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S U M A R I OCilniana

3ª ÉPOCA, AÑO XVII – Número 26/27, 2014-2017ISSN 1575-6416

CONSIDERACIONES ARQUEOLÓGICAS

3-6 Arqueología para el Patrimonio Francisco de Asís López Serrano

7-14 La Residencia de los Dioses. Reflexiones en torno al Patrimonio Arqueológico Urbano de Marbella Pedro J. Sánchez Bandera

15-22 Apuntes sobre el sector de Puerto Rico y la cueva de Pecho Redondo (Marbella) Javier Soto Portella

23-40 La gestión del Patrimonio Histórico desde los Ayuntamientos: el caso de Tarifa Alejandro Pérez-Malumbres Landa

DOSSIER: LOS CONTORNOS DE MARBELLA. SUS MURALLAS

41-80 Reflexiones sobre el origen de Marbella y el especial aparejo de su castillo Daniel Moreno Fernández

81-94 Estudio gráfico de la cerca de la ciudad de Marbella Daniel Moreno Fernández

HISTORIA LOCAL

95-104 La problemática militar en Marbella en el reinado de Felipe IV Miguel Ángel Galacho Sánchez

105-128 El Convento de Nuestra Sra. de Porta Coeli (San Francisco) de Marbella (Franciscanos Recoletos) Fernando María Álvarez Cantos

129-136 Efectos del Plan de Estabilización de 1959 en la ciudad de Marbella Calixto Rodríguez Romero

137-144 La política forestal en Marbella durante el primer Franquismo Ana María Rubia Osorio

145-153 Los orígenes de “El Cable” en Marbella Ana María Rubia Osorio

EDICIÓN Asociación Cilniana para la Defensay Difusión del Patrimonio Cultural

Apartado 821 - 29600 Marbellawww.cilniana.org

[email protected]. 639 00 72 90

COORDINADORFrancisco de Asís López Serrano

(Director del Archivo Municipal de Marbella)

CONSEJO DE REDACCIÓNAndrés García Baena(Profesor y editor)

Antonio Luna Aguilar(Delegación de Cultura)Ángel Rojano Campos

(Investigador)Javier Soto Portella

(Investigador)Catalina Urbaneja Ortiz

(Doctora en Historia Moderna)

CONSEJO ASESORJuan Jesús Bravo Caro

(Catedrático de Historia Moderna y director del departamento de Historia Moderna y

Contemporánea de la Universidad de Málaga)Ángel Galán Sánchez

(Catedrático de Historia Medievalde la Universidad de Málaga)

María Belén Molina Huete(Profesora Titular de Literatura Española

y directora del Departamento de Filología Españolade la Universidad de Málaga)

Manuel Morales Muñoz(Catedrático de Historia Contemporánea,

Universidad de Málaga)Rafael G. Peinado Santaella

(Catedrático de Historia Medieval,Universidad de Granada)

Pilar Pezzi Cristóbal(Profesora Titular de Historia Moderna

de la Universidad de Málaga)Juan José Natera Rivas

(Profesor Titular de Geografía Humanade la Universidad de Málaga)

DISEÑO Y MAQUETACIÓNPepe Moyano

IMPRESIÓNGraficamar

Foto de la portada cedida porJosé Miguel Lima Alba

Depósito Legal: MA-845-97ISSN: 1575-6416

Título clave: CILNIANA

*LA REVISTA CILNIANA, fundada y editada por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Marbella en el año 1982, se edita,

desde 1996, por la Asociación Cilniana para la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural de la Costa del Sol Occidental. Ha sido

coordinada sucesivamente por Rafael García Conde, Francisco Javier Moreno Fernández, Francisco de Asís López Serrano

y Lucía Prieto Borrego

La Asociación Cilniana no se hace responsable de las opinionescontenidas en los artículos firmados

Desde el 3 al 11 de octubre de 2016, se celebraron las VII Jornadas de Patrimo-nio de la asociación Cilniana. Su título,

“La gestión del patrimonio urbano. El papel del arqueólogo municipal”, hacía inteligible la inten-cionalidad de las mismas en una ciudad, Marbe-lla, que no cuenta con un servicio de Patrimonio Histórico ni con la figura del arqueólogo en la plantilla municipal. En el encuentro, se proponía contrastar las experiencias de otros municipios cercanos de parecida trayectoria histórica y de semejante potencial en cuanto a su cultura mate-rial y con un servicio o departamento de arqueo-logía, con el caso de Marbella, ciudad de indu-dable valor patrimonial y con un verosímilmente rico también patrimonio oculto o por descubrir. Son muchas las señales que inducen a ello.

Después de escuchar con atención a los arqueólogos de Tarifa (Alejandro Pérez-Malum-bres), Estepona (Ildefonso Navarro), Ronda (José Manuel Castaño) y Antequera (Manuel Romero), y tras la exposición de Pedro Sánchez Banderas sobre la situación anacró-nica e incongruente por la que pasa la protección del patrimonio local en Marbe-lla y San Pedro, se podrían extraer algunas conclusiones que es inexcusable que co-nozca la ciudadanía y a las que tendrían que atender los responsables políticos, así como los altos funcionarios municipales y los encargados del asesoramiento.

En este número reco-gemos las intervenciones de Pérez-Malumbres sobre Tari-fa y la de Sánchez Bandera

sobre la difícil relación de la institución muni-cipal marbellí y la arqueología; de manera que expondremos una síntesis de lo expresado por los otros tres intervinientes en las jornadas con el indisimulable objetivo de subrayar las ventajas de contar con un servicio de Arqueología Muni-cipal. Pero, antes, me gustaría adelantar que un servicio o departamento de Arqueología o Patri-monio Histórico acabaría de una vez (al menos esa es la intención) con tantas dudas como el ciudadano alberga acerca de las condiciones de protección en que se encuentra nuestro patrimo-nio. Además, se contemplarían las posibilidades de ampliación del mismo, al igual que las actua-ciones a realizar. En este sentido, y por citar ca-sos “recientes”, al margen del Trapiche del Pra-do (en proceso), es apremiante la intervención en la Ferrería de la Concepción para limpiar la vegetación que le ha ido creciendo y que ame-naza gravemente su conservación. También es urgente actuar en las torres del Ancón y Lance de las Cañas, así como dar el paso definitivo en

el Plan Director del Castillo. Y convendría plantear las múl-tiples ventajas que supondría la creación de un parque ar-queológico que englobara las Termas, la Villa y la Basílica (tan necesitada, de nuevo, de limpieza), junto con el sistema de torres defensivas. Todo ello sería más fácil, más viable, con la presencia del arqueólogo, quien, por des-contado, estimularía la crea-ción de un verdadero museo arqueológico, así como la planificación para futuras in-tervenciones.

arqueologíapara el patrimonio1

Francisco de asís López serranoPresidente de Cilniana

Cilniana 26/27, 2014-2017: 3-6 ISSN 1575-6416

1 El contenido de este texto se corresponde, en su mayor parte, con el publicado previamente, bajo el título “El arqueólogo que no cesa”, en la revista La Garbía, n.º 1, pp. 37-40.

Un servicio o departamento de Arqueología o

Patrimonio Histórico acabaría de una vez (al

menos esa es la intención) con tantas dudas como el ciudadano alberga

acerca de las condiciones de protección en que se encuentra nuestro

patrimonio

CONSIDERACIONESARQUEOLÓGICAS

CONSIDERACIONES ARQUEOLÓGICAS

Dicho lo cual, en primer lugar, la protec-ción del patrimonio es un imperativo legal. Y una parte de las exposiciones puso de manifiesto la irresponsabilidad en la que incurren los munici-pios y la administración autonómica al incumplir un largo articulado cuyo cimiento es la misma Constitución, pues el artículo 46 concreta, con suma claridad, que serán los poderes públicos los que garantizarán la conservación y promove-rán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran. A partir de aquí, se ha ido precisando el cómo, el cuándo y el porqué de ello a través de una cascada legislativa: Ley de Patrimonio Histórico Español (1985), Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía (2007), Ley Reguladora de Bases de la Administración Local (1985) o la Ley de Autonomía Local de Andalucía (2010). En síntesis, estas disposiciones estipulan la obligatoriedad y la colaboración activa de los ayuntamientos en la promoción, protección, am-pliación y conservación de los bienes integrantes del patrimonio histórico andaluz que radiquen en su término municipal (acciones en las que puso el acento José Manuel Castaño). Una amplia y cualificada cobertura legal que constituye una herramienta decisiva para sostener con determi-nación la exigencia de la creación del servicio de arqueología municipal en Marbella.

Pero no únicamente la ley, también la ri-queza patrimonial del municipio se erige, por sí

misma, en un argumento de primer orden para sustentar esta reclama-ción. Con un ámbito temporal que abarca desde la prehistoria hasta la actualidad, el municipio marbellí po-see un fuerte potencial arqueológico que sólo en parte es visible, y éste, el visible, en gran medida se encuentra desprotegido desde la anulación del PGOU de 2010 y el catálogo anexo. Que sea o no una línea ininterrumpi-da (desde época romana hasta la ac-tualidad) es algo que sólo podremos saber si se acometen estudios sobre el terreno, pues se trata de una rique-za material, como he dicho, de la que ignoramos su verdadero alcance; y se-guiremos así, seguiremos sin conocer el devenir histórico del territorio (un continuum con toda seguridad tam-bién espacial, a lo largo de la costa), su naturaleza y su propia dimensión en el contexto de las distintas épo-cas, si no enfrentamos la cuestión de forma decidida y planificada. Los mo-delos los tenemos cerca de nosotros.

El Ayuntamiento de Antequera (41.000 habitantes) aprobó un Plan de Arqueología Urbana ya en 1991 y

su departamento de Arqueología ha segmentado (con ayuda de la planimetría) las zonas suscepti-bles de intervención, ha elaborado sus respectivos proyectos y protocolos de actuación para, llegado el caso y el dinero, actuar con diligencia y pronti-tud. La unidad municipal responsable de todo ello es el Centro Municipal de Patrimonio Histórico, dependiente de una concejalía de Patrimonio His-tórico. Con la misma denominación, la concejalía de Estepona (70.000 habitantes y ciudad gemela y espejo en el que deberíamos de mirarnos, según su arqueólogo) ha promovido avances en los últi-mos años de una enorme importancia: Museo Ar-queológico con profesionales de varias materias, entre ellas, un gabinete de restauración; Museo Paleontológico; Museo Etnográfico o la Necrópo-lis Prehistórica de Corominas, paradigma de ac-tuación conjunta de las administraciones respecto al patrimonio. Por su parte, el Ayuntamiento de Tarifa (18.000 habitantes), como se recoge en el artículo que Pérez-Malumbres, ha solicitado la de-legación de competencias a la Junta para la crea-ción de una Comisión Municipal de Patrimonio que estaría compuesta por un arquitecto, un ar-quitecto técnico, un arqueólogo y un historiador del arte, más el alcalde y el concejal delegado de Cultura o PH, todos con voz y voto. Son variadas las actuaciones y la difusión de su cultura mate-rial es objeto de una rigurosa atención: folletos, guías, visitas, charlas, congresos; todo a distintos niveles, incluida la escuela de adultos. Y siempre,

Francisco de Asís López Serrano Arqueología para el Patrimonio

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Con un ámbito temporal que abarca desde la prehistoria hasta la actualidad, el municipio

marbellí posee un fuerte potencial arqueológico que sólo en parte es visible, y éste, el visible, en gran medida se encuentra desprotegido desde la

anulación del PGOU de 2010 y el catálogo anexo

Francisco de Asís López Serrano, José Bernal Gutiérrez y Alejandro Pérez-Malumbresen la inauguración de las jornadas

CONSIDERACIONES ARQUEOLÓGICAS

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Francisco de Asís López Serrano Arqueología para el Patrimonio

o casi, con las miras puestas en la promoción tu-rística y sus posibilidades (33.000 entradas al año en el Castillo). Labores, por otro lado, en las que están comprometidos asociaciones culturales y ayuntamiento. Y en Ronda (37.000 habitantes), con una dilatada trayectoria arqueológica, su Mu-seo Municipal, sito en el Palacio de Mondragón y con varios técnicos al frente, “alberga en sus insta-laciones una colección permanente que ofrece un discurso sobre la historia de la comarca apoyado en las diferentes investigaciones arqueológicas desarrolladas hasta el momento en el territorio”. Desde el Museo, se coordinan las labores de con-servación, investigación (Carta Arqueológica, Ca-tálogo de Patrimonio Histórico, intervenciones…) y se promueve la difusión del patrimonio rondeño con el recurso de los medios audiovisuales, los proyectos museográficos o trabajos escolares.

También nos contaron los ponentes las otras ventajas que ofrece la existencia de un ser-vicio de este tipo, que se concretan en el control permanente sobre los restos arqueológicos locali-zados o existentes o sobre las zonas protegidas y en la aceleración de los trámites burocráticos por su más fácil e inmediato acceso a las autoridades. Un departamento de Arqueología, conveniente-mente dotado, es la mayor garantía de que los restos materiales, aunque a la postre se queden in situ (“si no hay medios, me-jor están enterrados”, afir-maba Pérez-Malumbres), serán documentados e incorporados al caudal his-tórico del municipio. Los informes del arqueólogo, en los casos de licencias de obras en zonas de cautela o protegidas, forman parte del procedimiento admi-nistrativo que se sigue. De ahí que sea una rotunda falsedad la concepción, tan recurrente y enquistada en ciertos sectores de la sociedad, que recordaba Il-defonso Navarro, según la cual “el arqueólogo ha pa-rado la obra”; no, ni mucho menos: se trata de un paso procedimental necesario e

ineludible que posibilita estudiar un pedazo de territorio que, de otra manera, quedará sepul-tado in saecula saeculorum y cuya valía informati-va, junto a la de otros casos similares o vecinos, constituye la más veraz de las fuentes históricas. Es cierto, en cuanto al casco antiguo de Marbe-lla y bienes de interés culturas, el Ayuntamiento de Marbella acata la normativa que dispone la presencia obligada de un arqueólogo contratado para inspeccionar y examinar las obras de cimen-tación de las fincas de que se trate. También es loable su empeño en difundir el patrimonio a tra-vés de las jornadas de patrimonio que ha organi-zado (2015 y 2016), dedicadas al patrimonio in-dustrial. Pero no es suficiente, ni mucho menos.

Lo dicho hasta aquí es sólo parte de una realidad incontrovertible que ostentan munici-pios cercanos, municipios cuyos ayuntamientos tienen aprobados presupuestos muy inferiores al de Marbella2, que, sin embargo, con un término municipal de 27 km de longitud, y certidumbres de vestigios por la casi totalidad del mismo, con más de 140.000 habitantes censados y una po-blación flotante que algunos analistas sitúan en más de trescientos mil; con una actividad cultural que, increíblemente, impresiona si nos detene-mos un poco3; con un número nada desdeñable

de espacios culturales4, aunque tanto de las publi-caciones ad hoc; y con una nutrida nómina de pin-tores, escultores, poetas, novelistas o historiadores que pueblan el espacio cul-tural marbellí… Con todo ello, decimos, no posee un departamento de Arqueo-logía que ponga en marcha un plan de actuaciones a corto, medio y largo pla-zo. También constituye un agravio para los habitantes de Marbella y San Pedro, al impedirles progresar en una comprensión más ca-bal de su historia.

Que los intereses urbanísticos se antepongan a esta necesidad es un des-acierto que Sánchez Bande-ras condensó con inmejora-

2 Ronda: alrededor de los 27 millones de euros; Tarifa, sobre los 22 millones; Estepona, 95 millones; y Antequera, cerca de los 38 millones de euros. Fuente: páginas webs respectivas de los ayuntamientos citados.

3 La actividad cultural se materializa a través de más de un centenar de asociaciones, organismos, entidades y fundaciones y editoriales, todas orientadas hacia el ámbito cultural, aunque, desde luego, no todas en la misma medida.

4 Entre los espacios culturales donde poder desplegar las numerosas actividades culturales que se organizan desde estas entidades tenemos: Archivo Histórico Municipal, Aula Universitaria Hospital de la Misericordia, Galerías de Arte (más de una decena), Centro Cultural Cortijo Miraflores, Centro Cultural El Ingenio, Centro Cultural San Pedro, Centro Cultural Trapiche de Guadaiza, Hoteles con actividades culturales (Meliá, Marbella Club, San Cristóbal, El Fuerte), Museo del Grabado Español Contemporáneo, Museo Ralli, Mercado Municipal, Sociedad Recreativa Casino de Marbella, Teatro Ciudad de Marbella y, hasta este año, la UNED.

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Francisco de Asís López Serrano Arqueología para el Patrimonio

bles argumentos. Se trata del modelo económico y social de ciudad que que-remos en el futuro. Para ello, hemos de ventilar la cuestión de si estamos dispuestos a depender exclusivamente del turis-mo y de un planeamiento urbanístico sumamente agresivo con el patrimo-nio (como el caso de ho-tel proyectado en la zona de las dunas) o, por el contrario, convenimos en diversificar la oferta y las actividades antes de que sea demasiado tarde. El modelo no es eterno y no podemos olvidar tampoco que desde que se aprueba la creación de un servicio, en este caso, de Arqueología, hasta su optimización, transcurre algún tiempo; demasiado quizás. De ahí que con-sideremos urgente que el ayuntamiento tome la decisión lo más rápido que le sea posible.

Para acabar, creo que merecen algo de atención ciertos detalles relativos a las ausencias. En primer lugar, la cobertura por parte de los medios fue en general, aceptable, y desde aquí quiero dar las gracias a los que han considerado que la celebración de este ciclo de conferencias constituía un acontecimiento digno de transmi-tirse. Pero también es cierto que ha habido, por parte de esos medios, sonoras y premeditadas ausencias que no pueden justificarse sino por la inquina y aversión personal de sus responsables. Respecto a ello, habría que recordar que Cilniana no es una persona, ni es su junta directiva, ni tampoco, si me permiten, sus socios; Cilniana es la materialización de una idea justa y razonable y sus representantes son sólo el instrumento para llevarla a buen puerto. Es inadmisible privar a los ciudadanos de la información sobre una activi-dad relevante y que representa, se quiera o no, uno de los más acabados intentos hasta ahora de proporcionarles los medios necesarios (el depar-tamento de Arqueología) para el conocimiento de su propia trayectoria histórica, del devenir histórico de un pueblo que es el suyo.

De la misma forma, se echó en falta la presencia de representantes del Ayuntamiento y de personas ligadas a la cultura y al patrimonio. Las jornadas han ido encaminadas a examinar las ventajas que supone disponer de un servicio arqueológico y, aunque la crítica a la situación de Marbella era tácita, los testimonios eran su-mamente constructivos y se entiende mal la in-comparecencia de los políticos. ¿A qué cultura apelan cuando hablan de cultura? Parece cierto, parafraseando a Kant, que el poder perjudica inevitablemente al libre ejercicio de la razón.

Pero hay más. Es conocido que donde se producen los más finos, sutiles y más lacerantes

navajazos es en las áreas, instituciones o colectivos de carácter intelectual. Estos ámbitos (universi-dad, academias, prensa, institutos de toda clase) permiten a sus doctos miembros desplegar lo mejor que atesoran en sus colonizadas cabezas, tanto en la calle o en los pasillos como en el texto escrito. De entre ellos,

abunda una subespecie que detenta el monopo-lio historiográfico, patrimonial, reivindicativo, intelectual e, incluso, moral, del municipio. No son muchos, pero son significados. Se permiten cultivar las lisonjas y los panegíricos, sobre todo, a aquellos que estiman inocuos y no estorban su particular cursus honorum; de la misma forma que practican ese reconocimiento hipócrita que pasa por aplaudir en público a quien siempre han con-siderado un patán o un diletante en privado; en su salsa se encuentran, empero, cuando, para ce-lebrarse a sí mismos, vilipendian sin ningún freno a los que han mostrado desavenencias hacia su forma de conducirse; ahí sueltan las bridas de su desbocado y miserable corcel y embisten sórdida y mezquinamente contra todo el que no rinde ar-mas ante su trono intelectual. Nunca, en más de treinta años que resido en Marbella, había expe-rimentado tanta falta de respeto hacia el trabajo ajeno, tanta desconsideración hacia esas largas horas de esfuerzo singular y de, como decía Ver-laine, noches ásperas de trabajo. Habiendo pues-to en duda su derecho a existir como historiador, aplaudieron la llegada de un alcalde del gremio, cacarearon su amistad, y se dirigieron prestos a palacio a ser nombrados caballeros de la orden del saber marbellí. Cilniana, su casa natal, aledaña a los jardines del castillo, quedó como un pálido recuerdo. Su sitio ahora era la corte.

A estas personas, que permanentemen-te llenan las redes sociales de denuncias y lla-madas al orden sobre el estado del patrimonio en Marbella y que, en otros tiempos, de tanta reciprocidad blasonaban con la asociación, le vamos a dejar claros dos hechos poco dudosos. Uno: que Cilniana es y seguirá siendo el más adecuado instrumento para defender el rico pa-trimonio de Marbella y San Pedro, para la difu-sión del mismo y de la historia del municipio; y dos: que sabotear o boicotear sus actividades constituye un ejercicio de estulticia y una arro-gancia tan inútil como escupir al cielo. Porque llegados a este punto, es difícil perdonar tales actitudes contra personas y colectivos. Así que, como dijo Sánchez-Albornoz, a propósito de su agria polémica con Américo Castro, las cañas se han tornado lanzas. n

Las jornadas han ido encaminadas a examinar las ventajas que supone disponer de un servicio arqueológico y, aunque la crítica a la situación

de Marbella era tácita, los testimonios eran sumamente

constructivos y se entiende mal la incomparecencia de los políticos

CONSIDERACIONES ARQUEOLÓGICAS

La Residencia de Los dioses.reflexiones en torno al patrimonio arqueológiCo urbano de marbella

Los elementos que integran el patrimonio arqueológico son la expresión tangible de una secuencia temporal que conecta las

sociedades del presente con hechos que tuvieron lugar en el mismo lugar pero en otros tiempos. Forman parte de un acervo histórico que tiene sentido por sí mismo y que puede ser valorado de manera objetiva, como se desprende de las decla-raciones de principios pronunciadas en numerosas conferencias internacionales; una letanía que se ha repetido de manera recurrente desde, al menos, la Carta de Atenas de 1931. En su faceta más práctica, todos estos textos han servido de inspiración para la redacción de leyes de protección que parten de una premisa esencial, según la cual el legado ar-queológico es un bien público capaz de contribuir de manera decisiva al desarrollo social. Es el caso de la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1986 y sus correspondientes variantes autonómicas.

Sin embargo, nada de esto tiene sentido a menos que las personas se reconozcan como parte esencial de esa secuencia temporal y va-loren de forma positiva la herencia material que les corresponde. Y es que, en demasiadas ocasio-nes, las bases teóricas e ideológicas que alum-bran esas declaraciones no suelen trascender el papel en el que están escritas y el patrimonio arqueológico acaba subordinado a actuaciones más perentorias, marcadas por las necesidades, los intereses y/o la coyuntura económica de cada lugar y cada tiempo. Cuestión de prioridades.

Así ha sido la realidad del patrimonio ar-queológico de Marbella a lo largo de las últimas décadas, con todas sus variantes e implicaciones desde el punto de vista de la percepción social del objeto arqueológico, pero también de la tutela y la gestión de los mismos. Hablamos de los derro-teros socioeconómicos que caracterizan el fenó-meno de lo que se ha denominado Costa del Sol.

Un territorio al servicio de intereses estratégicos

El topónimo Costa del Sol está indisolu-blemente vinculado a la palabra turismo. Se trata de hecho de un producto turístico concebido e impulsado desde instancias estatales en la déca-da de 1960, con el objetivo de hacer frente a al-

gunos problemas acuciantes en aquella España, problemas que tenían que ver con la imagen que proyectaba el franquismo en el concierto inter-nacional y con la necesidad crónica de mejorar la situación económica del país. Como solución, se optó por potenciar el todavía incipiente flujo de visitantes extranjeros para convertirlo en un fenómeno masivo. Con ello se pretendía transmi-tir la imagen de un país abierto y moderno que —lejos de recelos ideológicos— fascinara a las acomodadas sociedades occidentales, pero tam-bién crear un producto de consumo en torno a la marca typical spanish.

Para esta estrategia se optó por el lito-ral occidental malagueño, una franja costera de unos ochenta kilómetros de longitud entre Málaga y Estepona, jalonada por pueblos de apariencia intemporal y en los que todavía do-minaban las formas de vida tradicionales. Un te-rritorio con una climatología amable y un paisaje contrastado, definido por la convergencia entre playa y montaña, los dos destinos turísticos por excelencia. Pero también un lugar en el que la mano de obra era abundante, los salarios bajos y en el que abundaban grandes extensiones de suelo libre que se podía adquirir a precios más

Cilniana 26/27, 2014-2017: 7-14 ISSN 1575-6416

Pescadores cosiendo redes en una playa de Marbella en 1966(autor desconocido)

pedro J. sánchez Bandera

Arqueólogo

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Pedro J. Sánchez Bandera La Residencia de los Dioses. Reflexiones en torno al Patrimonio Arqueológico Urbano de Marbella

que razonables, al igual que los productos bási-cos de consumo.

La implantación de políticas de promo-ción turística en este escenario fue una decisión estratégica, al servicio de la cual se habilitaron importantes líneas de crédito. Por lo que res-pecta al éxito de las mismas, nada tan elocuen-te como el hecho de que la iniciativa cobró vida propia de forma inmediata, y que en poco más de cincuenta años ha provocado una transforma-ción del territorio tan profunda como irreversi-ble; una transformación que ha afectado a todos los órdenes de la vida.

La consecuencia más inmediata de todo ello tiene que ver con un drástico desarrollo demográfico. Efectivamente, la promoción del turismo desde instancias estatales hizo de este territorio un auténtico polo de desarrollo, que en el marco de una provincia deprimida dio lugar a

un importante trasvase de población desde las tierras del interior a la costa, para atender la de-manda de puestos de trabajo en sectores poco especializados como la construcción o los ser-vicios. Si a esta dinámica sumamos otros fenó-menos como el paulatino aumento en el turismo residencial, el resultado es que en poco más de cincuenta años, en el periodo que va de 1960 a 2014, se ha producido un incremento de pobla-ción en Marbella del 1.141 %.

Pero por lo que respecta al propósito de nuestro análisis, vamos a poner el acento en la expansión de la superficie urbanizada; una ex-pansión sin precedentes e íntimamente ligada a un determinado modelo económico y sus deri-vadas demográficas. Se trata de la consecuencia más física de todo este proceso, la que evidencia con más fuerza el alcance y la intensidad de la transformación de esta franja litoral, convertida en una auténtica conurbanización. En Marbella, como en otras localidades, la población proce-dente de la emigración económica se asentó preferentemente en las áreas de expansión del Centro Histórico, en tanto el equipamiento tu-rístico ha dado lugar a una red de alojamientos emplazados en lugares destacados (fundamen-talmente altozanos con vistas y primera línea de playa), así como numerosas urbanizaciones de carácter exclusivo diseminadas por todo el terri-torio. A todo ello hay que sumar un desarrollo proporcional de las infraestructuras y vías de co-municación. El resultado, en definitiva, ha sido una mutación radical e irreversible del paisaje preexistente.

Arqueología y desarrollo. Crónica de un desencuentro

En la práctica, la transformación de los territorios de la Costa del Sol ha constituido un

proceso escasamente planificado, en el que han cundido usos no sosteni-bles que han dado lugar a numerosos desajustes socioeconómicos, pero también medioambientales y, por su-puesto, culturales. Un proceso que ha sido calificado de neocolonial1, aun-que la percepción general entiende la marca Costa del Sol como sinónimo de desarrollo, sobre todo teniendo en cuenta que representa un oasis econó-mico que contrasta vivamente con la realidad de muchas zonas del interior de la provincia.

Como se ha indicado, en el seno de este proceso el impulso de la actividad inmobiliaria ha desemboca-do en una urbanización intensiva del

Playa turística en 1975 (www.miplayadelascanteras.com)

1 Destaca en este sentido el trabajo de J. Damián López Cano (López, 1984).

Urbanización del litoral oriental de Marbella a comienzos de la década de 1970.Archivo: Legado Temboury

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Pedro J. Sánchez Bandera La Residencia de los Dioses. Reflexiones en torno al Patrimonio Arqueológico Urbano de Marbella

territorio. Se trata de una actividad inevitable-mente protagonista que ha acaparado y encauza-do buena parte de la inversión, demandando una extraordinaria cantidad de mano de obra. Su di-mensión económica ha alcanzado cotas extraor-dinarias, sobre todo durante los años del boom de la construcción. No obstante, se trata de una actividad que ha discurrido en gran medida por los derroteros de la especulación, un negocio orientado a obtener el máximo beneficio en el menor tiempo posible, colisionando directamen-te con todo aquello que lo pudiese obstaculizar.

Esto ha ocurrido con la presencia de ya-cimientos arqueológicos, en tanto no añadían valor alguno a la inversión y sí incertidumbres de cara al normal desarrollo de un proyecto in-mobiliario. Dicho de otra forma, la presencia de restos arqueológicos se ha definido durante las últimas décadas por oposición a un determina-do concepto de desarrollo y como tal habría sido percibido por promotores e inversores inmobi-liarios, pero también por buena parte de la po-blación e incluso por gestores y responsables políticos.

Con estas variables, la protección del le-gado arqueológico en un territorio como Mar-bella quedaba pendiente, únicamente, de la eficacia de las normas de protección. En 1986 se aprobaba el plan general de ordenación urba-nística, todavía vigente si tenemos en cuenta la reciente derogación de la normativa de 2014. El documento incluía un capítulo para la protección del patrimonio histórico local que en materia ar-queológica se limitó a incorporar la información recogida en la carta del municipio elaborada en 1983, un estudio que —como sus propios auto-res reconocen— no es ni pretendía ser un catá-logo exhaustivo de yacimientos. Se trata, por lo tanto, de una herramienta de protección selecti-va que dejaba desprotegidos un buen número de enclaves arqueológicos inéditos.

El resultado, inevitable, fue la destrucción de un número indeterminado de yacimientos, resultando paradigmáticos los casos de Río Real y Cerro Colorado, piezas importantes en el rom-pecabezas arqueológico de este territorio y con entidad suficiente como para desatar una tor-menta mediática que hizo saltar todas las alar-mas, dejando en evidencia serias carencias en la gestión del patrimonio histórico local. En líneas generales, esta vorágine se ha saldado con la destrucción irreversible de algunos enclaves de cuya existencia hemos tenido noticias demasia-do tarde; con toda probabilidad, la misma suerte habrían corrido otros de los que nunca sabremos nada.

En esta coyuntura, fueron los particulares y las asociaciones ciudadanas quienes consiguie-ron llevar a cabo una defensa proactiva de los yacimientos no catalogados, logrando ejercer la

presión suficiente como para evitar la destruc-ción de muchos de ellos, a partir de los procedi-mientos de urgencia previstos en la legislación sectorial.

La redacción de un nuevo plan general de ordenación urbanística aprobado en 2014 y recientemente derogado, arrojó expectativas en torno a la posibilidad de superar esta situación. Sin embargo, el nuevo documento adolecía de las mismas carencias que el anterior y aunque el catálogo de protección ampliaba la nómina de los lugares, los niveles de información continua-ban siendo insuficientes para garantizar una pro-tección arqueológica metódica. En este sentido, parece una tautología propia de Pero Grullo el hecho de que es difícil proteger aquello que no conocemos, por lo que solo la realización de tra-bajos de prospección sistemática e intensiva del término municipal podrá poner sobre la mesa datos suficientes para trazar una estrategia de protección eficaz. Dicho de otra forma, cualquier atajo que bordee la necesidad de realizar una carta arqueológica de Marbella con un propósito eminentemente patrimonialista deja abierta la posibilidad de reproducir en el futuro situacio-nes y experiencias recientes que se han saldado con un enfrentamiento abierto entre una parte de la ciudadanía, autoridades y promotores in-mobiliarios.

Concentración de estructuras en el yacimiento de Río Real, en uno de los sectores no afectados por la urbanización del sitio. Archivo: ARQUEOSUR, S.L.

La presencia de restos arqueológicos se ha definido durante las últimas décadas por oposición a un determinado concepto

de desarrollo y como tal habría sido percibido por promotores e inversores inmobiliarios, pero también por buena

parte de la población e incluso por gestores y responsables políticos

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Pedro J. Sánchez Bandera La Residencia de los Dioses. Reflexiones en torno al Patrimonio Arqueológico Urbano de Marbella

El Centro Histórico de Marbella. Un yacimiento especialmente vulnerable

El Centro Histórico de Marbella constitu-ye actualmente un icono, un lugar con persona-lidad propia muy distinto a otros no-lugares que conforman el equipamiento turístico de la loca-lidad. Un espacio heredado cuya trascendencia resulta evidente más allá de la información ob-jetiva (por otro lado escasa) sobre sus orígenes. Se trata de un entramado urbano bien definido que encarna las señas de identidad de aquellos sectores más arraigados de la población.

Desde el punto de vista de la temática que nos ocupa, se trata de un microcosmos en el que se han reproducido a una escala reducida las mismas dinámicas y contradicciones que en el resto del territorio, con los mismos desarrollos y las mismas consecuencias.

También en este caso se trata de un espa-cio sometido a un intenso proceso de transfor-mación que ha culminado con su terciarización; es decir, con su despoblación y la renovación de buena parte de su arquitectura al servicio del tu-rismo. En el curso de esta transformación, se ha preservado el entramado urbano existente, así como ejemplos variados de arquitectura verná-cula, incluidos los edificios más monumentales y destacados por sus cualidades histórico-artísti-cas. Sin embargo, se han transformado los usos y costumbres de manera que lo que era un en-torno residencial ha dado paso a una sucesión de bares, restaurantes, tiendas y otros estableci-mientos para el ocio.

Durante este proceso se han sustituido edificios antiguos por otros de nueva planta y se

han rehabilitado en profundidad muchos de los que se han conservado. Unas actuaciones que, por lo que respecta a nuestro análisis, ha devo-rado parte del registro arqueológico subyacen-te2, desprotegido en la normativa de 1986 con la excepción puntual de aquellos elementos pre-viamente amparados por la legislación sectorial, caso de las murallas del castillo-alcazaba. Tam-bién, en este caso, la presión ejercida por aso-ciaciones ciudadanas forzó la realización de al-gunas intervenciones arqueológicas de urgencia y sirvieron de base para la reciente elaboración del Plan Especial de Protección del Centro Histó-rico. En definitiva, a diferencia de lo que ocurre con otros enclaves arqueológicos dispersos por el territorio, el Centro Histórico de Marbella es en la actualidad un yacimiento protegido.

Sin embargo, el estado de la investiga-ción en este espacio arroja un balance exiguo que ilustra de forma muy gráfica la escasez de la superficie explorada, destacando importantes la-gunas de información en cuestiones tan básicas como las que atañen a sus orígenes y evolución. Así, los resultados a día de hoy se podrían expo-ner en una sencilla sinopsis que, por lo demás, deja en evidencia otras cuestiones que siguen pendientes de respuesta.

Por ejemplo, sabemos de la existencia de niveles de ocupación ibero-púnicos en el entor-no de las calles Gloria y Álamos, asociados a in-dicadores cerámicos fechables entre los siglos III y I a.C. (Alhambra, 2003). Se trataría de la ocupa-ción más antigua de la que tenemos constancia fehaciente, aunque nada más sabemos sobre su

naturaleza, extensión y significa-do. Las mismas incógnitas afectan a la posibilidad de que estemos ante los orígenes de la ocupación del sitio, sobre todo porque la presencia de elementos descon-textualizados de filiación fenicia en otras intervenciones sugiere la posibilidad de que exista un asen-tamiento previo aún por descubrir.

Creemos que la presencia romana se remontaría a momentos anteriores al cambio de era, posi-blemente vinculada a la construc-ción de un castellum que ratificaría el dominio de Roma sobre el terri-torio y sus recursos. Al menos, así se han interpretado los restos (muy reducidos) de una construcción monumental, situada en la base de la muralla del castillo en la línea de

la calle Trinidad (Sánchez y Gurriarán, 2016). Se trata de una aparejo isódomo, realizado con si-

2 En este sentido resulta reveladora la presencia de restos muebles de interés arqueológico en los contenedores de escombros, muchos de ellos recogidos y estudiados por Juan Cervera en un trabajo de gran valor testimonial (Cervera, 2010).

Perspectiva aérea del Centro Histórico de Marbella, cuyo entorno ha resultado profunday profusamente urbanizado a lo largo de las últimas décadas

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llares almohadillados de gran porte, regulares y cuidadosamente tallados, descubierto durante los trabajos de restauración del testero sur de la for-taleza (Fernández, 2000). No obstan-te, cualquier inferencia relativa a este hallazgo queda restringida a las pro-pias cualidades formales del aparejo y a la posibilidad de remitirlo a pro-totipos arquitectónicos más o menos evidentes.

Conocemos otras estructuras de época romana al margen de aque-llas vinculadas a los orígenes del cas-tillo o a su configuración interna. En algún caso ha sido posible situarlas en el tiempo, caso de un retazo de muro del siglo I d.C. localizado en ca-lle Panadería (León, 2015). No obstante, más allá de cuestiones meramente testimoniales, se trata de verdaderos hallazgos aislados que no pueden ser interpretados en el marco de un contexto es-pacial preciso, razón por la cual desconocemos su significado exacto.

Conocemos también el desarrollo de prácticas funerarias en el sector de la actual pla-za de la Victoria (Fernández, 1999), un dato que ha alimentado la idea de una necrópolis romano-tardía apoyada en el trazado de la vía litoral. Sin embargo, el hallazgo, hasta la fecha, de una única inhumación justificaría igualmente la posibilidad de que se trate de un hecho puntual y aislado.

La transición a la Edad Media en Marbella constituye otro periodo para el que no nos consta información alguna. En este sentido, un reciente estudio de los paramentos del perímetro del casti-llo-alcazaba ha revelado la existencia de sistemas constructivos con paralelos en algunas fortalezas del periodo bizantino en regiones fuera de la Pe-nínsula Ibérica (Sánchez y Gurriarán, 2016). Sin embargo, también en este caso se trata de una posibilidad que descansa en apreciaciones de visu, sin otros marcadores objetivos que la sancionen.

Pero a la hora de evaluar el estado de la investigación en este enclave, tal vez el mejor paradigma tenga que ver con la escasez de da-tos sobre el asentamiento andalusí, por cuanto existe un conceso implícito entre los investi-gadores a la hora de situar en este periodo los orígenes inmediatos de casco urbano. Los estu-dios en este sentido se apoyan en documentos historiográficos que, a falta de otras fuentes de información, han sido diseccionados con voraci-dad. Pero los testimonios conocidos son escasos y no compensan los todavía más escasos datos empíricos, o las reflexiones en torno a supuestas

reminiscencias urbanísticas o toponímicas. El ba-gaje es a todas luces insuficiente y se diluye de manera inevitable en un periodo de tiempo que se extiende a lo largo de casi ochocientos años, resultando inevitable que la investigación acabe enredada en numerosas imprecisiones y vacíos de información.

La aportación de la arqueología urbana viene siendo desigual. Mientras que los datos son esquivos y poco relevantes para la Alta Edad Media, limitados al hallazgo de algunas estruc-turas o retazos de estructuras aisladas que di-fícilmente trascienden el dato por sí mismo, la información tiende a concentrarse y adquiere algo de precisión en el periodo nazarí/meriní, coincidiendo, además, con una mayor presen-cia de Marbella en los textos. Destacaremos el hallazgo de algunos espacios de habitación en el subsuelo del antiguo Convento de los Trini-tarios Calzados. Estos vestigios desvelarían una expansión de la superficie construida, toda vez que se trata de la primera y más antigua ocupa-ción de estos terrenos, con el valor añadido que suponen la constatación de “claros indicios de consolidación del urbanismo islámico dentro del callejero del actual casco histórico, si nos atene-mos a la orientación de los muros descubiertos en el sondeo de la capilla en su relación con la calle Salinas” (Hiraldo, 2007).

Más allá de estos datos, el rompecabezas de la Marbella musulmana se caracteriza por im-portantes lagunas que afectan a cuestiones tan básicas como las que atañen a sus orígenes y de-sarrollo orgánico, a la configuración esencial de su estructura urbana, a la tipología de los edifi-cios, a los ámbitos de actividad, a la localización y caracterización de la necrópolis o necrópo-lis...3. En definitiva, tan solo acertamos a vislum-

Viñeta extraída del comic Asterix. La residencia de los dioses

3 Recientemente, en el marco de algunas excavaciones arqueológicas realizadas en el entorno de la Plaza de los Naranjos, se han descubierto evidencias de actividad metalúrgica. Los resultados de esas excavaciones permanecen en la actualidad inéditos, se trata de información facilitada por el arqueólogo José María Tomassetti.

Dani
Resaltado
Dani
Nota adhesiva
Según el arqueólogo J.M. Tomassetti, ni ha hablado con él, ni tiene idea de que evidencias de actividad metalurgia habla.

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brar con claridad la existencia de un gran espacio reservado a tareas de control y administración, acotado por las murallas del castillo-alcazaba, integrado en una medina amurallada de la que conocemos poco más que el emplazamiento de sus principales accesos y que sabemos escenario de un somero anecdotario historiográfico.

En relación con la muralla de la ciudad medieval, recientemente se ha tenido acceso a unos metros de la misma, incluyendo parte de una torre, en la línea de la actual calle Portada, en el tramo comprendido entre una de las torres del castillo-alcazaba y la Puerta de Ronda. Se trata de restos emergentes, integrados en una de las ca-sas que conforman el caserío de la zona (Núñez, 2016). El hallazgo pone de manifiesto algunos da-tos concretos que tienen que ver con el trazado exacto de este tramo de la muralla, con su excep-cional estado de conservación y con las técnicas constructivas que se emplearon. Son fábricas que admiten parangón con algunas de las refacciones más recientes documentadas en el perímetro del castillo-alcazaba, pudiéndose equiparar a prototi-pos arquitectónicos que remiten a los prolegóme-nos del sultanato granadino. Se trata de un dato valioso, aunque todavía demasiado puntual.

A partir de estos momentos, la situación de la investigación evoluciona al ritmo de una in-formación historiográfica mucho más abundante y precisa. Una documentación que ha posibilita-do algunos estudios recientes en los que se des-glosan cuestiones que superan el ámbito de lo meramente arqueológico. Este salto cualitativo y cuantitativo no exime (no debería eximir) de la ne-cesidad de implementar un relato arqueológico de Marbella a partir del siglo XV, toda vez que (tam-bién en esta ocasión apelaremos a Pero Grullo) la suma de distintos enfoques es siempre un hecho enriquecedor que amplía las posibilidades del aná-lisis y ofrece más recursos metodológicos, matiza las conclusiones parciales y ayuda a contrarrestar contradicciones y errores de interpretación.

En definitiva, a medida que aumenta nues-tro conocimiento sobre el pasado del Centro His-tórico de Marbella, aumenta el convencimiento de que son muchas las cuestiones pendientes de respuestas y largo el camino que todavía hay que recorrer para obtener un relato histórico preci-

so. Al mismo tiempo, a medida que estos inte-rrogantes toman forma, surgen incertidumbres sobre las posibilidades que ofrece un registro arqueológico de escasa potencia4 y extremada-mente vulnerable; el temor de que las zonas no investigadas —lejos de constituir una reserva arqueológica en la que rastrear respuestas perti-nentes— sean espacios en los que el yacimiento ha sido arrasado de manera irreversible.

Así se ha constatado en mayor o menor medida en todas y cada una de las intervenciones arqueológicas realizadas a lo largo de la última década: En el trazado de la calle Escuela y algu-nos solares aledaños, donde se documentaron es-tructuras preislámicas cuyos contextos primarios habían resultado alterados, debido a la inserción de infraestructuras (Moreno, 2009) o por las prác-ticas vinculadas al cementerio habilitado durante el siglo XIX (Sánchez, 2013 y 2016). En el Conven-to de los Trinitarios, un espacio a priori fosilizado desde antiguo y que, sin embargo, fue escenario de prácticas funerarias durante los siglo XV y XVI que desfiguraron los espacios de habitación pre-existentes. En solares de la actual Plaza de Altami-rano y su entorno, donde los vestigios de ocupa-ción durante la Baja Edad Media habían quedado reducidos a elementos inclusivos, como pozos de captación de agua (Hiraldo, 2008). En las catas de apoyo a la restauración de la muralla sur del casti-llo-alcazaba, donde los restos de una importante edilicia romana se hallaban directamente colmata-dos por depósitos contemporáneos. En los traba-jos realizados en las calles Gloria, Caballeros (Ca-rretero, 2010), Misericordia (Hiraldo, 2010), Plaza de los Naranjos (Tomassetti, 2015), etc.

Pero quizás el dato que mejor ilustre este fenómeno lo encontremos en los trabajos arqueológicos vinculados a la instalación bajo rasante de algunos contenedores de basura. Una actividad llevada a cabo en 2011 que supuso la realización de un total de doce catas disemina-das por todo el centro urbano de Marbella, con resultados negativos en todas ellas excepto en una, situada en la calle Portada, fuera de los lími-tes de ciudad medieval (Núñez, 2011).

Son las luces y las sombras de un balance cuyas conclusiones están aún por escribir. Pese a todo, frente a estas incertidumbres queremos destacar el hecho de que Centro Histórico de Marbella sea (ante todo) un yacimiento protegi-do. Se trata de una coyuntura inédita, un nuevo tiempo que permite concentrar los esfuerzos en la búsqueda de respuestas concretas a estas y otras cuestiones. Desde este punto de vista, las expectativas de la investigación del sitio son más que evidentes y solo el tiempo dirá dónde están los límites.

A medida que aumenta nuestro conocimiento sobre el pasado del Centro

Histórico de Marbella, aumenta el convencimiento de que son muchas las cuestiones pendientes de respuestas

4 En numerosas ocasiones se constata cómo los niveles geológicos de base se localizan a una cota muy próxima a la superficie, lo que reduce la potencia arqueológica en algunos casos a apenas un metro.

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A modo de epílogo...

Como decíamos al principio, el patrimo-nio arqueológico debe ser valorado por sí mis-mo; tiene un valor intrínseco y objetivo más allá de otras consideraciones como su utilidad más o menos inmediata, y al margen de lo que que-ramos, podamos o sepamos decir de él. Es una marca que contribuye a definir un territorio y por extensión a sus gentes. Un ingrediente más o menos tangible de eso que llamamos idiosin-crasia.

Sin embargo, es evidente que a lo largo de los últimos tiempos los objetos y los sitios arqueológicos no han desempeñado un rol activo en el contexto socioeconómico de la Cos-ta del Sol, sino todo lo contrario. Un hecho que debe mucho a la implan-tación de un modelo de desarrollo efectivo aunque no sostenible, cuyas inercias, por lo que respecta a la va-loración (falta de valoración) de ese legado, continuamos arrastrando a día de hoy.

Pero al margen de esas iner-cias, el patrimonio arqueológico tiene capacidad suficiente como para contribuir al desarrollo económico de un sitio como Marbella. Un sitio caracterizado desde hace más de medio siglo por un modelo económico exclusivo y excluyen-te basado en el turismo de sol y playa, un binomio que hace tiempo tocó techo y que tiene que ser reinventado constantemente. En este sentido, es frecuente oír hablar de la necesidad de diversifi-car la oferta turística, de buscar incentivos que contribuyan a la desestacionalizar el flujo de visi-tantes. Pues bien, solo es necesario variar el en-foque y abstraerse de las inercias anteriormente citadas para darse cuenta de que Marbella (pre-cisamente Marbella) cuenta con enclaves arqueo-lógicos que admiten calificativos como riqueza, monumentalidad y diversidad, calificativos que se prestan a la excelencia y que implementarían la oferta turística desde unos indispensables pará-metros cualitativos. Enclaves con capacidad para atraer visitantes fuera de temporada e imprimir un sello de calidad en la marca Marbella como destino de un turismo cultural cada vez más de-mandado.

Nos referimos a las ruinas espectaculares de Las Bóvedas, al sugerente enclave de Vega del Mar, al encanto cotidiano de los mosaicos de Río Verde, etc. Nos referimos al castillo-alcazaba, una fortaleza con desarrollos diacrónicos tan dilatados como inéditos en la Península Ibérica y cuya secuencia arquitectónica, al margen de otras consideraciones, resume la evolución his-tórica del municipio de una forma tan gráfica como monumental.

Con la evidencia de este potencial, su activación sería poco más que una cuestión de voluntad. De diseñar y poner en práctica una es-trategia que culmine con la dinamización efecti-va de estos y otros enclaves. Estrategia que, en cualquier caso, debe partir de una premisa esen-cial: la de ahondar en la investigación de cada uno de ellos, pero también en la del territorio del que forman parte, toda vez que no se tra-ta de ítems aislados, sino de piezas clave en la construcción histórica de un territorio concreto en el que el que encuentran sentido.

Desde este punto de vista, resulta signi-ficativo el caso del castillo-alcazaba. A finales del pasado siglo el monumento fue objeto de un proyecto de restauración tan necesario como ambicioso, al que se subordinó incluso parte del callejero histórico en la línea de la calle Trinidad, modificado con el propósito de garantizar una perspectiva sugerente de las murallas recién res-tauradas. Sin embargo, este proyecto se desarro-lló un tanto al margen de la investigación, sin que los estudios previos tuviesen la profundidad que requería la complejidad de la propia fortaleza y, en cualquier caso, un proyecto de restauración de esta relevancia. Como resultado se obtuvo un monumento mudo, un gigante sin memoria difícil de explicar y difícil de entender, aunque (a la postre) con una dimensión histórica absolutamente ex-traordinaria a tenor de los resultados del estudio de paramentos antes mencionado.

Es esencial conocer. Conocer mientras más, mejor. Conocer para proteger, como se ha indicado anteriormente, pero también para po-der divulgar de forma rigurosa. Desde este pun-to de vista, recurriremos por última vez a Pero Grullo para decir que no podemos dar a conocer aquello que no somos capaces de entender. Sim-plemente.

Pero no se trata únicamente de hacer del patrimonio arqueológico un activo económico; esto facilitaría y hasta justificaría la gestión y tu-tela del mismo por parte de las administraciones competentes. Desde una perspectiva muy perso-nal, entendemos que entre los objetivos de cual-quier planteamiento de gestión también debería

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apuntes sobre el seCtor de puerto riCo y la Cueva de peCho

redondo (marbella)

1.- Algunos trAbAjos de cAmpo geológicos y Antrópicos del sector de puerto rico (mArbellA)

Las siguientes líneas tratan sobre la geolo-gía y génesis del sector de Puerto Rico, al sur de Sierra Blanca. Lo haremos de for-

ma superficial e intentaremos describir parte del material del que esta zona está formada y cuál es el soporte de una formación que se extiende a lo largo de unas 18 ha.

Puerto Rico es un modelado calcá-reo original en cuanto a formas, mecanis-mos y procesos específicos, en particular por sus formaciones superficiales, que se denominan TRAVERTINO (y también TOBAS) y que suele ser incluido, de for-ma errónea, en grupos indeterminados de rocas como “depósitos cuaternarios”. Depósitos travertínicos que se localizan, generalmente, alrededor de surgencias o asociarse a sistemas fluviales ricos en ma-teriales calcáreos.

Por su parte, las tobas son sedi-mentos depositados alrededor de fuen-tes de aguas subterráneas calcáreas que llegan a cementar gravas superficiales; este es el caso, en mayor medida, de este complejo de Puerto Rico. Si se observa el gran abrigo junto al tubo cuando se asciende a la parte alta, se podrá comprobar en los techos un conglomerado de bolos cementados que consti-tuye el inicio del mecanismo de esta formación. Por toda la zona se encuentran depósitos de bro-tes micro y macrofíticos, hojas y tejidos leñosos. Los geomorfólogos definen travertinos y tobas como depósitos (formas naturales íntegras) y no como relieves modificados por la erosión. Son formas con poca edad relativa, muy susceptibles a “ataques” erosivos.

En cuanto a la edad de este complejo (al igual que el de Ojén, aunque mayor 34 ha), está

datado en el Pleistoceno-Holoceno; relativamente reciente (dos millones de años en geología es un tiempo muy reducido); se trata, pues, de formacio-nes muy tardías. Un geólogo, Josep Vallverdú, dató formaciones de un millón de años en el primer tercio del tramo. A medida que se asciende por la pared va siendo más joven, hasta que llegamos al llano de Puerto Rico Alto que es cuando muere todo el proceso y es lo que vemos actualmente.

El complejo nunca ha sido estudiado por especialistas y solo hay una referencia somera en Rodrigo-Senciales1:

Aunque hay estudios específicos sobre el karst de Sª Blanca (Andreo, 1997; Andreo et alii 1998), escasea la información específica sobre los travertinos de Puerto Rico (Marbella) y de Ojén (…); los mapas geológicos solo los ads-criben al Cuaternario. Hay que añadirles en el flanco NO de la sierra los travertinos de Istán, no cartografiables.

Dataciones relativas según su morfología aproximan la edad de los travertinos de Ojén a

1 RODRIGO COMINO, Jesús y José Mª. SENCIALES GONZÁLEZ (2012): “Las plataformas travertínicas y tobáceas de la provincia de Málaga (España)”, Baetica, n.º 34, pp. 97-98. Los trabajos a los que alude la cita son ANDREO, Bartolomé (1997): Hidrogeología de acuíferos carbonatados en las Sierras Blanca y Mijas (Cordillera Bética, Sur de España), SPICUM UMA, Málaga; y ANDREO, B. et alii (1998): “El karst en los mármoles alpujárrides de las sierras Blanca y Mijas (provincia de Málaga)”, en Juan José DURÁN y Jerónimo LÓPEZ (eds.) (1999): Karts en Andalucía, Instituto Tecnológico Geominero de España, Madrid, pp. 131-143.

Javier soto porteLLaInvestigador

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Javier Soto Portella Apuntes sobre el sector de Puerto Rico y la cueva de Pecho Redondo (Marbella)

un largo periodo de acumulación que llega a la época actual; el de Istán podría ser Holoceno y, finalmente, el de Puerto Rico, aunque posee depósitos actuales, su estructura en cascada colgada a más de 30 m. del curso actual lo ads-cribiría a época pleistocena.

Las cascadas son las terrazas o escalones que tiene la frontal que mira al sur y que confor-man la pared. Esta cita es todo lo que se escribe de estos travertinos de Marbella, no hay nada más de estudios al respecto.

Travertinos y tobas como recurso

La utilidad y utilización de estas formacio-nes por el hombre están asociadas a la autosufi-ciencia y condiciones socio-culturales en distintas épocas. El uso antrópico de canalizaciones o cam-bios de sus cuencas ha generado la paralización con mayor rapidez de este fenómeno geológico. Ejemplo de ello es la canalización moderna del nacimiento de Puerto Rico para la traída de agua a Marbella de varios siglos atrás, y el cambio de cau-dal para riegos de las huertas, tanto del bajo como el alto del complejo. Este ejemplo no es específico de esta zona, sino que aparece en otras donde hay travertinos, ya que abunda el agua. Ojén, Torre-molinos, Coín y otros más en la provincia atesti-guan que, si no hubiese este manantial, el asenta-miento humano no existiría. En estas condiciones, y desde antiguo, se procede a realizar canales o acequias para conducir agua hacia donde el terre-no sea más amable para dicho asentamiento.

Como régimen económico, las platafor-mas de las formaciones travertínicas fueron utili-zadas por la agricultura, tanto las altas como las

partes bajas, ya que las tierras de estas deposi-ciones son muy ricas en calcio, que a la vez son portadoras de materiales orgánicos, dando unas tierras de alta fertilidad. Y aquí entraríamos en el terreno de la historia y de la arqueología, pues se constituyen en zonas de concentración humana desde épocas antiguas.

Humanización del complejo

A pesar de ser una formación del Cuater-nario y, dentro de este, del Pleistoceno, no hay evidencias del Paleolítico Inferior, ni del Medio (aunque en uno de los abrigos se encontraron unas puntas de factura musteriense, pero fuera de contexto, durante los trabajos de topogra-fía), ni del Superior. Lo que no quiere decir que, en el futuro y con trabajos específicos orien-tados en esta dirección, no se puedan hallar algunas evidencias relativas a alguno de estos tres periodos. La situación geográfica, la cli-matología, los recursos hídricos, la cercanía al mar o los refugios naturales se presentan como indicadores fiables de que tal hallazgo pueda ser posible. Los travertinos se disponen a modo de páginas o capas que se van sellando, lo que hace probable que, en prospecciones como las de las cuevas de Benzú2 en Ceuta, puedan aflo-

2 El abrigo y cueva de Benzú es un yacimiento arqueológico que abarca desde hace unos 250 000 años hasta los 70 000, por lo tanto dentro del Pleistoceno. Los estudios desarrollados plantean que fue una localización frecuentada por sociedades cazadoras-recolectoras durante el Pleistoceno Medio y Superior. La situación geográfica de Benzú ofrece unas potencialidades básicas para la vida cotidiana de este tipo de sociedades tales como materias primas en el entorno inmediato para la fabricación de las herramien-tas de trabajo, agua dulce y explotación subsistencial de recursos animales, vegetales y posiblemente malacológicos. El registro arqueológico documentado en la cueva de Benzú permite plantear la utilización de este espacio con un lugar de ocupación semi-permanente dependiente de una aldea localizada en el territorio inmediato. Durante buena parte de este tiempo, dicha cavidad fue utilizada como enterramiento primario. Se enmarca por tanto en la explotación y uso del territorio por parte de comunidades tribales comunitarias.

Puerto Rico es un modelado calcáreo original en cuanto a formas, mecanismos

y procesos específicos, en particular por sus formaciones superficiales,

que se denominan TRAVERTINO (y también TOBAS) y que suele ser incluido, de forma errónea, en

grupos indeterminados de rocas como “depósitos cuaternarios”

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Javier Soto Portella Apuntes sobre el sector de Puerto Rico y la cueva de Pecho Redondo (Marbella)

rar útiles-herramientas de alguno de los tres periodos mencionados.

Igualmente, muy pocas son las eviden-cias (casi ninguna) de material relacionado con la etapa de transición del hombre de carroñero-cazador y nómada al de asentamiento en comu-nidades agro-pastoriles, esto es Epipaleolítico-Neolitico. Tan solo se han encontrado, en forma de testigo, unos grabados de los que no tenemos certeza de que pertenezcan al inicio del Neolíti-co o de que sean un poco anteriores; son lineales y simples, aunque suscitan bastante interés. No se ha encontrado paralelo alguno de estos gra-bados como para poder situarlos en su contexto cultural.

Tampoco se halló (al menos yo no los he-mos visto) material cerámico del Neolítico inicial ni medio. A este respecto, conviene recordar que, en los años sesenta, al parecer, un turista conocedor de la arqueología expolió todas las cuevas-abrigo del complejo; dado que hay poca o ninguna estratigrafía en estas cavidades, no ha dejado rastro alguno de materiales del neolítico. Por otro lado, los abrigos son refugios de cabras y otros animales y ofrecen muchas posibilidades a los expoliadores. Es lógico pensar que el terri-torio fue ocupado, pero tampoco aparecen los asentamientos. En los trabajos de topografía de la SEM relativos a todos los abrigos de este com-plejo, aparecieron algunos indicios, difíciles de datar al estar en superficie y fuera de todo con-texto estratigráfico. El trabajo de topografía se plasmó en la publicación de un libro editado por el Ayuntamiento de Marbella en 1985, donde se

recogen todos los planos de todos los abrigos, además de otras cuevas del municipio (Nagüeles, Palomina, Sima las Ratas etc.)3.

Abundaron hallazgos de cerámica del co-bre y del bronce, aunque no se pudieron locali-zar Asentamientos. Lo cierto es que, casi toda posibilidad, estas cuevas-abrigos nunca fueron utilizadas como viviendas, más bien como lugar de enterramiento.

Hemos intentado establecer una crono-logía, aunque sospechamos que esta pared y su llano superior fuese visitada por los hombres del Gravetiense, dado la cercanía de Pecho Redondo. Estaríamos hablando de 30.000 años a. C. Todo ello indicaría que esta zona fue visitada desde muy temprano por el hombre.

Han aparecido pequeñas calicatas en las estribaciones, de cerámica fenicia, lo que prueba

3 SECCIÓN ESPELEOLÓGICA MARBELLÍ (SEM): Guía espeleológica de Marbella, Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Mar-bella, Marbella.

Se han encontrado, en forma de testigo, unos grabados de los que no tenemos certeza de que

pertenezcan al inicio del Neolítico o de que sean un poco anteriores;

son lineales y simples, aunque suscitan bastante interés. No se ha encontrado paralelo alguno de estos grabados como para poder situarlos en su contexto cultural

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Javier Soto Portella Apuntes sobre el sector de Puerto Rico y la cueva de Pecho Redondo (Marbella)

un comercio o explotación de menas de hierro u otro mineral en la zona.

Se han encontrado muy poca cantidad de cerámicas del siglo X y bastantes del siglo XIV al XVII, sobre todo en Puerto Rico Alto. Con toda probabilidad, sería explotado agrícolamente desde el Neolítico hasta hace bien poco (finales de la década de 1960, con los naranjos). Se ex-plotó, pero no se utilizó como hábitat, pues éste se hallaría en una zona más baja, donde es pro-bable la existencia de alguna alquería de la que no tenemos constancia material.

En el complejo existen unas escaleras ta-lladas para subir al primer tramo y otras con más dificultad para subir al llano superior. Por otro lado, no hemos podido datar con precisión el camino empedrado de subida, del cual quedan cinco tramos; en cualquier caso, su construcción denota la importancia de esa vía de comunica-ción con el interior, no solo para subir al manan-tial o huertas superiores.

En cuanto a las escorias y nódulos de hie-rro que aparecen por doquier, es sabido que el

hierro de Marbella alimentaba las atarazanas de Algeciras, así como sus herrerías, armazón y cla-vazón amén de otros útiles para grandes naves de transporte comercial con el otro lado del Es-trecho. El foco rebelde hafsuní, por ejemplo, se valía del puerto de Algeciras para comerciar con

África; Abderramán III destruyó todas las naves y posteriormente mandó edificar grandes atara-zanas.

Como se puede observar, un pequeño territorio como es este, de 18 ha, proporciona suficiente material como para emprender varias investigaciones, tanto sociales, comerciales, antropológicas como geológicas. Sirvan estas líneas para explicar, de una manera sencilla, la complejidad de los trabajos de campo y la impor-tancia que alberga un manantial que forma un travertino a través del cual surge vida.

2.- pinturAs prehistóricAs de lA cuevA

de pecho redondo (mArbellA)

La cueva de Pecho Redondo, también lla-mada de la Torrecilla4, fue descubierta, a media-dos de la década de los cincuenta del siglo pasa-do y de forma casual, por un cazador conocido como el “Tuerto Mesas”, vecino de Marbella. Al ser su especialidad cinegética la caza con hurón y viendo que, en una ocasión, el animal no salía

de una cavidad en donde se había introducido, lo hizo él y halló un esquele-to y unas tinajas. Rápida-mente, dio parte al ayunta-miento, recuperándose así varias piezas arqueológi-cas. Durante el curso de las sesiones del VII Congreso Nacional Arqueología que se celebró en Barcelona en 1960, Manuel Casamar5 expuso, entre otros, los hallazgos de esta cueva (el enterramiento y el ajuar asociado), aunque sin dar mayor importancia al he-cho, dado que se trataba de un hallazgo fortuito. Desde su descubrimien-to, y hasta 1975, se llevan

a cabo muchas visitas a la cavidad. Pero es en esta última fecha cuando los espeleólogos de malagueños José Antonio Berrocal y José Manuel Muñoz Gambero nos solicitan a los miembros de la Sección Espeleológica Marbellí que los acom-pañemos a una cueva de la que han oído hablar

4 La cueva de Pecho Redondo está situada en el llamado Carril de la Mina, a la altura de la plataforma de áridos, en el lugar conocido como Cañada Ancha, en el paraje de La Torrecilla.

5 Manuel Casamar Pérez (1920-2014), reconocido experto en el patrimonio histórico español, ayudó a preservar, conocer mejor y valorar el patrimonio cultural español a lo largo del siglo XX. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid, completó su formación en la cerámica islámica en el Museo de la Alhambra, en el Instituto Valencia de Don Juan y en una larga estancia en El Cairo y viajes a Oriente. En 1958 pasó a formar parte del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y su primer destino fue el de director del Museo Arqueológico de la Alcazaba de Málaga, ciudad donde también dirigió el Museo Arqueológico Provincial y el Museo Provincial de Bellas Artes. Realizó numerosos trabajos de investigación en arqueología para exposiciones y congresos y tiene una gran bibliografía en la que su mayor peso lo constituyen los estudios sobre cerámica, en particular la islámica. Además, durante treinta años fue miembro de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico Español.

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Javier Soto Portella Apuntes sobre el sector de Puerto Rico y la cueva de Pecho Redondo (Marbella)

y que desearían conocer. Al entrar en la cueva, se perciben de las pinturas, algo que, tras varias in-cursiones, ni nosotros ni Carlos Posac habíamos podido ver. Berrocal y Muñoz las sitúan, a tenor de sus características (color rojo y con supuestas representaciones humanas y de animales), como pertenecientes al Paleolítico Superior.

Algún tiempo después, Carlos Posac Mon6 se interesó por estos materiales y procedió a su limpieza y catalogación, lo que lo llevó a datarlos como pertenecientes al neolítico inicial, con una antigüedad de unos 7000 años. Fueron expues-tos en una vitrina de la sala municipal de Arqueo-logía. Pero anteriormente, en 1972, el Ayunta-miento de Marbella encarga a Carlos Posac una Guía Arqueológica de Marbella que se publica ese mismo año, en donde se contienen todos los res-tos y construcciones descubiertas en el munici-pio y también todos los materiales de la cueva con un estudio más detallado de los mismos.

En cuanto a las pinturas, las representa-ciones consideradas como antropomórficas no son tales, sino formas caprichosas del soporte y accidentes naturales de las estalagmitas don-de están pintadas (manchadas). Oficialmente, se dan a conocer, tanto la cueva como las pinturas, en el IV Congreso Nacional de Espeleología, de 1976, organizado por la SEM en Marbella, a don-de asistieron más de 1.500 personas proceden-tes de todos los puntos de España.

El periodo en el que se realizaron estas pinturas —el Paleolítico Superior— se corres-ponde con el final del Pleistoceno, cuando la última gran glaciación cubrió de hielo casi toda Europa, dando lugar a la migración de grupos humanos que seguían a los animales hacia el sur en busca de temperaturas más suaves. La fisono-mía de las costas era distinta a la actual, ya que, al concentrarse gran cantidad de hielo en los cas-quetes polares, las aguas retrocedieron. El Medi-terráneo descendió en unos 120 m y sus orillas estarían a varios km de las actuales. El Estrecho de Gibraltar sería un brazo de mar de unos cua-tro o cinco kilómetros.

Es probable que los grupos que cruzaron el Estrecho, procedentes del continente africa-no, se instalaran en la Península ibérica con an-terioridad a que el Homo sapiens franquease los Pirineos hacia el 38.000 a. C. Probablemente, al mismo tiempo. Creemos que las cosas pudieron ser así y, consiguientemente, interpretamos el arte parietal que en este rincón del sur europeo dejaron aquellos hombres.

Dos ejemplos, simultáneos en el tiempo, pero relativamente distantes en el espacio, nos

ayudarán a acercarnos a este periodo de glacia-ción extrema y a la capacidad de adaptación del ser humano en aquellas condiciones: la cueva de Cosquer y las cuevas de Gargas.

La cueva de Cosquer está situada cerca de Marsella, en unos acantilados bañados por el Me-diterráneo a -27 m de profundidad. Descubierta por un submarinista en 1985 (Henri Cosquer), que penetró por la cavidad submarina unos 160 m a partir de la boca, y que halló una zona no inundada (la cueva es ascendente), una galería seca en la que se encuentran casi un centenar de pinturas rupestres, entre ellas varias de pin-güinos negros únicos en el mundo, imágenes de manos negativas, las más antiguas de su especie (24.000 años), con las características de dedos encogidos y diferentes maneras de presentarse, y otros animales (caballos y vacas) cuya edad po-dría rondar los 18.500 años. La datación, pues, nos remite al segundo estado del Paleolítico su-perior, el Gravetiense.

Esta cueva se ubica en un lugar ideal, con un corredor a las orillas del Mediterráneo y la playa a varios km para la caza de pingüinos y la recolección de crustáceos de todo tipo. Las tem-peraturas serían algo más benignas que las de

El periodo en el que se realizaron estas pinturas —el Paleolítico Superior— se corresponde con el final del Pleistoceno, cuando la última gran glaciación cubrió de hielo casi toda Europa, dando lugar a la migración de grupos humanos que seguían a los animales hacia el sur en

busca de temperaturas más suaves

6 Carlos Posac Mon (1922-2015). Doctor en Filología Clásica, por la Universidad Complutense, y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia. Con una larga y fructífera trayectoria como arqueólogo a nivel nacional, descubrió, en 1960, junto a Fernando Alcalá Marín, la villa romana de Río Verde. Es autor, entre otras, de la Guía arqueológica de Marbella (1972) y de La Basílica paleocristiana de Vega del Mar (1989), en colaboración con Rafael Puertas Tricas.

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Javier Soto Portella Apuntes sobre el sector de Puerto Rico y la cueva de Pecho Redondo (Marbella)

las zonas del norte o del interior. Por otro lado, la localización submarina de esta cavidad es una prueba tangible de la subida del mar desde hace unos 9.000 años, y una evidencia también de la gran pérdida de registros arqueológicos que este ascenso de las aguas ha supuesto.

En cuanto a las cuevas de Gargas, están situada en la parte alta del Pirineo francés, en el valle del Neste, en la región de Occitania, muy cerca de la frontera española. Su arte rupestre data de aproximadamente las mismas fechas que la cueva de Cosquer y nos interesa, sobre todo, para subrayar la enorme capacidad de supervi-vencia del hombre coetáneo para adaptarse a los rigores del frío y desarrollar, además, un arte parietal que es esencialmente el mismo: imáge-nes de manos negativas en negro o rojo (la mano izquierda en un alto porcentaje) de unos 28.000 años de antigüedad.

Las representacio-nes de manos negativas se extienden por toda Europa y su proliferación y ejecución vienen dadas por la temprana inven-ción de un mecanismo consistente en dos tubos y un pequeño depósito con líquido que, al soplar por uno de los tubos, da lugar al fenómeno “ven-

turi” (expulsar el líquido en forma de espray). Un tipo de técnica que no se utiliza en otras etapas del Paleolítico, sólo en el Gravetiense.

Si nos acercamos en el espacio, en la pro-vincia de Málaga destacan dos cuevas con pin-turas rupestres: la cueva de Ardales (o de Doña

Trinidad) y la cueva de la Pileta, en la Serranía de Ronda. Paradigmática en cuanto a su ejecución de las pinturas de manos, en Ardales se pueden dis-tinguir perfectamente los dedos en-cogidos en el momento de la pulveri-zación. Hasta hace poco, se ha creído que la falta de los dedos se debía a amputaciones; en esta, en concreto, se puede apreciar de forma clara el encogimiento de los dedos. Ello in-vita a sospechar que podría tratarse de un signo o un código que informa de algo, ya que las posiciones de los dedos encogidos varían bastante; de ser así, nos estaríamos refiriendo a los prolegómenos de la escritura es-quemática.

En Ardales se ha descubierto un buen número de pinturas del Gra-vetiense con diferentes representa-

ciones de animales (cabras, caballos, toros, cier-vos); no obstante, los grafismos más antiguos corresponden a las digitalizaciones y las manos; huellas que, posiblemente, como ha estudiado Pedro Cantalejo7, se correspondan con marcas de exploración de la caverna, a modo de señales para informar al grupo o para advertirle de los peligros de las galerías. Igualmente, en Pileta, abundan las digitalizaciones en rojo, con la pre-sencia de gran cantidad de animales, en especial toros y caballos y algunas cabras pintadas en ne-gro realmente llamativas.

Sobre las razones que llevaron a estos pobladores a confeccio-nar este tipo de arte, son conocidas las teorías de Henri Breuil y Hugo Obermeier, acerca de su significación de ritual religioso, o las que se han formulado desde el chamanismo, o las que postulan que obedecen a un signo de integración y cohesión grupal. En

7 Pedro Cantalejo Duarte es coordinador de patrimonio natural e histórico de la Comarca del Guadalteba. Desde principios de los años ochenta está vinculado a la conservación y dirección del yacimiento prehistórico de la cueva de Ardales. Ha publicado más de cincuenta artículos de investigación sobre la prehistoria de Málaga y Andalucía en las mejores revistas especializadas y en los congresos o reuniones, nacionales e internacionales que han tratado sobre el arte rupestre o las sociedades prehistóricas que lo produjeron. Como conferenciante, ha sido invitado por diversas instituciones científicas y universidades para compartir sus descubrimientos y teorías, destacando sus conferencias en comunidades como Cantabria, Asturias, Cataluña, Valencia, Castilla la Mancha, Madrid, etc. Es autor, junto a Rafael Maura Mijares y Manuel Becerra Parra, de Arte rupestre prehistórico en la Serranía de Ronda (La Serranía, Málaga, 2006).

En nuestra opinión, las representaciones han podido

deberse a una mezcla de razones, ya que no se ejecutaban

solamente por motivaciones artísticas; quizás se debieran

más a objetivos didácticos y de cohesión del grupo

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Javier Soto Portella Apuntes sobre el sector de Puerto Rico y la cueva de Pecho Redondo (Marbella)

nuestra opinión, las representaciones han podi-do deberse a una mezcla de razones, ya que no se ejecutaban solamente por motivaciones artís-ticas; quizás se debieran más a objetivos didácti-cos y de cohesión del grupo.

En cuanto a Pecho Redondo, en este pe-riodo preglacial (las temperaturas más frías en Europa se alcanzan entre el 20.000 y el 10.000) ya se hacía necesario el resguardo en cuevas y abrigos, tanto en las proximidades del mar como en la montaña e interior. La cavidad (la que ahora se puede observar) es relativamente pequeña (la sala principal tiene 8x7 m, en un pla-no inclinado del 30% de buzamiento. Casi toda está calcificada, a excepción de la parte inferior, donde se encontró el fósil y el ajuar neolítico. Parece que el ritual de enterramiento se llevó a cabo por la misma entrada de hoy día: una pequeña grieta de unos 35 cm de alto por 70 cm de largo en forma de huso. Bajaron al finado por una rampa de unos siete metros y lo depo-sitaron en la única zona plana debajo de unas estalagmitas manchadas de color rojo (óxido de hierro); a su alrededor, colocaron tres vasijas. El resto de los objetos los llevaría puestos: collar de cuentas hecho de conchas marinas (ciento veinte cuentas), un hacha y algunas láminas de sílex. La cavidad tiene el mismo derrumbe que casi todas las del arco mediterráneo, aun-que, en este caso, el derrumbe es norte-sur y de tal extensión que ocupa las salas de entrada y la principal. Tanto debajo de las estalagmitas

como en la pared aparece una colada de casi un metro de largo que se asemeja a una cascada. Completamente manchada de óxido, esta gran formación, compuesta de estalagmitas alinea-das de unos 10 cm, adopta la forma del lomo de un animal. Casi todas las estalagmitas de Pecho Redondo se pintaron (o mancharon) y el techo fue punteado, posiblemente, para dejar cons-tancia de la propiedad de la cueva por parte del clan que la ocupara.

Es perceptible cómo los expoliadores han rebajado el terreno, dejando libre un espa-cio entre el suelo de cascotes y tierra y el te-cho, que sigue su inclinación descendente, lo que permite observar al fondo un espacio de estalagmitas que no se ha visto afectado por el derrumbe. Creemos que los sapiens del Grave-tiense que pintaron la cavidad no entraron por esa parte estrecha, sino por alguna otra más baja, la última galería de la cueva, cegada por el derrumbe.

Casi todas las estalagmitas de Pecho Redondo se pintaron (o mancharon) y el techo fue punteado, posiblemente, para

dejar constancia de la propiedad de la cueva por parte del clan que

la ocupara

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Javier Soto Portella Apuntes sobre el sector de Puerto Rico y la cueva de Pecho Redondo (Marbella)

Aun con la ausen-cia de paneles de anima-les y de representaciones humanas (son solo man-chas), los especialistas en arte parietal Pedro Cantalejo, J. Medianero y A. Aranda certificaron que estamos ante una de las cavidades del sur mediterráneo más an-tiguas del arte parietal. En el libro Málaga en el origen del arte prehistóri-co europeo8, los autores (Cantalejo y Espejo) afirman lo siguiente respec-to a las evidencias parietales de Pecho Redondo: “Para nosotros, estas marcas son, realmente, los inicios del mundo simbólico gráfico de los huma-nos que poblaron Málaga. Los grandes artistas vendrían mucho después”. En este sentido, el arqueólogo Pedro Cantalejo opinaba que la cue-va requeriría de estudios más exhaustivos, pues albergaba la intuición de que la edad de la ocu-pación podría atrasarse hasta los 34.000 años, adscribiendo estas pinturas a la primera fase del Gravetiense. Y, posiblemente, ahí sea donde po-dría estribar la importancia de esta cavidad en el contexto del arte parietal de la provincia y de la Península Ibérica.

Dos semanas después de la visita de Can-talejo, volvimos a visitar la cueva junto a Calixto

Rodríguez para confir-mar las intuiciones del arqueólogo de Ardales: al final de la sala, en un angosto escondite, en una pequeña columna y en sentido vertical, apa-recieron unas digitaliza-ciones consistentes en cuatro pares de puntos verticales. Evidentemen-te, estamos a la espera de poder datar de forma segura.

Más arriba hemos hablado de la posibilidad de emigraciones sur-norte, de la misma forma que las constatadas en sentido Centroeuropa a la Península Ibérica. Hoy, empieza a cobrar fuerza entre los especialistas la existencia de las migraciones que, proceden-tes de África, se dirigirían a la Península Ibérica. (Buscar bibliografía). Entre los estudiosos que defienden esta hipótesis destaca el catedrático de la Universidad de Cádiz José Ramos Muñoz9 y un grupo de investigadores (Cantalejo, Santiago Pérez, Espejo), que han llegado a la conclusión de que ya en el Paleolítico Medio existían contac-tos entre ambos continentes.

Quizás todo ello suponga —en nuestra opinión— que en los inicios del Paleolítico Su-

perior cruzaron el Estrecho grupos de Homo sapiens po-seedores de un arte arcaico que fue transformándose a medida que avanzaba des-de el sur peninsular hasta el interior. Estos grupos pudieron tener alguno tipo de contacto o conexión ar-tística con los pobladores venidos del norte en el mis-mo periodo. Las diferencias técnicas de ambos llegarían con el tiempo a homogenei-zarse en la composición de las grafías.

Las características se-ñaladas hacen especialmen-te relevante esta pequeña cavidad de Marbella. Estas sencillas improntas que nos han legado, a modo de tes-timonio de propiedad posi-

blemente, constituyen una de las pruebas más antiguas del arte parietal. n

8 Pedro CANTALEJO y María del Mar ESPEJO (2014): Málaga en el origen del arte prehistórico europeo. Guía del arte rupestre, Edicio-nes Pinsapar, Málaga.

9 Especialista en el análisis social y económico de las sociedades cazadoras-recolectoras paleolíticas, tribales comunitarias neolíticas y clasistas iniciales de la Prehistoria Reciente en la región geohistórica del Estrecho de Gibraltar.

Aun con la ausencia de paneles de animales y de

representaciones humanas (son solo manchas), los especialistas en arte parietal Pedro Cantalejo,

J. Medianero y A. Aranda certificaron que estamos ante una de las cavidades del sur

mediterráneo más antiguas del arte parietal

CONSIDERACIONES ARQUEOLÓGICASCilniana 26/27, 2014-2017: 23-40 ISSN 1575-6416

la gestión del patrimonio históriCo desde los

ayuntamientos: el Caso de tarifaaLeJandro pérez-MaLuMBres Landa

Arqueólogo Municipal de Tarifa

RESUMENEn un municipio con gran riqueza en patrimonio histórico como Tarifa, pero que a la vez cuenta con pocos medios materiales y humanos debido a su reducida población, la labor de un arqueólogo ha de atender múltiples facetas, abarcando los tradicionales pilares de investigación, conservación y difusión, con una perspectiva global que en algunos municipios se denomina Técnico de Patrimonio Histórico.

PALABRAS CLAVETarifa, Arqueólogo Municipal, Patrimonio Histórico.

ABSTRACTIn a municipality rich in Historical Heritage as Tarifa, but wich at the same time has few material and human resources due to its small population, the work of an archaeologist has to deal with multiple facets, covering the traditional pillars of research, conservation and dissemination, with a global perspective that in some municipalities is called Historic Heritage Technician.

KEY WORDSTarifa, Municipal Archaeologist, Historic Heritage.

Situándonos en el mapa

Quizás por su estratégica posición dentro del Estrecho de Gibraltar, a la vez como puente entre África y Europa y lugar de

paso de navegantes entre el Mar Medi-terráneo y el Océano Atlántico (figura 1), pocos municipios cuentan con una riqueza patrimonial tan importante como Tarifa. Su legado histórico abarca muy distintas épocas y posee un amplio repertorio de elementos, por lo que necesita de una tutela específica y directa de su patrimonio histórico (a partir de ahora, PH). En su extenso término municipal de 419,6 km² cuenta con ricos yacimientos arqueológicos, algunos muy cono-cidos no solo en el mundo de la investigación, sino también para el gran público. Sin embargo, antes de nada, quiero aclarar que no vamos a hablar de Baelo Claudia, ya que éste se trata de un conjunto arqueológico gestionado por la Junta de Andalucía, desde el que se tutelan además otros yacimientos de la Ensenada de Bolonia, como la Silla del Papa (nombre que recibe en la actualidad el lugar donde surgió la primera Baelo, en la transición entre el Bronce Final y la primera Edad del Hierro), las canteras de cabo Camarinal o los acueductos de la ciudad romana. El conjunto

arqueológico de Baelo Claudia realiza una magní-fica labor en el entorno de su competencia y ha ejercido en múltiples ocasiones un control sobre otra larga serie de bienes a proteger en todo el término municipal, ante la carencia de un servi-cio propio de Arqueología. Solo recientemente, como veremos, el Ayuntamiento ha contado con los servicios de un arqueólogo que se ocupe del PH, comenzando por su Conjunto Histórico, que ha sido el eje de nuestro trabajo.

Tarifa, por otro lado, es un municipio con muy pocos habitantes: 18.116 en el año 2016. Los recursos económicos del Ayuntamiento son

Fig. 1. Vista de África desde el Puerto de Tarifa(Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

24 Cilniana 26/27, 2014-2017: 23-40

Alejandro Pérez-Malumbres Landa La gestión del Patrimonio Histórico desde los Ayuntamientos: el caso de TarifaCONSIDERACIONES ARQUEOLÓGICAS

acordes con esa población. Un ente local tan pequeño no puede afrontar el reto de su gestión si no es con la ayuda de otras administraciones directamente implicadas por la normativa en su tutela, como es la Junta de Andalucía, pero también la Diputación Provincial de Cádiz o el Go-bierno central, a través de inversiones o créditos. Ahora bien, al tratarse de una administración de un tamaño reducido, tenemos la ventaja de que resulta relativamente fácil mantener el contacto y la coordinación tanto con los compañeros de otras áreas municipales como con los distintos responsables políticos.

Queremos dejar constancia del destacable papel de las asociaciones de defensa del Patrimo-nio. En Tarifa, la más antigua y con diferencia la que cuenta con más socios es Mellaria, creada en 1992. Por su parte, la asociación Tarifa 1812 vela por todo lo relacionado con el sitio napoleónico y la Isla de Tarifa, de los que luego hablaremos. Juegan un papel similar a Cilniana en Marbella, siempre atentos para denunciar cualquier amena-za al patrimonio histórico. Centrada en su ámbito también existe desde 2008 la Asociación Amigos de los Museos de Tarifa.

Buena muestra de este interés de los tarifeños por su historia es la intensa actividad de publicación de estudios sobre diversos as-pectos. La citada asociación Mellaria publica un boletín informativo, llamado Puerta de Jerez. Pero también el mismo Ayuntamiento, empujado por el trabajo y el entusiasmo de la ciudadanía, publica la revista Aljaranda de estudios tarife-ños, fundada en 1992 y que en el año 2017 ha alcanzado ya su número 90. El Servicio Munici-pal de Publicaciones ha editado además diversas monografías o estudios sobre diversas épocas. La asociación Proyecto Tarifa 2010 y su heredera Asociación Tarifa Siglo XXI, formadas en su ma-yoría por miembros de las otras asociaciones anteriormente citadas, organizan las Jornadas de Historia de Tarifa, que en este año 2017 celebrarán su tercera edición. Las actas de las mismas y otros estudios sobre Tarifa han sido pu-blicadas por Al Qantir. Monografías y Documentos sobre la Historia de Tarifa, que cuenta con 19 volúmenes publicados hasta el momento.

A petición de Cilniana, dentro de las VII Jornadas de Patrimonio, que se celebraron del 3 al 11 de octubre de 2016 con el tema “La gestión del patrimonio urbano y el papel del arqueólogo

municipal”, realizamos un necesario ejercicio de recapitulación de nuestra experiencia en Tarifa. Queremos presentar ahora por escrito un resumen de las tareas que se vienen llevando a cabo en Tarifa respecto a su PH en estos últimos años. Por lo que respecta a mi participación en ellas, hemos de aclarar, en primer lugar, que mi presencia ha sido intermitente, ya que, aunque vengo desa-rrollando trabajos arqueológicos en Tarifa desde 1994, mi incorporación al puesto de arqueólogo municipal se produjo en marzo del año 2009 (tras un proceso de selección por concurso), pero fui despedido en 2012. Mi actual relación contrac-tual con el Ayuntamiento se remite al año 2016. Vamos a hablar, por tanto, de algunos proyectos concluidos, pero también de otros en desarrollo, inacabados o simplemente planteados, así como de las reflexiones que nos hacemos al respecto. Nada que ver con la experiencia y magníficos resultados que tras los 15 años de continuidad expusieron nuestros colegas de la vecina Estepona o los 25 años de Antequera.

Los trabajos realizados, como veremos, en muchos casos exceden lo que suelen entenderse por la labor de un Arqueólogo Municipal y entran en el ámbito más amplio de un técnico de Patri-monio Histórico.

Un poco de historia

Como hemos dicho, Tarifa es un puente en-

tre dos continentes, no una frontera como lo per-cibimos hoy día. Desde la prehistoria apreciamos que la cultura material es común en ambas orillas y ya con más datos sabemos que esa identidad

compartida pervive a lo largo del proceso históri-co con fenicios, romanos, bizantinos y musulmanes. Es solo a partir de la con-quista castellana, a fines del siglo XIII, cuando efectivamente el Estrecho comienza a funcionar como una frontera.

Siguiendo un or-den cronológico, conta-mos con yacimientos des-de el Paleolítico Inferior, localizados en el extremo occidental del munici-pio, en el entorno de la desaparecida Laguna de

la Janda. También con un importante número de yacimientos del Paleolítico Medio, relacionados con el Homo sapiens neanderthalensis, entre los que destaca el taller lítico del Guadalmesí, así como otros muchos documentados en el sector occiden-tal del término municipal, la mayoría de ellos por el proyecto de investigación de la Banda Atlántica

Tarifa es un puente entre dos continentes, no una frontera como lo percibimos hoy día.

Desde la prehistoria apreciamos que la cultura material es

común en ambas orillas y ya con más datos sabemos que esa identidad compartida pervive a lo largo del proceso histórico con fenicios, romanos, bizantinos y

musulmanes

Cilniana 26/27, 2014-2017: 23-40 25

Alejandro Pérez-Malumbres Landa La gestión del Patrimonio Histórico desde los Ayuntamientos: el caso de TarifaCONSIDERACIONES ARQUEOLÓGICAS

de Cádiz, dirigido por José Ramos Muñoz, de la Universidad de Cádiz1.

El Campo de Gibraltar es también un importante núcleo de arte rupestre, desde el Paleolítico, en el que destacamos la Cueva del Moro, en la Ensenada de Bolonia (figura 2), pero especialmente de arte rupestre esquemático post-paleolítico. En Tarifa contamos con 70 cuevas documentadas, algunas desde el siglo XIX, pero otras muchas descubiertas en los años finales del siglo XX e inicios del XXI por Lothar Bergmann, quien lo bautizó como Arte Sureño. Muchas de ellas están consideradas Bien de Interés Cultural (en adelante BIC), la máxima figura de protección legal del PH. Pero como veremos, de poco sirve. Se trata de unos bienes de una fragilidad extrema, que después de sobrevivir durante miles de años tiene serios problemas de conservación, básica-mente antrópicos. Muchas son de difícil acceso y control; otras están más cerca de núcleos habi-

tados, pero en ambos casos han sufrido daños, a veces por desconocimiento, otras por malicia o gamberrismo. Las rejas instaladas en algunas cuevas, como la del Moro, las han protegido, pero en otros casos no han podido evitar daños, como en la de Atlanterra o de las Orcas, donde gracias al apoyo de una empresa privada se va a colocar una nueva reja. Pero debe ser la concienciación de la población sobre la importancia y fragilidad de este legado la que las proteja.

Tarifa es también un importante foco megalítico, relacionado con el Neolítico y el Cal-colítico, con núcleos como Caheruelas, Aciscar, Purrenque-Arráez, Cortijo Las Piñas, La Ahumada o la Sierra de Facinas (figura 3). Todos ellos tienen una problemática común con el arte rupestre, debido a su dispersión, aunque en casi todos los casos parecen expoliados desde antiguo. También hay poblamiento neolítico en cuevas y al aire libre,

aunque no se ha detectado ninguna gran aldea.

En el extremo occidental de la Ensenada de Valdevaqueros, en una posi-ción opuesta al núcleo urbano de Tarifa, se encuentran Los Algarbes, zona que ha contado con una prolongada ocupación humana (figura 4). En ella, destaca la ne-crópolis de cuevas artificiales, utilizadas desde la Edad del Cobre a época fenicia. Fue descubierta por Carlos Posac Mon en 1967. Este investigador tuvo una ac-tividad paralela entre Tarifa y Marbella, donde descubrió la Villa romana de Río Verde y trabajó en la Basílica de Vega del Mar. Por ello, es recordado y querido en ambos municipios.

En la actualidad la necrópolis, que tiene problemas de conservación, debido a la fragilidad de las calcareni-

1 RAMOS MUÑOZ, J. (coord.) (2008): La ocupación prehistórica de la campiña litoral y banda atlántica de Cádiz. Aportación al estudio de las sociedades cazadoras-recolectoras, tribales comunitarias y clasistas iniciales, Junta de Andalucía.

Fig. 2. Grabado de équido en la Cueva del Moro (Autor: Lothar Bergmann)

Fig. 3. Dolmen nº 6 de Las Caheruelas (Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

Fig. 4. Tumbas excavadas en la roca de la necrópolis de Los Algarbes (Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

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tas, cuenta con un nuevo vallado y los caminos internos han sido arreglados y señalizados, todo ello dentro de un proyecto más amplio gestiona-do desde el conjunto de Baelo Claudia. También ha sido estudiada recientemente dentro de un proyecto de investigación de la Universidad de Cádiz y Baelo Claudia2. Además de visitas pun-tuales que se ofrecen desde el Ayuntamiento, empresas especializadas realizan talleres para niños o visitas guiadas, siempre con control desde el Ayuntamiento, quien también se ocupa del mantenimiento periódico de la vegetación. Recientemente, se ha incoado su expediente de declaración como BIC3. Ladera arriba de Los Al-garbes, en la zona de Betis-Betijuelo, se encuentra otra serie de yacimientos que van de la prehistoria al mundo romano.

El poblamiento fenicio e indígena se ha do-cumentado en La Silla del Papa, Los Algarbes y en la misma ciudad de Tarifa, con restos cerámicos en el cerro del Castillo de Guzmán el Bueno y tumbas en la Isla y cerámicas en el entorno subacuático de ésta, así como algunos restos en Guadalmesí.

Pero es en época romana cuando la ocu-pación de la zona se intensifica, sobre el sustrato poblacional anterior. Además de la citada Baelo Claudia y el conjunto de yacimientos de la Ense-nada de Bolonia (figura 5), de los que ya hemos hablado, existe una serie de establecimientos romanos dedicados a la pesca y procesamiento del pescado o cetariae, documentados en la playa de los Lances y Valdevaqueros por Michel Pon-sich, anteriormente al despegue turístico de la localidad. Estos yacimientos son los que Ponsich denomina Charca Vieja, que se encontraba frente al emplazamiento de la almadraba y que desapa-reció sin control arqueológico por el crecimiento del pueblo, Cortijo del Pozuelo, Hotel Dos Mares y Casas de Porro. Este último, situado en la ense-

nada de Valdevaqueros, es el de mayor tamaño y ha sido identificado por numerosos investigadores como la Mellaria citada por Estrabón, Ptolomeo o el Itinerario de Antonino. Su conservación es problemática, ya que aflora muy superficial y sufre la presencia continua de vehículos y acampadas. Los diversos intentos por regular su acceso no han tenido éxito. Actualmente hay un proyecto para instalar un centro de ocio en la zona, que pretende no afectar los restos, sobre cuyas actuaciones ha habido control arqueológico.

Como veremos brevemente en las páginas siguientes, en el mismo núcleo urbano de Tarifa se ha producido en los últimos años el hallazgo de una serie de restos romanos, algunas veces en obras sin control y últimamente en el contexto de excavaciones arqueológicas, que nos ha hecho postular a distintos investigadores que realmente Mellaria se situaba en Tarifa, en el cerro donde actualmente se yergue el castillo y las inmedia-ciones, a modo de una acrópolis al borde del mar.

Pocos restos materiales podemos asociar al devenir de estas tierras tras la caída del imperio, salvo el reciente hallazgo de una iglesia visigoda en la Silla del Papa. Otro fenómeno muy destacado en el Campo de Gibraltar es el de las sepulturas antropomórficas excavadas en la roca, que apa-recen dispersas por todo el término municipal. Hasta el momento, no ha sido posible excavar ninguna intacta que permita afinar la cronología, pero nos inclinamos a una datación del mundo tardoantiguo o altomedieval.

Con la llegada del islam, Tarifa se convierte durante casi seis siglos en uno de los puertos preferentes de paso entre el Magreb y al-Ándalus. El castillo o alcazaba, génesis de la ciudad actual, es uno de los monumentos de época omeya mejor conservado de España, quizás el más ín-

2 Proyecto de Investigación I+D+i La necrópolis de Los Algarbes (Tarifa, Cádiz). La permanencia del paisaje funerario en el ámbito del Estrecho de Gibraltar (2012–14) (HAR2011-25200), autorizado y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España.

3 Resolución del 4 de julio, BOJA n.º 145, de 31 julio 2017.

Fig. 5. Canteras romanas en Cabo Camarinal(Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

Fig. 6. Vista del castillo de Guzmán el Bueno(Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

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tegro tras la Mezquita de Córdoba (figura 6). Su técnica constructiva (dimensiones de las torres, medida de los sillares, arcos de las puertas) lo emparenta directamente con Madinat al-Zahra. Una inscripción fundacional en mármol da cuenta de su construcción en el año 960 de nuestra era por Abd al-Rahman III, y aún se encuentra in situ, caso único en al-Ándalus. En los siglos sucesivos, los musulmanes lo refuerzan con varias defensas (barbacana, torre albarrana), al igual que después los cristianos. Desde el siglo XV, sus poseedores, la Casa Ducal de Medina Sidonia, van dotándolo de cierto aire palaciego, con la construcción de nuevos pabellones, apertura de ventanas, pinturas murales, etc., proceso que continúa el I Marqués de Tarifa en el siglo XVI. La pervivencia de su función militar, que se prolongó durante más de un milenio, ha permitido su conservación en un estado bastante bueno.

A partir del castillo se van sucediendo en el tiempo tres recintos amurallados: el de la Almedi-na, con su magnífica puerta homónima, Aljaranda y Arrabal, donde se abre la Puerta de Jerez. Se conservan en prácticamente toda su extensión, si bien en ocasiones en un estado muy problemáti-co. Junto con el castillo, constituyen uno de los principales conjuntos de arquitectura defensiva del Medievo y la Edad Moderna de España.

La ciudad intramuros posee un urbanismo variado, según el recinto amurallado que lo rodea y su evolución urbana: más intrincado en la Almedina

y la Aljaranda, más rectilíneo en el Arrabal. Hay numerosos ejemplos de viviendas civiles notables, barrocas y de los siglos XIX o inicios del XX.

La ciudad cuenta también con varias iglesias que se remontan a la Edad Media: las de San Mateo y San Francisco, aún en uso y pertene-cientes al Obispado de Cádiz-Ceuta, responsable por tanto de su mantenimiento, y las de Santa María y Santiago, desacralizadas. San Mateo tiene graves problemas de conservación en la fachada debido a la mala calidad de la piedra, mientras que Santa María —incluida en el recinto del castillo de Guzmán el Bueno y propiedad municipal— ha sido rehabilitada como sala multiuso. Santiago, prácticamente en ruina salvo una capilla del siglo XVI, está a la espera de la firma de un convenio que permita una intervención antes de que desa-parezca por completo. En varias de estas iglesias han trabajado escuelas-taller, con resultado desigual, dado que, si bien esta iniciativa surge precisamente para recuperar oficios antiguos relacionados con la construcción, no siempre la planificación, el control y el trabajo de aprendices es el más idóneo para un monumento4.

La batalla del Salado o de Tarifa, en el año 1340, supuso el definitivo declive del poder musulmán en la Península Ibérica. El campo de batalla, conocido desde el punto de vista docu-mental, podría ser estudiado con metodología arqueológica, tal y como se ha hecho por ejemplo en Alarcos (Ciudad Real).

Otro lugar que resume en parte la historia de Tarifa y es uno de sus más importantes expo-nentes es la Isla de Tarifa o de Las Palomas (figura 7). Está situada a un kilómetro del pueblo y desde 1808 se encuentra unida al continente por un istmo artificial. La Isla es la última estribación del continente europeo, antes de sumergirse en aguas del Estrecho. Por su ubicación, en un punto que visto desde el mar parece centrado en el Estrecho, y que sirve como referencia a los navegantes cuan-do cruzan éste desde el Atlántico al Mediterráneo,

4 Como es sabido, la idea de estos programas, que también facilitan la inserción social y laboral de sus trabajadores, partió del arquitecto José María González Pérez, Peridis.

Fig. 7. Vista aérea de la Isla de Tarifa y África(Autor: Manuel Rojas Peinado)

La ciudad cuenta con varias iglesias que se remontan a la

Edad Media: las de San Mateo y San Francisco, aún en uso y pertenecientes al Obispado de Cádiz-Ceuta, responsable por tanto de su mantenimiento, y

las de Santa María y Santiago, desacralizadas

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la Isla debió de resultar un lugar mágico para los marinos que se aventuraban en sus aguas y, por ello, se ha planteado que quizás fuera considerada una de las co-lumnas de Hércules, pudiendo albergar un templo fenicio, quizás de la diosa Astarté, y después romano, asimilando la divinidad semita a la Venus Marina. Nada quedaría de estos lugares de culto, pero sí una serie de hipogeos o tumbas excavadas en la roca. La Isla, de una extensión mayor a la de todo el casco histórico (unas 20 ha), está formada en buena parte por un tipo de roca, la calcarenita, conocida en la zona como ostionera. Esta piedra, blanda y fácil de trabajar, fue empleada en la construc-ción en la alcazaba califal, actual castillo de Guzmán el Bueno, pero también en las fortificaciones omeyas coetáneas de Alge-ciras, Ceuta y quizás Tánger. Con razón, en el siglo XII el viajero ceutí al-Idrisi denomina la isla al-Qantir, la cantera. Las labores de extracción han borrado los vestigios de anteriores ocupaciones y modificado notablemente la morfología de la Isla. Son visibles grandes cortes de cantera a lo largo del frente oriental, junto al mar, por donde se transportaba en barco (figura 8).

La Isla no albergó ninguna obra defensiva hasta una torre almenara proyectada en 1588, y aunque hubo numerosos proyectos de forti-ficación y construcción de un puerto, ya que la importancia de la Isla derivaba sobre todo de ser fondeadero abrigado para barcos, no es hasta finales del siglo XVIII cuando se construyen tres pequeñas baterías a barbeta, ante el peligro de que cayera en manos enemigas. En 1808, la Isla

queda como hemos dicho unida al continente y, poco después, con motivo de la invasión napo-leónica, se afronta la construcción de una línea defensiva en su frente de tierra. Las primeras obras las ejecutarán, bajo la dirección de las tropas inglesas, los presidiarios que ya venían trabajando en la Isla, al igual que en Santa Catalina, un cerro situado entre la Isla y el castillo de Guzmán el Bueno, que albergó una ermita construida en el siglo XVI que le da nombre, siendo como decimos fortificada a inicios del siglo XIX, sobre la que se construye un castillo a modo de delirio neogóti-co que conforma su estampa actual (figura 9). El conjunto lo termina de enriquecer una serie de búnkeres como los que luego trataremos.

Otro elemento destacable son las citadas torres almenaras, sistema de señalización y alerta creado en época musulmana y ampliado en el siglo XVI. Se sitúan no solo la costa, sino que el sistema defensivo se prolonga hacia el interior, donde encontramos las torres del Rayo y la Torregrosa; esta última amenazada por la vegetación que crece sin control en sus paredes y bóveda (figura 10). El resto de ellas en general también están

Fig. 8. Canteras en la Isla de Tarifa(Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

Fig. 9. Vista del Cerro de Santa Catalina (Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

Fig. 10. Detalle de La Torregrosa, con vegetación crecidasobre sus muros (Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

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en estado ruinoso, salvo la de Guadalmesí. En un par de casos las almenaras han sido convertidas en faros, como en la Isla de Tarifa, primer faro del Estrecho de Gibraltar, o, más recientemente, la del Cabo de Gracia.

Más reciente, pero no por ello menos importante por su valor histórico y patrimonial, es el sistema defensivo construido en el Estrecho de Gibraltar tras la Guerra Civil, con una serie de búnkeres o “blocaos” para ametralladoras o armas anticarro, baterías, polvorines, puestos de mando o acuartelamientos, dispuestos en diversas líneas. Una vez su uso estratégico ha quedado obsoleto, por desgracia muchos elementos han sido des-montados, la artillería vendida como chatarra, expoliados y algunos destruidos por falta de mantenimiento o por promociones de viviendas o nuevos viales. Con todo, su presencia sigue siendo una constante no solo en las playas sino en muchos puntos del término municipal (figura 11). En todo caso, su potencial patrimonial está desaprovechados. Por encargo de la Consejería de Cultura, la empresa Yamur S. L. realizó un “Catálogo de los búnkeres del Campo de Gibral-tar”, con 78 elementos catalogados en Tarifa. Se ha propuesto a la Dirección General de Bienes Culturales su inclusión en el Inventario de Bienes reconocidos del Patrimonio Histórico Andaluz.

Además de los yacimientos documentados en tierra firme, Tarifa cuenta con varias Zonas de Servidumbre Arqueológica Subacuática5, delimi-tadas por el Centro de Arqueología Subacuática de la Junta de Andalucía. En concreto, son el es-pacio subacuático de la Ensenada de Bolonia y del entorno de la Isla de Tarifa, que cuenta con varios pecios desde la época fenicia, roma-na y moderna (Fondeadero Noreste de la isla de Tarifa, Pecio de San Andrés, Piedras de Molino y Zona de Lami-narias). Sin embargo, con anterioridad, se ha produci-do un severo expolio de los fondos marinos y, en el mejor de los casos, se encuentran ánforas procedentes de Tarifa en otros museos, como el de Algeciras. También la posible ampliación del puerto podría suponer un riesgo para los yacimientos subacuáticos en el entorno. El Centro de Arqueología Subacuática de la Consejería de Cultura de la

Junta de Andalucía, en informe de 25 de enero de 2008, tras el análisis de los resultados arqueológi-cos en el estudio de impacto ambiental, consideró que se deberían mantener cautelas arqueológicas en la zona de controles de la draga y de vertidos de arenas y la realización de prospecciones arqueo-lógicas subacuáticas en la zona, por la posibilidad de restos arqueológicos subacuáticos6.

Como resumen, Tarifa cuenta con un pai-saje cultural de gran valor, en el que se integran todos los elementos citados con un mundo rural situado al interior todavía bastante bien con-servado, en el que conviven cortijos y enclaves aislados de ganaderos, agricultores, apicultores o varios molinos hidráulicos, de los cuales alguno todavía continúa en uso en la zona de Puertollano

(figura 12), si bien fueron muchos más, de los que en algunos casos se conserva la estructura, como en la misma Facinas. También es destaca-ble la industria de la pesca y la almadraba de Tarifa, una tradición milenaria aún viva.

La presión urbanística derivada del turismo ha sido en Tarifa posterior a otros casos, como el de Marbella, y no ha causado tantos des-manes, pero actualmente sí se ejerce una gran presión sobre el territorio, por lo que debería implementarse un control previo que no se limite al Conjunto Histórico o a los yacimientos y bienes ya conocidos, sino a cualquier

5 Orden de 20 de abril de 2009, BOJA 101 de 28 de mayo de 2009.6 Resolución de 8 de febrero de 2011, de la Secretaría de Estado de Cambio Climático, por la que se formula declaración de

impacto ambiental del proyecto Ampliación del puerto de Tarifa, Cádiz. El proyecto a que se refiere la presente Resolución. BOE 9 de marzo de 2011.

Fig. 12. Molino harinero hidráulico en la zona de Puertollano (Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

Fig. 11. Nidos de ametralladoras en una playa de la costa mediterráneade Tarifa (Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

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intervención que pueda afectar al patrimonio arqueológico, dado que no contamos por el mo-mento con un conocimiento exhaustivo del mismo que se refleje en una carta arqueológica municipal.

Gestión y tutela del Patrimonio Histórico

Para gestionar y proteger en lo posible

todo este legado, las administraciones y la socie-dad en general tienen a su disposición un marco normativo, que le sirve de guía y apoyo legal. En el mismo destacamos:

-Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español.

-Ley 14/2007 del Patrimonio Histórico de Andalucía (sustituye a la 1/1991).

-Ley 7/2002 de Ordenación Urbanística de Andalucía.

-Reglamentos y desarrollos de la Ley de Patrimonio (Por ej., Reglamento de Protección y Fomento del Patrimonio Histórico de Andalucía, Decreto 19/1995).

El rango de ley las convierte en algo más que directrices. Marcan criterios de legalidad, frente a los convenios europeos o de la UNESCO o ICOMOS, carentes de valor normativo. Sin em-bargo, hemos de hacer notar que en ocasiones cuesta imponerlas, ya que sigue pareciendo que otras disposiciones o bien otros intereses tuvieran mayor importancia.

Es apreciable la influencia de la legisla-ción italiana sobre patrimonio histórico, con un carácter normativo e intervencionista, propio de países con un gran patrimonio histórico, opuesto a una concepción mucho más mercantilista del mismo que podemos ver en las leyes de países anglosajones, que no cuentan con la misma

riqueza y son potenciales beneficiarios de esta “desregulación”.

Centrándonos en el ámbito local, el Plan General de Ordenación Urbana (P.G.O.U.) vigente es el “Texto refundido de adaptación y actualiza-ción”, que data del 2002, con una normativa refe-rente a la conservación de bienes arqueológicos o “histórico-artísticos” poco desarrollada. Está comenzando la redacción de un nuevo P.G.O.U.

La administración local se nutre de la infor-mación recogida en los catálogos establecidos por leyes de rango superior, como el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, el Inventario de Bienes reconocidos del Patrimonio Histórico Andaluz o los yacimientos incluidos (bienes in-coados o declarados) en el Sistema Información Patrimonio Histórico de Andalucía (SIPHA). En su mayoría, éstos se limitan a los bienes ya citados, como son el arte rupestre, fortificaciones (castillo de Guzmán el Bueno, castillo de Santa Catalina,

muralla urbana, torres de la misma), Conjunto Histórico y torres almenaras.

Del mismo modo que se suele decir que Baelo Claudia ofrece a los visitantes la posibilidad de ver el urba-nismo completo de una ciudad romana, el Conjunto Histórico de Tarifa permite un acercamiento interpretativo a la ima-gen de una ciudad medieval (figura 13). El centro histórico de Tarifa, delimitado por los límites de los recintos amura-llados, fue declarado Bien de Interés Cultural, con la categoría de Conjunto Histórico7. Como consecuencia de esa declaración, debía desarrollarse un Plan Especial de Protección y Reforma Inte-rior del Conjunto Histórico (PEPRICH), que, al incorporarnos al Ayuntamiento, en el año 2009, contaba con una apro-bación provisional. Nos encontramos con que tenía una serie de carencias

en materia de protección del PH tales como falta de desarrollo de la normativa arqueológica, omisiones en elementos a proteger, como son parte del trazado de los recintos amurallados, que contaba con grandes lagunas visibles (solo reflejaba los sectores visibles en la actualidad, no los englobados en viviendas) u otros inmuebles.

7 Decreto 215/2003, de 15 de julio. BOE n.º 230 de 25 de septiembre de 2005.

Fig. 13. Murallas de Tarifa (Autor: Manuel Rojas Peinado)

El centro histórico de Tarifa, delimitado por los límites de los recintos amurallados, fue declarado Bien de Interés

Cultural, con la categoría de Conjunto Histórico

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En colaboración con la Ofi-cina Técnica y de Disciplina Urbanística municipales y las arquitectas redactoras del Plan, fuimos cumplimentando estas deficiencias, reflejando en planimetría una delimita-ción total del trazado de los recintos amurallados, crean-do una zona de protección extramuros y ampliando la descripción, delimitaciones, grado de protección e inclu-sión de nuevos elementos en las fichas del Catálogo de Edificios Protegidos.

Del mismo modo, pro-cedimos al desarrollo de la Normativa Urbanística de Protección del Patrimonio Arqueológico, emergente y no emergente. También introdujimos otros aspectos no contemplados, como la presencia de pinturas murales en fachadas o patios de determinados edificios, las cuales deben ser intervenidas por profesionales, como ya se ha hecho por ejemplo en calle Silos, 13, por la restauradora Noelia Sánchez, o Comendador, 10, por Blanca García Vegara (figura 14).

Durante el periodo 2009-2011, se implantó una política de actuaciones de control de cuantas licencias de obras se solicitaban en el Conjunto Histórico o en lugares de interés arqueológico en todo el término municipal, en coordinación con otros servicios municipales como la Oficina Técni-ca, la de Disciplina Urbanística o la misma Policía Local, con cuyos mandos se está en contacto y algunos de cuyos agentes centran su trabajo en una labor de inspección y detección de obras sin licencia en el Conjunto Histórico.

Una vez el PEPRICH recibió la aprobación definitiva8, ha comenzado su implantación efec-tiva, si bien no resulta fácil y hay que señalar que en la época que el Ayuntamiento no contó con arqueólogo, varias obras se ejecutaron sin el preceptivo control. Entre ellas, destacamos la presunta destrucción de la capilla de la Encarnación de la iglesia de Santiago por una obra vecina.

El ayuntamiento ha solicitado, en virtud de lo dispuesto en el artículo 40 de la Ley 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía, la creación de una Comisión Técnica Municipal de Patrimonio Histórico que ejercerá como órgano consultivo de apoyo integrado en el Área de Urbanismo, que asumirá, en relación con

el ámbito del Conjunto Histórico, las funciones de informe y asesoramiento, previa delegación de competencias que se efectúe por la consejería competente en materia de patrimonio histórico. El Reglamento que regirá la citada comisión ha sido ya aprobado9. Para ello, el Ayuntamiento debe contar entre su personal con los técnicos con titulación y formación requerida para crear la citada comisión, que se compone de un arqui-tecto, un arquitecto técnico, un arqueólogo y una historiadora del arte, más el alcalde y el concejal delegado de Cultura o PH, todos con voz y voto. Esto supondrá que la mayoría de las licencias de obra en el Conjunto Histórico podrán resolverse en el ámbito municipal y ya no tendrán que ser informadas y autorizadas por la Comisión Pro-vincial de Patrimonio de la Delegación Territorial de Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía en Cádiz, Este paso podrá agilizar mucho los trámites. Sin embargo, quedarán excluidos de esta delegación las obras que afecten a BIC o su entorno o las demoliciones

En tanto se resuelve la solicitud de de-legación de competencias, los miembros de la futura comisión ya estamos informando sobre las solicitudes de obra. También en alguna ocasión hemos asistido a Comisiones Provinciales de Pa-trimonio (celebradas en la Delegación Territorial de la Consejería de Cultura en Cádiz) en las que se trataban diversos aspectos del PH tarifeño.

Otro aspecto en el que hemos trabajado es el Plan de Descontaminación Visual del Con-junto Histórico. Se trata de una exigencia de la vigente Ley 14/2007 del Patrimonio Histórico de

8 Orden de 31 de mayo de 2012. BOJA n.º 5 de 8 de enero de 2013.9 Edicto publicado en el BOP de Cádiz n.º 39 de 1 de marzo de 2017.

Fig. 14. Pinturas barrocas de la fachada de calle Comendador, 10, ya restauradas(Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

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Andalucía10, derivada también de la declaración de Conjunto Histórico, que afecta a muy diversos aspectos (cableado, señalización, publicidad, mobiliario urbano, vegetación, etc.). Hemos redactado el texto, pero queda su tramitación para la preceptiva aprobación por la Dirección General de Bienes Culturales, que pueda dar nuevas directrices y, sobre todo, lo más difícil: su aplicación. Sin embargo, en estos años se han ido ya adelantando diversos pasos en este aspecto, como la eliminación de algunas señales de tráfico junto a monumentos y murallas, el corte de dos palmeras que amenazaban la iglesia de Santiago y eliminación del cableado en su fachada, traslado de contenedores de basura que interrumpían la visión del estrecho en la Plazuela del Viento, la realización de un listado de solares y edificaciones en mal estado en el Conjunto Histórico, etc. Queda negociar la firma de convenios con compañías eléctricas y de telefonía para arreglar y soterrar en lo posible los tendidos aéreos de cables, que crean auténticas marañas en fachadas y en los cruces de calles. También se propuso la creación de una ordenanza municipal referente a los contadores de electricidad y agua en las fachadas del Conjunto Histórico, etc. Se contemplan también aspectos como los aparatos de aire acondicionado, mobilia-rio de hostelería en aceras, quioscos inapropiados, máquinas expendedoras en la calle, carteles públi-cos y privados, pegatinas, etc., sobre los que ya se viene efectuando un control (figura 15).

Por último, hay que señalar en este apartado la creación de un archivo propio, en el que se centraliza toda la documentación relativa al PH de Tarifa, recopilando copias de los informes sobre proyectos o actuaciones, ya sean propios o realizados por otros técnicos, los

cuales estaban dispersos por diversos servicios del Ayuntamiento u otros organismos como la Junta de Andalucía.

Actuaciones en relación con el Conjunto Histórico

A las murallas, los castillos y a todas las

obras defensivas les es de aplicación la normativa que las protege genéricamente como Bien de In-terés Cultural dentro de la citada Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español11, heredera de la pio-nera declaración genérica como monumento del Decreto de 22 de abril de 1949, sobre protección de los castillos españoles12. Además, en el caso de Tarifa, se cuenta con una declaración individua-lizada pionera. El castillo de Tarifa o de Guzmán el Bueno fue uno de los primeros monumentos histórico-artísticos declarados por la Ley sobre Defensa, Conservación y Acrecentamiento del Patrimonio Histórico Artístico Nacional de 193313.

El conjunto fortificado de Tarifa ha sufrido a lo largo de su historia numerosas reformas y re-paraciones tendentes a mantener su operatividad o adaptarlo a las nuevas técnicas militares. Sólo en la segunda mitad del siglo XX se comienza a actuar con criterios de restauración, en proyectos del Ministerio de Cultura (en cuyo Archivo Central realizamos una copia el año 1996), obra de los arquitectos Rafael Manzano y Ramón Queiro Fil-gueira. Del primero se conservan varios proyectos sobre el castillo y murallas, realizados entre 1967 y 1970, con dibujos del estado en ese momento en los que se observan una serie de errores (por ejemplo, se inventa una barbacana en toda la zona del Miramar) y en los que se propone recrecer las murallas y se coronarlas con merlones, algo muy propio de la época. También redactó un proyecto parcial para reconstruir el ángulo NE del último recinto amurallado, en donde existía un importante hueco junto a la torre del Corchuelo, y donde también se proyectaba una reconstruc-ción pintoresca de un postigo en el Boquete de la Cilla. Al arquitecto Ramón Queiro Filgueira se debe un proyecto de 1972 de reconstrucción del frente occidental de las murallas, que presentaba varias lagunas en el frente norte del recinto de la Aljaranda, y se reconstruyen varias torres en Calzadilla de Téllez, en el último recinto amura-llado. Los recintos anteriores, inmersos entre las casas, son ignorados por ambos arquitectos, salvo la continuación del recinto de la Almedina que es dibujado por Manzano. Hemos de decir que los dibujos base de uno y otro arquitecto son los mismos (figura 16).

Fig. 15. Contaminación visual por cables eléctricos(Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

10 En su artículo 19 y Disposición transitoria tercera.11 Disposición adicional segunda.12 Boletín Oficial del Estado de 5 de mayo.13 La Gaceta de Madrid de 13 de mayo.

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Una actuación que dirigió Silvia Fernández Cacho en 1991 fue la primera actuación arqueo-lógica de la que tenemos noticia en Tarifa, reali-zada sobre el recinto de la Aljaranda, inmediata a la Torre del Macho, que resultó prácticamente destruido por una obra. Otras actuaciones pun-tuales fueron realizadas en la Puerta de Jerez en 1996-2000, con proyecto de obras de Carmen Navarro Ordóñez e intervención arqueológica dirigida por mí y como restaurador Carlos Núñez Guerrero, quien también intervino por esas fechas en otra obra de consolidación de urgencia en el Boquete de la Cillar. En 2005, se llevó a cabo una intervención arqueológica en el solar del Teatro Alameda, dirigida por Iván García Jiménez, y la consolidación de la Torre de los Maderos, reali-zada en 2005-2006 por Pedro Gurriarán Daza y Salvador García Villalobos (Yamur S. L.). También es destacable el estudio paramental del sector oriental de las murallas, realizado por el equipo de Miguel Ángel Tabales. Otra intervención, con resultados bastante espectaculares, ha sido la recuperación de la base de la Torre del Miramar, en el sector sur de la muralla de la Almedina, que había sido cubierta por escombros a lo largo del siglo XX, y su posterior consolidación por Yamur S. L. y restauración de sus magníficos esgrafiados por Blanca García Vegara. En los últimos años ha sido restaurado el frente oriental de las murallas. En una primera fase (2007-2009), el sector de calle Calzadilla de Téllez, financiado por la Consejería de Cultura. En una segunda fase (2014-2015), financiado por el IEDT de la Diputación de Cádiz,

el sector entre la desaparecida torre del Retiro y la Torre de los Maderos, que abarca tanto parte del recinto, tanto del Arrabal con el de la Aljaranda, con proyecto arquitectónico nuevamente de Yamur y control arqueológico de Juan Téllez Boigues y el firmante de estas líneas, durante el cual se localizó el Postigo de Santiago, que había sido tapiado.

Un caballo de batalla continuo para nosotros durante estos años ha sido y es la vegeta-ción que se planta en el entorno de la muralla. La primacía de un concepto paisajístico sobre el de conservación ha hecho que se planten árboles en su entor-no, incluido algunos de gran porte, como las araucarias. La presión de la asociación Mellaria y algunos informes y gestiones

propias ha conseguido que se quiten algunos de estos árboles, como las palmeras de la Puerta de Jerez. En este aspecto, el picudo rojo también ha hecho su propio trabajo acabando con varias palmeras. Esta problemática es común a otros recintos fortificados como el castillo de Marbella o el de Gibralfaro en Málaga, extremos que hemos expuesto en diversas ocasiones14.

Del mismo modo, también hemos coor-dinado con el servicio de Jardinería la limpieza de vegetación espontánea que crece en diversos puntos de la muralla, como la Puerta de Jerez y la Torre de los Maderos, en paramentos o adarves (figura 17). Estamos intentando implementar un plan de conservación preventiva que establezca

Fig. 16. Plano y alzado de un proyecto de restauración de las murallas. Año 1964(Autor: Rafael Manzanos Martos)

14 Para el castillo de Marbella, en PÉREZ-MALUMBRES LANDA, A. (2000): “Reflexiones sobre el Patrimonio Arqueológico de Mar-bella”, en I Jornadas de Patrimonio Histórico local de Marbella, Cilniana, Marbella, pp. 52-53. Para Gibralfaro, en sendas informaciones recogidas en el diario Sur, el 14-12-2014 (“Los árboles que no dejan ver Gibralfaro”) y el 19-10-2015 (“Un castillo que no se deja ver”).

Fig. 17. Eliminación de la vegetación parasitaria en la Torrede los Maderos (Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

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Alejandro Pérez-Malumbres Landa La gestión del Patrimonio Histórico desde los Ayuntamientos: el caso de TarifaCONSIDERACIONES ARQUEOLÓGICAS

un calendario de labores de mantenimiento en el Castillo y murallas, ya que ésta ha ser continua.

Entre las actuaciones concretas que hemos llevado a cabo en estos años en el Con-junto Histórico, supervisadas, destacamos:

-Control arqueológico de obras municipales, como la re-novación de pavimentos y servi-cios en calle Colón, calle Pozo o la escalinata de calle Almedina, o la instalación de contenedores soterrados en calle Joaquín Tena Artigas, situada en el entorno del Conjunto Histórico, cuya ubicación hubo de cambiarse ante la posible presencia de la maqbara o necrópolis islámica. Sin embargo, esa zona conocida de antiguo como Huerta del Rey, carece de protección en el planeamiento, siquiera de control arqueológico de movimiento de tierras.

-Realización de un informe sobre el mal estado de la Torre del Miramar, que supuso la consecución de una ayuda económica para su restauración por parte de la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura.

-Informes sobre el estado de la fachada de San Mateo, del templo de Santiago, muralla urbana y gestión de obras de emergencia para consolidar algunos muros del castillo, como la barbacana occidental.

-Informe sobre estado y usos inadecuados de la Cárcel Real de Tarifa.

-Estimación de impacto arqueológico en el proyecto de aparcamiento subterráneo de la Alameda de Tarifa.

Actuaciones recientes enel Castillo de Guzmán el Bueno

Tras mil años de servicio, duran-

te los cuales se han sucedido reformas, adiciones y reparaciones, las últimas realizadas por el ejército con mero criterio utilitario, en el Castillo de Guz-mán el Bueno se han llevado a cabo en los últimos años diversas actuaciones de consolidación, rehabilitación y de restauración a su estado. Su punto de partida fue el hundimiento de la barba-cana sur del castillo (figura 18) en 1991, que precisó la construcción de urgencia de un muro de contención para evitar el colapso de todo el conjunto. Después, trabajó en el castillo e iglesia de Santa María la escuela-taller Europa Sur. Entre 1994-1996, se realizaron las primeras

excavaciones arqueológicas, que yo dirigí, y de restauración arquitectónica bajo la dirección de José María Pérez Alberich, Emilio Rivas y Joseba Eguidazu, demoliéndose muchos de los pabello-nes y edificaciones accesorias contemporáneos y recuperándose la cota original de muchos suelos, documentados en la intervención arqueológica, Recuperamos también la puerta califal oriental (figura 19) y la capilla del castillo. En 2006-2007, se llevaron a cabo excavaciones en el patio orien-tal, bajo la dirección de Juan Álvarez Quintana, localizándose arriates y aljibes del siglo XVI. En 2009, se realizaron sondeos en pabellones de la planta baja, donde se halló un pavimento romano, y un estudio de paramentos, bajo la dirección de Raquel Utrera Burgal y Miguel Ángel Tabales, que han definido con claridad la evolución del edificio. Contando con esos datos, entre los años 2005 y 2014, se llevó cabo, en diversas fases, la reha-bilitación de los pabellones interiores para uso museístico y accesibilidad. El proyecto ejecutado es de los arquitectos José Ignacio Fernández-Pujol

Fig. 18. Derrumbe de la barbacana sur del castillo (Autor: Juan Antonio Patrón Sandoval)

Fig. 19. Vista cenital de los sondeos arqueológicos junto a la Puerta Este del castillo. Año 1994 (Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

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Alejandro Pérez-Malumbres Landa La gestión del Patrimonio Histórico desde los Ayuntamientos: el caso de TarifaCONSIDERACIONES ARQUEOLÓGICAS

Cabrera y Pedro Gurriarán, y no ha estado exento de alguna decisión controvertida, como la demo-lición parcial de la escalera original de los siglos XV y XVI o la cubrición por una galería acristalada de la lacería de ladrillos de sebka que discurría originalmente por la fachada sur de los patios. Las actuaciones han abarcado la sustitución de las cubiertas, refuerzo de forjados de la primera plan-ta, arreglo y reordenación de ventanas (incluida la reapertura de algunas del siglo XVI que habían sido cegadas), nuevas escaleras, ascensor y aseos, nuevas instalaciones de electricidad, fontanería y contra incendios, revestimientos interiores en paredes, suelo y techos, etc. Todas estas actua-ciones estaban encaminadas, como hemos dicho, a la instalación en los pabellones internos de un Centro de Interpretación que, finalmente, se abrió al público en 2015, junto con todo el recinto.

Un Museo para Tarifa

La creación de un Museo en Tarifa es un

largo anhelo. Ya en 1954 el Ayuntamiento, bajo el mandato de Francisco Terán Fernández, tomaba la decisión de constituir un museo, cuya sede se propuso en la Casa Consistorial, que no se hizo efectiva15. Es un militar, Javier Fernández Barberá, por aquel entonces comandante y luego co-ronel, quien, finalmente, en 1980, crea un museo en el recinto militar de la Isla16, dentro de unas fortifica-ciones en desuso, donde realiza una instalación con más voluntad que criterio científico (figura 20). Ade-más de algunos recursos didácticos como fotos o maquetas, contaba con materiales valiosos, como un plano original del castillo de 1852, y sobre todo arqueológicos, como tres vasos a mano procedentes de la primeras excavaciones en la necró-polis de Los Algarbes, donados por Carlos Posac, cerámicas romanas y medievales, al parecer encontradas en obras del castillo o la misma Isla, donde destaca una cabeza negroi-de en piedra, de posible datación fenicia17, o varias ánforas también fenicias y romanas halladas en el

entorno submarino de la Isla, así como otros materiales arqueológicos de diversos enclaves del entorno, en los que al parecer Barberá llevó a cabo actuaciones, carentes de metodología y de las que no conocemos documentación. Por desgracia, como pronto veremos, ignoramos el origen exac-to de la mayoría de los materiales (por no decir ya su contexto arqueológico), e incluso algunos parecen traídos de distintas partes de España por soldados que intentaban agradar al militar. Tan solo contamos con una breve descripción del “Museo Arqueológico de Tarifa”, mecanografiada, donde además de situar las piezas da el origen de algunas18. Una vez este centro fue desmantelado, con los mismos fondos como base más algunas piezas encontradas en obras en el pueblo, se creó, en 1991, el llamado Museo Municipal de Tarifa19, ubicado en el edificio del Pósito, del siglo XVIII, junto al castillo. En este montaje, realizado por el restaurador Carlos Gómez de Avellaneda Sabio, se añadió también una sección de antropología, con interesantes piezas, como aperos de labranza, útiles de pesca y enseres domésticos, cedidas por

15 SEGURA GOZÁLEZ, W. y MUÑOZ RUIZ, J. (eds.) (2016): Crónicas de Tarifa 1950-1954, Al Qantir, 19, Tomo I, p, 39 y Tomo II, pp. 326 y 418-419.

16 PATRÓN SANDOVAL, J. A. (2005): La isla de Tarifa. Una fortaleza en el Parque Natural del Estrecho, Tarifa, p. 138.17 FERNÁNDEZ BARBERÁ, J. (1982): Historia de Tarifa, Torrejón de Ardoz. En la p. 26 aparece una foto sin pie en la que se observa

la pieza a medio excavar. Se supone que apareció dentro de uno de los hipogeos situados en la zona norte de la Isla de Tarifa.18 Desconocemos el autor de la misma. Contamos con una copia facilitada por Manuel Liaño Rivera. Sin embargo, en las fotos

se observan números junto a las piezas, que deben corresponder con otra descripción más extensa.19 GARCÍA ALFONSO, E.; MARTÍNEZ ENAMORADO, V. y MORGADO RODRÍGUEZ, A.: Museos arqueológicos de Andalucía (I) Cádiz,

Córdoba, Huelva y Sevilla, Málaga, Ed. Librería Ágora, 1995, pp. 92-96.

Fig. 20. Vista de una sala del Museo de la Isla (Autor: Sebastián Trujillo Martínez)

Es un militar, Javier Fernández Barberá, por aquel entonces comandante y luego coronel, quien, finalmente, en 1980, crea un museo en el recinto militar de la Isla, dentro de unas fortificaciones

en desuso, donde realiza una instalación con más voluntad que criterio científico

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Alejandro Pérez-Malumbres Landa La gestión del Patrimonio Histórico desde los Ayuntamientos: el caso de TarifaCONSIDERACIONES ARQUEOLÓGICAS

vecinos de Tarifa, así como lápidas conmemorati-vas, de plazas o un escudo de la ciudad en piedra. También, gracias a la incansable labor de Sebastián Trujillo Martínez, guarda del castillo, se han ido recopilando en todos estos años restos arqueoló-gicos y materiales cons-tructivos procedentes de diversas obras rea-lizadas —sin control arqueológico— en el castillo o el Conjunto Histórico, entre las que destacamos los prove-nientes del Miramar, como son unas urnas funerarias romanas en piedra.

Por desgracia, esta instalación tam-poco tuvo continuidad y fue desmontada en 1993 por orden municipal para dejar espacio al archivo administrativo del Ayuntamiento. En 1996, una moción de la concejala Nieves García Benito solicitaba su reapertura, algo que también perso-nalmente solicitamos en varios casos, apoyados por proyectos. Desde entonces, los fondos muni-cipales han ido pasando por distintos almacenes, como el mismo castillo, la iglesia de Santa María o últimamente el Mercado Municipal, siempre sin unas condiciones adecuadas de conservación. Por el camino, los materiales se han ido deteriorando: varias cerámicas, especialmente ánforas, que en su momento fueron reconstruidas con materiales in-adecuados y después movidas una y otra vez, se han despegado; los útiles de madera sufren el ataque de xilófagos y los metálicos están oxidados. Además, distintos elementos etnológicos han sido usados como atrezzo en actividades para los que no son apropiados, resultando dañados. Algunas piezas incluso han desaparecido a lo largo de estos años.

Durante unos años, una sala del Castillo de Guzmán el Bueno albergó una exposición perma-nente, dedicada a la historia del monumento y a la del héroe que le da nombre, conformada por imágenes y textos enmarcados y algunas repro-ducciones de armas. Su autor fue el investigador Wenceslao Segura González.

Por otro lado, en 1992, se iniciaron dentro del Ejército las gestiones para instalar en la Isla de Las Palomas el denominado Museo de Artillería de Costa, como una extensión del Museo del Ejército de Sevilla. Tampoco esta iniciativa ha culminado

con éxito.En los periodos

en que he estado tra-bajando en Tarifa he ido desarrollando el proyecto de un plan museográfico de los futuros contenidos del Castillo de Guzmán el Bueno, complemento imprescindible de la oferta cultural del mu-nicipio. Para ello, lo primero sería conocer la composición de los fondos de la colección

fundacional del mismo. Hasta donde sabemos, el Ayuntamiento no dispone de un inventario detallado de los mismos, aunque al parecer debió existir, ya que algunas bolsas cuentan con eti-quetas con una serie de claves numéricas y letras (figura 21), pero ninguna pieza arqueológica esta-ba signada. Contamos con un somero inventario de los materiales etnográficos, realizados por Sebastián Trujillo.

En este tiempo hemos trabajado en la or-ganización e inventario de los materiales arqueo-lógicos de los fondos municipales (cambiando el embalaje, el etiquetado y clasificando y signando algunas piezas, así como fotografiado y dibujado algunas). Además de ser necesario para la conser-vación y estudio de los mismos, la realización del inventario es necesaria para la constitución legal del ente museístico.

En relación con los contenidos actuales del Castillo de Guzmán el Bueno, desde mi in-corporación el año 2009, un objetivo primordial fue el control de la creación del —por entonces proyectado— Museo de las Migraciones, que contaba con un nutrido presupuesto. Finalmente, ha terminado como Centro de interpretación del Castillo de Guzmán el Bueno, Con anterioridad a su apertura, realizamos un “Avance para el Plan Museológico para una Colección Museográfica Municipal en el Castillo de Guzmán el Bueno”, con piezas originales procedentes del municipio y mantuvimos negociaciones respecto a la misma con el Museo Provincial. Sin embargo, la respuesta de Expociencia, empresa por entonces adjudica-taria de la musealización, fue nula.

El contrato con esa empresa fue resuelto posteriormente y adjudicado a otra nueva, DYP-SA. Finalmente, el Centro de Interpretación fue abierto en 2015, después de años de supuesta gestación, con unos contenidos generalistas so-

Fig. 21. Bolsa del Museo con etiquetas con referencias(Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

En 1992, se iniciaron dentro del Ejército las gestiones para instalar en la Isla de Las Palomas el denominado

Museo de Artillería de Costa, como una extensión del Museo del Ejército de Sevilla. Tampoco esta iniciativa ha

culminado con éxito

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Alejandro Pérez-Malumbres Landa La gestión del Patrimonio Histórico desde los Ayuntamientos: el caso de TarifaCONSIDERACIONES ARQUEOLÓGICAS

bre la Edad Media. El montaje fue encargado en último momento al arquitecto Pedro Gurriarán y al restaurador Carlos Núñez. Estos profesionales a última hora intentaron completar el discurso con contenidos específicos sobre Tarifa. Para ello, recabaron información, textos, imágenes o selección de piezas a distintos investigadores que hemos trabajado en la zona, entre los cuales me encuentro. Se incorporaron nuevos materiales, de los que destacamos una fíbula, pulseras y anzuelos en bronce de época ibero-fenicia procedentes de antiguas excavaciones en Los Algarbes, que nos fueron confiadas por Carlos Posac Mon, así como azulejos de arista provenientes del castillo. Núñez, junto con Blanca García Vegara, también consolidaron y limpiaron algunas piezas.

En este periodo yo no trabajaba para el Ayuntamiento. Al incorporarme de nuevo en 2016 realicé un informe sobre diversas incidencias, errores y carencias en el planteamiento y la eje-cución. A partir del mismo, se han sucedido las reuniones y conversaciones tanto con el IEDT de la Diputación de Cádiz, promotor de los trabajos, como con la empresa responsable de la ejecución de los mismos. Se han solucionado algunos aspec-tos y continuamos con este proceso. Actualmente, trabajamos en la mejora de la museografía exis-tente, con la redacción y búsqueda de contenidos, escritos e imágenes, tanto para la corrección de algunos paneles como para la sustitución comple-ta de otros o incluso la adición de otros nuevos. Hemos aportado ya a las salas diversos materiales pertenecientes a la colección municipal, tanto arqueológicos, como etnológicos y piezas de arte. He realizado una selección de materiales de menor tamaño, tanto arqueológicos como etnoló-gicos (siempre de los fondos municipales, no de excavaciones recientes), para implementar una nueva museografía en las vitrinas existentes. Éste es un trabajo lento y minucioso en el que hay que limpiar y consolidar algunas piezas, inventariarlas, estudiarlas y describirlas para las cartelas, realizar la traducción al inglés de paneles y cartelas, que luego son revisados por profesionales, diseñarlas, estudiar su colocación, etc.

Paralelamente, estamos trabajando en la redacción de un Plan Museológico completa-mente nuevo y más ambicioso para el castillo, ya contando con los materiales de las excavaciones arqueológicas recientes. El fin último es que el centro pueda ser integrado en el Registro Andaluz de Museos y Colecciones Museográficas, optando por esa segunda figura legal que permitiría su constitución con menos requisitos. Para ello, se precisa no sólo una sala de exposición, sino también un almacén y un taller de restauración, así como técnicos acreditados para el desempe-

ño de su cargo. Sin ello, no podrán quedarse o volver a Tarifa los materiales que se han recupe-rado en excavaciones arqueológicas o lo sean en el futuro, según la vigente Ley de Patrimonio Histórico y Museos y Colecciones Museográficas de Andalucía20.

Ya con motivo del fallido proyecto de mu-seo de 1954 se decía: “Existen piezas dispersas, que serán recogidas y dotadas de una unidad precisa para su comprensión. Los particulares po-seen documentos que están dispuestos a entregar para una entidad de esta índole”21. Actualmente, animados por la perspectiva de una institución museística en su ciudad, varios ciudadanos quie-ren donar diversos materiales arqueológicos, para lo cual estamos gestionando la documentación necesaria.

Por otro lado, ante la ausencia de un taller de restauración propio, hemos colaborado en la gestión en estos años de la restauración de diver-sos materiales arqueológicos con la Fundación Municipal José Luis Cano de Algeciras y con el Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia.

También en relación con el Castillo de Guzmán el Bueno, tras su apertura al público en 1997, tras una restauración, redactamos un folleto con textos bilingües español e inglés, que

20 Ley 8/2007, de 5 de octubre, BOJA n.º 205, de 18 de octubre de 2007.21 SEGURA GOZÁLEZ, W. y MUÑOZ RUIZ, J. (eds.): Crónicas de Tarifa, op. cit., tomo II, pp. 418-419.

Fig. 22. Foto del Centro de Interpretación del Castillo de Guzmán el Bueno (Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

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ha conocido varias ediciones y cambios, y tradu-cido a otros idiomas. En él incluimos un plano con nuestras apreciaciones sobre la evolución del monumento, que ha sido usado por diversos autores como referencia, no siempre explícita. Este material didáctico e interpretativo se ha completado después con una serie de paneles situados en diversos puntos.

Además de los contenidos expositivos, actualmente nos hayamos inmersos en otros proyectos de mejora en las instalaciones del ci-tado monumento, como son la instalación de un sistema de iluminación permanente para las visitas nocturnas y para realzar la contemplación del mo-numento desde el exterior por la noche, mejoras en materia de protección y seguridad de visitantes (se propone instalar una serie de barandillas en los adarves de los muros, así como pasamanos en escaleras o regularizar el peldañeado de otra), terminar la redacción del Plan de autoprotección (en colaboración con la Oficina Técnica y el Servi-cio de Prevención de Riesgos Laborales) donde se trabaja entre otros puntos en el Plan de Evacua-ción, u otras intervenciones destinadas a evitar el deterioro de la construcción y mejorar la imagen del entorno del castillo y su entorno.

Pero la principal tarea en el Castillo y murallas es, sin duda alguna, la gestión del día a día, en la que participamos junto con el equipo de profesionales del Turismo y la Historia que llevan a cabo la atención a los visitantes, el per-sonal adscrito a la limpieza y mantenimiento del mismo y cuando es necesario (y posible) con los

servicios de jardineros, electricistas, carpinteros, albañilería de las áreas de Jardines y de Obras del Ayuntamiento.

Otras tareas de difusión

Conscientes de que existe una demanda

ciudadana de conocer los avances de la investiga-ción, en el año 2014 publicamos con el Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento la Guía de Patrimonio Histórico y Natural de Tarifa, junto con el oceanólogo Ezequiel Andréu Cazalla, quien se ha ocupado de la parte de naturaleza (figura 23).

También hemos organizado conferencias como el “Ciclo Encuentros de Arqueología e Histo-ria 2010. Homenaje a Lothar Bergmann” o colabora-do en el “Homenaje a Guzmán el Bueno”, o la ges-tión de invitación y moderación dentro del “Ciclo de Conferencias Historia, Arte y Conservación, 2ª Jornada: Conservación y Restauración”, organizadas por la Delegación Municipal de Cultura, o con mo-tivo de la celebración en el castillo de la Exposición itinerante “Un mar de conservas. Del garum de Baelo Claudia a la melva de Tarifa”, organizada por el Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia, Museo de Cádiz y Amigos de los Museos de Tarifa. En ellas, han intervenido destacados investigadores de las Universidades de Málaga, Cádiz, Granada y Sevilla, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas o del Centro Andaluz de Arqueología Subacuática, así como otros profesionales libres.

Como arqueólogo municipal de Tarifa, he impartido diversas conferencias con el fin de

Fig. 23. Plano de la Ruta de las murallas, dentro de la Guía de Patrimonio Histórico y Natural de Tarifa(Autores: Alejandro Pérez-Malumbres Landa y Juan Luis Pérez Blanco)

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difundir el patrimonio histórico tarifeño y los trabajos que se realizan sobre el mismo, dentro del citado Homenaje a Lothar Bergmann, las V Jornadas del Parque Natural del Estrecho (en la misma Tarifa), el ciclo Aula Abierta de la Fundación Municipal de Cultura de Algeciras, las Jornadas Técnicas Internacionales Castillos y Ciudades Amuralladas en el Estrecho de Gibraltar (siglos X.XV), celebradas ambas en Algeciras en 2011, o la misma charla dentro de las VII Jornadas de Patrimonio organizadas por Cilniana en Marbella, que es el origen de este artículo.

También hemos efectuado visitas al castillo para diversos colectivos grupos escolares de la localidad o los núcleos rurales, adultos y asocia-ciones de vecinos, así como charlas en colegios, o colaborado con los módulos de Monitor de sendas de la naturaleza de la escuela taller “El Estrecho” y el de Agente de desarrollo turístico del taller de empleo “Viento de Levante” o actualmente con el mismo personal adscrito al castillo.

Dentro de la labor de difusión, hemos realizado visitas al Conjunto Histórico y el castillo guiando a diversos medios de comunicación, na-cionales e internacionales (TV japonesa BS TBS, la TV pública alemana GDR, o medios escritos como El País o la revista danesa Solkysten).

Por último, en colaboración con Radio Televisión Tarifa, realizamos desde el año 2016 el programa divulgativo “Visita guiada a...”, a veces personalmente y otras con invitados, destinado a dar a conocer nuestro Patrimonio Histórico a la ciudadanía, en una serie que por ahora cuenta de diez programas.

Excavaciones arqueológicas

¿Entonces, este arqueólogo cuándo exca-

va? Hay que entender la arqueología como algo más amplio al mero de hecho de la excavación, quizás lo más gratificante para el profesional, pero también lo más costoso y lo que más res-ponsabilidad acarrea. Además, si no se cuenta con financiación suficiente para su posterior consolidación y cuidado, los yacimientos arqueo-lógicos como mejor se conservan son enterrados. Solo si hay un proyecto de investigación serio y viable, o una razón de fuerza mayor como una obra o erosión que los vaya a afectar, debemos excavarlos.

En Tarifa, además del control arqueológico de obras municipales ya citado o el control del desmonte de rellenos en las obras en la Torre del Miramar cuando se iniciaron en diciembre de 2010, ya citados (figura 24 a y b), hemos realizado actuaciones como la delimitación y propuesta de protección e integración del Búnker 383 (nido de ametralladoras) en Albacerrado, que se encuentra en el ámbito previsto para el proyecto de cons-trucción (finalmente no llevado a cabo) de una

zona deportiva, el cual fue limpiado y del que se realizó una planimetría.

Pero la más interesante de las actuaciones que he dirigido en estos últimos años como ar-queólogo municipal ha sido sin duda el estudio arqueológico de la antigua iglesia de Santa María, previamente y durante su restauración por parte del arquitecto José Ignacio Fernández-Pujol, entre los años 2010 y 2011. En la intervención arqueológica, sufragada íntegramente por el Ayuntamiento, hemos documentado una secuen-cia de ocupación desde el Bronce Tardío, varios

Fig. 24. Torre del Miramar antes y despuésde la eliminación de los rellenos de su base

(Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

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muros romanos asociados a pavimentos con una cronología tardorrepublicana, restos murarios de un edificio anterior a la iglesia que puede pertenecer a una mezquita, confirmado la cons-trucción del templo cristiano en dos fases, con sus enterramientos asociados. Algunos de los muros y suelos romanos documentados han sido integra-dos para su visita en su nuevo uso como sala de usos múltiples, para lo que hemos realizado una serie de paneles explicativos, siguiendo el modelo ya implementado en el castillo (figura 25). En un futuro esperamos que albergue la obra del artista tarifeño Guillermo Pérez Villalta.

Conclusiones. Un futuro para el pasado

En resumen, creemos que en los últimos

años se ha trabajado mucho en el rico PH tarife-ño, pero la labor desgraciadamente no ha tenido continuidad, de modo que ha faltado coordinación y supervisión en años cruciales para el futuro del Conjunto Histórico, con la implantación el PEPRICH y la creación del centro de interpretación en el Castillo de Guzmán el Bueno, que podría haber servido para alcanzar el anhelado objetivo de la creación de un Museo Municipal. Pero Tarifa sin duda ha dado pasos hacia adelante. Sobre las bases ya establecidas, se debe seguir apostando de forma clara por la investigación, conservación y difusión, como motor del desarrollo local, facilitando mayo-res medios para la consecución de estos objetivos.

Todo ello conlleva, como hemos visto, una problemática muy amplia, que no se limita al campo que tradicionalmente se entiende por la Arqueología, que muchos no conciben más que como la investigación por debajo de la cota actual de las calles, sino que ha supuesto abarcar una serie de funciones mucho más amplia que en algunos municipios se denomina técnico de Patrimonio Histórico.

Todas las actuaciones entendemos que de-ben de tener una contrapartida social, entendidas

tanto como retorno para los ciudadanos de Tarifa como una oferta para nuestros visitantes, que lle-guen incluso atraídos por estos valores. Contamos ya con una oferta consolidada y gestionada por profesionales del Turismo y el Patrimonio en el Castillo de Guzmán el Bueno. Desde que éste abrió totalmente en el año 2015, la cifra de visitantes no para de crecer. Para realizar una comparación ajus-tada, diremos que un mismo periodo (de enero a septiembre) éstos fueron 35.396 en el año 2016 y 55.466 en el año 2017, de 109 nacionalidades dis-tintas. Evidentemente, para todo esto hace falta un personal formado y ofrecer una estabilidad al mismo, tanto para los técnicos que participan en su estudio y restauración, como para una cuadrilla de mantenimiento propia (que permita que tareas tales como la limpieza de vegetación o reparacio-nes puntuales se puedan hacer de un modo rápido y eficaz), como para los profesionales encargados de enseñarlos a los visitantes. La creciente cifra de visitantes del castillo desde que cuenta con una gestión profesional, con la recaudación que ello genera, es una muestra de la viabilidad de este planteamiento, ya no solo por estar cercana a su autofinanciación, sino por la repercusión econó-mica sobre la hostelería que supone esta oferta en un municipio que debe luchar por ampliar la estacionalidad de sus visitantes.

Una vez que se vayan incorporando otros hitos, como son el tramo NE del adarve de la muralla en calle Calzadilla de Téllez, la antigua iglesia de Santiago, el cerro de Santa Catalina y la Isla, junto con otros bienes, como el legado de Guillermo Pérez Villalta, será el momento de afrontar nuevos retos, esperemos que pronto. En primer lugar, su restauración, dado el preocupante estado en que se hallan muchos elementos de los conjuntos citados, así como la concepción de sus contenidos expositivos e interpretativos, su pos-terior mantenimiento y la gestión de las visitas. La oferta será lo suficientemente variada como para atraer visitantes no solo de un día. El castillo y su museo deben ser la “nave nodriza” que centralice la oferta, donde el visitante pueda informarse y adquirir también un bono en el que tenga la opción de añadir la visita otros monumentos o yacimien-tos, a su elección. El horario de algunos de ellos, como Los Algarbes o la visita a los adarves, puede ser limitado (mañana o tarde), de modo que con menos personal se puedan abrir todos.

La oferta de los monumentos y el necesario museo debe complementarse con actividades como charlas y exposiciones para atraer a los ciudadanos de Tarifa, talleres para escolares y adultos, etc.

En suma, Tarifa debe cuidar el paisaje cul-tural único, que supone su gran atractivo, y per-petuarlo tanto para el bienestar de los residentes como para los muchos visitantes que llegan a esta tierra atraídos por él. n

Fig. 25. Estructuras romanas integradas para su contemplación en la antigua iglesia de Santa María (Autor: Alejandro Pérez-Malumbres Landa)

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reflexiones sobre el origende marbella y el espeCial

aparejo de su Castillo

RESUMENEste artículo contiene una recopilación de las actividades arqueológicas con resultados positivos para época preislámica, y reflexiones sobre el origen de Marbella. Un estudio de la forma en planta de las fortalezas bizantinas del norte de África para la comparación con la forma del castillo de Marbella. Y una búsqueda de referentes del aparejo de sillares que da forma a la base al castillo de Marbella, proponiendo dos posibles dataciones para su construcción, la turco-helenístico y la bizantina.

PALABRAS CLAVEOrigen preislámico de Marbella, fortalezas bizantinas, aparejo de sillares turco-helenístico y bizantino, castillo de Marbella, Mesopotamenoi.

ABSTRACTThis article contains a compilation of archaeological activities with positive results for the pre-Islamic period, and reflections on the origin of Marbella. A study of the shape in plan of the Byzantine fortresses of North Africa for comparison with the shape of the castle of Marbella. And a search for references of the ashlar rigging that forms the base of the castle of Marbella, proposing two possible dates for its construction, the Turkish-Hellenistic and the Byzantine.

KEY WORDSPre-Islamic origin of Marbella, Byzantine fortresses, Turkish-Hellenistic and Byzantine ashlar rigging, Marbella castle, Mesopotamenoi.

INTRODUCCIÓN

Se ha hablado mucho, estos últimos me-ses, sobre un posible origen romano del castillo de Marbella. Y, sin duda, el casti-

llo tuvo una importancia relevante en la historia de la ciudad; durante siglos fue el centro neurál-gico, creciendo la población a su alrededor. Pero no tiene por qué ser necesariamente el origen, su primer asentamiento. Conocemos algunas evi-dencias, que nos pueden hacer pensar que hubo un poblamiento previo a época romana. Y como veremos en este estudio, posiblemente tampoco sea la romana la fecha fundacional del castillo.

De esta última, gracias a las recientes evi-dencias descubiertas situadas en la plaza de los Naranjos, sí podemos afirmar que existió. Toda-vía no sabemos ciertamente qué tipo, pero se sabe con seguridad que hubo un asentamiento

desde época republicana en lo que es hoy el cas-co antiguo de la ciudad.

Posiblemente, esa población continuó ac-tiva en época tardorromana —aunque tampoco se conoce qué tipo o la importancia de ella— y bizantina, de especial interés, al poder pertene-cer a ésta la obra que recorre y configura la base del castillo tal y como lo conocemos hoy en día. De cualquier manera, bizantino o no, aún está por desvelar. Ese especial aparejo de sillares es el fundacional del castillo, su origen. No el origen de Marbella, pero sí el de su castillo.

La época islámica en Marbella es bien co-nocida por todos; ha sido estudiada en profun-didad por múltiples historiadores y especialistas en el conocimiento de esa etapa histórica. Hasta hace muy poco, existía un consenso generaliza-do en virtud del cual la construcción original del castillo era adscrita a época califal, negándose la

danieL Moreno Fernández

DOSSIER

los contornos de mArbellA. sus murAllAs

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existencia de una ocupación anterior al no apa-recer nombrada la ciudad en documentos de los inicios del islam en la zona. Sin embargo, en el Plan Director de 2010 sí se apunta a que la fábrica de sillares inicial pudo pertenecer a época emiral, y también señala algunos sillares en la base con posible origen romano. En el último trabajo reali-zado en el castillo, el estudio de los paramentos de 2015, otorga un origen del castillo para época romano republicana, con un uso posterior conti-nuado de la fortaleza en todas las etapas históri-cas hasta prácticamente nuestros días.

En este estudio hago una compilación de datos arqueológicos con el fin de desarrollar las distintas posibilidades basándome en las pruebas existentes, y que sirva como complemento o he-rramienta para futuros descubrimientos, en un sentido amplio de la historia, es decir, abierto y sin dogmas. La primera parte consta de una re-copilación y análisis por etapas de los hallazgos arqueológicos en el casco antiguo de Marbella, comenzando por los correspondientes a la etapa prerromana, que, aunque escasos, abren futuras vías de investigación sobre una población para esta época. Seguido de los más numerosos descu-brimientos para el periodo romano, tanto republi-canos como de época imperial. Algunos, también escasos, de la etapa tardorromana. Para finalizar con la época bizantina, de la cual no tenemos to-davía constancia material de su presencia en el casco antiguo de Marbella, cuestión que complica la adscripción de la fábrica de sillares de la base

del castillo a esta etapa histórica. A continuación, hago una recopilación de fortalezas bizantinas del norte de África, en un intento de encontrar similitudes en la forma de su planta con el castillo de Marbella. Para finalizar con un ejercicio visual, una búsqueda de referentes positivos al aparejo de la base del castillo. Esta búsqueda comienza en el norte de África, para continuar en Turquía y Grecia. Y, como podremos comprobar, es una secuencia de hiladas y sillares muy especial, in-édita en España, poco usada por los bizantinos en el norte de África, y muy repetida y visible en

la Turquía helenística, con algunos posibles referen-tes en la Grecia clásica.

Como me suele comentar un gran amigo, son todavía solo algunas teselas de un mosaico in-completo. Marbella ha ca-recido de intervenciones arqueológicas con el fin de realizar estudios siste-máticos sobre su historia y patrimonio. Tan solo des-de el 2012 comenzaron una serie de actuaciones en el castillo de las que han surgido nuevas teorías para su origen y también obviamente nuevas dudas. Estas intervenciones, bajo mi punto de vista total-mente positivas, dan vida al monumento, no solo se contempla, sino que se analiza y estudia, creando también a su vez un ma-yor interés del ciudadano sobre su patrimonio.

En 2015 formé parte del equipo de in-vestigación en el estudio de los paramentos del castillo de Marbella de forma voluntaria y total-mente gratuita, asistiendo durante la ejecución de los trabajos de campo llevados a cabo. Tam-bién participé en las excavaciones realizadas en 2012 y 2014 en la explanada del castillo anexa al colegio, como parte del equipo de investigación, dibujante de campo y auxiliar de campo. Y ahora aprovecho este escrito para intentar aportar mi humilde grano de arena, expresando las ideas y teorías que las experiencias de estos últimos años me han generado sobre el origen de mi ciu-dad, Marbella.

1.- PRERROMANO

Prerromano es un periodo de tiempo de-masiado amplio que incluye varias etapas histó-ricas y, por lo tanto, ajustarse a él conlleva una

Fig. 1. Para una mejor comprensión del documento, adjunto imagen obtenida de la animación 3D “Marbella en el siglo XVIII”, con una representación del castillo según los planos realizados en ese siglo, donde

se nombran las principales partes de la fortaleza. Las medidas y ángulos representados en los planos de Simancas difieren de las reales, pero nos permiten ver una imagen completa de la estructura del castillo libre de obstáculos visuales y viviendas adosadas. La animación 3D completa la pueden ver en Youtube, o en mi

página de Facebook, Oecus Daniel Moreno.

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gran imprecisión. El problema viene de la esca-sez y lo puntual de los restos encontrados para estas etapas, lo que me ha llevado a agruparlos en un solo apartado. La mayor parte de los restos fenicios encontrados en Marbella están situados en la zona oriental del municipio, en concreto en la desembocadura del río Real y la zona de los Monteros, y por lo tanto quedan fuera del ámbi-to de este estudio, que se ciñe al casco antiguo de la ciudad.

Cuanto más lejano en el tiempo, más difícil es encontrar evidencias, y más teniendo en cuenta que la potencia de la mayoría de las intervenciones arqueológicas que se han reali-zado siempre ha sido muy escasa. A muy pocos metros, centímetros en la mayoría de los casos, se ha llegado al nivel geológico. Las diferentes edificaciones levantadas posteriormente arrasan con las existentes, o en algunos casos se apoya-ban sobre su cimentación cuando su estado lo permitía o les fuera útil. Pero en ningún caso se ha encontrado una estratigrafía completa que permita ofrecer un relato continuo sobre las dis-tintas ocupaciones en la zona; las encontradas siempre han sido parciales, limitadas por su es-casa profundidad y la afección de las más mo-dernas estructuras sobre otras más antiguas que impedían su datación.

Sí se han encontrado diversos restos ce-rámicos, tanto dentro como fuera del actual re-cinto del castillo, que nos pueden hacer pensar que existió un poblamiento previo a la ocupa-ción romana. Por ejemplo, en la Intervención Arqueológica de Urgencia en el Castillo de Mar-bella, realizada por Sebastián Fernández, Anto-nio Soto, Pedro Sánchez, y Alberto Cumpián, en 1998 (Fernández, 1998), encontraron cerámicas a torno lento y un borde de ánfora de saco da-tada a finales del siglo VI a.C. Y en la conclusión del informe expresan que: “estos restos avalan la existencia de una ocupación humana, próxima al área del castillo, desde al menos una época protohistórica, hasta momentos bajo imperia-les”. No entiendo bien por qué hablan de un área próxima al castillo y por qué no dentro del mis-mo, donde se encontraron.

Otros restos son los hallados y recogidos por Juan Miguel Cervera Añón (Cervera, 2009) en un contenedor de las obras que se realizaron en una parcela anexa al sur de la iglesia de la En-carnación. Estos restos, aunque no incluidos en el estudio cerámico, y tan solo hace mención de ellos, estarían datados entre los siglos IV al II a.C. (el estudio comienza con las cerámicas romanas republicana, siglo II a.C. Hablaremos de ellas más adelante).

También fuera del recinto del castillo, en la Intervención Arqueológica de Urgencia en ca-lle Gloria 5, 7, esquina con calle Álamos, realiza-da por Alhambra Gallway, en 2003, se encontra-

ron restos cerámicos datados entre los siglos III al I a.C.

Todos estos restos, dentro y fuera del cas-tillo, son indicios que parecen avalar la existencia de un asentamiento prerromano en la zona. Y, efectivamente, no solo pudo estar ocupada la par-te más elevada del casco antiguo que correspon-de a la ubicación del castillo, sino que también pudo extenderse por la ladera oeste y sur, hasta posiblemente el cauce del río Huelo, que haría las veces de foso natural, y límite del poblamiento.

La geografía de la zona, un punto elevado con una cota de 35 m n.s.m., cercano al mar, a unos 450 m de distancia, junto a la desemboca-dura de un río, son características comunes en los asentamientos ibero-púnicos que abundan en nuestra costa. La Era en Benalmádena, Cerro del Castillo en Fuengirola, la desembocadura del río Real al este de Marbella, Cerro Colorado en Benahavís, Cerro del Águila en Estepona y algu-nos más son claros ejemplos de la predisposición a ubicar sus asentamientos en lugares con estas características comunes. Pero es que, además, Marbella posee la característica especial que pro-porciona el trazado del río Huelo, que, viniendo desde el noroeste, pasando al oeste paralelo a la calle Huerta Chica, y hasta desembocar en el arroyo de la Represa, cierra la zona en forma de “Y”, dejando al descubierto tan solo algo más de 200 m en su zona norte, lo que actualmente se corresponde a las calles Portada, Chorrón y más o menos la mitad de la calle Peral, lo cual, con un reforzamiento de las defensas en ese flanco, proporcionaría un refugio fácil, casi natural, a los habitantes de la zona.

En la I.A.U. (Fernández, 1998) se encon-traron en la cimentación del faldón sur del cas-tillo, perteneciente a la plaza de la Iglesia, una decena de sillares almohadillados, colocados en dos hiladas, los cuales en el reciente estudio de los paramentos del castillo realizado por las empresas Yamur y Arqueosur, reflejado en el mo-nográfico de la revista U.E.-0 nº 2, son adscritos por su tipología a época romano republicana, sin tener en cuenta el resto de posibilidades, como puede ser en este caso la púnica. Aunque hablaré más extensamente de estos sillares en el siguien-te apartado, tan solo quiero decir que es igual de arriesgada su adscripción a época púnica que

Se han encontrado diversos restos cerámicos, tanto dentro como fuera

del actual recinto del castillo, que nos pueden hacer pensar que existió un poblamiento previo a la ocupación

romana

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a romana teniendo solo en cuenta su tipología, sin una estratigrafía que lo apoye, ya que esa pe-culiar forma de almohadillado en los sillares es también usada por los cartagineses en España1.

También conviene apuntar, aunque habla-ré de este tema en los apartados finales de este escrito, donde hago una búsqueda de referentes del especial aparejo en la base del castillo, la posibilidad de que, por la gran similitud en las secuencias de sillares e hiladas, esta base tenga una procedencia de la Grecia clásica o de la Tur-quía helenística, o, lo que es lo mismo, datadas entre los siglos V-II a.C.

2.- ROMANO

2.1.- ÉPOCA REPUBLICANA

Es en estos momentos, en el contexto de las guerras púnicas, cuando más se puede justi-ficar la creación de una fortaleza romana en la zona. Roma expulsa a los cartagineses de Hispa-nia, la ocupa, explota y romaniza con la intención de que no vuelvan a resurgir intentos como el de Aníbal. Durante estos siglos, son numerosas las intervenciones militares para apaciguar y some-ter a los diferentes pueblos de Hispania. Roma se impuso militarmente en un continuo intento de dominar lo que posteriormente se convirtió en una provincia más de la república.

En cuanto a fortalezas romanas en la zona, se habla de la posibilidad de que existiera una en Campanillas (Málaga), pero se encuentra total-mente destruida. Tan solo se pudieron constatar

(Malax-Echevarría, 1969) muros, con un ancho máximo de 1.45 m, y dos puertas. En Mollina (Málaga) se encuentra El castillo de Santillán. Un quadrabugium con unas medidas aproximadas de

30 x 30 m, con una torre cuadrada en cada uno de sus cuatro vérti-ces, aunque su construcción es datada en el siglo III d.C., sobre una villae rústica; por lo que no tenemos referentes de castillos en la zona para esta etapa histórica.

Entre los restos encontra-dos en el casco antiguo de Mar-bella tenemos los sillares almo-hadillados en la cimentación de la muralla de la plaza de la Iglesia (Fernández, 1998). Ocultos en las primeras dos hiladas del para-mento bajo el nivel de calle, junto a la cara este de la torre Blanca, encontraron una serie de sillares almohadillados con las aristas “en general bien escuadradas”. Según el informe de la intervención, no se cree que ese fuera el sitio origi-nal para el que fueron construidos esos sillares, sino que se habla de

la posibilidad de que fueran sillares reutilizados procedentes de construcciones romanas situa-das en el entorno. Actualmente, en el estudio de los paramentos realizado por Gurriarán-Sánchez, se indica que sí, que son romanos, y que se en-cuentran en su ubicación original. Cuestión que me parece, como poco, complicada de afirmar a través de fotos casi veinte años después de su descubrimiento.

La intervención en el testero sur (plaza de la Iglesia) no pudo datar la fundación del casti-llo, ya que el relleno que colmataba la cimenta-ción del lienzo no aportó material arqueológico. Esta cimentación, a lo largo del testero sur, no es continua, emplea diferentes soluciones para la misma, no usa una sola forma constructiva. En algunos casos, encuentran, según la descripción dada en el informe, sillares con mampuestos pequeños no careados en las juntas a modo de calzos; sillares más pequeños con mampostería en su enlace con la muralla; otros sin zapata en donde los sillares están dispuestos directamen-te sobre el terreno. La cimentación bajo estos sillares almohadillados, de unos 30 cm de pro-fundidad, está formada por piedras irregulares, retocadas rudimentariamente, con recalces en las juntas, tal y como describen en la Revista UE-0 nº 2. Cimentaciones todas ellas, que no parecen nada típicas de época romana, las cuales, según J.P. Adam en su libro “La construcción romana.

1 Vid. Manuel BENDALA y Juan BLÁNQUEZ: “Arquitectura militar púnico-helenística en Hispania”, CuPAUAM, 28-29, 2002-2003, pp. 145-158.

Fig. 2. Situación en el callejero de las actuaciones mencionadas en este apartado.

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Materiales y técnicas”, en el apartado sobre la cimentación (pp. 115 y 116), estas eran cuidadas igual o más que las partes vistas, sin escatimar en la profundidad hasta llegar al solidum e inclu-so más abajo dependiendo de la importancia de la obra. Y llegando a la roca base, esta era tallada para recibir las primeras hiladas. E incluso, cuan-do el suelo lo permitía, la cimentación de mam-postería la realizaban con encofrado de tablas pegadas a las paredes de la zanja excavada, que-dando un macizo de basamento perfectamente alineado, que dejaba incluso las marcas hori-zontales de las hiladas. Es difícil imaginar que en una obra romana, “de un muro monumental de excelente factura, construido con piezas de sillería cuidadosamente labradas a escuadra, en-sambladas a hueso en un aparejo isódomo per-fecto”, tal y como lo describen en el estudio de los paramentos (Revista UE -0 nº 2), se emplee una base tan rústica, con tan poca profundidad, y que incluso usa recalces en las juntas. El proble-ma es que tan solo tenemos sus descripciones, y como documento gráfico una foto en blanco y negro. La ausencia de representación gráfica de los perfiles de la cimentación impide su poste-rior estudio.

Esa disparidad en la forma de resolver la base que sustenta la muralla, y la rusticidad empleada, nos hace pensar en la posibilidad de que algunas de ellas puedan pertenecer a repa-raciones de distintas épocas, o también, y más posiblemente pertenezcan a la cimentación de una obra rápida, con material de acarreo, tal y como suele ser habitual en la obra que ocupa las primeras hiladas de sillares de esta muralla situa-da en la plaza de la Iglesia, y que veremos más adelante, posiblemente de época bizantina.

En el estudio paramental, reflejado en un monográfico de la revista UE-0 nº 2, hablando de estos sillares almohadi-llados, terminan dicien-do que: “Desde un punto de vista cronológico tan solo podemos recurrir a la comparación de estos restos con algunos pro-totipos arquitectónicos que remiten a momen-tos del cambio de era, destacando su uso en la arquitectura del periodo romano republicano”. Y hacen referencia al estu-dio de José Ángel Asensio Esteban “El gran aparejo de piedra en la arquitectura romano republicana de la provincia Hispania Citerior: el opus siliceum y el opus quadratum”. Pues bien, en la introduc-ción de este estudio, por el que ellos mismos

avalan la datación de los sillares a época repu-blicana, se habla de la gran problemática que existe a la hora de una datación cronológica de las diferentes tipologías de la obra antigua sin datos estratigráficos. Y en concreto los mayo-res problemas que tiene el opus quadratum, ya que su uso es muy amplio, desde en ciudades con origen prerromano, griego o púnico (deta-lla numerosos casos de ellos), hasta la República Tardía y el Imperio. Textualmente, y también en el mismo estudio de Asensio, citando a P. Gros (Architettura e societá nell’Italia romana, Roma, 1987, p. 180), se afirma: “En lo que respecta a la cronología, el estudio de la arquitectura en general, y mucho más de época antigua, resulta en ocasiones muy complicado establecer perio-dos o fases claras en la evolución de los esti-los o de las técnicas constructivas. La República Tardía no es, en este sentido, una excepción, ya que frecuentemente encontramos métodos de trabajo, tipos de decoración o sistemas de cons-trucción que perduran durante siglos sin apenas cambios o que vuelven a estar en vigor décadas después de haber sido introducidos por prime-ra vez en la tradición arquitectónica romana”. Parece quedar claro que la adscripción de estos sillares almohadillados, sin otros datos que lo apoyen, a época romano republicana, sin tener en cuenta las otras posibles etapas históricas en las que se usó, no es válida. Pueden pertenecer a cualquiera de ellas.

Un problema parecido al que ocurre con la datación cronológica es el que nos encontra-mos a la hora de decidir el tipo de estructura o edificación al que pudieron pertenecer esos sillares. En el mismo estudio, Asensio Esteban apunta que “A pesar de que en un primer mo-mento este aparejo se emplea en Hispania fun-

damentalmente en obras defensivas, con el tiempo fue utilizado en todo tipo de construcciones, tan-to de carácter religioso como civil”, describiendo un gran número de ejem-plos de cada uno de ellos.

Por lo que tene-mos, una decena de silla-res almohadillados en la cimentación de la muralla de la plaza de la iglesia, en los que no queda claro si es material de acarreo tal y como indican en la intervención de su des-cubrimiento; la cimen-

tación bajo estos no parece por su descripción que sea obra genuina romana; la datación de los mismos no queda clara: puede ser griego, púni-co, republicano e incluso imperial; y el tipo de

La intervención en el testero sur (plaza de la Iglesia) no pudo

datar la fundación del castillo, ya que el relleno que colmataba

la cimentación del lienzo no aportó material arqueológico. Esta cimentación, a lo largo

del testero sur, no es continua, emplea diferentes soluciones

para la misma, no usa una sola forma constructiva

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edificación al que pertenecieron puede ser prác-ticamente cualquiera que tenga que ver con obra militar, civil, religiosa, o pública.

Tomando como base a esos sillares, se ha formado la teoría de la presencia de una posible fortaleza militar romana en época republicana. Suponiendo que esta decena de sillares estén en su sitio original y no sean de acarreo, habría que preguntarse: ¿dónde están los miles de sillares almohadillados necesarios para la formación de un castillo de esas dimensiones? Hasta ahora no se conoce la existencia de ni un solo sillar más con esas características en ninguno de los paramentos del castillo. ¿Los ha enmascarado la erosión en la piedra no quedando ni uno solo visible? ¿O es que es en realidad un puntual ma-terial expoliado de otra edificación?

Otros sillares, supuestamente atribuidos a época republicana, son los encontrados en la “Actividad Arqueológica Puntual. Sondeos en calle Escuela, 6. Castillo-Alcazaba de Marbella” (Sánchez, 2014). Sillares en el sondeo 1S. A la fi-nalización de la actividad arqueológica realizada en la explanada del cuadro alto del castillo, en la que participé como parte del equipo de investi-gación, auxiliar de campo y dibujante de cam-po, encontramos en un reducido espacio situa-do en una de las esquinas del sondeo (bajo una estructura con la apariencia de base de un pilar construido con ladrillos de época moderna) dos sillares alineados con una tendencia este-oeste, los cuales podrían formar parte de la muralla ori-ginaria de separación entre el cuadro alto y bajo del castillo.

Si, como hemos visto antes, la datación cronológica por el tipo de aparejo sin datos es-tratigráficos es complicada, en este caso lo es aún más si cabe, ya que estos sillares ni tan si-quiera poseen la decoración distintiva que pro-porciona el almohadillado en su cara vista y, ade-más, complicada también por lo reducido de la superficie expuesta, limitada al encontrarse en una esquina del sondeo y sobrepasar la superfi-cie del mismo. Se trata de dos sillares alineados, con un calce en la junta de unión entre ellos y

un más que dudoso “emplecton”, ya que solo se pudo constatar cuatro piedras de pequeño tama-ño sobre un hueco en la parte superior de uno de los sillares. Por lo que la adscripción a una época concreta me parece una tarea imposible con los datos disponibles; pueden pertenecer a prácticamente cualquiera de ellas.

Estos dos sillares pertenecen a la punta de una “sombra” mayor obtenida a través de un escaneo con georradar realizado en el 2013 [“Ex-ploración georradar, modalidad 3D, en el castillo de Marbella, agosto-septiembre 2013”, realiza-do por el Instituto Universitario de Investigación Andaluz de Geofísica y Prevención de Desastres Sísmicos (IAG) de la Universidad de Granada]. Esta sombra se ampliaba en anchura y longitud hacia el oeste formando lo que podrían ser los restos de algún tipo de edificación, que por su situación bien podría ser parte de la torre para la defensa de la puerta de la retirada del castillo, o la puerta misma. Se hace necesaria una futura intervención en esta zona, en la que, a través de un estudio adecuado, se pueda, esta vez sí, co-nocer más sobre esos sillares, sobre la división entre el cuadro alto y bajo, y el posible edificio cuya sombra mostró el georradar.

Fuera del límite del castillo, durante las obras realizadas al sur de la iglesia de la Encarna-ción, Cervera Añón recolectó del contenedor de escombros surgidos de la obra numerosas piezas cerámicas con las cuales realizó un estudio de identificación detallado. En concreto, de la épo-ca que nos ocupa encontró cerámica campanien-se, restos de platos y lucernas.

Este descubrimiento fuera del castillo, a unos 50 m en línea recta, puede indicar dos cosas. Una, que, por algún movimiento/traspa-so de tierras, las cerámicas que se encontraban dentro del castillo fueran trasladadas allí. O una segunda, la posibilidad de una actividad edilicia/poblacional fuera del ámbito del castillo. Esta se-gunda opción, de ser así, complica aún más la teoría de la posible fortificación romana, ya que estaríamos hablando de una población en época republicana contraria a un asentamiento militar en el que evitan, normalmente y en medida de lo posible, obstáculos visuales y/o edificaciones que puedan ser usadas para ocultación o parape-to del enemigo.

Siguiendo con el argumento anterior, y te-niendo en cuenta un reciente descubrimiento en una vivienda situada en la esquina suroeste de la plaza de los Naranjos [“Actividad Arqueológica Puntual. Excavación del solar nº 7, Plaza de los Naranjos (Marbella)” (Altamirano, 2016)], situa-dos a una distancia de aproximadamente 100 m en línea recta de la entrada principal del castillo, se han encontrado restos de la cimentación de algún tipo de edificio sin identificación posible, realizados en mampostería, con cerámica cam-

Fuera del límite del castillo, durante las obras realizadas al sur de la iglesia de la Encarnación, Cervera Añón recolectó del contenedor de escombros surgidos de la obra numerosas piezas cerámicas

con las cuales realizó un estudio de identificación detallado. En concreto, de

la época que nos ocupa encontró cerámica campaniense, restos de platos y lucernas

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paniense asociada a ella, que les ha permitido datar esos restos a entre los siglos II a.C. a I d.C. Estos resultados nos posibilitan empezar a ha-blar de la existencia de algún tipo de población de época republicana en lo que es hoy el casco antiguo de Marbella. Lo que, unido a los restos cerámicos de época fenicio/púnica detallados en el apartado anterior, variados y encontrados tan-to dentro como fuera del límite del castillo, nos permite poder hablar de, quizás, la continuidad de un asentamiento poblacional desde al menos época púnica, un oppidum ibero-púnico, romani-zado en tiempos de la república, y hasta nues-tros días2.

2.2.- ÉPOCA IMPERIAL

En estos siglos florece la ya Hispania ro-mana. Estamos en un periodo más pacífico, con una gran prosperidad económica sustentada en la explotación de los recursos naturales y el co-mercio de los mismos, de lo que resulta una gran acumulación de villas dedicadas a la recolección y procesado de los productos, que una vez finali-zados son enviados en barco a Roma. Tan solo en la costa malagueña son conocidas una quincena de estas villas.

Los restos encontrados pertenecientes a este periodo son numerosos, dentro y fuera del castillo. Sin tener en cuenta los restos descritos por Vázquez Clavel en el siglo XVIII, los cuales todavía, varios siglos después de su escrito, no se han comprobado ni estudiado ninguno de ellos. Y algunos como el “albercón”, un rectán-gulo de 68.55 m x 21.74 m, usado al este de la plaza de los Naranjos como cimentación de las viviendas allí situadas, y que, según la descrip-ción de sus paredes, parecen formadas con opus signinum; o lo que denomina como desagüe de este albercón, una conducción situada al sur del mismo, con unas medidas de 1.24 m x 3.34 m, construida según él con la misma “argamasa o derretido” que el albercón (¿opus signinum?), y que, con dirección sur, parece destinada a la eva-cuación/transporte de aguas fuera de la ciudad; o algunos otros que también describe para el de-pósito y transporte de agua en diferentes puntos del casco antiguo. Bien podrían ser estos restos romanos, aunque, como decía anteriormente, carecen totalmente de estudio arqueológico al-guno. Pasamos, pues, a enumerar algunos de los más significativos que sí han sido fechados para época romana.

En las intervenciones citadas en el apar-tado anterior también se encontraron restos ce-rámicos de época imperial, como por ejemplo el

borde de ánfora Dressel 1A (Fernández, 1998). O restos de un aplique decorativo, que podría fecharse en época alto imperial, y fragmentos de ánforas cuya datación se extiende desde el I d.C. hasta el IV d.C., en el rescate del contenedor de escombros (Cervera, 2009). Y prácticamente en cualquier intervención realizada dentro o fuera del castillo se encuentras restos cerámicos, en muchos casos demasiado machacados para po-der ser identificados. En la prospección en la explanada del castillo de 2014 (Sánchez, 2014), encontramos un muro de mampostería asociado a un suelo de signinum, datado en un espectro temporal de entre el siglo I d.C. y el IV d.C., el cual formaba parte de algún tipo de habitación cuyo uso no pudimos aclarar. Pero es una mues-tra más de que el interior de la zona de lo que actualmente es el castillo estuvo ocupado para estas fechas.

En la excavación arqueológica realizada en el museo del grabado situado en el antiguo Hospital Bazán, en el año 2007, por Inés De To-rres, José Ignacio López y David Gestoso (De To-rres, 2007), se encontraron, en un relleno/vertido de nivelación datado para entre los siglos XII y XIII, numerosos restos constructivos y cerámicos de época imperial romana, bordes y fragmentos de ánforas como la tipo Dressel 1, un anzuelo de bronce, fragmentos de jarros, cerámicas de pare-des finas, cerámica de cocina (platos-tapaderas, cazuelas de borde bífido), mortero para revestir paramentos o fragmentos de cornisas decorati-vas de estuco. Destacando unos fragmentos de estuco pintado que podrían pertenecer al ter-cer o cuarto estilo. La explicación dada por los autores de la prospección a esa abundancia de materiales romanos es que se trataría, tal vez, de un vertido procedente de alguna villa ubicada no muy lejos del lugar de la intervención. Y bien es cierto que la zona del Hospital Bazán posee un gran desnivel, perteneciente al terraplén del río, por lo que es posible que estuviera fuera del ámbito poblacional de la ocupación romana.

Hay otros muchos hallazgos que no han podido ser datados al carecer de estratigrafía y, aunque por sus características son de época ro-mana, no se puede precisar el siglo al que corres-ponden. Es el caso de las siguientes.

En el transcurso de las prospecciones previas a la instalación de contenedores de re-siduos sólidos, realizadas por Daniel Núñez y Pedro Sánchez (Núñez, 2009), se encontraron en el contenedor, cuya ubicación inicial era en la calle Portada (fue reubicado para proteger las estructuras), restos parciales de muros con la misma orientación que los paramentos norte de

2 Un resumen de las actuaciones arqueológicas citadas en este apartado y en el siguiente romano imperial se encuentra en el documento que se puede descargar de la página de Facebook, Oecus Daniel Moreno, titulado “Conjeturas de la Marbella Romana. ¿Cilniana, Salduba?”.

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la muralla del castillo. Tal y como explican en el informe, estos restos posiblemente puedan ser pre-medievales, y al poseer la misma orientación que las murallas del castillo puedan tener algún carácter rector entre ellas. Nos encontramos con el problema recurrente de la no existencia de es-tratigrafía, sin la que tan solo se puede especular con la datación. También, en el contenedor de calle Chorrón-Plaza de Ronda, encontraron un asa perteneciente posiblemente a un recipiente de época romana sin identificar.

Asimismo, en calle Escuela, durante la intervención arqueológica preventiva realizada por Ana Belén Moreno y Alberto Cumpián (Mo-reno, 2010), como vigilancia en las obras de res-tauración de canalizaciones de agua y pavimento de la calle, encontraron numerosas estructuras afines a época romana. Unos posibles peldaños al inicio de la calle formados por sillares de pie-dra, con dudas por el estado en el que estaban, rotos por la inserción de tubos de alumbrado; obviamente, con esas condiciones, sin datación real posible. Un muro de sillares con orientación norte-sur, que, a unos 35 m del límite con la pla-za de San Bernabé, parece hacer esquina hacia el oeste y, asociado a este muro, un pavimento de opus signinum. Siguiendo hacia arriba de la mis-ma calle, en las escaleras de la entrada principal del colegio, encontraron lo que parece un capitel jónico, recortado en su parte más ancha, inclui-das las volutas, y con marcas para su trasporte; parece haber sido tallado para su encaje y utiliza-ción como material de acarreo en otra ubicación que no se corresponde con la original. Y en la parte más alta de calle Escuela, en su cruce con calle Solano, aparecieron tres sillares con dimen-siones de entre 1 y 1.5 m de longitud, con orien-tación también norte, sin poder definir a qué es-tructura pertenecieron, y, añado yo, sin datación posible. En el caso de los sillares asociados al opus signinum, sí se puede afirmar una datación romana, sin poder especificar más; pero en el caso de estos sillares aislados no es posible una datación segura al carecer de estratigrafía. En la valoración final de la intervención (todavía no se había descubierto el castellumaquae del que ha-blaremos ahora), exponen la posibilidad de que el general de los restos descubiertos pertenecie-ron a una “residencia” previa a la fortificación musulmana. Y puede ser así, pero por la informa-ción que disponemos ahora parece más probable que el signinum encontrado forme parte de una canalización de agua, aunque no se puede des-cartar su uso como suelo habitacional. Tanto en esta vigilancia, como en otras intervenciones en el interior del castillo, se han encontrado teselas sueltas. El problema es que en ninguno de los pa-vimentos de signinum descubiertos se ha podido ver la última capa de cal que recibiría las teselas, ni por supuesto ningún fragmento de mosaico

conservado, por lo que, de ser suelo visitable, el signinum sería el nucleus definido por Vitruvio, sin revestimiento asociado (J. P. Adam, p. 253). Pero tampoco contiene este nucleus las improntas de las teselas, siendo su cara vista totalmente lisa, por lo que esos suelos no sostendrían mosaicos sobre ellos y es posible que los que discurren por calle Escuela formaran parte de una canalización.

También sin datación posible, aunque ro-mano, tenemos en el interior del cuadro norte del castillo lo que con casi toda probabilidad es una llegada de agua al punto más alto del casco antiguo, un castellumaquae (Sánchez, 2012). Con la clara intención del reparto de agua por gra-vedad a otras zonas anexas. Castellum que muy probablemente estaría asociado a las mencio-nadas planchas de signinum de calle Escuela. La función de las canalizaciones sería el reparto de agua a las zonas bajas. Esta traída de agua tuvo que ser, debido a la orientación este-oeste de la plancha de signinum que formaba parte del caste-llum, mediante acueducto en altura, o bien con caída norte-sur, o bien con el mismo ángulo de la canalización de signinum, este-oeste.

Esta estructura hidráulica formada por un acueducto (desconocido, pero la fórmula más ló-gica y usada en época romana), un castellumaquae para la recepción y reparto de agua y las cana-lizaciones encontradas en calle Escuela pueden ser tanto republicanas como imperiales, y son in-compatibles con la idea de una fortaleza romana. El acueducto sería un “punto débil”, por el fácil acceso al interior que proporcionaría, (sabemos que en épocas posteriores el agua entraba al in-terior gracias a una noria). O bien, bloqueando el caudal, podrían recortar el tiempo de espera en el asedio. La recogida y almacenamiento de agua de lluvia en grandes cisternas es la forma más habitual para el aporte de agua en las fortalezas de todos los tiempos, con la clara intención de evitar que en caso de asedio se agote ese bien tan necesario; y hasta ahora no se ha encontra-do nada parecido a un aljibe dentro del castillo. Además, los castella tienen una clara función que es el reparto de agua para los diferentes usos de una población; es agua civil, no militar (Vitruvio, VIII, 6), y las canalizaciones encontradas en calle Escuela podrían avalar ese reparto.

Otras estructuras fuera del recinto del actual castillo son las encontradas también en la plaza de Los Naranjos, esta vez en el noreste, a unos 40 m en línea recta del faldón oeste del castillo. En concreto, hablamos de la “Actividad Arqueológica Preventiva realizada en calle Pana-dería, 1 y 3”, por César Augusto León, José Ma-ría Tomassetti, y José Suarez, de Arqueotectura (Tomassetti, 2015). En este caso, sí se encontró estratigrafía para poder datar los restos en el siglo I d.C. Se trata de la cimentación de un edi-ficio y una canalización de tégulas, posiblemen-

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te para la evacuación de aguas, que, unido a la gran cantidad de restos de ánforas, se puede pensar que se trataba de alguna actividad indus-trial, tal y como es expresado en el informe. Por lo que de nuevo se puede constatar actividad poblacional fuera del ámbito del castillo para época romana.

En el estudio de los paramentos del castillo realizado en 2015 (Gurriarán-Sánchez, 2015), se adscriben a época imperial diversos sillares situados en el sur, este, y norte del cas-tillo. En el sur, situados en la parte central de la base del paramento de la plaza de la Iglesia, se encuentran una docena de sillares colocados a soga, sin mortero en sus juntas. A estos sillares también les corresponde la cimentación descrita en la actuación del 98 (Fernández, 1998), cimen-tación irregular, tanto, que en algunos casos es inexistente y los sillares apoyan directamente sobre el geológico, en algunos casos arcilloso. Cuestión que como decíamos anteriormente no parece apuntar a una cimentación romana. Pero desconozco cuál de las cimentaciones detalla-das es la que se corresponde a estos sillares, ya que no existe grafismo que las ubique. Quizás, pero es solo una suposición por su aspecto, es-tos puedan ser los únicos sillares romanos en su situación original, pudiendo pertenecer a algún tipo de edificación desconocida. Aunque por el pequeño número de ellos, y formar además un aparejo, hiladas a soga, que no vuelve a repetirse con regularidad en ningún otro lugar del castillo, es bastante probable que fueran desmontados de otra construcción y colocados donde se en-cuentran actualmente.

Al norte y este la fábrica de esta supuesta obra romana cambia, con un aparejo de alternan-cia 1 soga - 1 tizón en la misma hilada. También colocados a hueso. Y según el estudio darían forma, en su base, a las murallas y torres del castillo en sus partes norte y este tal y como lo conocemos actualmente. La adscripción de estos sillares a época imperial es más que dudosa, ya que tan solo tenemos su tipología. Y esta alter-nancia de soga y tizón en una misma hilada, pese a aparecer de forma muy sistemática en murallas griegas, tan solo se usó en épocas republicana e imperial de forma esporádica, y sí que se volvió a usar de manera más frecuente en épocas bien tardías, como la Puerta San Sebastiano de Roma (antigua Porta Appia), reconstruida bajo Honorio (395 al 423), o la muralla de Justiniano en Palmi-ra, de época bizantina, (J. P. Adam, pp. 119-120). También Basilio Pavón Maldonado, en su estudio “Murallas de sillares de ciudades y fortalezas ibe-romusulmanas (siglos VIII-XI)”, habla de que el uso del aparejo a soga-tizón estaba a la orden del día en fortalezas afrorromanas y bizantinas de Túnez y Argelia, y cómo esta obra romano-bizan-tina pudo influir en las primeras construcciones

islámicas. Pero no es un tipo de obra sistemática ni en la república ni en el imperio.

Es también curioso leer un fragmento, una conclusión, realizada en el Plan Director del Castillo de Marbella, redactado por la empresa Yamur. Arquitectura y Arqueología, S. L. en di-ciembre de 2010, (Gurriarán, 2010), en la pági-na 67: “El debate sobre la datación del origen de la fortaleza marbellí continua abierto. De las teorías expuestas, que van desde unas opi-niones románticas sobre lo romano y otras me-jor estructuradas al respecto pero igualmente no demostradas, hasta novedosas y atractivas hipótesis acerca de una posible fabrica emiral, ninguna ha podido ser constatada documental o arqueológicamente. La falta de pruebas contun-dentes sigue siendo el principal problema, dado que no existen argumentos literarios ni otros procedentes de la arqueología que sean conclu-yentes al respecto. Esa es la situación, también de momento, sobre su identificación con un hisn andalusí”. Me alegra sinceramente que finalmen-te le surgiera este repentino enamoramiento, es un castillo que enamora, aunque estoy más de acuerdo con esta conclusión expuesta hace unos años que con las actuales. Sobre todo, en que el principal problema sigue siendo la falta de prue-bas contundentes.

Por todo esto, parece claro que estamos en el mismo problema que nos encontramos an-teriormente, en el que sin datos estratigráficos, pruebas, no se puede afirmar una datación sin tener en cuenta las otras opciones posibles.

Hemos hablado anteriormente de la difi-cultad que entraña la datación cronológica tan solo por la tipología de los aparejos de una obra de época antigua. También de la posibilidad de que incluso puedan ser material romano reuti-lizado. Y también de que puedan pertenecer a otro tipo de edificio/estructura distinta a una fortaleza. Y en este caso en concreto la utiliza-ción de distinto aparejo, hiladas a soga al sur y alternancia en una misma hilada a soga y tizón en el este y norte nos puede indicar la existencia de dos edificaciones bien distintas (de todos es conocido la meticulosidad y homogeneidad de la obra romana, en la que no mezclan diferen-tes tipologías en sus obras). Dos tipos de obra diferente, para dos edificios distintos, que no

En el estudio de los paramentos del castillo realizado en 2015

(Gurriarán-Sánchez), se adscriben a época imperial diversos sillares situados en el sur, este, y norte

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tienen por qué formar parte de un solo ente, una fortaleza. Así, suponiendo romanos los sillares situados al norte y este que dan la forma al cas-tillo en esa zona, pudiera ser que esas murallas y torres formaran parte del cierre de la ciudad, de las murallas de una población pre-islámica. Mu-rallas y torres que no implicarían la existencia de una fortaleza, sino que tendría un uso común en estos casos, como es la protección de la pobla-ción que rodea.

Pero es más: nada de lo anterior es aplica-ble; con toda probabilidad los sillares que se en-cuentran al este, en calle Arte, y en la cara norte de la Torre del Cubo, con tipología I.4, U.E.M. 3 (Revista U.E., 0, n.º 2), no son de época romano imperial, como se afirma en el estudio, sino que pertenecen a la tipología I.9, U.E.M. 6, de época bizantina, ya que en fotos antiguas que muestran la base de esos tramos de muralla, (figs. 3 y 4) se aprecia claramente cómo sobre una base irregu-lar, tosca, de piedras de distintos tamaños, algu-nas pequeñas usadas incluso como recalces para la nivelación de la hilada superior, se encuentra una o dos hiladas de sillares con alternancia soga y tizón y, encima de estas, una hilada de sillares “acostados” característicos de la tipología I.9., de supuesta adscripción bizantina, que veremos más adelante. Con el resto de sillares adscritos a época imperial situados en la parte norte ocurre lo mismo, porque es la misma fábrica, pero en este caso sin ser visible la hilada de sillares acos-tados, posiblemente oculta por el nivel de calle y jardineras. Ellos mismos piensan y expresan en el informe que pertenecen a una misma obra todos ellos. Por lo que, al ser clara la tipología I.9 en calle Arte y torre del Cubo, y pertenecer a la mis-ma obra el resto de sillares en los lienzos norte, parece también equivocada la datación de estos sillares a época imperial, en la que como hemos visto anteriormente no era además obra típica romana hasta momentos tardíos.

Esta confusión en la datación de las tipo-logías bizantina con romano imperial me lleva

a otra duda; en este caso, a que sea realmente datación bizantina, y es que no parece realizada con material expoliado, sino con material de can-tería, que como es bien conocido no era usado por estos. La regularidad de sus piezas, práctica-mente todas del mismo tamaño, perfectamente escuadradas, se da en toda la base del castillo y se aleja por su perfección del prototipo de obra bizantina. Pero eso lo veremos más adelante.

Un pequeño inciso aprovechando que he hablado de la torre del Cubo. Leyendo unas transcripciones realizadas por Francisco J. More-no, de escritos de visitadores al castillo durante el siglo XVI, encontré el siguiente texto que ha-bía pasado desapercibido:

Preguntado que horden tiene del marqués de Ardales cuya es la tenençia de dicha fortale-za para estar en ella el qual dixo que la orden que tiene es que en esta fortaleza se vele ordi-nariamente de ynvierno y berano una vela en la dicha torre donde está la dicha campana con tres hombres y un portero y en la torre de la Mar que es anexa esta fortaleza otra campana con otros tres hombres que velan de noche y que los veranos y agostos le a mandado tener y a tenido otra vela en el cubo que sale sobre el postigo y la noria de la dicha fortaleza con otros tres hombres que son por todos nuebe hombres y más su persona y esta horden tiene.

Dando por bueno que el “cubo” al que se refiere, es la torre llamada actualmente del Cubo, estaríamos en que tanto el postigo como la noria para la entrada de agua al castillo, desconocida

Fig. 3. Imagen del archivo Temboury donde se puede apreciar la base irregular, las hiladas de sillares a soga y tizón y, encima de estos, la hilada

de sillares “acostados”, característicos de época bizantina.

Fig. 4. Imagen del archivo Temboury de la esquina noreste de la Torre del Cubo, con las hiladas de sillares acostados sobre hiladas a soga y tizón. De hecho, toda esa cara norte de la torre, incluidas las partes altas, pudo

pertenecer a la misma época. La hilada de menor altura correspondiente a la cara norte de la torre fue descubierta por Alejandro Pérez Malumbres, gran conocedor del castillo, al que ha dedicado muchos años de estudio.

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su ubicación hasta ahora, estarían situados o en el mismo cubo o muy cercanos a él. La situación exacta de la noria y la configuración estructural de la misma sigue siendo desconocida. Puede que el mismo interior del “cubo” fuera la estructura que la sustentaba. Sin embargo, en uno de los pla-nos del XVIII sí que puede haber una pista sobre la situación del postigo (Fig. 5). En el dibujo se puede ver la existencia de un “hueco” justo donde se deberían encontrar la cara oeste del cubo con la muralla norte del castillo. Esa pudo ser la situa-ción del postigo. En la que es posible que usaran como acceso al castillo las rampas de una antigua puerta. Puerta que pudo ser cegada durante el si-glo XII con la torre semicircular adosada a la cara este de la torre del Cubo. Es posible que la verda-dera puerta estuviera habilitada en esa cara este de la torre, lo que explicaría los adornos arquitec-tónicos que se ven hoy en día, como el vuelo que hace la fachada sobresaliendo unos 40 cm hacia el este, o los sillares achaflanados que se encuentran en sus esquinas en la base del voladizo (Fig. 6). El terraplén natural del cauce del río evitaría su acce-so perpendicularmente y en el interior de la torre es posible que el paso se configurara en “U”. Esta puerta, por motivos desconocidos, aunque posi-blemente por cuestiones de seguridad, pudo ser cegada durante el siglo XII mediante la torre semi-circular, y es probable que su estructura en el inte-rior de la torre fuera aprovechada posteriormen-te, convirtiéndose de nuevo en acceso al castillo. Todo esto (la posible puerta o portillo, la situación de la noria y el hecho de que en la base de la torre se encuentra el aparejo de sillares acostados) hace que el cubo sea un punto más que interesante para una futura prospección arqueológica.

Durante los trabajos de campo del estudio paramental, y habiendo comentado anteriormente el texto que encontré, el cual desvelaba la posible situación de esas estructuras, Pedro Sánchez con-cluyó la posibilidad de que el postigo, o portillo, se encontrara efectivamente en dicha torre. Y así lo refleja en el monográfico (Revista U.E.-0 nº, 2).

3.- TARDORROMANO

Después de los siglos de esplendor vivi-dos en el Alto Imperio, a partir del siglo III co-menzaron otros de crisis institucional y crisis económica. Esta gran crisis, provocada por una hiperinflación de la moneda, hizo que práctica-mente desaparecieran las vías comerciales, tan-to entre puertos mediterráneos, como sobre el sistema de carreteras romanas. Lo cual tuvo que afectar de forma muy negativa a los asentamien-tos de nuestra costa, que habían basado su eco-nomía en los siglos anteriores en el comercio por el Mediterráneo. La crisis desembocó finalmen-te en la destrucción del Imperio Romano y con Roma tomada por los barbaros en el 476.

En el rescate de cerámicas del contenedor de escombros (Cervera, 2009), se encontraron al-gunos restos de ánforas cuya datación nos puede llevar hasta el siglo IV d.C. Pero hay otros, como la tumba tardorromana encontrada en la Inter-vención Arqueológica de Urgencia en la Plaza de la Victoria, realizada por la empresa Arqueosur en 1993. Aunque con ciertas dudas en su data-ción, por, de nuevo, la inexistencia de estratigra-fía, y que no se encontró material funerario ni ningún otro asociado que lo remita a esa época, sí puede ser, por su cercanía al desconocido tra-zado de la cerca de la ciudad, una buena pista

Fig. 5. Porción del plano de 1737 del Archivo General de Simancas. Aunque con dificultad, por la baja definición de la imagen, se puede ver el hueco que puede corresponder al portillo. También se aprecia

una división interna, hoy en día inexistente, la cual pudo corresponder a la estructura que sustentaba la noria.

Fig. 6. Esquina noreste de la torre del Cubo donde se aprecia el vuelo que poseia la cara este de la torre y el adorno bajo él realizado con sillarejos, y terminación en chaflán redondeado. La torre semicircular pudo ser añadida para cegar una posible

puerta en esa fachada de la torre del Cubo.

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para la localización de esta. Suponiendo que el enterramiento fuera extramuros, posiciona a la cerca al oriente de la tumba. Asimismo, si tene-mos en cuenta la costumbre de realizar los ente-rramientos en los márgenes de los caminos de entrada a las ciudades, nos puede dar la posible ubicación de la supuesta puerta faltante al oeste de la ciudad.

La amortización del pavimento de signi-num encontrado en la explanada del cuadro alto del castillo (Sánchez, 2014), se pudo producir para los si-glos III y IV d.C. Un pequeño fragmento de Lamboglia 9 y una moneda de Constancio II pueden ser los indicadores que nos remitan a esa fecha. También, coincidente con estas dataciones de amorti-zación, puede ser la pieza de terrasigillata del tipo africano encontrada en las planchas de signinum de calle Escuela (Moreno, 2010), cuyo uso nos remite a un arco temporal que abarcaría desde finales del siglo II d. C. hasta finales del IV o inicios del V d. C.

Parece, por lo tanto, claro que la depre-sión económica y el cambio institucional produ-cido en esas fechas afectó de forma considerable al asentamiento romano existente en la zona, que es abandonado o se dejan de utilizar esas estructuras, lo cual no cuadra demasiado bien con reparaciones de la muralla o ampliaciones del castillo, tal y como afirman en el estudio pa-ramental (Revista U.E., 0 n.º 2) para el paño, lien-zo 2, y la desaparecida torre de calle Trinidad. Es posible que sí, que de nuevo un par de siglos después se hubiera derruido ese paño hasta la base y fuera reparado (más adelante veremos que no se trata de una reparación), o incluso que tuvieran la necesidad de ampliar el castillo, de hacerlo más grande, porque no les era suficiente con unas medidas de 40x40 m. Pero veo difícil justificar una ampliación de ese tamaño, doblan-do la superficie del cuadro bajo en época de cri-sis económica. Hablemos de la tipología de ese faldón de la muralla.

La parte correspondiente a la muralla en calle Trinidad ha tenido múltiples teorías sobre su origen, principalmente todas las anteriores lo llevan a un origen islámico. De las ultimas, la realizada en el Plan Director (Gurriarán, 2010), con la tipología 1.2. (coetáneo o posterior a 1.1.), adscrita a época emiral, realizado con ma-terial romano de acarreo (es interesante el dato de coetáneo a 1.1., tipología que define como ¿romano?, entre interrogantes; en el siguien-te apartado hablaré de él). Sin embargo, en el estudio paramental (Revista U.E., 0 n.º 2), datan este tramo de muralla con hiladas de un soga por

un tizón, en antigüedad tardía 1, tardorromano 1. Y efectivamente, tal y como hemos hablado anteriormente, es en este periodo y el posterior bizantino, en los que hay un uso más sistemático de esta fábrica a soga y tizón. Hablan también de que se trata de material de acarreo debido a un sillar colocado a tizón con forma de clave de arco. Bien es cierto que puede serlo o puede ser simplemente un tizón graciosamente erosionado con esa forma. La erosión es evidente en la defor-

mación del resto de sillares de ese paño, sin que existan más pruebas de acarreo que esa supuesta clave de arco. Por lo que nos encontramos con un aparejo que pudo ser romano (con dudas, por lo poco habitual en esta época, y suponiendo que no fuera material reutilizado), tardo-rromano, bizantino, y emiral; estas tres últimas suponien-

do que sea material de acarreo e incluso califal. Sin la existencia de pruebas arqueológicas, y con el gran deterioro erosivo que poseen los sillares, no se puede afirmar mucho más.

Este faldón en su trazado más oriental está seccionado faltando con toda probabilidad una torre. Por correspondencia con las otras dos torres existentes, una en el extremo oriental, la torre Blanca, y la intermedia de la Pólvora, tuvo que cerrar ese paño otra torre, actualmente sin apenas rastro de ella. En la intervención del 98 (Fernández, 1998), excavaron justo al pie de la muralla, donde se preveía que pudo estar, no encontrando ni el más mínimo rastro de la ci-mentación de la torre faltante. A partir de ese momento empezaron a surgir especulaciones sobre una ubicación desplazada hacia al este. Yo mismo también lo pensé así. Pero no, la torre estaba donde se supuso desde un principio. A raíz de unas fotos que realicé con la altura de una pértiga fotográfica, pude comprobar que el hormigón con aspecto de opus signinum, situa-do en el punto más alto, justo donde rompe la muralla en el este, es el revestimiento interno de la parte visitable de la torre. Es lo único que queda de ella (Figs.7 y 8). En las fotos se puede apreciar la terminación redondeada en su parte superior. Y en la parte más baja se ve una franja de color más blanquecino, posiblemente la im-pronta dejada por el nivel del suelo visitable de la torre. ¿Por qué no encontraron ni rastro de la cimentación en el 98? La cimentación, como se puede ver hoy en día, sobresale del nivel de calle actual. Siendo ésta totalmente arrasada en cualquiera de las remodelaciones de la calle, o incluso anteriormente, ya que es una esquina de paso frecuente, y lo que quedara de la torre estorbaba.

En el rescate de cerámicas del contenedor de

escombros (Cervera, 2009), se encontraron algunos restos de ánforas cuya

datación nos puede llevar hasta el siglo IV d.C.

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bién parece de un color más blanquecino que el habitual, quizás por su gran contenido en cal y su poco o ningún polvo de cerámica machacada, por lo que simplemente, y hasta que no se estu-die en profundidad, me limitaré a llamarlo hor-migón. En el estudio de los paramentos, tanto el hormigón como el núcleo de opus caementicium que se encuentra detrás de él, lo referencian a

Fig.7. Hormigón situado en la parte alta del faldón sur. Con casi toda probabilidad parte del revestimiento de la parte visitable de la torre sureste del castillo, faltante hoy en día. Se puede apreciar la terminación redondeada/suavizada en su parte más alta. También se puede

comprobar su alto contenido en piedras de pequeño tamaño y algunas piezas cerámicas.

Fig.8. Franja más blanquecina en su parte inferior, posiblemente se corresponde a la impronta dejada por el nivel de suelo de la torre.

Hablaba antes de “hormigón con aspecto de opus signinum” refiriéndome al situado en la esquina superior oriental del lienzo 2, y es por-que no queda claro que lo sea. Es un hormigón que contiene gran cantidad de piedras de peque-ño tamaño, y algunos restos cerámicos, pero vi-sualmente no con la abundancia de cerámica que se encuentra en el signinum habitualmente. Tam-

Fig. 9. Arriba, perspectivas de los paramentos sur del castillo con la posible ubicación de la perdida torre sureste. Abajo, ortofoto acotada. La distancia entre torres equidistaría unos 38 metros.

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reparaciones realizadas en la muralla para época tardorromana. Sin embargo, parece claro que el primero es el revestimiento de la parte visitable de la torre y el segundo el relleno interno de la misma, por lo que no formarían parte de una re-paración, sino de la torre faltante. Veo absoluta-mente necesario un estudio sobre ese hormigón (se perdió la oportunidad de hacerlo durante el estudio de los paramentos). Un análisis de las ce-rámicas que contiene y/u obtener una muestra de cal nos puede aportar una datación fundacio-nal para el castillo, ya que posiblemente se tra-te del mortero que originalmente usaron en su construcción. Y si no, al menos, al estar la torre asociada a la fábrica de sillares a soga y tizón, nos daría una datación parcial de este tramo, lo cual sería también extraordinario, ya que carece-mos de ningún punto con datación real en el que apoyarnos para poder referenciar las diferentes obras hacia arriba o abajo en el tiempo.

4.- IMPERIO BIZANTINO

Una vez caída Roma ante las invasiones bárbaras, Bizancio asume la capitalidad del Im-perio. Es en oriente donde permanece intacto, dando continuidad a las costumbres y políticas asumidas en siglos de dominación romana en aquella zona. Tanto es así que, con las arcas lle-nas tras una buena gestión económica de ante-riores emperadores, y tras conseguir asegurar la frontera con los territorios persas, con los cuales mantenían constantes enfrentamientos milita-res, Justiniano, en el siglo VI, comienza un inten-to de reconquistar los territorios perdidos, un intento de recuperar la grandeza y supremacía romana en el Mediterráneo, consiguiendo ocu-par de nuevo gran parte de él, entre ellos Italia y el norte de África. Es en este intento cuando en 552 los bizantinos, con la supuesta idea de intervenir en las disputas internas de la Hispania visigoda, entran y se asientan en el sur de la península ibérica. Hasta que, posiblemente por el gran desgaste que supuso esa recuperación del imperio, le lle-vó a una crisis económica que obligó su repliegue, en el caso de Hispania hacia aproximada-mente el 620. Apenas 70 años de ocupación bizantina. Proco-pio de Cesarea, historiador coe-táneo de Justiniano, en su obra Sobre los edificios hace un recuento de las obras realizadas por su emperador, entre otras, las de los territorios re-conquistados. En ellas, aparte de algunos baños públicos, y casi siempre iglesias, se ve la ten-dencia a reforzar las defensas de los territorios ocupados, construyendo nuevas o haciendo más fuertes las fortificaciones existentes, usando en

la mayoría de los casos el material de antiguas edificaciones romanas. Donde había una torre, la amplía y construye una muralla externa; donde había una ciudad, la cerraba con fuertes muros, creando también nuevas y numerosas fortifica-ciones en puntos estratégicos. Es este contexto de asegurar militarmente lo reconquistado el que posiblemente generó la construcción del castillo de Marbella tal y como lo conocemos hoy en día. Y dada la mayoritaria tendencia a cercar las ciu-dades con fuertes murallas, en nuestro caso es probable que también fue así, proporcionando en el siglo VI una configuración a la ciudad prác-ticamente exacta a la imagen que nos proporcio-nan los conocidos planos del XVIII del Archivo General de Simancas con la ciudad cercada.

No hay, hasta la fecha, constancia de ma-terial arqueológico que demuestre la existencia de un asentamiento bizantino en Marbella. Dato este que considero esencial para poder demos-trar cien por cien lo que expongo en las siguien-tes líneas. Habrá que prestar especial atención a los resultados de futuras intervenciones arqueo-lógicas para poder corroborar este dato.

Durante los trabajos de campo del estudio de los paramentos del castillo, leyendo el trabajo de Pavón Maldonado sobre murallas de sillares de ciudades y fortalezas iberomusulmanas, me fijé en un pequeño croquis dibujado por él (Figu-ra 3 del documento), el cual relacioné inmedia-tamente con la fábrica que existe en la base del castillo, la formada por una o dos hiladas de si-llares con alternancia no del todo continua de un soga un tizón y, sobre esta, una de sillares a soga de menor altura, la que calificamos como sillares “acostados o tumbados”. Pavón Maldonado, en su escrito, la relaciona con obra bizantina y pone de ejemplos murallas de Dougga y Makhtan.

En el plan director del castillo (Gurriarán, 2010), se la nombra y se la mezcla con el tipo Sillería 1.1. con una relación cronológica de Fase

Constructiva Inicial (¿romano, emiral?), y se describe como Si-llería de gran formato y testa rec-tangular dispuesta a soga y tizón sin orden exhaustivo, a veces con piezas acostadas. Refiriéndose a la base de los lienzos 1 (plaza de la Iglesia), y 2 (calle Trinidad) del frente sur, y a la de las torres A (torre Blanca), y B (torre de la Pólvora). También, como hemos

visto anteriormente, adscribe el lienzo de calle Trinidad a una cronología coetánea o posterior a emiral, con el tipo Sillería 1.2., definiéndola como sillería de gran formato y testa rectangular dispuesta a una soga y un tizón como media. Como podemos comprobar, salvo por la falta de silla-res acostados, la sillería en la base del lienzo 2 pudo ser coetánea de la que se encuentra en el

No hay, hasta la fecha, constancia de material

arqueológico que demuestre la existencia

de un asentamiento bizantino en Marbella

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lienzo 1. El porqué de la no existencia de silla-res acostados en el lienzo 2 puede ser por dife-rentes motivos: que el maestro constructor no vio necesario esa instalación3o, quizás, simple-mente, porque no tenían más sillares con esas características y lo decidieron así. Veremos más adelante ejemplos donde esa técnica es usada y no la mantienen en todos los paramentos de la edificación. Lo que queda claro es que, romano, bizantino, o emiral, los dos lienzos al sur del cas-tillo pudieron ser una obra realizada en la misma época.

En el estudio de los paramentos (Revista U.E., 0 n.º 2) dan para la obra de sillares acosta-dos una datación de Fase 5. Antigüedad Tardía III. Periodización: siglos VI al VII. Estamos, tal y como explican, en un nuevo, y ya van varios,

levantamiento desde su base del castillo. Según su relato histórico, se construye la fortaleza en época republicana; un par de siglos después, destruida, se vuelve a levantar desde su base en época imperial; en la etapa tardorromana, otro par de siglos después, se restaura desde su base en calle Trinidad, o se amplía duplicando la su-perficie del cuadro sur hacia el este; y de nuevo, otro par de siglos después, y esta vez completa-mente, es de nuevo reconstruida por los bizan-tinos. Bajo mi punto de vista, es un relato poco creíble. Es posible que estemos ante endebles

construcciones romanas, que debido a sucesivos terremotos coincidentes con las distintas etapas históricas, destruye-ran el castillo hasta la base, y que hubie-ra una necesidad perentoria de volver a levantarlo en cada una de ellas. O puede, más probablemente, que sobren etapas constructivas.

Teniendo en cuenta, como hemos explicado anteriormente, que los escasos sillares supuestamente romanos en que se apoyan para crear ese relato pueden ser de acarreo o pertenecer a otro tipo de edificación distinta a la de una forta-leza, y otros, como los de calle Arte o fa-chada norte de la torre del Cubo, no son romanos como afirman, sino que su fá-brica pertenece a la de los sillares acosta-dos de los que estamos hablando en este

apartado, y con grandes dudas sobre los sillares que restan en el faldón norte que también ads-criben como romanos, pienso que no se puede hablar de datación fundacional del castillo hasta la etapa correspondiente a la fábrica que rodea

Fig. 10. Restos de un muro de contención en Aigai, Turquía, donde utilizan sucesivas hiladas de sillares acostados hasta salvar el desnivel existente. Datación aproximada

siglo III a.C.

Fig. 11. La base de la torre Blanca con las dos primeras hiladas a soga y tizón, en algunos casos con dos sogas consecutivas, y sobre ellas una hilada de sogas con menor altura. En color azul roturas y restauraciones.

3 Parece que las hiladas de sillares acostados son usadas para salvar los desniveles y obtener una nivelación perfecta; esta característica se ve bien en la plaza de la Iglesia, donde, de este a oeste, pasan de tener una sola hilada de soga y tizón a dos en su parte más cercana a la torre Blanca. Y donde mejor se aprecia es en los paramentos situados al este del castillo, en los que se van sucediendo hiladas de soga y tizón con hiladas de acostados, repitiendo hasta tres veces la secuencia para salvar el desnivel de calle Arte y poder seguir con una sola repetición de esas hiladas en la base. En calle Trinidad no existe desnivel alguno y quizás por eso tan solo colocaron hiladas a soga y tizón (fig.10).

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Fig. 12. Base del Lienzo 1 en la plaza de la Iglesia con una hilada a soga y tizón a la derecha y dos hiladas a la izquierda debidas al desnivel entre los dos puntos. Encima de estas, una hilada de sillares acostados y otras dos hiladas a soga y tizón, formando todas

ellas un zócalo. Esas cinco hiladas con toda seguridad pertenecen a la misma fábrica. Sobre estas, en la parte izquierda, el retranqueo del paño se hace más evidente, unos 15 cm, y, por el mal estado en el que están los sillares sobre el zócalo, más la falsa restauración

realizada, no es posible determinar claramente su secuencia. Sin embargo, puede que la de la derecha, donde ya no existe retran-queo, aunque la obra parece más desordenada y desigual, sea coetánea con la inferior. Parece partir de una hilada de menor altura, y más hacia arriba tan solo a falta de los acostados mantiene la misma secuencia, e incluso existe un engatillado entre hiladas, típico de época bizantina. En rojo, sillares a soga que pueden pertenecer a romano imperial y haber sido utilizados para apoyarse en ellos,

o bien material de acarreo. En azul, roturas y restauraciones.

Fig. 13. Lienzo 2 en calle Trinidad. Hiladas a soga y tizón, a veces repitiendo soga y otras tizón. Las partes más desordenadas y de-terioradas están en la parte izquierda, en el encuentro con la torre de la Pólvora. En este lienzo no existen las hiladas a soga de me-nor altura, pero, salvo eso, es la misma fábrica que el anterior. Los dos lienzos pueden pertenecer al mismo arranque constructivo. Veremos más adelante ejemplos de obras bizantinas donde no siempre mantienen de forma constante la hilada de sillares acostados

en toda la edificación. La línea roja marca aproximadamente la intersección con la torre perdida. En azul restauraciones.

y da realmente la forma a las torres y paños de muralla, que es el aparejo de una o dos hiladas de sillares a soga y tizón, y sobre estas, la hilada de sillares acostados. Es esta la que realmente origina al castillo tal y como lo conocemos. Se encuentra en la base y da forma a la torre Blanca en todo su contorno; también en toda la base del lienzo 1 (plaza de la Iglesia); es posible, como co-mentaba antes, que el lienzo 2 (calle Trinidad) lo sea; se ve también en el cruce entre calle Salinas

y Arte formando la esquina en la que se retran-quea el cuadro norte del castillo (el retranqueo fue creado con esta obra), siendo esta esquina la que da también forma a una de las torres de la puerta de la Barbacana del castillo; más hacia arriba, en calle Arte, se vuelve a ver en el lienzo junto a la torre del cubo; la base de la torre del Cubo también es construida con estos sillares; en los faldones norte no se ven las hiladas de acostados, posiblemente porque el nivel de calle

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y jardineras estén por encima de ellos y nos impide ver las partes más bajas, pero es la misma fábrica que vemos en la torre del Cubo; y vuelve a aparecer, por último, en la base de la torre del Puente Levadizo, dando una vuelta prácticamente completa al castillo (sal-vo la parte oeste oculta por las vivien-das adosadas); todas ellas en la misma base, mientras que las supuestas fábri-cas romanas son pequeñas y puntuales apariciones, con muchas dudas sobre su procedencia.

Se podría pensar que, después de todo lo escrito anteriormente sobre la dificultad de una datación cronológi-ca solo por la tipología, sin estratigra-fía, y en concreto el caso bizantino, sin tan siquiera una cerámica que pueda demostrar que estuvieron aquí, ahora apuntáramos a que... son sillares que co-rresponden al Imperio Bizantino. Y no, no se puede afirmar con absoluta rotundidad.

Es una secuencia de sillares muy poco usual, muy peculiar, posiblemente inédita en España. Veremos más adelante cómo su origen parece darse en la Grecia clásica, siglo V a.C., aunque no con ejemplos del todo definitivos, pero sí que pudo ser la in-fluencia de un posterior aparejo que se encuentra de forma sistemática en la Turquía helenística entre los siglos IV-II a.C., concretamente donde es más visi-ble es en edificaciones del sur y este de Asia Menor. En tiempos del imperio ro-mano no se utiliza este aparejo, lo más parecido es el pseudoisódomo, donde se pueden ver hiladas de diferentes al-turas, con un uso de piezas de diferente longitud que puede a veces confundir-se con un uso sistemático del tizón. Y en un claro ejemplo de lo que hablaba anteriormente sobre cómo las “modas” en las tipologías de sillares dejan de es-tarlo y vuelven a ser usadas posterior-mente; en este caso, unos diez siglos después, los bizantinos recuperan ese estilo turco-helenístico y lo introducen en la construcción de sus fortalezas por

el norte de África, y probablemente en el casti-llo de Marbella. Incluso ocho siglos después ese estilo evoluciona y es de nuevo usado por los otomanos en sus edificaciones en Turquía, por

Fig. 14. Imagen del archivo Temboury de calle Salinas. En la parte baja se aprecian dos hiladas a soga y tizón, y sobre estas la secuencia varía, sucediendo una hilada de acostados

con una sola a soga y tizón.

Fig. 15. La número 1 calle Salinas, con dudas de que sea esa su localización, aunque puede que

pertenezca a su parte más meridional totalmente destruida y reconstruida con mampostería mo-

derna. En la imagen no se aprecian las hiladas de menor altura, aunque sí sigue el mismo patrón

que el lienzo 2 en calle Trinidad. A la derecha de la foto se aprecia una rotura con forma de puerta. Las números 2, 3 y 4 pertenecen al mismo tramo

norte de calle Salinas antes de la intersección con calle Arte. Se aprecia en la 2 y la 3 un doble enga-

tillado para el ajuste entre hiladas.

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ejemplo las situadas en las puertas de Bursa (figs. 20 a 22). Donde, aun con variaciones (a veces usan dos hiladas consecutivas de menor altura o alternan hiladas completas a soga con otras a tizón), se puede apreciar el parecido y se pue-den confundir con la obra bizantina. Tampoco

se puede descartar, aunque no exista referente de nuestra fábrica de sillares acostados para esta época, pero sí del uso de soga y tizón, que este-mos ante una posible construcción en época de Abd Al-Rahman II. Es conocida la influencia bi-zantina en construcciones como las alcazabas de Mérida y Sevilla, con el encargo para su realiza-ción a maestros constructores de Siria, en el caso de Sevilla, e islámicos con posible procedencia del Medio Oriente para Mérida (Azuar, 2005), por lo que es posible que en Marbella pasara algo parecido, creando el constructor encargado de la obra, influenciado por la obra turca, esa es-pecial secuencia de sillares, en este caso inédita para época emiral. En el libro de Basilio Pavón

Fig. 19. Imagen del archivo Temboury de la torre del Puente Levadizo. Cruce de calle Escuela con Solano. Aunque muy

deteriorado y escondido por el nivel de calle, se puede apreciar una hilada a soga y tizón con otra encima de sogas de menor altura.

Fig. 16. Cruce de calle Salinas con calle Arte. Esta esquina, además de formar la base de una de las torres de la llamada puerta de la Barbacana,

empieza a crear el retranqueo existente entre el cuadro alto y bajo.

Fig. 17. Hilada de acostados en calle Arte en la intersección con la torre del cubo. De equivocada adscripción romana en el estudio de los paramentos.

Fig. 18. Imagen parcial del faldón de calle Arte en la intersección con la torre del cubo. Estos son los sillares que en el estudio de los paramentos

(Gurriarán-Sánchez, 2015) se adscribe a época romano imperial, pero, como se puede ver, son claramente de la misma obra que venimos describiendo en este apartado. Y, asimismo, iguales al resto de sillares de adscripción romana en el lienzo norte, salvo porque no se ve la hilada de acostados.

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Maldonado Tratado de arqui-tectura Hispanomusulmana, II. Ciudades y Fortalezas, en el apartado de sillares (pág. 570 y ss.), y concretamente los correspondientes a soga y tizón del mundo árabe, aparecen dibujados varios croquis con tipologías que parecen contener hiladas de menor altura en Agreda para el siglo X y en Talavera de la Reina. Y, aunque no iguales a la base del castillo de Marbe-lla, no pueden ser descarta-das estas fechas.

Tenemos por lo tanto tres opciones para la data-ción de esta obra: una griega o su posterior turco-helenís-tica, para el periodo entre los siglos V-II a.C. (estaría-mos además hablando de una fortaleza construida con sillares de cantería, cuestión esta nada descartable ya que no exis-te ninguna marca de transporte ni ningún otro indicio de que el material haya sido reutilizado, y en el mismo estudio de los paramentos han confundido esta obra con romana de cantería debido a la calidad y regularidad de las piezas).

Una segunda opción, que es la que creo más pro-bable, bizantina (siglo VI d.C.); y una tercera para el siglo IX d.C., emiral. Pienso que la bizantina es la más probable porque, como veremos más ade-lante, existe algún paralelo muy parecido a esta obra en las fortalezas del norte de África. Aun así, es necesaria la confirmación arqueológica

Fig. 20. Puerta de Saltanat Kapisi en Bursa (Turquía). A la izquierda de la elipse se puede ver la obra bizantina con material de acarreo en un soga y tizón muy desordenado, con tambores de columnas incrustados. Se percibe también una pequeña hilada muy deteriorada de sillares de menor altura. Sobre esta obra, y en el resto de la puerta y torre de la derecha, se encuentra la construcción otomana, muy

regular, con uso de hiladas de muy poca altura, a veces repitiendo dos, alternadas con otras a unas veces a soga, otras a tizón.

Fig. 21. La misma puerta desde atrás. A la izquierda restos de la muralla bizantina, muy irregular, más parecida a la que existe sobre el zócalo del lienzo 1 en la plaza de la Iglesia, aunque esta contiene

algunas hiladas discontinuas de sillares de menor altura. Y sobre este muro, y el resto de la puerta, la obra otomana, mucho más regular.

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de su presencia aquí para poder afirmar cien por cien que es obra bizantina. Mientras tanto, tan solo se puede hablar de probabilidad y sensación de parecido entre las distintas construcciones. Ninguna se puede afirmar ni descartar.

En el estudio de los paramentos del casti-llo de Marbella, en la ficha tipológica correspon-diente a esta fábrica que nos ocupa, se señala como referentes de esta obra, pero (según sus propias palabras) “mucho más cuidada y a escua-dra”, la muralla de Sfax y el ribat de Monastir. Mi opinión es que no son referentes de esta obra, quizás una evolución posterior, al igual que he-mos visto en la obra otomana. Pero no creo que sean válidas como referencia. Son realizadas con sillería de pequeño tamaño, sillarejos, muy regu-lar, en la que no existe la alternancia soga y ti-zón, y las hiladas de menor altura, repetidas dos o tres veces en algunos casos, son más parecidas

Fig. 22. Lienzo de muralla en Bursa. Se aprecia claramente el acarreo de la obra bizantina enmarcada arriba y abajo por hiladas de sillares de menor altura. Sobre estas alguna hilada de sillares desordenada y obra con sillarejos, para terminar en su parte más alta

con la obra otomana. No es una obra bizantina parecida a la nuestra tal y como afirman en el estudio de los paramentos(Revista U.E., 0 nº-2, 2015).

Fig. 24. Ribat de Monastir. Sobre las hiladas de ladrillo.

Fig. 23. Torre de las murallas de Sfax (Túnez).

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a verdugadas de ladrillos gruesos que a hiladas de sillares (figs. 23 y 24).

Un inciso ya que estoy hablando de las tipologías. La tipología I.10 del estudio de los paramentos no existe. Se refieren a la base del frente sur de la torre de la Pólvora (fig. 25) y a un par de sillares de la base del Lienzo 1 en su parte más próxima a la misma torre, correspondientes estos últimos a la tipología I.9 (fig. 26). Durante la restauración realizada a finales del siglo pasa-do, añadieron mortero en la base de estos silla-res hasta ocultar la cimentación existente bajo ellos, proporcionándoles, al unir estos con el ni-vel del suelo, un falso aspecto de ortostatos. No existe ni un solo ortostato en todo el recinto visi-ble del castillo. Ni por supuesto la tipología I.10.

En cuanto a la arquitectura bizantina en Es-paña, poco hay que decir. Son muy escasos los res-tos encontrados, poco estudiados y con muchas dudas sobre su adscripción a esta época. Práctica-mente tan solo en Baleares, Cartagena, Málaga y Ceuta se puede afirmar su existencia, y varias de ellas por ser nombradas en documentación anti-

gua. Las características que muestra esta arquitec-tura se pueden definir con una palabra: modesta. Posee una notable falta de cualquier tipo de de-coración o lujo, limitándose en todos los casos a aprovechar material reutilizado de otras estructu-ras existentes. Llegando a tal extremo, que, para la decisión de la ubicación del asentamiento, sería indispensable la existencia de este material que poder reutilizar e incluso murallas o edificios ya construidos en los que poder apoyarse o utilizar. Todos estos y muchos más datos lo pueden en-contrar desarrollado en los numerosos escritos de Jaime Vizcaíno Sánchez, los cuales aconsejo con-sultar. El caso es, que, de confirmarse la adscrip-ción de la obra del castillo de Marbella a esta épo-ca, estaríamos ante un caso único en España. Y no solo porque no existe nada así de época bizanti-na, sino también por la buena ejecución, cuidado, y sistematización con la que se realizó y dio forma

al castillo. Tanto, que a veces hace dudar de que sea material de acarreo. La homo-geneidad en el tamaño de las piezas y en la regularidad de las hiladas, con tan solo un par de engatillados visibles, demuestra un extremo cuidado en la elección de las piezas y, para poder hacerlo, un gran nú-mero de sillares que poder expoliar en la zona. Cuestión esta última que, de ser así, refuerza la teoría de la existencia de gran-des y/o numerosas estructuras de sillares de época romana en Marbella. Veremos más adelante ejemplos de obras bizanti-nas donde el acarreo es evidente y las mu-rallas se convierten en un “tetris” caótico donde las piezas parecen amontonadas sin ningún orden preestablecido. Y tam-bién algunos casos, como en el nuestro, de una obra más sistemática, homogénea en la sucesión de hiladas. Diferencias de-

bidas, con casi toda seguridad, a la posibilidad de tener mayor o menor material de expolio donde elegir.

5.- FORTALEZAS BIZANTINAS

En cuanto a la forma de las fortalezas bi-zantinas, nos encontramos con una diversidad como la que existe en el aparejo utilizado para su construcción. Como regla más o menos fija, se puede decir que predomina la forma cuadrangu-lar tanto en las torres como en los recintos. Pero presenta diferentes formas y tamaños depen-diendo de la topografía del suelo, de, a veces, los edificios sobre los que se construye y absorbe y también de la cantidad de recursos cercanos de material para expoliar.

La forma más repetida en los recintos de Argelia es la rectangular, como la de Timgad (fig. 27), Madaure sobre el teatro romano (fig. 28), o Ksar Belezma. También se da en la de Haidra en

Fig. 26).- Parte baja del lienzo de la plaza de la Iglesia en su parte más oriental. A la derecha se ve claramente que es un sillar a soga y, bajo él, en la esquina izquierda, se ve la rotura realizada para obtener muestras de cal para su datación, en concreto co-

rresponde a la M2 (se ve la marca escrita). El material resultante de la extracción eran piedras y “bolos” como las de las otras cimentaciones visibles. Más hacia la izquierda se puede ver cómo la restauración lleva el mortero hasta su nivel más bajo, ocultando la cimentación al igual que en la torre de la Pólvora, haciéndolos parecer ortostatos.

(Fig. 25).- Imagen del frente sur de la torre de la Pólvora antes de la demo-lición de las viviendas adosadas y antes de la restauración, donde se puede ver la cimentación sin el mortero que la oculta actualmente y que demues-

tra que la tipología I.10 no existe.

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Fig. 27. Fortaleza bizantina Timgad, la Thamugadi romana (Argelia). Construida con material de expolio de la ciudad ya abandonada. Con unas longitudes de aproximadamente 110 m x 80 m. Una torre en cada esquina del recinto y otra en la parte media de cada lado, de entre 6 a 7 m por lado cada torre. Medidas tanto del recinto como de las torres muy parecidas a la fortaleza de Marbella. La entrada situada en la torre de la parte media de uno de sus lados más largos. Al poseer gran cantidad de sillares de la antigua ciudad romana, tiene un relativo orden en su fábrica, alternando

hiladas a soga y tizón, aunque de diferente altura, lo que provoca engatillados en los encuentros. No utiliza las hiladas de sillares acostados. “La forteresse byzantine de Thamugadi, 1. Fouilles á Timgad, 1938-1956”,

de Jean Lassus.

Fig. 28. Fortaleza bizantina de Madaure (Argelia). Construida aprovechando y absorbiendo las estructuras del antiguo teatro

romano. Con unas medidas aproximadas de 70 m. x 50 m., torres de entre 6 a 8 m. de lado. La entrada se realizaba por

la, de las tres visibles, la torre central.

Fig. 29. Fortaleza de Haidra, sobre la antigua ciudad romana de Ammadara en Túnez. Con forma rectangular irregular, de

aproximadamente 200 m en su lateral más largo, por 100 m del más corto. Las entradas corresponden al antiguo cardo y decumanus

romano. Su fachada inferior se construye en el mismo borde del cauce del río Haidra. El acceso se realizaba por un puente hoy totalmente

destruido, y una puerta abierta en una de sus esquinas.

Fig. 30. Avdat en Israel. De 115 m x 50 m aproximadamente. Dividida en dos cuadros con un marcado retranqueo entre ellos. El cuadro superior en la imagen es el dedicado específicamente a fortaleza militar, y el inferior es el recinto sagrado, con iglesias y edificios

conventuales.

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Fig. 31. Ain Djoukar en Túnez. De aproximadamente 30 m x 30 m. Como

característica especial, posee una fuente en su interior.

Fig. 32. Henchir Bez (Túnez).De aproximadamente 40 m x 40 m.

Fig. 33. Ksar Lemsa (Túnez). De 40 m x 40 m, con torres en sus esquinas de entre 6 a 8 m de lado. Con acceso en el punto medio de uno de

sus laterales. Como característica especial, posee una piscina para el abastecimiento de agua. Lateral izquierdo de la imagen. Su fábrica de

sillares es posiblemente la más parecida a la del castillo de Marbella de todas las demás fortalezas bizantinas.

Fig. 34. Ain Tounga- Thignica (Túnez). Construida sobre la antigua ciudad romana. No encuentro explicación lógica a su forma irregular. Se encuentra sobre un terreno sin desnivel,

ni obstáculos que le fuercen a deformarse de esa manera. Con unas medidas aproximadas de 80 m x 80 m.

Fig. 35. Dougga en Túnez. En este caso, amurallan cerrando el capitolio y el fórum de la antigua ciudad romana. Su forma se debe claramente a la

intención del cierre de esas estructuras. Medidas aproximadas, 70 m x 45 m.Túnez (fig. 29), aunque no mantiene una forma rectangular perfecta al tener sus lados más cor-tos distinta orientación, como ocurre en Mar-bella. O también Avdat en Israel, que además está dividida en dos cuadros, uno para el fortín militar y otro que hace las funciones de recinto sagrado con dos iglesias e instalaciones conven-tuales. Existiendo, al igual que en nuestro casti-llo, un retranqueo entre los dos recintos (fig. 30). En Túnez, sin embargo, la forma más recurrente es la cuadrada, de menor superficie que los an-teriores, iguales a los fortines romanos (algunos de ellos posiblemente fueran reutilizados), como Ain Djoukar (fig. 31), Henchir Bez (fig. 32), Ksar Lemsa (fig. 33). O formando un polígono irregu-lar, como Ain Tounga (fig. 34). También en Túnez existen fortines aún más pequeños, cuya función debió de ser la del simple alojamiento de las tro-pas, estando situados en ciudades donde ya exis-

Fig. 36. Cierre de las grandes termas de Makhtar.

tía un amurallamiento exterior, como ocurre en Bulla Regia, en Dougga cercando el foro y el capi-

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caótica y otras un poco mejor ordenado, con una tendencia a hiladas donde se alterna el soga y tizón, y a veces con hiladas de menor altura.

6.1.- Argelia

En Argelia tenemos un posible positivo en Khemissa, en la provincia de Souk-Ahrass (fig.

Fig. 37. Theveste, actual Tebessa (Argelia). Reaprovechamiento del arco de triunfo de Caracalla como puerta de entrada del cierre amurallado.

Fig. 38. Posible positivo en Khemissa (Argelia).

Fig. 39. Tebessa. En las hiladas más bajas se ve una repetición de hiladas más o menos homogéneas a soga, y sobre ellas una hilada no completa de sillares con menor altura. En las partes altas la obra es

más desordenada.

Fig. 40. Otro tramo de la muralla de Tebessa donde es más continua la repetición soga y tizón por hiladas, muy parecida a la que tenemos en

el castillo de Marbella.

Fig. 41. Madaure. Las primeras hiladas parecen originales romanas. En la parte central de la foto se ven algunos ortostatos y sobre ellos una hilada muy fina de sillares. Las hiladas de menor altura también son visibles en las dos torres. Y en las partes altas algunos sillares

almohadillados reaprovechados.

tolio de la ciudad (fig. 35), Sbeitla, donde existen tres pequeños fortines, o en el cierre de las Gran-des Termas de Makhtar (fig. 36). También se dio el amurallamiento de ciudades romanas cuando aún seguían teniendo actividad, como en Leptis Magna en Libia o la antigua ciudad helenística de Hierapolis en Turquía, y muchas otras más des-critas por Procopio. Como ejemplo curioso de aprovechamiento de estructuras antiguas para su fortificación, está el arco de triunfo de Cara-calla, en Tebessa (Argelia), siendo reconvertida a puerta de su amurallamiento (fig. 37).

6.- EL ESPECIAL APAREJO DE SILLARES

En la búsqueda de referentes para la obra de sillares acostados comencé por el norte de África, siguiendo preferentemente las fortifica-ciones nombradas por Procopio en su libro VI; continué por la frontera bizantino-persa descrita en el libro II, y más tarde en Turquía y Grecia. Seguiré en la siguiente descripción el mismo re-corrido.

Tal y como sucede con la disparidad en la formas constructivas de las fortalezas, en el aparejo de sillares ocurre algo parecido. Es di-fícil encontrar una norma general, salvo que es material de acarreo, colocado a veces de forma

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38). Entraría dentro de las que se puede llamar “ordenadas”, con hiladas a soga y tizón, con re-petición de a veces las soga otras el tizón, con algunas hiladas de menor altura entre ellas. Tam-bién se aprecia algún engatillado entre sillares.

También en Argelia, en Madaure, donde aprovechan la parte trasera del escenario y la val-va regia como entrada a su recinto, manteniendo en algunas partes las primeras hiladas de sillares romanos. En un pequeño tramo se ve una decena de ortostatos; sobre ellos una hilada de menor altura, desordenándose la obra cuanto mayor la altura, utilizando incluso algunos sillares almo-hadillados expoliados (figs. 41 y 42). En la vis-ta desde la parte interna de la puerta, la obra se desordena aún más, formando lo que llamo un “tetris caótico”, donde no existe más orden que “apilar” las piedras de forma que encajen las

diversas formas entre ellas (fig. 43).En Tebessa tenemos algo parecido y, aunque se ve alguna hi-lada de menor altura, parecen creadas más bien por la necesidad de colocar esos sillares que de una obra sistemática. Con repetición de a veces sogas y otras tizón. Usando algunos sillares de gran tamaño en altura (igual que los existentes en las partes altas de la fachada norte de la torre del Cubo), mezclados con otros más pequeños (fig. 39). Aunque también se ven tramos más or-denados y regulares que recuerdan mucho a la obra de soga y tizón sin acostados de calle Trini-dad (fig. 40).

6.2.- Túnez

En Túnez, la obra “Tetris” se ve muy bien reflejada en los amurallamientos del fórum de Dougga (figs. 44 a 47) y de las grandes termas de Makhtar (figs. 48 y 49). Obra en la que aunque son visibles esporádicamente algunos tramos de

Fig. 42. Madaure. El otro tramo del frontal de la fortaleza. Igualmente que en el anterior se ve alguna hilada de menor altura y sillares

almohadillados en su parte superior.

Fig. 43. Madaure. Vista de la puerta desde el interior del recinto. Claro ejemplo, sobre todo en la parte alta, de la obra bizantina desordenada

y de acarreo.

Fig. 44. Dougga. Cierre del capitolio y fórum. Son numerosos los engatillados debido a la discontinuidad y desorden de sus hiladas.

Fig. 45. Dougga. Detalle del mismo amurallamiento desordenado, usando incluso sillares almohadillados.

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hiladas de sillares de menor altura, no creo que pueda ser usada como referencia a la obra de Marbella. Es un amontonamiento de sillares de distintas formas y tamaños sin ningún orden sal-vo el encajamiento de unas piezas sobre otras.

Sin embargo, cuando la construcción se refiere a murallas de fortalezas, no a cierres de antiguas estructuras en el interior de ciudades, es mucho más cuidada y ordenada. Siendo estos

Fig. 49. Makhtar. Cierre amurallado de las grandes termas. Son visibles algunas hiladas de sillares “tumbados”. Al pertenecer a una puerta

parece haber sido construida con mayor cuidado, y mantener una mayor regularidad.

Fig. 46. Dougga. Vista Oeste de la misma muralla bizantina.

Fig. 47. Dougga. Vista de la muralla desde el interior del fórum.

Fig. 48. Makhtar. Cierre amurallado de las grandes termas. Aunque son visibles algunas hiladas de sillares acostados, mezcladas con otras en una tendencia a soga y tizón, estas no tienen continuidad, intercalándose entre ellas de forma

desordenada. Pertenecerían a la misma familia Tetris que la de Dougga.

Fig. 50. Aggar, cercana a Dougga. Se aprecia una buena continuidad en sus hiladas, e intercala algunas de acostados.

Fig. 51. Haidra. Vista desde el interior de la puerta que se abre al río con el mismo nombre. Pese a existir algún

engatillado entre hiladas, es una obra más ordenada. La obra más cercana a la puerta puede ser de construcción romana.

No contiene hiladas de acostados.

Fig. 52. Haidra. La misma puerta desde el exterior. A través de un puente del que tan solo queda el arranque, se realizaba el acceso a la ciudad romana. La torre sobresale muy poca

distancia con respecto al lienzo de muralla, exactamente igual que ocurre en la torre del Cubo, y la puerta que contiene

puede servir de referente a mi propuesta teórica de la existencia de una puerta en la cara este de la torre del Cubo.

Fig. 53. Puerta lateral en Ksar Lemsa. En la base de la muralla y la torre a la izquierda de la puerta se pueden ver varias hiladas bastante homogéneas a soga y tizón, con una de menor altura encima de ellas. En las partes superiores se

desordena un poco la obra. A la derecha de la puerta no existe la hilada de acostados.

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Fig. 54. Ksar Lemsa. Detalle de la obra a la izquierda de la puerta. Hiladas inferiores con sogas y tizones de distinto tamaño, donde a veces repiten el tizón o la soga. Sobre ellas, la hilada de menor

altura e hiladas más desordenadas.

Fig. 55. Interior de Ksar Lemsa. Al igual que ocurre en el exterior, las primeras hiladas están más cuidadas y sobre la hilada de menor altura (en este caso, es la sexta hilada visible, mantenida también en el faldón de la izquierda), la obra se

desordena, lo mismo que ocurre en el Lienzo 1 (Plaza de la iglesia).

Fig. 56. Vista general de Ksar Lemsa desde el lado opuesto a la puerta.

Fig. 57. Detalle del lienzo interior de Ksar Lemsa. Pese a ser la que más parecido tiene a la de Marbella, es más desordenada e irregular.

Fig. 58. Ain Tounga. A la derecha los restos de una torre con aparejo desordenado, visibles algunas hiladas de menor altura en su base y sillares almohadillados de acarreo. A la izquierda, un par de hiladas de acostados entre otras, con un cierto orden a soga y tizón, y una con numerosa repetición de tizones. Es un claro ejemplo de la dificultad de establecer una regla en el aparejo bizantino, ya que depende absolutamente del material de expolio que poseen en el momento de la construcción.

Fig. 60. Mismo lienzo anterior donde se aprecia un quiebro/retranqueo de difícil justificación. En calle

Arte existe uno muy parecido.

Fig. 59. Ain Tounga. La continuación del mismo lienzo anterior.

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los más claros referentes de la obra del castillo de Marbella. Como ejemplos, la fortaleza de Aggar (fig. 50), Haidra, aunque no posee hiladas de menor altura (figs. 51 y 52), y, sobre

Fig. 64. Sbeitla. Algo más desordenada que la anterior. Con alguna hilada de menor altura a la derecha e hiladas con repetición de numerosos tizones.

Fig. 61. Ain Tounga. A la izquierda, esquina realizada con sillares almohadillados. En el centro, detalle del emplecton

del interior de la muralla y cómo los tizones e incluso sillares acostados penetran en el conglomerado haciendo de tirantas.

Fig. 62. Ain Tounga. Clara utilización de material de acarreo romano para la construcción de una torre.

Fig. 63. Sbeitla. Al fondo se puede ver el lateral de uno de los fortines con una hilada de acostados y sobre y bajo ella hiladas con predominio de la soga.

(Fig. 66).- Hierápolis. Vista frontal de otro punto del muro de cierre realizado en época bizantina.

(Fig. 65).- Hierápolis. Una de las entradas de la ciudad. A la izquierda, restos de la muralla, en la que se distingue un par de hiladas de menor

altura y, aunque en el resto se ve una tendencia a soga y tizón, no mantiene ningún orden.

todo, la que creo que es la mejor referencia, Ksar Lemsa (figs. 53 a 57). Aun así, como en todo lo que tiene que ver con la arquitectura bizantina, es difícil establecer una regla fija, y existen fortalezas como la de Ain Tounga, que, además de tener una extraña planta poligonal irregular, su aparejo de sillares se acerca más al Tetris desordenado visto anteriormente (figs. 58 a 62).

En Sbeitla, también en Túnez, ciudad ro-mana que posteriormente fue capital bizantina, existen tres pequeños fortines en los que pode-mos ver algún otro positivo.

6.3.- Turquía

Del libro II de Procopio no he encontrado ningún positivo en la frontera persa. La búsque-da ha sido mucho más complicada, al existir me-nos información de esa zona, y de la mayoría de las actuaciones que se describen en el libro II ni tan siquiera se conoce su localización exacta o han desaparecido. Sí que he podido encontrar de las nombradas en el libro II, el cierre amurallado de la ciudad de Hierápolis en Turquía. Pertenece a la obra desordenada que denomino como Te-tris, (figs. 65 y 66).

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6.3.1.- La obra turco-helenística

Lo que sí he encontrado en Turquía, prin-cipalmente en la parte occidental de Anatolia, en los restos de antiguas ciudades helenísticas, es el aparejo de sillares que posiblemente influyó en el estilo de la obra del castillo de Marbella. Esa influencia pudo ser directa si hablamos de una fortificación realizada en época helenística por personas de esta zona de Turquía, o indirecta a través de la obra bizantina, que con toda proba-bilidad fue influenciada por la anterior, e incluso puede que de época islámica, si, por ejemplo, el maestro constructor encargado de la obra fuera originario o cercano de esta zona turca.

Una vez vistas miles de fotos de las obras bizantinas del norte de África y turco-helenísti-cas, mi sensación es que el aparejo de Marbella está a medio camino entre las dos. Ni el positivo más parecido de la obra bizantina, Ksar Lemsa, llega a la regularidad y sistematización de la obra de acostados de nuestro castillo (el resto de la obra bizantina, como hemos visto, es casi un amontonamiento de sillares). Y totalmente al contrario que la bizantina, la turco-helenística es una obra de cantería perfecta que, como regla general, está compuesta por una secuencia de dos hiladas alternando en ellas el soga y tizón, con una hilada de menor altura sobre ellas. Al no existir un inventario oficial del patrimonio ar-queológico de Turquía, la datación de este apa-rejo no es sencilla. Muchos de los restos no han sido excavados o han sido excavados a prin-cipio del siglo pasado con métodos poco or-todoxos. Pero se pue-de afirmar, con algunas reservas, que se dio a finales del periodo clásico, siglo IV a.C., y durante todo el perio-

do helenístico, e incluso puede verse en alguna obra romana de esa zona.

Es usada indistintamente en diversos edi-ficios; por ejemplo, en los muros de cierre del koilon o graderío de teatros como el de Miletus, construido hacia el siglo IV a.C. con numerosas ampliaciones en época helenística (aunque con ciertas dudas, porque fue también ampliado posteriormente por romanos y la fábrica de este muro de contención del graderío puede pertene-cer a esta época). Como dato curioso, existe una fortaleza bizantina, Palation, en lo alto del monte que acoge las gradas del teatro (figs. 67 a 69), el

Fig. 67. Teatro de Miletus. Aunque con predominio de la repetición de sogas, se ve la alternancia de una hilada a soga y tizón, con hiladas de

acostados. Puede ser un caso en el que la obra romana usara este aparejo en la ampliación del antiguo teatro griego. En la parte superior derecha se

pueden ver los sillarejos que forman parte de la fortaleza bizantina Palation.

Fig. 68. Teatro de Miletus. En el perfil se ve la colocación de sillares acostados en las hiladas de menor altura.

Fig. 69. Teatro de Miletus, con fácil distinción de tres aparejos distintos en los muros de contención del graderío, debidos a sus numerosas ampliaciones, y en su parte central superior la fortaleza bizantina Palation, construida

en su base con sillares sin orden alguno y en sus partes más altas con sillarejos en hiladas continuas.

Fig. 70. Teatro de Alabanda. Obra de cantería perfecta.

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Fig. 71. Teatro de Alabanda. Vomitorio. Fig. 72. Teatro helenístico de Alinda.

Fig. 73. Teatro helenístico de Alinda.

Fig. 74. Bouleuterion de Alabanda. Dibujo del alzado representado en el cartel informativo del sitio arqueológico. Recuerda mucho a la obra del castillo de Marbella, salvo por la menor utilización de tizones.

Fig. 75. Lateral del Bouleuterion de Alabanda. Aparejo algo más irregular en la alternancia soga y tizón que los vistos anteriormente,

aunque perfecta en la altura de las hiladas y muy parecida a la secuencia de sillares del castillo.

Fig. 76. Lateral del Bouleuterion de Alabanda desde el interior.

Fig. 77. Bouleuterion de Alabanda. Detalle de la sección del muro, con paramentos de doble sillar sobre sillares acostados.

Fig. 78. Entrada al Bouleuterion de Aigai. Se aprecia cómo al encontrarse la fachada en desnivel, las hiladas de menor altura eran usadas como

nivelación de las entradas y formando el escalón de la puerta.

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Fig. 79. Ágora de Alinda.

Fig. 80. Ágora de Alinda.

Fig. 81. Torre en Alabanda. Con finos tizones en la mayoría de las hiladas. En las torres, generalmente las hiladas de menor altura marcan los distintos niveles del suelo de las plantas del interior.

Fig. 82. Torres en Alabanda.

Fig. 83. Torres y muralla en Leontopolis. En este caso, las hiladas de menor altura son menores que las demás vistas.

Fig. 84. Torre y puerta en Leontopolis.Fig. 85. Torres en Heraclea del Latmos. Con predominio del soga y tizón

y dos hiladas de sillares de menor altura.

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de Alabanda sin datación segura al no haber sido excavado (aunque se conoce que la ciudad ya existía al comienzo del periodo seléucida en el siglo IV a.C. y el aparejo es muy similar al del siguiente ejemplo) (figs. 70 y 71), o el helenístico de Alinda (figs.72 y 73); en el “Consejo del pueblo” o Bouleuterion como el de Alabanda datado en el periodo helenístico tardío (figs. 74 a 77), e igual datación para el de Aigai, de a media-dos del siglo II a.C. (fig. 78); en ágoras helenísticas como en Alinda (figs.79 y 80); en fortificaciones como las torres de Alabanda (figs. 81 y 82), en Leontopolis (Isaura) (figs. 83 y 84), o Heraclea del Latmos (figs. 85 a 87); y templos o heroon como el de Phaselis (fig. 88).

6.4.- Grecia

La búsqueda de referentes de la obra con sillares de menor altura me llevó a Grecia. Aquí, aunque son numerosas las edificaciones con este tipo de hiladas, pertenecen en su mayoría

al llamado aparejo pseudoisódomo. Pero, tal y como expresé en el apartado romano imperial, la sillería a soga y tizón es sistemática en la Gre-cia Antigua, y ese uso del tizón, menos habitual para época romana, era a veces incorporado en su estilo predecesor griego, adquiriendo un gran parecido a la fábrica de sillares del castillo de Marbella.

Fig. 86. Heraclea del Latmos.

Fig. 88. Restos del muro de un Heroon en Phaselis. Aunque con predominio de sogas, contiene intercalados algunos tizones. En este caso, la secuencia es una

hilada a soga y tizón por una de sillares acostados, repitiéndose hasta cuatro veces.

Fig. 87. Base irregular de una torre con engatillado. Heraclea del Latmos.

Fig. 89. Base de una torre del cierre del Santuario en Eleusis datada entre el 479 al 461 a.C. Contiene dos hiladas a soga y tizón con otra sobre estas

con sillares de menor altura.

Fig. 90. Base de la misma muralla anterior. Entre hiladas de menor altura, otra con una alternancia de dos sogas por un tizón.

Fig. 91. Estagira. Muro de un templo datado en el siglo V a.C. con predominio de sogas, aunque no todas del mismo tamaño, y repitiendo hasta tres veces las hiladas de sillares

acostados.

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Con toda probabilidad, esta obra influyó en la posterior turco-helenística de los siglos IV-II a.C. que hemos visto en el anterior apartado. También influyó en el pseudoisódomo romano. Más adelante a la obra bizantina, aunque al ser de pobre construcción, con material de expolio, tan solo se ve en algunos pequeños trazos de sus murallas. E incluso tuvo su continuidad en la obra otomana mucho más elaborada que la bizantina.

Como ejemplos de esta obra, el de la mu-ralla y torres del Santuario en Eleusis datados entre 479-461 a.C. (figs. 89 y 90); o el muro de un templo en Estagira, datado en el mismo siglo V a.C. (fig. 91); o el muro de la Stoa Sur de Olym-pia, correspondiente al periodo clásico (fig. 92).

6.5.- España

Y para cerrar el círculo, una obra de si-llares en nuestro país: el muro de protección del puerto de Ampurias, antiguo Emporion de los foceos, fundada en el siglo VI a.C. (fig. 93). No se puede considerar como referencia posi-tiva de la obra de este estudio, porque aunque mantiene hiladas continuas de más o menos la misma altura, la forma de los sillares nos refiere a un opus siliceum o poligonal con piezas irregu-lares encajadas unas con otras. Pero, como dato curioso, en su parte media-alta, existe una de menor altura que recorre todo el rompeolas de punta a punta.

7.- CONCLUSIONES

Está prácticamente todo por hacer. La conclusión es que no se puede concluir casi nada todavía de forma científica. Se puede empezar a hablar de que posiblemente existió una Marbe-lla prerromana. Hay ciertos indicios, como algún material arqueológico encontrado, o una geo-grafía en el casco antiguo (un punto elevado cer-cano al mar y rodeado por dos ríos) de similares características con otras del entorno donde sí se sabe que existieron asentamientos prerromanos. Todavía una teoría que esperemos sea demostra-da en futuras intervenciones arqueológicas. Sí se puede afirmar, gracias al reciente descubrimien-to en la esquina suroeste de la plaza de los Na-ranjos (Altamirano, 2016), que hubo algún tipo de asentamiento en época republicana romana. ¿Cuál?, todavía no se sabe. Se confirma también, por la intervención realizada en la esquina diago-nal contraria, noreste, de la misma plaza (Tomas-setti, 2015), que ese asentamiento republicano se mantiene en época imperial, lo que nos indica algún tipo de población romana fuera del ámbito del castillo. Hasta estos últimos descubrimientos se podía pensar que solo existió en el lugar que ocupa la fortaleza hoy en día. Ya sabemos que sí, que esta pudo extenderse por la ladera que ahora ocupa el casco antiguo de la ciudad. ¿Fue entonces Marbella un oppidum ibero-púnico, con una continuidad en las etapas romanas? Es posi-ble que sí. Es una teoría que he defendido desde que comencé en esto de la historia y vi la espe-cial configuración que le proporciona el río Hue-lo a la ciudad desembocando en el arroyo de la Represa. Pero aún queda mucho por demostrar.

Sin demasiada seguridad, pero parece ser que esa población continuó de alguna manera coexistiendo para época tardorromana en la ciu-dad. Se me hace difícil pensar lo contrario. Lo más probable es que un mayor o menor número de personas siguieran usando las construcciones e

Fig. 92. Olympia. Muro de la Stoa Sur junto al Bouleuterion. Las hiladas superiores construidas con sogas, pero en la hilada inferior se puede ver

una alternancia de dos sogas por un tizón.

Fig. 93. Rompeolas en Ampurias de construcción focea, siglo VI a. C. con una hilada de sillares de menor altura (la tercera desde arriba).

No solo no se puede afirmar que el origen del castillo es romano, sino que con toda

probabilidad no lo sea. La decena de sillares almohadillados en la

cimentación del lienzo de muralla de la plaza de la Iglesia, que

son la justificación para datar la fundación del castillo a esa etapa

histórica, entrañan grandes dudas sobre su origen, datación o incluso

al edificio al que pertenecieron

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instalaciones existentes. El alcance de la ciudad para esta etapa tampo-co es conocido. Aunque pienso que es poco probable la ampliación del castillo que proponen en el estudio de los paramentos para esta etapa. De la época bizantina no tenemos ni un pequeño fragmento cerámico que pueda confirmar que la zona estuvo habitada. Y de la etapa emi-ral tan solo en la intervención de la calle Panadería (Tomassetti, 2015) se ha podido encontrar estratigra-fía que apunte a un hábitat para esta época.

En cuanto al origen del cas-tillo, no solo no se puede afirmar que su origen es romano, sino que con toda probabilidad no lo sea. La decena de sillares almohadillados en la cimentación del lienzo de muralla de la plaza de la Iglesia, que son la justificación para datar la fundación del castillo a esa etapa históri-ca, entrañan grandes dudas sobre su origen, da-tación o incluso al edificio al que pertenecieron.

El resto de sillares, según el estudio de los paramentos, de adscripción romana, en este caso imperial, situados en las bases este y norte del castillo, como hemos visto anteriormente, están erróneamente datados con una tipología equivocada, y pertenecen a la obra de sillares “acostados”, o de menor altura. Los otros sillares adscritos a época imperial son los situados en la base del lienzo de plaza de la Iglesia, con los cuales ocurre exactamente igual que con los an-teriores almohadillados: pueden ser de acarreo, pertenecer a prácticamente cualquier época o haber sido parte de cualquier otro tipo de edifi-cación que no fuera una fortaleza, y simplemen-te se apoyaron en ellos cuando la construcción del aparejo, que sí que realmente da la forma a todo el contorno, desde su base, y es la obra fun-dacional del castillo de Marbella, el aparejo con hiladas de sillares acostados.

Según Jean-Pierre Adam (p. 123), la in-mensa mayoría de los edificios romanos que

recurrieron al aparejo de sillares fue con pseudoisódomo, el cual describe como bloques cuadrangulares de longi-tud variable y yuxtapuestos en hiladas de altura uniforme, interrumpidas a veces por descolgamientos. Decreciendo generalmente la altura de las hiladas a medida que aumenta la altura del edifi-cio, para facilitar así las tareas de eleva-ción y de colocación, empleando los blo-ques menos pesados en las partes más altas de la construcción. Este aparejo, además de ser el más usado, es el que más similitudes puede tener con el de Marbella. Por un lado, se pue-den ver a veces hiladas intercaladas de diferente altura a las otras y, al usar piezas con distinta longitud, se puede confundir con una alternancia

A la hora de intentar datar una obra de sillares únicamente por su forma, solo se puede hablar de parecidos, probabilidades, hasta incluso de

sensaciones de intuición, pero no se puede afirmar con rotundidad ninguna en

concreto, ni mucho menos descartar las otras posibles opciones. Y en el caso del

aparejo de la base del castillo de Marbella no puede ser de otra forma

Fig. 94. Sillares en la plaza de la Iglesia. De abajo arriba, una primera línea falseada por la restauración; una segunda con sillares a soga de posible adscripción a época imperial; y sobre

esta, dos líneas a soga y tizón pertenecientes a la tipología de sillares acostados o de menor altura

Fig. 95. A la derecha, justo encima del banco, la hilada de menor altura. En la parte central, la resolución de la intersección entre estos y la hilada a soga

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sistemática a soga y tizón en la misma hilada. Pero no es la misma obra. La nuestra mantiene una gran claridad en la alternancia soga y tizón en la misma hilada (aunque a veces se repitan la soga o el tizón), y la hilada de sillares acos-tados es clara y sistemáticamente una hilada de menor altura colocada sobre las anteriores. Tan solo una prueba científica real (ya sea por estra-tigrafía asociada a algún tramo de muralla reali-zada con esa secuencia, o una datación median-te el análisis de una muestra de cal) me podría hacer cambiar de opinión, y tendríamos en ese caso, un aparejo de sillares inédito para época romana. Bajo mi punto de vista, las probabilida-des de que sea así son iguales o menores a una adscripción griega o turco-helenística. Estamos acostumbrados a ver obras romanas en la zona y la opción helenística nos puede parecer dispa-ratada, pero es el aparejo de esta última el que realmente tiene grandes similitudes con la obra de Marbella.

A la hora de intentar datar una obra de sillares únicamente por su forma, solo se puede hablar de parecidos, probabilidades, hasta inclu-so de sensaciones de intuición, pero no se puede afirmar con rotundidad ninguna en concreto, ni mucho menos descartar las otras posibles op-ciones. Y en el caso del aparejo de la base del castillo de Marbella no puede ser de otra forma. Como hemos visto en la anterior búsqueda de re-ferencias, la especial secuencia de sillares, vista desde un punto escrupulosamente del parecido, sin subjetividad, puede pertenecer a las épocas griega clásica, turco-helenística, bizantina, e in-cluso, llegando a la escrupulosidad máxima, pu-diéramos estar ante una obra inédita para épo-cas islámicas e incluso romana.

Estas posibles opciones se podrían re-ducir si, por ejemplo, se pudiera determinar si es una obra realizada con material expoliado o creado específicamente en canteras. Pero esta cuestión tampoco está corroborada. No existe en toda la base del perímetro visible del casti-llo ni una sola muesca en un sillar que pueda probar que fueron transportados y/o elevados mediante grúas. Tan solo el tizón en calle Trini-dad, con un cierto parecido en su forma a una clave de arco, pero que bajo mi punto de vista pudo tomar esa forma por obra y gracia de la erosión atmosférica, muy vi-sible en el resto de los sillares de ese paño. Es tal la regulari-dad en el tamaño de las piezas, en las alturas de las hiladas, y tan perfecta su colocación, que fue confundida su tipología con obra romana de cantería en las partes este y norte del castillo. Y sin tener confirmación sobre

la procedencia de los sillares no se puede excluir ninguna de las anteriores opciones.

Se podría pensar que la griega o turco-he-lenística podrían ser eliminadas por la existencia de sillares almohadillados en la cimentación del Lienzo 1. Pero es que estos pudieron perfecta-mente formar parte de un posterior “retacado”, de una reparación en esa zona de la muralla. O bien, al ser parte de la cimentación y por lo tanto no visible, no les importó usar sillares con distin-to decorado al del resto de la obra. Es complica-do hablar con los pocos datos que tenemos de una fortaleza griega en Marbella. Sé que de ser así estaríamos ante un único ejemplo de forta-leza helenística, no solo en España, sino a nivel mundial. Incluso de poder confirmar este pun-to estaría posiblemente hablando ahora mismo de la desubicada Mainake. Pero las similitudes del aparejo y el desconocimiento de si estamos ante una obra de cantería o no, no me permite descartarlo, aunque obviamente veo sus pocas y difíciles probabilidades.

Al finalizar la búsqueda de referentes del aparejo de Marbella por las fortalezas bizantinas del norte de África, después de haber visto mi-les de fotos de sillares, mi sensación era que no había encontrado ningún positivo que encajara totalmente. Y no fue hasta que vi imágenes del Bouleuterion de Alabanda (fig. 96), cuando em-pecé a pensar que podía estar sobre una buena pista. Esta búsqueda de referentes no es más

Fig. 96. Alzado lateral del Bouleuterion de Alabanda.

Al finalizar la búsqueda de referentes del aparejo de Marbella por las fortalezas

bizantinas del norte de África, después de haber visto miles de fotos de sillares, mi sensación era que no había encontrado

ningún positivo que encajara totalmente. Y no fue hasta que vi imágenes del Bouleuterion de Alabanda, cuando

empecé a pensar que podía estar sobre una buena pista

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que un ejercicio visual de comparación, no me atrevo a llamarlo estudio, y obviamente poco o nada científico, pero es de igual validez que intentar datar cronológicamente las fábricas de sillares de obra antigua sin estratigrafía, tan solo por parecidos en su tipología. El que la base de nuestro castillo sea o no obra griega, helenística, romana, bizantina o emiral se resolverá median-te pruebas científicas, no visuales.

De la etapa tardorromana nada más que decir que lo expresado en el apartado correspon-

diente en este documento. Pienso que el Lienzo 2, calle Trinidad, pertenece a la misma obra ori-ginaria del castillo, la de sillares acostados. Que, salvo esas peculiares hiladas, todo lo demás es igual, misma piedra, mismo tamaño de las pie-zas, misma alternancia soga y tizón. Y hemos vis-to ejemplos de obra bizantina (suponiendo que se deba a ellos la construcción del castillo) donde no en todos los paramentos del edificio se man-tiene la hilada de menor altura. En el mismo plan director del castillo se habla de que puedan ser coetáneas las bases de los Lienzos 1 y 2, aunque en este caso con adscripción “¿romana, emiral?”.

Obviamente, no hay coincidencia de nuestro aparejo con la obra “Tetris” de muchas de las construcciones bizantinas del norte de África. Entre ellas, Dougga y Makhtan, que no pueden ser incluidas como referentes de esta obra. Sí que puede pertenecer a la otra, a la más cuidada, como la de Ksar Lemsa en la romana Limisa. Pero, como decía anteriormente, es tan solo un ejercicio visual de comparación; se nece-sitan pruebas. Mi sensación, y quizás hablando de probabilidades, es que sí, que la fortaleza fue construida por el imperio bizantino en el corto periodo de tránsito por el sur de Hispania. Y, de ser así, tendríamos, al igual que en los casos an-teriores, una fortaleza única en España, con un aparejo también inédito en la península. Pienso también que, de ser así, tendríamos una prueba irrefutable de la existencia de numerosos edifi-cios de sillares en la Marbella romana. De ningu-na otra manera pudieron construir una fortaleza de esas dimensiones con una sillería tan cuidada y regular, sino es teniendo una enorme cantidad de piezas donde elegir.

Lo que sí pienso que queda resuelto es el intenso debate de los últimos años sobre las diferentes etapas constructivas de los cuadros alto y bajo del castillo. Toda la base pertenece a un mismo arranque constructivo. Y para la reso-lución de la datación original de esta base fun-dacional de la fortaleza, propondría tres actua-ciones que creo necesarias. Una, en el interior de la torre del Cubo; allí se encuentra la fábrica de acostados (de hecho, toda la torre pertenece

Fig. 97. Aspendos. Salas del mercado en el lado oeste del ágora. Igual fábrica que la del Bouleuterion de Alabanda, pero en este caso triple hilada con alternancia a soga y tizón sobre la de sillares acostados.

Fig. 99. Marcados en rojo otros tizones con características similares que el anterior, donde se aprecia el gran desgaste erosivo que han soportado

Fig. 98. Sillares a soga y tizón en calle Trinidad. Marcado en rojo el tizón con forma de clave de un arco

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a esta tipología) y exis-te la posibilidad de que desde dentro se pueda encontrar una estrati-grafía “limpia” asociada al paramento que nos permita datarlo, o bien, si se accede a la cimen-tación de la torre, poder obtener muestras de cal que analizar. También veo interesante la actua-ción en esta torre por la posibilidad de haber contenido la noria que alzaba el agua al interior del castillo, y también por la posible existen-cia de una puerta en la cara este, cegada por la torre semicircular. Una segunda actuación puede ser en la explanada del colegio en el interior del castillo. Allí hemos realizado en total cuatro son-deos en dos actuaciones, años 2012 y 2014, sin haber podido encontrar una estratigrafía clara en ninguno de los casos, y posiblemente tampo-co se encuentre en esta. Pero queda por excavar una zona que puede ser interesante, que es la sombra que detectó el georradar, de la que tan solo pudimos ver su “punta”, dos sillares alinea-dos con una orientación que puede pertenecer al cierre entre el cuadro alto y bajo, y esa sombra es posible que se corresponda con la puerta de la retirada del castillo y/o parte de la torre anexa. Y una tercera actuación, más económica y fácil de realizar, y que pienso que puede dar grandes resultados, es el estudio de la cerámica conteni-da en el hormigón existente en la esquina sures-te perteneciente a la “torre perdida”; quizás se encuentre alguna pieza cerámica que nos pueda dar una datación y, por supuesto, obtener mues-tras de cal de ese hormigón que poder analizar.

Pienso, aunque es una opinión y obvia-mente nada vinculante, que estaría bien que para futuras actuaciones en el castillo fueran ojos nuevos y frescos los encargados de su aná-lisis. Algo así como cuando se pide una segun-da opinión médica. A ser posible, especialistas en obra antigua. Personas que puedan aportar opiniones nuevas, o bien simplemente confirmar las ya existentes, pero pienso que siempre viene bien y es necesaria una segunda opinión.

Mesopotamenoi. Curioso nombre, grie-go, sin localización conocida, que con toda probabilidad se refiere a un sitio, ubicado entre dos ríos al igual que la antigua Mesopotamia. Nombre que aparece en la Descriptio Orbis Romani

de Jorge Chipre (630 d. C.) y que en las Notitiae Graecorum Episcopatuum (660 d. C.) aparece como Mesopotaminoi. No voy a entrar en este escrito a describir/discutir las distintas teorías, decenas y realizadas por grandes historiadores, sobre la ubicación de tan peculiar nombre, y que se esca-pan de mi conocimiento. Para ello os remito al gran trabajo realizado por José Soto Chica y Ana María Berenjeno: La última posesión bizantina en la Península Ibérica: Mesopotamenoi-Mesopotaminoi. Nuevas aportaciones para su identificación. En él es-tán todas detalladas y propone como ubicación del sitio Algeciras. Tan solo voy a citar una de las teorías, que me parece curiosa y nada descarta-ble, y es la de un asentamiento en el Estrecho de tropas bizantinas retiradas del frente persa tras la firma de paz de Mauricio con Cosroes II en 591 d. C., teoría defendida por García More-no en 19734, y por Honigmann en 19395. Según

4 Luis A. García Moreno (1973): “Organización militar de Bizancio en la península Ibérica (ss. VI-VII)”, Hispania. Revista Española de Historia, pp. 5-22.

5 Ernest Honigmann (1939): Le synekdèmos d’Hiéroklès et l’opuscule géographique de Georges de Chypre, Institut de Philol. et d’Hist. Orientales et Slaves, Bruxelles.

Desde el punto de vista científico, posiblemente nunca se va a

poder confirmar cien por cien que Mesopotamenoi fue la Marbella de esa época. Pero si la datación de la fábrica original del castillo, conseguida mediante pruebas arqueológicas, se corresponde

a la etapa bizantina, no se podrá rebatir que con absoluta

probabilidad Marbella fue Mesopotamenoi

Fig. 100. En segundo plano, esquina de las murallas bizantinas de Dougga construidas con material reutilizado de época romana y claro ejemplo de la obra “Tetris”, muy distinta de la del castillo de Marbella.

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este último, los equites indigenae procederían de la misma Mesopotamia. Por lo que, según esta teoría, la fecha de creación del sitio Mesopota-menoi no se correspondería a la fecha de entra-da del imperio en la península, sino a cuarenta años después.

Desde el punto de vista científico, posi-blemente nunca se va a poder confirmar cien por cien que Mesopotamenoi fue la Marbella de esa época. Pero si la datación de la fábrica ori-ginal del castillo, conseguida mediante pruebas arqueológicas, se corresponde a la etapa bizan-tina, no se podrá rebatir que con absoluta proba-bilidad Marbella fue Mesopotamenoi. Y no solo porque se encuentre entre dos ríos y nos apo-yemos simplemente en la geografía de la zona, sino porque tendríamos una fortaleza única en España y por lo tanto también única en el área del Estrecho para época bizantina.

Quizás pueda parecer poco importante conocer el nombre antiguo de tu ciudad; mi opinión es que sí lo es, y mucho. Y entiendo los grandes esfuerzos que se han realizado por encontrar el de Marbella. Pienso que el cono-cerlo hace que las personas se sientan orgullo-sas de tener un pasado histórico reconocible, y se impliquen, y quieran, y cuiden el patrimo-nio histórico que desde ese momento hacen suyo. Igual ocurre con los políticos encargados de aportar presupuestos para el estudio y la conservación de los monumentos. E incluso se convierte en un reclamo turístico para los afi-cionados a este tipo de turismo histórico. Por todo eso, aunque obviamente no solo por eso, creo que el cuidado y estudio del patrimonio histórico es básico en sociedades avanzadas, y veo totalmente necesaria la continuación de las investigaciones en el castillo de Marbe-lla estancadas en los últimos dos años. Parece que, después de la adscripción realizada a un origen romano, está todo hecho. Mi opinión, tal y como decía al comienzo de estas conclu-siones, es que, aunque se han hecho algunos avances, está casi todo por hacer.

Para terminar, quiero agradecer a todas aquellas personas, aficionadas o profesionales de la historia, que altruistamente “cuelgan” sus fotos, o crean páginas web especializadas con unas bases fotográficas valiosísimas sobre el patrimonio histórico, en muchas ocasiones intentando suplir la falta de inventarios ar-queológicos oficiales en sus países. También a Google Maps, o Wikipedia, con enormes y va-liosas bases de datos gráficas, sin los cuales no hubiera podido realizar este “ejercicio visual” o búsqueda de referentes del aparejo del castillo de Marbella. Me hubiera encantado, obviamen-te, poder visitar presencialmente esos lugares,

pero me hubiera llevado toda una vida y ni aun así hubiera podido verlos todos. El motivo de este escrito es al igual que todos ellos, la divul-gación del conocimiento de forma altruista y, al ser imposible agradecer a todos uno por uno, de nuevo gracias a todos. n

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estudio gráfiCo de la CerCa de la Ciudad de marbella

RESUMENUtilizando los datos y restos conocidos; imágenes antiguas y los planos del archivo de Simancas de la ciudad de Marbella amurallada en el siglo XVIII, proponemos un trazado de la cerca sobre el callejero actual que nos ha permitido calcular la superficie de la ciudad y la longitud de su perímetro. Con descripciones de las puertas y torres que la formaban.

PALABRAS CLAVECerca, murallas de la ciudad de Marbella, puertas, torres, superficie, perímetro.

ABSTRACTUsing the data and known remains; old pictures and the plans of the Simancas archive of the city of Marbella walled in the eighteenth century, we propose a drawing of the fence over the current street that has allowed us to calculate the surface of the city and the length of its perimeter. With descriptions of the gates and towers that formed it.

KEY WORDSFence, city walls of Marbella, gates, towers, surface, perimeter.

1.- INTRODUCCIÓN

Las murallas de la ciudad han tenido un pa-pel fundamental en la composición, forma y crecimiento del urbanismo de Marbella

durante siglos. Constreñida y adquiriendo la for-ma obligada por el trazado de los arroyos que la rodean, el rio Huelo y el arroyo de la Represa, la ciudad intramuros ha permanecido casi in-alterada hasta principios del siglo pasado, con prácticamente solo dos áreas de crecimiento, elevándose al norte por la loma, y al este una vez cruzado el arroyo de la Represa. Y tan solo hasta hace unas décadas, cuando el crecimiento económico y demográfico explotó y lo exigió, se expandió en todas direcciones rompiendo el pe-rímetro que durante tantos siglos le dio forma, el de la cerca de la ciudad.

La principal y posiblemente única fun-ción, aunque imprescindible, de las murallas de la ciudad, la protección del recinto que rodea ante ataques inesperados, en una ciudad costera del oeste mediterráneo, hizo que fuera mante-nida y reparada por la población al menos tanto tiempo como el peligro de incursiones, ataques, o intentos de asalto existieran. O lo que es lo mismo, con casi toda seguridad existió desde que Marbella contuvo una población que exigie-ra esa protección. ¿Desde su origen?, es posible,

aunque todavía no está claro cuál fue el origen, ni la importancia del mismo. Y seguramente, si existió, no fue la misma muralla de la que aún quedan algunos restos parciales. Los dos fosos naturales creados por los dos ríos que la rodean, con casi toda seguridad, fueron aprovechados desde tiempos de la antigüedad y, aunque po-siblemente no fuera el mismo cerramiento que conocemos actualmente, la forma de la zona intramuros fue prácticamente la misma desde tiempos remotos.

Pero este documento no trata de encon-trar el origen histórico de la cerca. Es un estudio grafico y descriptivo de lo que conocemos de ella y de su posible trazado en las zonas en la que no existen indicios.

Al-Himyari hace una curiosa descripción de la ciudad de Marbella: “Es una ciudad peque-ña, rodeada por un cinturón de construcción antigua. Constituye una sólida fortaleza difícil de levantar”1. Es sabido que en la etapa del is-lam cuando se referían a “obra o construcción antigua” se referían a obras previas a su llegada, normalmente romanas. En cualquier caso, en el siglo XV ya le pareció la muralla de la ciudad una obra antigua.

Otra referencia a la cerca de la ciudad como “antigua” la encontramos en el siglo XVI. “Un pueblo de setecientos vecinos, cercado a la

danieL Moreno Fernández

DOSSIER

1 Al-Himyari: Kitab al-Rawd al-Mitar, Pilar Maestro González (trad.), Valencia, 1963, p. 217 (cita obtenida del Plan Director del Castillo de Marbella).

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Daniel Moreno Fernández Estudio gráfico de la cerca de la ciudad de Marbella

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antigua, torreado. Está la cerca de la manera que es bien reparada...”2.

Y existe un error arrastrado bibliográ-ficamente sobre la descripción de la cerca. En el Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de

España y sus posesiones de Ultramar (1845-1850), de Pascual Madoz (tomo XI, p. 212), se copia literalmente el texto de la descripción de los cimientos de las viviendas situadas al este de la plaza de los Naranjos que hace Vázquez Clavel en su libro Conjeturas de Marbella. Y de él, aun no me explico bien cómo, en el Plan Director del Castillo de Marbella (realizado por la empresa Yamur en 2010, p. 80), se da como descripción de la cerca el siguiente texto también extraí-do literalmente de la misma obra de Vázquez Clavel, citando al mismo Diccionario Geográfico, pero la edición de 1986 de Domingo Sánchez Zurro: “derretido o argamasa de cal, arena grue-sa y piedras de diferentes tamaños, tan duro y compacto que no le excede en solidez el mis-mo jaspe”, e indican, en el Plan Director, como realizada la cerca con tapial. Si bien es cierto que existen tramos de muralla y algunas torres construidas con esta técnica, hay otros tantos realizados con mampostería. Y el anterior texto de la descripción de los cimientos de las vivien-das de Vázquez Clavel se ve claramente que no se refiere ni a la cerca, ni a la técnica de tapial, sino que con toda probabilidad a una construc-ción con opus signinum en los cimientos de di-chas viviendas.

Como soporte gráfico de la forma de la cerca tenemos los planos de 1737 del Archivo General de Simancas, dibujados para la cons-trucción del fuerte de San Luis y el reforzamien-to y restauración de las murallas del castillo de Marbella. Estos planos, aunque fundamentales, como veremos más adelante, contienen nume-

rosos errores tanto en las medidas como en los ángulos de las diferentes partes representadas, pero nos servi-rá, junto a una imagen aérea (perte-neciente al primer vuelo realizado por el Army Map Service de EEUU, en 1945-1946), al callejero actual, a los

2 Archivo General de Simancas, Mar y Tierra, Costa de Granada, Leg. 165 (cita obtenida del Plan Director del Castillo de Marbella).

Los nombres de las estructuras conocidas representados en la imagen anterior, y las referencias históricas que se conocen de ellas, las pueden encontrar en el libro de Fco. Javier Moreno: El

centro histórico de Marbella: Arquitectura y Urbanismo, 2004.

Como soporte gráfico de la forma de la cerca tenemos los planos de

1737 del Archivo General de Simancas, dibujados

para la construcción del fuerte de San Luis y el reforzamiento y restauración de las

murallas del castillo de Marbella

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Daniel Moreno Fernández Estudio gráfico de la cerca de la ciudad de Marbella

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restos que actualmente se conservan y son visibles, y algunas imágenes antiguas donde se ven restos hoy en día destruidos, para poder dibujar un trazado a escala bastante aproxima-da y fiable de la cerca de la ciudad, y calcular la superficie que ocupaba y la longitud de su perímetro.

Para la descripción he optado por dividir el amurallamiento en cua-tro zonas, y comenzando en la zona norte el resto serán mencionadas tomando el sentido contrario de las agujas del reloj:

—Zona norte: el tramo co-rrespondiente entre la torre del Puente Levadizo del castillo hasta la torre del Abad Chupado.

—Zona oeste: entre la torre del Abad Chupado y la torre del Fixo.

—Zona sur: entre la torre del Fixo y la to-rre Nueva.

—Zona este: entre la torre Nueva y la Puerta de Santa Catalina.

2.- DESCRIPCIÓN POR ZONAS

2.1.- Zona Norte

Este tramo, que parte retranqueado unos cinco metros de la cara norte de la torre del Puente Levadizo, con una dirección suroeste que se acentúa aún más a partir de la torre de Afuera, contiene las siguientes estructuras: a unos 30 m, una pequeña torre con su punta redondeada y sin nombre conocido; la puerta de Ronda; la to-rre de Afuera; y, para finalizar, la torre del Abad Chupado. Transcurriendo su cara norte por las calles Solano (con viviendas adosadas por lo que no es visible desde esta), plaza Puente Ronda (donde posiblemente estuviera situada la puer-ta del mismo nombre, aunque no queda clara su configuración ni parece quedar vestigio alguno) y por la calle Peral (embutida entre viviendas, pero desde donde sí es visible un pequeño tra-mo de unos tres metros de la parte alta de un tramo de mayor longitud que a su vez es visible desde un patio interior de dichas viviendas; este tramo visible está construido con tapial). El alza-do sur de la cerca transcurre y es visible en calle Remedios, ya que se corresponde a las fachadas de las viviendas, las cuales se apoyaron en ella y abrieron huecos para puertas y ventanas; y por calle Caballeros, paralela de la calle Peral y, como decíamos antes, embutida entre las viviendas que separan estas dos calles.

La muralla que transcurre por calle Reme-dios (además de porque es visible), y la peque-ña torre redondeada, se han podido documen-tar bien gracias a la intervención realizada en

2016 por la empresa Arqueosur, S. L., en el n.º 6 de calle Remedios, en la cual participé como dibujante de campo. En esta intervención, tras las catas realizadas en los muros de la vivienda, pudimos constatar la existencia de la torre y de la cerca. La primera, construida con un potente relleno realizado con piedras de diferentes tama-ños aglutinadas por un durísimo mortero, y en su parte vista, presentaba piedras de gran tama-ño con una cara lisa al exterior, dándole un gran aspecto de robustez, con una forma rectangular en planta finalizada en su parte más septentrio-

Fachada de calle Remedios posiblementeperteneciente a la cerca.

Imagen obtenida desde la terraza del restaurante Casa Eladio, en la que se puede ver en un roto del enfoscado la mampostería irregular que formaba ese tramo de muro.

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nal en una punta redondeada. Las medidas, aunque solo estaba visible algo más de la mitad de dicha to-rre al perderse la otra mitad en la vivienda anexa, son de aproximada-mente 2,5 m x 2,5 m, y una altura visible aproximada de 9,5 m en la fachada de calle Remedios (plan-ta baja, entreplanta y dos plantas más); algo menos desde calle Sola-no debido al desnivel existente de 1,5 m entre las dos calles.

La cerca, que arranca hacia el oeste con sus piezas trabadas a la torre, en su inicio, apenas 95 cm, también estaba formada por piedras de gran tamaño con su cara lisa ha-cia el exterior y, a partir de esa dis-tancia, lo que pudimos constatar es una construcción de mampostería más o menos regular, con piedras de pequeño tamaño. Las medidas aproximadas de la cerca son de un ancho de 1,1 m, y llegaba hasta una altura de 7 m, posiblemente recortada para la realización de una pequeña terraza en la segunda planta de la vivienda, que tendría origi-nalmente la misma altura que la torre.

La siguiente estructura que encontramos es la puerta de Ronda, sin ningún indicio de res-tos conocidos que nos permita situarla exacta-mente, aunque con toda probabilidad estaría en lo que hoy es la plaza Puente de Ronda. Quizás la explicación de que no exista ningún resto hoy en día esté en la descripción realizada de esta zona en el Diccionario de Madoz (tomo XI, p. 212): “(...) el último torreón que ocupa el extremo del no-roeste [se refiere a la torre del Puente Levadi-zo] se da la mano con la muralla que continúa a buscar la puerta de Ronda, donde fue cortada para el tránsito de la calle Ancha (...)”. Por lo que, desde al menos antes de 1848, que-daba ya poco de ella o nada. Esta puerta probablemente tendría un acceso en L, con dos cierres situa-dos al inicio y al final de la L. El tex-to de Pascual Madoz continua con la siguiente descripción: “(...) pero vuelve a notarse hacia el oeste en la extensión de 200 varas, conservan-do un torreón en medio, de los más sólidos y fuertes”. El torreón al que se refiere es sin duda la llamada to-rre de Afuera, la cual sería visible en esa época. Y con la calificación que hace “de los más sólidos y fuertes”, es posible que no estuviera cons-truida con tapial, sino con algún tipo de mampostería o sillería.

La situación de esta torre parece verse claramente en la foto aérea de 1946 (marcada

con un círculo rojo en la imagen de arriba). Y muy posiblemente, entre los números 9 y 11 de calle Peral todavía se conserven restos de dicha torre. Según los planos del XVIII, tiene base cua-drada, con unas medidas aproximadas de 8 m de largo por 6 m de ancho.

Pero antes del torreón tenemos el mayor y más claro tramo visible de la cerca. Este para-mento, construido con tapial, se puede observar con un largo de aproximadamente 10 m desde un patio interior de la vivienda n.º 14 de calle Caballeros. Conserva un estrecho paso de ronda y sobre él unos 3 m del paramento de protección de dicho paso. Esta zona más alta también es vi-sible parcialmente desde la calle Peral, en con-creto sobre el n.º 5 de esta calle, que aprovecha el muro de tapial para apoyar su parte trasera. Calculo una altura estimada de unos 9 m, similar a la de calle Remedios.

Después de la torre de Afuera, existe un tramo que transcurre oculto entre las viviendas. Tal y como ocurre en prácticamente la totalidad

En rojo situación del tramo visible embutido entre viviendas de las calles Peral y Caballeros, y en azul posible ubicación de la torre de Afuera.

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de muros de la cerca, las viviendas construidas lo usan como pared de apoyo, creciendo estas a partir de ella. En una reforma de un comercio situado en la calle Peral, se pudo tomar una foto en la que se puede constatar que todavía per-manecen partes de dicha cerca. Al estar cubier-

Vista desde la calle Peral

Imagen del paramento de protección del paso de ronda

Imagen de la pared trasera de un comerciosituado en la calle Peral

ta por un enfoscado, es difícil establecer si fue construida con mampostería o tapial.

En una fotografía del archivo de J. Miguel Lima Alba se aprecia bien cómo permanecía la cerca casi intacta en la trasera de las viviendas, y posiblemente la base de la torre del Abad Chu-pado fue usada para la construcción de otra de ellas.

2.2.- Zona Oeste

El trazado de este tramo es desconocido. Siempre se ha pensado que el recorrido era coin-cidente con el de la calle Huerta Chica. Pero se han realizado dos intervenciones arqueológicas en la zona y las dos con resultado negativo. La primera fue la I.A.U. en la plaza de la Victoria rea-lizada por Arqueosur Málaga, S. C., en la cual rea-

Imagen de J. Miguel Lima Alba

En primer plano a la derecha, la torre del Abad Chupado, y hacia la izquierda la torre de Afuera y la puerta de Ronda

Recreación 3D. A la izquierda la torre del Puente Levadizo del castillo; le sigue hacia la derecha la torrecita de punta redondeada y la puerta de Ronda

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lizaron trincheras cercanas y paralelas a la calle Huerta Chica. Y la segunda, mucho más reciente, fue la vigilancia realizada por Joaquín Aragón a principios de 2017, en el transcurso de la obra de construcción del nuevo embovedado del rio Huelo, en la que se levantó toda la calle Huerta Chica sin encontrar ni rastro de la cerca.

El porqué de esta inexistencia se puede deber a dos factores. Uno, que este tramo hubie-ra sido destruido hasta sus cimientos no dejando el más mínimo indicio. O, como veremos, proba-blemente el recorrido de la cerca de esta zona transcurriera unos metros más al este de donde se pensaba.

En la siguiente fotografía de Joe J. Heyde-cker de 1959 se puede ver lo que podría ser la base y por lo tanto la situación de la torre del Abad Chupado y, también, cómo unido a ella todavía permanece el tramo de cerca que unía dicha torre con la de Afuera.

Actualmente, ese edificio se extiende ha-cia el sur con una terminación redondeada, por lo que la situación exacta de la torre no debe ser en la punta del edificio actual, sino un poco más hacia el norte, lo que hace que el trazado de la cerca que corre paralelo a Huerta Chica sea más oriental de lo que se pensaba.

Según nos muestran los planos del XVIII, la torre del Abad Chupado tiene una base con una forma poco habitual. Mantendría ángulos rectos en las esquinas suroeste y noroeste, pero el lado que intersecta con el siguiente paramen-to de la cerca lo hace perpendicular a él, forman-do un ángulo en la esquina noreste de aproxima-damente 135 grados. Las medidas aproximadas de las caras vistas de esta torre son de 2,5 m (cara sur), 8,5 m (cara oeste), 6,2 m (cara norte), y 2.5 m (cara noreste).

En la siguiente imagen de J. Miguel Lima Alba se ve lo que posiblemente es otro resto par-cial de la cerca que pasa por detrás de las vivien-

das de la calle Huerta Chica, entre 6 / 8 m más al este.

De la torre llamada del Tiro, situada, se-gún los planos del siglo XVIII, centrada en mitad del paramento oeste de la cerca, no queda nada con lo que poder situarla, salvo eso, que estaba aproximadamente en el punto medio de las mu-rallas. De base cuadrada con unas medidas de las caras vistas de 4 m x 4 m x 4 m.

La siguiente estructura es la torre del Fixo, situada en la esquina más suroeste del recinto. De ella tampoco he podido encontrar ninguna imagen clara para su situación. Aunque en la siguiente imagen se puede apreciar lo que posiblemente quedaba de la esquina trasera de la torre, desde donde arrancaba el paramento de la zona sur de la cerca. Esta parece construida con tapial, distinguiéndose bastante bien las lí-neas de las diferentes tongadas de material. La forma de la base que nos aportan los planos del XVIII es aún más irregular que la de la torre del Abad Chupado. La base casi romboidal tendría unas medidas aproximadas en sus lados de 2,5 m (norte) x 6,5 m (oeste) x 9 m (sur) x 2,5 m (este).

En la imagen aérea parece verse la posible situaciónde la torre del Fixo

Dani
Nota adhesiva
Esta si me gustaría que tuviera el texto, si lo que se ve es la cerca, es la prueba de que el trazado era unos 8 metros mas al este.

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El río Huelo debía de pasar cercano y pa-ralelo a estos paramentos de la cerca y en algún momento anterior tener la función de foso. Sin embargo, en los planos del XVIII no está repre-sentado en esa zona en la que se dibujan huer-tas, y repentinamente aparece al sur de la torre del Fixo. Es muy probable que el río fuera desvia-do para el riego de dichas huertas y el excedente siguiera su recorrido con dirección sureste.

2.3.- Zona Sur

La zona sur es la comprendida entre la torre del Fixo y la torre Nueva. En esta zona las otras estructuras con nombre conocido son la puerta de la Mar, y la torre de la Vela. Entre la torre del Fixo y la puerta de la Mar existían, según los planos del XVIII, cinco torres aproxi-madamente equidistantes, de las que no queda indicio alguno. Tan solo tenemos el que nos pro-porciona la foto aérea donde parece verse claro cuál fue su trazado. Este transcurriría por la fa-chada sur de lo que hoy son las calles Fortaleza y Padre Francisco Echamendi (antigua calle Ala-meda), hasta llegar al entorno de la plaza José Palomo y calle Enrique del Castillo, donde estaría configurada la puerta de la Mar.

En el Diccionario de Madoz (t. XI, p. 213), existe una pequeña descripción de la puerta de la Mar, la torre de la Vela, y del tramo que parte hacia la torre Nueva: “Últi-mamente, saliendo de la población por la puerta antigua del Mar, se halla una muralla con un torreón al extremo, donde por mucho tiempo se conservó la campana de la Vela; desde este sigue la muralla casi destruida que sirve de espalda a la carnicería, al frente de la cual se ha

construido una casa-teatro”. No aporta demasia-dos datos, por lo que lo único que tenemos son la representación de los planos del XVIII y la foto aérea para intentar situar esas estructuras.

La puerta de la Mar, según la represen-tación de los planos del archivo de Simancas, tendría dos accesos, uno frontal y otro en el la-teral oeste. Con posiblemente tres cierres, los dos anteriores más uno para la entrada final a la ciudad. La entrada lateral oeste, junto a los muros dibujados en el exterior de la puerta, pa-rece tener el objetivo de dirigir y regular el paso de personas y mercancías a la ciudad a través de esta. La puerta frontal permanecería normalmen-te cerrada y se obligaría el paso con recodos por el oeste. Pudiendo, así, realizar un control de personas y mercancías más seguro y ordenado.

En primer plano y de izquierda a derecha, la torre del Abad Chupado, la torre del Tiro,y la torre del Fixo

En rojo trazado sugerido de este tramo de la cerca sobre la imagen aérea

A la izquierda, la torre del Fixo; continúan hacia la derecha cinco torrecitas, hasta llegar a la puerta del Mar

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Entre la torre de la Vela y la torre Nueva tenemos, según los planos del XVIII, dos torres a una distancia aproximadamente equidistante entre ellas. Este tramo, aunque con ciertas du-das, transcurría por las siguientes actuales calles: fachada norte de calle Tetuán (aunque es posible que su recorrido fuera retranqueado más al nor-te y no coincidiera con la fachada de la actual calle); plaza Practicante Manuel Cantos; y facha-da sur de calle Muro hasta llegar a la plaza Ejido, donde estaría situada la torre Nueva; y de ella partirían hacia el noreste los paramentos de la zona este de la cerca.

La torre de la Vela con base cuadrada ten-dría unas medidas de 2 m (cara norte) x 6 m (oes-te) x 6 m (sur) x 4 m (este). Y la torre Nueva 4 m (oeste) x 9 m (sur) x 8 m (este).

De la torre Nueva y del paño que parte al oeste sí tenemos una documentación gráfica importante que nos permite conocer cómo es-taban construidas. En este caso, como podemos ver en las siguientes imágenes, la torre Nueva lo

estaba con tapial, mientras que el tramo de la cerca que parte hacia el oeste estaba construi-do con una mampostería de tamaño pequeño y

muy regular.Estas diferencias

en las técnicas construc-tivas empleadas nos pue-den indicar que estamos ante diferentes fechas de fábrica, posiblemen-te debido a reparaciones o reforzamientos. Y en este caso, por el nombre de la torre “Nueva”, es probable que las cons-trucciones con tapial sean más modernas que las de mampostería.

El perímetro exte-rior de toda la zona sur estaba protegido por el foso natural proporcio-nado por el río Huelo, el cual se cruzaba para po-der entrar a la ciudad por la puerta de la Mar gra-cias a un puente.

La puerta de la Mar según los planos del archivo de Simancas

La torre Nueva construida de tapial y la cerca parcialmente destruida construida con mampostería

Imagen del archivo de Pedro Antonio. He aclarado la imagen para poder distinguir mejor las estructuras

Imagen del archivo Temboury. La torre Nueva y la cerca no se distinguen bien, y en el momento de la foto las estructuras que partían hacia el

noreste de la ciudad estaban completamente destruidas. Ese era el punto de encuentro entre los ríos Huelo y arroyo de la Represa

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2.4.- Zona Este

La zona este es la comprendida entre la torre Nueva y la puerta de Santa Catalina. Apro-ximadamente a mitad del recorrido estaría si-tuada la puerta de Málaga, y el puente con el mismo nombre por el que se cruzaba el arroyo de la Represa. La situación de esta puerta era en la actual plaza Puente Málaga. Existían también dos torres de nombre desconocido en los puntos medios de las dos murallas que cerraban el este de la ciudad.

De la primera torre, la situada entre la to-rre Nueva y la puerta de Málaga, no he encontra-do ninguna referencia gráfica salvo una posible situación de su base visible en la fotografía aé-rea. La distancia de esta torre con la torre Nueva

y la puerta de Málaga que aparece representada en los planos del XVIII también seria coincidente con la ubicación sugerida en la imagen aérea.

Este tramo al que nos referimos, el que va desde la torre Nueva hasta la puerta de Málaga, posiblemente discurriría por la fachada este de

Imagen con trazado propuesto de la cerca en rojo, sobre fotografía aérea. En azul, el cauce del río Huelo y de la Represa

A la izquierda, la puerta de la Mar, le sigue la torre de la Vela más las dos torres aproximadamente equidistantes, para finalizar en el extremo derecho

con la torre Nueva

Vista desde el sureste del mismo tramo de la cerca

Posible ubicación de la torre situada entre la torre Nueva y la puerta de Málaga en la imagen aérea

Aunque tapada por las letras, se distingue cómo la distancia de esta torre con la torre Nueva y puerta de Málaga coincide con la posible ubicación

en la foto aérea

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la actual calle Muro hasta llegar a la plaza Puente Málaga.

La puerta de Málaga tendría un acceso en L por el interior de una torre de base cuadrada, con unas medidas aproximadas en sus caras ex-ternas de 6 m (sur) x 7 m (este) x 5 m (norte).

De la puerta de Málaga tampoco queda ningún resto visible, ni tan siquiera del puente que fue ocultado por el embovedado del arroyo de la Represa, aunque sí se conoce la ubicación de este último. Gráficamente, existen fotos del puente reconstruido, no el original, ya que fue volado a principios del siglo XIX. Y ya reconstrui-do al menos en 1848. Según la descripción de Pascual Madoz hablando de los ríos y arroyos de la ciudad, en p. 213: “[…] el arroyo de la Represa que solo corre en invierno, habiendo sobre él un hermoso puente de un solo ojo que llaman de Málaga […]”. En la siguiente imagen del archi-vo de Pedro Antonio, no solo podemos apreciar el puente en primer plano, sino que, además, al fondo podemos ver parte del siguiente tramo de cerca y de la siguiente torre de nombre descono-cido que aún estaban en pie.

Ese último tramo de cerca y la torre tam-bién se ven claramente en la siguiente imagen, cuyo origen desconozco. En ella, vemos de nue-vo un gran tramo de muralla construida con mampostería, muy regular tanto en su tamaño como en las hiladas, y la torre, que parece al igual que la torre Nueva construida con la técni-ca del tapial.

En la siguiente imagen vemos la des-trucción del mismo muro de la de la fotogra-fía anterior, y del hundimiento de la calle que protegía. Según la altura del agente que cus-todia el derrumbe, podemos estimar un ancho de muro muy aproximado al que se encuentra en la calle Remedios, también construido con mampostería.

Y para finalizar, el tramo que sube por y desde el Puente Málaga, aproximadamente en la intersección con calle Arte, obtendría dirección oeste hasta cerrar con la muralla del castillo en calle Salinas, formando allí la puerta de Santa Ca-talina, de la que no queda nada.

El puente Málaga de un solo ojo, y marcado con un círculo rojo lo que quedaba de la cerca y la torre de nombre desconocido

Marcada con un círculo rojo la última torre de la cerca, de nombre desconocido. Y junto a ella, con dirección sur, la

cerca de mampostería

A la derecha, se puede comprobar el perfil de la cerca de mampostería

Trazado sugerido sobre imagen aérea

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Resaltado
Dani
Nota adhesiva
en la anterior imagen

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3.- PLANIMETRÍA E IMÁGENES 3D

Usando todos los datos descritos ante-riormente, nos aventuramos a dibujar un plano a escala de las murallas de Marbella. Los datos obtenidos nos dan una superficie aproximada in-tramuros, sin contar la extensión del castillo, de 50.600 m2, que sumados a los 10.650 m2 del cas-tillo, obtenemos una superficie total de la ciudad de Marbella de 61.250 m2. El perímetro aproxi-mado de la cerca, también sin tener en cuenta el del castillo, es de 1.045 m.

En la siguiente imagen se pue-de comprobar la diferencia entre el trazado definitivo sugerido en este estudio y la representación de las es-tructuras en el plano del siglo XVIII. Aunque aproximado, en algunas zonas se ven las grandes diferencias y defor-maciones que contiene. Sobre todo, se aprecia en la representación del casti-llo, del que conocemos muy bien sus medidas y formas. Es posible que, por la dificultad de tomar las medidas en los trabajos de campo, debido a las nu-merosas viviendas adosadas, obtuviera tal deformación, pero es la estructura peor representada. La puerta de San-ta Catalina, al partir de las murallas del castillo y la deformación de este, también está situada en el plano más al norte, donde con toda probabilidad estaría realmente. La puerta Málaga, y

hasta la torre Nueva, su situación y medidas son muy cercanas. El resto del trazado sur, la puerta de la Mar, y hasta la torre del Fixo, el trazado propuesto estaría unos menos más hacia el sur. Sin embargo, en el flanco oeste, es el trazado del plano del XVIII el que sobrepasa hacia el oeste el trazado sugerido. Y al norte, la situación de la to-rre de Afuera sí coincide; la puerta de Ronda no, teniendo en el plano del XVIII el tramo de muro que llega a ella un extraño ángulo; y la torrecita con punta redondeada sí coincide prácticamente de forma exacta.

En la siguiente imagen hemos mezclado la foto aérea con el trazado sugerido. La imagen aérea, como he descrito anteriormente, ha sido de mucha utilidad a la hora de situar las estruc-turas, al no haber todavía “roto” el crecimiento urbanístico de la ciudad la forma original que obtuvo de la cerca, e incluso se pueden percibir algunas estructuras que aún quedaban.

A la izquierda la torre Nueva, y a la derecha la puerta de Málagacon su puente

La puerta de Santa Catalina en la interseccióncon la muralla del castillo

Dani
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está situada en el plano más al norte de donde con toda probabilidad estaría realmente
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metros

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En la siguiente imagen he añadido sobre la anterior el callejero actual. Se puede ver cómo

Imagen final del trazado obtenido una vez depurados todos los datos anteriormente descritos

Imagen del callejero actual con el trazado sugerido

la coincidencia de escala y trazado de calles coin-cide prácticamente de forma exacta.

Dani
Resaltado
Dani
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la coincidencia de escala con el trazado de las calles es prácticamente exacta.

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Seguro que existirán algunos errores/dife-rencias con el trazado original, pero con los da-tos existentes actualmente no creo que se pueda

hacer una representación más aproximada de la cerca de la ciudad. n

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NÚÑEZ VÍLCHEZ, Daniel (2015): Actividad Arqueológica Preventiva, c/ Solano s/n, c/ Reme-dios n.º 6. Marbella (Málaga), ARQUEOSUR - Es-tudio de Arqueología, S. L.

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YAMUR. ARQUITECTURA Y ARQUEOLO-GIA, S. L., (2010): Plan Director del Castillo de Marbella (Málaga).

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Vista este

Recreación 3D de la ciudad de Marbella amurallada, vista desde el norte

Vista desde el sur de la recreación 3D

Cilniana 26/27, 2014-2017: 95-104 ISSN 1575-6416HISTORIA LOCAL

la problemátiCa militaren marbella en el reinado

de felipe ivMigueL ángeL gaLacho sánchez

Licenciado en Historia

RESUMENEn el primer tercio del siglo XVII, los problemas tanto económicos como militares de la Monarquía Hispánica hicieron que se recurriese al sistema de milicias en más de una ocasión, no solo como unidad defensivo-disuasoria, si no que se buscaba unirlas a las tropas de pago o soldados. En el presente artículo trato la problemática a nivel administrativo por la jurisdicción civil del corregidor entre la jurisdicción militar del Capitán General de la costa del Reino de Granada por el mando en caso de rebato de la milicia de la ciudad de Marbella, y por otro lado los conflictos sociales entre las tropas con soldada y los civiles, y los problemas para poder juzgar a dichos soldados por su fuero especial militar.

PALABRAS CLAVECorregidor, milicias, Felipe IV, soldados, Capitán General de la costa del Reino de Granada, violencia social.

ABSTRACTIn the first third of the seventeenth century, both economic and military problems of the Spanish Monarchy made recourse to the militia system on more than one occasion, not only as a defensive-deterrent unit, but it sought to unite with the payment troops or soldiers. In this article I approach the problem in a administratively level by civil jurisdiction of the mayor between the military jurisdiction of the General Captain of the coast of the Kingdom of Granada for the control in case of tocsin of the militia from the town of Marbella, and secondly the social conflicts between the welded troops and civilians, and the problems in order to judge these soldiers for their special military jurisdiction.

KEY WORDSMayor, militia, Philip IV, soldiers, General Captain of the coast of the Kingdom of Granada, social violence.

I.- Situación de las milicias en el primer cuarto del siglo XVII

Las milicias en Castilla, y más particular-mente en la región de Andalucía, se deben adscribir al marco de la Reconquista, la

cual obligó a los monarcas a recurrir a todos los efectivos posibles de la sociedad, incluyendo la fórmula de milicias. Para entrar en este tema, pri-mero habría que discernir la diferencia entre milicias y soldados, su origen y funcionamiento histórico en el Reino de Castilla.

Con milicias nos referimos a un cuerpo de civiles (naturales) que se reclutan en una región ge-neralmente para la defen-sa de la misma; esto hace que sean tropas gratuitas

de levantar con una capacidad de organización y disciplina bastante baja. Por el contrario, en este periodo con soldado nos referimos a una unidad mercenaria, ya que su diferencia estriba en que recibe una soldada por sus servicios; estas unida-des son antagónicas de las milicias, pues aunque pueden ser forzosas, éstas suelen ser volunta-rias; estando más disciplinadas y organizadas al seguir la jerarquía castrense.

En un principio, las milicias eran la gran generalidad: durante el medievo, la mayor parte de las tropas eran milicias nobiliares o de las ciu-dades que se levantaban en apoyo a una ofensiva real o privada. En la Edad Moderna, fue cambiando más esta forma de actua-ción y se fue relegando la

Las milicias en este periodo eran fuerzas más autónomas e independientes del aparato militar convencional, teniendo carácter secundario, auxiliar

y sin capacidad atacante, teniendo valor como fuerza

disuasoria y defensiva

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Miguel Ángel Galacho Sánchez La problemática militar en Marbella en el reinado de Felipe IVHISTORIA LOCAL

función ofensiva a las tropas reales con soldada, quedando las milicias dejadas de lado como una forma de apoyo defensivo de capacidad poco operativa. Pero al avanzar el siglo XVI y acentuar-se los problemas económicos de la Monarquía Católica, se empezó a pensar, por las necesida-des económicas, en recurrir a las baratas tropas de la milicia y arrojarles una mayor carga en lo militar por la fórmula de las Partidas de Alfon-so X: quod ad omnes tangit ab omnibus adprobat debet1.

El profesor Contreras Gay atribuye este proceso de militarización de los civiles, que se ve tan precoz en Castilla con respecto al resto de Europa, a varias posibles causas: a que la Re-conquista hubo de requerir de la mayor parte de la población; a que en Castilla nunca hubo una estructura feudal plena; o a que en Castilla la no-bleza no llegó a monopolizar en exceso las fun-ciones militares2.

En tiempos de Alfonso VIII se creó la Her-mandad Vieja con aportaciones de los colmene-ros y ballesteros de Toledo, Talavera de la Reina y Villa Real, que, divididos en cuadrillas, ejercían una función judicial y de represión de malhecho-res en un contexto con mucha violencia e insegu-ridad social3. En la Reconquista se puede ver una fórmula de ejército mixto, la cual está compuesta parte por mercenarios-voluntarios que cobraban soldada y que podían ser de distintos orígenes, tanto del reino castellano como europeo; y, por otro lado, un sustrato miliciano con los naturales

de los lugares anexos. Para el apoyo a las campa-ñas de la guerra de Granada, fundamentalmente, los Reyes Católicos crearon por sanción en las Cortes de Madrigal de 1476 un cuerpo armado que sería la Santa Hermandad, que en 1485 se organizaría por aportaciones de tropas que da-rían los concejos del reino a razón de un hombre por cada cien vecinos, solo que cobrando solda-da. Este cuerpo, en opinión de Enrique Martínez Ruiz, es considerado como un intento de ejército regular permanente, visión también apoyada por Ladero Quesada: “Los reyes pretendieron hacer de la Hermandad un instrumento hacendístico y militar a su servicio: en el primer aspecto para prescindir de las Cortes y en el segundo para contar con un esbozo de ejército popular per-manente”4. Este cuerpo estaría a medio camino de las milicias y de los ejércitos mercenarios, y combatiría con milicias tanto señoriales como concejiles. La Santa Hermandad pronto, al verse pacificada la región granadina y quedar restable-cida la auctoritas regia, empezó a relegarse a un segundo plano, más como el de un agente poli-cial para la protección de los caminos; este cuer-po, que no terminó de cuajar, al final fue abolido bajo un Real Decreto en 18355.

Otro intento de militarización de la socie-dad para encontrar un posible equilibrio defen-sivo de bajo coste, como diría Thompson, “una medida legítima y sensata de defensa nacional cuyos objetivos eran formalizar las acostumbra-das obligaciones de las ciudades de ayudar a su propia defensa y dotar a estas fuerzas locales de algún tipo de organización permanente”6, estu-

1 Literalmente: “Lo que concierne a todos, debe ser aprobado por todos”. Algunos juristas le atribuyen a esta sentencia del de-recho el origen en esta otra cita: Necesse est omnes suam auctoritatem praestare, ut, quod omnes similiter tangit, ab omnibus comprobetur, procedente del Código de Justiniano.

2 CONTRERAS GAY, José (1992): “Las Milicias en el Antiguo Régimen. Modelos, características generales y significado histórico”, Chronica Nova, 20, pp. 75-103.

3 LARA GARCÍA, María Pepa (1995): “La constitución de la Santa Hermandad en el Reino de Granada” en CuadernosInterdiscipli-nares Corona del Sur, 3, pp. 15-16.

4 LADERO QUESADA, Miguel Ángel (1978): España en 1492, Madrid, 1978. Cabe señalar que hay una afirmación de la Santa Hermandad como milicia que aparece en el epígrafe “Las milicias y su reclutamiento”, del capítulo dedicado a la Hacienda y el Ejér-cito en ESCUDERO LÓPEZ, José Antonio (2003): Curso de Historia del Derecho. Fuentes e Instituciones Político-administrativas, Madrid.

5 Posiblemente las competencias de esta Santa Hermandad se conferirían al cuerpo de la Guardia Civil, que se fundaría poco tiempo después por Real Decreto el 28 de Marzo de 1844, como un “cuerpo especial de fuerza armada de Infantería y Caballería”.

6 THOMPSON, I. A. A. (1981): Guerra y decadencia. Gobierno y administración en la España de los Austrias, 1560-1620, Crítica, Bar-celona.

Milicias en bruselas, 1615

El auge de este reclutamiento también coincide con la

descentralización de la sociedad, ya que al estar en crisis, era más barato el convocar a los naturales

a milicias que tocar caxa y enarbolar bandera para convocar

soldados para el Ejército Real

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vo a cargo del Cardenal Cisneros con el intento de creación de una Milicia General de Castilla en 1598, que tampoco llegaría a cristalizar.

Las milicias en este periodo eran fuerzas más autónomas e independientes del aparato mi-litar convencional, siendo de carácter secundario, auxiliar y sin capacidad atacante, teniendo valor como fuerza disuasoria y defensiva7. De ellas, las milicias de costa y locales eran fuerzas descoordi-nadas, ocasionales y que se levantaban sobre todo en zonas fronterizas donde estaba el peligro de los rebatos, y que, como señala el profesor Contreras Gay, las ciudades “solían poner toda clase de im-pedimentos a la movilización y reclutamientos (...) imbuidos de un espíritu profundamente localista”8.

El auge de este reclutamiento también coincide con la descentralización de la sociedad, ya que, al estar en crisis, era más barato el con-vocar a los naturales a milicias que tocar caxa y enarbolar bandera para convocar soldados volun-tarios para el Ejército Real. Siempre hubo detrac-tores a este sistema —tal vez, por ello nunca lle-gó a cristalizar de forma efectiva— por razones tan obvias como que era peligroso armar a los pecheros o la pérdida de poder regio en favor de las ciudades y localidades que administran su propio cuerpo militar.

El momento culminante en el que enmar-car los sucesos que refiero en el presente artícu-lo, llega cuando en 1619 Felipe III promulga una ordenanza por la cual la defensa se debe efec-tuar en toda ciudad o población a 20 leguas de la costa, promulgación originada por el peligro ma-rítimo que se había desencadenado, en primer lugar, desde la expulsión de los moriscos, que hizo que arreciara la piratería turcoberberisca de Argel, y, en segundo lugar, desde que la guerra con los ingleses y holandeses había generalizado su piratería en nuestras costas: saqueo de Drake en 1585 en Vigo y en 1587 en Cádiz; en 1589, la toma de Drake y el ataque sobre La Coruña y Lisboa; otro saco en Cádiz en 1596, etc.

Resumiendo, la estructura defensiva del Mediterráneo contra la piratería y el corso por la expulsión de los moriscos de Felipe III, más los ingleses y holandeses, quedaría definida en tres niveles. El primero estaría en los presidios nortea-fricanos, los cuales, a parte de seguir el esquema de supervivencia y guerra fronteriza del medievo, servirían como puntos informativos donde se fil-trarían informaciones de posibles ataques en la costa mediterránea. Otro sería la propia línea de costa: todas las poblaciones demarcadas en un ra-dio de 20 leguas al interior que deberían acudir a apoyarse mutuamente en caso de rebato. Éstas

serían milicias costeras o marinas. Y, por último, unas milicias provinciales o del interior, que es-tarían como tropa de reserva, salvo en caso de urgencia, que se armarían para poder sofocar una invasión de costa. (estas, en teoría, se crearon con los Austrias a partir de la promulgación de la Mili-cia General de Castilla de las sargentías mayores, aunque luego no tuvo mucha operatividad).

Muchos autores consideran que otra “lí-nea” la constituiría el servicio de galeras que operaría por el Mediterráneo para evitar posibles desembarcos; pero, como señala Thompson, el coste de mantenimiento de galeras era muy alto y por estas fechas de principios del siglo XVII disminuyen los grandes combates de galeras y aumentan los precios de éstas (el mantenimiento de una rondaba los 15.000 ducados a finales del XVI9), por lo que se actúo de dos maneras: una fue el intento de proyectar una milicia de gale-ras, llegando incluso a embarcarse a la milicia de socorro de Cartagena por el marqués de los Vé-lez para luchar en contracorso en 160410; la otra fue que por el tremendo gasto de mantenimien-

7 CONTRERAS GAY, José: op. cit.8 Ibidem.9 I.A.A. THOMPSON, Guerra y decadencia…10 CONTRERAS GAY, J. (2000) “La defensa de la frontera marítima”, en ANDÚJAR CASTILLO, F. (ed.): Historia del Reino de Granada

vol. III, Universidad de Granada y el Legado Andalusí.

Cubierta en pergamino del expediente formado a raíz de un conflicto de competencias entre la jurisdicción ordinaria (concejo) y la jurisdicción

extraordinaria militar

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to de galeras se dejó a un lado la política marina y se centró en la defensa costera.

En la dicha demarcación costera de las veinte leguas se pueden distinguir varios ele-mentos defensivos importantes: A nivel estruc-tural, una red de viejas torres vigías como dis-positivo de alerta (y en algunos lugares de la costa donde la piratería era muy intensa en la búsqueda de cautivos, como salvaguarda de la propia población); a nivel humano, grupos de soldados o gente de guerra a sueldo destacadas en las principales plazas, o núcleos defensivos, y la defensa que harían los propios de la región levantados en milicias costeras. En estas fechas de comienzos del siglo XVII, a la cabeza de toda esta estructura defensiva estaría el capitán gene-ral del Reino de Granada, con sede en el palacio de los marqueses de Beniel en Vélez Málaga.

II.- Conflicto de la Milicia entre jurisdicciones

Según una Cédula Real que envió Felipe IV a la ciudad de Marbella del 21 de marzo de 1625, se puede ver claramente cómo hay proble-mas de competencias entre la jurisdicción ordi-

naria, representada en la figura del corregidor de la ciudad de Marbella, Martín Beçon de Luna, y el capitán general de la gente de guerra de la costa del Reino de Granada, perteneciente a la jurisdicción especial militar.

El corregidor de la ciudad de Marbella, re-clama ante el rey Felipe IV, que:

[…] por parte de la dicha ciudad de mar-bella y de la villa de monda se nos a dado quenta de la costumbre ynmemorial que a abido de que los corregidores de la dha ciudad y sus tenientes en las ocasiones de guerra gouiernan la gente de la dha ciudad y de los lugares circunbeçinos que acuden a su socorro y quelos capitanes por nos nombrados solo gouiernan los escuderos y soldados que ay en la dicha Ciudad y estan alistados y resiven nuestra paga y que los vnos hacen deferentes servicios que los otros porque los capitanes de la gente de guerra salen con ella hasta donde se diçe que es el reuato aunque sea cinco y seis leguas y la gente de la dha ciudad y Su co-marca no tienen mas obligacion que asistir en defensa de la dha ciudad y junto a sus murallas […]11.

Por lo cual, podemos apreciar que las pretensiones del corregidor son claras: tener el control sobre la milicia que se levante de la ciu-dad de Marbella, con la fórmula de ser un uso, o costumbre inmemorial, siendo él el capitán de milicias, pudiendo así conseguir que no saquen a sus pobladores a largas distancias de la ciudad, al decir que solo tienen el deber de defender sus murallas. Por último, es claro que el corregidor quiere mantener la preeminencia en el mando de la milicia con respecto al capitán general, ha-ciendo la distinción clara de que la jurisdicción del capitán general del Reino de Granada son los soldados con soldada o de a sueldo, mientras que la gente del lugar, que solo está encargada de la defensa de la ciudad, es competencia del corregidor de la dicha ciudad.

Según expresa el profesor Contreras Gay, “En estas milicias de la costa del Reino de Grana-da pasaron de una primera etapa donde hubo un mayor grado de autonomía y dependencia de los corregidores y capitanes-regidores a una segun-da etapa desde mediados del siglo XVII en la que el Consejo de Guerra y la Capitanía General in-tentaron controlar mejor esta fuerza local a tra-vés de los alardes y de la selección de mandos, especialmente de los sargentos mayores y de los capitanes”12. Y, efectivamente, podemos ver en el caso de Marbella cómo el corregidor alega que

11 ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE MARBELLA (AHMMb), caja 60, pieza 1, fol. 1.12 CONTRERAS GAY, J. (2000): “La defensa de la frontera…”, op. cit., p. 171.

Exp. citado, fol. 1

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eran ellos mismos los que tenían no solo que de-fender su propia ciudad, sino, además, nombrar los cargos de sargentos mayores y capitanes:

[…] por lo qual la misma ciud. tenia nom-brados capitanes y sargento mayor y los den(…) ministros de guerra los quales se-ran según la dispusicion de los oficios de la gente mas honrrada y lucida de la dha ciud. con que quedaua gouernada y dis-puesta”13.

Pero, pese a ese llamamiento de una “cos-tumbre inmemorial”, en esta época Olivares tuvo grandes problemas de índole militar, como la fal-ta de soldados, que, agudizada en este periodo de 1620-30 por las dificultades demográficas y económicas, sumada a la falta de recursos para mantener la disciplina y moral de los soldados que servían en las guarniciones14, primaba la racionalización de los medios castrenses dispo-nibles, evidentemente no iba a primar la des-centralización de la planta militar de la costa en caso de defensa a favor de la ciudad, sino la uni-formidad de la gente de guerra de a sueldo con la milicia de la ciudad por lo cual manda el Rey:

[…] queremos y mandamos que ahora y de aqui adelante en la Campana [campa-ña] gouierne el dho capitan general toda la gente ansi de sueldo como de la dha ziud [ciudad] de marbella conseruando los oficiales que ella obiexe puesto pero estos mandamos que esten a horden del dho ca-pitan general o su theniente15.

Eso sí, el monarca se cuida de darle a su corregidor poderes de lo militar cuando hay au-sencias del capitán de general de la costa o su te-niente en virtud de que el corregidor es también capitán de infantería, e incluso pone al capitán de caballería en caso de ausencia del corregidor.

Al corregidor en tiempo de paz le da gobierno de la gente natural, autorizándolo a que pueda or-ganizarlos en la disciplina militar, dándole, como es normal, preeminencia a la autoridad militar, sin ningún impedimento de las autoridades lo-cales, en lo relativo a la organización de alardes o algún tipo de maniobra para mantener la disci-plina de la población:

[…] y hallándose en la dha Ciudad de mar-bella el dho corregidor y capitan a guerra mandamos gobierne en ausencia de el ge-neral o su theniente todo lo militar = y no hallándose en la dha ciudad de marbella el dho nuestro Corregidor de ella gobierne lo militar en la campaña el capitan de caua-llos que alli ay quedándose gobernando dentro de la dha Ciudad De (…) [Marbella pa] ra defensa la dha ciudad y marina El te-niente de nro Corregidor de la dha cuia de marbella= y en tiempo de paz el tenien-te que lo es del dho corregidor y capitan general con los ministros nombrados por la dha ciudad gouierne la Jente de guerra

Primaba la racionalización de los medios castrenses disponibles, y evidentemente no iba a primar la

descentralización de la planta militar de la costa en caso de defensa a favor de la ciudad, si no, la uniformidad de la gente de guerra de a sueldo con la

milicia de la ciudad

13 AHMMb, loc. cit.14 CONTRERAS GAY, J. (1997): “Consideraciones generales sobre la defensa de la Península entre 1580 y 1640”, en El Medite-

rráneo: hechos de relevancia histórico-militar y sus repercusiones en España, V Jornadas nacionales de historia militar, Cátedra “General Castaños”, Región Militar Sur, Sevilla.

15 AHMMb, loc. cit.

Exp. citado, fol. 3v

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natural de la misma ciudad y su comarca tome las muestras y alardes y trate de to-das las prebeinciones que a estotocaren pero siempre que el capitan general o su theniente quisieren tomar muestras y sa-tisfaceise de la disciplina militar de la Jente de la tierra lo agan sin que se lo puedan impedir e dho corregidor de marbella y su teniente lo qual mandamos se guarde cumpla y xecute aora y de aquí adelante16.

Por lo cual, como se ha explicado, en una época de pocos recursos económicos para una organización seria de un personal militar a suel-do y una defensa fuerte, se tiende a organizar de una manera barata una milicia centralizada propia de una monarquía autoritaria en la figura máxima militar del Reino de Granada: el capitán

general de la Costa del Reino de Granada, el cual delegaría en el capitán de tropas a sueldo en la ciudad de Marbella, don Juan de Alarcón, ha-biendo, pues, problemas entre esta institución

militar y la autoridad ordinaria del corre-gidor, probablemente por los abusos que podría realizar el capitán y sus soldados en la ciudad.

III.- Conflictividad social:Los naturales de la ciudad de Marbella y las tropas de sueldo

Uno de los rasgos más caracte-rísticos de la organización militar de la costa del Reino de Granada, a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, es la ma-yor concentración de efectivos militares a sueldo en el sector oriental de la cos-ta a lo largo de los tres partidos de Vera, Almería y Adra, frente a los partidos de Vélez Málaga y Málaga, que tenían me-nos soldados de pago a causa de tener una mayor densidad de población17, Lle-gándose incluso a casos como el de la ciudad de Málaga, en cuya plaza se plan-teó por el Consejo de Guerra una milicia bien coordinada, milicia integrada por gente conocida y natural de la región, descartando a forasteros y transeúntes, tal como se llegó a establecer en el ca-bildo municipal de 1642, una milicia para defender la ciudad: “esta ciudad no tiene gente pagada… los vecinos… tomaron a su cargo la guardia y custodia de ella”. Llegando a haber en el reinado de Felipe III nueve compañías de milicia (ocho de infantería y una de caballería con gente más pudiente) y en 1631 se aumentaron hasta doce compañías18. Pero, a pesar de esta excepcionalidad de Málaga, como

16 AHMMb, caja 60, pieza 1, fols. 1v y 2.17 CONTRERAS GAY, J. (1997): “Las Milicias de Socorro del Reino de Granada y su contribución ala defensa del a costa después

de 1568”, en Pedro SEGURA ARTERO (coord.): Actas del Congreso la Frontera Oriental Nazarí como Sujeto Histórico (s. XIII-XVI) (Lorca-Vera, 22 a 24 de noviembre de 1994), pp. 613-622.

18 CONTRERAS GAY, J. (2000): “La defensa de la frontera…”, op. cit., p. 171.

Dejaban a su paso una estela de destrucción y rapiña. Una serie

interminable de robos, asesinatos, violaciones, violencia malintencionada

y caprichosa, fugas de cárceles e incluso encarnizadas batallas entre

soldados y civiles. La llegada de una compañía de soldados despertaba la

misma inquietud que un huracán

Exp. citado, fol. 4v

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se ha dicho, había tropas de sueldo en el sec-tor occidental, no tantas como en el de la actual provincia de Almería, como señala el profesor Contreras Gay, pero sí suficiente y documentada, como podemos ver, por ejemplo, en este peque-ño cuadro:

Ahora bien, ¿qué importancia podía te-ner, a nivel social, esta presencia castrense en la ciudad de Marbella? Como nos dice Thompson, “Cada año pasaban por Castilla unas cuarenta compañías o más que dejaban a su paso una es-tela de destrucción y rapiña. Una serie intermi-nable de robos, asesinatos, violaciones, violencia malintencionada y caprichosa, fugas de cárceles e incluso encarnizadas batallas entre soldados y civiles”20. Como él mismo señalaba, la llegada de una compañía de soldados despertaba la misma inquietud que un huracán.

Los danos q los vezinos de la Ciu(d) de Maruella reziuen de Corsarios enemigos de esta Monarquia que de ordinario los molestan A Causa de estar muy cerca del estrecho de Gibraltar y en frontera de la Berberia. Ni el serles forçoso estar lo mas del tiempo las armas en las manos no sien-do gente pagada Ni los muchos gastos que haze en comprar con sus propios y hazien-das. Poluora, Armas y municiones, siendo como son muy pobres. No les aflixe tanto como la guerra ciuil que tienen dentro en sus cassas causada de los Delictos come-tidos por los soldados y gente de guerra que tiene V. Mag(d) en aql partido21.

A partir de aquí se hace una mención en el texto de fechorías que hacen determinados soldados a la justicia ordinaria de Marbella nom-brada por el rey, como por ejemplo:

[…] que muchas vezes han puesto las manos en los Ministros de Justi(a) que en su Real nombre y Representando la per-

sona de V. Mag.(d)[Magestad] la adminis-tran en ella hiriedolos y acuchillándolos y haziendoles otros malos tratamientos como lo hizo Ju[Juan] de Lopera solda-do que acuchillo y maltrato a el licen(do) Luis do Pancorbo Alcalde m(or)[menor] q

fue en la dicha ciudad A quien después Ju(o)[Justo?] de Palma otro Soldado le dio vnas graues heridas de que llego a punto de muerte. Y Grabiel Uazquez sol-dado en la plaça pu(ca)[pública] y de dia, hizo otra Resistencia acuchillando a el Licen(do) Gaspar de figueroa y Sandoual Aldalde m.(or)[menor] de la dha. Ciudad, y el y otros soldados el mismo dia, dieron muxas cuchilladas a fran.(co)[Francisco] Salido su Alguacil porq lo quiso amparar. Y otros soldados hizieron lo mismo con el doctor Don Fernando Pamo, tambien Alcalde mayor de la dha. Ciudad, porque Rondando una noche los llego a recono-cer y de hecho lo mataron22.

Llegando a pasar por casos espectacula-res de los que Thompson hace mención, como la organización de una fuga de la cárcel:

“Y hauiendo preso a algunos de los De-linquentes y teniéndolos en la carzel publi-ca con fauor que tuuieron de otros solda-dos que con secreto les metieron Armas en la Carzel, se alçaron y leuantaron con ella, causando tanto escandalo que estuuo la dicha ciudad a rriesgo de perderse”23.

También el caso del rapto de un moro huí-do, que arrebataron dos soldados a dos miem-bros alguaciles de la justicia local, y que llevaron a casa del capitán Juan de Alarcón:

[…] llebando Juan Ruiz Aragones Alguazil m.(or)[menor] y Bartholome Galuan otro Alguazil menor preso a la Carzel pu(ca)

19 Él elabora el cuadro con datos del ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS, Leg. 217, G.A. 20 THOMPSON: Guerra y decadencia, op. cit.21 AHMMb, caja 60, pieza 1, fol. 06.22 Ibidem.23 Ibidem.

Fuente: Elaboración propia a partir de parte del cuadro elaborado por José Contreras Gay en Problemática militar en el interior de la península durante el siglo XVII. El modelo de Granada como organización militar de un municipio, Fundación Juan March, Madrid, 1980 19.

Relación de la infantería y caballería en la costa de Granada a finales del s. XVI

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[pública] a un Moro que andaua huydo, vn dia que se contaron 25 [o 24] de Se..mbre[septiembre] del ano pasado del 1624. Salieron a ellos Juan Bautista Mar-molexo y Antón Ximenez Maniera[?] sol-dados y de mano armada, los acuchillaron y hirieron al Dicho Alguazil m.(or) quitán-doles el preso q llebauan y lo pusieron en casa de Don Ju(o) Ruiz de Alarcon su Cap(n) [Capitán]24.

Como sabemos, los capitanes a veces eran los propios iniciadores y alentadores de este tipo de conflictos. Los mandos de capitanes en aque-lla época eran de muy baja calidad, ya que mu-chos de estos elegidos por los reyes tuvieron que ser, más que oficiales con años de servicio, oli-garcas locales, rentistas, pequeños prestamistas o comerciantes que tuviesen el dinero para ves-tir, alimentar o pagar a los soldados. Como dice

Thompson, “El oficial deja de ser un funcionario nombrado por la corona para ser un empresario aceptado por ella […]; cambio que se haría más pro-nunciado bajo Felipe IV”. En opinión de muchos comentaristas y tratadistas militares, como Marcos de Isaba, los principales culpables eran los mismos capitanes reclutadores, por la forma despiadada en que explotaban a sus hombres, que aumentaba la rapacidad de las tropas. Además, estos capita-nes tenían interés en que las compa-ñías permanecieran alojadas el mayor tiempo posible, para atraer reclutas, ahorrar al capitán el mantenimiento de los soldados con su propio dine-ro ofreciéndole ganancias a expensas de los ciudadanos y negociando hasta rescates25.

Siguiendo a Thompson, él mis-mo explica que todos estos soldados se veían favorecidos por las inmuni-dades y demarcaciones judiciales del gobierno castellano, así como por la ineficacia de los controles que ejercían sobre los propios capitanes, añadien-do una cita del doctor Villagómez en la que señala que los capitanes tenían confianza en que, hiciesen lo que hi-cieren, el Consejo de Guerra los pro-tegería de la justicia y esto era causa principal de muchos de sus excesos, a pesar de que en las Cortes de Madrid de 1583 se le permitiría a la justicia civil el poder arrestar a soldados que

causasen problemas, o que en las cortes de 1586 se le obligara al capitán a presentar documenta-ción específica para que pudiese ser investigado por la autoridad civil antes de un alojamiento. Ese permiso de arresto de las Cortes de Madrid de 1583 explicaría el arresto en cárcel pública, pero nada más lejos de la realidad del doctor Vi-llagómez:

[…] estos testimonios que presento y de las causas que de eftos delitos y de otros muxos estan pendientes en los Consejos De U. Mg.(d)26.

No solo eso, si no que, además, explica que hay ya interpuesta una queja con respecto al conflicto de competencias en materia de jus-ticia entre ambas jurisdicciones, y como estos soldados buscan el amparo del fuero militar para librarse de los justicias ordinarios:

24 Ibidem.25 THOMPSON: Guerra y decadencia, op. cit.26 AHMMb, caja 60, pieza 1, fol. 06.

Exp. citado, fol. 6

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Miguel Ángel Galacho Sánchez La problemática militar en Marbella en el reinado de Felipe IVHISTORIA LOCAL

Pues Senor Como los delitos referidos sean de los reseruados a que procedan al castigo dellos los Juezes ordinarios de la dha Ciu(d) en Uirtud de vnos capitulos de la Carta partida y Concordia que la Senora Reyna Dona Juana hizo entre la gente de guerra, y la dha. Ciudad cuyo conocimien-to de causas tocantes a resistencias Dexa a los Juezes ordinarios= Y ansi mismo en virtud de prouisiones reales de U. Mg.(d) carta y sobrecarta su fecha de la Una en 13 de setiembre de 1599 y de la sobrecarta della en 29[?] de Julio de 1626. en las qua-les manda U.Mg.(d) que en el interin que se determina el pleyto antiguo que traen Sobre la Jurisdicción de entre los Vecinos y gente de guerra de la dicha ciu(d) conozca dellas sus Juezes ordinarios. Como de las Reales prouisiones consta a que me remi-to en Cuya virtud y fundamento los juezes desta Ciudad han procedido al castigo de los tales delitos, de que resulta que luego los delinquentes procurándose amparo de los fueros de gente de guerra intentan que los Juezes Ordinarios se iniban del cono-cimiento de sus causas y delitos y que las remitan a sus capitanes. Y siendo forçoso, el defender la Jurisdicion en la resistencia que sobre se haze se viene a formar vna competençia entre los reales consejos de guerra y de Justicia de U. Mg(d)27.

Añade los problemas económicos de la ciudad para mantener dichos pleitos hasta las últimas instancias, cosa que le es muy costosa a la población y que muchas veces quedan sin castigo dichos malhechores por el simple hecho de no poder ser recurridos a falta de dinero, alu-diendo que puede ser incluso peligroso para la integridad de la población:

[…] el discurso de vna consulta es fuerça que sea largo y costoso como aquel (…) [oficio?] es muy tenue y de poco aproue-chamiento faltando a los juezes caudal para gastar siguiendo la competencia has-ta fenecerla las Vienen a dexar indefensas y Sin acauar, y la dicha Ciu(d). teniend por propio el amparo y defensa del [la L puede ser errata] autoridad y respeto tan deuido a los Ministros de V. Mg. Por la mayor par-te toma sus causas y ofensas por propias. Y en su seguimiento gasta de ordinario sus propios y rentas que siendo como son muy pocas, esta siempre en empeno y con grandes necesidades… De q en defensa de los Ministros de U. Mg(d) de su Jurisdicion

tenga muy de ordinario un Regidor con sa-lario en esta Corte y tambien por no tener lo competente para el gasto de lo que en esto es menester, vien a dexar las dichas causas indefensas, y muxas vezes los de-linquentes dellas se quedan sin el castigo que por sus culpas merecen. […] y q sus Vecinos esten en perpetuas inquietudes y peligros de perderse28.

Por todos estos problemas, la ciudad su-plica al rey que se le indique el órgano más ade-cuado y se le envíe, para poder procesar a esos delincuentes,

Para remedio de todo lo dicho Se Supp(ca) a V.Mg(d) y pues es Duen y Senor soberano de tods se sirua de señalar por comision y Decreto particular el Consejo de que [por] mas Vra Mag(d) fuere seruido para que se acuda a el y pida el Castigo de las resistencias q en aqlla Ciu(d) se tuuieren hecho y adelante se hizieren a los Ministros de Justicia de U.Mg.(d) y q esto seam sin q por ello se perjudique ni altere el derecho que qualquiera de las partes pretende tener en lso pleytos antiguos […] Podra V.Mg.(d)seruirse de mandar q los Juezes Ordinarios de la dha Ciudad que procedieren contra Dha gente de guerra en raçon de delictos de resistencias que se ayan hecho a las Justicias dellas no se yniban ni remitan los prezios aunque para ellos sean requeridos con qualesquier cedulas hasta que por el Consejo que por particular Comizion q V. Mg(d) fuere seruido de Mandar que co-nozca dellas se les mande: que con esto se escusaran las competencias entre los Con-sejos de U.Mg.(d) q las Justicias de la Dha. Ciu(d) seran respetadas y administraran

Los capitanes a veces eran los propios iniciadores y alentadores de este tipo de conflictos, los mandos de capitanes en

aquella época eran de muy baja calidad, ya que muchos de estos capitanes

elegidos por los reyes tuvieron que ser más que oficiales con años de servicio, oligarcas locales, rentistas, pequeños

prestamistas o comerciantes que tuviesen el dinero para vestir, alimentar o pagar a

los soldados

27 AHMMb, caja 60, pieza 1, fols. 06, 06v.28 AHMMb, caja 60, pieza 1, fol. 06v.

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Miguel Ángel Galacho Sánchez La problemática militar en Marbella en el reinado de Felipe IVHISTORIA LOCAL

Justizia con Liuertad, y la dha. Ciu(d) sera relebada de los gastos que se le recrezen de acudir a su Defensa y sus Uezinos Viui-ran en paz y con quietud y los delinquentes tendran castigo que a su exemplo teman los demas de cometer otros semejantes y Dios y V. Mag(d) seran mas bien seruido29.

Así que, por un lado, en estos expedientes judiciales entre 1624 y 1625 se puede apreciar un pleito antiguo de diferencias entre las com-petencias del corregidor y el capitán reclutador, Juan de Alarcón, enviado por el capitán general de la Costa del Reino de Granada; y, por otro lado, problemas a la hora de administrar la justicia civil por los delitos cometidos por los soldados que hay en la ciudad, que tienen un fuero especial mi-litar que los protege de la justicia ordinaria.

Una puede ser un intento de mantener las tropas bajo el poder del cabildo municipal en manos del corregidor contra la unificación de esa época de esfuerzos militares de tilde centralista por el capitán general de la Costa del Reino de Granada, o tal vez por interés del dicho corregidor de intentar que no salieran los vecinos de Marbella

por el agravio económico que sería para la ciudad el que saliera un grupo de hombres y productores fuera de la ciudad a combatir como si fueran sol-dados de paga de forma gratuita, descuidando sus labores productivas de la ciudad; la otra, un pro-ceso normal dentro de las peticiones de órganos ciudadanos al monarca. Según Thompson, duran-te cincuenta años hubo peticiones en nombre de las ciudades en Cortes para que se pudiese regular dicho asunto, que se agudizó a finales del siglo XVI con algunos puntos de las Cortes de Madrid de 1583 y 1586, en el que las justicias civiles recla-man al rey el poder procesar con mayor facilidad los casos de desmanes producidos por la pobla-ción castrense, que aprovechaba su condición y fueros especiales militares. Por lo cual, es evidente que, a comienzos del siglo XVII, estarían más que acostumbrados a la muerte en una sociedad en continua guerra y cuya actitud ante aquélla sería más que aceptada y familiar, por estar la sociedad casi militarizada debido a los intentos de creación de la milicia general y acostumbrados a rebatos de piratas o levas voluntarias (o forzosas) para ser-vir: “La presencia de la muerte era habitual, casi familiar en la ciudad”. Con esta frase, la profesora Reder Gadow pone de manifiesto esa sensación en el presidio de Melilla30, que vivía una situación parecida a la de la costa del Reino de Granada, si-tuación de tierra fronteriza, y que, como tal, gene-raba esos quebraderos de cabeza en la organiza-ción militar y en la conflictividad social. n

Estos soldados buscan el amparo del fuero militar para librarse de

los justicias ordinarios

29 AHMMb, caja 60, pieza 1, fols. 06v, 07.30 REDER GADOW, Marion (1999): “Actitudes ante la muerte en Melilla, en la transición del XVII al XVIII (2ª Parte)”, en Baética.

Estudios de Arte, Geografía e Historia, n.º 21, 1999.

Exp. citado, fol. 9v

Exp. citado, fol. 10

Cilniana 26/27, 2014-2017: 105-128 ISSN 1575-6416HISTORIA LOCAL

el Convento de nuestra sra.de porta Coeli (san franCisCo) de

marbella (franCisCanos reColetos)Fernando María áLvarez cantos

Investigador de la historia de Marbella

RESUMENAl igual que hicimos en nuestro trabajo publicado en el número anterior de la presente revista dedicado al convento trinitario de Marbella, en el presente plasmamos el resultado de la investigación, dirigida en este caso al otro convento que existió en la ciudad, el que fuera convento franciscano. Creemos que con ambos trabajos se da un pequeño paso, del todo insuficiente, en el conocimiento de la historia socio-religiosa de esta ciudad.

Una de nuestras principales pretensiones —que creemos haber logrado— era la de poder disipar las dudas hasta ahora existentes relativas a las distintas fechas aportadas por otros autores sobre la fundación e inicio del convento. Asimismo, creemos novedosa y, permítasenos, curiosa, nuestra contribución al conocimiento de la figura del patrón de este cenobio, hasta la fecha prácticamente inédita. También ampliamos con nuevos datos la disputa legal que a partir de la primera década del siglo XVIII existió entre la ciudad de Marbella y los franciscanos terceros de Caños Santos, a raíz de que éstos fundaran de forma ilegal un convento en Estepona.

PALABRAS CLAVEObservancia, Recolección, mendicante, hospicio, Vera Cruz, patronazgo, bula, exclaustración, desamortización.

ABSTRACTIn the present essay,we express the result of our investigation about the Franciscans monastery located in Marbella. One of our main objectives -we believe achieved- was the fact of clearing up some doubts existing until now in connection with dates provided by other authors about the foundation and the beginnings of it. Moreover, we believe our contribution new and curious about the background of the figure of the saint of the monastery, until now practically unpublished.

We also enlarge with new facts the legal dispute, started in the first decade of the xvlll century, between the town of Marbella and the Franciscans Terceros de Caños Santos, due to the illegal foundation of a convent in Estepona.

KEY WORDSObservance, convent ,mendicant,hospice, Vera Cruz, support , papal bull, secularization, disentail.

Los primeros franciscanos en Marbella

En la actualidad se desconoce cuáles fueron los inicios de la presencia franciscana en esta ciudad. Hasta ahora, nadie ha publicado

datos fehacientes al respecto. Por tanto, si queremos hacernos una idea de lo que pudo suceder aquí, aparte de tener presente las escasas aportaciones anteriores, tendremos que especular de forma com-parativa con lo que ocurrió en otros lugares del reino de Granada, cuya recuperación al cristianismo tuvo una cronología prácticamente pareja con la marbellí.

Es incuestionable la simpatía que los Re-yes Católicos sintieron por la orden franciscana.

También es notorio el apoyo que desde dicha or-den —y en general desde todas las instituciones religiosas— tuvieron sus Majestades Católicas a la hora de implantar en los nuevos territorios re-conquistados las creencias cristianas, así como la cultura, las instituciones y la forma de gobierno castellanas1. La consecuencia de ese apoyo com-portó la presencia de frailes menores en cada una de las ciudades y villas cuando eran recuperadas por las huestes cristianas al islam2. Partiendo de esas premisas, debemos aceptar como cier-to que, a partir de 1485, los franciscanos inten-tarían iniciar su labor religiosa en esta ciudad. En un primer momento, sus recursos humanos

1 GRAÑA CID, María del Mar: “Franciscanos y Franciscanas en el Reino de Granada. Panorama Fundacional (ca. 1485-1550)”, I Curso de Verano. El Franciscanismo en Andalucía. Priego de Córdoba 1995, Cajasur, p. 105.

2 RAMÍREZ GONZÁLEZ, Sergio: Los conventos franciscanos de la provincia de Málaga. Presencia y memoria histórica, Diputación de Málaga, 2009, pp. 13-14.

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serían escasos y, probablemente, tan sólo dos o tres frailes formarían la primitiva comunidad.

Cuando Marbella, como todos los pue-blos del último reducto nazarí, fue recuperada a la fe cristiana, el franciscanismo de lo que hoy entendemos por Andalucía pertenecía en pleno a lo que entonces era la provincia franciscana de Castilla. No fue hasta 1499, en el Capítulo Ge-neral celebrado en Almazán, cuando se acordó la separación e indepen-dencia geo-administrativa de nuestra región de la castellana3. Por entonces, todos los franciscanos que ejercían en la región andaluza pertenecían a la rama reformadora de la Observancia, más estric-ta y proclive a la recuperación de las primitivas reglas del seráfico padre, y no a la tradicional Conventual, más relajada en lo referente al cum-plimiento de dichas primitivas normas4. Por tan-to, los hipotéticos primeros frailes menores que muy probablemente vinieron a Marbella al poco de su reconquista fueron de la rama Observante, aunque la que al final se instalará en el futuro convento de Porta Coeli no fue esa, sino la nueva rama de la Recolección, derivada de aquélla, aún más rígida en sus planteamientos reglares.

La rama recoleta franciscana no tuvo su verdadera fundación en Andalucía hasta 1523, cuando el P. Francisco de los Ángeles dio para los conventos, concretamente para cinco, las nuevas constituciones. Con éstas, se institucionalizó la Recolección en Andalucía y en España. Pero no fue hasta 1530 cuando la Recolección andalu-za adquirió su propia personalidad5. Por cierto, entre los citados cinco primitivos conventos re-coletos de Andalucía y España, no figura el de Marbella.

Con lo comentado, gana veracidad, al menos en parte, lo expuesto por el Dr. Maíz Vi-ñals en lo referente a la presencia franciscana en Marbella en las primeras décadas del siglo XVI. Según él, en 1516 el obispo de Málaga concedió autorización a frailes franciscanos para que pu-dieran erigir un convento. Los frailes acordaron su emplazamiento, después de no pocas delibe-raciones y siguiéndose el definitivo criterio de

fray Felipe de Hurtado, al norte y extramuros de la ciudad. El convento habría sido inaugurado en 15276.

De ser cierta su afirmación7, esta aporta-ción, hoy en día, sería la primera conocida que nos confirmaría la presencia franciscana en Mar-bella. El Dr. Maíz considera que este primitivo convento sería el que hemos conocido como el de Ntra. Sra. de Porta Coeli. El carácter genera-

lista utilizado en la des-cripción de su ubicación (“al norte y extramuros de la ciudad”) coincide ple-namente con la ubicación final del convento, lo que da pie a su suposición. Sin embargo, esa ubicación supuesta por el Sr. Maíz

no concuerda con la tendencia, que por enton-ces se acostumbraba por parte de los francisca-nos observantes, a edificar sus monasterios en los centros urbanos o en lugares habitados. Fue-ron los recoletos los que, en su afán de tener un mayor recogimiento, quizá por volver a antiguas formas eremíticas, decidieron apartarse del roce cotidiano con los vecinos y edificar sus cenobios en las afueras de las poblaciones8. De todas for-mas, difícilmente ese teórico primer convento pudo estar ubicado, a pesar de la afirmación del Dr. Maíz, en el mismo lugar del definitivo de Porta Coeli. Como veremos después, el terreno sobre el que se edificó el de Porta Coeli fue ce-dido por su primer patrono, Fernando de Bazán. Esa cesión no habría sido posible si setenta años antes ya hubiera existido allí un convento fran-ciscano.

Hay otro hecho que apoya la probable confirmación de la primitiva presencia de los menores en esta ciudad. Es de sobra conocida la importante relación que existió entre la orden franciscana y la advocación al Santo Cristo de la Vera Cruz. En la ermita de Marbella dedicada a este Crucificado, se aprecia claramente la in-fluencia de la orden en la construcción de la mis-ma, lo que queda patente en el escudo con las Cinco Llagas, propio de la simbología francisca-na, que campea en su fachada. Por otro lado, hay constancia de que la ermita ya existía en 15639, es decir, su edificación fue anterior a dicho año.

3 GRAN CID, María del Mar, “Franciscanos y Franciscanas…”, op. cit., p. 105.4 RAMÍREZ GONZÁLEZ, S.: op. cit. p. 10. También GRAN CID, M. M: op, cit., p. 107.5 VALLECILLO MARTÍN, Miguel, OFM, “Franciscanos Recoletos de la Bética Occidental. Un Manuscrito Inédito”, IV Curso de

Verano. El Franciscanismo en Andalucía, Priego de Córdoba, 1998, Cajasur, p. 490-491.6 MAÍZ VIÑALS, Antonio: Guía Histórico Turística de la Ciudad de Marbella, Marbella 1966, p. 53.7 No indica el Dr. Maíz el origen de su información, por lo que nos ha sido imposible su comprobación. De todas formas, para

nosotros es impensable que los datos descritos por él, sobre todo los nombres y fechas, fueran inventados y, por tanto, carentes del correspondiente soporte documental. Otra cosa sería la autenticidad y la exactitud del contenido de esos documentos.

8 RAMÍREZ GONZÁLEZ, S.: op. cit., pp. 10-11.9 MORENO FERNÁNDEZ, Francisco Javier. El Centro Histórico de Marbella: Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Málaga, 2004,

p. 277. Moreno hace mención a una escritura de censo otorgada en ese año, que, según sus datos, es el primero del que tiene constancia escrita de la existencia de la ermita, lo que no es óbice para que ésta existiera con una anterioridad hoy en día incierta.

Debemos aceptar como cierto que, más pronto que tarde, a

partir de 1485, los franciscanos intentarían iniciar su labor

religiosa en esta ciudad

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Pero, es más, el arco apuntado de su puerta de acceso podría indicarnos que la construcción de la ermita pudo ser durante el primer cuarto del s. XVI10, lo que indiciaría la probable veracidad de lo afirmado por el Dr. Maíz, al menos en lo referente a la existencia de frailes menores en Marbella.

Relacionado con lo anterior, nos pregun-tamos ¿por qué se construyó una ermita, la de la Vera Cruz, justo al lado, en la misma plaza, a no más de treinta metros de la ya existente de San Sebastián, cuando esta advocación, así como la otra importante en la ermita, la de Nuestra Se-ñora de los Remedios, eran de las más celebra-das por los fieles en la primera parte del Antiguo Régimen? En nuestra opinión, sólo tiene sentido si detrás de dicha nueva ermita estaba el fuer-te apoyo de la poderosa orden franciscana, que pretendía utilizarla como su preceptivo lugar de culto en su primer intento de fundar convento.

Sí parece cierto que el monasterio auto-rizado por el obispo de Málaga no llegó a cons-truirse o, al menos, no hay constancia alguna de su existencia; y por descontado que no pudo ser, como considera el Dr. Maíz, el de Porta Coeli, que, como veremos más tarde, no se empezó a edificar hasta 1594. Es muy probable que lo que se inaugurara en 1527 fuera una simple casa de recogida u hospicio, fórmula ésta muy empleada y socorrida para la habitabilidad de los frailes, ya con pretensiones de fundar convento, ya para el albergue de los frailes transeúntes11, como cree-mos que pudo ser el caso de Marbella.

Hemos encontrado un documento, de fecha muy lejana a la que ahora tratamos y an-terior, aunque cercana, a la de la erección defini-tiva del cenobio, que viene a ratificar la presen-cia franciscana en esta ciudad con anterioridad a la fundación del convento de Porta Coeli, así como la relación que dichos frailes tuvieron con

10 Ibidem, p. 280.11 CHACÓN CABELLO, P. Enrique, “Inventario de la Biblioteca de Santa María de Miraflores” IV Curso de Verano. El Franciscanismo

en Andalucía, op. cit., p. 430. Allí se explica que tanto Santa María de las Algaidas (cerca de Archidona) como Santa María de los Ángeles de Miraflores de Málaga pasaron de hospicio a convento en 1595. En este trabajo veremos que, en Estepona, en 1712, se intentó hacer convento del orden tercero a partir de un hospicio.

Ruinas de lo que fue el convento franciscano de Nuestra Señora de Porta Coeli de Marbella a comienzos del s. XX.Así de deteriorado debía de estar cuando en 1926 fue adquirido por el obispado de Badajoz para la construcción de un seminario de verano.

El estado del inmueble obligaría a su total destrucción para realizar la obra nueva. En la imagen se aprecia que el edificio tenía dos plantas y queparece que la iglesia estaba a Levante. (Foto cedida por Escolástico Martín)

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la ermita de la Vera Cruz. El día 9 de agosto de 1591, la vecina de Marbella Lucía Díaz, mujer de Rodrigo de Pineda, otorgó su testamento. En él incluyó una manda cuya transcripción literal es la siguiente:

Ítem, mando que se le den de mis bie-nes para la obra e santa casa e monesterio de los frailes de San Francisco de los Des-calzos que se an de hazer en la Santa Bera Cruz de esta ciudad diez ducados porque rrueguen a Dios por mi ánima e por las de mis difuntos12.

Por tanto, parece claro que, al menos tres años antes del inicio de las obras del definitivo convento, los franciscanos descalzos estaban asentados en Marbella y que la idea era la de construir el cenobio junto a la ermita de la Vera Cruz, con lo cual, la ubicación dada por el Dr. Maíz —que, recordemos, considera que es la de-finitiva— no estaba aún prevista en la fecha en la que él se refiere.

En resumen, parece bastante probable la presencia franciscana en Marbella desde, como poco, el primer cuarto del s. XVI; que estos primitivos frailes pertenecieron a la rama de la Observancia de dicha congregación y no a la definitiva de la Recolección; que no habitaron en ningún convento, sino más bien en alguna casa-hospicio, utilizando, una vez construida, la ermita del Santo Cristo de la Vera Cruz para el ejercicio de sus funciones religiosas.

Fundación y construcción del convento

En los distintos trabajos que hasta ahora se han publicado sobre el convento franciscano de Marbella, se han dado diferentes fechas sobre la construcción del convento y de su iglesia. Sin embargo, de todas ellas, sólo parece aceptable, según intentaremos demostrar, la que expone Sergio Ramírez en su libro citado, en el que, ba-sándose en el memorial de 1717 enviado por el lector de teología y guardián del convento de Marbella fray Bartolomé José Hurtado al maestro general de los Agustinos Recoletos, se recoge la disposición (Real Cédula de Felipe II de 1593, de la que existen sendas copias en el archivo de la

ciudad de Marbella y en el del convento de ella), en virtud de la cual se autorizó la construcción del monasterio, del que, según se asevera en un manuscrito del s. XVIII que se conserva en el convento de San Francisco de Estepa, se colocó su primera piedra el día de la Purísima Concep-ción de María de 159413, siendo su apertura de-finitiva en 159814.

Entre las demás fechas publicadas, tene-mos la de 1527, apuntada por Maíz Viñals, a la hemos aludido. La de 1579, indicada tanto por Antonio Serrano15 como por Fernando Alcalá16, basada en un testamento, para nosotros desco-nocido, de Fernando de Bazán. La de 1593 que citan tanto Antonio Romero Domínguez17 como Francisco Javier Moreno, consecuencia lógica de que en dicho año el vecino de Marbella Juan Do-mínguez mandó en su testamento que se le dije-ran misas en el convento, lo que indicaría que ya estaría su iglesia en funcionamiento18. Y, por úl-timo, la aportada por Sergio Ramírez, detallada al principio de este capítulo, con las tres fechas de 1593 de la real licencia, 1594 de la colocación de su primera piedra y 1598 de su puesta en fun-cionamiento.

A la vista de los datos que actualmente tenemos recabados, intentaremos aclarar, en primer lugar, las contradicciones que, a nuestro entender, se pueden detectar en las fechas ex-puestas por casi todos los autores citados, con-cluyendo, como ya hemos indicado, que la única que tiene más viso de veracidad es precisamente la de Sergio Ramírez; en segundo lugar, mostra-remos cómo la estructura definitiva del edificio se produjo tras una larga travesía constructiva, que parece fue normal en la edificación de estos inmuebles19.

Ya hemos analizado en el capítulo ante-rior la imposibilidad de la fecha de 1527 aporta-da por el Dr. Maíz, por lo que obviamos la repeti-ción del razonamiento allí expuesto. Veamos las incongruencias de las fechas propuestas por los Sres. Serrano y Alcalá.

Según se ha publicado, en el testamento de Fernando de Bazán de 1579, al mandar el lu-gar de su sepultura, aparece el siguiente texto:

[…] en la capilla mayor que yo dexo fun-dada, en el monasterio que al presente se

12 Archivo Histórico Nacional (A.H.N.), Clero Regular y Secular, Signatura 4736 – Convento Trinitario de Marbella (en realidad, buena parte del legajo es de la iglesia de la Encarnación, a pesar de lo catalogado en el archivo) – s/f. Testamento de Lucía Díaz. La manda está en la foto 433 de las que recibimos digitalizadas desde el archivo, lo que equivaldría, de estar todo foliado, al fol. 216.

13 JORDAN FERNÁNDEZ, Jorge Alberto: Un Manuscrito Inédito sobre Historia de Estepa y de la Recolección Franciscana en Andalucía, La Serranía, Estepa, 2005, p. 99.

14 RAMÍREZ GONZÁLEZ, S.: op. cit., p. 193.15 SERRANO LIMA, Antonio, “El Convento de San Francisco”, Cilniana, n.º 8, Marbella, 1996, pp. 56-62.16 ALCALÁ MARÍN, Fernando, Crónica de Marbella. Historias, tradiciones, leyendas y algunas cosas más, Marbella, 2006, pp. 199-200.17 ROMERO DOMÍNGUEZ, Antonio, “El Cabildo en el XVII”, Cilniana, n.º 11, Marbella, 1998, p. 60, nota 16.18 MORENO FERNÁNDEZ, Francisco J.: El Centro Histórico de Marbella…, op. cit., p. 282. 19 Así fue la construcción del otro convento marbellí de Santa Catalina, según explicábamos en nuestro trabajo sobre el mismo

publicado en la revista Cilniana, época III, n.º 24-25, 2011-2013.

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hace en esta ciudad al seráfico padre San Francisco, y si el día de mi fallecimiento no estuviera acabado ni pasado allá los pa-dres, mando depositar mi cuerpo […]

También en el mismo se dice que manda cierta cantidad de dinero “para la iglesia que está comenzada del Bienaventurado San Fran-cisco de esta ciudad”. Según esto, en 1579 se estaba construyendo la iglesia del convento, en la que Fernando había dejado fundada su capilla mayor para ser enterrado en ella.

En primer lugar, queremos constatar la extrañeza que nos produce la existencia de di-cho testamento. No es que afirmemos su inexis-tencia o falsedad, sino que nos resulta bastante insólito al compararlo con los datos que apare-cen en otras fuentes20.

El único testamento oficial de Fernando de Bazán que como tal debemos reconocer es el que se conserva en el Archivo Histórico Mu-nicipal de Marbella21, otorgado por Fernando el día 21 de abril de 1579 ante el escribano público de esta ciudad Alonso García Manjarres, el cual está inserto en el expediente y autos promovi-dos por su viuda, Leonor Seco Bustamante, para hacerse con los bienes que como única heredera le correspondían. Por tanto, ése, y no otro, es el testamento que se dio por bueno a la hora de la adjudicación de la herencia del Bazán. En consecuencia, ése, y no otro, es el que debemos considerar como oficialmente verdadero.

Tenemos que aclarar que en este testa-mento oficial no se nombra ni una sola vez a los frailes franciscanos, ni tan siquiera a su convento de Marbella en construcción; tampoco la capilla mayor ni la donación de dinero para la iglesia que estaba comenzada.

Por otro lado, en 1605, la señora Seco Bustamante dio un poder especial al vecino de Marbella Martín Bençon Luna22, por el que le autorizaba a negociar con los frailes la cance-lación del pleito que éstos interpusieron en la Real Chancillería de Granada contra ella, como heredera del Sr. Bazán, en relación con el incum-plimiento por parte de éste del pago de diez mil ducados pactados en su día como ayuda a la construcción del monasterio. En el citado poder se dice claramente que el acuerdo entre Fernan-do y los frailes se hizo mediante una escritura pública otorgada por ambos, sin que se mencio-ne en ningún momento el testamento. El hecho de que en dicho poder no se siguiera la pauta

que normalmente se seguía en muchos otros do-cumentos de datar las escrituras que en ellos se mencionan, nos priva de poder documentar si el pacto entre Fernando y los frailes fue anterior o posterior al otorgamiento de su testamento, aunque, en nuestra opinión, debió de ser pos-terior, ya que, de lo contrario, el acuerdo apare-cería citado en el testamento como una de las deudas del testador, cosa que no ocurre.

Otro dato lo obtenemos de una escritura de imposición de censo otorgada curiosamente también por Fernando de Bazán en 1588. De ella podemos extraer un claro indicio de que en di-cho año aún no existía el convento. Esto es lo que en la misma se puede leer:

[…] y sobre una heredad de viña en el pago de Montenegral, linde con viña de los frailes de el monesterio de esta ciudad […]23.

Sin duda, la forma determinada empleada al nombrar el monasterio es un claro indicio de la singularidad del mismo, es decir, en el momen-to del otorgamiento de la escritura sólo existía uno, que obligatoriamente tenía que ser el de la Santísima Trinidad. De existir también el fran-ciscano, la palabra “monesterio” habría estado acompañada por el correspondiente nombre propio (Santa Catalina o Santísima Trinidad) o adjetivo (trinitario) del mismo, tal y como se ha venido haciendo en esta ciudad en todos y cada uno de los documentos por nosotros examina-dos en los que aparece citado alguno de los mo-nasterios mientras ambos coexistieron. Es decir, cuando se citaba alguno de los dos monasterios, en todos los documentos datados entre los más de dos siglos que Marbella gozó de la existencia de ambos cenobios, se hace con la inclusión del que se trata, ya de San Francisco, ya de la Santí-sima Trinidad. Por todo lo anterior, creemos que debemos descartar totalmente la fecha de 1579.

También discrepamos de la aseveración que se ha hecho sobre que en 1593 ya funcio-

20 Consideramos que, en principio, no tenemos base para dudar de la existencia de este testamento. Está claro que son dos los autores que de él hablan, aunque no mencionen dónde lo han consultado o visto, si bien, uno de ellos, Antonio Serrano, llega a poner en duda la veracidad de su cita.

21 Archivo Histórico Municipal de Marbella (A.H.M.Mb.), Caja 429 /2, fol. 9 al 13v.22 Archivo Histórico Provincial de Málaga (A.H.P.M.), leg. P4894 / 1 – Parte aún encuadernada – fol. 614 (22-09-1605).23 A.H.P.M., Leg. P 4889 / 1, fol. 162, (10-03-1588). Curiosamente, hemos visto un documento de la mitad del s. XIX en el que a

esta viña aún se la seguía nombrando como “viña vieja de los frailes”.

Los primitivos frailes pertenecieron a la rama de la Observancia de dicha

congregación y no a la definitiva de la Recolección

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naba su iglesia. Se ha argumentado que en ese año ya se realizaba culto en la misma porque, de lo contrario, Juan Domínguez, soldado y vecino de esta ciudad, no hubiera podido mandar en su testamento que se le dijera una misa en ella24. Tal razonamiento, a la vista de la transcripción he-cha por nosotros de la parte del testamento en la que el citado vecino hizo la manda, debemos considerarlo equivocado:

Mando que en el monesterio de Sr. San Francisco, habiéndolo en esta ciudad y si no donde a mi albacea pareciere, se me diga la misa del ánima y se dé la limosna de mis bienes25.

La lectura de la manda es clara. La for-ma condicional —que parece se obvió en las publicaciones anteriores— sobre la existencia del monasterio empleada por el Sr. Domínguez nos dice meridianamente que, en el momento del otorgamiento, no existía el convento ni su iglesia; incluso se previene la posibilidad de que cuando llegue el momento de su muerte aún no estuviera construido. ¿Por qué, entonces, si el convento no existía, el soldado Domínguez hizo la manda? No sabemos si la promulgación de la antes citada real cédula de Felipe II autorizando su construcción fue anterior al otorgamiento del mencionado testamento; de ser así, el conoci-miento de la real licencia explicaría la petición del soldado Domínguez, en el sentido de que ya estaba prevista su construcción. Si no fue éste el caso, es decir, si cuando Juan Domínguez testó aún no se había promulgado la real cédula, es muy probable que los frailes franciscanos, que, como hemos indicado, ya vivían en Marbella, fue-ran conocedores del estado en que se encontra-ban las gestiones que se realizaban ante la Corte de Madrid para la concesión de la real licencia. Sin duda, las pesquisas allí realizadas para la fun-dación del convento serían transmitidas por los frailes a los vecinos de esta ciudad, por lo que se habría creado una conciencia colectiva sobre la próxima construcción del cenobio.

Esta suposición toma cuerpo con la man-da ya comentada del testamento de 1591 de la vecina de Marbella Lucía Díaz (“Ítem, mando que se le den de mis bienes para la obra e santa casa e monesterio de los frailes de San Francisco de los Descalzos que se an de hazer en la Santa Bera Cruz de esta ciudad diez ducados porque rrueguen a Dios por mi ánima e por las de mis difuntos”). Queda claro cómo el Sr. Domínguez, dos años más tarde que la Sra. Díaz, podía dar por hecho la futura existencia de la iglesia del convento.

Sintetizando, consideramos que el ini-cio de las obras del convento no se produjo hasta después de la promulgación de la real cédula de Felipe II de 1593 por la que se au-torizaba y decretaba su construcción, y que, por consiguiente, como se afirma en el ma-nuscrito del convento de Estepa, en l594 se colocó su primera piedra. Es lógico suponer que el padre guardián del convento, autor del memorial de 1717, tuviera a la vista la copia de la real cédula que, como se indica en el do-cumento, existía en los archivos del cenobio, puesto que, en esa fecha, aún se conservaban y no habían sido destruidos los distintos ar-chivos de Marbella.

Lo que sí parece claro es que lo prime-ro que se construyó fue precisamente su iglesia, la cual, según nuestros datos, no estuvo activa hasta 1598. Así pues, también se confirmaría la tercera fecha expuesta por el Sr. Ramírez, aun-que hacemos la salvedad de que cuando dice que abrió sus puertas para albergar a los frailes, cree-mos que esa apertura fue sólo de su iglesia y que su parte habitacional no se habilitó, al menos, hasta 1599.

Por otro lado, según deducimos de los testamentos que hoy se conservan, en aquella época existió la costumbre de que los testa-mentarios —al igual que el mencionado vecino Domínguez— mandaran que se les dijera la lla-mada “misa del ánima” en los conventos fran-ciscanos, porque éstos, para esa misa, tenían concedida cierta bula, la cual no parece que se pudiera aplicar siempre en todos los conventos, sino que su aplicación era temporal y rotativa en cada uno de ellos. En los testamentos otor-gados en Marbella en 1597, los otorgantes man-daron que se les dijera dicha misa, pero todos pidieron que fuera en los conventos de Ronda, de Málaga, o donde los albaceas determinasen. Incluso en octubre de dicho año, Catalina Ma-chado nos deja la duda sobre la posibilidad de que su petición de la misa incluyera también al convento marbellí al no determinar la ciudad del monasterio en el que se le debía decir la misa, condicionando éste a la aplicación de la bula (“en el monesterio del Sr. S. Francisco do ay bula para ello”). La expresión no descarta la existencia del de Marbella. Sin embargo, no fue hasta julio de 1598 cuando el vecino de Mar-bella Miguel de Quero mandó explícitamente, por primera vez que tengamos constancia, que dicha misa del ánima se le dijera en el de Mar-bella, Ronda o Málaga, dependiendo del que tuviera bula en ese momento.

Para ilustrar lo que decimos, veamos el siguiente cuadro:

24 ROMERO DOMINGUEZ, A.: op. cit., p. 60, nota 16. 25 A.H.P.M., Leg. P 4891 / 3, fol. 269v, (28-04-1593).

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Aunque lo prioritario fue la construcción de la iglesia, el resto de dependencias también fueron obrándose. En el largo y reiterativo pleito que Fernando de Bazán sostuvo desde febrero de 1587 hasta prácticamente su muerte (principios de 1604) con el regidor de Marbella Pedro de Vergara26, se dice claramente que hacia 1598-99 el refectorio estaba terminado a falta del tejado y que, en esa fecha, los frailes aún no habitaban en el convento. Este pleito lo inició Fernando para reclamar a Pedro de Vergara, como herede-ro de Martín de Vergara, su padre, los corridos de unos censos que éste le debía. Después de varios intentos de inútiles reclamaciones y de-nuncias por parte de Fernando de Bazán por el incumplimiento del pago y sus costas, incluso de la orden de arresto del Vergara, fue Pedro el que en 1603 denunció a Fernando porque no había rebajado del montante de la deuda las seis mil tejas que, a petición del Bazán, había aportado al convento franciscano en construcción. Veamos, para confirmar lo que decimos, la transcripción de un párrafo de junio de 1603, que se corres-ponde con la segunda de las preguntas que el Sr. Vergara solicitó del alcalde mayor que se formu-lara a los testigos:

2 - Si saben que abrá tiempo de qua-tro o sinco años poco más o menos que el dcho. D. Fernando de Baçán estando en el dicho convento del Sr. Sn. Francº. rrogó y persuadió al dicho Pº. de Verga-ra que para la obra del diese toda la teja que fuere menester para cubrir un quarto donde se recogiesen los frayles del dicho convento y para otras cosas de que los di-chos frayles tenían necesidad para poder avitar en él […]27.

Dos de los testigos presentados fueron sendos frailes que dijeron ser conventuales del cenobio, quienes respondieron, en el mes de junio de 1603, afirmativamente a la pregunta formulada. De sus respuestas se desprende no sólo que la cubierta de tejas del refectorio se lle-vó a buen término en su día (“…abrá tiempo de quatro o cinco años…”), sino que también, en la fecha de los autos (1603), dado que eran conven-tuales del mismo, ya habitaban en el convento.

Con estos datos, creemos que podemos dar por constatada la cronología del inicio y de las primeras fases de la construcción del conjun-to conventual. Así, resumiendo todo lo detallado, la licencia para su edificación la concedió Felipe II en 1593; que la primera piedra, concretamente de su iglesia, se colocó en 1594, aunque su fun-cionamiento para el culto no llegó hasta 1598; por último, la zona habitacional debió iniciarse antes de que la iglesia se inaugurara, entrando en servicio, con unas instalaciones mínimas, des-pués de 1599 y antes de 1603.

No obstante lo anterior, sigue siendo para nosotros un enigma la fecha de la finalización definitiva de las obras. Todo apunta a que, una vez concluida la primera fase, con las instalacio-nes más o menos indispensables para que los frailes lo habitaran, pudo haber un parón —o al menos una ralentización— de las obras, pro-ducto del incumplimiento de pago de los 10.000 ducados por parte de Fernando de Bazán, cuyo cobro también se retrasó por la muerte de éste.

Existen otros datos que nos indican que la construcción seguía ejecutándose en los prime-ros años de la década de 1620. Concretamente en ese año, se remató una cubierta de madera por los carpinteros José Martín y Juan Vázquez a la que sólo le faltaba el aderezo interior a par-

FUENTE: elaboración propia

26 A.H.M.Mb., Fondo Bazán, Caja 447, pieza 2. 27 Ibidem. Dado que el documento no está foliado, hemos calculado que en lo que se correspondería con la pág. 51, suponiendo

que se tratara de un libro, aparece este párrafo.

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tir de la inclusión de bienes muebles28. Un año más tarde, en junio de 1621, el tejero de Málaga Miguel Sánchez se obligó ante el convento a la entrega de “[…] catorce millares de ladrillos del-gados de los hordinarios bien cocidos y enteros […]” al precio de cuarenta y tres reales el millar, los cuales serían puestos a su costa, para el día de San Juan, en el puerto de Málaga, en un barco que para el efecto alquiló el convento29. Aunque tres años después aún seguían las obras. Así, en enero de 1624, otro vecino de Málaga también se obligó en favor del convento a entregarles la cantidad de:

[…] diez mil ladrillos delgados para bóve-da y solería buenos sanos y estén cocidos a contento y satisfacción de la parte del dicho convento para todo el mes de mayo de este presente año de seiscientos veinte y cuatro a precio cada millar de cuarenta y seis reales que por ellos me han de dar y pagar […]30.

Los tres datos anteriores nos demuestran que en 1624 o no se había acabado de construir el proyecto primitivo del convento o éste sufrió una importante ampliación en sus instalaciones, lo que vendría avalado por el abultado número de ladrillos que se compraron. En definitiva, en la actualidad no somos capaces de discernir sobre si el convento quedó inicialmente acabado en los primeros años del siglo XVII con la aportación hecha por Leonor Seco de los 10.000 ducados prometidos por su esposo Fernando de Bazán y hacia 1620 sólo se realizó una ampliación o re-forma del mismo; o, por el contrario, las obras se prolongaron con más o menos regularidad, sin acabarse el proyecto, a lo largo del primer cuarto de dicho siglo.

Tenemos indicios de que a principios del siglo XVIII se debió de producir algún tipo de re-forma en las instalaciones del convento, según declaró en su testamento el berberisco Diego Antonio de Ilarión, hijo de Antonia, ambos escla-vos libertos del matrimonio formado por Este-ban Ordóñez y Francisca de Cáceres:

Mando que se den de limosna al con-vento de San Francisco de esta ciudad veinte ducados, para asistencia a la obra que en él se está haciendo […]

A cambio de la limosna, solicitó de los re-ligiosos que a su fallecimiento “pidan a su Divina

Majestad ilumine mi alma por carrera de salva-ción”31.

Sabemos de otra importante reforma, si bien, en este caso, se limitó sólo a la zona de la capilla Mayor de su retablo y de las bóvedas mortuorias allí existentes. De esta reforma am-pliaremos la información más adelante, cuando toquemos el tema del patronazgo. También cree-mos que, después de la invasión de las tropas napoleónicas, para la reparación de los daños causados por la franca milicia, tuvo que ejecutar-se algún tipo de reforma, aunque fuera pequeña, pero que sería mínimamente suficiente como para acondicionar la habitabilidad de los frailes.

Por último, es notoria nuestra frustra-ción ante el hecho de que no hemos encontrado ningún documento o publicación en los que se describan las instalaciones y dependencias del convento. En los dibujos de Pedro de Texeira (S. XVII) y de Francis Carter (S. XVIII) podemos obtener, con mucha conjetura e imaginación, un atisbo de su estructura y distribución. Las pocas fotos que del convento conocemos, tomadas a comienzos del siglo XX, nos muestran el con-junto en total ruina. En consecuencia, de ellas no podemos extraer más que el dato de que el edificio conventual tenía dos plantas y que, se-gún parece, la iglesia estaba situada a la parte de Levante. Tan sólo en una escritura de convenio entre los hermanos Tomás y Alonso Domínguez y los frailes, que en el siguiente apartado será comentada, podemos entresacar algunos datos que nos ayuden a hacer una ligera composición de cómo pudo ser la capilla mayor de su iglesia. Del resto del santuario desconocemos si conte-nía alguna otra capilla lateral o sólo altares.

El Patronazgo

El triunfo de la teoría del Purgatorio en la Edad Media trajo como consecuencia la bús-queda e incorporación de medios que ayudaran a los creyentes a la consecución de indulgencias por las que se les prometía un acortamiento del tiempo de la estancia purificadora en el tránsito hacia el Paraíso Eterno32. No creemos que este sea el lugar apropiado para analizar o discernir cuánto había de intención recaudatoria y qué parte correspondía a la buena fe, que seguro la hubo, por parte de la Iglesia a la hora de im-poner dicha teoría. Lo que está claro es que su aplicación produjo una importante fuente de fi-nanciación para las distintas arcas de iglesias y conventos. De esos medios recomendados por

28 RAMÍREZ GONZÁLEZ, S.: op. cit., p. 196.29 A.H.P.M., Leg. 990, fol. 297.30 A.H.P.M., Leg. 1014 / 2, fol. ilegible, (22-01-1624). El deterioro del papel nos impide ver el nombre del otorgante. 31 A.H.P.M., Leg. P 4910, cuaderno 1º de 1707, fol. 9 y ss.32 CATALÁN MARTÍNEZ, Elena: “El Derecho de Patronato y el Régimen Beneficial de la Iglesia Española en la Edad Moderna”,

Hispania Sacra, vol. 56, n.º 113, 2004, p. 138.

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la Iglesia (oración, limosna a los pobres, misas de sufragio, donaciones a la Iglesia, etc.), son las misas las que ahora nos interesan, sobre todo las fórmulas de acuerdo entre el creyente y el clero para que éstas se dijeran con cierta periodicidad. Haremos un breve comentario para indicar cómo se llevaron a la práctica las recomendaciones eclesiásticas.

Los creyentes —o puede que la misma Iglesia— se inventaron varias fórmulas para ase-gurarse que, una vez fa-llecidos, se les dijeran las misas solicitadas en vida, normalmente en los tes-tamentos. Estas fórmu-las, de carácter piramidal como la misma sociedad, iban desde la más básica manda testamentaria, en la que se pedía un núme-ro de misas acorde con las posibilidades econó-micas del testador, a la compra de un patronato en alguna iglesia, pasando por las misas de ani-versario, las capellanías, etc. De ellas, la primera y las de aniversario quedaban mandadas dentro del testamento; las capellanías solían crearse en documento público, casi nunca en los testamen-tos, en el que su fundador (o fundadores) señala-ban ciertos bienes que quedaban unidos de por vida a la pía institución, utilizándose sus rentas para efectuar el pago al capellán encargado de decir las misas impuestas. Por último, el patro-nazgo no era sino un acuerdo contractual públi-co entre los representantes de alguna iglesia o convento y un acaudalado vecino, normalmente perteneciente a la aristocracia o élite local, por el que cada parte se obligaba con la otra en cier-tas concesiones mutuas, que, básicamente, con-sistían en la cesión, bajo el título de patrono, por parte de los eclesiásticos, de una de las capillas del templo a un vecino que se comprometía a pagar una renta anual. Aclararemos que la ca-pellanía, por tener ligados a modo de hipoteca los bienes a la institución, estaba pensada para que sobreviviera a perpetuidad; por el contra-rio, el patronazgo duraba mientras se cumpliera lo comprometido, pudiéndose pasar, llegado el caso de incumplimiento, a la disolución del con-venio, incluso a la ejecución del embargo de los bienes garantes. Lógicamente, liberadas las obli-gaciones, se contrataba con otro nuevo patrón.

Como hemos comentado, el patronazgo estaba reservado a las clases pudientes. La fami-lia del patrón también gozaba de algunos de los derechos a éste inherentes. El título de patrono se transmitía, a través de la herencia, al primogé-nito. Su justificación primigenia podría partir de una teoría o creencia popular —probablemente divulgada desde la propia Iglesia— por la que el cadáver enterrado en lo más próximo al lugar (o lugares) preeminente del templo conseguía ma-

yores privilegios para la salvación de su alma, con lo cual, nuevamente, se creaba otra discrimina-ción entre pobres y ricos de la que también, cómo no, salía beneficiada eco-nómicamente la Iglesia. La creación de lugares privilegiados dentro de los templos no hacía sino despertar el instinto

presuntuoso propio del ser humano, más desa-rrollado, o al menos más visible, en las clases pudientes. La élite aristócrata local, incluso los pretendientes a ella, veían en estos patronazgos una forma de airear su preponderante estatus social. Desde esta perspectiva, es fácil imaginar cómo no faltaron candidatos a patrones, al tiem-po que el clero permitía su existencia no sólo porque su concepto de la sociedad, incluso su propia estructura orgánica, estaban basados en la pura desigualdad, sino también por lo benefi-cioso de sus rentas.

Tenemos constatada la existencia de es-tos patronazgos en Marbella, algunos en capillas secundarias o laterales33 y otros en las llamadas capillas mayores, incluso hemos tenido la suer-te34 de encontrar dos contratos de patronazgo otorgados en esta ciudad, uno para cada uno de los dos conventos que aquí existieron: con los franciscanos lo hizo, en 1677, Tomás Domín-guez Calatrava35, que detallaremos y comenta-remos después, mientras que con los trinitarios lo acordó, en 1746, María Infante Altamirano, cuando ya era viuda de Miguel Chinchilla Ponce de León36. A través de ellos, nos podemos hacer una idea del contenido de estos documentos, de cómo y cuáles solían ser los términos del inter-cambio, pues, aunque cada uno tenía sus propias cláusulas y condiciones, vistos en conjunto no se atisban grandes diferencias en sus fines.

Por tanto, ése, y no otro, es el testamento que se dio por bueno

a la hora de la adjudicación de la herencia del Bazán. En

consecuencia, ése, y no otro, es el que debemos considerar como

oficialmente verdadero

33 Nos consta, por ejemplo, que en 1704 el acaudalado vecino Francisco Fernández Caracuel declaró en su testamento que la capilla del Dulce Nombre de Jesús (que con el tiempo cambió de nombre y pasó a ser la de Jesús Nazareno) de la iglesia Mayor era suya (A.H.P.M., leg. P4912, Cuaderno 2º de 1704, fol. 1089v). En iguales términos se expresan otros testamentarios, como María Tello de Guzmán en relación con la capilla del Comulgatorio del convento trinitario (A.H.P.M., Leg. P 4915, s/f. <24-12-1763>).

34 Creemos que, como en muchos órdenes de la vida, en la investigación, aparte de a la dedicación, a la suerte hay que atri-buirle cierto porcentaje del éxito final.

35 A.H.P.M., Leg. P 4918, cuaderno de 1790, fol. 454v.36 A.H.N., Sig. 4735, Clero Secular-Regular, s/f, Expediente titulado “Patronato de la Capilla Mayor del Convento – 1781”.

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Es bien sabido que la ayuda de Fernan-do de Bazán llegó a ser decisiva en la fundación del convento franciscano de Marbella. También hay constancia de que fue su primer patrono37 y benefactor, lo que no fue óbice para que los frailes le reclamaran por incumplimiento su obli-gación, contraída mediante escritura pública, del pago de quinientos ducados para la obra del convento. Dicha reclamación la realizaron los re-ligiosos franciscanos ante la justicia de Marbella en 160138, resolviéndose la demanda a favor de ellos y sentenciándose y mandándose la ejecu-ción de ciertos bienes del Bazán.

En marzo de 1604, una vez muerto Fernando, los frailes, por medio del padre guardián del con-vento, volvieron a reclamar ante el doctor Blas Rodríguez Duarte, alcalde mayor de la ciudad, la can-tidad de diez mil ducados para la finalización de la obra del conven-to, a cuyo pago también se había obligado el Bazán en la mencionada escritura, solicitándole que manda-ra ejecutar el embargo de bienes de su herencia. El alcalde admitió la reclamación y sentenció a favor de los frailes, al tiempo que mandó que se comunicara a Leonor Seco de Bustamante, como viuda y única y universal heredera del Sr. Bazán, su orden de embargo sobre algunos de los bienes heredados. Leonor, una vez recibida la notificación, se opuso a la sentencia, con lo que el pleito se trasladó a la Real Chanci-llería de Granada39, resolviéndose, antes de la promulgación de cual-quier sentencia, en septiembre de 1605, cuando Leonor decidió pagar a los frailes la deuda reclamada, lo que hizo a través del poder, aquí antes mencionado, a favor del veci-no Martín Bençon Luna.

Aunque no se conserva el documento del acuerdo entre los frailes y Fernando de Bazán, a la vis-ta de lo que se detalla en el pleito, podemos dar por cierto que la base del mismo, el intercambio mínima-mente acordado, no fue otro que la cesión por parte de los franciscanos del título de patrono y del enterra-miento en la futura capilla mayor a Fernando; a cambio, éste pagaría buena parte de la construcción del

convento. Con la muerte del Bazán, se acabó, de manera poco amistosa como acabamos de ver, el patronazgo de esta familia. Desconocemos quién sustituyó a Fernando de Bazán como patrono del cenobio. Transcurrido algún tiempo, no necesa-riamente inmediato, fue la familia Domínguez la que tomó el relevo, lo que ocurrió con Tomás Domínguez de Calatrava, quien, el 29 de octu-bre de 1677, formalizó un acuerdo o convenio con la comunidad franciscana de Marbella, cuyas condiciones quedaron plasmadas en documento público ante el escribano de esta ciudad Francis-co García Pastor. Hasta entonces, todo apunta a

Mercedes Liébana y María Cantos, hacia 1940-41, en el camino del Trapiche delante de los restos de la chimenea del horno de fundición de minerales que se instaló hacia la mitad dels. XIX en lo que fuera convento franciscano de Marbella (Foto arch. familia Álvarez-Cantos)

37 A.H.M.Mb., Fondo Bazán, Caja 447, pieza 2. Pleito ya citado. En él, en una de las respuestas que dio un testigo, se dice cla-ramente que el Sr. Bazán, en el momento del cubrimiento del refectorio con las tejas por él donadas, era el patrono del convento.

38 Ibidem, fol. 454v. 39 Archivo de la Real Chancillería de Granada (A.R.Ch.Gr.), Leg. 1529 / 2, s/f.

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que esta insigne familia marbellí, probablemente desde el padre de Tomás, Melchor Domínguez, fundador, junto con su esposa Isabel Gamero de Calatrava, del mayorazgo familiar40, tuviera sus preferencias con los trinitarios41.

A continuación, expondremos y analizare-mos los términos del convenio. En primer lugar, la base del contrato, como con el del Bazán, era simple: El convento daba el título de patrono del mismo, con las prerrogativas inherentes a dicho cargo, al mayorazgo que en cada momento fuere de la familia Domínguez; a cambio, el patrono se comprometía a una serie de limosnas y rentas a favor del convento. Una de las prerrogativas co-mún a este tipo de convenios fue la del disfrute por parte del patrono y de su familia del derecho a sepultura. Cuando se era patrono del conven-to, el derecho de sepultura era en la capilla ma-yor, mientras que cuando el patronazgo era so-bre una capilla lateral, el título era sólo sobre ella —o sobre todo el convento— y la sepultura tam-bién se ubicaba en dicha capilla. En el caso que nos ocupa, el acuerdo era que tanto el patrón como sus familiares serían sepultados en una de las dos bóvedas que existían en el presbiterio de la capilla mayor de la iglesia conventual. La otra bóveda sería ocupada por los franciscanos que murieran en el convento. Ambas bóvedas esta-ban hermanadas42, incluso en el arco o puerta de entrada a las mismas había dos escudos es-culpidos en piedra, el uno correspondiente a la Seráfica Orden de Nuestro Padre San Francisco y el otro, el de armas de la familia Domínguez. Otra importante merced que acarreaba el patro-nazgo era el derecho de sus sucesores a heredar el título43. Desde entonces, ininterrumpidamen-te hasta la desaparición del convento en 1836, han sido los sucesivos mayorazgos de la familia Domínguez los que ejercieron de patrones de la institución.

Al título de patrono le eran inherentes ciertas obligaciones, principalmente económicas, que se contabilizaban por el síndico conventual en forma de limosnas anuales, las cuales, en el año 179544 fueron de 366 reales y medio, más cin-co arrobas de aceite, según el detalle siguiente:

— Por limosna (cuota) anual 165 reales — Para la lámpara del Santísimo 5 @ de aceite— Para la cera del Monumento 50 reales— Para 25 misas rezadas los viernes en el altar del Santo Cristo de Porta Coeli 127 reales 17 mv.— Por 2 misas cantadas con vigilia en la Octava de Todos los Santos 24.- reales45.

Se ha publicado que el 29 de junio de 1697 Tomás Domínguez y Calatrava otorgó sus últimas voluntades ante el escribano de Marbella Luis de Alcocer y que en ellas reconocía ser “[…] patrono de la capilla y altar del Santo Cristo Cru-cificado del Convento de San Francisco”. Asimis-mo, también se ha publicado que el marqués de Castellón, en un testamento otorgado en Mar-bella el 22 de agosto de 1764 ante el escribano Francisco Tárrago, aseguraba que era patrono de la capilla mayor del convento46. A la vista del convenio antes comentado, entendemos que

Lo que sí parece claro es que lo primero que se construyó fue

precisamente su iglesia, la cual, según nuestros datos, no estuvo

activa hasta 1598

40 A.H.P.M., Leg. P 4918, cuaderno de 1790, fol. 457.41 LÓPEZ, Domingo, O.SS.T.: Historia de la Provincia de Andalucía de la Orden de la Santísima Trinidad, conservado en el Archivo

Carolino del Vaticano, Códice A (1715 ca), ms 267. 42 Desconocemos qué significa exactamente que dos bóvedas están hermanadas. Interpretamos que tanto los frailes como

los Domínguez podían enterrarse indistintamente en cualquiera de ellas. El porqué del cambio de convento por parte de los Do-mínguez, a nuestro entender, podríamos encontrarlo en ciertas desavenencias que hubo entre los trinitarios y los Domínguez en relación con una huerta en Guadalpín.

43 A.H.P.M., Leg. P 4918, cuaderno de 1790, fol. 454v y 455v.44 Archivo de la Catedral de Málaga (A.C.M.), Leg. 538 / 2, fol. 55 y 55v.45 Las misas, lógicamente, eran por el sufragio de las almas de los familiares del patrón.46 SERRANO LIMA, A.: op. cit., p. 60; y ALCALÁ MARÍN, F.: Crónica de Marbella…, op. cit., pp. 201 y 203. Nuevamente discrepa-

mos, al igual que ocurriera con el de Fernando de Bazán, de las referencias que sobre ambos testamentos dan estos dos autores. Podemos asegurar que en los protocolos notariales que se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Málaga ni existe el tes-tamento que el marqués de Castellón otorgó ante Francisco Tárrago en 1764 ni el que el Sr. Domínguez hizo ante Luis de Alcocer el 29-06-1697. Además, queremos aclarar que este último de Tomás Domínguez difícilmente pudo otorgarlo en dicha fecha, por la sencilla razón de que ya había muerto. En ese día, mes y año, tal como claramente apunta su descendiente, el historiador Antonio Romero Domínguez (Cilniana, n.º 8, p. 46), fue su viuda, Catalina Luisa de Godoy y Pedrosa, la que otorgó el testamento de aquél, y lo hizo en cumplimiento del poder para testar que su difunto marido le había conferido el 24-02-1697, cuando estaba moribundo; si bien, el otorgamiento no lo hizo ante el escribano Luis de Alcocer, sino ante Gaspar de Vega, según se desprende de la copia autorizada que de dicho documento se incluye parcialmente en el expediente de concesión de la Real Orden de Carlos III a Tomás Domínguez y Vargas, nieto de aquél (A.H.N., ES.AHN/1.1.1.255.1.1//ESTADO-CARLOS_III, EXP.193, foto digitalizada n.º 48 y ss.). Pero, además, para nuestro pesar, no se conserva ni uno solo de los protocolos del notario Gaspar de Vega; y en la mencionada copia autorizada, en la parte transcrita en el expediente, no aparece el párrafo arriba inserto sobre el patronazgo de la capilla,

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cuando ambos personajes se proclaman “patro-nos de las capillas”, en realidad dicho patronaz-go era consecuencia de serlo del convento (“[…] sobre el derecho que a dhos. Sres. corresponde en la Capilla Mayor, Bóveda y demás prerrogati-bas que como a Patronos de este conbento les están concedidas; […]”); el Sr. Domínguez, por derecho propio, mientras que el marqués de Cas-tellón, más que patrono en sí, lo que ciertamente tenía era el beneficio de enterramiento, debido a su familiaridad47 con el patrón, ya que era su suegro, padre de Teresa de Vargas e Hinestrosa, esposa del entonces patrón Tomás Domínguez y Vargas.

El 22 de septiembre de 1790, el pleno de la comunidad conventual franciscana marbellí y Tomás Domínguez y Vargas, como patrono, y su hermano Alonso, como síndico, otorgaron es-critura pública por la que convinieron la reno-vación de los acuerdos que sobre el patronazgo alcanzaron en 1677 dicha comunidad religiosa y Tomás Domínguez y Calatrava, abuelo de los ahora otorgantes48. En este nuevo convenio se acordó no sólo la renovación a perpetuidad del patronazgo a favor de los Domínguez, sino que las prerrogativas inherentes a dicho cargo “en quanto sea posible y justo se les aumente”, al tiempo que se autorizó por parte de D. Tomás ciertas reformas en la iglesia.

Las reformas, detalladas en el documen-to, estuvieron circunscritas a la zona de la capilla mayor, y consistieron, en primer lugar, en la reti-rada de la reja o barandilla de madera que estaba en el arco colateral de la capilla, que la dividía del cuerpo de la iglesia y que impedía la cabida de un crecido número de personas en las fun-ciones religiosas que allí se celebraban, con lo que, además de espacio, se ganó en hermosura y visibilidad del camarín. Esta reja tenía la misión de acotar la zona que la familia Domínguez ocu-paba en la iglesia (“la separación correspondien-te a su distinción y decencia”). Por otra parte,

dicho camarín se construyó totalmente nuevo en el principal altar de la citada capilla, colocándose en él a la “Reyna de los Cielos bajo el título de Concepción”.

Otra obra autorizada fue la construcción, debajo de dicho camarín, de una nueva bóveda con doce nichos para personas mayores y cuatro para niños, en los cuales no podría ser enterrado nadie que no fuese franciscano o familia de los Domínguez. Con esta nueva, se condenaron las dos bóvedas que anteriormente existieron, aun-que en la escritura se hace hincapié en la con-servación entre los nuevos nichos, con mayor fuerza si cabe, de la hermandad que hubo entre las dos primitivas. Ya en las antiguas bóvedas, y con mayor motivo en las nuevas, el nicho que debía ocupar cada difunto era asignado por el padre guardián del convento49. Respecto a este nuevo panteón, el Sr. Domínguez se comprome-tía a reponer los dos escudos de piedra (el de la Orden Franciscana y el de armas de la Casa de los Domínguez) que campaban en las bóvedas destruidas.

Aquí, nos permitimos hacer un inciso re-lacionado con estos escudos de piedra, sobre los que nos preguntamos si no pudieran ser los actualmente existentes en la fachada del Centro Cultural Cortijo de Miraflores. Según se ha publi-cado50, la estructura actual del cortijo fue obra de Antonio Domínguez Alburquerque (La Haba-na, 1806 – Marbella, 1866). Resulta que, como veremos más adelante, en 1848 el convento era propiedad de Rosario Domínguez, hermana de Antonio, y de los hijos de ésta. En ese año, Ro-sario le vendió, con pacto de recompra, el con-vento a Antonio, por tanto, hubo unos años en los que el convento perteneció a Antonio. Espe-culamos que, dado que el convento estaba prác-ticamente en ruina cuando en 1848 se produjo dicha compra, ¿no pudo ser posible que Antonio rescatara los escudos y los colocara en la restau-rada vivienda familiar de Miraflores?

Siguiendo con el convenio, en el nuevo también se recoge la posibilidad de que, para que la familia del patrono no perdiera el privi-legio de su independiente estancia en la capilla mayor durante las celebraciones religiosas, los Domínguez pudieran construir en el centro de dicha capilla “una rexa o mampara de fierro que

por lo que nos ha sido imposible realizar su comprobación. Ante esto, entendemos que ambos autores han cometido algún error al transcribir los datos que aportan. Pensamos que los mismos se los hayan podido ceder el mencionado Antonio Romero, quien, probablemente, a la vista de otros datos que sobre los testamentos incluye en su artículo, sea poseedor de alguna copia autorizada de dichas últimas voluntades perteneciente al archivo familiar de los Domínguez. Esa es la única explicación que se nos ocurre para los datos que Romero aporta, pues, como ya hemos indicado, en los protocolos que se conservan en el A.H.P.M. no están esas escrituras y en el expediente ya citado del A.H.N. tampoco son visibles algunos de los datos por él dados.

47 En esa fecha de 1764 el marqués de Castellón era Francisco Vargas y Rivera, hermano de Isabel M.ª. Vargas y Rivera, aún viuda de Tomás Domínguez y Godoy y tío y padre de los que en ese momento eran Patrones del convento: Tomás Domínguez Vargas y Teresa Vargas e Hinestrosa.

48 A.H.P.M., Leg. P 4918, cuaderno de 1790, fols. 454 al 459v.49 A.H.P.M., Leg., P 4919 cuaderno 1º de 1780, fol. 249 (Testamento de Isabel M.ª. de Vargas).50 ROMERO DOMÍNGUEZ, Antonio: “El Cortijo de Miraflores. Los Moradores en su Historia”, Cilniana, n.º 8, Marbella, 1996, p. 50.

La élite aristócrata local, incluso los pretendientes a ella, veían en estos patronazgos una forma de airear su

preponderante estatus social

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haga la misma distinción y separación que ante-riormente tenían y en la que con toda decencia pueda estar y se coloque toda la familia del Sr. Patrono y sus descendientes en todas y quales-quiera función que haiga o ocurra en la citada Iglesia”, lo que se hace en recompensa del be-neficio ya comentado que se obtuvo con la re-tirada de la antigua reja de madera. En relación con esta instalación, los Domínguez solicitaron la autorización del convento para la construc-ción de dos tribunas dentro de la capilla mayor, una a la izquierda, debajo del altar del Santísimo Cristo Crucificado, y la otra a la derecha, debajo del altar dedicado a san Francisco. Estas tribu-nas no podrían ser ocupadas más que por los Domínguez y sus familiares, de forma tal que la llave de acceso a las mismas permanecería siem-pre en poder del patrono que en cada momento fuere. La solicitud fue concedida por parte de la comunidad, puesto que “para la fábrica y uso de ambas tribunas en nada le es impeditibo al con-vento”.

Es probable que estas reformas aproba-das en el convenio se llevaran a cabo con cierta prontitud. No había transcurrido más que un año de la firma del documento cuando encontramos que Manuela Merino Jordán, en su testamento (10-10-1791)51, mandó por vía de legado “[…] la bata de tela de plata y seda azul al convento de Ntro. P. S. Francisco de Asís de esta ciudad, para que con ella se haga un manto a N. Sra. la Pura y Limpia Concepción que se venera en el Altar Mayor y Camarín de dho. Convento”, de lo que deducimos que al menos el camarín estaba ya reformado.

Por el testamento de Tomás Domínguez y Vargas52 podemos deducir que también el título de síndico conventual era propiedad exclusiva de la familia Domínguez, ligado inseparablemente, por lo que parece, al de patrono, si bien, esto no queda suficientemente claro en la escritura de convenio que estamos comentando.

Por último, el nuevo convenio también recogía la creación de otro título destinado a la esposa y descendientes femeninas del patrono, la de “Camarera de la Santísima Virgen que que-da colocada en el nuebo camarín”. La primera distinción recayó, lógicamente, en Teresa de Var-gas e Hinestrosa, como patrona consorte que en aquel momento era, y en Josefa y Francisca, hijas

de los patronos. El nuevo título era hereditario para las legítimas descendientes de los Domín-guez, reservándose el convento el derecho de elección en caso de ausencia de éstas.

En cuanto al otro convenio que con el convento trinitario otorgó María Infante Altami-rano, en este de la familia Domínguez denota-mos una sensible diferencia en lo relativo a los bienes aportados en garantía de su fiel cumpli-miento. En aquel se detallaron y señalaron unas propiedades determinadas. En este, por parte de Tomás Domínguez y Vargas, se obligó con todos sus bienes y rentas, habidos y por haber.

Aunque en el documento que analizamos no aparece53, la firma de un convenio de patro-nazgo solía ir acompañada con una solemne ce-remonia de carácter social-religioso de toma de posesión del título y de la capilla54. El acto se organizaba en la iglesia conventual, en su capilla mayor, acudiendo al mismo todos los frailes en-cabezados por su ministro. Se invitaban, además de a los familiares, a las personalidades locales, escogiendo a varias de éstas que hacían las ve-ces de testigos. El nuevo patrono era paseado, acompañado y dirigido por el ministro por toda la capilla, sentándose después en un sillón colo-cado al efecto en la misma, concluyéndose con la firma de testigos ante el escribano, lo que lla-maban “toma de posesión de la capilla Mayor, Patronato, Asiento y Sepultura de ella”.

Es probable que el ritual y la parafernalia efectuados en una toma de posesión no fuera ex-clusivo, al menos para los trinitarios, de los actos

51 A.H.P.M., Leg. P 4920, fol. 519 al 523v.52 A.H.P.M., Leg. P 4924, fol. 744v, (6-03-1804).53 En este documento, al tratarse de una renovación contractual de otro anterior, no tenía sentido que se hiciera una toma de

posesión de lo que ya se poseía. Es muy probable que en el primitivo convenio de 1677 sí se detallara la ceremonia por la que To-más Domínguez Calatrava se convirtió en patrono. Además del de María Infante Altamirano con los trinitarios de Marbella, hemos visto que así era en otros casos similares de la ciudad de Málaga, como, por ejemplo, el que se detalla en el testamento de Beatriz Galindo en 1626 (LLORDÉN SIMÓN, Andrés, O.S.A.: Testamentos, Capilla-Enterramientos, Fundaciones, Gremios. Donaciones. Documentos para la Historia de Málaga, Ilustre Colegio de Abogados de Málaga, 1990, p. 16).

54 A.H.N., Sig. 4735, Clero Secular-Regular, s/f, Expediente titulado “Patronato de la Capilla Mayor del Convento – 1781”. Se tra-ta del acuerdo ya comentado entre los trinitarios marbellíes y María Infante Altamirano. En la parte final del documento se detalla la ceremonia que se realizó en la toma de posesión de la capilla.

Creemos que también pudo ayudar a la discrepancia de los Martínez Cordero la indudable

rivalidad que existió entre dicha familia y los Domínguez

de Marbella, producto, probablemente, de la disputa de ambas familias por la obtención

de la supremacía de sus respectivos linajes en el estatus

social marbellí

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religiosos. En una escritura de compra realizada por el convento trinitario de una casa que linda-ba con su bodega, después de la firma de dicha escritura se añade lo siguiente:

En la ciudad de Marbella a diez días del mes de febrero de mil quinientos y noven-ta y tres años, ante mí el dicho escribano público e testigos, estando junto a la puer-ta de las casas en esta escritura contenidas el Padre Presentador fray Alonso Muñoz, Presidente del convento de la Santísima Trinidad y en su nombre dijo que usando el poder y la facultad que se le da por esta escritura, quiere corporalmente tomar la posesión de las dichas casas, e ansí entró dentro dellas e se paseó e cerró las puer-tas e las abrió todo lo qual dixo que hazia e hizo en señal de posesión e ansí la tomó e quedó en ella quieto e pacíficamente sin contradicción de persona alguna que de presente pareciese e lo pidió por testimo-nio. Testigos que fueron presentes […]55.

Aparte de las familias Bazán y Domínguez, no conocemos a ninguna otra que poseyera el título de patrono de este convento, aunque no descartamos que la hubiera entre la muerte de Fernando de Bazán (1604) y la firma del convenio aquí detallado (1677). Tampoco conocemos la existencia de ninguna otra persona que pidiera enterramiento, por tener derecho a ello, en otra capilla del convento distinta a la mayor.

Se ha publicado que en varios testamen-tos entre los siglos XVII y XIX los otorgantes mandaron ser enterrados en diversas capillas del convento56. Discrepamos de la forma generalista de esta expresión, con la que parece que se quie-re dar a entender que fue significativo el número de vecinos de Marbella que pidieron ser ente-rrados en el convento. En nuestra investigación, sólo hemos encontrado este tipo de pedimento a los miembros de la familia Domínguez, que lo hacían por derecho propio, y a unos pocos de ve-cinos que lo hicieron precisamente entre 1753 y 1765, coincidiendo con los años en que la iglesia parroquial estuvo cerrada al culto por reforma, por cuyo motivo los enterramientos se hicieron en los conventos. Además, sólo hemos detec-tado la existencia de una capilla, la mayor, que también fue conocida como la del Santo Cristo Crucificado y de la Concepción, dependiendo la época.

En cuanto a las imágenes de las advoca-ciones que allí se veneraban, en la mencionada

escritura queda claro que en la capilla mayor se encontraban un Crucificado, San Francisco de Asís y la Inmaculada Concepción. Por la donación anual, que después comentaremos, que Miguel Chinchilla efectuaba al convento deducimos que también San Antonio tendría un altar. Y de las de-claraciones que en 1795 hizo el padre guardián, intuimos que debió existir un Cristo Yacente, ti-tular de la cofradía de la Muerte y Santo Entierro de Cristo, que allí tuvo su sede. Igualmente, en el convento estaba ubicada la Venerable Orden Ter-cera de Nuestro Seráfico Padre San Francisco57.

El Pleito con los Terceros de Estepona

La comunidad franciscana de Marbella perteneció a la rama recoleta, lo que la obligaba a seguir los caminos de la más estricta pobreza y observancia instaurados por San Francisco, en los que se le exigían, tanto a sus miembros como a sus monasterios, la ausencia total de propieda-des, bienes y rentas. Subsistían, por tanto, de las limosnas de los fieles, de las retribuciones con-seguidas a través de las misas mandadas decir, ya por memorias, ya por testamentos, en la iglesia del convento, y de las obvenciones recaudadas de los sermones y pláticas religiosas ejecutados por sus predicadores en las iglesias de la jurisdic-ción a que pertenecían.

Dentro de cada comarca existió una im-portante competencia entre los predicadores de las distintas órdenes religiosas en ella instala-das; competencia que se veía incrementada por la asidua intervención de los clérigos seculares de los pueblos de la misma. El origen de esta rivalidad no era consecuencia de la disparidad de los predicadores de las distintas órdenes a la hora de explicar y defender los preceptos y conceptos que sobre la fe y la religión utilizaban en sus pláticas. La causa de los enfrentamientos no fue otra que la recaudación dineraria, fuente indispensable, sobre todo para las órdenes men-dicantes con voto de pobreza, de financiación económica.

A pesar de estar bien limitadas las zonas sobre las que cada monasterio podía ejercer su derecho al predicamento de sus religiosos, hubo serios percances derivados del intrusismo de predicadores de otras zonas que carecían de la legitimidad necesaria para realizar sus pláticas y sermones en la comarca invadida58. En este sentido, el clero marbellí mantuvo una ardua dis-puta contra los franciscanos terceros recoletos del convento de Caños Santos de Osuna (cerca de Olvera, Cádiz) por la intromisión de éstos en

55 A.H.N., Clero Secular-Regular, Sig. 4736, s/f (de estar todo foliado correspondería al fol. 572v que es la foto nº 1142 de las recibidas en un CD que se nos ha enviado desde el archivo).

56 SERRANO LIMA, A.: op. cit., p. 60.57 A.C.M., Leg. 538 / 2, fol. 56.58 RAMÍREZ GONZÁLEZ, S.: op. cit., pp. 198-199.

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Estepona, villa perteneciente a la jurisdicción de Marbella. Desde 1710, los terciarios de la serra-nía se establecieron en la villa, al principio de forma provisional, aunque deliberada, con el objetivo sospechosamente predeterminado de asentarse de forma definitiva formando una co-munidad conventual. La estrategia utilizada por los intrusos fue fácil e ingeniosa. Solicitaron la fundación de un simple hospicio junto a la an-tigua ermita de la Vera Cruz a la que el obispo fray Francisco de San José les dio licencia el 25 de enero de 1712, tomando posesión de la ermita el 9 de febrero de dicho año59. Tal provocación enardeció a todo el clero mar-bellí, que intuyó que se vería gravemente perjudicado en la recaudación de sus limosnas debido a la importante men-gua que se produciría en los recursos obtenidos de la villa de Estepona. El representante franciscano mar-bellí se expresa así al referirse a los beneficios obtenidos en aquella villa, “la de mayor sustan-cia (respecto de la ciudad, que es bien misérrima) […] de donde desde su fundación ha percivido dho. convento las más considerables limosnas para su congrua y honesta sustentación…”60.

El enfado fue mayúsculo debido al con-vencimiento de que la razón estaba de su parte, conforme se determinaba en las bulas de Cle-mente VIII (1603) y de Urbano VIII (1628), por las que se prohibía la erección de nuevos institutos sin la previa autorización de los ya existentes, como era el caso61.

La reacción de la ciudad de Marbella no se hizo esperar. A primeros de agosto de 1712, por orden de Cristóbal Ramos Pardo, alcalde ma-yor de Marbella, se iniciaron unos autos62 para la demostración a través de testigos de Marbe-lla y Estepona de una serie de premisas y cues-tiones que el regidor perpetuo de esta ciudad, Pedro Palomero de la Escuela, presentaría ante la Real Chancillería de Granada para la defensa del pleito presentado por esta ciudad contra los padres terciarios que intentaban asentarse en Estepona. Como era normal en este tipo de autos promovidos desde la administración local, lo que se pretendía no era más que la recopila-

ción de una serie de testimonios de varios veci-nos que respondían a unas preguntas comunes, cuyas respuestas por parte de los declarantes eran prácticamente calcadas unas de otras. Basta leer las de uno, para conocer las de todos. Lo cual tiene su explicación: las preguntas eran for-muladas para que así fuera, de forma que, en la misma pregunta, ya iba incluida la respuesta que se pretendía. En este caso, fueron cinco las pre-guntas formuladas. Con la primera, se pretendía

demostrar la antigüedad de los dos conventos marbellíes; con la segunda, se pretendía constatar la pobreza, más del franciscano que del trinitario, de ambos conventos; con la tercera se hacía meridiano el hecho de que la villa de Es-tepona, con los once o doce eclesiásticos que tenía de plantilla, estaba más que cu-bierta en sus necesidades reli-

giosas; de fundarse el hospicio en dicha villa, se hacía hincapié en la cuarta, prácticamente todas las limosnas irían destinadas al mismo, lo que supondría una merma importante en los pobres ingresos de los conventos marbellíes; la quinta y última pregunta pretendía que se recordara, qui-zá a manera de jurisprudencia, cómo en años an-teriores habían sido rechazadas por parte de los obispos de Málaga sendas licencias de fundación de hospicios pretendidas por los trinitarios de Ceuta y por los mercedarios de Ronda.

A pesar de la aparente unanimidad de to-dos los estamentos marbellíes a la hora de repu-diar la ilegal intromisión terciaria en Estepona, hubo una clara excepción protagonizada por la familia Martínez Cordero. Los miembros de esta importante familia marbellí, como consecuencia lógica de sus intereses económicos y de su rai-gambre por haber ostentado cargos importantes en ella63, sentían cierta debilidad y querencia por la villa. Creemos que también pudo ayudar a la discrepancia de los Martínez Cordero la in-dudable rivalidad que existió entre dicha familia y los Domínguez de Marbella, producto, proba-blemente, de la disputa de ambas familias por la obtención de la supremacía de sus respectivos linajes en el estatus social marbellí, lo que que-daría bien patente en la década siguiente con la

59 JIMÉNEZ PULIDO, Manuel; Francisco SILES GUERRERO y S. RAMÍREZ GONZÁLEZ: La Tercera orden regular en Andalucía. Caños Santos. Historia y vida de un desierto franciscano en los confines del Reino de Sevilla, La Serranía, Ronda, 2008, p. 565.

60 Biblioteca de la Universidad de Sevilla (B.U.S.), Fondo Antiguo, Manuscrito 331-131, “Hurtado, Bartolomé José. Memorial presentado al Maestro General de los Agustinos Recoletos por Fr. Bartolomé José Hurtado, en nombre del Convento de Nuestra Señora de Porta Coeli de Marbella, sobre la pretensión de los terceros recoletos del Convento de Caños Santos de la villa de Osuna de fundar en la de Estepona”, 1717 fol. 49.

61 Ibidem. En el memorial se hace referencia a estas bulas. 62 A.R.Ch.Gr., Caja 1385, pieza 7, “Probanza por parte de la ciudad de Marbella sobre el hospicio que se intenta construir en

Estepona”.63 Esta familia poseyó en Estepona inmuebles vinculados a un mayorazgo y un oficio de escribano. Además, Miguel Cordero fue

alcaide del castillo de Estepona en la década de los sesenta del s. XVII (A.H.P.M., Leg. P4905, cuaderno de 1669, fol. 189).

Lo cierto es que los terceros de Caños Santos

siguieron instalados en la villa, obviando

cuantos requerimientos y sentencias se promulgaron

en su contra

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lucha administrativa entablada por parte de los Domínguez para arrebatar el monopolio de la fa-bricación de azúcares que poseían los Martínez Cordero con su arrendamiento del Trapiche a la Inquisición64.

En ese contexto de rivalidad, tiene más sentido el hecho de que, en agosto de 1713, Álvaro Martínez Cordero, regidor perpetuo de Marbella, consiguiera del ministro provincial del orden tercero de N. P. S. Francisco en Anda-lucía la correspondiente autorización para que fuese nombrado patrono “por juro de heredad para él y los suyos, para siempre jamás” del in-cipiente hospicio de la Purísima Concepción de Estepona. Así, si los Domínguez eran patronos del convento de Marbella, los Martínez Corde-ro, para no ser menos, lo eran de los terceros de Estepona. Sin duda, el nombramiento fue producto del apoyo que desde primera hora la familia Martínez Cordero dio a los terciarios intrusos. En su toma de posesión, Álvaro Mar-tínez justificó su apoyo por el gran cariño que profesaban a la ermita de la Vera Cruz de la vi-lla, la cual, según sus declaraciones, había sido fundada por sus abuelos65.

Sin duda, los más perjudicados en este asunto fueron los franciscanos de Marbella y, como tales perjudicados, insistieron en su pro-pósito de expulsar a sus correligionarios intru-sos. Así, en 1717, el lector de teología y guardián del convento, fray Bartolomé José Hurtado, en-vió un extenso memorial66 de doce folios a su mi-nistro general en el que en 34 apartados expone minuciosamente todos los pormenores de la in-tromisión. En líneas generales, en el memorial se detalla, a modo de jurisprudencia, las distintas bulas papales que les eran favorables; las cuatro sentencias promulgadas por la Real Chancillería de Granada a favor de los franciscanos marbellíes por las que obligaban a los terceros a destruir la cerca por ellos construida para conseguir, anu-lando la calle, que la ermita de la Vera Cruz se convirtiera en iglesia del hospicio, dejándoles claro que su única autorización pasaba por la de poseer una casa, cuidada por un solo fraile, en la que pudieran pernoctar los franciscanos ter-ceros que estuvieran de tránsito, sin que nunca pudieran llamar al culto, ni predicar, ni recabar limosnas. Por supuesto, también se describe la pobreza del convento, por lo que era más perju-dicial en su economía la importante mengua que la intromisión produjo en ella.

No hemos podido encontrar una sola razón convincente que nos permita explicar el porqué del incumplimiento de las sentencias. Lo cierto es que los terceros de Caños Santos si-guieron instalados en la villa, obviando cuantos requerimientos y sentencias se promulgaron en su contra.

Recursos humanos

En la real orden de Felipe II de 1593 por la que se daba la correspondiente licencia para la fundación del convento, queda recogido el número mínimo y máximo de miembros que po-dían albergarse en él:

[…] de poderse en él mantener de veinte a veinticuatro Religiosos Recoletos en virtud de las diarias lymosnas de dha. ciudad y lugares de su Jurisdicción […]67.

Esta primera cifra teórica sobre los posi-bles frailes conventuales del cenobio fluctuó a lo largo de los años, casi siempre en mayor número de los preestablecidos en la real orden. Así, en 1648 eran 43 los ocupantes, en 1769 eran 30 y en 1834 eran 3968. En 1752, en las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, se da una cifra de 27 religiosos, en los que se incluyen su prelado, 15 presbíteros, 2 coristas, 6 legos y 4 donados69. En septiembre de 1790 la comunidad estaba formada por 20 miembros: el padre guar-dián, 1 exlector de Teología y exdefinidor [sic], 10 predicadores (de los que dos de ellos ejercían respectivamente también como vicario de coro y como lector de coro), 1 Maestro de Coristas, 2 coristas y 5 religiosos legos70. Aproximada-mente, ese debió de ser el número de frailes del convento cuando en 1810 las tropas francesas tomaron el cenobio convirtiéndolo en su cuartel general en Marbella, obligando a los conventua-les a exclaustrarse, alojándose sine die en casas particulares de vecinos de la ciudad.

Es muy probable que después de la retira-da del ejército francés, durante el sexenio abso-lutista, los franciscanos volvieran a su convento marbellí, si bien este retorno, de haberse produ-cido, fue breve, pues con la llegada al poder de los liberales del trienio (1820-1823), se produjo una nueva exclaustración y, como veremos des-pués, el cenobio quedó abandonado. Es seguro que una vez que se restauró el absolutismo, du-

64 A.H.P.M., Leg. P 4913, fol. 164 y ss., (24-04-1725).65 A.H.P.M., Leg. P 4910, cuaderno 1º de 1715, fol. 491 y ss.66 B.U.S., Fondo Antiguo, doc. cit., fol. 49 al 60.67 B.U.S., Fondo Antiguo, doc. cit., fol. 49.68 SERRANO LIMA, A., op. cit., p. 60.69 LÓPEZ GONZÁLEZ, Francisco y Lucía PRIETO BORREGO: Marbella 1752 Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada,

Asociación Cilniana, Marbella, 2001, pág. 92.70 A.H.P.M., Leg. P 4918, Cuaderno de 1790, fol. 454 y 454v.

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rante la década ominosa y hasta su cierre defi-nitivo por la desamortización de Mendizábal en 1835, el convento volvió a acoger a los francis-canos. Desconocemos el número de miembros que compusieron la comunidad durante esas dos últimas etapas, si bien, a la vista de lo que ocurrió en el convento trinitario de la ciudad, no se puede soslayar la posibilidad de una drástica disminución.

No queremos dejar de tener presente a los frailes del convento que a lo largo de los años fueron considerados, gracias a su virtuali-dad, como ejemplares. Aceptamos que parte de los hechos que se les atribuyen son bastante in-creíbles desde la mentalidad y conocimientos ac-tuales; que sólo bajo la perspectiva de la Fe son asumibles. Pero no nos parece correcto el obviar, aunque sólo fueran simples leyendas fantasiosas derivadas precisamente de las creencias religio-sas, lo que en su día se escribió71. Nuestra obli-gación, por respeto a la historia del convento, es exponerlo. Que cada lector discierna lo creíble de lo imposible.

El primero que se menciona fue fray Francisco de la Cruz, de nación marbellí, que llegó a ser el segundo provincial recoleto. Re-nunció por tres veces al nombramiento de obis-po y abandonó toda jerarquía eclesiástica para venir a su ciudad natal a fundar el convento, en cuya construcción trabajó como si de un peón se tratara. Se le atribuye que predijo la hora de su defunción. Otro fray Francisco de la Cruz, compañero y coetáneo del anterior, del que so-bresalió su gran humildad (se asegura que nadie le vio sus ojos porque mantenía siempre su mi-rada fija en la tierra; su capacidad de persuasión para convertir a las almas extraviadas; su afán por el trabajo en la construcción del conven-to, al igual que su compañero, el otro Francis-co de la Cruz, fue destacable; y, por último, sus continuas, rigurosas y sangrientas disciplinas, dándose el caso que murió estando de rodillas mientras ejecutaba una de ellas. El hermano do-nado Juan de la Cruz, humilde hasta la extremi-dad, que dormía en los establos, en el suelo, en-tre las patas de las bestias. Se asegura que sólo comía un pan cada ocho días, comiendo parte de él una sola vez al día. Así y todo vivió ochen-ta años. Tuvo don de profecía y pronosticó su propia muerte. Sin duda, fue fray Fernando Ab-dalid, predicador apostólico y guardián del con-vento de Marbella, el más afamado de todos los conventuales de esta ciudad. Se le consideraba uno de los varones más esclarecidos de la Reco-lección. Son abundantes los calificativos bonda-

dosos que a sus virtudes se le aplican: “Era tan puro como el más cristalino vidrio, sin haber re-cibido jamás su diafanidad y hermosura la más ínfima mancha”. De él se cuenta que “un Jueves Santo en Marbella, después de comulgar, lo vie-ron muchos tan transparente y hermoso como un diáfano cristal todo su cuerpo, de modo que le penetraba la vista del uno al otro lado, sin embarazo alguno”. Propenso a la mortificación y penitencia, muy comedido en su alimenta-ción, rayando el continuo ayuno, y muy practi-cante de la oración, a la que dedicaba todo el tiempo posible y en la que se sentía absorto, si bien, nunca abandonó la comunicación con las gentes, a las que siempre trató con inmensa ca-ridad. Excelso orador que, en sus pláticas, “sus palabras penetraban los corazones”. Acostum-braba platicar para una cofradía de Marbella que tenía tres días de disciplina a la semana. En una de ellas, saludando a María Santísima, pa-trona del santuario72, con las palabras “Mostra te ese, Matre” (Muestra tu ser, Madre), la Virgen se le manifestó mostrándole a su Hijo alegre y risueño, con la intención de querer arrojarse a sus brazos. Cierto día de 1607, después de de-cir misa, entró en uno de sus acostumbrados es-tados místicos, permaneciendo así durante tres días, sin comer ni beber ni dormir. Al volver en sí, tomó un crucifijo elevando los ojos a Dios, al tiempo que se golpeaba el pecho con la otra mano en puro acto de contrición. De esta for-ma, puesto de rodillas, expiró. Conocida la noti-cia en el pueblo, la gente corría hasta el conven-to gritando “ya murió el santo”. Fue sepultado y, a pesar de las diligencias practicadas después de su muerte, nunca fue hallado su cadáver. Se le atribuyó su intercesión en muchos milagros tras el simple contacto con sus reliquias.

Fray Juan de San José, natural de Maire-na y guardián del convento de Marbella. A pesar de su enfermedad crónica, no dejó nunca ni la oración acostumbrada ni la disciplina sangrien-ta. Cierto día pidió al cura que le suministraba los Santos Sacramentos que no se apartara de él porque moriría en dos horas. Transcurridas las mismas, le pidió que entonara el Credo, que él le seguiría. El cura dudó en hacerlo, porque se en-contraba solo y porque no veía en el fraile indicio alguno de moribundo. Fray Juan insistió, dicién-dole que, en cuanto lo entonara, aparecerían to-dos los clérigos de la parroquia; lo que sucedió. Al terminar el Credo, murió. Al tercer día, lo san-graron y salió sangre líquida como si estuviera vivo, al tiempo que su cuerpo sudó. También se le atribuyeron milagros.

71 JORDAN FERNÁNDEZ, Jorge Alberto: Un Manuscrito inédito sobre Historia de Estepa y de la Recolección Franciscana en Andalucía, La Serranía – Asociación Amigos de Estepa. 2005, pp. 130-134. El autor se limita a transcribir el manuscrito del s XVIII que se conserva en el convento franciscano de Estepa, añadiendo sus propios comentarios y explicaciones. Nosotros resumimos lo allí detallado.

72 Creemos que la cofradía debió de ser la de San Sebastián, única que en aquellos años estaba ubicada en una ermita (santua-rio) dedicada a María Santísima, concretamente a Nuestra Señora de los Remedios, cotitular con San Sebastián.

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Por último, fray Juan Bautista Carleval, natural de Osuna. Siendo secular fue doctor en Sagrada Teología. Guardián del convento de Marbella y primer guardián del de Estepa. Aun-que sin autenticar, se atribuye su intercesión en muchos milagros cuando aún estaba vivo. Cierto día, dispuso adelantar el recogimiento de los re-ligiosos del convento adelantando una hora los maitines. Concluido el rezo, a pedimento de fray Juan Bautista, acudieron todos a su celda don-de lo encontraron enfermo en la cama. Les pidió que cantasen el Credo y al terminar empezó a agonizar y murió. Una vez muerto, un beneficia-do le cortó un dedo y sangró con tal abundancia que se descubrió el hurto. A la postre, con la re-liquia, se dice en el proceso de Marbella, realizó el Señor muchos milagros.

Recursos económicos

En cuanto a la economía del convento, debemos partir de lo comentado al principio de este trabajo: las reglas de la rama recoleta franciscana, al ser una orden mendicante, tenía prohibida la posesión de bienes inmuebles, ya fueran a nombre de la comunidad, ya al de sus frailes. El voto de pobreza los distinguía de otros clérigos, sobre todo de los seculares. Con esta premisa, es fácil de comprender el nimio patri-monio que el convento de San Francisco de Mar-bella presentó en las pocas declaraciones que de él hemos encontrado. De hecho, como ya hemos visto, la construcción del convento se realizó gracias a la ayuda indispensable de un patrono, como lo fue Fernando de Bazán.

Al contrario que sus vecinos trinitarios —que poseyeron una considerable estructura eco-nómico-financiera basada en un buen número de inmuebles, fincas y censos que enajenaban o adquirían en puras operaciones mercantiles73—, los franciscanos marbellíes sobrevivían sólo de las limosnas recibidas, provenientes de decir mi-sas, de sus pláticas y sermones, de la asistencias a entierros o procesiones y de alguna que otra donación de los feligreses.

Sin haber hecho un cálculo exhausti-vo, el número de limosnas y misas mandadas desde los testamentos que los vecinos de esta ciudad destinaban a los franciscanos eran infe-

riores a las que iban al convento de la Trinidad, dándose con frecuencia que el testador repar-tiera en partes iguales sus misas entre los dos conventos. Lo que se contradice con el hecho de que la inmensa mayoría de ellos mandaban ser enterrados, quizá por la idea de pobreza predicada desde la Iglesia con que los creyen-tes debían presentarse ante el Altísimo, con el hábito del Seráfico Padre San Francisco, siendo escasísimos los casos detectados, aunque algu-no hubo, que lo pidieron con el de la Santísima Trinidad.

Una de las escasas fuentes documentales (por ello más importante) que actualmente po-seemos para el estudio histórico de la economía religiosa marbellí se encuentra en el Archivo de la Catedral de Málaga, en las relaciones y decla-raciones anuales para el pago del Real Subsidio y Excusado. Sin embargo, en el caso que nos ocu-pa, debemos aclarar que el convento franciscano de Marbella no aparece en ninguno de estos do-cumentos. Desconocemos cuál pudo ser el ver-dadero motivo. Lo podríamos achacar al hecho de que dicho convento, como ya hemos comen-tado, era de una orden mendicante, cuyo insti-tuto la obligaba a la desposesión de toda forma de patrimonio y que, a cambio, gozaba de cierta inmunidad tributaria.

Esta ausencia de datos económicos no nos permite hacer una mínima evaluación del montante de las rentas que tuvo a lo largo de los años. No obstante, intentaremos exponer los pocos datos económicos que hemos podido re-cabar en nuestra investigación.

En las Comprobaciones a las Respuestas Particulares del Catastro de Ensenada efectuadas en 1761, el Rvdo. P. Ministro Fr. Miguel Bascón compareció ante el alcalde mayor y el vicario de Marbella para hacer la correspondiente declara-ción, haciéndolo en representación de la comu-nidad y por mandato del Rvdo. P. Guardián, Fr. Antonio Almagro74. He aquí lo que el compare-ciente dijo:

[…] que las partidas que contiene dicha relación no tiene novedad en el día, así en Memorias como en las Bestias Caba-llares o Mulares (…) y en los sesenta car-neros; sólo tiene que añadir que aunque tiene este convento otras dos memorias, las fincas que la contribuyen no están en esta dezmería ni jurisdicción y se cargará en sus respectivos pueblos y que no tie-ne ni posee este convento otra utilidad alguna […].

73 ALVAREZ CANTOS, Fernando M.ª: “El Monesterio de Santa Catalina de Marbella”, Cilniana, época III, nº 24-25, años 2011-2013, Apéndice Documental (pp.78-86).

74 Archivo General de Simancas (A.G.S.), “Comprobaciones a las Respuestas Generales y Memoriales de Seglares y Eclesiásticos mandadas hacer por la Real Hacienda”, D.G.R, 1ª Remesa, Leg.1321, Expediente 3.

…los franciscanos marbellíes sobrevivían sólo de las limosnas

recibidas.

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Vemos cómo, al igual que ocurre con las demás de este expediente, en esta declaración también se toma como referencia lo declarado en su día en las Respuestas Particulares de 1752, por lo que, al no repetir aquéllas, al limitar la declaración sólo a los bienes que habían sufrido cambio, nada podemos extraer del conjunto de dichos bienes y rentas que realmente poseían. Sin embargo, dada la obligatoria pobreza fran-ciscana, nada pudieron declarar de lo que no te-

nían. En consecuencia, aunque no se conserven las declaraciones de las Respuestas Particulares, sí que podemos basarnos en las que hicieron a la pregunta n.º 20 de las Generales de Ensenada de 1752, relativa a la ganadería, para el cono-cimiento de sus bienes semovientes, probable-mente los únicos que, aparte del edificio, iglesia y huerta conventuales, poseían y que concreta-mente en dicho año de 1752 sólo lo formaban un caballo y setenta carneros75.

75 Archivo Histórico Provincial de Granada (A.H.P.Gr.), Libro 1384 – Ensenada, fol. 75.

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Por otra parte, sí nos ha quedado otra declaración, efectuada en 1795 en cumplimien-to del edicto promulgado por el obispado de Málaga, en la que el prior general y guardián del convento, Fr. Josef Rico y Negrón, detalló las partidas fijas que anualmente se recibían, las cuales reproducimos a continuación, significan-do que hemos incluido, porque así está en el documento original, las detalladas en el apar-tado anterior sobre las aportaciones inherentes al patrono.

Es lógico pensar que con la recaudación declarada, por mucho espíritu de pobreza que tuvieran, era imposible que subsistieran los más de veinte frailes que de media albergaba el convento, por lo que debemos tener pre-sente que dicho importe era sólo la cobran-za fija, sin duda la más pequeña, a la que hay que añadir, como ya hemos comentado, todo lo adventicio proveniente de las limosnas y misas testamentarias, de los sermones de sus predicadores, de la asistencia a entierros y procesiones, etc., cuyos importes nunca he-mos visto declarados.

Última etapa conventual. El caso de fray Cristóbal Muñoz

Ya hemos aludido a la ocupación de Mar-bella por parte de las tropas francesas en 1810, y cómo decidieron acomodarse en el convento de San Francisco, donde instalaron su cuartel general en la ciudad. Los religiosos del conven-to fueron expulsados del mismo y tuvieron que alojarse en casas particulares de parientes y ve-cinos de Marbella, quedando en manos de estos vecinos la subsistencia de los exclaustrados. Ex-ponemos a continuación un caso curioso de un fraile exclaustrado.

En agosto de 1810, el franciscano marbe-llí fray Cristóbal Muñoz, último lector de Arte y Teología Moral que había sido del convento de Porta Coeli, solicitó al Ayuntamiento de Marbella que se le adjudicara la plaza vacante de maestro de Primeras Letras y Latinidad. Entre las razones que exponía, además de su suficiente prepara-ción, incluía la necesidad de conseguir un sueldo para ayudarse a su subsistencia, la cual, en aquel momento de su exclaustración, dependía de la poca renta de su madre, en cuya casa se había re-fugiado después de ser expulsado del convento.

El Ayuntamiento, en su cabildo del día 31 de dicho mes y año, aprobó la solicitud de fray Cristóbal, quien había conseguido, asimismo,

por petición propia, la aprobación de su congre-gación a través del padre guardián del convento franciscano de Cádiz, el cual, por las circunstan-cias especiales de la invasión francesa, poseía por designación del P. Ministro de la Provincia de Andalucía la suficiente facultad para otorgar es-tas licencias. La definitiva aceptación se la dio al Ayuntamiento de Marbella el Supremo Consejo de Castilla, a la sazón, por las mismas circunstan-cias, también en Cádiz, el 26 de septiembre del citado año 76.

Pocos años debió de estar fray Cristóbal ocupando su nueva cátedra, lo que pudo deberse a un posible desenlace trágico de “los impedi-mentos físicos” que alegó tener cuando solicitó ser examinado en Marbella ante la imposibilidad de poder trasladarse a Cádiz, o también a la fal-ta de asignación económica que por parte del Ayuntamiento se produjo para dicho cargo, lo que veremos ahora.

En el cabildo del consistorio marbellí ce-lebrado el día dos de agosto de 182077, en res-puesta a una solicitud del jefe político provincial relativa a las instituciones pías que en la ciudad existían, se dice textualmente:

“Segundo establecimiento. En esta ciudad avía una Escuela Pía de Caridad en uso y exercicio a cargo de su Director y maestro nombrado por el Ayuntamien-to y havilitado por el Consejo de Regencia con título, que lo era el R. P. Fr. Christóval Muñoz, Lector de Artes, Religioso del Or-den de Sn. Francº., cuia fundación hizo Dn. Gonzalo Marmolejo y Montañez en el siglo pasado por su testamento última y final voluntad para la enseñanza y educación de los Niños pobres huérfanos de esta ciudad = Se ignoran sus Patrones por haver pere-cido dho. testamento con todos los demás papeles y documentos en la inbasión de los Franceses, pero el Ayuntamiento suplía las veces y estaba en la posesión de nom-brar al Maestro como lo hizo en 1810 en dho. Fr. Crhistóval Muñoz =”

Continúa la exposición del Ayuntamien-to añadiendo que dicha escuela estaba dotada con una renta fija de 150 ducados anuales que pagaba al maestro la Caja de Consolidación de Málaga, como intereses del capital que supuso la venta del cortijo Montañez —principal inmueble con que estaba dotada la obra pía78— al haber-se adjudicado dicha Caja el montante total de la

76 A.H.N., CONSEJOS, 12005, Exp. 71. Todo lo aquí expuesto relativo a fray Cristóbal Muñoz se encuentra en este expediente del A.H.N.

77 A.H.M.Mb., caja 7, pieza 5, fol. 72v y ss. 78 ÁLVAREZ CANTOS, F. M.: “Marbella en el s. XVIII: religiosidad e Ilustración”, en LÓPEZ SERRANO, Francisco de Asís y José Luis

CASADO BELLAGARZA (coords.): Estudios en homenaje a Antonio Serrano Lima, Asociación Cilniana, Marbella, 2007, pp. 45-70. En este trabajo hicimos un estudio amplio y detallado sobre la fundación de esta obra pía por Gonzalo Marmolejo.

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detallando al concejo lo allí verificado de la si-guiente manera:

[…] que la puerta del Compás estaba abierta y que le havían quitado el cerrojo, los árboles cortados, a la repisa de la Cruz que está en medio de dho. Compás le ha-vían quitado todos los ladrillos y la dha. Cruz movida para llebársela, el panteón sin puerta y algunas de las Bóvedas descu-biertas, viéndose los cadáveres.

A la vista del informe, el Ayuntamiento mandó reparar todo el daño, al tiempo que acor-dó solicitar al Sr. intendente provincial que auto-rizara la utilización del convento como cuartel para el Batallón Ligero de Cataluña que se en-contraba en la ciudad o para otro que en el fu-turo pudiera venir. Con esta iniciativa se evitaría la ruina del convento y además se conseguiría “aliviar al vecindario en el alojamiento que ince-santemente está sufriendo”84.

En esa misma sesión, el Ayuntamiento acordó también, conforme al Reglamento y Órdenes de la Milicia Nacional, el llamamiento a filas de los sacerdotes secularizados. Con-cretamente, se hace mención a varios “religio-sos secularizados últimamente” que aún no se habían presentado en la compañía establecida en esta ciudad. Los nombres de los antiguos frailes que se citan no coinciden con los que existían en 1820 en el convento de la Trini-dad85, lo que indicaría que, probablemente, los ahora secularizados deberían de ser fran-ciscanos.

Por todo lo que en el acta se detalla, nos inclinamos a pensar que el convento de San Francisco de Marbella, al igual que muchos con-ventos de España, reabrió sus puertas después de la huida de los franceses, con la toma abso-luta del poder por parte de Fernando VII; que

venta. También se aclara que, a partir de cierta época, sin especificarse la fecha exacta, el comi-sionado de la Consolidación suspendió el pago de los 150 ducados.

Sobre el anterior tema de la obra pía y en lo concerniente al convento de San Francisco de Marbella, se ha publicado que el convento co-braba la renta de los 150 ducados, porque “este instituto [la escuela pía] tenía como principal objetivo educar a los niños pobres y huérfanos de la mano de los frailes de la orden de San Francisco”79. Creemos que tal afirmación es par-cialmente falsa, pues, si bien la Escuela Pía de Nuestra Sra. del Carmen, que fundara el clérigo de menores marbellí Gonzalo Marmolejo, tenía como principal objetivo la educación de los ni-ños pobres y huérfanos de esta ciudad, no po-demos aceptar el que dicha educación se impar-tiera “de la mano” de los franciscanos. Como en su día expusimos, los primeros designados para llevar a cabo tanto la fundación como su desa-rrollo fueron los jesuitas de Málaga; y sólo en el hipotético caso de un rechazo por parte de és-tos, podrían asumir tal cometido la Congrega-ción y Oratorio de San Felipe Neri, también de Málaga80. Pero, es más, Gonzalo Marmolejo no nombró en su testamento al convento francis-cano más que para mandar que se dijeran, igual que en el de la Santísima Trinidad, ciento cin-cuenta misas por su alma81. Nuestra opinión es que el Ayuntamiento asumió el patronazgo de la obra pía por el beneficio que para sus arcas suponía la administración de los 150 ducados, aunque sólo fuera a través de la supresión en sus presupuestos anuales de las partidas des-tinadas al maestro de Primeras Letras y al de Latinidad. Era más cómodo y rápido designar a Fr. Cristóbal y pagarle con la renta de la obra pía que no buscar, como se hizo en 184582, los do-cumentos que aclarasen la verdadera voluntad del fundador Gonzalo Marmolejo.

En su retirada (1812), los invasores fran-ceses causaron en las instalaciones del convento daños irreparables que determinaron, según pa-rece, el abandono temporal del mismo83. La con-firmación del citado abandono la encontramos en las Actas Capitulares del cabildo marbellí. Allí, en la sesión del 25 de enero de 1822, se comi-sionó a Antonio Crespo, capitular, para que com-probase las quejas recibidas de algunos vecinos, relativas a los destrozos que se estaban haciendo en el suprimido convento de San Francisco. El Sr. Crespo realizó la correspondiente inspección,

79 RAMÍREZ GONZÁLEZ, S.: op. cit., p. 206.80 ÁLVAREZ CANTOS, F. M.ª: “Marbella en el s. XVIII…”, op. cit., pp. 58 y 59.81 A.H.P.M., Leg. 2774, fol. 601v.82 A.H.M.Mb., AA.CC., Caja 9-H / 8, s/f, sesión del 4-05-1845. 83 MORENO FERNÁNDEZ, F. J.: El Centro Histórico…, op. cit., p. 285.84 A.H.M.Mb., AA. CC., Caja 8 / 1, s/f.85 ALVAREZ CANTOS, F. M.ª: “El Monesterio de Santa Catalina de Marbella”, op. cit., p. 76.

Los religiosos del convento fueron expulsados del mismo y tuvieron que alojarse en casas particulares

de parientes y vecinos de Marbella, quedando en manos de estos vecinos la subsistencia de

los exclaustrados

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el abandono detallado en el acta capitular no se produjo hasta los procesos de exclaustración y secularización acaecidos, una vez iniciado el Trienio Liberal, a partir de octubre de 1820. En la denuncia de los hechos que detalló el Sr. Crespo en la sesión plenaria antes comentada, sólo se habla en presente, es decir, que los des-trozos se estaban haciendo en aquellas fechas y que el convento estaba suprimido en aquel mo-mento. Nada se comenta sobre la antigüedad de dichos acontecimientos. Además, es menos probable que alguien se atreviera a realizar los desmanes descritos durante el Sexenio Absolu-tista (1814-1820) que durante la etapa liberal. Sea como fuere, con posterioridad al Trienio y antes de 1826, el convento volvió a estar habi-tado por los franciscanos86.

En 1828, Micaela Solano y Cañete, aun dudando del futuro del convento, mandó al pres-bítero Gaspar Barragán que se encargara de que se dijese una misa con manifiesto el día de No-che Buena en el convento de San Francisco.87

A pesar de lo que anteriormente hemos comentado sobre la ineludible integración en la familia Domínguez del título de síndico del con-vento, la última persona que lo poseyó no tiene parentesco alguno con dicha familia (desconoce-mos qué pudo ocurrir para que ello pasara). Se trata del vecino de Marbella Benito López Gue-rrero, esposo de María Góngora Martín, quien declaró en su testamento (1838) que el Gobier-no le era deudor en 1.441 reales, los que había gastado de su dinero para el mantenimiento de los frailes del suprimido convento, deuda que le fue reconocida y mandada abonar a través del comisionado subalterno de Rentas y Arbitrios de Amortización de este partido el día 21 de agosto de 183588.

Por tanto, el abandono definitivo de los frailes franciscanos del convento de Ntra. Sra. de Porta Coeli de Marbella se produjo con la desa-mortización de Mendizábal, lo que debió ocurrir entre la primavera y el verano de 1835.

Etapa posfranciscana

No había transcurrido ni un año (con an-terioridad al 1º de marzo de 1836) cuando Rafael López Prados, esposo de Rosario Domínguez y Alburquerque y padre del general López Do-mínguez, había efectuado un primer pago para poder participar en la pública subasta del haza de tierra de 2 fanegas y 3 celemines de superfi-cie (aproximadamente 14.530 m2) de lo que fue

huerto del convento de San Francisco. El haza, cuyo precio de salida por parte del Estado fue de 9.000 reales, se remató a favor del Sr. López en 15.200 reales el día 12 de febrero de 1838, siendo corroborado dicho remate por la Junta de Enajenaciones de Bienes Nacionales en su sesión del 5 de abril de ese año. Dicha primera entrega, efectuada a la Comisión Provincial de los Arbi-trios de Bienes Nacionales, fue de 3.317 reales y 3 maravedíes, de cuyo importe, 3.040 reales co-rrespondían a la preceptiva 5ª parte del total del remate; el resto se tomó a cuenta del primero de los ocho plazos previstos en la ley para poderse liquidar la subasta.

No fue ni tan rápida ni tan espléndida la almoneda del solar del edificio del convento. Tuvieron que pasar varios años para que éste fuera también rematado a favor del Sr. López Prados. Así, hasta el 18 de septiembre de 1842 no se produjo la adjudicación del remate, sien-do confirmado el mismo por la mencionada junta en su sesión del 15 de marzo de 1843. Se pagó por él sólo los insignificantes 297 rea-les del precio de salida, sin que nadie apostara un solo real de más. En la escritura de venta judicial se le asigna a esta parcela una superfi-cie de 150 varas cuadradas (aproximadamente 100 m2), cifra lógicamente errónea, como se afirma en la inscripción registral de una nueva enajenación de 1879 en la que se evalúa en 922 m cuadrados89, aproximadamente 1500 varas cuadradas, lo que explicaría un posible error del escribano al transcribir 150 en vez de 1500.

El 26 de agosto de 1846, una vez cumpli-das y pagadas las ocho anualidades pactadas en la adjudicación, se hizo la correspondiente escri-tura de venta judicial de las dos fincas licitadas. Sin embargo, debido a la muerte del Sr. López Prados, acaecida entre el 2 de junio (fecha del pago de la 8ª y última cuota) y el citado 26 de agosto, el otorgamiento tuvo que hacerse a fa-vor de Antonio, José, Rafael, Francisco, Ramón, Isabel y Fernando López Domínguez, todos hijos menores del matrimonio y herederos forzosos del difunto, por lo que tuvo que intervenir Rosa-rio Domínguez como “madre tutora y curadora ad bona” de ellos90.

Los datos recogidos en la escritura de venta judicial del convento nos inducen a du-dar de la fecha publicada sobre la ubicación en la finca de un tostadero de anglesita por parte del malagueño Juan Egiró: “En los sótanos del convento, en 1840, se ubicó un tostadero de las

86 MORENO FERNANDEZ, F. J.: El Centro Histórico…, op. cit., p. 285.87 A.H.P.M., Leg. P 4924, s/f, (28-10-1828), (sería el fol. 3v de la escritura).88 A.H.P.M., Leg.. P 4931, cuaderno 2º de 1838, fol. 103 y ss.89 MORENO FERNÁNDEZ, F. J.: El Centro Histórico…, op. cit. p. 286 y 287.90 A.H.P.M., Leg. 4301, fol. 306 al 329v. Escritura de venta judicial. Todos los datos anteriormente expuestos están insertos en

esta escritura.

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minas de anglesitas situadas al norte de Marbe-lla; aún se conserva la antigua chimenea”91. No dudamos del hecho, del que la chimenea es fiel testigo, sino de la fecha de 1840. No creemos probable —al menos al día de hoy sería imposi-ble— que, sin que se hubiera efectuado ningún remate de su subasta, la Junta de Enajenaciones de Bienes Nacionales permitiera que nadie to-mara posesión de la finca, y mucho menos que dejara construir en la misma.

Transcurridos apenas dos años, la falta de liquidez que le conllevó la reciente muerte de su esposo, obligó a la viuda a vender ambas propiedades. Así, el 13 de noviembre de 1848, Doña Rosario, por entonces vecina de Málaga, otorgó en dicha ciudad un poder especial al presbítero trinitario exclaustrado de Marbella Gaspar Barragán para que en su nombre pudie-ra vender con pacto de retro ambos inmuebles a su hermano Antonio Domínguez. Esta venta se produjo en Marbella el día 29 del mismo mes y año y en ella se especificó que el pacto de retro sería por tres años, vencimiento el 31 de

diciembre de 1851, con la condición de que, si durante el transcurso del mismo, Doña Rosario devolvía a su hermano los 12.000 reales en que se había justipreciado la venta, éste se vería obligado a la devolución de las fincas92, extre-mo éste que parece ocurrió.

Llegados aquí, se nos plantea un dilema del que sólo podemos apuntar una posible so-lución. En todo el expediente desamortizador y la posterior adjudicación de las propieda-des franciscanas en Marbella, contrariamente a como ocurriera con el convento trinitario, no se menciona nunca a su iglesia, se habla sólo del edificio del convento, por lo que pen-samos que ésta pudo no entrar en un primer momento en el conjunto desamortizado. Tal suposición la avalamos con el hecho de que en 1840 el presbítero de Marbella Jerónimo López Góngora, hijo del último síndico del convento, hizo una solicitud a la corporación de esta ciu-dad para que se informara sobre la idoneidad de “reedificar la iglesia que fue del convento de San Francisco”, para lo cual pidió que se

Imagen de lo que fuera el antiguo convento franciscano de Marbella una vez convertido, después de julio de 1949, en albergue juvenilpor la F. E.T. de las J.O.N.S. Al albergue se le asignó el nombre de “África” y su obra se hizo sobre la anteriormente ejecutada por el obispado

de Badajoz que lo había convertido (1926) en seminarlo de verano.(Foto cedida por Escolástico Martín)

91 SERRANO LIMA, A.: op. cit., p. 62.; MORENO FERNÁNDEZ, F. J.: El Centro Histórico…, op. cit., p. 285. Ambos autores parece que toman esta cita de MAÍZ VIÑALS (Guía Histórico Turística, p. 54). Ninguno de estos tres autores hace mención alguna a su fuente, por lo que no nos ha sido posible efectuar su verificación.

92 A.H.P.M., Leg. P 4943, cuaderno 10º de 1848, fols. 634 al 639v.

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solicitara la correspondiente licencia de aper-tura a la autoridad eclesiástica. La solicitud fue rechazada por el pleno. Salvo que el pres-bítero se dirigiera al Ayuntamiento para que éste hiciera de intermediario ante la Junta de Enajenaciones de Bienes Nacionales, a la sazón propietaria del inmueble, no entendemos qué papel podía desempe-ñar el concejo local en esta historia. A la pos-tre, parece que el esta-do ruinoso de todos los edificios del conjunto conventual pudo ser la causa por la que el solar se considerara en el re-mate de forma unitaria, sin distinción entre la parte habitacional y la iglesia93.

En los años siguientes, se intentó dar otras utilidades al solar y a sus ruinas. En primer lugar, en 1851 tuvo entrada en el Ayuntamiento una solicitud de los vecinos de Málaga Antonio López y Juan Navarro Corral que pretendían se les diera licencia municipal para la creación de una fábrica en la que se pudieran fundir los me-tales que en este término se explotaban. Aun cuando se les concedió dicha licencia, no llegó a fraguar la iniciativa de dichos señores94.

Por otra parte, en 1856, amparándose este Ayuntamiento en las instrucciones dadas por el gobernador civil relativas a la necesidad de que se construyera un nuevo cementerio cu-yas características estuvieran en concordancia con las nuevas normas de sanidad e higiene, consideró en su sesión del 15 de abril que el mejor sitio para la ubicación del mismo eran los llanos, propiedad de Lázaro Fernández Zamora, existentes al norte del antiguo convento de San Francisco, ya que, aunque no distaba las 200 va-ras exigidas desde la última casa del pueblo, la altura de su situación hacía que los vientos con-servaran bien ventilado el lugar. Además, en las ruinas anexas del convento se podrían habilitar la capilla, el depósito de cadáveres, la sala de autopsia y las viviendas para el sepulturero y el encargado del cementerio, con lo que dejarían de ser el “hoy lugar de miedo y puede decirse que aun de asilo para los perversos y sombra de prostituciones”. Añadiéndose la ventaja de que tanto el Sr. Fernández como Rosario Do-mínguez, propietaria todavía del convento, es-

tarían dispuestos a ceder ambas parcelas por el valor de las mismas95. Tampoco esta idea llegó a ejecutarse, de forma que el nuevo cementerio, el actual de San Bernabé, creado en detrimento del existente en el Castillo, no se construyó has-ta finales del siglo.

Nada nuevo de lo publicado sobre el de-venir del antiguo con-vento hemos encontrado en nuestra investigación; en buena parte porque no la hemos continua-do. Partiendo de nuestra primitiva intención de explorar e indagar a las distintas instituciones de carácter religioso que existieron en esta ciu-dad, no lo considerába-

mos, repetimos, visto desde nuestro inicial pro-yecto, que no objetivamente, lo suficientemente interesante.

Por tanto, para no dejar incompleta la historia, nos limitaremos a repetir lo publicado por otros autores, concretamente por Fernando Alcalá96.

La familia López-Domínguez enajenó la propiedad a Francisco Cano Saldaña, al que suce-dió, como heredera, su hija Eugenia Cano Ruiz. De ella la adquirió el Obispado de Badajoz en 1926, dedicándolo a residencia de verano para los seminaristas97. La diócesis pacense, en 1947, vendió la titularidad al veterinario Bartolomé Pérez-Lanzac, quien, cuatro años más tarde, la transmitió por trescientas mil pesetas a la Orga-nización Juvenil Española, que convirtió el recin-to en albergue juvenil, pasando definitivamente, tras el advenimiento de la democracia a nuestro país, a la Junta de Andalucía, que la conserva dentro de las redes de los albergues juveniles bajo el nombre de África.

Por último, según se aprecia en las pocas fotografías que se conservan de principios del s. XX de lo que fuera convento de San Francisco de Marbella, su estado era de total ruina, por lo que cuando el clero pacense la convirtió en resi-dencia, tuvo que obrar, casi con toda seguridad, un nuevo edificio, acabando con cualquier vesti-gio del antiguo monumento, lo que ha derivado, como ya hemos comentado, en que actualmente el desconocimiento que poseemos sobre sus de-pendencias y la distribución de las mismas sea total. n

93 MORENO FERNANDEZ, F. J.: El Centro Histórico, op. cit. p. 285 y A.H.M.Mb, Caja 12 / 5, sesión del 5-09-1840, fol. 56v. 94 MORENO FERNANDEZ, F. J.: El Centro Histórico, op. cit. p. 285.95 A.H.M.Mb., AA. CC., Caja 17 / 1, sesión del 15-04-1856.96 ALCALÁ MARÍN, F.: Crónica de Marbella, op. cit., p. 204.97 Por haberlo escuchado a nuestra familia, nos consta que nuestro tío Enrique Cantos Gallardo, aproximadamente hacia 1928,

siendo seminarista de Málaga y estando en un proceso de enfermedad, pasó una larga temporada en la residencia, a la que acudía la familia para visitarlo.

El abandono definitivo de los frailes franciscanos del convento

de Ntra. Sra. de Porta Coeli de Marbella se produjo con la

desamortización de Mendizábal, lo que debió ocurrir entre la

primavera y el verano de 1835

Cilniana 26/27, 2014-2017: 129-136 ISSN 1575-6416HISTORIA LOCAL

efeCtos del plan de estabilizaCión de 1959

en la Ciudad de marbellacaLixto rodríguez roMero

Licenciado en Historia

RESUMENLas dos décadas siguientes a la Guerra Civil española se caracterizan por el régimen autárquico, el cual llevara a la economía del país, al final de los años 50 del pasado siglo, al borde del colapso. El Plan de Estabilización impulsó unas reformas que llevaron a unas mejoras económicas que, junto a la relajación de fronteras y controles, fueron los factores que hicieron que una incipiente actividad, el turismo, se convirtiera en la primera industria de España. En este artículo analizamos cómo afectaron estos sucesos a la ciudad de Marbella a través del tiempo.

PALABRAS CLAVEAutarquía, Marbella, Plan de Estabilidad, Turismo.

ABSTRACTThe two decades following the Spanish Civil War are characterized by the autarchic regime, which will lead the economy of the country, at the end of the 50s of the last century, to the verge of collapse. The Stabilization Plan prompted reforms that led to economic improvements and along with the relaxation of borders and controls were the factors that made an incipient activity, tourism, become the first industry in Spain. In this article we analyze how these events affect the city of Marbella through time.

KEY WORDSAutarchy, Marbella, Stabilization Plan, Marbella.

En la actualidad, el turismo está consolida-do como la primera industria de nuestro país. Aunque, como tal, se puede con-

siderar que nace a principios del siglo anterior, por las circunstancias externas e internas, hay un momento de inflexión que podemos datar a principios de la década de los sesenta, que viene a significar el comienzo de su preponderancia como industria en la economía de España. Si queremos especificar más el momento podríamos situarlo en un hecho clave para la economía española: el Plan de Estabilización de 1959. Como dice Tortella, “Los efectos del Plan de Estabilización sobre la economía española fueron muy profundos, más, probablemente, de lo esperado por sus propios diseñadores”1.

La política económica española de las dos décadas posteriores a la Guerra Civil se caracte-rizó por su carácter autárquico. En los cuarenta, el régimen de Franco llevó a cabo una política intervencionista y aislacionista que se saldó con rotundos descalabros económicos y políticos.

En los cincuenta, tanto la situación internacio-nal como las circunstancias interiores posibilita-ron una atenuación de las posiciones políticas, económicas y diplomáticas, lo que dio lugar a un cierto crecimiento económico, pero, eso sí, con grandes problemas. La economía española, atrasada y descapitalizada, tenía una altísima propensión a importar; además, las tensiones en el mercado de capital y en el de bienes de consu-mo, combinadas con una estructura fiscal arcaica y una política de inversiones estatales, provoca-ron alzas de precios que pronto se reflejaron en el mercado laboral con el resultado de una fuer-te inflación. El consecuente déficit de la balanza comercial no se veía compensado ni por los in-gresos por servicios ni por las importaciones de capital, que estaban fuertemente restringidas, con lo que se agotaron las reservas de oro y divi-sas. En 1958, era inminente la suspensión de las importaciones por falta de medios de pago. Esta crisis fue la que determinó el cambio radical de política económica que tuvo lugar con el Plan de

1 TORTELLA, Gabriel (1997): El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y XX, Alianza, Madrid, p. 281.

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Calixto Rodríguez Romero Efectos del Plan de Estabilización de 1959 en la ciudad de MarbellaHISTORIA LOCAL

Estabilización. Éste no desmanteló las trabas a la importación, pero amplió los contingentes, dis-minuyó las prohibiciones, devaluó a un cambio realista la peseta y acabó con el sistema de cam-bios múltiples. Si le añadimos que se redujo el déficit presupuestario, tenemos como resultado el aumento de la competitividad y la reducción de la inflación. Otro asunto de importancia para el crecimiento del turismo fue la relajación de los controles de fronteras y personales.

El conocimiento de otros lugares y per-sonas está arraigado en la mentalidad humana. Quien se decidía por ello a viajar era conocido como explorador o viajero. Sólo una pequeña parte de los que sentían este impulso aventurero lograban sus propósitos, las dificultades técnicas y económicas eran inmensas. Pero progresiva-mente el desarrollo de medios de comunicación y transportes económicos, rápidos y cómodos; la elevación del nivel de vida producida, sobre todo, después de la II Guerra Mundial, ha llevado a convertir el viajar en una actividad de masas que ha sido conocida con el nombre de turismo. El turismo crea riqueza en el país que mantiene esta industria; como dice Tamames, “Los turis-tas gastan su dinero en la adquisición de bienes y servicios en el país que visitan. Por tanto, el turismo es un caso especial de exportación sin desplazamiento de bienes y servicios, algunos

de los cuales son indesplazables por su propia naturaleza (utilización de las carreteras y ferro-carriles, servicios hoteleros, etc.)”2. España es ac-tualmente un destino turístico de primer nivel. Ello se debe a factores naturales (clima, paisa-jes, existencias de costa, etc.) y culturales, cuya existencia es indudable. Además, con el tiempo y gracias al turismo una serie de factores estructu-rales han ido apareciendo para hacer más atrac-tiva la venida a nuestro país; en un principio, pre-cios razonables; seguidamente, la mejora en las comunicaciones y en los servicios hoteleros con-siguió dicho efecto. De forma que ya antes de la Guerra Civil existía una incipiente pero impor-tante industria turística en España, que, tras el paréntesis de la guerra, volvió en 1949 a superar los niveles de visita anteriores, y desde 1951 no ha parado de crecer. Siendo de tal importancia en la Balanza de Pagos que ya a mediados de los sesenta era el capítulo más importante, sobrepa-sando incluso a la propia exportación.

Marbella es una ciudad situada en la costa occidental malagueña que cumple con todos los requisitos naturales para ser de interés turístico; también cuenta con algunos aspectos culturales de atención. Y actualmente con factores estruc-turales de gran calidad, buenos servicios, buenas vías de comunicación, etc. Estos factores se han ido desarrollando gracias al crecimiento turís-tico, o sea, la entrada de turistas llevaba a una serie de mejoras estructurales que atraían a más turistas, con lo cual se realizaban más mejoras.

Los primeros proyectos relacionados con Marbella se remontan a fines del siglo XIX. En 1890, los ingenieros Amador Villar Pérez de Cas-tropol y Jorge Fournier se interesan por la zona comprendida entre las Cañadas de las Culebras y la de Casa Blanca a fin de instalar una Colonia Estación de Invierno en la que, mediante helio-terapia e hidroterapia, los europeos del norte se recuperasen de sus dolencias gracias a la benig-nidad del clima de la zona. Estimulados por la iniciativa, los munícipes de Marbella reflexionan, por primera vez, acerca de los beneficios que esta iniciativa pudiera reportar para la ciudad.

2 TAMAMES, Ramón (1985): Introducción a la economía española, Alianza, Madrid, p. 352.

Ya antes de la Guerra Civil existía una incipiente pero

importante industria turística en España, que, tras el paréntesis de la guerra, volvió en 1949 a superar los niveles de visita

anteriores, y desde 1951 no ha parado de crecer

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De modo profético el síndico Rafael Vallejo seña-la que: “No puede calcularse hasta donde llega-rían los beneficios si se lograse atraer a este país parte de los viajeros de posición desahogada u opulenta que buscan su salud o su cómodo bien-estar en ciudades que respecto a su clima tem-plado son inferiores a Marbella”3. La aristocra-cia también se interesa por la ciudad. En 1923, el Cardenal Primado de España, Benlloch, y los marqueses de Torrelaguna se acercan a Marbella a fin de conocer las posibi-lidades que ofrece el municipio para establecer en él una sucursal del sun-tuoso hotel Príncipe de Asturias, que por aquellos momentos se levantaba en Málaga, cumpliendo así los vehe-mentes deseos de S. M. el Rey Alfon-so XIII4.

A fines de la década de los 20 del pasado, siglo Ramiro Campos Turmo publica dos pequeñas obras en las que se anticipa a proyectos posteriores. En su obra Costabella (La Riviera española). Notas para la implan-tación de una ruta de turismo, presenta el correspondiente anteproyecto de turismo local dentro de la que deno-mina Ruta Andaluza de Turismo. La influencia de la Costa Azul y de otros centros turísticos de Europa es evidente. Los valores más destacados durante esta etapa inciden en dar a conocer las infraestructuras de Marbella, su clima, su paisa-je, etc., de cara a un turismo de invierno. Tal es la imagen que intenta ofrecer el comerciante en joyas Francisco Nieto Molina, el cual, durante la Dictadura, utiliza en su correspondencia comer-cial membretes alusivos a las cualidades de la ciudad. También Campos Turmo destacará estas cualidades que intenta potenciar a través de su propuesta El jardín de España en Marbella, creando un camino ecológico-representativo de la unidad nacional y hermandad universal.

Las primeras realizaciones que cuentan con Marbella como lugar de interés turístico se producen a inicios de la II República y se inscri-ben dentro de los valores difundidos, desde épo-cas precedentes, entre la clase media, no sólo por la figura de un rey deportista como Alfonso XIII, sino también por la influencia de institucio-nes como el Centro Excursionista de Cataluña o de la Institución Libre de Enseñanza, sin olvidar los intereses económicos que comienzan a vis-lumbrase. Las primeras visitas organizadas que conocemos se producen en 1931 a propuesta de

la Sociedad Excursionista de Málaga, que inicia las actividades de la temporada 1931-32 con una excursión a Marbella5. En 1932, una nueva cara-vana turística arriba a Marbella; esta vez como resultado de la iniciativa del Patronato Nacio-nal de Turismo y de la Comisión de Fiestas del Ayuntamiento de Málaga6. A partir de 1933, el Ayuntamiento de Córdoba contará con Marbella para enviar grupos de niños a disfrutar de vaca-

ciones. Con esta iniciativa se pretendían traer a Marbella colonias escolares, siendo acogida fa-vorablemente por los concejales marbellíes, que ven más las posibilidades de promoción turística de la localidad que los beneficios sociales o pe-dagógicos que pudieran reportar a los alumnos7. Durante esta etapa, la estructura turística de la ciudad no responde a las expectativas que co-mienzan a despertar, aunque se produzca una tímida renovación, tanto en las comunicaciones como en las instalaciones. Respecto a las prime-ras, en la dictadura de Primo de Rivera se pro-cederá a mejorar las comunicaciones del Estado a fin de permitir la circulación de automóviles mediante la construcción del Circuito Nacional de Firmes Especiales. A su vez, en Marbella, ha-cia 1926, la empresa Portillo conseguirá el mo-nopolio de autobuses en las comunicaciones de la zona. Paulatinamente, las mejoras se amplia-rán con servicios complementarios como la ins-talación de los primeros surtidores de gasolina. Desgraciadamente, pocos años antes, en 1923, quedó paralizada la construcción del ferrocarril Málaga-Campamento, cerca de Gibraltar, con el consiguiente perjuicio para la localidad de cara al incipiente turismo. En cuanto a las instalacio-nes necesarias para acoger a los visitantes, Mar-

3 Archivo Histórico Municipal de Marbella (AHMMb), Actas Capitulares, 28-06-1890.4 Ibidem, 10-03-1923.5 Ibidem, 02-10-1931.6 Ibidem, 09-03-1932.7 RODRÍGUEZ FEIJOO, Antonio (1987): “II República y enseñanza en Marbella”, Comunicación inédita presentada al II Congreso

Provincial sobre la República, la Guerra Civil y el Franquismo, Málaga.

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bella no ha contado, hasta épocas recientes, con ninguna de calidad. Sin embargo, los esfuerzos en esta vía fueron notables, ya que las principa-les instalaciones hoteleras estaban destinadas fundamentalmente a acoger a los viajeros que se acercaban a esta población por su carácter de cabeza de partido judicial y centro comercial de la comarca.

La Guerra Civil y la posterior etapa de re-cesión paralizaron la evolución generada con an-terioridad. Dentro de esta situación de penuria se comienza a pensar en iniciativas que poten-cien la imagen de Marbella y generen recursos. En el ámbito público se proyecta, en 1940, un tímido ensanche, la traída de agua y el alcantari-llado en 1941. Junto a estas mejoras, se intenta promocionar la ciudad a través de contratos pu-blicitarios aprovechando cualquier iniciativa. Tal es el caso de la acogida que se ofrece, en 1948, a la propuesta del secretario del Ayuntamiento de Talavera de la Reina, Sr. Olavarría, que ofrece una creación suya, el Himno de Marbella, en el que se resaltan las cualidades de la ciudad: clima, mar, fama, reposo y antece-dentes hispano árabes... Los concejales no dudan en calificar la letra del himno como verdadero reflejo “del maravilloso espectáculo de este be-llo rincón de España”, por lo que encargarán la

música a D. José María Palomo, que lo entregará tiempo después8.

Por su parte, la iniciativa privada, de la mano de D. Ricardo Soriano Scholtz, invertirá en 1947 en la primera urbanización privada del municipio, El Rodeo, que se convertirá en impor-tante palanca para el futuro de la zona. A su vez, potenciará las actividades recreativas al instalar un cine teatro y un café en la Avda. Miguel Cano9.

El cambio de situación internacional ha-cia España se produce en 1950, al anular la ONU su decisión de retirada de embajadores tomada cuatro años atrás. A partir de aquí, nuestro país se incorporará paulatinamente a los organismos internacionales, a la vez que se suscriben impor-tantes acuerdos que suponen, en mayor o menor grado, cuantiosas inyecciones económicas y polí-ticas para el régimen. De modo más concreto, en cuanto a lo relacionado con el turismo, destaca la firma del Convenio de Facilidades Aduaneras en 1954, favoreciendo la supresión de visados para los turistas y, de modo especial, la sustan-

cial devaluación de la peseta respecto al dólar, que culminará cuando el Plan de Estabilización de 1959 pase de 42 ptas./$ a 60 ptas./$, permitien-do un cambio de ritmo de cara al turismo, al aumentar las inversiones en España y en Marbella, a precios irrisorios para

8 AHMMb, Actas Comisión Municipal Permanente, 05-01-1948.9 AHMMb, Ibidem, 03-02-1947.

En el ámbito público se proyecta, en 1940, un tímido ensanche, la traída de agua y el alcantarillado en 1941. Junto a estas mejoras, se intenta promocionar la ciudad a través de contratos publicitarios aprovechando cualquier iniciativa

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los extranjeros. En este contexto se producirá la fundación, en 1951, del Ministerio de Informa-ción y Turismo, nombrándose ministro a Rafael Arias Salgado. Hasta entonces, la política oficial al respecto, iniciada en 1905 merced a la crea-ción de una Comisión Nacional encargada del fo-mento del mismo mediante la creación de la Co-misión Regia de Turismo, se potenciará en 1928 de la mano de Primo de Rivera, al convertirla en Patronato Nacional cuyas normas y reorganiza-ción contarán entre las primeras preocupaciones del gobierno republicano, el cual, con su Ley Mu-nicipal de 1935, conferirá a los ayuntamientos, en el ejercicio de su autonomía, el fomento del mismo. Durante el régimen de Franco depen-derá, desde 1938, del Ministerio del Interior (al crearse la Dirección General de Prensa, Propa-ganda y Turismo), convirtiéndose en 1941 en Dirección General de Turismo, al pasar a depender Prensa y Propaganda de la Vi-cesecretaría de Educación Popular, dentro de la Secretaría General del Movimiento.

A nivel local, la política turística to-mará carácter específico por primera vez en 1958, al crearse la Comisión de Educa-ción, Cultura, Deportes y Turismo, cuyo presidente sería Jaime Molina Martínez, auxiliado por los vocales Salvador Guirado Cervera y Enrique Belón Lima. Al año si-guiente, este último se convertirá en pre-sidente de la nueva Comisión Municipal de Turismo, contando como vocales con Francisco Lima González y Juan Sánchez Villalta10.

De esta manera, llegamos al año 1959, cuando, como en el resto del país, la ciu-dad de Marbella empieza a notar los beneficios económicos del Plan de Estabilización e inicia un período de vertiginoso desarrollo. Estas circuns-tancias son inmediatamente percibidas por los dirigentes políticos de la ciudad, que comienzan, a su vez, a llevar a cabo una espiral de iniciativas para llevar al máximo la capacidad de desarrollo de la ciudad, que en estos momentos, a 31 de diciembre de 1959, tiene 11.409 habitantes y un presupuesto municipal de 3.557.297 ptas.

Así, en el mismo mes de diciembre de 1959, a tenor de la visita del presidente nor-teamericano Eisenhower y por “el hecho de que nuestra ciudad es cada vez más conocida en aquel país, pues anualmente son más nu-merosos los norteamericanos que nos visitan y se asientan en nuestro termino, a la cabeza de los cuales se encuentra el propio embajador en España”, es por lo que se nombra a Eisenhower

alcalde honorario de la ciudad. Por las mismas fechas, el Ministerio de la Gobernación aprobó el expediente tramitado por el Ayuntamiento de Marbella de un Reglamento para la concesión de honores y distinciones y la creación de la Meda-lla de la ciudad11. Poco a poco, van entrando mé-todos más modernos de promoción, tales como documentales publicitarios sobre la ciudad. Así, en 1959, se encarga a Producciones Cinemato-gráficas Merino un documental titulado Esto es Marbella, a fin de proyectarlo en países fuente de turismo y cuyo coste de financiación (150.000 ptas.) será compartido por los industriales de la localidad12. Al año siguiente, se realiza una pro-moción a través de la recién creada Televisión Española para el programa España en verano, en el que se invertirán 30.000 ptas., iniciativa que

parte del delegado del Departamento Comercial de “Diana Radio TV”13. También es el momen-to en que empieza la promoción particular de la ciudad, con iniciativas como las de Restituto Chavarría y Juan Carlos Reina, que presentan en 1959 al Ayuntamiento un proyecto de propagan-da publicitario de radio a fin de incrementar el movimiento turístico de la zona, en colabora-ción con Viajes Costabella y Radio Marbella, con los que estaban respectivamente relacionados. Podemos ver el interés que suscitan los medios de comunicación, en los políticos locales, pues en 1961 se avala por parte del Ayuntamiento un crédito concedido por la Caja de Ahorros Provin-cial de Málaga para la ampliación y reforma de la “Emisora Sindical Costa del Sol”14.

Pero más importantes son otras medidas administrativas para las mejoras necesarias de la estructura turística. Entre ellas, las comunica-ciones. En paralelo con las mejoras de las carre-

10 AHMMb, Actas Ayuntamiento Pleno, 02-02-1958 y 23-09-1959.11 Ibidem, 21-12-1959 y 23-12-1959.12 AHMMb, Expediente de cultura, 164/59, sig. 27/39.13 AHMMb, Actas Ayuntamiento Pleno, 23-07-1960.14 Ibidem, 23-03-1961.

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teras, se amplía el servicio regular de viajeros, tanto con Ronda (1952) como con los diferentes núcleos del municipio, cuya propuesta de crea-ción se hará en 196115. Muy importante fue la modernización del aeropuerto de Málaga (por Ley de 26-12-1958), a fin de permitir el aterri-zaje de aviones a reacción, que se impulsará en 1965, al crearse la línea regular de autobuses con el mismo. Años antes, en 1958, se regula-riza el reducido servicio de taxis, comunicando los hoteles existentes con el núcleo principal de la ciudad, y el año anterior se había iniciado el expediente para la creación de la Estación de Au-tobuses16. En el año 1962, existe una propuesta de Teodosio Reyzabal Revilla para establecer un servicio regular de autobuses entre Madrid y la Costa del Sol, que cuenta con el informe favora-ble de la Corporación17.

En cuanto al desarrollo especifico de la ciudad, el interés que comenzaba a suscitar la Costa del Sol a principios de los años cincuenta tuvo su refrendo legal en la aprobación, en 1955, del Estudio para la Ordenación Turística de la Costa del Sol18. Desde el punto de vista urbanís-tico, según Francisco J. Moreno, “la ingenuidad y buenas intenciones de sus planteamientos lle-

gaban hasta el extremo de limitar la altura en planta baja más una y sugerir la construcción en formas, materiales y estilos en concordancia con la comarca y el paisaje”19. Pese a estos intentos de reforma puntuales, fue en 1956, con la apro-bación de la Ley del Suelo, cuando se inició el planeamiento como figura central del urbanismo al unificar en un solo cuerpo normativo todos sus aspectos legales. En 1957, el Ayuntamiento solicitó, por primera vez en su historia, la con-fección de un Plan General de Urbanismo, pues ya el turismo se había convertido en el principal medio de vida de la población20. El denominado “Plan de ordenación y desarrollo de la Costa del Sol” fue propuesto por una comisión constituida por los decretos de la Presidencia del Gobierno de 7 de marzo y 6 de septiembre de 1958. El 4 de diciembre de 1961 sería aprobado por el Minis-

tro de la Vivienda21. En la introduc-ción de su memoria general ya se exponía el desorden entonces im-perante de la construcción, ya que no existía ninguna recomendación de orden superior, sino que más bien cada ayuntamiento concedía las licencias que se les presentaban. Según Morales Folguera, “Puede decirse que de esta manera de ac-tuar, a la vez que de la divergencia inoperante entre los campos co-rrespondientes a la administración local y central, arrancarían los va-cíos y defectos del urbanismo pos-terior en la Costa”22. El citado plan estaba realizado siguiendo precisa-mente los ejecutados para las gran-des urbes nacionales y ya en él se especificaba la zona de actuación, que se limitaba al sector compren-

dido entre Málaga y Estepona. El estudio aborda-ba los problemas de infraestructura, los nuevos trazados urbanos de los núcleos de Torremoli-nos, Fuengirola Marbella y Estepona, al igual que planteaba una revisión de los valores histó-ricos y arqueológicos de la comarca23. También constaba el plan de los planos de zonificación de los cuatro núcleos y de una serie de normas

15 Ibidem, 25-02-1961.16 Ibidem, 24-02-1958.17 Ibidem, 23-05-1962.18 SECRETARÍA GENERAL PARA LA ORDENACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL: Estudio para la Ordenación turística de la Costa del Sol,

Madrid. 1955.19 MORENO FERNÁNDEZ, Francisco Javier (1998): “La ciudad imaginada: un modelo urbanístico”, en Cilniana n.º 10, Marbella,

pp. 13-21.20 AHMMb, Actas Ayuntamiento Pleno, 24-07-1957.21 MINISTERIO DE LA VIVIENDA: Proyecto de ordenación de la Costa del Sol, Comisión Interministerial para el desarrollo y ordena-

ción de la Costa del Sol, Madrid, 1959, pp. 1 y ss.22 MORALES FOLGUERA, José Miguel (1981): “El planeamiento del urbanismo del ocio en la Costa del Sol Occidental, posibilidad

e imposibilidad”, Boletín de Arte, nº. 2, Universidad de Málaga, p. 118.23 GÓMEZ Y GARCÍA DE LA BUELGA, Juan (1964): “Plan Comarcal de ordenación urbanística de la Costa del Sol Occidental”, Vol.

II, Archivos de la Diputación Provincial de Málaga (Servicio de Urbanismo y Ordenación del Territorio), Málaga, p. 13.

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generales para la construcción en toda la costa. Naturalmente, ni esas normas ni aquellas zoni-ficaciones fueron respetadas, pues los ayunta-mientos consentían una progresiva elevación de las alturas. Así, la Corporación Municipal en Ple-no solicitaba por unanimidad, debido al informe del arquitecto municipal, Guillermo García Pas-cual, la revisión del plan para anular la limitación de superficies mínimas y alturas24. Dos semanas después, la Comisión Provincial de Urbanismo desestimaba la petición limitando la superficie entre un 35% y un 60% del solar y la altura a cinco plantas, pero hacía una excepción en los casos de alto interés turístico o, lo que es lo mismo, daba su aprobación eludiendo el problema. No obstante, las mayores improvisaciones la tuvo el proyecto en lo referente a las zonas intermedias entre los núcleos, cuya urbanización y construc-ción se dejó al libre albedrío de arquitectos y promotores, como ocurrió con la zona de Nueva Andalucía, con José Banús como promotor, entre los dos principales núcleos de Marbella: el cen-tro y la barriada de San Pedro Alcantara. Debido a que los problemas urbanísticos siguen sin solu-ción, el Ayuntamiento de Marbella solicita ayuda técnica y económica al Ministerio de la Vivienda, al amparo de lo dispuesto en el art. 177 de la Ley del Suelo y Ordenación Urbana25, concediéndo-se para ello el 90% del proyecto de un total de 1.495.000 ptas., en marzo de 1964, con lo que se empezará a trabajar en el P.G.O.U. de Marbella, que estará finalizado en 1967.

Por esta época, seguirán los planes de las grandes obras estructurales para acondicionar la población a la llegada cada vez más masiva de tu-ristas y nuevos habitantes. Así, en marzo de 1962 el Ayuntamiento Pleno26 agradece al Consejo de Ministros la aprobación del Plan de Desarrollo de la Provincia de Málaga, por el cual se construirá el embalse de La Concepción en Río Verde, que proveerá de agua potable a toda la comarca. Y en febrero de 1964 se comunica al Ayuntamiento Pleno27 que el Banco de Crédito Local inicia dos

operaciones de crédito, una de 18 millones de ptas., para obras de mejoras de las redes genera-les de distribución de aguas y de saneamiento, y otra de 16 millones quinientas mil ptas., para el embovedado del Arroyo de la Represa, las cuales son de indudable importancia para el desarrollo de la población y mejora de los servicios munici-pales, que serán aprobadas en octubre de 1965. En marzo de 1964, se empieza el proyecto de Paseo Marítimo de la ciudad.

Una vez que se van concretando los be-neficios, tanto económicos como políticos, que el turismo va dando al país, el Ayuntamiento de Marbella aprueba la siguiente moción:

El auge, trascendencia y nombradía que desde el punto de vista turístico está tomando nuestra ciudad y todo el término municipal, la obligación que tenemos de ofrecer un ambiente moral, culto, alegre a cuantos nos visitan y la necesidad de cana-lizar todas nuestras aspiraciones de tipo tu-rístico a través de un órgano local que cola-bore con este Ayuntamiento en la mencio-nada labor que tiene que realizar, mueven

24 AHMMb, Actas Ayuntamiento Pleno 23-10-1961.25 Ibidem, 30-07-1963.26 Ibidem 16-03-1962.27 Ibidem 24-02-1964.

En el año 1962, existe una propuesta de Teodosio Reyzabal

Revilla para establecer un servicio regular de autobuses entre

Madrid y la Costa del Sol, que cuenta con el informe favorable de

la Corporación

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a esta Alcaldía a proponer á la Corporación de su presidencia adoptar el acuerdo de que se solicite del Ministerio de Informa-ción y Turismo la declaración de considerar al municipio de Marbella “zona de interés turístico”. Declarado así si procede podrá [sic] constituirse la Junta Local de Turismo, presidida por el Exmo. Sr. Gobernador y cuyo Vicepresidente es el alcalde, que será el órgano canalizador de esas aspiraciones turísticas a que ha hecho mención. Que han de hacer de Marbella uno de los lugares más visitados del mundo”28.

Lo cual no era cuestión baladí, pues cuan-do se publica la Ley de 28 de diciembre de 1963, de Centros y Zonas de Interés Turístico Nacional, podemos observar que en su título VI, “De los Be-neficios de Declaración de Interés Turístico Nacio-nal”, existen una serie de disposiciones que bene-ficiaban tanto al interés público como privado de los habitantes de dichas zonas, como: reducción de hasta un 50% de impuestos que graven los ac-tos de constitución y ampliación de sociedades que tengan por objeto directo y exclusivo dichas actividades y los contratos de adquisición de los terrenos comprendidos en el Plan de Ordenación y declaraciones de obra nueva; concesión de un régimen fiscal de cotización de carácter especial sin limitación de ninguna clase durante el primer quinquenio; y, entre otras, la bonificación hasta un 90% de aranceles aduaneros para la importa-ción de maquinarias o útiles necesarios para cons-trucciones e instalaciones turísticas que han de ser producidos por la industria nacional. Pero en marzo de 1964, el gobernador civil de la provincia comunica al Ayuntamiento que existe una pro-puesta para iniciar el procedimiento de declarar “Zona de Interés Turístico Nacional” a la Costa del Sol malagueña, a lo cual el consistorio se adhie-re29, abandonando sus pretensiones en solitario.

En estos momentos, el municipio ha to-mado ya un camino y sabe que su futuro está en la industria turística, por ello, cuando en 1965 se publican en el BOP de Málaga unos proyectos con número 6101 y 6100, instados por Roberto Sán-chez Jiménez y Julián García San Miguel y Orueta, para realizar prospecciones mineras en la zona de Marbella, enseguida se reúne la Comisión Munici-pal Permanente para llevar a Pleno una propuesta que dictamine la firme oposición a dichos proyec-tos30, basada en el perjuicio que supone habrá de ocasionar a la riqueza más importante en la actua-lidad de este municipio: la turística.

Dijimos que la ciudad tenía una población de 11.409 personas en 1959; en el año 1966, un poco más de un quinquenio, había pasado a 21.260; casi se duplicó. El presupuesto ordina-rio de 1959 estaba en 3.557.297 ptas.; en el año 1966, el presupuesto ordinario alcanzó la cifra de 23.722.132 ptas., lo que supone un incre-mento del 666%. Además, existe un presupues-to extraordinario, sufragado a través de crédito, subvenciones y contribuciones especiales, de 101.882.127 ptas., para realizar las siguientes obras: ampliación y mejora de las redes genera-les de distribución y saneamiento; embovedado y urbanización del Arroyo de la Represa; construc-ción del Paseo Marítimo; construcción de dieci-séis escuelas y dieciocho viviendas; urbanización terrenos de Leganitos; pavimentación camino de la barriada de San Pedro Alcantara y calle Virgen del Pilar. Otras series de obras estaban en pro-yecto en aquellos días: habilitación del nuevo arresto municipal; construcción de seis escue-las y seis viviendas en la barriada de San Pedro Alcántara; instalación de alumbrado público en Arroyo de la Represa, Paseo Marítimo y carretera general, construcción de nuevo mercado muni-cipal; ampliación de la casa consistorial; y otras. Siendo todas llevadas a cabo. Esto nos indica el movimiento económico público existente. A la vez, la economía privada también seguía esta es-piral de crecimiento. Así, el número de hoteles se duplicó de 1959 a 1965, pasando de doce a veinticuatro. Durante estos años se construye-ron dos campos de golf en el término municipal, un camping, cuatro salas de fiesta; y podemos contabilizar un total de 32 urbanizaciones fuera de los núcleos de población.

A la vista de los movimientos económicos en tan poco espacio de tiempo, no podemos más que estar de acuerdo y dar la razón a todos aque-llos que opinaban y opinan que el Plan de Esta-bilización de 1959 y las leyes liberalizadoras que le siguieron fueron el promotor del desarrollo en el país y por tanto en la ciudad de Marbella. n

28 Ibidem 23-07-1962.29 Ibidem 18-03-1964.30 Ibidem 14-10-1965.

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Cilniana 26/27, 2014-2017: 137-144 ISSN 1575-6416HISTORIA LOCAL

la polítiCa forestal en marbella durante el primer franquismo

ana María ruBia osorio*

RESUMENEste trabajo refleja la situación de los montes de Marbella y su término municipal durante los años del primer franquismo. El Ayuntamiento realizaba públicas subastas anuales para el aprovechamiento de diferentes recursos forestales de los montes de propios del término municipal que no daban los beneficios económicos esperados por lo que se terminó vendiendo los montes de propios de Sierra Blanca y Nagüeles al Patrimonio Forestal del Estado. Por otro lado, la actitud represiva y controladora del Régimen se observa en las cuantiosas multas que tenían que pagar los que incumplían algunas de las leyes forestales dentro de un contexto social y económico de penuria y escasez de posguerra.

PALABRAS CLAVEAprovechamiento forestal, repoblación, pública subasta, delito forestal, denuncias.

ABSTRACTThis work reflects the situation of the mounts of Marbella and its municipal term during the years of the first Francoism. The City Council held public annual auctions for the use of different forest resources of the mounds of the municipal district that did not give the expected economic benefits, which ended up selling the mountains of own of Sierra Blanca and Nagüeles to the Forest Heritage of the State. On the other hand, the repressive and controlling attitude of the Regime is observed in the large fines that had to be paid by those who violated some of the forest laws within a social and economic context of shortages and postwar shortages.

KEY WORDSReforestation, reforestation, public auction, forest crime, complaints.

1. Política forestal durante el franquismo

Tras la finalización de la contienda civil, la política económica autárquica del Ré-gimen era visible en el aprovechamiento

de los recursos forestales, siguiendo una estricta normativa que controlaba la producción y funcio-namiento de los montes españoles. Se entendía por monte o finca forestal toda porción de terreno cubierto total o parcialmente de arbolado forestal, matorral o pastos naturales. Las fincas debían tener claramente su nombre y el número de par-celas y polígonos que tuviese. Debían consignarse la superficie en hectáreas y el tipo forestal de la misma (monte alto o bajo, dehesa, soto, alameda, pastizal, matorral, yermo, duna, terreno pantano-so); clase de árboles presentes en ella (abedules, abetos, acacias, alcornoques, álamos, castaños, cipreses, chopos, encinas, enebros, eucaliptos, fresnos, hayas, laureles, olmos, pinos, pinsapos, quejigos, rebollos, robles, sabinas, sauces y tilos);

tipo de explotación forestal (maderas, leñas, resi-nas, corchos, frutos, carbones, pastos, montanera, caza, esparto, cortezas, plantas aromáticas…); productos maderables en metros cúbicos o en toneladas; leñas en toneladas; carbones y corchos en quintales de 100 kilos, expresando en cada pro-ducto si se obtiene anualmente o temporalmente en años. Las jefaturas de los distritos forestales estaban autorizadas para imponer multas de hasta 10.000 ptas. a los propietarios, fuesen públicos o particulares, que no presentasen las corres-pondientes declaraciones de sus propiedades rústicas o cometiesen ocultaciones o falsedades de las mismas.1

Entre 1940 y 1970, los montes españo-les se vieron afectados por una política estatal orientada a la creación de nuevas masas foresta-les por parte del Patrimonio Forestal del Estado. Los trabajos de repoblación se realizaban con especies de crecimiento rápido (pinos, chopos y eucaliptos), imponiéndose una política de im-

* Profesora de Geografía e Historia en el IES “Río Verde” (Marbella), Doctora en Historia por la Universidad de Málaga y miem-bro del Grupo de Investigación “Historia del Tiempo Presente” (HUM608) de la UMA.

1 Archivo Histórico Municipal de Marbella (AHMMb), Correspondencia de Oficio, C. 127, año 1946.

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plantación de especies destinadas a suministrar las necesidades de la industria papelera y de la madera, produciéndose un abandono relativo de las especies de crecimiento lento y priorizándo-se las necesidades industriales del sector, contri-buyendo con ello al aumento de los incendios fo-restales y a una intensificación de los conflictos sociales con la expulsión de muchos campesinos de los montes vecinales y colisionar con los inte-reses industriales2.

En la provincia de Málaga se proyectó una repoblación forestal de 300.000 ha de montes de un total de 728.000 ha con la que contaba la pro-vincia, con el objetivo de evitar las inundaciones defendiendo las cuencas de los pantanos, conte-ner los grandes declives del terreno y evitar los miles de toneladas de arrastre a los pantanos ya existentes en la provincia, como los del Chorro y Gaitanejo.

Esta repoblación se dividió en tres grupos diferentes: 1. La destinada a proteger sus pre-sentes y futuros pantanos. 2. Repoblación de la zona de los Montes de Málaga. 3. Repoblación no específica. La localidad que mayor ha repobla-das alcanzó en la provincia de Málaga fue Nerja con 3.750, seguida de Ojén con 2.500 y Estepo-na con 2.000 ha. En esta actividad repobladora encontramos la destinada a la Sierra Blanca de Marbella. Las previsiones del Distrito Forestal de Málaga con esta política repobladora en la pro-vincia era la obtención de un 500% del capital invertido en la producción de corcho y un 2.500% en la madera. El presupuesto para llevar a cabo esta repoblación fue de 34 millones de pesetas.3

La importancia de esta política repo-bladora queda reflejada en el hecho de que se especificaba el número de plantas que podían ser solicitadas por entidades y particulares para ser destinadas a repoblación, siendo gratuito el suministro, cobrándose los gastos de arranque, embalaje y transporte si era necesario hasta el lugar de facturación. Las principales especies de

árboles con las que fueron repoblados los mon-tes de la provincia fueron Eucaliptus rastrata, pi-nos carrasco, pinos canariensis y chopos,4 siendo el pino carrasco el árbol que mayoritariamente repobló los montes malagueños.

Se cultivaba el monte siguiendo sus fines económicos mediante un mayor aprovechamien-to a través de cortas intensas, laboreo continuo y repoblación artificial, no teniendo en cuenta la repoblación natural. Se trataba de obtener el mayor beneficio posible del monte bajo medite-rráneo, en un mercado de materias primas fores-tales muy intervenido en el periodo autárquico. Se realizaban subastas públicas anuales de los productos extraíbles del monte, que eran asig-nadas al mejor postor.

El aprovechamiento de las zonas foresta-les pertenecientes al término municipal de Mar-bella desde comienzos del siglo XX se llevaba a cabo a través de esta pública subasta anual. Por este procedimiento se aprovechaban los montes de propios de Sierra Blanca y Nagüeles, así como las tierras de la Colada de Las Chapas y los mon-tes de Río Verde.

El aprovechamiento forestal se dio prin-cipalmente en los primeros años de posguerra, siguiendo las directrices del Ayuntamiento de Marbella desde comienzos de siglo, posterior-mente durante la Dictadura de Primo de Rivera y continuando en la República, pero con escasa vi-gencia tras la finalización de la guerra civil, don-de las comisiones gestoras de los años cuarenta observaban el escaso beneficio que se obtenía de este aprovechamiento, por lo que intentaron obtener mayores recursos desde otras fuentes, como su venta a organismos estatales. Son ob-vias las dificultades económicas por la que atra-vesaba la población tras un conflicto bélico, de ahí las dificultades que aparecen en las subastas para el aprovechamiento forestal, donde la es-casa población con cierto nivel económico era reacia a invertir dinero en cualquier campo de actuación económica.

Tras el paréntesis obligado de la guerra, las primeras comisiones gestoras del franquismo continuaron con estas subastas, que en realidad aportaban escasos beneficios a las arcas munici-pales. Objeto de las mismas eran los pastos, al-garrobos, aceitunas, plantas aromáticas, corcho, palmitos y esparto. En ocasiones, la primera su-basta permanecía desierta al no encontrarse un productor que aportarse suficiente cantidad de

2 Vid. GROOME, H.: “El desarrollo de la política forestal en el Estado Español: desde la Guerra Civil hasta la Actualidad”, Arbor: Ciencia, Pensamiento, Cultura, 505, 1988, pp. 65-110. DEL ARCO BLANCO, M. A.: “El Boletín Oficial del Estado como fuente de la Historia Forestal. El Primer Franquismo (1936-1959)”, Cuadernos de la sociedad española de Ciencias Forestales, 16, 2003, pp. 41-46.

3 Archivo Histórico Provincial de Málaga (AHPM), Sección Gobierno Civil. Ordenación económica de la provincia de Málaga. 1946-1961. Conferencia del gobernador civil, Manuel García del Olmo, en el Círculo Mercantil de Málaga en 1948, C. 12785.

4 En el Boletín Oficial de la Provincia, de 5 de noviembre de 1955, se especifica exactamente el número de árboles disponibles que pueden ser solicitados para repoblación: Eucaliptus Rastrata, 200.000 unidades; Pinus carrasco: 1.000.000; Pinus canariensis: 5.000 y Populus nigna (chopos): 30.000 unidades. AHPM, Sección Gobierno Civil. Agricultura y Ganadería. Años 1950-1955, C. 12393.

Se cultivaba el monte siguiendo sus fines económicos mediante un mayor aprovechamiento a través de cortas

intensas, laboreo continuo y repoblación artificial, no teniendo en cuenta la

repoblación natural

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dinero, por lo que debía repetirse el pro-cedimiento por segunda vez, en distinta fecha y disminuyéndose desde un princi-pio la cantidad inicial de la subasta. En este sentido, se produce una llamada de atención por parte del Distrito Forestal de Málaga para que los ayuntamientos no bajasen los precios arbitrariamente cuan-do la primera y segunda subastas que-daran desiertas. Se concedía el aprove-chamiento de cada uno de los productos mencionados anteriormente a producto-res diferentes. Las primeras subastas tras la guerra civil tuvieron lugar en el otoño de 1939 para la Colada de Las Chapas y montes baldíos de Río Verde.5 Se trataba en realidad de unas subastas que apor-taban escasos beneficios a las arcas mu-nicipales. Estas convocatorias se hacían llegar, además de al Gobierno Civil, a los ayuntamientos más cercanos como los de Ojén, Istán, Benahavís, Mijas, Fuengi-rola y Benalmádena.6 Se subasta dentro de la zona urbana el aprovechamiento de los higos y chumberas de la huerta de El Faro, propiedad del Ayuntamiento7, y se prosiguió, en noviembre de 1940, con la subasta del aprovechamiento de pastos, algarrobos, palmitos, esparto, aceitunas y plantas aromáticas, siendo adjudicadas a personas locales de probada adición al Régimen.8

La explotación de estas tierras comunales no contribuía al aumento de las arcas municipa-les, ya que el aprovechamiento de los escasos recursos que se obtienen de ellas se realizaba a través de estas públicas subastas que no benefi-ciaban en gran medida a la economía municipal9.

Con la Comisión Gestora presidida por Enrique Belón Lima incluso se realiza un proyec-

to que proponía la enajenación de los pinos del Pinar de Valdeolletas perteneciente a bienes de propios del municipio y la futura venta de los pi-nos mediante el mismo procedimiento.10 La serie de subastas de Sierra Blanca y Llanos de Nagüe-les terminó con la venta de estos montes de pro-pios por parte de esta Comisión Gestora al Patri-monio Forestal del Estado, el 4 de septiembre de 1942.11 Se argumenta su venta por los escasos

Ejemplo de ingresos reglamentarios que le corresponde al Ayuntamiento por la subasta del aprovechamiento de los montes de Sierra Blanca y Nagüeles en diciembre de 1940.

FUENTE: AHMMb, Correspondencia de Oficio, C. 113, año 1940.

5 Llevándose a cabo para la primera por cinco años y un valor de 500 ptas. para cada año en la primera convocatoria, y 400 para la segunda. En el aprovechamiento de pastos, algarrobos y corcho de los montes baldíos de Río Verde se estimó un valor de 1.000 ptas. por cada año durante cinco años, en primera convocatoria, y de 900 ptas. en segunda, adjudicándose en 1940 provisio-nalmente por un valor de 900 ptas. para cada año. El aprovechamiento de palmitos de Sierra Blanca fue adjudicado por un valor de 55 ptas. anuales durante cinco años. La adjudicación de pastos y montanera de la Colada de Las Chapas quedó desierta en primera convocatoria, siendo adjudicada en segunda por 500 ptas. [AHMMb, Libro de Actas de las Comisiones Gestoras (LACG), sesiones 18 de octubre de 1939, C. 27, P. 5; 18 de enero de 1940, C. 27, p. 6 y sesión 19 de febrero de 1940, C. 27. p. 6.].

6 La subasta que se llevó a cabo el 10 de septiembre de 1942 para los Montes de Sierra Blanca y Nagüeles en la Casa Consistorial presentaba los siguientes precios por subasta: para pastos, 1.050 ptas.; aceitunas, 200; algarrobas, 2.000; espartos y palmitos, 100 y 175 respectivamente y para plantas aromáticas, 105 ptas. AHMMb, Correspondencia de Oficio, C. 119, año 1942.

7 Trozo de terreno destinado a egido o baldío de 1.600 metros cuadrados, adjudicándose su aprovechamiento a Francisco Urbano Sánchez por un valor de 510 ptas. anuales los higos y 500 ptas. los chumbos (AHMMb, LACG, sesión de 16 de junio de 1941, C. 27, p. 7).

8 Las tres primeras fueron adjudicadas, por un valor de 2.151 ptas. anuales, mientras que la de esparto se concedió por un valor de 125 ptas., quedando desierta la subasta de aprovechamiento de aceitunas. La producción de plantas aromáticas fue adjudicada por un valor de 105 ptas. anuales. En la sesión del Ayuntamiento del 2 de octubre de 1941 se procedió nuevamente a la subasta de aprovechamiento de pastos, algarrobos, palmitos, esparto, aceitunas y plantas aromáticas de los montes de Sierra Blanca y Nagüe-les. Los tres primeros se adjudicaron por 1.050, 2.012 y 75 ptas. respectivamente. El aprovechamiento de esparto se adjudicó en segunda subasta por un periodo de cinco años (1942-1946). (AHMMb, LACG., sesión de 16 de marzo de 1942, C. 27, p. 7).

9 Para el estudio de los montes de los municipios de la comarca de la Costa del Sol Occidental vid. GÓMEZ ZOTANO, J.: “Los Montes de la Costa del Sol. Sierra Bermeja y Sierra Crestellina”, Investigaciones Geográficas, n.º 39, 2006, pp. 47-71.

10 AHMMb, LACG, sesión de 1 de febrero de 1941, C. 27, p. 6.11 AHMMb, Expediente de Bienes nº 18/41, “Venta de los montes de Sierra Blanca y Nagüeles”.

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beneficios obtenidos por el Ayuntamiento con el arrendamiento para el aprovechamiento forestal de estos montes. Al ser adquiridos por el Estado, el objetivo principal era que éste se encargara de la repoblación forestal de los mencionados mon-tes, aliviando de esta forma el problema del paro en la localidad. La venta de los montes de Sierra Blanca y los Llanos de Na-güeles constituyó uno de los hechos de mayor tras-cendencia llevado a cabo por la gestión municipal de la Comisión Gestora de Enrique Belón Lima.12

La venta de estas tierras se realiza al Patri-monio Forestal del Estado, institución que se crea con la Ley Republicana de 1935, durante el Bie-nio Derechista, introduciendo la idea no sólo de que había que reconstruir un patrimonio estatal de montes, sino también de que las repoblaciones habían de hacerse con especies de turno corto y, sobre todo, por interés social. Se realiza un Plan General de Repoblación Forestal, encargado a Joa-quín Ximénez de Erbuny Oseñalde, responsable de la sección forestal del Ebro durante la Dicta-dura de Primo de Rivera, autor de la parte forestal del Plan Republicano de Obras Hidráulicas y al que el gobierno de Burgos encargó, en 1938, la redac-ción, junto con Luis Ceballos, de un Plan General de Repoblación Forestal, concluido en 1939.13

El Patrimonio Forestal del Estado persi-guió desde 1940 un doble objetivo: la produc-ción maderera intensiva para el abastecimiento nacional y el de protección de los montes. A esto tendríamos que añadir la función conferida a las repoblaciones, la de participar en la absorción del paro obrero y campesino. En definitiva, se trataba de lograr el abastecimiento nacional en productos forestales esenciales en una época de una política económica autárquica generalizada. El Estado franquista concibe al monte como un factor productivo más para alcanzar los objetivos de esta política.14

La iniciativa del Ayuntamiento de enaje-nar estas tierras al Patronato Forestal del Estado se comenzó a gestar en el año 1941, como lo indica la sesión ordinaria del 16 de agosto de ese año,15 que como único tema trató su venta, argu-mentándose ésta por los escasos y exiguos bene-

ficios que de las rentas de su aprovechamiento fo-restal estaba obteniéndo-se por parte del Consis-torio. Tras la adquisición por parte del Estado,16 se proponía la repoblación de estos montes, y con ello intentar paliar el acu-sado paro de la ciudad en estos primeros años del

franquismo de posguerra. Idea que no era no-vedosa en el Ayuntamiento de Marbella, ya que durante la República se intentó la repoblación forestal de 500 ha de estas tierras con el obje-to de paliar asimismo el problema del paro, sin embargo, esta iniciativa no encontraría en los organismos del Estado una positiva acogida.17 Con el importe de la venta de estos terrenos de propios se pretendía asimismo emprender obras de mayor utilidad municipal en su doble aspecto económico y urbanístico.

Para la tramitación y realización de ven-tas municipales se requería el trámite de refe-réndum por parte de la Comisión Gestora, se-gún el artículo 3º del Decreto de 25 de marzo de 1938:

Adoptado el acuerdo se dispondrá la inmediata publicación de un extracto del mismo en el Boletín Oficial de la Provincia y la apertura de una información pública, a la que sólo podrán acudir, por escrito, y ante el gobernador civil o el Ayunta-miento, las personas naturales y jurídicas a cuyo particular interés afecte directa y especialmente el acuerdo de que se trata y las corporaciones o entidades de inte-rés público o general y de carácter social

12 Para el estudio de los montes públicos y su actividad productiva durante el primer franquismo vid. GÓMEZ MENDOZA, J. y R. MATA OLMO (1992): “Actuaciones forestales públicas desde 1940. Objetivos, criterios y resultados”, Agricultura y Sociedad, 65, pp. 15-64; ÁLVAREZ MARTÍN, M.: “Una aproximación a la industria resinera española durante el primer franquismo (1939-1959)”, IX Congreso de Historia Agraria, Seminario de Historia Agraria, Bilbao, 15-17 septiembre 1999, pp. 753-770; DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel y A. ORTEGA SANTOS (2005): “Espacios forestales públicos en Andalucía Oriental durante el franquismo (1936-1975)”, en CORTES PEÑA, A, LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, M. L. y SÁNCHEZ MONTES, F. (coords.): Estudio en homenaje al Profesor José Szmolka Claros, Universidad de Granada, Servicio de Publicaciones, pp. 843-856.

13 Decreto de 26 de agosto de 1939, B.O.E., de 22 de septiembre de 1939, sobre el Patrimonio Forestal del Estado y la política forestal franquista. Vid. GÓMEZ MENDOZA, J. y R. MATA OLMO: op. cit., p. 18.

14 Para el estudio del Patrimonio Forestal del Estado, vid. CEBALLOS, I. (1960): “Repoblación Forestal española en los últimos veinte años (1940-1960)”, Estudios Geográficos, 81, pp. 497-507; ORTUÑO MEDINA, F. (1965): “Enfoque y proyección del P.F.E. hacia una economía de montaña”, Montes, 125, pp. 365-368; ÍDEM (1990): “El Plan para la Repoblación forestal de España del año 1939. Análisis y Comentarios”, Ecología, pp. 373-392.

15 AHMMb, LACG., sesión de 16 de agosto de 1941, Caja 27, p. 7.16 Se ofrece al Patronato Forestal del Estado 3.342 ha por un valor de 551.430 ptas. al precio de 165 ptas. la ha (AHMMb, Ex-

pediente de Bienes, n.º 18/41).17 Vid. ALCALÁ MARÍN, Fernando (1988): Marbella. Segunda República y Guerra Civil. (Crónica de una época difícil), Graficsol, Marbella.

El Patrimonio Forestal del Estado persiguió desde 1940

un doble objetivo: la producción maderera intensiva para el

abastecimiento nacional y el de protección de los montes

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o económico radicantes en el respectivo término municipal.18

La legislación municipal vigente en 1938 aún no había sido revisada por el nuevo régimen franquista. Se basaba en leyes anteriores, con-cretamente en el Real Decreto de 2 de abril de 1930, donde se establecía el trámite de referén-dum para determinados acuerdos de importan-cia que los ayuntamientos podían adoptar, como era el caso de esta venta de bienes de propios. Con el Decreto de 25 de marzo de 1938, el Nuevo Estado en sus inicios pretende cambiar el signifi-cado de esta ley hasta su total revisión.19 La natu-raleza autoritaria del régimen no admite ningún tipo de consulta ciudadana, por lo que se aplica la nueva normativa que constituye el referéndum para los acuerdos estableci-dos por las Comi-siones Gestoras.

La cantidad obtenida por la ven-ta de estas tierras de propios había de destinarse al Plan General de Obras de la ciudad, especialmente a los capítulos de urba-nización y saneamiento. Por parte del Patronato Forestal del Estado se procedió a una valoración de los terrenos de propios objeto de enajena-ción con anterioridad a la compra definitiva de los mismos.20

La Dirección General del Patrimonio Fo-restal del Estado propuso este nuevo valor para la realización de la compra, siendo aceptada por la Gestora en sesión extraordinaria de 16 de marzo de 1942. La enajenación será sometida a tramitación sustitutiva de referéndum, aprobán-dose por el Ministerio de la Gobernación.21

El Consejo del Patrimonio Forestal del Es-tado, con la Dirección General, acordó con fecha 4 de septiembre de 1942, la adquisición de los montes de Sierra Blanca y Nagüeles, manifes-

tando el hecho de que el 20% de la cantidad de compra —40.462,48 ptas.— quedaría a favor del Patrimonio Forestal si esa cantidad acreditase es-tar en condiciones de acogerse a la exención del impuesto del 20% de propios a la que se refiere la ley de 5 de diciembre de 1941, por la que se establecen dos clases de exenciones fiscales.22

De acuerdo con lo expuesto en la men-cionada ley, la Corporación Municipal estimó en-contrarse exenta del pago del 20% por esta ven-ta, aludiendo que el dinero de dicha operación sería invertido en la urbanización de la ciudad y saneamiento de sus calles.23

El Patronato Forestal del Estado realiza una valoración de las dos parcelas de terreno de propios del Ayuntamiento de Marbella:

El valor final de la venta fue de 159.745,90 ptas., ya que el 20% permaneció en poder del Pa-trimonio Forestal del Estado. De dicho importe 150.000 ptas. fueron colocadas con garantía hi-potecaria al interés del 5% anual, con mayor ren-dimiento para el municipio que el proporciona-do por la finca enajenada, según las previsiones de la Comisión Gestora. El Ayuntamiento solicitó del Ministerio de Hacienda la entrega del impor-te del 20%, solicitud que fue denegada por no en-contrarse el importe recibido por dicha venta en ninguno de los artículos establecidos por la ley de 5 de diciembre de 1941, ya que no se había invertido en obras de urbanización, saneamien-to o en la adquisición de fincas de la misma na-turaleza jurídica, sino en la remodelación de un edificio que albergaría las reuniones de las clases

Cuadro 1Valoración de los terrenos de Propios de Sierra Blanca y Nagüeles

FUENTE: Carta del Director General del Patrimonio Forestal del Estado 498/1942, dirigida al Ayuntamiento de Marbella (AHMMb, Expediente de Bienes 18/41).

18 Decreto de 25 de marzo de 1938, B.O.E., de 30 de marzo de 1938. 19 Así, dispone en su artículo primero el hecho de la sustitución de referéndum para aquellos acuerdos municipales que aquél

fuera necesario. Serían los miembros de las comisiones gestoras, por acuerdo de dos terceras partes en primera convocatoria y por igual mayoría en segunda, pero bastando en este caso que concurran la mitad más uno de los gestores integrantes de la Comisión, quienes deciden los acuerdos que la gestora debía adoptar (artículo segundo).

20 El ingeniero de Montes del Distrito Forestal de Málaga, Adolfo García Vicente, fue el encargado de efectuar la nueva valora-ción en 202.312,43 ptas. con un valor de 173,85 ptas. la ha. La Dirección del Patrimonio Forestal del Estado propone esta nueva cuantía para la realización de la compra, siendo aceptada por la Comisión Gestora en sesión de 16 de marzo de 1942 (AHMMb, LACG., C. 27, p. 7).

21 Publicándose en el Boletín Oficial de la Provincia de 11 de octubre de 1941 (AHMMb, Expediente de Bienes nº 18/41).22 En el artículo primero se establecía que estaban exentas de satisfacer el tanto por ciento mencionado las corporaciones lo-

cales que obtuviesen productos en concepto de rentas o ventas de inmuebles adquiridos por expropiación forzosa o por permuta, siempre que aquellos productos se aplicasen a la realización de mejoras en las calles y obras de urbanización anterior. En el artículo tercero se establecía la exención de dicho pago para los productos de ventas procedentes de Bienes de Propios que se invirtieran en la construcción o adquisición de inmuebles de idéntico carácter (AHMMb, Expediente de Bienes, nº 18/41, escrito del Ministerio de Hacienda de 12 de abril de 1944 dirigido al Ayuntamiento de Marbella).

23 AHMMb, LACG., sesión de 2 de octubre de 1942, C. 27, p. 8.

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acomodadas de la ciudad que constituirían los apoyos sociales al Régimen.

La Comisión Gestora encontró en la venta de estas tierras de propios una salida para elevar los ingresos municipales, presentándose ante la población como un hecho necesario para mitigar el elevado paro obrero de la ciudad, haciendo pre-dicciones para un futuro próximo, donde el Estado haría posible que numerosos ciudadanos pudiesen trabajar en la repoblación de esos montes, surgien-do como el elemento salvador de la precaria situa-ción económica y social de la Marbella de posgue-rra. En la realidad, la mejora del paro en la ciudad no será observable en absoluto con esta venta de tierras de propios al Estado. El importe obtenido por esta venta se dedicó íntegramente a la recons-trucción del edificio del casino de la ciudad.

En el marco de la política forestal hay que citar la creación de un vivero forestal junto al casco urbano de la ciudad, en la finca denomina-da “La Fontanilla”, propiedad del Ayuntamiento, cedida al Distrito Forestal de la provincia de Má-laga.24 En 1940, el Ayuntamiento cedió al Estado del mismo modo una parte de la finca denomina-da “El Faro” con el idéntico objetivo. Se trataba

de 3.100 ha que sirvieron para la repoblación no solo de los montes de Marbella, sino también de los de Istán y Ojén, ya que en este año los dos únicos viveros que existían en la provincia de Málaga resultaban ser insuficientes para la re-población de los montes de la provincia. En la política forestal de la provincia fue un hito im-portante la creación del vivero de Marbella.

Ese mismo año, comenzó un proceso de repoblación de los montes de Propios de Mar-bella que se llevó a cabo durante la década de los cuarenta. Los montes se repueblan con pinos, eucaliptos, cipreses, plátanos orientales y aca-cias. Estas especies eran pedidas por parte de la Comisión Gestora al ingeniero jefe de la Séptima División Hidráulica-Forestal de Málaga, que era la persona encargada de enviar los pedidos de especies de repoblación a los distintos ayunta-mientos de la provincia.

A mediados de la década de los cuarenta, las fincas rústicas pertenecientes al Ayuntamien-to habían disminuido en número y extensión tras la venta de los montes de Sierra Blanca y Nagüe-les. Eran fincas situadas en los alrededores del municipio o en su término municipal: la llamada “Llanos de la Pólvora”, localizada en el partido de Valdolletas (de 1 ha, 50 a y 99 ca); el “Pinar de Valdeolletas”, situado en el mismo partido que la anterior, poblado de pinos con una extensión de 3 ha 52 a y 39 ca, y una cuarta finca denominada “Colada del Cañuelo”, localizada en el partido de Las Chapas, con arboleda y pastos y una exten-sión de 32 ha 63 a y 63 ca.25

Los cortes de arboleda, principalmente de pinos, eucaliptos y alcornoques, que se realiza-ban en las distintas fincas y propiedades estaban fuertemente legisladas, una vez que tenían la au-torización del Ministerio de Agricultura a través de la Dirección General de Montes, Caza y Pesca fluvial y del Distrito Forestal de Málaga. Esta au-torización caducaba al año y se encontraba en el lugar de la corta a disposición del guarda forestal y de la guardia civil; ambos tenían el cometido de vigilar si el número de árboles y sus diáme-tros eran mayores a los autorizados y, en caso afirmativo, denunciarlo a la Jefatura del Distrito Forestal, incautándose del total de los productos cortados, levantándose acta de esta incautación, que también debía ser firmada por el dueño de la finca o el comprador, si estaba autorizado para cortar. Debían ser repoblados en un máximo de dos años por los propietarios de las mismas; de no ser así, debían pagar una multa. Del mismo modo, si hubiera que hacer trabajos de recono-cimiento en las fincas, los gastos que se ocasio-nasen y los viajes del personal técnico debían ser satisfechos por los propietarios. Quedaba

24 AHMMb, Correspondencia de Oficio, C. 113, año 1940. 25 AHMMb, Correspondencia de Oficio, C. 125, año 1945.

Modelo autorización corta de eucaliptos.FUENTE: AHMMb, Correspondencia de Oficio, C. 127, año 1946

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prohibida la transformación en carbón de los ro-llos iguales o superiores a 18 cm, a excepción de aquellos que por su longitud, configuración o estado sanitario no fuesen aptos para maderas. El interesado y la guardia forestal estaban obli-gados a dar cuenta del comienzo y final de las cortas al Distrito Forestal de Málaga. Por Orden del Ministerio de Agricultura de 4 de octubre de 1952, B.O.E., del 11 de octubre, se establecía la obligación por parte del vendedor de poner en conocimiento del Servicio de la Madera, dentro de los cinco días siguientes al de su realización, la venta autorizada por escrito, dando cuenta del precio, que no debía de ser inferior al precio base que se indicó en su momento para el apro-vechamiento del recurso forestal en cuestión.26

2. El delito forestal

La utilización del monte para el pastoreo y la explotación de todos y cada uno de sus re-cursos por parte de la población se mantuvieron a lo largo de todo el periodo como herencia de los antiguos usos comunales. Por ello, la acti-vidad en los montes propios estaba estrecha-mente vigilada, tanto por la guardia civil como por los temidos guardias jurados.27 Tanto unos como otros formularon numerosas denuncias a pastores que entraban a pastar con su ganado, principalmente cabrío, vacuno y lanar, a los mon-tes de propios. La amplitud de estas denuncias demuestra la importancia que el monte tuvo en la supervivencia de una población que vivía al límite y cuyos recursos fueron, en los años de la autarquía, explotados al máximo. Para muchos, las algarrobas y las almendras se convirtieron en el único alimento, buscado afanosamente jun-to al espárrago, la tagarnina y cualquier hierba que pudiera ser comestible o puesta en venta. Igual importancia tuvo la corta de leña en unos momentos en los que la escasez de combusti-ble era total. Como demuestra el caso de Mijas, algunos recursos del monte, como el esparto, se convirtieron en el centro de una economía sumergida.28

En todos los casos estas infracciones su-ponían el pago de multas, cuya cuantía variaba

según el caso, y que pagaban una vez oídas las personas implicadas en lo que se consideraba el uso ilegal de estos montes. En el caso del pasto-reo abusivo, la mayoría de los llamados a decla-rar reconocen que son ciertos los hechos, pero manifestando que su ganado entró involuntaria-

mente a pastar en esos terrenos. Las multas eran pagadas por los dueños

de los ganados y no por los pastores y oscilaban entre 25 y 300 ptas. Mientras los dueños del ga-nado pagaban la multa, los pastores sufrían pena de prisión menor de dos a tres días. En los casos de cultivos, la cuantía podía llegar a las 400 o 500 ptas. Para la corta indebida de algarrobas y almendras la multa oscilaba en torno a las 25 ptas.29 Junto a las multas, se pagaba otra cuantía por “daños y perjuicios” en muchas ocasiones mayor que la propia multa, por lo que finalmen-te el montante económico resultante a pagar y que debía terminar en las arcas municipales era considerable para una población que en los años de posguerra pasaba auténticas penalidades económicas. Cada caso quedaba recogido en su respectivo expediente, donde aparecen narrados los hechos y los datos concretos de lo aconteci-do en las tierras de propios, así como la cuantía de la multa a pagar y el montante por daños y perjuicios. El procedimiento a seguir estaba le-gislado.30

En los años cincuenta el importe del pago de las multas y de la cuantía por “daños y perjui-cios” se iguala. Estas multas debían ser pagadas antes de quince días a contar desde el mismo día que el interesado recibía la notificación corres-pondiente; una normativa que venía a completar el conjunto de la legislación represiva y que, en el marco de la lucha por la supervivencia, dejaba

26 AHMMb, Correspondencia de Oficio, C. 141, segundo trimestre, año 1953.27 Fue una violencia de las clases en el poder con las clases trabajadoras, desde los parámetros más altos del Estado franquista

hasta los mismos poderes locales. Para el estudio de esta opresión “legítima” del franquismo, vid. MIR CURCÓ, C.: “Violencia políti-ca, coacción legal y oposición interior”, en SÁNCHEZ RECIO, G. (ed.): El Primer Franquismo (1936-1959), Ayer, 33, 1999, pp. 115-145.

28 Vid. FRASER, R.: Mijas: República, guerra, franquismo en un pueblo andaluz, Antoni Bosch, Barcelona, 1985.29 AHMMb, Correspondencia de Oficio, C. 123, año 1944. 30 Real Decreto de 8 de mayo de 1884. Reforma de la legislación penal de montes establecida por las Ordenanzas de 22 de

diciembre de 1833. Artículo 1º: El que sin autorización competente ocupare, rompiere o roturare todo o parte de un monte público o variare su cultivo, incurrirá en una multa igual al valor de lo aprovechado, decomisándose los productos forestales fraudulentos. Cuando el valor de lo aprovechado no pueda estimarse, la multa será igual al importe de los daños y perjuicios ocasionados. En todo caso abonará el valor de los daños y perjuicios ocasionados. Artículo 4º: El que cortare o arrancare árboles, leñas gruesas o ramaje, cepas o tocones, será castigado con una multa igual al valor de los productos, decomisándose éstos. Además pagará los daños y perjuicios (ALCUBILLA MARTÍNEZ, M.: Diccionario de la Administración Española, Tomo 7, Madrid, 1887. Disponible en: http://bvpb.mcu.es/es/consulta/registro.cdm?id=440732).

La utilización del monte para el pastoreo y la explotación de todos y cada uno de sus recursos por parte de la población se mantuvieron a lo largo de todo el periodo

como herencia de los antiguos usos comunales

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Ana María Rubia Osorio La política forestal en Marbella durante el primer FranquismoHISTORIA LOCAL

a los individuos inermes ante la coacción insti-tucional.31

En la misma década disminuye el aprove-chamiento de los montes de propios o particula-res sobre pastos, frutos, maderas, leñas, resinas y corchos, por lo que el Ayuntamiento dejó de en-viar certificaciones de las mismas a la Diputación Provincial. Igualmente, comienza la venta a parti-culares de amplias parcelas en los montes de apro-vechamiento forestal y se observa un considerable aumento de corte de arboleda a partir de 1955. La causa de ambos acontecimientos la podemos en-contrar directamente unida al comienzo del desa-rrollo turístico, por lo que en los años finales de los cincuenta los recursos obtenidos desde esta fuente de ingresos por parte del Ayuntamiento son muy escasos, ya que éstos han cambiado de dueño y sus tierras no se dedican al aprovechamiento del cam-po sino a propiedades particulares, con amplias villas de recreo y zonas hoteleras, con pequeñas “islas” de terreno aún dedicadas a la agricultura.

3. Conclusión

A modo de reflexión, podemos establecer que el aprovechamiento de los recursos forestales

en Marbella y su término municipal, como en el resto del país, estaba sometido a los dictámenes de la política económica autárquica franquista. De la misma manera que a nivel político y social los vencedores dejaban claro al resto de la población quiénes habían ganado la guerra civil, en los bos-ques y campos del término municipal la actitud represora del Estado estaba presente en los deli-tos forestales, cometidos en la mayor parte de los casos como consecuencia de la situación de mise-ria que la política autárquica estaba produciendo en la población y que azotaba especialmente a las clases más débiles económicamente, muchos de cuyos representantes eran familiares de republica-nos asesinados en la guerra o que se encontraban presos en las cárceles franquistas dispuestas por todo el país. Eran personas que no tenían ningún pasado político republicano, pero cuya ignorancia en los límites territoriales de las grandes hacien-das por las que transitaba el ganado que cuidaba les hacía cometer estas infracciones, que siempre suponían el pago de multas, cuya cuantía varia-ba según los casos y que pagaban los dueños del ganado y no los pastores, quienes pasaban a dis-posición judicial hasta que el dueño del ganado pagase la multa, una vez oídos los testimonios de las personas implicadas en el caso; entre estos testimonios, indudablemente era el del guarda fo-restal que abría la denuncia el que tenía un mayor peso en la resolución final, por muchas alegacio-nes que hiciera el dueño del ganado y el pastor en su defensa. En la utilización de los recursos fo-restales de los montes comunales, destacaron las numerosas denuncias llevadas a cabo como con-secuencia de pastoreo abusivo, así como por la recogida ilegal de algarrobas y palmitos. En todos los casos las infracciones llevaban consigo el pago de multas, incluidos los cortes de árboles ilegales para su consumo como leña, que la mayoría de las veces no podían ser solventadas por los denuncia-dos, llevando implícito en ocasiones la computa-ción de la multa por penas de arresto.

Esta política forestal de los años del primer franquismo refleja igualmente en el aprovecha-miento forestal el carácter opresivo del régimen, con una legislación dura y perfectamente clara con-tra los que traspasasen esta legalidad vigente que, al fin y al cabo, lo que hacía era reflejar el contexto social de la mayor parte de la población sometida a unas necesidades alimenticias como consecuen-cia de la implantación de una política económica autárquica, población que recurría al monte para conseguir aliviar sus problemas de supervivencia diaria. Así pues, con el delito forestal nos encon-tramos con otra muestra de represión del Estado hacia la población más desfavorecida. n

31 Si no se procediese al pago de la multa en el plazo establecido, la Alcaldía procedía por la vía de apremio a razón del 5% diario durante veinte días; si no fuera así, se remitía por la Alcaldía las diligencias de notificación y apremio a Jefatura de Distrito, para que, llegado el caso, se procediese por la vía judicial a la exacción de las mismas de conformidad con el artículo 3º del R.D., del 29 de julio de 1924, Gaceta de Madrid de 31 de julio de 1924.

Imposición de dos días de arresto menor por pastoreo abusivo. FUENTE: AHMMb, Correspondencia de Oficio, C. 141, año 1953

Cilniana 26/27, 2014-2017: 145-153 ISSN 1575-6416HISTORIA LOCAL

los orígenes de “el Cable” en marbella

ana María ruBia osorio*

RESUMENEl presente trabajo nos acerca a las últimas décadas de explotación de la mina de magnetita de “El Peñoncillo” situada entre los términos municipales de Marbella y Ojén y que era explotada desde el siglo XIX. Tras diferentes etapas de explotación a lo largo de los siglos XIX y XX, reanuda su actividad extractiva tras la guerra civil a través de la compañía madrileña FERARCO S.A., compañía que se vio inmersa en un largo proceso jurídico y burocrático con los dueños de fincas a expropiar con el objeto de construir un cable aéreo que facilitase el transporte del mineral desde la mina hasta su embarcadero en la playa, observándose como el Régimen franquista favorece a las compañías que estaban dentro de su programa de economía autárquica frente a las disposiciones legales vigentes de sus propios apéndices políticos como el gobernador civil.

PALABRAS CLAVEMagnetita, FERARCO, expropiación forzosa, cable aéreo, monocable, bicable.

ABSTRACTThe present work brings us closer to the last decades of exploitation of the “El Peñoncillo” magnetite mine located between the municipalities of Marbella and Ojén and which was exploited since the 19th century. After different stages of exploitation throughout the nineteenth and twentieth centuries, it resumes its extractive activity after the civil war through the Madrid company FERARCO SA, company that was immersed in a long legal and bureaucratic process with the owners of farms to expropriate in order to build an aerial cable that would facilitate the transportation of the mineral from the mine to its pier on the beach, observing how the Franco regime favors the companies that were within its program of autarkic economy in front of the current legal provisions of his own political appendages as the civil governor.

KEY WORDSMagnetita, FERARCO, forced expropriation, aerial cable, monocable, bicable.

1.- Características generales de la economía franquista

Es bien conocida la negativa situación del país tras la finalización de la guerra civil, pero hemos de destacar que esta crisis

económica no puede achacarse exclusivamente a estas circunstancias. El franquismo se “autoprote-ge” con la implantación de la “Autarquía”1, política oficial del franquismo hasta bien entrada la déca-da de los cincuenta. El Régimen se cierra a toda ayuda económica exterior y se siente capaz de salir por sí mismo de los problemas económicos que afectaban al país en la inmediata posguerra.

Franco establece el programa económico nacionalista, autárquico, con el objetivo princi-pal de lograr el desarrollo nacional con el mayor grado posible de autosuficiencia. Se insiste en incrementar la nacionalización de la producción. Existía el pleno convencimiento de las posibi-lidades españolas para la creación de técnicas propias ignorando las extranjeras. Desde el fran-quismo se impide el acceso a las tecnologías ex-tranjeras y a la importación de bienes de equipo, mientras todo ello sí se facilitaba a las institucio-nes nacionales, como el INI2. Pronto se vieron los resultados negativos de esta política autárquica en la economía del país3.

* Profesora de Geografía e Historia en el IES “Río Verde” (Marbella), Doctora en Historia por la Universidad de Málaga y miem-bro del Grupo de Investigación “Historia del Tiempo Presente” (HUM608) de la UMA.

1 RICHARDS, M.: Un tiempo de silencio. La guerra civil y la cultura de la represión en la España de Franco, 1936-1945, Crítica, Barcelona, 1999.2 El Instituto Nacional de Industria, se crea por Ley de 25 de septiembre de 1941, B. O. E., de 30 de septiembre de 1941.

Esta institución debía “asegurar la sustitución de las importaciones estableciendo un tejido industrial de carácter estatal”. En el preámbulo de la Ley, se recoge la necesidad de la creación de nuevas industrias y el aumento en número de las ya existentes “que permitan respaldar nuestros valores raciales con el apoyo indispensable de una potente industria”. MAYAYO, A, LO CASCIO, P. y RÚA, J. M.: Economía franquista y corrupción, Flor del Viento Ediciones, Barcelona, 2010, p. 35.

3 GONZÁLEZ ENCISO, A. y MATÉS BARCO, J. M. (coords.), Historia económica de España, Ariel, Barcelona, 2006, p. 904.

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Ana María Rubia Osorio Los orígenes de “El Cable” en MarbellaHISTORIA LOCAL

Sin embargo, de-bemos señalar el hecho de que los grandes gru-pos políticos de la nación no fueron tan perjudi-cados por esta política económica del nuevo régimen. Los industriales tenían una mano de obra barata “que no presenta problemas laborales”, a pesar de que los salarios a mediados de los cuarenta eran un 50% de los existentes en 1936, contribuyendo al aumento del enriquecimiento de aquéllos. Los bancos, igual-mente, se beneficiaron de la política autárquica a partir de la Ley de 1946, que prohibía la actuación de la banca extranjera en España, liberándolos de la competencia internacional, a lo que le añadiría-mos el hecho de disponer de los numerosos aho-rros generados por el mercado negro.

El régimen franquista, tras finalizar la gue-rra, comienza a realizar prontas medidas para la consecución de la política económica autárquica. Creó el llamado Plan de Reconstrucción Nacio-nal, donde se proponía la eliminación del déficit de la balanza de pagos exterior en una década. Este programa económico autárquico no obtuvo los resultados deseados. La política era arbitraria en su aplicación, se improvisaba con frecuencia y había falta de coordinación.

Los precios y salarios eran controlados por el Estado. Éste reforzaba la estructura eco-nómica dominante de la pequeña y mediana empresa concediendo incluso créditos, y no rea-lizaba inversiones fuertes de capital en las gran-des empresas, ni se produjo la introducción de nuevas y modernas técnicas. Pero todo ello era difícil de llevar a cabo. España se encontraba in-mersa en el ostracismo internacional y su propia experiencia interna, política y económicamente, impedía la búsqueda de capital extranjero.

La situación de la agricultura en el resto del país durante los primeros años del franquis-mo tampoco era positiva. La producción presen-taba los índices alcanzados en los años anterio-res a la guerra civil debido a las consecuencias de la propia guerra, a la falta de inversiones, de mejoras técnicas y a las inclemencias clima-tológicas, fundamentalmente durante los años

de sequías, dando lugar a malas cosechas4. Se observa una mejora en la producción agrícola a partir de la finalización de los cuarenta, debido a las mejoras en la irriga-ción con la construcción de canales y pantanos. Años en los que la esca-sez y racionamiento de alimentos básicos dio

lugar a la aparición de un cada vez mayor y flore-ciente mercado negro.

A partir de la siguiente década comienzan a producirse cambios importantes en la agricul-tura, con los que se inició la transformación agrí-cola que se produciría en los últimos veinte años del Régimen.

La industria en estos años de posguerra presenta numerosas dificultades, al igual que la agricultura. La política estatal concedía una gran importancia a la producción siderúrgica, a la energía hidroeléctrica, registrando ambas, a fina-les de la década de los cuarenta, un crecimiento considerable5.

El sector servicios comenzó a despuntar lentamente a comienzos de los cincuenta, para desarrollarse aceleradamente durante los años posteriores, hasta alcanzar cuotas elevadas al fi-nal del Régimen. El turismo se convirtió en unas de las industrias de este sector que presentaría un mayor nivel de desarrollo.

El periodo autárquico finalizó a partir del cambio de gobierno de 1957, con la entrada de los tecnócratas y la creación del Plan de Estabi-lización Económica de 1959, dentro del Plan de Reorientación Económica, dirigido e impulsado por estos tecnócratas del Opus Dei y bajo la su-pervisión del Fondo Monetario Internacional. La política económica autárquica fue sustituida por el mercado como elemento regulador y la aper-tura al exterior, como elemento de dinamismo económico.

2. La mina de “El Peñoncillo” y “El Cable”

La explotación de magnetita en la mina si-tuada entre los términos municipales de Marbella y Ojén se produce desde los años veinte del siglo

Los industriales tenían una mano de obra barata “que no presenta problemas laborales”, a pesar de que los salarios a

mediados de los cuarenta eran un 50% de los existentes en 1936, contribuyendo al aumento del enriquecimiento de aquéllos

4 Para la incidencia de la política autárquica en la agricultura, vid. los trabajos de BARCIELA LÓPEZ, C.: La financiación del Servicio Nacional del Trigo, 1937-1981, Banco de España, Servicio de Estudios, Madrid, 1981. Del mismo autor, “Los costes del franquismo en el sector agrario: la ruptura del proceso de transformación”, Introducción, en GARRABOU, R, BARCIELA LÓPEZ, C. y JIMÉNEZ BLANCO, J. I. (eds.): Historia agraria de la España Contemporánea, T. 3. El fin de la agricultura tradicional (1900-1960), 3 vols., Crítica, Barcelona, 1986, pp. 383-454.

5 CLAVERA, J. y otros: El capitalismo español: de la autarquía a la estabilización (1939-1959), Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1978; GONZÁLEZ GONZÁLEZ, M. J.: La economía política del franquismo (1940-1970), Tecnos, Madrid, 1979; CARRERAS, A.: “La indus-tria: atraso y modernización”, en NADAL, J, CARRERAS, A. y SUDRIÁ, C. (eds.): La economía española en el siglo XX. Una perspectiva histórica, Ariel, Barcelona, 1987, pp. 280-312; COBO ROMERO, F.: “La historia social y económica del régimen franquista. Una breve noticia historiográfica”, Ayer, n.º 36, 1999, pp. 223-239.

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XIX, siendo la materia prima trasladada para su fundición a los Altos Hornos de Río Verde, pro-piedad de Manuel Agustín Heredia, quien, junto a un grupo de empresarios malagueños, compró los yacimientos de magnetita de “El Peñoncillo”, el 6 de septiembre de 1826, a Diego Owens6. Marbella mostró, pues, una imagen eminente-mente industrial durante las primeras décadas del siglo XIX, para pasar a ser principalmente ex-tractiva en las últimas décadas del mismo siglo, cuando la inversión de la compañía inglesa “The Marbella Iron Ore Company and Limited” hizo su presencia en la mina de “El Peñoncillo” hasta las primeras décadas del siglo XX7.

El trabajo en el sector minero no llegó a constituir una alternativa al trabajo agrícola, que era la principal actividad económica de la ciudad; solo el excedente de la mano de obra provocada por la filoxera y las restricciones de la colonia agrícola de San Pedro de Alcántara en el contrato de trabajadores locales proporcionarían mano de obra a la mina8.

La disminución de mineral ex-traído y los reducidos beneficios que la mina aportaba a la compañía inglesa desembocó en el cierre de la misma en 1930, aunque durante algún tiempo, la compañía se dedicó a exportar el mi-neral ya extraído. Finalmente, en 1934, se produce su desmantelamiento. La producción hasta entonces fue variable, dadas las irregularidades en la presenta-ción del yacimiento.

Tras el paréntesis de la contienda civil, se reanuda la explotación de magnetita en la mina “El Peñoncillo”, de la que un informe del Distrito-Minero de Málaga indica no ser tal la de-nominación de la mina, sino “La Concepción”9. Esta mina era en realidad un grupo minero for-mado por las concesiones “Concepción”, “Encar-nación”, “Teresa”, “Ampliación a Concepción”, “Pilar Tercera Fracción”, “Pilar Primera y Segunda Fracción” y “Pilar y Asunción”. Podríamos dedu-cir que “El Peñoncillo”, más que el nombre de una mina, era, pues, un área de explotación.

La extensión ocupada por la explotación de la mina era de 38 ha, y era explotada por la

compañía FERARCO, S.A., compañía mercantil anónima domiciliada en Madrid, constituida por accionistas bilbaínos, siendo los más importan-tes los Aznar10. La finca “Huerta del Peñón” fue vendida por sus propietarios el 5 de diciembre de 1947 a un industrial de Bilbao, que estaba vin-culado a la futura sociedad FERARCO, S.A. Esta sociedad se constituye el 1 de mayo de 1948. El industrial vasco transmite la propiedad de la finca a la sociedad mercantil ya constituida. Esta compañía era la titular de la concesión de explotación de mineral de hierro denominada “Concepción” que eran las antiguas minas de “El Peñoncillo” con 255 pertenencias, sita en los tér-minos de Marbella y Ojén, perteneciente al Dis-trito Minero de Granada-Málaga.

Durante la primera etapa de la explota-ción de la mina por la compañía inglesa, el trans-porte se realizaba a través del ferrocarril, que transportaba el mineral hasta el embarcadero y que atravesaba el centro del núcleo urbano11.

En el momento de ponerse en marcha la nueva actividad extractiva, no sólo las antiguas infraestructuras de transporte estaban desman-teladas, sino que no parece que la incipiente vo-cación turística de la ciudad, que además desa-rrollaba nuevos planes urbanos, contemplara la posibilidad de que el mineral atravesara, como en la época anterior, el casco urbano del pueblo,

6 BERNAL GUTIÉRREZ, J.: “Marbella Minera”, en SERRANO LIMA, A. (coord.): Imágenes de Marbella IX: La Minería, Catálogo de la Exposición de Fotografías de la Asociación Cilniana, Marbella, 2004, p. 13.

7 Vid. BERNAL GUTIÉRREZ, José Un caso de colonialismo minero británico en el panorama liberal del Sexenio Democrático. Constitución y fase inicial de “The Marbella Iron Ore Company & Limited” (1869-1874), Tesis Doctoral inédita, Universidad de Málaga, 2010.

8 PRIETO BORREGO, L.: “La situación de las clases trabajadoras en Marbella durante las primeras décadas del siglo XX”, Baetica, 23, 2001, pp. 693-712. De la misma autora, un estudio sobre las protestas anticaciquiles y la relación de los obreros con la Patronal en “Formas y pervivencias de la violencia política. Las comarcas occidentales malagueñas: de la resistencia anticaciquil al primer bienio republicano”, Historia Social, 79, 2014, pp. 3-22.

9 Para las dificultades que estaban presentes en el proceso industrializador andaluz durante los siglos XIX y XX, vid. BERNAL, A. M. y PAREJO BARRANCO, Antonio: “La economía andaluza: atraso y frágil vertebración”, en GERMÁN ZUBERO, L. G. y otros: Historia económica regional de España, siglos XIX y XX, Crítica, Barcelona, 2001, pp. 299-330.

10 LUNA AGUILAR, Antonio: “Huerta del Peñón”, Diario Sur, 4 de abril de 2010.11 BERNAL GUTIÉRREZ, J.: “El ferrocarril minero de San Juan Bautista y el “Muelle del Hierro”. El proyecto de infraestructura

viaria de The Marbella Iron One C&L (1869-1872)”, Cilniana, 19, 2006, pp. 27-34.

Plataforma de carga del muelle de hierro (Fotografía de 1891 realizada por Joaquín Chinchilla)

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por lo que la compañía FERARCO, S.A., solicitó al Ingeniero Jefe del Distrito Minero de Granada-Málaga en 1953 la instalación de un cable aéreo de transporte del mineral desde la mina de “El Peñoncillo” hasta la playa, con el objeto de fa-cilitar su traslado desde el lugar de extracción, hasta su embarque, para ser comercializado con el exterior, teniendo en cuenta que la única sali-da que tenía el mineral, desde el punto de vista económico, era por mar y, al carecer Marbella de puerto y debiendo hacerse el embarque en mar abierto, se hacía necesario tener en dicho lugar un importante depósito que, para cuando vinieran a cargar los barcos que debían de tener una capacidad mínima de 3.000 t, calado me-dio y estuvieran especializados en esta clase de transporte de minerales, se encontrara listo el mineral para dicho embarque; al no tener ningún otro abrigo en la zona los buques, no podían esperar más que escasos días, espe-cialmente por la presencia de vientos de levante y po-niente de cierta intensidad. La estación de descarga ter-minaba 350 m mar adentro, teniendo una capacidad de transporte de 50 t.

Los diversos trabajos de investigación llevados a cabo en la mina “La Concep-ción” pusieron de manifies-to no solo la presencia de un mineral de baja ley y ley media para su explotación a cielo abierto, sino también una importante masa para su explotación en subterrá-neo, pero que precisaba ser

sometido a tratamiento, operación que se proyectaba realizar en la planta de Be-neficio de las Escombreras.

La línea de transporte del mineral de hierro hasta el mar se proyectó de dos formas: un monocable, construido por la compañía “British Rompeways Company and Limited”, de 2.425 m de longitud, desde El Peñoncillo hasta 90 m al norte de la carretera general de Cádiz a Barce-lona, en un lugar próximo a la playa, con capacidad de transporte de 50 t la hora, cable de 27 mm de diámetro, disponién-dose de 70 baldes en servicio y cinco en reserva, con una velocidad de marcha de 135 m por minuto y una capacidad por balde de 450 kg y una separación por balde de 73 m. Este monocable estaba soportado por 17 caballetes de madera; las estaciones terminales también eran de este material. Y un bicable de 450 m

de longitud desde este punto hasta la estación de descarga en el mar, internándose en el mismo sobre tres caballetes, constituyendo el último la estación de descarga, formado por un pilar de hormigón, asentado sobre pilotes, debido a la naturaleza del terreno sobre el que se había de edificar, construido misma compañía, constitui-do por dos cables vías y un tercer cable tractor de 450 m de longitud, con una capacidad de carga de 200 toneladas por hora, con 27 baldes en la línea y cuatro en estaciones, que con una carga de 1.350 kg por balde, una velocidad de 83,5 m por minuto y una distancia entre balde de 33,75 m, daban este servicio de 200 toneladas a la hora. El diámetro del cable de cargado era de 49 mm y el de vacío 32. El monocable era dispo-sitivo de descarga y el bicable de carga.

Además de las instalaciones de estación de descarga del cable aéreo monocable, depósito de mi-nerales y estación de carga (aéreo tricable), se proyectó instalar al norte de la carre-tera una casa para el encar-gado, así como viviendas para guarda y obreros; al este, oficinas, transformador de energía eléctrica e insta-laciones auxiliares del mis-mo. Al sur de la carretera, se proyectan un taller de fragua y calderería para reparación de los elementos del cable o tranvía, especialmente bal-des, y más al este, edificio para garajes y espacio dedi-cado a almacén de materia-les, hierro, bidones y cables de repuesto; infraestructu-

Barco mercante fondeado en la torre de embarque del embarcadero de Ferarco.Las vagonetas transportaban el mineral desde la mina del Peñoncillo y lo introducían en

las bodegas. Años 50 (Foto: Pedro A.)

Tercer caballete en construcción, estación de descarga del mineral, 1956

(Fondo Fotográfico, Grupo “Historia de Marbella”)

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ras que, por su proximidad a la carretera, se consideró más oportuno instalarlos en este lugar12.

Igualmente, se pro-yectó una pista con el ob-jeto de poder transportar los materiales necesarios para la construcción e ins-talación de la Planta de Beneficio (Planta de tri-turación y concentración magnética) para beneficiar las escombreras, situadas al sureste de la mina de “La Concepción” y para la construcción del tranvía aéreo. La menciona-da pista partiría de la carretera de Marbella a Ojén, en el emplazamiento del paso a nivel con el ferrocarril minero, llegando hasta la Planta de Beneficio, con una longitud de 860 m, desnivel entre carretera y Planta de Beneficio de 42 m, pendiente máxima del 7%, curvas de radio de 20 m y anchura de seis m.

Instalaciones que se presentaban costo-sas de construir al carecer Marbella de puerto de refugio, pero que eran necesarias si se quería proceder a una debida explotación de los recur-sos mineros, dadas las dificultades de embarque y transporte del mineral. Dicha petición pasa a ser estudiada por la Oficina Técnica de Urbanis-mo de la Comisión Superior de Ordenación de la Provincia de Málaga. Para el año 1956, se tenía previsto poner en marcha el cable, el embarcade-

ro, aún en construcción, y el taller de concentración de magnetita.13

En este año, el Ayuntamiento de Marbe-lla controlaba la produc-ción de la mina, siendo éste el que recibía por parte del Estado el 16% de recargo municipal so-bre el 5% que gravaba el producto bruto sobre las minas. Ante esta situa-ción, el Ayuntamiento de Ojén reclamó a la Admi-nistración de Renta Públi-

ca la concesión de dicho pago, ya que la mina se encontraba en su mayor parte en su término municipal, correspondiendo al de Marbella las instalaciones que se dedicaban a la limpieza del mineral y su transporte por cable aéreo hacia el mar para ser embarcado.

Nos encontramos, pues, ante una dispu-ta entre ambos ayuntamientos que comenzó en 1958, con la mencionada reclamación del Ayuntamiento de Ojén, a la que la Delegación de Hacienda de Málaga dio su informe positivo. El Ayuntamiento de Marbella respondió con un recurso interpuesto contra Acuerdo de la Admi-nistración Provincial de Rentas Públicas relativo al derecho a la percepción de recargo municipal, que grava el producto bruto extraído de la mina, exponiendo que existían 38 empleados que te-nían su domicilio en Marbella. El consistorio

12 AHPM. Sección Gobierno Civil, Expediente de minas 1950-1955, C. 7418. 13 S. A.: Estadística Minera y Metalúrgica de España 1956, Ministerio de Industria, Dirección General de Minas y Combustibles,

Madrid.

Perfil pista desde carretera a planta de Beneficio, finales años cincuenta.FUENTE: Archivo Histórico Provincial de Málaga, AHPM, Sección Gobierno Civil, Expediente de minas 1950-1955, C. 7418

Se proyectó una pista con el objeto de poder transportar los materiales necesarios para la construcción e instalación de

la Planta de Beneficio (Planta de trituración y concentración

magnética) para beneficiar las escombreras, situadas al sureste de la mina de

“La Concepción” y para la construcción del tranvía aéreo

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marbellí siguió probando posibilidades de con-seguir beneficios por la explotación de la mina y pide que sea repartido el impuesto según el número de trabajadores de cada término muni-cipal. El Tribunal Económico Administrativo Pro-vincial de la Delegación de Hacienda lo conside-ró y no tuvo inconveniente en realizar lo expues-to por el Ayuntamiento de Marbella, siempre que la empresa FERARCO, S.A. presentase un listado con el domicilio de todos los trabajadores de la mina. El Ayuntamiento de Ojén presentó unas cifras en las que se indicaba el número de obre-ros domiciliados en Marbella, 28, mientras el nú-mero correspondiente a los de Ojén era de 122, variando en diez obreros el número presentado por el Ayuntamiento de Marbella. En este baile de cifras, la última palabra la tendría la propia

empresa explotadora de la mina, quien presenta la cifra definitiva de 31 obre-ros domiciliados en Mar-bella y 64 en Ojén.

Para la construc-ción del mencionado cable aéreo, la sociedad FERAR-CO, S.A. debía ocupar fin-cas en la zona oriental con-tigua al municipio, dada la configuración del terreno, el lugar de situación de la mina y de las escombreras, al sur de la cual se encon-traba una planta de tritu-ración y concentración de magnetita, cuya capacidad de producción por jorna-da era de 400 t de mine-ral vendible y la distancia y accidentes geográficos desde las fincas al mar, en virtud del expediente se-guido al amparo de la Ley de Minas de 19 de julio

de 1954. Debía ocuparse una finca en el partido de las Albarizas, en el arroyo Segundo, con una extensión de 2 ha 52 a y 50 ca, y un valor de ex-propiación de 12.875 ptas., cuya propietaria era Francisca Pérez Juan, quien la había comprado a su antiguo propietario, José Andrade Domínguez, por la tercera parte de lo que FERARCO le ofrecía por la compra de dicha parcela.

La necesidad de la ocupación de estos terrenos era importante. El proyecto de cables debía cruzar el último trozo de la finca, o sea, el de carga, siendo el trazado del mismo el más adecuado a la configuración del terreno y a la distancia, procurando no acercarse demasiado a la población. El cable arrancaba en la parte norte de la carretera para terminar en el lugar de atra-que y carga de los barcos.

En las proximidades había una estación que podía considerarse como intermedia, ya que en ese lugar terminaba el sector del cable procedente de la mina y empezaba el de carga de vapores, con los consiguientes dispositivos de carga y descarga. Al ser un lugar céntrico, era precisamente ahí donde debían disponerse las edificaciones proyectadas de fraguas, talleres, depósitos de materiales, garajes y, en la parte sur de la carretera, por estar los terrenos a nivel con la misma y no en plano más elevado, como ocurría en la parte norte.

Aparece una segunda finca a expropiar, propiedad de José Andrade Domínguez, la “Ha-cienda del Campo”, en el partido de Las Albari-zas, con una extensión de 11 ha 85 a y 6 ca, de la que no se hace valoración del terreno por haber

Plano con disposición de las fincas a expropiar, 1953.FUENTE: AHPM, Sección Gobierno Civil, Expropiación forzosa, años 1956-1969, C. 12427

Para la construcción del mencionado cable aéreo, la

sociedad FERARCO, S.A. debía ocupar fincas en la zona oriental

contigua al municipio, dada la configuración del terreno, el lugar de situación de la mina y de las escombreras, al sur de la cual se encontraba una planta

de trituración y concentración de magnetita

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sido comprado directamente por la sociedad ex-propiante FERARCO, S.A. al propietario14.

La mayor finca a expropiar era la finca rústica llamada “Huerta del Peñón”, situada en el partido de su nombre, con una extensión de 12 ha 87 a y 80 ca, con un valor de expropiación de 25.843,98 ptas., perteneciente a Enrique Pa-riente Montero, adquirida mediante retracto in-terpuesto por este señor contra FERARCO, S.A., que fue sancionado por el Tribunal Supremo en enero de 1952, fijando como precio de dicho retracto la cantidad de 25.091,25 ptas., que era el precio base fijado por su expropiación, más el 3% de afección que hacían las 25.843,98 ptas. mencionadas; finca, en su mayor parte, dedicada a regadío y alguna parte a secano y que no ha-bía sido mejorada desde el retracto, sino todo lo contrario: aparecía más bien abandonada y sin agua del pozo que se encontraba en el interior de la finca, atravesada al norte por una franja de tierra que se vendió para la construcción del fe-rrocarril minero de San Juan Bautista. Ambas fin-cas presentaban en su extensión pozos de agua.

Se comienza un procedimiento de expro-piación forzosa de terrenos precisos para las labores mi-neras, instalaciones, talleres, elementos de transporte y otras obras que fueran ne-cesarias. Estas fincas para expropiar aparecen en el Bo-letín Oficial de la Provincia de Málaga de 29 de enero de 1954. Todas las fincas fueron ocupadas temporalmente por FERARCO mientras el proce-dimiento de expropiación de los terrenos seguía su curso legal.

Por ello, la Jefatura del Distrito Minero Granada-Má-laga acuerda la necesidad de ocupación forzosa de las fin-cas mencionadas. Se procede a la peritación de las mismas, apareciendo desavenencias entre el perito de la compa-ñía FERARCO y los peritos de los propietarios de la finca a expropiar, especialmente en la extensión de las fincas, sus lindes y realización de los pla-nos del terreno. La expropia-ción de los terrenos, a pesar de estas diferencias, continuó su procedimiento y fue rati-ficada por el Consejo de Mi-

nistros, el 29 de abril de 1955, siendo ministro de Industria, Joaquín Planell Riera, por lo que a partir de esta resolución no se hacía necesaria una ocupación de carácter temporal, sino que tendría un carácter permanente. Esta actuación siguió la normativa vigente de la Ley de Expro-piación Forzosa de 10 de enero de 1879.

El propietario, José Andrade Domínguez, presenta ante el ingeniero jefe del Distrito Mi-nero Granada-Málaga, el 23 de mayo de 1953, y ante el Ayuntamiento de Marbella, unos meses

14 Archivo Histórico Municipal de Marbella, AHMMb, Correspondencia de Oficio, C. 147, primer trimestre, año 1956. AHPM, Sección Gobierno Civil. Expropiación forzosa, años 1956-1969, C. 12427.

Posición de la Finca “Huerta del Peñón” con respecto a la mina “La Concepción”, 1953.FUENTE: AHPM, Sección Gobierno Civil, Expediente de minas 1950-1955, C. 7418.

En las proximidades había una estación que podía considerarse como intermedia, ya que en ese

lugar terminaba el sector del cable procedente de la mina y

empezaba el de carga de vapores, con los consiguientes dispositivos

de carga y descarga

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después, el 19 de septiembre de 1953, una re-clamación contra el proyecto de construcción de cable aéreo y ante el proyecto de expropiación de su finca, aludiendo causar un gran proble-ma, ya que rompería la unidad de cultivo de sus tierras, único medio de vida con el que contaba para el mantenimiento de su familia. La reclama-ción fue desestimada por la Jefatura de Minas, indicando que fue presentada en el Ayuntamien-to de Marbella vencido el plazo para la presenta-ción de oposiciones a dicho proyecto. Fue sella-do con registro de entrada de 23 de septiembre de 1953.

Igualmente, el propietario Enrique Pa-riente Montero realiza una reclamación contra la resolución de la Jefatura del Distrito Minero de Granada-Málaga de fecha 12 de diciembre de 1953, por la que se decretó la necesidad de ocu-pación de los terrenos de su propiedad y poste-rior expropiación forzosa para Utilidad Pública.

Los recursos de alzada de ambos pro-pietarios contra la resolución de la Jefatura del Distrito Minero de Granada-Málaga, de 12 de diciembre de 1953, fueron desestimados, apare-ciendo en el BOE de 24 de mayo de 1955, pro-poniéndose la necesidad de ocupación de los terrenos sobre la extensión y medidas a los que se referían los informes técnicos realizados a tal efecto.

La reclamación de Enrique Pariente Mon-tero pasó posteriormente al Gobierno Civil, que decidió suspender las actuaciones del expedien-te de expropiación hasta que fueran aclaradas las lindes de la finca, pese a lo cual la sociedad ocupó la finca mencionada, tratando de desco-nocer la situación legal planteada con nuevas edificaciones que proyectaba destinar a futuras dependencias de la sociedad, hecho que fue de-nunciado por el propietario de la finca ante el gobernador civil.

La Abogacía del Estado resuelve en el caso a favor del propietario de la finca, desestimando el recurso de reposición interpuesto por FERAR-

CO, S.A., donde no se estimaba necesario el lin-dero de dicha finca, requiriendo a la empresa a que mientras subsista la resolución mencionada se abstuviera de ejecutar cualquier acto que su-pusiera la ocupación de la propiedad. Finalmen-te, el propio Ministerio de Industria, a través de la Dirección General de Minas y Combustibles, resuelve estimar el recurso interpuesto por FE-RARCO, S.A. contra la resolución del gobernador civil de Málaga de 11 de septiembre de 1956 de suspender el proceso de expropiaciones, alegan-do como justificación el hecho de que, en caso de que el perito encontrara indeterminada la fin-ca, debía procederse a su determinación por las autoridades competentes y no a la suspensión del proceso de expropiación.

Igualmente, el Distrito Minero de Gra-nada-Málaga estimó el recurso interpuesto por FERARCO contra la resolución del gobernador civil de suspender temporalmente la expropia-ción forzosa de la finca, instándose a una nueva delimitación de la misma por parte de un tercer perito, al que se le hace saber que en principio sus funciones se limitarían a precisar si la finca objeto de expropiación estaba suficientemente determinada. Este perito especifica que los lí-mites de la zona este de la finca, efectivamente, podían ser objeto de discusión, por lo que era necesario efectuar el deslinde correspondiente. Con ello, el Catastro procede a una nueva valo-ración de la finca por rústica y pecuaria por un valor de 495,23 ptas., bajando enormemente su precio de expropiación inicial.

A partir de este momento, el Ministerio de Industria acuerda la continuación del expe-diente de expropiación forzosa en periodo de justiprecio y culpa al propietario de la finca de negligencia por no haber procedido al deslinde total de su finca desde 1951. El Ministerio des-estimó el recurso de alzada interpuesto por En-rique Pariente Montero contra la resolución de la Dirección General de Minas y Combustibles de 11 de octubre de 1957, aclarando que se ha de precisar con toda exactitud la parte de la finca a expropiar. Finalmente, por Orden del Ministerio de Industria de 18 de febrero de 1961, se conti-nuó definitivamente el expediente de expropia-ción de la finca, notificándose este hecho a su propietario15.

Se autorizó, finalmente, la instalación del cable aéreo siempre que se ajustara a las si-guientes condiciones: El teleférico que se pro-yectaba debía llegar a la costa para descargar el material lo más alejado posible de la ciudad, a 4 km, o pasada la desembocadura de los arroyos que se encuentran al este de la ciudad, llama-dos Segundo y de Pescadores. Las instalaciones complementarias al transporte del material por

15 AHPM. Sección Gobierno Civil. Expropiación forzosa. Años 1956-1969, C. 12427.

La construcción del Puerto Pesquero, que comenzó en la segunda mitad de los cincuenta, hacía incompatible la cercanía

de cualquier mecanismo de embarque en la nueva etapa minera. Sin embargo,

el llamado popularmente “Cable” se instaló muy cerca de la nueva barriada

de pescadores “Fernández Cuesta”, conocida como “La Bajadilla”

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vía aérea debían ser las indispensables para la instalación de básculas, almacenes, oficinas y demás instalaciones necesarias para la explota-ción. Las edificaciones debían ajustarse a las nor-mas de máxima sencillez, poca altura, empleo de materiales naturales, supresión de adornos y de elementos superfluos. Los edificios debían cumplir estrictamente su función, sin sobrarles ni faltarles elementos, consiguiéndose de este modo un equilibrio en la estética de los mismos. La mayor perfección se lograría cuando el paisa-je dominase a la construcción. Para conseguirlo y evitar el polvo, ruido y olores desagradables, las instalaciones se rodearon de una franja de terreno con plantación de arboleda, formando un bosque de 50 m de ancho como mínimo16.

Las condiciones impuestas por la Comisión Provincial de Urbanismo de-muestran una atención a los efectos de-rivados de la actividad industrial sobre el urbanismo y los servicios de la ciudad muy distinta de la tenida en cuenta por la IRON ONE, cuyas instalaciones ocupa-ron toda la zona al sur del casco urbano y las playas que lo rodeaban. Ello esta-ba en relación con la nueva orientación económica de la ciudad y la necesidad de separar los espacios urbanos y el li-toral, según las nuevas funciones17. La construcción del Puerto Pesquero, que comenzó en la segunda mitad de los cin-cuenta, hacía incompatible la cercanía de cualquier mecanismo de embarque en la nueva etapa minera. Sin embargo, el llamado popularmente “Cable” se ins-taló muy cerca de la nueva barriada de pescadores “Fernández Cuesta”, conoci-da como “La Bajadilla”.

A finales de los cincuenta y co-mienzos de los sesenta la población de Marbella era de 12.069 h, según datos de la Memoria de Población y Demografía realizada por Damián López Cano para el Ayuntamiento de Marbella en 1982, de los que trabajaban en el sector minero, solo el 1,2% de la población activa de la ciudad. Según datos del Ayuntamiento de Ojén, la producción de la mina a finales de la década de los cincuenta era de 30.000 a 35.000 toneladas anuales18.

Con este proceso de expropiación for-zosa de fincas y con el objeto de facilitar el transporte del mineral extraído en “El Peñon-cillo” por la compañía FERARCO, S.A., se ob-serva la importancia que el Estado franquista

daba a las sociedades y compañías del país que contribuían a la política económica del Nuevo Estado, en este caso, a una sociedad de explo-tación minera, frente a los intereses legales de los propietarios de tierras, incluso desestiman-do las actuaciones que sus propios apéndices políticos, como era el gobernador civil, llevaban a cabo con el objeto de establecer soluciones dentro de la legalidad vigente. Los beneficios económicos de la producción minera eran prio-ritarios ante las disposiciones políticas a nivel provincial o los intereses particulares de los propietarios de las fincas.

Otras minas existían en el término muni-cipal de Marbella: desde las primeras décadas del siglo XX se constata una mina llamada “Brillante” dedicada a la obtención de amianto, en el paraje denominado “Cerro del Oropel” y otra dedicada a la obtención de plomo, llamada “Buenavista”. En el término municipal de Benahavís existía una cantera de mármol propiedad de Jaime Parladé, sita en la finca Alcuzcuz. Sin embargo, no pre-sentaron unos índices de explotación significati-vos en la economía de la ciudad19. n

16 AHMMb, Correspondencia de Oficio, C. 141, segundo trimestre, año 1953.17 Un estudio sobre la transformación urbana de Marbella en MORENO FERNÁNDEZ, F. J.: “La ciudad imaginada”, Cilniana, 10,

1998, pp. 13-21 y “Datos para una historia urbana de Marbella”, Cilniana, 12, 1999, pp. 8-21.18 AHMMb, Expediente de Asuntos Generales, n.º 106/60.19 AHPM. Sección Gobierno Civil. Expedientes de minas, 1924-1959, C. 2149.

“El Cable” en la actualidad. Fondo Fotográfico, Grupo “Historia de Marbella”