Siglo xix apunte

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SIGLO XIX. CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN. LIBERALISMO. CAPITALISMO. ACONTECIMIENTOS RELEVANTES CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN: En el siglo XVIII finalizó el proceso de transición del feudalismo al capitalismo en Europa occidental. Se produjeron cambios sociales, económicos, políticos e ideológicos que transformaron profundamente la organización social europea e iniciaron los tiempos del capitalismo. La crisis del siglo XVII, la última crisis de la sociedad feudal, fue seguida por importantes reformas políticas —la monarquía parlamentaria inglesa— y por la difusión de nuevas ideas —la Ilustración y el liberalismo—, que rompieron definitivamente con la mentalidad feudal La clase social que impulsó estas transformaciones fue la burguesía. Sus deseos de desarrollo económico y de participación la hicieron protagonista de una doble revolución.Una revolución económica (Revolución Industrial) que se inició en Inglaterra y que fue tal vez el proceso transformador más Importante desde los lejanos tiempos neolítico. Una revolución política (Revolución Francesa) que señaló la primera gran derrota de la nobleza y del absolutismo monárquico. Ambas revoluciones

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SIGLO XIX. CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN.

LIBERALISMO. CAPITALISMO. ACONTECIMIENTOS

RELEVANTES

CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN:

En el siglo XVIII finalizó el proceso de transición del feudalismo al capitalismo en Europa

occidental. Se produjeron cambios sociales, económicos, políticos e ideológicos que

transformaron profundamente la organización social europea e iniciaron los tiempos del

capitalismo.

La crisis del siglo XVII, la última crisis de la sociedad feudal, fue seguida por importantes

reformas políticas —la monarquía parlamentaria inglesa— y por la difusión de nuevas

ideas —la Ilustración y el liberalismo—, que rompieron definitivamente con la mentalidad

feudal La clase social que impulsó estas transformaciones fue la burguesía. Sus deseos de

desarrollo económico y de participación la hicieron protagonista de una doble

revolución.Una revolución económica (Revolución Industrial) que se inició en Inglaterra y

que fue tal vez el proceso transformador más Importante desde los lejanos tiempos

neolítico. Una revolución política (Revolución Francesa) que señaló la primera gran derrota

de la nobleza y del absolutismo monárquico. Ambas revoluciones permitieron la

consolidación de una nueva sociedad capitalista. Su forma de organización económico-

social —basada en el trabajo de obreros y asalariados— y las ideas que la sustentaban —-el

liberalismo— se difundieron rápidamente por todos los continentes. La difusión del

capitalismo permitió superar muchos de los límites que imponía el orden feudal y, a la vez,

dio origen a nuevos problemas, crisis y conflictos. Fue Inglaterra el único país europeo en

el que durante el siglo XVII, se produjeron los cambios económicos, sociales y políticos

que transformaron la organización feudal de la sociedad. La producción agrícola se vendía

en el mercado, no existían trabas para la libertad de comercio, y la monarquía parlamentaria

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aseguraba a los burgueses el impulso y la protección de las nuevas actividades económicas

y de la acumulación del capital que formaba la nueva riqueza.

En cambio, en el resto de Europa, durante los siglos XVII y XVIII, la organización

tradicional de las sociedades no se modificó. Bajo la protección de las monarquías

absolutas, la nobleza, propietaria de una gran parte de las tierras, mantuvo su posición de

grupo privilegiado. La agricultura continuó siendo la principal actividad económica y en

ella se empleaba más del 80 por ciento del total de la población europea. Las monarquías

absolutas europeas se propusieron controlar las actividades económicas y las relaciones

sociales, lo que también contribuyó a frenar los cambios.Mientras Inglaterra avanzaba hacia

una nueva forma de organización social, el resto de Europa mantenía las bases del antiguo

régimen. Pero en el curso de dos siglos, en algunas regiones antes que en otras, se fueron

consolidando los grupos sociales que impulsaron los cambios que, finalmente, destruyeron

el antiguo régimen. La Revolución Francesa de 1789 originó cambios tan profundos que

sus protagonistas fueron conscientes de que ellos estaban iniciando una nueva época para la

humanidad, construyendo un mundo distinto. Por eso, comenzaron a utilizar la expresión

antiguo régimen para referirse a la sociedad que existía antes de la Revolución. Con ella

querían marcar que el antiguo régimen precedía al nuevo, y también condenar al conjunto

de principios e instituciones en que se basaba la sociedad que habían destruido. En la

actualidad, la mayoría de los historiadores utiliza el concepto antiguo régimen para referirse

al orden social que existía con anterioridad al triunfo de la burguesía y del sistema liberal.

LA RESTAURACIÓN. CONGRESO DE VIENA

Después de la derrota definitiva de Napoleón, los monarcas absolutos del continente

europeo buscaron regresar a la etapa anterior a la Revolución francesa, lo que significó la

supresión de las medidas sociales, políticas y económicas dictadas por los ideales

revolucionarios del siglo XVIII, principalmente las referentes a las constituciones y al

postulado de la soberanía nacional, para dar paso otra vez al poder ilimitado de los reyes,

devolver a la nobleza y al clero sus privilegios, reconstruir el mapa de Europa que había

sido desfigurado por las conquistas y anexiones ocasionadas por la guerra, y replantear la

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vida internacional con base en un sistema de seguridad conjunta y equilibrada que no

permitiera más revoluciones ni intentos de cualquier país por lograr la hegemonía

continental.

El conjunto de estas medidas conocido con el nombre de Restauración, fue un ideario que

afectó a la mayoría de los países europeos durante más de 20 años y cuyos principios

fueron aprobados en el Congreso de Viena.

La Restauración y la lucha entre liberales y monarquistas: Entre 1814 y 1815, los

representantes de las potencias europeas que habían vencido a Napoleón, pretendieron

terminar con la situación creada por la Revolución francesa y el Imperio napoleónico,

mediante la Restauración de los principios monárquicos del Antiguo Régimen, es decir, del

absolutismo.

Estos principios que trataron de implantar por la fuerza y con dificultades, no lograron

erradicar los ideales de la Revolución francesa ni frenar los cambios ocasionados por la

Revolución Industrial, ya que habían impregnado profundamente la mente y forma de vida

de gran parte de la población europea. Principalmente la burguesía no aceptó la vuelta al

Antiguo Régimen y en muchos países seguían manteniendo sus reivindicaciones liberales,

basadas en el constitucionalismo y la soberanía nacional, en la igualdad de todos los

ciudadanos ante la ley, y en la división del Estado en tres poderes independientes:

Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Así, el enfrentamiento de estas dos posturas, la monarquista y la liberal, aunado a la

arbitraria división geopolítica de los Estados europeos y la imposición de gobernantes sobre

distintos pueblos, ocasionó el resurgimiento de movimientos nacionalistas con tendencias

independentistas o unificadoras que, junto con el auge del liberalismo con sus diferentes

tendencias moderada y democrática, llevó a Europa a una nueva etapa revolucionaria, la

cual comenzó en 1820 y fue adquiriendo más fuerza en los movimientos de 1830 y 1848.

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La Restauración

Después de la derrota definitiva de Napoleón, los monarcas absolutos del continente

europeo buscaron regresar a la etapa anterior a la Revolución francesa, lo que significó la

supresión de las medidas sociales, políticas y económicas dictadas por los ideales

revolucionarios del siglo XVIII, principalmente las referentes a las constituciones y al

postulado de la soberanía nacional, para dar paso otra vez al poder ilimitado de los reyes,

devolver a la nobleza y al clero sus privilegios, reconstruir el mapa de Europa que había

sido desfigurado por las conquistas y anexiones ocasionadas por la guerra, y replantear la

vida internacional con base en un sistema de seguridad conjunta y equilibrada que no

permitiera más revoluciones ni intentos de cualquier país por lograr la hegemonía

continental.

El conjunto de estas medidas conocido con el nombre de Restauración, fue un ideario que

afectó a la mayoría de los países europeos durante más de 20 años y cuyos principios

fueron aprobados en el Congreso de Viena.

El Congreso de Viena

Después de todos los trastornos causados por las guerras napoleónicas, los principales

monarcas de Europa se reunieron en Viena bajo la dirección de las potencias vencedoras:

Austria, Gran Bretaña, Prusia y Rusia, donde se celebró un Congreso para liquidar los

innumerables

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problemas internacionales. Estuvieron en el Congreso soberanos reinantes y representantes

plenipotenciarios de príncipes o Estados desposeídos que reclamaban la restitución de sus

dominios.

El Congreso se inauguró en octubre de 1814, y entre fiestas y recepciones duró hasta el 8 de

junio de 1815, cuando se firmó el acta final. Además del zar Alejandro I de Rusia, los

personajes más importantes fueron el canciller austriaco Metternich y el ministro de

Asuntos Exteriores francés Talleyrand.

Durante las reuniones del Congreso, hubo largas discusiones sobre diferentes temas, entre

ellos dos aspectos fueron los más relevantes:

• Establecer los principios teóricos que rigieron el periodo de la Restauración.

• Reorganizar el mapa de Europa.

Principios teóricos de La Restauración

Las grandes potencias definieron en el ámbito de la teoría política los principios para

definir el verdadero orden que debía prevalecer en Europa frente a los excesos y

desviaciones producidas por la etapa revolucionaria de finales del siglo XVIII y principios

del XIX. Estos principios fueron:

Legitimidad: Sólo tenían derecho a estar en el poder aquellos a los que Dios había elegido

por su herencia real, por lo que no importaba si eL gobernante no fuera de La misma

nacionalidad que sus súbditos. Esta legitimidad monárquica llevó de regreso al trono a las

dinastías reinantes antes de 1789 especialmente a tos Borbones en Francia.

Absolutismo: Al obtener el. monarca su poder de Dios, no debía ser frenado por ninguna

Constitución ni el principio de soberanía nacional.

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Equilibrio: Fue un principio de inspiración británica que impedía la expansión de una

potencia a costa de otros Estados, con la finalidad de evitar conflictos en Europa.

Intervensionismo: Las potencias se comprometían a intervenir en aquellos territorios que,

perteneciendo a otra potencia, surgieran movimientos populares que pusieran en peligro los

otros principios señalados. Esto condujo a un sistema de alianzas y la realización de

congresos.

Congresos: Fueron foros donde se discutieron las formas de resolver los conflictos

internacionales y evitar que se empleara el recurso de la guerra para resolver disputas entre

naciones. Éste fue un principio que tuvo una enorme repercusión en la diplomacia

internacional.

Asistieron al Congreso  quince miembros de las familias reales, doscientos príncipes y

doscientos dieciséis representantes de misiones oficiales. Durante su celebración se

realizaron numerosos festejos, recepciones, bailes, conciertos y banquetes, creando un

ambiente frívolo en el que se desarrollaron intrigas políticas y de espionaje.

Los representantes de las pequeñas potencias solo conocieron esta faceta del Congreso,

porque las decisiones importantes eran tomadas por exclusivamente por Gran Bretaña,

Austria, Rusia y Prusia. Francia pudo influir gracias a la habilidad política de su

representante Talleyrand.

El nuevo mapa de Europa

En el aspecto geográfico, las potencias centraron su atención en conformar Estados

nacionales más fuertes, con un territorio más extenso y de mayor volumen demográfico,

para prevenir cualquier intento expansionista como el que habían experimentado con

Francia, que tratara de dominar otra vez Europa.

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El mapa continental europeo fue reconstruido como un gran rompecabezas que benefició

particularmente a los países antinapoleónicos:

Austria y Rusia se configuraron como las grandes potencias continentales, al lado de Gran

Bretaña que consolidó su expansión oceánica, y Prusia que, aun con su territorio dividido,

aumentó su poder en la zona del mar Báltico y dentro de la Confederación Germánica

recién formada.

Otros aspectos relevantes del mapa geopolítico de 1815 fueron la formación de una barrera

para mantener el control de Francia y la creación de naciones artificiales mediante la unión

de pueblos diferentes, como por ejemplo los belgas con Holanda, lo cual terminó

drásticamente con sus expectativas nacionalistas.

Gran Bretaña

Fue la primera beneficiaria, ya que se le reconoció su rango de primera potencia marítima

al asegurar su hegemonía sobre el mar Mediterráneo, mediante el dominio de las posiciones

de Malta, las islas Jónicas y Gibraltar, así como de otras bases fuera de Europa, como El

Cabo y Ceilán para controlar la ruta de la India y el refuerzo de sus posesiones en las

Antillas, para favorecer el comercio americano.

Austria

Logró concentrar su poder en el norte de La Península Itálica al obtener el reino Lombardo-

Veneto e imponer príncipes austriacos en los tronos de los ducados de Parma, Módena y

Toscana; también consiguió una salida al mar Mediterráneo al iricorporarsé las provincias

llíricas. Con las posesiones en Alemania garantizó la intervención de su emperador en tos

asuntos de la recién creada Confederación Germánica.

Prusia

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Quedó dividida y formó parte de la Confederación Germánica. Recuperó la orilla izquierda

del Rin con la anexión de Renania, una zona fronteriza con Francia.

Confederación Germánica

Quedó formada por 39 Estados, de los cuales Prusia y Austria fueron los más poderosos

Rusia

Obtuvo Finlandia antigua posesión sueca, Besarabia y una gran parte de Polonia

Suecia

Perdió Finlandia, pero fue compensada con Noruega. Lo anterior para evitar que Dinamarca

controlara tos accesos al mar Báltico.

Francia

Redujeron su territorio y se estableció una barrera con Estados tapón en torno a ella: aL

norte el Reino Unido de Los Países Bajos con la incorporación de Bélgica a Holanda; al

este con la anexión de Renania a Prusia y la Confederación Suiza, y al sur el reino

Piamonte-Cerdeña.

Península Itálica

Quedó dividida en siete Estados: al norte los reinos de Piamonte - Lombardía-Veneto; al

centro tos ducados de Parma, Módena y Toscana, y Los Estados Pontificios; al sur, el reino

de Dos Sicilias que devolvieron a los Borbones de Francia.}

Este trabajo de reorganización geopolítica provocó una serie de problemas que mantuvieron

un clima de fuerte tensión en la vida de los europeos durante la mayor parte del siglo XIX,

entre ellos:

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Rivalidades cada vez más acentuadas entre las potencias.

Sometimiento de algunos pueblos como: Irlanda a Inglaterra, Bélgica a

Holanda, Noruega a Suecia, y Polonia a Austria, Prusia y en su mayor parte

a Rusia, sin tomar en cuenta sus intereses y características étnicas y culturales. Esta

situación impulsó el desarrollo del sentimiento nacionalista.

Conformación plurinacional de dos imperios:

- Austriaco, donde convivían alemanes, italianos, checos, croatas, eslovenos, y húngaros,

entre otros.

- Otomano, integrado por turcos, griegos, búlgaros, servios y albaneses, entre otros.

• División política de los territorios de los pueblos italiano y alemán, los cuales serían las

semillas de los futuros movimientos nacionalistas con carácter de unificación.

El acta definitiva del Congreso fue acompañada de otros decretos como los que

garantizaban la neutralidad de Suiza y la libre navegación de los ríos de Europa. Los

aliados, satisfechos de su labor en los aspectos político y geográfico, establecieron el

compromiso de reunirse periódicamente para decidir las medidas necesarias para mantener

la paz europea, en caso de que las corrientes revolucionarias volvieran a alterar a Francia y

amenazaran la paz de los demás Estados.

En conclusión, el Congreso de Viena fue la primera conferencia de paz moderna; un intento

no sólo de resolver todas las cuestiones pendientes en el continente europeo, sino también

de preservar la paz sobre una base permanente. Sus procedimientos fijaron la pauta de las

futuras conferencias internacionales, que todavía en la actualidad se conservan como medio

para establecer acuerdos entre las naciones.

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 Los monarcas se habían asustado ante el violento proceso que había amenazado su poder

absoluto. La Revolución se había mostrado como un enemigo para todos ellos y las ideas e

intereses sociales que la impulsaron seguían latentes. En consecuencia, mediante los

acuerdos entre los Estados vencedores y las resoluciones del Congreso de Viena intentaron

consolidar un orden basado en dos principios fundamentales: el equilibrio entre las

principales potencias y la legitimidad como sustento común del orden interno e

internacional. El primero era un principio práctico y comprensible: ninguna de las

grandes potencias debía ser una amenaza para las otras. El segundo era más aleatorio y

manipulable: las potencias reconocerían como legítimos a los gobiernos sobrevivientes del

orden antiguo, constituidos por la herencia dinástica, a aquellos que no derivaran de un

hecho revolucionario.

La Santa Alianza

Las reuniones del Congreso de Viena fueron interrumpidas por el regreso de Napoleón a

Francia y su Imperio de los Cien Días, y se reanudaron hasta la derrota definitiva de éste en

Waterloo. Fue entonces, en el contexto de la Segunda Paz de París, en noviembre de 1815,

y antes de que se disolviese el Congreso de Viena, que el zar Alejandro 1 realizó una

propuesta particular, crear una Santa Alianza para prevenirse de otra amenaza

revolucionaria. Ésta fue pensada como una fuerza solidaria de intervención integrada por

tropas de Austria, Prusia y Rusia, con el compromiso de:

• Mantener el orden absolutista en Europa.

• Defender de los principios cristianos.

• Reprimir por medio de la intervención armada, los movimientos liberales y

revolucionarios que en cualquier país podían alterar la situación política de la Restauración.

La Santa Alianza fue un acuerdo que principalmente llevó a la práctica el ministro austriaco

Metternich.

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Otro pacto fue la Cuádruple Alianza, que firmaron Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra para

vigilar a Francia, durante veinte años, y sostener en el poder al rey francés de la casa de los

Borbones, Luis XVIII.

Con estas alianzas, se concretó un sistema de relaciones internacionales que resultó eficaz,

al basarse en la llamada “práctica de los Congresos”, mismos que llevaron a cabo

periódicamente para vigilar que se respetaran los intereses comunes de la Europa de la

Restauración. Durante los Congresos que se desarrollaron entre 1818 y 1822, las

discusiones giraron en torno a las medidas a emprender ante las inquietudes y desórdenes

de tipo liberal o nacionalista que surgieron y fueron extendiéndose rápidamente.

De esta forma se ensayó por primera vez un sistema de ordenación internacional, con base

en el acuerdo de las potencias, el cual, modificado, ha llegado hasta nuestros días. Un

sistema basado en el principio de que los problemas que afecten mundialmente serían

analizados y las soluciones decididas en forma colectiva por los países más poderosos.

Las potencias de la Restauración

El nuevo orden fue definido por cinco potencias, cuatro de ellas vencedoras de

Napoleón: Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia, y la misma Francia integrada

en esta alianza internacional por las acciones diplomáticas de su ministro de Asuntos

Exteriores, Telleyrand.

Entre las potencias persistieron profundas diferencias en cuanto a los modelos políticos que

representaban y a los proyectos internacionales que tenían. Entre ellos se distinguieron tres:

• Parlamentario inglés: El monarca estaba limitado por una cámara representativa.

• Absolutista ruso y austriaco: El monarca no tenía ninguna limitación.

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• Carta Otorgada francés: El monarca se auto limitó voluntariamente en el ejercicio de sus

funciones, sin abdicar a la plenitud de su soberanía divina. Fue un régimen que pretendió

combinar los dos modelos anteriores al mantener el poder real sin debilitarlo y aceptar la

consulta a la nación, mediante convocatorias electorales restringidas a los ciudadanos que

pudieran pagar las rentas establecidas para ser considerados como candidatos a las Cámaras

o como votantes.

En suma la Restauración no fue integral ya que algunos soberanos se vieron obligados a

conceder Constituciones, que aunque confirmaban la soberanía real, ésta quedaba limitada

a la ley. Además por su eficiencia se mantuvo la administración napoleónica y tampoco fue

posible suprimir algunas transformaciones jurídicas, y sociales  como la igualdad ante la ley

y los impuestos universales con lo que no permitió el regreso de los privilegios de los

nobles.

PRINCIPIOS DE LA RESTAURACIÓN EUROPEA:

Las grandes potencias definieron en el ámbito de la teoría política los principios para

definir el verdadero orden que debía prevalecer en Europa frente a los excesos y

desviaciones producidas por la etapa revolucionaria de finales del siglo XVIII y principios

del XIX. Estos principios fueron:

Legitimidad: Sólo tenían derecho a estar en el poder aquellos a los que Dios había elegido

por su herencia real, por lo que no importaba si el gobernante no fuera de la misma

nacionalidad que sus súbditos. Esta legitimidad monárquica llevó de regreso al trono a las

dinastías reinantes antes de 1789, especialmente a los Borbones en Francia.

Intervensionismo: Las potencias se comprometían a intervenir en aquellos territorios que,

perteneciendo a otra potencia, surgieran movimientos populares que pusieran en peligro los

otros principios señalados. Esto condujo a un sistema de alianzas y;, la realización de

congresos.

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Absolutismo: Al obtener el monarca su poder de Dios, no debía! ser frenado por ninguna

Constitución ni el principió de soberanía nacional.

Equilibrio: Fue un principio de inspiración británica que impedía la expansión de una

potencia a costa de otros Estados, con la finalidad de evitar conflictos en Europa.

Congresos

Fueron foros donde se discutieron las formas de resolver los conflictos internacionales y

evitar que se empleara el recurso de la guerra para resolver disputas entre naciones. Éste fue

un principio que tuvo una enorme repercusión en la diplomacia internacional.

Los vencedores de Napoleón decidieron la suerte de numerosos territorios europeos en el

llamado Congreso de Viena (septiembre 1814-junio 1815). El Congreso se desarrolló en

una atmósfera de fiestas suntuosas y en presencia de los principales soberanos de Europa.

Las cuestiones diplomáticas fueron tratadas de manera secreta por los ministros de las

grandes potencias: Castlereagh por Gran Bretaña, Nesselrode por Rusia, Hendenberg por

Prusia y Metternich por Austria. A pesar de la derrota, Francia también estuvo

representada por el ministro Talleyrand. El protagonismo de Metternich en la política

internacional de esta época hizo que el período histórico que va de 1814 a 1839 fuese

calificado como «la era Metternich». En el grabado se puede observar cómo los diferentes

monarcas se reparten los territorios europeos.

EL LIBERALISMO

CONTEXTO HISTÓRICO DEL ORIGEN DEL LIBERALISMO

En las últimas décadas del siglo XIX la economía capitalista basada en la industria se había

consolidado considerablemente. El sistema industrial mostraba toda su capacidad de

producir riqueza como ningún otro sistema lo había hecho. Se estaban formando

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gigantescas empresas industriales, cuya producción no sólo alcanzaba para abastecer la

demanda local, sino que sobraba para ser vendida en otros países.

Al mismo tiempo, los sectores sociales que se habían opuesto al pleno desarrollo de la

industria en Europa -terratenientes y pequeños artesanos- habían perdido influencia

política.

Gracias al crecimiento de la economía industrial se había constituido una importante clase

obrera, que tendía a agruparse en sindicatos y partidos para expresar sus demandas frente a

una economía que no tenía en cuenta sus derechos y necesidades.

Los países más industrializados eran las potencias europeas y los Estados Unidos de

América, que comenzaban paulatinamente a desarrollar todo su potencial productivo. Los

países europeos llevaban a cabo políticas de expansión colonizadora, ocupando territorios

en diversos puntos de África, Asia y Oceanía, de los cuales extraían los recursos necesarios

para aumentar su producción.

El sistema económico mundial estaba organizado de acuerdo con las necesidades de los

países más poderosos, sobre la toase de la llamada "división internacional del trabajo": cada

país producía (y exportaba) aquello que podía hacer de la manera más eficiente, en tanto

que importaba otro tipo de bienes. Por ejemplo, los países de América latina

intercambiaban sus productos minerales y agrícolas con los países industriales, recibiendo

de ellos bienes manufacturados.

Si bien el sistema capitalista industrial había sufrido situaciones de crisis sociales y

financieras, había demostrado capacidad de recuperarse. El dominio de los industriales

sobre la economía fortaleció sus convicciones sobre las ventajas del liberalismo.

Pintura que muestra a la alta burguesía alemana en el restaurante del Jardín Zoológico de

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Berlín. Gracias al crecimiento de la economía se desarrolló una burguesía adinerada que

confiaba ciegamente en la capacidad del capitalismo para restablecerse de las crisis.

EL LIBERALISMO: El conjunto de las transformaciones ideológicas y políticas que se

habían desarrollado en Europa y América entre finales del siglo XVII y el fin del Imperio

napoleónico (1815) conformaron una corriente ideológica y una doctrina política que

conocemos como liberalismo. Aunque la palabra «liberal» (amigo de la libertad), parece

ser que fue acuñada en España, en las Cortes de Cádiz (1812), en sentido amplio el

término «liberal» sirve desde el siglo XIX para denominar un conjunto de ideas que fueron

la base y el sustento de los sistemas políticos creados por las revoluciones liberal-

burguesas.

 

Además de su contenido político o económico, las ideas liberales se plasmaron también en

un modo de entender la sociedad y en una actitud hacia las personas y las relaciones

sociales. Así, en nombre de la razón y del derecho de todo hombre a vivir libre, los liberales

concibieron el universo como una inmensa mecánica cuyos engranajes obedecían a leyes

naturales.

Por ejemplo, cuando Newton descubre las leyes elementales de la física, o Galileo afirma

que la tierra gira en torno del sol, no ponen en tela de juicio ningún dogma de la Iglesia,

sino algo mucho más radical: la presencia de Dios en cada acontecimiento. Cuando los

científicos a partir del Renacimiento van descubriendo las leyes de la naturaleza por medio

de la ciencia, no niegan la existencia de Dios, al contrario atribuyen al creado haber dictado

esas mismas leyes que ellos simplemente descubren, pero este cambio produce una

alteración profunda en la tarea de la búsqueda de la verdad. Hasta entonces, era Dios el que

hacía salir el sol todas las mañanas por el este, y nada obstaba a que un día, a su Divino

arbitrio, lo hiciera salir por el oeste. Al descubrir leyes inmutables de la naturaleza, el «rol»

del Creador quedaba limitado al momento de la creación, con lo que, estaban afirmando

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(por cierto de manera muy poco explícita) que el camino hacia la verdad lo brindaban la

ciencia y no la teología. Consideraban que la sociedad estaba compuesta por individuos y

no por órdenes clases, o estamentos, y erigieron en doctrina ladefensa de la libertad

individual. La libertad, que ellos definían como la ausencia de sometimiento a otros, era un

bien en sí mismo en todos los campos: civil, religioso, político y económico. La nueva

ideología defendía la libertad de comprar, vender, contratar o establecerse, sin otros límites

que el propio deseo y el respeto a la libertad de los otros.

La libertad no podía ser limitada por ningún tipo de autoridad, fuera política o espiritual.

Defendían la libertad de pensamiento y denunciaban todo intento de limitar la libertad de

conciencia y de creencias. Reclamaban el derecho a la libre reunión, a la asociación, a la

expresión de las ideas, a la manifestación y a la libertad de prensa. Asimismo, consideraban

que la religión debía ser una convicción personal y no un asunto de la vida pública. Se

podía creer o no en Dios y ser igualmente un buen ciudadano. Disociaban, por tanto, lo

temporal de lo espiritual y defendían un Estado laico, no confesional.

Haciendo un poco de historia se observa que en Francia,  existía lo que luego se denominó

el «antiguo régimen». Un rey absoluto, y una serie de nobles cortesanos que gozaban de

toda clase de prerrogativas. El lujo del palacio de Versalles se lograba a costa de impuestos

que sometían a la miseria a la mayoría de la población. El alto clero (obispos y cardenales)

y la nobleza eran una pequeña minoría, pero monopolizaban el poder económico y político

del reino. Por eso, el liberalismo en Francia se destaca por su carácter político. Buscan

llegar a una forma de gobierno democrática y consagrar los derechos individuales. Por lo

tanto, los liberales rechazaban todo poder absoluto y desconfiaban de los poderes

constituidos. Eran partidarios de un régimen parlamentario con garantía de derechos y

separación de poderes. Cada uno de los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial)

equilibraba a los otros dos. El poder no podía manifestarse bajo la forma de decisiones

arbitrarias que provinieran de una autoridad que se reclamaba de derecho divino. Los

liberales no eran hostiles a la monarquía, siempre que fuera constitucional y que los

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monarcas reinaran, pero no gobernaran. Toda decisión debía emanar de una Asamblea

elegida por sufragio, que representaba la voluntad general de la nación y para la que

defendían una gran cantidad de prerrogativas. La voluntad de la nación debía expresarse

mediante la elaboración de leyes y debía ser la ley la que rigiera la vida pública. La

Constitución era la gran ley, el marco que regulaba las relaciones entre los ciudadanos de

un Estado y garantizaba sus derechos.

 

Pero además, para el liberalismo, las leyes debían garantizar el ejercicio individual de las

libertades individuales frente al poder del Estado y se definía la libertad política como el

conjunto de garantías del ciudadano ante los poderes públicos. Los liberales deseaban un

Estado que respetara las libertades y que hiciera aplicar una ley igual para todos.

En Inglaterra la aristocracia inglesa venía arrancando concesiones a los reyes desde Edad

Media. La célebre Carta Magna de 1215 limitaba seriamente el poder real a favor del

Parlamento. En 1679 el rey se había visto forzado a firmar el "bill de habeas corpus", y

diez años después debieron firmar la «declaración de derechos» que reducía aún mas el

poder real y reconocía algunos derechos de los ciudadanos.

En el siglo XVIII el parlamento tenía cada vez más poder y surgieron dos partidos políticos

que disputaban las bancas del parlamento mediante el voto de los ciudadanos. Inglaterra era

vista en toda Europa como un modelo de libertad y tolerancia, a pesar de que había tenido

persecuciones religiosas y otras atrocidades. Ya en el siglo XVIII la preocupación de los

ingleses no era el poder real, sino la riqueza, los inventos Y el comercio monopólico con

sus colonias que condujo a la revolución industrial.

EL LIBERALISMO POLÍTICO: El liberalismo es una filosofía política orientada hacia

la salvaguardia de la libertad del individuo, justificación última de la sociedad política. Esta

libertad individual no puede depender de la decisión exclusiva del rey, que tendría la

facultad de revocarla; el titular último

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 del poder es el pueblo. El poder popular, o la soberanía nacional, que es la expresión

utilizada, implica la limitación de las facultades de los reyes, mediante constituciones, en

las cuales se consignan las garantías de los ciudadanos y la división de los poderes, que

nunca deben estar concentrados.

En 1830 Thiers, en un articulo famoso, formula el principio de que el rey reina, pero no

gobierna. El derecho a legislar corresponde únicamente a los parlamentos y los ciudadanos

no están obligados a cumplir más que lo que las leyes disponen, conforme a la

interpretación que de ellas hacen jueces independientes.

Como doctrina, el liberalismo nació en Inglaterra, en la revolución de 1688, y no dejó de

evolucionar y enriquecerse en contenido teórico hasta el Acta de Reforma de 1867, que

amplió decisivamente la base electoral. La ilustración es todo un símbolo, porque no se

deciden ya las grandes cuestiones políticas en los salones de los palacios o en las cámaras

reales sino que se debaten en los parlamentos. Y quienes se sientan en ellos deben su poder

a una decisión libre de los votantes. Por otra parte los debates parlamentarios exigen a los

oradores que previamente estudien las cuestiones, reúnan datos estadísticos, lean la

correspondencia que les remiten los ciudadanos. Con toda justicia puede afirmarse que en

el Parlamento de Londres nació la democracia contemporánea.

Los ciudadanos no constituyen un conjunto homogéneo sino que se agrupan en partidos,

cuyos líderes pueden acceder, tras el resultado de las elecciones, a los parlamentos.

Los pueblos continentales poseían escasa experiencia del funcionamiento de los partidos,

para los que en principio sólo encontraban un antecedente en el funcionamiento de los clubs

de la Revolución Francesa, pero pronto se forjaron estos grupos de orientaciones

divergentes —reaccionarios, moderados, independientes, revolucionarios— que convierten

la vida política en un juego de tensiones, propaganda y sucesión de programas y gestiones

de gobierno. Con el mismo propósito de impedir concentraciones de poder postula el

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liberalismo las autonomías provinciales y municipales, en merma de la jurisdicción de los

poderes centrales

Finalmente la libertad del individuo está garantizada, frente a cualquier abuso, por una serie

de derechos que regulan todos los códigos; integridad personal y familiar, libertad religiosa

y de industria, protección de la propiedad. Y un derecho imprescindible de tipo social,

libertad de prensa, proclama de todas las revoluciones, porque sólo mediante la

concurrencia de una prensa libre se pueden expresar los partidos y decidir en elecciones los

ciudadanos entre las varias opciones que se les ofrece.

Un texto de Benjamín Constant, de su obra De la libertad de los antiguos comparada a la

de los modernos, ofrece uno de los resúmenes más claros de lo que es el liberalismo

político: “La libertad es el derecho que cada uno tiene a estar sometido sólo a las leyes, de

no ser detenido, encarcelado ni condenado a muerte o molestado, en cualquier forma que

sea, por el capricho de uno o más individuos. Es el derecho que todos tienen a expresar su

opinión, a seguir sus inclinaciones, a trasladarse de un lugar a otro, a asociarse. Es,

finalmente, el derecho a influir sobre la marcha del Estado, bien sea nombrando todos o

parte de los funcionarios, bien aconsejando o preguntando, o mediante las peticiones que

la autoridad esté más o menos en la obligación de tomar en consideración”.

Otra manera de restringir el poder estriba en limitar su actuación al campo estricto de la

política, postulando su no intervención en las actividades económicas y sociales; es la

doctrina del laissez faire, laissez passer. Nos encontramos aquí con una de las

insuficiencias del liberalismo, cuya concepción del Estado-gendarme, que sólo interviene

en los casos de flagrante delito, centra sus funciones en el mantenimiento de la libertad

individual y descuida el ámbito de la justicia social.

El liberalismo aparecerá así como un movimiento inoperante para enfrentarse a las

contradicciones y problemas de la Revolución Industrial —otras ideologías más

revolucionarias surgen como banderas ante los problemas sociales— y por otra parte, por

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su negación de la soberanía real y su exigencia de consignar en textos escritos los derechos

ciudadanos, es considerado como ideología subversiva por los monarcas de la

Restauración.

El liberalismo comporta la destrucción del antiguo orden político, en este sentido es

revolucionario; despreocupado de las estructuras sociales se convierte en ideología de una

clase, la burguesía, en este sentido es conservador. René Remond ha reflejado esta

ambivalencia:

“Una vez y otra, revolucionario y conservador, subversivo y conformista. Los mismos

hombres pasarán de la oposición al poder, los mismos partidos del combate contra el

régimen a la defensa de las instituciones."

El temor a la revolución social inclina a los liberales a interpretar en sentido restrictivo la

soberanía nacional, con la negación del sufragio universal; sólo poseen derecho de voto los

grupos con un determinado nivel de riqueza o de cultura, la burguesía del dinero y del

talento. Constitución escrita, monarquía limitada, elecciones y partidos políticos, sufragio

censatario, descentralización, igualdad jurídica y desigualdad social son rasgos que perfilan

las sociedades políticas del liberalismo europeo.

Ideas del Liberalismo:

Interpreta la naturaleza humana y supone que con mayores cuotas de libertades se alcanzan

mayores niveles de prosperidad.

El hombre obtiene mas beneficio haciendo lo que se le plaza, que sometiéndolo para que

haga lo que a otros les place.

El ejercicio de la libertad individual es el camino ideal para el bienestar del individuo.

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Las relaciones entre los individuos deben ser controladas y regidas por una norma nacional,

la Constitución, que garantizara los derechos toda la sociedad.

Cada individuo es responsable de sus actos deberá respetar los derechos de sus semejantes.

Todos los hombres nacen libres e iguales ante la ley.

La tolerancia y la razón son los pilares fundamentales de la ideología liberal.

El individuo buscando su progreso individual, (usando su libertad, talento y conocimiento)

ira formando una sociedad mejor.

La religión es una convicción personal y nada tiene que ver con el estado, se puede creer o

no en Dios, pero igualmente se es un buen ciudadano.

Se deben liberar todas las fuerza creativas de la sociedad, la cual se ira construyendo de

manera positiva, mejorando día a día.

En lo político defienden la separación de los poderes , la soberanía nacional y  el sufragio

universal.

El inicio del liberalismo económico está en su lucha contra el sistema económico político

absolutista. Con su habitual agudeza Voltaire reivindica la virtud del empresario contra la

nobleza ociosa en estos términos: «el negociante oye hablar tan a menudo con desprecio de

su profesión que es lo suficientemente tonto como para enrojecer de ella. No sé, empero,

quién es más útil a un Estado, un señor bien empolvado que precisamente a qué hora el rey

se levanta, a qué hora se acuesta, y que se da aire de grandeza haciendo el papel de

esclavo en la antecámara de un ministro, o un negocio que enriquece a su país, desde su

despacho dando órdenes a Surate y al Cairo contribuye a la felicidad del mundo.»

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También tuvieron que luchar contra las teorías mercantilistas que defendían regulación de

la economía por el Estado. La libertad económica tiene su base en el conocimiento de la

realidad que sólo los empresarios y comerciantes tienen.

Durante la primera fase de la Revolución Industrial el liberalismo político define un modelo

de Estado; una teoría similar trata de definir un modelo de economía. Se considera a Adam

Smith (imagen) , con su obra La riqueza de las naciones (1776), como el fundador del

liberalismo económico y el iniciador del período de los llamados economistas clásicos. El

propósito de Smith, como el de los fisiócratas y los mercantilistas, era descubrir el

procedimiento de enriquecer al Estado, como demuestra su título, pero llega al

convencimiento de que es condición previa el enriquecimiento de los individuos, y éste es

el meollo de su obra: “Cuando uno trabaja para sí mismo sirve a la sociedad con más

eficacia que si trabaja para el interés social”, es su axioma de la armonía entre el interés

particular y el general.

Adam Smith es el gran panegirista de la libertad económica; para él es inútil la intervención

del Estado, que habían predicado los mercantilistas; el orden se establece por sí mismo, por

el juego de la oferta y la demanda. Si un producto es solicitado sube el precio y se favorece

su elaboración, con lo que todo vendedor es retribuido según la importancia de los servicios

que presta; la actividad concurrente garantiza el orden, la justicia y el progreso de la

sociedad.

La llamada doctrina del laissez faire llena una etapa del pensamiento y de la actividad

económica. En su base se esconde una glorificación de la libertad: el mercado se regula por

libre concurrencia, el trabajador elige libremente su trabajo, la mano de obra se desplaza

libremente, el contrato de trabajo es un acuerdo libre entre patronos y obreros.

El papel del Estado se reduce a defender la libertad de una actividad económica autónoma

de cualquier regulación política. Los críticos de la escuela clásica distinguieron, como

Sismondi, entre la libertad teórica y la real, que suponía igualdad.

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Laissez faire («dejar hacer, dejar pasar»)

Una característica del liberalismo económico es la que indica al Estado que debe «dejar

hacer, dejar pasar» es decir no intervenir. El mayor abanderado de esta idea m Bentharn:

«el gobierno no puede hacer nada mas que lo que podría hacer para aumentar el deseo de

comer y de beber. Su intervención es perfectamente inútil.»” y agrega: «Los impuestos no

deben tener otro objeto que su objeto directo: el de producir una renta disminuyendo el

gravamen tanto cuanto sea posible. Cuando se quiere hacerlos servir como medios

indirectos del estímulo o de restricción para tal o cual especie de industria, el gobierno,

como lo hemos visto ya, no consigue mas que desviar el curso natural del comercio y dar la

dirección menos ventajosa a los negocios.»

¿Cómo es que esta libertad económica absoluta puede regular la economía de una

Nación? Mediante la ley de la oferta y la demanda que los liberales clásicos consideran una

ley natural, como la que regula el ciclo de las estaciones o la ley de la gravedad. Cuando un

producto es demandado por la gente en cantidades superiores a las existentes el precio sube.

Al subir algunos compradores se retraen y destinan su dinero a otros productos. Al ver esos

precios más altos, los poseedores del capital invierten en producir esa mercadería que ahora

se ha vuelto muy rentable y por su competencia hacen que el precio baje. De esa manera la

ley de la oferta y la demanda no sólo regula el precio de las mercaderías sino que reasigna

el uso de los capitales y la mano de obra a aquellos que más demandan los consumidores

Cuando el Estado interviene fijando el precio de un producto, o colocando impuestos

diferenciales a determinadas mercadería, destruye ese equilibrio natural y determinados

productos sobrarán y otros escasearán. Cada vez que se fijan precios máximos, se produce

desabastecimiento.

Las leyes del mercado, basadas en el juego de la oferta y la demanda, son la mano invisible

que rige el mundo económico y a la larga equilibran la producción y el consumo de los

diversos artículos. Toda barrera artificial, incluso entre las naciones, que dificulte las leyes

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de mercado, debe ser abolida; se postula el incremento del comercio internacional,

principio que casa perfectamente con las necesidades de las potencias industriales.

Para decirlo en términos más modernos, el Estado se debería limitar a mantener el

orden y hacer cumplir los contratos que las partes firmen libremente. Todo lo demás

debería quedar librado a las leyes de la economía. Cada individuo deberá trabajar y ahorrar

para educar a sus hijos, para enfrentar enfermedades y accidentes, y para mantenerse en la

vejez y la invalidez.

Se considera factor imprescindible del desarrollo la acumulación de capital, al que se exalta

como rector y benefactor de la sociedad. Adam Smith escribe: “La industriosidad de la

sociedad sólo puede aumentar en proporción al aumento de su capital”. De esta forma la

doctrina del beneficio ilimitado queda canonizada.

El pensamiento liberal centra su preocupación en la trilogía ganancia, ahorro, capital. El

interés individual y el social coinciden siempre, asegura Adam Smith; más lejos llega

Malthus cuando condena la asistencia a los desvalidos por ser perjudicial para la sociedad;

la felicidad general no sería posible “si el principio motor de la conducta fuera la

benevolencia”.

La ideología del liberalismo económico favoreció el proceso de industrialización, la

creación de mercados mundiales, la acumulación de capitales, el surgimiento de empresas

gigantescas, dimensiones todas que se reflejan en la segunda fase de la Revolución

Industrial; pero separó la ética de la economía y se despreocupó de los problemas sociales

de la industrialización.

Individualismo Económico: Cada individuo en particular pone todo su cuidado en buscar

el medio más oportuno de emplear con mayor ventaja el capital de que puede disponer. Lo

que desde luego se propone es su propio interés, no el de la sociedad en común: pero estos

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mismos esfuerzos hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, sin premeditación suya, el

empleo más útil a la sociedad como tal (...).

Todo sistema de preferencia extraordinaria o de restricción, se debe mirar como proscrito,

para que de su propio movimiento se establezca el simple y obvio de la libertad labrantil,

mercantil y manufacturante.

Todo hombre, con tal que no viole las leyes de la justicia, debe quedar perfectamente libre

para abrazar el medio que mejor le parezca para buscar su modo de vivir y sus intereses; y

que puedan salir sus producciones a competir con las de cualquier otro individuo de la

naturaleza humana.

ADAM SMITH: La riqueza de las naciones (1776).

Adam Smith: El gran economista nació en una pequeña ciudad pesquera próxima a

Edimburgo. Estudió en las Universidades de Glasgow y Oxford y fue catedrático de

Glasgow y tutor, en Francia, del duque de Buccleuch. En 1776 se publicó su obra más

importante: La riqueza de las naciones. De esta obra magna se han destacado tres cosas: la

abundancia de sus datos económicos, reunidos a lo largo de muchos años de lecturas; el

esfuerzo por interpretar esos datos, presentando la naturaleza del proceso económico en

términos de competitividad y mercado; la severa crítica del gobierno y la sociedad,

abogando por cambios que permitieran el progreso de las naciones. Su influencia sobre el

pensamiento económico posterior ha sido gigantesca.

 

Ideas Básicas del Liberalismo Económico:

Para los fisiócratas el origen de la riqueza de un estado es la tierra y su explotación, para los

mercantilistas el origen de la riqueza en la exportación (venta) de su producción y la

acumulación de capital y para los liberales el origen de la riqueza es el trabajo.

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Afirma que el hombre busca el reconocimiento social, y que además es un ser ambicioso y

egoísta, que desea crecer y progresar para lograr un bienestar. Pero no puede lograrlo

individualmente por lo que se relaciona socialmente tratando de obtener mercancías que

algunos de sus semejantes ya poseen. Para ello agudiza su ingenio y usa su talento y

conocimiento para producir otras mercancías que a otros les puede interesar y así poder

intercambiarlas o venderlas. Nace de esta manera el mercado comercial.

Para producir esas mercancías debe trabajar, por lo tanto el origen del progreso económico

es el trabajo.

Debe fabricar gran cantidad de esos productos para obtener mayores ganancias y de esta

manera deber organizar el trabajo, lo que obliga a la eficiencia y productividad.

El salario es lo que paga a un obrero por su trabajo y la ganancia es lo que obtiene de la

venta de los productos fabricados.

La cantidad de trabajo que se emplea para producir un producto es el precio natural o el

precio mismo. La ley de oferta y demanda determina el precio efectivo de ese producto. El

mercado se auto-regula de  forma transparente , es "como una mano invisible" que va

acomodando los precios de las mercancías en venta.

La acumulación de esa ganancia es el motor del capitalismo que lleva al progreso de la

sociedad. Buscando el propio bienestar va construyendo una sociedad mejor.

Para que el sistema funcione es fundamental  que la sociedad esté ordenada y en armonía y

el Estado debe garantizar ese orden mediante una Constitución.

El Estado no debe intervenir en la economía, "dejar hacer, dejar pasar", producir y exportar

sin barreras y regulaciones.

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