Sobre las virtudes y los vicios (parte 2) 09-2007

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ESCRITOS DE FORMACIÓN Número 29 – Septiembre de 2007 E A S SOBRE LAS VIRTUDES Y LOS VICIOS (parte 2) COMUNIDADES CRISTIANAS COMPROMETIDAS EAS DE COLOMBIA CIUDAD DE MEDELLÍN COMITÉ DE FORMACIÓN

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Segunda parte de este importante documento que enseña a vivir con dignidad y respeto

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ESCRITOS DE FORMACIÓNNúmero 29 – Septiembre de 2007

E A S

SOBRE LAS VIRTUDES Y LOS VICIOS (parte 2)

COMUNIDADES CRISTIANAS COMPROMETIDAS EAS DE COLOMBIACIUDAD DE MEDELLÍN COMITÉ DE FORMACIÓN

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El comité de Formación genera documentos periódicamente para beneficio de los EAS y su formación. Los invitamos a leer estos documentos y reflexionar sobre ellos, ojalá algunas veces en comunidad. Los invitamos a coleccionarlos y a divulgarlos.

Estos escritos se basan en recopilaciones de documentos de diversos autores, incluyendo personas de los EAS, sometidos en algunos casos a adaptaciones que los hagan más afines y prácticos para los EAS, bajo la responsabilidad del comité.

Son bienvenidos los comentarios y los aportes.

En el escrito 28 tratamos el tema del comportamiento basado en unos textos del autor argentino Fred Kofman, en su libro Metamanagement, Tomo 3, editorial Granica. En este escrito los queremos completar con el análisis de las virtudes y vicios que no se examinaron en el primer4 documento. Como ya se explicó, este autor, quien es un prestigioso consultor y profesor universitario, hace una presentación muy clara sobre estos temas y consideramos que vale la pena utilizarla como material de estudio que sirva a los EAS para profundizar todavía más sobre ellos.

SOBRE LAS VIRTUDES Y LOS VICIOS (parte 2)

Algunas de las virtudes destacables son: responsabilidad, autonomía, excelencia, honestidad, humildad, respeto, compasión, bondad, integridad, ecuanimidad, disciplina. Comportarse de acuerdo con estas virtudes produce una existencia digna e impulsa al hombre a poner de manifiesto su verdadero potencial. El resultado es una vida plena, que al mismo tiempo expresa y fomenta los valores más fundamentales del ser humano.

La cara oscura de las virtudes está constituida por los vicios: comportamientos que atentan contra los valores y generan contra-valores, en la persona y en su entorno. Los vicios producen sensaciones de desvalorización, opresión, vacío, alienación, ansiedad y sufrimiento. Estas sensaciones son tan dolorosas, que se busca evitarlas por cualquier medio. Y, perversamente, el medio más inmediato, la forma automática más a la mano, la constituye el obrar en la inconciencia; pero la inconciencia genera más y más comportamientos negativos. Este es el famoso "círculo vicioso", un sistema auto-reforzante que lleva indefectiblemente a la destrucción de lo más precioso.

Hay dos tipos de vicios: la oposición a la virtud y la desnaturalización de la virtud (su manifestación equivocada no auténtica). Los vicios del primer tipo son la cara opuesta de la virtud, los del segundo, una careta. La Tabla siguiente registra algunas de las virtudes y sus vicios

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correspondientes. El contraste entre luz y sombra ayuda a distinguir más nítidamente las diferentes conductas y sus consecuencias.

Virtud Vicio (oposición) Vicio (desnaturalización)

Responsabilidad Culpar (a los demás) Culpar (a uno mismo)Autonomía Subordinación Alienación (egoísta)Excelencia Mediocridad AmbiciónHonestidad Hipocresía - Falsedad-

MentiraSinceridad innecesaria

Humildad Arrogancia Auto-desvalorizaciónRespeto Menosprecio Servilismo

Compasión Dureza (de los juicios) Conmiseración - Lástima

Bondad Maldad Imposición (moralista)Integridad Incumplimiento –

InconsistenciaObsesión

Ecuanimidad Volatilidad - InestabilidadEmocional

Frialdad – Indiferencia

Disciplina Indulgencia Sobre exigenciaValdría la pena revisar la forma en que manejamos las relaciones en la pequeña comunidad y la forma en que manejamos nuestro compromiso comunitario, construyendo una tabla propia de virtudes t vicios relacionados con lo nuestro, para generar conciencia y compromiso. Pasamos a examinar las virtudes que no se exploraron en la primera parte.

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Bondad: Es la manifestación virtuosa del amor; el deseo profundo del bien para otros. Actuar bondadosamente implica adecuarse a la máxima expresión de la regla de oro: no sólo tratar a los demás como uno querría ser tratado, sino tratar a los demás como ellos querrían ser tratados. La bondad aspira a apoyar al otro en la máxima expresión de su ser; a descubrir y alentar la belleza, la verdad y todo lo mejor que existe en su alma. Tratar a los otros con bondad requiere respeto, empatía y amor, estar en sintonía con lo que son en el presente y con la posibilidad de evolución que son hacia el futuro. La bondad es una cualidad fundamental del liderazgo. Un líder que no apoye el desarrollo de sus seguidores, no será líder durante mucho tiempo.

En oposición a la bondad está la maldad, el deseo de ver al otro dañado. Generalmente derivada del resentimiento, la maldad aspira a disminuir el brillo de la humanidad del otro. A veces hacer el mal es la única forma en la que una persona puede sentir poder. Incapaz de hacer el bien, por lo menos será temido por su capacidad para hacer el mal. Un ejemplo de esta maldad destructiva es el caso de la persona que le pegó un martillazo a "La Pietá" de Miguel Ángel hace unos años. Enajenado por quién sabe qué rencores contra el mundo, el individuo decidió salir de la oscuridad mediante la destrucción de algo bello y valioso. Esta cólera narcisista nace de una personalidad débil con serios problemas de auto valoración. En palabras de Abraham Maslow, "La observación común del odio o los celos de la bondad, la verdad, la belleza, la salud o la inteligencia es mayormente determinada por la amenaza de la pérdida de autoestima, ya que el mentiroso es amenazado por el hombre honesto, la mujer insulsa por la hermosa, o el cobarde por el héroe. Cada persona superior nos confronta con nuestros propios defectos". En la vida organizacional, muchos rencores son canalizados de esta forma destructiva. Cuando uno se siente menoscabado y humillado -aunque sea por la grandeza y la virtud del otro-, salvo que obre con conciencia bondadosa, tenderá malvadamente a humillar y despreciar a los demás.

La imposición moralista es la expresión prostituida de la bondad. Imponer los juicios morales propios sobre los demás, aun cuando uno lo haga "por su bien", es una enorme falta de respeto. Salvo en el caso de los niños o los impedidos mentales, el ser humano crece en libertad. Es imposible ayudarlo imponiéndole restricciones mediante la fuerza. Un episodio tristemente célebre en la historia norteamericana es el de la "ley seca". Durante los años 20s, el gobierno prohibió la producción, comercialización y consumo de bebidas alcohólicas. Por supuesto, la ley estaba apoyada (al menos explícitamente) en el deseo de "ayudar" al desarrollo moral de aquellos atrapados por el flagelo del alcohol. Lamentablemente la ley no sólo fracasó en su propósito de contener la circulación y el consumo de alcohol, sino que además apoyó el surgimiento de gángsters que en el mercado negro lo comercializaban con altísima rentabilidad. Además, posibilitó poner en prisión a muchos consumidores que, de un día para otro, pasaron a ser "criminales" o, mejor dicho, fueron "criminalizados", por una imposición moralista.

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Integridad. Ser íntegro es honrar los compromisos: sólo prometer aquello que uno se propone cumplir, cumplir lo que uno promete y, si por alguna razón, uno descubre que no podrá cumplir su promesa en tiempo y forma, avisar cuanto antes, disculparse y ocuparse diligentemente de minimizar los perjuicios causados. Cuando nos comportamos con integridad, haciéndonos totalmente responsables de nuestros compromisos, generamos confianza en nuestra palabra.

Una promesa representa el derecho que uno le confiere a otro, que le permite demandar la realización de determinadas cosas. Romperla equivale a desconocer un derecho (propiedad) del otro y constituye una seria falta de respeto. Además de la intención virtuosa, para operar con integridad es necesario adquirir precisas competencias conversacionales. Uno debe aprender habilidades. La integridad abarcatanto los compromisos explícitos como los implícitos; los adoptados respecto a terceros como consigo mismo. Compromisos implícitos son aquellas expectativas, usos y costumbres que dan forma a la vida de relación entre los miembros de la sociedad. Para mantener una conducta virtuosa, debemos comprometernos a respetar ciertos principios y normas de comportamiento. En este caso, somos al mismo tiempo deudores y acreedores de la promesa. La integridad es aquella virtud sobre la cual se apoya la puesta en práctica de todas las demás virtudes.

La falta de integridad se evidencia cuando la persona no hace honor a sus compromisos. Hay una progresión en la cadena de las violaciones que afecta negativamente de manera creciente la palabra de quien no cumple. En el "mejor" (el menos peor) de los casos, el incumplidor avisa con antelación que tendrá problemas para cumplir lo que prometió, con cuanta mayor antelación mejor. A continuación está el caso de quien llama después de la fecha comprometida para "avisar" que no pudo cumplir, disculparse y recomprometerse. Más seria es la falta de quien simplemente no aparece con lo prometido y ni siquiera llama para disculparse. Pero la peor de las faltas es: del incumplidor que se enoja cuando el acreedor lo llama para reclamar. Esto constituye una negligencia total. Al hacer esto no se tiene el suficiente respeto por los derechos del otro. Lamentablemente este tipo de gente abunda en nuestra sociedad.

Por otro lado, es posible bastardear la integridad convirtiéndola en obsesividad. El obsesivo se siente compelido cumplir sus promesas a toda costa, aun cuando ese cumplimiento sea terriblemente inconveniente o hasta destructivo. La integridad no requiere el cumplimiento a ultranza, o la honestidad de la promesa y la responsabilidad de su Administración. Si circunstancias imprevistas hacen extremadamente oneroso (o imposible) el cumplimiento, la actitud razonable es la de renegociar con el acreedor, para minimizar los daños y preservar la confianza mutua. Concentrarse obsesivamente en cumplir, sin considerar los costes, suele producir, al cabo de un

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tiempo, un brote de resentimiento hacia el acreedor "intransigente" que "demandó irrazonablemente" la realización de una promesa imposible, dado el cambio en las circunstancias. La ironía es que el acreedor nunca tuvo la oportunidad de modificar su demanda, ya que el deudor, en su obsesividad, nunca le informó de los cambios en la situación, ni le pidió renegociar su compromiso.

Ecuanimidad o equilibrio: Es el resultado de actuar con inteligencia emocional. Mantenerse en equilibrio, sin caer presa de pasiones irreflexivas. Ser ecuánime no implica ser frío o no tener emociones. Por el contrario, operar con ecuanimidad significa tener a las emociones, en lugar de que las emociones lo tengan a uno. La ecuanimidad es especialmente importante para recordar el compromiso que uno tiene consigo mismo con respecto a sus comportamientos virtuosos, en situaciones de alta tensión emocional. Por ejemplo, si alguien hace algo que a uno le molesta, al punto de perder el control, es muy posible que uno se comporte en formas que luego lamentará. Tomarse las cosas con calma, recordando compasivamente que la otra persona actúa de acuerdo con sus modelos mentales, facilita mantener la conciencia incluso en situaciones de indignación. Nadie "le" hace nada "a uno", la gente le hace cosas a la imagen que tiene de uno en su modelo mental.

Por eso no tiene sentido tomar las cosas a título personal; la acción del otro nunca está dirigida hacia uno. Cuando comprendemos que los seres humanos actuamos condicionados por los filtros de nuestros modelos mentales, y que estos filtros se derivan de nuestras historias personales, es mucho más fácil mantener la ecuanimidad. Cuando alguien lo afecta con un juicio negativo tóxico, uno puede tomar ese juicio como un reflejo de la educación o el nivel de conciencia de quien lo emite, más que como un reflejo del propio valor. Uno puede sobresaltarse, asustarse y hasta enfadarse un poco; lo que nunca debería es sentirse "insultado", porque sabe con absoluta certeza que el insulto no se refiere a uno, sino a "uno cualquiera" que quien insulta se imagina que uno es.

Las opiniones que emitimos son mucho más el reflejo de cómo somos, que el reflejo de la cosa o persona sobre la cual pretendemos estar opinando. "No vemos las cosas como son, vemos las cosas como somos".

Lo opuesto a la ecuanimidad es la volatilidad o inestabilidad emocional. Cuando uno se encuentra sobrepasado por los acontecimientos, pierde el aplomo y se desequilibra fácilmente. Hay dos tipos de desequilibrio: la represión y la explosión. La represión es la preferida por nuestra sociedad, ya que da la apariencia de estar bajo control. Pero por debajo de esa superficie, hay un mar de emociones no controladas que pueden generar explosivas tsunamis (olas gigantescas y devastadoras), en cualquier momento. Por supuesto, después de cada explosión viene el arrepentimiento y el compromiso firme de reprimir

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las "peligrosas" emociones. Dicha represión sólo genera mayores explosiones futuras, alimentando así un círculo vicioso. Por eso la frialdad y el desapego son sólo apariencias totalmente contraproducentes. La única salida es el manejo consciente y ecuánime de esa energía emocional que, así como puede causar pesadillas cuando está desbocada, puede también construir sueños cuando es canalizada.

Disciplina: Es la capacidad para subordinar cualquier gratificación inmediata, en aras de obtener una gratificación más importante (o sublime) en el largo plazo. La mayoría de los logros humanos requieren de esfuerzos sostenidos, a prueba de decepciones: nadie aprende a caminar repentinamente y sin darse algunos golpes; nadie aprende a leer de un día para el otro, sin dedicarle tiempo ni cometer errores; nadie se gradúa sin "perderse" días de sol estudiando en la biblioteca.

Para perseguir sus objetivos de largo plazo, el ser humano necesita ser capaz de jerarquizarlos, dándoles más importancia que a las tentaciones instantáneas; de otra manera, la atracción del momento es demasiado fuerte.

De acuerdo con Maslow, el genio es condición necesaria pero no suficiente para logros trascendentes: "Las inspiraciones se consiguen a diez centavos la docena.-La diferencia entre inspiración y el producto final, por ejemplo La guerra y la paz de Tolstoi, es un montón de trabajo, de esfuerzo, de constancia, de disciplina, de resistencia y compromiso, de entrenamiento, de ejercicios y prácticas y ensayos, dearrojar borradores a la basura, etc. Las virtudes que acompañan a la creación de grandes obras (pinturas, novelas, puentes, invenciones, etc.) son el tesón, la paciencia, el espíritu de sacrificio y esfuerzo en la tarea".

En nuestra cultura, la palabra "sacrificio" está bastardeada. Normalmente se la toma como sinónimo de dolor o penuria. Sin embargo, la raíz de sacrificio es la misma que la de sacro o sagrado: sacrificar significa sacralizar, cediendo algo bajo (grueso) por algo elevado (sutil).

Opuesta a la disciplina, está la indulgencia: la subordinación del valor trascendente al placer momentáneo. Todas las adicciones están basadas en la indulgencia. El adicto reconoce que en el largo plazo sus acciones son nefastas para su bienestar, pero no puede contenerse, ya que su adicción "lo hace sentir muy bien" en ese momento. Todos los vicios están basados en la indulgencia. En el momento de quebrantar una norma virtuosa de comportamiento, uno por lo general sabe de antemano que eso le acarreará malas consecuencias, pero lo hace igual, tentado por los cantos de las sirenas del vicio. La indulgencia está siempre basada en una falta de conciencia, en la ilusión de evadir la ley de las compensaciones. Uno cree que "puede salirse con la suya

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y hacer trampa". Lamentablemente, eso nunca funciona. La indulgencia siempre termina siendo destructiva.

Pero evitar la indulgencia no quiere decir cancelar el placer. La bastardización de la disciplina es la sobre exigencia del súper-ego (o crítico interno) por "ser perfecto". Esto es más una neurosis obsesiva que un signo de madurez. Subordinar totalmente el presente al futuro muestra una tita de equilibrio y una rigidez que están lejos de ser virtuosas. Exigirse, por ejemplo, perfección instantánea, implica negar la necesidad de tiempo y esfuerzo para conseguir un objetivo. Al mismo tiempo, la imposibilidad de ser perfecto genera culpa, rebeldía e impulsos hacia la indulgencia. Indulgencia que es reprimida con más energía aún por un súper-ego sobre exigente, lo que da comienzo a un nuevo ciclo vicioso.

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