Soria: Historia, Literatura y Poesía

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1 SORIA:Arte, Historia, Literatura, Naturaleza… Toponimia Soria entró en la historia de la mano de los romanos. Sin embargo, en el actual cerro del Castillo se han descubierto restos de un asentamiento más antiguo supeditado, sin duda, a la existencia de Numancia. Bartolomé de Torres, en su Topografía de la ciudad de Numancia, asegura que el castillo de esta ciudad tomó el nombre de Oria de un caballero griego llamado Dórico, capitán de los dorios, que llegó a Soria desde Acaya. De esta noticia deducen algunos historiadores que los primeros pobladores de la actual Soria fueron los dorios. No obstante, nada a este respecto ha corroborado la arqueología y para otro grupo de expertos los primeros pobladores de Soria fueron los suevos, cuyos reyes, según Tutor y Malo en su Compendio historial de las dos Numancias, establecieron en ella una de sus cortes. Ambas hipótesis han caído en desuso con el paso del tiempo porque ningún documento las acredita de manera fidedigna. Parece lógico suponer que la palabra «Soria» deriva de dauria, a su vez derivada de daurius, es decir, Duero. A estas versiones, sobre el origen del nombre de Soria, se suman la de Pedro de Rúa, que deriva Soria de Sarra, nombre de la ciudad de Tiro, y de sarranos, sus moradores, de donde viene sorianos. En un libro de armas se narra que cuando Alfonso VII el Emperador reedificó Soria se descubrió una

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SORIA: Arte, Historia, Literatura, Naturaleza…

Toponimia

Soria entró en la historia de la mano de los romanos. Sin embargo, en el actual cerro del Castillo se han descubierto restos de un asentamiento más antiguo supeditado, sin duda, a la existencia de Numancia. Bartolomé de Torres, en su Topografía de la ciudad de Numancia, asegura que el castillo de esta ciudad tomó el nombre de Oria de un caballero griego llamado Dórico, capitán de los dorios, que llegó a Soria desde Acaya.

De esta noticia deducen algunos historiadores que los primeros pobladores de la actual Soria fueron los dorios. No obstante, nada a este respecto ha corroborado la arqueología y para otro grupo de expertos los primeros pobladores de Soria fueron los suevos, cuyos reyes, según Tutor y Malo en su Compendio historial de las dos Numancias, establecieron en ella una de sus cortes.

Ambas hipótesis han caído en desuso con el paso del tiempo porque ningún documento las acredita de manera fidedigna. Parece lógico suponer que la palabra «Soria» deriva de dauria, a su vez derivada de daurius, es decir, Duero. A estas versiones, sobre el origen del nombre de Soria, se suman la de Pedro de Rúa, que deriva Soria de Sarra, nombre de la ciudad de Tiro, y de sarranos, sus moradores, de donde viene sorianos. En un libro de armas se narra que cuando Alfonso VII el Emperador reedificó Soria se descubrió una

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gran piedra con un signo grabado que recordaba a una «S», la cual se añadió al castillo de Oria y dio la actual voz Soria.

En el año 869, en plena conquista árabe, Soria saltó de nuevo a las páginas de la Historia con motivo del levantamiento de Solimán ben Abús contra el emir de Córdoba que envió a su hijo, Al-Hakan, para sofocar el alzamiento.

Según el profesor Guillermo Tejada Álamo, el nombre de Soria sería una palabra compuesta y sincopada de origen prerromano debida a la repoblación medieval, hacia finales de la Alta Edad Media o principios de la Baja, hecha por algún grupo de repobladores procedente del norte, seguramente del área vascófona (como en el caso de Garray), que se situó en el actual Mirón. Las palabras serían: So (que mira o mirador) y oria, de ur-a (río o corriente de agua), que seguramente es como se le conocía entonces, antes de ser sustituido por la palabra hermana, D(T)urio/a (fuente, y también río). Es decir, El Mirador (o El Mirón) del / al /o sobre el río, en este caso, el Duero-(En castellano romance, "Miranda del Río, o de (l) Duero"). Y se referiría a una especie de atalaya con un poblado que, a partir de la muerte del hijo de Almanzor, en el 1010, podrá bajar con más tranquilidad por la ladera hacia el valle del río y hacia el collado-(barranco en oblicuo en el lado derecho del valle, que dará lugar a un collado y paso hacia el Oeste); lo que daría origen a la Soria actual.

La reconquista cristiana

Durante el siglo XI se convirtió en un importante enclave estratégico por su situación junto al Duero y marcó el límite entre los dominios cristianos y musulmanes en la denominada «marca del Duero» o «línea del Duero». Entre 1109 y 1114, el rey Alfonso I el Batallador la conquistó definitivamente a los musulmanes la repobló situando la frontera más al sur; así queda reflejado en la leyenda "Cabeza de Extremadura" en el escudo de Soria, lema impuesto por la denominación que se le adjudicaba a las tierras reconquistadas a los moros por los reyes cristianos. Sin embargo, Soria siguió siendo un enclave estratégico debido a las luchas por el territorio entre los reinos de Castilla y León, Navarra y Aragón. Soria pasaría a formar parte de Castilla definitivamente en 1134, durante el reinado del Emperador Alfonso VII.

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Muerto Alfonso VII, la tutela del heredero, futuro Alfonso VIII, la tuvieron los Lara en tierras sorianas. Alfonso VIII mantuvo la independencia del Reino de Castilla gracias a la ayuda prestada por los sorianos y, en agradecimiento, otorgó a la ciudad una serie de privilegios, como el de no ir a la guerra sin el Rey. Alfonso VIII otorgó también a Soria el Fuero Extenso, de gran interés dentro de la legislación municipal y que sirvió de base al propio Fuero Real. En este Fuero Extenso ya refleja la organización de la ciudad en tres instituciones: la de los Doce Linajes, la de Jurados de Cuadrilla y la de los Sexmeros de la Tierra. En 1195, Sancho el Fuerte saqueó la ciudad.

A comienzos del siglo XIII conoció uno de sus períodos más florecientes gracias a su situación fronteriza. Alfonso X, el Sabio, estableció su coste aquí durante dos meses. El comercio, en manos de los judíos, hizo de Soria una ciudad importante.

Unos 1038 judíos, según el censo de Huete en 1290, habitaban la aljama, situada en los límites del castillo. Según Martel «en el castillo de Soria, dentro del muro principal, hay un cuerpo espacioso en el cual antiguamente hubo trescientas casas y un templo, que hoy dura, aunque arruinado. Muchas de estas casas dicen que eran de judíos, y aquella población, con la que había por fuera, se llamaba alhama».

Se dice erróneamente que en 1266 fue elevada Soria de la categoría de villa a la de ciudad en la bula de Clemente IV en la que supuestamente concedía la categoría de catedral a la iglesia de San Pedro de esta capital; noticia que ya en 1788 desmintió Loperráez. La primera denominación de Soria como ciudad es a través de un privilegio del 22 de junio de 1377 otorgado por el infante don Juan en su ciudad de Soria].

Casi todas las actividades económicas de la Edad Media soriana giraban en torno a la lana. Cabecera de varias cañadas reales, Soria controlaba el esquileo estival de sus rebaños y el envío del preciado vellón hacia Burgos y los puertos del norte de la península Ibérica. Este gran negocio regulado por el Concejo de la Mesta (creada en 1273) garantizaba la preeminencia de los propietarios ganaderos: los Linajes nobles que controlaban la vida municipal.

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Cañada Real Soriana

Como muestra de su pujanza, Soria consiguió uno de los preciados puestos de representación entre las 16 ciudades con derecho a enviar procuradores a las Cortes del reino de Castilla, y fue sede de alguna de sus reuniones.

En contrapartida, la inestabilidad política del último tercio del siglo XIV permitió que Enrique II la cediese al mercenario francés Bertrand Du Guesclin como pago por su apoyo en la Primera Guerra Civil Castellana contra Pedro I de Castilla, el Cruel. La cesión que topó con la abierta hostilidad de una población que no deseaba abandonar el dominio real, y las tropas de Du Guescin tuvieron que tomar al asalto la ciudad, en 1369.

Decadencia

En 1492, el decreto de expulsión de los judíos, trajo la decadencia económica y social de Soria. Durante el reinado de los Reyes Católicos se interrumpió la narración histórica de Soria porque tras la unión de los reinos de Navarra, Aragón y Castilla la ciudad dejó de ser un enclave estratégico. Esta situación se prolongó durante la Edad Moderna, en la que el declive de la rentabilidad de la ganadería puso a la ciudad en una coyuntura de deterioro económico y demográfico muy grave.

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Por otra parte, los dirigentes locales de finales del siglo XVI no quisieron o no pudieron apoyar el velado plan del obispo Acosta para trasladar la sede de la diócesis de Osma a Soria, que hubiese aliviado en parte la decadencia de la ciudad.

Durante el movimiento comunero, Soria se manifestó partidaria del Emperador Carlos I. Terminada la guerra, Soria pasaba a formar parte de las ciudades y villas concedidas a Isabel de Portugal, esposa de Carlos I, que promulgaría en 1538 las ordenanzas municipales en 1538, una de las primeras en España.

En 1602, de las 36 parroquias de Soria ya quedan solo 13. En 1612 había en la capital 6500 vecinos, mientras que en 1710 esa cifra se había reducido a 3300. Durante el siglo XVIII, en paralelo al resto del país, la población de la capital soriana aumentó, contando con 4055 habitantes en 1777.

Soria recupera su protagonismo estratégico-militar en la historia de España con la guerra de Sucesión, al defender la causa de Felipe V, y proteger de las pretensiones aragonesas la línea fronteriza (1706-1707). En 1750 se establecen los Jesuítas en la ciudad. Para tratar de remediar la decadencia soriana, en 1777 se funda la Sociedad Económica Numantina de Amigos del País.

Siglos XIX y XX

En 1808, tras la invasión francesa de España, Soria se unió de forma decidida al campo anti francés con la creación el 3 de junio de una Junta Suprema Gubernativa y Militar, que organiza el Batallón de Voluntarios Numantinos, activo en los frentes de Logroño y Sigüenza. El 22 de noviembre de 1808, sin embargo, tropas francesas al mando del Mariscal Michel Ney se presentaron a las puertas de Soria y permanecieron en la ciudad durante tres días, con el consiguiente saqueo.

Como consecuencia, la Batalla de Tudela se libró mientras que los 20.000 hombres de Ney quedaron inexplicablemente en Soria, lo que libró al General Castaños el quedar atrapado entre dos ejércitos . El 17 de septiembre de 1812, el general de distrito José Joaquín Durán conquistaba la ciudad de Soria, mandando derruir su castillo y murallas. La Guerra de Independencia supuso grandes daños económicos para Soria, y hubo que

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esperar a la segunda mitad del siglo XIX para que la ciudad recuperara sus índices de población y riqueza.

Consejo de la Mesta

En 1836, se suprime la institución del Concejo de la Mesta, lo que hunde la ganadería, principal fuente de riqueza para Soria. A la caída del Antiguo Régimen la localidad de constituye en municipio constitucional en la región de Castilla la Vieja, partido de Soria que en el censo de 1842 contaba con 942 hogares y 5400 vecinos.

Tras la muerte de Fernando VII, liberales moderados y progresistas controlaron la capital, poco partidaria del absolutismo carlista. Como consecuencia, la Universidad de Santa Catalina, considerada entonces una institución absolutista, fue trasladada desde El Burgo de Osma. Sería poco después suprimida (1841), junto con otras instituciones conservadoras ( Diputación de los Doce Linajes ). En 1841 los liberales progresistas crearon la Escuela Normal para Maestros, que fue suprimida en 1843 con la caída de Espartero.

La alternancia de la Restauración tuvo en Soria las figuras de Ramón Benito Aceña (diputado y luego senador liberal-conservador desde 1871 hasta 1917), José Hernández

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Prieta (liberal-fusionista) y Luis de Marichalar y Monreal (diputado conservador desde 1899 hasta 1923). El gran tema es el desarrollo de la ciudad y provincia, principalmente el ferrocarril, que llegaría finalmente a Soria en 1892 (Ferrocarril Torralba-Soria).

En 1912 se funda la Caja de Ahorros, como continuadora de la Sociedad Económica Numantina. En 1919 se funda otra importante institución cultural, el Museo Numantino.

Pese a que en las elecciones municipales de 1931 triunfaba la Coalición Republicano-Obrera, las fuerzas republicanas en Soria fueron pocas y divididas. Contaba con figuras como Benito Artigas Arpón, Juan Antonio Gaya Tovar y Manuel Hilario Ayuso Iglesias. El partido hegemónico en la provincia sería el Republicano Conservador de Miguel Maura, que en 1936, pese a ser reducidos a la insignificancia en el resto del país, conseguirían la mayoría de actas de diputados en Soria. Soria pasó a formar parte del Bando Sublevado desde la llegada a la ciudad de una columna navarra enviada por Mola y al mando de García Escámez. Pese a no sufrir combates durante la guerra civil, la represión fue importante, con al menos 300 muertos en toda la provincia, incluyendo figuras políticas como Juan Antonio Gaya Tovar.

NUMANCIA

Mito e Historia

Numancia no es sólo un yacimiento arqueológico, sino que es además un símbolo de resistencia y la lucha de un pueblo por su libertad.

La actitud de los numantinos impactó de tal manera en la conciencia de los conquistadores, que éstos a su vez se sintieron conquistados por la causa numantina, como lo demuestra el hecho de que sea la ciudad celtibérica más citada por los escritores romanos (más de trescientas veces y por veintidós autores), destacando la información más completa y detallada, proporcionada por Apiano Alejandrino, que se informó en Polibio, amigo de Escipión y testigo presencial del cerco y destrucción de la ciudad.

Esto explica que la visión de Numancia haya “volado” por encima de la dimensión humana y arqueológica, a través del mito, vinculado a algo tan esencialmente humano como es la lucha por la libertad y la defensa del débil contra el fuerte, fundiéndose en el crisol de la leyenda. Esto explica que en situaciones semejantes en el momento actual, en cualquier lugar del mundo, pueda ser invocado el símbolo de Numancia.

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Origen y situación

No está muy claro si era una ciudad que pertenecía al pueblo de los pelendones o de los arévacos. En este sentido, Plinio el Viejo afirma que es una ciudad pelendona, aunque otros autores, como Estrabón y Ptolomeo, la sitúan entre los arévacos. Las principales conjeturas respecto a esta cuestión radican en el origen histórico de la llegada de ambos pueblos al actual suelo español. Los arévacos vinieron a la península posteriormente a los pelendones y los desplazaron hasta el norte de Soria, no quedando claro cuál de ambos fue el auténtico precursor de la ciudad de Numancia.

La principal fuente de datos sobre la antigua vida en Numancia proviene de la arqueología, puesto que apenas subsisten restos escritos sobre la vida normal de sus habitantes.

La ubicación geográfica de la ciudad celtíbera se sitúa en el Cerro de la Muela de Garray, un punto estratégico delimitado por las montañas del Sistema Ibérico, desde el Pico de Urbión hasta el Moncayo, y rodeado por los fosos del río Duero y su afluente, el río Merdancho. Su superficie pudo haber llegado a las ocho hectáreas.

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Su primera ocupación data del Calcolítico o comienzos de la Edad del Bronce, (entre el 1800 a. C.-1700 a. C.). Perduraría un asentamiento de la cultura castreña de la Edad del Hierro hasta el siglo IV a. C.

Tras ser arrasada por Roma, la ciudad no estuvo mucho tiempo sin ser ocupada, encontrándose restos de poblamiento pertenecientes al siglo I a. C. Esta época se caracteriza por un urbanismo bastante regular, aunque sin grandes edificios públicos. En el siglo III comienza su decadencia (aunque se han encontrado restos romanos del siglo IV).

Toponimia

El nombre de Numancia lo conocemos por los autores latinos anteriormente citados a partir del siglo II a. C. debido a su enfrentamiento con Roma. Para algunos expertos, Numancia sería una palabra celta de origen indoeuropeo que podría significar:

De noma o numa -(también en latín y en griego)- pasto/s, y -ancia = amplios o extensos, equivaldría a pastos extensos o amplios; teniendo en cuenta que la principal actividad económica que practicaban era el pastoreo, la ganadería...

O de (n)uma -(también en latín y griego,umere/y ume = humedad/humedal...)- que podría venir a significar río o valle ancho, humedal amplio, o humedad o nieblas abundantes.

Estructura de Numancia

El profesor de la Universidad Complutense de Madrid y director del equipo arqueológico que actualmente trabaja en Numancia, Alfredo Jimeno, la describe así:

La amplia superficie excavada (unas seis hectáreas) aporta pocas referencias de la ciudad más antigua (destruida en el 133 a. C. por Escipión Emiliano, ofreciendo una mejor información de la ciudad celtíbera del siglo I a. C. y de la romana imperial, que presentan una ordenación en retícula irregular, sin dejar espacios libres o plazas.

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Alfredo Jimeno en revista Historia de Iberia vieja, dice:

Empedradas con cantos rodados, las calles se orientaban en dirección este-oeste, excepto dos calles principales en dirección norte-sur. Todas estaban diseñadas de manera que pudiesen cortar el viento norte. Poseían una estructura entrecortada. En cada cruce, las calles continuaban en el mismo sentido pero un poco más a la izquierda o un poco más a la derecha, con el fin de que las esquinas de las casas cortasen el viento.

Cuando llovía, los desagües de las casas vertían el agua y el lodo a la misma calle. La presencia del río Duero implicaba zonas encharcadas en el territorio.

Las casas se agrupaban en manzanas y se alineaban aquellas más cercanas a la muralla. Las casas, de unos 50 m², tenían tres habitaciones. Los primeros hogares célticos fueron de dos estancias, y con el tiempo se añadió la tercera, frente a la casa y con la puerta cerrada.

En la habitación principal, los numantinos comían, dormían y amaban; empleaban otro cuarto como despensa y un tercero como vestíbulo y entrada.

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Reconstrucción de una vivienda celtibérica en Numancia.

Los hogares eran de piedra, aunque había elementos de madera, adobe, barro y paja; la techumbre quedaba constituida por trendazos de centeno. Los numantinos recubrían el suelo con tierra apisonada para caldear el ambiente. Las casas eran cálidas y acogedoras.

En cuanto a los alimentos, la carne se alternaba con los cereales, frutos secos y legumbres. También había vino con miel y la famosa cerveza llamada caelia, hecha de trigo fermentado.

Un elemento interesante era la presencia de corrales rectangulares, anejos a las casas. Era costumbre de los habitantes bañarse en su propia orina, pese a ser cuidadosos y limpios en su manera de vivir, según Diodoro Sículo y Estrabón.

Una muralla reforzada por varios torreones, con cuatro puertas de entrada y salida, defendía a sus habitantes, que podían vivir de modo permanente en un número de 2.000.

La Historia y sociedad numantina

Los primeros asentamientos humanos en Numancia se establecieron en el III milenio a. C., cuando la zona era densamente boscosa y contaba con una fauna rica en ciervos, jabalíes, osos, lobos, liebres, conejos, caballos, etc. Los pastos eran ricos y en ellos se criaban cabras y ovejas, que eran la principal fuente de riqueza. Estos primeros asentamientos consistían en cabañas construidas con materiales perecederos, ya que en ellas habitaban pastores que realizaban movimientos estacionales con sus rebaños. La región tenía un clima muy duro, con fuertes heladas y nevadas abundantes, donde soplaba el cizicus o cierzo, un frío viento del norte.

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Hacia el siglo VII a. C., en este asentamiento se utilizaban cerámicas hechas a mano, con formas bitroncocónicas. Desde el siglo VII a. C. el asentamiento pasó a ser un castro, típico de la cultura castreña de la provincia de Soria; este tipo de asentamientos estaban muy bien fortificados y su base económica era mayoritariamente ganadera.

La cerámica pasó a tener posteriormente formas lisas sin decoración, similares a las aparecidas en Navarra y La Rioja. A principios del siglo IV a. C. aparecieron decoraciones cerámicas realizadas a peine o con incrustaciones de botones metálicos, lo que indica un momento inmediatamente anterior al establecimiento de la cultura celtíbera, en la cual aparecieron ya cerámicas a torno y decoraciones concéntricas y con estampados.

En este momento, hacia el 350 a. C, Numancia pasó a tener un número importante de habitantes y nació como ciudad. Los numantinos aprendieron entonces el manejo del horno oxidante, el torno de alfarero y el uso de la pintura para decorar cerámica, a partir de los conocimientos de sus vecinos celtíberos del este, que por estar en el valle del Iber o Ebro ya habían sido iberizados.

Economía

Se cree que durante la ocupación prerromana su principal fuente económica era la ganadería. Hay constancia de pagos a otros pueblos e incluso a Roma por medio de pieles de buey o de capas de lana (sagum) en grandes cantidades.

La carne y la leche fueron los alimentos básicos de su dieta, infiriéndose esto último por diversas representaciones cerámicas, las cuales demuestran que los animales más importantes fueron el conejo, el buey, la cabra y la oveja.

La agricultura no fue una actividad muy importante en la estructura comercial de los numantinos. A fin de suplir esta y otras carencias, se sabe que mantuvieron relaciones comerciales con diversos pueblos cercanos para adquirir productos de primera necesidad.

Entre estos últimos, se cuentan especialmente los vacceos, que les procuraban trigo y otros cereales, motivo por el cual los romanos quemaron los campos de cereal de los vacceos para propiciar el aislamiento de Numancia y su posterior asedio.

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Conquista y asedio de Numancia

El sometimiento de los pueblos de la península al Imperio romano tenía sus excepciones. Pueblos como los arévacos, vacceos, tittos, bellos o lusitanos opusieron una heroica resistencia en una fase intermedia de la conquista, y ciudades como Numancia y Termancia (Tiermes) llegaron a mandar a Roma embajadas para tratar con el Senado romano.

El cónsul Quinto Cecilio Metelo Macedónico, que había conquistado y sometido gran parte de la península, ocupó gran parte de las ciudades de los arévacos, vacceos y pelendones, pero se le resistieron Numancia y Termancia. Fue sustituido por Quinto Pompeyo Aulo, quien llegó celoso de la gloria de Servilio Cepión por poner término a la insurrección acaudillada por Viriato. Pero fracasó rotundamente al intentar someter a las dos ciudades celtíberas.

En aquel entonces, Numancia contaba con una sólida muralla de protección y con un ejército de unos 20 000 soldados a pie y 5000 jinetes, cifra que fue descendiendo a medida que las Guerras Celtíberas avanzaban (8000 en el 143 a. C. y 4000 en el 137 a. C.), debido a que Roma fue controlando más territorios y, por tanto, existían menos posibilidades de reclutar defensores en las regiones contiguas. Fulvio Nobilior empezó entonces el asedio a la ciudad, para lo que levantó un campamento. Al poco el rey númida Masinisa, aliado de Roma, le envió refuerzos, entre los que destacaban 10 elefantes, lo que hizo que Nobilior iniciara el ataque a la ciudad.

Primera batalla de Numancia

Parecía que los elefantes iban a ser una fuerza determinante, ya que los numantinos no los habían visto antes y mostraban pánico, pero la caída de una enorme piedra hirió a uno de los elefantes, que enloqueció y cargó contra los atacantes romanos. El desorden que se generó fue tal que los celtíberos aprovecharon la ocasión para atacar a los sitiadores y matar a unos 4000 romanos.

Al año siguiente 152 a. C., fue nombrado cónsul Claudio Marcelo, con el que los celtíberos lograron un acuerdo de pacificación que incluía el pago de un impuesto de guerra, acuerdo que no fue aceptado por el Senado romano. Tras esta negativa, los

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numantinos –viendo el talante conciliador del cónsul romano– llegaron a un acuerdo de paz a cambio de una gran cantidad de dinero, que se mantuvo en la Celtiberia hasta el 143 a. C.

En este año, tras varias victorias del lusitano Viriato sobre los romanos y el considerable aumento de la tensión entre romanos y celtíberos, éstos se levantaron de nuevo en armas. La rebelión se consideró muy grave en Roma, por lo que se decidió enviar un fuerte ejército de más de 30 000 soldados al mando del cónsul Cecilio Metelo, y además se solicitaron las fuerzas de un honorable soldado de la guardia pretoriana que había demostrado sus dotes luchando contra las aldeas celtas, llevó consigo 1500 pretorianos veteranos los cuales hicieron historia en batallas como la de Numancia.

Laureado que venía de combatir en Macedonia, Metelo estuvo en Hispania dos años y mostró un talante moderado, lo que llevó a los numantinos a negociar una paz que, a cambio de rehenes, ropa, caballos y armas, les convertiría en amigos y aliados de Roma. Sin embargo, el día en que debía ratificarse el acuerdo se negaron a entregar las armas. La ruptura del pacto enfadó enormemente a Roma, que consideró que la osadía de este pequeño reducto en los límites occidentales del Imperio no podía ni debía ser tolerada, ya que se había convertido en una prueba para el prestigio militar romano.

La reanudación de la guerra

El 141 a. C. se nombró cónsul a Quinto Pompeyo Aulo, rival político de Metelo, que no destacó precisamente por su labor militar, ya que tras un año de campaña lo único que había conseguido era estrellarse contra las murallas de Numancia y Termancia. Popilio Laenas, el nuevo cónsul, atacó en 139 a. C. Numancia, pero tras ser derrotado decidió saquear los campos de cereales de los vacceos para justificar su actividad militar. La ineptitud militar llegó a su punto más alto con Cayo Hostilio Mancino en el 138 a. C., quien atacó a Numancia con más de 20 000 hombres, y al retirarse fue rodeado por los numantinos, menos de 4000, y tuvo que capitular para salvar su vida y la de los soldados. Los numantinos se limitaron a desarmar al ejército romano a cambio de la paz. Fue llamado a Roma con los embajadores numantinos que, como nación bárbara, acampaban a las afueras de la ciudad.

Como castigo, fue humillado por los propios romanos ante las murallas numantinas siendo ofrecido a los numantinos para que hicieran con él lo que quisieran: lo dejaron desnudo con las manos atadas a la espalda, en una ceremonia increíble teniendo en cuenta la enorme desigualdad de fuerzas entre ambos ejércitos. La suerte corrida por Mancino hizo que los siguientes tres cónsules romanos, Marco Emilio Lépido Porcina 137 a. C., Lucio Furio Filón 136 a. C. y Quinto Calpurnio Pisón 135 a. C., no se atrevieran a atacar Numancia.

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Estos 18 años de lucha con concesiones y dilaciones contribuyeron a que quedara finalmente como uno de los baluartes hostiles a Roma.

Preparativos para el último sitio a Numancia

La primera dificultad que se ofreció en Roma para designar a Escipión como jefe del ejército sitiador de Numancia, escribe Mélida, fue que no tenía el tiempo prescrito para el consulado, por lo que tuvieron que cambiar el calendario y que los tribunos volviesen a derogar la ley en cuanto al tiempo, como habían hecho en la guerra de Cartago, y quedase en vigor para el año siguiente. El prestigio de tal general incitó a multitud de romanos a alistarse a sus órdenes, pero no lo consintió el Senado, pues Roma andaba empeñada en otras guerras.

Escipión marchó a la Península con 4000 voluntarios, tropas mercenarias de otras ciudades y de otros reyes, escribe Apiano, que voluntariamente se le ofrecieron por conveniencia propia. Además, con personas escogidas y fieles formó la llamada "cohorte de los amigos".

Escipión comenzó, al llegar a la península, por someter al ejército allí desplegado a un durísimo entrenamiento. Dice Apiano que desterró a todos los mercaderes, rameras, adivinos y agoreros, a quienes los soldados consternados en tantos infortunios daban demasiado crédito; expulsó a los criados, vendió carros, equipajes y acémilas, conservando las puramente necesarias; prohibió ir en bestia en las marchas.

-Es un disparate –decía– aventurarse por cosas leves. Es imprudente el capitán que entra en acción sin necesidad, así como aquel otro es excelente que se arriesga cuando lo pide el caso: así es que los médicos no usan sajaduras ni cauterios antes de las medicinas.

El último ataque

En octubre del 134 a. C., Escipión tomó posiciones enfrente de Numancia a la que no dio opción de pelear. Cauto y sagaz, Escipión concibió el plan de guerra de reducir, cercar y sitiar a los numantinos, hasta que faltos de fuerza se rindieran. Así, para quitarles apoyo y favor de otros pueblos, se dirigió primeramente contra los vácceos a quienes los numantinos compraban víveres, arrasó sus campos, recogió lo que pudo para la manutención de sus tropas y amontonando lo demás, le prendió fuego. Comoquiera que

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los pallantinos de Complanio hostigaran a los forrajeadores romanos, mandó para rechazarlos a Rutilio Rufo, tribuno entonces y escritor de estos hechos, dice Apiano; y cubriendo la retirada el mismo Escipión, pudo salvarlo con su caballería.

Comenzó un cerco estricto, construyendo primero fosos, empalizadas y terraplenes para proteger a sus soldados, además de levantar un muro de 9 km, de ocho pies de ancho y diez de alto, con torres a un plethron (30,85 m) de distancia unas de otras, que rodeaban la ciudad y que estaba vigilado por siete campamentos. Las torres contaban con catapultas, ballestas y otras máquinas; aprovisionó las almenas de piedras y dardos, y en el muro se instalaron arqueros y honderos. También utilizó un sistema de señales, muy desarrollado para la época, que permitía trasladar tropas a cualquier lugar que pudiera estar en peligro.

Tras quince meses de asedio la ciudad cayó, vencida por el hambre, en el verano del 133 a. C. Sus habitantes prefirieron el suicidio a entregarse supervivientes fueron vendidos como esclavos.

Escipión regresó a Roma y allí celebró su triunfo desfilando por las calles con cincuenta de los numantinos capturados. Para entonces, Numancia ya se había convertido en leyenda.

La actitud de los numantinos impresionó tanto a Roma que los propios escritores romanos ensalzaron su resistencia, como Plinio o Floro, convirtiéndola en un mito, que se unió a los de otras ciudades y pueblos de la península que lucharon hasta el final. Esta lucha ha dejado huella en la lengua española, que acoge el adjetivo "numantino" con el significado: "Que resiste con tenacidad hasta el límite, a menudo en condiciones precarias", según la Real Academia de la Lengua.

Miguel de Cervantes dramatizó el hecho histórico del famoso asedio a la ciudad en su tragedia El cerco de Numancia, escrita y representada hacia 1585. Durante la invasión francesa se reavivó el mito numantino al establecerse un claro pararelismo entre la resistencia celtíbera y la española.

El pintor Alejo Vera realizó en 1881 el cuadro Los últimos días de Numancia

de Numancia y su emplazamiento sólo se podía adivinar, de forma poco aproximada, por los escritos que habían dejado los romanos. Algunas teorías la ubicaban en Zamora hasta

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1860, cuando Eduardo Saavedra descubrió el emplazamiento real de las ruinas de la ciudad. También, en el siglo XVI, el erudito Fray Antonio de Guevara en una carta al duque de Nájera, don Antonio Manrique, y su hermano el arzobispo de Sevilla en la que discutían si Numancia estaba en Zamora o Soria, Guevara da la indicación de que Numancia se halla en Garray. Los emplazamientos de los campamentos romanos alrededor de la ciudad fueron establecidos por Adolf Schulten. Las excavaciones arqueológicas regulares del lugar comenzaron en 1906 y continúan 100 años después, con un equipo de investigadores bajo la dirección científica de Alfredo Jimeno.

Este yacimiento es excavado en la actualidad, por un grupo de arqueólogos de la Universidad Complutense de Madrid bajo la dirección de Alfredo Jimeno, mediante fondos de la Junta de Castilla y León. Cada verano se realiza una campaña en el yacimiento que abarca los meses de julio y agosto, y posteriormente, los restos arqueológicos son analizados en los laboratorios de dicha universidad.

ARTE EN SORIA

La ciudad de Soria es netamente románica.

Su desarrollo como urbe se produjo precisamente en los siglos de la reconquista y repoblación castellana en que el arte románico impera de manera universal.

Por esta razón su patrimonio románico es sobresaliente. En esta página se verán la iglesia y claustro de San Juan de Duero procedentes de un antiguo monasterio de los Hospitalarios, la concatedral de San Pedo, la magnífica iglesia de Santo Domingo, la iglesia de San Juan de Rabanera y las ruinas de San Nicolás.

San Juan de Duero procede de un monasterio construido entre los siglos XII y XIII por los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Permanece en buen estado la iglesia y las arquerías desnudas del claustro.

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El claustro es el más exótico de los conservados en España y de un agudo estilo orientalizante. Conserva las cuatro crujías.

El repertorio de arcos de este claustro es verdaderamente sorprendente. Los hay de medio punto sobre columnas pareadas, al estilo tradicional, otros son apuntados y de arco de herradura.

Hay otros que llevan arcos muy apuntados sobre columnas pero que se entre cruzan apoyando en parejas de columnas a los extremos de otras par. Sorprendentes son los arcos túmidos que, a parir de pilares acanalados, arrancan en diferente sentido para entrecruzarse en el medio, dejando un pequeño hueco sobre el pilar.

Por último, los más complejos son aquellos que arrancan sobre columnas de forma aguda y se entre cruzan con semiarcos unidos a pilastrones dejando su extremos colgando y sin apoyo a modo de pinjantes.

El repertorio de capiteles es, en su mayoría, de motivos vegetales, aunque no faltan los de animales fantásticos.

Como es natural, de tan singularísimo monumento se han ocupado los más ilustres especialistas en arte medieval y también han sido muchas las interpretaciones de origen e influencias.

Las más extendidas han sido las que interpretan que estamos ante uno de los ejemplos de mudejarismo hispano más acusado. Autores del prestigio de Lojendio o Bango Torviso, sugieren que los arcos túmidos y entrecuzados proceden del mundo andalusí (Toledo o Córdoba).

Para otros autores tal exotismo se debe a que los caballeros hospitalarios quisieron crear un espacio de enterramiento simbolizando las formas del Santo Sepulcro de Jerusalén (de ahí el octógono que forma) y la silueta de algunos de sus arcos. Para ello se basan en que la primera denominación de la glesia en el siglo XII no fue de San Juan Bautista sino del Santo Sepulcro.

La iglesia es sencilla. Tiene nave, presbiterio y ábside semicircular. Lo más interesante son los dos templetes adosados a los muros en el arranque de la nave.

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Estos templetes o edículos abovedados servían para cubrir mesas de altar y poder disponer de tres altares para oficiar misas en iglesias con una sola nave y ábside.

Estos altares estaban dedicados a la Virgen y a San Juan Bautista. Uno se corona con bóveda semiesférica y el otro cónica. Éstos son soportados por una rica estructura columnaria que muestra episodios neotestamentarios y animales fabulosos.

En el correspondiente a San Juan Bautista, además de la escena de su degollación, aparecen talladas escenas de combate entre hombres y dragones, además otras bestias de sentido negativo como arpías.

Por contra, el el edículo correspondiente a Santa María, las escenas se refieren a la Natividad de Jesús y finalizan con la escena de la Asunción de la Virgen.

Concatedral de San Pedro

En el lugar done se encuentra la concatedral de San Pedro, debió existir un templo ya a comienzos del siglos XII, en tiempos de dominio de Alfonso I de Aragón.

Este templo se renovaría a mediados del siglo XII cuando se convirtió en colegiata al mando de canónigos

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regulares de San Agustín, que construirían un gran templo románico y el resto de dependencias monásticas: sala capitular, claustro, etc.

Lamentablemente, el templo se vino abajo en 1520, por lo que se reconstruyó, no quedando de la iglesia románica más que restos en el

El Claustro

Del cuadrilátero del claustro románico han permanecido la mayor parte de las pandas oeste y este y completa la norte. La sur, es decir la que se encontraba junto al templo, fue destruida en la reconstrucción del siglo XVI.

Las arquerías de este célebre claustro soriano están compuestas a un modo muy clásico, alejadas del exotismo de su vecino de San Juan de Duero.

Las columnas son dobles con los fustes cilíndricos separados y se apoyan el en el habitual podium. Una de las peculiaridades son los machones centrales de cada panda con una estructura columnaria exterior formada por dos columnas bajas de largos fustes que son superadas por otras tres más cortas.

La larga lista de capiteles muestra un variado repertorio. Con todo, lo más habitual es encontrar cestas vegetales de diversa composición. Algunos de estos muestran hojas muy abiertas y de aspecto bastante horizontal. No faltan, entre ellas las que muestran plantas de la flor de aro (arum italicum) con su característico racimo de frutos arracimados, que muchas veces se pueden confundir con piñas. Estas flores de aro constituyen uno de los elementos más característicos del segundo taller silense, lo que refrenda la relación entre San Pedro de Soria y el monasterio burgalés.

No faltan tampoco los animales reales y fantásticos enredados en tallos vegetales -de nuevo al modo silense- como dragones, grifos, arpías, aves zancudas, leones, etc. En algunos de los casos hay personajes humanos que agarran a estas bestias o luchan contra ellas y también escenas de caza (un ciervo es acosado por cazador, perro y un sagitario).

También hay capiteles con episodios neotestamentarios ligados al Ciclo de la Natividad y escenas monásticas.

La Sala Capitular y otras puertas

En la panda oriental del claustro podemos ver lo que era la entrada a la originaria sala capitular (ahora convertida en capilla aneja a la iglesia) más otras puertas que daban acceso a dependencias desaparecidas.

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La puerta de entrada es de arquivoltas de medio punto (el intradós de la interior, angrelada) con cuatro columnas de capiteles con representaciones del bestiario fantástico. Dos ventanas flanquean esta puerta. Son especialmente hermosas y están compuestas por un vano bíforo y un óculo polilobulado que son rodeados por arcos semicirculares sobre columnas.

Restos en los muros exteriores

En el muro exterior del claustro que cierra el actual Museo de la Concatedral se aprecia un muro románico que parece de época anterior a la construcción de la colegiata iniciada a mediados del siglo XII.

Lo mejor conservado de esta parte es un ventanal tríforo con arcos sogueados y columnas vegetales, todo de sabor muy arcaico.

Santo Domingo

La iglesia de Santo Domingo fue en origen la de Santo Tomé, pero durante el reinado de Alfonso VIII se reedifico como una ambiciosa iglesia de tres naves que no se terminaron. Lo más destacable y único en el románico no sólo soriano sino español es su fachada occidental.

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Tradicionalmente, historiadores y críticos de arte han llamado la atención de lo extraño de una construcción de estas elegantes características en contraste con el carácter austero de estas tierras sorianas.

Es un edificio de tipo francés, como los que abundan en la región de Poitou. En concreto se ha afirmado reiteradamente que se trata de una simplificación de la gran iglesia de Notre dame la Grande de Poitiers.

El templo quedó inconcluso, pues además de la torre del costado septentrional sólo se edificó la fachada y dos tramos de las naves.

La fachada está dividida en tres secciones o cuerpos. En el primero, además de la gran portada hay cuatro arquerías de dos arcos murales sobre columnas.

Por encima hay semejante disposición de arquerías pero con columnas de fuste más corto y en las enjutas las figuras de dos personajes que tradicionalmente se ha interpretado que corresponden a los reyes Alfonso y Leonor. En el tercer cuerpo hay un gran rosetón de ocho radios y en el remate una cruz.

La puerta es excepcional. Tiene cuatro arquivoltas completamente figuradas y frontón. En éste hay un Pantocrátor con el Niño Jesús rodeados por el Tetramorfos y la Virgen y San José. La arquivolta interior muestra los 24 ancianos y un ángel. En la segunda diversas

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escenas de la matanza de los inocentes. En la tercera hay escenas de la vida de Cristo desde el ciclo de la Natividad hasta los últimos episodios de la Pasión.

Estas esculturas son acertadísimas desde el punto de vista iconográfico, de tal manera que con pocos elementos expresan con claridad lo sucedido en cada episodio bíblico.

Es difícil resaltar algún grupo escultórico frente al resto pues todos son, como hemos indicado, de gran calidad pero quizás el más llamativo y expresivo nos parece aquél en que el rey Herodes es aconsejado por el diablo -en forma de dragón- para ordenar la matanza de los niños. En este grupo escultórico, Herodes aparece pensativo o incluso dormido y la bestia se yergue rampante y apoyando la pata delantera en el hombro le susurra al oído.

Otro grupo muy elocuente es aquél en que Dios y dos ángeles mantienen en sus regazos unas cabecitas que representan las almas de los ajusticiados.

En los capiteles de las columnas de la portada hay escenas de la Creación del Universo y del hombre y la disputa de Caín con Abel. No cabe duda que la fachada de Santo Domingo, en un soleado atardecer es de lo más bello que puede mostrarnos el románico español.

Por su parte, el rosetón también es portador de un jugoso conjunto de esculturas que suelen pasar desapercibidas por la atención que atrae la portada y por estar a más altura,

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por lo que es necesario para poder contemplarlas disponer de un buen teleobjetivo o prismáticos.

En cuanto al interior, los primeros tramos románicos muestran tres naves separadas por arcos que apoyan en pilares cuadrados, con parejas o tríos de columnas adosadas para recibir los arcos fajones y formeros respectivamente.

En los capiteles de las columnas aparecen numerosas cestas vegetales talladas con primor, pero más apreciables son los que muestran animales de filiación silense, como leones, dragones, grifos, etc.

San Juan de Rabanera

San Juan de la Rabanera es otra de las importantes joyas del románico de la ciudad de Soria. Se ubica en la céntrica calle de los Caballeros.

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Se trata de un templo originario de los últimos años del siglo XII o comienzos del XIII, constituida por una nave de tres tramos, acusado transepto, ábside de semitambor precedido por largo presbiterio y con cúpula sobre el crucero que soporta una torre de campanas más moderna.

El esbelto y alto ábside de esta iglesia es muy original. Muestra algunas características que no se dan en ningún otro templo románico español. Para empezar, los refuerzos exteriores no son columnas entregas ni contrafuertes lisos, como es lo habitual, sino pilastras acanaladas de similitudes clásicas.

Otra característica original es que el paño central, el que se corresponde con el eje del ábside, no está ocupado por un ventanal sino por una de estas pilastras. Esta disposición establece una extraña simetría.

A ambos lados de esta pilastra-eje hay sendos ventanales, de arquivolta, más que apuntada, de perfil elíptico. En los paños de los extremos el maestro de la obra prefirió establecer, en lugar de nuevos ventanales, dos conjuntos de relieves murales a base de rosáceas y otros motivos geométricos y vegetales.

Interior de la iglesia

El interior es espectacular a pesar de su modesto volumen. La sensación que transmite un paseo por este templo es de acusada verticalidad, debido a la proporciones de las distintas partes con escasa superficie pero altura considerable, además del empleo de arcos sensiblemente apuntados.

Los capiteles de las columnas muestran escenas neotestamentarias de la vida y muerte de Cristo: aparición María Magdalena, la Resurrección, la cena en casa de Simón y la duda de Santo Tomás.

LITERATURA Y POESÍA EN SORIA

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Antonio Machado, Gustavo Adolfo Bécquer y Gerardo Diego son presencias permanentes en esta pequeña ciudad castellana. Un paseo por Soria conduce, necesariamente, a los lugares que aparecen en los poemas de estas tres figuras imprescindibles de la literatura en español

Hacia la mitad de la calle El Collado, que une la Alameda de Cervantes y la plaza Mayor, está la Casa de los Poetas. Ocupa la última planta del edificio del Círculo de la Amistad, heredero del casino del que habló Antonio Machado.

Dos poetas sevillanos y un cántabro, cautivos de la magia de una ciudad dormida a orillas del Duero que conserva su encanto provinciano. Un paseo por Soria conduce, necesariamente, a los lugares que aparecen en los poemas de estas tres figuras imprescindibles de la literatura en español. En una ciudad en la que no abundan los grandes monumentos de esos que salen en los libros de Historia del Arte, es la literatura lo que guía los pasos del visitante.

Lo primero que recorre el turista es el camino que lleva de los Arcos de San Juan a la ermita de San Saturio, al otro lado del Duero. En 'El rayo de luna', una de las 'leyendas' de Bécquer, de un romanticismo arrasador, el personaje de Manrique camina desde el claustro del monasterio, con sus arcos cruzados, hasta la ermita construida en la roca y elevada sobre el río.

Esa ruta cruza la iglesia de San Polo, último resto de un monasterio templario. Un paseo imprescindible, sobre todo en otoño e invierno, cuando el rojo de las hojas de los árboles o la blancura de la nieve dan un tono espectral al paisaje. También en la 'leyenda' 'El monte de las ánimas' habla Bécquer de San Juan y su claustro en ruinas, en ese relato gótico ambientado en la noche de Todos los Santos.

Tu pupila es azul y, cuando ríes,

su claridad suave me recuerda

el trémulo fulgor de la mañana

que en el mar se refleja.

Tu pupila es azul y, cuando lloras,

las transparentes lágrimas en ella

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se me figuran gotas de rocío

sobre una violeta.

Tu pupila es azul, y si en su fondo

como un punto de luz radia una idea,

me parece en el cielo de la tarde

una perdida estrella.

No deja de ser curioso que a Bécquer le dé tanto juego Soria porque estuvo poco tiempo allí. Estaba casado con una soriana, Casta Esteban, pero vivió sobre todo en la localidad de Noviercas y luego, cuando su tuberculosis estaba muy avanzada, en el monasterio de Veruela. Pero en su literatura encaja muy bien el paisaje agreste de la zona, y en especial esos monumentos que, aun siendo los más conocidos de la ciudad, están fuera de ella.

Machado frecuentó el café del casino, hoy el Círculo de la Amistad. Sentarse a una de sus mesas es volver a la primera parte del siglo XX Soria

He vuelto a ver los álamos dorados,

álamos del camino en la ribera

del Duero, entre San Polo y San Saturio,

tras las murallas viejas

de Soria —barbacana

hacia Aragón, en castellana tierra—.

Estos chopos del río, que acompañan

con el sonido de sus hojas secas

el son del agua, cuando el viento sopla,

tienen en sus cortezas

grabadas iniciales que son nombres

de enamorados, cifras que son fechas.

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¡Álamos del amor que ayer tuvisteis

de ruiseñores vuestras ramas llenas;

álamos que seréis mañana liras

del viento perfumado en primavera;

álamos del amor cerca del agua

que corre y pasa y sueña,

álamos de las márgenes del Duero,

conmigo vais, mi corazón os lleva!

También Machado cantó a las orillas del Duero: Muerta ciudad de señores/ soldados o cazadores;/ de portales con escudos/ de cien linajes hidalgos,/ y de famélicos galgos,/ de galgos flacos y agudos,/ que pululan por las sórdidas callejas".

Machado está omnipresente en Soria y eso que solo vivió allí cinco años. Llegó a la ciudad en 1907, se casó con Leonor dos años después -él tenía 34 años, ella acababa de cumplir 15- y enviudó en 1912.

Luego se fue a Madrid y tiempo después residió una década larga en Segovia, una ciudad que sin embargo tiene una presencia menor en su obra.

Al olmo viejo, hendido por el rayo

y en su mitad podrido,

con las lluvias de abril y el sol de mayo

algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina

que lame el Duero! Un musgo amarillento

le mancha la corteza blanquecina

al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores

que guardan el camino y la ribera,

habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera

va trepando por él, y en sus entrañas

urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,

con su hacha el leñador, y el carpintero

te convierta en melena de campana,

lanza de carro o yugo de carreta;

antes que rojo en el hogar, mañana,

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ardas en alguna mísera caseta,

al borde de un camino;

antes que te descuaje un torbellino

y tronche el soplo de las sierras blancas;

antes que el río hasta la mar te empuje

por valles y barrancas,

olmo, quiero anotar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera

también, hacia la luz y hacia la vida,

otro milagro de la primavera.

La huella de Gerardo Diego es menor porque apenas estuvo dos años en la ciudad. Tiempo suficiente para hacerse visitante asiduo del casino. Cuentan las crónicas que, en vez de quedarse a la tertulia de la planta baja, subía al primer piso y tocaba el piano.

El instrumento sigue allí. Sin embargo, sus poemas hablan más del paisaje que rodea la ciudad.

Junto a la orilla solitaria del río Duero, la mirada de Gerardo Diego dialoga en silencio con el continuo fluir de la corriente.

El río atraviesa los campos, y en la superficie plateada de sus aguas se reflejan árboles y ermitas, los trabajos de los hombres, los cantos y las palabras de amor.

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El poeta quisiera ser como el río: avanzar y no cambiar nunca, porque así, cambiante pero idéntica a sí misma, la corriente solitaria va siempre adelante, hasta perderse a lo lejos.

La acompañan sólo los enamorados que pasean por sus orillas intercambiándose palabras de amor.

Río Duero, río Duero,

nadie a acompañarte baja,

nadie se detiene a oír

tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde

la ciudad vuelve la espalda.

No quiere ver en tu espejo

su muralla desdentada.

Tú, viejo Duero, sonríes

entre tus barbas de plata,

moliendo con tus romances

las cosechas mal logradas.

Y entre los santos de piedra

y los álamos de magia

pasas llevando en tus ondas

palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,

a la vez quieto y en marcha,

cantar siempre el mismo verso

pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero,

nadie a estar contigo baja,

ya nadie quiere atender

tu eterna estrofa olvidada,

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Si no los enamorados

que preguntan por sus almas

y siembran en tus espumas

palabras de amor, palabras.

Soria honra a los poetas, a tres poetas que

sufrieron por una:

"España que pasó y no ha sido, esa que hoy

tiene la cabeza cana".

NATURALEZA SORIANA

Parque Natural del Cañón de Riolobos

Laguna Negra que inspiró a Machado en “La Tierra de Alvargonzález”

El cañón

El río Lobos es el eje del cañón del mismo nombre y causante de la erosión que le ha

dado forma. Discurre principalmente por la provincia de Soria, aunque nace en la de

Burgos. Se sitúa en la separación de la Cordillera Ibérica con la alta meseta del Duero.

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Las 10.176 ha que comprende el paraje del Cañón del Río Lobos son territorio de Santa

María de las Hoyas, San Leonardo , Casarejos, Herrera de Soria, Nafría de Ucero y Ucero

(todos éstos en la provincia de Soria) y Hontoria del Pinar (provincia de Burgos). Fueron

declaradas Parque Natural por Decreto de la Junta de Castilla y León 115/1985 de 10 de

octubre de 1985, en atención a sus singulares atributos naturales. Posteriormente, en

1987, se declaró ese mismo ámbito Zona de Especial Protección para la Aves (ZEPA). En

la actualidad está en tramitación un nuevo Plan de Ordenación de los Recursos Naturales

que ampliaría la superficie a 12.244 hectáreas e incluiría terrenos del municipio de Espeja

de San Marcelino (Soria).

La geología

Morfológicamente se trata de un profundo tajo excavado en las calizas mesozoicas del

cauce fluvial, que ha dejado a la vista enormes paredones de varias decenas de metros

de elevación.

Este tajo es fruto de una doble erosión: la debida al desgaste del propio río y la debida a

la disolución de la roca por el agua.

El hundimiento del lecho se ha producido al ceder las grutas que previamente había

excavado el agua. Este hundimiento ha dejado las zonas cóncavas, también llamadas

lermas, que se pueden ver, teñidas por los óxidos, en las paredes del cañón.

Toda el área es un inmenso karst con muchas cuevas y simas, además de sumideros. El

sistema de aguas subterráneas y acuíferos es muy completo.

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En su parte más baja encontramos el terreno aluvial y en ciertos lugares también se

pueden apreciar estratos de margas, arcillas y conglomerados del cretácico inferior. En la

parte media del cañón abundan en su mayoría las calizas nodulosas y micríticas con

lacazina del cretácico superior con las capas de derrubios que provocan las erosiones

debido al ciclo hielo-deshielo. Finalmente, en la parte más alta las calizas pueden ir

acompañadas por capas de arcillas arenas y conglomerados.

El acuífero kárstico del cañón está formado por calizas del cretácico que se apoyan sobre

una base impermeable de margas. Este acuífero es muy vulnerable a la contaminación ya

que su parte no saturada no depura de manera idónea el agua que le llega, es por esta

razón que los pueblos que vierten al río Lobos tienen que tener especial cuidado a la hora

de depurar sus aguas.

La flora

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La población vegetal que habita este espacio natural está compuesta por diferentes

especies entre las que destaca los emblemáticos sabinares de sabina albar. Junto a este

árbol se pueden ver poblaciones abundantes de pino pudio, quejigo y encina. En los

espacios cubiertos de matorral se pueden ver enebros, gayubas y aliagas, que se

complementan con tomillo, espliego y salvia.

La Sabina es un testigo de la historia como pocos árboles

Las riberas están pobladas por los chopos, alisos, álamos y los sauces y en las aguas hay

nenúfares, eneas y lentejuelas.

En el roquedal podemos encontrar especies como la Saxigraga cuneata y la Linaria

supina o las conocidas como zapatitos de la virgen y el ombligo de Venus.

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“Ombligo de Venus”

La fauna

Su interior se ha erigido en un espacio propicio al desenvolvimiento de diversas especies

animales que han encontrado en él un hábitat adecuado.

Las de mayor presencia son las aves, y entre ellas las rapaces como el alimoche, el

halcón, el águila, el azor y el búho real, y predominantemente el buitre leonado, que

puebla las cornisas de los farallones y sus oquedades y que se mantiene en permanente

vuelo por la bóveda virtual del cañón.

También algunos mamíferos han encontrado acomodo en la hoz del río y en las aguas de

éste conviven truchas y nutrias.

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También hay un gran número de especies de anfibios, reptiles y peces como la rana, la

lagartija, la culebra, la víbora hocicuda y el barbo.

Cueva Grande y ermita templaria.

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La ermita de San Bartolomé es una construcción románica del primer cuarto del siglo XIII

con alguna influencia de un incipiente gótico. Formaba parte de un cenobio del que sólo

se conserva la capilla.

En el Parque Natural del Cañón del Río Lobos se asienta la preciosa Ermita de San Bartolomé.

Parece que originalmente fue la iglesia del convento templario de San Juan de Otero, aunque tal extremo no está del todo claro.

El lugar en que se encuentra, de extrema y misteriosa belleza, que fue usado por poblamientos de la Edad del Bronce y por eremitas en época visigoda, era el ideal para el retiro místico de los templarios.

En pocos lugares como éste (no viene a la cabeza la ermita de San Frutos del Cañón del Duratón) la Naturaleza se integra con la obra humana siendo resaltada la belleza de ambas.

El romántico edificio, situado en un estrecho valle surcado por el río Lobos y rodeado por cuevas y farallones calizos de caprichosa silueta forma una de las más bellas estampas que podamos encontrar en Soria.

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La iglesia fue construida en las primeras décadas del siglo XIII, en estilo románico muy tardío y sobrio, al gusto cisterciense, y con una bella impronta oriental como corresponde a las obras templarias. Para Teodoro Ramírez los canteros constructores pudieron provenir de la región francesa de Aquitania. Tras la supresión de la Orden del Temple fue confiscada y convertida en abadía, pasando posteriormente a ser administrada por la villa de Ucero.

El ábside es muy sobrio con dos pilastras a modo de columnas y ventanales de arco de medio punto rodeado por guardapolvos con puntas de diamante. También tiene estas pilastras en la unión con el presbiterio. Los hastiales del crucero llevan sendos óculos circulares con tres roscas y celosías de atractivo gusto oriental.

A pesar de su trazado sencillo, las formas geométricas trazadas son diversas. Cinco corazones entrelazados dibujan interiormente una estrella de cinco puntas invertida cuyo corazón es un pentágono.

Contrasta sobremanera la diferencia de calidad plástica de las tallas, de factura poco refinada con relación a la monumentalidad arquitectónica del edificio.

En el interior, la bóveda de la nave es de cañón muy apuntado y la del ábside lleva nervios apuntados protogóticos.

Lugar mágico. . . . . .con tintes de leyenda y sin ninguna base histórica

La ermita templaria de San Bartolomé, en pleno Cañón del rio Lobos, es la obra cumbre del simbolismo iniciático pétreo templario y es una de las manifestaciones arquitectónicas más arquetípicas castellanas del sabor esotérico de las Cofradías de Constructores del Medievo, vinculadas en este caso a la orden del temple.

El simbolismo iniciático comienza por el propio nombre del enclave, Cañón del rio Lobos, que parece derivar del dios "Lug" cuyo emblema es el lobo, además el lobo era uno de los grados iniciáticos de las cofradías de maestros canteros en el medievo.

Se suele considerar aunque en esto no hay total unanimidad que la ermita de San Bartolomé, se corresponde con la iglesia del antiguo convento templario de San Juan de Otero.

Se trataría de uno de los cinco conventos templarios que tenía el Temple en Castilla en el momento de su disolución, en 1312.

De la observación directa sobre el terreno, no se intuye constancia alguna de restos de edificaciones que hagan suponer la existencia de un complejo monacal. El cañón del rio Lobos ha sido uno de los itinerarios más protegidos que usaban los peregrinos para enlazar con el camino francés del Camino de Santiago, y el crismón existente en un canecillo del ábside es el mejor testigo de este paso de peregrinos puesto que era la marca gremial que dejaba la cofradía de constructores conocida en Francia con el nombre de Hijos del Maestro Santiago.

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Por lo tanto cabe suponer que ellos son los artífices de la construcción.

Cuenta una leyenda que el Ápostol Santiago, montado sobre su caballo, saltó desde el alto de uno de los farallones del cañón. Los cascos dejaron sus huellas sobre la piedra,

cerca del camino hoy utilizado y la espada se le cayó al suelo y allí donde quedo clavada quedó revelado que sería el lugar donde se edificaría la actual ermita de San Bartolo.

La ermita de San Bartolomé, está enclavada en un lugar equidistante de los dos puntos más septentrionales de la geografía peninsular, los cabos de Creus y Finisterre. Este punto central es el "Omphalos" (el centro del mundo).

La advocación de la ermita a San Bartolomé, que como se sabe se le representa con su piel en las manos, ya que fue desollado vivo, es según los ocultistas una clara referencia a la serpiente que también muda la piel, y ya sabemos lo que en el mundo de los iniciados representa la serpiente en cuanto a conocimiento.

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Esperando haberles causado interés con el contenido les saludamos con todo nuestro afecto:

03 de octubre de 2015

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