SRIO. FILOSOFICO

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CATAMARCA FACULTAD DE HUMANIDADES DEPART. DE FILOSOFÌA Y CS DE LA EDUCACIÒN CARRERA:PROFESORADO DE FILOSOFÌA Y CIENCIA DE LA EDUCACIÒN LA MISTERIOSA LUZ DE LA ESPERANZA: La Metafísica de la esperanza De Gabriel Marcel AÑO 2008 CÀTEDRA : SEMINARIO DE FILOSOFÌA PROFESOR : LIC. REINOSO FRANCISCO ALUMNA : MARIA LAURA PEREA M.U.Nº:1984

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CATAMARCA FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPART. DE FILOSOFÌA Y CS DE LA EDUCACIÒNCARRERA:PROFESORADO DE FILOSOFÌA Y CIENCIA DE

LA EDUCACIÒN

LA MISTERIOSA LUZ DELA ESPERANZA:

La Metafísica de la esperanza De

Gabriel Marcel

AÑO 2008

CÀTEDRA: SEMINARIO DE FILOSOFÌA

PROFESOR: LIC. REINOSO FRANCISCO

ALUMNA: MARIA LAURA PEREA M.U.Nº:1984

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INDICE

INTRODUCCION…………………………………………………3

.... …………………………………………………………..………5

CAPITULO I:

1.1: PANORAMA EXISTENCIAL………………………..................6

1.2: VIDA Y OBRA DE MARCEL….......…..….................................8

CAPITULO II:

2.1: EL HOMBRE EN LA DESEPERACIÒN…….……..…….........13

2.2: EL RECHAZO A LA SALVACIÒN....…………………….......22

2.3: EL HOMBRE Y EL ABSURDO…..……………………............25

CAPITULO III:

3.1: LA ESPERANZA ….……………………………………............31

3.2: LA ESPERANZA Y EL SENTIDO DE LA VIDA…….........39

CONCLUSIÒN…..…………………………………………............43

BIBLIOGRAFÍA……………………………………….....................46

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INTRODUCCION

El presente trabajo de investigación toma como tópico la vida y la corriente de Gabriel Marcel. Su reflexión es testimonio del pensamiento en la época en que vivió y sus experiencias emergentes como el horror de la guerra, la pobreza y la miseria, como las mismas tributaciones en formas de substanciales de los desmedros del pensar egocéntrico.

Marcel dirige su mirada hacia el hombre, hacia la irracionalidad del mundo, la confrontación entre ambos, el absurdo y la lucha frente a este.

A través del análisis e interpretación de sus obras, se parte del problema que determinará la idea que se tenga acerca de la condición metafísica del hombre y su posición frente a la vida y la muerte, y la esperanza como la salvación, esta es el principio absoluto unificador que da sentido y unidad al mundo, por lo tanto a la vida misma. Marcel señala en nuestra existencia mundana elementos que conducen a la desesperación, al abandono, a la nada y considera que la esperanza implica una fe de alcanzar un triunfo para nuestra vida, es la que no hace superar todo lo que nos abate. También ha encontrado en la existencia humana el umbral de superación del absurdo y de la nada, por el cual seguir viviendo, luchando en esta vida.

La relevancia que el autor le otorga a la existencia del hombre no se deja vencer en las derrotas; porque Dios nos da una misteriosa luz que cada hombre la contiene en su interior, uno puede seguir luchando en esta vida y sin dejarse abatir. Esa luz es la esperanza que cura todos los males, es muy importante en la vida del hombre para que pueda seguir viviendo y luchando creo que su pensamiento puede orientamos a valorar la vida cada día más.

El trabajo plantea la metafísica de la esperanza como tema central con respecto al hombre, comprendiendo a través de su contra cara: la desesperación.

Luego, la esperanza saliendo de la filosofía como trama de estudio partiendo de las connotaciones historicistas que ponen su núcleo en los contextos de las épocas particulares, exploradora del hombre en su búsqueda de verdad.

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A lo largo del tiempo y en las distintas épocas la filosofía fue conformando su propia historia con sus características y particularidades. La filosofía es historia, y su historia le pertenece esencialmente. Y por otra parte, la historia de la filosofía no es una mera información erudita acerca de las opiniones de los filósofos, sino que es la exposición verdadera del contenido real de la historia. Todo filosofar arranca del pasado y se proyecta hacia el futuro, poniendo en marcha la historia de la filosofía; por esto es, que la filosofía es histórica.

La filosofía se propone a si misma analizar y desentrañar los secretos del mundo y de la vida; busca comprender la vida cotidiana: sus inquietudes, esperanzas, experiencias tanto amargas como dulces, valores y límites, en donde el hombre concreto padece.

Podría establecer que el objeto de la filosofía es el conocimiento en sí mismo (conocer por conocer), con lo que se convierte en la actividad elevada, como afirma Aristóteles “es la ciencia de los principios y causas”. Ella es el empeño incesante, constante y honesto, pero siempre limitado por la finitud del hombre.

Entre las diferentes orientaciones contemporáneas que nos ofrece la filosofía, podría mencionarse al existencialismo como una original respuesta a los problemas que nos preocupan. Esta surge en una época de crisis teniendo por denominador común la preocupación capital: la existencia humana. Gabriel Marcel existencialista, reconocido por unos de los pensadores modernos más profundo y convertido en el catolicismo en el 1928 y a su doctrina existencial se la denominó “existencialismo católico”. Es un importante escritor, autor dramático, filósofo de la época, quien considera que su teatro es parte esencial de su propia indagación filosófica.

Teniendo como meta penetrar en la encrucijada que guardan los textos del filósofo latente para ir develado en el desarrollo de este trabajo, la principal obra que utilizamos en el trabajo es “Prolegómenos para la metafísica de la esperanza”. Planteamos, en el primer capitulo, la vida del autor y sus obras, luego daremos un panorama general del existencialismo doctrina filosófica en el que se desempeña Gabriel Marcel. En el segundo capitulo, trataremos de conceptualizar el hombre absurdo, el abandono de si mismo,

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el rechazo de la salvación, según el pensamiento filosófico de Gabriel Marcel y Camus también su filosofía del absurdo y el hombre rebelde. Finalmente, en el tercer capitulo con el planteo de la esperanza y el sentido de la vida.

Al término de la monografía concluiremos con una breve reflexión del análisis e interpretación en el recorrido que encaminamos en el desenvolvimiento de este trabajo. Dejaremos bien subrayado el concepto de la “esperanza”, que es la fe que nos hace superar todos nuestros obstáculos, cuando nos invade la desesperanza, la fe es esa fuente de nuestra fortaleza y es renovación de nuestro interior, y además es ella quien nos guiará de la oscuridad hacia la luz.

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CAPITULO I

I...- GABRIEL MARCEL Y SUS OBRAS

2...-Panorama General: “El Existencialismo”

La filosofía del siglo XX gira en torno a las dos grandes guerras mundiales de la postguerra, refleja las huellas trágicas del desengaño y de la insatisfacción después de tan enormes sacrificios de la felicidad y de la sangre humana. El carácter profundamente dinámico y trágico de la filosofía de esta época, sobre todo en torno a la segunda gran guerra, ha determinado la manera de pensar de muchos de nuestros filósofos.

La característica pronunciada de la filosofía del siglo, su punto de partida e inspiración es la vuelta al “yo” individual y concreto que es un retorno a la conciencia del mundo interior en una forma concreta y personal. Pero el individuo que ante todo interesa el existencialismo es el individuo humano, el hombre, con su concreta realidad individual, con sus problemas vividos y diarios.

Esta experiencia histórico-filosófica que ha llevado al hombre a refugiarse en el yo individual y concreto es la del fracaso del idealismo, en todas sus formas, para responder a las inquietudes reales de los individuos humanos. Puede decirse que la filosofía de nuestro siglo es en su conjunto una fuerte reacción contra el idealismo, que hace del individuo un momento abstracto, destinado a perderse definitivamente en el océano inmenso de lo universal. El hombre moderno quiere, más que nunca, vivir el mismo “su” vida individual y además siente su realidad individual como realidad básica.

El existencialismo no es un sistema, ni tampoco una escuela; adaptadas por diversos pensadores y escritores que tienen por denominador común la preocupación capital: la existencia humana.

Este movimiento filosófico “Existencialismo” alude: “la existencia ante o por encima de la esencia; es decir, que la existencia precede a la esencia porque el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo y después se define”1.

1 Quiles S.I., Ismael, Sartre y su Existencialismo; edit. Colección Austral, edic.1952; Primer Capitulo, pág. 21-29

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Para el existencialismo, la existencia es siempre concreta e individual.

La expresión “Existencialismo” es la más difundida, sin embargo, muchos de estos filósofos la rechazaran para sus doctrinas. Se podría distinguir, para introducir una clasificación aproximada, entre filosofía existencial (Heidegger), la filosofía de la existencia (Jaspers, Marcel) y existencialismo (Sartre y sus continuadores, Camus). Todas estas formas de pensamiento han sido inspiradas, más o menos remotamente, por Kierkegaard, cuya sombra se cierne sobre ellas. Este había mostrado specie aeterni, reclamando la atención hacia la existencia, “el pensamiento abstracto es sub specie aeterni, hace abstracción del proceso de lo concreto, de lo temporal, del hombre, situado en la existencia por una conjunción de lo temporal y lo eterno”2. “Todo pensamiento lógico se da en el lenguaje abstracto y sub specie aeterni. Pensar así la existencia significa hacer abstracción de la dificultad que hay en pensar lo eterno en el devenir, a lo que se esta bien obligado, puesto que quien pensar abstractamente sea mas fácil que existir (como lo que se llama un sujeto)”2. “Dios no piensa, crea; Dios no existe, es eterno. El hombre piensa y existe, y la existencia separe al pensar del ser, los mantiene distante un de otros en la sucesión”2. “La subjetividad es la verdad, la subjetividad es la realidad”2. Estas ideas de Kierkegaard son el germen de buena parte de estas doctrinas.

Estas formas de pensamientos han despertado vivo interés; la razón más honda se encuentra en el hecho de que estas filosofías están al nivel del tiempo, han planteado los verdaderos problemas de nuestra época, han respondido al afán de concreción de todo el pensamiento actual y sobre todo, se han concentrado en el estudio de esa realidad que es, uno u otro nombre, la vida humana.

2 Marías Julián, Historia de la Filosofía, editorial Biblioteca de la Revista de Occidente, Madril, edición 1941; pág. 423-424

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2_-VIDA Y OBRA DE GABRIEL MARCEL El pensamiento filosófico de Gabriel Marcel es

influenciado por su vida. Marcel nació el 7 de Diciembre de 1889 en París en un barrio de Monceau. Era hijo único y a muy temprana edad perdió a su madre lo que le dejó un profundo sentimiento de pérdida. Fue educado en un am-biente de cariño, aunque sofocante, por su abuela y tía, convirtiéndose esta última en su madrastra.

Su interés más profundo a la filosofía, aparece claro, ya a los 18 años, cuando termina sus estudios superiores investiga las condiciones en las que el pensamiento religioso puede ser pensado, es decir, inteligible. Su contacto en la Primera Guerra Mundial de miseria, de dolor y tras algunas experiencias espiritistas, comienza en 1917, su búsqueda de la fe auténtica.

Se dice que en 1929 recibió una carta de F. Mauriac que le pareció una llamada personal de Dios, de la misma manera el 5 de marzo siente lo que él llama una experiencia de gracia, y el 26 del mismo mes recibe el bautismo en la Iglesia Católica, comprendiendo que la fe es esencialmente una fidelidad.

En su primer libro, Diario metafísico3, Marcel abogaba por una filosofía de lo concreto que reconociera que la encarnación del sujeto en un cuerpo y la situación histórica del individuo condicionan en esencia lo que se es en realidad. Marcel distinguió la reflexión primaria, que tiene que ver con los objetos y las abstracciones y alcanza su forma más elevada en la ciencia y la tecnología, de su propio método, la reflexión secundaria que se ocupa de aquellos aspectos de la existencia humana, como el cuerpo y la situación de cada persona, en los que se participa de forma tan completa que el individuo no puede abstraerse de los mismos. La reflexión secundaria contempla los misterios y proporciona una especie de verdad (filosófica, moral y religiosa) que no puede ser verificada mediante procedimientos científicos, pero que es confirmada en tanto

3Marías Julián, Historia de la Filosofía, editorial Biblioteca de la Revista de Occidente, Madril, edición 1941; pág.426-427

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ilumina la vida de cada uno. Marcel, al contrario que otros seguidores del existencialismo, hizo hincapié en la participación en una comunidad en vez de denunciar el ontológico aislamiento humano. No sólo expresó estas ideas en sus libros, sino también en sus obras de teatro, que presentaban situaciones complejas donde las personas se veían atrapadas y conducidas hacia la soledad y la desesperación, o bien establecían una relación satisfactoria con las demás personas y con Dios.

Para Gabriel Marcel, escribir es la manera de exteriorizar su riqueza interior, de comunicarse; no son obras de tesis, ni didácticas; él es un creador de sentimientos a quien interesa el dinamismo de sus personajes como seres vivos y vivientes, cargados de ser, y la experiencia metafísica. Gabriel Marcel ha recibido premios como el de la Academia Francesa, el Nacional de Literatura y otros. Además, con muchas de sus obras y diversos artículos ha realizado críticas teatrales.

El pensador es de estilo audaz y prudente, humilde, realizando una búsqueda constante y hasta trágica que él mismo ha denominado "Senda tortuosa" y "Camino indirecto"4, siempre con su voluntad de ser explorador. Su punto de partida será no la duda o el poder de la razón, lejos de empirismos y racionalismos, sino la admiración humilde en presencia de lo existente.

Su filosofía concreta es un philosopher hic etnunc, un rechazar cualquier filosofía en que no aparezca la morsure du réel5 (mordedura de lo real). Mejor que existencialismo cristiano, es filósofo de la existencia, que no es necesariamente afirmar la prioridad de la existencia sobre la esencia, sino la imposibilidad de admitir que ésta venga a sobreañadirse de una manera inexplicable a una esencia que sería autosuficiente.

Marcel establece una distinción muy importante entre misterio y problema, según este pensador existencialista, la tarea de la filosofía consiste en reconocer que lo más decisivo en la existencia son los misterios y que el camino para convivirlo es el recogimiento íntimo.

4 “El problema es lo dado que se me propone como eterno y el misterio algo en lo que me encuentro

4 Marías Julián, Historia de la Filosofía, editorial Biblioteca de la Revista de Occidente, Madril, edición 1941; pág.426-4285 ?Marías Julián, Historia de la Filosofía, editorial Biblioteca de la Revista de Occidente, Madril, edición 1941; pág.426-428

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comprometido y cuya esencia no está enteramente ante mí. De donde el ser no es problemático, sino misterioso. Los misterios no son problemas insolubles, sino realidades no objetivables, pero que al estar inmersos en ellas nos iluminan. Por eso, frente al ser no cabe más que la opción, por lo que la Metafísica es la lógica de la libertad."

Como muchos existencialistas, Marcel se preocupa por distinguir la existencia auténtica de la inautentica o vana. Como ejemplo de esta última, Marcel habla del hombre que carece del sentido ontológico, del sentido del ser. A partir de esto el hombre es concebido como un conjunto de funciones ya vitales, el vive preocupado por repartir sus actividades en el tiempo.

Ahora bien, la vida en un mundo apoyado en la funcionalidad conducen a la desesperación, porque realidad ese mundo esta vacio, porque suena hueco. En este mundo no tiene cabida el misterio, solo esta abierto al problema.

En el mundo funcionalizado (que equivaldría a la experiencia inautentica) no hay lugar para el misterio, sino que priva lo enteramente natural; esto, dice Marcel, no es más que expresión de un racionalismo degradado, según el cual la causa explica el efecto. De este modo, en el pensamiento de Marcel hay una polémica contra la teología racionalista y contra todo racionalismo en general.

Lo que caracteriza al problema es que este es objetivo, se encuentra entero ante mí. El problema esta sometido a una técnica (puede resolverse acudiendo a ciertas reglas o métodos racional); otras de sus características es que es completamente impersonal, pues cualquiera, utilizando un método eficaz, puede resolverlo, por ejemplo un problema matemático.

Sin embargo, el misterio es de una naturaleza diferente de problema; pertenece a un plano trascendente, es metaproblematico. La filosofía, la metafísica, no se ocupa de problemas sino de misterios que dan cuenta de la auténtica existencia.

Marcel distingue el problema y el misterio de la siguiente manera “Entre un problema y el misterio, hay diferencia esencial, un problema es algo que yo encuentro, que hallo, entero, ante mí, pero que por esto mismo puedo abarcar y reducir, en cambio, un misterio es algo que yo mismo estoy comprometido y que, por consiguiente, solo es

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pensable como una esfera en la que la distinción del en mí y del ante mí pierde su significado inicial. Mientras un problema auténtico está sometido a una cierta técnica en cuya técnica en función se define, un misterio, trasciende por definición a toda técnica concebible.”6

Todos los grandes problemas de la Metafísica son, en realidad, misterios, porque no pueden ser representados ni resuelto objetivamente. De esta manera, el mal, la libertad, el conocimiento, el amor, la unión del cuerpo con el alma, son en realidad, misterios, porque no pueden ser representados ni resueltos objetivamente

El misterio ontológico es el tema central de la filosofía de Marcel. “Desde la reflexión sobre el ser cobran nueva luz las determinaciones existenciales que le son más cara: presencia, fidelidad, disponibilidad, esperanza, aparecen como vías de acceso al ser, allende la esfera de la objetivizaciòn, más allá de lo problemático.” 7

El modo para aproximarse al misterio, al ser, no es por la vía lógica o conceptual, sino por medio de la experiencia concreta y el recogimiento. El recogimiento en Marcel “es un paso no racional, no objetivo”8. Se trata de un paso reflexivo centrado sobre la existencia humana más íntima; es un paso no comprensible por conceptos. En este sentido el pensamiento de Marcel se relaciona mucho con el irracionalismo de Kierkegaard.

Según Marcel, la pregunta sobre la existencia del ser – ¿existe el ser? – no tiene sentido, pues el ser se experimenta forma concreta e inmediata. Esta pregunta entraña un misterio y no un problema, porque el ser no es un objeto ante mí, yo mismo soy un ser y participo de él.

El ser sólo puede ser aprehendido mediante una participación en el ser mismo. Esto muestra que el ser no es un objeto, no puede ser mi representado ni demostrado, sino experimentado y atestiguado; no puede hacerse su inventario ni se le puede definir, sino que hay que reconocerlo y aproximarse a él.

El problema del cuerpo es planteado como la condición de “ser encarnado”; esto quiere decir aparecer

6 Luis Villoro en una posición y aproximaciones concretas al misterio ontológico de Gabriel Marcel ; México , UNAM, 1955; pág. 2-847 Luis Villoro en una posición y aproximaciones concretas al misterio ontológico de Gabriel Marcel ; México , UNAM, 19558 Luis Villoro en una posición y aproximaciones concretas al misterio ontológico de Gabriel Marcel; México, UNAM, 1955.

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como este cuerpo, sin identificarse ni distinguirse. El cuerpo es manifestación del nexo que me une al mundo, y puedo decir “yo soy mi cuerpo”. Lo existencial se refiere al ser encarnado, al hecho de estar en el mundo; y esto es un yo soy; el sentir no es una pasividad, sino una participación. Marcel ha reflexionado profundamente sobre la situación, el sacrificio y el suicidio, la paternidad y su relación con el cuidado corporal del hijo, y de ahí la posibilidad de la paternidad adoptiva; finalmente, de la “fidelidad creadora”. Marcel propone una “filosofía concreta”, determinada por la “mordedura de lo real”, reiterando lo antes dicho, en la cual son temas la muerte, el suicidio, la traición; la creencia en el tú es esencial dentro de ella; el ser es el lugar de la fidelidad, que significa un compromiso desmesurado y la esperanza como crédito infinito; estas ideas, y la fe en la inmortalidad personal, están trabadas estrechamente con el amor, y se expresan admirablemente e la frase de un personaje de el autor: Toi que j`aime, tu ne mourras pas.

Es un pensador que ha ido cendrándose en una cálida preocupación por todo lo humano, de grandes exigen-cias éticas y claras aspiraciones religiosas, de su interés y su valor. Entre sus obras destacan “Diario metafísico” (1923), “Ser y tener” (1933), “Del rechazo a la invocación” (1940), “Homo viator” (1944) y “El misterio ontológico” (1959); "Filosofía concreta", "Aproximaciones al misterio del ser" y el "Prolegómenos para una Metafísica de la Esperanza".9

Por último, Gabriel Marcel aborda la cuestión más fundamental de la filosofía: la del ser, la del propio existir que nos envuelve, en aquel que quisiéramos penetrar y por el que quisiéramos trascender. Por una parte, "Reflexión y Misterio", desarrolla las características de la existencia humana, de "mi vida", de la vida de cada cual. Por otra parte, "Fe y Realidad", que nos conduce a regiones todavía más profundas, las mismas esencias.

9 ?Ferrater, Mora José; Diccionario de Filosofía, edit. Sudamericana. Bs. As.

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CAPITULO II

II…-LA DESESPERANZA DEL HOMBRE.

2.1.-El hombre en la Desesperación.

La libertad del hombre lo hace responsable de todos sus actos y por ende se ve en la imperiosa necesidad de elegir. Entonces, decidir es arriesgarse y ello genera angustia y desesperación. La angustia está antes del pecado e irremediablemente ligada a la posibilidad y a la libertad de elegir. La desesperación y al igual que la angustia, es demoledora, pero la desesperación se da después de la libertad, es el signo de existencia. El hombre, de cualquier modo que se lo tome, choca contra sus propios límites, experimenta y se siente incompleto tanto con él mismo como con su alrededor. La desesperación es el choque entre lo finito y lo infinito y ese choque se da en el hombre en cuanto asume sus limitaciones. El proceso, en un sentido o en otro, sólo evidencia la finitud del hombre en razón de su temporalidad, la desesperación es el golpe del que no se puede escapar porque siempre está al otro lado. La desesperación es una forma de salvación para Kierkegaard, sin embargo, puede encerrar al hombre en sí mismo y elegirse como desesperado por sus límites en relación al infinito.

El hombre envuelto en la desesperación es aquel que se siente sometido, que se encuentra solo ante el mundo sin gana de seguir luchando por la vida se encuentra invadido por la angustia e inundado en la profundidad de la

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añoranza. Para Marcel, la esencia del acto de la desesperación es declararse derrotado en presencia de esa sentencia, y de ese inevitable. Es, en el fondo, ha renunciar a seguir siendo uno mismo, estar fascinado por la idea de la propia destrucción hasta el punto de anticipársele. Aceptar es tal vez, al contrario, mantener y mantenerse, es decir, salvaguardar la propia integridad. No porque sepa que estoy condenado a no sanar de esta enfermedad o a no salir de esta prisión, consentiré en ser desde ya la cosa de desecho que hará de mí, al fin de cuentas, mí enfermedad o mí cautiverio. A la fascinación que, amenaza ejerce sobre mí la imagen de esa cosa, opongo, por el contrario, la voluntad de ser el que soy. Así puede ser que por la aceptación de algo inevitable, con toda mis fuerza, encuentra el medio de consolidarme interiormente a mí mismo, mí realidad. El más alto de sublimación del “yo” particular se comporta y esto quiere decir que se orienta interiormente como el que no tiene prójimo, el que solo depende de sí y sólo tiene la responsabilidad de si mismo.

Para Kierkegaard, la angustia10 es algo típico del hombre en su relacionarse con el mundo, la desesperación es lo propio del hombre cuando se relaciona consigo mismo. Para él, la desesperación es la culpa del hombre que no sabe aceptarse a si mismo en sus aspectos más profundo.

Según Kierkegaard, la desesperación es la enfermedad mortal: “un eterno morir sin acabar de morir”, “uno autodestrucción impotente”11. Esta idea de “enfermedad mortal”12 debe tomarse en un sentido especial. Literalmente, significa un mal cuyo término, cuya salida es la muerte, y entonces sirve de sinónimo de una enfermedad por la cual se muere, pero no es en este sentido que se puede llamar así a la desesperación; pues, para el cristiano, la muerte misma es una pasaje a la vida. De este modo, ningún mal físico es para él “enfermedad mortal”13. La muerte termina con las enfermedades, pero no es en sí misma un término. Pero una “enfermedad mortal”12, en sentido estricto, quiere decir un mal que termina en la muerte, sin nada más después de ella. Y esto a la desesperación.

10 ?Kierkegaard, Soeren; El concepto de la angustia, colección Austral; pág. 2211

Kierkegaard, Soeren; Tratado de la desesperación, Edicomunicación, Barcelona, 1994. Libro primero, cap. III, pp. 28-32.12

Kierkegaard, Soeren; Tratado de la desesperación, Edicomunicación, Barcelona, 1994. Libro primero, cap. III, pp. 28-32.13

Kierkegaard, Soeren; Tratado de la desesperación, Edicomunicación, Barcelona, 1994. Libro primero, cap. III, pp. 28-32.

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Pero en otro sentido, más categóricamente aún, ella es la “enfermedad mortal”14. Pues lejos de morir de día, hablando con propiedad, o de que ese mal termine con la muerte, física, su tortura, por el contrario, consiste en no poder morir, así como en la agonía el moribundo se debate con la muerte sin poder morir. Así, estar enfermo de muerte es no poder morirse; pero aquí, la vida no deja esperanza y la desesperanza es a ausencia de la última esperanza, la falta de muerte. En tanto que ella al supremo riesgo, se espera de la vida; pero cuando se descubre lo infinito del otro peligro, se espera de la muerte. Y cuando el peligro crece tanto como la muerte, se hace esperanza; la desesperación es la desesperación de no poder incluso

morir.     En esta última acepción, pues, es la desesperación la “enfermedad mortal”. Ese suplicio contradictorio, ese mal del yo: “morir eternamente, morir sin poder morir sin embargo, morir la muerte. Pues morir quiere decir que todo ha terminado. Pero morir la muerte significa vivir la propia muerte; y vivirla un solo instante, es vivirla eternamente”15. En la desesperación el morir transformase continuamente en vivir. “Quien desespera no puede morir; como un puñal no sirve de nada para matar pensamientos, nunca la desesperación, gusano inmortal, inextinguible fuego, no devora la eternidad del yo, que es su propio soporte, pero esta destrucción de sí misma que es la desesperación, es impotente y no llega a sus fines”16. Su voluntad propia está en destruirse, pero no puede hacerlo, y esta impotencia misma es una segunda forma de destrucción de sí misma, en la cual la desesperación no logra por segunda vez su finalidad, la destrucción del yo; por el contrario, es una acumulación de ser o la ley misma de esa acumulación. “Es ella el ácido, la gangrena de la desesperación, el suplicio cuya punta, dirigida hacia el interior, nos hunde cada vez más en una autodestrucción impotente. Lejos de consolar al desesperado, el fracaso de su desesperación para destruirse es, por el contrario, una tortura que reaviva su rencor, su ojeriza; pues acumulando incesantemente en la actualidad desesperación pasada,

14 Kierkegaard, Soeren; Tratado de la desesperación, Edicomunicación, Barcelona, 1994. Libro primero, cap. III, pp. 28-32.

15 Kierkegaard, Soeren; Tratado de la desesperación, Edicomunicación, Barcelona, 1994. Libro primero, cap. III, pp. 28-32.

16 Kierkegaard, Soeren; Tratado de la desesperación, Edicomunicación, Barcelona, 1994. Libro primero, cap. III, pp. 28-32.

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desespera de no poder devorarse ni de deshacerse de su yo, ni de aniquilarse. Tal es la fórmula de la acumulación de la desesperación, el crecimiento de fiebre en esa enfermedad del yo”17. El hombre que desespera tiene un sujeto de desesperación, y es lo que cree un momento y no más; pues ya surge la verdadera desesperación, la verdadera figura de la desesperación. Desesperando de algo, en el fondo desesperaba de sí mismo y, ahora, pretende librarse

de su yo.      Desesperar de algo no es, pues, todavía, la verdadera desesperación; es su comienzo; se incuba, como dicen los médicos de una enfermedad. Luego se declara la desesperación: “se desespera de uno mismo. Si observamos a una muchacha desesperada de amor, es decir de la pérdida de su amigo, muerto o esfumado. Esta pérdida no es desesperación declarada, sino que ella desespera de sí misma. Ese yo, del cual se habría librado, que ella habría perdido del modo más delicioso si se hubiese convertido en bien del “otro”, ahora hace su pesadumbre, puesto que debe ser su yo sin el “otro”.”18 Ese yo que habría sido su tesoro -y por lo demás también, en otro sentido, habría estado desesperado- ahora le resulta un vacío abominable, cuando el “otro” está muerto, o como una repugnancia, puesto que le recuerda el abandono. Desesperar de sí mismo, primero querer deshacerse del yo, tal es la fórmula de toda desesperación,  y la segunda, desesperado por querer ser uno mismo, se reduce a ella, como hemos reducido anteriormente la desesperación en la cual se quiere ser uno mismo, aquélla en la cual se rechaza serlo. Quien desespera quiere, en su desesperación, ser él mismo. Pero entonces, ¿no quiere desprenderse de su yo? En apariencia, no; pero observando de más de cerca, siempre se encuentra la misma contradicción. Ese yo, que ese desesperado quiere ser, es un yo que no es él (pues querer ser verdaderamente el yo que se es, es lo opuesto mismo de la desesperación); en efecto, lo que desea es separar su yo de su autor. Pero aquí fracasa, a pesar de que desespera, y no obstante todos los esfuerzos de la desesperación, ese autor sigue siendo el más fuerte y lo obliga a ser el yo que no quiere ser. Pero haciéndolo, el

17 Kierkegaard, Soeren; Tratado de la desesperación, Edicomunicación, Barcelona, 1994. Libro primero, cap. III, pp. 28-32.18 Kierkegaard, Soeren; Tratado de la desesperación, Edicomunicación, Barcelona, 1994. Libro primero, cap. III, pp. 28-32.

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hombre desea siempre desprenderse de su yo, del yo que es, para devenir un yo de su propia invención. Ser ese “yo” que quiere, haría todas sus delicias -aunque en otro sentido su caso habría sido también desesperado- pero ese constreñimiento suyo de ser el yo que no desea ser, es su suplicio: no puede desembarazarse de si mismo.      Tal es la desesperación, ese mal del yo, “la Enfermedad mortal”19. El desesperado es un enfermo de muerte. Más que en cualquier otro mal, se ataca aquí a la parte más noble del ser; pero el hombre no puede morir por ello. La muerte no es aquí un término interminable del mal, es aquí un término interminable. La muerte misma no puede salvarnos de ese mal, pues aquí el mal con su sufrimiento y la muerte consisten en no poder morir.      Allí se encuentra el estado de desesperación. Y el desesperado podrá esforzase, a no dudar de ello, podrá esforzarse en lograr perder su yo, y esto sobre todo es cierto en la desesperación que se ignora, y en perderlo de tal modo que ni se vean sus trazas, la eternidad, a pesar de todo pondrá a luz la desesperación de su estado y le clavará a su yo; así el suplicio continua siendo siempre no poder desprenderse de sí mismo, y entonces el hombre descubre toda la ilusión que había en su creencia de haberse desprendido de su yo. ¿Y por qué asombrarse de este rigor?, puesto que ese yo, nuestro haber, nuestro ser, es la suprema concesión infinita de la eternidad al hombre y su garantía.

Camus, nos dice, que el hombre desesperanzado no espera nada de la vida. Mientras que, para Marcel, el hombre que se encuentra en la desesperación es aquel que se declara derrotado, abandonado. En cambio, Sartre20 nos dice que, cuando un hombre había tenido que soportar cierto número de fracaso, era un signo, pero ¿signo de qué? Podía refugiarse en la amargura o en la desesperación. Lleva pues la entera responsabilidad del desciframiento. El desamparo implica que alejemos nosotros mismo nuestro ser y va junto con la desesperación, esta expresión tiene un sentido simple; quiere decir que nos limitaremos a contar con lo que depende de nuestra voluntad, o con el conjunto de probabilidades que hacen posible nuestra acción. Cuando se

19 Kierkegaard, Soeren; Tratado de la desesperación, Edicomunicación, Barcelona, 1994. Libro primero, cap. III, pp. 28-32.20 Sartre, Jean- Paul; El Existencialismo es Humanismo, edición del 80; pág. 21-28

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quiere alguna cosa, hay siempre elementos probables. El hombre está en el dominio de las posibilidades, pero no se trata de contar con los posibles sino en la medida estricta en que nuestra acción implica el conjunto de esos posibles. A partir del momento en que las posibilidades que considera el hombre no está rigurosamente comprometida por mi acción debo desinteresadamente, porque ningún Dios, ningún designio puede adaptar el mundo y sus posibles a mi voluntad- según Sartre-. En el fondo, cuando Descartes decía: “vencerse más bien a sí mismo que al mundo”21, quería decir la misma cosa obrar sin esperanza.

La desesperación es una emoción nefasta del ser humano, significa exactamente perder toda esperanza. Momentáneamente nos desesperamos, porque creamos en nuestra mente el escenario caótico, donde no existen salidas, sólo se vislumbra una inminente pérdida, somos presos de la angustia, nuestra mente se nubla, no podemos ver la luz. Aquí aparece, el deleite melancólico que consiste en haber gozado de muchos placeres sin entregarse verdadera e íntegramente a ninguno, fingiendo la alegría y el contentamiento. En el fondo, el melancólico sufre un gran hastío, porque la solidez del mundo se le ha disuelto en epicúreos instantes fugitivos. Entonces se descubre a sí mismo como único eje de salvación a que aferrarse, y se descansa, sueña, construye paraísos ideales. Pero "toda concepción estética de la vida es desesperación" (Kierkegaard)22.A la indiferencia melancólica por el mundo se llega por las frustraciones, errores, fracasos, desengaños sucesivos, al paso que la desesperación es una pasión de consumirse que no logra sus propósitos. Mientras la melancolía es serena y se refugia en ensoñaciones, la desesperación es un anhelo por alcanzar un bien inasequible, que puede llevar a la propia destrucción. Sin embargo, es la melancolía misma que crea la desesperación, pues, al no poder conservarse en la placentera quietud, el hombre sale fuera de sí en búsqueda de su verdad. La desesperación es siempre activa, mientras la melancolía tiene sabor de dulzura y se regocija en su pasividad. Es el acto puro de desesperar, nace cuando ya

21Éticas Contemporáneas. Doctrinas éticas Fundamentales. Octava Lección; pág. 205-20822 ? Kierkegaard, Soeren; El concepto de la angustia, colección Austral; pág. 22

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no se puede aguantar más la tensión de la clausura, del ensimismamiento melancólico y al fracasar todas sus expectativas. La desesperación puede también originarse de la conciencia de una melancólica existencia poética. "El poeta vive extrañado y desterrado del mundo real" (Hölderlin)23, proyectándose en sueños, pero sin intentar hacer nada para realizarlos. Sólo la melancolía es la realidad vivencial del poeta que está buscando siempre su enigma íntimo que no se le revela jamás. El melancólico se siente tan extraño a su presencia objetiva que no puede decir tú a sí mismo, familiarizarse con la propia intimidad. Hastiado de vagas disquisiciones y sueños que se desvanecen solos, decide buscar la raíz de su ser. Aquí comienza su desesperación. Cree ingenuamente que la han desencadenado hechos fortuitos que le afectan y duelen profundamente, pero, en realidad, surge de la situación conflictiva y contradictoria de su melancolía. Vive despegado de todo contacto con las vicisitudes del mundo y también ajeno a su realidad interior. El retraimiento melancólico le proporciona cierta satisfactoria paz escéptica, pues no cree siquiera en su esencia real. De hecho, vive desgarrado entre una exterioridad que le ha desengañado y la propia interioridad sombría, oscura que desconoce y no intenta desvelar. Así sufre una tensión continua que llega a la desesperación. El melancólico puede soslayar esta contradicción que vive y quedarse aletargado, nutriéndose de esperanzas imposibles. Esta forma de melancolía sabe disfrutar concienzudamente del hálito fugitivo de todo lo que pasa, mejor dicho, apura rápido los instantes y, a la vez, anticipa el futuro al vivir en sí morosamente las múltiples posibilidades del presente. Sin embargo, esta sabiduría no impulsa al melancólico y, como el poeta, sueña con el acto puro, pero no se atreve a realizarlo, es el amante desdichado de la acción. Por el contrario, la desesperación es actividad misma. El melancólico vive de proyectos; el desesperado, de actos concretos, de soluciones fulminantes casi desesperadas. La desesperación resuelve la antinomia

23 ? Éticas Contemporáneas. Doctrinas éticas Fundamentales. Octava Lección; pág. 208-209

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básica de la melancolía paralizada o entre un yo interior que se ignora y otro exterior que no se vive, pues el desesperado busca en el mundo su verdad íntima. La desesperación por su afán de ser demuestra la continuidad del yo. Es evidente que el desesperado no acepta seguir siendo el que es, y la desesperación es odiosa al no poder liberarse de sí mismo. Desesperar, para Marcel sería, “Mí espera ha sido frustrada tan a menudo que hay todas las probabilidades de que hoy también lo sea”.24Sería también declararse incurable esa herida que fluye y que es, la separación. Además Marcel dice: “Nunca seré otro que el herido, el mutilado que soy ahora. Sólo la muerte pondrá fin a mí mal, no la suprimirá sino suprimiéndome. Eso es todo lo que el destino puede hacer por mí extraño médico que no cura la enfermedad sino matando al enfermo”24. El desesperado no sólo contempla, no sólo tiene ante sí esa oscura repetición, esa eternización de una situación en la cual esta preso, posee a la vez la certidumbre de que esa anticipación no lo dispensara de continuar viviendo la prueba día a día, hasta esa extensión que también anticipa, pero no como un remedio, a quién su dolor aseguraba todavía, a pesar de todo, una sombra de supervivencia. La desesperación se presenta aquí como un encadenamiento o más exactamente como un maleficio, como la acción maléfica que tiene alcance sobre eso que yo me contentaría con llamar la sustancia misma de mi vida.

Marcel hace una comparación entre la vida y la llama (la desesperación como un fuego encendido que consume la vida); sobre esa llama que es la vida se ejerce apropiadamente la acción maléfica de la desesperación. Esta vuelto en cierta materia del devenir personal y tiene por función consumirla; allí, al contrario, donde interviene el “maleficio”, esa llama se desvía de la materia que es su alimento natural para atacarse a si mismo. Es lo que se expresa que un ser se consume; en si, la desesperación puede ser asimilada a una verdadera autodevoraciòn espiritual.

Ahora bien, cuando el hombre cede en las redes de la angustia, concede, en efecto implícitamente,

24 Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. II pág. 41-53. Cap. IX pág. 195-222

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que si en tal punto preciso su espera es decepcionada, quedará sin recursos contra la desesperación, y se hundirá en ella inevitablemente. Por otra parte, concebirse al menos teóricamente, la degradación interior de aquel que sin poner ninguna condición, ningún límite, abandonándose a una confianza absoluta, trascenderá por lo mismo toda decepción posible y conocerá una seguridad del tener.

Puesto que la esperanza es contraria a la desesperanza, ella es la fe absoluta que trasciende toda condicionalidad, y por lo mismo, claro está, toda desesperación, sea cual fuere. Pues la esperanza se presenta como la respuesta del hombre al ser infinito. Desde el momento en que el hombre se abisma, en cierto modo, ante el Tu Absoluto que, con su condescendencia infinita, me ha hecho salir de la nada, parece que ya por siempre me prohíbo desesperar, o con mayor exactitud, que marco implícitamente a la desesperación posible con un sello de traición tal que no podría abandonarse a ella sin pronunciar mi propia condenación.

Aparece la idea de la soledad radical de la criatura que lucha con la angustia de su destino. Pues, si bien la soledad y la desesperación no son en el fondo idénticas, están ligadas. Si bien consistiría en preguntarse si la soledad es la última palabra, si el hombre está verdaderamente condenado a vivir y a morir solo.

Para reconocer que la desesperación es, en cierto sentido, la conciencia del tiempo cerrado, o más exactamente todavía, del tiempo como prisión, al cerrarse también en la conciencia, no dejarse pasar nada a través de sí. El hombre se encontrará en un estado de inactividad en todo sentido.

En el hombre inactivo, solitario, que ha sentido disolverse los vínculos vitales que lo unían a sus parientes, a sus amigos, la inacción no es otra cosa que la desesperación que ha llegado a la conciencia, al desenganche, la deserción de una conciencia que ya no forma cuerpo con lo real. El hombre que se encuentra inactivo y desesperado, que ha perdido el poder de animar el mundo en el cual se aparece a sí mismo como arrojado y de sobra.

Independientemente del pensamiento de Marcel, quisiera aludir que las personas de hoy en día

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quedan acorraladas en la desesperación por muchos conflictos, frustraciones y problemas, al no encontrar soluciones a sus situaciones limites llegan a caer en las manos de la angustia y esto lo conducen a la desesperación. Por no encontrar una salida los deja acorralado y caídos en la desolación, a fin de cuentas no les dan sentido a la vida, creen que la vida es porquería y que no vale nada, y algunos no encuentran otra salida que suicidarse.

Por último, para Marcel, el hombre que rehúsa ser salvado, implica una renunciación a toda esperanza. También, quisiera aludir, al hombre absurdo de Camus comparándolo con el pensamiento de Marcel, aludiendo que el absurdo es un sentimiento que se revela así ante nuestros ojos, en aquellas situaciones en donde nos sentimos divorciados del mundo, extranjeros de nuestra propia patria lo que produce una ruptura entre nosotros y el mundo. El hombre es aquel que vive intensamente esta vida, a pesar de su imperfección y finitud.

En síntesis, la desesperación es un sentimiento de impotencia donde el hombre se da por vencido, el hombre que espera con paciencia siguiendo el camino de la fe sin anticiparse bruscamente es una forma de tomarse su tiempo tranquilo que lo lleva a la esperanza si el hombre pierde la fe es como una traición a Dios, cae en la impaciencia por anticiparse implica tentación, por su intranquilidad, por su no aceptación, se encadena en la prisión de la desesperación según afirmaría Marcel: “La enfermedad que me esta matando, la desesperación.”25La desesperación es dinámica, está animada siempre de una esperanza, y la melancolía vive de la reflexión. Se puede añadir que así como la melancolía espera en su desesperanza total, la desesperación que se nutre de la acción esperanzadora puede caer en la postración melancólica al carecer de fines precisos para su empeño. Hay, pues, una acción desesperada que es esperanzada, y una desesperanza que es la renuncia a toda actividad, porque ya no espera el cumplimiento de los fines creadores.

25 ? Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. II pág. 41-53

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2.2...- EL Rechazo de la Salvación

Marcel establece tres puntos específicos para formular su teoría, este parte del pensamiento de Georges Bataille y de Maurice Blanchot.

Ahora bien, la experiencia interior es aquélla que el hombre se encuentra en una experiencia consigo mismo

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no es más que una experiencia mística, según Marcel, diciendo “entiendo por experiencia interior lo que se acostumbra a llamar experiencia mística”26. Para los místicos, es una experiencia inefable en donde el hombre tiene una experiencia interior personal, que no es racional, conoce una relación con él mismo y con la divinidad, la renuncia de su yo y la liberación de las cosas materiales es lo que lo lleva a la santidad, a la salvación.

En un sentido llama a la experiencia como un viaje hasta el fin de lo posible para el hombre. Cada uno puede no hacer ese viaje, pero si lo hace quedan abolidos a las autoridades y los valores existentes que limitan lo posibles. Por el hecho de que es negación de otros valores de otras autoridades (dioses), y por cuanto tiene existencia positiva, la experiencia deviene ella misma positivamente el valor y la autoridad (Dios). A partir de este puedo decir, lo que establece Marcel, lo que el extremo o el fin de lo posible, el extremo de lo posible es ese punto en el que, a pesar de la posición ininteligible para él que tiene en el ser, un hombre, al haberse despojado de engaño y temor, llega tan lejos que ya no se puede concebir una posibilidad de ir más lejos, se llega al él a condición de un total desprendimiento. Si el hombre se renuncia al hombre medio por el extremo, se rechaza una humanidad caída, alejada que es a la vez avaricia y mentira. El hombre rechaza al mismo tiempo todo lo que no sea el desierto donde acaece lo extremo, desierto en el que se desencadenan las saturnales de los solitarios. El ser es ahí como un punto, en la nada se separa el solitario del otro, pero el otro no está allí. El hombre queda solo totalmente al desnudo avanzando sin trampa hacia lo desconocido. A partir de lo desconocido lo que da a la experiencia de Dios su gran autoridad, pero lo desconocido es lo que exige al fin la primacía sin participación. Ahora bien, el extremo tiene lugar en tanto es el mismo, experiencia, es aquella experiencia de Dios. Esa experiencia alcanza en su término la fusión del objeto y de sujeto. Como sujeto es no- saber, como objeto, lo desconocido. Además, cuando el extremo está allí, los medios que sirven para alcanzarlo ya no están allí.

26 Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. IX pág. 195-222

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De esta manera, hay que reconocer que el extremo se niega como tal, pues no se manifiesta, sino al final de cierta perspectiva a seguir. Pues si bien una vez recorrido el camino hasta su término, queda abolida esa apariencia, esa manifestación.

Por otra parte, si el hombre ha alcanzado el extremo, en vista alcanzarlo no se puede y tampoco si se supone alcanzado el extremo, no sería el extremo aún si el hombre se durmiera en el. Entonces, el extremo implica “no hay que dormir durante este tiempo”27 solo tiene si se refiere a una visitación, esperada o temida. En un sentido nunca se está seguro de alcanzar o de haber alcanzado es un fin, ahora bien, un fin supone una acción, un proyecto. Marcel reconoce que la experiencia interior es lo contrario de la acción que está de por sí toda entera en la dependencia del proyecto.

Al fin a cabo, el proyecto no es sólo el modo de existencia implicado por la acción, es una paradójica de un ser en el tiempo es la remisión de la existencia para más tarde, o aún, pensar es escamotear la existencia. Pero es falso decir que proyectar es dejar la existencia para después, sólo es verdadero cuando el proyecto devora en cierto modo la existencia a la cual tiene por función orientar, cuando un ser proyectar en un lugar de vivir.

El renunciamiento del hombre necesario consiste en cesar de querer ser todo. Es menester, hablar aquí del sacrificio, esta noción es el rechazo que opone a toda especie de salvación, a su vez implica renunciar a todo. El sacrificio significa que los hombres, por su propia voluntad, hacen entrar algunos bienes en una región peligrosa donde reinan las fuerzas destructoras. En un sentido, el sacrificio es la locura, la renunciación a todo saber la caída en el abismo es revelado, pues la revelación del abismo no es sino un medio para caer aún más en el vacío. El sacrificio es contrario del proyecto. Es preciso decir que, el sentido del sacrificio es mantener tolerable, viviente, una vida a la cual la avaricia necesaria conduce sin cesar hacia la muerte.

Por este motivo, el extremo es una experiencia límite del hombre que se debe buscar por sí misma, y esta

27 Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. IX 195-197

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experiencia tiende a suprimirse en el acto mismo por el cual se consuma. La consagración de la experiencia puede aparecer legítimamente como la negación expresada en el amor. Por consiguiente, del martirio en tanto éste es una atestiguación Creadora (Dios) que tienda hacia una trascendencia que no puede, reabsorberse en el dinamismo interior del hombre que emite y orienta.

Por último, la salvación es el objeto de una fe verdadera que permite dar a la vida espiritual la forma de un proyecto. La salvación no es exactamente un valor, que es el fin del sufrimiento para las budistas, Dios para los cristianos, los musulmanes, los hindúes no budistas. Esta es la perspectiva del valor percibida desde la vida personal. Además, el valor es totalidad, acabamiento, y la salvación para el fiel es “llegar a ser todo”28, con esto quiere decir que depende de la voluntad de poder.

Por el contrario, la vida espiritual no puede tener su principio y su fin sino en la ausencia de salvación, en la renuncia a toda esperanza. En fin, si yo rehusó ser feliz me rehusó ser salvado. Por eso, la vida espiritual sólo puede fundarse sobre la ausencia de salvación aquel hombre que no participa del espíritu, como hogar de inteligencia, de amor, de creación.

2.3…-El Hombre Absurdo.

Si miramos a nuestro alrededor y contemplamos al mundo nuestra inteligencia y nuestro corazón experimentan que la vida no es nada fácil, pues el mundo no funciona racionalmente sino que se manifiesta que su ritmo

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? Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. IX pág. 195-222.

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escapa a nuestro apetito de razón. Lo absurdo es un sentimiento que se revela así ante nuestros ojos, en aquellas situaciones en donde nos sentimos separados del mundo, extraños en nuestra propia patria lo que produce un rompimiento entre nosotros y el mundo.

Nos encontramos ante este mundo incompresible, en el cual se carece de fundamento al prescindir de Dios, la muerte se presenta como única certeza, así la ausencia de Dios, la falta de sentido del mundo, la mortalidad constituye la circunstancia del hombre, la condición del hombre se define así como absurda.

La insensatez y las injusticias, fieles compañeras de esta vida hacen surgir la conciencia de la ausencia de una razón profunda para vivir en un mundo. Cuantas veces no hemos deseado colmar nuestros deseos y recibir una respuesta del mundo a nuestras inquietudes, pero su marcha atenta contra nuestra razón, por eso como no querer enfrentar el mundo, como no querer cambiarlo o separarnos de el, cuando solo la muerte esta inherente al mundo, esté está regida por ella.

Para Marcel, lo absurdo es la confrontación de ese irracional y del deseo loco de claridad, cuyo llamado resuena en lo más profundo del hombre. En un sentido, el absurdo depende tanto del hombre como del mundo. Es que en el fondo, a partir del momento en que es reconocido, “el absurdo es una pasión, la más desgarradora de todas”29. Mientràs, Camus nos dice que, lo absurdo, el pecado sin Dios, es un estado en el cual se trata de vivir.

Mi condición consiste en no formar parte del mundo en el cual estoy, me opongo a ese mundo con toda mi conciencia y con toda mi exigencia de familiaridad. Es una conciencia perpetua siempre renovada, siempre tensa y me hace falta retenerla.

Por este motivo, considerar así la condición del hombre como absurdo y definir al absurdo que no es el mundo ni tampoco el hombre con su consciencia, sino que absurda es a la relación entre ambos, el choque entre el mundo y el yo mismo. Este es el fin como la claridad que poseemos y la oscuridad del mundo, la confrontación entre

29 ? Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap.211-222.

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nuestros deseos, aspiraciones y lo que el mundo realmente es. Los dos términos del absurdo son el afán de lo racional y por otro lado la irracionalidad del mundo – según Camus-

Camus declara "Sigo creyendo que este mundo no tiene un sentido superior. Pero sé que en él algo tiene sentido, es el hombre, porque éste es el único que exige tenerlo. Este mundo tiene por lo menos la verdad del hombre, y nuestro cometido es darle sus razones contra el mismo destino"30. Ni el hombre ni el mundo separadamente son absurdos. El absurdo surge del conflicto yo y el mundo, porque el yo tiene sed insaciable de gozar y el mundo no da la satisfacción deseada. Este divorcio entre el espíritu que desea y el mundo que decepciona es el absurdo, el estado metafísico del hombre consciente; es el pecado sin Dios; es la nostalgia de la unidad.

La cercanía de la muerte (la enfermedad) enseñó a Camus que el mal está en todas partes ensombreciendo las ansias de vivir y los momentos de placer, que la muerte no está al final de la vida, sino en su mismo corazón: la muerte en la vida se llama enfermedad.

La actitud camusiana ha cambiado, antes el punto de partida era la sed de felicidad, el ansia de vivir y de gozar; ahora lo es el absurdo de la existencia: "el único dato del que dispongo es que todo es absurdo"31; "el clima del absurdo está al comienzo". Cualquier hombre, a la vuelta de cualquier esquina, puede experimentar la sensación del absurdo, porque todo es absurdo.

Ante la condición del hombre como absurda, la vida se presenta como tormentosa y difícil, muchas veces hasta carente de sentido de tal modo se hace necesario plantear si la vida vale vivirla. El hombre debe optar que actitud tomar frente a la experiencia del absurdo, que camino escoger entre tantos obstáculos que se presentan en un mundo irracional e injusto.

La actitud camusiana ha cambiado, antes el punto de partida era la sed de felicidad, el ansia de vivir y de gozar; ahora lo es el absurdo de la existencia: "el único dato del que dispongo es que todo es absurdo"32; "el clima

30 Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap.211-222.31 Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap.215.32 Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap.216.

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del absurdo está al comienzo"33. Cualquier hombre, a la vuelta de cualquier esquina, puede experimentar la sensación del absurdo, porque todo es absurdo.

Para el hombre absurdo la rebelión, su rebelión, es meta y método, es el rasgo distintivo, la posesión exclusiva que le permite colocar su espíritu más allá del nihilismo. El hombre absurdo no puede darse el lujo de un optimismo indefectiblemente, cómo se ha dicho ya, cargado de la mala fe sartreana escondida tras su sólo aparente ingenuidad. Tampoco le es propio el asumir un pesimismo que le es innecesario, pues implica una justificación contradictoria de la inocencia a priori de la cual es consciente el hombre absurdo; ambas categorías no tienen espacio suficiente para dar cabida al espíritu absurdo y aun si cayere en estas sutiles trampas, el espíritu absurdo se escabulliría fácilmente de las mismas. No es pesimismo si Sísifo avanza hacia la cima consciente de que la piedra rodará cuesta abajo una vez más tan pronto alcance la cima, es un realismo saludable que le ahorra frustraciones ; no es optimismo que valore la posibilidad de que la piedra finalmente se mantenga en la cima, es tan posible como todo aquello capaz de ser imaginado y aunque no espera misericordia alguna de los dioses, muertos milenios ha, reos de su propia inhumanidad, de la falta de empatía para con los hombres que termino por traicionar, finalmente, su inexistencia, es capaz de soñar alguna treta, de no desmayar en la valoración y mantenimiento de sus potencialidades. El rebelde no niega, desafía. No suprime a Dios, simplemente le habla de igual a igual: se trata de una polémica con el deseo de vencer. Una vez derribado el trono de Dios, el hombre tendrá que crear un nuevo orden para justificar la caducidad divina. La rebelión es, por supuesto, contra Dios y contra la religión, es también contra toda forma del mal. La rebelión metafísica es el movimiento por el que el hombre lucha contra su situación de hombre y contra la creación. El rebelde metafísico protesta contra la situación humana que se le impone y se declara frustrado por la creación. El hombre rebelde no lucha únicamente para sí; lucha en nombre de los demás. Camus enuncia algunos rasgos esenciales de la rebelión primero implica

33 Camus, Albert, Obras Completa Tomo II, Ensayos Editorial Aguilar; pág. 30

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siempre la conciencia de estar en su derecho y de adoptar, por lo mismo, una postura defensiva contra la injusticia. El hombre rebelde está dispuesto a sufrirla muerte para defender este derecho; y segundo simultáneamente implica siempre que tal derecho no es personal, sino humano.

La rebelión es una consecuencia del absurdo. Camus asegura que una de las posiciones filosóficas coherentes es la rebelión: "Yo grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y tengo que creer por lo menos en mi protesta. La primera y la única evidencia que me es dada así, dentro de la experiencia absurda, es la rebelión."34 Aquí se ve inmediatamente cierto cartesianismo: se trata de partir de una evidencia y Camus la encuentra de tal forma en la rebelión, que llega decir: "Hay que rebelarse contra el absurdo, contra lo ininteligible del mundo y la existencia humana”35. Y no ocasionalmente, sino que la rebelión sea la esencia del hombre, el movimiento mismo de la vida.

La rebelión es esta presencia constante del hombre en sí mismo. No es aspiración ni esperanza. Esa rebelión que debería acompañarla. El suicidio es condenado, puesto que resuelve el absurdo, mientras que para mantenerse el absurdo no puede revolverse. “Lo contrario del suicidio es el condenado a muerte.”36 En la novela de Camus “El extranjero”, obra notable, su personaje Mersault no tiene ninguna esperanza y vive con la certeza de que va a morir por completo, ya que esta condenado a morir. También alude a que nuestra condición sin porvenir, somos del mundo que no dura, la vida es finita, la eternidad es la nada. En la Peste y en el Malentendido acota “Este mundo esta hecho para morir”37… En el Mito de Sísifo exclama “A fin de cuentas se trata de morir”38…

Marcel analizando el pensamiento de Camus a partir de las diferentes alternativas que se proponen como salidas ante el absurdo, el suicidio, una respuesta dada por los existencialistas ante el descubrimiento del absurdo, y la fe de la cual se desprende la esperanza.

34 Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. IX 211-222.35 Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. IX 211-222.

36 Camus, Albert, Obras Completa Tomo II, Ensayos Editorial Aguilar; pág. 40-4437 ? Camus, Albert, Obras Completa Tomo II, Ensayos Editorial Aguilar; pág. 40-44 38 ? Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. IX pág. 211-222.

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En nuestros días, podemos observar, muchas personas que deciden por el suicidio buscando el camino más corto como un escape ante sus problemas. “Muchas personas mueren porque estiman que la vida no vale la pena que se la viva”38. Estos sucesos están relacionados no solo con una falta de apego a la vida, sino también con una visión distorsionada de lo que es la vida es, y de cuanto vale, apreciarla y darle el valor que merece, así como de una mala interpretación del acto del suicidio que se lo ve como un acto de valentía, honorable, aunque no es así.

Independientemente del pensamiento de Camus y Marcel considero como otras formas de evasión frente a la no- aceptación de la realidad, la droga, el alcohol y la diversión distorsionada en donde se pone en riesgo en la propia vida, estas crean una sensación de vértigo y éxtasis, así como también una imagen ficticia del mundo, en donde los concepto de felicidad y alegría. Se confunde en una realidad imaginada. Existen otras personas que no evaden la vida, pero viven de un modo totalmente indiferente a esta, inmerso en la rutina y el hábito, otras viven pendientes tanto de ellas misma que se olvidan de los demás, envueltas en el trabajo, el dinero y el poder, arriesgan su vida por lo material volcados a lo superfluo olvidan lo esencial. También hay personas que sumidas a su fe religiosas y a Dios se entregan a su misericordia, amor y consuelo, por lo tanto, confían en El y esperan como premio la nueva vida, una vida más allá de esta.

La rebelión dice Marcel, tal como nos han sido definida “da su valor a la vida”39… El absurdo es la más extrema tensión del hombre, la que lo mantiene constantemente con un esfuerzo solitario, pues el sabe que en esta conciencia y en esta rebelión día a día, testimonia su única verdad, que es el desafío. El hombre rebelde es quien puede superar la experiencia del absurdo y se puede encontrar una causa posible para ser feliz, basada en el amor, solidaridad y la lucha contra la justicia. Por este movimiento de la rebelión demuestra que el absurdo no es el fin sino un punto de partida para elegir, para tomar una decisión frente a la vida, una elección de carácter moral. Así como el absurdo nos lleva tanto al

39 ? Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. IX pág. 212

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suicidio, a la esperanza como a la rebelión la cual tiene como primera consecuencia aceptar la vida, enfrentar el absurdo. El absurdo se combate, se emprende una lucha frente a él, es un hombre que se revela en soledad y elige vivir la vida aunque sea absurda, vivir la vida significa mirar el absurdo. Además, luchar mediante la rebelión que es fiel a la irracionalidad del mundo y a la conciencia del hombre así luchando podremos si bien no desterrar el mal para siempre, si disminuir el sufrimiento y el dolor.

El hombre rebelde trata, como el hombre absurdo, de encontrar respuestas humanas para los problemas que se encuentre en sus caminos. La diferencia entre el movimiento absurdo y el movimiento de rebelión estriba en que el primero es un sufrimiento individual y el segundo es comunitario, porqué se solidariza con sus semejantes.

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CAPITULO III

4.- ESPERANZA.

4.1.-La Esperanza.

La esperanza, es esperar, el hombre espera en las mayores dificultades de su vida. Cuando el hombre se encuentra en una situación límite en los mayores problemas de su vida, esta se nos presenta como la solución, como un desafío que nos lleva a un éxito, podríamos aludir a una frase que se suele decir casi siempre cuando nos encontramos en un momento desolador de nuestra vida: “la esperanza es lo último que se pierde”, por eso no hay que decir que todo esta perdido, por que todo tiene una solución menos la muerte. Marcel nos dice una humilde expresión del lenguaje cotidiano viene aquí en nuestra ayuda “tomarse tiempo”. El que se resiste o se rebela no sabe tomarse tiempo.

En esta vida encontramos personas que desprecian su vida y buscan el camino más corto para resolver su problema, y para olvidarlos por un instante toma alcohol o se drogan, hasta llegar a quitarse la vida. Pero así como hay personas destructivas de sí mismas, también hay personas y no bajan los brazos y siguen luchando, no se dan por vencidas, así venciendo a todos los obstáculos, buscan en su interior una luz misteriosa, esa luz resguarda a la esperanza, ella es esa fe, ese fin último, esa fe es el resultado de alcanzar un triunfo para nuestra vida. Es por ejemplo, en la mujer que espera a un hijo y que está literalmente habitada por la esperanza.

En efecto, siempre se vuelve el alma hacia una luz que todavía no ve, hacia una luz que va a nacer, es la esperanza sacada de su noche presente, noche de espera. Según Marcel: “cuanto menos sea experimentado la vida, como cautiverio, tanto menos capaz será el alma de ver

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brillar esa luz velada, misteriosa, que la sentimos antes de todo análisis, esta en el hogar mismo de la esperanza”.40

La esperanza, está con nosotros, este hecho particular de la experiencia no podemos interpretar ni tampoco explicar como una simple reacción vital con la inseguridad en que vivimos, contra las amenaza exteriores e interiores a nuestra vida, puede ser interpretado como una gracia, o como algo sobrenatural. Todo indica que son de algo más íntimo y esencial, que no se explica ni por las circunstancias externas que no amenazan. Cada uno de nosotros debemos, pues, buscar y analizar su raíz en nosotros mismos.

Esa tendencia intima, la esperanza, se podría decir que, es una actitud con la cual aceptamos los obstáculos que se nos presenta en nuestra vida, pero no para rendirnos antes ellos, sino para luchar, aun para tomar o adquirir por ellos mismos una ventaja a fin de mejorar nuestra personalidad.

Ahora bien, la esperanza es propia del hombre que espera en medio de las mayores dificultades. Por ello, la esperanza es más que una conducta o actitud, es algo vital que coincide con el espiritual mismo. Esta es la esencia de la esperanza tal como se nos aparece en nuestra existencia, está implicada la fe en un resultado final, la fe de alcanzar un triunfo. La dirección de la esperanza es precisamente el resultado, ésta, mientràs existe y se hace sentir; está ya como dándonos una experiencia anticipada del mismo.

Al ser cautivo, se trata, por supuesto, de un surgimiento, con hacernos prisionero de una experiencia desgarradora, oponiendo irreductiblemente un dado y un rememorando a partir de aquí, por resultado de la situación fundamental, la esperanza. La esperanza del enfermo, del prisionero, del exiliado o cautivo, no se reduce a fin de cuenta a una especie de rechazo que este sería la medida de la vitalidad que aun le queda al sujeto.

Para Marcel, solo puede haber esperanza donde interviene la tentación de desesperar. La esperanza es el acto por el cual esa tentación es activa o victoriosamente superada, quizá sin que esa victoria esté acompañada invariablemente por un sentimiento de esfuerzo. Ahora bien,

40 ? Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. II pág. 33

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para el hombre la esperanza es, pues el camino o el medio de aprovecharse precisamente de aquello que de suyo deberían conducirlo a la desesperación y al abandono de sí mismo. Esta es una fuerza interior que nos acompaña y que nos impulsa precisamente a sacar provecho de lo que aparentemente debería conducirnos a la desesperación. Puesto que hay algo en la esperanza que sobrepasa infinitamente la aceptación o, con mayor precisión, podría decirse que ella es una no-aceptación, pero positiva, y por eso se distingue de la rebelión.

Es así como la enfermedad amenaza con transformarse en ese ser deforme que es el enfermo, que se piensa a sí mismo como tal, y contrae en todo el hábito del enfermo; lo mismo para el cautivo o exilio. Mientras, espero, me sustraigo al determinismo interior comparable a un calambre, transformarme en alguna de esas expresiones degradadas, para terminar, sonámbulas, de la persona humana, que engendra la desesperación, porque ésta es ante todo fascinación. La esperanza no parece poder ser asimilada pura y simplemente a una acción interior de defensa por la cual yo protegería mi integridad amenazada por la obsesión.

La esperanza, con toda evidencia, tiene alcance no sólo sobre lo que está en mí, sobré lo que pertenece al dominio de mi vida interior, se presenta como independiente de mí acción posible, y singularmente de mí acción sobre mí mismo: “yo espero, el retorno del ausente, la derrota de enemigo, la paz que devolverá a mí país las libertades de las que lo ha despojado el desastre.”41

Asimismo, esta trasciende la imaginación, de modo que “yo” me prohíba tratar de imaginar lo que espero. Sin embargo, en todo esto hay algo más que una escapatoria, desde el momento en que soy sometido a una prueba, tal como la enfermedad o el exilio, aquello a lo que dirijo mis anhelos y es mí liberación. En todos los casos, la imagino, la realizo intensamente y al mismo tiempo tiendo a creer en ello. Por eso, el hombre que cree es el que no chocará con ningún obstáculo insuperable en esta vía de trascendencia.

Ahora bien, la esperanza, es una especia de apego orgánico de sí mismo que obliga a uno a imaginar la salida liberadora en el propio seno del peligro, allí mismo

41 Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. II pág. 33

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donde el porvenir parece ser más amenazador. Pero distinto es cuando interviene la piedad para consigo mismo, es decir, la referencia a una economía espiritual en el seno de la cual mí existencia puede conservar un sentido y un valor. No se trata aquí de un orden impersonal, sólo basta con que yo inspire amor a otro ser y que ese amor sea para mí un valor y que yo responda a el para que esa economía espiritual exista. La presencia de ese amor recíproco, de esa comunión, basta para transformar la naturaleza del lazo que me une a mí mismo.

La esperanza se presenta como misteriosa, como velada para quien tiene conciencia de participación de ella. Todo permite pensar que no se puede hablar de esperanza sino allí donde existe esa interacción entre el que da y el que recibe, esa conmutación que es el sello de toda vida espiritual. Sólo allí donde existe este amor, se puede y se debe hablar de esperanza, ya que ese amor se encarna en una realidad que sin él no sería lo que es. Así pues, es inexacto pretender que la esperanza es un simple estimulante subjetivo. Es, por lo contrario, un aspecto vital del proceso mismo por el cual una creación se cumple.

Marcel añade que, el ser es plenitud salvadora que se hace presente o a la que se accede en comunidad ideal con los otros, a partir de los actos espirituales que permite. Ser es amar, ser fiel, esperar. Actos que están estrechamente relacionados entre sí, pues la persona participa en cuanto ama, su amor se mantiene por la fidelidad y la fidelidad implica esperanza, y actos que manifiestan el ser, la trascendencia, la existencia de algo permanente que dura y con relación a lo cual nosotros duramos, lo absoluto o sagrado que da sentido al existir de los seres humanos.

A primera vista, la promesa de fidelidad parece poner una barrera entre nosotros mismos y la vida que permanentemente cambia y se renueva. Parece que el yo presente esté obligando a un yo futuro que no conoce y que ni siquiera existe todavía a una arbitraria dictadura en función de un cierto estado de ánimo actual. Por tanto, o bien afirmo arbitrariamente una invariabilidad de mis sentimientos que yo no puedo determinar, o bien admito anticipadamente el tener que cumplir en cierto momento un acto que, cuando deba cumplirlo, no reflejará de ninguna

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manera mis disposiciones anteriores. En el primer caso me miento a mí mismo; en el segundo caso, por orgullo o por amor propio, consiento anticipadamente en mentir a los demás.

Pero esto, indica Marcel, no es fidelidad, es constancia, su expresión formal en el mundo del tener. La fidelidad es la disponibilidad total de los recursos interiores y espontáneos de mi ser personal en una participación o en un “estar junto con” íntimo y profundo, en la afirmación de una identidad supratemporal del yo, de una presencia que se mantiene más allá de toda circunstancia. Amar a una persona es decirle “tú no morirás”.

Del mismo modo, añade Marcel que la esperanza auténtica no es un deseo particular, sino que se refiere a una salvación total, a la restauración de una integridad suprema que trasciende el orden finito de las satisfacciones y de los sufrimientos. La esperanza no es una causa ni actúa al modo de un mecanismo, no es una técnica que se oponga a la fuerza o a la realidad del mundo del tener, es un impulso, un salto hacia la trascendencia, que desarma a dicho mundo. La esperanza auténtica no es un “yo espero que”, sino un absoluto “yo espero” más allá de cualquier condición y representación. No se refiere a lo que “debería ser”, dice simplemente “será”. La esperanza auténtica es una voluntad cuyo punto de aplicación está colocado en el infinito. Dice Gabriel Marcel: “El alma no es más que por la esperanza; la esperanza es, tal vez, la tela misma de que nuestra alma está formada”42.

También la esperanza, tal como la vivimos, no solamente en cuanto individuos aislados, sino en comunión con las demás personas que nos rodean, implican la fe en un éxito final para todo el universo. El movimiento de esperanza está en lo más hondo de nuestra existencia no es sino una participación o una manifestación de un movimiento de esperanza inmanente a todo el universo.

Asimismo esta esperanza implica que nosotros encontramos y sentimos en la realidad un principio misterioso, este principio es, para Gabriel Marcel, Dios como causa creadora final del universo; y asimismo Dios como causa final del mismo. De esta manera, la esperanza vendría

42 Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires. Cap. II pág. 33-37

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a ser para Gabriel Marcel como un puente en el que la existencia humana se va desarrollando; puente que tiene en su principio a Dios como Creador del universo, y que se apoya, en Dios mismo como fin del universo, el objeto trascendente de nuestra esperanza.

Cuando ella está realmente situada en esta dirección es decir, como nota Marcel, cuando trabaja de común acuerdo con este misterioso principio de nuestra existencia, entonces nada puede quitarnos nuestra seguridad, ni destruir nuestra esperanza.

Esta creencia que está implicada en toda la realidad humana y en todo esfuerzo humano, significa o nos da a entender, además, claramente que para el individuo humano que sufre y que lucha, el universo tiene un sentido, una finalidad, un termino positivo o triunfo final.

Pero, significa también que debe existir una solidaridad universal entre todas las cosas y entre todas las personas, tendiente a alcanzar este resultado final de todo el universo. Por lo cual no puedo yo en manera alguna negar mi ayuda a los otros o a la sociedad en la realización de este esfuerzo hacia un ideal común de la humanidad. Y como no puedo yo negar esta ayuda, también tengo derecho a pedirla a los demás y a la sociedad misma, para tender, por mi parte, al mismo ideal.

En el cristianismo la actitud fundamental es la esperanza, el cristiano decide vivir su vida de acuerdo a los dogmas de fe, creencias y valores, cuyo punto clave y esencial de la fe cristiana es la escatología, que ha sido definida como doctrina de las ultimas cosas, entendiéndose que es el cristiano espera ciertos acontecimientos que se darán al final de los tiempos.

La esperanza, pilar del cristianismo, es entendida como una mirada hacia delante, lo que lleva a que el problema fundamental de la teología sea el futuro. De este modo la escatología no es un fragmento de la doctrina, es su esencia, por lo que la Iglesia, la existencia cristiana y su predicación tiene una orientación escatológica, pues es en el futuro donde se alcanza algo nuevo. Para Marcel, la esperanza es una memoria del futuro.

Por último, en esta visión y experiencia la persona humana adquiere todo su valor y dignidad frente a la sociedad. Todo el universo en conjunto tiene un sentido y

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cada cosa y cada individuo tiene también su sentido propio dentro de esta finalidad general del universo. Nada está perdido, nada carece de finalidad. Ningún esfuerzo humano es inútil, ningún individuo humano queda malogrado si es fiel a la esperanza.

Todo el horror de los siglos pasados y presentes en la larga y difícil historia de los hombres es inexistente además para cada niño que nace y para joven que comienza a creer. Cada esperanza de cada joven es nueva –felizmente-, porque el dolor no se sufre sino en carne propia. Esa cándida esperanza se va manchando, es cierto, deteriorando míseramente, convirtiéndose las más de las veces en un trapo sucio, que finalmente se arroja con asco. Pero lo admirable es que el hombre siga luchando a pesar de todo y que, desilusionado o triste, cansado o enfermo, siga trazando caminos, arando la tierra, luchando contra los elementos, y hasta creando obras de belleza en medio de un mundo bárbaro y hostil. Eso debería bastar para probarnos que el mundo tiene algún misterioso sentido y para convencernos de que, aunque mortales y perversos, los hombres podemos alcanzar de algún modo la grandeza y la eternidad. Y que, si es cierto que Satanás es el amo de la tierra, en alguna parte del cielo o en algún rincón de nuestro ser reside un Espíritu Divino que incesantemente lucha contra él, para levantarnos una y otra vez sobre el barro de nuestra desesperación.

La esperanza no es fingir que no existen los problemas, es realmente la forma más exacta de encontrar las soluciones, que nos brinda la vida cotidiana. Es la confianza de saber que estos no son eternos, que las heridas curarán, y las dificultades se superarán. Es tener fe, es una fuente de fortaleza y renovación absoluto de nuestro interior, la que nos guiará desde la oscuridad hacia la luz. Cuando el amor profundo de tú vida no te quiere, cuando la llamada que esperas nunca llega, cuando no consigues el trabajo que deseas, cuando no recibes la invitación que esperabas, el mensaje no es que no te lo mereces, el mensaje no es que no eres importante, el mensaje es que tú mereces algo mejor. Cada vez que sientas decepción por no recibir lo que deseas ó esperas, no lo veas como rechazo ó mala suerte, simplemente piensa que es una tremenda oportunidad a algo mucho mejor de lo que esperabas

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obtener de la vida. La vida está hecha de millones de momentos, vividos de mil maneras distintas ó diferentes. Algunos, buscamos amor, paz, armonía, comprensión, ternura. Otros sobrevivimos día a día, semana a semana, mes a mes, y de año a año. Pero no hay momentos más plenos que aquel en el cual descubrimos con alegría, que la vida, con sus constantes alegrías, y sus penas, debe ser vivida a plenitud día a día.

3.2…- La Esperanza y Sentido de la Vida.

El hombre es arrojado al mundo y al ser arrojado es responsable de todo lo que hace, y en su encuentro con el, adopta una actitud frente a la vida. Debido a que los hombres no somos todos iguales sino que a través de nuestras vivencias y experiencias comprendemos la realidad de diversos modos adoptamos un posicionamiento igualmente diferente para vivir.

En una primera etapa insinúe posibles actitudes antes la vida las cuales implican una toma de decisión, una elección, el hombre como ser condenado a ser libre, como expresa Sartre; “ El hombre es libre, el hombre es libertad, …El hombre esta condenado a ser libre”43, elige, puede elegir vivir la vida o proclamar un “no” a la existencia (suicidio) . Los que optan por un si a la vida, pueden mantener un actitud, donde la fe es su sustento, así emprenden un camino por esta vida, apoyados en la fe en Dios y la esperanza en sus promesas, o deciden vivir independiente de la existencia del ser supremo, en un vida de lucha y ferviente rebelión.

El cristianismo apropia un estilo de vida que tiene como base fundamental la fe Dios, la creencia es poder y la

43 Sartre, Jean- Paul; El Existencialismo es Humanismo, edición del 80; pág. 21-28

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esperanza en el cumplimiento de sus promesas. En cambio, Camus nos da cuenta de toda ausencia de esperanza en su visión del mundo. El se aferra al mundo con toda sus fuerzas, de allí se desprende su voluntad de vivir y su desesperación por la vida, por esta vida en la cual el mundo natural y el de los hombres, es el único reino.

Lo que Camus declara en contra de una creación cuyo parto ha sido defectuoso, pues al estar Dios ausencia y al carecerse de un sentido trascendente, el mundo se presenta como irracional, sin un principio que le de unidad y orden. A pesar de tal irracionalidad y de la ausencia de Dios, el elige este mundo. La concepción de Camus no queda en la visión de un mundo irracional sino que ve la posibilidad de que en este mundo se puede ser; esto refleja su creencia en el hombre y en la vida.

Para Marcel, Dios es este ser tan inteligente que ha puesto en la naturaleza leyes maravillosas para regir el cosmos, es llamado Dios Padre por los cristianos. Por eso, este estilo de vida considera que Dios es Principio y Fin, pero el no tiene comienzo ni final, por lo tanto es Eterno e inmortal, no empieza a existir, siempre ha existido, es increado.

En su modo de vivir la fe, el cristiano no se contenta con creer en Dios, sino que busca relacionarse, y conformar así una intima relación con El. Expresa un anhelo por acceder y participar de la vida del cielo que el Padre celestial promete.

En la doctrina sostenida por los cristiano, uno de los ejes principales es el mensaje de La Buena Nueva traído por Cristo. Es el Hijo de Dios el que a partir de las nuevas enseñanzas guía a los cristianos. El vino a salvar al mundo, porque el mundo y el hombre cometieron pecado, el vino a reconciliar a la humanidad con el Padre.

Para el cristiano el mundo debe ser el lugar de peregrinaje hacia la casa del Padre por el camino de la perfección, donde debe edificar la Iglesia y luchar contra la corrupción del pecado y de la carne. La carne, es el elemento material y externo del hombre, expresa lo débil y lo limitado, naturaleza que flaquea, lleva el germen del pecado y la mortalidad. Ya San Pablo en sus cartas mencionaba que la carne es a veces el asiento del pecado. Su contrario, es el

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espíritu que es lo más importante, lo que hay que mantener puro.

La esencia de la esperanza, tal como se nos aparece en nuestra existencia, implica la fe en un resultado final la fe de alcanzar un éxito. Además reconoce que la esperanza es la que abre nuestro camino orientándonos y lo hace tocar en medio de las tinieblas y de la angustia, el logro, el triunfo de sus ideales y de cuanto vale la vida y puede llevar su existencia como hombre.

A diferencia de esto Camus reconoce que el mundo hay sufrimiento y dolor pero esto no es producto del pecado o de un castigo divino, sino que es propio de la condición humana, por eso por muy irracional que sea, el elige este mundo, además reafirma el mundo, la carne y los placeres de esta vida, revaloriza el cuerpo, lo sensible, el sentimiento, la vivencia que se perciben por este.

Los placeres del mundo, para los son vistos como malos conductores al pecado, por eso se llama a la conversión. Esto implica abandonar los caminos torcidos, por las sendas del bien y las justicia. Convertirse es reconocer la aceptación de Dios y es la prueba más filial a su amistad.

El cristiano vive así en una actitud de espera, de expectación, de cumplimiento de las promesas de Dios, espera así la segunda venida de Cristo, al juicio final, la resurrección de los muertos y el establecimiento de su reino, donde la fe y la esperanza desaparecerán, pues solo se tiene fe en lo que no se ve y se tiene esperanza en lo que no está, pero cuando Dios se nos presente a nosotros, la espera terminará y las promesas se cumplirán, y así nos encontraremos con un estado de cosas nuevas, donde la paz, la justicia y el amor, serán perfectos.

Tanto Marcel, se refieren a la esperanza como aguardar, esperar en las mayores dificultades de la vida, nos habla de un hombre que espera en los mayores problemas de su vida y que no hay que perder la fe, porque todo se va resolver a su debido tiempo. Espera, alude al encuentro con el Dios de la Esperanza, Dios que no está ni dentro, sino adelante, un Dios al cual no podemos tener, sino aguardar. Se aguarda de esta manera el Reino de Dios y el cumplimiento de sus promesas, lo que lleva a que la fe y la esperanza sean esenciales en la vida del cristiano.

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Camus considera que la fe y la esperanza lleva al hombre a una sensación de tener algo no resuelto, debido a tal pensamiento propone resolver el asunto, ya que mientras se está en espera, el sufrimiento continua y las personas siguen sintiendo dolor, por lo tanto considera que no hay que esperar, sino luchar, emprender el combate, la rebelión. Por esa razón en el movimiento de la rebelión se certifica que no se espera nada, se opta por el ahora, por la lucha en el presente, por el existimos, antes que el existiremos; se mantiene la vida y no se descansa en Dios.

Además, para Marcel la esperanza implica que Dios es principio y fin. Así las afirmaciones acerca de Cristo nos hablan no sólo de quién fue, y quién es, sino también de quién será y qué esperar de Él. De este modo el futuro oculto se anuncia ya en las promesas y a través de la esperanza influye en el presente; y nos hace entrar en contradicción con la realidad, pues se nos promete una vida nueva, justicia eterna pero sólo nos encontramos rodeados de maldad, terror, odia y muerte.

En Camus no se presenta tal contradicción, pues para el la esperanza no es necesaria, considera que el cristianismo se basa en la esperanza como un pretexto para no responder a la pregunta ¿Qué es la vida? La esperanza representa para él, reiterando lo antes dicho, una evasión, una fuga de lo absurdo, y por eso protesta contra la esperanza cristiana y con la trascendencia de la consciencia forzada por ella, realzando el derecho del presente y la verdad que hay en cada instante. La esperanza no nos deja valorar el presente, si no que nos ata a un porvenir todavía no existente.

Además, Camus no espera vivir nada, proclama el vivir hoy y degustar cada uno de los instantes de la vida, quiere que se viva en plenitud y está en contra de todo aquello que disminuya tal plenitud. El recuerdo y la esperanza disminuyen la plenitud de la vida porque el recuerdo condena al hombre al pasado y la esperanza lo proyecta al futuro, así el hombre recuerda haber vivido, pensado y amado, pero no vive, piensa y ama. Algo similar ocurre con la esperanza en la cual ser feliz algún día y esa espera le hace pasar a la felicidad del presente.es por eso que la esperanza y el recuerdo parecen arrebatar el estar íntegramente en el presente, lo cual significaría que debido a

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que el cristiano espera, no podría a ser feliz en el presente, en el ahora. De este modo Marcel espera más allá del presente, su expectación va dirigida hacia aquellas cosas que por medio del convencimiento de la fe están verdaderamente prometidas.

Marcel nos decía, que la esperanza se apoya en la fe y es la que nos proyecta más allá de este mundo. Con esto no quiere decir que huyamos del mundo sino que es anhelar el futuro. Esta fe sobrepasa de este modo las barreras dela muerte, el sufrimiento y el dolor, a través del seguimiento de Cristo que es el camino la verdad y la vida; sólo la esperanza en la resurrección del Hijo de Dios derrumba todas las barreras en las que se estrellan las esperanzas humanas.

Esta esperanza hacia las promesas de Cristo se diferencian de las esperanzas humanas que surgen en este mundo y que luchan por conseguir su cumplimiento en esta tierra, porque es un esperar que no se conforma con las realidades hechas, sino que permanece inquieto hasta el cumplimiento de lo que espera, esta esperanza no lleva a la pasividad, sino a la búsqueda de mejores condiciones de vida.

Además, para Gabriel Marcel, es así que la espera no va acompañada de inactividad, sino de un obrar acorde a su fe, obrar basado en el amor y la misericordia. El amor debe reflejarse en el compromiso con el otro, debe ser reflejado en un compromiso con el prójimo, ya que unos de los mandamientos fundamentales es amar al prójimo como a uno mismo, este amar implica un amor a toda la humanidad, a todos los hombres, pues éstos son nuestros hermanos, un amor que se manifiesta en nuestra solidaridad hacia ellos. En este sentido, podemos decir que así como Camus llama a la rebelión en nombre de salvar al hombre, en la solidaridad y el amor, defendiendo la vida, luchando contra la muerte, el hombre rebelde es parecido al hombre que esta invadido de esperanza de Marcel; pero este hombre se rebela al mundo para salir del absurdo y no cree en Dios.

Para Camus, al considerar que la vida es absurda, se deber continuar y no morir, por ello su actitud implica un sí, un sí a la lucha, un sí a la vida, ya que cree que es posible resurgirse, pero esta no debe ser entendida en términos de resurrección sino en el sentido de ver la vida con

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claridad. Este vivir absurdo implica una militancia, que no consiste en tener la esperanza de un día, dejar de luchar para vivir una vida apacible y en paz, sino que la lucha en Camus, no llega a un descanso sino que debe mantenerse en pura actividad; solamente de este modo mediante el compromiso, el amor y la solidaridad, las condiciones negativas de los hombres, pueden disminuir, pero no desaparecer.

Por último, Marcel nos da un sentido de vida que tiene como piedra angular la fe; ésta es la base fundamental es donde se apoya la esperanza, se basa en el amor en el compromiso por los demás y en el sujeto mismo. Por eso Marcel, nos habla de la Fidelidad al Ser Absoluto (Dios) y ser Obediente a Él, si le faltamos, si caemos en la tentación de la desesperación, traicionamos al Ser Absoluto. Por ser libres debemos decidir lo correcto aunque a veces se disfraza como algo bueno y no lo es pero debemos estar muy atentos. Marcel al igual que Camus coinciden en valorar la vida, que vivir es una lucha permanente sin dejarse abatirse en los momento mas critico de la vida.

CONCLUSIÒN

Al concluir quisiera dejar bien subrayado que el admirable filósofo, dramaturgo Gabriel Marcel en su “Metafísica de la Esperanza”, nos habla de una luz misteriosa que cada hombre la contiene que aguarda en su interior, es una salvación, es la restauración de nuestra integridad, no solamente da un sentido a la existencia humana, sino que hace ya tocar en medio de la oscuridad, de la angustia, la melancolía y en la añoranza de sueño inalcanzables. Por eso, la esperanza es el logro de sus ideales y de cuanto puede llegar a su existencia como hombre, como ser y como individuos. Tanto Marcel como

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Camus reconocen una actitud ante la vida: proclaman un si al existir y respetar la vida humana, eligen el “no matarás”, como así también el “no atentarás contra tu vida”.

Para muchos, la esperanza, siguiendo su acepción, viene de esperar, un esperar de cosas mejores. Significa que espero y confío en algo sin tener la certeza absoluta de que se vaya a dar. Pero sobre todo ha descubierto que la esperanza es un modo de ser del hombre. En su búsqueda de la verdadera paz, del verdadero objeto de una esperanza, desenmascara todos los posibles refugios de la presunción y de las falsas esperanzas.

La esperanza implica una fe en un resultado final, la fe de alcanzar un triunfo para nuestra vida. Esta no es fingir que no existen los problemas, es realmente la forma más exacta de encontrar las soluciones, que nos brinda la vida cotidiana.

También, entendemos por objeto formal de la esperanza el motivo o motivos que nos llevan a mantener una expectativa confiada de que nuestros esfuerzos en pos de nuestra salvación eterna tendrán un final dichoso, a pesar de las dificultades que nos estorban en el camino. La salvación depende de una esperanza que, para ser auténtica tiene que absorber y superar la desesperación; la fuerza promotora es el amor. El amor es esa fuerza que nos mueve para poder escapar de la desesperación que ensucia nuestra alma.

Cuando piensa que nada tiene sentido y que todo esta perdido, cuando no consigue tus expectativas, cuando esperas un mensaje no es lo que esperabas, no creas que no eres importante, el mensaje es que tu mereces algo mejor. Cuando a menudos piensas que, cada vez sientes decepción por no recibir lo que deseas o esperas, no hay que verlo como rechazo o mala suerte sino piensa que es el comienzo de una oportunidad, algo mucho mejor que lo que crees y de lo que estabas esperando. Esperar, es arriesgarse a la desesperanza. Pero los riesgos deben ser tomados, porque, el que no arriesga no gana en la vida. Es más, las personas que no arriesgan, no hace, no tiene, no pretende, ni muchos menos anhelan. Se puede evitar sufrimientos y preocupaciones, placeres y alegrías pero te estaría perdiendo de crecer, amar y vivir. Solo una persona que se arriesga es libre.

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La misteriosa Luz de la Esperanza: “La metafísica de le esperanza” Seminario Filosófico

Por último, la esperanza es la luz que cura todos los males y es muy importante en la vida del hombre para que pueda seguir viviendo y luchando. Creo que el pensamiento, de Marcel, puede orientarnos a valorar la vida cada día más y la esperanza. Y que no todo esta perdido siempre hay una solución a nuestros problemas, y de que no hay que dejarse vencer en la primera batalla, ni tampoco hay que vivir en la añoranza de ideales deseables que no se han concretados, por que no nos deja vivir el presente hay que olvidarlos y seguir adelante. Hay que vivir el presente de cada día, y valorando las pequeñeces de la vida, como ser, la risa de un niño, el nacimiento de un nuevo ser, y tantas cosas que no tomamos en cuenta por estar sumergido en rutinariedad del trabajo, por nuestras frustraciones y grandes pérdidas en nuestra vida. Debemos vivir el presente sin estar pensando que es lo que hicimos mal o que hubiéramos hechos, sino vivir el ahora y nada más, solo tratar de no volver a cometer los mismos errores del pasado y seguir el mañana por que, ya es tarde de arrepentimiento, sólo nos queda seguir adelante por que de eso se trata la esperanza....no dejarse abatir...no sentir que todo se ha perdido... simplemente siempre hay soluciones hasta los problemas imposible de resolver... solo necesitamos esperar y tener fe de alcanzar lo tanto esperado...deseado.

María Laura Perea

BIBLIOGRAFIA

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-Camus, Albert, Obras Completa Tomo II, Ensayos Editorial Página | 47

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La misteriosa Luz de la Esperanza: “La metafísica de le esperanza” Seminario Filosófico

Aguilar.

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-Marcel, Gabriel, Prolegómenos para un Metafísica de la Esperanza, edit. Nova, Buenos Aires.

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