Siglo nuevo opinión Un monumento al amor...Siglonuevo 14•Sn opinión Un monumento al amor...

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Siglo nuevo 14 Sn opinión Un monumento al amor Victoria Luisa de Terrazas M umtaz Mahal y Shah Jahan, el quinto de la dinastía de empe- radores mogoles de la India, dejaron sus nombres en la historia y no por la importancia que seguramente ten- drían en su época y país allá por el siglo 17, sino por el mausoleo que el Emperador mandara construir en Agra, a orillas del río Yamuna, en memoria de su esposa muerta al darle su decimocuarto hijo. El amor que tuvo por ella lo proclamaría a través de una maravillosa arquitectura conocida como el Taj Mahal, asombro de todos los siglos, hoy considerado una de las maravillas del mundo moderno. La historia, “testigo de los tiempos y mensajera de la antigüedad”, como la lla- ma Cicerón, fue generosa al referirse a es- tos dos personajes y nos cuenta que Mum- taz y Shah Jahan se conocieron en una fiesta de las llamadas de beneficencia en donde se vendían (dice textualmente el es- crito), toda clase de objetos inútiles, pero que los caballeros compraban con tal de recibir la sonrisa de unos labios de rubí o la mirada de gacela de alguna de las da- mas presentes. En un festejo igual estaban Arjumand Banu Begum, hija del Ministro del Gran Mogol, bella, culta y elegante, a la sazón de 15 años y Shah Jahan de 16, fuerte, bello, famoso por sus acciones y su poesía. En algún momento, ella le ofreció un fondo de botella tallado como si fuera un bri- llante, a un precio elevadísimo que él ga- lantemente compró. Recogió su trozo de vidrio y ligero fue a pedir a su importante padre, permiso para casarse con la bella vendedora. Curiosamente, los textos nos dicen que el matrimonio entre los dos enamora- dos no se efectuó de inmediato, sino que pasarían cinco años antes de su unión, pues el príncipe debía cumplir con un compromiso “diplomático”, casándose con una princesa persa, así que hasta 1612 se unieron. El regalo del suegro a la nue- ra fue el de otorgarle la denominación de Mumtaz Mahal, con el que ya se le cono- cería. El cambio de nombre era un honor que sólo a las reinas se les concedía, pero Arjumand lo merecía por ser la flor más bella del palacio, donde Jahan vivía sólo para complacerla. Al morir Mumtaz en 1629, el dolor de Jahan fue intenso. Él, “el rey del mundo”, no había logrado con todo su poderío, dar un minuto más de vida a su amada. De- cretó dos años de luto e inició la construc- ción de una tumba o mausoleo. La quería exquisita y bella para que su magnificen- cia perpetuara su amor y fuera ofrenda póstuma para Mumtaz. Y nació el Taj Ma- hal, asombro de los siglos. El mausoleo se inició en 1630, su cons- trucción duró veintidós años y se emplea- ron 20 mil trabajadores. Posiblemente fue- ron varios arquitectos que pusieron su ta- lento en la obra pues contiene elementos del Islam, de Persia y de la misma India. A los niños, en India, se les enseña que fue un único creador: Ustad Isa, o Ustad Ka- han Efendi, y hay que respetarlo. Uno o varios arquitectos, lo importan- te es que se logró un monumento exqui- sito de mármol blanco coronado con una cúpula, lo más espectacular del conjun- to, de 61 metros de altura, decorada con flores de loto en relieve, remate en aguja y terminación en luna creciente. Toda la superficie del complejo está adornada con paisajes del Corán, las letras incrustadas en cuarzo y los arcos lucen incrustaciones con piedras semipreciosas. Cuatro mina- retes de 40 metros de altura engalanan la obra. En la sala central del mausoleo, es- tán los sarcófagos de los enamorados, que en verdad son cenotafios, sepulcros va- cíos, pues los cuerpos de Mumtaz y Jahan, lo que quede de ellos, descansan en la par- te subterránea de la magnífica tumba de mármol. La leyenda dice que hasta el día de su muerte (1666), Shah Jahan lo pasó con- templando el mausoleo desde la ventana de su palacio, rememorando el amor en- tre la bella princesa y un gran Emperador, que perpetuó la devoción a su esposa me- diante un mausoleo único por su magnifi- cencia llamado Taj Mahal. § Archivo Siglo Nuevo

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Siglo nuevo

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opinión

Un monumento al amorVictoria Luisa de Terrazas

Mumtaz Mahal y Shah Jahan, el quinto de la dinastía de empe-radores mogoles de la India,

dejaron sus nombres en la historia y no por la importancia que seguramente ten-drían en su época y país allá por el siglo 17, sino por el mausoleo que el Emperador mandara construir en Agra, a orillas del río Yamuna, en memoria de su esposa muerta al darle su decimocuarto hijo. El amor que tuvo por ella lo proclamaría a través de una maravillosa arquitectura conocida como el Taj Mahal, asombro de todos los siglos, hoy considerado una de las maravillas del mundo moderno.

La historia, “testigo de los tiempos y mensajera de la antigüedad”, como la lla-ma Cicerón, fue generosa al referirse a es-tos dos personajes y nos cuenta que Mum-taz y Shah Jahan se conocieron en una fi esta de las llamadas de benefi cencia endonde se vendían (dice textualmente el es-crito), toda clase de objetos inútiles, pero que los caballeros compraban con tal de recibir la sonrisa de unos labios de rubí o la mirada de gacela de alguna de las da-mas presentes.

En un festejo igual estaban Arjumand Banu Begum, hija del Ministro del Gran Mogol, bella, culta y elegante, a la sazón de 15 años y Shah Jahan de 16, fuerte, bello, famoso por sus acciones y su poesía. En algún momento, ella le ofreció un fondo de botella tallado como si fuera un bri-llante, a un precio elevadísimo que él ga-lantemente compró. Recogió su trozo de vidrio y ligero fue a pedir a su importante padre, permiso para casarse con la bella vendedora.

Curiosamente, los textos nos dicen que el matrimonio entre los dos enamora-dos no se efectuó de inmediato, sino que pasarían cinco años antes de su unión, pues el príncipe debía cumplir con un compromiso “diplomático”, casándose con una princesa persa, así que hasta 1612

se unieron. El regalo del suegro a la nue-ra fue el de otorgarle la denominación de Mumtaz Mahal, con el que ya se le cono-cería. El cambio de nombre era un honor que sólo a las reinas se les concedía, pero Arjumand lo merecía por ser la fl or más bella del palacio, donde Jahan vivía sólo para complacerla.

Al morir Mumtaz en 1629, el dolor de Jahan fue intenso. Él, “el rey del mundo”, no había logrado con todo su poderío, dar un minuto más de vida a su amada. De-cretó dos años de luto e inició la construc-ción de una tumba o mausoleo. La quería exquisita y bella para que su magnifi cen-cia perpetuara su amor y fuera ofrenda póstuma para Mumtaz. Y nació el Taj Ma-hal, asombro de los siglos.

El mausoleo se inició en 1630, su cons-trucción duró veintidós años y se emplea-ron 20 mil trabajadores. Posiblemente fue-ron varios arquitectos que pusieron su ta-lento en la obra pues contiene elementos del Islam, de Persia y de la misma India. A los niños, en India, se les enseña que fue un único creador: Ustad Isa, o Ustad Ka-han Efendi, y hay que respetarlo.

Uno o varios arquitectos, lo importan-te es que se logró un monumento exqui-sito de mármol blanco coronado con una cúpula, lo más espectacular del conjun-to, de 61 metros de altura, decorada con fl ores de loto en relieve, remate en aguja y terminación en luna creciente. Toda la superfi cie del complejo está adornada con paisajes del Corán, las letras incrustadas en cuarzo y los arcos lucen incrustaciones con piedras semipreciosas. Cuatro mina-retes de 40 metros de altura engalanan la obra. En la sala central del mausoleo, es-tán los sarcófagos de los enamorados, que en verdad son cenotafi os, sepulcros va-cíos, pues los cuerpos de Mumtaz y Jahan, lo que quede de ellos, descansan en la par-te subterránea de la magnífi ca tumba de mármol.

La leyenda dice que hasta el día de su muerte (1666), Shah Jahan lo pasó con-templando el mausoleo desde la ventana de su palacio, rememorando el amor en-tre la bella princesa y un gran Emperador, que perpetuó la devoción a su esposa me-diante un mausoleo único por su magnifi -cencia llamado Taj Mahal. §

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