Caminar por la plaza de Chueca tan solo con una amiga, y encima sin hasta entonces mi vicio mas preciado, el tabaco, resultaba algo aburrido. Suerte la mía cuando vi pasar aquel grupo de chicas, de las cuales una, impacto en mi interior en aquel instante. Allí estabas tu. ¡Aquella rubia de ojos marrones y con pinta de raperilla me cautivo! Tan solo pasaron segundos para darme cuenta de que en la mirada de aquella chica había algo mas que complicidad. Esa mirada de ojos marrones jamás podré olvidarla. Entre risas y más risas no pude contener soltarte aquel abrazo, que hasta entonces ha quedado gravado sobre mi cuerpo. No se que hubiera sido de mi vida ahora, si no me hubiera atrevido a pedirte tu teléfono, quizás aun estaría esperando lo que sería para mi la chica de mis sueños.

Tras momentos de complicidad y después de haberme despedido de ti, me fui a casa con la curiosidad de saber realmente quien eras, que persona se había decantado por mi esa noche y por que era yo la persona que te había encontrado. Las ganas de volver a saber de ti pudieron conmigo, hasta llegar al punto en que necesité, por todos los medios, mandarte aquel famoso mensaje. No te ibas de mi cabeza, ¿Qué me pasaba? ¿Por qué algo en mi interior me hacía no dejar de pensar en ti? Ha sido hoy por hoy, y ya después de un mes de lo ocurrido cuando encontré la respuesta a mi pregunta.