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Nec spe nec metu por Gabriel Albiac El miedo y la esperanza manufacturan subjetividad sierva. Al servicio de la brutalidad codificada. Y «un príncipe que quiera mantenerse, deberá estar dispuesto a poder ser no bueno y a usar o no usar de ello conforme a la necesidad». La necesidad es la única lógica del político. No basta con actuar al margen de cualquier criterio de verdad o moral. Es imprescindible construir la pantalla que haga esas violaciones invisibles. Construir a la medida la mirada del súbdito: construir al súbdito. La hora gris por Arturo Pérez-Reverte Habéis fumado su tabaco y más a menudo, ellos el vuestroy compartido su comida. Ahora es la última vez, porque tenéis que largaros de allí. Os habéis despedido de todos, los que siguen vivos, porque ya no podréis volver. Lo saben y lo sabéis. Los tanques serbios presionan cada vez más, su infantería está a pocas calles del centro de la ciudad y las bombas siguen machacándolo todo. Viviendo con los etarras por Íñigo Domínguez Recuerdo de pequeño un miedo de otra época, el pánico nuclear. Viví en Caracas en los noventa y era considerada una de las ciudades más peligrosas del mundo. También las he pasado putas en la montaña, porque hacía alpinismo. Y estuve una vez en un curso de exorcistas. Pero donde más miedo he pasado ha sido en Bilbao, cuando vivía allí. Tenía miedo de que me mataran. Cosas no de este mundo Un apunte sobre el miedo en la literatura por Javier Calvo Aquí va una paradoja: la consolidación de la literatura de terror consiguió que los cuentos de terror no dieran miedo. Lo contrario que el folclore y la religión que se encuentran en su base. Muchas de aquellas historias atávicas usaban el miedo para inculcar preceptos o prohibiciones. Para generar ansiedades morales. Y eran terroríficas de verdad. La luz roja por Montserrat DomínguezAl encenderse la luz roja, se apagaron los murmullos. El silencio en el estudio era total. Pensó en las redes y sintió una punzada en el vientre. Es unos minutos, sería el cachondeo nacional: #notienesniidea, #queverguenza #jubilateya #eresunfraude. Vio sus torpezas y sus tartamudeos dando tumbos por los programas de zapping, viralizándose en internet, carne de memes y montajes, a cada cual más ingenioso, más divertido, más cruel. Premonición e ironía por Javier Marías De niño, lo que más miedo me daba eran algunas películas, lo visto suele impresionar más que lo leído. Pocas, la verdad, ya que uno aprendía pronto a diferenciar entre la realidad y la ficción, entre lo que era juego y lo que iba de veras. Por eso mismo el temor nos asaltaba más cuando veíamos algo que en efecto había sucedido en la vida, en algún tiempo, que no era inventado o imaginado por un director y unos guionistas. Y, no sé cómo, siempre sabíamos lo que era «histórico». El silencio del asesino por Félix de Azúa Una vez cometido el crimen, Abraham habría bajado de la colina guardando el mismo silencio que guardó mientras subía con Isaac. Este silencio, el silencio de la obediencia absoluta, es lo que atormentaba a Kierkegaard. Cuando sabes que cometerás un acto terrible y no te puedes sentir culpable cuando lo has hecho, el silencio es tu único refugio. Entrevista Fernando Torres por Nacho Carretero Recuerdan los treintañeros de Corcubión un pueblecito en la Costa da Mortea un niño madrileño con pecas que gastaba agosto jugando al fútbol. Solía participar en los torneos de fútbol sala que se celebraban y competía con chavales tres y cuatro años mayores. «El cabrón dice un vecinono hacía nada, ninguna filigrana especial. Pasaba desapercibido, pero acababa el partido y el niño aquel había metido ocho goles» 288 páginas · 5 entrevistas · 15 € Cumplimos cuatro años y lo celebramos acompañados por Arturo Pérez-Reverte, Joaquín Sabina, Laura Freixas, Javier Marías, Santiago Auserón, Andrés Trapiello, Montserrat Domínguez, Gabriel Albiac, Sergi Pàmies, Ignacio Vidal-Folch, Enric González, Carlos E. Cué, Félix de Azúa, Pablo Simón, Javier Calvo, Íñigo Domínguez, Risto Mejide, Juan Tallón, Kiko Amat y Nacho Escolar, entre otros. También con dos grandes reportajes y entrevistas a Letizia Battaglia, Fernando Torres, James Ellroy, Marc Marginedas y Cayetana Guillén Cuervo. Ya disponible en la Jot Down Store y a partir del 1 junio en la red de librerías Jot Down . Los pedidos encargados en nuestra web durante el tiempo de preventa, hasta el 31 de mayo, incluyen gratis el bloc de notas «Jaws». Consulta nuestro sumario de contenidos en vídeo . Sumario de contenidos Jot Down #11 Especial ¿Quién dijo miedo?

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Nec spe nec metu

– por Gabriel Albiac –

El miedo y la esperanza manufacturan subjetividad

sierva. Al servicio de la brutalidad codificada. Y «un

príncipe que quiera mantenerse, deberá estar

dispuesto a poder ser no bueno y a usar o no usar de

ello conforme a la necesidad». La necesidad es la

única lógica del político. No basta con actuar al

margen de cualquier criterio de verdad o moral. Es

imprescindible construir la pantalla que haga esas

violaciones invisibles. Construir a la medida la mirada

del súbdito: construir al súbdito.

La hora gris

– por Arturo Pérez-Reverte –

Habéis fumado su tabaco —y más a menudo, ellos el

vuestro— y compartido su comida. Ahora es la última

vez, porque tenéis que largaros de allí. Os habéis

despedido de todos, los que siguen vivos, porque ya no

podréis volver. Lo saben y lo sabéis. Los tanques

serbios presionan cada vez más, su infantería está a

pocas calles del centro de la ciudad y las bombas

siguen machacándolo todo.

Viviendo con los etarras

– por Íñigo Domínguez –

Recuerdo de pequeño un miedo de otra época, el

pánico nuclear. Viví en Caracas en los noventa y era

considerada una de las ciudades más peligrosas del

mundo. También las he pasado putas en la montaña,

porque hacía alpinismo. Y estuve una vez en un curso

de exorcistas. Pero donde más miedo he pasado ha

sido en Bilbao, cuando vivía allí. Tenía miedo de que me

mataran.

Cosas no de este mundo Un apunte sobre el miedo en la literatura

– por Javier Calvo –

Aquí va una paradoja: la consolidación de la literatura

de terror consiguió que los cuentos de terror no dieran

miedo. Lo contrario que el folclore y la religión que se

encuentran en su base. Muchas de aquellas historias

atávicas usaban el miedo para inculcar preceptos o

prohibiciones. Para generar ansiedades morales. Y eran

terroríficas de verdad.

La luz roja

– por Montserrat Domínguez–

Al encenderse la luz roja, se apagaron los murmullos. El silencio en el estudio era total. Pensó en las redes y sintió una punzada en el vientre. Es unos minutos, sería el cachondeo nacional: #notienesniidea, #queverguenza #jubilateya #eresunfraude. Vio sus torpezas y sus tartamudeos dando tumbos por los programas de zapping, viralizándose en internet, carne de memes y montajes, a cada cual más ingenioso, más divertido, más cruel.

Premonición e ironía

– por Javier Marías –

De niño, lo que más miedo me daba eran algunas

películas, lo visto suele impresionar más que lo leído.

Pocas, la verdad, ya que uno aprendía pronto a

diferenciar entre la realidad y la ficción, entre lo que

era juego y lo que iba de veras. Por eso mismo el temor

nos asaltaba más cuando veíamos algo que en efecto

había sucedido en la vida, en algún tiempo, que no era

inventado o imaginado por un director y unos

guionistas. Y, no sé cómo, siempre sabíamos lo que era

«histórico».

El silencio del asesino

– por Félix de Azúa –

Una vez cometido el crimen, Abraham habría bajado de

la colina guardando el mismo silencio que guardó

mientras subía con Isaac. Este silencio, el silencio de

la obediencia absoluta, es lo que atormentaba a

Kierkegaard. Cuando sabes que cometerás un acto

terrible y no te puedes sentir culpable cuando lo has

hecho, el silencio es tu único refugio.

Entrevista

Fernando Torres

– por Nacho Carretero –

Recuerdan los treintañeros de Corcubión —un pueblecito en la Costa da Morte— a un niño madrileño con pecas que gastaba agosto jugando al fútbol. Solía participar en los torneos de fútbol sala que se celebraban y competía con chavales tres y cuatro años mayores. «El cabrón —dice un vecino— no hacía nada, ninguna filigrana especial. Pasaba desapercibido, pero acababa el partido y el niño aquel había metido ocho goles»

288 páginas · 5 entrevistas · 15 €

Cumplimos cuatro años y lo celebramos acompañados por Arturo Pérez-Reverte, Joaquín Sabina, Laura Freixas, Javier Marías, Santiago Auserón, Andrés Trapiello, Montserrat Domínguez, Gabriel Albiac, Sergi Pàmies, Ignacio Vidal-Folch, Enric González, Carlos E. Cué, Félix de Azúa, Pablo Simón, Javier Calvo, Íñigo Domínguez, Risto Mejide, Juan Tallón, Kiko Amat y Nacho Escolar, entre otros. También con dos grandes reportajes y entrevistas a Letizia Battaglia, Fernando Torres, James Ellroy, Marc Marginedas y Cayetana Guillén Cuervo.

Ya disponible en la Jot Down Store y a partir del 1 junio en la

red de librerías Jot Down. Los pedidos encargados en nuestra

web durante el tiempo de preventa, hasta el 31 de mayo,

incluyen gratis el bloc de notas «Jaws».

Consulta nuestro sumario de contenidos en vídeo.

Sumario de contenidos Jot Down #11

Especial ¿Quién dijo miedo?

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Posdata: Te temo

– por Diego Cuevas –

Las crónicas señalan a Le Manoir du Diable como la

primera película de horror de la historia, una pieza

muda filmada en 1896 por Georges Méliès en la que

Mefistófeles atosigaba a un caballero mediante la

cocina creativa y un pelotón de fantasmas. Era una

cinta arriesgada por introducir el componente

sobrenatural en la ficción fílmica y por atreverse a

retar al espectador con su duración excesiva de tres

intensos minutos. En aquellas últimas cabezadas del

siglo xix, la gente raramente prestaba atención

durante más de ciento ochenta segundos a algo que

no fuese hacerle la cobra al cólera y procurar

sobrevivir más allá de los cuarenta años.

La máquina de muerte

de la calle 63

– por Pedro Torrijos –

El 7 de mayo de 1896, H. H. Holmes, cuyo verdadero

nombre era Herman Webster Mudgett, fue ejecutado

por ahorcamiento en la prisión de Moyamensing,

Pennsylvania. Tenía treinta y cuatro años y había

pasado cinco de los últimos siete dedicándose a

matar.

Érase dos veces Juan sin Miedo

– por Bárbara Ayuso –

Érase... dos veces, porque esta historia sucede en dos

tiempos, y tiene dos protagonistas: un hombre y una

mujer. No, no es una historia de amor, porque ellos

nunca se conocerán. De hecho, ni siquiera habitan el

mismo plano de realidad. Comparten, eso sí, que

ninguno tiene nombre. Ni miedo.

Entrevista

Letizia Battaglia

– por Iñigo Domínguez

Es la gran dama de la fotografía italiana, aunque surja

de los bajos fondos, del periodismo de sucesos y de su

lado más oscuro, la mafia. Es considerada, a secas, la

fotógrafa de la mafia. Su fama es mundial. Retrató en

Palermo y Sicilia los años más terribles de la Cosa

Nostra, de finales de los setenta a los noventa, con un

blanco y negro de sábanas de cadáveres y viudas, un

contraste de brutalidad y exquisita delicadeza.

Temo, luego existo

– por Tsevan Rabtan –

¿Conozco el miedo? Me lo pregunto seriamente por no acumular más palabras inútiles y por no perpetrar nuevos énfasis. Primo Levi, en Si esto es un hombre, tarda pocas páginas, las mismas que le llevan a Auschwitz, en decir «Ya no teníamos miedo».

Por qué me asustan las

historias de zombis y el gárum

– por Ignacio Escolar –

Era una zona de nadie, azotada por las cabalgadas de

los cristianos y las razias musulmanas, por esclavistas,

por bandoleros, por la lepra, por los ejércitos durante

las guerras o las bandas de mercenarios sin otro

empleo que el pillaje durante la paz, por las hambrunas

que en algunos años —inicios del terrible siglo xiii

especialmente— convirtieron el canibalismo en algo

para nada excepcional. Matar, morir, sobrevivir. La

muralla no era un capricho. No era opcional. No es

siquiera una rareza de la Castilla medieval: es lo más

común en la historia de la humanidad.

Miedo al Quijote

– por Andrés Trapiello –

No se sabe por qué los alemanes, franceses, italianos e

ingleses pueden leer el Quijote en sus respectivas

lenguas actualizadas, mientras que a los españoles e

hispanohablantes se les obliga a hacerlo en una lengua

que apenas comprenden, si no es con esfuerzo y

tenacidad.

Chi ha paura muore

ogni giorno

– por Ignacio Vidal-Folch –

Quince años después de los asesinatos de sus amigos

seguía preguntándose si «ya había pagado bastante la

culpa de permanecer vivo». Ese remordimiento absurdo

que sienten a veces los supervivientes de la desgracia

que ha abatido a sus seres más queridos. Cuando le

asaltaban los recuerdos de aquellos años inolvidables

le volvían las lágrimas a los ojos: lágrimas de pena, y a

veces también de risa, por ejemplo cuando se

encontraba en el juzgado redactando una sentencia de

condena por el hurto de nueve gallinas y un gallo.

Lo inminente

– por Rubén Díaz Caviedes –

Ya no hay pragmáticas sanciones contra quienes

«cometieren el nefando delito contra naturam», pero

sí nuevas leyes «contra la propaganda homosexual».

Ya no se celebran autos de fe para quemarles vivos,

pero se han inventado «safaris» para darles caza. En

Estados Unidos se sabe cada vez de más suicidios

juveniles entre chicas y chicos LGTBI, atribuidos al

acoso escolar y familiar y al creciente éxito de las

terapias de conversión. En Rusia repunta con rapidez el

odio hacia las minorías sexuales, despenalizado y

amparado por el silencio cómplice de las instituciones.

Si se avecina otra era de oscuridad, no hay datos que

lo avalen. Y eso es quizá lo más pavoroso de todo.

«Temed a Dios y dadle gloria»

– por Silvia Castellanos –

Para entender los miedos de los hombres y mujeres de

la Edad Media hay que entender antes cómo percibían

el mundo. Europa se llenará de iglesias y la victoria en

la primera cruzada ayudará a esta concepción de

iglesia triunfante. La vida cotidiana y el imaginario

colectivo se impregnan absolutamente de sentido

religioso. Se trata de una sociedad casi cristocéntrica,

donde todo empieza y acaba en Dios.

– por Sergi Pàmies –

Durante el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, él ejercía de diputado electo del PSUC y asistía al famoso pleno interrumpido por Tejero y sus alcoholizados secuaces. Yo estaba haciendo el servicio militar en Vitoria. Cuando sonaron los disparos, él sintió miedo por mí y yo le correspondí en calidad de soldado de infantería movilizado y a la espera de órdenes.

Muerto de miedo

– por Joaquín Sabina –

Fotografía: Amy Nelson (CC)

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Miedos en extinción

– por Kiko Amat –

Tienen que ponerse, si me hacen el favor, en modo

Edad Media. Piensen que la tradición profética juanina

(la del Apocalipsis atribuido a San Juan, quiero decir)

esperaba que el mundo terminaría en un pestañeo. A-

la-mierda-todo. O sea: el mundo iba realmente a

terminar MAÑANA. No era como para empezar a

preocuparse de la hipoteca del yurt, o de si la

recolección y cata de estiércol era una empresa con

futuro. Ríanse ustedes del punk; esto sí debió ser

nihilismo flamígero y No Future calcinamundos.

Et moriemur

– por Juan Claudio de Ramón –

No siempre ha tenido el hombre miedo a la muerte. No,

al menos, en el grado superlativo en que lo padece hoy.

Si nuestros ancestros eran menos impresionables se

debía, en parte, a que en el pasado todos sabían que

podían espicharla en cualquier momento.

Billete de ida y vuelta en el

«convoy de los 927»

– por Álvaro Corazón Rural –

La ausencia de una cultura antifascista oficial en

nuestro país sirve para que, entre otras cosas, los

niños españoles no puedan aprender en el colegio que

el primer tren de ganado que se llenó de personas para

enviarlas a un campo de exterminio nazi en Europa

estaba compuesto por españoles. Fue el tristemente

célebre convoy de los 927 que salió del campo de

refugiados de Angulema, en el sur de Francia, con

dirección a Mauthausen, en Austria.

La singularidad tecnológica

o cómo su ordenador se rebelará contra usted e intentará dominar el mundo

– por E. J. Rodríguez –

Deep Blue realizó una jugada al azar, pero para hacerlo

tuvo que decidirlo antes, aunque fuese por error. La

conducta que resultó no era propia de una máquina.

¿No podríamos decir que, por un momento, Deep Blue

pensó? ¿Por qué no? El resultado empírico fue el

mismo que si la jugada la hubiese pensado un humano,

y eso fue lo que engañó a Kaspárov. Lo sucedido en

ajedrez podría terminar sucediendo en otros ámbitos

intelectuales complejos.

El miedo nunca falla

– por Carlos E. Cué –

Si no existiera el miedo, buena parte de los estrategas políticos se quedarían sin trabajo. Lejos de paralizar, como dice el tópico, el miedo se ha convertido en el gran motor de los cambios en Europa. Y especialmente en España. Los políticos ya no saben gobernar sin él. Es demasiado tentador. Es barato y funciona muy rápido. Es el único mecanismo que nunca falla. Es fabuloso para mover masas, pero es individual: cada uno tiene el suyo.

Aquella cinta del demonio

– por Pedro Simón –

Ellos habían quedado en jugar a la güija debajo del

puente y yo me inventaba que no iba a salir porque me

dolía la tripa. Ellos me contaban que el vaso había

estallado cuando la sesión se puso interesante y yo

me tomaba la leche. Ellos contaban la historia de las

tijeras de Verónica y yo mordía muy fuerte la capucha

del Bic. No es el miedo a la muerte. Ni a la oscuridad.

Ni a ese zorro disecado de mirada vidriosa que te

enseña los colmillos en el desván del abuelo. Es el

miedo a aquello que sucede y no entiendes. Aquello

que no debería ocurrir.

Maniobras en el aire

– por Pablo Simón –

Para aquel que no tiene miedo la racionalización

siempre es sencilla. Para los que tenemos miedo a

volar repasar las estadísticas no ayuda nada porque

tiene un componente irracional de autodefensa; los

seres humanos somos muy malos a la hora de estimar

los riesgos y aquello que escapa a nuestro control es

percibido como más peligroso. Todo el mundo me

repite las estadísticas de muerte en carretera antes de

subir a un avión. Sí, es cosa conocida que el avión es el

medio de transporte más seguro, pero eso no aligera

mi miedo lo más mínimo.

Horror vacui

– por Paula Corroto –

Todo escritor, filósofo, pensador, poeta, en definitiva,

cualquier letraherido ha esgrimido algún aforismo

sobre la soledad. Busquen en internet en frases

célebres. Y rastreen después en redes como Twitter o

Facebook, donde encontrarán centenares de ellas. A la

gente le encanta compartirlas, quizás porque se

sienten identificados, porque empatizan con ese dolor.

Y ese miedo.

Reportaje

¿Eres judío?

– por Nacho Carretero –

Sucede que a los judíos los echamos de España de

malas maneras hace quinientos años. Consideraron

Isabel y Fernando que una de las condiciones para

lograr la unidad de España (largo objetivo que sigue en

curso) era la de desterrar a los judíos. Entonces

suponían en la Península alrededor del 8 % de la

población: uno de los porcentajes más altos de la

historia, solo superado por Polonia antes de la Segunda

Guerra Mundial y muy por encima del actual de Estados

Unidos, que no pasa del 2 %. Intereses económicos y

políticos explican esta nefasta expulsión, que vació

España de intelectuales, de economistas y de una élite

que de haber permanecido española bien podría haber

cambiado el rumbo de la errante historia ibérica.

Entrevista

James Ellroy

– por Oriol Rodríguez –

James Ellroy nació en 1948 en Los Ángeles. Su

padre, Armand «Lee» Ellroy, era un contable

que trabajaba para diversas estrellas de

Hollywood, entre ellas Rita Hayworth, de la que

atendía necesidades que iban más allá de lo

meramente financiero. Su madre, Geneva Odelia

Ellory, una atractiva enfermera que cuando se

separó de su marido se lanzó a recuperar el

tiempo perdido. Murió brutalmente asesinada

en 1958. Nunca se resolvió el caso. James

Ellroy tenía entonces diez años.

«Voy a fallar»

– por Juan Tallón –

Un lanzamiento de penalti es una maniobra tan fácil de convertir en gol que en el fondo es dificilísima, casi imposible. Nadie lo ha

hecho todavía, salvo en el 80 % de los casos, aproximadamente, en los que la pena máxima sí sube al marcador. El miedo, como

salido de las sombras, lo impide. Te bloquea, emborrona tu discernimiento, te resta precisión, en silencio te absorbe energía, hasta

conseguir que la portería te parezca un nido de golondrina dentro de un poema a medio escribir en un borrador inédito de un autor

desconocido.

Fotografía: Craig Sunter (CC).

Fotografía: Amanjeev (CC).

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Que no lo sepan

– por José Antonio Montano –

El primer impulso es esconder la página. Que no la lean,

que no lo sepan. Que no sepan lo mal escrita que está,

las tonterías que dice, las incoherencias y los huecos

que contiene. Pero siempre se da a leer. Y entonces

uno se hunde. Todo por dentro, sin que se note. Hay

una vergüenza soterrada. Como si le hubiesen

encargado un traje y uno entregara una caja con

retales, con mangas mal cosidas, con botones sueltos.

Ese momento desconsolado de la página en que ha

sido enviada y aún no ha tenido lector.

Entrevista

Cayetana Guillén Cuervo

– por Holden Caulfield

«A veces creo que solo sirvo para una cosa en este

mundo: para aburrirme mortalmente». Esta es una de

las frases que pronuncia Cayetana Guillén Cuervo en

el Teatro María Guerrero, donde da vida a la torturada

Hedda Gabler de Henrik Ibsen. Entra en el restaurante

con seguridad, muy simpática. Lleva una camiseta

blanca con un dibujo de Karl Lagerfeld. Nada más

sentarse a la mesa, me clava los ojos como si fueran

los dos faros de un coche y yo siento que se me

saltan los plomos. Logro aguantar la mirada 0,6

segundos para luego apartarla y posarla en un cuadro

con unos tucanes que tengo cerca. Pongo cara de

«Oh, qué bonitos son estos pájaros» con la curiosidad

fingida de un ornitólogo. Ella pide tartar de atún rojo,

agua y un americano con hielo.

(Cómo combatir el) Pánico a

una muerte ridícula

– por Josep Lapidario –

Reírse de la muerte ajena lleva asociado un miedo

inevitable: que te ocurra lo mismo a ti. No

necesariamente lo del espantapájaros, pero tal vez sí

morir en circunstancias ridículas o vergonzosas.

Suicidarte por problemas económicos sin saber que

esa misma mañana te ha tocado la lotería, o caer por

un barranco al tratar de hacerte un selfie. Pasarlo tan

mal como el pobre Ed Wood en la batalla de

Guadalcanal, durante la que su mayor miedo fue caer

herido o morir en el frente y que descubrieran en el

hospital que llevaba puesta ropa interior femenina.

El mercado del miedo

– por Santiago Auserón –

Si uno desciende a la raíz del miedo, se ve de niño ante

el perro que se abalanza ladrando por el campo,

adherido a la masa que camina junto a las patas de los

nerviosos caballos de la policía, o imagina la irrupción

nocturna de un grupo de asaltantes enloquecidos en

casa. Por el lado del orden tanto como del caos, el

hombre se las arregla para multiplicar el efecto

intimidatorio de la emboscada animal.

Somos la bomba

– por Toni García Ramón –

Después del 11S lo que parecía un temor olvidado

resucitó con una fuerza inusitada y aquella frase de

Morgan Freeman en Pánico nuclear («no me preocupan

los que tienen mil bombas, me preocupan los que

tienen una») se hacía realidad. La idea de comprar un

artefacto portátil, que alguien habría logrado sacar de

las ruinas de la Unión soviética, no era ya un recurso

de ficción para una temporada de 24 sino algo

absolutamente real.

Diez obras de arte inspiradas

por Satán

– por Cristian Campos –

No ha tenido suerte Satán con los artistas que han

intentado retratar su obra. A diferencia de la belleza

divina, que cuenta con un auténtico ejército de lacayos

y pelotas cuyo dominio de las artes pictóricas y

escultóricas (Botticelli o Miguel Ángel sin ir más lejos)

es innegable, la obra de Satán ha sido en general pasto

de dementes y chalados cuyo concepto de la estética

rivaliza con el del más hortera de los maestros falleros

valencianos o de los arquitectos gallegos.

con fotografías de

Letizia Battaglia Guadalupe de la Vallina

Alberto Gamazo Antonello Nusca

e ilustraciones de

Pablo Amargo Max

Oriol Malet Alberto Gamón

El miedo

– por Laura Freixas –

Si a fin de cuentas fracasaba, si no obtenía

la felicidad y sobre todo (porque eso me

importó siempre más que lo primero; o mejor

dicho, eso, el ser escritora, era una condición

indispensable para lo otro: ser feliz), si no

conseguía ser escritora, entonces toda mi

vida habría sido lamentable, inútil: una farsa.

¿Miedo? No, no era miedo lo que esa

posibilidad me inspiraba. Era terror, pánico.

Fotografía: Wagner T. Cassimiro Aranha (CC).

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Así eres tú, así es el ritmo

– por Holden Caulfield –

Me da pánico bailar. Auténtico pavor. Llámalo miedo escénico. Llámalo corofobia. No me dan miedo las películas de terror, ni las serpientes, ni los aviones, ni las películas de terror con serpientes en aviones, ni la sangre, ni la oscuridad, ni los payasos diabólicos de Stephen King. Pero si hay una cosa que me produce miedo, esa es bailar en público.

Bu

– por Risto Mejide –

Escribir sobre el miedo me parece una soberana gilipollez. Parapetarse tras el burladero de un papel para pontificar como si nada fuese contigo, como si tú no estuvieses sufriendo todos los días eso que describes, tan enfermizo como el paciente que solo lee analíticas ajenas y acaba muriendo de aquello que jamás se le diagnosticó.

Reportaje

En Corleone

– por Íñigo Domínguez –

En Corleone parece que las cosas no se saben, pero se

saben. El que llega allí de fuera desde luego no sabe

gran cosa, aunque crea que sí. Un continental, como

dicen ellos, llega tan sugestionado, con tantas

películas en la cabeza, que no está preparado para

encontrarse con un pueblo extraño y retorcido. Ya

antes de ir te imaginas escribiendo sobre la atmósfera

pesada, las miradas furtivas, los silencios misteriosos.

Los tópicos te vienen naturales. Ves mafiosos en cada

esquina, pero claro, también es que sales a la calle a

las ocho de la mañana y todo el mundo va con gafas

de sol.

Miedo, represión y política

– por Octavio Medina –

En los años finales de la República Cicerón ya se

preguntaba si para un gobernante era mejor ser temido

o ser amado. Su respuesta era que el «oderint dum

metant!», o «¡Que me odien, mientras me teman!»

(una cita del poeta Accio que supuestamente gustaba

a Calígula) no era una buena forma de hacer política.

Por desgracia el Segundo Triunvirato no opinaba lo

mismo, y el filósofo y orador fue ejecutado. Pero el

debate jamás perdió su relevancia.

Entrevista

Marc Marginedas

– por Enric González

Marc Marginedas es un reportero internacional especializado en conflictos y fascinado por el islam. Ha ejercido como corresponsal de

El Periódico de Catalunya en el Magreb y en Rusia, un país al que ahora retorna, y ha cubierto las guerras más atroces de las últimas

décadas. Durante seis meses fue rehén del Estado Islámico, pero esta no es una entrevista a un exrehén, sino a un periodista experto

en las sociedades árabes: decidimos de antemano que su secuestro, cuyos detalles han sido ya relatados por Marginedas, no nos

interesa. La conversación se desarrolla en su apartamento barcelonés. Marginedas empieza diciendo que cree en Dios, un dios

inconcreto al que reza indistintamente con fórmulas cristianas y musulmanas.

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