técnicas de memorización

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¿Cuáles son las técnicas de memorización más conocidas? Nos quejamos de la memoria, pero seamos honestos: ¿cuánto tiempo hace que no la ponemos a trabajar? La respuesta puede ser «meses» o, quizás, «años». Así, no es de extrañar que esté algo oxidada. Con un poco de entrenamiento volverá a dar lo mejor de sí misma. Todos hemos recurrido alguna vez a una muy simple, la de las iniciales: formar una palabra con las letras iniciales de las palabras, nombres u objetos que queremos recordar. Por ejemplo, si tenemos que comprar pan (P), leche (L), aceite (A) y el periódico (P): plap. Cuanto más rara sea la palabra, más fácilmente la recordaremos. También podemos utilizar la técnica de las sílabas, que consiste en unir la primera sílaba de cada palabra. En el ejemplo anterior, el resultado sería paleape. Este método funciona bien con listas relativamente cortas. Para las largas, es preferible recurrir a la técnica de la cadena, que asocia palabras con imágenes mentales y, luego, las imágenes entre sí. Se trata, en suma, de inventar una pequeña historia. Por ejemplo: perro, televisión, sombrilla, niño, taxi, pueblo, libro, cerillas, vaca... Las nueve palabras aparecen en la siguiente frase: un perro ve la televisión debajo de la sombrilla mientras un niño lo mira desde el taxi aparcado en el pueblo donde ha comprado un libro sobre vacas y cerillas. De nuevo, cuanto más absurda sea la historia, más fácil resultará recordarla. Hay otros dos métodos muy frecuentes, pero más complicados: el de los lugares y el de los códigos de cifras y letras.

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Page 1: técnicas de memorización

¿Cuáles son las técnicas de memorización más conocidas?

Nos quejamos de la memoria, pero seamos honestos: ¿cuánto

tiempo hace que no la ponemos a trabajar? La respuesta

puede ser «meses» o, quizás, «años». Así, no es de extrañar

que esté algo oxidada. Con un poco de entrenamiento volverá

a dar lo mejor de sí misma.

Todos hemos recurrido alguna vez a una muy simple, la de las iniciales:

formar una palabra con las letras iniciales de las palabras, nombres u objetos

que queremos recordar. Por ejemplo, si tenemos que comprar pan (P), leche

(L), aceite (A) y el periódico (P): plap. Cuanto más rara sea la palabra, más

fácilmente la recordaremos. También podemos utilizar la técnica de las

sílabas, que consiste en unir la primera sílaba de cada palabra. En el ejemplo

anterior, el resultado sería paleape.

Este método funciona bien con listas relativamente cortas. Para las largas, es

preferible recurrir a la técnica de la cadena, que asocia palabras con

imágenes mentales y, luego, las imágenes entre sí. Se trata, en suma, de

inventar una pequeña historia. Por ejemplo: perro, televisión, sombrilla, niño,

taxi, pueblo, libro, cerillas, vaca... Las nueve palabras aparecen en la siguiente

frase: un perro ve la televisión debajo de la sombrilla mientras un niño lo mira

desde el taxi aparcado en el pueblo donde ha comprado un libro sobre vacas y

cerillas. De nuevo, cuanto más absurda sea la historia, más fácil resultará

recordarla. Hay otros dos métodos muy frecuentes, pero más complicados: el

de los lugares y el de los códigos de cifras y letras.

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¿Cómo se puede recordar una clave, una fecha o un número de teléfono?

Nos quejamos de la memoria, pero seamos honestos: ¿cuánto

tiempo hace que no la ponemos a trabajar? La respuesta

puede ser «meses» o, quizás, «años». Así, no es de extrañar

que esté algo oxidada. Con un poco de entrenamiento volverá

a dar lo mejor de sí misma.

Si nos tomamos la molestia de aprender el sistema de sustitución de cifras

por letras, podremos recordar todos los números que jalonan nuestra vida

diaria: ¿código postal? «No sé qué Paco» (20797) ¿Contraseña del cajero?

«Toño puede» (1291)...

De todas formas, cada cual puede idear sus propios trucos. Una matrícula que

combine letras y números, como 3618 CRL, se puede recordar asociando las

letras a un nombre, por ejemplo, Carlos, y combinando los números, por

ejemplo, así: 3, 6, y 3 x 6 (18).

Para recordar un número de teléfono, lo mejor es aprendérselo de memoria

en vez de utilizar siempre la del propio aparato. Después de haberlo apuntado,

basta con leerlo un par de veces y repetirlo más tarde en voz alta para que se

grave en nuestra memoria, así, luego, nos resultará mucho más cómodo llamar

a los nietos o a los amigos.

Page 3: técnicas de memorización

La técnica del código de cifras y letras

Nos quejamos de la memoria, pero seamos honestos: ¿cuánto

tiempo hace que no la ponemos a trabajar? La respuesta

puede ser «meses» o, quizás, «años». Así, no es de extrañar

que esté algo oxidada. Con un poco de entrenamiento volverá

a dar lo mejor de sí misma.

Quienes se quejan de no acordarse de las cifras pueden probar este método,

que consiste en remplazar números por letras. Fue creado a principios del

siglo XIX por un alemán, Gregor von Feinaigle, que propuso establecer la

siguiente correspondencia entre números y letras: 0= s, z; 1= t, d; 2= n, ñ;

3=m; 4=r, rr; 5=l, ll; 6= j, g; 7= c, q; 8=f, 9=p, b. Con este sistema, el

número 345 se transcribiría como «mrl», que se puede transformar, por

ejemplo, en mirlo o Mariló, según nos apetezca. O bien, 1791 sería tcpd, que se

puede traducir por tanto como puedas discurrir.

En este código no se contemplan las vocales ni las consonantes h; k; w, x, y.

Además, en cada sílaba sólo cuenta la primera consonante y no se cuentan los

artículos, conjunciones y preposiciones, utilizados solo para formar mejor las

frases. Es un método complicado, pero que sirve para todo tipo de cifras:

fechas, números de teléfono, códigos de cuentas bancarias...

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¿Cómo funciona el método de los lugares?

No sirve de nada intentar recordar de un tirón, palabra a

palabra, el contenido de un debate televisivo. Lo mejor es

fijarse, cada día, un objetivo limitado y preciso,

preferentemente relacionado con un tema que nos interese, ya

sea un debate de sociedad o la información del tiempo.

Los esfuerzos deben ser pequeños y regulares. Los progresos,

al cabo de una semana, por ejemplo, son impresionantes.

Consiste en establecer mentalmente, y memorizar después, un itinerario entre

varios lugares. A continuación, se sitúan en él las imágenes mentales de las

informaciones que se quieren retener. Este método, al que a veces se designa

con la palabra latina loci (´lugares´), se remonta a la Antigüedad, ya que los

oradores romanos lo utilizaban para preparar y memorizar sus discursos en un

determinado orden. De ahí vienen las expresiones en primer lugar, en segundo

lugar, etc.: son las etapas de un discurso lógico.

El método permite retener bastantes informaciones complejas siempre y

cuando se respete una regla básica: el itinerario mental siempre debe ser el

mismo y recorrerse en el mismo sentido. Por supuesto, es preferible elegir

lugares que nos sean muy familiares: nuestra casa o una habitación que nos

guste especialmente, aunque nada nos impide recrear nuestro propio castillo

fortificado si somos unos apasionados de la Edad Media.

Ejemplo: a partir de nuestra casa construimos un itinerario imaginario que

parte del recibidor (1), sigue por el salón (2), el comedor (3), la cocina (4), el

tendedero (5), el baño (6), el dormitorio grande (7), el despacho (8), el

dormitorio pequeño (9) y la terraza (10). Es preciso recorrer varias veces el

itinerario para que finalmente podamos desplazarnos mentalmente por él sin

ningún esfuerzo, asociando cada una de las estancias con su número. Cuando

se ha memorizado el recorrido, solo hay que asociar cada estancia a la imagen

de lo que deseamos recordar: la lista de la compra, etapas de un recorrido,

pero también capítulos de un libro, episodios de una película, temas de una

exposición o de un discurso... La verdad es que el método requiere un poco de

entrenamiento, pero los resultados son impresionantes.

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¿Cómo se puede memorizar la lista de la compra?

Nos quejamos de la memoria, pero seamos honestos: ¿cuánto tiempo hace

que no la ponemos a trabajar? La respuesta puede ser «meses» o, quizás,

«años». Así, no es de extrañar que esté algo oxidada. Con un poco de

entrenamiento volverá a dar lo mejor de sí misma.

Hay varios métodos. El de las letras iniciales o el de las sílabas es muy útil

cuando la lista es corta. Más allá de ocho o diez artículos, es aconsejable agrupar

los productos por categorías. Por ejemplo: tres productos frescos (yogures, carne y

mantequilla), cinco hortalizas (lechuga, tomates, pepinos, pimientos, judías), tres

envasados (arroz, aceite y cacao) y tres de droguería (jabón, lejía y cerillas). Un

truco suplementario: en cada grupo, clasificar los objetos según el método de las

iniciales.

Y si la compra que vamos a hacer es como para llenar un carro del supermercado,

¿por qué no utilizar el método de los lugares?: llenar de mantequilla, queso y

yogures el recibidor, cubrir de hojas de lechuga el parquet del salón, caminar sobre

tomates en el comedor, vaciar las botellas de aceite en la bañera, encender una

chimenea en el despacho... Puede parecer un juego absurdo, pero lo cierto es que

resulta realmente útil para ayudarnos a recordarlo todo.

Pensar en trucos divertidos puede sernos incluso más interesante que hacer la

compra, sobre todo a quienes esta tarea no les apasiona. Hay, además, un sinfín de

variantes de los arriba mencionados, por ejemplo: reconstruir mentalmente la lista

de la compra de acuerdo con los pasillos del supermercado, imaginar los estantes

visualizando en ellos lo que necesitamos... Se pueden inventar todo tipo de juegos,

con tal de que sirvan para hacer trabajar a la memoria.

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