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Sin retorno

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es un cuento muy interesante que habla sobre la vida de dos jovenes que contraen matrimonio

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Una historia de Alejandra Alvares y Priscila Morales que manifiesta claramente el fluir de las cosas, en como la vida es constante girar, un circulo que hipotéticamente se tendría que cerrar. En su historia el lector identificará el ir y venir de los de la vida. Fue pues que las autoras intentan que con su novela que consta de cuatro capítulos el lector podrá identificar las distintas percepciones de las cosas: de sentires y acciones en los personajes de Horacio y Eurídice. Una pareja que se compromete formalmente con amor, conformidad, ilusión y secretos. Horacio, el personaje principal, fluye entre sombras siempre dubitativo ante los hechos siempre en silencio, inclusive en la toma de decisiones tan importantes como la consumación de un matrimonio que cambia la vida de dos personas que parecen perder su vida en la relatividad del ser humano. Horacio encuentra su lugar en pasatiempos y juegos que terminan por hacerlo tomar la decisión de encontrar su paz.

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Priscila MoralesAlejandra Alvarez

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Editor: Emmanuel G.

Apdo. Postal M1235México 1, D. F.TEL. 5 186953

Ilustrador Rafael Cero

$ 120.00Filomeno Mata 8.

Desp. 213.México 1, D. F.

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A nuestros familiares que nos apoyaron en nuestros fracasos y dolores.

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“cualquier conflicto, un accidente callejero o una declaración de guerra,

provocan la brutal intersección de planos diferentes”

Julio Cortázar en La Rayuela.

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Índice

Vaivén de sentires 6 Hable ahora o calle para siempre 11

Conflagración interna 19

Causalidad 24

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1 Vaivén de sentires

Resulta curioso ver como las cosas dan vueltas, ver al mundo girar siempre impredecible, como cuando dos equipos de fútbol juegan y compiten por saber quién es el mejor en su relativo contexto. Ahí se ve correr el balón caprichoso como diría Quique Wolf, caprichosa siempre caprichosa, en todos los aspectos: su forma de correr, botar, volar y ser pateada con delicada fortaleza, siendo protagonista de muchos sueños.

Eran las ocho con cuarenta y cinco minutos de la mañana, y corría el minuto cuarenta y cinco del segundo tiempo del juego entre los rojos y los grandiosos azules cuando de pronto un pase filtrado de Roan acuchilló a los defensores que corrían a desnudarlo del balón, fueron penetrados por su precisión y técnica, así fue como la pelota llegó a los pies de Horacio que quedaba mano a mano contra el portero de los amarillos, “el pulpo” le decían vulgarmente (su nombre era Ricardo), Horacio que con gambetas y juegos de miradas y fintas burló logró evadir al portero, saliendo por el costado izquierdo del portero;

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ya cayéndose Horacio pateó en esférico a portería viendo como se aproximaba a entrar a gol pensando en que sería un día redondo cuando de pronto Claudio, el defensor del equipo rival (los amarillos) llegó asemejando a los mejores y más violentos ninjas que la asía del pasado dio, sacando la pelota antes de cruzar la línea de gol como sus rasgos orientales: ojos rasgados, piel blanca, delgado y de estatura promedio (por ahí del metro y setenta) menos su cabello ondulado, tuvieran algo que ver con esas habilidades y estilos. La pelota voló hasta el saque de meta, cuando la pelota salió del saque de meta el árbitro pitó el final del partido quedando empatados a uno.

Horacio después de ver aquella acrobacia de Claudio se quedó tirado en la tierra de aquel llano que fue testigo de la construcción y culminación de innumerables sueños e ilusiones, de la misma manera a cuantos inquietos que ahí jugaron y dieron su derroche de calidad o incapacidad, ahí quedó tirado, estupefacto, perplejo ante la impotencia e incapacidad de modificar el pasado, pensando en el �hubiera� , en la victoria; en la satisfacción de sentirse héroe: héroe entre amigos, héroes entre muchos, en su vida y en la de otros. Aún así esa no era su mayor frustración sino la idea de que ese día que había comenzado con patadas, goles y sorpresas, era precisamente

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el día de su boda.

Horacio había aceptado el reto de jugar dos juegos de mucha adrenalina el mismo día: el juego de fútbol y el de su boda. Para su infortunio el primer juego no había terminado bien y sus amigos Armando, Josué, Joel y su hasta entonces amiga Eurídice, se acercaron a consolarlo diciéndole que no se preocupara ya que el día se tornaría mejor fácilmente y sin comparación alguna.

Horacio se levantó pensativo, acariciándose la cabeza como si acabara de despertarse y no supiera si eso era irrealidad o fantasía. Se pasaba los de dedos entre el cabello de cuando en cuando, cuando al mismo tiempo se la mentaba por no haberle imprimido más potencia a aquella mala fortuna. Camino a casa Eurídice manejó ya que Horacio sólo sintió con la cabeza cuando ella preguntó si quería que ella manejara, él sólo dijo “estoy un poco cansado”.

Horacio durante el camino sólo escuchaba, pensaba y de vez en cuando sonreía discretamente antes los comentarios y

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y felicitaciones que recibía por mensajes de parte de sus amistades. [tic (en repetidas ocasiones); play]

[Me mata, Me mata, Me mata tu mirada, ¡me mata!]

Sonaba en el estéreo del carro canciones que tentativa e intencionalmente su futura mujer trataba de escoger para levantarle los ánimos un poco y que el recorrido a casa no fuera tan opaco y serio.

“¿Cómo te sientes?” preguntó Eurídice sonriendo y volteándolo a ver como tratando de sacarle una sonrisa de contagio, comentario que fue hecho después de quince minutos de silencio y faltando todavía la mitad para llegar a casa.

[Me traes de la cabeza, me llevas de la nariz, me tienes loco, re loco… muy loco pero feliz.]

“¡Eh!... ¡ah!... ¿mande?” Respondió más que distraído Horacio.

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“¿Que cómo te sientes Horacio?” preguntó con mucho entusiasmo.

“! Ah!... con un baño me repongo Eurídice, sólo estoy un poco sucio.” Respondió Horacio.

“!Sí Horacio!” casi gritando de felicidad respondió. “eso será suficiente. ¿No estás emocionado por nuestra boda?

[pausa; stop; tic (repetido) play]

“ Sí… no hay nada que un buen baño no pueda quitar de un ser humano” respondió Horacio de una manera muy somnolienta.

[Ahora déjame decirte, conmigo no estés jugando, yo no soy de vez en cuando,

Toma mucha precaución.]

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2 Hable ahora y calle para siempre

Llegaron a casa y Horacio se fue directo al baño como aquel que está tan enojado que va directamente al adversario con el único enfoque en derribar al rival. Muchas personas entusiasmadas por la boda llenaban hasta los espacios menos necesarios, listos para los preparativos y curiosidad que surgieran antes de la boda, era como el paparazzi que vigila al “artista” o figura pública esperando el momento preciso en que ocurra algo de qué hablar.

En lo que Horacio se bañaba, fuera del baño pasaba de todo un poco y de nada mucho. “! Eurídice!, ¿a qué horas tienes que estar con Flavio (estilista)?” preguntó la madre como queriéndola apurar, metiéndose un poco en el tiempo que Eurídice tenía perfectamente calculado, porque en un día como ese, ella sabía cómo pasaría y qué pasaría en su día de sueño. “a las once mami” respondió. “Vas a quedar muy bonita mi vida” exclamó la madre con mucho entusiasmo, como cuando alguien está seguro de lo que va a pasar, daba el aire de palabras de un (o una) profeta que hipnotiza o hace creer en algo hasta al más despistado. “yo sé

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mami, quedaré tan bella como a quien Horacio soñó tendría por esposa” respondió casi con el mismo entusiasmo.

“El vestido la está esperando tan listo y tan bonito como usted lo escogió mi señorita” dijo doña Laura (la que hace la limpieza en la casa de Eurídice. Eurídice sólo volteó con una mirada radiante, pensando que entre más rápido se vistiera, más tiempo Horacio podría verla así de enamorada, contenta y bonita, porque muy en el fondo ella sabía que se veía bonita.

Eurídice corría de lado a lado y sus tías Socorro, Hilda y Lourdes (ninguna casada) le acercaban todo lo que necesitaba y lo que no necesitaba casi tan preocupadas como Eurídice porque todo saliera perfecto (por lo menos lo más cercano a la perfección). Le dieron la ropa para ir al salón de belleza, sus sandalias; después el vestido de boda, era tan blanco que la pureza que simbolizaba se notaba de calles lejos; las diademas que asemejaban a las reinas del Olimpo; y las zapatillas más buscadas, ya que Eurídice recorrió todo el mundo (por lo menos de manera cibernética) en el asecho de aquellas zapatillas.

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Unas zapatillas limpias, sencillas, que brillaban en hermosura. Ni tan altos ni tan bajos que demostraban lujo, elegancia y personalidad por sí solos pero lo más importante es que iban de acuerdo a la personalidad de Eurídice, que al caminar por el jardín en el que contraen matrimonio se veían como parte del mismo y del vestido.

Su prima Ramona no dejaba pasar más de 10 minutos en que ella le hiciera la, misma pregunta “¿Cómo te sientes?” y todo el tiempo con el mismo nerviosismo y ansiedad. Eurídice siempre no utilizaba un método distinto al hablar como el de su prima ya que ella todo el tiempo respondió “enamorada”.

De diez a una de la tarde Horacio permaneció en el baño repitiendo una y otra vez las mis acciones, dándole su respectivo tiempo a pensar de todo un poco y nada mucho: su futura vida que podría vivir (felizmente confundido); en sus sentimientos, en sus logros, metas, ideales y pasiones. Todo le parecía tan lúgubre, tan confuso… lleno de brisa y de ideas que iban y no venían. Curiosamente en esa casa no Horacio no se preocupaban mucho, supongo y asumían que tenía todo controlado pero en verdad la atención debería de haber estar con él ya que

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Eurídice tenía todo controlado pero él tenía tantos conflictos y problemas existenciales. Sólo su padre (el padre de Horacio, don Carlos) que de vez en cuando iba a tocar la puerta del baño y le preguntaba si se encontraba bien, Horacio siempre intentaba de sonar como si todo estuviera bien pero en su interior se reía de su mala actuación, ya que si alguien lo hubiera visto nadie se lo hubiera creído. Cada vez que el padre preguntaba él respondía como los alumnos de primaria y secundaria responden al saludo del maestro que entra a su salón de clase y les dice “! Buenos días!” (Pensando que otro día más tienen que educar a niños que no les importa aprender). El papá se iba ilusionadamente pensando en los futuros nietos que llegarían a escuchar sus historias o galletas que les puedan dar, en su vida que larga ya no era, y en como pasaban los años entre parpadeos y demás cosas de rutina.

A la una de la tarde decidió salir del baño por tres principales cosas: llegaron sus amigos para llevárselo a comer algo ligero que tuviera ese vacío estomacal que no era precisamente por comida; porque ya había pensado mucho en la situación rascándose el mentón y el cachete; y porque se había entumido de estar sentado en el retrete. Dentro del baño de algo se había dado cuenta y lo había atacado como a alguien que lo asecha la

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mismísima muerte y considera que todavía no es tiempo para dejarse tocar. Se sintió claustrofóbico del mundo pensando en cómo su primo Juan vive adentro de un cuarto pequeño que comparte con tres personas en dos literas y que huele a orines y demás pero eso no es todo, ya que tres lados de sus cuatro limites está hecho de tubos de acero verticales y uno que otro horizontal que se le atravesaba al fugitivo.

Llegó el momento de la ceremonia, el evento del día que todos esperaban (menos Horacio ya que le preocupaba un poco más el partido que tuvo en la mañana). Horacio ya esperaba a Eurídice en el altar de un jardín que buscaron lo suficientemente tranquilo y bonito para que dos personas contrajeran nupcias y siempre lo pudieran recordar pero ese lugar ella lo decidió, Horacio sólo asintió con la cabeza cuando ella entusiasmada le platico de ese lugar redundando hasta en el más pequeño detalle y rincón del lugar. El jardín era un paraíso o por lo menos el nombre lo tenía ya que se llamaba “le paradis”. Era verde como las Amazonas del Brasil, como las cierras de Oaxaca donde hace años Marcos era el más popular. Además lo adornaban flores que iban desde amapolas hasta xóchitles. Las sillas que adornaban el lugar no eran muchas ya que ya que fue una boda muy intima, a decir verdad esas sillas eran realmente

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acogedoras, ya que después de la ceremonia y boda dieron mucho de qué hablar entre los invitados siendo producto de bromas del placer que les hubieras dado llevarse una de ellas a su casa. Eran tan cómodas que daban la impresión o sensación de que si te sentabas en ellas te abrasaban.

Ella llegó ya con los ojos cristalinos llorando de amor y de alegría que Horacio le producía por haber respetado el compromiso de estar ahí y no dejarla plantada en el altar y de ser producto de un amor que a ella se le desbordaba por cada uno de sus poros. Ella caminaba entre tambaleante por los nervios y entre el orgullo de tener tanto sentimiento que le tenía a una persona. Ella pensaba que tenía al mejor hombre por pareja y que jamás se separarían, ni la misma muerte como la historia que iba tras su nombre. La ceremonia fue linda con discursos conmovedores para algunos e inexistentes para los distraídos.

La fiesta paso como todas las fiestas o bodas en la actualidad entre melodías hermosas para compartir la comida y vals, y bailes clásicos que sonaban produciendo que la pista se llenara en momentos: canciones de artistas que jamás compartieron escenarios y que ese día sonaron juntos, desde Village People

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hasta Las Ketchup, pasando por Ricky Martin y Caballo Dorado. Todos disfrutaban un buen momento bailando, platicando, burlándose (de los que bailaban exóticamente) y comiendo. El discurso fue hecho por Cervantes (el tío de Horacio egresado de la UNAM) que entre fantasías y mitos de Horacio hacían reír y asentir con la cabeza a aquellos que compartieron esas experiencias y mitos con él.

Eurídice estaba soñada, todo lo veía excelente y bonito, incluso el pastel (ella no comía pastel regularmente) le sabía a la gloria que vivía en ese día. Todo le sabía rico y los besos que le robaba a Horacio de vez en cuando no eran la excepción, besos que refrescaban el amor que ella le tenía. Eurídice lo tomaba de la mano cada que regresaba a la mesa con él para dejarle un poco de amor que Horacio respondía con una sonrisa.

Él no hacía mucho: platicaba de vez en cuando, cuando tenía ganas de bailar se quedaba sentado y sólo movía los pies por debajo de la mesa pero su inseguridad y su manera de parpadear lo hacían cavilar demasiado que prefería quedarse sentado. Se paraba cuando llegaban sus amigos a llevárselo a platicar. Le preguntaban en su porvenir, en el trabajo pero

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regularmente en el compromiso de estar toda una vida al lado de una persona que no lo conocía lo suficiente. Él sólo escuchaba y hacía comentarios de trámite, cuando algún compromiso lo incomodaba o asustaban sólo se apretaba la mano adentro de su pantalón como si le doliera.

Después de la fiesta fueron directo a la casa por sus maletas ya que ellos saldrían en el primer vuelo del siguiente día a las cinco y cuarenta de la mañana a la Paz a conocer las playas cálidas, las olas del pacífico altas y bonitas para los que se equilibran sobre una tabla en ellas. Ahí llegaron a dormir pasando sus primeras horas de su matrimonio de esa manera, ya después hubo tiempo para la intimidad que todos suponen que es lo primero que comparte un pareja pero que ya que se casan y ven qué tan cansado es ser protagonistas de una celebración así se dan cuenta de que es tan consumidor de energías como el correr un maratón. El intentó satisfacerla pero entre su cansancio, su carente pasión, ausencia de palabras y las pocas miradas que le compartía no paso mucho. Por contra parte ella se iba y venía en mar de sensaciones y sentimientos. Sus ojos brillaban y se llenaban de gratitud en todo y la nada.

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3 Conflagración interna

Así comenzó una vida compartida entre dos vidas que se unían en diferentes que eran víctimas y victimarios de una misma situación. Ella que todo el tiempo le reía a los pocos problemas que surgían dándole risas y su mejor semblante tratando de que no les afectara y que su sentimiento no cambiara. Ella le era muy celosa y gustosa de ese sentir no soportando la idea de un cambio. Pasaba sus días soñando en Horacio, esperando su regreso del trabajo y poder verlo realizar sus lecturas, verlo disfrutar sus pasatiempos y hobbies como la pintura y el dibujo en su rincón más cómodo, aquel rincón que era su habitad y que hasta una persona que no lo conociera podía interpretar que ahí se encontraba un poco. En el mismo rincón tenía una hamaca en la que se recostaba a inspirarse, pensar, idear e imaginar algún otro lugar donde él se sintiera más feliz o un poco menos infeliz.

El se preocupaba día a día por la rutina de llegar a lo mismo y ella lo contrario que ansiaba verlo y poder amarlo tan sólo una vida más. Las cosas se veían de dos perspectivas muy distintas

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por una parte la claridad y por la otra lo borroso de un camino con un final un poco incierto. Ella dejaba los defectos de Horacio (que eran muchos) por un lado y él cada detalle sin ser defecto lo convertía en uno. Se retorcía cada vez que la veía y escuchaba masticar; no es precisamente que ella masticara feo o que demostrara carencia en sus modales es sólo que masticaba distinto que él. La hora de la cena que era que era el momento en cual compartían mesa era un constante organizar, Horacio se mordía el adentro de su boca, cada minuto compartido era de parpadear lentamente como esperando que cuando abriera los ojos ya hubiera acabado ese martirio. Había ocasiones en que se sangraba la boca por dentro con un poco de constancia y coraje eso no le costaba mucho trabajo cuando de pronto él se tenía que disculpar para ir al baño a limpiar la boca y escupir su coraje sin que ella se diera cuenta.

Así fue construyéndose la poca tolerancia que él le tenía, cuando por el contrario ella se creía en el matrimonio perfecto.

Un día sin saberlo Horacio se dio cuenta que ya ideaba como deshacerse de ella entre planes maquiavélicos e ideas que no merecían explicaciones. Él había perdido esperanza y lo peor es

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que ella no tenía ni una pizca de idea de lo que pasaba.

Un día Horacio fue a comprar pínceles y material para sus pinturas y dibujos al bulevar Universidad en la delegación Cristóbal Colón conoció a Tania, la primera de la ultima rutina que él encontraría antes de dejar el mundo que le aborrecía. Tania principalmente llamó la atención de Horacio por su indiferente sensualidad que en verdad era fácil de apreciar. No tardó mucho tiempo en conocerla y empezara a haber una relación extra marital. Todo comenzó con Tania que tenía muchos rasgos y características realmente cautivadores pero posteriormente Horacio ya no le importaba que tan bien parecidas eran, sino que le ofrecieran un lugar o una caricia que lo hiciera olvidar un poco a su esposa a la que inexplicablemente le había cogido un resentimiento muy sólido.

Lupita la vecina también fue parte de ese juego, que comenzó como “musa” para sus creaciones y hobbies. Claudia la de la tienda también fue a visitarlo varias veces cuando la Eurídice se ausentaba estúpidamente enamorada pensando que llegaría lo antes posible para que Horacio la pudiera amar. La prima de Ramona que todavía le preguntaba constantemente cómo se

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sentía pero ahora con un tono parecido al del niño que sabe que cometió una travesura pero no quiere que nadie se dé cuenta, ella misma también fue parte de esa apuesta de Horacio, ella fue la última en serlo antes de la toma de decisiones.

Él sin aguantar más esa situación dejo una carta que minuciosamente había escrito en sus tantos tiempos libres y noches de insomnio decidió dejarla en la mesa cuando Eurídice había ido al laboratorio a recoger los resultados de una prueba de embarazo que él ya sabía su resultado con sus dones de profeta y con su poca sinceridad. Horacio redacto en la misma anécdotas como las que usted (el lector) se pudo haber dado cuenta o leer, las cuales Eurídice fue descubriendo línea a línea, entre lagrimas y sorpresas. Horacio aprovecho la carta para también disculparse por tenerla como derivado de sus confusiones y de su carencia de profundidad, aun así jamás derramó una lagrima ya que era algo que con el tiempo fue consolidando.

Horacio se despedía de Eurídice deseándole encontrar alguien que la amara tanto como ella podía amar, capaz de ser el hombre que ella realmente soñó pero que desgraciadamente

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él no podía ser. Pero no sólo a ella le deseaba algo, sino que se despedía deseándose encontrar en ese abandono un lugar donde él se pudiera encontrar, en el que pudiera descansar y volver a nacer. Ella llegó de su prueba la cual afortunadamente para ella había salido negativa, cuando se dio cuenta de que la carta que ahí la esperaba y que en cuanto ella entró se llamó tajantemente su atención. Ella rompió en llanto no sólo por lo que la carta decía, sino por el final (la posdata) que describía mucho de todas las cosas que el ocultó y que no pudo soportar, y fue lo siguiente:

P.S. Soy estéril y siempre lo he sabido.

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4 Causalidad

Horacio manejaba rumbo a la nada sin saber a dónde llegaría ni cómo llegaría. Era un tarde llena de luz, el sol era grande como aquellas días de invierno que son un poco frescos pero despejados que se alcanzan a apreciar hasta las cosas más lejanas por cuestiones de humedad, vapor y poca percepción de la contaminación. Las aves no se acercaban a esas partes de la carretera, pero él sabía que en día como ese no podían hacer falta. Horacio se encontraba manejando cuando de pronto vibró el celular que tenía en porta-vaso, al voltear a ver quién era vio el nombre de Eurídice en el mensaje y ¡PAM!