Sociología de la Educación

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1 | Página Sociología de la Educación. Por: Verónica Chamorro. “VIOLENCIA ESCOLAR” – lo simbólico y las relaciones negativas consecuentes… La realidad azota nuestros parpados, no se puede seguir desconociendo la violencia que flota en el aire inescrupulosa y con ganas de quedarse. Es que estas sociedades modernas, terminan por no ser otra cosa que las responsables de los mecanismos de legitimación de las formas simbólicas y “ocultas” de signos violentos que se expresan en los diversos campos donde se relacionan los sujetos. La comunicación existe entre muñecos de las construcciones estructurales que persiguen manejar los hilos sociales a su antojo. La violencia es concebida como aquel acto que contempla el ejercicio de obtener algo, un resultante de la acción ejecutada; estas son acciones deliberadas que se caracterizan por el hecho de causar daños físicos o psíquicos a otro sujeto; y es el campo de ejecución tan amplio como lo son las relaciones interindividuales. Siempre que exista comunicación existe posibilidad de violencia. Imaginarlo así, es conducir el sentimiento hacia el hecho violento palpándolo desde lo amplio y transversal, comprendiendo el juego de lo oculto, de las comunicaciones negativas latentes, de lo prohibido de nombrar, bajo el que se esconden las manifestaciones más fuertes y trascendentes causadas por las relaciones humanas y sociales. Sería una simpleza terminar de conceptualizar aquíya que, la profundidad y el peso real de la violencia del siglo XXI se materializa en las distintas expresiones de intimidación que mutilan a los cuerpos en lo invisible, en lo simbólico. “La violencia simbólica es esa coerción que se instituye por mediación de una adhesión que el dominado no puede evitar otorgar al dominante (y, por lo tanto, a la dominación) cuándo sólo dispone para pensarlo y pensarse o, mejor aún, para pensar su relación con él, de instrumentos de conocimiento que comparte con él y que, al no ser más que la forma incorporada de la estructura de la relación de dominación, hacen que ésta se presente como natural...”(Pierre Bourdieu) La noción que teje las relaciones violentas sobre la consideración de lo amplio, complejo y compuesto; transfiere a la imaginación el miramiento de lo simbólico, como un espacio en el que los individuos necesariamente están conectados en una relación de percepción y reconocimiento, entre los unos y los otros.

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Sociología de la Educación.

Por: Verónica Chamorro.

“VIOLENCIA ESCOLAR” – lo simbólico y las relaciones negativas consecuentes… La realidad azota nuestros parpados, no

se puede seguir desconociendo la

violencia que flota en el aire inescrupulosa y con ganas de quedarse.

Es que estas sociedades modernas,

terminan por no ser otra cosa que las responsables de los mecanismos de legitimación de las formas simbólicas y “ocultas” de signos violentos que se expresan en los diversos campos donde se relacionan los sujetos. La comunicación existe entre muñecos de las construcciones estructurales que persiguen manejar los hilos sociales a su antojo.

La violencia es concebida como aquel acto que contempla el ejercicio de obtener algo, un resultante de la acción ejecutada; estas son acciones deliberadas que se caracterizan por el hecho de causar daños físicos o psíquicos a otro sujeto; y es el campo de ejecución tan amplio como lo son

las relaciones interindividuales. Siempre que exista comunicación existe posibilidad de violencia.

Imaginarlo así, es conducir el sentimiento hacia el hecho violento palpándolo desde lo

amplio y transversal, comprendiendo el juego de lo oculto, de las comunicaciones

negativas latentes, de lo prohibido de nombrar, bajo el que se esconden las manifestaciones más fuertes y trascendentes causadas por las relaciones humanas y sociales. Sería una simpleza terminar de conceptualizar aquí… ya que, la profundidad

y el peso real de la violencia del siglo XXI se materializa en las distintas expresiones de intimidación que mutilan a los cuerpos en lo invisible, en

lo simbólico.

“La violencia simbólica es esa coerción que se instituye por mediación de una adhesión que el dominado no puede evitar otorgar al dominante (y, por lo tanto, a la dominación) cuándo sólo dispone para pensarlo y pensarse o, mejor aún, para pensar su relación con él, de instrumentos de conocimiento que comparte con él y que, al no ser más que la forma incorporada de la estructura de la relación de dominación, hacen que ésta se presente como natural...”(Pierre Bourdieu)

La noción que teje las relaciones violentas sobre la consideración de lo amplio, complejo y compuesto; transfiere a la imaginación el miramiento de lo simbólico, como un espacio en el que los individuos necesariamente están conectados en una relación de percepción y reconocimiento, entre los unos y los otros.

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Este espacio o dimensión de conexión y comunicación social, puede considerarse como un componente primordial de la realidad en la que los individuos viven, actúan y establecen lazos entre sí.

En un intento de centrar la mirada en la concreción de las manifestaciones de violencia es que se la toma, desde distintos campos comunicacionales y relacionales, para analizarla y comprenderla con mayor exhaustividad; y es precisamente por ello que en este caso la mirada se centrara en la Violencia Escolar. Desde la centralización del pensamiento cimentado en caracterizaciones científicas; violencia escolar es todo acto que contempla el ejercicio de obtener algo, un resultante de la acción ejecutada entre miembros de la comunidad educativa; y que puede llevarse a cabo dentro de la infraestructura escolar o en otros espacios que se encuentran en una relación directa con las escuelas. Son estas instituciones no solo parte de la sociedad, sino aquellas donde los individuos que la componen despliegan el pasar de su tiempo, de sus vivencias, y el desarrollo de sus primeros años en la generalidad. En ellas no solo se crea un subsistema social, sino que; es en ese micro espacio donde los individuos establecen formas de socialización -las que se conceden y desarrollan como un espejismo de la sociedad- es donde se articulan diversos comportamientos, ideas, manifestaciones, y comunicaciones con características no solo iguales, sino que propias de la sociedad estructural a la que depende el establecimiento educativo.

Claro está, las escuelas, reproductoras de la sociedad desigual, niegan toda

afirmación que las sitúe en jaque, que las reflexione como espacios violentos. Peor aún, como instituciones sociales que reproduzcan la génesis de la violencia social. Las negaron a través de la historia, generando así la rueda gigante del sistema educativo que aplaude indiscriminadamente las diferencias hacia arriba y escupe las que

bajan del parámetro idealizado y

configurado en quienes mecánicamente constituyen un eslabón más de los dispositivos de reproducción de la desigualdad social, de la violencia social. Innegable es el hecho de que esta concepción de violencia en las escuelas, fue negada en las instituciones educativas durante su mayor periodo de existencia como tales, advirtiendo así que la comprensión de la misma con sus connotaciones actuales se comenzó a tener presente desde pasada la mitad del siglo XX; y principalmente en los fines del mismo, luego de que en el mundo, principalmente en Argentina, se rompiera con la existencia de regímenes autoritarios que no hacían más que legitimar explicita y constantemente las manifestaciones visibles de violencia, negando toda su existencia implícita en las comunicaciones.

Peor aún es la legitimación que se comenzó a dar luego, en el camino hacia la brutal actualidad, donde la democracia cubre con un gran telón de igualdad, lo que en realidad esconde por debajo; la legitimación de las desigualdades, que desplegada en el desarrollo del sistema educativo oculta la perversidad del escenario, aplaudiendo hechos que esconden aquella violencia que se concreta con la distinción, con las diferencias que lastiman, con la indiferencia de las problemáticas sociales y en la realidad que pretende tapar. Y ello se ejecuta en esta forma, ya que por ser las instituciones educativas una parte importante y concurrida por la generalidad de los sujetos en algún periodo de su

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desarrollo ciudadano, es que las escuelas cumplen un rol de somatización y reproducción de crisis y distinciones sociales; y de ser el lugar de expresión de

los ciudadanos en lo que respecta a la realización y formación legitima de tales en cuanto tales. Es en su interior donde las diferentes culturas desaparecen en una reducción violenta de “la cultura” y el buen gusto, mediante la naturalización de una forma dominante que se enseña como lo bueno, lo correcto y lo mejor, excluyendo lo distinto, lo diferente, lo otro. Es por esto que, en primer término, tratar la violencia escolar es tratar uno de los puntos centrales de composición de la sociedad en general y de la composición de los sujetos en cuanto ciudadanos que la componen la moldean según sus acciones realizadas en las comunicaciones y relaciones que entre ellos se establecen. “..No es posible negar que la violencia, la agresividad y la conflictividad son características de toda sociedad. No hay sociedad que no tenga estos componentes, y el ser humano no es concebible fuera de la sociedad…” (Eugenio Zafaroni).

El principio guía que permite configurar a la violencia escolar, y comprenderla desde su raíz causal, es aquel que entiende a la

escuela como una institución que forma parte del entramado estructurante de la sociedad; es absurdo

pensar a la escuela por fuera de la sociedad, alejada de la formación de los ciudadanos. Configuración que no se traduce en otra cosa que el acto de moldear, fabricar, desde arriba, desde el todo, las

Representaciones colectivas…

Representaciones colectivas…

Representaciones colectivas portadoras

de un significado, el cual le es inherente.

Son conceptos, categorías abstractas que resultan de la producción colectiva, para luego pasar a ser parte formante del bagaje cultural, con el que cuenta y se desarrolla la sociedad en su interacción. Es a partir de estas que luego se forma la representación individual, la que no es otra cosa más que la representación misma esta vez en forma individualizada.

“Relaciones que se establecen entre los individuos combinados y no por parte de cada uno aisladamente. Todas son expresamente obligatorias y la obligación es la prueba de que estas maneras de actuar y pensar no son obra del individuo, sino que emanan de un poder moral que les sobrepasa. Los sentimientos privados no se hacen sociales sino combinándose bajo la acción de fuerzas sui generis que desarrollan la asociación a consecuencia de estas combinaciones.”(Emile Durkheim).

Por el hecho de pensarlas a partir de sujetos sociales, es que estas se constituyen en una construcción compleja, en la que el propio peso se encuentra en el carácter activo y creador de cada individuo, el grupo al que pertenece y las contracciones habilitaciones del contexto que lo rodean. Comprender esta relación de ida y vuelta individuo/sujeto – sociedad, en una interacción permanente es lo que admite comprender la manifestación de la violencia en la escuela, en tanto que ella constituye uno de los principales problemas presentes en la sociedad moderna; es que si la escuela en última instancia es parte activa y constante del entramado social, en ella no puede dejar de darse en forma permanente el intercambio de miradas, roles y elegancias diferenciadas en las que entra en juego la espada de lo dependiente, el poder y la dominación simbólica y relacional que en él se hacen carne. Entender esta composición socio-escolar con el complemento del poder, entendido desde la reciprocidad, que fluye en el tejido social, es tratar de reconocerlo y razonarlo como un poder invisible que no puede

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ejercerse sino con la complicidad de los que no quieren saber que lo sufren, o incluso ejercen, por lo tanto la práctica de este poder se hace inconsciente al agente que la ejecuta o se ve influido por él. Para abarcar esta definición en su complejidad, se debe tomar en cuenta la situación de los sistemas simbólicos, tales como el arte, religión, lengua, ciencia, etc. que estipulan la necesidad de develar tradiciones complementarias que diluciden el mismo. “El poder simbólico es un poder que es en la medida en que se hace reconocer, obtener en reconocimiento; eso quiere decir que un poder que tiene el poder de hacerse desconocer en su verdad de poder, de violencia y de arbitrariedad. La eficacia propia de este poder se ejerce no en el orden de la fuerza psíquica, sino en el orden del sentido del conocimiento.” (Pierre Bourdieu).

Pero, además, es válido el reflexionar que este poder y las crónicas que con él se desdoblan, no representan otra cosa que no sea, en última instancia, la concreción de la dominación; dominio de un alumno sobre otro, de un docente sobre los alumnos, de una sociedad sobre los individuos.

Hoy mirar lo profundo es ver una sociedad que abraza quienes la componen con un halo de intención manipuladora, moldeadora de diferencias que estigmatizan y manchan, pensadora de diferentes roles, clases y poderes.

Es lo oculto y lo visible en la sociedad, lo que se deja entrever en el juego de lo desigual, de la mentira imaginaria de la naturaleza distinta con formas inferiores y superiores. Indicador y vidriera de lo dicho son las diversas prácticas llenadoras de la agenda social, las que marcan un camino, las que se fundan en la justificación de diferencias impresas en nociones de cultura y tradición, de educación y formación; cuando en realidad se ensaya una reproducción muy alejada de la construcción, que se acerca a la dominación; el poder de unos sobre otros, en donde la escuela parecería ser uno de los espacios privilegiados por los primeros para accionar sobre los segundos, mediante lo legitimo, lo aplaudido por la ingenuidad de la mayoría, la certeza de algunos, lo preferido por otros.

Las sociedades donde hay más violencia no son las sociedades más pobres, sino que son las sociedades

donde hay una mayor percepción de la desigualdad social, lo cual es algo

notoriamente diferente.