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Mesa 10 Intelectuales, marxismo y nueva izquierda en América Latina Índice La traducción como búsqueda de un marxismo latinoamericano: la trayectoria intelectual de José Aricó. Martín Cortés 2 De Cuba a Tucumán: la utopía marxista y el sistema social azucarero en representación audiovisual “Zafra”, de los Hermanos Núñez y Ariel Petroccelli. Yolanda Fabiola Orquera 19 Marta Harnecker, discípula chilena de Althusser. Marcelo Starcenbaum 36 Teoría del Imperialismo: la contribución de los marxistas brasileros. Claudia Wasserman 63 Comentadores: Horacio Crespo (UNAM/ México) y Federico Randazzo (UNSAM/ Argentina). V Jornadas de Historia de las Izquierdas “¿Las “ideas fuera de lugar”? El problema de la recepción y la circulación de ideas en América Latina Ciudad de Buenos Aires, 11, 12 y 13 de noviembre de 2009 Sede: IDES Aráoz 2838 Comité Organizador Carlos Altamirano (UNQ, Argentina), Claudio Batalha (UNICAMP, Brasil), Martín Bergel (UBA/CeDInCI, Argentina), María Elisa Cevasco (USP, Brasil), Laura Fernández Cordero (UBA/CeDInCI, Argentina), Bruno Groppo (CNRS, Francia), Alejandra Mailhe (UNLP, Argentina), Ricardo Melgar Bao (INAH, México), Adriana Petra (UNLP/IDES/CeDInCI, Argentina), Mariano Plotkin (IDES, Argentina), Gustavo Sorá (UNC, Argentina), Horacio Tarcus (UBA/CeDInCI, Argentina), Olga Uliánova (Uchile, Chile), Víctor Vich (IEP/PUCP, Perú) Centro de Documentación e Investigación de Culturas de Izquierda en la Argentina

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Mesa 10

Intelectuales, marxismo y nueva izquierda

en América Latina

Índice

La traducción como búsqueda de un marxismo latinoamericano: la trayectoria intelectual de José Aricó. Martín Cortés 2

De Cuba a Tucumán: la utopía marxista y el sistema social azucarero en representación audiovisual “Zafra”, de los Hermanos Núñez y Ariel Petroccelli. Yolanda Fabiola Orquera 19

Marta Harnecker, discípula chilena de Althusser. Marcelo Starcenbaum 36

Teoría del Imperialismo: la contribución de los marxistas brasileros. Claudia Wasserman 63

Comentadores: Horacio Crespo (UNAM/ México) y Federico Randazzo (UNSAM/ Argentina).

V Jornadas de Historia

de las Izquierdas

“¿Las “ideas fuera de

lugar”?

El problema de la

recepción y la

circulación de ideas en

América Latina

Ciudad de Buenos Aires, 11, 12 y

13 de noviembre de 2009

Sede: IDES Aráoz 2838

Comité Organizador

Carlos Altamirano (UNQ,

Argentina), Claudio Batalha (UNICAMP, Brasil), Martín Bergel (UBA/CeDInCI, Argentina), María Elisa Cevasco (USP, Brasil), Laura

Fernández Cordero (UBA/CeDInCI, Argentina),

Bruno Groppo (CNRS, Francia), Alejandra Mailhe (UNLP,

Argentina), Ricardo Melgar Bao (INAH, México), Adriana Petra

(UNLP/IDES/CeDInCI, Argentina), Mariano Plotkin

(IDES, Argentina), Gustavo Sorá (UNC, Argentina), Horacio Tarcus (UBA/CeDInCI, Argentina), Olga

Uliánova (Uchile, Chile), Víctor Vich (IEP/PUCP, Perú)

Centro de Documentación e

Investigación de Culturas de

Izquierda en la Argentina

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La traducción como búsqueda de un marxismo latinoamericano: la

trayectoria intelectual de José Aricó

Martín Cortés

Facultad de Ciencias Sociales (UBA) – Université Paris 8

Introducción: el intelectual como búsqueda

En el prólogo de La cola del diablo, texto pergeñado con una manifiesta voluntad

de construir una autobiografía intelectual que sea también el reflejo de una época y de

un colectivo de trabajo, José Aricó confiesa su deseo de que dicho libro no sea leído

como “un ejercicio de filología gramsciana, sino como el testimonio de una búsqueda

inacabada” (Aricó, 2005:30). Tratándose, en última instancia, de una obra sobre una

vida –la del propio Aricó-, bien podría decirse que es en esa idea de búsqueda siempre

insuficiente, que se halla el núcleo de la trayectoria intelectual de este autor, quien fuera

el principal animador de uno de los proyectos de intervención intelectual sin dudas más

relevantes de la izquierda latinoamericana a lo largo de su extensa y compleja historia.

Pasado y presente parece sintetizar todos los elementos que caracterizaron a la

intelectualidad crítica de la región luego de la ruptura que supuso la revolución cubana:

allí encontramos una discusión al interior del Partido Comunista Argentino, que

involucra una “excomulgación”, y es fundante del recorrido heterodoxo que

caracterizará al grupo. Asimismo, se trata de un colectivo con una sustantiva vocación

por la edición, no sólo de la influyente Revista Pasado y Presente y los homónimos

Cuadernos, sino de múltiples empresas editoriales del más variado orden1, intentando

de ese modo constituirse como un espacio de intervención político-cultural. Los lugares

de edición de los Cuadernos (primero Córdoba, luego Buenos Aires, finalmente

México) dan cuenta, a su vez, de una trayectoria que está marcada al mismo tiempo por

la migración política y por el exilio. También caracterizan al grupo diversos contactos

con sujetos políticos activos en cada una de sus épocas: el Ejérctio Guerrillero del

Pueblo (EGP) de Jorge Massetti en los sesenta, Montoneros y FAR en los setenta. Por

último, también el grupo asumirá en los ochenta el lugar de “consejeros del príncipe” en

1 Además de Pasado y Presente, Aricó participa, a lo largo de su trayectoria intelectual, en proyectos

editoriales tales como Eudecor (Editorial Universitaria de Córdoba), Garfio, Signos, Siglo XXI Argentina

y México, entre otras. Para el trabajo específico de cada una de ellas, remitimos a Burgos (2004:150 y ss.)

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torno del proyecto alfonsinista, aunque ya con una importante heterogeneidad interna y

cierto desfasaje respecto de su conformación en las décadas previas. Aún en su

complejidad, o precisamente por ella, la trayectoria intelectual del Aricó que comienza

con su militancia juvenil comunista en los años 50 y se cierra con su muerte en 1991,

momento en que es un indiscutido referente de la intelectualidad latinoamericana, bien

puede pensarse como, en sus propias palabras, una búsqueda inacabada. Búsqueda de

interrogantes políticos y teóricos para abordar con rigurosidad y creatividad una

realidad tan compleja como la de nuestra región. Y con la convicción de hacerlo

siempre desde el punto de vista de la transformación social, aún con los diversos

significados que operaron detrás de ese significante a lo largo de su vida.

Para abordar la trayectoria intelectual de Aricó, es necesario primero hacer una

significativa aclaración acerca de lo que entenderemos por su obra. Dada la

especificidad del autor tratado, no puede reducirse su producción a sus escritos. Aunque

estos no son tan escasos –aunque sí dispersos- como podría pensarse2, sus aportes

también anidan en las empresas intelectuales que animó. Son múltiples los testimonios

personales (Crespo, 2001; De Ípola, 2005) que dan cuenta de la entrañable política de

tertulias que caracterizaba a “Pancho”, constituyendo múltiples espacios de producción

colectiva que quizá no siempre se plasmaron en papeles cuantificables pero que

conforman, de todos modos, parte del acervo de la cultura de izquierda argentina y

latinoamericana. Pero, además de textos y tertulias, sobresalen en el recorrido de Aricó

sus múltiples iniciativas editoriales. Incluimos aquí no sólo los proyectos ligados con la

edición de libros, sino también las tareas de traducción (coordinadas, como en el caso de

la edición crítica de El Capital o realizadas directamente por él, como en el caso de una

sustantiva parte de los Cuadernos de la Cárcel) y la dirección de colecciones enteras de

profunda relevancia para el pensamiento crítico latinoamericano. Asimismo, las revistas

editadas por Aricó son parte sustantiva de su obra. No sólo la mítica Pasado y Presente,

sino también La Ciudad Futura, Controversia y Punto de Vista. Quizá lo que es común

a todas estas revistas es el modo en que interpretaron de manera singular el “espíritu” de

2 En la Universidad Nacional de Córdoba existe el proyecto de editar sus obras completas. Se espera que

las mismas excedan los tres volúmenes.

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sus respectivas épocas, lo que, a su vez, reafirma la agudeza que caracterizó a Aricó en

cada uno de sus momentos de reflexión teórico-política.

Ahora bien, surge un problema casi evidente a la hora de querer tomar la obra de

Aricó como una unidad: hay una inocultable heterogeneidad entre sus diversos

momentos de producción, sobre todo en lo que hace a sus adscripciones políticas y a los

modos en que concibió el problema del socialismo. De Ípola (2005), por caso, menciona

“cuatro” Aricó. Burgos (2004) y Crespo (2001) también ordenan sus trabajos sobre

Aricó en virtud de etapas expresadas por el lugar de residencia (Córdoba - Buenos Aires

- México - Buenos Aires), pero bien podrían plantearse más o menos etapas de acuerdo

a la lectura que se emprenda. En cualquier caso, nos parece que si se puede pensar un

hilo conductor por sobre esas diferencias (por demás sustantivas), es precisamente el de

la búsqueda. Aricó puede ser pensado como un modelo de la inquietud intelectual.

Consideramos que la variedad de su obra, en el sentido en que la definimos –es decir,

más allá de sus escritos-, es pasible de ser ordenada en función del intento por pensar la

realidad latinoamericana desde una perspectiva crítica, transformadora y socialista, pero

sin renunciar a una tozuda obsesión por desgranar lo específico y singular de las

configuraciones sociales y culturales de la región.

Este trabajo es apenas una presentación preliminar y esquemática de un proyecto

mayor en torno de la trayectoria intelectual de Aricó y sus aportes a la teoría política

latinoamericana. En ese sentido, partimos de una hipótesis general en torno de la noción

de traducción como el nudo de las diversas empresas intelectuales de José Aricó. En lo

que sigue, presentaremos de manera preliminar esta hipótesis y, luego, esbozaremos dos

núcleos problemáticos de la obra de Aricó que desde allí pueden leerse: la historia y la

política.

Traducir como acto imperfecto

De acuerdo con Michael Löwy (2007), pueden plantearse dos tentaciones opuestas

que han dificultado enormemente el desarrollo del marxismo latinoamericano: el

eurocentrismo, consistente en trasplantar mecánicamente hacia América Latina los

modelos de desarrollo y comprensión de la realidad europea y el excepcionalismo,

sustentado en una absolutización de la singularidad latinoamericana que rechaza de

plano todo cuerpo teórico construido en otras geografías. La obra de Aricó en su

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conjunto puede ser leída como un intento por superar esta dicotomía, intentando aunar

la capacidad crítica de la tradición marxista con la especificidad de la realidad

latinoamericana.

Nuestra hipótesis general, que excede largamente las pretensiones de este breve

trabajo, es que ese intento puede plantearse, en su conjunto, desde la potencia inscripta

en el concepto de traducción, tal como Antonio Gramsci lo formulara (2003). Mucho se

ha escrito sobre la ascendencia de la figura de Gramsci sobre Aricó en particular y, en

general, sobre quienes serían “los gramscianos argentinos” (Aricó, 2005; Burgos, 2004).

Primero conocido apenas por las resonancias que llegan a través de Héctor Agosti –una

de las figuras más salientes de la intelectualidad del Partido Comunista Argentino-,

luego leído fragmentariamente dadas las escasas fuentes disponibles; el revolucionario

italiano despertaría un interés creciente en Aricó, quien ensayaría sus primeras

experiencias de traducción con las "otas sobre Maquiavelo y entraría por esa vía al

idioma y a la cultura italiana, elementos que serán constitutivos de toda su trayectoria

intelectual.

De manera que para hablar de la traducción como el ejercicio que estructura la

obra de Aricó, es bueno remontarse a los planteos al respecto de Gramsci. Tomemos

entonces la nota titulada “Traductibilidad de los lenguajes científicos y filosóficos”

(2003:72 y ss.). No ha de ser casual, en virtud de sus profundos y profusos estudios de

lingüística y filología, que Gramsci eligiera la noción de traducción para preguntarse

nada menos que por la relación entre cada cultura nacional y la civilización común que

las cobija. Casi como si auspiciara provocativamente una interpretación heterodoxa, en

confrontación con las diferentes formas de escolástica marxista, el autor meridional

empieza por Lenin: “En 1921, tratando de problemas de organización, Ilich escribió o

dijo (poco más o menos) lo siguiente: No hemos sabido “traducir” a las lenguas

europeas nuestra lengua” (2003:72).

El problema queda planteado en un sentido eminentemente político. Relacionado

con la organización, con los proyectos de transformación y con la interpretación misma

de la sociedad, la traducción aparece como un propósito que es ante todo un complejo

esfuerzo, nunca una aplicación mecánica. Vale decir, no existe “perfección” posible a la

hora de traducir. Por el contrario, la operación supone una fina articulación entre el

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“fondo esencial” –lo común, aquello que hace a las realidades reductibles entre sí- y las

particularidades históricas nacionales3.

En este sentido, a modo de prevención, Gramsci afirma que es necesario “precisar

el límite de la propia metáfora, es decir, para impedir que se materialice y se mecanice”

(2003:78). La traducción, una vez descartada toda pretensión de perfección y

transparencia, sirve para pensar una configuración nacional determinada a partir de

múltiples herramientas, que pueden ser de otros tiempos y realidades, a condición de no

resbalar hacia la construcción de modelos ahistóricos con pretensión universal.

Por su parte, podría plantearse que uno de los más claros propósitos que anima la

obra de Aricó es el de construir una potente, activa y heterodoxa interpretación del

marxismo. En tal sentido pueden leerse las diversas piezas del rompecabezas que

componen su trayectoria intelectual, en particular la empresa de los Cuadernos de

Pasado y Presente4. Pues bien, en más de una ocasión y de diversas maneras, Aricó

3 René Zavaleta, un autor marxista boliviano sumamente afín a Aricó (y para quien éste tenía palabras de

reconocimiento y elogio, que pueden leerse en La cola del diablo), también desarrolla buena parte de su

reflexión en torno del proyecto de traducir y nacionalizar el marxismo en América Latina. Respecto de lo

común y lo específico a la hora de comparar las realidades nacionales, Zavaleta planteaba que la sociedad

capitalista permitía, por primera vez en la historia humana –a partir de la homogeneización el mundo bajo

la forma valor-, hablar de modelos de regularidad o modos de producción, que revelan la “unidad de la

historia del mundo”. Por su parte, las superestructuras dan cuenta de una diversidad e incluso de una

incomparabilidad en función de distintos derroteros históricos. Zavaleta plantea que el modelo de

regularidad -el núcleo de las relaciones capitalistas de producción- da lugar a una serie de formaciones

aparentes a nivel superestructural. Vale decir, al desarrollo capitalista “perfecto” le corresponderían

determinadas formas (aparentes, mistificadas) ideológicas y políticas -democracia representativa, ideas de

libertad e igualdad, etc.- que sin embargo están sobredeterminadas por la fuerza de la historia local. Al

margen de una parte de la política que pueda pensarse como regularidad (por caso, la existencia de lo

estatal como esfera diferenciada de la sociedad: no hay formación económica capitalista que no cuente

con esta característica), existe lo que Zavaleta denomina una acumulación especial de la superestructura

en cada caso específico. Es en la relación entre modelo de regularidad y acumulación específica de la

historia local donde se juega el problema de la traducción (Zavaleta, 1988a). 4 Según Crespo (s/f), los Cuadernos pueden agruparse en función de sus lugares de edición (Córdoba,

Buenos Aires, México) y en virtud de los diferentes núcleos temáticos que abordan (lectura filológica de

Marx, problema de la organización, reflexiones sobre el socialismo). Cualquier sea la clasificación que se

tome, es innegable la contribución de los Cuadernos a los temas más candentes de debate de la izquierda

latinoamericana.

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afirma que el pensar críticamente no es una mera aplicación de conceptos –aún cuando

estos podrían reclamarse inequívocamente revolucionarios por “pertenecer” al universo

marxista- sino un trabajo: un ejercicio que supone una confrontación permanente con

los problemas de cada época y lugar. Y por ello no debe entenderse una “constatación

empírica” (fórmula por demás polémica en términos epistemológicos y, a nuestro juicio,

incompatible con el marxismo crítico), sino un diálogo del marxismo con las corrientes

y realidades más diversas que exceden incluso –y largamente- su propio campo5.

Dicho todo esto, nos resta plantear que quizá una de las aristas más interesantes

del pensamiento de Aricó es su carácter situado. En términos generales, su obra puede

entenderse como un esfuerzo por hacer inteligible la realidad latinoamericana desde una

perspectiva creativa y transformadora. Asimismo, sus preocupaciones tuvieron siempre

un sentido político de primer orden, postulando el lugar del intelectual como un espacio

de intervención que sintetizaba rigurosidad y erudición con activo involucramiento.

En ese carácter, la traducción puede ser leída –esa es nuestra hipótesis general-

como el ejercicio principal que estructura las diversas empresas de Aricó

(principalmente, sus textos y ediciones) en lo que hace al análisis crítico del acontecer

en América Latina. De allí su permanente preocupación por el marxismo

latinoamericano: convencido de la esterilidad de las aplicaciones mecánicas que

dominaban el marxismo-leninismo de los Partidos Comunistas de la región (a la que, a

su modo, se remonta su propia excomulgación), así como de la necedad de las diferentes

vertientes del pensamiento “nacional” que rechazaban per se al marxismo, Aricó llegó a

su afirmación, a la vez un poco exagerada y provocativa, de que sólo los Siete Ensayos

de Mariátegui, constituían, en un sentido fuerte, un texto de marxismo latinoamericano

(Aricó, 2005:100).

En la obra del Amauta, así como en la trayectoria intelectual de nuestro autor, se

destacan los tres elementos que caracterizan la traducción como ejercicio: (1) un

lenguaje (el marxismo), (2) que necesita ser traducido a una realidad cultural y social

específica (latinoamericana) (3) mediando un esfuerzo de interpretación que excluye

5 Desde Levi Strauss y el estructuralismo francés en los sesenta (Lacan es publicado tempranamente en la

Revista Pasado y Presente) hasta Carl Schmitt en los ochenta, aparecen en la trayectoria de Aricó

iniciativas editoriales de múltiples autores ajenos al marxismo. Ellas podrían inscribirse en la convicción

de que la vitalidad del marxismo radica en su capacidad de dialogar con otras corrientes teórico-políticas.

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toda posibilidad de aplicación o perfección. A continuación, veremos, a modo de

presentación provisoria, dos problemas de profunda relevancia para el pensamiento

crítica latinoamericano que son abordados de este modo por Aricó.

Historia latinoamericana: el privilegio del atraso

Como decíamos anteriormente, tanto el eurocentrismo como el excepcionalismo

podrían ser caracterizados por la plena ausencia de un esfuerzo de traducción. En el

segundo caso, la afirmación de la absoluta originalidad de la realidad latinoamericana

impide inscribirla en una estructura común y pensarla en su relación con la regularidad

capitalista. En aquél, todo rasgo singular es manifiestamente negado, de tal modo que

no se espera de América Latina otra cosa que el camino ya recorrido por los países

avanzados. La cuestión de la historia se liga medularmente con este último problema,

ya que, detrás de él aparece con toda su potencia una concepción del marxismo como

una moderna filosofía de la historia, que no haría mucho más que mostrar el inexorable

camino hacia el socialismo por la vía –lineal- del progreso material y el desarrollo de las

fuerzas productivas. A los países periféricos, por su parte, se les ilumina la vía que

inevitablemente recorrerán, puesto que “los países industrialmente más desarrollados no

hacen más que poner delante de los países menos progresivos el espejo de su propio

porvenir”6 (Marx, 2000: 14).

Frente a esta interpretación del marxismo, cuyo corolario es una visión “unilineal”

de la historia (Melotti, 1974), Aricó postulará la necesidad de rescatar un marxismo

crítico de la herencia positivista que éste alberga. Su principal herramienta para ello será

un minucioso análisis del Marx posterior a 1860, donde, en virtud del abordaje riguroso

6 Esta cita da cuenta de la efectiva existencia en la obra de Marx de momentos en que éste se presenta

como un convencido admirador del progreso que supone la generalización del capitalismo. Existen

incluso textos (como las célebres cartas sobre la colonización inglesa en la India) donde pueblos enteros

son sacrificados en el altar del progreso con la mirada entre pasiva y celebratoria del propio Marx. Sin

embargo, conviven con estos planteos, muchos textos donde la cuestión de la historia es leida desde una

perspectiva mucho más crítica, sobre todo a partir de la década de 1860, producciones que Aricó atenderá

de manera singular para sus propósitos. Para un desarrollo mayor de las tensiones en la obra de Marx en

torno del problema del progreso ver Cortés (2008).

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de las realidades periféricas, puede hablarse de una auténtica ruptura en el pensamiento

de Marx, que incluye

…una crítica de la noción de “progreso” capitalista, una delimitación precisa

del área geográfica-histórica de validez de su análisis, un cuestionamiento de la

ineluctabilidad del proceso de expropiación de los productores directos, una

aguda percepción de la posibilidad de un tipo de desarrollo no capitalista en

países atrasados, un reconocimiento explícito de la potencialidad

revolucionaria que en ellos tienen las masas rurales (Aricó, 1981:22)

No casualmente, esta cita pertenece a la presentación de la correspondencia entre

Marx, Engels y el traductor ruso de El Capital, Nikolai F. Danielson compilada por

Aricó para la colección de la Biblioteca del pensamiento socialista de la Editorial Siglo

XXI, trabajo realizado durante su exilio mexicano. Aricó encontrará en Irlanda (Marx y

Engels, 1979) y Rusia (Marx y Engels, 1980) dos de los casos salientes analizados por

Marx en paralelo a la redacción de El Capital -llegando incluso a retrasar

considerablemente ésta en virtud de la creciente relevancia que daba a los problemas

teórico-políticos que estos territorios expresaban-. Aricó encuentra allí los mejores

ejemplos de un riguroso estudio de las condiciones específicas del capitalismo

periférico. A partir de ellos puede ponerse en crisis la pretensión modernizante del

marxismo ortodoxo y su resonancia en América Latina.

Precisamente contra este tipo de interpretaciones, Aricó despliega la potencia del

ejercicio de traducción, bajo la hipótesis de que existe un “parecido de familia” entre

América Latina y aquella Rusia analizada casi obsesivamente por Marx. Ambas son la

periferia de la Modernidad, donde conviven los impulsos para el desarrollo capitalista

con la persistencia de formas sociales no inmediatamente subsumibles a la fuerza

arrolladora del progreso:

Efectivamente el atraso tiene sus virtualidades. Porque precisamente las

sociedades atrasadas tienen la particularidad de iluminar ciertos aspectos de su

propia sociedad y de la otra sociedad mostrando esos límites. Rompen con el

concepto de neutralización de las relaciones sociales. Si existe el atraso el

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desarrollo queda cuestionado. El desarrollo no aparece con la capacidad de

superarlo, con la capacidad de liquidarlo (Aricó, 1995:5)

¿Cuáles son esas “virtualidades”? Lo central para Aricó es la impugnación que el

atraso expresa, de hecho, a la pretensión universal(izante) del desarrollo. El atraso por sí

mismo es testimonio de que la historia no marcha sin sobresaltos en una sola dirección,

en la medida en que se erigen espacios sociales que se resisten a ser reducidos a meros

apéndices del progreso. La peculiar atención que Marx brinda al caso ruso será una

clave de inspiración para la búsqueda de Aricó, a punto tal de que allí se abre, para él, la

posibilidad misma de leer, en términos de Oscar del Barco (1982) “otro Marx”,

caracterizado por la imposibilidad de constituir un sistema y por el retaceo a ser

sacralizado en fórmulas que valen en todo tiempo y todo lugar.

En la misma dirección, Aricó compilará un conjunto de textos de Marx y Engels

sobre el porvenir de la comuna rural rusa (Marx y Engels, 1980), en lo que constituye el

número 90 de los Cuadernos de Pasado y Presente. En la “Advertencia”, señala una

paradoja que grafica de manera contundente la necesidad de la traducción: “el hecho

paradójico es que fueron precisamente los populistas quienes se esforzaron por extraer

de la doctrina de Marx los fundamentos teóricos para afirmar la viabilidad en Rusia de

un camino no capitalista basado en la expansión de la obschina” (1980:7). No es nuestra

intención desarrollar aquí las polémicas decimonónicas del movimiento revolucionario

ruso. Basta con señalar que dicho movimiento se debatía entre la búsqueda de un

desarrollo no capitalista basado en la vitalidad de la comuna rural, esgrimido por los

populistas, y la idea de la inevitabilidad de un período de desarrollo capitalista –

incluidas allí las funestas consecuencias sociales sobre la población rusa- entre el

derrocamiento del zarismo y la posibilidad del socialismo. Tal posición era defendida

por los llamados marxistas, liderados por Plejanov (Walicki, 1971).

Un argumento similar será fundamento de la estrategia del Comintern para

América Latina. En ocasión de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana,

realizada en Buenos Aires en 1929, se impone la línea política defendida por Vittorio

Codovilla, principal referente del PC argentino y miembro del Comité Ejecutivo

Ampliado de la Internacional Comunista, donde, en virtud del “atraso”, se afirma el

carácter democrático-burgués de la revolución en América Latina, consagrando la idea de la

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revolución “por etapas”, hegemónica en la región hasta la ruptura que supuso la revolución

cubana (Löwy, 2007). De ese modo, una idea unilineal de historia dominó el entramado

teórico de los Partidos Comunistas de la región, más afectos al eurocentrismo que a la

búsqueda de las singularidades de la región. La publicación del intercambio epistolar

entre Marx y la entonces populista Vera Zasulich7, en los albores de la década de 1880

supone una crítica frontal a este tipo de concepciones. La publicación incluye los

borradores de Marx, donde, en reiteradas ocasiones, Marx alude a la contemporaneidad

de formas productivas como llave para la posibilidad de que la comuna rural constituya

el punto de partida para la transformación socialista en Rusia:

…en Rusia, gracias a una excepcional combinación de circunstancias,

establecida todavía en escala nacional, puede irse desprendiendo de sus

caracteres primitivos y desarrollando directamente como elemento de la

producción colectiva en escala nacional. Es precisamente gracias a la

contemporaneidad de la producción capitalista como puede apropiarse todas

sus adquisiciones positivas y sin pasar por sus peripecias espantosas (Marx y

Engels, 1980:33)

Fundamentalmente, vemos aquí como la lectura de Marx de la realidad rusa puede

traducirse en frontal polémica con las interpretaciones dominantes en las

organizaciones marxistas latinoamericanas. No sólo es la idea lineal y progresista de

historia la que Marx rompe con estos y otros textos de la época. También revisará su

idea de que sólo el proletariado de los países centrales es un sujeto revolucionario

activo, tema que no desarrollamos aquí pero que no es menor para pensar al ruptura en

la trayectoria de Marx a la que Aricó alude.

Son muchos más los textos y ediciones de Aricó donde la pluma de Marx y otros

marxistas es revisitada en busca de traducir su potencialidad para polemizar con una

7 Al momento de escribir la carta consultando a Marx acerca del futuro de la comuna rural rusa, Vera

Zaulich adscribía al populismo y debatía fervientemente con los llamados marxistas acerca de la

necesidad de evitar el desarrollo capitalista en Rusia. Irónicamente, la respuesta de Marx, donde éste toma

partido por los populistas, no es publicada porque poco después de recibirla, Vera Zasulich asume una

posición “marxista”, ahora incompatible con la posición del propio Marx.

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recepción latinoamericana del marxismo que parecía hacer empatía, a todas luces, con la

idea de historia unilineal y progresiva de la burguesía. Pasaremos ahora a analizar el

problema de la política y el Estado como cuestiones que Aricó también atiende en virtud

de su radical importancia para un pensamiento crítico latinoamericano. Y lo hace,

naturalmente, mediante el buceo entre tradiciones y experiencias que puedan

actualizarse críticamente.

Política Latinoamericana: el Estado productor

La cuestión de la política, la Nación y el Estado como elementos singulares de las

formaciones sociales latinoamericanas aparecen de manera relativamente tardía en la

obra de Aricó, en los albores de la década del ochenta. Sin embargo, su peso será

creciente y paulatinamente determinante en su reflexión, a punto tal que podríamos

trazar la hipótesis de que esas particularidades permiten a Aricó ubicar –para su

presente y retrospectivamente- los orígenes y fundamentos de las dificultades para la

producción de un marxismo latinoamericano en la escasez o carencia de reflexiones

sustantivas sobre la complejidad de la relación entre Estado y sociedad en las

formaciones sociales latinoamericanas. En el afán de realizar un riguroso ejercicio de

traducción del marxismo para la realidad latinoamericana, esta cuestión acrecentará su

importancia de manera decisiva.

En primer lugar, aparece la cuestión nacional, históricamente esquiva para los

análisis críticos en la región. Entre el internacionalismo a ultranza de buena parte de las

organizaciones de izquierda, y el nacionalismo anti-marxista de muchos intelectuales

ligados a los procesos populistas, poco podía encontrarse de rescatable sobre el tema.

Aricó emprenderá diversas iniciativas editoriales ligadas con la necesidad de atender

este problema. En primer lugar, puede destacarse nuevamente la estrategia de buscar en

el propio Marx elementos discordantes con las interpretaciones hegemónicas de su obra.

Así, las consideraciones sobre el caso irlandés son pasibles de ser traducidas a la

realidad latinoamericana. En una carta a Meyer y Vogt, de 1870 y publicada en el

número 72 de los Cuadernos, Marx dice:

Después de haberme ocupado durante años de la cuestión irlandesa, he llegado

a la conclusión de que el golpe decisivo contra las clases dominantes de

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La traducción como búsqueda de un marxismo latinoamericano: la trayectoria intelectual de José Aricó.

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Inglaterra (que es decisivo para el movimiento obre all over the world) sólo

puede darse en Irlanda, y no en Inglaterra. (Marx y Engels, 1979:212)

No sólo queda cuestionada la idea de que la revolución acontecerá primero en los

países desarrollados. También, y sobre todo, la cuestión de la emancipación nacional

asume una importancia medular, ahora ya no será simplemente la revolución social la

que resuelva el problema nacional sino que, de manera inversa, la emancipación

nacional de los países oprimidos es una precondición para la revolución social. Es el

propio Aricó, en la “Advertencia” a dicho número de los Cuadernos, quien destaca las

consecuencias de estos planteos para el marxismo latinoamericano. Nos permitimos una

extensa e ilustrativa cita:

En América Latina, por ejemplo, los socialistas argentinos, que pasaban por ser

los mejores conocedores del pensamiento de Marx, fueron los más acérrimos

propugnadores de una política librecambista que partiendo de la defensa de

ciertos intereses corporativos de clase, olvidaban por completo el lazo de unión

inescindible que tanto Marx como Engels pretendían establecer entre los

factores nacional y social. La lucha de clases y la lucha nacional, que a partir

del “caso irlandés” resultan en el pensamiento marxiano acciones

complementarias unidas, aunque distinguibles, en el movimiento socialista

internacional resultaron acciones separadas y en gran parte contradictorias.

(Aricó, 1979:12)

Hasta aquí la relevancia de precisar una lectura de Marx a contrapelo de las

interpretaciones hegemónicas y que habilite una visión novedosa de la cuestión

nacional, de suma importancia en América Latina. Luego, el mismo Aricó refuerza la

actualidad de esta idea:

Es por esto que reflexionar sobre el caso irlandés resulta ser una tentativa

teórica y política de indudable importancia actual, en la medida que permite

reencontrarnos con una tradición de pensamiento, soslayada y hasta silenciada,

cuya reconstrucción crítica es parte inseparable de la acción teórica y práctica

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que llevan a cabo las fuerzas socialistas en el mundo por construir una nueva

sociedad y una nueva cultura. (Aricó, 1979:12, cursivas nuestras)

Encontramos aquí un ejemplo de lo que constituye un ejercicio de traducción. La

edición de las consideraciones de Marx y Engels sobre la cuestión nacional no tiene por

objeto la mera erudición sino la actualización de un pensamiento “silenciado” con el fin

de colocar su potencia a la orden de los problemas del presente.

De la misma manera, las indagaciones de Aricó sobre el problema del Estado en

América Latina buscarán nutrirse de tradiciones y reflexiones que contribuyan a una

lectura original de un asunto históricamente abordado con liviandad por el marxismo, en

particular en nuestra región. Además de sus propios escritos al respecto, pueden

mencionarse todavía dos Cuadernos, el 95 y 96, publicados en 1982 y 1986,

respectivamente. El primero, Lo Político y las transformaciones, de Giacomo Marramao

(1982) –en este caso también traducido, en términos literales, por el propio Aricó-,

apunta a renovar la discusión sobre la “teoría política del marxismo”. La “Advertencia”,

esta vez firmada por Pasado y Presente, pero en la que se adivina el núcleo de las

preocupaciones de Aricó, remarca la “búsqueda de las respuestas posibles al problema

de la relación –aún percibida desde una perspectiva mecanicista- entre crítica de la

economía política y crítica de la política”. Por su parte, El concepto socialista de

"ación, escrito por Leopoldo Mármora apunta a revisar críticamente el derrotero del

problema de la Nación y el Estado en Marx y el marxismo en general8. Mármora

remarca que, en su afán de desmitificar la “soberanía” del Príncipe, Marx terminó por

reducir el Estado a una variable dependiente de la sociedad civil. En tanto Estado

nacional, el concepto de "ación corre una suerte similar, al menos hasta la década de

8 Cabe aquí señalar que estas preocupaciones se insertan dentro de un clima general signado por el exilio

y los primeros momentos de la transición a la democracia. No profundizaremos aquí en esta cuestión,

pero es importante remarcar que en ese contexto, buena parte de la intelectualidad de izquierda comienza

a cuestionarse su antiguo desdén por la democracia formal y la cuestión de la política en general,

revisando la relación entre socialismo y democracia. Una sustantiva parte de este debate comienza, para

los exiliados argentinos, en el marco de la revista Controversia, editada en México entre 1979 y 1981.

Allí, Aricó (1980) –entre otros-, señalará la necesidad de no reificar una idea “productivista” de

socialismo, lo que implica disociar el proceso de transición respecto de la democratización política de la

sociedad, confiándolo, meramente, a la cuestión de la socialización de los medios de producción.

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1860: “la teoría del estado nacional queda reducida a una simple teoría de la sociedad

civil, y la nación y el estado quedan ligados a burguesía en relación de dependencia

absoluta” (Mármora, 1986:11).

Esta indagación sobre la "ación tiene como fondo la preocupación por

comprender formaciones sociales donde el Estado tuvo una vital importancia desde su

conformación, como en el caso latinoamericano, cuestión que será atendida en los textos

escritos por Aricó. Un importante hito de esta problematización es la indagación de

nuestro autor acerca del desencuentro entre Marx y América Latina. A partir de allí,

volverá en reiteradas ocasiones a las preguntas sobre la configuración particular de las

sociedades latinoamericanas a partir de los procesos de independencia y las dificultades

que ella conllevó para la óptica de Marx, así como de buena parte del marxismo. Las

hipótesis más interesantes de Aricó (1982; 1983) respecto de la conflictiva relación

entre Marx y América Latina aparecen justamente ligadas con lo que podríamos

considerar como groseros problemas de traducción del propio Marx a la hora de atender

la región.

Las equívocas referencias de Marx a América Latina -considerando el alto grado

de movilización y conflicto allí presente que bien podrían haber suscitado su atención

de manera rigurosa- se asientan, según Aricó, en la relación de éste con Hegel, en un

doble sentido. Por un lado, Marx pareciera adscribir a la idea hegeliana de “pueblos sin

historia”, inscribiendo a América Latina en esa enorme colección de pueblos pasivos sin

iniciativa histórica9. Por el otro, el juvenil ajuste de cuentas con su maestro produjo en

su producción posterior un sesgo teórico que desconoce la capacidad del Estado de

contribuir a fundar o “producir” la sociedad civil, lo que constituye, para Aricó,

prácticamente el hecho característico de las formaciones sociales latinoamericanas. De

hecho, nuestro autor es consciente de la dificultad de pensar como unidad a “América

Latina”, en función de la dificultad de ubicar a la misma entre las metrópolis y los

países coloniales. En tal sentido, justamente es la productividad de la esfera estatal la

que permite construirla en tanto objeto de conocimiento (Aricó, 1999).

9 En el mismo sentido puede interpretarse la publicación del número 88 de los Cuadernos, Friedrich

Engels y el problema de los pueblos “sin historia”, de Romas Rosdolsky. No es descabellado suponer

que la intención de dicha publicación es la de observar críticamente el comportamiento de los fundadores

del socialismo respecto de las formaciones sociales periféricas.

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De modo que es aquí el propio Marx el que incurre en el problema que el concepto

de traducción evita. Aricó indaga en las razones políticas que enceguecieron a Marx y

recortaron su mirada a la hora de atender la realidad latinoamericana, todas ellas ligadas

con la realidad francesa de su tiempo. Su fuerte noción de Estado-parásito, que lo llevó

a establecer las célebres metáforas (“Excrecencia parasitaria”, “boa constrictor que

tapona todos los poros de la sociedad”, “inmensa y abyecta maquinaria de guerra del

capital contra el trabajo”) que aparecen en sus textos sobre Francia, junto con su

exacerbado bonapartismo, hicieron que Marx viera en América Latina una situación

política caótica y sin la presencia de fuerzas sociales “vivas”, acechada además por el

peligro de un Bonaparte autóctono en la figura de Bolívar10.

Aricó, por su parte, resaltará el hecho de que en América Latina el proceso de

constitución de las naciones poco tiene que ver con el modelo clásico europeo: “la

nación no resultaba ser el devenir estado de una nacionalidad irredenta son la

construcción de una realidad inédita” (Aricó, 1982:105). Los procesos latinoamericanos

tienen como característica el rol activo11

del Estado, tanto en la producción de las clases

sociales como en la idea misma de Nación. Todo lo cual contrasta enormemente con la

visión de Marx acerca de los procesos de nacionalización, para quien no puede

10 El Bolívar de Marx, quizá su peor texto, tiene como principal problema el hecho de no ser un texto

marxista. En lugar de analizar el proceso social en el marco del cual emerge la figura en cuestión, Marx

opta por narrar las desventuras de un héroe caricaturizado. 11 Para desarrollar aún más esta cuestión, podemos acudir nuevamente a René Zavaleta (1988b). Según el

boliviano, en América Latina el Estado no puede situarse vulgarmente en la “superestructura”. Antes, se

trata de una activa fuerza productiva, la precondición para la producción de una base económica

capitalista. Dado que la Nación no es, a diferencia de Europa, preexistente al Estado, tampoco aparece un

mercado nacional como base para el nacimiento de éste. De hecho, tanto el mercado como la Nación (en

términos de pautas culturales comunes) son, en tanto unidades, creaciones ex novo del Estado. Hasta la

burguesía es prácticamente inexistente como tal en los momentos de conformación del Estado nacional.

En situaciones “normales” el Estado es producto de la Nación, vale decir, del mercado nacional en

constitución. No son procesos exentos de violencia (la violencia es, tal como escribió Engels, la “partera”

de la nueva sociedad que brota de las entrañas del viejo orden), pero tampoco son productos directos de

ella. En el caso de muchos Estados latinoamericanos, no es este el proceso. Pues no se trataba

simplemente de abrir el camino a un proceso social conflictivo sino más bien de introducir determinadas

condiciones externas al desarrollo endógeno de las formaciones sociales latinoamericanas. De allí la

particular productividad de lo estatal en las formaciones sociales latinoamericanas.

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considerarse al Estado como centro productor de la sociedad, sino más bien como su

excrecencia.

El hecho de que sea Marx quien aventura estos desafortunados análisis le permite

a Aricó mayor radicalidad en su búsqueda heterodoxa, ya que reafirma la prioridad de

las relaidades nacionales por sobre la pretensión de dogmatizar los conceptos. La

traducción supone siempre un ejercicio de fino análisis de la configuración nacional

específica y eso implica siempre un esfuerzo de lectura. Resta interrogar en el sentido

de los problemas aquí planteados, en un futuro trabajo, la particular relación de Aricó

con Gramsci, quien fuera el autor que, en sus propias palabras, lo acompañó toda su

vida. Podríamos aventurar que el peso del intelectual sardo en la trayectoria intelectual

de Aricó radica en la incansable vocación de aquél por pensar la vitalidad y potencia

crítica de la filosofía de la praxis a la luz de la realidad histórica que pretendía analizar

y transformar.

(In)conclusiones

Son muchos los textos escritos por Aricó, así como las traducciones y ediciones de

su factura que han quedado fuera de este breve trabajo. En todo caso, se trata aquí de

una investigación que está dando sus primeros pasos y que tan sólo pretendía ser

presentada en sus principales núcleos problemáticos. Tanto el modo en que se concibe

al proceso histórico, como la noción de Estado, Nación y política que se establecen son

cruciales para definir qué tipo de marxismo se está planteando. Sólo en la medida en

que se independice ambos problemas de todo tipo de lectura mecánica que pretenda

“aplicación”, puede abrirse espacio para hablar efectivamente de un marxismo

latinoamericano que no será, así, calco ni copia. Se trata, sin embargo, de problemas

sumamente complejos que requieren sólidos y denodados esfuerzos de investigación.

Frente a un marxismo que en el siglo XX fue predominantemente positivista en su

idea de historia y mecanicista en su apreciación de la política, no sólo Aricó es un autor

a rescatar para discutir con dichas interpretaciones. Es América Latina misma, en su

riqueza y heterogeneidad, la condición de posibilidad de un marxismo renovado que

trate estos y tantos otros problemas de manera original. Adscribimos a aquella sentencia

sartreana según la cual el marxismo “es el horizonte insuperable de nuestra época”, por

cuanto todavía hoy constituye sin dudas el más grande proyecto de crítica de la sociedad

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La traducción como búsqueda de un marxismo latinoamericano: la trayectoria intelectual de José Aricó.

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capitalista. Sin embargo, la principal enseñanza de la obra de Aricó es que eso no puede

pensarse si no es a condición de confrontar al marxismo de manera permanente y

rigurosa con todas las corrientes de pensamiento de su época y con cada realidad

singular en la que se pretenda pensar la emancipación.

Quizá en ese camino puede leerse la trayectoria intelectual de uno de los

personajes más salientes del pensamiento crítico latinoamericano de la segunda mitad

del siglo XX. De modo que, aunque todavía –inmerecidamente- desplazado del centro

de atención teórico-política que merece, queda mucho por decir para dar cuenta de los

aportes de “Pancho” Aricó a la construcción de un marxismo latinoamericano.

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Yolanda Fabiola Orquera

La Revolución Cubana y la representación del zafrero tucumano en el

espectáculo audiovisual Zafra (1972) de los Hermanos =úñez y Ariel Petroccelli.

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La Revolución Cubana y la representación del zafrero tucumano en el

espectáculo audiovisual Zafra (1972) de los

Hermanos *úñez y Ariel Petroccelli

Yolanda Fabiola Orquera

CO!ICET – ISES De acuerdo con el objetivo de estas jornadas, en las que se convoca a “abordar el

problema de la recepción y circulación de ideas en América Latina (…) prestando

atención a los momentos en los que (…) las vanguardias políticas y artísticas del

subcontinente (…) interpelaron a los intelectuales del otro lado del Atlántico”, este

trabajo se ocupa de Zafra. Poema musical y anunciación, una obra poético-musical

compuesta en 1966 por un trío de artistas salteños conformado por Ariel Petrocelli,

autor de la letra, y los hermanos Pepe y Gerardo Núñez, autores de la música. La

singularidad de esta obra radica en que manifiesta una lúcida incorporación del efecto

simbólico de la Revolución Cubana, que llegaba diseminado a través de las noticias y de

la militancia política, y que había sido captado por la sensibilidad social de los jóvenes

artistas. Según Petrocelli, el impacto de ese evento vivificó la esperanza en cambios

radicales, acentuando la percepción crítica de la situación social, económica, política y

cultural del noroeste argentino (Korstanje). La utopía marxista fue percibida como un

horizonte posible, capaz de acabar con las relaciones sociales generadas por la

economía del azúcar.

Mediante el estudio de obra en cuestión y su contexto de producción, trataremos

de mostrar que el giro de la mirada hacia Latinoamérica supone un intento de corrección

de la “tortícolis cultural” que Schwarz señala como rasgo característico de las ideas en

Latinomérica. Este caso reviste particular interés porque los autores de la obra, sin

haber estado afiliados a organizaciones de izquierda, manifestaban una subjetividad

política concebida como humanista y socialista que impregnaba su producción

discursiva. Lo que se propone, entonces, es reconstruir el proceso de elaboración, el

marco de presentación y el carácter vanguardista de la obra para estudiar, a partir de ahí,

su estructura narrativo-dramática y su lugar en el entramado cultural en el que tiene

lugar. Finalmente, se explora la relación con su contexto histórico, político y cultural, y

se trazan relaciones con sus antecedentes literarios.

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La Revolución Cubana y la representación del zafrero tucumano en el

espectáculo audiovisual Zafra (1972) de los Hermanos =úñez y Ariel Petroccelli

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Génesis de la obra

Los hermanos Núñez y Ariel Petrocelli se conocieron en la adolescencia, en

Salta, y compartieron no sólo el gusto por la música y la poesía, sino también el interés

por la política. Como se indicó, no se integraron a una determinada estructura partidaria,

aunque sí tuvieron una destacada militancia en el terreno artístico, inspirada en un

capital cultural particular. Este echaba sus raíces en la obra José Martí y Nicolás

Guillén, en lo poético, y en el colombiano “Marfil” (Goncalvez), en lo musical. Este

era un cantante vinculado al Partido Comunista, que se había refugiado en Argentina

por razones políticas, y a quien Petrocelli había conocido en sus primeros viajes a

Buenos Aires. Otros de sus referentes musicales eran el cubano Bola de Nieve y el

mexicano Agustín Lara; más adelante lo serían Chabuca Granda y Violeta Parra, e

incluso los trovadores cubanos, que todavía eran muy jóvenes. Ese fue el “basamento

estructural que conforma nuestra música y poesía”, sostiene Gerardo (Orquera 2009c).

Hacia fines de los sesenta la crisis azucarera, la resistencia a la dictadura y la

radicalización de los movimientos sociales que marcaban la época, hacían cada vez más

candente el clima político tucumano. En esa época, los Núñez se reunían con amigos

que formaban parte de partidos de izquierda –como el Partido Comunista

Revolucionario- para leer textos que fortalecían sus discusiones y la visión que tenían

de lo que estaba ocurriendo. Pero ellos no se encuadraban en ninguna organización, sino

que partían del “convencimiento total de la igualdad del hombre”, considerando que

eran “militantes de la vida”. Pensando en el rol que tenían él y su hermano cuando se

juntaban a leer con sus amigos, Gerardo sostiene lo siguiente: “éramos los que

culminábamos el hecho desde el punto de vista del canto”. Era una gravitación lateral

que igualmente implicaba un fuerte compromiso, que los pondría en la mira de los

poderes represivos en diversas ocasiones (Orquera 2009c y d)

Petrocelli, por su parte, ejercía este tipo de militancia en Salta, adonde había

comenzado a producir obras desde muy joven. Muchos años antes de Zafra había

escrito Vida, pasión y muerte de Pedro el campesino, en la que había trabajado el

modelo de obra conceptual, construyendo una zaga protagonizada por un personaje

popular. Y como era maestro en los poblados altos de Cachi y Seclantás, escribía coplas

sobre el sufrimiento del habitante de esas regiones. El, como los Núñez, y como antes

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Yupanqui, se proponían cambiar la poesía telúrica de la generación del cuarenta –la del

“Cuchi” Leguizamón y Manuel J. Castilla, César Perdiguero- por una poesía en la que el

paisaje fuera el hombre, con todo su dolor social (Orquera 2009 c y Núñez 2009)

Ahora bien, Zafra se escribió en la tercera y en la cuarta semana de diciembre de

1966, primero en Tucumán y después en Salta. Durante ese período los tres estuvieron

reunidos, discutiendo y acordando los ritmos y el trayecto de la historia a contar, con los

temas a tratar. Pero lo más significativo es la anécdota que explica la génesis de la obra.

Resulta que unos meses antes, en una visita a Tucumán de “el italiano” -como lo

llamaban a Petrocelli-, se reúnen a escuchar zambas, y entre ellas una de Eduardo Falú y

Jaime Dávalos, titulada “Vamos a la zafra”, que es una especia de oda al trabajo del

hereditario del zafrero: “(…) De sol a sol en el surco / trabajaremos los dos / mientras

madure en tu entraña / el hijo cañero que tengo con vos (…) Quiero que tengas un

chango / para yapar el jornal / porque quebrando maloja / se come mis brazos el

cañaveral // Ya no creo en el desquite / que buscaba en el alcohol / vamos mi amor a la

zafra / que queman las ganas de hachar sol a sol”

Esos versos provocaron un sacudimiento en el trío de amigos, que se sintieron

conmocionados ante el cruel legado dejado a los sufridos trabajadores, y si bien

mantuvieron respeto por la poesía de Jaime Dávalos, consideraron que esa zamba exigía

una contestación, que fue Zafra. La obra nació así desde el deseo de representar a un

zafrero capaz de cuestionar al sistema que lo oprime, deseoso de que su hijo rompa con

esa condición. Para ello se decidieron a contar un viaje a la zafra que termina en

liberación, cuando el padre dice: “Hijo mío, vigilia azul/ no lo quiero de compaña / que

la caña me lo traga / igual que a mí, igual que a mí (…) yo lo quiero con mañana (…)

huya de aquí, huya de aquí”. La obra se cierra con la conversión interior del zafrero, que

si bien siente que ya no puede cambiar su vida, quiere que lo haga su hijo.

Esto no implica, sin embargo, una opción por la lucha armada, sino que lo que se

logra articular es la huida. El futuro no parece hasta ese punto asegurar un futuro

positivo, pero el recitado que sigue a continuación, vincula al poema con en el

pensamiento utópico marxista: “Llevan mis hijos la antorcha / que nunca pude encender

/ cuando se encienda la brasa / segura en el aire la sabrán tener // Aunque no esté cuando

el rancho / tenga mirillas de luz /yo subiré en el recuerdo / cuando ellos un día / tengan

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La Revolución Cubana y la representación del zafrero tucumano en el

espectáculo audiovisual Zafra (1972) de los Hermanos =úñez y Ariel Petroccelli

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cielo azul”. Finalmente, junto a la imagen del rostro del zafrero en primer plano, la

historia llega a su fin, con lo que el “viaje interior” llega a destino.

Representación

La primera versión de la obra se estrenó el 8 de setiembre de 1972 en la sala

independiente “Nuestro Teatro”, de San Miguel de Tucumán; después fue presentada en

el complejo universitario conocido como “Quinta Agronómica” -ya que Gerardo Núñez

era arquitecto, e inspector de obra-, de la misma ciudad y, posteriormente, en el Teatro

Payró, de Buenos Aires. Las funciones fueron escasas porque la temática cuestionaba el

orden económico y social vigente, lo que exponía a los artistas a la amenaza de

represión que emanaba del estado dictatorial (Orquera 2009c). Esto hizo que no

quedaran registros de la música producida en esas presentaciones, aunque sí se pudo

grabar la reposición realizada en el “Septiembre Musical” de 1985, en el “Teatro San

Martín”, en la capital tucumana. Este material permitió la realización de la

reconstrucción sobre la que se basa este trabajo.12

En la puesta en escena de la obra participaron Pepe Núñez en canto y relatos,

Juan Falú en guitarra y arreglos musicales y Juan Paolini en la realización de las

fotografías y las diapositivas.13 En primer lugar, el programa aclara lo siguiente:

(ZAFRA es un trabajo concebido y casi concluido hace ocho años. Hoy le dimos forma estética pero respetando el contenido inicial que le confirieron sus autores. Esta limitación –la de no sintetizar la forma y el contenido en el contexto sociopolítico presente- es asumida como

12 Mientras realizaba el cortometraje “Hermano Núñez” –dedicado a Pepe-, el documentalista Fernando

Korstanje pudo constatar que Alba López, la viuda del músico, tenía la música de la versión de 1985, y

que las diapositivas habían sido resguardadas por Paolini. Posteriormente, al entrevistar a este fotógrafo,

me enteré de que también había conservado el guión que articulaba la música y las imágenes. Esto hizo

posible, en base a una idea de Korstanje y mía, la reconstrucción audiovisual del espectáculo, tarea que

fue llevada a cabo por Paolini, quien actualmente se desempeña como profesor en la Facultad de Artes de

la Universidad Nacional de Tucumán. Esta versión fue presentada en mayo de 2009 en el ciclo homenaje

“Pepe Núñez: a diez años de su no-partida”, en el Museo de la Universidad Nacional de Tucumán. 13 El grupo se completaba con Juan Vallejo, quien realizó las fotografías junto a Paolini, y Rafael

Valenzuela Aráoz en el sonido. Gerardo no participó en estas primeras presentaciones porque su trabajo

se lo impedía (Orquera 2009)

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tal pero implica, al mismo tiempo, un intento de recuperación de una obra que debería haberse conocido desde el momento mismo de su concepción. Esta apreciación, además de un reconocimiento de lo que se hizo, vale como autocrítica por lo que no se supo encarar)

De esta manera, los artistas ponen de manifiesto una estrecha comunicación con

el público tucumano, como muestra la confidencia entre paréntesis. La gente esperaría,

en efecto, que Zafra hiciera referencia al “contexto sociopolítico presente”, es decir, a

los efectos de la crisis provocada por el cierre de once ingenios azucareros decretada por

la dictadura de Juan Carlos Onganía en 1966. Esta medida había causado desocupación

y un corte violento con el mundo laboral y con las formas culturales que el mismo

sustentaba, dando lugar a un sentimiento de nostalgia hacia el vínculo perdido y

generando cierto grado de idealización de las relaciones de producción azucareras que

impregnaba parte de los debates políticos, y de los discursos sociales y artísticos. En

Zafra, en cambio, los artistas declaran que su renuncia a aggiornar el “contenido

inicial” de la obra, sosteniendo el objetivo de pensar al zafrero como un sujeto

revolucionario acompasado a los cambios que estaban ocurriendo en Latinoamérica.

A lo largo de sus 45 minutos de duración, el protagonista reflexiona sobre distintos

aspectos de su trabajo en el surco, logrando acabar con el carácter cíclico de su

padecimiento. A través de la palabra poética, la música y la proyección de diapositivas,

los artistas se proponen movilizar la conciencia del espectador.

Cuando Pepe Núñez decide montar el espectáculo, le propone a su amigo, Juan

Falú, que se sume al mismo, y le muestra el guión que tenía. El mismo estaba

compuesto por una selección de los textos de Petrocelli y algunos agregados poéticos de

Pepe que, a pesar de su brevedad, cobran importancia, porque transforman el poemario

original en un texto dramático-narrativo, al introducir un recitador que a veces asume la

voz narrativa, para comentar las “acciones” que describe cada canción, y otras asume la

voz del zafrero, para reflexionar sobre su propia experiencia de vida. Además de estos

versos, los tramos recitados pertenecen a poemas sin musicalizar, como “Luna de

mayo” y “Sueño zafrero”, que se recitan parcialmente, y “El hombre zafra” y “Canción

para no volver”, que se incorporan íntegramente. Es decir que Zafra, en su versión

escénica, supone una reelaboración del poemario de Petrocelli, constituyendo una obra

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espectáculo audiovisual Zafra (1972) de los Hermanos =úñez y Ariel Petroccelli

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capaz de involucrar a su espectador de un modo integral, interpelándolo desde sus

sentidos, su intelecto y su sensibilidad.

Cabe notar que en el primer guión había una voz femenina, y el comienzo de la

obra era distinto al que se representó. En él, las primeras imágenes mostraban íconos

como el machete, el pañuelo y el cielo, que establecían una especie de equivalencia con

la hoz y el martillo, a lo que se oponía un fondo que connotaba libertad y esperanza. A

partir de ahí se presentaba una serie de mapas de las provincias azucareras del noroeste,

comenzando por Salta y terminando por Tucumán, cuya imagen se agrandaba hasta

hacer perceptibles las chimeneas de los ingenios y los trabajadores que marchaban hacia

la cosecha de la caña. Es decir que en esta introducción se iban conectando una serie de

elementos que iban delimitando el espacio geográfico y a la vez simbólico que se iba a

explorar, y después se los reinsertaba en distintos momentos de la obra, para cerrar con

las imágenes de la gente marchando nuevamente, al finalizar la zafra, y de los mapas,

terminando con el contorno de Tucumán, que se reducía progresivamente.

Sin embargo, esta presentación es suprimida en la escenificación, quizás porque

se finalmente se trabaja con la serie de fotografías de Juan Paolini y Julián Vallejo,

quienes habían registrado, por su cuenta, la vida y el trabajo de una familia de

trabajadores-golondrina santiagueños.14 De ese modo, el montaje resulta menos icónico

y más realista, aunque la imagen del zafrero con su pañuelo y su machete seguiría

siendo una constante de la obra. El sentido de ésta no se modificaría esencialmente, sino

que la puesta asumiría algunas variaciones con respecto al plan original como

consecuencia del carácter grupal y dinámico de un espectáculo surgido de un

mecanismo creativo transversal, nutrido de colaboraciones de artistas de distintas áreas.

Entonces, a la composición inicial se suman las intervenciones de Falú -quien,

además de interpretar la música con su guitarra, introduce un motivo recurrente, una

pequeña variación elaborada sobre la música de una de las canciones- y las diapositivas

de Paolini. Éstas funcionaban como contenedores y soportes de la música, tendientes a

componer una atmósfera propicia para la recepción del “mensaje”. Si bien las

14 Paolini era amigo de Pepe, y militaba en el “GET” (Grupo Evolución Tucumán), una agrupación de

estudiantes de medicina que propiciaba la “evolución” en lugar de la “revolución”. Era una agrupación

importante en la Facultad de medicina.

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diapositivas eran valiosas en sí mismas y de factura vanguardista, realizadas de forma

artesanal con técnicas innovadoras, como la “solarización”, la idea era que reforzaran el

mensaje, sin distraer al espectador del relato principal. Aparte de algunas que ilustraban

el estado de ánimo que transmitía una determinada canción, el resto funcionaba como

“fondo”, como el paisaje humano en el que estaba anclada la historia, y por eso debían

ser “muy elementales para que el público no se distraiga y pueda conocer el contenido

del tema” (Pepe Núñez).

Además, el guión establece juegos de iluminación que destacan la presencia de

los músicos, a la vez que se van separando los distintos momentos en la vida del

personaje. El “leiv motiv” alterna con versos recitados por la voz en off de Pepe, con

silencios, y con las canciones que van desplegando el relato. Así, este adquiere visos de

una teatralidad en la que la tensión está dada por la conciencia del protagonista que

lucha por liberarse del sistema que lo oprime a él y a su familia. Para ello, la voz del

cantor se transforma en la voz de un personaje que expresa sus estados de ánimo y sus

pensamientos a través del recitado y el canto, y que se asocia al zafrero representado en

las imágenes. El “poema musical”, por lo tanto, es también visual, lo que hace que no se

someta a ninguna clasificación genérica prefijada. Es una especie de épica moderna,

dramatizada, en el que el héroe proviene de los sectores más marginados, y su hazaña

reside en lograr su propia conversión en sujeto de la historia. Y es en ese sentido, en su

carácter espectacular, que Zafra supone una necesaria transformación del texto original,

aún cuando se respeten los textos originales.

Un dato sugestivo es la forma en la que van emergiendo las distintas “voces”: la

del narrador, que en ocasiones habla el protagonista y en otras se dirige al espectador

para que contribuya al cambio, la del “coro” de voces que va subrayando las

conclusiones o los momentos de clímax, y con ello va guiando el efecto que los artistas

esperaban producir en el espectador, y la del zafrero, que va relatando su propia

experiencia. Esa variación constante marca los distintos momentos de la obra, a saber:

la partida hacia el trabajo en el surco; la reflexión del zafrero sobre sus condiciones de

vida; el contraste entre el deseo y la realidad -en “la tierra prometida”-; la asociación de

la fuerza de trabajo a la potencia de lucha -en “Danza de los machetes”-; la invocación

al habitante de la ciudad para que se sienta hermano del que trabaja en el surco-; la

visión de la soledad a la que cada hombre enfrenta su situación de intemperie, más allá

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del encuentro ocasional con quienes padecen su misma suerte; el diálogo con la muerte,

en la que la convierte, de un instrumento del destino, sino en un efecto de una forma de

explotación del hombre por el hombre; la transformación del vino en un vínculo con los

trabajadores de la tierra, que son los que la estructura de sentimiento burguesa

habitualmente margina; el recitado que marca el corte con la zafra, en su dimensión

económica, pero también mítica; y el lamento final por la despedida del hijo, aunque se

trate, a la vez, de una despedida gozosa, de un dolor preñado de esperanza.

Esos momentos dan lugar a lo que el poeta ha llamado “La trama del pan”, y

pueden ser también caracterizados como distintos aspectos que pueden ser llamados

“existencia de cañaveral”, en referencia a la expresión de Bajtin de “existencia de

carnaval”, porque corresponde a un momento previsto en el calendario, repetido

cíclicamente, y marcado por relaciones sociales prefijadas. Pero no se trata aquí de un

momento de liberación –como el que describe Bajtín, aplicándolo a la Europa

Medieval-, sino de un período de encuentro con otros sujetos con los que se comparten

las mismas circunstancias de vida, y en el que los momentos de relajamiento están

acotados por régimen de trabajo del ingenio, del que son el último eslabón que soporta

el peso de toda la estructura. Esa existencia tiene sus propias características, que son las

de la pobreza, recuperadas en las diapositivas y en las letras de las canciones: en el

plano de lo mítico reina el familiar, mientras que en el plano simbólico la luna y el sol,

desde tiempos prehispánicos, ofrecen su luz y su consuelo. Es el consuelo a una vida

que se sobrelleva con muy pocos elementos: el sulky, el escaso mobiliario itinerante, el

jarrito de aluminio con el que se bebe, los machetes, los sombreros con el que los

peladores se protegen del sol, el pañuelo con el que secan el sudor, el vino que permite

el descanso, la alegría y la comunión con los demás, y una guitarra, con la que alcanzan

a expresar su pensamiento y su sentimiento y con la que logran vincularse al imaginario

cultural argentino.

Pues bien: esa existencia es la que recrea Zafra, aunque lo hace desde un punto

de vista poético-filosófico, para abrir el camino hacia una nueva elaboración identitaria.

No se sabe que ocurrirá después, y de ahí que el verso repita que la historia es “sin

final”. Este cierre abierto pone a la obra en el en el devenir de lo que estaba ocurriendo

a nivel local, pero también a nivel latinoamericano. Queda abierto el camino de la

militancia, pero no se presenta como el único: entre el presente que se denuncia y el

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futuro que se anuncia hay un hiato, porque la obra guarda un sentido humanista en el

que las soluciones vienen de un cambio la concepción del hombre. En este sentido, la

obra, aunque tome como protagonista a un personaje subalterno, se propone intervenir

en la conciencia del burgués.

Reacciones suscitadas

Las escasas funciones que se pudieron ofrecer consiguieron un lleno completo,

aunque cabe aclarar que la sala de “Nuestro teatro”, a pesar de que gozaba de

popularidad entre la intelectualidad y la bohemia tucumana, sólo contaba con cien

butacas móviles. Los participantes entrevistados recuerdan que la obra tuvo una

excelente repercusión en el público, lo que se puede suponer, debido a su calidad y a

que lograba decir algo que existía a nivel del deseo de los concurrentes –y lo que se

corrobora en los frecuentes aplausos que suenan en el registro de la grabación en vivo

realizada en 1985-,. Aún así, el número exacto de funciones ofrecido, coinciden en que

fueron pocas: Juan Paolini recuerda que esto fue porque no se podía hacer propaganda,

sino que la difusión se hacía a través del “boca a boca” (Orquera 2009e). Aunque sí

hubo un par de crónicas periodísticas: una muy favorable, en el diario El Pueblo-

probablemente escrita por Francisco “Pancho” Galíndez-, y otra en La Gaceta.

Esta, de un tono bastante crítico, apunta una serie de “errores” que, según el

periodista, perturbarían el “hecho estético”, aunque más bien parecen aludir a los

aspectos novedosos que un sector de la sociedad no estaba dispuesta a recibir, y

finalmente concluye en que hay aciertos que “de alguna manera, justifican el

espectáculo”. La nota publicada en El Pueblo, en cambio, se centra en los logros de la

obra, llegando a la conclusión de que “Zafra presenta una visión honda y conmovida,

atravesada por un singular lirismo, del hombre en la zafra. Vale decir, del hombre que

vive, sufre y muere en el surco, víctima de una situación de explotación incontenible

(…) constituye, en última instancia, un genuino canto a la libertad y a la dignidad del

hombre diezmado y explotado, como lo está en una coyuntura de esta naturaleza”, Más

aún, el cronista destaca que la obra es “un positivo y valedero aporte a la formación de

una cultura nacional y popular”. Es decir que esta lectura se hace desde el contexto de

la aguda crisis provincial, y desde el lugar de la “reconstrucción” a la que aspiraba la

izquierda peronista.

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Ambas reacciones son bastante ilustrativas de la atmósfera social de la época, en

la que la tensión ideológica atravesaba los criterios estéticos. En ese sentido, como se

advierte en las polémicas mucho más ácidas entre lectores de La Gaceta, generadas en

torno a los Testimonios de Tucumán (Orquera 2007), se pugnaba por convencer al sector

del público que no se había pronunciado políticamente.

El eco cubano y un espacio social en crisis

El cuestionamiento al colonialismo cultural que surgió en los sesenta no sólo se

dio en el noroeste, sino también en otras zonas de Argentina, siendo el caso más

paradigmático el del “Movimiento Nuevo Cancionero”, cuyo manifiesto fue firmado,

entre otros, por Tito Francia, Oscar Matus, Armando Tejada Gómez y Mercedes Sosa.

Estos artistas cuestionaban el regionalismo cerrado, los convencionalismos y el

tradicionalismo, la vez que alentaban la creación de formas, procedimientos

interpretativos y obras “de genuina identidad con el país de hoy”, que fueran capaces de

enriquecer “la sensibilidad y la cultura de nuestro pueblo”. Ese propósito llevaba a

impulsar la incorporación de expresiones artísticas tales como la danza, el cine y el

teatro, y a estimular el espíritu crítico para que “el culto por lo nuestro” no fuera “una

mera distracción” sino una vía para una “comprensión seria y respetuosa” del pasado y

el presente. Sosteniendo la importancia del intercambio con movimientos similares en

del resto de América, se definía la función del cancionero popular como acompañante

del pueblo “en su destino”.

En un reportaje ofrecido en 1972, Tejada Gómez reiteraba la necesidad de

cuestionar el costumbrismo y las alusiones “a un pasado ilusorio” y anunciaba un

“vuelco hacia la izquierda”, en concordancia con “las grandes masas populares

argentinas”. Además de los firmantes del manifiesto, incluía a diversos artistas

argentinos y latinoamericanos, como Pablo Neruda, Daniel Viglietti, Patricio Mans,

Ramón Ayala y Gustavo Cuchi Leguizamón, destacando además el aporte de Petrocelli.

En efecto, aunque éste y los hermanos Núñez no se propusieron sentar bases

programáticas, estaban ubicados en un posicionamiento político y estético afín al del

Nuevo Cancionero, en cuanto adherían a todo intento de renovación que intentara

“testimoniar y expresar por el arte nuestra apasionante realidad sin concesiones ni

deformaciones”. Ese ideal, arraigado en la historia cultural argentina, era parte de la

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renovación que estaba atravesando Latinoamérica, y que se plasmaba en la búsqueda de

nuevas formas expresivas y en el reemplazo de lo tradicional por un pensamiento

crítico. La afinidad entre estas formaciones artísticas se comprende si se piensa en una

época que comenzaba a acercar a los artistas “al pueblo”. O, como dice Gerardo al

referirse a la generación de poetas salteños del sesenta, había una coincidencia básica:

“era como el agua que empieza a hervir porque está alimentada por el mismo fuego. Era

el alma que funciona ahí, era el dolor, era la solidaridad.” (Orquera 2009c)

El trío tucumano-salteño y el grupo de artistas residentes en Mendoza tenían en

común, además, la figura de Mercedes Sosa, que durante la década del sesenta viaja en

forma intermitente a su provincia natal y allí se encuentra frecuentemente con los

Núñez, con quien mantenía una estrecha amistad. Estos interpretaban en los asados y

guitarreadas varios de los temas que serían pilares del repertorio de “La Negra”, como

“Tristeza”, “Arana” y la “Chacarera del ´55”. Ella funcionaba como una especie de

abeja que polinizaba los distintos cultivos, y después esparcía los frutos, con su voz, en

audiencias cada vez más remotas y vastas. Y su tarea no era sólo la de poner en

circulación las nuevas composiciones, sino que participaba, junto a los músicos y

poetas, de tertulias en las que el canto compartido entre amigos iba acompañado de

discusiones sobre temas como la función social del artista y las relaciones entre

compositores e intérpretes (Orquera 2009d)

Es que los integrantes del Nuevo Cancionero no veían en el mercado un

enemigo, sino a un aliado, lo que los llevó a popularizarse y a participar de los eventos

destinados a difundir la música comprometida, sobre todo en Cuba. En cambio, los

Núñez prefirieron la vida provinciana, un hacer para adentro, la reflexión sobre el medio

social que habitaban, combinando un trabajo con el que se ganaban la vida con el oficio

de artista. En consecuencia, permanecieron fuera de las polémicas sobre la función del

intelectual comprometido, entre los que se sometían a la vanguardia del partido

comunista cubano y quienes preferían defender el carácter crítico y relativamente

autónomo de su rol (Gilman). De algún modo, dieron vida a un tercer modelo de

intelectual progresista: aquel que trabaja en la periferia, en el espacio donde no hay

mandatos partidarios, sino ideas a debatir. Y esa relativa laxitud era contrarrestada por

la claridad del deseo de lo que querían hacer y el conocimiento profundo y vivencial de

aquello que querían cambiar.

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Esos debates se daban en la urgencia de un tiempo de crisis y de represión

dictatorial, que impulsaba a los ciudadanos a ser partícipes de su propia historia. El año

1972 estuvo marcado por sucesos tales como “El Quintazo”, una serie de

manifestaciones estudiantiles ocurrida en las cercanías de la “Quinta agronómica” el 24

y 29 de junio; el atentado por parte de un grupo nacionalista católico durante el estreno

de la obra Marat-Sade, en el Teatro San Martín, el 12 de agosto; y el velatorio

multitudinario de la estudiante de derecho y militante del ERP Clarisa Lea Place,

víctima de la masacre de Trelew, el 25 de ese mismo mes.

En ese contexto, el fotógrafo Tito Mangini exponía la serie titulada El hombre

en la Zafra, entre el 21 abril y el 6 de mayo de 1972 en el Teatro Cervantes, de Buenos

Aires, con el auspicio del Teatro Universitario y el Departamento de Artes de la

Universidad Nacional de Tucumán. El catálogo cuenta con una presentación del

periodista Francisco “Pancho” Galíndez.15 Inserto en su época, parte de un humanismo

entendido en un sentido profundo, estaría reñido con las relaciones de opresión; para él,

el trabajo sólo puede ser “asumido libremente”. En este sentido, es equiparable a Zafra,

donde la crítica al dominio del hombre por el hombre no impide que se rescate el valor

de la fuerza de trabajo, simbolizada en las manos.

Por su parte, la puesta televisiva de la serie “Testimonios de Tucumán”, de

Gerardo Vallejo, ponía por primera vez en la pantalla imágenes e historias de los

trabajadores del surco (Orquera 2007). Este cineasta venía ocupándose de esa temática

desde que decidiera realizar, su primer corto, Azúcar, en 1963, pero es en El camino

hacia la muerte del Viejo Reales, concluida en 1971, donde introduce de manera más

acabada las reflexiones de uno de los personajes centrales, “El pibe”. Este, mientras

viaja a trabajar en la cosecha, va pensando en la necesidad de un cambio de vida y así

va modificando su conciencia campesina en una conciencia de lucha, como se anuncia

al final de Zafra (Mestman). Claro que la representación del momento de adquisición de

una conciencia crítica que se padece no quiere decir que ese fenómeno sea una situación

generalizada entre los sujetos que se representa, sino que este tipo de construcciones se

15 Se trata de un personaje destacado de la vida intelectual y bohemia de Tucumán; se hizo cargo de

difundir las actividades del Grupo Cine Liberación a través de sus crónicas en el diario La Gaceta,

Noticias y El Pueblo, y cumplió un importante rol en la formación del lector tucumano como público

abierto a las ideas estéticas y políticas de vanguardia.

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proponían contribuir a que la historia narrada impulse la historia en el sentido

propuesto. Se trataba de juegos dialécticos en el que las obras generaban una síntesis en

la mente del espectador, que después debería ser transportada en cambios “superadores”

a la realidad (Vallejo; Galíndez)

En este sentido, Zafra y El camino… coinciden, lo que no es casual, sino

resultado del dinamismo que caracterizaba al campo de la resistencia política y cultural

de comienzos de los setenta. Vallejo no sólo conocía a Pepe, sino que le propuso que

compusiera la música de su primer largometraje, aunque finalmente trabajó con José

Augusto Moreno como letrista y con Luis Víctor Gentilini como musicalizador, como lo

había hecho en Las cosas ciertas. Este dato nos indica que Núñez y Vallejo estaban al

tanto de los proyectos que cada uno estaba realizando, los que surgían, a su vez, de una

problemática social generalizada. No coincidían, sin embargo, en su identificación

partidaria, ya que el cineasta elabora su discurso de liberación desde una perspectiva

peronista.

Por su parte, la diferencia entre El camino… y Zafra es que la primera estaba

destinada a un público más amplio. Vallejo tenía como referentes a los maestros del

documentalismo latinoamericano, y como compañeros de ruta, en esa época, a los

miembros del Grupo de Cine Liberación, Fernando “Pino” Solanas y Octavio Getino,

quienes se dedicaban a llevar el cine a la gente. No se conformaba con llevarla a

círculos intelectuales y estudiantiles, sino que la llevaba a los ingenios, a los sindicatos

azucareros, buscando siempre que cerrar el círculo representacional mediante el

contacto de los trabajadores con la historia que los cuenta. Zafra, en cambio, no se

propone llegar al zafrero, sino incluirlo en el código simbólico del progresismo

intelectual, como un aliado para el cambio. A través del relato se buscaba que esos dos

sectores se encontraran en un proyecto común, a partir del modelo elaborado

imaginariamente. En cuanto a su deseo de intervención social, entonces, Zafra se

plantea otro objetivo, una intervención dirigida a la burguesía que estaba dispuesta a

acercarse al pueblo.16

16 Manifiesta, en ese sentido, una forma del esfuerzo de acercamiento entre ambos sectores que

caracteriza el período (Altamirano). En este caso –como suele ocurrir en el “interior” no se da a través de

ensayos y disquisiciones, sino a través de representaciones.

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Otra instancia de interacción que vale mencionar es la que establece Pepe con su

amigo Oscar Quiroga, un reconocido dramaturgo, actor y director identificado con la

izquierda peronista. Este presenta ese mismo año Crónica de la pasión de un pueblo y

aquel le pone música, pero cuando va a ver la obra no le convence, según recuerda su

esposa (Orquera 2009b); quizás esto se explique en las distancias ideológicas entre

ambos. Incluso la amistad que lo unió a Juan Falú implicó un intenso intercambio de

ideas, ya que éste militaba en una corriente revolucionaria del peronismo y Pepe

cuestionaba a este movimiento, aunque con el tiempo, siguiendo los pasos de muchos

jóvenes burgueses en ese momento, habría llegado a comprenderlo y aceptarlo (Orquera

2006). Es decir que los intelectuales y artistas tucumanos que luchaban contra la

dictadura coincidían en ciertos espacios, colaborándose unos a otros en algunos

proyectos, más allá de que no compartieran la misma ideología ni los métodos para

conseguir el cambio que buscaban. En ese sentido, la puesta en escena de Zafra es una

muestra de coexistencia de artistas de distintas adscripciones políticas, aunadas por una

actitud general de crítica a las relaciones de explotación: la de Petrocelli y los Núñez,

por un lado, la de Falú, por otro, y la de Paolini, por otro.

Un giro sobre la huella yupanquiana

Retomemos, para concluir, el “Sueño del zafrero”, que es una de las piezas

finales de Zafra. Desde su hondura emerge la guitarra, como un instrumento capaz de

aliviar el peso del hambre, ubicando la obra en la corriente de la poesía criolla. En ésta

el campesino cantor alterna el trabajo intenso y mal pagado con sus reflexiones sobre su

propia situación y sobre su propio sistema de valores, que se remontan, a menudo, a las

culturas andinas de las que provienen. En esta línea, el antecedente más claro es el de

las composiciones de Atahualpa Yupanqui, que entronca a su vez con la tradición del

“gaucho cantor”, del Martín Fierro. Sin embargo, si bien el modelo del gaucho ha sido

incluido en la tradición nacional, el zafrero queda fuera de ese modelo, ya que su

marginalidad le impide contar con atributos tales como el atuendo de jinete, el andar a

caballo, la montura, el nomadismo “libre” que guía su andar. El trabajador golondrina

sólo cuenta con un sulky tirado por animales de carga en el que transporta a su familia

de cosecha en cosecha, recorriendo una ruta no de libertad, sino de sometimiento. Para

decirlo de un modo claro, el gaucho puede ser representado como un jinete o como un

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cantor, mientras que el zafrero, por más que cante para paliar sus pesares, sólo puede ser

representando como un pelador de caña. No es el héroe romántico recuperado por las

élites del centenario, sino el sujeto subalterno recuperable por un realismo crítico que se

anima a construirlo a través del discurso poético. Esa tradición literaria y fílmica se

debe en gran medida a Yupanqui. Es él quien lo instala en el imaginario nacional desde

sus primeras zambas como el paisano calchaquí que se ve obligado a dejar sus cerros

para trabajar en la zafra e incluso lo transforma en el centro de sus narraciones, en las

que los habitantes de la Puna deben bajar en el invierno a trabajar en el surco, mientras

esperan, en silencio, que se vislumbre un futuro más promisorio. Tal es lo que ocurre en

Cerro Bayo, relato llevado al cine por Román Viñoly Barreto con el título Horizontes de

Piedra, y en Zafra, de Lucas Demare (Orquera 2009)

Sin embargo, la obra de Petrocelli y los hermanos Núñez supone un paso

adelante con respecto a la obra de Yupanqui. Este, con la mediación de la lente

marxista, había podido convertir en axioma la idea de que “las penas son de nosotros /

las vaquitas son ajenas”, historizando al paisano, despegándolo de las construcciones

costumbristas que lo asimilaban dócilmente a la tierra. En cierto modo, había retomado

al gaucho y al indio del Martín Fierro y los había ubicado como mano de obra de un

espacio rural semiindustrializado, en situación de sumisión, adonde había comprendido

que su salida hacia la libertad dependía de su conversión en sujeto político (Orquera

2008). Digamos que Yupanqui -el de los años cuarenta- desea esa conversión, aunque

no la llega a enunciar de manera contundente. Más bien hace un diagnóstico,

transformando su poesía en vehículo de análisis y “alumbramiento” de las relaciones de

producción que pautaban la vida campesina. Zafra, en cambio, narra el momento

siguiente, que es el del corte con el ciclo de explotación que rige las estructuras sociales

de los marginados del norte argentino.

Por otro lado, en la obra se hace perceptible el modelo del “hombre nuevo”, al

que alude en diversas ocasiones el Che Guevara, y que en la obra permite instalar el

sentido que irá guiando la tensión del relato, que va del sufrimiento a la anunciada

conversión del zafrero en otro sujeto social. Esa trama se construye entonces sobre la

estructura narrativa del viaje, que se vincula naturalmente con la condición de

trabajador golondrina del protagonista, para quien la vida sigue el orden de las cosechas:

del azúcar, del algodón, de la manzana. A su vez, esos ciclos suponen tanto condiciones

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de vida extremas como la oportunidad del reencuentro con los pares. El viaje de Zafra,

sin embargo, significa también un viaje interior, la manera de un relato de aprendizaje

que desemboca en la adquisición de una nueva conciencia social.

En este sentido, tanto la obra que nos ocupa, como la de Yupanqui y la de

Vallejo -más allá de sus distintos posicionamientos políticos-, surgen desde una

perspectiva vanguardista, en el sentido de que se construyen a contrapelo de las

corrientes poéticas, musicales y cinematográficas canónicas. Las tres abrevan en una

tradición “herética” de la cultura argentina, aquella que va marcando lo que las

literaturas metropolitanas ortodoxas prefieren ocultar. Es una vanguardia alternativa,

que no está centrada en las renovaciones europeas, sino en las culturas andinas

ancestrales, las prácticas de sus descendientes y las creaciones de los artistas que

recrean ese legado, lo que las ubica en el otro lado de la “buena” heterogeneidad

lingüística de las vanguardias porteñas de principios de siglo.17

En ese punto, aparece Yupanqui otra vez como quien abre las aguas, eligiendo,

como Martín Fierro en la ida, cabalgar hacia adentro, hasta hundirse en los sonidos de

las lenguas más antiguas. Pero no viaja despojado, sino empapado del discurso de

liberación que había comenzado a expandirse en América Latina desde la Revolución

Rusa, que ya había impregnado el pensamiento de Mariátegui y la sensibilidad social de

José María Arguedas. Y es esa posibilidad de sentir el sufrimiento del paisano la que

llevaría a los jóvenes artistas que estamos considerando a abrazar la esperanza ofrecida

por la Revolución Cubana.

Su voluntad es la de toda vanguardia: la de renovación, la de un cambio

profundo, la de una puesta al día de los discursos y las representaciones. Pero esta

vanguardia provinciana tiene como particularidad el hecho de no buscar el

reconocimiento masivo, sino de comportarse como una vía de enunciación militante,

cuyo objetivo es hacer que la mirada de la clase media se dirija hacia los campesinos.

Sobre todo, afirma su carácter revolucionario en el hecho de ocuparse de sujetos

subalternos para que dejen de serlo: Zafra nace para elaborar, desde lo poético, la

pérdida del cañaveral y su mundo, y es, por lo tanto, la expresión de deseo de su propio

fin, de un renacimiento.

17 Me refiero a las características que describe Beatriz Sarlo (1983).

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Marcelo Starcenbaum

Marta Harnecker, discípula chilena de Althuser.

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Marta Harnecker, discípula chilena de Althusser

Marcelo Starcenbaum

FAHCE-U!LP

I,TRODUCCIÓ,

Hacia mediados de la década de 1960, la innovación del marxismo propiciada

por Louis Althusser fue rápidamente recepcionada por los incipientes espacios de la

nueva izquierda latinoamericana. Nacida en los debates al interior del Partido

Comunista Francés sobre el legado stalinista, la actualización althusseriana del

marxismo comenzó a circular, a través de adhesiones y rechazos, en diversas instancias

de las izquierdas cubana, mexicana, brasileña, chilena y argentina.

A pesar de las diferentes variables de recepción que tuvieron lugar en cada

país18, la renovación estructuralista del marxismo se articuló, como afirma Valderrama,

con la “crisis de representación de la racionalidad política revolucionaria” de la

izquierda latinoamericana, producida por la influencia de la Revolución cubana en tanto

“acontecimiento disruptor de la normalidad comunicativa impuesta a la izquierda

continental por la hegemonía stalinista”19. En este sentido el marxismo estructuralista,

propiciador de la relectura y reformulación de la teoría marxista, desempeñó un papel

importante en la elaboración de tesis y prácticas políticas a la izquierda de los Partidos

Comunistas latinoamericanos, desfasados e inmóviles “frente a los requerimientos de un

18 Para el caso cubano, Natasha Gómez Velázquez. “El pensamiento althusseriano entre los cubanos, sus

primeros encuentros” (mimeo). Para el mexicano, Cesáreo Morales. “El althusserismo en México”. En:

“Dialéctica”. México D.F., Año VIII, Número 14-15, Diciembre 1983-Marzo 1984, pp. 173-184. Para el

brasileño, Michael Löwy. “Notas sobre a recepçao ctítica ao althusserianismo no Brasil”. En: Elide Rugai

Bastos, Marcelo Ridenti, Denis Rolland. Intelectuais, sociedade e política. São Paulo, Cortez, 2003. Para

el argentino, Adrián Celentano. “El althusserianismo en la filosofía y la política de la nueva izquierda”

(inédito); Horacio Tarcus. “El corpus marxista”. En Susana Cella (ed.) Historia crítica de la literatura

argentina. Vol. 10. La irrupción de la crítica. Buenos Aires, Emecé, 1999, pp. 491-497; Marcelo

Starcenbaum. “Tras las huellas de los althusserianos argentinos. Tolerancia intelectual e intolerancia

política en la recepción de Althusser en Argentina”. En: XI° Jornadas Interescuelas-Departamentos de

Historia. San Miguel de Tucumán, 19-23 de Septiembre de 2007. 19 Miguel Valderrama. “Althusser y el marxismo latinoamericano. Notas para una genealogía del

(post)marxismo en América Latina”. En: “Mapocho. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales”.

Santiago de Chile, N° 43, Primer semestre de 1998, p. 170.

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Marcelo Starcenbaum

Marta Harnecker, discípula chilena de Althuser

Mesa 10 - Intelectuales, marxismo y nueva izquierda en América Latina – “¿Las “ideas fuera de lugar”?

El problema de la recepción y la circulación de ideas en América Latina”.

36

debate marcado por las problemáticas de desarrollo nacional, las teorías de la revolución

y las vías de transición al socialismo”.20

Un aspecto relevante del fenómeno de la recepción del althusserianismo lo

constituyó la actividad de jóvenes intelectuales latinoamericanos que viajaron a Francia

a estudiar con Althusser y al regresar al continente, llevaron a cabo una importante labor

de divulgación del marxismo estructuralista. La chilena Marta Harnecker fue, por la

relación que estableció con Althusser y por la difusión de sus trabajos, la más

importante de aquel grupo de jóvenes.

El objetivo del presente trabajo es reconstruir la labor de divulgación del

marxismo estructuralista en América Latina llevada a cabo por Harnecker a fines de la

década de 196021. A través del análisis de aquellos textos producto de la relación entre

Althusser y su discípula chilena, intentaremos descifrar algunas variables de dicho

proceso de recepción y divulgación.22

HARNECKER Y ALTHUSSER

Harnecker llegó becada a Francia en 1963, luego de un viaje a Cuba que la

terminó de distanciar de su militancia cristiana en la Acción Católica Universitaria de

20 Ibid., p. 169. 21 Un buen estado de la cuestión sobre los estudios de recepción de ideas y particularmente del marxismo,

puede verse en: Horacio Tarcus. “La historia intelectual y la problemática de la recepción”. En: Marx en

Argentina. Sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos. Buenos Aires, Siglo XXI, 2007, pp.

21-59. Ver también el dossier “La historia intelectual y la problemática de la recepción”. En: “Políticas de

la memoria”. Buenos Aires, N° 8/9, Primavera de 2008, pp. 95-128. 22 Quedará fuera de los límites del trabajo la reconstrucción de las etapas de recepción y apropiación de la

divulgación del marxismo estructuralista realizada por Harnecker. En Argentina, por ejemplo, su obra, a

pesar de estar condicionada su circulación por haber sido calificado como “comunista” en 1970 por la

Ley N° 17.401, parece haber sido vehículo de prácticas políticas concretas, como el Proceso de

Homogeneización Política Compulsiva de las Fuerzas Armadas Peronistas. Ver: Cecilia Luvecce. Las

Fuerzas Armadas Peronistas y el Peronismo de Base. Buenos Aires, CEAL, 1993, pp. 97-99 y Marcelo

Raimundo. “Izquierda peronista, clase obrera y violencia armada: una experiencia alternativa”. En:

“Cuadernos del CISH”. La Plata, Centro de Investigaciones Socio-históricas, Número 15-16, 2004, pp.

99-128.

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Marcelo Starcenbaum

Marta Harnecker, discípula chilena de Althuser

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El problema de la recepción y la circulación de ideas en América Latina”.

37

Santiago23. A través de contactos con los círculos católicos ligados al Partido Comunista

Francés, la chilena estableció una relación político-intelectual con Althusser, asistiendo

a sus cursos, participando en los seminarios dictados por sus discípulos y coordinando

grupos de estudios de intelectuales latinoamericanos bajo la supervisión del francés24.

Del intercambio con Althusser derivaron, junto a su adhesión a los postulados del

marxismo estructuralista25, su inclinación por el maoísmo en pleno conflicto sino-

soviético26 y la creencia en la posibilidad de compatibilizar marxismo y cristianismo.27

23 Según Harnecker, su acercamiento al marxismo obedeció a la necesidad de conocer seriamente la teoría

criticada por los intelectuales católicos chilenos: “Fue así como por un principio de honradez intelectual

fue surgiendo en mí la necesidad de conocer en sus propias fuentes esa teoría que tanto se criticaba en

nuestro ambiente”. “El marxismo: un antidogma”. En: Los conceptos elementales del materialismo

histórico. México D.F., 1985, 51ª edición, p. 16. Sobre el impacto de la Revolución cubana: “Al contacto

con este proceso revolucionario… debo una rápida politización que asombró a mis compañeros de ruta en

Chile. Desde entonces las preocupaciones políticas pasaron a un primer plano y la actividad religiosa fue

relegada a un segundo plano.” Ibid., p. 15. 24 La trayectoria de Harnecker describe algunos parámetros comunes con los otros latinoamericanos que

tomaron contacto con Althusser. Emilio De Ipola se permite tipificar su experiencia por considerar

extendido el caso de “un individuo cualquiera, que, sin haberlo previsto pero también –una vez instruido-

por propia voluntad, se encontró de pronto inserto en el clima intelectual nacido de las muchas e

innovadoras líneas de pensamiento que florecieron en esos años y que, luego de alguna débil resistencia,

adhirió con entusiasmo al pujante althusserismo de entonces”. Althusser, el infinito adiós. Buenos Aires,

Siglo XXI, 2007, pp. 41-42. 25 Harnecker ha demostrado recurrentemente su oposición a la inclusión de Althusser o de ella misma

dentro del estructuralismo, y ha rechazado enfáticamente el estructuralismo levi-straussiano: “Yo rechazo

el término de estructuralismo aplicado a Althusser o a mí; salvo que quienes sostengan esto piensen que

también Marx es estructuralista. Si entender la dinámica social a partir de la forma que se estructuran los

procesos productivos es ser estructuralista, Marx es estructuralista, y también Althusser, y por supuesto

yo como expositora de su pensamiento”. Antonio Castañeda y Sergio Quiroz. “Marxismo y desafíos

actuales. Entrevista a Marta Harnecker”. En: “Cuadernos de Marxismo”. México, Noviembre de 2000. 26 La atracción por el maoísmo radicaba en el rechazo de la vía pacífica y en la prioridad de las luchas de

liberación en el Tercer Mundo. De los textos de Mao, dice haberse sentido atraída por “su extraordinaria

capacidad pedagógica; sus planteamientos acerca de la guerra y el carácter de la revolución y,

especialmente, sus textos dedicados al estilo de trabajo antiburocrático, antisectario, antidogmático que

debían tener los comunistas”. “El marxismo: un antidogma”. Op. cit., p. 22 27 “El [Louis Atlhusser] también había militado en Acción Católica y planteaba una visión del marxismo

no contradictoria con la posibilidad de creer, entonces yo empiezo a adherir al marxismo sin dejar de ser

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El problema de la recepción y la circulación de ideas en América Latina”.

38

En 1968, Harnecker regresó a Chile y, gracias a la reforma de la Universidad

chilena iniciada el año anterior, se vinculó inmediatamente con el ámbito académico.

Fue la encargada de confeccionar el primer programa sistemático de estudios de

marxismo en la Escuela de Sociología, dictó clases como profesora de dicha Escuela, y

desarrolló un programa de investigación en teoría marxista en el Centro de Estudios

Socio-Económicos de la Facultad de Economía.28

El triunfo de la Unidad Popular en 1970 llevó a Harnecker, militante del Partido

Socialista, a abandonar la actividad académica y dedicar sus esfuerzos a la construcción

y consolidación del proyecto político encabezado por Allende. Se convirtió en directora

de la revista política “Chile hoy” y llevó a cabo, junto a Gabriela Uribe, un trabajo de

divulgación de la teoría marxista a través de los Cuadernos de educación popular.29

cristiana”. Antonio Castañeda y Sergio Quiroz. Op. cit. En 1966 Althusser le escribió una carta a

Harnecker sobre marxismo y ateísmo. La articulación entre althusserianismo y cristianismo no fue

privativa de la interpretación harneckeriana. En Brasil, la recepción más positiva del althusserianismo

parece haber tenido lugar entre los cristianos de Ação Popular, quienes habrían llegado al maoísmo a

través de Althusser. Ver: Michael Lowy. Op. cit. y Marcelo Ridenti. “O romanticismo da Ação

Popular: do cristianismo ao maoismo”. En: Latin American Studies Association, Chicago, 24-26 de

Septiembre de 1998. 28 Algunos aspectos del mundo intelectual y universitario chileno pueden verse en: Sofía Correa Sutil. “El

pensamiento en Chile en el siglo XX bajo la sombra de Portales”. En: Oscar Terán (coord.) Ideas en el

siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano. Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pp. 276-289

y Alfredo Jocelyn-Holt Letelier. “Los intelectuales-políticos chilenos. Un caso de protagonismo equívoco

continuo”. En Wilhelm Mansilla y H.C.F. Mansilla (eds.) Intelectuales y política en América Latina. El

desencantamiento del espíritu crítico. Rosario, Homo Sapiens, 2003, pp. 171-197. 29 Los Cuadernos se editaron en dos series. La primera, titulada “¿Por qué el socialismo?”, contenía los

Cuadernos Explotados y explotadores, Explotación capitalista, Monopolios y miseria, Lucha de clases I,

Lucha de clases II, Imperialismo y dependencia y Capitalismo y socialismo. La segunda, titulada “¿Cómo

luchar por el socialismo?”, los Cuadernos El Partido, vanguardia del proletariado, El Partido: su

organización, Dirigentes y masas, Estrategia y táctica y Alianzas y frente político. La relación político-

intelectual entre Harnecker y Althusser continuó posteriormente. Los conceptos elementales del

materialismo histórico tuvo dos reediciones importantes al respecto: la 6ta, de 1971, en la que se

reproduce un texto de Althusser titulado “Marxismo y lucha de clases”, y la 51ª, de 1985, en la que se

hace un balance de la historia del libro y se le realizan correcciones y modificaciones de contenidos. En la

autobiografía de Althusser se menciona el trabajo de Harnecker: “Para mi desgracia o no, también me

leían en el extranjero y no obstante ¡en qué diferencia de contexto! Cuántos filósofos y políticos o

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39

HARNECKER Y EL MARXISMO ESTRUCTURALISTA

En 1967 Siglo XXI México editó, bajo el nombre de La revolución teórica de

Marx, la traducción al español de Pour Marx (François Maspero, 1965), el primer

trabajo de Althusser que había alcanzado reconocimiento fuera de los círculos

intelectuales parisinos vinculados al PCF. Harnecker fue la traductora de la obra y,

alentada por Althusser, la encargada de escribir una Introducción a la edición, la cual

constituyó la presentación del marxismo estructuralista a los lectores

latinoamericanos.30

En dicha Introducción, Harnecker justifica la traducción al español del trabajo de

Althusser por el esfuerzo de reflexión sobre los problemas principales del marxismo y el

desarrollo de nuevos instrumentos teóricos que contiene su obra. Según Harnecker, el

mayor mérito de Althusser es promover un estudio más serio sobre Marx sin caer en una

interpretación ética y humanista del marxismo. A su entender, Althusser lleva a cabo un

redescubrimiento de Marx para superar la simplificación que ofrecen los manuales

marxistas clásicos, aquellos que generan malentendidos y convierten al marxismo en un

dogma, sin por ello volver a las obras tempranas de Marx y a la utilización de conceptos

ideológicos no-marxistas.

ideólogos, siento decirlo, se alineaban conmigo e intentaban comprometerse en las vías semi-maoístas

abiertas entonces por mis alumnos críticos. Un solo ejemplo: una de mis alumnas, la chilena Marta

Harnecker, que vivió en París entre 1960 y 1965, si no me traiciona la memoria, volvió a la América

Latina (Cuba) para redactar un pequeño manual de materialismo histórico. ¿Se sabe que se publicaron

diez millones de ejemplares? No era muy bueno pero sin embargo constituyó –a falta de algo mejor- la

única base teórica y política de formación para centenares de millares, si no para decenas de millones de

militantes de la América Latina, porque era la única obra de su especie en el continente. Ahora bien

seguía al pie de la letra, incluso aunque las comprendiese mal a menudo, las ideas que Balibar y yo

habíamos propuesto en Para leer El Capital”. El porvenir es largo. Los hechos. Buenos Aires, Destino,

1993, p. 312. 30 Recuerda Harnecker: “… había traducido La revolución teórica de Marx de este autor [Louis

Althusser] y había escrito un prólogo a la versión en español. Es lo primero que escribí en mi vida.

Althusser me estimuló muchísimo, me dijo que era muy bueno porque captaba muy bien el espíritu de su

pensamiento y lograba explicarlo en una forma muy comprensible”. Antonio Castañeda y Sergio Quiroz.

Op. cit.

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El problema de la recepción y la circulación de ideas en América Latina”.

40

La innovación althusseriana proporciona al lector latinoamericano nuevas

herramientas teóricas y habilita un espacio desde el cual desarrollar nuevos abordajes de

la realidad latinoamericana, así como preparar con seriedad una transformación

revolucionaria de las estructuras sociales:

… el autor [Louis Althusser] nos ofrece algunos elementos teóricos

fundamentales, y nos señala el terreno en el que podemos producir los que todavía no

han sido elaborados para realizar un análisis objetivo, científico, de la coyuntura

histórica, turbulenta pero llena de esperanzas, que viven y sufren nuestros pueblos de

América Latina, como los de África y Asia, quienes buscan, un poco a ciegas, la vía

revolucionaria que les permita salir de su situación de explotación, de hambre y de

miseria.31

En este pasaje, Harnecker también repasa someramente el impacto que han

tenido en el campo intelectual francés, debido a sus implicancias teóricas y políticas, las

reflexiones esbozadas por Althusser. En este sentido, comenta los números especiales

de “La Quinzaine”, “Nouvel Observateur”, “Esprit” y “Les Temps Modernes”; la

polémica sobre marxismo y humanismo propiciada por “Nouvelle Critique”; la

recepción por parte de los catedráticos más importantes de la universidad francesa,

como Lucien Goldmann, Henri Lefebvre y Pierre Vilar; y los debates al interior de PCF.

También hace referencia a la formación de numerosos discípulos de Althusser, los

cuales utilizan los desarrollos teóricos althusserianos para el análisis de situaciones

concretas.32

Al momento de realizar un balance de dicho impacto, Hanecker afirma que los

debates producidos no han logrado dar cuenta de la radicalidad y complejidad de la

propuesta althusseriana, ya sea por resistencias ideológicas o por la incomprensión de

31 “Introducción”. En: Louis Althusser. La revolución teórica de Marx. México D.F., Siglo XXI, 1967, p.

2. A menos que se indique lo contrario, las cursivas pertenecen al original. 32 Harnecker da como ejemplo de la actividad de los discípulos la edición de Lire Le Capital (François

Maspero, 1967), obra colectiva que será traducida por ella y editada por Siglo XXI México en 1969 con

el nombre de Para leer El Capital.

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muchos de sus postulados, lo que ha llevado a los críticos a mantenerse en el terreno de

la superficialidad.33

En 1968, Siglo XXI México editó, bajo el nombre de Los conceptos elementales

del materialismo histórico, un texto originado en las notas tomadas por Harnecker en

los cursos impartidos en París, y que se convirtió rápidamente en el manual de

33 Años más tarde, Harnecker sitúa a la edición de Siglo XXI como parte de la incompresión de la teoría

althusseriana: “En América Latina hubo un período de snobismo pro-Althusser y luego vino otro anti-

Althusser, pero pienso que muchos de los que lo alabaron y luego lo atacaron nunca conocieron a fondo

su pensamiento. La prueba de ello es lo que ocurrió con la traducción de su libro La revolución teórica de

Marx. En la primera edición, Siglo XXI no respetó mi traducción del concepto structure “à” dominante

por estructura “a” dominante. El filósofo francés diferencia entre estructura dominante y estructura “a”

dominante. Este último término pretende dar cuenta de la estructura global de la sociedad y estructura

dominante (sin la “a”) designa a una estructura parcial, es decir, puede designar a la estructura económica,

o a la política, o a la ideológica. Según el autor, dependiendo de cual sea el modo de producción, una de

estas estructuras pasa a ser dominante en la estructura social global. Esta está organizada de manera tal

que siempre existe en ella una estructura parcial que domina a las otras y por eso la denomina estructura

“a” dominante. Como sonaba algo raro, propuse a Althusser estructura con dominancia, pero él no estuvo

de acuerdo porque le parecía que “con” indicaba algo agregado y eso no expresaba exactamente lo que él

quería decir. Indagando sobre el asunto vi que existe una “a” en español que se utiliza en frases elípticas,

por ejemplo: chaqueta “a” cuadros, y muchas otras cosas que se dicen con esa “a”. Quedamos finalmente

en que íbamos a traducirla como estructura “a” dominante. Pero ¿qué ocurrió? Que Siglo XXI

simplemente eliminó la “a” del término estructura “a” dominante sin consultarme, con lo que impedía

diferenciar entre ambos tipos de estructuras y así se deformaba el pensamiento de Althusser. Yo reclamé

y discutí con ellos, y ya en la segunda edición La revolución teórica… se suponía que empezaba a

aparecer corregido el término. Yo di esto por hecho y nunca revisé cómo había salido. Pero una vez,

varios años después, leyendo un artículo de Jorge Insunza, miembro del Partido Comunista de Chile,

quien se había entusiasmado con la obra de Althusser cuando estuvo exiliado en París, veo que él hablaba

‘… como Althusser: la estructura dominante o a dominante…’ Entonces fue que yo me pregunté ¿Y por

qué Jorge escribe esto? Y fui a revisar La revolución teórica… y ahí me encuentro que habían quedado

pliegos con la palabra rectificada mezclados con pliegos que contenían el error de primera edición. Y

nadie reclamó durante 16 años. Se supone que muchos profesores usaron en sus clases ese libro de

Althusser, pero nadie alertó a la editora de lo que había pasado. Yo interpreto esto como que ellos no le

dieron importancia, quizás ni detectaron el error, porque no comprendieron a fondo el pensamiento de

Althusser. Confundir ambos términos es realmente no entender nada de lo fundamental del aporte de

Althusser a la comprensión de un concepto central del marxismo, el concepto de modo de producción”.

Antonio Castañeda y Sergio Quiroz. Op. cit.

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formación de la militancia revolucionaria latinoamericana, desplazando al libro de

Georges Politzer (Principios elementales de filosofía) en la iniciación de los jóvenes en

el marxismo.34

El libro está compuesto por una “Presentación” escrita por Althusser, una

“Introducción” de la autora, doce capítulos dedicados a los principales componentes de

la teoría marxista (producción, fuerzas productivas, relaciones sociales de producción,

estructura económica de la sociedad, infraestructura y superestructura, estructura

ideológica, estructura jurídico-política, coyuntura política, clases sociales, transición y

revolución, y teoría marxista de la historia), una sección de “Textos escogidos” sobre

cada problemática35, y una “Bibliografía mínima comentada” de los clásicos de la teoría

marxista.36

Cada capítulo contiene, al comienzo, un índice de los temas a desarrollar a

continuación37; y al final, un cuestionario con fines pedagógicos, “tanto para los que

estudien en forma aislada como para aquellos que utilicen el contenido de este libro en

cursos de formación para trabajadores y estudiantes” 38, y unos temas de reflexión sobre

los aspectos desarrollados, con el doble objetivo de “mostrar los problemas teóricos que

pueden plantearse al estudiar determinados conceptos” e “indicar las posibles

34 Horacio Tarcus. Op. cit., pp. 492-493. Sobre la forma manual en la tradición marxista, Néstor Kohan.

“La consolidación del DIAMAT y la batalla de los manuales”. En: Marx en su (Tercer) Mundo. Hacia un

socialismo no colonizado. Buenos Aires, Biblos, 1998, pp. 50-60. 35 Por ejemplo, para una introducción al materialismo histórico, se reproducen pasajes de Sobre el

materialismo histórico y el materialismo dialéctico de Stalin; para el proceso de producción, pasajes de El

Capital de Marx, para el aporte científico de Marx, “¿Quiénes son los amigos del pueblo?” de Lenin. 36 El comentario a Introducción a la crítica de la economía política de Marx es “Texto importante para

mostrar el concepto marxista de estructura y el papel determinante que desempeña la producción dentro

del proceso económico” (p. 250); a El Estado y la revolución de Lenin, “Excelente texto sobre la

concepción marxista del Estado. Muy claro y pedagógico” (p. 253); a “Sobre la contradicción” de Mao,

“Excelente texto para el estudio de la coyuntura política” (p. 253). 37 Por ejemplo, para el primer capítulo, referido a la producción, en índice es “1. Definición del proceso

de producción. 2. Los elementos del proceso de producción. 3. El proceso de producción como estructura.

4. el proceso de producción y la producción social” (p. 11). 38 Ibid., p. 11. Tomando como referencia al primer capítulo, el cuestionario es “1. ¿Qué se entiende por

producción? 2. ¿Qué es lo esencial en el proceso de producción? 3. ¿La caza y la pesca pueden ser

consideradas un proceso de producción? 4. ¿Qué se entiende por trabajo?...” (p. 20).

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aplicaciones de los conceptos teóricos en el análisis de nuestra realidad

latinoamericana”.39

En la “Presentación”, escrita en París en Octubre de 1968, Althusser recomienda

“calurosamente” la lectura del libro y realiza una valoración positiva del esfuerzo

intelectual realizado por Harnecker, al mismo tiempo que lleva a cabo algunas

precisiones sobre los alcances y los límites del trabajo.

Althusser considera que los principales méritos del libro son sus cualidades

pedagógicas, la exposición clara y rigurosa de los conceptos fundamentales de la teoría

marxista, y la presentación de tesis que realizan precisiones al pensamiento de los

pensadores marxistas clásicos. Sin embargo también previene al lector sobre algunas

limitaciones del trabajo, como la exposición de los conceptos fundamentales de la

ciencia de la historia (materialismo histórico) y no los de la filosofía de la historia

(materialismo dialéctico), y el haber dejado de lado todos los aspectos referidos a la

práctica política en el sentido de la dirección de la lucha de clases marxista-leninista

(diferentes niveles de la lucha, organizaciones de lucha, líneas políticas de masas,

formas de acción).

A partir de estos méritos y limitaciones, Althusser considera que la mayor

utilidad que se le puede dar al libro es la de la “formación teórica de militantes

revolucionarios, ayudarlos a ‘analizar concretamente la situación concreta’, es decir, la

coyuntura de tal o cual país”40, lo cual lo lleva a ubicar al trabajo de Harnecker, en tanto

precedente teórico de las condiciones subjetivas de la Revolución, en la tradición de la

Revolución rusa y la Revolución china, ya que en ambas existe un dirigente (Lenin en la

primera, Mao en la segunda) que, formado en la teoría marxista, produce un análisis

concreto de una situación concreta.

En la “Introducción”, escrita en París en Septiembre de 1968, Harnecker anuncia

a los lectores cuáles son los objetivos que persigue con su trabajo y los introduce en

39 Ibid., p. 9. Siguiendo con el primer capítulo, “1. ¿El salario es el precio del trabajo o la fuerza del

trabajo? 2. Si al capitalista le interesa hacer trabajar al obrero el máximo de horas, ¿cómo se explica que

en la mayoría de los países capitalistas el horario de trabajo sea de 8 horas?, y ¿por qué en algunos países

socialistas es sólo de 6 horas? 3. ¿Qué implicaría el que los obreros fueran los dueños de los medios de

producción?...” (p.20). 40 Los conceptos elementales… Op. cit. p. 2.

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algunas problemáticas de la teoría marxista y de la formación teórica de los militantes

revolucionarios.

Harnecker considera que su trabajo debe ser enmarcado en la problemática de la

formación teórica de la militancia revolucionaria. A partir de la cita de Mao que abre el

libro41, la autora presenta las principales bases sobre las que se debería diagramar un

programa de formación teórica. A su entender, todo militante revolucionario debe

formarse en tres aspectos básicos: el estudio de la teoría marxista-leninista, que le

proporcionará los elementos teóricos para pasar de una etapa de romanticismo y

voluntarismo a una de realismo y preparación efectiva; la aplicación de la teoría

marxista a la realidad concreta de su país, que le ayudará a identificar características de

la formación social a partir de la utilización de los principios generales del marxismo-

leninismo; y el estudio de la coyuntura política de su país y a nivel mundial, que

contribuirá a la comprensión de la relación que existe entre las diversas fuerzas de un

país determinado y las fuerzas sociales internacionales.

En el marco de este programa, el libro de Harnecker tiene como objetivo ayudar

a los militantes revolucionarios a conocer la teoría marxista, en el sentido de

proporcionarles los conceptos teóricos necesarios para el conocimiento científico de su

realidad concreta. A decir de la autora, los militantes pueden encontrar en este libro

instrumentos de trabajo intelectual que no habrían podido encontrar en otros manuales

de marxismo, como los de Konstantinov (El materialismo histórico), Bujarin (La

theórie du materialisme historique) y Núñez Tenorio (Introducción a la sociología

marxista), en tanto en su libro se presentan críticamente los principales conceptos del

materialismo histórico y se intentan incorporar las investigaciones recientes sobre

dichos conceptos.

Al hacer mención a este mérito, la autora presenta a los lectores un estado actual

de la teoría del materialismo histórico, en el cual ubica la menor elaboración de

conceptos pertenecientes a la superestructura en relación a los pertenecientes a la

infraestructura, una teoría científica del aspecto económico del modo de producción

premonopolista y algunos elementos para comprender el modo de producción

41 “Un partido que dirige un gran movimiento revolucionario, sin una teoría revolucionaria, sin un

conocimiento de la historia, sin una comprensión profunda del movimiento en su realidad, no podrá

alcanzar la victoria”. Ibid., p. 4.

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monopolista, la ausencia de una teoría científica de la estructura ideológica y jurídico-

política del modo de producción capitalista, la ausencia de estudios científicos de los

otros modos de producción, algunos elementos de una teoría general de la transición de

un modo de producción a otro, una incipiente teoría científica de las clases sociales, y

elementos para el análisis de la coyuntura política (como la teoría del eslabón más débil

de Lenin y el sistema de contradicciones de Mao). El balance de las investigaciones al

interior de la teoría del materialismo histórico hace evidente el poco desarrollo de

algunos conceptos, sin embargo esto “no debe descorazonarnos”42, sino que, al

contrario, debe favorecer el estudio crítico del desarrollo teórico realizado hasta el

momento y la elaboración de conceptos que contribuyan a realizar un análisis de las

sociedades concretas.

Harnecker cierra la introducción a su obra enfatizando que el libro ofrecerá a los

militantes revolucionarios herramientas teóricas que deberán ser utilizadas para una

aplicación creadora de la teoría marxista a la realidad latinoamericana y en función de

necesidades prácticas de la revolución, y no como una nueva adquisición de

conocimiento:

Queremos insistir nuevamente en que los conceptos aquí estudiados no nos dan

el conocimiento de ninguna realidad concreta porque tienen el carácter de instrumentos

teóricos. Su asimilación permitirá luego aplicarlos al análisis de nuestra realidad

latinoamericana. Pero no se puede “aplicar” simplemente, de una manera mecánica la

teoría marxista; es necesario que se aplique en forma creadora, y para ello es preciso

que se estudie la historia de la los países de América Latina, sus características

específicas, las relaciones de fuerza existentes es cada país, etc… Nuestro trabajo habrá

sido absolutamente estéril si nuestros lectores se limitan a aumentar el campo de los

conocimientos acerca de la teoría marxista. Recordemos que el objetivo último de Marx

fue transformar el mundo.43

42 Ibid., p. 7. 43 Ibid., p. 10.

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En el primer capítulo del libro, referido al proceso de producción, Harnecker

ofrece una definición de dicho proceso a partir de una referencia a La revolución teórica

de Marx44 y realiza una explicación del proceso de producción como estructura. A partir

de la diferenciación de los conceptos de totalidad (“conjunto de elementos yuxtapuestos

que no tiene ninguna forma específica”) y de estructura (“una totalidad en la que los

elementos no se yuxtaponen sino que, por el contrario, se encuentran distribuidos en ella

según una organización de conjunto”45), puede definirse al proceso de producción como

una totalidad estructurada, en tanto los elementos que lo integran no se yuxtaponen unos

a otros, sino que están organizados a partir de la función que cada uno ocupa en dicho

proceso. En este sentido, Harnecker considera que la producción debe ser concebida

como una estructura orgánica y diferenciada de una estructura inorgánica, ya que el

estado de un elemento del proceso de producción afecta al estado de los otros elementos

y la estructura en su conjunto, de lo cual de cuenta, por ejemplo, la posibilidad de

perjudicar el proceso de producción lentificando el ritmo en alguna sección

productiva.46

En el capítulo referido a la relación entre fuerzas productivas y relaciones

sociales de producción, Harnecker intenta justificar la pertinencia del concepto de

determinación en última instancia para describir la acción económica de la estructura

económica de la sociedad. La valoración de este concepto radica en la demarcación que

establece entre la determinación mecánica, en la que el elemento determinado es un

mero efecto del elemento determinante, y un nuevo tipo de determinación, en el cual los

44 “Llamaremos proceso de producción en general a todo proceso de transformación de un objeto

determinado, sea éste natural o ya trabajado, en un producto determinado, transformación efectuada por

una actividad humana determinada, utilizando instrumentos de trabajo determinados”. Ibid., p. 11. 45 Ibid., pp. 15-16. 46 Harnecker recurre a analogías para explicar la producción como estructura (“… la producción no es la

suma o yuxtaposición de estos elementos, de la misma manera que una mesa no es una suma de trozos de

madera. El hecho de que un trozo de madera llegue a ser pata o superficie depende del lugar y de la

función que ocupe en la totalidad constituida por la mesa. Así, también, un mismo objeto material puede

ocupar lugares diferentes en el proceso de producción, según las circunstancias” p. 15) y como estructura

orgánica (“En las estructuras orgánicas existe una interrelación dinámica entre los elementos que la

componen… así, por ejemplo, un órgano enfermo del cuerpo humano afecta al todo y al estado de los

otros órganos” p. 17).

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elementos de una estructura compleja actúan sobre el elemento determinante en última

instancia. En términos concretos, la determinación en última instancia indica los límites

materiales a partir de los cuales pueden establecerse determinadas relaciones sociales de

producción, lo que permite evitar los errores del determinismo mecanicista, que implica

pensar que la socialización de las fuerzas productivas generará inevitablemente el

establecimiento de relaciones socialistas de producción, y de la subestimación de los

límites necesarios para establecer relaciones socialistas de producción, que contribuye a

generar la creencia de que dichas relaciones pueden ser establecidas por decisiones

políticas independientemente de las condiciones materiales.47

La justificación de la utilización del concepto de determinación en última

instancia es profundizada al momento de analizar la relación entre infraestructura y

superestructura. Harnecker presenta a la superestructura como una noción problemática

y se esfuerza en demostrar que no necesariamente todo fenómeno extraeconómico debe

ser considerado como perteneciente a la superestructura, y para ello recurre, además de

a una explicación histórica de por qué Marx y Engels acentuaron excesivamente el

papel de la estructura económica en la sociedad, al análisis del lenguaje realizado por

Stalin, para el cual se recomienda un artículo de Etienne Balibar sobre el tema48, y al

estudio de la ciencia llevado a cabo por Althusser, para el cual se reproduce un pasaje

de Para leer El Capital.49

47 Harnecker ejemplifica estos errores a través de una valoración positiva de la experiencia revolucionaria

china: “Obligar, por ejemplo, a los campesinos que están aferrados a sus tierras y que las cultivan en

forma individual, con instrumentos muy rudimentarios, a trabajar en forma colectiva es implantar una

medida idealista que no se adecua a las condiciones materiales mínimas necesarias. En cambio, la

introducción de tractores y otras maquinarias-instrumentos en la agricultura hace que los campesinos

comprendan, por las nuevas condiciones de trabajo, la necesidad de un trabajo colectivo, y así, las

relaciones de producción socialistas podrían establecerse sobre una base firme. Es interesante estudiar, a

este respecto, cómo la Revolución china ha sabido conducir los cambios en el campo, hasta el

establecimiento de las relaciones de producción socialistas, sin forzar a los campesinos a aceptar

decisiones de los organismos superiores de gobierno”. Ibid., p. 58. 48 “Marxisme et linguistique”. En “Cahiers marxistes-leninistes”. París, Número 12-13, Julio-Octubre de

1966, pp. 19-25. 49 “Hacer de la ciencia una superestructura es pensarla como una de esas ideologías ‘orgánicas’ que hacen

tan bien bloque con la estructura que deben desaparecer con ella”. Los conceptos elementales… Op. cit. p.

63.

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Harnecker afirma que es necesario combatir el determinismo económico, ya que

éste contribuye al desarrollo de un marxismo vulgar, que subestima la importancia de

los factores extraeconómicos en la sociedad dando lugar a concepciones erróneas sobre

el paso al socialismo. Los marxistas que reducen la sociedad a su estructura económica

no alcanzan a comprender la importancia que tienen los factores no económicos, como

la acción política, en el proceso revolucionario:

No ven, por ejemplo, el papel fundamental de la acción política en la etapa de

transición y por ello no ven la diferencia fundamental que existe entre una revolución

democrático-burguesa realizada por la burguesía y una revolución democrática de tipo

nuevo que es una revolución de tipo burgués, pero realizada bajo la dirección del

proletariado y que tiene por fin último establecer el socialismo… pierden de vista la

necesidad de preparar un partido de vanguardia que sea capaz de transformar

revolucionariamente la sociedad a fin de conducirla por la vía más segura al socialismo

y luego al comunismo.50

Afirmar que la economía opera una determinación mecánica sobre la

superestructura y el desarrollo de la sociedad implicaría según Harnecker, además de

una concepción falseada del proceso revolucionario, asignarle un contrasentido absurdo

a la teoría de Marx y Engels, ya que no habría lugar para la lucha de clases y la

revolución en un sociedad completamente determinada por la economía, y ponerse del

lado de los críticos del marxismo, los cuales se complacen en señalar la incoherencia del

marxismo en la afirmación simultánea de la determinación económica y la acción de los

hombres en la historia. Según la autora, el hecho de que Marx y Engels no hayan podido

desarrollar de forma sistemática la problemática del determinismo específico del

marxismo, transforma en urgente la necesidad del marxismo de profundizar la

investigación en el problema del determinismo, y convierte en referentes insoslayables a

aquellos intelectuales marxistas que han avanzado llevando sus líneas de investigación

50 Ibid., p. 65.

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por este camino. De allí que el capítulo se cierre con una referencia a Althusser y una

cita de Para leer El Capital.51

En el capítulo en el que se analiza la estructura ideológica de la sociedad,

Harnecker expone los aspectos más relevantes de la problemática siguiendo los

desarrollos teóricos de Althusser sobre el fenómeno ideológico. Tomando como

referencia un artículo de Althusser publicado en “Casa de las Américas”52, la autora

explica que la ideología, a pesar de ubicarse en la metáfora arquitectónica en el nivel

superestructural, se encuentra presente en todos los niveles de la sociedad, ya que

cohesiona a los individuos en sus funciones y en sus relaciones sociales, actuando como

“el cemento que asegura la cohesión del edificio”53. La ideología, afirma Harnecker,

está presente en todos los actos de los individuos llegando a ser indiscernible de su

experiencia vivida, está compuesta por los sistemas de ideas-representaciones sociales

(ideologías en sentido restringido) y por los sistemas de actitudes-comportamientos

sociales (las costumbres), está destinada a asegurar la dominación de una clase sobre

otra (permitiendo que las clases dominadas acepten como natural su condición de

explotados y que las dominantes ejerzan como natural su explotación y dominación), y

puede ser dividida en regiones particulares centradas sobre diferentes temas (ideología

moral, religiosa, jurídica, política, estética, filosófica, etc.).54

51 “… proponerse pensar la determinación de los elementos de un todo por la estructura del todo; la

determinación de una estructura por otra estructura, es decir, los problemas de la causalidad estructural,

es plantearse un problema absolutamente nuevo, dentro del más grande embrollo teórico, ya que no se

dispone de ningún concepto teórico elaborado para resolverlo.” Ibid., p. 67. 52 “Teoría, práctica teórica y formación teórica. Ideología y lucha ideológica”. En “Casa de las

Américas”. La Habana, Número 34, Febrero de 1966. Traducción al español de “Théorie, pratique

théorique et formation thórique. Idéologique et lutte idéologique”, artículo mimeografiado y fechado en

abril de 1965. 53 Los conceptos elementales… Op. cit., p. 69. 54 Harnecker afirma que según las características de cada sociedad, una región ideológica domina sobre

las otras, para lo cual da el ejemplo del dominio de la ideología religiosa en la liberación de los negros en

Estados Unidos. En los temas de reflexión al final del capítulo, hay una pregunta sobre la función que

puede tener la religión en América Latina: “¿Qué papel pueden desempeñar las ideologías religiosas en

América Latina?”. Ibid., p. 82.

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El carácter necesariamente falseado y deformado de la ideología no obedece, a

decir de Harnecker, a una “mala conciencia” o a una “voluntad de engañar” de las clases

dominantes, sino que está relacionado con la determinación de los hombres por

estructuras objetivas, de las cuales perciben algunos efectos objetivos pero cuya esencia

les es disimulada. Para ejemplificar la deformación de la realidad propia del

conocimiento ideológico, la autora utiliza el análisis realizado por Marx en el libro III

de El Capital sobre la cuota general de ganancia, en el cual se percibe que la base

fundamental de la estructura económica capitalista (la plusvalía) se oculta a la

conciencia de todos los agentes implicados en el proceso de producción (capitalistas y

obreros), por lo que la percepción deformada y falseada no se origina en el interés de las

clases dominantes de engañar a las dominadas, sino en carácter objetivo del sistema

económico.55

Las particularidades de la estructura ideológica y su autonomía relativa con

respecto a la estructura económica impiden, según Harnecker, que la clase obrera

espontáneamente se libere de la ideología burguesa y descubra sus verdaderos intereses

de clase. De allí el énfasis en la tesis leninista de importación de la teoría marxista y en

la promoción de la actividad científica:

Para que la ideología obrera espontánea llegue a transformarse hasta el punto

de ser liberada de la ideología burguesa, es necesario que reciba del exterior el

socorro de la ciencia y que se transforme bajo la influencia de este elemento nuevo,

radicalmente distinto de la ideología. La tesis leninista de la “importación” o de la

necesaria “fusión” de la teoría marxista y el movimiento obrero no es, por lo tanto, una

tesis arbitraria o la descripción de un accidente de la historia; está fundada, por el

contrario, en la naturaleza misma de la ideología y de los límites absolutos del

desarrollo natural de la ideología espontánea de la clase obrera.56

55 Para este punto, Harnecker remite a un artículo de Emilio De Ipola titulado “Los lenguajes del

marxismo, en lo que se refiere al análisis de la cuota de ganancia media realizado por Marx en el libro III

de El Capital”. 56 Ibid., pp. 74-75.

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La problematización del concepto de estructura ideológica se complementa con

el análisis de la estructura jurídico-política de la sociedad, para el cual se utiliza, además

de los textos clásicos del marxismo sobre el tema (El origen de la familia, la propiedad

privada y el Estado de Engels y El Estado y la revolución de Lenin), textos de autores

marxistas estructuralistas, como Roger Establet57 y Nicos Poulantzas58.

La perspectiva de Harnecker en la conceptualización de la estructura jurídico-

política se orienta, además de su definición como el conjunto de aparatos institucionales

y normas que reglamentan el funcionamiento de la sociedad, al problema de la doble

función del Estado en tanto aparato técnico-administrativo para la organización y

dirección y político para la dominación de una clase sobre otra. Harnecker excusa a

Marx y Engels por haber subrayado fundamentalmente la función política del Estado, ya

que sus obras estaban dirigidas a refutar las tesis burguesas del aparato estatal como

externo a la lucha de clases, pero considera necesario rescatar la dimensión de

organización y dirección para un programa político revolucionario. A partir de una cita

de Lenin en la cual éste se lamenta de la pervivencia del viejo aparato estatal zarista en

el proceso revolucionario e incita a perfeccionar dicho aparato cambiando su

composición y atrayendo nuevas fuerzas, Harnecker precisa que cuando el marxismo

afirma que para la liberación de las clases oprimidas debe ser suprimido el aparato

estatal, se refiere fundamentalmente a las funciones represivas (ejército, policía y

tribunales de justicia) y no a las de organización y dirección, ya que “el aparato de

Estado relacionado a las funciones más bien técnicas no puede ser reemplazado de un

día a otro”59.

Un capítulo del libro está dedicado al análisis de los conceptos de modo de

producción, formación social y coyuntura política. A partir de la referencia a La

revolución teórica de Marx, Harnecker define al modo de producción como el concepto

57 “Lo jurídico-político”. En: “Octobre”. Paris, Número 5, Diciembre de 1966. Harnecker explica que la

revista “Octobre” fue el órgano de la Unión de Estudiantes Comunistas de La Sorbona. 58 “Preliminares al estudio de la hegemonía del Estado”. En: “Pensamiento crítico”. La Habana, Agosto

de 1967, pp. 174-207 y Pouvoir politique et classes sociales. París, François Maspero, 1968. Este último

fue traducido y editado por Siglo XXI México al año siguiente con el título Poder político y clases

sociales en el Estado capitalista. 59 Los conceptos elementales… Op. cit., p. 87.

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que permite conocer de forma científica una totalidad social y lo concibe constituido por

una estructura global formada por tres estructuras regionales (económica, jurídico-

política e ideológica), en la que una domina a las otras siendo la económica la

determinante en última instancia60. Con respecto a la formación social, la autora afirma

que, a diferencia del modo de producción, que se refiere a un objeto abstracto y a una

totalidad pura, este concepto se refiere a una realidad compleja e impura, por lo que

podría ser definido como una totalidad social concreta históricamente determinada. El

concepto de formación social permite el análisis de sociedades, como las

latinoamericanas, en las que el dominio de un modo de producción no hace desaparecer

automáticamente otras relaciones de producción, que siguen existiendo modificadas y

subordinadas a las relaciones de producción dominantes, así como dar cuenta de la

“individualidad concreta” de un país o de un grupo de países61. El nivel más concreto de

60 La importancia otorgada al abordaje científico del modo de producción lleva a Harnecker a diferenciar

el conocimiento de la descripción: “Se puede describir una sociedad, decir, por ejemplo que en toda

sociedad existen industrias, campos cultivados, correos, escuelas, ejército, policía, leyes, corrientes

ideológicas, etc. Pero la organización de estos elementos en diferentes estructuras (económica, jurídico-

política e ideológica) y la determinación del papel que cada una de estas estructuras desempeña en la

sociedad, nos permite pasar de la descripción al conocimiento de una realidad social, establecer las leyes

de su desarrollo y, por lo tanto, la posibilidad de guiarlo conscientemente. En la época de Marx todo el

mundo percibía, describía, los síntomas de la ‘enfermedad capitalista’: la pobreza de las masas, la riqueza

de ciertos pequeños grupos, la explotación de la mujer y del niño, etc. Algunos se rebelaban, otros

buscaban explicar esta situación recurriendo a las leyes divinas fatalistas: ‘siempre habrá pobres entre

nosotros’. Pero Marx y Engels supieron pasar de la descripción al conocimiento de las causas de las leyes

del desarrollo capitalista, conocimiento que permitió, más tarde a los partidos marxistas hacer la

revolución y establecer regímenes sociales nuevos.” Ibid., p. 100. 61 Dice Harnecker sobre la formación social latinoamericana: “… desde la época de la conquista en los

países de América Latina ha dominado el sistema de producción capitalista, en un comienzo bajo la forma

de capitalismo comercial y luego a través de relaciones propiamente capitalista (o en la mayor parte de

ellos); pero afirmar que el sistema de producción capitalista domina no significa negar que existían y que

todavía existen, en forma muy difundida, relaciones precapitalistas de producción: relaciones de

producción que se acercan a las de la comunidad primitiva en algunos lugares aislados, relaciones

semiserviles en muchas zonas campesinas y una difusión bastante grande de la pequeña producción

artesanal”. Ibid., p. 104. Al respecto, hay una crítica a Gunder Frank por creer que para afirmar la

dominación capitalista mundial es necesario negar la existencia de relaciones precapitalistas, lo cual

impide un análisis correcto de las clases sociales en América Latina. Id.

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análisis queda reservado para el concepto de coyuntura política, el cual es definido

como el momento actual de una formación social, que puede caracterizarse por ser una

síntesis de las contradicciones de una formación social o de un sistema de formaciones

sociales en un momento determinado. Siguiendo a Mao, Harnecker explica que toda

coyuntura política es un sistema de contradicciones, dentro del cual hay una

contradicción principal y otras secundarias, cada una de ellas tiene un aspecto principal

y uno secundario, los cuales tienen sus propias características y establecen relaciones

entre ellos, y que sólo un análisis correcto de la coyuntura política permite elaborar

consignas adecuadas a la lucha y evitar el dogmatismo que impide percibir las

diferencias entre distintas situaciones revolucionarias y entre distintos métodos de

resolver las contradicciones.

Al momento de analizar el concepto de clase social, Harnecker afirma que dicho

concepto puede ser definido en un nivel abstracto, pero para que se transforme en una

herramienta de análisis político, debe ser estudiado a partir de la forma que adquiere en

una formación social y en una coyuntura política concretas. De allí que, luego de definir

el concepto de clase social en relación al modo de producción, enfatice su análisis en

relación a las contradicciones de una sociedad determinada en el momento actual de su

desarrollo, nivel en el cual “nuevas determinaciones entran en juego sobredeterminando

las clases anteriormente definidas”62.

Con respecto a estas nuevas determinaciones, la autora pone de relieve los

problemas inherentes a dos de ellas: el problema de la posición de clase y la diferencia

entre clase y fuerza social.

La posición de clase es definida como la toma de partido por una clase en una

coyuntura política determinada, y puesta en relación con la problemática de los

intelectuales revolucionarios. Luego de repasar las referencias al problema intelectual

en las obras de Marx y Lenin, Harnecker se basa en la entrevista a Althusser en

“L’Unità”63 y afirma la dificultad de los intelectuales para pasar a una posición de clase

proletaria, en tanto su instinto de clase debe revolucionarse, a diferencia del

proletariado, cuyo instinto de clase sólo debe ser educado para que alcance la misma

62 Ibid., p. 137. 63 Dicha entrevista formará parte del volumen La filosofía como arma de la revolución, editado en

Argentina por la editorial Pasado y Presente en 1968.

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posición. De allí la importancia que el marxismo le otorga a la constitución social del

partido del proletariado, ya que, según la autora, cuantos más miembros del partido

tengan una situación de clase proletaria, será más fácil evitar las desviaciones

izquierdistas o derechistas que surgen como expresión de la ideología

pequeñoburguesa.64

Con respecto a la fuerza social, Harnecker considera que dicho concepto permite

saldar la discusión sobre el concepto de clase en los textos de Marx (negación del

carácter de clase a un grupo social que no ha participado en la lucha política o

diferenciación entre “clase en sí” y “clase para sí”), en tanto puede hablarse de clase

social en los niveles de modo de producción y formación social, y de de fuerza social en

el nivel de la coyuntura política. En un proceso revolucionario convergen tres tipos de

fuerzas sociales: las fuerzas motrices (constituidas por los grupos sociales que

participan en forma activa en el proceso revolucionario), la fuerza principal (constituida

por el grupo social que representa la fuerza motriz más numerosa) y la fuerza dirigente

(constituida por el grupo social que dirige el proceso revolucionario). Al respecto,

Harnecker enfatiza que es necesario tener en cuenta que lo que constituye al grupo

social que dirige el proceso revolucionario como la fuerza dirigente no es su número,

sino su “papel político, es decir, su capacidad de tomar la iniciativa, formular metas

adecuadas a cada etapa y encontrar formas justas de dirección”65, y no confundir la

fuerza principal con la fuerza dirigente de la revolución, principalmente en aquellos

países, como los latinoamericanos, en los que el campesinado tiene un gran potencial

revolucionario por su condición de extrema miseria y su importancia en la población

64 Sobre esta problemática, Harnecker recomienda el artículo de Mao “Decisiones acerca de ciertas

cuestiones de la historia de nuestro Partido”. 65 Los conceptos elementales… Op. cit., p. 142. Este aspecto es ejemplificado con el caso de la

Revolución china: “Las fuerzas motrices estaban constituidas por el campesinado, el proletariado y la

pequeña burguesía urbana; a veces, se lograban incorporar ciertos sectores de la burguesía nacional. La

fuerza principal sin duda era, sin duda, el campesinado, y el proletariado, a pesar de su escaso número,

logró constituirse en la fuerza dirigente de la revolución debido al papel político que desempeñó en la

Revolución china”. Id.

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global, y el proletariado tiene una condición privilegiada y su potencial revolucionario

debilitado.66

En el capítulo referido al problema de la transición y la revolución, Harnecker

explica que la base material de la transición de un modo de producción a otro es la no-

correspondencia entre las viejas relaciones sociales de producción y el nivel de

desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas, y que cuando se produce este

conflicto, las viejas relaciones sociales de producción son defendidas por las clases

dominantes que tienen el poder del Estado y de la influencia ideológica sobre las masas,

lo que da lugar a una situación revolucionaria, la cual es definida a través de una cita de

La revolución teórica de Marx como “una acumulación y exasperación de

contradicciones históricas que se fusionan en una unidad de ruptura”.67

Sin embargo, afirma la autora, la tesis de materialismo histórico sobre la

transición de un modo de producción a otro debe ser complejizada para la transición del

capitalismo al socialismo, en tanto no pueden surgir espontáneamente relaciones de

producción socialistas al interior de una formación social donde domina el modo de

producción capitalista. Esta especificidad hace que en la transición del capitalismo al

socialismo, a diferencia de las transiciones entre los otros modos de producción, la

acción política se adelante a la base económica, ya que la clase obrera debe tomar el

poder político del Estado y crear las condiciones propicias para el establecimiento de las

relaciones de producción socialistas y las nuevas relaciones ideológicas que aseguren

las bases para el establecimiento del comunismo.68

Lo propio de la transición del capitalismo al socialismo también implica, afirma

Harnecker, la existencia de un Estado de transición, caracterizado por la transformación

66 “Aunque en muchos países latinoamericanos el proletariado sea un sector privilegiado de la población,

en relación a los campesinos pobres y al creciente sector de los sinempleo permanente y, por lo tanto,

aunque su potencial revolucionario se encuentre debilitado, no por ello deja de constituir objetivamente la

única clase que por su situación de clase, es decir, por su situación en la producción social, es capaz de

conducir el proceso revolucionario hasta el fin, hasta la supresión de todo tipo de explotación”. Id. 67 Ibid., p. 152. 68 En este aspecto hay una crítica a “la desviación espontaneísta del marxismo”, la cual “no ve esta

diferencia radical que existe entre la transición del capitalismo al socialismo y las otras transiciones

anteriores. Aplica el mismo modelo a todas las transiciones y se queda esperando que la formación social

capitalista evolucione en forma espontánea hacia el socialismo”. Ibid., p. 155.

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que opera la clase obrera en el nivel jurídico-político de la sociedad. En la dictadura del

proletariado, dice la autora, la clase obrera debe enfrentarse a sus debilidades al nivel de

la infraestructura, caracterizada por la contradicción entre la propiedad social y la

apropiación colectiva real, y al nivel de la superestructura ideológica, caracterizada por

la infiltración ideológica de las viejas clases dominantes, para lo cual debe llevarse a

cabo una revolución ideológica en las masas:

El peso de la tradición y de las costumbres de muchas generaciones no puede

cambiarse de un día para otro. De la misma manera que ha sido necesario realizar una

revolución política para tomarse el poder del Estado, y una revolución económica para

cambiar las relaciones de producción de tipo capitalistas por relaciones socialistas, es

necesario realizar una revolución al nivel de la ideología. Y para que esta revolución sea

verdaderamente eficaz debe realizarse con la participación de las masas; no basta

revolucionar la ideología de algunos intelectuales y artistas, es necesario que todo el

pueblo luche contra los antiguos hábitos e ideas egoístas e individualistas legados por el

régimen capitalista para adquirir una nueva concepción del mundo: la concepción

socialista y los nuevos hábitos de solidaridad y cooperación colectiva.69

El libro se cierra con un capítulo en que se analizan algunos aspectos de la teoría

marxista de la historia. Allí Harnecker lleva a cabo una exposición de la teoría hegeliana

de la historia con el objeto de demostrar la originalidad de la teoría marxista. A partir

del desarrollo de los principios de continuidad homogénea y contemporaneidad, la idea

de tiempo histórica hegeliana es concebida como una noción ideológica y tomada de la

experiencia vivida, argumento para el cual es utilizada una cita de La revolución teórica

de Marx70. La teoría marxista, sostiene Harnecker, no descubre un nuevo criterio de

69 Ibid., p. 157. 70 “La reducción de todos los elementos que forman la vida concreta de un mundo histórico (instituciones,

económicas, sociales, políticas jurídicas, costumbres, moral, arte, religión, filosofía, y hasta los

acontecimiento históricos: guerras, batallas, derrotas, etc.) a un principio de unidad interna, esta reducción

misma no es en sí posible sino bajo la condición absoluta de considerar toda la vida concreta de un pueblo

como la exteriorización-enajenación... de un principio espiritual interno… es decir, no de su realidad

material sino de su ideología más abstracta”. Ibid., p. 162.

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periodización de la historia, lo cual implicaría permanecer dentro de la concepción

hegeliana de la historia, sino que su originalidad radica en pasar de una temporalidad

lineal y homogénea a una temporalidad de estructuras específicas de historicidad. En

este sentido, la teoría marxista es asimilada a la psicología, que concibe el tiempo a

partir de las fases de desarrollo del inconsciente, y a la historia de la filosofía, que

concibe el tiempo a partir de la sucesión de las diferentes problemáticas filosóficas.71

Harnecker afirma que el materialismo histórico es una ciencia, y que es su

carácter de ciencia lo que la opone al dogmatismo y al revisionismo, pero que esta

afirmación necesariamente debe estar acompañada por la concepción de la ciencia como

un saber que se desarrolla permanentemente, y no como un conocimiento que se repite

sin descubrimientos, y para ello recurre a citas de Althusser72 y Mao73. Las mismas

prevenciones deben tenerse, a decir de la autora, con la afirmación de que los hombres

hacen la historia en condiciones determinadas, en el sentido que no debe ser asociada la

acción de los hombres a la acción de los individuos aislados, ya que el marxismo

71 El concepto de problemática remite claramente a la teoría althusseriana. Para comenzar su análisis del

tiempo de la historia de la filosofía, Harnecker utiliza una cita de Para leer El Capital: “El tiempo de la

historia de la filosofía no es tampoco legible inmediatamente: ciertamente que se ve, en la cronología

histórica, sucederse filósofos y se puede tomar esta secuencia por la historia misma. Pero nuevamente

aquí es preciso renunciar a los prejuicios ideológicos de la secuencia de lo visible y lanzarse a construir el

concepto de tiempo de la historia de la filosofía”. Ibid., pp. 165-166. 72 “1) Marx nos ha dado, en el terreno teórico, las ‘piezas angulares’, los ‘principios directivos’, es decir,

los principios teóricos de base de una teoría que es absolutamente necesario desarrollar.

2) Este desarrollo teórico es para todos los socialistas un deber para con su ciencia; si no lo llevan a cabo

faltaría a su deber frente al socialismo.

3) Es necesario no solamente desarrollar la teoría en general, sino desarrollar también sus aplicaciones

particulares, la naturaleza propia de cada caso concreto.

4) Esta defensa y este desarrollo de la ciencia marxista suponen, a la vez, la mayor firmeza contra todos

los que quieran retraernos más acá de los principios científicos de Marx, así como una verdadera libertad

de crítica y de investigación científica ejercida sobre la base de los principios teóricos de Marx por

aquellos que pueden y quieren ir más allá, libertad indispensable para la vida de la ciencia marxista y de

cualquier otra ciencia”. Ibid., pp. 171-172. 73 “Las fórmulas dogmáticas, vacías y secas, destruyen nuestras posibilidades creadoras, y no solamente a

ellas sino al marxismo mismo. El marxismo dogmático no es absoluto marxismo sino antimarxismo”.

Ibid., p. 172.

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sostiene que “no es el hombre o los hombres en general los que hacen la historia, sino

las masas, es decir, las clases comprometidas en la lucha de clases, que son el motor de

la historia”.74

Sólo la comprensión del verdadero sentido de la teoría marxista de la historia y

del lugar que en ella ocupa la lucha de clases permitirá, a decir de Harnecker, el

surgimiento de las dos desviaciones más frecuentes al interior de la teoría marxista de la

historia: el economismo, caracterizado por la reducción de la superestructura a un

simple fenómeno de lo económico, la confusión de la teoría científica y del

conocimiento científico de una realidad histórica determinada, y la concepción de la

teoría marxista de la historia como una teoría evolucionista, y el izquierdismo,

caracterizado por un acentuado subjetivismo en el plano ideológico, un marcado

individualismo en el aspecto organizativo, y una incapacidad para distinguir las posibles

etapas de la revolución en el plano de la dirección:

Ni en el economismo –para el que la historia está marcada de antemano- como

tampoco en el izquierdismo –para el que la historia es fundamentalmente el producto de

la voluntad de los hombres, de la voluntad revolucionaria de ciertos individuos

desligados de las masas, pero convencidos de que éstas, socialistas en potencia, los

seguirán apenas inicien la lucha revolucionaria- hacen ningún análisis de las

condiciones actuales de la revolución, de las clases, fuerzas sociales y relaciones de

fuerza existentes en cada país. Ambos matan las revoluciones antes de nacer pero por

razones opuestas; el economismo porque confía en el espontaneísmo de las masas, el

izquierdismo porque confía excesivamente en los hombres o en pequeños grupos de

revolucionarios y descuida la preparación de una organización capaz de movilizar a las

masas.75

A pesar de tener una mirada crítica de los grupos izquierdistas, Harnecker se

permite cerrar el libro esbozando una desconfianza sobre el reclamo de los partidos de

izquierda a dichos grupos por no tener una política de masas, en el sentido de que la

política de masas que sostienen esos partidos se basa en seguir la voluntad espontánea

74 Ibid., p. 176. Harnecker mantuvo su adhesión al antihumanismo teórico althusseriano a lo largo de toda

su trayectoria político-intelectual. Ver al respecto: Marta Harnecker. “Marxismo y humanismo”. En

“Papers”. Barcelona, Número 50, 1996, pp. 121-132. 75 Los conceptos elementales… Op. cit., p. 183.

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de las masas, olvidando que las masas, al estar en una estructura social en la cual

domina la ideología burguesa, no pueden tener intereses más que reformistas.

A modo de conclusión

Como bien dice Martin Jay, la historia intelectual “elude la falacia de pensar que

la originalidad es siempre una virtud evidente por sí misma”, lo cual implica no

desmerecer el “mero comentario” y considerarlo inferior a la “innovación creadora”, en

tanto los procesos de transferencia cultural permiten que una idea concebida en un

contexto determinado, adquiera una nueva potencia en otro contexto en el que es

recepcionada.76

En este sentido, la divulgación del marxismo estructuralista realizada por

Harnecker parece atravesar la mayor parte de los “factores estructurales” implicados en

los fenómenos de “circulación internacional de ideas”77, como el desfase entre el

contexto de producción y el contexto de recepción (las teorías recepcionadas muchas

veces ya fueron objeto de debate en el contexto de origen)78, la distinción de textos

innovadores a través de la utilización de determinados procedimientos léxicos y

sintácticos (tono de las notas al pie y recurrencia a ciertos motivos que operan como

“índices de clasificación”)79, la introducción de un abundante peritexto (prólogo del

autor traducido y divulgado, prefacios, advertencias, notas), la importancia dada a la cita

(que permite presentar obras de ruptura convirtiéndose en una fuente de innovación

76 Campos de fuerza. Entre la historia intelectual y la historia cultural. Buenos Aires, Paidós, 2003, p.

16. 77 Pierre Bourdieu. “Las condiciones sociales de la circulación internacional de las ideas”. En:

Intelectuales, política y poder. Buenos Aires, Eudeba, 1999, pp. 159-177. 78 La labor de divulgación del marxismo estructuralista en América Latina se inició al mismo tiempo que

el althusserianismo era sometido a críticas en Francia a la luz de los hechos de mayo de 1968. Una buena

reseña de dichas discusiones puede verse en Martin Jay. “Louis Althusser and the Structuralist Reading of

Marx”. En: Marxism and Totality. The adventures of a concept from Lukács to Habermas. Cambridge,

Polity Press, 1984, pp. 395-396. 79 François Cusset. French Theory. Foucault, Derrida, Deleuze & Cía. y las mutaciones de la vida

intelectual en Estados Unidos. Barcelona, Melusina, 2005, p. 100.

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conceptual) y las dificultades inherentes a la traducción (que llevan al traductor a

elaborar “un metadiscurso de justificación, autocrítica o aclaración”).80

Sin embargo, la conceptualización de la divulgación del marxismo

estructuralista en América Latina como un proceso de circulación de ideas debe ser

complejizada por el hecho de que dicha circulación se produce al interior de un discurso

teórico, como el marxismo, que tiene un carácter internacional y cuyas discusiones

político-filosóficas se encuentran estrechamente relacionadas.

En este sentido, el proceso de recepción y divulgación de las tesis althusserianas

llevado a cabo por Harnecker se produce de forma simultánea a la conformación de los

espacios de la nueva izquierda latinoamericana y al desarrollo y consolidación de la “vía

chilena al socialismo”, lo cual contribuye en gran medida a que tesis fundamentales del

marxismo estructuralista, como la determinación en última instancia, la autonomía

relativa de la estructura ideológica, la complejización de la conceptualización del

Estado, la importancia de la formación social y la coyuntura política, el énfasis en la

cientificidad de la teoría marxista y el antihumanismo teórico, se articulen con un

modelo revolucionario que guarda estrechas relaciones con el propiciado por la Unidad

Popular. El althusserianismo, en tanto reformulación crítica de la tradición marxista,

permite legitimar un modelo revolucionario innovador como el de la “vía chilena al

socialismo”, que se expresa en la importancia otorgada a la formación teórica de la

militancia revolucionaria, la aplicación de la teoría marxista a una realidad concreta, la

acción política en la etapa de transición, los aspectos organizativos del aparato estatal, la

ideología de las clases dominadas y a la política de masas. Legitimación que posibilita,

como afirman Valderrama y Riquelme Segovia, la defensa de los aspectos innovadores

del modelo revolucionario chileno al interior del paradigma leninista de lucha de clases

y toma del poder político.81

80 Ibid., p. 101. 81 Según Valderrama, “Marta Harnecker, aún cuando milita en el Partido Socialista de Chile y es

partidaria de la Unidad Popular, rechaza toda lectura reformista o evolucionista del filósofo francés,

desplazando, en su lectura, los códigos de desciframiento de la teoría hacia la línea revolucionaria de la

lucha de clases y la toma del poder político”. Op. cit., p. 171. A decir de Alfredo Riquelme Segovia, “…

la confrontación con el ultraizquierdismo y la defensa de las características democráticas y pacíficas del

proceso revolucionario chileno se desarrollarían al interior del paradigma leninista y en la creencia

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Marcelo Starcenbaum

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El problema de la recepción y la circulación de ideas en América Latina”.

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compartida respecto a la existencia de unas leyes generales de la transición al capitalismo al socialismo

modeladas sobre las experiencias de las revoluciones triunfantes y de las dictaduras ideológicas en que se

institucionalizaron durante el siglo XX”. “Los modelos revolucionarios y el naufragio de la vía chilena al

socialismo”. En: “Nuevo Mundo, Mundos Nuevos”. EHESS, 2007, p. 10.

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Teoría del Imperialismo: la contribución de los marxistas brasileros.

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Teoría del Imperialismo: la contribución de los marxistas brasileros

Claudia Wasserman

UFRGS/UFRJ/C!Pq

O objetivo desta pesquisa é acompanhar a trajetória de um grupo de autores

brasileiros, com atividade política intensa, cuja produção intelectual localizou-se no

período entre os anos 1960 e 1970 e que tiveram o materialismo histórico como

embasamento teórico. Alguns destes intelectuais, na maior parte economistas,

sociólogos e cientistas políticos, trabalhavam nas Universidades, em Centros de

Pesquisa e Institutos de estudos e de investigação social. Sua preocupação principal era

explicar o país e suas dificuldades, tentando encontrar, através de suas interpretações, as

possíveis saídas para resolução dos problemas do país. Neste sentido, elaboraram

diagnósticos e construíram projetos para o Brasil. Deveriam ser reconhecidos como

“Intérpretes do Brasil” 82, ainda que nem todos tenham sido assim distinguidos até hoje.

A maior parte destes intelectuais iniciou sua trajetória na Universidade de Brasília,

congregados em torno do projeto desenvolvido por Darcy Ribeiro para a mesma. Foram

vítimas do Golpe de 1964 e foram forçados ao exílio; reuniram-se no Chile e no México

e continuaram pensando alternativas para o Brasil. Com a anistia, voltaram para o país,

tendo bastante dificuldade de recuperar os postos anteriores, bem como suas antigas

atividades profissionais e intelectuais.

Quando André Gunder Frank faleceu, em 2005, Theotônio dos Santos fez um

comentário para homenagear o antigo professor, que resume assim o percurso deste

grupo: “Em seu seminário |de André Gunder Frank|, estávamos eu, Ruy Mauro Marini e

Vânia Bambirra, que seríamos posteriormente consagrados como a corrente radical da

teoria da dependência. Discutimos muito o tempo todo. Mas não há dúvida de que

assumimos um compromisso intelectual e político comum que durou toda uma vida,

através de dois exílios políticos do Brasil ao Chile e do Chile ao exterior. E, em nosso

caso, numa anistia que nos lançou a um Brasil profundamente comprometido com o

82O conceito “Intérprete do Brasil” pode ser definido como um intelectual envolvido politicamente, que

tinha objetivo de diagnosticar a situação do país, através da interpretação da sua história e de seu povo,

propondo soluções para os problemas detectados e atuando ativamente para execução de suas propostas.

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capital financeiro internacional.” (2005: 1) “Exilado no Chile, como nós, André se

incorporou em 1967 ao Centro de Estudos Sócio-econômicos (CESO) da Faculdade de

Economia que eu dirigi. Aí estavam, outra vez, Ruy e Vania, o que nos permitiu realizar

muitos trabalhos conjuntos.” (2005: 2) “O golpe no Chile destruiu o CESO e nos

dispersou outra vez. Eu e Vania fomos para o México, onde fomos recebidos com uma

solidariedade comovedora. Andre e Ruy foram, inicialmente, para a Alemanha. Ruy

veio posteriormente para o México e se incorporou ao Doutorado de Economia da

UNAM que eu dirigia. Frank iniciou um périplo pelo mundo, terminando por um bom

período na Holanda, onde se aposentou.” (2005: 2)

Outro depoimento interessante destes encontros é fornecido por Ruy Mauro em

suas “Memórias” produzidas em 1987, “como exigência acadêmica” para a sua

reintegração à Universidade de Brasília: “Ali estavam grandes amigos meus, como

Vânia e Theotônio, junto a uma vasta colônia de exilados brasileiros, que enquanto

estive no Chile, contou, em momentos diversos, com Darcy Ribeiro, Almino Afonso,

Guy de Almeida, José Maria Rabelo, Maria da Conceição Tavares; em pouco tempo, eu

faria novas amizades entre os chilenos e hispano-americanos, como Tomás Vasconi,

Inés Reca, Pío García, Orlando Caputo, Roberto Pizarro, Aníbal Quijano, reencontrando

também Andre Gunder Frank, que lecionava na Universidade do Chile, e sua esposa,

Marta Fuentes” (Memória: p. 16 e 17).

Na correspondência de André Gunder Frank, encontrei a seguinte informação a

respeito do grupo: “Na Universidade de Brasília, Ruy Mauro Marini, Theotônio dos

Santos e sua mulher Vânia Bambirra eram meus alunos; e Marta era aluna de Vânia.

Nenhum de nós tinha ainda pensado no que viria a se transformar a nossa Teoria da

Dependência. É claro que tampouco podíamos saber que a América Latina e o nosso

envolvimento político iriam, mais tarde, abranger nossas trajetórias pessoais,

intelectuais e políticas.” 83. (Gunder Frank, Autobiographical Essays).

83 “At the University of Brasilia, Ruy Mauro Marini, Theotonio dos Santos, and his wife Vania Bambirra

were my students; and Marta was Vania's. None of us had yet thought of what would become our

dependence theory. Of course, neither could we then know how Latin American and our political

developments would later entangle our personal, intellectual and political paths.”

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Os extratos autobiográficos de alguns destes intelectuais, consagrados como “a

corrente radical da Teoria da Dependência”, me permitiram selecionar para este trabalho

de pesquisa o “núcleo duro” do grupo: André Gunder Frank, Theotônio dos Santos, Ruy

Mauro Marini e Vânia Bambirra. A escolha destes autores não é fortuita e não se deve

apenas as suas memórias afetivas, inclusive porque muitos outros nomes aparecem ao

longo destes depoimentos. A opção se deve, sobretudo porque estes autores foram

aqueles que, nos anos 1960 e 1970, disputaram, com maior intensidade, o significado

dos conceitos de dependência e de desenvolvimento, contrariando e se opondo as

demais correntes de interpretação presentes no cenário intelectual brasileiro e latino-

americano da época.

A análise de grupos intelectuais requer alguns cuidados metodológicos

específicos, visto que para a interpretação de grandes grupos sociais, tais como classes e

setores profissionais, a história já possui métodos consagrados a sua disposição. Neste

caso, trata-se da análise de um pequeno grupo de amigos, geograficamente localizado,

que estudaram na mesma escola e que tiveram a experiência do exílio e do retorno, tudo

isto mais ou menos simultaneamente. Por isso, por estarem sempre juntos, trabalhando,

se ajudando, discutindo os problemas do Brasil e militando nas mesmas organizações

políticas, seus oponentes atribuíram ao grupo certo ponto de vista, da mesma forma que

eles próprios construíram visões sobre o grupo. Metodologicamente, será necessário,

portanto, ir além das concepções construídas pelo próprio grupo acerca de seu papel no

contexto político e intelectual da época e, ao mesmo tempo, superar alguns pontos de

vista sobre o grupo, construídos pelos seus oponentes.

Embora admitindo dificuldades metodológicas, concordo com Raymond

Williams acerca da oportunidade de analisar grupos pequenos, neste caso um grupo de

intelectuais: “O grupo, o movimento, o círculo, a tendência parecem ou muito marginais

ou muito pequenos ou muito efêmeros para exigir uma análise histórica ou social.

Entretanto, sua importância como um fato social e cultural geral, (...), é grande: naquilo

que eles realizaram, e no que seus modos de realização podem nos dizer sobre a

sociedade com as quais eles estabelecem relações, de certo modo, indefinidas,

ambíguas.” (1999: 140).

O grupo formado por Marini, Gunder Frank, Bambirra e Santos desenvolveu um

forte antagonismo em relação aos significados hegemônicos e freqüentes atribuídos ao

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desenvolvimento capitalista no Brasil e às possibilidades de superar a dependência. Este

antagonismo foi o principal fator definidor de sua aliança. Por isso se reuniram e, pelo

mesmo motivo, foram agrupados pelos seus oponentes como um só grupo. Ainda assim,

mesmo que o objetivo desta pesquisa seja investigar a trajetória do grupo, a analise de

cada indivíduo particular poderá revelar especificidades intelectuais que somente podem

ser identificadas pela interpretação de seus textos e a partir de seus debates internos. Por

causa da oposição que sustentaram em relação ao pensamento hegemônico, acabaram se

reunindo e sendo identificados como uma corrente de pensamento, mas também deverão

ser analisados individualmente a partir de suas idiossincrasias pessoais e as diferenças

com os demais membros do grupo.

Meu objetivo é percorrer o mesmo itinerário destes escritores para entender o

significado desta aliança e de suas especificidades. Interessa-me, sobretudo,

compreender a sociedade, a qual eles se auto-atribuíam a capacidade de entender e de

transformar. Quero também saber por que estes intelectuais tiveram dificuldades de

reintegração depois da anistia, já que aqueles que se sentiram política e ideologicamente

ameaçados pelo seu “marxismo radical” estavam supostamente retirando-se da vida

pública. É possível que as disputas em torno dos temas desenvolvimento e dependência,

anteriores ao Golpe de 1964, ainda estivessem vigentes após a redemocratização e que a

“corrente radical da Teoria da Dependência” ainda representasse uma ameaça ao

pensamento hegemônico a respeito do desenvolvimento capitalista no Brasil.

Imersos em um ambiente nacional-desenvolvimentista nos anos 1960, os críticos

radicais das teorias da modernização, voltaram a um país que, no início dos anos 1980,

estava impregnado de idéias ostensivamente neoliberais 84. O contexto brasileiro

anterior ao Golpe, posterior à redemocratização e os ambientes que eles encontraram no

México e no Chile também deverão ser examinados para entender melhor esta trajetória.

André Gunder Frank, Ruy Mauro Marini, Theotonio dos Santos Júnior e Vânia

Bambirra nasceram por volta dos anos 1930. Foram, possivelmente a última geração de

intelectuais ligados à esfera pública. Gente que, segundo Emir Sader: “Seguia

84 Ainda que as práticas ligadas ao neoliberalismo somente tenham se consolidado no Brasil a partir do

governo de Fernando Collor de Melo, as idéias do Consenso de Washington já eram correntes em toda a

América Latina, sobretudo no Chile, onde foram aplicadas pelo governo ditatorial de Augusto Pinochet.

No Brasil, ....

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escrevendo ensaios elegantes para pequenas revistas, em linguagem acessível à ampla

comunidade intelectual. O peso do academicismo só se fez notar fortemente na geração

nascida depois de 1940.”. (2005). Esta observação de Sader, no artigo intitulado "ós

que amávamos tanto o capital - fragmentos para a história de uma geração, também

pode ser considerada autobiográfica, embora ele tenha nascido em 1943. O tema foi

abordado igualmente pelo norte-americano Russel Jacoby, cuja pesquisa trata dos

“últimos intelectuais” dos Estados Unidos, desaparecimento que, segundo Jacoby,

deveu-se a três fatores: “a reestruturação das cidades, o desaparecimento da boêmia e a

expansão da universidade” (1987).

Vítimas da profissionalização, da especialização excessiva, da segurança da vida

acadêmica, da construção de campus longe dos centros urbanos e da divisão, cada vez

mais acentuada, das ciências sociais, os intelectuais ligados à vida pública e

preocupados em intervir nos assuntos da sociedade cedem lugar aos “docentes” que

“negligenciam os problemas políticos essenciais” (Sader: 2005) e ainda que, muitos

deles, continuassem possuindo uma posição política radical e de esquerda, suas atitudes

e sua produção intelectual não refletiam mais isto.

A trajetória dos autores aqui pesquisados responde a estas mudanças no papel do

intelectual entre os anos 1960 e os anos 1980. Mudaram os intelectuais, as sociedades

latino-americana e brasileira, e as instituições que abrigavam estes pensadores e

cientistas sociais. De acordo com Paulo d’Avila Filho, “O rumo dos acontecimentos fez

esmaecer o brilho da contribuição de vários intelectuais, (...), nos fazendo crer que suas

aspirações jazem sepultadas.” (2009: 9). Um dos objetivos deste trabalho é resgatar,

além do “brilho da contribuição”, as aspirações políticas destes intelectuais que

persistem como metas da sociedade brasileira. Quando iniciou a trajetória intelectual

destes autores, no início dos anos 1960, na recém fundada Universidade de Brasília,

prevalecia a figura do intelectual engajado, que buscava uma ligação com o povo e

sentia-se dilacerado pelas contradições da sociedade capitalista, indignado com a

desigualdade social e com o subdesenvolvimento, disposto a utilizar sua caneta como

arma de transformação.

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O início de um percurso

André Gunder Frank foi convidado por Darcy Ribeiro para lecionar na recém

fundada Universidade de Brasília (UnB) em 1962. Frank nasceu em Berlim, em 1929,

mas deixou o país aos quatro anos, com seu pai, que fugia do nazismo. Aos 11 anos,

fixou residência nos Estados Unidos e cursou economia em uma escola da Pensilvânia.

O doutorado em economia foi realizado em Chicago, onde, apesar de ser ótimo aluno,

foi convidado a se retirar por incompatibilidade com as teses do grupo hegemônico na

Escola, liderado por Milton Friedman. Desde 1960, Andréas Gunder Frank passou a

viajar pelo Terceiro Mundo. Gunder Frank chegou ao Brasil em uma época que, “o país

estava irreconhecivelmente inteligente” 85.

Conectadas com o desenvolvimento econômico do Brasil, as atividades culturais

e intelectuais tiveram grande estímulo a partir dos anos 1950. O processo de

industrialização ganhou impulso, concorrendo para uma urbanização acelerada, para o

aumento do êxodo rural, acompanhado do crescimento do proletariado e pela

necessidade de explicar estas transformações. O alvo econômico do governo Vargas

(1951-1954) era a remoção dos obstáculos ao crescimento. Almejava investir em

energia elétrica, transportes, comunicações e petróleo. O início da produção de aço pela

Companhia Siderúrgica Nacional (CSN), abrira perspectivas para o desenvolvimento

industrial do pais, já que o aço constitui a matriz para vários ramos ou tipos de indústria.

O Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico Social (BNDES), criado em 1952,

impulsionou grandes empreendimentos industriais e obras de infra-estrutura. O

vislumbramento de que o país poderia superar a condição de periferia, foi acompanhado

de perspectivas intelectuais otimistas. Estas previsões de progresso eram comuns em

vários países latino-americanos, entre os quais o Brasil, o Chile, a Argentina e o

México.

A Comissão Econômica para América Latina (CEPAL) havia sido constituida

em 1948, a partir destas expectativas. No Brasil foram criados, em 1952, o Instituto

Brasileiro de Economia, Sociologia e Política (IBESP) e, mais tarde, em 1955, o

Instituto Superior de Estudos Brasileiros (ISEB), ambos com objetivo de discutir e

projetar os rumos do desenvolvimento nacional. De outra parte, o Partido Comunista do

85 Roberto Schwarz, citado por HOLLANDA, 1982: 8.

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Brasil (PCB) fundara em 1954, a Liga de Emancipação Nacional, para dar unidade as

diversas manifestações de defesa da soberania nacional e de luta anti-imperialista no

Brasil. Não eram as Universidades os lugares que preferencialmente abrigavam os

intérpretes do Brasil. Os antecedentes diretos das interpretações do capitalismo

brasileiro haviam sido fornecidos por intelectuais não acadêmicos, ligados ao PCB,

como Nelson Werneck Sodré, Alberto Passos Guimarães e Caio Prado Jr., entre outros.

O debate entre nacionalistas, de um lado, entreguistas, de outro, e a prédica anti-

imperialista formavam o contexto intelectual que André Gunder Frank testemunhou ao

chegar no Brasil. Estas polêmicas tinham raízes no contexto de definição dos rumos do

desenvolvimento econômico brasileiro.

A Universidade de Brasília, fundada em 21 de abril de 1962, representou uma

inovação ao abrigar intelectuais de esquerda politicamente atuantes. O educador Anisio

Teixeira foi o idealizador e fundador da UnB, e seu discípulo, o antropólogo Darcy

Ribeiro foi o primeiro reitor da Universidade. Eles sonhavam com uma instituição

voltada para as transformações, diferente do modelo tradicional. Juridicamente

concebida como uma fundação, a UnB ampliava a independência em relação ao Estado.

Sua organização estava baseada em departamentos e institutos, ao invés da cátedra 86 e

da faculdade, próprias da universidade tradicional; o projeto pedagógico privilegiava o

trabalho docente em equipe, a relação ensino-pesquisa; e dava estímulo à realização de

cursos livres, debates e seminários e à abertura de cursos de pós-graduação. Sua

concepção da relação universidade-sociedade, que a levava a abrir-se ao exterior,

promovendo cursos de extensão e, inclusive, de formação profissional e capacitação

sindical, constituíam outro diferencial da instituição que abrigava intelectuais

comprometidos em compreender e projetar as transformações que o país sofria naquela

metade de século.

O encontro de André Gunder Frank, com Marini, Bambirra e Santos ocorreu na

UnB, em 1963. Nesta época, os pós-graduandos e professores da instituição, entre os

quais estavam Theotonio dos Santos, Ruy Mauro Marini, Luís Fernando Victor,

Teodoro Lamounier, Albertino Rodriguez, Perseu Abramo e Vania Bambirra, iniciaram

86 As cátedras eram ocupadas por docentes de modo permanente. Eles decidiam a respeito dos professores

assistentes e alguns tinham uma relação de senhores feudais com as áreas de conhecimento que

ocupavam, exemplo Florestan Fernandes na sociologia da USP

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um seminário permanente de leitura de O Capital. Procuravam aplicar as análises de

Karl Marx à interpretação do desenvolvimento histórico latino-americano. Nesta mesma

época, os grupos de leitura de O Capital disseminaram-se nas Universidades brasileiras

e no mundo todo. Um dos grupos mais referidos no Brasil foi organizado pelo filósofo

José Arthur Giannotti, na Universidade de São Paulo (USP), a partir de 1958 e reuniu,

em uma primeira edição, Fernando Henrique Cardoso, Florestan Fernandes, Otávio

Ianni, Francisco Weffort e outras importantes figuras da escola sociológica paulista. De

acordo com as memórias de Roberto Schwarz, que participou em uma versão posterior

de encontros deste grupo, “na época os círculos de leitura de Marx se multiplicaram em

todo o mundo, uma coincidência que vale a pena examinar.” (1995: 2).

As leituras marxistas, sobretudo de O Capital, foram impulsionadas por uma

conjuntura de crítica ao capitalismo, mas responderam, em geral à necessidade de

afrontar as atrocidades cometidas por Stalin na URSS e recuperar o prestígio da

esquerda no campo intelectual; ao impacto da Revolução Cubana que confrontava as

teses do marxismo oficial dos Partidos Comunistas e sua confiança na aliança com uma

suposta “burguesia progressista”, à necessidade de explicar os movimentos urbanos e

rurais que ameaçavam o edifício nacional-desenvolvimentista e populista nesta parte

subdesenvolvida do planeta e, finalmente, respondia a uma necessidade de “transformar

o mundo acadêmico em um espaço de crítica permanente, marcado por uma concepção

científica superior” (Schwarz: 1995, 4). Os grupos de leitura de Marx pretendiam se

diferenciar de uma tradição intelectual ensaísta e não fundamentada, necessariamente,

em teorias gerais que corroborassem a análise empírica.

O grupo brasiliense permaneceu na sombra, assim como outros grupos de leitura

em vários Estados periféricos do país, enquanto o grupo uspiano se sobressaiu e tem até

hoje bastante visibilidade, ainda que a maior parte dos “paulistas” tenha feito, segundo

um editorial não assinado da Revista Marxismo e História, “um pouco mais do que

estudar o livro, passando posteriormente ao papel de intelectuais orgânicos do capital.”

(GETTHI-Marx, 2007: 2). Sader chega a referir o grupo paulista como encastelados em

uma “torre de marfim”, em função de sua eqüidistância “diante do enfrentamento entre

o governo Jango e a direita” (2005).

O debate acerca da contribuição de cada grupo geograficamente localizado de

intelectuais marxistas, dedicados à leitura e à disseminação de Karl Marx e dos demais

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clássicos, prossegue nas “memórias” de Konder, publicadas no jornal Folha de S. Paulo

em 1995, e de Sader, publicadas pela Revista Praga, em 1996 87. São acusações mútuas

que referem o “provincianismo dos paulistas”, a “promiscuidade dos cariocas com o

nacional-desenvolvimentismo”, o “desprezo dos paulistas pela falta de rigor dos

intelectuais cariocas”, a “versão simplista dos paulistas”, entre outras insinuações e

críticas (Sader, 2005; Konder, 1995) 88. Seja como for, Sader observa com propriedade

que “A versão simplista dos Paulistas não dava conta (...) dos autores introduzidos por

comunistas cariocas (...) Tampouco fazia justiça aos projetos universitários pioneiros de

Darcy Ribeiro, iniciados com a Fundação da Universidade de Brasília e que teriam

continuidade com outra Universidade piloto no ABC Paulista.” (2005).

Os debates de Konder e Sader giram em torno dos aportes dos grupos do sudeste

do país: um localizado na USP, em São Paulo, e o outro, no PCB e no ISEB, no Rio de

Janeiro e, portanto, fora do meio acadêmico. Segundo Pureza (2004: 3-5), tratava-se de

uma disputa entre marxistas acadêmicos e marxistas partidários, exemplificada na luta

de espaço e de afirmação intelectual travada entre a intelectualidade uspiana e

werneckiana.

De fato, nestas interpretações e nos depoimentos dos que fizeram parte de um ou

outro grupo, o aporte específico e original da chamada “corrente radical da Teoria da

Dependência” foi, em geral, menosprezado. Sader (2005) teve a preocupação de

mencionar a polêmica ocorrida em 1979, entre Fernando Henrique Cardoso/José Serra e

Ruy Mauro Marini, revelando a importância desta corrente nas disputas pela definição

dos rumos do capitalismo brasileiro. Mesmo assim, tudo indica que o grupo de Brasília

foi vencido política e intelectualmente, a julgar pela omissão destes autores na plêiade

87 A versão que possuo do artigo está reproduzido na Revista Sociologias, conforme consta na

bibliografia. Por isso, as referências ao texto serão feitas a partir desta versão. 88 É bom mencionar que os textos de Roberto Schwarz e de Emir Sader foram escritos no contexto da

recente eleição de Fernando Henrique Cardoso para a presidência da República em 1995 e, neste sentido,

disputam a contribuição do mesmo para a interpretação da economia e sociedade brasileiras. Sendo o

artigo do primeiro mais laudatório em relação aos aportes de Cardoso e o artigo de Sader mais crítico.

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dos “Intérpretes do Brasil” 89. Entender a trajetória desta “derrota” pode nos esclarecer

muito sobre os problemas atuais do Brasil.

O grupo que iniciou sua trajetória na Universidade de Brasília tinha origem

acadêmica variada. Gunder Frank havia realizado seus estudos superiores completos em

Universidades norte-americanas, com destaque para Escola de Chicago; Ruy Mauro

Marini nasceu em Barbacena (MG), mas realizou a graduação em Administração

Pública, na Escola Brasileira de Administração Pública (EBAPE), uma divisão da

Fundação Getúlio Vargas, e realizou uma “complementação” de dois anos no Instituto

de Estudos Políticos da Universidade de Paris (SciencesPo); Theotônio dos Santos

também nasceu em Minas Gerais, em Carangola, e estudou no Curso de Sociologia,

Política e Administração Pública, na Faculdade de Economia da Universidade Federal

de Minas Gerais (UFMG); Vânia Bambirra é graduada em Ciência Política, igualmente

pela UFMG. Os três fizeram Mestrado em Ciência Política, em Brasília, onde então,

Gunder Frank ministrava seus cursos, convidado por Darcy Ribeiro, que almejava

aumentar na UnB a densidade de docentes qualificados (com título de Doutorado).

Um desafio desta pesquisa é descobrir se alguma das idéias e das atividades

compartilhadas entre estas personagens foram elementos de seu “vínculo” e se

contribuíram diretamente para sua formação e distinção como grupo. Caberá perguntar

se existiu algo sobre a forma como eles se vincularam que indicasse fatores sociais e

culturais mais abrangentes.

Estas perguntas se justificam porque tanto em depoimentos dos anos 1960/70,

quanto em depoimentos posteriores, muitos outros intelectuais são mencionados, tanto

na UnB, quanto no CESO, CEI (Colmex) e CELA (Unam), mas quando se trata dos

89 As palavras de Luis Buñuel nos ajudam a esclarecer as omissões: ... a memória, indispensável e

portentosa, é também frágil e vulnerável. =ão está ameaçada somente pelo esquecimento, seu velho

inimigo, mas também pelas falsas recordações que vão invadindo-a dia após dia ...a memória é invadida

constantemente pela a imaginação e fantasia, e dado que existe a tentação de acreditar na realidade do

imaginário, acabamos por fazer uma verdade da nossa mentira... Alguns livros de história do Brasil que

deveriam ter mencionado estes autores e as disputas teóricas e políticas nos quais se envolveram e que

ignoraram a sua existência são coletâneas destinadas a realizar um mapeamento do ambiente da esquerda

e do marxismo brasileiros no século XX, entre as quais eu destacaria História da Esquerda, organizada

por XXXXX, e História do Marxismo no Brasil, organizada por XXXXXXXXXX

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autores deste estudo, eles sempre aparecem agrupados, dificilmente são citados

isoladamente. O que sugere que existia algo mais do que afinidade intelectual, amizade,

coincidência de percurso etc.

Williams (1999: 142) recomenda “levar em consideração não apenas as idéias e

atividades manifestas, mas também as idéias e posições que estão implícitas (...) uma

vez que os conceitos aos quais tais grupos são referidos pertencem, essencialmente, às

definições e perspectivas dos próprios grupos” e, eu acrescentaria, de seus oponentes.

Estes conceitos atribuídos ou auto-atribuídos, como é o caso da definição

“corrente radical da teoria da dependência” podem implicar circularidade o

obscurecimento. Obscurecimento do que o grupo realmente era e o que representava

social e intelectualmente. Particulamente, neste caso, a definição “corrente radical da

teoria da dependência” 90 é circular e, ao mesmo tempo, obscurece a importância do

grupo porque é resultado da derrota política e intelectual do mesmo. Por não serem

considerados os fundadores da Teoria da Dependência 91, eles aceitaram a denominação

“radicais” e assim passaram a se auto-nomear; ao mesmo tempo, a palavra radical

carrega um significado pejorativo na luta política brasileira, sempre enaltecida como

positivamente conciliadora.

Igualmente, as categorias criadas por estes autores para explicar o

desenvolvimento capitalista no Brasil, tais como subimperialismo, super-exploração do

trabalho, desenvolvimento do subdesenvolvimento, entre outras, foram superadas,

sobretudo porque respondiam aos propósitos políticos de seus criadores e que foram

derrotados, e não pela capacidade que tinham ou têm de explicar a realidade brasileira.

Depois da derrota política deste grupo, suas categorias de análise foram

menosprezadas e às vezes foram substituídas por outras, mais eufemistas, e que servem

para explicar as mesmas coisas.

90 Ver se foi Cueva, Agustín quem primeiro os denominou corrente radical da Teoria da Dependência e

explicar que eles passaram a se denominar assim em artigos, etc. Mas que existem outras denominações

atribuídas pelos seus outros oponentes, que serão examinadas ao longo da trajetória do grupo. 91 Fernando Henrique Cardoso e Enzo Falleto foram considerados os fundadores da Teoria da

Dependência a partir da divulgação do livro Dependência e Desenvolvimento na América Latina,

publicado pela primeira vez em XXXX.

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A minha hipótese é de que as definições atribuídas ou auto-atribuidas ao grupo

obscureceram principalmente a profundidade do latino-americanismo destes autores que

foram mais capazes do que outros intelectuais de pensar além do âmbito do Estado

Nacional, ao passo que seus oponentes quiseram reafirmar a idéia de um Brasil diferente

dos vizinhos, mais potente e com maior capacidade de superar a dependência que os

demais e, sobretudo sem eles 92.

O que os tornou latino-americanistas não foi apenas o périplo latino-americano

(isto muitos outros fizeram também), mas foram as influências teóricas, as posições

políticas, entre outros fatores que serão analisados ao longo desta história.

A hegemonia das Teorias do Desenvolvimento

A repulsão de André Gunder Frank à teoria da Escola de Chicago ajuda a

explicar, em grande medida, suas convicções teóricas e políticas posteriores. Conforme

ele mesmo aclarava no prefácio de seu livro de 1965: “Mis propias circunstancias

sociales e intelectuales son las de la clase media norteamericana, y mi formación

profesional la del ala más reaccionaria de la burguesía de los Estados Unidos” (2005: p.

7). As “circunstâncias sociais e intelectuais” as quais Gunder Frank se refere estão

relacionadas com a sua formação como economista na Universidade de Chicago.

O termo Escola de Chicago foi concebido na década de 1950 para se referir a

um grupo de professores que lecionava no Departamento de Economia e que defendia o

liberalismo e as teses monetaristas. Eram críticos do keynesianismo e da intervenção do

Estado na economia. Para um dos seus mais destacados representantes, Milton

Friedman, a crise de 1929 havia sido provocada pelo excesso de intervenção estatal na

economia e não pela ausência. Além de Friedman, outros renomados economistas em

Chicago, como George Stigler ou Friedrich Hayek, defendiam a economia de mercado e

a livre iniciativa. Mas, nem todos os economistas da Universidade de Chicago

comungavam das crenças de Friedman. Menos da metade dos integrantes do

Departamento de Economia estavam de acordo com as teorias da Escola de Chicago.

92 Um exemplo desta derrota e de como a idéia de Brasil potência prevaleceu foi a política externa do

governo Fernando Henrique Cardoso, onde prevaleceu ....

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Nos anos 1960, havia um intenso debate entre os liberais e os defensores do controle

estatal da economia ou entre os monetaristas e os fiscalistas.

O laboratório das idéias liberais foi o Chile de Augusto Pinochet. No início dos

anos 1970, Friedman foi ao Chile e muitas de suas concepções foram adotadas naquele

país, como base da administração econômica da ditadura. Alguns de seus ex-alunos na

pós-graduação do curso de Economia da Universidade de Chicago, os Chicago Boys 93,

ocuparam importantes ministérios no governo Pinochet. Adotadas no Chile de Pinochet,

estas teorias foram, posteriormente, utilizadas por Margaret Thatcher, na Inglaterra, e

por Ronald Reagan, nos Estados Unidos. O fundamentalismo do livre mercado serviu

também como receita para os países em dificuldades econômicas, conforme expressado

pelo Consenso de Washington (1989).

Mas, embora as idéias liberais de Friedman tivessem aplicação prática apenas a

partir de 1970, no Chile, e de modo mais contundente nos anos 1980, na Inglaterra e nos

Estados Unidos, e depois nos países latino-americanos recém saídos das ditaduras de

Segurança Nacional, já desde o final da Segunda Guerra Mundial emergira das

Conferências de Bretton Woods 94 a idéia de uma estabilidade monetária internacional,

assegurada por organizações como o Banco Mundial (1944) e o Fundo Monetário

Internacional (1945). Considerando os desastrosos efeitos dos controles estatais

sugeridos pela teoria keynesiana nos anos 1930, os planificadores de Bretton Woods

93 Chicago Boys foi o nome dado a um grupo de aproximadamente 25 economistas chilenos que

trabalharam sob a administração de Augusto Pinochet. Foram os pioneiros do pensamento neoliberal,

antecipando no Chile, em quase uma década, medidas que só mais tarde seriam adotadas por Thatcher, na

Inglaterra. A maioria destes economistas receberam sua instrução econômica básica na escola de

economia da Pontifícia Universidade Católica do Chile, e foram mais tarde estudantes de pós-graduação

na Universidade de Chicago.

94 As conferências de Bretton Woods, realizadas em 1944, definiram o sistema de gerenciamento

econômico internacional, estabelecendo regras para as relações comerciais e financeiras entre os países

mais industrializados do mundo. O sistema Bretton Woods pretendia definir uma ordem monetária

totalmente negociada, com o objetivo governar as relações monetárias entre Nações-Estado

independentes.

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tendiam a favorecer um sistema liberal, baseado nas flutuações do mercado, com um

mínimo de barreiras ao fluxo de comércio e aos capital privados.

Para a América Latina, isto significava o monitoramento do FMI e a implantação

de seus numerosos “programas de ajustes estruturais”, em harmonia com as políticas de

crédito do Banco Mundial, a fim de evitar que os desequilíbrios nos balanços de

pagamentos e nos sistemas cambiais dos países menos desenvolvidos pudessem

prejudicar a expansão do comércio e dos fluxos de capitais internacionais.

Paralelamente ao ainda tímido assédio do neoliberalismo, o período pós Segunda

Guerra Mundial foi marcado pela emergência das teorias do desenvolvimento e da

modernização. Do ponto de vista econômico, o contexto mundial da época notabilizou-

se pela expansão do capitalismo, pelo forte crescimento e pela recuperação econômica,

exemplificados pelos processos de reconstrução da Europa, através do Plano Marshal,

pelo milagre japonês, pelos trinta anos gloriosos da França, pela época dourada da

estabilização mexicana e pelo salto adiante da industrialização brasileira

O intelectual que exerceu maior influência neste campo do desenvolvimentismo

foi Walt Whitman Rostow, cuja obra As etapas do crescimento econômico. Um

manifesto não comunista, de 1960, teve um grande impacto no pensamento econômico

brasileiro e latino-americano. O contexto pós Segunda Guerra Mundial foi altamente

favorável à constituição do desenvolvimentismo como ideologia 95, sendo Rostow um

dos principais artífices da chamada Teoria do Desenvolvimento.

Enquanto em Chicago os economistas liderados por Friedman defendiam o

liberalismo, considerando-o como um passo adiante da nova expansão capitalista,

fundamental para quando o fluxo de capitais começasse a encontrar barreiras nacionais

para sua ampliação, nos países latino-americanos, africanos e asiáticos, para o mundo

periférico em geral, era mais atraente se apropriar das teses de Rostow acerca do

desenvolvimento. Segundo Ribeiro: “Não se pensava o redesenho do poder no mundo

apenas no sentido da reconstrução das áreas devastadas pela guerra e da redefinição da

95 Flavio Diniz Ribeiro (2008: 22 e 23), na tese sobre W. W. Rostow, defende a idéia de que “a concepção

norte-americana de guerra fria constitui fundamentalmente uma estratégia político-econômica de

expansão capitalista”. Para ele, o governo Truman começava a executar uma política de desenvolvimento

que aliava a expansão capitalista com a segurança nacional.

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soberania dos países diretamente envolvidos. Mas também e até principalmente no

sentido da expansão capitalista para novas áreas, especialmente para o chamado

‘terceiro mundo’.” (2008: 26) A expansão econômica ou o desenvolvimento das áreas

periféricas era um dos critérios para a garantia da contenção do comunismo, sendo que

o programa da Aliança para o Progresso teve caráter simultaneamente modernizador,

de controle social e propaganda anticomunista 96.

Atraídos pela possibilidade de crescimento econômico análogo aos padrões dos

países mais ricos do mundo, os intelectuais do mundo periférico, e os brasileiros em

particular, passaram a preparar projetos, erigir instituições, elaborar estratégias e propor

políticas de encaminhamento em prol do desenvolvimento. Além do contexto

internacional favorável à expansão do capitalismo no pós-guerra, a industrialização,

impulsionada pela substituição de importações, fazia crer que o país era capaz de atingir

o patamar de crescimento dos países centrais do capitalismo. O contexto intelectual dos

países latino-americanos foi descrito por Aguirre Rojas: “...dada esta situación de

periferia y de semi-periferia del mundo capitalista, que en América Latina se ha

reproducido durante el último medio milenio, es que se explican ciertos procesos de

desarrollo institucional, de excepcional receptividad y de enorme cosmopolitismo

cultural que caracterizan a nuestros estudios históricos latinoamericanos.” (2001, p. 77)

Quando Gunder Frank chegou no Brasil, contrariado com os economistas

responsáveis por uma boa parte de sua formação na Escola de Chicago, encontrou ao

menos três vertentes de pensamento econômico: o socialismo, o neoliberalismo e o

desenvolvimentismo, sendo que as duas últimas formulavam diferentes propostas para o

desenvolvimento capitalista no país. Segundo Ricardo Bielschowsky, o pensamento

neoliberal vigorou no Brasil entre 1930 e 1964 (período ao qual se refere sua pesquisa)

e disputou com o pensamento desenvolvimentista a formulação das políticas

econômicas: “A corrente neoliberal foi, juntamente com a desenvolvimentista

nacionalista, a mais importante expressão do pensamento econômico brasileiro no

período estudado. Foi sempre uma ativa participante do debate, seja como formuladora

96 Ver Vicente Gil da Silva em A aliança para o progresso no Brasil: de propaganda anticomunista a

instrumento de intervenção política (1961-1964), Dissertação de Mestrado em História da UFRGS

(2008). Quanto ao caráter modernizador da AP, Vicente Gil da Silva enfatiza a questão da modernização

e treinamento das Forças Armadas brasileiras.

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de políticas econômicas criticadas pelos desenvolvimentistas, seja como formuladora de

críticas às proposições destes últimos.” (2000: 37).

Porém, enquanto o neoliberalismo no Brasil, ao menos até 1964, ficava apenas

no plano das formulações teóricas, o pensamento desenvolvimentista emanava

diretamente das políticas públicas. Entre o primeiro mandato de Getúlio Vargas e o

governo de João Goulart, com exceção do governo Eurico Gaspar Dutra 97, o

desenvolvimentismo se constituiu como a ideologia dominante no Estado brasileiro.

Ao mesmo tempo em que no Brasil ocorria a disputa entre estas duas vertentes

pela determinação dos rumos do desenvolvimento capitalista no país, a trajetória

intelectual de André Gunder Frank afastou-lhe de ambas as correntes de pensamento.

Frank teve uma formação keynesiana na Pensilvânia, na graduação em economia, mas

na Universidade de Chicago entrou em contato com o neoliberalismo e “rebelou-se

contra seu tutor monetarista, Milton Friedman, e também contra todo pensamento

desenvolvimentista de origem norte-americana. Rejeitou os cânones econômicos a favor

da fórmula ‘equidade antes da eficiência’, enfatizando os fatores sociais e políticos”

(Gills, 2009) 98.

Gunder Frank concluiu o doutorado em 1957, em Chicago, e três anos mais

tarde, em 1960, visitou Cuba, Gana e Guine. Em Cuba, conheceu o regime de Fidel

Castro que recém iniciava sua luta contra o imperialismo e nos dois países africanos

entrou em contato com o processo de descolonização, que resultou na independência de

Gana, em 1957, e da Guiné, em 1958. Coincide com o período em que Ruy Mauro

Marini realizava estudos na França, entre 1958 e 1960, e entrava em contato com jovens

militantes argelinos, cambojanos e vietnamitas, e com os que provinham das colônias da

África negra. É provável que a luta pela independência tenha sido um estímulo à

posição de esquerda, à defesa dos menos favorecidos, mas o mais importante para

97 Explicar porque Dutra pode ser considerado um governo mais liberal do que estes outros … ver

Bierchowsky 98 “(…) he had rebelled against his monetarist tutor Milton Friedman, and indeed against all development

thinking of US origin. He rejected mainstream economics in favour of an "equity before efficiency"

approach, focusing on the importance of social and political factors.”

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ambos parece ter sido perceber a falácia das teorias do desenvolvimento e da

modernização, que emanavam do governo dos Estados Unidos e da própria França 99.

Em 1962, quando Gunder Frank chegou à Universidade de Brasília para assumir

um cargo de professor de Antropologia, as idéias desenvolvimentistas eram

predominantes nos ambientes acadêmicos e intelectuais. Alguns célebres economistas

brasileiros faziam parte da Comissão Econômica para América Latina (CEPAL) 100,

sendo o mais destacado deles Celso Furtado, que dedicou sua vida a pensar em projetos

de desenvolvimento para a América Latina e para o Brasil. Outra instituição, destinada a

pensar no tema, era o Instituto Superior de Estudos Brasileiros (ISEB) 101.

As duas instituições, CEPAL e ISEB, abrigavam intelectuais fortemente

respeitados no Brasil e tiveram sua fundação vinculada à idéia de que o país podia

atingir um patamar de expansão capitalista semelhante ao dos países hegemônicos.

Além destes dois centros de debates e estudos sobre a realidade latino-americana e

brasileira, o Partido Comunista Brasileiro (PCB) também participava destas discussões,

através de seus intelectuais que elaboravam informes, teses, relatórios e produziam

artigos em revistas e jornais para debater os problemas brasileiros 102. Entre os

intelectuais do PCB, os mais destacados neste debate eram Caio Prado Jr., Nelson

Werneck Sodré, Alberto Passos Guimarães, entre outros, muitos dos quais participavam

simultaneamente do PCB, do ISEB e da CEPAL. Na mesma época, em 1962, foi criado

o Instituto Latino-americano e do Caribe de Planificação Econômica e Social (ILPES),

vinculado à CEPAL, onde predominavam sociólogos e cientistas políticos, e que

pretendiam apoiar os governos e elaborar estratégias, destinadas a alcançar o

99 Nas Memórias de Marini está evidenciado o seu sentimento ao conhecer os militantes da independência

africana e asiática na França: “As teorias do desenvolvimento, em voga nos Estados Unidos e nos centros

europeus, se me revelaram, então, como o que realmente eram: instrumento de mistificação e

domesticação dos povos oprimidos do Terceiro Mundo e arma com a qual o imperialismo buscava fazer

frente aos problemas criados no após-guerra pela descolonização.” (1987: 4 e 5) 100 CEPAL criada em 1948 como uma comissão das Nações Unidas .... 101 O ISEB foi criado em 1955, substituiu o IBESP, ou Grupo de Itatiaia. Defensores dos 50 anos em 5 do

Kubitcheck, depois se decepcionaram, mas primeiro eram defensores 102 Inserir nomes dos jornais e veículos de comunicação do PCB na época, entre os quais a Fundamentos

(?) e a Revista Brasiliense, falar um pouco deles, fundação etc.

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desenvolvimento 103. Foi criado também o Centro Brasileiro de Análise e Planejamento

(CEBRAP), em 1969, fundado por um grupo de professores universitários paulistas,

principalmente oriundos da Universidade de São Paulo (USP), alguns remanescentes do

grupo de leituras de O Capital, provenientes das áreas de sociologia, ciência política,

história, antropologia e direito, muitos dos quais haviam sido expurgados da

Universidade pelo regime militar, implantado em 1964 104.

As instituições voltadas mais fortemente para o tema do desenvolvimento eram a

CEPAL, o ISEB, o ILPES e o CEBRAP. Os intelectuais do PCB, embora também

disputassem a concepção do desenvolvimento brasileiro com as demais correntes de

pensamento da época, se diferenciavam delas no tocante às “finalidades” de seus

diagnósticos e de suas propostas.

103 No site do ILPES evidencia-se o objetivo principal da instituição: “…apoyo a los gobiernos en el

diseño y perfeccionamiento de estructuras institucionales orientadas, con visión de largo plazo, al

desarrollo económico y social.”, ou, “…el fin de apoyar a los Gobiernos de la región en el campo de la

planificación y gestión pública, mediante la prestación de servicios de capacitación, asesoría e

investigación.”, acesso em 24 de agosto de 2009.

104 Nos discursos comemorativos aos 40 anos do Centro, em junho de 2009, fica claro o objetivo inicial de

abrigar intelectuais expurgados da Universidade e manter o debate e a pesquisa social aplicada sobre os

problemas brasileiros, mas também sobressai uma polêmica em relação à segurança de uma instituição

como esta durante o regime militar (o ISEB, por exemplo, foi extinto por decreto pela ditadura, três dias

depois do golpe). Nas comemorações, foi revelado, em primeiro lugar, que o financiamento necessário à

implantação do Centro foi obtido graças aos contatos de Fernando Henrique Cardoso com a Fundação

Ford. Outra revelação importante foi feita pela demógrafa Elza Berquó: "O Fernando Henrique, pela sua

familiaridade, pelo fato de ter tido pai militar, avô militar, dialogou sempre com muita leveza e com

muito trânsito. Com o Golbery [do Couto e Silva, principal assessor do presidente Ernesto Geisel, 1974-

1979], por exemplo, ele conversava toda vez que havia alguma coisa mais forte contra o Cebrap". FHC

negou ter conversado com Golbery sobre o CEBRAP, mas admitiu ter conversado com um assessor do

general. Mas, talvez, a declaração mais importante dos festejos tenha sido dada pelo professor de

filosofia, Marcos Nobre, pesquisador do Cebrap, que ao elogiar a geração fundadora por sua "decisão

corajosa", observou: "É muito diferente |a decisão| daquelas feitas por outros grupos políticos, que

respondiam à radicalização do regime com igual radicalização." Porém, Nobre reconhece o motivo que

permitia aos cebrapianos negociar: “afirma que o tipo de negociação levado à frente pelos intelectuais que

fundaram o instituto era possível também por seu pertencimento à elite do país. As relações pessoais, ele

diz, serviram de forma geral para processos de negociação ao longo da ditadura.” (Cariello, 2009).

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Para os intelectuais brasileiros da época, fossem ou não marxistas, o

desenvolvimento era um objetivo a ser atingido, era uma condição para atingir outras

etapas, sanar os principais problemas do país e passar para a fase seguinte, da expansão

capitalista sustentável ou do socialismo, livre das seqüelas de relações sociais pré-

capitalistas, conforme a ideologia defendida por cada corrente de pensamento. Significa

que o desenvolvimento era considerado uma etapa específica do desenvolvimento

histórico do Brasil, a qual o país teria que atingir, sob pena de não conseguir dar outros

passos.

Naquele contexto histórico, duas questões perpassavam o tema do

desenvolvimento: a questão econômica propriamente dita, que dizia respeito à

capacidade do país atingir um patamar de expansão capitalista semelhante aos países

hegemônicos; e a questão política, relativa à adesão ou rejeição aos governos populistas.