Slim _Una Perita en Dulce

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1 Justificación genérica: De entre los innumerables géneros que conviven en las novelas, “triller”, “caballería”, “bélicas”, “western” y un corto etcétera, “Una perita en dulce”, podría estar dentro del genero conocido como “Triller psicológico de orquestación”, si bien, éste género ha logrado hacerse un camino por su rigor y seriedad, existe otro, llamémosle “subgénero”, en el que coexisten un montón de personajes que, sin pies ni cabeza, van entrando y saliendo como si de grandes protagonistas de vodevil se tratase. Este es el caso de la presente novela, que inaugura este subgénero novelesco pariente directo del anterior y que bautizaremos con el nombre de género “Mogollón”, que si bien carece del rigor de su predecesor, puede crear el suyo propio, esto es comprensible ya que en realidad se trata de la primera y no posee antecedentes que le sirvan de reflejo. UNA PERITA EN DULCE CAP.1 “Como decía Mostolov, tener un hijo es como un queso Gruyere, nunca sabes dónde le van a salir los agujeros. Si es hija, por el contrario, como una perita en dulce... pero te la pueden comer...”, y envuelto en tan profundo pensamiento, Slim García circulaba con su viejo Skoda por la avenida De Daroca pensando, intrigado, si el significado de la cita era el mismo que él creía. Como buen aficionado a la gastronomía, admiraba a quien, según decían, había comercializado un cóctel explosivo hacia primeros de siglo. Slim García era un viejo perro que ejercía una de las profesiones más apasionantes: Detective Privado, Investigador, o simplemente Sabueso, que era como le gustaba que le llamasen los chicos de la policía, aquellos de la comisaría de la Cruz, con los que habitualmente departía en busca de alguna información que le facilitase la solución del caso que llevara entre manos. Después de interminables suspensos en una no muy brillante etapa escolar, optó por opositar al Cuerpo General de Policía, donde aprobó sólo las pruebas físicas. Aquello, lejos de desanimarle, le llevó a hacer lo propio en la Policía Municipal, suspendiendo sólo las pruebas físicas; finalmente se presentó al Cuerpo de Serenos, el mismo año en que lo suprimieron. Las empresas privadas de seguridad exigían demasiada compostura y Slim no había ganado, precisamente, ningún concurso de belleza. Rechoncho, aunque excesivamente fuerte, su metro-sesenta-y-tantos mal contado contrastaba con sus ochenta y cinco kilos de puro macho, no obstante, poseía un algo que le hacía especialmente morboso a las mujeres, con las que tenía un inusitado éxito. Su madre, Magdalena, hastiada de los continuos devaneos de su hijo y su deambular por las oficinas de colocación, hizo lo que creyó mejor para solucionar de una vez por todas el problema: se murió. Fue entonces cuando Slim heredó lo que iba a ser la Agencia de Detectives ABACA, o mejor dicho “ABACA INVESTIGATOR BUSINESS”. Situada en el ventrículo derecho de Madrid, en el barrio donde los marmolistas preparan sus nichos, ocupaba 75 cochambrosos metros cuadrados en el lugar donde antaño su familia vendía ornamentos fúnebres: cruces de mármol, incensarios, jarrones, angelitos de bronce... Poseía una salida directa a la avenida de Daroca y en su parte posterior lindaba con el patio de un almacén de mármoles. El duro trabajo de transformación en Agencia... le había supuesto el resto de su herencia, pero logró habilitar una agradable oficina en el más puro y típico estilo americano. No le faltaba detalle:

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Comedia de orquestación.

Transcript of Slim _Una Perita en Dulce

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Justificación genérica: De entre los innumerables géneros que conviven en las novelas, “triller”, “caballería”, “bélicas”, “western” y un corto etcétera, “Una perita en dulce”, podría estar dentro del genero conocido como “Triller psicológico de orquestación”, si bien, éste género ha logrado hacerse un camino por su rigor y seriedad, existe otro, llamémosle “subgénero”, en el que coexisten un montón de personajes que, sin pies ni cabeza, van entrando y saliendo como si de grandes protagonistas de vodevil se tratase. Este es el caso de la presente novela, que inaugura este subgénero novelesco pariente directo del anterior y que bautizaremos con el nombre de género “Mogollón”, que si bien carece del rigor de su predecesor, puede crear el suyo propio, esto es comprensible ya que en realidad se trata de la primera y no posee antecedentes que le sirvan de reflejo.

UNA PERITA EN DULCE

CAP.1

“Como decía Mostolov, tener un hijo es como un queso Gruyere, nunca sabes dónde le van a salir los agujeros. Si es hija, por el contrario, como una perita en dulce... pero te la pueden comer...”, y envuelto en tan profundo pensamiento, Slim García circulaba con su viejo Skoda por la avenida De Daroca pensando, intrigado, si el significado de la cita era el mismo que él creía. Como buen aficionado a la gastronomía, admiraba a quien, según decían, había comercializado un cóctel explosivo hacia primeros de siglo.

Slim García era un viejo perro que ejercía una de las profesiones más apasionantes: Detective Privado, Investigador, o simplemente Sabueso, que era como le gustaba que le llamasen los chicos de la policía, aquellos de la comisaría de la Cruz, con los que habitualmente departía en busca de alguna información que le facilitase la solución del caso que llevara entre manos.

Después de interminables suspensos en una no muy brillante etapa escolar, optó por opositar al Cuerpo General de Policía, donde aprobó sólo las pruebas físicas. Aquello, lejos de desanimarle, le llevó a hacer lo propio en la Policía Municipal, suspendiendo sólo las pruebas físicas; finalmente se presentó al Cuerpo de Serenos, el mismo año en que lo suprimieron. Las empresas privadas de seguridad exigían demasiada compostura y Slim no había ganado, precisamente, ningún concurso de belleza. Rechoncho, aunque excesivamente fuerte, su metro-sesenta-y-tantos mal contado contrastaba con sus ochenta y cinco kilos de puro macho, no obstante, poseía un algo que le hacía especialmente morboso a las mujeres, con las que tenía un inusitado éxito.

Su madre, Magdalena, hastiada de los continuos devaneos de su hijo y su deambular por las oficinas de colocación, hizo lo que creyó mejor para solucionar de una vez por todas el problema: se murió. Fue entonces cuando Slim heredó lo que iba a ser la Agencia de Detectives ABACA, o mejor dicho “ABACA INVESTIGATOR BUSINESS”.

Situada en el ventrículo derecho de Madrid, en el barrio donde los marmolistas preparan sus nichos, ocupaba 75 cochambrosos metros cuadrados en el lugar donde antaño su familia vendía ornamentos fúnebres: cruces de mármol, incensarios, jarrones, angelitos de bronce... Poseía una salida directa a la avenida de Daroca y en su parte posterior lindaba con el patio de un almacén de mármoles.

El duro trabajo de transformación en Agencia... le había supuesto el resto de su herencia, pero logró habilitar una agradable oficina en el más puro y típico estilo americano. No le faltaba detalle:

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las persianas de Mike Hammer la silla y la mesa de Perry Mason, sin olvidar el ventilador y el perchero de Bogart, de donde siempre colgaba un sombrero.

Todo estaba dispuesto para colocar la placa en la puerta y el anuncio en los diarios, sólo faltaba el nombre... éste nació de un recuerdo infantil de su malogrado padre que en su lecho de muerte le susurró: “Hijo... que tu nombre suene, aunque sea para mal...”, su agudeza intelectual le hizo asociar esta frase a otras enseñanzas de su progenitor en un juego infantil para aprender a leer que diferenciaba la “afoto” de la “amoto” y de esta incongruente deducción surgió el nombre “ABACA”, aunque nunca supo explicar muy bien cómo llegó a ello.

La Agencia de Detectives ABACA, o mejor dicho Abaca Investigator Business, tenía una cualidad que la hacía resaltar de las demás: su nombre. Como decía Slim, no era la mejor pero sí la primera, y no le faltaba razón si pensamos en las probabilidades alfabéticas que tenía la competencia en situarse por delante de Abaca... en la guía telefónica. Era precisamente esto lo que hacía que muchos incautos marcaran el número de teléfono fax y contestador de la Agencia, sólo por el hecho de tenerlo más cerca.

Al principio los tiempos fueron duros: Conseguir el aprobado de la “Academia Sabues” después de provocar la dimisión, casi al pleno, de la plantilla de profesores así como ser la causa de los repetidos intentos de suicidio de su Director, fue sólo un botón de muestra de la forma con la que, irremediablemente, acababa actuando la gente que, por algún motivo, tuviera relación con él. Por eso el título, que con gran orgullo colgó en el despacho principal de su agencia “Abaca”, en el que rezaba el encabezado de: “Agente Especial-Detective Privado”, lo tuvo que firmar la señora de la limpieza.

Y así comenzó en un mundo rudo y desconocido en el que no era fácil nadar y guardar la ropa, en el que el peligro acechaba en cada esquina, donde uno podía pasar a ser fiambre sin ni siquiera haber sido adobado.

El aire a rancio detective que Slim había visto en sus películas favoritas, era tal que hasta contestaba al teléfono en inglés. Posiblemente esto le acarreó más de una confusión ya que pronunciar “Abaca” como “Eibak” parecía más el anuncio de un protector hinchable para automóviles que una Agencia de Detectives. Slim se preguntó entonces si aquellas llamadas que colgaban sin responder serían realmente de la competencia.

Los fines de semana y por horas trabajaba como camarero en el café de Rick, como él llamaba al Restaurant’S Richard, donde Ricardo Campello, dueño de este antiguo y por más viejo establecimiento madrileño, ofrecía a sus clientes su famoso guiso de criadillas de toro a la alpujarreña.

Fue aquí cuando, peligrando su empleo y sus narices a causa de investigar sin permiso la vida de los clientes, tropezó con un marido a quién Slim había achacado, días antes, un romance con una guardia municipal. Anselmo Fuertes, que así se llamaba el interfecto, logró “levantar” una multa de aparcamiento y como pago invitó a la agente urbana a un café en señal de agradecimiento deshaciéndose entre halagos y carantoñas que ella aceptó de buena gana. Slim que siempre llegaba tarde y entendía todo a medias, dedujo y predijo un feliz romance para la jovial pareja. Esta deducción se la contó en secreto a una clienta que resultó ser íntima de la mujer de Anselmo y a quien le faltó tiempo para chismorrear lo sucedido distorsionado y multiplicado por tres. El resultado pareció más una orgía en pleno café que un simple “sobornillo” por echar un vistazo municipal a otra parte.

Enterada de todo, la ofendida dama corrió, paraguas en mano, a castigar a su infiel marido; llegó tarde pero de manera estruendosa, tropezando con Slim que implantó dos cafés con “cruasán” en la blusa de la susodicha. El dueño del establecimiento, Don Ricardo, consternado con el hecho, reprendió duramente a Slim y acompañó a la dama a la bodega, donde con un paño húmedo...

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cometió toda clase de tropelías. Ella despechada y nunca mejor dicho, consintió y entre ambos surgió un entente cordial con reminiscencias erótico-festivas, que iba a servir de abono a los cuernos del avispado marido hasta hacerlos crecer a un tamaño considerable. Esquivar una multa, que seguramente no iba a pagar, le iba a catapultar a un mundo de nuevas sensaciones, peligros, y peripecias. Anselmo Fuertes nunca pensó que algo así le podía suceder a él. Para Anselmo Fuertes la pesadilla no había hecho más que comenzar.

OOOOooooOOOO

CAP.2 El artístico tablón de anuncios del restaurante, yacía mustio en una esquina al fondo de la barra, cerca de las letrinas. Colgaban de él dos o tres tarjetas de visita, un par de cartulinas que ofrecían un piso o un traspaso y un gran folio central que anunciaba la prestigiosa agencia Abaca, agencia de detectives experimentada en toda clase de “afaires”. El folio, dibujado a mano con gran profusión de colores, ofrecía una primera cita gratuita de Investigación, para el contacto, quien lo necesite, deberá cortar un fleco situado en la parte inferior donde ponía el teléfono.

Anselmo no era un hombre de grandes ideas, en ese momento las pocas que tenía disputaban el lugar a un fuerte dolor de cabeza, no entendía por qué ahora tenía que agacharse al entrar por la puerta de casa, o dormir boca arriba. Por eso arrancó todos los flecos suponiendo, con ello, poder utilizar los teléfonos anotados. Más adelante se daría cuenta de que se trataba del mismo.

- Abaca, investigadores, ¿Dígame? - Me gustaría hablar con alguien. -susurró una ronca pero tímida voz-.

Al otro lado del hilo se escuchan ruidos de pasos, varios teléfonos sonando a la vez, música y hasta el anuncio de partida de un vuelo con destino a Londres... Slim contesta aporreando el viejo magnetofón para lograr silenciar la ruidosa grabación...

- Slim al habla, perdone el ruido... el trabajo... ya sabe... - Necesito hablar con alguien -repitió arrebatadamente- creo que mi mujer me engaña.

Un cliente a altas horas de la tarde no era habitual, pero Slim sabía sacar partido de todo, no en vano era de la vieja escuela.

- ¿Ha cenado? - No -respondió la voz-. - Conozco un restaurante... chino, donde podremos vernos, es bastante económico. -Slim no

quería abusar de su suerte en el primer encuentro, además podía salirle mal y tener que pagar la cuenta; eligió un sitio lo bastante discreto y barato como para cumplir los dos cometidos-.

- De acuerdo, a las nueve? - A las nueve.

Rojo para variar, el restaurante reunía todos los tópicos que los chinos compraban al por mayor

en sus bazares de todo a cien: farolillos rojos, dragones multicolores, manteles rojos... y unos catorce empleados de roja sonrisa atendiendo cada mesa, observando con sus misteriosos ojos rasgados, lo que comes y lo que piensas.

Anselmo llegó algo apurado, se había retrasado 15 minutos; después de enjugarse el sudor con un pañuelo totalmente arrugado, y al que retorció con saña como si se tratase del cuello de la persona que adornaba su mente, preguntó a la recepcionista que amable acudió a su encuentro.

- ¿El señor Slim, por favor... me está esperando...?

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Tan ancho como alto, este personaje de mal contados cuarenta años, parecía haber salido de un combate de “Sumo” y por el sudor hacía poco. Vestía un traje que le ceñía demasiado la cintura y corbata mal anudada, unos zapatos de cordones despistados, mal anudados e imbuidos de vida propia, que remataban unos calcetines de color oscuro demasiado flojos para llevar ligas.

Parecía alguien a quien el placer de comer le reñía a diario, pero a quien dejaría a cargo de su propia hermana. Su cara de preocupación ocultaba unos pequeños ojos de color ocre, que nerviosos atisbaban el horizonte en busca de alguien.

- Sígame, por favor... Con un gesto de aprobación y una prolongada reverencia, la camarera le invitó a acompañarla por

unas pequeñas escaleras, forradas en rojo de casi terciopelo, hasta una estancia en el piso superior donde varias mesitas con candelabros rojos divisaban, a través de un gran ventanal, el río Manzanares. Slim había consumido ya medio paquete de rubio, por supuesto americano, cuando se le acercó la comitiva. Amable se levantó y estrechó la mano húmeda al caballero que se la ofrecía.

- ¡Yo a Usted le conozco...! -exclamó Anselmo, al reconocer en Slim al camarero del restaurant’S Richard con el que alguna vez había cruzado alguna palabra- ¿No es Ud...?

- Chsss!!!!... -inquirió rápidamente Slim mirando a ambos lados del salón- ni se le ocurra descubrirme Sr. Fuertes. Habrá comprobado, sin duda, que soy polifacético y esto es debido, como Ud. deducirá, a mi profesión. La cafetería es una tapadera que utilizo con fines muy distintos a lo que parece... pero... ¿Cuénteme? Hemos quedado para conocer su caso.

Anselmo comenzó apesadumbrado el triste relato. Los pulgares de sus manos, entrecruzadas y sudorosas, no paraban de girar en un ritual enervarte de desgaste de huellas dactilares, taciturno, giraba los ojos en todas direcciones tragando, a pequeños esfuerzos, saliva a la vez que bajaba un tono de voz ya bajo. A medida que se adentraba en el meollo, la cara de Slim iba cambiando de color, “¡¡Y todo aquello había pasando en su propias narices sin que él se hubiera enterado de nada!!” -pensó-. Su acongoje superó todas las expectativas de esta primera cita, cuando le mostró una foto de su esposa, la supuesta mujer infiel ... “¡¡¡Era la contable!!!” , aquella dama que un buen día llegó hecha una furia, paraguas en mano, tirándole al suelo dos cafés con “cruasán” que llevaba a sendas cariñosas ancianitas que siempre le dejaban cinco céntimos de propina... Aquella dama que tan amablemente recogió Don Ricardo, el dueño, que acompañó a la trastienda donde le colocó una bata limpia y debió darle el empleo de administrativo..., o por lo menos eso es lo que contó. Nada hacía pensar que además de contable a ratos, tuviera une “affaire” extra-marital..., hay gente que tiene tiempo para todo... .Y parecía tan modosita los jueves por la tarde, cuando se encerraba en el sótano con la calculadora...

- ¿Y usted... -interrumpió Slim, encendiendo otro pitillo aporreado contra su reloj en un consabido ritual, y con un gesto de atención bien estudiado, que consistía en mirar fijamente a su oponente mientras abría los ojos tanto, que le acababa produciéndole dolor en la frente y en la nuca- ...desde cuando sospecha realmente?

- Pues verá, - infirió Anselmo aflojando un punto del cinturón y secándose, una vez más, el sudor que le rondaba la frente-...hace como unos dos meses, recuerdo que por aquél entonces una guardia..., bueno, eso no viene al caso, como decía, hace un tiempo que noto una actitud negativa en Pura, así se llama mi mujer. Todos los jueves desaparece para ir a casa de una amiga del barrio y suele volver con algún regalito. “De compras...” dice que van. Pero yo siento un cierto distanciamiento, un enfriamiento de nuestras relaciones más íntimas. Ya no gime las pocas veces que hacemos el amor y esto cuando no tiene dolor de cabeza, algo que ocurre y últimamente muy a menudo. El otro día le encontré un moratón en el cuello, algo parecido a una mancha rojiza, “un golpe con una puerta” masculló, pero yo no la creí, pienso que me engaña y me gustaría saber con quién. Es por esto que le he llamado, Slim.

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“Había tejido la maya de la madeja, la tela de la araña, la hipótesis infinita... el sumun del entendimiento en un concilio aproximado de ideas y pareceres, en algo ya sabido, o sea, estaba a punto de encontrar el camino que le llevaría a la solución del caso. Afortunadamente no metió la pata al percatarse de la verdadera actividad de la señora Fuertes los jueves por la tarde. Aprovecharía esta ventaja llegada de la casualidad, para comenzar la investigación ¿Sería realmente una buena ama de casa y el roñica de su marido no le daba dinero para comprarse sus caprichos y era por eso que tuvo que ponerse a trabajar de contable en la cafetería...? O por el contrario...”

La mente de Slim funcionaba a velocidad vertiginosa, de manera instintiva intentaba justificar lo injustificable, atar los cabos sueltos... mientras Anselmo desbarataba una y otra vez todas y cada una de sus conjeturas...

- ... mi mujer - continuó -, de familia humilde, dejó de tener preocupaciones cuando nos casamos. Afortunadamente, heredé de unos parientes de ultramar, unas inversiones inmobiliarias que nos permiten vivir holgadamente sin hacer prácticamente nada; ella ahora quiere empezar a ir a la escuela ¿Comprende?... su educación es muy deficiente, apenas sabe leer y se confunde con las cuentas...

“!!!Zas¡¡¡ al traste con la teoría de la contable...-pensó Slim- ¿Es posible que don Ricardo fuera tan bueno que todos los jueves diera clases particulares ¡¡¡y gratis!!!- de contabilidad a la Sra. Fuertes? Si no ¿Cómo se explica el ruido de la calculadora?.” Mientras tanto Anselmo no paraba de contar lo que él pensaba que podía ser de interés para la resolución del caso.

- Chop-Suey y arroz tres delicias...-pidió Slim devolviendo la carta a una de las camareras de mirada oblicua, que con una reverencia mostraba el trasero a los comensales de la mesa de al lado-

- Yo tomaré lo mismo. Tres arroces después, Slim no podía comprender cómo se podía comer tanto, tan deprisa, y lo

más importante: sin parar de hablar.

- ¿Y cuanto calcula que tardará en darme noticias? - dijo masticando algo semejante a una verdura frita, al tiempo que cogía un rollito de primavera del plato de Slim-.

- Eso depende...-respondió pensando que iba a ser mucho más fácil de lo que parecía- - ¿Depende de qué? - Pues de muchas cosas... nunca se sabe...,- y cuanta razón tenía- nunca se sabe cuando

empiezo un caso, cómo y donde lo voy a terminar, por ejemplo Ud. me ha demostrado que no sabe absolutamente nada de la posible vida privada de su Sra. ...- Slim subió el tono, reclinó el respaldo de su asiento hacia adelante y apoyó sus puños sobre la mesa colocándose en una posición mucho más intimidatoria-...¿Y no sabiendo nada, pretende que le señale el día exacto en que podré mostrársela en manos de su amante?... - había utilizado Slim la vieja táctica de acojonar al cliente con sus deducciones, posturas y respuestas directas, táctica que a veces le salía bien- ...¿No querrá que le diga ya cómo se llama el individuo? Y...

- No, por favor...-interrumpió Anselmo- yo sólo preguntaba... - Sí si, pues pregunte, que lo que es yo no pienso responder... más que por escrito, en un

informe completo y exhaustivo de las actividades de su Sra. que es para lo que Ud. me ha contratado ¿No?

- Claro, claro, como Ud. Diga Slim, comience de inmediato y..., si yo puedo hacer algo... dígamelo no lo dude...

- Bien, puede empezar por pagar la cuenta.

Esta forma de contestar, subida de tono y al final de una comida, le había servido a Slim para cerrar sus mejores contratos. No olvidaba sin embargo, aquella ocasión en la que acabó fregando platos y limpiando suelos en un lujoso restaurante, después de una copiosa cena en la que el

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“cliente” salió disparado dando alaridos y agitando las dos manos a la vez por encima de su cabeza rompiendo, a su paso, todo lo que se le ponía por delante, seguramente por una malentendido de nada; fuera por lo que fuera Slim nunca llegó a comprender porqué gritaba tanto, esta y otras deducciones le ayudaron a pasar más rápido el suplicio de pinche de cocina aficionado. Por esto elige restaurantes discretos y, sobre todo, más baratos.

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CAP. 3 Su viejo Skoda arrancó, una vez más, de manera estruendosa. El ficticio pluriempleo de Slim no le alcanzaba, de momento, para cambiar de coche y esto había creado unos férreos lazos familiares. Slim y su trasto hablaban, se hacían confidencias y hasta se contaban chistes, era un grato y silencioso compañero de trabajo, nunca le había levantado la voz ni llevado la contraria, y si alguna vez le había dejado tirado, hecho que provocaba alguna patada en el guardabarros, siempre era mejor que una charlatana mujer. Apuntó el morro hacia la M-30 dirección Vallecas, donde tenía un pequeño apartamento en una casa de vecinos.

- Hola Slim, mi padre me ha dicho que te diera esto, que lo pongas antes de las once que mañana tiene que levantarse pronto -le sugirió una joven damita mientras le acercaba una cinta de vídeo- dice que es de las que a ti te gusta se titula “La jungla de cristal”.

La casa de vecinos, construida a principios de los sesenta, no se diferenciaba del resto de viviendas baratas de los alrededores. Enfoscada en un caqui cemento de seis alturas, era una más de las que proliferaban por aquella zona. Seis vecinos por planta en apartamentos de tres y dos dormitorios con algo en común: la calefacción y la escalera, sin olvidarnos del viejo y ruidoso montacargas.

Pero los inquilinos compartían algo más, algo que empezó a proliferar por los barrios colaterales del Madrid de los setenta: un cable. Sí, un cable que unía todos los apartamentos al que llamaban “Telecable” y que estaba enchufado al vídeo de Slim. Su sueldo en la cafetería y lo poco que sacaba en la “Agencia...” le proporcionaban un estatus ligeramente superior al del resto de los vecinos quienes, cargados de hijos, tenían bastante con sobrevivir la segunda quincena de cada interminable mes. Por tanto el primer aparato reproductor de vídeo fue el suyo: Panasonic, comprado en El Corte Inglés y, por supuesto, a plazos.

Muy profesional Lucas, vecino del 3º tercera y operario de la compañía telefónica, conectó piso a piso el cable y terminó con un amplificador de señal en casa de Slim. En aquél preciso instante todos los vecinos quedaron unidos a la televisión privada del 5º tercera, desde donde se reproducían las películas que alquilaban en el videoclub de la esquina. El único requisito era que el propietario estuviera en casa y como esto no ocurría con excesiva frecuencia Slim acabó dejando una copia de la llave de su apartamento a su vecina del 5º segunda Minimilk, vecina y admiradora secreta que, además, le ayudaba con la plancha y un poco de limpieza en un vano intento de mejorar el aspecto del apartamento de su querido e inquietante habitante del piso de al lado.

Además de las películas señaladas, Slim reproducía, nunca se sabía a que hora, todo el material que pasaba por sus manos incluidos programas debate que consideraba interesantes o series que los vecinos le pedían que grabara por lo tardío de su emisión.

Si programar el aparato era para especialistas con nota, poner de acuerdo a los vecinos en la hora de emisión parecía un suplicio Werneriano, así que Slim optó por hacerlo en horas de máxima audiencia: a las diez, después de las noticias deportivas del telediario de la noche, con esto ampliaba en un canal la oferta televisiva de los moradores del edificio.

El paso del tiempo hizo que este canal formara parte de la idiosincrasia de la casa como algo habitual. Algunos magnetoscopios fueron adquiridos por los vecinos, al bajar de precio, esto, en

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contra de lo que podía parecer, potenció cada vez más el uso comunitario del cable: ya no sólo era Slim quien grababa, aunque sí el que proyectaba todo.

Algunos domingos les enchufaba, o mejor, les hacía padecer sesiones maratonianas en las que ponía seguidas las cuatro películas atrasadas más las peticiones de repetición. Slim tenía preferencias obsesivas y era normal encender la televisión y ver que por el “telecable” estaban poniendo “Casablanca”, “El Halcón Maltés” o un capítulo de “Hammer...” a altas horas de la madrugada...

Con un gesto medio enfadado-enojado con el mundo, que le hacía parecer más interesante y profesional a la vez, emitió un ligero gruñido, cogió la película y sin más desapareció hacia el final de la escalera.

El apartamento olía a cerrado, Minimilk estaba fuera y olvidó abrir las ventanas. Su agitada vida le impedía dormir con absoluta tranquilidad y cuando cogía el sueño era tarde, casi hora de despertarse. Por eso cuando saltaba de la cama en busca de una ducha que le despejara, preparaba las tostadas, café y zumo, para enfrentarse un día más a la cruda realidad, no tenía en cuenta el más elemental detalle ni lo que dejaba atrás. Lo encontraría igual a la vuelta, pero con peor olor.

Metódicamente encendió el gas y puso a calentar el café que sobró de la mañana. En la nevera, un poco de carne picada y un trozo de pizza mustia, cogió una taza del estante y sirvió media cucharada de azúcar, de dos patadas cambió por zapatillas los dolorosos zapatos, la chaqueta sobre el sofá, y la camisa desabrochada descubría una camiseta de tirantes que no ocultaba su generoso y peludo torso. Tres sorbos después estaba sentado ante el televisor apretando el botón de “play” del “telecable”, Slim se disponía a acabar la jornada cuando se dio cuenta que todavía llevaba puesto el sombrero.

La mañana siguiente no tuvo nada de especial. La rutina de la cafetería, los desayunos, los clientes habituales, los vecinos que saludaba al pasar, la comida, los borrachos de siempre en el largo aperitivo y ... la tarde libre, libre para las pesquisas, libre para empezar el nuevo caso que no había abandonado su mente desde que cenó la noche anterior con Anselmo, quien le causó tan buena impresión que le obligó a traicionar uno de los principios fundamentales del detective clásico: “las mujeres son buenas y los detectives siempre les ayudan. Las mujeres malas han tenido una mala infancia y los detectives les ayudan a ser buenas”.

Unos momentos de titubeo después comprendió quién le contrató y siguiendo el lema “ el que paga manda” empezó a trazar un plan maquiavélico que daría al traste con las maniobras de la, posiblemente, “única mala mujer”.

Todo tenía que estar milimétricamente preparado para el jueves, cuando a última hora, calculadora en mano, se encerraba en la trastienda para llevar la contabilidad. La primera sospecha apuntaba hacia una posible lesión de espalda ya que si no, no se explica el cambio del escritorio antiguo por una mesa más pequeña y un cómodo sofá.

El “cuadernillo de abordo” -nunca supo decir bien bitácora- en el que escribía las notas de cada caso, estaba forrado en cuero y se abría con un ligero movimiento de muñeca al más puro estilo policial, comenzaba con una descripción del cliente y su mujer y una anticipación de los planes y equipo a utilizar:

Cliente: Anselmo Fuentes, de Unos 45 años complexión muy robusta, 1’90 de estatura y unos contados 110 kilos.

Asunto: celos fundados en la figura de su mujer. Sospecha que le engaña los jueves después del trabajo -que él desconoce- y que parece que utiliza para permitirse algunos caprichos económicos.

Situación: muy desahogada, rentista...casero.

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JUEVES 23 DE JUNIO

1) Micrófono FM de 30 mts. de alcance, para acoplar debajo del sofá donde se reúne con Ricardo Campello los jueves por la tarde y escuchar posibles conversaciones que lleven a la primera pista.

2) Disfraz simulación camarero y repuesto de calle. 3) Bono-bus y algo suelto. 4) Periódico, no importa la fecha.

“Posible seguimiento del/la sospechoso/a después del trabajo como contable realizado en restaurante. Localización de exteriores -esto último no sabía muy bien lo que quería decir pero le gustaba y lo aplicaba a su modo- y anotación de los hábitos y movimientos básicos así como de los inhabituales o extraños. Posibles contactos, etc”.

Buen asunto tenía Slim entre manos, un caso que casi se había resuelto antes de empezar, pensaba mientras continuaba escribiendo:

“Después de una dura lucha con los cojines del sofá de la trastienda, engancho el micro entre dos de ellos. Espero fuera la llegada de la sospechosa. Saluda. Saludo. Calculadora en mano baja escopetada por las escaleras. El jefe la sigue. Me hace un gesto Se cierran. Escucho...”

RESULTADOS:

“Coloco del revés las pilas en el transmisor. No escucho nada. Espero su salida. Dos “cruasán” con leche templada me impiden concentrarme en lo que hago. Tendré que dejar este trabajo. Una napolitana con descafeinado también templado me distraen de la puerta justo en el momento en que la interfecta se marcha. Pierdo el día y tiro la napolitana. El jefe se enfada”.

VIERNES 24 DE JUNIO “Decido esperarla a la puerta de su casa.” RESULTADOS: “No sale, pierdo la tarde y la paciencia” SABADO 25 DE JUNIO

“Pido el día libre para poder vigilar la casa desde la mañana. No sale ni se aprecia movimiento alguno. No puedo caer en la tentación de la impaciencia. Estoy impaciente y hambriento. Me acerco a una cabina y encargo una pizza. Doy la dirección de Anselmo. A los treinta y cinco minutos aparece el muchacho de la moto le paro antes de entrar, me pide que me identifique. Yo no me llamo Anselmo pero la pizza es mía. Una “cuatro estaciones” para cuatro. Forcejeamos, él es más rápido se cuela y sube. A los diez minutos baja. No le abren la puerta. Que si quiero me la entrega a mí. Se la saco a mitad de precio pero fría y sin los puntos. Me mosqueo y me voy”.

Tres horas después de haber sudado más que un pollo frito se acerca a casa, unos minutos de descanso le vendrán bien y además...¡Que leche...! para eso es vecino. Una ducha cambia, a la vez que refresca, las ideas. Llama, como de costumbre, al contestador de “Abaca...”. Dos mensajes :Peet... “Slim, mi padre tiene que devolver la película, si no le cobran un día más” Peet... “Slim, soy Anselmo. Este fin de semana no vamos a estar en casa. Subiremos al pueblo a ver a mi suegra que está un poco delicada. Un abrazo” Peet... Peet ... ... !Zas¡ Dos días haciendo el imbécil en la puerta de la casa de la Sra. Fuertes, peleando con repartidores de pizzas y sudando como un cerdo...

El domingo entero lo dedicó a recuperar horas entre comidas, cafelitos y cruasanes, sin despistar la mirada por si tenía alguna noticia de su caso y llamando de vez en cuando a su contestador por si algún despistado...

El lunes volvió a recibir la visita de Anselmo. Eran las 10 de la mañana...

- Slim, por favor... - !!!Shhhit....¡¡¡ ¿Está loco? ¿Quiere que nos descubran?

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- Pero yo pensé... - Para pensar ya estoy yo. Usted desayune como suele hacer y ya le iré informando de los

progresos. ¿Café con “cruasán”? - Con churros, por favor.

La contradicción de los churros había tirado por tierra todos los diagnósticos de Slim, que encasilló a su cliente dentro de un estereotipo equivocado. Era, sin duda, mucho más tosco de lo que en un principio había previsto ...¡ El casero...!.

A lo largo de los años, Slim había desarrollado un sexto sentido quizás conjugado por sus tareas detectivescas y camareriles. Si S.Holmes era capaz de encontrar al asesino, su lugar de procedencia y hábitos por el tipo de ceniza que desprendía su cigarrillo, él lo haría por el tipo de comida, manera de colocar los cubiertos, rebañar los platos... Era poseedor de un nuevo y revolucionario sistema de deducción acerca de la personalidad del individuo; así por ejemplo si no quedaban restos de comida, la salsa brillaba por su ausencia y parecía que el asado nunca había tocado el plato, los cubiertos desordenados y sobre todo si la silla estaba algo arqueada, era señal de que ese sitio lo había ocupado una persona del sexo masculino de volúmenes importantes que no tenía prisa por llegar a ningún sitio y que jamás cometería un crimen antes de comer aunque, por el contrario, mataría por poder hacerlo y, para terminar, hijo en el seno de una familia numerosa o con perros, si no ¿Como se explica la desaparición de los huesos? No obstante la autopsia de la servilleta apuntaría a conclusiones más exactas como si tenía bigote , el color de sus zapatos y, a veces, hasta el lugar de procedencia. Quien sabe si algún día estas deducciones le llevarían a descubrir el sitio exacto donde se cometió un asesinato o el “modus operandi” de una peligrosa banda de atracadores o narcotraficantes tan de moda en este momento.

- Para que sepa, ya he localizado el itinerario de su Sra. o, por lo menos, sé qué es lo que hace parte de la tarde -dijo Slim susurrándole al oído mientras depositaba el café con “cruasán” en la mesa- lo que ocurre es que fallaron los medios técnicos y no le puedo ofrecer una grabación en condiciones.

- Pues por lo que cobra podrá utilizar medios sofisticados. Una cámara de vídeo discretamente colocada logra además de grabar la voz la imagen, lo que constituye un soporte judicial de mayor envergadura en caso de ser necesario. Además, le pedí churros.

- Disculpe -contestó Slim retirando el “cruasán”- pero eso ya estaba previsto. - Entonces me lo comeré -respondió Anselmo reteniendo el brazo de Slim-. - Me refería a la grabación. Conozco la importancia de la prueba registrada en

magnetoscopio –dijo con aire importante- pero para los primeros contactos no lo creí oportuno. No obstante y si le deja más tranquilo, la utilizaré.

Desapareció por el fondo del café, dejando el “cruasán” en una mesa donde charlaban amigablemente dos señoras de edad sobrepasada, que sorprendidas, regalaron a Slim una mirada a través de su generosa geografía ¿O debo decir geometría?.

OOOOooooOOOO

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CAP.4 Metódicamente se colocó el sombrero, cerró la puerta del ascensor y recogió la correspondencia, facturas, el recibo del teléfono y unas hojas algo arrugadas que parecían más un anónimo que ....”...tus pechos orondos... tu olor... las sábanas...”. Era una carta de amor firmada por Lucas y dirigida a Minimilk, sonrojado la dobló y guardó con cuidado en el interior de su chaqueta.

Sólo disponía de tres días para hacerse con una cámara de vídeo. Estaba claro que además de la típica foto comprometedora, el detective moderno debe adaptarse a los tiempos. Ahora lo que priva es el vídeo. Es más limpio, silencioso, vivo y... caro...

- ¿Trescientas mil pesetas? -respondió asombrado Slim al engominado vendedor de El Corte Inglés- y sólo por una lente que gira.

- Que gira, reproduce, graba en estéreo, con 4500 pilxes, 10 aumentos de zoom, fecha y hora internacional, foto fija...

- ... Si si, color by technicolor... y subtítulos en cuatro idiomas... - Los idiomas los pone Ud, precisamente con este botoncito... - Bueno !Caray¡ -le interrumpió bruscamente - ¿Y no tiene nada más económico, algo de

unas 35.000...? Cuando Slim levantó la vista el repeinado vendedor había desaparecido. Aquello no le resultó

demasiado cortés pero comprendió la indirecta, y un poco avergonzado se dirigió a la salida, repasando por el camino la espléndida oferta envitrinada.

Esa escena era observado por alguien. Un extraño personaje de aspecto lamido que siguió a Slim cuando se disponía a abandonar el establecimiento y en plena Gran Vía...

- Psch, psch... -le espetó- - ¿Es a mí? -respondió Slim volviéndose sorprendido ante las formas- - Si, a Ud. Si me lo permite. Mi nombre es Narciso Dominguez pero todo el mundo me

llama Nardo y he escuchado, por supuesto sin querer, su conversación con el empleado de estos almacenes...

En un gesto automático Slim echó mano a su cartera comprobando aliviado que estaba en su sitio.

- ... Casualmente dispongo de contactos que podrían, si es usted discreto, proporcionarle la cámara que está buscando a un precio más que asequible.

- Robada, indudablemente. -afirmó Slim-. - ...Digamos que sin papeles -respondió Nardo-. Le va a costar unas 40 mil.

Como no era el momento de hacerle ascos a un “Chollo” y tampoco su economía le permitía pagar el elevado precio que suponía una nueva, hizo economía de tripas y asintió dos veces con su voluminosa cabeza sin dejar de mirarle un solo instante.

- Vale pero no tengo ese dinero encima -dijo Slim intentando ganar tiempo-. - No importa -respondió Nardo que se las sabía todas- podemos parar en algún cajero

automático. El cajero era como todos: escondido y oscuro, parecía que la intención del banco era que te

robaran o que, por temor, no sacaras nada. Una puerta supuestamente blindada y un cerrojo

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“quitamiedos” le separaban de Nardo que, atentamente, observaba la operación. Slim que tampoco estaba muy conforme con el atosigamiento de que era víctima, marcó a escondidas el número clave y sacó el dinero. Una señal a Nardo a la media vuelta con los billetes extendidos en forma de abanico...

- Coja un sobre y guárdelos -le indicó señalando al cajetín interior de la máquina con un gesto intermitente de su mano izquierda-.

Los sobres eran gratis y salían de un receptáculo que se abría verticalmente. Slim cogió dos. En uno de ellos metió las cuartillas comprometedoras que, por error, encontró en su buzón, en el otro el dinero, arrancó la tira protectora y pegó el doblez. Nardo observó con atención lo que pudo de esta última parte, ya que Slim continuaba de espaldas, debía asegurarse que los billetes habían quedado a buen recaudo dentro del sobre que Slim guardó en su repecho.

Poco después enfilaban la salida a Vicálvaro en su viejo Skoda. Nardo no paró en todo el camino de contar las maravillas del aparato que iba a “proporcionarle”. Al llegar a un lúgubre barrio de la periferia, señaló hacia un mugriento bar en el que tenía que parar a hacer la llamada a su contacto... Mmmseis diemssiet....mmuncincodos..unce....

- ¿Carola? -preguntó al aparato- Soy yo, Nardo y estoy en “El Güito...” Tengo al primo cerca y si todo está preparado quedamos junto a la valla…. Y no te olvides de Anise. ¡Clic!.

Aniceto Sebastián, Anise como le llamaban todos, era el gancho. Había conocido a Nardo el la prisión de Carabanchel donde tuvieron tiempo de perfeccionar toda clase de timos. Con tablas suficientes como para dar lecciones de flamenco y unos 60 años entre sus coloradas mejillas, aparecía en el momento de cerrar el trato e impedía que el “primo” comprobara la mercancía. Con cara de pocos amigos hacía el papel de policía.

Aparcaron al borde de un destartalado puente que antaño comunicaba con la carretera de Vicálvaro. Nardo salió y oteó a su alrededor, el silencio de la noche sólo era roto por el paso lejano y esporádico de algún coche. Sin preámbulos empezó la pantomima: Una mujer de unos 30 años y peor presencia que su interlocutor se acercó a ellos con un paquete muy bien cerrado y con mucha prisa.

- Nardo, creo que me siguen,... -dijo atropelladamente- ...estoy segura que es un “madero”. He tenido que saltar la valla para despistarle ¿Trae el dinero?.

- Si, claro... -y extendió su mano al tiempo que Slim sacaba un sobre con la intención de abrirlo para contarlo-...no hace falta que lo cuente -interrumpió Nardo-, me fío de un colega.

Como por arte de magia, el coche de Anise paró de forma violenta. Nardo dejó bruscamente el paquete en el maletero de Slim y con un fuerte empujón, cerró el maletero.

- ¡Deprisa ... la pasma, la policía! -le gritó agitando las manos en un gesto que parecía empujarle hacia el interior del vehículo-.

Y dicho esto salió corriendo detrás de la muchacha hasta perderse entre las sombras.

Por si acaso Slim hizo lo propio y realizó un recorrido alternativo para despistar a su posible perseguidor antes de dirigirse a su apartamento.

No fue demasiado agradable la visión de los ladrillos remozados en arena dentro del paquete de la marca SONY , como tampoco debió serlo la lectura de una carta de amor dentro de un sobre bancario.

- ¡Yo le vi meter los billetes en el sobre, dentro de la sucursal... -comentó Nardo a sus cómplices sentados alrededor de una mugrienta mesa en el viejo lugar que utilizaban como cuartel general-... si me los enseñó a través del cristal, me los iba a dar...!

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- ¡Si localizo a ese tipo... ladrón, estafador, lo... ! -comentó Anise golpeando el tapete con un fuerte puñetazo-.

- Ya no podemos hacer nada -remató Carola- nos ha tomado el pelo él a nosotros. Otra vez será.

- Al otro lado de Madrid Slim llamaba a la puerta de su vecina con un sobre en la mano.

- Hola Slim ¿No es muy tarde? -comentó una embatada Minimilk que se desperezaba suavemente y a la que se le adivinaba un picardías azul celeste-

- Solo he venido a traerte esto, creo que es tuyo -respondió Slim sin poder esconder un ápice de intriga en su voz- lo depositaron en mi buzón por error.... casi no lo he leído.

Cerró la puerta intrigada por el aspecto del sobre y el tono de Slim, rasgó el embozo de papel con cuidado comprobando, asombrada, que contenía dinero.

La mañana siguiente la cabeza de Slim parecía una calculadora, debía adquirir una cámara de vídeo que no superara sus posibilidades económicas. Para empezar, ¡Ya estaba bien!, con unas cien mil pesetas. Minimilk apareció con un fajo de billetes. –“... entonces, los ladrones...”. No fueron pocas las explicaciones acerca del paradero de la carta, su contenido y la cara de sorpresa que adivinaba en sus “Timadores”, un instante de complicidad surgió entre ellos, eran muchos años de vecinos, y muchas pequeñas confidencias en el rellano de la escalera. El secreto amor que se proferían desde hacía tiempo, podía perder, en cualquier momento, ese rango platónico.

En fin, durante la jornada laboral subrayó, entre plato y “cruasán””, todas las oportunidades de cámaras que aparecían en la revista “Como nuevo” y así, llamó a varios anunciantes hasta concertar un par de citas. La más apetecible parecía la de un tal Sinfonio, que para no hacerle un feo a su nombre era un conocido concertista de orquesta sinfónica.

- Usted sabrá Sr. Slim, -dijo un trajeado individuo que iba de un lado a otro con un palito en la mano- que para mi profesión, es muy importante la compostura ante el público; es por ello que utilizo la cámara de vídeo, -comentó Sinfonio sin parar de agitar la varita, mientras se acercaba a un imponente estereofónico negro de seis cuerpos, cuyos altavoces parecían sujetar el techo de la estancia; colocó un compact de Strauss y encendió una pequeña cámara, situada sobre un trípode en un lateral de la habitación, que apuntaba a un delicado atril dorado, donde descansaba una partitura de color amarillento. Al fondo, un inmenso espejo de estilo gótico florido-...¡Ahh, adoro la Sangre Vienesa! -suspiró colocándose sobre el pequeño altillo que rodeaba al atril y agitando la varita al compás de la música- .Diez minutos después Slim roncaba estrepitosamente en el incómodo sillón de cuero negro que cerraba la pared opuesta, bajo una marina con marco a juego con el espejo.

Sinfonio García Lustau había cursado estudios de música en la Real Concertina de Madrid, graduándose con el diploma de Maestro Concertista. Director de Orquesta desde 1973, realizó además un curso “Master” de teatro en la Universidad de la Laguna (Tenerife), convencido de que la mayoría de los que asisten a un concierto se fijan más en los movimientos de cadera, batuta, gestos del entrecejo y pelo del que dirige, que de la dirección en si misma. Además los músicos dominan todos los movimientos, van solitos muy bien y su lucimiento es obvio, que para eso están los ensayos. Él Director de una Orquesta Filarmónica, debe generar frases como: “¡Que bien movía la batuta!”, “El sentimiento se mascaba” ó, ”El esfuerzo fue tan grande que no le quedó un solo pelo por despeinar”... . Y agradecer y llevarse todos los aplausos.

Por eso sus movimientos frente a una orquesta enlatada, los grababa en vídeo, así luego podía corregir y mejorar su actuación, variar el estilo y eliminar posibles “tics” que afearan el conjunto. Era un perfeccionista.

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- Yo... -continuó Sinfonio con una fuerte carraspera que logró despertar a Slim de su sueño-...grabo mis futuras actuaciones, y así preparo el posible sentimiento admirativo del público hacia mi figura. Para ello me viene mejor este aparato que incorpora mando a distancia que, discretamente colocado en mi antebrazo, pulso al terminar mi actuación respetando el estatismo del momento. El aparato que le ofrezco no posee este mando, pero su calidad de grabación y nitidez son asombrosas. Si bien su tamaño es un poco grande, no olvide que admite una cinta universal VHS que tiene la ventaja de poderse reproducir directamente en su magnetoscopio.

Slim comprobó que Sinfonio se ponía gomina en el pelo y en la lengua y que su forma de hablar reflejaba fielmente su profesión distante y ególatra. El aparato, un poco grande, disponía de todo lo necesario y estaba en buen uso, además era barato y tenía libro de instrucciones. Esto último era importante para que su vecino Lucas, el instalador de la Telefónica, pudiera explicárselo con más tranquilidad mientras le servía de disculpa a su mujer para pegársela, una vez más, con Minimilk.

Una hora de explicaciones en el más alto nivel cultural, sirvió para que Slim pusiera en marcha su sexto sentido: “la deducción detectivesca”. Y después de cavilar un rato, llegó a la conclusión de que el palillo que llevaba en la mano derecha, no era para degustar arroz frito “tres delicias” y que, por lo tanto, la Sangre Vienesa no era, justamente, una comida china.

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CAP.5

El pesquero procedente de Colombia y cuya bodega no contenía exactamente sardinas, estaba a punto de llegar a un lugar recóndito de la costa gallega. Sus cinco tripulantes, de aspecto rudo y desgarbado, no desprendían ni simpatía ni buen olor. El agua ni para beberla, el jabón era un raro texto que ninguno entendía, ¿Para qué leerlo? Después de esta operación un baño turco con simpáticas tailandesas para frotarles la espalda... ¿O no eran tailandesas?... Lo importante, era descargar en lugar seguro, entregar la mercancía al contacto, cobrar y... a la buena vida.

Habían invertido todos sus ahorros en este cargamento del mejor polvo blanco fabricado en su país y nada debía fallar. Una vez cerrado el trato sería preciso esconderse en lugar seguro y esperar un cierto tiempo para comenzar a vivir, a disfrutar, a gastar... Soñaron con ello desde que recogieron el primer gramo, todo había sido planificado desde entonces hasta el último detalle. Sería un éxito.

Esta primera operación era la más arriesgada, en la que se estaban jugando el tipo, más adelante su futuro en el viejo continente estaba garantizado: a través de la agregaduría cultural de su embajada querían montar una exposición permanente en la que los artistas colombianos pudieran

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ver colgados sus trabajos. No les importaba vender arte, si era preciso la regalarían, pero dejarían abierta una “Tapadera” para continuar el negocio.

Eran como los cinco jinetes del Apocalipsis pero más exagerados. Aunque desconocedores de la riqueza y cultura de España, sabían que el nivel de vida era años luz del suyo, que también se compraba todo con dinero y que las mafias locales no eran tan agresivas como las italianas, por el contrario eran amables y colaboraban siempre que podían.

Mientras pensaban todo esto, comenzaban a atisbarse problemas técnicos: El desembarco. Una niebla estival había dejado ciego hasta el radar y en el deambular de la noche, se dieron de morros con una patrullera que merodeaba por la ría, con tan mala pata que la partieron en dos. Por extraño que pareciese, los guardacostas no hicieron sonar sus sirenas y desparramados por el agua, fueron recogidos por los asustados marineros colombianos.

- ¡Carallo! ¿Es que no veis por donde vais? -preguntó una figura que seca podía parecer la autoridad portuaria- ¿No habéis visto las luces? ¿Y las señales de cruce?

El mutismo absoluto se apoderó de la tripulación, que no sabía como responder. Notaban como el acongojo les subía por el gaznate hasta quedar aprisionado cerca de sus tráqueas, esta presión les hacía imposible articular palabras inteligibles. No en vano eran todos varones y muy machos.

- ¿Como vamos a descargar ahora...? Con este barco sospechará todo el mundo -añadió el otro agente mientras sacudía la gorra de plato llena de agua -ERA EL CONTACTO-

Una sensación de alivio recorrió las secas gargantas de los traficantes, que se percataron de la movida: Los dos “Narcos” gallegos, disfrazados de aduaneros iban a recoger la mercancía y simular la detención de los colombianos, éstos esposados desembarcarían con la “protección” policial, por si acaso. Una vez fuera de peligro pondrían rumbo a Madrid, donde les esperaba el distribuidor. El plan era casi perfecto, pero no contaban ni con la inclemencia del tiempo, ni con la mala suerte que les perseguía hasta que, finalmente, acabaron empotrados contra los acantilados de las islas Cíes.

De noche y en verano la niebla no es demasiado pesada y su aparición y evaporación es bastante frecuente, por lo que esta protección natural duró poco. Narcos y “guardias” aferrados a trozos de cubierta que aún flotaban, se dispusieron a descargar y salvar del naufragio lo más importante, la mercancía: siete bultos, precintados con adhesivo marrón y plástico trasparente, que definía a la perfección su ilegal contenido. Para dar más realismo a la escena les esposaron por parejas, ya que sólo encontraron dos grilletes en la sección de “Masocas” de la sex-shop de Playa América, el resto tuvo que ir de la mano con un bulto sobre el hombro. Los supuestos agentes les apuntaban con sendas pistolas de inspiración nazi y uno de ellos cargaba, a su vez, con dos de los paquetes.

En el fragor de la noche, la escena no tenía desperdicio: dos agentes a los que los uniformes les empezaban a jugar malas pasadas -siempre ocurre con los disfraces baratos- ,con unas pistolas de la segunda guerra y que nada tenían que ver con las cartucheras, encañonaban a unos individuos que llevaban en la cara escrita su procedencia y profesión, cosidos a paquetes que parecían salidos de un telediario y cogiditos de la mano como si se tratara de parvulitos que salen al recreo.

Así cogieron el Ferry que les acercó a las costas de Vigo en poco menos de media hora.

- ¡Hay que ver! -comentó una señora, de edad desesperada, que estaba junto al timonel-...a mi no me parece mal que pesquen mariscos por la noche, seguramente estarán en paro y tienen que comer, pero por lo menos podían lavarse.

- Lo más curioso -respondió el patrón del barco- es que han pagado el billete como cualquier pasajero, y ha sido uno de los detenidos el que se ha quedado con el cambio.

Se acomodaron al fondo; aún nerviosos, miraban por las ventanillas vigilando todo lo que se movía o parecía sospechoso. Si la llegada había sido accidentada, sus contactos y la forma de actuar no les inspiraba demasiada confianza.

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- Tu Perico, podías haber conseguido unos disfraces algo mejores -le dijo disimuladamente un “agente” al otro- no sólo se ha descosido la visera sino que noto que la pernera izquierda del pantalón está haciendo lo mismo.

- Por el dinero que me diste bastante que encontré algo. En cuanto a las gorras son auténticas, las robé de la Agencia de Aduanas el sábado en un descuido, en la mía pone: “sargento Pernas”, alguien las habrá comprado en plan “chollo”, porque a ti te ha desteñido la cara, pareces azul.

- Si es que ya no te puedes fiar de nadie -remató un colombiano-. Pedro Dios y Macario Douro formaban una pareja de gansters gallegos, a quien la experiencia de

haber trabajado para una entidad crediticia en su Galicia natal, les había permitido establecerse por su cuenta, aunque más modestamente. Eran responsables, en la parte oeste, de todas las entregas de cigarrillos “rubio americano”, fabricados con restos de picadura en las plantaciones de Granada, pero que debían entrar vía ilegal para su mejor distribución y aceptación general. Además la falsificación tan horrorosa del sello USA, hacía que todos los que consumían “pata negra”, prefirieran el falso al auténtico. Esto lo demostraba su afianzamiento en el mercado.

El embarcadero de Vigo estaba desierto a esas horas. Dos marinos que comenzaban su jornada y algún perro vagabundo rondaban una noche apagada que volvía a amenazar tormenta. Un continuo chirimiri refrescaba un verano que no necesitaba refrescarse. El cansancio de nuestros extraños pasajeros se hizo patente una vez hubieron desembarcado.

- Y ahora ¿Que hacemos? -comentó Soleto el “narco” más alto- - No te preocupes -indicó rápidamente Pedro- todo está previsto, salvo el accidente claro,

esto nos ha llevado a improvisar porque la furgoneta la hemos aparcado en la otra playa... Robaremos un coche.

- El primero en apalancar un audi A5 blanco fue Napo, un peligroso trafagador Brasileño afincado en Copacabana que acabó asociándose a los “artistas” que así era como se hacían llamar los cinco. La alarma sonó con un estruendo parecido a un coche de policía, la reacción de los aguerridos gallegos fue salir corriendo, los cinco, por el contrario se tiraron al suelo y protegiéndose con los “bultos” sacaron la artillería que ni el naufragio les había quitado. Masho, un bruto de casi dos metros de ancho por uno ochenta de alto fue el primero en reaccionar, acercándose al coche le vació el cargador de su “Star 9 mm”. La sirena pareció apagarse lentamente como si se tratara de un globo que se deshincha, mientras los demás respiraban aliviados.

- ¿Estáis pirados o qué? -gritó Macario que volvía al lugar sujetándose los pedazos que le quedaban de gorra- Esto parecerá la central de policía dentro de cinco minutos, vamos cogeremos un Taxi.

Y dicho esto salieron corriendo perdiéndose entre los cobertizos medio derribados y abandonados del puerto. Una carpa semiderruida sirvió de cobijo al grupo, mientras Macario iba en busca de la furgoneta. Una hora más tarde un taxi le dejaba en un descampado al lado de un acantilado: “El sitio S” donde debían haber llegado los supuestos pescadores escoltados por los “polis”.

La furgoneta, en negro y rojo era una copia de la utilizada en una famosa serie de televisión, pero con más embellecedores, muchos más, parecía una tienda ambulante de embellecedores y reflectantes, no pasaba desapercibida. Macario se volvió hacia el taxista con la mano metida en el bolsillo.

- ¿Que le debo jefe? - Son 12 Euros., 3 por haber sobrepasado el extrarradio. - ¿Tiene cambio de 100? - Ante la afirmación del rutero, sacó la mano del bolsillo encañonó, amordazó y limpió la

recaudación.

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- No hemos empezado mal la mañana! -pensó en voz alta al comprobar que, efectivamente, llevaba cambio de 100 Euros.-

Y dirigiéndose a la furgoneta desapareció del lugar.

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CAP.6

Poco tiempo tardó Slim en llegar a casa y desenvolver el aparato. Por el camino avisó a Lucas para que le ayudara y éste le respondió que en media hora subiría. Slim sabía que esa media hora que tardaba en subir la escalera, se podía duplicar al tener que hacer una parada forzosa... en casa de Minimilk.

A la hora y media apareció.

- Hola Slim, siento el retraso, por el camino me encontré a... - Ejem!...Ya entiendo....-cortó carraspeando- no tengo mucho tiempo, mañana es jueves y

debo usar esta cámara, quiero aprender su manejo lo mejor posible, es muy importante, un caso depende de ello.

Y se pusieron manos a la obra. Un mar de cables, cargadores, baterías, enchufes... llenaban el suelo del salón muy cerca del televisor...

- ... y así conectándolo al aparato, podemos ver lo que la cámara está enfocando en este momento, mientras graba; !Hola vecinos¡ -gritó Lucas mirando al objetivo y comprobando que su imagen salía por el televisor- ... ten en cuenta que está sintonizada con vídeo y éste al “telecable” que da señal a todos los pisos, tienes que desenchufarlo para que el resto de los vecinos no lo veamos, a menos que sea muy interesante...

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- Si claro, debo sustituir la señal para que no lance la imagen a toda la escalera -concluyó Slim con aire de entendido-.

- No, simplemente desconectas el cable; no olvides que la cinta es igual y puedes verlo en tu aparato directamente.

Y dicho esto se marchó, no sin antes advertirle que tardaría en llegar a su casa una media hora...

Ya estaba dispuesto todo para el gran momento, en el que daría con la pista de las “actividades” de la Sra. Fuertes y que con sólo seguirla resolvería el caso; Slim no lo sabía, pero estaba cerca de descubrir algo que no imaginaba y que se convertiría en la piedra angular de su carrera.

Cargado con una gran bolsa de deportes de aspecto sospechoso, madrugó con el propósito de tenerlo todo a punto antes de que nadie llegara a la cafetería. Su nueva cámara y su cuaderno de abordo estaban a punto de hacer la inauguración estelar de una nueva época. Con un preciso golpe de muñeca, abrió su cuaderno y empezó...

JUEVES 7 DE JULIO San Fermín

1) Videocámara grande “Panasonic”. Batería y cinta para 120 minutos. 2) Traje de camarero para cambiar por de calle esta tarde. 3) “Instalo la vídeo-cámara perfectamente escondida para hacer las primeras pruebas antes

de que llegue el Jefe. La coloco enfocando hacia el infinito, y supongo que caerá dentro del campo de acción, o de visión. Conecto y espero. La mañana es una pesadez, el calor va en aumento y las “clientas” no dejan de incordiar. 34 “Cruasán” y 23 raciones de churros.

4) 14’00 PM. Me dirijo a la trastienda y extraigo la cinta, corro a casa como lugar más cercano para visionarla.

RESULTADOS

“Olvido quitar el protector del objetivo, por lo que todo sale en negro. No puedo saber, por tanto, hacia donde enfocaba la cámara. Esta tarde lo haré a ciegas. Cargo otra batería”

16 PM. “Introduzco la cinta ya rebobinada y sustituyo la batería nueva. Logro mirar a través del objetivo y abro campo, luego cierro justo al sofá, único sitio en la trastienda donde se puede sentar. Una pequeña fiesta de un grupo que viene con mucha marcha, me impiden concentrarme en la llegada de la Sra. Fuertes. Por fin la veo a lo lejos. Bajo a la trastienda y conecto el interruptor de la cámara. 18.30 PM. Batería y cinta para 120 minutos. Me cruzo en la escalera. Saluda. Saludo. El jefe la sigue, me regaña: ¿Que haces aquí Slim?. Me subo la bragueta en señal y miro al cielo. Se encierran. Dos horas después salen. Entro y recojo el equipo. Ha funcionado. Lo guardo en la bolsa y espero a las diez .Corro a casa. Es tarde, no creo que sea el momento de llamar al Sr. Fuertes.”

RESULTADOS

“Logro grabar la cinta al completo sin necesidad de dar al doble espacio que, por otra parte, no se cómo se hace. Preparo la cinta en el vídeo, la rebobino para su visionado.”

Y dicho, o mejor escrito esto, Slim se sentó ansioso de enterarse de una vez de los “afaires” de Don Ricardo y sus incursiones en el terreno de la enseñanza. De manera automática llamó al contestador de “Abaca...”. Tres mensajes: “Peet... Slim soy Anselmo y estoy impaciente por saber si ha habido resultados, Llámeme... “Peet ... Me interesaría contactar con Ud. Tengo un importante caso que necesita de un detective con experiencia. Mi nombre es García L. y me puede localizar en el 91 479 92 03. Gracias” “Peet... Si ustedes no fabrican pan integral, no me interesa .Clic”.

Este último mensaje dejó a Slim pensativo, nunca se había interesado por la fabricación de pan integral, no obstante lo apuntó en su cuaderno... nunca se sabe.

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Los saltos al vacío que describía la mente de Slim, le habían hecho olvidar que la cinta esperaba en el vídeo para ser vista. El sonido del final del rebobinado le devolvió a la tierra, se giró hacia el aparato y ansioso presionó el “Play”.

A los cinco minutos la boca le llegaba al suelo... ¡Que abrazos, que gritos, que sujetador fantasía, que... que... ¡Que Barbaridad!. No podía imaginar cómo un hombre de su posición, con sus años y sus kilos, estuviera tan ágil. Y ella, un poco entradita en carnes y con esa inusitada energía, le hacía... le hacía... ¿Que le hacía?... Algo que Slim nunca había visto o por lo menos así, algo que le obligó a girar la cabeza hasta situar los ojos a la altura de la boca, algo asqueroso...Ya no sería capaz de tomar café de aquél que..., ni comer mortadela!... ni salchichas! ...y el azúcar... ¡Ay madre con el azúcar! no sería capaz de abrir un sólo terrón de... de..de... mantequilla ¿Que hace con la mantequilla?...¿Por donde la...?...

Casi dos horas de disparates y posturas, explicó a Slim el motivo de que pusieran la música tan alta...¿Y la calculadora?...

Impresionado aún por el descubrimiento se dirigió al teléfono cuando sonó el timbre de la puerta. Era Minimilk.

- ¿Que barbaridad Slim! ¿Donde has alquilado esa película?...¿Podías haber avisado?...

El espectáculo tuvo todas las interpretaciones: Algunos vecinos protestaron por la hora de emisión. Otros pedían su repetición, pero casi todos la grabaron para verla después en la intimidad de su hogar y con los retoños acostados. Slim había olvidado desconectar el “Telecable”.

A la mañana siguiente, todo el vecindario sabía lo ocurrido. Hasta el videoclub de la esquina estaba preparando copias piratas ante la posible demanda. Slim no se atrevió a ir al restaurante temiendo lo peor. Tenía toda la razón. Cabizbajo y pensativo, montó en su viejo Skoda y dirigió el morro hacia “Abaca...” una vez allí se encerró.

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CAP.7

La actividad en la agencia rondaba el paroxismo. Slim había conectado el vídeo en cuestión y mientras echaba un último visionado “una última comprobación” escribía su informe utilizando un único dedo de cada mano. El teléfono le interrumpió.

- Abaca investigadores ¿Dígame?. - Hola Slim -contestó una lánguida voz- soy Anselmo. - Precisamente estaba preparando su informe... - Ya no hace falta -interrumpió- no creo que en el barrio quede alguien sin saberlo. A

propósito, le está buscando el tal Ricardo, su mujer le ha puesto una demanda de divorcio. Le va a salir caro. Las pruebas que ha logrado son irrefutables. Yo... necesito hablar con alguien.

- No me pienso mover de aquí -respondió Slim- le invito a una copa.

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El paquete de auténtico rubio americano tocaba a su fin cuando sonó el timbre de la puerta. Slim abrió. Era Anselmo. Parecía venir de una batalla y haberla perdido, con un continuo secar el sudor de su frente, que no ocultaba su triste mirar, aceptó gustoso la invitación a pasar.

- Güisqui? - Con agua, por favor.

La pequeña estancia en la que se respiraba un aire añejo, que todos hemos vivido alguna vez en el cine, tenía encendido el aire acondicionado. Anselmo se volcó literalmente en él para evaporar su humedad.

- Estoy avergonzado, no soy capaz de salir de casa y cuando lo hago creo que me está mirando la gente y que ríen en silencio, no se que hacer, todo el mundo me conoce. Le he pedido el divorcio a mi mujer y ella se ha ido a casa de su madre.

- ¿Cuando se enteró? -preguntó Slim- - Esta mañana al ir a comprar el periódico y el quiosquero quiso saber cuánto habíamos

cobrado por el rodaje. Él mismo se ofreció a facilitarme una copia al darse cuenta de mi asombro.

- Yo he tenido dos llamadas una de Don Ricardo amenazando con cortarme el pescuezo, la otra de una productora: “Sueños Húmedos” para interesarse por los derechos de autor... No sé cuanto pedirles.

- ¿Está Ud. loco? -Interrumpió rápidamente Anselmo- .. no creo que se le ocurra, y en último caso soy yo el propietario de la cinta que para eso le contraté.

- A propósito de contratar -continuó Slim mientras le entregaba un sobre cerrado y una cinta de vídeo- ... aquí tiene mis honorarios.

- De eso quería hablarle precisamente -prosiguió Anselmo mientras se sentaba en la cómoda silla giratoria de cuero negro y madera que presidía la mesa de Slim, e introducía la cinta en el pequeño reproductor que tenía estratégicamente situado sobre ella- ...he deducido de sus actividades y por lo que aquí veo, que a Ud. no le sobran los clientes; y de no ser por el sobresueldo de la cafetería no llegaría a final de mes. Por otra parte ya sabe que tengo mucho tiempo libre y me gusta aprender. Lo que le propongo Slim, es que nos asociemos. Yo le conseguiré clientes y sufragaré parte de los gastos de la agencia. Además sabe que tengo varias propiedades de las que cobro renta. Una de ellas es, precisamente, el edificio donde Ud. Vive, le liberaré del alquiler en aras al mejor entendimiento de esta nueva sociedad.

Tan rotundo como seguro, Anselmo no dejó puerta abierta para una negativa por parte de Slim, sobre todo ante la fulgurante pérdida del empleo de camarero en el café de Ric, como él llamaba al Restaurant’S Richard, donde Ricardo Campello, el dueño, iba a comenzar una encarnizada lucha contra los abogados de su esposa pensando, a cada instante, en rebanar el cuello de su “James Bond” de pacotilla.

- Me ha convencido Sr. Fuertes -dijo Slim rompiendo el sobre- ... empezaré perdonando mis honorarios. Y... ¿Cómo lo haremos?

- Creo que lo más sencillo es con una sociedad al 50%, repartiremos gastos y beneficios -respondió Anselmo-

Un apretón de manos selló el principio de lo que podía ser una larga amistad. Sentados en la penumbra de la habitación, disfrutando del silencio de la compañía, el aire fresco y un buen güisqui; una mirada cómplice y una leve sonrisa era suficiente para sentir un relajado placer. En otro lugar de la sala se escuchaban aún los gemidos de “Pura” mezclados con una partitura de Chopin y el ruido de una calculadora.

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CAP.8

Una llamada en el contestador pidiendo ayuda, casi siempre suele traer pegado un cliente. Y así era, en este caso un viejo conocido de Slim solicitaba sus servicios...

- ¿Dígame? - Soy Slim García de la Agencia de Detectives Abaca o Abaca... - (tos), Soy Sinfonio García Lustau,...-interrumpió-...a quién Ud. Compró la cámara de video

¿Recuerda?.El director de orquesta...

Con un rápido gesto, Slim tapó el micrófono del auricular con la sana intención de que su ahora “Socio” no se enterara de la prematura compra.

- Sí, ¿Que ocurre... acaso no cobró el cheque? -respondió alejándose de Anselmo- - No se trata de eso -dijo ya en un tono mas bien serio- ...si le dejo un mensaje

solicitando sus servicios es porque al conocerle se me hace más fácil poder explicarle... o sea que Ud. ya no es un intruso... esto es muy delicado y... si alguien llegara a... Mire es mejor que nos veamos.

- ¿Puede venir a la Agencia... - Si ¿La dirección de la tarjeta que me dejó es correcta? - Avenida Daroca 79, bajo D ¿Puede a las siete? - Allí estaré, me urge.

Para esta primera cita de la “sociedad”, Slim no había puesto en marcha su estruendosa grabación de oficina. Pero sí Anselmo, quien jugando con los botones de la mesa encontró un pequeño simulador magnetofónico con inscripciones como “Ruido aeropuerto”, “Oficina”, “Disparos”, “Sirena de policía”...

- Muy útil ¿Verdad? -le espetó sonriendo- - En mi... nuestra profesión, tenemos que fingir tan a menudo... -remató Slim- ... que

no todo es del color del vidrio que se ve, sino del cristal que pongas en la recámara, querido Anselmo.

Este final a lo famoso detective, servía para cortar con las discusiones que Slim daba por perdidas

o no sabía muy bien cómo acabar. Por su parte Anselmo, que su gran humanidad le había enseñado a ser paciente, no hizo demasiado caso a lo que no podía tachar de pretencioso, sino de autodefensa.

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La ignorancia es muy atrevida y Slim gozaba de una buena dosis, aunque el saber hacer de su oficio y la precipitada toma de decisiones, le solían emplazar por delante de la situación. Era una rara mezcla de suerte e intuición.

Dos horas mas tarde, Anselmo tenía una idea aproximada de la relación entre el conocido concertista y su socio...

- Puede abrir Ud. -dijo Slim mientras se humedecía la cara en el aseo- ... Seguramente será él.

Una figura vestida totalmente de negro y que sólo se diferenciaba de Drácula por el tipo de capa, entró a grandes zancadas, miró a ambos lados de la estancia hasta fijar su mirada Slim que salía del baño ajustándose la corbata.

- Ustedes no se conocen -dijo- ... les voy a presentar. El señor García Lustau... Sinfonio si no recuerdo mal, mi socio el señor Fuertes. Puede hablar con toda confianza, el secreto profesional nos convierte en auténticas fosas...

- Tumbas -corrigió Anselmo- sentándose enfrente. - ...por muy delicado que parezca su caso -continuó Slim- ... nosotros le garantizamos

nuestro silencio y la discreción suficiente para resolverlo. Sin ir más lejos ..¡ejem!... acabamos de resolver uno bastante escandaloso...

- Si... -interrumpió Anselmo, temiendo una explicación demasiado detallada por parte de su socio- ... pero ahora lo que importa es su historia. Cuéntenos, somos todo oídos...

- Escandalosa, es la palabra si esto llega a saberse, o a verse. Yo soy una figura pública y notoria y no me puedo ver expuesto a este tipo de chantajes. No debo figurar... mi mujer... su marido...

- Cálmese -le interrumpió Slim al tiempo que se levantaba de la silla- ...nosotros estamos aquí para ayudarle. Le pondré una copa ¿Güisqui?

- ¿No tiene agua de litines? - ¿Está de broma? ...-contestó-... Le puedo hacer un té.

El agua de litines no estaba catalogada entre las tipologías de Slim, por lo que malamente podía asociarla a una determinada personalidad; en adelante lo haría, de momento un té que va bien en todo momento.

- Con leche fría, por favor...-respondió sentándose frente a la mesa- ... el caso que me trae ...yo... la verdad es que me encuentro incómodo... es tan difícil empezar sin perder la compostura...

- Tranquilícese -repitió Slim al tiempo que le acercaba la taza-... empezar siempre es difícil, confíe en nosotros...

- Como Ud. ya sabe -comenzó Sinfonio dando pequeños sorbos al té sin dejar de agitar la cuchara- ... dirijo la orquesta y coros de la Comunidad de Madrid. Sabe también de las prácticas psicomotrices y de actuación ante la cámara de vídeo, de mis ensayos privados. De unos ensayos que... -se levantó enfurecido con la mano hacia el cielo como si quisiera coger una bombilla-... que nadie, repito NADIE debe ver ya que transgrediría la intimidad del “Maestro”. Pues bien, esa intimidad ha sido socavada, violada, vulnerada y lo puede ser aún mas si no pago 2.000.000 de pesetas a una persona que me entregará la cinta. Mi sospecha es que puede hacer copias y aquí entran Uds. ...

- Si claro, hacemos el intercambio -interrumpió Slim con aire de suficiencia- - No -insistió Sinfonio- ... el intercambio lo haré yo. Uds. deben seguir al contacto, una

vez hecha la entrega y descubrir su procedencia, necesito tenerle controlado por si acaso.

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- Entonces le arrebatamos el dinero y le sacudimos hasta que cante y nos entregue las otras copias....-acabó Slim-

- No, simplemente les localizan, lo que me interesa es mantener mi nombre y el anonimato del asunto. Con una simple amenaza de acudir a la policía los tendré a raya.

- Y ¿porqué no ha ido a la policía ya? -preguntó Anselmo que se olía algo turbio el asunto-

- Por que la nota era tajante... - ¿Que nota? - La nota que mandaron los chantajistas... la nota... ¿Qué nota?

Los colores subieron a la cara de Sinfonio a la vez que apretaba con fuerza algo en el puño, algo que no estaba muy seguro de que pudieran ver Slim y su socio: La nota.

- Mire -apuntó Anselmo muy tranquilo y con tono conciliador- ...si no confía plenamente en nosotros no vamos a poder hacer mucho, además, en estas condiciones no estamos seguros de querer aceptar el caso.

Un golpe seco sonó en la habitación cuando la cabeza de Slim chocó contra el suelo, después de haberse caído por el respaldo trasero de su silla. La idea de rechazar un cliente le hizo perder el poco equilibrio que mantenía a dos ruedas.

- Nada, nada, aquí no ha pasado nada...-dijo levantándose del suelo y frotando la cabeza con la mano- ...déme ese papel, déme, déme, lo leemos y ya está. Aquí no ha pasado nada.

Por un momento la pérdida de un cliente, del único “modus vivendi” que ahora le quedaba puso a Slim en la tesitura de tomar las riendas y golpear a Anselmo, aunque éste tuviera razón. Finalmente de un tirón seco, arrebató la carta a Sinfonio.

Tenemos su cinta grabada y Nos ha dado vergüenza de verla. no quiero pensar lo que Pagaría su esposa el marido de su amante.

Por dos millones se la devuelvo. si llama a la policía la envío a la televisión. esté atento a la plaza de la Paja.

- Esto explica algo más -incidió Slim acercándose hacia su cliente y apoyando, con el fin de intimidarle, las manos en el respaldo de la silla- ...me gustaría conocer la historia desde el principio, empecemos...

- Tiene razón -respondió un Sinfonio no tan arrogante, que agachaba su cabeza hasta esconderla entre sus vergüenzas- ... le contaré la historia desde un principio y comprenderá mi apuro.

- Le escuchamos. Confíe en nosotros. -terminó Anselmo con esa afabilidad que las personas de su metraje son capaces de transmitir-.

- Todo empezó por una vecina..., los grandes artistas no estamos libres de ser admirados, incluso venerados. Y ésta vecina, Dulcina que así se llama, aunque he de confesar que prefiero referirme a ella con acento inglés: Dulzaina, es una apasionada de la música clásica. Al enterarse que vivíamos en el mismo bloque subió inmediatamente a ofrecerse como admiradora, además tocaba la flauta...

- La flauta o el órgano -interrumpió un Slim despistado al que no le daba tiempo a recoger en su “cuaderno de abordo” todo lo que narraba-.

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- La flauta...-prosiguió Sinfonio con tono seco temiendo ser víctima de una broma de su interlocutor- ...el oboe y el clarinete. Es una buena aficionada, aunque no llegue a profesional. No obstante me acompaña en alguno de mis ensayos que, sin falsa modestia, le entusiasman. Esta amistad llegó a ser algo más íntima a medida que el tiempo pasaba y nos encontrábamos más cerca el uno del otro. Ni su marido, que es mayorista de pescado en Legazpi, ni mi mujer que se dedica a vivir de mis rentas, a comprar trapitos y a organizar tertulias interminables con sus amigas, comparten nuestra pasión por la música y esto, en definitiva, nos acercó cada vez más. La gota que colmó el vaso, fue cuando ensayaba “Carmen” de Bizet y llegó ella. Vestía mis mejores galas, el estreno era en tres días y estaba casi todo listo.

Sin parar de dirigir me di cuenta que se acercaba y sentaba a mis pies, dijo que me iba a acompañar con la flauta..., poco después estaba con los pantalones bajados y a su merced. No paré de agitar la batuta en todo momento, a cada acorde. Todo fue bien durante el “Prelude” e incluso en el “Interlude” donde la flauta dio paso a un glisando de clarinete, la “Seguidilla” animó la cosa que gradualmente pasó a ser un solo de oboe justamente en “Les Dragons d’Alacalá”, para terminar con la rápida explosión de la trompeta con sordina rasgada en “Les Toreadors”, la euforia del momento la fuerza del ritmo y la incomodidad de los pantalones bajados, me hizo perder el equilibrio y rodé por el salón hasta incrustar la batuta en el altavoz derecho.

- Hasta ahora es algo bastante habitual, créame. -suspiró Anselmo-. - Incluso poco original. -remató Slim-. - Y esto no es más que el comienzo -prosiguió Sinfonio-... la mala suerte nos llevó a

tropezar contra la cámara de vídeo, testigo mudo de nuestro choque, que se golpeó contra el suelo sufriendo varios desperfectos, el más inmediato fue la imposibilidad de extraer la cinta, por lo que toda la actuación quedó grabada y guardada. Los esfuerzos para sacarla fueron inútiles, si bien siempre podíamos romper la carcasa, pero esto no era conveniente en un primer momento, ya que la reparación podría dispararse... Y no sabe cuanto se disparó...

- Hasta dos millones...-concluyó Slim dando por terminada la explicación- ...empezaremos por investigar la empresa que reparó su aparato, será fácil llegar hasta el chantajista.

- Ojala fuera tan fácil! -continuó, mientas con una mano en el hombro de Slim le hacía sentarse en su sillón-... pero en los grandes almacenes, donde me dirigí de inmediato, el empleado de la sección música y vídeo, muy amable por cierto, me hizo llenar una ficha para enviar el aparato a la casa: “no me atrevo a abrirla yo, es muy delicada y si se rompe perdemos la garantía” dijo mientras la envolvía en un sobre con la dirección de la empresa de reparación concertada. Por supuesto lo impedí automáticamente, ya que no me podía arriesgar a que alguien lo viera, una persona pública como yo...¡Que escándalo! Entonces le pedí la dirección para ir personalmente.

- Y se dirigió allí -dedujo Slim- - No, no me dio tiempo. Justo a la salida se me acercó un tipo: - “Perdone que le moleste -me dijo-. Me ha comunicado el empleado su problema y puede

que tenga la solución. Usted lo que pretende es arreglar la cámara pero sin que se extravíe la cinta.”

- “Si, - contesté extrañado- ... tiene un valor sentimental.” - “Sígame, por favor, a ver si lo podemos solucionar”.) - A continuación volví a entrar en los grandes almacenes. Me indicó que le esperara abajo,

junto al mostrador de fotografía. - Y hasta ahora -comentó Anselmo- - No, hasta ayer -corrigió Sinfonio-... que me llegó esta nota por conducto mas que directo:

La depositaron en mi buzón. - Y ¿Ud. no sospechó nada del vendedor -inquirió con sarna-

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- No, la verdad es que me resultó rara su forma de vestir para ser el encargado de un establecimiento de esa índole. Cuando le pregunté al empleado del departamento me dijo que el individuo que había salido corriendo escaleras arriba era muy difícil que me arreglara nada, y menos allí. Entonces comprendí. Se me cayó la cara al suelo.

- Por supuesto ¿Su mujer no está al tanto? -preguntó Slim- - Ni mi mujer ni el marido de Dulzaina... - Y ¿Que cree Ud. que quiere decir con: “...esté atento a la Plaza de la Paja”? -continuó

Anselmo mientras se servía otro JB con agua- - Yo tampoco lo entendí -dijo Sinfonio- ... hasta esta mañana que recibí una llamada en la

que me amenazaban con hacer pública la cinta si no seguía al pié de la letra las instrucciones:

“Diríjase por las tardes a la plaza de la paja. Allí hay tres restaurantes. Colóquese en la diagonal que va desde el vasco “GURE-ETXEA” hasta el ruso “EL COSACO” . Recorra los setenta y ocho metros que les une desde las cinco de la tarde hasta las ocho. Si no hemos contactado con Ud. vuelva al día siguiente a la misma hora y repita la operación. Lleve el dinero en un paquete envuelto en papel cartón. Y que sean billetes usados”.

- Muy bien ¿Cuando tiene que empezar? -preguntó Anselmo- - Pasado mañana. - Allí estaremos -continuó-... Ud. haga lo suyo, nosotros nos ocuparemos del resto. Lleve o

no el dinero, estaremos allí vigilándole y grabando todo lo que ocurra en esa plaza. No se preocupe llegaremos a descubrir la identidad de los chantajistas.

Y dicho esto marchó.

La agencia de detectives Abaca estaba al completo y por fin cumplía con su nombre plural. Slim y Anselmo permanecieron un rato en silencio antes de contrastar sus opiniones. Slim giraba en su silla basculante mientras Anselmo reposaba sus sudores en el aire acondicionado. Pensativos queriendo repescar las palabras para que nada se escapase a su interpretación. Analizando las posibles acciones a llevar a cabo. El primero en hablar fue Anselmo...

- Bueno, pues está muy claro ¿No? El chorizo ha visto la cinta y sabe muy bien cómo sacarle partido. Es un personaje conocido y el escándalo para él es lo peor, juegan con la ventaja de su miedo a una mala publicidad y la policía avisaría a sus parejas...

- Tengo la impresión -dijo Slim- ... que algo parecido ... no se, es como si todo esto me fuera familiar...

- Bien , yo me fío mucho de su intuición, pero eso lo dejaremos para más adelante. Ahora tenemos que trazar un plan. ¿Que le parece si instalamos la cámara en un sitio donde se pueda grabar a toda la gente que pase por la plaza? Esto nos servirá, el primer día para intentar descubrir caras sospechosas. El segundo para comparar con las del día anterior... y así sucesivamente. En poco tiempo descubriremos a los chantajistas y con suerte hasta grabaremos el momento de la entrega. ¿Le gusta?.

- Si, la verdad es que si -respondió Slim encendiendo un cigarrillo y hablando sin desencajarlo de la comisura de los labios- ...sin embargo, he revisado las notas que tomé en mi cuaderno, y tengo algunas dudas que me gustaría poder aclarar.

- Dispare -dijo Anselmo preparándose a responder a un buen interrogatorio profesional- - En primer lugar, cómo pudo entrar la tal Dulcina sin que nadie la oyera, a menos que la tal

Carmen, la del Bidet, le abriera la puerta, naturalmente después de lavarse. En segundo lugar de donde sacó los instrumentos que tocaba y tercero ¿Que hacía él con los pantalones bajados?... No obstante y a través de la conversación, he deducido algo de gran importancia: que Sinfonio es de origen extranjero y que le gustan los toros. Si no ¿Como se explica que diga “Toreador” con acento y al entrar a matar clave la batuta en el altavoz...?

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- Me parece Slim -indicó Anselmo dirigiéndose a la puerta-... que hoy ha sido un día muy largo...

- Pero provechoso...¿Crees que “Sueños Húmedos” pagará más por dos auténticos originales...?

- Como dos buenos colegas, bajaron juntos hasta la plaza de toros de Las Ventas, disfrutando de un sosegado paseo a una hora en la que el sol deja de atizar. Una suave brisa de poniente les acompañó casi todo el trayecto. Entraron a cenar en una taberna frecuentada por Slim, donde siempre tienen algo de la corrida del día anterior. Mañana madrugarán, la Plaza de la Paja les esperaba a las ocho en punto.

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CAP.9

Txema Ureta e Iñaki Zabala compartían habitación y aficiones. Ambos habían urdido un plan con el que despistar de su auténtica acción.

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Conocedores del lugar exacto donde deposita los fondos bancarios una empresa de transportes blindados, lograron “hacerse” con 40 kilos de “Goma 2” y un par de detonantes. Eso sí, como lo adquirieron en el mercado negro bajo la consigna de un inminente atentado, les había salido más barato.

La historia se les empezó a complicar al final de la transacción cuando el vendedor les informó de la caducidad del explosivo...

- ¿Que ha caducado hace cinco años? - Si ...-respondió Txema-...pero me ha dicho que no importa con tal de que se mantenga por

debajo de 38º grados Y así alquilaron una habitación en una hostería de un céntrico barrio del Madrid antiguo, donde la

nobleza de sus edificaciones recordaba un gallardo pasado; se instalaron en una céntrica plaza: la Plaza de la Paja, justo encima del restaurante de un paisano. Habitación con derecho a nevera donde poder guardar el explosivo. Muy cerca de la buena y auténtica cocina donde deleitarse mientras llevaban a cabo la acción.

Los artilugios portátiles no les parecían demasiado seguros y hacía muchos años que en Madrid no se registraban temperaturas tan elevadas. Las noticias hablaban de una docena de muertos por deshidratación en Andalucía.

- Estamos por encima de los 40 grados ¡Hostia! -dijo malhumorado Iñaki- ... si esto sigue así no vamos a poder sacar el paquete de la nevera...¿Es que ni por la noche oye?

- No te preocupes -le tranquilizó Txema- ... ya refrescará, lo importante es que lo hagamos en el momento preciso y si tenemos que colocarlo de noche, pues lo hacemos de noche. La iglesia de San Miguel está aquí cerca. ¿No vendría mal hacer una visita para pedir que nos ayude, rezar un poco nunca está de más oye?.

Dicho esto bajaron a misa de siete.

El plan era encontrar un transporte para colocar el explosivo, algo lo suficientemente discreto pero fuerte y que no levante sospechas al tener que estar aparcado, posiblemente, semanas, algo que no buscara nadie.

Después de los oficios religiosos, pasearon charlando afablemente hasta llegar al río Manzanares donde unos abuelos jugaban a la petanca. Plácidamente sentados recordaron el plan.

- Cualquier lunes o miércoles - repasó Iñaki- ... las furgonetas de “Moneysecur” llevan una importante cantidad de dinero al almacén central de Vallecas. La pared que linda con el Camino de Hormigueras carece de la protección adecuada y coincide con el lugar donde se depositan los fondos, fondos que por la mañana serán repartidos a todas las sucursales.Tienen previsto reforzar ésta pared en Septiembre.

- Hay que localizar un vehículo -continuó Txema- ...que podamos “aparcar” junto a la pared y explosionar la “Goma 2” luego entrar por el agujero, será pan comido, disponemos de 15 minutos hasta que reaccionen. Sólo hay dos vigilantes y dos vascos valen por ocho.

- En verano todo el mundo está de vacaciones -dijo Iñaki- ...no obstante reservaremos 10 ó 15 kilos para explosionarlos al otro lado y desviar la atención de la zona. De paso bloqueamos la salida hacia la M-40.

- ¿Y la pega del calor? -preguntó Txema- - Nada, nada, como lo podemos a hacer de noche, no nos va a quedar otro remedio que

montarlo en el momento y trasladarlo con la fresca. Madrid era un horno. Hacía muchos años que la sequía y el calor era tan intenso. Las

temperaturas no perdonaban ni por la noche, aquello no tenía pinta de solucionarse en poco tiempo. Txema e Iñaki continuaron paseando hasta altas horas, degustaron una buena merluza y se fueron a

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tomar un “calimocho” a un lugar típicamente vasco. Con más calor aún volvieron a su habitación mientras abajo, en la plaza, comenzaban los preparativos para las fiestas más largas de Madrid.

San Cayetano, San Lorenzo y la Virgen de la Paloma, no sólo coinciden en el calendario en el mismo mes, si no que en el ánimo de los madrileños son consideradas como las fiestas más “castizas” y simpáticas. Los mozos se engalanan con el traje típico de “chulapos” y el Ayuntamiento contrata músicos que llevan sus “chotis” a las plazas con más sabor de la Capital. Hay un premio para la calle mejor “engalanada” por lo que la actividad veraniega de los vecinos es tremenda. No es difícil ver furgonetas mal aparcadas, escaleras apoyadas en los salientes... en general todas las calles disfrutan de un “revestimiento” veraniego que tiene que durar casi un mes. El día 15 de Agosto terminan.

Txema e Iñaki , empresarios venidos a menos a quienes la crisis del 94 había arruinado, tuvieron que abandonar, por piernas, un pequeño almacén metalúrgico donde figuraban como mayoristas. Un error gramatical dio al traste con lo que era, en principio, un floreciente negocio.

- Milímetros y no metros -murmuró Iñaki mientras intentaba conciliar el sueño-. - Yo creí que era en plural... -respondió Txema a quien el calor tampoco le dejaba dormir- - ¡En plural, en plural... -dijo con tono de reproche- ... pero aunque lo pareciera ¿No podías

confirmar el pedido? ¡Se trataba de 50.000 barras de 10 milímetros: “mm” quiere decir milímetros y no el plural de metros!

- No si ya me parecía a mí mucho, sobre todo al intentar meterlos en el almacén. No cabían...

- ¡No cabían, no cabían... -volvió a refunfuñar Iñaki- ...no cabían en todo el País Vasco! ¿No te diste cuenta cuando la empresa fletó dos buques para hacer el porte?

- Dos buques, dos buques -repitió Txema haciendo muecas- .. a cualquier cosa llaman buques...

En esto Iñaki lanzó sus ciento y pico kilos contra la cama donde su compañero intentaba dormir. Los tortazos y el revolcón acabaron contra la nevera que al abrirse dejó caer un paquete envuelto con papel de celofán marrón: El explosivo. El silencio más acongojante se apoderó de la escena. Temblando y como si de mantequilla se tratara lo volvieron a introducir en el fresco estante.

- No puede explotar, no tiene conectado los detonantes -comentó Txema- - No me daba miedo eso -inquirió Iñaki- ... temo la subida de temperatura como dijo el

“contacto”. Al estar caducado puede explotar si se mantienen constantes más de 38 grados y mi temperatura es de 36 ó 37. Esto nos pasa por comprar saldos.

El murmullo de los vecinos al montar interminables adornos con flores y luces de colores y la tranquilidad que se respira en esa parte de Madrid terminó acunando esos trescientos kilos de vascos en un resacoso y tranquilo sueño.

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CAP.10

Una angustiosa hora después, escondidos entre cascotes y con el sonido lejano de alguna sirena. La furgoneta del “Equipo B” ó mejor, del “B Team” llegó al lugar de recogida. Montaron llevando siempre los preciados bultos y, con las luces apagadas, se alejaron del puerto de Vigo. La sonrisa volvió a los rostros de los “artistas” al coger la autovía que une Vigo con el futuro: Madrid.

- Me dan ganas de abrir un paquete y esnifar un poco -dijo Piti, el narco más bajito y nervioso-

- ¿Tú estás loco? -Respondió Lucre, el cerebro de la operación- ...está puro, hay que mezclarlo con polvitos blancos, y así multiplicar por diez su tamaño y, claro, su valor. Aunque no hace tanto efecto... pero es igual. En esto aquí son unos expertos...

- Lo “cortamos”...-interrumpió Macario, sabio conocedor de la materia- ...su pureza es peligrosa, así que lo mezclamos con otros productos para reducir su efecto.

- ¿Que productos? -preguntó Piti- - Depende...-continuó el gallego con aire doctoral- ...de la población a quien vaya

destinado. Por ejemplo, si es a un barrio obrero, lo mezclamos con estricnina o cualquier otro tipo de veneno que también sea alucinógeno o atonte y con harina de centeno, los efectos se multiplican y resulta más barato. Si es al barrio chino la harina será de arroz, lo agradecen mucho. Si por el contrario es un barrio pudiente, los clientes son más exquisitos y difícil de engañar, lo mezclamos con vidrio en polvo y sosa cáustica, los diminutos cristales arañan las venas de la nariz y produce un efecto mayor y más rápido con menos cantidad, son muy ahorrativos...

Un control policial nocturno en la carretera, pone en guardia a los ocupantes de la furgoneta. Los dos gallegos abren un par de botellas y rocían a los colombianos con güisqui del barato.

- ¿Que haces? -protestó Masho que dormía placidamente- - Es mejor que nos crean borrachos -dijo Pedro- ...la multa es menor.

La parada al lado del Jeep de los agentes fue espectacular, Macario se tropezó con la botella que Pedro acababa de vaciar sobre sus cabezas y que se coló bajo el pedal del freno impidiendo así su descenso como el del embrague, por lo que con buenos reflejos, tiró de la palanca del freno de mano que bloqueó las ruedas traseras, y provocó que la furgoneta describiera un giro de 180º colocándose pegada al coche patrulla pero en sentido contrario. Ni un ligero roce tuvo lugar entre los dos vehículos. Los dos guardias, tirados al suelo, esperaban apuntando con sus armas reglamentarias, no se podían creer lo que estaban viendo...

- ¡Bajen fuera del coche con las manos donde pueda verlas! -increpó a gritos uno de los agentes-

- No se ponga nervioso... -dijo la voz balbuceante de Macario que intentaba hacerse el borracho- ...ya salimos.

- Macario ¿Eres tú? -preguntó el guardia- - ¡Malboro... -suspiró éste al conocer a su amigo- ...que susto nos has dado! Creíamos que

era la policía. - Y lo somos... hombre, no jodas!....! - Yo me entiendo...-explicó Macario- ... quería decir... policías desconocidos. - ¿Y estos...? -preguntó señalando a los colombianos- - Son unos amigos que llevamos a Madrid, lo que ocurre es que vienen de fiesta... - Ya huelen ya -terminó el agente-... lo que no entiendo es la frenada... - Ni yo chico -dijo el gallego- ...creo que ha patinado el freno, exceso de aceite... - Exceso de alcohol -irrumpió Camel, el otro agente, desde el otro lado de la carretera- ...te

va a costar llegar a los “madriles” con ese carburante. Se huele desde aquí.

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- Bueno pues nos vamos -se despidió Pedro volviendo a entrar en la furgoneta de la que no había salido del todo-

Y se alejaron tirando por las ventanillas las malditas botellas. La pregunta era esperada.

- ¿Los conoces? -dijo Lucre sin dar crédito a lo que estaba pasando- - Claro... -respondió- ...son viejos conocidos, llevamos juntos algunos negocios

relacionados con la venta de cigarrillos, de ahí sus motes. - Ah... -continuó el colombiano- ...venta de tabaco de contrabando... ¿De USA? - No, de Granada -respondió Pedro- ...del interior y de plantaciones propias. Lo que ocurre

es que el sobrante se auto vende de contrabando o que parezca de fuera, el paquete es distinto... y el tabaco suele ser peor, sobras... pero curiosamente gusta más. La gente lo llama “Pata negra” y llegan hasta pagar más... serán idiotas...!

- No me extraña -comentó Napo que estaba sentado en el suelo, al fondo de la furgoneta, apurando una botella de mal güisqui- ...si con la “coca” hacen lo que hacen...

Lucrecio Jiménez “Lucre” era el cerebro de la operación. La había planeado con su habitual sigilo

y se había documentado concienzudamente en todo lo referente a vida y costumbres de los españoles. Pensaba establecerse en este moderno país, tan afable y en el que casi nadie se sorprende por nada. La prueba era la carretera, los controles, los contactos... La mafia local era mucho más suave que la italiana y aunque ésta naciera como defensa ante los franceses, la española procedía, sorprendentemente, de las más altas esferas religiosas, de una antigua obra que le hicieron a Dios. No explicaban muy bien el lugar de edificación de dicha “obra” pero debía ser “lugar santo” ya que siempre que hacían mención lo decían en latín.

Procedente del sector cooperativo colombiano, “Lucre” había adquirido una vasta cultura. Su ingenio y atrevimiento le llevaron a proponer una ley para unir las cooperativas de vivienda con las de consumo, pero no encontró lugar donde guardar los carritos de la compra, así que intentó, en vano, pasarse al sector agrícola, allí fue muy comentada su campaña de regadío con agua de lavar pescado, abonando la tierra con algas y cascarones de marisco triturado a fin de dar sabor a las lechugas, manzanas y hasta los granos de café; pensaba comercializarlos bajo el eslogan de “Frutas del mar”, “Café marino” o “La huerta de la sirena”. La idea se la pisaron los japoneses aunque sin seguir el mismo procedimiento. Así que cansado de tropezar con incomprensión y envidia, decidió probar fortuna como crítico de arte en el viejo continente auspiciado por el colaboracionismo oficial.

Su carrera artística había comenzado años atrás con un accidente en una conocida galería de Bogotá donde exponía un célebre pintor abstracto. Al apuntarse a la copa “gratis” de inauguración, tropezó con un ejemplar que mal colgaba de la pared. Disculpándose se dispuso a colocarlo... del revés. El autor emocionado o posiblemente cómplice de este hecho al no querer dar explicaciones de su arte “capicúa”, corrió a abrazar al “Maestro” que descubrió el sentido, nunca mejor dicho, de su “obra” reprendiendo al resto de los asistentes que no se percataron del error de colocación “deliberado” de la galerista y ensalzó, de paso, la “carrera” de marchante artístico y el gran futuro de nuestro amigo.

Fue así como llegó a contactar con importantes narcotraficantes que utilizaban los cuadros como transporte ilegal de sus productos -sólo compraban aquellos originales cuyos marcos eran lo suficientemente grandes como para albergar algún que otro gramo de “coca”-. Necesitados de contactos con “Galerías” de otros países para introducir el “arte” colombiano en el mundo del dinero, se pusieron de acuerdo con este “escrupuloso” crítico. Hecho esto, Don Lucre dispuso con sus cómplices la primera operación financiada a “pachas”9 y bajo su cuidada dirección: la idea era la de abrir un puente con España que sirviera, a su vez, de centro distribuidor para Europa, basándose en los inapreciables conocimientos de arte de que hacía gala, montarían una galería en la que expondrían este “buen hacer “colombiano. Más adelante lo exportarían al resto del mundo.

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Para financiar una operación de tal envergadura, llevaban su “banco” privado en forma de polvo blanco.

- Piti -ordenó Lucre- ... empuja a Masho para que cambie de postura y nos deje oír el ruido del motor con sus ronquidos no puedo escuchar ni mis propios pensamientos.

Un empujón de éste fue absorbido, sin esfuerzo, por el colosal “narco” que no paró de roncar. Al empujón siguió una fuerte patada en el estómago que sobresaltó al feliz durmiente y echó por los suelos a su agresor. Masho que se levantó sin comprender la situación desenfundó y de dos disparos abrió sendos agujeros en el lateral de la furgoneta. Luego se dio cuenta que había despertado al resto del grupo. El susto fue tal que de un volantazo se salieron de la carretera y acabaron arrancando un poste señalizador.

- Muy bien -indicó Macario al tiempo que metía los dedos por los agujeros de las balas- ...Sólo me faltaban fuegos artificiales a mi espalda, con lo delicado que estoy yo del corazón.

Comprobó que los daños eran inapreciables y pidió a Pedro que tapara con los tapones de las botellas las “mirillas” laterales. El camino se iba a hacer más largo sin un faro y con la rueda derecha ovalada...

Ciento cincuenta kilómetros más al sur, habían dejado un rastro que un aspirante a detective de segunda en coma etílico no perdería: dos farolas rotas, un poste telefónico descolgado desde el que, además, intentaron poner una conferencia “gratis” a su país, una gasolinera en llamas en la que atracaron a su propietario y se liaron a tiros con el perro acertando de lleno en el depósito de “sin plomo”, y una prostituta de carretera a quien acabaron de limpiar después de una noche aciaga....

- Sin plomo, sin plomo...!Imbécil¡ .-insultaba Macario- - Yo creí... -se disculpaba Masho-... - Yo creí, yo creí... -continuó el gallego-... para lo poco que sabes leer, vas a confundir la

gasolina “Europea” con un depósito de armamento, y le diste de lleno a la cisterna. Menos mal que el dueño se quemó con ella, que si no...

- Lo que yo no entiendo -increpó Pedro- .. es cómo dejan sueltos y con armas a tipos como éste...

Aquél comentario ofendió de manera a los colombianos hasta el punto de provocar una pelea en el interior del vehículo. Narcos de tres nacionalidades se atizaban sin tener en cuenta la situación de la furgoneta. Ésta acabó contra otro poste señalizador de la carretera.

Dos tiros al aire de la pistola de Lucre pusieron fin a la situación. Y otros dos nuevos agujeros fueron tapados nuevamente con tapones de las botellas de Riveiro que siempre llevan los buenos hijos de la tierra para el camino.

- ¡Ya está bien! -grito Macario- ...si lo que pretendéis es abrirle ventilación a la furgoneta, os diré que tiene aire acondicionado y que no le hace falta ninguna ventana más. Portaos bien y calladitos que a este paso no llegamos nunca a Madrid.

Madrid... la palabra mágica, aquello con lo que habían soñado tantas veces. La civilización moderna, un lugar seguro donde poder extorsionar a la gente sin peligro a que te dejen seco de un balazo. Un lugar del que los enfermos salen de los hospitales y a veces de pié. En el que puedes dormir toda la noche al fresco sin que se metan contigo, sin preguntas. Un lugar de juerga continua, donde no se duerme si no se quiere... En fin, un lugar idóneo para empezar una vida de lujo donde la “Coca” se vende en estancos y con receta médica...

La entrada por la carretera de La Coruña, siempre en obras y en busca del sexto carril, reclamaba las miradas de los pocos viandantes por su lento caminar irregular y con algún estruendo musical de un improvisado conjunto formado por la caja de cambios, el amortiguador delantero y el tubo de escape acompañados de un rítmico girar de rueda ovalada..

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- ¿Hacia dónde? -preguntó Pedro que era quien conducía- - Vete por el casco viejo dejaremos aparcada la “furgo” en un lugar discreto y tranquilo. La

“coca” está bien disimulada en el doble fondo y la cerradura es potente. Nadie lo sabe, así que no creo que nos la roben.

Un guiño entre los capos gallegos, indicó las intenciones reales de éstos: dejar a los colombianos al alcance de la policía y quedarse con el cargamento. No hacía falta ayudarles a meterse en líos, lo harían perfectamente solos. Sin embargo Lucre, que no tenía un pelo de tonto, no perdía ojo a sus “contactos” y estaba siempre preparado para sacar la “pipa”10preguntó:

- Y a nosotros quien nos garantiza que nadie se va a llevar el cargamento. Cómo podemos saber que no tenéis cómplices esperando para vaciar la furgoneta e inventar cualquier historia?

- Pues muy fácil -respondió Macario- ... nosotros tenemos el mismo interés que vosotros en establecer el contacto con Colombia, además no nos separaremos ni un momento de vuestro lado y si queréis podéis elegir el lugar de escondite.

- Bien, eso haremos. La mentira bien tramada podía tener sus fallos pero coló. Además ellos eran autónomos y no se

fiaban de nadie para que rescatara tan valiosa mercancía, que por sí sola les iba a retirar definitivamente de la circulación y la pobreza. Dicho esto, Piti dirigió la marcha a través de las calles más castizas donde no les quitaban ojo y donde escucharon algún que otro insulto referente a lo “moderno” de la furgoneta y el ruido que hacía. En una típica esquina del barrio de los Austria en la plaza llamada “De la Paja” aparcaron el trasto que no resaltaba de otras furgonetas ataviadas con múltiples colores que hacían juego con el engalanamiento del lugar. En ese momento la gente empezaba a colocar las guirnaldas de colores y nada o casi nada extrañaba a nadie. Cerraron la puerta trasera con doble llave y se marcharon en busca de una pensión donde lavarse y descansar. Mañana llamarían al perista.

OOOOooooOOOO

CAP.11 Nunca pudo imaginar Nardo lo que encontró dentro de la cámara que acababa de “chorizar”. Si

bien en un principio había ideado un plan para timar “primos” que rondan los grandes almacenes, poco a poco lo había perfeccionado con auténticas jugadas de osadía dignas de un malabarista del engaño. La seguridad en sus actuaciones y las salidas rápidas, que efectuaba a la perfección en el mejor ejemplo de improvisación, le hacían acreedor a envidias por parte de sus compinches que escuchaban boquiabiertos los casos que a diario contaba en “el Güito”, tugurio frecuentado por toda clase de delincuentes, donde era conocido, querido y protegido por clientela y propietario.

Las tres fases: Localización del “pollo”, escucha del caso y remate, eran efectuadas a la perfección, dirigiendo el asunto de que se tratara hacia un patrón fijo: Si el sujeto pretendía comprar algo y esto era muy caro, le citaba a la salida y se lo ofrecía mucho más barato, de forma que no pudiera rechazarlo, sus cómplices Carola y Anise se ocupaban del resto. Si por el contrario

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el sujeto intentaba descambiar o arreglar algo... él se lo “arreglaba”, la técnica del falso vendedor nunca había fallado. Unos grandes almacenes son el sitio ideal para esta clase de “negocios” y los empleados nunca se meten, a ellos no les importa. Por su parte los vigilantes sólo están al tanto de la sustracción de material propio y no se fijan en nada más. Su pericia había llegado a tal refinamiento que en alguna ocasión recomendó una determinada marca a un cliente que acabó comprando por consejo del “experto”. En otra ocasión recogió la tarjeta de compra con el pretexto de una inspección rutinaria, compró con ella en el departamento del piso superior, aprendiéndose la firma por el camino, devolvió después la tarjeta a su dueño y le aseguró que todo estaba en orden. Nadie notó nada hasta que al mes anotaron en la cuenta del sujeto en cuestión 45.000 pts por la compra de un Dupont de oro.

Así era Nardo, un buen aficionado a reclutar primos que, en esta ocasión, había enganchado uno demasiado gordo al que pretendía dar un golpe descomunal que le retirara, durante un cierto tiempo, del peligroso negocio de los grandes almacenes.

El plan trazado, no exento de riesgos, se desarrollaba en tres fases: La primera de contacto, ya establecido en dos ocasiones por nota anónima y por llamada telefónica. Nardo tenía mucho cuidado en hacerlo cada vez desde una cabina por si hubiera localización de teléfono. La segunda fase la denominaba de espera y seguimiento: Una vez citado el sujeto en el lugar elegido, se le hace pasear como un pasmarote durante cuatro o cinco días, mientras tanto se le vigila muy de cerca y se le amenaza esporádicamente por teléfono haciendo alusiones a la policía, por si acaso. Cuando ya se está muy seguro de que va sólo, se le sigue hasta casa y como si fuera un atraco callejero se le quita el dinero a la carrera... o a golpes.

Anise estaría preparado, primero observando y luego con un coche robado para darse a la fuga más rápido. La novedad de esta trama la representaba Carola que disfrazada de señora “bien”, trataría de vender la película a alguna multinacional del porno o cadena de televisión privada. Todo esto, claro, cuando a Sinfonio se le acabaran los cuartos o las ganas de pagarlos. Mientras tanto le seguirían extorsionando de plaza en plaza.

Reunidos en “el Güito” Nardo y sus cómplices ultimaban los detalles...

- Y es aquí donde te colocarás...-dijo a Carola-... mientras se pasea entre los dos restaurantes. Tendrás una visión total de la movida y nadie sospechará.

El plano, una fotocopia ampliada, tenía marcados todos los puntos clave y señalaba los recorridos e itinerarios de la víctima, las posibles vías de escape y un mirador en la parte superior que podía servir como punto estratégico de vigilancia.

- Pero ¿Y si me reconoce alguien? -preguntó Carola- ...no olvides que actuó, a veces, de vendedora con Anise, a quien también pueden reconocer como el “poli-gancho”.

- ¿Que pensáis -dijo enfadado- ...creéis que me chupo el dedo? Ya había contado con ello... Un buen disfraz y un tinte para el pelo bastará. Las gafas oscuras son imprescindibles. Y tú Anise... una peluca.

- Y un traje nuevo....-pidió sin éxito-. - No idiota, tú vas a ir de turista que por estas fechas hay muchos, la peluca tiene que ser

rubia y el traje: unas bermudas de colores y una camisa a juego. También llevarás una cámara de fotos o de vídeo y harás como que estás interesado en la arquitectura, el paisaje... ¡Yo que sé...! Y tú -insistió a Carola y señaló el mirador en el plano- ...te plantas aquí y no quitas ojo de lo que pase. Y no olvidéis que al único que realmente puede reconocer es a mí, que fui quien le abordó en la calle...

- Pero una peluca rubia no pega...replicó Anise- ...con mis pestañas oscuras... - ¡Pues te las depilas! El plan está trazado así y hasta el más mínimo detalle ha sido

calculado y meditado, no se debe variar a menos que sea imprescindible. Tú Carola -

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continuó- llevarás una grabadora o un block de notas. Quiero saber todo lo que hace el tío ese y la gente que está cerca, por si se ven las mismas caras y puedan ser “maderos”.

- Prefiero una grabadora, no escribo demasiado rápido, además siempre puedo escuchar música...

- Y distraerte de lo que haces... -afirmó Nardo- ...así nos pueden caer 15 años por extorsión y chantaje. Que no te vea yo que le quitas el ojo al “pollo” o que dejas de grabar ni un momento. A las nueve, hasta que demos el golpe, nos reuniremos aquí para escuchar lo que has observado y cambiar opiniones. Empezaremos dentro de tres días, llamaré para advertirle que le vigilamos y que tenga cuidado, mientras tanto que pasee él sólo y que sospeche de toda la plaza. Yo me vestiré de instalador del gas o teléfonos... con el lío que hay estos días, ni se notará.

Mientras tanto Slim y Anselmo ultimaban la inspección ocular. Como profesionales que eran,

habían construido una caseta para la venta ambulante, el maíz para palomas lo compraron en una tienda de alimentación animal y prepararon particiones en bolsitas de plástico con el letrero de: “A 100 Pts. BOLSA” . La cámara, instalada sutilmente entre los bastidores del tenderete, tenía el acceso desde un cajoncito, donde además guardaría las baterías y una cinta de repuesto. Todo estaba listo... todo no...

- ¿Te has fijado Slim en un pequeño detalle?...-comentó mirando al cielo y alrededores- - Si, yo también he caído, querido Anselmo: el lugar es demasiado incómodo como para

una persecución en coche... - No -infirió Anselmo que estaba empezando a conocer las deducciones de su socio-. - ¿No? Pues será que la situación de los restaurantes... - Tampoco.-interrumpió de nuevo- - Entonces como no sea la inclinación del terreno para instalar la caseta... - No -insistió- - Pues no se, querido colega... a que te refieres. -En un alarde de improvisación Slim había

preferido ascender a Anselmo a “querido colega” antes que reconocer su ignorancia-. - A que no hay palomas -sentenció-

¡Zas! todo se podía ir al traste, esta pequeña observación de Anselmo modificaba sustancialmente la situación. Si perder la calma Slim dispuso:

- Ya que la inversión en maíz ha sido notablemente inferior al alquiler de la caseta, podemos enfocar el tema por la venta de caramelos y golosinas para los niños...

- Y no habrá niños, o Sanidad nos pedirá la licencia...-respondió Anselmo algo deprimido-. - ! Ya está -dijo Slim- ...traeremos las palomas!

OOOOooooOOOO

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CAP.12 Ningún taxi madrileño paró ante la llamada del grupo de colombianos. No sólo era el olor que

generosamente desprendían, sino la forma en que se dirigían al trabajador rodante...

- La próxima vez no saques la pistola...-dijo Macario a Masho que indignado perseguía a los coches por la calle Segovia-...basta con levantar la mano.

- Esto va a ser más fácil de lo que pensábamos -dijo Pedro a su compinche en voz baja- ...si estos tíos se siguen metiendo en problemas, estarán en la “trena” antes de lo previsto, y podremos recoger los frutos...

- Si les deportan y “alguien” les roba el género, nosotros no tendremos nada que ver -respondió Macario-.

El frotar de las manos de Pedro no sentaba muy bien a Lucre que observaba sin pestañear sospechando que algo tramaban.

- Y digo yo de coger un colectivo -apuntó Piti refiriéndose al autobús- ...es más lento pero siempre para ¿No?

- Un poco más abajo está la parada -indicó Pedro- ...no llevo suelto y éstos no cambian... - Yo les cambiaré -apuntó Masho sacando la pistola- ...y les dispararé Ja Ja Ja...

El alto grado de intoxicación etílico iba acentuándose a medida que avanzaba la tarde. Los siete colombianos, y sus inseparables “amigos” gallegos, habían pasado la noche en una pensión de mala muerte de las afueras, Lucre no había pegado ojo con tal de no perder de vista a la pareja que tampoco durmió ante los fuertes ronquidos de Masho. La verdad es que no durmió nadie, excepto el emisor de los ruidos nocturnos. No se atrevieron a despertarle al comprobar que en su mano izquierda sujetaba su inseparable 9mm Parabelum con el cargador a tope. El último despertar en la furgoneta, les había enseñado lo que podía pasar y no pretendían agujerear la pensión, tendrían que dar muchas explicaciones.

Al llegar la mañana desayunaron en un bar cercano, Soleto, el más alto, el que hablaba poco y siempre dejaba que llevaran la iniciativa los demás, tenía además un hobbie, más que un hobbie era una obsesión: pellizcar los traseros de las chicas. Si esto en Colombia se podía entender como un piropo, en Madrid era un insulto, sobretodo si el culo era de una feminista. Pues bien, la noche anterior Soleto había puesto en práctica su destreza con el respetable de una policía municipal de paisano que en los ratos libres practicaba el levantamiento de pesos, la susodicha fémina, sin acabar de ver entero al estirado colombiano, le atizó tal patada en los “distingos” que doblando al “unonoventaytantos” le convirtió en “unoveinte”, tanto así que de la oreja le introdujo en el coche patrulla para llevarle a dormir a un lugar más fresquito. Fue el único que no pagó pensión. Soleto llegó a la cafetería a eso de las diez, no le retuvieron al no llevar documentación y como la falta era leve... Entre las risas de los compañeros y el cabreo de Alfonsa, que acabó por no presentar

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denuncia, abandonó la comisaría a eso de las siete, sólo una reprimenda por ebriedad y las felicitaciones a la agente por el trasero.

Tres horas tardó en llegar.

- Ya no te esperábamos -comentó Lucre- ...creíamos que te deportaban. Sube al tercero y dúchate, te pediremos algo de comer.

Desayunó eso tan raro que llaman “porras”, porras con café... ¡Puaff! ¿Café esto?... si se enteran en Colombia que queman los granos y que lo mezclan con... ni se sabe con qué lo mezclan. Estaba claro que aquí no sabían ni esnifar coca, si de café se trataba ¿Porqué iba a ser distinto?

Una vez atusados y con varios litros de perfume por fuera, acudieron a nivelar la balanza alcohólica por dentro, de tasca en tasca y de bar en bar, fueron vaciando sus bolsillos y llenando sus estómagos de una mezcla imposible de distinguir. Su meta: recoger la furgoneta y llevarla a quien la estaba esperando, luego la negociación y una suntuosa cuenta en el banco con la que poder pasar unos años disfrutando de un país moderno.

La parada del autobús era como todas: marquesina, asientos, cristales y anuncio...y ¡Que anuncio! Algo nuevo para ellos o poco habitual, era que las mujeres mostraran su ropa interior allí, en plena calle, a una distancia inapreciable y con un tamaño... ¡Que tamaño! Parecía tal que se pudiesen tocar. Y eso hicieron: Masho fue el primero en arremeter contra la foto de la marquesina mientras Lucre intentaba sujetarle y Napo y Soleto gritaban al unísono: ¡Mía, Mía!, pero sólo uno comprendió bien el mecanismo de apertura del porta fotos gigante: Piti, que apoyando sus espaldas hizo burla a Masho, éste arremetió con todas sus fuerzas contra él, sólo tuvo que agacharse, esquivarle, retirar los pedazos de cristal y coger el póster.

Atentos los “narcos” gallegos disfrutaban con la visión de los vándalos esperando cercano el fin.

El autobús paró como siempre, en mitad de la calle, dificultando la subida de los peatones e impidiendo el paso de los automóviles, esto y cobrar los billetes lo hacían todo a la vez desde que el Ayuntamiento había preferido dedicar a los cobradores a otra función más contemplativa. Los aguerridos colombianos subieron agarrándose a las barras para soportar el bamboleo de un autobús todavía parado. Uno de ellos estaba envuelto en un cartel de tremendas dimensiones, parecía vestido de lencería fina. Los gallegos les seguían sin perder la compostura. Pagaron ellos. El transporte comenzó su lenta bajada cuando los pasajeros se empezaron a quejar del olor y los tratos de que iban siendo víctimas, uno de ellos se apresuró contra el timbre de salida aporreando la campana repetidas veces y gritando “¡Policía, policía!”. Instantánea respuesta recibió de Masho que sacó su revolver e instaló respiraderos en el techo y cristal posterior. El conductor asustado, pisó el freno con tal fuerza que hizo rodar por los suelos a estos siniestros personajes que no dejaron de disparar ni un momento, abriendo la puerta desapareció.

No tardó en relevarle Piti, que como en sus mejores tiempos, trató de esquivar coches mientras se dirigía de cabeza al Manzanares11. Por el camino y para apaciguar los ánimos Napo y Soleto desvalijaban a los pasajeros de sus pertenencias, bueno Napo les desvalijaba y Soleto les tiraba por la puerta trasera, al llegar a una viejecita pidieron a Piti que aminorara la marcha para que no se hiciera mucho daño. Paró el trasto en seco y aprovechó al abrir la puerta para echar una meadita, mientras desaguaba subieron otros cuatro viajeros que, como los demás, “pagaron” su viaje a Napo y se despidieron de Soleto por la puerta trasera.

A gran velocidad bajaba el autobús ecológico por el Paseo de Extremadura en dirección al madrileño río, dejando un rastro de pasajeros saqueados y defenestrados, amén de trabajo para una docena de talleres de reparación de chapa...

- !Cuidado la polici..., la farol...el puent...la viej...! -gritaba un asustado Pedro mientras Macario esquivaba los balazos que disparaban a la limón el resto a través de las ventanas- ...el agua, el agua, el aaagua...¡

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Y ¡Chop! El río con peor fama de la península, cargado de detritus y sin agua, como era habitual en esta época, cuyo líquido se componía necesariamente de “el resto”, abrió sus puertas y colocó la palabra “META” en sus fangosas profundidades que recibieron afablemente a los improvisados tripulantes del rally “Colombia-Madrid de los Austria”.

De muy poco les sirvió a los gallegos las explicaciones a la policía y bomberos que les rescató del fondo de las inmundicias. Nadie era capaz de acercarse a menos de cinco metros de ellos sin vomitar. Un grupo de ambulancias y unos agentes vestidos como si fueran a desactivar una central nuclear, les trasladaron a la sección de infecciosos del hospital Clínico donde tras grandes esfuerzos lograron liberar una rata de dos kilos, atrapada en la mandíbula de Masho.

Confinados y bañados en “Sal fuman” quedaron a buen recaudo. El tratamiento intensivo contra las infecciones no evitó el ingreso de los dos gallegos en el departamento de psiquiatrizados. Pedro repetía rítmicamente: “¡Cuidado con la vieja, cuidado con la vieja, la vieja, la viej....!” mientras Macario cantaba algo relativo a una lluvia de café en el campo...

OOOOooooOOOO

CAP.13 Nunca hubo palomas en la Plaza de la Paja, hasta que la agencia de investigadores Abaca o mejor

“Abaca Investigator Business”, se puso a trabajar en esa extraña tarea. Para ello contrataron los servicios de Nacho y Cacho, dos gitanillos expertos en desactivar autorradios de vehículos estacionados, que por dinero eran capaces de emular al propio Cousteau. Saco en mano recorrieron las principales plazas y, amparados por la oscuridad, secuestraron tantas palomas que por un momento Slim pensó en montar un restaurante...

- Lo llamaríamos “El muslito feliz”...-comentó- - Slim, no he dormido en toda la noche -suspiró un Anselmo ojeroso que sujetaba a duras

penas los sacos repletos de palomas- - También se las podríamos ofrecer a algún “Tiro de Pichón”, hay uno cerca de Boadilla

que...

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- ¡Ya basta! -interrumpió Anselmo enérgicamente- ...por ahora es mejor que pienses dónde vamos a guardarlas hasta mañana por la mañana.

- Y porqué no en esa furgoneta...-dijo Slim señalando el maltrecho transporte de los colombianos-... parece que no se ha movido en bastante tiempo.

Dicho y hecho comenzaron a abrir, con las técnicas especiales que todo buen detective tiene, la furgoneta aparcada por los narcos en la plaza. Dos horas después de indescriptibles esfuerzos la cerradura saltó por los aires, Slim y Anselmo, depositaron en su interior los cuatro sacos repletos de plumíferos y se alejaron sigilosos, mañana iba a ser un día agitado.

La noche dio vida a ésta destartalada jaula con ruedas, desde la que se podían escuchar los suaves arrullos nocturnos que inevitablemente atrajeron a cientos de palomas, curiosas y juguetonas se posaron sobre ella ansiosas por descubrir el secreto que encerraba.

Aquél día madrugaron, o mejor no durmieron. A las diez en punto tenían montado el tenderete. Empezaba a hacer calor. Slim iba ataviado con el perfecto disfraz de vieja vendedora de maíz para las palomas, se había afeitado y el maquillaje parecía más un recauchutado de la cara por la cantidad de colorete que había utilizado. La cámara escondida, esperaba impaciente la llegada de los “pájaros” y de las palomas. Lo primero era analizar el terreno y que todo pareciese normal a la llegada de los chantajistas.

Anselmo se situó en la parte de arriba, en un mirador que lindaba con la Iglesia, desde donde se podía divisar todo el bullicio de la plaza. Cassette en mano debía dictar todos los movimientos que le parecieran sospechosos.

Vecinos ataviados con monos de trabajo comenzaban a extender escalinatas y colocar adornos en la tarea que días atrás habían diseñado. El premio del Ayuntamiento a la calle mejor engalanada era de un millón de pesetas y aunque lograran ganar sólo cubriría los gastos. Aquello se tomaba como una cuestión de Estado en la que estaban implicados todos los alrededores con sus respectivas calles. Chiquillos de todos los rincones correteaban y espiaban lo que sus convecinos hacían. “Las guirnaldas de la Plaza son más grandes... y llevan luces...”. Los mayores les reprochaban con alguna carrera su osadía... “Te voy a dar...”.

- Abuela...-dijo un obrerete bajito y con cara de guasa-... si nunca ha habido palomas en la Plaza de la Paja...

Al volver la vista hacia los tejados se dio cuenta de su error. Cientos de palomas se agolpaban en espera de acontecimientos. Parecía como si supiesen que algo, muy pronto, iba a suceder.

La furgoneta estaba irreconocible, a parte de los repetidos accidentes del viaje, fue el sostén nocturno, cuna y reposadero de un nutrido grupo de palomas quienes, irremediablemente, depositaron sus firmas sobre ella.

El cuaderno de abordo de Slim tenía ya sus primeras anotaciones:

Cliente: Sinfonio García Loustau. Unos 47 años. Director de orquesta, bastante raro y estúpido.

Asunto: Chantaje vil por parte de un chorizo que antes le atracó. Dos millones de rescate entregados en la Plaza de la Paja. Posible extorsión ilimitada.

Situación: En el centro de Madrid (plaza de la Paja). Colocados Anselmo en lo alto y yo, disfrazado, vendiendo maíz para palomas a 1/2 euro la bolsa.

Material:

o Cámara de video y grabadora para registrar posibles sospechosos.

o Tenderete Ab-Lib modelo “rastro” con persiana y cajón.

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o Maíz en bolsas pequeñas comprado a granel en tienda de animales a 1 euro el kilo.

o Disfraz.

MARTES 4 DE AGOSTO: “Primer sospechoso que se acerca, me dice que no hay palomas. Mira y las ve. No compra nada. Llega gente y empiezan a colgar adornos y cables, más cables y más adornos. No vendo nada. Conecto la cámara. Anselmo está atento...”

Más de cuatro horas estuvieron de vigilancia en las que Slim, en su papel magistral de vieja... tuvo que vérselas con la mitad de los vecinos que le insultaron, un par de guardias que intentaban que se marchase y algún que otro trastazo de un cable o adorno que se cayó, sin fortuna, en medio de su tenderete. Pero todo esto no fue nada al lado de la batalla campal que sostuvo con un puñado de niños que pretendían dar de comer a las palomas “gratis”. Mientras uno le hacía burla por la derecha, tres le tiraban piedras por el frente y dos le robaban las bolsas de maíz por la izquierda. En su condición de anciana no debió correr tanto cómo lo hizo ni tan deprisa detrás de los chavales.

A mediodía, cuando parecía que no quedaba nadie, Anselmo bajó con la intención de ir a comer...

- No he parado de sudar... -dijo-... por lo menos aquí tienes un poco de sombra en el tenderete ¿Comemos?

- ¡Que sombra ni que leches! -respondió Slim- ... Con este calor se me ha corrido el rimel y el colorete, aunque lo peor han sido las prótesis y el pañuelo...-dijo ajustándose los pechos- ...creo que me he meado.

- El que si se ha meado ha sido el pelirrojo que agarraste por la oreja... - Es que me sacudió una pedrada...-justificó- ... y me había robado dos bolsas de maíz. - Pero eso no es motivo para que le encañonaras...-reprendió Anselmo-... meterle la pistola

por la boca a un niño de 10 años... - Ya, creo que me he pasado un poco...-dijo Slim- ...pero las pérdidas iban a ser

cuantiosas... Podemos comer en el Palacio de Gaviria, los extras los paga Sinfonio. - Comamos.

El descanso matinal tropezó con la dificultad de entrar en un restaurante de primera categoría disfrazado de vieja haraposa, si bien las explicaciones de Anselmo no fueron suficientes, los granos de maíz que caían del bolsillo de Slim procedentes de la bolsa que arrebató a sus pequeños ladrones, hizo tropezar a dos camareros y al Maître, una ensalada del “Chef” voló hasta el estupendo escote de una clienta que terminó retozando, prematuramente, en el suelo con su pareja. Lo peor no fue la lechuga sino la salsa que la acompañaba.

Acabaron comiendo en un Burguer.

- Podías haber traído un traje de repuesto -dijo Anselmo sin dejar de masticar una Súper Wooper con doble de patatas-.

- ¡Ya!, La cámara, el maíz la tienda... y encima un traje. Necesitaría una furgoneta. - Parece que la tienes y llena de palomas, no te olvides luego de soltarlas, se pueden morir. - No lo haré -respondió Slim- ... A propósito, creo que he dado con la manera de que nos

ayuden a descubrir caras sospechosas y repetidas en la grabación: Lo podemos proyectar en el video comunitario de mi escalera.

- ¡Ah el telecable! -dijo Anselmo recordando- ...al menos proyectaremos un video diferente.

- Si, el de tu mujer se lo deben saber ya de memoria, venden copias hasta en el videoclub de la esquina, insisto en que tendríamos que pedir derechos...

- Ya hemos hablado de eso, y te repito que no me gustó nada lo sucedido, cada vez que lo recuerdo me entran ganas de llorar... o de matar a alguien.....

- ¿La que se debe llorar es tu mujer? Es la que lleva la peor parte.

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- No creas, ha recibido ofertas de dos productoras... Tengo entendido que se ha teñido y ha adelgazado un poco...-dijo encogiendo los hombros-...el disgusto. Pero eso ya no me importa. El caso es que si tus vecinos colaboran... cuatro ojos ven más que dos...

- Pues cuenta con cuatrocientos -terminó Slin con un recuento aproximado de su audiencia-.

OOOOooooOOOO

CAP.14

La Plaza de la Paja, había recobrado, o mejor dicho adquirido, un aire solemne, el engalanamiento iba progresando a medida que pasaban las horas y los vecinos, como en la capilla Sixtina, se repartían los trabajos a las órdenes de Miguel Ángel que en su versión española del postrenacentismo callejeril se llamaba Jacinto y era conserje del Ministerio de Obras Públicas y cuñado del portero Mayor del Ayuntamiento de Hoyo de Manzanares, sin lugar a dudas fue el experto más adecuado para dirigir las obras de su plaza.

Una nueva camada de palomas salió de estampida al abrirse la furgoneta donde Slim las había dejado toda la noche y se fueron a retozar con las guirnaldas, acompañando a sus otras compañeras

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en libertad. El pánico se apoderó de los trabajadores que, subidos en las escaleras, intentaban no caerse a la vez que peleaban con los plumíferos que no paraban de juguetear con los adornos.

La tarde fue un gran éxito para el puesto de Slim, que en un momento agotó sus existencias, y habían sido precisamente los niños que por la mañana le desafiaron, los que le dieron publicidad: “Hay palomas y una vieja refunfuñona vende maíz...” la noticia corrió rápidamente por una de las zonas más populares y ejercientes de Madrid, este barrio viejo donde el vis a vis y el boca a boca se sucede a diario. Esto obligó a Slim a desplazarse al almacén de alimentación a comprar más material.

MARTES 4 DE AGOSTO PM “Comienzo con buen pié la tarde agotando las existencias de maíz. Me aprovisiono en el “Bazar María Conde” donde me explican la manera de que salga más barato. Resulta que si pido al por mayor maíz de consumo animal, el kilo me saldrá a la mitad lo que repercutiría en un coste de la bolsa = a 12 cts, descontando plástico y alquiler del tenderete... eso quiere decir que arroja un beneficio neto de 86 cts por bolsa.”

“Anselmo hace de socio capitalista y aporta a la nueva sociedad 200 euros de vellón para que mañana a primera hora me sean entregados en la plaza los tres sacos de cuarenta kilos de maíz para el consumo animal. Compro más bolsitas y precinto blanco.”

“La grabación continúa sin problema durante toda la tarde, Sinfonio pasea de un lado a otro de la plaza sin ninguna noticia nueva. Hace tanto calor que se le empieza a derretir el pegamento del paquete que todavía está lleno de recortes. Me dice que no podrá reunir el dinero hasta dentro de dos o tres días. Si las cosas siguen así se lo podremos prestar nosotros. Vendo otra vez todas las existencias que traje del bazar. Afortunadamente mañana traerán los sacos.”

MIERCOLES 5 DE AGOSTO “A las nueve en punto llega el repartidor del “Bazar María Conde” le firmo el recibo y le indico la furgoneta para que deje el resto del maíz. No pensaba que podía abultar tanto. Anselmo me ayuda a hacer los paquetes. Total 500 paquetes a medio euro cada uno. Esperamos que los beneficios suplan a la falta de noticias. Mañana tranquila vendo 24 paquetes. Llamo al “Chino veloz” que trae la comida en un periquete, saludo, saluda, rompe con la inclinación de su cabeza un paquete de maíz del mostrador, se lo descuento de la factura de la comida. Comemos en la fuente.”

- Creo que tu costumbre de comer en chinos no puede ser sana -dijo Anselmo mientras deglutía dos rollitos de primavera a la vez-.

- No protestes hombre, son los más rápidos, además no hay que abandonar el negocio ahora que empieza a rentar.

Tres rollitos y dos chop-suey más y un paseo hasta el contenedor de basura para depositar los restos de la comida. Antes de volver a su puesto acudieron a tomar una copita de buen Vodka al restaurante ruso.

- Es muy digestivo -apuntó Slim-. - Si -apuntó Anselmo- ... pero no vuelvas a romper el vaso contra la chimenea que es de

adorno y nos la hacen limpiar. - Pero si es tradición tirar el vaso por la espalda y pedir un deseo -justificó-. - Eso cuéntaselo al dueño. - ¡Ah, son ustedes! -gritó al fondo de la barra el camarero ruso-... si volver a romper vaso

limpiar... ¿Que les poner hoy? - Dos vodkas en vaso pequeño -pidió Anselmo-

De un trago y sin pestañear acabaron con su bebida, y esta vez Slim arrojó el vaso a la calle, con tan mala suerte que le endiñó a un transeúnte en plena calva.

- ¡Abuela...-protestó desde la calle-... que ya no tiene edad para estas cosas...!

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MIÉRCOLES 5 PM “Tal y como había previsto, Sinfonio vuelve a pasearse a lo ancho de la plaza sin obtener ningún resultado. Empiezo a vender bolsitas. Anselmo situado en su puesto vigila atento, parece que liga con una chica. Cambio la cinta de la cámara por una de 240 min. Esta noche sesión de video de dos días”

La preocupación de Slim se dirigía más al negocio de las palomas que el de la vigilancia. Para eso estaba Anselmo y la cámara. Total no había traído dinero y no podía pasar nada. Por la noche descubriría alguna cara conocida. Su diario seguía sumando:

“238 bolsas a medio euro..., menos 14 cts. de gastos...arrojan un beneficio total de.... Se acerca Sinfonio por cuarta vez, me compra una bolsa y la paga, es mi mejor cliente, dice que está nervioso, que si vienen y él sin el dinero... Le tranquilizo y le cuento lo de Anselmo. Se ruboriza pero sonríe con malicia, “mal de muchos... epidemia”. Le invito a ver la grabación en mi casa. Acepta. Cierro caja y apago el video”

La cita en casa podía resolver muchas dudas, al menos para investigar a la gente de la plaza, el ojo avizor de los vecinos les pondría sobre la pista de un posible sospechoso. Lo habían resuelto de la siguiente manera: un comunicado a los vecinos en el que les pedía ayuda para resolver un importante caso policial: “la vida de varias personas podía estar en juego”. La forma: mirando fijamente durante dos o tres horas a la pantalla del canal al que está conectando el telecable, Slim pasaría una película en la que la víctima de un chantaje iba a ser asaltada por los “malos” había que descubrir caras sospechosas y repetidas.

Frente a la cámara, colocada al efecto Slim se dirigió a sus vecinos que, ansiosos por esta nueva experiencia, estaban atentos a la pantalla. Anselmo hacía de improvisado cámara mientras le asesoraba Sinfónio, que en este asunto tenía gran experiencia. “Queridos convecinos -dijo- como ya sabéis mi auténtica profesión es la de detective privado, mi socio, que hace de productor y yo, hemos estado siguiendo la pista de un peligroso grupo armado que se dedica a hacer chantaje a la gente de bien, mi cliente nos ha contratado para que les descubramos. Él es la víctima a la que me refería en mi comunicado. Os pido discreción y que anotéis cualquier detalle sospechoso o cara conocida, cualquier gesto que pueda llevarnos a la solución del caso. Gracias”

Y dicho esto conectó las cuatro horas largas de película en la que la mayoría de las veces sólo se veía gente comprando palomitas.

Aburridos los vecinos llamaban al teléfono y a la puerta de Slim con conclusiones prematuras a cerca de caras que habían visto dos veces y que, por eso, les parecían sospechosas. Pero la más votada entre la audiencia, la más sospechosa, era la cara de Sinfonio. Si en algo coincidieron fue en eso, parecía sospechoso por el hecho de estar en el sitio sin hacer nada, mirando alrededor, con una vestimenta antigua que podía haber salido de un armario ropero de los años 30 o alquilado en una “demodé” casa de disfraces y con un paquete mal cerrado bajo el brazo que podía contener de todo: droga, armas y hasta un cadáver descuartizado como apuntó Virtudes, la viejecita del cuarto tercera siempre pendiente de las aventuras de Slim y su “telecable” , que protestaba si había alguna película algo “cochina” y que ,curiosamente, no protestó ante la cinta de la mujer de Anselmo: se desmayó. Sí, Sinfonio era, sin duda, el centro de atención de todo el vecindario que no hacía más que observarle perdiendo así detalles de los demás y de su entorno.

Total: un rotundo fracaso, cuatro horas de grabación duermen a cualquiera, pero esto fue más allá: les enfureció. Slim, sin embargo, no perdió la esperanza en conseguir una pista importante. La desmoralización no figuraba en su diccionario.

La mañana siguiente, como la anterior, empezaron a hacer recuento de las provisiones y a preparar las bolsitas. Su caja fuerte: la furgoneta, aseguraba un barato almacén y el bullicio del momento garantizaba su discreción, empezaba a formar parte de la idiosincrasia de la plaza. Impecable en su disfraz Slim y Anselmo comenzaban su jornada.

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- Pero ¿Tu crees -dijo Anselmo- ...que es necesario estar desde tan pronto? Ten en cuenta que la nota dice que se pondrán en contacto con él por la tarde.

- ¿Y perdernos el negocio del siglo? -apuntó Slim que ya había montado el tenderete- ..imagínate que a otra anciana se le ocurre lo mismo y nos quita el sitio... y las palomas.

- JUEVES 6 “No entiendo la actitud de Anselmo al proponerme empezar por la tarde. Con lo

bien que se está dando. El calor es cada vez más insoportable, sustituyo los pechos artificiales por bolsas de hielo. Se derriten y me pongo perdido. He olvidado la cinta virgen, utilizo la de ayer, total nadie lo va a notar. Vendo la primera bolsa a una viejecita que me paga en calderilla. He preparado 500 pero creo que van a sobrar. Las palomas empiezan a llegar”

Y así, enfrascado en su nuevo negocio, Slim olvida por un momento su verdadera misión y hasta su auténtica identidad, su capacidad de abstracción le hace sentirse vieja palomitera y en su papel magistral dedica un pensamiento futuro hace un repaso de la situación. El conocimiento casual de Anselmo le había proporcionado un compañero, alguien con quien compartir los momentos triunfales, las pesquisas y los problemas, alguien que podía dedicar tanto tiempo como fuera necesario a esta profesión arriesgada y apasionante, alguien bueno.

Nadie sospechaba de ellos, aunque pareciese extraño que un elemento de la talla y peso de Anselmo se entretuviera con una vieja que vendía maíz... y que mantuvieran largas conversaciones, tomasen vodka o le ayudase con las bolsitas. Nadie se fijaba en nada, el ajetreo de la plaza era tal que sólo tenían tiempo para colocar cables y guirnaldas. No imaginaban que se iba a convertir en una de las plazas más “sonadas” de la historia urbana madrileña.

OOOOooooOOOO

CAP.15 Los habituales paseos de Iñaki y Txema por la Plaza de la Paja y la compra de maíz para las palomas, les había convertido en importantes clientes de Slim que miraba con recelo las observaciones de Anselmo. Éste pensaba que su continuo deambular y no hacer nada, podía tener relación con la extorsión de Sinfonio y les vigilaba sin perder detalle. En estos paseos, los vascos habían entablado amistad, con diferentes vecinos a los que ayudaban, esporádicamente, a poner alguna guirnalda o arreglar algún enchufe.

De todos los residentes, el que más entendía de electricidad era Chingar. Chindasvinto García, Chingar para los amigos, era hijo ilegal de una emigrante dominicana, Azucena, que se casó con el tonto de Tolvilla, pueblo asturiano a las faldas de La Colladota, para legalizar su estancia en España y poder seguir ejerciendo la prostitución sin problemas. Por aquel entonces una negrita marchosa estaba muy cotizada. Fue entonces cuando por un mal uso del preservativo común12, quedó embarazada, “lógicamente” de su marido. Las explicaciones no fueron difíciles, Demetrio comprendió “perfectamente” que tirar poco de la cadena del retrete, podía traer otras consecuencias además del mal olor y así aceptó su paterno-maternidad. No contenta con aquello y al comprobar

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que el niño le había salido gris, huyó tan deprisa que dejó al retoño con su padre en un vano intento por darle el pecho.

El funcionario del Registro Civil, cuando le llegaba un caso parecido y le tocaba poner el nombre, lo hacía rememorando un antiguo rey Godo que pululó por la zona, e inscribió al recién nacido con el nombre de Chindasvinto. Demetrio García bautizó a su hijo con lo único que podía darle: su apellido, y fue de esa manera como quedó legalizado Chindasvinto García, que cursó estudios de electricista en la escuela especial de Formación Profesional de Oviedo, granjeándose pronto la amistad y el respeto de sus compañeros que, pese a su color, le apreciaban realmente. Nunca llegó a entender, sin embargo, el porqué cuando salía con ellos de paseo decían: vamos “a” Chingar y no “con” Chingar.

Chingar había sido contratado por los vecinos para el mantenimiento eléctrico en la plaza y no le gustaba nada la intromisión de las palomas en su espacio, siempre que aparecía una y se enganchaba con un cable repetía lo mismo: “esto lo veo yo muy negro” frase que no tenía intención de hacer referencia a su color, ni al hecho que llevase siempre puestas unas gafas oscuras.

Mañoso hasta la saciedad, había desarrollado un enmarejado de cables tal que en el momento de encender no era capaz de descubrir realmente cual era la luz que se iba a iluminar. Al apretar un determinado interruptor todos se llevaban las manos a los oídos por lo que pudiera pasar. Para las pruebas encendía todas las luces a la vez y al final funcionaban, si bien siempre se escuchaba el alegre estallido de uno o dos casquillos.

Los vascos, “expertos” en cables aunque de otro tipo, aconsejaban a Chingar la manera más cómoda de establecer una conexión o experimentaban con nuevas formas de iluminación, el “Aberri luminoak” le llamaban y consistía en cortocircuitar una bombilla, aislada del resto para no provocar una catástrofe, y unida a un petardo valenciano. Esto atraía la atención de los asistentes, disimulaba el estallido de las bombillas y puntuaba en “originalidad” para el concurso de engalanamiento de las calles. La pericia era tal que, a veces, unían petardos a lámparas sin preparar, esperando el estallido “casual” que se vería reforzado con la explosión adjunta.

Los vascos estaban muy contentos de pasar desapercibidos y Chingar aprendía de electrónica algo que no venía en los manuales.

Este era el ambiente en el que se desarrollaba la escena afanosamente vigilada por Anselmo y Slim, siempre en su puesto esperando un desenlace. El negocio de las palomitas era tal, que no hacía falta más que echar un vistazo al “Cuaderno de a bordo” para darse cuenta que el espacio dedicado al caso, cedía enteros ante la afortunada venta de palomitas. El éxito de la grabación anterior sólo fue superado por la del día siguiente. Y así pasó otro día más.

SABADO 8: “La venta de maíz del viernes superó todas las expectativas: 634 bolsas, dos rotas y un público entusiasmado con las palomas, cada vez acuden más a la plaza, el almacén sirve con puntualidad y ya he hablado con mi socio de extender el negocio a otros puntos, pero se niega a vestirse de anciana palomitera. En invierno, cuando pasee menos gente lo podremos ampliar a vieja castañetera, por el frío, claro.”

“Sinfonio sigue en su interminable paseo de un lado a otro de la plaza y Anselmo parece haber ligado con una extraña dama, vestida de “Manola” y en la que he encontrado algún rasgo que me es familiar, como estoy de espaldas no me puedo fijar bien, le pediré que la invite a comer”

“La grabación -continúa Slim- de ayer no fue del todo del agrado de los vecinos, que apagaron el “Telecable” algunos amenazaron con cortarlo, todos menos el del primero tercera que intentó pegarme, o su señora que me sacudió una patada. Aún recuerdan la escena de la mujer de Anselmo y eso me libra, esperaban algo parecido. De momento sólo les molestaré en caso de contacto con los secuestradores, o si ocurre algo importante”.

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“La panda de los “roba bolsas” ha vuelto a hacer su aparición, parece que no les asustó del todo el que encañonara a uno de ellos. Hoy me han llegado a morder en la pantorrilla, mientras me “guindaban” un par de bolsas. Contrato a Nacho y Cacho, nadie mejor que dos gitanillos de 12 años para mantener a raya a sus “quintos”, les pido que no utilicen medios de los que yo me avergonzaría y me responden: “Descuide, estará orgullosa de nosotros aunque rajemos a algún miserable que roba a viejas necesitadas”. Esto me alarma aún más y mando a Anselmo a explicárselo. Le cuesta 20 euros el que lo entiendan a la perfección. Paga la caja; ya no le digo que invite a comer a nadie, no quiero arrojar hoy dividendos negativos...”

Esa tarde había entrado en escena el terceto del chantaje: Carola, disfrazada para las fiestas, se había adelantado con el propósito de conocer el ambiente y entablar conversación con gente del lugar, lo había conseguido de la mano de Anselmo, que tras su desengaño cercano se hacía ilusiones ante este nuevo contacto con “posibilidades”. Carola, que en los ratos que le dejaba libres Nardo, ejercía uno de los oficios más viejos, no había perdido el tiempo y empezó por tontear con un posible “cliente”. El bullicio de un sábado por la tarde era el más adecuado para atestar el golpe. Mientras tanto seguía en su empeño por cumplir el plan y mezclarse con los lugareños.

- Hola guapa -le gritó un vecino colgado a un andamio- si tienes un rato libre ahora bajo... - Carola hizo caso omiso, sus posibles clientes tenían que parecer importantes, por lo

menos que pudieran pagar el encuentro...

- ¿Me da fuego? -pidió a Txema que en ese momento sujetaba la escalera de Chingar- - Encantado chiquita -respondió éste dejando al oscuro electricista gritando mientras

colgaba de un saliente-... ¿Eres de este barrio?... -preguntó a la vez que sacaba un “bic” del bolsillo y encendía un cigarro-.

- No, solamente estoy de paso, quiero decir dando un paseo, y como he roto con mi novio, pues me encuentro muy sola...

- El anzuelo estaba servido, Anselmo se lo había tragado hasta el fondo, y ahora éste...

- No temas chiquita -solucionó el gigantesco vasco- nosotros te acompañaremos donde tu quieras ¿No es verdad Iñaki?

- Si, claro... -respondió en voz baja Iñaki a la vez que cogía fuertemente del brazo a su compañero-... la acompañamos a poner los explosivos, a entrar en la sucursal... ¿A qué más?

- No si yo sólo quería... -se excusaba Txema- - Querías, querías...

Y agarrándose por el cuello se liaron, una vez más a tortazos. La gente se apartaba ante la pareja que rodaba cuesta abajo en una singular y conocida pelea en la que se podía escuchar: ... “milímetros, milímetros...” “te vas a enterar...” “...caliente te voy a poner yo”.

Carola, paseaba por la plaza en su no hacer nada, o por lo menos eso era lo que pensaba, sin embargo iba levantando algo que no eran precisamente sospechas. Nardo le hizo un gesto con la vista y se citaron al pié de la escalinata. Mientras tanto Chingar había logrado bajar del andamio y separar a los vascos.

- Mira que sois chiquillos, ¿Es que voy a estar todo el día separados? -gritó Chingar- ..No veis que tengo trabajo con las luces... ¡Casi me mato cuando soltaste la escalera... Vaya ayuda que me he buscado...!

- Perdona hombre -dijo Txema arrepentido- es que un buen par de tetas... - Par de tetas, par de tetas... -repitió Iñaki cogiendo otra vez por el cuello a su colega- - Nuevamente rodaron, esta vez los tres, plaza abajo. Mientras tanto Carola y Nardo

ultimaban...

- ¿Has visto algo sospechoso? -preguntó- - Como no sean estos dos que no hacen mas que pelearse...

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- Y, claro, tú ni sabes ni tienes nada que ver -insistió Nardo-. Un gesto de reprobación zanjó el tema. A Nardo no le agradaba demasiado la profesión de

Carola, pero la soportaba estoicamente a tenor de los beneficios. Él era un artesano del crimen desorganizado y a veces necesitaba descansar de manera remunerada.

Los vascos rodando y los gitanillos persiguiendo delincuentes infantiles, aumentaron el ruido de una plaza con demasiados cables. Las palomas, asustadizas, levantaban el vuelo al menor signo. Uno de los petardos acoplados a las bombillas, que debía animar la fiesta, explotó en una demostración de Chingar, lo que provocó un susto masivo de las volátiles que, en esta ocasión, se engancharon con los cables produciendo un cortocircuito que dejó sin luz a todo el barrio.

Ciento veintiocho bombillas explotaron, tres vecinos sufrieron quemaduras importantes, dos rotura de Tibia y Fémur al caer al vacío, y nueve palomas, achicharradas, quedaron colgadas de los cables mientras Chingar gritaba en el suelo: “¡Nunca hubo palomas en la Plaza de la Paja. Nunca hubo....!”

Al desconcierto general se unió el revoloteo de las supervivientes que, sin enterrar a sus difuntos, seguían pegando saltos de un lado para otro, reclamaban el maíz y la atención de los viandantes. El apagón no iba con ellas.

Slim y Anselmo entraron al bar a degustar otra copa de vodka. Lo mismo hicieron Iñaki y Txema. El “ruso” había puesto alguna vela en los rincones oscuros y así, a media luz los viandantes calmaban su sed fruto del inmenso susto que acababan de protagonizar.

- Como dure mucho el apagón se me va a derretir hasta el caviar y hace tanto calor...-comentó el encargado en voz alta-.

- Si y a nosotros el maíz...-rieron Slim y Anselmo en su tercera copa-. Esto parece Bosnia, hasta hubo explosiones reales.

- Brindo por ello... -dijo Txema con un barrilito de calimocho en la mano-... por que se derrita el polo norte...

Iñaki depositó dos mil pesetas sobre la mesa, y agarró de la oreja a su compañero. Salieron a toda prisa.

- ¡Ay, ay, ay! ¿Que he dicho esta vez? -se retorcía Txema mientras se rascaba la oreja de dolor-.

- Que se derrita el infierno ...-respondió- - ¡No!..he dicho el polo...-corrigió Txema-. - El polo, el polo....

Nuevamente se enzarzaron a tortazos y retozaron por la plaza hasta tropezar con Chingar que seguía tirándose de los pelos en el suelo maldiciendo a los volátiles.

- La verdad...-interrumpió Txema-... últimamente es que te mosqueas por nada, ¿Que mas ad el infierno o el polo? es sólo una expresión...

- El infierno...-dijo furioso Iñaqui-...es el infierno, el que nos espera arriba si la temperatura supera los 38º grados en el interior de la nevera. La gomma2... ¿Entiendes?

La carrera hacia su habitación en la que pisaron a dos niños y tiraron el tenderete de Slim, fue vertiginosa, intentaban subir los dos por las escaleras y entrar a la vez en la estancia. La nevera estaba apagada y mantenía los hielos en estado de flotación. El explosivo permanecía aún frío.

- Cierra que se va a calentar -dijo Iñaki-... no tardará en volver la luz. - ¿Y si no vuelve? - Si no vuelve se va todo al carajo. La operación banca, la gomma-2, la deuda de los aceros,

la casita en Portugalete, la alegría de vivir... y esta pensión con nosotros dentro, porque me contarás cómo sacamos el explosivo con este calor. ¡No se pueden comprar saldos...!

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- Y lo peor...-apuntó Txema-... es que no estoy seguro de que la temperatura fuesen 38º o alrededor de 38º.

- Eso quiere decir.... - Que puede explotar a 37... o a 36... o a 35º...

El sofoco de la cara de Iñaki se agudizaba por momentos. Su rostro se volvía de colorado a azul pardo, cuando sonó la puerta.

- ¿Quien es? - Soy Chingar, dejadme entrar.

Rápidamente guardaron todo aquello que parecía sospechoso y abrieron.

- ¿Tú por aquí? Pasa, pasa...-disimuló Iñaki-. - Me han despedido... -dijo- ... y me han insultado, y me han pegado, sobre todo me han

atizado unos niños que decían: “dale en los güevos al negro, a ver si explotan”. La culpa ha sido de las palomas que han venido a hacerme la vida imposible ¿Serán racistas?

- Y más o menos... ¿Que alcance tiene la avería? ¿Cuanto durará? -preguntó Iñaki-. - Eso nunca se puede saber -respondió Chingar con aire de entendido-.. depende del alcance

del trasformador que se haya fundido. Pero el trasformador no se había fundido, había ocurrido algo que los expertos denominan

“Traspasin-Out” y consiste en el lanzamiento de un cuanto de energía en corto hacia una central o trasformador superior. O sea que habían fundido los plomos de media barriada. Al reparar la avería sin retirar antes los cadáveres de los volátiles y seguir conectada toda la instalación de Chingar, volvía a cortocircuitar el automático general, por lo que los ordenadores de “Hiberdrola13” solucionaron rápidamente el problema: dejaron sin luz sólo ese sector, aislando la causa hasta poder repararlo in situ.

La falta de asistencia técnica, ya que era fin de semana en mes de verano y la no renovación de los contratos temporales a los auténticos expertos en mantenimiento, hizo imposible empezar a reparar la avería hasta el lunes.

OOOOooooOOOO

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CAP.15

El sol empezaba su lento descenso sobre el poniente de Madrid, unas tétricas sombras se agitaban entre la arboleda del psiquiátrico del Hospital Clínico. En el pabellón de infecciosos habían dado el alta a los narcos colombianos y les habían ingresado, al no disponer de plazas en el ala de penitenciarios, entre esquizofrénicos y seniles. Debían permanecer toda una noche. Eso sí, cada uno con su camisa de fuerza.

Masho fue el primero en romperla, no era difícil y dada su bestial naturaleza hizo lo mismo con los demás, ni siquiera se le ocurrió desatarlas...

- Bien...-dijo Lucre-... ahora hay que pensar cómo escapamos de aquí. Decenas de ojos tímidos, que iluminaban intermitentemente la oscuridad por todos los rincones

del recinto, iban tomando cuerpo: eran los psiquiatrizados y estaban atónitos por lo que ocurría a su alrededor, todo les parecía nuevo y, curiosos, se acercaban tímidamente al lugar donde los “narcos” tramaban su fuga.

Jacinto el más avispado se prestó a cooperar de buena fe con aquellos despistados extranjeros que estaban allí por “error”. Al poco rato todos querían ayudar. Cada vez que uno nuevo se acercaba al grupo, el último en llegar le ponía al tanto: “...verás, estos pobres que quieren salir...”

Al encontrarse en un ambiente hostil y no distinguir bien entre sanos y psiquiatrizados, aceptaron sin dudar la ayuda, aunque empezaban a sospechar que algo raro ocurría.

Desatadas las camisas “especiales” en diez minutos, se dispusieron a seguir al que parecía más espabilado del numeroso grupo.

- Lo más difícil, -explicaba Jacinto- es convencer a los celadores para que nos dejen las llaves.

- Masho les convencerá...-sentenció Lucre- se le da muy bien. La habitación de los celadores estaba al final del pasillo y se entraba desde el exterior. Para ello

tenían que atravesar una puerta metálica cerrada desde fuera. Masho la abrió de un empujón y cedió hasta las bisagras. El enfermero asustado se levantó para ver lo que ocurría, cuando se encontró con su propia salida sobre sus espaldas. Lucre entró en sus aposentos, mientras Masho continuó de pié sobre la puerta inventando el “Sándwich de celador”; tomó las llaves de encima de la mesa y salió.

Allí se cruzaron con otros enfermos que alborotadamente entraban y ocuparon el lugar de Masho.

- ¿A dónde van? -preguntó asombrado Lucre, quien temía que las cosas empezaran a escaparse de su control-.

- A despedirse. -respondió un Jacinto al que cada vez le apetecía menos hablar y cuya cara iba volviéndose más ansiosa-.

Mientras se alejaban por el angosto pasillo, escuchaban los gritos del aplastado celador. Sobre la puerta ocho esquizoides saltaban como si de una cama elástica se tratase.

Las llaves, con cierta dificultad, iban encajando en las cerraduras y poco a poco se acercaban a la libertad. A medida que esto sucedía, los nervios afloraban por todas las rendijas mentales de los

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acompañantes de los narcos. Nadie hablaba. Sólo la ansiedad por dejar atrás una puerta, un pasillo, una escalera... Y por fin La salida principal que comunicaba con el jardín externo, un jardín que muchos recordaban de su entrada en el centro. Otros no.

La cancela se abrió y con ella el estruendo de la libertad no se hizo esperar. Más de treinta psiquiatrizados del Hospital Clínico corrieron a llenar la noche con sus batas blancas y su aspecto de haber salido de una película de miedo, como si la “morgue” hubiese tocado a recreo.

En pocos segundos desaparecieron y dejaron a los “cinco” solos y despistados, sin saber dónde ir ni cómo. Una mirada bastó para dar la alarma y, sin pensarlo dos veces, corrieron en la dirección que llevaban sus acompañantes. Por el camino se tropezaron con ellos: dos se revolcaban en el suelo a tortazo limpio, mientras otro les orinaba desde lo alto de un árbol al que había subido y en el que había utilizado las ramas como perchero para su bata. Otros dos, más adelantados, robaron un coche aprovechando que sus inquilinos retozaban en el asiento trasero y corrían, marcha atrás, por la avenida que llevaba al Campus Universitario ante los gritos de sus propietarios.

Jacinto y otros cuatro volvieron a esperar a sus “salvadores” pensaron, acertadamente, que necesitaban ayuda. Disfrutar de unos momentos de libertad, les había calmado. Ahora buscaban emociones fuertes.

Con el mismo uniforme: bata abierta por detrás y zapatillas, corrieron por la Calle Princesa hasta llegar a unos grandes almacenes. Por el camino, no perdieron la oportunidad de asustar a algún transeúnte ante la atónita mirada de los colombianos que no sabían cómo iba a terminar todo, pero que seguían apegados a la ayuda urbana de sus “especiales” guías. Dos “marchotas”14 que terminaban una noche aciaga se cruzaron con el grupo, pensaron que iban de carnaval y les devolvieron los insultos y las burlas más tarde se lo pensaron mejor y se unieron a ellos para seguir la “juerga”, corrieron a su lado poniendo el ruido de fondo, con los brazos extendidos simulaban avionetas a punto de despegar. Por un momento fueron los que más gritaban y los que mejor asustaban a los pocos transeúntes que quedaban a esas horas. Daban magistrales lecciones de locura a los propios locos.

Hacia la mitad de la calle, un gran almacén les invitó a repetir la proeza del cuarto del celador. Así lo dijo Jacinto y así lo comprendió Masho. Los dos postizos que se habían unido al grupo, seguían en el convencimiento de la celebración de una fiesta, algo rara, pero divertida. Todos estaban eufóricos y la invitación nocturna era, cuanto menos, apetitosa.

En la mente de Lucre estaba encontrar vestimenta apropiada y seguramente armas. “Un establecimiento de este tipo deberá tener un arsenal” -pensó-.

Ser guardia nocturno de unos grandes almacenes, tiene fama de oficio tranquilo. No sólo por la protección en sí del centro, sino por la falta de trabajo durante la madrugada. Linterna en mano se hace un recorrido cada hora mientras los compañeros vigilan a través de las cámaras. Los sensores están preparados para indicar el lugar exacto donde ocurra el asalto y las alarmas se disparan automáticamente conectadas con la Central de policía. Por todo esto, no se explicaban cómo sonaron todas las alarmas a la vez. Cómo esta mascarada de atraco no era ni eso: En la planta baja, unos embatados individuos no robaban los cosméticos, se los comían. Esto no era normal y como tal no acertaban en su actuación. Además nadie les hacía caso por muchos gritos de “alto o disparo” “todos quietos”... que daban.

Se lo estaban pasando en grande. Sus caras lucían diferentes mascarillas y cremas, los espráis de espuma volaban como si de nieve y navidad se tratase y habían encontrado lencería y ropa de señora, a Jacinto le había dado tiempo a ponerse dos rulos cuando los perfumes derramados en el suelo hicieron que un guardia resbalase.

Esto lo aprovecharon Piti, Napo y Soleto que rápidamente desarmaron a los vigilantes. Al fondo aparecía Masho con un gran traje “Pierre Cardin” procedente de la planta de caballeros.

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- Mira, había de mi talla -dijo-... ¿Te gusta mi sombrero? - Seguidme -gritó Lucre desde lo alto de las escaleras- ...he descubierto la sección de

armas. Como un sólo hombre subieron hacia la planta de deportes. Mientras, en la calle, las sirenas de la

policía comenzaban su lenta aparición.

El departamento de caza y tiro deportivo, bien dotado, estaba blindado y candado por todos los costados, por lo que el especialista en cerraduras entró en acción...

- Cuidado no rompas también las armas. -interrumpió Piti ante los golpes de un poderoso Masho-.

Con toda rapidez, a medida que destrozaba una vitrina, repartían su contenido y como si de expertos se tratara las cargaban. En su mayoría se trataba de escopetas de caza no por ello menos peligrosas.

Sin haberse quitado las cremas ni la ropa empezaron a disparar.

La alarma cundió en la calle, donde la policía, al escuchar los disparos, se atrincheró rápidamente tras los coches. Pistola en mano esperaban noticias.

Un chirriar de ruedas dejó atravesado el auto del que salió el teniente Cristo con un pañuelo se secó el sudor, las temperaturas no habían bajado de 40º. Altavoz en la izquierda y pistola en la derecha gritó:

- Les habla la policía. El edificio está rodeado. Salgan con las manos en alto donde yo pueda verlas.

Ante el asombro de los expectantes oficiales los disparos continuaban sin parar pero, curiosamente, ninguno salía fuera del edificio.

- Deben estar masacrando a los de seguridad... ¡Pobres...! -comentó un agente tumbado bajo el coche y que no soltaba la gorra-... y con este calor...

- ¡Repito...-altavoceó Cristo- ... estáis rodeados, en cinco minutos los Geos entrarán y no me responsabilizo de lo que pase!

Mientras duraba la charla de Cristo, los chiflados, atentos y educados, dejaban de disparar, para continuar inmediatamente después.

La furgoneta de los “especiales” hizo su estruendosa aparición. De la puerta trasera salieron en estampida una docena de uniformados paramilitares, armados hasta los dientes. Pronto se dispersaron bajo las estúpidas órdenes del que llevaba más galones que no dejó ni por un momento el teléfono móvil. Atendía al nombre clave de “Sapo” y, curiosamente, todos parecían entenderle. Dos subieron a la terraza, dos se aposentaron en un coche y el resto se aproximó a la puerta de entrada.

- ¿Quien está al mando? -preguntó con voz altanera-. - Creo que yo. Teniente Cristo. - Sapo. Capitán Sapo. Le relevo del mando ¿Que ocurre? - Al parecer...- empezó el teniente muy despacio-...unos “presuntos” terroristas, se han

hecho fuertes en la sección de deportes del almacén. deben estar enfrentándose a los vigilantes por lo que puede oír...-sonaban los disparos-.

El continuo tiroteo del interior, apenas dejaba dudas para una reflexión exacta de lo que estaba ocurriendo...

- Si, parece que así es -dijo el Sapo-.. tengo dos hombres en el terrado pero no creo que puedan ver nada. No hay ventanas. Entraremos después de los gases.

- ¿Me dice a mí o habla por teléfono? - respondió Cristo al comprobar que no separaba el aparato de la oreja-.

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En el departamento de artículos deportivos Jacinto disparaba a las pelotas de tenis que lanzaba Remigio, un psicótico en permanente fase maníaca, y que bateaba Raúl, el pasota, siempre y cuando Jacinto fallara el tiro. En el otro extremo se repetía la misma escena con una variante: las pelotas las lanzaba sobre la cabeza del resto. Los “Narcos” escondidos tras un mostrador, esquivaban los disparos que silbaban sobre sus pensamientos. Sólo podían hablar cuando en la calle ocurría algo. Los locos callaban y al final de cada frase reían, los pasotas hacían lo mismo. Todos disfrutaban de una fiesta salvaje vestidos de carnaval.

- Escuchad -dijo Lucre-... ya se cómo vamos a salir de aquí. Arrastrándose por detrás de las estanterías, lograron bajar hasta la planta donde estaban los

vigilantes amordazados. Les despojaron de sus vestidos y se los pusieron sin importarles la diferencia de tallas. Masho consiguió la más grande pero al abrocharse la chaqueta la reventó por los cuatro costados, lo mismo le ocurrió con los pantalones. A Piti, como le estaban grandes todas, no se quitó la bata del hospital y dejó los lazos colgando. Metieron a los guardias en el ascensor y pulsaron la planta de deportes donde se encontrarían a unos magníficos tiradores haciendo prácticas de puntería.

El asombro al abrirse las puertas no tuvo nada que ver con el de la policía que, inmediatamente después de disparar los lacrimógenos, escucharon los gritos de los colombianos que les indicaban su salida.

- Hemos dejado... - dijo atosigado y con los ojos llorosos Lucre- ... tres compañeros atrapados por el fuego cruzado. Tienen que socorrerles.

- ¿Donde es el tiroteo?-preguntó el Sapo-. - En la planta quinta, la de artículos deportivos, en la armería. Pero están escondidos por

todos los rincones. -respondió Lucre con ánimo de ganar tiempo-. - Y ¿Cuantos son? -insistió el batracio-. - Unos doce.

Tras esta valiosa información el capitán hizo un gesto al teniente Cristo. Ambos se retiraron a una esquina.

- Puede ser esa docena -dijo-... que deambula esta noche asustando al personal, hemos recibido varias denuncias.

- Si, -asintió Cristo-...nos habían avisado de unos gamberros... - ¡Pues figúrese qué gamberros...-interrumpió bruscamente el Sapo-... armados y con

rehenes a los que sabe Dios lo que estarán haciendo! - Y estos pobres... -continuó Cristo señalando a los narcos-... lo han debido pasar bastante

mal. Fíjese como lloran todos y el más grande tiene el uniforme hecho harapos. Le han debido dar fuerte. Siempre he dicho que donde estén los profesionales...

- Eso es lo que va a ocurrir...-sentenció el Sapo-... los profesionales van a entra en acción. El Servicio de Asalto de la Policía “SAPO” era un grupo especialmente entrenado para dar saltos,

como bien indicaba su nombre. Su entrenamiento era inferior en calidad y duración al de los “GEO”15 pero la oposición de entrada al cuerpo era más fácil. Por eso sólo actuaban los fines de semana.

Hizo una señal y un grupo de cinco “SAPOS” entró en el almacén. Varias explosiones, procedentes de los lanzagranadas, sonaron. El humo salía fuera del edificio. Al poco tiempo numerosas detonaciones se escucharon en la planta quinta. Detonaciones que siguieron hasta el amanecer.

Con la complicidad ignorante de la policía los “Narcos” continuaron su deambular en busca de su objetivo: La furgoneta aparcada en la Plaza de la Paja, pero ahora sin guías.

OOOOooooOOOO

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CAP.16

Aquella noche, el bochorno en Madrid superó todas las expectativas. La capa de ozono y las expulsiones de CO2 de los coches, empezaban a hacer realidad el anunciado cambio climático y se mantenían los cuarenta grados a las doce de la noche. Hacía años que esto no ocurría. Los telediarios seguían anunciando víctimas climáticas que en Estados Unidos habían llegado a las tres cifras, muchos achicharrados por el efecto “parrilla” de sus casas prefabricadas y rulotes y otros al mantener cerradas todas las ventanas por miedo a ser atracados...

En la Plaza de la Paja no había vuelto la luz. Los aguerridos vascos se percataron de que la temperatura del interior de la nevera se acercaba, peligrosamente, al de la habitación. Todo podía hacer ¡Pum! si no encontraban pronto una solución. En esto regresó Txema.

- Mira, esto es lo mejor para dar aire fresco...-dijo mostrando unos abanicos-. He tenido que llegarme al aeropuerto, las tiendas de souvenirs es lo único abierto a estas horas.

- ¿Y con dos Pai-pai andaluces pretendes que enfriemos el explosivo? -respondió Iñaki con sarna-.

- No se, pero por mil duros no puedo encontrar nada mejor. - Esto va a explotar en cualquier momento...-dijo más serio-... tenemos que llevarlos a

algún sitio donde no causen daño. Dicho y hecho agarraron los dos paquetes de 20 kilos cada uno y sin parar de abanicar bajaron las

escaleras con la intención de dirigirse a algún lugar alejado.

- Txema, no se tu, pero yo noto el paquete más caliente que mis manos. - Yo también -respondió-...creo que lo dejaremos rápido, antes que explote. Dirígete a esa

furgoneta. La furgoneta camuflada del “Equipo B” ya no se abría tan fácilmente. Slim la había convertido en

un almacén de grano y puso un gran candado. Tuvieron que forzar la puerta delantera.

- Ya está -dijo Iñaki-.. pon los bultos en los asientos delanteros. - Se nota mucho. -apuntó Txema-. - Es verdad, escóndelos entre esas bolsas de maíz de la parte trasera.

Y así lo hicieron. Sin darse cuenta habían preparado una bomba de relojería solar, cuya metralla podía ser explosiva.

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Esa misma noche, Slim, Anselmo y Sinfonio, se habían reunido en el cuartel general de ABACA para estudiar la solemne paliza que le habían propinado a éste último a su regreso a casa...

- Se me acercó una fulana vestida con peineta y me pidió fuego...-explicó Sinfonio-... Sin acordarme que no fumo, busqué en mis bolsillos y no encontré nada. Esto lo debieron aprovechar para darme un golpe. Todo se volvió negro.

- ... Y despertó inconsciente...-terminó Slim-. - ¿No entiendo cómo alguien se puede despertar inconsciente? -matizó Sinfonio-. - Lo que quiere decir... -puntualizó Anselmo- es que se despertó y se dio cuenta que había

estado inconsciente... ¿Por el golpe?... - ¡Pues no!... -inquirió Sinfonio a quien se le estaba agotando la paciencia- ... me

despertaron a tortazo limpio los mismos que me habían agredido. Los conocí por la chica. Y me pidieron el dinero. Parece ser que con los recortes no habían tenido bastante. Al no dárselo me pegaron más. La chica me obsequió con una patada en...

- Si, en el “Vals de los Eunucos” -dijo Slim soltando una amplia carcajada-. - Es evidente... -concluyó Anselmo- ...que se trataba de los chantajistas, si no no se explica

el motivo por el que volvieron al lugar del atraco ¿Es capad de reconocerlos? - Pienso que sí aunque estaba muy oscuro. La muchacha es difícil de olvidar, tenía dos... - Bien, entonces... -señaló Slim con la cámara en la mano-... veamos la grabación del día.

El pequeño reproductor de imagen de ABACA se puso en funcionamiento dispuesto a emitir las ocho largas horas - cuatro de doble duración- que describirían el aburrido pasear de transeúntes a lo largo del día.

Dos horas más tarde estaban dormidos. Slim sobre su escritorio, Anselmo y Sinfonio en sendos sillones. La proyección no se interrumpió.

Un desafinado ronquido de Anselmo mal acompasado por otro de Slim, fue suficiente para despertar el musical oído de Sinfónio en el preciso momento que hacía su aparición Carola luciendo el palmito con los vascos.

- ¡Esa es -gritó-..esa es! - El susto despertó a los roncadores que volvieron a pasar la imagen...

- ¡Es ella, es ella! -continuaba Sinfonio-. - Afortunadamente ha servido para algo bueno el invento este -comentó Anselmo,

recordando seguramente las grabaciones anteriores-. - El caso...-dijo Slim-...es que esa cara me resulta conocida.

Como todo detective, Slim leyó en el manual práctico la manera de mirar una cara y los rasgos que en ella deberá fijar para su posterior reconocimiento. Es por esto que la mayoría de los detectives, policías incluidos, miran a la gente de manera rara, haciendo un esfuerzo similar, a veces, al que realizamos en el cuarto de baño cuando... bueno, antes de tirar de la cadena y algunos mientras tanto. Este esfuerzo denota un gesto parecido al que Slim ponía al enfrentarse por primera vez a un sujeto.

- Podíamos consultar en los archivos fotográficos de la policía -apuntó Anselmo-. - Me has quitado la palabra de los morros. Iremos a la comisaría de la Cruz, allí tengo

buenos amigos.

La comisaría de la Cruz, situada entre las calles Alcalá y Arturo Soria, atendía a una variopinta clientela compuesta por lo mejor y lo peor de los estratos sociales. A su derecha un barrio señorial de chalés y pisos lujosos donde el metro cuadrado mide metro y medio. A su izquierda todo lo contrario: un poblado de exchabolistas especialistas en todo lo que no sea pagar Seguridad Social. De frente el final de la calle de Alcalá, en la que te encuentras desde un ex ministro hasta un obrero sin cualificar especialista a darle al botijo y a Slim o su agencia, vecina de aquellos páramos.

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- !Hola Slim¡ - ¡Viejo Perro...! - ¡Cuanto tiempo...! - Te vendes caro...

Entre saludos y palmadas entraron hasta el final del pasillo donde se encontraba el despacho acristalado del teniente de guardia.

- Teniente -dijo abriendo la puerta-... quiero presen... - Lo siento Slim -respondió un teniente sin afeitar y que olía fuertemente a sudor- ...hoy no

es mi día, esta noche he entrado de guardia y me ha tocado desactivar a un comando de chiflados recién fugados del manicomio, todo bajo las órdenes de un imbécil con galones de capitán y cara de sapo al mando de un comando de gilipuertas que han dejado escapar a unos peligrosos traficantes vestidos de guardias jurado, y ha mandado al hospital a los auténticos vigilantes.

- Acribillados a balazos. -afirmó Slim-. - No, intoxicados de tanto botecito de humo. - Le presento a mi Socio, Anselmo Fuertes, y a un ilustre cliente Don Sinfonio García

Lustao. El teniente Cristo. - Su cara me suena -dijo Cristo con ese gesto que caracteriza a todo policía-. - ¿Entonces será usted aficionado a la música clásica? -preguntó Sinfonio con aire solemne-

. - No, últimamente sólo como en hamburgueserías -respondió Cristo-.. y... ¿Que os trae por

aquí? - Verá...-atajó Slim-..nos gustaría echar un vistazo a unas fotos... - Vale. Díselo a Fonseca.

Fonseca era el encargado del registro de delincuentes. Llevaba, además, las relaciones entre bandas, en un oscuro despacho al fondo del piso sótano rodeado de ordenadores y con una gran mesa de metal en el centro. Sobre ella esperaban las fotos de tres de los colombianos: Napo, Soleto y Piti.

- Hola Slim -dijo sin ni siquiera levantar la cabeza-... ¿Que te trae por aquí? - Fonseca. Anselmo mi socio y Sinfonio... -dijo de manera rutinaria-... Nos gustaría ver

unas fotos. Chica de unos 30, pelirroja o teñida, uno sesenta y siete...mechera 16 o así... ¿Que son esas fotos?

- Unos “narcos” colombianos que andan sueltos vestidos de guardias jurados. Se le escaparon ayer al jefe. Las fotos son de INTERPOL por eso están tan mal. Toma...-dijo mientras le daba un archivador de anillas-... si lo acabas coge el que corresponde a la siguiente letra.

- Comenzaremos por la “z” de “zorra” -dijo Slim-... estoy seguro que no andará muy lejos. Grandes y con anillas. En cada página figuraba una individua y su historial, con caras no salidas,

precisamente, de la peluquería. Ávidos por encontrar la de Carola se lanzaron literalmente sobre las fotografías y a una velocidad inusitada comenzaron.

Tres horas después de interminable discusión, habían seleccionado y peleado por la mitad de las delincuentes retratadas, aunque en ninguna coincidieron los tres juntos, por el contrario, coincidían en sus comentarios y en lo que harían con ellas, sin olvidar proposiciones deshonestas a risotadas y en voz alta, que molestaban un poco a Fonseca. A la vuelta de una mulatona de “3.500pts el paseo” apareció la foto de Carmen Arnaldo Sigüenza alias “Carola”, la señalaron al instante. Prostitución, pequeños robos, estafa y timos.

- Sí -respondió Fonseca-... se trata de la “Carola”, asociada con el “Nardo” y el “Anise”, dos pájaros de aupa especialistas en “primos”, se dedican a estafas de poca monta pero mucha originalidad. Figúrate que engañan a imbéciles haciéndose pasar por dependientes

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de “El Corte Inglés”... Mirad, éstas son sus fotos. A propósito, podíais haber empezado por la “a” de “animal”.

Un cierto sonrojo pareció recorrer el rostro de los tres galanes. Sinfónio, golpeado y engañado, precisamente en esos almacenes, los mismos en los que Slim compró una cámara ladrillera y Anselmo... que se creía de nuevo un conquistador con futuro.

Tres fotocopias ampliadas en las que Slim pintó un “Se Busca” a rotulador y dispuestos a volver al lugar de la cita. Un funcionario con cara de pocos amigos, en mangas de camisa con una pistola que olía a sobaco, tropezó con ellos. Llevaba en la mano fotocopias del historial de los “Narcos”...

- Teniente...-dijo mientras asomaba la cabeza en el despacho-... les han visto por el casco viejo.

- ¡Vamos!.

OOOOooooOOOO

CAP.17

A mediodía, la plaza de la Paja recuperó su bullicio habitual. La avería eléctrica estaba reparada, para ello tuvieron que retirar primero los cadáveres de los animalitos. La gente disfrutaba, alegremente de una mañana dominical, ayudando en lo que podía al arreglo floral. Los vascos,

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asombrados, vigilaban la furgoneta desde la ventana, no se explicaban porqué no había estallado. Slim y Anselmo montaban el tenderete. Sinfonio miraba, llevaba otro paquete lleno de recortes.

Un equipo de electricistas contratados por los vecinos, intentaban arreglar el desaguisado de cables que dejó Chingar, no lo tenían demasiado fácil ya que en el enmarañado que dejó, era prácticamente imposible saber dónde terminaba o empezaba cada circuito. Las palomas, además, dificultaban esta tarea de rescate y búsqueda con sus alegres revoloteos y enredos. La normalidad era total. Hacía mucho calor.

Los colombianos deambulaban por las calles sin saber exactamente a dónde se dirigían. Uno de ellos recordaba la fachada del restaurante y sabían que estaba muy cerca de un gran puente -el viaducto- en el barrio viejo. Seguían luciendo sus uniformes maltrechos y Masho no soltaba la pistola de la mano. De pronto Piti divisó el puente.

• Ya estamos cerca...-dijo- .. a la derecha y llegamos.

Nardo y sus compinches se habían pasado la noche intentando localizar a Sinfonio para darle una última oportunidad de recuperar la película, sin obtener más respuesta que la Novena Sinfonía de Beethoven, casi completa, grabada en su contestador automático. Como además por miedo a ser localizado tenía que dejar el mensaje utilizando diversas cabinas, había gastado más monedas de las que su moral le permitía aunque fuera como inversión. Este timo se le estaba escapando de las manos, así que decidió dirigirse con sus cómplices a la plaza para un encuentro más directo.

- ¡Allí está!..-dijo Carola-... yo me escondo por si acaso, seguro que me reconoce. Subiré a las escaleras de la iglesia, al lado de aquél gordito.

- Vale...-respondió Nardo-.. yo le dejaré esta copia de la película a la vieja palomitera, continuamente compra allí. Y tu me sigues por si acaso.

Así, escoltado por Anise, se dirigió hacia el puesto de Slim. En el instante que hacían su aparición unos siniestros personajes vestidos de guardas jurados: los “Narcos”.

- Mírala, ni se ha movido del sitio -afirmó Lucre con rotundidad- ¿No os dije que la encontraríamos?

- Ya, pero alguien la ha atrancado. mira que candado -dijo Soleto a la vez que le profería una patada-

- No importa. Masho la abrirá. Los nuevos electricistas, desesperados, solicitaron finalmente la ayuda inestimable de Chingar,

con la esperanza de que alguien fuera capaz de deshacer el entuerto de los cables. Éste, amablemente, se lo intentó explicar una y otra vez sin lograrlo. Así que prefirió hacer una demostración práctica de cómo funcionaba aunque para ello tuviera que sacrificar alguna bombilla en alguna explosión esporádica. Por lo que fue directo al punto de partida de los cables para encender su apoteosis.

- Tome abuela... -espetó chulamente Nardo a Slim mientras le acercaba la cinta en un sobre-... vendrá a por esto un tipo muy cursi que lleva un paquete marrón bajo el brazo.

Sin pensárselo un instante tiró del brazo de Nardo esparramando por el tenderete la cara de sorpresa de éste y las bolsas de maíz suelto que al caer al suelo provocaron los resbalones de los viandantes. Nardo y Slim vestido de vieja, se despanzurraban rodando a tortazo limpio, Masho tenía cogida con las dos manos la manecilla del portón trasero de la furgoneta y fue entonces cuando Chingar conectó, de nuevo el fluido eléctrico, justo en el preciso momento en que la masa de explosivo alcanzaba su punto máximo de calor soportado y estalló.

Dantesca y desproporcionada la escena tuvo sobretodo, color blanco, el susto dio paso a los gritos, al correr por una espesa niebla fruto de la coca en expansión. El explosivo había utilizado la furgoneta como concentrador de onda multiplicando el efecto devastador y el calor producido como consecuencia, convirtió los cien kilos de maíz en blancos copos que, instantáneamente, cubrieron la

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plaza como si de invierno se tratase, como unas Navidades nevadas, muy nevadas. Las paredes y las caras de los transeúntes se cubrieron de blanco, como recién encaladas, las palomitas de maíz habían adquirido un gustillo digno de patentar pero difícil de reproducir en un laboratorio al no disponer del explosivo, ni furgoneta, ni los permisos de Sanidad para producir coca... Las palomas empezaron a picotear el sabroso maná caído del cielo, su ajetreo y alegría se superó con la realización de piruetas y números de equilibrio para terminar tirándose en plancha contra este blanco mar de alucinaciones alimenticias. Algunos pasotas, al percatarse de la composición de la nube de polvo, empezaron a esnifar las paredes, comían a bocanadas el maíz y se guardaban en los bolsillos lo que podían, miraban alrededor sin creer lo que estaba pasando, con recelo por si se tratara de una trampa, pero sin dejar por ello de llenar el buche.

Del susto se pasó a la euforia. Masho conservaba aún la portezuela de la furgoneta en las manos, su pintoresca estampa, algo chamuscada, se aferraba a lo único que quedaba de un sueño que no se cumplió. No entendía aún, cómo pudo explotar la “nieve” por un tironcito de nada. En el otro lado de la plaza, Chingar se tiraba de los pelos creyéndose, una vez más, el responsable de lo ocurrido y Slim sujetaba por el cuello a Nardo mientras Sinfonio le golpeaba con el paquete de recortes en la cabeza...

Aquel año la Plaza de la Paja no ganó ningún premio de engalanamiento de calles a pesar de su originalidad. Durante tres días permaneció llena del blanco comestible y con el personal haciendo colas para entrar a “respirar” el aire cocainado. La noticia había corrido como la pólvora por todo Madrid y muchos “modernos” se apresuraron a recibir el “agua bendita” en forma de copos mitad/mitad. Fueron tres días en los que nadie durmió, todo el mundo parecía contento. Tres días de reflexión para Slim y Anselmo.

El caso se había resuelto. El teniente Cristo llegó a tiempo de recoger los trocitos de los narcotraficantes y, de paso, enchironó a Carola, Nardo y Anise. Slim, después de recibir un cheque de Sinfonio, regaló la cinta de los sospechosos grabada en la plaza a unos reporteros de televisión que pululaban por la zona siniestrada, se encontraban muy cerca machacando un reportaje urbano y verbenero cuando escucharon la explosión y casi lo habían transmitido en directo. La cinta de Slim sería la exclusiva. Y tanto, con el ajetreo que se organizó no se dio cuenta que la cinta que les daba no había sido, precisamente, grabada en aquella plaza. Se despidieron y alejaron con una cinta mucho más exclusiva de lo que creían. Mientras Sinfonio se llevaba la realmente explosiva y Slim su cheque.

Aquella mañana todos los periódicos relataban los hechos, y ninguno coincidía en lo ocurrido. Sus titulares eran dispares aunque la información convergía: unos culpaban del atentado a un comando terrorista incógnito o semilegal, otros aseguraban que se trataba de un ajuste de cuentas entre narcotraficantes, los más avispados informaban sobre la explosión del gas que, proveniente de Argel, había traído hasta el polvo de sus arenas, pero todos estaban de acuerdo en comentar la existencia de palomas drogadictas que atacaban a los transeúntes que llevasen algo blanco, un saquito de azúcar o un bisoñé; tampoco faltaron los más sensacionalistas que hablaron de una campaña subliminal para la venta de un detergente.

Slim y Anselmo bajaron por la avenida de Daroca despacito, con el paso medido para evitar que sus poros derramasen la energía que les sobraba, hacía mucho calor, no tanto como el que habían pasado en la plaza y más si tenemos en cuenta el disfraz... A medida que avanzaba la tarde se hacía un poco más llevadero. Llegaron al bar de las Ventas donde sirven unas estupendas raciones de rabo, donde ahogar sus desdichas y limpiar sus culpas en unos chatos de rioja con tapa.

- ... creo que la faena fue confundirse de cinta -dijo Anselmo mientras se sentaba en una mesa-.

- A lo mejor nos dan un premio de esos de los videos caseros... Se fijó que la flauta que tocaba no era de metal, ni el oboe ni... ni era flauta...

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- ¡Calle, calle! Siempre pensando en lo mismo...-interrumpió-. - Le diré, mi buen Anselmo, que la cámara se la compré precisamente...

En ese momento entran un grupo de jóvenes en el bar, van muy alegres y alborotando, piden una ración de sangre frita y unas cervezas, hablan del paseo por la plaza de la Paja... Todos estaban contentos y muy nerviosos. En sus manos unos canutos, todavía blanquecinos, que chupaban con avaricia. Parecían la funda de un bolígrafo “bic” cristal.

- ¿Te das cuenta de la que se ha armado? Mira éstos jóvenes que vienen de hacer Dios sabe qué con esos canutos...-continuó Anselmo -... y creo que toda la culpa es nuestra. Mira esa chica, tan joven, podría ser nuestra hija...

- Si... -respondió Slin mientras reposaba la cabeza sobre sus dos manos abiertas en abanico -... es, como una perita en dulce.

REGISTRO DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL DE MADRID. Solicitud nº 35.685.

Título: Una perita en dulce (Una aventura de Slim García)

Titular de los derechos: Segura Ureta, Miguel Ángel.