Tabona "La voz de Roque Aguayro", nº31, de marzo de 2012,

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N.º 31 MARZO 2012 “LA VOZ DE ROQUE AGUAYRO” EDITORIAL ROQUE AGUAYRO APOYA LA HUELGA GENERAL DEL JUEVES 29 DE MARZO, UNIÉNDOSE A SINDICATOS Y OTRAS ORGANIZACIONES POLÍTICAS Y SOCIALES NO A LA REFORMA LABORAL. Porque es una reforma contra las personas en paro, porque la única forma de crear empleo es con creci- miento económico y esta reforma laboral, en una espiral suicida, va a generar más paro, menos consumo, más recesión económica, menos ingresos para la Administración y menos servicios públicos... Es una reforma laboral contra la clase trabajadora que convierte el despido en un recurso fácil, rápido y barato. Se generaliza el despido libre y gratuito en los nuevos contratos para empresas de menos de 50 traba- jadores, la mayoría, y se generaliza el despido con sólo 20 días por año trabajado con un límite de 12 mensua- lidades para el resto de las personas independientemente de su tipo de contrato y antigüedad. Es una refor- ma contra las condiciones de trabajo, ya que salarios, horarios, puestos, movilidad geográfica y cualquier otra circunstancia laboral dependerá ahora de la voluntad del empresario eliminando las opciones de negocia- ción de las plantillas a través de sus representantes legales. Es una reforma contra los jóvenes porque no generará empleo y, por tanto, no servirá para reducir la tasa de desempleo juvenil que en Canarias ya alcanza el 51%. Es una reforma contra las mujeres porque la elimina- ción de derechos y protecciones aumentará las desigualdades retributivas, la infravaloración y el trabajo en precario. Es una reforma contra el crecimiento económico y la cohesión social que generará más paro en Canarias, el territorio del Estado con mayor nivel de desempleo, y reducirá los salarios de las personas con empleo, no actuará a favor de la justicia social, contribuirá a incrementar las desigualdades y el número de personas bajo el umbral de la pobreza incrementando la situación de alarma social de Canarias. Es una reforma laboral basada en brutales ajustes económicos, injustos socialmente, regresivos laboral- mente y nacidos únicamente para satisfacer a unos poderes financieros a los que nadie reconoce como depo- sitarios de la soberanía democrática, que nos arroja hacia un presente y un futuro de paro y precariedad con menos servicios públicos y menos protección social, algo que las organizaciones sindicales, políticas y socia- les no estamos dispuestas a aceptar. Jueves 29 de marzo: HUELGA GENERAL. No a la reforma laboral. No a las políticas de ajuste europeas. Ante las agresiones, movilización. (Si quiere conocer el texto completo del “Manifiesto conjunto Huelga General 29 de marzo 2012”, firmado por todas las organizaciones sindicales, puede hacerlo en www.roqueaguayro.com.)

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número del Tabona "La voz de Roque Aguayro", nº31, de marzo de 2012, que repartimos casa a casa por todo el municipio de Agüimes. www.roqueaguayro.com

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N.º 31MARZO 2012“LA VOZ DE ROQUE AGUAYRO”

EDITORIALROQUE AGUAYRO APOYA LA HUELGA GENERAL DEL JUEVES 29 DE MARZO,

UNIÉNDOSE A SINDICATOS Y OTRAS ORGANIZACIONES POLÍTICAS Y SOCIALESNO A LA REFORMA LABORAL.Porque es una reforma contra las personas en paro, porque la única forma de crear empleo es con creci-

miento económico y esta reforma laboral, en una espiral suicida, va a generar más paro, menos consumo, más recesión económica, menos ingresos para la Administración y menos servicios públicos...

Es una reforma laboral contra la clase trabajadora que convierte el despido en un recurso fácil, rápido y barato. Se generaliza el despido libre y gratuito en los nuevos contratos para empresas de menos de 50 traba-jadores, la mayoría, y se generaliza el despido con sólo 20 días por año trabajado con un límite de 12 mensua-lidades para el resto de las personas independientemente de su tipo de contrato y antigüedad. Es una refor-ma contra las condiciones de trabajo, ya que salarios, horarios, puestos, movilidad geográ�ca y cualquier otra circunstancia laboral dependerá ahora de la voluntad del empresario eliminando las opciones de negocia-ción de las plantillas a través de sus representantes legales.

Es una reforma contra los jóvenes porque no generará empleo y, por tanto, no servirá para reducir la tasa de desempleo juvenil que en Canarias ya alcanza el 51%. Es una reforma contra las mujeres porque la elimina-ción de derechos y protecciones aumentará las desigualdades retributivas, la infravaloración y el trabajo en precario.

Es una reforma contra el crecimiento económico y la cohesión social que generará más paro en Canarias, el territorio del Estado con mayor nivel de desempleo, y reducirá los salarios de las personas con empleo, no actuará a favor de la justicia social, contribuirá a incrementar las desigualdades y el número de personas bajo el umbral de la pobreza incrementando la situación de alarma social de Canarias.

Es una reforma laboral basada en brutales ajustes económicos, injustos socialmente, regresivos laboral-mente y nacidos únicamente para satisfacer a unos poderes �nancieros a los que nadie reconoce como depo-sitarios de la soberanía democrática, que nos arroja hacia un presente y un futuro de paro y precariedad con menos servicios públicos y menos protección social, algo que las organizaciones sindicales, políticas y socia-les no estamos dispuestas a aceptar.

Jueves 29 de marzo:HUELGA GENERAL.

No a la reforma laboral. No a las políticas de ajuste europeas.

Ante las agresiones, movilización.(Si quiere conocer el texto completo del “Mani�esto conjunto Huelga General 29 de marzo 2012”, �rmado por todas las organizaciones sindicales, puede hacerlo en www.roqueaguayro.com.)

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A POR LOS SINDICATOSLos recortes al Estado de bienestar y al

Estado de derecho realizados hasta el momento no les parecen su�cientes. Han decidido que el sometimiento de la política, de las instituciones y la demo-cracia al capitalismo más duro no puede pararse hasta alcanzar la libertad de mercado total que proclama el neoliberalismo. La reforma laboral recién aprobada, que garantiza el despido fácil y barato y que restringe los dere-chos colectivos de los trabajadores, no es sino un pequeño paso que tendrá que complementarse con nuevas medi-das… Están entusiasmados y crecidos con las últimas decisiones adoptadas. Pero piden más. Todo les parece poco y no pararán hasta dejar sin contenido el gobierno de lo público, hasta hacer de los trabajadores un mero instru-mento de producción con los derechos disminuidos al máximo. El análisis que estoy haciendo, tan a vuela pluma, puede parecer una caricatura de los hechos, pero es la triste y dura realidad.

Por eso el presidente de Mercadona, Joan Roig, miem-bro del selecto grupo de empresarios españoles del Conse-jo de Competitividad, no ha tenido ningún pudor (los medios más a la derecha lo llaman sensatez) en pedir hace unos días que se amplíe la reforma laboral para “desincenti-var el paro”, que tenemos que trabajar como chinos, es decir, como los chinos de China, aquí y en Pekín: de sol a sol, con sueldos bajísimos, viviendo hacinados para poder pagar un piso, sin vacaciones y sin derechos laborales. Y también, según el conspicuo empresario, debemos dejar de derrochar en esas tonterías de la sanidad pública y la educación, entre otras cosas. Es más o menos lo que vino a decir el director de Ford España por las mismas fechas: los españoles tienen muchas vacaciones y tienen que mirarse en el espejo de los japoneses. No dice que los japoneses trabajan hasta 70 horas a la semana en muchos casos y que mueren por miles cada año por karoshi o sobrecarga de trabajo. Por lo visto, no hay más alternativa que producir y consumir hasta la extenuación.

Por eso Joan Rosell acaba de a�rmar que las prestacio-nes de desempleo son muy generosas y que no pueden ser para siempre, que el derecho a la huelga debe ser revisado y que se debe retirar la ayuda a los que rechacen por primera vez un puesto de trabajo, “aunque sea en Laponia”, como a�rmó José Luis Feito que también demandó parar a empleados públicos para pagar a los proveedores y crear puestos de trabajo, en una clara maniobra de enfrentamiento de los trabajadores y traba-jadoras de esta país.

Es lo mismo que dijo el pasado lunes Dolores de Cospedal: “En España hay que trabajar más horas mante-niendo los sueldos” y, además, la responsabilidad de un Gobierno en un país con más de cinco millones de para-dos no puede ser otra que “hacer reformas” y los trabaja-dores deben aceptar en silencio menos salarios, menos

vilismo del PSOE), la apatía y el miedo. No se trata sólo de salir a la calle para protestar. Se trata de reclamar pací�camente, como avala nuestra Constitución, un proyecto de futuro distinto. De hacer oír, al unísono, millones de voces que reclaman la ruptura de la depen-dencia de la política ante los mercados. Y que no se nos olvide que como decía Thomas Je�erson “cuando los ciudadanos temen al Gobierno tenemos una dictadura; cuando el Gobierno teme a los ciudadanos, tenemos libertad”.

derechos laborales, menos vacaciones, más horas de trabajo, más precarización, más empobrecimiento, más exclusión social… Y van haciendo calar la idea de estamos en un país de gandules, que la gente no quiere trabajar, que estamos rodeados de irresponsa-bles que quieren vivir por encima de sus posibilidades; que son los hombres y mujeres de este país los culpa-bles del paro, de la frustración de los jóvenes, de los millones de pobres, del aumento de las desigualdades sociales…

Y claro, para poner en marcha todas estas políticas de reformas y ajustes sobran los sindicatos. No hay ningún tipo de dudas que están siguiendo a pie junti-llas las prácticas de Margaret Thatcher: “Consideramos que estando en la lucha de clases, teníamos que decla-rarles la guerra (…) Siempre tenemos que ponernos a salvo del enemigo interior (trabajadores y sindicatos) mucho más peligroso y difícil de batir y nocivo para la libertad”. Su estrategia es que hay que revisar, por tanto, el derecho a la huelga, como ha anunciado la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, y desprestigiar a los sindicatos hasta el in�nito, lo que tienen también en buena parte conseguido por las campañas conti-nuas de menoscabo a las que son sometidos.

El vilipendio a los sindicatos viene de lejos: en la huelga general que convocaron contra el Gobierno socialista en septiembre de 2010, la prensa más conservadora -El Mundo, La Razón, ABC, La Gaceta…- no dudó en compararlos con grupos terroristas, en pedir su ilegalización, y el encarcelamiento de sus lideres. Y en esta ocasión, cuando se anuncia otra huelga general, vuelven a poner toda la carne en el asador, esta vez con una complicidad más directa del PP, e insisten en demonizarlos y machacarlos con los latiguillos de los abusos de liberados, los sindicalistas banqueros, los cursos de formación, los millones que reciben para su �nanciación de los gobiernos de turno, la complicidad y la culpabilidad en la existencia de millones de parados, su participación en la negocia-ción de los ERE, su deriva en negocietes, burocratis-mo, parasitismo, trapisondería y opacidad. Si se mueven ahora -dicen- es porque la reforma laboral les quita poder y dinero.

Desde luego, no voy a dejar de reconocer la existencia de determinadas prácticas sindicales abso-lutamente censurables. De su complicidad con la socialdemocracia, pasiva ante los embates de los mercados; de su voracidad e insaciabilidad en la admi-nistración pública frente a políticos débiles, creando enormes diferencias con el resto de los trabajadores; de su aceptación de la rutina; de haber hecho dejación de su obligación de crear un proyecto social alternati-vo… Pero no han cometido más errores que los parti-dos políticos, que los empresarios, que los medios de comunicación…, todos ellos, como los sindicatos, imprescindibles en un Estado de derecho, en esta democracia de mínimos que nos va quedando.

Los sindicatos están obligados -como los partidos, como los empresarios, como los medios de comunica-ción-, a hacer una autocrítica, pero nadie puede dudar de que son absolutamente necesarios para la defensa de los trabajadores ni de su total legitimación para ponerse a la vanguardia de la defensa de los derechos laborales, de sueldos dignos, de las pensiones, de las jubilaciones, de los derechos fundamentales, de las garantías constitucionales, de la soberanía de la política frente a los mercados y de la democracia.

En esas están y no podemos dejarlos solos. Han convocado una huelga general y su fracaso supondría la aceptación de los sacri�cios y la pérdida de libertades que se nos impone. Es verdad que las encuestas nos hablan de que la ciudadanía recela de los sindicatos y de las manifestaciones y huelgas, pero habría que vencer a las opiniones creadas interesadamente (las que nos venden la reforma como un atisbo de luz frente al inmo-

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Los recortes al Estado de bienestar y al Estado de derecho realizados hasta el

momento no les parecen su�cientes. Han decidido que el sometimiento de la política, de las instituciones y la demo-cracia al capitalismo más duro no puede pararse hasta alcanzar la libertad de mercado total que proclama el neoliberalismo. La reforma laboral recién aprobada, que garantiza el despido fácil y barato y que restringe los dere-chos colectivos de los trabajadores, no es sino un pequeño paso que tendrá que complementarse con nuevas medi-das… Están entusiasmados y crecidos con las últimas decisiones adoptadas. Pero piden más. Todo les parece poco y no pararán hasta dejar sin contenido el gobierno de lo público, hasta hacer de los trabajadores un mero instru-mento de producción con los derechos disminuidos al máximo. El análisis que estoy haciendo, tan a vuela pluma, puede parecer una caricatura de los hechos, pero es la triste y dura realidad.

Por eso el presidente de Mercadona, Joan Roig, miem-bro del selecto grupo de empresarios españoles del Conse-jo de Competitividad, no ha tenido ningún pudor (los medios más a la derecha lo llaman sensatez) en pedir hace unos días que se amplíe la reforma laboral para “desincenti-var el paro”, que tenemos que trabajar como chinos, es decir, como los chinos de China, aquí y en Pekín: de sol a sol, con sueldos bajísimos, viviendo hacinados para poder pagar un piso, sin vacaciones y sin derechos laborales. Y también, según el conspicuo empresario, debemos dejar de derrochar en esas tonterías de la sanidad pública y la educación, entre otras cosas. Es más o menos lo que vino a decir el director de Ford España por las mismas fechas: los españoles tienen muchas vacaciones y tienen que mirarse en el espejo de los japoneses. No dice que los japoneses trabajan hasta 70 horas a la semana en muchos casos y que mueren por miles cada año por karoshi o sobrecarga de trabajo. Por lo visto, no hay más alternativa que producir y consumir hasta la extenuación.

Por eso Joan Rosell acaba de a�rmar que las prestacio-nes de desempleo son muy generosas y que no pueden ser para siempre, que el derecho a la huelga debe ser revisado y que se debe retirar la ayuda a los que rechacen por primera vez un puesto de trabajo, “aunque sea en Laponia”, como a�rmó José Luis Feito que también demandó parar a empleados públicos para pagar a los proveedores y crear puestos de trabajo, en una clara maniobra de enfrentamiento de los trabajadores y traba-jadoras de esta país.

Es lo mismo que dijo el pasado lunes Dolores de Cospedal: “En España hay que trabajar más horas mante-niendo los sueldos” y, además, la responsabilidad de un Gobierno en un país con más de cinco millones de para-dos no puede ser otra que “hacer reformas” y los trabaja-dores deben aceptar en silencio menos salarios, menos

vilismo del PSOE), la apatía y el miedo. No se trata sólo de salir a la calle para protestar. Se trata de reclamar pací�camente, como avala nuestra Constitución, un proyecto de futuro distinto. De hacer oír, al unísono, millones de voces que reclaman la ruptura de la depen-dencia de la política ante los mercados. Y que no se nos olvide que como decía Thomas Je�erson “cuando los ciudadanos temen al Gobierno tenemos una dictadura; cuando el Gobierno teme a los ciudadanos, tenemos libertad”.

derechos laborales, menos vacaciones, más horas de trabajo, más precarización, más empobrecimiento, más exclusión social… Y van haciendo calar la idea de estamos en un país de gandules, que la gente no quiere trabajar, que estamos rodeados de irresponsa-bles que quieren vivir por encima de sus posibilidades; que son los hombres y mujeres de este país los culpa-bles del paro, de la frustración de los jóvenes, de los millones de pobres, del aumento de las desigualdades sociales…

Y claro, para poner en marcha todas estas políticas de reformas y ajustes sobran los sindicatos. No hay ningún tipo de dudas que están siguiendo a pie junti-llas las prácticas de Margaret Thatcher: “Consideramos que estando en la lucha de clases, teníamos que decla-rarles la guerra (…) Siempre tenemos que ponernos a salvo del enemigo interior (trabajadores y sindicatos) mucho más peligroso y difícil de batir y nocivo para la libertad”. Su estrategia es que hay que revisar, por tanto, el derecho a la huelga, como ha anunciado la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, y desprestigiar a los sindicatos hasta el in�nito, lo que tienen también en buena parte conseguido por las campañas conti-nuas de menoscabo a las que son sometidos.

El vilipendio a los sindicatos viene de lejos: en la huelga general que convocaron contra el Gobierno socialista en septiembre de 2010, la prensa más conservadora -El Mundo, La Razón, ABC, La Gaceta…- no dudó en compararlos con grupos terroristas, en pedir su ilegalización, y el encarcelamiento de sus lideres. Y en esta ocasión, cuando se anuncia otra huelga general, vuelven a poner toda la carne en el asador, esta vez con una complicidad más directa del PP, e insisten en demonizarlos y machacarlos con los latiguillos de los abusos de liberados, los sindicalistas banqueros, los cursos de formación, los millones que reciben para su �nanciación de los gobiernos de turno, la complicidad y la culpabilidad en la existencia de millones de parados, su participación en la negocia-ción de los ERE, su deriva en negocietes, burocratis-mo, parasitismo, trapisondería y opacidad. Si se mueven ahora -dicen- es porque la reforma laboral les quita poder y dinero.

Desde luego, no voy a dejar de reconocer la existencia de determinadas prácticas sindicales abso-lutamente censurables. De su complicidad con la socialdemocracia, pasiva ante los embates de los mercados; de su voracidad e insaciabilidad en la admi-nistración pública frente a políticos débiles, creando enormes diferencias con el resto de los trabajadores; de su aceptación de la rutina; de haber hecho dejación de su obligación de crear un proyecto social alternati-vo… Pero no han cometido más errores que los parti-dos políticos, que los empresarios, que los medios de comunicación…, todos ellos, como los sindicatos, imprescindibles en un Estado de derecho, en esta democracia de mínimos que nos va quedando.

Los sindicatos están obligados -como los partidos, como los empresarios, como los medios de comunica-ción-, a hacer una autocrítica, pero nadie puede dudar de que son absolutamente necesarios para la defensa de los trabajadores ni de su total legitimación para ponerse a la vanguardia de la defensa de los derechos laborales, de sueldos dignos, de las pensiones, de las jubilaciones, de los derechos fundamentales, de las garantías constitucionales, de la soberanía de la política frente a los mercados y de la democracia.

En esas están y no podemos dejarlos solos. Han convocado una huelga general y su fracaso supondría la aceptación de los sacri�cios y la pérdida de libertades que se nos impone. Es verdad que las encuestas nos hablan de que la ciudadanía recela de los sindicatos y de las manifestaciones y huelgas, pero habría que vencer a las opiniones creadas interesadamente (las que nos venden la reforma como un atisbo de luz frente al inmo-

En la crisis actual, provocada por las instituciones �nancieras, los bancos han dejado alevosamente de cumplir con la función social para la que se crearon.

El que las entidades �nancieras hayan arruinado el tejido empresarial y los puestos de trabajo de la pobla-ción por causa de su especulación, sería su�ciente para ordenar su cierre y sustituirlas por otras entidades más e�cientes o decretar su nacionalización.

Sin embargo, a la banca se le permite acudir al Banco Central Europeo (BCE) a �nanciarse al 1% para, simultá-neamente (una hora después) entregar ese mismo dinero al Estado al 5% (o más) de interés a diez años.

El propio BCE fue creado por los Gobiernos de los Estados de la UE, su organigrama de funcionamiento también lo aprobaron esos mismos Estados, y hasta al propio Director del BCE lo nombra periódicamente

Es la política al servicio de la economía, cuando debería ser al contrario. La economía, que es una ciencia, debe ser una herramienta, un instrumento y estar al servicio de la política y del progreso de la socie-dad. Pero los políticos, los gobiernos, han hecho deja-ción de sus responsabilidades ante los ciudadanos y se han arrodillado ante la economía (los mercados), permi-tiendo que sea ésta quien gobierne la sociedad.

No obstante, no se cansan de repetirnos que aplicar otra política económica no es posible. Mienten. Y ellos lo saben. Peor crisis que la vivida en Europa tras la II Guerra Mundial no se ha vuelto a producir. Y a pesar de esa crisis, y en un contexto internacional de “guerra fría”, se desarrolló el estado del bienestar. La crisis actual no es, ni por asomo, semejante a la de entonces. Sin embar-go, nos están arrebatando los derechos, las conquistas sociales y el estado del bienestar conseguido.

Otra forma de hacer política económica sí es posible. No se trata de milagros ni de sovietizar a la sociedad. Todo está descubierto. Sólo tienen que recuperar, actualizar y aplicar determinadas aportaciones de Keynes ante la situación actual de crisis. ¿Por qué no gobiernos keynesianos (o neokeynesianos)? ¿Por qué no probar? Si este ultraliberalismo económico no da resultados (el paro sigue creciendo y la recesión econó-mica continúa regenerándose), ¿por qué no cambiar ya de política económica?

John Maynard Keynes (1883-1946) fue un economis-ta británico, considerado como uno de los más in�uyen-tes del siglo XX. Sus ideas tuvieron una fuerte repercu-sión en las teorías y políticas económicas. Fue profesor de la Universidad de Cambridge, secretario del Royal Economic Society y alto funcionario de la Administra-ción británica. En 1919, tras �nalizar la Primera Guerra Mundial, formó parte de la delegación británica en la Conferencia de Paz de París. Pronto dimitió de ese puesto por estar disconforme con el régimen abusivo de indemnizaciones y reparaciones que se imponían a Alemania.

Tras la grave crisis económica de 1929, expuso sus ideas para salir de esa gran recesión en su obra “Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero” (1936). Consideraba un error recurrir a la clásica bajada de salarios para que la producción aumentara. En su diag-nóstico de la crisis argumentaba que el principal proble-ma de la economía era la falta de demanda ante la caída de la inversión. Sin demanda, los empresarios no tenían

incentivos para aumentar la producción y, a través de ella, el empleo. Por tanto, ante el derrumbe de la inversión privada, proponía que el Estado incremen-tase el gasto público (política anticrisis), por lo que abogaba por una activa intervención del Estado que restableciera el equilibrio entre oferta y demanda.

El gasto del Estado generaría dé�cit público, pero eso -según Keynes- no constituía un problema, ya que si el Estado gastaba, aumentaba la demanda porque ese gasto inicial transformado en salarios y bienes, creaba nueva demanda sobre otros sectores (multiplicador keynesiano). De esta manera, el Estado hacía de locomotora de la economía, a la que se iría enganchando progresivamente las empresas y los distintos sectores económicos. Así, al ampliarse la producción total, el Estado podría aumentar poste-riormente sus ingresos por impuestos, y reducir o anular, a medio plazo, el dé�cit público inicial.

La prosperidad, la creación de empleo -a�rmaba Keynes- no depende de los salarios, sino del consumo y de la inversión. Por tanto, había que potenciar el consu-mo. Y para conseguirlo, defendía las mejoras de las condiciones salariales, pues de esta manera, se aumen-taba la capacidad adquisitiva de la clase obrera. Por ello, insistía en que el papel de los capitalistas era invertir, y el de los trabajadores, consumir.

El presidente estadounidense Roosevelt actuó en la década de los años 30 in�uido por las teorías de Keynes. Lo mismo hicieron los gobiernos de los países escandi-navos (Suecia, Dinamarca), iniciándose, así, en esos países la construcción del Estado del bienestar. La aplicación de las teorías keynesianas se generalizaron en Europa Occidental tras la II Guerra Mundial. Los ciudadanos alcanzaron en pocas décadas, un nivel de vida y un Estado de bienestar desconocido hasta enton-ces.

Justo, lo contrario (la destrucción de ese Estado de bienestar), es lo que se han propuesto y nos quieren arrebatar ahora, aprovechando la presente crisis econó-mica.

Paul Krugman, estadounidense y Premio Nobel de Economía en 2008, ha reconocido que para salir de la actual crisis económica debemos recuperar los postula-dos keynesianos. Así, por ejemplo, en un reciente artícu-lo en EL PAÍS (enero, 2012), titulado “Keynes tenía razón”, escribe: “…recortar el gasto público cuando la econo-mía está deprimida, deprime la economía todavía más; la austeridad (en el gasto público) debe esperar hasta que se haya puesto en marcha una fuerte recuperación”. Y sigue exponiendo: “Los políticos han creído que debíamos centrarnos en los dé�cit, no en los puestos de trabajo. Al obsesionarse con los dé�cits a corto plazo se ha empeorado el verdadero problema: una economía deprimida y un desempleo masivo”. Y concluye, “es posible que uno de estos años acabemos siguiendo el consejo de Keynes, que sigue siendo tan válido hoy como hace 75 años”.

Ante todo esto, nos preguntamos ¿es posible o no aplicar otra política económica? ¿Por qué no se intenta? ¿Por desconocimiento? No. ¿Por ideología y por intere-ses determinados? Eso sí. No en vano, la inmensa mayo-ría de los gobiernos europeos son liberal-conservadores al servicio de los grandes especuladores, de los merca-dos y de la gran banca.

El ejercicio de la política se ha desnaturalizado: los gobiernos ya no están al servicio de los ciudadanos que los han elegido. La prioridad absoluta ya no son los ciudadanos sino las cuentas de resultados y el dé�cit. Y si eso signi�ca gobernar contra los ciudadanos, pues se gobierna contra los ciudadanos. ¿Eso no se llama traición?

Por eso las “medidas valientes” que nos dicen, tienen que tomar los Gobiernos, no son sino medidas cobar-des, porque están dirigidas siempre contra los más débiles. Sin embargo, a los fuertes y poderosos, ni tocar-los; y mucho más en nuestro país. ¡Qué pasada!

Pues eso, Gobiernos cobardes y traidores. Es lo que hay. ¿Nos resignamos?

COLABORACIÓN...

ENREDADOS...Estrenamos un nuevo espacio, donde nos hacemos eco de “mensajes” que circulan a través de las diferentes redes sociales e internet.

El PP se queda solo al autorizar las prospecciones petrolíferas cerca de las costas de Lanzarote y Fuerteventura, poniendo en peligro la salud de los canarios, nuestro medio ambiente y el turismo, pilares fundamentales de nuestra economía.

El PP “aporrea” a niños, jóvenes, padres y madres de estudiantes, en las manifestaciones de Valencia en demanda de mejores condiciones en sus institutos. EMPIEZA EL CAMBIO...

también los Gobiernos de los Estados de la Unión Europea (UE).

¿Por qué, entonces, los Estados de la UE no pueden �nanciarse directamente del Banco Central Europeo obviando la intermediación de la banca? Porque lo que se pretende -y se consigue actuando así-, es conceder una enorme subvención a la banca privada desde el propio Banco Central Europeo.

¿Quiénes son los responsables? La banca, no; pues actúa según las reglas establecidas. Los responsables son los Gobiernos que permiten y apoyan la prolon-gación de esta situación -sin cambiar las reglas-, a sabiendas de que perjudica gravemente a la pobla-ción que los ha elegido y que, se supone, representan; y, además, se endeuda escandalosamente a los Estados que administran. Así gestionan actualmente los intereses generales nuestros políticos “patriotas”.

LA CRISIS, RESPONSABILIDAD DELOS GOBIERNOS COBARDES Y TRAIDORES

de Fernando T. Romero Romero

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En la crisis actual, provocada por las instituciones �nancieras, los bancos han dejado alevosamente de cumplir con la función social para la que se crearon.

El que las entidades �nancieras hayan arruinado el tejido empresarial y los puestos de trabajo de la pobla-ción por causa de su especulación, sería su�ciente para ordenar su cierre y sustituirlas por otras entidades más e�cientes o decretar su nacionalización.

Sin embargo, a la banca se le permite acudir al Banco Central Europeo (BCE) a �nanciarse al 1% para, simultá-neamente (una hora después) entregar ese mismo dinero al Estado al 5% (o más) de interés a diez años.

El propio BCE fue creado por los Gobiernos de los Estados de la UE, su organigrama de funcionamiento también lo aprobaron esos mismos Estados, y hasta al propio Director del BCE lo nombra periódicamente

Es la política al servicio de la economía, cuando debería ser al contrario. La economía, que es una ciencia, debe ser una herramienta, un instrumento y estar al servicio de la política y del progreso de la socie-dad. Pero los políticos, los gobiernos, han hecho deja-ción de sus responsabilidades ante los ciudadanos y se han arrodillado ante la economía (los mercados), permi-tiendo que sea ésta quien gobierne la sociedad.

No obstante, no se cansan de repetirnos que aplicar otra política económica no es posible. Mienten. Y ellos lo saben. Peor crisis que la vivida en Europa tras la II Guerra Mundial no se ha vuelto a producir. Y a pesar de esa crisis, y en un contexto internacional de “guerra fría”, se desarrolló el estado del bienestar. La crisis actual no es, ni por asomo, semejante a la de entonces. Sin embar-go, nos están arrebatando los derechos, las conquistas sociales y el estado del bienestar conseguido.

Otra forma de hacer política económica sí es posible. No se trata de milagros ni de sovietizar a la sociedad. Todo está descubierto. Sólo tienen que recuperar, actualizar y aplicar determinadas aportaciones de Keynes ante la situación actual de crisis. ¿Por qué no gobiernos keynesianos (o neokeynesianos)? ¿Por qué no probar? Si este ultraliberalismo económico no da resultados (el paro sigue creciendo y la recesión econó-mica continúa regenerándose), ¿por qué no cambiar ya de política económica?

John Maynard Keynes (1883-1946) fue un economis-ta británico, considerado como uno de los más in�uyen-tes del siglo XX. Sus ideas tuvieron una fuerte repercu-sión en las teorías y políticas económicas. Fue profesor de la Universidad de Cambridge, secretario del Royal Economic Society y alto funcionario de la Administra-ción británica. En 1919, tras �nalizar la Primera Guerra Mundial, formó parte de la delegación británica en la Conferencia de Paz de París. Pronto dimitió de ese puesto por estar disconforme con el régimen abusivo de indemnizaciones y reparaciones que se imponían a Alemania.

Tras la grave crisis económica de 1929, expuso sus ideas para salir de esa gran recesión en su obra “Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero” (1936). Consideraba un error recurrir a la clásica bajada de salarios para que la producción aumentara. En su diag-nóstico de la crisis argumentaba que el principal proble-ma de la economía era la falta de demanda ante la caída de la inversión. Sin demanda, los empresarios no tenían

incentivos para aumentar la producción y, a través de ella, el empleo. Por tanto, ante el derrumbe de la inversión privada, proponía que el Estado incremen-tase el gasto público (política anticrisis), por lo que abogaba por una activa intervención del Estado que restableciera el equilibrio entre oferta y demanda.

El gasto del Estado generaría dé�cit público, pero eso -según Keynes- no constituía un problema, ya que si el Estado gastaba, aumentaba la demanda porque ese gasto inicial transformado en salarios y bienes, creaba nueva demanda sobre otros sectores (multiplicador keynesiano). De esta manera, el Estado hacía de locomotora de la economía, a la que se iría enganchando progresivamente las empresas y los distintos sectores económicos. Así, al ampliarse la producción total, el Estado podría aumentar poste-riormente sus ingresos por impuestos, y reducir o anular, a medio plazo, el dé�cit público inicial.

La prosperidad, la creación de empleo -a�rmaba Keynes- no depende de los salarios, sino del consumo y de la inversión. Por tanto, había que potenciar el consu-mo. Y para conseguirlo, defendía las mejoras de las condiciones salariales, pues de esta manera, se aumen-taba la capacidad adquisitiva de la clase obrera. Por ello, insistía en que el papel de los capitalistas era invertir, y el de los trabajadores, consumir.

El presidente estadounidense Roosevelt actuó en la década de los años 30 in�uido por las teorías de Keynes. Lo mismo hicieron los gobiernos de los países escandi-navos (Suecia, Dinamarca), iniciándose, así, en esos países la construcción del Estado del bienestar. La aplicación de las teorías keynesianas se generalizaron en Europa Occidental tras la II Guerra Mundial. Los ciudadanos alcanzaron en pocas décadas, un nivel de vida y un Estado de bienestar desconocido hasta enton-ces.

Justo, lo contrario (la destrucción de ese Estado de bienestar), es lo que se han propuesto y nos quieren arrebatar ahora, aprovechando la presente crisis econó-mica.

Paul Krugman, estadounidense y Premio Nobel de Economía en 2008, ha reconocido que para salir de la actual crisis económica debemos recuperar los postula-dos keynesianos. Así, por ejemplo, en un reciente artícu-lo en EL PAÍS (enero, 2012), titulado “Keynes tenía razón”, escribe: “…recortar el gasto público cuando la econo-mía está deprimida, deprime la economía todavía más; la austeridad (en el gasto público) debe esperar hasta que se haya puesto en marcha una fuerte recuperación”. Y sigue exponiendo: “Los políticos han creído que debíamos centrarnos en los dé�cit, no en los puestos de trabajo. Al obsesionarse con los dé�cits a corto plazo se ha empeorado el verdadero problema: una economía deprimida y un desempleo masivo”. Y concluye, “es posible que uno de estos años acabemos siguiendo el consejo de Keynes, que sigue siendo tan válido hoy como hace 75 años”.

Ante todo esto, nos preguntamos ¿es posible o no aplicar otra política económica? ¿Por qué no se intenta? ¿Por desconocimiento? No. ¿Por ideología y por intere-ses determinados? Eso sí. No en vano, la inmensa mayo-ría de los gobiernos europeos son liberal-conservadores al servicio de los grandes especuladores, de los merca-dos y de la gran banca.

El ejercicio de la política se ha desnaturalizado: los gobiernos ya no están al servicio de los ciudadanos que los han elegido. La prioridad absoluta ya no son los ciudadanos sino las cuentas de resultados y el dé�cit. Y si eso signi�ca gobernar contra los ciudadanos, pues se gobierna contra los ciudadanos. ¿Eso no se llama traición?

Por eso las “medidas valientes” que nos dicen, tienen que tomar los Gobiernos, no son sino medidas cobar-des, porque están dirigidas siempre contra los más débiles. Sin embargo, a los fuertes y poderosos, ni tocar-los; y mucho más en nuestro país. ¡Qué pasada!

Pues eso, Gobiernos cobardes y traidores. Es lo que hay. ¿Nos resignamos?

también los Gobiernos de los Estados de la Unión Europea (UE).

¿Por qué, entonces, los Estados de la UE no pueden �nanciarse directamente del Banco Central Europeo obviando la intermediación de la banca? Porque lo que se pretende -y se consigue actuando así-, es conceder una enorme subvención a la banca privada desde el propio Banco Central Europeo.

¿Quiénes son los responsables? La banca, no; pues actúa según las reglas establecidas. Los responsables son los Gobiernos que permiten y apoyan la prolon-gación de esta situación -sin cambiar las reglas-, a sabiendas de que perjudica gravemente a la pobla-ción que los ha elegido y que, se supone, representan; y, además, se endeuda escandalosamente a los Estados que administran. Así gestionan actualmente los intereses generales nuestros políticos “patriotas”.