Eficacia de la Técnica Alexander sobre la calidad de vida ...
Técnica Alexander y la actuación
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Universidad de Puerto Rico
Recinto de Río Piedras
Facultad de Humanidades
La Técnica Alexander desde la actuación: Pensar con el cuerpo
Gabriela Saker Jiménez
#801-10-7252
ESIN 4056-002
Prof. Alejandra Martorell
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Dice Roberta Carreri, del Odin Teatret, que el actor tiene una maldición: conoce de
antemano el desenlace de su personaje. Para servirle entonces a todo momento escénico y
superar ese dilema, explica, el actor tiene que ser "uno con su acción", entregándose así en
mente, cuerpo y alma al presente escénico. De cierta forma, se inhibe. En la Técnica Alexander,
desde la teoría y práctica de la cotidianeidad, inhibirse significa obviar la meta final de una
acción y, por el contrario, concentrarse en cada trazo o movimiento que conduce a ello,
brindándole al cuerpo instrucciones específicas que a la vez permitan libertad de elección.
Al inhibirse, el sujeto atraviesa un proceso de redescubrimiento del hábito. De repente,
toma conciencia de que lo que hace día a día está dictado por un piloto automático, una forma de
inercia que impide el conocimiento absoluto del cuerpo propio y sus formas. De igual forma, un
actor que ataca un momento escénico con el cerebro puesto en el final, o en cualquier otro
pensamiento fuera del aquí y ahora del presente escénico, pierde el descubrimiento exacto de la
experiencia física y emocional de su personaje. Incluso, al dejar de pensar en los objetivos y
centrarse en los medios, el actor puede construir una experiencia interna y externa que permita
un comportamiento mucho más específico, haciendo uso de la creatividad para poner en
funcionamiento toda la energía extraordinaria, esa energía que no forma parte de su diario vivir
pero sí puede utilizarla en función del personaje.
Ese es solo un ejemplo de cómo, a mi entender, los principios de la Técnica desarrollada
por el australiano FM Alexander, puede ayudar a esclarecer terminologías y procesos actorales.
F. Mathias Alexander nació en 1869 en Tasmania, y desde joven, recitaba poemas y piezas
cómicas de Shakespeare; era un actor. En el primer capítulo de su libro The Use of the Self,
Alexander cuenta que un momento dado, se empezó a deteriorar su voz, al punto de casi
perderla. Al principio, los doctores le ofrecían unos tratamientos, pero estos solo lo aliviaban
temporalmente. Cuando ningún doctor pudo ayudarlo con mayor profundidad que un simple
cuidado provisional, Alexander comenzó a buscar en sí mismo la naturaleza de su estado.
Empezó por mirarse en el espejo e identificar qué en su cuerpo le estaba quebrando su motor de
sonido. Fue así que desarrolló estudios detallados sobre el control primario y el uso del cuerpo
como elementos esenciales en el desempeño eficiente psicofisiológico. Luego, impartió el
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conocimiento adquirido para ayudar a muchos actores británicos y australianos a superar
dificultades fisiológicas.
A su vez, la Técnica Alexander trabaja con el cuerpo desde la educación, o más bien,
desde una reeducación, en que se aprende a desaprender. Se deconstruye de esa forma los hábitos
tanto físicos como psicológicos con los que nos hemos criado. En Preoccupation with the
Disconnected, John Dewey, que fue discípulo de Alexander, hace un llamado enfático en torno a
la necesidad de rescatar el alma y el cuerpo como un todo íntegro. Explica que la desconexión
entre ambos es tan grande en la cultura occidental, que no existe una palabra para dicha unidad,
por lo que propone wholeness of operation o unity in action. Esta unidad recuerda a las grandes
palabras del maestro argentino Raúl Serrano que dice “actuar es intercambiar conductas
conflictivas en un compromiso físico y psíquico”. A pesar de que trata ambos términos por
separado, es esa unidad, esa forma de vincular ambos de forma tal que sin el uno, no existe el
otro, y que no hay otra forma de actuar ni en un escenario ni en la vida que no sea a partir de la
unidad, en lo que me gustaría concentrarme. Es ese pensar con el cuerpo la aportación más
grande que veo desde Alexander para la actuación.
Pensar con el cuerpo
Cuando comencé mis cursos de actuación en enero del 2012, lo primero que mi profesora
señaló en mi interpretación fue el "messy acting". Para definir este planteamiento actoral, cito lo
que escribí en mi examen final de aquella clase de Actuación I: "El messy acting ocurre cuando
la energía del cuerpo no está acorde con la energía que corresponde al personaje. O sea, es una
mala utilización de la energía del personaje". Esa energía sucia puede derivarse de falta de
organicidad en la actuación, pero también puede ser otro el factor. Quizás el actor "no logra
conectar la organicidad emocional con su cuerpo”.
A medida que iba subiendo al escenario – claro está, sin contar las muchas otras
dificultades actorales que aún me quedan por explorar y superar para seguir creciendo y
aprendiendo en mi camino como actriz, proceso que nunca acabará – la profesora me hablaba de
una energía, o más bien un movimiento en los dedos de las manos, una tensión en los hombros y
otros empleos erróneos de la energía que no iban acorde con el personaje. Sin embargo, yo sentía
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en escena. Me entregaba – con la frescura y ligera ingenuidad de una completa principiante en el
mundo de la actuación – a las circunstancias y al momento. Me transportaba a la Rusia de finales
del siglo XIX, en la piel de una mujer con altos valores morales que se enamora perdidamente de
un hombre que no es su esposo, a esa Rusia rural en que la única esperanza es tomar las maletas
y largarse lejos del conformismo y la inmovilidad. Conectaba con el texto de Las tres hermanas
de Anton Chejov. Sin embargo, seguía mi cuerpo en gran medida parecía no enterarse de esa
conexión psíquica y emocional.
Fue ahí que me embriagó la sospecha, que ahora se reafirma gracias al curso de la
Técnica Alexander, de que a pesar de que no existe tal cosa como una separación de mente y
cuerpo, ya que dialogan constantemente, responden una al otro, se alimentan y se hablan como
un solo ente, sí cabe la posibilidad de que en nuestros cuerpos y mentes, influenciados por la
cultura occidental, hagamos tal distinción y se produzca un cierto quiebre. Por eso, en aquel
trabajo final de mi primer acercamiento a la actuación desde la Academia, escribí: "Para
contrarrestar esto, el actor debe permitirse liberar su cuerpo, para que reciba toda la energía que
llega desde la psiquis, y se esparza así por cada rincón del cuerpo. Obviamente, previo a esto el
actor tiene que haber explorado y descubierto la experiencia interna de su personaje, para que la
misma energía que baja de la psiquis esté puesta en función de las necesidades de su personaje,
pues las emociones también pueden ser sucias".
En el proceso de redescubrimiento del cuerpo y su uso correcto, así como de la cabeza
como el control primario, nos damos cuenta que la postura más natural y eficiente para el sostén
de nuestro cuerpo, no es necesariamente, de primera instancia, la más cómoda. Esto debido a que
nos hemos acostumbrado a un cuello alzado y tenso, la cabeza tensa, los hombros tensos. Al ser
la tensión el estado habitual, podemos percibir como un acto de mayor tensión e incomodidad
todavía intentar corregirlo. Por lo tanto, no es sorprendente que esto se traduzca a la actuación.
Sobre la tensión, en su artículo “Alexander Technique: An Acting Approach”, Tom Vasiliades
cita a Constantin Stanislavski, un dramaturgo, director y teórico del teatro que fue de los
pioneros en elaborar estudios académicos del arte de la interpretación. Stanislavski dice que: “As
long as you have this physical tenseness you cannot even think about delicate shadings of feeling
or the spiritual life of your part. Consequently, before you attempt to create anything, it is
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necessary for you to get your muscles in proper condition, so that they do not impede your
actions”.
Por lo tanto, la técnica Alexander no solo ayuda a recobrar el cuerpo al uso correcto,
eficiente y más natural, en que la cabeza cuelga con esa dirección de “hacia arriba y hacia el
frente”. Ayuda también a desde ese nuevo conocimiento en el cuerpo, y la condición apropiada
de los músculos, se puedan crear diferentes personajes con emociones específicas y distintivas
que se trasladen al vocabulario físico. Por un lado, mediante el conocimiento del cuerpo, se
puede transformar la energía, y el actor tiene mayores posibilidades de desgajarse de su piel y
habitar la de otro, con sus propias manías, manerismos y comportamiento. Alexander también
permite un acercamiento más creativo, en que el cuerpo también tiene su espacio para hablar, y
en que la unidad de cuerpo y mente construye una actuación más limpia, específica y humana. A
su vez, en roles más arriesgados, en que se actúan condiciones físicas o dolores musculares, un
cuerpo bien utilizado permite que el actor no lesione, pues no actúa desde la rigidez, sino desde
una energía que se comunica con todas las partes del cuerpo. Con todos estos factores, el actor se
permite pensar con su cuerpo y conectarlo todo en un mismo bólido enérgico que se arroja en el
espacio.
A pesar de que todavía me falta mucha práctica para lograr recobrar el buen uso de mi
cuerpo, considero que la Técnica Alexander ha marcado un antes y un después en mi
acercamiento a la actuación. No solo me planteo utilizarlo como recurso psicofísico para
fortalecer esa lógica del cuerpo, un cuerpo que grita por un mejor empleo de energía y
musculatura. También lo utilizo como metáfora del proceso creativo. Comencé hablando de la
inhibición, y dentro de esa inhibición coloco el proceso creativo. Permitirse a uno jugar,
descubrir, ir develando poco a poco los secretos ocultos de un personaje, con todas sus capas y
matices, escudriñar su comportamiento, su complejidad emocional, todo eso sin pensar en el
producto final, sino en la construcción paulatina de día a día, redunda un proceso mucho más
dedicado y enriquecedor. Además, la Técnica Alexander también es metáfora del ojo al detalle.
Redescubrir el cuerpo y sus posibilidades, salirse del piloto automático para tomar plena
conciencia de cada movimiento, cada detalle pequeño que se va formulando – y que uno pasa por
desapercibido – hasta lograr esa meta final que es lo que todos notamos, es también sinónimo del
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proceso actoral y creativo. Fijarse en los detalles, jugar con los medios, pensar con el cuerpo.
Sentir. Sentir. Sentir.