Signo Ascendente
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Signo Ascendente.Medellín, 2015.Coordinador: Oscar Jairo González Hernández.Editor: Mateo Sepúlveda GómezIlustraciones: César del ValleTaller de escritura: Los Campos Magnéticos.Universidad de Medellín, Facultad de Comunicación.
PRÓLOGO
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OSCAR JAIRO GONZÁLEZ HERNÁNDEZ
Nada que nos pueda hacer iniciar la escritura, que no sea quizá, un llamado o una invoca-
ción. Nada que nos lleve a nosotros mismos que no sea una indicación o una rara intensi-
dad. Nada que nos posea para someternos al destino incalcinable que no sea dado por
una tensión e irritación crítica extrema. Nada que no sea para construir nuestra masa ten-
tacular de sentido, sino aquello que alcanzamos desde lo que somos; porque solo alcanza-
mos lo que somos, nada más es lo que buscamos. Y es la escritura (y todo aquí es escri-
tura) la que nos propicia movernos en esas nuevas condiciones del ser nosotros mismos, en
donde nos probamos como medida de nosotros mismos, en su temperatura indecible, en
su melancolía que mueve nuestros hilos de heliconias al mediodía, que son nuestra turbu-
lencia hacia el sentido que le damos a los signos, que son de nuestra esencia en la mismi-
dad que somos. Y escribimos, porque en nosotros se da, la necesidad irresistible de inven-
tarnos en otra dimensión, de hacernos de otra manera en nuestra visión del mundo, de
buscar lo nuevo, lo nuevo que es en nosotros, por medio de metódicas que así nos los reve-
len. No estamos sino dominados por nosotros mismos, dominados desde la inquietud que
en nosotros es insaciable. Y por eso escribimos, porque vivimos en la escritura y ella nos
vive a nosotros. Tensión e intensidad de la escritura como mirada. Nuestra mirada es la
que escribe. Miramos y escribimos para que nada de nosotros sea destruido y para que na-
die sea destruido entre nosotros, en este nuestro Telar y nuestro Taller. Hiladores que so-
mos.
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UN POQUITO DE VIENTO
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MANUEL A HENAO MORA
PREFACIO
Me interesa el alma y todo lo que en ella se pueda leer.
El otro día mientras me recostaba sobre la baranda del metro pensaba- vaya como
nos ha rebasado la rutina y los afanes de la vida cual puertas del metro abriendo en san
Antonio a eso de la hora pico, escupiendo y succionando personas-, quisiera yo entonces
divagando en mis pensamientos más enredados, ser una levantadora de pesas para tener
la fuerza de resistir estás ganas de una vida distinta que siempre he llevado conmigo más
no sé cómo soportar sola sobre mi frágil espalda.
¿Por qué no algo más descabellado?, o no tal vez solo el hecho de estar descabel-
lado, más bien el hecho de llevar los peinados a mi manera, de ser, ver, y vivir diferente;
¿por qué no exorcizar las vidas ajenas cual chaman exorciza a los calamares de su tinta in-
terior?, ¿Alguna vez se ha preguntado usted el por qué de esta tinta arrojada sin razón y
repentinamente al mar?... Bueno pues yo también, es más, es uno de mis dilemas presen-
tes esos días en los que mi mirada se queda atrapada entre el viento y las pelusas presen-
tes en el aire, casi avergonzadas, ocultas tras los rayos del sol.
Bueno y es que me he desviado un poco en cuanto a historia y excedido en cuanto
a palabra así que lo invito a dejar a un lado todos sus compromisos , mientras este tropel
de letras presente lo llevan como usted desee ya sea como la sutil brisa o como el huracán
cual quimera enfurecida.
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EL INSECTICIDA
Yo creía que a las mujeres bonitas no se les pegaban los bichos, pero resultaron ser
las que más les atraen.
Verá usted don Juan, era Domingo de compras y me levanté temprano para acom-
pañar a mi hermana, ella siempre ha sido la princesa de la casa. Mientras nos preparába-
mos el desayuno ella se disponía a tomar la caja del cereal integral de esas que prometen
mejorar la figura, y al poner la mano en la caja se dio cuenta de que una pequeña cucara-
cha rozó sus dedos a lo que inmediatamente ella reaccionó arrojando la caja al fregadero;
yo mientras tanto soltaba la carcajada preparando mi sanduche, al finalizar corrí rápido
al baño ya que si ella entraba primero terminaríamos haciendo las compras a la hora de
la cena. Un baño relajante con burbujas no más de 15 minutos mientras escuchaba sus
quejas fuera del baño, al salir ella procedió a ducharse ; cuando algunos minutos después
entré por mi cepillo de dientes ella estaba comenzando a alisar su cabello pero cuando se
disponía a conectar su plancha en el toma, unas pequeñas antenitas se asomaron ha-
ciéndola gritar como si hubiera visto la cara de mamá esos viernes que llegaba a las 2 de
la madrugada. Como estaba tan atemorizada por las antenitas, me dejó en el baño y fue a
alisarse a la habitación. No me fastidiaba el pequeño visitante pero tampoco me agradaba
así que simplemente lo dejé allí sin ceder a la tentación de estamparle un zapato, ni al
miedo para dejarme dominar por él y abandonar mi labor de cepillarme los dientes.
Cuando acabé me dirigí a tomar mis zapatos mientras mi hermana se maquillaba (labios
color sangre y bastante sombra oscura en los ojos) pero, Oh, le faltaba el corrector de
ojeras que lamentablemente no le corregía esas mañas de vanidosa que mamá le inculcó
antes de dejarnos.
Cuando por fin terminó recordó que no se había puesto su faja, se la había man-
dado el cirujano para poner “cositas en su lugar” ya que se había practicado una liposuc-
ción hace ya como medio mes o dos meses, corrió al closet y se subió en la escalera, sí,
guardaba sus fajas en la parte alta lo cual me parecía gracioso ya que era bajita y sus
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tacones no le daban para alcanzarlas, aunque uno veía esas agujas y daban la sensación
de abrir agujeros en el suelo con cada pisada.
En fin cuando se subió a la escalera y puso su mano sobre la faja sintió unas alas y
un cuerpo extraño como pegajoso y cascaroso, el pavor la invadió provocando que uno de
sus tacones se enredara haciéndola caer; ya podrá adivinar usted don Juan que nuestras
compras terminaron en el hospital donde irónicamente el médico le puso al brazo enye-
sado de mi hermana un cabresto con dibujitos de bichos ya que los sobrios de color
oscuro se habían acabado y necesitaban sostenerle el brazo con algo, y así nos fuimos a
casa sin compras, con un brazo roto y sin repelente para tanta vanidad. Ah se me olvid-
aba comentarle don Juan mi madre murió hace un año durante una operación estética, se
nos fue sin alcanzar la perfección que buscaba, dejándonos sin madre, sin compras y lam-
entando no haber encontrado un insecticida a tiempo para tanto bicho que se le metió en
la cabeza viendo a esas mujeres bonitas a las que se les pegan los bichos pero saben bien
como maquillarles o hacerles un accesorio más de su glamuroso ser.
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SEPIA
De color sepia se tornó el viaje que había implicado conocerla, puso mis pensamien-
tos a secar al sol, colgados de una cuerda como saco de tinta, hirvió mis sentimientos se-
cos con amoníaco eliminando así todo fragmento de mí que le molestara, convirtió mi san-
gre en tinta de sepia y así me utilizó para crear un escape a la fotografía en blanco y ne-
gro de su vida, sustituyendo esos grises por un color rojo casi anaranjado de ese mismo
que se tornaban sus cabellos cuando el sol de la tarde los tocaba, llevó a mis ojos a viajar
demostrándome que es posible elevarse sobra la gama de colores oscuros que a veces se
cruza en la vida.
Y me elevó me hizo mirar más allá del blanco, del negro, del sepia, de las sombras,
ella me hizo mirar hacia arriba y perder el control de todo lo que podía divisar bajo mis
pies, pero perdí el control de todo lo que podía divisar bajo mis pies.
Pero perdí el control quise ser libre, ir más allá del cielo, me dediqué a mirar mucho
pero no ver nada, anhelaba esa sensación de libertad que me daba el estar suspendido en
el aire y poder ver más que allá plantado en la tierra; y me convertí en un ciego que al cer-
rar los ojos le inundaba el blanco pero aún a pesar del dolor de perder mi vista comprendí
la sencillez de aquel asunto y mis ojos en blanco se convirtieron en el lienzo para que esa
mujer de sepia me enseñara a ver el mundo y ser libre sin necesidad de abrir los ojos.
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CIUDADES EN CONTRASTES
La ciudad hoy está tan radiante, las fachadas de las casas contrastan muy bien con
ese azul celeste del cielo que parece a su vez haber derramado un poco de su viveza en el
agua que rodea la ciudad, a la vez si la miras de lejos esa ciudad parecen ser cajas arroja-
das al mar por algún barco; perfectamente alineadas, volviendo a la ciudad imagina una
visita allí. Casas agradables donde alzas la mirada y divisas un sinnúmero de casas con
diversas fachadas de amplios colores ventanitas con plantas algunas hasta parecen sacadas
de los sueños más locos.
Calles con banquitas y ancianos jugando ajedrez, niños jugando juegos aún en la
calle, una ciudad mágica, perfectamente iluminada casi podríamos decir “Detenida en el
tiempo”, radio en las tardes, bailes de luces en las noches tan perfectamente alineadas cau-
sando que el mirar el reflejo en el agua fuera como estar ante un inmenso vitral, terrazas
con una amaca presente casi como requisito para cada habitante de aquella ciudad para
recostarse y mirar el amanecer mientras el sonido de las olas además de traer espuma a la
orilla la acompañaba de calma, una ciudad donde el día y la noche se vuelven uno solo,
una ciudad donde el día y la noche contrastan a la perfección.
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ROMPECABEZAS DE PORCELANA
Fueron fragmentadas de tanto ser observadas y juzgadas, agujeros en brazos, co-
razón, vacíos en la espalda. Y hasta parte de sus cabezas se llevaron, las comparaciones
terminaron por fundirlas unas con las otras necesitando como en un rompecabezas partes
de cada una de las otras para lograr ser una completa.
Y gritan por dentro reclamando lo que les fue arrebatado, pero conservan su angeli-
cal porte por fuera para seguir deleitando a los espectadores. Elegantes y refinadas aún en
su desnudez, desesperadas aún en su calma, esperando por alguien que les devuelva esa
parte de sí mismas que les fue arrancada.
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SILUETAS
Muchas veces la ciudad no es más que un colador de desconocidos, un sitio en el
que un gran grupo de individuos van gastando su vida mientras caminan por tu lado, al-
gunos agrietados como las calles aún en construcción en esta ciudad, otros simplemente
mal pavimentados tal vez por las situaciones de la vida que han presenciado, o simple-
mente porque se les olvido esparcir bien la brea ya que solo querían terminan rápido así
como pasa en muchas calles de Medellín, cansados de llenar su billetera día a día y va-
ciar sus almas; van andando entre siluetas por las calles. Una que otra persona por ahí va
cantando y sonriendo o tal vez discutiendo, las almas agotadas buscan donde descansar el
peso de sus huesos.
Días en los que vemos pasar autos y más autos en la silla del autobús al igual que los
recuerdos en la carretera estropeada de la memoria y noches en las que el camino a casa
se junta con el peso de la jornada y no deja ver más que caras largas en los vagones del
metro.
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UNA TAZA DE USTED CON SABOR A NOSTALGIA
En 3 meses voy a estar muy lejos ya, pero comencé a esperarte desde el último beso,
aunque hace días sabía lo mucho que a usted iba a echarlo de menos.
Dos miradas a medias que formaban una perfecta mezcla: El color caramelo de mis
ojos y el negro tostado de los suyos, se unían perfectamente dejando en mí un saborcito
fuerte, dulce y cargado, como aquellas tazas de café caliente a las 3 de la tarde.
Éramos dos sonrisas a medias, correctamente encajadas por coincidencias de
la vida, ahora separadas por un cristal que no entiende de amor.
Le leí un te quiero en los labios, e hice mi mayor esfuerzo para que el café de mis
ojos no se tornara cargado y lleno de amargura en cuestión de minutos, sólo quedaba el
reflejo de su silueta desvanecido en ese vidrio, y en mi memoria una mano levantada dán-
dome un adiós que prometía ser solo un hasta luego.
Dejé alma y corazón atados a su cama, ahora habían sido destrozados por las suelas
de sus zapatos cuando emprendió marcha.
Ahí fue que decidí escribir, para aliviarme de su ausencia. Abandonada a la sensa-
ción de sentirme vulnerable y utilizando lápiz y papel como si fueran un botiquín de
primero auxilios, supliqué en susurro que ese último te quiero que entró como bala a mis
costillas, no se moviera tan brusco porque dolía hasta respirar.
Y me di cuenta que me había olvidado de mí, que mi recuerdo estaba en tus manos
a 1 avión y 6 horas de distancia.
No tengo ni la más mínima idea de lo que era dormir, sin soñar contigo, cómo era la
música antes de escuchar tus latidos, cómo estrenaba vestido nuevo con la ilusión de saber
si te gustaría como me quedaba.
Entonces... ¿Cómo era eso de querer? ¿Por qué lloraba si no era por echarte de me-
n o s ? ¿ C ó m o e r a e l s i l e n c i o ? Que alguien me explique de qué me servía el tiempo sino era para olvidarme de él
cuándo me dabas un abrazo.
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Ahora sin rumbo y con la razón perdida espero que aparezcas como solías hacerlo,
pero ya no vuelves y mi corazón me desea suerte, y que catástrofe es eso de querer quer-
erme y no saber hacerlo y que tragedia es eso de querer quererte y no poder hacerlo.
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AMAPOLA
De color amapola se tiñen los asuntos de la vida, voy a la deriva como un pétalo de
amapola: Suave, frágil, y un poco arrugado por los cambios bruscos que ha tenido ese vi-
ento rojo que me lleva a la deriva. Porque mi alma tiene una amapola que se cierra en las
noches ante la calidez de los recuerdos, porque lloran en un tono rojo escarlata como si
cada ausencia o despedida en su vida hubiera contribuido con una pincelada.
Porque yo ya no sangro, sino que me florecen amapolas desde adentro.
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BAJO EL AGUA
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GUILLERMO SAJAL
PREFACIO
Muchas veces hay situaciones, momentos, fotogramas o escenas de la cotidianidad
que perturban mi existencia, que la tensionan, la exhalan y reviven mi subconsciente, la
llenan de preguntas, de odios y también de alegrías. Diría yo que no escribo, nunca lo he
hecho, más bien la escritura me encuentra y hace de mi lo que le plazca, como una mario-
neta, como un grito.
Muchas veces no sé lo que escribiré ni cómo va a terminar solo escribo ideas
atoradas que quieren salir como ríos, corrientes, como sangre que se estanca, que no
pasa, que se detiene y comienza a producir cosquillas, como aquellas que sienten las libélu-
las al aparearse, aquellas que encarnan el cosmos y se liberan en miles de partículas car-
gadas de energía y de toda la sabiduría de la tierra, esas cosquillas suben y se agarran en-
tre las paredes de todas y cada una de tus venas, así es como comienzan a coagularse las
letras. En realidad no sé si escribo para que me lean, se supone que para eso se hace pero
no creo que sea mi último fin, a veces, más de una, lo hago porque me nace hacerlo y
siento que si no lo hago no estaría completo, como si fuera una extensión de mi cuerpo es-
cribir lo que me atraviesa el alma, claro está esto no siempre pasa; la gravedad y la física
hace que las ideas se encuentren con el idealista y juntos formen ambigüedades en la
tinta, en la piel, en el espacio y en el tiempo, aquí es cuando aparece el escándalo y
erupciona en versos, en palabras, en letras y en caos.
Por eso muchas cosas no quiero que sean leídas pues ese no es su fin, mientras
que otras quiero que las escuchen, que las lean, que las relean y perturben a todo aquel
que estanque sus pupilas en mi alma de papel. Es la teatralidad de la vida, una escena
efímera que cautiva o estremece al espectador moviendo tus dendritas sacudiendolas den-
tro de aquel universo que entraña cada humano. Es pararte y sentir algo como la muerte
de un ser querido, sientes que ya no sientes y el sueño eterno aparece, el entumecimiento
de la vida como solo lo sienten los pesistas luego de una competencia. Luego se termina
de vivir, de dormir, de morir, luego del tiempo cuando las corridas de caballos entre los
cabellos de tu conciencia ya no tengan sentido acabará mi obra. Eso me sacude pero tam-
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bién entreteje las relaciones de mi interior con mi exterior, de mi luminicencia con mi
oscuridad, de mi vida con cada escena.
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EL AGUA TODO LO CURA
Vi mi muerte en aquella clara y helada agua, intentaba soltarme pero estaba ven-
dado, estaba atado y los malparidos ladrillos pesaban demasiado, me arrastraban al fondo
al fondo de la infinita oscuridad, de la infinita agonía que sentía.
Como un pequeño milagro en el infierno, pude ver; la venda se cayó y la sal marina
entro en mis retinas con tanta desesperación como cuando se abraza la luz y helado tienes
el corazón. Ya no había aire, mis manos seguían atadas y los ladrillos continuaban pega-
dos a la soga, luego la soga entre mis pies, siempre mis pies.
De pronto mis dedos aflojaron las cuerda, esperanza, cada burbuja que exhalaba se
llevaba mis alientos, eso me taladraba las costillas; mis manos se liberaron como gritar en
medio de un concierto, como conocer el cielo y luego la tierra, se soltaron cuando mi
vista se nublaba, cuando mi vista gritaba.
Traté de concentrarme en soltar la soga de mis pies, luego la libertad limitada,
comencé a exhalar los últimos suspiros que yacían dentro de mi efervescencia mientras
traba de llegar a la superficie. Entonces pensé lo que me podría pasar cuando saliera,
probablemente un tiro en la cabeza si estoy de suerte o un machetazo a medio dar si no,
da igual los tombos no iban a llegar, mi esperanza en ellos se había acabado.
Luego oscuridad.
Luego desespero.
Luego calma.
Luego fin.
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¿EN QUE TRABAJA TU PAPÁ?
Fue difícil; era una pregunta que la profe les hizo a todos, cuando me miró, respondí:
-Mi papá planta rosas para regalarle a las mujeres.
Las niñas dijeron que eso era bonito; la profesora preguntó:
-¿Tienes una floristería? –No, pero ya empezaron a construir una muy grande a las
afueras, dije. Todos sonrieron.
Cuando llegue a casas hablé con papá y le pregunté:
-¿Como te fue en el trabajo? –Muy bien mijo; me dijo –Hay mucho trabajo.
-¿Te puedo acompañar a entregar rosas a las mujeres? Le dije.
Él miró extrañado y se quedó en silencio un instante –Eh, no se puede, las entregas son
en las noches... Luego de eso todo fue blah blah blah, nos acostamos a dormir.
Al día siguiente papá recibió una llamada y luego se sentó a mi lado:
-Hoy me vas a acompañar a la oficina, me besó en la frente, yo empaqué los marca-
dores. Salimos a la oficina de uno de sus amigos. Ellos se encerraron a hablar mientras yo
daba vueltas en la sala de espera, había un cuadro mal pintado de una rosa en la pared.
Un hombre salió de un cuarto y me observó:
-¿Estas son las rosas que se entregan en las noches? Pregunté.
El señor entre risas contestó:
-Esa no es una rosa. Se marchó.
Papá se asomó entre la puerta y me hizo pasar, parecía que le picaba la nariz, me hizo
señas para que le diera la espalda, abrió mi mochila y metió varios ladrillos blancos; pesa-
ban mucho.
-Cielo, dijo, vamos a ir derecho al carro, sin detenernos ¿bueno? -¿Que empacaste?
Le dije. –Tú no vendes rosas a mujeres -¿Que flor es la que está pintada afuera?
Papá me empujó, mientras el otro hombre me miró y dijo:
-Amapolas pelao, vendemos amapolas; papá observó al hombre un momento y dijo:
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-Es la última vez.
Papá y yo salimos del cuarto y caminamos, el pasillo era largo, los ladrillos pesaban y la
flor malpintada no me gustaba. llegamos al auto, al entrar guardó mi mochila en el
asiento de atrás, el auto daba la impresión de estar sucio, no estaba sucio, pero me daba la
impresión.
Arranco el motor. Arrancó el motor por segunda vez, entonces una gota rojiza salió de su
nariz.
–Es del color del cuadro, le dije. Papá se limpió y arrancó.
-Rojo amapola, le dije, el color de tu sangre es amapola.
Él me miró y abrochó mi cinturón mientras avanzamos en la carretera.
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EL RELOJ
Los engranes en los autos,
las esquinas de cada encuadre,
las pulsaciones de tu corazón.
La milimetria del parpadeo es exacto, todo va al mismo ritmo, en el mismo sentido, es
como si fueramos máquinas, como si vivieramos dentro de una, por eso no avanza el co-
razón;
solo deja de latir,
deja de llevar el ritmo.
El reloj que observo, el reloj en el que estoy, todo es reloj, ella es reloj y él suena a las 12.
Nuestros pulmones necesitan aire.
Como cuerda el despertador.
Como alimento para degustar.
Como arena para contar.
Como las ansias para mortificar, para mentir y arrebatar, para todo hay una alarma; la
mia aún no suena. Aveces hay retrasos pero no fallos, pequeños retrasos que tambien son
calculados, también están pensados, por eso no queda mas que sacar el reloj y romperle el
corazón, que sufra y dejé de titilar pues a la hora de contar él continuará.
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ENTERRANDOME
Era como estar entre una lluvia de maná, pero espera, no voltees atrás, algo se está
pudriendo allá.
Todo era blanco y perfecto, entonces sonó el celular y lo blanco chocó con la reali-
dad, entonces todo fue miseria. Desconocimiento absoluto de lo que fui o algún día seré.
Parte de mi se quedó en mi universo y algo se asomó, se asomó él, un yo irrefutable, irre-
versible e imperfecto. Ah no, es perfecto, en toda su magnitud.
Me conozco, me siento, mi cuerpo es una herramienta y mis ideas son mis mundos,
son mis amaneceres, mi luz.
Mi cordura.
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NOSTALGIA
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SARAH ECHEVERRRI MEJÍA
Nadie nos preparó para esto. Somos la generación del vacío. Qué habremos de contar cuando se nos
caiga la piel y la nariz toque el suelo. Somos una masa esperando que pase algo, tal vez esperando que nos
llegue la muerte.
LA LÍNEA DEL DESTINO
… por eso encendió la luz.
El verde neón inundaba la habitación fastidiada en deseo, ahogada miraba sus pupi-
las a punto de reventarse, me derribé en el suelo. El cielo dormía vencido por los colores
que mutilaban nuestro espectro, la música aturdía la mente pero mis oídos aún escucha-
ban el rugir de su corazón derrumbando mis paredes. Fue entonces cuando descubrí una
constelación llena de gracia, María se recogía el cabello.
—¿Estás preparada? —preguntó ella—
—…
Intuía de qué iba, pero no estaba completamente segura. No llegué aquí por coinci-
dencia ni por conveniencia.
Horas antes, el bar y tres luces rojas colgadas del techo, una mesa llena de cocteles,
cuatro ángeles bailando (entre ellos María), cuatro sillas vacías y yo. Del otro lado del bar
una mesa con tres hombres que superaban los cuarenta.
María nunca había sido la mujer excepcional, no era primavera, ni invierno; solo es-
taba ahí, bailando, mientras yo miraba la suavidad de sus movimientos.
Uno de los hombres, el más esquelético, se acercó a ella; ninguno delimitó el espacio
y se entregaron al baile de la muerte. Los otros dos hombres caminaron en dirección a mí;
uno de ellos que ocupaba tres baldosas, se quedó en el camino vigilando al otro que llegó
hasta mi mesa y se sentó.
El hombre me dijo que se llamaba Elías, pero de profeta ni el pelo ni la profecía. Me
preguntó que quería tomar, yo le dije que no tomaba licor. Alzó el brazo llamando la aten-
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ción de una de las vírgenes que atendía el bar, agitó la mano con el dedo índice señalando
el cielo. La mujer afirmó con la cabeza, se agachó y sacó una botella de tequila.
Elías sirvió dos copas pequeñas y me entregó una, le repetí que no tomaba licor y el
sonrió, por varios minutos su sonrisa permaneció clavada en la mesa. Comenzaba a sentir
miedo, miré a María, nada había cambiado.
Cuando regresé la mirada, Elías tenía un billete de cincuenta mil pesos en la mano.
—¿Eres un ángel? —me preguntó—.
Yo no sabía que responder, sentía el sudor recogerse en la línea del destino, me miré
el palmo de ambas manos.
—¡Lo sabía!—dijo él—.
Yo lo miré sin entender nada.
—Toma el dinero y vete, los angelitos no tienen por qué estar por aquí a esta hora
—dijo haciendo énfasis en la palabra “angelitos”.
Tomé el dinero y me paré sin dudar un segundo, caminé hacia María. El hombre
que había estado mirándonos se paró enfrente obstruyendo mi camino, con los ojos me
direccionó para que mirara más abajo, bajé la mirada y vi como con la mano derecha
aprisionaba el borde del pantalón dejando ver la silueta del revólver.
Lo miré de nuevo, giro la cara con fuerza hacia la entrada sin dejar de mirarme,
ahora era mi vida, o la de María.
—Es mi hermana—dije en voz alta.
El hombre me mandó un manotazo a la boca, mi voz había llamado la atención de
María, y ella giró con el larguirucho para mirarme mientras bailaban. Yo miré al hombre
de la mesa, su sonrisa permanecía ahí. Miré la virgen en la barra y ella asintió con la
cabeza. Sabía que María me seguiría con la mirada pero no sabía cómo iba a sacarla de
allí. Caminé a paso lento a la puerta, porque mi cuerpo tembloroso no daba para más. Es-
peraba que María pensara en algo para hacer. Bajé las cuatro escalas que me separaban
de la calle, allí ya no me veían los hombres, sólo María. Ella con la mano izquierda oculta
entre el torso del hombre me hizo señas estirando dos dedos, entendí que debía parar un
taxi, en el momento en que el taxi frenó y abrí la puerta, María como una bala se clavó
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en el asiento de atrás, yo me subí enseguida, me agaché y con una voz que apenas alcaz-
aba a salir —Lo más rápido que pueda —le dije al taxista.
Fueron mis últimas palabras aquella noche. María me abrazó desde que entramos
en el taxi, yo temblaba, —Ya pasó, todo está bien —me decía al oído. Su voz me hacía
sentir como un recién nacido, el ser más indefenso del planeta. Su boca cada vez se acos-
tumbró más a mi oído y mi cuerpo al suyo.
Llegamos a su casa, ella me tomó de la mano y mis pies aún no dejaban del temblar,
subimos las escaleras, llegamos a una habitación, sabía que era suya porque tenía un olor
característico que ni muy dulce ni muy amargo se me incrustaba en los pulmones. La luz
estaba apagada, me dijo que pondría música para que me relajara, me dejó sobre su
cama y fue al computador.
—¿Qué quieres hacer?—me preguntó.
Recostado en la ventana miraba el cielo. Ella siempre lo supo, yo odiaba las banali-
dades de lo cotidiano, por eso encendió la luz.
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LA BESTIA
Se estremece mi corazón mirando el fallecimiento de mis calles fatigadas, calles que
se agrietan inundadas en recuerdos. En el día, el cielo se viste de luto para regocijar mi co-
razón, pero en la noche el silencio me aturde, el pasado me mantiene bajo la bruma y las
estrellas se burlan de mis canas. No soy ni una sobra de lo que dispuse. Paso mis días
soportando conversaciones vacías con los párpados a medio abrir, porque mi mirada se
pierde entre las arrugas y mi nariz se hace cada vez más larga sin reconocer olor alguno.
Recuerdo cuando llegué aquí, una joven seducida por el sonido de un motor en mar-
cha; un Mercury Monterey 54 con asientos de cuero rojo y un avión enfrente que como
lanza se clavó en mi corazón.
Desde el patio me acompaña Gardel, resoplando vientos bohemios que se mezclan
con el llanto de un triste bandoneón. La melancolía inunda mi cuerpo, el farolito de la es-
quina se convierte en reliquia de mi pasado y este barrio de arrabal tan muerto como la
vida misma.
Me voy perdiendo en las memorias del mismo infierno porque la vieja calle donde
crecieron mis hijos se hunde enfrente de mí. Y yo, sola, con un soplo de vida que espera a
que le abran la puerta, recuerdo el día que la bestia le arrancó la vida a mi primer amor.
PARA USTED QUE TANTO ELOGIÓ MI TRISTEZA
Un naufragio, eso fue usted para mí.
La maté un primero de octubre con el otoño sobre mi cabeza, cuando los pájaros
cantaban y la ciudad olía a miseria. Los árboles acompañaron mi llanto, inundamos el su-
elo con tonos marrones y promesas vacías.
Usted se fue desbaratando, sus pedazos quedaban enredados en mi cabello, su silen-
cio agujereando mi alma y mi voz se quebraba como se quebró su cuerpo.
Pedí auxilio, pero nadie vino. Charcos de sal inundaban mis zapatos, zapatos que
nunca me habían quedado tan grandes y tan vacíos. Inhalé su nombre mientras limpiaba
el color de las grietas del suelo. Usted ya no estaba ahí pero yo podía recordarla, por eso
fue que la maté.
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LA PALABRA
-¿Quieres té?
-Sí, quiero té
-Qué extraño
-¿Por qué?
-Porque me recuerda lo que éramos antes
-¿Desconocidos?
-No, Amantes.
A ELLA
Tú que a mi has dedicado la vida,
Que tu alma dieras por verme reír.
Déjame adorarte en esta poesía,
Déjame sentirte antes de morir.
Recuerdo los viajes tomando tu mano,
Mirando hacia el cielo, pidiéndole a Dios,
Que alargue mi tiempo cerca de tus manos,
Aunque el mar te cele con su loco amor.
No quiero que sufras por habladurías,
Ni quiero que llores de rabia mamá.
Quiero que me quieras como yo te quiero,
Porque nadie sabe lo que es amar.
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EXPERIENCIA FABULIZADA
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MATEO SEPÚLVEDA GÓMEZ
¡LIBEREN A BARRABAS!
-Solo sé que tengo sed.
¡Cicuta en las rocas, Por favor!
A solas reía de su chiste, Barrabas, hombre de gusto refinado y exquisito, bastaba
con ver el traje que había elegido para la ocasión, telas finas, confección precisa, digno del
más fino dandy parisino del siglo XIX. Se encontraba en su estudio que era como un pe-
queño museo, en el podrías encontrar múltiples estilos mezclados con sutileza y gusto,
una simbiosis producto del gusto estético de un auténtico sibarita. Todo estaba dispuesto
como si esperara que Jacques Louis David llegara para pintar su muerte.
Sentado en su sillón estilo Arts and Craft, deja sobre una mesa la pipa, el ambiente
se mantiene con un espeso humo que hace visible la luz que entra a través de las ven-
tanas, que dibuja en la alfombra sus barrotes.
Barrabas alza la copa llena de veneno, y hace toda la ceremonia como si se tratase
del mejor Pinot Noir. Color deficiente, primera nariz nada frutal, segunda nariz igual de
decepcionante, bebe, lo mueve por su boca y finalmente lo escupe. No soporta que tal sa-
bor tan insípido sea el último. Se limpia la boca con un pañuelo de seda color borgoña.
Barrabas saca de su cava la reserva más especial que tiene, se sirve una copa, mezcla el
vino con el veneno y lo intenta de nuevo. Pero el vino termina manchando su nívea alfom-
bra. Se la pasa toda la noche haciendo combinaciones como si se tratara de un alquimista
vinícola.
No consigue ningún resultado, su paladar no puede ser engañado ante la presencia
de tan desagradable sabor. Así que Barrabas reflexiona en el diván alguna forma estili-
zada para morir, pero el escritor de este texto decide matarlo antes de que consiguiera sui-
cidarse, de manera cruel le despojo de la única decisión que le podría rotular como libre.
30
SUPERFICIAL
Ella ocultaba sus deseos haciéndolos tan obvios que nadie los juzgaría verdaderos.
Su superficialidad, que se creía máscara, era la expresión de si misma. Todos quienes tra-
tasen de descifrarla, terminaban por idealizarla. La mayoría de ellos, con la pretensión de
creerse superiores, la veían con la postiza mente de un poeta en busca de musa.
Exhibía una belleza apreciable desde cualquier ángulo, la naturaleza alardeaba en
cada poro, su nívea piel pavoneaba tersa y delicada. ¿Sería posible que ese mismo tono
permaneciera por toda su extensión? se preguntaban todos cuantos la veían y se encontra-
ban tentados a comprobarlo.
Su figura era una sublime experiencia, como observar por primera vez el paisaje
desde la cima de un acantilado; contemplar los peñascos al fondo y dar un paso atrás.
Aquellos hombres que hoy se niegan primitivos, que se revisten de “humanidad” -como si
lo humano no fuera animal- y pretenden ser mejores; estos hombres, que son los mismos
pero ocultos bajo otro ropaje, la veían y se preguntaban por los secretos que ocultaría tal
perfección, la arropaban con los más abstractos conceptos que podían pronunciar para
ocultar su primitivo deseo.
Si estos hombres que la pretendían eran postizos, ella era todo lo contrario, era real-
mente simple, tomaba decisiones según lo que deseaba; era extraño, pero en ella no se evi-
denciaba un conflicto de intereses interno. Al parecer todas sus pasiones iban en una sola
dirección. Siempre se exhibía sin máscaras, tal cual era, y pocos podían verla así. Nadie
notaba esa ternura maliciosa, ni esa gran ingenuidad que le revestía, tan tierna, tan
osada, nadie la veía en realidad, porque proyectaban en ella todo lo que pudiera elevarla,
pero no era más que una niña curiosa.
En su nombre se han compuesto poemas y relatos, se han firmado grandes lienzos,
todos buscan una musa, pero en su lugar solo hay una persona desgarradoramente hu-
mana. Era quizás una musa con la lira rota, un fracaso de la idealización alimentado por
la pretensión de sublimar lo primitivo.
31
OTOÑO
Ambivalencia de sentimientos: Felicidad por los viejos tiempos, y la triste certeza de
que no volverán. Paso la última página y me sobrecoge la nostalgia del punto final. Con el
tiempo he aprendido a apreciar este momento final, fatal y mordaz, trágico igual que la
vida, que nos oculta que solo la belleza puede nacer en aquello que se sabe perecedero.
Divago fuera de la diégesis a través de ese lienzo amarillo y seco que me sirve de con-
suelo. Otra historia se abre ante mí, una que no tiene punto final, una que se interpreta
en un ambiente con olor a polvo y madera, y que está plagada de esquinas dobladas que
se resquebrajarían si alguien osase devolverlas a su lugar, yo solo pretendo adivinar a cuál
constelación apuntan, descifrar qué me indican los viajeros del pasado. Los bordes ocres
impiden que las palabras se escapen cuando no son leídas, la paleta cromática está
dominado por los naranjas de un ocaso nublado, comienza en un trigal seco y termina en
tejas de barro cocido, llenas de grietas por el sol que recorre el desierto en un eterno
crepúsculo.
Pasar las hojas con velocidad me permite ver el camino que seguía la humedad
hasta la mitad, donde el sol en el cenit frustraría su trasegar. Este movimiento deja en el
ambiente notas de otro olor mucho mas particular, por mas que gustaría de usar metáfo-
ras para describir el olor no podría hacerlo, es un olor tan particular que no tiene equiva-
lente, es olor a libro añejo, uno cuyas páginas lucharon contra el tiempo, no sin dejarlo
con las cicatrices que hoy lo hacen más atractivo. Sufro una terrible fascinación por estas
hojas únicas y maravillosas, hojas que no crecen en los arboles.
32
FRIVOLIDAD
Intento invocarte,
mas mi memoria no puede contenerte;
Tu existencia desborda toda representación.
Tus imágenes,
son solo figuras inertes.
Tu voz,
es solo la mia con tu tono superpuesto.
Tu abrazo,
es la calidez que hoy me abandona.
Solo me acompaña tu ausencia,
una quimera sin vida con una fría mueca
y una mosca en la frente.
I
Tras varios años he descubierto que soy irreconciliable. Mis ideas se oponen a mí
como un par de vikingos, a quienes se les negó el Valhalla, peleándose por la última cer-
veza. Como la serpiente que se muerde la cola, Ourobolos, o como el tonto perro que
quiere olerse su trasero, no puedo dejar de volver sobre las cuestiones que creía resueltas.
Soy incapaz de definirme, carezco de carácter. Me asusta hablar de mí porque
siento que la sinceridad es imposible cuando me observo a mí mismo. Ocasionalmente
cuando comparto por prolongado tiempo con personas que tienen los ideales colectivos
que generalmente patrocinan nuestra sociedad, puedo por pequeños instantes compartir
un poco de la seguridad que ofrece la comunidad, pero luego en la soledad de mi aparta-
mento viendo las pequeñas luces de la ciudad, consumido por la inmensidad del universo
me niego a ser parte, soy como un pequeño mosquito con un ala rota en medio de un
gran océano intentando emprender vuelo, a veces no me asusta la parte, y me siento
como la inmensidad, como un todo indivisible, pero luego mi maldita conciencia me recu-
erda que soy un individuo y no consigo reconciliar lo individual con la inmensidad. Hay
33
muchas cosas que quisiera pensar y poder tener convicción sobre ellas, como la de que la
muerte no existe, porque no existe el individuo que muere sino que es una congregación
accidental de particulares que vuelven a dividirse para unirse con todas en diferentes tiem-
pos y lugares. Más la convicción no es fruto de un deseo, y a veces quisiera no considerar
ciertas posibilidades. Muchas veces he deseado tener un vida simple, primaria y básica,
me pregunto por qué evolucionamos cuando la vida era tan jodidamente simple, cuando
éramos simios, todo era paja y banana. No entiendo por qué complejizo lo que es simple,
y por qué todo lo complejo busco reducirlo en una serie de simples explicaciones para en-
tenderlo, y a veces cuando lo entiendo, lo olvido, como ahora que llevo casi una página y
he olvidado a donde quería llegar, o solo pensaba en partir y que el destino me esperara
en algún sitio por ahí, aunque siempre que pienso llegar a él, veo algo más lejano.
II
La calidez me abandona esta noche en que la animosidad colectiva se encuentra
eufórica y ávida de placeres dionisiacos. Es también mi deseo el disfrutar de los baca-
nales, pero un frío entre el vientre y el pecho impide que mi voluntad se incline hacia ac-
ción alguna, así permanezco inerte, la noche pasa y yo solo veo como las oportunidades
se desvanecen ante mí, paso no sé cuánto tiempo condenado a la inacción, auto-
saboteado y sentenciado a un ascetismo impávido. Luego comprendo que la apatía que
me sobrecoge intensifica mis sentidos y les permite dirigir su atención ante el espectáculo,
ante ellos, aquella tensión entre lo apolíneo y lo dionisiaco siempre presente en la condi-
ción humana.
III
Nuestra existencia se debate entre una cruel lucidez y una feliz ignorancia, las pulsio-
nes vitales de cada individuo nos hacen tender hacia uno u otro propósito, lo cierto es que
ninguno ofrece una completa satisfacción al individuo. El hombre lúcido es agobiado por
las indolencias de la existencia debelada ante sus ojos, y anhela esa felicidad de la que el
ignorante goza. Tanto el lúcido como el ignorante viven condicionados, pero el ignoran-
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tes es incapaz de dilucidar sus prisiones, y por tanto de romper el más pequeño grillete,
mientras que el lúcido libre de cadenas extraña la certeza y seguridad que esa cárcel le of-
recía.
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ALQUIMIA DEL VERBO
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36
CARL A DUQUE MONSALVE
PREFACIO
La escritura en mi mundo expresivo como liberación de los sentimientos que se ex-
tremisan y torturan, corroen y devoran mis entrañas. Temas variados pero siempre apun-
tando a mi perspectiva, mi manera de analizar el mundo y como este me impacta, afecta
y transforma día a día. Desde lo básico de la existencia hasta la nostalgia del viento o el
miedo del cielo azul.
La exteriorización de sensaciones muchas veces sin ninguna intencionalidad radical
o escandalosa. La sutileza del dolor, la felicidad crítica del mundo, la terrible y excitante
humanidad. Lo pacífico y exorcizante del arte; VIDA.
Todos tienen un alias, una máscara que se muestra al mundo, sin importar su oficio,
cada uno busca y escritura un acto, una obra insaciable e interminable que oculta y camu-
fla la esencia, sólo por supervivencia o por protección propia, dando como resultado un
ser que niega su esencia, hibridándose hasta el desconocimiento total, desapareciendo
poco a poco, desfigurándose y muchas veces perdiéndose en el total desprecio. La qui-
mera como resultado a estas máscaras que deforman el yo para pertenecer a una socie-
dad corrupta e inaportante, discriminante y encadenadora.
Pero cómo sobrevivir en el mundo, cómo resistir a los dedos apuntando, cómo lo-
grar ser aceptado sin perder la esencia, es acaso tan elemental e importante que el levanta-
dor de pesas sea un tipo rudo, cómo creerle a un chamán su acto zodiacal sino interpone
su acto lleno de elementos y garabatos sagrados, ¿es necesario crear y mantener tal pa-
traña?¿Cómo liberarse, cómo ser yo?
Las letras no como tarea, como necesidad casi primordial, una extensión más del cu-
erpo, uno más de mis órganos. Son parte de mí pero representan un instrumento de
búsqueda de mi ser, de ese yo esencial realmente placentero y puro, que día a día tortura
con agobiantes dudas y cuestionamientos que no logro resolver, pero que las pocas re-
spuestas que surgen, aún incorrectas y retorcidas sacan poco a poco verdades dolorosas
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que dan cuenta de una verdadera existencia del alma misma, alma como revelación esen-
cial de un yo inexpresado y enjaulado que busca salir pero que aún no ha hallado la libera-
ción total.
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MEDELLÍN, ADIÓS
Decepción, miedo… miedo.
Tú que nunca me has hecho sentir menos, que siempre me has abrazado y ayudado
a sentirme fuerte y segura.
Hoy señora, usted me recordó lo débil que soy, lo diminuta e impotente que puedo
llegar a ser. Un pequeño ser que se deja azotar y solo puede estar allí, observando y sopor-
tando golpes.
Usted Ciudad que alguna vez fue sueño y comodidad, hoy me recuerda que soy mu-
jer y que vivo en tu mundo machista. Rodeada de dementes sin principios que no lo pien-
san dos veces para arremeter en contra de cualquiera, sin ninguna razón.
Y no puedo hacer nada, defenderme. Podría desatar una ira incontenible con resulta-
dos probablemente peores. Más dañinos y más hirientes.
Hoy tengo miedo de caminar, la paranoia me acompaña de nuevo.
Usted señora, hoy me ha recordado por qué quiero irme, por qué aunque la amo y
amaré, mi deseo es estar lejos de usted, lo más lejos posible. Si, huyo… De usted pero so-
bre todo de los pacientes mentales que usted ha parido.
Allá, donde no me alcance.
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COMO LAS AMAPOLAS
Suave apariencia, contemplarla es placer, es éxtasis, es imposible resistirse, contagia
su sensualidad pasiva.
Al tocarla… ¡Todo cambia! Se precipita, se derrumba turbulosamente, su armadura
desaparece, se desvanece más rápido. Es más débil de lo que parece.
Poco a poco su interior se revela, su esencia venenosa, corrosiva al descubierto. Se
desata una toxicidad casi letal, destruye todo a su paso, no se da cuenta de lo extrema que
puede llegar a ser.
Deja esparcir su veneno y cuando todo está podrido, se camufla nuevamente, en su
mar de belleza y perfección.
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FRUTA PROHIBIDA
Quién en su real estado de cordura podría acaso renunciar a lo más preciado, a su
yo liberado, sólo por un papel.
Oro desechable y comprometedor, atadura irrelevante, mundana y pesada.
Es la pieza clave para muchos rompecabezas, no para el mío, quizá muera en pe-
nuria, prefiero un futuro devastador acompañado de un camino de placentera autonomía
y espontánea travesía. Libre.
FRAGMENTADO HEDONISMO
Naturaleza clara, nada de confusión, no hay tapaduras, convivencia, transparencia,
placer, explosión.
Nada es necesario, todo es irrelevante, sólo es permitido disfrutar. Implosión, intérva-
los pasionales, teknicolor de sensaciones inalcanzables, inagotables, insostenibles, frag-
mentación, leve dolor, interrupción, realidad…
¡Oh cruel realidad! Penetración, interrupción, nada… Nada… Escasez, soledad, ab-
stinencia… ¡Nada!
GRAVEDAD “0”
He despertado de un extraño sueño, un vuelo inesperado, la ilusión de libertad ilu-
mina mis deseos, mis deseos, mis necesidades más profundas, aparente novedad, ansie-
dad, ¡ganas!
¡No! Quién me observa, alguien me observa… lo siento… ¡me mira!
¡Demonios! ¿Cómo huyo?, no puedo bajar, el aire me levanta, veo a la tierra volv-
erse cada vez más pequeña, no sé qué hacer, ¿cómo huyo?. ¡Despierta...! ¡Despierta!
Una fuerza me sigue halando, oh no, no, no, no… ¡No más!¡No me mire, no me
ate…! ¡Suélteme!
De repente todo se detiene, y estoy ahí, suspendida… Estancada… Gravedad Cero.
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MAÑANA
Ella está ahí, mirándome desde lejos, esperándome… No veo la hora, necesito estar
allá, la busco por todos los medios posibles.
¿Cómo esperar con paciencia? Es imposible, no puedo, si la busco hasta en mis
sueños, los pocos que tengo, ya que hasta eso me quita, sólo me da ansiedad e insomnio.
No puedo hacer nada, no me queda nada, sólo me acompañan mis fieles y ambiciosas
tazas de café, pero no logran saciarme, mi deseo es demasiado intenso, no puedo esperar.
Espero… espero… con angustia, con tortura. Una oleada de miedo me ahoga, po-
dré ir hacia ella, ¿verdad? Es tan angustioso el tiempo, tan vergonzosa la espera.
La red de angustia y demora no termina.
ESO DICEN
Escucho a las personas hablar, historias de romances eternos, angustiosos y maravil-
losos, quiero sentirlo, trato de imaginarlo, de estar en sus zapatos, sentir lo que sienten…
nunca resulta lógico, no parece real, estas reacciones irracionales, inservibles, no parecen
posibles…
¿Acaso hay algo malo en mí, seré incapaz de amar, al menos de esta b forma retor-
cida y romántica que todos hablan, o soy tal vez una de tantas femme fatale que sólo va
por lo que quiere y desecha las sobras?
No entiendo la lógica de lo ilógico, de qué hablan, qué hacen, estoy podrida, sin co-
razón, sin alma.
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MI TRIBU
NO VÍ
Estoy a cientos de kilómetros. Cuando estaba cerca no lo notaba, era una constante,
un silencioso y secretamente útil adorno, ignorado, subvalorado. Estoy lejos y lo necesito,
necesito su soporte, su incondicionalidad, sigilosa ternura, casi invisible, lo extraño y lo ex-
trañé, allí a su lado, aquí sin él.
A mi padre.DESTELLO
Guía, camino a seguir, más bien a no seguir, siempre está a mi lado, siempre la ex-
traño, sino está me asfixio, claustrofóbica ceguera. Iluminación dolorosa, real, cruda-
mente acertada. Me lleva, me trae, me perfecciona, me emociona, destruye y reconstruye.
No puedo estar sin ella, siempre la recuerdo, su imagen me reconforta, un solo vistazo. Fe-
licidad, plenitud, silenciosa paz…
A mi madre. SOPORTE INTERNO
Difícil, interior, real… triste, sombría, cruel, realmente despiadada, su mera existen-
cia es tortura, es dolor, es quebrarse, quedarse sin nada después de tenerlo todo. Pero…
¿qué puedo hacer? Es la estructura base, es lo que me sostiene, lo que me deja recibir
cada golpe y seguir sobreviviendo. Ella es todo… Ella soy yo.
A mi hermana pequeña. YA NO
He abandonado toda actitud atemorizada y sigilosa, es necesario tomar riesgos,
salir, dejar de ser este pequeño pájaro asustado, la puerta abierta y sique enjaulado. Es
hora de salir, llegó el verano y lo olvidé todo, ya no soy, ya no puedo ser, no más. No un
tornado de ataduras, hay que fluir, es necesario ser viento, suave brisa que mueve el pasto,
con valor, con calma, osada… libre…
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SIN SUEÑO
Tensión… parpadeo… parpadeo… miro a mi alrededor, debo dormir, es necesario,
mi humanidad lo exige, cierro los ojos, cientas de imágenes se revelan, voces y frases circu-
lan en una pequeña recámara, no se detienen… infinitas…
Trato de apagar todo, ¡es imposible!
Abro los ojos, sombras se mueven en la oscuridad, me levanto rápidamente, al
encender la luz lo veo allí, picaresco, intenso, juguetón…
Lo tomo con la ensoñación con la que un adicto persigue su droga. A medida que la
tinta queda tatuada en la hoja, arranca palabras una a una… cada vez menos tensión,
algo de paz. Letra a letra se expande una sensación placentera, de éxtasis.
Termina casi sin darme cuenta, cae allí, moribundo, sin vida. Yo, aquí, pasmada…
suspendida…
Vuelvo a la realidad y me acuesto extasiada, la tortura terminó. Un momento de
tranquilidad, un leve e ilusorio instante de quietud…
Quietud…
¡NO! ¡OTRA VEZ! Un millar de voces invade y corrompe la jamás posible y siem-
pre anhelada quietud.
Hola mi fiel compañero nocturno,
usted señor insomnio merece todo mi odio.
44
COTIDIANO
8
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ESTEFANIA HERRERA
PREFACIO
La única tensión que en mí existe, cuando escribo, es la tensión de lo no ocurrido,
de lo que no ha pasado, de lo que dada su condición de incertidumbre desata en mí la pre-
sión ansiosa de crearlo. Escribo, entonces, porque me gustan los ensambles, los troncos y
la madera. Escribo para insultar al caos.
Es así, en esta medida tensional, como establezco relaciones con otras tensiones con
diferentes dimensiones y tiempos; es decir, con las excentricidades del mundo. Puedo, en-
tonces, desde mi mano, ser ellas. Las creo -desde cero- o, con mayor simpleza, amaso la
materia que las constituye hasta que se asemejen a mí o a los míos o a lo que yo quiera
que sea mío. Porque puedo ser mansedumbre o rareza.
En definitiva, en mi escritura no existe mayor obsesión teatral que la ansiedad; que
el escribir por ella.
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COTIDIANO
Tío: ¿alguna vez pensaste que yo te escribiría? ¿Pensaste que la niña de vestido rimbom-
bante alguna vez podría escribir? ¿Que podría sudar, como tú, haciéndolo? Ya no sé
dónde estás. Por 57 años te he estado buscando. Vi como tus ojos diminutos, cuencos,
soportaron el peso de tus párpados caídos. Siempre propensos a cerrarse y cegarlos. Resis-
tiste tanto tiempo. También vi como dejaron de pesarte, cuando te encontramos echado
en la mesa de la casa con las dos manos ocupadas. Tu lapicero azul en la izquierda y, en la
otra, el frasco de la sertralina, vacío. Tus fluidos estaban contenidos, espesos, cuajados en
tu cuerpo. No manchaste la madera de nuestra mesa. Siempre estuviste muy pendiente de
la higiene. La lámpara colgante te alumbraba todo, con su foco amarillo, examinándote y
alabándote. Eso fue lo último que vi. No te volví a ver jamás. Quisiera contarte que tam-
bién escribo, pero ya no sé dónde estás. Te he buscado en la gaveta de la cocina, abriendo
y cerrando, compulsa, sus puertas. Las abro y las cierro. Las abro y las cierro. Las abro y
las cierro. Las abro y las cierro. Las abro y las cierro. Lo hago 5 veces: la edad que tenía
cuando vi tu cabecita descansando sobre la mesa. Mientras te escribo, me corre la gota de
sudor que también te corría a ti, que baja del maxilar y llega a la clavícula. Ya no sé
dónde estás, pero te voy a seguir buscando. Quizás algún día salgas expulsado de la punta
de mi lapicero.
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EL OBJETO DE LAS COSAS
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JUAN PABLO AREIZA
PREFACIO
Al escribir, busco un punto de partida impactante para romper el hielo entre la hoja
en blanco y yo lo más rápido posible, ese instante que se revela ante mi o yo ante él, traza
un camino por el cual las letras se hilan y buscan una línea coherente que van sacando lo
que quiero decir. Aunque lo describo como algo fácil, difícilmente me resulta algo impac-
tante en el primer momento, así que recurro al razonamiento, a los formalismos y a lo
gramáticamente correcto para distorsionarlo luego y tratar de sorprender/me.
Puedo decir con certeza, que la única parte del cuerpo que ejercito son mis ojos, con
ellos me deslizo sigilosamente por las siluetas que marca el sol de las 5:30 de la tarde sobre
las personas que caminan apresuradas por las cebras cuando el semáforo está en rojo. Y
me entero también con mis oídos de las conversaciones más banales de las que está hecha
la vida en los metros, calles, buses. Historias que son poesía y donde la magia
“chamánica” se revela ante nosotros los que constantemente estamos en la bùsqueda de
sentido, en esta vida tan vacìa.
Por medio de las letras se fabrican mundos, es, después de la imaginación, el lugar
donde habitan los sueños. Por esto primordial transmitir las ideas al papel, no como un
simple ejercicio de bocetación sino de creación continua, porque solo allí los sentimientos
del artista y las emociones del lector/espectador se encuentran por primera vez y pueden
ser palpadas mínimamente por la observación, la razón y la pasión.
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DE PRESIDENTES Y DIOSES
Ya que me haces esta pregunta – respondió él mientras leía en el periódico la noticia
de la muerte del primer ministro y continuó - Te digo que soy un hombre bastante preven-
ido con el orden social, y aunque al decirte esto parezca que soy muy paranoico, siempre
he sabido que el mundo se mueve por fuerzas humanas superiores a los poderes que todos
conocemos y si lo vemos constantemente en las películas, creo que es hora también de pre-
decir mi propio apocalipsis: Existe una gran mesa de reuniones donde se toman decisio-
nes arbitrarias sobre el destino de todas las naciones y por supuesto no se llama la ONU,
ni el “foro mundial”, es un gran salón de estructura metálica y de vidrio ubicado estratégi-
camente bajo las profundidades del mar (lugar casualmente menos explorado por la hu-
manidad durante su permanencia aquí en la tierra) fabricado con la más exquisita tec-
nología. Muy pocos se han atrevido a preguntar o indagar sobre su ubicación y los valien-
tes no han aparecido en décadas, allí se reúnen cada cierto tiempo el dinero, la religión, y
el sexo, representados a su vez por un ministro diferente encargado de todos los asuntos
correspondientes; precios, tendencias, escándalos, costumbres y demás. Ninguno de ellos
tiene contacto directo con el presidente Obama, claro, quien es la marioneta que sale a
hablar ante los medios del país que se supone posee dominio sobre el globo terráqueo, él
como todos los otros solo recibe la información y la recita ante las cámaras, los medios de
comunicación solo son élites que se pronuncian y cambian el rumbo de la cultura de los
pueblos, así como usted que está aquí porque por un descuido me atreví a colocar infor-
mación personal en internet, ahora me han “jaqueado” y seré desterrado, conozco muy
bien lo que le sucede a las personas entrometidas como yo.
- No creo absolutamente nada de lo que usted me está diciendo - La periodista se le-
vantó de la mesa sin terminar de tomarse el café, miró por la ventana y dirigiéndose hacia
la puerta le hizo una seña cómplice a dos hombres fuera de la van del canal de televisión,
ellos se aproximaron al interior del restaurante y la periodista afuera encendió un cigar-
rillo, escucho un par de disparos y gritos, exhaló y una vez estuvo dentro del carro se
quitó la peluca rubia.
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HOY HE MUERTO
Hoy he muerto, sucedió hace unos minutos mientras tomaba una taza de café de
esas que sirvo, bueno, servía para asomarme como siempre a la terraza cuando la ciudad
apenas despertaba los domingos de calles vacías y misas de seis. Aún no estoy seguro de lo
que está pasando, siento una fuerte presión en la cabeza, como si no me perteneciera,
pero mis brazos están inmóviles y no puedo comprobar que está en su lugar, el aire se
rehúsa a fluir por mis pulmones y a cambio recibo un hormigueo intenso que invade mi
pecho y estómago, siento náuseas pero sé que vomitar sería contraproducente, llegué a
pensar que se trataba de una pesadilla horrible, sin embargo nunca me había visto a mí
mismo dormido, menos tendido de semejante manera.
El cemento me quema la piel que se torna amarillenta, el cigarrillo que solo alcancé
a encender de desintegra entre los dedos a medida que la sangre en mi interior reposa de
la monótona agitación, una mosca optimista alza el vuelo alrededor del trozo de carne sin
vida, he muerto, ya lo sé, pero siento miedo. No vi pasar mi vida ante mis ojos como
dijeron que sería, tampoco hay un túnel de gusanos luminosos esperando por mí, enton-
ces… ¿Qué debo hacer? ¿Qué dirección voy a tomar? Por ahora seguiré contemplando el
sol, es la única luz que veo y no puedo dirigirme hacia ella, ¿flotaré? ¿Desapareceré?
Era un sueño – dije aliviado cuando al abrir mis ojos me quedé observando la lám-
para que dejé encendida anoche – Ahh! Esta pieza es un desorden - pongo los libros en el
suelo, camino esquivando algunas botellas de vino vacías, el collar de Lucía todavía está
sobre la mesa, siento resaca, sirvo una taza de café, subo las escaleras despacio, extraño a
Lucía, enciendo el cigarrillo y respiro.
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ALTA MAR
Soy un explorador del mar, he encontrado todo tipo de criaturas y en más de una
ocasión he estado al borde de la muerte, cada vez que realizo una expedición procuro esta-
blecer una ruta, pero hoy estoy perdido. Las profundidades de tu cuerpo me obligan a
continuar sin brújula, tu boca se hace más torrentosa que la marea en alta mar, me
deslizo y te escabulles, recorro sin mapas cada centímetro de piel que te contiene, quiero
ir por el tesoro, te tengo y me sientes más cerca, respiramos intranquilos en el lugar más
estrecho de la habitación. Estoy por fin anclado a tu cuerpo, soy un bote herido esperán-
dote en el muelle, no me olvides mujer.
SIN TINTA
¿A caso no es la vida un cuento? De esos malos que no hayan sido escritos por nadie
ni siquiera un ser supremo con su mano poderosa, narrado por sus personajes vagando,
movidos por la inercia del tiempo, su relato en el constante nudo y clímax del conflicto le-
jos del final. Tramas eternas de miradas inconclusas en los vagones del metro de dos
amores que van en direcciones diferentes, los personajes ya no mueren, son inanimados
ocultan sus rostros al futuro, solo importa que en el libro del destino se escriba, se escriba
quien quiera que sea el autor porque si algún día falta la tinta ya no habrá vida en este
cuento.
DISLEXIA
Mar absurdo reloj piropo, cuando tijera arboletes cambiarían las rojo. Trinchando
Quevedo absoluto revistas control mojar divertimento vaciante de estúpido nobleza carro
brincos allá podrido, contiendas a marines azulejos merienda pollo sortija que no, caen
sillón oblicuo las exterminio.
*(Nota escrita en una hoja amarilla, encontrada al azar sobre una mesa de madera)
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LEJOS DEL JARDÍN
No sé cómo son las amapolas desde que me abandonaste esa tarde en el jardín, ya
no distingo entre los colores ese que se extiende entre los campos, como el fuego eterno
palpitando con el viento, te has ido y has dividido el cielo con tus pasos inseguros, dán-
dole cabida a la lluvia mortecina que mofa sus cristales en medio de los pétalos, las hojas
y de mi corazón roto por tu partida, ya no distingo cuál de todas es la luz del día, ni la me-
lodía del pájaro cantor, he olvidado hasta mi nombre y la inclemencia del sol, lloro para
que vuelvas a mi, porque ya no reconozco las amapolas desde que alzaste el vuelo mari-
posa.
UN CADÁVER EN LA DUCHA
Hoy encontré el cadáver de una araña en la ducha
O ella encontró el mío cuando sucumbí
Al ver sus patas con dirección al mismo punto.
Los huesos se me helaron cuando el agua bajaba en silencio por mi cuerpo, a ella en
cambio la inundaba el vacío de la espuma blanca adherida al lomo y extremidades.
Pero el agua la hizo libre, ya no quería ser más una araña, ahora, en medio de las on-
das era el más hermoso calamar.
ALGUIEN
¿Quién necesita a la cordura cuando el tiempo sigue siendo el mismo?
¿Quién puede estar tan cuerdo como para trabajar ocho horas diarias?
¿Quién consigue estar tan loco para mirar el sol en la mañana?
¿Quién trata de soñar despierto sin salir del manicomio?
¿Quién se conoce lo suficiente para matar a otro?
53
CIAO
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DIEGO CAÑOL A
PREFACIO
Las tensiones cotidianas. Con la intención de que haya critica y asombro hacia el
arte, a veces con vagas intensiones. Escribir, leer, publicar eso es básico. Es ambiguo re-
sponder qué pretendo con lo tarea de escribir, lo más seguro es que cambiar al mundo,
no. Esperar a que alguien me lea, por fuera de mi círculo familiar.
Conozco muy pocos levantadores de pesas pero si muchos levantadores de libros, de
rosas, de amores, les aprecio. El último chamán que hubo en mi familia murió por falta
de iluminación zodiacal.
Sobre la Quimera Barroca se me vienen dos cosas a la mente a la una será un
destello perdido, y la otra, es que así funciona mi mente en un estado barroco y Medellín
es Barroca.
Libertad, la juiciosa y poética lectura de la vida y sus dimensiones cotidianas, ser
consientes de nostra existencia, alejarse de la apabullante masa (personas de poca fe en el
arte y en la creación artística individual). Zarandearnos. No he encontrado ese pretexto
para escribir, ese pretexto me ha encontrado, la escritura me amo primero y luego la
descubrí para crear mundo, ya que, no hay mundo en las tinieblas y en el olvido.
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I
La tinta debe ser roja, para que las letras queden grabadas en la mente del que se
atreve a leer mis últimas palabras, para que se anime a escribir sus últimas palabras. Para
que entienda que cuando por última vez utilicé el lapicero, tenía la lapida pegada al culo.
II
Bajo la mesa encontré el amor de mi vida, cuando su servilleta cayó, yo recogía la
mía, el corazón me palpitaba, a estilo taquicardia, ella me miraba suavemente con mirada
angelical, bajo la mesa la encontré, bajo la mesa la bese.
III
Pasarán 90 años. No me asusta la idea. Lo que era mi cuerpo será solo cenizas, me
alegra mucho, Servirán para abonar las plantas del jardín de mis nietos. El cráneo no será
cremado servirá como cueva para murciélagos, colgado en lo más alto del samán.
IV
El amor que tú me das es como una lámpara de luz en el bosque sombrío.
V
La entrada esta al fondo a la derecha, no se preocupe conocerá a todas la estrellas
del inframundo, y la realidad es que usted es otra de ellas.
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3 CUESTIONES DE LA MUERTE
I
Reverénciate ante la muerte, hijo, profeta, hermano, anciano de vuestro tiempo, y
escribe tus memorias con la sangre derramada por tus llagas.
II
Ustedes, ante mi presencia aparentan ser fuertes, pero ante la soledad de sus cora-
zones son débiles mortales.
III
Mientras dormir, se palpita, se respira… no es garantía de estar en este mundo, dor-
mir es viajar al más allá y despertar es una tarea que se batalla en el silencio.
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LOS DE LA VENTANA
Tiranos que hacen la guerra
Con la biblia bajo el brazo,
Con su buena fe, creen en la multiplicación de los muertos
Se glorían de tener el manto poderoso de dios
Y aún esperan esa tierra prometida, que yace sobre los escombros.
A lo lejos seguimos viendo.
La sangre como agua bendita, que penetra
La tierra árida y sin oportunidad
Para que de la semilla más seca
Crezca el árbol más frondoso,
Y de por fruto, la manzana prohibida.
Niños y niñas, que se escoden
Tras esas sofisticadas cortinas de humo,
Y que se desvanecen, como la sombra en la oscuridad.
Volvamos a dormir, dicen los poderosos que callan.
POR LAS PALABRAS
Por las palabras comenzó la vida.
… fuimos hechos imagen y semejanza del creador.
… aprendimos a conocer el mundo.
… nos enamoramos.
… nos entendemos todos los días.
… transmitimos sentimientos.
… manifestamos lo que pensamos.
… reconocemos al otro.
… creamos la academia.
… creamos mundos de ensueño.
… transformamos nuestra realidad.
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… enfrentamos el presente.
… dormimos pero también despertamos.
… hablamos del mar.
… se detiene el reloj.
… tenemos nombres.
Por las palabras Morimos y resucitamos;
Sin las palabras somos silencio.
AMAPOLA
Desnuda, silenciosa.
Hermosa y delicada,
Reposa bajo el soplo de los vientos
Olímpicos.
Amapola la más bella de la musas
Esperando como se espera al invierno en verano,
Al dios que quitará el peso de su virtud,
¡Guardad!
¡Probad!
¡Deleitad! De este humilde manjar que he apartado de los ruidos del mundo
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SIN DOMINIO DE LA LEY LITERARIA
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NESTOR BEDOYA
PREFACIO
La escritura es la liberación de un peso, la expulsión de un deseo reprimido que car-
come el cuerpo hasta encontrar la salida. Este deseo se adquiere de forma imperceptible y
poco a poco se apropia de toda mi humanidad. Cuando se hace perceptible, ya es inevita-
ble su dominio, no hay otra forma de contrarrestarlo diferente a la escritura. Una mirada,
una palabra o un objeto se convierten pronto en un paroxismo introspectivo. No escribo
por hábito, por diversión o para perder el tiempo. Escribo porque lo necesito, es un acto
indispensable en mi existencia si quiero exorcizar demonios o generar fantasías. Historias
que no he vivido, personajes que no son semejantes a mí, lugares desconocidos pronto se
vuelven acompañantes comunes en cada segundo de mi existencia y no me abandonan si
no los plasmo en un papel. Ese papel se convierte en un oxímoron, en una paradoja, pues
si bien es el lugar donde acabo con su existencia, es donde realmente adquieren vida
eterna. Por eso el escritor se asemeja tanto a un levantador de pesas, aquel cuyo peso es su
mayor enemigo, pero también el sentido de su existencia. Esta carga nunca debe aliger-
arse, antes por el contrario, siempre debe hacerse más pesada. Sólo mediante un peso
cada vez mayor el escritor puede sentirse satisfecho. Creo que como escritor nunca se lo-
gra escribir la obra definitiva. Esa obra significaría el fin del peso y, por lo tanto, de la
vida. Los textos, como las personas que los crean, nunca serán perfectos. La obra del escri-
tor siempre es, en mayor o menor grado dependiendo del sujeto, un producto inacabado.
Dicho deseo, dicha necesidad, no conoce límites. Su único límite son las palabras,
pues éstas son su medio de expresión. No conoce de diplomacia, no le importan los elo-
gios ni las ofensas. Sólo le interesa expresar, pues lo importante es qué se escribe, sin
jamás tener en cuenta para quién se escribe. Ser instrumento de dicho deseo puede llevar
a generar un escándalo radical o una tranquilidad absoluta. Una buena obra debe hablar
por sí misma, no hay mejor argumento que las líneas que ella misma contiene. La escri-
tura es como la vida: sólo el tiempo la destruye. Pero mientras el tiempo transcurre, no
puede detenerse, el escrito debe transgredir los límites existentes para realmente ser crea-
tivo y acabar con esa monotonía a la que su deseo ya no le permite resignarse.
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SENTIRSE EXTRAÑO
Adrián se sentía extraño. Ese día se había despertado sin sentirse cómodo con su cu-
erpo. Empezó a tomar conciencia de aspectos que antes nunca había notado. No era alto,
pero tampoco era bajo. No tenía barba aún, sólo un pequeño bigote y una chivera
ridícula en el rostro. Su cuerpo empezaba a transformarse, pero sin tener una uniformi-
dad. Había sufrido un estirón, pero su columna poco podía resistir esa espalda tan larga.
Las piernas no habían crecido tan rápido como su torso, pero no podría decirse que era
deforme. En el espejo, podía notar los extraños puntos que le empezaban a invadir el ros-
tro. Le dolían, y si los manipulaba mucho, pronto explotaban y un líquido amarillento
salía de ellos. Su rostro empezaba a esconderse detrás de estas erosiones. En el pecho las
cosas no podían ir peor. Sentía como el vello lo invadía y no podía hacer nada para evi-
tarlo. No tenía el más mínimo dominio sobre su cuerpo.
Las mujeres no le resultaron una gran ayuda. Ellas habían iniciado su proceso de
transformación muchos días antes que Adrián y otros chicos, así que poco les interesaban
los problemas que estos podían tener. Pese a ello, Adrián se sentía atraído hacia ellas, sin
embargo, su anterior desfachatez infantil había mutado a una timidez absoluta frente a las
féminas. Tampoco frente a ellas podía controlar su cuerpo. Era normal que comenzara a
sudar, tartamudeara y sintiera grandes elevaciones en su pantalón, las cuáles intentaba
ocultar para no ser ridiculizado. Decidió refugiarse en sí mismo hasta que se diera cuenta
de lo que le ocurría. No sabía ya quién era, posiblemente antes tampoco lo supiera, pero
no se lo había preguntado esto antes y la duda lo hacía sentirse extraño en el mundo.
Todos sus cuestionamientos se veían empeorados por conversaciones con sus ami-
gos. Cada uno había comenzado su transformación también, pero ninguno tenía un
pensamiento igual a otro. Todos creían que su cambio era único, pero se sentían apena-
dos de reconocerlo y fingían que no les ocurría nada, para que nadie pudiera notar su de-
bilidad. Esta desconfianza en sí mismos, pronto se vio reflejada en su relación con los
demás. Ya ninguno se sentía parte de ningún grupo. Sentían que necesitaban compañía,
pero no sabían exactamente de quién. Las mujeres que los atraían no los determinaban,
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los compañeros que habían conocido ya no los reconocían, los adultos se burlaban de sus
cambios y siempre decían que dentro de algunos años entenderían qué les ocurría. Pero
Adrián no podía esperar unos años, él quería entender inmediatamente que le ocurría.
Se sentía extraño entre las personas. Ya no encontraba agradables los juegos infan-
tiles, pero tampoco entendía las conversaciones de los adultos. Sus compañeros querían
lucir maduros y siempre hablaban a los demás sobre sus grandes logros en la vida, sobre
lo independientes que eran. Adrián quería ser como ellos, pues su inmadurez no le per-
mitía darse cuenta de que ellos también fingían. Inmadurez, esa palabra que utilizaban
tanto los mayores pero que Adrián nunca supo exactamente qué significaba.
Pronto comenzó a sentirse como una culebra que cambia de piel. Sólo que él no
sabía en qué terminaría convertido. Lo más difícil era soportar el cambio en completa
soledad. Su familia le resultaba molesta e incomprensiva. Sólo parecía que su mascota, su
hermoso y amado springer spaniel, se seguía comportando igual con él a como siempre lo
había hecho. Adrián buscó en los libros las respuestas a su situación. Sin embargo, ahí
hablaban de amores y desengaños, de grandes héroes y de extrañas tragedias. Experien-
cias muy fuertes como para que el alma de Adrián pudiera entenderlas en forma alguna.
Si el alma era una mariposa, Adrián apenas comenzaba a parecer una crisálida. Este con-
stante cambio, este devenir contra su voluntad le hacía sentir que no pertenecía al mundo.
Cada día se convirtió en una extraña búsqueda de sentido. No entendía su razón de
vivir. No entendía por qué él, entre tantas personas existentes, era el único que parecía no
tener un lugar en el mundo. La ropa que antes había disfrutado tanto, de un día para otro
le parecía ridícula. No entendía porque había comenzado a necesitar la aceptación de los
demás. No entendía por qué las clases le parecían tan inútiles. Llegó a creer que era inca-
paz de entender la más mínima verdad sobre el universo. Lo que Adrián no sabía, era
que su crisis era normal y que no sería eterna, así él lo creyera. Cuando se tienen pocos
años, un poco de sufrimiento hace creer a las personas que ha sido algo que ha durado, y
durará, toda la vida. Adrián no era un bicho raro, ni siquiera era muy diferente a los
demás. Pero él aún no podía darse cuenta de esto. Su gran mal, su gran cruz iba a ser un
motivo de risa en algunos años. Pero él no creía que podría superarlo, porque no podía
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ver el futuro. Lo que Adrián no sabía era que, después de un par de años de existencia,
había comenzado esa etapa difícil en la vida de un ser humano que denominan:
ADOLESCENCIA.
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LA CIUDAD DE LAS CONTRADICCIONES
Las carreteras siempre estaban llenas de vendedores que invadían el espacio de los
automóviles, los automóviles invadían el espacio de los peatones y los peatones siempre in-
vadían el espacio reservado a la naturaleza, si es que antes las carreteras no lo habían
hecho. Era difícil encontrar un lugar donde algo tuviera sentido. Los habitantes no daban
razón de lo que ocurría. Cuando alguien preguntaba por la alta inseguridad de las calles,
todos respondían que la envidia de otras regiones les había creado mala fama. Cuando al-
guien era estafado, nadie lo consideraba un robo, sino que lo defendían como una conse-
cuencia natural del talento del avispado. No había un solo problema que no pudiera ex-
plicarse sin exonerar a la ciudad y sus habitantes de responsabilidad.
Si alguien sufría un atraco, era su culpa por exhibir en público sus pertenencias. Las
mujeres que sufrían algún tipo de abuso, eran atrevidas que provocaban a sus atacantes. Y
cuando alguien era asesinado, aunque no se le conocieran antecedentes, todos considera-
ban que algo debería estar haciendo para merecer dicho destino. Nadie deseaba estudiar,
porque el estudio era para los brutos. La ciudad tenía hermosos sitios para visitar: par-
ques, museos y centros comerciales. Pero si alguien tenía la osadía de preguntar por los tu-
gurios, alejados de la urbe, donde las montañas escondían la pobreza, nadie daba razón
de ellos, como si ignoraran completamente su existencia. Quienes los conocían, indicaban
que la pobreza era culpa de cada quién, que la gente era pobre porque quería en una
tierra plagada de oportunidades. Creían imposible que a minutos de sus hogares hubiera
personas que se estuvieran muriendo de hambre y sin lugar donde protegerse de la lluvia
o del sol, pues el clima del lugar era imprevisible, aunque siempre se anunciaran fuertes y
prolongadas jornadas de invierno o verano.
Los habitantes de piel morena su burlaban de aquellos que tenían la piel negra. To-
dos hablaban de los orígenes europeos en sus apellidos y nadie admitía la sangre indígena
que corría por sus venas. Las clases sociales se detestaban, pero guardaban las apariencias
propias de las personas de buenas costumbres. Los ricos eran vistos como avaros, ladrones
y explotadores, quienes debían su riqueza al trabajo de los pobres. Los pobres eran señala-
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dos como perezosos, pueriles y con tendencias biológicas al crimen. Ni siquiera los dirigen-
tes actuaban con coherencia. Defendían la corrupción como algo inherente al ser hu-
mano. Nunca eran elegidos por la mayoría, pues la gente siempre era indiferente a cu-
alquier votación, pero ellos se arrogaban la representación y soberanía que les había otor-
gado el “pueblo”, término extraño y que la mayoría de veces era peyorativo. La cor-
rupción nunca fue un delito, pues no tenía sentido que las personas trabajaran por los
demás sin recibir nada de ellos a cambio. Además, si ellos no lo tomaban, alguien más lo
iba a hacer, así que mejor dejar las cosas en manos conocidas. Incluso, en una ocasión, el
alcalde, al ser cuestionado sobre los altos índices de prostitución infantil que se presenta-
ban en su ciudad, respondió que eso sólo podían preguntarlo aquellos que querían
desconocer su gran logro al reducir los altos índices de homicidios.
Sin embargo, la peor contradicción era que todo parecía funcionar perfectamente.
Las personas se sentían satisfechas con criticar su situación, pero la más mínima pro-
puesta para cambiar algo no era propio de ellas. Los años transcurrían, los edificios
crecían, los automóviles eran más rápidos, pero el pensamiento siempre se mantenía
igual. El cambio no era propio de esta ciudad, las desigualdades seguían existiendo y to-
dos consideraban algo natural que así fuera, porque algún dios así lo había querido.
Podían innovar cada vez más, siempre y cuando no deberían modificar su anquilosada cul-
tura. Cada día la burbuja en la que vivía la ciudad parecía crecer más, pero nadie tenía
miedo de que explotara. Nunca lo había hecho y no tendría por qué hacerlo en un futuro.
Así pensaban sus habitantes y al parecer, en esto sí tenían la razón.
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LA TINTA CON SANGRE
El problema de la traición no es el dolor que produce. El ser humano pasa toda su
vida sufriendo, así que es algo con lo que pronto aprende a vivir. Tampoco es la de-
cepción, al ver cómo se rompe la confianza y las ilusiones depositadas una persona, pues
ese alguien roto tendría que ser muy orgulloso para creer que nadie tiene derecho a her-
irlo. No, el problema de la traición es que deja un vacío. O realmente no es un vacío, sino
una muerte espiritual. Esta muerte no es completa, sólo se da en una parte del espíritu,
pero lo hace por una vez y para siempre. Como todas las muertes, la muerte de ese frag-
mento es irreversible. No tiene solución, no tiene arreglo, sólo se puede aprender a sopor-
tarla, a vivir incompleto. Así se sentía Angélica en el momento que descubrió la tinta re-
gada en el saco de Juan Pablo.
El saco era sencillo, como cualquier saco de abogado. Gris, de paño fino, de pocos
usos que no habían alterado en nada su lujoso aspecto. Juan Pablo lo había dejado sobre
el nochero negro, de dos cajones y arabescos que estaba de su lado de la cama. Angélica
lo había tomado como lo hacía cada día, dispuesta a limpiarlo. Así fue que encontró la
tinta, en el bolsillo interno del saco. Este hecho pudo haber pasado desapercibido, de no
haber sido por un evento en la juventud de la pareja, que siempre Angélica había consid-
erado su mejor recuerdo, su más grande tesoro.
Angélica y Juan Pablo tenían una relación de más de 20 años, la cual había comen-
zado cuando ambos eran bastante jóvenes. En ese momento, Angélica tenía 18 años, Juan
Pablo 22. Ella era una mujer tímida, de cabellos dorados y la mirada más tierna que al-
guien podía imaginar. Juan Pablo era elegante, siempre con la mirada altiva y eso fue lo
que atrajo a Angélica. Desde el día en que se conocieron ambos creyeron que estaban des-
tinados a pasar el resto de su vida juntos. No necesitaron intercambiar muchas palabras
para enamorarse, la universidad fue el lugar que les sirvió como excusa para encontrarse
cada día. Angélica sentía que Juan Pablo era todo lo que había soñado, pues también ad-
miraba su inteligencia, ya que mientras ella comenzaba su carrera, él ya la estaba termi-
nando. Él sentía que si decidía compartir su vida con ella, siempre podría estar seguro de
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su fidelidad y lealtad. Lo cual era bastante, teniendo en cuenta lo hermosa que era Angé-
lica, con su cabello dorado, sus ojos tiernos y su tímido caminar. No era una mujer que se
pudiera encontrar en cualquier parte.
Angélica supo que ya no podía luchar contra su voluntad desde el primer día.
Nunca había creído en el amor a primera vista, ni mucho menos esperaba enamorarse
tan joven, pero fue lo que le ocurrió. Sin embargo, no trató de luchar contra sus emocio-
nes, simplemente dejó que la invadieran. Poco a poco, la pasión fue creciendo entre am-
bos, pues eran jóvenes y querían explorar no sólo el corazón, sino el cuerpo de cada uno.
Nunca se dijeron te amo durante los primeros años. Ni siquiera lo necesitaban, pues cada
uno estaba seguro de lo que el otro sentía. No necesitaban palabras cuando hacían el
amor y tampoco las necesitaban en el tiempo que transcurría entre cada acto. Porque
para Angélica, el sexo se convirtió en el momento más importante de cada día. Para Juan
Pablo era la oportunidad de sentir cómo se unía completamente con Angélica, cómo
podía herirla sin realmente hacerle daño, antes por el contrario, era una herida que le
daba placer y no empeoraba con el tiempo, aunque parecía que cada vez era mayor la
emoción que le producía.
Durante sus primeros años, nunca pudieron pasar una noche entera juntos. Como
simples estudiantes que eran, no podían pagar un apartamento o una habitación donde
tuvieran la tan anhelada privacidad. Debían aprovechar los momentos en que no tenían
vigilancia de sus familias, los cuales nunca fueron muy prolongados. Fue por esto Juan Pa-
blo ideó una forma de compensar a Angélica en las horas en que debía abandonarla.
Siempre dejaba que ella se durmiera, exhausta luego de cada acto, de cada entrega. Una
vez Angélica no podía darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor, Juan Pablo iba hacia
su chaqueta y sacaba una pequeña libreta. Ahí escribía un par de mensajes de amor para
Angélica, en ellas le agradecía por los momentos que acaban de compartir, por las cosas
que había aprendido y por la entrega absoluta que siempre sentía de su parte. Pero no
todo era ternura, pues siempre tomaba el último espacio de la pequeña hoja para escribir
un mensaje que fuera lascivo, que provocara a Angélica y la hiciera sentir la excitación
suficiente como para que en el siguiente encuentro estuviera ávida para entregarse una
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vez más. Esto mensajes habían dejado una marca evidente en Juan Pablo también, o me-
jor dicho, en su ropa. Porque él no era un hombre muy cuidadoso con los objetos que
llevaba y nunca notaba cómo el lapicero que utilizaba para escribir las especiales notas
manchaban su saco. A Angélica este detalle siempre le dio risa, pues con el tiempo tam-
bién aprendió a enamorarse de algunas torpezas de Juan Pablo.
Los años pasaron y así pudieron finalmente irse a vivir juntos. Juan Pablo dejó de es-
cribir las notas, pues ya no debía compensar a Angélica por no estar toda la noche a su
lado. Por esto fue tan doloroso para Angélica cuando encontró de nuevo manchas en su
saco. Era obvio que había estado escribiéndole notas para alguien y ese alguien no era An-
gélica. Ella pensó que podía soportar el desengaño, perdonar la infidelidad. Pero lo que
nunca iba a aceptar era que alguien más recibiera el mismo regalo que él le había hecho
hacía ya tantos años. Porque ninguno de los dos era ya joven, porque no podían devolver
el tiempo y Juan Pablo no podía pretender revivir con alguien más lo que ellos dos habían
vivido. Se sintió traicionada al ver cómo le había resultado tan fácil a él hacerle el mismo
regalo a otra. Se sintió vacía, traicionada. No le temía ya a la soledad, no le importaba si
él la abandonaba, lo único que deseaba era vengarse. El problema con el vacío y la
muerte que produce la traición, es que pronto el cuerpo empieza a buscar algo con qué
reemplazarlo. Es obvio que la rabia pronto puede aparentar que llena ese vacío y por eso
la venganza siempre será la más lógica consecuencia de una traición.
Ella se llenó de ira, pero decidió no decirle nada. Esperó que esa noche Juan Pablo
llegara y se comportó como siempre. Cuando estuvieron en la cama comenzó su ven-
ganza. Hicieron el amor como nunca lo habían hecho, dejándose llevar por la rabia y el
resentimiento que sentía Angélica. Ella se encargó de arrancarle el poco amor que podía
quedar en Juan Pablo. En cada movimiento, en cada latido, en cada exhalación, Angélica
secretaba rabia y venganza. Juan Pablo no sabía cómo sentirse, aunque la excitación lo in-
vadía, sentirse dominado no era algo que hubiera ocurrido durante toda su relación, siem-
pre había considerado que estaban en igualdad, incluso a veces sentía que por ser mayor
estaba en ventaja. Pero esa noche, Angélica le demostró lo difícil que es dominar una mu-
jer con una herida profunda en el alma. Aunque trató de luchar contra la pasión con la
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que Angélica lo atacaba, pronto sólo pudo ceder. Se sintió abrumado y quedó tan ex-
hausto que esta vez fue él quien se durmió primero, sin conciencia de lo que ocurría a su
alrededor.
En ese momento, Angélica decidió completar su venganza. Buscó el saco de Juan Pa-
blo, llevó su mano al lugar donde estaba la mancha y sacó el lapicero que la había produ-
cido. Decidió dejar una nota que Juan Pablo no olvidara nunca. No utilizó papel ni es-
cribió nada. Simplemente, tomó el lapicero y aprovechando la indefensión en que se en-
contraba su pareja, lo atacó. Le clavó el lapicero en el mismo lugar donde él había lle-
gado con sus notas: directo al corazón. Quería vengarse de la mancha, quería llenar el
vacío. Si él había logrado despertar su pasión, ella vería qué tanta sangre había en su
alma y dejaría que se desbordara a su lado. Pensó llenar su vacío con los estertores de
Juan Pablo. Él no gritó, Angélica lo había dejado tan exhausto que simplemente sintió un
fuerte punzón en el pecho y al intentar ver lo que ocurría, sólo vio el rostro colérico de An-
gélica sobre él. Inmediatamente entendió lo que pasaba y se sintió perdonado. Angélica
no retiró su mano hasta que sintió que el corazón de Juan Pablo había dejado de latir. No
derramó ninguna lágrima, pero se sintió exhausta por toda la pasión que había dejado
salir en su puñalada. Se reacomodó en su cama, en el lado que le pertenecía y en ese mo-
mento, no miró a Juan Pablo, sino al nochero que estaba al lado de él. No se sintió culpa-
ble y la calma invadió su alma. Ese nochero ya nadie lo utilizaría. Nunca volvería a tener
sobre su superficie las notas de Juan Pablo, fueran para ella o para alguien más.
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LA PRIMERA LÁGRIMA
Hoy, por primera vez, había ocurrido. Algo tan normal en los demás seres humanos,
en él era una novedad: Por primera vez desde que se sabía de su existencia, Alberto Du-
ata lloraba. No es que fuera un ser particular, un insensible o un hipócrita que escondía
sus sentimientos. Sencillamente, el viejo Duata era dueño de una funeraria y por lo tanto,
había aprendido a lidiar con las emociones humanas hacía bastante tiempo. Cuando los
demás lloraban, él tenía la responsabilidad de que todo funcionara, pues cuando se ha per-
dido un ser querido, nadie tiene la capacidad de organizar un funeral, a menos que el fal-
lecido no fuera realmente querido. Así, quien debía encargarse de las flores, del ataúd, de
los tintos y hasta del vestido del fallecido, siempre era Duata. Pero a él nunca le molestó,
pues para eso le pagaban y él amaba su trabajo, o más bien, amaba ganar dinero.
El aspecto de Duata no tenía nada extraño: siempre vestía un traje negro de corbata
para no desentonar con sus clientes. Desde varios metros podía percibirse un fuerte olor a
cigarrillo Piel Roja sin filtro, por ser el más fuerte para ayudarle a soportar largas jornadas
en salas de espera durante noches mortuorias. Por causa de su trabajo, llevaba siempre
unas marcadas ojeras, suficientes para hacerlas su signo característico, si bien sus ojos
nunca estaban rojos ni perdían expresividad. Duata era elegante, sabía tomar tinto en un
velorio como nadie, siempre tomando el recipiente con su dedo pulgar y su dedo índice,
sin levantarlo mucho, sólo lo suficiente para acercarlo a su boca, esa pequeña boca ador-
nada con un delgado bigote, el cual demostraba lo pulcro y perfeccionista que era Duata.
No era alto, como esas grandes representaciones alegóricas de la muerte, pues él no
mataba a nadie, su rostro no era huesudo como el de los sonámbulos, ni mucho menos se
burlaba de la desgracia ajena. Mejor dicho, Alberto Duata era un ser humano.
Ahora bien, ¿por qué lloraba? Nadie lo sabía con exactitud, aunque no era difícil de-
ducirlo. Por su pueblo habían pasado un gran bus, viejo, destartalado y cuya pintura
hacía años que no había sido renovada. Como inicialmente sus colores habían sido tan vi-
vos, era fácil darse cuenta de la decadencia que los años de servicio le habían producido.
La falta de mantenimiento, tan común en este tipo de transportes, había causado una tra-
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gedia: su motor había fallado y en vez de echar humo, había echado fuego. El fuego sí fun-
cionó perfectamente y en pocos segundos, todo el vehículo fue incinerado, sin que nin-
guno de los pasajeros a bordo -los cuales en un bus intermunicipal siempre son más de
cien- tuviera tiempo para salir. Duata presenció este hecho y lloró, lloró inconsolable-
mente. Quienes lo observaron, pensaron que por primera vez su corazón se había con-
movido. Unos apostaban que habían sido los gritos de los niños incinerados los que lo
habían dejado tan afectado. Otros afirmaban que eran los lamentos de los ancianos la
causa de su sufrimiento y algunos más conciliadores decían que se debía a la unión de los
anteriores. Sin embargo, lo que ellos no sabían, era que Duata lloraba porque cuando un
cuerpo se incinera, sencillamente queda hecho cenizas, y no necesita pagar un entierro en
una funeraria.
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PANDEMÓNIUM
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ESTEBAN BELTRÁN
PANDEMÓNIUM
Una vez más la noche se cerraba automática, como una trampa para ratas, era el
tercer día que Ang pasaba enajenada, inmóvil por la presión que Mr. Cáncer ejercía so-
bre ella y sobre los valles que formaba su cuerpo petrificado en la superficie de la cama;
Ang, escatimaba toda posibilidad distinta a la de velar para así poder escuchar los oscu-
ros secretos de los insectos flotantes que se manifestaban en el preámbulo del sueño y que
obstruían su paso por el umbral. En medio de ese entumecimiento fue que su conciencia
huyó el día primero, aterrada por los zumbidos emitidos por los aquellos bichos astrales,
bajas frecuencias que la afectaron al punto de no saberse vestigio de nada, desde entonces
nada volvería a ser igual para ella.
Ardieron arreboles al amanecer, las partículas de estrella se propagaron en el vacío
inundando la habitación, dejando al descubierto formas y majestuosidades tan inteligen-
tes que lloraban los dinosaurios, Ang, no alcanzaba a dimensionar cuánto tiempo más ten-
dría que mantenerse en su cualidad de esfinge, maldita, paralizada para siempre en me-
dio del deseo de hallarse tibia, reptil, invadida desde el centro por la sustancia límpida ele-
mental que días atrás Mr. Cáncer le prescribió en su fórmula para el dolor de conciencia.
– ¿Estás seguro de que con esto podré liberarme de la monstruosidad en el espejo? –
Preguntó Ang, un poco ansio-sísmica
–Ésta vez corremos un riesgo muy alto, Ang, podrías quedarte extraviada en medio
del camino, no sé si entiendes a lo que me refiero, quiero decir, podrías no llegar, no regre-
sar, oscilar eternamente junto con toda la energía oscura del universo, no es como esos via-
jes de las películas, debo mencionártelo– Dijo Mr. Cáncer mientras observaba con deteni-
miento el jugueteo digital en las manos de Ang.
–Pienso que exageras un poco con el asunto del viaje, lo peor que pudo sucederme
es haber quedado atrapada aquí, luego de esto, cualquier intento por reconectarme con
mi estado original, cualquiera que sea mi esperanza de resonar de nuevo en cada rincón
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de la expansión sin este intenso padecer que representa para mí el haberme encendido en-
tre la nada ciega, es un motivo para lanzarme al abismo profundo de la inconsciencia.
Mr. Cáncer hizo un ademán altanero, habían hablado de eso durante semanas sin
llegar a una decisión precisa, se levantó para servir un poco más de vino, el reloj se había
detenido sobre las once.
–Deberías morirte de una vez, digo, si tanto te aflige el hecho de no poder sin-
tonizarte con la belleza de las cosas, tu última gran hazaña debiera de ser entonces
volarte los sesos y dejar eso de pretenderte mártir de esta especie al igual que todos los lo-
cos que han visitado el planeta en el que siempre salen con la cabeza untada de excre-
mento alienígena -Dijo Mr. Cáncer con un tono obstinado.
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JUEVES ÁCIDO
Asisten a mí, como si se tratase de una orquesta de fúlgidas luciérnagas, las memo-
rias lisérgicas de una madrugada de abril.
Me siento, respiro. Suspiro. Atrás, la trama de eventos causales que me condujo
hasta el sitio del accidente. Una lluvia corrosiva de imágenes endebles, reminiscencias fu-
gaces e instantes desorbitados; la sublime irreflexión que se perpetúa congelada en la
bóveda del recuerdo. Adelante, las Moiras a carcajadas.
Me quedo estático, errático. Muero. ¿Obra de Dios? Pero si hasta el mismo Dios no
es más que una alucinación sonora. Entonces comienzo el descenso, ¿O el ascenso?,
¡Donde me encuentro no hay un arriba o un abajo! Olvido por un intervalo que la grave-
dad aferra mi cuerpo convulso al suelo y voy sumergiéndome despacio en los caóticos
mares de la sensibilidad, Entonces… la caída, caigo a modo de escupitajo cósmico: arro-
jado a la nada y enajenado en la irrealidad que me rodea, en la que vegeto desde el géne-
sis; la no-razón, suplicio de una humanidad famélica que anhela el retorno a sus
instintos primigenios reprimidos.
Dos forajidos me acompañan. Un burro y un ateo con cierto poderío sobre mí, so-
bre nada, sus voces escudriñan en mi interior, en la profunda ingenuidad de mi alma.
Desde la ventana contemplo con estupor cómo el sol comienza a irisar el crepúsculo de
un verdadero nuevo amanecer. Siento una invasión de arácnidos trepándose en mi cabeza
y tejiendo inescrutables redes de pánico y desesperación en los abismos de mi conciencia.
Escalofrío.
El éter desde el horizonte comienza a serpentear, un vaivén, un cosquilleo visual.
Cada cosa a mí alrededor expide un efluvio de ondas amorfas e iridiscentes que se repro-
ducen una tras otra expandiéndose hacia el infinito. Tengo la sensación de estar burlando
el holograma que habito, que me habita, desafío la deformación espacio-temporal. No es-
toy aquí. Soy energía. No soy más que restos fúnebres cantando en un Réquiem de estrel-
las.
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Todos los objetos dentro de mi espectro se vuelcan continuamente en direcciones dis-
tintas en medio de un bailoteo macabro, y, atraídos van navegando hacia el mismo vór-
tice de delirio, me asalta el vértigo con sólo vislumbrar la posibilidad de lanzarme al vacío
junto con todo a mi alrededor, como participando de un suicidio colectivo de materia. Dis-
torsión. Asisto a la evanescencia de mis pensamientos y mis conceptos.
Extraviado, Abúlico, me reduzco a silenciosas auto auscultaciones en las que ad-
vierto el eco de los acelerados latidos de mi corazón reverberantes en cada rincón de mi
cuerpo, no tengo dónde ocultarme y mucho menos salvación alguna, la demencia posa
sus labios sobre los míos y me arranca el último beso. Éxtasis. Átropos ya viene en
camino, seguro que ésta vez no dudará en cortar el hilo mientras celebra con hilarantes
risotadas en el jardín de lo inevitable de la existencia. Sólo una idea vacua me socorre: Es-
toy en el infierno, me encuentro cara a cara con mis demonios y sin embargo… sin difer-
encia alguna a otro lugar… El terror se produce por la ubicuidad de la nada. Aquí, nada
también.
ÉXTASIS
Sólo los mártires se conjuran como vestigio del llanto de los planetas, en el camino
suntuoso hacia el ser, son la memoria del amor, son la verbena en la gruta al paraíso inin-
teligible de un dios atrapado.
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REGRESO AL TRABAJO Gusanos a borbotones afilan las visiones de los tristes bueyes, su flácida carne, carente de ventura transita informe las calles en el pico de las horas que proveen de alimento a todo vivo muerto.
EXPLORACIONES DE UN MOLUSCO CASI INHUMANO
Sin fundamento óseo para mantener la forma,
Reposa el escurrido invertebrado
Desgastado por el ardor que le produce
El propulsarse venéreamente por los oscuros abismos,
Donde resuenan las risas remotas
De la redentora de su carne.
ECTOPLASMA
Luminoso es el encuentro entre fluidos,
Donde gime la soledad,
Donde estamos en completa resonancia
Cuando somos oscilaciones del vacío.
SAMSARA
El uróboros nos come una vez más,
¿Recuerdas cuando nos prendíamos ingrávidos de su cola en medio de la fiesta de la ex-
pansión?
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ERES
Bajo las filosas arcas que
Atraviesan el sueño, eres ámbar,
Eres luz propagándose,
Modelando sistemas de nada
Que también me integran
Y entonces
Somos.
NOCHE Cuando el destino es la luz; la muerte, medusa ubicua calcinante y cegadora, se precipita en el instante, bajo la lluvia, bajo los puentes
HOMBRE MUERTO Bullen moscas En el sueño de un espantapájaros, Zumban la carne; Hiede a lengua muerta, Es la lengua del hombre Petrificado Por el hombre Que necio predica, Con un fruto podrido,
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Atascado, En el trago De la consciencia.
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MOÑOS DE CINTAS LARGAS
13
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MARIA PAULINA BARRERA VILL A
PREFACIO
La nada también quiere que la cuente.
Escribo porque las letras le ayudan al tacto; escribo desde mi piel, desde mis contraccio-
nes y silencios, escribo para mí, para el ojo que me encuentre y desentierre esas que fui en
el papel. Escribo para pensarme, matarme y reinventarme, para aislarme y encontrarme,
para viajar, para invernar, para poner moños de cintas largas a la nostalgia, halos de colo-
res a la luna y rostros a tu recuerdo.
Escribo aun cuando muto a bestia, cuando me convierto en Quimera; cuanto me invade
el miedo de no saber quién soy hoy, si te devorare, me devorare, incendiare el otoño con
una exhalación o dormiré apacible en hilos de plata, como una funambulista que en sus
caminos oníricos trata de no caer.
Escribo como invocación a las hojas de calendario enterradas en el jardín trasero, como
ritual de exhumación, como adoración a la luz, alabanza a mi propio espíritu. Escribo en-
tre humos y rezos, con plumas y visiones, con cielos turbados por relámpagos, con ecos de
aullidos mientras tejo pensamientos, mientras erupciona el volcán y duermen las flores en
el fuego.
Escribo sobre las tablas y bajo las líneas de luz que me enceguecen cuando mi cuerpo se
mueve en una coreografía interminable y a-rítmica, cuando reencarnan en mí personajes
de otros tiempos, vidas que no recuerdo. Escribo cuando se me olvida el parlamento y no
hay más opción que balbucear las canciones de mi infancia; cuando me traiciona la me-
moria y deliro, cuando los gatos descansan, cuando el sol se esconde, cuando respiro por
que el aire, solo aire me inyecta fragmentos de nada y la nada también quiere que la
cuente.
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DÉSOLÉ
Désolé mon amour, son mis manos las que están huelga, hace ya más de un mes que
no responden a mis peticiones, me desobedecen, como desobedecí yo al fuego cuando me
advertía de las heridas que él y tu podrían causarme. Se rebelaron, sin amenazas previas o
manifestaciones con indicios. Aunque creo que una vez, sólo una vez, me hablaron casi
imperceptiblemente en el salón de danza de M. Paul, "desolación" dijeron, y yo en este
afán de hacer lo impropio mío, como quien se extrapola de sus entornos naturales, con un
ego más grande que mi soledad, les pedí que no se disculparán y seguí caminando con el-
las por tu cuerpo, mientras los cuadros de la baldosa daban vueltas.
Se sentían desoladas Mi Amor, quizá como un terreno árido , afligido, sin vida; en
una fórmula tan simple pero tan irreconocible: " de- sola- das" , como dos hadas en el sol
( de-sol-adas) , dos opuestos que me contienen en el centro, con cautela para que yo no
caiga "des-sola-das" des y das, él y ella, mis manos con género y sin sexo, vos y yo con
sexo y sin génesis, sin principio ni fin, vos y yo entre dos seres en huelga que no quieren
tocar más.
Désolé, mon amour, Désolé.
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II
"Id siempre hacia una mayor simplicidad " (práctica zen)
Camino, acuarela, línea, silla, plato, taza, café, huella, boca, mano, bolígrafo, punta,
azul, tinta, Tú.
Tu presencia. Tu recuerdo. Tu ausencia. Tu piel. Tus huellas. Mi piel. Mi ausencia.
Mi presencia.Mis recuerdos de Ti.
Estás en este espacio vacío, en esta hoja con pintas diminutas como tus pestañas,
como tu pupila contraída cuando abro las cortinas del ventanal y la luz empieza a pintar
las paredes de un color naranja, cual fuego que funde las sombras de la noche anterior.
Noches inclementes y fugaces, noches de diálogos inconscientes, oníricos. Restos del día
que se acuestan en la almohada donde tu cabeza y la mía se posan, para enredar los hilos
al movimiento de las ideas. Pensamientos huracanados, vientos fuertes de mis exhalacio-
nes, que se despiertan como tus ojos, que me recorren como tus ojos, que me dan los bue-
nos días como las aves al cielo con su vuelo.
III
Un piano carga los libros, como vos abuelo cargas tu vida... En el reflejo del negro
que lo cubre me veo, negra también como quien sufre, brillante también como quien se
deja tocar por la luz. No se sí esto que nos une viene de otras vidas, porque mis calen-
darios no alcanzan para fortalecer un sentimiento, tanto, como el que yo tengo por vos.
Temo tu muerte, temo el día inesperado en el que a pesar de tu lucidez y tus movimientos
aún motrices, te vayas con ese mismo paso lento con el que atraviesas en las noches el
corredor, susurrando una oración que nunca entiendo, pero con la que me siento acarici-
ada por algún ala angelical. Te visualizo mientras vuelo en mi globo ocular, tarareando a
Vieco y limpiando mis partituras inutilizadas, ya pegajosas del polvo que carcome nues-
tros deseos de seguir en este camino de acordes que sólo paga con el desprecio y el olvido.
Yo no te olvido abuelo, así a veces me demore en llamar o visitarte. Te encuentro
siempre, en las canas de los hombres que se citan en el café que frecuento, en las iglesias
por las que paso, en el solfeo de mis palabras al sol, en la luz del sol, en el color ilusorio
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del sol, en los colores que quedan cuando muere el sol, como morirás vos, como moriré
yo con tus ojos aureolados en prolongaciones barrocas de nuestra suite final.
IV
Vi la muerte colgando de un pino seco, de un semáforo, de un hilo magenta en mis
pestañas, de una flor de algodón.
Vi la muerte, la sentí, desayune con ella, me desnudé con ella; me puse de rodillas,
alineé la espalda, tendí las manos sobre las piernas, inhale, la inhale, la aclamé, la deseé,
la re-inventé e hice el amor con ella en agua, seda, tierra y quizá, no lo recuerdo bien, en
un espacio interestelar.
V
Miro la pared desde este sillón verde, del mismo color del Garden Green que infun-
siona en mi tetera; “Por medio de la palabra el hombre se crea a si mismo e inventa su
mundo” dice Hesíodo en la Teogonía y cita Leticia flores en un libro gastado de filosofía y
literatura que encontré en la biblioteca.
Si me creo en la palabra y puedo inventar mi mundo, ¿porque no re-inventarte en
estas letras?, crear un esquema nuevo y más simple para tu amor inentendible, para los en-
cuentros esporádicos, casi nulos, intermitentes como las luces que titilan en este cielo de
Marzo.
Te re-invento imantado a mí, con ese sentimiento que jala desde las entrañas, ese al
que tu renunciaste.
Te re-invento cálido, con abrazos multiplicados, indestructibles, reconfortantes.
Te re-invento extrañándome, con esa melancolía propia del amor cuando está lejos,
con el deseo inherente del retorno.
Te re-invento, mejor, igual que siempre, para no perderme de la belleza que hay en
la ausencia, en la posibilidad real de imaginarte a ciegas, de inventarte en mi cabeza más
que en letras, aun cuando ya existes, aun cuando deberías y no estás; porque no puedo re-
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inventar algo que me precede, algo que me inventó, quizás sin dimensionar las magni-
tudes y responsabilidades de su creación.
Desisto de re-inventarte Padre y mejor te dejo en la nulidad de mis recuerdos, en la
magia propia de las figuras amorfas que ni se aman, ni de odian, que solo existen como
tributo estático de la historia, lo que es, lo que fue, lo irremediable.
Me arrojo con una soga al vientre de tu presencia ilusoria, para quedar suspendida
en tu amor incomprensible, que al fin de cuentas es amor.
VI
Con estas letras pretendo pagar mis deudas a esas almas atormentadas que vieron
en mí una luz que yo ni siquiera puedo ver. Deudas que más que una imposición son un
deseo que se ha visto estancado por falta de fuerza y coraje, por disolvencias obligadas de
un amor que no se desintegra y de una reciprocidad que aunque anacrónica y disímil en
tonalidades, late, y lo hace tan fuerte que puedo escuchar mi vida en dos notas de ida y vu-
elta.
VII
Te he soñado recurrentemente, detrás de una puerta, afuera; yo adentro te miro con
nostalgia. Te irás, sé que es un presagio, creo en mis videncias; pero guardaré silencio,
solo te miraré de espaldas a mí en este laberinto.
VIII
Hoy me vestí de rosas como tributo a la muerte, contraria a cualquier consenso so-
cial de luto y duelo, me puse flores en el pecho para que su pigmento cubriera mi piel
pálida, para que su agua humedeciera mi boca seca y su olor aromatizara esta putrefac-
ción que emana el dolor, la perdida, tu ausencia.
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IX
Cartas no entregadas ( No.36 )
Perdóname las ausencias, sabes que con facilidad desaparezco, ya me lo has recla-
mado, ya te lo he debatido, ya hemos llegado a conclusiones, pero aun así seguimos con
estos mensajes bidireccionales y anacrónicos.
A tus preguntas no tengo muchas respuestas, por eso mejor te lo resumo en que
tengo el corazón aún adolorido, no sé si por todo esto que me ha pasado últimamente o
por las lunas que vienen de otras vidas a posarse en las noches cerca de mi balcón.
Quisiera pensar que es la muerte la que trae consigo todo este sufrimiento, pero en la bre-
cha lucida de mis horas presentes y mis recuerdos me doy cuenta que no, que ya bastante
interiorizado tengo el fin, el préstamo y los regalos con caducidad.
Definitivamente no es su partida lo que me acongoja, aunque quizás hayan sido el
detonante para todo el caos que se formó, para las pesadillas, para el cuerpo vacío, vacío
de espíritu y lleno de enfermedades. Hace ya dos meces que caigo y me repongo, mi cu-
erpo se siente cansado, mi mente agotada, todo está nebuloso y he tenido crisis de ansie-
dad que me asustan mucho. Quiero llamarlas crisis pos-traumáticas o de ansiedad,
porque no quiero abrir puertas a una posible locura.
Una semana atrás me daba miedo mirar al vacío, mirar la oscuridad de noche, los
reflejos en los espejos y tu bien sabes que yo no soy de esos miedos irracionales; después
de estos sucesos lo pensaba con cabeza fría y me parecía absurdo, pero en ese momento,
en el momento exacto del ensueño no sabes cuánto miedo sentía, aparecían en mi cabeza
las amapolas rojas haciendo más pesados los ojos, no quería parpadear, la nariz se conge-
laba, la cabeza iba bajando lento como buscando los hombros para esconderse, tenía
mucho frío y negaba con la cabeza lento, perdiéndome en la hipnosis que generaban los
objetos moviéndose en mi rango visual.
Esa es solo una de las 4 que han sucedido, todas son diferentes, no se repiten patro-
nes, el miedo se radica en elementos diferentes en cada episodio, pero se me ancla en el
mismo sitio y cada vez más profundo.
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Con estas sensaciones he llegado a deducir que a mi edad no conocía el miedo, tal
vez me asustaba pequeña por un golpe, por un regaño, por un pequeño abismo o una
idea posible pero incierta; sin embargo nunca sentí este apretón en el centro del pecho,
la adrenalina, las sustancias que alertan mi cerebro y aumentan la percepción ante cu-
alquier estimulo, la sombra oscura que predomina en la atmosfera, la presencia tras la es-
palda respirándome en el cuello. No sé cuánto tiempo más deba estar así, a veces pienso
que debo irme, darme una especie de año sabático y reponerme, luego pienso en mis obli-
gaciones y lloro, impotente ante cualquier llamado de auxilio; me siento atrapada, no
confío en los psicólogos y las pocas personas en las que descanso no me entienden , dicen
que todo va a pasar, me abrazan, pero esta vez no es tan simple ni cotidiano, si se escapa
de mis manos es un monstruo suelto y sin amaestrar que amenaza con la destrucción.
¿Tu cómo estás? Cuéntame de ti, yo iré a llevar las amapolas que compré para su
lápida esta mañana, es que ahora las lápidas tienen un cajoncito chiquito para las flores,
debe ser para ahorrar espacio… si ya no hay lugar acá en la tierra para tanto muerto y
eso que se desintegran, ¿ te imaginas en el cielo?. Guardaré dos amapolas para cuando en-
cuentre un lugar diferente y con más espacio, una para Ti y una para Mi. Buen día mi
amor.
X
Amapolas en la nieve.
Estaba sentada cruzando hilos blancos, me decía que cada palito era un padre-
nuestro y que cada vuelta un rosario completo; mientras tanto yo miraba esas agujas
grandes que se movían con destreza, haciendo palitos y bolitas… me imagino que la agili-
dad de su mente debe ser proporcional a la de sus manos y la de sus manos a la extrac-
ción de recuerdos de sus ojos en cada rincón de la casa; por eso debe ser que le está doli-
endo tanto, porque en cada rincón y con cada objeto puede asociar su nombre, sus recor-
ridos, su manera de mirar y de moverse sin prisa… El no tenía prisa para vivir, la abuela
no tiene prisa para olvidarlo, al fin y al cabo esa es su manera de mantenerlo vivo, aún a
costa de su dolor.
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Después de que él murió la abuela comenzó a mirar más que de costumbre el niño
Jesús de la sala, no sé muy bien si a manera de reproche o de súplica, supongo que por sus
costumbres y creencias es más probable la segunda, ya que en su cabecita deben haber
constantes diálogos con el de arriba, pidiéndole un campito para el muerto, entendi-
miento para los vivos y fuerza para pasar esa pena amarga que ella nunca, ni siquiera, al-
canzó a ver venidera. Es que se supone que las cosas ocurren a la inversa, primero se mue-
ren los que más canas tienen y en eso la cabeza blanca de la abuela lleva la delantera; de-
spués los hijos de los viejos y por allá de últimos los hijos de los hijos, pero este hombre de-
cidió rompernos los esquemas, cambiarnos la lógica e invertir la escala, la ruta natural.
Felipe tenía 24 años, era un hombre tímido, silencioso, buena gente, comía lento y
caminaba rápido, siempre llevaba pantalones anchos y relevaba a la abuela cuando se
cansaba de grabar con su cámara de video, que casi siempre era muy temprano, recién
comenzada la velada; así que siempre terminaba siendo Pipe el camarógrafo de todos los
eventos familiares. Tenía dos hermanos y un sobrino, el pequeño Matías, que tiene la
misma sonrisa constante del Tío.
Siempre que Felipe visitaba a los abuelos se sentaba a leer a su lado, pocas palabras
se pronunciaban en la sala, mientras este evento casi ritual se llevaba a cabo, La abuela en-
redaba hilos, el pasaba las páginas, un silencio acogedor los acompañaba, solo se escucha-
ban de fondo los videos que la abuela ponía a reproducir todo el día para renovar sus recu-
erdos y evitarle hongos a las cintas.
En el caset que vemos hoy, mientras escribo, se ve Felipe en un espejo, paradito con
cámara en mano, en un rincón. La abuela se agacha tratando de ocultar una lagrima, yo
alcanzo a ver una parte de su cabellera blanca manchada de rojo, asustada pero sin aler-
tarla me acerco a ella la miro más de cerca; mi tía me llama con su mirada, me pide que
no le hable de las dimensiones de su herida y me explica que tal vez dormida se lastimo
una de las bolitas que tiene en la cabeza y que nunca quiso hacerse revisar del doctor, yo
creo que fue la celeridad de sus recuerdos lo que exploto, la agilidad para hacerse imáge-
nes de Felipe en cada rincón, quizás a ellas como a los padrenuestros que se quedaron sin
hilo no les alcanzó toda la cabeza para reacomodarse y se convirtieron en amapolas rojas
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sobre la nieve… el dolor inflama y desborda, como se desbordan los recuerdos de la abu-
ela manchando su cabello.
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DIVAGACIONES
14
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EL IZABETH HENAOGÓMEZ
PREFACIO
Escribo porque cuando mis pensamientos salen a hacerse uno con la hoja en blanco
puedo escuchar el espacio, detenerme y hablar con mis fantasmas en el silencio de la sole-
dad. Escribo cuando me siento inundada de certezas, busco la incertidumbre, la inquietud
en medio de la rutina, busco puertas que me conduzcan al camino de una gran montaña
en la que no hallaré salidas sino más caminos inciertos.
La escritura reivindica la vida,
guarda sus secretos en una especie de código del alma
¿A quién vomitaría las palabras que escribo
si no pudiera plasmar en una hoja en blanco aquello que nadie quiere escuchar?
Una ola efervescente de pensamientos recorre mi cuerpo
y a veces salen por mi boca en forma de avalancha de irracionalidades,
palabras desordenadas, al aire, clamando ser escuchadas.
Pero no hay mejor confesionario que el papel
y agradezco cada acto que se rehúsa a entregarle a otro a gritos mi carga
porque creo ciegamente en algo que leí una vez:
En el silencio empieza la transformación de los hombres.
Y aunque escribir una idea es correr el riesgo de que alguien quiera leerla
y pueda hacerlo,
eso será un evento generado por la casualidad o la intencionalidad de otro,
provocado indirectamente por mí, no lanzado como una bala obligada
al cerebro de alguien que no quiere escuchar.
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VOLVER A NACER
La vida es un misterio cuyos fragmentos se revelan ante los ojos humanos cuando
uno como ser de este planeta siente la presencia de todo lo que lo rodea incluso aunque
no lo pueda ver. Un día detuve mis pasos para analizar el recorrido que había estado haci-
endo y el mundo me anunció que vibraba al ritmo de mi respiración, por lo tanto, cada
paso era un acontecimiento más que se unía al movimiento de todas las cosas.
Entonces pensé: religión, re-ligión, re-lación con el mundo, con la naturaleza, con
mi vida. Concluí que necesitaba un vínculo con algún tipo de existencia, llenar el espacio
que ocupaba la incertidumbre con imágenes y sensaciones que me incitaran a darme un
lugar como habitante de este universo que se ha puesto ante mí incluso desde antes de na-
cer.
Se han nublado un poco los recuerdos que tengo de la primera vez que hablé con
un niño santo. No sabía que iba a hacerlo ni estando ya en su morada, solo me puse
cómoda, asumí lo que sucedía y su magia me condujo a lo que soy ahora.
El festín comenzó de pie frente a la montaña, entramos, escalamos, cada paso hacia
adelante era un poco menos de oxígeno y mucha ansiedad de saber qué iba a ver, qué era
lo que insistentemente Sammy quería mostrarnos, por qué, para qué.
Éramos aproximadamente diez personas, caminamos por el valle extenso de las bru-
jas buscando la presencia de los hongos. Tres o cuatro horas de camino hasta que alguien
anunció con un grito de alegría su primera aparición, luego, casi como una sinfonía, los
gritos alegres marcaron el ritmo de nuestros pasos que se fueron sincronizando hasta pare-
cer uno solo, nos mezclamos con los árboles, la tierra, el cielo… hicimos parte del mundo,
fuimos conscientes de estar aquí, vivos, respirando, bailando, cantando, bebiendo.
Las risas sonaban antes de cualquier movimiento, algunos caminaban como bai-
lando con el aire, otros abrazaban los árboles y lloraban, otros se lanzaron a la tierra
como si fuera un colchón, parecían volverse uno con ella, reconocimos que somos hijos de
la tierra, volvimos a nacer.
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Pasada la tarde nos sentamos bajo la sombra de un gran árbol, comimos mandari-
nas, abrimos una nueva botella de vino y nos fumamos un porro. Nadie hablaba, El
primer álbum de Pink Floyd sonaba en los pequeños parlantes que colgaban del cuello de
William, el sonido iba y venía igual que él desapareciendo en la niebla.
Pasó el tiempo, tal vez horas, hasta que la figura de William se dibujaba de nuevo en
el horizonte pero la música ya no estaba, su cabeza miraba al suelo y junto a él había dos
hombres vestidos con traje militar, armas al hombro y pasos firmes, se dirigían hacia noso-
tros.
La psilocibina ya corría por nuestras venas, por lo tanto, sobre eso no podían decir
nada. Ninguno de nosotros entró en pánico pero los soldados estaban evidentemente alte-
rados por nuestra presencia allí. – ¿Qué están haciendo?, ¿Muchos honguitos? Están inva-
diendo propiedad privada, ¡Párense! Yo aún era menor de edad, no dije nada. El resto de
mis compañeros estuvieron en silencio hasta que uno de ellos les dijo unas cuantas
palabras que no recuerdo bien, los soldados se enojaron más, nos llevaron a todos a la esta-
ción de policía.
En el camino vi muchos hongos que no noté antes de sentarnos bajo el árbol, el pai-
saje ahora era de color púrpura, el frío invadía el espacio que ocupábamos, escuchaba las
risas de los alcaravanes, incluso los árboles se burlaban también de la situación, pensaba
que un soldado podría estar haciendo cualquier cosa útil en su vida, sobre todo en un país
como Colombia, pero éstos solo querían pretender que hacían algo en su jornada laboral
evitando que un montón de niños siguieran sentados bajo un gran árbol.
La decisión de la policía fue no movernos de ahí hasta que algunos padres de familia
fueran por nosotros, no todos éramos menores de edad pero ya que todos estábamos en el
mismo viaje, incluso después de ver a tan desagradables personas, seguimos riendo y
hablando juntos en la estación a la espera de lo que iba a suceder.
En la noche llegaron mis padres, pero no encontraron el desastre que el policía les
anunció por teléfono, en ese punto ya había terminado todo, por lo tanto, ninguno se
alarmó, saludaron al policía dándole golpesitos en la cabeza como a un niño confundido,
se rieron y fuimos a tomar cerveza en la tienda que quedaba frente a la estación.
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PERRO FALDERO
Estar a tu lado es como caminar en una superficie de lava ardiente, desnuda, mien-
tras millones de personas alrededor se ríen y me señalan.
¿En qué momento ocurre que uno quisiera ser el perro faldero de otro? ¿Acaso soy
la única con tanta carencia de autoestima? ¿O en realidad esto es una etapa normal de la
vida, otro nuevo y natural fracaso al que tengo que hacerle frente con esta cara en la que
se han secado ya varias lágrimas?
Si somos lo que comemos entonces soy todas las palabras que he debido tragarme
para que seas feliz. No sé por qué me piden entonces motivos para justificar esta cara, de
hecho, es la única que tengo, deformada por la vida.
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BANALIDAD
Comprar, gastar y tirar en lugar de nacer, crecer y morir. El ritmo de esta vida lo dicta el
televisor que le dice a mi mamá cuando es hora de almorzar,
La prensa que le dice a mi papá cuándo debe ir a votar y por quienes debería hacerlo,
La publicidad que cambia de rostro todos los días para ir de un lado a otro, confundir y
vencer.
Tantos caminos y todos tienen ese callejón sin salida
en el que la ausencia de dinero significa que no hay forma de seguir,
sin importar como comenzó la historia.
El arte y los actos de muchos
Los dicta el ritmo al que caen los billetes sobre la mesa mientras los cuentan,
Casi babean aquellos que venden la idea
de entregarse transparentes al mundo
Y con esa mentira creen ser dueños de él.
Se acercan convenientemente a alguien que consideran llenará sus bolsillos
con ese papel insípido que llaman dinero.
Mueven sus piernas, sonríen como un perro que al olfatear un pedazo de carne fresca
hace todo lo posible para conseguirlo.
El problema al final no es el dinero sino la venda que se ponen
Para disfrutar su olor y restregárselo por el cuerpo sin más.
Sacan sus palabras gastadas del cajón
Y creen que lo que entregan vale la pena.
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EL TIEMPO LO ENFERMA TODO
He terminado por pensar que el tiempo lo enferma todo,
Acumulamos decepciones y tristezas y las asumimos con tal resignación
Que no nos damos cuenta de esa actitud de mierda y la llamamos indiferencia cual
eufemismo para morir de una manera menos humillante.
En el fondo, te busco más en mis pensamientos aunque ya pueda detener la inercia de mis
dedos que con teléfono en mano, si no hago algo al respecto, marcan tu número como si
fuera la línea de emergencia.
LA PUERTA
No existe hasta ahora, para mí,
una incertidumbre similar a la que nace mientras abro una puerta
en el intento por descubrir
lo que se oculta detrás de ella.
Una puerta es un portal
que mantiene concentrada la intimidad de un espacio,
siendo la puerta misma un espacio que hay que superar.
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GRITOS PARA QUEMAR
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JOAN SEBASTIAN VALDERRAMA
PREFACIO
En el uso de palabras hechas imágenes se puede adentrar a un mundo metafórico
lleno de sentimientos, pensamientos encontrados, puntos de vista acerca de uno tema,
una situación, un recuerdo. En las frases escritas podemos identificarnos totalmente, casi
como si no tuviéramos identidad y volviéramos a adaptarnos a una. Al escribir hago el
ejercicio de conversar con mi yo interno y real, es casi una actividad de reconocimiento y
de terapia, pues partiendo de allí se crea una catarsis construida por los ladrillos de mi
mente.
El "escándalo" puede partir de algo tan curioso, de que los versos y frases creadas, se
pueden aplicar a diferentes vidas, desde sus diferentes puntos de vista y así, como yo, sen-
tir una identificación.
Cada poema, cada escrito, cada palabra ligada a otra crean un mundo, crean una
representación, un peso casi que material, solo que aguardado en lo mas puro e intimo de
cada ser. El levantador de pesas mientras ejerce su labor a parte de sostener una carga ma-
terial, también la lleva mentalmente, pues de allí es que sale la verdadera fuerza, la verdad-
era concentración, mas grande y mas pesada que la que está presente en el mundo real,
es decir, la del mundo de las ideas. De allí parte cada metáfora escrita, cada imagen
creada con el pincel mágico, con el oleo espiritual.
Ahora, lo que une al mundo de las ideas con los Chamánes, es que la única llave
maestra para entrar a él es aceptar la invitación que nos hace para creer, a ese mundo
casi onírico en el que varios hacemos un pacto poético y nos adentramos en él, nos cobija-
mos en él. El Chamán cree en éste mundo, incluso él es a veces quien lo edifica, el paso de
su cliente es: creer. Por consiguiente, un escritor es arquitecto de todo un universo, lo
único que tiene que hacer el lector, es adentrarse en él y aceptarlo como propio.
La literatura es todo un teatro gramatical que no está cubierto totalmente por man-
tos rosas y embellecidos con la mano de Miguel Ángel, también tiene riesgos y como una
montaña rusa tiene picos altos que avivan la esperanza a la cual se accede lentamente y
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de repente, cuando hemos visto el Olimpo, una fuerza poderosa nos empuja inmediata-
mente a las sombras una vez mas. En las letras se esconde algo de terror también, así
como en el mundo real, mitológico y barroco se esconden o se escondían Quimeras, mon-
struos, ya sea con barba y tapado en nubes o con lengua larga y sepultado en cuevas oscu-
ras. Con las imágenes gramaticales podemos estar abiertos a las sorpresas, al amor y al
temor.
Mediante la escritura intento no dejar de ver la esencia del mundo, de la vida y de
las cosas según mi percepción, pues en compañía de ella se puede hacer un tratamiento
constante a manera personal, mental, y en donde hay un redescubrimiento de una identi-
dad, de una manera de ser, con cada frase hecha, con cada imagen creada. La mayoría de
palabras hechas por mi salen de experiencias propias, sean sentimentales, sean familiares,
sociales, personales, en las que me apoyo para crear un mundo mas amplio, no solo hab-
lar del hecho literal que recuerdo, percibo o que siento, sino elevarlo a un nivel en donde
cualquier persona pueda tomar su posición de lo que lee o al menos internar hacerlo, y de
esa manera no sentirse totalmente solo en cuanto al escrito en cuestión pues es él el que
adjunta a varias personas en un mismo escenario pero con universos diversos, por lo que
no busco persuadir a alguien para que siga una forma de pensar exacta, un punto de
vista, una opinión o sentimiento sino que cada quien independientemente adapte una ex-
periencia intima y personal. Es decir, aparte de que la escritura te da una identidad, te da
una compañía también. Ahora, no solo son experiencias, puede ser algo del mundo real,
algo que imagine, algo que escuche o divise y ahí partir a completar la premisa que
conocí.
100
AGONÍA
Acostado, postrado en un hospital pegado al oxigeno mientras dedico mis últimos
días a pensarte, a extrañarte. Es media noche, hace calor… la luz de los postes se filtra en
mi habitación y el ruido urbano de la ciudad se desnuda; se vuelve mi interior. Se torna
insoportable, estoy inestable.
El cansancio y el sueño pasan por mi lado rozando mi camilla, advirtiendo el silen-
cio, pero aun así no logran atraparme. ¿Quieren apartarme? No he dejado de pensarte y
mi enfermedad en esta camilla es no poder olvidarte. No dejo de añorar todo lo que pude
hacer contigo y por el hecho de hacer eso ya dices que soy tu enemigo. Fui quien habló,
fui quien buscó, quien caminó, quien saludó, quien lamentó y tropezó. Fueron un par de
descuidos y solo espero seguir con vida para ser solo tu amigo. Si, también recuerdo los
malos momentos, en esos donde los jardines parecían desiertos aunque me hiciste apren-
der y todo lo que hice fue perder, responder a preguntas sin respuestas, intentar cerrar
puertas que siempre permanecían abiertas.
Eras la luz que dabas vida y confiaba en que cada día iba a ser bueno apenas
amanecía; esa que en las mañanas me saludaba y nuestras manos siempre estaban atadas.
Dabas la bienvenida a una nueva oportunidad. Nunca pensé terminar ligado a esta enfer-
medad.
Eras la oscuridad que nunca sintió piedad. La crueldad que rápidamente cambiaba
de personalidad. Ojos que morían, abrazos que mentían, palabras sin vida que resucita-
ron año tras año, maldita agonía solo muestras engaños. Pierdo la vida, pierdo el senti-
miento, pierdo lo que alguna vez sentí dentro y perdóname si aún existes, es lo que pi-
enso.
101
Es difícil encontrarte, a ti, la única que odie pero no tanto como amé. Siempre me
demostraste reto tras reto aunque cambiabas todos los días tu elenco con palabras diferen-
tes y con esos cariños que mienten. Me acompañaste cuando nadie lo hizo y espero
rápido acabar contigo. Tú, vida, mi fiel amiga y amante, mi fiel compañera y consejera
que nunca estuvo distante aunque demasiado cambiante. Tú, vida, la que me hizo experi-
mentar y evocar tanto.
Faltan pocos días, según el doctor, para perderte por siempre y quedar en el limbo
absoluto. No pido que nadie esté de luto aunque de este dolor disfruto.
102
RAFIZAJJI BATRAMPTI
Magia te doy mis gratitudes
Ha pasado el tiempo y espero que lo expulses
Tu sangre lleva el poder de la muerte
Tu belleza es la plaga en mi mente
Vi que llorabas en la oscuridad
Vi que lamentabas tu eternidad
Mirabas al cielo viendo tu reflejo en la luna
Pisabas el suelo y aceptabas la verdad cruda
Magia te deseo lo mejor en el camino
Ha pasado el tiempo y solo queda el olvido
Tu singularidad ya en la calle se encuentra
Tu inocencia ahora llena de odio y miseria
Vi que apretabas los puños en púas
Vi que las cuencas de tus ojos eran lagunas
Amabas el sonido de las aves en el crepúsculo
Ignorabas tu imagen en la mente de algunos
Magia has trapeado tus golpes
Ha pasado el tiempo y deseo que no estorbes
Tu dolor cubre las heridas
Tu placer cubre las mentiras
Vi que el llanto cesó
Vi que el tatuaje manchó
Ignorabas el sabor de la realidad
103
Abrazaste pura hipocresía y nada más
Magia te has desvanecido en el viento
Ha pasado el tiempo y yo sin poder entenderlo
Tu polvo en la antigüedad está
Tu dulzura con amargura se va
FRASES DE LOCURA
Llenas de luz oscura
En medio del ruido, de la inocencia, no me doy cuenta…
Es mi memoria, ¿Es mi conciencia?
El dolor ha desaparecido
Los recuerdos son abismos
Son caminos sin salida
Son sonrías sin alegría
Y la vibración llenó el lugar
Una sensación difícil de acordar
Simplemente aparece, se hace presente…
Y los recuerdos ya no me tocan
Son cenizas
Y los rostros se difuminan
Son ilusiones
Y las palabras
Son canciones
Llenas de sensaciones
Sentimientos muertos
Al menos en este momento…
¿Llegaste para desaparecer?
¿Qué más puede acontecer?
104
¿Y si te olvido?
¿Que sigue escondido?
Frases de locura
En mi memoria, en mi conciencia
Enseñadas por el licor, por la música, por mi inocencia…
Llena de luz oscura
De sombras sin luna
De sonrisas sin alegrías
De lágrimas embellecidas
Caminos sin salida
Vida en silencio
Vendados los ojos
Atados los sentimientos
Sin memorias, sin recuerdos
Muerte profunda
Frases de locura
SE AGRUPA EL OLVIDO
En los cielos se escondía el verdadero yo
Y acá, debajo, escondo mi abrumada mente
Caen sentimientos y se levantan rápidamente
Todo lo que puedo decir es todo lo que puedo callar
Y hacia donde miro se llenan las sombras, se agrupa el olvido
Debería volar por los cielos azules
Viendo cómo se acaba el desastre
Pretendiendo tener todo en cuenta como nada importante
Emanando luces de esperanza para quien no la tiene
Haciéndole creer que en lo alto alguien responde
105
Perdí el control
Perdí el amor
Sangré cuando el alba cesó
Y desee haber estado muerto para no verlo
Proteste con mi otro yo
Esperando sensaciones
Respondiendo a mentiras
No necesite ser algo
No necesite ser más estúpido de lo que soy
Pude fingir estar ciego y no lo hice
Preferí divisar el dolor a través del vidrio
Escupí ensueños
Moví músculos como ladrillos
Olvide el dolor
Olvide donde quedaba el sol
Nunca pensé que fuera real
Ya ha pasado un tiempo
Y el bolígrafo no ha dejado de escribir
Sin saber cuándo descansara
Cuando su tinta se acabará
Y sin razón alguna sentí…
Presentí,
Divise auroras llenas de vida
Cargadas de sentido, de gracia
Desligadas del tiempo y del espacio
106
Aferradas al poder de la mente
Del amor creciente
Despreciando los cuerpos inertes
Deseando poder encontrarte
Despertar y ser lo primero que vea
Convencer al corazón a que sienta
Y la vida me ha engañado de nuevo
Me ha entregado cartas,
Ha borrado las palabras
La agonía se vuelve cenizas
Los gritos son solo susurros
La santidad se viste de maldición
Las caricias de dolor
El sexo ya solo crea gemidos que cubren lágrimas
Y las lágrimas no encuentran una razón de ser
Aparecen sonámbulas
Cansadas
Queriendo desaparecer
¿Qué harías si la mirada solo concibiera al pasado?
¿Si a millas de distancia has dejado tu identidad?
Y el balance de la vida se pierde
Y el odio por la vida emerge
Hipnotizado de lo que pudo ser
De como pude ver
Y lo negué
Cerrando cápsulas
Perdiendo el control
107
Admitiendo el error
Buscando la luna cada noche, esperándola
Esperar sentir, esperando volar
Dejando atrás los desastres naturales
Los viajes astrales a los que me he entregado
Despertar y que seas lo primero que vea
Convencer a mi corazón, para que sienta
Para que muera
MORTEM
Muerte… tú que celaste a las miradas perdidas
Tú que escondiste las salidas, los escapes
Quemaste los dormitorios, abriste paso al purgatorio
Generaste el cáncer y diste como normal al aborto
Acallaste los gritos en la oscuridad
Desgarraste tu propio rostro
Todos vieron y nadie pudo hablar
Fue cuando prometiste soledad
Amenazaste con hacer sangrar… nadie podía gritar
Incluso el lugar se llenó de ensueño y nadie… sin espabilar
Al nivel de todos esperar tu regreso
QUIMERA
Dijiste que un Dios se escondía en el cielo
Y todos nos pusimos como pendejos a verlo
Viendo su dominante azul, esperando ver caras
Deseando volar sin que hubieran murallas
Aunque si te confirmo que allá arriba no hay nada
Sales corriendo, gritando y me pegas en la cara
108
Le pegas al espejo que te vio nacer
Al reflejo que te vio crecer
Hieres a tu propia piel
Por alguien que ni piensa en responder
Ignorando a la rabia que llamas vida
E intentas liberar tu ira
Liberar y plantar más mentiras
Sin saber si estarán ciegas
Si las palabras seguirán sin tener voz
Si los abrazos ya no salen del corazón
Si la libertad es la garantía de un castigo
Como si el cielo te generará: desolación
Como si el cielo materializara el frio
Una apatía que temprano se postró en mi cama
De inmediato supe que no había tiempo para la esperanza
Y siempre supe que la certidumbre se iba con el tiempo…
Y lo que alguna vez quise se desvaneció lento…
Al cerrar los ojos me fui perdiendo
Fue cuando ignoré el dolor en mis venas
De la mano con el miedo entrando por mis vertebras
Golpeando, deteniendo mis piernas
Y prometiste que entre las nubes alguien me hablaría
Humillaste todo lo que de mi salía
Y dijiste que todas mis alegorías eran una farsa sobre otra
Muchas caras, muchos idiotas
Repetiste: “Eres el que tiene la gran bocota”
Y tú solo insultaste sentada… una marmota
109
Deja de callar mis dudas
Me sigues manipulando, adhiriendo todo lo que expulsas
Para ya de sofocarme, de apartarme
No me molestes, ni siquiera me toques
No me escuches, no me provoques
Ni siquiera sabes que hay en el interior
Aparte de tu rostro muerto por fin lejos del rencor
¿Sigues sin ver a Dios?
Vete y cúbrete de decepción
TRETA
Al cruzar la calle todos señalaban con armas en mano
Con ojos vendados
Y todos inmutados, marchando
Guardando en la mente la desgracia de sí mismos
Soy uno de ellos y anhelo recuperar lo que perdimos
Quiero ser lo que éramos
O puedo al menos pretender serlo
Siendo parte de ello, de la gran mentira
De lo que todos se olvidan
Atentos a lo que la caja nos diga
Lo que las pancartas muestren y exhiban
Atentos a como las voces del receptor silban
Como pájaros sin conciencia
Como policías sufriendo demencia
110
TRANQUILIDAD
Tranquilidad: es el hogar de mi alter ego
Ese otro yo que constantemente aparece
Yo solo espero a que empiece
A que comience la deforestación de ese sitio
De ese nido que no me quiere soltar
Que lo quiero acabar
Un lugar que siempre desaparece
Que nunca está presente
Una cometa que se dibuja en el cielo
Un susurro bañado por lamentos
Creando duda, manufacturando mascaras
Ilusiones malformadas
Con caricias distorsionadas
Con caricias apagadas
Tranquilidad y luego llanto
Gritos, muertes y espantos
Ruidos, voces y sangre en el asfalto
Cuerpos podridos – niños rezando
Curas corrompidos – la religión siempre en lo alto
Las mentiras en los oídos – La desesperanza desaparece el sentido
Y nunca esperé que nada fuera perfecto
Porque nunca lo ha sido - nada esbelto
No he esperado vida donde hay muerte
He mirado al cielo, a los ojos del creador
Odiándome si responde
111
Muérete… desaparece
No pintes ilusiones en la ventana
Eso ya no sirve para nada
Cuando la memoria solo esta nublada
Y sin embargo las palabras de amor ya han sido habladas
El paraíso ya solo es un ideal
El edén pareciera ser algo astral
Y el santo en la iglesia algo inmortal
El mundo ya no solo se compone de héroes
Se construye con lo que encuentre
Así la sangre reine
Y los campeones vean como pierden
Pero las aversiones son los obstáculos
Son los dados que se rotan el juego
Son los lloriqueos que intercambian el miedo
Son las plegarias que resultan en lamentos
Son los niños dañando muñecos
Y los padres golpeando con rejo
Las suplicas del niño enfermo
Y tú, tranquilidad, libre de esto
Fosas comunes llenas de mierda
Y en las calles putas con la cara en esperma
Rogando por no llegar con sus niños y puras blasfemias
Tranquilidad no me pidas que me calme, es tarde
Desaparece, Muere
Desvísteme, Golpéame
Tranquilidad ahógame
112
APAÑO- PELDAÑO
Quizá no te hubiese conocido
Quizá la noche hubiese elegido otro camino
Y las copas tendrían aun su líquido
Imaginaciones de la mente, del cerebro
Y los recuerdos fueran solo paradojas del destino
Miré al cielo y te conocí
Fuiste un resplandor apenas te vi
Alumbraste todos mis días y me abrazaste
Cada fin de semana me sonreíste, me hablaste
Momentos de cenizas que volaron junto al polvo
Y se asentaron con el tiempo
Fueron adornos… de casa puestos a momentos
Utilizados como caprichos, de atuendo
Manipulados al amaño
Y yo me dije: ¿Hasta cuándo?
Olvidamos quienes éramos
Perdimos el camino por dónde íbamos
Se oxidó el enlace por donde nos conectamos
Y ahora es todo lo que extrañamos
Fallamos al tirar los dados
Saltamos y caímos por los estragos
Fuimos ciegos y sordos – el carro siguió andando
Saltamos, nos golpeamos… y fallamos
¿Dónde estás?
¿Miras la luna antes de dormir?
113
¿Aun tienes ganas de huir?
¿A quién ves en tus sueños… a mí?
¿Lograste superarme?
Inténtalo… no es tarde
Como estrella fugaz tras años pasaste
Hablaste un momento y solo miraste
Un par de risas y saludaste
Te mostraste con seguridad aunque con ese contraste
Fue todo de maravilla pero poco aguantaste
Y quise olvidarte, borrarte
Tacharte y marcharme
Quemar las páginas, recrear la historia
Borrar las memorias e inventar una propia
Otros caminos se dejaron ver
Y pregunte: ¿Qué más puede acontecer?
Su brillo era tan potente, tan singular
Casi como el tuyo aunque están lejos de comparar
Me tomó, me ató
Me cuidó, me amó
No me descuidó y como apoyo sirvió
Fue un error tomarlo como un segundo plan
Aunque ya es la prioridad y es lo que tengo para avivar
Y a millas de distancia nos esperaba la mentira, la vida real
El fin del ensueño, la aceptación del error, el apagón del fuego
Cenizas entre pesas de balanzas
Tan apegadas, tan cercanas
Tan idiotas, tan lejanas
Y sigo mirando al cielo
114
Porque cuando lo miro, imagino tus ojos y tu cabello
Y pienso en ti al caminar en la calle
Muchos pasos y es la razón para ser un andante
Y espero que todo esté bien
Sino llámame, puedo aun cuidarte
Y anhelo que de alguna manera aun… me ames
ECO
Los diferentes caminos hacia el horizonte
Los rostros destripados en el norte
Los difusos focos proyectados desde el cielo
Los nombres falsos como espectros
Las ranas muertas en el fango
Las aves agonizando sin parecer algo extraño
Las hojas extintas, secas por el atardecer
Las esperanzas por un nuevo amanecer
El viento es fuerte en su plenitud
El niño ve al adulto con gratitud
El miedo es presente en su esplendor
El pensamiento se detiene cuando evoca al error
El llanto del no escuchado
El odio del no perdonado
El grito hecho por las almas olvidadas
El eco que dejaron las voces calladas
La frontera de ilusión que se derramó
La llamada de ayuda que alguien despreció
La princesa muerta y su recuerdo que pereció
115
La traición a la familia que aconteció
La mirada cruda de la reina en su altar
La triste mente de un vagabundo al matar
La inocencia del recién nacido al llorar
La blasfemia en el templo de evangelizar
Por los nombres nunca nombrados
Por los rostros olvidados
Por los recuerdos marcados
Por esos momentos congelados
Quizá la enfermedad consumió al pueblo
Quizá la envidia opacó el cielo
Quizá los sentimientos se extinguieron
Quizá el icono desapareció en silencio
Y fue la desesperación la culpable
El eco que nadie escuchó
Y fue el insomnio el importante
El eco que ya se esfumó
Y fue el subconsciente la razón del error
El eco que se pronunció
Y fue el tiempo el que no sanó el dolor
El eco que con el reloj murió
116
ANHELANDO CADA SEGUNDO
No estoy solo y nunca lo estaré
Aprendí a herir y no lo volveré hacer
Mi mente y mi ser están completos
Mis sueños no son perfectos pero trataré obtenerlos
Dudo en el futuro
Pienso en el pasado
Muchos saludos y a veces nadie está a mi lado
Procuro mantenerme en el presente
En las despedidas todos dicen:
“Qué bueno sería volver a verte”
Pensar en cómo el tiempo se encarga de las reglas
Las madres siempre aconsejan, son casi expertas
Pensar en lo que ha hecho
En las rosas naciendo, en los abuelos muriendo
Pensar en la razón del porqué no ha parado
Y cuando todo sale mal, el prójimo es el acusado
Pensar en cómo el tiempo no cura nada
Cuando las experiencias son heridas en la espalda
Ansío ver a mi gente
Ver sus rostros en el espejo, sonrientes
Ansío verlos vivir - crecer
Verlos pisar fuerte para así no caer
¿Cuántos en el camino van a perecer?
¿Cuantos recuerdos se pueden desvanecer?
Ansió que fijen la mirada con precisión
Deseo que sigan al frente – concentración
117
Las montañas en momentos son tan grandes
Las distancias entre ellas no parecen amables
Los abrazos son calurosos pero distantes
Los besos cargan mentiras – falsos amantes
El anciano en el acilo siempre espera
El Dios en los cielos sufre de ceguera
El preso en su celda extraña
El político en su trono engaña
Los ojos guardan la esencia del alma
La esperanza se esconde en el alba
El policía con su poder maltrata
Vida injusta, vida macabra
Por ahora comenzare la travesía
Seguiré buscando el significado de la vida
Con mis ojos directos, con mente de acero
Quizá obteniendo lo que no espero
No mirando el reloj
Idealizando momentos en donde esté yo
Armado de deseos profundos
Anhelando cada segundo
118
SOY
Soy lagrimas entre pañuelos
Soy vacío en la abundancia
Soy invisible en el espejo
Soy el olvido de la esperanza
Soy victoria enmascarada
Soy tristeza en sonrisas
Soy el alma amparada
Soy lo seco en las brisas
Soy falsedad decrépita
Soy disforia eufórica
Soy tranquilidad hipócrita
Soy normalidad insólita
Soy noticia callada
Soy realidad de unos ojos
Soy actitud encriptada
Soy por lo que dan nada y todo
Soy vida bautizada
Soy árbol mutado
Soy muerte anunciada
Soy tumba y su esclavo
Soy corazón mutilado
Soy pintura interminada
Soy odio destapado
Soy mierda industrializada
Soy piedad abrazable
Soy discurso impostado
Soy cobardía improbable
Soy el comportamiento obligado
119
Soy la puta plaga de la sanidad
Soy rencor en crecimiento
Soy estafa visible en la sociedad
Soy sinsentido en el lamento
Soy, nada, no soy
Soy viento, vuelo, me voy
Soy, no seré
Soy cegues, no llegaré a ser
Soy y nunca fui
Soy risa, soy llanto, me perdí
Soy brillo y soy espanto
Soy vomito, soy barro
Soy… soy
CONTROL DOBLE U
Giré la cabeza y todo lo que había conocido había cambiado
La pasión se desvaneció luego de haberla encontrado
Lo que tenía desapareció, lo que quería cambió
La brisa despertó susurros mudos
El infierno se volvió un lugar más seguro
Con deseos muertos en miradas frágiles
Pasé de encanto a odiar tus obras ágiles
Nubes cargadas de ideales, cruces llenas de ilusiones
En las cuevas del exilio vi pasar tus sombras sin conocerlas
La evocación de algo que nunca viví… mil recuerdos, una mente seca
Palabras quebrantadas perdieron su esencia
Momentos con transiciones negras, sin magia, en miseria
Los dolores mentales ya son intocables
120
Y las ausencias… son las llamas cubriéndome
Dos pasos más cerca y nuestras auras harán real el destino
Volvería a vivir lo que viví y sin embargo no lo recuerdo
Dos miradas, tus caricias y tu alma es lo que pido
No me dejes caer aunque de todas maneras has creado el abismo
Cántame, abrázame… vuelve a creer en el cielo, deja tu ateísmo
Levanta la ventana y deja ver el rostro, revive las pulsaciones
Crea un nuevo tipo de química, si quieres, con tus condiciones
Termina el viaje que has creado, suelta la soga y en cenizas tus emociones
Acaba la pasión y desvanécela luego de haberme encontrado
Gira la cabeza y todo lo que conociste habrá cambiado
Y LAS NUBES PARECÍAN TOCAR LA TIERRA
Lo frio en las personas y lo cálido en la naturaleza
Pétalos de rosas tan cerca de Dios
Luces brillantes y oscuras juntas, juntos los dos
Contactos visuales tan puros, tan humanos
Sexo y caricias tan helados, desperdiciados
Y los brazos casi volaron con las aves
Esperaron viajar acompañados, no estar distantes
Marcas de niebla escondieron odio e indiferencia
Almas en vela quisieron esconderse, perdiendo la paciencia
Las bancas del parque esperaron y esperaron
Espaldas ciegas sin ver el apoyo que siempre buscaron
Y los azules estelares cubrieron la bóveda celeste
Tontos mostraron miradas rebeldes con la palabra “amor” en sus frentes
Tormentas agobiantes devolvieron todo lo relegado y estuvieron siempre presente
Reacciones oscilantes ignorando tragedias - realidades dementes
121
Sombras persiguieron personas haciendo preguntas pero nadie con respuestas concretas
Corazones celados de su verdadera esencia: búsqueda incompleta
Y las nubes parecían tocar la tierra
Ruido invisible envenenó los poros
Estados sentimentales y palabras que no dijeron algo, expresando con eso todo
Arrojando los desechos que siempre portaron otros
Angustias desmanteladas por la estrella de la mañana - cielos llorosos
Y las nubes parecían tocar la tierra
VOZ DEL MÁS ALLÁ
Tú, la voz del más allá que entregas esperanza a los que fueron arrebatados
Que cubres con naturaleza aquellos hoyos incesantes de dolor que nunca fueron tapados
Que le das una identidad, una máscara a los desenmascarados
Que llamas por el nombre a los que nunca fueron nombrados
Tú, la entidad que das aliento a los enfermos que nunca fueron tratados
Que das apoyo a los que en prisión nunca han sido visitados
Que das consuelo a los que bajo la lluvia de la calle viven sepultados
Que le das impulsos a los que sin culpa viven maltratados
Tú, voz del más allá que entregas esperanzas a las sombras que pronto abrazarás
SE EVADEN LOS REFLEJOS
Retratos perdidos al no querer enfrentar los espejos
Convencidos de tener alas mientras vuelan solo en los infiernos
Para algunos, peleas internas sin soluciones y sin embargo, siguen entregando su dinero
Sombras organizadas en filas para adorar los domingos al engendro
Cegadas por sí mismas al ignorar al prójimo: a su reflejo
Falsas liberaciones dominadas por el líder y sus consejos
En lo alto del cielo se reúnen las miradas de los ignorados y se esconde la del espectro
Muy lejos de formar esperanzas, encerradas y ahogadas por el miedo
122
Salvaciones traidoras conduciendo a la libertad solamente del opuesto
Estimulando la obsesión que edifica la perdición con el tiempo
Las metrópolis en las noches cubren de luces el paisaje, dándole otra cara a lo complejo
Y la codicia es la cama, el apoyo que juzga y humilla al que con eso se siente contento
TE ALEJASTE
Te vi ponerte el velo que distanció nuestro contacto visual
Junto a la duda y tu oscuridad que dieron paso a un cambio radical
Te vi a través del cristal de manera borrosa, empezaste a ser otra
Y pusiste de argumento tu supuesta fortaleza tormentosa
Te vi renacer en la debilidad y tú como si nada
Ojos que decían tener más de dos miradas
Te vi ponerte pálida en la indiferencia
Y aunque sé que estabas en contra de tu naturaleza, quisiste volar en tu inconsciencia
Te vi cambiar y ser otra, vi que te alejaste y te alejaste…
CON DESEO Y CANSADAS
Cansadas, luego de experimentar el deseo, entre tragos y fetiches
Cuerpos desnudos sedientos del contacto, del desquite
Rodeadas de rosas, observadas por las pinturas, acostadas en suaves nubes
Censuradas por cortinas e inmersas en sensaciones que fueron de todo menos horribles
Rearmando el momento en que nos conocimos, recreando algo tan puro
Dilucidando el momento en que el océano conoció nuestros flujos
Acompañas del firmamento azul, inducidas a los besos, las caricias y la excitación
Escoltadas por muchas más almas como las nuestras, dispuestas a la exploración
A la sensación inolvidable que pretendemos revivir con cada noche, con cada sueño
Con nuestras lenguas en nuestros labios, algo tan perfecto
Y el sueño siempre de estar juntas, de vivir, de ser libres
Para terminar cansadas, luego de experimentar el deseo, entre tragos y fetiches
123
TAN CERCA DEL LIMBO
Burbujas flotantes, distantes al suelo
Que encierran calaveras, anhelos muertos, a veces en el silencio
Aunque no siempre acojan solo la desolación y el miedo
Que muestran que el sueño si es posible
El deseo de volar y ser libre
Pensar y respirar sin ningún complique
Pueden ofrecer paisajes llenos de calma y soledad
Campos tan naturales, tan puros, tan lejos de la verdad
Tan sensibles y tan inertes, tan maltratados sin piedad
Globos levitando tan separados de la tierra, en cielos sepia, tan cerca del limbo
Mostrando en el horizonte un edén cada vez más lindo
Aferrado a unos grandes ojos que miran arriba, por fin, con un sentido distinto
Nuevas vistas dirigidas a la bóveda celeste, nuevas miradas que cambiaran al mundo
LO IMPOSIBLE
Decidirse y viajar en un bote rodeado por quimeras, en olas que solo yo he visto
Senderos trazados, marcados con la perfección de un pincel
No sé adónde me dirijo, solo tomé la decisión, me cansé de la vida y agarré el camino
Divagando sobre las mareas preguntándome: “¿Que de mi puede ser?”
Con sensaciones amargas de que heridas llegará hacer el destino
En la pelea interna, tratando de sentir un sabor de sangre, no de miel
Confundido de no saber si el cielo es real o sigo encadenado al laberinto
Cansado de la cotidianidad, de una normalidad, al punto de aborrecer
Tomo el reto, acepto que nunca saldrán las manos salvadoras del paraíso
Doblegado por mi alter ego, impedido a sanar las heridas que él alguna vez hizo
Los demonios rodean la vista, vigilan al peón como si fuera parte del castigo
Quisiera reescribir el libro de mi vida, reeditar las paginas, salir del perímetro
Y hacer cercano lo imposible, secar las lágrimas incesantes, arrojarme al abismo.
124
ENTREVISTA
125
LESLY CASTRO
¿En qué momento descubre en usted el interés y la necesidad de la foto-
grafía, cuál es esa temperatura que la mueve?
El momento en el que descubro el interés por la fotografía es cuando empiezo a cu-
estionarme, a cuestionar lo que me rodea y a esa necesidad que tenemos todos de comu-
nicarnos, en la fotografía encontré esa forma a la que le llamo “hablar sola” que me re-
sulta fascinante.
¿Por qué, cómo y desde donde realiza está serie de desnudos, qué le in-
teresa de la fotografía y del desnudo y qué sentido quiere provocar o no?
La fotografía de desnudo la realizo siempre sola, en mi casa o habitación, porque
aprendí a descubrir a través de la luz un momento preciso para capturar y me resulta un
reto el intentar crear composiciones, iluminaciones y mensajes distintos en un mismo en-
torno y con iluminación natural, me gusta mucho “redescubrir” rincones, paredes y pisos
que veo cotidianamente y que gracias a la fotografía se convierten en escenarios.
126
El tema del desnudo es por supuesto una provocación que hago intencionalmente,
es evidente el papel que cumplen las luces y sombras en el arte y que éste a su vez permite
la libertad y materialización del poder femenino a través de la fotografía de desnudo a
nivel mundial.
¿Tiene o se ha dado usted un método estético para realizar su fotografía
y sí este método es racional o intuitivo, o sí por el contrario es una mezcla de
los dos y por qué?
Siento que sería una mezcla tanto de lo intuitivo, porque trato siempre de plasmar
de mi sentir como mujer, pero sin dejar a un lado la intencionalidad racional del mensaje.
El trabajo de las fotografías realizadas reúne una mirada de cómo se retrata y se percibe
el cuerpo y la relación con el mismo, es por eso que la luz y sombra muestran el cuerpo
como portador de mensajes propios.
127
¿Cada gesto que lleva a la mirada y a la cámara, es realizado por usted,
es lo que podríamos llamar una: Dialéctica del Gesto o no?
Más que una dialéctica del gesto es un lenguaje modificado según el momento, el
sentimiento y según la intencionalidad. La fotografía de autorretrato ha sido para mí un
proceso catártico, porque me permite una autoexploración constante, interminable e ilimi-
tada.
¿Qué técnica desarrolla y cómo hace lo que hace y qué la hace poderosa
herramienta creadora o no desde una metódica de la provocación o no?
La fotografía es sin duda una herramienta que gracias a su función natural de provo-
cación permite un empoderamiento propio no solo del cuerpo sino también de los mensa-
jes que se desean transmitir a través de ella.
128
El papel que cumplen las líneas de luz muestran el camino que recorre el cuerpo, re-
flejando una analogía entre la represión (con lo que se oculta en las sombras) hacia la mu-
jer a través de la censura y al mismo tiempo cómo el cuerpo desnudo (apenas tocado por
la luz) recorre un camino en pro de una liberación; es una forma de ver como nuestra
propia experiencia permite cambiar la manera de mirarnos, de percibirnos y de reinter-
pretarnos con la luz, a través de cada fotografía.
Entrevista realizada por el profesor Oscar Jairo Gonzáles Hernández(en negrita) a Lesly Castro.
129
HERMOSA HABANA
17
130
ANA MARÍA CHICA
¿Qué fuerza y vértigo, la llevo a usted a la fotografía y como se mantiene
hoy en ella y desde dónde se sostiene en su tarea y por qué?
La primera vez que agarre por primera
vez una cámara profesional supe que
tenía en mis manos un objeto mágico
con el cual podía capturar el tiempo,
desde ese día empecé a amar enorme-
mente la fotografía, a través de ella
puedo transmitir y plasmar emociones,
mostrar parte de nuestra realidad de
una manera estética y diferente. Hoy en
día no paro de disparar mi cámara, de
capturar ciudades, de retratar rostros,
miradas, detalles. La Cámara es mi
amiga más fiel porque cada fotografía
que saco tiene algo de mí y algo de los
otros, muchas veces de aquellos que no
se atreven a hablar pero que a través de
la mirada fija que le dan al lente dicen
mucho más que las propias palabras
¿Por qué la fotografía sobre La Habana y desde qué perspectiva y posi-
ción se instaló usted en la ciudad para observarla desde y en su cámara sensi-
ble?
En el mes de mayo de este año se me presento la oportunidad de viajar a La Ha-
bana, Cuba, uno de los países que estaba en mi lista de lugares soñados, sin lugar a dudas
en lo primero que pensé cuando supe que iba a viajar a este país fue en llevar mi cámara
con muchas memorias las cuales me permitieran tomar muchas fotografías. Pienso que
una de las ventajas que tuve en este país fue el estar en los barrios humildes de la bella Ha-
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bana, aquellos barrios que no salen en revistas y los cuales no hacen parte del tour turís-
tico que nos venden a los extranjeros. A eso me lance a observar y a capturar detalles y
miradas en aquellos barrios que muchos veces tratan de ocultarnos, los que no tienen
nada que ver con aquellos sitios magníficos y los cuales tienen el verdadera esencia de lo
que es Cuba en su cotidianidad. Fotografié rostros y miradas de Los Habaneros quienes
con una mirada dicen más que mil palabras, detalles que muchos pasan por alto y que
contienen en sí mismos los sentimientos, emociones y sueños de los que allí viven.
¿Cómo se observa cuando no lleva su cámara real y solamente tiene y
posee la cámara de la mirada y qué hace después de haber observado sin la
cámara real: instante decisivo?
Cuando no llevo mi cámara fotográfica siento que me falta algo, mi complemento,
mi mejor compañía, en especial cuando me encuentro con un momento decisivo, es una
gran impotencia porque observo detenidamente lo que está ocurriendo ante mis ojos e
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imagino la composición, el encuadre, el ángulo de toma que podría tener la fotografía so-
bre aquel momento y siento que perdí una gran oportunidad de tener en mis manos un
momento, un instante que no se volverá a repetir.
¿Podría indicarnos dos principios estéticos en los que basa su tarea con
la fotografía y por qué, qué es lo que busca realizar de usted en ella y ella en
usted?
Uno de mis principios estéticos es que en gran parte de mis fotografías este plas-
mada la realidad, siento un gran amor por la fotografía documental, por todo aquello que
tiene que ver con lo que cotidiano, con los sucesos que merecen ser mostrados, todo
aquello que para algunos se convierte en algo normal; a través de una fotografía se puede
mostrar de una manera mágica, desde otro punto de vista. La fotografía Documental tras-
mite emociones y muchas veces se convierte en “la voz” de los que no se atreven a hablar.
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La fotografía de ciudad es una de mis preferen-
cias. Las ciudades contienen en sí mismas un
mundo completo, una cultura, unas costumbres
que merecen ser mostradas. Cada detalle que fo-
tografió de ellas tiene un gran sentido, muestra
la relación que el hombre tiene con ella, el odio,
el amor, la conexión que sentimos por la ciudad
en la que tenemos puestos nuestros pies. Otro
principio estético en los que baso mi tarea como
fotógrafa es tratar de ser lo más observadora po-
sible, lograr ver más allá , ver cosas que no to-
dos logran percibir , de los pequeños detalles lo-
grar una excelente fotografía que logre trasmi-
tirle algo a quienes la observan.
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¿Qué le ha propiciado realizar a usted como fotógrafa las nuevas tec-
nologías y sí considera que le dan y le llevan a hacerse más exigente y rigu-
rosa con su tarea ante la cámara y ante sí misma?
Las nuevas tecnologías me han brindado la oportunidad de conocer más amplia-
mente sobre el arte de la fotografía, por medio de páginas y blogs dedicados a los fotógra-
fos conozco el trabajo de personas que se dedican a esto; muchos de estos me han servido
como referentes en mi trabajo.
Las redes sociales me permiten visualizar que en el medio hay mucha competencia,
ya que las nuevas tecnologías como las cámaras, celulares permiten que muchas personas
puedan tomar fotos fácilmente por eso trato cada día de exigirme más y de hacer este tra-
bajo con mucho amor y pasión y lograr trasmitir esto en mis fotos, lograr tener mi propia
marca de estilo en cada fotografía.
Entrevista realizada por el profesor Oscar Jairo Gonzáles Hernández(en negrita) a Ana María Chica.
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MI VIAJE LITERARIO SIN FRONTERAS
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KARINA BARRETO
Un viaje que inicia internamente, sin muros ni fronteras.
Ponte de inmediato los pantalones cortos o largos; y antes de coger a tu pareja del
brazo, amárrate bien el sombrero el camino espera…Las estaciones del metro están lo
suficientemente vacías para hacer de este viaje algo más ameno.
Los minutos pasan y siguen pasando, y…Bueno ahí estoy aquí sigo ya me está salpi-
cando la aventurera que llevo dentro.
Es un viaje bastante corto, pero siento como si no fuera a llegar nunca. Pero no me
afano, porque tampoco viajare por donde me lleve el viento, viajaré donde lo decidan mis
ganas, esencialmente mis sueños literarios. Cuando todos los caminos parecieran haber
sido recorridos, esa necesidad de querer ir más allá de donde me encuentro me agobian.
Pero yo, yo con mis ganas quisiera revelar el mundo que nadie ha visto, pero eso ya esta
hecho. Entonces soy tan convencida y me conformo con aquel que yo no conozco, y es
ese el que quiero revelarme a mi misma. Luego quizás se lo revele a unos cuantos. Es
como tener el recuerdo de un recuerdo próximo.
Septiembre de todos los meses es mi favorito, es el mes en que nací; es el mes de lec-
tores, escritores, libreros, bibliotecarios y otros tantos interesados.
Al fin llegamos. Un mundo empapelado e infinito espera por mi. Que disfrute.
Este viaje sin escape es y ha sido ese rescate por lo extraño, por lo que antes imagin-
aba ordinario y hasta por eso otro; lo perfectamente armónico. Tener los pies bien pues-
tos para perderse con cada libro elegido, en cada hoja rayada que te adentra en un
mundo eterno en posibilidades es algo que se me hace bastante complejo.
Ya bien adentro de esta legendaria fiesta no dejo de reencontrarme con un buen
amigo, no muy intimo pero lo justamente amigo. Es lo bastante seguro a su edad.
Él nunca miente. Su mente y alma estuvo un tanto dedicada a dar intentos. Su-
pongo ahora es cosa del pasado.
Caminamos, descubriendo un mundo multicultural, yo disfruto el dejarme llevar
por su camino, es que con cada paso nos identificamos uno con el otro. Hablamos un
poco de todo y de nada, con el interés primordial cada uno de encontrar eso que en casa
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no está, posiblemente porque se ha escapado a este mágico lugar. Paramos curiosos con
los cuatro ojos bien abiertos, ante la atracción imponente de arrumes de letras convertidas
en libros presuntuosos que nos coquetean de lejos y de cerca.
La tarde va perfecta, y termina siendo mucho más perfecta cuando nos encontra-
mos con la majestuosidad de los que sin duda para muchos son y siguen siendo: Los Cuen-
tos de los hermanos Grimm. En su mejor versión animada y a escala. Sin duda impre-
sionante.
Todo es asombroso, los siete enanitos por un lado, la bruja mágica por el otro. Los
tres cerditos en una esquina… En fin.
Y bueno sin duda lo que más ha robado mi atención; la rubia cabellera colgante de
la legendaria << Rapunzel>> que de inmediato conectamos con la historia popular, “de
la joven que es entregada por sus padres a una bruja a cambio de alimento. La bruja la
encerraba en una torre, pero un príncipe la descubría y cada noche escalaba hasta ella
gracias a sus largas trenzas”
Más tarde nos sentamos, hablamos otro rato del pasado, del presente no tan pre-
sente, y de nuestro futuro cercano muy próximo. Él siempre merece que se le escuche con
serenidad; sus historias jamás me han dejado de agradar. Es que bueno… Poco es lo que
nos vemos, supongo entonces que así debe ser.
Quizás todo lo que aquí describa sea un viaje peripatético lleno con un universo ínti-
mamente personal, cargado de humor y energía.
Pero bien, quien me lo impide, en fin es mi viaje y ya esta.
Tiene toda la pretensión de ser personal
Con amor y cariño.
Dedicado a mi amigo Sebastián Betancur
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DE LOS AROMAS Y SABORES A LOS PLACERES
Los vagones están vacíos, salvo por los fantasmas de los pasajeros que ya se acercan
por los pasillos impregnando de perfume la quietud del aire vacío.
El tenue rastro de la música de piano suena en la oscuridad apacigüe de esa noche,
abriéndose paso entre el susurro y promesa, hasta desvanecerse.
Quizás en mis viajes me ha pasado mucho, quizás no me ha pasado nada; miles de
historias de esperanza, de pasión, de desengaños, reconciliación y despedida.
En este viaje como en otros, pero precisamente en este, noto en los demás pasajeros
lo mismo que en mí; temblamos ligeramente. La emoción nos acompaña.
Pero entonces para darme la seguridad que necesito, y que en ese momento me
hace falta, debo recordar que ya he volado más de 29 horas, y que no me puedo devolver
así no más. Me lleno de aliento, me paro firmemente en el pavimento pues no quiero pare-
cer que ando volando, hago memoria forzosamente y aparece de repente. Esta ahí, en mi
mente: “Para hallar el equilibrio que buscas debes tener los pies tan firmemente plantados
en la tierra que parezca que tienes cuatro piernas en lugar de dos. De este modo podrás
estar en el mundo. Pero debes dejar de mirar el mundo con la mente. Tienes que mirarlo
con el corazón” Recordado perfectamente en el momento justo. Para dar inicio a mi
viaje, un viaje que me ha llevado a definirme a mi misma; que me ha reflejado lo compli-
cado que es entenderme en otro lugar que esta fuera del mío, donde las infaltables diferen-
cias culturales aparecen, las posturas multiculturales afloran, sus ironías e incluso el
idioma no se quedan atrás pues esto no lo he aprendido de inmediato. Otro idioma que se
me restriega hasta en los libros.
Este viaje sin escape es y ha sido ese rescate por lo extraño, por lo que antes imagin-
aba ordinario y hasta por eso otro; lo perfectamente armónico. Tener los pies bien pues-
tos para perderse con cada viaje, en cada cuidad que te adentra en un mundo infinito en
posibilidades. Es aquí, en este punto donde me doy cuenta de lo bello que es mirar desde
y con el corazón. Un corazón que se excita, se eleva cuando se siente en otro lugar que le
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da la vuelta al mío, otro continente que te enamora y te permite desencadenarme. Reiter-
ando que estoy con el corazón bien abierto; viajar es la tranquilidad de perderme.
Ya siento escuchar los sonido del aterrizaje próximo y previamente cercano.
Me están agitando estas ganas de explorar, de descubrir, de satisfacer el espíritu y no
tanto por afanarme a recorrer distancias siderales. Por el contrario son esas ganas de
imaginarme volando sin ataduras. Ya espero con esas mismas ganas de imaginación po-
der encontrar en este mismo viaje; la luna, el cielo, el sol y el mar. Llegar a donde parece
que puedo coger las nubes. No lo pensaré más. Este es mi viaje transformador, un viaje
que revela a la viajera que lo emprendió. Así es como quiero que sea…
Ponte de inmediato los pantalones cortos o largos; y antes de sorprender a tu pareja
del brazo, amárrate bien el sombrero porque es tu asiento quien espera…
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Rio Neckar
Las horas pasan y siguen pasando, y….Bueno ahí estamos, aquí seguimos. La
primera imagen del sol se posa, se asoma y nos calienta…-Que disfrute-
Ya me está salpicando la aventurera que llevo dentro.
Es un viaje lo suficientemente largo, yo sé, aún no llegamos. Pero no apuro porque
tampoco viajare por donde me lleve el viento, viajaré donde lo decidan mis ganas, esenci-
almente mis sueños.
Cuando todos los caminos parecieran haber sido recorridos, esa necesidad de
querer ir más allá de donde me encuentro me agobian.
Lo cierto de este viaje es que ya hace años otros lo han hecho, viajes en barcos, a
pie, en piragua; cuando cualesquier camino parece estar recorrido, en todo lo que exista
aparezco yo con mis pretensiones. Pretensiones de querer desnudarle al mundo algo que
nadie haya visto, pero eso ya esta hecho. Entonces sigo y soy tan convencida que me con-
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Tubinga
formo con aquel que yo no conozco; precisamente ese mundo es el que quiero revelarme
a mi misma. Luego quizás se lo revela a unos cuantos.
Es como tener el recuerdo de un recuerdo próximo.
De momento siento que las horas no se detienen.
El recorrido parece tener por fin un fin. Llegamos….
La hermosa cuidad imponente, el verdor contrasta con el inmenso cielo azul que no
quiere darle espacio a las nubes.
Altos espejo, innumerables balcones, ventanas cuadriculadas, casas colorientas.
La primavera y el verano parecen unirse para formar esta hermosa cuidad de Tübin-
gen. En este lugar permanece cualquier olor, palomas sobre cuerdas, tenderos revolo-
teando, las calles empedradas, verde y más verde. La imponente universidad.
El metal, la madera, el hierro, las flores se unen, se abrazan, renacen.
De la larga espera, del largo viaje me queda esto: Estoy aquí, Tubinga y sus
placeres frente a mis sentido y mis ojos. Ya la puedo disfrutar física y humanamente. No
dudaré. Mi camino por acá permanecerá más que en minutos eso lo sé con pretenciosi-
dad.
¿Cómo es posible que no haya venido antes?
Esta pregunta sólo la puedo contestar desde mi yo: Pensé que debía darle prioridad
a las verdaderas ciudades imponentes, ilustradas en el mundo por muchos hace siglos.
Hoy soy la observadora mas intensa e intrépida del lugar. No daré paso a momentos
perdidos. No existe cansancio ni vuelta atrás.
Inútilmente podría describir esta cuidad de manera fácil, como darle el numero ex-
acto a las escaleras que tiene cada calle estrecha, el tipo de arco que conforma los ven-
tanales, o lo menos interesante, el tipo de personas a mi alrededor.
Esta soberbia cuidad no esta hecha de eso, posee más...Un espacio, un tiempo lleno
de acontecimientos que no perdonan, ni permiten ser olvidados.
Un presente entre el río Neckar, los paseos en las tradicionales Stocherkahn, y el
pasado que rodea a la torre Hölderlin; casa del grande “loco” poeta Friedrich Hölderlin.
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Su casa esquinera de color amarillo pálido sobresale en la inmensidad de los arboles. Lo
que fue su hogar por muchos años, es hoy una quimera, un estado ideal de su
pensamiento.
Un hombre que abrió una lucha
para crear una sociedad en la que
la virtud se sostuviera. Hölderlin,
personaje de tintes mitológicos. El
poeta y visionario en quien se refle-
jaba la armonía inherente a la uni-
cidad, la serenidad que acompaña
a la maduración para su propia
muerte que vendría después de per-
manecer incluyendo algunos textos
todo bajo su apacigüe demencia.
No solo Hölderlin y su locura me
ha traído a este lugar, las razones
me sobran.
Tübingen es y sigue siendo una cui-
dad de artistas, estudiantes, de per-
sonajes memorables. Es una ciudad
que pese a los años nunca ha de-
caído, por el contrario ha resaltado las artes. Es la cuidad que veo en sueños, una vida cita-
dina no rutinaria.
No existe el tedio, no existe ruido ensordecedor.
El mapa no parece tener fin, las calles no dejan de tener final, los arboles no per-
miten hoja en el suelo.
Para mi como para muchos tarde que temprano llega el fatal día de partir, de irme
de la cuidad que me vio plantarme desde el inicio sin querer volar.
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Casa del escritor y poeta Friedrich Hölderlin
La mañana empieza para mi de malhumor
El tedio me persigue. Bebo viajar, continuar. En fin…
¿Quién puede limitarme a tal invitación?
Con afecto, amistad y cariño.
Para mi profesor Oscar Jairo González.
El disfrute de viajar.
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cxlv