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TELEPLASTIAS Y MICROTELEPLASTIAS NATURALES FRANCISCO AZORÍN MATESANZ GERMINIANO GONZÁLEZ DÍEZ

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TELEPLASTIAS Y MICROTELEPLASTIAS NATURALES

FRANCISCO AZORÍN MATESANZ

GERMINIANO GONZÁLEZ DÍEZ

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Título: Teleplastias y microteleplastias naturales

Autores: © Germiniano González Díez Francisco Azorín Matesanz

ISBN: 84-8454-491-5Depósito legal: A-48-2006

Edita: Editorial Club Universitario Telf.: 96 567 61 33C/ Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante)www.ecu.fm

Printed in SpainImprime: Imprenta Gamma Telf.: 965 67 19 87C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante)[email protected]

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información o sistema de reproducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright

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Nota Importante:

Los autores de este libro -Paco Azorín y Gemi González- quieren resaltar el hecho de que todas las fotografías expuestas en el mismo son originales, inéditas y conseguidas por ellos en diferentes investigaciones de campo llevadas a cabo.

En cada uno de los capítulos, siempre que se comenta una determinada teleplastia, se muestra con antelación la fotografía base en la que se encuentra y de la que ha sido extraída.

Igualmente, es conveniente saber que se ha trabajado únicamente el brillo y el contraste de estas fotografías con objeto de poner de manifiesto determinados detalles de las teleplastias contenidas en ellas que, en un principio, hubieran pasado desapercibidos para el ojo humano.

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ÍNDICE

PRÓLOGO ................................................................................................... 7

AGRADECIMIENTOS ............................................................................. 17

INTRODUCCIÓN AL FENÓMENO....................................................... 19Historia de un descubrimiento................................................................ 22

CAPÍTULO ITELEPLASTIAS Y MICROTELEPLASTIAS ...................................... 25

Lo que necesitamos para obtener teleplastias ........................................ 28Lugares en los que podemos encontrar teleplastias ............................... 29Superficies sobre las que se forman las teleplastias ............................... 35Forma de extraer las posibles teleplastias incluidas en una fotografía .. 39Tipos de teleplastias naturales que podemos encontrar.......................... 42

CAPÍTULO IITELEPLASTIAS SOBRE SUPERFICIES DE CEMENTO, YESO Y MORTERO (ARGAMASA) ..................................................................... 47

Las primeras teleplastias ........................................................................ 47El peregrino ............................................................................................ 49Teleplastias a partir del humo................................................................. 54El valle de los reyes................................................................................ 55Misterio .................................................................................................. 64Lugares encantados ................................................................................ 68¿Enigma? ............................................................................................... 70Un museo ............................................................................................... 76Una nueva altamira................................................................................. 82Paraísos ................................................................................................ 100Una capilla sixtina................................................................................ 104Sin descanso ......................................................................................... 109

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CAPÍTULO IIITELEPLASTIAS SOBRE SUPERFICIES DE CHAPA DE HIERRO OXIDADA ............................................................................... 131

Teleplastias al betún ............................................................................. 138

CAPÍTULO IVTELEPLASTIAS SOBRE SUPERFICIES DE MADERA.................. 149

Teoría de los nudos............................................................................... 158Ambiente marino.................................................................................. 164Personajes extraños .............................................................................. 169Formaciones teleplásticas en forma de estatuillas................................ 177Labrados y torneados teleplásticos sobre superficies de madera ......... 182

CAPÍTULO VHIPÓTESIS DE TRABAJO: CONCLUSIONES Y CONSIDERACIONES FINALES .......................................................... 193

El experimento de la barbacoa ............................................................. 202Teleplastias y religiones ....................................................................... 206Los rayos cósmicos ............................................................................ 210El eterno retorno................................................................................... 211

BIBLIOGRAFÍA ..................................................................................... 213

ANEXO FOTOGRÁFICO ...................................................................... 215

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PRÓLOGO

Lo esencial es invisible a los ojos, le decía el nostálgico zorro a un pequeño príncipe, el magistral y tierno personaje de uno de los libros más especiales que alguien pueda leer en su vida, “El Principito”, obra de Antoine de Saint-Exupéry:

–Adiós –dijo el zorro–. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

–Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el principito, a fin de acordarse.

Sin duda puede parecer extraño el comienzo de un prólogo con la cita de un libro supuestamente para niños en una obra titulada “Teleplastias y microteleplastias naturales”, pero a buen seguro que el lector descubrirá que para extraño, y más que extraño, es este libro por sí mismo.

Y es extraño porque en estos tiempos en que los aires de grandeza, el materialismo generalizado y la ansiedad por contemplar supuestas bellezas de cartón piedra, llevan a tantas personas a cerrar los ojos ante las sorprendentes creaciones de la naturaleza, dos investigadores del misterio se han dedicado a observar con atenta mirada de halcón el microcosmos de los estanques abandonados, las casas en ruinas, los patios remolidos por el paso del tiempo y las cuadras donde antaño descansó plácidamente el ganado.

Y a poco que descubra el lector que los autores de este libro, Paco Azorín y Germiniano González, han rastreado la posible existencia de mundos paralelos y de una obra pictórica de manos de la Madre Naturaleza entre maderas carcomidas, paredes enmohecidas y ruinosa mescolanza de yeso y cañizo, es más que seguro que se eche las manos a la cabeza tratando de interpretar el insólito propósito de semejante andanza.

Si ya de por sí es difícil comprender el trabajo de los descifradores del misterio, entre los que me incluyo, más que ardua será la labor de todo aquel que se introduzca en esta investigación, tan pródiga en el desafío de la arriesgada apuesta de transmisión de información, como inédita y revolucionaria en virtud de los sorprendentes resultados que podría generar en el futuro.

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Prólogo

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He dedicado horas enteras a escrutar milímetro a milímetro las fotografías que aquí aparecen, y ojalá que la imprenta se esmere como corresponde, pues ya de primeras hay que armarse de paciencia y buena vista para adentrarse en la sugerente hipótesis que los autores, con toda sinceridad, nos plantean.

Después de un trabajo desarrollado con más paciencia y esfuerzo que cualquiera de los lectores, los autores afirman haber encontrado en construcciones sometidas a un gran deterioro teleplastias y microteleplastias naturales, es decir, formaciones de la naturaleza que se convierten en estructuras reconocibles por un ser humano, identificables con formas propias de nuestra existencia cotidiana, lo que les ha permitido llegar a una sorprendente conclusión: que éstas no serían el resultado del azar, de la mera combinación de sustancias sometidas a un proceso caótico accidental. Consideran, por el contrario, que responden a un proceso inteligente, intencionado y meticulosamente estudiado, de tal forma que la Madre Naturaleza, a través de sus distintas fuerzas, fenómenos climatológicos y de la erosión provocada por el paso del tiempo, habría utilizado, a manera de paleta rica en colores, distintas reacciones físicas y químicas, combinando pigmentos y humedades, manchas de humo y desconchados, en distintos materiales, para así transmitirnos imágenes reconocibles por nosotros.

Sé, como saben ellos, que es una tesis arriesgada y difícil, cuando no imposible, de demostrar científicamente, al menos en el presente, pero también reconozco que hay que valorar la audacia que los investigadores han tenido a la hora de ofrecernos la punta de lanza, como pioneros, de una investigación que nos podría abrir un campo de conocimiento insospechado para el ser humano.

Alguien puede pensar, y con todo derecho y lógica, que este ejercicio de ver figuras humanas o de animales en estructuras antiguas y desgastadas por el paso del tiempo, es similar al de encontrar formas sugerentes en las nubes o al de responder a un test de psicología (el de las manchas de tinta, de Rorschach), en el que lo que uno cree ver es el reflejo de sus sentimientos y de su personalidad. Los autores, sin embargo, se reafirman en la autenticidad de las teleplastias y microteleplastias, sea cual sea su origen.

Concentrarse realmente en estas imágenes, cuando se descubren, y observarlas detenidamente, puede depararnos verdaderas sorpresas, además de algún que otro estremecimiento. El mayor problema que tienen es la dificultad que en ocasiones existe para verlas, por lo que hay que ejercitarse en ello con paciencia. Parece, en ocasiones, que contempláramos uno de los fantásticos paneles en forma de tríptico de El Bosco, un terrorífico grabado de Goya o un paisaje onírico sacado de la peor de las pesadillas. De pronto

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uno tiene la sensación de que las manchas se nos revelan como un paisaje impresionista o bien conseguimos ver el negativo de una foto, o la foto misma, donde antes no veíamos absolutamente nada. Como método de introspección es realmente apasionante. Es como si la clave estuviera, más que en atrapar las imágenes, en dejarse atrapar por ellas, y más que en mirar, en enfocar la mirada de una forma adecuada, como en esos juegos en los que, fijando la mirada, uno puede llegar a descubrir la imagen tridimensional oculta en un plano de dos dimensiones.

¿Existe un mundo paralelo, originario de otras dimensiones, que solapándose a estas tres en las que nos movemos estaría intentando comunicarse, transmitir información o sencillamente manifestarse espon-táneamente siguiendo el cauce de un proceso que ahora desconocemos? Con independencia de los resultados que ofrezca esta investigación, siempre en curso, de la verosimilitud de la hipótesis que los autores nos plantean y de que las distintas imágenes que aquí exponen respondan a un proyecto de comunicación inteligente, hay algo de lo que desde luego sí estoy plenamente convencido. Personalmente tengo absolutamente claro que ese otro mundo, constituido por diferentes planos o reinos, existe y es tan rico y diverso, e incluso más, que el propio planeta que habitamos.

Esta declaración de principios a buen seguro me incluirá por enésima vez en la lista de herejes y saboteadores de supuestos “sólidos principios científicos” que en la historia de la humanidad han existido, y entre los que con gran satisfacción me incluyo. Pero aún así quisiera, si las mentes esquemáticas, racionalistas y dogmáticas me lo permiten, explicar por qué me parece tan sugerente, por más que indemostrable de momento, la posibilidad de que la Madre Tierra se exprese a través de un arte natural manifestado, según la teoría de los autores, a través de teleplastias y microteleplastias.

Toda una vida dedicada a la búsqueda del misterio, de la exploración de esos mundos secretos de la naturaleza de la que en tantas ocasiones nos han hablado los místicos, visionarios, canalizadores, guardianes de conocimiento, maestros de sabiduría, eremitas y chamanes, me ha permitido descubrir algo que es incuestionable para mí: la Tierra no sólo es un conjunto de seres vivos y origen de la vida, sino un ser vivo en sí mismo, con inteligencia, consciencia de su identidad y partícipe de un proceso evolutivo y espiritual como ser de elevadísima frecuencia.

Cientos de experiencias a lo largo de mi vida me permiten ahora hacer esta rotunda afirmación, sin la más mínima duda, pues no hay asunto más importante para un ser humano que responder a la verdad, al menos aquella que honestamente cree haber descubierto. El contacto con seres muy

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especiales, representantes de los más diversos grupos étnicos del planeta, me ha permitido participar en sus ritos y ceremonias como un miembro más de su comunidad. Este inmenso regalo ha hecho posible iniciaciones a través de las cuales he vivido experiencias que escapan sin duda a los rígidos esquemas racionales de la mente humana, y que están más allá de todo cuanto podamos imaginar y sea comprensible de forma habitual.

Hace unos meses participé en un significativo experimento en colaboración con la Academia de Ciencias Rusa y la Fundación para la Ley del Tiempo, junto con otras personas de distintos lugares del mundo. Se trataba de un conjunto de diez intensas meditaciones en sesiones que ajustaban los distintos horarios del planeta. El propósito fundamental era recibir la información a la que habrían accedido antiguas culturas hace miles de años, especialmente la civilización maya, eliminando la mayor cantidad posible de interferencias (por disminución del campo magnético) mediante la orientación en el espacio de los denominados espejos de Kozyrev.

Esta experiencia, que se desarrolló a lo largo de varios días, me confirmó con mucha más intensidad si cabe, a través de espectaculares imágenes, lo que siempre había sabido acerca de la individualidad de la Tierra como ser vivo, la forma en la que ejerce el control inteligente de cada uno de los elementos y fuerzas de la naturaleza, y de cómo los pueblos nativos han interpretado, en base a un puro proceso de observación, nada desdeñable en comparación con el proceso científico actual, el proceso vital de la Tierra, por más que éste se nos haya transmitido en clave a través de mitos y leyendas.

Sencillamente, como el zorro de “El Principito”, habían descubierto que “lo esencial es invisible a los ojos”…

He reflexionado mucho sobre la hipótesis de los autores de este libro acerca de un “trazo inteligente” de estas imágenes, y con independencia de que realmente aparezca lo que se interpreta, pues honestamente ellos explican que esta valoración es absolutamente subjetiva, creo que hay importantes cuestiones que podrían explicar el hecho de que alguien pueda llegar a la conclusión de que lo que está apareciendo ante los ojos no sea fruto de la casualidad.

Ciertos investigadores de las causas profundas del más que inequívoco cambio climático, que ya nadie puede ocultar, aunque se nos haya engañado durante muchos años, expresan su sorpresa ante el imparable cambio de la vibración de nuestro planeta. Según parece, la frecuencia natural de la Tierra habría sido hasta hace unos años (después de miles de años de equilibrio), en que experimentó un anormal y alarmante cambio, de 7.8 hercios (ciclos por segundo), el denominado “latido de la Madre Tierra”, exactamente la

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de nuestro cerebro. Esto es lo que en física se denomina onda transversal-magnética. También es de conocimiento general que la proporción de agua en nuestro planeta se equipara sorprendentemente a la del agua en nuestro propio organismo, aproximadamente de un 75 por ciento. De forma natural, al margen de los cambios que están rompiendo esta sintonía ancestral entre el hombre y la naturaleza, somos en gran medida una réplica a nivel físico y energético del planeta en el que habitamos, por lo que es comprensible que exista una posibilidad de resonar, de entrar en sintonía, en la frecuencia adecuada, para acceder al llamado espíritu de Gaia. Lo que para muchos es tan sólo una gigantesca roca que da abrigo a un complejo ecosistema de seres vivos, para otros es una elevada conciencia. Esta creencia y práctica es la que ha fundamentado el chamanismo a lo largo de todo el planeta, al considerar que toda materia, sea orgánica o inorgánica, tiene espíritu.

Por otra parte, es de conocimiento general entre aquellas personas vinculadas a la búsqueda espiritual, que existen los llamados archivos akáshicos, o banco de memoria de la Tierra, donde se quedarían registrados todos y cada uno de los sucesos ocurridos en nuestro planeta. Éste es sin duda el banco de datos más utilizado por visionarios, místicos, canalizadores y sensitivos. ¿Por qué no habría de ser utilizado, entonces, por su guardiana y archivadora principal, la propia Tierra?

Como parte de ese banco de imágenes debemos recordar la posibilidad de impregnación de la energía de seres desencarnados, que puede quedarse en el ambiente, hasta formar parte del entorno, como proyección de un deseo de perpetuación en el tiempo o de comunicación de un mensaje desde el más allá.

El puente entre dos mundos parece cobrar forma si recordamos que los grandes místicos y maestros de sabiduría descubrieron que en el principio de la Creación las fuerzas primigenias se manifestaron a través de la luz y del sonido, conformando, desde un patrón holístico original (el gran holograma), la multiplicidad de lo que es conocido, de todo cuanto existe. En ese sentido, la geometría sagrada, constituida por la matemática, el más grande, revelador e interpretable para nosotros lenguaje de Dios, tendría la capacidad suprema de conformar, por derivación, por combinación y transformación, en base a un principio de armonía, todo lo que es visible a nuestros ojos y todo lo que siendo invisible existe, tan real como lo que nosotros podemos entender como real en nuestra burda (por precaria ante la Totalidad) tercera dimensión.

Así pues, un ser consciente como la Tierra no sólo contaría con la facultad del proceso creativo (de la vida que conforma la vida, de la transformación de la energía en materia y viceversa), sino con los códigos adecuados para

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dar forma, a través de la geometría sagrada, a cualquier cosa que ella pueda concebir o necesitar para la perpetuación del equilibrio o la evolución propia y del conjunto de sus criaturas.

Si alguien duda de que la naturaleza obra en base a un proceso calculado, regido por la matemática a sus más altos niveles, sólo tiene que observar, como botón de muestra, cómo una secuencia matemática de ambiente académico y científico fue precisamente “inventada”, o al menos utilizada, desde el momento en que surgió la vida sobre la corteza terrestre, por la propia Madre Naturaleza.

La secuencia de números de la famosa sucesión de Fibonnaci, que continúa hasta el infinito, está indisolublemente unida a la naturaleza, al desarrollo de numerosas especies animales y vegetales. Esta matemática, como resultado de un proceso inteligente, es la responsable, a través del número fi (el número áureo), de infinidad de estructuras de la naturaleza, desde la disposición de las pipas de girasol a la divergencia foliar en las plantas. Aparece en las espirales de los moluscos y en las de las piñas, en la herencia genética, la dentadura, los rasgos faciales y las proporciones del cuerpo humano. Todo esto llevó a los grandes sabios de la antigüedad, auténticos observadores de la naturaleza, a reflejar estas constantes matemáticas naturales en la arquitectura sagrada, en lugares tan diversos como la pirámide de Keops, el Partenón griego o las catedrales medievales. Los primeros once valores son: 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144. El número 144 es el resultado de multiplicar 12 por 12, lo que guarda íntima relación con el cubo, la esfera y la pirámide, formas que hacen posible cualquier objeto que imaginemos en la realidad. Todo ello tiene que ver con los llamados sólidos pitagóricos, también llamados platónicos, que el mundo antiguo asoció a los cuatro elementos: tierra, fuego, agua y aire, unidos al misterioso quinto elemento, la quintaesencia. ¿Alguien puede dudar ahora de que la geometría, la pura esencia del arte, es la expresión fundamental de la naturaleza?

Una de las más destacadas pruebas, a mi entender, de la manifestación del espíritu de Gaia con esquemas interpretables por la mente humana, es la proliferación creciente de agroglifos en todo el planeta. Sin prestar mayor atención a los intentos por descalificar este auténtico misterio, uno de los más grandes a los que se enfrenta la humanidad en estos momentos, atribuyéndolo a bromistas o embaucadores de turno, queda claro que la complejidad e importancia del mismo está fuera de toda duda. El hecho de que aparezcan sin cesar asombrosas proporciones y códigos cifrados de la matemática y geometría sagradas, constelaciones, fractales, símbolos de la espiritualidad e interminables mandalas, en clara alusión al lenguaje críptico de los iniciados

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de todas las culturas, nos revela claramente cómo el trigo, especialmente, se quiebra manteniendo su energía vital, hasta trazar este incomprensible rompecabezas destinado a nuestra generación y a otras muchas del futuro.

Sugieren los autores de esta investigación en curso que las teleplastias y microteleplastias son creadas inteligentemente por el trabajo desarrollado en conjunto de los elementos (léase entre líneas elementales). Parece un curioso juego del destino que Paco Azorín y Germiniano González sean precisamente profesores de química y filosofía. Sorprendente combinación que rastrea un misterio que mucho podría tener que ver con la vieja alquimia, cuyo secreto encierra el proceso natural de la vida. Refiriéndome a este hecho, y desde la visión clásica de la composición elemental del espíritu de la Madre Tierra, cuatro serían los elementos que obrarían el proceso de la vida: aire, fuego, tierra y agua (siguiendo el curso de la cruz chamánica). Todo verdadero alquimista del espíritu, como los magos que han aprendido los secretos de la Creación, observando los reinos de la naturaleza, y los chamanes que saben interpretar las señales del Gran Espíritu que lo impregna todo, sabe que hay inteligencias en cada uno de esos reinos, que obran constantemente, respondiendo a una ley del equilibrio, de la que depende su propia supervivencia.

Recuerdo cierta ocasión en la que participaba en una larga ceremonia de doce horas en el corazón del Amazonas, en Brasil, realizando un intenso viaje astral durante todo ese tiempo, propiciado por un poderoso enteógeno, la ayahuasca, cuando viví una de esas maravillosas experiencias que nunca se olvidan. En profunda conexión con los seres mágicos de la naturaleza, esos que la leyenda considera fruto de la imaginación y de la tradición oral, éstos me revelaron claramente, con toda clase de indicaciones, cómo habitan en el interior de los troncos, y cómo la morfología de su cuerpo se corresponde a la perfección con ciertas formas que se reflejan en la corteza. Comprendí así, tal como me lo mostraban, que las extrañas apariencias que vemos reflejadas en la naturaleza no sólo parecen formas humanoides, sino que realmente se corresponden con esas mismas formas a nivel etérico, que en cualquier momento, visto con “otros ojos”, pueden adquirir la consistencia de la tercera dimensión. Esto, que puede parecer fruto de una alucinación, es categóricamente real y es parte de un conocimiento milenario, integrado en la esencia de la tradición ancestral de los que denomino guardianes del conocimiento de las culturas nativas y custodio de las bibliotecas físicas y etéricas del planeta, y que, como mínimo, merece un profundo respeto.

En ese aspecto, como en el magistral cuento “El Aleph”, de Jorge Luis Borges, en ciertas ocasiones, por obra y magia del prodigio, una atenta mirada nos permite ver, a través de un punto, la totalidad del Cosmos, pues como

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bien saben todos los grandes místicos de todos los tiempos: en la parte está el todo, y en el todo está la parte.

Esta afirmación se fundamenta, a nivel científico, en los sorprendentes mundos microscópicos que nos ofrecen los fractales, perpetuándose hasta el infinito, respondiendo a proporciones armónicas, a matemática precisa, a leyes armónicas que se ajustan y equiparan desde el átomo a la molécula, desde la mota de polvo a una galaxia como la nuestra, con cien mil millones de estrellas.

A esos patrones armónicos que desconciertan a la ciencia en la actualidad están acostumbrados los sabios de la observación atenta, de aquello que incluso llega a ser “invisible a los ojos”.

Piensan los autores que el agua es un elemento fundamental en estas transformaciones con supuestas capacidades artísticas y quizás aquí se encierre, más allá de sus propiedades físicas y químicas, una de las muchas claves que harían posible la demostración de que realmente estas figuritas asombrosas, al menos en la estética que presentan, han sido realizadas deliberadamente por manos invisibles.

He aquí lo sorprendente: el agua tiene memoria, y como elemental en sí, como entidad que forma parte esencial de Gaia, tendría conciencia y capacidad independiente para trazar una geometría determinada y por lo tanto, esbozar, tal como adelantaba páginas atrás, determinadas estructuras, que pueden aparecer ante nuestros ojos como algo reconocible. Y no es una reflexión teórica de cosecha propia, sino la evidencia de un impresionante experimento.

Uno de los más asombrosos descubrimientos en relación a la conciencia de la materia, de la esencia divina que existe en la materia orgánica e inorgánica, ha sido posible gracias al trabajo de Masaru Emoto, lo que ha cambiado radicalmente el pensamiento de millones de personas de todo el mundo, al comprobar cómo la actitud del hombre, a través del sonido y de la palabra, es capaz de transformar el agua. “Mensajes del agua”, uno de sus libros, es ahora un best-seller mundial que se ha traducido a numerosos idiomas.

Este japonés, de aspecto tranquilo y bonachón, nacido en Yokohama, en 1943, ha realizado el auténtico prodigio de hacernos mirar con otros ojos a la naturaleza, y descubrir que tiene la capacidad de transformarse en función de la actitud de los seres humanos, tanto para bien como para mal. Por una vez en la vida parece ser que las milenarias afirmaciones de la mística pueden ser probadas, y en esta ocasión con fotografías, concretamente unas diez mil. Esto ha puesto de manifiesto que la mente, la oración y el sentimiento, pueden obrar cambios en la materia, algo que, por otra parte, siempre ha

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sido afirmado por los maestros espirituales. Y todo ello tiene lugar, mira por dónde, por medio de la geometría, dando paso las formas amorfas, irregulares e incluso feas, a estructuras de perfecta geometría, luminosas y de gran belleza. ¿Dónde quedó esa extraña afirmación científica de que el Universo tiende a la entropía, al caos?

Después de muchos intentos, Masaru Emoto encontró una técnica adecuada para poner de manifiesto el hado del agua, su esencia vital, su conciencia y su memoria. Para ello utilizó muestras de agua en placas de Petri, congeladas a 5 º bajo cero, que una vez cristalizadas por congelación mostraron imágenes sorprendentes. Así se han podido hacer las más de 10.000 fotografías que han impactado a sus lectores de todo el mundo.

La sorprendente revelación de estas fotografías pone de manifiesto la transformación de agua contaminada, o de lugares donde se han producido desastres, que vuelve a estructurarse con formas luminosas y plenas de armonía, siempre que es sometida a la influencia de la oración, la música, el pensamiento o ciertas palabras.

“La buena música y las palabras amables ejercen un efecto positivo en el agua”, afirma Masaru Emoto.

Una vez que se cristaliza agua utilizando el sonido de la sinfonia nº 40 en sol menor, de Mozart, las composiciones de Bach o Chopin, o la “Pastoral” de Beethoven, aparecen imágenes llenas de luz y belleza. Sin embargo, aquella que es sometida a música de heavy metal rompe sus estructuras en miles de pedazos y ante nosotros aparece el caos e imágenes desagradables. ¿Es esto una prueba de que el agua es capaz de vibrar con los sentimientos más profundos de un ser humano? La respuesta quizás tenga que ver con las especulaciones de los autores de “Teleplastias y microteleplastias naturales”, que sin duda se preguntan si la actividad de los seres humanos, las escenas rurales o de campañas bélicas, han podido impregnar ciertos lugares o ser recogidas por una energía invisible, para ser expresadas, a través de la imagen, por la propia naturaleza en la que se desarrollaron esos acontecimiento. ¿Serían, pues, el recurso artístico de ese banco de datos ilimitado (los archivos akáshicos), de una conciencia que al fin y al cabo expresa lo que forma parte de su esencia más profunda?

En los experimentos de Masaru Emoto el agua respondió, con belleza o fealdad, con orden o desorden, a los sentimientos o expresiones de los seres humanos, de tal forma que los mejores resultados se consiguieron con palabras como “gracias” (en distintas lenguas), “comprensión”, ángel, “amor y “alma”. Y los peores con palabras como “demonio”, “diablo” o “estúpido”, y con frases como “me das asco, te voy a matar”.

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Estos experimentos sugieren que realmente la materia tiene la capacidad de responder a la influencia de la mente, a manifestaciones del sentimiento, al pensamiento y la energía de los seres humanos. ¿No somos nosotros en sí mismos agua por encima de cualquier otro elemento? ¿No se corresponde nuestra frecuencia con la de la propia Tierra, aunque ahora el desequilibrio en nuestras vidas nos aleje del seno beatífico de la Madre Naturaleza? ¿No somos acaso, como parte de ella, agua y además tierra, aire y fuego, la combinación de cada uno de los cuatro elementos primordiales?

Uno de los resultados más sorprendentes de Masaru Emoto se produjo cuando el reverendo Kato Hoki, monje principal del templo Jyuhouin, de la ciudad de Omiya, centró su meditación en el agua de la presa de Fujiwara, de Minkami-cho. Antes del experimento el agua presentaba un aspecto desolador, pero después fue curiosamente la que ofreció una de las más bellas muestras que han sido fotografiadas hasta el momento. En una de las imágenes el agua presenta una apariencia nada habitual, ya que no es un hexágono lo que aparece, sino un heptágono. El reverendo Kato explicó que le había rezado a las Siete Benzaiten, las diosas de la fortuna.

La similitud en las imágenes con las ideas transmitidas o con las plantas de las que se obtuvieron esencias florales para los experimentos sugiere que ciertas formas van impresas en la energía transmitida. ¿Justificaría esto que en la memoria ancestral de la Tierra se encuentran imágenes que pueden ser reproducidas, por vibración o afinidad, en minúsculas estructuras generadas por elementos y fenómenos de la naturaleza, en perfecta coordinación, como resultado de un proyecto inteligente? Ésta podría ser la respuesta que diera explicación al origen de las teleplastias y de las microteleplastias naturales.

No sé si algo de lo que he escrito en este prólogo puede revelar la verdadera e ignota identidad del artista, cuya personalidad secreta buscan descubrir los autores del libro, a quienes corresponde el desafío de seguirle el rastro en lo que les quede de vida. Tal vez el origen esté en una multiplicidad de elementos, algunos de los apuntados y muchos otros que no llegamos ni a imaginar. Sea como sea, espero aliviar, con esta modesta aportación, fundamentada en unas esquemáticas reflexiones, la pesada carga de resolver tan complejo enigma...

Siempre quedará tiempo para seguir descifrando el misterio...

José Antonio Iniesta.Escritor e investigador.

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AGRADECIMIENTOS

(Paco Azorín)

Quiero expresar en estas líneas mi gratitud más sincerapara los investigadores y amigos: Pascual Burruezo,

Rafael Ireni y Miguel López, por su colaboracióndesinteresada en la elaboración de este libro y que sin duda han contribuido de manera decisiva a que hoy sea ya una

maravillosa realidad al alcance de todos ustedes.

(Germiniano González)

Es un orgullo para mí dedicar este libro a miesposa Beatriz y a mi hijo Daniel por el apoyo

incondicional que siempre me han prestado y queme ha ayudado a salvar todos los obstáculos que

he ido encontrando en el camino.

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INTRODUCCIÓN AL FENÓMENO

(Paco Azorín)

Podríamos empezar este libro dedicado al fenómeno teleplástico recurriendo al refrán popular que dice “ojo que la vista engaña”.

Efectivamente, nuestro ojo -considerado como instrumento óptico- es lo suficientemente sofisticado como para dar respuestas satisfactorias a nuestras necesidades básicas y elementales de visión y percepción del entorno que nos rodea, pero deja mucho que desear cuando deseamos apreciar algo especial que se sale ya de este contexto.

Seguro que usted, estimado lector, estará cansado de ver y fijarse en todo tipo de paredes y fachadas de edificios, tanto de nueva construcción como otros a punto ya de ser demolidos, y jamás habrá visto en ellas lo que denominamos y entendemos por formación teleplástica.

Antes de seguir adelante, hay que dejar constancia de que una teleplastia es una imagen -de origen natural- que aparece impresa en el suelo, en las paredes o en el techo de una edificación y que nos puede recordar la figura de un ser humano, la de un determinado animal o cosa e incluso, en determinadas ocasiones, puede representar un paisaje -más o menos difuminado- con multitud de detalles que, según su nitidez y colorido, nos darán la verdadera dimensión y categoría de la teleplastia formada.

Las teleplastias naturales de las que vamos a tratar en las páginas siguientes, no solamente pueden formarse sobre las superficies mencionadas anteriormente; en principio cualquier objeto de nuestro entorno puede servir de soporte para albergar una de ellas y, de esta manera, sobre el tronco de un árbol o sus propias hojas podríamos encontrarlas, al igual que sobre las vigas de madera que cubren el techo de las viviendas antiguas o las chapas de hierro expuestas durante años a la intemperie.

Como vemos, estos “grabados naturales” los podemos encontrar en cualquier lugar, no obstante y como iremos desarrollando y aclarando en este libro hay unos materiales más favorables que otros y se prestan más a que sobre su superficie se inicie y se desarrolle el fenómeno, sobre todo cuando sobre ellos pueden actuar directa y libremente los agentes atmosféricos sin ningún tipo de protección.

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Teleplastias y microteleplastias naturales

Otra cosa importante que debemos reseñar y hacer hincapié es el hecho de que no podemos pretender que el grado de definición y nitidez de una formación teleplástica sea similar a la de una fotografía corriente; por ello, en el caso general, nos encontraremos una especie de “mancha” que por su forma y colorido la asociaremos a algo conocido por nosotros y a lo que fácilmente le podemos poner un nombre concreto como el de persona, perro, gato, caballo, etc.

A lo largo de los capítulos que componen este volumen, comentaremos y analizaremos las teleplastias que se forman sobre las superficies más comunes; así, en primer lugar, trataremos de las que aparecen sobre cemento, yeso o mortero (argamasa), pues en la inmensa mayoría de las construcciones antiguas estos tres materiales aparecen combinados, de una u otra manera, sobre sus paredes y veremos sus características y peculiaridades más relevantes.

Acto seguido, desarrollaremos el caso de las inclusiones teleplásticas que se registran sobre las superficies de chapa de hierro expuestas a las inclemencias del tiempo y fuertemente oxidadas por el paso de los años, y comprobaremos las semejanzas y diferencias que tienen con las anteriores y con las que se graban sobre superficies de madera, que las abordaremos al final.

El último capítulo de este tratado lo dedicaremos a analizar algunas de las hipótesis de trabajo y conclusiones finales que intentan explicar el origen de las teleplastias naturales, y comprobaremos la tremenda dificultad que encontramos a la hora de razonar el cómo, el cuándo y el por qué se registran estas imágenes sobre las superficies enumeradas con anterioridad.

La gran realidad es que estamos ante un fenómeno paranormal muy reciente en el espacio y en el tiempo, y nuestra ciencia aún no ha sido capaz de encontrar el mecanismo a través del cual se van formando y desarrollando estos “dibujos naturales” que muy lentamente van tomando cuerpo y vida sobre una superficie cualquiera que les sirve de soporte y escaparate.

También es importante decir que para la elaboración de este libro se han tomado varios miles de fotografías que han sido analizadas, una a una, con objeto de extraer las teleplastias naturales incluidas en ellas y podérselas mostrar a todos ustedes tal y como aparecen en la naturaleza.

Igualmente se ha empleado un montón de horas en investigaciones de campo, recorriendo casas antiguas y abandonadas, establos, vaquerías, granjas, etc. y lugares, en general, donde en el pasado hubieran convivido los hombres y los animales en perfecta armonía y, sobre todo y ante todo, donde la naturaleza haya tenido tiempo suficiente para poder dejar su “huella inteligente” sobre sus muros y paredes ya maltrechos y destartalados.

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Teleplastias y microteleplastias naturales

Esta idea la tendremos presente a lo largo de todo el libro ya que, en principio, en las viviendas modernas no vamos a encontrar ningún tipo de inclusión teleplástica al ser éste un fenómeno que necesita un mínimo de tiempo para formarse. Además, en las viviendas habitadas, la lógica actividad restauradora y manipuladora del hombre encalando patios y fachadas, pintando las dependencias interiores y, en general, decorando y fortaleciendo la casa que le sirve de cobijo, es suficiente para ir destruyendo las posibles imágenes naturales que empiecen a formarse sobre sus superficies.

Quizá este montón de fotografías utilizadas y de horas invertidas en su posterior análisis y estudio, sean suficientes para conseguir una primera toma de contacto con el fenómeno que, en última instancia, es justamente el objetivo principal que los autores de este libro nos hemos marcado a la hora de escribirlo y sacarlo a la luz pública. No obstante, si la meta que pretendemos conseguir es mucho más ambiciosa y deseamos profundizar en el mismo, necesitaremos millones de fotografías tomadas por todos los rincones del planeta y todo el tiempo del mundo para analizarlas detenidamente, con la idea de poder contrastar entre sí las inclusiones teleplásticas conseguidas en diferentes partes de la Tierra y sacar las conclusiones oportunas que nos permitan elaborar hipótesis de trabajo que estén en consonancia con lo observado y experimentado.

Como es evidente que esta labor a gran escala únicamente puede llevarse a la práctica en equipo, si usted es una de esas personas interesadas en los fenómenos paranormales y se siente particularmente atraído por el que aquí tratamos le pedimos que nos acompañe en esta gran aventura y le invitamos a que, en primer lugar, a través de la lectura de estas páginas se introduzca de lleno en este maravilloso y fascinante mundo de las imágenes teleplásticas que sólo la madre naturaleza, con su inteligencia y maestría sin igual, sabe ir forjando y modelando en el transcurso de los años y, en segundo lugar, a que tome su cámara fotográfica y sea usted mismo el que consiga sus propias teleplastias en la localidad donde resida con objeto de poderlas cotejar con las que nosotros exponemos aquí.

Por último y por aquello de que una imagen vale más que mil palabras, el libro que tiene entre sus manos se complementa y enriquece con multitud de fotografías tomadas en diferentes puntos de la provincia de Alicante y de las que hemos ido extrayendo con sumo cuidado cada una de las imágenes naturales impresas sobre su superficie. Como iremos comprobando conforme vayan apareciendo no todas las teleplastias mostradas tienen el mismo grado de nitidez, necesitando algunas de ellas un buen instrumento de aumento que ponga de manifiesto lo que nuestro ojo por sí solo no es capaz de ver. En este