Tahar ben jelloun escribir o hacer política

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DOMINGO, 17 OCTUBRE 2010 OPINIÓN LA VANGUARDIA 31 OSCAR ASTROMUJOFF M e acuerdo de que, en 1990, cuando Mario Vargas Llosa hacía campaña electoral pa- ra intentar convertirse en presidente de la República del Perú, escri- bí su necrológica y la publiqué en un gran diario español. Enterraba a un gran escri- tor y lamentaba que este espíritu vivo, inte- ligente, de imaginación fuerte y poderosa hubiera abandonado el arte de la creación para hacer política, ayudado por aquel en- tonces por la Administración estadouni- dense. Expresaba ideas de derecha liberal y luchaba con todas sus fuerzas para con- vencer a los electores de que le votaran. Incluso había escapado a un atentado provocado por sus adversarios. Ya no escribía novelas, sino discursos en el más puro estilo convencio- nal, sin gran interés. Redac- tando esa necrológica rendía homenaje al gran escritor y rechazaba al futuro dirigente político. Expresaba mi prefe- rencia y tomaba posición por la primacía de la creación lite- raria sobre la acción política. Veinte años después es el escritor quien ha ganado. El Nobel llegó cuando nadie pensaba en Vargas Llosa. Fue una sorpresa total. Pero ello prueba dos cosas: la Acade- mia Nobel no deja filtrar nin- guna información sobre sus candidatos, ningún eco publi- cado aquí o allí tiene base sóli- da, los apostantes ingleses juegan pero no disponen de ninguna información confi- dencial. El segundo aspecto por destacar es que la Acade- mia de Estocolmo sólo se preocupa de una cosa: la buena literatura. El resto no entra en sus consideraciones. Saber, por ejem- plo, que Vargas Llosa ha sido calificado por algunos analistas como un hombre de derechas no le ha afectado. Lo que cuenta es la obra, y la obra de Vargas Llosa es in- mensa, fuerte, variada y quizá también considerada como una literatura de di- mensión universal. Me encontré con Mario Vargas Llosa ha- ce tres años en Nueva York. Debía suce- derle como mentor en literatura en el pro- grama de la Fundación Rolex “Mentores y protegidos”, él mismo había sucedido a To- ni Morrison. Habíamos tenido debates so- bre la escritura novelesca, primero en pú- blico y luego en privado. Le recordé que mi admiración por su obra había quedado descolocada por su aventura política, que, afortunadamente, duró poco. Sonrió y me acuerdo de que no me tuvo en cuenta el haber escrito aquel artículo. Hoy es un es- critor que vuelve a la escena internacio- nal. Es reconocido, admirado y celebrado en todo el mundo entero más que un jefe de Estado. Debe de ser un hombre feliz por esta distinción que esperaba sin decir- lo, sin hacerlo saber. Ello plantea un problema: ¿tiene dere- cho un escritor a hacer políti- ca? ¿Puede comprometerse con un partido, un sindicato, una organización y seguir, sin embargo, escribiendo sus libros? ¿Es compatible? Hay que distinguir entre el escritor y el ciudadano. En tanto que escritor debe com- prometerse con su escritura, en un sentido no ideológico, es decir, político; debe com- prometerse en el modo de construir su historia, en el es- tido al servicio de su univer- so de novelista con toda la li- bertad para imaginar, inven- tar y transgredir las normas y las convenciones. En cuanto que ciudadano tiene derecho a reaccionar y mostrar sus op- ciones votando, expresándo- se públicamente sobre los va- lores que defiende. Las dos actitudes no son inconcilia- bles, son a veces complemen- tarias. La historia de la litera- tura ha conocido confusiones entre el arte y la política. Emi- le Zola, que escribió J'accuse sobre el caso Dreyfus; Víctor Hugo, Lamartine, Chateaubriand y otros se comprometieron políticamente y ello no afectó a su obra. También hay que distinguir entre el compromiso con las ideas y el hecho de acceder al poder político. Albert Camus, J. P. Sartre, Jean Genet, Michel Foucault, François Mauriac se comprometieron con su vida y con su obra. Y también los poetas franceses de la Resistencia durante la ocu- pación alemana de Francia. Sin esta resis- tencia y los riesgos tomados por hombres de pluma, su obra hubiera sido diferente, quizá menos fuerte, menos potente. Es el caso de René Char, de Paul Éluard, de Ara- gon, de Pierre Emmanuel, etcétera. En la actualidad, los escritores escriben sin salir a la calle como fue el caso de Sartre y Ge- net. Algunos escriben sobre el malestar de la actual vida francesa, otros escriben so- bre sí mismos y no miran lo que sucede a su alrededor. El compromiso, como fue ilustrado por Zola o Sartre, ya no está “de moda”. Vivimos una época en la que el in- dividualismo reina en la literatura france- sa actual. Felizmente la Academia Sueca ha distinguido a un gran escritor cuya obra tiene valor universal, pues, de alguna manera, Vargas Llosa defiende sus ideas, escudriña su sociedad, nos habla de la con- dición humana con sus heridas, sus de- fectos y sus cualidades. Ahora que ha obte- nido el Nobel ya no tendrá tiempo de pen- sar en hacer política algún día. Mejor para él y para nosotros, sus lectores y admi- radores.c Los entreactos europeos E uropa balneario, Europa para- digma de la norma sin uso de la fuerza, Europa-Gran Suiza, Eu- ropa laboratorio institucional: en realidad volveríamos siempre a la Unión Europea que se forma como un arrecife de coral, por lenta sedimentación, a menudo como aprendizaje de las crisis. Es el fruto de una tan larga experiencia his- tórica más que de una doctrina triunfante. De asignar un símil teatral al proceso de integración europea, a menudo duran más los entreactos que los actos. Una de las lec- ciones es que la Unión Europea no puede ponerse en el dique seco y demorarse en inspecciones de casco y quilla: tiene que estar navegando constantemente, porque más allá de sus evoluciones instituciona- les, ahora mismo es un vasto escenario de gentes que no ven el inicio de la poscrisis, temen a los flujos migratorios excesivos, recelan de la globalización, no quieren ni pensar en reformas del Estado de bienes- tar, votan emocionalmente y, por lo de- más, se sienten bastante lejos de ese mun- do a veces más racionalista que razonable que identificamos con Bruselas. En coincidencia con el momento belige- rante en las divisas, unos vuelven a hablar de la Europa a dos velocidades y otros –co- mo la Fundación Robert Schuman– se pre- guntan hasta qué punto Alemania garanti- za la estabilidad del euro. Como si fuese un folletín por entregas, el Financial Ti- mes ha dedicado varios días a analizar el rescate del euro, con la conclusión de que el declive es posible, el futuro se perfila con tensiones y hay que crecer económica- mente de forma denodada porque Asia es- tá ahí como competidora implacable. De la reciente cumbre Asia-Unión Europea los observadores dicen que los asiáticos exultaban con sus ritmos de crecimiento y los europeos parecían ensimismados en las exigencias de la disciplina fiscal, en la estrategia antideficitaria. Al poco China perdía sosiego con el premio Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo. En la Europa del colesterol y de la pro- testa social, existe una conexión manifies- tamente directa entre la inmigración y el crecimiento de la derecha extrema. ¿Es eso un retorno de los fantasmas de la vieja Europa, de la Europa que vio surgir el fas- cismo y el nazismo? Algunos símbolos pue- den coincidir, pero no todos los síntomas. Ya de entrada, es mucho mejor que la ex- trema derecha ocupe escaños en las insti- tuciones, en lugar de buscar sus dominios en la calle. No es imposible que los dere- chismos populistas se adapten finalmente al statu quo. Le Pen llegó a la Asamblea Nacional francesa como el diputado más joven. En otro sentido, en Italia, Fini ha pilotado la Alianza Nacional que fue de matriz fascista a una normalidad política que pocos ponen en duda. Austria es otro caso, como prueba el avance de la derecha antiinmigración en las elecciones locales. En Holanda tam- bién el temor a la inmigración musulmana ha truncado los antiguos consensos y ha turbado el panorama electoral. Práctica- mente en toda Europa aparecen o resur- gen movimientos de derecha extrema cu- yo máximo incentivo electoral es el recelo a la inmigración y sobre todo al islam. El centroderecha articulado como Partido Po- pular Europeo tomó nota de la adverten- cia, aunque con dilaciones. Los políticos sa- ben que en su día legislaron alegremente sobre la inmigración, con buenismo, sin pensar en el día de mañana, con cierta de- magogia permisiva, y ahora se ven desbor- dados a la hora de integrar y dar cohesión social a las nuevas poblaciones. Es el jacuzzi europeo a poca distancia del arrabal de inmigración reacia a inte- grarse o ya constituida como gueto. La re- cesión ha contribuido indudablemente al recelo ante el inmigrante. A la desconfian- za ante el extraño se suman usos contro- vertidos del Estado de bienestar, del siste- ma educativo o de la falta de discernimien- to entre lo que es trato humanitario y el cumplimiento de las leyes. Lo que pare- cían inocuas versiones de la discrimina- ción positiva –becas comedor, por ejem- plo– con la crisis y el paro se han converti- do en elementos de crispación, especial- mente en aquellas zonas en las que la in- tensidad migratoria supera el umbral de la saturación. En estos últimos tiempos, se ha hecho costumbre insistir en que las fuerzas más oscuras de Occidente crecieron en Europa y que la luz fue el patrimonio exclusivo de Estados Unidos. Hasta ahí llega la distor- sión neoconservadora. La verdad es que en Europa nació la tolerancia y cundió la tradición judeocristiana del respeto al pró- jimo, como las libertades y las formas de convivencia que han ido enfrentándose a lo largo de los siglos con la intransigencia y el oscurantismo. Y en parte, pero en una parte esencial, la Unión Europea represen- ta un estadio positivo de ese proceso, aun- que las nuevas generaciones olviden que así se cerró la herida francoalemana o que la otra media Europa pudo integrarse en el proceso al caer el muro de Berlín, al pe- recer el totalitarismo comunista en todo el continente. No siempre se cumple lo que hayan escrito los profetas apocalípticos. Aunque sean hoy causa de alarma grave, es probable que esos fantasmas de la vieja Europa sean como los malos actores que intervienen indebidamente en la repre- sentación teatral para acabar desapa- reciendo.c Escribir o hacer política T. BEN JELLOUN, escritor, miembro de la Academia Goncourt ¿Puede comprometerse un escritor con un partido, con un sindicato, y seguir escribiendo sus libros? Aunque hoy causen grave alarma, es probable que esos fantasmas de la vieja Europa acaben desapareciendo Tahar Ben Jelloun Valentí Puig

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DOMINGO, 17 OCTUBRE 2010 O P I N I Ó N LAVANGUARDIA 31

OSCAR ASTROMUJOFF

M e acuerdo de que, en 1990,cuando Mario Vargas Llosahacía campaña electoral pa-ra intentar convertirse en

presidente de la República del Perú, escri-bí su necrológica y la publiqué en un grandiario español. Enterraba a un gran escri-tor y lamentaba que este espíritu vivo, inte-ligente, de imaginación fuerte y poderosahubiera abandonado el arte de la creaciónpara hacer política, ayudado por aquel en-tonces por la Administración estadouni-dense. Expresaba ideas de derecha liberaly luchaba con todas sus fuerzas para con-vencer a los electores de que le votaran.Incluso había escapado a unatentado provocado por susadversarios. Ya no escribíanovelas, sino discursos en elmás puro estilo convencio-nal, sin gran interés. Redac-tando esa necrológica rendíahomenaje al gran escritor yrechazaba al futuro dirigentepolítico. Expresaba mi prefe-rencia y tomaba posición porla primacía de la creación lite-raria sobre la acción política.Veinte años después es el

escritor quien ha ganado. ElNobel llegó cuando nadiepensaba en Vargas Llosa. Fueuna sorpresa total. Pero elloprueba dos cosas: la Acade-mia Nobel no deja filtrar nin-guna información sobre suscandidatos, ningún eco publi-cado aquí o allí tiene base sóli-da, los apostantes inglesesjuegan pero no disponen deninguna información confi-dencial. El segundo aspectopor destacar es que la Acade-

mia de Estocolmo sólo se preocupa de unacosa: la buena literatura. El resto no entraen sus consideraciones. Saber, por ejem-plo, que Vargas Llosa ha sido calificadopor algunos analistas como un hombre dederechas no le ha afectado. Lo que cuentaes la obra, y la obra de Vargas Llosa es in-mensa, fuerte, variada y quizá tambiénconsiderada como una literatura de di-mensión universal.Me encontré conMarioVargasLlosa ha-

ce tres años en Nueva York. Debía suce-derle comomentor en literatura en el pro-grama de la Fundación Rolex “Mentores yprotegidos”, élmismohabía sucedido aTo-

niMorrison. Habíamos tenido debates so-bre la escritura novelesca, primero en pú-blico y luego en privado. Le recordé quemi admiración por su obra había quedadodescolocada por su aventura política, que,afortunadamente, duró poco. Sonrió y meacuerdo de que no me tuvo en cuenta elhaber escrito aquel artículo. Hoy es un es-critor que vuelve a la escena internacio-nal. Es reconocido, admirado y celebradoen todo el mundo entero más que un jefede Estado. Debe de ser un hombre felizpor esta distinción que esperaba sin decir-lo, sin hacerlo saber.Ello plantea un problema: ¿tiene dere-

cho un escritor a hacer políti-ca? ¿Puede comprometersecon un partido, un sindicato,una organización y seguir,sin embargo, escribiendo suslibros? ¿Es compatible?Hay que distinguir entre el

escritor y el ciudadano. Entanto que escritor debe com-prometerse con su escritura,en un sentido no ideológico,es decir, político; debe com-prometerse en el modo deconstruir su historia, en el es-tido al servicio de su univer-so de novelista con toda la li-bertad para imaginar, inven-tar y transgredir las normas ylas convenciones. En cuantoque ciudadano tiene derechoa reaccionar ymostrar sus op-ciones votando, expresándo-se públicamente sobre los va-lores que defiende. Las dosactitudes no son inconcilia-bles, son a veces complemen-tarias. La historia de la litera-tura ha conocido confusionesentre el arte y la política. Emi-le Zola, que escribió J'accusesobre el caso Dreyfus; Víctor

Hugo, Lamartine, Chateaubriand y otrosse comprometieron políticamente y ellono afectó a su obra.También hay que distinguir entre el

compromiso con las ideas y el hecho deacceder al poder político. Albert Camus, J.P. Sartre, Jean Genet, Michel Foucault,FrançoisMauriac se comprometieron consu vida y con su obra. Y también los poetasfranceses de la Resistencia durante la ocu-pación alemana de Francia. Sin esta resis-tencia y los riesgos tomados por hombresde pluma, su obra hubiera sido diferente,quizá menos fuerte, menos potente. Es elcaso deRenéChar, de Paul Éluard, de Ara-

gon, de Pierre Emmanuel, etcétera. En laactualidad, los escritores escriben sin salira la calle como fue el caso de Sartre y Ge-net. Algunos escriben sobre el malestar dela actual vida francesa, otros escriben so-bre sí mismos y no miran lo que sucede asu alrededor. El compromiso, como fueilustrado por Zola o Sartre, ya no está “demoda”. Vivimos una época en la que el in-dividualismo reina en la literatura france-sa actual. Felizmente la Academia Suecaha distinguido a un gran escritor cuyaobra tiene valor universal, pues, de algunamanera, Vargas Llosa defiende sus ideas,escudriña su sociedad, nos habla de la con-dición humana con sus heridas, sus de-fectos y sus cualidades. Ahora que ha obte-nido el Nobel ya no tendrá tiempo de pen-sar en hacer política algún día. Mejor paraél y para nosotros, sus lectores y admi-radores.c

LosentreactoseuropeosE uropa balneario, Europa para-

digma de la norma sin uso de lafuerza, Europa-Gran Suiza, Eu-ropa laboratorio institucional:

en realidad volveríamos siempre a laUnión Europea que se forma como unarrecife de coral, por lenta sedimentación,a menudo como aprendizaje de las crisis.Es el fruto de una tan larga experiencia his-tórica más que de una doctrina triunfante.De asignar un símil teatral al proceso deintegración europea, a menudo duranmáslos entreactos que los actos. Una de las lec-ciones es que la Unión Europea no puedeponerse en el dique seco y demorarse eninspecciones de casco y quilla: tiene queestar navegando constantemente, porquemás allá de sus evoluciones instituciona-les, ahora mismo es un vasto escenario degentes que no ven el inicio de la poscrisis,temen a los flujos migratorios excesivos,recelan de la globalización, no quieren nipensar en reformas del Estado de bienes-tar, votan emocionalmente y, por lo de-más, se sienten bastante lejos de ese mun-do a veces más racionalista que razonableque identificamos con Bruselas.En coincidencia con elmomento belige-

rante en las divisas, unos vuelven a hablarde la Europa a dos velocidades y otros –co-mo la FundaciónRobert Schuman– se pre-guntan hasta qué punto Alemania garanti-za la estabilidad del euro. Como si fueseun folletín por entregas, el Financial Ti-mes ha dedicado varios días a analizar el

rescate del euro, con la conclusión de queel declive es posible, el futuro se perfilacon tensiones y hay que crecer económica-mente de forma denodada porque Asia es-tá ahí como competidora implacable. Dela reciente cumbre Asia-Unión Europealos observadores dicen que los asiáticosexultaban con sus ritmos de crecimiento ylos europeos parecían ensimismados enlas exigencias de la disciplina fiscal, en laestrategia antideficitaria. Al poco Chinaperdía sosiego con el premio Nobel de laPaz al disidente Liu Xiaobo.En la Europa del colesterol y de la pro-

testa social, existe una conexión manifies-tamente directa entre la inmigración y elcrecimiento de la derecha extrema. ¿Eseso un retorno de los fantasmas de la viejaEuropa, de la Europa que vio surgir el fas-cismoy el nazismo?Algunos símbolos pue-den coincidir, pero no todos los síntomas.Ya de entrada, es mucho mejor que la ex-trema derecha ocupe escaños en las insti-tuciones, en lugar de buscar sus dominiosen la calle. No es imposible que los dere-chismos populistas se adapten finalmenteal statu quo. Le Pen llegó a la AsambleaNacional francesa como el diputado másjoven. En otro sentido, en Italia, Fini hapilotado la Alianza Nacional que fue dematriz fascista a una normalidad políticaque pocos ponen en duda.Austria es otro caso, como prueba el

avance de la derecha antiinmigración enlas elecciones locales. En Holanda tam-

bién el temor a la inmigración musulmanaha truncado los antiguos consensos y haturbado el panorama electoral. Práctica-mente en toda Europa aparecen o resur-gen movimientos de derecha extrema cu-yo máximo incentivo electoral es el receloa la inmigración y sobre todo al islam. Elcentroderecha articulado comoPartidoPo-pular Europeo tomó nota de la adverten-cia, aunque con dilaciones. Los políticos sa-ben que en su día legislaron alegrementesobre la inmigración, con buenismo, sinpensar en el día de mañana, con cierta de-

magogia permisiva, y ahora se ven desbor-dados a la hora de integrar y dar cohesiónsocial a las nuevas poblaciones.Es el jacuzzi europeo a poca distancia

del arrabal de inmigración reacia a inte-grarse o ya constituida como gueto. La re-cesión ha contribuido indudablemente alrecelo ante el inmigrante. A la desconfian-za ante el extraño se suman usos contro-vertidos del Estado de bienestar, del siste-ma educativo o de la falta de discernimien-to entre lo que es trato humanitario y el

cumplimiento de las leyes. Lo que pare-cían inocuas versiones de la discrimina-ción positiva –becas comedor, por ejem-plo– con la crisis y el paro se han converti-do en elementos de crispación, especial-mente en aquellas zonas en las que la in-tensidadmigratoria supera el umbral de lasaturación.En estos últimos tiempos, se ha hecho

costumbre insistir en que las fuerzas másoscuras deOccidente crecieron en Europay que la luz fue el patrimonio exclusivo deEstados Unidos. Hasta ahí llega la distor-sión neoconservadora. La verdad es queen Europa nació la tolerancia y cundió latradición judeocristiana del respeto al pró-jimo, como las libertades y las formas deconvivencia que han ido enfrentándose alo largo de los siglos con la intransigenciay el oscurantismo. Y en parte, pero en unaparte esencial, laUnión Europea represen-ta un estadio positivo de ese proceso, aun-que las nuevas generaciones olviden queasí se cerró la herida francoalemana o quela otra media Europa pudo integrarse enel proceso al caer el muro de Berlín, al pe-recer el totalitarismo comunista en todo elcontinente. No siempre se cumple lo quehayan escrito los profetas apocalípticos.Aunque sean hoy causa de alarma grave,es probable que esos fantasmas de la viejaEuropa sean como los malos actores queintervienen indebidamente en la repre-sentación teatral para acabar desapa-reciendo.c

Escribirohacerpolítica

T. BEN JELLOUN, escritor, miembrode la Academia Goncourt

¿Puede comprometerseun escritor con un partido,con un sindicato, y seguirescribiendo sus libros?

Aunque hoy causen gravealarma, es probable que esosfantasmas de la vieja Europaacaben desapareciendo

Tahar Ben Jelloun

Valentí Puig