Stefanoni Golpes Reales

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:: portada :: América Latina y Caribe :: 29-09-2012 Usos y abusos de las teorías conspirativas Golpes reales, ¿golpes imaginados? Pablo Stefanoni Le Monde Diplomatique - Cono Sur Las clases privilegiadas que ven afectados algunos de sus intereses por las medidas reformistas de los gobiernos nacional-populares de América Latina, a menudo tratan de utilizar ciertos conflictos sociales como ariete golpista. Pero esta realidad no debe hacer creer que detrás de todo conflicto hay una conspiración maquiavélica para derribar a dichos gobiernos. Una enorme fogata. Policías con pasamontañas atizando las llamas con expedientes robados del saqueado edificio del Tribunal Disciplinario. Gritos -como si hiciera falta la aclaración-: "Esto no es acuartelamiento, esto es motín" (1). Todo ello a pocos metros del Palacio Quemado, la sede del Poder Ejecutivo boliviano. El gobierno de Evo Morales denunció que detrás de "demandas legítimas" existió un plan para utilizar la rebelión policial como plataforma para un golpe de Estado. Algo parecido a lo acontecido en Ecuador en septiembre de 2010. Frente a un violento amotinamiento de los policías, Rafael Correa se desabrochó la camisa y gritó: "Si me quieren matar, mátenme" y denunció al ex presidente Lucio Gutiérrez como instigador de la asonada.... Las denuncias de golpe fueron habituales en los últimos años en la región, y englobaron diversos tipos de conflictos como el llamado golpe cívico-prefectural en Bolivia en 2008 -cuando la élite de Santa Cruz aún creía poder correr del poder a Evo Morales- o la llamada crisis del campo en Argentina durante el mismo año, cuando el grupo Carta Abierta acuñó el concepto de clima destituyente . El sentido de estos hechos quedó en disputa, pero no obstante los golpes que efectivamente se produjeron dieron verosimilitud a la denuncia de la existencia de un bloque conservador tentado de apelar a la desestabilización para frenar el "giro a la izquierda" regional. 11 de abril de 2002: el presidente venezolano Hugo Chávez es derribado del poder por un golpe de Estado y detenido. Poco después una movilización popular junto con una contraofensiva militar lo repuso en Miraflores. 29 de febrero de 2004: el haitiano Jean-Bertrand Aristide fue derrocado y expulsado del país por fuerzas de la alianza franco-estadounidense. 28 de junio de 2009: el presidente hondureño Manuel Zelaya es obligado a abandonar su domicilio en pijama y trasladado fuera del territorio nacional. 22 de junio de 2012: el Congreso paraguayo, en un juicio político relámpago, destituyó al ex obispo Fernando Lugo. Neogolpes y tecnologías de derrocamiento Un día después del golpe parlamentario paraguayo, la BBC publicó en su página web una galería fotográfica titulada "La caída de otros presidentes latinoamericanos", que iba desde Carlos Andrés Pérez (1993) a Zelaya en 2009. Se podría agregar a Fernando Collor de Mello, quien en 1992 renunció mientras era juzgado por corrupción por el Congreso brasileño y repudiado por miles de manifestantes en las calles. Sin duda, una lista semejante tiene dos claves de lectura. Desde lo formal, habla de la inestabilidad institucional que perduró en la región pese a la consolidación de la democracia desde la década de 1980, inestabilidad política y social a la que sin duda contribuyeron las llamadas reformas estructurales aplicadas desde los años 80 y con más intensidad en los 90. El ex presidente Fernando de la Rúa, entrevistado por un programa de televisión, se comparó con Lugo y dijo que ambos sufrieron un "golpe civil e institucional" (2). Desde lo político, la discusión tiene varios pliegues superpuestos. page 1 / 6

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Golpes reales, golpes imaginados

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29-09-2012 Usos y abusos de las teorías conspirativas

Golpes reales, ¿golpes imaginados?Pablo StefanoniLe Monde Diplomatique - Cono Sur

Las clases privilegiadas que ven afectados algunos de sus intereses por las medidas reformistas delos gobiernos nacional-populares de América Latina, a menudo tratan de utilizar ciertos conflictossociales como ariete golpista. Pero esta realidad no debe hacer creer que detrás de todo conflictohay una conspiración maquiavélica para derribar a dichos gobiernos.

Una enorme fogata. Policías con pasamontañas atizando las llamas con expedientes robados delsaqueado edificio del Tribunal Disciplinario. Gritos -como si hiciera falta la aclaración-: "Esto no esacuartelamiento, esto es motín" (1). Todo ello a pocos metros del Palacio Quemado, la sede delPoder Ejecutivo boliviano. El gobierno de Evo Morales denunció que detrás de "demandas legítimas"existió un plan para utilizar la rebelión policial como plataforma para un golpe de Estado. Algoparecido a lo acontecido en Ecuador en septiembre de 2010. Frente a un violento amotinamientode los policías, Rafael Correa se desabrochó la camisa y gritó: "Si me quieren matar, mátenme" ydenunció al ex presidente Lucio Gutiérrez como instigador de la asonada....

Las denuncias de golpe fueron habituales en los últimos años en la región, y englobaron diversostipos de conflictos como el llamado golpe cívico-prefectural en Bolivia en 2008 -cuando la élite deSanta Cruz aún creía poder correr del poder a Evo Morales- o la llamada crisis del campo enArgentina durante el mismo año, cuando el grupo Carta Abierta acuñó el concepto de clima destituyente . El sentido de estos hechos quedó en disputa, pero no obstante los golpes queefectivamente se produjeron dieron verosimilitud a la denuncia de la existencia de un bloqueconservador tentado de apelar a la desestabilización para frenar el "giro a la izquierda" regional.

11 de abril de 2002: el presidente venezolano Hugo Chávez es derribado del poder por un golpe deEstado y detenido. Poco después una movilización popular junto con una contraofensiva militar lorepuso en Miraflores.

29 de febrero de 2004: el haitiano Jean-Bertrand Aristide fue derrocado y expulsado del país porfuerzas de la alianza franco-estadounidense.

28 de junio de 2009: el presidente hondureño Manuel Zelaya es obligado a abandonar su domicilioen pijama y trasladado fuera del territorio nacional.

22 de junio de 2012: el Congreso paraguayo, en un juicio político relámpago, destituyó al ex obispoFernando Lugo.

Neogolpes y tecnologías de derrocamiento Un día después del golpe parlamentario paraguayo, la BBC publicó en su página web una galeríafotográfica titulada "La caída de otros presidentes latinoamericanos", que iba desde Carlos AndrésPérez (1993) a Zelaya en 2009. Se podría agregar a Fernando Collor de Mello, quien en 1992renunció mientras era juzgado por corrupción por el Congreso brasileño y repudiado por miles demanifestantes en las calles. Sin duda, una lista semejante tiene dos claves de lectura. Desde loformal, habla de la inestabilidad institucional que perduró en la región pese a la consolidación de lademocracia desde la década de 1980, inestabilidad política y social a la que sin duda contribuyeronlas llamadas reformas estructurales aplicadas desde los años 80 y con más intensidad en los 90. Elex presidente Fernando de la Rúa, entrevistado por un programa de televisión, se comparó conLugo y dijo que ambos sufrieron un "golpe civil e institucional" (2). Desde lo político, la discusióntiene varios pliegues superpuestos.

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En los años 2000, el politólogo Franklin Ramírez acuñó el término "tecnología de derrocamiento"para dar cuenta de la combinación de movilizaciones callejeras, maniobras conspirativas del PoderLegislativo, pérdida de apoyo en el interior de las Fuerzas Armadas y eventualmente aval de laembajada de Estados Unidos, que en ocho años acabó con la destitución de tres presidentes enEcuador (3). Hoy, muchas cosas han cambiado, especialmente los contextos económicos (que enlos últimos años fueron de crecimiento y estabilidad). Cabe preguntarse: ¿las tecnologías dederrocamiento son diferentes cuando se trata de gobiernos de izquierda?

Aunque parece claro que los "viejos golpes" han perdido vigencia, eso no ha anulado la existenciade golpes, o de lo que el profesor de la Universidad Di Tella, Juan Gabriel Tokatlian, define como unneogolpismo, que siguió gozando de buena salud en la posGuerra Fría (4).

Por su parte, e l catedrático de la Universidad Complutense y ex asesor de Hugo Chávez, JuanCarlos Monedero, apunta al Dipló que "en América Latina, al igual que la lucha armada no se velegítima, tampoco son admitidos los golpes de Estado tradicionales. De allí el nuevo oxímoron: los"golpes constitucionales". En la misma línea, el hasta hace poco Alto Representante del Mercosur,Samuel Pinheiro Guimaraes, sostenía que "El neogolpismo reconoce que los gobiernos fueronelegidos democráticamente, pero argumenta que ellos no gobiernan democráticamente. Creaimágenes de esos gobiernos como dictaduras y genera un clima que justifique un golpe de Estado,inclusive por medios no militares" (5).

Acordes y desacordes

La diferencia es que mientras Tokatlian ve continuidades entre la década de 1990 y la actualidad,otros analistas resaltan las desemejanzas. El ex mandatario boliviano Carlos Mesa, incluido en lalista de quienes abandonaron antes de tiempo el poder, lo explica así en una entrevista con el Dipló : "Empecemos por la diferencia formal. En Honduras y Paraguay se produjo literalmente unadestitución del Presidente por la vía del poder Legislativo sin que mediara necesariamente unaacción popular en las calles. Por el contrario, en la década de los años noventa y principios del 2000las circunstancias fueron diferentes. [Alberto] Fujimori huyó del Perú y renunció por fax, [Jamil]Mahuad y [Fernando] De la Rúa fueron víctimas de una situación económica inmanejable que losllevó a tomar medidas imposibles de soportar por el pueblo, y tuvieron que dimitir forzados por lapresión popular. [Gonzalo] Sánchez de Lozada venía en una espiral de caída de legitimidad queterminó en una movilización popular masiva en La Paz y El Alto; su reacción desmesurada, quecausó la muerte de 67 personas, lo forzó a renunciar".

-¿Y en su propio caso? "En mi caso particular, con un 50% de respaldo popular medido el día de midimisión, decidí dejar el cargo cuando la gente movilizada en las calles no pedía mi renuncia sino elcierre del Congreso, la Asamblea Constituyente, las autonomías que nuestro gobierno habíaconvocado y viabilizado, y la nacionalización de los hidrocarburos (que Evo Morales no llevó a cabo,como equivocadamente cree parte de la opinión local y gran parte de la internacional). Nunca fuidestituido, renuncié voluntariamente y lo hice para evitar el ejercicio de la violencia desde elEstado. Lo importante es subrayar diferencias y no meter a todos en el mismo saco. La líneamaestra es que Honduras y Paraguay responden a una lógica diferente, la de élites de diversanaturaleza que remueven al Presidente". La escritora y directora del Museo del Libro, María PíaLópez, coincide con la necesidad de diferenciar con claridad las destituciones de los años 90 yprimeros 2000 de las crisis políticas que vivieron varios de los gobiernos de izquierda.

En el primer caso, "implicaron movimientos populares, movilizaciones y lógicas de insurreccióncallejeras, que produjeron la caída de los gobiernos que venían gestionando de modo neoliberal",mientras que en Honduras y Paraguay, "fueron los sectores dominantes, las élites políticastradicionales y distintos grupos de poder los que apelaron a mecanismos institucionales parainterrumpir procesos que, si bien no habían tocado demasiado sus intereses, tampoco erandirectamente controlables por ellos". Desde la oposición a esta concepción, no obstante, se trata deinvertir algunas líneas de razonamiento. Por ejemplo, un periodista boliviano que trabaja en un

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organismo internacional se pregunta y pregunta: "¿Golpe es sólo cuando el poder Legislativo y/o elPoder Judicial derrocan a la cabeza del Poder Ejecutivo, como en Honduras o Paraguay? ¿Por qué nose considera golpe de Estado cuando el Poder Ejecutivo desarticula al Poder Judicial? ¿O cuandoazuza a los movimientos sociales a cercar al Poder Legislativo? ¿No puede considerarse golpe deEstado cuando el Poder Judicial subordinado descabeza al Poder Ejecutivo -popularmente electo- delas gobernaciones?"

Esto último remite al hecho de que en Bolivia tres gobernadores opositores (de los departamentosde Pando, Beni y Tarija) fueron destituidos, para lo cual, con la nueva Ley de Autonomías, basta laimputación de un fiscal. Y se podría agregar: ¿Fue más destituyente , en Argentina , la actitud delvicepresidente Julio Cobos contra Cristina Fernández que la del actual vicegobernador GabrielMariotto contra el gobernador bonaerense Daniel Scioli? En verdad, hoy conviven visionesencontradas de la democracia. Desde los procesos nacional-populares (sobre todo Venezuela,Ecuador, Bolivia) se apela a una suerte de democracia plebiscitaria de masas -con tonalidadesjacobinas- que marcha en paralelo al recambio de élites en el poder y refundacionesconstitucionales: la democracia es el "poder del pueblo" y las instituciones son refugio de las viejasélites. Pero ello coexiste con una visión institucional de la democracia, hoy levantada por varias delas oposiciones conservadoras (de manera bastante instrumental), pero también por ciertasoposiciones más moderadas de centroizquierda, como el Movimiento sin Miedo (MSM) en Bolivia oel Frente Amplio Progresista en Argentina.

Honduras, Paraguay... ¿Bolivia?

No parece casual que fuera en Honduras y Paraguay donde los golpes resultaron exitosos (ademásde Haití, que involucra una serie más amplia de variables). En ambos procesos políticos lospresidentes carecían de una base parlamentaria propia y los movimientos populares son aúndébiles. En Honduras, Manuel Zelaya ensayó una serie de moderadas reformas progresistas -yrealineamientos geopolíticos- desde un Partido Liberal que se mantuvo distante, y en Paraguay,para ganar Lugo debió aliarse al Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA): de ahí proviene el actualmandatario Federico Franco, que se alejó del ex obispo a poco de asumir. Aunque por estos días sedenuncian cazas de brujas contra luguistas en el Estado, a diferencia de Honduras el ex presidentepudo mantener una actividad política en territorio paraguayo.

Una característica de ambos golpes -como el frustrado y más convencional de Venezuela en 2002-es su índole restauradora del viejo orden. "[En Paraguay] se trató de un golpe de los partidostradicionales, la jerarquía católica, los medios de comunicación hegemómicos y los grandesempresarios. Todo eso da cuenta de la configuración de clase del golpe y su objetivo: aplastar auna izquierda emergente que se estaba fortaleciendo bajo el gobierno de Lugo", analiza para el Diplo Hugo Richer, ex titular de la Secretaria de Acción Social. El golpe paraguayo combinóelementos estructurales (como la lucha por la tierra) con motivos coyunturales centrados en ladisputa preelectoral: liberales y colorados están moviendo fichas para las elecciones de abril de2013 (6). Todo ello asentado en una Constitución que da inmensos poderes al Parlamento paradestituir al Presidente y un extemporáneo anticomunismo que atraviesa la cultura política localluego de que Alfredo Stroessner hiciera de su rechazo al marxismo una suerte de identidadnacional. Por eso no sorprende que el senador oviedista José Manuel Bóveda dijera en el Congresoque los "marxistas-leninistas quieren devorar las entrañas del pueblo paraguayo" y que ademásbuscan aprobar "el matrimonio gay", frente a lo cual defendió la poligamia como esencia delhombre paraguayo (7). Algo similar ocurrió en Honduras, que en los años 80 fue el portaaviones deRonald Reagan contra la revolución centroamericana. Estos contextos parecen bastante alejadosdel boliviano, donde el gobierno apuntó a un intento de golpe y un grupo de intelectuales firmó unmanifiesto titulado "Paremos el golpe de Estado en Bolivia"(8). Las imágenes de policías gritándoleal presidente Morales " pisacoca " o la destrucción de cuadros presidenciales pistola en mano dancuenta de la gravedad institucional del motín. Sin duda, cualquier motín policial es un actosedicioso, porque los policías son un grupo armado y no pueden (en teoría) usar sus armas parasostener sus reclamos sectoriales.

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Pero al mismo tiempo, la denuncia de que se armaba un golpe entre parte de la policía, losmanifestantes indígenas que se oponen a la carretera que atravesaría el Territorio Indígena ParqueNacional Isiboro Sécure (TIPNIS) y el MSM (aliado al MAS hasta 2010) pareció meter demasiadascosas en la misma bolsa y cerrar anticipadamente debates fundamentales que deben permanecerabiertos. Por otro lado, la denuncia de golpe dejó de lado -o en segundo plano- que la policíaboliviana está precarizada, "lumpenizada" y trabaja en condiciones a menudo inhumanas. Y opacó,también, la sólida alianza del gobierno con las Fuerzas Armadas, que relegó a la policía a unsegundo plano. Esos motines (que suelen incluir a las esposas de los policías) no son nuevos enBolivia; el último de gran magnitud ocurrió en febrero de 2003 y puso en jaque al gobierno deSánchez de Lozada. En esa ocasión la izquierda apoyó a los amotinados, que rechazaban unimpuesto a los salarios, y se planteó una suerte de alianza popular-estudiantil-policial. La brutalrepresión militar acabó entonces con un saldo de una treintena de muertos, al tiempo quereactualizaba la histórica enemistad entre policías y militares. Esta vez, Evo Morales descartósensatamente la represión.

Peculiaridades nacionales

"En ninguno de los acontecimientos vividos en Bolivia en los últimos dos meses hubo ni siquieraun amago de intento de golpe. La única vez que el gobierno de Morales sufrió un intento real dedesestabilización fue en septiembre y octubre de 2008", sostiene el ex presidente Mesa. Y el exprefecto de Cochabamba por el Movimiento al Socialismo (MAS), Rafael Puente, propuso abordar losproblemas con una visión autocrítica: "Cierto que a más de un grupo opositor le habría gustado queel conflicto degenerara en golpe, pero no debemos convertir a la oposición -que sabemospolíticamente débil, dividida y carente de todo proyecto- en la diabólica causante de todos losconflictos sociales. Somos nosotros quienes revolvemos el río y hacemos posible la ganancia depescadores. Identificando a tiempo el problema policial, midiendo serenamente su magnitud y surazón, y sobre todo negociando cuanto antes, dejaríamos a la oposición con las ganas deperjudicar" (9). Más allá de que los grupos de poder siempre quieran "golpear", la posibilidad degolpes exitosos depende de configuraciones bastante singulares que incluyen culturas políticassedimentadas, fortaleza o debilidad hegemónica de los Estados, relaciones de fuerza sociales ypolítico-institucionales, densidad de las organizaciones populares.... Todo ello en combinacionesvariadas y variables. Veamos algunos ejemplos y propongamos algunas preguntas. En Paraguay,como ha señalado con cierta ironía el politólogo Marcello Lachi, "la política no es refinada". Esoquedó patentado con el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña en 1999. Y en el contextode unas élites filomafiosas en el que el Estado es determinante para hacer política, la cláusulaintroducida en la Constitución de 1992 para fortalecer al Parlamento (luego de 35 años de dictadurastronista) fue usada ahora para truncar el proceso de cambio abierto en 2008.

En Bolivia, el de Evo Morales es uno de los gobierno más fuertes y legítimos de la historia. Por esolos intentos desestabilizadores de las élites cruceñas fracasaron en toda la línea. Sin embargo, ladistancia entre la calle y el Palacio a menudo parece demasiado corta. Las instituciones son débilesy las mediaciones (y capacidad de negociación) deficitarias. Los sistemas de incentivos alientangeneralmente la radicalización de los conflictos. Además, los muertos producto de intervencionesde policías mal armados y entrenados suelen generar un "efecto indignación" de imprevisiblesconsecuencias para el gobierno de turno. Esos temores hicieron retroceder a Evo Morales en susintenciones de quitar los subsidios a la gasolina en 2010/2011 o aumentar el horario de trabajo delos médicos en 2012. Es posible que estos elementos incidan más que el carácter moderado oradicalizado de las reformas en marcha (por otra parte, la política macroeconómica o social de EvoMorales no es más radical que la que implementó Lula en Brasil, y los empresarios cruceñosparticiparon de la última cumbre de movimientos sociales). Nadie esperaba, por ejemplo, que DilmaRousseff pudiera caer por la huelga policial que enfrentó en febrero pasado. Pero el hecho de ser unpaís más institucionalizado no impidió que en otro contexto, Collor de Mello fuera echado del poderen 1992, acusado de corrupción. ¿Habría ocurrido lo mismo si en lugar de pertenecer a un partidopequeño (el Partido de la Reconstrucción Nacional) y ser considerado un outsider hubiera sidoparte de algún gran partido tradicional? (10)

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Pluralismo social

Para Monedero, los gobiernos progresistas enfrentan un dilema: por un lado, "si hoy los golpestoman forma incluso constitucional por la influencia que conservan los grupos tradicionales depoder, hay que asumir que cualquier deslegitimación del gobierno es un germen para un nuevo tipode golpe". Pero por otro lado, "la denuncia recurrente de cada crítica o de cada conflicto como unintento golpista va vaciando de contenido la propia denuncia". En ocasiones, estas denunciasresultan funcionales a lo que la socióloga y escritora Maristella Svampa denomina "lógicas binarias"de los gobiernos del bloque nacional-popular. Y esas lógicas apuntan a la derecha pero también aquienes desde la izquierda o el campo popular no se alinean lo suficiente con las directivasprovenientes del Estado. ¿Qué pasa cuando esas críticas, pasibles de ser utilizadascoyunturalmente por la derecha, son necesarias para la profundización de los cambios en marcha?Esta pregunta no es meramente intelectual. En todos los casos, los gobiernos del "giro a laizquierda" presentan contradicciones, hiatos entre los discursos y las prácticas, y composicionesinternas heterogéneas que dejan abierta una pluralidad de rumbos posibles. Como ha señalado elanalista Marc Saint-Upéry, a menudo se corre el riesgo de "politizar" en exceso la lectura deconflictos socioeconómicos, inherentes a cualquier sociedad plural, y hay que estar atentos a lasvisiones en exceso politicistas y moralistas del conflicto social (11).

Monedero apunta que "el gobierno, sabiendo que la queja de cualquier sector puede convertirse engasolina para las oligarquías, tiene que saber manejar los conflictos dentro de su propio marco, noexpulsando a los descontentos para que vayan a refugiarse en brazos de sus enemigos". Y señalaque esto es particularmente relevante en el ámbito mediático: "cuando los medios oficiales no dancabida a las críticas o cualquier reivindicación es de entrada descalificada como golpista, muchostienen que irse a los medios de la derecha". Algo de esto ocurre, por ejemplo, con la problemáticade la megaminería en Argentina. ¿No es lógico que los habitantes de Famatina festejen la llegadade Jorge Lanata y las cámaras de "Periodismo para Todos" si en su lucha contra poderosas minerastransnacionales -apoyadas por los gobiernos provinciales- son silenciados por la mayoría de losmedios oficialistas?. "De hecho, la pregunta central no es por qué estaban las cámaras de laoposición en Famatina, Tinogasta o Andalgalá, sino por qué nunca estuvieron las cámaras de la TVpública allí y en otras localidades", sostiene Svampa.

"Creo que hay una caída en la calidad de los análisis de coyuntura que era uno de los fuertes en elpasado de la izquierda en la oposición. Ahora eso casi desapareció, porque la izquierda no usamucho esos análisis y gasta más energías en su propia legitimación", apunta Eduardo Gudynas,secretario Ejecutivo del Centro Latino Americano de Ecología Social. Y como ha señaladoSaint-Upéry, no parece una buena idea evitar ser tildado de ingenuo "comprando" cualquier teoríade la conspiración, incluso las más disparatadas. Se trata en todo caso de un complejo equilibro,entre la denuncia y la acción colectiva contra los proyectos golpistas reales y un análisis quereponga la categoría de interés socioeconómico (y no sólo político) en la dinámica de lassociedades.

Hay cuestiones sociales, culturales y económicas que no entran ya fácilmente en los clásicosclivajes del viejo nacionalismo popular. Pero las denuncias constantes de golpes ydesestabilizaciones -más allá de que, sin duda, esos golpes y esas conspiraciones informen sobrebuena parte de las derechas y los grupos de poder regionales, además de los interesesimperialistas- vuelcan a menudo demasiado acríticamente sus lecturas de la realidad en los moldesdel antagonismo patria/antipatria de matriz nacionalista. Y hace tiempo que sabemos que esenacionalismo tiene varias facetas, movilizantes y regimentadoras, democratizantes y organicistas,autónomas y "líder-centradas".

------------------------- 1. Ver Alfredo Grieco y Bavio / Mario Murillo, "Bolivia en llamas", Anfibia , 28-6-2012. 2. Perfil , Buenos Aires, 5-7-2012. http://www.perfil.com/contenidos/2012/07/05/noticia_0032.html

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3. Franklin Ramírez G., La insurrección de abril no fue sólo una fiesta , Taller El Colectivo, Quito,2005. 4. Juan Gabriel Tokatlian, "El auge del neogolpismo", La Nación , 24-6-2012. 5. Agencia Ansa, reproducido en ABC Color, Asunción, 2-7-2012. 6. Pablo Stefanoni, "¿Por qué cayó Lugo?", Le Monde Diplomatique Cono Sur- edición web , julio de2012. 7 . Última Hora , Asunción, 12-7-2012. 8. Rebelión, 27-6-2012, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=152087 9. Rafael Puente, "¿De amotinamiento policial a golpe de Estado?", Página 7 , La Paz, 28-6-2012 10. Miguel Carreras, "Los partidos importan. Democratización y evolución del sistema de partidosen América Latina", Nueva Sociedad Nº 240, julio-agosto 2012. 11. Marc Saint-Upéry: "¿Hay patria para todos? Ambivalencia de lo público y 'emergencia plebeya'en los nuevos gobiernos progresistas", revista Iconos Nº 32, Quito, septiembre de 2008

* Periodista, ex director de la edición boliviana de Le Monde Diplomatique . Actualmente es jefede Redacción de la revista Nueva Sociedad ( www.nuso.org ).

Fuente: Le Monde Diplomatique Cono Sur - agosto 2012

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