SONETOS DE PRIMAVERA

LUIS ROBERTO BARROSO

(Año 1967)

INDICE PRIMAVERA...................................................................................... 2 SETIEMBRE ...................................................................................... 3 LA AURORA..................................................................................... 3 EL POTRO......................................................................................... 4 EL ARADO ........................................................................................ 4 LUZ VENTUROSA ............................................................................ 5 RETORNO ......................................................................................... 5 LA LLUVIA ........................................................................................ 6 UN SUEÑO ........................................................................................ 6 EL SURCO......................................................................................... 7 EL RÍO ............................................................................................... 7 LA JUVENTUD.................................................................................. 8 TORMENTA....................................................................................... 8 LA CALLE DONDE NACÍ ................................................................. 9 TIERRA SECA................................................................................... 9 PLENILUNIO ................................................................................... 10 PROMESA....................................................................................... 10 AMOR ETERNO .............................................................................. 11 EL VIENTO ...................................................................................... 11 DICHA.............................................................................................. 12 AYER ............................................................................................... 12 ELEGÍA............................................................................................ 13 AMANECER .................................................................................... 13 UN TRISTE AMOR .......................................................................... 14 ANSIEDAD ...................................................................................... 14 SOLEDAD........................................................................................ 15 INTERROGANTE ............................................................................ 15 EL CARDÓN.................................................................................... 16 ALMA DICHOSA............................................................................. 16 El SAUCE ........................................................................................ 17

A MIS PADRES Para vosotros el cantar de mi alma, voz de cristal y corazón herido, que ha de llegar sereno a vuestra calma con el amor de cuanto os he querido

PRIMAVERA La brisa matinal, el ave, el cielo, el beso, el sol y la mirada pura, descubren su ardimiento y su ternura que el corazón disuelve su desvelo. Atiza el alma su secreto anhelo, la nube hilvana su inocente albura, el arroyo desata su frescura y entre el gorjeo, el pájaro su celo. La savia estalla en la olorosa umbría su misterio de vida, cual si fuera remolino de sangre y rebeldía. Y a poco de asomar la primavera, un manantial de luces en el día le confiesa su amor a la pradera.

SETIEMBRE Ha despertado el sol, la flor, el río. Más claridad la luz, más fuerte el canto, y este júbilo es tanto pero tanto que celebra la muerte de otro frío. Revienta el brote su rumor de estío y rompe airosa la cascada el llanto y el paisaje deshace su quebranto en cristalinas gotas de rocío. Está setiembre con fervor de espiga, con tierra arada y promisión temprana del blando fruto que su miel prodiga. Y en la rama desnuda, casi vana, coloca, sigiloso y sin fatiga, una hoja, setiembre, a la mañana.

LA AURORA Como una herida abierta a un costado señala su color de brasa fuerte, y anuncia con su púrpura la muerte de un oscuro reposo iluminado Pura y desnuda en el albor rosado finge alborozo cuando el cáliz vierte, y el fuego que la enciende la convierte en el sueño de un mar ensangrentado. Ya la saluda el ave con su trino en una conjunción de cielo y canto hasta que cae en un sopor divino. Y su cristal de fiesta y de quebranto termina en el azul de su camino y en las gotas doradas de su llanto.

EL POTRO Rienda segura un rústico tropero, recio, flexible, enhiesta la cabeza, como clavado al lomo con firmeza parece en el corcovo un ser de acero. Tiembla furioso el chúcaro altanero, fuego que embiste con cerril fiereza, pero el bozal con singular certeza lo sofrena en los lindes del potrero. Ronco y febril de su carrera loca, jadeante y torpe en su cansancio mudo, caliente espuma arroja por la boca. Indómito y arisco el potro rudo, hecho de pampa y de leyenda, toca el corazón con su relincho agudo.

EL ARADO La tierra arada en su regazo oscuro alienta el palpitar de la simiente y en el silencio de su hacer paciente solloza el corazón del grano duro. Ahoga el grito el germen inmaduro entre terrones da materna fuente, donde el arado jubilosamente dejó la huella de su andar seguro. Con el oro radiante de la aurora y la mancera tibia todavía resplandece la reja que elabora. Y al recoger su brillantez el día, sobre la tierra reposando añora la voz del labrador cuando lo guía.

LUZ VENTUROSA Quien vive entre las sombras descontento, solo entre las cenizas de la vida, vive muriendo con la mente hundida en un constante e inútil sufrimiento. Ningún pesar en ese abatimiento, que tanto aflige al alma dolorida, hará el milagro de la luz perdida en un porfiado y lírico tormento. La luz se ofrece y, como el sol de enero el rico fruto del parral apura, resplandece en el pecho prisionero. Y cuando se ama, sin cesar fulgura, siempre radiante en el gentil lucero, la luz que alienta, el corazón madura.

RETORNO Vengo al regazo natural, postrada el alma de incontable desconsuelo, para alcanzar entre el follaje el cielo bajo el amparo de la luz plateada. Busco el perfume de la miel dorada y de la abeja su sereno vuelo, y entre los pastos la humedad del suelo y la caricia de una voz amada. Quiero vivir allí donde se mueve la vida y su ilusión, sin amargura, donde sólo se siente el aura leve. Quiero aspirar la flor, la brisa pura, aunque sea un momento y sólo breve, pero fiel a mi amor y a su ventura.

LA LLUVIA ¿Será la lluvia un mar en desventura que llora su dolor o desconsuelo? ¿O son lágrimas fértiles del cielo que implora acongojada la llanura? ¿Por qué dulzona, cantarina y pura si el lodo la confunde con el suelo? ¿Será quizás el único consuelo del río seco y de la tierra dura? Tal vez todo lo sea, y portadora de un mensaje que huele a primavera en una opacidad que la enamora. No tiene por ventura otra manera. Si no es la nube blanda se demora en la incierta amenaza de la espera.

UN SUEÑO He despertado ansioso y pensativo, ensimismado, sorprendido, mudo; febril y abierto el pecho como escudo y la sangre encendida sin motivo. Un sueño y nada más, pero cautivo de un pensamiento material y rudo. El alma ausente, el corazón desnudo, con solo el cuerpo en un temblor lascivo. Me ha llamado la carne. El ser dormido ha respondido a un impuro juego sin amor, sin control y sin sentido. Testigo son de aquel delirio ciego un placer insinuado y suspendido en la pálida chispa de su fuego.

EL SURCO El viejo arado, su combado acero, su reluciente y singular cuchilla, taja la tierra donde la semilla hará posible el secular granero. El hondo surco abierto con esmero, húmedo aún los bordes de su orilla, queda un filón como si fuera arcilla entre las manos grietas del obrero. Vendrá el maíz, el trigo o el centeno, el girasol, la alfalfa, el mijo tierno o la cebada en el terrón moreno. Tanto en verano, otoño o en invierno, el surco abriga en su cautivo seno la primavera del quehacer materno.

EL RÍO Era ayer cuando el río en su torrente, impetuoso y bravío en su corrida, regalaba a los campos ya sin vida el caudal de su líquido presente. Era recio en su rápida corriente, peligroso y voraz en su crecida, pero aun en su acción embravecida era su destrucción voz de simiente. Anhelosa de ser lo que no era, la tierra revivió su primavera y borró de su faz su desconsuelo, pues de gozar del agua rumorosa, el río es una fuente milagrosa y la fecunda bendición del suelo.

LA JUVENTUD Así lúcida es, jovial, ruidosa, abierta a las delicias de la vida, inestable, cambiante, presumida, pero siempre atrayente y olorosa. Como el agua que corre presurosa, corretea valiente y atrevida, y en su afán de admirar, envanecida, de inconstante se torna peligrosa. Ella avanza impetuosa como el río, que en la pendiente el vértigo enajena, sin comprender si es lance o desafío.

TORMENTA Solloza el día es su grisáceo impuro de viento y polvo, de teñido cielo; funesta hora de ramas en el suelo, y cerrazón que opaca el verde puro. Muere la tarde en el ocaso duro, en un sombrío y palpitante duelo, que el ave esconde su agitado vuelo y el cielo llora su paisaje oscuro. Retumba el trueno y su gemir sonoro, en un delirio de raudal violento, con gotas gruesas se trasforma en coro. Entre el chubasco indómito y el viento, el agua azota la espiguilla de oro, el bosque umbroso y el yuyal sediento.

LA CALLE DONDE NACÍ Entre sus líneas paralelas queda la niñez y otro tiempo diferente, imborrable en el alma, y hoy presente en el verde cordón de su arboleda. Cielo, polvo, escombro, la vereda, rostros que no se apartan de la mente; palabras, ruidos, desazones, gente, en el hastío de la misma rueda. Seguramente ha roto su pasado y la noche llorando su amargura cierra su pecho por haberlo amado. Hoy es otra la calle, pero pura en el sentir de ayer que no ha cambiado la sencillez de su infantil ternura.

TIERRA SECA Una silente sequedad persiste entre cardales que no dicen nada, en un campo en que duerme demorada la ruda y terca soledad que insiste. Y todo el predio desolado, triste, languidece en su suerte desdichada sin el canto de un ave enamorada ni el verde tierno que otra tierra viste. Siempre agreste y hostil, día tras día, mordiendo su dolor, indiferente en la costumbre de ya ser sombría. Pero al llegar la primavera siente un renacer, un soplo, una alegría, una fresca caricia diferente.

PLENILUNIO De la infinita y azulada altura baja un raudal de luz de su mirada, y entre el negro follaje una cascada en un embrujo de radiante albura. Hay en su disco de metal blancura engaño o realidad, prodigio de hada, complicidad del sol y la alborada que presienten su brillo y su ventura. Como la gota de agua transparente, grito de amor, de lágrima o elegía, la luna espeja su perlada frente. Y lo que ayer su corazón decía la plenitud de un júbilo inocente, hoy refleja un dolor porque se enfría.

PROMESA Te he esperado a la puerta y no has venido a acariciar el alma fervorosa, que está ardiendo cual llama silenciosa en el hondo temblor de su latido. El corazón insiste en ese olvido o cansancio o temor de mariposa, pero guarda hacia tí como la rosa el vivo rojo de su cuerpo herido. Ni el sol que aclara con sus rayos de oro despeja el cielo de mi mundo triste, que enmudece sereno e incoloro. Y el alma espera, porque sé que existe entre la ausencia y el eterno lloro la promesa de amor cuando te fuiste.

AMOR ETERNO Si tocara la aldaba de mi puerta una mano gentil, viril o dura, en busca de ilusión o de ternura, la encontraría, por supuesto, abierta. Para el amor el alma está despierta con toda su fragancia y su dulzura y en el contento de su mansa hondura el árbol sano de una sombra cierta. Que nadie tema y llame sin engaño al corazón que vive prometido y tibio como el sol año tras año. Dulce huerto de rosas escondido donde no cabe ni el más leve daño, porque mira hacia el cielo esclarecido.

EL VIENTO Eco de siglos con ímpetu de espada, angustia y desazón de la llanura, desbocado corcel que en noche oscura va clavando su voz desesperada. Rumor de tiempo y alma torturada; furia que arredra con pasión impura desatando violenta su locura y empañando del cielo su mirada. Nubes que lloran lágrimas de arena y horizonte de polvo delirante que castiga el pudor de la azucena. Y en un martirio de pavor errante, arrastra su clamor como cadena entre el cielo y la tierra, alucinante.

DICHA Hoy te asomas feliz a la ventana por alma riente y corazón contento ansioso el labio del fugaz sustento y de las dichas que el amor desgrana. Bebes el agua azul de la fontana con claridad y paz de firmamento, y castamente un rescatado aliento inundará tu pecho a la mañana. Y tal como la flor, el ser desnudo y limpio, puro, fraternal y todo el corazón primaveral saludo. Y así se ve de amor cada recodo, y por cierto, el dolor menos agudo cuando se ama a la vida de este modo.

AYER Fue ayer cuando te vi por vez primera y contigo llenarse el huerto mío; yo a la sazón en mieses del estío y tú, perfume aún de primavera. Dejé mi orilla y solo a tu ribera me encaminé como si fuera el río hecho de gota a gota y sin hastío, en una dicha ideal y lisonjera. Ya cerca de tu ser, entre la gente, cantó mi corazón de fe brillando sobre el espejo de tu tersa frente. Y desde ayer, contento, está dejando caer un agua de estival vertiente entre las manos que se van besando.

ELEGÍA Estoy herido y sangro en primavera por una abierta y desgarrante herida, pero es sangre cual agua promovida en cada interrogante de una espera. Presencia fiel de sangre verdadera, sangre que es lumbre y manantial de vida, que se derrama para ser vertida del lecho desbordante a la ribera. Desde muy hondo brota silenciosa sin un clamor ni lágrimas ni llanto, como encarnado pétalo de rosa. Y se da como amor sublime y santo para alivio del alma rencorosa y olvido de su drama y su quebranto.

AMANECER Naciente claridad, suspenso suave del astro de oro que su fuego infunde, y por el ámbito en vaivenes cunde las muchas voces y cantares de ave. La vida asoma y en el cielo cabe la terrena expresión que se difunde cual la sangre que anima y se confunde como las notas de una misma clave. Y se respira el aire suspendido, que en la mañana su cristal risueño se cubre de vapores como herido. Certeza de vivir con harto empeño el instante de haber amanecido entre la luz y el canto de otro sueño.

UN TRISTE AMOR Ha venido hasta aquí. Recién se ha ido sin demorar siquiera su presencia; no ha querido esperar, porque su ausencia flota en las sombras de lo ya vivido. A poco de empezar, lo prometido era recuerdo y fría indiferencia. Un amor que vivió una existencia entre la angustia de un frecuente olvido. Y así nació, de resplandor mendigo, hecho despojo, náufrago, cansado, con levedad de tiempo y sin abrigo. Ninguno de los dos enamorado. El uno fue del otro su castigo por mantener su corazón cerrado.

ANSIEDAD Siempre ha querido amar y está buscando en sus interrogantes la pregunta, que a cada instante el corazón apunta cuando viene de hondo torturado. Son sus latidos los que van guardando vieja ceniza que en su pecho junta olor a soledad, cuando despunta la misma sombra que la va quebrando. Yo sólo sé que siente y cuando siente se aleja con temor, porque no sabe si todo cuanto quiere es diferente. Y suspirando espera hasta que acabe la duda de vivir o estar presente en un tormento en que su amor no cabe.

SOLEDAD Alguien su soledad, desesperado, la quiebra con el llanto y cuando llora el corazón en su latir añora un mundo de inocencia coronado. Este dolor ahora inaugurado, esta inquietud real que el alma ignora, fortalece en el pecho a cada hora el consuelo de ser y haber amado. Si se recuerda cuanto se ha vivido, ¿no nos parece acaso diferente el grito seco por haber sufrido? Toda la soledad está en la mente, hasta el sabor del beso ya dormido y la llama que alumbra nuestra frente.

INTERROGANTE Oye estallar su corazón. No sabe si es en verdad amor o puro sueño, si la frase que grita es sólo empeño para que nada de su sed acabe. Y cuando llama, pena como el ave sobre la rama de color risueño; la nota breve, el ademán pequeño, si el amplio gesto en su expresión no cabe. ¿Cómo decir amor si no lo siente? ¿Cómo esperar que venga de mañana con su dulce llamado penitente, si de su pecho candoroso emana un tardío gemir, inconducente como el seco tañir de la campana?

EL CARDÓN En la aridez aciaga y solitaria es la tristeza de la tierra agreste, y en su gloria inmortal de ser conteste, la amarga expresión de una plegaria. Lumbre y consuelo de la vida diaria en el páramo atroz del noroeste, donde vigila, a la quietud celeste, la presencia de un alma milenaria. En la planicie donde el tiempo guarda las horas incontables de la luna, fiel, su destino irrenunciable aguarda. Y las brisas que gimen una a una, se llevan por las pircas que resguarda su remoto lenguaje de la puna.

ALMA DICHOSA ¿Has amado en verdad como se ama, exaltando el amor del bien presente? ¿Has sentido la voz del ser ausente en la hondura interior cuando nos llama? Y el beso que en la boca nos derrama, ¿lo has recogido con fervor ardiente? ¿Y hasta devuelto ese dulce impenitente con el ardor con que la fe se inflama? Mas si el alma ternísima no duda, más serena sonríe y más fragante la secreta emoción que la desnuda. Y se hace inmenso lo que ayer fue instante, y de la dicha insomne torna muda a recogerse en el regazo amante.

El SAUCE Viejo sauce llorón aún despierto entre imprecisa niebla sumergido, que tiene de la vida su latido como una alma cautiva en campo abierto. Noble bastión ahora descubierto sin el canto del ave ni su nido; verde abanico y al final vencido con sólo cielo y de humedad cubierto. No llora como ayer su cabellera, la que se moja con adió sombrío junto a la muda y fraternal ribera. Y cuando llegue pródigo el estío, habráse muerto ya en la primavera con la música alegre de su río.

*** FIN ***