Su problema es Endógeno - Carlos Pérez Soto

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  • 7/31/2019 Su problema es Endgeno - Carlos Prez Soto

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    Su problema es Endgeno

    Carlos Prez Soto

    Ilustracin por Sicario Infernal

    www.sicarioinfernal.blogspot.com

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    Su problema es EndgenoCarlos Prez SotoProfesor Universidad Arcis

    Para mi hijo Ignacio Mijael

    1. Juan, Felipe y Mara

    Juan es ingeniero, est casado, tiene una hija, se dice que tiene un buen trabajo. Hace varios meses quetiene malestares gstricos. Primero pareca que tena un resfriado persistente, que le afectaba las cuerdasvocales. El mdico le sugiri que consultara a un gastroenterlogo y descubri que tena reflujo. Tomaunas pastillas que le han ayudaron bastante, pero sigui con episodios de dolores abdominales y gastritis.El mdico le dijo que tena colon irritable. Le recet unas pastillas que le ayudaron bastante. Pero haceunas semanas le detectaron una lcera estomacal. El mdico le recet otras pastillas, y una estricta dieta.Pero le advirti que se trataba de un cuadro difcil de tratar. Le pregunt una serie de cuestiones de su vida,bastante personales. Despus de escucharlo le recomend que junto con sus pastillas consultara a unpsiclogo. El psiclogo, despus de varias sesiones en que conversaron sobre su modo de vida, lerecomend seguir una terapia ms o menos larga. Y, paralelamente, consultar a un psiquiatra. Juan, que ha

    tenido una formacin universitaria de tipo cientfico, y que no cree realmente que su vida mental estdemasiado alterada, le pregunta por qu es necesario recurrir a un psiquiatra. El psiclogo le dice esprobable que una buena parte de su problema sea endgeno.

    Felipe tiene doce aos, sus padres se separaron cuando tena cuatro, lo acaban de cambiar de colegiodebido a la insistencia de su profesora jefe que piensa que el colegio en que est no es el ms apropiadopara l. Cuando tena tres aos tuvo un resfriado muy intenso. A partir de entonces padece de maneracrnica problemas respiratorios. El diagnstico de su pediatra pas de alergia a amigdalitis crnica.Extirpadas las amgdalas diagnostic asma. Debido a esto le recet abundantes inhaladores, cambiandocada cierto tiempo de marca y de sustancia activa. Desde los cinco aos empez a tener problemas deadaptacin escolar. Inquietud excesiva, frecuentes peleas con sus compaeros, fue vctima y victimario de

    bullying. La psicloga de su jardn infantil recomend consultas con un neurlogo y con un psiquiatra. Eldiagnostico fue sndrome de dficit atencional con hiperactividad. Se le recomend ir a terapia psicolgica.Paralelamente se le empez a administrar metilfenidato, a veces bajo la marca Ritaln, otras veces bajomarcas alternativas. Al pasar a educacin bsica sus problemas no disminuyeron. Tras varias parejas deambos padres, y varios encargos a casa de pap y a casa de mam, a pesar de la terapia psicolgica,empez a tener insomnio y espordicos ataques de angustia. A los doce aos una serie de ataques depnico lo volvieron a manos del psiquiatra. Diagnstico: trastorno bipolar. Receta: antidepresivos,moduladores de nimo. Su madre le pregunta al psiquiatra cmo es que despus de ocho aos detratamientos diversos parece estar peor. El psiquiatra le dice el origen de estos cuadros clnicos esendgeno.

    Mara tiene dos hijos, trabaja en una gran tienda, ha llegado a ser jefa de su seccin, su matrimoniotermin en una separacin no muy amigable, pero ella dice que ya ha vuelto a recuperar su vida normal. Apesar de sus turnos de largas horas de encierro, bajo la msica ambiental interminable, atendiendo todaclase de dificultades con las personas que tiene a cargo, dirigiendo por telfono las tareas escolares de sushijos y los deberes de su nana, se las ha arreglado para tener pareja. Cuando se entera que l es casado sesiente profundamente desanimada y triste. Sus amigas le dicen que est deprimida. Consigue que unaamiga mdico le recete antidepresivos. Despus de algunas semanas tiene sus primeros ataques de pnico.Sus jefes comprenden que su situacin es difcil. Obtiene dos permisos laborales. Al pedir el tercero le

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    frmacos, combinando antidepresivos con relajantes que le ayuden a dormir. Ella vuelve a relatar suspenurias presentes en cada sesin. El psiquiatra, despus de escucharla muchas veces le sugiere que enrealidad todas esas dificultades son producto de algo ms profundo, que es necesario abordar. Lo queocurre, le dice, es que gran parte de su problema ms profundo es endgeno.

    2. Del malestar al psiclogo, del psiclogo al psiquiatra

    Alergias, colon irritable, asma, erupciones en la piel, hernias y discopatas, dificultad para dormir,dolores musculares, ciclos menstruales alterados, dolores de huesos, jaqueca, problemas en el embarazo.Las consultas mdicas rebozan de dolientes, que luego hacen cola en las farmacias. Los mdicos generalesderivan a especialistas, los especialistas derivan a sus pacientes a especialidades distintas. Del dermatlogo

    al otorrino, del otorrino al gastroenterlogo. Del gineclogo al neurlogo.Desde luego, desde el punto de vista de una medicina social o, incluso, desde la mirada de cualquier

    estimacin sobre los niveles de la salud pblica, la situacin es abiertamente anmala. Pero, de maneraconsistente e invariable, las causas ambientales invocadas para estas verdaderas epidemias de alergias otrastornos gstricos, son vagas (el estrs) o, exactamente al revs, inverosmilmente precisas: deje decomer cosas que tengan pigmentos rojos, cambie de jabn, consuma menos grasas, cmbiese a lamantequilla verdadera, no, mejor cmbiese a las margarinas, no consuma bebidas gaseosas, reemplace elazcar por sacarina pero que no tenga aspartame!...

    En medio de informaciones contradictorias, casi todas alarmantes, sobre lo que se come, lo que se bebe,las frecuencias y las cantidades, los usuarios derivan de una restriccin a otra, sin mucho mtodo. Escogencomer menos pan, menos mantequilla, menos gaseosas, hacen toda clase de dietas fugaces ycontradictorias, y cada cierto tiempo las olvidan, para reanudarlas nuevamente, cuando las alarmas vuelvena parecer ineludibles. An as, o quizs por eso mismo, sus malestares no disminuyen, a lo sumo vancambiando de carcter: de las alergias se pasa a los problemas gstricos, de los problemas gstricos a losdolores musculares y vuelta a las alergias (despus de todo son estacionales).

    La mayora de los especialistas ante malestares que, aunque estn relacionados con su especialidad, sonrelativamente inespecficos, y difciles de diagnosticar, recetan habitualmente placebos. Ya saben, muchoantes de informarlo a sus pacientes, que los malestares ms habituales son escasamente tratables con losremedios convencionales que la investigacin mdica en su campo ha ido acumulando. Y sabenperfectamente que los tratamientos ms directos implican graves intervenciones en la vida de suspacientes: se puede terminar con el reflujo simplemente inhabilitando quirrgicamente (cortando) losmsculos implicados, se puede disminuir la obesidad interviniendo quirrgicamente (cortando) sobre elintestino, se puede terminar con las erupciones en la piel intervinindola (quemando) con rayos lser. Lamayora de los afectados simplemente no se atreve a practicar estos recursos extremos, o carececompletamente de los medios econmicos para hacerlo. Una buena parte de los especialistas losrecomiendan con un cierto embarazo, los informan en general, advierten de su agresividad, como

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    Ante esta disyuntiva, tratamientos muy caros y agresivos, malestares inespecficos pero visibles ymolestos, muchos especialistas, sin dejar de tratar al paciente que han ganado, sugieren amablemente una

    visita al psiclogo. Habitualmente reconocen: muchos de estos malestares son psicosomticos. Porsupuesto sin especificar qu aspecto del mal tendra origen psquico, y sin dejar de recetar sus propiostratamientos y frmacos.

    La visita al psiclogo conduce a dos sugerencias paralelas: el neurlogo, el psiquiatra. De estatriangulacin surge habitualmente un doble tratamiento. Frmacos de tipo antidepresivo, o ansioltico, omoduladores de nimo, o somnferos leves: para contener. Terapia psicolgica hablada y, de acuerdo alas posibilidades econmicas del paciente, a veces tambin, y de manera paralela, consulta psiquitrica:para ir controlando la evolucin del problema.

    Nuevamente, desde el punto de vista de la salud pblica, la situacin es curiosa: estamos en medio de

    una verdadera epidemia de problemas endgenos. Por supuesto, y es hora de aclararlo, aunque todo elmundo lo sabe, endgeno no significa interno de manera general, como puede ser una lcera o unahernia. Significa neurolgico. Es por eso que todos los caminos conducen al psiquiatra. La teora mscomn, no slo en los medios de comunicacin sino incluso en las explicaciones de los especialistas, esque una buena parte de las somatizaciones en forma de alergias o problemas gstricos, proviene decambios en el estado de nimo y del comportamiento que, a su vez resultan de un desbalance qumico enel cerebro. En el detalle las explicaciones oscilan entre la abundancia o escasez de ciertosneurotransmisores o (en un giro ms tcnico) de las sustancias que pueden facilitar su produccin o sureabsorcin por parte de las neuronas.

    3. De tanto estar desempleado me han terminado por fallar los neurotransmisores

    En realidad, hasta los ms entusiastas partidarios de esta explicacin neuronal aceptan que, en ltimotrmino, se trata en la mayora de los casos de malestares precipitados por razones sociales. Lo que seniega activamente, en cambio, a veces de manera muy explcita, es que se trate de un problema poltico.

    El exceso de trabajo, las presiones laborales, las tensiones derivadas del endeudamiento, se invocan confrecuencia. Se las menciona, sin embargo, de manera genrica, junto a otras causas ms inmediatas comola falta de ejercicios, la falta de empata o de destrezas comunicacionales, o los malos hbitos alimenticos.Por supuesto hay que contar tambin al smog, a la inseguridad general de los tiempos, y a una vidamoderna ms expuesta al riesgo y a la variabilidad.

    Por supuesto el exceso de trabajo raramente es reconocido como sobre explotacin, las presioneslaborales como precariedad contractual y salarial. Rara vez se interroga sobre las races delendeudamiento, que se asume como un dato, sin preguntarse ni por la usura ni por el afn de consumo. Y,desde luego, el riesgo y la variabilidad de la vida moderna no llegan a ser reconocidas como el borde deldesempleo, el drama del cesante ilustrado, del empleado que ha sido sobrepasado por jvenes a los que seles puede pagar menos salarios, o la trabajadora duea de casa que tiene doble y triple trabajo cotidiano.La vida moderna, despus de todo, es una constante aventura, llena de posibilidades.

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    El malestar pblico, que se reconoce como social, se ha disgregado en la explicacin mdica. No setrata ya de un problema colectivo sino ms bien de una coleccin de problemas individuales. Laexplicacin deriva de lo sociolgico a lo mdico, pasando invariablemente por una etapa depsicologizacin.

    Los mecanismos ideolgicos en juego no son difciles de enumerar. Primero, el problema es suyo. Noest tanto en el medio ambiente, en el entorno social, sino un su capacidad para enfrentarlo. Segundo,suproblema es psicolgico. No reside tanto en la gravedad objetiva de lo que le ocurre, sino en supercepcin de la situacin, en la seguridad (autoestima) con que la aborda, en el trabajo que usted puedehacer o no con sus expectativas (siempre un poco irreales). Tercero,su problema tiene un origen orgnico(es endgeno). Por alguna razn el equilibrio de sus neurotransmisores se ha alterado. Ninguna va desolucin puede ser iniciada sin recuperar primero ese equilibrio propiamente orgnico, luego elpsicolgico, para que por fin pueda descubrir lo ms esencial: todo est en usted. Cada uno, por s mismo,elabora su propio destino. El mundo es una maravillosa gama de posibilidades para conquistar. Todo esten la capacidad de cada uno para salir adelante. Despus de todo, si yo mismo no me ayudo quin querrayudarme?

    Individualizacin (suyo), psicologizacin (perceptual), naturalizacin (neuronal). Sus problemas hansido reducidos a una va psiquitrica. Han sido medicalizados. La objetividad de la medicina hadesplazado a la objetividad de los factores sociales que, sin embargo, nunca se niegan. Por eso lo que haocurrido es un desplazamiento, no un reemplazo. No se trata de elegir como si estuvisemos ante unadisyuntiva. El asunto es mucho ms sutil: se trata de plantear los nfasis de tal manera que uno de losaspectos termina por oscurecer completamente al otro. Nadie afirma que nuestros problemas sonexclusivamente mdicos. Lo que ocurre ms bien es que se argumenta, y se procede de hecho, como sislo se pudiesen abordar a travs de un camino que empieza en un punto mdico. Un inicio paradjico,que se eterniza: nunca llegamos a salir de la medicalizacin. Peor an, nuestros intentos por encontrar vasalternativas de explicacin y cambiopodran ser objeto de diagnstico. Podran ser meras manifestacionesemergentes que confirman la gravedad de nuestro desequilibrio. Algo que es tpico, por lo dems, de laspersonalidades bipolares.

    4. No, no, no, lo mo es orgnico

    Muchos pensadores crticos de la medicina han observado y descrito los beneficios relativos, entrminos sociales, que puede implicar la medicalizacin del malestar. En una sociedad en que impera ladeshumanizacin y la barbarie nuestras posibilidades de ser considerados de una manera relativamentems benigna y humana crecen si aparecemos como enfermos. El margen de fallos laborales, de conductasexcntricas, de desahogos emocionales, que habitualmente se nos permiten aumenta considerablementecuando los dems nos perciben como enfermos. Desde los desahogos de la vieja histeria de fines del sigloXIX hasta las actuales argumentaciones en torno al origen de las alergias, durante ms de cien aos, lasomatizacin del malestar subjetivo, y la consiguiente medicalizacin, han sido un refugio paraatormentados y sobre explotados de todo tipo.

    Hay que tener presente, en esta historia, que durante mucho tiempo pareca bastar con unapsicologizacin del malestar. Miles y miles de personas, sobre todo en las capas medias, se sentanaquejadas de ansiedad, neurosis o, simplemente, locura. Hombres notables, sensibles, creativos y capaces,como Augusto Comte, Federico Nietzsche, Max Weber, Georg Cantor, Alan Turing, Ludwig Boltzman,

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    pasaron buena parte de sus vidas en asilos y manicomios asaltados de manera peridica por la locuratras ser agobiados por los celos profesionales, las presiones sociales, el exceso de trabajo, laincomprensin e ingratitud general.

    Para las capas medias menos acomodadas, en cambio, el alto costo real y simblico, de este salto hacia

    la locura, siempre fue demasiado alto. El psicoanlisis vino en auxilio de estos menos favorecidos creandouna zona previa, propiamente psicolgica: la neurosis. Y los neurticos se multiplicaron por decenas demiles. Primero las mujeres, despus los jvenes y los nios, por ltimo los hombres, la epidemia de laneurosis se generaliz a lo largo de la mayor parte del siglo XX. Y cont desde el principio con sustratamientos adecuados: la psicoterapia para los que puedan pagarla, los tranquilizantes y somnferosrecetados a destajo para todos.

    El xito de la neurosis como cuadro clnico que favoreca un trato diferencial por parte del entornosignific, sin embargo, su propio debilitamiento. Lentamente empez a ser vista como una especie dearbitrariedad subjetiva, e incluso como una cmoda manera de eximirse de los deberes comunes a todos.El que el malestar fuese simplemente subjetivo dej lentamente de ser una excusa suficiente. La

    obligacin de rendir, laboralmente, en el plano social y familiar, ante los desafos de la vida, se mantuvopor sobre esta condicin, que se vea originada en una voluntad antisocial por muy inconsciente que fuesesu mecanismo. Entonces empez la era de las alergias.

    Las alergias no parecen depender de nuestra voluntad, ni consciente ni inconsciente. Menos an losmalestares gstricos, que se hicieron comunes junto a ellas, en la misma poca (en USA en los aos 40).Para qu decir una discopata lumbar, o la obesidad mrbida. La somatizacin del malestar subjetivo esuna vuelta ms de la tuerca de la inhumanidad galopante de la vida a lo largo del siglo XX. La aperturahacia un espacio de trato social ms tolerable que se haba abierto y cerrado con las neurosis se abre ahoraelevando al carcter de dao orgnico las mismas ansiedades originarias. Medio siglo despus, como heindicado ya, la mayora de los especialistas mdicos ya estn familiarizados con el carcterpsicosomtico de los males genricos que atienden.

    Si esto, debido a la persistente presencia de la sospechosa partcula psico en la expresin, se vuelve adebilitar, ya tenemos a la mano el prximo giro hacia la medicalizacin: sus alergias tienen origen en unproblema autoinmune. Su propio organismo lo ataca, sin que usted lo sepa o pueda contralarlo. Y porqu mi organismo se empea en esta autodestruccin? La respuesta ya est formulada y lo organiza todo:porque usted sufre de un desbalance qumico en el nivel neuronal. Ya se ve. Quizs lo sabamos desde elprincipio: su problema es orgnico.

    5. A pesar de la falta de evidencias

    Una gruesa anomala atraviesa, sin embargo, todo este marco de explicaciones de tipo mdico: hasta elda de hoy no hay ninguna manera de medir los presuntos balances o desbalances qumicos que habra enel sistema nervioso. Por un lado, nadie ha establecido claramente qu debera entenderse por balance,por otro lado, no hay pruebas clnicas suficientes para correlacionar los presuntos desbalances con lasconsecuencias que se les atribuyen en el nivel del comportamiento.1

    1Este es un asunto directamente mdico, en que est implicado el nivel de conocimiento que habra alcanzado (o no) laneurologa y la psiquiatra actual. Es, como se dice habitualmente, para encubrirlo, un problema tcnico. Despus de leer,como simple lego, una enorme cantidad de literatura especializada (incluso la ms tcnica), mi impresin es que no hay

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    Incluso ms.No existe, hasta el da de hoy, ninguna forma cientficamente aceptable de correlacionarestados determinados del sistema nervioso con estados determinados del comportamiento.2 La clave enesta afirmacin, por supuesto, es la palabra determinados. Nadie duda que, en general, los estadosmentales, intelectivos o emotivos, tengan su base y centro de operaciones en el sistema nervioso. Adems

    de esta hiptesis, muy razonable, nadie sabe de qu maneras precisas la actividad de las neuronas seconvierte en lo que habitualmente llamamos actividad mental, ni cmo, a su vez, esta se expresa comocomportamiento.

    Incluso ms. La gran mayora de los frmacos que se han usado para intervenir sobre el presuntodesbalance qumico que habra a nivel neuronal empezaron a ser aplicados muchsimo antes de quesiquiera se formulara tal hiptesis. Se administraron simplemente a partir de correlaciones entre el frmacoy ciertos efectos conductuales que parecieron convenientes sin tener ninguna idea clara, cientficamentesustentable, sobre el efecto que producan sobre el funcionamiento mismo del cerebro.3

    Incluso ms. La hiptesis actualmente prevaleciente sobre la eventual influencia sobre el origen de los

    estados depresivos de la serotonina (o de la norepinefrina) cuenta con tantas pruebas a favorcomo pruebasen contra, lo que la descarta completamente como una hiptesis cientfica aceptable. (Ver el texto deIrving Kirsch).

    Peor an. Se ha podido mostrar de manera consistente, a partir de los datos entregados por las propiasindustrias farmacuticas, que ninguno de los antidepresivos de segunda generacin (fluoxetina,paroxetina, sertralina, venlafaxina, nefazodona y citalopram, conocidos comercialmente de manerarespectiva como los famosos Prozac, Paxil, Zoloft, Effexor, Nefadary y Celexa) son significativamentems eficaces, en trminos clnicos, que simples placebos. (Ver el texto de Irving Kirsch).

    Peor an: las cifras.4 El gasto mundial en productos farmacuticos durante 2010 alcanz 856.000millones de dlares. De este gasto, la participacin de Estados Unidos fue de 334.700 millones de dlares.Al desagregar ese gasto por lneas de productos durante 2010 se encuentra los siguientes montos,escogidos entre los veinte tem con ms ventas:

    Gasto entre los 20 mayores tems teraputicos en productos farmacuticos

    nada en ella que un lego no pueda entender. Existe, adems, una cada vez ms amplia literatura crtica, clara y directa,arraigada en el estado ms avanzado de la investigacin clnica, que se puede consultar. Sugiero slo dos textos recientes(muy actualizados) y notablemente claros: Joanna Moncrieff, The myth of the chemical cure: a critique of psychiatric drugtreatment(2008), Palgrave, Macmillan, Londres, 2009; Irving Kirsch, The Emperors New Drugs (2010), Basic Books, NuevaYork, 2010.2

    La necesaria referencia tcnica es en este caso: William R. Uttal, The New Phrenology, The limits of localizing cognitiveprocesses in the brain (2001), The MIT Press, Cambridge, 2001. Mucho ms actualizado, pero con las mismas conclusiones:Uttal, William R., Neuroscience in the courtroom, What every lawyer should know about ten mind and the brain (2009),Lawyers & Judges Publishing Co., Arizona, 2009. Una discusin detallada, con amplia bibliografia, se puede encontrar en milibro: Carlos Prez Soto, Una nueva Antipsiquiatra, Lom, Santiago, 2012.3 Al respecto se puede consultar la notable historia del descubrimiento de los neurotransmisores y las discusiones en torno asu papel en el funcionamiento del sistema nervioso escrita por Elliot S. Valenstein, The war of the soups and the sparks, Thediscovery of neurotransmitters and the dispute over how nerves communicate (2005), Columbia University Press, Nueva York,20054 Todas disponibles en www.imshealth.com, portal dedicado a ofrecer asesora tcnica al mercado farmacutico.

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    Orden

    tem teraputico Gasto en Millones de US$

    7 Antipsicticos 25.4129 Antidepresivos 20.21613 Anti epilpticos 12.553

    14 Analgsicos Narcticos 12.01116 Analgsicos no Narcticos 10.986

    Slo dos productos, Seroquel (quetiapina, antipsictico) y Zyprexa (olanzapina, antipsictico) sumaronventas en el mundo de ms de 12.500 millones de dlares. Slo durante 2010, slo en Estados Unidos, secursaron ms de 250 millones de recetas de antidepresivos, y ms de 240 millones de recetas deanalgsicos narcticos (pastillas para dormir). Y, a pesar de haber pasado su poca de gran apogeo, secursaron adems otras 100 millones de recetas prescribiendo tranquilizantes.

    Y cmo andamos por casa? IMS Health informa que el mercado farmacutico en Chile creci un 15,9

    % durante 2010, alcanzando 1209 millones de dlares slo en el sector retail, es decir, sin considerar elgasto pblico. Un gasto que representara el 3,5% del mercado latinoamericano, a pesar de que Chilerepresenta slo el 2,9% de su poblacin. El nico estudio realizado hasta hoy sobre consumo deantidepresivos en nuestro pas informa que, entre 1992 y 2004, su consumo aument en un 470%! 5

    6. Muchos dlares, poco fundamento

    Desde luego, las cifras que he enumerado no representan el gasto total en salud. Ni el perfil general deese gasto. Slo he consignado cifras que apuntan a dos aspectos de un problema que puede ser visto demanera ms general. Uno, el gasto en productos farmacuticos. Otro, el gasto en frmacos de tipopsiquitrico. No, por lo tanto, el costo de las terapias, de la internacin de casos extremos, de la asistencia

    mdica general que rodea a los casos que han llegado a ser considerados como psiquitricos.

    Las cifras que presento apuntan a mostrar la enorme desproporcin entre la evidencia mdicadisponible acerca de la eficacia, o el eventual poder curativo, de los procedimientos psiquitricosmedicalizados, y la enorme extensin que ha llegado a alcanzar su uso. Las cifras, y las investigacionesrelacionadas, muestran que no slo estamos aqu frente a un enorme negocio, sino que, adems, ante unnegocio netamente ineficiente respecto del problema que se propone abordar, o que declara poder tratar.

    Nada, en la enorme masa de datos existentes indica que el problema del malestar subjetivo hayadisminuido, a pesar de su medicalizacin, siquiera en la ms mnima proporcin, a pesar del enormeaumento del comercio relacionado con ella. A pesar de que el consumo de antipsicticos y antidepresivos

    ha crecido consistentemente durante ms de veinte aos, nadie declara que hoy en da hay menosproblemas de salud mental que antes de ese gasto. Un dato preocupante y revelador, sin embargo: en losltimos diez aos el consumo global de antidepresivos tiende a mantenerse, y en cambio el deantipsicticos crece cada vez ms.

    5 Marcela Jirn, Mrcio Machado, Ins Ruiz: Consumo de antidepresivos en Chile, 1992 2004, Revista Mdica de Chile,Vol. 136, pg. 1147-1154, 2008.

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    Juan, Felipe y Mara han cado en una doctrina mdica que es a la vez un mercado de productosmdicos cuya ineficacia global en trminos teraputicos en evidente y manifiesta. Y, sin embargo,curiosamente, antes de cada escalada diagnstica y farmacolgica (de las pastillas para dormir a losansiolticos, de los ansiolticos a los antidepresivos, de los antidepresivos a los antipsicticos) declaransentirse mejor.

    Sus vidas, al menos espordicamente, parecen mejorar. Al menos desde un punto de vista psiquitrico.Quedan, claro, esos molestos malestares asociados. Dolores de cabeza, alergias de todo tipo, problemasgstricos. Pero, por supuesto, para cada uno de ellos hay frmacos independientes que se supone sirvenpara aliviarlos. Pero el crculo se repite. Juan perdi su trabajo, y tiene problemas con su mujer. Felipe secambi de colegio y no se adapta bien a sus nuevos compaeros. Mara ha terminado otra relacinsentimental, justo cuando pareca que poda encontrar trabajo. Sus respectivos psiquiatras ya les hananunciado futuros inciertos. Al parecer Juan sufre de depresin en grado medio. Felipe podra tener unbrote de tipo esquizofrnico al entrar a la adolescencia. En Mara parece estar a punto de emerger uncuadro de tipo bipolar. A cada uno se le repite la misma analoga estos problemas endgenos son como ladiabetes, hay que tomar pastillas para contenerla, pero es difcil revertirlos completamente. No slo hay

    que tomar pastillas por un tiempo indefinido, cuyos plazos resultan cada vez ms largos, sus psiquiatras,adems, estn convencidos de que si dejan de tomarlas sus males orgnicos, en el insidioso nivel de losneurotransmisores, se agravarn. Felipe, que siempre ha desconfiado de los asuntos demasiado ligados a lasubjetividad decidi tomar las cosas de una manera radical y dej de tomar de una vez todas las pastillasque le estaban recetando hasta ah. El resultado fue terrible. A los pocos das se sinti peor que nunca. Elpsiquiatra, despus de reprenderlo amablemente, le dijo: como usted ve, estos problemas son orgnicos,son objetivos, no se puede jugar con ellos desde un puro voluntarismo. Le suspendi algunos frmacos,pero le subi, temporalmente, los ms agresivos.

    7. Tom mucho ms Pisco, y qued peor

    La experiencia de Juan, ese arrebato de valenta que lleva a abandonar la terapia farmacolgica, y queno hace sino conducir a un estado peor, es tremendamente comn. El mismo discurso psicolgico, de unamanera paradjica, la fomenta. Tanto se le ha dicho que todo est en ti que hasta lo ha credo, y se haatrevido a pasar por alto el carcter aparentemente endgeno que est en la base de sus males.

    Su amigo Mario, sin embargo, un vividor bastante suelto de cuerpo, perece haber encontrado unremedio menos caro, mucho ms comn y abiertamente ms entretenido para sobrellevar sus tribulaciones:unos buenos tragos de Pisco. Cada vez que su nimo est muy bajo (por el suelo), se junta con dos o tresamigos ms y consume su alterador neuronal favorito. Invariablemente su nimo mejora. Por supuesto susproblemas reales no.

    Su clculo implcito no es, por supuesto, que va a arreglar algo pasando un fin de semana ebrio. Perobueno, un sano momento de enajenacin y olvido bien vale el esfuerzo. Se pasa bien aunque despus sevuelva a la realidad. Juan, que es un racionalista, lo ha acompaado unas pocas veces. Pero rpidamente haconcluido que ese procedimiento deja ms prdidas que ganancias. No slo no se arregla nada, tambin, ala maana siguiente, debe pasar por la penosa resaca del alcohol o, dicho en trminos tcnicos, el bajn,o tambin, la mona.

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    Desde un punto de vista neurolgico la situacin es, en realidad, bastante lgica. Sea cual sea el nivelnormal de sus neurotransmisores caven pocas dudas de que el alcohol los ha alterado. Los efectos sobre lapercepcin, sobre el nimo, sobre el comportamiento, son bastante visibles. Todo el mundo los reconoce.Por supuesto, de manera inversa, todo el mundo reconoce que recuperar esos equilibrios neuronales, seancuales sean sus niveles de normalidad, es un proceso molesto. Despus de la euforia, la resaca, despus de

    la volada, el bajn, la mona. A nadie le cabe ninguna duda de que estos efectos, ahora molestos, sonuna consecuencia directa de esta vuelta a la normalidad despus de un episodio, por muy leve que sea, deintoxicacin.

    Este patrn de efectos es muy importante. Una sustancia altera el funcionamiento del sistema nervioso.Esa alteracin se expresa en sntomas fsicos y en el comportamiento. Los sntomas son placenteros. Peroluego el sistema nervioso trabaja para recuperar su normalidad. Y ese trabajo se expresa en sntomas,fsicos y de comportamiento, que se experimentan de manera dolorosa y molesta. Esta es una experienciamuy comn, ampliamente reconocida en el caso de intoxicantes leves como el alcohol o la marihuana. Noes difcil detectarla en el consumo abrupto y no habitual de cafena, como en las bebidas llamadasenergticas, o en el caf cargado. Es mucho ms visible en drogas ms fuertes, que tienen efectos ms

    radicales, como la cocana o la herona.Y es una cadena de efectos que ocurre cotidianamente con el consumo de antidepresivos, antipsicticos,

    estimulantes o ansiolticos. Todas las sustancias que alteran al sistema nervioso producen tambin resaca,es decir, efectos posteriores a la interrupcin abrupta de su consumo que se experimentan comodesagradables y dolorosos. Y, tal como en el caso del alcohol, la clase de efectos y su duracin estrelacionado directamente con la cantidad consumida y con los estados psicolgicos previos a suinterrupcin.

    La interpretacin psiquitrica predominante en torno a las drogas psicotrpicas, sin embargo, de maneraasombrosa, parece desconocer completamente este efecto de resaca, tan ampliamente constatado para todaclase de drogas de este tipo. En una mezcla bastante curiosa de modelos tericos, muchos psiquiatrasinterpretan los efectos de la resaca sobre el comportamiento como emergencia de un cuadro latente, esdecir, de manera anloga a la idea, vagamente psicoanaltica, de emergencia de lo reprimido. Elresultado de esta operacin es que los nuevos malestares, producidos por la alteracin que la droga haintroducido, aparecen ahora como manifestaciones de algo que el paciente tendra de manera previa eindependiente de la droga.

    Nadie dira que los efectos de malestar posteriores al consumo de alcohol se deben a un estado latenteque el alcohol slo ha contribuido a sacar a flote. Esta es la interpretacin casi general, sin embargo, en elgremio psiquitrico respecto de la resaca producida por las drogas psicotrpicas que se consideranteraputicas. La conclusin ms habitual, fuera de toda lgica, es que el estado endgeno latente se hamanifestado, y que su agravamiento en el nivel del comportamiento es de algn modo positivo, porquepermite dimensionar mejor la gravedad del problema, y tratarlo mejor aumentando la dosis de lasdrogas que se han recetado, y cuya interrupcin (indebida) ha acarreado esta revelacin.

    Cuando Mario pas por un problema familiar ms o menos delicado su consumo de Pisco aumentnotablemente. Por supuesto tambin aument la intensidad de sus momentos de resaca: la monaprofunda. La lgica psiquitrica nos indicara aqu un camino claro a seguir: cada vez que se sienta as de

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    mal aumente la dosis de Pisco. Mientras lo mantenga en un nivel de consumo aceptable podr mantenerel equilibrio qumico neuronal necesario para afrontar sus dificultades.

    Nuevamente aqu el problema es suyo (usted dej de tomar las pastillas que le indicaron),su problema

    es psicolgico (la interrupcin hace emerger una distorsin ms profunda), el origen de su problema esorgnico (esa distorsin tiene su base en un desequilibrio qumico a nivel neuronal previo al consumo desus medicamentos pero que no haba emergido claramente an). Ni la completa falta de lgica delrazonamiento psiquitrico aplicado, ni el enorme negocio que los sustenta y promueve ni, por supuesto,todo el cmulo de problemas objetivos, perfectamente ambientales, que precipitaron toda la situacin,aparecen en este mecanismo explicativo, puramente ideolgico, cuyo nico resultado es el escalamientodiagnstico (sucesivos diagnsticos que van descubriendo estados cada vez ms graves del cuadro), y elescalamiento teraputico (sucesivos aumentos en la cantidad e intensidad de los frmacos administrados).

    Es la triste historia de Felipe, que desde los cinco aos ha pasado de los descongestionantesrespiratorios aparentemente inofensivos que, sin embargo, contienen sustancias con efectos estimulantes, a

    las drogas que le permitiran focalizar pero que, sin embargo, le producen alteraciones en el sueo y enel nimo, a las drogas que le permitiran dormir y modular su nimo, a pesar de lo cual le produjeronataques de pnico, obesidad y jaquecas, a la administracin de antipsicticos que le permitiran superar susataques de pnico, al menos mientras no se manifieste completamente su desorden bipolar latente o, peor,su primera crisis esquizofrnica en la adolescencia.

    8. La encrucijada atroz: cmo pueden sufrir los que deben mostrar xito a toda costa?

    En algn momento, los porfiados hechos, los reiterados crculos en que estos problemas se presentan yagravan, nos tienen que obligar a preguntarnos ms radicalmente por su origen. Nos tienen que obligar areplantear la situacin desde las bases sociales de las que surgi. Demasiados dlares, demasiadaineficacia y torpeza mdica, demasiadas vctimas que slo van agravando de manera progresiva sucalvario. Demasiado ideologismo simple: el problema es suyo, su problema es psicolgico, su problema esorgnico.

    Es hora de preguntarse de una manera ms global y ms radical por todo aquello que se desplaza yqueda oculto tras estas explicaciones insuficientes e ineficaces. Por aquello que siempre se nombra,nuestra sociedad y nuestra poca son difciles, y que siempre se mantiene en la penumbra de lavaguedad en el mbito de la teora, a pesar de que habla a gritos en cada paso y cada aspecto de laexperiencia cotidiana y real. Nadie niega que haya causas sociales. Muy pocos pasan de esa afirmacingenrica.

    Al volver la mirada sobre ese estado social de la subjetividad imperante lo que se encuentran sonpatrones de comportamiento extremadamente individualistas. Se encuentra el exitismo compulsivo, la vidaentregada a las apariencias, la enorme presin por salir adelante en medio de un ambiente competitivo ysobre explotador. Todo el mundo lo sabe. Nadie duda de que estos patrones de comportamiento tienen quellevar tarde o temprano a problemas subjetivos, incluso todos los enumeran un poco a la rpida, entre lasmuchas explicaciones, pero muy pocos se detienen a examinar sus caractersticas particulares y sus efectossociales y polticos de manera ms determinada.

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    Una manera de abordar el problema, en este pas, es comparar las antiguas capas medias, formadasentre los aos 30 y 40, con las nuevas capas medias cuyo auge empieza en los aos 80 y 90. Unas capasmedias clsicas explotadas a ritmo keynesiano. Con amplios privilegios en educacin, salud, vivienda,cultura, conseguidos a costa del Estado, y tambin a costa de los sectores ms pobres del pas. Unas capasmedias con bajos niveles de endeudamiento, o con endeudamiento blando, perfectamente pagable. Unas

    capas sociales emergentes sobre las que imperan patrones de prestigio, cultura y modales provenientes dela vieja Europa de los aos 20. Con vocacin familiar y barrial. Democratista, moderada en el aparentar,entre la cual el ejercicio y el consumo de la alta cultura ofrece un cierto prestigio. Unas capas medias conun amplio espacio para la movilidad social, al menos en los sectores integrados a la produccin moderna.Y tambin, unas capas medias orgullosas de una democracia que omite sistemticamente a los ms pobresen el campo y la ciudad, para la cual las comunidades tnicas originarias son slo motivo de folklore yfraseologa patriotera, que omite sistemticamente a los militares (y pagar por ello), que celebra demanera meramente formal a los intelectuales, que se construye en y desde dos o tres grandes ciudadesdejando casi todo el resto del pas entregado al olvido de los terratenientes, sumergido en una opresivasiesta provinciana.

    Muchos acadmicos dedicados a examinar la vida cultural del Chile del siglo XX han indicado ya cmoel golpe de Estado de 1973 marca el fin de esa vida clsica, y cmo el auge econmico, real o ficticio,desde los aos 80 cambi radicalmente el modo de vida nacional. Estamos ahora ante la emergencia deuna nuevas capas medias. Fuertemente elitistas. Unas capas medias que, una vez ascendidas, admitenmuy poca movilidad social. Unos sectores sociales que surgen a la sombra del desmantelamiento de todoapoyo estatal, y que deben hacerse cargo progresivamente, en el nivel familiar, de los costos de laeducacin, la salud, el acceso a la cultura. Sectores sociales cuyos referentes culturales son ms biennorteamericanos o, incluso, que mantienen como horizonte cultural un cierto mito sobre lo que ocurrira enunos Estados Unidos de fantasa. Algo as como la mirada de los pobres portorriqueos, de los cubanosrecin llegados a Miami, pero a miles de kilmetros de distancia. Capas medias para las que la alta culturaya no es un signo de prestigio, y que consumen farndula o cultura sin hacer grandes distinciones. Capasmedias conservadoras, que viven de manera apoltica, que se refugian en el espacio familiar, con muypoca vocacin pblica, que dan la espalda incluso a la experiencia barrial, tan tradicional y aparentementearraigada. Pero tambin, capas medias que no son sino amplios sectores de trabajadores fuertemente sobreexplotados, sometidos a la precariedad laboral y salarial, viviendo sobre la base de un endeudamientoduro, intenso, con tasas de inters inverosmiles. Sectores en los que ha golpeado intensamente la crisisgeneral de la familia tradicional, que viven la disgregacin familiar como algo normal, cotidiano. Sectoresacosados por el mercado liberal y por un Estado ausente de sus deberes ms elementales.

    La rapidez de su auge, el ritmo extremo que permite el endeudamiento aparentemente sin lmites, losmodelos de xito a la norteamericana, la revolucin en el papel que juegan los medios de comunicacinen la formacin de la subjetividad pblica, han dado origen a unos patrones de comportamientoextremadamente individualistas, a unos criterios de xito extremadamente pobres, siempre perseguidoscon exceso, a una cultura de la impostacin, de la apariencia fingida, de la compulsin por mostrar inclusolo que no se tiene. El momento ms dramtico de esta escalada se coment ampliamente en los aos 90,pero parece haberse olvidado: los carros de supermercado llenos que se pasean slo para mostrar y luegose dejan abandonados, comprando lo mnimo los telfonos celulares de palo.

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    Winners y loosers6, tal como en las series norteamericanas para adolescentes (norteamericanos).Hay que tener, si no se tiene al menos hay que aparentar tener. Si no se puede aparentar lo que no se tiene,al menos hay que ser visto satisfecho, positivo, en ascenso. Winner por fuera aunque se sienta todoel tiempo como looser por dentro.

    La encrucijada es esta: agobio por el endeudamiento, cansancio y precariedad laboral, tensin ydisgregacin familiar, individualismo extremo, versus la necesidad imperiosa de exhibir ciertos estndaresde consumo, de visibilidad, de xito, de satisfaccin. O, tambin, cmo se las arreglan para sufrir los quedeben mostrarse exitosos a toda costa?

    9. Contextos hostiles: el trabajo, la familia, el colegio.

    Hay poderosos factores que convierte al espacio de trabajo en un ambiente estresante y hostil. Desdeluego el primero es la precariedad contractual. Se vive de manera cotidiana el peso de una legalidad quehace extremadamente fcil la cesacin y rotacin de los trabajadores. Incluso por sobre la precariedadsalarial, la vinculacin dbil con la fuente de trabajo opera como fuente de adhesin obligada por parte de

    los trabajadores. Y los jefes directos y empleadores la recuerdan constantemente como una forma deincentivar la productividad. El mundo de fantasa en el que un trabajador contento produce ms, tanalardeado por los administradores de los departamentos de personal, y los que lucran con intervencionesy dinmicas para mejorar el ambiente laboral, se traduce en la prctica en un sistema de presionessubjetivas, al ms viejo estilo del palo y la zanahoria, que rara vez se eleva por sobre el nivel de laamenaza latente.

    Un segundo factor que es necesario considerar es la sobre explotacin en el sentido ms brutal ydirecto. No tanto la proporcin entre los niveles salariales y los de las ganancias, de por s leoninos, sino,de manera fsica, la sobre exigencia sobre la productividad, que procura extraer valor hasta del ltimosegundo de la jornada laboral efectiva. Incluso, el uso intensivo de tecnologa, el uso abusivo de laposibilidad del trabajo a distancia, hace que muchos trabajadores simplemente continen en sus casas lastareas sobre dimensionadas que les han encomendado dentro de sus jornadas de trabajo normales. Laamenaza del desempleo impide toda rebelin contra este trabajo fuera del trabajo, que se extiende sin msfuera de todo arreglo contractual.

    Pero el carcter estresante y hostil de estos regmenes laborales se ve fuertemente agravado por lasparadojas de las polticas de personal. En la prctica, y cada vez ms a nivel contractual, se exige a lostrabajadores el cumplimiento de requisitos de tipo subjetivo ante su labor: buena disposicin, lealtad,emprendimiento, proactividad, asertividad, una actitud positiva. Los encargados de fomentar ydesarrollar estas destrezas no slo actan estableciendo actividades, o delimitando usos y rutinas laboralessino, tambin y activamente, se convierten en vigilantes de su cumplimiento. El trabajador se encuentra asen medio de una tensin contradictoria: por un lado es sobre exigido, por otro lado debe mostrar buennimo, una buena actitud colaborativa. Si a esto agregamos que la evaluacin de estos perfiles decomportamiento subjetivo es tambin frecuentemente subjetiva la situacin se vuelve ms opresiva: todotrabajador encargado de tareas medianamente tcnicas se encuentra cotidianamente confrontado con lasubjetividad todopoderosa de algn coordinador que vigila sus actitudes.

    6 Perdn por el anacronismo, pero an creo que no deberamos dar ciertas cosas por obvias: winners, en ingls, significaganadores, loosers significa perdedores.

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    El precio de no cumplir con los estndares, siempre bastante vagos, y entregados al criterio de losevaluadores, que por supuesto casi nunca aparecen como tales, pero que tienen claramente ese poder, esser detectado como un caso problema. La consecuencia habitual es una deriva, apenas distinguible delbullying laboral, en que los estigmas se acumulan, las oportunidades de enmendar se agotan msrpidamente que lo prometido, y en que la presin misma de la situacin refuerza los comportamientos que

    fueron inicialmente estigmatizados.Pero el precio real, el que va ms all del lugar de trabajo, es la perspectiva que se abre, ominosa, ante

    la posibilidad del desempleo. Asumir de pronto, sin respaldo alguno, el endeudamiento. Las casascomerciales, los colegios e Isapres, las cuentas por los servicios. La perspectiva de buscar empleo enmedio de una fuerte competencia por las fuentes de trabajo, en que la edad, los antecedentes laboralesprevios e incluso la buena presencia, pueden actuar como factores en contra. Una competencia en que esnecesario afrontar la posibilidad abiertamente paradjica de la sobre calificacin. Curiosamente, y encontra de toda evidencia, los evaluadores suelen argumentar que ms experiencia significa ms salario(cuestin que rara vez se cumple en el mercado laboral real) y que, por lo tanto, es preferible contratarpersonas con menos experiencia que puedan ser formadas en sus tareas durante su ejercicio, y que cuesten

    menos. La realidad detrs de este argumento, sin embargo, es otra: ms experiencia significa tambin msproblemtico. Es decir, los evaluadores suelen preferir trabajadores ms dciles, en contra de toda laretrica grandilocuente del trabajador creativo, polivalente, capaz de asumir desafos porque ya los haenfrentado antes.

    El precio social del desempleo tan fcilmente posible es, en buenas cuentas, la perspectiva de cambiarrepentinamente de estatus despus de una enorme exposicin exitista frente a familiares y amigos. Yentonces, considerada de esta manera, nos damos cuenta de que se trata de una situacin que atraviesatodos los niveles salariales. No es exclusiva de los trabajadores ms altamente tecnolgicos, aunque losafecte con ms frecuencia. No es exclusiva de los niveles salariales ms altos, incluso se puede afirmar queel drama del contraste es mayor justamente en quienes cuentan con menos respaldos, con menos vnculospara sobrellevar o incluso disimular temporalmente su prdida. Es decir, justamente en los sectores detrabajadores con ingresos ms bajos y entornos sociales menos protegidos. Hay que considerar que en estepas incluso los trabajadores que ganan el salario mnimo suelen tener varias tarjetas de multitiendas yhacer algn tipo de copago en colegios subvencionados.

    Esta precariedad en el mbito laboral, que genera una situacin en que se debe responder a la sobreexigencia con el mejor rostro posible bajo la amenaza permanente del desempleo, impacta directamente enla familia. Jefes de hogar agobiados por las deudas, por sus propias autoexigencias de xito, por laingratitud de un trabajo que se debe mantener a toda costa con una sonrisa en los labios, y quefrecuentemente tienen que completar en sus casas, no pueden, desde luego, seguir sonriendo en sushogares. Buscan descanso para un cansancio que no logran identificar directamente. Padecen formas decansancio que no son ya de tipo fsico muscular, sino que afecta ms bien a la musculatura fina, a lascoordinaciones perceptuales y, desde luego, sobre todo, a la subjetividad. Ante este cansancio de nuevotipo, y dados los patrones culturales imperantes, la farndula, la enajenacin deportiva, completan uncrculo de pobreza: todo el tiempo libre se convierte ms bien en simple tiempo de restauracin de lafuerza de trabajo, componentes subjetivas incluidas, para poder seguir siendo sobre exigido el lunessiguiente.

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    Como siempre, son las jefas de hogar las que llevan la peor parte. La modernizacin slo haremovido muy superficialmente el machismo histrico de las sociedades latinoamericanas. Adems delambiente laboral hostil, y con frecuencia junto a l, la mujer trabajadora an lleva el peso de tener quehacerse cargo de la casa. La disgregacin de la institucin familiar que todas las estadsticas sealanempieza, de manera legtima, por la reivindicacin de la mujer trabajadora de un horizonte de humanidad

    que le es sistemticamente negado. Realizarse en la vida, contar con medios propios e independientes desubsistencia, compartir de manera efectiva las tareas hogareas, ser considerada tambin como exitosa, serestimada por sus competencias educacionales, laborales, sociales. Todo este mundo de deseo dereconocimiento parece ser obvio para los hombres y es, en cambio, hasta el da de hoy, una constantetarea, una constante lucha, para la mujer. Las tasas de separacin conyugal, el nmero cada vez crecientede jefas nicas de hogar, la postergacin del matrimonio, el 50% de nios que nacen en Chile fuera delmatrimonio, son efectos, buenos o malos, buscados o no, de esta larga lucha por la dignidad. Efectos deuna lucha que se despliega en un mundo radicalmente injusto. Efectos que hay que asumir como tales, paralos cuales slo un mundo radicalmente distinto puede ofrecer alternativas.

    Deberamos extraarnos de que todo esto se exprese en el medio escolar? Los nios tambin han sido

    convertidos en sujetos de consumo. Tambin se han creado para ellos pautas de exitismo y visibilidadadecuada. Tambin entre los jvenes y nios hay estndares de consumo que alcanzar y exhibir. Pautasde competitividad y rendimiento.

    Los colegios pagados o no, entregados a la lgica mercantil, se convierten en verdaderas mquinas deproductividad formal, acosados por indicadores artificiosos y artificiales, como el SIMCE y la PSU, queno miden progreso educativo alguno ni, para qu recordarlo, indicador cultural alguno, pensados slo paraofrecer indicadores de selectividad que, a pesar de su pobreza de contenidos, influyen drsticamente en lasperspectivas de ascenso educacional y social posibles para los estudiantes.

    La paradoja de la sobre exigencia laboral se repite de esta manera en los colegios. Por un lado hay querendir. El colegio necesita ms promedios en el SIMCE y la PSU. Cada estudiante exige y es exigido porsus compaeros en torno a los modelos de comportamiento que muestran las series juvenilesnorteamericanas, de acuerdo a los modelos de exitismo de sus padres, de acuerdo a sus propiasexpectativas de aparecer y circular de manera exitosa. Pero, a la vez, cada joven, cada nio, debe mostrarun comportamiento adecuado. Expresar sus emociones de manera adecuada. Mostrar una actitudcolaborativa y proactiva. Desarrollar asertividad y empata. El riesgo de no cumplir con estos estndareses, nuevamente, llegar a ser considerado como un caso problema. La espiral de refuerzo negativo queconlleva el estigma se repite, tal como en el bullying laboral. Y a ella contribuyen, con la mejor intencindel mundo, todos los actores que estn a cargo del proceso educativo, imbuidos de ideologapsicologizante y psiquitrica y presionados tambin por sus propios agobios.

    10. La contencin social como efecto

    Juan, Mara y Felipe estn absorbidos por una misma espiral de eventos que escapan completamente asus posibilidades de accin individual. Sometidos a los efectos de un sistema de vida inhumano. Vctimasde sus propios deseos colonizados por la enajenacin. Vctimas de un sistema de sobre explotacin ysujecin social. Juan descarga sobre su familia los agobios que contempla, sin poder descifrar su origenglobal. Mara descarga sobre sus hijos el agobio de tener que luchar por el reconocimiento hasta en los

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    espacios ms ntimos de su vida. Felipe descarga sobre sus padres, sobre sus profesores y compaeros, elagobio de no poder estar a la altura de las sobre exigencias que se descargan sobre l.

    Pero no se rebelan. El horizonte de un mundo ms humano no aparece en absoluto, de manera efectiva,en sus vidas. Juan apoy el golpe de Estado, pero se horroriz luego con los usos y abusos de la dictadura.

    Mara ha sido siempre de izquierda, pero de un modo cada vez ms lejano, casi como una simple nostalgiade sus das de colegio. Felipe casi no ha escuchado hablar de semejantes temas, y no imagina un mundoalternativo ms all del horizonte de sus consolas de juego.

    No slo no se rebelan. Tampoco conciben sus dramas como dramas sociales o polticos. Ni siquieracomo dramas comunes o colectivos. Cuando cuentan sus problemas los describen como puramenteindividuales. Cuando escuchan los problemas, casi idnticos, de otros, no llegan a identificarlos con lospropios. Han llegado al convencimiento, terico y prctico, de que sus problemas son individuales, dealgn modo nicos (el problema es suyo), de que no logran evaluar de manera adecuada sus posibilidadesy expectativas (su problema es psicolgico), de que sus incapacidades temporales se originan en algn tipode alteracin orgnica, que puede y debe ser tratada de manera mdica (su problema es endgeno).

    No se rebelan. Cada uno de los actos de sus vidas es un dramtico testimonio del mundo en que viven.Una poderosa denuncia de la inhumanidad del agobio que los aqueja. Pero una denuncia meramentepotencial, que ellos mismos no perciben como tal. Cada uno de sus dramas podra ser fuente de una radicaly rabiosa protesta contra el mundo establecido. Pero una protesta que no se produce. Han sido contenidos.

    La medicalizacin del malestar subjetivo cumple la funcin ms clsica de la ideologa: contribuye apegar un tejido social fracturado, centrfugo y contradictorio, con apariencias y discursos que presentanesas dificultades como incidentales, temporales, exteriores a su voluntad personal y, desde luego, a suvoluntad poltica.

    El sistema nunca puede tener la culpa de lo que a usted le pasa: el problema es suyo. Pensar lo contrarioes, de manera simple y directa, una disculpa propia de un incapaz Cmo puede responder a esto elincapaz? Exteriorizando a su vez, en l mismo, el problema, movindolo desde la esfera de la voluntad(que es la de sus capacidades posibles) a la de su cuerpo (cuyas reacciones estaran ms all de suvoluntad). Esto es lo que clsicamente se llama objetivar el sntoma.

    La somatizacin del malestar es una estrategia subjetiva que descansa en la ideologa de la medicinacientfica, o mejor, en la medicina cientfica convertida en ideologa por la necesidad imperiosa delpaciente conjugada por la avidez de lucro de la industria mdica. Sin que haya ninguna conspiracinespecial al respecto7, el efecto objetivo de esta estrategia es la contencin social. El desplazamiento de lasraces del malestar desde el mbito social y poltico hacia un mbito presuntamente psiquitrico y mdico.

    11. Quedamos los que puedan sonrer

    7 An tratando de no pensar en una poltica conspirativa al respecto, es necesario considerar que, slo en Estados Unidos,durante los ltimos cinco aos (2006-2010), la industria farmacutica ha gastado ms de 55.000 millones de dlares en

    promover y publicitar frmacos. Un aspecto notable de este gasto es que, de esa cifra, ms de 2.000 millones fuerondestinados a financiar revistas mdicas (en que se forma la opinin profesional de los especialistas), y ms de 33.000millones a influir directamente sobre los profesionales mdicos que estn en posicin de recetarlos. Los datos se puedenencontrar en www.imshealth.com .

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    La medicalizacin de nuestros problemas y agobios no es ni inevitable ni insuperable. No estamosobligados a la medicina convertida en ideologa por el afn de lucro. Tratndose de un problema que afectatan directamente, de manera tan personal, nuestra subjetividad, es necesario abordarlo primero en y desdeese plano. Pero, tratndose de un orden de problemas que claramente exceden nuestras posibilidades deaccin personal, es necesario asumir que slo se pueden abordar con xito si los compartimos, si somos

    capaces de socializarlos.En el plano puramente personal, la primera fase de todo intento por ir ms all del crculo vicioso de la

    medicacin es enfrentar el desafo de disminuirla progresivamente. Se trata de una cuestin delicada, y lamayor parte de las veces difcil. Lo primero que se debe tener en cuenta es el efecto de resaca de todas lasdrogas que afectan al sistema nervioso.Nunca se debe suspender un tratamiento con drogas psicotrpicas(antipsicticos, antidepresivos, ansiolticos, moduladores de nimo, somnferos, calmantes) de manerarepentina o abrupta. Siempre la disminucin debe ser lenta, al ritmo que el propio afectado sienta comoms seguro. Se debe estar dispuesto a aceptar retrocesos temporales, plazos ms o menos largos. Engeneral, uno debera demorarse en dejar de tomar las drogas que consume tanto o ms que el tiempodurante el cual las ha consumido. En muchos casos esto puede ser mucho tiempo. Lo ms importante es la

    decisin de hacerlo, y de cuidarse uno mismo a lo largo de todo el proceso.

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    Desde luego, el slo hecho de reducir el consumo de frmacos psiquitricos no reducir los problemassubjetivos a partir de los cuales fueron recetados. Aunque s reducir los poderosos y catastrficos efectosdel escalamiento teraputico (el empezar a consumir cada vez ms drogas, de diverso tipo), que es unproblema muy objetivo y demasiado frecuente. Reducir el consumo tiene sentido slo si a la vez se siguenterapias alternativas, que aborden los problemas de fondo. Y esas terapias pueden ser de muchos tipos.Desde luego las terapias psicolgicas, entre las que siempre son preferibles las terapias habladas, de tipocognitivo. Pero tambin, no necesariamente terapias psicolgicas. Hay una amplia gama de actividadesque pueden tener efectos teraputicos sin ser directa y propiamente terapias. Desde hacer ejercicios,practicar alguna disciplina de meditacin, participar en grupos de tipo cultural o poltico, hasta el mismoconvertirse en un activista crtico del propio problema que se quiere superar. Lo que tienen en comn estosprocedimientos, y lo que les permite una buena parte de su efecto teraputico es el compartir, el haceractividades conjuntas, el conectarse con otros y constatar en ellos nuestros mismos problemas, y crecercon ellos hacia la bsqueda de soluciones.

    Pero tambin, ms all de esta necesidad personal, ciertamente urgente en muchsimos casos, avanzarhacia soluciones ms permanentes pasa necesariamente por asumir la consciencia de que un mundo y unmodo de vida ms humanos son necesarios. Explicitar y asumir, desde luego, los mecanismos ideolgicosque nos han mantenido retenidos en una situacin inhumana y generar la consciencia para revertirlos. Antela individualizacin, socializar. La mayor parte de mis problemas son compartidos por muchos y se debena situaciones que han estado hasta ahora ms all de mi voluntad. Ante la psicologizacin, objetivar.Nuestros problemas cotidianos no son simples problemas generados en la manera en que percibimos larealidad, o en nuestra falta de destrezas comunicativas. Ni pueden ser reducidos a esas dimensiones. Sonproblemas objetivos. Que tienen races perfectamente identificables en la sociedad y el modo de vidaimperante. Ante la naturalizacin, historizar. La objetividad social de los problemas que nos aquejan esperfectamente histrica, puede ser cambiada. No reside ni en una presunta naturaleza humana, ni en unas

    8 Una muy buena gua para la reduccin del dao producido por el consumo de drogas psicotrpicas, pensada para ser leda yseguida por los usuarios mismos, se puede encontrar, en castellano, en el sitio del Icarus Project, www.theicarusproject.net,

    bajo el ttulo Discontinuacin del uso de drogas psiquitricas: una gua basada en la reduccin del dao.

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    bases biolgicas que nadie ha establecido de manera cientficamente vlida. Reside en las estructurassociales que constituyen al sistema en que somos dominados, explotados, sobre exigidos. Tenemosderecho a querer cambiar ese mundo opresivo y, social y polticamente, podemos hacerlo.

    Como la desintoxicacin personal, la tarea poltica puede ser larga y difcil. Pero lo ms importante en

    nuestra decisin de que es necesaria y es posible. En la calle, codo a codo, somos mucho ms que dos,nos dice la realidad. Y, tambin, como lo ha indicado otro cantor con tanta claridad, esta es una gran tareacomn a la que llegamos, en la que quedamos, los que puedan sonrer.

    Santiago de Chile, Julio de 2012.

    www.sicarioinfernal.blogspot.com

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