Socialización y Evolución del trabajo

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    Proceso de Socializacin

    Padres e hijos en la Espaa actual

    Evolucin del trabajo de mujeres y hombres?

    Las cigarrerasPrivilegios o eficiencias?

    Qu hacemos con el trabajo?

    Antropologa del Parentesco y Gnero

    Resumen y comentarios de texto

    Prof. Aurora Galn

    Alumno: Hctor Cao Daz

    Master en Antropologa Aplicada UCLM 2014/2015

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    1. Gerardo Mel Landwerlin. Padres e hijos en la Espaa actual

    Si comparamos el modelo de familia actual con el que predominaba en Espaa en pocaspretritas, en seguida nos llamar la atencin las evidentes diferencias tanto en su aspecto superfi-cial como en la estructura que la organiza. Si antes la familia era considerada una institucin en smisma y pretenda constituir un bloque compacto organizado en torno a la figura del padre o del

    pater familias como nico ganador del sustento y cuyo criterio permaneca incuestionable, repro-duciendo en cierto modo la forma de la sociedad patriarcal en miniatura, estando la esposa subor-dinada o supeditada al marido, y los hijos como pequeo sbditos o ciudadanos de un "reino do-mstico", hoy da percibimos un cambio radical y modos y costumbres. El modelo imperante hoyda es el de la familia negociadora, donde la decisiones no de toman de manera unvoca por el ca-beza de familia, sino que se adoptan por consenso entre todos los miembros, en algo as como unasuerte de "pequea democracia" donde todos los miembros tienen voz y voto, incluyendo a loshijos menores de edad.

    La familia negociadora se caracteriza por unas relaciones intergeneracionales mucho menos jerar-quizadas que en el pasado, con unas normas de convivencia mucho menos rgidas, que son, ade-ms, cuestionadas de forma sistemtica por los hijos en una estrategia de bsqueda de cuotas de au-tonoma cada vez mayores. Para reclamar esta autonoma, los hijos exigen, adems, un tratamientoen plano de igualdad al de sus padres, cuestionando la legitimidad de las normas establecidas.

    En la familia negociadora, por el contrario, las relaciones intergeneracionales son mucho ms sim-tricas. De una forma explcita o implcita, los hijos exigen unas relaciones de tipo democrtico eigualitario, tanto desde el punto de vista del gnero como de las edades, reclamando el derecho no

    slo a opinar, sino a decidir en pie de igualdad sobre todo en los temas que les afectan.

    Cmo se han producido estos cambios y por qu? Evidentemente, la posicin de la esposase ha reforzado dentro de la estructura jerrquica del matrimonio, superando su antiguo estatus desubalterna para alcanzar una mayor igualdad respecto del marido. El hecho de que se haya incor-porado al mercado laboral y haya conquistado una mayor presencia en el escenario de la sociedadha terminado por demoler el viejo y antiguo edificio que supona el sistema anterior. La igualdadde sexos se traduce en el mbito domstico en que tanto el marido como la esposa toman todas lasdecisiones conforme a la opinin de ambos, sin que uno se imponga al otro en circunstancias nor-

    males. Esto acabar rebasando al matrimonio y trasladndose tambin a los hijos, hacindolospartcipes de aquellas decisiones que afecten a la vida de todos.

    Los estudios atribuyen una serie de causantes a esta situacin actual. El uso de anticoncep-tivos de manera generalizada hace que la planificacin familiar se constituya ya desde el primermomento en que se decide constituir una familia, ahora se deciden los tiempos y se supeditan a laconveniencia de la pareja. As, planificar el escenario familiar es la norma: ya no se va "improvi-sando sobre la marcha" merced a decisiones coyunturales, sino que se organiza metdicamente.Esta actitud de decidir el cmo y el cundo se traslada a otros mbitos de la familia, y acaban con-virtiendo a esta institucin en una suerte de parlamento o congreso donde se adoptan medidas ra-cionalmente, tomando en consideracin el criterio de todos los miembros participantes.

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    Los principales cambios que se han producido en el mbito de la familia y que estn estrechamenteinterrelacionados con la emergencia de la familia negociadora son los siguientes:

    -El valor de la igualdad de los sexos contribuye a minar los fundamentos culturales del patriarcado

    para dar paso a una concepcin igualitaria y consensual de las relaciones conyugales.

    -La incorporacin creciente de las mujeres casadas al mercado de trabajo pone en cuestin el roldel hombre como nico ganapn de la familia, cuestionando al mismo tiempo la asignacin tra-dicional en el seno de la familia de obligaciones y responsabilidades entre los cnyuges.

    -Un amplio desarrollo de mtodos contraceptivos altamente eficaces que permite a las mujeres y alas parejas controlar con xito su fecundidad. Surge as, la planificacin familiar como norma.

    -La familia bastin o institucional deja paso a un nuevo tipo de familia en el que los proyectosindividuales de los cnyuges tienen que ser integrados en el proyecto de vida en comn sobre la

    base de una negociacin de los mrgenes de autonoma individual.

    -La sociedad de consumo ha permitido una mercantilizacin creciente de la produccin domsticay una tecnologizacin cada vez mayor de los hogares, que ha redundado en una reduccin sistem-tica del tiempo a invertir en la produccin de bienestar domstico.

    El modelo de familia negociadora suscita controversia y opiniones contrapuestas. Por unaparte, hay quienes creen que desemboca en una situacin en cierto modo absurda, si se atiende laopinin de los miembros menores de edad, los hijos, cuyo criterio no est todava bien formado ypodra responder a motivos caprichosos, lo que causara una falta de disciplina y el abandono decualquier principio de autoridad en el seno de la familia. Por otro lado, los indicadores parecenprobar que las familias actuales estn ms satisfechas de su estructura organizativa y los resultadosque obtiene mediante este mtodo democrtico. Seguramente, el hecho de que la opinin de todossea tenida en cuenta, genera satisfaccin y renueva los lazos de afecto entre los familiares, quesiente que estn siendo escuchados y forman una parte activa, no pasiva, del devenir familiar.

    Muchos problemas sociales se atribuyen directa o indirectamente a una socializacin deficitaria enla familia y, en concreto, a una falta de disciplinamiento y de aceptacin del principio de autoridad(...) pero la valoracin general que se hace del propio proyecto familiar es positiva. De hecho, hayindicadores que sugieren que ha mejorado con respecto al pasado reciente.

    Esta satisfaccin de los padres de hoy con su proyecto familiar est propiciada por una atenuacinde la conflictividad entre las generaciones. Ello lo atestiguan tanto las declaraciones de los padrescomo las de los propios hijos, y se ha producido en todos los mbitos tradicionalmente objetos dedesavenencias, salvo en la hora de regreso a casa y en la colaboracin en las tareas domsticas. Noobstante, las relaciones cargadas de conflicto no han desaparecido, aunque son relativamente pocofrecuentes: estn presentes en alrededor del 10% de las familias.

    La configuracin de las nuevas familias espaolas tambin padece las consecuencias delnuevo escenario en el mercado de trabajo. Puesto que ahora van a trabajar los dos miembros delmatrimonio, marido y mujer, se ha producido un problema y es quin se ocupa del cuidado de los

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    nios. Esto se traduce en dos cuestiones fundamentales: quin ayuda a los hijos a realizar las ta-reas escolares o quin se ocupa de supervisar su desarrollo acadmico; y adems, quin les atiendeo quin se hace responsable de su bienestar durante aquellas horas no lectivas en que el nio retor-na a casa. Esto no es consecuencia del modelo de familia negociadora sino del horario de trabajode los padres, que por norma general no les permite regresar al hogar antes de las 19 h. y tampocoles deja mucho margen para atender a sus hijos tan estrechamente como antao. Quizs los pro-blemas de autoridad que han desembocado en casos de conflictividad domstica sea el producto,no tanto del modelo negociador, como de la combinacin entre dicho modelo y la ausencia de lospadres la mayor parte del tiempo. Los hijos sern tenidos en cuenta como miembros de pleno de-recho, aunque por contraste, deben "criarse por su cuenta" en cierto modo, pasando la mayor partedel da a su albedro.

    Los padres tambin atribuyen una gran importancia a la educacin formal de sus hijos, pero msall de mandarlos al colegio, la implicacin activa en el estudio no est tan generalizada. Aunquelos padres s tienden a afirmar que supervisan los estudios de sus hijos y que estn detrs de ellospara que estudien, la forma y frecuencia con que lo hacen no siempre es suficiente a la luz del ele-vado nmero de suspensos que acumulan los hijos. Slo la mitad de los padres reconocen que lohacen de forma continuada, y la proporcin disminuye con la edad, cuando con la edad precisa-mente aumenta el nmero de suspensos. ()

    En alrededor de una de cada cuatro familias en las que ambos padres tienen un trabajo remunerado,los hijos llegan a casa al menos una hora antes que sus padres, y en las familias monoparentales es-ta proporcin alcanza el tercio. Ello se debe tanto al hecho de que los hijos salen relativamentepronto del colegio, como a la estructura de los horarios laborales de los padres. Aunque casi dos

    tercios de los padres ya han vuelto a casa del trabajo antes de las 7:00 de la tarde, y aunque la horade regreso a casa de los padres no est asociada con el rendimiento escolar de los hijos, es necesa-ria una mayor racionalizacin de los tiempos de trabajo que permita una mayor conciliacin de lasobligaciones laborales y la vida privada.

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    2. Paloma Candela: Las Cigarreras

    Las mujeres tambin formaban parte del proletariado industrial y trabajaban en las fbricasen condiciones duras y precarias. El artculo se centra en las empleadas de las fbricas de tabaco,el colectivo conocido popularmente como cigarreras, un oficio ste particularmente paradigmti-co, pues se trata de una funcin que vena siendo desarrollada exclusivamente por mujeres, dado eltamao de las manos y los dedos, considerado apropiado para la manufactura de los cigarros.

    Las condiciones laborales, como decamos, eran difciles, al situarnos a mediados del sigloXIX en una poca en que no haba una regulacin laboral comparable a la actual, y tanto las jor-nadas laborales como las condiciones de seguridad eran muy lejanas a las que hoy da considera-ramos ptimas o adecuadas. De hecho, era muy frecuente que se sucedieran accidentes de trabajoentre las operarias, que a menudo deban lidiar con lesiones y patologas mdicas.

    Los estudios monogrficos sobre las cigarreras alicantinas y sevillanas muestran una elevada tasade accidentabilidad laboral en las fbricas, especialmente a partir de los aos veinte como conse-cuencia directa de la mecanizacin (...) as como una evidente disminucin de esta tendencia duran-te el periodo republicano, probablemente como resultado de un mayor control en la aplicacin de lalegislacin laboral existente.

    Las patologas ms frecuentes entre las operarias eran aquellas relacionadas con traumatismos delas manos, especialmente en el dedo ndice de la mano derecha en las liadoras de cigarros, y contu-siones en las que trabajaban en las mquinas sobre todo cuando las limpiaban.

    Un aspecto llamativo es el relativo a la "conciliacin de la vida laboral y domstica" talcomo lo expresaramos hoy da, que vendra a ser cmo y de qu manera las mujeres trabajadorasorganizaban su faceta de madres. En una experiencia que resultara pionera, se llev a cabo unprograma para facilitar el contacto de la madre con sus hijos, y su crianza en las proximidades dela fbrica: as se implantaron escuelas para los nios pequeos, de modo que las cigarreras lleva-ban a sus hijos con ellas hasta el lugar de trabajo, y mientras ellas ejercan su oficio, los nios re-ciban formacin escolar. La otra iniciativa fue la de implantar salas de lactancia, cosa que no lle-g a suceder como tal, aunque s se concedan pausas para que las madres lactantes atendieran asus bebs y les dieran el pecho. Estos bebs, por cierto, eran llevados a la fbrica por sus madres, y

    pasaban all el da entero sin separarse de sus madres.

    El proyecto de Sala de Lactancia y Escuelas para los hijos de las obreras aprobado por iniciativapersonal de Ramn de la Sagra (...) La experiencia de la Escuela result un xito y el propio Minis-tro de Hacienda recomend que se fundaran escuelas en todas las fbricas existentes. (...) La Salade Lactancia nunca lleg a realizarse, aunque a las operarias lactantes se les permita salir dos ve-ces al da por intervalo de media hora para atender a sus hijos. (...) Una de las costumbres msarraigadas era la presencia de los hijos en los talleres (...) fue muy comn que las mujeres acudieranal trabajo con sus hijos, los pequeos permanecan junto a sus madres en capachos y cajones im-provisados que las obreras mecan al tiempo que realizaban la labor.

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    a sus hijos mayores que regresaban del colegio, hacer la compra y cuidar de la casa. Tareas todasellas que se sumaban al esfuerzo de trabajar durante diez largas horas cada da en aquellas facto-ras de tabaco y que multiplicaba sus preocupaciones.

    La jornada de trabajo estimada en torno a las diez horas se interrumpa durante dos horas al medio-da (...) una gran mayora de mujeres con responsabilidades familiares y domsticas aprovechabanel descanso del medioda para atenderlas (...) el barrio era testigo de la salida masiva de las obrerasque apresuradas se disponan a hacer la compra, recoger a los hijos que esperaban hambrientos enla entrada o en la calle, arreglar la casa y preparar la comida, tareas cotidianas que realizaban enapenas dos horas antes de incorporarse de nuevo al trabajo.

    De esta manera, las trabajadoras de las fbricas de tabaco se sucedan una generacin trasotra, en una perpetuacin de las costumbres y hbitos de trabajo que evidencia una nula movilidadlaboral. Tanto es as, que la cigarrera no poda aspirar a ms que a conservar su empleo durantetoda la vida, incluso "pasar el testigo" a sus propias hijas, asegurndolas un espacio en la fbrica yun modo de ganarse la vida honradamente. De este modo, observamos que las cigarreras van su-cedindose, y distinguimos a dos generaciones claramente contrastadas, las mujeres que se habanespecializado en la manufactura y que eran muy bien consideradas por su habilidad manual, y mstarde sus propias hijas, quienes deberan adaptarse a otro sistema mecanizado conforme las fbri-cas se modernizaban con el paso del tiempo.

    Pilar Ortega es hija, nieta y biznieta de cigarrera y con ella termina una larga saga familiar dondetodas las mujeres han trabajado en la fbrica. (...)

    Conocemos dos generaciones de mujeres como parte integrante de la fuerza de trabajo de la fbri-ca. Por un lado, las mujeres que ingresaron entre los aos setenta y ochenta del siglo XIX simboli-zan una generacin de cigarreras veteranas, diestras en las labores manuales y protagonistas de unapoca legendaria que las hizo merecedoras de la respetable denominacin de "madres". Por otro la-do, las obreras admitidas en las primeras dcadas del presente siglo para ocupar los puestos deman-dados por las mquinas, descendientes, en su mayora, de las primeras y que consideramos genri-camente como "hijas".

    Las aprendizas deban tener entre catorce y veintin aos y acreditar dicha edad con el debido certi-

    ficado del Registro Civil; saber leer y escribir y para demostrarlo deban superar un ejercicio prc-tico ante una junta compuesta por el Jefe, los ingenieros y el interventor de la fbrica; no padecerenfermedad contagiosa, estar recientemente vacunada y no tener defecto fsico que impidiera eltrabajo; tener el consentimiento de los padres y tutores.

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    3. Privilegios o eficiencias? Carmen Sarasua

    Si observamos las cifras que nos ofrecen los datos estadsticos relativos al empleo y laocupacin femenina, nos llamar inmediatamente la atencin la evidente desigualdad entre hom-bres y mujeres en el mercado de trabajo. Los datos son sorprendentes en tanto que remiten a unpas supuestamente avanzado, miembro de la Unin Europea, cuando podran recordarnos otrotipo de economa propia de un pas no desarrollado.

    Esta situacin de desigualdad no se produce "de un da para otro" ni es un hecho coyuntu-ral, sino que se remonta mucho tiempo atrs y nos remite a un sistema tradicional que vena dis-criminando a la mujer desde tiempo inmemorial. La realidad es que la incorporacin de la mujer almercado laboral ha sido un proceso lento y dificultoso, lleno de avances y retrocesos. Ya desde unprincipio, la entrada de la mujer en el mbito del trabajo asalariado era visto como un "peligro"para la estabilidad laboral de los varones, al suponer una fuente de competencia directa que poda

    incluso desestabilizar el propio mercado. El que hubiese mujeres trabajando poda producir unaumento del paro masculino, y as se perciba como amenaza.

    Por qu tiene Espaa una de la ms bajas tasas de ocupacin femenina en Europa? Responde estoa una dedicacin real de las espaolas a la "inactividad econmica"? Cmo se explica que la dife-rencia entre paro masculino y femenino sea la ms alta de Europa?

    Mientras se pens que la ocupacin no poda crecer, y que incluso descendera de forma constantedebido a las innovaciones tecnolgicas, el empleo femenino se vea, por los expertos y por los pro-pios trabajadores, como una de las causas determinantes del paro masculino. Lo ltimo que se que-ra era incentivar la entrada de las "inactivas" en el mercado de trabajo.

    Hoy da, donde todo se traduce en trminos macro-econmicos, la percepcin ha cambiadodrsticamente, puesto que el hecho de que las mujeres se hayan emancipado en gran medida delmbito exclusivo del hogar, por otro lado puede considerarse un nuevo mercado incipiente, unnicho de oportunidades, dado que genera una nueva demanda de productos y servicios que antesprestaban las amas de casa y que ahora se ofrecen a cambio de una remuneracin.

    Esta visin del empleo femenino ha cambiado (...) Se afirma incluso que el aumento en la tasa deactividad de las mujeres es positivo para la economa porque crea nuevos empleos: los hogares ne-

    cesitan comprar en el mercado parte de los servicios que obtenan gratis cuando las mujeres dedi-caban todo su tiempo al trabajo domstico (cuidado de nios, enfermos crnicos y ancianos, coci-nado, limpieza domstica, lavado de ropa...)

    La entrada de la mujer en el mbito de trabajo es al mismo tiempo una "incorporacin" tan-to como una "salida" de su escenario tradicional. El vaco que deja el ama de casa en el hogarconyugal y familiar, tiene que ser llenado de alguna manera. Hay que suplir la ausencia de unaempleada de hogar. Estas funciones podra desarrollarlas el Estado proporcionando una ampliagama de servicios pblicos y sociales (guarderas, clnicas para el cuidado de las personas depen-

    dientes, etctera) igual que los varones podran ocuparse de las tareas domsticas en sustitucin delas mujeres, cosa que no sucede si nos atenemos a la realidad.

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    Se quiso llegar a una solucin intermedia que supusiera la inclusin de la mujer en el mer-cado laboral a tiempo parcial, para que no abandonara totalmente aquellas funciones que venadesempeando antes. El resultado es que las trabajadoras a tiempo parcial viven una situacin msprecaria pues no ganan un salario completo. Prefieren trabajar y ante la disyuntiva de responsabili-zarse de una doble ocupacin (empleada asalariada y adems ama de casa) relegan a un segundoplano la formacin de una familia: de ah que se haya producido un descenso de la fecundidadfemenina.

    Quin reemplaza a las mujeres en el trabajo domstico que antes realizaban en exclusiva: podrahacerlo el Estado incrementando el gasto pblico en servicios sociales [no es as]; podra hacerse atravs de la reorganizacin del tiempo de trabajo de mujeres y hombres [tampoco es as]. La clavepara entender cmo se est haciendo compatible la participacin de las mujeres en el empleo conlas necesidades domsticas y familiares est en las reformas laborales de los aos 80 y 90 en Euro-pa, que introdujeron la contratacin a tiempo parcial con la esperanza de que las mujeres se incor-

    poraran al mercado de trabajo mientras seguan ocupndose de la casa y los nios. El problema esla precariedad (...) la mayora de los trabajadores a tiempo parcial prefieren trabajar a tiempo pleno.

    Esta doble carga laboral o doble jornada ha tenido otro resultado indirecto, nada sorprendente, quees el descenso sostenido de la fecundidad femenina, mucho mayor en aquellos pases, como Espaae Italia, donde los servicios sociales brillan ms por su ausencia.

    Pero si bien es una realidad que la mujer est presente en el mercado de trabajo, tambin loes que su empoderamiento es limitado: ocupa puestos de menor grado de responsabilidad, cobrasueldos ms bajos, difcilmente puede aspirar a una promocin dentro de la empresa contratante en

    igualdad de condiciones que los varones, apenas se dan casos de mujeres en los puestos ms altosy visibles de estas empresas, etctera. En definitiva, no ven plenamente recompensados sus es-fuerzos con un sueldo o un entorno adecuado a sus necesidades: a menudo "trabajan ms y vivenpeor que los hombres", como afirma la autora.

    La discriminacin salarial y la segregacin ocupacional, que se refuerzan mutuamente, son respon-sables del mayor riesgo para las mujeres de vivir en la pobreza, incluso en Europa.

    Esta debilidad en el mercado de trabajo est en relacin con la ausencia de las mujeres en los pues-tos de poder, tanto en las empresas como en las instituciones.

    En definitiva, las mujeres ocupan un lugar subordinado que no se corresponde con su contribucina la produccin: trabajan ms que los hombres, pero son ms pobres, tienen menos derechos y vi-ven peor que ellos.

    Si tenemos que rastrear la diferenciacin de hombres y mujeres as como el origen de estadiscriminacin histrica y palpable en el mbito laboral, debemos acudir a la familia, principalinstitucin encargada de educar a las sucesivas generaciones dentro de un marco de relaciones yde transmitir unos valores tradicionales que se van perpetuando en una situacin asimtrica.

    Aunque la presencia de la mujer en el mercado de trabajo depende de su disponibilidad(edad, tipo de hogar, etc.) la causa principal es la propia concepcin imperante en la sociedad de lo

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    que constituye el rol natural de hombres y mujeres, repitindose una misma pauta, que las familiaseducan a nios y nias para que asuman un papel otorgado, representando funciones bien distintas:los hombres son los trabajadores, mientras que las mujeres se preparan para ser sus compaeras,siendo la mujer trabajadora una suerte de excepcin que rompera la norma social.

    Factores demogrficos como la tasa de fertilidad, la mortalidad infantil o el tipo de hogar (en parti-cular, la ratio entre mujeres adultas e individuos dependientes dentro del hogar), condicionan deforma decisiva la disponibilidad de las mujeres para el empleo remunerado: la cantidad de horas,las pocas de su ciclo vital y el tipo de empleo en que pueden ocuparse.

    Las familias socializan a la siguiente generacin como "nios" o "nias", es decir, como (exclusi-vamente) futuros trabajadores asalariados o como (principalmente) futuras trabajadoras domsticasno pagadas, lo que condiciona la inversin familiar en su educacin, el tipo de formacin que reci-ben, etc. (...) La discriminacin tendra un origen exgeno al mercado, nacera en las familias.

    La decisiva influencia de la desigualdad familiar en el acceso al mercado de trabajo cristaliza en laforma en que se construye al "trabajador varn" como la norma, y a la "trabajadora mujer" como laanomala.

    Si las familias educan en una serie de valores, asimismo invierten una cantidad de recursosdiferente en la formacin acadmica de sus hijos, varones y mujeres, conformndose diferentesperfiles de empleado: hombres con mejores titulaciones o ms cualificados que las mujeres, quetradicionalmente se han formado para puestos de trabajo distintos (al menos hasta poca reciente).La competitividad del empleado aspirante es mayor en el caso de los hombres, lo que crea unadinmica en el mercado laboral entre la oferta y la demanda de candidatos: la empresa optar por

    los aspirantes mejor preparados, lo que reafirma la dificultad de la mujer menos cualificada paraentrar en ese nicho laboral.

    El tercer factor que condiciona la oferta de trabajo son los sistemas formales e informales de for-macin y aprendizaje, que estn profundamente segregados. (...) La formacin y la cualificacinson un factor de oferta, en la medida en que el proceso de formacin se decide antes de que el tra-bajador acceda al mercado de trabajo. Pero tambin son un factor de demanda. (...) Esto nos lleva ala interrelacin entre factores de oferta y demanda. La demanda refuerza y ampla las desigualda-des de la oferta, y en muchos casos tambin, la crea.

    Existen dos razones que explican la distinta consideracin de cualificacin. En primer lugar, lasocupaciones que desempean las mujeres en el mercado son las mismas que hacen gratuitamentepara sus familias desde pequeas sin que nadie las considere "trabajo" (coser, planchar, lavar, fre-gar, limpiar, cuidar nios, cocinar...). Incluso cuando stas se realizan en el mercado y son remune-radas, sern siempre consideradas como "no cualificadas". (...) En segundo lugar, la formacin delos nios no se realizaba informalmente sino formalmente, en el lugar de trabajo o en las escuelas.

    Que un sector sea no "feminizado" depende en gran medida de los estereotipos culturales sobre untipo de actividades y ocupaciones que son ms acordes con la "naturaleza masculina" y la "natura-leza femenina".

    Sin embargo, desde el punto de vista del empleador o el empresario que opta por contratara personal femenino hay una ventaja inesperada e inslita, que hace a la trabajadora mujer un can-

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    didato ms deseable que el varn, y es su baja conflictividad laboral. Las mujeres raramente parti-cipaban en las asociaciones sindicales, por lo que resultaban un elemento menos conflictivo quelos hombres, y ms "dcil" para el empresario.

    Otra de las ventajas que presentaba la mano de obra femenina para los empresarios era su bajo ni-vel de sindicacin, que la haca ms "dcil". (...) El escaso poder de las mujeres dentro de los sindi-catos se corresponde con el que tenan dentro de las empresas.

    Durante el Franquismo, las reformas laborales se disearon para extraer a la mujer delmercado laboral: aunque la propaganda y los discursos polticos promocionaban estas medidascomo beneficiosas para la mujer, en tanto que las "liberaban del taller y la fbrica" como si lassalvaran de una situacin indeseable, la realidad es que estas mujeres retornaban a su entorno tra-dicional, volviendo a ser recluidas en el mbito del hogar. En nuestro pas, durante la dictadura,todos los avances de la mujer retrocedieron a posiciones desfasadas con respecto a otros pases del

    entorno. El hombre sufrira menos el paro, dado que las mujeres se retiraban del mercado y deja-ban de ser competidoras directas, y adems, se ocuparn de aquellas funciones "invisibles" que unEstado moderno debera haber desempeado.

    El empleo asalariado, y en especial el empleo cualificado y mejor remunerado, ha sido un privile-gio masculino tanto como lo ha sido el derecho al sufragio o el derecho a la educacin (...) y de lfueron excluidos las mujeres mediante leyes y el control de la cualificacin.

    Con el Fuero del Trabajo de 1938, al "liberar a las mujeres del taller y de la fbrica", el Estadofranquista garantizaba a los hombres que no encontraran la competencia de las mujeres en el mer-cado de trabajo (...) pero las mujeres se dedicaban a su "funcin natural", al trabajo domstico, alcuidado de la familia (...) Todos los servicios propios de un Estado moderno los realizaron en Es-paa, gratuitamente, las mujeres liberadas del taller y de la fbrica.

    Por todo ello, ha sido en las ltimas dcadas, al reincorporarse con fuerza la mujer al en-torno laboral, cuando toda una serie de reivindicaciones nuevas y viejas ha vuelto a ponerse enci-ma de la mesa. Los avances jurdicos y polticos han venido slo a continuacin de los avances dela mujer en el mbito laboral: en otras palabras, las mujeres han "salido de casa" para hacerse mspresentes y ms visibles para el conjunto de la sociedad, y slo as han conquistado el nivel derelevancia suficiente para exigir nuevas medidas acorde a la realidad.

    Es el acceso masivo de las mujeres al empleo asalariado, y sobre todo a la educacin y a las profe-siones mejor consideradas y remuneradas, lo que ha hecho que la desigualdad sea un problemaeconmico y poltico, y transformando la situacin jurdica, poltica y econmica de las mujeres.

    El mercado de trabajo no contribuye a la disolucin de la desigualdad que se genera en la familia yen las instituciones, sino que la potencia, porque su funcionamiento est precisamente basado en unmodelo de familia tradicional que gira alrededor de un varn, trabajador estable que tiene gran par-te de los servicios cubiertos gratuitamente por una mujer, cuya actividad principal, tenga o no em-pleo, es la de ser ama de casa.

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    desadaptacin al medio... todo ello se ha convertido en moneda corriente, por eso mismo debemosreplantearnos en qu mundo, en qu sociedad deseamos verdaderamente vivir, y volver a definir elmismo concepto de "vivir bien".

    Ni el PIB ni la prima de riesgo miden el bienestar de las personas. El crecimiento econmico puedebasarse, y de hecho se basa -aunque no se diga-, en la produccin de armas y de guerras, en el re-crudecimiento de las condiciones laborales que derivan en suicidios, en la construccin de urbani-zaciones donde antes haba parques naturales que quiz alguien incendi, o en el consumo desafo-rado de ansiolticos por parte de las amas de casa. (...) La escala de valor que nos han impuesto nosaleja de nosotros mismos y nos quiere hacer creer que hay que trabajar ms -en lo que sea y comosea- para estar mejor y para ser mejores y de esta manera salir de la crisis.

    La dursima realidad del empleo se ha convertido hoy da en una preocupacin y ms an,en una cadena de esclavitud, en el sentido de que por miedo a no perder el empleo, o por medio a

    perder competitividad en el acceso al futuro empleo, aceptamos unas condiciones que de otro mo-do consideraramos injustas. As ha sucedido, que los empleadores hoy da usan el miedo a serdespedidos como una forma de chantaje, y de imponer condiciones inhumanas a sus contratados.Cmo si no, se explicara que una mujer sea despedida por rebasar una cierta edad? O que uncandidato sea rechazado por su color de piel o su orientacin sexual? Son razones arbitrarias, y loque es peor, se achaca la responsabilidad al empleado "por no responder al perfil demandado" y noal empleador "por ser injusto".

    Es importante preguntarse sobre los trabajos existentes y cmo nos gustara que fuesen, teniendo encuenta factores tales como el gnero, la edad, la etnia, la diversidad funcional, la opcin sexual,etc., favoreciendo que todos podamos participar de esa reconfiguracin social del empleo y los tra-bajos. (...) La discriminacin que sufren personas migrantes para acceder a empleos concretos a pe-sar de estar formadas en sus pases para ello; el hecho de que personas transexuales no sean vistascomo "adecuadas" para ser cuidadoras, o que no puedan acceder a cualquier otra profesin quedeseen; o mujeres que son consideradas demasiado viejas y ya no sirven para hacer ese trabajo quedominan desde su juventud porque no tienen un ttulo que lo avale, nos llevan a replantearnos lanecesidad de un cambio de escala de valores en estos trminos.

    (...) el empleo puede llegar a ser una fuente de chantaje con el fin de sujetar a la poblacin a travsdel salario y la amenaza de paro.

    Si nos proponemos reconsiderar los trminos de "valor" del trabajo, segn su indispensabi-lidad o su relevancia, hemos de reconocer inmediatamente que cumple una funcin mucho msprimordial una madre que ensea a leer a su hijo, o una mujer que cuida a sus padres ancianosenfermos de Alzheimer, que un procurador de fincas. Aunque hoy da, en realidad, creemos quelas primeras tareas son intrnsecas a la mujer, "no son oficios" sino parte de sus obligaciones deesposa o madre, mientras que el procurador de fincas es ms respetado, aludiendo a etreas razo-nes de estatus y prestigio social. Por qu? El autor nos recuerda en este punto que la gran mayorade quehaceres "indispensables" y esenciales para la vida diaria se han invisibilizado restndolerelevancia y rebajndolos a meras obligaciones. En una sociedad como la nuestra, que es casi un

    "mundo al revs" deslegitimamos precisamente aquellas tareas ms importantes para la vida.

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    Qu hacemos con esos trabajos considerados superfluos?

    El autor propone un ejercicio, formar grupos y repartir entre ellos una serie de fichas para que lasordenen por orden de importancia. Las fichas contienen profesiones y ocupaciones, y finalmente seobservar cules son las realizadas frecuentemente por mujeres o por hombres: "se ve de forma

    grfica en un golpe de vista cmo las actividades ms insostenibles y monetizadas, as como lasms innecesarias, son realizadas mayoritariamente por hombres y viceversa."

    Todos aquellos trabajos como cuidar a los hijos los primeros aos de vida, amamantar, cuidar a unapersona enferma... En este sistema, todas estas tareas y procesos al carecer de precio, carecen devalor, pero no desaparecen, no pueden hacerlo porque son necesarias. Simplemente se invisibilizatanto la tarea como a quien la lleva a cabo. ()

    En primer lugar, y a un nivel macro, la transformacin, en trminos prcticos, de las relaciones quese producen en los diversos trabajos pasar por un cambio cultural. (...) En segundo lugar, hacemosuna propuesta que nos parece de rigor y esencial: la constatacin de que hay que entrarle a la divi-sin sexual del trabajo como se viene diciendo y haciendo desde los feminismos.

    Al hablar de los niveles de deuda ha de tenerse en cuenta la deuda histrica que tiene la sociedadcon las mujeres que mediante el trabajo no remunerado han estado proporcionando recursos de ma-nera gratuita.

    En el contexto actual de crisis econmica, de "supercrisis" como la denomina el autor, sehan reunido todas las condiciones para que los empresarios pierdan todos los escrpulos a la horade explotar nuestras debilidades. Todo absolutamente est sujeto a las reglas del mercado, ya nohay reparos en convertir cualquier cosa en una mercanca, y as hasta las enfermedades, dolenciasy patologas pueden ser consideradas un mercado incipiente pues generan una nueva demanda deproductos y servicios para la industria farmacutica y el sector sanitario en vas de privatizacin.Este contexto de crisis ha alentado la proliferacin de los empleos precarios a los que los jvenesasalariados se ven abocados, empleos temporales, mal remunerados, desesperanzadores, justamen-te porque al haber ms demanda que oferta, el empleo se ha convertido a su vez en un bien escasoy el empleador puede imponer prcticamente las condiciones que desee, en una carrera hacia elinfortunio.

    Cuantos ms accidentes y daos a la salud haya, tambin habr ms riqueza, porque hay muchasempresas que obtienen un gran beneficio cuando la gente pierde su salud. (...) Ms riqueza hay

    cuando las personas jvenes no tienen, para poder mal vivir, que aceptar trabajos inaceptables, mu-chas veces sin las mnimas garantas que las leyes vigentes debieran garantizar.

    Cules son las experiencias que podran servir de orientacin para construir un futuro mejor, enesta noche negra del capitalismo patriarcal espaol, en el que la supercrisis les da alas para destruiry arramblar con tantas cosas que costaron tanto conseguir en las luchas sociales de mujeres, mi-grantes, jvenes, precarios, trabajadoras del hogar, obreros y obreras de la industria, de los servi-cios, de los sectores llamados de altas tecnologas?

    Para invertir los trminos de "valor" del trabajo y "vivir bien" o bienestar, en aras de pro-ducir un cambio profundo el modelo de sociedad que queremos, habra que poner en prctica unaserie de transformaciones para alcanzar una nueva mentalidad: acabar de una vez con el modelotradicional desfasado que divide a hombres y mujeres en categoras laborales diferenciadas, dn-

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    dose una discriminacin de gnero; habra que luchar para conseguir el pleno empleo, de modoque desaparezca la terrible lacra de la inactividad, y todos los ciudadanos estn en condicionespara desempear un trabajo y ganarse la vida; para ello, el autor sugiere varias estrategias: que elEstado se proponga verdaderamente ejercer como intermediario y se asegure el modo de adjudicara cada ciudadano un trabajo; que se reduzca el nmero de horas de la jornada laboral para que ashaya necesidad de ms empleados. Creemos que en un mundo avanzado y desarrollado sera asu-mible que el operario no deba trabajar las ocho horas diarias que venan siendo tradicin, as porejemplo, si se trabajaran slo cuatro horas, de pronto se podran emplear exactamente al doble detrabajadores.

    Es de rigor abordar el debate sobre el acceso al empleo. A menudo cuando se habla del acceso alempleo se hacen propuestas para aumentar el empleo de las mujeres, entrando en una especia decompetencia por los empleos. (...) Por otra parte, vemos que hay dos formas principales de promo-ver el acceso al empleo de las personas que hoy por hoy estn fuera del mismo. Ambas estrategias

    no son excluyentes, podra pensarse en una combinacin de ellas.1. Aumentar la cantidad de empleos disponibles (...) que el Estado funcione como empleador de l-timo recurso para garantizar la creacin de tantos empleos como sea necesario...

    2. Reducir la jornada laboral (...) todo lo que fuera necesario hasta que absorbiera toda la oferta detrabajo.

    El autor termina proponiendo una serie de prcticas de vida alternativa, con objeto de pro-mover un cambio de mentalidad, para que apreciemos de otro modo los recursos que tenemos al-rededor: as por ejemplo, cambiar nuestros hbitos de consumo podran modificar nuestro modo

    de pensar. Favorecer los pequeos comercios minoristas en vez de las grandes superficies de al-macenes, o usar ms el transporte pblico son dos propuestas muy comunes, pero seran franca-mente eficaces para fomentar el contacto directo entre personas, y conseguir una mayor indepen-dencia de nuestros gastos corrientes (gasolina, prdida de tiempo en los desplazamientos diariosde casa al trabajo). Todo ello sumado, ms otras medidas en la misma lnea, serviran para promo-ver un estilo de vida ms libre, ms desapegado de las tendencias actuales que nos conviertes enpersonas dependientes (del trabajo, del dinero, de los hbitos adquiridos) para emprender iniciati-vas colectivas de apoyo mutuo e incluso otro tipo de relaciones interpersonales, tal como sucedeen cierta medida con el sistema de cooperativas.

    Otras propuestas nos hablan del consumo. Bien sea fomentar una fuerte reduccin del consumo (...)que minimice el transporte y sus impactos, que contribuyan a eliminar mltiples discriminaciones(de gnero, de edad, de etnia), que apoyen al pequeo comercio frente a grandes superficies quemonopolizan los mercados, y de paso, nos homogeneizan culturalmente.

    Bancos del tiempo, espacios de crianza comn y colectivizacin de los cuidados, experiencias demercado social, etctera. (...) sin ignorar que tras la etiqueta y la forma de "cooperativa" se danmltiples situaciones de precariedad y tambin de explotacin y manipulacin de los autnticos ob-

    jetivos de la economa crtica y social, destacamos las cooperativas integrales. (...) Ejemplo de elloes la Cooperativa Integral Catalana, la CIC.