Stephane Hessel - La indignación debe ir seguida de compromiso (y otras notas)

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Hessel: “La indignación debe ir seguida de compromiso” Con 93 años, este diplomático francés, escritor y activista del progreso, ha inspirado a los jóvenes europeos, y con mucha fuerza a los españoles, bajo el lema de su libro: '¡Indignaos!'. JESÚS RUIZ MANTILLA 29/05/2011 Sobre la mesa de su salón parisiense, Stéphane Hessel guarda un ejemplar de EL PAÍS en el que aparece una foto con jóvenes españoles indignados. Pertenece a los primeros días de la convocatoria de una ola de manifestaciones bajo el título de su libro, que va camino de vender 400.000 ejemplares en España y que ha alcanzado los dos millones en Francia. Este chaval de 93 años apareció en el momento justo, con la palabra justa. Su único mérito ha sido recapitular. Colocar en alza valores que hoy están amenazados y que han costado años y décadas de lucha y sacrificio. Libertad, igualdad, justicia, legalidad, compromiso, derechos humanos. Palabras labradas a base de sangre y fuego, en su caso no con demagogia barata. Porque Hessel tiene sus razones para indignarse cuando vislumbra la amenaza de verlas desaparecer. No es un charlatán, ni un panfletario, aunque reivindique el género en el que Marx y Engels redactaron el Manifiesto comunista -él no comulga con ello- o Zola lanzara su Yo acuso sobre el caso Dreyfus. Nacido en Berlín en 1917, se convirtió en francés después de que sus padres huyeran de la amenaza nazi y se instalaran en París. Se enroló en la Resistencia, fue condenado a muerte y torturado por la Gestapo, pasó temporadas en varios campos de concentración y fue testigo de excepción en la histórica redacción de la Declaración de Derechos Humanos. Una vida y una altura moral más que suficientes para sacudir conciencias a nivel global. Un héroe civil, un agitador pacífico y con las ideas claras. Miles de personas manifestándose en España al grito de "¡Indignaos!". Estará  satisfecho. Su mensaje ha calado. Ya lo he visto. Me alegro. Cuando empezamos con la idea de este pequeño libro teníamos a Francia en la cabeza. Ocurrió que en pocas semanas se produjeron varios acontecimientos. La popularidad de Sarkozy se fue hundiendo, lo mismo ocurrió en Italia con Berlusconi, e incluso en España con Zapatero, y en Portugal

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Hessel: “La indignación debe ir seguida de compromiso” 

Con 93 años, este diplomático francés, escritor y activista del progreso, hainspirado a los jóvenes europeos, y con mucha fuerza a los españoles, bajo el lemade su libro: '¡Indignaos!'.

JESÚS RUIZ MANTILLA 29/05/2011

Sobre la mesa de su salón parisiense, Stéphane Hessel guarda un ejemplar de EL PAÍS enel que aparece una foto con jóvenes españoles indignados. Pertenece a los primeros díasde la convocatoria de una ola de manifestaciones bajo el título de su libro, que va caminode vender 400.000 ejemplares en España y que ha alcanzado los dos millones en Francia.

Este chaval de 93 años apareció en el momento justo, con la palabra justa. Su único mérito

ha sido recapitular. Colocar en alza valores que hoy están amenazados y que han costadoaños y décadas de lucha y sacrificio. Libertad, igualdad, justicia, legalidad, compromiso,derechos humanos. Palabras labradas a base de sangre y fuego, en su caso no condemagogia barata. Porque Hessel tiene sus razones para indignarse cuando vislumbra laamenaza de verlas desaparecer. No es un charlatán, ni un panfletario, aunque reivindiqueel género en el que Marx y Engels redactaron el Manifiesto comunista -él no comulga conello- o Zola lanzara su Yo acuso sobre el caso Dreyfus. 

Nacido en Berlín en 1917, se convirtió en francés después de que sus padres huyeran dela amenaza nazi y se instalaran en París. Se enroló en la Resistencia, fue condenado a

muerte y torturado por la Gestapo, pasó temporadas en varios campos de concentración yfue testigo de excepción en la histórica redacción de la Declaración de Derechos Humanos.Una vida y una altura moral más que suficientes para sacudir conciencias a nivel global.Un héroe civil, un agitador pacífico y con las ideas claras.

Miles de personas manifestándose en España al grito de "¡Indignaos!". Estará satisfecho. Su mensaje ha calado. Ya lo he visto. Me alegro. Cuando empezamos con laidea de este pequeño libro teníamos a Francia en la cabeza. Ocurrió que en pocas semanasse produjeron varios acontecimientos. La popularidad de Sarkozy se fue hundiendo, lomismo ocurrió en Italia con Berlusconi, e incluso en España con Zapatero, y en Portugal

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con Sócrates. Antes de que se produjeran las revueltas del norte de África, la idea de quelos Gobiernos de varias partes del mundo rozaban comportamientos que provocaban laindignación de la gente era algo que raramente habíamos visto.

Y le dio por escribir este discurso y convertirlo en libro. No es un trabajo literario, enabsoluto. Queríamos lanzar algo corto y estimulante. Puede que hasta tenga faltas desintaxis. La editora se sentó justo donde está usted ahora, yo empecé a hablar, lo redactó,me lo dio, lo corregimos y lo lanzamos.

Como una entrevista. Una pena para mí, podía haberme tocado, ya que estamos.Exactamente, así ocurrió. Lo digo porque surgió de manera natural, como unaconversación. Y una vez en la calle corrió como la pólvora.

Es que hay mucha gente esperando un discurso que aglutine ciertos sentimientos. La

  palabra justa, la expresión que todos tienen en la cabeza. Esa indignación. Lo hepodido comprobar, efectivamente. Pero el libro está basado en dos textos: el programa dela Resistencia, no muy bueno, pero escrito en el momento y en el lugar justos; cuando losfranceses se sentían acorralados por un enemigo como los nazis. El otro es la Declaración

Universal de los Derechos Humanos.

De la que usted fue testigo de excepción. Estuve allí cuando se redactó. Yo erademasiado joven para formar parte de ese grupo de 12 sabios, pero fui asistente. Lesayudé a organizar las reuniones, a redactar las actas. Los que estaban allí eran figuras deprimer nivel en la esfera de la política y el derecho como la viuda del presidenteRoosevelt, Eleanor. Se encontraban en Nueva York y en Ginebra y yo me encargaba deprepararles los papeles y asegurarme de que hacían el trabajo.

 ¿Vigilándoles? Como secretario. Yo era un joven diplomático, carecía de autoridad, perome sobraba curiosidad. Tenía motivaciones muy profundas para que el trabajo saliera dela mejor manera. El hecho de haber acabado la guerra en tres campos de concentraciónera suficiente impulso para mí.

Estuvo usted en Buchenwald. Allí conocí a Jorge Semprún. Un gran amigo; guardo unaanécdota de él importante. Cuando llegó al campo y le preguntaron a qué se dedicabarespondió: estudiante. "Si pongo eso", dijo el que tomaba el registro, "le matarán

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inmediatamente, voy a dejar las primeras letras y lo voy a transformar en estucador. Así,por lo menos, le asignarán trabajos manuales". Era lo único que buscaban. Pero volvamosa ¡Indignaos!  

Me gustaría que contara el significado que para usted lleva ese término. Es una  palabra que utiliza con un sentido positivo. Apela a aquellos que la sienten para

contagiársela a quienes no la llevan dentro. Contiene su lado positivo, pero también suspartes oscuras.

Y si es así, ¿cómo cree que se puede contagiar su parte de luz?  Le confieso que el títulofue propuesto por la editora, Sylvie Crossman. Pero lo acepté inmediatamente.

 ¿Con su llamada imperativa? Sí, señor, y con su signo de exclamación. Es fuerte. Muchomás de lo que yo hubiera propuesto, porque no me considero un revolucionario, soydiplomático que cree en la no violencia. Busco poner a la gente de acuerdo, más queenfrentarla.

Eso es bastante radical para los tiempos que corren. Estamos rodeados de políticos

que nos llevan a la guerra. ¿El diálogo es hoy revolucionario?  Puede ser. Pero si nosatenemos a los significados, le diré que lo que más me convence de la palabra es quecontiene otro término fundamental: dignidad. Por eso lo acepté. Cuando la dignidad sepone en cuestión es necesario reaccionar. La indignación viene del pisoteo de la dignidadque cada ser humano lleva consigo. Por eso siempre me remito a la Declaración deDerechos Humanos. En su artículo primero ya dice: Todos los seres humanos somosiguales en dignidad y en derechos.

Y ahora viene a apelar al compromiso. El nuevo libro se titula precisamenteComprometeos. Es el paso moral siguiente a la indignación. Nadie puede molestarse por

que el prójimo se comprometa con algo. Puede molestarse si se rebela, si se remontaimpulsivamente, eso es hacer el caldo a otros como Marine Le Pen [líder de laultraderecha en Francia]. Lo que ella proclama es eso, pero yo apoyo la indignación en elsentido contrario. La que me sacude cuando los derechos básicos son atacados,perseguidos. Enfadarse y ya, para mí no tiene sentido. La ira no conduce a ninguna parte,debe ir seguida de compromiso.

Difícil. No propongo a la gente que se enfade sin más, sino que se pregunte cuáles son lasrazones que ponen en peligro esos valores fundamentales que hemos heredado y queahora tiemblan. No es fácil, no.

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  Sobre todo, aclararnos en toda esta confusión. Un caldo de cultivo para diferentes

indignaciones, para diferentes intereses. Al leer el libro quedan claros los valores, lospeligros y los retos.

 Son tres o cuatro. Empezando por los de la Revolución Francesa. Por algunos de ellos.Otros, insisto, la Declaración Universal de Derechos Humanos.

 ¿Los ve en la picota? Bastante, pero no olvidemos que en el tiempo en que fue redactada

aquella declaración, el mundo todavía estaba amenazado por algunos totalitarismos. Elfascismo había sido derrotado. Pero el comunismo pervivía. Luego se ha ido imponiendootra ideología perversa basada en el mercado y nada más que en el mercado. Hoy, usted yyo, sufrimos sus consecuencias, las de un grupo privilegiado que busca sus beneficios anuestras expensas. ¿Qué proponer como alternativa? La democracia real.

Bonita palabra. Confiar en depositar cada vez más poder en la gente común para que susnecesidades sean la prioridad a resolver por los Gobiernos, el primer deber. LosGobiernos deben asegurar libertad, hermandad, igualdad y justicia social.

Y progreso. Otro concepto en crisis. Lo confundimos con progreso técnico, científico, pero no con bienestar. Absolutamente. Es algo muy sencillo, progresar significa tender ala mejoría. La palabra mejor es importante. ¿Cuál es la diferencia entre el bien y el mal?¿Es mejor ganar dinero a cualquier precio o preservar la decencia y el honor? ¿Es mejorentrar en la espiral de un progreso científico a toda costa o guardarnos dedescubrimientos que superen la dignidad del ser humano? Progreso no significaacelerarse, sino ser consciente de cuáles son los valores que ayudan a crear un mundomejor y cuáles no. La democracia es exigente en sí. Demanda más a los políticos y logratejer un sistema del que es difícil salir bien parado si actúas mal.

Volvamos a los claroscuros de la palabra indignación. Hubo un tiempo en que aquel  sentimiento le llevó a un camino violento. ¿Qué sentía dentro, en sus tripas?  No soy untipo violento. Puedo entender qué lleva a la gente a la violencia. Pero a mí no meconvence. Mi primera indignación tenía un nombre: los nazis. El fascismo de Franco yMussolini, incluso Stalin, de quien ya tuvimos noticias de sus purgas en 1935. Eltotalitarismo. Además, teníamos el ejemplo de los republicanos españoles comocontraposición a los comunistas más cerrados. Yo siempre me consideré demócrata, ycuando este sistema estaba en peligro me indignaba. Pero incluso dudé. Los estragos de laI Guerra Mundial nos hacían pensar a muchos que había que agotar todas las vías antes deentrar en otro conflicto. Negociar y dar la palabra a la gente de los diferentes países. Solo

cuando vi claro que esta gente lo único que quería hacer era conquistar Europa conmétodos violentos me convencí de que había que enfrentarse a ellos por las armas.

Pero esa indignación, físicamente, ¿era equiparable a la que siente ahora?  No,entonces era joven y con ganas de luchar. Cuando llegó la hora, cuando vi que eranecesario levantarme y enfrentarme a ellos, me invadió un deseo de lucha. Me enrolé enel ejército sin dudarlo. Y cuando se firmó el armisticio con los alemanes me volví aindignar. Sentí que era una deshonra y una deslealtad con los británicos. Me opuse; erainaceptable. ¿Qué podía hacer? ¿Luchar en Francia? ¿Unirme fuera a De Gaulle? Eso es loque hice.

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Y tuvo una relación intensa con él, han contado algunos. No. Yo era muy joven y unoficial de bajo rango. Pero tuve el privilegio al llegar a Londres de cenar con él en laintimidad. Me convocó. Quería saber qué pensaba de él un joven estudiante de la EscuelaNormal Superior, muy prestigiosa entonces en Francia. Deseaba conocer lo queopinábamos de él los estudiantes de ese nivel.

Por lo menos, y gracias a la fortuna, también De Gaulle se indignó. Cosa que noocurría entre una enorme parte de los franceses. Aquello fue tan extraño en un país

que había levantado las banderas de la democracia en todo el mundo... ¿Qué ocurrió? Francia había sido tremendamente golpeada. Lo que había ocurrido entre mayo y junio de1940 es algo muy raro en la historia. No solo fue una victoria militar. Fue una enormederrota, humillante, en la que la gente tuvo que huir de sus casas hacia lugaresinsospechados. A muchos, el armisticio les supuso un respiro. La paz era tentadora paramucha gente, pero aquello no era paz.

  ¿Era una humillación? Además, había otros factores. La amenaza de los soviéticosaterrorizaba a la burguesía, mientras que los fascismos no tanto, creían que no atentabantanto a su modo de vida. Además, los nazis garantizaban el freno a los comunistas más

que nadie.

Luego, en su caso particular vino otra nueva indignación. ¡La Gestapo!

 Ahí sufrió en sus propias carnes el peligro. ¿Cómo fue su detención? En el momento enque me arrestaron estaba seguro de que no sobreviviría. Me detuvieron bajo cargos dedelitos criminales graves. Sabían que había llegado de Londres para reforzar laResistencia.

Incluso, que usted era judío. Eso no lo sabían. Me conocían poco. Si se hubiesen enterado

de que mi padre era un judío emigrado de Berlín, me habrían tratado de otra forma. Perolo hicieron como a un espía de nivel. Y, ¿qué haces con un espía? Obviamente, sacarleinformación.

  ¿Bajo torturas? Efectivamente. En la bañera, ahogándome. Pero no consiguieron quedelatara a nadie, y eso fue una satisfacción para mí. Después me condenaron a muerte.Afortunadamente, la justicia era lenta y me internaron en Buchenwald y la orden deahorcarme llegó muy tarde. Ya entonces pude cambiar mi identidad con alguien que había

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fallecido sin que se dieran cuenta. Era una persona que no estaba condenada a muerte. Asíme libré.

Me imagino que en aquellos días la indignación se había convertido en terror. Noexactamente. Se transformó en algo que solo un joven patriota puede sentir. Eseconvencimiento henchido en el que crees que has cumplido con tu deber y te hassacrificado por tu país.

 ¡Un héroe! [Risas] Le cuento algo Cuando me detuvieron cogí un trozo de papel y escribíun soneto de Shakespeare que sabía de memoria: "No longer morn for me when I amdead...". Como diciendo, si me fusilan mañana, que mi esposa sepa que no quiero luto, sinoque sea feliz. Ridículo, esto siempre resulta ridículo.

Es una manera noble de enfrentarse a la muerte. La vida está llena de ironías.

  Si le hubieran dicho entonces que cumpliría 93 años... ¡Y tanto! Mi siguienteindignación llegó en los campos de concentración. Yo sabía que la guerra era violenta.Pero lo que nunca pude sospechar es el grado de brutalidad al que podíamos llegar los

seres humanos.

Pasó de sentirse un héroe a otro estado: el de víctima. No solo una víctima individual,sino parte de una colectividad. Porque yo, personalmente, tuve suerte. Me salvé entre ungrupo de 36 condenados a muerte. Yo y dos personas más. Me enviaron a otro campo yme escapé. Cuando lo logré me volvieron a capturar y me internaron en Dora. Allí sedebatían entre colgarme o darme 25 latigazos. Pero me libré de ambas cosas porque ledije al oficial que me interrogaba: Estoy seguro de que usted, que es valiente, como yo,habría intentado escapar. Lo hice, pero fallé, con lo que no les puedo causar daño. Todoeso se lo expliqué en alemán, que es mi idioma materno. Si no hubiese hablado su lengua,

seguramente nadie me habría librado del castigo.

En su vida han existido también momentos de alegría. Como el de la Declaración de

Derechos. Poner de acuerdo en una posición común a países tan distintos comoFrancia, EE UU, la URSS o Arabia Saudí sería un esfuerzo titánico. ¿Costó? Lo atestigüéde primera mano. Si no se hubiera conseguido en 1948, las tensiones posteriores lohabrían hecho imposible después. En ese momento histórico, los soviéticos seabstuvieron, Arabia, también, y así permitieron su aprobación. Fue el momento. Un textoambicioso para la historia de la humanidad.

 Supongo que en aquellos momentos su indignación dio paso a la esperanza. Pues sí.Ese momento fue de auténtica, de verdadera y gran esperanza en el entendimiento de lasnaciones tras la guerra. Estábamos convencidos de que aquel texto encarrilaría a buenaparte del mundo en el camino de la libertad y la justicia. Pero aquello duró poco, porquedespués llegó otro sentimiento: la ansiedad que producía el peligro de una tercera guerra,que no sería como las otras, sino que traería consigo la catástrofe nuclear. El mundo habíaconocido dos horrores: el Holocausto e Hiroshima, y eso nos producía un enorme temor.Era un mundo complicado e inseguro. Sentíamos que si la ONU no conseguía éxitos en susprogramas de desarrollo y respeto a los derechos humanos, todo se iría derrumbando.

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 ¿Le queda algo del optimismo de entonces? Todavía creo que existen pequeños y lentospasos adelante y que continuarán, con retrocesos y avances. La última década del siglo XXfue muy prometedora. Después de la caída del Muro estábamos convencidos de habernosadentrado en una nueva era. En 2000 se llegó a un acuerdo bajo la presidencia de KofiAnnan de los objetivos del milenio. Pero cayeron las Torres Gemelas... Y empezamos elsiglo XXI muy mal.

Con la amenaza terrorista, pero también con la ruptura de las reglas internacionales

 por parte de Bush, Blair y Aznar. ¿Qué supuso aquello para el orden mundial?  Aquelloes parte de mi indignación presente. El hecho de que los ciudadanos sean conscientes deque estábamos dando grandes pasos adelante y esos líderes los frenaran en seco y noscolocaran en la dirección equivocada.

 ¿No fue aquello una especie de paripé de cruzados por la democracia que en realidad representaban una especie de fascismo travestido?  Desde luego. Una de las reglasbásicas a respetar en ese nuevo orden mundial que empezaba a configurarse a finales delsiglo XX era el derecho internacional. Romperlo era adentrarse en lo peor.

Contra gobernantes de ignorancia supina, ¿qué se puede hacer?  ¡Indignarse!Necesitamos otros gobernantes, y también, compromiso de la sociedad para aupar a losmás decentes. No podemos caer en esa desazón de la juventud, ni en pensar que todos lospolíticos son iguales, porque no es cierto. La rabia y la indiferencia no nos llevan aninguna parte.

En su vida ha existido otra indignación persistente: Palestina. De nuevo, la ruptura delas reglas internacionales, la brutalidad impuesta, la situación en Gaza y Cisjordaniaaúnan todo lo que más he detestado en mi vida. Parecida a la que sentí en los campos deconcentración. Siento un gran aprecio por el Estado de Israel, pero cuando su Gobierno se

comporta de una manera similar a los peores Gobiernos que yo he tenido que soportar enmi vida, no puedo admitirlo y me rebelo y denuncio esos abusos cometidos por ellos conel permiso de Estados Unidos, la Unión Europea y algunas empresas involucradas en lasituación. Es lo mismo que siento respecto a la incapacidad para ponerse de acuerdosobre el cambio climático. Espero que ahora Obama, tras haber acabado con Bin Laden yganado popularidad, pueda avanzar en ciertas cosas.

Por cierto, ¿qué opina de ese episodio? Bueno, yo me alegro de que se haya acabado conél. Era un asesino capaz de cosas espantosas. Sobre todo, de haberle dado al islam unaimagen siniestra en el mundo. Y no es así. La gente de los países árabes se ha encargado

en pocos meses de hacernos saber que aspiran al sentido común con sus revueltas. Pero,volviendo a Bin Laden, hubiera sido deseable otro método: la detención, un juicio.

 ¿Dónde queda Europa con esas amenazas de políticas antiinmigración? Justo ese es elobjetivo de mi libro. Concienciar a la gente para afrontar los nuevos retos con valoresdignos. No son nuestras ínfimas naciones las que están en peligro, es nuestro mundo, cadavez más amenazado por corrientes como los neocons o quienes no se mentalizan en eltrato al medio ambiente. La fe en el compromiso es clave. No estamos condenados alfracaso, pero para evitarlo hay que dar un paso adelante.

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 AUTORIDAD MORAL

Toda una vida de lucha por el progreso, de resistencia frente a los totalitarismos, deautoridad moral, y este francés nacido en Alemania en 1917 se ha ganado el éxito y elaplauso mundial con un pequeño libro panfleto, '¡Indignaos!' (Editorial Destino, conprólogo en español de José Luis Sampedro), que ha sacudido el descontento en los paísesdesarrollados frente a un sistema económico-político lleno de goteras.

Este judío, muy crítico con la política de Israel hacia Palestina, participó en la resistenciafrancesa contra los nazis, estuvo preso en varios campos de concentración y participó enla Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La indignación no es suficienteDANIEL INNERARITY 21/05/2011

En una sociedad con ciudadanía de baja intensidad, desafección galopante hacia lapolítica, debates planos y argumentos inexistentes, cualquier llamamiento a sumarse a lascríticas encuentra una inmediata acogida. Si quien escribe  ¡Indignaos!  es Hessel, que esademás un luchador de la Resistencia francesa, uno de los redactores de la DeclaraciónUniversal de los Derechos Humanos, y si quienes han escrito Reacciona son personas deindudable talla intelectual, entonces resulta imposible llevarles la contraria o matizar susopiniones sin parecer un mercenario del sistema.

Et pourtant... La indignación es una virtud cívica necesaria pero insuficiente. Lo siento porestos autores pero yo veo las cosas de otra manera y el problema fundamental en otro

sitio. De entrada, no nos sobra indignación sino todo lo contrario. Indignación la hay entodas partes; basta hacer un poco de  zapping y uno se encuentra, sobre todo, genteindignada (preferentemente en los canales de la extrema derecha). Indignados están, porejemplo, los que creen que el Estado de bienestar disminuye pero también los queconsideran que está yendo demasiado lejos, los que piensan que ya hay demasiadosextranjeros, los fanáticos de todo tipo, aquellos cuyo miedo ha sido agitado por quienesaspiran a gestionarlo.

Nuestras sociedades están llenas de gente que está "en contra" y escasean los que están "afavor" de algo concreto e identificable. El problema es cómo nos enfrentamos al hecho de

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que lo que moviliza son energías negativas de indignación, afectación y victimización. Eslo que Pierre Rosanvallon ha denominado como "era de la política negativa", en la quequienes rechazan no lo hacen a la manera de los antiguos rebeldes o disidentes, ya que suactitud no diseña ningún horizonte deseable, ningún programa de acción. En estepanorama, el problema es cómo distinguir la cólera regresiva de la indignación justa yponer esta última al servicio de movimientos con eficacia transformadora.

¿Y si el público que escucha con agrado esas imprecaciones no fuera la solución sino parte

del problema? Pedir a la gente que se indigne equivale a darles la razón para quecontinúen como hasta ahora, viviendo en una mezcla de conformismo e indignaciónimproductiva. Lo revolucionario sería romper eficazmente con el populismo, con esainmediatez y adulación que está en el origen de nuestras peores regresiones. Y este tipode llamamientos sigue ofreciendo explicaciones simples para problemas complejos. Laindignación deja de ser en exabrupto inofensivo e ineficaz a la hora de modificar loshechos intolerables que la suscitan cuando incluye además algún análisis razonable depor qué pasa lo que pasa, si identifica bien los problemas en vez de contentarse con haberencontrado a los culpables, si propone algún horizonte de acción.

¿Y si la indignación actuara en beneficio de quienes están satisfechos o incluso sonresponsables del estado de cosas contra las que nos indignamos? Puede ser que esasexplosiones de airada protesta sean menos transformadoras de la realidad que el trabajosostenido en el tiempo para formular buenos análisis y esforzarse pacientemente porintroducir algunas mejoras. Se podría hablar de una función conservadora de laindignación que estabiliza los sistemas como lo hacen las válvulas de escape o las canas alaire, tan funcionales a la hora de dejar las cosas como están. Ese algo más quenecesitamos para transitar hacia un mundo mejor no es una mayor exageracióndramática de nuestro descontento; es, de entrada, una buena teoría que nos permitacomprender lo que está pasando en el mundo sin caer en la cómoda tentación de

escamotear su complejidad. Solo a partir de entonces pueden formularse programas,proyectos o liderazgos que permitan un tipo de intervención social eficaz, coherente ycapaz de resultar atractiva para una mayoría que no esté formada solo por gentecabreada.

Vuelve el panfletoROSA MARÍA ARTAL 07/05/2011

Un nonagenario, Stéphane Hessel, desborda las fronteras francesas llamando aenfrentarse a la crisis holística de nuestra sociedad. En España, su libro,  ¡Indignaos!, publicado por Destino, se refuerza con un vibrante prólogo de José Luis Sampedro, de lamisma edad que Hessel. Sin apearse ni de la vida ni de su constante lucha, amboshombres, pese a los achaques de su edad, dan una lección de empuje y coherencia. Con 94años, a ambos, de trayectoria plena e insobornable compromiso, la preocupación por laderiva de la sociedad actual les ha unido.

 ¡Indignaos!, 19 páginas, publicado en Francia por una pequeña editorial, parece alumbrarel renacer del panfleto, ese veterano género que trata de satisfacer la necesidad decomunicar ideas a contracorriente en tiempos difíciles; un género que, en todos los paísesy en todos los momentos históricos, siempre ha sido perseguido por las autoridades.

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Está en la naturaleza del ser humano el querer expresar la crítica y la denuncia aunque elpoder no se lo permita. Con los antecedentes de las filípicas griegas y los libelos romanos,el panfleto atraviesa el medioevo como sinónimo de escrito de carácter satírico y/odifamatorio. Para algunos autores, el vocablo toma el nombre de una obra teatral del sigloXII que llegó a constituir un género, Pamphilius seu de amore. Más tarde, en el últimotercio del siglo XVIII, los panfletos pasaron a transformarse en escritos políticos eideológicos con las revoluciones democráticas norteamericana y francesa. Surgieroncomo reprobación al orden establecido y con el objetivo de difundirse rápidamente almargen de los canales tradicionales que les estaban vedados. Su época dorada, sinembargo, es el siglo XIX. Los movimientos obreros utilizaron el panfleto para la difusiónideológica y para incitar a la acción libertadora; la obra cumbre del género es el Manifiesto

Comunista (1848).

En cuanto a España, varias instituciones ilustradas canarias conservan panfletos del sigloXIX, de pulcra caligrafía, convocando a la insurrección contra la invasión francesa. Y bajoel franquismo, las octavillas a multicopista fueron arriesgados ejercicios de oposición yllamamientos a rebelarse contra una dictadura asfixiante.

La similitud de circunstancias está en la clave de la vuelta hoy del panfleto político ysocial. Si en el siglo XIX se produjo una gran convulsión con la industrialización y elnacimiento de la clase obrera, asistimos ahora a una transformación profunda que estáacabando con los derechos laborales y sociales logrados desde entonces. La únicadiferencia es que el asalariado del siglo XXI se considera a sí mismo, al menos en España,"clase media" y no se mueve. Casi nadie lo hace.

Y sin embargo, el nuevo panfleto se abre paso con inusitado vigor, publicitado, comosiempre, de boca a oído, horadando el "pensamiento único" oficial, combatiendo laresignación y la cobardía. Si ¡Indignaos!, de Hessel, es ya el libro de no ficción más vendido

en España, Reacciona, publicado por Aguilar, que ahonda en nuestros motivosparticulares, ha escalado en solo tres semanas al quinto puesto. En este caso es Hesselquien prologa un libro que inicia el relato coral con José Luis Sampedro levantando unaalfombra donde se ocultan las miserias al gran público: "Se confunde a la genteofreciéndole libertad de expresión al tiempo que se le escamotea la libertad depensamiento". Como él, Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la Unesco, hablade los cambios radicales a acometer: "¡Ha llegado el momento de 'rescatar' a losciudadanos!". Pero la economía no es el único sector del que se habla en este librito, por lasencilla razón de que no es el único afectado por esta profunda crisis.Toda una  generación

estafada de jóvenes -como dice el periodista Ignacio Escolar-, la sociedad desinformada o

la debacle de la ciencia, la educación y la cultura, que son la base del auténtico progreso,sufren hoy las consecuencias de un sistema injusto.

Y hay más: el Manifiesto de economistas aterrorizados, de autores franceses, tambiéncomienza a propagarse en España.

El descontento de una parte de la ciudadanía -la que con criterio propio se sienteseriamente agraviada- se está canalizando también en iniciativas como   juventud sin

 futuro/sinmiedo o democraciarealya, entre otras, con creciente seguimiento en Internet.La actuación de los políticos sufre un claro desprestigio (representa el tercer problema

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8/6/2019 Stephane Hessel - La indignación debe ir seguida de compromiso (y otras notas)

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para los españoles tras los económicos), lo que menoscaba peligrosamente el valor de unaactividad destinada a dignificar el papel del ciudadano y a regular la acción del Estado enbeneficio de la sociedad.

Las asambleas y mítines de los siglos XIX y XX parecen haberse trasladado a las redessociales e Internet con su enorme poder amplificador. En un océano de masificacióninformativa, en el que los grandes medios difunden de manera casi uniforme la culturadominante, se necesitan brújulas, periscopios y radares para orientarse. Y así, impresa o

digital, una literatura panfletaria -cuya calidad desmiente el carácter peyorativo que solíaacompañar al género- se abre paso con el mismo espíritu crítico de antaño. Son textosbreves y directos que hablan con vehemencia cargada de razones. Dos nonagenarios -condécadas de historia vividas y reflexionadas- marcan el camino por el que ya muchosavanzan para indignarse y reaccionar. Ignorarlo sería insensato.

 Alegato contra la indiferencia ANA MARCOS - Madrid - 28/03/2011

Stéphane Hessel y José Luis Sampedro debaten en Madrid sobre los jóvenes conmotivo de la publicación de '¡Indignaos!', el último fenómeno editorial del escritorfrancés

Dos adolescentes de 93 años se han encontrado en Madrid para "alentar a la indignaciónjuvenil a través de la no-violencia y conseguir un efecto contagio por todo el mundo", hadicho esta mañana Stéphane Hessel (Berlín, 1917), antiguo miembro de la Resistencia y

último fenómeno literario en Francia y España.  ¡Indignaos!   (editorial Destino) es el"librito", como lo llama el autor, de 32 páginas que trata de despertar conciencias con laayuda de José Luis Sampedro (Barcelona, 1917), firmante del prólogo.

Desde que se publicara hace un mes en España en castellano, catalán, euskera y gallego -con un precio de cinco euros- se han vendido 120.000 copias. En Francia va ya por los 1,7millones de ejemplares. "Hay que reeducarse para no ser meros productores yconsumidores como pretende el sistema. Hay que razonar primero y crear después. Si haylibertad de pensamiento, habrá libertad", ha dicho Sampedro. El economista y autor deobras como El mercado y la globalización reconoce el letargo en el que se encuentran los

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jóvenes españoles y lo justifica por el desinterés que muestran por "un sistema que, porsuerte, está en decadencia".

Hessel, que se rebeló contra el régimen colaboracionista de Vichy y fue detenido por laGestapo, ha encontrado en la cultura española el modelo que los indignados deben seguir:Don Quijote, "la figura más representativa de la lucha contra el mal que veo reflejada en lapersona de mi amigo Jorge Semprún". Ambos compartieron calvario en Buchenwald(Alemania), uno de los tres campos de concentración a los que sobrevivió el autor.

La actualidad a ambos lados del Mediterráneo ha estado muy presente durante el debate."La violencia en forma de terrorismo es una abominación en contra de la dignidadhumana", ha manifestado Hessel, uno de los redactores de la Declaración Universal de losDerechos Humanos de 1948. "La única alternativa es la convivencia cultural". Aunque elque fuera también embajador de Francia ante la ONU ha justificado la intervención militaren Libia arguyendo el voto mayoritario del Consejo de Seguridad.

Al final de la charla, los escritores han hecho un rápido viaje en el tiempo y han pasado detener espíritu adolescente a reencarnarse en dos jóvenes de 19 años. Sampedro ha

cambiado de edad pero no de filosofía: "Yo era un aprendiz de mí mismo y lo sigo siendo.Todos tenemos el derecho a vivir y desarrollarnos para conseguir más libertad. Y asípodremos terminar con la contradicción de la humanidad: vivir en paz en lugar de repetirlas mismas guerras que insisten en la competitividad en lugar de la armonía".

Hessel ha decidido volver a su escuela, a L`Ecole Normale Supérieure de la calle Ulm enParís, donde conoció a Sartre. Emocionado, sin dejar de sonreír, ha congregado en unareunión imaginaria a sus compañeros de pupitre para convencerles de "laresponsabilidad tan grande" que tienen por su nivel de conocimiento del mundo."Contactaríamos con los que no pueden disfrutar de las mismas ventajas y juntos

conseguiríamos hacer progresar el mundo".