Tarrius. Alain. Leer, Escribir, Interpretar

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Relaciones. Estudios de historia y sociedad ISSN: 0185-3929 [email protected] El Colegio de Michoacán, A.C México Tarrius, Alain LEER, DESCRIBIR, INTERPRETAR LAS CIRCULACIONES MIGRATORIAS: CONVENIENCIA DE LA NOCIÓN DE TERRITORIO CIRCULATORIO. LOS NUEVOS HÁBITOS DE LA IDENTIDAD Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXI, núm. 83, verano, 2000 El Colegio de Michoacán, A.C Zamora, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13708303 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

ISSN: 0185-3929

[email protected]

El Colegio de Michoacán, A.C

México

Tarrius, Alain

LEER, DESCRIBIR, INTERPRETAR LAS CIRCULACIONES MIGRATORIAS: CONVENIENCIA DE LA

NOCIÓN DE �TERRITORIO CIRCULATORIO�. LOS NUEVOS HÁBITOS DE LA IDENTIDAD

Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXI, núm. 83, verano, 2000

El Colegio de Michoacán, A.C

Zamora, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13708303

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umerosos investigadores

1llaman nuestra atención en

torno a la transformación de los espacios económ

icos,de las norm

as sociales y las racionalidades políticas apartir de la erosión de los diversos recursos de la iden-tidad que ofrecen las sociedades locales aun estando

constituidas en naciones con mucha anterioridad. N

uevos movim

ientosde dinero, hom

bres, ideas y técnicas que aglomeran y fraccionan a la

vez las colectividades más am

pliamente construidas historicam

ente, en-tre los cuales la ciudad es probablem

ente el ejemplo m

ás contundente,destruyen las tranquilas certezas que se establecieron a lo largo de lossiglos a partir de las jerarquías locales de las legitim

idades, de los víncu-los que parecen m

ás auténticos con los valores del terruño, en suma del

orden instituido de las identidades.N

uevas lógicas de intercambio que provocan encuentros inusuales,

por el mom

ento, entre los lugares más singulares y las redes de circula-

ciones planetarias actúan sin que podamos identificar claram

ente lasm

odalidades generales y coherentes de la articulación entre estos nive-les territoriales, m

ás bien hablando de manera a m

enudo alusiva de“m

undialización” y de “redes transnacionales”. Desprovisto de certezas,

de la autoridad que confieren las teorías explicativas, el mundo que se

construye no es por eso menos apasionante para el investigador en cien-

cias sociales: todo se vuelve en él intriga de sentidos, oportunidad dedesconcierto, por supuesto, pero tam

bién de un nuevo descubrimiento

de las dimensiones de lo hum

ano escondidas por la capa protectora delos siglos de una sedentarización sin lím

ite de los individuos y de sushorizontes.

Desde hace quince años intento leer algunos de estos m

ovimientos

y entender de que manera producen nuevas relaciones sociales, 2nuevas

N1Señalaremos entre algunos investigadores que publican en francés a D

aniel Cohen,François Fourquety, Rém

y Knafou, Jacques Levy, Saskia Sassen, G

ildas Simon, Pierre

Veltz, Jean Viard, Anne Catherine W

agner.2Estas investigaciones tratan de m

igraciones de grandes colectivos de identidadobrera (les H

omm

es du Fer de Lorraine), de los desplazamientos de élites profesionales in-

ternacionales, de las redes de las economías subterraneas m

undiales de magrebinos, de

las redes internacionales de traficantes de heroína.

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contribuyen quizá a la construcción de nuevos espacios del movim

ien-to, de la m

ovilidad, pero de seguro poblaciones pobres, segregadas, par-ticipan activam

ente en esta evolución, lo veremos m

ás adelante.El segundo tiene que ver con la aparición concom

itante de indivi-duos aislados o agrupados, a m

enudo extranjeros en las naciones quelos alojan, que im

provisan, precisamente a partir de sus experiencias

circulatorias, identidades mestizas entre universos cercanos y lejanos,

transnacionales frecuentemente, im

poniendo a la oposición clásica en-tre los nuestros y los suyos, entre ser de aquí o de allá, otra form

a triádi-ca, es decir en constante proceso: el ser de aquí, el ser de allá, el ser deaquí y de allá a la vez. 4Las generosidades constitucionales integradorasde nuestros Estados-naciones, edificadas en el curso de dos o tres siglosde relaciones con el extranjero, con el que viene y a quien se le ofrece de“volverse nuestro” o de volver a partir, son cada vez m

ás infundadas:m

uchos de los trayectos actuales de la integración ya no se conforman

a los modelos históricos definidos de esa m

anera. Este “tercer estado”,este saber-ser de aquí y de otra parte a la vez, produce construccionesterritoriales originales, sobre el m

odo de redes sociales propicias a lascirculaciones, donde los criterios de reconocim

iento del otro están enruptura con los trazos tranquilos y “obvios” de fronteras, étnicas sobretodo, producidos por las sociedades locales.

En las paginas siguientes propongo instrumentos m

etodológicos delectura de las “obras de m

ovilidad” sobre las regulaciones de vastos te-rritorios, en la perspectiva calificada por G

iddens de “geografías del es-pacio-tiem

po”, y también nociones tipológicas para caracterizar las

colectividades móviles o de proceso para definir los espacios del m

o-vim

iento, la naturaleza de los territorios de las redes. De hecho, es el

regreso de los cosmopolitism

os el que me interesa, ya no com

o yuxtapo-sición de colectividades extranjeras, sino com

o puesta en sinergía devastas circulaciones y encuentros de las diferencias en una cohesiónaparentem

ente paradójica en vista de nunca ser alcanzada por el ordende los Estados-naciones.

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relaciones que se pueden observar en el carácter inmediato de los inter-

cambios, en la escenificación de la cotidianidad, pero aun, y al m

ismo

tiempo, de nuevas configuraciones de los contextos, de los m

arcos, delas com

posiciones territoriales que alojan estas formas com

unes de lavida social. Es en esta articulación entre trayectorias individuales m

ásatípicas y destinos colectivos m

ás inciertos, en los mom

entos y loslugares m

ismos donde se expresan las tensiones de lo social que intenté

instaurar mi investigación. Identificar la dim

ensión de cambio significa-

da por las tensiones de lo social introduce un universo de inmensa com

-plejidad: los m

omentos m

ás intensos, paroxísticos, de la manifestación

de las “crisis” generales, sectoriales, locales, esconden y permiten de esa

manera la aparición de las form

as de resolución todavía indecibles,inconfesables, im

posibles de plantear. Lo excéntrico, lo diferente, lo en-tre-dos, lo m

arginal, lo periférico, lo subterráneo, lo minoritario, lo no

oficial, lo mezclado, lo m

estizo, proporcionan una mejor inform

aciónsobre las im

bricaciones entre vida y muerte de las form

as sociales, esdecir sobre las transform

aciones que lo estable, lo identificable, lo “cla-ram

ente establecido” y al mism

o tiempo m

uy claramente leíble. En este

artículo, no describiré mis investigaciones em

píricas sino que expondrélos “segm

entos teóricos” que las han permitido.

Adquirí la convicción que dos acontecim

ientos mayores expresan y

acentúan estas transformaciones.

El primero tiene que ver con la aparición de colectividades m

ás om

enos estables y duraderas, en las cuales los criterios de identificaciónde los individuos, la jerarquía de las precedencias, son tributarias de lastem

poralidades, de las fluideces, de las movilidades, y m

ás precisamente

de las capacidades circulatorias de cada uno; el orden que se presentótanto tiem

po como universalm

ente edificador de las legitimidades de

las identidades, el vínculo con el lugar y las diversas manifestaciones

sedentarias que lo generan ya no tiene ahí realmente ni sentido ni jerar-

quía. 3Así se encuentran cam

biadas las relaciones entre identidades yalteridades que adoptan direcciones transversales a las diversas estrati-ficaciones sociales y económ

icas. Élites profesionales internacionales

3A. Tarrius, Les fourm

is d’Europe, L’Harm

attan, 1992.

4L. Missaoui, “Pequeño aquí conocido allá”, en Revue Européenne des M

igrations In-ternationales, 2-1995.

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De la accesibilidad física a la proxim

idad social

Los fenomenólogos

5llaman nuestra atención sobre la necesidad por una

parte de plantear como equivalentes las nociones de identidad, de espacio

y de tiempo, en el acercam

iento a los hechos sociales y por otra parte deaprehenderlos al m

ismo tiem

po en sus manifestaciones. Son las conjuga-

ciones de tres pares de nociones, enunciados que vuelven más com

plejala proposición de H

usserl, que nos permitieron proponer y desarrollar

un plan metodológico capaz de dar cuenta de los hechos de m

ovilidad;prim

ero las dialécticas de la identidad y de la alteridad contribuyen sindisociarse a las relaciones m

ás manifiestas durante el encuentro entre “los

de aquí” y “los que vienen, pasan…”; luego las variaciones de las relacio-

nes entre estados sedentarios y movilidades, concebidos com

o tiempos

sociales, especifican las condiciones más factuales y m

ateriales de la es-cenificación local de las jerarquías de identidades a m

enudo antagonistasentre el “autóctono” y “el extranjero”; en fin, las m

odalidades de las ar-ticulaciones entre m

icro-lugares y macro-redes nos introducen en las ló-

gicas sociales complejas que organizan en niveles territoriales los esta-

tutos de identidad de las diversas colectividades presentes en un lugar.H

asta ahora identifiqué cuatro configuraciones de estas relaciones; lastres prim

eras nos remiten a las acciones de sujetos determ

inados y lacuarta a un orden del actuar relativam

ente exterior a los juegos de actores.

Un paradigm

a de la movilidad

Mi enfoque antropológico se construyó entonces alrededor de la tríada

espacio-tiempo-identidad, según el enunciado que precede, a partir de

cuatro niveles de temporalidades: 6

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Espacio-tiempo de los consum

os repetitivos, a menudo cotidianos,

de los lugares y reactivación de los vínculos de identidad.

Los ritmos de la vida social caracterizan la organización de los inter-

cambios generales de diversas poblaciones en m

arcos espaciales usua-les, urbanos generalm

ente. En efecto, las secuencias temporales, com

olos cam

inos usados para realizar actividades, señalan proximidades so-

ciales y espaciales fundadoras de la cohesión de grupo, identificadorasde las vecindades.

Tomé conocim

iento de las secuencias temporales o ritm

os de vidaque puntualizan las actividades de las personas encontradas; la “lógica”de esta organización de los tiem

pos manifiesta los m

omentos “bloquea-

dos” según los días, para cada miem

bro del hogar, los mom

entos “dispo-nibles” propicios a desplazam

ientos o diversas formas de relajam

iento,los tiem

pos “colectivos” intra o extrafamiliares, los tiem

pos “individua-les” o “íntim

os”. Me pareció útil poner en evidencia, adem

ás de lassecuencias diarias y sem

anales, las trimestrales o aun anuales, por ejem

-plo los trám

ites y las compras efectuadas para preparar el regreso a cla-

se, las salidas de diversión de tipo asociativo, la participación en las fies-tas, las ferias locales…

Reconocí entre estos ritmos los que reflejaban prácticas colectivas,

generalizadas para el conjunto de los habitantes presentes en estos mu-

nicipios, o específicas de tal o cual subpoblación. Identifico de esta ma-

nera secuencias consecutivas de la vida social, o ritmos sociales. 7

El uso del espacio que nos describen los itinerarios está estrecha-m

ente vinculado a los ritmos de vida. Subrayam

os la variación segúnlos días, las estaciones o las circunstancias diversas de los lugares derealización de una m

isma actividad, y luego los itinerarios diferentes.

Una de las variaciones m

ás comunes es la que concierne a las com

prasde productos de consum

o cotidiano: compras en el m

ercado semanal,

compras el sábado por la tarde en los grandes centros de distribu-

5Yparticularm

ente el primero de ellos, G

ustav Husserl, en La crise dans les sciences

européennes et la phénoménologie transcendantale, N

RF, Gallim

ard, 1976.6Los trabajos de M

ichel Bassand y de sus colegas y colaboradores del IREC, EscuelaPolitécnica de Lausanne, fueron de gran ayuda para nosotros durante estos ajustes m

e-todológicos.

7Los trabajos de W. G

rossin, Les temps de la vie quotidienne, París, La H

aye Mouton,

1974, de D. M

ercure, el estudio de las temporalidades sociales, Cahiers Internationaux de

Sociologie, LXVII, 1979 y de M

. Bassand y M.C. Brulhardt, M

obilité spatiale, Georg, 1980, nos

permitieron desarollar estos enfoques.

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ción, compras cotidianas cerca del lugar de residencia para el pan o al-

gunos productos accesorios, etcétera.La noción de ritm

o de vida o de ritmo social ocupa un estatuto m

e-todológico interm

ediario en nuestras investigaciones. Nos lleva, a partir

de la observación de comportam

ientos individuales, a la identificaciónde unidades espacio-tem

porales: expresiones yuxtapuestas, sobrepues-tas…

sobre un mism

o espacio, de la marcación de tal o cual grupo o del

conjunto de los habitantes. El espacio constituye por supuesto, y en esaperspectiva, un objeto social: los ritm

os de vida deben entonces de seranalizados en su dim

ensión social para poder calificar los usos del espa-cio concebido de esta m

anera.La noción de proxim

idad designa un proceso; en efecto nos remite

no solamente a las representaciones que se hacen los m

iembros de un

grupo del espacio social, soporte para la comunidad de las prácticas,

sino también de m

anera inseparable, las continuidades temporales ca-

racterísticas de las fidelidades relacionales. En suma, federa en un lugar

semántico único espacio-tiem

po e identidad. Estas proximidades ins-

tauran las vecindades y rebajan, desbordan el carácter paramétrico del

espacio y del tiempo. La objetivación param

étrica, evidente para el quefom

enta, excluye radicalmente todo frente a frente de unos y otros de

sus elementos. La elucidación de los hechos de m

ovilidad por el sólo ac-ceso físico, por la visión racionalizada de las distancias y de los tiem

posexcluye el vínculo social. Caracteriza esta tecnificación de lo social quereduce a m

enudo a una yuxtaposición de individuos, a los gruposque son objetos de la intervención del Estado.

Espacio-tiempo de las m

udanzas características de un ciclo de vidaindividual y fam

ilial, conquista de grupo de los territorios de referencia.

Los individuos durante toda la historia de su vida desarrollan estra-tegias residenciales que no tienen nada que ver con los azares del lanza-m

iento de una bola de billar: acercamientos y evitaciones residenciales

describen la génesis de la constitución o la dislocación de las colectivi-dades hum

anas territorializadas. Tomando com

o testigo generalmente,

en mis investigaciones, colectividades de personas capaces de pronun-

ciar un “nosotros” colectivo y de designar los “ellos” de alrededor, fui

particularmente sensible a las m

odalidades de ingreso y de salida de es-tos espacios de referencia. M

i preocupación residió en la construcción detrayectorias que articulan la historia de vida, tal com

o la describe cadainterlocutor y los acontecim

ientos generales, exteriores a las voluntadesindividuales pero contribuyendo a la construcción de los destinos.

Espacio-tiempo de las m

igraciones a escala de una historia interge-neracional, constitución de las identidades de grupo.

Busqué sistemáticam

ente más allá de la historia singular de cada

persona, sus modalidades de pertenencia o no a vastas colectividades

que expresan la mem

oria de recorridos a través de vastos espacios mi-

gratorios en el tiempo, a m

enudo largo, de las sucesiones de generacio-nes. ¿Cóm

o agregan estas mem

orias los lugares invadidos, ocupados,atravesados? ¿Q

ué recursos ofrecen las etapas y los nuevos centros quea veces, según los grandes acontecim

ientos de la historia, se han suce-dido en los m

ismos lugares?

Estos enfoques, conjugados en un paradigma de la m

ovilidad, inicianuna antropología del m

ovimiento

8en condiciones de entender cómo las

travesías del espacio son siempre tam

bién travesías de las jerarquías so-ciales. A

prender a los grupos sociales a partir de sus movilidades espa-

ciales presenta entonces un interés mayor: cualesquier m

ovilidad social,cultural, económ

ica deja huellaen el espacio y en el tiempo; huella de los

recorridos, de las mudanzas, de la apropiación territorial, de las instala-

ciones y desinstalaciones, de las frecuentaciones nuevas o repetidas.El establecim

iento de estos tres primeros niveles de la relación entre

espacio y tiempo perm

ite describir las iniciativas, los juegos de actor delas colectividades territorializadas; describe las com

petencias de losgrupos e individuos com

o sujetos, actores sociales determinados. A

sípuede desarollarse un enfoque com

prensible que coloca en el corazóndel cam

ino la identificación de las articulaciones complejas entre los

individuos y las colectividades consideradas como sujetos de sus por-

venires pero también com

o objetos de coacciones del entorno social,económ

ico, de la historia de las “gentes de aquí” o de otra parte.

8A. Tarrius, A

nthropologie du mouvem

ent, Paradigmes, Caen, 1989.

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Identifiqué lo mejor que pude la parte de la “cosificación” y de la

instrumentalización de los individuos y de los grupos por la existencia

de fuerzas, de coacciones generales incontrolables, en un cuarto nivel delas relaciones espacios/tiem

pos: 9

Las fases de efervescencias que caracterizan a los mom

entos de ins-talación de colectividades, de despliegue de redes nuevas.

Éstos finalizan a menudo en la construcción de dispositivos locales

marcados por la im

posición de un orden de la repetición sobre el de lafundación. 10Las iniciativas singulares, los “fundadores” desaparecenentonces y estos dispositivos se com

portan como instancias expresando

por supuesto la singularidad de las normas y disposiciones de tal o cual

colectividad pero situando a cada uno “en su lugar” porque la construc-ción social em

prendida lo exige de hoy en adelante. Desde entonces las

temporalidades desbordan las identificaciones que sugerim

os anterior-m

ente: dejamos el tiem

po de los ritmos sociales, de las trayectorias indi-

viduales o intergeneracionales, para abordar un tiempo-institución ge-

neralmente m

ás largo y menos accesible al análisis de los juegos de

actores sociales determinados. En las páginas siguientes, cuando pre-

sentemos resultados de nuestras investigaciones sobre las redes trans-

nacionales de las economías subterráneas, sugerirem

os la aparición detal dispositivo.

El tiempo organiza el espacio

Las relaciones espacios/tiempos sugieren com

binaciones entre conti-güidades espaciales y continuidades tem

porales que facilitan la apre-hensión de los hechos sociales en unas pespectivas dinám

icas, evoluti-

vas; muy a m

enudo los trabajos sobre las movilidades se dedican casi

exclusivamente a las problem

áticas de los trayectos, de la accesibilidadfísica, los tiem

pos se hallan reducidos entonces a duraciones presenta-das com

oatributos del espacio. Por m

i parte, al sugerir la necesidad deelucidar las relaciones entre espacios y tiem

pos, escogí considerar a lastem

poralidades como elem

entos fundadores de la movilidad espacial;

flujos, tiempos, ritm

os, secuencias expresan lo mejor posible las continui-

dades y discontinuidades constitutivas de los procesos de transformación

social: son los que se encuentran en condiciones mejores de instaurar

sentido y vínculo entre las entidades espaciales siempre desjuntadas,

yuxtapuestas, contiguas, 11en la inmediación de los intercam

bios, el ordende las interacciones siendo m

ás el de los mom

entos que el de los empla-

zamientos

12y aún por supuesto en la dimensión histórica de las transfor-

maciones. La segunda ventaja ligada a esta habilitación de las tem

pora-lidades com

o dimensión esencialm

ente constitutiva de las movilidades,

reside en las articulaciones entre niveles territoriales, de lo transnacio-nal a lo local que im

plica cualquier investigación sobre las circulaciones:las articulaciones entre tiem

pos y circunstancias de los intercambios en

la red y en sus etapas permiten descripciones m

ás ricas, incluyendo he-chos de espacialización, a partir de las identificaciones de secuencias, deritm

os y de flujos que a partir de las características espacio-morfológi-

cas de los trayectos o etapas.U

n ejemplo m

uy notable del uso “intuitivo” de estas disposicionesm

etodológicas nos es ofrecido por sociólogos de la Escuela de Chicago, 13

9La tesis de Geneviève M

arotel, Les marbriers de Carrare, du lieu au m

onde, Toulousele M

irail, 1994, fue para nosotros de una gran utilidad en la percepción de la necesidadde abordar este cuarto nivel de las relaciones entre espacios y tem

poralidades.10Los sociólogos “institucionalistas” describieron este proceso: G

eorges Lapassade,G

roupe, organisation, institution, Gauthier Vilars, 1967. René Lourau, L’analyse institution-

nelle, Minuit, 1972.

11Por supuesto no desconocemos los intentos positivos de definición de una “antro-

pología del espacio” de Françoise Paul-Lévy y encontramos ahí ricas fuentes; sus brillan-

tes presentaciones de La ville en croix, Méridiens K

lincsieck, 1985 y con Marion Segaud,

Anthropologie de l’espace, éd. Centre Pom

pidou, CCI, 1983, por ejemplo no plantean sin em

-bargo los procesos de cam

bio de las formas urbanas tributarias de las dinám

icas de redessociales transversales a la ciudad, problem

ática que nos ocupa. 12E. G

offman es explícito sobre este punto. Leerem

os los diferentes trabajos de esteinvestigador publicados en las Éditions de M

inuit y también Y. W

inkin, Goffm

an. Les mo-

ments et leurs hom

mes, Le Seuil, 1991.

13R. E. Park en particular pero tambien toda la “prim

era escuela de Chicago” si cree-m

os sobre este punto a U. H

annerz, Explorer la ville, Éditions de Minuit, 1982.

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en el uso de la noción obscura pero heurística de “distrito moral”: 14de-

seos individuales y coacciones colectivas se encuentran negociados enla ciudad por la delim

itación de espacios a menudo efím

eros dondeprácticas “m

oralmente reprensibles” pueden desarollarse en una m

ez-cla social inusual que perm

iten las movilidades espaciales. El orden

moral de la ciudad puede ser m

odificado por estas irrupciones de losm

últiples juegos de actores, por su experiencia de las travesías de las je-rarquías sociales y económ

icas urbanas, por el hecho de codearse conpersonas de orígenes m

uy diversos. Encontramos de nuevo aquí un uso

de las posiciones de Simm

el sobre la transformación: una form

a domi-

nante esconde a otra que la modifica, a partir de su m

isma invisibilidad.

Nuestra posiciones m

etodológicas, epistemológicas, son cercanas a las

de estos investigadores, con la diferencia que una actualización delas form

as sociales es necesaria: por ejemplo la ciudad, según m

i puntode vista, ya no es suficiente para com

prender la sociedad entera; las re-des que la atraviesan, la rebasan, luego las m

ovilidades interurbanas,que no son observables en los lim

ites únicos de la ciudad, cualesquieraque sean sus dim

ensiones internacionales o no, deben en adelante serintegradas al análisis de las transform

aciones generales de lo social.Esta antropología del m

ovimiento vuelve caducas las diferenciacio-

nes entre movilidades y m

igraciones: las segundas realizan una dimen-

sión de las primeras, exigiendo una atención particular a las diversas di-

mensiones de las relaciones entre espacios y tiem

pos señalados; en elcaso de los enfoques de los desplazam

ientos de poblaciones sedenta-rias, el prim

er y el segundo nivel de estas relaciones bastan usualmente

para adquirir la comprensión de las relaciones entre las poblaciones y

su entorno. La connotación de las movilidades en térm

inos de inmigra-

ción o de emigración aporta m

uy poco a esta comprensión y oscurece

particularmente con una “carga” ideológica, lo verem

os más adelante,

las perspectivas del análisis.

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Tiempos y espacios m

antienen relaciones muy estrechas en cualquier

acto de movilidad: ritm

os, flujos, secuencias, sucesiones genealógicas,no solam

ente organizan los recorridos en trayectorias que expresan porsupuesto historias de vida, sino tam

bién se articulan en destinos colecti-vos. Propuse una tipología en tres categorías, la diáspora, la vagancia yel nom

adismo, a partir de las relaciones con la sociedad y el lugar de

origen, de las relaciones con las sociedades y los lugares que salpican elrecorrido y por fin de las relaciones con la sociedad y el lugar de recep-ción. La tipología es una com

odidad metodológica para dar cuenta, en

un cierto mom

ento de la investigación, de convergencias de sentidos, decercanías de form

as capaces de articular las numerosas y m

icroscópicasobservaciones em

píricas en unidades de comportam

ientos colectivoscom

parables. Para mí, definir tipos es al m

ismo tiem

po identificar lospasos de unos a otros: es decir que casi nunca encontram

os “tipos pu-ros” y cuando ocurre, estos perfiles son de un interés m

enor que los más

complejos que adoptan partes de las diversas clases de la tipología y su-

gieren así aptitudes a los pasos, a las entradas-salidas de la afectaciónde identidad. Por ejem

plo no limitam

os las tipologías a los empresarios

magrebinos solam

ente sino al conjunto de los empresarios com

ercialesinternacionales de M

arsella, es decir los judios, los negros-africanos,etcétera: los contrastes entre tipos estaban tan m

arcados que esta exten-sión m

ostró ser muy útil. Si afirm

amos hoy que vagancia, diáspora y

nomadism

o forman tres tipos, diferenciando las colectividades m

igra-torias internacionales en función de sus relaciones con los orígenes, losrecorridos y los lugares de instalación, es necesario, después de haberenunciado estos tipos m

orfológicos, señalar como unos individuos sin-

gulares, muy reales, pasan de un tipo a otro en el curso de la historia de

su vida, o en tiempos m

ás breves en situaciones de intercambio, fugitivas,

microscópicas. Estos pasos, estas com

petencias se identifican más en el

tiempo de las travesías de universos de norm

as que en las modalidades

de recorrido de espacios partidos, separados. No que las relaciones es-

pacio/tiempo se encuentren borradas en beneficio de una exclusividad

de las temporalidades, sino m

ás bién que la tríada espacio/tiem-

po/identidades tan útil para pensar los movim

ientos colectivos, se re-

14Retomam

os la traducción propuesta por Isaac Joseph de la noción americana m

o-ral area que se im

puso, pero lamentam

os que moralno fuera traducido m

ás bien por “cos-tum

bres” o sea “zona de costumbres” en lugar de “distrito m

oral”.

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vela insuficiente desde el mom

ento que nuestra observación se apoyasobre trayectorias individuales anunciadoras de transform

aciones co-lectivas. La noción de identidad es entonces dem

asiado global, dema-

siado colectiva para permitir captar la com

plejidad de las reorganizacio-nes de posiciones, aquellas m

ismas que expresan estas com

petenciaspara atravesar los universos de norm

as: en estas nuevas cercanías, pa-sajeras y parciales en su génesis, que perm

iten a unos individuos reba-sar por ejem

plo las afectaciones a etnicidad, contraer solidas conniven-cias alrededor de una palabra única, nacida de m

últiples diversidadesde creencias, de convicciones, de costum

bres, la “identidad” se fraccio-na en m

últiples atributos. Desde ese m

omento, lo que no perm

ite el en-cuentro entre conjuntos constituidos en identidades globales, siem

preopuestas a las otras, siem

pre diferentes, estos mom

entos, estos lugarescom

unes numerosos y fluidos representados por la m

ultiplicidad de lossaber-ser, pueden realizarlo: cada uno, en estos nuevos espacios-tiem

-pos de la circulación, desarrolla la capacidad, en lugares y m

omentos

precisos, “situaciones-claves” en total, de encontrar al otro, diferente,com

o idéntico, de negociar, improvisar, esquivar las expresiones m

últi-ples, ellas tam

bién, de las diferencias.Robert Ezra Park, en su obra

Marginal M

an15insistía sobre el papel

de estos individuos que no son ni de aquí ni de allá, dejando poco apoco sus pertenencias a colectividades de identidades localm

ente bienespacializadas para intentar instaurar otros en vecindades urbanas: sonellos, exploradores y pasadores, los que anticipaban las cohesiones ge-nerales entre poblaciones de orígenes diferentes. Esta concepción del re-corrido de…

hacia…, calificado de integración, inserción, aculturación,

etcétera, está muy divulgada y hace consenso generalm

ente en losm

edios políticos y administrativos de las diversas form

aciones sociales,de la ciudad a la nación. Ya no describim

os así a estos seres sometidos a

los sufrimientos terribles de sus posiciones inciertas, interm

edias, locali-zados en no-lugares llam

ados márgenes, periferias; sus destinos excep-

cionales, de un interés mayor para los am

bientes que dejan como para

los que abordan ya no son los que encontramos desde el m

omento que

admitim

os y observamos la realidad de la construcción de identidades

fluidas referidas a los espacios-tiempos de las circulaciones, localizadas

en los lugares de formas m

últiples de los territorios circulatorios. En-contram

os más bien individuos capaces de estar aquí y allá a la vez,

contrariamente a las descripciones de Park, capaces de entrar m

omen-

táneamente o de m

anera duradera en universos de normas que les son

extrañas sin por eso dejar las suyas. Abordam

os una sociología o unaantropología de las idas y vueltas, de las entradas y salidas, de los m

es-tizajes que señalan la aparición de otras sociabilidades que las sugeridaspor las problem

áticas de las inserciones lentas y largas.N

o insistiré en particular sobre la definición de la vagancia: ningúnvínculo con el lugar de origen, una m

ultitud de lugares de centralidada lo largo del recorrido (cualquier lugar donde uno se detiene), una dis-tancia con la sociedad que acoge parecida a la que tiene el nóm

ada. Lavagancia tuvo que ver con casi todos lo grandes com

erciantes interna-cionales m

agrebinos de Belsunce en una fase de su trayectoria social yprofesional. Es un tiem

po de preparación, de paso por todos los desape-gos que im

plica el aprendizaje del saber-circular. Algunos, sin em

bargo,se pierden en esta situación: indocum

entados, exiliados sin apoyos,fugitivos, o sencillam

ente por desgracia, individuos sin más recursos

materiales y sim

bólicos; todos aquellos ofrecen los contingentes que pue-den ser explotados por los “circulantes identificados”: paso de produc-tos de uso ilícito, situaciones de sem

iesclavitud, prostitución de mujeres,

etcétera. Las relaciones sociales, en el espacio de los territorios circula-torios no son idílicos y si unas diferenciaciones, étnicas en particular, envigor entre las poblaciones sedentarias están borradas, unos tem

iblesprocesos de sum

isión de los más dependientes se instalan a partir de las

escalas de distinción de los diversos circulantes.Las poblaciones en diásporas se caracterizan por tres atributos esen-

ciales: vínculos mantenidos con las ciudades, regiones, naciones atrave-

sadas por los suyos, complem

entariedad rápida morfológica, económ

ica,en las sociedades que acogen, aparición coyuntural en los dispositivoscolectivos de acción política, social, cultural y económ

ica. 16

15R.E. Park, Marginal M

ansigue sin ser traducido al francés.

16Estos caracteres son igualmente presentados por A

lain Medam

, Diaspora/diasporas.

Archétype et typologie,Rem

i, vol. 9, núm. 1, 1993; nuestra posición sin em

bargo no suscri-be al “todo diasporas”, ni tam

poco al todo “étnico” o al todo “identidad”. Los nomadas

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En cuanto a los que designo como “nóm

adas”, por falta de un tér-m

ino más adecuado, m

anifiestan una gran fidelidad con su único lugarde origen, que se vuelve en el caso de los com

erciantes una cuenca declientela, entran en com

plementariedad m

orfológica con las sociedadesque los acogen sólo para conservar m

ejor sus vínculos con las de origeny se sostienen a distancia de los dispositivos políticos y de los ciudada-nos locales. La integración para esas poblaciones adopta un sentido úni-cam

ente en relación a amplios espacios transnacionales: es entonces

relativa, siempre incom

pleta aquí, intensa por una parte en el lugar deorigen y por otra, sin otro objeto que el de perm

itir los vínculos de inter-cam

bio esenciales con la sociedad de recepción. Los éxitos comerciales

son frecuentes entre esas poblaciones, lo que ofrece, es cierto, un mode-

lo inusual de integración.Cada lugar de instalación de las colectividades nóm

adas trastorna,al ignorarlas, las centralidades locales. Cualesquiera que sean los avata-res y los apetitos de los dispositivos económ

icos estatales que movilizan

y desmovilizan hom

bres y capitales, una colectividad de identidad pro-fesional, com

ercial en el caso que nos interesa, puede generar un víncu-lo social m

ovilizador de energías, facilitador de las circulaciones, quetrasciende la dim

ensión estrictamente económ

ica y política de las estra-tegias económ

icas “oficiales” que nombram

os “estatales” para oponer-las m

ejor a las producciones de las redes nómadas. Estos hom

bres ya noson solam

ente objetos de flujos, identificables a partir de estos enfoques“objetivizantes” que ahogan el vínculo social en la designación del po-der de los procesos económ

icos y técnicos “oficiales”: son sujetos de unahistoria secular de las m

igraciones, de los movim

ientos de hombres que

remodelan sin cesar las rigideces planetarias de m

últiples “puestas bajofronteras”. Estas colectividades no se encuentran atrancadas entre eco-nom

ía y política y su cortejo de cálculos estratégicos: el vínculo socialque los m

oviliza es capaz de imponer y desarrollar reproducción y pro-

ducción de normas, valores y estatutos originales. D

ejan imperar sin

medida donde las naciones instituyeron la m

edida en todo.

El futuro de estos grupos de migrantes nos regresa m

enos a proce-sos sedentarios que a una capacidad de perpetuar una relación nom

a-dism

o-sedentarismo que desestabiliza las jerarquías de vecindades de

las poblaciones autóctonas. Los usos del espacio y los ritmos de m

ovili-dad desarrollados por tales grupos se inscriben en lógicas distintas delas que estructuran las sociedades de recepción o inspiran las esperasde las que acondicionan. Los espacios que jalonan los recorridos indivi-duales tom

an todo su sentido solamente si los regresam

os a las redes enlas cuales se im

brican esos itinerarios y a los grandes corredores migra-

torios que se despliegan sobre largos espacios nacionales y transnacio-nales. D

esde ese mom

ento lo que parece a primera vista com

o minoría,

intersticio o enclave revela a menudo ser portador de centralidades es-

pecíficas. Estas nuevas centralidades se sobreimponen a la organización

social y espacial de la ciudad de recepción; son inteligibles sólo en rela-ción a lógicas que le son exteriores, sin em

bargo influyen en su dinámi-

ca interna. Estas centralidades son de otra naturaleza que la centralidadhistórica y local con la cual coinciden a veces. La tensión perm

anenteentre el nom

adismo y el sedentarism

o vuelve precaria en efecto la ins-cripción, m

asiva a veces, en tal o cual lugar de la ciudad o de sus perife-rias, pero favorece al m

ismo tiem

po la capacidad de ocupar nuevoslugares, de burlarse de las órdenes públicas y generales en torno a la es-tabilidad residencial urbana.

Cada uno se agota en estas circulaciones intensas cuando adoptanform

as de vagancia, cada uno vive la división de las múltiples centrali-

dades diaspóricas, cada uno, nómada, es ciudadano de un territorio sin

Estado ni nación y, estructuralmente se encuentra en m

archa el procesoque corroe, desvía, m

ás allá de la difícil conciencia individual, la cargaafectiva de las pertenencias nacionales. A

hí radica probablemente la

más grande m

odernidad de los dispositivos comerciales desarollados

por colectivos de migrantes, de las econom

ías subterráneas mundializa-

das. Estos nómadas juntan los territorios esparcidos, escindidos, desga-

rrados, aislados por los avatares de las historias que fabricaron las “pu-rezas de identidades nacionales”: desde hace tiem

po contornan losEstados-naciones que no tienen el dinam

ismo para rebasar por ellos

mism

os sus propios límites. Los dispositivos nóm

adas, su extensión enverdaderas form

as coloniales, sus conexiones juegan probablemente

sugieren un tipo muy diferente, y no una clase de una tipologia de las diásporas. Son

obviamente posiciones ideológicas que preconizan m

odelar todos los comportam

ientosm

igratorios a partir de un tipo genérico único.

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hoy un papel histórico esencial, lo mejor el fin de las exclusiones loca-

listas, lo peor, la violencia de un liberalismo desbocado en la organiza-

ción de las relaciones sociales.

EN

TEND

EREL

MO

VIM

IENTO: TERRITO

RIOS

CIRCULATO

RIOS…

¿Cuál es ese territorio de los comerciantes m

agrebinos nómadas, que

amplian la influencia económ

ica subterranea de Marsella tan lejos com

olo plantea la econom

ía oficial, pero con tanta más flexibilidad y sentido

de las oportunidades de enriquecimiento? ¿Cuál es ese territorio reco-

rrido por colectividades obreras o “élites profesionales” en diáspora?

Territorios

La noción de territorio es tan vaga como la de identidad; exige, en cada

uso que se recuerde su definición. Am

inima, direm

os17que el territorio

es una construcción consubstancial de la llegada a forma y luego a visi-

bilidad social de un grupo, de una comunidad o de cualquier otra colec-

tividad cuyos miem

bros pueden emplear un “nosotros” que los identi-

fique. Es condición y expresión de un vínculo social. Adviene com

om

omento de una negociación, entre la población concernida y las que la

rodean, que instaura continuidades en los intercambios generalizados.

El territorio es mem

oria: es la marcación espacial de la conciencia histó-

rica de estar juntos. Los elementos de escansión, continuidades y discon-

tinuidades, contigüidades y discontigüidades de este espacio-mem

oriason m

ateriales, factuales y funcionan como referencias: tal acontecim

ien-to, tal hom

bre y tal emplazam

iento, reconocidos por todos. La mem

oriacolectiva acum

ula los emplazam

ientos-acontecimientos, referencias y

constitutivos de las interminables negociaciones que autorizan los cam

-bios de expresión social de form

a aparente. De tal m

anera que podríamos

afirmar que la form

a territorial es incesante negociación ella mism

a.

En las situaciones que me preocupan, la definición de esa noción se

enfoca mucho m

ás a las temporalidades que a los em

plazamientos. Pro-

puse redefinirla de tal manera que los com

portamientos de las poblacio-

nes móviles que describí sean reconocidos com

o fundadores de nuevaslegitim

idades sociales. Nuevas nociones m

e permiten pensar estas arti-

culaciones entre, por una parte, las estructuras en gestación de los espa-cios sociales y económ

icos mundiales, y por otra, los procesos de natu-

ralización, en estos mism

os espacios, de las iniciativas de poblacionescapaces de sacar provecho de su saber rebasar m

arcos, fronteras, de“volver sedentarios” los lugares-naciones o sus unidades m

ás restrin-gidas.

Para mí, entonces, la m

emoria com

partida, que permite afirm

ar unaidentidad circulatoria, es extensiva tanto com

o lo son los territorios delas circulaciones: señala no el espesor de los lugares de residencia sinolos m

omentos de negociaciones que perm

iten llevar más adelante sus

iniciativas, encontrar, atravesar más diferencias, com

o tantas situacio-nes y circunstancias fundadoras. Esta m

emoria colectiva no se halla

esencialmente vinculada a los lugares, aun sobre el m

odelo de superpo-siciones indicado por el notable descubrim

iento de Habw

achs en su in-vestigación sobre las coexistencias en Palestina antes de 1940: es antesque todo recuerdo de los acuerdos de palabra, de los intercam

bios dehonor que vuelven fluidas las circulaciones, que perm

iten escapar a lasregulaciones estatales form

ales, contornar las reglas de construcciónde las fronteras entre territorios y entre universos de norm

as, las que di-cen las condiciones del paso de un m

odo sedentario a otro. La referenciaa esta m

emoria colectiva autoriza a cada uno a ir m

ás allá, a presentarseotra y otra vez, a agregarse a otros si no es la expulsión del espacio delos m

últiples etapas y redes soportes de la iniciativa circulatoria.

Territorios circulatorios

Estos territorios, cuando abarcan las redes definidas por las movilida-

des de poblaciones que tienen su estatuto de su saber-circular, yo losnom

bro territorios circulatorios. Cualquier espacio es circulatorio, peroal contrario, cualquier espacio no hace territorio. La noción de territoriocirculatorio constata la socialización de espacios según lógicas de m

ovi-

17Reconoceremos en las doce líneas siguientes algunas posiciones claves de M

auriceH

albwachs; expresadas en particular en La topographie légendaire des Évangiles en terre

sainte,PUF, 1942.

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lidad. Esa noción introduce una doble ruptura en las aceptaciones co-m

unes del territorio y de la circulación; en primer lugar nos sugiere que

el orden nacido de los sedentarismos no es esencial a la m

anifestacióndel territorio, después exige una ruptura con las concepciones logísticasde las circulaciones, de los flujos, para conferir sentido social al m

ovi-m

iento espacial. El desplazamiento que no puede, en esa perspectiva,

ser considerado como el estado inferior del sedentarism

o, confiere a losque hacen de él su principal lugar de expresión del vínculo social, el po-der del nóm

ada sobre el sedentario: el conocimiento de los saber-hacer

camino, condición de la concentración-difusión de las riquezas m

ateria-les e im

materiales, da poder sobre el orden de las sedentaridades y m

ásparticularm

ente sobre su primera m

anifestación, el espacio urbano.Estas poblaciones m

óviles, en diásporas, vagancias, nomadism

os,enganchan todos los lugares, recorridos por ellas m

ismas y otras reco-

nocidas como cercanas, a una m

emoria de naturaleza colectiva que, tan

inmediatam

ente extensiva como lo son los m

ovimientos de travesía de

espacios nuevos, designa entidades territoriales “otras”, necesariamen-

te sobrepuestas a las locales, un tiempo o m

ucho tiempo. A

sí se encuen-tran federados etapas y recorridos, soportes a las m

últiples redes deintercam

bios y condiciones de la incesante movilización para dejar cir-

cular hombres, m

aterias e ideas. Las articulaciones entre recorridos yetapas se describen com

o redes tanto tiempo com

o soportan movim

ien-tos de individuos que se reconocen en los m

omentos y los lugares de

circulaciones: ahí también esta noción de redes m

e parece muy insufi-

ciente para rendir cuenta del espesor, de la densidad social, de los espa-cios que captan com

o verdaderas formaciones sociales m

óviles, con suspropias racionalidades y m

odos de reconocimiento, de legitim

ación, dedistinción.

Los individuos que se reconocen al interior de los espacios que ocu-pan o atraviesan en el curso de una historia com

ún de la movilidad, ini-

ciadora de un vínculo social original son extraños frente a los “autócto-nos legítim

os”. Esta extrañeza aún los coloca en posición de cercanía:conocen m

ejor que los residentes los límites de la ciudad y negocian o

revelan, incluso imponen, cada uno según m

odalidades y “preadquiri-dos” diferentes por supuesto, su entrada aquí sin por eso renunciar hoy,–¿es “aquí” un rasgo m

ayor de la mundialización?– renunciar a su sitio

allá, de donde vienen, y al “entre dos” donde, a veces, permanecen m

u-cho tiem

po.La expansión de estos territorios, inseparable de las solidaridades

que los constituyen en lugares de intercambios de alta densidad y diver-

sidad, genera siempre nuevas connivencias con nuevos otros, federados

al colectivo circulatorio para transitar mejor, alcanzar m

ercados, em-

pleos, sitios cada vez más lejanos. Las diferencias que se vinculan con la

etnicidad están cada vez más alejadas. La ética social interm

ediaria queperm

ite decir el vínculo, para algunos, sobre el modelo de la palabra

dada o de usos específicos, a menudo originales, con los otros siem

prem

ás otros por sus orígenes, pero cercanos por su situación de movili-

dad, es fundamentalm

ente civilizadora: de ahí la marcación m

ás usualentre autóctono y extranjero, étnica a veces; en sum

a, la identidadcom

ún a todos los agrimensores de los territorios circulatorios está

hecha de la interacción más grande posible entre alteridades…

La noción de territorio circulatorio habilita un enfoque antropológi-co que se extiende a la definición de espacios relativam

ente autónomos

soportando segmentaciones sociales y económ

icas originales. La movi-

lidad espacial expresa entonces más que un m

odelo común de uso de

los espacios, también jerarquías sociales, reconocim

ientos que dan fuer-za y poder, que disim

ulan a los ojos de las sociedades sedentarias vio-lencias y explotaciones no m

enos radicales, sino otras, oscuras, poco vi-sibles, porque el allá de lo extraño no se confunde con el allá del lugarpara el que perm

aneció en la inmovilidad de sus certezas indígenas. Las

personas en situación de vagancia pagan un tributo elevado para adqui-rir un poco de protección de los circulantes m

aestros de sus movilida-

des: pasos de fronteras con riesgos, clandestinidades diversas, tareaspesadas sin lím

ites de horarios que el agotamiento de ciertas form

as detrabajo “ilegal”…

Las cercanías entre poblaciones móviles, de estatutos y orígenes

diversos, se describen en términos de tem

poralidades sociales, de talm

anera que las articulaciones obviamente num

erosas entre estados cir-culatorios y presencias sobre los lugares-etapas decaen com

o mom

en-tos: ritm

os sociales propicios a la inmersión local que delim

itan las áreasde vecindades, fases de la historia de vida que reacom

odan los círculosde sociabilidades instituidas, lugares y papeles en el tiem

po intergene-

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culatorios. La diseminación por copresencia de las diferencias de origen

de los empresarios en los m

últiples emplazam

ientos de articulación en-tre m

ovimiento y sedentarism

o cumple el reflejo de las capacidades que

designamos com

o civilizadoras, de mestizaje en el universo de las tran-

sacciones y la alianza de los territorios circulatorios.

De lo étnico a lo extranjero

La experiencia obtenida a través de mis diversas investigaciones m

ues-tra la necesidad de no dar cuenta de estos m

ovimientos y de estas com

-petencias com

o específicos de los migrantes designados com

o pobres yétnicos: el ethnic businessestá hoy de m

oda pero la inscripción de las po-blaciones m

ás diversas en los procesos de mundialización es relativa-

mente disim

ulada por este centrismo en torno a la ejem

plaridad de lasethnicity. N

o solamente élites profesionales, obreros o em

pleados de fir-m

as multinacionales constituyen tales configuraciones socioespaciales

del movim

iento, sino que también jóvenes en búsqueda de oportunida-

des se desplazan en los territorios circulatorios de sus familias, clanes

para los cíngaros, diásporas para otros, mujeres m

igrantes llegando porprim

era vez encuentran apoyo para descubrir la etapa que permitirá

plantearse una existencia nueva… Por esa razón es necesario generali-

zar la noción de extranjero a todos los que, cualesquiera que sean susorígenes, llegan, pasan, se instalan en territorios donde no se encuen-tran “referenciados” por estos “autóctonos” que negociaron desde hacem

ucho tiempo su lugar en las jerarquías de las legitim

idades locales. Loétnico debe entonces dejar el lugar a lo extranjero en este esfuerzo decom

prensión. Es decir que si el ethnic-imm

igrante “improvisa” de una

manera afirm

ada o ejemplarizada con las norm

as y valores, eventual-m

ente las reglamentaciones y las leyes de la sociedad atravesada o in-

vestida, otras poblaciones menos visibles, m

enos designadas, del interiorm

ismo de estos universos norm

ativos y normalizados, los negocian, los

contornan ellas también pero de otra m

anera. La competencia para en-

trar y salir de universos de normas locales concierne tanto al m

arroquíactivando su parte de territorios circulatorios en num

erosas etapas/re-des entre M

arrakech y Marsella, que el joven autóctono de Toulouse,

hijo de “buena familia” y alum

no ingeniero, atravesando a la vez las

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racional de la producción de lo conforme y lo m

arginal, de lo extraño ylo localizado. Ciudades y pueblos están sem

brados de estos lugares dela articulación entre territorios circulatorios y espacios locales, pero es lalógica de flujo, de m

ovimiento, el orden de las tem

poralidades que creala conexión, que habilita el lugar a expresar este papel de interfaz. H

ayque buscar m

enos en la organización de los mercados públicos locales,

por ejemplo, la naturaleza de las circulaciones que los perm

iten que enla extensión entera de los desplazam

ientos-intercambios que los esco-

gen como etapas.

Los lugares y emplazam

ientos, a menudo intercam

biables, soportesde la m

anifestación de estas articulaciones, de las copresencias debendescribirse y concebirse com

o contextos, escenarios a veces: toman sen-

tido e introducen a la comprensión de las m

utaciones generales tributa-rias de estos am

plios movim

ientos de colectivos humanos sólo en cali-

dad de testigos y soportes de los movim

ientos. Manifiestan la llegada a

una forma socio-espacial de los tiem

pos-negociaciones de las redes. Lostiem

pos de los desplazamientos, del m

omento, del instante a las trayec-

torias colectivas intergeneracionales, dan forma a lugares de la ciudad

según lógicas cosmopolitas: m

ás, menos, ninguna m

ezcla según los mo-

mentos del día.

Las circulaciones producen y describen nuevas unidades urbanascom

puestas de elementos de diversas ciudades, pueblos, siem

pre deetapas; estos espacios-tiem

pos urbanos se manifiestan com

o una amplia

centralidad y sustituyen la fluidez de su organización multipolar, sin

otra anterioridad que la que permite la actualidad de las circulaciones,

al orden histórico rígido de las jerarquías de periferias y de centros loca-les. U

na gran inestabilidad caracteriza los lugares de articulación entreterritorios circulatorios y espacios locales, de tal m

anera que tal sitio,m

ercado, calle comercial, puede desaparecer rápidam

ente para reapare-cer con la m

isma velocidad en otro barrio de la ciudad, de la periferia,

de ciudades o pueblos vecinos, drenando las mism

as poblaciones; de talm

anera también que los lugares-articulaciones especializan a las pobla-

ciones que atraen, étnicas aquí, en Belsunce y luego en Porte d’Aix en

Marsella, m

ezcladas más adelante, en un gran m

ercado público de peri-feria; de tal m

anera también que aparecen en estos lugares em

presariosde orígenes m

uy diferentes a medida que se extienden los territorios cir-

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dedores del Mediterráneo se efectúa por ejem

plo durante una transac-ción de com

pra en presencia de un “notario informal”, hadj, pied-noir

(francés de Argelia) que vive de sus relaciones con las dos orillas del

Mediterráneo, com

erciante influyente que ha dejado “en el honor” susactividades subterráneas: él que era hasta ahora “cliente” es entoncesescogido para vivir de sus viajes; la influencia com

ercial que adquirióen tal lugar y la consideración que supo provocar entre sus proveedoresproducen esta cooptación que le confiere un estatuto nuevo, lo introdu-cen en estos territorios circulatorios llenos de recursos y de oportunida-des nuevas y num

erosas, depositadas de hoy en adelante a lo largo delo que era sólo para él un itinerario entre origen y destino. Para todosexiste un m

omento donde se m

anifestó la adhesión a códigos de honor,donde la palabra es dada e intercam

biada frente a testigos “dignos”: apartir de ese m

omento, el individuo nuevam

ente agregado y sus cerca-nos podrán desplegar sus proyectos en un m

edio social donde las opor-tunidades están m

ultiplicadas por el paso de la referencia de identidadanterior, la que indica quien está instituido idéntico por nacim

iento, a lanueva referencia m

estiza y cosmopolita, quien dice con cuales otros

compartirán de hoy en adelante su destino.

La salida sanciona la distancia con la palabra dada o al contrario eléxito: en el prim

er caso los individuos con fuerte notoriedad que lo aco-gieron desacreditan inm

ediatamente y definitivam

ente al que “actuóm

al”, puso en peligro la cohesión del colectivo. Pudimos constatar el

caso de un comerciante de tapetes de Toulouse, de origen judío sefardí

que por haber aceptado con conocimiento de causa revender un carga-

mento de m

ercancías destinado a un comerciante turco instalado en

Marsella, robado en el trailer que efectuaba el tránsito desde Bruselas,

fue expulsado de las redes comerciales: ninguna otra “horm

iga”, ni nin-gún revendedor de m

ercado o de puerta en puerta regresó a comprarle

algo. Esta decadencia se produjo apenas en una semana: un hadj sene-

galés de Marsella, “padrino” de este com

erciante, es decir que lo habíainstituido en prim

er lugar como correspondiente de num

erosos circu-lantes, avisó inm

ediatamente a personalidades de las diversas com

po-nentes de las redes com

erciales centradas en Belsunce. La difusión delanuncio de la m

edida de exclusión duró alrededor de tres días, de Mar-

sella a Bruselas, Toulouse, Montpellier y A

licante. Cinco semanas des-

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fronteras internacionales y las barreras de normas cuando se desplaza

hasta Barcelona para la compra y el transporte de heroína. Las redes, la

naturaleza de los vínculos sociales que soportan sus desplazamientos

son muy diferentes, antagónicos aun, pero el saber sacar provecho de

las circulaciones es de naturaleza cercana. Uno com

o otro tienen lugaren territorios circulatorios que negocian de hecho la contem

poraneidadde sus actividades y la sim

ultaneidad de sus presencia en los espaciosde la ciudad y del tránsito.

Dos desplazam

ientos de sentidos se imponen entonces a nosotros en

esta investigación: de lo ethnica lo extranjero por una parte o mejor di-

cho para despegarse de esta categorización del allá lejano al extraño ypor otra parte de la m

igración a la movilidad. Inm

igración, emigración,

migración aún rem

iten demasiado a este universo del otro distante, di-

ferente, étnico. Si los movim

ientos que aprendemos en el m

igrante étni-co com

o expresión, realización de los procesos de mundialización son

realmente tales, entonces todos los m

ovimientos de población que apa-

recen en los espacios más restringidos no escapan a este sentido nuevo,

a este lenguaje balbuceante de la mundialización: la transform

ación delestatuto de unos, sólo puede m

odificar el edificio general de las repre-sentaciones, de los valores y de las norm

as que le dan un sentido singu-lar. U

na nueva semántica general se im

pone a partir de la irrupción deelem

entos de sentidos nuevos. Desde entonces la urgencia consiste en

producir las nociones, los modelos de observación y de descripción que

dan cuenta de las articulaciones y de lassim

ultaneidades de los movi-

mientos generalizados que vuelven a definir las reglas del “estar jun-

tos”, en los codeos de las vecindades mom

entáneas o duraderas, el mer-

cado, tal o cual sitio del espacio público.

Entrar, salir

La entrada en estos territorios circulatorios se efectúa siempre bajo el

modo de la cooptación a partir de una solidarización fuerte alrededor

de convenciones, de reglas éticas, de normas que perm

iten las regula-ciones internas en ausencia de codificaciones jurídicas escritas y de ins-tancias policiacas o judiciales especializadas; la entrada en las redes delas econom

ías subterráneas tales como las que describim

os en los alre-

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les, del orden histórico de nuestras centralidades, llevado más particu-

larmente por los elegidos y los encargados del acondicionam

iento. Suproducción espacial es la de la yuxtaposición; es la del Estado que dice,que hace, que tiene. Y

demasiados investigadores han exam

inado el serm

óvil bajo esta única perspectiva del inmigrante que perm

ite la locali-zación de la posición del otro en relación al indígena. El segundo m

ode-lo de construcción social de la ciudad, disim

ulado atrás de la evidencialocal de las yuxtaposiciones, dice que tal lugar discreto de la ciudad esun punto de paso, de intercam

bio, un alto donde nos reconocemos, de

alta densidad relacional para poblaciones que tienen poder sobre el es-pacio de su capacidad de desbordar, de atravesar así las asignacionespolíticas a las yuxtaposiciones locales; los lugares constitutivos de nues-tras legitim

idades “de identidad” locales son de esa manera recom

pues-tos en un am

plio territorio que escapa a nuestras centralidades, animado

de constantes movim

ientos, fuera de las mallas estrechas de la tecnoes-

tructura, fluida, a distancia del Estado y difícil de captar por las racio-nalidades del instalado. A

quel modelo está hecho de superposiciones.

Los lugares frecuentados, habitados, atravesados están captados como

elementos de am

plios territorios soportes de las redes y referencias delos colectivos m

oviles, ricos o pobres, étnicos o no. Se trata sin lugar aduda de territorios circulatorios, producciones de m

emorias colectivas

cosmopolitas y de prácticas de intercam

bios cada vez más am

plios,donde valores éticos y económ

icos transversales, transfronterizos, inter-culturales, interétnicos, llegan a una form

a social original y se diferen-cian de las poblaciones sedentarias. D

os objetos de investigación se im-

ponían entonces a nosotros simultáneam

ente: definir lo mejor posible

estos territorios circulatorios y entender cómo las yuxtaposiciones de

espacios que generan, se articulan a los espacios autóctonos, locales.La superposición aparece com

o un modelo usual de copresencia en

el espacio de la ciudad desde el mom

ento que se designan poblacionesen m

ovimiento, con contornos profesionales, étnicos o no, ricos o po-

bres. Los amplios territorios circulatorios, de centralidades m

últiples,ya que son soportes de num

erosas redes, coinciden pocas veces con lascentralidades urbanas locales, reificaciones prim

eras, constituidas en“historia del lugar”, de la vieja asignación a la inm

ovilidad de nuestrassociedades y de sus instituciones.

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pués de este acontecimiento, el com

erciante abandonaba definitiva-m

ente su comercio después de una reventa de m

enos valía. Los casosinversos son m

ás frecuentes cuando después de un tiempo de circula-

ción, una “hormiga” se instala en una tienda en uno de los em

plaza-m

ientos-etapas de los territorios circulatorios, primero articulando ofi-

cialidad y subterraneidad a través de ventas de productos fiscalmente

en regla o no, y después con actividades de oficialidad unicamente. Este

recorrido, este itinerario de integración inusual para las sociedades derecepción es considerado en el m

edio de los circulantes como un éxito:

estas personas facilitan a menudo los testigos de las cooptaciones inclu-

so los “notarios informales”, estos “padrinos” que autorizan los usos de

los múltiples soportes que ofrecen los territorios circulatorios.

Articulaciones y superposiciones territoriales

No puedo adherirm

e a los análisis dominantes localizados en el único

espacio de la ciudad de “llegada”, lo que supondría permitir todas las

lecturas de los hechos de circulaciones ni tampoco considerar que la

movilización internacional de la fuerza de trabajo es el único m

odelo detravesía de los espacios interurbanos o internacionales. Se trata aquíde dos disposiciones de investigación, en coherencia con las lógicas lo-calistas que prohiben la aprehensión del m

ovimiento de travesía com

ofuente de sentido. H

ay que tomar en serio las narraciones que hacen las

poblaciones móviles de sus recorridos y que m

ezclan al aquí dondeestán hoy y al allá de donde vienen y donde regresan a cada rato, un en-tre dos, jam

ás agotado entre estas dos extremidades de trayectoria, que

dicen proyecto donde vemos exilio, circulación donde exigim

os fijación,arraigo. N

uestra curiosidad no consiste en saber si este otro es más o

menos extranjero, m

ás o menos objeto para nosotros, sino, sabiendo que

es Otro, ver por fin, revelar lo que produce de su diferencia entre sus lu-

gares y los nuestros.Es por la conexión de los diferentes niveles de territorios constituti-

vos de los caminos, por las articulaciones entre tiem

pos y espacios delas trayectorias singulares y de los destinos colectivos que ponem

os enevidencia dos m

odelos de construcción social de la ciudad. El autócto-no, localizado, deudor de las jerarquías territoriales y políticas naciona-

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gunos hablan aun de “secesión”19política y social. Es en efecto fácil ob-

servar las distancias, subrayadas a menudo por com

portamientos

reivindicativos de los jóvenes, distancias cada vez más grandes que m

a-nifiestan los habitantes de estos barrios en relación a otras poblacionesurbanas. Es sin em

bargo también en estos lugares que viven las horm

i-gas y otros em

presarios de las economias subterráneas m

ás activos, más

circulantes, más susceptibles de influir sobre los destinos colectivos de

los migrantes. D

e hecho, el desarrollo de estas competencias circulato-

rias, de estas iniciativas del “entre dos mundos”, entre poblaciones con-

centradas en estas zonas de vivienda objetos de la observación y de laatención de los dispositivos sociales de la integración sugiere talestom

as de distancias. Las familias m

arroquíes, por ejemplo, “se desplie-

gan” cada vez más en am

plios espacios internacionales y utilizan las lo-calizaciones colaterales com

o tantos recursos, para las circulaciones porsupuesto, pero tam

bién para el empleo o la form

ación de los jóvenes; 20

de una manera general la experiencia de tales com

petencias coloca adistancia requerim

ientos para recorridos de integración local. Las esca-las territoriales de los porvenires fam

iliares son cada vez más interna-

cionales, en esas poblaciones y las capacidades mestizas ligadas a las

formas de relación características de los territorios circulatorios perm

i-ten a unos y otros desplegar presencias residenciales a distancia de lasesperas y de las regulaciones locales. Se trata de recorridos de integra-ción m

uy reales, pero diferentes a los dichos y descritos por nuestraideología constitucionalista francesa.

Nadie perm

anece mucho tiem

po en el territorio circulatorio sin co-rrer el riesgo de una disociación fuerte entre universo dom

éstico, re-sidencial, fam

iliar y universo de los comercios, los arreglos, las circu-

laciones. Los éxitos más dem

ostrados de las poblaciones móviles en la

construcción de papeles locales que transforman las sociabilidades ge-

nerales e históricas caracterizan a los que saben instaurar mom

entos de

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Territorios otros y formas de integración inusuales

Los territorios circulatorios se comportan com

o soportes cómodos, lu-

gares privilegiados de las improvisaciones y de las interacciones de en-

trada y salida de los estatutos de todos los que los recorren, espaciosque perm

iten, aun si no le parece a la gran tradición de la acción socialconstitucional –que m

ide el lugar, la distancia donde se sostiene el otroen relación a este centro virtual de la “ciudadanía”– o aún a la de la Es-cuela de Chicago –pienso una vez m

ás en este “hombre m

arginal” quees Park, ni de aquí ni de allá–, de ser a la vez de aquí y de allá, m

uy cer-cano o m

uy lejano al mism

o tiempo, según las oportunidades y los tipos

de intercambio que se dan en la tram

a densa de los codeos. El territoriocirculatorio no confiere niguna indigeneidad, aún si proporciona com

-petencia: es espacio-tiem

po de la transición-mundialización, es interm

e-diario, nueva instancia integradora de las sociabilidades m

ás cosmopo-

litas. Nuestras encuestas recientes sobre la aparición de transform

acionescosm

opolitas en puertos de la costa española del Mediterráneo, 18nos

permiten aprender com

o hecho social generalizado la coyuntura de laaparición del com

erciante étnico, el regreso de viejas diásporas locales,la irrupción de em

presarios, de financieros venidos de las centralidadescom

erciales nacionales, de “pequeños migrantes” llegados de otras na-

ciones o de otras regiones, o de pueblos vecinos para “pequeños em-

pleos”, de funcionarios internacionales. Estas observaciones implican

que estos territorios circulatorios funcionan como soportes a form

as detransacciones/articulaciones m

últiples –entre movilidades y sedentaris-

mos, inform

alidad y oficialidad, soledad y comunitarización, extranje-

ros y autóctonos, élites y aprendices…U

no de los efectos más paradójicos en aparencia de las m

odalidadesde asociación-disociación entre territorios circulatorios y lugares de re-sidencia, de sedentarism

o relativo reside en el doble estatuto simultá-

neo de los lugares de residencia que concentran poblaciones de “hormi-

gas” de las economías subterráneas internacionales y particularm

entede m

agrebinos. Unos investigadores señalan la “ghettoización” creciente

de barrios periféricos de vivienda social poblados de migrantes; al-

18Véase conclusión Vers de nouveaux cosm

opolitismes.

19Se podrá leer las diversas obras de Marie-Christine Jaillet. Laboratorio CIEU-CN

RS

Toulouse le Mirail.

20A. Tarrius, Fin de siècle incertaine à Perpignan. D

rogues, comm

unautés, jeunes sansem

ploi et renouveau des civilités dans une ville moyenne française, Trabucaire, Canet, 1997, 2ª

ed. 1999.

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idas y vueltas inmediatos, furtivos o relativam

ente duraderos, demos-

trativos o poco visibles entre universos de normas, de pertenencias di-

ferentes, recurriendo a este lugar común que nom

bramos territorios

circulatorios. Esta noción permite en sum

a, describir y decir de qué ma-

nera hoy el ser de aquí y de allá es simultáneam

ente posible.D

escribimos m

enos la existencia de dualismos que la incom

patibili-dad de las m

odalidades de apropiación y de construcción social de lasciudades entre por una parte la m

alla tecnoestructural, el Estado queopera sin m

emoria y por otra parte las poblaciones –provenientes de lu-

gares muy exteriores a las racionalidades del Estado o del corazón m

is-m

o de sus dispositivos– que la activación de un vínculo social por lainteligencia de las m

ovilidades se compone en colectividades. Estas for-

mas participan de las transform

aciones sociales y económicas generales

actuales; la mundialización de los intercam

bios se combina con una

mundialización de los territorios circulatorios y de las redes que sopor-

tan, aun si en esa evolución las marcaciones de la oficialidad estatal, a

escala de la nación, son antagónicas a las que nacieron de la iniciativade estas colectividades.

Los movim

ientos, esencialmente m

igratorios, que pueblan constan-tem

ente estos territorios son históricamente nuevos: no repiten m

odelosm

igratorios identificados en el pasado porque escapan ahora y este he-cho basta para rom

per cualquier tendencia a la repetición, a las coaccio-nes reguladoras de los Estados-naciones.

Porque tal es la finalidad histórica de estos territorios circulatorios,la que nos concierne particularm

ente: primero enseñar a quien quiere

verlo que el territorio no produce únicamente identidad, nuestro idén-

tico sino también alteridad, lo extraño, su diferencia, al situar al m

undoen el lugar y después instituir m

odelos de transversalidad, entre-dos,periferías, m

argenes, mestizajes que rem

ueven de manera irrem

ediablelos lugares com

unes de la centralidad, el de la ciudad y el de la identi-dad, por supuesto, sacándolos del lugar hacia el m

undo…

Traducción de Catherine Bony

◆◆