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    14 mayo/2004

    ch ENSAYOCrculo Hermenutico

    1.-Introduccin.

    yeme con los ojos. Es-tas sugerentes palabras perte-necen a una de las ms be-llas e inspiradas liras de SorJuana, poticamente confor-man una sinestesia perfecta yson pertinentes para evocarla personalidad de la gran es-critora del Barroco de Indias,la llamada Dcima Musa oFnix de Mxico.

    En la actualidad omos su

    voz potica a travs de laperdurabilidad de su pala-bra. Su breve existencia(1651-1695) estuvo sealadapor la polmica y el antago-nismo que suscit su persona-lidad excntrica y atpica. Poraquellos que supieron ver enella -con lo rotundo de lo queesto implica- a una escritoragenial y a una mujer marca-da por la firme conviccin deque el intelecto no tiene sexoy que la libertad creadora eintelectual puede llegar a loslmites que se imponga a smisma. Sus detractores, por elcontrario y a quienes podra-mos justamente designar co-mo sus perseguidores, miem-bros de la ms poderosa e in-fluyente jerarqua eclesisti-ca, estaban f irmementeconvencidos de que la mujerms an una monja deba

    de someterse a la potestadmasculina, y carecer de ini-

    ciativa crtica y, por supuesto,someterse dcilmente al arbi-trio del varn.

    Para comprender cabalmen-te lo expuesto en lneas ante-riores y descifrar estos esco-llos, verdaderos Escila y Ca-ribdis que tuvo que sortear es-ta mujer que an despus detrescientos aos nos sigue se-duciendo con su personalidadsiempre esquiva y con su ex-presin literaria, es necesarioacercarse a este binomio quese conjuga en su vida y en suobra. Sor Juana sigue siendo,como todo gran poeta lo es,y ella todava ms por el de-safo portentoso que su pala-bra escrita expresa, un enig-ma. El que haya sido mujerdespierta todava ms la con-

    troversia casi mtica que supersonalidad inspira en los

    lectores. Vida y obra imbrica-

    das en una vocacin que seimpuso a su voluntad y, comoella misma expresa en uno desus ms difundidos escritos, laRespuesta a Sor Filotea de laCruz: fue tan vehemente lainclinacin a las letras, que niajenas reprensiones que hetenido muchas, ni propias re-flejas -que he hecho no po-cas- han bastado a que dejeeste natural impulso que Dios

    puso en m. (RespuestaAntologa, p 118).Para adentrarnos en Sor

    Juana y su mundo, dividimosnuestro ensayo en dos partes.En la primera se habla deconformacin ideolgica, so-cial e histrica del mbito enque vivi. En la segunda, ha-blamos de su obra, de algu-nos de sus escritos ms repre-sentativos, que sustentan sufama en el tiempo como unade las grandes poetas de lalengua espaola.

    2.- Entorno ideolgico y

    social en la segunda mi-tad del siglo XVII novohispano.

    Es necesario aclarar el cues-tionamiento que la monja je-rnima despert en sus anta-

    gonistas, a causa de un mar-cado problema de gnero. La

    yeme con los ojos. Sor Juana Ins

    de la Cruz y el contexto novo hispanodel siglo XVII

    Mara Dolores Bravo Arriaga.

    Facultad de Filosofa y Letras.

    Universidad Nacional Autnoma de Mxico.

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    desconfianza que inspir alos religiosos se debi a que,como varones, reciban dcil-mente la sumisin incuestiona-ble de las mujeres, ya fuesenlaicas o monjas, pues acata-ban la palabra de autoridadmasculina. Recordemos quese viva en una sociedad pa-triarcal en la que la mujer res-ponda a un imaginario colec-tivo impuesto por las leyes delhonor y de la honra. El honormasculino resida en la honra

    de la mujer. De ah que eraapremiante que sta fueseguardada celosamente por elpadre, el marido, o el herma-no si era seglar, y por la auto-ridad espiritual del confesor odel padre espiritual si eramonja. Estas eran, como sa-bemos, las dos opciones quelas mujeres de cierta relevan-cia social, peninsulares ocriollas tenan como solucin

    social y moral. Paradjica-mente, las mujeres de las cla-ses subalternas, mestizas, in-dias o pertenecientes al siste-ma de castas, gozaban dems libertad, pues sobre ellasno recaa, tan rigurosamente,la imposicin del sentido delhonor.

    Ante Sor Juana, los eclesis-ticos de los que dependa (suconfesor, el arzobispo de M-xico y el influyente obispo dePuebla) experimentaron un re-to innegable. Saban que noera alguien comn y corrien-te, y se enfrentaron con unamujer que rompi el esquemade la realidad que la circun-daba y que cuestion la pala-bra de autoridad imperanteen su contexto. Por un lado,acept el estado religioso pa-ra tener la libertad de dedi-carse al estudio. Su primera

    actitud significativa en su en-torno machista fue el respon-

    der al discurso oficial con supropio discurso. Reveladorasy de extrema sinceridad sonestas palabras, verdadera de-claracin de principios de suser interior:

    Y tom el estado que tan in-dignamente tengo. Pens yoque hua de m misma, pero,miserable de m!, trjeme am conmigo y traje mi mayorenemigo en esta inclinacin,

    que no s determinar si porprenda o castigo me dio elCielo, pues de apagarse o em-barazarse con tanto ejercicioque la religin tiene, reventa-ba como plvora, y se verifica-ba en m el privatio est causaappetitus. (La privacin escausa del apetito.)

    (Respuesta a Sor Filotea dela Cruz, Antologa, p. 120)

    3.- Protagonismo en la

    corte virreinal.En esta misma obra aceptay confiesa : la total negacinque tena al matr imonio(p.120). Antes de entrar al es-tado religioso haba perma-necido en la corte de los vi-rreyes de Mancera. Es nece-sario destacar que entre susprotectores y admiradores seencontraron los poderososgobernantes representantes

    del monarca. Pero, como ve-remos, los virreyes que msinfluyeron en su vida y en suobra fueron los Condes deParedes, Marqueses de la La-guna. Asimismo, fue su pro-tector y amigo el generoso yequilibrado arzobispo-virreyPayo Enrquez de Ribera, queperteneca a la orden de SanAgustn. Mientras a favor dela escritora se enfrent el po-der contra el poder, los ecle-sisticos antes nombrados nose atrevieron a atentar en sucontra.

    La joven Juana fue dama decorte de los marqueses deMancera. Fue, pues, cortesa-na, en el sentido que esta pa-labra tena en su tiempo. Enel palacio virreinal empiezasu fama y su mito. Como lorefiere su primer bigrafo, eljesuita espaol Diego Calleja

    en 1700, el marqus mandatraer a cuarenta sabios para

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    que examinen a la joven yprueben si su prodigiosa sabi-dura es natural o infusa.

    El estar en la corte tiene unasignificacin especial en lapoca barroca. El elegido delos poderosos accede a sumecenazgo material; a prote-gerse de la censura y tal vezde la autocensura; y a conso-lidar paulatinamente uno delos valores ms connotadosen los siglos XVI y XVII: la fa-ma. Juana Ins, en la corte de

    los Mancera logra todos estosobjetivos. Es all donde cono-ce al que ser su confesor porcerca de veinte aos: el enr-gico y asctico jesuita Anto-nio Nez de Miranda. Suactividad como intelectual yescritor no es desdeable: fueun destacado profesor de teo-loga; calificador del SantoOficio; confesor y padre espi-ritual de monjas en diversos

    conventos de la capital del vi-rreinato, y prestigioso y res-petado orador. Al igual quela monja, fue criollo y perte-neci al estamento religioso.

    Nez coincidi con JuanaIns en la corte de los Mance-ra, ya que era confesor de losvirreyes. Es l quien acab deconvencer a Juana Ins paraque entrara al convento. Co-mo buen asceta, estaba obse-sionado por la trasgresin ypor el pecado y siempre pen-s que su misin era redimiralmas para mayor gloria deDios.

    Entre los escritos de Nezde Miranda estn los abun-dantes que dirigi a las mon-jas. El jesuita pensaba que elmejor mbito para contenerla dbil, corruptible y pecami-nosa naturaleza femenina erala vida conventual. Uno de

    sus afanes obsesivos fue siem-pre conseguir patronos que

    pagaran la dote de jvenes alas que l trataba de conven-cer de la excelencia del claus-tro. Como vimos, Juana Insno fue difcil de persuadir,pues ya haba elegido la cel-da como espacio para sufustico afn de conocer.

    4.- El modelo patriarcal yel convento.

    Qu era y cmo era sermonja en la Nueva Espaadel siglo XVII? No es difcilimaginarlo, pero los linea-mientos que una religiosa se-gua en su existencia formanparte del discurso de poder.Existen textos que reflejan y

    develan de forma precisa loscdigos de comportamiento a

    los que estaba sometida unareligiosa. De forma concisatrataremos de delinear estaforma de existencia plena-mente codificada, que contra-deca al extremo la libertadde un intelecto creador.

    No es extrao constatar quela vida conventual era, en mu-chos aspectos, un trasunto yuna continuidad del modelopatriarcal. Es significativa ladenominacin familiar que se-alaba la convivencia de unamonja. Era hija de su confe-sor o padre espiritual a quiendeba una absoluta sumisinconductual y moral. La ma-dre o superiora era quiencontrolaba a las profesas pa-

    ra que cumplieran la perfectaobservancia de su estado. Es

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    revelador lo que declara unescritor de la poca al decirque la superiora ejerca po-testad dominativa materna,domstica y civil que tiene so-bre sus monjas pero esta po-testad no tiene anexa jurisdic-cin espiritual, porque es co-mo la potestad materna quetiene la Madre de Familia se-cular que no tiene anexa juris-diccin espiritual. (Ledesma,1700, pp6-7, en Bravo,2001, pp. 50-51). Esto reite-

    ra lo que antes sealbamosen cuanto a que es el padre,tanto el religioso como el se-cular, quien ejerca autoridadmoral sobre sus hijas. Si-guiendo el esquema familiarque se traslada al convento,vemos que las otras religio-sas, amn de cumplir con unaserie de cargos (enfermeras,escuchas, torneras, tesoreras,etctera) eran las hermanas

    de la religiosa, a quienes stadeba tratar afable y fraternal-mente. No obstante, el rol su-premo que cumpla una mon-ja era el de ser Esposa deCristo, matrimonio que se ce-lebraba para toda la existen-cia terrenal y que sellaba elamor ms all de la muerte.Como hemos sealado ante-riormente, el rigor de la vidade clausura evoca la severi-dad de la vida castrense: ladisciplina absoluta que guar-dan en sus acciones las mon-jas; la uniformidad de la ropaque borra cualquier asomode subjetivismo; la codifica-cin de los actos cotidianos;la anulacin de la inteligen-cia como arbitrio de la imagi-nacin y el entendimiento; laobediencia incuestionable eirrestricta a los superiores; to-dos estos rasgos en comn

    acercan conductualmente almodelo castrense con el con-

    ventual. La rigidez de ambasformas de vida evoca, fcil-mente, la dureza de una pri-sin. (Bravo,El cerco de laconciencia, 1997, p.87)

    Poco o nada tena pues,que ver la vida monacal conla libertad creativa que nece-sita un artista. No obstante,Sor Juana sell su destino consu eleccin. El convento serapor ms de veinticinco aossu prisin material y su reali-zacin intelectual.

    5.- El ser criollo en laNueva Espaa del sigloXVII.

    Sor Juana, como la mayorade los letrados, intelectuales yescritores de su contexto, fuecriolla y perteneci al estadoreligioso. Este es un fenme-no que se explica por una se-rie de factores histricos, pol-ticos y sociales.

    Durante el siglo XVI, el deldescubrimiento, conquista ycolonizacin del territorioamericano, Espaa trasplantsus instituciones, y su lenguaal Nuevo Mundo. Es el idio-ma el que nos da acceso alverdadero descubrimiento delotro y a su conocimiento. Es

    lgico suponer que los escrito-res de la primera centuria ha-

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    yan sido, en su mayora, pe-ninsulares. Tal es el caso delas crnicas de los soldados ydel generoso discurso de losfrailes, que alzaron su voz yel celo de su misin providen-cial en defensa de los natura-les. El caso extremo y radicales el del primer anticolonialis-ta, el dominico Bartolom delas Casas, quien cuestion elderecho de conquista de lacorona espaola.

    Con la creacin de la Uni-

    versidad de Mxico, en1553, arrib el Humanismo yla cultura letrada a la NuevaEspaa. Profesores de la RealUniversidad de Mxico fue-ron Francisco Cervantes deSalazar y el destacado funda-dor de los estudios filosficosen el virreinato novo hispano,el agustino Fray Alonso de laVeracruz. Tambin se expre-sa, a fines de este primer si-

    glo, la voz de los primeroscronistas mestizos, nobles in-dgenas que escriben la ago-na de su cultura y el impactode la hispanizacin en obrasque son un rescate y una rei-vindicacin de un mundo ex-tinguido para siempre.

    En el siglo XVII el panoramacultural es muy diferente. Loscriollos -se entiende por estadesignacin los descendientesde los espaoles nacidos enla Nueva Espaa- son quie-nes van a detentar la hege-mona cultural. Privados depuestos polticos de primeralnea (arzobispos, virreyes,presidentes de la Audiencia)se refugian en las actividadesintelectuales. La gran mayorapertenecen al estado religio-so, secular o regular. Son pre-dicadores, profesores de cole-gios y de la universidad, es-

    critores de certmenes, arcostriunfales y tmulos y califica-

    dores del Santo Oficio y cen-sores de impresos, por citarsus principales actividades.

    Ahora bien, qu significa,histrica, vital y culturalmenteel ser criollo en la segundamitad del siglo XVII novo his-pano? Francisco de la Maza,un destacado historiador delarte virreinal, declara conuna significativa expresinque en ese tiempo la NuevaEspaa ha dejado de sernueva y ha dejado de ser Es-

    paa. Con esto quiere decirque el criollo crea una seriede mitos y de signos de iden-tidad que encuentran como

    expresin idnea un discursosimblico, elusivo, complejo yalegrico que es el estilo ba-rroco. El historiador EdmundoOGorman en Meditacionessobre el criollismo establecela relacin entre criollismo ybarroco:

    Estamos en la segunda mi-tad del siglo XVII en que losescritores ya en plena madu-rez criolla parecen imantadospor la interna e inconteniblenecesidad de ponderar, en ex-

    tremos de lo inverosmil, todocuanto pertenece a la natura-leza y a la cultura de la que,dotada de un pasado clsico

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    propio, ya l laman patria.(OGorman, en Bravo, 1997,p.143 )

    En un trabajo anterior abor-d el modelo ideolgico querige al intelectual y al escritornovo hispano del siglo XVII:

    Para establecer la diferen-cia entre su entorno y el de lasociedad peninsular, el criollosubraya unos nuevos signos deidentidad cultural y de natura-

    leza; exalta los frutos de la tie-rra, la belleza del paisaje, laopulencia de las ciudades y lariqueza excepcional de losmetales preciosos Junto aestos motivos se encuentra unaserie de signos culturalesque ayudan a delinear la re-presentacin metafrica de laidentidad criolla, el pasado in-dgena al que se le trata deinscribir en un contexto univer-

    sal y al cual se le otorga unvalor afectivo Y llegamos,claro, al mito por excelenciade la identidad criolla, la Vir-gen de Guadalupe. Ella ser,a partir de entonces, la gran ydistintiva representacin ma-riana en la Nueva Espaa.Con ella tambin se instauraen tierras americanas un nue-vo paraso. (Identidad y mi-tos criollos en Sigenza yGngora, Bravo, 1997, pp..

    144-145)

    Alfonso Reyes percibi muybien cmo en Sor Juana semanifiesta a la perfeccin es-ta realidad contradictoria ydesbordante:

    Sorprende encontrar en estamujer una originalidad quetrasciende ms all de las mo-das con que se ha vest ido.

    Sorprende este universo de re-ligin y amor mundano y

    hasta una clarsima concienciade las real idades sociales:

    Amrica ante el mund o, laesencia de lo mexicano, el contraste del criollo y del pe-ninsular, la incorporacin delindio, la libertad del negro, lamisin de la mujer Toda laNueva Espaa se evoca en elnombre de la Dcima Musa, escier to. (Reyes, en Xirau,1997, p.132)

    La clarsima concienciase percibe en este romancede la monja, de profundaagudeza crtica hacia la ex-plotacin del sistema econ-mico peninsular, a ms de seruna orgullosa declaracin dela riqueza y generosidad desu patria:

    Que yo, seora, nacen la Amrica abundante,compatriota del oro,paisana de los metales,

    adonde el comn sustento

    se da casi tan de baldeque en ninguna parte ms

    se ostenta la tierra madre.De la comn maldicinlibres parecen que nacensus hijos, segn el panno cuesta al sudor afanes.

    Europa mejor lo diga,pues ha tanto que, insaciable,de sus abundantes venasdesangra los minerales.

    (Romance a la duquesa deAveiro, Cruz, Sor Juana Insde la, 1996,Antologap. 40)

    6.- Aproximacin a la

    obra literaria de la F-nix de Mxico.

    Comedias de enredo, de lasllamadas de capa y espada.Loas cortesanas escritas porencargo, como ella misma re-conoce. Un arco triunfal en

    honor de los nuevos virreyesque recin haban arribado a

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    la ciudad de Mxico en1680, y quienes sern susms devotos y fieles amigos.Tres autos sacramentales, delos cuales uno (El divino Nar-ciso) sobresale por su bellezapotica y su profundidad con-ceptual y teolgica. Varios es-critos en prosa entre los quedestacan tres cartas que de-signan irona intelectual y laportentosa diversidad de susconocimientos. La lrica amo-rosa que tantos interrogantes

    y curiosidad ha despertado.Villancicos pedidos a la poeti-sa por varias de las catedra-les de la Nueva Espaa paracelebrar la festividad de unsanto o de la Virgen Mara. Ypor ltimo, el gran poema,clasificado como nico en lapoesa espaola, la silva de975 versos, llamada El Sueoy que ella, con soberbia maldisimulada, reconoce que es

    lo nico que ha escrito porgusto.Los empeos de una casa si-

    gue el modelo de las come-dias de enredo y de equvo-cos que se desarroll en laPennsula en la poca deldrama ureo. Est estructura-da en tres jornadas, y la ac-cin se desarrolla en Toledo.Como es frecuente en la lla-mada comedia nueva, el te-ma es el amor y las peripe-cias y los equvocos que losgalanes y las damas llevanhasta sus ltimas consecuen-cias para lograr el desenlaceprevisto en este tipo de obras:el matrimonio por amor. Do-a Leonor y don Carlos sonlos arquetipos del buenamor, de la fidelidad cons-tante del uno hacia el otro, apesar de los acosos que pa-decen por parte de los herma-

    nos doa Ana y don Pedro,representantes del mal

    amor, del capricho y del de-seo aparente por el objetoamoroso ilusorio. Entre lospersonajes destaca el gracio-so Castao, quien es criadode don Carlos y tiene la parti-cularidad de ser mestizo delas Indias. En una escena dedesbordante gracia, plagadade equvocos y en la que -co-mo es frecuente en la come-dia de enredo- la dama asu-me otra identidad o bien apa-rece con un mantn que encu-

    bre su personalidad, donPedro cree que Castao es

    doa Leonor y la corteja. Elcriado se burla de l al extre-mo. Creemos que la crtica dela monja hacia el galanteomasculino es una autnticatrasgresin a las normas de lasociedad machista. Como esbien sabido, es muy poco fre-cuente en el teatro del Siglode Oro espaol que aparez-ca un hombre vestido de mu-jer, pues no deja de ser unagravio a la masculinidad.No obstante, abundan las

    mujeres vestidas de hombreque buscan el espacio para

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    su l iber tad de accin. Aspues, el hecho de que SorJuana muestre en escena a unhombre que simula ser unamujer y que adems es cria-do y mestizo americano, esuna autntica provocacin alas normas de la sociedad pa-triarcal de su tiempo.

    Si Gngora fue el paradig-ma potico para los escritoresbarrocos, Caldern de la Bar-ca fue el modelo dramticoque tuvo un gran nmero de

    seguidores en el siglo XVII no-vo hispano. La maestra deCaldern se admira en sustragedias, en las comedias deenredo y, sobre todo, es reco-nocido como el gran autor deautos sacramentales, teatroalegrico en el que no tieneparangn.

    Sor Juana escribe tres deobras dentro de esta modali-dad dramtica que tiene tan-

    to auge en el Barroco. Comoarte de la Reforma catlicaconjuga signos estticos vi-suales con signos verbales.Como sabemos, se represen-taban en las fiestas de Cor-pus Christi. El auto era la cul-minacin de las procesionesde esta celebracin litrgicatan importante para la doctri-na y el dogma catlicos. Losasistentes experimentabanuna profunda catarsis en laque se conjugaban la bellezade los carros alegricos; elolor del incienso; la sonori-dad de la msica; el asombroy cierto espanto causado porla Tarasca, figura fantsticaen forma de serpiente o dedragn que representaba eltriunfo de Cristo sobre el pe-cado. Era una autntica expe-riencia para despertar lossentidos interiores por medio

    de los sentidos corporales, co-mo haba enseado Ignacio

    de Loyola en sus Ejercicios es-pirituales, libro esencial parala cultura del Barroco.

    Como sealamos, la monjajernima escribe tres autos sa-cramentales, y en las loas quelos presiden se trata el temaamericano. Uno de ellos des-taca como su obra maestraen este gnero: El divino Nar-ciso. En la loa introductoriaaparecen dos parejas alegri-cas opuestas entre s: Amri-ca y Occidente, como indiosbizarros, quienes celebranlos ritos propiciatorios en ho-nor del Dios de las Semillas,prefiguracin del Dios verda-dero entre los naturales. A

    ellos se oponen Religin y Ce-lo, ataviados como dama y

    caballero espaoles. Sor Jua-na presenta una sntesis crti-ca de la Conquista, en la queexhibe la violencia militar conla que se llev a cabo, perosin olvidar lo positivo queconllev la implantacin delcristianismo y la evangeliza-cin de los indgenas. Al finalde la loa se festeja el conoci-miento del verdadero Dios yse anuncia la representacindel auto sacramental.

    En El divino Narciso se tras-lada el mito griego a un pla-no alegrico-teolgico. SorJuana recrea un singular y ori-ginal tringulo amoroso entreNarciso (Cristo, Naturaleza

    Humana y Eco NaturalezaAnglica cada, o sea el De-

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    monio). Como influencias in-tertextuales encontramos elAntiguo y el Nuevo Testamen-to, reminiscencias del CnticoEspiritual, de San Juan de laCruz, as como dos persona-jes clave que son Gentilidady Sinagoga, que representanel saber clsico grecolatino yel bblico, respectivamente,en ellos se cifra todo el cono-cimiento de su tiempo. Genti-lidad designa tambin unaidea importante y original de

    la monja: los nuevos conver-sos que son, en la significa-cin del auto, los indgenasamericanos. Al final de laobra, Narciso muere en apa-riencia, pero ante la desola-cin de Naturaleza Humana,se aclara que Cristo ha resu-citado para preservar la re-dencin humana en el sacra-mento de la eucarista. A con-tinuacin se cita el fragmento

    de un parlamento de Narciso-Cristo, en el que se puede ad-mirar la belleza lrica de losversos:

    Con un ojo solo, bello,el corazn Me ha abrasado;el pecho Me ha traspasadocon el rizo de un cabello.Abre el cristalino sellode ese centro claro y fro,para que entre el amor Mo!Ven Esposa, a tu Querido:

    rompe esa cortina clara:mustrame tu hermosa cara,suene tu voz a mi odo.

    (cf. El divino Narciso, en Xi-rau, 1997, pp. 67-68)

    De su produccin en prosasobresalen tres cartas. Unade ellas, la ms difundida yya varias veces citada aqu,es la clebre Respuesta a Sor

    Filotea de la Cruz, seudnimocon el que se traviste litera-

    riamente el obispo poblanodon Manuel Fernndez de

    Santa Cruz. El prelado envia la religiosa una severa re-prensin por su inclinacin alas letras profanas, y por mal-gastar el entendimiento y elportentoso ingenio y discursoque Dios le otorg, en no es-cribir obras que alaben a laDivinidad.

    La jernima le contesta aFilotea con un texto plenode irona en el que despliegaun saber portentoso en lasms variadas disciplinas. De-muestra, asimismo, un slidoconocimiento del latn, queaprendi slo en unas cuan-tas lecciones. Como dijimos l-neas arriba, es una sincera ymoderna autobiografa en laque, no exenta de arrogan-cia, la monja reivindica suderecho a aspirar a las msaltas empresas intelectuales.

    Varios tpicos importantes

    se pueden entresacar de esteescrito. En primer trmino es-

    t la carga semntica de laprimera persona que se des-

    plaza temporalmente desdeun presente inmediato hastauna visin retrospectiva de laprotagonista Sor Juana queevoca con orgullo disimuladosu infancia y la genialidad desu mito.

    Considero que un rasgo in-negable de modernidad en elescrito es la variedad y loscambios de tono que la escri-tora imprime en su prosa.Conmovedor es el pasajedonde la monja refiere quede nia, al enterarse que enMxico haba universidad, pi-di a su madre que la vistierade hombre para poder asistir,pues slo los varones podanacceder a los estudios supe-riores.

    Autodidacta, Juana estudiaen los libros, caracteres sinalma, que sern sus maes-tros a lo largo de toda su vi-

    da.Ante la recriminacin del

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    prelado por su inclinacin alas disciplinas profanas, ella,con una argumentacin impe-cable y deslumbrante por susistematizacin, respondeque la teologa, como reinade las ciencias, necesita deuna serie de ancilas o sier-vas que conduzcan al enten-dimiento humano al mximosaber. El argumento en reali-dad proviene de la escolsti-ca, por lo cual Sor Juana seapega a proposiciones tradi-

    cionales y ortodoxas:

    Cmo sin lgica sabra yolos mtodos generales y parti-culares con los que est escritala Sagrada Escritura? Cmosin retrica entendera sus fi-guras, tropos y locuciones?...Cmo sin geometra se po-dra medir el arca santa delTestamento y la ciudad santade Jerusaln?... Cmo sin ar-

    quitectura el gran templo deSalomn, donde fue el mismoDios artfice que dio la disposi-cin y la traza, y el sabio reyslo fue sobrestante que la eje-cut?.... Cmo sin grandeerudicin de tantas cosas dehistorias profanas, de que ha-ce mencin la Sagrada Escritu-ra; tantas costumbres de genti-les, tantos ritos, tantas mane-ras de hablar?. (Respuesta aSor Filotea, en Antologa,

    pp.121-122)

    En seguimiento de los princi-pios retricos, la narracindebe ser amena y variada.Sor Juana lo sabe a la perfec-cin y por ello, sin abando-nar su gran tema que es lajustificacin de su pasin porsaber, en ciertos lugares de lacarta, sin abandonar sus te-mas centrales la autodefensa

    y el derecho de la mujer apensar y estudiar incorpora

    un tono humorstico e irnico.

    Tal es el caso cuando cuentaacerca de una prelada inge-nua que le mand que no es-tudiase. Ella le obedeci encuanto a no tomar libro perosu avidez y curiosidad haciala observacin de la realidadla inclinaba a estudiar en to-das las cosas que Dios cre(pp.131-132). Tal fue el casoque convirti la cocina en unlaboratorio al ver que unhuevo se une y se fre en lamanteca o aceite y, por con-trario, se despedaza en el al-mbar (p.133). Esta observa-cin aguda, unida a otrasms, la hace concluir: pero,seora, qu podemos saberlas mujeres sino filosofas decocina? Bien dijo Lupercio Le-onardo, que bien se puede fi-losofar y aderezar la cena. Yyo suelo decir viendo estascosillas: Si Aristteles hubiese

    guisado, mucho ms hubieraescrito (p.133).

    Por ltimo, dentro de este

    escrito, vemos que la monjalanza un yo acuso aquellosque la recriminan por su ge-nio: pero hay otro (motivo)no menos eficaz, aunque notan bien fundado, pues pare-ce mxima del impo Maquia-veli, que es aborrecer al quese seala porque desluce aotros. (p.126).

    La Respuesta a Sor Filoteade la Cruz no es slo su msfamoso escrito en prosa, estambin el que mejor reflejasu situacin vital y el antago-nismo entre su discurso de in-telectual y artista y su enfren-tamiento con el discurso deautoridad.

    Es tambin digna de nom-brar la Carta Atenagrica oCrisis de un sermn que escri-be a instancias del mismoSanta Cruz y que es una dis-puta teolgica en contra del

    clebre orador y escritor por-tugus Antonio de Vieyra con

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    quien disiente acerca de suspostulados teolgicos sobrelas finezas de Cristo que ha-ban propuesto San Agustn,Santo Toms y San Juan Cri-sstomo. Al respecto, en lamisma Respuesta a Sor Filoteasentencia lo siguiente: Lle-var una opinin contraria deVieyra fue en mi atrevimientoy no lo fue en su Paternidadllevarla contra los tres santosPadres de la Iglesia? Mi en-tendimiento tal cual no es

    tan libre como el suyo, puesviene de un solar? (pp. 142-143).

    De la poesa de la monja lalrica amorosa es la que hasuscitado un gran nmero desupuestos e hiptesis. Aquin o a quines los dirigi?Estuvo realmente enamoradade alguien? Son slo diverti-mentos amorosos que siguen

    una teora de sentimientoacorde con el neoplatonismoy la poesa petrarquista? Alrespecto son iluminadoras laspalabras de Jos Pascual Bu-x:

    Sor Juana dio reiteradaspruebas de aquella destrezaque le permiti participar enesos torneos de la dialcticaamorosa, al parecer sin com-prometerse nunca emocional-

    mente. Las composiciones quelos editores llaman de amor ydiscrecin son cabales mues-tras de la elegancia y sagaci-dad con que Juana Ins supoajustarse con decencia a lasreglas de ese juego cortesanodel amor, y en casi todas ellasse descubren -negados o encu-biertos- sus temores ante lasrealidades del deseo amoro-so. (Pascual Bux, en Xirau,

    1997, p.1429).

    Creo que un buen ejemplode poesa cortesana y delenamoramiento y vasallajedel sentimiento son estos ver-sos que dedica a Lysi, nom-bre potico con el que inmor-taliz a la virreina, condesade Paredes:

    T eres Reina, y yo tu hechura;T Deidad, yo quien te adora;T eres dueo, yo tu esclava,T eres mi luz, yo tu sombra.(Xirau, p. 49)

    En esta estrofa observamoslos rasgos tpicos del amorcorts: idealizacin del obje-to amoroso; servidumbre in-condicional del amante a laamada; sumisin y rasgos hi-perblicos del sentimiento.No obstante, sabemos que lamonja dominaba a la perfec-cin la teora amorosa ema-nada de la tradicin renacen-

    tista, por lo cual no nos extra-a la perfecta plasmacin delsentimiento.

    Por su belleza innegable,que sita algunos de ellos en-tre los ms perfectos de lalengua espaola, se encuen-tran sus sonetos amorosos, enlos que se registra, comoasienta Pascual Bux, todauna dialctica del sentimien-to: el amor no correspondido,el desdn, los celos, la pa-sin, y el sufrimiento por laausencia del ser amado.Transcribimos uno de los msfamosos y bellos:

    Esta tarde, mi bien, cuando tehablaba,como en tu rostro y tus accio-nes vaque con palabras no te per-suada,que el corazn me vieses, de-

    seaba;y Amor, que mis intentos ayu-

    daba,venci lo que imposible pare-ca:pues entre el llanto que el do-lor verta,el corazn deshecho destilaba.Baste ya de rigores, mi bien,baste;no te atormenten ms celos ti-ranosni el vil recelo tu quietud con-trastecon sombras necias, con indi-cios vanos,

    pues ya en lquido humor vistey tocastemi corazn deshecho entre tusmanos.

    Si volvemos al cuestiona-miento que se ha hecho la cr-tica en cuanto a si la poetisaestuvo realmente enamoradao no, creemos que la vivenciadel amor, real o imaginaria,se plasma contundentemente

    en su poesa amorosa. Unsentimiento y ms an, comodice Pascual Bux, el ajustar-lo al juego cortesano delamor, implica haberlo senti-do en la teora o en la prcti-ca. En dado caso, reiteramosque tan vvido es lo que seexperimenta como lo que seimagina. El enigma de la Mu-sa de Mxico as lo patentiza:el amor en ella es una verda-dera realidad, la de la escri-tura potica.

    Para concluir este trabajoquisiera hablar -lo que permi-te un necesario y breve esbo-zo- del poema que la crticaunnimemente considera suobra maestra. Me refiero a lasilva de 975 versos, conocidacomo El Sueo. Este magnopoema en el que se alternanlibremente los heptaslaboscon los endecaslabos, como

    en las Soledades de Gngo-ra, es tambin, como se ha

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    sealado, una autobiografade Sor Juana, quiz la msautntica en cuanto que en elpoema se manifiesta su in-quietud por descifrar el mun-do. El acto de conocer y suslmites son los temas imperan-tes del poema, que es una au-tntica summa artis de su ge-nio. El gran hispanista ale-mn Karl Vossler habla de laaudaz modernidad del poe-ma:

    Un nico caso -no slograndioso, sino harto elocuen-te- me es conocido de conti-nuacin evolutiva de la poesagongorina de la soledad: elgran poema onrico PrimeroSueo, compuesto el ao1690 en el convento jernimode Mxico por genial monja

    Juana Ins de la Cruz. Exte-riormente parece por de pron-to este Sueo como un renuevo

    de las Soledades. Pero aten-diendo a su ms hondo senti-do, puede decirse que es steun canto del incipiente apre-mio de la investigacin cientfi-ca en que ha de verse una alu-sin anticipada y presentidade las creaciones poticas dela I lustracin. (en Xirau,p.131)

    Como la gran creacinpotica que cierra el setecien-tos, es la culminacin de laesttica barroca: uso frecuen-te del hiprbaton; lxico sun-tuario; abundantes alusionescultistas. Pero es mucho msque eso.

    Es una impresionante y muyoriginal construccin verbal enla que se registra el deseo y lanecesidad que el ser humanosiente ante el acto de cono-

    cer Se inicia con la descrip-cin de la noche y el sueo

    que invade a todos los seresvivos La parte medular delpoema refiere el proceso delsoar, y el deseo del alma deacceder al conocimiento pormedio de la idea platnica yde las categoras aristotlicas.El alma despierta de este sue-o intelectual y deja abierta ladialctica de si atreverse anteel acto de conocer o retrocederante la inmensidad de objetosque componen el universo. Enla seccin final, la protagonis-

    ta despierta con la llegadadel amanecer. El poema ter-mina con el triunfo del da yde la luz y con estos esplndi-dos versos: quedando a luzms cierta el mundo ilumina-do, y yo despierta. Lo msasombroso de esta obra es sualtsima calidad potica, lafuerza designativa de sus per-sonificaciones y la perfecta yajustada belleza de sus met-

    foras.(Bravo, 1996, pp. 8-9)

    En El Sueo Sor Juana tomacomo figura emblemtica aFaetn, el joven trasgresorquien se despea por lograrsu objetivo trgico:

    que el vivir despreciandodeterminasu nombre eternizar en su ri-na.

    Tipo es, antes, modelo:Ejemplar perniciosoque a las alas engendra a re-petido vuelo,del nimo ambiciosoque -del mismo terror hacien-do halagoque al valor lisonjea-las glorias deletreaentre los caracteres del estra-go(vs, 801-810, Antologa ,p.

    104).

    No es extrao que Sor Jua-na se identifique con el hijode Apolo. Como l, su existen-cia fue un desafo por alcan-zar las ms elevadas cimas;como l fue alcanzada por elvengativo rayo fulminante (v.798). Al igual que Faetn per-vive gloriosa en su mito y enla fama perdurable.

    BIBLIOGRAFA Bravo Arriaga, Mara Do-lores: La excepcin y la regla,Universidad Nacional Aut-noma de Mxico (UNAM),Mxico, 1997. (Seminario deCultura Literaria Novohispa-na, Instituto de Investigacio-nes Bibliogrficas)

    Bravo Arriaga, Mara Do-lores: El discurso de la espiri-tualidad dirigida, Universidad

    Nacional Autnoma de Mxi-co, Mxico, 2001. (Semina-rio de Cultura Literaria No-vohispana, Instituto de Investi-gaciones Bibliogrficas, Con-sejo Nacional de Ciencia yTecnologa).

    Cruz, Sor Juana Ins dela: Sor Juana para universita-rios (Antologa), UniversidadAutnoma del Estado de M-xico y Consejo Nacional pa-ra la Cultura y las Artes, Tolu-ca, 1996. (Prefacio y selec-cin, M Dolores Bravo Arria-ga).

    Xirau, Ramn: Genio y Fi-gura de Sor Juana Ins de laCruz, (El Colegio Nacional,Seminario de Cultura LiterariaNovohispana, Instituto de In-vestigaciones Bibliogrficas,Direccin General de Asuntosdel Personal Acadmico de laUNAM), Mxico, 1997.

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