Sobre la Antígona de David Gaitán

2
PM ANTÍGONA Pese al decreto que anuncia la pena de muerte a quien ose enterrar el cadáver del traidor Polinices, su hermana Antígona intenta darle sepultura bajo un simple argumento: “es mi deber”. El hecho compromete la seguridad del Estado, que no puede darse el lujo de nuevas sublevaciones, así que el rey Creonte decide aplicar la ley contra la desafiante mujer. A partir de este acontecimiento se desdobla el alegato sobre las razones superiores de nuestra actuación en el mundo. Algunos ven en esta historia el primer caso de objeción de conciencia; otros subrayan la crítica contra el déspota que confunde al Estado consigo mismo. A propósito afirma el helenista Karl Reinhardt: “en cierto modo todos los personajes trágicos de Sófocles son unos disidentes”. Volver a los clásicos es formular cada tanto las preguntas esenciales, poniéndolas a prueba frente a nuevas coyunturas. En el caso de la Antígona de David Gaitán la pregunta sigue siendo la misma: ¿Están las leyes del Estado por encima de las de la naturaleza, se nombren “ciencia”, “dios” o “herencia”?; para problematizarla el autor inserta esta pregunta en un reconocible Estado sin justicia ni legitimidad, tan enajenado en mediáticos melodramas que no alcanza(mos) a ver el problema en su compleja dimensión. De allí la invitación a polemizar más allá de lo evidente. La propuesta es convertir al teatro en una asamblea popular y desmenuzar las aristas del problema buscando una conciliación. Hay algo delicado en la ecuación, hay que decir; el dispositivo se asemeja tanto al de un reality show que tiende a obviar la percepción de que Antígona hace de víctima y Creonte de villano, o que el Estado es injusto per se; por alguna razón preconcebida tendemos a juzgar a Creonte cuando el sólo representa a un gobierno aguijoneado por su propia inestabilidad. No obstante lo anterior, es aquí donde juegan los mecanismos gaitanianos que hacen

description

Texto para el programa de mano de la Antígona de D.G.

Transcript of Sobre la Antígona de David Gaitán

Page 1: Sobre la Antígona de David Gaitán

PM ANTÍGONA

Pese al decreto que anuncia la pena de muerte a quien ose enterrar el cadáver del traidor Polinices, su hermana Antígona intenta darle sepultura bajo un simple argumento: “es mi deber”. El hecho compromete la seguridad del Estado, que no puede darse el lujo de nuevas sublevaciones, así que el rey Creonte decide aplicar la ley contra la desafiante mujer. A partir de este acontecimiento se desdobla el alegato sobre las razones superiores de nuestra actuación en el mundo. Algunos ven en esta historia el primer caso de objeción de conciencia; otros subrayan la crítica contra el déspota que confunde al Estado consigo mismo. A propósito afirma el helenista Karl Reinhardt: “en cierto modo todos los personajes trágicos de Sófocles son unos disidentes”.

Volver a los clásicos es formular cada tanto las preguntas esenciales, poniéndolas a prueba frente a nuevas coyunturas. En el caso de la Antígona de David Gaitán la pregunta sigue siendo la misma: ¿Están las leyes del Estado por encima de las de la naturaleza, se nombren “ciencia”, “dios” o “herencia”?; para problematizarla el autor inserta esta pregunta en un reconocible Estado sin justicia ni legitimidad, tan enajenado en mediáticos melodramas que no alcanza(mos) a ver el problema en su compleja dimensión. De allí la invitación a polemizar más allá de lo evidente.

La propuesta es convertir al teatro en una asamblea popular y desmenuzar las aristas del problema buscando una conciliación. Hay algo delicado en la ecuación, hay que decir; el dispositivo se asemeja tanto al de un reality show que tiende a obviar la percepción de que Antígona hace de víctima y Creonte de villano, o que el Estado es injusto per se; por alguna razón preconcebida tendemos a juzgar a Creonte cuando el sólo representa a un gobierno aguijoneado por su propia inestabilidad. No obstante lo anterior, es aquí donde juegan los mecanismos gaitanianos que hacen girar la rueda y nos vuelven parte del problema; porque los actores nos recuerdan que el Estado también somos nosotros. La más alta proposición y demanda radica, entonces, en dejar de “envenenarnos” con el odio, en asumir nuestra responsabilidad y en construir un Estado que nos represente no a partir de valores impostados, sino de un interés común amplia y públicamente debatido.

Bienvenida la posibilidad de enfrentar debates esenciales sin perder ni la añeja dimensión trágica ni la frescura de un teatro lúdico que mira hacia delante.

Luis Mario Moncada