Smith - Selección de Escritos Extractos

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Estudios Públicos, 26 (otoño 1987). DOCUMENTO TAMARA AVETIKIAN BOSAANS. Profesora de Ciencia Política, Universidad Católica de Chile. A SELECCION DE ESCRITOS DE ADAM SMITH Tamara Avetikian Bosaans* Introducción dam Smith nació en Kirkcaldy, Escocia, en 1723 y su muerte ocurrió en Edimburgo en 1790. Asistió a la Universidad de Glasgow y a Baillol College de Oxford, donde estudió latín, griego y literatura. Regresa a Escocia para dictar clases de literatura inglesa en Edimburgo, luego asume la cátedra de Lógica en la Universidad de Glasgow y más tarde de la filoso- fía moral. Estas clases son el punto de partida para escribir su primer libre: Teoría de los Sentimientos Morales, publicado en 1759. Tras recibir elogio- sos comentarios a su obra, deja Escocia y recorre Europa durante dos años (1764-1766) como tutor del Duque de Buccleuch. Durante este viaje tiene oportunidad de conocer a importantes pen- sadores europeos, entre ellos a Voltaire, D’Alembert, Quesnay, fundador de la escuela fisiocrática, y Turgot, futuro ministro de Luis XVI. Regresa a Kirkcaldy y comienza a escribir la Investigación sobre la Naturaleza y Cau- sas de la Riqueza de las Naciones, tarea que le tomó diez años, siendo publicada en 1776. Más tarde fue Comisionado de Aduanas (1778) y rector de la Universidad de Glasgow a partir de 1787. Smith se destaca entre los filósofos morales escoceses, y es consi- derado uno de los pilares del pensamiento liberal anglosajón. Su defensa

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  • Estudios Pblicos, 26 (otoo 1987).

    DOCUMENTO

    TAMARA AVETIKIAN BOSAANS. Profesora de Ciencia Poltica, Universidad Catlicade Chile.

    A

    SELECCION DE ESCRITOS DE ADAM SMITH

    Tamara Avetikian Bosaans*

    Introduccin

    dam Smith naci en Kirkcaldy, Escocia, en 1723 y su muerteocurri en Edimburgo en 1790. Asisti a la Universidad de Glasgow y aBaillol College de Oxford, donde estudi latn, griego y literatura. Regresa aEscocia para dictar clases de literatura inglesa en Edimburgo, luego asumela ctedra de Lgica en la Universidad de Glasgow y ms tarde de la filoso-fa moral. Estas clases son el punto de partida para escribir su primer libre:Teora de los Sentimientos Morales, publicado en 1759. Tras recibir elogio-sos comentarios a su obra, deja Escocia y recorre Europa durante dos aos(1764-1766) como tutor del Duque de Buccleuch.

    Durante este viaje tiene oportunidad de conocer a importantes pen-sadores europeos, entre ellos a Voltaire, DAlembert, Quesnay, fundador dela escuela fisiocrtica, y Turgot, futuro ministro de Luis XVI. Regresa aKirkcaldy y comienza a escribir la Investigacin sobre la Naturaleza y Cau-sas de la Riqueza de las Naciones, tarea que le tom diez aos, siendopublicada en 1776. Ms tarde fue Comisionado de Aduanas (1778) y rectorde la Universidad de Glasgow a partir de 1787.

    Smith se destaca entre los filsofos morales escoceses, y es consi-derado uno de los pilares del pensamiento liberal anglosajn. Su defensa

    [Esta es una seleccin de extractos de la Antologa de Adam Smith, y est editado exclusivamentepara su uso en el curso de Introduccin al Pensamiento I, de la Facultad de Economa y Negocios de la Universidad de Chile]

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    del sistema de libertad natural, que supone una gran valoracin de la capa-cidad del individuo para promover el bien de la sociedad e implica escasaconfianza en la funcin reguladora del Estado, le ha valido ser reconocidocomo el principal exponente del laissez faire. Sin embargo, el pensador esco-cs no debe ser calificado de dogmtico ni constructivista (ver, por ejemplo,Parte VI, Seccin II, Cap. 2 de la Teora de los Sentimientos Morales enesta seleccin); sus escritos estn plagados de consideraciones tendientesa morigerar los efectos perjudiciales del ejercicio de una libertad total. Losprincipios que postula son sencillos: primero, existe un impulso inicial quees el afn de lucro; segundo, existe un orden natural en el universo en elcual se insertan las acciones individuales que aunque sin proponrselotienden a alcanzar un fin social, y tercero, se concluye que el mejor sistemapara permitir el progreso y por lo tanto contribuir a la felicidad del hombre,es el de la libertad natural.

    La base de su filosofa moral se encuentra elaborada en la Teora delos Sentimientos Morales, donde analiza la naturaleza humana, las reglasque guan la actitud social del hombre; el egosmo y la generosidad, senti-mientos simultneos que en definitiva son la base de la virtud (que suponeprudencia, justicia y benevolencia). El sentimiento rector para este filsofoes la simpata, ella permite al individuo participar de las emociones del prji-mo, y permite a la vez ver reflejados sus sentimientos y acciones en losdems. La simpata est muy ligada a la imaginacin. A travs suyo puede elhombre ponerse en lugar de los otros y sentir compasin. Su necesidadsocial est determinada por la capacidad de sentir lo que los otros sienten.La moralidad nace de la aprobacin o desaprobacin de nuestras propiasacciones en el grupo; es un acto que no est motivado necesariamente porel inters. La moral se forma por reglas que nacen de la experiencia y no dela razn.

    El amor propio y el inters personal son tambin base para actitudespositivas reconocidas y aprobadas socialmente, de manera que la ambicinmotor del progreso sera aceptable y moral. Al hombre vulgar, movidopor la ambicin y el inters, Smith contrapone el sabio, al que no le intere-san las vanidades del mundo, que no se deja llevar por las pasiones que lohacen esclavo del poder y de la riqueza, ni por las ilusiones de la imagina-cin.

    A menudo se ha considerado la Riqueza de las Naciones como elprimer libro de economa poltica y a su autor como el fundador de la cienciaeconmica. Antes de la publicacin de esa obra se haban hecho grandesavances en el estudio de la economa; Smith recogi elementos valiososdispersos en escritos de distintas pocas, que junto a la observacin acu-

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    ciosa de las relaciones y los sistemas econmicos, lo ayudaran a estructu-rar su obra decisiva.

    La Riqueza de las Naciones comprende cinco libros; el primero deonce captulos analiza las causas del desarrollo econmico y determinaque la divisin del trabajo es el origen del progreso. El libro segundo sededica al estudio del capital, su acumulacin y empleo. El tercer libro haceuna relacin del progreso en distintas naciones y en diferentes perodos,demostrando cmo el comercio fue un factor clave de su evolucin. El cuar-to libro estudia los sistemas econmicos alternativos, revisa las etapas his-tricas (de los cazadores, pastores, agricultores y la ltima etapa que es lasociedad comercial). En este captulo expone su sistema de libertad naturalque concuerda equilibrada y armnicamente con el orden del universo insti-tuido en Dios. El quinto y ltimo libro se refiere al gobierno como un instru-mento del crecimiento econmico y limita los deberes del soberano o de laRepblica a las actividades de defensa, administracin de justicia y obras einstituciones pblicas. Smith propone un sistema de libertad con el mnimoposible de regulaciones que impidan o dificulten el intercambio comercial.Su planteamiento implica la posibilidad del crecimiento y desarrollo sin dis-minucin de la riqueza de los otros, tal como est implcito en el sistemamercantilista predominante en la Europa del siglo XVIII. La riqueza es traba-jo y no atesoramiento, ella es esencialmente dinmica y movible. El mercadoes el mecanismo natural y por lo tanto el ptimo para lograr el fin de lasociedad comercial: el aumento de la riqueza que contribuye a la felicidaddel hombre. En ste acta una mano invisible, que distribuye los benefi-cios de las acciones realizadas por afn de lucro y para satisfacer el interspersonal. Los hombres no son capaces de conocer todo el plan de Dios ypor tal motivo sus acciones son imperfectas; sin embargo, cada individuo,al perseguir sus propsitos sin preverlo, promueve el inters de todos y seproduce la armona.

    Se ha especulado sobre la aparente contradiccin entre el hombredescrito en la primera obra de Smith y el de la Riqueza de las Naciones: elprimero es virtuoso, mientras al segundo lo mueve la ambicin y el lucro. Seha dicho que esta es una variacin fundamental en la concepcin de lanaturaleza humana planteada en ambos libros. Si bien es cierto que hay unaevolucin en el pensamiento de Smith median 17 aos entre ambas publi-caciones, su filosofa puede comprenderse estudiando los textos comopartes de una unidad.

    El pensamiento poltico de Adam Smith se encuentra disperso entoda su obra; sin embargo, en las Lectures on Jurisprudence es donde seexpone en forma ms sistemtica. Las Lectures fueron dictadas en la Univer-

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    sidad de Glasgow en dos temporadas distintas: 1762-63 y 1763-64 presumi-blemente (la inscripcin en el manuscrito dice 1766 y por tal se le conoce). Elcurso dictado por Smith estaba organizado de acuerdo a los cuatro objetosde la ley: Justicia: Poltica (Police); Rentas y Armas.

    A pesar de la similitud de contenido y forma de ambas conferencias,hay una diferencia fundamental en la organizacin de las primeras y lassegundas Lectures; en la de 1762 comienza exponiendo sobre el gobierno,sigue con los derechos, la propiedad y la economa, mientras que en elcurso de 1763 invierte el orden: comienza con los derechos, la propiedad,economa y finaliza con el gobierno, incluyendo el Derecho de las Nacio-nes.

    A lo largo de las Lectures aparecen los temas que ms inquietaron alfilsofo escocs en la Teora de los Sentimientos Morales, junto a otrosque expone por primera vez y que trata ms extensamente en La Riqueza delas Naciones: la divisin del trabajo como causa de la opulencia; la liber-tad de comercio, la crtica a los monopolios.

    Smith escribi a lo largo de su vida numerosos ensayos que hansido poco divulgados. Esta seleccin, que intenta mostrar lo ms significati-vo de sus principales obras, recoge tambin algunos de sus escritos filos-ficos menos conocidos, pero que parecen de gran inters para una mejorcomprensin de su pensamiento. No se sabe con certeza cundo fueronescritos estos trabajos que se publicaron despus de su muerte. Probable-mente Smith escribi el ensayo sobre astronoma durante su permanenciaen Oxford, antes de 1758, mientras que la Naturaleza de las Artes Imitativashabra sido escrita entre 1777 y 1780.

    Los textos se han tomado de las siguientes ediciones de sus obras:Teora de los Sentimientos Morales. Colegio de Mxico, Fondo de CulturaEconmica, 1941, y de la versin inglesa editada por A. L. Macfie, D. D.Raphael. Oxford University Press, 1976, reimpreso en Liberty Classics, In-dianpolis, 1982. Investigacin sobre la Naturaleza y Causas de la Rique-za de las Naciones. Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1958. Lectureson Jurisprudence, editadas por R. L. Meck, D. D. Raphael y P. G. Stein.Liberty Press Liberty Classics. Indianpolis 1982. Primera edicin por OxfordUniversity Press, 1978). (Se han dispuesto en el orden temtico intercaln-dose las de la primera (LJ. 1) y de la segunda (LJ. 2) temporada de conferen-cia). Adam Smith. Essays on Philosophical Subjects, editados por W. P. D.Whigtman, J. C. Bryce y I. S. Ross, Oxford University Press, 1980.

    En general, y salvo que se indique lo contrario, los extractos estnagrupados bajo el ttulo del captulo del que forman parte en la obra original.Los prrafos seleccionados han sido numerados para facilitar la lectura.

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    TEORIA DE LOS SENTIMIENTOS MORALES

    De la Simpata

    1. Por ms egostas que quiera suponerse al hombre, evidentementehay algunos elementos en su naturaleza que lo hacen interesarse en lasuerte de los otros, de tal modo que la felicidad de stos le es necesaria,aunque de ello nada obtenga, a no ser el placer de presenciarla. De estanaturaleza es la lstima o compasin, emocin que experimentamos ante lamiseria ajena, ya sea cuando la vemos o cuando se nos obliga a imaginarlade modo particularmente vvido. El que con frecuencia el dolor ajeno noshaga padecer, es un hecho demasiado obvio que no requiere comproba-cin; porque este sentimiento, al igual que todas las dems pasiones de lanaturaleza humana, en modo alguno se limita a los virtuosos y humanos,aunque posiblemente sean stos los que lo experimenten con la ms exqui-sita sensibilidad. El mayor malhechor, el ms endurecido transgresor de lasleyes de la sociedad, no carece del todo de ese sentimiento.

    2. Como no tenemos la experiencia inmediata de lo que otros hom-bres sienten, solamente nos es posible hacernos cargo del modo en queestn afectados, concibiendo lo que nosotros sentiramos en una situacinsemejante. Aunque sea nuestro hermano el que est en el potro, mientrasnosotros en persona la pasamos sin pena, nuestros sentidos jams podrninstruirnos sobre lo que l sufre. Nunca nos llevan, ni pueden, ms all denuestra propia persona, y slo por medio de la imaginacin nos es posibleconcebir cules sean sus sensaciones. Ni, tampoco, puede esta facultadauxiliarnos en ese sentido de otro modo que no sea representndonos laspropias sensaciones si nos encontrsemos en su lugar. Nuestra imagina-cin tan slo reproduce las impresiones de nuestros propios sentidos, nolas ajenas. Por medio de la imaginacin, nos ponemos en el lugar del otro,concebimos estar sufriendo los mismos tormentos, entramos, como quiendice, en su cuerpo, y, en cierta medida, nos convertimos en una mismapersona, de all nos formamos una idea de sus sensaciones, y aun sentimosalgo que, si bien en menor grado, no es del todo desemejante a ellas. Suangustia incorporada as en nosotros, adoptada y hecha nuestra, comienzapor fin a afectarnos, y entonces temblamos y nos estremecemos con slopensar en lo que est sintiendo. Porque, as como estar sufriendo un dolor ouna pena cualquiera provoca la ms excesiva desazn, del mismo modoconcebir o imaginar que estamos en el caso, provoca en cierto grado lamisma emocin, proporcionada a la vivacidad u opacidad con que lo hemosimaginado.

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    3. La simpata no surge tanto de contemplar a la pasin, como de lasituacin que mueve a sta. En ocasiones sentimos por otro una pasin dela que l mismo parece totalmente incapaz, porque, al ponernos en su lugar,esa pasin que brota en nuestro pecho se origina en la imaginacin, auncuando en la realidad no acontezca lo mismo en el suyo. Nos sonrojamos acausa de la desfachatez y grosera de otro, aunque l no d muestras nisiquiera de sospechar la incorreccin de su conducta, porque no podemosmenos que sentir la vergenza que nos embargara caso de habernos com-portado de manera tan indigna.

    De todas las calamidades a que la condicin moral expone al gnerohumano, la prdida de la razn se presenta con mucho como la ms terrible,hasta para quienes slo poseen un mnimo de humanidad, y contemplan eseltimo grado de la humana desdicha con ms profunda conmiseracin quecualquier otro. Pero el infeliz que la padece, re y canta quiz, y es del todoinsensible a su propia miseria. La angustia que la humanidad siente, por lotanto, en presencia de semejante espectculo, no puede ser el reflejo de unsentimiento del paciente. La compasin en el espectador deber necesaria-mente, y del todo, surgir de la consideracin de lo que l en persona sentiravindose reducido a la misma triste situacin si, lo que quiz sea imposible,al mismo tiempo pudiera juzgarla con su actual razn y discernimiento. [Par-te I, Seccin I, Captulo I.]

    Del Placer de la Mutua Compaa

    1. El amor es agradable pasin; el resentimiento, desagradable; y, enconsecuencia, no estamos tan deseosos de que nuestros amigos aceptennuestras amistades como de que participen de nuestros resentimientos. Po-demos perdonarles el que muestren poco inters por los favores que hemosrecibido; pero nos impacientamos si permanecen indiferentes a las injuriasde que hayamos sido vctimas; ni es nuestro enojo con ellos tan grande porno congratularse con nosotros, como por no simpatizar con nuestro resenti-miento. Les es fcil evitar ser amigos de nuestros amigos, pero difcilmentepueden evitar ser enemigos de quienes con nosotros estn distanciados.Raramente nos resentimos por su enemistad con los primeros, si bien contal pretexto algunas veces simulamos disgusto; pero nos peleamos en seriocon ellos, si viven en buena amistad con los ltimos. Las pasiones agrada-bles del amor y de la alegra son susceptibles de satisfacer y sustentan elcorazn sin necesidad de un placer adicional. Las amargas y dolorosasemociones del dolor y del resentimiento requieren con ms vehemencia elsaludable consuelo de la simpata. [I Parte, Seccin I, Captulo II.]

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    De la forma en que juzgamos la propiedad o impropiedad de lossentimientos ajenos, por su concordancia o disonancia con los nuestros.Cuando las pasiones de la persona a quien conciernen principalmente estnen perfecta armona con las emociones de simpata del espectador, ellasnecesariamente le parecen justas y apropiadas a este ltimo; y adecuadas asus objetos. Por el contrario, cuando ste se pone en el caso del primero,descubre que no coinciden con sus sentimientos, le parecen necesariamen-te injustas, impropias e inadecuadas a las causas que las motivan. Por lotanto, aprobar las pasiones ajenas como adecuadas a sus objetos equivale aafirmar que simpatizamos absolutamente con ellas; y el desaprobarlas equi-vale a decir que no simpatizamos totalmente con ellas. Aquel hombre queresiente el dao que he recibido y que advierte que yo lo siento precisamen-te de la misma forma que l, necesariamente aprueba mi resentimiento. Elhombre que comprende mi dolor no puede ms que reconocer lo razonablede mi tristeza. Aquel hombre que admira el mismo poema o el mismo cuadroy lo admira exactamente como lo hago yo, con certeza reconocer lo justifi-cado de mi admiracin. Aquel que re de la misma broma y que re conmigo,difcilmente negara la propiedad de mi risa. Por el contrario, la persona queen estos casos no siente las mismas emociones que yo siento, o bien suemocin no guarda proporcin con la ma, no puede evitar desaprobar missentimientos a causa de su disonancia con los suyos. Si mi animosidadsupera la indignacin de mi amigo; si mi dolor sobrepasa su ms tiernacompasin; si mi admiracin es demasiado grande o demasiado insignifican-te para corresponder a la suya; si ro estrepitosamente y de buena gana y lsonre o, por el contrario, si yo sonro cuando l se re estrepitosamente yde buena gana; en todos estos casos, tan pronto l pase de estudiar elobjeto a observar la forma en que me afecta, yo suscitar, en mayor o menorgrado, su desaprobacin de acuerdo a la mayor o menor desproporcin queexista entre sus sentimientos y los mos. Y, en todos los casos, sus senti-mientos constituyen la norma y la medida mediante las cuales l juzga losmos. [I Parte, Seccin I, Captulo III.]

    Acerca de la Simpata y la Tranquilidad*

    1. El hombre, si bien naturalmente inclinado a la simpata, jams lograconcebir lo que a otro le acontece, con la misma viveza pasional que anima ala persona afectada. El cambio imaginario de situacin en que se funda lasimpata es slo momentneo. El pensamiento de la propia seguridad, la idea

    * Ttulo distinto al original.

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    de no ser en realidad el paciente, constantemente se hace presente, y, aun-que no impide concebir una pasin en cierta manera anloga a la que experi-menta el paciente, estorba el concebirlo con el mismo grado de vehemencia.La persona afectada percibe esto, pero al mismo tiempo desea apasionada-mente una simpata ms completa. Anhela el alivio que slo una enteraconcordancia de afectos de los espectadores y suyos puede depararle. Verque las emociones de sus corazones palpitan al comps de la propia violen-ta y desagradable pasin, es lo nico en que cifra su consuelo. Pero sola-mente puede alcanzar esto rebajando su pasin al lmite, hasta donde seacapaces de llegar con l los espectadores. Debera, si se me permite la expre-sin, matizar la agudeza de su tono, a fin de armonizarla y concordarla conlas emociones de quienes lo rodean. Lo que ellos sienten, jams ser igual alo que l siente, y la compasin nunca puede ser idntica a la pena primitiva,porque la secreta conviccin de que el cambio de situacin, que origina elsentimiento de simpata, es imaginario, no slo rebaja el grado, sino que, encierta medida, vara la especie, hacindola sensiblemente distinta. Sin em-bargo, es evidente que los dos sentimientos mantienen una corresponden-cia mutua, suficiente para conservar la armona en la sociedad. Aunquejams sern unsonos, pueden ser concordantes, y esto es todo lo que hacefalta y se requiere.

    Pero, a fin de que pueda producirse esa concordancia, la naturalezaensea a la persona afectada a asumir hasta cierto punto las circunstanciasde los espectadores, del mismo modo que ensea a stos a asumir las deaqulla. As como los espectadores constantemente se ponen en la situa-cin del paciente para poder concebir emociones semejantes a las de ste,as el paciente constantemente se pone en la de aqullos para concebircierta frialdad con que miran su suerte. Del mismo modo que ellos estn enconstante consideracin sobre lo que sentiran si fuesen en realidad pacien-tes, as l procede constantemente a imaginar el modo en que resultaraafectado si fuera uno de los espectadores de su propia situacin. As comola simpata los obliga a ver esa situacin hasta cierto punto por sus ojos, assu simpata lo obliga a considerarla, hasta cierto punto, por los de ellos, ymuy particularmente estando en su presencia y obrando bajo su inspeccin.Y como la pasin reflejada, as concebida por l es mucho ms dbil que laoriginal, necesariamente disminuye la violencia de lo que senta antes deestar en presencia de los espectadores, antes de que se hiciera cargo delmodo en que ellos resultaran afectados y antes de que considerarse supropia situacin bajo esta luz cndida e imparcial.

    La mente, pues, raramente est tan perturbada que la compaa de unamigo no le restituya cierto grado de tranquilidad y sosiego. El pecho, hasta

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    cierto punto, se calma y serena en el momento en que estamos en su pre-sencia. Inmediatamente se nos hace presente la manera en que considerarnuestra situacin, y por nuestra parte comenzamos a considerarla del mismomodo, porque el efecto de la simpata es instantneo. Esperamos menossimpata de un simple conocido que de un amigo. No es posible explayarnoscon aqul, ponindolo al tanto de todas aquellas pequeas circunstanciasque solamente al amigo podemos revelar; de ah que, ante el conocido,asumimos ms tranquilidad y pugnamos por fijar nuestro pensamiento enaquellos perfiles generales de nuestra situacin, que l est anuente a con-siderar. An menos simpata esperamos de una reunin de desconocidos, y,por lo tanto, asumimos ante ella an mayor tranquilidad y tambin pugna-mos por rebajar nuestra pasin al nivel a que esa reunin en que estamossea capaz de seguirnos en nuestra emocin. Y no es que se trate de unaapariencia fingida, porque si realmente somos dueos de nosotros mismos,la sola presencia de un conocido nos sosegar en verdad, an ms que lapresencia de un amigo, y la de una reunin de desconocidos todava msque la de un conocido.

    La sociedad y la conversacin, pues, son los remedios ms podero-sos para restituir la tranquilidad a la mente, si en algn momento, desgracia-damente, la ha perdido; y tambin son la mejor salvaguardia de ese uniformey feliz humor que tan necesario es para la satisfaccin interna y la alegra.Los hombres retrados y abstrados que propenden a quedarse en casaempollando las penas o el resentimiento, aunque sea frecuente que estndotados de ms humanidad, ms generosidad y de un sentido ms pulcrodel honor, sin embargo, rara vez poseen la uniformidad de humor tan comnentre los hombres de mundo. [I Parte, Seccin I, Captulo IV.]

    De las Virtudes Afables y Respetables

    1. Las tiernas, apacibles y amables virtudes, las virtudes de cndidacondescendencia y de humana indulgencia, estn fundadas en uno; lasgrandes, reverenciales y respetables, las virtudes de negacin de s mismo,de dominio propio, aquellas que se refieren a la subyugacin de las pasio-nes, que sujetan todos los movimientos de nuestra naturaleza a lo quepiden la dignidad, el honor y el decoro de nuestra conducta, se originan enel otro.

    2. Sentir mucho por los otros y poco por s mismo, restringir losimpulsos egostas y dejarse dominar por los afectos benevolentes constitu-ye la perfeccin de la humana naturaleza; y slo as puede darse en laHumanidad esa armona de sentimientos y pasiones en que consiste todo

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    su donaire y decoro. Y as como amar a nuestro prjimo como nos amamos anosotros mismos es el gran principio cristiano, as el gran precepto de lanaturaleza es tan slo amarse a s mismo como amamos a nuestro prjimo, o,lo que es lo mismo, como nuestro prjimo es capaz de amarnos.

    Del mismo modo que el buen gusto y el discernimiento, entendidoscomo cualidades condignas de encomio y admiracin, se supone que impli-can delicadeza de sentimientos y perspicacia de entendimiento nada usua-les, as las virtudes de sensibilidad y de dominio sobre s mismo no seconcibe que consistan en los grados normales, sino en los grados pococomunes de aquellas cualidades. La afable virtud de humanidad requiere,seguramente, una sensibilidad que con mucho sobrepase lo posedo por elgrueso de la vulgaridad de los hombres. La grande y eminente virtud de lamagnanimidad, sin duda existe mucho ms que los grados de dominio sobres mismo de que es capaz el ms dbil de los mortales. As como en losgrados usuales de las cualidades intelectuales no hay talento, as en losgrados comunes de las morales y no hay virtud. La virtud es excelencia,algo excepcionalmente grande y bello, que se eleva muy por encima de lovulgar y corriente. Las virtudes afables consisten en ese grado de sensibili-dad que nos sorprende por su exquisita e inslita delicadeza y ternura; lasreverenciales y respetables, en ese grado del dominio de s mismo que pas-ma por su asombrosa superioridad sobre las ms rebeldes pasiones de lanaturaleza humana. [I Parte, Seccin I, Captulo V.]

    3. El odio y la clera son el veneno ms poderoso para la felicidad deuna mente sana. En el sentimiento mismo de estas pasiones existe algosevero, discordante y convulsivo, algo que destroza y enloquece al corazny destruye totalmente la compostura y tranquilidad de espritu que son tannecesarias para lograr la felicidad, la cual se fomenta tanto ms por laspasiones opuestas de gratitud y amor. [I Parte, Seccin II, Captulo III.]

    De las Pasiones Sociales

    1. El sentimiento del amor es en s, agradable a la persona que loexperimenta. Alivia y sociega el pecho, bien parece que favorece los movi-mientos vitales y estimula la saludable condicin de la constitucin huma-na; y hcese an ms delicioso con la conciencia de la gratitud y satisfac-cin que necesariamente debe provocar en quien es objeto de l. Su mutuomiramiento los hace felices a uno en el otro, y la simpata, con ese mutuomiramiento, los hace agradables a todas las dems personas. [I Parte, Sec-cin II, Captulo IV.]

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    De las Pasiones Egostas

    1. Hay, sin embargo, esta diferencia entre las alegras y las penas: engeneral, estamos ms dispuestos a simpatizar con las pequeas alegras ylas grandes penas.

    2. El nuevo rico, aunque tenga el mayor mrito, es generalmentedesagradable, y es comn que un sentimiento de envidia nos prevenga desimpatizar ardientemente con l.

    3. Si la mayor parte de la felicidad humana surge, como lo creo, de laconciencia de ser querido, entonces aquellos cambios abruptos de fortunarara vez contribuyen mucho a la felicidad. Es ms feliz quien llega gradual-mente a la grandeza...

    4. La humanidad, sin embargo, simpatiza ms fcilmente con aquellaspequeas alegras que emanan de causas menos importantes... Nada da msgracia que la jovialidad habitual, la cual siempre se funda en un peculiargesto por los pequeos placeres que nos ofrecen las circunstancias decomn ocurrencia.

    5. Las pequeas desazones no provocan simpata... En cambio nues-tra simpata en caso de profunda congoja, es muy fuerte y muy sincera. [IParte, Seccin II, Captulo V.]

    Del Origen de la Ambicin y de la Distribucin de Rangos

    1. Puesto que la humanidad se inclina ms a simpatizar con nuestraalegra que con nuestra tristeza, hacemos ostentacin de nuestras riquezasy ocultamos nuestra pobreza. No existe nada ms mortificante que sentirnosobligados a exhibir nuestra miseria pblicamente y sentir que, pese a quenuestra situacin est expuesta a los ojos de toda la humanidad, nadie escapaz de imaginar ni la mitad de lo que sufrimos. Ms an, es principalmentedebido a estos sentimientos propios de la humanidad que buscamos lariqueza y evitamos la pobreza. Qu objetivo tienen el esfuerzo y la agita-cin de este mundo? Qu finalidad la avaricia y ambicin; la bsqueda deriqueza, de poder y de preeminencia? Es su objeto el satisfacer las necesi-dades de la naturaleza? El salario del trabajador ms humilde alcanza parasatisfacerlas. Observamos que le proporcionan alimento y vestuario, la co-modidad de una vivienda y de una familia. Si realizamos un examen rigurosode sus ahorros, descubriremos que dedica gran parte de ellos a comodida-des que se podran considerar superfluas y tambin veramos que incluso lealcanzan para satisfacer su vanidad y elegancia. Entonces, en qu se basanuestra aversin por su situacin y por qu los hombres que se han educa-

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    do en los rangos ms altos de la vida consideran que la muerte sera preferi-ble a rebajarse a vivir, aunque sean sin trabajo, la misma suerte que l, vivirbajo el mismo techo modesto y vestir el mismo traje humilde? Se imaginanacaso que su estmago estara mejor o que se sueo sera ms reparador enun palacio que en una cabaa? Lo contrario se ha observado con tantafrecuencia y en efecto resulta tan obvio, que no existe persona que lo igno-re. De dnde entonces surge la emulacin que se da en hombres de todoslos rangos y cules son las ventajas que postulamos mediante ese granpropsito de la vida humana que denominamos el mejoramiento de las con-diciones de vida? El ser reconocido, ser atendido, ser notado con simpata,complacencia y aprobacin son las ventajas que postulamos a partir de estepropsito.

    2. El hombre rico se enorgullece de su riqueza porque siente que esnatural que ella centre la atencin del mundo sobre l y que la humanidadest dispuesta a estar de acuerdo con l en todas esas agradables emocio-nes que le proporcionan tan fcilmente las ventajas de su situacin. Alpensar esto, su corazn parece hincharse y dilatarse en su interior y es poreste motivo, ms que por otras ventajas que le ocasiona, que se encariaan ms con su riqueza. Por el contrario, el hombre pobre se avergenza desu pobreza. Siente ya sea que lo hace ser ignorado por el resto de la huma-nidad o bien que si llegan a darse cuenta de su existencia no alcanzan asentir solidaridad con la miseria y la afliccin que l sufre. Se siente mortifi-cado por ambos motivos, ya que aunque el ser ignorado o desaprobado soncosas totalmente distintas, sin embargo, como la oscuridad nos tapa de laluz del honor y la aprobacin, el sentirse ignorado necesariamente desalien-ta la ms bella esperanza y frustra el deseo ms ferviente de la naturalezahumana. El hombre pobre entra y sale inadvertido, y al encontrarse en me-dio de una muchedumbre, est en la misma oscuridad que al estar encerradoen su miserable choza. Esas preocupaciones humildes y ocupaciones lasti-mosas de los que comparten su situacin no proporcionan diversin algunaa los disipados y los alegres. Apartan su mirada de l, si se ven obligados amirarlo por su extremo sufrimiento, es slo para desdear que un objeto tandesagradable se encuentre entre ellos.

    3. Por el contrario, al hombre distinguido y de alto rango lo observantodos. Todos se muestran deseosos de mirarlo e imaginan al menos porsimpata la alegra y el regocijo que le inspiran naturalmente sus circuns-tancias. Sus actos son objeto de preocupacin pblica. Es raro que unapalabra o un gesto que emane de l pase totalmente inadvertido. En unagran reunin l se transforma en el centro de las miradas; las pasiones seposan sobre l con expectacin, a fin de recibir aquel movimiento y direc-

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    cin que l les imprima; y si su conducta no es totalmente absurda, tiene acada momento la oportunidad de ser interesante para la humanidad y derepresentar el objeto de observacin y solidaridad de todos los que lo ro-dean. Esto es lo que convierte al poder en objeto de envidias y compensa en la opinin de la humanidad todo el esfuerzo, la ansiedad y las mortifica-ciones que se deben sufrir en su persecucin, a pesar de las restriccionesque impone la prdida de libertad que lo acompaa; y lo que es an msimportante, todo el ocio, la comodidad, la seguridad despreocupada que sepierden para siempre al adquirirlo. [I Parte, Seccin III, Captulo 2.]

    Sobre la Corrupcin de Nuestros Sentimientos Morales

    1. Aun cuando esta disposicin a admirar, y casi a adorar, a los ricosy los poderosos y a despreciar o, por lo menos, a dejar de lado a las perso-nas pobres y de condicin inferior, es necesaria tanto para establecer comopara mantener la distincin de rangos y el orden de la sociedad, ella consti-tuye, al mismo tiempo, la principal causa, as como la ms universal, de lacorrupcin de nuestros sentimientos morales. La queja de los moralistas detodas las pocas ha sido que la riqueza y grandeza sean frecuentementerespetadas y admiradas como slo merecen serlo la sabidura y la virtud; yque el desprecio, cuyos objetos adecuados son el vicio y la imprudencia,con frecuencia se confiere injustamente a la pobreza y a la debilidad.

    Deseamos ser tanto respetables como respetados. Tememos tantoser despreciables como despreciados. Sin embargo, al venir al mundo nosdamos cuenta rpidamente que la sabidura y la virtud no son en absolutolos nicos objetos del respeto; as como tampoco son el vicio y la impru-dencia objetos del desprecio. Frecuentemente observamos que los ricos ypoderosos reciben del mundo un tratamiento mucho ms respetuoso quelos sabios y los virtuosos. Frecuentemente observamos que los vicios y lasimprudencias de los poderosos reciben menos desprecio que la pobreza y ladebilidad de los inocentes. Los principales objetivos de la ambicin y laemulacin son merecer, conseguir y gozar del respeto y la admiracin de lahumanidad. Se nos presentan dos caminos distintos, ambos conducentes allogro de este objetivo tan deseado; uno por medio del estudio de la sabidu-ra y la prctica de la virtud; el otro por medio de la adquisicin de riqueza ygrandeza. Se nos presentan dos personajes para emular: uno orgullosamen-te ambicioso y de ostentosa avidez; el otro, de humilde modestia y justiciaequitativa. Se nos ofrecen dos modelos distintos, dos cuadros distintos, deacuerdo a los cuales podemos moldear nuestro propio carcter y comporta-miento, uno de colorido ms llamativo y brillante; el otro de perfil ms co-

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  • 18 ESTUDIOS PBLICOS

    Sobre el Sentido de Justicia, el Remordimientoy la Conciencia del Mrito

    1. Indudablemente, todo hombre, por naturaleza, est dedicado antesque nada y primordialmente, al cuidado de s mismo; y como est capacita-do para cuidar de s mismo ms que de cualquier otra persona, es propio ycorrecto que as sea. Por lo tanto, todo hombre est mucho ms profunda-mente interesado en aquello que le concierne ms directamente, que en loque concierna a cualquier otro hombre; saber, tal vez, acerca de la muerte deotra persona, con la cual no tenemos una relacin especial, nos causarmenos preocupacin, y afectar menos nuestros estmago, o perturbar enmenor medida nuestro descanso, que cualquier otro desastre insignificanteque nos puede haber acontecido a nosotros mismos. Pero aun cuando laruina de nuestro vecino pueda afectarnos mucho menos que un pequeoinfortunio personal, no debemos arruinarlo a l para evitar ese pequeoinfortunio, ni siquiera para evitar nuestra propia ruina. En este caso, al igualque en todos los casos, debemos visualizarnos no tanto de acuerdo a nues-tra propia perspectiva, sino de acuerdo a la perspectiva que de nosotrostienen los dems.

    2. Cuando el hombre se ve a s mismo desde la misma perspectivaque est consciente ser visto por los dems, se da cuenta de que para ellosl no es ms que uno dentro de la multitud, sin ser en aspecto alguno mejorque cualquiera de los dems que lo componen. Si pudiese actuar de talmanera que el espectador imparcial pudiese tener cabida en los principiosde su conducta, que es, entre todas las cosas, lo que tiene mayores deseosde hacer, debe, tanto en sta como en todas las ocasiones, humillar la arro-gancia del amor hacia s mismo, reducindolo a algo que los dems hombrespuedan aceptar. Se lo consentirn hasta el punto de permitirle sentir mayoransiedad respecto de su propia felicidad y buscarla con ms dedicacin yasiduidad que la de otras personas. Hasta este punto, cuando se ponen ensu lugar, les resulta fcil estar de acuerdo con l. En la carrera por la riqueza,los honores, la preferencia, puede correr tan rpido como pueda, y esforzaral mximo cada uno de sus nervios, cada msculo, a fin de dejar afuera a susadversarios. Pero si empujase, o botase a alguno de ellos, all termina laindulgencia de los espectadores. Es una violacin de las reglas del juegolimpio que ellos no pueden admitir. Para ellos este hombre es tan bueno, entodo respecto, como l: ellos no participan de ese amor a s mismo que lolleva a tener una preferencia tan marcada por s mismo antes que el otro, ypor lo tanto no pueden aceptar el motivo que lo llev a herir al otro. Por lo

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    tanto, estn muy prontos a simpatizar con el natural resentimiento del perju-dicado, y el ofensor se convierte en el objeto de su odio e indignacin.

    El percibe que se ha convertido en este objeto y siente que dichossentimientos estn prontos a reventar de todas partes en su contra.

    3. Por ende, las ms sagradas leyes de la justicia, aquellas cuyaviolacin parece hacer el llamado ms imperioso a la venganza y al castigo,son las leyes que protegen la vida y la persona de nuestro vecino; luegovienen las que protegen sus propiedades y posesiones; y al final de todasvienen las que protegen lo que se denomina sus derechos personales; oaquello que le corresponde por haberle sido prometido por otras personas.

    4. Quien viola las ms sagradas leyes de la justicia jams puedereflexionar acerca de los sentimientos que la humanidad debe tener hacia l,sin sentir las agonas de la vergenza, el horror y la consternacin. Cuandosatisface su pasin y comienza a reflexionar framente sobre su conductapasada, no logra compenetrarse de ninguno de los motivos que influyeronen ella. Estos le parecen ahora tan detestables como lo fueron siempre paraotras personas. Al simpatizar con el odio y aversin que los dems debensentir hacia l, se convierte hasta cierto punto en objeto de su propio odio yaversin. La situacin de la persona que sufri por su injusticia, apela ahoraa su piedad. Sufre al pensar en esto; lamenta el desafortunado efecto de supropia conducta, y a la vez siente que lo han hecho objeto adecuado delresentimiento e indignacin de la humanidad, y de la consecuencia naturaldel resentimiento: la venganza y el castigo. La idea de esto lo atormentaconstantemente, y lo llena de terror y asombro. Ya no se atreve a mirar defrente a la sociedad, se imagina a s mismo rechazado y destituido de losafectos de toda la humanidad. [II Parte, Seccin II, Captulo II.]

    De la Utilidad de esta Constitucin de la Naturaleza

    1. Es as que el hombre, que slo puede subsistir en sociedad, fuecapacitado por la naturaleza para vivir en la situacin para la cual fue crea-do. Todos los miembros de la sociedad humana necesitan ayudarse entre sy de igual forma se encuentran expuestos a perjuicios mutuos. Cuando laayuda requerida se proporciona recprocamente a travs del amor, de lagratitud, la amistad y la estimacin, la sociedad prospera y es feliz. Susdistintos miembros estn ligados entre s por lazos placenteros de amor yafecto atrados por un centro comn de ayuda mutua.

    No obstante, aun cuando la ayuda necesita no provenga de motivostan generosos y desinteresados, aun cuando entre los distintos miembrosde la sociedad no exista amor y afecto mutuo, la sociedad, si bien ser

  • 20 ESTUDIOS PBLICOS

    menos feliz y placentera, no se disolver necesariamente. Una sociedadcompuesta por hombres diferentes entre s puede subsistir, del mismo modoen que lo hace una de comerciantes de distintos rubros, en base a unsentido utilitario, sin que exista amor o afecto mutuo y aun cuando ningnhombre debe sentir obligacin hacia ella, o estar ligados entre s por lagratitud, todava puede mantenerse una sociedad fundada en el intercambiomercenario de servicios mutuos segn valores acordados.

    Sin embargo, la sociedad no puede sobrevivir entre aquellos quesiempre estn prestos a daarse y perjudicarse entre s. Una vez que seinician los actos perjudiciales, y se materializan el resentimiento y la animo-sidad mutuas, todos sus lazos se rompen en mil pedazos y los distintosmiembros que la componan se disipan y dispersan por la violencia y laoposicin de sus afectos discordantes. Si existe algn tipo de sociedadentre ladrones y asesinos, stos deben, a menos de acuerdo a la observa-cin trivial, abstenerse de robarse o asesinarse entre s. Por tanto la benefi-cencia es menos esencial que la justicia para la existencia de la sociedad. Lasociedad puede subsistir sin beneficencia, aunque no sea en el estado msideal, pero la prevalencia de la injusticia la conduce a la destruccin total.

    2. El mecanismo del reloj est admirablemente adaptado al fin para elque fue creado: indicar la hora. Sus distintos movimientos conspiran entres en la forma ms delicada para producir este efecto. Si fueran dotados conel deseo y la intencin de producirlo, no podran hacerlo mejor. Pero nuncaatribuimos tal deseo o intervencin al mecanismo, sino al relojero, en cir-cunstancias que sabemos que se ponen en movimiento por medio de unresorte, el que tiene tan poca intencin de producirlo como dicho mecanis-mo. Pero, aunque al considerar la operacin de los cuerpos siempre distin-guimos de esta forma la causa final de la causa eficiente, al considerar los dela mente tendemos a confundir estas dos cosas tan distintas entre s. Cuan-do nuestros principios naturales nos inducen a avanzar hacia los fines quenos podra indicar un razonamiento refinado e iluminado, tendemos a impu-tar a ese razonamiento, as como a su causa eficiente, los sentimientos yactos mediante los cuales avanzamos hacia los fines, y a imaginarnos queeso es la sabidura del hombre, cuando en realidad es la sabidura de Dios.Desde el punto de vista superficial, esta causa parece suficiente para produ-cir los efectos que le hemos atribuido; y el sistema de la naturaleza humanaparece ser ms simple y agradable cuando todas sus operaciones se dedu-cen de esta forma a partir de un principio nico.

    Puesto que la sociedad no puede subsistir si no se cumplen en bue-na medida las leyes de la justicia, y puesto que no se puede llevar a cabointeraccin social alguna entre los hombres que generalmente no se abstie-

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    nen de herirse entre s, se cree que la consideracin de esta necesidadconstituy la base sobre la cual aprobamos la puesta en vigencia de lasleyes de la justicia, por medio del castigo a quienes la violaban. Se ha dichoque el hombre posee un amor natural por la sociedad y que desea que launin de la humanidad se preserve por s misma, aun cuando l no obtuvie-se beneficio. [II Parte, Seccin II, Captulo III.]

    Del Principio de Aprobacin y Reprobacin de S Mismo

    1. Ser amable y ser meritoria, es decir, ser digna de amor y de recom-pensa, son los dos grandes rasgos de la virtud; y ser odioso y acreedor alcastigo, lo son del vicio. Pero estos rasgos tienen una inmediata referencia alos sentimientos ajenos. De la virtud no se dice que es amable o meritoria,porque sea el objeto de su propio amor o de su propia gratitud, sino porqueprovoca dichos sentimientos en los otros hombres. La conciencia de saber-se objeto de tan favorable consideracin, es lo que origina esa tranquilidadinterior y propia satisfaccin con que naturalmente va acompaada, ascomo la sospecha de lo contrario, ocasiona los tormentos del vicio. Qumayor felicidad que la de ser amado, y saber que merecemos el amor? Qumayor desdicha que la de ser odiado, y saber que merecemos el odio? [ParteIII, Captulo I.

    De la Influencia y la Autoridad de las Reglas Generales de la Moralidad ysu Justa Consideracin como Leyes de Dios

    1. En el momento de la creacin, la felicidad de la humanidad, ascomo la de todas las otras criaturas racionales, parece haber sido el propsi-to original del Autor de la Naturaleza. Ningn otro objetivo parece meritoriode esa sabidura suprema y divina bondad que necesariamente le atribui-mos; y esta opinin, a la que llegamos por medio de la consideracin abs-tracta de sus perfecciones infinitas, se confirma an ms por el examen delas obras de la naturaleza que parecen haber sido destinadas a provocar lafelicidad y como proteccin contra la miseria. Sin embargo, al actuar deacuerdo a los dictados de nuestras facultades morales, necesariamente bus-camos los medios ms eficaces para conseguir la felicidad de la humanidady, por ende, se puede decir, en cierto sentido, para cooperar con la Deidad yayudar a la Providencia dentro de nuestras posibilidades. Por el contrario, siactuamos de manera opuesta, parecemos obstruir, en cierta medida, el pro-yecto que el Autor de la Naturaleza ha determinado para la felicidad y laperfeccin del mundo y, si se me permite decirlo, en cierta medida declarar-

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  • 34 ESTUDIOS PBLICOS

    duo aun cuando se considera como una cualidad digna de respeto e inclu-so, hasta cierto punto, afable y agradable, nunca se la considera como unade las virtudes ms atractivas ni ennoblecedoras. Provoca cierto fro apre-cio, pero no parece merecer admiracin ni amor ardientes.

    La conducta sabia y juiciosa, orientada hacia objetivos ms grandio-sos y nobles que el cuidado de la salud, la fortuna, el status y la reputacindel individuo, con frecuencia y acertadamente se la denomina Prudencia.Hablamos de la prudencia del gran general, del gran estadista, del granlegislador. En todos estos casos la prudencia se combina con muchas virtu-des mayores y ms esplndidas; con el valor, con la fuerte y amplia benevo-lencia, con un sagrado respeto por las reglas de la justicia, todas ellasfundamentadas en un adecuado grado de control sobre s mismo. En su msalto grado de perfeccin, esta prudencia superior implica forzosamente elarte, el talento y el hbito o la disposicin a actuar con el ms perfectodecoro en todas las circunstancias y situaciones posibles. Necesariamentesupone la mayor perfeccin de todas las virtudes intelectuales y morales. Esla unin de la mejor cabeza con el mejor corazn. Es la combinacin dela ms perfecta sabidura con la ms perfecta virtud. Est muy cerca deconstituir la naturaleza del sabio Acadmico y Peripattico, del mismo modoen que la prudencia inferior constituye la naturaleza del Epicreo. [VI Parte,Seccin I.]

    Del Carcter del Individuo y Cmo Afecta la Felicidad de Otras Personas

    1. En pases pastorales, as como en todos los pases donde la solaautoridad de la ley no es suficiente para proporcionar total seguridad atodos los miembros del Estado, las diversas ramas de la familia generalmen-te eligen vivir cerca unas de otras. Con frecuencia esta asociacin es nece-saria para su defensa comn. Todos son, en mayor o menor grado, impor-tantes para los dems, desde el ms alto nivel hasta el de menor categora.La armona entre ellos refuerza la necesaria interrelacin, la discordia siem-pre debilita esta relacin y puede llegar a destruirla. Mantienen una mayorinterrelacin que con los miembros de cualquier otra tribu. Los ms lejanosmiembros de la misma tribu afirman tener una relacin con los dems; y,cuando las otras circunstancias son las mismas, esperan ser tratados conmayor deferencia que la dispensada a aquellos que no tienen esa preten-sin. Hasta hace pocos aos, en las Tierras Altas de Escocia, el jefe acos-tumbraba a considerar aun al hombre ms pobre de su clan como su primo opariente. Se dice que este mismo concepto de parentesco extenso tienelugar entre los trtaros, los rabes, los turcos y, creo, entre todas las otras

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    naciones que estn en prcticamente la misma etapa de sociedad en la cualestaban los escoceses de las Tierra Altas al comienzo de este siglo.

    En pases comercializados, donde la autoridad de la ley es siempresuficiente para proteger hasta al hombre ms humilde del Estado, los des-cendientes de una misma familia, al no tener esta motivacin que los man-tenga unidos, tienden naturalmente a separarse y dispersarse siguiendo susintereses o inclinaciones. Pronto dejan de tener importancia los unos paralos otros y, luego de pocas generaciones, no slo pierden su mutua preocu-pacin, sino adems todo recuerdo de sus orgenes comunes, y de la rela-cin que hubo entre sus antepasados. La estimacin por los parientes leja-nos va disminuyendo cada vez ms en todos los pases, a medida que estaetapa de civilizacin se establece en forma ms permanente y perfecta. EnInglaterra ha estado establecida durante ms tiempo y ms acabadamenteque en Escocia y, por ende, se da mayor consideracin a los parienteslejanos en este ltimo pas que en el primero, aunque en este aspecto ladiferencia entre ambos pases es cada vez menor.

    2. El amor hacia nuestro propio pas no parece derivarse del amor a lahumanidad. El primer sentimiento mencionado es totalmente independientedel segundo, y a veces incluso parece disponernos a actuar inconsistente-mente con respecto a ste. Francia puede tener, tal vez, cerca de tres vecesla cantidad de habitantes que tiene Gran Bretaa. Por lo tanto, en la gransociedad de la humanidad, la prosperidad de Francia debera ser un objetode mucha mayor importancia que la de Gran Bretaa. El ciudadano britnico,sin embargo, quien bajo este concepto prefiriera en toda ocasin la prospe-ridad del primer pas antes que la del segundo, no sera considerado unbuen ciudadano de Gran Bretaa. No amamos a nuestro pas simplementecomo una parte de la gran sociedad de la humanidad, lo amamos por smismo, e independientemente de toda consideracin de este tipo. La sabi-dura que concibi el sistema de los afectos humanos, as como el de todo elresto de la naturaleza, parece haber considerado que los intereses de la gransociedad de la humanidad se veran ms favorecidos si se encauzara lamayor atencin de cada individuo a aquella parte de sta que estuviese enmayor medida dentro de la esfera tanto de sus capacidades como de sucomprensin.

    3. Sin embargo, si el lder de la faccin vencedora cuenta con lasuficiente autoridad como para poder imponerse sobre sus propios amigos demodo que acten con disposicin y moderacin adecuadas (que l frecuente-mente carece), puede, en ocasiones, proporcionar a su pas un servicio muchoms esencial e importante que las ms grandes victorias y las ms extensasconquistas. Puede lograr restablecer y mejorar la constitucin, y pasar de la

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    dudosa y ambigua calidad de lder de una faccin, al mayor y ms noble detodos los roles, aqul del reformador y legislador de un gran Estado; y,mediante la sabidura de sus instituciones, asegurar la tranquilidad y felicidadde sus conciudadanos por muchas generaciones posteriores.

    Dentro de la turbulencia y desorden de una faccin, suele darse unacombinacin entre un espritu de institucionalidad con aquel espritu pbli-co que se funda en el amor a la humanidad, en una verdadera empata conlas dificultades y aflicciones a las cuales pueden estar expuestos algunosde nuestros conciudadanos. Este espritu de institucionalidad generalmentetoma control sobre el espritu pblico ms apacible, siempre lo anima, yfrecuentemente lo enardece, aun hasta el punto de la locura del fanatismo.Los lderes de la faccin descontenta generalmente presentan un plan dereforma factible que, afirman, no slo eliminar los problemas y aliviar lasaflicciones inmediatas, sino que adems prevendran en el futuro el resurgi-miento de toda dificultad y afliccin semejante. Frecuentemente proponen,bajo este concepto, remodelar la constitucin y cambiar partes fundamenta-les de ese sistema de gobierno bajo el cual los ciudadanos de un granimperio han gozado, tal vez, de paz, seguridad, e incluso gloria, durante eltranscurso de varios siglos. La gran mayora del partido generalmente seencuentra intoxicada con la belleza imaginaria de este sistema ideal en elcual no poseen experiencia alguna, pero que se les ha presentado en losms deslumbrantes colores con que los pudo pintar la elocuencia de suslderes. Los lderes mismos, aun cuando originalmente pueden no haberbuscado ms que su engrandecimiento personal, con el tiempo se convier-ten muchos de ellos en vctimas de su propia sofistera, y estn tanansiosos de que ocurra esta gran reforma como los ms dbiles y necios desus seguidores. Aun cuando los lderes deberan haberse mantenido, comode hecho frecuentemente ocurre, libres de este fanatismo, no siempre seatreven a desilusionar las expectativas de sus seguidores, y frecuentementese ven obligados, aun en contra de sus principios y su conciencia, a actuarcomo si compartiesen la misma ilusin. La violencia del partido que rechazatodo paliativo, toda temperancia, todo acuerdo razonable, al pedir demasia-do, generalmente no consigue cosa alguna; y aquellas dificultades y aflic-ciones que, con un poco de moderacin, podran haberse subsanado yeliminado en gran medida, quedan sin esperanza alguna de solucin.

    El hombre cuyo espritu pblico est basado totalmente en la humani-dad y benevolencia, respetar los poderes y privilegios establecidos, inclusode individuos, y an ms aqullos de las grandes organizaciones y socieda-des que constituyen un Estado. Aun cuando considere que algunos de ellosson hasta cierto punto abusivos, se contentar con moderar lo que frecuente-

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    mente no puede aniquilar sin ejercer tremenda violencia. Cuando no lograconquistar los arraigados prejuicios de la gente mediante la razn o la persua-sin, no intentar dominarlos por la fuerza, sino que se regir religiosamentepor lo que Cicern acertadamente llam la mxima divina de Platn: jams usarviolencia en contra de su pas, como tampoco en contra de sus padres. Eladecuar, dentro de sus posibilidades, sus responsabilidades pblicas a loshbitos y prejuicios establecidos de la gente, y solucionar lo mejor quepueda las dificultades que puedan emanar del incumplimiento de aquellasreglas a las cuales las personas se resisten a someterse. Cuando no puedaponer en prctica lo correcto, no desdear mejorar lo que est mal; pero,como Soln, cuando no pueda establecer el mejor sistema de leyes, har loposible por establecer lo que la gente pueda tolerar mejor.

    El hombre de sistema, por el contrario, suele ser muy sabio dentro desu propia vanidad, y con frecuencia est tan enamorado de la supuesta bellezade su propio plan ideal de gobierno, que no puede tolerar ni la ms levedesviacin de ninguna de sus partes. Procede a establecerse totalmente, y entodos sus detalles, sin consideracin alguna hacia los grandes intereses ni losfuertes prejuicios que pueden estar en su contra: parece imaginarse quepuede manipular los diversos miembros de una gran sociedad con la mismafacilidad con que la mano mueve las distintas piezas sobre un tablero deajedrez; no toma en cuenta que las piezas sobre un tablero de ajedrez tienencomo nico principio de movimiento el que la mano les imprime; pero que, enel gran tablero de ajedrez de la sociedad humana, cada pieza posee su propioprincipio de movimiento, totalmente diferente de aqul que la legislacin elijaimponerle. Si ambos principios coinciden y actan en la misma direccin, eljuego de la sociedad humana continuar de manera fcil y armoniosa, y muyprobablemente ser feliz y exitoso. Si son opuestos o diferentes, el juegoproseguir en forma desdichada y la sociedad por fuerza se encontrar cons-tantemente en el ms alto grado de desorden.

    Una cierta idea general, e incluso sistemtica, sobre la perfeccin dela poltica y la ley, ser sin duda necesaria para orientar las opiniones delestadista. Pero insistir en el establecimiento completo e inmediato, pese atoda oposicin, de todo lo que esa idea requiera, constituye el grado msalto de arrogancia. Es erigir su propio juicio en la norma ms elevada delbien y el mal. Es imaginar ser el nico hombre sabio y valioso de la comuni-dad y que sus conciudadanos deberan adecuarse a l y no l a ellos. Esbajo este concepto que, de todos los especuladores polticos, los prncipessoberanos son por mucho los ms peligrosos. Esta arrogancia les es perfec-tamente familiar. No tienen la menor duda acerca de la inmensa superioridadde su propio juicio. Por lo tanto, cuando tales reformistas imperiales y reales

  • 38 ESTUDIOS PBLICOS

    condescienden a considerar la constitucin del pas sujeto a su gobierno,rara vez ven deficiencias en l que no sean los obstculos que pueden aveces oponerse a la ejecucin de sus propias voluntades. Ellos desprecianla mxima divina de Platn y consideran que el Estado ha sido hecho paraellos, no ellos para el Estado. El principal objeto de su reforma es, por lotanto, eliminar esos obstculos: reducir la autoridad de la nobleza, quitar losprivilegios a las ciudades y provincias, y dejar a los mejores individuos yms altas organizaciones del Estado incapacitados para oponerse a susmandatos, como lo estn los ms dbiles e insignificantes. [VI Parte, Sec-cin II, Captulo II.]

    Prudencia, Justicia y Benevolencia son Virtudes Necesariaspara la Felicidad*

    1. La preocupacin por nuestra propia felicidad nos aconseja la vir-tud de la prudencia; la preocupacin por la de otras personas, las virtudesde justicia y beneficencia; una de ellas nos impide herir, la otra nos impulsaa fomentar esa felicidad. Independientemente de cualquier consideracinrespecto de lo que son, o lo que deberan ser, o lo que seran si se dieradetermina condicin, los sentimientos hacia las otras personas, la primerade estas tres virtudes, se origina en nuestros afectos egostas, las otras dosen los benevolentes. La consideracin hacia los sentimientos de las otraspersonas, sin embargo, se da posteriormente tanto para reforzar como paradirigir la prctica de todas estas virtudes; y ningn hombre ha caminadotoda su vida, o gran parte de ella, en forma constante y uniforme por loscaminos de la prudencia, la justicia o la beneficencia correcta, sin que suconducta fuera dirigida principalmente por la consideracin a los sentimien-tos del espectador supuestamente imparcial, el gran habitante del corazn,el gran juez y rbitro de la conducta. Si en el transcurso del da nos hemosdesviado de las reglas que l nos ha prescrito, si nos hemos excedido orelajado en nuestra frugalidad; si nos hemos excedido y relajado en nuestralaboriosidad; si, por pasin o inadvertencia, hemos herido de alguna maneraalgn inters o la felicidad de nuestro prjimo; si hemos desperdiciado unaoportunidad evidente y adecuada de fomentar ese inters y esa felicidad; eseste habitante quien nos pide al finalizar el da, cuentas de todas esas omi-siones y violaciones, y sus reproches generalmente nos provocan un ruborinterno, tanto por nuestra imprudencia y falta de atencin a nuestra propia

    * Ttulo distinto al original.

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    felicidad, como por nuestra an mayor indiferencia y falta de atencin, talvez, hacia otras personas.

    Pero aun cuando las virtudes de la prudencia, justicia y beneficenciapueden, en ciertas ocasiones, surgir igualmente del consejo de dos princi-pios distintos, aquellos relativos al dominio de s mismo son aconsejadosprincipal y casi completamente por uno solo: por el sentido de la propiedad,por la consideracin a los sentimientos del espectador supuestamente im-parcial. Sin la restriccin que impone este principio, toda pasin se precipi-tara en la mayora de los casos impetuosamente, si me permiten as decir-lo, hacia su propia gratificacin. La clera seguira las sugerencias de supropia furia; el temor a aquellos provenientes de sus propias agitacionesviolentas. Ninguna consideracin por lugar ni tiempo inducira la vanidad aabstenerse de la ostentacin ms llamativa e impertinente; o a la voluptuosi-dad de la indulgencia ms descarada, indecente y escandalosa. El respetopor lo que son, lo que deberan ser, o lo que segn determinada condicinpodran ser, los sentimientos de los dems, es el nico principio que, en lamayor parte de los casos, intimida todas esas pasiones rebeldes y turbulen-tas y las transforma en la armona y el temple en los cuales el espectadorimparcial tiene cabida y con los cuales puede empatizar. [VI Parte, Conclu-sin.]

    De los Diversos Sistemas que se han Elaborado Respecto delPrincipio Aprobatorio

    1. Se han dado tres explicaciones diferentes de ese principio aprobato-rio. Segn algunos, se aprueban o reprueban las propias acciones, as comolas de los otros, solamente por amor a s mismo o por cierto reconocimiento desu propensin a hacernos felices o desgraciados; segn otros, la razn,aquella facultad que nos permite distinguir entre lo verdadero y lo falso, es laque nos habilita para distinguir entre lo conveniente e inconveniente, tanto enlos actos como en los afectos; segn otros, esa distincin depende totalmen-te de un inmediato sentimiento y una emocin, y obedece a la satisfaccin oaversin que nos inspira la contemplacin de ciertos actos y emociones. Elamor as mismo, la razn y el sentimiento, por lo tanto, son los tres diferentesorgenes que se han sealado al principio aprobatorio.

    Pero antes de que proceda a examinar estas distintas doctrinas, deboadvertir que la elucidacin de esa segunda cuestin, aunque de la mayorimportancia especulativa, no tiene ninguna en la prctica. La cuestin relati-va a la naturaleza de la virtud, necesariamente influye en nuestra nocin delbien y del mal en muchos casos particulares. La relativa al principio aproba-

    [] Leer hasta aqu

  • TAMARA AVETIKIAN 43

    quier mquina bien trazada. Una vez descontado, en cualquier caso particu-lar, todo lo que necesariamente debe reconocerse que procede de uno uotro de estos cuatro principios, quisiera saber de buena gana lo que quedade residuo, y sin reservas permitir que se atribuya ese sobrante al sentidomoral o a cualquiera otra facultad privativa, con tal de que alguien determinecon toda precisin lo que ese sobrante sea. Quiz fuera de esperarse que, sien verdad existiera esa facultad privativa tal como se supone que lo es elsentido moral, pudiramos, en algunos casos particulares, sentirlo separadoy desprendido de todos los otros, como con harta frecuencia sentimos entoda su pureza y sin mezcla de otra emocin, la alegra, la afliccin, la espe-ranza y el temor. Esto, me imagino, ni siquiera puede intentarse. Jams heodo que se aduzca un ejemplo por el que pueda decirse que esta facultadobra por s sola y sin mezcla alguna de simpata o antipata, de gratitud oresentimiento, de percepcin del acuerdo o desacuerdo de cualquier actocon una regla establecida, o, por ltimo, sin mezcla de ese gusto general porla belleza y el orden que, tanto los objetos inanimados como animados,provocan en nosotros. [VII Parte, Seccin III, Captulo III.]

    INVESTIGACION SOBRE LA NATURALEZA Y CAUSAS DELA RIQUEZA DE LAS NACIONES

    De la Divisin del Trabajo

    1. El progreso ms importante en las facultades productivas del tra-bajo, y gran parte de la aptitud, destreza y sensatez con que ste se aplica odirige, por doquier, parecen ser consecuencia de la divisin del trabajo.

    2. Generalmente se cree que tal divisin es mucho mayor en ciertasactividades econmicas de poca importancia, no porque efectivamente esadivisin se extreme ms que en otras actividades de importancia mayor, sinoporque en aquellas manufacturas que se destina a ofrecer satisfactores paralas pequeas necesidades de un reducido grupo de personas, el nmero deoperarios ha de ser pequeo, y los empleados en los diversos pasos oetapas de la produccin se pueden reunir generalmente en el mismo talles ya la vista del espectador. Por el contrario, en aquellas manufacturas destina-das a satisfacer los pedidos de un gran nmero de personas, cada uno delos diferentes ramos de la obra emplea un nmero tan considerable de obre-ros, que es imposible juntarlos en el mismo taller.

    3. La divisin del trabajo, en cuanto puede ser aplicada, ocasiona entodo arte un aumento proporcional en las facultades productivas del traba-

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  • 44 ESTUDIOS PBLICOS

    jo. Es de suponer que la diversificacin de numerosos empleos y activida-des econmicas es consecuencia de esa ventaja. Esa separacin se producegeneralmente con ms amplitud en aquellos pases que han alcanzado unnivel ms alto de laboriosidad y progreso, pues comnmente es obra demuchos, en una sociedad culta, lo que hace uno solo, en estado de atraso.En todo pas adelantado, el labrador no es ms que labriego y el artesano noes sino menestral. Asimismo, el trabajo necesario para producir un productoacabado se reparte, por regla general, entre muchas manos.

    4. Este aumento considerable en la cantidad de productos que unmismo nmero de personas puede confeccionar, como consecuencia de ladivisin del trabajo, procede de tres circunstancias distintas: primera, de lamayor destreza de cada obrero en particular; segunda, de ahorro de tiempoque comnmente se pierde al pasar de una ocupacin a otra, y por ltimo,de la invencin de un gran nmero de mquinas, que facilitan y abrevian eltrabajo, capacitando a un hombre para hacer la labor de muchos.

    5. La gran multiplicacin de producciones en todas las artes, origina-das en la divisin del trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, aesa opulencia universal que se derrama hasta las clases inferiores del pue-blo. Todo obrero dispone de una cantidad mayor de su propia obra, enexceso de sus necesidades, y como cualquier otro artesano, se halla en lamisma situacin, se encuentra en condiciones de cambiar una gran cantidadde sus propios bienes por una gran cantidad de los creados por otros; o loque es lo mismo, por el precio de una gran cantidad de los suyos. El unoprovee al otro de lo que necesita, y recprocamente, con lo cual se difundeuna general abundancia en todos los rangos de la sociedad. [Libro I, Cap-tulo I.]

    Del Principio que Motiva la Divisin del Trabajo

    1. Esta divisin del trabajo, que tantas ventajas reporta, no es en suorigen efecto de la sabidura humana, que prev y se propone alcanzaraquella general opulencia que de l se deriva. Es la consecuencia gradual,necesaria aunque lenta, de una cierta propensin de la naturaleza humanaque no aspira a una utilidad tan grande: la propensin a permutar, cambiar ynegociar una cosa por otra.

    2. Quien propone a otro un trato le est haciendo una de esas propo-siciones. Dame lo que necesito y tendrs lo que deseas, es el sentido decualquier clase de oferta, y as obtenemos de los dems la mayor parte delos servicios que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero, delcervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la considera-

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    cin de su propio inters. No invocamos sus sentimientos humanitariossino su egosmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de susventajas. Slo el mendigo depende principalmente de la benevolencia desus conciudadanos; pero no en absoluto. Es cierto que la caridad de gentesbien dispuestas le suministra la subsistencia completa; pero, aunque estacondicin altruista le procure todo lo necesario, la caridad no satisface susdeseos en la medida en que la necesidad se presenta: la mayor parte de susnecesidades eventuales se remedian de la misma manera que las de otraspersonas, por tanto, cambio o compra. Con el dinero que recibe compracomida, cambia la ropa vieja que se le da por otros vestidos viejos tambin,pero que le vienen mejor, o los entrega a cambio de albergue, alimentos omoneda, cuando as lo necesita. De la misma manera que recibimos la mayorparte de los servicios mutuos que necesitamos, por convenio, trueque ocompra, es esa misma inclinacin a la permuta la causa originaria de ladivisin del trabajo.

    3. En los hombres, por el contrario, los talentos ms dispersos secaracterizan por mutua utilidad, ya que los respectivos productos de susaptitudes se aportan a un fondo comn, en virtud de esa disposicin gene-ral para el cambio, la permuta o el trueque, y tal circunstancia permite a cadauno de ellos comprar la parte que necesitan de la produccin ajena. [Libro I,Captulo II.]

    Del Precio Real y Nominal de las Mercancas, o de su Precio enTrabajo y de su Precio en Moneda

    1. Todo hombre es rico o pobre segn el grado en que pueda gozarde las cosas necesarias, convenientes y gratas de la vida. Pero una vezestablecida la divisin del trabajo, es slo una parte muy pequea de lasmismas la que se puede procurar con el esfuerzo personal. La mayor partede ellas se conseguirn mediante el trabajo de otras personas, y ser rico opobre, de acuerdo con la cantidad de trabajo ajeno de que pueda disponer ose halle en condiciones de adquirir. En consecuencia, el valor de cualquierbien, para la persona que lo posee y que no piense usarlo o consumirlo,sino cambiarlo por otros, es igual a la cantidad de trabajo que pueda adqui-rir o de que pueda disponer por mediacin suya. El trabajo, por consiguien-te, es la medida real del valor en cambio de toda clase de bienes.

    El precio real de cualquier cosa, lo que realmente le cuesta al hombreque quiere adquirirla, son las penas y fatigas que su adquisicin supone. Loque realmente vale para el que ya la ha adquirido y desea disponer de ella, ocambiarla por otros bienes, son las penas y fatigas de que lo librarn, y que

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    salarios del trabajo y los beneficios del capital, y son todava ms escasasaquellas en las cuales el precio est totalmente absorbido por los salarios.

    8. Salarios, beneficio y renta son las tres fuentes originarias de todaclase de renta y de todo valor de cambio. Cualquier otra clase de renta sederiva, en ltima instancia, de una de estas tres.

    Quien percibe renta de un fundo que le pertenece, la deriva de sutrabajo, de su capital o de su tierra. La renta que procede del trabajo se llamasalario; la derivada del capital, por la persona que lo emplea y administra, sedenomina beneficio, y la que obtiene la persona que no lo emplea por sucuenta, sino que se lo presta a otro, se califica de inters o usura. [Libro I,Captulo VI.]

    Del Precio Natural y del Precio de Mercado de los Bienes

    1. En toda sociedad o comarca existe una tasa promedia o corrientede salarios y de beneficios en cada uno de los empleos distintos del trabajoy del capital. Como veremos ms adelante, dicha tasa se regula naturalmen-te, en parte, por las circunstancias generales de la sociedad, su riqueza opobreza, su condicin estacionaria, adelantada o decadente; y en parte, porla naturaleza peculiar de cada empleo.

    Existe tambin en toda sociedad o comunidad una tasa promedia ocorriente de renta, que se regula asimismo, como tendremos ocasin de verms adelante, en parte por las circunstancias generales que concurren enaquella sociedad o comunidad donde la tierra se halle situada, y en partepor la fertilidad natural o artificial del terreno.

    Estos niveles corrientes o promedios se pueden llamar tasas natura-les de los salarios, del beneficio y de la renta, en el tiempo y lugar en quegeneralmente prevalecen.

    Cuando el precio de una cosa es ni ms ni menos que el suficiente parapagar la renta de la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capitalempleado en obtenerla, prepararla y traerla al mercado, de acuerdo con susprecios corrientes, aqulla se vende por lo que se llama su precio natural.

    2. El precio efectivo a que corrientemente se venden las mercancases lo que se llama precio de mercado, y puede coincidir con el precio naturalo ser superior o inferior a ste.

    El precio de mercado de cada mercanca en particular se regula por laproporcin entre la cantidad de sta que realmente se lleva al mercado y lademanda de quienes estn dispuestos a pagar el precio natural del artculo,o sea, el valor ntegro de la renta, el trabajo y el beneficio que es precisocubrir para presentarlo en el mercado.

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  • 50 ESTUDIOS PBLICOS

    3. Cuando la cantidad de una mercanca que se lleva al mercado esinsuficiente para cubrir la demanda efectiva, es imposible suministrar la can-tidad requerida por todos cuantos se hallan dispuestos a pagar el valorntegro de la renta, los salarios y el beneficio, que es preciso pagar parasituar el artculo en el mercado. Algunos de ellos, con tal de no renunciar ala mercanca, estarn dispuestos a pagar ms por ella. Por tal razn se susci-tar entre ellos inmediatamente una competencia, y el precio de mercadosubir ms o menos sobre el precio natural, segn que la magnitud de ladeficiencia, la riqueza o el afn de ostentacin de los competidores, estimu-len ms o menos la fuerza de la competencia. Entre los competidores de lamisma riqueza y disponibilidad de excedentes la misma deficiencia de laoferta dar lugar a una competencia ms o menos extremada, segn la im-portancia mayor o menor que concedan a la adquisicin del artculo. Estonos explica los precios exorbitantes de los artculos de primera necesidaddurante el bloqueo de una poblacin o en poca de hambre.

    4. Cuando la cantidad llevada al mercado excede a la demanda efecti-va, no puede venderse entonces toda ella entre quienes estaran dispuestosa pagar el valor completo de la renta, salarios y beneficio que cost lamercanca hasta situarla en el mercado. Parte de ella tiene que venderse alos que estn dispuestos a pagar menos, y este precio ms bajo que ofrecenpor ella, reducir el de toda la mercanca. El precio de mercado bajar ms omenos con respecto al natural, segn que la abundancia o la escasez delgnero incremente ms o menos la competencia entre los vendedores, osegn que stos se muestren ms o menos propensos a desprenderse inme-diatamente de la mercanca. El mismo exceso en la importacin de artculosperecederos da ocasin a una competencia mayor que cuando se trata demercancas que se pueden conservar, como ocurre, por ejemplo, con lasnaranjas en relacin con la chatarra.

    5. Cuando la cantidad llevada al mercado es justamente suficientepara cubrir la demanda efectiva, pero no ms, el precio de mercado coincideexactamente, o se aproxima, en lo que cabe, al precio natural. Toda la canti-dad se vende a este precio, sin que se pueda obtener otro ms alto. Lacompetencia obligar a los traficantes a aceptar este precio, pero no otromenor.

    Como la cantidad de cualquier mercanca que se lleva al mercado seajusta por s misma a la demanda efectiva, interesa a cuantos emplean sutierra, su capital y su trabajo en traer esos productos al mercado que lacantidad de ellos no supere nunca la demanda efectiva, y es convenientepara todos los dems que tampoco quede por bajo de dicha demanda.

    6. El precio natural viene a ser, por esto, el precio central, alrededor

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    del cual gravitan continuamente los precios de todas las mercancas. Con-tingencias diversas pueden a veces mantenerlos suspendidos, durante cier-to tiempo, por encima o por debajo de aqul; pero, cualesquiera que seanlos obstculos que les impiden alcanzar su centro de reposo y permanencia,continuamente gravitan hacia l.

    De este modo, el conjunto de actividades desarrolladas anualmentepara situar cualquier mercanca en el mercado, se ajusta en forma natural lademanda efectiva. Claro est, se procura llevar siempre al mercado la canti-dad precisa y suficiente para cubrir con exactitud, sin exceso alguno, esademanda efectiva.

    7. Un monopolio otorgado a un individuo o a una compaa de co-mercio produce el mismo efecto que un secreto manufacturero o comercial.Los monopolistas, manteniendo siempre bajas las disponibilidades de susproductos en el mercado, y no satisfaciendo jams la demanda efectiva,venden sus gneros a un precio mucho ms alto que el natural, y elevan porencima de la tasa natural sus ganancias, bien consistan stas en salarios oen beneficios.

    El precio de monopolio es, en todo momento, el ms alto que sepuede obtener. Por el contrario, el precio natural o de libre competencia es elms bajo que se puede conseguir, no en todas las ocasiones, pero s en unperodo considerable de tiempo. El primero es el mayor que se puede expri-mir de los compradores o que se supon estn dispuestos a pagar; el segun-do, el ms bajo con que se contentan generalmente los vendedores sin dejarde operar en el respectivo rengln.

    Los privilegios exclusivos de las corporaciones, estatutos de apren-dizaje y todas aquellas leyes que restringen la competencia, en determina-das ocupaciones, a un nmero de personas, inferior al que prevalecera enotras circunstancias, registra la misma tendencia, aunque en menor grado.Representan una especie de monopolio, en su sentido ms lato y son capa-ces de mantener durante siglos el precio de algunos artculos sobre la tasanatural, en ciertas ocupaciones o actividades, sosteniendo los salarios deltrabajo y los beneficios del capital invertido en ellos, por encima de su nivelnatural.

    Semejantes alzas del precio de mercado pueden durar tanto tiempocomo perduren las regulaciones gubernamentales que las ocasionan.

    Aunque el precio de mercado de una mercanca cualquiera puedesituarse durante mucho tiempo por encima de su precio natural, raras vecespuede mantenerse por debajo de ste durante largo tiempo. Cualquiera delas porciones o componentes del precio que se pague por bajo de su tasanatural har que las personas cuyos intereses se ven afectados retire inme-

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    diatamente, de la inversin, tierra, capital o mano de obra, en tales propor-ciones que la cantidad aportada al mercado muy pronto ya no ser suficien-te para cubrir la demanda efectiva. En consecuencia, el precio del mercadopronto se elevar hasta alcanzar el precio natural, por lo menos, en el casode que impere una libertad perfecta. [Libro I, Captulo VII.]

    De los Salarios del Trabajo

    1. El hombre ha de vivir de su trabajo y los salarios han de ser, por lomenos, lo suficientemente elevados para mantenerlo. En la mayor parte delas ocasiones es indispensable que gane algo ms que el sustento, porquede otro modo sera imposible mantener una familia y la raza de esos trabaja-dores de la primera generacin.

    2. La demanda de quienes viven de su salario no se puede aumentarsino en proporcin al incremento de los capitales que se destinan al pagode dichas remuneraciones. Estos capitales son de dos clases; en primerlugar, el ingreso que sobrepasa la cantidad necesaria para el sustento, y ensegundo trmino, el capital que supera la parte necesaria para proporcionarocupacin a sus dueos.

    Cuando el propietario, el rentista o el hombre adinerado dispone deun ingreso superior al suficiente a su juicio para sostener su familia,emplea todo el sobrante, o una parte del mismo, en mantener uno o dossirvientes domsticos; y si ese sobrante crece, aumenta tambin el nmerode criados.

    3. La demanda de mano de obra asalariada aumenta necesariamentecon el incremento del ingreso y del capital de las naciones, y no puedeaumentar sino en ese caso. El aumento del ingreso y del capital es el incre-mento de la riqueza nacional. En consecuencia, la demanda de ese tipo deobreros aumenta de una manera que pudiramos llamar natural con el incre-mento de la riqueza nacional, y no puede subir si no existe ese aumento.

    Lo que motiva el alza de los salarios, no es la magnitud real de lariqueza de la nacin, sino su continuo incremento. Por lo tanto, donde lossalarios estn ms altos no es en los pases ms ricos, sino en los mslaboriosos o en los que ms rpidamente se enriquecen.

    4. Aunque las variaciones en el precio del trabajo no siempre coinci-den con las del precio de las provisiones, y las ms de las veces se muevenen direccin opuesta, no por eso debemos concluir que el precio de lasprovisiones no tenga influencia alguna en el del trabajo. El precio en dinerode este ltimo se regula necesariamente por dos circunstancias: la demandade trabajo y el precio de las cosas que son necesarias y tiles para la vida.

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  • TAMARA AVETIKIAN 63

    ciertas operaciones. El capital de todos los miembros de un pas se acrecien-ta de la misma manera que el de cada individuo, aisladamente considerado,acumulando de continuo y agregndole cuanto ahorra de su ingreso. Au-mentar tambin ms pronto, si se emplea en aquel ramo que proporciona larenta ms considerable a todos los habitantes del pas, puesto que, de estasuerte, podrn realizar ahorros ms grandes. Pero la renta de todos loshabitantes de un pas es proporcionada al valor del producto anual de sustierras y de su trabajo.

    La causa principal de los rpidos progresos que han hecho las colo-nias americanas en el camino de la riqueza y de la prosperidad se debe a quehan empleado hasta ahora la mayor parte de sus capitales en la agricultura.Apenas cuentan con otras manufacturas que las primitivas y domsticasque acompaan necesariamente el progreso de la agricultura, y que sonfruto del trabajo de las mujeres y de los nios en el seno de cada familia. Lamayor parte del comercio de exportacin de cabotaje se sostiene con loscapitales de comerciantes residentes en la Gran Bretaa. Aun los almacenesy establecimientos de donde proceden los gneros para la venta al pormenor, en algunas provincias, principalmente en Virginia y Maryland, perte-necen, en su mayor parte, a comerciantes que viven en la metrpoli, y danuna idea de lo que puede ser el comercio al por menor explotado por perso-nas que no son residentes en el pas. Si los americanos hubieran impedidola importacin de las manufacturas europeas, por confabulacin o recurrien-do a la violencia, y otorgado de este modo una especie de monopolio aalgunos de sus paisanos, dispuestos a fabricar esa clase de mercancas,hubieran empleado entonces una parte considerable de sus capitales enesos ramos, retardando, e lugar de acelerar, el incremento de su productoanual, y obstruyendo, en lugar de promover, el progreso que conduce a laprosperidad y a la riqueza, y con mucha ms razn hubiera sucedido lopropio de haber intentado monopolizar todo el trfico de exportacin. [LibroII, Captulo V.|

    Restricciones a Ciertas Mercancas Extranjeras

    1. El ingreso anual de la sociedad es precisamente igual al valor encambio del total producto anual de sus actividades econmicas, o mejordicho, se identifica con el mismo. Ahora bien, como cualquier individuopone todo su empeo en emplear su capital en sostener la industria doms-tica, y dirigirla a la consecucin del producto que rinde ms valor, resultaque cada uno de ellos colabora de una manera necesaria en la obtencin delingreso anual mximo para la sociedad. Ninguno se propone, por lo general,

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  • 64 ESTUDIOS PBLICOS

    promover el inters pblico, ni sabe hasta qu punto lo promueve. Cuandoprefiere la actividad econmica de su pas a la extranjera,nicamente consi-dera su seguridad y cuando dirige la primera de tal forma que su productorepresente el mayor valor posible, slo piensa en su ganancia propia; peroen ste como en otros muchos casos, es conducido por una mano invisiblea promover un fin que no entraba en sus intenciones. Mas no implica malalguno para la sociedad que tal fin no entre a formar parte de sus propsi-tos, pues al perseguir su propio inters, promueve el de la sociedad de unamanera ms efectiva que si esto entrara en sus designios. No son muchaslas cosas buenas que vemos ejecutadas por aquellos que presume de servirslo el inters pblico. Pero sta es una afectacin que no es muy comnentre comerciantes, y bastan muy pocas palabras para disuadirlos de esaactitud.

    Cul sea la especie de actividad domstica en que pueda invertir sucapital, y cuyo producto sea probablemente de ms valor, es un asunto quejuzgar mejor el individuo interesado en cada caso particular, que no ellegislador o el hombre de Estado. El gobernador que intentase dirigir a losparticulares respecto de la forma de emplear sus respectivos capitales, to-mara a su cargo una empresa imposible y se arrogara una autoridad que nopuede confiarse prudentemente ni a una sola persona, ni a un senado oconsejo, y nunca sera ms peligroso ese empeo que en manos de unapersona lo suficientemente presuntuosa e insensata como para considerar-se capaz de realizar tal cometido.

    Conceder monopolios en el mercado domstico a cualquier especiede industria en particular es, en cierto modo, como indicar a las personasparticulares la manera cmo deben invertir sus capitales, y en la mayor partede los casos, ello se traduce en una medida inocua o en una regulacinperjudicial. Sera intil una reglamentacin de esta clase, evidentemente, siel producto domstico se puede vender tan barato como el de la industriaextranjera, y si no puede venderse en esas condiciones, ser por lo generalcontraproducente. Siempre ser mxima constante de cualquier prudentepadre de familia no hacer en casa lo que cuesta ms caro que comprarlo. Elsastre, por esta razn, no hace zapatos para s y para su familia, sino que loscompra del zapatero; ste no cose sus vestidos, sino que los encomienda alsastre; el labrador no hace en su casa ni lo uno ni lo otro, pero da trabajo aesos artesanos. Interesa a todos emplear su industria siguiendo el caminoque les proporciona ms ventajas, comprando con una parte del productode la propia, o con su precio, que es lo mismo, lo que la industria de otroproduce y ellos necesitan.

    Lo que es prudencia en el gobierno de una familia particular, raras

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    veces deja de serlo en la conducta de un gran reino. Cuando un pas extran-jero nos puede ofrecer una mercanca en condiciones ms baratas que no-sotros podemos hacerla, ser mejor comprarla que producirla, dando por ellaparte del producto de nuestra propia actividad econmica, y dejando a staemplearse en aquellos ramos en que saque ventaja al extranjero. Como laindustria de un pas guarda siempre proporcin con el capital que la empleano por eso quedar disminuida, ni tampoco las conveniencias de los artesa-nos, a que nos referamos antes, pues buscar por s misma el empleo msventajoso. Pero no se emplea con la mayor ventaja si se destina a fabricarun objeto que se puede comprar ms barato que si se produjese, puesdisminuira seguramente, en mayor o menor proporcin, el producto anual,cuando por aquel camino se desplaza desde la produccin de mercaderasde ms valor hacia otras de menor importancia. De acuerdo con nuestrosupuesto, esas mercancas se podran comprar ms baratas en el mercadoextranjero que si se fabricasen en el propio. Se podran adquirir solamentecon una parte de otras mercaderas, o en otros trminos, con slo una partedel precio de aquellos artculos que podra haber producido en el pas conigual capital de actividad econmica empleada en su elaboracin, si se lahubiera abandonado a su natural impulso. En consecuencia, se separa laindustria del pas de un empleo ms ventajoso y se aplica al que lo esmenos, y en lugar de aumentarse el producto permutable de su productoanual, como sera la intencin del legislador, no puede menos de disminuirconsiderablemente.

    2. Prohibir por una ley perpetua la introduccin de granos y ganadosextranjeros equivale en realidad a propiciar que la poblacin e industria delpas nunca excedan la magnitud que el producto primario de su suelo puedemantener.

    Pero hay dos casos principales en los que puede ser ventajoso, porregla general, establecer algn gravamen sobre los gneros extranjeros parafomentar la industria del pas.

    El primero, cuando cierto ramo de la industria es necesario para ladefensa del territorio.

    3. El segundo caso en que ser por lo general conveniente estableceralgn gravamen sobre los efectos extranjeros, para fomentar la industrianacional, se presenta cuando en el interior del reino existe algn impuestosobre los productos indgenas. Parece entonces razonable que se impongaotro igual sobre el artculo de la misma especie de procedencia extranjera.

    En los dos casos arriba expresados ser generalmente ventajoso es-tablecer algunos derechos sobre los gneros extranjeros, para estimular lasactividades econmicas del pas, pero hay otros dos en que tal proceder sea

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    discutible, a saber: por cunto tiempo y hasta qu grado deber permitirse lalibre importacin de ciertos efectos, y hasta cundo y de qu modo deberser restablecida la libertad de introducirlos, despus de haber estado inte-rrumpida durante algn tiempo.

    Conviene meditar hasta qu punto habr de continuar importndoselibremente un gnero extranjero cuando algunas de las naciones extranjerasrestringen con derechos elevados la entrada de muchas de nuestras manu-facturas. En este caso, un animo vindicativo recomienda naturalmente quese establezcan medidas de retorsin, y se impongan iguales derechos yprohibiciones sobre la importacin de algunas o todas sus mercancas.

    4. Hasta qu punto y en qu condiciones es lcito restablecer lalibertad de importacin de algunas mercancas, despus de haberse inte-rrumpido su introduccin por algn tiempo, plantea un caso discutiblecuando ciertas manufacturas particulares han tomado tal incremento (comoconsecuencia de las prohibiciones y derechos establecidos sobre los gne-ros extranjeros que podan competir con ellas) que el nmero de obrerosocupados en esas fbricas asciende a una cifra muy importante. La raznexige que entonces la libertad de comercio sea gradualmente restablecida,pero con mucha reserva y circunspeccin. Si se suprimieran de golpe im-puestos y prohibiciones, podra recurrir que invadiesen el mercado tal canti-dad de gneros extranjeros de aquella especie, ms baratos que los naciona-les, que muchos miles de gentes se vieran a la vez privadas de susganancias y de su modo de subsistir. El desorden que este evento podraocasionar es, sin duda alguna, muy considerable, aunque siempre menor delo que vulgarmente suele imaginarse.

    5. Esperar que en la Gran Bretaa se establezca en seguida la libertadde comercio es tanto comprometerse una Oceana o una Utopa. Se oponen aello, de una manera irresistible, no slo los prejuicios del pblico, sino losintereses privados de muchos