santo Cura de Ars, porque fue plenamente
como Palo discípulo y apóstol de Jesucristo. Un buen pastor, discípulo y apóstol de Jesucristo según
el corazón del Señor es el tesoro m{as grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia. ¡Oh
que grandes es el Sacerdote! Si se diera cuenta, moriría, no es para sí mismo, es para los demás; por
eso es nuestro modelo.
El estilo pastoral de vida del discípulo y apóstol recibe también de María, Madre de la Iglesia, una
característica peculiar. Ella nos enseña que sin corazón, sin ternura, sin amor no hay evangelización
creíble. María es discípula y servidora de la Palabra, porque antes la concibió en su corazón;
proclamó un Magnifícat profético, antes creyó; estuvo junto a la Cruz y en Pentecostés, porque fue la
tierra buena que acogió la Palabra con un corazón alegre, la hizo fructificar el ciento por uno y pidió a
los discípulos de su Hijo (y hoy a nosotros): “HAGAN TODO LO QUE JESUS LES DIGA”. Sea ella
quien haga fructificar este encuentro y lo proyecte en la Gran Misión en la que estamos empeñados.
Siempre sacerdotes, solo sacerdotes y en todo sacerdotes, como San Pablo discípulos y apóstoles por
vocación. Este es el reto hermanos presbíteros.
Tema 2: PABLO MISIONERO Y MARTIR
Mons. Eugenio Arellano
Obispo Vicario Apostólico de Esmeraldas
INTRODUCCION:
Hace unas semanas hemos despedido el Año Paulino, en varias Diócesis y Vicariatos, a través de las
diferentes iniciativas hemos intentado “recuperar” la figura del Apóstol de las gentes, de este gran
misionero. Seguro que muchos de ustedes han quedado impresionados de ver a Pablo en sus viajes
por los caminos y por los mares, predicando en sus cartas y en toda ocasión, a tiempo y a destiempo y
siempre exultando en la cruz y en la gloria. Así que usando sus palabras podemos decir que nuestras
Iglesias “han corrido bien la carrera”, y ahora el desafío es “lanzarnos a los que está delante2.
Y lo que esta delante de nosotros es la urgente tarea de predicar el Evangelio, de anunciar con la
palabra y principalmente con la profecía de nuestras propias vidas, de gritar la verdad de Jesucristo y
de su Evangelio. Y hacerlo con el entusiasmo y el amor de Pablo y hacerlo siempre, en todo
momento.
Y este entusiasmo y esta pasión, nace y renacen una y mil veces en nosotros como fruto de la
experiencia personal “del camino de Damasco”: de esta fuerte experiencia de encuentro personal con
Cristo Vivo, que me derriba de mis seguridades.
Lo que está por delante es la permanente conversión de nuestra Iglesia, para hacer más creíble el
Evangelio. Lo que está por delante es la vigencia de la misión.
Dificultades no nos van a faltar, las encontramos y las encontraremos… allá están esperándonos, ellas
nos rodean y en ocasiones las encontramos en nosotros mismos, pero “todo lo puedo en Aquél que me
conforta”. Nos basta su gracia porque la fuerza se realiza precisamente en nuestra debilidad. Y todo
esto con realismo y con verdad. En las vasijas de barro de nuestra tibieza, de nuestra mediocridad,
llevamos el tesoro de la vida de Jesucristo y esta vida que no es nuestra, pero que está en nosotros nos
fortalece y provoca un renovado encuentro transformador con Cristo.
Podemos decir que ha sonado la hora de la Misión.
PABLO, APÓSTOL DE LOS GENTILES
Pablo, Apóstol de los gentiles, Pablo misionero, ha sido y sigue siendo punto de referencia para los
misioneros de todos los tiempos; pero no hagamos de este gran misionero una especie de ventana a la
que nos asomamos para ver el pasado, sino hagamos más bien como un espejo en el que
contemplamos la imagen que está por delante.
Si hoy día, desde la Misión, contemplo la figura de Pablo, rápido veo en él muchas luces que vienen a
proyectarse en mi vida sacerdotal, las unas denuncian la falta de “ñeque”, la falta de talante en mi vida
sacerdotal y misionera, como que nos falta la pasión por la misión, como que nuestro pastoreo no es el
eje alrededor del cual se estructura nuestra vida, no tenemos esa pasión por los alejados que
caracteriza a Pablo.
Pero esta luz que nos llega no es solo una denuncia sino que también abre caminos nuevos y nos
empuja a seguirlos y nos hace entender que ahí está nuestra realización como sacerdotes y como
apóstoles.
Entre nosotros, en ocasiones, es difícil vivir nuestra vida sacerdotal y misionera con armonía, con
equilibrio y Pablo nos ofrece ese testimonio hecho vivencia cotidiana en su vida y así vemos.
Él sabe armonizar la acogía de valores y tradiciones y el respeto a las costumbres, con un
despertar las semillas del Verbo presentes en toda cultura y en toda personal.
Vemos como él sabe inculturar el Evangelio pero al mismo tiempo sabe universalizar (o
catolizar) esa Palabra de salvación de la que se sabe portador.
Sabe aceptar, estar presente, vivir la cercanía, pero para convertir al Evangelio.
Lo vemos que sabe entrar pero para abrir…
Podríamos decir con expresiones actuales que Pablo hace escuela, abre caminos y crea estilos de
presencia para los misioneros de todos los tiempos, él sigue siendo fuente de inspiración para nosotros.
Pablo no descansa en su afán de predicar el Evangelio, no conoce la fatiga y a pesar de esto no vemos
que él sea un agente proselitista, sino un recreador en el espíritu de Dios y eso son los misioneros:
recreadores en el Espíritu de Dios.
Y en esta escuela misionera de Pablo los misioneros se saben la expresión de una Iglesia itinerante, en
movimiento permanente, que sale al encuentro de nuevas gentes, que busca continuamente caminos
para llegar a los alejados, de una Iglesia capaz de descubrir en toda cultura (también en la
modernidad…) las semillas del Verbo Encarnado.
EL CAMINO DE DASMASCO, “SEMINARIO MISIONERO” DE PABLO
Cfr.: Hch. 9,1-20; 22,1 -21; 26, 9-24
Gal. 1, 13-17
Sabemos que Pablo iba a encontrarse con el sumo Sacerdote del Templo de Jerusalén, buscaba cartas
de recomendación que le permitieran llevar a la ciudad Santa a los Judíos que seguían ese nuevo
camino, para juzgarlos allí. Es entonces, mientras se dirigía a Damasco, cuando en el camino se le
aparece Cristo y le toca el corazón. La voz de Aquel que le ciega con su fulgor le manifiesta que el
camino que estaba siguiendo era equivocado y ofensivo para quien le habla: “soy Jesús, a quien tu
persigues”.
Desde ese momento Pablo estará siempre disponible a esa Voz, y esa Luz guiará siempre sus nuevos
caminos…
El Señor Jesús que se le había aparecido, enviará a Ananías a casa de Damasco, donde se encontraba
Pablo para hacerle recobrar la vista y llenarlo de Espíritu Santo. A partir de ese momento y a lo largo
de toda su vida Pablo será el apóstol inigualable del Evangelio de Jesucristo, muerto por nuestros
pecados y resucitado por nuestra salvación.
En el Libro de los Hechos de los Apóstoles es el mismo Jesús quien le explica el sentido de esta
aparición:
“Me he aparecido a ti para hacerte mi servidor y para que des testimonio de que me has visto y
des testimonio también de lo que te iré mostrando. Yo te libraré de tu pueblo y también de los
gentiles a los que he de enviarte para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la
luz y del poder de Satanás a Dios, y para que reciban por la fe en mí el perdón de los pecados
y la herencia que corresponde a los consagrados”
Probablemente Pablo no conoció personalmente a Jesús pero en repetidas ocasiones afirma que
considera mucho más importante el haber sido encontrado por Jesús, ya que este encuentro es una
revelación que Pablo recibe y que consiste en el núcleo del Evangelio: Dios Padre resucitó al
Crucificado para nuestra salvación y en El se nos ha concedido el perdón de los pecados y la vida
eterna. Esta es la Buena Noticia y Pablo la llevará incansablemente por todo lugar y esta es también la
Buena Noticia que nosotros estamos llamados a llevar a nuestros hermanos.
Nota: Es interesante el verificar como la conversión, esta experiencia tan extraordinaria no cambia los
rasgos del carácter de Pablo… y esto es consolador para nosotros pues lo importante es que Dios
utiliza nuestros modelos de conducta (a veces sanos, y a veces “enfermizos”…) para irradiar bendición
y gloria a las gentes.
LA ORACIÓN DE PABLO, EXPRESIÓN DE SOLIDARIDAD
A lo largo de todas las cartas de Pablo verificamos como su pasión misionera alimenta su oración y
como al mismo tiempo este celo apostólico encuentra en la oración su principal alimento.
Pablo desde su experiencia en el camino de Damasco se siente agarrado por Cristo y su única
pretensión es la de figurarse con El en el sufrimiento y en la muerte y descubrir así cual debe ser su
acción apostólica como testigo del Resucitado.
Para Pablo la oración nace del deseo de ser únicamente el siervo que transmite fielmente el mensaje y
el espíritu del Señor que le envía:
“Somos embajadores de Cristo y es como si Dios mismo les exhortara por nuestro medido” (2
Co. 5.20)
“¡Pobre de mí sino anunciara el Evangelio!” (¡Co. 9,16)
El amor al Evangelio y el deseo de que esta Vida eterna que conlleva pueda enriquecer a su pueblo se
hace en Pablo oración continua; a veces se trata de oración contemplativa:
“Y nosotros, que llevamos la cara descubierta y reflejamos la gloria del Señor, nos vamos
transformando en su imagen con un resplandor creciente; así es el influjo del Espíritu del
Señor” (2 Co. 3,18)
Otras veces la oración de Pablo es de súplica y de acción de gracias que nace de la preocupación
cotidiana “por todas las Iglesias” (2 Co. 11,28) y por la comunicación constante por los cristianos.
La oración de Pablo no es un simple medio para que su acción sea eficaz ni tampoco el cumplimiento
de una obligación religiosa; su oración así como su predicación son señales de una comunión profunda
con los hermanos, son expresiones de una fuerte solidaridad con su pueblo vivido en Jesucristo y
marcada por su pasión por el Reino.
“Por el cariño que os teníamos, os hubiéramos entregado con gusto no sólo la buena noticia
de Dios, sino nuestra propia vida; tanto llegamos a quereros” (1 Ts. 2,8).
ESTILO MISIONERO Y OPCIONES PASTORALES DE PABLO
El Espíritu de oración ayudó a Pablo a tener siempre como gran preocupación asimilar y vivir los
sentimientos y actitudes pastorales de Jesús.
En esto nos puede ayudar mucho meditar el discurso de despedida que Pablo hizo a los ancianos de
Efesio (Hch. 20, 17-38) fácilmente podemos ver que Pablo es alguien conocido y familiarizado con la
comunidad. Está con la gente, y su ministerio se fundamenta en ese “estar con”, en la convivencia.
Usando terminología actual podríamos decir que el ministerio misionero de Pablo es consolar, animar,
confortar a los débiles, pobres y marginados; es decir ser testigo de Jesús promoviendo la vida y
humanizando el pueblo. Pablo nos invita a ser testigos de la verdad y de la bondad de Dios en nuestra
sociedad, nos invita a un lenguaje hecho de amistad y de humanismo apoyado siempre en el
Evangelio. Nos invita a ser puente y cercanía para todos permaneciendo nosotros bien afirmados en la
unión e identificación con Jesús.
En primer lugar Pablo se siente siervo de Jesús: “siervo vuestro por Jesús” (2 Co. 4,5). Servir a Cristo
es en Pablo condición para servir a la comunidad y es de este servir a Cristo de dónde saca el apóstol
una gran libertad ante las gentes; no debe solo agradar, contentar y corresponder a las esperanzas de
las gentes sino también deberá estar siempre al servicio de Cristo y a El rendirle cuentas (Cfr. 1 Ts.
2,4) Pablo nos aparece finalmente como un pastor que ama profundamente a su gente que conoce a
cada uno por su nombre y que se compromete con todo con todos.
Todo el capítulo segundo de la primera carta a los Tesalonisenses es una muestra de la humildad de
Pablo, humildad que es atención afectuosa sin exigencias; es serenidad, prudencia; es delicadeza de
corazón sin fingimiento externo; es gratuidad en el servicio. Quiere recordarles que los cristianos de
Pablo era generalmente esclavos, marginados, gente habituada a no ser tomados en cuenta, o a ser
maltratados y por eso nada les conmueve tanto como sentirse respetados amados, valorados (la
pastoral gratuita del saludo de la buena educación…):
Podemos añadir que la humildad de Pablo es una humildad pastoral.
Ya que se fundamenta en la conciencia que Pablo tiene de su propia fragilidad, de su debilidad
personal, y esta conciencia la ha adquirido Pablo en la escuela de la vida y la ha aceptado con paz
interior, sin complejos de culpa… (1 Co. 15, 9; 2 Co.1, 8-9).
Principalmente Pablo tiene un profundo sentido de Dios misericordioso, dador de todos los bienes y
Señor de la Palabra que le apóstol debe de anunciar con el celo que le fue dado por Cristo que vive en
él; Pablo de tanto contemplar el corazón misericordioso de Dios Padre “se contagio” y su corazón
también se lleno de misericordia y esta misericordia fue su mejor instrumento pastoral.
CRUZ Y MARTIRIO DE PABLO
Pablo desde su encuentro con Jesús en el camino de Damasco, comienza una ruta llena de
dificultades… la fidelidad a la misión de anunciar el Evangelio de Cristo le lleva a soportar grandes
pruebas. Por eso Pablo a partir de su propia experiencia puede mostrarnos a nosotros las actitudes que
como sacerdotes y misioneros hemos de tener ante el sufrimiento y el conflicto, ante la cruz.
La primera actitud es la vigilancia:
“Dejad que os robustezca el Señor con su poderosa fuerza.
Poneos las armas que Dios da para resistir los engaños del diablo…” (Ef. 6, 10-13)
Esta vigilancia generará en nosotros una madurez apostólica que nos ayudará a purificar y crecer en
nuestro amor sacerdotal; siempre intentando superar actitudes adolescenciales: el desánimo, el
victimismo…
Pero la actitud más importante es la contemplación amorosa de Cristo:
“Nuestro Salvador, el Mesías Jesús…, de este Evangelio me ha nombrado heraldo, apóstol y
maestro; esta es la razón de mi penosa situación presente; pero no me siento derrotado, pues se
de quien me he fiado y estoy firmemente persuadido que tiene poder para asegurar hasta el
último día el encargo que me dio” (2 Tm. 1, 10-12).
La contemplación de Cristo es el “libro” donde aprenderemos al fortaleza necesaria en nuestra tarea
misionera; de esa contemplación sacaremos esperanza en las pruebas y capacidad de misericordia.
Finalmente Pablo nos enseña un profundo amor a la Evangelización, una pasión por llevar el
Evangelio a los alejados:
“Por eso soporto lo que sea para los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación presente en
Jesús el Mesías” (2 Tm. 2,10).
“Me alegro de sufrir por vosotros, pues voy completando en mi carne mortal lo que falta alas
penalidades de Mesías por su cuerpo, que es la Iglesia” (Col. 1,2-4).
La muerte de Pablo, en la persecución de Nerón es consecuencia de su pasión proe l Evangelio y de su
fidelidad a la Misión.
Nos llena de esperanza y de gozo la certeza de que Pablo y todos aquellos misioneros que fieles a la
Misión sembraron semillas del Evangelio por los caminos del mundo y derramaron su sangre unida a
la de Cristo, a todos ellos y ellas, con Cristo, el padre los resucita y los hace instrumentos de
Resurrección. A todos aquellos que supieron sumergirse hasta el sacrifico de sus vidas llevando el
consuelo del Evangelio a sus hermanos y a todos aquellos que supieron hacer de su propio dolor un
camino de comunión con el dolor del mundo iluminando así las cruces de sus hermanos; a todos
aquellos el Padre les hace instrumentos de resurrección.
Amigo y hermano sacerdote que me escuchas, quizá viendo la generosidad y la valentía de pablo
sientas temor…
Pero en todas nuestras historias vocacionales y en las del Antiguo y Nuevo Testamento siempre vemos
un desfase, una desproporción entre el enviado y la Misión que se le confía; y esta desproporción es
humanamente insuperable. Abraham es anciano, su esposa es estéril, pero está llamado a ser “Padre
de Naciones”; Moisés se siente del todo incapaz de ser el caudillo de su pueblo y por eso se escapa al
desierto de Madián; Isaías se sabe hombre de labios impuros que no puede pronunciar la Palabra de
Dios; Jeremías es un niño que no sabe hablar… Todos ellos nos preparan a la misma reacción de
impotencia de María: ¿Cómo será esto? Y sobre esta impotencia humana interviene Dios; esta
incapacidad es como el espacio propicio de la acción de Dios. Se lo dice El mismo a Moisés, “Vete yo
te envío”. El anima a Jeremías: “no temas, Yo voy contigo; no les tengas miedo”.
A San Pablo le dice lo mismo: “no temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo (Hch.
18,9). Es el dominus tecum (El Señor está contigo) del Ángel a María, que se prolonga en el “no
tengas miedo, has encontrado gracias de parte del Señor”.
Todos los discípulos y misioneros de todos los tiempos son conscientes de que con sus solas fuerzas y
capacidades no pueden llevar a cabo la Misión que se les confía, les viene grande… Y, sin embargo no
abandonan esta Misión y ellos y nosotros con San Pablo repetimos: “Todo lo puedo en Aquel que me
conforta, y me glorío en mis debilidades, para que se manifieste en mí en poder de Dios”.
Y esta es la razón profunda de nuestra serenidad, de nuestra alegría, de nuestra paz: El camina con
nosotros, está en medio de nosotros dispuesto siempre como buen Cirineo a levantar nuestra cruz.
Y María la que un día escuchó el “no temas” de parte de Dios ahora lo repite con bondad de madre de
nosotros sacerdotes y misioneros, a todos los San Juan Diego a quienes se les pide una Misión
aparentemente sin éxito: ¿Por qué temes? ¿No estoy aquí que soy tu Madre? Y todo sacerdote y
misionero la invocamos como ¡Vida, Dulzura, Esperanza nuestra!.
Para que no se pierda la memoria… les transcribo este poema que Mons. Leonidas Proaño compuso
en sus años de seminario mayor.
COMO CRISTO
Como hay toques de sangre que purpuran
Las mantillas del sol en la alborada,
En las cunas de amor hay también sangre
Que embellece y fecunda su luz blanca:
Junto con los encantos del pesebre
Viene el martirio de inocentes almas
Y en el amanecer del Cristianismo,
Hay sangre juvenil que se derrama.
OH! El primor de la albura enrojecida!...
Oh, la sangre tiñendo vestes blancas!...
Oh, la belleza de las almas puras!
Mártires del amor, oh, bellas almas!
¡Como Cristo, como Cristo,
Como el Cordero sin mancha!
Un joven, allí un joven de rodillas,
Su espíritu a Jesús encomendado…
Luces de castidad hay en su rostro
Y en sus ojos incendios de amor santo…
Pero el odio de los hombres
A Jesús Crucificado
Descarga sobre él todas sus iras,
Levanta contra él sus crueles manos
Y el joven, como Cristo, como Cristo,
Como Cristo en el Calvario,
Levanta sus plegarias encendidas
Perdón por sus verdugos implorando,
Como Cristo escarnecido:
“No les culpes, Señor, este pecado!.
Morir… y por Jesús, oh, qué delicia!...
Morir como Jesús… ah, perdonando!...
¡Como Cristo, como Cristo,
Como Cristo en el Calvario!
Cuando vayas, sacerdote, hacia el combate
Con el pecho encendido en santas llamas;
Cuando vayas, sacerdote, a dar la Vida
A las almas hambrientas, a las almas…
El odio del infierno a Jesucristo
Herirá tu corazón a puñaladas;
Te postrarán en tierra las calumnias
Y partirán tus entrañas…
Entonces, sacerdote, como Cristo,
Como el Cordero sin mancha,
Como Esteban el mártir,
Mira al cielo y levanta esta plegaria:
“No les culpes, Señor, este pecado”.
Y tu hermosa virtud, túnica blanca,
Se teñirá de rojo del martirio,
Con el martirio del alma.
OH, el primor de la albura enrojecida!...
Oh, el martirio que tiñe vestes blancas!...
Oh, el perdón generoso del Calvario!...
Oh, la belleza de las grandes almas!...
¡Como Cristo, como Cristo,
Como el Cordero sin mancha!...
Preguntas para el trabajo de grupos
1ª. Si contemplo mi Sacerdocio en el espejo de Pablo, ¡qué caminos s eme abren y que luces me
iluminan?
2ª ¿Qué le sugiere esta afirmación:
En Pablo, su oración y su predicación son señales de una comunión profunda con los
hermanos, son expresiones de una fuerte solidaridad con su pueblo vivida en Jesucristo y marcada por
su pasión por el Reino.
3ª Pablo tanto contempló el corazón misericordioso de Dios Padre, que se “contagió” y su corazón se
llenó de misericordia y esta misericordia resultó su instrumento pastoral más eficaz.
¿Cuál es tu experiencia personal de la presencia de la Misericordia del Padre encarnada en la
historia de tu vida?
4ª. Hay camino martirial externo hecho de críticas, dificultades y persecuciones por el Reino. Y hay
también un camino martirial más interno, hecho esfuerzos, lucha y confianza en el Señor ante las más
diversas tentaciones y este camino equivale a un no pactar con el pecado, con la mediocridad, con la
tibieza, buscando siempre de ser fiel a Jesús a través de tu servicio sacerdotal al pueblo. Ambos
caminos son martiriales y al final se recibe la corona de la Gloria.
Comenten un poco estos caminos.
Tema 4: SANTO CURA DE ARS
Fidelidad de Cristo, Fidelidad del Sacerdote
Mons. Néstor Herrera Heredia,
Obispo de Machala
Presidente de la Comisión de Ministerios y Vida Consagrada
Introducción
Si bien es cierto que el tema de reflexión en este Encuentro es seguir las huellas de Pablo, el apóstol y
misionero por excelencia, para incentivar en el clero la Misión Nacional; no es menos cierto que este
IV Encuentro Nacional se promocionó con la figura del Santo Cura de Ars, tan cercano y tan querido
para el clero diocesano y ha despertado un entusiasta protagonismo a raíz de la convocatoria de Su
Santidad Benedicto XVI a un año sacerdotal al conmemorar los 150 años de su muerte.
“Fidelidad de Cristo, fidelidad del Sacerdote2 es el lema señalado por el Papa para que este año y en
su deseo que sea un período de profundización de la identidad sacerdotal, de la teología sobre el
sacerdocio católico y del sentido extraordinario de la vocación y de la misión de los sacerdotes en la
Iglesia y en la sociedad.
La fidelidad de Cristo a luz de los Evangelios y la fidelidad del Sacerdote teniendo como modelo al
Santo Cura de Ars, es lo que voy a exponerles desde mi experiencia de sacerdote diocesano, párroco y
pastor.
1. La fidelidad de Cristo
A mi modo de ver, dos aspectos caracterizan la fidelidad de Cristo a Dios: La obediencia al Padre y la
unión íntima con El.
La obediencia al Padre
Podemos decir que ya desde antes de nacer Jesús es obediente al Padre porque acepta asumir la
condición humana en su totalidad (Filp. 2, 6-8). En efecto, nace de una mujer (Mt. 1, 18-25) en las
condiciones en que nace la mayoría de la humanidad: en la pobreza (Mc. 2,6-7); en cumplimiento de
la ley judía es circuncidado a los ocho días de nacido (Lc. 2,21), es presentado en el templo (Lc. 2,22-
24) y para evitar su muerte y dar cumplimiento al oráculo del profeta Jeremías: de Egipto llamé a mi
hijo, sus padres tienen que huir a Egipto (Lc. 2,13-16). Y cuando vuelve a Nazareth vive
obedeciéndoles, “les estaba sujeto” (Lc. 2,51).
En su vida pública, desde el inicio, al responder al tentador, dirá con claridad y entereza que sólo a
Dios hay que adorar y servir (Mt. 4,10). Ante las pruebas a que le someten sus enemigos, ante la
incomprensión y las críticas a su mensaje hasta llegar a decir “este modo de hablar es intolerable,
quien puede admitir esto? (Jn. 6,60) la respuesta de Jesús es “yo no puedo hacer nada por mi cuenta
porque no busco mi voluntad sino la del Padre que me envió (Jn. 5,30). Y en el célebre discurso del
pan de vida, ante la incredulidad de los judíos, les dirá “porque yo he bajado del cielo no para hacer mi
voluntad sino la de Aquel que me envió” (Jn. 6,38).
.
Pero es sobre todo en su pasión dolorosa cuando manifiesta pública y solemnemente esta obediencia:
“No se haga mi voluntad sino la tuya”, dice Jesús en el huerto de los olivos (Mc. 14,36) y en la cruz
“todo está cumplido” (Jn. 19,30).
Finalmente después de la resurrección y antes de subir al cielo, para dar cumplimiento a todo cuanto el
Padre le encomendó, confía a sus apóstoles la misión de entregar el Evangelio a toda la humanidad:
“Vayan por todo el mundo y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, enseñándoles a cumplir
todo cuanto yo les he encomendado a ustedes” (Mt. 28,19).
La unión con el Padre
Desde su infancia, Jesús busca el encuentro con su Padre. “Nos sabían que yo debo estar donde mi
padre?” responderá cuando sus padres le encuentran en el templo y le reconvienen (Lc. 2,49).
Para empezar su ministerio público pasará en el desierto 40 días en oración (Lc. 4,1-2). Después de
los milagros que realiza se aleja a la montaña, para en el silencio o en la noche estar con su Padre; así
lo vemos después de la multiplicación de los panes (Mt. 14,23), de la curación a la suegra de Pedro y
otros enfermos (Mc. 1,35).
Esa unión con el Padre, traducida en fervorosa oración la busca también en los momentos más
importantes o de riesgo. Para revelar su divinidad (Lc. 4,28). En la elección de los Doce (Lc 6,12)
Oración por sus discípulos (Jn. 17). En la última cena (Lc. 22, 14-20). Antes la proximidad de su
pasión (Lc. 22,41) y en su agonía (Lc. 23, 34; Mc 15, 34; Lc. 23,46).
Pero Jesús no solamente ora él sino que aconseja a orar (Lc. 11, 9-10), enseña cómo orar (Mt. 6, 9-13)
y cómo no orar (Mt. 6, 5-8) Insiste en la necesidad de la oración para no caer en la tentación (Mc.
14,34). Finalmente señala algunos frutos de la oración “Hay demonios que no se sacan sino con el
ayuno y la oración”.
2. La fidelidad del Sacerdote
Como Samuel, sin imaginar siquiera que el Señor comienza a llamarle, desde los 4 años de edad se
descubre en el pequeño Juan María Vianney algunas señales de una respuesta.
En casa manifiesta gusto por la oración. Le gusta frecuentar la iglesia. En los intervalos de sus
labores del campo prefiere rezar antes que descansar. Empieza así acrecer como un hombre de Dios,
cada vez más cercano a El, procurando tener los mismos sentimientos a Cristo (Filp. 2,7).
Tres parecen ser los aspectos donde sobresalen la fidelidad del Santo Cura de Ars a Dios: en su
formación sacerdotal, en la práctica de los consejos evangélicos y en la Oración, la Eucaristía y el
Confesionario.
En el itinerario formativo
Todo el itinerario formativo del Santo Cura de Ars está marcado por la fidelidad a Cristo en quien
confía y en quien ha puesto toda su esperanza. Consciente de sus limitaciones humanas se abandonan
en manos de Dios. Casi analfabeto, a los 20 años es aceptado para la formación sacerdotal. “Tiene
poca memoria, aprende lentamente pero no es necio, comprende perfectamente lo que se le explica con
paciencia y en un lenguaje acomodado al suyo” dirá de él uno de sus formadores. Y porque los
resultados son muy modestos recurrirá a la oración y la penitencia pidiéndole a Dios inteligencia para
el estudio.
No cabe la menor duda de que la vida y misión del párroco de Ecully, parroquia en la que fue a vivir
con su tío, impactó tanto al pequeño Juan María Vianney que fue como el impulso que le movió a ir
adoptando progresivamente el estilo de vida de Jesús y su misión hasta convertirse definitivamente en
un auténtico discípulo y misionero suyo.
Con un mínimo de teología es ordenado Sacerdote pero deberá completar sus estudios y preparación
para el ejercicio del ministerio por lo cual el Obispo le iniciará como Vicario Cooperador. Sin
embargo en Ars estas limitaciones pasarán desapercibidas por las múltiples virtudes que adoran su
persona y su ministerio sacerdotal.
No se equivocó Monseñor Simón, el Obispo que ordenó a San Juan María Vianney el 13 de agosto de
1815 al predecir con clara intuición que “será un buen sacerdote”. Su unión con Dios en largas horas
de oración con el fin de alcanzar la conversión y reconciliación de los pecadores, su dedicación al
confesonario en el día y en la noche y su infatigable celo apostólico manifiestan que el Señor estaba
siempre con él.
En la práctica de los Consejos Evangélicos.
Pero la fidelidad a Cristo en el Santo Cura de Ars se manifiesta más concretamente en la práctica en
los Consejos Evangélicos que no son impuestos a los sacerdotes diocesanos como a los religiosos/as
sino aconsejados como la vía normal del llamado a la santidad de vid ay a la perfección cristiana,
persuadidos de que la grandeza del sacerdocio consiste en la imitación de Cristo.
Emulo de San Francisco de Asís como terciario franciscano vivió en un total desprendimiento de los
bienes materiales a tal punto que podía decir “soy uno de Ustedes porque soy pobre como Uds”.
Poniéndole como ejemplo, dirá Pio XI “los sacerdotes de vida modesta y que no buscan de manera
alguna sus propios intereses en el ejercicio de su ministerio, hacen un gran bien al pueblo cristiano”
Con esto no se trata de aprobar la miseria sino de un llamado a contentarse con lo necesario evitando
servir a Dios por intereses materiales y falta a las justicia por temor a la pobreza.
Pobre en bienes materiales, el Santo Cura de Ars no lo fue menos en la mortificación corporal
convencido de que es la mejor manera de darse enteramente a Dios, guardó la castidad en grado
heroico. “La castidad brillaba en su persona” se ha dicho de él y el mismo solía decir con optimismo:
“cuando el corazón es puro no se puede menos que amar porque se ha encontrado la fuente del amor,
que es Dios”. Y porque así, libre de toda preocupación familiar, el sacerdote puede consagrarse
completamente al servicio de Dios y dedicar a los fieles su vida, sus deseos y sus energías.
Su obediencia no menos edificante. Convencido de la importancia de esta virtud capital en el
sacerdote y consecuente con la promesa hecha al Obispo el día de su ordenación, siempre manifestó
un respeto constante y fiel a la Jerarquía, cuyo ejemplo evocó su Santidad Juan XXIII para alertarnos
sobre el peligro del espíritu de independencia en el seno del clero tanto por la enseñanza doctrinal
como por el método de apostolado y la disciplina eclesiástica (Enciclica Sacerdotii nostri primordia).
En la oración. La Eucaristía y el Confesonario
Desde las 4 de la mañana y a veces más temprano los fieles que van acercándose al templo descubren
a su párroco de rodillas ante el sagrario, siempre en silencio y con los ojos fijos en el sagrario.
Aseguran sus biógrafos que solía decir y repetir: “El hombre es un pobre que necesita pedir todo a
Dios. Cuántas almas podemos convertir con nuestra oración. La oración es la felicidad del hombre
sobre la tierra”.
Algunas oraciones conocidas, el rosario y el breviario cosntituyen el acervo de su oración diaria y a las
que dio preferencia sobre cualquier otra ocupación de su ministerio. Convencido de la necesidad de la
oración encontraba en ella su felicidad.
La oración del Santo Cura de Ars es ante todo y sobre todo una oración eucarística. Y lo manifestaba
por su entrañable devoción al Santísimo Sacramento del altar. A propósito de esto, dirá el Papa Pio
XII: “nada podrá sustituir en la vida de un sacerdote la oración silenciosa y prolongada delante del
altar”. Esta práctica devota y fervorosa acrecienta la vida espiritual del sacerdote y fortalece las
energías del apóstol y misionero.
Pero será, sobre todo, al santa Misa la base de su actividad apostólica y de su santificación personal.
La misa celebrada por el Santo Cura de Ars es una misa preparada, celebrada con devoción y vivida
después…
Otra de sus grandes actividades apostólicas es el Confesionario. Convencido de que se ofrende tanto
al buen Dios dedicado la mayor parte del día y de la noche a este ministerio pastoral apropiándose
tanto de la situación de sus penitentes que en ocasiones se le caían las lagrimas como si estuviera
llorando sus propios pecados.
La profunda bondad de su corazón y la gracia del Espíritu Santo hicieron del Santo Cura de Ars el
hombre del perdón y de la misericordia. Ese fue el secreto por el cual los penitentes aumentaban cada
vez más.
Conclusión
El proclamar al Santo Cura de Ars patrono del clero diocesano y más especialmente de los párrocos ha
hecho descubrir que una vida simple, sencilla y sin manifestaciones extraordinarias es un camino
seguro a la santidad…
La oración, la Eucaristía, el Confesonario y la Predicación que marcaron la vida y el ministerio
sacerdotal del Santo Cura de Ars sean las que marquen también nuestra vida y nuestra labor pastoral,
la misma hoy como ayer.
Si el sacerdote es el hombre de Dios está llamado a ser un hombre de oración fervorosa y devota que
como en la vida del Santo Cura de Ars no sólo invite a los fieles a la oración sino que los anime y
acompañe para como Jesús enseñarles también a orar.
Si el sacerdote se transforma en otro Cristo al celebrar la Eucaristía, pan vivo bajado del cielo, que da
vida al que lo come y le asegura para la vida eterna ¿cómo no celebrarla cada día? Por qué celebrarla
por celebrar y a prisa? Demos a este sagrado ministerio toda la importancia que merece. Que nuestras
misas sean preparadas, celebradas con devoción, con la participación activa de los fieles y luego
vivida en todo el día y en todas nuestras actividades. Todo el fervor de un sacerdote depende de su
misa.
Si el sacerdote está llamado a transparentar el perdón y la misericordia de Dios por qué nuestros
confesonarios casi siempre están vacíos? Por qué nuestros fieles se han vuelto indiferentes al
sacramento de la reconciliación? No hay duda que en nuestras parroquias no hay mucho amor a Dios,
pongámonoslo nosotros como el Santo Cura de Ars. El confesonario es el mejor medio. No lo
tengamos miedo ni lo releguemos pastoralmente.
Que la persona del Santo Cura de Ars, humilde curita de campo a quien el Señor quiso exaltar
sobremanera y sobre todo el testimonio de su vida, nos animen, estimulen y fortalezcan para ser como
él, Sacerdote según el corazón de Cristo padres, hermanos y pastores para todos nuestros fieles.
Que la celebración del 150 aniversario de su muerte y de este año sacerdotal susciten en cada uno de
nosotros un generoso y renovado impulso de los ideales de total donación a Cristo y a la Iglesia que
inspiraron el pensamiento y la tarea del Santo Cura de Ars, tal como nos pide el Papa (Carta de
Benedicto XVI por el año sacerdotal)
SÍNTESIS DEL TRABAJO EN GRUPOS
Tema: Pablo discípulo y apóstol
1. ¿En qué momento de tu vida has tenido la experiencia fuerte del encuentro con Cristo?
En los momentos dolorosos que golpean, tales como la enfermedad propia y la de otros, el rechazo y el
conflicto con la gente, el cansancio y las crisis. Pero también los tiempos litúrgicos fuertes, el apoyo
de los familiares y de la comunidad. En todos estos momentos se ha renovado y fortalecido el
encuentro inicial con Cristo.
En los sacramentos de la Penitencia, de la Eucaristía y de la Ordenación, tanto presbiteral como
episcopal. En la lectura y meditación de la Sagrada Escritura, así como también en la oración, tanto
personal como comunitaria.
En el proceso vocacional y formativo. Desde la primera llamada, la decisión y el SI a la vocación.
En los encargos pastorales y el servicio a la comunidad: catequesis, jóvenes, grupos y movimientos,
sobre todo en la organización y el acompañamiento.
En las misiones, en la lucha por los DD.HH, en la asistencia a los necesitados, en la pastoral
carcelaria y en la impotencia frente a las duras angustias de los demás.
Otros momentos se han dado a través de la fraternidad y el compañerismo, la corrección fraterna, la
dirección espiritual, las reuniones con sacerdotes, y el testimonio de muchos de ellos.
2. ¿Cuál ha sido el proceso para ser hoy discípulo y apóstol?
La confianza en la acción de Dios que va modelando la vida, sin negarse ni cerrarse a la gracia,
confiando en que Dios hará lo que uno no puede hacer. Razón por la cual el ministerio va ligado a la
oración.
El anuncio del Evangelio, la oración y el servicio y el sentirse enviado a continuar la obra de Jesús
para convertirse en apóstiol.
El proceso tuvo su inicio en la familia y siguió en la catequesis con la ayuda y el acompañamiento de
los sacerdotes hasta sentirme enviado y apóstol.
Ha sido un proceso de conversión constante para superar el individualismo, las novelerías, etc. Es un
proceso que nunca termina.
3. Como presbíteros estamos llamados a ser signo colectivo de Cristo buen Pastor, ese es el ideal
para llegar a Él. ¿Qué tenemos que hacer?
Los obispos como signos de unidad y de comunión, junto con nuestros presbiterios, con sencillez y
humildad, trataremos de dar cumplimiento al deseo de Jesús de que todos sean uno”. Este testimonio
colectivo es como una profecía.
Los sacerdotes llamados a vivir la fraternidad y la unidad, procuraremos no hablar mal del otro,
acercarnos al compañero, no para cuestionarlo sino para ayudarlo; nos esforzaremos por aprender a
escuchar aunque para ello haya que sacrificar tiempo e intereses.
Los sacerdotes por vocación estamos llamados a una conversión profunda para lograr nuestra propia
identidad, realizar un trabajo de conjunto y compartir lo que somos y tenemos.
Debemos promover momentos y eventos espirituales para sacerdotes, confraternizar entre sacerdotes
y tomar conciencia de que somos discípulos y apóstoles de Jesús y que Él está siempre con nosotros y
entre nosotros.
Tema: Pablo misionero y mártir
1. Si contemplo mi sacerdocio en el espejo de Pablo ¿Qué caminos se me abren y que luces
me iluminan?
Caminos que se me abren:
La conversión diaria y constante para un encuentro personal y una profunda experiencia de Cristo que
me ha constituido en Alter Christus.
La misión de anunciar el Evangelio para que llegue a todos, especialmente a los más alejados
aprovechando todo momento sobre todo en la recepción de los sacramentos
La vida fraterna necesaria para mantener el espíritu sacerdotal y la vocación de servicio
Luces que me iluminan:
La inspiración y asistencia del Espíritu Santo
La solidaridad, reto y desafío en el mundo moderno que va generando cada día más empobrecimiento
y necesidad de ayuda.
La inculturación del Evangelio a fin de que penetre en la cultura de nuestros pueblos, en sus
estructuras y organismos de decisión.
2: ¿Qué le sugiere esta afirmación?
En Pablo, su oración y su predicación son señales de una comunión profunda con los
hermanos, son expresión de una fuerte solidaridad con su pueblo, vivida en Jesucristo y
marcada por su pasión por el Reino.
Pablo tanto contempló el corazón misericordioso de Dios Padre que se contagió y su
corazón se llenó de misericordia y esta misericordia resultó su ins0trumento pastoral más
eficaz
Una fuerte vivencia de fe y eso es lo que le mueve con pasión por Cristo
El celo pastoral, su perseverancia a pesar de las dificultades y hasta el rechazo, su tenacidad y
audacia.
La pastoral de la misericordia le hace a Pablo cercano a la gente para entender su situación y desde ahí
llevar a todos a Cristo.
No es una pastoral sacramentalista sino formativa y de acompañamiento. La gente más que cosas
busca ser atendida, escuchada y sólo en última instancia el perdón.
La afirmación e Pablo “ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” es el fruto de su oración y
meditación, de su vida de intimidad con Cristo. Para ser alter Christus tengo que ejercer el ministerio
no como profesión sino por vocación, vivir lo que predico, convivir como hermano (fraternidad
sacerdotal).
El sacerdote, en razón de nuestra misión, debe ser hombre de esperanza, hombre de oración, solidario
con su grey, encarnado en el pueblo, hecho todo para todos, sin complejos y con preferencia hacia los
pobres y marginados.
Lo que mueve a Jesús y a Pablo es la pasión por el Reino de Dios. Pablo presenta un humanismo
perfecto dentro de la fe en Cristo. La labor apostólica de Pablo obliga a revisar la acción pastoral en
nuestras diócesis.
3: ¿Cuál es tu experiencia personal de la misericordia del Padre en tu vida?
Que a pesar de las contradicciones externas e internas en el seguimiento a Jesús se fortalece mi fe y
mi confianza en Dios y mi fidelidad a Jesús. Pablo nos ha dado ejemplo de fortaleza y vida en Jesús:
“no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”
Ante la tentación y el peligro de sentir desgastado mi sacerdocio, la misericordia de Dios me permite
valorar la grandeza del ministerio y revitalizar el encuentro personal con Dios.
La misericordia de Dios cuestiona la formación de los seminaristas a quienes se les está dando
facilidades para que lleven una vida “aburguesada”. Pablo nos enseña a esforzarnos, como lo hizo
Jesús. El pueblo quiere ver a través de nuestro testimonio que vale la pena ser sacerdote!
Imitar el ejemplo de María que siempre dijo “SI”. Este si, al ser radical lleva a vivir el camino
martirial que es necesario en el proceso de conversión personal y que va adherido al ministerio
sacerdotal.
A no olvidarme que antes que sacerdote soy miembro del pueblo de Dios, hermano y servidor de
todos pero de manera especial de los sacerdotes sean jóvenes, adultos o ancianos. Y que es necesario
fortalecer espacios para la vivencia de la fraternidad sacerdotal.
4. Hay un camino martirial externo hecho de críticas, dificultades y persecuciones por el
Reino. Hay también un camino martirial interno hecho de esfuerzos, luchas y confianza
en el Señor ante las más diversas tentaciones y este camino equivale a un no pactar con el
pecado, con la mediocridad, con la tibieza, buscando siempre ser fiel a Jesús a través del
servicio sacerdotal al pueblo.
Ambos caminos son martiriales y al final se recibe la corona de gloria.
Comenta estos caminos.
En la vida de apostolado la cruz de Cristo a veces nos causa miedo; pero en esta flaqueza surge la
seguridad de que Alguien nos ayuda a cargar con ella. La Esperanza y la Confianza en la Providencia
Divina es el camino para llegar a Cristo porque en la vida siempre habrá problemas que para
superarlos se necesita la gracia de Dios.
La obediencia, la pobreza, el celibato conforman este camino de “cruz” y martirial para el sacerdote.
Si no contáramos con la promesa de Jesús, no tendría sentido entrega, sacrificio, donación a los
demás.
Tema: Santo Cura de Ars
Fidelidad de Cristo. Fidelidad del Sacerdote
1. ¿Cómo he experimentado la fidelidad de Dios en la vivencia de mi sacerdocio?
En el sufrimiento, en la Eucaristía, en la meditación de su Palabra.
En el servicio, en la apreciación al sacerdote de parte de los fieles. En saberme elegido a pesar
de mis limitaciones y debilidades.
En la vivencia de los consejos evangélicos y en el trabajo pastoral
Señala tres aspectos en tu ministerio pastoral que sean expresión de tu fidelidad a Dios
La confianza en la Divina Providencia manifestada en la oración, en la celebración de la Eucaristía y
demás sacramentos, en la lectura orante de la Sagrada Escritura, en el acompañamiento espiritual y en
la devoción a la Santísima Virgen María.
El trabajo pastoral con el pueblo, sufriente y necesitado.
La vivencia de la vocación, actualizando los ideales y tomando muy en serio la formación
permanente, el estudio y la preparación para un mejor servicio a los fieles.
El testimonio personal, sobre todo de la obediencia, la disponibilidad, el celibato y la castidad, la
fraternidad y la unidad con todo el clero.
¿En qué podrías encontrar alguna identificación o parecido con el Santo Cura de Ars?
En la aceptación de parroquias pequeñas y pobres y muy necesitas de evangelización
En la vida espiritual teniendo en muy alta estima la oración y la adoración al Santísimo Sacramento.
En la vivencia de los sacramentos especialmente de la Confesión y la Eucaristía y en la devoción a la
Santísima Virgen María.
En la vida y el trabajo parroquial, preparando las celebraciones, las homilías, acompañando a los
grupos y movimientos y en todas las actividades que se me han confiado
CONCLUSIONES
Los sacerdotes ecuatorianos participantes en el IV Encuentro Nacional de Sacerdotes, motivados por
las ponencias y charlas de estos días, iluminados por el Espíritu Santo, quien guía nuestra vida y
ministerio, poniéndonos bajo la protección de María Santísima, nuestra madre, y estimulados por la
santidad de San Juan María Vianney, hemos llegado a las siguientes conclusiones, las mismas que
serán canalizadas por la Comisión del Clero en el ámbito de la pastoral sacerdotal.
Fortalecer la espiritualidad del Clero diocesano, a imitación de Cristo Buen Pastor, desde la
vivencia de la caridad pastoral, para ser sus discípulos y misioneros en nuestro mundo.
Promover la Solidaridad mediante la comunicación de bienes de tal modo que se disminuya
las diferencia entre sacerdotes y parroquias ricas y pobres a fin de conseguir equidad y
justicia.
Iniciar un proceso de revisión de las estructuras parroquiales de tal manera que se de
mayor amplitud para la atención a los fieles, sobre todo en las grandes ciudades donde la gente
no se identifica ya con la parroquia territorial. (pastoral Urbana)
Desarrollar nuestra labor evangelizadora desde la formación y acompañamiento de
comunidades misioneras en el espíritu de Aparecida, de donde surjan discípulos y misioneros
para la vivencia del Evangelio en nuestro País.