Tacito, Cayo Cornelio - La muerte de Seneca

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    Librodot La muerte de Sneca Tcito 2

    La muerte de Sneca

    Tcito

    Tras esto mand matar Nern a Plautio Laterano, cnsul electo; tanta prisa hubo que no

    dieron tiempo al reo para abrazar a sus hijos ni aun para elegir la muerte. Le llevaron allugar en que ejecutaban a los esclavos y all fue muerto por el Tribuno Estacio; conserv

    hasta el ltimo momento la constancia en no hablar y no reproch al tribuno su complicidad

    en la misma conspiracin. Sigui despus la muerte de Sneca, con gran jbilo por parte

    del prncipe, no porque estuviese seguro de su participacin en la conjura, sino para

    terminar por medio de la fuerza lo que no pudo hacer el veneno. Solamente Natal haba

    nombrado a Sneca, diciendo que estando ste enfermo haba ido a visitarle y a quejarse de

    que se le negase la entrada a Pisn; mejor era que los dos se encontrasen en la intimidad y

    cultivasen su amistad. Sneca respondi que esas conversaciones no convenan a ningunos

    de los dos, pues, por lo dems, su propia salvacin dependa de la de Pisn.

    Gavo Silvano, tribuno de una cohorte pretoriana, recibi la orden de transmitir esto a

    Sneca y de preguntarle si reconoca las palabras de Natal y su propia respuesta. Sneca,por casualidad, o tal vez de intento, haba regresado aquel da de Campania y se detuvo a

    cuatro millas de Roma en una de esas casas de campo. All lleg el tribuno al caer la tarde y

    rodeo la casa con un pelotn de soldados. Sneca cenaba en compaa de su esposa,

    Pompeya Paulina, y de dos amigos, cuando el tribuno le comunic el mensaje del

    emperador.

    Sneca respondi que Natal haba venido a quejarse de parte de Pisn porque no le

    permita visitarle; l se haba excusado por su estado de salud y por el deseo que tena de

    descansar; no tena motivos para anteponer la salvacin de un simple particular a la suya

    propia, tampoco tena carcter inclinado a las adulaciones y esto mejor que nadie lo saba

    Nern, pues ms veces haba experimentado la libertad de Sneca que su servilismo.

    Cuando el tribuno refiri esto a Nern, en presencia de Popea y de Tigelino, consejerosntimos de las crueldades del prncipe, ste pregunt si Sneca se preparaba a morir

    voluntariamente. Entonces el tribuno respondi que no haba observado en l ningn signo

    de temor, ninguna seal de tristeza apareca en sus palabras ni en su semblante. Nern

    mand volver al tribuno y comunicar a Sneca su sentencia de muerte. Cuenta Fabio

    Rstico que no volvi por el camino por donde haba venido, sino que dio un rodeo y pas

    por casa del prefecto Fenio, a quien pregunt, despus de dar a conocer la obra del

    emperador, si deba obedecer. Fenio, con la funesta cobarda de todos, le respondi que

    deba cumplir la voluntad del prncipe. El tribuno Silvano era tambin uno de los

    conjurados y acrecentaba el nmero de los crmenes en cuya venganza haba consentido.

    Sin embargo, tuvo el pudor de no dirigirse directamente a Sneca y de no contemplar su

    muerte. Mand entrar a un centurin para que le notificase que deba morir.Sin dejarse turbar, pide sneca su testamente y, ante la negativa del centurin, se vuelve

    hacia sus amigos, diciendo que, puesto que se le prohiba agradecer sus servicios, les deja

    al menos el nico bien que le restaba, pero el ms hermoso de todos: la imagen de su vida.

    Si guardaban su recuerdo hallaran en el renombre de la virtud la recompensa de su

    constante amistad. Y como llorasen, Sneca les habl primero con sencillez; despus, con

    tono ms severo, les reprendi y aconsej firmeza. Les preguntaba qu haba venido a ser

    sus lecciones de prudencia, dnde estaban los principios que haban meditado durante

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    tantos aos contra la fatalidad. Porque, en fin, quin no conoca la crueldad de Nern? Al

    martirio de su madre y de su hermano no le restaba ms que ordenar tambin la muerte del

    hombre que le haba educado e instruido.

    Despus de estas exhortaciones, que parecan dirigirse a todos, instintivamente estrech a

    su mujer en sus brazos, un poco enternecido, a pesar de la fortaleza de su espritu, le rog y

    suplic que moderase su dolor y no lo hiciere perpetuo, sino que en la contemplacin deuna vida consagrada a la virtud encontrase el consuelo de la prdida de su esposo. Pero

    Paulina asegur que tambin ella estaba decidida a morir y reclam el brazo del verdugo.

    Entonces Sneca no se opuso a su gloria; adems su amor temase que quedase expuesta al

    oprobio una mujer por quien senta un sin igual afecto: Yo te haba mostrado, dijo, los

    encantos de la vida; t prefieres el honor de morir; no me opondr a tal ejemplo; sea igual

    entre nosotros la constancia de un fin tan generoso, pero en l t consigues la mayor

    gloria.

    Despus de estas palabras se cortaron, a un tiempo, las venas de los brazos. Sneca, cuyo

    cuerpo dbil por su ancianidad y delgado por la abstinencia dejaba muy lentamente escapar

    la sangre, se abri tambin las venas de las piernas y rodillas. Fatigado por el dolor,

    temiendo que su sufrimiento abatiese el valor de su esposa y tambin por no alterarse al

    presenciar los tormentos de ella, la persuadi a retirarse a otro aposento. Entonces, echando

    mano de su elocuencia an en sus ltimos momentos, llam a sus secretarios y les dict

    varias cosas. Como fueron literalmente publicadas, creo superfluo el comentarlas.

    Pero Nern no tena resentimiento alguno contra Paulina y, temiendo hacer ms odiosa su

    crueldad, orden que se impidiese la muerte de la esposa de Sneca. Por orden de los

    soldados, sus libertos y esclavos le vendaron las heridas y detuvieron la sangre. No se sabe

    si ella se dio cuenta de esto pues, como el vulgo se inclina siempre a pensar lo peor, no

    falt quienes creyesen que mientras temi la ira de Nern, dese la glora de acompaar a

    su marido, pero que despus, con mejores esperanzas, se dej vencer por la dulzura de la

    vida. Solamente vivi algunos aos guardando el recuerdo de su marido y mostrando en su

    rostro y en sus descoloridos miembros que la vida languideca en ella.

    Viendo Sneca que se prolongaba el dolor de la agona rog a Eustacio Anneo, en quien

    vea un amigo fiel y un hbil mdico, que le sacase el veneno que ya tena preparado (era el

    que daban los atenienses a los condenados a muerte), y cuando se lo trajeron lo tom sin

    que le produjera efecto, pues sus miembros estaban fros y en su cuerpo no obraba el

    veneno. Orden, a continuacin, que le introdujesen en la sala de baos calientes y,

    rociando con el agua a los presentes, dijo que ofreca aquella libacin a Jpiter libertador.

    Por fin, entrando en el bao, lo sofoc el vapor. Su cuerpo fue incinerado sin ceremonia

    alguna. As lo haban prescrito en su testamento cuando, siendo rico y poderoso, pensaba en

    sus ltimos momentos.