Sinónimos de Una Juventud Enigmática

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Sinónimos de una juventud enigmática - Dale, kintsugiemonos – se corrió el pelo de la cara con un movimiento elegante. - Ni somos jarrones ni estamos hechos de porcelana… - ¿Según quién? Martín era el de los movimientos refinados, el romanticismo a flor de piel, la elegancia como norma. Eli, por su parte, era la de los actos impulsivos, la cínica empedernida, nerviosa por naturaleza. Ambos estaban cenando y para los comensales del restaurante que se encontraban cerca de su mesa, la imagen se tornaba un poco irónicamente caótica. Imagínese: un hombre con pelo lacio dorado rozándole los hombros y una mujer de pelo cortísimo anaranjado. Vaya más allá: él con un traje azul marino exquisito, con todas sus partes, chaleco y corbata incluida y ella con un jean desgastado y una remera de The Smiths. Parecían la antítesis el uno del otro y, sin embargo, había un lazo, quizás en sus miradas, que los unía como si fueran una sola persona. Ella estaba irritada, él le había sido infiel por quinta vez en los siete meses de relación que tenían. Sí, he dicho que él era un romántico pero esta característica no es equivalente a la fidelidad. Él entendía a esta última de un modo diferente. Creía que sólo podía expresarla al entregarle su amor a una mujer mientras que sus deseos sexuales, actos primates por excelencia, los satisfacía con varias. Por más que se lo hubiera explicado numerosas veces a ella, caían siempre en la misma discusión, en la repetición de dejarse mutuamente una y otra vez. Kintsugi era un arte japonés, el cual constaba de arreglar un objeto roto, uniendo sus partes con un pegamento con polvo de oro. Lo que permitía esto es que el objeto roto y dañado que se entregaba, una vez arreglado, valiera más que el nuevo y reluciente que se tenía. Martín le había contado esto a Eli cuando empezaron a salir y ahora lo usaba como una estrategia para conquistarla nuevamente. Ella ya no le creía, le seguía el juego por diversión. Ni siquiera actuaba de manera vengativa. Ya había escuchado aquel discurso, una y otra vez, durante cinco meses consecutivos. Sí, era cierto: Martín era hermoso, elegante, limpio, prestaba atención en cada detalle y pagaba todas sus salidas…pero ella quedaba como la cornuda más grande de todas y ya se había cansado un poco de aquello. Pasó la mano sobre su mochila y la depositó en un bulto duro que sobresalía de esta. Era un arma pequeña cuyo nombre había olvidado apenas terminada la transacción. Se la había

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Sinónimos de Una Juventud Enigmática

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Sinnimos de una juventud enigmtica Dale, kintsugiemonos se corri el pelo de la cara con un movimiento elegante. Ni somos jarrones ni estamos hechos de porcelana Segn quin?Martn era el de los movimientos refinados, el romanticismo a flor de piel, la elegancia como norma. Eli, por su parte, era la de los actos impulsivos, la cnica empedernida, nerviosa por naturaleza. Ambos estaban cenando y para los comensales del restaurante que se encontraban cerca de su mesa, la imagen se tornaba un poco irnicamente catica. Imagnese: un hombre con pelo lacio dorado rozndole los hombros y una mujer de pelo cortsimo anaranjado. Vaya ms all: l con un traje azul marino exquisito, con todas sus partes, chaleco y corbata incluida y ella con un jean desgastado y una remera de The Smiths. Parecan la anttesis el uno del otro y, sin embargo, haba un lazo, quizs en sus miradas, que los una como si fueran una sola persona. Ella estaba irritada, l le haba sido infiel por quinta vez en los siete meses de relacin que tenan. S, he dicho que l era un romntico pero esta caracterstica no es equivalente a la fidelidad. l entenda a esta ltima de un modo diferente. Crea que slo poda expresarla al entregarle su amor a una mujer mientras que sus deseos sexuales, actos primates por excelencia, los satisfaca con varias. Por ms que se lo hubiera explicado numerosas veces a ella, caan siempre en la misma discusin, en la repeticin de dejarse mutuamente una y otra vez. Kintsugi era un arte japons, el cual constaba de arreglar un objeto roto, uniendo sus partes con un pegamento con polvo de oro. Lo que permita esto es que el objeto roto y daado que se entregaba, una vez arreglado, valiera ms que el nuevo y reluciente que se tena. Martn le haba contado esto a Eli cuando empezaron a salir y ahora lo usaba como una estrategia para conquistarla nuevamente. Ella ya no le crea, le segua el juego por diversin. Ni siquiera actuaba de manera vengativa. Ya haba escuchado aquel discurso, una y otra vez, durante cinco meses consecutivos. S, era cierto: Martn era hermoso, elegante, limpio, prestaba atencin en cada detalle y pagaba todas sus salidaspero ella quedaba como la cornuda ms grande de todas y ya se haba cansado un poco de aquello. Pas la mano sobre su mochila y la deposit en un bulto duro que sobresala de esta. Era un arma pequea cuyo nombre haba olvidado apenas terminada la transaccin. Se la haba comprado hace unos aos al chico de la esquina de su casa, ese que venda droga y otras tantas cosas ilegales. La operacin fue muy sencilla, ella le dijo que necesitaba un arma y l, inmediatamente, le respondi que aquella era, por su tamao, la pistola ideal para una mujer. Estpido sexista haba pensado en su momento pero ahora crea que tena razn. Se adaptaba perfecto a su mano y no pesaba mucho, lo que le permita sacarla rpidamente de donde sea que la guardara. No saba por qu la haba llevado a aquella cena. Estaba media confundida. Entiendan que ella, una feminista a raja tabla (y con esto me refiero a defensora de los derechos humanos), vea la infidelidad como una ofensa hacia cualquier individuo del planeta, un instinto puramente animal que el humano, ser pensante, debera haberlo superado o, al menos, haber aprendido a controlarlo. No crey que lo fuera a matar, no. Pero haber puesto la pistola en la mochila era la duda ms real que haba sentido nunca. Martn segua hablando, dndole razones para volver con l, dicindole cuanto la amaba. Ella lo escuchaba con muy poco inters. Le prestaba tan poca atencin como cuando oa a un taxista hablando de temas un tanto nazis mientras en el auto sonaba alguna msica espantosa. Escucharlo la irritaba, le daba ms razones para matarlo ah mismo, en aquel restaurante japons. Hasta esa era la comida favorita de l, ella nunca disfrut del sushi realmente. Pescado crudo, algas y arroz dulce, aquel era el gusto oriental y no el de ella. Se sorprendi, su agresividad hacia l le estaba produciendo que se volviese no slo un poco racista sino neurtica.

Lo importante no es cuantas veces pasamos por esto- hablaba l expirando aires de grandeza. Sino cuantas veces lo hemos superado

Martn moj una pieza de sushi en sala de soja y luego, se la llevo a la boca. Masticaba con la boca cerrada como casi ningn hombre se dignaba a hacer frente a una persona de confianza. Asco, eso era lo que senta Eli hacia l y no se atreva a probar bocado por miedo a vomitar ah mismo. Su mano se tens alrededor de aquel relieve en su mochila. Y habl con las palabras que tena pensada hace meses:

Me chupa un ovario lo que vos cres que es importante. Ya fue, nene, hacete la cabeza. Vos y yo terminamos ac, hoy, en este momento, delante de esta comida horrorosa.

Eli se qued mirando su reaccin. Martn segua comiendo pasivamente, los palitos no temblaron en su mano y la sonrisa no desapareci de sus labios. Elizabeth, por favor, contente un poco.

La voz de l era tranquila y, por eso, ella la sinti como una cachetada en medio de su rostro. Se haba prometido no llorar pero sus ojos se aguaron de repente y una lgrima cay, en contra de su voluntad. Y, tan rpido como le lleg la tristeza, le sobrevino la consiguiente furia. Agarr con la mano, la que no tocaba su mochila, el sushi de su plato. Nunca aprendi a usar los palitos pero si saba que deba mojar las piezas en salsa de soja antes de comerla. As que, despus de cumplir ese riguroso paso, le tir todo el sushi que pudo. Quera manchar su elegancia, su belleza, la sonrisa que todava tena plantada en la cara. Cuando termin la comida de su plato, no precisamente por haberla consumido, se levant. Se calz la mochila a los hombros e ignor los comentarios de los otros, algunos rean, otros la insultaban. Alguien empez a aplaudir y un mozo se apresur con un trapo para limpiar el desastre. Eli ya estaba en la salida del restaurante, cerrando la puerta detrs de ella.Eli camin rpido, no porque estuviese huyendo sino porque quera llegar cuanto antes a su casa y poner The Cure al mximo volumen. Ya no lloraba pero tampoco estaba feliz; amaba muchsimo a Martn. Eso era lo que ms le dola pero saba que ni todo el oro del mundo podra arreglarlos. O kintsugiarlos para usar la ridcula frase de l. Estaba segura que lo extraara De repente, sinti que alguien tiraba su mochila con fuerza hacia atrs, quitndosela. Su primer instinto fue pensar que se la estaban robando. Pero luego, en su odo y en un murmullo, escuch su voz. Se dio vuelta asustada y lo vio. Ya no sonrea. Su traje ya no era impecable, salpicado ahora con manchas de diferentes tonos de marrn.

Pens que vos podas llegar a ser la nica mujer que me comprendiese- le dijo Martn.

En su voz no haba ira. Habl un tanto melanclico, la corbata deshecha y el chaleco abierto. No llevaba puesto el saco. Eli se extra al conocer su estado: la elegancia de Martn nunca le haba permitido ver rastro alguno de arrepentimiento. Tena la mochila en las manos Al menos, dejame llevar algn recuerdo.- susurr l.

Ella lo mir aterrada, no quera que abriese su mochila y descubriese el bulto que antes haba estado acariciando tiernamente cual mafioso de caricatura con un gato. Pero, repentinamente, pens que no tena ningn suvenir mejor que ese para dejarle.

Est bien- empez dicindole.- Abr la mochila y lo primero que encuentres es tuyo.

Saba que no le deba nada pero verlo en aquel momento le provocaba un poco de lstima. Al fin y al cabo, y como se haba admitido minutos antes, segua amando al desgraciado. Martn abri la mochila como un nio desenvolviendo un regalo en Navidad. Al ver adentro de esta, se desvaneci la contenta impresin de su cara. Sac el arma sostenindola apenas del mango, a modo de haber recogido la caca del perro con una bolsita. Primero, mir el pequeo revlver y luego, a ella. Estaba esttico, paralizado en aquella ridcula posicin. No hay mejor smbolo de nuestra relacin que ese eh? coment Eli sonriendo.

Martn la observ unos instantes, serio como una monja frente a un Jess resucitado, cerciorndose de que estaba dicindole la verdad. Y luego empez a rerse, primero despacio y en seguida en una fuerte carcajada. Eli lo mir desconcertada y empez a rerse ella tambin, tapndose el rostro con las manos. Ambos se contagiaron del otro y la gente que pasaba los contemplaba sorprendidos. Vean no slo a una pareja particular sino a una amenaza inminente. l todava sostena la pistola pero ahora la agarraba bien y la pona en su delante para examinarla como algo inexistente en aquel mundo. Crea que estaba viendo a un unicornio y esta idea lo hizo rer an ms. Los ojos le lloraban incontrolablemente pero no parecan ser lgrimas de felicidad. Se escuch un estruendo como el disparo de un revlver pequeo. Olvidaron de qu se rean. Quizs nunca lo supieron.

Anah Leiva

*Consigna: escribir un cuento que presente tintes humorsticos.