Tamoachán Por Won-Tolla · 2013-06-13 · mientras leía el cuento publicado, así que estamos a...

72
http://www.siemprescout.org Tamoachán Por Won-Tolla Indice Introducción Prólogo Un lobo solitario Capítulo I Querido amigo Águila Prieta Capítulo II Una Ruta Macabra Capítulo III En la Ciudad Subterránea Capítulo IV El Símbolo Capítulo V Querido amigo Águila Prieta Derechos reservados por la Asociación de Scouts de México, A. C. Córdoba No. 57, Col. Roma, 06700 México, D. F. Primera edición: abril de 1993. Primera Reimpresión: abril de 2001. Relatos 2: Tamoachán. Autor: Won-Tolla. Portada e Ilustraciones: Luis Bernardo Pérez P. Editado por la Gerencia de Publicaciones de la Asociación de Scouts de México, A.C. IMPRESO EN MÉXICO Esta edición consta del 1,000 ejemplares. Impresa en Servicoven Mar Mediterráneo No. 91-2, Col. Popotla, C. P. 11410, México, D. F. La Serie Relatos tiene por objeto reunir todas las expresiones literarias que a través de los años se han incorporado como parte importante del Escultismo.

Transcript of Tamoachán Por Won-Tolla · 2013-06-13 · mientras leía el cuento publicado, así que estamos a...

http://www.siemprescout.org

TamoachánPor Won-Tolla

Indice

IntroducciónPrólogo Un lobo solitarioCapítulo I Querido amigo Águila PrietaCapítulo II Una Ruta MacabraCapítulo III En la Ciudad SubterráneaCapítulo IV El SímboloCapítulo V Querido amigo Águila Prieta

Derechos reservados por la Asociación de Scouts de México, A. C.Córdoba No. 57, Col. Roma, 06700México, D. F.

Primera edición: abril de 1993.Primera Reimpresión: abril de 2001.Relatos 2: Tamoachán.Autor: Won-Tolla.Portada e Ilustraciones: Luis Bernardo Pérez P.

Editado por la Gerencia de Publicaciones de la Asociación de Scouts de México, A.C.

IMPRESO EN MÉXICO

Esta edición consta del 1,000 ejemplares.Impresa en ServicovenMar Mediterráneo No. 91-2,Col. Popotla, C. P. 11410, México, D. F.

La Serie Relatos tiene por objeto reunir todas las expresiones literarias que através de los años se han incorporado como parte importante del Escultismo.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Introducción

Regresan Shere Khan y sus patrulleros a descubrir la identidad de losmisteriosos habitantes de la Grutas de Cacahuamilpa... La aventura y el peligrolos llevarán ahora a los cerros del Tepozteco. Además, un nuevo personajeaparece en escena: ¡Won-Tolla!.

Continuación de 5 días perdidos bajo tierra, Tamoachán nos lleva al descubri-miento de un mundo sorprendente y maravilloso, oculto y sin embargo a lavista de todos. Una ciudad a la que cualquier scout podría llegar en unaexcursión a pie Saliendo de Meztitla...

Esta novela apareció por primera vez bajo el titulo de Tamoachán la CiudadPerdida, en la revista Escultismo, publicándose por entregas entre abril de 1945y febrero de 1946.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

PrólogoUn Lobo Solitariopor Won-Tolla

Siendo muy niña mis papás decidieron llevarnos, a mí y a mis hermanos, a losE. U. para aprender inglés y otro medio de vida. Decidieron que hiciéramos elviaje en automóvil, pero como en México no había carreteras, allá por 1927,subieron al carro junto con unos muebles a un ferrocarril con destino a El Paso.

Ahí papá y mamá desempacaron el carro y continuamos el viaje por carretera,ella manejando y él leyendo el mapa, así llegamos a Los Ángeles, California.Fue un viaje de aventura.

En los Angeles mis padres nos dejaron con mi abuelita Maye. El lugar dondevivíamos lo conformaban varias casitas con jardín en medio. Ahí conocimos ala familia Prieto: Lolita, la mamá, era agradabilísima e hizo una gran amistadcon ml abuelita Maye; el hijo mayor, Rafael, Águila Prieta, pronto se hizo el jefede juegos de la chiquillería. Los domingos nos llevaba al cine, que costaba 10centavos; primero Rafael le preguntaba a mi abuelita si ya le habíamos escritoa mis papás y luego colectaba los 30 centavos para llevarnos al cine. A la horade entrar hacíamos escond¡dizo alguno de los chicos, ya fuera Jaime o Víctor,y con el dinero de esa entrada ya teníamos para comer palomitas durante lapelícula, que eran de las primeras de Tarzán.

Yo tenía que lavar los trastes de la comida, pues mi abuelita estaba muy malay hermana Alicia, entre más tejos de la cocina mejor, pero empecé a invitar aLola, la hermana de Rafael, y a otras muchachas de mi edad a la cocina paraque me ayudaran, y les contaba cuentos; ya desde antes mi abuelita noscontaba cuentos de cuando ella era joven, lo mismo hacían mi mamá. Mi papános enseñaba los cuentos bonitos que venían en el periódico El Universal.Recuerdo que Rafael llegaba a la cocina a indagar qué estábamos haciendo, ¡ydescubrí que le gustaban mis cuentos!

Fue años después y ya todos de regreso en México que sacaron lo de losScouts; fueron Rafael Prieto Aguilera y Francisco Macias Valadés, que se habíanencontrado en la escuela, los que invitaron a Jaime.

Mi hermano encantado de salir al campo y desde la víspera me pedía que lehiciera sus tortas, eran famosas las tortas de Orozco, y se las rifaban en los

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

campamentos, Jaime siempre se las ofrecía a los maestros, y así mi hermanoobtenía varias prerrogativas...

Y el movimiento Scout seguía, yo como mujer no podía estar con ellos, perotenía a mi hermano Jaime que me contaba todo. Un buen día Rafael y Franciscose presentaron a la casa, ¡y me pidieron que les escribiera cuentos para losScouts! En esa época, todos los jóvenes escuchábamos por la radio lamaravillosa voz del Tío Polito contar la historia de Mowgli, y fue en el libro deRudyard Kipling donde encontré el seudónimo de Won-Tolla. Y así me puse.Porque no siendo de los Scouts, pero estando con ellos por mi hermano Jaime,me convertía en un Lobo Solitario, y yo encantada de que los Scouts nosupieran que era una muchacha. Las fechas de cuando escribí las novelas paralos libretos de Escultismo, el magazine de los Scouts, son por los años de 1944,45... y por ahí vamos.., ya algunos años.

Ya para esas fechas había entregado varios cuentos chicos. Cuando murió mipapá, mamá se dedicó a llevamos en el carro a las Grutas de Cacahuamilpa,ahí escuché varios relatos, los cuales junté en uno solo para escribir CincoDías..., Agustín Lemus Talavera se encargó del enorme trabajo de arreglar ycorregir el texto (lo mismo había hecho con La Selva de las Tinieblas).Francisco Macías Valadés también puso mucho de su parte para que yoescribiera, tanto así que tramitó los derechos de autor y se encargó de publicarlas novelas, y luego ayudó a que me dieran la medalla al Mérito en el año de1947, ¡creo que ellos mismos se la dieron!

Cuernavaca era el lugar de paseo preferido de mi papá, pues había nacido ah¡,y nos contó muchas historias, entre ellas la de Tamoachán, pues había en lasacristía de la Catedral un cuadro representado un jeroglífico indio que decíaTamoachán... no era azteca, era de Tamoachán. Fue mi papá el que nos dijode una gran nación india en el valle de Cuernavaca. Con mi mamá subimos alcerro del Tepozteco y ella nos hizo ver qué hermosa ciudad era la que estabacubierta con granito y lodo.

Hoy en día, hasta hace poco tenía una casa de dos pisos, mi carro; un Buickblanco, nuevecito. Con él viajaba mucho; mi esposo hacía tos mapas a seguir,con horas, stops y todo, y yo encantada manejaba siguiéndolo al pie de la letra.Nunca nos pasó nada. Mi carro no tenía ni un raspón en dos años de traerlo portodas partes. Yo soy una viejita de 75 años que tiene un marido que me quierecon toda su alma, y ya es algo decir que casi 100 años de un hombre me hanrodeado de su cariño. (¡sí, casi cien! Si el Señor le davida, los cumplirá al final de este año). ¡Dios sea bendito!

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Lástima que no pueda decirles mucho de los Scouts, pero yo era un LoboSolitario, en la organización, un imaginario Scout del que sólo sus escritosandaban por la oficina.

Mc Allen, Texas, 2 de enero de 1991.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Capítulo IQuerido Amigo Águila Prieta:

Te escribo esta carta, que tal vez te sorprenderá o tal vez no, pues eres elúnico que sabes la verdad del cuento que publicaste en Escultismo, aquel deCinco días perdidos bajo tierra. He aquí que te envío la continuación, ¿continua-ción?, exclamarás con asombro. Puedes llamarme exagerado, yo te llamé igualmientras leía el cuento publicado, así que estamos a mano. Aquí tienes lasecuela.

Libre al fin de mi trabajo y de las clases, decidí pasar mis vacaciones enCuernavaca. Unos amigos me brindaron hospitalidad y sin hacerme mucho delrogar fui a su casa. La primera semana descansé y dormí como un flojo, perodespués me dio pena y empecé a hacer algunos pequeños trabajos. En el jardínde esta casita instalé, como quien dice, mi oficina, en la que ponía en orden misnotas y apuntes. Está situada junto a unos antiquísimos muros de una derruidaiglesia, rodeada de platanares, ciruelos, etc., formando un agradable bosqueci-to el cual refrescaba mi lugar.

Había yo perdido la noción de los días que pasaban, dueño absoluto de mitiempo. Estaba recostado en la hamaca leyendo un libro bastante interesante,cuando oí tocar la campanita de la puerta. No hice caso, pero pasados unosmomentos sentí venir por el jardín a la criada. Alguna carta, pensé, y seguíleyendo.

- Joven aquí lo buscan - dijo la criada

- ¿A mí? - pregunté asombrado, no esperaba tener visitas.

- Sí, dice que se encontró al joven Héctor en el zócalo y que le dijo que estabausted aquí.

Miré detrás de ella y vi a un joven, salté de la hamaca y extendí la mano a midesconocido visitante.

- Perdone que lo moleste en su retiro - me dijo - pero no podría encontrarmejor ayuda.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Mientras hablaba, su sonrisa me recordó un poco su cara, ¿dónde lo habíavisto? Era alto, fuerte, tendría 21 años a lo más. Empecé a recordar sufisionomía, él acudió en mi auxilio diciéndome:

- Comprendo que no me recuerde bien, nos vemos solamente cada año, el 12de octubre y en algunos campamentos.

- ¡Ah!, ¿es usted Scout?

- Sí, hemos estado juntos en varias actividades hace algunos años.

- ¡Ah... ya recuerdo! - exclamé satisfecho, recordé una memorable excursiónen la que él había demostrado valor y fuerza de voluntad-, perdóname - dije,volviéndolo a saludar a nuestra manera-, tal vez esta semi-obscuridad no medejó reconocerte, ¿pero qué cuentas?, tanto tiempo sin verte, ¿estás trabajan-do?

El sonrió ante mi lluvia de preguntas y a su vez dijo:

- Temí que no quisieras acordarte...

- ¿Y por qué?, ¿no somos Scouts?, siéntate aquí, este sillón es mi preferido, note imaginas el gusto que me da volverte a ver - aunque, a decir verdad, seguíasin recordar su nombre.

Se acomodó en el asiento que le ofrecía, yo me senté en la hamaca pues mioficina carecía de más mobiliario.

- Vengo a pedirte un favor. No, no me contestes ahorita, deja que te expliqueen qué consiste.

Su cara adquirió cierta seriedad, que me recordó sus momentos de decisión.

- No sé por dónde empezar, mira que es algo difícil, a ti te tengo confianza.

Yo lo observaba con curiosidad, algo serio se traía entre manos desde elmomento que él, tan osado, tenía dificultad en decírmelo.

- Pero estoy perdiendo el tiempo - continuó-, se trata de esto, ¿recuerdas elcuento ése que se publicó en el Escultismo?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- ¿Cuál?, hay tantos.

- Es cierto, el cuento de las Grutas...

- ¿Cinco días perdidos bajo tierra?

El muchacho al ver que yo sabía de lo que me hablaba, sonrió despreocupadoy continuó.

- ¿Tú crees que haya podido ser realidad?

- Hombre, es difícil, pero podría ser. Me enteré de unos excursionistas querecorrieron el río Amacuzac por debajo de las Grutas, salió en el periódico.

- Vaya eso me anima. ¿Y si te dijera que todos los muchachos mencionados enel cuento son compañeros nuestros, que viven, que platicamos con ellos, en finque fue verdad...?

Quedé unos instantes callado, observándolo atentamente y dije:

- Pues me gustaría saber quiénes son.

- No creas que somos tal como nos pintan.

- ¿Tú eres uno de ellos?

-Sí, ¿quién crees que fui... más bien, el nombre que me dieron?.

¿Era posible que uno de aquellos valientes estuviera frente a mí? Recordé ladescripción de sus personas y caracteres, de hace años, cuando pasé esaaventura, teniendo presente el carácter y temple del joven que tenía enfrente.Me vinieron a la memoria muchas cosas que él hacía y que nos llenaban deadmiración.

- Pues sí... todo esto es verdad, tengo casi la certeza que tú puedas ser Héctorel Sub-guía o Shere Khan - contesté.

- Me tocó ser el Guía.

- Shere Khan!

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- Llámame así si quieres, y ya conociendo nuestra aventura, vengo precisamen-te a pedirte me ayudes.

Verdaderamente Shere Khan me tenía en expectación. Yo frotaba fuertementemis manos, para ver si no estaba dormido, veía los viejos muros con recelo.¿No podía haber salido de ahí ese fantasma? Un ser de cuento y fantasía quese me presentaba hablándome y lo que era más, un antiguo conocido mío y detodos.

- Esa excursión - continuó diciéndome - ha traído consecuencias después deestos años: Ha resultado una aventura mucho más seria que aquella.

- No es posible, en ella no sabías si tendrían buen fin.

- Cierto, escúchame con calma y luego dirás: Recobrados de aquella duraprueba, nos pusimos de acuerdo en no decir nada. Seguimos en la escuela, conlos Scouts, pero siempre que nos encontrábamos, el saludo era más cariñoso.Habíamos quedado más unidos y aunque tuvimos que separarnos,estábamos en constante comunicación; Eduardo estudia y trabaja en unaembajada; López, nuestro flamante gordo, es un simpático y futuro radioexperto, de lo gordo solo le queda la cara redonda y alegre; el Ratón quiereempezar a presumir de buen mozo en la secundaria; ya estamos grandestodos...

- Y Héctor y Luis, ¿qué hacen?

- Luis... va para un año que murió, fue muy bueno y sufrido, no lo olvidaremos,era un magnífico amigo...

- ¿Y Héctor? - pregunté para quitarle la pena que sentía al recordar a Luis.

- ¿Héctor... pero no lo conoces?

- ¿No, quién es?

Shere Khan me observó un momento y al fin se rió, diciendo:

- ¿Pero es posible?, si me lo acabo de encontrar...

- No me vas a decir que Héctor es...mi amigo.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- Pues sí es, ya ves qué diferentes somos de aquella descripción, claro, hanpasado los años y nos exageraron un poquito.

- Si vieras que no, dijeron la verdad.

- Ya no preguntes y escúchame, ¿no te has fijado en la mancha que tieneHéctor en la palma de la mano? Pues los otros muchachos y yo también latenemos, nos quedó de aquella aventura. El por qué, no te lo podr¡a decir, escomo una marca. Luego, mucho tiempo después ya estando en la profesional,conoc¡ a Serafín...

- ¿Serafín? - pregunté intrigado.

- Un frutero que se pone enfrente de la escuela, ¿no son éstos populares entrelos estudiantes?, ¿quién de nosotros no los conoce? Serafín era muy buenoconmigo; y poco a poco fue conociendo a los otros muchachos, a los de laaventura. ¿Cuánto tiempo pasó para ello?, no te lo sabría decir. Eduardo yHéctor eran los que más le compraban. Muchas veces nos pon¡amos a contarcuentos y aventuras, Serafín siempre nos contaba de su tierra, ésta eramaravillosa; tenía montañas, r¡os, cascadas y cuevas. El frutero iba poco apoco animándonos a visitarla. Pero en esos primeros años de profesional no haytiempo para excursiones, no podíamos ponernos de acuerdo entre si, pero alfin una Semana Santa le dije a Serafín que yo iría con él.

Una tarde tomamos el camión, transbordamos cerca de las seis, nos tomó comohora y media hasta donde bajamos. Total, con las esperas y paradas eran lasnueve de la noche, cuando llegamos a un lugar donde empezamos a subir alcerro. Por más que miraba, no encontraba lucecitas del poblado, se locomuniqué a Serafín y me dijo que era porque el pueblo no ten¡a luz eléctrica,además los árboles las tapaban. Seguimos subiendo y empecé a sentirmecansado, era natural; tanto tiempo de no hacer ejercicio. La ascensión erafuerte y tuve que detenerme para descansar un poquito. Me alegré que nohubieran ido los muchachos, ¿qué dirían al verme, que no podía subir unamontaña? Riéndome yo solo, extendía mi mirada en todas direcciones sin lograrver una luz.

- ¿Quieres que descansemos un poco? - preguntó Serafín.

- Sí, ¿pero en plena subida?

- Más arriba hay un claro y ahí sí nos podemos sentar.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Llegamos ahí y me senté con todo gusto.

- ¿Quieres una taza de café?, para este airecito helado nos caerá muy bien.

Asentí y él sacó de su ayate un jarrito que llenó de agua de mi cantimplora,luego encendiendo una pequeña fogata se dispuso a preparar una cena contodo mi agrado.

Cansado como estaba, no pensaba en nada. Rodeado de una enormeobscuridad y mirando la fogata, recordé aquella aventura. Algo que no puedoexplicarte me hizo sentir frío y miedo, fue muy rápido aquello, ¿qué era eso?,¿me amenaza algún peligro? Observé disimuladamente a Serafín, lo sorprendímirando hacia la obscuridad con insistencia. Viendo que ya hervía el agua ledije:

- Yo hago el café, verás que bien me sale.

Saqué de mi mochila el que llevaba, lo puse en el jarrito, del cual ya no apartémi vista. ¿por qué me había despertado tanta desconfianza? Empecé a platicarcuentos y chistes, el también lo hizo, siempre tenía respuesta para todo.

Después de cenar me empezó a embargar un gran sueño; pero no tan fuerteque no dominase. Fingí dormirme, ba salir de mis temores, ¿qué haría él en esemomento? ¿tendría intenciones de robarme?, pero si él sabía que no tenía nicinco pesos en la bolsa y toda mi ropa no llegaría a mucho. Todo esto lopensaba rápidamente. Cuando lo vi, más bien sentí que se levantaba, si sehubiera acercado poquito más, habría saltado sobre él, pero no, al contrario,se alejó silenciosamente. Entreabrí los ojos y distinguí al frutero con un hombreque había salido de la obscuridad. Serafín se hincó ante él, tocando con lapalma de la mano el suelo con humilde actitud. Respecto al desconocido, pesea ir cubierto con una capa negra, pude distinguir que eraanciano.

Hablaron algo que no entendí. Era un idioma suave, melodioso. Después ambosse acercaron un poco a mí, entonces el anciano, dijo en español:

- ¿Será él?

- Sí, Padre, estoy seguro, si no, no te lo hubiera traído.

- ¿Crees que podríamos llevarlo?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- No, puede despertarse de un momento a otro, probo la fruta con el narcótico,tampoco pude acabar de dárselo con el café, tiene mucha resistencia, es fuerte.

- Mañana al salir el sol seguirán, procura dormirlo.

- Así se hará, Padre.

El anciano se retiró, para lo cual Serafín volvió a hincarse con la palma de lamano en el suelo, luego se levantó, avivó la hoguera y se acostó a dormir.

Después de esta conversación entre ellos, comprenderás que no era paratranquilizarme - continuaba Shere Khan-, ¿qué debía hacer?, ¿y ese él al quese refería el anciano?, ¿sería yo?, ¿qué querían? Por un momento pensé ensorprender a Serafín, amarrarlo a un árbol y huir de ahí, al fin habría quien lodesatara después. Me quedé dormido, cuando desperté, Serafín me movíasuavemente diciendo:

- Nos quedamos dormidos, vamos a seguir.

La cara de Serafín era agradable, tranquila. Me levanté con mucha flojera, peromi mente trataba de recordar lo que había visto en la noche, ¿no sería unsueño?- ¿Quieres desayunar? - preguntó solícito Serafín.

- No.

Y haciéndome el encamorrado me acerqué al lugar en que el frutero habíaestado con el anciano, o donde yo creía que habían estado. El suelo era dearcilla rojiza, estarían las huellas. Usando más mañas que un indio, revisé elsuelo. Y sí, ahí estaban unas huellas. Ya no dudé. Aparentando una grannaturalidad nos pusimos en camino. ¿Cómo huir de Serafín?

Decidí atacarlo por la espalda, pues él me iba guiando. Busqué mis cuerdas ymi pañuelo, porque no lo dejaría dar ni un grito. Llegado a esta conclusión loiba observando. Fue grande mi sorpresa al notar que Serafín era robusto, demi misma estatura, tal vez más. Comprendí que tenía que trabajar rápidamen-te, de eso dependía mi libertad. No habíamos caminado ni diez metros dedonde dormimos cuando lo cogí de sorpresa el pañuelo fue lo primero quequedó amarrado, luego sus manos y pies. Como estábamos en la pendientescuando me paré vi que hablamos rodado y estábamos de nuevo en el claro. Loamarré a un árbol lo más cómodo posible. ¿Para qué preguntarle algo?, seguro

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

no me diría nada. Afiancé la mordaza y miré su cara, sus ojos denotabansorpresa a la vez que temor, recogí mis objetos tirados y mirando aún lashuellas impresas del anciano, se las señalé diciéndole:

- Qué te desamarre el anciano, y no quiero volver a verte.

Bajé el cerro y como era muy temprano aún, no encontré a nadie en micamino. Alcancé el camión y a las once ya estaba en México. Algunos días tuveduda si había obrado precipitadamente ¿desamarrarían a Serafín? Volví a laescuela, pero Serafín no regresó, todos los muchachos lo extrañaban, habíahecho quererse. Mi conciencia me reprochaba aquel modo tan absurdo deacabar una excursión, temía haber cometido un grave error, ¿y si Serafín nopudo soltarse?

Se lo conté a Eduardo y a Héctor, éste último me dijo que ése mismo día habíaestado sumamente nervioso y que por la noche había soñado que andabasubiendo por un monte.

Ya con esto decidí no volver a salir solo, temíamos algo, aunque no sabíamosde dónde provenía esa amenaza. No tardó mucho en presentarse: Hace pocorecibí carta del Ratón y López; ¡Me pedían que me reuniera con ellos, más bienque los fuera a rescatar!

¿De quién? - interrumpí sin querer.

- Dicen que de unos indios, allá en el pueblo de Serafín, me aseguraban que nocorren peligro, pero que no se dijera nada para no alarmar. Mi presencia losliberaría.

- ¿Y tú fuiste?

- Primero fui a sus casas, ahí me informaron que habían salido juntos a unpueblito, les dije a sus padres que no estuvieran con cuidado si dilataban unosdías pues me iba a reunir con ellos.

- ¿Y...?

- Nada, vine en busca de Héctor y queremos que él y tú sean de la partida.

- Por poco me caigo de la hamaca, ¡yo ir a una aventura!

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- No me contestes, piénsalo y luego me dirás. ¿No quieres que entremos alacasa?, el viento empieza a soplar.

Recogí todos mis libros y entramas a la pequeña salita, le ofrecí asiento, peroShere Khan no se sentó, empezó a pasearse intranquilamente mirando el jardínpor el corredor. La campana volvió a tocar y vimos entrar a Héctor, ¡y pensarque este amigo mío era también de la aventura! y no habérmelo dicho.

- Me dilaté porque estuve platicando con el Teniente Ceballos - dijo el reciénllegado.

- No le contaste...

- Le conté algo, muy poco, y prometió hacer una ronda con sus conscriptos,dijo que si vamos por ahí en un caso de urgencia hagamos señales de humo,dice que hay que tener la espalda resguardada...

- ¿Vas con nosotros? - Me preguntó entonces Héctor.- ¡Sí!

- ¿Lo pensaste bien? ¿Sabes qué nos vamos a encontrar?

- Shere Khan hizo un ademán para callarme - tal vez nos quieran para algúnsacrificio...

- ¡No hombre! - exclamó Héctor - no lo asustes.

- ¿Acaso tú lo sabes? Creo que es algo conmigo - volvió a intervenir Shere Khan- ustedes no correrán peligro...

- Pues sea lo que Dios quiera - exclamé entusiasmado, ir con Shere Khan eradesafiar el miedo, ir con Héctor era seguridad, y encontrar a López era paraestar de buen humor. El Ratón era al que menos conocía, pero era Scout y esoera suficiente para intentar rescatarlo.

- ¿Puedes ir? - volvió a preguntarme Héctor.

- Tengo vacaciones, estoy con ustedes por dos semanas.

- ¡Magnífico! - dijo Shere Khan - tú conoces algo del idioma de los indios y lode por aquí, ya lo creo que nos ayudarás.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- Y a todo esto - pregunté al fin -, ¿a dónde vamos a ir?, ¿a las Grutas?

- No, a los cerros de Tepoztlán - contestó Shere Khan.

- ¡El lugar de cobre! - exclamé.

- ¿Por qué dices eso? - preguntó Héctor.

- Es la traducción india de Tepoztlán, también quiere decir tierra del diosOmetochtli.

- Entonces a arreglar nuestras cosas y a dormir un poco, pues quisiera llegarantes del salir el sol - ordenó Shere Khan.

Los tres empezamos a arreglar nuestras mochilas con lo más indispensable.Héctor fue a la cocina a que nos prepararán algo para llevar, Shere Khan teníaya lista su mochila que había dejado en el corredor antes de verme y se acostóen la cama de Héctor, durmiéndose casi en el acto. Yo era el que no podíaacabar, tanto tiempo de no salir, creía que todo era indispensable y con elloquedó enorme mi mochila. No tenia pantaloncillos y cogiendo unos de pana loscorté, ya satisfecho de mi equipaje me acosté.

A la mañana siguiente un campanazo nos anunció visita, era Eduardo, llegabade México ya completamente equipado. Faltaba una hora para salir, así es quedecidimos de una vez hacerlo. Héctor al ver mi mochila sacó casi todo lo quellevaba y sólo por compasión me dejó mi libro de apuntes y unos lápices.

Shere Khan nos dio orden de marcha y fuimos a tomar el camión, pero nosencontrarnos con un coche en donde nos esperaba el Teniente Ceballos, ésteera un joven agradable que dirigiéndose a Shere Khan dijo:

- ¿Usted es Shere Khan no?, soy el Teniente Ceballos, ¿qué le parece si losllevo para que no los vean ni llamen la atención?

- Muy agradecidos Teniente, es una medida de seguridad magnífica.

Atravesamos Cuernavaca y al salir a carretera, vimos la capilla de la Virgen deGuadalupe, casi al mismo tiempo nos quitamos los sombreros y la saludamoscon una plegaria, poniendo en sus manos nuestra aventura y nuestras vidas.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Llegamos a la desviación para Tepoztlán y el Teniente que no había queridotocar el punto de nuestra excursión dijo:

- De aquí - y señaló los cuarteles de los conscriptos - saldrá el grupo que estarávigilándolos, dispuesto a acudir en su ayuda.

Una hora y minutos después llegábamos al principio de nuestra jornada. ElTeniente nos despidió y recibió de manos de Héctor un papel con todosnuestros signos de pista, para dado el caso poder llegar hasta nosotros.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Capítulo IIUna Ruta Macabra

Shere Khan dejó que se alejara el coche y empezó a ver las estrellas, prontose orientó y dijo:

- Por aquí.

Los cuatro con el mayor silencio, empezamos a caminar. Yo miraba para todoslados, la tenue claridad de la aurora me dejaba ver los cerros del misteriosoTepozteco; imponentes, majestuosos como castillos milenarios, ¿qué era lo queiba a suceder allá? El saludo que había visto Shere Khan hacer a Serafín alanciano era Azteca por excelencia. Cuando oí la palabra sacrificios dicha porHéctor, sentí helárseme el alma, pues hasta ahí me llegó el susto. Observé amis compañeros, cada quién iba con sus pensamientos; Eduardo, el caballerodel grupo y futuro diplomático caminaba junto a mí, enfrente iban los jefes.Eduardo acercándose me dijo:

- ¿Sabes si recibió Shere Khan otra carta de esos locos?. por segunda vez ellosnos meten en honduras. ¿Crees que estén en las cavernas? - señalándome loscerros.

- ¿Y tú crees que haya otra cosa ahí?

- No te lo podría contestar. Por cierto, no se lo he podido decir a Shere Khantodavía, pero el avión que va a Acapulco bajará lo más posible por estos cerroscuantas veces pase y regrese a México, el piloto es amigo mío y me prometióhacerlo, tomará fotografías y si no volvemos a salir, podrán con ellas hacer unabúsqueda.

Asentí con la cabeza, pues Shere Khan nos hizo seña que callásemos,empezábamos a subir.

La inquietud que llevaba había desaparecido, ¿qué podíamos temer?, lacivilización nos respaldaba; soldados y un aeroplano nos vigilaban, ademásShere Khan, Héctor y Eduardo eran ya grandes, los tres gracias a su vida deScouts eran fuertes y listos para salir avante de cualquier emergencia, en esosmomentos si me hubiesen pedido ir al polo, no hubiese titubeado ni uninstante.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

La ascensión era bastante dura, no había ni una vereda, subíamos casi sinhacer ruido evitando que alguna piedra rodará a nuestro paso. Shere Khanavanzaba despacio pero sin retroceder. Empezaba a clarear y así era más fácilseguir subiendo. Eduardo caminaba al último marcando nuestro camino. Ya casial salir el sol llegamos a un pequeño claro. Al principio todos estos cerros estáncubiertos de vegetación, árboles, enormes lianas, mafafas, plantas tropicalescrecen por todas partes, la estructura de las rocas da una idea del Gran Cañónde Arizona, sólo que Tepoztlán está cubierto de vegetación y se levanta único,desafiando a los valles que lo rodean. Antes de entrar al claro, Shere Khan nosdetuvo diciendo en voz baja:

- Es mejor que nos ocultemos lo más posible, hay huellas qué seguir y más valesorprender que ser sorprendidos.

El empezó a bordear el claro por entre la maleza, casi dio la vuelta, cuando noshizo señas para que nos reuniéramos con él. Siguiendo sus huellas nosjuntamos y nos enseñó los pedazos de cuerda con que había amarrado aSerafín, así es que estábamos en buen camino, ¿qué haríamos después?

- ¿Tenemos que llegar al pueblo no? - preguntó Eduardo.

- Es que no hay ningún pueblo por aquí, Tepoztlán está allá, en la falda delTepozteco - dijo Héctor.

- Y siguiendo las huellas, ¿crees que llegaremos a donde están los muchachos?- pregunté.

- O lo más cerca posible.

- Mira, en el centro del claro hay una hoguera, ¿sería la que tú prendiste? -Señaló Héctor a Shere Khan.

- No - respondió éste-, yo no hice aquella hoguera, Serafín fue, y no es esto,ya que tengan por seguro que él no sabe hacer hogueras como nosotros.

- Entonces fueron López y el Ratón - dije rápidamente.

Shere Khan salió al claro y observó la hoguera, regresó y dijo:

- Esa hoguera estuvo prendida ayer en la noche.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- ¿Está caliente aún? - preguntó Eduardo.

— Sí.

- No pueden ser ellos - dijo Héctor - la carta que recibiste fue de hace tres días,ya que entonces habían pasado por aquí.

- Entonces, alguien vigila cerca.

Sin querer, todos miramos en todas direcciones y Héctor dijo al fin:

- Sería mejor seguir.

Shere Khan asintió diciendo:

- Si nuestra marcha es rápida, menos tiempo tendrán de prevenirse, busque-mos algunas huellas.

Entre todas observábamos el suelo, temí que no encontráramos un rastro, lavegetación las cubría. Cinco, diez minutos y no teníamos una dirección queseguir.

- Amplíen el radio, dispérsense.

Esto nos ordenó el Guía, pues bien sabíamos que Shere Khan era el jefe delgrupo. Con cuidado me fui alejando de mis compañeros. Unas plantas quecrecían alineadas llamaron mi atención, con mi cuchillo quité algunas y prontodistinguí una vereda. Las plantas crecían en su curso. Seguí caminando parano dar una noticia falsa. Satisfecho seguía mi hallazgo, cuando de pronto oí unruido indefinido. Comprendí que algo me iba a caer y salté hacia atrásinstintivamente. El objeto pasó rozándome y luego otros más cayeron casi amis pies, ¿para qué llamar a los muchachos? los oía acercarse, de lo cual mealegraba, pues la impresión me tenía casi mudo.

Frente a nosotros teníamos un esqueleto desbaratado, la calavera empezabaa rodar cuesta abajo. Eduardo la detuvo con su pie, Shere Khan alzó la vista ydistinguió las ramas que aún se movían, vimos la cuerda balanceándose dedonde había estado pendiente aquel macabro hallazgo.

Héctor se agachó a examinar la calavera e instantes después dijo:

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- Un hombre, tal vez de raza indígena.

- Aquí hay un sendero - dije al fin recobrándome.

Por contestación Shere Khan empezó a seguirlo y nosotros tras él.

Ya caminando dijo a Héctor

- No es un buen hallazgo, aunque creo puede ser éste el camino.

Aquella vereda seguía subiendo por el camino más escabroso, luego entróbruscamente a un cañón de altas rocas y tan estrecho que apenas cabía unhombre. Nos detuvimos. El Guía comprendió que era peligroso, ahí sería fáciluna sorpresa.

- Deja que entre a ver dónde termina este camino - dijo Héctor -, ustedesvigilen mientras.

- Bien, si sigue subiendo, síguela y luego nos llamas para que no llegue ningunasorpresa desde arriba, silba quedito.

Esperamos como tres minutos y al fin vino la señal, entramos, Shere Khan alúltimo. Aquel cañón cubierto de yerba nos hacia caminar despacio, pues nosabíamos si era plano o tenía agujeros, yo abrí la marcha y siempre mirabahacia arriba a cada momento, no distinguía a Héctor porque el sendero subíadando vueltas. Logré verlo al fin, sentado en una piedra, pero tras él aúnseguía interminable aquel angosto camino.

Ya reunidos descansamos un poco, pues aunque apenas se veía sobre la puntade las rocas el brillo del sol, estábamos sudando; en tierra caliente concualquier pequeño esfuerzo entra uno en calor, y más con nuestra marcha queera de ascensión rápida.

- Sigue adelante - dijo Shere Khan a Héctor - éste es mal sitio...

Iba a responder Héctor cuando empezamos a oír un ruido que encañonándosese iba agrandando terriblemente. Alzamos la vista pues todos temíamos quealguna roca desprendida fuera a caer sobre nosotros. No. Todo estaba bien..Pero el ruido aumentaba haciendo estremecer las paredes, ¿se abrirían éstas?¿Algún terremoto?. Una sombra se proyectó y alzando la vista en el pequeño

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

espacio de cielo que veíamos, logramos distinguir algo plateado y con grandesletras pintadas de negro.

- Un avión - dijo riéndose Héctor - ¡Adelante!

Eduardo miró su reloj, eran las ocho y diez minutos, mirándome con cara deinocente agregó:

- Es el avión que va a Acapulco.

- ¿Ah, sí? - le respondí con la mayor naturalidad.

- Sigan a Héctor - ordenó el Guía -, de una vez acabaremos de subir.

Ya reunidos vimos al fin que las paredes terminaban y el cielo aparecía sinlímites. Estábamos al borde de un precipicio, la cañada había terminadobruscamente en un acantilado. bajo nuestros pies se veían barrancas sin fondo,la maleza y la altura no nos lo habían dejado ver. Cerros de menos altura seseguían extendiendo a nuestra vista hasta que terminaban en el valle yainundado por el sol de la mañana. Como panorama era espléndido, pero ennuestras circunstancias no nos pareció tan belio. El sendero terminaba, al igualque la cañada y ya para llegar al borde del abismo, arena rojiza y pequeñaslajas sustituían a la vegetación. Sin embargo, entre la arena y la lajasdistinguimos algo así como un caminito. Lo fue siguiendo Eduardo y nosdetuvimos todos. El sendero llegaba al borde y ante nuestros ojos, apareció unacomo escalera, que subía hasta una plataforma, pero ésta, estaba volada alabismo. La escalera, más bien la rampa parecía tallada en la roca misma.

Shere Khan y todos nosotros veíamos aquel difícil camino, pero no había otro.

- Eduardo - dijo al fin nuestro jefe -, tú pesas menos, te atamos a la reata ysubes a esa plataforma a ver si sigues algún sendero practicable.

- Con todo gusto - contestó nuestro fino amigo.

Héctor lo amarró y le quitó la mochila. Eduardo sin ver el abismo comenzó asubir la rampa. Héctor y yo deteníamos la cuerda no sin antes haberla pasadopor un gran peñasco, Shere Khan pendiente de los movimientos de Eduardo,le iba soltando la cuerda conforme ésta iba avanzando.

- Déjame aquí, vigila la plataforma y lo de arriba - me dijo Héctor.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Obedecí. Comprendí que una sorpresa costaría la vida de Eduardo; éste seguíasubiendo, pero casi a la mitad se detuvo, se recargó un poco en la pared...

- ¡No cierres los ojos! - gritó Shere Khan - ¡Ve hacia la plataforma! ¡AdelanteEduardo!

Yo quería ver bien a Eduardo pero el deber me imponía seguir vigilando, sinembargo noté un movimiento en Shere Khan que me hizo verlo; nuestro jefedejó caer la reata que iba soltando y corrió hacia Eduardo deteniéndolo y casiatrapándolo, el peso lo empujó hasta la plataforma. Ahí lo sentó y él a su vezse detuvo de unas rocas salientes.

Tan rápido pasó esto que tuve que jalar aire por la boca pues se me habíadetenido la respiración. Héctor se acercó y me dijo:

- Eduardo ha tenido siempre temor a los precipicios desde que se cayó en lasGrutas, ¿viste, se iba a despeñar?

- Y entonces, ¿cómo insistió en ser el primero en subir?

- Cuando dice algo Shere Khan, hay que obedecerlo.

Fue el Guía quien entonces ascendió primero.

- El siguiente, ¡tú Won! - se oyó la voz de Shere Khan.

La reata se estiró pues el jefe la amarró a unas piedras y me dijo:

-Trae la mochila de Eduardo y no veas otra cosa más que a mí, cógete bien dela renta.

Obedecí; era verdad, aquella voz era agradable, además sabía que estabaseguro bajo su vigilancia. Subí con cuidado la rampa y aún cogido de la reatasentía el aire helado y una gran tentación de ver hacia abajo, por fin llegué.Cuando Eduardo subió, que estaba sumamente pálido. Héctor subió al final.Cuando llegó a la plataforma, se hincó junto a Eduardo y empezó a platicarleen voz baja, al mismo tiempo que frotaba suavemente su cabeza y cuello.

Sentí que me tocaban el hombro, era Shere Khan que decía

- Busquemos por dónde sigue el camino.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Era verdad, ¿por dónde seguiríamos? La plataforma era un grupo de enormesrocas que sobresalían al acantilado, nos llamó la atención un montón depiedras, que aunque la yerba crecía esplendorosa entre ellas, se veía que eranproducto de un derrumbe, pero además, alcanzamos a distinguir que entre ellassobresalía otra osamenta humana, demasiados muertos para una mañana.

No podíamos hablar pero con los ojos seguíamos recorriendo las murallas delvalle, no encontrando nada que nos indicase un camino, excepto aquel agujeroque se veía en el lugar donde debía haber estado parte de la rampa.

- Se derrumbó hace muchísimos años, ¿como cuántos calculas, Won? -preguntó Eduardo.

- Si se derrumbó aplastando al individuo que está aquí, le calculo como 80 a 90años.

- ¿Será cierto?, ¿no estaría ya muerto cuando se derrumbó?

- Los indios, si es indio, son sumamente respetuosos con sus muertos, nodejarían tirado a uno de sus deudos; si es blanco, tal vez nadie sabría queandaba por aquí, o le dieron muerte medio sepultándolo.

- Vamos a verlo bien - dijo Shere Khan -, ¿y el otro esqueleto?, el de abajo,¿sería de la misma época?

- ¡No! - dijo Héctor nuestro futuro médico - ese es de menos tiempo.

Regresamos y entre todos quitamos las piedras; pedazos de tela aún quedabanadheridos a los huesos y Héctor mostrándonos unos huesos rotos dijo:

- Estoy por afirmar que el derrumbe lo mató, vean la dirección en que quedó,¿no es la misma que siguen las piedras?

- De acuerdo, pero el esqueleto de abajo, y éste quedaron insepultos, ¿no hubootro ser humano que los enterrase?, entonces, ¿nadie viene aquí?, ¿después deejecutar alguna venganza se alejan?

Aquellas palabras de Shere Khan nos volvieron a la realidad

- ¿Crees que estamos en un lugar destinado a venganzas o sacrificios? -preguntó Eduardo.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- No lo sé, pero lo único cierto es que López y el Ratón están por aquí en algunaparte... ¿quieren que retrocedamos?

Nadie respondió, lo veíamos sorprendidos, él nos veía tranquilamente pero undestello en sus ojos me hacía comprender que tenía algo oculto.

- ¡Dínoslo! - le dije sin sentir.

Se sorprendió a su vez pero luego dijo con firmeza.

- No he sido muy legal con ustedes, en la conversación de Serafín con elanciano hicieron mención de la mancha que tenemos todos en la palma de lamano, sabían nuestros nombres y nos esperaban...

- ¿Por qué? - preguntó Héctor.

- En la aventura de las Grutas nos conocieron.

- ¡Ahí!... pero, ¿quién? - preguntó Eduardo.

- ¿Serían nuestros misteriosos hombres de la caverna? Entonces era verdadque alguien vivía ahí, nos siguieron... ¿te acuerdas?

- Pero las Grutas y esto están algo distantes - comentó Eduardo.

- También lo estábamos todos en la ciudad y fueron, ¿no podrían venir aquí?

- Shere Khan, si no nos apresuramos a explorar ese agujero, se nos va a hacertarde - dije yo para romper aquella tensión de saberse perseguidos.

- Sí, tenemos que ir pero óiganme ustedes, los llamé porque comprendí quecon algún pretexto los irían trayendo separados y es mejor estar unidos paradefendernos. A Won lo invité, porque es de los nuestros y nos ayuda, hay queestar alertas pues nos esperan. Exploraremos ese agujero antes de retroceder,para buscar una nueva pista.

Asentimos, Shere Khan se quitó la mochila y se amarró la cuerda. Comenzó asubir por aquellos pedazos de saliente, era muy difícil, pero nuestro jovenamigo es fuerte, y aunque decía estar ya sin agilidad, yo vela todo lo contrario.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Logró con enormes esfuerzos llegar al agujero y entró a él todo agachado puesestaba medio obstruido. Lo perdimos de vista unos segundos y volviendo aaparecer dijo:

- ¡Quítense!, voy a tirar estas piedras que obstruyen la entrada.

Cayeron varias piedras, amarró la reata y nos animó a subir. Con algunosraspones y trabajos nos reunirnos a nuestro jefe. Ya listos para seguir adelantevimos frente a nosotros un estrecho túnel... Eduardo entregó su linterna sordaa Shere Khan y seguimos la marcha. Caminamos cerca de cinco metros cuandola luz del sol entró por una rendija, se apagó la luz de la linterna y vimos quela rendija fue hecha por la mano del hombre así como el túnel; su piso era degrandes lajas completamente liso, las paredes estaban aplanadas y aunque eltiempo las había deteriorado un poco, se distinguía un color morado. Másadelante notamos que otra rendija seguía proporcionando luz. El pasadizoseguía internándose sin dejar de tener luz solar y su declive seguía subiendoligeramente con dirección a la derecha.

Shere Khan deteniéndose dijo en voz baja:

- Won, ¿podrías decimos si es esta obra antigua o moderna?

No bien había acabado de hablar, cuando desde el fondo provino su voz, en elmás maravilloso eco que hubiéramos oído. La sorpresa fue grande y casihablando en secreto contesté:

- Es antigua, muy bien conservada.

Aún así el susurro de mi voz pareció como una abeja zumbando en todasdirecciones.

- ¡Magnífico! - dijo Shere Khan - así sabremos si alguien se acerca.

- Pero igual podrán olmos - objetó el terrible Héctor.

El aire entraba libre por aquellas ventanas, el camino era fácil pero luego yqueriendo terminar su recorrido caminábamos a paso rápido. Shere Khan sedetuvo... Claramente oímos el eco del sonido de algo que venía arrastrándose.Esperamos un instante. El ruido iba aumentando, era algo pesado. Shere Khannos hizo seña que lo siguiéramos y casi corrimos hasta cerca de una de

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

aquellas ventanas por donde entraba la luz; nos paramos en la sombra, así loque se arrastraba tenía que pasar por la luz antes que llegase a nosotros.

- Sea lo que sea - murmuró Shere Khan - listos con sus cuchillos.

Arrimados contra la pared, comprendiendo que aquello tenía que pasarrozándonos, pues el pasadizo no mediría más que un metro veinte centímetrosde ancho. Esperarnos unos instantes eternos oyendo aquél ruido que seacercaba con lentitud.. Por fin empezamos a distinguir un bulto, pero aquellonos llenó de espanto, yo lo sentí, y seguro que también mis compañeros. Eraalgo de color terroso tirando a verde indefinido, apenas alzaba 95 centímetrosdel suelo, pero nos hizo temblar. De las sombras iba saliendo un lagartohorrible, monstruosamente gordo, la cabeza erguida desafiante con todo unpenacho de erizados cuernos, pero aún así le faltaba algo. Al entrar, la luz lodetuvo, abrió la boca, la cabeza la movía como tratando de escuchar, moviendoasí su enorme cresta. Era una gigantesca iguana, enorme, su poderosa cola laazotó varias veces haciendo tronar el pasadizo, estábamos casi sin respiración,¿qué hacer?, ¿atacaría?

Shere Khan con toda sangre fría sacó de su bolsa una libretita, arrancó unahoja aventándola frente a la iguana. El papel voló hacia la luz y brilló al recibirla luz del sol, luego suavemente cayó frente al animal que quedó quieto comoestatua.

- ¡Está ciego! - dijo Shere Khan con voz normal.

Aquello bastó, la voz del hombre asustó al saurio y dando vuelta sobre símisma, corrió alocada hacia las sombras. Debía conocer muy bien el túnel puesno oímos que chocara contra la pared. Héctor preguntó casi en secreto:

- ¿Cómo te dio la idea que estaba ciega?- Sus ojos eran blancos, brillaron al ponerse en la luz.

- ¿Crees que nos ataque? - preguntó Eduardo.

- ¡De comemos no! - dijo riéndose nuestro jefe, tal vez espantando el susto -,pero sí nos llevaríamos algunos arañazos y algún golpe con la cola, debe serpoderosísima.

- Pero es enorme para iguana - objeté yo.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- Se ve vieja, todo aquí es así - dijo Héctor - ahora ¿dónde se va a meter y endónde termina esto?, llevamos quince minutos casi corriendo y nada, no hayfin.

Mientras hablaba, fijándome yo en la ventana vi que estaba baja y podíaasomarme, así lo hice y quedé maravillado, llamé a mis compañeros y todoscontemplamos aquella tierra misteriosa.

El pasadizo iba pesando por entre los altos montes que rodeaban la meseta,guardándola así de la vista exterior. En el escondido valle había árboles,cascadas y un río, se veían algunos animales pastando, aquello era un pequeñonacimiento. Nadie imaginaría que entre esos montes de roca labrada, existe unparaíso.

- No mintió Serafín - dijo Shere Khan - pero algo acecha ahí adelante.

Seguimos más animados y en cada ventana nos asomábamos, vimos diferentesaspectos del valle que quedaba como mil metros abajo, no era grande peropequeñas colinas daban la ilusión de ser mayor y así lo agrandaba tambiénópticamente.

A la tercera ventana vimos unos castillos que entraban en los acantilados querodeaban al valle, ¿castillos, palacios o casas? No lo podría decir, se veía queel acantilado había envuelto aquellas construcciones, como si hubiese sido lavacandente, que envolviendo una ciudad, se detuviese de repente enfriándose yalzando amenazantes acantilados en formas caprichosas y sólidas canteras.

Absortos contemplábamos aquel espléndido paisaje que a la vez se envolvía enuna nube de misterio y tristeza.

Adelante - nos instó nuestro Guía.

Unos pasos más y empezamos a bajar por una escalera, pero sus escaloneseran muy anchos e inclinados, el piso era perfecto, las losas no presentabanningún borde. Distinguimos la luz del día más de lleno, era un gran boquetehecho por un derrumbe en el pasadizo, las piedras tiradas casi bloqueaban lacontinuación del túnel. Héctor observó el suelo y nos dijo:

- Por aquí salió la espantada iguana.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Pasamos por entre las piedras y contemplamos ya más de cerca aquellasconstrucciones. Aunque la maleza que crecía en el acantilado nos ocultababastante, logramos distinguir enormes columnas sosteniendo terrazas, en quese velan plantas y flores, aquel conjunto era informe la maleza crecía entre lospalacios y escaleras y aún así eran grandiosos, no se podía distinguir dóndecomenzaba la construcción y dónde la roca. Plantas, balcones, torres, escaleras,todo grande, elegante, tanto que Eduardo exclamó entusiasmado:

- ¡Parecen las ruinas de Atenas!, ¡o tal vez de la bárbara Babilonia!

Más acertada no podía ser su comparación porque había algo bárbaro en mediode su belleza.

- No se ven seres humanos - dije -, a lo mejor son estalactitas lo que pareceuna ciudad.

- ¿Sí? - contestó Héctor -, ¿y esa nubecita blanca que se eleva junto a esetorreón?

En efecto, entre aquella ciudad junto a una torre se distinguía una nubecita queelevándose se desvanecía...

- Humo - dijo Eduardo - hay gente por aquí, además los borregos y esosanimales tienen que tener un dueño.

- ¿Seguimos por el túnel?, ¿o cortamos por aquí derecho a los edificios? -preguntó Shere Khan.

- ¿Se podrá? - dijo Eduardo asomándose entre la maleza -, eso nos ahorraríatiempo.

- Sí - dije yo -, creo que donde ha pasado una iguana ciega, podremos ir... -yo quería admirar de cerca aquella ciudad.

- Ciega y gorda - agregó Héctor - pero aún así es reptil y sube por las paredes.

- Son las doce y cuarto, casi media hora nos ha tomado recorrer el pasadizo.Bajando hacia los edificios nos llevará veinte minutos, si seguimos por el túnel,¿irá a dar allá?, ¿y si se pierde entre la montaña? - nos decía el Jefe.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- Mira, seguiremos por el pasadizo - observó Héctor nuestro Guía -, si nonegamos allí, retrocedemos lo más aprisa posible.

- ¡Muy bien, vamos!

Casi corriendo empezamos a bajar por la escalera del pasadizo, cada tres ocuatro metros estaba un escalón, que fue gradualmente aumentando de altura,lo que nos hizo moderar la marcha pues temíamos que al saltar hiciésemosmucho ruido. La luz entraba con más profusión por diferentes ventanas y asípudimos admirar la construcción que era sólida, pues las paredes eran de lamisma roca, el techo abovedado, al igual que el piso estaba cubierto depequeñas lajas, su altura era de casi tres metros, aunque muy angosto.

Quince minutos más seguimos bajando y de pronto entramos en la sala. Nosdetuvimos en la puerta, Eduardo se apresuró a hacer una marca en la entradadel pasadizo, pues a esa sala llegaban otros que quién sabe de dónde vendríany estaban unos junto de otros. Aquello nos llenó de esperanzas, puescomprendimos que donde estábamos sería un lugar de importancia o reunión.

Shere Khan prendió la linterna pues no había luz suficiente para distinguir bien,¿pero qué era aquello? Enormes cortinas negras prendidas del techo, no sólode ahí, sino de todos lados, se entrelazaban caprichosamente, el aire las movíalentamente lo que nos hizo ver que eran telarañas, el polvo acumulado por losaños las tupía dándoles el aspecto de cortinajes de terciopelo.

El piso cubierto de una capa de polvo era una alfombra gris en la cual no sedistinguían huellas humanas, solo pequeños rastros de las garras y la cola dela iguana.

- ¡Nadie ha entrado aquí hace muchos años! - dijo quedito Héctor.

Yo fui el único que lo oí pues estaba a su lado, en aquella sala, el ecomaravilloso del pasadizo no existía, al contrario, era una cámara sorda. Héctorlo notó y repitió ya en voz fuerte su pensamiento.

- ¡Hay algo que se mueve en las cortinas! - dijo Eduardo.

En efecto los negros cortinajes parecían a veces tomar vida, pequeños bultosse agitaban entre ellas.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- ¡Son las arañas!, más bien tarántulas, mucho cuidado con ellas - dijo ShereKhan - y, ¿a dónde seguirá esto?, tiene que haber alguna conexión para otraparte, los túneles tienen distintas salidas y aquí terminan, entonces esta piezaes algo importante.

Todos fuimos de su parecer y con gran cuidado empezamos a examinar lasparedes que también estaban cubiertas de pequeñas lajas, con los cuchillosteníamos que quitar las telarañas y el polvo. Teníamos también gran cuidadode no dejar acercar ninguna tarántula, que eran del tamaño de un pollito reciénnacido, pero con sus peludas patas se velan enormes y gracias a que seasustaron de nuestra repentina invasión, también se alejaban de nosotros.Formábamos un grupo compacto pues teniendo sólo una lámpara buscábamossolamente en el sector iluminado por Shere Khan. Así fuimos recorriendo casitoda la pared, hasta que jalando una telaraña descubrimos un túnel casi en elsuelo.

Pronto todas las telarañas desaparecieron de ahí y apareció libre la entrada; erauna escalera angosta pero artísticamente labrada que se hundía en la sombra...de uno en uno empezamos a bajar.

- No se cojan de la pared ni se peguen a ella - nos recomendó el jefe.

Con todo cuidado bajamos como veinte escalones, Shere Khan observaba,había cierta claridad, era otra pieza más chica que la anterior, sin ninguna otracomunicación, no habla túneles y sí nos llamó la atención el frío y aire quehacía, lo sentimos en las piernas. Oímos un ruido sordo lejano pero no durómucho. Eduardo se cogió a mí, diciéndome en voz baja:

- Es el avión.

Ya más acostumbrados percibimos la luz clara, ésta salía del suelo, instintiva-mente quisimos retroceder, el suelo era como una reja y se distinguía un salónallá abajo, como a diez o quince metros. Nuestra sorpresa fue enorme; el salónque teníamos a nuestros pies estaba iluminado por la luz del día así es queapreciamos toda su magnificencia.

Enormes columnas talladas se elevaban hacia nosotros, no había muebles peroaquel suelo era brillante y se velan tapetes, ya más acostumbrados a ver desdela obscuridad Shere Khan nos dijo:

- Miren abajo de nosotros

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Una cúpula de tres metros de diámetro era el remate de un altar y sobrepasan-do la cúpula una gran columna llegaba a nosotros que estábamos en el techo.Shere Khan y Héctor se dirigieron a ella, pisando con cuidado, pues temían quela reja hecha de mampostería fuera a romperse. La columna como supusieronlos jefes era una escalera de caracol que bajaba del altar.

¿Qué extraños ritos se verificaban ahí?, por más que buscaba entre los talladosno se encontraban signos labrados de los aztecas, todo aquello era másrefinado y elegante.

Nuestra marcha era forzada y por eso no me dejaban apreciar nada bien, tuveque seguirlos pues ya se perdían mis compañeros bajando por aquel notablecaracol dentro de una columna. Por entre las molduras había angostas rendijasque dejaban entrar la luz y así bajamos con más seguridad. Por ellas veíamosel gran salón, eran enormes sus columnas que sostenían la bóveda, enormesventanas que comenzaban desde el piso y terminaban a dos y tres metros dealtura dejando entrar la luz.

Instantáneamente nos detuvimos los cuatro, acabábamos de ver entrar por unade esas puertas o ventanas un grupo de hombres y entre ellos, charlandoanimadamente, dos muchachos con uniforme Scout.

- ¡López, Ratón! - murmuró nuestro jefe.

Los hombres que venían con ellos vestían sólo un calzón de tela roja, su torsodesnudo era de atletas y su cuelo y brazos se adornaban con collares ypulseras.

López y el Ratón conversaban alegremente, los indios jóvenes sonreían y losviejos quedaban silenciosos; esa tal vez la primera vez que entraban ahí losmuchachos, pues sus ojos recorrían rápido el salón abarcando todo.

Llegaron a un lado del altar y los invitaron a sentarse en una alfombra, losancianos se sentaron junto a ellos y los jóvenes atrás.

Shere Khan dijo en voz queda

- ¡López está intranquilo!, ¿se fijaron en su ademán?

Héctor y Eduardo asintieron, pero yo jalé al último que estaba frente a mí y lepregunté:

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- ¿Cuál ademán?

- El de subirse y bajarse el nudo de la pañoleta.

Era verdad aún jugaba con su nudo aunque estaba contando chistes y cuentos.El Ratón, un jovencito de 14 años, riendo de los chistes de su compañeroestaba sumamente tranquilo.

- No hagan ningún ruido - recomendó Shere Khan al ver entrar por otra puertaa otros indios rodeando a un anciano que traía una gran capa negra.

- ¡Serafín y el anciano! - dijo el jefe.

Nosotros ni nos movíamos, pegados a las rendijas, pero creo que el latido denuestros corazones sí se oía, al fin los habíamos encontrado, estaban bien pero¿qué sucedería después?

Los indios que estaban junto los muchachos se hincaron con una rodilla ypusieron sus manos derechas en el suelo con el más grande respeto.

López y el Ratón se levantaron haciendo una leve señal de salutaciónquitándose los sombreros.

- No está mal - murmuró Eduardo.

- Silencio - ordenó el jefe.

Unos indios trajeron una silla para el anciano, ésta nos llamó la atención, erade un estilo romano, como aquella en que pintan a Pilatos.

- ¿Han estado bien mis jóvenes huéspedes? - preguntó el anciano en correctoespañol.

- Sí, le estamos agradecidos por su hospitalidad.

- ¿Ya fueron a cazar?, ¿los llevaron?

- Fuimos a ver cazar, porque no somos diestros con los arcos, - contestó López.

- ¿Nuestro pueblo está atrasado todavía, verdad?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- ¡Qué va! - dijo el Ratón con admiración -,lo que queda de su ciudad será laadmiración del mundo.

El anciano se le quedó mirando y no respondió, luego preguntó a Lópezseriamente.

- Tu compañero no ha venido, ¿le pediste hacerlo?

- Con los términos amistosos con que me lo pidió - respondió López con lamayor candidez en medio de una gran ironía.

- ¡Pues no ha venido! - dijo el anciano con impaciencia.

- ¿Cómo lo sabe usted? - preguntó el Ratón.

- Tengo vigilados los caminos, mis centinelas no han visto a nadie acercarse poraquí No habrás dejado bien claras las marcas que hicieron por el camino.

López no contestó y alzando y bajando su nudo en la pañoleta dijo con grandominio de si mismo:

- ¿Me permite que le diga lo que pienso?Ante nosotros estaba López, ya no era el muchacho gordinflón y chaparrito, eraahora un joven de 19 años, alto aunque la cara la conservaba redonda ysimpática y que frente del anciano dejaba ver su valor innato, que aunque nolo demostraba por sus bromas y chistes, en caso de emergencia aparecíainalterable.

- Dilo- respondió el anciano observándolo.

- Señor, ha sido usted muy hospitalario con nosotros, cinco días que hemospasado, en un verdadero paraíso, cazando, nadando, explorando la ciudadcubierta, pero hay algo que no entiendo, ¿para qué quiere usted que vengaShere Khan?, ¿y si viene como amigo, para qué manda vigilar los caminos?

El anciano iba a hablar pero un ademán de López lo interrumpió.

- Estamos prisioneros hasta que venga él, no quiere que lo sepa nadie y lomandó llamar, ¿por qué tanto misterio?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- No quiero que lo sepa nadie - empezó a decir el anciano con gran calma -porque me tienen que jurar que nunca hablarán de esta ciudad... mi ciudadcubierta por el gran dios siglos ha, un lugar sagrado que no tiene que serprofanado, ¡ni el gran conquistador español pudo jamás encontrarla!... ¡Basta,preguntan demasiado! ¡La civilización no llegará aquí nunca!

- Entonces, ¿estamos aquí para ser enterrados con los grandes reyes ysacerdotes de las galería laterales? - dijo López triunfante de haber arrancadoun secreto - ¿Y para eso también quieren a Shere Khan?... ¡Pues no vendrá!

El anciano se levantó y preguntó amenazante.

- ¿Cómo lo sabes?, ¿le dijiste que no viniera?

- No se lo dije, pero él sabe lo que hace, no es fácil engañarlo.

- Tienes razón - dijo el anciano volviéndose a sentar -, pero si no viene... ¡Nosaldrán nunca!

Hizo una seña a Serafín que se acercó y le preguntó:

- ¿Y los otros muchachos, dónde están?

- En sus casas, aunque sus padres dicen que salieron ayer por la tarde.

Ratón dijo algo en secreto a López y éste lo alejo rápidamente diciendo:

- Es falta de educación hablar en secreto.

- ¿Y qué te dijo? - Preguntó el anciano, interesado el anciano en su charla.

- ¿Que si los otros muchachos serían Héctor y Eduardo?

- Son ellos, ¿dónde andarán?

- ¿También ellos?, ¿qué queréis de nosotros cinco?

- ¡Eran seis! - dijo el anciano.

- Luis - murmuró el Ratón -, ¿nos conocía a todos, en dónde?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- Won - dijo quedito Shere Khan que observaba la escena - sube y vigila pordonde hemos venido, toma la lámpara. ¡tenemos que tener la salida libre!Héctor baja a buscar la salida de esta torre.

Con todo sentimiento dejé aquel interesantísimo diálogo, pero órdenes eranórdenes. Subí hasta la reja, luego sin prender la lámpara abrí la puerta queluego atranqué con piedras. Ya con la lámpara encendida subí la otra escaleraa la sala de las arañas... nada, todo estaba quieto. siguiendo nuestras huellasllegué al pasadizo que estaba marcado, no encontré novedad, un silencioprofundo rodeaba todo. Regresé casi corriendo pues me interesaba oír lo quepasaba y encontré a los muchachos ya casi al final del caracol de columna.

- Sin novedad - dije quedito y pegué la cara para oír.

López y Ratón seguían en sus sitios, el anciano de pie casi sollozaba diciendo:“Lo necesito, lo necesito para la gran prueba...”

- Déjelo en libertad, ¡nos tiene a nosotros dos!, - decía afligido el Ratón - sicometimos el error de descubrir su ciudad en las Grutas, créanos que no losabíamos, buscábamos una salida, no a ustedes, nos pintamos las manos conla reata que lograron teñir mientras dormíamos y era la que usábamos comonuestra ayuda, no como ningún medio de destrucción para ustedes.

El anciano miró al Ratón y luego a López diciendo:

- No en balde, han pasado los años por ustedes, sois mejores que cuando nosconocimos, pero aún así no compensan la falta de los otros.

- ¿Y podría usted jurar que nada nos sucederá si Shere Khan estuviera aquí? -preguntó López.

El anciano cogido de sorpresa sonrió contestando:

- ¡Ningún daño recibirá, ninguno!... Odiamos la muerte violenta.

- Pero prisioneros sí nos tendrían para que no dijéramos dónde estuvimos.

- Si ustedes a su vez me juran guardar el secreto serán libres, por el alma delúltimo sacerdote, aquel santo que jamás volvimos a ver... tal vez el gran diosse lo llevó.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

¡Ah, ya tenemos una salvación! - dijo Shere Khan en voz queda pero anhelante.

- Tienen que escribir otra carta - dijo el anciano -, que es urgente que vengan,también los otros dos.

- ¿Con tanta urgencia? - preguntó López medio distraído -, Shere Khan nonecesita que se le digan las cosas varias veces.

- Tienen que trazar nuevamente la ruta pera que venga hasta aquí.

- El puede llegar aquí sin nada, pero créame que yo me comprometo a ponerleel signo de peligro - dijo el Ratón desafiante-, puede usted hacer lo que quieraconmigo, pero a él no, no lo tendrá.

- ¿Tanto lo quieres?

- Sí señor, pero tal vez ya esté aquí, ha pasado el tiempo.

- No, mis centinelas no lo han visto.

- ¡Puede burlarlos!

- ¿Lo crees posible?

- No me sorprendería el verlo entrar.

- Imposible, nadie llega sin mi consenti-miento.

- Lo haría si estuviese seguro que nada lepasaría...

- Nada le pasará, yo cuidaré de él...

Todo lo demás pasó, ocurrió tan rápido.Shere Khan salió de la columna y se parófrente al anciano diciéndole:

- Aquí estoy, ¿qué me quieres?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Capítulo IIIEn la Ciudad Subterránea

Eduardo corrió tras él, Héctor se volvió a mí diciendo:

- Tú te quedas aquí, ésta es nuestra salida, ¡guárdala!

Se fue Héctor tras ellos y yo me quedé solo en la torre de caracol. La sorpresaque hubo en la sala fue enorme, todos los indios se hicieron para atrás, elanciano no se movió de su sitio y veía entre temeroso y contento a Shere Khan;también yo estaba sorprendido, Shere Khan era alto, también Héctor yEduardo, sin embargo, los indios que se acercaron para verlos les pasaban másde la cabeza; Shere Khan tenía 1.85 cm y les daba casi en los hombros, vicómo de una ojeada los muchachos se daban cuenta de que estaban conhombres gigantesco, pero quedaron en tranquila actitud frente al anciano.

El Ratón corrió al lado de Shere Khan con la misma confianza de cuando eralobato y López dejó de acariciar el nudo de su pañoleta.

- ¿Por dónde llegaste?, nadie me avisó - dijo sorprendido el anciano.

- Es mi secreto, vengo por mis compañeros.

El tono de su voz era firme, sin afectación. El anciano no respondió, se sentóe invitó a los muchachos a que hicieran lo mismo. Yo a mi vez, también mesenté en los escalones no sin antes asegurarme que la puerta a la salaestuviera bien cerrada. Pegada mi cara a la rendija, seguía con cuidado laescena que se desarrollaba frente a mí.

- Estaba seguro que llegarías habló el anciano -, con engaños no pudimos, ycon la verdad estás aquí. Han pasado unos años desde que los conocimos,cuando sin saberlo entraron ustedes a uno de los pueblos más antiguos;nuestro pueblo, que lucha desesperadamente por no desaparecer guardandofiel su tradición...

Un ligero ruido de arriba llegó a mí, subí corriendo, ¿qué diría Shere Khan sialguien nos interceptara el paso?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

En la sala de la reja no había nada y en la de las arañas tampoco, miré recelosopara los túneles, observé el piso y nada. ¿Qué cosa había producido el ruido?Con mi pañuelo empecé a borrar nuestras huellas, así sabría si alguien pasabapor ahí, al bajar por la escalerita, cerré lo mejor posible puerta para que nadieentrase a la escalera de caracol. Regresé a mi sitio, el anciano seguíaplaticando.

- ...no pudimos ayudarlos entonces, siguiéndolos a respetable distancia losvimos entrar en el túnel casi cubierto por el agua. Mi pueblo salió por ahí.También sin saberlo ustedes nos guiaban. Serafín y unos de estos jóvenesfueron los que te ayudaron a salir por el río y dieron aviso al encargado de lasGrutas. Nosotros venimos a refugiarnos donde viven los sacerdotes.

Shere Khan estaba pensativo y al fin dijo:

- Si viven con tanto misterio, ¿por qué ha consentido en que estemos en estelugar sagrado para ustedes, esperando cinco años y luego nos han buscado?,¿qué es lo que quiere de nosotros?

- Esperamos que los niños se hicieran hombres, pues si los niños demostraronentereza y valor ya de hombres nos ayudarán mejor.

- Ayudar... ¿En qué?

- ¡Es tan sencillo! Mira ahí en el altar.

Todos miramos a aquel monumento, era digno de admiración, ¿quién lo habíaconstruido?, ¿griegos, romanos? Tenía la belleza de los primeros, la magnificen-cia de los segundos y la barbarie de los aztecas. Me es difícil describirlos. Eraun ciprés o una cúpula de alabastro, enorme, sostenida por columnas decaprichoso tallado, debajo de éste y en varios cuerpos se iba formando un altarque terminaba en una preciosa estrella de metro y medio, hecha de jade verde,pero tan transparente, que se distinguía un objeto brillar a través de ella.

- Magnifico monumento - exclamó nuestro jefe.

- Es de lo poco que nos queda, ahora ya que están todos reunidos y no es aúnhora de la prueba, vayan a divertirse en el valle. Todos lo pueden visitar y ver,para ustedes no hay nada vedado.

- ¿La prueba?, ¿qué es eso y cuándo va a ser?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- Para mañana al amanecer, cuando el sol entre por las ventanas y llegue alaltar iluminando las estrellas. La prueba es muy fácil.

- Bien, si tú señor, no nos dices qué es y en qué consiste, desapareceré comohe venido y con mis compañeros.

El anciano se irguió frente al altar y dijo pausadamente:

- Guardamos ahí nuestro símbolo, nuestro pueblo no ha muerto, espera, porquevolverá a ser el amo. Fuimos los elegidos, grandes y fuertes, nuestros reyesenterrados pueden demostrarlo, quedan pocas cámaras mortuorias, pero lostesoros ahí guardados harán resurgir un reino más fuerte, más poderoso quecualquier otro en el mundo...

Mi asombro, a la vez que el de mis compañeros era igual, oír hablar de reinosy poderío en nuestra época era de un loco alucinando y por lo tanto máspeligroso.

- ¿Y quieres que nosotros te ayudemos a esa conquista? - preguntó algoalarmado nuestro Guía.

- ¡No tanto, primero harás la prueba del símbolo!

- ¿Y si de esa prueba salga bien o mal, me promete poner en libertad a miscompañeros? Ése es el precio para que yo haga lo que me piden.

- ¿Acaso temes por sus vidas?

- Sí, y por eso quiero que vuelvan a sus casas.

- ¿Te quedadas tú sólo?

- Yo sí.

- ¡Oh no! - interrumpió el Ratón - todos o ninguno.

- Atrás Ratón - dijo secamente Shere Khan.

- No te dejarán - agregó el anciano.

- Si yo se los ordeno como su jefe, lo harán.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Hubo mi instante de silencio y Héctor respondió:

- Así te obedeceríamos. Pero anciano, ¿qué le ofreces a Shere Khan si salebien?

- ¡Oh, algo inaudito!, pero quiero que estén todos presentes y te juro que susvidas no corren peligro.

- ¡Pero nos tendrás presos! - agregó Eduardo.

- Tampoco, lo menos que puedo ofrecerles es un reino a cada uno de ustedes.¡Salgan a pasear y a comer, mañana veremos!

Shere Khan alzó la vista al techo, comprendí que quería decirme algo, deseguro que cuidara yo de nuestra salida secreta, lo haría eso que ni qué, hastaque ellos volvieran.

- ¿Podemos dejar nuestras cosas en ese rincón? - preguntó mirando hacia unade las paredes laterales. Aquello era un pretexto pera volver al salón.

- No - dijo el anciano - tenemos un bonito cuarto arreglado para ustedes,llévenlos, - e hizo una seña a unos indios jóvenes.

El Ratón le quitó a Shere Khan sus cosas y siempre con él a su lado, salieronlos muchachos de la gran sala. El anciano se quedó con el resto de los indiosy comenzaron a hablar en el extraño idioma. Puse toda mi atención a ver silograba entender algo. Era inútil. No podía distinguir ninguna palabra conocida,pero sí en cambio comprendí que buscaban algo; la entrada por donde habíanllegado los muchachos. Espiando por las rendijas seguía yo los movimientos delos diferentes grupos, que revisaban con detenimiento las paredes. Atranquélo mejor que pude la puerta para que no se moviera ni siquiera empujándolapor fuera. Recogí los objetos que dejaron los muchachos en su retirada y subíal salón del piso enrejado. Desde ahí contemplé el ir y venir de todos, muchasveces estuvieron junto a la columna y golpearon sus paredes, pero inútilmente,no cedió. Ya más tranquilo los dejé en su búsqueda y regresé a la Sala de lasArañas.

Todo estaba tranquilo, aquellos horribles animales seguían su trabajo tejiendosus telarañas. Al ver los otros túneles me saltó la idea de que tal vez irían a dardonde estarían los muchachos. Encontré las dos reatas y las añadí, amarrando

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

el extremo de una de las molduras, empecé a explorar el túnel siguiente al queconducía a la sala del altar.

Gracias a la lamparita pude guiarme cuando faltaba luz, pero lo más curioso eraque siempre había alguna rendija que dejaba pasar la luz solar. Aquel túnel erade la misma construcción del primero, de repente me detuve. Oía hablar. El ecomaravilloso me traía voces y, ¡oh sorpresa eran de mis compañeros! Busquépor todas partes guiándome por las voces y encontré un pequeño enrejado queme dejaba verlos.

Estaban sentados en una bonita estancia; pieles de animales servían dealfombras, varios lechos o sillones tenían pieles de borrego de distintos coloresy en ellos mis compañeros descansaban tranquilamente platicando. Como eltúnel seguía, decidí seguir adelante y ver a dónde iba a dar, Las rendijas en eltecho dejaban entrar la luz y las laterales en el piso daban a los distintosdepartamentos de ese palacio. Después de la estancia donde estaban miscompañeros, seguía otro enorme salón con grandes arcos que daban para elhermoso valle. Ahí estaban varios de los gigantescos indios tirados en pielesplaticando en voz queda, escuchaba distantemente sus voces pero no entendíalo que decían. Algo desusado pasaba pues en los corrillos se hablaba animada-mente. Regresé a donde estaban los muchachos y escribiendo todas misobservaciones en un pedazo de papel, se las aventé por las rendijas. ShereKhan después de leer dijo como platicando con Héctor:

- Sería también bueno ver los otros lugares, no vaya a haber sorpresas, hayque estar alerta.

Comprendí que quería que explorara los otros túneles y silbando nuestro himnome alejé regresando al Salón de las Arañas. El polvo del piso me sirvió a las milmaravillas, rotulé el túnel y recogiendo mis reatas empecé a revisar otro. Nocamine mucho, aquel túnel estaba derruido, grandes bloques de piedra lohabían cerrado. Otros dos más estaban derruidos también, comprendía queaquellos túneles darían a la parte central del palacio que estaría sepultado. Talvez de aquel maravilloso edificio quedaba ya muy poco. En el Salón de lasArañas me sentía como en el centro de las operaciones, de los túneles solofaltaba de explorar uno que corría paralelo al que estaban los muchachos.Regresé y dejando caer una nota di razón a Shere Khan de mis pesquisas.

- No dejes ninguno pendiente - dijo Shere Khan sin alzar la cara.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Tenía razón, me encaminé al último túnel que me faltaba explorar. Laconstrucción era igual que los anteriores, pero unos cuantos metros adelante,comenzó una escalera de caracol, mirando que no había otras entradas, recogílas reatas y empecé a bajar, veinte, treinta, perdí la cuenta de los escalonespor prender la lamparita, ahí no había rendijas para que entrara la luz.

Con el cuchillo empecé a apartar las telarañas que eran muy espesas, el olora humedad era fuerte. Por fin se terminó la escalera y empecé a avanzar, teníamiedo ante lo desconocido, pero, ¿qué le diría a Shere Khan? De improviso medetuve, oí voces, busqué las rendijas para ver, pero en el suelo no había nada,avancé otro poco y me percaté que las voces estaban arriba. Apagué la luz ydistinguí una estancia elegante y hermosa como las anteriores, pero ahoraestaba yo debajo de ella, la escalera de caracol me había conducido a lossubterráneos del palacio. En la estancia estaba el anciano vestido de negro ySerafín, hablaban en el idioma desconocido, luego entró otro de los indios ySerafín dijo en español:

- ¿Está todo listo?, ¿quién salió en suerte?

- El joven Astré, es de la misma edad del forastero.

- ¿Es tan fuerte como él?

- Mucho más, ¿das tu venia, Padre? - preguntó el recién venido, poniendo lamano en el suelo.

Éste quedó silencioso un rato y dijo:

- No quiero que le suceda nada a mi elegido, pero la ley es la ley, los nuestrostienen que defender su derecho, que sea la lucha antes de comer.

El recién llegado salió y yo, adivinando el resto, volé escaleras arriba paraponer en antecedentes a Shere Khan. Llegué jadeante a la rendija por dondepodía hablar a mis compañeros y dije:

- Shere Khan, alerta quieren que pelees con uno de los indios, ¿qué hago?

- No hables, nos pueden oír, escribe.

Ante eso mi block de apuntes me fue utilísimo, pues de ahí arranqué las hojaspara las notas. Escribí mi nueva exploración y lo que había oído.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Los muchachos lo discutieron, Héctor iba a replicar, cuando entraron variosindios con Serafín.

- Shere Khan - dijo con gran dignidad - el Padre nos mandó cumplir una misión,no quería hacerlo, pero entre nuestros jóvenes hay la tradición que antes de lagran prueba, hay que demostrar fuerza y ligereza.

- ¿Quieren que luche con alguno de ustedes? - dijo Shere Khan con tranquili-dad.

Serafín lo miró sorprendido y dijo:

- ¿Sabías la tradición? Es un juego limpio, ¿quieres venir?

Los muchachos al igual que yo, notamos que en la entonación de voz habíarespeto y diríamos que algo de temor. Por contestación Shere Khan se quitó elcuchillo y lo que traía en las bolsas que dejó con la mayor tranquilidad sobreuno de los lechos. Salieron de la estancia, Héctor se quedó rezagado y alzandola cara dijo:

- Si puedes seguirnos, hazlo y si nos ves silba taps quedito.

Salió para reunirse a los demás y yo también seguí por el corredor, pues esadirección tomaban. Llegué al salón donde estaban los indios, con los grandesarcos para el valle y sí, ahí ya estaban los muchachos. Un grupo de jóvenes losrecibió como grandes diplomáticos, algunos ancianos sentados en los lechos depieles eran mudos testigos.

- ¿Sabes tirar con arco y flecha? - preguntó Serafín.

- Muy poco, pero si quieres lo haremos también.

Dos arcos enormes y un carcaj les fueron presentados por un joven, queaunque arrogante, miraba con respeto a Shere Khan.

- Éste es Astré, con quien vas a jugar y a competir.

Mi impresión ha de haber sido igual que la de todos, sentí temor al ver a aqueljoven gigante, que casi desnudo se erguía ante nuestro jefe, aventajándolepoco más de una cabeza. Con aflicción miré a Shere Khan, él era el más fuertede todo nuestro grupo, diestro, ágil, ¿pero ante aquel gigante no iría a quedar

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

mal? Todo el prestigio que tenía ante aquellos hombres se podría derrumbar síera vencido...

Héctor cogió los arcos y los midió, eran iguales, las flechas también, aquelencuentro era curioso; aquellos salvajes con reglas de caballería y nosotroscivilizados, regresando a las gestas en una ciudad milenaria.

El Ratón le empezó a quitar la camisola a Shere Khan a una orden, algo en elambiente hacia que nuestra camaradería, se tornase en atención y respeto antenuestro jefe.

Eduardo discutía con Serafín dónde sería el blanco, y éste último alzando lacara señaló el sitio donde estaba yo. Con un movimiento instantáneo me retiré,creía que me había visto, pero luego oí decir a Serafín:

- Ahí en esas molduras del techo es un blanco magnifico, ¿no crees?Shere Khan las observó y comprendí que pensaba en ml y respondió:

- ¿En el techo?, bueno, donde ustedes digan.

El indio Astré, se acercó a Shere Khan y le enseñó con toda nobleza el manejodel arco, tirando dos o tres flechas bastante despacio para que Shere Khanviera la técnica, nuestro jefe puso gran atención y también soltó dos flechaspara ver si podía. Sonrieron con aprobación todos los gigantes al ver que nohabía sido torpe en aprender, y Astré tendiendo el arco saltó la primera flecha.Yo me replegué para que no me fuera a alcanzar. Pero no. Ésta quedó metidaen la moldura, a mi vista estaba la punta y no sé qué mal espíritu se apoderóde mí, el caso es que poniendo el pie sobre ella, rechacé la flecha, ésta oscilóy cayó al salón ante la sorpresa de todos. Shere Khan lanzó su flecha, me diola idea que él sí sabía manejar el arco, pues la tendida la hizo con bastantesoltura. La flecha se hundió en la moldura, esperaron un rato y claro, esa no secayó. El gigante soltó otra y la suela de mi zapato nada más la hundió. Héctormiraba fijamente como queriendo decir algo, yo comprendía que no era muycorrecto lo que hacía, pero tenía que darle una ventaja a Shere Khan ya queestaba en mis manos hacerlo. Otra y otra vez tiraron, las flecha del joven indiocaían y las de Shere Khan quedaron intactas. Un murmullo se levantó, algodigno de admirarse pesaba, todos observaban las flechas, tanto, que temí medescubrieran. Eduardo conciliador, cambió los arcos y las flechas y por últimose volvieron lanzar.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Una flecha cayó al suelo y la otra quedó intacta. Ya no hubo murmullos, unsilencio enorme siguió, comprendí que nuestro jefe había ganado bastante antesus ojos; pero lo más duro seguía y eso no estaba en mí ayudarle.

Los gigantes formaron un círculo enorme alrededor de los dos jóvenes, ¿quéclase de lucha iba a ser aquella?

Serafín explicó señalando un jarroncito, tal vez de oro, que fue puesto en unbanco.

- Shere Khan, se trata de ver quién llega primero a apoderase del jarrón, luegoel que lo coja deberá defenderlo del otro que tiene que tratar de quitárselo paraofrecerlo a su Padre.

En efecto, el anciano vestido de negro estaba ya sentado en una especie detrono y contemplaba las flechas clavadas en el techo sonriente.

- ¡Ah! - dijo el Ratón - ¡Pero si es un juego Scout!

- Pero tiene sus bemoles con ese competidor... - dijo López mirando a Astré.

- Cállense, ordenó Héctor.

Eduardo y Serafín contaban los pasos hasta la salida del salón, ahí llamaron alos dos jóvenes y contemplaron a mi jefe a la luz del sol, que entraba araudales por los arcos. Renació un poco mi esperanza. Aquel Shere Khan quequeríamos tanto estaba tranquilo, al menos en su exterior demostrabaconfianza, su cuerpo semi desnudo, bronceado por el sol parecía una hermosaestatua modelada y aunque más pequeño que el gigante, no se veía menosfuerte.

Yo estaba sudando, la emoción me embargaba. Ningún juego por másemocionante que hubiera sido, me había puesto tan afligido, es que no era unjuego lo que iba a pasar, era la supremacía de un hombre, la dignidad casiregia de nuestro jefe, ante los gigantes y... ante nosotros.

El Ratón estrechaba contra su pecho la camisola de Shere Khan. Estaba pálido.El cariño que profesaba al joven hacia su sufrimiento mayor. López jugando conel nudo de su pañoleta, casi se la arrancaba. Héctor hubiera querido luchar asu lado y le daba consejos...

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- No te dejes coger, escabúllete, bueno, hasta donde sea decoroso...

Eduardo al lado de Serafín observaba los menores detalles. Todo estaba listo,el salón no presentaba obstáculos, los concurrentes se habían replegado contralas paredes, los competidores tenían que correr desde los arcos hasta mediosalón y ahí coger el jarrón y luchar...

Eduardo dio la salida. Astré me dio la impresión de un meteoro, con rapideznotable cruzó el salón y llegó al jarrón, sabedor de su velocidad antes decogerlo volteó a ver si era seguido y ese instante fue la ventaja para ShereKhan. Junto a Astré del lado apuesto como si fuera su sombra. Shere Khancogió el jarroncito y siguió su carrera hacia el anciano. Astré lo siguió y casi alos pies del anciano rodaron por el suelo. Nadie se movía, todos los ojosestaban fijos en los cuerpos que forcejeaban en el suelo. Era terrible ver anuestro jefe en tan apurado trance, yo nunca lo había visto pelear, salvo algunoque otro coscorrón que propinaba a los rebeldes o desobedientes y cuando enlos campamentos se jugabas pero aquello era tan distinto a lo que veía.

Un gigante tratando de arrebatarle un juguete de oro y él defendiéndose conrapidez. Logró pararse forcejeando aún y aventó al gigante a un lado,aprovechó esa oportunidad y puso el jarroncito a los pies del anciano. Astréatacó con más brío, pero agachado frente a Shere Khan, éste ya tenía las dosmanos libres; con una formidable llave se lo quitó de encima y tratando deganar tiempo, apenas tuvo otra vez a su alcance al indio, empezó a golpearlocon los derechazos de boxeo más fantásticos que yo he visto.

Aquello cogió por sorpresa a Astré, tal vez así no sabía pelear y no encontrandocómo defenderse de aquella lluvia de golpes y sintiendo su cara sangrada, sehizo para atrás. Shere Khan comprendió tal vez que ese era el momentodecisivo y golpeó con más seguridad a su contrincante, logrando darle en laquijada, tirándolo al suelo.

El anciano se levantó y dio una palmada, Serafín corrió a levantar a Astré y ledijo unas palabras en su idioma.

- Has ganado, Shere Khan - dijo el anciano en español -, eres rápido y tusgolpes son fuertes, sigues siendo mi escogido predilecto, mañana será la granprueba.

Ahora a comer - e hizo una seña a los indios.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Mientras arreglaban las mesas, los muchachos se reunieron debajo de lasflechas y platicaron mientras Shere Khan se ponía su camisola.

- ¿Sabías tirar el arco? - preguntaba el Ratón.

- Un poco, ¿se acuerdan de las competencias con los norteamericanos?,entonces fue cuando me entrené, aunque hoy tuve una suerte loca - y mirabapara arriba.

- Eso no fue de importancia, lo de ahorita fue admirable, te felicito - dijoHéctor.

- Seguí tus consejos, ¡a rapidez y la sorpresa fue lo único que me podía valercon tan temible enemigo.

- Pues vaya trabajito, ¡eres formidable! - agregó López.

- Recibe mis más cumplidas felicitaciones - dijo nuestro diplomático Eduardo.

Shere khan sonrió ante los cumplidos y yo logré comprender que aquellasonrisa era también de orgullo de haber podido demostrarnos, a nosotros másque a los indios, su fuerza y agilidad.

Algunos jóvenes indios se acercaron a invitarnos a comer, Shere Khan hablódos palabras con Héctor y mientras se sentaban a la mesa, Héctor se excusóy se dirigió a su cuarto silbando taps... Comprendí que quería hablarme y loseguí.

En su cuarto se cercioró que nadie lo había seguido y dijo no muy fuerte:

- En las mochilas hay de comer, toma algo y a la noche en el Salón del Caracolte llevaremos más.

Salió rápido y yo me dirigí al Salón de las Arañas. Revisé con precaución todoel piso, nadie más que yo habla entrado y salido. Las arañas ya más tranquilasse iban acostumbrando a mi presencia y se apartaban a mi paso, lo cual lesagradecía de mil amores, pues a mí, seguían dándome asco y horror como alprincipio. Bajé al enrejado del salón principal y saqué de las mochilas lo quemás se me antojó para comer. Noté movimiento en el salón y vi varioscentinelas, unos en las puertas y otros junto al altar de la estrella de jade.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Los gigantes tenían alguna sorpresa para nosotros y guardaban lo más queridopara ellos. Regresé a donde estaban comiendo y sentándome junto a la rejatambién recobré las fuerzas perdidas.

Estaba yo esperando que terminaran los muchachos cuando percibí un ruidoindefinido por el corredor, me acordé de la maravillosa acústica de lospasadizos y rápido me levanté para averiguar de dónde provenía.

Con todo cuidado empecé a caminar, llegué al Salón de las Arañas y ahí quedéun rato, no oí nada, pero luego fui acercándome corredor por corredor, todosestaban silenciosos menos el que bajaba al subterráneo. Escuché, no podíaprecisar qué producía aquel ruido. Sujeté mi cuchillo, revisé que la linternaprendiese bien y comencé a bajar.

Conforme descendía el ruido se iba agrandando, pero aún no podía definirlo;era algo que caía, corría. Terminé la larga escalera y llegué al corredor, pasédebajo de la cámara del anciano y la luz de mi lámpara iluminó una reja frentea mí, ahí era de donde provenía el ruido. Atenuando todo lo posible la luz de lalinterna con mi mano, me acerqué.

Las impresiones que llevaba recibidas habían sido muy fuertes, pero eran máso menos reales, personas y casos que estaban dentro de lo normal, peroaquello que vi detrás de la reja era una alucinación, fantasía y sin embargo, loestaba mirando.., apagué la luz de mi linterna. Dos enormes gigantes estabandescargando unas cajas de dorados pedacitos sobre un montón enorme deestatuas, joyas, piedras preciosas y al caer los pedacitos contra los que yaestaban amontonados producían el melodioso y a la vez fino sonido del oro, unode los gigantes apilaba con una pala aquel tesoro, haciendo más ruido.Prudentemente me retiré, aquel lugar era peligroso, aunque la reja nosseparaba, no era bueno. dejarse ver.

Llegué a la Sala de las Arañas y tranquilo, aunque lleno de sorpresa, me dirigía donde estaban los muchachos. No los encontré, no había nadie, no estabanen su cuarto, en la sala del altar tampoco, ¿dónde andaban? Por primera vezme sentí solo, solo en aquellos mudos corredores, a nadie vi... En mi reloj eranlas cinco de la tarde, la obscuridad no dilataría mucho, y... me iba a pasar lanoche solo ahí en los corredores... ¿Qué haría? Parecía un fantasma silenciosorecorriendo aquellos túneles, me habían dado la consigna de guardarlos y ahíme estaría, teniendo cuidado que no nos fueran a sorprender. Se me ocurriódar una vuelta por donde habíamos entrado y llevando una reata empecé asubir por aquellos enormes escalones. Llegué adonde estaba derruido el

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

corredor y salí por entre los escombros para contemplar el hermoso valle quetanta admiración nos había causado.

Y sí, iluminado por la luz de la tarde era mucho más hermoso que en lamañana, había más colores. Aquel paisaje era una verdadera obra maestra dela naturaleza, miraba extasiado lo que tenía ante mis ojos, y al mirar a lasconstrucciones que se veían salir de los potentes acanalados, empecé adistinguir unos arcos que daban alas terrazas, me dieron idea que ya los habíavisto... ¡Si sería tonto! ¿Aquellos arcos no eran del salón donde había tenidoefecto ¡a lucha? ¡Oh! De seguro los muchachos estaban corriendo por aqueljardín. Puse atención y sí, vi un grupo de hombres que charlaban o jugaban, yentre ellos distinguí los pantaloncillos y las pañoletas.

Ya más tranquilo me senté en una piedra a contemplarlos desde lejos. Mepasaba lo que a aquel señor de la Biblia, que miraba el paraíso desde lejos, casilo tocaba, pero no entró.

Aunque estaba distraído contemplando el paisaje, noté que alguien o algo sevenia acercando por el desfiladero que estaba a mis pies, recordé a la iguanay de un salto estaba ya alerta. Las plantas exuberantes de tierra calienteondeaban al paso de lo que venía, era algo grande pues la fuerza con que sedoblaban lo denotaba. Miré a mis pies, por ahí no podía subir ningún animal,sólo un saurio, lo que me consolaba, o un hombre...

Me escondí tras las piedras. Empecé a distinguir una forma humana queapartaba las plantas a su paso, ¿quién sería? Ya al llegar como a ocho metrosdel acantilado, distinguí en el cuello de aquel hombre una pañoleta con unoscolores conocidos. Era uno de los muchachos, pero aún así no me salí de miescondite, lo vi llegar hasta el pie del acantilado ya al ver que quería subirlodesenrollé la reata y sin decir nada la dejé caer sosteniendo una de las puntas.

La impresión del muchacho me hizo reír, pues saltó para atrás escondiéndoseentre la maleza, empecé a silbar taps y López, pues no era otro, saliórenegando, empezó a subir ayudándose con la reata.

Yo lo observaba y vi que con gran energía llegaba hacia mí. Por saludo dijo:

- ¡No podías haber silbado cuando echaste la reata! Viene uno y ¡Zas! ¡Lepegan un susto sus propios compañeros!

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

López seguía siendo el mismo. Enrolló ¡a reala mecánicamente y mirándome sequedó sorprendido, luego dijo:

- ¿Y tú eres Won? - aquella pregunta me llenó de asombro, tenía en sumodulación de voz una gran sorpresa y luego vengativo me dijo-, ¿con que túeres el que se entretiene contando cuentos no?

- ¿Y tú eres López? ¡Qué milagro que subiste corriendo esta colina y trepastepor el cable! - contesté también vengativo, recordando que era flojo para eso.

- ¡Aja!, de eso mismo quería hablarte, cuando vuelvas a hablar de mí, vas adecir la verdad y no me pones en ridículo, diciendo que era panzón, flojo...

- No tengo que hablar de ti, ni te aflijas - contesté quitado de la pena.

López me miró con toda calma y dijo:

- Oye, y si te dijera que había yo tenido deseos de encontrarte...

- Y al encontrarme, ¿has llevado un chasco no?, ¿por qué?

- Sí, creí que podría darte de golpes...

Aquello colmó mi paciencia, tenía tantas ganas de estar junto a los muchachosy he aquí que López llegaba a mí con deseos de pegarme y me la teníaguardada, todo lo won se me subía a la cabeza y no pude contenerme.

Mi puño derecho e izquierdo encontraron la cara de López. Cayó al suelo, selevantó y quiso golpearme, pero no pudo, logré esquivar sus golpes y de nuevomis dos puños encontraron su quijada. Quedó sentado contra unas piedras,sacudió la cabeza y se me quedó mirando sorprendido, luego soltó unacarcajada que ahogó entre sus manos, se moría de risa, yo me recargué contrauna piedra y esperé a que terminará de reírse.

Cuando se quitó las manos de la cara vi sorprendido que en uno de sus ojosempezaba a formársele un círculo violeta y mirándome con la cara más pícaraimaginable me dijo:

- ¡Me lo merecía, hombre!, ¡siquiera levántame que aún veo estrellas!

- ¿Pues no que querías pegarme?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- Pero si no me has dado tiempo ni de defenderme, razón tenía Shere Khan.

- Bueno y a todo esto - pregunté, jalándolo para pararlo - no habrás venidopara pelearte conmigo, ¿qué dice Shere Khan?

- ¡Ah! Tienes razón, me mandó a que viera si no necesitabas algo, mientrasellos entretienen a aquel puñado de gigantes. Me dijo que le mandes unareseña escrita de todo lo que has hecho y descubierto.

Me puse a escribir la reseña, incluí también un plano de los corredores yentregándosela a López dije:

- Retiro también lo de que eres flojo para subir, te estuve observando, senecesita una gran resistencia para venir corriendo desde donde están losmuchachos y subir perfectamente bien un cable.

- He aprendido que todo es muy útil saberlo hacer bien. Bueno, me voy, no hayque dar a sospechar nada, que estés pendiente de dónde andamos nosotrospues eres nuestro ángel guardián.

Nos estrechamos la mano con gusto y luego bajó rápido por el cable. Se perdiópor entre la maleza y al rato lo vi reunirse con los muchachos.

Casi hasta que empezó a obscurecer, se metieron, yo también hice lo mismoy tuve que usar la lámpara de mano pues ya no se veía por los corredores. Enla Sala de las Arañas puse a la entrada las reatas con unas piedras para que sialguien entraba, se tropezase con ellas y yo no estuviera desprevenido. Recogími mochila y me dirigí a la habitación que les habían designado a los mucha-chos, así dormiríamos juntos, bueno ellos abajo y yo arriba. En efecto yaestaban en la estancia, acompañadas de varios jóvenes indios ycenaban algo muy bueno pues olía a gloria, tal vez era carne asada o pollo. Yoobservaba que Shere Khan iba guardando algo detrás de él, casi no comía naday gracias a la poca luz de las antorchas no lo veían. Comprendí su idea y yo pormi parte empecé a calcular los metros que nos separaban y metí la reata, peraque llegara abajo, y en la punta la destorcí para que se pudiera amarrarfácilmente lo que quisieran enviarme. Puse la reata preparada a mi lado yesperé pacientemente a que se fueran los jóvenes indios y quedasen miscompañeros solos. Estaba completamente a obscuras, pues si prendía lalámpara se vería la luz por entre las rendijas.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Pasaba el tiempo lentamente y los jóvenes indios no se iban, se me hacíaeterna aquella espera. La quietud que reinaba en los corredores era muygrande, el silencio mayor hacía que oyera los latidos de mi corazón, mirespiración era el único ruido verdadero que existía y con aquella acústicaadmirable tenía todos mis movimientos presentes.

Poco a poco me empecé a quedar dormido gracias a la quietud a que me veíaobligado, tal vez pasó un rato cuando me desperté al oír el largo y melodiososilbido del taps. Miré hacia abajo y vi a los muchachos. Héctor estaba en lapuerta tal vez “echando aguas” Shere Khan y López miraban arriba, el primerosilbaba. Contesté y el jefe dijo, como platicando con López:

- ¿Quieres que demos una vuelta por el Salón del Trono?

- ¿Para qué? - contesté yo en voz natural.

Shere Khan enseñó un bulto y dijo:

- Es comida.

Empecé a bajar mi reata por las rendijas diciendo:

- No es necesario, además hay centinelas.

- ¡Caramba!, éste sí que nos ganó - dijo López.

Shere Khan amarré el bultito y mirando a López dijo:

- A ti sí, ponte paños de agua fría en ese ojo, si no mañana no vas a ver.

El Ratón empezó a hacerle burla y los dos como siempre se enredaron en unaescaramuza. Mi bulto llegó perfectamente bien y vi que era la comida que miGuía me había guardado.

- ¿Todo bien Héctor?

- Sin novedad.

- ¿Podrías coger una piel de borrego? ¿Cabría?, para que duermas caliente.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Eduardo ya tenía listas dos pieles de borrego. tal vez las más delgadas. Volvía bajar mi reata por la rendija más ancha y amarraron una piel, con algunasesfuerzos logró pasar, me mandaron otra y una cobija; estábamos listos paradormir.

- Ahora - dijo nuestro jefe - a rezar y Héctor hace la primera guardia, puesmañana sólo Dios sabe lo que nos espera, pero debemos estar descansados ycon las mentes despejadas. Won, duerme lo que más puedas, pero si notasalgo, avisa.

Rezamos con gran fervor, el mañana era incierto, ¿qué pasaría? Me envolvíencantado en la cobija y me acosté en las pieles de borrego junto a la rendija.Vi mi reloj, eran las nueve de la noche. Bajé la vista a ver a los muchachos yvi a Eduardo despidiéndose ceremoniosamente de Shere Khan deseándole feliznoche.

Me quedé profundamente dormido, no meacordé de que estaba solo en unos corre-dores llenos de arañas y polvo y otrosanimales ignorados. Estaba yo cansado,aquel ir y venir como fantasma por loscorredores; sacándolo en cifras daba muybien la distancia de algunos kilómetros.

Desperté entre sueños, sentí que alguienme movía, ¿pero quién? Me enderecérápidamente, nadie estaba conmigo,¿quién se había movido? Prendí la luz dela linterna y busqué por todas partes,nadie... las desnudas paredes eran miúnica compañía, aún sentía yo en el hom-bro el peso como de una mano, la que mehabía sacudido, no salía yo de mi asom-bro cuando bajé la luz de la linterna alsuelo, apenas tuve tiempo de rodarmerápidamente sobre el enrejado para po-nerme a salvo...

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Capítulo IVEl Símbolo

Tres tarántulas monstruosas se abalanzaban sobre mí, pero sin alcanzarme:cayeron sobre el papel en que guardaba los restos de mi cena.

Me paré asustado, no había yo visto animales tan grandes, eran de color griscon rayas verdes, por lo que deduje que no eran de los corredores, eran delvalle y algo los había atraído ¿serían los pedazos de carne asada que había yoguardado?, tal vez, porque como verdaderas fieras se disputaban hasta loshuesos.

Miré a los muchachos, estaban profundamente dormidos, el Ratón era el queestaba de guarda, miré mi reloj, era la una de la mañana. Cogí un pedazo depapel y le escribí al Ratón que si tenía algo de carne guardada, que la sacasefuera de la estancia sin despenar a los muchachos.

El Ratón alzó su cara y movió negativamente la cabeza. Bueno ellos norecibirían esa desagradable sorpresa, ¿ahora qué iba a hacer yo con esosanimales?, miré la reata enrollada: Así era una formidable masa. No teniendootra cosa a mi alcance la emprendí contra ellas con la reata. Aquello fuehorrible, pues sus cuerpos blandos al recibir los golpes se despanzurrabansalpicándome. Con todo mi horror y asco tuve que acabar con ellas pues deseguro eran peligrosas, desde el momento que comían la carne con talvoracidad. Cuando acabé estaba sofocado, tal había sido el esfuerzo paraacabar con esos animales. Oí que silbaban, miré hacia abajo y Héctor y el Ratónveían alarmados hacia mí.

- ¿Qué te pasa Won? - preguntó Héctor en voz baja.

- ¿Los desperté?

- Sí, se oyeron algunos golpes, ¿estás bien?

- Gracias a Dios, todo bien por aquí, fueron unas arañas que tuve que matar.

- ¡Vaya zapatazos! - dijo López acostado.

El Ratón impuso silencio, era que Shere Khan estaba profundamente dormido.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Ya no hablamos, respetamos su sueño, pues no dilatarían mucho en necesitarde todas sus fuerzas e inteligencia.

Héctor se volvió a recostar, el Ratón continuó su vela y yo quedé como siempresolo en medio de esa obscuridad.Orillé los fragmentos de los asquerosos animales a la pared, la reata que estabacompletamente sucia también la dejé ahí.

Al buscar mi cobija y taparme recordé cómo había despertado, alguien mehabía avisado del peligro que corría, ¿quién? Ante aquella pregunta miréinterrogadoramente a los corredores, me cercioré de que mi cuchillo estuvieseen su lugar y prendiendo la lamparita empecé a revisar el suelo, ya era difícilver otras huellas distintas a las mías, había yo echo un ancho surco entre elpolvo. Me dirigí al Salón de las Arañas, éstas seguían su interminable trabajoentretejiendo las enormes telarañas, las reatas que había puesto en lasentradas de los otros corredores estaban intactas, sólo una me llamó laatención pues se mecía levemente. Era la que daba al corredor por dondehabíamos entrado. Recorrí con toda cautela aquella entrada, donde todo estabaigual que hacía siglos, solo yo era el intruso. En el derrumbe examiné bien, nohabía ninguna huella extraña, seguí hacia el fin y ahí tampoco, con la luz de lalámpara iluminé hacia afuera, todo estaba normal, no hacia aire y sin embargo,vi moverse unas plantas. La luz de la lamparita iluminó aquel lugar y cuál noseria mi sorpresa al reconocer el lugar donde estaba semi-enterrado el antiguosacerdote. Pero nada, nada anormal se veía. Regresé y por el camino no queríayo ni pensar, porque comprendía que el miedo podría adueñarse de mí y ya nosería útil a los muchachos en la prueba final, sobre todo, tenía que guardar elsecreto de los pasadizos, podrían ser la salvación de mis compañeros y la mía,según se presentasen los sucesos y total, fuese quien fuese, ¡quien me avisóera un amigo!

Con todo y esta resolución ya no pude dormir, qué despacio caminaba el reloj,eran cinco minutos para las dos, empezaba a hacer frío, en el Salón de lasArañas. Contuve un grito de susto cuando al pasar por el túnel del tesoro oí lavoz de un hombre. Me replegué todo lo que pude en el pared, y puse mi manoen el mango del cuchillo... nadie salió, y seguía oyendo la voz. Comprendí quealguien estaba hablando por aquel túnel. Puse los dedos en la lámpara para quesolo viese por dónde caminaba y bajé la escalera decaracol. Sí, la voz venía del cuarto del sacerdote. Me acerqué y lo observé.Hablaba y hablaba en voz alta pero él solo, en el lenguaje raro que no podíaentender ni una palabra, por la entonación parecía rezar y lo hacía convehemencia, luego como que suplicaba, aquel hombre estaba en oración. Di

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

media vuelta y regresé al Salón de las Arañas. En el salón del altar oí ruidostambién y bajé a ver.

Había una inusitada actividad; unos gigantes limpiaban el lugar, otrosadornaban de flores las paredes, grandes hachones estaban puestos en lasparedes y también en el altar, como alfombra habían hermosas pieles deanimales y en pebeteros ponían carbones, tal vez para encenderlos después.Un gran acontecimiento iba a tener efecto dentro de unas horas. Yo por miparte bajé a revisar la puerta de salida, seguía firmemente cerrada como lahabía dejado.

Regresé a donde estaban los muchachos, más valía que estuviera junto a ellos,ahora el que estaba velando era López, los demás dormían tranquilamente.

Qué eterna me pareció la espera, parecía que en aquellas construccionesmilenarias el tiempo no penetraba, ¿qué era para ellas unas horas? Mientras yoseguía mi ininterrumpida marcha. El sacerdote había terminado de rezar, de sucorredor no se oía nada, todo volvía a estar quieto, los gigantes habíanterminado su arreglo y la calma precursora de las grandes tempestades invadiótodo el palacio.

Los muchachos descansaban tranquilamente, así es que seguí al Salón de losGuerreros. Nadie tampoco estaba, unos hachones iluminaban la estancia, petono se vela ningún indio. Seguí por ese corredor y de pronto sentí un granfresco, lancé con precaución la luz de la linterna y ahí, agradable sorpresa:

Un enrejado como todos los otros, pero más grande me dejaba ver entre larelativa obscuridad del campo un hermoso panorama. Estaba a una alturaprodigiosa, las siluetas de otros montes más abajo me lo daban a entender. Elviento helado de la madrugada llegaba a mí, el aroma puro del campo y elsilbido de las alturas. No se veía bien para abajo, la obscuridad era profunday al ver el cielo, aquello era maravilloso; todas las estrellas del firmamentobrillaban con el esplendor de la tierra caliente y en medio de todas ellas una eramás grande y hermosa, la reconocí; era la Estrella de la Mañana que sale porOriente, empezaba a clarear, miré mi reloj; iban a dar las cuatro. ¡Las cuatrode la mañana!, la belleza del mismo cielo me lo recordó. Esa la hora de la SantaVirgen. Mi abuelita recordaba esa devoción, ella iba a misa, o rezaba las AvesMarías. Con su bendito recuerdo eché para atrás mi sombrero y mirando alinfinito recé las Aves Marías, pedí que saliéramos ese mismo día de esa tierraextraña, que nada nos pasara y que todo se resolviera fácilmente.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Ya más tranquilo y mirando un poco de más claridad en la lejanía, decidíregresar con mis compañeros. Me senté junto a la reja y cabeceando esperé.

- Despierta, ya vienen los gigantes - dijo la voz de Eduardo que era el queestaba de guardia.

Los muchachos saltaron fuera de sus lechos. Así que cuando entraron losgigantes ya los esperaban mis compañeros. Los invitaron cortésmente aseguirlos y mientras salían me aventuré a silbar quedito taps, para quesupieran que yo también estaba alerta. Primero los llevaron a la Sala de losGuerreros, ahí les ofrecieron agua, jabón, todo lo necesario para arreglarse ycuando llegó un gigante con una antorcha coronada de flores, los invitaron aseguirlo al Salón del Altar.

Los precedí por unos instantes, ¿dónde estaría yo mejor para defenderlos?Primero que nada bajé y quité la tranca que obstruía la puerta del caracol, asíen dado caso ellos la podrían abrir sin tener que gritarme, luego subí alenrejado porque de ahí podía ser mejor ayuda ya que dominaba todo.

El salón tenía un imponente aspecto, todos los hachones estaban prendidos; delos pebeteros salían columnas de aromático copal, las flores estaban en granprofusión adornando todo el salón, los gigantes eran muchos y con gran ordenestaban formados contra las paredes, todos ellos estaban coronados de flores,casi desnudos, con collares y brazaletes de oro. El anciano parado junto al altaresperaba la entrada de los muchachos. Éstos no tardaron y conforme ibanentrando formaron una V detrás de Shere Khan, que quedó parado frente alanciano.

Disimuladamente habían formado una defensa a nuestro jefe, un pequeñoescalofrío me entró: ¿No iría a haber una escena violenta de sacrificio? ¡No nossabríamos defender!

- Buenos días hijo, el sol no dilata en salir - dijo el sacerdote -, la gran pruebase va a hacer, abran la estrella.

Dos gigantes que estaban junto al altar obedecieron, aún cuando toda miatención estaba concentrada en la sala de abajo, oí ruido arriba, en la Sala delas Arañas, alcé la vista, nada vi por la escalera, pero el ruido seguía. Subí almismo tiempo que un canto semi-bárbaro empezaba en la sala, ¿qué hacer?Nada. Ver lo que pasaba en la Sala de las Arañas, era mi obligación, ¿y sialguien había penetrado por los corredores?... nadie estaba en la Sala de las

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Arañas, sin embargo, la reata que estaba en el corredor de la entrada estabatirada, busqué bien y al fin descubrí huellas de la iguana, sí era ella, menosmal, ¿pero qué andaba haciendo? Sus huellas me llevaron hacia la pared, ahílas telarañas estaban rotas y las tarántulas aún corrían medio enloquecidas.Comprendí que la iguana gracias a su tamaño se deba el lujo de comertarántulas como si fuesen moscas...

Ya tranquilo regresé a mi puesto. Los muchachos seguían en sus posiciones, losgigantes cantaban y aquel canto en medio de su barbarie era grandioso, ningúnhimno he oído tan hermoso. La estrella había sido abierta y de ella salíanreflejos de varios colores.

- Mira - dijo el anciano-, lo único que tienes que hacer es poner el pedazo casidesprendido en su lugar.

Dentro de la estrella, que servía de urna, estaba un artístico objeto roto por lamitad, pero no del todo desprendido, algo aún lo detenía. ¿Que cómo era?pues, ¿has visto los jeroglíficos pintados en los códices?, eso era, mi jeroglíficode bulto, en oro, piedras preciosas, plumas y sedas. Ahí se apreciaba lahabilidad y el enorme adelanto de aquella tribu, hubiera deseado verlo decerca, no lo distinguía bien por lo lejos y el enorme brillo de sus piedras y el oromacizo de que estaba hecho.

- ¿Quieres que yo alce el pedazo desprendido y lo ponga en su lugar? -preguntó Shere Khan, desconfiado.

- Eso es todo lo que te pido.

- Pero, ¿qué quiere decir eso?- Que si queda bien, ¡mi pueblo y su poder renacerá!

- Parece fácil, ¿por qué tus hombres no lo han hecho?

- Siglos hace, que cada 25 años se escoge un hombre joven para que haga laprueba, yo en mi juventud la hice, pero nunca ha podido ajustar bien y vuelvea caer. Prueba tú ahora - la voz del anciano era suplicante.

- ¿Por qué se rompió? - preguntó Shere Khan subiendo la primera grada,quitándose el sombrero en señal de respeto.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- ¡Oh! - exclamó el anciano con verdadero dolor-, temía esa pregunta, perotienes que saberlo: La ciudad existía antes que los españoles, antes que losaztecas, éstos pedían para reinas las hijas de mi pueblo, no !as de Cuaunáhuac.Por fueron grandes sus reyes. Existíamos antes que comenzase la peregrinaciónde Aztlán. Tallados en las paredes de tumbas de nuestros reyes se ve aún lacacería de los elefantes y monstruos... Ya te imaginas, que este lugar fueescogido por el gran dios para crear el primer hombre y pueblo de estastierras... Era una ciudad hermosa, todos los que eran gigantes, hombres queabatieron a los monstruos, se disputaban el derecho de vivir en esta nacientetierra, pero un día la ciudad se empezó a hundir... sus moradores murieron,algunos lograron escapar, la tierra se abrió al peso tan grandes palacios, lodoy arena la cubrieron, pero el gran dios, apiadado de la ciudad, mandó aTepoztécatl y él impidió que la ciudad quedase enterrada, un fuerte temblorhizo que se alzará de entre el lodo, a una altura donde no fuese hollada por laplanta del hombre, cubierta por lodo y arena parece hoy un cerro, sólo nosquedan unas pequeñas piezas sin cubrir - y señaló la sala y hacia afuera -Tepoztécatl salvó para su pueblo el símbolo de la catástrofe, pero en su carrerase le cayó rompiéndose y así fue como prometió que cuando un joven lograseacomodar sin que se cayese, volvería a surgir nuestro pueblo rey y señor detodos los de estas tierras.

El anciano cayó fatigado, lágrimas rodaban por su cara, Shere Khan volteó aver a los muchachos, que impresionados por tan maravilloso relato no osabanmoverse y entonces con el noble gesto de ayudar siempre y condolido delanciano, subió las gradas del altar; lo vi llegar junto al símbolo... en ese mismoinstante rodó la piedra que puse en la escalera y alcé la vista, apenas tuvetiempo de pararme:

dos monstruosas iguanas se abalanzaban contra mí, retrocedí hasta la pared,desenvainé el cuchillo; las iguanas y yo nos disputaríamos los corredores.

Al sentir el halo caliente junto a mi pierna, pegué la primera cuchillada, resbalómi mano, pero al fin entro en carne blanda. Salté hacia un lado y casi chocandocon el otro animal volví a pegar tan rápido como pude. Corrí a la escalera decaracol, para evitar que huyeran por ahí y denunciaran nuestra salida, vientonces que no me atacaban. Aquellos monstruos luchaban entre sí. Tenía quecuidarme de los coletazos, pues aquellos enormes saurios podían compararsecon caimanes, siendo más espantosa su apariencia por los collares erizados.

Entre la lucha y bufidos de los animales oí claramente un grito de triunfo, miréabajo y vi a Shere Khan que ya había bajado del altar y permanecía parado en

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

la primera gradería. El símbolo ya estaba completo, el pedazo había quedadobien colocado. Unos gigantes en el extremo de la sala tocaron con poderososmazos unos enormes tambores. Creí por momentos que las paredes mecaerían, quedé sordo, en la sala del altar quedó rezumbando por unos minutosaquel estruendo, luego siguió un canto triunfal, los gigantes alzaban las manosal cielo y el anciano hincado junto a Shere Khan sollozaba cubriéndose con lasmanos en la cara. ¡Era el clímax de una apoteosis! Los muchachos asombradosveían a todas partes pues estaban intranquilos con tanta gloria.

Unos rugidos cerca de mí, me recordaron a las iguanas. Espantadas con el ruidotrataban de encontrar una salida. Aún peleándose, chocaron junto a mí y volvía acuchillarlas para alejarlas, lo logré pero al voltearse, sus colas me alcanza-ron. Sentí que me golpeaban en todo el cuerpo, pero sobre todo uno en elpecho hizo que me doblara por el dolor, aún las sentía junto a mí pero no podíamoverme, veía y oía pero no me podía mover.

Con angustia, no pudiendo ya defenderme miré a los muchachos, Shere Khanaún parado en las gradas del altar se veía inquieto, vi que miraba hacia arribay agachandose rápidamente al suelo con los dedos tocó algo, se alzó mirandoafligido hacia arriba dijo “sangre”, llamó a Héctor y le ordenó algo, se volteó alanciano y dijo conciso:

- ¿Y ahora qué hacemos?

- ¡Tú eres nuestro rey! Ordena que tus esclavos te serviremos.

- ¡Pido la libertad de mis compañeros y la mía!

El anciano se levantó asustado, Shere Khan no pedía, ordenaba, en esosmomentos era un verdadero rey.

- Te prometo que mis compañeros presentes y yo ni hablaremos de lo que hasucedido y como muestra te voy a enseñar unos corredores subterráneos,ademán te llevan a donde quedó el último de tus sacerdotes, él tal vez nos guiópara llegar aquí...

Sentí que me cogían por detrás delicadamente para quitarme del peligro, eraHéctor, saltó frente a mí para protegerme de las iguanas y como veníadeslumbrado, prendió su linterna. Con esto una de las iguanas encontrando laescalera de las arañas salió loca de terror, la otra resoplando sordamente se

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

arrinconó, estaba herida por mis cuchilladas como por las garras de sucontraria, de ella era la sangre que Shere Khan había visto gotear...

Oímos que subían corriendo, era Shere Khan seguido del anciano y losmuchachos. El anciano vio a la iguana y dio una orden a los gigantes que lohabían seguido. Aquellos con unas enormes lanzas acabaron con la vida delsaurio, mientras que Shere Khan y Héctor me revisaban alarmados pues creíanque la sangre era mía. No encontrando ninguna herida y viendo que mis ojoslos miraban sonrientes, pues la verdad, era un alivio el que estuvieran junto amí. Shere Khan preguntó:

- ¡Me asustaste Won!, creí que te hablan matado, ¿qué tienes?

- Matado no está, pero sí pisoteado y rasguñado, ¿te pegaron las iguanas? -dijo Héctor mirando mi sombrero todo aplastado.

Cerré los ojos afirmando.

- ¿Qué hacemos Héctor? - dijo el jefe afligido.

- Señor - dijo el anciano inclinado a nuestro Guía -, ¿qué tiene tu compañero?,¿está herido?

Shere Khan se había olvidado de los gigantes, así es que se volteó y mirandoal anciano dijo:

- No, gracias a Dios que no, pero no se mueve ni habla ¿será de peligro?

-No, así quedan por un rato después del golpe, pero poco a poco vanrecuperándose.

Shere Khan quedó un instante quieto, luego volviéndose a los gigantes dijo conaquella voz de mando tan persuasiva.

- Traigan una de las pieles y haremos una camilla para mi compañero -volteándose al anciano que quedaba solo con nosotros y le dijo:

- Te voy a enseñar el camino secreto en que venimos, por donde salía - peroentonces reaccionó el sacerdote.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- ¡No te vayas hijo, serás muy rico!, el símbolo ha quedado colocado, tu manohizo el milagro después de tantos siglos, ¡eres rey! ¡rey de Tamoachán!

- ¡Ah! - replicó Shere Khan -, para esto, el subterráneo que va al tesoro tienesque derrumbarlo, o ponerlo en otro lugar, alguien puede llegar y robártelo.

El anciano lo vio con asombro y preguntó:

- ¿Y conociendo nuestra riqueza la rehúsas?

- SI, estoy contento de que el símbolo haya quedado bien y si eso es útil paratu pueblo, nuestra deuda está saldada. Ustedes me salvaron en el río de lasGrutas, yo doy esperanza a tu pueblo, sigue tú siendo su jefe -dijo Shere Khanal ver llegar a varios gigantes - que te obedezcan como hasta ahora y queresurja este pueblo maravilloso.

Serafín se acercó humilde a Shere Khan y poniendo mano en el suelo dijo:

- Señor perdóname si con engaños te quise traer a tu pueblo.

Shere Khan sonrió y contestó:

- La mejor muestra que me tienes que dar es obedeciéndome, trae antorchasy tú anciano, escoge de entre tus mejores hombres aquellos que nos acompa-ñarán, necesitan traer los restos del sacerdote, nosotros lo encontramos.

Nuestro jefe no perdía el tiempo, comprendía que teníamos que salir pues aúnles duraba el vasallaje a su persona y había que aprovecharlo, eso nos protegíay dándose la importancia de un monarca, que no ¡e quedaba mal, siguióordenando.

- Cinco hombres son suficientes, Serafín, irás a mi lado con una antorcha, túanciano a mi derecha y graba en tu memoria lo que te voy a decir acerca deestos corredores.

Héctor mientras tanto no había perdido el tiempo, me colocó en la camilla quehabían hecho los gigantes y que conducirían, a los muchachos les ordenórecoger sus cosas y mirando al jefe como diciéndole que “estábamos listos”colocó atrás de él a Eduardo.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Empezamos la marcha de regreso. Shere Khan enseñaba el camino y seguíadando órdenes al anciano. Me admiró con la seguridad que conocía loscorredores, como si hubiese estado conmigo, recordé el plano que le habíamandado. Seguían tras él Eduardo y el Ratón, luego yo con López a mi lado,seguidos de un gigante con una antorcha y cerrando la marcha Héctor con otrogigante.

Al llegar al derrumbe del corredor de salida, vimos que la luz del sol nacienteinundaba de colores el subterráneo, ahí estaba agonizante la otra iguana. Losgigantes la remataron y Shere Khan preguntó:

- ¿Pero cómo es que son tan grandes las iguanas?

- No son iguanas, señor - dijo el anciano-, son los últimos descendientes deunos animales enormes que vivían en estas tierras.

Llegamos al valle donde estaban los restos del sacerdote. Me bajaron con sumafacilidad entre los gigantes y Héctor buscó un lugar para que no me diera el sol,López también estaba a mi lado, Shere Khan rodeado de Eduardo y el Ratónenseñaba al anciano los restos y varios objetos.

El anciano se hincó y ayudado de los gigantes desenterró lo que quedaba deaquel hombre. Entre los restos encontró un collar, unas pulseras y no se quéotras cosas. Se volvió a nuestro jefe y dijo:

- Tenías razón hijo, estos objetos pertenecieron al último de nuestrossacerdotes, ¡es él!

Shere Khan suspiró lentamente, era que el audaz Guía habla hecho unasuposición y... resultaba bien.

- Por esto fue su desaparición - seguía jugando con audacia-, bajo sus pies sederrumbó la escalera y quedó aquí con su secreto, ahora podrás llevarlo a sutumba y descansará en paz.

So paró frente a la única salida y ordenó;

- Dos de tus hombres que regresen con los restos, seguiremos con tres - yluego mirando a Héctor preguntó - ¿Cómo sigue Won?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Yo hice el impulso de levantarme, cuando la mano de Héctor me detuvo ycontestó:

- Lo más quieto posible que esté será mejor.

Aquellos dos muchachos con pocas palabras se entienden, el jefe comprendióque entre más descansara, tendría más probabilidades de caminar. Losgigantes que se llevaron los restos del sacerdote se despidieron de Shere Khancon aquel saludo tan peculiar y desaparecieron por el agujero.

Shere Khan desenrollo la única reata que nos quedaba y dándole la punta aHéctor dijo:

- Yo bajo primero, luego los jóvenes que llevan a Won, después el anciano yRatón, López con Eduardo y tú con Serafín al último, mucho cuidado.

Así se hizo, él tendió la cuerda para que nos sirviera de apoyo, al principio tuvemiedo, no me sentía muy seguro en la camilla, pero los gigantes tenían muchocuidado, no demostraron sorpresa ni miedo al bajar por aquella peligrosarampa, tal vez estaban acostumbrados a veredas semejantes en aquellasmaravillosas ruinas de la ciudad. Ya reunidos contemplamos el hermoso paisajedel valle de Cuernavaca, el viento empezó a soplar con bastante fuerza y elanciano dijo lleno de tristeza

- ¿Oyes, señor?, no es el viento que sopla solamente, son las voces y las almasde nuestros reyes que lloran nuestro silencio, ¡óyelos, te exclaman, tereconocen; piden la gloria de nuestro pueblo!

Shere Khan asintió con la cabeza y prosiguió el camino por el cañón.

Ya para entrar oímos el motor de un aeroplano, pasó muy bajo. Era el que ibaa Acapulco. Eduardo sacó su pañuelo blanco y saludó. Shere Khan se le quedómirando y Eduardo sonriéndose con la mayor inocencia dijo:

- ¿Viste?, ¡me contestaron!

Al pasar por el primer esqueleto Shere Khan lo mostró al anciano y le preguntó

- ¿Quién era este muerto?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- ¿Tú no lo sabes? - preguntó asombrado el anciano-, fue un traidor, queríadenunciar nuestro pueblo a unos hombres de ciencia, todo por dinero.

Llegamos por fin al claro donde había empezado toda la aventura y vimos unabuena hoguera prendida.

- ¿Para qué es esto? - dijo Shere Khan alarmado mirando el humo quedespedía.

- Avisamos tu triunfo a nuestros vecinos.

- ¡Oh!, y todos verán este humo...- dijo acordándose del Teniente Ceballos -¡Pronto!, arreglen un campamento aquí - ordenó a los muchachos - ponganalgo en la lumbre.

Mientras obedecían los muchachos, Shere Khan vino hacia mí y ayudándomea parar me preguntó:

- ¿Te sientes mejor?

- Un poco - logré decir.

Observé entonces a la luz del día, a los gigantes que nos rodeaban, eranadmirables, sus cuerpos desnudos parecían esculturas de atletas, su cara eraigual a la del anciano, que no era tan alto como ellos por su edad, lo mismo queSerafín, era de perfectos rasgos, no tenía pómulos salidos, ni nariz chata, notenla rastros de raza mongólica ni negra. Fijándose bien en los ojos eran de lomás raro, tenían forma oblicua pero pronunciada hacia arriba y el ojo no se leveía rasgado ni pequeño, esto les daba una expresión de audacia enorme, sunariz casi griega... Se interrumpió mi observación, era porque hasta mí llegaronciertos ruidos, quedé maravillado de la fineza de mi oído, no en balde habíaestado solo en los corredores. Alguien venía subiendo.

Jalé la camisola de Shere Khan que estaba junto a mí y le dije:

- Alguien sube.

Me ayudó a sentar y observó unos instantes, luego dirigiéndose al anciano dijo:

- Alguien viene subiendo, son varias personas, ¿son gente tuya?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- No, ¿qué ordenas?

Con la mayor calma y energía contestó Shere Khan.

- Es tiempo que nos separemos, te agradecemos todo lo que has hecho pornosotros, váyanse ya, no quiero que los vean, pues empezarían las preguntasy nosotros nos comprometimos a no decir nada de lo que nos ha sucedido. Nonos quedamos porque tenemos otro Dios, padres y familia a quien pertenece-mos, y deseo que surja otra vez tu pueblo grande y poderoso. Adiós.

La actitud de Shere Khan era maravillosa, ni un músculo de su cara se movía,tampoco era afectada su seriedad, la luz de la mañana lo inundaba y se veíagrande, majestuoso, sentí en esos momentos su superioridad y comprendí elcariño que le tenemos todos.

El anciano mirándolo con ternura y tristeza dijo hincándose ante él.

- No puedo desobedecer, tú eres rey, porque el gran dios así nos lo hamostrado, surgirá tu pueblo y cuando quieras ven, cuando oigas que Tamoa-chán resurge, acuérdate que eres su monarca.

El anciano puso su mano en el suelo, pero Shere Khan lo levantó, se quitó elsombrero y le estrechó la mano con la más sencilla y elocuente despedida.

Algo sorprendido, pero comprendiendo la humildad de aquel que él llamaba rey,el anciano sonrió, y haciendo ademán que lo siguieran los indios, desaparecie-ron por entre la maleza.

Shere Khan de una ojeada vio que el campamento estaba arreglado y en lahoguera se hervía café y otras cosas para el desayuno, nos invitó a desayunary mientras me ayudaba con una taza de café dijo a Eduardo:

- Mira diplomático, a ti te toca responder a los visitantes

Y como ya nos viera a salvo, empezó a comer como un dios olímpico, los demáslo imitamos, satisfechos también.

Minutos después llegaban junto a nosotros varios soldados, era el TenienteCeballos con un grupo de conscriptos

- Hola muchachos, ¿están bien?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- Perfectamente, tome usted asiento - contestó Eduardo con el tono máspersuasivo que le conocía.

- Ya estaba preocupado por ustedes, ayer todo el día esperé ahí enfrente y hoyal ver el humo pensé que me necesitaban, y subí corriendo. Allá abajo tengoun batallón.

-Lo ves López, no te acordaste de eso e hiciste una fogata con ramas verdes -dijo Eduardo con naturalidad.

- Ah, pues sí - dijo el aludido con la misma sencillez -hasta me hicieron llorar.

- Bueno, tú no sabías nuestro convenio con el Teniente, ¿quiere usted café?

El Teniente recibiendo el café preguntó:

- Por fin, ¿dónde estaban estos muchachos?

- Este par de sinvergüenzas que nos pusieron preocupados, querían ponernosuna nueva pista que seguir - dijo Eduardo.

- ¿Y los indios? - volvió a preguntar el Teniente.

- ¡Detrás de usted! - contestó francamente Eduardo.

El Teniente se volteó rápido y miró aquellas torres y paredes tan peculiares deTepoztlán.

- ¡Oh esos!

- Sí, los jóvenes tenían humor de jugar.

- No está bueno eso, ¿con que si era algo serio?

- Ya se los dijimos, aunque fue un poco nuestra culpa también, ¿cree ustedposible que en nuestro tiempo y por aquí haya tribus salvajes? - Eduardojugaba con fuego.

- ¡Ni soñando!

- ¿Y que tengan ritos misteriosos?

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- ¡No!

- ¿Verdad? - dijo todo convencido Eduardo - y sin embargo, ahí nos tiene usteda todos asustados, creyendo que era algo serio. Seguimos el trazo de pista yaquí estamos.

- ¡Oh!, yo también lo seguí, es interesante, no ven qué bien llegué.

- ¿De verás?, para ser la primera vez que la sigo lo hice muy bien.

- ¿Qué le pasó a este muchacho? - y me señaló al verme - está muy pálido,¿está herido?- No es nada - saltó López impaciente por hablar -pisotearon unos dinosaurios,¿lo cree usted?

Era tan cómica su expresión que todos rieron de una gran verdad.

- Se nos resbaló de una roca - dijo Héctor -, se lastimó un poco.

- Eso sí estuvo malo, no importa, tenemos allá abaje el camión de la paja, enél regresarán muy bien.

Los muchachos levantaban el campamento, cuando oímos un trueno lejano, elTeniente alzó la vista y dijo:

- ¿Querrá llover?, vámonos, para que no nos coja el agua con este muchacholastimado.

Comenzamos a bajar, el Teniente abría la marcha seguido de sus conscriptos,luego los muchachos y otros conscriptos la cerraban.

Yo podía caminar poco, casi me llevaban en peso entre Héctor y Shere Khan,pero fingíamos que íbamos bien. De nuevo se escuchó el trueno y Héctor alzóla vista diciendo:

- Qué lluvia ni que nada, es el tambor de la sala del altar.

- ¿Cuál tambor? - preguntó el Teniente que en ese momento se acercaba.

Cogido por sorpresa Héctor no se turbó y contestó:

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- El tambor del cielo, es el mejor que existe.

Se oyó de nuevo y el Teniente mirando que por ningún lado aparecían nubesde lluvia volteó a nosotros, en esos momentos Shere Khan se agachó y mibrazo resbaló sobre su cuerpo, viéndose unos enormes arañazos en él. Nosmiró un poco intrigado, Shere Khan temió que empezará a sospechar y dijo alos muchachos:

- ¡Canten algo!

CANTANDO HIMNOS DE PAZ Y DE UNIÓNENSALZANDO NUESTRA NACIÓN...

Se oía nuestro himno resonar en las paredes de aquellos cerros. Por finllegamos a la carretera, yo no me sentía muy bien, pero gracias a las fuerzasde los jefes llegué. Nos subimos en el camión entre la paja. El TenienteCeballos y su batallón tenían que regresar a pie, así es que los seis, acostadosempezamos a ver alejarse el gran cerro. El chofer y su ayudante no nos oían.

- ¿Cómo te sientes? ¿Ya puedes hablar? - me preguntó Shere Khan.

- Sí, me siento como si me hubieran dado una paliza.

- ¿Y te la dieron? - dijo López - Shere Khan, ¿cómo supieron dónde estábamos?

- La casualidad: seguimos un rastro que tenía un siglo y dos esqueletos.

- Todo era muy antiguo ahí - dijo el Ratón que estaba junto a Shere Khan-,aún...

- Ratón - lo interrumpió el jefe - no digas más, acuérdense que prometimos norevelar el secreto, si lo contáramos nos creerían locos.

- No tanto - agregué:

- ¿Por qué?

- Porque lo que dijo el anciano es realmente histórico y el nombre del pueblodel que eres rey - dije sonriéndome - lo andan buscando los hombres deciencia.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

- ¿De veras? - preguntó Shere Khan -, ¿crees tú que es verdad?

- Tamoachán es el nombre de la ciudad perdida en el valle de Cuaunáhuac...

- El anciano mencionó esos nombres - dijo López.

- Sí... porque ése era el antiguo nombre del valle de Cuernavaca. La leyenday la historia hablan de Tamoachán, está perdida pues ni sus ruinas encuentran,dicen que era maravillosa...

Todos mirábamos el cerro que se alejaba, inundado de sol. Y ahí estaban;torres inmensas, pórticos, terrazas, templos y calles cubiertas de lodo y a granaltura.

- Bueno, eso puede ser - dijo Eduardo sin quitar los ojos del cerro - pero, y lodel símbolo?

- Temo que también sea verdad.

- ¿Has leído algo de eso? - preguntó Shere Khan.- Hay en la catedral de Cuernavaca, por la casa de los padres, un antiguocuadro que representa el símbolo que hemos visto y habla de Tamoachán.

- ¿Y cuál era el nombre indio del guerrero indio que la salvó?

- ¿Dicen que era una especie de semi-dios, Tepoztécatl, no?

- Sí, ese fue, la historia también habla de él - dijo Eduardo.

- ¿Y eso de los elefantes, cuándo fue? - dijo el Ratón -allí en uno de los salonesvi...

- Ratón...- dijo el Guía.

- No diré más, perdóname.

- Lo más curioso es que esto pasó hace muchísimos siglos - dijo Eduardo -,tantos que la historia no la recuerdo, y el hombre la busca afanoso y ahí está,a la vista de todos, la ciudad perdida.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Seguíamos mirando el cerro fascinados, ¿en que pensábamos?, no te lo podríadecir. Estábamos cansados moral y físicamente, aunque contentos de habersalido bien. Unas rachas de viento silbante alborotaron toda la paja. Parecía quehablaba. Nos acordamos de lo que nos dijo el anciano y casi todos observába-mos a Shere Khan.

Acostado junto a nosotros, veía el paisaje, ¿qué pensaba?, ¿que había tocadoy colocado bien un objeto que existía hacia miles de años?... le habían llamadorey, rendídole vasallaje hombres gigantescos, en un templo casi eterno, erahumano... ¿sentía la tentación de la gloria?, ¿la fama?, ¿el poder y las riquezas?

Cerró los ojos como alejando aquellos pensamientos, sacudió su cabeza, comoalejando la tentación y volteó a nosotros, sonrió como si nuestra compañía lolibrase de aquel sueño de gloria o de algún peligro.

Tamoachán

http://www.siemprescout.org

Capítulo VQuerido Amigo Águila Prieta:

Esta es la continuación de Cinco días perdidos bajo tierra.

No rompo ninguna promesa al contártela, pues yo no estuve con los muchachosal momento que ellos juraron guardar silencio, aunque tampoco creo que melo reclamen; dudo que alguien más dé crédito a la historia que te acabo decontar. Pero me queda una inquietud. ¿Resurgirá ese pueblo fantástico? Elsímbolo quedó colocado, ¿pasará algo?

Con todo cariñotu amigo