Siglo y Medio.

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Artículo publicado en el número 16 de la revista Sigari, perteneciente a la Cigar Club Association Italia. Año 2014. A mis abuelos Vicente y Mario, que en interminables jornadas de duro trabajo, regaron con su sudor la tierra del Oriente de Cuba. Siglo y Medio. El resumen de una vida. Corría el verano de hace unos años en un Paris fantástico, de clima generoso, azulado cielo, y temperatura que invitaba al disfrute de la terraza de uno de sus históricos cafés, acompañado de un Habano que diera razón de ser a ese momento. Sentado ya en un ángulo discreto de una hermosa terraza, vi llegar a la razón de mi estancia en tan privilegiado entorno. Un apretón de manos fuerte y un abrazo vigoroso, dieron paso a una conversación que con el tiempo, me haría sentir orgulloso de lo que en ella se me comunicó.

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Artículo publicado en el número 16 de la revista Sigari,

perteneciente a la Cigar Club Association Italia. Año 2014.

A mis abuelos Vicente y Mario, que en interminables jornadas de

duro trabajo, regaron con su sudor la tierra del Oriente de Cuba.

Siglo y Medio. El resumen de una vida.

Corría el verano de hace unos años en un Paris fantástico, de clima

generoso, azulado cielo, y temperatura que invitaba al disfrute de la

terraza de uno de sus históricos cafés, acompañado de un Habano

que diera razón de ser a ese momento.

Sentado ya en un ángulo discreto de una hermosa terraza, vi llegar

a la razón de mi estancia en tan privilegiado entorno. Un apretón de

manos fuerte y un abrazo vigoroso, dieron paso a una conversación

que con el tiempo, me haría sentir orgulloso de lo que en ella se me

comunicó.

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-Vamos a abrir algunos de los barriles viejos.

Lo dijo así, sencillamente, sin demasiados preámbulos, pero con un

guiño de emoción en sus palabras, que denotaban la entidad de la

frase que había lanzado al aire.

Los barriles viejos…por fin alguien a quien respeto y admiro

profundamente, me decía lo que durante décadas había escuchado

mencionar, y que sin embargo, nadie había confirmado aún, desde

tiempos en los que mi afición por el ron ligero cubano, no era más

que eso, una afición marcada por una unión sentimental que nace

hace muchos años en la historia de mi familia, y que ha ido

evolucionando con el paso de los años, hasta hacerme participe de

ese arte maravilloso que convierte las mejores melazas cubanas en

los más delicados elixires, dedicados a paladares capaces de

entender y comprender, más allá del valor económico de los

mismos, la verdadera significación que estos tienen, en la historia

de una industria que tiene un siglo y medio de vida, tiempo este

empeñado en regalar orgullo y grandes satisfacciones al pueblo de

Cuba.

Hace muchos años alguien me comentó uno de esos mitos del ron

cubano, me habló de esos barriles viejísimos que algunos decían

que yacían en lo profundo de no sé qué bodega, donde desde hacía

muchas décadas, se habían ido guardando y preservando de

manera celosa, las mejores bases añejas del ron cubano, esas que

dieron lugar a los mejores destilados que han salido de fabrica

cubana alguna.

La sola mención de esos barriles, desataba en mí una absoluta

frustración: Yo quería saber si era cierto que las arrobas de caña

cortadas por mi abuelo Mario, ya fallecido, habían dejado una

impronta en forma de sublime destilado, que me permitiese,

después de tantos años, rememorarle y rendirle, de manera sencilla

pero sincera, el tributo que un hombre dedicado por entero a la

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caña de azúcar merecía. Pero nadie sabía, no había respuestas, era

como una especie de cuento de aventuras que sabemos que solo es

eso, una historia que al final nunca es realidad.

Pero sí, sí lo era, y la larga espera no había sido en vano. Podría en

algún momento descubrir los secretos que los Maestros Fundadores

del ron ligero legaron a sus sucesores, transformados en inigualable

elixir; podría en algún efímero pero maravilloso instante, comprobar

de qué manera se habían plasmado los conocimientos que

generaciones de Maestros, guardaron en esos diarios que legaron a

quien les sucedía en su trabajo, y que esconden dentro de sí, la

auténtica verdad de todo lo hecho en Cuba.

-Te llamaré cuando sea preciso; así se despidió, pero antes de

marcharse me dijo… “Siglo y Medio”…se llamará así.

Siglo y Medio. Concisa y grandiosa cifra, pues no es sino el resumen

del inmenso legado que Cuba ha dejado a un producto, el ron, sin el

cual no es posible entender y comprender, la estrecha e íntima

relación que tenemos con la tierra que nos vio nacer; 150 años es la

edad del ron ligero, nacido en 1862 en Santiago de Cuba, y regalo

maravilloso que los Maestros Fundadores legaron a las sucesivas

generaciones de cubanos, que han dedicado toda su vida, a

expresar de la manera más fiel posible, a través de los mejores

rones de la isla, la pasión que el pueblo de la mayor de las Antillas

siente por este producto.

Pero esa cifra se hizo realidad, como homenaje de Cuba y en

particular, de la capital del Oriente cubano, a una filosofía y una

manera de entender el proceso de obtención de las materias

primas, de su transformación y posterior evolución en el tiempo,

hasta convertirse en ese resultado final, que seguramente muchos

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en el mundo han apreciado, mucho más si se hace junto a un gran

Habano.

Nace Siglo y Medio como un producto único e irrepetible en la

historia del ron ligero cubano. Un ensamblaje definitivo y excelso de

las mejores bases añejas que Cuba ha producido en los últimos 50

años; un recorrido en forma de destilado purísimo y de elevadísimas

características organolépticas, a través de un camino que comenzó

en la década de los años 60’ y que se extiende hasta hoy, sirviendo

ese recorrido de enlace obligatorio entre las viejas reservas que se

atesoraban en las fábricas cubanas de aquella época, y lo nuevo,

pero no diferente, que nació de las mismas, y que ha permitido

perpetuar una manera de entender y hacer ron ligero, única en el

mundo, amparada en los Maestros de dicho producto, los cuales

jamás abandonaron su tierra, y quedaron en la misma como sumos

sacerdotes de una religión, porque eso, una religión, es lo que es

para Cuba su ron ligero, y en particular en la ciudad de nacimiento

del mismo, Santiago de Cuba.

Siendo como es Siglo y Medio, un recorrido concentrado por todas y

cada una de las mejores bases añejas del último medio siglo, no

podían ser sino los mejores y más antiguos que se conservan en

Cuba, los barriles utilizados para su añejamiento y afinado final,

procesos los cuales se han llevado a cabo en los denominados

“cofres” los más ancianos y sabios de cuantos se conservan en la

isla, con edades que en algunos casos superan los 90 años de vida,

y que tienen la propiedad de tener almacenado en su interior, el

único y genuino mapa organoléptico de las mejores reservas

cubanas de casi un siglo.

Un añejamiento tan extenso, exquisito en sus maneras y

prolongación, el mayor de cuantos se han dado en la industria

cubana, no puede dar paso a otra cosa que no pueda ser definida

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como excepcional, una cumbre mágica alcanzada con el esfuerzo de

varias generaciones de Maestros y trabajadores del ron cubano, que

han hecho posible, que hoy, todos aquellos que puedan

permitírselo, accedan desde un palco privilegiado, a la

contemplación de la auténtica y única verdad que puede haber

sobre el ron ligero fabricado en Cuba.

Una producción única de 3000 botellas, que nunca más se repetirá,

de ahí la excepcionalidad del producto, de las cuales saldrán a la

venta solo 2000 de ellas, permitirá a quien pueda poseer una de

estas, hacer un camino largo en un instante sublime, ese en el que

pueda paladear tan delicada creación, teniendo el honor de disfrutar

del alma de Cuba concentrada en un destilado que no tiene

comparación con nada de lo que se haya hecho jamás en la isla.

Será eso, Siglo y Medio de una vida en un momento, pero un

momento único, que no se olvidará pues nunca pasará, pues como

todos los grandes rones de la historia, dejarán en quien los disfruta

una estela de recuerdo casi poético.