Sylvia Plath

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Sylvia plath Silvia Plath Medusa Cerca de la punta de tierra de espiches pedregosos, con los ojos enrollados por palos blancos, escanciándote en los oídos las incongruencias del mar, alojas tu cabeza desalentadora: pelota de Dios, lente de piedades, con tus provocadores que manipulan sus células silvestres a la sombra de mi quilla, acometiendo como corazones, estigmas rojos en el centro exacto, cabalgando las corrientes revueltas hasta el punto de partida más próximo, arrastrando sus cabellos como Jesucristo. Me pregunto si me he escapado. Mi mente se devana hacia ti, viejo ombligo apercebado, cable transoceánico, que se mantiene, al parecer, en maravilloso estado de conservación. En cualquier caso, siempre estás ahí: trémula respiración al otro lado de mi línea, curva de agua que se levanta en dirección a mi baqueta de zahorí, deslumbradora y agradecida, tocona y lamedora. Yo no te llamé. Sin embargo, sin embargo navegaste hacia mí por el mar, gruesa y roja, placenta que paraliza el pataleo de los enamorados. Luz de cobra que exprime el aliento de las campanas de sangre de la fucsia. Yo no podía tomar aliento, muerta y sin dinero, sobreexpuesta, como una radiografía. ¿Quién te crees que eres? ¿Una sagrada forma? ¿María la llorona? No probaré bocado de tu cuerpo, redoma en la que vivo, lúgubre Vaticano. Estoy harta hasta morir de la sal caliente. Verdes como eunucos, tus deseos se mofa de mis pecados.

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Sylvia plath

Silvia Plath

Medusa

Cerca de la punta de tierra de espiches pedregosos,con los ojos enrollados por palos blancos,escanciándote en los oídos las incongruencias del mar,alojas tu cabeza desalentadora: pelota de Dios,lente de piedades,con tus provocadoresque manipulan sus células silvestres a la sombra de mi quilla,acometiendo como corazones,estigmas rojos en el centro exacto,cabalgando las corrientes revueltas hasta el punto de partida más próximo,arrastrando sus cabellos como Jesucristo.Me pregunto si me he escapado.Mi mente se devana hacia ti,viejo ombligo apercebado, cable transoceánico,que se mantiene, al parecer, en maravilloso estado de conservación.En cualquier caso, siempre estás ahí:trémula respiración al otro lado de mi línea,curva de agua que se levantaen dirección a mi baqueta de zahorí, deslumbradora y agradecida, tocona y lamedora.Yo no te llamé.Sin embargo, sin embargonavegaste hacia mí por el mar,gruesa y roja, placentaque paraliza el pataleo de los enamorados.Luz de cobraque exprime el aliento de las campanas de sangrede la fucsia. Yo no podía tomar aliento,muerta y sin dinero,sobreexpuesta, como una radiografía.¿Quién te crees que eres?¿Una sagrada forma? ¿María la llorona?No probaré bocado de tu cuerpo,redoma en la que vivo,lúgubre Vaticano.Estoy harta hasta morir de la sal caliente.Verdes como eunucos, tus deseosse mofa de mis pecados.¡Aparta, aparta, anguiloso tentáculo!No hay nada entre nosotros.